MISIÓN VIVA Cárol García Murillo, miembro asociado de las Misioneras de Nuestra Señora de África (Hermanas Blancas) “Deseo seguir adelante aprendiendo de Jesús” “D eseaba ‘comerme el mundo’ y es una enfermedad la que ‘se me está comiendo’ a mí... Es la salud, pero no mi fe, la que se ha vuelto frágil”. Quien se expresa con tanta crudeza, pero también con tan grandes dosis de sinceridad, es Cárol García Murillo. Había recibido la Cruz de Postulante-Novicia de las Misioneras de Nuestra Señora de África (Hermanas Blancas) en septiembre de 2002 en Kisubi (Uganda). Una grave en- 56 misioneros fermedad la obligó, sin embargo, a dejar la congregación en 2005. Se le abría un camino distinto como misionera. “¡Qué oportunidad –exclama– para entender tantísimas cosas..., para experimentar como nunca la humildad y la auténtica ‘pobreza’!”. El pasado 18 de febrero recibía la Cruz de las Hermanas Blancas durante la celebración de su compromiso misionero con la congregación, que la acogía como miembro asociado. Ella misma lo cuenta. NÚM. 126, JUNIO DE 2012 Fui invitada por las Hermanas Blancas para hacer mi compromiso misionero y pasar a ser un miembro asociado de su gran familia religiosa. Teniendo en cuenta mi enfermedad, pensé que era poco, muy poco, lo que podía ofrecerles. Ciertamente, mi estado débil no me permite desarrollar ninguna labor física... Pero no me conformé con esta afirmación tan verosímil y, en mis ratos de ora- ción, resonaba en mi interior aquella frase que he compartido en muchas ocasiones con algunos de vosotros: “Seguiré dándole gracias por contar conmigo de la misma manera que lo hizo el primer día. Me entregué a Él con todas las consecuencias... y, como siempre, lo dejo todo en sus manos. ¿Hay un lugar mejor?”. Sé de sobra que no había probabilidades a causa de mi debilidad, pero sí que había fuerza y confianza suficientes para continuar viviendo, por el Evangelio y desde mi silla; y todo, para permanecer en comunión con mi conti- nente favorito y con toda su gente. Un día “mágico” Finalmente fue el pasado sábado 18 de febrero, en la parroquia de mi pueblo, Almacelles, donde nos encontramos con mucho entusiasmo para agradecer de nuevo mi opción de vida. Los vecinos siguen recordando aquel día como “mágico”...; un día que reunió al obispo de la diócesis, a 16 sacerdotes, a alrededor de 350 personas... “Sinceramente –compartía con ellos durante la misa–, mi afección respiratoria, y todo lo que conlleva, frustró mucho mi vocación, al menos como la había soñado... Y no ha sido fácil descubrir que Dios tenía otros planes para mí; pero el silencio, la ora- ción y su ternura me confirman diariamente que me entregué a Él por amor; y, cuando el amor es el fundamento principal de cualquier decisión, a nada hay que temer..., pues nada puede detenernos para saber disfrutar de todo aquello que el Señor nos ofrece a lo largo del camino de la vida”. Sigo dando gracias, muy especialmente, a todos los que me acompañáis, incluso a pesar de la distancia. Manifesté mi compromiso con la familia de las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de África: un compromiso que sé que alimenta y da un sentido espiritual a mi nueva misión, mi enfermedad; una misión que nunca hubiese imaginado... pero es la que ahora me han confiado. Jesús carga la cruz conmigo Poder sentir la cercanía de Jesús en este camino, a pesar de las contrariedades, está siendo muy provechoso. Yo insistía en acompañarle... Verdaderamente, es Él quien me acompaña a mí… Hoy sigo "soportando" con Él esta esperanzadora cruz, aunque con un "sabor" muy distinto al que yo había soñado. Deseaba, en el buen sentido, "comerme el mundo" y, sin quererlo, es una enfermedad la que "se me está comiendo" a mí... Es la salud, pero no mi fe, la que se ha vuelto frágil. Así me gustaría sentirlo siempre, pero el desánimo me incordia... Junto a Él también "caen" mis sueños. No sé si Jesús siente lo mismo, pero parece que mi opción de vida, mi profesión, mi independencia, mis planes previstos... se escapan de mis manos para siempre. La situación parece insostenible; y, aunque intuimos lo que se acerca, no queremos que la incertidumbre nos detenga. De la mano, avanzamos en esta batalla; avanzamos sin querer evitar los "asaltos", que a menudo nos cuesta comprender... Aun con todo, Él sigue el camino con fuerza. ¿Cómo es posible soportar todo esto? Me "habla" de una manera diferente a la habitual. Yo pensaba reconfortarle y, sin embargo, es Jesús el que nos consuela a mí y a todos los demás. ¿Cómo abandonar ahora, si lo único que deseamos es poder llegar a la cruz y abrazarla? Me fijo en Él y lo observo: triste y desgastado, pero sereno, me anima. Le confieso que me siento desmejorada, algo abatida, como si me hubiesen "arrancado" lo que me pertenece... Y admiro su continua entereza para seguir confiando en el Padre y dejarlo todo en sus manos. Se ve todo distinto e injusto desde aquí; sin embargo, Él ama hasta el final... No puedo perder esta oportunidad; me gustaría aprender a mirar con sus ojos, con esa mirada de perdón, de calma, de amor, de acogida, de comprensión, todo aquello que resulta confuso y egoísta... Dándole gracias, y a su lado, es donde quiero permanecer para aprender a "morir" y para saber volver con Él a la vida. NÚM. 126, JUNIO DE 2012 misioneros 57 frutar de una vida totalmente plena. Seguir adelante Jesús y su radicalidad siempre han sido un modelo en mi paseo por la vida: un punto de referencia, un misionero ejemplar, un amigo y un guía único, que ha dado mucho “sabor” a mi opción de vida. Quise sentirlo y deseo sentirlo vivo en la familia de las Hermanas Blancas; por eso, de nuevo, dije un “sí” sincero y consecuente para ser fiel a su llamada y poder pertenecer a la familia de estas, mis queridas hermanas. La celebración tuvo momentos muy emoti- vos: la lectura de mi promesa, el momento en que recibí la Cruz de la Congregación de manos de M.ª Carmen Ocón (HMDNSA), la homilía tan entrañable del obispo Joan Piris, cuando fui ungida con el sacramento de la santa unción... Este lo había recibido en alguna otra ocasión: la primera vez en Argelia; unos meses más tarde, en mi casa; y, recientemente, aunque no lo recuerdo, fue en la UVI durante mi último ingreso hospitalario... Muy consciente- mente este gran día volví a recibirlo de manos de un buen amigo: Marc Vilarassau (SJ). Él también delicado de salud, pero totalmente abrazado a la cruz, recibió el mismo sacramento esperanzado y con gratitud. Fue un motivo de gran alegría compartir este mi compromiso misionero acompañada de muchos de vosotros, de todos aquellos que me apreciáis, que me queréis y hacéis camino conmigo. Ahora deseo seguir sintiendo esta gracia especial para dis- Con María, su madre, también está la mía Nos observan detenidamente; nos compadecen como solo una mamá sabe hacerlo: no con lástima, sino con ternura. Su presencia es incondicional en cada paso: sufren al ver cómo nos "envenena" la medicación y cómo esta nos va salvando, al mismo tiempo que nos "maltrata". Desearían poder cambiarse por nosotros... Especialmente, cuando el dolor nos empuja a caer. Se alegran si, a pesar de todo, no nos falta una sonrisa, un gesto de ánimo; su silencio y su impotencia traspasan..., y sus dulces miradas no pueden ocultar su miedo y su angustia. 58 misioneros NÚM. 126, JUNIO DE 2012 Ha habido unos elementos fundamentales que Jesús nos dejó en herencia... De algún modo, me han empujado a pedir su mano para compartir con Él el camino que me queda por recorrer: su estrella, sus sandalias, su túnica, el pan y el vino... Deseo seguir adelante aprendiendo de su actitud: una actitud, a pesar del sufrimiento, de aceptación, de servicio y de plena confianza en Él. Mi familia entera son mis pies y manos; pero, además, sois muchos los que me sostenéis en mi lucha diaria. Desde mi nueva situación espero aprender a estar abierta a las necesidades de los demás; a continuar ofreciendo mi disponibilidad para todo aquello que esté a mi alcance... Quiero estar atenta a mi alrededor para escuchar y entender “el grito” de los que sufren en silencio. En la medida que pueda, sigue en mí una voluntad “activa” que me persigue y que no me detendrá fácilmente... Le pido al buen Dios, a la Iglesia, a mis Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de África y a cada uno de vosotros, que sea posible. ¿No os parece una misión desafiante? CÁROL GARCÍA MURILLO