El castillo de Villaviciosa de Odón Pabellón de caza de los Borbones Guillermo Calleja Leal Universidad Antonio de Nebrija Francisco de Goya. La caza del jabalí. Óleo sobre lienzo. Se observa una forma de abatir al jabalí en las monterías de la época. También se hacía a caballo con pistola de arzón y con escopeta. 1775. Palacio Real, Madrid 1.— Calatalifa significa literalmente Castillo del Califa. Sobre su existencia y excavaciones arqueológicas, puede consultarse: Ignacio González-Varas Ibáñez y Guillermo Gonzalo Calleja Leal, El Castillo de Villaviciosa de Odón. Historia y arquitectura, Madrid, Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, 2004, págs. 134-136. El castillo de Villaviciosa de Odón desde que fue adquirido por el Ejército del Aire en 1965 ha venido desempeñando su misión de albergar el Archivo Histórico del Ejército del Aire y lo sigue haciendo con dedicación y eficacia en el servicio. Sus torres y sus muros, recios y severos, se alzan orgullosos de su pasado y de su presente sobre una suave colina que forma parte de las terrazas meridionales del arroyo de la Madre, al término de una empinada calle animada con arbolado. El caserío del pueblo que le da nombre se halla a sus pies, hacia el Suroeste, de forma que fue erigido en 1496 por don Andrés de Cabrera y doña Beatriz Fernández de Bobadilla, primeros marqueses de Moya, como una imposición física y simbólica de su dominio sobre el territorio y sus súbditos. Además, paisaje y arbolado se funden para configurar un conjunto hermoso y apacible que nos permite comprender su elección como lugar de caza y de asueto de reyes e infantes de la Casa Real de Borbón en España. El paisaje dominante de la región es el encinar de monte bajo; y su sotobosque de retama, tomillo, romero y otras especies mediterráneas, alternando con antiguas repoblaciones de pino, se transforma en bosques feraces con especies de ribera en las zonas húmedas de los alrededores de la fortaleza palacio por donde corre próximo el mencionado arroyo. Por supuesto, su entorno ha variado muy considerablemente a lo largo de los siglos, aunque sabemos que en el siglo XVIII sus bosques eran frondosos y sus cotos de caza eran muy ricos en caza mayor y menor, por lo que la función del castillo era entonces esencialmente la de pabellón de caza. Origen, función defensiva y destrucción del castillo de Odón Aunque el castillo de Villaviciosa de Odón guarda una relación estrecha con la figura del rey Fernando VI, y sobre todo, porque él falleció el 10 de agosto de 1759 entre sus muros hace 250 años, su historia es pródiga en acontecimientos como baluarte defensivo y de dominio sobre el territorio, castillo palacio transformado en pabellón de caza por los Borbones, lugar donde estuvo encarcelado don Manuel de Godoy tras el Motín de Aranjuez, su ocupación por la Escuela Especial de Ingenieros de Montes y luego por el Colegio de Educandos del Cuerpo de Carabineros, y finalmente sede del Archivo Histórico del Ejército del Aire. Hubo no obstante una fortaleza musulmana anterior que fue la de Calatalifa1, que vino a ser el primer asentamiento de población que conocemos en los terrenos del actual término de Villaviciosa de Odón. Sus restos ocupan una colina aislada por dos cortos barrancos al norte y sur, y se alzan en la orilla oriental del río Guadarrama, más elevada en este tramo que la opuesta. Hoy tales restos se encuentran en el interior de una finca privada ubicada en una de las terrazas 45 ron de Segovia», asunto que tardó en realizarse más de un año. Dos años más tarde (28-03-1496), el mismo Libro de Acuerdos registra la decisión de «notificar a Sus Altezas cómo el Marqués e Marquesa de Moya quieren fazer una fortaleza en Odón, en perjuizio e daño desta Villa e su tierra. Respondiose que cuando se edificase e disen que cumple al servicio de Sus Altezas qe lo notificaran». Esta breve anotación indica expresamente que por estas fechas aún no había comenzado la construcción del castillo, aunque ya figuraba en los designios del marqués de Moya erigirlo en este lugar. Noticias inmediatamente posteriores (6-05-1496) dan ya por sentado que su construcción había comenzado y que los marqueses de Moya escriben una carta a la Chancillería sobre el castillo en construcción (26-08-1498). Fue por entonces cuando podemos afirmar que se inició la fábrica de la fortaleza de Odón: numerosas carretas fueron empleadas para el transporte de cantos rodados procedentes de los arroyos de Las Nieves y Valdebolsa, como también piedra y cal procedentes de Valmorillo; mientras que el hierro y las rejas fueron llevados desde Segovia, realizándose las forjas en un lugar próximo con la utilización como combustible carbón acarreado y madera procedente del el cerro de Santa Ana y en las laderas del barranco de Las Nieves, talas que sirvieron además para despejar el frente vulnerable del castillo. El castillo de Odón, conforme a las técnicas vigentes y al carácter esencialmente defensivo con que fue concebido, dispuso de gruesos y muy robustos muros de trece pies de grosor, construidos en mampostería de granito encintado con trozos de carbón de fragua, tipo segoviano, rellenos de cascote y piedra suelta. Aunque siempre se ha relacionado la construcción de esta fortaleza con el aprovechamiento estratégico del cerro para emplazar un bastión defensivo contra los posibles ataques de los moros del Guadarrama, la verdadera razón no fue otra que el deseo de don Andrés de Cabrera de afirmar un dominio señorial cuestionado por sus súbditos con una fortificación imponente, que fuera capaz por sí sola de expresar el creciente poder del encumbrado matrimonio en el contexto político de finales del siglo XV. Este argumento viene avalado documentalmente por las quejas y denuncias de la población odonense contra la construcción de una fortaleza que veían como una merma de sus libertades.6 Años después, Carlos I concedió, por Real Cédula (9-05-1520), el título de conde de Chinchón sobre el segundo mayorazgo fundado por don Andrés de Cabrera (4-08-1511), al tercero de sus nueve hijos: don Fernando de Cabrera y Bobadilla, dueño del castillo de Odón al hallarse en sus inmensos territorios. Don Fernando había sido fiel servidor de don Felipe el Hermoso y de doña Juana de Castilla, y había heredado de sus padres el señorío de Chinchón, la Alcaldía Perpetua de los Reales Alcázares de Segovia y la Tesorería de la Casa de la Moneda de dicha ciudad, y era además el cargo de comendador hereditario de Montemolín en la Orden de Santiago. Pero, naturalmente, no era bien visto por los segovianos, pues jamás habían olvidado que el estado de Chinchón procedía de territorios que habían sido arrebatados al Concejo de Segovia. La rebelión que encabezaron Toledo y Segovia contra el rey muy pronto se transformó en la guerra de las Comunidades. Los hermanos don Fernando y don Diego de Cabrera y Bobadilla, dignos sucesores del arrojo y decisión de sus padres los primeros marqueses de Moya, se destacaron en esta guerra civil por su inquebrantable lealtad a la corona. El conde de Chinchón participó con sus tropas en el auxilio al Alcázar y en la batalla de Villalar, contribuyendo a la victoria de las tropas reales; y su hermano don Diego pasó a la historia como el heroico defensor del Alcázar de Segovia frente a los comuneros de don Juan Bravo. Pero en esta guerra que ensangrentó los campos de Castilla también podría distinguirse otra guerra muy particular entre la Segovia y el condado de Chinchón. Sólo el encumbramiento de los Cabrera y Bobadilla en 1480 en perjuicio de los sexmos de Casarrubios y Valdemoro, propiedad del Concejo de Segovia, nos permite explicar el furor terrible de los comuneros de la Ciudad del Acueducto cuando en 1521 pabellón de caza de los borbones 44 fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón 2.— El territorio segoviano se estructuraba jurídicamente en una división administrativa y fiscal, cuyas unidades se denominaban sexmos y cada una comprendía una agrupación de pueblos asociados para su defensa y administración de bienes comunes. Todos los sexmos estaban unidos bajo la autoridad y protección de la ciudad de Segovia, que llegó a dominar en once sexmos con gran número de poblados, algunos bastante distantes de la ciudad y en zonas hoy comprendidas dentro de las provincias de Madrid y Toledo. La villa de Odón pertenecía al sexmo de Casarrubios. 3.— Para mayor información sobre las distintas denominaciones, puede consultarse: Ignacio González-Varas Ibáñez y Guillermo Gonzalo Calleja Leal, op. cit., págs. 136-139 y 184. 4.— El expolio de las posesiones segovianas provocó protestas y ruidosas algaradas. Se vistió de luto el pendón municipal y, como demostración de agravio, se efectuaron hogueras y se estrellaron cántaros sobre los lugares designados para los pregones. El 23 de junio, el Concejo acordó que «el día de San Juan nadie se divierta, ni se mude de ropa, ni vista galas, ni barra la calle, ni pongan lámparas ni colgaduras». Dos días después se proclamó la reclamación «a Dios y a los reyes», cuyo texto decía: «Cuando los reyes y señores naturales toman a alguno lo suyo sin justicia, con daño de la corona real, es mejor remedio que el agraviado tiene, después de reclamar, es quejarse a Dios y al mundo, y procurar lo más eficaz que pudiere para lograr defenderse de lo que le despojaron y hacer valer su derecho». Ramón de Cea, Segovia. Historia y leyendas, Segovia, 1985, págs. 87-88. 5.— Este pleito terminará en mayo de 1593 por una concordia firmada entre el Concejo de Segovia y don Diego de Cabrera y Fernández de Bobadilla, tercer conde de Chinchón. del río, a la que se puede acceder por el Camino de los Pinares que desde Villaviciosa de Odón se dirige hacia el Sudoeste. Pero el baluarte que aquí nos interesa es el actual castillo, una de las últimas fortalezas de tipo señorial que se levantaron en España, ya que fue construido en 1496 por don Andrés de Cabrera y doña Beatriz Fernández de Bobadilla, primeros marqueses de Moya y antepasados de los condes de Chinchón. Reinaban entonces sus señores los Reyes Católicos. Reunidas las Cortes del Reino en Toledo, los Reyes Católicos expidieron una Carta de Provisión (5-06-1480) por la que se segregaron 1.200 vasallos de los sexmos de Segovia2, quedando incorporados a la corona de Castilla y León. Para reunir ese número de vasallos fueron segregados 756 del sexmo de Valdemoro y 444 del sexmo de Casarrubios (al que pertenecía Odón), lo que mermó en gran medida el poderío de Segovia. Un mes después, los Reyes Católicos expidieron en dichas Cortes un Privilegio Real (5-07-1480) donando dichos territorios de la corona al matrimonio Cabrera y Bobadilla, en recompensa a sus numerosos e importantes servicios prestados. Luego, los reyes les confirieron además el título de primeros marqueses de Moya (14-07-1480), el primer marquesado que concedieron, condicionado a la obligación de tener que llevar sus sucesores los apellidos unidos de Cabrera y Bobadilla, muestra inequívoca de la gran estima que sentían los reyes hacia ambos. Y finalmente, tales mercedes fueron completadas (20-07-1480) con Privilegio Perpetuo por juro de heredad, y licencia para edificar en aquellas posesiones una o más fortalezas. Don Martín de Alarcón, comendador de Membrilla, fue designado por los marqueses de Moya para realizar la ceremonia de toma de posesión de todos estos territorios (6/12-07-1480). Del sexmo de Valdemoro quedaron para los marqueses, la Villa de Chinchón y otros poblados más, como San Martín de la Vega, Bayona (hoy, Titulcia) y Ciempozuelos. En cuanto al sexmo de Casarrubios, pasaron también a su propiedad: Moraleja de Enmedio, Moraleja la Mayor, Serranillos, la Cabeza, la Zarzuela, Tiracentenos, Sacedón, Cienvallejos, Odón, la Veguilla, Sagrilla, Brunete y Quijorna. Odón tenía entonces sólo 88 vecinos. Conviene aclarar que los dos primeros documentos que aluden de forma expresa a la localidad actual de Villaviciosa de Odón, la denominan Odón (22-02-1459 y 15-04-1477). A partir del siglo XVI se denominó Villaviciosa y Villaviciosa de Odón, indistintamente. Y finalmente, por Real Cédula de 1754, Fernando VI otorgó a la localidad la condición de Real Sitio y su actual nombre de Villaviciosa de Odón.3 Esta donación de los Reyes Católicos a sus dos fieles servidores, produjo una enorme y lógica irritación en el Concejo de Segovia, dado el perjuicio causado a la Comunidad y Tierra de Segovia por la pérdida de tales posesiones territoriales.4 Unos días antes, el Concejo había presentado una demanda ante la Real Chancillería, (25-06-1480) dando inicio a un pleito contra los marqueses de Moya y sus descendientes, los condes de Chinchón, que durará más de cien años.5 Por último, tan sólo añadir que algunos de los lugares mencionados del sexmo de Casarrubios estarán años después bajo la jurisdicción de Odón, cuando dicha villa sea cabeza de partido en la estructura del mayorazgo de Chinchón en 1505 y más tarde del condado de Chinchón en 1520; y que Sagrilla, Sacedón (desaparecido por quedar despoblada durante la guerra de la Independencia) y Cienvallejos, aún hoy permanecen dentro del propio término municipal de Villaviciosa de Odón. Merced al mencionado Privilegio Perpetuo (20-07-1480), los marqueses de Moya muy pronto decidieron erigir una fortificación en sus dominios de Odón. En el Libro de Acuerdos del Ayuntamiento de Madrid hay tiene constancia de que los vecinos de Odón en 1494 «otorgaron petición para Sus Altezas para que manden pesquisidor que aclare la raya e renueve los mojones dentre Segovia en los lugares de Odón e La Veguilla, lugares del marqués de Moya que antes fue- 6.— Los marqueses de Moya fundaron el mayorazgo de Chinchón ante el notario don Alonso de Mármol (27-06-1505), a partir de las concesiones de Moya otorgadas por los Reyes Católicos (20-07-1480) en las Cortes de Toledo. El mayorazgo, aunque menos importante que el señorío de Moya, tenía una gran extensión y en sus vastos territorios había varias fortalezas de distintas categorías y de porte militar, según las tierras que debían proteger, y entre ellas, la de Odón. 7.— Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España, hechas por iniciativa de Felipe II, Madrid, editadas y anotadas por Carmelo Viñas y Ramón Paz, 1949, pág. 553. 8.— El retraso de la reconstrucción de los castillos de Odón y Chinchón no ha sido aún explicado. El de Odón permaneció en ruinas durante más de sesenta años. Pensamos que los dos primeros condes de Chinchón, don Fernando y don Pedro Cabrera y Bobadilla, prefirieron reconstruir y habitar antes el de Chinchón por hallarse más próximo a Toledo, lugar donde residía temporalmente la corte durante el reinado del emperador Carlos V. La reconstrucción del castillo en el siglo XVI. De fortaleza a castillo palacio renacentista Por suerte, la devastación del castillo de Odón sólo fue parcial y muy especialmente en su interior, pero a pesar de su abandono pudo mantenerse en pie gracias al grosor y la robustez de sus muros perimetrales. Aunque en las mencionadas Relaciones consta que en 1578 se hallaba en ruinas, don Diego de Cabrera y Bobadilla, tercer conde de Chinchón, decidió reconstruirlo pocos años después, en 1583.8 Don Diego fue un hombre excepcional en su tiempo y Felipe II le tuvo en gran estima. Se distinguió en la batalla de San Quintín combatiendo en el famoso Tercio de Navarrete, constituido sólo por españoles; fue confirmado en todos los cargos de su padre al fallecer en 1575 (alcaide y guarda mayor de los Reales Alcázares y Puertas de Segovia, tesorero perpetuo de su casa de la Moneda y su alférez mayor; y además, fue tesorero general de la Corona de Aragón, miembro del Consejo de Estado y mayordomo mayor de su majestad católica Felipe II, miembro del Consejo de Arquitectura y encargado de fiscalizar la obra del monasterio de El Escorial; y finalmente, embajador de España en Roma y en Viena. Y además, poseyó una gran cultura, estuvo muy versado en las artes y fue un consumado experto en fortificaciones. Desde que Antonio Ponz escribió su Viaje por España (1947), se ha venido repitiendo que el tercer conde de Chinchón encargó la restauración del castillo a Juan Herrera por el aire escurialense de su puerta principal, su patio y su sencilla y a la vez imponente escalera de honor. Aunque también no han faltado quienes han asegurado que el proyecto de reconstrucción fue de su discípulo Francisco de Mora o incluso de Bartolomé de Elorriaga. Sea quien fuere, se trató sólo de la reconstrucción del interior, ya que la reconstrucción de sus muros y torres son obra posterior y, aunque de clara raíz escurialense, muy alejada de Herrera y Mora. La unidad de su conformación arquitectónica y su integridad constructiva demuestran que los trabajos de reconstrucción de la fortaleza odonense se realizaron en un mismo golpe constructivo, con suma rapidez y como resultado de una única traza. Como los comuneros habían devastado el interior, pero no pudieron hacer lo mismo con sus recios y gruesos muros, la obra de don Diego tuvo que reducirse sólo a la reparación general del castillo y a organizar su interior como palacio a su gusto y al uso de la época renacentista, aunque naturalmente dentro del escaso margen que le permitían los descomunales muros que hoy asombran a los visitantes e investigadores que acuden a nuestro Archivo Histórico del Ejército del Aire. Así, el castillo no perdió en modo alguno su imponente aspecto exterior de castillo fortificado, con detalles arquitectónicos que nos remiten a la época de las fortificaciones y baluartes 47 medievales, como la barbacana avanzada y el remate almenado del castillo acompañado del adarve o camino de ronda, que le dan la fisonomía que pudo tener en su origen. Pero a su vez adquirió otros detalles propios de un palacio renacentista. En definitiva, que el castillo fortificado y en ruinas se transformó en una castillo palacio al uso renacentista, según los gustos de su dueño y de su época; aunque este peculiar carácter híbrido, aunque de personalidad muy marcada, hizo que Antonio Ponz en su Viaje por España (1947) hablara del mismo como si fuera un «castillo simulado»9. Conviene destacar que, naturalmente, la propia estructura arquitectónica del castillo no sólo se mantuvo y condicionó esta restauración emprendida por su dueño, sino asimismo todas las limitadas reformas que ha tenido el edificio a través de sus distintos usos en su larga historia, como también el que su fisonomía arquitectónica se haya mantenido hasta la actualidad. Así lo demuestra el proyecto del ingeniero florentino Vincenzo Casale, realizado en 1589 y conservado en la Biblioteca Nacional, salvo que ofrece una serie de soluciones distintas en las zonas del interior: la escalera principal, el patio, el zaguán y poco más. Cabe destacar que en los dibujos de Casale vemos que la forma de la planta que dio a la arquería del nuevo patio que propone, que es ligeramente octogonal, esto es, se trata de una forma rectangular con esquinas en chaflán. Pero esta solución poco ortodoxa, aunque adecuada al «viejo» patio y que tenía esa forma, no satisfizo y por ello otro maestro insertó allí la actual arquería de planta rectangular. Así pues, el zaguán o vestíbulo queda convertido en un sencillo y rápido distribuidor al comunicar la entrada, el patio y la escalera. Con razón, Pedro Navascués Palacio manifiesta que las soluciones de Casale «eran de mayor interés y hubieran dado lugar a un interior manierista de clara ascendencia romana»; y añade que «parece casi vulgar pese a la nobleza de la fábrica de granito que recuerda sin duda cosas vistas en El Escorial, pero no tanto a las trazas de un Herrera o un Mora, como a las soluciones constructivas del monasterio (escalera principal, luces y derrames en los gruesos muros de la torre de homenaje, etc.), recordándolas también por el modo de labrar la piedra, pues no en vano aquí trabajó Elorriaga, uno de los canteros más sobresalientes del monasterio filipino»10. Además, pese a su interés, se trata de un patio porticado que resulta algo débil y de carácter ajeno a Herrera, aunque concebido y ejecutado por alguien formado en el ámbito escurialense, «al igual que sucede con la puerta principal que, por cierto, sustituye sin duda a una anterior medieval, según deja ver claramente el aparejo del muro en el que se incorpora»11. El infante don Felipe de Borbón y Farnesio, conde de Chinchón y dueño del castillo Los días de máximo esplendor de Villaviciosa de Odón y su castillo tuvieron lugar en el siglo XVIII, que fue cuando quedaron vinculados a los Borbones como lugares de asueto y práctica del arte venatoria, ya que los Borbones de España siempre han sido muy aficionados a la caza como lo habían sido antes los Habsburgo. Pero suele llamar la atención el interés que mostraron los Borbones por la localidad y su castillo, cuando en realidad no guardaba el menor parecido con otros Reales Sitios, como Aranjuez, que disponía de un magnífico palacio, grandes jardines, fuentes, teatro, música y ricos salones. Además, el célebre cantante y coreógrafo Carlo Brosci Farinelli y el marqués de la Ensenada habían armado allí la singular Flota del Tajo para la real diversión en la primavera de 1754, en mismo año en que Fernando VI concedió a Villaviciosa la condición de Real Sitio. ¿Qué podía entonces ofrecer Villaviciosa a los Borbones y a Fernando VI en particular? Pues tan sólo el castillo y sus bosques como pabellón de caza, la tranquilidad del lugar y la hospitalidad proverbial de sus vecinos. Sólo el extenso bosque de la hoy llamada Casa de Campo, que era coto y propiedad de la corona, como también el Palacio de El Pardo, que era un magní- pabellón de caza de los borbones 46 fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón atacaron, saquearon e incendiaron los castillos de Seseña, Chinchón y Odón, pertenecientes al estado de Chinchón; al igual que saquearon y destruyeron las haciendas y pertenencias de don Diego de Cabrera. El castillo de Odón quedó en ruinas como los de Seseña y de Chinchón, y pasarán los años y la fortaleza continuará en completo estado de abandono. Tenemos constancia de que hubo una atalaya avanzada situada a un cuarto de legua del castillo en dirección a Boadilla que fue destruida hasta sus cimientos, porque en las Relaciones ordenadas compilar por Felipe II correspondientes a los pueblos vecinos (de Odón no se han conservado) se menciona la existencia de «otra fortaleza muy fuerte»: «[…] a los 20 e 9 capítulos dixeron que saben y lo han visto y es notorio que en la Villa de Odón, que es del dicho Conde de Chinchón, su señor, está derribada una fortaleza y lo han visto y es notorio que derribaron los Comuneros de la ciudad en tiempo de las Comunidades, que fue en el año de quinientos e veinte e uno, e lo mismo se dice haber derribado otra fortaleza muy fuerte en la Villa de Odón, los dichos Comuneros en el dicho tiempo y esto es público y notorio e común opinión»7. 9.— Antonio Ponz, Viaje por España, vol. VI, Madrid, Aguilar, 1947, pág. 150. 10.— Pedro Navascués Palacio, «Villaviciosa, la última morada», Un reinado bajo el signo de la paz. Fernando VI y Bárbara de Braganza. 1746-1759, Madrid, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Secretaría de Estado de Cultura, Secretaría General Técnica, 2002, pág. 377-378. 11.— Ibíd., pág. 378. Hoy observamos troneras cegadas y vanos desaparecidos en sus muros, lo que prueba que hubo una organización anterior al siglo XVI que era distinta en huecos y alturas. 49 de Chinchón para que enviaran representantes a la toma de posesión del mencionado obispo de Málaga, celebrada en la Villa de Chinchón. En el documento correspondiente a Odón, conservado en el Archivo Municipal, puede leerse que va dirigido «a los Alcaldes de Villaviciosa» y, al final del mismo, dice: «la posesión del Estado se tomará el próximo martes, pueden tener vuesas mercedes, aquel día, su función de fuegos y novillos»16. Un año después, por Real Provisión de 1739, se inició una ampliación importante de los límites del territorio de la Villa de Odón y que vino a coincidir, con bastante aproximación, al actual término municipal de Villaviciosa de Odón. Para señalar la nueva demarcación se designó a don Esteban de Cáceres, quien citó a las autoridades de Boadilla, Brunete y Sacedón para acordar dichos límites y establecer los mojones correspondientes. El trabajo se realizó en tres días, y volviendo cada día al castillo como punto de partida, no realizándose por tanto en continuo redondel.17 El castillo de Villaviciosa de Odón convertido pabellón de caza de los Borbones Los Borbones nunca hicieron obra gruesa en el castillo de Villaviciosa, por lo que su arquitectura siguió siendo la misma del siglo XVI. Pero sabemos que cuando Felipe V adquirió en propiedad el estado de Chinchón (1738) a nombre de su hijo don Felipe, el castillo palacio no reunía aún condiciones para ser pabellón de caza. De ahí que en 1739 su nuevo propietario quisiera convertirlo en un verdadero château francés, con su casa de oficios y caballerizas, todo ello inserto en magníficos jardines al modo dieciochesco. El proyecto fue encargado al arquitecto italiano Giovanni Battista Sacchetti en febrero de 1739, cuyo plano, fechado en 20 de abril de 1739, se conserva en el Archivo Geográfico del Ejército.18 Aquellos días fueron de gran actividad proyectiva y constructiva para Sacchetti, ya que además de atender a otros reales sitios, hacía un año que había puesto la primera piedra del Palacio Nuevo de Madrid, y precisamente de aquel taller salió sin duda el proyecto para Villaviciosa. De acuerdo con su proyecto, como señala Pedro Navascués, el castillo es el centro de una disposición cruciforme rigurosamente axial y equilibrada, aparentemente igual pero con diferentes significados, todo dentro de un cerramiento de clara estirpe barroca en el que se perciben ciertos rasgos que recuerdan a Pedro de Ribera en el perfil mixtilíneo que dibuja en planta el perímetro de la cerca. En castillo planteaba las mismas cuestiones que a Casale en el siglo XVI. Siendo imposible modificar el punto de partida, Sacchetti (o el autor del proyecto si fue otro) se limitó a centrar la entrada principal en la fachada, haciendo de su crujía un importante zaguán que salía al eje del patio, manteniendo la distribución interior existente y llevando la capilla al torreón oriental. Todo lo demás permanecería igual que antes. El gran cambio del proyecto es la ordenación del entorno con un bellísimo jardín cuyo eje enfilaba, a los mismos pies del castillo y partiendo de la población, las caballerizas con su patio, fuente y viviendas, todo ello muy cerca de Villaviciosa y frente a las antiguas caballerizas. A continuación, un primer espacio arbolado centrado por una glorieta con ocho paseos que parten de aquí de forma radial; luego una segunda glorieta en la que se cruzan dos ejes, sirviendo el menor para la entrada de los carruajes que venían de Madrid; y desde aquí se entraba en la plaza del palacio por la puerta principal, que contaba con dos fuentes murales a un lado y a otro, y donde cabe preguntarse si la actual Fuente de los Caños con un hermoso escudo simplificado que se ha atribuido a Ventura Rodríguez es una de las fuentes que figuran en el plano. Por detrás del edificio continuaba la mayor longitud de este eje mayor, enfilando el «jardín principal con sus estanques» y el «Compartimiento de Carpo con su gran estanque», dejando oculta al final la noria que permitía regar los jardines y alimentar los estanques. En la cerca inmediata se abría pabellón de caza de los borbones 48 fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón 12.— Doña Isabel de Farnesio siempre desdeñó a sus dos hijastros. No fue una madre amorosa con sus seis hijos, pues dedicó su tiempo y energías en intrigas políticas para forjarles un brillante porvenir. Se casó con Felipe V gracias a las gestiones de Julio Alberoni, cardenal italiano y obispo de Málaga, al quien hizo primer ministro y en quien se apoyó para que orientara la política española a recuperar los territorios italianos perdidos en Utrecht (1713). Así pudo dar a su hijo don Carlos el reino de Nápoles y Sicilia (Carlos VII de Nápoles, futuro Carlos III de España); y a su hijo, don Felipe, el ducado de Parma (Felipe I). 13.— La pignoración de títulos nobiliarios con autorización real existía desde el siglo XIII y será bastante común durante los siglos XVIII y XIX. En dichas compraventas, el título o dignidad podía o no variar de denominación; y en este caso, el condado de Chinchón y sus dominios la conservaron. 14.— Este documento trata del reconocimiento oficial de los cargos y oficios del Concejo de Odón y de la declaración de fidelidad y vasallaje de los mismos al titular del estado de Chinchón. Antonio Pardo Riquelme, Breve historia de Villaviciosa de Odón, Villaviciosa de Odón, Asociación Cultural Círculo de Opinión, 1998, págs. 40-41. 15.— Don Miguel Herrero de Ezpeleta, administrador del Obispo don Gaspar de Molina y Oviedo, gobernador general del Estado de Chinchón, residió en el castillo de Villaviciosa, al que llamaba Palacio. Don Miguel era el hombre de confianza del gobernador general y del conde de Chinchón y se titulaba como «único poder aviniente general de S.A. D. Felipe para el gobierno universal de sus Estados y Hacienda», tal como consta en documentos conservados en el Archivo Municipal de Villaviciosa de Odón y en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid (en lo sucesivo, A.R.C.M.). fico pabellón de caza, se hallaban más próximos que Villaviciosa del Palacio del Buen Retiro y del Palacio Nuevo de Madrid. Por tanto, si lo que los Borbones pretendían era pasar un breve tiempo de caza y descanso, y sobre todo, cuando se trataba de una única jornada, los palacios de Aranjuez, La Granja de San Ildefonso y Riofrío les resultaban demasiado distantes. ¿Cómo se produjo la estrecha vinculación de Villaviciosa de Odón y su castillo con la nueva dinastía reinante? La clave estuvo en la nueva orientación de la política de España en Italia y en la obsesión de la reina doña Isabel de Farnesio en dar tronos, títulos y privilegios a sus hijos, pues al tener su marido Felipe V dos hijos de su primer matrimonio con doña María Luisa Gabriela de Saboya, don Luis y don Fernando, parecía imposible que cualquiera de sus hijos pudiera ser rey de España.12 Aunque luego sucedió que Luis I y Fernando VI murieron, respectivamente, en 1724 y 1759, quedando el trono para su hijo don Carlos (Carlos III). Cuando Felipe V y su esposa doña Isabel de Farnesio consiguieron en 1734 el trono de las Dos Sicilias para su hijo el infante don Carlos, que se convirtió en Carlos VII de Nápoles, aún no habían podido darle ninguna posesión a su hijo el infante don Felipe. El destino quiso que don Juan Jorge Sforza y Conti, décimo conde de Chinchón (descendiente del primer conde por línea femenina), residiera en Italia y careciera de interés por su condado, por los que lo puso en venta. Fue entonces cuando el rey don Felipe no dudó en facilitar a su hijo don Felipe el dinero para su compra y contentar de paso a su esposa, siempre preocupada por el medro de sus hijos. El título condal de Chinchón, concedido por Carlos I (9-05-1520) en las Cortes de La Coruña a don Fernando de Cabrera y Bobadilla, tercer hijo de los primeros marqueses de Moya, fue vendido por su titular a don Felipe de Borbón y Farnesio, pasando por tanto a uno de los miembros de la Familia Real de España. Como para la compraventa del título y los dominios territoriales, fortalezas y bienes anejos resultaba preceptiva la autorización real, Felipe V la concedió en octubre de 1738. Acto seguido, el marqués de Moya, descendiente directo de don Andrés de Cabrera y de doña Beatriz Fernández de Bobadilla, interpuso en vano un recurso contra dicha concesión real aduciendo que su antepasado el primer marqués de Moya había fundado el mayorazgo de Chinchón (4-08-1511), sólo para personas de su linaje; por o que tanto el título como las posesiones y bienes del estado de Chinchón iban unidos a los llamados a sucesión.13 Don Felipe, el nuevo titular del condado había nacido en el Palacio del Buen Retiro (15-03-1720), en Madrid, estando en posesión de las dignidades siguientes: infante de España; caballero de las Órdenes del Toisón de Oro, Santo Espíritu, San Juan de Jerusalén y Calatrava; y, además, almirante general de España. Un documento del Archivo Municipal de Villaviciosa de Odón (octubre, 1738) referente al condado de Chinchón dice que «su alteza el Serenísimo señor Infante D. Phelipe ha comprado con sus propios caudales»14. Esta expresión afirma que la adquisición del condado se hizo con fondos aportados por su padre; es decir, que el rey aprobó la compraventa y puso el dinero en nombre de su hijo, por lo que él fue el verdadero comprador. Por otra parte, aunque suponemos que al principio, el infante debió de ilusionarse con su nuevo título nobiliario, sus dominios, fortalezas y bienes anejos; no hay duda que Felipe V mostró un interés muy especial y aún mayor que su propio hijo, ya que él personalmente se hizo cargo del estado de Chinchón y, por supuesto, del castillo de Villaviciosa. Prueba de ello fue que el propio rey fue quien inmediatamente nombró gobernador general del condado a don Gaspar de Molina y Oviedo, obispo de Málaga y comisario de la Bula de la Santa Cruzada, como consta por Real Cédula (30-10-1738) y que fue comunicada al Concejo de la Villa de Odón. A partir de entonces, el gobernador general actuó como representante del infante don Felipe, undécimo conde de Chinchón. Don Miguel Herrero de Ezpeleta, administrador del nuevo gobernador general,15 envió unas instrucciones, con la misma fecha, a los concejos del condado 16.— Antonio Pardo Riquelme, op. cit., pág. 41. Como puede comprobarse, ya por entonces los toros y la pólvora estaban asociados a las fiestas odonenses, por lo que puede afirmarse que, al menos, tienen más de dos siglos de tradición popular en la localidad. 17.— Los mojones que se citan son: La Cabezuela, La Veguilla, Cerro de Valdelices, La Revierta, ermita de San Babilés, Val de Borregas, Cerro de Barcelona, Arroyo Pastores, Vereda de San Antón, Cuesta de la Plata, Monte de Romanillos, el puente de madera a Brunete, Cerro del Tejar, río Guadarrama, Arroyos de la Barranca, Cerro de las Nieves, Pinares Llanos, La Cañada, Vereda Soto Redondo, Calatalifa y desde aquí a Sacedón cruzando el río Guadarrama por un lugar llamado Los Frontales. Como puede comprobarse, hay lugares que aún hoy conservan el mismo nombre de entonces. 18.— El proyecto no está firmado. Se ha relacionado con Sacchetti y Juan Román; pero no pudo ser de Juan Román, maestro mayor de Obras Reales porque falleció meses antes de la fecha del proyecto. Giovanni Battista Sacchetti sucedió a Juan Román en el cargo de maestro mayor, y aunque por entonces aún no tenía la plaza, se le consideraba arquitecto mayor. Pedro Navascués Palacio, op. cit., págs. 379-380. 51 Al fallecer el emperador Carlos VI (1740), estalló la guerra de Sucesión austriaca y España se alió a Francia contra Austria e Inglaterra. Fue la situación que tanto había esperado la reina doña Isabel de Farnesio para emprender su lucha por Italia, interrumpida por la Paz de Viena (1733). La coalición antiborbónica entre Inglaterra, Austria y Cerdeña produjo un estrecho acercamiento entre Francia y España que culminó con el Segundo Pacto de Familia (25-10-1743), comprometiéndose Luis XV a entrar en guerra contra Inglaterra y Cerdeña y a apoyar la conquista de Milán, Parma y Piacenza para el infante don Felipe de Borbón y Farnesio. Aunque no pudo quebrarse el dominio marítimo británico en el Mediterráneo, el infante don Felipe entró en Milán (1745), tras vencer al ejército sardo-austriaco, lo que no impidió que los españoles tuvieran que abandonar la Lombardía poco antes de la muerte de Felipe V (9-07-1746). Dos días después, don Fernando de Borbón y Saboya fue solemnemente proclamado rey de España con el nombre de Fernando VI en el Palacio del Buen Retiro. A la muerte de su padre, el infante don Felipe dispuso la celebración de misas fúnebres en Odón, Chinchón y otras localidades de su Condado. Pero la muerte de Felipe V no impidió que los españoles continuaran combatiendo, con poco éxito, en la guerra de Sucesión austriaca que terminará con la Paz de Aquisgrán (1748). El gran ducado de Toscana y los ducados Parma y Piacenza, a los que se añadió el de Guascalla, pasaron al infante don Felipe de Borbón y Farnesio, conde de Chinchón.23 Como el infante don Felipe estableció su residencia en Parma (1748), que era entonces un estado «satélite» de Nápoles, centró su atención a partir de entonces en los intereses políticos de los Borbones en Italia, y máxime cuando Carlos VII de Nápoles, su hermano mayor, era rey de las Dos Sicilias desde 1734.24 Casado con doña Luisa de Borbón, primogénita de Luis XV, la corte de Parma se convirtió en una pequeña Versalles por su protocolo y costumbres, y sobre todo por el uso del francés como lengua común. Los duques contrajeron deudas y compromisos que agotaron su exiguo Erario, viéndose en la necesidad de solicitar ayuda económica con cierta frecuencia a Fernando VI, aunque nunca le correspondieron con el debido agradecimiento.25 Pero tampoco él lo esperaba y adoptó una postura siempre respetuosa ante la voluntad de su padre, como también ante las costumbres e intereses familiares. En cuanto al condado de Chinchón, don Felipe lo conservó durante el reinado de Fernando VI (1746-1759), pero se limitó prácticamente a percibir las rentas que le enviaba el gobernador general. Había perdido por completo todo su entusiasmo por el condado que le había comprado su padre, quien había sido el más interesado en su conservación; por lo que al fallecer Felipe V, su hermano don Luis Antonio de Borbón y Farnesio fue quien más visitó sus posesiones y muy especialmente sus cotos de caza. Felipe V había comprado el título de conde de Chinchón a su hijo don Felipe, pero como gran entusiasta de la organización de cacerías y excelente cazador, quiso también que el castillo de Villaviciosa de Odón se convirtiera en pabellón de caza de su Real Familia; y por ello creó el llamado «Real Bosque de Villaviciosa»26. Sus dimensiones eran enormes, razón por la que los vecinos de los pueblos limítrofes de Villaviciosa de Odón, Boadilla, Sacedón, Móstoles y Alcorcón lo consideraron como la causa principal de su empobrecimiento. Por ello, años después enviaron un informe al marqués de la Ensenada (9-02-1749), a través del cual solicitaron a Fernando VI su intervención para que ordenara la anulación de los límites impuestos a la caza mayor y menor en el Real Bosque y se abriera el territorio comprendido dentro de sus cotos para convertirlo en tierras de pasto y de labor. Pero además, en su informe se recoge también su queja debido a la «perpetua ausencia del Infante» don Felipe, que ya era duque de Parma en 1748 (duque soberano desde 1751) y por tanto había fijado allí su residencia, delegando el uso de sus propiedades en su hermano menor el infante don Luis Antonio, quien «se había agradado del Bosque para su diversión». pabellón de caza de los borbones 50 fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón 19.— En el plano se detallan los usos de cada estancia: «Despensa, cocina, leñera, fregadero, pieza del aparador, cuarto del mayordomo, vivienda del cocinero, repostería, sausería, frutería, panetería, oficio de caba, vivienda de cocineros, cuartos de oficios, pórtico con capilla y escalera que conduce a los sótanos, y cuarto de hujier de oficios». Ibíd., pág. 387. 20.— Ibíd., págs. 380-381. 21.— Ibíd., pág. 382. 22.— El orden heráldico de los escudos del Palacio Real Nuevo quedó restablecido según el relabrado propuesto por el escultor Giovanni Domenico Olivieri, lo que supuso el mayor ahorro posible. una nueva puerta para salir hacia Madrid, permitiendo llegar directamente a palacio sin recorrer el amplio paseo exterior que circunda el conjunto y del que parten radialmente «calles exteriores que conducen a barias partes». En el eje menor o transversal se proyectó una casa de oficios y un jardín cerrado, a un lado y otro respectivamente del palacio y ambos en un nivel inferior claramente diferenciado, puesto que el enclave medieval del castillo exigía una cota alta cuya diferencia era necesario resolver mediante varios y bellos juegos de escaleras para comunicar los distintos niveles. La casa de oficios responde a un planteamiento rígido y funcional muy bien resuelto en torno a un patio principal mirando a palacio, donde estará el «alojamiento de Señores, y demás Ofiziales», y segundo patio de oficios, además de otros dos laterales, en los que se situarían todos los llamados «oficios de boca», además de las viviendas de sus empleados y la capilla.19 Además, esta casa de oficios se unía al castillo palacio por un «paso subterráneo para llebar las viandas al Castillo», siendo este asunto de los oficios de boca lo que tanto preocupará durante la estancia de Fernando VI en Villaviciosa (1758-1759), al ser muy difíciles de distribuir en el interior del edificio. Al otro lado, haciendo pendant con la casa de oficios, se ideó un jardín bajo y cerrado en torno a un estanque con su fuente, de parterres muy abiertos y sinuosos, de carácter rococó y del mismo tipo que los del jardín principal y de los cuatro que se proyectaron frente a los torreones. Finalmente, el proyecto señala la conducción de agua dulce al castillo y casa de oficios, así como un arroyo paralelo a la posesión.20 Todo este gran proyecto no se hizo en el exterior del castillo o al menos nada ha quedado, salvo quizás la citada Fuente de los Caños, ya que todo ello hubiera exigido una importante obra de explanación que hubiera modificado la topografía del lugar. Además, en un hermoso cuadro de la serie Vistas de Villaviciosa de Odón, pintada por Francesco Battaglioli un año después de la muerte de Fernando VI por encargo de don Joaquín Olivares de la Moneda, marqués de Villacastel de Carrias y que había sido mayordomo del rey, muestra con claridad la distante soledad del castillo dominando la rica Huerta del Condado, una segunda huerta también cerrada y las edificaciones del pueblo donde destacan la iglesia parroquial de Santiago y el convento de San Gil. Eso fue lo que vería Fernando VI desde las ventanas y balcones del castillo. Pero aunque el proyecto finalmente no se ejecutó, el interior del castillo palacio tuvo que ser necesariamente acondicionado ante las visitas de don Fernando de Borbón y Saboya, como príncipe de Asturias y como rey, entre 1739 y 1749. Aunque se desconoce cómo eran en realidad las estancias de su propietario, el infante don Felipe, y a pesar de su prolongada ausencia por haberse marchado a Italia, podemos advertir una presencia manifiesta en el magnífico escudo en piedra que colocó en la fachada principal del castillo. El escudo completo está arropado por una barroca tarjeta análoga a las que guarnecen los escudos reales del reinado de Fernando VI en el Palacio Nuevo de Madrid, aunque anterior a ellos, ya que los dos collares de las órdenes del Toisón de Oro y del Espíritu Santo que rodean el escudo tienen una situación antigua; esto es, el collar y la cruz francesa quedan por fuera y envuelven a la del Toisón de Oro y éste al escudo.21 Precisamente tal preeminencia de la orden de Enrique III de Francia en los escudos dispuestos en las tres fachadas del Palacio Nuevo de Madrid originó ciertos problemas que fueron subsanados relabrándolos en 1750, quedando por fuera el collar del Toisón de Oro.22 Creemos oportuno añadir que al escudo del castillo de Villaviciosa hoy le falta la corona, rota en su momento como ocurrió con la de la hermosa Fuente de los Caños; y aunque nos ayudaría en su caso la que le correspondería a don Felipe de Borbón y Farnesio como infante de España, la cruz de la Orden de Santiago prueba de forma fehaciente su pertenencia. Además, si don Felipe fue nombrado duque de Parma en 1748 e incorporó las armas de su ducado italiano a las suyas propias, el no haberlo hecho en su escudo del castillo nos permite datarlo entre 1739 y 1748. 23.— Pero tal éxito tuvo como contrapunto el que no se recuperara Gibraltar y Menorca, y el mantenimiento de los gravosos tratados comerciales. 24.— Fernando VI falleció el 10 de agosto de 1759 en el castillo de Villaviciosa de Odón. En cumplimiento de su testamento, Carlos VII abdicó y dejó su trono italiano a su tercer hijo (Fernando IV), para reinar en España como Carlos III. Por tal circunstancia, don Felipe, duque de Parma, infante de España y undécimo conde de Chinchón, tendrá un mayor relieve en la política de los Borbones en Italia. 25.— La correspondencia entre Felipe I de Parma y Fernando VI ref leja que ambos mantuvieron una relación muy fría y distante. Fernando VI siempre consideró a su medio hermano un manirroto y a su cuñada como una frívola fille de France. José Luis, Gómez Urdáñez, Fernando VI, Madrid, Alianza Ediciones, 2001, págs. 133-134. 26.— El Real Bosque de Villaviciosa de Odón tenía una vasta extensión. Años después recibió el nombre de Los Testarales y hoy se conoce como Prado Redondo. 27.— Archivo General de Palacio. Fernando VI. Secretaría, Juntas y Consejos. Secretaría del Despacho (1746-1759), caja 416/9. Informe de don Miguel Herrero de Ezpeleta al marqués de la Ensenada (9-02-1749). 28.— La Fuente de los Caños está empotrada en un amplio lienzo mural y rodeada por cinco mojones en lazados con cadenas, formando éstas un semicírculo a su alrededor. Tiene además un magnífico escudo en el frontón, igualmente semicircular, y tres gruesos caños de agua. Los materiales de construcción son de fábrica de ladrillo en el muro soporte y los sillares de granito, en la fuente propiamente dicha. El escudo es de granito, lo mismo que los tres pináculos con bola que jalonan el remate mixtilíneo. El castillo de Villaviciosa de Odón durante el reinado de Fernando VI Don Fernando de Borbón y Saboya siempre fue consciente del enorme interés que puso padre en la compra del estado de Chinchón para su hijo el infante don Felipe de Borbón y Farnesio, como también en la idea de convertir el castillo de Villaviciosa en pabellón de caza familiar y lugar de recreo de los Borbones próximo a la corte de Madrid y sin su bullicio. Por ello, si bien comenzó su reinado el 9 de julio de 1746 y desde 1739 hasta febrero de 1749 sólo había visitado dos veces Villaviciosa de Odón, luego fue el rey que tuvo una mayor presencia en la localidad, que se llamaba indistintamente Villaviciosa y el primitivo Odón. Fernando VI amó tanto Villaviciosa que quiso ennoblecerla como Real Sitio y lo hizo por Real Cédula de 1754, ordenando además que a partir de entonces se llamara Villaviciosa de Odón, para dejar de manifiesto la feracidad de sus hermosas tierras y su abundancia de aguas, circunstancias que permitían que en su término de una extensión de 6.201 y media fanegas de tierras se cultivaran tres y media fanegas como huertas de regadío, que producían sus famosos y delicados fresones, frutas variadas, espárragos y hortalizas. Pero tan alta distinción implicaba su interés muy especial por el lugar, que incluía el castillo palacio como pabellón de caza familiar y el reconocimiento al trato amable y muy hospitalario de los lugareños. Por tanto, resulta más que probable que don Fernando visitara con cierta frecuencia el castillo, por su proximidad a la Villa y Corte de Madrid, y fuera una de las causas por las que eligiera el castillo como Real Residencia para pasar allí una temporada tras la muerte de su esposa en 1758, aunque luego se prolongaría y sería donde pasó el último año de su vida. Por otra parte, el monarca tomó la iniciativa y emprendió la restauración interior del castillo palacio de su hermano don Felipe, duque de Parma y conde de Chinchón, introduciendo algunas mejoras. Entre las mejoras realizadas, se acondicionaron varios dormitorios y una capilla en la primera planta, quedando ésta situada al final del primer tramo de la escalera principal. Con toda seguridad, las dependencias principales del castillo debieron de decorarse por entonces con preciosos estucos, mármoles y cuadros según los cánones neoclasicistas, lo mismo que la capilla; aunque no hayan quedado restos de nada de ello. Como resultado, el castillo-palacio conservó su aspecto exterior, y a pesar de la humedad y del frío, quedó acondicionado para convertirse en una villa de recreo y en pabellón de caza. Su situación apartada, aunque próximo a Madrid, la belleza de su entorno y la riqueza cinegética de sus bosques, hizo que muy posiblemente Fernando VI, y sobre todo el infante don Luis Antonio y Carlos III, pasaran allí temporadas de descanso y realizando jornadas de cacería. Fernando VI fue quien encargó la hermosa Fuente de los Caños, cuyas aguas procedían de un manantial de la Colina de la Atalaya donde se hallaba la Fuente de la Atalaya, a un cuarto de legua de la fortaleza, en dirección a Boadilla.28 Siendo colindantes la fuente, atribuida a Ventura 53 Rodríguez, y el edificio del castillo con el terreno conocido como Huerta del Infante, parece ser que todo formaba parte de los propios terrenos del castillo, que se extenderían hasta el lugar donde el arroyo de la Madre corta el camino de la Rinconada, y allí sería donde debía de empezar el pueblo de Villaviciosa de Odón. A la reina doña Bárbara de Braganza jamás le atrajo caza, dado que su estado de salud y su corpulencia no le permitieron realizar grandes caminatas ni tampoco el ejercicio violento, prefiriendo otras aficiones más acordes con sus gustos refinados y posibilidades. Sin embargo, sabemos que en 1754 acompañó a su marido en varias visitas a Villaviciosa de Odón por los cinco cuadros del mencionado pintor italiano Francesco Battaglioni, en los que los reyes aparecen acompañados por el cardenal infante don Luis Antonio de Borbón y Farnesio, futuro duo-décimo conde de Chinchón (ese mismo año abandonó el cardenalato), y también se aprecia el recibimiento que les brindaron los marqueses de Villacastel de Carrias, propietarios del palacete hoy conocido como Casa de Godoy. En el séquito de los reyes también figuran miembros del Concejo de Villaviciosa de Odón y su amigo y protegido el gran cantante de ópera Carlo Broschi Farinelli29. Don Luis Antonio de Borbón y Farnesio, a quien antes hemos mencionado varias veces, era el hijo menor de Felipe V y doña Isabel de Farnesio, y muy querido por Fernando VI, hasta el punto de acompañarle en todo momento hasta su muerte; aunque también hay que añadir que cumplía funciones de «espía» para su madre, exiliada en el Palacio de La Granja por el propio don Fernando, cansado de sus continuas conspiraciones políticas. Su vida hasta 1776 siempre estuvo muy vinculada al castillo palacio como pabellón de caza y al Real Bosque de Villaviciosa. Don Luis Antonio había recibido la mitra de Toledo a la edad de ocho años (1735), como administrador de los bienes temporales de la diócesis y no como arzobispo.30 Tres meses después, el Pontífice le nombró cardenal de la Santa Iglesia Romana, distinción honorífica que el papa podía dar a un seglar, siempre que se comprometiera a recibir la tonsura eclesiástica lo antes posible. Por si fuera poco, tras haber sido ordenado de primera tonsura, recibió también la administración de los bienes de la diócesis de Sevilla (1741), la más importante en España después de la de Toledo. Pero sucedió, que en plena juventud, el cardenal infante don Luis Antonio se despreocupó por completo de la administración de ambas mitras por carecer de vocación religiosa. Apenas pisaba Toledo y lejos de interesarse por la vida eclesiástica, sus aficiones eran muy especialmente la caza, la danza, la música, la mecánica, las Ciencias Naturales, la esgrima, los juegos de mesa, y lo peor aún en un eclesiástico: muy pronto se sintió atraído por las mujeres. De ahí que al cumplir los veintisiete años (1754), cuando Villaviciosa de Odón se convirtió en Real Sitio, comunicó a Fernando VI, que había decidido dejar el cardenalato y la administración de ambas diócesis. Tras adquirir su padre Felipe V el estado de Chinchón para su hermano don Felipe (1738) y sobre todo tras ser nombrado éste duque de Parma (1748), el cardenal infante don Luis Antonio había siempre aprovechado la menor oportunidad para huir de la corte de Madrid hacia el castillo palacio de Villaviciosa y su Real Bosque. Pero luego, una vez libre de sus obligaciones eclesiásticas (1754), participó más en la vida de la corte y convirtió prácticamente el castillo en su pabellón de caza particular, dejándose ver a menudo por Villaviciosa de Odón acompañado de un séquito de amigos y servidores. El Real Bosque se convirtió en su lugar favorito. Así pues, como era de esperar en su caso, el infante don Luis Antonio se convirtió con los años en un bon vivant, dedicándose especialmente a la caza, al estudio de los pájaros y al galanteo cortesano, y descuidando su formación intelectual, pese a que años después tendrá fama de ilustrado. Henry Swinburne, viajero inglés que le conoció, le describió como «un hombre alegre, compasivo, afable y siempre dispuesto a la chanza»31. 29.— Carlos Broschi Farinelli, del grupo de los castrati y con una voz prodigiosa, había deleitado en las cortes de Italia, Austria, Inglaterra y Francia, alcanzando la cúspide de su fama a los 32 años. Vino a España (1737) a instancias de doña Isabel de Farnesio, deseosa de hallar un remedio que mitigara la melancolía depresiva de su marido. Gozó de gran inf luencia durante los reinados de Felipe V, Luis I y Fernando VI. Ideó la construcción de un pequeño teatro para distraer a Fernando VI, que convirtió en el Teatro de la Ópera del Buen Retiro y del que fue nombrado director. Organizó las temporadas de ópera e hizo venir de Italia a los mejores cantantes y a los más famosos en coreografía, maquinaria y música, con lo que las representaciones en el Palacio del Buen Retiro rivalizaron y a veces superaron a las más afamadas de las cortes europeas. Durante los veranos, amenizó las jornadas que los reyes pasaban en Aranjuez organizando espectáculos y conciertos en los barcos (la famosa Flota del Tajo) y en las riberas del río. Con su presencia y su arte popularizó decisivamente la ópera italiana en España. 30.— Roma agasajaba con gracias similares a los miembros de las casas reales de las monarquías católicas y de las familias nobiliarias más notables. Como niño no podía ser ordenado sacerdote, como lo estableció el Concilio de Trento. A cambio de dicho cargo eclesiástico Felipe V reabrió la Nunciatura, que había sido cerrada durante la guerra de Sucesión; y además, medió ante su hijo Carlos VII de Nápoles a favor de los intereses espirituales y temporales de la Iglesia en su reino de las Dos Sicilias. 31.— Carta de Henry Swinburne, fechada en Aranjuez el 6 de mayo de 1776. Cita de Franco María Ricci, Viaje a través de España en los años 1775 y 1776, Madrid, 1920, pág. 30. pabellón de caza de los borbones 52 fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón En su queja, los vecinos de los pueblos afectados manifestaron además que entre 1739 y en lo que iba de 1749, el rey Fernando VI «sólo dos veces se ha divertido hasta ahora» en Villaviciosa, a costa de un viaje «fatigoso por lo distante para la Real Persona de S.M.» ¿Por qué sólo había estado dos veces durante esos diez años?27 Las relaciones de don Fernando y su esposa doña Bárbara de Braganza nunca fueron buenas con doña Isabel de Farnesio, sobre todo a partir de su nombramiento como príncipe de Asturias (1724). Ella siempre intentó mantenerle alejado de su padre y del conocimiento del gobierno, poniendo además por todos los medios para mantener a ambos aislados y vigilados. Por tanto, es muy posible que don Fernando no quisiera visitar las propiedades de su medio hermano el infante don Felipe para evitar que su visita pudiera ser motivo de un enfrentamiento o de queja por parte de la reina doña Isabel. La sin igual arcabucería o escopetería de caza española La transformación del castillo palacio odonense como pabellón de caza por Felipe V y luego por Fernando VI, aunque propiedad del infante don Felipe de Borbón y Farnesio, tuvo lugar en una época en la que nuestros arcabuces o escopetas de caza madrileños fueron los mejores del mundo. Por supuesto, el gran desarrollo de la arcabucería madrileña había tenido lugar durante los reinados de Carlos II y luego especialmente en los dos reinados de Felipe V, pudiéndose identificar a los arcabuceros que construyeron dichas armas y datar su fabricación, porque aparecen firmadas y fechadas en el cañón de las mismas. Por ello, al referirnos al castillo como pabellón de caza de los Borbones nos obliga a hablar de los arcabuces o escopetas de caza española,33 que alcanzaron fama mundial por las mejores e inimitables, pese a los numerosos intentos que hicieron los arcabuceros extranjeros.34 Nuestros célebres arcabuces de caza anteriores, los del siglo XVII con llave de patilla o de miquelet, fueron las primeras armas de fuego prácticas de uso venatorio universal. Disponemos de descripciones muy completas y detalladas sobre ellos en varios textos de aquella época, sobre 55 todo en dos libros clásicos de la cinegética española: Arte de la Ballestería y Montería de don Alonso Martínez de Espinar (1644),35 presentado por el célebre escritor madrileño del Siglo de Oro don Francisco de Quevedo y Villegas; y Tratado de caza al buelo del capitán don Fernando Tamariz de la Escalera (1654).36 No hay obra venatoria o armera alguna europea que supere a estas dos obras en saber y en método, y que dé a conocer las armas de chispa con tal lujo de detalles. A través de ambas obras, verdaderos tratados de caza escritos por autores que practicaron la caza de forma muy intensa, sabemos cómo eran sus medidas, su funcionamiento, mantenimiento y rendimiento. Además, estas dos obras, basadas en la propia experiencia de sus autores y no de las fuentes literarias de entonces, abundan incluso en observaciones psicológicas sobre el comportamiento de los tiradores y unas muy curiosas reglas sobre balística y tiro vigentes, que posteriormente serían confirmadas a través de la investigación científica. Mas si estas dos obras son las dos más importantes de aquella época, sería injusto no mencionar Origen y dignidad de la caza, obra contemporánea a éstas que fue escrita y dedicada al Conde Duque de Olivares por don Juan de Mateos (1634),37 montero y ballestero al servicio de los reyes Felipe III y Felipe IV. En esta curiosa y magnífica obra, el autor, que llegó a ser ballestero principal de su majestad Felipe IV, expone de forma meticulosa sus conocimientos cinegéticos, que al servicio de los monarcas de la época garantizaban copiosos trofeos, todo ello fruto de su experiencia. En el prólogo dice al lector que el «exercicio Real de la Caça se originó de la defensa que forzosamente los hombres hazían contra las fieras, por la guarda de sus ganados, cuyos robos fueron causa de sus muertes». Y añade su idea del arte de la caza como la mejor escuela para enseñar a los príncipes las artes militares, ya que la «dignidad deste noble exercicio se conoce fácilmente por ser propia acción de Reyes y Príncipes, y el Maestro más docto que puede enseñar mejor el Arte militar teórica y prácticamente». Por otra parte, esta obra de don Juan Mateos se divide en dos grandes bloques. El primero está dedicado a la montería del jabalí y concluye con unas advertencias de cómo los cazadores han de servir a los reyes. En cuanto al segundo, que trata de la ballestería, empieza con una definición detallada de los tipos de cazadores (chucheros, cazadores, monteros y ballesteros); luego explica qué conocimientos debe tener el ballestero, que además ha de saber «concertar vn iaualí […] para poderlo assí matar, debe saber tambien matar los venados, gamos, corços de las atalayas, hazer batidas para lobos, y conocer los passos de los iaualíes»; explica a continuación la caza de los gamos, venados y lobos y zorros; y por último, hace pública la carta que el duque de Lerma envió a su padre, don Gonzalo de Mateos, y aporta asimismo una declaración de algunos de los nombres que usan los monteros y ballesteros en su profesión. El calibre de aquellos arcabuces venía a ser muy próximo al de las escopetas actuales del 16: algo más de 16 mm. Según Tamariz de la Escalera, se cargaban con doce adarmes, es decir, unos 22 gramos de perdigones y tres adarmes, o sea unos 5 gramos de pólvora (algo más floja que la negra actual). Su fórmula era una «cuarta parte de adarmes de pólvora de los adarmes que cargue de plomo el arcabuz». En cuanto a la longitud del cañón, recomendaba que fuera de unos cinco palmos; lo cual aproximadamente venía a ser 1,05 m. Aunque la mayoría de los arcabuces de entonces sobrepasaban tal medida y alcanzar los 1,10 a 1,15 m., coincidiendo con Martínez de Espinar, quien era partidario de cañones de «cinco palmos y dos o tres dedos». Tamariz de la Escalera asegura que el cañón debe limpiarse bien doce disparos y cuidar al máximo que la piedra caiga y roce regularmente el rastrillo para que dé fuerte haz de chispas; y Martínez de Espinar nos dice asimismo que «el gatillo debe de peinar parejo el rastrillo para que entre bien la lumbre en la cazoleta». Ambos tratadistas eran partidarios de los tacos de esparto limpio, machacado y flexible para los perdigones; aunque Martínez de Espinar puntualiza su preferencia por el taco de fieltro, engrasado y de perfecto ajuste para las balas, y añade además pabellón de caza de los borbones 54 fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón 32.— Pedro Navascués Palacio, op. cit., pág. 382. 33.— Desde finales del siglo XVI, los términos arcabuz y escopeta son sinónimos. 34.— No es objeto ni mucho menos de este estudio presentar una historia de la arcabucería española, sobre la que hay tan abundante bibliografía. Dado el gran interés y el enorme valor de las piezas de la exposición, creemos oportuno muy en especial el extraordinario Catálogo de arcabucería madrileña (1687-1833). Real Armería de Madrid, de Álvaro Soler Campo, conservador de la Real Armería, investigador y el mejor conocedor de estas armas de fuego. Este singular catálogo fue publicado en el contexto de una gran exposición que realizó Patrimonio Nacional. Tras morir la reina doña Bárbara de Braganza en Aranjuez, Fernando VI decidió permanecer una breve estancia, buscando el sosiego necesario para soportar el dolor por la muerte de su esposa. Su castillo no le traía ningún recuerdo suyo, dado que ni había sido cazadora ni tampoco le había acompañado a cacerías; pero lo que en un principio iba a ser unos días, terminó por ser su residencia oficial hasta su muerte. Don Fernando llegó al castillo palacio de Villaviciosa de Odón el mismo día del entierro de doña Bárbara (27-08-1758); y por tanto, no se hizo ninguna obra de arquitectura, sino sólo una serie de disposiciones dadas por el aposentador del rey, don Francisco Manuel de Mena, para hacer más cómoda su estancia y que encomendó como era habitual a empleados de palacio. Los cuatro primeros meses fue un continuo ir y venir de criados y personal de muy distintos oficios desde la corte de Madrid, quienes en incontables carros, coches, galeras, calesas, mulas y acémilas se dedicaron a traer y llevar muebles, cuadros, tapices, alfombras, batería de cocina, instrumentos musicales… y un sinfín de cosas imaginables como la ropa interior del rey, su relicario y pertenencias personales. Una idea del movimiento que hubo en esos días es que para amueblar el cuarto de don Fernando se emplearon cuarenta pinturas, veintisiete mesas de piedra con pies dorados y tres arañas de cristal de ocho luces cada una; y para el cuarto del infante don Luis Antonio, que le acompañaría hasta su óbito, se trajeron también de Madrid catorce pinturas, dos mesas de piedra y dos arañas de cristal. Todo un equipo de carpinteros, cerrajeros, vidrieros y tapiceros se dedicaron a cerrar y componer puertas, ventanas, toldos, entarimados, llaves y cerraduras, colocación de pantallas y numerosas labores que continuaron al año siguiente. Además, durante la enfermedad del monarca, se quiso en cierto modo paliar su estado de ánimo mediante continuos cambios del mobiliario y del color del entorno, cambiando incluso la estancia para dormir y en la que nunca faltó un oratorio portátil. Así, por ejemplo, entre junio y julio de 1759, y con la aprobación del duque de Huéscar y de Alba, se pagaron 67 varas de espumillón verde esmeralda doble de Valencia y 116 varas y media de tafetán doble verde esmeralda rico de Valencia, con el fin de adornar el nuevo dormitorio del rey y hacerlo más vivo y agradable que los damascos con los que se forró su dormitorio a su llegada.32 Tras el fallecimiento de Fernando VI (10-08-1759, 4:15 h.), los muebles, las pinturas, las arañas de cristal, las alfombras y los tapices, y demás utensilios y enseres cotidianos que habían sido llevados desde Madrid con tanto esfuerzo, fueron de nuevo embalados y regresaron al Palacio Nuevo de Madrid, quedando el castillo palacio mudo y desierto, en espera de mejores días como pabellón de caza. Sería muy pronto. 35.— Alonso Martínez de Espinar, Arte de la Ballestería y Montería, Madrid, Imprenta Real, 1644. 36.— Fernando Tamariz de la Escalera, Tratado de la caza al buelo, Madrid, 1654. Edición facsímil de la «Biblioteca cinegética española», Madrid, Ediciones Velásquez, 1978, 1.ª reimpresión, Estudio preliminar de Jesús E. Casariego. 37.— Juan Mateos, Origen y dignidad de la caza, Madrid, Imp. Francisco Martínez, 1634. 57 Soler, otro gran maestro arcabucero español, titulada Compendio histórico de los arcabuceros de Madrid desde su origen hasta la época presente, con dos láminas en que están grabadas las marcas y contramarcas que usaron en sus obras. Escrito por Isidoro Soler, Arcabucero del Rey Nuestro Señor. (1795).42 Según Martínez de Espinar, don Juan Sánchez Mirueña fabricaba los cañones batiendo por separado seis o siete piezas, destinadas cada una a una parte distinta; y así les iba dando el tratamiento adecuado; por ejemplo, más fortaleza en la recámara. Trabajaba mucho con el martillo sus cañones para buscar posibles fallos, así como para purificar y fortalecer el metal; y sus armas no sólo le dieron fama internacional, sino que sus cañones fueron solicitados en toda Europa. También nos dice el propio tratadista que los buenos cañones debían de quedar con el ánima «como un espejo». Se probaban cargándolos con una cantidad de pólvora del mismo peso que la bala, y se les metía como munición el peso de cuatro balas en postas o perdigones. Sólo tras haber sufrido repetidas veces tan duro experimento, los arcabuceros madrileños de mediados del siglo XVII daban por buenos sus magníficos cañones.43 Don Juan Gaspar Hernández, arcabucero real madrileño, fue continuador de don Juan Sánchez Mirueña y tuvo como discípulo y sucesor a don Juan Belén. Y éste, a su vez, tuvo por discípulo y sucesor a don Nicolás Bis a finales del siglo XVII. Nicolaes van Preusen (hacia 1660-1726), de origen alemán y conocido como don Nicolás Bis, fue arcabucero real de Carlos II de Habsburgo y de Felipe V de Borbón, ejerciendo su profesión durante cerca de cincuenta años. Soler, nos cuenta en su mencionada obra que Bis fabricaba no sólo escopetas de caza para Felipe V y la Familia Real, sino que tenía además una gran y exquisita clientela. Pero en 1713 el rey le exigió trabajara sólo para él y en compensación le subió su salario. La fama de Nicolás Bis era tal que todos los monarcas europeos ambicionaban tener alguna de sus valiosas escopetas, recomendando a sus embajadores hacer la petición a Felipe V. Tal costumbre continuó durante los reinados de Luis I, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV y Fernando VII. No había nada más preciado que las escopetas de caza de los arcabuceros reales madrileños. En este ámbito de la arcabucería madrileña, en el que continuamente se realizaban innovaciones constructivas como queda dicho, Bis tuvo la genial idea de emplear como material los llamados «callos de herradura», que son la parte más batida de las herraduras de las caballerías. Este hierro purificado por su uso natural, aprovechado debidamente por una forja especialísima, dio un material insuperable en el mundo por su resistencia y su flexibilidad. Como curiosidad, Soler nos dice que las herraduras favoritas de Bis procedían de las herrerías vizcaínas y asturianas, y que él creía que eran del hierro más «dulce» de Europa. La elaboración de las escopetas de caza de don Nicolás Bis se realizaba con sumo cuidado. A veces se daban hasta treinta y dos caldeos para la forja de un único cañón, como asegura Soler, también arcabucero real y cuya información es la más autorizada, quien a su vez añade: «penoso trabajo en consolidar los materiales más exquisitos»44. Como resultado, los cañones de la Real Arcabucería no sólo alcanzaron la merecida fama internacional, sino también unos precios muy altos; y además, los grandes armeros de Inglaterra, Francia, Italia y Alemania se dispusieron a comprar cañones españoles para montarlos en sus más finas escopetas destinadas a los reyes y a los grandes señores. Era tal el precio de aquellos cañones que los más famosos armeros europeos se decidieron por intentar copiar la técnica madrileña. Soler nos dice que ingleses e italianos lo intentaron en vano en Londres y en Milán, pero finalmente fracasaron. En Londres se hicieron pruebas con cuatro de las mejores escopetas inglesas, pero todas ellas terminaron reventadas tras intentarse disparar con una carga de pólvora similar a la de una escopeta madrileña. Y en cuanto a Milán, famosa por sus acerías, los milaneses intentaron copiar una escopeta original madrileña e hicieron dos cañones aparentemente similares, pero ambas reventaron con sólo media carga de la que había resistido perfectamente el madrileño.45 pabellón de caza de los borbones 56 fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón 38.— Jesús E. Casariego, Tratado histórico de las Armas, Barcelona, Editorial Labor, 1982, págs. 93-94. 39.— Mariscal de campo don Álvaro Navia y Osorio, vizconde de Puerto y marqués de Santa Cruz de Marcenado, más conocido por su segundo título. Marqués de Santa Cruz de Marcenado, Reflexiones militares, Madrid, Imprenta Enrique Rubiños, 1893, pág. 90. 40.— Jesús E. Casariego, op. cit., pág. 96. 41.— Desde finales del siglo XVI, el proceso de fabricación consistió en escoger y batir un rectángulo de buen hierro acerado y enrollarlo sobre un mandril para darle la forma de un cilindro hueco. Luego se soldaban los bordes y se pulían interna y externamente; después se cerraba por un extremo y se practicaba en su recámara el conducto, llamado mina u oído, para dar fuego a la carga. Hubo otros ensayos de soldar tiras longitudinales, pero no resultaron, al menos en los primeros tiempos. Las mejores cualidades de un cañón dependían de sus materiales y de la soldadura. que el taco «hase de asentar encima de la pólvora con darle dos golpecitos con la baqueta». También, con razón, ambos están en contra del conocido refrán que dice: «pólvora poca y munición hasta la boca». En definitiva, la carga de pólvora tenía que ser la cuarta parte de los perdigones; y además, éstos tenían que ajustar perfectamente sobre el taco, ya que, como explica Tamariz de la Escalera, «yendo menos granos van más recios y alcanzan más y hacen mayor batería a donde llegan». En cuanto al alcance normal de un arcabuz de entonces, Martínez de Espinar estima que unos cincuenta pasos, es decir, unos treinta y tantos metros, que viene a ser la distancia de prueba de las escopetas actuales. La forma de las cajas de estas armas de caza se ajustaba al gusto del usuario, aunque casi todas dentro de lo que se llaman culatas «catalanas», «madrileñas» o «andaluzas», incluyéndose entre éstas las «rondeñas» y las «jerezanas». Algunas disponían de una cavidad para encajar el carrillo del tirador. Jesús E. Casariego, gran tratadista de armas, sostiene que algunas cajas resultaban mucho más cómodas que las de «almohadillas» de origen alemán y también que las de «palo seco» tan desangeladas y al estilo inglés. El guardamano siempre se prolongaba hasta casi medio cañón. La baqueta era de madera, aunque ya a mediados del siglo XVIII, a imitación de los fusiles militares, se podrán baquetas metálicas. Por lo común, las cajas se pintaban de negro o se respetaba el color original, dándole pulimento. Podemos observar la línea general de las cajas de nuestras famosas escopetas de caza del siglo XVII a través de los cuadros de Velázquez y de Goya, retratistas de reyes y príncipes cazadores. Y nos resulta sorprendente el parecido de línea de caja que algunos arcabuces españoles de los siglos XVII y XVIII ofrecen con relación a las tan celebradas carabinas Kentucky norteamericanas, cuya procedencia hispana resulta indiscutible, pues nuestros arcabuces fueron construidos un siglo y medio antes.38 El pavonado no fue conocido hasta el siglo XVIII y sólo se usó de forma muy singular en armas largas de lujo; y de él habla con gran elogio el marqués de Santa Cruz de Marcenado en sus conocidas Reflexiones Militares.39 En sus comienzos, el pavonado aplicado a las carabinas era de color chocolate oscuro y el negro no se generalizó hasta la segunda mitad del siglo XIX. Aunque conviene precisar que desde el siglo XVI los cañones se pulían exteriormente y se les daba una coloración y protección con caldeamientos y grasas, que era como se terminaban los buenos arcabuces y pistolas. Con la llave a la española, las armas de chispa alcanzaron su máxima perfección en el sistema de encendido. Así, mientras las militares, a partir de los fusiles de ordenanza, permanecieron prácticamente estacionarias hasta que fueron sustituidas por las armas de pistón en el segundo tercio del siglo XIX, los arcabuces o escopetas de caza fueron objeto de importantes mejoras y muy especialmente en la construcción de sus cañones. Este hecho es muy importante, pues Jesús E. Casariego tiene razón al asegurar: «Los cañones constituyen la columna vertebral de las armas, en los que late su corazón, que es el cartucho. Cañón-cartucho forman el alma de la máquina, y por algo, al interior de los cañones se le llama así: ánima, alma. De los cañones depende en gran parte la precisión y el alcance de los tiros. Y algo aún más importante: la vida del que los dispara»40. De ahí que se pusiera el máximo cuidado en su fabricación.41 Los avances tecnológicos de la metalúrgica española en la fabricación de cañones a partir las innovaciones constructivas introducidas por dos señeros maestros arcabuceros reales madrileños, don Juan Sánchez Mirueña y don Nicolás Bis, el primero a inicios del siglo XVII y el segundo a finales, hicieron que España ocupara el primer lugar del mundo en arcabucería o escopetería de caza. Ellos iniciaron las dinastías de los famosos arcabuceros madrileños de los siglos XVIII y XIX, cuyas biografías y técnicas de trabajo se hallan recogidas en la obra monumental de don Isidoro 42.— Isidoro Soler, Compendio histórico de los arcabuceros de Madrid desde su origen hasta la época presente, con dos láminas en que están grabadas las marcas y contramarcas que usaron en sus obras. Escrito por Isidoro Soler, Arcabucero del Rey Nuestro Señor, Madrid, Imprenta de Pantaleón Aznar, 1795. W. Keith Neal lo tradujo al inglés y lo incluyó en su notable libro Spanish guns and pistols, Londres, 1955. 43.— Alonso Martínez de Espinar, op. cit., lib. I, cap. IX. 44.— Isidoro Soler, op. cit., pág. 22. 45.— Ibíd., págs. 16-17. España llevó a todo el ancho mundo la reputación de la calidad de sus cañones. Ella poseía un acero de primera calidad y una excelente mano de obra artesana. Los cañones españoles fueron reconocidos por su fortaleza y calidad en una época en que en toda Europa ocurrían muchos accidentes por lo defectuosamente que se forjaban y la ignorancia de sus servicios. Los armeros españoles inventaron métodos de forja muy superiores y dieron abundantes perfeccionamientos al taladro y al acabado. Y los probaron experimentalmente sometiéndolos a ensayos muy superiores [de cargas] a los que estaban destinados en su uso normal. Eso explica por qué a las refinadas escopetas y pistolas inglesas, francesas y alemanas se les montasen cañones españoles.46 La figura de don Nicolás Bis fue una de las más importantes de la historia de la armería universal. Sus escopetas de caza, como las de sus sucesores, fueron empleadas durante el reinado de Fernando VI. Soler, a quien continuamente nos hemos remitido en lo referente a Bis, nos dice que su muerte fue llorada y cantada, e incluso aporta un poema dedicado a su memoria: 46.— Jesús E. Casariego, op. cit., pág. 99. 47.— Isidoro Soler: op. cit., pág. 35. Según Jesús E. Casariego, estos versos son posteriores a la muerte de Nicolás Bis y escritos en su memoria. También cree que se trata de una estrofa de un poema mucho más extenso, quizás la que Soler creyó más oportuno recordar. Jesús E. Casariego, op. cit., pág. 167. Yo, que la sacra diestra Armé de acero con mi llave maestra, Fiado en mis aciertos Del Orbe abrí las Puertas y los Puertos; Pues todas las Naciones Admiran el primor de mis Cañones Comprando la hermosura, Que fue carbón y callos de herradura47. Pero los arcabuceros de Madrid no se conformaron con labrar los cañones más seguros y bellos, sino que buscaron asimismo su mejor comportamiento balístico en el tiro con perdigones, y para ello corrigieron la forma totalmente cilíndrica que hasta entonces habían tenido los tubos de escopeta, sustituyéndola en algunos casos por otra levemente cónica, es decir, de embudo, que iba cerrando hacia la boca desde el último cuarto del cañón. De este modo, la concentra- El castillo de Villaviciosa, pabellón de caza de Carlos III Tras el fallecimiento de don Fernando (10-08-1759), el castillo de Villaviciosa recuperó su función de pabellón de caza con el infante don Luis Antonio de Borbón y Farnesio, quien en su época 59 ción de perdigones se alargaba más, con la consiguiente efectividad del tiro. El agolletar los cañones fue un descubrimiento de nuestros arcabuceros reales madrileños en tiempos del reinado de Fernando VI y se anticiparon ciento cincuenta años a los choke bore ingleses de finales del siglo XIX. También nuestros armeros iniciaron los cañones octogonales, en todo o en parte, para darles una mayor robustez. No obstante, el invento de los cañones estrangulados o con choke no pudo desarrollarse con carácter general, puesto que el proceso artesano metalúrgico de entonces hacía esta obra demasiado complicada y costosa, y por tanto propia de los grandes maestros; y sólo se construyeron para algunos arcabuces o escopetas de gran precio y calidad. Además, el gollete dificultaba el tiro con bala, y entonces se utilizaban indistintamente las mismas armas para la caza mayor con bala y la menor con perdigones. Ambas fueron las causas de que tan importante invento no se difundiera a nivel mundial como merecía; y eso sólo se lograría cuando los armeros británicos lo impongan en una época de medios industriales más avanzados y con una mayor especialización de las armas que a mediados del siglo XVIII no existían. Trece años después de fallecer don Nicolás Bis (1739), Felipe V nombró arcabucero real a un nieto suyo y discípulo suyo llamado don Francisco Antonio Baena y Bis. Fernando VI, quien había disparado con escopetas de caza fabricadas por él, le mantuvo en su cargo durante todo el reinado; pero además, Carlos III, también excelente cazador y conocedor de la valía de tan innovador y experimentado maestro armero, también le mantuvo en su cargo hasta 1765, que fue cuando falleció. En la Real Armería del Palacio Real de Madrid se conserva una preciosa pareja de pistolas de arzón con su firma y que están adornados con medallones de bustos de Fernando VI y de su esposa la reina doña Bárbara de Braganza. Por otra parte, don Manuel Sutil firma y data en 1734 dos escopetas de caza con cañón facetado e inscripción referida a don Fernando, entonces príncipe de Asturias, que se conservan también en la Real Armería. Pero conviene aquí destacar la gran importancia que Fernando VI le dio a la caza y a la fabricación de escopetas, que con merecimiento eran las mejores del mundo. Por ello, no es de extrañar que en 1749 elevara a cuatro el número de los arcabuceros reales: el antes mencionado don Francisco Antonio Baena y Bis, don José Cano, don Gabriel de Algora y don Joaquín Celaya. Los cuatro arcabuceros no sólo tenían por entonces un enorme prestigio profesional, sino que se les consideraba los mejores e inimitables. Tanto Cano como Algora habían sido armeros reales durante el reinado de su padre, Felipe V, y hoy en la Real Armería se conservan escopetas suyas de 1739. Celaya ya venía precedido de una merecida fama, habiendo trabajado además para don Fernando cuando era príncipe de Asturias. Años después, Fernando VI nombró arcabucero real a Sebastián Santos (1752), discípulo de Juan Santos, que fue el último nombrado por él. Precisamente de este arcabucero real se conservan tres escopetas: una de 1756, que está adornada con un cerco de diamantes (Real Armería); otra sin fecha que se conservaba en la antigua colección de Fierro (con cilindro en la recámara de Silvestre, Madrid, 1858); y otra para un joven (con recámara de Santos).48 Aunque los arcabuces o escopetas de caza son las piezas más características, también se conservan algunas pistolas. Sus cañones suelen llevar decoración damasquinada en oro con motivos geométricos, vegetales y animales, además del nombre y la fecha del artífice. Resulta peculiar que el cañón se sujete con abrazaderas y no con pasadores. Las llaves —a la española o a la francesa, con similar mecánica— llevan también decoración grabada con semejantes motivos a los del resto del arma, como también la caja y su guarnición o contera.49 pabellón de caza de los borbones 58 fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón En consecuencia, los arcabuceros extranjeros, no pudieron fabricar cañones con un acero de la calidad de los cañones de las escopetas madrileñas, llegando a creer que el secreto de los madrileños era el agua y la arena del río Manzanares que supuestamente éstos habían empleado. Por tanto, durante algún tiempo importaron agua y arena del Manzanares. Sin embargo, resultó que los arcabuceros extranjeros fracasaron de nuevo debido a que el éxito residía en todo un conjunto de habilidades y saberes metalúrgicos que sólo conocían y practicaban los grandes armeros de la corte española. Fue a partir de entonces cuando los extranjeros renunciaron definitivamente a imitar a los españoles y se limitaron a comprar los cañones españoles con los punzones madrileños de garantía, que en el siglo XVIII eran orgullo y ornato de las mejores escopetas de caza europeas, sobre todo las inglesas. De ahí que las escopetas de Griftin, Lewis, Gray, Barnes, Herriot, Clarck y otros, en sus célebres armas montaron cañones de don José Cano, don Joaquín Celaya, don Diego Esquivel y otros tantos maestros arcabuceros matritenses. Aunque también, no faltaron desaprensivos que llegaron incluso a falsificar las marcas o punzones más célebres de la arcabucería madrileña. El prestigio universal de nuestras armas de caza resulta un tópico en cualquier tratado serio de armería. El prestigioso tratadista de armas británico Keith Neal, traductor de la mencionada obra de don Isidoro Soler, en Spanish guns and pistols nos dice: 48.— Dos años después del fallecimiento de Fernando VI, Carlos III nombró arcabuceros reales a Francisco López y a Salvador Cenarro. Este último fue discípulo de don Joaquín Celaya, y aunque conocemos las obras que hizo para Carlos III, de sus obras para Fernando VI no tenemos conocimiento alguno. 49.— José Manuel Cruz Valdovinos, «Las artes suntuarias en el reinado de Fernando VI», Un reinado bajo el signo de la paz. Fernando VI y Bárbara de Braganza. 1746-1759. Madrid, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Secretaría de Estado de Cultura, 2002, págs. 210-211. 61 rándose de todo y se disgustó con su hermano, reprendiéndole de forma paternal. Pero más tarde estalló el escándalo al hacerse público que la famosa tonadillera Ana María García la Palenciana asistía a tales fiestas y tenía amoríos con don Luis Antonio, y por si fuera poco, había tenido un hijo natural suyo que jamás sería reconocido. La desventurada amante, perseguida por la justicia, huyó a su Palencia natal, y finalmente fue arrestada. Es más que posible que por orden del propio monarca le «aconsejaran» que jamás volviera junto a su amante el conde infante. Pero a pesar de los sermones de su hermano, don Luis Antonio siguió con sus fiestas y devaneos amorosos. Para él, la caza y las mujeres siempre fueron irresistibles. Cuenta Carlos Pereyra que un día de cacería, el infante don Luis Antonio fue incapaz de montar a caballo debido a que sufría un mal venéreo que le producía terribles picores; además, pronto se supo en la Corte que, durante sus muchos ratos libres, se entretenía en sus aposentos con «tres suripantas de la más ínfima condición»50. Cuando la enfermedad venérea de don Luis Antonio llegó a ser de dominio público, Carlos III se encolerizó y, tras consultar con su confesor, el padre Eleta, comprendió que no le quedaba otra salida que autorizar la boda de su hermano; y como primera medida le amonestó severamente conminándole a que abandonara su vida disipada y escandalosa, y luego encargó al pintor don Luis Paret un trabajo en Puerto Rico para alejarle de la corte y de su hermano, ya que le consideraba «mala compañía». Finalmente, Carlos III autorizó a su hermano don Luis Antonio que contrajera matrimonio con una bella joven aragonesa de dieciséis años llamada doña Teresa de Vallabriga y Rozas, que aunque carecía de fortuna personal era hija de los condes de Torreseca y, por tanto, pertenecía a una estirpe aragonesa muy antigua e ilustre.51 Se casaría con ella, pese antes fue advertido por su hermano que le aplicaría una Real Pragmática que acababa de promulgar (2303-1776) sobre matrimonios desiguales, por la que se privaba a la mujer o al marido que causara la desigualdad y a los hijos de tales matrimonios de «los títulos, los honores y prerrogativas que le conceden las leyes de estos Reinos». Las consecuencias fueron terribles: 1.º Doña María Teresa de Vallabriga y Rozas no tendrá más honores que aquellos que le correspondan por derecho de nacimiento, conservando las armas y apellidos de su casa paterna. 2.º El infante don Luis Antonio y doña María Teresa tendrán que residir en provincias, a más de veinte leguas de Madrid y de los Reales Sitios. Por tanto, no podrán establecer su residencia en Boadilla y mucho menos en Villaviciosa de Odón por ser Real Sitio, además de su proximidad a Madrid. 3.º Sólo el infante don Luis Antonio podrá personarse en la corte, en aquellas ocasiones que requieran su presencia. 4.º Los hijos no podrán llevar el apellido Borbón. 5.º Aquellos miembros de la Familia Real que no cumplieran la Pragmática, quedarán incapacitados a heredar honores e incluso apellidos. En consecuencia, el conde infante don Luis Antonio de Borbón y Farnesio marchó al exilio con su novia.52 Se casaron en el palacio de los marqueses de Villafranca (Olías del Rey, Toledo); pasaron unos días en el palacio que el conde de Altamira tenía en Velada (cerca de Talavera); residieron por breve tiempo en el palacio que tenía el marqués de Villena en Cadalso de los Vidrios, donde nació su primogénito, don Luis María de Vallabriga (22-05-1777), futuro cardenal Borbón y quien tendría gran protagonismo en las Cortes de Cádiz de 1812; y finalmente a principios de 1778 marcharon a Arenas de San Pedro (Ávila), donde con autorización real construyeron el Palacio de la Mosquera que será su residencia definitiva.53 Aunque la vida de los condes fue feliz y apacible en Arenas de San Pedro y don Luis Antonio pudo disfrutar de la enorme riqueza cigenética que ya tenían entonces sus bosques, escribió varias veces a su hermano rogándole que, aunque no pudieran residir en la corte, al menos les diera su real permiso para trasladarse al Real Sitio de Villaviciosa de Odón o bien a Bobadilla del Monte, ya que nunca dejó de recordar con melancolía y añoranza todo cuanto había perdido: pabellón de caza de los borbones 60 fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón conoció los cotos de caza de Villaviciosa de Odón posiblemente mejor que nadie y fue un gran cazador siguiendo la tradición de los Borbones en España y de los anteriores Habsburgo. Tras la coronación Carlos III, su hermano el infante don Luis Antonio de Borbón y Farnesio supo aprovechar su posición privilegiada para adquirir un importante patrimonio, empezando por el condado de Chinchón, ya que su hermano el infante don Felipe fue nombrado duque soberano de Parma (1761), lo que aumentó aún más su desinterés por sus posesiones en España. Carlos III se preocupó entonces por la suerte del condado de Chinchón y por su querida Villaviciosa de Odón, por lo que no dudó en conceder su real permiso para que don Felipe vendiera su título condal, junto con sus dominios, fortalezas y bienes anejos a su hermano menor. Pero no debe de extrañar el gran interés del monarca por Villaviciosa de Odón y el castillo, pues solía desplazarse allí a cazar en sus bosques y lo seguiría haciendo incluso después de la muerte de su propio hermano el infante don Luis Antonio (7-08-1785), y pese a su pésima relación con su cuñada, doña María Teresa Vallabriga y Rozas. También don Luis Antonio se había dejado arrastrar por el poderoso inf lujo del castillo y sus bosques, y por la hospitalidad de los odonenses. Ya durante el reinado de Felipe V solía marchar allí de cacería y a descansar; y luego continuó frecuentando el Real Sitio y la fortaleza durante el reinado de Fernando VI, e incluso, como vimos, formó parte del séquito de don Fernando y doña Bárbara de Braganza en las visitas que realizaron, como quedó reflejado en varios cuadros del pintor italiano Francesco Battaglioli conocidos como Visitas reales a Villaviciosa. Cuando en 1761 el infante don Luis Antonio le propuso a su hermano el duque de Parma la compra de su estado de Chinchón, éste aceptó con sumo agrado. Luego, tras obtener ambos el real permiso de su hermano Carlos III para la compraventa, la operación se realizó aquel mismo año. También en 1761 el infante adquirió el señorío de Boadilla del Monte, invirtiendo en ambas compras la fabulosa cifra de quince millones de reales. Así, don Luis Antonio de Borbón y Farnesio, Infante de España, y Caballero de las insignes órdenes militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, pudo añadir a su título, dignidades y privilegios, los títulos de duodécimo conde de Chinchón y señor de Boadilla del Monte. A partir de 1761, don Luis Antonio, más ilustrado por su actitud que por su propia formación, comenzó a despuntar como mecenas de las artes y coleccionista. Fue además cuando ordenó la demolición de la antigua casa señorial existente en los terrenos recién adquiridos del Señorío de Boadilla del Monte, encomendando a Ventura Rodríguez la traza de un nuevo palacio a la manera italiana, y donde el espacio destinado a vivienda estuviera rodeado por magníficos jardines, fuentes y huertas. Hasta 1776, el castillo palacio de Villaviciosa y el palacio de Boadilla fueron sus dos residencias; y cabe destacar que cuando murió en 1785, su magnífico palacio de Boadilla se tasó en ocho millones de reales, cifra muy elocuente de su valor. Boadilla para vivir junto a su familia y Villaviciosa para cazar. Antes de la inauguración del Palacio de Boadilla (1770), don Luis Antonio residió en su castillo palacio de Villaviciosa. En los veranos y con buen tiempo, la orquesta de cámara de Luigi Boccherini tocó en el patio de armas a la caída de la tarde y con iluminación de antorchas y candelabros, al igual que Domenico Scarlatti y el Padre Soler, y también cantó su amigo Carlos Broschi Farinelli con su incomparable voz. Pero si el tiempo era desapacible, tales conciertos debieron de darse entonces en el salón principal, que es donde hoy se encuentra la Sala de Juntas. Próximo a los cincuenta años, don Antonio quería casarse y tener descendencia. Hasta entonces en la corte se difundían en la corte rumores y comentarios sobre las fiestas y reuniones que organizaba hasta altas horas de la noche, tanto en su palacio de Boadilla como en su castillo de Villaviciosa. Por ello, Carlos III, un monarca de firmes convicciones morales, terminó ente- 50.— Carlos Pereyra, Cartas confidenciales de la Reina María Luisa y de Don Manuel Godoy con tras tomadas del Archivo Reservado de Fernando VII, del Histórico Nacional y del de las Indias, Madrid, 1935, pág. 111. 51.— La casa paterna de doña María Teresa tuvo gran relevancia en el Reino de Aragón, pues sus antepasados tuvieron cargos importantes en el mismo. Su casa materna, también de ilustre linaje, procedía de las montañas de Ribagorza, tratándose de los señores de Solibate, donación del rey Sancho Ramiro. 52.— A partir de entonces don Luis Antonio sólo empleará el título de conde de Chinchón. 53.— Don Luis Antonio conocía bien Arenas de San Pedro, por haber realizado correrías cinegéticas desde Velada, donde su esposa y él solían pasar temporadas como huéspedes de sus amigos los condes Altamira. Una vez ya residentes en Arenas, volverán de nuevo a Velada al aproximarse las fechas del nacimiento de su segundo hijo don Antonio María (diciembre 1778), que falleció dos meses después (febrero 1779) y de sus dos hijas: doña María Teresa (26-11-1780), futura esposa de Godoy, príncipe de la Paz (1797), y doña María Luisa (6-06-1783). 63 Última etapa del castillo como pabellón de caza La suerte de los Vallabriga cambió tras la muerte de Carlos III (14-12-1788) y el ascenso al trono de sus primos Carlos IV y su esposa doña María Luisa de Parma (17-01-1788), que pusieron fin al exilio de su tía doña María Teresa Vallabriga en Arenas de San Pedro (1792) y favorecieron a sus hijos. Con su protección y la del cardenal Lorenzana, su primo don Luis María tuvo una carrera eclesiástica con ascensos a altos cargos y dignidades de una rapidez inaudita: primera tonsura y arcediano de Talavera, una de las dignidades más preciadas del Cabildo Catedralicio de Toledo, a los diecisiete años de edad con dispensa papal por no tener veinticinco años (1793);57 y Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III (Orden fundada por quien dictó la Ley Pragmática de 1776, toda una paradoja), en reconocimiento a la «la notoriedad de su clase»58, institución exclusiva sólo para los infantes de España y dispensándole el impedimento de edad por no haber cumplido los veinticinco años de edad (1793). Con tales gestos, Carlos IV fue preparando el regreso de sus primos, los hijos de su tío el conde infante don Luis Luis Antonio, al seno de la Casa de Borbón en España. A finales de 1794, le concedió a don Luis María el título de conde de Chinchón que había tenido su padre, quien había dispuesto en su testamento que a su hijo se le hiciera mejora en el tercio de bienes libres que le corresponderían en legítima herencia, y para ello instituyó un mayorazgo en su favor sobre el estado de Chinchón. Con dicho vínculo, quedaba garantizada la continuidad y el prestigio de su familia, tan maltratada por su hermano con la Ley Pragmática de 1776. No obstante, este título condal era una regalía no inherente al estado de Chinchón que el joven don Luis María y sus sucesores sólo pudieron usar por una gracia especial del rey.59 Unos años después, en agosto de 1787, Carlos IV otorgó a sus tres primos Vallabriga la Grandeza de España de Primera Clase; y por Real Decreto (5-09-1787) les permitió usar el apellido Borbón y el escudo de armas de la Casa de Borbón. No fue una derogación de la Ley Pragmática, sino una dispensa personal del propio rey. Por si fuera poco, doña María Teresa se casó con don Manuel de Godoy y Álvarez de Faria, el todopoderoso primer secretario de Estado y príncipe de la Paz (2-10-1797). Poco antes, en febrero de 1799, don Luis María había sido nombrado arzobispo de Sevilla: luego fue consagrado sacerdote (2-06-1797); después cardenal primado (1798); y finalmente arzobispo de Toledo en 1801 y sin dejar de serlo de Sevilla,60 a los veintitrés años de edad.61 En cuanto a Villaviciosa de Odón, Godoy supo en 1800 que había una hacienda en venta, propiedad de la Condesa de Murillo, hija del marqués de Villacastel. La hacienda estaba compuesta por una casa principal o palacete; una edificación anexa empleada como cochera y caballerizas; y un magnífico huerto con árboles frutales, otros árboles y plantas. La casa principal y el huerto son lo que hoy se conoce como Casa de Godoy y cumple funciones culturales. Al estar ubicada en la plazuela de la iglesia parroquial, la hacienda estaba en la mejor zona de Villaviciosa y disponía de excelentes vistas del lugar y su entorno. Por otra parte, estaba grabada con tres censos a favor del Estado y del condado de Chinchón, dos de ellos perpetuos y el tercero redimible (en 37.500 reales), que habían sido reconocidos por el marqués de Villacastel en 1756 y 1757, y por los que tenía que pagar 106 reales de vellón anuales al condado de Chinchón.62 A finales de 1800, Godoy compró al contado y en metálico la propiedad a la condesa de Murillo, al precio de su tasación.63 En 1803, don Luis María de Borbón Vallabriga, Cardenal Primado y arzobispo de Toledo, renunció a su título de conde y a los dominios, bienes, privilegios y rentas a favor de su hermana doña María Teresa, que pasó a ser la decimocuarta condesa de Chinchón y, por tanto, la nueva dueña del palacio de Boadilla y del castillo palacio de Villaviciosa de Odón. 57.— Archivo Histórico Nacional (en lo sucesivo A.H.N). Estado, leg. 3.909. A.R.C.M., Condado de Chinchón, Administración General, 21.500/41, correspondencia, año 1793. Carta de don Francisco del Campo, secretario de la Administración de Rentas Reales de la Provincia de Madrid, a don Estanislao Josef Dusmet, administrador de las Rentas del Estado de Chinchón, Madrid, 6 de septiembre de 1793. 58.— Ibíd., Madrid, 8 de noviembre de 1793. 59.— A.H.N. Estado, leg. 2.566. Consejos, leg. 8.798. 60.— Don Francisco de Goya le retratará más tarde, siendo por entonces cardenal primado y arzobispo de Toledo. En 1812 presidirá las Cortes de Cádiz. 61.— Sólo ha habido tres personas que han recibido el capelo cardenalicio en España con menos de treinta años: su padre (a los ocho años) y otros dos. Carlos Rodríguez LópezBrea, Dos Borbones, Cardenales Primados de Toledo, Toledo, Junta de comunidades de Castilla-La Mancha, Servicio de Publicaciones, pág. 43. 62.— A.R.C.M., leg. 13.338/3. Correspondencia dirigida al príncipe de la Paz, relativa a la compra de una casa y huerta pertenecientes a la testamentaría de la marquesa de Villacastel y condesa de Murillo. La casa y la edificación anexa dedicada a cochera y caballerizas, estaban valoradas en 252.419 reales de vellón. 63.— A últimos de octubre, el administrador Godoy pagó 986 reales de vellón a don Manuel de la Maza, el administrador del condado de Chinchón en Villaviciosa, en concepto de veintena, además de otros 9.779,25 reales de vellón por alcabalas y cientos, cuyas partidas habían sido rebajadas de acuerdo con el valor de la finca adquirida. pabellón de caza de los borbones 62 fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón 54.— Ignacio de Puig de Cárcer, Sucesos históricos de España a través del Castillo de Villaviciosa de Odón, Madrid, Gráficas Virgen de Loreto, 1974. 55.— En 1775, un arrendador del Mesón, don Tomás Serrano, solicitó ayuda al Concejo en varias ocasiones para conseguir más cebada para el séquito de Carlos III. 56.— Antonio Pardo Riquelme, op. cit., págs. 62-63. la corte, su magnífico Palacio de Boadilla, su entrañable Real Sitio de Villaviciosa de Odón y su castillo palacio, que era su pabellón de caza. Pero el monarca desoyó tales peticiones, empeñado en que se cumpliera su Ley Pragmática. Tras caer enfermo don Luis Antonio en el invierno de 1784 y empeorar de gravedad su salud, don Luis Antonio hizo testamento (2-08-1785) y tres días después escribió en su lecho: «Hermano de mi alma: me acaban de Sacramentar, te pido por el lance en que estoi que cuides de mi muger y mis hijos y de mis pobres criados y… a Dios. Tu hermano Luis»54. Conmovido por la carta, como un gesto de piedad o quizás de remordimiento, Carlos III le contestó de inmediato comunicándole que le concedía su real permiso para que residiera con su familia en Villaviciosa de Odón según su deseo. Sin embargo, su carta se cruzó con otra por la que se le comunicaba que su hermano don Luis había fallecido el 7 de agosto. Pese al exilio impuesto al conde infante don Luis Antonio de Borbón y Farnesio por la Real Pragmática (23-03-1776), el castillo palacio de Villaviciosa de Odón siguió cumpliendo su función de pabellón de caza de los Borbones. Carlos III continuó visitando con cierta asiduidad el Real Sitio de Villaviciosa y alojándose en la fortaleza, tal como lo había estado haciendo antes de partir a Italia para ser rey de las Dos Sicilias. No es de extrañar, dado que, por una parte, siempre sintió un cariño muy especial a los lugareños por su hospitalidad y amor leal a la corona, al igual que su padre y sus hermanos; y por otra parte, además de contribuir económicamente con los gastos de su hermano don Luis Antonio en su exilio de Arenas de San Pedro, creyó que también podría serle de ayuda el arrendarle su castillo palacio y su Real Bosque. Así pues, como gran cazador, siguió utilizando el castillo como pabellón de caza, función que desde los tiempos de su padre Felipe V siempre había conservado y disfrutó de sus hermosos cotos de caza, tan pródigos en riquezas y bondades cinegéticas, como asimismo muy apropiados para las artes venatorias. Siempre que Carlos III iba de cacería a Villaviciosa, se hacía acompañar de un numeroso séquito. Mientras él y sus parientes se alojaban en el castillo palacio, sus invitados y la servidumbre se alojaban en el llamado Mesón, propiedad del Concejo de Villaviciosa y cuyo arrendamiento se otorgaba mediante pública subasta. Sin embargo, debido al gran número de caballos que se reunía en las cuadras del Mesón, la cebada que habitualmente había allí almacenada solía resultar insuficiente.55 Este problema era solventado por los alcaldes proporcionando cebada de los vecinos, aunque éstos a su vez se aprovechaban para cobrarla a un precio abusivo. El 31 de diciembre de 1777, don Alfonso Garrido, vecino de Villaviciosa, concurrió a la subasta del Mesón para el año siguiente, y tras una serie de propuestas detalladas, al término de la subasta solicitó «que siempre que viniese Su Majestad, a cazar a esta villa y el Mesón no tuviese la cebada suficiente para el consumo, será preciso que los señores Alcaldes del Concejo, la saquen al que la tuviese, y él la pagaría al precio corriente»56. Tampoco la muerte del conde infante don Luis Antonio impidió el que Carlos III continuara sus cacerías en el Real Bosque de Villaviciosa. Aunque sus relaciones con su cuñada doña María Teresa Vallabriga siempre fueron pésimas, al quedar ésta viuda, no sólo le concedió una asignación de 12.000 ducados de renta anuales (su difunto esposo había recibido 150.000 y parte de su servidumbre), sino que además le dio 11.000 reales adicionales en concepto del alquiler anual del castillo palacio y del coto de caza. Hoy en el Museo del Prado se conserva un hermoso y muy conocido retrato del rey Carlos III con atuendo de cazador, sujetando una escopeta cuya culata reposa en el suelo y con un perro a sus pies; y cabe pensar que, quizás, el paisaje de fondo de este magnífico cuadro pintado por el genial pintor aragonés universal, don Francisco de Goya y Lucientes, muy bien podría ser precisamente el de Villaviciosa de Odón. 65 pró para su hijo el infante don Felipe de Borbón y Farnesio el título de conde de Chinchón, junto con sus extensas posesiones territoriales, el castillo palacio perdió su bosque, y por tanto su condición de pabellón de caza de los Borbones tras setenta y seis años de servicio.65 Tras otros usos posteriores que tuvo el castillo, como Escuela Especial de Ingenieros de Montes y Colegio de Educandos del Cuerpo de Carabineros, fue adquirido en 1965 por el Ejército del Aire para albergar el Archivo Histórico del Ejército del Aire (R.D. 2598/1998 de 4 de diciembre), uno de los Archivos Nacionales que forman el Sistema Archivístico de la Defensa. Su gruesos muros y recias torres, así como su historia larga en el tiempo, tan unida a los monarcas de la Casa de Borbón en España, hoy causan una profunda impresión en los investigadores que a diario acuden a su Archivo, como también a sus visitantes. pabellón de caza de los borbones 64 fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón 64.— En 1752, Sacedón de Canales era un municipio de 13 vecinos. Sebastián de Miñano en su Diccionario Geográfico Estadístico de España y Portugal (1828) menciona la despoblación de este municipio y su incorporación a Villaviciosa de Odón. Antonio Pardo Riquelme, op. cit., pág. 66. No hay constancia documental de que Carlos IV y la reina doña María Luisa de Parma visitaran juntos el Real Sitio de Villaviciosa de Odón, como lo habían hecho Fernando VI y la reina doña Bárbara de Braganza. Tampoco la hay de que don Manuel de Godoy visitara la hacienda que había adquirido, pero aunque nunca residió en su palacete, lo lógico es que en algún momento estuviera allí, aunque sólo fuera para verlo y comprobar su estado. Don Luis María de Borbón y Vallabriga nunca residió en sus posesiones del condado de Chinchón y se limitó a efectuar algunas visitas muy esporádicas, ya que sus ocupaciones eclesiásticas y el estudio le absorbían la mayor parte de su tiempo. Lo mismo sucedió con su hermana doña María Teresa, quien también hizo algunas visitas y se limitó a cobrar las rentas a través de su administrador. Por tanto, aunque no hemos encontrado documentos, todo hace pensar que ambos arrendaron el castillo palacio y el Real Bosque de Villaviciosa de Odón a su primo Carlos IV, con quien siempre mantuvieron una excelente relación y a quien tanto debían, por lo que siguió siendo pabellón de caza y coto real de los Borbones. Carlos IV había heredado de su padre sus principales aficiones: los trabajos de manualidades, los relojes y la caza. Su pasión por la caza fue tal, que a la una de la tarde, mientras doña María Luisa despachaba los asuntos de Estado con Godoy, siempre se marchaba a cazar salvo que estuviera de procesión en Semana Santa o de viaje, o bien surgiera cualquier contratiempo que lo impidiera. En sus diarias correrías cinegéticas que duraban hasta la noche, le acompañaban seis soldados de guardia y seis vehículos, produciéndose un relevo en cada milla; y entre los distintos relevos, los puestos de guardia y los ojeadores, en cada jornada de caza se movilizaban nada menos que 600 hombres y 500 caballos. Si tenemos en cuenta que Carlos IV salía a cazar a diario y que los cotos reales más próximos a la corte de Madrid eran los bosques de La Casa de Campo, de El Pardo y de Villaviciosa de Odón, todo parece que tuvo que cazar asiduamente en esta última localidad, donde disponía de pabellón de caza como en El Pardo. El Motín de Aranjuez (17/19-03-1808) supuso la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII. Godoy fue arrestado y encarcelado en el cuartel de Guardias de Corps, luego fue conducido hacia Madrid, pero llevado a Pinto por la intervención de un escuadrón de Dragones franceses, y terminó encarcelado en el castillo de Villaviciosa. Aunque todos sus bienes personales habían sido confiscados y pasados al Estado por Real Decreto (21-03-1808), y todos sus títulos anulados, las propiedades y los títulos de su mujer fueron respetados. Por tanto, se dio la paradoja de que cuando estuvo encarcelado en la capilla del castillo (3/20-03-1808), propiedad de su mujer, doña María Teresa de Borbón y Vallabriga, decimocuarta condesa de Chinchón. Allí permanecería hasta que por fin el coronel Martel se personó en el castillo al frente de una brigada, por orden de Murat, y luego lo hizo el general Exelmans, con la orden de liberar al prisionero y conducirle a Bayona, donde Napoleón había preparado el escenario para la doble abdicación de Carlos IV y Fernando VII. En el vecino pueblo de Móstoles sus dos alcaldes ordinarios, don Andrés Torrejón y don Simón Hernández, firmaron (2-05-1808) la célebre circular del grito de rebelión conocida como Bando de Independencia. Sin embargo, pese a su proximidad a Madrid, no hubo combates en Villaviciosa de Odón durante la guerra de la Independencia (1808-1814), y en cambio sí los hubo en las vecinas aldeas de Valahondillo, Fontarrones, La Pingarrona, El Picajo y la desaparecida Sacedón de Canales, que no fue arrasada, aunque sí despoblada e incorporada a Villaviciosa. Si bien el término municipal de la Villaviciosa de Villaviciosa creció a consecuencia de la propia guerra,64 ésta a su vez indirectamente puso a las cacerías reales. La Constitución española de 1812, promulgada por las Cortes Generales de España en Cádiz (19-03-1812), supuso la posterior confiscación del Real Bosque de Villaviciosa en 1814, que entonces era conocido como Los Testarales, y pasó a llamarse Prado Redondo, que es su nombre actual. Así pues, si Felipe V com- 65.— La Escuela Especial de Ingenieros de Montes se creó por Real Decreto de 18 de noviembre de 1846. Inició sus actividades docentes el 2 de enero de 1849 y fue trasladada a El Escorial el 7 de enero de 1871. El Colegio de Educandos del Cuerpo de Carabineros, fundado en Getafe el 11 de diciembre de 1867, se trasladó a El Escorial en 1869 y luego al castillo de Villaviciosa de Odón el 29 de diciembre de 1889, donde permaneció hasta principios del siglo XX.