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REV. DE PSICOANÁLISIS, LIX, 3, 2002, págs. 627-646
*Impotencia psíquica y
neurosis actuales
Celes E. Cárcamo
El estudio etiopatogénico de las neurosis actuales planteó en su época una serie de problemas de muy difícil comprensión y del más oscuro ordenamiento. Aisladas por Freud,
hace más de treinta años, del grupo confuso de enfermedades vecinas, han permanecido
dentro del psicoanálisis sin ser objeto de una expresa revisión de conjunto. Tengo la certidumbre de que tal rectificación es admitida, tácitamente al menos, en el pensamiento psicoanalítico actual, ya que fue iniciada por Freud mismo cuando modificó su concepto de la
angustia y continuada fragmentariamente por otros discípulos de su escuela.
Dentro del concepto clásico, las enfermedades se dividían en dos grupos nosológicos
fundamentales: las somáticas y las psíquicas. Las primeras nacían de una alteración orgánica apreciable objetivamente y las segundas de una perturbación inconsciente de la vida
instintiva. Entre ambos grupos, Freud colocó el de las neurosis actuales, que serían enfermedades funcionales (vulgarmente “nerviosas”) producidas por una alteración somática,
pero sin alteración anatómica aparente. Este grupo intermedio estaba constituido por las
neurosis de angustia, la neurastenia, la hipocondría y la despersonalización.
En la actualidad es imposible sostener esta clasificación con igual firmeza que al principio. Lo corporal y lo anímico se confunden y unifican en su común raíz psicosomática y
esta nueva orientación de nuestra disciplina induce a modificar conceptos originarios, permite ampliar nuestras perspectivas y aumentar las posibilidades terapéuticas.
Me limito a estudiar aquí la relación causal de las neurosis actuales con la impotencia
psíquica, frecuentemente asociadas, y no estableceré una separación neta entre las neurosis de angustia, la neurastenia y la hipocondría estrechamente vinculadas en la clasificación y patogenia. Eliminaremos el síndrome de despersonalización, incluido provisionalmente en el cuadro de las neurosis actuales y cuyos oscuros mecanismos pueden adscribirse a problemas más generales de la patología psíquica.
Se puede en general afirmar que toda impotencia actual neurótica se edifica sobre una
ansiedad básica, que puede constituir su única manifestación o combinarse con fenómenos neurasténicos e hipocondríacos. En cada individuo, la neurosis actual tomará un
aspecto más o menos neurasteniforme o psiconeurasteniforme, hipocondríaco o ansioso,
pero lo común es que un mismo enfermo presente diversos aspectos de estos síndromes,
cuya prevalencia en el cuadro clínico depende de su desarrollo evolutivo y del momento
*Este artículo fue publicado por la Asociación Psicoanalítica Argentina en la REVISTA DE PSICOANÁLISIS, t. I,
no 3, Buenos Aires, 1944, págs. 382-402.
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de observación.
Etiopatogenia de las neurosis actuales
Freud partió de su original concepción de la libido (factor energético psicofísico) para describir el mecanismo de las neurosis actuales. Éstas son originadas por prácticas sexuales
anormales que conducen a trastornos profundos en la economía de la libido. La psiconeurosis se diferencia esencialmente de las neurosis actuales. Las primeras nacen de
conflictos intrapsíquicos organizados en la infancia, mientras que las segundas son el producto de un trastorno funcional orgánico, engendrado por las irregularidades actuales de
la vida sexual. El conflicto intrapsíquico infantil que constituye la base y dirige el cuadro
psiconeurótico no desempeñaría ningún papel en la neurosis actual. Los complejos neuróticos latentes en todos los individuos despertarían por el trastorno somático al producirse
el desarreglo actual en la vida sexual del sujeto y servirían para completar y revestir el
cuadro clínico de la enfermedad: es decir, “el núcleo psiconeurótico está formado, en la
neurosis actual, por una alteración sexual somática, grano de arena del centro de la perla”
(Freud, 1912). El papel de psicoterapeuta en las neurosis actuales se reduce a influir
sobre el paciente rectificando su género de vida y la forma de su satisfacción sexual.
Según Freud, las circunstancias capaces de desencadenar la neurosis actual son las
siguientes:
1. La abstinencia voluntaria: suele producir angustia y se observa en ciertos individuos de
carácter neurótico.
2. Cuando se evita el coito, por temor a las consecuencias, y se practica la excitación
sexual frustrada (noviazgo) o se recurre a satisfacciones indirectas.
3. En el coitus interruptus. Esta forma de satisfacción sexual, observable en el matrimonio, suele producir trastornos en el hombre o en la mujer; la mujer enferma cuando no
logra satisfacción y el hombre cuando retarda la eyaculación con el fin de conseguir el
orgasmo de su compañera, dirigiendo voluntariamente el coito. En general, el resultado no es una neurosis de angustia pura, sino una neurosis mixta de angustia y de neurastenia.
4. En el climaterio viril, en el que se observa una exaltación psicológica de la libido, coincidiendo con una declinación de la potencia genital. Suele acompañarse de angustia.
5. En la masturbación crónica, que conduce a la neurastenia o a la neurosis de angustia
cuando el individuo renuncia o resiste a sus prácticas masturbatorias. La angustia se
produce cuando la potencia está conservada, pues en el caso contrario, cuando el
onanismo ha disminuido profundamente la función genital, la angustia es muy leve o
es reemplazada por fenómenos hipocondríacos.
6. En los individuos de ambos sexos sometidos por algún tiempo a trabajos agotadores o
atacados de surmenage. También en estos casos la neurosis actual toma el tipo ansioso.
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En todos estos casos, Freud da la siguiente explicación de los fenómenos de angustia o
neurastenicohipocondríacos. En el hombre maduro, la libido mantiene una carga continua de excitación sexual somática; esta carga somática permanente aumenta periódicamente de intensidad y, cuando alcanza cierto umbral de acumulación, obra como un estímulo psíquico. La estimulación psíquica originada en este aumento de la tensión somática produce a su vez modificaciones en la esfera psicoafectiva que se traducen por representaciones y deseos de carácter erótico. El conjunto de tales modificaciones psicosomáticas constituye la primera etapa del coito y corresponde en sexología al primer período del
automatismo genital (impulsión, deseo, apetito sexual, etcétera). La impulsión sexual, es
decir, la suma de excitación somática (energía erótica o libido) y su equivalente carga psíquica, busca su descarga por medio del coito, que es el único medio específico o adecuado para disminuir la tensión de la misma. En realidad no existe ningún otro acto sexual,
excepción hecha del coito normal, capaz de producir una descarga satisfactoria de la excitación libidinosa. La masturbación, la polución espontánea, el coitus interruptus y cualquier
práctica artificial, procuran descargas incompletas e insatisfactorias y su repetición crea
trastornos más o menos graves en la economía instintiva.
Cuando la abstinencia es voluntaria y no es manifestación de anafrodisia, se consigue
dominar la impulsión sexual por medio de su represión, que bloquea los contenidos psíquicos o los rechaza. Surgen así dos consecuencias: 1) la excitación sexual somática se
acumula; 2) queda bloqueado o interrumpido el paso de esta excitación a la esfera psíquica. La energía sexual acumulada procura disminuir su tensión tomando caminos desviados de su curso normal (vías infracorticales) y consigue descargarse en forma de
angustia. Muchos de los síntomas que exteriorizan la angustia son fenómenos que también suelen manifestarse, aunque con menor intensidad, en el coito normal: palpitaciones,
hiperactividad muscular, aumento de la actividad circulatoria, etcétera.
La nocividad de la excitación frustrada y del coitus reservatus o interruptus residiría
en un mecanismo análogo. El hombre que retarda su descarga orgasmoeyaculadora, tratando de prolongar el coito para lograr o repetir el orgasmo de su compañera sexual,
suele conseguirlo distrayéndose pensando en cosas ajenas al acto sexual mismo; introduce así elementos intelectuales extraños al curso normal del coito, que interrumpen su
automatismo y desvían por bloqueo el proceso psíquico de la libido. El placer psíquico
se entorpece y la excitación somática transformada en angustia se descarga por las vías
anormales de derivación.
La neurastenia aparece cuando el coito es sustituido por un medio de descarga inadecuada, como la masturbación o por poluciones espontáneas repetidas que, al mismo
tiempo que perjudican por el mecanismo antes estudiado, conducen a un desgaste de las
energías sexuales y a una irritación local genésica. La neurosis de angustia se opondría
en cierto sentido a la neurastenia, porque en la primera habría un exceso de acumulación
y descarga de la libido somática, mientras que en la segunda dominarían los fenómenos
de irritación local y de desgaste.
La diferencia establecida por Freud entre las psiconeurosis y las neurosis de angustia
y su explicación patogénica sobre estas últimas no fueron aceptadas por Stekel en el seno
de la entonces incipiente Sociedad Psicoanalítica de Viena y discutidas con bastante sere-
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nidad por Loewenfeld, sexólogo que no pertenecía al grupo psicoanalítico. Experiencias
posteriores llevaron a Freud a rectificar su concepto sobre la angustia, las que lógicamente hubieron de conmover la noción primitiva sobre la actual neurosis. Si en el comienzo se creía que era la represión de los instintos sexuales la productora de la angustia, en
la actualidad se sostiene que ésta nace de la percepción de un peligro al que se ve
expuesto el yo cuando el ello desea la realización de un acto prohibido por la censura
inconsciente. No es la represión la que provoca la angustia, sino todo lo contrario, es la
angustia la que provoca la represión instintiva, porque actúa como un medio anticipador
del peligro. Además, en la primera teoría sobre el mecanismo de la represión y de la
angustia no se consideraban los impulsos destructivos, cuya intensificación también es
capaz de producir angustia y engendrar por lo tanto los síntomas de las neurosis actuales.
En el transcurso de este trabajo tendremos ocasión de insistir sobre este problema.
Las alteraciones de la vida sexual normal que acabamos de describir como determinantes de la neurosis actual, según el criterio psicoanalítico, figuran también en los tratados de sexología como causas habituales de impotencia psíquica. Las estudiaremos con
cierto detalle para llegar a justipreciar en el terreno clínico su valor patógeno.
1. Patología de la abstinencia sexual
Los abstinentes sexuales se pueden dividir en dos categorías:1
a) aquellos individuos que se ven obligados por ciertas circunstancias de su vida a permanecer durante un tiempo muy largo, a veces años, alejados de todo contacto femenino (exploradores, navegantes, etcétera);
b) aquellos otros que habitando medios civilizados, es decir, que estando rodeados de
posibilidades de satisfacción sexual normal, las rechazan por razones de diversa índole.
En los individuos del primer grupo se ha observado que, después de un período variable
de exaltación psicosexual, la impulsión sexual disminuye; la disminución del apetito y
deseos genitales conducen a la desaparición de la excitabilidad y de las erecciones.
Cuando las circunstancias que determinaron el alejamiento sexual cesan y tales individuos encuentran un objeto adecuado para realizar el coito, se muestran difícilmente excitables. Padecen de una anfrodisia por falta prolongada de estímulo psicosensorial. Las
impotencias debidas a este motivo no son durables, desaparecen en general con el contacto femenino frecuente y la rehabituación. Si la recuperación funcional no se hace
espontáneamente, suele bastar una simple indicación sugestiva o psicoterápica para producirla.
En realidad serían éstos los únicos casos que merecerían el título de impotencia por
abstinencia prolongada y por causas ajenas, aparentemente, a la voluntad del sujeto. No
conozco experiencias psicoanalíticas al respecto, dada la levedad de este tipo de impotencia y la rareza de la misma, explicable si consideramos la forma de vida normal, obserREV. DE PSICOANÁLISIS, LIX, 3, 2002, págs. 627-646
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vada hasta hace poco tiempo en el mundo civilizado. Tal vez este tipo de trastorno sea
comparable al de las impotencias neuróticas de los tiempos de guerra o de los períodos
posbélicos.
La patología del segundo grupo constituye, por el contrario, un tema habitual del psicoanálisis y de la clínica diaria. Integran este grupo los abstinentes voluntarios, cuyo
género de vida no les obliga a vivir alejados de la mujer; a veces conviven con ella excitándose sin realizar el coito. El caso típico se encuentra en el noviazgo de larga duración: en
estas circunstancias el individuo se excita con frecuencia y no descarga normalmente su
excitación sino en forma frustrada o incompleta. La excitación frustrada a repetición mantendría un estado de sobrecarga crónica del aparato genital, determinando paulatinamente una irritación de los centros nerviosos y procesos inflamatorios de la próstata y de
la uretra posterior (verumontanitis).
Según Huhner, que ha estudiado el problema desde el punto de vista urológico, el trastorno funcional del comienzo se transforma a la larga en una lesión orgánica determinante de la impotencia. Otros autores han descrito los síntomas de naturaleza neurastenicohipocondríaca que acompañan a esta enfermedad. El tratamiento local de la próstata y
de la uretra posterior curaría muchos casos de impotencia debidos a la abstinencia y a la
excitación prolongada insatisfactoria.
El problema está planteado como de costumbre en los últimos términos de la concepción dualista normal y patológica, en la que se atribuye al cuerpo lo que es del cuerpo y a
la psique lo que se supone que le pertenece, y cada médico recoge los hechos y los clasifica según su particular sistema interpretativo. No querría disminuir la importancia de las
lesiones locales descritas por Huhner y otros especialistas en el dominio de dicha patología
sexual funcional. Según mi experiencia, soy pesimista respecto al valor exclusivo de la
lesión orgánica local y aun al resultado permanente obtenido por su tratamiento.
Reconozco, sin embargo, que mis observaciones se basan en casos muy serios de impotencia genital que acuden al psicoanálisis como a un tratamiento de última esperanza. En
estos tipos de impotencia neurótica actual coinciden las lesiones locales con fenómenos
psiconeuróticos de inhibición. Cuando se discutió el problema de la uretroverumontanitis en
la Sociedad de Urología de Berlín en 1925, se llegó a esa misma conclusión, de que la
lesión del tracto urogenital es un epifenómeno de la enfermedad que evoluciona en sujetos de constitución neuropática.2
Ningún individuo sano y sexualmente maduro, de acuerdo con nuestra concepción psicoanalítica, rechaza espontáneamente los imperativos de su instinto cuando está rodeado de fáciles oportunidades de satisfacción. Las dificultades externas que obligan a un
individuo a aceptar la privación sexual son trasunto del conflicto intrapsíquico o endógeno, y la abstinencia, aunque se base en escrúpulos o razones más o menos vagos de rectitud moral, no puede ser considerada como la causa originaria del trastorno, sino como
el efecto de una inhibición más compleja y profunda de la vida genital. La excitación producida con un objeto, novia por ejemplo, simultáneamente deseado y prohibido, se des1. Clasificación de Palassoli.
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carga normalmente con otros objetos más accesibles. La autoprohibición inconsciente de
realizar el coito durante un período de noviazgo por prejuicios morales o temor a las enfermedades venéreas, o al probable conflicto con una hipotética amante en las proximidades
del casamiento, son racionalizaciones que cubren el sentimiento de culpabilidad ante el
coito y la angustia de castración subyacentes. Estos casos se observan habitualmente en
individuos que padecen de la conocida disociación de los componentes eróticos y tiernos
de la impulsión sexual.
En cuanto a los mecanismos psicogenéticos de los síntomas actualneuróticos, como
el insomnio y la angustia producidos por la abstinencia sexual voluntaria o forzosa, tampoco pueden resolverse con la explicación exclusiva de la acumulación libidinosa y su
transformación subsecuente en angustia. Repetimos que la modificación de Freud a su
teoría de la angustia invalida la hipótesis primitiva. Todavía hoy el problema de la angustia es muy complejo y quedan puntos difíciles de esclarecer. La angustia es repetición de
una situación traumática por el incremento brusco de pulsiones que el yo no puede elaborar ni descargar en forma adecuada. Es el tipo de angustia psiconeurótica; en la forma
ansiosa de la actual neurosis, originada como se cree por el trastorno sexual, faltaría
explicar la causa intrapsíquica de la represión que conduce a una imposibilidad de descarga. Al hacerlo disminuye la distancia entre los mecanismos genéticos de la psiconeurosis y de las neurosis actuales.
Además, en todo fenómeno angustioso es menester considerar dos factores fundamentales que condicionan su desarrollo: la estructura del yo y la naturaleza de las pulsiones reprimidas.
Freud sostiene que el yo actúa armónicamente cuando logra satisfacer de manera
simultánea las exigencias del ello, del superyó y de la realidad. Las neurosis y las psicosis traducen el fracaso de la función del yo y exteriorizan el conflicto inconsciente entre las
diferentes instancias de la personalidad. El problema de cómo el yo logra armonizar las
diversas exigencias endógenas y exógenas está aún en el terreno de la hipótesis. La inadaptabilidad a las exigencias normales de la vida revelan una inmadurez del yo y una posible fijación o persistencia de mecanismos de defensa infantiles que repercuten sobre la
organización total de la personalidad. El yo fuerte logra dominar las poderosas pulsiones
instintivas del ello orientándolas de modo que no produzcan conflictos con la realidad,
descargándolas en forma adecuada o elaborándolas mediante su capacidad de sublimación. Los casos contrarios nos revelan una debilidad del yo por inhibición de su desarrollo o por un proceso de regresión.
Los niños y las personalidades infantiles son más emotivamente lábiles, mientras que
los adultos con un yo fuerte son más estables (Fenichel, 1941).
Buscando un criterio objetivo para definir la fuerza o la debilidad del yo, Nunberg llega
a la conclusión, en un interesante trabajo, de que en último término la organización del yo
depende de la mezcla y disociación de los instintos sexuales y destructivos. Y este problema es todavía oscuro en el psicoanálisis.
2. J. González y Barquera llega a conclusiones análogas en un trabajo reciente, efectuado con abundante material clínico.
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La naturaleza de las pulsiones libidinosas (aparte las destructivas) es un factor importante en la génesis de todo fenómeno de angustia. Se debe siempre considerar el aspecto cuantitativo de la tensión instintiva y el aspecto cualitativo de la misma. Si el incremento de pulsiones heterosexuales es capaz de desencadenar angustia, las pulsiones inconscientes homoeróticas también son capaces de producirla. Creo que ellas intervienen con
más frecuencia de lo que se supone en la angustia actual neurótica observada en la abstinencia voluntaria o forzosa. Ignoradas por el propio sujeto, se sustraen a la observación
superficial, disimulándose en dos conocidos mecanismos de defensa: escrúpulos que llevan a la abstinencia voluntaria y exuberancia genital con incapacidad de soportar las tensiones de necesidad durante episódicas abstinencias forzosas. Estos individuos llevan
una conducta aparentemente viril y aun hiperviril, que es el resultado de una formación
reactiva en su lucha contra las tendencias homosexuales inconscientes. Son obsesivos
de la genitalidad. En todas las circunstancias en que tropiezan con dificultades para cumplir con los imperativos de su instinto heterosexual, entran en un estado vago de malestar que, intensificándose, pasa por la inquietud y la angustia, traduciéndose por insomnio
o cualquier otro equivalente ansioso. Los trastornos desaparecen desde el momento en
que pueden realizar el coito heterosexual que descarga la libido acumulada (y las tendencias agresivas) y también representa la autoafirmación de una virilidad inconscientemente sospechosa. El psicoanálisis de estos pacientes nos descubre que la génesis de
sus trastornos actualneuróticos remonta, como todo mecanismo psiconeurótico, a etapas
infantiles del desarrollo instintivo. Cuando niños vivieron un complejo edípico invertido e
intensamente reprimido, que no alcanzaron a superar, sustituyendo su normal liquidación
por medio de represiones violentas y formaciones reactivas.
Estos conflictos persisten en la edad adulta determinando como medio defensivo igual
intensificación de las formaciones reactivas, finalizando en un seudohipergenitalismo
neurótico. Suelen ser adultos intensamente fijados a la madre, y toda fijación intensa a la
madre se hace sospechosa de una homosexualidad latente. La fijación infantil a la madre
se acompaña, como es habitual, de una regresión a la etapa sádicoanal u oral de la libido, de la disociación erótica destructiva y de la represión de los elementos agresivos y
exaltación de la ternura. Sobre la angustia de la pérdida de la madre y de la soledad,
fisiológica en la infancia, se estructura un mecanismo de defensa secundario más complejo. Inconscientemente se utiliza a la madre como protección contra la castración y las
pulsiones homosexuales orientadas hacia el padre que son violentamente reprimidas. La
pérdida de la madre ante la cual se tiene sentimientos ambivalentes de amor y odio,
característicos de las etapas pregenitales, expone a la inminencia de un doble peligro,
contra el cual se defiende el narcisismo infantil: la frustración oral y la castración o, su
equivalente, el ataque homosexual del padre. La angustia revela la compleja superposición de mecanismos y se tiñe de un intenso sentimiento de culpa. En ciertos casos obsérvase que en la infancia de estos individuos la angustia a la soledad y ante el abandono
de la madre desencadenaba una masturbación compulsiva o se acompañaba del miedo
a la masturbación. El acto masturbatorio aparece como un medio de descargar tensiones
traumatizantes y de compensar la ausencia de la madre, pero también como una maniobra para negar la castración afirmándose la posesión del pene. El miedo a la masturba-
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ción revela el temor a abandonarse a fantasías inconscientes de contenido perverso. En
la edad adulta, la compulsión masturbatoria se transforma en necesidad imperiosa obsesiva del coito que constituye el sucedáneo de la maniobra infantil tranquilizadora.
Recuerdo el caso de un paciente que, cuando estaba alejado de la madre, la abstinencia
sexual le producía angustia e insomnio; en cambio, podía tolerarla sin mayor perturbación
cuando estaba en su compañía.
En síntesis, observamos que el insomnio y la angustia de la abstinencia sexual deben
hacernos sospechar la previa existencia de conflictos anímicos profundos, aunque estén
provocados en apariencia por el conflicto actualneurótico, y que un examen superficial
puede dejar pasar inadvertidos.
2. Patología de las formas anormales de coito
Descríbense en general tres modalidades anormales de coito: el coitus interruptus, el
prolongatus y el reservatus. Los tres tienen por objeto la modificación de la eyaculación
espontánea y refleja, y se basan en la dirección voluntaria del automatismo genital, que
rige el curso normal del coito. Cuando se inhibe la eyaculación se produce el coitus interruptus, si se retarda la descarga orgasmoeyaculadora se trata de coitus prolongatus, y
el tercero o coitus reservatus consiste en la interrupción brusca del coito para producir la
eyaculación extravaginal. Englobaremos las tres modalidades bajo la denominación
común de coitus interruptus.
Hemos visto que esta forma anormal de coito ocasionaría un tipo de neurosis actual
comúnmente mixta, neurasténico-ansiosa o neurasténico-hipocondríaca. Como fenómeno correlacionado suele aparecer impotencia o debilitamiento de la potencia sexual. Su
mecanismo patogénico ya lo hemos descrito y se vincula a la patología de la etapa orgasmoeyaculadora. El coitus interruptus actuaría en primer lugar perturbando la coherencia
nerviosa de la relación sexual, rompiendo el automatismo genital reflejo y dificultando la
consecutiva depleción psicosomática. En caso de coito prolongado se ha observado,
según el testimonio de algunos pacientes que lo practicaban para conseguir el orgasmo
de su compañera sexual frígida o por dificultad personal eyaculatoria, que las sensaciones voluptuosas, en vez de seguir el ritmo ascendente y culminar en el acmé del orgasmo, se van atenuando insensiblemente y la eyaculación tiene lugar sin el placer específico.
Los estudios psicoanalíticos ayudan a explicar los mecanismos de su influencia nociva. Reich expone las relaciones entre el orgasmo normal y el ataque epiléptico clásico, y
considera la crisis epiléptica como una expresión motora destructiva, cuyo órgano de ejecución es la musculatura del cuerpo. Corrobora la aserción de Freud de que en la crisis
comicial interviene una relación entre Eros y Tánatos, cuyo resultado es el ataque convulsivo. Nunberg menciona la sensación de muerte que habitualmente acompaña al ataque epiléptico; se observa así una cierta coincidencia simbólica entre el ataque epiléptico
y el coito, ya que a éste se le ha definido metafóricamente como una pequeña muerte.
Entre ambos fenómenos se observan otros elementos de analogía y diferenciación: la crisis muscular del epiléptico empieza en un punto culminante o acmé del ataque, durante
el cual la respiración se retiene, el cuerpo entero entra en estado de convulsiones tónicas,
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seguidas de convulsiones clónicas, que van terminando rítmica y paulatinamente.
El orgasmo normal se diferencia de lo que podríamos llamar el orgasmo epiléptico porque, en el primero, son los músculos del bajo vientre y de las extremidades inferiores los
que entran en espasmo (tren posterior), mientras que en el epiléptico éstos asientan preferentemente en el tren anterior, es decir, extremidades superiores, cabeza, cuello, etcétera. Según Reich, en el orgasmo normal del coito, la excitación sexual se concentraría
característicamente en la zona genital, mientras que en el epiléptico recorrería todo el
cuerpo difundiéndose a través del sistema neurovegetativo y descargándose por el aparato muscular. La acumulación de la libido y el cierre o bloqueo de la zona genital condicionarían en el epiléptico la difusión de la misma por el sistema vegetativo extragenital.
Para Reich, la crisis epiléptica entraría en la categoría de un tipo especial de síntoma de
la neurosis actual. Informaciones recogidas entre hombres que ejecutan el coitus interruptus evidencian que en éste la descarga muscular motora, motorisch muskulöse, es
mucho más intensa que en el coito normal. Posiblemente el coitus interruptus bloquea o
impide la concentración y descarga normales de la libido somática, por medio de la zona
genital, y facilita el desvío y descarga generalizada por la musculatura del cuerpo: tal vez
la sensación depresiva y el desgano y los fenómenos neurastenicohipocondríacos que
acompañan o siguen al coitus interruptus se originan en esta descarga muscular motora,
destructiva y en la retención libidinosa. Además, el psicoanálisis ha demostrado que todo
impedimento en la descarga normal de afectos favorece la regresión, rompe el equilibrio
de Eros y Tánatos y aumenta el sadismo en su doble significación somatopsíquica. Este
aumento es más intenso cuanto más fuerte es la tensión sexual. Repetiremos aquí que el
coito normal es el único medio específico de la descarga sexual y el único que logra la
perfecta aliación de los instintos eróticodestructivos.
En una palabra, “el coitus interruptus crea una acumulación y una ruptura del equilibrio normal de la libido” (Reich, 1926).
Es indudable que esta explicación, no obstante su irrefutable lógica, no agota todo el
problema del coitus interruptus en relación con el problema fundamental de las neurosis
actuales y de la impotencia. El coitus interruptus es nocivo en sí, indudablemente, pero un
juicio exacto sobre la etiopatogenia de un proceso morboso exige la valorización precisa
del factor patógeno desencadenante, del terreno receptivo y de todas las causas colaterales que coadyuvan a la eclosión del mismo. La elección del coitus interruptus como
medio contraconceptivo indica ya una cierta estructura neurótica del sujeto. En individuos
de temperamento epileptiforme, este acto es capaz de aumentar la difusibilidad y ruptura
del orgasmo, el Zersplitterung, de Reich; pero es conocida la base esencial sádica del
epiléptico en relación con fenómenos de homosexualidad reprimida y la existencia de profundos sentimientos de culpabilidad. Las tendencias inconscientes que se expresan en los
ataques epilépticos son el más franco tipo pregenital, destructivas, exhibicionistas, homoeróticas, etcétera. En los estados crepusculares de la epilepsia, Schilder ha encontrado
fantasías de nacimiento, de muerte y de retorno al seno materno. Posiblemente, el cierre
de la zona genital a la libido produciría el aumento de tensión libidinosa, erotización por
difusión del cuerpo con retorno y reactivación de actitudes embrionarias intensamente
narcisistas. Contra estos hechos contrasta la observación de individuos que practican sin
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trastorno el coitus interruptus durante años, y prueban que en una gran mayoría de casos
al coitus interruptus deben asociarse otras causas para producir la sintomatología de la
neurosis actual y de la impotencia. La mayoría de los solteros lo efectúan sin molestias,
apareciendo éstas cuando el coitus interruptus se efectúa en el matrimonio. Stekel explica este hecho por el sentimiento de culpa que sería más intenso cuando el coitus interruptus se realiza en el matrimonio y no en el celibato. Suponemos que no es ajeno a este
fenómeno el aumento de agresividad inconsciente que se produce en los individuos que
hacen vida en común y que se refuerza y se reprime en el matrimonio, siendo ésta la
causa dominante del sentimiento de culpa.
En cada caso de impotencia y neurosis actual que ocurra en un individuo que practica el coitus interruptus y más aún si es casado, es necesario estudiar minuciosamente
todos los motivos de orden exógeno y endógeno inconscientes, antes de emitir el diagnóstico. El siguiente caso resulta ilustrativo a este respecto: un hombre de 32 años se queja
de una disminución de su apetito genital y de algunas fallas de su potencia erectiva. El
estado es reciente y se acompaña de ansiedad leve. Casado hace algunos años, vive
satisfecho con su esposa, que polariza su capacidad afectiva. Es monógamo, no tiene
hijos y desde su matrimonio practica el coito prolongado por una frigidez relativa de la
esposa y el coito reservado como medio contraconceptivo. Su régimen sexual es normal,
dos o tres coitos semanales y no hay trastornos aparentes.
El paciente tiene suficiente inteligencia y cultura para desenvolverse en una posición
económica holgada, adquirida por sus propios esfuerzos. Carácter tranquilo y laborioso, tal
vez en el fondo con rasgos obsesivos, que advertimos superficialmente durante la primera
entrevista. Minucioso, correcto hasta la escrupulosidad, trabaja más por deber que por afición espontánea. Podríamos encuadrar este caso dentro de un diagnóstico de impotencia
actualneurótica, imputable al coitus interruptus ejercitado durante largo tiempo. Su aparente carácter neurótico y la falta de hijos nos hacen emprender una investigación profunda
que confirma nuestras presunciones. Es un paciente con complejo edípico invertido, con
posición ambivalente hacia el objeto femenino y un sentimiento de culpa inconsciente con
relación al padre que le obliga a rechazar por temor la idea de embarazar a su esposa.
Como suele suceder en los matrimonios que realizan el coitus interruptus, en los que
sucumbe el cónyuge más neurótico, la mujer (frígida) presentó trastornos funcionales dismenorreicos, contra los cuales se aconsejó la impregnación espermática y el embarazo.
Desde el momento en que hizo su primer coito sin precauciones, tuvo un estado nauseoso y empezaron sus trastornos. El tratamiento liquida sus preocupaciones inconscientes y
le hacen normalizar su vida genital y aceptar la necesidad del embarazo.
Considero el caso explícito por sí mismo e interesante desde el punto de vista práctico, y permite demostrar los errores terapéuticos a los que puede conducir una observación superficial del enfermo.
3. Patología de la masturbación
Desde tiempos inmemoriales la masturbación ha sido solemnemente condenada desde el
triple punto de vista religioso, moral e higiénico. Había una vez un hombre, llamado Onán,
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nos dice el relato bíblico, que desoyó las voces del Eterno y que en vez de fecundar a su
esposa acercose a ella y derramó su simiente sobre la tierra. Desde entonces la expresión onanismo fue consagrada para denominar el culto del vicio solitario y anatematizar a
sus adoradores.
Una pequeña reseña histórica sobre la evolución del concepto general relativo al onanismo nos conduciría a la conclusión de que el juicio conminatorio, severísimo antiguamente, se ha atenuado en la actualidad por lo menos dentro de la esfera de la medicina.
A ello habrá contribuido tal vez la difusión de los conocimientos psicoanalíticos.
En primer término es difícil conciliar la presunta extrema nocividad del onanismo con
su conocida universalidad. Pero la cantidad de individuos que consideran al onanismo
responsable de sus trastornos neuróticos actuales y de su impotencia es muy elevado, tal
vez tanto, proporcionalmente, como el de los individuos que lo practican o lo practicaron
impunemente. Lo curioso es que muchos impotentes que culpan a su masturbación como
causa de su enfermedad, la han abandonado a veces muchísimo tiempo antes de la eclosión de su impotencia, lo que induce a pensar en una racionalización posterior. Laforgue
y Allendy jamás han visto a la masturbación producir impotencias y su conclusión se basa
en un número considerable de casos patológicos, aun en individuos que practicaban el
onanismo después del matrimonio. Stekel se expresa de la misma forma. Cuando en 1910
se planteó este problema en la Sociedad Psicoanalítica de Viena, tuvo lugar un interesante debate. Freud no renunció a su convicción sobre el papel nocivo del onanismo en
la génesis de las neurosis actuales. Con exacta percepción de los hechos aducía que la
masturbación no es un agente patógeno específico real, ni somático ni psíquico, sino un
término que sirve para designar una actividad sexual particular, antifisiológica, que descarga incompletamente la excitación sexual y provoca satisfacciones eróticas poco adecuadas. Siendo la masturbación, agregaba Freud, una forma de satisfacción sexual que
difiere de la normal por su limitación, cabe preguntarse si el daño que produce es debido
al onanismo mismo o es a través de las resistencias inconscientes que se oponen a las
pulsiones instintivas manifestadas en el acto masturbatorio. A partir de entonces han
transcurrido muchos años y todavía se mantiene en sus rasgos generales esta interpretación de Freud.
Nunberg sostiene en la actualidad que la masturbación moderada, que se practica en
su época fisiológica, no causa ningún trastorno, pero cuando rebasa los límites de la
pubertad y se realiza con exceso, puede retrasar el desarrollo sexual y engendrar ciertos
trastornos que han sido por otra parte evidentemente exagerados. Los síntomas psicosomáticos que acompañan a la masturbación se explicarían desde un doble punto de
vista, somático y psíquico. Los somáticos por un mecanismo tóxicorreflejo; la excesiva irritación del aparato genital, zona muy rica en enervación simpática, actúa como una espina irritativa de gran repercusividad refleja. Además, el remanente de libido insuficientemente descargada determina un círculo vicioso, es decir, estímulo constante por acumulación e insuficiente descarga.
Desde el punto de vista psicológico, la masturbación también limita las posibilidades de
descarga de la energía sexual psíquica. Como el masturbador tiene en sí mismo los medios
de satisfacción erótica, repite incesantemente el acto y llega a ser incapaz de soportar la
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más pequeña tensión instintiva. Las fantasías que provocan o acompañan al onanismo son
de carácter puramente lírico, sin ningún valor real, sustraen paulatinamente al individuo de
la realidad y lo introvierten en su mundo imaginario.
Además, el acto masturbatorio es un medio para eludir el displacer y disminuir tensiones
instintivas, pero paulatinamente termina, como otros medios anormales de satisfacción, toxicomanías por ejemplo, absorbiendo la actividad total del sujeto.
La masturbación esencial se observa en individuos que no han alcanzado una organización genital de su libido, por eso cabe preguntarse si el onanismo pospuberal es causa
inhibitoria del desarrollo sexual o es efecto y exponente de una perturbación previa. La
moral de los tobriandeses nos ilustra con el siguiente ejemplo: juzgan diferentemente el
onanismo infantil y el de los adultos. En los niños permiten la masturbación y algunas
pequeñas perversiones, siempre que respeten los tabúes fundamentales de su organización social, pero los adultos que practican el onanismo son mirados despreciativamente,
porque sólo así se satisfacen los que “tienen algún defecto en la palabra y los que no pueden conseguir compañera sexual”.
Reich estudia la especificidad de las formas de masturbación y asimila las fantasías
conscientes e inconscientes del onanismo a los contenidos manifiestos y latentes de los
procesos oníricos. De acuerdo con el tipo de fantasías inconscientes pueden deducirse
datos interesantes para el estudio y tratamiento de la neurosis, siendo de peor pronóstico
aquellos en que prevalecen intensas posiciones femeninas. Las tensiones internas que
tienden a aliviarse por la masturbación son generalmente de naturaleza fálica, pero comúnmente, en la masturbación esencial sobre todo, de carácter pregenital narcisística y habitualmente perversas.
Melanie Klein sostiene que las perturbaciones del onanismo están en relación con la
autoculpabilidad y los contenidos agresivos inconscientes que alimentan y acompañan a
las fantasías.
Podemos deducir de cierta manera que la intensidad y gravedad del sentimiento de
culpa estaría condicionada por el grado de regresión que ha sufrido la organización instintiva.
Si estudiamos con cierto detalle el pecado de Onán, comprobaremos hasta qué punto
el episodio bíblico condensa simbólicamente toda esta serie de mecanismos descubiertos
por el psicoanálisis. La Biblia nos dice que el hermano mayor de Onán había fallecido sin
dejar hijos y que de acuerdo con el precepto de la ley mosaica éste debía desposar a su
cuñada viuda para asegurarle descendencia. Onán se negó a cumplir con el mandato y
derramó la esperma sobre la tierra. No se especifica si se masturbó o practicó el coito
reservado, y por lo tanto, como hace notar Havellock Ellis, la denominación de onanismo
para la masturbación es incorrecta, debiéndosela aplicar a toda forma de amor estéril.
Resulta evidente, sin embargo, que Onán sufrió una inhibición sexual y que atrajo sobre
sí el castigo divino. ¿Cuál fue el mecanismo de esta inhibición sexual? Rechazamos como
dudosa la hipótesis de un temor al incesto; en primer lugar porque esta unión no se consideraba pecaminosa, sino consagrada por la costumbre, exigida por la ley y establecida
explícitamente en la legislación semítica en la conocida ley del levirato. En segundo lugar,
si la intención de Onán hubiera sido evitar un pecado, el Eterno habríale ensalzado y retriREV. DE PSICOANÁLISIS, LIX, 3, 2002, págs. 627-646
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buido, y su gesto habría sido inmortalizado con un sentido moralista. Por el contrario, creemos que la intención de Onán fue la de cometer falta grave y merecer el castigo.
Al derramar la esperma fuera de la mujer, negose a hacerle entrega del hijo eludiendo el deber de la reproducción instituido desde el principio en el “Creced y multiplicaos”
del Génesis. Si completamos la narración bíblica con otros datos extraídos de los textos
talmúdicos, acerca de la cuestión familiar, vemos que Rabí Tanjum dice: “El hombre que
no tiene mujer está sin alegría, desdichado y sin algo de bien” y, en El Maaraba, agrega
que “tampoco tiene la paz”. Y Rabí Eluser dijo: “el hombre que vive sin mujer no es hombre”. De lo que antecede deducimos que Onán se negó a adoptar una actitud obligatoriamente viril y liquidar su posición de dependencia edípica prefiriendo la satisfacción narcisística a la objetiva y heterosexual. La magnitud de su falta, de acuerdo con el pensamiento bíblico, podemos medirla teniendo en cuenta aun el versículo 23 del Génesis, que
dice: “Salvo que dejes padre y madre no te será dado entrar en el reino de los Cielos”. Y
de aquel otro talmúdico del libro de Julin que expresa la necesidad de combatir el narcisismo y de supeditar los instintos parciales a la primacía de la libido genital y que establece: “siempre debe comer el hombre menos de lo que su riqueza le permita, debe vestirse de acuerdo con ella, pero para su mujer e hijo debe gastar más de lo que pueda”.
Aparte del testimonio que nos proporciona la exégesis clásica, la experiencia psicoanalítica nos conduce a aceptar que el conflicto instintivo que motivó la falta de Onán ha
de buscarse en las fijaciones pregenitales de la libido y fue de carácter analsádico. La tierra es una representación mítica de la madre real o genitora y la esperma es un equivalente de la materia fecal y de la orina de acuerdo con el simbolismo del inconsciente.3 La
conducta de Onán denunciaría la persistencia de sentimientos ambivalentes hacia la
mujer por una regresión o fijación en etapas pregenitales de la libido. La posibilidad de un
complejo anal no liquidado en el personaje bíblico adquiere más verosimilitud si recogemos la hipótesis de algunos autores que suponen que Onán no quiso dar descendencia
a su cuñada porque tenía interés en quedarse con la herencia del hermano fallecido. Esta
hipótesis no se basa en ninguna tradición explícita, aunque los principios del derecho
hereditario de acuerdo con la ley mosaica serían una confirmación indirecta de la misma.
En el capítulo 27 de la Biblia, el Eterno habla a Moisés y le dice que si un hombre muere
sin dejar hijos debe hacer pasar su herencia a la hija; si no tiene hija, la herencia pasará
a sus hermanos.4
Estudiemos ahora otro aspecto de la conducta de Onán. Conociendo la implacable
severidad con que el Eterno juzgaba y castigaba los actos indignos de su pueblo, nadie
podría faltar al cumplimiento de sus designios sin saber de antemano a lo que le exponía
su desobediencia. Es posible que Onán, inconscientemente, tuviera una necesidad de
autopunición originada en una posición también ambivalente con respecto al padre. Si
éste fue su deseo, obtuvo amplia satisfacción en su propio pecado. Psicoanalíticamente
sabemos que ser castigado por el padre adquiere la significación inconsciente de ser
amado y preferido por él, y que el castigado soluciona tensiones erótico-destructivas por
medio de un mecanismo sadomasoquista. Como en el suicidio, las pulsiones primitivamente orientadas hacia el mundo externo se vuelven contra el yo y sus efectos se experimentan pasivamente.
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La falta de Onán consistió en no aceptar su genitalización normal, en no superar la
etapa de la pasividad narcisística infantil, persistiendo en una fijación pregenital ambivalente en relación con ambos progenitores. La vida le imponía una evolución ineludible, le
obligaba a alcanzar un grado oblativo de madurez genital. Pero él prefería la satisfacción
autoerótica y eligió el camino de retorno al seno materno, fijación oral5 expresada en el
castigo legendario de la muerte que simbólica y condensadamente representa la castración y la pulsión autodestructiva.6
Antes de concluir resumiremos algunos trabajos sobre la génesis de la neurastenia y
de la actual neurosis en relación con el onanismo.
Reich, en 1926, describe el cuadro de la neurastenia aguda y crónica. La primera, ligada a masturbación o poluciones excesivas, se acompaña de su cortejo habitual de síntomas a los que se agregan temores, fobias, inquietud o angustia ante el coito, sensaciones
hipondríacas diversas, dudas sobre las dimensiones del pene que suponen demasiado
pequeño, disminución de la autoconfianza para satisfacer a la mujer, etcétera.
Generalmente estalla en plena salud. El autor piensa que un conflicto psiconeurótico
acompaña al onanismo y que este conflicto anímico es el que confiere a la masturbación
su poder patógeno. El deseo incestuoso del complejo edípico es el que impulsa o activa
el onanismo, despierta el sentimiento de culpa, acompañado de temor por la pérdida de
la esperma, considerado inconscientemente como líquido precioso. En resumen, los trastornos neurasténicos, dolores vagos, pereza, excitabilidad, debilitamiento sexual, impotencia y fenómenos hipocondríacos son función de los sentimientos de culpa ligados a
prácticas sexuales moralmente censuradas. Reich acentúa la importancia de una fijación
analuretral en la formación de los síntomas neurasténicos. El neurasténico muestra a
menudo una buena genitalidad antes de que la ruptura de su equilibrio psíquico se produzca. La característica de la estructura anal del neurasténico es que ella se edifica coincidiendo con una sexualidad fálica que ha alcanzado el grado edípico heterosexual.
Puede decirse en general que los síntomas del neurasténico tienen rasgos más pregenitales que los de la histeria. Igual conclusión para la hipocondría, que se asocia habitualmente a la neurastenia. Schilder, en un trabajo posterior, sostiene que los conflictos psíquicos que actúan en la masturbación, y que son causa de insatisfacción en el acto
sexual, intervienen para que éste sea insatisfactorio, tenga un carácter patógeno y desencadene perturbaciones neurastenicohipocondríacas. Analiza un caso en el cual los fenómenos neurasténicos e hipocondríacos vinculábanse a una fijación pregenital de la libido
y a un pasado intensamente onanístico con fantasías crueles, sadomasoquistas e identificación con la madre sufriendo en el parto. La identificación con la madre y el odio intenso hacia ella uníanse a una representación inconsciente de que coito y crimen eran idénticos. Existían fantasías de estar en la cama con el cadáver de una mujer.
Concomitantemente se descubrió profundo odio contra el padre y aspiración de sobrepasarlo, que en la vida posterior se desplazaba sobre todos los demás sustitutos. Todo este
complicado proceso era acompañado de una supervaloración narcisística de ciertas partes del cuerpo y de un profundo sentimiento de culpa. Según Schilder, no se puede comprender la formación de los síntomas de la neurastenia y de la hipocondría si no se tiene
en consideración el factor importante de la actitud inconsciente del sujeto en relación con
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la imagen o esquema corporal que el mismo ha edificado a través de sus experiencias anímicas durante el curso del desarrollo de la libido. Schilder, Federn y Deutsch han demostrado que el conocimiento del propio cuerpo constituye la base del amor propio narcisista
y que cada instinto parcial pregenital se expresa por un reforzamiento de aquella parte de
la imagen corporal que tiene una relación más estrecha con este instinto. La conversión
sería el trasporte de una pulsión instintiva sobre sus partes correspondientes de la imagen o esquema corporal.
Acabamos de ver la evolución del concepto del onanismo en la génesis de las neurosis actuales y de la impotencia y es el sentimiento de culpa, según parece, el responsable de su acción patógena. De una manera general, con la atenuación de la autoculpabilidad, disminuyen las perturbaciones de la esfera psíquica y somática. Pero desde el
punto de vista de la técnica psicoanalítica no es conveniente calmar sistemáticamente la
angustia ni el sentimiento de culpa, salvo en ciertos casos, porque es a través de ellos que
se pueden descubrir los conflictos subyacentes que sustentan la tendencia onanística y
provocan la ansiedad.
Conclusiones
1. No existiría una diferenciación de fondo entre las psiconeurosis y las neurosis actuales.
2. No se puede negar de una manera absoluta la acción patógena de las anomalías de la
vida genital. Pero ellas son más bien exponentes de una personalidad neuropática y,
secundariamente, factores morbógenos de la enfermedad.
3. El psicoanálisis de la neurosis actual demuestra que los individuos poseían antes de su
enfermedad un equilibrio sexual inestable, organización genital con persistencia de
rasgos pregenitales. Cualquier episodio actual (conflicto actual neurótico) rompe el
equilibrio y desencadena la neurosis actual.
4. El tratamiento del neurótico actual no debe diferenciarse del psiconeurótico. Aunque en
la mayoría de los casos baste la rectificación de los errores de la vida genital, la modificación del conflicto neurótico actual no basta para modificar la base psiconeurótica
fundamental del enfermo.
DESCRIPTORES: IMPOTENCIA / MASTURBACIÓN / NEUROSIS ACTUALES / ABSTINENCIA SEXUAL
KEYWORDS: IMPOTENCE / MASTURBATION / ACTUAL NEUROSIS / SEXUAL ABSTINENCE
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3. En las fantasías inconscientes de los individuos que practican el coitus reservatus se descubren frecuentemente deseos agresivos de frustrar a la mujer, de rebajarla mancillándola con esperma, elemento que
adquiere su habitual significación excrementicia.
4. Sharpe y Goldstein, en su trabajo “Onanismo”, publicado en La Semana Médica, sostienen que el pecado de Onán se fundó en el deseo de quedarse con la herencia del hermano, pero el trabajo carece de citas
bibliográficas, ignorándose por lo tanto las fuentes de información de los autores. En la obra del Vizconde de
Forges, Galanterías de la Biblia, que es de carácter pornográfico, se sostiene humorísticamente la misma opinión sin aducir pruebas al respecto. Voltaire, en cambio, dice que Onán, impulsado por el odio que sentía contra su hermano, se negó a darle descendencia, sin especificar en qué basa su afirmación.
5. Los tratamientos psicoanalíticos profundos descubren a menudo mecanismos orales que se combinan
y recubren con los de la etapa analsádica. La significación anal del dinero coincide simbólicamente con el
pecho y la leche materna, que satisface sin esfuerzo todos los deseos.
6. Nunberg sostiene que la imposibilidad de descarga completa en la masturbación de las pulsiones desREV. DE PSICOANÁLISIS, LIX, 3, 2002, págs. 627-646
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tructivas y libidinosas hace que asociadas se transformen en la necesidad de expiación, y ésta es la causa
directa del sentimiento de culpa que la acompaña.
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