reflexiones acerca del renacimiento

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REFLEXIONES ACERCA
DEL RENACIMIENTO
Bruno Gelaü*
Di doma" I1(m e ' e certezza
1.
Premisa: Carác.k·r i/;encral delll11manisUlo renacentista
Como �ucooió con la Ed�d ¡ncd""
de igun] mancra hoy la época r�n3centi�ta parece oolllctida a \lna reVl�ióll critica má� pmfimda. En efecto, para la primera sería supcrtícial,
para un crítico scri(), hablar adtwlm<'llIC de
dla
�omo de una época
OSCUll1; por I n que �c refierO) a la segunda, p0C()� h()y �o�tcndrian que
.I� trata d� lJJla �j1()�a de di�lan�iamicllto d�
la
cl11tura anterior,
ro
fayor de la época da.'li�a.
pC,.(), �ül1.lidcro LÍlil plme.- como entrada del titulll de mi labor "dd
pOn'\lIUr no hay cCrLc�,lI", el bJ
. 1TI\,"O ycr�o d" 111 p()e�ia de L()[cnzo
d� i\1e¡jj ci: "11 trirmf() di Bm;¡;,o � Arial1ua", nO tanto por �lL ,Olbor rpiL'IÍl'C().
�ino por >ubrayar aqud velo do; melancolia que c�ta Cal1dl'll1 C1mt1cnc:
paradójl C[![lltlrll�, la audacia con l a cual el pot:ma de.,afia el futurll es
�ójo apari�ncia: en realidad, III que el pnncipe de la Repúhlka flrw:n­
tina redama a trav&< de su cfm\p0�ici{¡n �alíriGll e� la �xigellciu de
certeza en el futuro, expramda cn un momenl() d�. ironía ·-lipi�a de su
madre ti�lTa- cargada pllr una pmfllnda amargura o melancolía. J.a
melan<:lllía�, cn cf�Clll, aquel �entimienl() .,egém el �ual el mnlll. S�
� Director de la Focull" d de FilowIb d� la Universidad Int.,,-wn!.illolltaL
37
BRUNO GELA TI
enfenna a menudo sin una causa evidente y q ue se explica por una
indetemlinada necesidad de entemecerse de sí mismo o de otro . Y,
será este, el sentimiento que dominará I a conciencia del hombre desde
el inicio del Humanismo hasta el Renacimi ento .
Bien lo expresaba en su "Altercado" Lorenzo de Medici:
De la divina infinitud y abismol casi por una niebla contem ­
plamos/ por más que el alma en él su oj o fije;! pero con amor
perfecto y verd adero 10 amamos;! Aquel que a Dios conoce,
Dios a sí atrae;! am ando su alteza nos alzamos./
[ .]
. .
amando,
empero, se convierte en Dios,! y sobre Dios visto se di lata. 1
La concienci a de un realismo por el cual el hombre nunca podrá ser
como Dios, aunque su ser aspire a esto, ¿por qué amarga tanto al hom­
bre renacentista?
Más de un siglo antes Francesco Petrarca escribía:
¿Qué gracia, qué amor y qué destino me dará alas como de
38
paloma, para posarme y levantarme de ]a tierra?2
Afirma L. Giussaní:
Todas las rimas de Petrarca son como el documento de un
alma herida por la vi da desacorde, d e un alma escindida entre
el conocimiento, todaví a claro y neto, aunque teórico, de ciClia
visión del hombre y por tanto de ci erto sentido moral, y un
sentimiento global de la vida que empi eza a fluctuar por cuen­
ta propia desconectado de la teoría.
El fin al de las Rimas de Petrarca, la últim a estrofa de su Him­
no a la Virgen, manifiesta de manera conmovedora su estado
I L. De Medici, "Altercado", en G. Reale y D. Antiseri, Historia del
pensamientofilosófico y cient(fico, 1 992, Barcelona, Herder, vol. JI, p. 76.
2 F. Petrarca, "Rimas", en L.
Giussani, Por qué la Iglesia, 1 9 9 1 , Madrid,
Encuentro, vol. 3, tomo 1, p. 4 8 - 9 .
"
ACERCA DEL RENACl MIENTO
de ánimo dividido en este momento de cambio : "El día se acer­
ca y no puede estar l ej os, corre el tiem po y vuel a, Virgen única
y sol a, dañan el corazón, concienda o muerte: encomiéndome
a tu Hij o, Dios y hombre verdadero, para que mí últim o al iento
en paz acoj a."
[ . . . ] Quisiera subrayar, cómo los verso s citados ponen, en sí,
de manifiesto un hombre que es fruto, doctrinalmente, de una
historia cristiana; pero preci samente este ' tipo hun1ano ' sufre
ya una laceración : su personalidad está dividida, rota, y l a ten­
sión que provoca esa ruptura constituye el último suspiro de
su poesía. El sello característico de la obra de Petrarca es j us­
tamente ese suspiro de un alma inquieta, angustiada por el deseo
y la aspiración d e al go preciso que siente que se le escapa de
las mano s y que ve como se alej a.
3
La gracia, la armonía de la fonna que el Humanismo afanosamente
busca se diluye en la no stalgia de l a perfe cci ón ; ese sen timiento 10
encontramos en toda expresió n de esta época: en los rostros de las
vírgenes de Botticelli, en la adoración de los Reyes magos de Benozzo
(en la cual Lorenzo aparece en toda su magnificenci a como el centro
de la obra), y también en el pensamiento del más grande representante de
esta época, Leonardo da Vinci, que hace prop ia la frase de Lucrecio :
i n medio defonte leperum, surgit amari aliquid quod in ipsis
jloribus angat. 4
(de la fuente m isma del placer, surge algo de amargo que an­
gustia a las mismas flores.)
Berdiaev, en su libro El sentido de la historia, afirma:
En l a obra de B otti celli se si ente la impo sib il i dad del alma
cristiana de alcanzar la perfecci ón formal en el arte, el doloroso
3 Ibid.
4 Cfr., En Tracce,
año XXII, sep.
1 995, Milano, Nuovo Mondo, n° . 8, p. 57.
39
BRUNO GELATI
desgarrami ento del alma cristiana, el fracaso de l as realizacio­
n es
culturales. De Botticelli se dij o que sus venus habían aban­
donado la tierra y que sus vírgenes habían dej ado el ciel o . La
figura perfecta de la Virgen, que n o puede permanecer eri"
la tierra, constituye la característica del espíritu de B otticelli y
aqui radica su principal nostalgi a.
En nuestra opinión, el arte de Botticelli es el más bel lo y, al
mi smo tiempo, el más instructivo en orden al fracaso interior
que había de sufrir el Renacimiento. Quizá la esencia y la gran­
deza del Renacimiento radica en el hecho de que ha fiacasado
en sus objetivos (y no podía menos de fracasar), pues en el
mundo cri stiano es imposible un renacim iento de la antigüe­
dad pagana y de la perfección formal terrena.5
Entonces, la primera afirmación con respecto al tema y desde l a
cual empieza mi reflexión, consiste en buscar respuesta a l a pregunta:
¿de qué conciencia brota este sentimiento y por qué?
Preguntémonos, pues, qué es lo que [se] "perdió , o por impa­
40
ciencia rompió el hilo, l argo , sutil y delicado que venía desde
la lejana antigüedad; el hilo de ese insólito pasatiempo huma­
no que es la costumbre de pensar". Esta acertada expresión es
de Chesterton y se refiere precisamente al final de la Edad
Media; en ella la palabra ' pensar ' tienejustamente todo el peso
de esa actitud problemática, y por consiguiente crítica a lo que
tanto favorece una mentalidad unitaria.6
El historiador Daniel Rops, académico de Francia, escribe:
En las zonas secretas de la conciencia, a través de l a oscura
dialéctica de los ideales y de las p asiones, es donde se fragua
5 N.
6 L.
Berdiaev, El sentido de la historia, 1979, Madrid, Encuentro, p. 1 24 .
Giussani, op. cit., p . 4 6 .
'
ACERCA DEL RENACIMfENTO
el destino del mundo, y las nuevas fuerzas que hacen derrum­
barse los imperios, son las mismas que cualquier hombre afron­
7
ta en las tinieblas de su corazón cómpli ce.
Pero, una interesante reflexión histórica muestra que:
cuanto más se estudian lo s orígenes del humanismo, más nos
inclinamos a reconocer la existenci a de un elemento que no es
sólo espiritual sino netamente cristiano [ . . . ] . Ciertamente el
humanismo fue una vuelta a la naturaleza, un redescubrim iento
del hombre y del mundo natural, pero el autor del descubri­
miento fue el homhre natural : fue el hombre cristiano, el ti po
humano producido por diez siglos de disciplina espiritual y de
culhlra intensiva de la vida interior. 8
Así lo afinna el pensador ingl és Christopher Dawson.
Estas primeras consideraciones ya nos ponen pautas para nuestra
refiexión.
41
n. Factores de tránsito entre la época medieval y el Humanismo
renacentista
1.
Pensamiento trágico, pensam iento simbólico, p ensamien to
melancólico.
El pensami ento del hombre antiguo, en particular del hombre griego,
ha sido caracterizado por ser un pensamiento trágico, en cuanto no
podía superar los límites impuestos por su visión cosmocéntrica. Trá­
gico, porque el hombre imponía a su razón campos explicativos que
7
Storia della Chiesa del Cristo, 1 95 1 , Torino, M arietti, vol. IV, p .46-7.
8 La religión y el origen de la cultura occidental, 1 995 , Madrid, Encuentro,
p. 258.
BRUNO GELATI
no podía al canzar y que, en consecuenci a reduce, como por ejemplo,
al pretender ci rcunscribir lo infinito dentro de la fi n itud de ] 0 físico .
El aspecto antropo céntrico que se obtiene de esta postura será la
expresión de la tragedia humana más pro funda: el intento de superar
los límites de la razón y su resignación frente a esta imposibil idad,
hasta la aniquilación de su ser.
El pensamiento cristi ano de l a Edad medi a será un pensami ento
simbólico: toda la realidad es signo ; todo rem i te a un significado ex­
pli cativo de l a realidad y ella es ' figura' del signifi c ado ; es d ecir, para
entender el significado de todo hay que pas ar forzos amente a través
del signo que lo guarda; del signo que, o cultando , manifiesta. Para el
p ensamiento medi eval la realidad se presenta baj o 1 a idea de misteri o �
y entiende, por eso, e l centro explicativo d e toda existencia.
El pensamiento renacentista no se deshace del p ensamiento simbóli­
co, pero mi ra con nostalgi a a la hybris del hombre antiguo; es decir, el
reto al mÍsterio, pero considerándolo , sinti éndolo extraño a s u natura­
l eza e incluso enemigo .
También el hombre medieval amaba la antí güedad, pero más pode­
42
rosa en él era l a concienci a de conocer en el misterio el rasgo de un a
bondad presente; la llamaba misericordia a nivel antropológico y ya no
pietas; y providencia a nivel de l a n aturaleza y de l a histori ci d ad, y
no fatum o ' fortuna' .
A través de una gracia, casi como una ' vi s ' afectiva, el hombre
renacentista se lanzará con toda la carga de su sensibilidad humana, a
l a creación de una naturaleza en la cual el misterio se evidencie más
aún, se explicite, m ás que eliminarse como factor constitutivo de l a
realidad. S in esta precisión sería superfi cial cualquier jui ci o que pre­
tenda entender el tránsito entre l a Edad medi a y el Humani smo
renacentista, que acontece casi sensim sine sensu, según 10 que afirma
B erdiaev:
El humanismo pasa por varios estadios: cuanto más próxim o
permanece a los orígenes cristianos y católicos (y a la vez an­
tiguo), tanto más bella y poderosa es l a actividad creadora del
ACERCA DEL RENACIMIENTO
hombre; cuanto más se aparta del medievo cri stiano, tanto más
se separa de sus fundamentos antiguos ; sus energías creadoras
ti enden a agotars e y la belleza del espíritu humano se debilita.
Nos encontramos aquí con una de l as situ aciones más claras y,
al mi smo ti empo, más paradój icas de l a h istoria moderna. D e
aquí d eriva l a terrible di ferenci a existente entre el principio y
el fin del Humanismo: el comienzo, que produjo el auge del Re­
nacimiento, en el que se advi erte todavía el fundamento medie­
val, ct1stiano, cató li co de la persona hum ana, en el que existe
un
vínculo con la antigüedad; y el final, en el que tiene lugar una
s ep aración cada vez mayor de los fundamentos medievales
católicos y, a la vez, de l a antigüedad. Cuanto más se alej a el
hombre de su camino hi stórico y de los principio s medi eval es,
tanto más se separa también de lo s principios de la anti güedad
y traicion a el intento ori ginario de Renacimiento . En realidad,
los principios antiguos continuaban todavía vi gentes, sobre
todo en los pueblos l ati nos. El nuevo esp ítltu que se manifi esta
en la hi stOlla moderna orienta al hombre h acia derroteros com­
pletam ente nuevos y diferentes, tanto de los de su destino
medi eval como de los del antiguo. Ahora bien, los fundamentos
espirituales del hombre eran sustancialmente do s: el funda­
mento anti guo-gri ego y el medieval-cristiano o católico . 9
2. ¿ Por qué del sentimien to melancólico de la tipologia renacentista ?
El hombre del Renacimiento , si me penniten la comparación, tiene
los rasgos del adolescente: le falta la concienci a de vivir una m adurez.
Es alegre, audaz, imp etuoso, creativo, instintivo, caprichoso, fasci­
nante, cruel, dulce y, finalmente, frágil, extrem adamente frágil, en
cuanto todaví a no ha definido su identidad. Y como todo adolescente
mira con temor lo que está por dej ar: la confi anz a en su relación filial;
9 N . B erdiaev,
El sentido . . . , op. cit. , p.
127.
43
BRUNO GE LATl
es decir, con l a tradició n a él más próxima, a la quc final mente perte­
nece. Su pensamiento es melancólico, no porque añore una edad de
o ro -más bien, ahora la está realizando y se complace por eso- sino
porque sabe que hogaño tendrá que caminar solo, con sus propias
energías, y ti ene miedo. Con el Renacimi ent o el hombre está cons­
ciente de su nueva etapa humana, aunque desconozca cómo será. Des­
graciadamente los hombres del Renacimiento han t enido un futuro
que no merecían; el llamado ' giro antropológico ' , que no pertenece al
Humanismo renacentista, el cual nació y pennaneció en el pensamiento
cristiano, en particular en el católico.
En el
S ur, este movimiento tomó la fonna de un retorno a la
antigua tradición cultural . El Renacimiento en Italia no fue
una mera renovación del interés de los eruditos en un pasado
muerto, como en los países nórdicos . En el Sur fue un verda­
dero despertar nacional. La gente veía el renacer de la cultura
clásica como la recup eración de una herencia perdida ; esta gente
se rebelaba contra la cultura medieval no por razones religio­
sas, sino porque l es parecía aj ena e inc ivi l i z ad a . El l a entraba
en una cruzada para librar al mund o latino d el yugo de la bar­
44
barie gótica.
En Europa del Norte, es obvio que el movimiento del despertar
nacional debía encontrar una fonna diferente de expresión,
puesto que aquí no había una antigua tradición de cultura supe­
rior, y detrás del período medieval se extendía una edad de
barbarie p agana . En consecuencia, Europa del Norte sólo podía
afinnar su independencia cultural remodelando y transfonnan­
do la tradición cri stiana d e confonnidad con su genio nacional .
El Renacimiento en el Norte de Europa fue la R efonna" . 1O
10
C. Dawson, Historia de
la cultura cristian�, 1 997, México, FCE, p . 440.
ACERCA DEL RENACIMI ENTO
Con todo esto se puede afirmar:
que a finales de l a Edad m edia, las soci edades que h abían
'reconocido ' el ' hecho anómal o ' sucedido en la histori a, iden­
tificaban como origen, destino e ideal del camino a algo más
grande: Dios. La variedad de los factores que constituyen la
personalidad humana y la humana convivencia estaban lla­
m ados a una unidad, a componerse y realizarse en unidad, ase­
gurando de este modo una concepción no fragmentada de la
persona y, por tanto, del cosmos y de la hi storia. El compro­
miso ideal que caractelÍzaba a la Edad media ponía a la figura
del santo como imagen ej emplar de la personalidad humana:
tilla figura de hombre que había realizado l a unidad de sí mi smo
con el propio destino.
La ruptura en mi l pedazos de aquella unidad y de esta
figura
.
humana constituye el gran cambio.
3.
II
Elementos de con tin u idad en tre la cu ltura m edieval y la
humanístico-renacentista.
Breve y fascinante como la vida adolescente fue el Humanismo
renacentista. No existe una verdadera grieta entre Edad media y Re­
nacimiento ; más bien tenemos muchos i ndicios a través de los cual es
podernos establecer la continuidad entre las dos épocas. Sólo mencio­
nemos en el campo de la civilización la transformación annónica que
va sucediéndose sin cambios bruscos como nOlmalmente se pensaria,
por ej emplo, en el fenómeno de la urbanización en Italia.
El regreso a la civitas, marca y deslumbra la primera época rena­
centista.
I1
L.
Giussani,
La conciencia religiosa en el hombre moderno , 1 9 8 6 ,
Madrid, Encuentro, p. 1 7 .
45
BRUNO GELATl
La sociedad feudal h abía garantizado, imitando a la socíelas monás­
tica benedictina, la estabilidad de los núcleos sociales sobrevivientes
del derrumbado Imperio romano . Juntamente con el pucblo de la nueva
y vasta inmi gración, una nueva identidad, en vista de una posible y
p ennancnte convi vencia pací fi ca, regres a a la ciudad en la que la ca­
tedral y el p alacio municipal encontrarán quizá por única vez en l a
hi stori a, una fonna d e vida común con respecto a s u propi a ori ginal
naturaleza.
Aunque sea verdad que después el príncipe republicano y burgués
se apartará de la misma esctructura urbana de la comuna con su fastuosa
corte, ya no le será posible prescindi r totalmente de los fundamentos
de la civitas medievalis.
El fenómeno que acomp aña al poder de los príncipes en esta época,
es mucho más compl� o que la simple transfonn aci ón de un régimen
político en otro ; ello implica sobre todo un cam b io en l a concepción
del poder y de la economía. [Esto s e retomará más adelante.]
Las comunas habían logrado su propia identidad con respecto al
Emperador, a través de la cual pudieron empezar su propia vida social
46
independiente dentro del Imperio mismo ; vida social en la que dominarán el comercio y un nuevo sistema de circulación del dinero.
En la Firenze de los Medici , así como en S i ena, Venezi a, G enova,
Mi lano, el comercio y los b ancos permitieron el financi amiento de los
Estados nacionales. Sin lugar a dud a fueron estos aspectos de l a vida
pública, los que pennitieron l a pennanencia de la cultura medieval en
el Renacimiento.
Reitera D awson:
La época de D ante y Fel ipe el Hermoso, en la que el Papado s e
trasladó a Aviñón y fracasó el desesperado esfuerzo del empe­
rador Enrique VII por reafirmar las pretensiones del S acro
imperio romano , marca el fin de la histori a medieval. La b aj a
Edad media abre un nuevo capítulo e n la historia occidental .
Son tiempo s en que el hombre de Occidente emprende su gran
aventura, sallendo con paso incierto y vacilante a descubrir un
ACERCA DEL RENACIMIENTO
nuevo mundo : no sólo a descubrir nuevos océanos y nuevos
continentes, sino a descubrir l a naturaleza y el mismo hombre,
coronami ento y perfección de l a naturaleza.
No obstante, al hacerlo, el hombre occidental no tenía concien­
cia de que daba la espalda a los ideales espirituales y a la fe
religiosa que habían sido las fuerzas motrices de la cultura
medieval. Cuando partía para su nuevo viaje su mente todavía
estaba dominada por los ideales medieval es y buscaba nuevas
vías para su realización. 1 2
Valga de ejemplo, Dante AHghieri, que sin lugar a duda, fue uno de
los testigos más significativos de esta exigencia de renovación del
espíritu, y que se impondrá en las generaciones que l e sucederán.
Se necesitaría de una conferencia aparte para satisfacer mínimamente
lo que se está afirmando; sólo mencionaré algunos factores emblemáti­
cos que ayuden en el desarroll o del tem a.
En su obra El convite y precis'amente en el IV Tratado: Dmo é gentile,
Dante confronta l a idea de nobleza, rompiendo en ésta el esquema
dominante del feudalismo, según el cual l a nobleza dependería de la
herencia, del antiguo linaj e, así corno se había impuesto por el sistema
franco-sálico y, después, en el S acro imperio romano. Para el divino
Poeta, más bien el hombre es tal por la pureza de su corazón y por su
virtud. l 3
Con esto s e impone un nuevo modelo antropo-social, el cual y a no
se apoya en la filosofla de la naturaleza que había regido el sistema
carolingio, sobre todo la de Eurígena, sino en la ética aristotélica­
cristiana. 1 4
También en el campo soci o-político el ghibelin fuggiasco con su
obra Monarquía da un giro fundamental, que sólo una mentali dad
reductiva podría califi car de utópico en el sentido negativo. La pro12
, op. cll. , p . 22 1 .
La relzgWI1
' "
1 3 Cfr., D. Alighieri , Convivio, Tratado IV.
.
14 Se refiere a la obra de Escolo Eurígena: De Divisione naturae.
. . .
.
47
BRUNO GELATI
puesta que Dante hace es la de reconocer en el Emperador la potestad
temporal sobre el bien común. Instaura así una auctoritas distinta de
la espiritual y filosófica, si bien en annonÍa con ellas, dependiente direc­
tamente de la potestad de Cristo: la autoridad temporal del Emperador.
Con esta solución, el Poeta-filósofo resuelve la controversia del
primado entre los dos poderes: el espiritual y el temporal, estableciendo
además una relación co-esencial entre el Papa y el Emperador, para el
bene esse del hombre, la misma mmonía que rige la relación entre
padre e hijo. 1 5
Para sintetizar este punto, concluimos con Dawson:
48
Pero al estudiar la cultura medieval, debe recordarse que los
nivel es superiores de la intelectualidad y de pensamiento polí­
tico, en l os cuales tiende siempre a concentrarse la atención de
los historiadores, fonnan una parte muy pequeña del cuadro
total; tampoco deb e olvi darse que la actividad creadora de la
religión es más poderosa donde dej a menos rastro y es más
dificil de observar en el espíritu de las masas y en las tradicio­
nes de l a gente común, Y así en los siglos XIV y XV, cuando
los estudios procuraban el renacimiento del saber y los esta­
distas transfonnaban el orden de la Cristiandad en un nuevo
sistema estatal, el espíritu de la gente común seguía sumergi­
16
do en la atmósfera religiosa del pasado medieval.
4. Carácter propio del Humanismo renacentista
Qui ero recordar que si es verdad que cada época ha tenido su huma­
nismo y su renacimiento, existe siempre en l a histori a un punto de
referencia paradigmático; en nuestro contexto tenemos que considerar
como paradigma de todo el Humanismo renacentista la experiencia
15
Cfr., D. Alighieri, Monarchia, Libro IlI"
16 L
.
. ,
a re¡19lOl1
. . . , op. elf. , p. 222 .
.
,\Cf.RCA DELlU:NAClMlhNTO
que surgió sClbrt 100(1 en Italia, al tit)!)"e c"n mayor claridad se <lio la
el 1I001bN; corn" !nf� prim..-o.
"uta dominarue de esta tjlOCf,:
Afinna Berdiaev:
Es curiOSo' que,jusUll1Iente "n Italia, «J d..onde n"recitroD C(lll
IImta fucc13 las eoersias a-eadums libremenlcdcspleg¡.d8lópor
clllombre,
m) se baya
dado 11l"1li v.:tJadera rdJelión C\)Tllr" el
c:ristiani.�:DO. l!n tse:nc
ia, [Ialia habia manlenldo siempre un
vhlL1I1Q ron la 3JUlgl.edad a trav& de Roma. y 1;, �nligu.;dad
habla cstldo sieQlpreCeTc.tn3 a la historia ilalWl� FJI el Rcna­
cimimlo il�liano no se produjo una separación de la Iglciia
catól;,,;a y
se
dio una extraña .:oexislCJJcia '''''' la re caló.lica.
una cQexi�tencia que llegó
tan lejus., que se doo la circunstan­
cia de que: algunos (l3t'as tuvieron ante el Rcnacimienlo una
tk mtc(!!l:l1SO. (!I e�íriru del Rmadmicnto se mani­
fie!lta con espooinJ t'.ier/e en el Vllticano. F,:¡to \le'Y"d COIl�i�
un enriqutc
ilnicUI(I d�l catvlicismll. Y lIq"i radica 111 diferelr
da mtre el tempernmel1to de 1(1' pueblos latino� y el de ¡o�
pueblos gcnu:luicoo. el cUll! llevó en úll.iroo e..:tnmo � la rebelión ¡m)\c,;lllllt;
el tcml>cfoml:l\lo i lAlhmo }. en general. latil
no, �(I'l �u Apcllo eSl¿ti�o Al �ullo, no pod!� llevar a s=ejanle
actitud
actitud de rcllcldía, y registro Ull Jl(lrecimiano de la c�J.tivi-
dad
ro
luglfl' de pl'ovocur una suhlevuci(in cvntra el pa,;ado
rdigi(lW y espirit"al.17
El Rmacimicnto
nace
de la aurora dc la mañana, del albor de la
Edad mafia, la cual habla logrado lllanlCllcr dcspuCs del
miento el d�mbtl del
F..sllldlJ
cstn:nle\:Í­
rOIlUl!IlJ. la imagen de h"mhre que
ias.
pennanece como reltrtT1cia itltirna ha.�l¡, nuo:stros d
E! tipo humano 'lue m.is eUlhlematicamcnle salva csta unidad de
pilllliffTlk:oto mirelaqx..;a Medieval y el ltnucimirnloser.lOiovllllni
Pico. Principc de Mirándola e Concordia:
"ElsenlitiQ , "p. cll., p. 120·1.
...
149
BRUNO GELA TI
¡ Oh suprema libertad de Dios P adre! ¡ Oh suprema y admira­
ble felicidad del hombre! a quien le ha sido concedido obtener
aquello que desea y ser aquello que quiere. Los irracional es, al
nacer, llevan consigo desde el seno de su madre todo aquello
que tendrán. Los espüitus superiores, desde el comi enzo o
desde muy poco después, fueron lo que serán por los siglos de
l o s siglos. En el hombre que nace, el Padre colocó semillas
de toda clase y gérmenes de todas las vidas. Y según lo que
cultive cada uno, crecerán y darán sus frutos en él. S i son ve­
getales, será una planta; si sensible, será una bestia; si raciona­
les, se convertirá en animal celestial ; y si son intelectuales,
será un ángel e hijo de Dios. Empero, si no contento con la
suerte de ninguna cri atura, se recoge en el centro de su unidad,
trasformándose en un solo espíritu junto con Dios, en la soli­
taria obscuridad del Padre, aquel que fue colocado por encima
18
de todas las cosas estará por encima de todas las cosas.
En efecto, Pico no sólo está preñado por una religiosidad íntima y profun­
SO
da, sino que es ajeno a rebelarse a la autoridad de la Iglesia y a cualquier
idea de rebelión. Nadie más sinceramente que él admiró la tradición
de los Padres y nadie b uscó más fielmente que él respetarla.
El apego a l a Escolástica, que él defendió en contra de toda crítica
al Humanismo, es un rasgo característico de su personalidad que 10
distingue dentro del cenáculo florentino. 19
S e estaba lejos del siglo de Santo Tomás. Las grandes síntesi s
de antaño se habían desintegrado. Nuevas catástrofes (el cism a
de Occidente, la caída de Constantinopla . . . ) habían acelerado
cambios. Habían surgido nuevas fuentes de conocimiento.
H abían aparecido nuevas divi siones. Si se quería remedi ar las
18
G . Pico della Mirandola, en G. Reale y D. Antiseri, op. cit., p. 23 .
1 9 Cfr., E. Cass i rer, Da!! ' umanismo al! ' Iluminismo, 1 995, F irenze, La
Nuova Italia, p. 82.
•
�CFRC'\ DH RENAC1M1El\JO
mi�eria� morales y l�� gllcrra� civilN; que atonnenLaban a la
L1Í�tiandad, había quc reedificar la wlidad de lo� e�píritu� oobr�
nucvas ba�cs; había quealcanlilruna 'eOlK<mlia', " .lo quc Piw
21
llamaba", una �mi�tad �itagórjea 1
Añade adem6� Giu�.<;ani, �pcland() � n. de Luba� en un c��ilulo
eru�ial de SIl libIO dcdicado � rico de la �1iri¡ndola:
lleg�m08 a�í � un nuevo pm;() 'lIle 11\1� va a mo,lrar el factor
que estaría dcstinado a permanecer �()mo paTle �on�titutiv� d�
la cultura modcma y contellljxmlnea, y 'lIle por e�to expliea
rambi¿n CÚl11() sc mueve nucstra mtt1t�lidad, La mtt1t�lid"d
lmmanistQ �on�l'rvaba cn gen eral cielto �entido del Jim) I e que
llevaba a los h"nI hl�S a comprender, cn todo c��o, quc la ener­
gia ¡;UC lc� ¡XHlí a C'())}vL.,.lir en r.lmo�o�, célebres y Qforhlllad()"
no cm una cnergiaque ellos �c ll\bricaball por �i mismos, �¡n()
que :cs vcnia dada, quc la cneontrabQn cn cllo� mismo� como
un don, No ob�lanle, frentc � un cielo en el que l)io� �c habla
convcrlido en un� lcjanisima. nube, pronto pareció �in dll<la
má� rcalista mirar a la tierra como fuentc dc e� el1<rgia �apaz
de cng
r ruhlCCe.l' al hombrc. Durante el RClIQcimicnto e�lamirada
ClIClK1ltra
� fi.lIldamento
�istem6tico y su trooueción cultural cn
la identiticadon dc e�¡¡ fucnlc de Cll�rgí� : la naturalc/�, una
nalcralcza quc mIlI' pronto se i nterpretará de m�ncra pantci�ta.
Lna veZ que el �entido con�reto dc la relación eon llio� ,�
pi erdc y� como mClltalidad socialmClltc extClldidll, la divll1id�d, el mi�te.l'io del origCll, la riqlleza del origtn, a la qlle cn
l()do ca�o �� r�'(;onocc todavía �OmO 110 dlT"'ndiClltc del hom-
bre,
t<S
enl()nce� la "m,mrl"�<J, percibida �omo f\lente del ��r,
dc l� ClICl'gia dc 1 � vida, y enttndi da ronw lo ql.lC producc el
gusto de vivir y la capad dad de obrar. La nalunleza dcja por
tant() dc �cr �igm) dc Dio� Y ¡;()micn�-a a �uslillllr �u prescnci a,
2011. Rovs,op, ál" p, 109.
51
FJRIINO (iFLATl
ya qlJt'
tan
RJ, aunqu� todavía nO se le nieglle, está sin embar�o
lcjano de los inl<Jfe>;es de la existencia, que se sit:nl� la
n�C<'"iüw de confiar en algo más concreto y ddinido, De �sl e
nwüo la natural�za JIO es ni más ni menos 'lu� un� idea pantd,ta
üe Dio, qUt se hace in11lam:nte a la mentalidad rcrwcentisla,' 1
Ptro d hombre dd Humanismo nO podía tener l� mismajustifiCfl­
dún del hombre antiguo, y grie�o �n particular, Si es, ':01110
<
afinna
Modlcr, que los anligll0s 110 tu\�eron los dios�s que se lUtlfedan, no
es asi para el hum311ista. Por dos rawnes, primero porque ha conocido
l,m Dio>; quewi
nciüecon la Verdad; seg\mdo p'lfqueahoraladinúmica
se invielte_, es decir, es Dios que considera meritorio de si �I hombrc.
Y, si ..nprc C
riussani retomando a Modlcr, confirma esta idea:
Compammo>; �sta sitn�ción con la de la humaniüad antiglJa
dCSl"rita
en
su producción liter�L tal �omo no>; invita a hacer
Mooller C\l sus famosos comen larios: [.. ,] los días,"" son p"Dier­
sos o a¡l)itmrios
rtl
sus üesignios; la fatalidad r...] es motivo
de lbnto, no sólo porqu� envía calall1i dad�s, sino ¡x>rque Íllduct
a los humanos a cometer faltas. Y, con todo, eso>; h<."nbr�s"
son meior�s qll� los dios..,; [.,,] pll�S
r.. .1
si el cido antiguo
ap�recc c..rrado y colmado d� maldicione
s, gnivÍ(io de lágri­
mas y tristezas, los hombre:') son, en wmbio, nobl es y redO";
p]\,cumn, m..diant� el herois11l0 y 1", gloria, ill\p¡imir
lm
üe h"flnosura y �rand ..za ffi eSe caos oscuro.
r." y tmnbiéuJ:
'Los antiguos
l...] quisi eron salvar algo
11l><-'()
bdJ o:
no hallándolo en lo" (tio�es ni .1.1 d mundo, ni �n los eventos,
tnlmf¡rieron su des�o d� I uz ¡¡I roSl'" d� los 'pohr�s mortales' ,
[... 1 Fu "-'ludia noche dd Il\lllldo, los stlTllblantes Se les antoja­
ron tlXtr�il.ament� hermosos. Pero los antiguos pres@tian qu�
en todo dIo habia algo misteriosamente anormal. Scrníanse
frustraüos, asombrados de que un deseo tun grande de
lL L. Gim,,,ni, Pvr qu<" " vp, dl.,]J. 55-6.
bien
ACERCA DEL RENACIMIENTO
desembocase en una esperanza tan grávida de l ágrimas. La
m al dad humana era ya, a la razón, una tri ste realidad . S i los
griegos no quisieron verla fue porque hubiera aparecido odiosa
en un mundo en que los dioses eran perversos ' .
De esta luz gloriosa que s e refl ej a en el rostro del hombre,
entendida como única alternativa a la tenebrosa oscuridad del
destino, se hace eco -un eco que, como todo, reflej a más débil­
mente la voz prim era- el humanista Coluccio S alutati : Es digno
del P araiso el hombre que ha llevado a cabo grandes actos en
esta tierra.22
5. El Renacimiento y la época Moderna
Al 11 egar a este punto de nuestra reflexión es preciso afirmar que, en el
bien o en el mal, nada en el recorrerse de los acontecimi entos queda
igual a antes. Con esta afirmación se quiere reiterar la idea de que en ] a
histOlia del hombre el pensamiento, aunque pueda tener puntos similares,
si empre es distinto, pues la carga de su dimensión temporal y espacial
es si empre diferente. El hombre del Renacimiento es hombre de su
tiempo, no es el suj eto griego-romano, ni el de la Edad media, y como
tal debemos consid erarlo; sólo desde este punto de partida podemos
hacer l as oportunas comparaciones necesarias para un j uicio crítico.
En efecto, deslumbra al hombre de la tardí a Edad M edia y del
comienzo del Humani smo; lo que los hi storiadores de l a Filosofia
llamaron via modernorum, su adquisición del saber científico y su
explicitación teórica; así como deslumbra a nosotro s los contemporá­
neos qu e en tan breve espacio de ti empo el hombre de aquella época
haya navegado por proyecciones mental es , capaz de construir sistemas
en todos los campos del sab er que todavía están a la base de nuestro
p atrimonio y desarrollo ci entífico.
22
ibid., p . 5 0- l . Ver también, C . MoeHer, Sabiduría griega yparadoja
cristiana, 1 989, Madrid, Encuentro, p. 3 9 .
Cfr.,
53
BRUNO (;?T /1.1'1
El humwlisla lení a todavía un stlltido de la humanidad r",,1 y
110 podía olvidar �ue el hombrc estálltno de límite¡;, Sacilha
de la leclura de lo� macstny; antiguo., ese velo de tri�teZil, ese
�mtido del lí 1111!t último qu e hada concluirtr!lgi cameme en el
tcalro griego tod o esfuerzo humano.
r .. I
E� como si el humanista se preguntara de dlmde le viene �l
hombre csa ellQgía roalnadora, fuen(e de éxi lo y de grandcza
y eOlllprcndiQa muy bienque el hODlbrc no puede d�n;ela a �i
mismo, Evidtnltmenk el individuo no cs fucnlc de su propia
Cucrza; é.';ta pre\�ene de algo distinto, algo 111aS grande. Y i1�i,
Irentc a un Dios cristiano no negado., Tl«l\) eclipsado en una
1C1lta arnCrla;la ecl estial, j1['\)nto la ,crcatividad última se ide.nii­
ftcará con la naturaleza, una n al.lu'aleza que es susl:ituóón con­
creta de la divinidad ab�lracta.
[,,,1
Pero, si la natW'a1c�,,, es el origen de llU<-'�l:ras I()rluna�, dc nucs­
[ras entrgía" todo lo que nace de la natlLraleza es un hien. Tras
la afinnaciún del honlbrc realizador, propia dcl humani�ta, el
hombrc rcnace1llhl:a va
a
definir Ull �onccplo étko IluCVO:
el linmbrc aClúa bien nillural111cll[ e , Y dt hl llaturilleza ¿qué
salo� El i1l1plLl�o, lo espontánco, el ill�lilltO. El instillto se �nn­
vierlt
on
el 'b,cn', El 'nallLralililnO' que cm,�iitllye de una
mana-a 1 a étiea relHlCcnti�ta marca u n cambio sisltmático que
va a tener lugar en el cucrpo e11[QO de la morul. Cuando
Rabcl¡¡i.� e�eribía: "lul/ 10 que quitnl." porque l)l�' naturaleza
cl hmllbr� rntáimplLl,ado ;¡ lCali'/.ar ac�)S virtuosos", explicitaba
csta lI11�ta�;"'n, y '-"'11 cllo cxprt�aha ya pcrfcctammte U" p1;1,­
'!
cipio de la ética actual.
T�I va ¿se.r� c,1e el punto nell.rálgico que explicita el paso más
significativo ha�ia 1 ,1 época modcul ,17
Es verdad, pero, el Rcnacimiento consQvaba todavía el �cnlido del
tiempo huidizo, Crl �01ltr� de] ClHll sóJo l a il1111 crsión ell él podría ,-"n2·' L
(,j"""l1i,La conciencia ..
, 0(1. cit., p. 21"2
ACERCA DEL RENACIMIENTO
tranestar el imponerse del 1ímite; no pretenderá detenerl o, como fue
por la época pre romántica y romántica de Goethe y de Hegel, según
la afamada expresión del Fausto: ¡ detente tiempo, qué bello eres !
Sin embargo, el Renacimiento está dominado, todavía, por un fuerte
sentido del realismo, según el cual -en la historia, como comenta el
gran historiador holandés Huizinga- la muerte pertenece a la defini­
ci ón de la vida: en la historia, no menos que en la naturaleza, la muerte
y el nacimiento caminan juntoS.24
Al Renacimiento le siguió la gran época de los descubrimien­
tos científicos. Descubrir una correspondencia sistemática en­
tre la dinámica de la naturaleza y la dinámica del pensamiento
humano pareci ó hacer alcanzar al hombre la última Thu]e de
sus posibilidades. Su razón podría doblegar a la naturaleza
cuanto quisiera.
Tal descubrimiento llevó al hombre a conocer su razón como
el verdadero hecho dominador del mundo. De manera que creyó
haber encontrado realmente el auténtico dios, el señor: la razón.
Si por medio de su aplicación el hombre podía, incluso, someter
la naturaleza a sus propios fines, tenía entonces en sus manos
el secreto dc la fel icidad y el instrumento para alcanzarla [ . . . ] .
Daniel Rops observa que, cuando Watt hizo saltar las prime­
ras chispas de la máquina de vapor, le pareció al h ombre haber
realizado el antiguo míto de Prometeo, como si hubiera roba­
do el fuego a los dioses.
A partir de entonces el hombre creyó
ser verdaderamente dueño de sí mismo. Es decir, el DOlninus
que tiene derecho a decidir sobre la vida y el cosmos ya no era
Dios, sino el hombre mismo mediante su razón.
Estamos ya en la época racionalista. Con el desarrollo de las
primeras conquistas, parecieron abrirse posibilidades de un do­
minio sin fin e in contrastado. Cada vez más el ideal del caminar
24
Cfr., J. Huizinga, L 'autunno del medioevo , 1 995, Milano, BUR, p .
XXXI II.
55
BRUNO GE LATI
humano se ve detenninado por la ciencia y la técnica, las cual es,
por medio de la intervención sobre la realidad, prom eten al
hombre un mundo determinado según sus propios proyectos .
El hombre e s dueño d e su destino .25
III. La herencia del Humanismo renacentista
1.
Barroco
e
Ilustración
¿Qué pasó entonces? por qué en el mismo Renacimiento, y según
muchos pensadores ya en el H umanismo, residiria aquella raíz que ha
sido vehículo de disgregación del ser humano , después de l a cual nunca
ha podido reconstruir su unidad original.
El hombre del Renacimiento ha �j do traicionado en su espíritu por
la época posterior, la cual ini ciará de fonna sistemáti ca la separación
entre el aspecto ético y el ontológico, ju stíficada por el uso racionalista
de la razón.
56
Pero esta afirmación necesita de una aclaración.
Dos, a mi parecer, fueron las verti entes que paralelam ente se des­
prendieron d el Renacimiento : una legítima, que finalmente no domi­
nó ; y la otra ilegítima, que ha sido aquell a que d ominó y que todavía
domina.
En el campo cultural llamamos a la primera Barro co y a la segunda
Ilustración -con todas sus dependences filosóficas, científi cas, polí­
ticas, etc.
El movimiento engendrado por el Barroco ha sido mucho más fiel
al espíritu renacenti sta que el de la Ilustración; en efecto, si quisiéramo s
trazar un perfil de estas dos mental i dades con el Renacimiento, en­
contraríamos referen cias comunes en ambas, sin lugar a duda, pero
más afinidades por lo que se refiere al movimiento Barroco. Podríamos
afirmar que la línea de diferenciación entre el Renacimiento y las épocas
25
.
.
L . G lUssam,
'
La concwncra . . . , op. CIt.,
' p. 24 .
,
ACERCA DEL RENACIMIENTO
sucesivas no es tan clara como a veces parece. B arroco e Ilustración
son dos expresiones de la civilización occidental que se desarrollarán
casi simultáneamente y con distintas expresiones.
Esto nos obliga a ver con mayor profundidad los rasgos característi­
cos fundamentales de estas manifestaciones y su legítima pertenencia.
Los indicios que encontramos al respecto sobre el tema después de
la segunda mitad de 1 5 00 nos dan la posibilidad de afinnar la apertura
del mundo renacentista a la Ecúmene católica; sería suficiente conside­
rar la batalla de Lepanto ( 1 5 7 1 ) no únicamente leída b aj o una óptica
economicista sino cultural, como movilización de un mundo entero
frente al dominio islámico.
También la rel ación de la Iglesia frente a las nuevas tendenci as cien­
tíficas, incluso en el auge de l a época barroca; en efecto, es notoria la
simpatía que muchos de los miembros del ' Sacro colegio ' tenían por
Galileo.
S obre todo en Italia y en el mundo católico, el Barroco fuc la natu­
ral consecuencia de la cultura renacentista. Los rasgos comunes pue­
den ser detectados por:
1) una apertura a las nuevas exigencias sociales dominadas por una
antropología relacionada con el tipo de hombre que el ' nuevo
mundo ' presentaba: -bastaría recordar al respecto el plantea­
mi ento de los derechos naturales de De Victoria y de Suárez, o
la ' nueva ciencia' de Vi co ;
2) una visión positiva hacia el hombre en todas sus experiencias
artísticas y científicas;
3) un común aspecto cultural ecuménico: l a", expresiones barrocas
las encontramos no sólo en todo el universum católico, sino
también en el mundo protestante.
Pero jamás el B arroco aceptará la visión peshn1sta del hombre que
el protestantismo contempla en su doctrina y que dominará, después
57
URL
"'NO GEl .1\1'1
de lu paz de \Vesti¡) ia ( ((AH), CTI iodu Europa. En ",Ieeto, �i el hOlllbr�
está �alvildo por la solu graeiu y no tumbi 6n por lo� mérito� de lus
obra� de �lL libeltad y responsabilidad, entendidu como eOlT",�pondrn­
cía al don recibido de lafe, ¡,en dónde residiría fm dignidad'! Paradójica­
mrule en el éxilO proje.�linado por Dios. Para el pensamiento prott::S­
tantc l a gracia a.1"- en I'un�iún de la razón crítica, trente a la sup Llcsta
¡rraci onali dad c atúli�a.26
En efedo, el c,pírillL protcstanie di l uye la volunbd en el nlCioMh snlO
y la I.ran�fonnu en nonna morul, censurando así su carácter lihre y
dependi<lT1l.e; es decir, iranslllllliU SIl cupacidad de re;:ponsabihd"d
frenle a lu �ondencia de pertenecer al ser, en el uw pragmático de la
exi �tencia y �ll lu af, rmadón del dom in jo �obre la realidud eom o ejer­
cido del ¡x-.der, como lLSO y posCi;ión del otro -justificado además por
la pre�untu preferellCla di .,.ina 11 un suj eto quc p:¡see SlL propia realidad:
así 1 a economf a, I a eiencü� el progreso, el e;:tado, dios, serán siem pre
mus enfrentado, sellLÍ.n WlIl modalidad rcdLletivu del u�o de la raZ<Ín:
s u auto\1omí a y �lIbJ c!ividad absolut.a.
.
El racional; 01110 elimina, en I � "," lu11«I(I, el juego de lu libeltad q lIe
58
�e mani fiesta en una deci sión tomad� de antcmano desde 1m re�óndi ID
punlo de partida: l!l lib<:rüld, en ekelo, no se denlLl�tra umlO cn el mo­
mento llamutivo de la el ección, la l;b�rtud se juega mil� bi ffi en el
pri mer stuilismo umaneGerdel impa�ü de la c oneienciumn el mUlH):,l.
JJsta actitud obligaría u la ruzón a abrir�e u tlxlos los faclOIT� q Lle con�­
lituyen la liberlad, e� decir, de penetrur el misterio.
ilcrdiaev afinl1a:
Unu earadelÍ s(ka c:<el.lcial de la R ct¡.'ll11a e� lu de alinnur, por
un lado, la lib�liad del hombre (:y aquí está su parte de verdad
y su vo�ación positiva) y, porotro, considerar al hombre como
un ser mlL�ho má� p"-,ivo de lo 'lue aparecÍ;¡ en la conc iencia
C<1.lól iul. Expliquemos Lln poco mi" esta alínm;ció11 q Lle, a sim­
p1 e visla, plxhía purccer L\J.l tanto con fl"�!l. Mi en!ra,� q ue la con-
26
Cfr., n. Gargallo, HCRel IJi,wyin&)r, 1998, M ,,,,ioo, Fonlmlt�m, p. 123-55.
ACERCA DEL RENACIMIENTO
ciencia cristian a católica afirma la existencia de dos principios,
Dios y el hombre, y defiende, al mismo tiempo, la autonomía
J
del hombre a los O os de Dios, admitiendo asimismo la i nterac­
ción de los dos principios y el carácter específico de l as dos
n aturalezas, la cond encia protestante luterana, en cambio, afir­
ma que, en último exh"emo, sólo existe Dios, la naturaleza di­
vina, y niega toda autonomía al hombre. Se trata de un monismo
opuesto al naturalista. La conciencia religiosa y mística del
protestantismo afinn a que, en definitiva, sólo existe D i o s y l a
naturalez a divina, y priva al hombre de su c arácter específico,
del fundam ento ontológico de la libertad humana.27
El suj eto naturalístico y racionalista que se impondrá, será el triunfo
de esta mentali dad, verdadera protagonista de la época moderna y
contemporánea, que se alej ará siempre m ás del ti po humano que el
Renacimiento planteó y que encontrará en el movimi ento del B anoco
su continuidad histórico-cultural.
2.
Las vertientes po Iitico-cultura 1 de las dos herencias: Estado y la
Ecúmene
A nivel político, en el Ren acimi ento dominaron todaví a los conceptos
cristiano-romanos de pueblo; el concepto propiamente medieval de
n ación, es decir, de unidad de lengua, tradi ción y religión; y, en fin,
de Imperio, cuya fUnción dominante será l a de garantizar l a existencia de
los primeros dos .
L a idea d e estado, en efecto, es aj ena a l a m entalidad renacentista,
por lo cual en el sistema señorial se apelará al concepto juridico y polí­
tico de l a épo ca anterior. L a idea de estado moderno, que tampoco
conesponde a la de Maquiave1o, es una traición a la unidad político­
cultural que la Edad media había logrado constituir a través del surgi27
N. B erdiaev, El sentido . . , op. cit. , p . 1 29 .
.
59
BRUNO GELATI
miento de l as naciones: alrededor del año mil la conformación de la
Europa cristiana se había vuelto realidad desde el Occidente hacia el
Oriente con los principados eslavos. La convivencia con judíos y m u­
sulmanes había logrado inclusive una estabilidad.
La época renacentista vivirá en Florencia en
1 433
uno de sus mo­
mentos ecuménicos más significativos: El Concilio de Florencia recibió
en su seno a los más grandes pensadores de Oriente, y tras la caída de
Constantinopla surgió la escuela filosófica más imp0l1ante de todo el
Renacimiento.
¿ En qué consistirá este ecumenismo? No se puede pensar en el
Hum anismo renacentista sin la idea de Ecúmene, en tomo a l a cual se
podrá reflexionar sobre el concepto verdadero de pueblo, nación, impe­
rio y estado. El la encuentra sus raíces más auténticas en l a época me­
dieval, sobre todo en el sigl o XIII. Quienes piensan que la Edad media
haya sido una época monolítica se equivocan; m ás bien ella fue
h eterodoxa bajo todos l os aspectos : en l as unidades nacionales convi­
vían en estricta rel ación y en irénica tolerancia pensamientos griegos,
romanos, eslavos, gennánicos, anglosaj ones, judíos y árabes.
60
Por su naturaleza -y su difusión en los otros países de Europa, ade­
más de Ttalia- el Renacimi ento sigue, con su carácter propio, la misión
universal que toda cultura tiene; misión que, en la época medieval,
había sido patrimonio del cristianismo .
Ecúmene, de l a cual deriva el término ecum enismo, en su concepto
clásico impl icaba siempre una definición geo gráfica de las fronteras
entre el mundo sometido al dominio de los gri egos y de los romanos y
el mundo marginal fuera de tales fronteras, por 10 tanto considerado
no interesante.
Pero este concepto explota con la Edad media, mientras que en el
Humanismo p ermanece: quaproter quoniam circuitus illi iam explosi
sunt, como diría San Agustín,28 cuando la atención hacia el hombre
28
Agustín de Hipona, Civitate Dei, 1 , 1 2, c .20, n. 4-PL. 4 1 -3 7 1 .
ACERCA DEL RENACIMIENTO
concreto, a la persona humana en cuanto tal, independientemente del
lugar donde viva, se exprese con mayor conciencia.
En particular, con el término ecumeni smo se entenderá siempre más
la capacidad, por parte de una cultura, de compmiir el valor de la
existencia de todo hombre en su significado último.
En el Renacimiento la dimensión ecuménica en pruiicular se caracte­
rizará:
1) por la capacidad de vivir una curios itas sin límites, llevada a
retener lo bello, más que 10 bueno; 2) por la búsqueda de la Verdad
más allá de la pura racionalidad, para po seer tambi én 10 oculto, 10 que
pueda mantener de forma impo sitiva la original
imbecillitas del hom­
bre. Todo es acogido, con cualquier matiz que tenga, en una realidad
que, si bien asumirá en muchos de sus aspecto s un tinte sincrético,
si empre se remiti rá, sobre todo a nivel ético, a los principio s funda­
mentales de la experiencia de la fe. El Renacimiento nunca olvidará
sus raíces profundamente ecuménicas, que se afinnarán después con
el Barroco, con su espíritu universal y no universalista; es decir, la
pretensión de elevar el particular a universal.
Por 10 que se refiere a la naturaleza del estado moderno en su ej er­
cicio del poder, en efecto, ya no tendrá como referencia a Dio s y al
pueblo; es decir, un principio extrínseco a ella: ya no se pensará en
que el aumento del poder sea sinónimo de elevación de lo s valores de
la vida: el poder aparecerá probl emático en su esencia.
En la conciencia común se abrirá camino al sentir que la relación
con el poder esté equivocada; más bien, que este poder en aumento
sea una amenaza para todos -como afirmará Guardini.29
Aquí se vislmnbra la imagen actual del estado moderno y contem­
poráneo en relación con el individuo.
El concepto de estado moderno como realidad absoluta que se
autoj ustifica y confiere dignidad al hombre expresa de manera extre­
madamente significativa el punto más agudo de la parábola moderna,
en la que la naturaleza y el hombre están a la merced de la imperio sa
pretensión del poder estatal, económico, técnico.
29 R. Guardini,
Il potere, 1 984, Brescia, Morcelliana, p. 1 1 2 .
61
BRUNO GELAT1
El Estado siempre actuará más sobre el hombre para afi rmar su
poder en dos direcciones; es decir, pri mero provo cando en él el olvido
de sus exigencias fundamentales con las cuales está constituido : li­
b ertad, justicia, paz etc . ; segundo, sustituyendo las leyes con regla­
mentos siempre más parcializados. En smna, con la Ilustración se eleva
una barrera frente al pasado y ella se impone, en fin, corno único punto
de referencia para la modernidad.
En la Ilustración la misma Iglesia se identi ficará con el Estado (l a
luterana-anglicana y la calvinista) o será marginada por el sistema
dominante (como pasará con la catól ica) .
El l ema de Augusta ( 1 5 3 0) : cuius regio, eius religio, encontrará en
el Estado moderno su total apli cación.
Concluyendo con B erdaiev :
La época de l a Refonna constituye el período sucesivo en el
desarrollo del Humanismo en la histOlia moderna y sobreviene
en virtud de una dialéctica inevitable tras una manifestación
de la creatividad humana tan sublime como la que vivió el
62
Renacimiento. En la época de la Refonna, es otra raza la que
toma la ini ciativa. Mientras que el Renacimiento comienza en
el sur, entre los pueblos latinos, la Refonna es obra de los
pueblos nórdicos, sobre todo, gelmánicos. La Reforma es hecha
porun temperamento distinto, y en ella se manifiesta un espíritu
diferente. La Reforma fue una rebelión religiosa del hombre
que se manifiesta no baj o la forma de una creatividad po sitiva,
sino más bien como una protesta y una negación de índole
religiosa. Esto se explica a partir de las características, tanto
positivas como negativas de la raza gelmánica. En l a Reforma
se dieron ciertas caracterí sticas propias del espíritu gennánico
que, en ciertos aspectos, lo hacen superíor al espíritu latino .
En ella existe una especial profundidad, una singul ar aspira­
ción a la pureza espirituaL Esas característi cas hicieron que el
Renacimiento y el Humanismo en el mundo germánico asumie­
ran ante todo formas religiosas: En el mundo católico latino
ACERCA DEL RENACIMIENTO
aconteció un renacimiento humanístico creador que no asu­
m ió la forma de una rebelión contra la Iglesia católica. Los
papas protegieron el Renacimiento y fueron impregnados ellos
mismos del espíritu renacentista, pero, en el interior de la Iglesia
católica, en su vertiente humana, se iniciaron procesos puru­
lentos y contra ellos se reveló el espíritu de protesta típi co de
la raza germánica. Esto asumió un carácter no tanto construc­
tivo cuanto de contestación. En l a Reforma, el descubrimiento
del humanismo significó una afirmación de la verdadera liber­
tad contra l a violencia ej ercida en el mundo católico sobre l a
naturaleza humana y lilla afirmación d e l a falsa libertad a través
de la cual el hombre comenzó a destruirse a sí mismo ? O
63
30 N. Berdiaev, El sentido
...
, op. cit. , p. 1 2 8 .
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