Hablar en esta época lazo social-lazo sexual

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Hablar en esta época
lazo social-lazo sexual
Miriam Fratini
Presentación
Buenos días. Mi nombre es Margarita Fernández y voy a presentar a quienes, a su vez,
realizarán las presentaciones en estas Primeras Jornadas Quilmeñas de Psicoanálisis. En primer
lugar, va a hablar Miriam Fratini, quien es psicoanalista, cofundadora de Freudianas y autora del
libro Ética e interpretación: los sueños.
Buenos días a todos. En principio, quiero agradecer a las autoridades de la UNQUI que
nos han permitido disponer de este auditorio para que nuestras jornadas tengan lugar hoy aquí; y
a cada una de las personas que han trabajado mucho para que las jornadas se realicen: colegas,
amigos, colaboradores. También a las autoridades (no voy a poder nombrarlas a todas) de Salud
de la provincia de Buenos Aires, de la comuna de Quilmes, y de comunas vecinas como
Florencio Varela y Berazategui, les quiero agradecer especialmente su presencia esta mañana;
verdaderamente nos honra que se puedan interesar por esta práctica de discurso que llamamos
Psicoanálisis.
Voy a comenzar comentándoles que asentaré mi presentación en una pregunta, ya que
me parece interesante que relevemos la función que tiene la pregunta -por lo menos para
quienes estamos interesados en el Psicoanálisis-, respecto de la posibilidad de una apertura,
como solemos decir, de algún enigma. Esto es: a veces, conviene más formular buenas
preguntas, que encontrar buenas respuestas.
No voy a empezar diciendo que hace veinte años iniciamos junto con Gabriel Levy una
práctica de enseñanza del Psicoanálisis aquí cerca, en el museo Almirante Brown de Bernal, la
primer práctica formalizada, abierta y pública, que apostó a su enseñanza en esta zona sur. Les
digo que no voy a empezar diciendo esto porque, si el título que prometen las jornadas consiste
en hablar en esta época, resultaría un anacronismo evocar, o como se dice, hacer memoria,
respecto de algo que empezó formalmente hace veinte años e informalmente mucho antes! Es
una cuestión interesante la del anacronismo porque, sin duda, atañe a lo que significa hablar en
esta época. Quiero decir que, muchas veces, el hablar queda degradado en la actualidad bajo
alguna forma vertiginosa de la comprensión inmediata o fácil; a veces también bajo esas formas
de la aceleración (que todos vivimos), la virtualidad, lo que se suele llamar la globalización de
los contenidos informativos… Casi afirmaría que el anacronismo es un mal retórico de nuestra
época. Entonces, decir que se trata de un anacronismo lo que empezamos a hacer hace veinte
(*) Versión escrita de la presentación y apertura de las “Primeras Jornadas Quilmeñas de Psicoanálisis” Hablar en esta época.
Lazo social-lazo sexual, realizadas en el Auditorio de la Universidad Nacional de Quilmes, el 12 de noviembre del 2011,
organizada por freudianas. Institución de psicoanálisis.
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años, ya es el anacronismo del anacronismo, o el colmo, porque hoy en día lo que pasó la
semana pasada o, a veces, lo que pasó ayer mismo, resulta un anacronismo en ese vértigo fugaz
en el que muchas veces nos encontramos viviendo. Se trata, a mi entender, de ciertos usos un
poco degradados de la palabra; esa transitoriedad, esa fugacidad de algunos contenidos, pero por
suerte, no siempre esto es así. Estas jornadas son una apuesta a que “hablar en esta época” no se
transforme en un episodio fugaz o vano.
En esa perspectiva entonces, me interesa plantearles la pregunta que va a comandar mi
presentación. Es una pregunta a la que conviene hacer, como suele decirse, todas las salvedades
del caso. ¿Qué quiero decir con esto? Que, por un lado, la extensión de tiempo es relativamente
escasa, con lo cual, tenemos que hacer una economía de recursos para trasmitir mucho y muy
sucintamente, bajo un fantasma que nos habita, a cada uno de los que estamos acá adelante, que
es imaginar qué espera el auditorio de lo que vamos a decir. Esto es: el auditorio es para
nosotros una especie de incógnita, de gran enigma. Gabriel decía hace un rato tomando un café:
“el auditorio es como una boca abierta que nos puede devorar”… (Risas) Hay distintas
versiones en las que uno se imagina, donde nos preguntamos: ¿Cómo estar a la altura de un
auditorio que no conocemos? Por otra parte, ese auditorio es heterogéneo, no sabemos desde
qué lugar cada uno puede tener un interés por estas jornadas o, particularmente, por el
Psicoanálisis.
Ahora bien, hechas las salvedades, la pregunta que me interesa compartir para luego
realizar ciertas puntuaciones se puede enunciar así: ¿Qué significa hablar?
Es una pregunta que -en principio- a los analistas nos concierne, como seguramente
sabrán, ya que el análisis es, antes que nada, una práctica de palabras. A partir de esta pregunta
voy a realizar una serie mínima de puntaciones (como tales, parciales). No pretendo, ni podría
decirlo “todo”, pero la idea es que nos oriente para entrar en el tema que proponemos, que es,
hablar en esta época.
En primer lugar, tenemos las definiciones clásicas, canónicas; son más que un
anacronismo! (Risas) Hace casi un siglo atrás Ferdinand de Saussure definía el “habla” teniendo
por objeto la parte individual del lenguaje. Es decir, para este lingüista, la “lengua” es aquella
porción que se articula como fenómeno social, compartido; se trata de usos compartidos o
comunes de una lengua. El “habla”, por su parte, se mantenía en relación al hecho individual de
hablar. En principio, podríamos decir que el hecho de que el habla tenga como objeto la parte
individual del lenguaje significa que hay un agente: el sujeto hablante. Al mismo tiempo, es
necesaria la materialidad fónica ya que hablar significa poner en juego la voz. Los analistas
otorgamos mucha importancia a ese soporte u objeto pulsional que es la voz. Entonces, en una
primera y mínima, casi clásica definición del “habla” tenemos un sujeto hablante y una
(*) Versión escrita de la presentación y apertura de las “Primeras Jornadas Quilmeñas de Psicoanálisis” Hablar en esta época.
Lazo social-lazo sexual, realizadas en el Auditorio de la Universidad Nacional de Quilmes, el 12 de noviembre del 2011,
organizada por freudianas. Institución de psicoanálisis.
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materialidad fónica, a partir de la cual, los sonidos emitidos pueden ser decodificados como
entendibles en una lengua compartida.
Por otra parte, se suele decir que hablar significa que alguien “tome la palabra”. Es
interesante ese modo de enunciar el hecho de hablar porque, en general, los que nos interesamos
por el discurso del Psicoanálisis y que tenemos esa especie de “peste” de interrogar cada
cuestión, pensamos que en el inicio del sujeto hablante sucede al revés. Quiero decir que en la
constitución subjetiva nadie “toma la palabra” si no es antes “tomado” por la palabra, esto es:
hablar, en principio, significa que el lenguaje que hablamos nos viene de otro lugar y no de
nosotros mismos, no lo auto-engendramos, no lo forjamos nosotros, sino que nos viene de un
compañero de lenguaje que, sabiamente, los estudiosos de la lengua llaman “lengua materna”.
Digo “sabiamente” porque eso pone en juego tanto la función de un compañero de lenguaje,
como el hecho de que ese lugar es encarnado habitualmente por la madre para el niño. La
función que llamamos materna habitualmente está encarnada por el personaje de la madre. En
ese sentido, lo primero que tendríamos que decir es que hablar significa una “otredad”. Para
decirlo de un modo más sencillo esto quiere decir que hay “otro lugar” de donde nos viene la
lengua que hablamos y que ese lugar nos toma antes que nosotros tomemos la palabra, y nos
forja en un lenguaje que nos pre-existe. De este modo, cada uno de nosotros, para decirlo
metafóricamente, habla “de prestado”. Cada uno de nosotros ha recibido ese baño de sonidos
que es la lengua: esos ritmos, esas cadencias, esos matices con los que nos han hablado desde
que somos bebés. Ahora bien, respecto de eso que recibimos se nos plantea una “otredad” o, lo
que los psicoanalistas solemos llamar, una alienación.
“Alienación”, etimológicamente, significa ese lugar “otro”, y plantea una extranjeridad
respecto de la cual nos asimos para ser tomados por la palabra y poder tomarla después.
Entonces, se me ocurrió esta manera de plantearlo: ¿Qué significa hablar?
Ante esta pregunta, una primera puntuación podría enunciarse así: hablar significa
hablar de prestado, significa que este lenguaje que compartimos nos ha venido de un lugar
“otro”.
A su vez, ese lugar “otro”, esa alienación, habitualmente permanece en el hecho de
hablar aunque hayamos dejado de ser bebés. Quiero decir que puede suceder que, en algún
momento, en cada hablante, se plantee esa “otredad” en sí mismo. Se trata de una especie de
división (no sé si les habrá pasado a quienes no practican el discurso del psicoanálisis pero es un
fenómeno habitual): cuando uno a veces quiere decir una palabra o frase y surge otra, y uno se
conmociona y se pregunta: ¿qué habré querido decir? Esa pequeña fisura, que llamamos clivaje
o división, también es propia del hecho de hablar en el lenguaje humano.
(*) Versión escrita de la presentación y apertura de las “Primeras Jornadas Quilmeñas de Psicoanálisis” Hablar en esta época.
Lazo social-lazo sexual, realizadas en el Auditorio de la Universidad Nacional de Quilmes, el 12 de noviembre del 2011,
organizada por freudianas. Institución de psicoanálisis.
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Entonces, hablar significa esa “otredad” y ella da lugar a un fenómeno que para los
analistas es fundante de nuestra práctica : es lo que llamamos la transferencia.
Para decirlo de un modo sencillo, decir que “hablar es transferir” significa que cuando
hablamos podemos tomar a alguien por otro. Esa “otredad” nos puede atravesar sin que siquiera
nos demos cuenta que está en juego. Recuerden lo que les comentaba hace un momento, lo
difícil o prácticamente imposible de imaginar las singularidades de cada uno de ustedes en este
auditorio. Yo les puedo transferir un lugar de padre severo si estoy paranoica y angustiada, y
suponer que le estoy hablando a un auditorio serio, que no se conmueve ante nada. O bien,
puedo transferir un lugar de madre asfixiante, o muchísimas otras cosas. Lo que me interesa
mostrarles, para que sean sensibles a este concepto fundante de la práctica analítica, es que
cuando hablamos podemos tomar a aquel al que le estamos hablando por otro y ya no saber a
quien le estamos hablando…
Voy a tomar brevemente para cada puntuación relativa a “qué significa hablar” un
ejemplo que nos sirva en esta transmisión.
Se trata de un ejemplo de Lacan en su Seminario 9 (La identificación. En determinado
momento afirma que su perra habla y enuncia el siguiente relato: su perra boxer -a la que llamó
Justine- en determinadas circunstancias, cuando él llega a la casa (quienes tengan perros sabrán
que se produce un ajetreo, una suerte de “fiesta” que le realiza la mascota al amo) así como en
ciertas ceremonias de la vida cotidiana (donde se pone en juego la necesidad) en que la familia
se sienta alrededor de la mesa, su perra -insisto- habla. Lacan sostiene que la perra, esperando
alguna sobra de comida o algún gesto de afecto, comienza a inflar sus mofletes, a mover el
hocico de determinada manera, y emite algunos sonidos que le hacen pensar que, efectivamente,
le quiere hablar, le está hablando. En ese momento, Lacan hace una apreciación que voy a
parafrasear y que nos sirve al tema que estamos tratando: “mi perra habla pero no tiene el valor
de la palabra del lenguaje humano... ¿Por qué? Porque nunca me toma por otro, nunca se
equivoca; para ella siempre soy su dueño”.
Es interesante este ejemplo que da esta nota estructural del lenguaje humano: el poder
tomar a alguien por otro o, dicho de otro modo, decir que hablar es transferir.
Vayamos a otro punto: habrán notado que el modo en que inicié esta presentación fue
algo paradojal. Comencé diciendo: “No voy a empezar diciendo que hace veinte años iniciamos
junto a Gabriel Levy una práctica de enseñanza del Psicoanálisis…” Es para detenerse un
minuto; eso hace al lenguaje humano: alguien dice “no voy a comenzar diciendo…” y, acto
seguido, dice lo que se suponía que no iba a decir! Se trata de algo muy presente en la vida
cotidiana. O cuando alguien le dice a otro: “Yo no digo que seas una mala persona”, sin
(*) Versión escrita de la presentación y apertura de las “Primeras Jornadas Quilmeñas de Psicoanálisis” Hablar en esta época.
Lazo social-lazo sexual, realizadas en el Auditorio de la Universidad Nacional de Quilmes, el 12 de noviembre del 2011,
organizada por freudianas. Institución de psicoanálisis.
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embargo… lo está diciendo! (Risas) O alguna otra forma paradojal del lenguaje al afirmar por
ejemplo: “Yo miento, pero cuando digo que miento, digo la verdad”. Entonces: ¿miente o dice
la verdad? También existen las formas más paradigmáticas de los enunciados de interdicción
cuando alguien afirma: “No se puede decir que…”, y lo dice. Hay una frase que toma Lacan
para ilustrar esto, que la podemos usar tranquilos acá en Argentina porque -por suerte- no hay
monarquía, que dice así: “Al que diga que el rey de Inglaterra es un boludo le cortarán la
cabeza”. Ahora bien, al que enuncia eso ¿se le tiene que cortar la cabeza…? (Risas)
Se trata simplemente de ejemplos para que resuene lo que llamaré la dimensión
permeable al equivoco que significa el hecho de hablar. Cuando hablamos estamos expuestos a
las contradicciones, malentendidos, situaciones absurdas, paradojas, equívocos, etc. Esto nos
interesa particularmente a los psicoanalistas porque esa ausencia de “univocidad” (“univocidad”
significa una y solo una relación al referente), esa situación permeable al equivoco para el sujeto
que habla, es el fundamento que tiene Freud para hablar del Inconsciente. En estos tropiezos,
fallas, fallidos, que nos hacen preguntarnos, bajo cierta sorpresa para nosotros mismos: “¿qué
quise decir?” es donde Freud descubrió el Inconsciente. Freud encontró la dimensión
inconsciente en el hecho mismo de hablar! Entonces, en este punto, hablar significa
permanecer permeable al equívoco. (Voy a nombrar todas esas fallas o inconsistencias lógicas
-fallidos, lapsus, contradicciones, paradojas, olvidos…- como “equívoco”.
Vamos a ir a un ejemplo para tratar de aclarar qué significa este “permanecer permeable
al equívoco”, en la posibilidad de que el referente quede “hecho trizas”. Voy a relatar un
ejemplo que da Lacan, para tratar de explicar esto último. Un chiquito puede decir que el perro
hace “miau” y que el gato hace “guau”. Es decir, el referente, el objeto perro y su hacer “guau”,
puede no coincidir con lo que alguien está diciendo. A eso llamo “estallar el referente” y creo
que es una de las subversiones del discurso del Psicoanálisis en su práctica.
Veamos otro ejemplo: un hombre relativamente joven, que viene haciendo una carrera
en investigación biológica, muy dedicado a esas pasiones académicas, está en la cocina con su
hija Carolina, de unos tres o cuatro años. La hija se sirve de la heladera dulce de leche para
ponerle a las tostadas y le pregunta, (como sabiendo que se dirige a un lugar especial del deseo
o del interés del padre…): “De dónde viene el dulce de leche?” El padre comienza a hacer una
esgrima de palabras relativas a los tambos, a las vacas lecheras, la obtención y pasteurización de
la leche, la transformación química de los azúcares, etc… (Risas) Allí pueden ver que le está
hablando a su hija como si fuera una de sus alumnas del Conicet, la toma por otro como
decíamos antes, ya que es algo absurdo explicarle a una niña de tres años todo esto! Por último,
le dice: “Entonces… Carolina, ¿de dónde se saca el dulce de leche?” Y Carolina responde: “De
la heladera”… (Risas)
(*) Versión escrita de la presentación y apertura de las “Primeras Jornadas Quilmeñas de Psicoanálisis” Hablar en esta época.
Lazo social-lazo sexual, realizadas en el Auditorio de la Universidad Nacional de Quilmes, el 12 de noviembre del 2011,
organizada por freudianas. Institución de psicoanálisis.
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Tantas palabras para explicar la pasteurización de la leche, los azúcares y demás, para
que esta muchachita, esta futura histérica habría que decir, pueda en un solo comentario, y con
segura satisfacción, mostrar una inconsistencia en el discurso del padre! (Risas) Entonces, esta
posibilidad de estallar el referente es algo que puede estar presente cada vez que hablamos.
Hay un ejemplo más clásico, más formal que retoma Lacan de un maestro de la
lingüística: Émile Benveniste. Éste lo toma de otro investigador: Karl Von Frisch, quien
constató que las abejas realizan una danza en “ocho” frente a la colmena donde, según la
dirección levógira o dextrógira, es decir, hacia la izquierda o hacia la derecha del ocho que
recorren en el aire, indican a la colmena la distancia y la orientación respecto de donde se
encuentra el manjar, o sea, las flores. Benveniste observa que se trata de un lenguaje
codificado; las abejas entienden la señal.
Ahora bien, un analista argentino, que introdujo la enseñanza de Lacan en nuestro país,
y que se llamó Oscar Masotta, en determinado momento, tomando este ejemplo, dice:
“¿Alguien se imagina a la abeja haciéndole un chiste a la colmena, y en vez de hacer un ocho,
dibujar un seis en el aire?” O: ¿alguien se la imaginaría haciendo un movimiento torpe o al
revés de lo que se esperaría, para después hacer un gesto que indique: ¡te engañé!?
Sin duda no, porque ese código de señales no puede “salirse” de la univocidad de lo que
tiene que indicar, no es permeable al equívoco. Como si esto fuera poco, dirá Benveniste, se
trata de un lenguaje gestual, no de un lenguaje fónico, hablado. De manera tal que tiene una
limitación: las abejas sólo pueden hacer esa danza a la luz del día porque de noche no se vería el
ocho dibujado en el aire.
Concluye Benveniste que esta limitación no funciona para el lenguaje humano; los
humanos podemos hablar (a veces es una de las formas más íntimas del diálogo) en la
oscuridad. A veces, también, es una de las formas que más despierta la angustia.
Lo digo porque voy a tomar un ejemplo para introducir un último punto relativo a la
pregunta objeto de esta presentación: “Qué significa hablar?”. Vimos la “otredad”, la
capacidad de transferir, la permeabilidad al equívoco, el estallido del referente. Ahora voy a
decir que hablar para el discurso del psicoanálisis también significa que hay momentos
iluminantes. Lo voy a ejemplificar con una anécdota de Freud. Hay un texto de 1905 que se
llama Tres ensayos para una teoría sexual. En determinado momento Freud evoca una
anécdota de su vida cotidiana que le sucede a un niño de tres años (Freud no lo dice; se trata del
hijo) que en determinado momento presa del miedo, en el cuarto a oscuras donde se encuentra,
le dice a su tía que le hable porque tiene miedo en la oscuridad. Ante esto la tía le dice: “¿Qué te
importa que te hable? Si de todos modos no me ves…” El niño le contesta: “No es así, cuando
alguien me habla parece que hay luz.”
(*) Versión escrita de la presentación y apertura de las “Primeras Jornadas Quilmeñas de Psicoanálisis” Hablar en esta época.
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Es una metáfora muy poética pero me interesa mostrar que, en ese momento del tercer
capítulo de los Tres ensayos… Freud introduce este ejemplo para hablar de la angustia infantil,
y la va a presentar también como la existencia de la angustia en el adulto. Quiero decir que aun
los adultos podemos comportarnos como niños ante determinadas cosas que nos angustian. No
está mal, no es una apreciación moral como lo que significa el infantilismo. El hecho de que
Freud lo tome en relación a la angustia significa que hablar es estar concernido por la
angustia. Y en esto nos interesamos particularmente quienes practicamos el Psicoanálisis.
Hablar significa darle un trámite posible a la angustia. Prefiero decirlo de este modo porque
ustedes lo habrán escuchado a veces en los desvíos que implica cierta trasmisión más mediática
y psicológica que psicoanalítica, donde se habla del alivio de la catarsis. No estoy diciendo
exactamente que hablar alivia (esa es una deriva más bien psicológica), sino que estoy diciendo
que hablar es estar concernido por la angustia, y es abrir la posibilidad de darle un trámite.
Entonces, en esta perspectiva, y resumiendo los puntos acerca de qué significa hablar
voy a concluir diciendo algo que fue una de las últimas definiciones de Lacan. En su último
Seminario (El Momento de Concluír) definió nuestra práctica como “deshacer con palabras lo
que fue hecho con palabras”. No desconocemos que hay un muro del lenguaje donde a veces
hablar significa no decir nada; no siempre la palabra tiene el efecto iluminante, ni el
concernimiento de la angustia, ni la permeabilidad al equívoco, ni siquiera tiene siempre la
posibilidad de la transferencia. Lo sabemos y por esto anuncié en la presentación que se trataba
de una parcialidad. Pero sí constituye la apuesta de nuestra práctica que podamos deshacer con
palabras esas inercias de las palabras o del lenguaje que llamamos “síntomas”. Si nos centramos
en esto, para concluir, les diría que el analista es un “retor”. Retor en griego significa el
especialista en el hecho de hablar, viene de un verbo que significa la acción de hablar: la resis.
No los voy a abrumar con esto, ni tiene demasiado interés, salvo ubicar que somos
“especialistas” en el hecho de hablar, en estar atentos a esos dichos donde cada una de las
cuestiones que fui señalando, y muchas otras seguramente, puedan aparecer.
Podríamos decir que del lado analizante (si bien se trata de un recorte pedagógico, de un
artificio ya que el “lado analista” y el “lado analizante” son algo difíciles de determinar en la
práctica de un análisis) cada paciente, en su apuesta, es tal vez un poco Scheherezade, es decir,
esa mujer que habló mil y una noches para salvarse y que, además, al hablar salvó a otras
mujeres de la muerte… No quiero darle la connotación de salvación religiosa o de ningún
contenido trascendental. Los que nos interesamos en el Psicoanálisis no vamos en esa
orientación, ni se corresponde con nuestra práctica. Que cada analizante funcione un poco como
Scheherezade, relatando, contando, hablando para salvarse, quiere decir, nada más -o tal vez,
nada menos- que poder acotar un poco el sufrimiento de esos síntomas que nombré como
inercias del lenguaje. Poder hacer algo, desenmarañarse un poco del malestar o de la angustia.
(*) Versión escrita de la presentación y apertura de las “Primeras Jornadas Quilmeñas de Psicoanálisis” Hablar en esta época.
Lazo social-lazo sexual, realizadas en el Auditorio de la Universidad Nacional de Quilmes, el 12 de noviembre del 2011,
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Miriam Fratini
Muchas gracias. (Aplausos)
(*) Versión escrita de la presentación y apertura de las “Primeras Jornadas Quilmeñas de Psicoanálisis” Hablar en esta época.
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