Un aporte del IV Sínodo Arquidiocesano de Montevideo 2005 a nuestra Vocación Laical en CVX IDENTIDAD y PROTAGONISMO del LAICADO 28 de septiembre de 2005: Presentación del documento I. INTRODUCCIÓN: TODOS EN LA MISMA BARCA 6. En la comunidad cristiana hay una sola y única misión común a todos, que se diversifica en varias funciones y servicios, todos ellos arraigados en la fe común y en el único bautismo. Entre todos los cristianos hay una verdadera igualdad, más allá de esa diversidad de funciones y servicios. 7. Los cristianos laicos viven la vocación cristiana común desde “las condiciones ordinarias de la vida” Asumen las relaciones sociales como todos los hombres y mujeres de nuestra sociedad: la familia, el trabajo, el descanso, el esfuerzo por hacer la sociedad más humana en todas las dimensiones sociales. A eso llamamos “ciudadanía” en nuestra sociedad. 8. Ésta se distingue, pero no se separa, de su condición de miembros del Pueblo de Dios, es decir, de su eclesialidad. Son “miembros plenos” en ambas dimensiones, que se distinguen pero no se separan. Lo que aprenden y descubren en su experiencia, sirve, mejor aún debería servir, para el crecimiento de las dos. Son llamados y enviados, en medio de la sociedad a participar de las condiciones ordinarias de la vida con todos los demás, y a desplegar la misión de la Iglesia. II. RESEÑA HISTÓRICA: LOS MARES NAVEGADOS 15. A lo largo del camino histórico de nuestra sociedad montevideana, la presencia de la Iglesia ha sido continua. La construcción de nuestra ciudadanía y la edificación de nuestra Iglesia estuvieron desde el principio íntimamente ligadas. Una breve recorrida por ese camino, con sus diversas etapas bien marcadas, nos permitirá recoger ese legado y ubicar en perspectiva los desafíos actuales. III. POR DÓNDE ECHAR LAS REDES... 40. Precisamente por eso, nuestro servicio es un servicio de transformación de la sociedad y de construcción continua de la Iglesia. Servicio de toda la comunidad, que se despliega en tantas modalidades y maneras de actuar en los diversos barrios, familias, grupos, ambientes de la sociedad en los que nos encontramos junto con otras personas que no pertenecen a la Iglesia, y servicio también de construcción de la Iglesia según las muy diversas maneras, tareas, lugares en que participamos. 43. Dimensiones transversales: eclesiología de comunión, índole secular, realidad montevideana, vivencia comunitaria de la fe, acompañamiento y la corresponsabilidad, formación. 44. Como forma de enmarcar nuestra búsqueda, nos ha parecido necesario identificar los principales desafíos que encuentra hoy el laicado de nuestra Iglesia, que resumimos en dos: “la construcción de la ciudadanía” y “la edificación de la Iglesia” IV. NÚCLEO 1: LOS LAICOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIUDADANÍA 4.1 DEFINICIÓN DEL NÚCLEO 46. Dejando de lado por el momento, y por razones solamente prácticas, el ámbito de su pertenencia eclesial, nos referimos ahora a los espacios claves (desde lo más doméstico, como la familia, hasta lo más abarcativo, como la genuina cultura montevideana) en la que se va construyendo la sociedad, es decir, la convivencia, las estructuras que la organizan y sus instituciones. 52. En nuestro discernimiento hemos vuelto una y otra vez sobre algunos de esos ámbitos que nos parecen más desafiantes para la presencia de nuestra Iglesia y de su servicio evangelizador en el hoy y el mañana montevideano, si es que queremos realmente ir “mar adentro”, es decir, “ciudad adentro”. Ellos son el mundo de la política; del trabajo (mirado tanto desde los obreros como desde los empresarios, y lo más preocupante, desde la grave situación de los desocupados); de la cultura (en su acepción más amplia, pero también de la educación pública, particularmente la terciaria; y de los MCS), y, finalmente, de las nuevas formas de asociaciones ciudadanas (grupos y organizaciones sociales, ONGs, diversos tipos de redes solidarias, etc.). 4.2 VEMOS Es la descripción y valoración de la situación en que se encuentra el núcleo en cuestión. 4.3 ASPIRAMOS Es la descripción de lo que aspiramos en relación al núcleo, el hacia donde queremos ir. 4.4 PROPONEMOS Son las propuestas que realiza el Sínodo y que se articula en tres tipos: 4.4.1 OPTAMOS Son los criterios generales que se proponen para la Diócesis, en referencia al núcleo considerado. 4.4.2 EXHORTAMOS Son las actitudes que se esperan de los cristianos y los organismos de la Diócesis, en referencia al núcleo considerado. 4.4.3 INDICAMOS Son los aspectos concretos y las definiciones de carácter normativo que se proponen establecer para la Diócesis, en referencia al núcleo considerado. V. NÚCLEO 2: LOS LAICOS EN LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA 5.1 DEFINICIÓN DEL NÚCLEO 91. Para identificar bien este núcleo, nos parece importante recordar que la separación Iglesiamundo en nuestro tratamiento debe ser tomada adecuadamente, no como si se tratara de dos realidades extrañas que hubiera que relacionar. A la luz de la Fe, el mundo no se puede comprender sin la Iglesia ni ésta sin el mundo, convicción que recogen los documentos del Concilio Vaticano II. Por eso, debemos enfatizar que cuando hablamos de la edificación de la Iglesia debemos ser concientes de que en ello estamos, también y al mismo tiempo, hablando de construcción de ciudadanía; y que cuando lo hacemos de ésta, estamos de hecho refiriéndonos también a la edificación de la Iglesia, en este caso, de la forma más típicamente laical. 92. Dicho esto, en este núcleo vamos a centrarnos más directamente en el lugar del laico en la Iglesia, en su protagonismo en el conjunto del Pueblo de Dios, y por eso en relación con los ministros ordenados y las / los consagrados (aunque estos últimos, si no son ordenados, forman parte también del laicado, pero por su modo de vida y el lugar que ocupan, generalmente en la Iglesia aparecen como formando parte del ámbito de los clérigos). 4.2 VEMOS 4.3 ASPIRAMOS 107. A que los laicos logren conjugar vitalmente la inserción en su comunidad con su misión evangelizadora en el ámbito secular, con el que su vida está íntimamente entretejida. Que desde su vivencia comunitaria vayan enviados por ella al mundo; y desde éste, retornen a ella para compartir los desafíos, dificultades y riquezas de la misión. Esta fecunda experiencia eclesial será más posible y factible si, en el seno de la comunidad parroquial o diocesana, se crean Comunidades Eclesiales de Base, u otras pequeñas comunidades o grupos de reflexión o de revisión de vida que faciliten este fecundo intercambio, beneficioso tanto para la vida como para la misión peculiar del laico. 4.4 PROPONEMOS 4.4.1 OPTAMOS 4.4.2 EXHORTAMOS 118. A respetar las opciones legítimas de los laicos, como pueden ser sus compromisos relevantes en la sociedad, y a acompañarlos mediante el discernimiento comunitario en el cumplimiento de su misión. 4.4.3 INDICAMOS Un aporte del IV Sínodo Arquidiocesano de Montevideo 2005 a nuestra Vocación Laical en CVX IDENTIDAD y PROTAGONISMO del LAICADO Núcleo No. 1: La Construcción de la Ciudadanía Pauta para la preparación de la reunión del 5 de octubre de 2005 1. ¿VEMOS? Lectura introductoria: Mt. 9,35 - 10,13 Encontramos en el documento Nuestro Carisma (NC) a propósito del desarrollo de la Misión en CVX sobre la importancia de estar atentos a los “signos de los tiempos”: A partir de este “bautismo de realidad”, que va más allá de un puro análisis sociológico, se adquiere una especial sensibilidad, que permite la atención a los signos de los tiempos. (NC 105) De la atención a los signos de los tiempos y el ofrecimiento al servicio de la Iglesia, surgen llamadas concretas, que a través del discernimiento apostólico personal y comunitario, se transformarán en misión. Pero no hay que olvidar que el primer paso para discernir consiste en buscar la indiferencia, para poder elegir con libertad y desde el amor. (NC 107) Leemos la sección 4.2 VEMOS del documento (#54-#62): ¿Compartimos la visión, la lectura de los signos de los tiempos? ¿Cuánto nos afecta y nos mueve, cuán presente lo tenemos? 2. ¿ASPIRAMOS? Lectura introductoria: Mc. 6,35-54 Dedicar un tiempo de oración para discernir cuales son los llamados que nos surgen desde la lectura que hemos hecho de las dificultades y desafíos en la construcción del Reino en nuestra ciudad. ¿Por dónde asoman los grandes deseos? ¿Por dónde nos habla el Señor? Leemos la sección 4.3 ASPIRAMOS del documento (#63-#75): ¿Algo de esto viene sucediendo en mi vida? ¿Y en mi grupo?, ¿Y en la CVX?, ¿Y en la Iglesia de Montevideo? ¿Cómo este documento cuestiona la conciencia apostólica de la CVX hoy? 4.2 VEMOS 54. Que en la misma reflexión surgida de la consulta, no existe una valoración unánime de la presencia, cuantitativa y cualitativa de los laicos católicos en estos ámbitos. En unos casos se enfatiza su ausencia o débil presencia; así se señala que son pocos los laicos profundamente comprometidos en los distintos niveles de la sociedad. Se encuentran laicos muy volcados hacia dentro de la Iglesia y con falta de compromiso en lo que tiene que ver con los cambios en lo social y político. En otros casos, se ve como positivo que los laicos han aprendido, en los últimos años, a insertarse creando vínculos fuertes con la sociedad en los distintos ámbitos. El lenguaje que funciona en estas instancias se reconoce que “es el testimonio”. En general, la presencia y compromiso del laico en los distintos ámbitos se considera dispersa. 55. Que esa presencia, es poco reconocida y valorada por la propia comunidad eclesial, y sobre todo, casi nada acompañada, marcándose una muy preocupante ausencia de espacios en los que el compromiso laical en la construcción de ciudadanía sea acogido, compartido, enriquecido por el discernimiento comunitario y alimentado con la Palabra de Dios y una celebración de la fe que lo tenga en cuenta. 56. Que los laicos responsablemente comprometidos en sus ámbitos de vida, viven a menudo tensiones muy difíciles de enfrentar y procesar, cuando la fidelidad a su condición cristiana y la pertenencia eclesial se ve interrogada y cuestionada en profundidad, ya sea por realidades de su mismo medio, trabajo, etc., ya sea por aquellos con quienes comparten su vida y tarea. Esto es especialmente verdadero en algunos de los ámbitos señalados, con la aparición de problemáticas nuevas, o de suma relevancia para la vida de toda la ciudad, frente a las cuales no existe una respuesta cristiana ya preparada de antemano o única, y que exige, por el contrario, un discernimiento delicado, que debe hacerse muy frecuentemente en soledad. 57. Que la espiritualidad laical implica el saber que es posible santificarse a través del vivir de la vida ordinaria, en las cosas pequeñas, en los detalles con los demás, en saber descubrir a Dios en las cosas de todos los días. Para el fiel laico, lo secular es el ámbito privilegiado en que ha de manifestarse la verdad y la fecundidad de la fe, la esperanza y la caridad que mueve su existencia. 58. Que, dentro de Montevideo, según las diversas realidades de sus barrios y estructuras, tiene lugar una gran diversidad social, existen situaciones de exclusión, marginación y pobreza por una parte, y de relativo y amplio bienestar y aún de abundancia, por otra. Esa diferenciación social nos afecta no solo como ciudadanos sino también como comunidad eclesial, y como miembros de su laicado. También marca una diferencia en las diversas estructuras pastorales dentro de la ciudad y de la Iglesia arquidiocesana. 59. Que nuestra comunidad eclesial ha recorrido un camino fecundo de fidelidad y renovación, de promoción del laicado en términos de comunión y participación en la misión, en medio del pueblo al que pertenecemos. 60. Que a partir de su condición laical, viviendo como cristianos su “índole secular”, muchos hermanos comparten profunda y solidariamente los “gozos y las esperanzas, los dolores y las angustias”, de nuestra sociedad, y participan en sus búsquedas y proyectos, con un espíritu de servicio, testimonio y anuncio del Evangelio. 61. Que en la sociedad, a lo largo de las últimas décadas, se han abierto muchos espacios para la inserción y la participación de los cristianos laicos, donde pueden compartir la vida y las aspiraciones con los demás, y prestar un servicio testimonial sin que se les excluya por su condición de cristianos. 62. Que a la hora de explicitar su pertenencia a la Iglesia Católica, los laicos encuentran percepciones distorsionadas, imágenes anacrónicas, prejuicios e incomprensiones, que a veces no logran superar con suficiente valor y creatividad. A la hora de profesar la fe y anunciar el Evangelio, encuentran indiferencia y agnosticismo en sus interlocutores, y sienten que se les hace difícil encontrar las actitudes, los gestos y las palabras adecuadas para comunicarse con ellos y expresar de modo pertinente y creíble el mensaje cristiano. Perciben que lo que dentro de la comunidad resulta claro y espontáneo, no lo es para los que están fuera de ella, que son la mayoría de sus semejantes. Y que las instituciones eclesiásticas a menudo no resultan para éstos señales significativas y creíbles, que apoyen y respalden el testimonio laical. 4.3 ASPIRAMOS 63. A que el laico sea una persona de fe, que la alimente, la madure en comunidad y sepa hacerla fructificar y dar razón de ella en su rol de constructor de ciudadanía. 64. A que en todas nuestras comunidades y en el conjunto de nuestra Iglesia, se estimule al laicado para asumir sus responsabilidades en la construcción de nuestra sociedad, con los valores del Reino. Esto se ha de hacer según el querer de Dios, no cediendo a la tentación de quedarse encerrados en el calor de la comunidad. 65. A que los laicos asuman decididamente su “carácter secular” […] buscando “el Reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales”, a modo de “levadura” en la masa. “A ellos, muy en especial, corresponde iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen continuamente según el Espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y Redentor”. Esto no obsta, a que, sin eludir su vocación secular, colaboren en otras actividades y servicios de la Iglesia diocesana, de acuerdo a los criterios ofrecidos por el Papa Juan Pablo II en su Exhortación apostólica Christifideles Laici. El laico, viviendo su vocación secular, no sólo humaniza la cultura -en nuestro caso una cultura secularizada y con expresiones laicistas- sino que, además, la redime de aquellas limitaciones y deformaciones que distorsionan el proyecto liberador de Dios. 66. A que vivan su participación en el oficio sacerdotal, a su modo, siendo puentes, entre sus hermanos y hermanas y Dios, a través de Cristo Mediador; y constructores de comunión y reconciliación en los ámbitos -tantas veces complejos y desafiantes- a los que han sido enviados, tantas veces heridos y sufrientes por discordias, competencias injustas, rivalidades y fracturas. 67. A que los laicos, por su misión profética, anuncien las palabras que Dios pone en su boca (cf. Jer. 1,9) revelando al Dios de la Vida, y denunciando a los ídolos opresores de la vida, en el tejido secular de su trabajo. Han de ser asimismo testigos creíbles de que Jesús, el Resucitado, vive, a quien han contemplado y palpado con sus manos (cf. I Jn. 1,1); y que para ello, en su camino de seguimiento de Jesús en comunión y con el respaldo de toda la Iglesia, vayan encontrando los gestos y las palabras que sus interlocutores puedan reconocer como pertinentes y creíbles. 68. A que, participando en el oficio real, los laicos, vivan su llamado a “tratar y ordenar, según Dios, los asuntos temporales”, dado que les “corresponde iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen continuamente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean la gloria del Creador y del Redentor”. Ellos, mejor que nadie, comprueban cómo las realidades creadas muchas veces pierden el sentido originario que el Creador les dio: el amor, la fraternidad, la familia, el trabajo, el dinero y el poder, la convivencia, la distribución de las riquezas, la igualdad entre los seres humanos. 69. A que esto sea acompañado de una mirada crítica sobre nuestra realidad con fuerte contenido de esperanza, con la fe necesaria para descubrir la presencia del Espíritu del Señor actuando en nuestra ciudad. No por descalificar al mundo, tentación siempre presente en la Iglesia, se vuelve más luminoso el Evangelio de Jesús. La inspiración cristiana, a través de los laicos debe contribuir al análisis, la propuesta y la acción orientada al bien de toda la sociedad. 70. A que se desarrolle una búsqueda evangélica, cristiana, católica de la secularidad y la laicidad, y que se asimilen y desarrollen como base de nuestra identidad dinámica. Esto conlleva la crítica al secularismo y el laicismo, es decir, una crítica profunda, inteligente, actual, que no reedite enfrentamientos de épocas pasadas que solo sirven para reabrir heridas y fomentar resistencias inútiles contra el anuncio de la Buena Noticia. 71. A que esa búsqueda se realice con los demás, en las estructuras y organizaciones de nuestra sociedad pluralista y en el seno de las comunidades cristianas y servicios pastorales inculturados en la sociedad montevideana. 72. A que se revalorice y se dé un nuevo impulso a las pequeñas comunidades, como ámbito privilegiado para la revisión del compromiso laical, donde se madura la presencia en el mundo y la comunión en Cristo. Desde el Concilio Vaticano II se nos viene convocando a ser partícipes de las mismas en sus diversas expresiones, pero siempre como espacio de compartir, revisar, celebrar y proyectar la vida a la luz de la fe, de la Palabra, del encuentro fraternal y creyente para vivir más generosamente la misión. 73. A que todas nuestras comunidades asuman como prioridad el ofrecer espacios de acogida (empezando por la física: lugares, horarios amplios, etc.) a fin de que los laicos se sientan comprendidos, valorados y escuchados, y puedan compartir entre ellos y con los ministros ordenados, sus experiencias propiamente laicales. Espacios en que todos nos sintamos cristianos deseosos de buscar la voluntad del Señor, respetados y ayudados en esa búsqueda, aunque sea simplemente con el estar juntos, interrogarse juntos y juntos alimentarse con la Palabra de Dios y su Cuerpo. 74. A que laicos y ministros ordenados, se acompañen mutuamente, y crezcan en su formación cotidiana a lo largo de toda la vida, en especial en aquellas situaciones donde se pone en juego la coherencia entre la fe y la vida. Somos conscientes de que ello no siempre es fácil. Acompañar ciertas problemáticas laicales requiere a veces experiencia y sabiduría no comunes. En este sentido nos parece vital, y aspiramos a ello, que superemos esa imagen del laico comprometido identificado con el que hace muchas cosas en la parroquia. 75. A que se instrumenten en la diócesis servicios ágiles, prestados por hermanos y hermanas capaces en cada área, que puedan atender a las distintas problemáticas que viven quienes están insertos responsablemente en cada uno de estos ámbitos de construcción de ciudadanía.