Palabras de Horacio C

Anuncio
Palabras de Horacio C. Reggini en la presentación del libro MY DEAR
SIR (MI QUERIDO SEÑOR, traducido al castellano), de Barry L.
Velleman, Fundación Victoria Ocampo, 31 Feria Internacional del
Libro, Buenos Aires, 26 de abril de 2005.
Hoy nos hallamos ante una circunstancia especial. Hace unos años las cartas
que Mary Mann le escribió a Sarmiento dormían la paz del sosiego, ajenas
a la curiosidad de los hombres, en el Museo Histórico Sarmiento. Sólo, de
vez en cuando, eran tomadas con guantes blancos por investigadores que
pacientemente descifraban la antigua tinta de los amarillentos papeles. Uno
de ellos, Barry Velleman, las leyó con extrema atención, las transcribió en
su máquina y les agregó valiosísimas notas. Mi interés en Sarmiento, a raíz
de la preparación de mi libro Sarmiento y las telecomunicaciones. La
obsesión del hilo, me llevó a promover la publicación del trabajo de
Velleman a lo que, felizmente, accedió ICANA. Fue un libro en idioma
inglés. Hoy, gracias a la cooperación de la Fundación Victoria Ocampo
tenemos ese libro en castellano.
Quiero recordar, en este punto, unas excelentes reflexiones de Jorge
Luis Borges quien fue un decidido entusiasta del conocimiento mutuo de los
dos idiomas. En un diálogo con Rita Guibert publicado en la revista LIFE
(en español) de agosto de 1968 formuló esta idea poderosa y original: “Sería
utilísimo que en nuestras repúblicas se enseñara el inglés en la escuela
primaria y que en los Estados Unidos y en Canadá se enseñara español.
Entonces tendríamos un continente bilingüe (…) Creo que sería muy
importante para la historia del mundo el hecho de que todo hombre nacido
en América tuviera acceso a dos culturas, a la inglesa y a la hispánica (…)
1
Lo importante es que uno aprenda a pensar en dos modos distintos, y tenga
acceso a dos literaturas. Si un hombre crece dentro de una sola cultura, si se
habitúa a ver en los otros idiomas esa especie de dialectos hostiles o
arbitrarios, todo esto tiene que estrechar su espíritu. Pero si un hombre se
acostumbra a pensar en dos idiomas, y se acostumbra a pensar que el pasado
de su mente son dos grandes literaturas, eso tiene que ser benéfico para él”.
Sarmiento, a quien el cónsul general argentino en New York,
Embajador Carlos Oscar Keller Sarmiento, en conmemoración del
centenario de su muerte, distinguió en un discurso como EL HOMBRE
DEL RENACIMIENTO QUE PRODUJO AMERICA EN EL SIGLO
XIX, murió en Asunción del Paraguay en 1888. Ese mismo año, T. S. Eliot,
el gran poeta laureado con el Premio Nobel, y también prolífico escritor de
cartas, nació en St. Louis, Missouri. Creo que es oportuno mencionar aquí lo
que Eliot dijo en una conferencia English Poets as Letter Writers
pronunciada en 1933: “El deseo de escribir una carta, de poner en el papel
eso que uno no quiere que nadie vea salvo el destinatario, pero cuya
destrucción tampoco quiere sino más bien saberlo a cubierto de lecturas
ajenas, es un deseo imposible de eliminar. Anhelamos confesarnos por
escrito a unos pocos amigos y no siempre nos resignamos a que lo que de tal
modo escribimos sea leído alguna vez por otro fuera de ellos”. Hoy, sería
interesante conocer qué opinarían Mary Mann o Domingo Faustino
Sarmiento del sentimiento de Eliot en cuanto concierne a sus respectivas
cartas, que no sólo Velleman leyó con discreción en la soledad del Museo,
que luego publicamos en inglés y ahora, sin pedirle permiso a ellos, lo
hacemos en otra lengua.
2
Paso ahora a referirme más específicamente a Mary Mann a quien
Sarmiento conoció en su primer viaje a Estados Unidos en septiembre de
1847 en los alrededores de Boston. En esos días, justamente, Henry David
Thoreau, autor del libro Walden or Life in the Woods (Walden o La vida
en los bosques) que relata sus experiencias vividas a orillas del lago Walden,
en Concord, al Noroeste de Boston, abandonaba el retiro solitario por dos
años que se había autoimpuesto en ese lugar. Thoreau era un fuerte defensor
de la libertad en su país y enemigo de las aplicaciones banales de la
tecnología; ya entonces afirmaba, anticipándose a nuestra época: “Los
hombres se han convertido en herramientas de sus herrramientas”.
Mary Peabody Mann, 1806-1887, esposa de Horace Mann, famoso
educador norteamericano, nació en Salem, ciudad del estado de
Massachusetts cercana a Boston. Su familia de apellido Peabody pertenecía
a círculos de destacados intelectuales. Junto con sus dos hermanas, Sophia,
la menor y Elizabeth, la mayor, fueron activas protagonistas de su época y
sus vidas fueron descriptas en detalle por Louise Hall Tharp en un libro
denominado The Peabody Sisters of Salem. Deseo acotar que se recuerdan
muchas cuentos de historias de tres hermanas. Me vienen a la mente, las
célebres gorgonas, llamadas Esteno, Euríale y Medusa. Según una versión
del mito griego de Perseo, eran muy bellas, circunstancia que originó la
envidia y la furia de la diosa Ateneas, que entonces las transformó en tres
horribles monstruos que llevaban la muerte en los ojos. Una era mortal,
Medusa, la que decapitó Perseo.
Las Peabody Sisters eran de ideas reformistas y liberales tuvieron
una gran influencia en la educación y la gestación de la nación
3
norteamericana. Esas tres valientes, decididas y extraordinarias mujeres de
su tiempo no constituyen una rareza si pensamos en figuras argentinas como
las que nos honran hoy aquí con su presencia: María Esther Vázquez,
María Sáenz Quesada y Patricia Pasquali.
Sophia Peabody, 1809-1871, estaba casada con el afamado escritor
Nathaniel Hawthorne, autor de The Scarlet Letter y The House of the
Seven Gables. Era compañero de colegio del poeta Henry Longfellow y de
Flanklin Pierce, presidente 14 de los Estados Unidos.
Elizabeth Peabody, 1804-1894, fue eficaz colaboradora de William E.
Channing, uno de los fundadores del Transcendentalismo norteamericano.
También trabajó con el educador Amos Bronson, que fue el padre de
Louisa May Alcott, autora de Little Women. Tuvo a su cargo la publicación
DIAL, órgano del Movimiento Transcendentalista liderado por Ralph Waldo
Emerson, cuyas ideas fueron expuestas a los argentinos por José Ingenieros
en su obra Una moral sin dogmas.
Gracias a Mary Mann, Sarmiento pudo valorar ese ambiente refinado
y culto de New England. Horace Mann y D. F. Sarmiento poseen
respectivos monumentos de homenaje en Boston. El primero es un busto
frente a la legislatura de la ciudad y el segundo es una estatua de cuerpo
entero en la Av. Coomonwealth. La base de este monumento posee una
placa evocativa, en la que se lee la leyenda siguiente:
Domingo Faustino Sarmiento 1811-1888,
Presidente de la Argentina,
Diplomático - Escritor - Padre el sistema educativo argentino y
amigo del pueblo norteamericano.
4
Mary Mann fue una mujer singular. Sus escritos contribuyeron en
grado sumo a la palabra y la acción de Sarmiento en defensa del estado de
derecho, de la libertad y de la educación.
En una conferencia que dimos a dúo con Patricia Pasquali, en agosto
de 2002 en el Instituto Sarmiento de Sociología e Historia, expusimos lo
siguiente –que también reiteramos ahora-:
Tanto Horace Mann como Domingo F. Sarmiento tienen sus
estatuas en Boston y siguen presentes en el espíritu de ambos pueblos. Mary
Mann, ciertamente, merece también un homenaje en la Argentina. Sería por
ello deseable que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, considerase y
aprobase un proyecto para designar con el nombre de Mary Mann a una
calle, por ejemplo, de la zona de Puerto Madero, teniendo en cuenta que ya
muchas de las arterias de esa zona, llevan los nombres de mujeres ilustres.
Que una calle de Buenos Aires se denomine Mary Mann sería un
justo reconocimiento y una manera de reconocer la grandeza de alma de una
mujer que no sólo fue una dama intelectual de New England. Mary Mann
fue mucho más que eso. Fue una mujer de extraordinaria entereza moral y
social, y quizás fue la persona que más comprendió, admiró y ayudó a
Sarmiento en la construcción de la Argentina de su tiempo.
5
Descargar