Juan El apóstol del amor de Dios L Por J e ro l d Au st tumbres de su tierra natal. La meticulosa atención que brinda a los números (Juan 2:6; 6:13, 19; 21:8, 11), los nombres y otros detalles respaldan su afirmación de ser un testigo ocular de las enseñanzas y milagros de Jesús (Juan 19:35; 21:24-25). El padre de Juan era Zebedeo (Mateo 4:21). Al parecer, su madre se llamaba Salomé, quien sirvió a Jesús en Galilea y estuvo presente en la crucifixión (Marcos 15:40-41; Mateo 27:56). Parece que Salomé era hermana de María, la madre de Jesús (comparar Juan 19:25 con Marcos 15:40). De ser así, Juan era entonces primo de Jesús. Como Jesús y Juan el Bautista también eran primos, eso haría que Juan fuera primo de Juan el Bautista, cuya madre Elisabet era pariente cercana de la madre de Jesús (Lucas 1:36). Aparentemente, Juan trabajaba en sociedad con su hermano Jacobo, su padre Zebedeo (Mateo 4:21) y con Simón Pedro (Lucas 5:10). No sólo se dedicaba a la pesca en Capernaum, donde contrataba jornaleros, sino que al parecer también tenía una casa en Jerusalén (Marcos 1:19-20; Juan 19:27). Incluso conocía al sumo sacerdote (Juan 18:15-16). Parece que originalmente, Juan fue discípulo de Juan el Bautista (al parecer, fue el discípulo cuyo nombre no se menciona en Juan 1:35, 40). Las Escrituras nos dicen que después de aceptar las persuasivas enLos antecedentes de Juan señanzas de Juan el Bautista, Juan, el futuJuan era un judío oriundo de Judea que ro apóstol, estaba listo para seguir a su Salconocía muy bien la geografía y las cos- vador. Fue uno de los cinco primeros discí- eemos acerca de Juan por primera vez cuando él y su hermano abandonan sus redes en el mar de Galilea al aceptar el llamado de Jesús de Nazaret para convertirse en “pescadores de hombres” (Marcos 1:17). Juan fue uno de los apóstoles que ayudó en los preparativos y el servicio de la última Pascua que guardaron Jesús y los discípulos. Además, era conocido por el sumo sacerdote y podía andar libremente entre los dirigentes judíos. Juan se mantuvo fielmente al lado de la madre de Jesús durante la crucifixión de su hijo. Él y Pedro corrieron a ver el sepulcro vacío en la mañana después de la resurrección de Jesús. Vio al Cristo resucitado caminando a orillas del mar de Tiberias. Ayudó a establecer, junto con su hermano Jacobo y los demás apóstoles, la primera iglesia en Jerusalén. Sirvió más tarde a otras congregaciones en Éfeso y Asia Menor. Y como si esto fuese poco, escribió cinco libros de la Biblia: el evangelio y tres cartas que llevan su nombre, y el Apocalipsis. El tema principal del evangelio y las tres epístolas de Juan es el amor. En su evangelio, Juan se refiere a sí mismo como el discípulo que Jesús amaba. Si queremos saber sobre el camino de Dios, debemos estudiar a Jesucristo. Si deseamos saber sobre el amor de Cristo, debemos estudiar a Juan. pulos (Juan 1:35-51). Estuvo con Jesús cuando realizó su primer milagro, en las bodas en Caná de Galilea (Juan 2:2-11). Tal parece que Juan regresó más tarde a su oficio de pescador en Capernaum, de donde Jesús lo llamó a él y a su hermano para que dejaran su trabajo y lo siguieran (Marcos 1:19-20). A partir de ese momento, Juan se convirtió en un amigo fiel y en un testigo ocular de las enseñanzas y obras de Jesús, de las que dejó el testimonio escrito en lo que nosotros conocemos como el Evangelio de Juan. Jesús les dio a Juan y su hermano Jacobo el apodo de “hijos del trueno” (Marcos 3:17). Los evangelios no explican por qué, pero parece que fue por su carácter explosivo. Por ejemplo, al principio del ministerio de Jesús, Juan le prohibió a un extraño usar el nombre de Cristo mientras echaba fuera demonios (Marcos 9:38). En otra ocasión, Jesús tuvo que reprenderlos a él y a su hermano por su impetuosidad al querer hacer descender fuego del cielo sobre un poblado samaritano (Lucas 9:52-56). La compañía de Jesús y la oportunidad de escucharlo hablar del amor de Dios y observarlo practicar este tipo de virtud entre los que no lo apreciaban pudo haber sido lo que transformó a Juan en un apóstol que llegó a ser un ejemplo de ese tipo de amor. Juan, junto con su hermano Santiago y Pedro, pertenecía al círculo íntimo de Jesús (Marcos 5:37; Noviembre-Diciembre de 2001 13 9:1-9; 14:33). Se le conocía como el apóstol más cercano a Jesús. De hecho, en la última Pascua que Jesús observó con los 12 apóstoles originales, la Biblia nos dice que Juan estaba apoyado en el pecho de Jesús (Juan 13:23-25), una expresión de amistad y amor fraternal. Si una imagen vale más que mil palabras, ésta es de inestimable valor. Los relatos de Juan explican por qué él se sentía tan unido a Jesús: Este discípulo practicaba el amor de Dios que tanto predicaba. “El discípulo a quien Jesús amaba” Juan escribió su evangelio en un estilo muy interesante. Empleó un estilo indirecto, de modo que cada vez que se refería a sí mismo, lo hacía como si fuese otra persona. Por ejemplo, cinco veces se llama “el discípulo a quien Jesús amaba” (Juan 13:23; 19:26; 20:2; 21:7, 20). Examinemos más detenidamente dos de estos ejemplos. En Juan 13, en la última Pascua que Jesús guardó con sus discípulos, Jesús estaba muy acongojado porque sabía que Judas Iscariote pronto lo traicionaría. Cuando les dijo a sus discípulos: “De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar” (v. 21), ellos también se angustiaron y se miraron con desconfianza unos a otros, tal vez tratando de descubrir a quién se refería. En ese punto Juan comparte con nosotros el momento en que uno de los apóstoles estaba apoyado en el pecho de Jesús, y se refiere a esa persona como el discípulo “al cual Jesús amaba” (v. 23). Como era la costumbre, Jesús y los discípulos estaban cenando reclinados alrededor de una mesa baja. En este ambiente relajado el discípulo “al cual Jesús amaba” se sintió lo suficientemente cómodo con su maestro como para reclinar su cabeza sobre el pecho de él. Simón Pedro le hizo señas a Juan para que le preguntara a Jesús quién era el traidor. Entonces Juan le preguntó: “Señor, ¿quién es?” (vv. 24-25). Jesús respondió claramente: “A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón . . . Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más pronto” (vv. 26-27). Aunque parezca asombroso, ninguno de los discípulos entendió las palabras de Jesús. Algunos 14 Las Buenas Noticias pensaron que le decía a Judas que comprara lo necesario para la fiesta, mientras otros pensaban que estaba diciéndole que diera algo de dinero a los pobres (vv. 28-29). Además de la información y las enseñanzas que podemos aprender de este incidente, vemos que Juan se identifica como el apóstol “al cual Jesús amaba”. Juan se valió de esta descripción para identificarse en otro momento intenso que ocurrió más tarde ese día. Aun al estar siendo crucificado, Jesús demostró su amor por María, su madre. “Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Juan 19:25-27). Jesús confió el cuidado de su madre a Juan, su amigo y discípulo amado. Esto demuestra la intimidad y confianza que ambos compartían. Este hecho se puede analizar desde otro punto de vista. Cuando Jesús estaba siendo ejecutado por las autoridades romanas, Juan demostró que no tenía miedo de que se le acusara de ser uno de sus discípulos. Corría el riesgo de ser encarcelado, azotado y crucificado por ser cómplice de su maestro. A pesar de esto, él no tenía temor de que lo vieran con Jesús en la hora en que más lo necesitaba. Su presencia a los pies de Jesús en la hora de su tribulación, atestigua el amor que Jesús tenía por Juan y la reverencia que Juan tenía por Jesús. El amor sincero y verdadero que cada uno sentía por el otro le garantizaba a Jesús que él podía contar con Juan para que cuidara de su madre desde ese momento. Juan aplica el amor de Dios Juan llevó una vida de amor sincero y verdadero. Escribió con gran entusiasmo sobre el amor al prójimo y la preocupación por los demás. Su evangelio registra muchas charlas y enseñanzas de Jesús. Juan se interesó por escribir más sobre el contenido del mensaje que de las cosas que Jesús hizo. Las tres cartas de Juan están repletas de afirmaciones que nos ayudan a entender la diferencia entre el amor de Dios y el del ser humano. Veamos dos ejemplos. En su primera epístola, Juan nos define claramente lo que significa amar a Dios: “Este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). Juan sabía de dónde provenía el amor de Dios, lo entendía y lo practicaba. Él se daba cuenta de que Dios nos expresa su amor por medio de las leyes que nos da, las leyes por las cuales debemos regir nuestra vida. Jesús dijo que la ley de Dios se resume en dos grandes mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente . . . [y] Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:36-40). De manera similar, Juan resume la naturaleza y el carácter de Dios cuando escribe: “Dios es amor” (1 Juan 4:8, 16). Juan hace hincapié en la virtud y el don más importante de Dios: el amor. El amor de Dios es diferente del amor natural de los seres humanos. El verbo griego para el amor de Dios es agapao, que significa mostrar un interés altruista y genuino por otro. Un grado menor de amor es fileo, que en griego significa cariño o afecto entrañable por otra persona. Juan se preocupó de enseñar que el amor de Dios es la virtud más importante que un ser humano puede tener. El apóstol también comparó el amor de Dios con el amor humano en 1 Juan 4:1821: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice:Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano”. Juan reconocía la contradicción inherente en el concepto de que alguien profesara amor a Dios y al mismo tiempo odiara a su hermano. Sabía que los seres humanos podemos tergiversar el concepto de amor para adaptarlo a lo que nos guste. Pero el amor de Dios no es así. El amor de Dios siempre implica desinteresada preocupación por la otra persona. Juan conoció el amor de Dios. Lo conoció porque Jesús lo había amado a él y a los demás discípulos con ese amor. Por tres años y medio había observado cómo Jesús lo practicaba. Juan sabía de dónde provenía el amor de Dios y cómo el hombre debía expresarlo. Él creyó en este amor y lo practicó con todo su corazón. 90 años. En algún momento Juan oyó una fuerte voz proveniente del cielo que, de hecho, elogiaba a todos los cristianos que habían derrotado a Satanás: “Ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11). La difícil prueba de Juan en Patmos, donde Cristo le reveló lo que nosotros conocemos como el Apocalipsis, fue una serie de hechos milagrosos. Sin este último libro de la Biblia, el pueblo de Dios no podría entender muchos detalles acerca del tiempo del fin. El entendimiento de Juan, y su compromiso con el amor de Dios y con su amado amigo y Salvador, hicieron posible que él escribiera este libro. El apóstol del amor de Dios Durante su difícil prueba en la isla de Patmos, Juan escribió lo que nosotros conocemos como el Apocalipsis. Sin este último libro de la Biblia, el pueblo de Dios no podría entender muchos detalles acerca del tiempo del fin. Ilustración por Michael Woodruff En la isla de Patmos El Evangelio de Juan incluye muchos hechos y detalles de la vida de Jesús. Su relato es más personal que el de los otros tres evangelios, y de esta forma nos ayuda a tener una idea más completa de las enseñanzas y la vida de Jesús. Como Juan tenía una relación tan estrecha con el Hijo de Dios, tuvo oportunidades que pocos otros pudieron disfrutar. Cuando leemos el evangelio desde esta perspectiva, podemos apreciar que se trata de una narrativa íntima. En el último decenio del primer siglo, a pesar de la avanzada edad de Juan, aún predicaba y supervisaba las iglesias del Asia Menor. Durante la persecución de cristianos bajo el emperador Domiciano (81-96 d.C.), fue desterrado a la isla de Patmos, en el mar Egeo. Cristo tuvo un propósito al permitir el exilio del apóstol. Ahora, 65 años después de su crucifixión y resurrección, le reveló a su anciano siervo los días de oscuridad que vendrían, no sólo durante su época, sino especialmente durante el tiempo del fin, que estará lleno de angustia y tribulación. Obedeciendo la orden de Jesús de “escribir” (Apocalipsis 1:11, 19), Juan regis- tró las profecías acerca de los grandes hechos que acontecerían desde su tiempo hasta el retorno de Jesucristo. Juan nos da una perspectiva amorosa de lo que Cristo espera de él y de nosotros. Dos veces en el primer capítulo el apóstol utiliza una frase que describe el deber de los discípulos de Jesús, especialmente durante la persecución. En el versículo 2 escribe que “ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto”. Y repite este concepto unos versículos más adelante: “Yo Juan . . . estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (v. 9) Notemos que Juan habla de “la palabra de Dios” y “el testimonio de Jesucristo”. La palabra de Dios incluye la instrucción de Dios, consignada para nosotros en la Biblia desde el Génesis hasta el Apocalipsis. El testimonio de Jesucristo puede definirse como lo que los cristianos viven y enseñan acerca de la vida, enseñanza y ejemplo de Jesús. A pesar de la amenaza de persecución y muerte, Juan fue fiel a Cristo en todas estas cosas. Demostró su fe y amor en momentos de gran dificultad, a pesar de que ya tenía Pocos hombres conocieron a Jesús de Nazaret tan bien como Juan. Los unieron fuertemente el respeto y entendimiento mutuos por el amor generoso de Dios. Jesús sentía un amor especial por Juan, tal vez porque éste practicaba el amor que su Maestro enseñaba. Además de esta relación especial, quizá algunas otras características personales de Juan lo hacían una persona amable y fácil de amar. Hemos aprendido que Jesús le había puesto a Juan por sobrenombre “hijo del trueno”. Sin embargo, los escritos de Juan nos revelan un hombre completamente distinto. Él cambió su forma de ser a medida que seguía los pasos de su Maestro, escuchando con atención sus enseñanzas. Juan era muy estimado por Jesús y los demás apóstoles y, por increíble que parezca, hasta por el sumo sacerdote (Juan 18:1516). Esto nos dice mucho acerca del carácter de Juan. Juan conoció y enseñó el amor de Dios. Él sabía que las leyes de Dios, resumidas en los Diez Mandamientos, constituyen una expresión del amor que Dios tiene por todos los seres humanos y del amor que todos nosotros debemos tener por él y por nuestros semejantes. El amor de Dios es el don más grande que él puede dar a la humanidad, y es el don más grande que nosotros podemos retribuirle a él y compartir con otros. Juan vivió el amor a Dios. Juan fue un apóstol capaz de reflejar el amor de Dios, el cual aprendió de Dios, quien es amor (1 Juan 4:8). Juan enseñó la verdad y el valor del amor de Dios, y nos dejó un ejemplo extraordinario de cómo vivir por ese amor. BN Noviembre-Diciembre de 2001 15