el desafío del pensamiento oriental - El Búho

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El Búho Nº 12
Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía.
D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569.
Publicado en www.elbuho.aafi.es
EL DESAFÍO DEL PENSAMIENTO ORIENTAL
Antonio Durán
[email protected].
Resumen
Se pretende responder a estas preguntas: ¿Es la filosofía un conocimiento de conceptos
definidos que deja otros tipos de conocimientos (vía afectiva, con todo nuestro ser) a la poesía
y la religión? ¿Es suficiente el conocimiento de la sabiduría china abierto a totalidades sin
encasillar las cosas?
Palabras clave: maestros de la sospecha, ecología del dolor, concepto/comprensión global,
dao, tao.
Abstract
It aims to answer these questions: Is the philosophy a knowledge of concepts defined that
leaves other types of knowledge (via affective, with our whole being) to poetry and religion? Is
it enough knowledge of Chinese wisdom open to wholes without pigeonholing things?
Keywords: masters of suspicion, pain ecology, concept/ global understanding, dao, tao.
Ya no es que estemos en tiempos de transición como quería Ortega, sino que la transición
y el cambio forman un rasgo constitutivo de toda nuestra realidad tanto física como biológica y
antropológica.
Los progresos de la ciencia y sus resultados manifiestos en las espectaculares
transformaciones en nuestras formas de vida parecen haber tocado techo y requerir un giro en
el rumbo trazado.
Son muchas las voces que lo reclaman ya desde fines del siglo XIX y principios del XX.
Fueron sus precursores los llamados maestros de la sospecha. Hoy parecen vislumbrarse
nuevos horizontes.
Quizás una de las primeras voces de alarma ante la inflación ideológica en todos los
sentidos la diera ese visionario profeta de la historia que fue Nietzsche.
Nuestras verdades
La Verdad, nos dice Nietzsche, más que un ajuste mente–cosa, es un problema de gusto y
olfato. Por el olor descubro las ideas que huelen a rancio y las que nos hacen vivir. 1 Ya en el
1
F. Nietzsche: El origen de la tragedia. Ed. Teorema, Barcelona 1985. Ver págs. 482 y ss.
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Elogio de la locura Erasmo: “Nuestras verdades son las mentiras que necesitamos para vivir”.
Y, sigue Nietzsche, la verdad se hace mordiendo y cantando, en la risa y en el llanto, es algo
que puede ser bailado. Está en la inspiración, las resonancias que nos trae la lengua.
"Bajo el encanto de la magia dionisíaca no sólo se renueva la alianza del hombre con el
hombre: la naturaleza enajenada, enemiga o sometida, celebra también su reconciliación con
su hijo pródigo, el hombre". Es la disolución del sujeto individualista burgués transformado
en terreno de juego o escenario en que actúan diversas fuerzas impersonales y anónimas.
El yo es una zona fronteriza irreal en que la fuerza dionisíaca vital y sexual descubre el
placer apolíneo de la contemplación y del ensueño.
De la individuación, fuente de todo sufrimiento, se sale o por la embriaguez que rompe
las fronteras del yo o por el sueño que transforma al individuo en formas bellas inmateriales.
En el Arte se funden estos campos: sueño y embriaguez, representación e impulso; es la
mentira feliz.
La Modernidad
Pero vengamos al tiempo actual con Sloterdijk2 por testigo: la Modernidad volcada a lo
exterior ha dejado al sujeto sin cobijo.
Ha dado la vuelta al globo terráqueo con barcos, con capitales, con los media; sabemos
cada vez más sobre lo más hondo y lo más alto de la materia, pero allí no está el hombre, anda
perdido, sin cobijo.
Trata de reconstruir la burbuja de ilusión perdida con: el Estado de bienestar, el Mercado
mundial, la esfera de los Media.
Pero ha olvidado la ecología del dolor, esa que provoca las revoluciones: proletaria,
feminista, despliegue de lo inconsciente…
Y esto supondrá un volver la mirada a las relaciones interpersonales y su espacio peculiar
de resonancias, que van desde la experiencia placentaria al paso al mundo del lenguaje que
nos inspira aquellos recuerdos sonoros, esa inspiración que constituye la realidad espiritual
que nos envuelve y protege.
…Siempre hay una realidad dúplice que como la de madre–hijo hay que ir rompiendo para
adentrarse en espacios más amplios. Desde el in-fans (no-hablante) al adolescens (que se
duele) y de éste al adulto (que se dolió); y en definitiva de los apegos maternos a los del
mundo de la cultura.
2
P. Sloterdijk: Esferas I. Ed. Siruela, Madrid. 2003.
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Sabiduría Oriental
Y es precisamente el portentoso desarrollo de esa esfera de los media el que nos ha
permitido una nueva forma de incursión en otros mundos, cuyas culturas, como antaño su
configuración geográfica, nos hacen tomar conciencia de nuestros propios límites.
Merleau-Ponty ve en Oriente, más que un pensamiento que no ha accedido al concepto,
un pensamiento que puede enseñarnos nuestra estrechez de miras.
Pero tanto él como sus contemporáneos occidentales, advierte François Jullien3, jamás se
cuestionan lo incondicional de los conceptos ni el eurocentrismo Atenas–Berlín. Europa ha de
salir de su idea de que sólo aquí se haya llegado a un pensamiento inmanente que refleja la
realidad, sin que haya otro tipo de pensamiento que no sea el pensamiento religioso basado
en la fe y el misterio.
Habrá que asumir –siempre según F. Jullien– que hay un campo de pensamiento que
afronta la realidad sin el concepto y sin el sentido trascendente del pensamiento religioso,
desde una inmanencia. Tal es la Sabiduría, una aproximación al mundo que ni es filosofía ni
religión ni utopías políticas o científicas, sino pensamiento que sirve para vivir.
Occidente se establece en la verdad, toma posición y de allí no sale; aunque deja una
verdad para seguir otra, cambia la naturaleza de lo verdadero pero no la forma de afirmarlo y
buscarlo. Así del mito se pasa al logos aunque se vuelva al mito bajo la forma de fe o religión.
Así Parménides del rapto pasa a la lógica identitaria (A = A) que luego desarrollará Aristóteles;
Heráclito, aunque se fija en los procesos y admite la complementariedad de los contrarios (A =
¬A), admite que todo es uno pero no el discurso verdadero y su contrario.
China no pretende conocer o demostrar, sino realizar, dilucidar; para ello no ve problema
en asumir la unidad y complementariedad de los contrarios. Que lo uno sea también lo otro,
que esté en lo contrario, hace posible los procesos, siempre son necesarios los polos opuestos,
complementarios: yin y yang, lo uno está en lo otro: “Una vez yin, una vez yang, a la vez yin y
yang, así es la vía, el dao”.
Oriente considera que incluso el silencio deja ver regularidades. Así Confucio: “¿Habla el
cielo? Las estaciones siguen su curso, todos los existentes prosperan. ¿Qué necesidad tiene el
cielo de hablar?”
La sabiduría sólo busca la regulación de la vía, el dao. Piensa lo posible en cada momento,
busca lo correcto en devenir, lo que conviene a la situación, lo congruente.
La sabiduría es pacífica, comprensiva. “El vicio que amenaza al pensamiento no es lo falso,
sino lo parcial. La desgracia de los hombres proviene de que un aspecto parcial les ciega la
3
Ver François Jullien: Un sabio no tiene ideas. Ed. Siruela. 2001. Lo seguimos en esta última parte.
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mente.” (Xunzi, s. -III)4. Piensa modalidades de acuerdo y congruencia no excluyentes, abiertas.
(El sabio no tiene ideas).
Es un pensar del proceso que se prueba en lo cotidiano y lo concreto.
La sabiduría constituye un fondo inmanente que vamos realizando como cuando
aprendemos a tocar un instrumento; lo obtenemos de nosotros mismos sin hacer de ello
objeto directo, sin centrarnos en el yo individual; no es un sujeto sino un proceso. Constituye
como un fondo que no deja de manar y desarrollarse por sí mismo.
Ni interesa la demostración ni se espera convencer al otro. Sus formas pueden pecar de
autoritarias, la verdad depende más de una AUTOEXPERIENCIA, es autorreferencial.
Visión global y música celestial
La visión global que se busca no es visión mística de iluminados, sino visión desde
diversas perspectivas y en proceso.
No de forma objetiva sino comprensiva y no parcial; no fija sino congruente con cada
situación, armónica. Es ver las cosas a la manera que vemos el cielo: una totalidad de procesos
en curso y que es así por sí mismo y no hay que buscar nada más allá a modo de fe.
Ese trasfondo de las cosas a que llega la visión global viene a ser como la música de las
esferas de que hablaron Pitágoras, Platón, Ptolomeo y otros.5
Zhuangzi distingue tres tipos de música:
 Humana: el hombre la produce soplando o percutiendo.
 Terrestre: la produce el viento soplando en los árboles y orificios, distinta conforme a
sus variedades.
 Celeste: cada realidad resuena según su propia disposición.
Las dos primeras suponen un agente, una relación causa–efecto, y exclusión de las demás.
La tercera se emite espontáneamente, nace de la animación de las cosas, inmanente. Es el
rumor de la coexistencia, cada ser emana según su cavidad, no se excluyen.
La visión del sabio (el dao) hace coexistir los contrarios. Cada manera distinta de ver las
cosas es la resonancia de un existente particular y, como tal, justificada.
4
François Jullien, I. c., pág. 120.
Kepler: “Cada astro emite un sonido en función de su velocidad, existen intervalos asociados a
los distintos planetas”. Y Einstein: “Unidad y armonía son los rasgos tanto de una buena música
como
de
una
buena
ciencia
y
una
buena
arquitectura”.
Ver
http://www.youtube.com/watch?v=bxpSeI7fRbs.
5
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Este cielo como fondo de lo natural y base de la sabiduría supone un ir al fondo de las
cosas sin metafísica ni el más allá de la religión o mundo de las ideas.
Como tu cuerpo es un concierto a su manera, todo coexiste normalmente en armonía, así
sucede con el mundo cuya espontaneidad el sabio no altera con su injerencia, se limita a dejar
que venga lo que viene “así por sí mismo”. Zhuangzi: “Si hay un amo del que procede la
‘autenticidad’ de las cosas no se tiene de él señal alguna”6.
La sabiduría consiste en no juzgar sino comprender, no quedarse en un punto de vista sino
en arrojar luz sobre las cosas mismas. Quien tiene la mente abierta no se estanca en un solo
lado, aloja lo uno y lo otro, así puede desplegarse.
Disponibilidad
El que el sabio carezca de ideas significa que carece de verdades arraigadas, de un yo
sobrevenido, y que goza de total disponibilidad: no sólo ausencia de cualquier posición firme
sino incluso la anulación de cualquier posición propia o extraña.
El taoísmo distingue un conocimiento amplio con la mente a gusto, despejada y abierta; y
un conocimiento pequeño, estrecho, discriminatorio, crispado, que instaura barreras y divide.
Pero para no quedarse clavado en un punto de vista, superarlo e ir al encuentro del otro,
hace falta una actitud: el sabio es “comprensivo” porque está tranquilo, relajado, sereno: más
que una manera de ver es una manera de ser o de vivir.
Si en Europa tenemos un conocimiento racional que hace ciencia y un conocimiento que se
guía por el entusiasmo al que nos adherimos por fe, en China conocer más que un hacerse idea
es hacerse disponible a algo, desapego de sí. La disponibilidad es necesaria al que pretende
conocer, como lo es al pintor y al poeta para crear su obra; el yo deja de constituirse en
obstáculo y la obra, igual que el sonido emitido que emana sin ser producido, uno la percibe
viniendo al mundo.
A diferencia del budismo el taoísmo no niega la existencia individual sino que no deja que
ésta obstaculice la comprensión global y comunitaria de la existencia, lo que permite
evolucionar libremente en ella. Tampoco reduce este mundo a representaciones o apariencias
(Schopenhauer, hinduismo), hay diferencias aunque dentro de una unidad fundamental dentro
de un flujo sin fin.
No un desprendimiento que lleva a aniquilar al hombre y deja paso a la divinidad, sino
una disponibilidad que permite una comprensión global y comunitaria de la existencia de
forma intramundana, una apertura heideggeriana que deja manifestarse a la cosa de forma
espontánea.
6
François Jullien; l. c.., pág. 153.
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¿Relativismo?
Aunque haya ciertas diferencias un tanto difusas con la filosofía en la manera de entender
nociones como ser, sujeto o verdad, hay una cierta convergencia a la hora de afrontar temas
como el relativismo de los sofistas o el escepticismo.
En ambas partes se consideran doctrinas subversivas con las tradiciones y su conocimiento
sólo nos llega a través de las refutaciones de sus ideas. En Grecia por Aristóteles y Platón, en
China por el taoísta Zhuangzi (S. IV), seguidor de Lao Tse y los moístas.
En el Protágoras de Platón se plantea la diversidad de pareceres y de gustos y asume que
a nada se le puede aplicar palabra que fije, como “ser”, pero sí podemos aceptar que está
deviniendo, en proceso, es conforme a naturaleza, katà phýsin. Y Aristóteles: si no admitimos
diferencias, como Protágoras, todo se confunde, hay que admitir una ontología.
Los taoístas salen del relativismo no negándolo sino asumiéndolo como otra posibilidad:
"Cuando sobre la tierra todos reconocen la belleza como belleza, así queda constituida la
fealdad. Cuando sobre la tierra todos reconocen la bondad como bondad así queda constituida
la maldad".7
Lo mismo los pensadores moístas en base a la intercambiabilidad de los puntos de vista.
No se niega la diferencia ni se afirma, se asume con carácter circunstancial, sintonizando
con ella como con la música celeste pues es a través de variaciones como se despliega y se
percibe el mundo. El mundo no es confuso (reduciéndose al uno) ni discordante (arraigado en
las diferencias) sino coherente. El sabio no elimina las diferencias como los sofistas, ni las basa
en un modo ontológico, como lo hace la filosofía, pues sabe que la diferencia es por donde uno
se pone a tono con la realidad; son variaciones según las cuales se despliega y se percibe el
mundo.
La filosofía a través de Sócrates superó el relativismo elevándose a la generalidad de las
esencias por abstracción de un en–sí definido por el logos.
La sabiduría procede por comprensión de las diferencias colocándolas en el mismo plano,
manteniéndose abierto a cada una en cada momento. “De todo tiene que haber para formar
un mundo”.8
¿Escepticismo?
Hay unas similitudes entre escepticismo occidental y tao:
7
8
Lao Tse: Tao Te King. Cap. II.
François. Jullien: l. c., págs. 186-189.
9
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Pirrón (s. –III) propone “contrapesar y no adherirse a nada”; nada feo ni bello, ni bueno ni
malo, es igual estar muerto que estar vivo. Mantenerse imperturbable.
El taoísmo: Desechar una mente sometida, “caminar por ambos lados” de lo V/F.
Ambos admiten dos momentos: 1º desprendimiento, neutralizar las disyuntivas,
desapego. 2º Desprenderse del desprendimiento: aceptación de la contingencia como
contingencia, acatamiento de los usos establecidos. Así Pirrón acepta ser sacerdote de Elis y
Montaigne alcalde de su ciudad.9
Pero mientras Pirrón, decepcionado de la verdad, concluye que todo es falso o al menos
inaccesible, el sabio chino no se preocupa de ella, se relaciona más bien con la contingencia
que fluye a través de todo como la música.10
Si el primero centra la sabiduría en considerar que todo es pura apariencia de nada a
nadie, el segundo no se centra en la apariencia sino en la inmanencia, la vía, allí se resuelven
todas las disyunciones, se corta la sucesión sin fin de las dependencias y se limita a tomar las
cosas como vienen.11
¿La sabiduría conduce a la serenidad? ¿Despreocupación del mundo, ataraxia? Pero no se
puede estar cerrado en la armonía, ajeno al enfrentamiento y al conflicto.
¿El sabio vive como piensa a diferencia del filósofo que se centra sólo en la pura teoría?
Lo cierto es que esa escisión teoría–práctica impide la sabiduría y tiene que recurrir a la fe
religiosa o moral para afrontar la praxis.
El pensamiento chino no ha separado especulación y vida y no necesita esforzarse para
lograr la serenidad. Sí está abierto a todo pero no indiferente pues se supone disponible a
adaptarse en el sentido de la vía, a percibir y distinguir la variedad de los matices y los sonidos.
Montaigne nos dice: “La sabiduría como la vejez viene sola”. Tras haber tratado de
imponer a las cosas su proyecto, uno empieza a dejar que las cosas pasen. De joven sólo se
puede ser filósofo, basta la cabeza, luego vendrá la praxis.12
El escepticismo al afirmarse se autoinvalida, lo mismo el movilismo, todo inestable, al
utilizar el lenguaje.
Decir es elegir, demarcar, y eso oculta lo indelimitable de la vía. La palabra es
demarcación, discriminación, prejuicio, preferencia, parcialidad. El silencio es sabiduría, en eso
se parece al escepticismo.
9
Ibidem, pág. 194.
Ibidem, pág. 197.
11 Ibidem, pág. 199.
12 Ibidem, pág. 205.
10
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Frente al impás del escepticismo que recurre a los prefijos negativos (in-diferente, indeterminado) y la flexibilidad semántica, el taoísmo se libera de la disyunción captando a
través de lo concreto el fondo común que lo hace ser así. Es otra forma de lenguaje ausente de
la filosofía y presente en la poesía (ej. Rimbaud); la palabra hace desbordarse las
determinaciones por lo que evoca más que por lo que dice: “alma de nardo”. Es un dejar pasar,
dejar ser que neutraliza la exclusividad.
La palabra poética es un cliché que deja pasar sin abandonar lo concreto, sin limitarse a su
referencia; no es descriptiva, se deja atravesar.
Es distinto afirmar que algo es bueno, lo que supone que es algo definido, orientado hacia
algo, marcando un sentido, una finalidad. Y afirmar que algo va bien, con lo que queda
indefinido, marcando un funcionamiento, sólo se dice que es congruente.
En el cliché poético la referencia no es insistente, precisa ni delimitadora, sino evasiva,
alusiva al curso de las cosas, del mundo y de la vida. Teje un fondo en el que se realiza la vida.
Wittgenstein: La lengua de los filósofos está ya, por decirlo así, deformada por zapatos
demasiado estrechos.13
“Dado que las cosas se reemplazan sin cesar mediante ‘actualizaciones diferentes’, en un
curso que no tiene ni principio ni fin y en el cual no se encuentra un ‘orden determinado’,
conviene respetar esa ‘igualdad natural’ por la palabra”. Uno no puede aferrarse a un
enunciado particular como punto de partida o de principio. Más bien es el desbordamiento de
la palabra que deshace la estrechez de los puntos de vista lo que nos acerca a la inmanencia o
a la vida.14
¿Ignorar la discusión?
La filosofía, por más que se distancie, del místico toma lo inefable, del sofista la retórica y
del escéptico la búsqueda. Son enemigos que acaban negociando.
La sabiduría, aunque guarde parecidos con estos, se distancia de ellos tanto como de la
filosofía. Y su principal diferencia es su idea del debate.
Zhuangzi: “El sabio no discute…” Se sitúa en el todo, ese trasfondo del que parten los que
discuten y que hace posible su discusión, allí se armonizan los contrarios. El sabio abarca todo.
Sólo discutimos la espuma de las cosas.
Los pensadores chinos no imaginaron que la discusión pudiera ser productiva y ayudara a
descubrir.
13
14
Ibidem, pág. 214.
Ibidem, pág. 218.
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Al rechazar la discusión el sabio recurre a su propio itinerario, más que dialogante es
solilocuente. No asume la crítica posible, ni la elaboración en común.
Sócrates, entre sabio y filósofo, tal vez el primero que disocia ambas cosas (Nietzsche),
distingue entre la discusión que separa intentando hacer ver y el diálogo, tratar de ver cómo
ve el otro, acordar. Ve en la palabra un riesgo compartido.15
El pensar sin tomar posición del pensamiento oriental tiene su coste político: la no
resistencia conlleva obediencia y quien empieza a obedecer no acaba. Es un pensamiento
apolítico.
La filosofía en cambio nació en la ciudad. Y es propio de la polis el tomar posición, el
inconformismo político que valora el libre asentimiento, la revolución social que hacen posible
su progreso. Introduce una ruptura, abre brechas de acceso a lo inesperado.
¿Será una vez más el mestizaje lo que haga progresar a este macroorganismo que
formamos los seres vivos?
15
Ibidem, págs. 230-231.
12
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