Corrupcion en Italia. La muerte de un regimen

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Jorge Gutiérrez Chávez
Corrupción en
Italia
La muerte de un régimen
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ENTELEQUIA
REVISTA INTERDISCIPLINAR
Jorge Gutiérrez Chávez
Corrupción en
Italia
La muerte de un régimen
noviembre 2006
http://www.eumed.net/entelequia/es.lib.php?a=b003
Corrupción en Italia.
La muerte de un régimen
por Jorge Gutiérrez Chávez
Primera edición, Noviembre 2006
ISBN: en trámite
Biblioteca Nacional de España Reg. No.: en trámite
Publicado por
Entelequia. Revista Interdisciplinar (grupo Eumed∙net)
disponible http://www.eumed.net/entelequia/es.lib.php?a=b003
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
CORRUPCIÓN EN ITALIA
LA MUERTE DE UN RÉGIMEN
Jorge Gutiérrez Chávez
noviembre 2006
Entelequia. Revista Interdisciplinar
Jorge Gutiérrez Chávez /
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
Índice
PREFACIO............................................................................................................................................. 3
NACE TANGENTÓPOLIS ..................................................................................................................5
MANOS LIMPIAS ENTRA EN ACCIÓN ....................................................................................... 11
HACIA LA RAÍZ DE TANGENTÓPOLIS ......................................................................................19
LA DC DESEMBARCA EN EL SUR DE ITALIA...........................................................................26
LA MODERNIDAD SOCIALISTA .................................................................................................. 37
EL OCASO DE LOS DIOSES............................................................................................................ 47
ADIÓS PRIMERA REPÚBLICA.......................................................................................................61
SILVIO BERLUSCONI SALE AL CAMPO DE JUEGO .............................................................. 69
ESPERANDO LA SEGUNDA REPÚBLICA....................................................................................83
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
PREFACIO
E
l alto número de partidos que conforman el sistema político italiano, así
como el carácter estructural que asumió la corrupción en el país, durante y sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, ha hecho que la
moderna politología califique de “anómala” la democracia italiana. A esta
doble "anomalía", paradójicamente, Italia debe el crecimiento y la maduración de su actual sistema político el cual, no obstante sus imperfecciones,
es imposible no definir abierto y democrático. Caro sin embargo es el precio
que ha tenido que pagar. Por un lado, el largo y dañino predominio político
del Partido demócrata-cristiano (fue la columna vertebral de todas las alianzas de gobierno de 1946 a 1994) y, por el otro, el irrefrenable incremento de
la corrupción en el país que (junto con el temor que infundía en gran parte
de la población la constitución de un gobierno comunista) garantizó la permanencia en el poder del partido católico y sus satélites.
Hasta antes de la caída del Muro de Berlín este perverso binomio de política-corrupción había sido estimulado y soportado no sólo por la Democracia
cristiana y sus aliados, sino por todo el Occidente democrático: frenar el
avance electoral del Partido comunista italiano (PCI), el más grande y mejor
estructurado del mundo libre, era el irrenunciable objetivo de ambos. Los
históricos hechos del 1989, que culminarán con la extinción de la Unión
Soviética, transforman ipso facto el panorama político mundial y sobre todo
el italiano: banalizan el gran objetivo que unía al Occidente con sus gobiernos posbélicos y con ello la funcionalidad histórica de aquel binomio. La desaparición del PCI, que renace como Partido democrático de la izquierda, y
su abierto repudio a la ideología marxista terminarán por darle la puntilla.
Liberada de aquel gravamen político que bloqueaba permanentemente sus
investigaciones, la justicia italiana también inicia una nueva etapa de su
historia. En este renovado marco, gracias a una irrelevante denuncia, la
Procuraduría de Milán descubrirá una sofisticada y compleja red de
corrupción político-empresarial que cubría el entero territorio italiano:
“Tangentópolis” (la ciudad del soborno). Siendo la clase política en el poder
la gran protagonista de este clamoroso caso, los procesos penales en su
contra se transforman en un proceso político sin precedentes en la historia
de Italia. “La corrupción somo todos”, podría ser la máxima de aquel
proceso que concluirá no sólo con la desaparición de todos los partidos que
habían gobernado el país y con la salida de la escena de la entera clase
política posbélica, sino con el rápido desmantelamiento de la Primera
República italiana.
El libro recorre de manera más o menos cronológica todos estos
apasionantes acontecimientos —así como los que la misma tangentópolis
trajo consigo— siguiendo una línea no sólo analítica, sino sobre todo crítica.
En diferentes pasajes también se subrayada la madurez alcanzada por las
instituciones italianas visto que, contrariamente a lo que muchos
pensaban, esta auténtica revolución nunca superó los estrechos límites del
Estado de Derecho. Si bien en Italia ya se habla de la existencia de una
Segunda República, otra de nuestras hipótesis es que, a más de diez años
de "Tangentópolis", esta Segunda República italiana sigue siendo sólo una
válida aspiración.
Jorge Gutiérrez Chávez
Roma, Noviembre de 2006
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NACE TANGENTÓPOLIS
C
omo muchos de los grandes eventos que han cambiado el rumbo de la
historia “Tangentopoli”1 también nace de una imprudencia, de un hecho
irrelevante, de un simple e intrascendente conflicto familiar que tendrá
como protagonistas a un oscuro ingeniero de nombre Mario Chiesa, miembro activo del PSI (Partido Socialista Italiano) y por aquellos días Presidente
del asilo de ancianos “Pio Albergo Trivulzio” (una institución pública dependiente de la Alcaldía de la ciudad de Milán) y a su ex-esposa, conocida simplemente como la Sra. Laura. Como todo ambicioso y arribista aprendiz político, Chiesa vive con la obsesión de ascender a las más altas esferas del
poder. Laura, con hijos a su cargo y serios problemas económicos concentra
por su parte todos sus esfuerzos en encontrar pruebas que le permitan impugnar la reducción de la pensión alimenticia que su ex cónyuge obtuvo pocos meses después de la separación.
Sin que nadie pudiera imaginarlo, este banal conflicto familiar se convertirá en el epicentro del más terrible y devastador terremoto político-judicial
que haya sacudido la llamada Primera República italiana,2 en un sorprendente caso en el que la realidad superará ampliamente la fantasía, en un
evento que marcará una época, al sacar a la luz uno de los más estructurados y perversos sistemas de corrupción político-empresarial conocidos en el
moderno mundo industrializado.
La historia de “Tangentopoli” inicia un día de tantos en la ciudad de Milán, cuando la Sra. Laura, visiblemente indignada por la disminución de la
pensión alimenticia de su familia, irrumpe en la oficina de su marido, rompe la cerradura de su escritorio y se percata de que su desobligado ex-cónyuge es el titular de dos sustanciosas cuentas bancarias en Suiza. Consignada la documentación y realizadas las primeras investigaciones, las autoridades judiciales descubren que las cuentas suizas de Mario Chiesa arrojan el nada despreciable saldo de ¡doce millones de dólares! El elevado monto de las cuentas bancarias induce de inmediato a sospechar en una paralela e ilícita actividad del Presidente del “Pio Albergo Trivulzio”. “No era normal —dirá más tarde la Procuraduría de Milán— que un funcionario de tercera o cuarta categoría pudiera haber acumulado tal suma de dinero con el
solo producto de su trabajo”.
Motivado por el descubrimiento, el hasta ese momento anónimo fiscal
(Agente del Ministerio Público) Antonio Di Pietro, a quien por azares del des1
Acuñada por un periodista del conocido diario italiano La Repubblica, “Tangentopoli”
no es sino la sugestiva unión de las palabras “tangente” (popular denominación que se
da en Italia a cualquier ilícita retribución recibida o exigida por una autoridad o
funcionario estatal y que en México es ampliamente conocida como “mordida”) y polis
(del griego ciudad), un neologismo que en el español de México podría traducirse
como “ciudad de la mordida”.
2
El 2 de junio de 1946 y como resultado del referéndum al que fue sometido el
ordenamiento institucional del Estado, Italia deja de ser una monarquía para
convertirse en una República, la primera en la historia del país. Ese mismo día serán
elegidos los 556 miembros de la Asamblea Constituyente. El 13 de junio, sin abdicar al
trono, el Rey Umberto II abandona el territorio italiano. El 28 de junio la Asamblea
Constituyente elige provisionalmente a Enrico De Nicola como nuevo Jefe de Estado;
posteriormente, con la entrada en vigor de la Constitución, el mismo De Nicola se
transforma en el primer Presidente de la República italiana.
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tino tocará conocer el caso, decide investigar el origen del dinero depositado
en Suiza. El objetivo de sus primeras pesquisas será determinar las posibles irregularidades en la administración del asilo de ancianos y las eventuales responsabilidades penales de su presidente. La oportunidad para esclarecer el caso no tarda en presentarse. En febrero de 1992 la Procuraduría de Milán recibe una denuncia por extorsión en contra del Ing. Mario Chiesa. Firmante de la misma, un empresario que se negaba a pagar la exagerada “tangente” (mordida) que le exigía el funcionario para asignarle una de
las concesiones para la limpieza del asilo: cinco mil dólares por un contrato
que no superaba los 27 mil.
Con la denuncia en su poder, Di Pietro diseña un plan para desenmascarar a Chiesa. Una vez afinados los términos de la trampa, el empresario se
presenta con una valija en cuyo interior lleva la suma convenida. La entrega
del dinero, que seguirá al pie de la letra el ritual tantas veces repetido, en
esta ocasión esconderá una desagradable sorpresa para el funcionario: todos los billetes estarán marcados y una radio-transmisora, instalada en el
interior de la valija, grabará y hará escuchar a la policía los detalles del soborno. Acostumbrado a este tipo de negociaciones, Chiesa cae ingenuamente en la trampa y así, no apenas despide a su interlocutor, la policía hace
irrupción en su despacho. Sorprendido in fraganti el presidente del asilo,
que intentará de arrojar el dinero por el inodoro, no tendrá mas remedio
que aceptar su culpabilidad.
Las pequeñas causas, como reza un viejo proverbio jurídico, provocan los
grandes efectos. Un caso de cotidiana corrupción, como el que acabamos de
describir, de hecho terminará por cambiar el rumbo y la fisonomía política
de Italia. El tristemente famoso Mario Chiesa, que el 17 de febrero ingresa
en la prisión milanesa de San Vittore y meses más tarde será condenado a
seis años de cárcel y obligado a reintegrar el monto de las sumas indebidamente percibidas, algo así como cuatro millones de dólares, no imaginaba
que estaba por ganarse un lugar en la historia de su país, pero no por el ilícito cometido, sino por sus posteriores y desconcertantes revelaciones.
En sus primeros 36 días de prisión Chiesa se negará a colaborar con la
justicia. En sus declaraciones se mostrará más bien parco. Aceptará sus
responsabilidades evitando involucrar a otras personas. Confiaba seguramente en el apoyo de su partido: “Los socialistas —según un oculto principio de su entonces secretario Bettino Craxi— no podían ser procesados ni
en las calles y menos aún en los tribunales”. Para desgracia del funcionario
la solidaridad de la organización nunca llegará. Los pocos comentarios que
saldrán de la sede del PSI serán más bien irónicos. Bettino Craxi, por aquel
entonces indiscutible y omnipotente líder del partido, no hará ninguna concesión a este hombre que lo había adoptado como modelo a seguir en política. Hablando con la prensa de él, de su arresto y del ridículo origen del mismo, Craxi definirá a Mario Chiesa un mariuolo, un vulgar hamponcete de
poca monta, jugando con las letras del nombre de pila del imputado.
Como relatará en su libro testamento3 , Chiesa se sentirá profundamente
ofendido y humillado por el duro juicio del líder socialista: “Craxi me ha de3
Marcella Andreoli, Andavamo a Piazza Duomo, Sperling & Kupfer Editori, Milán, 1993. En
este libro, que nosotros consideramos como un testamento porque representa un
importante legado con el cual pudo conocerse buena parte de la “Tangentopolis”
milanesa, Mario Chiesa relata a la periodista Marcella Andreoli sus experiencias,
ambiciones y vínculos con el poder así como muchas de las responsabilidades que tuvo
la clase política italiana en la maduración y fomento de la corrupción en el país.
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finido como un mariuolo. Esto ha sido un grave error. Podía haber dicho que
era un cretino o un estúpido, por haberme dejado sorprender con miserables siete millones de liras (cinco mil dólares) de ´tangente´, pero no que era
un mariuolo. El gran ´capo´ sabía muy bien como funcionaban las cosas en
Milán”.4 Las primeras averiguaciones le darán la razón. El secretario socialista no sólo estaba al corriente de la corrupción en esa ciudad, sino, aún
más, era uno de sus principales promotores. El “error” de Craxi, parafraseando a Chiesa, se transformará en el detonador de la ira y los deseos de
venganza del socialista caído en desgracia, en el germen que arrasará el ancien regime italiano, en el origen mismo de “Tangentópolis”, el torbellino político—judicial que llevará al abismo a la arrogante clase política que había
gobernado el país por casi 50 años.
Sintiéndose aislado por el partido y despreciado por el gran “capo”, el ex
presidente del asilo “Trivulzio” decide cortar las amarras del ancla que mantenía oculto el sistema de corrupción que por decenios había abastecido de
fondos a las partidos políticos italianos. Con lujo de detalles describe las características de este ilegal mecanismo de financiación, las operaciones de
auténtica “compra-venta” de concesiones estatales, los procedimientos para
fijar los porcentajes de las tangenti, en fin, los lugares y los métodos con los
que se llevaba a cabo la lotización (repartición) de los ministerios estatales y
de los altos cargos de las empresas paraestatales: “No existe organismo público que escape a esta lógica. Hasta los directores de los hospitales hacen
carrera gracias al partido. Su capacidad profesional no importa, lo que importa son los votos que son capaces de garantizar”, relatará Chiesa en su libro testamento.
En sus declaraciones también mencionará decenas de nombres de políticos, funcionarios públicos y empresarios involucrados en el sistema de corrupción. Hablará del número 19 de Piazza del Duomo, la oficina milanesa
de Bettino Craxi: “En este edificio —revelará en su testamento político— se
decide desde hace años la suerte de Milán, las alianzas políticas, las presidencias de los organismos estatales, las direcciones de muchos periódicos y
hasta la fortuna o la desgracia de muchos milaneses. [...] Basta decir Piazza
del Duomo para indicar uno de los puntos neurálgicos del poder en el país”.
Chiesa hablará asimismo de los “negocios” de la familia del líder socialista y
de los de sus protegidos políticos, los ex alcaldes de Milán Carlo Tognoli y
Paolo Pillittieri, este último concuñado de Craxi. Confesará los favores hechos a la esposa e hijos del líder: aprovechando de su posición y del patrimonio inmobiliario del asilo “Trivulzio” les adjudicó lujosos y céntricos apartamentos a cambio de rentas irrisorias.
En su vasto y desconcertante relato del universo de corrupción de la Italia de los años ochenta, Mario Chiesa no se limitó a describir simples y aislados casos de deshonestidad de servidores públicos. Sacó a la luz un complejo e ilícito sistema de recolección y gestión de recursos que, por su volumen y destino final, incidía directamente en la potenciación política y económica de los partidos en el gobierno y sus miembros. Se trataba de un sistema nacional de corrupción paralelo al Estado, de un verdadero poder supraestatal que operaba a través de un código de comportamiento, el cual, a
partir de los años 80, teniendo como pilar una sólida estructura administrativo-contable, se convertirá en el soporte fundamental del sistema político italiano.
4
Op. cit. p. 94.
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Desde esta amplia perspectiva resultaría erróneo y reductivo imputar el
origen y la enorme difusión del fenómeno a la simple voracidad de la clase
política del país. La verdad de las cosas es que detrás de la funcionalidad
del sistema estaba el poder mismo del Estado, porque a partir de la llegada
al gobierno de los socialistas, hecho que coincidió con la violenta irrupción
del neo liberalismo económico, el dinero se transformó en el único y verdadero soporte de la política en Italia. Sus costos habían alcanzado tales niveles que la ausencia de fondos económicos —más que la de programas o proyectos— representaba la marginación de partidos y políticos de profesión.
Este envilecimiento del quehacer político, producto en gran parte de la
“americanización” del partido socialista, estaba destinado a cancelar el tradicional significado de la lucha por el control de las instituciones, sentando
con ello las bases de una auténtica mutación del sistema político italiano.
Las turbias prácticas de los partidos de hecho asumieron el carácter de un
acto político de naturaleza económica, porque detentar el poder significaba
acceder y controlar los grandes negocios estatales, contar con una rica e
inagotable fuente de recursos destinados a costear no sólo las campañas
electorales, viajes y congresos, sino también la renta, luz, teléfono y calefacción de las sedes de los partidos, así como los salarios de su desmesurado
ejercito de burócratas y los exorbitantes gastos personales de líderes y funcionarios.
A partir del inicio de los años 80, marginados los valores que impulsaron
el crecimiento de las organizaciones políticas en el poder, hasta los militantes de base costaban a los partidos. Los que en alguna época colaboraron
gratuitamente habían desaparecido. Aquellos que seguían haciendo labor
de proselitismo, exceptuando a comunistas y radicales, fueron absorbidos
rápidamente por el remunerativo sistema de la “tangente”. Chiesa proporcionará una amplia información al respecto: “Los miembros de las secciones
socialistas —escribe en su libro— reciben dinero de sus responsables o padrinos políticos. Sus remuneraciones, que no son formales sino substanciales, se encuentran lógicamente al margen de la contabilidad del partido”. El
consenso y por ende el poder, dentro y fuera de las organizaciones, se obtenía a través de este ilegal, pero efectivo mecanismo de “persuasión” política
amplia y abiertamente soportado por el sistema de la “tangente”.
Las desconcertantes revelaciones de Chiesa sacuden lógicamente al país,
pero sobre todo a Milán, por ser no sólo la ciudad donde se descubrió el fenómeno sino la capital económica y financiera de Italia. Otrora sinónimo de
trabajo, eficiencia y honradez, Milán, de la noche a la mañana, descubre ser
el centro de la corrupción y el mal gobierno partidocrático. Este hecho le
hará ganar el nombre de “Tangentopoli”, la ciudad de la mordida, el poco
honroso apelativo con el que más tarde será definido el fenómeno en su
conjunto.
El descubrimiento de la corrupción y la repartición de que era objeto el
aparato gubernamental milanés no era sin embargo una novedad. Buena
parte de la ciudadanía sabía de estas maquinaciones, participaba de ellas y
hasta las fomentaba porque los demócrata-cristianos, ahora coludidos con
los socialistas, desde hacía decenios se dividían alegremente los organismos
públicos de la Lombardía, la región a la que pertenece Milán. La verdadera
novedad que trajo este descubrimiento, al menos en un principio, fue haber
sacado a la luz pública las enormes sumas de dinero que giraban alrededor
de “Tangentopoli” y los cuantiosos “negocios” que suponía este eficaz sistema de corrupción. A través del mismo también se pudo constatar que corrupción y repartición iban de la mano, que la segunda presuponía la priEntelequia. Revista Interdisciplinar
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mera y viceversa. De hecho ninguna institución estatal o paraestatal de la
ciudad (y del país) escapaba a esta doble y fraudulenta maquinación: el metro, la empresa de transporte público urbano, la que administra los aeropuertos, las farmacias municipales, la central de lácteos y de abastos, el
servicio público de limpieza y los bancos, en especial modo, constituían el
botín partidocrático. Los créditos bancarios, que garantizaban parte de los
ilegales pagos a los partidos, eran obtenidos y agilizados gracias al control
político de las instituciones financieras de la región: las Presidencias y Vice
presidencias de las instituciones de crédito se encontrarán permanentemente en manos de demócrata-cristianos y socialistas. “La Banca Comerciale Italiana, el Credito Italiano, la Cassa di Risparmio y todas las demás
instituciones bancarias de la ciudad —como lo atestigua Chiesa— seguían
siempre este criterio”.5
La naturaleza y complejidad del fenómeno descubierto, que en un principio no se extendía más allá de la ciudad Milán, comportó inmediatas y relevantes consecuencias para la justicia del país. Una de ellas fue el surgimiento del hoy mítico “pool de manos limpias”, como se conoce el homogéneo y bien estructurado grupo fiscales (Agentes del Ministerio Publico) de la
Audiencia (Procuraduría) de Milán a través del cual la justicia italiana pudo
dar una respuesta rápida, eficaz y orgánica a “Tangentópolis. 6 El trabajo del
“pool”, documentado en el capítulo siguiente, recorrerá dos líneas de investigación distintas, pero íntimamente ligadas. Con la primera reconstruirá la
red de corrupción que operaba en Milán y en otras partes del país, mientras
que con la segunda, de naturaleza técnico-procesal, reunirá los instrumentos probatorios que le permitirán identificar y llevar a juicio a los responsables del sistema de corrupción.
El mito de Antonio Di Pietro, principal protagonista del descubrimiento
de “Tangentópolis”, nace simultáneamente al “pool de manos limpias”. Por
más de dos años cabeza indiscutible del “pool” y hasta antes de estos acontecimientos totalmente desconocido fuera del ambiente judicial, Di Pietro
sin embargo ya gozaba de la estimación de sus colegas por su brillante carrera dentro de la judicatura. En un informe de la Procuraduría de Milán,
que se remonta a su período de aprendizaje, se hacen constar sus grandes
dotes de investigador: “Buena preparación jurídica, constancia en el trabajo, equilibrio y capacidad. Posee una particular preferencia por las materias
penales. Su propensión a este tipo de investigación deriva innegablemente
de su anterior experiencia como comisario de la seguridad publica”.7
Estas cualidades, aunadas a su probada habilidad para interrogar y entender la psicología de Mario Chiesa y muchos otros indagados, dieron seguramente la pauta para que Di Pietro se constituyera en la indiscutible
punta de lanza del “pool de manos limpias” y en uno de los personajes públicos más llamativos de la Italia de aquellos años. Coordinado por este hábil fiscal, al “pool” le tocará desentrañar el extenso y complejo tejido de co5
Op. cit. p. 83.
6
El “pool de manos limpias” estuvo originalmente integrado por los fiscales de la
Audiencia de Milán (agentes del Ministerio Público de la Procuraduría de Milán)
Antonio Di Pietro, Gherardo Colombo, Piercamillo Davigo, Gerardo D'Ambrosio e Ida
Boccasini. Todos ellos estaban bajo las órdenes del Procurador de Milán Francesco
Saverio Borreli.
Estos juicios, expresados por la Procuraduría de Milán al término del adiestramiento de
14 meses completado por Antonio Di Pietro en 1981, se encuentran contenidos en el
Dossier di Di Pietro publicado el 17 de julio de 1993 en el semanario italiano Il Sabato.
7
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rrupción presente en el país, así como firmar los cientos de órdenes de
aprehensión y avvisi di garanzia8 en contra de políticos, empresarios y funcionarios públicos, algunos de los cuales terminaron recluidos en la cárcel
milanés de San Vittore, uno de los símbolos del eficiente trabajo realizado
por el “pool”.
Estos clamorosos actos fueron sin embargo sólo el principio del auténtico
aluvión político que provocó Mario Chiesa. Sus declaraciones de hecho permitieron probar la podredumbre de un sistema, de un régimen y de una clase dirigente que, obsesionada por el poder y la riqueza, terminó no sólo por
manipular y deformar las reglas, los instrumentos y las estructuras mismas
del gobierno, sino la naturaleza misma de la República italiana y la de su
sistema político. Gracias a la eficaz labor del “pool de manos limpias” toda
Italia pudo constatar que lo sucedido en el asilo “Trivulzio” no era el simple
caso de un deshonesto servidor público, sino uno de los cientos o miles de
ilícitos engranajes que hacían posible el funcionamiento de un sistema nacional de corrupción detrás del cual se encontraban la “partidocracia”, su
rancia nomenclatura y toda la clase dirigente del país: políticos, empresarios y burócratas de todos los niveles.
8
El “avviso di garanzia” es un instrumento jurídico italiano a través del cual una
Procuraduría o Magistratura, como también llaman en Italia a las Audiencias, hace
saber al presunto responsable de un ilícito, antes de ser formalmente procesado, que
esta realizando investigaciones sobre su persona y actividades. Es de advertir que en
Italia la carrera de fical o agente del Ministerio Publico, tal como la de los jueces, se
desarrolla en el ámbito del Poder Judicial y por ello son frecuentemente llamados
magistrados o jueces.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
MANOS LIMPIAS ENTRA EN ACCIÓN
A
poco más de un año de aquel fatídico 17 de febrero de 1992 el llamado
bel paese ya no era el mismo9. El descubrimiento de “Tangentopoli” había desencadenado una violentísima reacción ciudadana y una agitación política sin precedentes en la historia reciente del país. El aparente
boom económico y la relativa calma social que caracterizaron la vida de Italia en el decenio de los 80 fueron abruptamente cancelados con las primeras e impactantes revelaciones del “pool”. La misma suerte corrieron el optimismo y el orgullo que suscitó el anuncio de que Italia se había convertido
en la séptima potencia industrial del planeta. Sintiéndose decepcionada y
traicionada gran parte de la población italiana comenzó a renegar de su pasado próximo mientras que el país, acéfalo de una clase política honesta y
responsable, parecía como un barco a la deriva con millones de pasajeros a
bordo que afanosamente buscaban la dignidad perdida, una nueva identidad, un rostro ex novo para presentarse al mundo.
Este generalizado sentimiento de frustración estaba más que justificado.
Con la red de corrupción político-empresarial sacada a la luz por el “pool”,
de inmediato fueron evidentes las responsabilidades de la anquilosada clase
gobernante, núcleo central de la perversión sistemática revelada por Mario
Chiesa, y las enormes deficiencias y múltiples deformaciones estructurarles
presentes en el sistema político italiano. La cúpula “partidocrática” (líderes,
políticos, ministros y funcionarios públicos), siendo el origen de la crisis,
fue incapaz de dar una respuesta unívoca e integralmente válida a los profundos problemas planteados por “Tangentopoli”. Su descrédito y total pérdida de credibilidad le impedían repetir las turbias maquinaciones político—
institucionales con las que había apagado, en décadas anteriores, los brotes
de descontento social surgidos en el país.
Detrás de esta incapacidad estaban los múltiples e infamantes cargos
imputados a sus otrora intocables exponentes: corrupción, encubrimiento,
violación de la ley que reguladora del financiamiento público de los partidos
y en algunos casos hasta el de asociación de naturaleza mafiosa. Todo esto,
aunado a las posteriores declaraciones de sus líderes —ante el Tribunal de
Milán— anunció el debacle de la partidocracia. El fin de los proverbiales
equilibrios del poder en Italia y un veloz e irreversible proceso de deslegitimación de la alianza de partidos de gobierno fueron sólo algunas de las
consecuencias que trajo consigo el rápido proceso de descomposición de la
aparentemente indestructible clase política italiana.10
Otra consecuencia no menos importante de este proceso fue el saludable
reforzamiento de nuevas y emergentes formaciones políticas en el país: La
RETE, Alianza Democrática, el Partido Democrático de la Izquierda (heredero del desaparecido Partido Comunista italiano), Forza Italia (una original
formación política nacida meses antes de las elecciones políticas de 1994
9
Bel paese (país bello) es una frase comúnmente utilizada por los medios de información
locales para referirse a Italia visto que, en su opinión, no existe otro más bello en el
mundo.
10
“Partidocracia” o gobierno de los partidos es una palabra con la que en Italia, y ahora
también fuera de sus fronteras, se identifica la alianza establecida por el partido
demócrista-cristiano y sus satélites desde la fundación de la Primera República. A través
de esta institución y con el fiel apoyo de sus aliados de turno el partido católico
condujo las riendas del país del 1946 al 1994.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
bajo la jefatura del empresario Silvio Berlusconi), Alianza Nacional (un partido de derecha surgido de las cenizas del fascista Movimiento Social Italiano, MSI,) Lega Norte y los partidos católicos PPI, CCD y CDU, facciones residuales de la extinta Democracia Cristiana, nacieron o se consolidaron en
este período.
Estas y otras señales de renovación no impidieron que el escenario político italiano entrara en un período de generalizada confusión, agudizada ulteriormente por la total ausencia de indicios que hicieran entrever una paz
institucional a corto o mediano plazo. El comportamiento de la ciudadanía
es en este sentido el mejor indicador de lo que acontecía en ese momento en
el país. Rechazando abiertamente las tradicionales estructuras políticas y
no encontrando en las nuevas formaciones políticas válidos centros de agregación, la sociedad civil italiana inicia una masiva y en la mayoría de los casos espontánea protesta contra los dirigentes de un régimen que se caía a
pedazos. Detrás de estas amorfas muestras de repudio e inconformidad se
escondía sin embargo una ansiosa cuanto inconsciente búsqueda del siempre añorado líder carismático, el único, en teoría, capaz de restablecer el orden político institucional que el país había perdido. Por cuanto comprensible y justificada, la masiva reacción ciudadana adolecía de defectos no sólo
organizativos. Se expresaba de manera más bien voluntarista y por ende carente de propuestas viables y orgánicas, porque si bien es cierto que “Tangentopoli” había construido las cimientos de un radical cambio del orden
establecido, haciendo emerger sujetos políticos nuevos o al menos portadores de una hipotética renovación, cierto es también que en el horizonte italiano no se lograban vislumbrar ni líderes ni organizaciones capaces de responder a sus expectativas.
La pobre oferta política abrió el paso a una anómala y por demás paradójica situación. Huérfana de una alternativa partídica creíble y actuando al
margen de la recomposición que operaban las nuevas fuerzas que pugnaban por el poder, la sociedad civil identificará en el “pool de manos limpias”
y, de manera particular, en Antonio Di Pietro, a sus nuevos y legítimos representantes morales. En este agitado contexto, donde el poder judicial
efectuaba una obra del todo anómala y sin precedentes en el país, el inconsciente colectivo italiano realizará un original acto de sublimación masiva. Buscando construirse una nueva identidad transformará subrepticiamente a este grupo de fiscales en la personificación misma de su amorfo
ser, en su brazo activo, para llenar el vacío institucional reinante. Los efectos son inmediatos. Viendo ulteriormente reforzada su potestad judicial y
entendiendo la trascendencia de su trabajo, el pool acepta tácitamente la
pesada responsabilidad actuando de manera aún más incisiva, rápida y determinada. Su principal objetivo: impedir que políticos, funcionarios públicos y empresarios corruptos pudieran superar impunemente el embate del
proceso de adecentamiento de la vida pública. Las oficiosas estadísticas publicadas por esos días son la mejor prueba del eficiente trabajo de la Procuraduría de Milán.
Ya en el mes de julio de 1993 las personas incriminadas eran 880, de las
cuales 315 se hallaban en prisión preventiva. El número de imputados y detenidos en establecimientos penitenciarios sin embargo aumentaba diariamente. Con el posible desafuero de los diputados implicados en “Tangentópolis”, la cantidad y calidad de los indiciados podía experimentar un ulterior incremento: las solicitudes formalmente presentadas para proceder en
su contra eran 106. Esto significaba que el 17 % del total de ellos (630) corría el peligro de ser desaforado y procesado por motivos de corrupción.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
Doce de los investigados decidieron quitarse la vida para evitar la vergüenza
de afrontar los procesos en su contra: los de Gabriele Cagliari, ex director
de la Empresa Nacional de Hidrocarburos (ENI), y Raul Gardini, expresidente del polo químico-farmacéutico Enimont11, principal protagonista del caso
de corrupción más cuantioso de “Tangentopoli”, mejor conocido como la megatangente Enimont, fueron los suicidios que causaron mayor impacto.
La Democracia Cristiana ocupaba lógicamente la primacía en materia de
imputaciones contra miembros de organizaciones políticas: 73 diputados de
este partido estaban oficialmente investigados, pero sólo para 48 de ellos
fue solicitado el desafuero. De manera proporcional a su peso político le seguían sus aliados en el gobierno: los diputados socialistas investigados eran
66 y 39 las solicitudes de desafuero, los republicanos 11 y 7, los liberales 9
y 3, los socialdemócratas 7 y 4. El Partido democrático de la izquierda (PDS,
ex-PCI) tampoco se vio libre de sospechas: la justicia investigaba a 6 de sus
legisladores y para 5 de ellos había solicitado el desafuero. Los partidos en
el gobierno (DC, PSI, PLI, PSDI y PRI) acumulaban por sí solos el 74% de la
totalidad de parlamentarios indiciados12. Estas cifras ilustran perfectamente
el alto grado de descrédito de la clase política y el fundado repudio que le
expresaba la población.
El legislativo no fue sin embargo el único poder involucrado en estos casos. Las investigaciones del “pool” también traspasaron el portón del Palacio
Chigi, sede del poder Ejecutivo. Cuatro ministros del gabinete del constitucionalista Giuliano Amato, Jefe de Gobierno del 30 de junio de 1992 al 22
de abril del año siguiente, tuvieron que renunciar a sus cargos por estar implicados en la compleja red de corrupción. Por el mismo motivo cuatro secretarios nacionales de partido también se vieron obligados a abandonar su
cargo. Uno de ellos era Bettino Craxi, por aquel entonces secretario del PSI,
el partido al que pertenecía Giuliano Amato. Los gobiernos de las ciudades
tampoco escaparon a esta vorágine judicial. Como consecuencia de los procedimientos penales incoados contra algunos de sus más “distinguidos”
miembros, los gobiernos de Milán, Roma, Nápoles y Turín terminaron por
ser disueltos anticipadamente, es decir, antes del término natural de su
mandato.
Esta avalancha de notificaciones judiciales y arrestos fue el resultado del
salto cualitativo operado por la Audiencia (Procuraduría) de Milán. Cuando
ésta trasladó sus investigaciones de Milán a Roma y se ocupó por primera
vez de las sedes centrales del poder político y económico del país, “Tangentópolis” adquirió una nueva dimensión. Deja de ser una prerrogativa de la
Lombardía, la región a la que pertenece la ciudad de Milán, para asumir el
carácter de una verdadera institución ramificada y en función a todo lo largo y ancho del territorio italiano. Con este salto de calidad el “pool”, pudo
confirmar una de las principales hipótesis investigadoras: que la corrupción
era una práctica oficial y cotidiana en todas las instituciones del país. Probará que todas las concesiones estatales otorgadas, independientemente de
11
Gabriele Cagliari se quita la vida el 20 de julio de 1993, en la cárcel de San Vittore, y
Raul Gardini, tres días mas tarde, hace lo propio en una de las habitaciones de su casa
de la ciudad de Milán. Gradini era también el principal animador de la sociedad ítalomexicana “San Diego”, que tenía como objetivo principal promover las inversiones
italianas en ese país.
12
Algunos de estos datos fueron reportados el día 9 de julio de 1993 en los periódicos
La Repubblica y Corriere della Sera y otros más fueron extraídos de Piero Della Seta y
Edoardo Salzano, L'Italia a Sacco, Editori Riuniti, 1993, p.XV.
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su cuantía, tipo de proyectos y monto de sus presupuestos, dependían de
las tangenti pagadas a funcionarios públicos, líderes y miembros de los partidos en el gobierno. Con lujo de detalles revelará asimismo las generosas
“contribuciones” impuestas a cientos o miles de empresarios, sobre todo del
sector de la construcción, haciendo hincapié en que para cubrirlas, los mismos empresarios inflaban sin ningún pudor y hasta lo inverosímil los presupuestos de las obras públicas.
El alto grado de ilegalidad presente en el gobierno y en el sector privado
lo certifica el número de dirigentes de empresas públicas y privadas que
fueron a dar a la cárcel o que terminaron por ser investigados judicialmente. Franco Nobile, ex director del Instituto de Reconversión Industrial (IRI);
Clelio Darida, ex Ministro y ex Alcalde de Roma; Felice Frio, ex diputado socialista; Serafino Generoso, ex consejero regional de la DC; Ettore Fortuna,
ex director de la Bolsa de valores de Milán; Gabriele Cagliari, titular del Instituto Nacional de Hidrocarburos italiano (ENI) y el financiero Sergio Cusani, principal imputado en el proceso de la “megatangente” Enimont, son
sólo algunas de las “personalidades” que en diversos momentos, acusados
del delito de corrupción, pernoctaron en la cárcel milanesa de “San Vittore”.
Interminable e inútil resultaría enumerar a los políticos y empresarios indagados por la Procuraduría de Milán. Mencionar sin embargo los nombres
y los cargos de algunos de ellos ayuda a ilustrar el altísimo nivel de penetración institucional que había alcanzado la corrupción en Italia: Francesco
de Lorenzo, ex Ministro de Sanidad; Giovanni Goria, ex Ministro de Finanzas; Paolo Cirino Pomicino, ex Ministro de Finanzas; Bettino Craxi, ex Jefe
del Ejecutivo y Secretario del PSI; Claudio Martelli, ex Vice Presidente del
Consejo de Ministros y ex Ministro de Justicia; Gianni De Michelis, ex Ministro del Exterior; Giorgio La Malfa, ex Secretario del Partido Republicano;
Renato Altisimo, ex Secretario del Partido Liberal; Ciriaco De Mita, ex Jefe
del Ejecutivo y ex Secretario de la Democracia Cristiana, Cesare Romiti, segundo hombre de la FIAT después de Gianni Agnelli, Carlo De Benedetti,
Director general de la Olivetti y el ya mencionado Raul Gardini pueden considerarse las personas más representativas en este rubro.13 El “pool” no conoció de casos de políticos acusados de colaborar con el crimen organizado,
también descubiertos en esa época, pero no está por demás recordar que
este tipo de imputaciones recayeron sobre diversas e importantes personalidades políticas de la época, como el siete veces jefe de gobierno Giulio Andreotti.14
13
Op. cit., Piero Della Seta y Edoardo Salzano. En este libro se puede encontrar una
valiosa y abundante información sobre el particular, con las cifras y nombres de
políticos y empresarios involucrados en este sistema.
14
Personalidades de la talla del ex Ministro de Finanzas Paolo Cirino Pomicino, el ex
Ministro del Interior Antonio Gava y el en siete ocasiones Presidente del Consejo de
Ministros (Jefe del Ejecutivo), Giulio Andreotti. Senador vitalicio, otrora admirado
dentro y fuera de Italia y sin duda el político más representativo del régimen
partidocrático, este último será procesado por dos infamantes delitos: asociación
mafiosa y autoría intelectual del homicidio de un controvertido periodista de nombre
Mino Pecorelli, ejecutado por la mafia el 20 de marzo de 1979 en la ciudad de Roma.
Al término de los largos procesos, celebrados en los Tribunales de las ciudades de
Perugia y Palermo, en ambos Andreotti será absuelto. Las declaraciones de los testigos
y los elementos probatorios presentados por la fiscalía, se lee en las sentencias, fueron
reputados insuficientes. Para quien quiera obtener mayores datos al respecto
aconsejamos el libro de Della Seta y Salzano.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
En el curso de los interrogatorios realizados en la procuraduría de Milán
salieron asimismo a la luz los montos y los destinatarios de muchas tangenti. El director de la financiera Premafin confesó haber entregado anualmente
al Partido Socialista (de 1985 al 1993) 700 millones de dólares y 350 a la
Democracia Cristiana; el empresario Mario Lodigiani 700 millones de dólares anuales (a partir de 1985) a las direcciones nacionales del PSI y de la
DC; el representante del grupo Itinera 135 mil dólares al PSI, de 1985 a
1990, y 335 mil a partir del 1991, mientras que su homólogo de la empresa
Torno, a socialistas y demócrata-cristianos, entre 200 y 250 mil dólares
anuales del 1986 al 1991.15 Lo desconcertante de este mecanismo de financiamiento es que el pago de estas cuantiosas sumas no garantizaba la automática asignación de las concesiones públicas. Una buena parte de estas
cantidades eran solamente uno de los requisitos exigidos a las empresas
para ser admitidas o para mantener la pertenencia al exclusivo “club de
concesionarios estatales”.
El funcionamiento y el despilfarro de recursos económicos que comportaba este sistema de corrupción político-empresarial lo ejemplifica perfectamente la concesión para la construcción de una carretera de Ancona, una
importante ciudad portual del centro—oeste del país. Evitando las “engorrosas” y burocráticas licitaciones públicas previstas por la ley, la citada concesión fue otorgada directamente a la empresa constructora propiedad del
Sr. Edoardo Larini. Demócrata-cristiano, amigo personal de los dirigentes
de su partido y de los diferentes Ministros de Obras Públicas que seguirán
el “desarrollo” del proyecto, Larini fue lógicamente objeto de un trato más
que especial. Al momento de la firma del contrato (1977) el costo de la obra
era de 14 millones de dólares. De ese año a 1991, con las debidas autorizaciones, el presupuesto se elevó a ¡500 millones de dólares! El desproporcionado aumento pudo haber sido pecata minuta si no fuera porque Larini tenía por costumbre o no iniciar las obras asignadas y previamente pagadas o
bien dejar “a medias” las ya comenzadas. La obra a la que nos referimos, financiada casi totalmente por el Estado desde 1977, no fue una excepción.
Al estallar el escándalo del caso Ancona, la prensa difundirá un dato que se
comenta por sí solo: después de todos estos años, y a pesar de haber recibido 333 millones de dólares para la realización de esta obra, la empresa de
Edoardo Larini había construido sólo ¡cinco kilómetros de carretera!16
Estimaciones no oficiales, difundidas a inicios de 1993, revelaron que el
flujo de dinero que había transportado el caudaloso río de “Tangentópolis”
podría haber oscilado entre 6 y 10 mil millones de dólares anuales. Gran
parte de este dinero terminó en las arcas de los partidos y otra, no menos
consistente, en los bolsillos de políticos y funcionarios públicos. La dimensión nacional y lo bien engrasado del engranaje afectaron lógicamente a las
finanzas de la Nación. Mientras la corrupción vivía su época de mayor esplendor económico, el déficit público italiano tocaba límites incontrolables.
En el mes de julio de 1993, según afirmo Antonio Fazio, por aquel entonces
Gobernador del Banco Central de Italia, la deuda pública del país tocaba la
exorbitante cifra de un billón 161 mil 610 millones de dólares. 17 Hablando
15
Della Seta etc. op. cit. p. 40.
16
Op. cit., p. 42.
La increíble cifra, que en divisa italiana asciende a un billón 742 mil millones de Liras,
fue dada a conocer por Antonio Fazio, ante el Parlamento italiano, el día 20 de julio de
1993. El periódico La Repubblica, al día siguiente, comentó el dato en un largo
editorial.
17
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ante el aula legislativa y teniendo frente a sí a la plana mayor de la partidocracia, Fazio responsabilizó de este despilfarro de dinero público a la generalizada corrupción en el país: “El efecto más grave de esta distorsión —dijo
muy diplomáticamente— se encuentra en la inapropiada elección de las empresas proveedoras, en las soluciones adoptadas y, de manera particular,
en la falta de controles para la realización de las obras, así como en la baja
productividad de algunas estructuras públicas”.18
Lo que en realidad quiso decir Fazio, traducido en un lenguaje más llano,
es que “Tangentopoli” había significado pagar por obras jamás realizadas o
del todo inútiles (fábricas sin ningún futuro, inoperantes estaciones ferroviarias, como la que se construyó en Roma con motivo del Mundial de Fútbol, o inexistentes y costosas carreteras como la de Ancona); inflar hasta lo
inverosímil los presupuestos de las mismas; renunciar a las licitaciones y a
los necesarios controles para las obras públicas; violar impunemente los
acuerdos previamente suscritos; cancelar la credibilidad de la administración pública; anular la saludable competencia entre las empresas (el 90%
de las concesiones para calles y carreteras construidas para las Colombiadas de 1992, por ejemplo, fueron asignadas a 10 grupos todos ellos vinculados entre sí); reducir las inversiones productivas y, en fin, incrementar sin
ningún pudor la renta parasitaria.
Algo que omitió mencionar el Gobernador del Banco Central fue que también existía una “Tangentopoli” menor, ampliamente difundida en las pequeñas y grandes ciudades. Este productivo territorio era alegre y celosamente controlado por empleados y funcionarios de bajo rasado. Según una
encuesta realizada a principios de julio de 1993, el 88.7% de los comerciantes e industriales entrevistados declaró haber participado, directa o indirectamente, en algún tipo de corrupción administrativa. Refirieron asimismo
que en los gobiernos municipales era donde más se daba este fenómeno, el
cual también imperaba en los regionales (en el fisco, en las oficinas de empleo y entre los agentes de tránsito), y que aceptaban estas prácticas no
sólo por costumbre, sino sobre todo para evitar los excesos burocráticos, las
amenazas y presiones de los funcionarios.19
Cuantificar con precisión el saldo económico —y sobre todo social— dejado por los decenios de corrupción en Italia resulta una empresa prácticamente imposible. Interesante resulta sin embargo recordar que a un año del
descubrimiento de “Tangentopoli” la desocupación en el país, por ésta y
otras razones, alcanzaba casi el 12%, la Lira se había devaluado en un 40%
en relación con el dólar y, si se distribuía el enorme déficit de las finanzas
públicas entre la población, como observaron algunos analistas económicos, cada italiano debía alrededor de 20 mil dólares. Otro aspecto no menos
delicado fue que el aparato productivo del país, a partir de las primeras declaraciones de Mario Chiesa, quedó virtualmente paralizado, agudizando así
los ya graves problemas presupuestales y sociales de la Nación.
La política italiana, inmersa en este contexto, era el fiel reflejo de la situación económica que vivía el país en 1993. Con un Parlamento totalmente
deslegitimado y aún en manos de la partidocracia, el sistema político im18
Antonio Fazio hizo esta afirmación en su comparecencia ante el Parlamento el 20 de
julio de 1993.
19
La CONFESERCENTI, un organismo que reagrupa comerciantes y dirigentes industriales,
dio a conocer el resultado de esta encuesta el 30 de julio de 1993 mientras que el
periódico La Repubblica, al día siguiente, publicó una síntesis de la misma.
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plantado en los albores de la Primera República, dadas sus insanables fracturas, exigía una reforma urgente y radical. No fue pues extraño que en este
desolador panorama la Democracia Cristiana, cabeza de los partidos en el
gobierno y principal responsable de las desviaciones del poder, experimentara sus primeras escisiones. Para sobrevivir a este desastre político algunos de sus ex miembros de hecho se aprestaron a engendrar una nueva organización, el Partido Popular. Socialistas, liberales, socialdemócratas y republicanos, corresponsables de “Tangentópolis” y eternos satélites de la DC,
definían por su parte los términos de su vergonzosa extinción. La tragedia
política italiana estaba por llegar a su epílogo.
“Tangentópolis” se había constituido en el parte aguas de la historia contemporánea del país. El caos institucional y la virtual ruptura del puente
que unía las sociedades política y civil de hecho planteaban muchas interrogantes e innumerables problemas de no fácil solución, no solamente por
los múltiples intereses que seguían girando en torno al sistema de corrupción, sino sobre todo porque la agonizante clase política se alistaba para librar su última y definitiva batalla.
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HACIA LA RAÍZ DE TANGENTÓPOLIS
P
robar lo que bien o mal toda Italia conocía no fue en realidad la gran virtud de “Tangentopoli”. Con anterioridad la justicia italiana había detectado y de alguna manera hasta probado muchos otros casos de corrupción de igual o similar envergadura de los que emergieron con las declaraciones de Mario Chiesa. El problema es que en aquellas ocasiones ninguno
de los indagados pudo ser procesado por los insuperables obstáculos que
siempre encontraron las acciones de la judicatura; la amplia cobertura política de que gozaron estas personas terminó por convertirse en una barrera
infranqueable para las Audiencias (Procuradurías) que conocieron de estos
delitos.20
La reconstrucción del sistema nacional de corrupción y el hecho de haber podido llevar a juicio a la entera clase política del país son desde esta
perspectiva las verdaderas novedades que introdujo “Tangentópolis”. Estos
hechos, sin precedentes en Italia, pudieron sin embargo concretarse sólo
gracias a las radicales transformaciones que había experimentado el mundo
por aquellos años. Nos referimos a las revoluciones de 1989. Al anunciar la
disolución del bipolarismo mundial, con la caída de los regímenes comunistas del Este europeo y la extinción de la URSS, estos acontecimientos banalizaron la otrora temida presencia en el país del Partido Comunista Italiano
(PCI), el más grande y organizado del Occidente, cancelando ipso facto los
privilegios y el especial trato que habían recibido los gobiernos italianos, a
nivel internacional, desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Debido en
buena parte a estos hechos de resonancia mundial, la judicatura italiana
pudo deshacerse de la agobiante hipoteca política que pesaba sobre sus acciones y finalmente actuar con absoluta libertad. Hasta antes de 1992 todos
los procedimientos relacionados con este tipo delictivo y de manera particular los que entraban en el rubro de asuntos político-mafiosos, habían sido
condicionados abierta y sistemáticamente por el poder político. Todos ellos,
sin excepción, terminaron por engrosar regular e “incomprensiblemente” los
ya voluminosos archivos de los juzgados italianos. Las múltiples pruebas
presentadas contra los imputados y la enorme repercusión política y social
que tuvieron estos casos, huelga decir, resultaron del todo insuficientes
para hacer efectiva la acción de la justicia.21
Uno de los ejemplos de la anómala dependencia del poder judicial es el
caso del diputado demócrata-cristiano Francesco Trabucchi, principal indiciado en dos episodios de corrupción escenificados en 1963 y 1965. Temiendo que en el curso de sus interrogatorios pudieran saltar muchos otros
20
El escándalo del monopolio del plátano y las fraudulentas subastas del 1963, el del
tabaco de 1965, el obscuro negocio de los aviones Lockheed de 1968, la turbia
transacción petrolera de 1974, que por ironías del destino será el origen de la ineficaz
Ley que regula el financiamiento público de los partidos; así como el de las llamadas
“sábanas de oro” de 1980, son sólo algunos de los episodios de corrupción detectados
precedentemente por las Audiencias (Procuradurías) italianas. Sobre estos y otros
escándalos existe una extensa bibliografía. A quien esté interesado en profundizar en el
tema sugerimos consultar: Ernesto Rossi Settimo, non rubare Laterza, Bari 1954; Eugenio
Scalfari y Sergio Turone, Razza Padrona, Fertrinelli, Milán, 1974; Sergio Turone, Política
ladra. Storia della corruzione in Italia 1961-1992; y Piero Della Seta y Edoardo Salzano...
Op. cit.
21
Ver nota anterior.
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actos de corrupción política, la clase gobernante optó por cerrar filas para
impedir el desafuero de Trabucchi. “El Parlamento italiano, ampliamente
dominado por la partidocracia, decretó la absolución anticipada de Trabucchi al negar su desafuero”, denunciaron los periódicos en aquellos días. La
polémica que suscitó la decisión del parlamento no duró más de lo necesario porque todo el país sabía que en los “negocios” de Estado la acción de
los jueces era considerada una inaceptable intromisión.
Gianfranco Viglietta, Presidente de la primera Comisión del Consejo Superior de la Magistratura (CSM), el órgano que conoce y sanciona los errores
de los magistrados, proporciona un importante testimonio del condicionamiento político que ataba de manos al Poder Judicial. “Era evidente que
existía un preciso interés para promover la ineficiencia y la falta de autonomía profesional de los magistrados. En razón de ello la acción penal era
obligatoria sólo en situaciones periféricas, donde era posible eludir el condicionamiento a nivel central”, comentó en una entrevista concedida a un semanario.22 Como es fácil intuir, interpretando lo afirmado por esta autorizada fuente, los puntos neurálgicos de la política italiana se encontraban total
y permanentemente al margen de la jurisdicción de las Audiencias (Procuradurías) y Tribunales del país.
El fin que esperó a los pocos jueces que osaron adentrarse en el complejo
y oscuro universo de la corrupción corrobora ampliamente esta afirmación.
Como “premio” a su valerosa labor muchos de ellos fueron trasladados a
otras sedes judiciales o relevados de sus cargos: “Los procedimientos disciplinarios —agrega Viglietta en la misma entrevista— eran aplicados permanentemente en contra de los colegas que disentían del modo de ser de la
corporación”.23 Estas medidas en realidad afectaban sólo a aquellos jueces
que no respetaban esta pseudo norma o consuetudine, obviamente no escrita, que regía el quehacer profesional de la judicatura.
El temor a las sanciones no era el único elemento que condicionaba el
funcionamiento de la justicia italiana. La complicidad de algunos jueces
también era determinante Las sustanciosas tangenti y rápidos ascensos, recibidos a manera de compensación por los “servicios prestados”, garantizaban su “lealtad” al sistema y la impunidad de políticos y funcionarios públicos corruptos. A finales de agosto de 1993 el CSM indagaba a 120 jueces en
su contra de los cuales, de forma preventiva, había decretado amonestaciones, censuras, pérdida del derecho a la pensión de jubilación, suspensión
de funciones, salarios y, en situaciones extremas, la destitución de alguno
de ellos.24
De todos estos casos de desviación judicial los protagonizados por los
Jueces Corrado Carnevale y Diego Curto merecen un comentario aparte. El
primero, ex Presidente de la Primera Sección Penal de la Corte de Apelación
y mejor conocido como el “juez mata sentencias”, por su costumbre de revocar sistemáticamente las penas infligidas a exponentes de la mafia, fue privado de empleo y sueldo por su actuación no muy clara en el caso de la
bancarrota de una flota naviera y porque en su contra obraba asimismo la
22
Periódico L'Indipendiente, 21 de agosto, 1993. Esta afirmación es un extracto—
anticipación de una entrevista concedida por Gianfranco Viglietta al semanario italiano
L'Espresso. En la misma fecha esta revista publicó el texto completo.
23
Op. cit.
Op. cit (Este dato es del semanario L'Espresso, pero sintéticamente reportado por el
periódico L'Indipendente el 21 de agosto de 1993).
24
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gravísima acusación de “concurso” en asociación mafiosa. El segundo, ex
Presidente Vicario del Tribunal de Milán, acusado formalmente de corrupción el 6 de septiembre de 1993, confesó en la cárcel de la ciudad de Brescia que había recibido una tangente de 400 mil francos franceses de manos
de su acusador Vincenzo Palladino, la persona que él mismo había designado como depositario de un paquete de acciones —de la sociedad Enimont—
secuestradas a la empresa Ferruzzi. Lo desconcertante de esta confesión no
fue tanto el reconocimiento del ilícito cometido sino el hecho de que Curtò
recibió la suma cuando el mega-fraude Enimont ya había sido descubierto y
a pocos días del suicidio del industrial Raul Gardini, el personaje clave del
caso.
Reducir el problema de la deshonestidad de algunos miembros de la judicatura a una simple y congénita malformación fisiológica del poder judicial
italiano es un error. Su dependencia de la clase política en realidad se inscribe en el marco de las imperfecciones que manifestó el sistema político
italiano desde su nacimiento: una República en fase de construcción y un
país material y socialmente destruido por la guerra hacían de Italia un terreno más que fértil para la germinación y maduración de la corrupción.
Esta y las demás imperfecciones de su embrional sistema político eran consecuencia de la debilidad política y económica de la Italia posbélica, de la
división del mundo en dos bloques de influencia y de la presencia en el país
del PCI, el partido comunista más grande y sólido de Occidente. Todo esto,
como veremos más adelante, condicionará muy negativamente no sólo el
funcionamiento de la justicia sino sobre todo el desarrollo mismo de la democracia italiana.
La corrupción político-empresarial, que lógicamente incluye las desviaciones de la judicatura, debe pues encuadrarse en un contexto que va más
allá de las fronteras italianas, porque desde su nacimiento se constituirá en
uno de los soportes básicos de la estructura política del país y en un perno
fundamental de una vasta y bien definida estrategia geopolítica de carácter
supranacional. A través de este ilegal y antidemocrático engranaje, está históricamente probado, los gobiernos posbélicos y los partidos que los sostenían pudieron garantizar la lealtad anticomunista que exigía a Italia el Occidente democrático y su brazo armado, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Gran parte de los fondos económicos recabados con
este mecanismo de hecho fueron destinados a la organización y promoción
de las campañas con las que la DC y sus aliados frenaron sistemáticamente
la avanzada de la izquierda en el país y el posible ascenso al poder del PCI.
El éxito de estas campañas, el anticomunismo de gran parte de la población, explotado ampliamente por la organización católica y las enormes dificultades económicas que experimentó el país una vez concluida la Segunda
Guerra Mundial, mitigadas en parte con las ayudas del gobierno de
Washington, incidieron determinantemente en el crecimiento y la consolidación de este engranaje que la emergente clase política pro-occidental italiana institucionalizó, transformándolo en un eficaz y funcional instrumento
ideológico. El fin perseguido justificaba los ilícitos medios utilizados. Contener el avance electoral del PCI significó, para Italia, signar su definitiva
alianza con las democracias Occidentales, colaborar activamente en la lucha contra la temida sovietización de Europa y transformarse en uno de los
pilares de la estrategia geopolítica del Occidente democrático. Para la Democracia Cristiana, el partido en el poder y principal artífice de estas acciones
en contra de la izquierda local (comunistas y socialistas), significó apuntalar
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su predominio político y constituirse en la incuestionable organización hegemónica del país.
Por cuanto pueda considerarse italianísima, esta especie de “corrupción
estabilizadora” no nace en la península itálica. En realidad fue introducida
y fomentada por el comando angloamericano antes de su desembarco en Sicilia, durante la ocupación aliada de la isla y una vez terminado el conflicto
bélico mundial. La semilla plantada en Sicilia pudo germinar debido a las
fuertes presiones a las que fueron sometidos los primeros gobiernos republicanos por parte de los países de la OTAN y en particular por Estados
Unidos. Esta y otras de las malformaciones presentes en su sistema político
no son otra cosa que el precio que Italia tuvo que pagar por su temeraria
alianza con la Alemania nazi y, poco después, por albergar en su territorio a
la organización comunista con mayor peso político en Europa. A todos los
gobiernos posbélicos italianos el Occidente confió el delicadísimo encargo de
contener el avance electoral del PCI, aliado natural de la Unión Soviética y
de los demás países del bloque comunista. Se temía, no sin fundamento,
que este partido pudiera instituir el primer gobierno comunista en la zona
democrática del Viejo Continente. La sola idea de que esto último pudiera
hacerse realidad justificaba y hacía obligatoria la puesta en operación de
cualquier método o procedimiento capaz de hacer vanas las aspiraciones del
partido fundado por Antonio Gramsci.
Las acciones de la clase política pro-occidental italiana, fuertemente condicionadas por el anticomunismo del partido católico, siguieron al pie de la
letra esta estrategia. Estimularon el surgimiento de fraudulentos mecanismos dentro de las instituciones, el quebrantamiento de la legalidad y la posterior distorsión de las representaciones y mediaciones políticas emanadas
de la reconstrucción socio-política del país. Al atravesar las distintas fases
de esta reconstrucción, estos métodos de manipulación política plantearon
de inmediato irreversibles deformaciones a la democracia italiana la cual,
todavía ahora, es considerada como uno de los modelos clásicos de imperfección de los modernos sistemas democráticos de representación política.
El efímero experimento de cohabitación de izquierdas y derechas, vigente
en el segundo y tercer gobierno republicano (julio de 1946 y febrero de
1947), que las fuertes presiones externas hicieron abortar, fue una de las
primeras deformaciones que experimentó el sistema político posbélico italiano. “La promesa de recibir consistentes ayudas —recuerda al respecto Rosario Mangiameli— era el aspecto [...] menos importante de la política de solidaridad entre las fuerzas sociales; esta política en realidad se había transformado en un obstáculo por los vetos que ponía el gobierno estadounidense a la colaboración con las fuerzas de izquierda, condición irrenunciable
para poder usufructuar del European Recovery Program”.25
Las presiones fueran tan grandes que, pocos meses después de los comicios que dieron vida a la primera República (1946), la DC, la mayor fuerza
política del país, ya se aprestaba a desarticular y dar por concluido el experimento. En un viaje a los Estados Unidos, donde se afinarán los términos
del famoso Plan Marshall, Alcide De Gasperi, líder histórico del partido católico y en aquel momento Jefe del Ejecutivo (cargo que ocupará ininterrumpidamente de 1945 a 1953), se verá obligado a pactar la definitiva ruptura con la izquierda.26 En el cuarto de los ocho mandatos de De Gasperi
(31 de mayo de 1947 al 12 de marzo de 1948) comunistas y socialistas salen del gobierno: los primeros nunca más regresarán, mientras que los se25
Varios autores, Lezioni sull'Italia Repubblicana, Donzelli Editori, Roma, 1994, p. 28.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
gundos lo harán sólo 15 años después, en diciembre de 1963, con el primer
gobierno del demócrata-cristiano Aldo Moro. Con esta ruptura la DC asume
de modo definitivo la hegemonía política del país.
Por estos años la corrupción en Sicilia ya había echado raíces y dado sus
primeros frutos. Repitiendo una pasada y exitosa experiencia (había liberado a diversos “capos” mafiosos para crear un frente clandestino en contra
de los saboteadores alemanes que actuaban en Nueva York), la “inteligencia” estadounidense recurre a la mafia de origen italiano asentada en su territorio, en vísperas del desembarco aliado en la isla, el 10 de julio de 1943.
“Cosa Nostra reaparece en Sicilia en 1943 [...]. Los Estados Unidos aprovecharon las relaciones que existían entre la mafias ítalo americana y siciliana
para preparar el terreno del desembarco en Sicilia”, se lee en el reporte de la
Comisión Parlamentaria Antimafia.27
La colaboración del crimen organizado resultará fundamental para la
operación aliada en Sicilia, en particular la del mafioso Salvatore Lucania,
mejor conocido como Lucky Luciano: “En prisión por aquelllos años —escribe la Comisión—, Lucky Luciano es contactado por las autoridades estadounidenses. Se buscaba conocer su disposición para favorecer el desembarco aliado. Luciano —subraya el documento— funcionará muy positivamente”.28 La tarea de este y otros mafiosos reclutados era limpiar el terreno
de opositores y organizar el apoyo de la población a las fuerzas aliadas. Según las crónicas de la época y algunos estudiosos del fenómeno, se gestará
una auténtica movilización mafiosa contra la armada ítalo-alemana. Se narra asimismo que a su entrada al pueblo siciliano de Villalba, los tanques y
aviones aliados aparecieron ondeando un pañuelo con una “L” bordada, la
“L” de Lucky Luciano.29 La versión de Luciano no concuerda sin embargo
con esta narración, “allá, en casa —dirá— no tenía siquiera un contacto”.30
Cierto o falso este episodio, la verdad de las cosas es que al término de
las hostilidades en la isla la mafia reaparecerá visiblemente legitimada. Destruido el aparato estatal fascista y sin más modelo que el del boss mafioso
emigrado a Estados Unidos, el alto mando aliado opta por dejar en manos
de esta organización criminal algunos organismo públicos sicilianos: “Conocidos mafiosos —se afirma en la relación antimafia— fueron nombrados alcaldes o colocados al frente de importantes instituciones públicas, como la
oficina de requisición del grano”.31 Lo anterior fue confirmado en una carta
que Lord Rennel (jefe del gobierno militar aliado de ocupación) dirigió por
aquellos días al comando de Londres: “Me temo —dice en su misiva— que
en su entusiasmo por destruir el fascismo, y [...] en algunos casos por ignorancia de la sociedad local, mis oficiales eligieron algunos jefes mafiosos o
26
Sobre este aspecto y sobre el largo predominio político democratacristiano se puede
consultar: Giuseppe Mammarella, L'Italia dopo il fascismo: 1943—1973, Il Mulino,
Bologna 1974; Giorgio Galli, Storia della DC, Laterza, 1978; Gianni Baget Bozzo, Il
partito cristiano al potere, Vallecchi, 1974; Giuseppe Tamburrano, L'Iceberg
democristiano, Sugarco, 1976; M. Di Lalla, Storia della DC , Marietti, 1981; G.Fanello
Marcucci, Alle origini della DC , Morcelliana, 1982.
27
Commissione Parlamentare Antimafia, “Mafia e política”, Laterza, 1993, p. 73
28
Op. cit. p. 73.
Op. cit, pp. 48 y sig.
G.Gellert, Mafia, Soveria Manneli, 1978, p. 78.
Commissione... Op. cit. p.75.
29
30
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autorizaron que tales personajes substituyesen a las precedentes autoridades locales”.32
El pueblo siciliano pagará muy caro el error de los oficiales ingleses. El
primero de mayo de 1947, durante la conmemoración dedicada a los mártires de Chicago, un grupo de campesinos será salvajemente masacrado en la
plaza del pueblo de Portella della Ginestra. Algunos historiadores atribuyen
la sangrienta represión a los mafiosos ítalo-americanos presentes en la zona
(como premio por su colaboración con las fuerzas aliadas, 65 de ellos terminaron asentados en Sicilia) y al enrolamiento de uno de sus principales “capos”, el conocido criminal Salvatore Giuliano, que fungía como coronel en la
división Evis. Este personaje, que con anterioridad se había unido a las
fuerzas separatistas y antifascistas de la isla, resultará el directo responsable de este sangriento acto. Para muchos estudiosos de la época la masacre
estaba lejos de ser un simple y aislado acto de vandandalismo. Se trató,
afirman, de una bien orquestada acción de la DC local para debilitar a las
fuerzas políticas de izquierda operantes en la isla. Lo dicho por un exponente siciliano de la organización católica, pocos días después de lo sucedido,
parece confirmar esta hipótesis: “Para frenar la violencia comunista —comentó abiertamente— el partido necesita de la protección de personas fuertes”.33
En la sentencia que sancionó a los responsables de la masacre de Portella della Ginestra se recogen diversas entrevistas concedidas por Giuliano y
sus lugartenientes. En una de ellas, Giuliano declaró cínicamente: “Sólo
para las fuerzas del orden éstos (los mafiosos) son inalcanzables”. 34 La impunidad de que gozaba el crimen organizado en la isla de Sicilia será ilustrada años más tarde con otro episodio, protagonizado por el temido mafioso llamado Gaspare Pisciotta, tristemente famoso por haber ejecutado a
Salvatore Giuliano. En una de las aulas del tribunal de la ciudad de Viterbo, al término del proceso en su contra, Pisciotta lanzará un grito que sintetiza perfectamente el origen de este fenómeno: “Bandidos, policía y mafia
somos un solo cuerpo. Como el padre, el hijo y el espíritu santo”.35
El grito del mafioso siciliano no era para nada gratuito. En el curso del
proceso declaró que la persona que le había encomendado la ejecución de
Giuliano era el también siciliano Mario Scelba, en aquel momento flamante
Ministro italiano del Interior. La clamorosa afirmación de Pisciotta fue reputada inverosímil y extraña al proceso porque el objeto del mismo era la masacre de 1947. El 9 de febrero de 1954, recluido en la cárcel palermitana
del Ucciardone, Pisciotta muere envenenado. Del homicida y del mandante
del homicidio nunca se supo nada.36
32
Cole y Weinberg, Civil Affairs, Soldiers Become Governors, Washington 1964, p. 210
33
Salvatore Lupo, Storia della Mafia, Donizelli Editori, 1985, p.165
34
Commissione..., p. 75
Op. cit., p. 76.
Para mayor información sobre este caso, ver Sergio Turone, Política Ladra. Storia della
Corruzione in Italia. 1861-1992, Laterza, 1992, capitulo “Scelba e il caso GiulianoPisciotta”, pp.181 a 183.
35
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LA DC DESEMBARCA EN EL SUR DE ITALIA
C
on el comunismo en expansión —en 1948 Checoslovaquia se integra al
bloque soviético— y el fortalecimiento de la izquierda italiana —antes de
las elecciones de 1948 PCI y PSI controlaban el 39.6% de los votos—, la
fórmula político-mafiosa heredada del ejército de ocupación estaba destinada a consolidarse en Sicilia. La fuerte presencia del crimen organizado en
ésta y otras regiones del Sur de Italia, así como los cargos ocupados por algunos de sus miembros en la administración pública de la isla fueron seguramente un importante estímulo para el rápido crecimiento del fenómeno.
Artífice y motor de esta ilícita estrategia, la dirección demócrata-cristiana
local será la beneficiaria inicial de esta alianza. Además de garantizarse el
predominio político casi absoluto de la zona, echará los cimientos del dique
anticomunista, que exigían los aliados occidentales a los primeros gobiernos republicanos, y contribuirá de manera decisiva a la construcción de la
monolítica armazón a través de la cual la dirección nacional católica ejercerá el control de la parte meridional del país.
La naturaleza ilegal del proyecto requería sin embargo de una válida justificación, de un sólido fundamento socio-político, no sólo por los riesgos
que implicaba sino por las críticas de que era objeto. Determinante en este
sentido resultó el terror que infundía, a sicilianos e italianos en general, el
eventual ascenso al poder de la izquierda. Las históricas campañas anticomunistas orquestadas por el partido demócrata-cristiano y la iglesia católica, apuntaladas y financiadas por el gobierno de Washington, también contribuyeron a la rápida aunque velada legitimación del proyecto. 37 Las naciones que integraban la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN),
Estados Unidos de especial manera, y la Santa Sede también lo apoyaron
por su evidente objetivo supranacional.
Todo el Occidente cerró filas en torno a la DC porque la lucha contra el
comunismo era uno de los pilares de la estrategia aliada en Europa. El éxito
o fracaso de la operación dependía sin embargo del sustancial crecimiento
de la base electoral de ese partido, lo cual exigía —al menos en Sicilia— una
urgente negociación para acapararse los numerosos votos controlados por
Cosa Nostra. Su alianza con el crimen organizado y el generalizado apoyo
que recibió del consistente electorado católico resultarán determinantes:
desde la fundación de la República y hasta antes de la debacle del régimen
partidocrático, el sufragio meridional, notoriamente contaminado por la influencia mafiosa, favoreció permanentemente al partido demócrata-cristia37
Sergio Turone, Política Ladra, Laterza, 1992, pp. 172-173. “La escisión que puso fin al
experimento fue patrocinada por la Santa Sede y los Estados Unidos. El Papa Eugenio
Pacelli había autorizado, en junio de 1944, la participación del sindicato católico (ACLI)
en el pacto unitario..., pero en 1948 la motivación que estuvo detrás de esta
autorización había desaparecido por completo... Las izquierdas... presentaban listas
comunes, las del Frente democrático popular, con el retrato de Garibaldi como
símbolo. La DC puso en circulación millones de volantes con el símbolo del Frente,
pero bastaba tirar un extremo y el rostro de Garibaldi se transformaba en aquel
bigoton y amenazador de Stalin. En apoyo a la campaña democratacristiana se
movilizaron los máximos expertos estadounidenses de la publicidad, los cuales
dirigieron sus técnicas hacia dos puntos claves: presentar la DC como el único baluarte
creíble contra el peligro comunista y convencer a los electores indiferentes a no
abstenerse”.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
no. No menos determinantes para su causa fueron las deformaciones que
procuró esta alianza al sistema político del país. Debido en gran parte a
ellas la DC pudo construir su extenso feudo que llegó a extenderse, teniendo en Sicilia su piedra miliar, a gran parte del territorio nacional. Uno de
los aspectos interesantes y a la vez desconcertantes de esta alianza es que,
en parte gracias a ella y a pesar de su evidente carácter ilegal, la DC pudo
consolidar las libertades democráticas en Italia. Los historiadores y hasta la
misma izquierda la reconocen como el incuestionable arquitecto de este
gran diseño político que ha garantizado las libertades que el país había perdido durante el fascismo.
La realización material del proyecto recayó lógicamente en los miembros
de la sección siciliana de la DC, los que mejor conocían las condiciones sociales, políticas y culturales imperantes en la isla. Estos tenían claro que la
inspiración católica de su organización les aseguraba el apoyo del clero y el
de una comunidad profundamente religiosa, pero también sabían que esto
no bastaba. Plantearse el dominio político de una zona ampliamente influenciada por la presencia del crimen organizado exigía necesariamente el
soporte incondicional de estas poderosas organizaciones.
La delicada negociación fue resuelta a la manera mafiosa, con un tácito,
pero inviolable “pacto de honor”. El acuerdo consistió en el intercambio de
los numerosos votos controlados por el crimen organizado con diputaciones, cargos de relevancia en los gobiernos locales, concesiones para obras
públicas y, sobre todo, con una impunidad sin precedentes en la historia de
Europa Occidental. La confesión de Carmine Alfieri, jefe de una de las más
conocidas familias de Cosa Nostra, no deja lugar a dudas sobre la existencia de este pacto: “A los políticos que recurrían a mí les dije siempre. [...] veremos qué cosa se puede hacer. A las personas que conocía, incluidos los
políticos, les recomendaba votar por los candidatos que habían solicitado
mi ayuda. Todos sabían que yo era una persona respetable. A los políticos
(habla de sus protegidos) sólo les pedía algún favor, pero no para mí”. 38 El
favor solicitado en este específico caso, según lo declarado por el mafioso,
fue la concesión de las obras de una construcción pública.
Años más tarde Tommaso Buscetta —uno de los principales protagonistas del llamado “arrepentimiento mafioso”39— confirmará ampliamente lo
referido por Alfieri: “[...] Se elige a quien posee las características para poder
ser reclutado. [...] Siempre se le dice ´Sr. diputado yo por Ud. lo haré´.
Cuando se convierte en parlamentario y se presenta la oportunidad de pagar el apoyo recibido, simplemente se le dice: ´O lo hace o no lo hace´. El Sr.
diputado siempre lo hace”. En otro de los pasajes de su declaración Buscetta aclara: “Es preciso destacar que Cosa Nostra nunca es la que contacta,
38
La confesión de Carmine Alfieri se encuentra contenida en el Capitulo III de la solicitud
de autorización para proceder en contra de Cirino Pomicino (ex Ministro italiano de
Hacienda) y otros, documentos que la Direzione Distrettuale Antimafia enviará a los
Presidentes de las Cámaras de Senadores y Diputados el 7 de abril de 1993.
39
El arrepentimiento mafioso surge en Sicilia. Para asegurarse la colaboración de los
miembros del crimen organizado detenidos en prisión o la de aquellos que se
encontraban prófugos, las diversas Audiencias (Procuradurías) de la isla introdujeron
esta figura jurídica que consiste en otorgar reducciones de la pena, mejores
condiciones en los penales y en casos extremos la libertad, el cambio de país, identidad
y fisonomía del detenido. Tommaso Buscetta fe el primer “capo” mafioso al que se le
dispensó este trato.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
sólo señala: este Presidente es cosa mía, si tiene necesidad de un favor debe
venir conmigo. Existe una especie de monopolio”.40
Inmediatas y aciagas fueron las repercusiones del pacto político-mafioso
sellado en Sicilia. Promovieron el incremento de la corrupción en la isla, el
surgimiento de una auténtica “casta” y también irreversibles deformaciones
en el sistema político del país. En este nuevo marco, el clientelismo y los
grandes “negocios” orquestados para favorecer a Cosa Nostra se convirtieron en una fuente inagotable de votos y en el sólido soporte electoral de la
organización católica en Sicilia. Debido en gran parte a este pacto, la DC
asumirá el control absoluto de los gobiernos locales, de la mayoría en las
juntas municipales y regionales eternizando, de paso, la presencia de sus
miembros en un Parlamento donde se permite la reelección. El caciquismo
demócrata-cristiano alcanzará tales niveles que casi todas las funciones públicas de la isla quedarán bajo su jurisdicción: el ingreso a los hospitales
públicos, empleos, concesiones estatales y por supuesto la impartición de
justicia. Algunos de sus exponentes se encumbrarán en este período no
tanto por sus dotes políticas, sino más bien por sus fuertes vínculos con
Cosa Nostra. Otros lo conseguirán por ser auténticos mafiosos disfrazados
de políticos.
La larga y eficaz funcionalidad histórica de este acuerdo se explica con el
hecho de que el voto no era el único tributo exigido al elector cautivo. Algunas categorías sociales, como la empresarial, estaban obligadas a contribuir
con un gravamen adicional, el pago de la “tangente”, requisito imprescindible para obtener las concesiones municipales y regionales sicilianas. Ninguna de ellas, por importante o irrelevante que fuera, se otorgaba sin cumplir
este requisito: “Para obtener una concesión pública —declaró ante el Tribunal de Palermo el empresario siciliano Giuseppe Costanzo— era necesario
pagar. Quien no aceptaba pagar no trabajaba”.41
Ni las repetidas denuncias contra “caciques” y funcionarios públicos, ni
menos aún las disfunciones sistémicas que provocó esta “original” forma de
administrar lo público, pudieron frenar el desarrollo del fenómeno. A finales
de los años 50 operaba en toda la isla de Sicilia y en el decenio siguiente
también el Sur del país comenzó a regirse con las reglas estipuladas en
aquel pacto político-mafioso transformado, gracias a su extraordinaria funcionalidad, en una auténtica institución, en un sistema de corrupción de
carácter regional.
Para los partidos y el crimen organizado el sistema ofrecía múltiples ventajas políticas, amplios beneficios económicos y numerosas facilidades de
orden práctico. Los inéditos problemas que se plantearon al país en el período posbélico pudieron ser enfrentados, y en parte resueltos, gracias a las
virtudes de esta institución, la cual proporcionaba amplios márgenes de negociación (con sindicatos, iniciativa privada y hasta con la oposición) y una
enorme flexibilidad en la gestión de la administración pública. El clientelismo regional, connatural a la corrupción, potenció por su parte la capacidad
negociadora de la DC —y la de sus aliados— en el interior mismo del sistema político. Obtener un mayor número de votos significaba más escaños en
40
Mafia e Potere, I libri dell'Unita, 1993, pp. 27-28. En este fascículo se recogen las
declaraciones hechas por los “arrepentidos” de Cosa Nostra ante la Commisione
Parlamentare Antimafia.
41
Una síntesis de las declaraciones de éste y otros empresarios aparecieron publicadas el
7 de agosto de 1993 en el periódico La Repubblica.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
el parlamento local y el acceso a más y mejores cargos durante la repartición o lotización de lo público: las designaciones del Presidente de la República, Jefe del Ejecutivo, Secretarios, Subsecretarios, Directores de bancos,
empresas estatales y paraestatales, cadenas de televisión, radio, etc., siempre seguían este criterio. La ecuación era muy simple: cuanto mayor era el
número de votos que se adjudicaba un partido o un parlamentario, mayores
eran sus posibilidades de llegar a controlar los cargos de importancia en el
gobierno. Una cosa presuponía la otra, visto que era del todo excepcional
que un Ministro o un funcionario de alto rango no fuera también diputado o
senador por alguno de los partidos en el gobierno.
Como las necesidades económicas de la DC y los demás partidos en el
gobierno habían crecido, estamos ya en los años 60, se hacía urgente una
ulterior potenciación de su capacidad de recolección de fondos económicos.
No fue pues algo casual que la corrupción se extendiera a un territorio más
vasto. Los subsidios estatales destinados a los partidos, reglamentados hasta 1987, lograban cubrir sólo una mínima parte de los enormes gastos que
debían afrontar estas organizaciones.42 Los salarios de sus ejércitos de burócratas, las frecuentes y costosas campañas políticas, las rentas de las sedes, los periódicos, los enormes gastos que representaba hacer funcionar
las estructuras de su propiedad, así como mantener el alto nivel de vida de
sus dirigentes (casas, barcos, edificios, viajes, cuentas bancarias etc.), de
hecho eran casi íntegramente financiados a través de esta forma de corrupción.
La ampliación territorial del sistema de corrupción no tardó en consolidarse, pero sólo en los años 80 alcanzará su máximo nivel.43 Un aspecto
fundamental del sistema ampliado es que para acceder a sus beneficios ya
no fue necesario hallarse en la cúspide de la pirámide política o ser un alto
funcionario público. Bastaba la inscripción a uno de los partidos en el gobierno, demostrar lealtad, carecer de escrúpulos, ser hábil en las negociaciones “financieras” y, sobre todo, mostrar un gran deseo de “trabajar” para
la organización política a la que se pertenecía. El padrino político del aspirante se encargaba de crear las condiciones para que éste pudiera ejercitar
sus “cualidades”. El episodio del ingeniero Chiesa, escenificado decenios
más tarde, es por demás ilustrativo al respecto.
La “democratización” del sistema de corrupción trajo consigo un efecto
muy grave: la decadencia del concepto y de la práctica de la política. Entro42
A partir de 1987, fecha de la entrada en vigor de la Ley para el financiamiento público
de los partidos, el monto total del subsidio estatal era de 150 mil millones de liras (en
esa fecha aproximadamente 100 millones de dólares). Esta suma se dividía de acuerdo
al peso electoral de cada una de las formaciones políticas presentes en el Parlamento.
A principios de los años 90 la DC recibía la nada despreciable cantidad de casi 50
millones de dólares.
43
El caso protagonizado por Francesco De Lorenzo, ex Ministro liberal de Salud, en la
Campania, la región a la que pertenece Nápoles, ilustra perfectamente el nivel que
alcanzaba este fenómeno en los años 80. En el curso de sus investigaciones el “pool”
probó fehacientemente que De Lorenzo tenía como regla exigir multimillonarias
tangenti para autorizar, sin el obligado control previsto por la ley, la introducción de los
nuevos medicamentos y fuertes sumas para aprobar el aumento de precio de los ya
existentes en el mercado. Inútil resulta comentar la indignación que provocó en el país
este incalificable hecho cuyas consecuencias, desde el punto de vista económico y
sobre todo de salud, son incalificables. Un amplio comentario sobre el particular se
puede encontrar en La Repubblica del 13 de julio 1993.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
nizada en todos los partidos de gobierno y a todos sus niveles, los valoresideales que dan contenido al quehacer político comenzarán a dejar de ser
los motores de la acción política en Italia. Se transformarán en una simple
fachada electoral. La praxis política, vaciada de contenido, no tardará en
adecuarse y asumir el papel de simple instrumento de recolección de ilícitos
fondos económicos para los partidos. Esta práctica o subcultura política
echó raíces con gran velocidad porque respondía y era perfectamente funcional para las necesidades y aspiraciones de una clase en el poder que,
con la llegada de los socialistas al gobierno, terminó por administrar el país
como el más ambicioso y poco escrupuloso de los empresarios.
En la región meridional del país, motor y eje central de la política de los
partidos en el gobierno, esta subcultura estimulará aún más las actividades
mafiosas, dadas las enormes prerrogativas y la total impunidad que garantizó al crimen organizado. El contrabando, la venta de “protección” (en particular a comerciantes e industriales) y las sociedades constructoras propiedad de la mafia, viven su gran auge desde el inicio de los 60. Años después
la mafia agregará a este paquete el tráfico de droga y el “lavado” de dinero,
que reciclará en los bancos controlados por los políticos. La desocupación y
la violencia, ancestrales problemas del Sur de Italia, estimularán esta tendencia y de paso incrementarán los cuadros mismos del crimen organizado.
Por necesidad o convicción, cientos o quizás miles de indigentes y potenciales delincuentes pasarán a engrosar las filas de la Mafia y Cosa Nostra sicilianas, la Camorra napolitana, la Ndrangheta calabresa y la Sacra Corona
Unita de Apulia. Presentes en la zona del país más pobre y con el mayor índice de desempleados, estas organizaciones criminales serán un potentísimo imán, sobre todo para los jóvenes, por sus remunerativas ofertas de
“trabajo”.
La fusión mafia-política anticipará el nacimiento de un poder —paralelo
al Estado— capaz de influir y condicionar la política y la economía italianas.
El Presidente de la Audiencia (el Procurador) de Palermo Giancarlo Caselli
definió perfectamente el pacto de honor siglado por los hombres del régimen
de la corrupción y sus socios de Cosa Nostra. Se trata, explicó años más
tarde, de “un estructurado diseño de mortificación y neutralización del control de la legalidad, cuyo objetivo es hacer crecer imperturbables los más
obscuros e ilegales negocios”.44
Todo esto tenía lugar en los años de la reconstrucción del país, durante
la época del famoso boom económico italiano de los años 60, el momento de
mayor gloria de los mas oscuros y siniestros políticos meridionales. Foco
inicial de la contaminación político-mafiosa, Sicilia será la primera en resentir los efectos negativos del fenómeno: con la instauración de los primeros gobiernos republicanos la isla es sometida a una salvaje urbanización
cuya primera fase concluirá hacia finales de los años 70.45
44
Giovanni María Bellu y Sandra Bonsanti, Il Crollo, Laterza, 1993, p.4
45
Realizadas al margen de los planes reguladores y en muchos casos totalmente
innecesarias, estas obras tendrán como común denominador sus exorbitantes costos,
las jugosas sumas pagadas a manera de “tangente” y el hecho de que todas fueron
autorizadas en flagrante violación de la ley que regulaba las concesiones públicas. Un
estudio realizado en 1963 documenta gran parte de estas irregularidades. De las 4 mil
concesiones otorgadas por el gobierno de Palermo, se lee en el estudio, dos mil
quinientas fueron asignadas a tres jubilados cuya única función fue la de servir de
presta nombres a miembros de Cosa Nostra o a empresarios de dudosa reputación.
Este dato se encuentra en la relación presentada por el Dr. Bevivino al término de la
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
El alto grado de deterioro institucional que provocó la imbricación político-mafiosa en la parte final de los años 50 podría ser válidamente ejemplificado siguiendo la pista de dos poderosos personajes de la época: Salvo Lima
y Vito Ciancimino. Asesor de obras públicas y cabeza de una de las secciones más influyentes de la DC siciliana, Ciancimino resultó ser un influyente
miembro de Cosa Nostra. Durante el proceso en su contra, en el cual fue
condenado por delitos del orden mafioso, la fiscalía probó su filiación al crimen organizado y muchos pasajes de sus turbios negocios en el sector de la
construcción.
Salvo Lima, ejecutado por Cosa Nostra a principios de 1992, era uno de
los grandes “caciques” demócrata-cristianos de la ciudad de Palermo, el garante de la impunidad mafiosa en la isla (por años ajustó los procesos de
éstos) y también, aspecto de no poca importancia, el más leal y cercano
amigo del político más renombrado y poderoso del país, Giulio Andreotti. Alcalde de Palermo de 1958 a 1964 y euro diputado en el momento de su
muerte, Lima gobernó sin demasiados problemas una de las ciudades más
violentas y conflictivas del mundo. A través de las múltiples prebendas concedidas al crimen organizado pudo garantizar la paz social en la ciudad y de
paso la permanencia en su cargo: muchas de las más importantes concesiones públicas otorgadas por su administración les fueron adjudicadas a empresas propiedad de la mafia.46
Detrás de Lima siempre estuvo Vito Ciancimino, su eficiente asesor de
obras públicas (1959 a 1964) y el principal socio de sus negocios privados:
las dos últimas siglas de la empresa denominada VA.LI.CI., una de las sociedades palermitanas más activas de la época, corresponden a las dos primeras letras de sus apellidos. Las concesiones estatales eran sólo un aspecto del vínculo que había establecido el Alcalde de Palermo con la mafia. Según las declaraciones de algunos de los mafiosos llamados “arrepentidos”,
Lima también fungía como “referente” político de Cosa Nostra. Su presunto
interlocutor en esta segunda actividad, realizada frecuentemente en los Ministerios romanos, era al parecer Giulio Andreotti, quien en múltiples ocasiones lo definió “mi íntimo amigo”. Refiriéndose a los lazos políticos y de
amistad que unían a estos dos personajes, Giuseppe Insalaco, ex alcalde
DC de la ciudad de Palermo, ejecutado por la mafia en 1988, dirá: “El grupo
que ha mantenido desde siempre la mayoría en Palermo, desde hace veinte
años, está estrechamente vinculado con sectores romanos, con Giulio Andreotti y otros”.47
En una de las pocas entrevistas concedidas, Insalaco también describió
el enorme peso político de Lima y el de su eficiente asesor: “Ciancimino no
es Ciancimino de forma abstracta, conjuntamente con el diputado Lima, [...]
detenta el paquete accionario (se refiere a los votos), la gestión mayoritaria
del partido en Palermo”.48 En otra ocasión, en un mensaje dirigido a la dirección nacional de la DC, el difunto Alcalde será aún más explícito: “Nos
encontramos en plena restauración. Todo está en manos de Lima y del gruinspección extraordinaria realizada en la alcaldía de Palermo y en Actos parlamentarios,
Senado de la República, VIII Leg., doc. anexo a la relación final de la Commisione
antimafia, doc. XIII, n. 1 (cif. Commisione etc., p. 104).
46
Interesantes datos sobre el particular se encuentran en Orazio Barrese, I Complici. Gli
anni dell'Antimafia, Fertrinelli, Milán, 1993.
47
Alfredo Galasso, La Mafia política, Baldini & Castoldi, 1993, p. 35.
48
Op. cit. p. 34.
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po andreottiano: las presidencias de la Región y la Provincia, la Alcaldía de
Palermo, la secretaría provincial, en fin, una avalancha de instituciones públicas y de crédito”.49
A Lima y Ciancimino se atribuye la responsabilidad de la salvaje especulación inmobiliaria que convirtió la ciudad de Palermo en una jungla de cemento. El enriquecimiento y el desmesurado aumento del poder mafioso en
Sicilia es en gran medida también obra de ellos. Un informe del Gobernador
del Banco Central, presentado el 25 de octubre de 1983, reveló los descomunales volúmenes de dinero que se movieron en la isla durante sus gestiones. “Las ventanillas bancarias en el territorio siciliano —se lee en el documento— experimentaron un incremento del 125% de 1952 a 1982, esto
es, casi el doble de la media nacional que, en el mismo período, no superó el
64%”. La fusión de mafia y política es la única explicación que encuentra
este anómalo crecimiento de los movimientos bancarios.
Para Sicilia y el Sur del país resultaron desastrosas las ilegales y remunerativas actividades promovidas por políticos y mafiosos. Además de reducir al mínimo las inversiones productivas, obviamente más arriesgadas y
menos rentables que el sistema de la “tangente”, condenaron a la pobreza y
al subdesarrollo a todo el Sur del país: el 70% del desempleo nacional, el
mayor flujo migratorio y las tasas más altas de drogadicción, delincuencia
común y mafiosa se registran en esta parte de Italia. Gran parte de su población de hecho sobrevive sólo gracias a los subsidios estatales contra los
cuales en estos últimos años se bate la Liga Norte por considerarlos conspicuos, improductivos y recabados de los impuestos que pagan los contribuyentes de la zona Norte del país.
Independientemente de estas consideraciones, que atañen al presente, la
verdad es que en el decenio de los 60 el sistema de corrupción nacido en Sicilia era una práctica cotidiana en gran parte de Italia. Por interés, convicción o simplemente por considerarlo una costumbre totalmente legitimada,
la clase política, casi en su totalidad, y una gran parte de la sociedad civil
se habían integrado a este sistema. “Tangentopoli” lo probó fehacientemente. “He cometido un error aceptando el sistema. Consideraba que recibir
contribuciones y apoyos para el partido era del todo justificado en un contexto donde todo esto se vivía como una praxis normal” escribirá en una especie de testamento póstumo el diputado socialista Sergio Moroni, quien se
quitara la vida el 2 de septiembre de 1992 para evitar la vergüenza de enfrentar un infamante juicio por corrupción.50
El sistema de corrupción debió sin embargo funcionar dentro de ciertos
límites, que podrían catalogarse como tolerables, hasta el final de los 70,
visto que no obstaculizó el desarrollo y la modernización de las infraestructuras productivas de la zona Norte del país, el centro industrial, económico
y financiero de Italia. La FIAT y la Olivetti de hecho inician su transnacionalización justo al final de ese decenio. Las pequeñas y medianas empresas
experimentan por su parte, también en ese período, un fuerte y progresivo
crecimiento. Los costos reales del fenómeno tampoco parecían excesivos en
términos del gasto público: hasta el final de los 70 el déficit de las finanzas
49
La declaración de Giuseppe Insalaco fue publicada el 15 de marzo de 1993 en el
periódico La Repubblica.
50
El testamento del diputado Sergio Moroni fue leído íntegramente por Giorgio
Napolitano, Presidente de la Cámara de Diputados, el día 3 de septiembre de 1992.
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italianas no iba más allá del 55 por ciento del PIB, mientras que las inversiones gubernamentales mantenían sus niveles normales.
Diametralmente opuesta era la situación política en el país. El 68 italiano, que en realidad inicia en 1971, trajo consigo una intensa agitación social. Las constantes huelgas en las universidades, fábricas y en el sector
público, constituían un factor de fuerte desestabilización para los gobiernos
de la época. Los ideales y el espíritu libertario de estos movimientos recogían un amplio consenso entre los estudiantes, obreros y militantes de la izquierda.
Eran los años del gran ascenso electoral del PCI, la época de su carismático líder Enrico Berlinguer y del eurocomunismo. El período en el que parecía que se iba a hacer realidad el sueño del partido fundado por Antonio
Gramsci: formar el primer gobierno comunista de Europa Occidental.51 Era
asimismo el momento en el que gran parte de la izquierda italiana y europea abandonan el marxismo ortodoxo y repudian los regímenes del socialismo real, los tiempos de la añorada unión obrero-estudiantil, en fin, la época
de la hiper politización de todos y de todo. Un período tan contradictorio
como apasionante que todavía ahora es objeto de debates.
En la segunda mitad de los 70 el panorama comienza a cambiar en Italia
y el mundo. En el horizonte aparecen las primeras nubes negras que preanuncian el derrumbe del llamado socialismo real y la crisis de la izquierda
en el mundo. En Polonia el sindicalismo independiente atiza la llama de libertad en las naciones satélites del ex bloque soviético. Solidarnosc y su leader Lech Walesa de hecho sentarán las bases de lo que será el fin del mundo dividido en dos grandes bloques de influencia y el de la URSS. En Italia
las “Brigadas Rojas”, surgidas en 1969, incrementan sus actividades terroristas bañando en sangre el país: el secuestro y la ejecución del líder demócrata-cristiano Aldo Moro es quizá el capítulo más negro de la historia de
esta organización. La violencia que azota Italia y las fundadas sospechas de
un inminente golpe de Estado, que hace temer una nueva dictadura, inciden pesadamente en la política italiana.52 Alarmado por esta situación de
inestabilidad53 el PCI modifica radicalmente su política: el “compromiso histórico” y el proyecto de “solidaridad nacional”, que significaron la tácita renuncia del PCI a formar el primer gobierno comunista de Europa Occidental, nacen en estos años. Objetivo de esta estrategia, ideada y promovida
por su secretario Enrico Berlinguer, según algunos observadores, era acer51
Piero Bevilacqua y otros, Lezioni sull'Italia Repubblicana, Donzelli Editore, Roma, 1994,
p. 69. En las elecciones políticas de 1975 comunistas y socialistas conquistan algunas de
las ciudades más grandes de Italia (Milán, Turín, Nápoles y Roma) y al año siguiente el
PCI consigue su máximo histórico, el 34% de los votos, acercándose así al primado del
partido católico.
52
Op. cit, p 66. “Es del 8 de diciembre de 1970 el misterioso intento guiado por el
Príncipe Junio Valerio Borghese... quien aquella noche esta a punto de ocupar el
Ministerio del Interior, la RAI y el Quirinale cuando una llamada telefónica lo induce a
dar marcha atrás. Hasta ahora no se sabe con precisión quiénes pudieron ser sus
referentes políticos”.
53
Op. cit. p. 66. De 1969 a 1975 se llevan a cabo 4,384 actos de violencia de matriz
explícitamente política contra personas y cosas. El 85% de estos hechos tienen lugar en
16 de las 94 provincias existentes y particularmente en las ciudades de Roma, Milán y
Turín.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
car a comunistas y católicos y a partir de esto plantear la entrada del PCI
en el gobierno.54
Con el fracaso de estas iniciativas nace el consociativismo, una especie
de acuerdo entre los partidos en el gobierno y el PCI, que comportará una
ulterior degeneración del sistema político italiano. A cambio de garantías y
beneficios para la clase trabajadora y del control de algunas instituciones
públicas, el PCI renuncia a su rol de partido de oposición. “Desde 1976 y
hasta 1994 —recuerda el libro Lezzioni sull'Italia Repubblicana— los comunistas ocuparán la Presidencia de la Cámara de Diputados y muchas comisiones bicamerales [...] Se amplían asimismo las atribuciones de las presidencias de las dos Cámaras [...] y el peso político de algunas comisiones.
Por estos años el Ejecutivo asume, de forma anómala, competencias del Legislativo abusando de los decretos-ley: es evidente que todas estas mutaciones —concluye el pasaje del libro— no reflejan un reforzamiento del poder
legislativo como tal sino la aplicación de una lógica ‘consociativa' que compensaba la exclusión comunista del gobierno”.55
Al fortalecer los equilibrios políticos vigentes, el consociativismo legitima,
si bien indirectamente, la hegemonía partidocrática, la cual sepulta los tradicionales paradigmas reivindicados por la izquierda italiana. El Estado
fuerte, la solidaridad social y la política como rectora de la economía son
substituidos por el individualismo, el pragmatismo y el tan cuestionado neoliberalismo, los cuales irrumpen en la escena política italiana y mundial
con la repentina aparición del reaganismo y el thatcherismo.
Estamos en la década de los 80, un período en el que Italia registra nuevos cambios que determinarán un descomunal incremento de la corrupción
en el país en buena parte porque la capacidad decisional de la organización
católica, que seguía siendo la primera fuerza política, ya no era la misma de
antes. Su larga, deficiente y corrupta gestión al frente del país había deteriorado fuertemente la imagen del partido: a los casos de corrupción descubiertos en los años 60 y 70 se unió otro, en 1980, particularmente clamoroso, que la prensa denominó el de las “sábanas de oro”, por el estratosférico
precio que pagaban los ferrocarriles italianos por estos artículos utilizados
en los vagones cama.
Por estos y otros motivos, Italia ya no era la misma, era evidente que la
DC ya no podía gobernar como lo había hecho hasta la fecha. El desastre
fascista, la alianza con el Occidente y la reconstrucción, pilares de su encumbramiento, parecían ahora una iconografía carente de toda vigencia
porque la naturaleza del país y sus problemas habían cambiado. Los binomios capitalismo-democracia y política-corrupción los habían hecho mucho
más complejos. La cúpula demócrata-cristiana lo sabía perfectamente. Sabía asimismo que tenía que renovarse, estrechar aún más los vínculos con
sus aliados en el gobierno y sobre todo modernizar la concepción de su quehacer político-institucional. El estado de incertidumbre que primaba en este
54
Op. cit p. 69 “La gravedad de los problemas del país, las amenazas de aventuras
reaccionarias y la necesidad de abrir finalmente a la nación una vía segura de
desarrollo económico, de renovación social y de progreso democrático hacen siempre
más urgente y maduro llegar a aquello que puede ser definido como el nuevo gran
“compromiso histórico” entre las fuerzas que recogen y representan la gran mayoría
del pueblo italiano”, escribe Berlinguer en un editorial publicado en el periódico
L'Unità el 28 de septiembre de 1973.
55
Op. cit p. 79.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
y los demás partidos en el gobierno creó las condiciones para la aparición
de gente con proyectos innovadores, de hombres capaces de revitalizar la
fórmula partidocrática, en fin, de nuevos líderes.
En este singular contexto político aparece la figura de un inteligente, ambicioso y poco conocido personaje. Nos referimos a Bettino Craxi quien en
1976, sin demasiado clamor, había asumido la secretaría nacional del Partido Socialista Italiano (PSI) prometiendo su radical transformación. Nadie
dio importancia a su acalorado discurso de toma de posesión. Craso error.
Con las riendas del partido bien asidas Craxi cumplirá, ¡y cómo!, sus promesas. Por iniciativa personal de su visionario y sagaz secretario, el PSI, la
organización de izquierda más antigua de Italia, renuncia a la ideología
marxista, al carácter revolucionario de su política y a su histórico símbolo
de la hoz y el martillo, símbolo del poder obrero y campesino. 56 De la noche
a la mañana se transforma en un partido reformista, social democrático. La
fuerte personalidad y ambicioso programa de acción de su líder hacen surgir el craxismo, un original experimento político con el que el PSI vivirá uno
de sus períodos de máximo esplendor y años más tarde uno de los momentos mas tristes y vergonzosos de su existencia.
La renovada imagen de la organización, su innovador lenguaje político y
las grandes metas que se ponía, no tardaron en dar su primeros frutos.
Enarbolando la bandera de hacer de Italia un país moderno y respetado por
las grandes naciones del planeta, el PSI, bajo la guía de Craxi, incrementa
en pocos años su electorado: pasa del 9.6% de 1976 al 14.3% en 1987 (en
las elecciones europeas del 1989 alcanza su máximo histórico: el 14.8%). El
sorpasso (superar en votos al PCI) y hacer de su partido el factor determinante de una futura coalición de gobierno eran sin embargo los irrenunciables objetivos de su líder.57 El primero nunca lo realizará mientras que el
segundo lo alcanzará plenamente el 4 de abril de 1980, fecha en la que los
socialistas entran al gobierno aliándose con demócrata-cristianos y republicanos.
En sólo cuatro años Craxi había logrado uno de sus grandes objetivos.
La estrategia del líder fue rápida y particularmente eficiente. Después de
consolidar su liderazgo en el partido procedió a romper con el marxismo, lo
cual significó cortar de tajo el vínculo de dependencia que unía al PSI con el
PCI, abriendo así un canal privilegiado de comunicación con la DC y creando las condiciones para el futuro ingreso del PSI en la “partidocracia”. Por
cuanto hábil e inteligente, la maniobra de renovar el partido no le garantizaba una alianza con los partidos en el gobierno. Se requerían ulteriores acla56
Op. cit. p. 98. “Un amplio grupo de funcionarios del partido trabajo para contraponer
al “totalitarismo” de los comunistas una especie de socialismo libertario identificándolo
[...] en la persona de un pensador francés del siglo XVIII, Proudhon. Craxi en persona
opta por la figura de Garibaldi, una figura totalmente desarraigada en la Italia de fin de
siglo, para acreditar una raíz democrática, nacional y antimarxista de su socialismo. Fue
todo inútil porque era evidente, a los ojos de todos, que la discusión sobre los modelos
de socialismo era sólo el incongruente pretexto de una frenética guerrilla dirigida a
cualquier tipo de “reequilibrio” en la izquierda, o mejor, a un crecimiento electoral del
PSI a costa del PCI”.
57
Op. cit. p. 101. “La nueva clase que el PSI aspira a representar, destruyendo el circuito
de las tradicionales delegaciones a democratacristianos y comunistas, la clase política
misma. Es en este partido donde se verifica la máxima desproporción entre el consenso
popular (poco) y los puestos para distribuir, muy numerosos en todos los niveles del
sistema, visibles y subterráneos, desde el gobierno hasta las regiones”.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
raciones, pruebas tangibles de lealtad tanto al sistema democrático como a
la “partidocracia” y un neto repudio de las tentaciones totalitarias todavía
presentes en el PSI.
Craxi, que nunca había ocultado su aversión al comunismo, disipará las
últimas dudas convirtiendo al histórico aliado en el acérrimo enemigo de su
partido. En todos los rincones del país repetirá que la cultura marxista,
principal soporte ideológico del PCI, era el indiscutible fundamento del totalitarismo contemporáneo y los regímenes del bloque soviético su irrefutable
prueba. El neo-socialismo craxiano encontraba en el marxismo y en el PCI
el verdadero peligro para la nación italiana porque ambos son sinónimo,
afirmará Craxi, de ilibertad y antidemocracia.
Las coincidencias teórico-políticas entre socialistas y los partidos en el
poder eran tantas que su alianza parecía más que inminente. En septiembre de 1980 los socialistas vuelven finalmente al gobierno, pero esta vez no
como un simple compañero de viaje de demócrata-cristianos y republicanos, sino como oficiales dispuestos a exigir siempre más y mejores posiciones de mando. Craxi apuntaba hacia lo más alto del poder porque conocía
perfectamente la debilidad de la DC y sus aliados, porque tenía bien apuntalado su liderazgo, y de manera especial porque el significativo crecimiento
electoral socialista había incrementado sustancialmente el peso político de
su partido. El líder parecía tener la partida en sus manos porque la DC,
aún contando con la mayoría en el Parlamento, se mostraba incapaz de formar un gobierno estable y duradero sin el determinante apoyo de los socialistas.
El temido espectro de la “ingobernabilidad” se convierte así en la eficaz
arma del craxismo y del mismo Craxi. Por más de diez años éste la utilizará
para mantenerse a sí mismo y a su partido como pilares o pernos determinantes de la coalición gubernamental. Enorme será el provecho político que
sacará Craxi del gran miedo que infundía este espectro. Condicionará permanentemente el funcionamiento del aparato estatal, romperá los diques
impuestos a la economía y finanzas públicas y abatirá, con su megalomanía, los pocos vestigios de eticidad que aún sobrevivían en la política nacional. El desmesurado crecimiento de la corrupción en Italia de hecho será
una de las consecuencias de la fuerte presencia del “renovado” PSI en la coalición de gobierno.
Fue justamente en el decenio de los 80, años en los que el craxismo imponía sus reglas, cuando el fenómeno de “Tangentopoli” desborda todos los
límites. Se hará incontrolable y provocará el desplome moral y financiero de
la Nación. Símbolo indiscutible de este desastroso período es el ambicioso
líder socialista, quien junto con Giulio Andreotti y Arnaldo Forlani (triada
mejor conocida como el CAF), condujo los destinos del país hasta principios
de los 90. Su delirio de grandeza y su ilimitada sed de poder, como a tantos
otros personajes de la historia, lo llevarán a la ruina personal. Para Italia el
craxismo representará el definitivo abandono de sus últimos reductos de
dignidad y moralidad.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
LA MODERNIDAD SOCIALISTA
C
on el ascenso a la jefatura del Ejecutivo del historiador y líder republicano Giovanni Spadolini (junio de 1981) nace el primer gobierno de la Italia contemporánea que no es dirigido un demócrata-cristiano. Dos años
más tarde (agosto de 1983) tocará su turno a otro laico, al audaz y polémico
líder socialista Bettino Craxi quien, rompiendo todos los récords de permanencia en el cargo establecidos hasta esa fecha, permanecerá al frente del
gobierno hasta abril de 1987.
Su llegada al poder coincide con la época de gloria del presidente estadounidense Ronald Reagan y del Premier británico Margaret Thatcher. Poco
más tarde también sube al poder el soviético Mikhail Gorbachov, quien el
11 de marzo de 1985, durante los trabajos del XXVII Congreso del PCUS y a
sólo un año de su ascenso a la secretaria de su partido, sacude al mundo
con su histórica Perestroika. Son los tiempos del reforzamiento de la derecha en el mundo, del auge del neoliberalismo económico, del desmantelamiento del estado del bienestar en Europa y de la maduración del proyecto
de unidad política y económica europea. También en este período se consolida la capacidad organizativa del sindicato polaco Solidarnosc y el liderazgo
del electricista Lech Walesa, su indiscutible cabeza.
Los años que precedieron a la formación del primer gobierno socialista
no fueron fáciles para Italia. Entre 1980 y 1983 diversos y misteriosos
acontecimientos confirmaron la existencia de fuerzas ocultas y subversivas
que promovían la desestabilización de su vida institucional. Nos referimos
en particular al descubrimiento de la Logia masónica P2, una secreta organización político, financiera y paramilitar dirigida por un obscuro y tristemente famoso personaje de nombre Licio Gelli.58 El escándalo de la “tangente” Eni-Petromin, origen de la ignorada Ley que regula el financiamiento público de los partidos, el homicidio del General Carlo Alberto Dalla Chiesa,
principal responsable de la lucha contra Cosa Nostra en Sicilia, y la fraudulenta bancarrota del Banco Ambrosiano, en la que fueron involucrados el
PSI y el Vaticano y que culminó con la detención, fuga al extranjero y presunto “suicidio” de su Director Roberto Calvi, son otros de los misteriosos
acontecimientos acaecidos en esos años.
Dadas sus implicaciones políticas y por haber introducido elementos del
todo nuevos y preocupantes, las investigaciones de éstos y otros casos resultaron traumáticas porque la clase política, contrariamente al pasado, no
resultó la única ni la principal protagonista. A su lado, como imputados y
con iguales o mayores responsabilidades, aparecieron los nombres de personalidades de las altas esferas del ejército, de los servicios secretos, así
como los de banqueros, periodistas y los de personas de otrora “incuestionable” reputación.
Lo insólito y peligroso de esta novedad, las tantas evidencias recopiladas
y las enormes presiones de la oposición y la prensa no lograron reforzar la
acción de la justicia. Siguiendo el guión de los casos de corrupción descubiertos con anterioridad, tampoco en esta ocasión pudo derrumbarse el
muro de impunidad. Los nexos directos o indirectos que existían entre los
imputados y el poder político, traducidos en obstáculos infranqueables para
los jueces instructores, frenaron el curso de las investigaciones. La imposi58
Para mayor información sobre la Logia masónica P2 y Lucio Gelli, personaje conocido
también como el “venerable maestro”, ver Política Ladra, p. 249.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
bilidad para resolver estos casos comportó, como en el pasado, la virtual
absolución de los políticos y funcionarios involucrados en ellos.
El elevado número de demócrata-cristianos y socialistas inscritos en la
Logia masónica P2 fue una barrera que la judicatura italiana no pudo superar. Este hecho explica el ambiguo comportamiento de la partidocracia en el
Parlamento, el sistemático ataque que lanzaron sus líderes contra el Poder
Judicial y las constantes y desmedidas presiones a las que fueron sometidos los jueces que conocían estos casos. “En lugar de moralizar, el Parlamento ataca a los magistrados”, escribía por aquellos días L'Unita, órgano
de información del ex PCI, analizando este fenómeno.
Un derrotero similar tomó el caso del Banco Ambrosiano, pero con una
importante salvedad. En esta ocasión fue el líder socialista Bettino Craxi el
político que más se ensañó con el poder judicial. ¿Por que? Por la sencilla
razón de que Roberto Calvi, también miembro de la Logia P2, había concedido al PSI un ilegal crédito de más de 15 millones de dólares, violando la
ley para el financiamiento de los partidos. Craxi, asumiéndose la defensa
del banquero, responsabilizó públicamente a los jueces de los efectos negativos que había acarreado, para las finanzas públicas, el arresto de Calvi.
“Cuando se encarcela [...] a financieros que en modo directo o indirecto controlan casi la mitad de las operaciones de la Bolsa italiana —afirmó el líder
el 10 de julio de 1981 en el Parlamento— no es difícil prever reacciones psicológicas incontrolables y la apertura de canales que estimulan las corrientes especulativas”.59
Por cuanto lógica, desde una perspectiva financiera, la defensa de Craxi
no era un análisis imparcial, sereno y menos aún correcto de la actuación
de la magistratura. Detrás de sus palabras se entreveía la sombra de las
primeras declaraciones del imputado.60 Ocho días antes, el 2 de julio de
1981, sintiéndose abandonado por sus deudores y ex socios financieros,
Roberto Calvi solicita un encuentro con los jueces instructores para aclarar
sus relaciones con el mundo político. Durante el interrogatorio revelará el
monto del préstamo secreto concedido al PSI y las características de la operación la cual se realizó, según su declaración, con la intermediación de un
banco extranjero y a través de una transferencia en divisa no italiana. El
banquero agregó que el PSI había restituido sólo 4 millones de dólares del
importe total de la deuda, prometiendo que consignaría la documentación
relacionada con el préstamo no apenas obtuviera su libertad.
El mensaje enviado por Calvi era por demás claro, no daba lugar a equivocaciones. Si el líder socialista no le brindaba su incondicional apoyo saldrían a flote todas las obscuras y turbias operaciones financieras en las que
lo había involucrado. El discurso de Craxi seguramente dio las seguridades
exigidas ya que a partir de aquella intervención de Craxi ante el Parlamento, Calvi se negó a seguir colaborando con la justicia. Pocas semanas después de este episodio el banquero fue condenado a cuatro años de reclusión. No purgará la pena, porque obtiene el beneficio de la libertad bajo
fianza. Un año más tarde, el 18 de junio de 1982, después de una “inexplicable”, cuanto rocambolesca, fuga al extranjero, el ex Director del Banco
Ambrosiano reaparece en las primeras páginas de los diarios italianos. Una
59
El texto integro del discurso de Bettino Craxi fue publicado el 11 de julio de 1981 por
el periódico Avanti, órgano oficial de información del PSI.
60
En su número de finales de septiembre de 1981, el semanario L'Espresso publicó el
contenido del interrogatorio al que fue sometido Roberto Calvi los días 2 y 3 de julio
en la prisión de Lodi.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
escalofriante dramática fotografía lo inmortalizará ahorcado en uno de los
tantos puentes del londinense río Támesis.
Para las autoridades británicas el caso no mereció una investigación especial. Dictaminaron que se trataba de un simple suicidio. Los familiares de
Calvi y gran parte de la prensa italiana, que conocían los antecedentes de la
fuga, desecharon de inmediato esta versión, alegando que se trataba de un
homicidio con todas las agravantes. Marco Pannella, el eterno líder del Partido Radical, haciéndose portavoz del sentir popular, gritará en un mitin, el
10 de julio de 1982: “Los organizadores del asesinato de Calvi no son sino
los políticos miembros de los partidos que habían usufructuado de sus ricos e ilícitos financiamientos”. El caso será reabierto en Inglaterra e Italia
(en el 2003-2004), pero hasta la fecha existen sólo hipótesis sobre el presunto o los presuntos autores materiales e intelectuales del delito.
Las polémicas y el clamor que suscitaron éste y otros casos, como el descubrimiento de la logia P2, que durante casi dos años incendiaron el ambiente político del país, comenzaron a perder su fuerza con la caída del segundo gobierno Spadolini (1982). La efímera gestión del demócrata-cristiano
Amintore Fanfani (que tomará las riendas del Ejecutivo de enero del 82 a
abril del 83), el obstruccionismo partidocrático en el Parlamento y los insuperables obstáculos que encontrarán las investigaciones, marginaron por su
parte la acción de la justicia. Una posible solución política, un acuerdo, en
la cúpula del poder, con el fin de evitar los eventuales procesos penales
contra los imputados, todos ellos miembros de la clase dirigente, se vislumbraba en el horizonte
Por coincidencia o en razón de un acuerdo previamente establecido, el
definitivo bloqueo de las investigaciones se completará con la instauración
del primer gobierno socialista. No existen pruebas de que Craxi haya sido el
responsable de este cambio radical de política, pero resulta sintomático que
éstos y otros acontecimientos, como la fuga de una prisión suiza del “venerable maestro” Licio Gelli, hayan tenido lugar justo en los primeros meses
de su ascenso a la jefatura del Ejecutivo.
A favor del líder socialista subyace el hecho de que detrás del trabajo investigativo de la Fiscalía (Procuraduría), sobre todo en el espinoso caso de la
Logia masónica P2, se hallaban muchos intereses y un sin número de personalidades en grado de desviar y hacer infructuosa la labor de los fiscales
(Agentes del Ministerio Público) y de la comisión parlamentaria creada “ex
profeso” para determinar las conexiones entre masonería y poder político.
Lo escrito al respecto por Enzo Biagi, uno de los periodistas de mayor prestigio en Italia, días después de la fuga del venerable maestro, ilustra perfectamente el fuerte condicionamiento al que estaba sujeta la judicatura italiana, “¿cómo se puede pensar seriamente en la captura de Licio Gelli si algunos de sus “hermanos” (masones) se encuentran en el Parlamento y otros
hasta en el Palazzo Chigi?61
A pesar de resumir con nitidez el origen de los insalvables obstáculos que
enfrentaba la magistratura, el comentario del periodista no pretendía disminuir las responsabilidades de un Jefe de Gobierno que directa e indirectamente impedía la acción de la justicia. La revista política Rinascita, ya desaparecida, también toma cartas en el asunto. En un artículo intitulado “In61
El comentario de Enzo Biagi es parte de un editorial publicado en el periódico La
Repubblica el 1 de septiembre de 1983. Aclaramos que Palazzo Chigi es el nombre del
edificio donde tiene su sede el Poder Ejecutivo Italiano.
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quietante armisticio entre el gobierno y la P2” lanza una abierta crítica a “la
ligereza con la que Craxi ignora o pretende ignorar el caso de la logia gelliana y las investigaciones judiciales y políticas que se ocupan del mismo”.62
Para la opinión pública era por demás claro que el alto mando partidocrático había concordado una especie de compromiso estabilizador al dejar
la jefatura del gobierno en manos de Craxi. Su designación de hecho respondía a una de las tantas estrategias del poder político y no al relativo
peso específico de los socialistas en el Parlamento, como éstos sostenían. La
cúpula partidocrática era consciente que el delicado momento que vivía el
partido de la mayoría en la coalición de gobierno (la DC) exigía la presencia
de un personaje sin demasiados escrúpulos y manchas, dotado de una probada habilidad para la mediación política y del incondicional apoyo de su
partido.
La conformación del gabinete craxiano confirmó la hipótesis del compromiso partidocrático. Dos políticos inscritos en la Logia P2 y uno más, que el
nuevo Jefe del Ejecutivo, Bettino Craxi, había señalado como la cabeza de
esta secreta organización, formarán parte de su naciente gobierno. Se trata
de Pietro Longo, Secretario del PSDI, designado Ministro de Hacienda, del
socialista Antonio Labriola, Presidente de la Comisión para los asuntos
Constitucionales de la Cámara baja, y de Giulio Andreotti, nuevo Ministro
de Asuntos Exteriores, a quien Craxi, definió “Belzebu”, el diablo que sin
dar la cara dirigía la logia masónica, en un histórico artículo periodistico.63
Independientemente de lo anterior la verdad de las cosas es que la hábil
gestión del líder socialista tuvo algunos aciertos de incuestionable valor político para el grupo en el poder: hizo renacer el “pentapartido” y fortaleció el
llamado “consociativismo”. El Partido Republicano, que en 1982 había
abandonado el gobierno por el alto número de miembros de la partidocracia
inscritos en la Logia P2, en esta ocasión no encontrará ninguna dificultad
para integrarse al nuevo gobierno socialista. Craxi por su parte, contando
con una nueva mayoría parlamentaria integrada por cinco partidos (DC,
PSI, PRI, PLI, PSDI), pudo ampliar notablemente su fuerza y su poder de negociación dentro y fuera del gobierno.
El “consociativismo” será uno de los instrumentos que más y mejores
frutos le dará. Dejando en manos comunistas algunos órganos menores del
Estado, un canal de televisión, la Presidencia de la Cámara de Diputados y
diversas comisiones legislativas, el líder socialista conseguirá disminuir
sensiblemente el tradicional obstruccionismo parlamentario de la oposición.
Una rápida y en ocasiones mecánica aprobación de las iniciativas de ley de
su gobierno fue la exitosa consecuencia de estas anómalas concesiones.
Limadas las asperezas, superados los contrastes y rehecho el marco político partidocrático, el nuevo gobierno inaugura una época de solidez y fortaleza gubernamental sin precedentes en la Italia posbélica: la atípica longevidad de la gestión de Craxi al frente del país lo certifica. Los profundos cam62
La frase reportada apareció publicada el 30 septiembre de 1983 en Rinascita, la ex
revista de análisis político del por aquel entonces PCI.
63
El editorial de Craxi, intitulado “Belfagor e Belzebú”, fue publicado a principios de los
años 80 en el periódico socialista Avanti. En el mismo, firmándose con el seudónimo de
Gino Di Tacco, Bettino Craxi afirmó que probablemente Licio Gelli era sólo un Belfagor
(un personaje con responsabilidades marginales) y que detrás de él se encontraba el
verdadero sujeto subversivo, el Belzebu'. Sin mencionar su nombre, el artículo aludía
claramente a que este diablo era Giulio Andreotti.
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bios experimentados por el país y el mundo también incidirán muy positivamente en el quehacer político del gobierno socialista. Craxi de hecho hereda
una nación completamente pacificada. Los terrorismos de izquierda y derecha habían sido virtualmente exterminados, mientras que la inestabilidad
política y social italiana (en la violenta década de los 70 cayeron doce gobiernos) parecía ya cosa del pasado.
El fin de la aguda crisis económica mundial, producto de la desmesurada
alza de los precios del crudo, que tanto afectó a Italia, por no ser un país
productor, también coincidió con la llegada al poder de los socialistas. La
bonanza que anunció este hecho para el mundo industrializado repercutió
muy positivamente en la nación italiana. En ese decenio la infraestructura
productiva local alcanzará finalmente su madurez haciendo del país la séptima potencia industrial del planeta. La sustancial baja del precio del petróleo comportó un ulterior y fuerte relanzamiento de la producción en el país
que, gracias a la calidad y los originales diseños de sus manufacturas, abrió
importantes espacios en el exigente mercado de las exportaciones.
La fortuna del craxismo parecía infinita. Al floreciente y optimista panorama económico el líder agregará un importante elemento político, el inicio
de la debacle mundial del comunismo, que comportó una radical transformación ideológico-política en Italia y el mundo. Todos estos acontecimientos
consentirán una significativa revigorización de la opción política adoptada
por el PSI. Años más tarde, partiendo de estas premisas, Craxi, al igual que
las demás líderes de las fuerzas moderadas de la izquierda europea, interpretará la llamada revolución de 1989 como el gran triunfo del reformismo
—sobre el decadente comunismo— y las transformaciones operadas por su
partido no sólo como políticamente correctas sino profundamente visionarias. Por aquellos días la historia parecía confirmar sus afirmaciones.
Inmerso en este favorable marco, las negociaciones en el interior de la
nomenclatura partidocrática no representaron un gran problema para el líder socialista. Su gran proyecto económico, potenciar la capacidad competitiva de la industria nacional, reactivar las deprimidas finanzas públicas y
dar vida a lo que se dio en llamar el segundo “boom” económico italiano, parecía estar al alcance de la mano sobre todo por el estrepitoso derrumbe de
los precios del crudo. La contracción de las inversiones estatales y la irrefrenable alza de los costos en la industria y en los servicios públicos, que habían caracterizado el decenio de los 70, parecían totalmente superados con la
fuerza propulsiva aparentemente desencadenada en los años 80.
Con este positivo panorama, los márgenes para una gran maniobra económica se ensancharon, permitiendo al nuevo gobierno la programación de
sustanciosas inversiones públicas destinadas, en teoría, a relanzar la infraestructura productiva del país. Aprovechando el buen estado de salud del
erario público, Craxi anunció la realización de obras faraónicas, mientras la
iniciativa privada se lanzaba por su parte a la conquista de los mercados
nacionales e internacionales: la madurez conseguida por las industrias locales y la misma coyuntura económica internacional contribuyeron al éxito
de su gran ofensiva.
Acostumbrado a un pasado de restricciones, el país parecía no dar crédito a lo que estaba viviendo. El llamado made in Italy inunda los mercados
del mundo, la lira se revalúa, la industria y el comercio trabajaban a ritmo
acelerado, la restauración de edificios públicos y privados se multiplica. Las
compañías constructoras reviven una nueva edición de los añorados años
60. Una buena parte de la población cambia sus costumbres convirtiendo
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las compras y las vacaciones en el extranjero en su nuevo “hobby”. De las
zozobras y restricciones de los duros años 70 nadie parecía acordarse.
Hombre astuto y sobre todo inteligente, el Jefe del Ejecutivo no tardará
en manipular hábilmente esta bonanza económica. A todo lo largo y ancho
del territorio atribuye el milagro a su gobierno y a él en primera persona. El
excelente uso que hará de los medios de información y el activo proceso de
magnificación de su política y figura le hacen consolidar su liderazgo en el
sistema partidocrático. Por esos días el reformismo socialista será rebautizado como craxismo, que más tarde, como un neologismo, será incluido en
el diccionario de la lengua italiana.
Notables y proficuas para los partidos en el gobierno, pero no siempre
positivas para el país, fueron las innovaciones políticas introducidas por el
líder socialista. Durante su gestión se inaugura en Italia la época de la política—espectáculo y también la llamada política-marketing, un período en el
que las imágenes terminarán por substituir a las ideas, una época de consignas claras y directas, pero estructuradas sobre la base de un lenguaje
que no busca la reflexión sino un impacto psicológico inmediato. La acrítica
exaltación de conceptos tales como “eficiencia”, “productividad”, “modernidad” y “Made in Italy”, analizada desde una perspectiva psicológico-política,
muestra claramente la vacuidad y el fin estrictamente propagandístico del
discurso político socialista de los años 80.
Las burlas de que será objeto este marketing político no impidieron su
difusión y menos aún su penetración en grandes sectores de la población.
Era difícil que la mercadotecnia política socialista no sedujera a un inconsciente colectivo ávido de discursos motivacionales. Algunos sectores de la
clase media italiana (profesionales, industriales, comerciantes, burócratas y
hasta algunos intelectuales), principal blanco de esta política, adhieren al
PSI y se convierten en la columna vertebral del activo ejército de la “modernidad” craxiana. Su ingreso acrecienta lógicamente el electorado de la organización, refuerza el ambicioso proyecto de Craxi y amplía el consenso de
que ya gozaba dentro y fuera del partido.
La burguesía empresarial, la nobleza, personajes del mundo del espectáculo y de la información, en fin, el llamado mundo de “l'Italia bene”, también asistirá al gran festín socialista. Se acercarán al partido no sólo por los
importantes beneficios que obtendrán del gobierno (facilidades para sus industrias, producciones teatrales y cinematográficas, desfiles de moda, exposiciones etc.), sino también por identificarse estéticamente con la emergente
dirigencia. Por su aspecto físico, gustos y hasta por su manera de vestir,
ésta asemejaba más a un exitoso “management”, a un grupo de audaces
yuppies, el prototipo y modelo a seguir en esa época.
Esta identificación era no sólo formal sino sustancial. Ambos concebían
la vida como una mezcla de mundanidad y supuesto refinamiento intelectual, bañada por un gusto que no desdeña lo “exótico” de los sabores populares. Gianni De Michelis, ex Ministro Asuntos Exteriores, acusado de corrupción y otros delitos, es sin duda el modelo más acabado del típico socialista de esta época. dos políticamente y a aquellos otros que de la riqueza y
el “refinamiento” sólo habían oído hablar. Gran parte de la prensa escrita,
la oposición comunista, la intelectualidad de mayor prestigio y sobre todo la
clase trabajadora formaron un sólido frente contra los responsables de esta
política-espectáculo. Como es natural, Craxi se convirtió en el blanco preferido de sus críticas. Históricas son las viñetas periodísticas que ridicuSus
doctas conferencias sobre la cooperación internacional no le impedían una
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
agitada vida nocturna. En las salas de diversión más conocidas se exhibía
regularmente con las mujeres más bellas del momento, pero eso sí, sin renunciar a su gran pasión, la escritura. El título de uno de sus grandes logros literarios fue Las discotecas en Italia.
Si bien es cierto que el modo de vida y la megalomanía socialista recogieron un amplio consenso entre la clases media y alta del país, cierto es también que este modelo estaba lejos de entusiasmar a los sectores más avanzados políticamente y a aquellos otros que de la riqueza y el “refinamiento”
sólo habían oído hablar. Gran parte de la prensa escrita, la oposición comunista, la intelectualidad de mayor prestigio y sobre todo la clase trabajadora
formaron un sólido frente contra los responsables de esta política-espectáculo. Como es natural, Craxi se convirtió en el blanco preferido de sus críticas. Históricas son las viñetas periodísticas que ridiculizaron la persona del
líder: muy a menudo lo representaban como un oficial fascista de nombre
“Benito”, en lugar de Bettino, para identificarlo con el dictador Benito Mussolini. La prepotencia y autoritarismo del líder halizaron la persona del líder: muy a menudo lo representaban como un oficial fascista de nombre
“Benito”, en lugar de Bettino, para identificarlo con el dictador Benito Mussolini. La prepotencia y autoritarismo del líder habían trascendido las puertas del gobierno y de su partido.
El caso del movimiento sindical se cuece aparte. Ninguna de las tres
grandes centrales italianas de trabajadores (CGIL, CISL y UIL) perdonaron a
Craxi su campaña contra la scala mobile, el instrumento institucional que
ajustaba los salarios al costo real de la vida. Iniciada apenas tomó en sus
manos las riendas de la Nación, la campaña concluyó con la abrogación de
este beneficio. En parte por este motivo, pero también por no concordar con
la megalomanía de sus proyectos y con las cuestionadas relaciones que estableció con la burguesía empresarial y financiera, el mundo de la cultura
también rechazó la política de Craxi. Su plataforma programática, que hacía
caso omiso de los sectores económicamente más débiles (el ataque a la scala mobile es sólo un ejemplo), fue objeto de una permanente y en muchas
ocasiones despiadada crítica de la intelectualidad italiana.
Dejando a un lado el ambiente de frivolidad en que se movían los miembros de su gobierno y su partido, es importante mencionar que la administración Craxiana introdujo, como recuerdan en su libro Della Seta y Salzano, tres grandes novedades que desbordarían el sistema de corrupción operante en el país: la política de las grandes obras, el fomento de los consorcios mixtos, entre las empresas italianas más importantes, y la cancelación
de los procedimientos con los que el Estado italiano proyectaba y controlaba la realización de las obras públicas.64 El fuerte estímulo al aparato productivo estatal, puesto en marcha con las dos primeras, y la disponibilidad
que mostró con la iniciativa privada, producto de la tercera, fue en realidad
la forma como el craxismo respondió a los grandes cambios que experimentaba el mundo en esos años. Imponiendo sus reglas y preanunciando la necesaria globalización de las economías del planeta, el neoliberalismo económico de hecho exaltaba lo que Craxi proclamó desde su llegada a la secretaria del PSI: “Pensar en grande”. Lo que el líder quizá no tomó en cuenta fue
que su megalómano proyecto adolecía de un mal incurable: no consideraba
64
Piero Della Seta y Edoardo Salzano op.cit.. El segundo y tercer capítulo de este libro, en
los cuales lo autores realizan un extenso análisis del desarrollo económico italiano de
los años 80 y de las formas de corrupción que generó, nos sirvieron de base
informativa.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
los enormes costos sociales que comportaba su aplicación. El gran fin que
se persigue, pensó quizás el Jefe de Gobierno, justificaría tarde o temprano
los sacrificios y los medios utilizados.
Detrás de este gran relanzamiento de la infraestructura productiva italiana se ocultaba una de las grandes metas personales de Craxi, como señalaron muchos editorialistas: dejar una huella perenne de su paso por el gobierno, erguirse ante los ojos del mundo como el estadista italiano de fin de
siglo. Las acaloradas críticas que suscitaron sus desmedidas ambiciones
Craxi las apagó con hechos concretos y en algunas ocasiones hasta espectaculares. Gracias en parte a su activa y directa intervención, el 4 de mayo
de 1986 Italia es admitida en el prestigioso organismo de concertación política y económica que reagrupa a las grandes potencias industriales del planeta, el llamado Grupo de los Siete.
Con el ingreso del país en el prestigioso club de las naciones más desarrolladas del mundo concluyó la primera fase del proyecto socialista. Este
hecho, que robusteció la imagen de Italia, no garantizó la modernización del
país, exaltada por los socialistas, porque las iniciativas en cuestión no recibieron la respuesta que esperaba el gobierno. La condición “sine qua non”
para alcanzar este objetivo era el incremento de la base electoral socialista.
Craxi lo sabía perfectamente porque también de esto dependía su permanencia en el gobierno.
Los logros obtenidos estaban lejos de resolver el problema. El crecimiento
económico del país había hecho aún más compleja la política y más ardua y
aguda la lucha por el poder. El constante y fuerte cuestionamiento al que
eran sometidos los proyectos gubernamentales de desarrollo (por la oposición en el Parlamento y por la prensa) bloqueaban el fortalecimiento electoral del PSI. Mejorar el funcionamiento de la organización y motivar la fidelidad y el trabajo de militantes y dirigentes parecía ser la única vía para invertir esta tendencia. Esta operación demandaba sin embargo mayores fondos económicos, miles de millones de liras, porque en todos los niveles del
partido se ambicionaba poder, pero sobre todo dinero.
La entrada en vigor de la plataforma programática craxiana resuelve este
problema. Facilitando la aprobación de las concesiones para las grandes
obras públicas y estimulando el nacimiento de los nuevos consorcios, el sistema de autorizaciones “rápidas” ideado por Craxi terminará por transformarse en la fuente inagotable de recursos para el PSI. Liberado de las “molestas” trabas burocráticas, el viejo y oxidado sistema de corrupción político-empresarial se moderniza y se extiende a aquellas zonas del país donde o
no operaba o no funcionaba “adecuadamente”, para convertirse, años más
tarde, en lo que se conocerá como Tangentópolis y de paso en la tumba de
la Primera República italiana.
La mayoría de los grandes proyectos socialistas de hecho obedecían a criterios que poco o nada tenían que ver con el gran desarrollo de la infraestructura productiva prometido por el gobierno. Gran parte de los fondos estatales serán destinados a financiar costosas obras (construcción de centros
comerciales, pabellones para exposiciones y algunas otras de similar naturaleza) que no satisfacían las necesidades reales del país, ni corregían las
ancestrales deficiencias presentes en los servicios públicos de municipios y
regiones. En base a estos criterios, y por no considerárseles “prioritarios”,
fueron archivados los programas de potenciación de la antigua e ineficiente
red ferroviaria, así como la reestructuración de la precaria infraestructura
hidrogeológica, fundamental para un territorio sujeto a periódicos moviEntelequia. Revista Interdisciplinar
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
mientos telúricos. La verdadera motivación del otorgamiento de las concesiones y la realización de las obras públicas, como es fácil intuir, fue la captación (acelerada) de recursos para la coalición partidocrática y en particular para el PSI: el reforzamiento de la imagen de la administración Craxi,
huelga decir, era una prioridad absoluta.
Un informe oficial publicado en ese período explica perfectamente la forma de proceder del gobierno: “El significado de las obras —dice el documento— no se relaciona con su utilidad sino con los circuitos financieros que
puede activar. Desde este punto de vista no es ni siquiera necesario que la
obra se realice: basta la simple autorización del proyecto, el anuncio de la
obra. [...] Lo que importa —sigue diciendo el informe— es el cúmulo de relaciones que logran establecer políticos, proyectistas y constructores con la
aprobación de los financiamientos o con la simple solicitud dado que los
trabajos (de identificación, diseño y construcción) son los que fomentan y
amplían los vínculos clientelares.65
La extraordinaria rentabilidad de estos vínculos clientelares produjo la
exasperación de estos fenómenos y el fomento tanto la “ineficiencia” como
de un sistemático y vertiginoso aumento de los costos originales de las
obras. Veamos algunas de sus consecuencias. Del total de las obras autorizadas entre 1987 y 1992 el 59.2% careció de los controles necesarios; de todas las llamadas “grandes obras” financiadas en ese período —estatales,
municipales y provinciales, con un importe superior a seis millones de dólares, a tres millones de dólares y a un millón de dólares respectivamente—
sólo el 7 por ciento fue concluido en este período, mientras que el costo de
obras aprobadas, en el mismo espacio de tiempo, arrojará un incremento
medio del 31'3%.66
Estos datos permiten reinterpretar los puntos claves de la política del gobierno Craxi. La cancelación de los controles estatales, que abrió las puertas a las llamadas autorizaciones “rápidas”, fue en realidad el instrumento
que estimuló el clientelismo ya existente. La realización de las grandes
obras (cuando se llevaron a cabo), origen de un programa de colaboración
entre los sectores público y privado, fue por su parte, la perversa fórmula
que permitió ampliar el universo de las “tangenti”. La eficiencia y la productividad, pregonadas hasta la saciedad por el craxismo, resultaron la simple
mascara demagógica con la que el gobierno socialista cubrió las verdaderas
razones de su proyecto.
Comentando las consecuencias de este extenderse de la corrupción, Carlo Ripa de Meana, ex Ministro del Ambiente y en una época miembro del
PSI, afirmará sin ningún empacho “[...] es culpa de un sistema que ha permitido dilapidar y desviar los recursos para las grandes obras, ampliar los
tiempos de su realización, triplicar sus costos y fomentar el gran juego de la
repartición. [...] Está ampliamente probado que gran parte de los recursos
estatales terminaron en manos privadas, que un tramo de carretera cuesta
tres veces más en Italia que uno —de las mismas dimensiones— construido
en Francia”.67
65
XVIII Rapporto della Situazione Sociale del Paese, elaborado por el CENSIS bajo el
patrocinio del CNEL, Franco Angeli editore, Milano, 1985, pp.541 y 548. Cif. en libro
“Italia a Sacco, pp. 28.29.
66
L'Italia a sacco, op. cit. p.38
El comentario de Carlo Ripa Di Meana fue recogido por el periódico La Repubblica en
la edición del 8 de febrero de 1993.
67
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
Para ilustrar el despilfarro de la política económica del gobierno Craxi
basta señalar que entre 1980 y 1985 Italia es la única nación europea que
registra incrementos en su gasto público, pasa del 4.6 al 6.6% del producto
interno bruto (PIB). En el mismo período Alemania lo reduce del 5.4 al
3.9%, Francia del 3.4 al 3% y Gran Bretaña del 2.9 al 2.3%. 68 Estos datos,
por demás reveladores del poco cuidado con el que la gestión socialista administró el dinero público, no contemplan los que corresponden a los primeros meses de 1985, cuando el sistema rompe con su pasado “provincial”.
En este período se activan diversos programas que confirman el discutible
comportamiento de la administración pública: la entidad de los financiamientos será enorme, los mecanismos de aprobación estarán al margen de
todo tipo de control estatal y, por si esto fuera poco, su dimensión no es
sólo regional, sino nacional. En el sector de la construcción, por ejemplo,
surge lo que Walter Tocci ha definido como “una inédita interpelación entre
liberalismo y estatismo”,69 la premisa que romperá los diques de la corrupción y que sentará las bases de los más grandes e ilícitos negocios realizados en el país al final de los años 80.
Lo triste e irónico de esta desconcertante historia es que el gran ideólogo
y promotor de la perversa y dañina renovación del sistema de corrupción
político-empresarial fue el líder del Partido Socialista, una de las organizaciones que con mayor tesón se había batido en favor de la dignificación de
la clase trabajadora, en pro de la moralización de la política y en favor de la
justicia social. En la megalomanía e insaciable afán de poder de Craxi está
en gran parte el origen de esta distorsión que a Italia costará cara, muy
cara, en términos económicos, políticos y sociales. El líder socialista también pagará un altísimo precio: el generalizado repudio de la población, diversos juicios penales en su contra y un obligado exilio en la ciudad tunecina de Hamamet, donde morirá sin pena ni gloria.
68
69
Relación provisional y programática que presentada, ante el Parlamento, en 1987
Cif. en Della Seta y Salzano op.cit. La frase fue extraída de un libro de Walter Tocci que
estaba por ser publicado por Editori Riuniti.
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EL OCASO DE LOS DIOSES
C
on la caída del segundo gobierno Craxi —abril de 1987— el Ejecutivo del
país regresa a manos demócrata-cristianas.70 El líder socialista seguirá
sin embargo condicionando las actividades de las sucesivas administraciones porqué sin el apoyo parlamentario del PSI ninguna de ellas habría
podido siquiera entrar en funciones. A pesar de haber nacido bajo el signo
de la continuidad y siguiendo a pie juntillas las directrices previamente trazadas por su inmediato antecesor, los tres gobiernos católicos que rigieron
los destinos de Italia, de aquella fecha y hasta descubrimiento de “Tangentópolis”, resentirán la negativa y pesada herencia recibida de la gestión socialista: la política de las grandes e inútiles obras así como la exacerbación
del sistema de las “tangenti”, que comportaron un sustancial incremento
del déficit de las finanzas públicas, de hecho redujeron al mínimo los márgenes de sus maniobras económicas.
El alza del costo del dinero, la devaluación de la Lira y una ulterior agudización de la desocupación, también consecuencia de la política socialista,
fueron otros de los graves problemas que enfrentaron estos gobiernos. Para
financiar la deuda pública y detener la fuga masiva de capitales al extranjero la Banca de Italia (el Banco Central italiano) decretó la elevación de los
rendimientos de los títulos de Estado o Bonos del Tesoro (BOT). Lejos de resolver las dificultades que pretendía superar, como había pronosticado el
mundo financiero, la medida provocó el encarecimiento de los financiamientos bancarios y con ello la primera gran flexión económica del país desde el
inicio del llamado boom económico de los años 80.
La reducción de la inversión productiva, el efecto más grave de este encarecimiento, no logró modificar y menos aún frenar la política “económica”
heredada del gobierno socialista. Los proficuos negocios partidocráticos
continuaron llenando las arcas de los partidos —y los bolsillos de los líderes
— incrementando así el ya abultado déficit estatal. La excesiva confianza en
la todavía pujante planta productiva italiana y el hecho de que nadie por
esos días imaginaba lo que estaba por acontecer explican, pero no justifican, la indiferencia con la que la clase política observaba los problemas económicos y financieros de la Nación. Proveer al saneamiento de las desastradas finanzas públicas no parecía ser una de las prioridades ni de Bettino
Craxi ni de Giulio Andreotti, quien a principios de 1992 completaba el segundo semestre de su séptimo gobierno, porque el gran objetivo de ambos
era perfeccionar los detalles de su último proyecto: el regreso de líder socialista a la jefatura del gobierno y el ascenso de Andreotti a la Presidencia de
la República. En una entrevista televisiva, reconociendo abiertamente sus
pretensiones, Craxi afirmará: “Yo soy el único candidato a la Presidencia del
Consejo de Ministros”.
El inesperado arresto del ingeniero Chiesa y a las primeras investigaciones del pool, que de inmediato dieron un vuelco a la situación política vigente, echarán por tierra las aspiraciones de los líderes. El 24 de abril de
1992, a dos meses de la detención de Chiesa, Giulio Andreotti se ve obligado a renunciar a la Presidencia del Consejo de Ministros. Las aspiraciones
70
Craxi será sucedido por Amintore Fanfani (1987), Giovanni Goria (1987-1988), Ciriaco
De Mita (1988-1989) y Giulio Andreotti (1989-1991 y 1991-1992), todos ellos miembros
del partido demócrata-cristiano.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
de Craxi también se desvanecieron, pero en lugar de reconocerlo públicamente optará por lanzar un furioso ataque en contra la justicia del país.
Tal como sucedió en el caso de la bancarrota del Banco Ambrosiano también en esta ocasión el líder socialista se encargará de conducir el embate
político en contra de la Magistratura, pero no sólo por su impulsiva naturaleza sino sobre todo por la posición que adoptó la cúpula demócrata-cristiana. Contrariamente al pasado y no obstante sus pesadas responsabilidades,
la dirigencia católica adopta una táctica silenciosa y evasiva que lógicamente hará resaltar aún más la figura y las acciones del combativo secretario
socialista. La sobreexposición de Bettino Craxi no era con todo casual o
producto de su conocido afán de protagonismo. La mayoría de sus lugartenientes se encontraban inscritos en el registro de personas investigadas y
algunos de ellos hasta pernoctaron en la prisión milanesa de San Vittore
desde el inicio de tangentópolis: su concuñado Paolo Pillittieri, diputado socialista y ex Alcalde de Milán, por dar sólo un ejemplo, el 2 de mayo es oficialmente acusado de los delitos de encubrimiento agravado, corrupción y
violación de la ley para el financiamiento público de los partidos.
Este y muchos otros actos de la Procuraduría milanesa obligan a Craxi a
renunciar a su autocandidatura a la jefatura del Ejecutivo. El anuncio lo
hará ante las cámaras de la televisión, lo transformará en un espectáculo
mediático. La renuncia será sin embargo el preámbulo de una furiosa ofensiva personal contra el “pool” y más concretamente contra Antonio Di Pietro. La primera acción del líder apuntará sin embargo hacia su partido y
sólo indirectamente al Poder Judicial. A aquellos socialistas que demandaban su inmediata renuncia a la secretaria nacional del PSI, por su evidente
vinculo con “Tangentópolis”, Craxi responde con una prepotencia digna de
sus mejores épocas. Desafiando a la oposición interna y a la justicia no sólo
se niega a renunciar a su cargo sino que impone como Vice Secretario del
partido al ex Ministro del Exterior Gianni De Michelis, uno de sus colaboradores más cercanos y a quien el “pool” atribuía múltiples actos de corrupción en la región del Véneto.
Una vez reorganizadas las fuerzas en el interior del PSI, Craxi dirige sus
baterías contra la Procuraduría de Milán poniendo en tela de juicio la legalidad de sus acciones y la rectitud personal y profesional del “pool de manos
limpias”. En un primer momento su teorema acusatorio, como lo definió la
prensa, tuvo como centro el presunto uso abusivo que hacían los magistrados milaneses de la prisión preventiva, la figura penal que autoriza la detención de un presunto delincuente antes de ser procesado y sentenciado.
Más adelante, amplió el abanico acusador con un supuesto “complot” contra su persona y familia.
Sus críticas al citado instrumento judicial, legalmente infundadas y todavía hoy objeto de amplias y acaloradas polémicas, no fructificaran. Contradiciendo lo sostenido por Craxi, la aplicación de prisión preventiva no resultará ni arbitraria ni violatoria del Código de Procedimientos penales italiano.
Todos y cada uno de los arrestos llevados a cabo por la Procuraduría de Milán serán ejecutados en base a lo dispuesto en los preceptos de esta normativa, esto es, en virtud de los múltiples indicios surgidos durante las investigaciones. La permanencia en prisión de los detenidos obedecía, por otra
parte, al hecho de que su eventual liberación, como demostró el “pool”, creaba las condiciones para ocultar y manipular las pruebas que obraban en
su contra. Una confesión plenamente satisfactoria del indiciado era la única
forma de hacer desaparecer las sospechas y el peligro de desviación de las
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pruebas, subrayó la Procuraduría de Milán por aquellos días: la simple
duda sobre la veracidad de la confesión o la presunción de que el detenido
encubría a alguna persona, como se asienta en la norma, legitimaban la
ampliación del arresto hasta concluidas las investigaciones.
Mas allá de estos problemas de técnica jurídica, que no incumben a este
trabajo, la verdad de las cosas es que las denuncias del líder asemejaban
más a una maniobra política que a un verdadero reclamo al orden legal vigente. Los parlamentarios de la oposición y gran parte de la prensa de hecho interpretaron el teorema craxiano como uno de los tantos artificios con
los que el poder político condicionaba las acciones de la justicia desde hacia
años. Para quien conocía la forma de conducirse del personaje, era bastante
claro que Craxi trataba de salvar el “pellejo” a costa de la imagen y el prestigio del “pool”, como claro era que sus inconsistentes denuncias estaban
destinadas al fracaso. Haciendo caso omiso de esto último y de las múltiples críticas recibidas, el secretario socialista vuelve a la carga. Firmándose
bajo el seudónimo de Ghino di Tacco, en un editorial publicado en el periódico Avanti, órgano oficial de información del PSI, escribe: “Con el tiempo y
a través de un mejor conocimiento de los hechos, de los cuales alguien finalmente deberá ocuparse, podría resultar que el Doctor Di Pietro no es el
héroe del que se oye hablar [...] En este caso como en tantos otros de la vida
no todo lo que brilla es oro”.71
Las insinuaciones contenidas en el editorial generaron una atmósfera de
inquietud y no pocas interrogantes en torno a la persona del agente Ministerio Público. Durante varios días los medios de información comentaran el
artículo en espera de que Ghino di Tacco pasará de la vaguedad a acusaciones más concretas. Innumerables artículos periodísticos lo conminron a
presentar las presuntas pruebas del lado oscuro de Di Pietro, mientras que
los diarios de mayor difusión, que exaltaban la persona y la valiosa labor
del MP, aclaran de inmediato que nunca lo habían considerado un héroe,
pero que salvo prueba en contrario, seguirían reputándolo un funcionario
valiente y honesto en el desarrollo de su trabajo.
raxi aclara el “misterio” dos semanas después de la aparición del artículo. En una entrevista concedida a un semanario entra en el meollo de sus
conjeturas: “No podemos pretender no ver y no oír lo que se dice de una situación del todo anómala y hasta increíble respecto a las relaciones de íntima amistad que unen a Di Pietro con algunos de los imputados y con algunos de los más grandes “tangentistas, afirma. 72 Si bien en el curso de la entrevista omitió mencionar los nombres de los “amigos” de Antonio Di Pietro,
el semanario colmará este vacío por deber de crónica: se trataba del democristiano Maurizio Prada y del socialista Sergio Randaelli, dos personajes a
los cuales el “pool” acusaba del delito de encubrimiento.
Como se sabrá mas tarde el supuesto “pecado” de Di Pietro fue encontrar
y conversar con estas personas en una de las tantas fiestas de la “buena”
sociedad milanesa. Lo inocuo y mal intencionado de la insinuación se
transforma en un “boomerang” para el secretario socialista, pese al hecho
de que otras “amistades” costarán a Di Pietro, meses más tarde, tres juicios
penales de los cuales sin embargo saldrá absuelto. A partir de la publicación de la entrevista al líder, la Procuraduría de Milán y la opinión pública
ratifican su confianza a Antonio Pietro y elogian su labor al frente del “pool”
71
El articulo fue publicado en ese diario el 23 de agosto de 1992, pero la secretaria del
partido, un día antes, le dio una amplia difusión.
72
La entrevista fue publicada el 6 de septiembre de 1992 en el semanario “Panorama”.
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porque “un MP que evita o se niega a proceder contra un amigo, sabiendo
que es un delincuente, es a todas luces un encubridor sin atenuantes. Pero
si por el contrario lo llama a juicio, sobreponiendo su labor de juzgador a la
amistad, lo menos que puede hacer la institución a la que pertenece es felicitarlo y señalarlo como uno de sus más válidos y honestos elementos. Esto
último es lo que justamente sucedió”, se leerá en un editorial de la época.
El abierto y masivo apoyo que recibió el MP así como lo infundado de las
acusaciones redundarán en un endurecimiento de las críticas al quehacer
político del líder socialista. Giorgio Bocca, un conocido periodista y uno de
sus más acérrimos adversarios, escribe que Craxi, con sus ataques, “se ha
autoproclamado como la gran cabeza del creciente partido transversal de
los anti-Di Pietro, integrado por todos los que han participado en operaciones que tarde o temprano los conducirán a la cárcel de San Vittore o a las
nuevas que tendrán que abrirse”.73
Desde el interior del PSI Di Pietro también recibe muestras de solidaridad. Carlo Ripa de Meana, Ministro socialista del Ambiente, escribe una
carta abierta: “Poner en duda la probidad del Ministerio Público no sirve
para poner en duda la culpabilidad de los corruptos y corruptores que han
admitido sus propias responsabilidades. [...] Una agresión personal, con
ataques y señalamientos de oscuro contenido y con una evidente finalidad
intimidatoria, no es una respuesta a la cuestión moral sino una prueba de
la actualidad de ella”.74
Otras importantes personalidades del PSI también se solidarizan con Di
Pietro repudiando abiertamente a un Secretario que se rehusaba a dejar el
máximo cargo de la organización a pesar de su virtual deslegitimación dentro y fuera de ésta. De entre estos sobresale el nombre de Claudio Martelli,
ex Ministro de Justicia e incuestionable “delfín” de Bettino Craxi. En lo que
se ha dado en llamar la “gran traición”, Martelli rompe públicamente con su
otrora tutor político acusándolo de haberse convertido en un verdadero problema para el PSI por su renuencia a abandonar la secretaria nacional. La
izquierda ex comunista también toma cartas en el asunto. Captando perfectamente la naturaleza de los ataques al “pool”, Emanuele Macaluso —diputado del PDS— equipara el comportamiento de Craxi al de un náufrago en
medio del océano cuyos “desarticulados movimientos —afirmará en una entrevista televisiva— no hacen sino empujarlo cada vez más hacia el fondo
del mar”.
En otra carta abierta, esta vez escrita por Enzo Biagi, una de las vacas
sagradas del periodismo italiano, se lee lo siguiente: “Sé que Ud. no me
quiere y Ud. sabe que yo no lo estimo, pero debo decirle que con sus ataques a la Procuraduría esta haciendo más daño a los socialistas que todos
los reaccionarios de derecha y los extremistas de izquierda. [...] Ud. decía
que se atacaba a su familia para golpear a su persona. Diputado Craxi, la
verdad de las cosas es que usted solo se está golpeando”. 75 Geno Pampaloni,
un refinado intelectual anticomunista, tiempo atrás admirador del craxismo, también interviene en la polémica. Contrastando la manera de comportarse de los personajes en cuestión afirma que “la diferencia sustancial está
en que mientras Craxi defiende a capa y espada a amigos que sabía corruptos, Di Pietro, a sus presuntos amigos, los ha puesto en la cárcel”. Renglones mas adelante Pampaloni es aún más explícito: “Actualmente Craxi en73
Periódico La Repubblica, 26 de agosto de 1992.
74
Ibíd. 25 agosto 1992.
Periódico Corriere della Será, 29 agosto 1992.
75
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carna los intereses de un grupo político y partidocrático que se ha enrocado
para defender su poder y sus privilegios”.76
Esta afirmación era más que cierta. Deteriorando aún más su ya frágil
posición, Craxi, se había convertido en el último defensor de una clase política que hacía todo lo posible por preservar sus múltiples canonjías. Asumiéndose la conducción de esta desesperada cuanto inútil empresa el líder
aparecía como el actor principal de la debacle misma del régimen partidocrático, como el gran protagonista del ocaso de todo un grupo dirigente que
en la forma mas infamante estaba por dejar el escenario político. La lucha
que libraba contra Di Pietro y la naciente autonomía de la magistratura era
el dramático epílogo de un liderazgo y de una élite política agonizante y rebasada a nivel interno e internacional. Los actos de corrupción en los que
esta se encontraba implicada y los grandes acontecimientos que sacudían
al mundo a partir de 1989, habían decretado su fin.
Hombre poco acostumbrado a los reveses, Craxi, con el país en su contra, no se daba sin embargo por vencido. La experiencia le había enseñando
que el ataque era la mejor defensa y a aquel recurrirá en su desesperado intento por evitar o al menos alejar la llegada de la primera e inminente notificación judicial en su contra. Entre agosto y diciembre de 1992 escribirá
uno de los capítulos más dramáticos de su abierta confrontación con el Poder Judicial. Corrigiendo su pasada y fallida estrategia, reaparece encarnando el singular papel del “chivo expiatorio” de tangentópolis. “Contra mi
persona y desde diversas direcciones sigue moviéndose una agresión periodística y política conducida [...] por quien no tiene ningún interés en conocer la verdad, por quien persigue objetivos y motivaciones que nada tienen
que ver con la finalidad de corrección, claridad y justicia. Es una campaña
dirigida a deformar la verdad y a desacreditarme. Esta conducta, en la mayoría de los casos de mala fe, al final entrará en colisión con la realidad de
los hechos, con la seriedad y con el fundamento de las preocupaciones que
le han dado vida”, escribe nuevamente en el Avanti, argumentando un supuesto “complot” en su contra.77
La hipótesis del “complot” no mejorará su imagen. Ante los ojos de la mayoría de la población, Craxi seguía siendo el principal responsable del desbordamiento de la corrupción en Italia, el artífice de la conversión de la política en un vulgar negocio y el máximo exponente del período más negro del
régimen partidocrático. Nadie, a decir verdad, tomó en serio su denuncia, ni
siquiera sus más cercanos colaboradores, porque en sus razonamientos
traslucía el total desfase de un hombre público que no quería o no podía ver
ni aceptar las radicales transformaciones que habían traído el 89 y el descubrimiento mismo de tangentópolis. Su estado de ofuscación seguramente
le impedía percatarse de aquello que era evidente a los ojos de todos, que la
partidocracia había perdido su funcionalidad histórica y que la magistratura ya no era aquel fácil y cómodo instrumento de manipulación política. Indro Montanelli, Director del periódico Il Giornale, se lo dirá sin cortapisas:
“En su polémica con Di Pietro —escribe el periodista— Craxi ha cometido
diversos errores. [...] Uno de ellos, imperdonable para un político, es el de
haber equivocado el momento: hoy toda Italia esta con y por sus jueces.
Desde hace más de veinte años algo así no sucedía”.78
76
Periódico Il Giornale, 30 de agosto 1992.
77
Periódico Avanti, 30 agosto 1992.
Periódico Il Giornale, 1 de septiembre 1992.
78
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
La afirmación de Montanelli era inobjetable, pero ni el incondicionado
apoyo del país a los jueces ni el repudio colectivo hacia el secretario bastaban para incriminarlo penalmente. Se requerían elementos probatorios mucho más consistentes, como los que emergieron el 2 de septiembre, fecha en
la que el conflicto entre los poderes legislativo y judicial llegó a su clímax.
En el curso de un interrogatorio el socialista Nerio Nesi, ex presidente de la
Banca Nazionale del Lavoro, proporciona las primicias de uno de los tantos
ilícitos cometidos por el líder de su partido. Narra los pormenores de las
múltiples presiones a que lo sometió Craxi para obligarlo a autorizar un
préstamo de dos millones de dólares a favor de Salvatore Ligresti, el gran
“recaudador” del PSI. La renuncia forzada al cargo y una dura reprimenda,
“para que aprendas a ser banquero”, le dijo Craxi al momento de dejarlo cesante, fue el resultado de su negativa.79
Con esta y muchas otras confesiones, que ahondarán en la forma como
el “recaudador” obtenía los cuantiosos financiamientos para el partido, la
caída del líder socialista parecía solo cosa de tiempo. Todo lo que hacía o
decía en contra del “pool” se le revertía. Un trágico acontecimiento le dará
sin embargo nuevos alientos. El suicidio del diputado socialista Sergio Moroni, quien en su póstumo testamento político hizo pública su vergüenza
por haber secundado la política de corrupción impuesta por el régimen partidocrático. Ignorando completamente la autocrítica contenida en la misiva,
Craxi aprovecha el trágico episodio para volver a la carga. Responsabiliza a
la Procuraduría de Milán y a la prensa por la muerte del diputado: “Han
creado un clima infame”, dirá sin mencionar nombres. Patético resultó su
comentario. En uno de los pasajes de su testamento político Moroni reconocía como origen de su gesto fatal la ilícita recolección de fondos que realizaba para el PSI .
Los arrestos y notificaciones que siguieron al suicidio del diputado desvanecen las absurdas polémicas provocadas por la nueva declaración de
Craxi y de paso revigorizan la labor de la judicatura. Por esos días, lenta,
pero inexorablemente, las investigaciones del “pool” comenzan a acercarse a
la milanesa Vía del Corso, sede del cuartel general del líder socialista. El 15
de octubre Vincenzo Balzamo, secretario administrativo del PSI, y por ende
la persona que mejor conocía el origen de los movimientos contables del
partido, recibe una notificación judicial. Este hecho, que daba la posibilidad
de sacar a flote los financiamientos ilícitos del partido, agravó sólo aparentemente la posición de Craxi. Ante la sorpresa de la gente, el líder minimizó
el significado del acto judicial diciéndose totalmente ajeno al trabajo desarrollado por Balzamo. Ese mismo día, en el curso de una asamblea del PSI,
comportándose como si nada hubiera sucedido, tratará de acallar las voces
que exigían su dimisión como secretario: “El secretario soy yo y seguiré a la
cabeza del partido —afirmó— hasta la conclusión del próximo congreso”.80
Dos meses mas tarde, el 15 de diciembre de 1992, el “pool de manos limpias” toca finalmente a su puerta. El tan temido “avviso de garanzia” deja de
ser una simple conjetura para convertirse en una realidad.
Haber sido el último destinatario de miles de millones de Liras pagadas
al PSI en forma de “tangenti” era la imputación. La grave acusación no doblegó a Craxi. En una improvisada rueda de prensa organizada en el hall de
79
80
Periódico La Stampa, 3 septiembre 1992.
Giovanni Maria Bellu y Sandra Bonsawnti, Il Crollo, Laterza, 1993, pp. 219 y siguientes.
Esta cita así como una visión mas completa de las vicisitudes vividas por Bettino Craxi
en todo este periodo remiten a la lectura de este libro.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
su residencia romana, el Hotel Raphael, define la notificación como “quella
roba” (esa cosa) de la cual me ocuparé más tarde”. En efecto, horas después
emite un comunicado en el que cínicamente afirma que “por lo que se refiere a las formas de financiamiento irregular o ilegal sólo puedo decir lo que
ya dije en el Parlamento [...] todos los lideres nacionales de los partidos estaban al corriente de ellas. La notificación —continúa el comunicado— se
refiere a episodios que interesan a la administración del partido y no a mi
persona porque yo no he participado en ninguno de ellos”. Al “pool” le reserva la parte final. Refiriéndose al acto judicial agrega: “Se trata de una iniciativa completamente infundada que toma la forma de una verdadera agresión en contra de mi persona al perseguir finalidades que pueden ser políticas, pero no ciertamente de justicia”.
El comunicado delineó perfectamente la estrategia del líder. Por un lado
intentaba politizar al máximo el caso —involucrando en él a los demás secretarios de los partidos— para de esta forma deslegitimar el trabajo de una
judicatura que, en su opinión, no estaba actuando con base en los criterios
de legalidad sino respondiendo a claros intereses de naturaleza política. Por
el otro, descargaba sobre Vincenzo Balzamo, administrador del PSI, todas
las responsabilidades de la ilícita recolección de fondos para su partido. El
problema de este segundo estratagema es que para la Procuraduría de Milán el Arq. Silvano Larini, brazo derecho de Craxi en este tipo de operaciones y prófugo de la justicia en aquel momento, y no Balzamo, como el secretario daba a entender en el comunicado, era el recolector de las ilegales sumas de dinero imputadas a la organización socialista. Sobre el destinatario
final de estas sumas el pool no tenía ninguna duda: “Se considera al diputado Craxi el destinatario final de todo o parte de dinero entregado al Sr.
Larini”, se lee en uno de sus párrafos de la notificación judicial. Desconcertante, pero explicable fue la seguridad y confianza que manifestó Craxi frente a esta tan delicada acusación: a la fuga de Larini se había unido la repentina muerte de Balzamo. Estas eran las dos únicas personas que podían
confirmar las hipótesis acusatorias que la Procuraduría de Milán hacía girar en torno a su persona. El 7 de febrero 1993, fecha en la que el “recaudador” se entregó a las autoridades, la posición del líder socialista cambia
radicalmente. En su primera declaración Larini confiesa haber consignado
personalmente a Craxi, en su oficina de Via del Corso, una “tangente” de
ocho mil millones de Liras, más de 5 millones de dólares de aquella época.
Un grave error cometió quien pensó que la notificación judicial, la confesión de Larini y las manifestaciones populares que exigían su inmediato desafuero significaban el fin de Craxi. Con una prepotencia que desborda todo
límite el líder anunció: “No tengo ninguna intención de bajar la cabeza ni de
renunciar a la secretaria del partido porque esto se tomaría como un signo
de debilidad y hasta como la admisión de mi culpabilidad visto el odioso clima que sigue alimentándose en el país”.81
El anuncio, que hizo estallar la enésima polémica contra el líder, no perturbó el trabajo del “pool” gracias en gran parte a la prensa, que actualizaba
diariamente la interminable lista de detenciones y notificaciones realizadas
por la Procuraduría de Milán. Veamos algunas de ellas. En enero de 1993
Craxi recibe su segunda y tercera notificación judicial; el 5 de febrero Enza
Tomaselli, su leal secretaria, termina en la cárcel; Gianni De Michelis, días
antes, se hace acreedor a un segundo “avviso di garanzia"; algunos miembros de la “corte” andreottiana, también por estas fechas, son acusados de
81
Op. cit. p.234.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
haber establecido vínculos con el crimen organizado; caen asimismo los gobiernos municipales de Roma y Nápoles, por las acusaciones de corrupción
en contra de algunos de sus miembros, y por si esto no bastara, también
por estos días estalla el caso de la “maxitangente” Enimont, origen de los
suicidios de Gabriele Cagliari y Raul Gardini.82
El 13 de enero de 1993, teniendo como marco esta densa atmósfera política, la Procuraduría de Milán envía a la Cámara de Diputados la primera
solicitud de autorización para proceder penalmente contra Bettino Craxi.
Temiendo su posible desafuero, el líder vuelve a autoproclamarse objeto de
una campana de agresiones orquestada por la prensa y la magistratura. Define las acciones de esta última un fumus persecutionis. Declara ante la
prensa que las acusaciones en su contra eran “totalmente infundadas, un
intento persecutorio que solamente sirve para alimentar linchamientos infames”. En esa misma ocasión sostiene una hipótesis que muchos interpretarán como una abierta amenaza en contra de la seguridad del Estado: “Se ha
llegado —dirá Craxi con énfasis— a una situación que crea serios peligros
para la estabilidad política e institucional del país”.83
La afirmación del líder se revelará totalmente infundada. Las instituciones italianas, como pocas veces en su historia, se mostrarán particularmente sólidas y capaces de reaccionar con determinación ante cualquier intento
desestabilizador. El veloz y traumático proceso de desmantelamiento de la
partidocracia tampoco registraba manifestaciones de desaprobación ni el
más mínimo repudio hacia las acciones del “pool”. Las únicas voces discordantes en el coro que loaba la intensa actividad judicial eran las de los
miembros de la nomenclatura quienes, para evitar los procesos penales en
su contra, intentaban infructuosamente mantener en pie la estructura partidocrática.
Entre todas estas voces la más activa era la de Bettino Craxi quien por
aquellos días organizaba su enésimo ataque contra el “pool”. Promovía una
urgente reunión de la cúpula del PSI que terminará por revelarse el preámbulo de su final y definitiva salida de la secretaria socialista. La convocatoria caerá en el vacío por su discutible origen y por el descrédito mismo del
secretario. Giuliano Amato y los demás miembros del gabinete nacional del
partido la desatienden haciendo saber, públicamente, que no asistirían a la
reunión porque su presencia en la misma —dadas las circunstancias imperantes— provocaría la inmediata y no deseable entrada en crisis del gobierno. Días después, el 4 de febrero de 1993, Craxi recibe su cuarta notificación y el día 11, en el Hotel Ergife de Roma, durante una asamblea nacional
de su partido, deja finalmente la secretaria en razón de las múltiples presiones a las que fue sometido.84 Este doloroso revés preanunciará el total desplome del socialismo craxiano, pero no así la definitiva capitulación de su
indiscutible ideólogo.
Habían pasado exactamente 16 años y siete meses desde aquel lejano
1976 en que Craxi tomó en sus manos las riendas de la organización socialista. Lejanas y retóricas se escuchaban ahora sus promesas de hacer del
PSI un verdadero partido de masas, una organización moderna y la expre82
Op. cit. pp. 235 y siguientes. Para profundizar sobre las acciones judiciales completadas
en este periodo, sugerimos la lectura del libro de Giovanni Maria Bellu y Sandra
Bonsawnti.
83
Op. cit., p. 238.
Bettino Craxi, Il caso C.”, Giornalisti editori, 1994, pp. 33 a 42. Para conocer la versión
craxiana de 16 años al frente de la secretaria socialista sugerimos este libro.
84
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
sión más acabada de la izquierda moderada y reformista. Atrás quedaban
los largos años de tenaces luchas dentro y fuera de la organización, su originales y exitosos experimentos políticos, sus hábiles acuerdos con la cúpula democristiana. Tiempos sin duda de gloria que Craxi no volverá a ver por
culpa de su insensibilidad hacia aquel vulgar “mariuolo” quien, en otras circunstancias, hubiera dado la vida por él. Con su salida de la secretaria del
PSI y con el subseguirse de adversos acontecimientos, la carrera del líder
parecía concluida. Todo estaba en su contra, ninguna de sus desesperadas
defensas atenuaba sus múltiples responsabilidades penales y políticas.
Dentro y fuera de Italia se esperaba con ansia su desafuero y su consecuente comparecencia ante los tribunales.
El escenario político no dejaba dudas sobre la inminente autorización
para proceder penalmente en su contra. El Parlamento, se decía, no puede
defraudar a la nación, seria su sentencia de muerte. Cuando los reflectores
estaban listos para iluminar el proceso del siglo en Italia, sucede lo increíble
porque “las vías del señor —como reza un conocido adagio cristiano— son
infinitas”. El 6 de marzo de 1993 el gobierno del constitucionalista Amato
aprueba sorpresivamente un proyecto de ley y cuatro decretos que significaban la tabla de salvación de Bettino Craxi. Conocido despectivamente como
il colpo di spugna (borrón y cuenta nueva), el paquete de leyes establecía la
despenalización de las violaciones a la ley del financiamiento público de los
partidos, el pago del triple de las sumas indebidamente recibidas, la posibilidad de llegar a acuerdos respecto a las formas de pago y la abreviación de
los procedimientos para los casos de los delitos de corrupción y encubrimiento.
La maniobra era un retrato hablado del líder. Desde la primera notificación Craxi había hecho todo lo posible para que la autorización a proceder
en su contra contemplase sólo y únicamente el delito de violación al financiamiento público de los partidos. Giuliano Amato, que en alguna forma le
debía su encumbramiento político, saldaba así su deuda con el líder socialista. Sus cálculos, sin embargo, fallaron estrepitosamente. La noticia del
colpo di spugna genera una espontanea y generalizada movilización en todo
el país. Decenas de miles de llamadas telefónicas y de fax inundan las redacciones de los periódicos. Más de ocho mil personas recorren las calles de
Milán en son de protesta. Al llegar al Palacio de Justicia vitorean al Procurador mientras que a Craxi lo llenan de insultos al pasar por su oficina:
“Fuori il bottino, dentro Bettino”, gritan hasta el cansancio. Indignado por la
iniciativa del gobierno Gerardo D'Ambrosio, uno de los miembros del “pool”,
declara: “La clase política, responsable del sistema de corrupción, ha decidido autoabsolverse”. La oposición en masa también dijo “no” a la maniobra
del Ejecutivo. En respuesta al decreto el Ministro socialista Carlo Ripa di
Meana renuncia a su cargo y al partido.
La tensión en el país era altísima. Los ojos de la nación se dirigían al Palacio del Quirinale, sede de la Presidencia de la República, donde el Presidente Oscar Luigi Scalfaro analizaba el contenido del paquete de leyes. Con
su firma todas ellas entrarían en vigor. Nadie se atrevía a hacer previsiones.
La espera se hacía eterna. Con la espalda entre la espada y la pared, pero
consciente de la responsabilidad histórica que tenia en sus manos, Scalfaro
anuncia finalmente su decisión de no firmar la iniciativa del gobierno. El
país vuelve a la calma.
Si bien oficialmente el motivo de la negativa presidencial fue de orden
técnico (el 18 de abril un referéndum decidiría la suerte de la ley que reguEntelequia. Revista Interdisciplinar
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
laba el financiamiento público de los partidos), detrás de la decisión de
Scalfaro se encontraba un claro y por demás sensato razonamiento político.
De haber aprobado el “colpo di spugna”, lo sabia perfectamente el Presidente, la máxima autoridad de la nación habría sancionado la definitiva ruptura del frágil puente que seguía uniendo las instituciones republicanas a la
sociedad civil. Nadie sabe lo que hubiera podido suceder si el Jefe del Estado hubiera firmado el decreto, pero un hecho ocurrido pocos días después
de su histórica negativa confirmó ampliamente el sentir popular. Al llegar a
la Universidad Bocconi de Milán, para dictar una conferencia, Giuliano
Amato fue ruidosamente abucheado. El generalizado repudio al Jefe del Ejecutivo se hizo aún más evidente con la cerrada ovación que el público tributó a Francesco Saverio Borrelli, Procurador de Milán y máxima autoridad
del “pool de manos limpias”.
Estamos en marzo de 1993, un mes que deparará sorpresas aún más
asombrosas. La tarde del día 17, mientras el fallido “colpo di spugna” seguía
dando que hablar, estalla una nueva bomba política. Giulio Andreotti, quien
hasta ese momento había quedado al margen de “Tangentópolis”, recibe
una notificación judicial no sólo grave penalmente sino sobre todo infamante. Es acusado de asociación mafiosa y de ser el referente político de Cosa
Nostra. Las numerosas sospechas sobre sus presuntas relaciones con la
mala vida siciliana provenían de diversos mafiosos llamados “arrepentidos”.
Uno de ellos, Gaspare Mutolo, afirmó en su deposición: “El senador Andreotti es la persona a la que el diputado Salvo Lima se dirigía para tratar las
decisiones que se debían adoptar respecto de los intereses de Cosa
Nostra”.85
Andreotti dio a conocer el contenido de la notificación a través de un comunicado de prensa: “La Procuraduría de Palermo —escribe— me ha comunicado la apertura de una investigación relacionada con mi persona por actividad mafiosa. La noticia me amarga profundamente, pero no me sorprende. Leyendo los periódicos he conocido las absurdas declaraciones de algunos ‘arrepentidos’ [...]. Acusarme de mafioso es paradójico. Estando en el
gobierno, y en primera persona, propuse durísimas acciones y severísimas
leyes contra la mafia. Me esperaba su venganza [...] es mejor que ésta haya
llegado en esta forma y no con un escopeta”.86 Venganza o no, la verdad de
las cosas es que el 14 de diciembre, en un inesperado y dramático cara a
cara con el mafioso Baldassare Di Maggio, el hombre a quien se debía la
captura de Salvatore Riina, el temido gran jefe de Cosa Nostra en Sicilia,
Andreotti escucha estupefacto decir al mafioso: “Senador haga como yo:
diga la verdad y se sentirá tranquilo con su conciencia”. Sin perder la calma
el ex Jefe de gobierno responde: “Yo a Ud. no lo conozco”. Di Maggio replica
de inmediato: “Yo si Senador, lo conocí el día que Riina lo saludó con un
beso”.87 La verdadera sorpresa de esta confrontación la reserva Giancarlo
85
Giovanni Maria Bellu... op. cit. p. 265.
86
Op. cit. 264.
Confirmando el testimonio de Gaspare Mutolo, otros dos mafiosos arrepentidos,
Tomaso Buscetta y Marino Manoia, afirmarán durante sus interrogatorios que
Andreotti había tenido contactos directos con Cosa Nostra, que había encontrado a los
temidos boss mafiosos Stefano Bontade y Toto Riina y que a este último, al llegar a la
reunión, lo había saludado besándolo en la mejilla. Lo identificarán asimismo como el
secreto personaje que “sugirió” —a la mafia— la eliminación de General Carlo Alberto
Dalla Chiesa, Comisario Antimafia en la ciudad de Palermo, y del periodista Mino
Pecorelli ya que esto impedía conocer la verdad sobre el secuestro y homicidio del
87
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Caselli, Procurador de Palermo. Mostrara al siete veces Jefe del Ejecutivo
italiano una foto donde aparece con Nino Salvo, el financiero de confianza
de Cosa Nostra, a quien en tantas ocasiones había negado conocer.88
En abril de 1993 el Parlamento italiano aprueba una relación presentada
por la Comisión Antimáfia sobre el caso Andreotti. En uno de los pasajes
del documento se lee: “A la Comisión resulta cierto el vínculo de Salvo Lima
con hombres de Cosa Nostra. Éste, en Sicilia, era el máximo exponente de
la corriente democratacristiana encabezaba por Giulio Andreotti. De las
eventuales responsabilidades políticas del Senador Andreotti, derivantes de
su relación con Lima, deberá pronunciarse el Parlamento”.89 La ecuación
formulada por la Comisión era simple: si uno de los puentes entre la mafia
y las instituciones era Lima, el representante de la corriente andreottiana
en Sicilia y también íntimo amigo del Senador, se deduce que Andreotti, directa o indirectamente, también colaboraba con el crimen organizado. Sobre
la base de estos y otros elementos probatorios, la Procuraduría de la ciudad
de Perugia también solicita, el 20 de agosto de 1995, el envío a juicio de
Giulio Andreotti. La imputación: concurso en homicidio mafioso del director
de la revista OP, Mino Pecorelli. En los dos procesos, como señalamos en un
capítulo anterior Andreotti salió absuelto.
Sobre las graves acusaciones contra Andreotti, Craxi nunca se pronuncia. Las preocupaciones de ambos sin embargo coincidían totalmente. Unidos por un destino común, definitivamente menos glorioso que en el pasado, los dos empleaban su tiempo e inteligencia para intentar evadir la acción de la justicia y con ello garantizarse su impunidad. El 29 de abril de
1993 Craxi consigue estos objetivos. En una histórica sesión el Parlamento
rechaza —por mayoría— la solicitud para proceder en su contra. Exponentes de la agonizante partidocrácia y un nutrido grupo de diputados extremistas, que pretendían evidenciar aun mas lo deslegitimado del aula legislativa, escriben esta página negra. En la sede legislativa tiene lugar un violento zafarrancho mientras que en toda Italia gente ofendida e indignada
por la resolución sale a la calle para manifestar su inconformidad con la resolución. Las redacciones de los periódicos vuelven a ser inundadas de llamadas telefónicas y fax. En todos los rincones del país aparecen pancartas
que exigen justicia e insultan al ex secretario y a sus “salvadores”. El día de
la vergogna (de la vergüenza) lo define la prensa.
En una especie de libro testamento Craxi relata con lujo de detalle lo
acontecido aquel día. Dejemos pues que él, con sus palabras, describa lo
sucedido. “El 29 de abril, con un voto secreto, la Cámara de Diputados rechaza la autorización a proceder en mi contra. [...] En el aula, después del
voto, estalla una auténtica batalla campal. Los exponentes de la RETE (aliados del PDS) alzan carteles previamente preparados. Los representantes del
PDS (ex comunistas) declaran: `se quiere bloquear el curso de la justicia,
pero la justicia debe seguir adelante’. El diputado Mario Segni declara: `la
democracia está en peligro´. Se organiza una manifestación fuera del Parlaestadista democristiano Aldo Moro. Los interrogatorios de Buscetta y Manoia se
llevaron a cabo en un lugar desconocido de Estados Unidos, país donde ambos residían
por motivos de seguridad.
88
En el periódico La Repubblica, del 15 de diciembre de 1993, se encuentra una crónica
detallada de esta audiencia.
89
Comisión Parlamentaria Antimafia, “Mafia y Política”, Saggi Tascabili Laterza, 1993, p.
123.
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mento [...] Se alzan carteles en los que se lee: `Craxi a la cárcel´, `todos a la
cárcel´. Mientras aparece un fantoche de Craxi encadenado y vestido de reo,
algunos manifestantes gritan `Craxi en la cárcel esta misma noche´ y otros
distribuyen volantes con el escrito `fuera ladrones del Parlamento´. Italia
Radio, una radio comunista, invita a la población a salir a la calle y a enviar
telegramas al Parlamento con una sola palabra: vergogna. [...] El periódico
La Repubblica encabeza su edición con el titulo `Vergüenza, absuelto Craxi´,
mientras que su director escribe en un editorial: 'después del secuestro y el
homicidio de Aldo Moro, este es el día más grave de nuestra historia republicana”.
“La tarde del día siguiente —sigue relatando Craxi— cinco mil personas
reunidas en Plaza Navona muestran la primera página de La Repubblica.
Achille Occhetto (secretario del PDS) y otros azuzan a la gente. Al término
de la manifestación, que se desarrollo a pocos metros del Hotel Raphael,
donde vivo normalmente en Roma, se invita a los participantes a continuar
la protesta. Rodean el Hotel Raphael. La gente grita: 'a la cárcel', 'estas acabado', 'a San Vittore'. [...] Como debo asistir a una transmisión televisiva me
niego a salir por la puerta de seguridad. En la entrada principal del hotel
escucho un gran ruido y poco más tarde un mar de insultos. La gente trata
de agredirme. Sobre mi persona y la de mis colaboradores, que me acompañan al coche, llueven piedras, monedas y objetos de las más diversas especies”.90
Los enardecidos manifestantes tenían razón, Craxi estaba acabado. Políticamente había dejado de existir, como también el craxismo y la longeva
partidocracia. La lluvia de monedas que golpeaban la abundante masa corpórea del ex líder simbolizaba el vergonzante e infausto fin de la odiada clase política posbélica italiana que en esos momentos representaba este oscuro personaje. Los vientos de la renovación soplaban fuertemente en todos
los rincones del país, la llamada Primera República, sinónimo de la corrupción y el mal gobierno, pero también de libertad y democracia, estaba por
pasar a mejor vida.
Las cuentas de Craxi con la justicia quedarán sin embargo pendientes.
Nunca llegará a saldarlas. Su incomprensible absolución, que no obstaculizó la llegada de más notificaciones judiciales en su contra, le permitirá moverse con total libertad y buscar un refugio seguro fuera del territorio italiano. Las autoridades de la República de Túnez, que le debían muchos favores por los beneficios que recibió a través de los fondos italianos destinados
al Tercer Mundo, le ofrecerán las seguridades que Francia le negaba. En
una fecha no bien determinada Craxi deja el país para reaparecer instalado
en su lujosa villa veraniega de Hammamet, donde gozara con amargura de
las limpias aguas del Mediterráneo árabe. La protección que le dispensan
las autoridades de aquella nación impedirán su extradición en Italia.91 Años
90
Bettino Craxi..., op.cit., pp. 44,45 y 46.
91
El ex secretario del Psi (1976-1993) y ex presidente del Consejo (1983-1987), llego a
Hammamet, Túnez, en la primavera de 1994. El 16 de junio de ese año fue declarado
contumaz por la justicia italiana mientras que el 7 de junio de 1995 los jueces
milaneses libraron una orden de aprehensión internacional en su contra. Desde esta
fecha se le considero un prófugo de la justicia. En la primera instancia del proceso EniSai Craxi fue condenado a cinco años y medio de cárcel por corrupción y a ocho y
medio por la bancarrota del Banco Ambrosiano.
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más tarde Craxi morirá en su casa del mar sin pena ni gloria. Su familia y
los amigos que le sobrevivieron, que no son pocos, anualmente hacen un
peregrinaje a Hammamet para recordarlo.
Su “voluntario” destierro y su posterior muerte no han cancelado la pesada herencia política que Craxi lego al país. La nueva y emergente derecha
italiana hará suyo uno de sus últimos teoremas y lo convertirá en la materia básica de las futuras acciones contra la justicia del país. Atacando el
presunto desproporcionado poder adquirido por las Procuradurías del país,
Craxi había anticipado uno de los grandes dilemas de la era pospartidocrática: “se comienza a delinear —dijo en una ocasión— un nuevo, especial y
anómalo “poder” no previsto por la Constitución que desde lo alto del tejido
judicial se yergue para juzgar y contener la supremacía de los otros poderes
del Estado. La revolución, incubada desde hace tiempo —dirá al concluir su
comentario— se presenta hoy oficialmente”.92
Transformada en la única institución funcionante en el país, por lo mermado del quehacer político de los poderes Ejecutivo y Legislativo, la judicatura en cierta manera había terminado por sobreponerse a los otros dos poderes. Con la irrupción en la escena política del empresario Silvio Berlusconi, esta nueva deformación del sistema político italiano, producto de la deslegitimación y desaparición de la clase política posbélica, conducirá irremediablemente a la apertura de un nuevo frente contra el poder judicial. No
apenas reorganizadas las fuerzas del centro-derecha e izada la bandera del
conservadurismo neoliberal, este personaje, atesorando la experiencia de
Craxi, da vida a un nuevo y despiadado ataque contra la magistratura italiana y contra su expresión mas acabada, el “pool de manos limpias”.
92
Bettino Craxi, op. cit., p. 45.
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ADIÓS PRIMERA REPÚBLICA
C
on la denegada solicitud de autorización para proceder en contra Bettino
Craxi y con el anuncio del inicio del primer gran juicio de “Tangentópolis”, que verá como principal imputado a Sergio Cusani, consejero de finanzas del empresario suicida Raul Gardini, el “pool de manos limpias”
completó la parte quizá más delicada de su labor investigativa. Al involucrar
a gran parte de la clase dirigente del país, el proceso Cusani tendrá normes
repercusiones políticas. Coadyuvará de manera determinante a deslegitimar
la décimo primera legislatura italiana, a desmantelar de manera definitiva el
sistema partidocrático y a hacer pasar a mejor vida la Primera República.
Eran las postrimerías de 1993. El país se hallaba virtualmente paralizado por la intensa y efectiva labor desarrollada por el Poder Judicial. Según
datos extraoficiales, sacados a la luz por Mario Zamorani, un ex dirigente
estatal arrestado por corrupción, de enero a diciembre de ese año las procuradurías italianas habían realizado 3914 detenciones que, sumadas a las
del año anterior y a los “avvisi di garanzia”, daban un saldo realmente impresionante:
25
mil
indiciados
por
delitos
relacionados
con
“Tangentópolis”.93 Todos los Ministerios italianos, a excepción de Poder Judicial, pasaban el tiempo resolviendo simples trámites administrativos y no
asuntos de trascendencia porque gran parte de las personas investigadas
eran funcionarios públicos de alto nivel.
El cierre de los canales de financiamiento estatal fue sin duda una de las
consecuencias más dolorosas de la inactividad imperante en el sector público. Muchas de las empresas que dependían de las concesiones estatales, estuvieran o no vinculadas con “Tangentópolis”, entraron en crisis con la cancelación o suspensión de los fondos autorizados, pero aún no consignados,
y aquellos otros en vías de una segura aprobación.
La crisis de la planta productiva y la caída en desgracia de la nomenclatura partidocrática eran sin embargo los aspectos más visibles de la hecatombe política que azotaba al país porque el año que estaba por fenecer había sido rico en acontecimientos de no menor importancia. El mes de marzo, por ejemplo, la plana mayor del Partido Democrático de la Izquierda
(PDS ex PCI) también quedó inscrito en el registro de indagados de la Procuraduría de Milán: presuntas violaciones a la ley que regula la financiación
pública de los partidos eran la acusación en su contra. Primo Greganti, un
ex funcionario del desaparecido PCI, resultó el principal indiciado en este
sonado caso al descubrírsele una secreta cuenta bancaria suiza en la que
su partido, supuestamente, ocultaba los fondos irregularmente obtenidos.
La dirección nacional del PDS se declarará al margen de este ilícito penal,
mientras que el “Sr. G”, como se conocerá a Primo Greganti en el argot periodístico, se asumirá todas las responsabilidades de lo que se dio en llamar
la “cuenta gabbietta” (cuenta enjaulada). Su confesión, interpretada como
un acto de extrema lealtad comunista, no amainó las polémicas ni las agudas críticas en contra del PDS: “Greganti prefirió sacrificarse que traicionar
a su partido” dirá gran parte de la opinión pública.
93
L'Espresso, 18 febrero, 1994, pp. 76,77, 78. Estas cifras aparecieron en una entrevista
que Mario Zamorani concedió a este semanario con motivo de la publicación de su
libro Politica e Appalti dopo il Sisma di Tangentopoli (Política y concesiones después del
sismo de tangentópolis), editore Arca, 1994.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
Muchos otros hechos de igual o mayor importancia acaecerán en ese
año. Además del inicio del proceso en contra Sergio Cusani, principal imputado en el caso de la megatangente Enimont (octubre), se registrarán la caída del gobierno Amato y el ascenso al poder de Carlo Azeglio Ciampi, cabeza
de la primera administración técnica-política del país (abril); la abolición de
la inmunidad parlamentaria y el estallido de bombas en las ciudades de
Roma y Florencia (mayo); el ascenso a la Alcaldía de la ciudad de Milán de
Marco Formentini, miembro del Partido Lega Norte (junio); el estallido de
nuevas bombas en las ciudades de Milán y Roma (julio); el desplome de la
DC en las elecciones administrativas (noviembre); la victoria de la izquierda
en este proceso electoral; la propuesta leguista de formar una confederación
integrada por tres repúblicas independientes; el interrogatorio de Bettino
Craxi (en el marco del proceso Cusani) y las primeras señales del ingreso en
política del empresario Silvio Berlusconi (diciembre).
De todos estos acontecimientos el proceso contra financiero Sergio Cusani fue sin duda el evento del año toda vez que hizo públicos los nombres, la
cuantía y las responsabilidades de los beneficiarios de la megatangente Enimont: 150 mil millones de Liras (aproximadamente 100 millones de dólares
de la época) ilegalmente repartidos entre empresarios y líderes de los partidos en el gobierno. Por llamar en causa a toda la nomenclatura partidocrática, la figura de Sergio Cusani pasó a un segundo término desde la primera
audiencia. Las acusaciones en su contra en realidad dieron la pauta para
que el juicio asumiera lenta, pero inexorablemente la forma de una deletéreo y violento proceso contra la elite en el poder.
Antonio Di Pietro, fiscal principal, fue el gran protagonista de este autentico Nuremberg italiano, como los medios de información definieron este
proceso-espectáculo transmitido diariamente en directa televisiva. Algunos
de los aspectos mundanos de lo sucedido en el aula del tribunal de Milán
fueron recogidos en una simpática crónica escrita por Marco Gregoretti:
“Desde las ocho de la mañana cientos de personas se amontonan frente a la
segunda sección del tribunal penal de Milán. Esperan las 9:30 para entrar y
conseguir un puesto en primera fila. De pie, hasta las 19 hs., siguen atentamente los pormenores de la audiencia. Son espectadores de las más variadas edades y clases sociales: serios, enojados y en ocasiones con deseos de
ejecuciones sumarias. Se ven asimismo jovencitas con minúsculas minifaldas; elegantes señoras que se exhiben como en una gran fiesta y jubilados
que se preguntan ¿por qué no regresa Craxi?”.94
Detrás de este sugestivo y hasta folclórico escenario se encontraba la patética epopeya de la química italiana, las desmedidas ambiciones del empresario Raul Gardini (“la química soy yo” había dicho en alguna ocasión), el
saqueo del Ente Nacional de Hidrocarburos (ENI) en fin, el mega fraude que
diera origen a este histórico proceso. Se trató de una ilícita operación que
escondió innumerables y legaloides simulaciones iniciadas con el nacimiento mismo de la Enimont (en 1989), una empresa producto de la fusión de la
paraestatal ENI y la empresa Montedison, propiedad del grupo Gardini-Ferruzzi. A sólo dos años de la fusión se da el rompimiento y la cuantiosa e
irregular liquidación del socio privado (entregada en contante y en Títulos
de Estado), parte de la cual servirá para pagar la sustancial tajada que correspondió a la partidocracia. Con la anuencia de las máximas autoridades
del gobierno Sergio Cusani, el indiscutible cerebro de la operación, elevó
94
Revista Panorama, 7 de enero de 1994, pp. 8 y 9. Titulo de la crónica de M. Gregoretti
“Tutti al circo Cusani”.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
desproporcionadamente y sin ningún escrúpulo el valor real de las acciones
para de esta forma poder satisfacer las desmesuradas exigencias económicas de las partes.
Las primeras investigaciones terminaron por llevar a la cárcel a Gabriele
Cagliari, ex Presidente del ENI. Poco más tarde la justicia también tocará
las puertas de la casa de Raul Gardini, Presidente de la Montedison. Los secretos de la química italiana, a este punto, parecían al alcance de la Procuraduría de Milán, pero el trágico fin de estos dos personajes (ambos se suicidaron) frenaron momentáneamente las investigaciones. Responsabilizado
de la muerte de Cagliari, al haberle negado el arresto domiciliario, Di Pietro
comentará lo siguiente al enterarse del suicidio del empresario Raul Gardini: “Nadie mas abrirá la boca, pero nadie podrá ya decir que se suicidan
porque los obligamos a permanecer en prisión para obtener la confesión de
sus delitos. ¿Que Gardini no se encontraba en libertad?”.95 Lo inesperado y
doloroso de estos acontecimientos así como las ásperas polémicas que surgieron a su alrededor crearon un momento de confusión.
Los diarios, que dieron enorme espacio a estos suicidios, comienzaron a
insinuar que las investigaciones del “pool” se habían empantanado a raíz de
estos trágicos hechos: “El luto en las casas Gardini y Cagliari frenan el trabajo del pool”, se leía en los medios de información por aquellos días. Los
arrestos del financiero Cusani y de Carlo Sama, concuñado del empresario
suicida y alto funcionario de la Montedison, practicados a pocos días del segundo suicidio, desmienten estas insinuaciones.
Lo que la prensa no podía siquiera imaginar que estos dos arrestos estaban por escribir los prolegómenos del Nuremberg italiano. Trastornado por
la reclusión Sama revelará el monto y los nombres de los beneficiarios del
mega fraude Enimont desde el primer interrogatorio. Sergio Cusani, que soportaba mejor el trance carcelario, prefiere optar por el silencio, pero exige
un inmediato y regular proceso. Ávidos de esclarecer los misterios del caso
los jueces no tardan en satisfacer su exigencia: fijan para el jueves 28 de
octubre de 1993 el día de la primera audiencia. “Será un proceso símbolo,
un horrible mitin” denuncia Cusani.
Era por demás claro que ni éste ni su defensor estaban al corriente del
trabajo investigativo que desarrollaba la Procuraduría de Milán. No sabían,
y no tenían porque saberlo, que ya antes de su arresto había desentrañando gran parte de los secretos del mega fraude, incluida la fortuita pista del
IOR, la institución bancaria vaticana que sirvió de puente para la transferencia —al exterior— de 92 mil millones de Liras (más de 65 millones de dólares) de la tangente Enimont. La lista de los “prestigiados” testigos llamados a deponer en el proceso se dio a conocer en la víspera del llamado “día
del juicio”. Además de la cúpula de la Montedison testimoniaría lo más granado de la política italiana: Renato Altissimo, secretario liberal; Arnaldo
Forlani, Paolo Cirino Pomicino y Severino Citaristi, secretario nacional, ex
Ministro de Finanzas y secretario administrativo de la organización católica
respectivamente; Carlo Vizzini y Giorgio La Malfa, ex secretario y secretario
del partido Republicano; Bettino Craxi y Claudio Martelli, ex Jefe de Gobierno y ex Ministro de Justicia del partido socialista.
Visto el alto nivel de sus “invitados”, Di Pietro irónicamente declarará: “El
de Cusani será el padre de todos los procesos”. Readaptando una bíblica
profecía, el imputado también hace sentir su voz: “Antes de que cante el ga95
Op. cit. p. 7, Marcella Andreoli, título del artículo “Il Processo”
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llo esta clase dirigente renegará tres veces todo lo que ha dicho”, comentará.
Una inesperada decisión del Presidente de la Corte, prohíbe el ingreso de los
fotógrafos a la sala del Tribunal, parece comprometer la “premier” del tan
esperado proceso-espectáculo. Los exaltados ánimos de los informadores
gráficos se calman cuando el Presidente autoriza la filmación televisiva del
proceso .
Mientras todo esto sucede Di Pietro, que se sabe la “prima donna” en el
aula, habla con sus asistentes, revisa documentos y consulta la computadora que lo auxiliará durante todas las audiencias. En medio de un silencio
sepulcral el mítico Ministerio Público toma por primera vez la palabra: “Estamos aquí —explica— para juzgar a Cusani y sólo a Cusani, pero también
está el dinero pagado a los partidos, a algunos partidos, especialmente al
PSI y a la DC entre 1990 y 1991. Dinero recibido, como se desprende de los
actos judiciales, por Craxi, Martelli y Balzamo en el PSI y por Forlani, Citaristi y Pomicino en la DC. También existen financiamientos ilegales destinados al PRI, PDSI y PLI en 1992. Tenemos las pruebas, pero si Cusani nos
ayuda ampliaremos la red”.96
La introducción no deja lugar a dudas. El imputado es un elemento aleatorio en el proceso. Di Pietro, en realidad, tiene la intención de juzgar el ilícito comportamiento de los máximos exponentes del régimen partidocrático,
fulcro del sistema de corrupción político-empresarial italiano. El objetivo no
era con todo fácil. Requería de apoyos externos. Una anómala y por demás
riesgosa alianza con el defensor de Cusani (el experimentado penalista Giuliano Spazzali, años atrás también abogado defensor del profesor Toni Negri, presunto cerebro de las Brigadas Rojas) nace de esta exigencia. “La necesidad de descubrir nuevos fraudes, el deseo de excomulgar a todo el cuadro político, la voluntad de transformar el juicio de un solo imputado en el
proceso de Nuremberg ha dado como resultado este acuerdo. Peligrosísimo
para la Primera República”, escribe al respecto la periodista Marcella Andreoli.97
La alianza da sus primeros frutos el 24 de noviembre, cuando la inmaculada Lega Norte, acérrima enemiga del régimen y siempre lista a gritar
“Roma ladrona”, es desenmascarada. Carlo Sama confiesa haber pagado a
sus dirigentes una tangente de poco más de cien mil dólares. El pecado de
la Lega era menor, casi simbólico, pero de una enorme relevancia política
porque echó “ipso facto” por tierra la supuesta pureza leguista y la credibilidad de su dirigencia: Alessandro Patelli, tesorero de la organización, termina en prisión, mientras que Umberto Bossi, su líder, se hace acreedor a una
de las tantas notificaciones judiciales. La estrategia de Di Pietro y Spazzali
no tenía vuelta de hoja. El abogado defensor de Cusani quería dejar claro
que todos los partidos, en mayor o menor grado, eran usufructuarios y copartícipes del sistema de corrupción impuesto por el régimen y que nada ni
nadie, como dirá posteriormente Craxi, estaba exento de culpa.
Concluido el preámbulo, inició el espectáculo, la danza de los testigos
“excelentes”. Severino Citaristi, último administrador demócrata-cristiano,
relata en el aula que “a la Dc le hacían falta 85 mil millones de Liras (60 millones de dólares aproximadamente)” y que los secretarios de su partido “estaban al corriente de que existían entradas tanto regulares como irregulares”. Toca el turno a su colega de partido Paolo Cirino Pomicino, el potente
ex Ministro napolitano, sobre quien también gravaba otra acusación por
96
Op. cit., p. 10.
97
Ibíd., p. 11.
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asociación mafiosa: “Señor Procurador —dice a Di Pietro— no recibí 3 mil
millones de liras como aparece asentado en autos sino 5 mil” (más de 3 millones de dólares). Al término de su deposición Pomicino murmura a un periodista que trata de entrevistarlo: “no se ensañe conmigo que ya estoy fuera del juego”. Le siguen Giorgio La Malfa, secretario republicano, uno de los
pocos que testimonia sin temor, y Renato Altissimo, su homónimo liberal.
El primero acusa a Andreotti y a Craxi de haber decidido la readquisición
de las acciones Enimont y el segundo reconoce haber obtenido, de Sama,
200 millones de Liras (140 mil dólares) para sufragar los gastos de su partido en las elecciones de 1992.
Al día siguiente la escena se ilumina para escuchar al ex delfín de Craxi,
el ex Ministro socialista de Justicia Claudio Martelli. En su careo con Carlo
Sama ofrece un espectáculo realmente deprimente: “los 500 millones de Liras (más de 350 mil dólares) que me entregaste —dice al empresario— eran
tuyos no de la sociedad, de lo contrario no los hubiera aceptado”. Sama le
responde de inmediato: “no Claudio, no era necesario explicarte de donde
procedía el dinero"98. La ingenua defensa de Martelli lógicamente no convence a nadie. La presunta inocencia que trata de reivindicar no podía sostenerse en pie por el simple hecho de que habiendo sido el brazo derecho de
Craxi conocía, directa o indirectamente, el origen legal e ilegal de los fondos
que llegaban al partido.
El viernes 17 de diciembre toca testimoniar a los dos principales protagonistas de “Tangentópolis”: Arnaldo Forlani y Bettino Craxi. Un día y una fecha sin duda especiales para un pueblo tan supersticioso como el italiano.
Según una aneja tradición popular portano jella (traen mala suerte): Mario
Chiesa fue detenido un día 17 y también un día 17 Craxi lo definió un vulgar “mariuolo”. La comparecencia de los lideres demócrata-cristiano y socialista es precedida por la deposición de Carlo Vizzini, ex secretario socialdemócrata, quien sin hacerse demasiados problemas reconoce haber recibido
una tangente de 200 mil dólares.
El ambiente se caldea cuando Forlani hace su aparición en el aula. El
país se frota las manos, espera grandes revelaciones del primer secretario
demócrata-cristiano llamado a rendir cuentas con la justicia. Sus declaraciones resultarán un verdadero fiasco, una desilusión. Invadido por el terror, tartamudeando y corrigiendo constantemente sus palabras, Forlani
declara lo indeclarable: no haber tenido absolutamente ningún conocimiento del universo de “Tangentópolis”. Descarga toda responsabilidad en Severino Citaristi, tesorero del partido y número uno en materia de avvisi di garanzia": 64 por esos días. El irónico comentario dentro y fuera de la sala es
que el secretario del partido católico “vivía seguramente en otro planeta”. En
una audiencia sucesiva Di Pietro lo ridiculiza describiéndolo como “aquel
parlamentario que niega la existencia de la luna y del Coliseo”.
El momento de Bettino Craxi ha llegado. Antes de presentarse en la sala
del tribunal el líder socialista se detiene en la oficina de Di Pietro. En ese
encuentro, según afirman muchas crónicas periodísticas, aceptará referir
todo lo que sabía, pero a condición de que se le permitiera explayarse con
absoluta libertad. A las 16:05, en compañía del símbolo de “manos limpias”,
Craxi entra finalmente en el aula. Se le ve tranquilo y relajado cuando el
Presidente de la Corte le pregunta “¿esta dispuesto a hablar?”. Sereno y sin
alterarse Craxi le responde, “con gusto”. La sala intuye de inmediato que Di
Pietro le seguirá el juego. Su deposición se inicia en medio de una expecta98
Revista Panorama, p. 12.
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ción. “Nunca he recibido dinero, ni de la Montedison ni de la Ferruzzi ni
tampoco de Sama o Cusani”, responde el líder con gran determinación a la
primera pregunta de Di Pietro. Puesta a salvo la integridad de su persona,
primera parte de su estrategia defensiva, entra en el fondo de la cuestión:
“Mi partido, por el contrario, como las demás organizaciones políticas del
país —aclara— recibe desde hace años aportaciones económicas tanto del
grupo Ferruzzi como de la Montedison”. Es evidente que Craxi trata de deslindar sus funciones estrictamente políticas de los “vulgares” aspectos económicos relacionados con “Tangentópolis”. Giuseppe Garofano, el secretario
administrativo del partido, según lo dicho en su deposición, era el que se
ocupaba de “estas cosas” y no él que, como secretario del partido, tenía a su
cargo otro tipo de funciones.
Sin entrar en el análisis de la veracidad o falsedad de su dicho, Di Pietro
vuelve a interpelar al líder, pero ahora con mayor énfasis: “¿Estaba usted o
no al corriente de estos financiamientos?”. El misterioso universo de la corrupción italiana sale de inmediato a flote. “Claro, pero desde antes de llegar a la secretaria del partido, desde que usaba pantalones cortos. Las irregularidades en los partidos comienzan con la historia republicana. No las
veía quien no quería verlas. Los balances de las organizaciones eran falsos,
todos lo sabían, incluidos los que debían controlarlos. [...] Ni los partidos de
oposición criticaban la forma de actuar de los partidos de gobierno ni estos
la de la oposición”. Toda la clase dirigente del país, sin exclusión, entraba
pues en el reparto del botín: partidocracia, el PCI, los grandes grupos industriales y hasta los Presidentes de las Cámaras de Diputados y Senadores, Giorgio Napolitano (PCI-PDS) y el hoy difunto Giovanni Spadolini (PRI),
cuyos nombres Craxi también mencionó.
A los ex Comunistas, sus enemigos por antonomasia, Craxi reserva un
capitulo especial: “el PCI —afirmó con particular énfasis— era la organización con mayores fondos a su disposición. Poseía la máquina burocrática
más potente del Occidente. Buena parte de sus financiamientos provenían
de entradas ilegales, de lo que yo llamo la “pequeña Tangentópolis”, esto es,
de los administradores locales y del Este europeo: de la Unión Soviética y de
los países del Comecon. Con estas palabras el líder completaba una venganza que se veía venir desde que recibió la primera notificación judicial.
Nunca había podido digerir el hecho de que la dirección del PDS quedara al
margen de las investigaciones del “pool”. Sostuvo hasta la saciedad que sólo
gracias a su complicidad con la Procuraduría de Milán, tan o más corrupta
que los partidos en el gobierno, no salían a flote los ilícitos comportamientos de la dirigencia ex comunista.
La ecuación craxiana, “la corrupción somos todos”, no despejó sin embargo dos importantes incógnitas. El papel del imputado dentro de la estructura del partido socialista y el paradero de la “tangente” de 75 mil millones de Liras (50 millones de dólares), presuntamente acreditados al PSI.
“Cusani nunca fue un fiduciario del partido era —explicó Craxi— un consejero de la familia Ferruzzi, un serio profesional y un simple elector socialista”. En síntesis, era un buen amigo, pero no un gestor de la organización. A
esta primera y poco creíble afirmación seguirá otra que la sala y los medios
de información calificarán como una auténtica mofa para el Tribunal. Sin
ningún pudor el líder socialista definirá la llamada maxi-tangente” Enimont
una “maxi-balla” (una maxi-invención). Un fuerte runruneo de desaprobación interrumpió el largo silencio que había acompañado la deposición de
Craxi. Nadie en la sala daba crédito a lo que estaba escuchando. La delirante aseveración del líder y la reacción de los presentes hacen que Di Pietro se
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vea obligado a preguntarle, con mayor determinación y ligeramente alterado: “¿el PSI ha recibido aportaciones del grupo Ferruzzi, sí o no?” La replica
de Craxi fue inmediata: “En repetidas ocasiones, como había ya dicho”.
El largo interrogatorio, que pareció más bien un monólogo, está por concluir. El desconcierto en el aula es evidente sobre todo porque el líder socialista había enfangado a todo el mundo político para disminuir sus responsabilidades. Sus seguidores, visiblemente satisfechos, murmuran, “es un
gran estadista”, exaltando su estrategia defensiva. La mayor parte del auditorio no comparte esta opinión. Cuando los primeros asistentes comienzan
a abandonar el recinto judicial, un anónimo portavoz del sentir popular lanza un grito que no requiere comentarios: “Línchenlo”.99
Confrontando la deposición de Craxi con la de los demás testigos, en particular con la de Arnaldo Forlani, condenado popular y sumariamente por
su absoluta falta de imaginación, toda Italia entendió el por qué del rápido
encumbramiento político del líder socialista: era un gigante rodeado de un
regimiento de enanos. Esta imagen y sus devastadoras sentencias entraron
en todas casas del país gracias a la directa televisiva de su interrogatorio,
que Craxi transformó en una especie de una ágora electrónica. Lo que sin
embargo no logró fue modificar el juicio que la gente se había hecho de su
persona: toda Italia lo consideraba y sigue considerando el principal responsable de “Tangentópolis”. De nada le sirvió haber presentado un rostro
completamente diverso respecto de aquel otro, grotesco y hasta siniestro,
mostrado por sus antiguos cómplices.
De todo este gran espectáculo en realidad lo único nuevo y verdaderamente relevante fue que Craxi hizo de su presencia en el Tribunal de Milán
en un evento político sin precedentes en la historia del país. Detrás de él,
como director y guionista, se encontraba Antonio Di Pietro. Intuyendo y
descifrando anticipadamente la estrategia defensiva de su interlocutor, optó
por dejarle el escenario a su completa disposición. ¿Quién mejor que uno de
sus arquitectos para demoler los últimos vestigios del edificio partidocrático? ¿Quién mejor que el último gran represéntate de la corrupción del país
para explicarla y denunciarla públicamente? ¿Quién, sí no Craxi, podía describir la mediocridad y la podredumbre de una agonizante clase dirigente?
Estas fueron quizá las preguntas que se hizo el mítico agente del Ministerio
Publico antes de dejar que el líder socialista se explayara con la más absoluta libertad.
Con una sentencia condenatoria de ocho años de cárcel para Sergio Cusani, leída el 28 de abril de 1994, concluyó este espectacular proceso. No
obstante su gran impacto político y social, las consecuencia del mismo se
hicieron sentir hasta principios del año siguiente. El 13 de enero Carlo Azeglio Ciampi presentó su dimisión como Jefe del gobierno y tres días después
el Presidente Oscar Luigi Scalfaro decretó la disolución anticipada del último Parlamento partidocrático oficializando así lo que los diarios definieron
como “la sepultura de la Primera República italiana”.
Osado y seguramente erróneo sería afirmar que la desaparición de la Primera República fue la natural consecuencia de la extinción de la institución
partidocrática porque sí bien este hecho jugó un papel de enorme relevancia, otros acontecimientos habían creado las condiciones para esta gran
99
Los fragmentos de la deposición de Bettino Craxi y el interrogatorio de Antonio Di
Pietro fueron extraídos de la crónica de Piero Colaprico y Fabrizio Ravelli publicada el
sábado 18 de diciembre 1993 en el periódico “La Repubblica”.
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transformación política italiana. Nos referimos sobre todo a la caída del
Muro de Berlín y la desaparición de la ex URSS, dos hechos de relevancia
mundial que, al hacer pasar a mejor vida el esquema geopolítico internacional nacido en Yalta, terminaron por anular la funcionalidad histórica tanto
al sistema partidocrático italiano como al apoyo incondicional que los creadores y usufructuarios de este sistema recibieron siempre del Occidente democrático. “Sepultado bajo sus ruinas (se refiere al Muro de Berlín) quedó el
poder paridocrático transformado, con el transcurso de los años, en un poder consociativo hasta el ecumenismo”, escribe Lamfranco Viccari recordando los efectos que tuvo en el país las desapariciones de la ex URSS y el bloque comunista.100
El nacimiento de la añorada Segunda República, que en teoría debía registrarse el 27 de marzo de 1994, día del llamado a elecciones generales,
hasta la fecha sigue esperándose. Las profundas y hasta ahora vigentes heridas dejadas por los casi 50 años de gestión partidocrática han prolongado
su gestación y su definitiva maduración. Otro hecho que ha alargado la espera es la intempestiva irrupción en el escenario político nacional del poderoso empresario Silvio Berlusconi. Protegido de Craxi (a él debe en gran parte la construcción de su potente Grupo empresarial y la difusión nacional
de los tres canales privados de televisión de su propiedad), hábil comunicador, anticomunista por antonomasia, en dos ocasiones Jefe del Ejecutivo
(1994 y 2000) y con juicios penales aún pendientes, ambos por corrupción,
este singular y polémico personaje ha llenado el vacío dejado por su protector. Al suplantarlo y constituirse en el principal adversario de la judicatura,
Berlusconi también ha obstaculado la renovación política del país, sobre
todo, por los múltiplex intereses personales que lo condujeron a la política.101
100
Revista Panorama, pp. 14 y 15. Titulo del articulo de Lanfranco Vaccari,
“Videocondanna per un regime”.
101
Para ilustrar los enormes intereses privados de este personaje, reproducimos una
gráfica que muestra lo que se ha dado en llamar el imperio de Silvio Berlusconi.
Compañías de seguros, Editorial, Supermercados, Servicios y productos financieros;
Mediolanum, Mondadori, Standa, Silvio Berlusconi, Programa Italia, Holding editorial,
Fondo Gestión-Medusa-S.F.I.I
AREA TELEVISIVA: MEDIASET (canales 5, 1 y 4), Publitalia 80, Red 10, RTI, IFLA
(Broadcasting televisivo), RTI MUSIC, Videotime, Electrónica industrial (producción).
Para tener una infamación mas detallada sobre la vida de Silvio Berlusconi sugerimos la
optima biografía de este personaje escrita por Giuseppe Fiori, Il Venditore, Storia de
Silvio Berlusconi e della Fininvest, Garzanti, 1995. No esta por demás adelantar que es el
fundador y máximo líder del partido—empresa Forza Italia, nacido a finales de 1993
poco antes de su triunfo electoral del año siguiente. Actualmente es asimismo el
indicutido líder de la alianza de centro derecha o Casa de la Libertad que desde el 2000
gobierna el país con Berlusconi como Jefe de Gobierno.
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SILVIO BERLUSCONI SALE AL CAMPO DE JUEGO
P
rincipal accionista de la sociedad Fininvest (el segundo Grupo Financiero empresarial del país) y uno de los hombres más ricos de Italia, Silvio
Berlusconi, originario de la ciudad de Milán donde nace el 29 de septiembre de 1936, es sin duda un personaje interesante desde cualquier
punto de vista que se le analice. Hijo de un modesto empleado bancario que
de 1943 a 1945 deja patria y familia para no luchar al lado del ejercito alemán, como ordenaba el alto mando fascista, el hoy político-empresario vive
una infancia y una adolescencia marcada por las privaciones económicas.
Como muchas otras familias de la clase media también la suya sufrió las
consecuencias de la entrada de Italia en guerra y de la derrota que del tristemente famoso eje Roma-Berlín-Tokio.
Concluida la segunda confrontación bélica mundial y con una Italia en
completa ruina, el primogénito de Luigi y Rosella, como relata Giuseppe Fiori, autor de una de las biografías mas completas sobre este personaje, se ve
obligado a ganarse la vida para poder completar sus estudios universitarios.102 Trabajara ocasionalmente como vendedor de electrodomésticos,
como fotógrafo de matrimonios y funerales, como cantante en un grupo musical hasta el día en el que la suerte finalmente toca a sus puertas. Cursando el tercer año de Derecho en la Universidad Estatal de Milán su añorado
sueno de obtener un trabajo de planta se hace realidad. Sin siquiera imaginarlo este primer empleo, en una empresa inmobiliaria, se revelara determinante para su futura carrera al permitirle incursionar en el complejo mundo de la construcción y con ello sentar las bases del imperio empresarial
que estaba destinado a edificar.
Concluidos sus estudios universitarios a inicios de los años 60 con una
brillante tesis relacionada con la publicidad, el joven Berlusconi obtiene no
solo la licenciatura en Derecho (con Mención Honorífica) sino un premio de
2 millones de Liras —una suma nada despreciable para aquella época— que
otorgaba la concesionaria de publicidad Manzoni a la mejor tesis sobre este
tema. Este pequeño capital, la experiencia acumulada en el sector inmobiliario y su innato olfato para los negocios fueron, según su biógrafo, las precarias herramientas con las que Berlusconi comienza su veloz y siempre ascendente carrera empresarial. Su primera operación en el sector de la construcción la realiza a través de la sociedad que constituye con Carlo Rasini,
el socio capitalista de la naciente empresa. Objetivo de la misma, dar vida a
un pequeño complejo habitacional en la preriferia de Milán.
Las enormes capacidades del joven empresario serán inmediatamente
evidenciadas con la constitución de esta sociedad. No obstante el limitado
capital aportado a la misma, obtendrá una condición de socio particularmente favorable: el 50 por ciento de las acciones. El reconocimiento de esta
importante cuota accionaria no fue sin embargo una dádiva. Berlusconi había identificado el terreno donde se llevaría a cabo la obra, acordado el crédito bancario para su adquisición y conseguido los permisos de construcción que aquella requería: “me correspondia una pequena participacion en
la sociedad, pero por todo lo que había hecho me parecia correcto tener un
mejor trato. Un día le dije a mi socio que me parecía justo tener el 50 por
102
Para tener una infamación mas detallada sobre la vida de Silvio Berlusconi sugerimos la
óptima biografía de este personaje escrita por Giuseppe Fiori, Il Venditore, Storia de
Silvio Berlusconi e della Fininvest, Garzanti, 1995.
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ciento de las acciones de la sociedad y sorpresivamente acepto”, recuerda
en su biografía.103
Una vez adquirido el terreno Berlusconi también resuelve el problema del
financiamiento de la obra introduciendo él para aquella época innovador
mecanismo de la venta en maqueta, es decir, un anticipo a la firma del contrato, un segundo pago a mitad de la obra y el resto al momento de la entrega. Esta operación, como muchas otras que realizara mas adelante, resultara un rotundo éxito. Estimulado por este resultado y siguiendo a pie juntillas el lema de “pensar siempre en grande”, el empresario se propondrá la
realización de obras aun más serias y trascendentales sobre todo por el
sensible incremento que habían experimentado sus recursos económicos. El
gran salto o “el vuelo de cosmonauta”, como lo define su biógrafo, no lo
dará sino hasta 1963 año en el que inicia los trabajos preparatorios de una
multimillonaria operación sin precedentes en Italia: la construcción de una
ciudad satelite, para 4 mil personas, en las afueras de Milán.
Aunque factible, el megaproyecto requería sin embargo de una nueva sociedad y también de nuevos socios con una amplia solvencia económica y
por ello capaces de garantizar los créditos bancarios que exigía una obra de
tales dimensiones. Identificados estos y constituida la nueva sociedad, Berlusconi describirá a Marcello Dell'Utri, un amigo de la Universidad que se
convertirá en uno de los máximos dirigentes del Grupo Fininvest y más adelante de su partido Forza Italia, su ambiciosa idea de construir, le dirá,
“una ciudad donde habrá de todo, desde la clínica donde se nace hasta el
cementerio donde uno termina sus días”.104
Los trabajos de la megaobra comienzan en 1964, pero las dificultades no
tardan en aparecer. La venta en maqueta, que había sido el factor determinate del éxito del primer proyecto, no funciona en esta ocasión por una de
las tantas crisis de liquidez en el país. Esta adversidad no amedrenta a Berlusconi. Confiando seguramente en su buena suerte y en sus grandes capacidades empresariales busca de inmediato soluciones, alternativas viables
al apoyo económico que la iniciativa privada no estaba dispuesta a darle.
Para desbloquear la difícil situación recurre por primera vez al apoyo del
Estado donde, según Fiore, Berlusconi era todavía un hemerito desconocido.
Cierta o falsa esta afirmación, la verdad de las cosas es que su primera
incursión en los escabrosos salones gubernamentales romanos terminara
por ser la clave del éxito de la operación. Logra vender el megaproyecto al
Fondo estatal de Previdencia para los Dirigentes Comerciales, una institución publica que concedía créditos para la adquisición de casas habitación.
En el verano de 1969, a solo 5 años de iniciada la obra y sin haber recurrido a ningún tipo de soborno, afirma su biógrafo, Berlusconi concluirá la
venta de los mil apartamentos de la flamante ciudad satélite. Este nuevo y
hasta espectacular éxito, como es natural, acrecienta aun más su fama de
empresario audaz y visionario. El sector de la construcción de hecho le rendirá pleitesía bautizándolo como el “palazzinaro” (constructor de edificios),
un mote que no solo lo disgustara sino que le provocara, comento a quienes
lo conocen, hasta “urticaria”.
Independientemente de esto ultimo la verdad de las cosas es que a partir
de aquel momento, con operaciones no siempre claras, los negocios y la for103
Op. cit., pág. 28.
104
Op. cit., pág. 29.
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tuna del joven empresario experimentaran un notable incremento.105 Para
1977, con menos de 40 años, el “palazzinaro” ya es un hombre rico. Gracias
a ello el cuartel general de la Fininvest, ubicado desde noviembre de 1975
en un común edificio milanés, es trasladado a la fastuosa ex Villa del conde
Senatore Borletti d'Arosio. Tapetes y cuadros de la Venecia del siglo XVII
adornan los pisos y las paredes de sus salones. El empresario, la primera
esposa Carla y sus hijos Maria Elvira y Piersilvio por su parte se mudan a
una suntuosa villa ubicada en la zona conocida como “Arcore”, ex propiedad de los marqueses Casati Stampa di Soncino, donde el arte le dará un
toque de refinamiento a los excesos del nuevo rico: famosas obras de pintores flamencos, un Tintoretto y hasta telas del renascimiento adornan su paredes. Un parque de un millón de metros cuadrados, una pista de tartán
para practicar atletismo, gimnasio, campos de tenis, piscina cubierta y al
aire libre, picadero y caballerizas completan las instalaciones de la principesca villa de Arcore, como se conoce en el argot periodístico la mansión de
la familia Berlusconi.
El sueno del primogénito de aquel modesto empleado de banco se había
hecho realidad. Como en las películas de Hoollywood Berlusconi se había
convertido en uno de los hombres mas ricos de Italia viniendo de la nada.
En uno de sus números la revista “Panorama”, propiedad del Grupo Fininvest, afirmó que después de Gianni Agnelli, principal accionista de la FIAT,
Silvio Berlusconi era el hombre mas rico del país. Calculo su fortuna personal en 3,750 millones de Liras (2,667 millones de dólares aproximadamente).106 Su esfuerzo, tenacidad y audacia en los negocios habían sido ampliamente premiados, pero no solo a nivel económico sino también social. Como
reconocimiento a su brillante labor empresarial el Gobierno de la República
le concederá la prestigiada condecoración de “Cavalliere del Lavoro” (caballero del trabajo) que substituirá el odiado apelativo con el que era conocido
y así de “il palazzinaro” pasa a ser “il Cavalliere”.
El prestigio social obtenido y la inmesa riqueza acumulada no eran sin
embargo suficientes para un hombre con las ambiciones de Berlusconi. Su
innata madera de gran capitalista de hecho lo impulsaba a nuevas y mas
grandes empresas. En 1978, aprovechando el vacío legislativo que existía en
uno de los sectores de la comunicación de masa, ingresa en el mundo de la
televisión, un mundo que le dará la gloria definitiva y el acceso a la política.
A principios de 1994, con el determinante apoyo de sus canales de televisión, constituye el partido Forza Italia y meses mas tarde, ya como líder de
la coalición de centro-derecha que triunfara en las elecciones políticas de
ese año, tendrá el honor de ser designado Jefe del Ejecutivo, cargo que se
vera obligado a abandonar, meses mas tarde, por las imputaciones penales
que le formulara la Procuraduría de Milán.107
105
Op. cit., pp. 27 a la 73. El segundo y tercer capítulos del libro de Fiore, que
corresponde a estas páginas, describen todas las operaciones financieras que realizó
Berlusconi para consolidar su imperio de la construcción. Es interesante subrayar que
“il Cavalliere” ingresó el 26 de enero de 1978 en la oculta y tristemente famosa “Logia
p2”, fundada por Licio Gelli, con la credencial No 1816, código E. 19.78, grupo 17
fascículo 0625.
106
Panorama, 27 de junio de 1996, sección Diario de semana, p. 14, Dossier “Anche i ricchi
servono”.
107
Conjuntamente con su hermano Paolo y diversos funcionarios de su empresa Fininvest,
Berlusconi será procesado en los tribunales de Milán y Brescia. Las imputaciones en su
contra: soborno (por la supuesta autorización de un ilícito pago a la Guardia de
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
Su carrera en el sector televisivo comienza en septiembre de 1978, fecha
en la que inicia sus transmisiones Telemilano 58, su primer canal local de
televisión y una de las 434 TV privadas existentes en Italia. El irracional
numero de redes televisivas privadas era producto de la ausencia de una reglamentación en el sector y de una sentencia de la Corte Constitucional del
28 de julio de 1976, que reservo a la televisión estatal (la RAI) el derecho de
transmitir a nivel nacional y a los privados, sin señalarlo explícitamente, el
de hacerlo a nivel local. Lo vago de la disposición permite a la emitente berlusconiana, instalada en un conocido hotel de Milán, mandar al aire sus
primeros y modestos programas de entretenimiento. Cuatro meses mas tarde, en enero de 1979, nace Reteitalia y en septiembre Publitalia, redes televisivas propiedad de Berlusconi. En la primavera de 1985, a poco mas de
dos años de operar Telemilano 58, el Canale 5 se convertirá en el canal de
televisión mas importante de hoy político-empresario.
Aun cuando el verdadero objetivo del Cavalliere no era todavía claro, lenta, pero irreversiblemente su futuro imperio televisivo tomaba forma,. Su
lema de pensar siempre en grande no parecía corresponder a las expectativas mas bien limitadas de una simple televisión local que si bien crecía rápidamente no podía, al menos desde el punto de vista legal, superar las
fronteras de la Lombardia (Región a la que pertence la ciudad de Milán). Es
de notar que en forma irregular el canal 5 de hecho ya transmitía sus imágenes en las zonas Norte y Centrosur del país. Mantener esta situación y
ampliar sus transmisiones a todo el territorio, valiéndose del vacío legislativo, era en realidad el verdadero objetivo de Berlusconi quien “sin prisa y
con mucha discreción —afirma su biógrafo— preparaba el gran desafío, las
transmisiones ilegales en cadena nacional. Imaginando el “network” como
una mesa apoyada en sólidos pilares (una sociedad propia para la adquisición, la producción y la comercialización de programas, otra para contratar
la publicidad y una mas que se ocuparía de las instalaciones de las transmisoras y repetidoras en toda Italia) el empresario, con gran paciencia, decidió abocarse a la construcción de estos sólidos pilares para después, desde
una posición de fuerza, derribar las barreras impuestas por la Corte Constitucional”.108
La época del Berlusconi desconocido en los salones del poder, huelga decir, pertenecía al pasado. Esta vez el “Cavalliere” no estaba aislado. Detrás
de su estrategia se encontraban un Gobierno y un Parlamento que hacían
poco o nada para dar vida a una ley que reglamentara la actividad de las
numerosas redes televisivas privadas. Los vínculos establecidos con algunos de los mas importantes exponentes políticos de aquel tiempo determinaban en gran parte esta pasividad institucional que permitía las irregulares transmisiones de sus canales. Su caso, de cualquier manera, no era el
único, pero si el mas atípico. Gran parte de los representantes de las demás
emitentes privadas de hecho presionaban fuertemente al Gobierno para que
Finanza, el cuerpo militar que se encarga de supervisar la contabilidad de las personas
morales); falsedad en los balances de sus empresas (según la Procuraduría de Milán la
Fininvest contaba con una contabilidad paralela a la oficial y con diversas cuentas
bancarias secretas en Suiza) y; violación a la ley que regula el finaciamiento público de
los partidos (la contabilidad paralela de sus empresas y las cuentas bancarias suizas,
afirmó la Procuraduría de Milán, sirvieron para cubrir las ilegales sumas entregadas a
los partidos políticos, en especial al Partido Socialista en la época de Bettino Craxi, y el
dinero pagado a la Guardia de Finanzas).
108
"Il Venditore”, op. cit. p. 91.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
erradicara definitivamente el caos en el sector. Eugenio Porta, Presidente de
la Asociación Nacional de las TV privadas (ANTI), temiendo la desaparición
de las emisoras mas modestas, denuncio ante el Senado de la República la
ausencia de esta disposición argumentando que todo lo que esta bajo y sobre el suelo italiano pertenece al Estado y que por ello este debía reglamentar el uso de las frecuencias televisivas. La iniciativa de ley era pues urgente
hasta para el sector privado, pero no así para Silvio Berlusconi que apoyado
por Bettino Craxi, líder del PSI, y por la dirigencia de la DC de Milán hacia
todo lo posible para mantener el desorden en el sector.
Su comportamiento y el de sus aliados fue abiertamente denunciado por
el conocido editorialista Piero Ottone quien, refiriéndose a las maniobras del
“Cavalliere”, escribió, “lo he seguido por mucho tiempo y de cerca. Recuerdo
los esfuerzos sobrehumanos que hizo para impedir que el Parlamento legislara sobre la televisión. Utilizo todos los medios a su disposición para impedir que esta ley emanara y para conquistar una posición de predominio en
el sector sobre todo con el apoyo de un Partido Socialista que, siendo el perno de la coalición en el Gobierno, tenia la capacidad de hacerlo caer”.109
Contando con una sólida posición de fuerza, en junio de 1989 Berlusconi
admite expresamente esta oposición al señalar: “desde hace años estamos
esperando una ley para la TV. Afortunadamente hasta hoy hemos logrado
evitarla... Ahora pienso en los proyectos de ley —cinco o seis— a los que hemos resistido y nos hemos contrapuesto marginándolos, bloqueándolos...
Los mas “benévolos” pretendían quitarnos un canal, querían ser “magnánimos” dejándonos vivir solo con dos canales”.110 Comentando las irregularidades en el sector televisivo y la complicidad de la clase política para mantenerlas Guido Carli, ex Gobernador de la Banca de Italia, dirá que “por
años los principales industriales privados han distribuido dinero entre los
partidos con el fin de que las leyes que hubieran podido limitar su libertad
de acción no fueran promulgadas”.111
Si bien fueron permanentemente desatendidas, las denuncias en contra
de las emisoras que transmitían ilegalmente a nivel nacional no faltaron. En
enero de 1982, para dar un ejemplo, el Ministro Remo Gaspario envío un
ultimátum: o suspenden su conducta ilegal o se procederá a desactivar y a
secuestrar sus instalaciones. La RAI también tomo cartas en el asunto.
Acuso a las TV privadas de violar flagrantemente la ley agregando que con
el comportamiento de estas emitentes se había fomentado una competencia
desleal en perjuicio de esta empresa estatal. El impacto de las protestas en
los medios de información pareció anunciar la presentación de la esperada
iniciativa de ley, pero no fue así. Cuando la situación comenzaba a tomar
un cauce definitivamente legal un abogado de la Fininvest, de nombre Aldo
Bonomo, inventara un ingenioso artificio legaloide con el que las televisiones de Berlusconi quedaban momentáneamente a salvo.
Su ardid era simple, pero de una gran efectividad desde el punto de vista
técnico legal. La RAI, explicara, manda su señal a todo el territorio a través
de los puentes de telecomunicación del Estado. Berlusconi, que no puede
hacer uso de este medio, debe por el contrario expedir diariamente, a las TV
de su propiedad diseminadas a todo lo largo y ancho del territorio, 20 cassettes con programas previamente grabados los cuales son transmitidos simultáneamente siguiendo un orden preestablecido. ¿Dónde esta el truco?:
109
P. Ottone, L'Italia dei furbi, editorial “Ulisse”, p.7
110
Il Venditore, op.cit. p. 100
Citado por P. Ottone, Il gioco dei potenti, p. 55, Editorial “Longanesi”, 1986
111
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las interconexiones de la RAI, teoriza el abogado, son “estructurales” mientras que las del canal 5 de Berlusconi son “funcionales”. La ley, afirmara el
abogado, prohibe solo las conexiones estructurales, pero no las que no lo
son. Sin ser totalmente aceptada, la tesis del abogado de la Fininvest hace
surgir enormes dudas en los ambientes judiciales que ante el temor de incurrir en un error, optan por frenar toda acción legal contra las emitentes
privadas. En todo el 1982 solo un juez, de la ciudad de Palermo, se atreve a
acusar a Berlusconi de haber violado el art. 195 del Código penal el cual
dispone que “para la instalación y activación de instalaciones radioeléctricas es necesaria una previa autorización so pena de sanciones penales”.
La gran habilidad de Bonomo es reconocida hasta por el Presidente del
ANTI quien, con un dejo de sarcasmo, le dirá: “Aldo, me quito el sombrero,
has inventado un diabolica cagada que todos se tragan admirados lo que
demuestra que como abogado eres extraordinario”.112 El éxito de la truculenta estratagema abre nuevas y amplias perspectivas al proyecto berlusconiano y así la Fininvest, en 1983, adquiere otra emisora, “Italia 1” y en
agosto de 1984 otro mas, “Retequattro”. A este punto el imperio televisivo
de Silvio Berlusconi es un hecho irrefutable. Al igual que la TV publica el
Grupo Fininvest contaba ahora con tres canales de televisión que , dicho
sea de paso, se convertirán en las vitrinas de exposición del emergente Partido socialista y de su indiscutible líder Bettino Craxi en gran parte coautor
del milagro televisivo de Silvio Berlusconi.
Si hasta 1980 los ingresos de la Fininvest dependían prevalentemente de
su actividad en el sector inmobiliario (el 60 por ciento de su facturación
provenía de esta actividad), para 1984 el 85 por ciento de los mismos derivaba de la televisión. Por lo que toca a sus 3530 empleados, 1987 trabajaban ahora en su división televisiva mientras que su facturación había pasado de 1980 a 1994 de 12 mil millones a 900 mil millones de Liras (de 8 a 60
millones de dólares aproximadamente).
En junio de 1988, con la evidente complicidad de socialistas y democristianos, Berlusconi consigue su gran objetivo, esto es, regularizar la situación legal de sus emisoras. En esa fecha el Gobierno del democristiano Ciriaco De Mita aprueba la ley Mammi (toma el nombre de Oscar Mammi, en
aquel entonces Ministro italiano de Comunicaciones) que en sustancia dejara las cosas en su estado original. Convalida no solo la existencia de los dos
grandes monopolios televisivos italianos, la RAI y la Fininvest, sino la atípica concentración privada en el sector que, como señalaran muchos críticos
de esta ley, no encuentra precedentes en el mundo industrializado. El 6 de
agosto de 1990, con algunas reformas, la polémica ley Mammi será ratificada por el Parlamento.
Entrevistado por el periodista Gianfranco Pansa, Ciriaco de Mita, comenta el trasfondo político que estaba detrás de esta sugestiva legislación.113
Pansa: “El CAF (Craxi-Andreotti-Forlani) al menos hizo una cosa: dio el
apoyo a Berlusconi".
De Mita: “Sea mas preciso y diga: Berlusconi consiguió del Partido socialista una solidaridad que iba mas allá de todo limite...".
Pansa: “Como fue posible esta férrea solidaridad".
112
"Il Venditore”, op. cit., p. 102.
113
G. Pansa, “Io sto con le regole, il PSI con Canale 5”, “La Repubblica”, 20 de julio, 1990.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
De Mita: “No lo se. No me lo pregunto y no quiero ni siquiera preguntármelo".
El origen de este “inexplicable” apoyo socialista se conocerá solo hasta
1996 cuando el “pool de manos limpias”, investigando un ilícito pago de la
Fininvest a la Guardia de Finanzas, descubrirá la existencia de los llamados
“fondos secretos” del Grupo así como los movimientos financieros realizados
por la sociedad All Iberiam, una empresa extranjera propiedad del potente
Grupo Fininvest. Desde su sede suiza, advertirá la Procuraduría de Milán,
la All Iberiam, en 1991, hizo llegar a las arcas secretas del Partido socialista
(a una de sus cuentas suizas) algo así como 10 millones de dólares.
Negado inicialmente, este episodio costara a Berlusconi su tercer envío a
juicio en el que Bettino Craxi y tres altos funcionarios de la Fininvest también aparecerán como indiciados: contabilidad falsa y violacion a la ley que
regula el finaciamiento publico de los partidos serán los delitos imputados.
Dejando a un lado los problemas judiciales de Berlusconi, que nacerán
años mas tarde, es importante recordar que el descomunal crecimiento que
tuvo su empresa, sobre todo durante el periodo del craxismo, terminara por
crear enormes problemas de liquidez a la Fininvest los cuales, según muchos comentaristas, son el origen de su entrada en política. Si es cierto que
para 1988 la facturación de la Fininvest aumento enormemente cierto es
también que las utilidades de la sociedad disminuyeron sustancialmente,
pasaron de 500 a 180 mil millones de Liras (de 335 millones de Dólares a
poco mas de 100). En 1991, con una facturación de 700 millones de Dólares, la Fininvest obtuvo utilidades del orden de los 70 millones de dólares
antes de pagar los impuestos. Según datos de la empresa financiera R & S,
en 1992 esta empresa cargaba con una deuda de 4,528 millones de Liras,
enorme si se piensa que por cada Lira del patrimonio societario el Grupo
debía 3.34 Liras. El año fiscal de 1992 de hecho lo cierra con un déficit de
29 mil millones de Liras. Su situación financiera es comentada por Giuseppe Turani, editorialista económico de La Repubblica, en estos términos: “No
se puede cierto decir que la Fininvest haya hecho una gran exhibicion sobre
todo porque los datos confirman su trend (tendencia) negativo. Observar la
situación de las utilidades de la Fininvest, antes de los impuestos (antes del
maquillaje a su balance), es como ver una vela que se esta consumiendo
con una cierta velocidad [...] Entre 1987 y 1993 Berlusconi multiplico por
cinco su facturación, por doce sus deudas y redujo 20 veces sus utilidades.
Dentro de la Fininvest, la ex dama prodigio de la escena empresarial italiana, hay una enfermedad, una especie de mal que la consume día a día”.114
El agravarse de la situación financiera de la Fininvest coincide con la entrada en crisis de la clase política que permitió el nacimiento y la maduración de su sector televisivo. La época de oro de Bettino Craxi estaba por
concluir dejando un saldo desastroso: la deuda interna del país, que representaba el 40 por ciento del PIB en 1960, alcanzara el 55 por ciento en
1980 y el 120 por ciento en 1993. Berlusconi no podía hacer caso omiso de
este preocupante hecho político porque era “un potente no solo del viejo régimen sino porque fue justamente este régimen el que lo hizo potente”,
como alguna vez recordó el historiador alemán Michel Braun.
114
G. Turani, “Non sono piu' d'oro le uova della Fininvest”, La Repubblica, 12 de febrero
de 1995.
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No es quizás por ello extraño que en las postrimerías de la disolución anticipada del ultimo parlamento partidocrático viera su primera luz el Club
Forza Italia, la organización ideada por el empresario para soportar sus pretenciones políticas y contrarrestar los ataques que veía venir contra su monopolio televisivo. El sugestivo nombre del Club no era para nada original,
pero si de un gran impacto visto que retomaba el tradicional slogan con el
que los italianos alientan a sus selecciones deportivas y en particular a la
de fútbol: “Forza Italia” es su conocido grito de guera. Este ardid políticopublicitario así como el importante momento político en el que surge la organización serán elementos claves para el éxito de la nueva actividad del
“Cavalliere”.
Forza Italia nace oficialmente a principios de 1994, pero las señales de la
entrada en política del magnate televisivo eran mas que visibles desde finales de 1993. Por esos días había surgido el Club como una simple asociación cultural. Meses mas tarde, convertida en su brazo político, la neonata
organización se transformara en un poderoso imán de atracción para cientos, miles, millones de personas. A principios de diciembre de 1993 Vittorio
Sgarbi, un historiador del arte de profesión, comentarista televisivo y mas
tarde diputado, de hecho anticipo la entrada en política de Berlusconi y
hasta su llegada a la Presidencia del Consejo de Ministros cuando en uno
de sus programas afirmo: “me parece una operación facilísima”. Retomando
la afirmación del critico de arte Angelo Condignoni, secretario general de
Forza Italia, comentara mas tarde, “la gente no pide otra cosa”. El 17 del
mismo mes Berlusconi también hace escuchar su voz sentenciando que la
suya “será una batalla en pro de la civilización y la libertad”.
El vacío político dejado por la partidocrácia (que no lograban colmar ni la
coalición de izquierda o Alianza Progresista y menos aun la Lega Norte, contrincantes de Forza Italia en las elecciones de 1994) facilito enormemente el
ingreso en política del “Cavalliere”, su triunfo electoral y su posterior designación como Jefe del Ejecutivo. El carisma innato de Berlusconi, el respeto
y la admiración que la gente le dispensaba por el imperio empresarial que
había construido, el trabajo de su neonata organización, los amplios fondos
económicos con los que podía contar para financiar su campana, la efectiva
labor realizada a favor de su causa por los potentes medios de información
controlados por la Fininvest (televisión, periódicos y revistas) y la necesidad
misma que tenia el país de sujetos políticos nuevos y ajenos al agonizante
régimen partidocrático, fueron también aspectos determinantes para el rápido ascenso político del empresario.
Usando una clásica terminología del argot futbolístico, muy afín a una de
sus múltiples actividades (es propietario del equipo de Fútbol Milán), el 26
de enero de 1994 Berlusconi anuncia su ingreso en política definiéndolo
una “scesa in campo” (la salida al campo de juego). Con un retórico discurso, previamente grabado en un vídeo mandado insólitamente en onda a través de casi todas las redes de televisión locales, explicara las razones que lo
habían “obligado” a asumir el liderazgo de Forza Italia y a proponerse como
su candidato a la Jefatura del Ejecutivo: estimular la economía de mercado,
fomentar la privatización de las empresas estatales y salvaguardar tanto la
familia como las libertades democráticas, amenazadas por la avanzada electoral de la izquierda comunista, fueron sus retóricos argumentos. Ignorando el hecho que el PCI había desaparecido y que el PDS, había renegado del
marxismo-leninismo y adoptado la democracia y el sistema de libre mercado
como sus columnas portantes, el político-empresario no tendrá ningún empacho en reexhumar el viejo y desgastado discurso anticomunista —de maEntelequia. Revista Interdisciplinar
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
triz democristiana— para convertirlo en el eje en torno al cual girara su violentísima campana electoral: “huérfanos y nostálgicos del comunismo están
impreparados para gobernar porque llevan cargas ideológicas contrarias a
las exigencias de una administración publica que quiere ser liberal en política y apegada al neoliberalismo en economía”, dijo ante las cámaras refiriéndose a la oferta electoral de la alianza de centro-izquierda.
El hecho de retomar la estrategia político-electoral utilizada con gran éxito por la organización católica en los albores de la República, en un marco
institucional donde el peligro del totalitarismo comunista había desaparecido, no obedecía a un craso desconocimiento de la historia reciente del país
y del mundo sino a una bien pensada instrumentalización política tendiente
a revivir un viejo temor profundamente arraigado en un inconsciente colectivo visiblemente marcado por la religión católica para así, en esta forma,
restarle votos a su principal adversario, la alianza progresista que representaba a la nueva y emergente izquierda.
Berlusconi, su grupo de asesores y las agencias de publicidad que estaban detrás de su campana, sabían perfectamente que el enemigo a vencer
en estas elecciones era el PDS, columna vertebral de la coalición de partidos
de centro-izquierda o Alianza Progresista (RETE, Verdes, Alianza democrática, Refundación comunista, Cristiano sociales y republicanos). Sabían asimismo que el éxito de Forza Italia dependía en gran medida del daño que
pudiera sufrir la nueva imagen de organización moderada que el PDS se estaba fatigosamente construyendo. Partiendo de esta premisa las redes televisivas y los demás medios de información propiedad de la Fininvest dedicaran gran parte de su tiempo a exaltar la ideología comunista todavía presente en este partido y los problemas que encontraba al no lograr desterrar
de su seno las ondas raíces que lo ataban a un pasado que, no ciertamente
remoto, seguían poniendo en tela de juicio su todavía inmadura refrendación como partido de corte socialdemócrata. El nuevo símbolo del PDS, un
frondoso roble con la hoz y el martillo como raíces, y la presencia de Refrendación comunista en la alianza progresista reforzaban sin duda la tesis berlusconiana.
Fomentar la desconfianza hacia la transformación político-ideológica del
PDS no era con todo el único objetivo de la campana anticomunista organizada por los publicistas de Forza Italia. Otro, concomitante e igualmente
importante, era el de cooptar los numerosos votos de un electorado católico
que por aquel entonces vagaba sin rumbo fijo debido a la obligada desaparición del partido demócrata cristiano (el 18 de enero la organización católica
dejo oficialmente de existir para renacer con su nombre original, Partido Popular Italiano (PPI) con el que su fundador, Padre Sturzo, lo bautizara por
allá en los años 20. El parto del nuevo sujeto político no fue indoloro. No
apenas vio la primera luz sufrió una penosa escisión que dará vida al Centro Cristiano Democrático (CCD) y mas tarde otra de la que surgirán los Católicos Democráticos Unidos (CDU) ). Los cálculos de Berlusconi, a decir
verdad, no podían haber sido mas acertados. Buena parte del electorado exdemocristiano adherirá a su causa mientras que el CCD y el CDU se integraran al “Polo de la Libertad” en el proceso electoral de 1995.
La entrada en política del empresario, como era de esperarse, desata un
mar de polémicas y una gran división de opiniones en el país. Buena parte
de la población —dirigentes de empresas, comerciantes, representantes de
la pequeña y mediana industria, amas de casa, burócratas de bajo y medio
rango, jóvenes ansiosos de emular las hazañas del “cavaliere”, en fin aquella
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mayoría silenciosa profundamente resentida por los grandes negocios partidocráticos y particularmente susceptible de ser impactada por la propaganda televisiva, cuyo voto decide generalmente la suerte de todo proceso electoral— saludo con entusiasmo su “scesa in campo” y de inmediato le dio su
apoyo.115 Por convicción, por no encontrar una mejor ubicación o por simple
oportunismo, algunos personajes de relevancia intelectual y política también optaran por integrarse a las filas de “Forza Italia”, el naciente y suigeneris partido-empresa ideado por el “Cavalliere": el filosofo Lucio Colletti, el
cineasta Franco Zeffirelli y el politologo Giovanni Ferrara, son algunos de
ellos.
En otros ambientes la reacción fue completamente diversa. La oposición
y muchos de los críticos más acérrimos del régimen anterior, que desde antes del anuncio oficial habían desaprobado las tentaciones políticas del empresario, se encargaran de organizar un furioso ataque contra Forza Italia y
su líder evidenciando los problemas institucionales que comportaba la formación de un partido de esta naturaleza y aquellos, aun mas graves, que
podría traer consigo el eventual ascenso de Silvio Berlusconi a la Presidencia del Consejo de Ministros. A mediados del mes de diciembre, cuando el
partido-empresa comenzaba a tomar forma, el Embajador Sergio Romano
denuncio la naturaleza perversa del Club Forza Italia afirmando que el Cavalliere “estaba transformando la Fininvest en un partido político”. Posteriormente y en base a una amplia documentación el semanario “L'Espresso”
confirmara los temores del diplomático. En un largo servicio intitulado “Berlusconi: la verdad que nadie dice” demostró que los dirigentes de la Fininvest eran los que en realidad controlaban el naciente club político (Angelo
Condiglione, su secretario general, por ejemplo, provenía de la “Fininvest
Comunicazioni") a mas de lanzar una hipótesis sobre el oculto origen de la
polemica decision de Berlusconi, esto es, el enorme déficit de sus empresas.
En base a los datos de una relación presentada por la empresa R&S, en la
que se reportaba la deuda de la Fininvest hasta 1992, la revista sostuvo que
el empresario entraba en política no para salvar al país de un inexistente
comunismo sino para evitar el hundimiento de su imperio.116
La argumentación de L'Espresso tenia mucho de cierto, pero los problemas que planteaba el ingreso en política de Berlusconi eran mucho mas
complejos. Para nadie era un secreto que la eventual victoria electoral del
Polo de la Libertad podría sentar un precedente extremadamente peligroso
para Italia y el mundo industrializado visto que por primera vez después de
la segunda guerra mundial, un partido fascista podría entrar en un gobierno europeo. Alianza Nacional, una organización política surgida de la re115
El electorado de Forza Italia era sobre todo femenino, 53.4 por ciento, con una fuerte
presencia de las amas de casa, 21.8 por ciento, mientras que el sector varonil era del
46.6 por ciento. Menos de la mitad del electorado de esta organización, el 47.3 por
ciento, trabaja y sólo el 3.8 por ciento ha conseguido un diploma universitario. Su
interés por la lectura del periódico es bajísima. Diariamente lee sólo el 29,6 por ciento
lo cual es compensado con las horas que están frente a la televisión: 68 de 100 la ven
al menos 2 horas al día. Sus canales preferidos son los de la Fininvest. Los datos son de
Gabriele Calvi, profesor de psicología social, y de Andrea Vannucci, estudioso de
metodología aplicada a la investigación social y de mercado. “L'elettore sconosciuto.
Analisi socioculturale y segmentazione degli orientamente politici nel 1994”, Il Mulino,
1995.
116
L'Espresso, N.1, anno XL, enero 1994, p. 37.
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frendación del partido neofascista MSI, era uno de los pilares de la coalición
de centro-derecha o Polo de la Libertad.
Este hecho, con todo, no era el único y quizás tampoco el mas importante. De ascender a la Jefatura del Ejecutivo, Berlusconi tendría en sus manos no solo el poder económico sino también el político lo que podría significar, señalaron algunos analistas, la entrada en crisis de la vieja, pero aun
valida dicotomía Estado y Sociedad Civil, presupuesto “sine qua non” del
llamado mundo moderno, y un duro golpe para la mentada superioridad de
los intereses generales de la nación. No era difícil intuir que estos quedarían
subordinados a aquellos estrictamente particulares que representaba el empresario. Las instituciones que tradicionalmente median entre Estado y Sociedad civil, Parlamento, sindicatos, organizaciones empresariales, etc., podrían por su parte, se decía en esos momentos, perder no solo su fuerza
sino el carácter mismo para el que fueron creadas.
El conflicto de intereses que creaba la nueva actividad del empresario no
era sin embargo una perspectiva a largo plazo. Como propietario de múltiples medios de información, Berlusconi y su partido de hecho se presentaban a las elecciones políticas de finales de marzo de 1994 con una clara
ventaja respecto de sus opositores visto que ningún otro partido contaba
con este importante apoyo multimedial. La intensa campana realizada por
los canales televisivos de la Fininvest y por muchos de los populares personajes del espectáculo que trabajan en ellos, en favor de Forza Italia, confirmaron estos temores: Los mensajes anticomunistas del Polo de la Libertad y
las consignas en favor de Forza Italia y sus aliados de hecho fueron transmitidos sistemáticamente en las horas de mayor teleauditorio mientras que
muchos de los conductores, actores y actrices hacían una abierta campana
de proselitismo en favor de su patrón y de todos los partidos de la alianza
de centro-derecha.
Confirmando las previsiones prelectorales y a solo tres meses de su fundación, Forza Italia obtendrá la victoria en las elecciones políticas del 27-28
de marzo de 1994 y con ello el derecho a formar el primer gobierno postpartidocrático de la República y a designar al nuevo Jefe del Ejecutivo, honor
que recaerá en el siempre polémico político-empresario.117 Analistas y prensa en general interpretaron el triunfo del centro derecha como la natural
consecuencia de los múltiples males que sacudían al país —tangentopolis,
el enorme déficit publico, la desocupación, la corrupción en los anteriores
partidos en el gobierno, la deslegitimación de la clase política partidocrática
y sobre todo los deseos de cambio que la sociedad italiana expresaba desde
hacia tiempo—, y del temor que suscitaba el ascenso al poder de una alianza, como la progresista, fuertemente marcada por la presencia de ex comunistas y neocomunistas, PDS y Refrendación, temor que la Fininvest se encargo de estimular.
Retomando el tema del temor comunista el filosofo Norberto Bobbio, uno
de los mas prestigiados analistas políticos de Italia, escribirá: “después de
la Primera Guerra Mundial los socialistas eran la formación mas fuerte y
perdieron las elecciones contra el Partido Popular; en 1922, apoyado por la
derecha, Mussolini llego al poder; en 1946, a pesar de que comunistas y so117
De los 630 escaños de la Cámara de Diputados, el Polo de la Libertad obtuvo 366 (la
mayoría absoluta era de 316) contra 213 del centro-izquierda, 46 del Pacto Segni y 4
de otras formaciones. Por lo que toca al Senado el Polo se adjudicó la mayoría relativa
con 315 senadores contra los 122 del centro izquierda, 31 del Pacto Segni y los 7
conseguidos por los partidos menores.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
cialistas habían sido los principales combatientes contra el fascismo y no
obstante de integrar la mayoría en el Comite de Liberacion Nacional, el Partido Católico obtuvo la mayoría en el Parlamento y mas tarde, en 1948,
nada menos que la absoluta”. La historia se repitió en 1994. El triunfo progresista en las elecciones administrativas del 5 de diciembre de 1993, que
presagio su ascenso al gobierno, no condiciono las políticas de marzo del
año siguiente. El viejo temor italiano al comunismo, al estatalismo, a la libertad y a la inseguridad social, exaltados hasta la saciedad por los medios
de información propiedad de la Fininvest, representaron un obstáculo insuperable para la izquierda que, como en el pasado, quedaba anclada como la
principal fuerza de oposición.
Otro aspecto que también favorecieron el triunfo de la alianza de centroderecha fue el lenguaje utilizado. Siguiendo seguramente las indicaciones
de sus publicistas, el líder de Forza Italia introdujo un nuevo y maniqueo
registro lingüístico cargado de positividad y esperanza que la ciudadanía,
ávida de este tipo de estímulos, asimilo sin cuestionarse mínimamente la
veracidad o falsedad del “producto que le estaban vendiendo”. Contrarrestando el realismo progresista, que durante la campana electoral pidió a la
población ulteriores sacrificios para sacar al país del atolladero en el que se
encontraba, Silvio Berlusconi prometió por su parte la creación de un millón de nuevos puestos de trabajo, la disminución de los impuestos y una
era de bonanza. A pesar de carecer de todo fundamento real, como lo demuestran los actuales aumentos de la carga impositiva y la desocupación
en Italia, estas promesas resultaron un excelente imán de atracción para a
un electorado que estaba harto de mensajes negativos.
El arrasador triunfo electoral del Polo de la Libertad no estuvo con todo
exento de problemas ya que al no conformar una alianza ni compacta ni
ideológicamente homogénea de inmediato vio nacer vistosas discrepancias
en su interior. Las posiciones y los proyectos gubernamentales de la Lega
Norte y de los neofascistas de Alianza Nacional, por ejemplo, eran no solo
diversos sino visiblemente contrapuestos. La primera propugnaba federalismo amplio y la total autonomía económica de los tres Estados en los que
pretendía dividir la nación (en el Norte, Centro y Sur del país) a mas de oponerse a la designación de Berlusconi como Jefe del Ejecutivo: “un empresario con tantos intereses —afirmaba por aquellos días el líder leguista Umberto Bossi— no puede tutelar los intereses de la nación visto que estos,
muy a menudo, contradicen los de las empresas de su propiedad”. Alianza
Nacional otorgaba por su parte un incondicional apoyo a la candidatura del
empresario, pero se negaba a aceptar la propuesta de dividir al país dado el
arraigado nacionalismo presente en sus filas, “el federalismo de Bossi —
sentenció en una ocasión Gianfranco Fini, secretario neofasista— significa
no solo la constitución de Estados sino su total e inaceptable independencia
política y económica”.
Será solo después de arduas negociaciones que Berlusconi logra conciliar
los intereses contrapuestos de estas dos organizaciones. Acepta apoyar el
federalismo propuesto por la Lega Norte siempre y cuando no pusiera en
discusión la unidad de la nación, como exigía Alianza Nacional y también
Forza Italia. Su atinada mediación aseguro su designación como Jefe del
Ejecutivo, apoyada por la mayoría de los electores del Polo, y la aprobación
parlamentaria de su gabinete. El 5 de mayo de 1994, fecha en la que asume
la Presidencia del Consejo de Ministros de Italia, el político-empresario hace
realidad su ultimo y quizás mas deseado sueno.
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Corrupción en Italia. La muerte de un régimen
En un abrir y cerrar de ojos y contra viento y marea este autentico “self
made man”, otrora vulgar “palazzinaro” transformado en “cavalliere del lavoro” y emperador de las televisiones privadas locales, se había convertido
en el máximo representante de la política italiana. Grande fue el asombro
dentro y fuera del país. Nadie daba crédito a lo que acontecía en la península itálica. A poco mas de tres meses de su “scesa in campo”, con una incipiente estructura política, uniendo a dos fuerzas partidistas ideológicamente contrapuestas, sin ningún antecedente político y por añadidura propietario de múltiples medios de información masiva, este rico y carismático empresario tomaba las riendas de uno de los siete países mas industrializados
del planeta.
La era postpartidocrática italiana, pero no la esperada Segunda República, nace con la instauración del gobierno Berlusconi, una era que sin embargo se anunciaba larga y penosa para la nación por los múltiples problemas judiciales heredados del régimen anterior, tangentopolis para ser mas
explícitos, y por las enormes contradicciones presentes en la transición política que estaba experimentando. Este conflictivo binomio será letal para la
nueva administración, para su titular y para la renovación misma del país.
El trabajo investigativo que continuaba desarrollando el “pool” y las enormes dificultades de convivencia política que creara la Lega Norte en el interior de la alianza de gobierno, de hecho harán desvanecer el sueno neoliberal que el empresario ventilaba para Italia así como sus pretensiones de
permanecer al frente del gobierno por toda la legislatura.
Confirmando las múltiples sospechas que giraban en torno a las no
siempre licitas actividades de la Fininvest, la Procuraduría de Milán lograra
demostrar el vinculo que existía entre el fuerte relanzamiento experimentado por esta empresa, durante la época del craxismo, y las cuentas bancarias secretas del PSI descubiertas en Suiza. Como principal accionista de
esta sociedad, Berlusconi vera por primera vez manchada su hasta aquel
momento inmaculada carrera de empresario al ser acusado de los delitos de
corrupción y violación de la ley que regula el financiamiento publico de los
partidos, imputación que pondrá inmediatamente en cuestión su permanencia en el importante cargo político que desempeñaba. Mantener en su
puesto a un Jefe del Ejecutivo acusado de corrupción es no solo impensable
sino de un gran desprestigio para el país, escribían los diarios por aquellos
días. Muchos comentaristas, analizando las clamorosas revelaciones del
“pool”, señalaban que estas solo confirmaban una generalizada sospecha,
es decir, señalaban, que era imposible que una empresa como la Fininvest,
cuyos vínculos con el socialismo craxiano se conocían ampliamente, no hubiera sido copartícipe o “víctima”, si se quiere, como muchas otras, de la corrupción fomentada en los años 80. La ley que permitió la legalización del
monopolio televisivo de Silvio Berlusconi, en este sentido y como se dijo a
su tiempo, agregaban, no había sido una obra de caridad y menos aun producto de una bien pensada estrategia gubernamental contra la televisión
publica sino la contraprestación con la que el PSI saldaba las cuantiosas e
ilegales aportaciones económicas recibidas de la Fininvest.
Los problemas de orden judicial no eran con todo los únicos que quitaban el sueno al Jefe del Ejecutivo. Entrelazados con estos se encontraban
los que le generaba la Lega Norte. Al no existir una verdadera identificación
ideológico-política entre este partido y los otros dos que conformaban el
Polo, la forzada alianza que habían constituido se revelara un simple instrumento electoral y por ello infuncional al proyecto político del empresario:
“Berlusconi pensó erróneamente que podía mitigar los múltiples contrastes
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que existían entre Alianza Nacional y la Liga Norte. Se equivoco clamorosamente. Era casi imposible la fusión de una organización neofascista, nacionalista y proteccionista con otra profundamente diversa y abiertamente
contraria a los métodos del pasado régimen”, escribíamos al momento de la
caída de Berlusconi.118 De esta forma, habiendo sido el factor determinante
para su ascenso al poder, la fallida alianza con la Lega Norte costara la Presidencia del Consejo de Ministros al Cavalliere. A finales de diciembre de
1994, argumentando la ausencia de un verdadero programa federalista
dentro de la administración de centro-derecha así como el peligro que representaba para el país el conflicto de intereses a que daba lugar el Jefe del
Ejecutivo, este partido decreta la muerte súbita del gobierno Berlusconi al
retirarle su apoyo parlamentario.
118
En un articulo nuestro, intitulado “La caída de Silvio Berlusconi; crónica de una muerte
anunciada”, aparecido el 24 de diciembre de 1994 en el periódico mexicano “El
Nacional”, referimos las causas que, a nuestro juicio, motivaron la renuncia del
empresario-político al cargo de Jefe del Ejecutivo italiano.
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ESPERANDO LA SEGUNDA REPÚBLICA
A
sí como su “scesa in campo”, también la efimera permanencia en el poder de Silvio Berlusconi fue particularmente borrascosa. En los 225
días que duró su su gobierno muchos periódicos italianos y extranjeros
le concedieron sus primeras páginas no tanto para reportar su logros, sino
sobre todo para evidenciar sus problemas con la justicia, su la violenta cruzada contra la Procuraduría de Milán y las responsabilidades que le fueron
atribuidas en el caso de la sorpresiva renuncia de Antonio Di Pietro (como
miembro del “pool de manos limpias”), acaecida poco antes de la caída de
su gobierno.
Los dos primeros acontecimientos, como era previsible, reabrieron la lucha entre los poderes político y judicial. Con esta nueva lucha, inscrita en el
marco de la conflictualidad iniciada con el descubrimiento de “Tangentópolis”, la nueva clase en el poder intentará contrarrestar y deslegitimar la labor de la Procuraduría de Milán para de esta forma hacer sobrevivir la naciente administración, evitar el juicio penal que se veía venir en contra de
Silvio Berlusconi (y algunos de sus colaboradores) y, como sostenía, restituir a la política aquellos espacios institucionales que la judicatura le había
indebidamente arrebatado. La determinación y fuerza de sus acciones no
darán los resultados esperados. Ninguno de los objetivos será alcanzado.
Con la esperanza de lograr una pacificación con la Procuraduría de Milán, que significaba relajar las tensiones entre los poderes político y judicial,
así como exorcizar los peligros de un “avviso di garanzia” y un eventual juicio en su contra, el 7 de mayo de 1994, poco después de haber recibido el
encargo de formar el nuevo gobierno Silvio Berlusconi propone la titularidad
del Ministerio del Interior a Antonio Di Pietro. Dejando abierta su “disponibilidad a asumir cargos institucionales”, el símbolo de manos limpias deniega el audaz y oportunista ofrecimiento. Era por demás lógico que de contar
con el personaje más querido y admirado en el país, el Jefe del Ejecutivo y
la mayoría que apoyaba su gobierno hubieran podido conseguir un importante equilibrio político y muchas de las seguridades que exigía una gestión
“no exenta de problemas” con la judicatura. Esto último fue el motivo que
orilló a Di Pietro a rechazar el tentador ofrecimiento.
Poco antes, a inicios de marzo de 1994, con el país en plena campaña
electoral, la Procuraduría de Milán analizaba el caso de las facturas falsas
de Publitalia, la financiera del Grupo Fininvest que tanto contribuyó al
triunfo de Forza Italia. Di Pietro no había participado en estas delicadas
pesquisas y quizás éste fue el motivo por el que Berlusconi intentó su reclutamiento: “Hasta el momento en el que empecé a ocuparme del caso de la
Guardia de Finanzas —recordará el Agente del Ministerio Público— no había participado en ninguna investigación relacionada con el Grupo Berlusconi. Por esta razón [...] los exponentes del Polo me diferenciaron de mis colegas del “pool” considerándome ajeno a la dureza con la que se llevaban a
cabo las investigaciones”, registra Luigi Ferrarella en su libro L’Intruso.119
Independientemente de lo anterior, la verdad de las cosas es que la labor investigativa del “pool” (y la que posteriormente realizó Di Pietro) condujo directamente a la casa matriz del Grupo Fininvest, tal como Berlusconi temía.
119
Luigi Ferrarella, “L'Intruso”, Lamina edizioni, 1997, pp. 51-52.
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En julio de 1994 la Procuraduría de Milán implica a algunas de sus empresas en diversos casos de soborno a la Guardia de Finanzas, contradiciendo
así lo que el empresario había afirmado en diciembre de 1993: “El Grupo Fininvest —sostuvo— es totalmente ajeno al sistema de las tangenti”. Siendo
el centro decisional del Grupo, la Fininvest fue responsabilizada de haber
pagado 66, 86 y 66 mil dólares, a los miembros de ese cuerpo de control financiero, para evadir las supervisiones fiscales de sus filiales Videotime
(1989), Mondadori (1991) y Mediolanum Vita (1992). Salvatore Sciascia, el
Director de servicios fiscales de la Fininvest y principal imputado en el caso,
confesará el pago de las tangenti no sin antes responsabilizar del ilícito cometido a Paolo Berlusconi quien, dijo, “estaba al corriente de la operación”.
El 29 de julio, al término de un largo cuanto tormentoso interrogatorio, se
había consignado voluntariamente a las autoridades, el hermano menor del
Jefe del Ejecutivo obtiene el beneficio del arresto domiciliario.
Días antes, el 13 de julio, para salvar el honor de la familia y el de sus
empresas, Berlusconi se juega el todo por el todo. Aprovechando uno de los
encuentros de la selección italiana en el Mundial de Estados Unidos, que
distraía la atención de la opinión pública, su gobierno aprueba el llamado
decreto Biondi, una polémica iniciativa de ley presentada por Alfredo Biondi, en aquel momento Ministro de Justicia, que modificaba sustancialmente
la normativa que regulaba la prisión preventiva. Destinado a bloquear inmediata y definitivamente las acciones del “pool”, el decreto, como se dijo en
su momento, “abría las puertas de las prisiones a una particular categoría
de detenidos: a los ‘cuellos blancos’, imputados por corrupción, extorsión y
hasta bancarrota”.120 Con un lenguaje por demás colorido Luigi Ferrarella
describe la iniciativa como una intervención quirúrgica “salva tangentistas,
practicada sin anestesia en el cuerpo del ‘pool’ y en el furor de las heridas
de la investigación de la Guardia de Finanzas”.
La eventual aprobación del decreto evitaría, “in extremis”, las reclusiones
de Paolo Berlusconi (y quizás la del Jefe del Ejecutivo en un futuro), las 600
personas más, también involucradas en los casos de soborno a la policía
tributaria, las de cientos de políticos y empresarios investigados en el marco
de “Tangentópolis”. De naturaleza estrictamente jurídica, el decreto ocultaba sin embargo un transfondo político. De haberse reformado el instrumento de la prisión preventiva, que había permitido el descubrimiento de la red
de corrupción italiana, reconstruida a través de múltiples confesiones, el
Ejecutivo habría atado de manos a las Procuradurías del país, en particular
a la de Milán, antes que ésta última concluyera sus investigaciones y cuando la mayoría de los procesos ni siquiera habían comenzado.
El futuro inmediato de la judicatura así como el de la misma “Tangentópolis” dependían de la entrada en vigor del decreto Biondi, “salva ladrones”
lo definió la prensa. Siendo el blanco de la disposición, el “pool” enfrentará
la embestida gubernamental jugándose una carta de altísimo riesgo. Ante
las cámaras de televisión, Di Pietro lee un lacónico comunicado en el que
anuncia su dimisión y la de sus colegas, solicitando “una nueva y diversa
asignación” donde no exista un “estridente contraste entre lo que la conciencia advierte y lo que la ley impone”. La inesperada decisión de los miembros del “pool” sorprenderá a todo el país y hasta al mismo Saverio Borrelli,
Procurador de Milán, quien horas antes había declarado que el decreto no
lo haría moverse de su puesto.
120
Op. cit, p. 52.
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La bomba política activada por el “pool” estalló con una precisión milimétrica, provocando los efectos que seguramente habían previsto. No apenas
fue difundida la noticia, cientos de miles de personas salieron a protestar a
todo lo largo y ancho del país. El llamado “pueblo del fax”, como había sucedido en el caso Craxi, volvió a hacer su aparición inundando las redacciones de periódicos, estaciones de radio y televisión con cartas de apoyo a
“manos limpias” y de repudio a la “legaloide” maniobra del gobierno. Los
diarios por su parte se lanzaron furiosamente contra Berlusconi acusándolo
de intentar amordazar la justicia, al introducir disposiciones supuestamente garantistas que no hacían sino mantener en vida aquella aneja y perversa
tradición de impunidad a la que tanto debían las diversas formas de corrupción presentes en Italia.
Incapacitado para contrarrestar la masiva solidaridad que recibía el
“pool” y temiendo perder el control de la situación, que parecía desembocar
en una revuelta popular, el gobierno no tendrá más remedio que retirar el
“decreto salva ladrones”. Este episodio, que significó una gran victoria para
la judicatura de Milán, comportará un notable desprestigio para Berlusconi
y su administración. El generalizado apoyo de la población y el clamoroso
triunfo de “manos limpias” sera sin embargo un “bumerán” para la Procuraduría de Milán. Las fuerzas políticas de la mayoría y no pocos analistas la
acusarán de seguir desbordando los límites y las funciones que la Constitución le asigna. Las críticas en esta ocasión no eran del todo erradas. Algunos observadores señalaron que la batalla contra el decreto Biondi, por expresa voluntad del “pool”, se había dado en el fangoso terreno de la política
y no en una sede estrictamente judicial, ámbito en el que en debió dirimirse
este conflicto.
Es por demás ingenuo pensar que los miembros del “pool”, al elaborar su
comunicado, no hubieran ponderado la reacción popular que podía provocar su renuncia. En realidad sabían perfectamente que el masivo apoyo de
la ciudadanía representaba no sólo la forma más efectiva para hacer caer el
decreto, sino la única posibilidad de garantizarse la permanencia en sus
cargos y la continuidad misma de sus investigaciones. Al alimentar el enfrentamiento entre las masas y el poder político, si bien por una justa causa, el “pool” terminó por reexhumar la hipótesis formulada por Bettino Craxi: “La Procuraduría de Milán no es ya un simple órgano de la judicatura
sino un activo sujeto político”, había sentenciado tiempo atrás.
Esta doble investidura, nuevamente atribuida al “pool”, agudizó las tensiones entre los poderes político y judicial porque este último, para no pocos, seguía invadiendo campos que no eran de su competencia: Di Pietro,
por ejemplo, propuso una “solución legislativa” para salir de “Tangentópolis”. El comportamiento de la Procuraduría de Milán era sin embargo sólo
una de las causas de estas tensiones. Otra, no menos determinante, era
que Berlusconi, al ser el Jefe del Ejecutivo y propietario de uno de los Grupos empresariales más poderosos del país, adolecía también de una doble
investidura: todo control contable en las empresas de su propiedad, como lo
demostraron las pesquisas del “pool”, significaba poner en discusión su
quehacer político, porque el Grupo Fininvest no era ni podía ser considerado y menos aún investigado como una persona moral común y corriente. El
decreto Biondi y una posterior declaración del mismo Berlusconi son una
prueba irrefutable: “Es por demás claro que de ser condenado (en el caso de
soborno a la Guardia de Finanzas), la sentencia en mi contra será política,
no contra un simple ciudadano, y consecuencia de un enfrentamiento políEntelequia. Revista Interdisciplinar
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tico”. Hizo esta declaración en 1998, cuando parecía ser inminente la resolución del proceso que lo veía como principal imputado.121
El conflicto de intereses que anunciara su entrada en la política, concretizado y ensanchado con su posterior ascenso al poder, se había transformado en un difícil escollo para el nuevo gobierno, para el mismo políticoempresario, para la justicia italiana y un insuperable obstáculo para la recomposición democrática de la Nación: al reunir en sus manos los poderes
político y económico, el Ejecutivo hacía difíciles, por no decir imposibles, las
reformas y la modernización que requerían las instituciones del país, condición “sine qua non” para dar vida a la llamada Segunda República.
No fue quizás por ello extraño que el capítulo mas deletereo de esta desgastante lucha de poderes se inscribiera en el marco del siempre controvertido caso Fininvest. Ya antes del interrogatorio de Paolo Berlusconi, por el
fundado temor de que el Jefe del Ejecutivo pudiera ser involucrado en las
investigaciones de que era objeto la principal empresa de su Grupo, el termómetro político había tocado sus máximos niveles. Si bien por esos días el
“pool” carecía de elementos capaces de probar la directa intervención de
Berlusconi, en el caso del soborno a la Guardia de Finanzas, el gobierno y
la mayoría que lo apoyaba no ocultaban su nerviosismo vistas las graves secuelas que podría traer una incriminación de tal envergadura.
En octubre de 1994, cuando el proceso Enimont acaparaba la atención
de la Nación, Giorgio Tradati, un amigo de infancia de Bettino Craxi, aportará finalmente las pruebas que con tanto ahínco rastreaba el “pool”. En
uno de los interrogatorios que siguieron a su arresto, Tradati ratifica la
“tangente” pagada al PSI (en 1991), señalando como intermediario de la
operación a la sociedad londinense “All Iberiam” la cual, tiempo después,
resultará administrada por funcionarios de la Fininvest y en forma particular por un primo de Silvio Berlusconi, Giancarlo Foscale, uno de sus más
altos dirigentes. Aún cuando el amigo de Craxi comenzó a hablar a inicios
de ese mes de octubre, el político-empresario quedará inscrito —secretamente— en el registro de personas investigadas hasta el 18 de noviembre.
En una famosa entrevista concedida al periódico “Corriere de la Será”, Saverio Borrelli, Procurador de Milán, anticipó veladamente el trascendente hecho judicial: “Estamos muy cerca de los mas altos niveles políticos”, comentó al diario.122
Por cuanto velada, la anticipación no dejaba lugar a dudas. Silvio Berlusconi estaba por ser formalmente notificado de la investigación judicial que
obraba en su contra. El 22 de noviembre de 1994, pasado poco más de un
mes de la declaración de Borrelli y en un momento que no podía haber sido
más malignamente elegido, la Conferencia Mundial contra la Criminalidad,
que Berlusconi presidía en la ciudad de Nápoles, la Procuraduría milanesa
hace llegar al Jefe del Ejecutivo el tan temido “avviso di garanzia”. Por primera vez en la historia de la República, teniendo como simbólico marco este
importante evento internacional, el político-empresario se convertía en el
121
Esta declaración fue publicada por el periódico La Repubblica extraída de la edición del
18 de abril de 1998. Berlusconi también aclaró que durante el proceso al que era
sometido “no ha surgido ninguna prueba en mi contra”.
122
Periódico Corriere della Será, 5 de octubre de 1994. Borrelli dijo textualmente: “Es inútil
tapar el sol con un dedo. Es verdad, estamos en un momento importante, crucial. Lo
que ha aparecido en los periódicos [...] muestra claramente que se corre el peligro de
llegar a niveles financieros y políticos muy elevados".
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primer Presidente del Consejo de Ministros —en funciones— investigado oficialmente por el infamante delito de corrupción. Por razones nunca aclaradas, la clamorosa noticia, reportada de inmediato por todos los medios de
información presentes en la conferencia, apareció publicada en el periódico
Corriere de la Será ese mismo día. Las presuntas tangenti pagadas por la Fininvest a la Guardia de Finanzas, así como su generosa “contribución” al
PSI constituían el fundamento del acto judicial. La directa intervención del
Jefe del Ejecutivo en los casos de soborno, base de la imputación, no era
sin embargo fehacientemente probada en el documento. En realidad sólo
existía la “presunción” de que Berlusconi, siendo el socio mayoritario de la
Fininvest, “debía estar al corriente de ellos”.
Fuera de los miembros de la mayoría, que cerraron filas en torno a su líder, pocos creyeron en la inocencia de Berlusconi, toda vez que era ampliamente conocida la forma vertical como se tomaban las decisiones en el Grupo Fininvest. Lo que en cambio unificó a seguidores y adversarios del Jefe
de Gobierno fue la anómala manera de proceder del “pool”. Por haber violado el “secreto instructorio” (¿de dónde pudo haber salido la noticia publicada por el Corriere?) y por el grave desprestigio que comportó a las instituciones italianas, gran parte de la prensa reprochó al “pool” la humillación infligida al Jefe de Gobierno. La indignación fue tal que hasta el mismo Presidente Oscar Luigi Scalfaro intervino en la polémica, “pueden existir momentos en los cuales es necesario estar atentos a fin de que un acto de la justicia no termine por traer repercusiones internas e internacionales no queridas”, dijo hablando ante el Consejo Superior de la Magistratura (CSM) el 1
de diciembre de 1995, donde también censuró el exceso de entrevistas, las
violaciones al secreto instructorio y las polémicas dentro de la magistratura.
La hipótesis de una supuesta venganza del “pool” será ampliamente estimulada por el mismo Antonio Di Pietro. Al solicitar la conducción del interrogatorio a Berlusconi, refrendando su profundo resentimiento hacia el político—empresario, dirá a Borrelli: “A ése lo deshago en el proceso”.123 La
amenaza no la cumplirá. Una inesperada contraofensiva lanzada por el gobierno, a sólo 24 horas del histórico “avvizo di garanzia”, se lo impedirá.
Aún sin digerir el retiro de su decreto y enfadado por el golpe apenas asestado al Jefe del Ejecutivo, el Ministro Biondi ordena una inspección secreta
atinente a la vida y obra de los miembros del “pool”, que sacará a la luz aspectos poco claros de la situación patrimonial de Antonio Di Pietro. Se trataba de favores recibidos de parte de un asegurador de nombre Giancarlo
Gorrini: procesos encargados a su esposa, la abogada Susanna Mazzoleni,
la venta, a bajísimo precio, de un automóvil Mercedes 300 CE y un jugoso
préstamo de aproximadamente 66 mil dólares. Ante el Tribunal de Brescia
Gorrini declaró: “Sabía cómo son estas cosas y por ello pensé que nunca vería este dinero. Durante cuatro años de hecho no hablamos del préstamo,
pero improvisamente, entre el 27 de septiembre y el 2 de octubre de 1994,
123
Periódico “Corriere della Será”, 26 de noviembre de 1996. Recordando el “avviso di
garanzia” enviado a Berlusconi, el diario escribió que fue una iniciativa que el propio Di
Pietro había sostenido hasta el final con insistencia, llegando a decir a sus colegas “in
aula ci vado Io e aquello lo sfascio”, es la frase original. Saverio Borrelli citó esta frase
el 25 de noviembre de 1996 ante el Tribunal de Brescia, durante el largo interrogatorio
en el que reconstruyó los momentos que vivió la Procuraduría a su cargo antes y
después de la notificación al Jefe del Ejecutivo.
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la suma me fue restituida [...] con un breve mensaje. Usted habla demasiado”.124
Escudriñando en la vida privada de Di Pietro y gracias a la activa intervención de Paolo Berlusconi y Cesare Previti, Ministro de la Defensa, orquestadores de la maniobra Gorrini, el gobierno finalmente vengará la dolorosa afrenta propinada al Jefe del Ejecutivo.125 No se sabe bien si por este
hecho, que puso en tela de juicio su reputación, o por otros motivos, como
inminente su entrada en política, el domingo 27 de noviembre Di Pietro comunica a Borrelli su intención de dejar la Procuraduría de Milán: “Manos
limpias ha concluido. El molino ya no muele por falta de agua. Quiero bajarme del caballo antes de que me tire al piso”, dijo a Borrelli, quien, usando palabras altisonantes, “esta es una autentica deserción”, trató en vano
de disuadirlo.126
El 6 de diciembre, al término de la última audiencia del proceso Enimont, Di Pietro se “baja definitivamente del caballo”. Ante las cámaras de
televisión, despojándose de la toga, anuncia al país su decisión de abandonar la Procuraduría de Milán: “He concluido. Pido a mis colaboradores apagar la computadora”, fueron sus últimas palabras como fiscal. En la carta
de renuncia enviada a Borrelli advirtió: “Me voy con la muerte en el corazón
y sin ninguna perspectiva para mi futuro”. A sus espaldas quedaban las
condenas que ese día había solicitado en contra de los grandes protagonistas de “Tangentópolis”, Craxi, Forlani, Bossi, De Michelis, Martelli y Pomicino, así como el interrogatorio que prometiera con la amenazadora frase de
“a ése lo deshago en el proceso”. El consternador y polémico adiós no modificará, al menos inicialmente, la imagen del Agente del Ministerio Público
responsable del descubrimiento de “Tangentópolis” y de la sepultura del régimen partidocrático. De un tenor completamente diverso será la decisión
que hará emanar el Ministerio de Justicia horas después de la dimisión de
Di Pietro. Sin demasiadas formalidades decreta oficialmente cerrada la inspección secreta que causara la renuncia del ex agente del Ministerio Publico.
Con el “avviso de garanzia” enviado a Berlusconi y la posterior renuncia
del ex policía, procedencia que le será siempre recordada por los controvertidos métodos utilizados en sus interrogatorios (el 11 de noviembre de 1994
Di Pietro fue absuelto en un juicio, por abuso de autoridad, promovido por
el financiero Sergio Cusani), se cerraba un capítulo más de esta interminable lucha entre poderes a que dio lugar el descubrimiento de “Tangentópolis”. Mucha agua había corrido desde ese entonces y mucha correrá en este
caudaloso río que terminó, paradójicamente, por arrastrar hasta a la persona que ensanchó su fuente brotante y delineó su cauce.
El 28 de abril de 1996, confirmando los muchos e insistentes rumores,
Di Pietro, a través de un escueto comunicado, oficializa su voluntad de dedicarse a la actividad política. Romano Prodi, que estaba por ser designado
124
Op. cit. L. Ferrarella, p. 64.
125
"La Repubblica” del 18 de junio de 1995. En uno de los pasajes de su deposición del el
día anterior, ante el Tribunal de Brescia, en el proceso contra Silvio Berlusconi, su
hermano Paolo sostuvo: “¿He sido el único que aconsejó a Gorrini a actuar siguiendo
los dictados de su conciencia? Me parece paradójico que se busque atribuirme una
responsabilidad por no haberlo disuadido de su propósito, convencido y espontáneo,
de denunciar a la Magistratura los hechos de los cuales se declara vítima”.
126
Periódico “Corriere della Sera”, 26 de noviembre de 1996.
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Jefe del Ejecutivo, gracias al triunfo electoral obtenido por la coalición de
centro-izquierda, el Olivo, el 21 de ese mes le propone la titularidad del Ministerio de Obras Públicas. El 2 de mayo, tres días antes de la toma de posesión del gobierno, el símbolo de “manos limpias” acepta el ofrecimiento:
“Te suplico considerarme un técnico [...] visto que al no haber podido presentarme a las pasadas elecciones no puedo considerarme un político de
profesión”, escribe a Prodi.127 El 14 de noviembre del mismo año, al ser nuevamente inscrito en el registro de personas investigadas, Di Pietro deja el
cargo. En una carta dirigida a Romano Prodi explicará los motivos de su dimisión: “Son 7 (las inscripciones) y ya ¡basta!”, escribe en la misiva en la
cual responsabiliza abiertamente de su decisión a “magistrados envidiosos,
investigadores fantasiosos, prensa que crea noticias antes de que ocurran y
abogados que buscan excusas para justificar sus derrotas procesales”. En
otro de sus párrafos agrega: “Basta con quienes quieren usar mi persona
para deslegitimar las investigaciones de ‘manos limpias’, el gobierno y las
instituciones”. Di Pietro será llevado a juicio en tres ocasiones y en las tres
saldrá absuelto al decretarse la inexistencia de los delitos imputados: fue
acusado de abuso de autoridad, concusión y falso ideológico, esto último
por haber firmado actas de interrogatorios que supuestamente llevaron a
cabo algunos de sus colegas del “pool”.
La “deserción” de Di Pietro, regresando a aquel 6 de diciembre, no frenó
las acciones del la Procuraduría de Milán, “continuarán sin descanso, sin
temores y sin debilidades, de ello me hago responsable “, dirá enfáticamente
Borrelli un día después de aquel histórico “adiós”. El Procurador de Milán y
dos miembros del “pool”, Piercamillo Davigo y Gherardo Colombo, se encargarán de interrogar a Berlusconi el 13 del mismo mes. Quizás por el duro
golpe asestado a Di Pietro, el Jefe del Ejecutivo se presentó a la cita de un
excelente humor. Antes de entrar en el aula se permitió hasta bromear por
lo irrisorio —para sus bolsillos— de la “tangente” que le imputaban: “Si
hago esto (tronó los dedos) y vuelvo a hacerlo (repitió la operación) aparecen
66 mil dólares de movimientos del grupo Fininvest”, dirá a la prensa.128 Luego de 7 horas de interrogatorio, pero esta vez de pésimo humor, declarará:
“Estoy fuera de mi, preferí interrumpir el interrogatorio porque no quería
perder la luz de la razón”.129 Ahí mismo, desmintiendo algunos rumores que
hablaban de su posible renuncia, Berlusconi aclaró no tener intención alguna de renunciar a su cargo, ya que la iniciativa judicial en su contra tenia
como fundamento “un teorema carente de pruebas. Esto es injusticia espectáculo”, afirmó ante la prensa.130
Si bien la lucha entre los poderes político y judicial no amainaba, por
esos días la atención de la opinión publica comenzaba a moverse en otra dirección. La agudización de las contradicciones ideológicas con las que había
nacido el Polo de la Libertad (su inesperada derrota en las elecciones administrativas de finales de noviembre, así como la misma investigación decretada contra el Jefe del Ejecutivo, que sacudieron fuertemente la frágil estructura que mantenía en pie la coalición de centro-derecha) habían creado
las condiciones para la eventual caída del gobierno Berlusconi. Una declaración de Marco Formentini, el Alcalde leguista de Milán, puso en evidencia
la crisis de la mayoría. Comentando una manifestación organizada por For127
Op. cit. L. Ferrarella, p. 91.
128
Op. cit., p. 70.
129
Loc. cit.
"La Stampa”, 14 de diciembre de 1994.
130
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za Italia y Alianza Nacional, en apoyo de su líder y contra el “pool”, Formentini afirmará el 4 de diciembre: “A partir de hoy el centro-derecha ha muerto
porque en esa manifestación no se puede hacer una distinción entre estas
dos fuerzas”. No obstante el peso político del Alcalde y lo grave de su acusación, asimilaba Forza Italia a la derecha neofascista, los reflectores en realidad apuntarán hacia Umberto Bossi, líder de la Lega Norte, quien decía
sentirse defraudado de la administración que apoyaba su partido porque
carecía de un verdadero programa federalista.
En una entrevista concedida al periódico “La Stampa”, en la cual declara
que “el gobierno Berlusconi ha llegado al fin del camino”, Bossi anticipa el
crepúsculo de la administración y de la mayoría que la sostenía. En esa
misma entrevista el líder leguista llega a sugerir la formación de un nuevo
gobierno que lógicamente no encabezaría el líder de Forza Italia, “de esto ni
siquiera hablar”, dirá.131 Desde Budapest, donde se encontraba en visita oficial, definiendo a Bossi “un terremoto continuo y un delirio constante”, Berlusconi parece no desdeñar la sugerencia, siempre y cuando, aclaró, se
mantenga en pie la mayoría que lo sostiene. Interpretando las palabras del
Ejecutivo como una simple táctica (quedando intacto el Polo era lógico que
la formación del nuevo gobierno sería nuevamente encargada a su líder),
Bossi sentencia: “Si cae Berlusconi, caerá para siempre. No habrá un Berlusconi bis”.132
A este punto la crisis de la mayoría era irreversible. La incompatibilidad
programático-ideológica existente entre Lega Norte y Alianza Nacional (al federalismo del primero se contraponía el nacionalismo del segundo) era el
aspecto más visible del enfrentamiento, pero no el único. El conflicto de intereses generado por el Jefe del Ejecutivo hacia pensar a Bossi, no sin razón, en un regreso al clientelismo partidocrático y en una gestión de la cosa
pública donde la imparcialidad no tenía cabida. La Fininvest, como sucedió
con la pugna entre poderes, también en esta ocasión será la gota que hará
derramar el vaso, por haberse convertido en un insuperable obstáculo para
las reformas institucionales.
Poco después de su ascenso a la Jefatura del Ejecutivo, Berlusconi constituyó una comisión gubernamental, encabezada por el diputado Vittorio
Sgarbi, el crítico de arte que anticipó su llegada al poder, cuyo único objetivo era elaborar la reforma del sistema radiotelevisivo. Cuestionados permanentemente por la oposición, que rechazaba el proyecto gubernamental,
porque “protegía los intereses del imperio berlusconiano”, los trabajos de
esta comisión habían dejado de ser una normal mesa de negociaciones para
transformarse en una auténtica tribuna política de la cual era poco probable que saliera un acuerdo convincente para todas las partes en causa.
Por este motivo o quizás porque era una excelente forma de provocar la
anunciada ruptura de su partido con la mayoría, la leguista Irene Pivetti,
por aquel entonces Presidenta de la Cámara de Diputados, deslegitima a
Sgarbi y compañía, instituyendo una “ex nova” Comisión Especial para la
Reforma del Sistema Radiotelevisivo que será aprobada, el 14 de diciembre,
con los votos del PPI, PDS, Refundación comunista y, naturalmente, con los
de la Lega Norte. El triunfo del “sí”, conseguido con el apoyo de la oposición,
decreta la definitiva desarticulación del Polo de la Libertad y el ocaso del efímero gobierno de Berlusconi quien, jugándose la última carta, desafía a
131
"La Stampa”, 2 de diciembre de 1994.
132
“La Stampa”, 9 de diciembre de 1994.
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Bossi para que presente una moción de desconfianza (de censura) al gobierno ante el Parlamento.
El líder leguista acepta inmediatamente el desafío. Un día después del
triunfo del “sí” inicia las negociaciones de las que saldrá el texto de la moción. Rocco Buttiglione (PPI) y Massimo D'Alema (PDS), líderes de la oposición, serán sus interlocutores. Una vez afinados los términos del documento (17 de diciembre), Bossi comunica a Formentini: “36 horas de negociación y este jueves, en el Parlamento, cae el pequeño dictador”.133 El acuerdo
contempló la presentación de dos mociones de censura, una que firmarían
la Lega y el PPI y otra el PDS: “Berlusconi ha envilecido la democracia y desgastado las instituciones”, decía la primera en uno de sus párrafos, mientras que en otro daba a conocer las prioridades del futuro gobierno: federalismo, reforma fiscal, saneamiento económico, solidaridad, doble turno electoral y una legislación antimonopolio.
En los pasillos de la Cámara de Diputados, sin poder ocultar su alegría,
Bossi refiere a la prensa: “En un año y medio de lucha hemos conseguido
éxitos que nadie imaginaba. Primero contra la P2, después contra Craxi y
ahora contra ése”. La fotocopia de la moción leguista se exhibía en la puerta
de la oficina de su grupo parlamentario con una sugestiva frase, escrita
posteriormente a mano por el diputado Roberto Grugnetti: “El pequeño tirano ha muerto”. El rompimiento de la Lega con la mayoría no era un simple
acto de principio. Su líder, lo dijo abiertamente, proyectaba la creación de
un nuevo sujeto político ("el polo liberal democrático, cristiano y federalista”
que deberían integrar FI, PPI y la Lega) y la formación de un gobierno constituyente. La ecuación de Bossi parecía perfecta visto que con una sola piedra, al menos teóricamente, mataba dos pájaros. Por un lado, se deshacía
de la incomoda presencia de la derecha neofascista y, por el otro, demostró
el carácter instrumental de la fortuita alianza con el PDS —hacer caer a
Berlusconi— y su intención de formar un gobierno con las fuerzas de centro
y no con los ex-comunistas. “No hay problema. Verán que después de que
votemos la moción todos nos buscarán. Estamos abiertos a Forza Italia.
Tarde o temprano los números llegarán”, afirmará Bossi confiando en el éxito de su proyecto y en el regreso al gobierno de su partido.134
El nuevo polo nunca nacerá. El líder de Forza Italia reputará el proyecto
carente de futuro y el comportamiento leguista una auténtica traición al
electorado: “Lo que piensan hacer no podrá ser aceptado por la gente. Es
una operación fraudulenta, una revolución que no se sostiene en pie porque
es una traición al electorado”, afirmará Berlusconi después de enterarse del
acuerdo Lega-PPI-PDS.135 La rabia no era lo único que lo impulsaba a liquidar la iniciativa leguista. Detrás de su negativa estaba la lealtad que le había demostrado Alianza Nacional, que se mantenía y se mantendrá intacta,
la poca confianza que le daba el líder de la Lega y, desde una perspectiva
estrictamente política, la posibilidad de dar vida a un gobierno exento de incómodos aliados. El eventual llamado a elecciones anticipadas era en este
sentido el principal objetivo del Jefe del Ejecutivo: “O se va adelante así o se
regresa al electorado. ¿Un Berlusconi bis? No: o este gobierno o vamos derecho al voto”, declaró en ese mismo mes de diciembre.136
133
"La Stampa”, 18 de diciembre de 1994.
134
Ibíd.
Ibíd.
Ibíd.
135
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Las perspectivas electorales de un Polo de la Libertad mutilado eran poco
entusiasmantes. Berlusconi, no obstante ello, confiaba en poder recoger el
descontento que suscitó, dentro de la Lega y entre sus electores, la ruptura
con el Polo. Su previsión resultó acertada. Poco después de conocerse el
acuerdo, 50 parlamentarios leguistas formaron un frente anti-Bossi para
canalizar los brotes de inconformidad surgidos en algunos sectores de la
base del partido. El Jefe del Gobierno también parecía contar con el apoyo
de los católicos del CCD que por esos días ya examinaban las ventajas de
una posible alianza con la coalición de centro-derecha. Si bien sus cálculos
de Berlusconi eran exactos, lejana se veía la posibilidad de que estos nuevos votos garantizaran el amplio consenso electoral que requería el Polo
para regresar al gobierno: lo precario del electorado del CCD y las pocas
preferencia electorales que podía arrebatar a la Lega hacían poco creíbles
sus aspiraciones.
El voto anticipado exigido por el Jefe del Ejecutivo parecía por su parte
un sueno imposible. D'Alema lo rechazo de inmediato, Buttiglione propuso
la formación de un gobierno apoyado por una amplia mayoría, en la que incluía a Forza Italia, mientras que Bossi subrayaba la necesidad de un gobierno de legislatura sin ex ni neo comunistas. Ninguno de ellos creía verosímil el llamado a las urnas porque en ese momento nadie imaginaba de
dónde podría salir la mayoría que en teoría debería sostener a un nuevo gobierno.
Para bloquear estas iniciativas, Berlusconi insta al país a movilizarse
contra lo que definió la “traición” del aliado leguista: “El país ha caído en
una emboscada. Careciendo del consenso ciudadano se pretende ahora instaurar un gobierno liberal que contradice las razones por las cuales salimos
al campo de juego. Se equivocan quienes intercambian nuestra corrección
con debilidad”, dirá el 19 de diciembre en un mensaje televisivo. Durante el
mismo también subrayará la necesidad y las razones para ir a elecciones:
“Debemos ir al voto para abatir el engaño de Bossi”, afirmó. Ese mismo día,
ante el cuerpo diplomático acreditado en Italia, el Presidente Scalfaro intenta reducir la tensión política explicando que los días de agitación que vivía
el país eran “excepcionales, pero no patológicos. Moviéndonos por las vías
constitucionales y con la primaria responsabilidad del Parlamento, sabremos afrontarlos con serenidad, firmeza y sabiduría”.137
La crisis de gobierno se abre oficialmente el 21 de diciembre. Convertido
en un auténtico cuadrilátero, el Parlamento italiano será testigo de un indecoroso combate verbal en el que el “Ejecutivo traicionado” y el “aliado traidor”, así como sus respectivos secuaces, se intercambiarán los más variados insultos y acusaciones desfogando así los odios y rencores acumulados
en esos siete tormentosos meses de infeliz matrimonio: “El Parlamento es
un ring ideal para un match, a condición de que el combate sea político. Nosotros, sin embargo, asistimos a la política de la traición. Descripciones de
como el duque Valentino asesinó a Vitellozzo Vitelli [...] Parecía estar en pleno Renacimiento o mejor, en el corazón de una plaza italiana [...] donde se
lanzan injurias ("comunista”, “fascista"), que sólo en nuestra casa continúan a ser tales, no obstante lo superado de la estación política que las vio
nacer”, escribía al día siguiente el periodista Paolo Guzzanti en el periódico
“La Stampa”.
Definiéndolo un traidor del Polo y del electorado, Berlusconi encaró a
Bossi diciendo de él, ante el Parlamento: “Hemos sido ingenuos, creíamos
137
"La Stampa 24 de diciembre de 1994.
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que era un interlocutor político leal. El líder de la Lega, por el contrario, tiene una doble, triple o quizás hasta una cuádruple personalidad”. La alianza
leguista con los partidos de oposición la definirá como un acto que convertía la Constitución italiana en un papel sin ningún valor y en la parte final
de su arenga indicará el llamado a elecciones “como la única forma para superar la crisis de gobierno”. Mofándose de las palabras del Ejecutivo, Bossi
replicará preguntándose irónicamente: “¿Este es el discurso de un Presidente del Consejo? ¡Mavala'! (No me digan). Es el desahogo de uno que se
siente robado, de uno que considera el Estado como la Fininvest, algo de su
propiedad”. Refiriéndose a las elecciones anticipadas Bossi explicará al político-empresario: “La Lega le retira la confianza, pero no se irá a votar porque Ud., Sr. Berlusconi, no es el Estado. De hoy en adelante —agregó—
ésta ya no será la Cámara de fascistas y corporaciones. Hoy la Lega se asume la responsabilidad de hacer desaparecer a la Primera República”.
Llamado en causa por el dirigente leguista, Gianfranco Fini, secretario de
Alianza Nacional, describe a Bossi como “un aprendiz de brujo que no entiende que lo que concluye hoy no es la Primera República sino la Lega”.
Los oradores de la oposición, que también atacan furiosamente al Ejecutivo
en desgracia, diseñarán por su parte los posibles escenarios políticos para
el país. Luigi Berlinguer, diputado por el PDS, sugirió “un gobierno de tregua"; Fausto Bertinotti, el secretario neo-comunista, “un gobierno de garantía democrática de breve duración"; Rocco Buttilgione, líder del PPI, “un gobierno técnico-político”.
El 22 de diciembre el Jefe de Gobierno consigna al Presidente Oscar Luigi
Scalfaro su carta de dimisión, recordando a sus adversarios que su “renuncia no es una rendición”. Consciente de las dificultades que existían para
constituir una nueva mayoría y confiando seguramente en su gran poder de
disuasión, Berlusconi refiere a los medios que ha sugerido al Presidente el
26 de marzo de 1995 como fecha para el voto. La solución de la crisis de gobierno, a este punto, tenía sólo dos alternativas: el llamado a elecciones anticipadas o la formación de un gobierno por frágil que pudiera ser. La primera decretaría la victoria de Berlusconi y la segunda el triunfo de la Lega y
sus aliados. El Presidente se encontraba en una auténtica encrucijada porque, como escribía en esos días el Embajador y columnista Sergio Romano,
“existen dos o tres minorías, todas ellas demasiado débiles para gobernar,
pero bastantes fuertes para impedir la constitución de un gobierno”.138
El 31 de diciembre el Presidente Scalfaro anuncia su decisión de no llamar a elecciones anticipadas. Sintiéndose nuevamente traicionado, Berlusconi reacciona furiosamente afirmando: “Este Parlamento no corresponde a
la realidad del País porque está totalmente deslegitimado”. Palabras fuertes,
pero del todo erróneas, visto que no existe ningún precepto constitucional
que haga siquiera pensar que la caída de un gobierno, cosa por demás
usual en Italia, conlleve la automática desligitimación de un Poder legislativo elegido democráticamente. De presentarse esta hipótesis, la Carta Magna
de la Nación concede al Presidente de la República la facultad de disolver el
Parlamento o en su caso ordenar la formación de un nuevo gobierno cuando ha constatado que existe una mayoría capaz de hacerlo entrar en funciones. Con una visión maniquea de los hechos, el ex Jefe del Ejecutivo ignoró
manifiestamente la normativa que rige el sistema parlamentario vigente en
su país.
138
Ibíd.
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El 17 de enero de 1995, asestando otro duro golpe al líder de Forza Italia,
Lamberto Dini, el ex Ministro del Tesoro del efímero gobierno Berlusconi,
será designado Jefe del Ejecutivo del primer gobierno totalmente técnico de
la República. Esta nueva “traición” —Dini asciende al poder con el apoyo de
la ex oposición— hace aún más dolorosa la derrota política de un Berlusconi quien por esos días ya pensaba en la reconstrucción del Polo de la Libertad y de manera especial en los procesos que enfrentaría por su supuesta
participación en el caso Fininvest. Con la instauración del gobierno Dini,
que permitió aminorar la conflictividad institucional, la crisis iniciada en
aquel memorable febrero de 1992 inaugura una nueva fase que se caracterizará por el reacomodo de las fuerzas políticas. El Presidente Scalfaro de
hecho concibió la nueva administración como un momento de reflexión,
como una tregua cuya función era crear las condiciones para la conformación de una mayoría capaz de dar un gobierno más estable al país y capaz,
al mismo tiempo, de transformarse en la protagonista y gran promotora del
cambio institucional.
La Segunda República, en este marco, seguía siendo una valida aspiración, pero también un vago proyecto, sin un vínculo real con la realidad,
por los múltiples obstáculos que continuaba encontrando en su camino.
“Tangentopolis”, por ejemplo, no dejara de causar problemas, no sólo por
sus implicaciones políticas sino por la endémica lentitud de la justicia italiana y los posteriores casos de corrupción político-empresarial descubiertos. El conflicto de intereses introducido por Silvio Berlusconi, agravado con
los procesos penales en su contra, impedía por su parte cualquier iniciativa
tendiente a reordenar la vida institucional italiana y con ello la necesaria y
urgente estabilidad política que requería un diseño nacional de mediano o
largo alcance.
Producto de la interpolación de problemas presentes y pasados, esta
nueva complejidad hacía lógicamente más difícil superar los casos penales
surgidos con “Tangentopolis” y la eventual resolución de la crisis política del
país. La dialéctica misma de la crisis había determinado, paradójicamente,
la maduración de positivos y estructurales cambios en el siempre interesante laboratorio político italiano. Nos referimos a la cuestionada autonomía
del Poder Judicial, que parecía no resentir los efectos de la inesperada renuncia de Antonio Di Pietro, pero sobre todo a la madurez que revelaron
tanto la democracia como el Estado de Derecho italianos: las graves implicaciones político-judiciales y los deseos de venganza que acompañaron la
aniquilación del régimen partidocrático y su nomenclatura de hecho fueron
canalizados a través de las vías institucionales gracias, justamente, a esta
doble maduración.
En el 2001 el Cavalliere volverá a la Presidencia del Consejo de Ministros
confirmando así la vigencia de su carisma, liderazgo y el aún más creciente
peso político de la Casa de las Libertades, como será rebautizada la nueva
alianza de centro-derecha: su hijo pródigo, la Lega Norte, se había reintegrado a sus filas. La disolución anticipada del primer gobierno del Olivo, la
coalición de centro-izquierda que sucedió a la administración Berlusconi, al
ganar las elecciones políticas de 1996, hizo necesario este nuevo proceso
electoral ganado abrumadoramente por Berlusconi y sus aliados. Por cinco
largos años Berlusconi guiará los destinos del país y en el 2006, por un puñado de votos no será reelecto. La Segunda República italiana, en nuestra
opinión, sigue siendo un anhelo del pueblo italiano.
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Jorge Gutiérrez Chávez es Licenciado en Derecho por la
Universidad Autónoma de México (UNAM), Maestro en
Derecho por la Universitá degli Studi di Roma, Ha sido
profesor del Departamento de Derecho de la Universidad
Autónoma Metropolitana, Plantel Azcapotzalco, de ciudad de
México. Es autor del libro: Zapatero. Il riformista che fa quello
che dice, editori Riuniti, 2006 y de diversos ensayos políticos:
“La Lega Lombarda nel sistema politico italiano”, Revista
Quaderni del Ponte, 1/1 1993. Traductor de: “Kelsen y Max
Weber”, de Norberto Bobbio. En El otro Kelsen, UNAM 1989.
Fue corresponsal de los diarios mexicanos El Nacional, El
Universal y Milenio; de las revistas mexicanas Expansión,
Época, Nexos, Horacero; del Canal 11 de TV del Instituto
Politécnico Nacional de México. Actualmente es corresponsal
de la radiodifusora mexicana Radio Centro y colaborador de
la revista italiana Internazionale.
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