REFLEXIONES ACERCA DEL RENACIMIENTO Bruno Gelaü* Di doma" I1(m e ' e certezza 1. Premisa: Carác.k·r i/;encral delll11manisUlo renacentista Como �ucooió con la Ed�d ¡ncd"" de igun] mancra hoy la época r�n3centi�ta parece oolllctida a \lna reVl�ióll critica má� pmfimda. En efecto, para la primera sería supcrtícial, para un crítico scri(), hablar adtwlm<'llIC de dla �omo de una época OSCUll1; por I n que �c refierO) a la segunda, p0C()� h()y �o�tcndrian que .I� trata d� lJJla �j1()�a de di�lan�iamicllto d� la cl11tura anterior, ro fayor de la época da.'li�a. pC,.(), �ül1.lidcro LÍlil plme.- como entrada del titulll de mi labor "dd pOn'\lIUr no hay cCrLc�,lI", el bJ . 1TI\,"O ycr�o d" 111 p()e�ia de L()[cnzo d� i\1e¡jj ci: "11 trirmf() di Bm;¡;,o � Arial1ua", nO tanto por �lL ,Olbor rpiL'IÍl'C(). �ino por >ubrayar aqud velo do; melancolia que c�ta Cal1dl'll1 C1mt1cnc: paradójl C[![lltlrll�, la audacia con l a cual el pot:ma de.,afia el futurll es �ójo apari�ncia: en realidad, III que el pnncipe de la Repúhlka flrw:n­ tina redama a trav&< de su cfm\p0�ici{¡n �alíriGll e� la �xigellciu de certeza en el futuro, expramda cn un momenl() d�. ironía ·-lipi�a de su madre ti�lTa- cargada pllr una pmfllnda amargura o melancolía. J.a melan<:lllía�, cn cf�Clll, aquel �entimienl() .,egém el �ual el mnlll. S� � Director de la Focull" d de FilowIb d� la Universidad Int.,,-wn!.illolltaL 37 BRUNO GELA TI enfenna a menudo sin una causa evidente y q ue se explica por una indetemlinada necesidad de entemecerse de sí mismo o de otro . Y, será este, el sentimiento que dominará I a conciencia del hombre desde el inicio del Humanismo hasta el Renacimi ento . Bien lo expresaba en su "Altercado" Lorenzo de Medici: De la divina infinitud y abismol casi por una niebla contem ­ plamos/ por más que el alma en él su oj o fije;! pero con amor perfecto y verd adero 10 amamos;! Aquel que a Dios conoce, Dios a sí atrae;! am ando su alteza nos alzamos./ [ .] . . amando, empero, se convierte en Dios,! y sobre Dios visto se di lata. 1 La concienci a de un realismo por el cual el hombre nunca podrá ser como Dios, aunque su ser aspire a esto, ¿por qué amarga tanto al hom­ bre renacentista? Más de un siglo antes Francesco Petrarca escribía: ¿Qué gracia, qué amor y qué destino me dará alas como de 38 paloma, para posarme y levantarme de ]a tierra?2 Afirma L. Giussaní: Todas las rimas de Petrarca son como el documento de un alma herida por la vi da desacorde, d e un alma escindida entre el conocimiento, todaví a claro y neto, aunque teórico, de ciClia visión del hombre y por tanto de ci erto sentido moral, y un sentimiento global de la vida que empi eza a fluctuar por cuen­ ta propia desconectado de la teoría. El fin al de las Rimas de Petrarca, la últim a estrofa de su Him­ no a la Virgen, manifiesta de manera conmovedora su estado I L. De Medici, "Altercado", en G. Reale y D. Antiseri, Historia del pensamientofilosófico y cient(fico, 1 992, Barcelona, Herder, vol. JI, p. 76. 2 F. Petrarca, "Rimas", en L. Giussani, Por qué la Iglesia, 1 9 9 1 , Madrid, Encuentro, vol. 3, tomo 1, p. 4 8 - 9 . " ACERCA DEL RENACl MIENTO de ánimo dividido en este momento de cambio : "El día se acer­ ca y no puede estar l ej os, corre el tiem po y vuel a, Virgen única y sol a, dañan el corazón, concienda o muerte: encomiéndome a tu Hij o, Dios y hombre verdadero, para que mí últim o al iento en paz acoj a." [ . . . ] Quisiera subrayar, cómo los verso s citados ponen, en sí, de manifiesto un hombre que es fruto, doctrinalmente, de una historia cristiana; pero preci samente este ' tipo hun1ano ' sufre ya una laceración : su personalidad está dividida, rota, y l a ten­ sión que provoca esa ruptura constituye el último suspiro de su poesía. El sello característico de la obra de Petrarca es j us­ tamente ese suspiro de un alma inquieta, angustiada por el deseo y la aspiración d e al go preciso que siente que se le escapa de las mano s y que ve como se alej a. 3 La gracia, la armonía de la fonna que el Humanismo afanosamente busca se diluye en la no stalgia de l a perfe cci ón ; ese sen timiento 10 encontramos en toda expresió n de esta época: en los rostros de las vírgenes de Botticelli, en la adoración de los Reyes magos de Benozzo (en la cual Lorenzo aparece en toda su magnificenci a como el centro de la obra), y también en el pensamiento del más grande representante de esta época, Leonardo da Vinci, que hace prop ia la frase de Lucrecio : i n medio defonte leperum, surgit amari aliquid quod in ipsis jloribus angat. 4 (de la fuente m isma del placer, surge algo de amargo que an­ gustia a las mismas flores.) Berdiaev, en su libro El sentido de la historia, afirma: En l a obra de B otti celli se si ente la impo sib il i dad del alma cristiana de alcanzar la perfecci ón formal en el arte, el doloroso 3 Ibid. 4 Cfr., En Tracce, año XXII, sep. 1 995, Milano, Nuovo Mondo, n° . 8, p. 57. 39 BRUNO GELATI desgarrami ento del alma cristiana, el fracaso de l as realizacio­ n es culturales. De Botticelli se dij o que sus venus habían aban­ donado la tierra y que sus vírgenes habían dej ado el ciel o . La figura perfecta de la Virgen, que n o puede permanecer eri" la tierra, constituye la característica del espíritu de B otticelli y aqui radica su principal nostalgi a. En nuestra opinión, el arte de Botticelli es el más bel lo y, al mi smo tiempo, el más instructivo en orden al fracaso interior que había de sufrir el Renacimiento. Quizá la esencia y la gran­ deza del Renacimiento radica en el hecho de que ha fiacasado en sus objetivos (y no podía menos de fracasar), pues en el mundo cri stiano es imposible un renacim iento de la antigüe­ dad pagana y de la perfección formal terrena.5 Entonces, la primera afirmación con respecto al tema y desde l a cual empieza mi reflexión, consiste en buscar respuesta a l a pregunta: ¿de qué conciencia brota este sentimiento y por qué? Preguntémonos, pues, qué es lo que [se] "perdió , o por impa­ 40 ciencia rompió el hilo, l argo , sutil y delicado que venía desde la lejana antigüedad; el hilo de ese insólito pasatiempo huma­ no que es la costumbre de pensar". Esta acertada expresión es de Chesterton y se refiere precisamente al final de la Edad Media; en ella la palabra ' pensar ' tienejustamente todo el peso de esa actitud problemática, y por consiguiente crítica a lo que tanto favorece una mentalidad unitaria.6 El historiador Daniel Rops, académico de Francia, escribe: En las zonas secretas de la conciencia, a través de l a oscura dialéctica de los ideales y de las p asiones, es donde se fragua 5 N. 6 L. Berdiaev, El sentido de la historia, 1979, Madrid, Encuentro, p. 1 24 . Giussani, op. cit., p . 4 6 . ' ACERCA DEL RENACIMfENTO el destino del mundo, y las nuevas fuerzas que hacen derrum­ barse los imperios, son las mismas que cualquier hombre afron­ 7 ta en las tinieblas de su corazón cómpli ce. Pero, una interesante reflexión histórica muestra que: cuanto más se estudian lo s orígenes del humanismo, más nos inclinamos a reconocer la existenci a de un elemento que no es sólo espiritual sino netamente cristiano [ . . . ] . Ciertamente el humanismo fue una vuelta a la naturaleza, un redescubrim iento del hombre y del mundo natural, pero el autor del descubri­ miento fue el homhre natural : fue el hombre cristiano, el ti po humano producido por diez siglos de disciplina espiritual y de culhlra intensiva de la vida interior. 8 Así lo afinna el pensador ingl és Christopher Dawson. Estas primeras consideraciones ya nos ponen pautas para nuestra refiexión. 41 n. Factores de tránsito entre la época medieval y el Humanismo renacentista 1. Pensamiento trágico, pensam iento simbólico, p ensamien to melancólico. El pensami ento del hombre antiguo, en particular del hombre griego, ha sido caracterizado por ser un pensamiento trágico, en cuanto no podía superar los límites impuestos por su visión cosmocéntrica. Trá­ gico, porque el hombre imponía a su razón campos explicativos que 7 Storia della Chiesa del Cristo, 1 95 1 , Torino, M arietti, vol. IV, p .46-7. 8 La religión y el origen de la cultura occidental, 1 995 , Madrid, Encuentro, p. 258. BRUNO GELATI no podía al canzar y que, en consecuenci a reduce, como por ejemplo, al pretender ci rcunscribir lo infinito dentro de la fi n itud de ] 0 físico . El aspecto antropo céntrico que se obtiene de esta postura será la expresión de la tragedia humana más pro funda: el intento de superar los límites de la razón y su resignación frente a esta imposibil idad, hasta la aniquilación de su ser. El pensamiento cristi ano de l a Edad medi a será un pensami ento simbólico: toda la realidad es signo ; todo rem i te a un significado ex­ pli cativo de l a realidad y ella es ' figura' del signifi c ado ; es d ecir, para entender el significado de todo hay que pas ar forzos amente a través del signo que lo guarda; del signo que, o cultando , manifiesta. Para el p ensamiento medi eval la realidad se presenta baj o 1 a idea de misteri o � y entiende, por eso, e l centro explicativo d e toda existencia. El pensamiento renacentista no se deshace del p ensamiento simbóli­ co, pero mi ra con nostalgi a a la hybris del hombre antiguo; es decir, el reto al mÍsterio, pero considerándolo , sinti éndolo extraño a s u natura­ l eza e incluso enemigo . También el hombre medieval amaba la antí güedad, pero más pode­ 42 rosa en él era l a concienci a de conocer en el misterio el rasgo de un a bondad presente; la llamaba misericordia a nivel antropológico y ya no pietas; y providencia a nivel de l a n aturaleza y de l a histori ci d ad, y no fatum o ' fortuna' . A través de una gracia, casi como una ' vi s ' afectiva, el hombre renacentista se lanzará con toda la carga de su sensibilidad humana, a l a creación de una naturaleza en la cual el misterio se evidencie más aún, se explicite, m ás que eliminarse como factor constitutivo de l a realidad. S in esta precisión sería superfi cial cualquier jui ci o que pre­ tenda entender el tránsito entre l a Edad medi a y el Humani smo renacentista, que acontece casi sensim sine sensu, según 10 que afirma B erdiaev: El humanismo pasa por varios estadios: cuanto más próxim o permanece a los orígenes cristianos y católicos (y a la vez an­ tiguo), tanto más bella y poderosa es l a actividad creadora del ACERCA DEL RENACIMIENTO hombre; cuanto más se aparta del medievo cri stiano, tanto más se separa de sus fundamentos antiguos ; sus energías creadoras ti enden a agotars e y la belleza del espíritu humano se debilita. Nos encontramos aquí con una de l as situ aciones más claras y, al mi smo ti empo, más paradój icas de l a h istoria moderna. D e aquí d eriva l a terrible di ferenci a existente entre el principio y el fin del Humanismo: el comienzo, que produjo el auge del Re­ nacimiento, en el que se advi erte todavía el fundamento medie­ val, ct1stiano, cató li co de la persona hum ana, en el que existe un vínculo con la antigüedad; y el final, en el que tiene lugar una s ep aración cada vez mayor de los fundamentos medievales católicos y, a la vez, de l a antigüedad. Cuanto más se alej a el hombre de su camino hi stórico y de los principio s medi eval es, tanto más se separa también de lo s principios de la anti güedad y traicion a el intento ori ginario de Renacimiento . En realidad, los principios antiguos continuaban todavía vi gentes, sobre todo en los pueblos l ati nos. El nuevo esp ítltu que se manifi esta en la hi stOlla moderna orienta al hombre h acia derroteros com­ pletam ente nuevos y diferentes, tanto de los de su destino medi eval como de los del antiguo. Ahora bien, los fundamentos espirituales del hombre eran sustancialmente do s: el funda­ mento anti guo-gri ego y el medieval-cristiano o católico . 9 2. ¿ Por qué del sentimien to melancólico de la tipologia renacentista ? El hombre del Renacimiento , si me penniten la comparación, tiene los rasgos del adolescente: le falta la concienci a de vivir una m adurez. Es alegre, audaz, imp etuoso, creativo, instintivo, caprichoso, fasci­ nante, cruel, dulce y, finalmente, frágil, extrem adamente frágil, en cuanto todaví a no ha definido su identidad. Y como todo adolescente mira con temor lo que está por dej ar: la confi anz a en su relación filial; 9 N . B erdiaev, El sentido . . . , op. cit. , p. 127. 43 BRUNO GE LATl es decir, con l a tradició n a él más próxima, a la quc final mente perte­ nece. Su pensamiento es melancólico, no porque añore una edad de o ro -más bien, ahora la está realizando y se complace por eso- sino porque sabe que hogaño tendrá que caminar solo, con sus propias energías, y ti ene miedo. Con el Renacimi ent o el hombre está cons­ ciente de su nueva etapa humana, aunque desconozca cómo será. Des­ graciadamente los hombres del Renacimiento han t enido un futuro que no merecían; el llamado ' giro antropológico ' , que no pertenece al Humanismo renacentista, el cual nació y pennaneció en el pensamiento cristiano, en particular en el católico. En el S ur, este movimiento tomó la fonna de un retorno a la antigua tradición cultural . El Renacimiento en Italia no fue una mera renovación del interés de los eruditos en un pasado muerto, como en los países nórdicos . En el Sur fue un verda­ dero despertar nacional. La gente veía el renacer de la cultura clásica como la recup eración de una herencia perdida ; esta gente se rebelaba contra la cultura medieval no por razones religio­ sas, sino porque l es parecía aj ena e inc ivi l i z ad a . El l a entraba en una cruzada para librar al mund o latino d el yugo de la bar­ 44 barie gótica. En Europa del Norte, es obvio que el movimiento del despertar nacional debía encontrar una fonna diferente de expresión, puesto que aquí no había una antigua tradición de cultura supe­ rior, y detrás del período medieval se extendía una edad de barbarie p agana . En consecuencia, Europa del Norte sólo podía afinnar su independencia cultural remodelando y transfonnan­ do la tradición cri stiana d e confonnidad con su genio nacional . El Renacimiento en el Norte de Europa fue la R efonna" . 1O 10 C. Dawson, Historia de la cultura cristian�, 1 997, México, FCE, p . 440. ACERCA DEL RENACIMI ENTO Con todo esto se puede afirmar: que a finales de l a Edad m edia, las soci edades que h abían 'reconocido ' el ' hecho anómal o ' sucedido en la histori a, iden­ tificaban como origen, destino e ideal del camino a algo más grande: Dios. La variedad de los factores que constituyen la personalidad humana y la humana convivencia estaban lla­ m ados a una unidad, a componerse y realizarse en unidad, ase­ gurando de este modo una concepción no fragmentada de la persona y, por tanto, del cosmos y de la hi storia. El compro­ miso ideal que caractelÍzaba a la Edad media ponía a la figura del santo como imagen ej emplar de la personalidad humana: tilla figura de hombre que había realizado l a unidad de sí mi smo con el propio destino. La ruptura en mi l pedazos de aquella unidad y de esta figura . humana constituye el gran cambio. 3. II Elementos de con tin u idad en tre la cu ltura m edieval y la humanístico-renacentista. Breve y fascinante como la vida adolescente fue el Humanismo renacentista. No existe una verdadera grieta entre Edad media y Re­ nacimiento ; más bien tenemos muchos i ndicios a través de los cual es podernos establecer la continuidad entre las dos épocas. Sólo mencio­ nemos en el campo de la civilización la transformación annónica que va sucediéndose sin cambios bruscos como nOlmalmente se pensaria, por ej emplo, en el fenómeno de la urbanización en Italia. El regreso a la civitas, marca y deslumbra la primera época rena­ centista. I1 L. Giussani, La conciencia religiosa en el hombre moderno , 1 9 8 6 , Madrid, Encuentro, p. 1 7 . 45 BRUNO GELATl La sociedad feudal h abía garantizado, imitando a la socíelas monás­ tica benedictina, la estabilidad de los núcleos sociales sobrevivientes del derrumbado Imperio romano . Juntamente con el pucblo de la nueva y vasta inmi gración, una nueva identidad, en vista de una posible y p ennancnte convi vencia pací fi ca, regres a a la ciudad en la que la ca­ tedral y el p alacio municipal encontrarán quizá por única vez en l a hi stori a, una fonna d e vida común con respecto a s u propi a ori ginal naturaleza. Aunque sea verdad que después el príncipe republicano y burgués se apartará de la misma esctructura urbana de la comuna con su fastuosa corte, ya no le será posible prescindi r totalmente de los fundamentos de la civitas medievalis. El fenómeno que acomp aña al poder de los príncipes en esta época, es mucho más compl� o que la simple transfonn aci ón de un régimen político en otro ; ello implica sobre todo un cam b io en l a concepción del poder y de la economía. [Esto s e retomará más adelante.] Las comunas habían logrado su propia identidad con respecto al Emperador, a través de la cual pudieron empezar su propia vida social 46 independiente dentro del Imperio mismo ; vida social en la que dominarán el comercio y un nuevo sistema de circulación del dinero. En la Firenze de los Medici , así como en S i ena, Venezi a, G enova, Mi lano, el comercio y los b ancos permitieron el financi amiento de los Estados nacionales. Sin lugar a dud a fueron estos aspectos de l a vida pública, los que pennitieron l a pennanencia de la cultura medieval en el Renacimiento. Reitera D awson: La época de D ante y Fel ipe el Hermoso, en la que el Papado s e trasladó a Aviñón y fracasó el desesperado esfuerzo del empe­ rador Enrique VII por reafirmar las pretensiones del S acro imperio romano , marca el fin de la histori a medieval. La b aj a Edad media abre un nuevo capítulo e n la historia occidental . Son tiempo s en que el hombre de Occidente emprende su gran aventura, sallendo con paso incierto y vacilante a descubrir un ACERCA DEL RENACIMIENTO nuevo mundo : no sólo a descubrir nuevos océanos y nuevos continentes, sino a descubrir l a naturaleza y el mismo hombre, coronami ento y perfección de l a naturaleza. No obstante, al hacerlo, el hombre occidental no tenía concien­ cia de que daba la espalda a los ideales espirituales y a la fe religiosa que habían sido las fuerzas motrices de la cultura medieval. Cuando partía para su nuevo viaje su mente todavía estaba dominada por los ideales medieval es y buscaba nuevas vías para su realización. 1 2 Valga de ejemplo, Dante AHghieri, que sin lugar a duda, fue uno de los testigos más significativos de esta exigencia de renovación del espíritu, y que se impondrá en las generaciones que l e sucederán. Se necesitaría de una conferencia aparte para satisfacer mínimamente lo que se está afirmando; sólo mencionaré algunos factores emblemáti­ cos que ayuden en el desarroll o del tem a. En su obra El convite y precis'amente en el IV Tratado: Dmo é gentile, Dante confronta l a idea de nobleza, rompiendo en ésta el esquema dominante del feudalismo, según el cual l a nobleza dependería de la herencia, del antiguo linaj e, así corno se había impuesto por el sistema franco-sálico y, después, en el S acro imperio romano. Para el divino Poeta, más bien el hombre es tal por la pureza de su corazón y por su virtud. l 3 Con esto s e impone un nuevo modelo antropo-social, el cual y a no se apoya en la filosofla de la naturaleza que había regido el sistema carolingio, sobre todo la de Eurígena, sino en la ética aristotélica­ cristiana. 1 4 También en el campo soci o-político el ghibelin fuggiasco con su obra Monarquía da un giro fundamental, que sólo una mentali dad reductiva podría califi car de utópico en el sentido negativo. La pro12 , op. cll. , p . 22 1 . La relzgWI1 ' " 1 3 Cfr., D. Alighieri , Convivio, Tratado IV. . 14 Se refiere a la obra de Escolo Eurígena: De Divisione naturae. . . . . 47 BRUNO GELATI puesta que Dante hace es la de reconocer en el Emperador la potestad temporal sobre el bien común. Instaura así una auctoritas distinta de la espiritual y filosófica, si bien en annonÍa con ellas, dependiente direc­ tamente de la potestad de Cristo: la autoridad temporal del Emperador. Con esta solución, el Poeta-filósofo resuelve la controversia del primado entre los dos poderes: el espiritual y el temporal, estableciendo además una relación co-esencial entre el Papa y el Emperador, para el bene esse del hombre, la misma mmonía que rige la relación entre padre e hijo. 1 5 Para sintetizar este punto, concluimos con Dawson: 48 Pero al estudiar la cultura medieval, debe recordarse que los nivel es superiores de la intelectualidad y de pensamiento polí­ tico, en l os cuales tiende siempre a concentrarse la atención de los historiadores, fonnan una parte muy pequeña del cuadro total; tampoco deb e olvi darse que la actividad creadora de la religión es más poderosa donde dej a menos rastro y es más dificil de observar en el espíritu de las masas y en las tradicio­ nes de l a gente común, Y así en los siglos XIV y XV, cuando los estudios procuraban el renacimiento del saber y los esta­ distas transfonnaban el orden de la Cristiandad en un nuevo sistema estatal, el espíritu de la gente común seguía sumergi­ 16 do en la atmósfera religiosa del pasado medieval. 4. Carácter propio del Humanismo renacentista Qui ero recordar que si es verdad que cada época ha tenido su huma­ nismo y su renacimiento, existe siempre en l a histori a un punto de referencia paradigmático; en nuestro contexto tenemos que considerar como paradigma de todo el Humanismo renacentista la experiencia 15 Cfr., D. Alighieri, Monarchia, Libro IlI" 16 L . . , a re¡19lOl1 . . . , op. elf. , p. 222 . . ,\Cf.RCA DELlU:NAClMlhNTO que surgió sClbrt 100(1 en Italia, al tit)!)"e c"n mayor claridad se <lio la el 1I001bN; corn" !nf� prim..-o. "uta dominarue de esta tjlOCf,: Afinna Berdiaev: Es curiOSo' que,jusUll1Iente "n Italia, «J d..onde n"recitroD C(lll IImta fucc13 las eoersias a-eadums libremenlcdcspleg¡.d8lópor clllombre, m) se baya dado 11l"1li v.:tJadera rdJelión C\)Tllr" el c:ristiani.�:DO. l!n tse:nc ia, [Ialia habia manlenldo siempre un vhlL1I1Q ron la 3JUlgl.edad a trav& de Roma. y 1;, �nligu.;dad habla cstldo sieQlpreCeTc.tn3 a la historia ilalWl� FJI el Rcna­ cimimlo il�liano no se produjo una separación de la Iglciia catól;,,;a y se dio una extraña .:oexislCJJcia '''''' la re caló.lica. una cQexi�tencia que llegó tan lejus., que se doo la circunstan­ cia de que: algunos (l3t'as tuvieron ante el Rcnacimienlo una tk mtc(!!l:l1SO. (!I e�íriru del Rmadmicnto se mani­ fie!lta con espooinJ t'.ier/e en el Vllticano. F,:¡to \le'Y"d COIl�i� un enriqutc ilnicUI(I d�l catvlicismll. Y lIq"i radica 111 diferelr da mtre el tempernmel1to de 1(1' pueblos latino� y el de ¡o� pueblos gcnu:luicoo. el cUll! llevó en úll.iroo e..:tnmo � la rebelión ¡m)\c,;lllllt; el tcml>cfoml:l\lo i lAlhmo }. en general. latil no, �(I'l �u Apcllo eSl¿ti�o Al �ullo, no pod!� llevar a s=ejanle actitud actitud de rcllcldía, y registro Ull Jl(lrecimiano de la c�J.tivi- dad ro luglfl' de pl'ovocur una suhlevuci(in cvntra el pa,;ado rdigi(lW y espirit"al.17 El Rmacimicnto nace de la aurora dc la mañana, del albor de la Edad mafia, la cual habla logrado lllanlCllcr dcspuCs del miento el d�mbtl del F..sllldlJ cstn:nle\:Í­ rOIlUl!IlJ. la imagen de h"mhre que ias. pennanece como reltrtT1cia itltirna ha.�l¡, nuo:stros d E! tipo humano 'lue m.is eUlhlematicamcnle salva csta unidad de pilllliffTlk:oto mirelaqx..;a Medieval y el ltnucimirnloser.lOiovllllni Pico. Principc de Mirándola e Concordia: "ElsenlitiQ , "p. cll., p. 120·1. ... 149 BRUNO GELA TI ¡ Oh suprema libertad de Dios P adre! ¡ Oh suprema y admira­ ble felicidad del hombre! a quien le ha sido concedido obtener aquello que desea y ser aquello que quiere. Los irracional es, al nacer, llevan consigo desde el seno de su madre todo aquello que tendrán. Los espüitus superiores, desde el comi enzo o desde muy poco después, fueron lo que serán por los siglos de l o s siglos. En el hombre que nace, el Padre colocó semillas de toda clase y gérmenes de todas las vidas. Y según lo que cultive cada uno, crecerán y darán sus frutos en él. S i son ve­ getales, será una planta; si sensible, será una bestia; si raciona­ les, se convertirá en animal celestial ; y si son intelectuales, será un ángel e hijo de Dios. Empero, si no contento con la suerte de ninguna cri atura, se recoge en el centro de su unidad, trasformándose en un solo espíritu junto con Dios, en la soli­ taria obscuridad del Padre, aquel que fue colocado por encima 18 de todas las cosas estará por encima de todas las cosas. En efecto, Pico no sólo está preñado por una religiosidad íntima y profun­ SO da, sino que es ajeno a rebelarse a la autoridad de la Iglesia y a cualquier idea de rebelión. Nadie más sinceramente que él admiró la tradición de los Padres y nadie b uscó más fielmente que él respetarla. El apego a l a Escolástica, que él defendió en contra de toda crítica al Humanismo, es un rasgo característico de su personalidad que 10 distingue dentro del cenáculo florentino. 19 S e estaba lejos del siglo de Santo Tomás. Las grandes síntesi s de antaño se habían desintegrado. Nuevas catástrofes (el cism a de Occidente, la caída de Constantinopla . . . ) habían acelerado cambios. Habían surgido nuevas fuentes de conocimiento. H abían aparecido nuevas divi siones. Si se quería remedi ar las 18 G . Pico della Mirandola, en G. Reale y D. Antiseri, op. cit., p. 23 . 1 9 Cfr., E. Cass i rer, Da!! ' umanismo al! ' Iluminismo, 1 995, F irenze, La Nuova Italia, p. 82. • �CFRC'\ DH RENAC1M1El\JO mi�eria� morales y l�� gllcrra� civilN; que atonnenLaban a la L1Í�tiandad, había quc reedificar la wlidad de lo� e�píritu� oobr� nucvas ba�cs; había quealcanlilruna 'eOlK<mlia', " .lo quc Piw 21 llamaba", una �mi�tad �itagórjea 1 Añade adem6� Giu�.<;ani, �pcland() � n. de Luba� en un c��ilulo eru�ial de SIl libIO dcdicado � rico de la �1iri¡ndola: lleg�m08 a�í � un nuevo pm;() 'lIle 11\1� va a mo,lrar el factor que estaría dcstinado a permanecer �()mo paTle �on�titutiv� d� la cultura modcma y contellljxmlnea, y 'lIle por e�to expliea rambi¿n CÚl11() sc mueve nucstra mtt1t�lidad, La mtt1t�lid"d lmmanistQ �on�l'rvaba cn gen eral cielto �entido del Jim) I e que llevaba a los h"nI hl�S a comprender, cn todo c��o, quc la ener­ gia ¡;UC lc� ¡XHlí a C'())}vL.,.lir en r.lmo�o�, célebres y Qforhlllad()" no cm una cnergiaque ellos �c ll\bricaball por �i mismos, �¡n() que :cs vcnia dada, quc la cneontrabQn cn cllo� mismo� como un don, No ob�lanle, frentc � un cielo en el que l)io� �c habla convcrlido en un� lcjanisima. nube, pronto pareció �in dll<la má� rcalista mirar a la tierra como fuentc dc e� el1<rgia �apaz de cng r ruhlCCe.l' al hombrc. Durante el RClIQcimicnto e�lamirada ClIClK1ltra � fi.lIldamento �istem6tico y su trooueción cultural cn la identiticadon dc e�¡¡ fucnlc de Cll�rgí� : la naturalc/�, una nalcralcza quc mIlI' pronto se i nterpretará de m�ncra pantci�ta. Lna veZ que el �entido con�reto dc la relación eon llio� ,� pi erdc y� como mClltalidad socialmClltc extClldidll, la divll1id�d, el mi�te.l'io del origCll, la riqlleza del origtn, a la qlle cn l()do ca�o �� r�'(;onocc todavía �OmO 110 dlT"'ndiClltc del hom- bre, t<S enl()nce� la "m,mrl"�<J, percibida �omo f\lente del ��r, dc l� ClICl'gia dc 1 � vida, y enttndi da ronw lo ql.lC producc el gusto de vivir y la capad dad de obrar. La nalunleza dcja por tant() dc �cr �igm) dc Dio� Y ¡;()micn�-a a �uslillllr �u prescnci a, 2011. Rovs,op, ál" p, 109. 51 FJRIINO (iFLATl ya qlJt' tan RJ, aunqu� todavía nO se le nieglle, está sin embar�o lcjano de los inl<Jfe>;es de la existencia, que se sit:nl� la n�C<'"iüw de confiar en algo más concreto y ddinido, De �sl e nwüo la natural�za JIO es ni más ni menos 'lu� un� idea pantd,ta üe Dio, qUt se hace in11lam:nte a la mentalidad rcrwcentisla,' 1 Ptro d hombre dd Humanismo nO podía tener l� mismajustifiCfl­ dún del hombre antiguo, y grie�o �n particular, Si es, ':01110 < afinna Modlcr, que los anligll0s 110 tu\�eron los dios�s que se lUtlfedan, no es asi para el hum311ista. Por dos rawnes, primero porque ha conocido l,m Dio>; quewi nciüecon la Verdad; seg\mdo p'lfqueahoraladinúmica se invielte_, es decir, es Dios que considera meritorio de si �I hombrc. Y, si ..nprc C riussani retomando a Modlcr, confirma esta idea: Compammo>; �sta sitn�ción con la de la humaniüad antiglJa dCSl"rita en su producción liter�L tal �omo no>; invita a hacer Mooller C\l sus famosos comen larios: [.. ,] los días,"" son p"Dier­ sos o a¡l)itmrios rtl sus üesignios; la fatalidad r...] es motivo de lbnto, no sólo porqu� envía calall1i dad�s, sino ¡x>rque Íllduct a los humanos a cometer faltas. Y, con todo, eso>; h<."nbr�s" son meior�s qll� los dios..,; [.,,] pll�S r.. .1 si el cido antiguo ap�recc c..rrado y colmado d� maldicione s, gnivÍ(io de lágri­ mas y tristezas, los hombre:') son, en wmbio, nobl es y redO"; p]\,cumn, m..diant� el herois11l0 y 1", gloria, ill\p¡imir lm üe h"flnosura y �rand ..za ffi eSe caos oscuro. r." y tmnbiéuJ: 'Los antiguos l...] quisi eron salvar algo 11l><-'() bdJ o: no hallándolo en lo" (tio�es ni .1.1 d mundo, ni �n los eventos, tnlmf¡rieron su des�o d� I uz ¡¡I roSl'" d� los 'pohr�s mortales' , [... 1 Fu "-'ludia noche dd Il\lllldo, los stlTllblantes Se les antoja­ ron tlXtr�il.ament� hermosos. Pero los antiguos pres@tian qu� en todo dIo habia algo misteriosamente anormal. Scrníanse frustraüos, asombrados de que un deseo tun grande de lL L. Gim,,,ni, Pvr qu<" " vp, dl.,]J. 55-6. bien ACERCA DEL RENACIMIENTO desembocase en una esperanza tan grávida de l ágrimas. La m al dad humana era ya, a la razón, una tri ste realidad . S i los griegos no quisieron verla fue porque hubiera aparecido odiosa en un mundo en que los dioses eran perversos ' . De esta luz gloriosa que s e refl ej a en el rostro del hombre, entendida como única alternativa a la tenebrosa oscuridad del destino, se hace eco -un eco que, como todo, reflej a más débil­ mente la voz prim era- el humanista Coluccio S alutati : Es digno del P araiso el hombre que ha llevado a cabo grandes actos en esta tierra.22 5. El Renacimiento y la época Moderna Al 11 egar a este punto de nuestra reflexión es preciso afirmar que, en el bien o en el mal, nada en el recorrerse de los acontecimi entos queda igual a antes. Con esta afirmación se quiere reiterar la idea de que en ] a histOlia del hombre el pensamiento, aunque pueda tener puntos similares, si empre es distinto, pues la carga de su dimensión temporal y espacial es si empre diferente. El hombre del Renacimiento es hombre de su tiempo, no es el suj eto griego-romano, ni el de la Edad media, y como tal debemos consid erarlo; sólo desde este punto de partida podemos hacer l as oportunas comparaciones necesarias para un j uicio crítico. En efecto, deslumbra al hombre de la tardí a Edad M edia y del comienzo del Humani smo; lo que los hi storiadores de l a Filosofia llamaron via modernorum, su adquisición del saber científico y su explicitación teórica; así como deslumbra a nosotro s los contemporá­ neos qu e en tan breve espacio de ti empo el hombre de aquella época haya navegado por proyecciones mental es , capaz de construir sistemas en todos los campos del sab er que todavía están a la base de nuestro p atrimonio y desarrollo ci entífico. 22 ibid., p . 5 0- l . Ver también, C . MoeHer, Sabiduría griega yparadoja cristiana, 1 989, Madrid, Encuentro, p. 3 9 . Cfr., 53 BRUNO (;?T /1.1'1 El humwlisla lení a todavía un stlltido de la humanidad r",,1 y 110 podía olvidar �ue el hombrc estálltno de límite¡;, Sacilha de la leclura de lo� macstny; antiguo., ese velo de tri�teZil, ese �mtido del lí 1111!t último qu e hada concluirtr!lgi cameme en el tcalro griego tod o esfuerzo humano. r .. I E� como si el humanista se preguntara de dlmde le viene �l hombre csa ellQgía roalnadora, fuen(e de éxi lo y de grandcza y eOlllprcndiQa muy bienque el hODlbrc no puede d�n;ela a �i mismo, Evidtnltmenk el individuo no cs fucnlc de su propia Cucrza; é.';ta pre\�ene de algo distinto, algo 111aS grande. Y i1�i, Irentc a un Dios cristiano no negado., Tl«l\) eclipsado en una 1C1lta arnCrla;la ecl estial, j1['\)nto la ,crcatividad última se ide.nii­ ftcará con la naturaleza, una n al.lu'aleza que es susl:ituóón con­ creta de la divinidad ab�lracta. [,,,1 Pero, si la natW'a1c�,,, es el origen de llU<-'�l:ras I()rluna�, dc nucs­ [ras entrgía" todo lo que nace de la natlLraleza es un hien. Tras la afinnaciún del honlbrc realizador, propia dcl humani�ta, el hombrc rcnace1llhl:a va a definir Ull �onccplo étko IluCVO: el linmbrc aClúa bien nillural111cll[ e , Y dt hl llaturilleza ¿qué salo� El i1l1plLl�o, lo espontánco, el ill�lilltO. El instillto se �nn­ vierlt on el 'b,cn', El 'nallLralililnO' que cm,�iitllye de una mana-a 1 a étiea relHlCcnti�ta marca u n cambio sisltmático que va a tener lugar en el cucrpo e11[QO de la morul. Cuando Rabcl¡¡i.� e�eribía: "lul/ 10 que quitnl." porque l)l�' naturaleza cl hmllbr� rntáimplLl,ado ;¡ lCali'/.ar ac�)S virtuosos", explicitaba csta lI11�ta�;"'n, y '-"'11 cllo cxprt�aha ya pcrfcctammte U" p1;1,­ '! cipio de la ética actual. T�I va ¿se.r� c,1e el punto nell.rálgico que explicita el paso más significativo ha�ia 1 ,1 época modcul ,17 Es verdad, pero, el Rcnacimiento consQvaba todavía el �cnlido del tiempo huidizo, Crl �01ltr� de] ClHll sóJo l a il1111 crsión ell él podría ,-"n2·' L (,j"""l1i,La conciencia .. , 0(1. cit., p. 21"2 ACERCA DEL RENACIMIENTO tranestar el imponerse del 1ímite; no pretenderá detenerl o, como fue por la época pre romántica y romántica de Goethe y de Hegel, según la afamada expresión del Fausto: ¡ detente tiempo, qué bello eres ! Sin embargo, el Renacimiento está dominado, todavía, por un fuerte sentido del realismo, según el cual -en la historia, como comenta el gran historiador holandés Huizinga- la muerte pertenece a la defini­ ci ón de la vida: en la historia, no menos que en la naturaleza, la muerte y el nacimiento caminan juntoS.24 Al Renacimiento le siguió la gran época de los descubrimien­ tos científicos. Descubrir una correspondencia sistemática en­ tre la dinámica de la naturaleza y la dinámica del pensamiento humano pareci ó hacer alcanzar al hombre la última Thu]e de sus posibilidades. Su razón podría doblegar a la naturaleza cuanto quisiera. Tal descubrimiento llevó al hombre a conocer su razón como el verdadero hecho dominador del mundo. De manera que creyó haber encontrado realmente el auténtico dios, el señor: la razón. Si por medio de su aplicación el hombre podía, incluso, someter la naturaleza a sus propios fines, tenía entonces en sus manos el secreto dc la fel icidad y el instrumento para alcanzarla [ . . . ] . Daniel Rops observa que, cuando Watt hizo saltar las prime­ ras chispas de la máquina de vapor, le pareció al h ombre haber realizado el antiguo míto de Prometeo, como si hubiera roba­ do el fuego a los dioses. A partir de entonces el hombre creyó ser verdaderamente dueño de sí mismo. Es decir, el DOlninus que tiene derecho a decidir sobre la vida y el cosmos ya no era Dios, sino el hombre mismo mediante su razón. Estamos ya en la época racionalista. Con el desarrollo de las primeras conquistas, parecieron abrirse posibilidades de un do­ minio sin fin e in contrastado. Cada vez más el ideal del caminar 24 Cfr., J. Huizinga, L 'autunno del medioevo , 1 995, Milano, BUR, p . XXXI II. 55 BRUNO GE LATI humano se ve detenninado por la ciencia y la técnica, las cual es, por medio de la intervención sobre la realidad, prom eten al hombre un mundo determinado según sus propios proyectos . El hombre e s dueño d e su destino .25 III. La herencia del Humanismo renacentista 1. Barroco e Ilustración ¿Qué pasó entonces? por qué en el mismo Renacimiento, y según muchos pensadores ya en el H umanismo, residiria aquella raíz que ha sido vehículo de disgregación del ser humano , después de l a cual nunca ha podido reconstruir su unidad original. El hombre del Renacimiento ha �j do traicionado en su espíritu por la época posterior, la cual ini ciará de fonna sistemáti ca la separación entre el aspecto ético y el ontológico, ju stíficada por el uso racionalista de la razón. 56 Pero esta afirmación necesita de una aclaración. Dos, a mi parecer, fueron las verti entes que paralelam ente se des­ prendieron d el Renacimiento : una legítima, que finalmente no domi­ nó ; y la otra ilegítima, que ha sido aquell a que d ominó y que todavía domina. En el campo cultural llamamos a la primera Barro co y a la segunda Ilustración -con todas sus dependences filosóficas, científi cas, polí­ ticas, etc. El movimiento engendrado por el Barroco ha sido mucho más fiel al espíritu renacenti sta que el de la Ilustración; en efecto, si quisiéramo s trazar un perfil de estas dos mental i dades con el Renacimiento, en­ contraríamos referen cias comunes en ambas, sin lugar a duda, pero más afinidades por lo que se refiere al movimiento Barroco. Podríamos afirmar que la línea de diferenciación entre el Renacimiento y las épocas 25 . . L . G lUssam, ' La concwncra . . . , op. CIt., ' p. 24 . , ACERCA DEL RENACIMIENTO sucesivas no es tan clara como a veces parece. B arroco e Ilustración son dos expresiones de la civilización occidental que se desarrollarán casi simultáneamente y con distintas expresiones. Esto nos obliga a ver con mayor profundidad los rasgos característi­ cos fundamentales de estas manifestaciones y su legítima pertenencia. Los indicios que encontramos al respecto sobre el tema después de la segunda mitad de 1 5 00 nos dan la posibilidad de afinnar la apertura del mundo renacentista a la Ecúmene católica; sería suficiente conside­ rar la batalla de Lepanto ( 1 5 7 1 ) no únicamente leída b aj o una óptica economicista sino cultural, como movilización de un mundo entero frente al dominio islámico. También la rel ación de la Iglesia frente a las nuevas tendenci as cien­ tíficas, incluso en el auge de l a época barroca; en efecto, es notoria la simpatía que muchos de los miembros del ' Sacro colegio ' tenían por Galileo. S obre todo en Italia y en el mundo católico, el Barroco fuc la natu­ ral consecuencia de la cultura renacentista. Los rasgos comunes pue­ den ser detectados por: 1) una apertura a las nuevas exigencias sociales dominadas por una antropología relacionada con el tipo de hombre que el ' nuevo mundo ' presentaba: -bastaría recordar al respecto el plantea­ mi ento de los derechos naturales de De Victoria y de Suárez, o la ' nueva ciencia' de Vi co ; 2) una visión positiva hacia el hombre en todas sus experiencias artísticas y científicas; 3) un común aspecto cultural ecuménico: l a", expresiones barrocas las encontramos no sólo en todo el universum católico, sino también en el mundo protestante. Pero jamás el B arroco aceptará la visión peshn1sta del hombre que el protestantismo contempla en su doctrina y que dominará, después 57 URL "'NO GEl .1\1'1 de lu paz de \Vesti¡) ia ( ((AH), CTI iodu Europa. En ",Ieeto, �i el hOlllbr� está �alvildo por la solu graeiu y no tumbi 6n por lo� mérito� de lus obra� de �lL libeltad y responsabilidad, entendidu como eOlT",�pondrn­ cía al don recibido de lafe, ¡,en dónde residiría fm dignidad'! Paradójica­ mrule en el éxilO proje.�linado por Dios. Para el pensamiento prott::S­ tantc l a gracia a.1"- en I'un�iún de la razón crítica, trente a la sup Llcsta ¡rraci onali dad c atúli�a.26 En efedo, el c,pírillL protcstanie di l uye la volunbd en el nlCioMh snlO y la I.ran�fonnu en nonna morul, censurando así su carácter lihre y dependi<lT1l.e; es decir, iranslllllliU SIl cupacidad de re;:ponsabihd"d frenle a lu �ondencia de pertenecer al ser, en el uw pragmático de la exi �tencia y �ll lu af, rmadón del dom in jo �obre la realidud eom o ejer­ cido del ¡x-.der, como lLSO y posCi;ión del otro -justificado además por la pre�untu preferellCla di .,.ina 11 un suj eto quc p:¡see SlL propia realidad: así 1 a economf a, I a eiencü� el progreso, el e;:tado, dios, serán siem pre mus enfrentado, sellLÍ.n WlIl modalidad rcdLletivu del u�o de la raZ<Ín: s u auto\1omí a y �lIbJ c!ividad absolut.a. . El racional; 01110 elimina, en I � "," lu11«I(I, el juego de lu libeltad q lIe 58 �e mani fiesta en una deci sión tomad� de antcmano desde 1m re�óndi ID punlo de partida: l!l lib<:rüld, en ekelo, no se denlLl�tra umlO cn el mo­ mento llamutivo de la el ección, la l;b�rtud se juega mil� bi ffi en el pri mer stuilismo umaneGerdel impa�ü de la c oneienciumn el mUlH):,l. JJsta actitud obligaría u la ruzón a abrir�e u tlxlos los faclOIT� q Lle con�­ lituyen la liberlad, e� decir, de penetrur el misterio. ilcrdiaev afinl1a: Unu earadelÍ s(ka c:<el.lcial de la R ct¡.'ll11a e� lu de alinnur, por un lado, la lib�liad del hombre (:y aquí está su parte de verdad y su vo�ación positiva) y, porotro, considerar al hombre como un ser mlL�ho má� p"-,ivo de lo 'lue aparecÍ;¡ en la conc iencia C<1.lól iul. Expliquemos Lln poco mi" esta alínm;ció11 q Lle, a sim­ p1 e visla, plxhía purccer L\J.l tanto con fl"�!l. Mi en!ra,� q ue la con- 26 Cfr., n. Gargallo, HCRel IJi,wyin&)r, 1998, M ,,,,ioo, Fonlmlt�m, p. 123-55. ACERCA DEL RENACIMIENTO ciencia cristian a católica afirma la existencia de dos principios, Dios y el hombre, y defiende, al mismo tiempo, la autonomía J del hombre a los O os de Dios, admitiendo asimismo la i nterac­ ción de los dos principios y el carácter específico de l as dos n aturalezas, la cond encia protestante luterana, en cambio, afir­ ma que, en último exh"emo, sólo existe Dios, la naturaleza di­ vina, y niega toda autonomía al hombre. Se trata de un monismo opuesto al naturalista. La conciencia religiosa y mística del protestantismo afinn a que, en definitiva, sólo existe D i o s y l a naturalez a divina, y priva al hombre de su c arácter específico, del fundam ento ontológico de la libertad humana.27 El suj eto naturalístico y racionalista que se impondrá, será el triunfo de esta mentali dad, verdadera protagonista de la época moderna y contemporánea, que se alej ará siempre m ás del ti po humano que el Renacimiento planteó y que encontrará en el movimi ento del B anoco su continuidad histórico-cultural. 2. Las vertientes po Iitico-cultura 1 de las dos herencias: Estado y la Ecúmene A nivel político, en el Ren acimi ento dominaron todaví a los conceptos cristiano-romanos de pueblo; el concepto propiamente medieval de n ación, es decir, de unidad de lengua, tradi ción y religión; y, en fin, de Imperio, cuya fUnción dominante será l a de garantizar l a existencia de los primeros dos . L a idea d e estado, en efecto, es aj ena a l a m entalidad renacentista, por lo cual en el sistema señorial se apelará al concepto juridico y polí­ tico de l a épo ca anterior. L a idea de estado moderno, que tampoco conesponde a la de Maquiave1o, es una traición a la unidad político­ cultural que la Edad media había logrado constituir a través del surgi27 N. B erdiaev, El sentido . . , op. cit. , p . 1 29 . . 59 BRUNO GELATI miento de l as naciones: alrededor del año mil la conformación de la Europa cristiana se había vuelto realidad desde el Occidente hacia el Oriente con los principados eslavos. La convivencia con judíos y m u­ sulmanes había logrado inclusive una estabilidad. La época renacentista vivirá en Florencia en 1 433 uno de sus mo­ mentos ecuménicos más significativos: El Concilio de Florencia recibió en su seno a los más grandes pensadores de Oriente, y tras la caída de Constantinopla surgió la escuela filosófica más imp0l1ante de todo el Renacimiento. ¿ En qué consistirá este ecumenismo? No se puede pensar en el Hum anismo renacentista sin la idea de Ecúmene, en tomo a l a cual se podrá reflexionar sobre el concepto verdadero de pueblo, nación, impe­ rio y estado. El la encuentra sus raíces más auténticas en l a época me­ dieval, sobre todo en el sigl o XIII. Quienes piensan que la Edad media haya sido una época monolítica se equivocan; m ás bien ella fue h eterodoxa bajo todos l os aspectos : en l as unidades nacionales convi­ vían en estricta rel ación y en irénica tolerancia pensamientos griegos, romanos, eslavos, gennánicos, anglosaj ones, judíos y árabes. 60 Por su naturaleza -y su difusión en los otros países de Europa, ade­ más de Ttalia- el Renacimi ento sigue, con su carácter propio, la misión universal que toda cultura tiene; misión que, en la época medieval, había sido patrimonio del cristianismo . Ecúmene, de l a cual deriva el término ecum enismo, en su concepto clásico impl icaba siempre una definición geo gráfica de las fronteras entre el mundo sometido al dominio de los gri egos y de los romanos y el mundo marginal fuera de tales fronteras, por 10 tanto considerado no interesante. Pero este concepto explota con la Edad media, mientras que en el Humanismo p ermanece: quaproter quoniam circuitus illi iam explosi sunt, como diría San Agustín,28 cuando la atención hacia el hombre 28 Agustín de Hipona, Civitate Dei, 1 , 1 2, c .20, n. 4-PL. 4 1 -3 7 1 . ACERCA DEL RENACIMIENTO concreto, a la persona humana en cuanto tal, independientemente del lugar donde viva, se exprese con mayor conciencia. En particular, con el término ecumeni smo se entenderá siempre más la capacidad, por parte de una cultura, de compmiir el valor de la existencia de todo hombre en su significado último. En el Renacimiento la dimensión ecuménica en pruiicular se caracte­ rizará: 1) por la capacidad de vivir una curios itas sin límites, llevada a retener lo bello, más que 10 bueno; 2) por la búsqueda de la Verdad más allá de la pura racionalidad, para po seer tambi én 10 oculto, 10 que pueda mantener de forma impo sitiva la original imbecillitas del hom­ bre. Todo es acogido, con cualquier matiz que tenga, en una realidad que, si bien asumirá en muchos de sus aspecto s un tinte sincrético, si empre se remiti rá, sobre todo a nivel ético, a los principio s funda­ mentales de la experiencia de la fe. El Renacimiento nunca olvidará sus raíces profundamente ecuménicas, que se afinnarán después con el Barroco, con su espíritu universal y no universalista; es decir, la pretensión de elevar el particular a universal. Por 10 que se refiere a la naturaleza del estado moderno en su ej er­ cicio del poder, en efecto, ya no tendrá como referencia a Dio s y al pueblo; es decir, un principio extrínseco a ella: ya no se pensará en que el aumento del poder sea sinónimo de elevación de lo s valores de la vida: el poder aparecerá probl emático en su esencia. En la conciencia común se abrirá camino al sentir que la relación con el poder esté equivocada; más bien, que este poder en aumento sea una amenaza para todos -como afirmará Guardini.29 Aquí se vislmnbra la imagen actual del estado moderno y contem­ poráneo en relación con el individuo. El concepto de estado moderno como realidad absoluta que se autoj ustifica y confiere dignidad al hombre expresa de manera extre­ madamente significativa el punto más agudo de la parábola moderna, en la que la naturaleza y el hombre están a la merced de la imperio sa pretensión del poder estatal, económico, técnico. 29 R. Guardini, Il potere, 1 984, Brescia, Morcelliana, p. 1 1 2 . 61 BRUNO GELAT1 El Estado siempre actuará más sobre el hombre para afi rmar su poder en dos direcciones; es decir, pri mero provo cando en él el olvido de sus exigencias fundamentales con las cuales está constituido : li­ b ertad, justicia, paz etc . ; segundo, sustituyendo las leyes con regla­ mentos siempre más parcializados. En smna, con la Ilustración se eleva una barrera frente al pasado y ella se impone, en fin, corno único punto de referencia para la modernidad. En la Ilustración la misma Iglesia se identi ficará con el Estado (l a luterana-anglicana y la calvinista) o será marginada por el sistema dominante (como pasará con la catól ica) . El l ema de Augusta ( 1 5 3 0) : cuius regio, eius religio, encontrará en el Estado moderno su total apli cación. Concluyendo con B erdaiev : La época de l a Refonna constituye el período sucesivo en el desarrollo del Humanismo en la histOlia moderna y sobreviene en virtud de una dialéctica inevitable tras una manifestación de la creatividad humana tan sublime como la que vivió el 62 Renacimiento. En la época de la Refonna, es otra raza la que toma la ini ciativa. Mientras que el Renacimiento comienza en el sur, entre los pueblos latinos, la Refonna es obra de los pueblos nórdicos, sobre todo, gelmánicos. La Reforma es hecha porun temperamento distinto, y en ella se manifiesta un espíritu diferente. La Reforma fue una rebelión religiosa del hombre que se manifiesta no baj o la forma de una creatividad po sitiva, sino más bien como una protesta y una negación de índole religiosa. Esto se explica a partir de las características, tanto positivas como negativas de la raza gelmánica. En l a Reforma se dieron ciertas caracterí sticas propias del espíritu gennánico que, en ciertos aspectos, lo hacen superíor al espíritu latino . En ella existe una especial profundidad, una singul ar aspira­ ción a la pureza espirituaL Esas característi cas hicieron que el Renacimiento y el Humanismo en el mundo germánico asumie­ ran ante todo formas religiosas: En el mundo católico latino ACERCA DEL RENACIMIENTO aconteció un renacimiento humanístico creador que no asu­ m ió la forma de una rebelión contra la Iglesia católica. Los papas protegieron el Renacimiento y fueron impregnados ellos mismos del espíritu renacentista, pero, en el interior de la Iglesia católica, en su vertiente humana, se iniciaron procesos puru­ lentos y contra ellos se reveló el espíritu de protesta típi co de la raza germánica. Esto asumió un carácter no tanto construc­ tivo cuanto de contestación. En l a Reforma, el descubrimiento del humanismo significó una afirmación de la verdadera liber­ tad contra l a violencia ej ercida en el mundo católico sobre l a naturaleza humana y lilla afirmación d e l a falsa libertad a través de la cual el hombre comenzó a destruirse a sí mismo ? O 63 30 N. Berdiaev, El sentido ... , op. cit. , p. 1 2 8 .