El castillo de Villaviciosa de Odón, pabellón de caza de los Borbones

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El castillo de Villaviciosa de Odón
Pabellón de caza de los Borbones
Guillermo Calleja Leal
Universidad Antonio de Nebrija
Francisco de Goya.
La caza del jabalí.
Óleo sobre lienzo.
Se observa una forma
de abatir al jabalí en
las monterías de la
época. También se
hacía a caballo con
pistola de arzón y con
escopeta. 1775.
Palacio Real, Madrid
1.— Calatalifa significa literalmente Castillo del Califa.
Sobre su existencia y excavaciones arqueológicas, puede
consultarse: Ignacio
González-Varas Ibáñez y
Guillermo Gonzalo Calleja
Leal, El Castillo de Villaviciosa
de Odón. Historia y arquitectura, Madrid, Editorial
Centro de Estudios Ramón
Areces, 2004, págs. 134-136.
El castillo de Villaviciosa de Odón desde que fue adquirido por el Ejército del Aire en 1965 ha
venido desempeñando su misión de albergar el Archivo Histórico del Ejército del Aire y lo sigue
haciendo con dedicación y eficacia en el servicio. Sus torres y sus muros, recios y severos, se alzan
orgullosos de su pasado y de su presente sobre una suave colina que forma parte de las terrazas
meridionales del arroyo de la Madre, al término de una empinada calle animada con arbolado.
El caserío del pueblo que le da nombre se halla a sus pies, hacia el Suroeste, de forma que fue
erigido en 1496 por don Andrés de Cabrera y doña Beatriz Fernández de Bobadilla, primeros
marqueses de Moya, como una imposición física y simbólica de su dominio sobre el territorio y
sus súbditos. Además, paisaje y arbolado se funden para configurar un conjunto hermoso y apacible que nos permite comprender su elección como lugar de caza y de asueto de reyes e infantes de la Casa Real de Borbón en España.
El paisaje dominante de la región es el encinar de monte bajo; y su sotobosque de retama,
tomillo, romero y otras especies mediterráneas, alternando con antiguas repoblaciones de pino,
se transforma en bosques feraces con especies de ribera en las zonas húmedas de los alrededores
de la fortaleza palacio por donde corre próximo el mencionado arroyo. Por supuesto, su entorno
ha variado muy considerablemente a lo largo de los siglos, aunque sabemos que en el siglo XVIII
sus bosques eran frondosos y sus cotos de caza eran muy ricos en caza mayor y menor, por lo
que la función del castillo era entonces esencialmente la de pabellón de caza.
Origen, función defensiva y destrucción del castillo de Odón
Aunque el castillo de Villaviciosa de Odón guarda una relación estrecha con la figura del rey Fernando VI, y sobre todo, porque él falleció el 10 de agosto de 1759 entre sus muros hace 250 años,
su historia es pródiga en acontecimientos como baluarte defensivo y de dominio sobre el territorio, castillo palacio transformado en pabellón de caza por los Borbones, lugar donde estuvo
encarcelado don Manuel de Godoy tras el Motín de Aranjuez, su ocupación por la Escuela Especial de Ingenieros de Montes y luego por el Colegio de Educandos del Cuerpo de Carabineros, y
finalmente sede del Archivo Histórico del Ejército del Aire.
Hubo no obstante una fortaleza musulmana anterior que fue la de Calatalifa1, que vino
a ser el primer asentamiento de población que conocemos en los terrenos del actual término de
Villaviciosa de Odón. Sus restos ocupan una colina aislada por dos cortos barrancos al norte y
sur, y se alzan en la orilla oriental del río Guadarrama, más elevada en este tramo que la opuesta.
Hoy tales restos se encuentran en el interior de una finca privada ubicada en una de las terrazas
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ron de Segovia», asunto que tardó en realizarse más de un año. Dos años más tarde (28-03-1496),
el mismo Libro de Acuerdos registra la decisión de «notificar a Sus Altezas cómo el Marqués e Marquesa de Moya quieren fazer una fortaleza en Odón, en perjuizio e daño desta Villa e su tierra.
Respondiose que cuando se edificase e disen que cumple al servicio de Sus Altezas qe lo notificaran». Esta breve anotación indica expresamente que por estas fechas aún no había comenzado
la construcción del castillo, aunque ya figuraba en los designios del marqués de Moya erigirlo
en este lugar. Noticias inmediatamente posteriores (6-05-1496) dan ya por sentado que su construcción había comenzado y que los marqueses de Moya escriben una carta a la Chancillería
sobre el castillo en construcción (26-08-1498). Fue por entonces cuando podemos afirmar que se
inició la fábrica de la fortaleza de Odón: numerosas carretas fueron empleadas para el transporte
de cantos rodados procedentes de los arroyos de Las Nieves y Valdebolsa, como también piedra
y cal procedentes de Valmorillo; mientras que el hierro y las rejas fueron llevados desde Segovia,
realizándose las forjas en un lugar próximo con la utilización como combustible carbón acarreado y madera procedente del el cerro de Santa Ana y en las laderas del barranco de Las Nieves,
talas que sirvieron además para despejar el frente vulnerable del castillo.
El castillo de Odón, conforme a las técnicas vigentes y al carácter esencialmente defensivo con que fue concebido, dispuso de gruesos y muy robustos muros de trece pies de grosor,
construidos en mampostería de granito encintado con trozos de carbón de fragua, tipo segoviano, rellenos de cascote y piedra suelta.
Aunque siempre se ha relacionado la construcción de esta fortaleza con el aprovechamiento estratégico del cerro para emplazar un bastión defensivo contra los posibles ataques de
los moros del Guadarrama, la verdadera razón no fue otra que el deseo de don Andrés de Cabrera
de afirmar un dominio señorial cuestionado por sus súbditos con una fortificación imponente,
que fuera capaz por sí sola de expresar el creciente poder del encumbrado matrimonio en el contexto político de finales del siglo XV. Este argumento viene avalado documentalmente por las
quejas y denuncias de la población odonense contra la construcción de una fortaleza que veían
como una merma de sus libertades.6
Años después, Carlos I concedió, por Real Cédula (9-05-1520), el título de conde de Chinchón sobre el segundo mayorazgo fundado por don Andrés de Cabrera (4-08-1511), al tercero de
sus nueve hijos: don Fernando de Cabrera y Bobadilla, dueño del castillo de Odón al hallarse en
sus inmensos territorios. Don Fernando había sido fiel servidor de don Felipe el Hermoso y de
doña Juana de Castilla, y había heredado de sus padres el señorío de Chinchón, la Alcaldía Perpetua de los Reales Alcázares de Segovia y la Tesorería de la Casa de la Moneda de dicha ciudad,
y era además el cargo de comendador hereditario de Montemolín en la Orden de Santiago. Pero,
naturalmente, no era bien visto por los segovianos, pues jamás habían olvidado que el estado de
Chinchón procedía de territorios que habían sido arrebatados al Concejo de Segovia.
La rebelión que encabezaron Toledo y Segovia contra el rey muy pronto se transformó en
la guerra de las Comunidades. Los hermanos don Fernando y don Diego de Cabrera y Bobadilla, dignos sucesores del arrojo y decisión de sus padres los primeros marqueses de Moya, se destacaron en esta guerra civil por su inquebrantable lealtad a la corona. El conde de Chinchón
participó con sus tropas en el auxilio al Alcázar y en la batalla de Villalar, contribuyendo a la victoria de las tropas reales; y su hermano don Diego pasó a la historia como el heroico defensor del
Alcázar de Segovia frente a los comuneros de don Juan Bravo. Pero en esta guerra que ensangrentó los campos de Castilla también podría distinguirse otra guerra muy particular entre la
Segovia y el condado de Chinchón. Sólo el encumbramiento de los Cabrera y Bobadilla en 1480
en perjuicio de los sexmos de Casarrubios y Valdemoro, propiedad del Concejo de Segovia, nos
permite explicar el furor terrible de los comuneros de la Ciudad del Acueducto cuando en 1521
pabellón de caza de los borbones
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fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón
2.— El territorio segoviano
se estructuraba jurídicamente en una división administrativa y fiscal, cuyas
unidades se denominaban
sexmos y cada una comprendía una agrupación de pueblos asociados para su
defensa y administración de
bienes comunes. Todos los
sexmos estaban unidos bajo
la autoridad y protección de
la ciudad de Segovia, que
llegó a dominar en once
sexmos con gran número de
poblados, algunos bastante
distantes de la ciudad y en
zonas hoy comprendidas
dentro de las provincias de
Madrid y Toledo. La villa de
Odón pertenecía al sexmo
de Casarrubios.
3.— Para mayor información
sobre las distintas
denominaciones, puede
consultarse: Ignacio
González-Varas Ibáñez y
Guillermo Gonzalo Calleja
Leal, op. cit., págs. 136-139
y 184.
4.— El expolio de las posesiones segovianas provocó
protestas y ruidosas algaradas. Se vistió de luto el pendón municipal y, como
demostración de agravio, se
efectuaron hogueras y se
estrellaron cántaros sobre
los lugares designados para
los pregones. El 23 de junio,
el Concejo acordó que «el
día de San Juan nadie se divierta, ni se mude de ropa,
ni vista galas, ni barra la
calle, ni pongan lámparas ni
colgaduras». Dos días después se proclamó la reclamación «a Dios y a los
reyes», cuyo texto decía:
«Cuando los reyes y señores
naturales toman a alguno lo
suyo sin justicia, con daño
de la corona real, es mejor
remedio que el agraviado
tiene, después de reclamar,
es quejarse a Dios y al
mundo, y procurar lo más
eficaz que pudiere para lograr defenderse de lo que le
despojaron y hacer valer su
derecho». Ramón de Cea,
Segovia. Historia y leyendas,
Segovia, 1985, págs. 87-88.
5.— Este pleito terminará en
mayo de 1593 por una concordia firmada entre el
Concejo de Segovia y don
Diego de Cabrera y
Fernández de Bobadilla,
tercer conde de Chinchón.
del río, a la que se puede acceder por el Camino de los Pinares que desde Villaviciosa de Odón se
dirige hacia el Sudoeste.
Pero el baluarte que aquí nos interesa es el actual castillo, una de las últimas fortalezas
de tipo señorial que se levantaron en España, ya que fue construido en 1496 por don Andrés de
Cabrera y doña Beatriz Fernández de Bobadilla, primeros marqueses de Moya y antepasados de
los condes de Chinchón. Reinaban entonces sus señores los Reyes Católicos.
Reunidas las Cortes del Reino en Toledo, los Reyes Católicos expidieron una Carta de
Provisión (5-06-1480) por la que se segregaron 1.200 vasallos de los sexmos de Segovia2, quedando incorporados a la corona de Castilla y León. Para reunir ese número de vasallos fueron
segregados 756 del sexmo de Valdemoro y 444 del sexmo de Casarrubios (al que pertenecía
Odón), lo que mermó en gran medida el poderío de Segovia. Un mes después, los Reyes Católicos expidieron en dichas Cortes un Privilegio Real (5-07-1480) donando dichos territorios
de la corona al matrimonio Cabrera y Bobadilla, en recompensa a sus numerosos e importantes servicios prestados. Luego, los reyes les confirieron además el título de primeros marqueses de Moya (14-07-1480), el primer marquesado que concedieron, condicionado a la
obligación de tener que llevar sus sucesores los apellidos unidos de Cabrera y Bobadilla,
muestra inequívoca de la gran estima que sentían los reyes hacia ambos. Y finalmente, tales
mercedes fueron completadas (20-07-1480) con Privilegio Perpetuo por juro de heredad, y
licencia para edificar en aquellas posesiones una o más fortalezas. Don Martín de Alarcón,
comendador de Membrilla, fue designado por los marqueses de Moya para realizar la ceremonia de toma de posesión de todos estos territorios (6/12-07-1480). Del sexmo de Valdemoro quedaron para los marqueses, la Villa de Chinchón y otros poblados más, como San
Martín de la Vega, Bayona (hoy, Titulcia) y Ciempozuelos. En cuanto al sexmo de Casarrubios, pasaron también a su propiedad: Moraleja de Enmedio, Moraleja la Mayor, Serranillos,
la Cabeza, la Zarzuela, Tiracentenos, Sacedón, Cienvallejos, Odón, la Veguilla, Sagrilla, Brunete y Quijorna. Odón tenía entonces sólo 88 vecinos.
Conviene aclarar que los dos primeros documentos que aluden de forma expresa a la localidad actual de Villaviciosa de Odón, la denominan Odón (22-02-1459 y 15-04-1477). A partir del
siglo XVI se denominó Villaviciosa y Villaviciosa de Odón, indistintamente. Y finalmente, por
Real Cédula de 1754, Fernando VI otorgó a la localidad la condición de Real Sitio y su actual
nombre de Villaviciosa de Odón.3
Esta donación de los Reyes Católicos a sus dos fieles servidores, produjo una enorme y
lógica irritación en el Concejo de Segovia, dado el perjuicio causado a la Comunidad y Tierra
de Segovia por la pérdida de tales posesiones territoriales.4 Unos días antes, el Concejo había
presentado una demanda ante la Real Chancillería, (25-06-1480) dando inicio a un pleito contra los marqueses de Moya y sus descendientes, los condes de Chinchón, que durará más de
cien años.5 Por último, tan sólo añadir que algunos de los lugares mencionados del sexmo de
Casarrubios estarán años después bajo la jurisdicción de Odón, cuando dicha villa sea cabeza
de partido en la estructura del mayorazgo de Chinchón en 1505 y más tarde del condado de
Chinchón en 1520; y que Sagrilla, Sacedón (desaparecido por quedar despoblada durante la guerra de la Independencia) y Cienvallejos, aún hoy permanecen dentro del propio término municipal de Villaviciosa de Odón.
Merced al mencionado Privilegio Perpetuo (20-07-1480), los marqueses de Moya muy
pronto decidieron erigir una fortificación en sus dominios de Odón. En el Libro de Acuerdos del
Ayuntamiento de Madrid hay tiene constancia de que los vecinos de Odón en 1494 «otorgaron
petición para Sus Altezas para que manden pesquisidor que aclare la raya e renueve los mojones
dentre Segovia en los lugares de Odón e La Veguilla, lugares del marqués de Moya que antes fue-
6.— Los marqueses de Moya
fundaron el mayorazgo de
Chinchón ante el notario
don Alonso de Mármol
(27-06-1505), a partir de las
concesiones de Moya otorgadas por los Reyes Católicos (20-07-1480) en las
Cortes de Toledo. El mayorazgo, aunque menos importante que el señorío de
Moya, tenía una gran extensión y en sus vastos territorios había varias fortalezas
de distintas categorías y de
porte militar, según las tierras que debían proteger, y
entre ellas, la de Odón.
7.— Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos
de España, hechas por iniciativa
de Felipe II, Madrid, editadas
y anotadas por Carmelo
Viñas y Ramón Paz, 1949,
pág. 553.
8.— El retraso de la reconstrucción de los castillos de
Odón y Chinchón no ha
sido aún explicado.
El de Odón permaneció en
ruinas durante más de sesenta años. Pensamos que
los dos primeros condes de
Chinchón, don Fernando
y don Pedro Cabrera y
Bobadilla, prefirieron reconstruir y habitar antes
el de Chinchón por hallarse
más próximo a Toledo,
lugar donde residía temporalmente la corte durante
el reinado del emperador
Carlos V.
La reconstrucción del castillo en el siglo XVI. De fortaleza a castillo palacio renacentista
Por suerte, la devastación del castillo de Odón sólo fue parcial y muy especialmente en su interior, pero a pesar de su abandono pudo mantenerse en pie gracias al grosor y la robustez de sus
muros perimetrales. Aunque en las mencionadas Relaciones consta que en 1578 se hallaba en ruinas, don Diego de Cabrera y Bobadilla, tercer conde de Chinchón, decidió reconstruirlo pocos
años después, en 1583.8
Don Diego fue un hombre excepcional en su tiempo y Felipe II le tuvo en gran estima. Se
distinguió en la batalla de San Quintín combatiendo en el famoso Tercio de Navarrete, constituido sólo por españoles; fue confirmado en todos los cargos de su padre al fallecer en 1575
(alcaide y guarda mayor de los Reales Alcázares y Puertas de Segovia, tesorero perpetuo de su
casa de la Moneda y su alférez mayor; y además, fue tesorero general de la Corona de Aragón,
miembro del Consejo de Estado y mayordomo mayor de su majestad católica Felipe II, miembro del Consejo de Arquitectura y encargado de fiscalizar la obra del monasterio de El Escorial;
y finalmente, embajador de España en Roma y en Viena. Y además, poseyó una gran cultura,
estuvo muy versado en las artes y fue un consumado experto en fortificaciones.
Desde que Antonio Ponz escribió su Viaje por España (1947), se ha venido repitiendo que el
tercer conde de Chinchón encargó la restauración del castillo a Juan Herrera por el aire escurialense de su puerta principal, su patio y su sencilla y a la vez imponente escalera de honor. Aunque también no han faltado quienes han asegurado que el proyecto de reconstrucción fue de su
discípulo Francisco de Mora o incluso de Bartolomé de Elorriaga. Sea quien fuere, se trató sólo
de la reconstrucción del interior, ya que la reconstrucción de sus muros y torres son obra posterior y, aunque de clara raíz escurialense, muy alejada de Herrera y Mora.
La unidad de su conformación arquitectónica y su integridad constructiva demuestran
que los trabajos de reconstrucción de la fortaleza odonense se realizaron en un mismo golpe
constructivo, con suma rapidez y como resultado de una única traza. Como los comuneros
habían devastado el interior, pero no pudieron hacer lo mismo con sus recios y gruesos muros,
la obra de don Diego tuvo que reducirse sólo a la reparación general del castillo y a organizar
su interior como palacio a su gusto y al uso de la época renacentista, aunque naturalmente
dentro del escaso margen que le permitían los descomunales muros que hoy asombran a los
visitantes e investigadores que acuden a nuestro Archivo Histórico del Ejército del Aire. Así,
el castillo no perdió en modo alguno su imponente aspecto exterior de castillo fortificado,
con detalles arquitectónicos que nos remiten a la época de las fortificaciones y baluartes
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medievales, como la barbacana avanzada y el remate almenado del castillo acompañado del
adarve o camino de ronda, que le dan la fisonomía que pudo tener en su origen. Pero a su vez
adquirió otros detalles propios de un palacio renacentista. En definitiva, que el castillo fortificado y en ruinas se transformó en una castillo palacio al uso renacentista, según los gustos
de su dueño y de su época; aunque este peculiar carácter híbrido, aunque de personalidad muy
marcada, hizo que Antonio Ponz en su Viaje por España (1947) hablara del mismo como si fuera
un «castillo simulado»9.
Conviene destacar que, naturalmente, la propia estructura arquitectónica del castillo no
sólo se mantuvo y condicionó esta restauración emprendida por su dueño, sino asimismo todas
las limitadas reformas que ha tenido el edificio a través de sus distintos usos en su larga historia, como también el que su fisonomía arquitectónica se haya mantenido hasta la actualidad.
Así lo demuestra el proyecto del ingeniero florentino Vincenzo Casale, realizado en 1589 y conservado en la Biblioteca Nacional, salvo que ofrece una serie de soluciones distintas en las zonas
del interior: la escalera principal, el patio, el zaguán y poco más.
Cabe destacar que en los dibujos de Casale vemos que la forma de la planta que dio a la
arquería del nuevo patio que propone, que es ligeramente octogonal, esto es, se trata de una
forma rectangular con esquinas en chaflán. Pero esta solución poco ortodoxa, aunque adecuada
al «viejo» patio y que tenía esa forma, no satisfizo y por ello otro maestro insertó allí la actual
arquería de planta rectangular. Así pues, el zaguán o vestíbulo queda convertido en un sencillo
y rápido distribuidor al comunicar la entrada, el patio y la escalera. Con razón, Pedro Navascués
Palacio manifiesta que las soluciones de Casale «eran de mayor interés y hubieran dado lugar a
un interior manierista de clara ascendencia romana»; y añade que «parece casi vulgar pese a la
nobleza de la fábrica de granito que recuerda sin duda cosas vistas en El Escorial, pero no tanto
a las trazas de un Herrera o un Mora, como a las soluciones constructivas del monasterio (escalera principal, luces y derrames en los gruesos muros de la torre de homenaje, etc.), recordándolas también por el modo de labrar la piedra, pues no en vano aquí trabajó Elorriaga, uno de
los canteros más sobresalientes del monasterio filipino»10. Además, pese a su interés, se trata de
un patio porticado que resulta algo débil y de carácter ajeno a Herrera, aunque concebido y ejecutado por alguien formado en el ámbito escurialense, «al igual que sucede con la puerta principal que, por cierto, sustituye sin duda a una anterior medieval, según deja ver claramente el
aparejo del muro en el que se incorpora»11.
El infante don Felipe de Borbón y Farnesio, conde de Chinchón y dueño del castillo
Los días de máximo esplendor de Villaviciosa de Odón y su castillo tuvieron lugar en el siglo
XVIII, que fue cuando quedaron vinculados a los Borbones como lugares de asueto y práctica
del arte venatoria, ya que los Borbones de España siempre han sido muy aficionados a la caza
como lo habían sido antes los Habsburgo. Pero suele llamar la atención el interés que mostraron
los Borbones por la localidad y su castillo, cuando en realidad no guardaba el menor parecido
con otros Reales Sitios, como Aranjuez, que disponía de un magnífico palacio, grandes jardines,
fuentes, teatro, música y ricos salones. Además, el célebre cantante y coreógrafo Carlo Brosci
Farinelli y el marqués de la Ensenada habían armado allí la singular Flota del Tajo para la real diversión en la primavera de 1754, en mismo año en que Fernando VI concedió a Villaviciosa la condición de Real Sitio.
¿Qué podía entonces ofrecer Villaviciosa a los Borbones y a Fernando VI en particular?
Pues tan sólo el castillo y sus bosques como pabellón de caza, la tranquilidad del lugar y la hospitalidad proverbial de sus vecinos. Sólo el extenso bosque de la hoy llamada Casa de Campo,
que era coto y propiedad de la corona, como también el Palacio de El Pardo, que era un magní-
pabellón de caza de los borbones
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fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón
atacaron, saquearon e incendiaron los castillos de Seseña, Chinchón y Odón, pertenecientes al
estado de Chinchón; al igual que saquearon y destruyeron las haciendas y pertenencias de don
Diego de Cabrera.
El castillo de Odón quedó en ruinas como los de Seseña y de Chinchón, y pasarán los
años y la fortaleza continuará en completo estado de abandono. Tenemos constancia de que
hubo una atalaya avanzada situada a un cuarto de legua del castillo en dirección a Boadilla que
fue destruida hasta sus cimientos, porque en las Relaciones ordenadas compilar por Felipe II
correspondientes a los pueblos vecinos (de Odón no se han conservado) se menciona la existencia de «otra fortaleza muy fuerte»: «[…] a los 20 e 9 capítulos dixeron que saben y lo han visto
y es notorio que en la Villa de Odón, que es del dicho Conde de Chinchón, su señor, está derribada una fortaleza y lo han visto y es notorio que derribaron los Comuneros de la ciudad en
tiempo de las Comunidades, que fue en el año de quinientos e veinte e uno, e lo mismo se dice
haber derribado otra fortaleza muy fuerte en la Villa de Odón, los dichos Comuneros en el dicho
tiempo y esto es público y notorio e común opinión»7.
9.— Antonio Ponz, Viaje por
España, vol. VI, Madrid,
Aguilar, 1947, pág. 150.
10.— Pedro Navascués
Palacio, «Villaviciosa, la última morada», Un reinado
bajo el signo de la paz.
Fernando VI y Bárbara
de Braganza. 1746-1759,
Madrid, Ministerio de
Educación, Cultura y
Deporte, Secretaría de
Estado de Cultura,
Secretaría General Técnica,
2002, pág. 377-378.
11.— Ibíd., pág. 378. Hoy
observamos troneras cegadas y vanos desaparecidos
en sus muros, lo que prueba
que hubo una organización
anterior al siglo XVI que era
distinta en huecos y alturas.
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de Chinchón para que enviaran representantes a la toma de posesión del mencionado obispo
de Málaga, celebrada en la Villa de Chinchón. En el documento correspondiente a Odón, conservado en el Archivo Municipal, puede leerse que va dirigido «a los Alcaldes de Villaviciosa» y,
al final del mismo, dice: «la posesión del Estado se tomará el próximo martes, pueden tener
vuesas mercedes, aquel día, su función de fuegos y novillos»16.
Un año después, por Real Provisión de 1739, se inició una ampliación importante de los
límites del territorio de la Villa de Odón y que vino a coincidir, con bastante aproximación, al
actual término municipal de Villaviciosa de Odón. Para señalar la nueva demarcación se designó
a don Esteban de Cáceres, quien citó a las autoridades de Boadilla, Brunete y Sacedón para acordar dichos límites y establecer los mojones correspondientes. El trabajo se realizó en tres días,
y volviendo cada día al castillo como punto de partida, no realizándose por tanto en continuo redondel.17
El castillo de Villaviciosa de Odón convertido pabellón de caza de los Borbones
Los Borbones nunca hicieron obra gruesa en el castillo de Villaviciosa, por lo que su arquitectura siguió siendo la misma del siglo XVI. Pero sabemos que cuando Felipe V adquirió en propiedad el estado de Chinchón (1738) a nombre de su hijo don Felipe, el castillo palacio no reunía
aún condiciones para ser pabellón de caza. De ahí que en 1739 su nuevo propietario quisiera convertirlo en un verdadero château francés, con su casa de oficios y caballerizas, todo ello inserto en
magníficos jardines al modo dieciochesco. El proyecto fue encargado al arquitecto italiano Giovanni Battista Sacchetti en febrero de 1739, cuyo plano, fechado en 20 de abril de 1739, se conserva en el Archivo Geográfico del Ejército.18
Aquellos días fueron de gran actividad proyectiva y constructiva para Sacchetti, ya que
además de atender a otros reales sitios, hacía un año que había puesto la primera piedra del Palacio Nuevo de Madrid, y precisamente de aquel taller salió sin duda el proyecto para Villaviciosa.
De acuerdo con su proyecto, como señala Pedro Navascués, el castillo es el centro de una disposición cruciforme rigurosamente axial y equilibrada, aparentemente igual pero con diferentes
significados, todo dentro de un cerramiento de clara estirpe barroca en el que se perciben ciertos rasgos que recuerdan a Pedro de Ribera en el perfil mixtilíneo que dibuja en planta el perímetro de la cerca.
En castillo planteaba las mismas cuestiones que a Casale en el siglo XVI. Siendo imposible modificar el punto de partida, Sacchetti (o el autor del proyecto si fue otro) se limitó a centrar la entrada principal en la fachada, haciendo de su crujía un importante zaguán que salía al
eje del patio, manteniendo la distribución interior existente y llevando la capilla al torreón oriental. Todo lo demás permanecería igual que antes.
El gran cambio del proyecto es la ordenación del entorno con un bellísimo jardín cuyo
eje enfilaba, a los mismos pies del castillo y partiendo de la población, las caballerizas con su
patio, fuente y viviendas, todo ello muy cerca de Villaviciosa y frente a las antiguas caballerizas.
A continuación, un primer espacio arbolado centrado por una glorieta con ocho paseos que parten de aquí de forma radial; luego una segunda glorieta en la que se cruzan dos ejes, sirviendo el
menor para la entrada de los carruajes que venían de Madrid; y desde aquí se entraba en la plaza
del palacio por la puerta principal, que contaba con dos fuentes murales a un lado y a otro, y
donde cabe preguntarse si la actual Fuente de los Caños con un hermoso escudo simplificado
que se ha atribuido a Ventura Rodríguez es una de las fuentes que figuran en el plano. Por detrás
del edificio continuaba la mayor longitud de este eje mayor, enfilando el «jardín principal con sus
estanques» y el «Compartimiento de Carpo con su gran estanque», dejando oculta al final la
noria que permitía regar los jardines y alimentar los estanques. En la cerca inmediata se abría
pabellón de caza de los borbones
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fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón
12.— Doña Isabel de
Farnesio siempre desdeñó a
sus dos hijastros. No fue
una madre amorosa con sus
seis hijos, pues dedicó su
tiempo y energías en intrigas políticas para forjarles
un brillante porvenir.
Se casó con Felipe V gracias
a las gestiones de Julio
Alberoni, cardenal italiano y
obispo de Málaga, al quien
hizo primer ministro y en
quien se apoyó para que
orientara la política española a recuperar los territorios italianos perdidos en
Utrecht (1713). Así pudo dar
a su hijo don Carlos el reino
de Nápoles y Sicilia
(Carlos VII de Nápoles, futuro Carlos III de España);
y a su hijo, don Felipe, el
ducado de Parma (Felipe I).
13.— La pignoración de títulos nobiliarios con autorización real existía desde el
siglo XIII y será bastante
común durante los siglos
XVIII y XIX. En dichas compraventas, el título o dignidad podía o no variar de
denominación; y en este
caso, el condado de
Chinchón y sus dominios
la conservaron.
14.— Este documento trata
del reconocimiento oficial
de los cargos y oficios del
Concejo de Odón y de la declaración de fidelidad y vasallaje de los mismos al
titular del estado de Chinchón. Antonio Pardo
Riquelme, Breve historia de
Villaviciosa de Odón,
Villaviciosa de Odón, Asociación Cultural Círculo de
Opinión, 1998, págs. 40-41.
15.— Don Miguel Herrero
de Ezpeleta, administrador
del Obispo don Gaspar de
Molina y Oviedo, gobernador general del Estado de
Chinchón, residió en el castillo de Villaviciosa, al que
llamaba Palacio. Don Miguel
era el hombre de confianza
del gobernador general y del
conde de Chinchón y se titulaba como «único poder
aviniente general de S.A.
D. Felipe para el gobierno
universal de sus Estados y
Hacienda», tal como consta
en documentos conservados
en el Archivo Municipal de
Villaviciosa de Odón y en el
Archivo Regional de la
Comunidad de Madrid
(en lo sucesivo, A.R.C.M.).
fico pabellón de caza, se hallaban más próximos que Villaviciosa del Palacio del Buen Retiro y del
Palacio Nuevo de Madrid. Por tanto, si lo que los Borbones pretendían era pasar un breve tiempo
de caza y descanso, y sobre todo, cuando se trataba de una única jornada, los palacios de Aranjuez, La Granja de San Ildefonso y Riofrío les resultaban demasiado distantes.
¿Cómo se produjo la estrecha vinculación de Villaviciosa de Odón y su castillo con la
nueva dinastía reinante? La clave estuvo en la nueva orientación de la política de España en Italia y en la obsesión de la reina doña Isabel de Farnesio en dar tronos, títulos y privilegios a sus
hijos, pues al tener su marido Felipe V dos hijos de su primer matrimonio con doña María Luisa
Gabriela de Saboya, don Luis y don Fernando, parecía imposible que cualquiera de sus hijos
pudiera ser rey de España.12 Aunque luego sucedió que Luis I y Fernando VI murieron, respectivamente, en 1724 y 1759, quedando el trono para su hijo don Carlos (Carlos III).
Cuando Felipe V y su esposa doña Isabel de Farnesio consiguieron en 1734 el trono de
las Dos Sicilias para su hijo el infante don Carlos, que se convirtió en Carlos VII de Nápoles,
aún no habían podido darle ninguna posesión a su hijo el infante don Felipe. El destino quiso
que don Juan Jorge Sforza y Conti, décimo conde de Chinchón (descendiente del primer conde
por línea femenina), residiera en Italia y careciera de interés por su condado, por los que lo
puso en venta. Fue entonces cuando el rey don Felipe no dudó en facilitar a su hijo don Felipe
el dinero para su compra y contentar de paso a su esposa, siempre preocupada por el medro
de sus hijos.
El título condal de Chinchón, concedido por Carlos I (9-05-1520) en las Cortes de La
Coruña a don Fernando de Cabrera y Bobadilla, tercer hijo de los primeros marqueses de Moya,
fue vendido por su titular a don Felipe de Borbón y Farnesio, pasando por tanto a uno de los
miembros de la Familia Real de España. Como para la compraventa del título y los dominios
territoriales, fortalezas y bienes anejos resultaba preceptiva la autorización real, Felipe V la concedió en octubre de 1738. Acto seguido, el marqués de Moya, descendiente directo de don Andrés
de Cabrera y de doña Beatriz Fernández de Bobadilla, interpuso en vano un recurso contra dicha
concesión real aduciendo que su antepasado el primer marqués de Moya había fundado el mayorazgo de Chinchón (4-08-1511), sólo para personas de su linaje; por o que tanto el título como las
posesiones y bienes del estado de Chinchón iban unidos a los llamados a sucesión.13
Don Felipe, el nuevo titular del condado había nacido en el Palacio del Buen Retiro
(15-03-1720), en Madrid, estando en posesión de las dignidades siguientes: infante de España;
caballero de las Órdenes del Toisón de Oro, Santo Espíritu, San Juan de Jerusalén y Calatrava;
y, además, almirante general de España. Un documento del Archivo Municipal de Villaviciosa
de Odón (octubre, 1738) referente al condado de Chinchón dice que «su alteza el Serenísimo
señor Infante D. Phelipe ha comprado con sus propios caudales»14. Esta expresión afirma que
la adquisición del condado se hizo con fondos aportados por su padre; es decir, que el rey
aprobó la compraventa y puso el dinero en nombre de su hijo, por lo que él fue el verdadero
comprador. Por otra parte, aunque suponemos que al principio, el infante debió de ilusionarse
con su nuevo título nobiliario, sus dominios, fortalezas y bienes anejos; no hay duda que Felipe V
mostró un interés muy especial y aún mayor que su propio hijo, ya que él personalmente se
hizo cargo del estado de Chinchón y, por supuesto, del castillo de Villaviciosa. Prueba de ello fue
que el propio rey fue quien inmediatamente nombró gobernador general del condado a don
Gaspar de Molina y Oviedo, obispo de Málaga y comisario de la Bula de la Santa Cruzada, como
consta por Real Cédula (30-10-1738) y que fue comunicada al Concejo de la Villa de Odón. A
partir de entonces, el gobernador general actuó como representante del infante don Felipe,
undécimo conde de Chinchón. Don Miguel Herrero de Ezpeleta, administrador del nuevo
gobernador general,15 envió unas instrucciones, con la misma fecha, a los concejos del condado
16.— Antonio Pardo
Riquelme, op. cit., pág. 41.
Como puede comprobarse,
ya por entonces los toros y
la pólvora estaban asociados a las fiestas odonenses,
por lo que puede afirmarse
que, al menos, tienen más
de dos siglos de tradición
popular en la localidad.
17.— Los mojones que se
citan son: La Cabezuela,
La Veguilla, Cerro de Valdelices, La Revierta, ermita de
San Babilés, Val de Borregas, Cerro de Barcelona,
Arroyo Pastores, Vereda de
San Antón, Cuesta de la
Plata, Monte de Romanillos, el puente de madera a
Brunete, Cerro del Tejar, río
Guadarrama, Arroyos de la
Barranca, Cerro de las
Nieves, Pinares Llanos,
La Cañada, Vereda Soto
Redondo, Calatalifa y desde
aquí a Sacedón cruzando el
río Guadarrama por un
lugar llamado Los
Frontales. Como puede
comprobarse, hay lugares
que aún hoy conservan el
mismo nombre de entonces.
18.— El proyecto no está firmado. Se ha relacionado
con Sacchetti y Juan
Román; pero no pudo ser de
Juan Román, maestro
mayor de Obras Reales porque falleció meses antes de
la fecha del proyecto.
Giovanni Battista Sacchetti
sucedió a Juan Román en el
cargo de maestro mayor, y
aunque por entonces aún
no tenía la plaza, se le consideraba arquitecto mayor.
Pedro Navascués Palacio,
op. cit., págs. 379-380.
51
Al fallecer el emperador Carlos VI (1740), estalló la guerra de Sucesión austriaca y España se
alió a Francia contra Austria e Inglaterra. Fue la situación que tanto había esperado la reina doña
Isabel de Farnesio para emprender su lucha por Italia, interrumpida por la Paz de Viena (1733).
La coalición antiborbónica entre Inglaterra, Austria y Cerdeña produjo un estrecho acercamiento
entre Francia y España que culminó con el Segundo Pacto de Familia (25-10-1743), comprometiéndose Luis XV a entrar en guerra contra Inglaterra y Cerdeña y a apoyar la conquista de Milán,
Parma y Piacenza para el infante don Felipe de Borbón y Farnesio. Aunque no pudo quebrarse
el dominio marítimo británico en el Mediterráneo, el infante don Felipe entró en Milán (1745),
tras vencer al ejército sardo-austriaco, lo que no impidió que los españoles tuvieran que abandonar la Lombardía poco antes de la muerte de Felipe V (9-07-1746).
Dos días después, don Fernando de Borbón y Saboya fue solemnemente proclamado rey
de España con el nombre de Fernando VI en el Palacio del Buen Retiro. A la muerte de su padre,
el infante don Felipe dispuso la celebración de misas fúnebres en Odón, Chinchón y otras localidades de su Condado. Pero la muerte de Felipe V no impidió que los españoles continuaran
combatiendo, con poco éxito, en la guerra de Sucesión austriaca que terminará con la Paz de
Aquisgrán (1748). El gran ducado de Toscana y los ducados Parma y Piacenza, a los que se añadió el de Guascalla, pasaron al infante don Felipe de Borbón y Farnesio, conde de Chinchón.23
Como el infante don Felipe estableció su residencia en Parma (1748), que era entonces un
estado «satélite» de Nápoles, centró su atención a partir de entonces en los intereses políticos
de los Borbones en Italia, y máxime cuando Carlos VII de Nápoles, su hermano mayor, era rey de
las Dos Sicilias desde 1734.24 Casado con doña Luisa de Borbón, primogénita de Luis XV, la corte
de Parma se convirtió en una pequeña Versalles por su protocolo y costumbres, y sobre todo por
el uso del francés como lengua común. Los duques contrajeron deudas y compromisos que agotaron su exiguo Erario, viéndose en la necesidad de solicitar ayuda económica con cierta frecuencia a Fernando VI, aunque nunca le correspondieron con el debido agradecimiento.25 Pero
tampoco él lo esperaba y adoptó una postura siempre respetuosa ante la voluntad de su padre,
como también ante las costumbres e intereses familiares.
En cuanto al condado de Chinchón, don Felipe lo conservó durante el reinado de Fernando VI (1746-1759), pero se limitó prácticamente a percibir las rentas que le enviaba el gobernador general. Había perdido por completo todo su entusiasmo por el condado que le había
comprado su padre, quien había sido el más interesado en su conservación; por lo que al fallecer Felipe V, su hermano don Luis Antonio de Borbón y Farnesio fue quien más visitó sus posesiones y muy especialmente sus cotos de caza.
Felipe V había comprado el título de conde de Chinchón a su hijo don Felipe, pero como
gran entusiasta de la organización de cacerías y excelente cazador, quiso también que el castillo
de Villaviciosa de Odón se convirtiera en pabellón de caza de su Real Familia; y por ello creó el
llamado «Real Bosque de Villaviciosa»26. Sus dimensiones eran enormes, razón por la que los
vecinos de los pueblos limítrofes de Villaviciosa de Odón, Boadilla, Sacedón, Móstoles y Alcorcón lo consideraron como la causa principal de su empobrecimiento. Por ello, años después
enviaron un informe al marqués de la Ensenada (9-02-1749), a través del cual solicitaron a Fernando VI su intervención para que ordenara la anulación de los límites impuestos a la caza
mayor y menor en el Real Bosque y se abriera el territorio comprendido dentro de sus cotos para
convertirlo en tierras de pasto y de labor. Pero además, en su informe se recoge también su queja
debido a la «perpetua ausencia del Infante» don Felipe, que ya era duque de Parma en 1748
(duque soberano desde 1751) y por tanto había fijado allí su residencia, delegando el uso de sus
propiedades en su hermano menor el infante don Luis Antonio, quien «se había agradado del
Bosque para su diversión».
pabellón de caza de los borbones
50
fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón
19.— En el plano se detallan
los usos de cada estancia:
«Despensa, cocina, leñera,
fregadero, pieza del aparador, cuarto del mayordomo,
vivienda del cocinero, repostería, sausería, frutería, panetería, oficio de caba,
vivienda de cocineros, cuartos de oficios, pórtico con
capilla y escalera que conduce a los sótanos, y cuarto
de hujier de oficios». Ibíd.,
pág. 387.
20.— Ibíd., págs. 380-381.
21.— Ibíd., pág. 382.
22.— El orden heráldico de
los escudos del Palacio Real
Nuevo quedó restablecido
según el relabrado
propuesto por el escultor
Giovanni Domenico
Olivieri, lo que supuso el
mayor ahorro posible.
una nueva puerta para salir hacia Madrid, permitiendo llegar directamente a palacio sin recorrer el amplio paseo exterior que circunda el conjunto y del que parten radialmente «calles exteriores que conducen a barias partes».
En el eje menor o transversal se proyectó una casa de oficios y un jardín cerrado, a un lado
y otro respectivamente del palacio y ambos en un nivel inferior claramente diferenciado, puesto
que el enclave medieval del castillo exigía una cota alta cuya diferencia era necesario resolver
mediante varios y bellos juegos de escaleras para comunicar los distintos niveles. La casa de oficios responde a un planteamiento rígido y funcional muy bien resuelto en torno a un patio principal mirando a palacio, donde estará el «alojamiento de Señores, y demás Ofiziales», y segundo
patio de oficios, además de otros dos laterales, en los que se situarían todos los llamados «oficios de boca», además de las viviendas de sus empleados y la capilla.19 Además, esta casa de oficios se unía al castillo palacio por un «paso subterráneo para llebar las viandas al Castillo»,
siendo este asunto de los oficios de boca lo que tanto preocupará durante la estancia de Fernando VI en Villaviciosa (1758-1759), al ser muy difíciles de distribuir en el interior del edificio.
Al otro lado, haciendo pendant con la casa de oficios, se ideó un jardín bajo y cerrado en
torno a un estanque con su fuente, de parterres muy abiertos y sinuosos, de carácter rococó y del
mismo tipo que los del jardín principal y de los cuatro que se proyectaron frente a los torreones.
Finalmente, el proyecto señala la conducción de agua dulce al castillo y casa de oficios, así como
un arroyo paralelo a la posesión.20
Todo este gran proyecto no se hizo en el exterior del castillo o al menos nada ha quedado,
salvo quizás la citada Fuente de los Caños, ya que todo ello hubiera exigido una importante obra
de explanación que hubiera modificado la topografía del lugar. Además, en un hermoso cuadro
de la serie Vistas de Villaviciosa de Odón, pintada por Francesco Battaglioli un año después de la
muerte de Fernando VI por encargo de don Joaquín Olivares de la Moneda, marqués de Villacastel de Carrias y que había sido mayordomo del rey, muestra con claridad la distante soledad
del castillo dominando la rica Huerta del Condado, una segunda huerta también cerrada y las
edificaciones del pueblo donde destacan la iglesia parroquial de Santiago y el convento de San
Gil. Eso fue lo que vería Fernando VI desde las ventanas y balcones del castillo.
Pero aunque el proyecto finalmente no se ejecutó, el interior del castillo palacio tuvo que
ser necesariamente acondicionado ante las visitas de don Fernando de Borbón y Saboya, como
príncipe de Asturias y como rey, entre 1739 y 1749. Aunque se desconoce cómo eran en realidad
las estancias de su propietario, el infante don Felipe, y a pesar de su prolongada ausencia por
haberse marchado a Italia, podemos advertir una presencia manifiesta en el magnífico escudo en
piedra que colocó en la fachada principal del castillo. El escudo completo está arropado por una
barroca tarjeta análoga a las que guarnecen los escudos reales del reinado de Fernando VI en el
Palacio Nuevo de Madrid, aunque anterior a ellos, ya que los dos collares de las órdenes del Toisón de Oro y del Espíritu Santo que rodean el escudo tienen una situación antigua; esto es, el
collar y la cruz francesa quedan por fuera y envuelven a la del Toisón de Oro y éste al escudo.21
Precisamente tal preeminencia de la orden de Enrique III de Francia en los escudos dispuestos
en las tres fachadas del Palacio Nuevo de Madrid originó ciertos problemas que fueron subsanados relabrándolos en 1750, quedando por fuera el collar del Toisón de Oro.22 Creemos oportuno añadir que al escudo del castillo de Villaviciosa hoy le falta la corona, rota en su momento
como ocurrió con la de la hermosa Fuente de los Caños; y aunque nos ayudaría en su caso la
que le correspondería a don Felipe de Borbón y Farnesio como infante de España, la cruz de la
Orden de Santiago prueba de forma fehaciente su pertenencia. Además, si don Felipe fue nombrado duque de Parma en 1748 e incorporó las armas de su ducado italiano a las suyas propias,
el no haberlo hecho en su escudo del castillo nos permite datarlo entre 1739 y 1748.
23.— Pero tal éxito tuvo
como contrapunto el que
no se recuperara Gibraltar
y Menorca, y el mantenimiento de los gravosos tratados comerciales.
24.— Fernando VI falleció
el 10 de agosto de 1759 en el
castillo de Villaviciosa de
Odón. En cumplimiento
de su testamento, Carlos VII
abdicó y dejó su trono italiano a su tercer hijo
(Fernando IV), para reinar
en España como Carlos III.
Por tal circunstancia, don
Felipe, duque de Parma, infante de España y undécimo
conde de Chinchón, tendrá
un mayor relieve en la política de los Borbones
en Italia.
25.— La correspondencia
entre Felipe I de Parma y
Fernando VI ref leja que
ambos mantuvieron una relación muy fría y distante.
Fernando VI siempre consideró a su medio hermano
un manirroto y a su cuñada
como una frívola fille de
France. José Luis, Gómez Urdáñez, Fernando VI,
Madrid, Alianza Ediciones,
2001, págs. 133-134.
26.— El Real Bosque de
Villaviciosa de Odón tenía
una vasta extensión. Años
después recibió el nombre
de Los Testarales y hoy se
conoce como Prado
Redondo.
27.— Archivo General de Palacio. Fernando VI. Secretaría, Juntas y Consejos.
Secretaría del Despacho
(1746-1759), caja 416/9.
Informe de don Miguel
Herrero de Ezpeleta al
marqués de la Ensenada
(9-02-1749).
28.— La Fuente de los Caños
está empotrada en un amplio lienzo mural y rodeada
por cinco mojones en lazados con cadenas, formando
éstas un semicírculo a su alrededor. Tiene además un
magnífico escudo en el
frontón, igualmente semicircular, y tres gruesos
caños de agua. Los materiales de construcción son de
fábrica de ladrillo en el
muro soporte y los sillares
de granito, en la fuente propiamente dicha. El escudo
es de granito, lo mismo
que los tres pináculos con
bola que jalonan el remate
mixtilíneo.
El castillo de Villaviciosa de Odón durante el reinado de Fernando VI
Don Fernando de Borbón y Saboya siempre fue consciente del enorme interés que puso padre en
la compra del estado de Chinchón para su hijo el infante don Felipe de Borbón y Farnesio, como
también en la idea de convertir el castillo de Villaviciosa en pabellón de caza familiar y lugar de
recreo de los Borbones próximo a la corte de Madrid y sin su bullicio. Por ello, si bien comenzó
su reinado el 9 de julio de 1746 y desde 1739 hasta febrero de 1749 sólo había visitado dos veces
Villaviciosa de Odón, luego fue el rey que tuvo una mayor presencia en la localidad, que se llamaba indistintamente Villaviciosa y el primitivo Odón.
Fernando VI amó tanto Villaviciosa que quiso ennoblecerla como Real Sitio y lo hizo por
Real Cédula de 1754, ordenando además que a partir de entonces se llamara Villaviciosa de Odón,
para dejar de manifiesto la feracidad de sus hermosas tierras y su abundancia de aguas, circunstancias que permitían que en su término de una extensión de 6.201 y media fanegas de tierras se cultivaran tres y media fanegas como huertas de regadío, que producían sus famosos y
delicados fresones, frutas variadas, espárragos y hortalizas. Pero tan alta distinción implicaba
su interés muy especial por el lugar, que incluía el castillo palacio como pabellón de caza familiar y el reconocimiento al trato amable y muy hospitalario de los lugareños. Por tanto, resulta
más que probable que don Fernando visitara con cierta frecuencia el castillo, por su proximidad
a la Villa y Corte de Madrid, y fuera una de las causas por las que eligiera el castillo como Real
Residencia para pasar allí una temporada tras la muerte de su esposa en 1758, aunque luego se
prolongaría y sería donde pasó el último año de su vida.
Por otra parte, el monarca tomó la iniciativa y emprendió la restauración interior del castillo palacio de su hermano don Felipe, duque de Parma y conde de Chinchón, introduciendo
algunas mejoras. Entre las mejoras realizadas, se acondicionaron varios dormitorios y una capilla en la primera planta, quedando ésta situada al final del primer tramo de la escalera principal.
Con toda seguridad, las dependencias principales del castillo debieron de decorarse por entonces con preciosos estucos, mármoles y cuadros según los cánones neoclasicistas, lo mismo que
la capilla; aunque no hayan quedado restos de nada de ello. Como resultado, el castillo-palacio
conservó su aspecto exterior, y a pesar de la humedad y del frío, quedó acondicionado para convertirse en una villa de recreo y en pabellón de caza. Su situación apartada, aunque próximo a
Madrid, la belleza de su entorno y la riqueza cinegética de sus bosques, hizo que muy posiblemente Fernando VI, y sobre todo el infante don Luis Antonio y Carlos III, pasaran allí temporadas de descanso y realizando jornadas de cacería.
Fernando VI fue quien encargó la hermosa Fuente de los Caños, cuyas aguas procedían de
un manantial de la Colina de la Atalaya donde se hallaba la Fuente de la Atalaya, a un cuarto de
legua de la fortaleza, en dirección a Boadilla.28 Siendo colindantes la fuente, atribuida a Ventura
53
Rodríguez, y el edificio del castillo con el terreno conocido como Huerta del Infante, parece ser
que todo formaba parte de los propios terrenos del castillo, que se extenderían hasta el lugar
donde el arroyo de la Madre corta el camino de la Rinconada, y allí sería donde debía de empezar el pueblo de Villaviciosa de Odón.
A la reina doña Bárbara de Braganza jamás le atrajo caza, dado que su estado de salud y su
corpulencia no le permitieron realizar grandes caminatas ni tampoco el ejercicio violento, prefiriendo otras aficiones más acordes con sus gustos refinados y posibilidades. Sin embargo, sabemos que en 1754 acompañó a su marido en varias visitas a Villaviciosa de Odón por los cinco
cuadros del mencionado pintor italiano Francesco Battaglioni, en los que los reyes aparecen acompañados por el cardenal infante don Luis Antonio de Borbón y Farnesio, futuro duo-décimo conde
de Chinchón (ese mismo año abandonó el cardenalato), y también se aprecia el recibimiento que
les brindaron los marqueses de Villacastel de Carrias, propietarios del palacete hoy conocido como
Casa de Godoy. En el séquito de los reyes también figuran miembros del Concejo de Villaviciosa de
Odón y su amigo y protegido el gran cantante de ópera Carlo Broschi Farinelli29.
Don Luis Antonio de Borbón y Farnesio, a quien antes hemos mencionado varias
veces, era el hijo menor de Felipe V y doña Isabel de Farnesio, y muy querido por Fernando
VI, hasta el punto de acompañarle en todo momento hasta su muerte; aunque también hay
que añadir que cumplía funciones de «espía» para su madre, exiliada en el Palacio de La
Granja por el propio don Fernando, cansado de sus continuas conspiraciones políticas. Su
vida hasta 1776 siempre estuvo muy vinculada al castillo palacio como pabellón de caza y al
Real Bosque de Villaviciosa.
Don Luis Antonio había recibido la mitra de Toledo a la edad de ocho años (1735), como
administrador de los bienes temporales de la diócesis y no como arzobispo.30 Tres meses después, el Pontífice le nombró cardenal de la Santa Iglesia Romana, distinción honorífica que el
papa podía dar a un seglar, siempre que se comprometiera a recibir la tonsura eclesiástica lo
antes posible. Por si fuera poco, tras haber sido ordenado de primera tonsura, recibió también
la administración de los bienes de la diócesis de Sevilla (1741), la más importante en España después de la de Toledo. Pero sucedió, que en plena juventud, el cardenal infante don Luis Antonio se despreocupó por completo de la administración de ambas mitras por carecer de vocación
religiosa. Apenas pisaba Toledo y lejos de interesarse por la vida eclesiástica, sus aficiones eran
muy especialmente la caza, la danza, la música, la mecánica, las Ciencias Naturales, la esgrima,
los juegos de mesa, y lo peor aún en un eclesiástico: muy pronto se sintió atraído por las mujeres. De ahí que al cumplir los veintisiete años (1754), cuando Villaviciosa de Odón se convirtió
en Real Sitio, comunicó a Fernando VI, que había decidido dejar el cardenalato y la administración de ambas diócesis.
Tras adquirir su padre Felipe V el estado de Chinchón para su hermano don Felipe (1738)
y sobre todo tras ser nombrado éste duque de Parma (1748), el cardenal infante don Luis Antonio había siempre aprovechado la menor oportunidad para huir de la corte de Madrid hacia el
castillo palacio de Villaviciosa y su Real Bosque. Pero luego, una vez libre de sus obligaciones
eclesiásticas (1754), participó más en la vida de la corte y convirtió prácticamente el castillo en
su pabellón de caza particular, dejándose ver a menudo por Villaviciosa de Odón acompañado
de un séquito de amigos y servidores. El Real Bosque se convirtió en su lugar favorito. Así pues,
como era de esperar en su caso, el infante don Luis Antonio se convirtió con los años en un bon
vivant, dedicándose especialmente a la caza, al estudio de los pájaros y al galanteo cortesano, y
descuidando su formación intelectual, pese a que años después tendrá fama de ilustrado. Henry
Swinburne, viajero inglés que le conoció, le describió como «un hombre alegre, compasivo, afable y siempre dispuesto a la chanza»31.
29.— Carlos Broschi
Farinelli, del grupo de los
castrati y con una voz prodigiosa, había deleitado en las
cortes de Italia, Austria,
Inglaterra y Francia, alcanzando la cúspide de su fama
a los 32 años. Vino a España
(1737) a instancias de doña
Isabel de Farnesio, deseosa
de hallar un remedio que
mitigara la melancolía depresiva de su marido. Gozó
de gran inf luencia durante
los reinados de Felipe V,
Luis I y Fernando VI. Ideó
la construcción de un pequeño teatro para distraer a
Fernando VI, que convirtió
en el Teatro de la Ópera del
Buen Retiro y del que fue
nombrado director. Organizó las temporadas de
ópera e hizo venir de Italia a
los mejores cantantes y a los
más famosos en coreografía,
maquinaria y música, con lo
que las representaciones en
el Palacio del Buen Retiro
rivalizaron y a veces superaron a las más afamadas de
las cortes europeas.
Durante los veranos, amenizó las jornadas que los
reyes pasaban en Aranjuez
organizando espectáculos y
conciertos en los barcos
(la famosa Flota del Tajo)
y en las riberas del río.
Con su presencia y su arte
popularizó decisivamente la
ópera italiana en España.
30.— Roma agasajaba con
gracias similares a los
miembros de las casas reales
de las monarquías católicas
y de las familias nobiliarias
más notables. Como niño
no podía ser ordenado sacerdote, como lo estableció
el Concilio de Trento.
A cambio de dicho cargo
eclesiástico Felipe V reabrió
la Nunciatura, que había
sido cerrada durante la
guerra de Sucesión; y además, medió ante su hijo
Carlos VII de Nápoles a favor de los intereses espirituales y temporales de la
Iglesia en su reino de las
Dos Sicilias.
31.— Carta de Henry
Swinburne, fechada en
Aranjuez el 6 de mayo de
1776. Cita de Franco María
Ricci, Viaje a través de España
en los años 1775 y 1776,
Madrid, 1920, pág. 30.
pabellón de caza de los borbones
52
fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón
En su queja, los vecinos de los pueblos afectados manifestaron además que entre 1739 y en
lo que iba de 1749, el rey Fernando VI «sólo dos veces se ha divertido hasta ahora» en Villaviciosa,
a costa de un viaje «fatigoso por lo distante para la Real Persona de S.M.» ¿Por qué sólo había
estado dos veces durante esos diez años?27
Las relaciones de don Fernando y su esposa doña Bárbara de Braganza nunca fueron buenas con doña Isabel de Farnesio, sobre todo a partir de su nombramiento como príncipe de Asturias (1724). Ella siempre intentó mantenerle alejado de su padre y del conocimiento del gobierno,
poniendo además por todos los medios para mantener a ambos aislados y vigilados. Por tanto,
es muy posible que don Fernando no quisiera visitar las propiedades de su medio hermano el
infante don Felipe para evitar que su visita pudiera ser motivo de un enfrentamiento o de queja
por parte de la reina doña Isabel.
La sin igual arcabucería o escopetería de caza española
La transformación del castillo palacio odonense como pabellón de caza por Felipe V y luego por
Fernando VI, aunque propiedad del infante don Felipe de Borbón y Farnesio, tuvo lugar en una
época en la que nuestros arcabuces o escopetas de caza madrileños fueron los mejores del
mundo. Por supuesto, el gran desarrollo de la arcabucería madrileña había tenido lugar durante
los reinados de Carlos II y luego especialmente en los dos reinados de Felipe V, pudiéndose identificar a los arcabuceros que construyeron dichas armas y datar su fabricación, porque aparecen
firmadas y fechadas en el cañón de las mismas. Por ello, al referirnos al castillo como pabellón
de caza de los Borbones nos obliga a hablar de los arcabuces o escopetas de caza española,33 que
alcanzaron fama mundial por las mejores e inimitables, pese a los numerosos intentos que hicieron los arcabuceros extranjeros.34
Nuestros célebres arcabuces de caza anteriores, los del siglo XVII con llave de patilla o de
miquelet, fueron las primeras armas de fuego prácticas de uso venatorio universal. Disponemos
de descripciones muy completas y detalladas sobre ellos en varios textos de aquella época, sobre
55
todo en dos libros clásicos de la cinegética española: Arte de la Ballestería y Montería de don Alonso
Martínez de Espinar (1644),35 presentado por el célebre escritor madrileño del Siglo de Oro don
Francisco de Quevedo y Villegas; y Tratado de caza al buelo del capitán don Fernando Tamariz de
la Escalera (1654).36 No hay obra venatoria o armera alguna europea que supere a estas dos obras
en saber y en método, y que dé a conocer las armas de chispa con tal lujo de detalles. A través de
ambas obras, verdaderos tratados de caza escritos por autores que practicaron la caza de forma
muy intensa, sabemos cómo eran sus medidas, su funcionamiento, mantenimiento y rendimiento. Además, estas dos obras, basadas en la propia experiencia de sus autores y no de las fuentes literarias de entonces, abundan incluso en observaciones psicológicas sobre el comportamiento
de los tiradores y unas muy curiosas reglas sobre balística y tiro vigentes, que posteriormente
serían confirmadas a través de la investigación científica.
Mas si estas dos obras son las dos más importantes de aquella época, sería injusto no mencionar Origen y dignidad de la caza, obra contemporánea a éstas que fue escrita y dedicada al Conde
Duque de Olivares por don Juan de Mateos (1634),37 montero y ballestero al servicio de los reyes
Felipe III y Felipe IV. En esta curiosa y magnífica obra, el autor, que llegó a ser ballestero principal de su majestad Felipe IV, expone de forma meticulosa sus conocimientos cinegéticos, que al
servicio de los monarcas de la época garantizaban copiosos trofeos, todo ello fruto de su experiencia. En el prólogo dice al lector que el «exercicio Real de la Caça se originó de la defensa que
forzosamente los hombres hazían contra las fieras, por la guarda de sus ganados, cuyos robos fueron causa de sus muertes». Y añade su idea del arte de la caza como la mejor escuela para enseñar
a los príncipes las artes militares, ya que la «dignidad deste noble exercicio se conoce fácilmente
por ser propia acción de Reyes y Príncipes, y el Maestro más docto que puede enseñar mejor el
Arte militar teórica y prácticamente».
Por otra parte, esta obra de don Juan Mateos se divide en dos grandes bloques. El primero
está dedicado a la montería del jabalí y concluye con unas advertencias de cómo los cazadores
han de servir a los reyes. En cuanto al segundo, que trata de la ballestería, empieza con una definición detallada de los tipos de cazadores (chucheros, cazadores, monteros y ballesteros); luego
explica qué conocimientos debe tener el ballestero, que además ha de saber «concertar vn iaualí […]
para poderlo assí matar, debe saber tambien matar los venados, gamos, corços de las atalayas,
hazer batidas para lobos, y conocer los passos de los iaualíes»; explica a continuación la caza de
los gamos, venados y lobos y zorros; y por último, hace pública la carta que el duque de Lerma
envió a su padre, don Gonzalo de Mateos, y aporta asimismo una declaración de algunos de los
nombres que usan los monteros y ballesteros en su profesión.
El calibre de aquellos arcabuces venía a ser muy próximo al de las escopetas actuales del
16: algo más de 16 mm. Según Tamariz de la Escalera, se cargaban con doce adarmes, es decir,
unos 22 gramos de perdigones y tres adarmes, o sea unos 5 gramos de pólvora (algo más floja
que la negra actual). Su fórmula era una «cuarta parte de adarmes de pólvora de los adarmes
que cargue de plomo el arcabuz». En cuanto a la longitud del cañón, recomendaba que fuera de
unos cinco palmos; lo cual aproximadamente venía a ser 1,05 m. Aunque la mayoría de los arcabuces de entonces sobrepasaban tal medida y alcanzar los 1,10 a 1,15 m., coincidiendo con Martínez de Espinar, quien era partidario de cañones de «cinco palmos y dos o tres dedos».
Tamariz de la Escalera asegura que el cañón debe limpiarse bien doce disparos y cuidar al
máximo que la piedra caiga y roce regularmente el rastrillo para que dé fuerte haz de chispas; y
Martínez de Espinar nos dice asimismo que «el gatillo debe de peinar parejo el rastrillo para que
entre bien la lumbre en la cazoleta». Ambos tratadistas eran partidarios de los tacos de esparto
limpio, machacado y flexible para los perdigones; aunque Martínez de Espinar puntualiza su
preferencia por el taco de fieltro, engrasado y de perfecto ajuste para las balas, y añade además
pabellón de caza de los borbones
54
fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón
32.— Pedro Navascués Palacio, op. cit., pág. 382.
33.— Desde finales del siglo
XVI, los términos arcabuz y
escopeta son sinónimos.
34.— No es objeto ni mucho
menos de este estudio presentar una historia de la arcabucería española, sobre
la que hay tan abundante
bibliografía. Dado el gran
interés y el enorme valor de
las piezas de la exposición,
creemos oportuno muy en
especial el extraordinario
Catálogo de arcabucería madrileña (1687-1833). Real Armería
de Madrid, de Álvaro Soler
Campo, conservador de la
Real Armería, investigador y
el mejor conocedor de estas
armas de fuego. Este singular catálogo fue publicado
en el contexto de una gran
exposición que realizó
Patrimonio Nacional.
Tras morir la reina doña Bárbara de Braganza en Aranjuez, Fernando VI decidió permanecer una breve estancia, buscando el sosiego necesario para soportar el dolor por la muerte de
su esposa. Su castillo no le traía ningún recuerdo suyo, dado que ni había sido cazadora ni tampoco le había acompañado a cacerías; pero lo que en un principio iba a ser unos días, terminó por
ser su residencia oficial hasta su muerte. Don Fernando llegó al castillo palacio de Villaviciosa de
Odón el mismo día del entierro de doña Bárbara (27-08-1758); y por tanto, no se hizo ninguna
obra de arquitectura, sino sólo una serie de disposiciones dadas por el aposentador del rey, don
Francisco Manuel de Mena, para hacer más cómoda su estancia y que encomendó como era habitual a empleados de palacio.
Los cuatro primeros meses fue un continuo ir y venir de criados y personal de muy distintos oficios desde la corte de Madrid, quienes en incontables carros, coches, galeras, calesas,
mulas y acémilas se dedicaron a traer y llevar muebles, cuadros, tapices, alfombras, batería de
cocina, instrumentos musicales… y un sinfín de cosas imaginables como la ropa interior del rey,
su relicario y pertenencias personales. Una idea del movimiento que hubo en esos días es que
para amueblar el cuarto de don Fernando se emplearon cuarenta pinturas, veintisiete mesas de
piedra con pies dorados y tres arañas de cristal de ocho luces cada una; y para el cuarto del
infante don Luis Antonio, que le acompañaría hasta su óbito, se trajeron también de Madrid
catorce pinturas, dos mesas de piedra y dos arañas de cristal. Todo un equipo de carpinteros,
cerrajeros, vidrieros y tapiceros se dedicaron a cerrar y componer puertas, ventanas, toldos, entarimados, llaves y cerraduras, colocación de pantallas y numerosas labores que continuaron al
año siguiente. Además, durante la enfermedad del monarca, se quiso en cierto modo paliar su
estado de ánimo mediante continuos cambios del mobiliario y del color del entorno, cambiando
incluso la estancia para dormir y en la que nunca faltó un oratorio portátil. Así, por ejemplo,
entre junio y julio de 1759, y con la aprobación del duque de Huéscar y de Alba, se pagaron 67
varas de espumillón verde esmeralda doble de Valencia y 116 varas y media de tafetán doble verde
esmeralda rico de Valencia, con el fin de adornar el nuevo dormitorio del rey y hacerlo más vivo
y agradable que los damascos con los que se forró su dormitorio a su llegada.32
Tras el fallecimiento de Fernando VI (10-08-1759, 4:15 h.), los muebles, las pinturas, las arañas de cristal, las alfombras y los tapices, y demás utensilios y enseres cotidianos que habían sido
llevados desde Madrid con tanto esfuerzo, fueron de nuevo embalados y regresaron al Palacio
Nuevo de Madrid, quedando el castillo palacio mudo y desierto, en espera de mejores días como
pabellón de caza. Sería muy pronto.
35.— Alonso Martínez
de Espinar, Arte de la Ballestería y Montería, Madrid,
Imprenta Real, 1644.
36.— Fernando Tamariz de
la Escalera, Tratado de la caza
al buelo, Madrid, 1654.
Edición facsímil de la
«Biblioteca cinegética española», Madrid, Ediciones
Velásquez, 1978, 1.ª reimpresión, Estudio preliminar de
Jesús E. Casariego.
37.— Juan Mateos, Origen
y dignidad de la caza, Madrid,
Imp. Francisco Martínez,
1634.
57
Soler, otro gran maestro arcabucero español, titulada Compendio histórico de los arcabuceros de Madrid
desde su origen hasta la época presente, con dos láminas en que están grabadas las marcas y contramarcas que
usaron en sus obras. Escrito por Isidoro Soler, Arcabucero del Rey Nuestro Señor. (1795).42
Según Martínez de Espinar, don Juan Sánchez Mirueña fabricaba los cañones batiendo
por separado seis o siete piezas, destinadas cada una a una parte distinta; y así les iba dando el
tratamiento adecuado; por ejemplo, más fortaleza en la recámara. Trabajaba mucho con el martillo sus cañones para buscar posibles fallos, así como para purificar y fortalecer el metal; y sus
armas no sólo le dieron fama internacional, sino que sus cañones fueron solicitados en toda
Europa. También nos dice el propio tratadista que los buenos cañones debían de quedar con el
ánima «como un espejo». Se probaban cargándolos con una cantidad de pólvora del mismo peso
que la bala, y se les metía como munición el peso de cuatro balas en postas o perdigones. Sólo
tras haber sufrido repetidas veces tan duro experimento, los arcabuceros madrileños de mediados del siglo XVII daban por buenos sus magníficos cañones.43
Don Juan Gaspar Hernández, arcabucero real madrileño, fue continuador de don Juan
Sánchez Mirueña y tuvo como discípulo y sucesor a don Juan Belén. Y éste, a su vez, tuvo por
discípulo y sucesor a don Nicolás Bis a finales del siglo XVII.
Nicolaes van Preusen (hacia 1660-1726), de origen alemán y conocido como don Nicolás Bis,
fue arcabucero real de Carlos II de Habsburgo y de Felipe V de Borbón, ejerciendo su profesión
durante cerca de cincuenta años. Soler, nos cuenta en su mencionada obra que Bis fabricaba no
sólo escopetas de caza para Felipe V y la Familia Real, sino que tenía además una gran y exquisita
clientela. Pero en 1713 el rey le exigió trabajara sólo para él y en compensación le subió su salario.
La fama de Nicolás Bis era tal que todos los monarcas europeos ambicionaban tener alguna
de sus valiosas escopetas, recomendando a sus embajadores hacer la petición a Felipe V. Tal costumbre continuó durante los reinados de Luis I, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV y Fernando
VII. No había nada más preciado que las escopetas de caza de los arcabuceros reales madrileños.
En este ámbito de la arcabucería madrileña, en el que continuamente se realizaban innovaciones constructivas como queda dicho, Bis tuvo la genial idea de emplear como material los
llamados «callos de herradura», que son la parte más batida de las herraduras de las caballerías.
Este hierro purificado por su uso natural, aprovechado debidamente por una forja especialísima,
dio un material insuperable en el mundo por su resistencia y su flexibilidad. Como curiosidad,
Soler nos dice que las herraduras favoritas de Bis procedían de las herrerías vizcaínas y asturianas, y que él creía que eran del hierro más «dulce» de Europa.
La elaboración de las escopetas de caza de don Nicolás Bis se realizaba con sumo cuidado.
A veces se daban hasta treinta y dos caldeos para la forja de un único cañón, como asegura Soler,
también arcabucero real y cuya información es la más autorizada, quien a su vez añade: «penoso
trabajo en consolidar los materiales más exquisitos»44. Como resultado, los cañones de la Real
Arcabucería no sólo alcanzaron la merecida fama internacional, sino también unos precios muy
altos; y además, los grandes armeros de Inglaterra, Francia, Italia y Alemania se dispusieron a
comprar cañones españoles para montarlos en sus más finas escopetas destinadas a los reyes y
a los grandes señores. Era tal el precio de aquellos cañones que los más famosos armeros europeos se decidieron por intentar copiar la técnica madrileña. Soler nos dice que ingleses e italianos lo intentaron en vano en Londres y en Milán, pero finalmente fracasaron. En Londres se
hicieron pruebas con cuatro de las mejores escopetas inglesas, pero todas ellas terminaron reventadas tras intentarse disparar con una carga de pólvora similar a la de una escopeta madrileña.
Y en cuanto a Milán, famosa por sus acerías, los milaneses intentaron copiar una escopeta original madrileña e hicieron dos cañones aparentemente similares, pero ambas reventaron con
sólo media carga de la que había resistido perfectamente el madrileño.45
pabellón de caza de los borbones
56
fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón
38.— Jesús E. Casariego,
Tratado histórico de las Armas,
Barcelona, Editorial Labor,
1982, págs. 93-94.
39.— Mariscal de campo don
Álvaro Navia y Osorio, vizconde de Puerto y marqués
de Santa Cruz de Marcenado, más conocido por su segundo título. Marqués de
Santa Cruz de Marcenado,
Reflexiones militares, Madrid,
Imprenta Enrique Rubiños,
1893, pág. 90.
40.— Jesús E. Casariego,
op. cit., pág. 96.
41.— Desde finales del siglo
XVI, el proceso de fabricación consistió en escoger y
batir un rectángulo de buen
hierro acerado y enrollarlo
sobre un mandril para darle
la forma de un cilindro hueco. Luego se soldaban los
bordes y se pulían interna
y externamente; después se
cerraba por un extremo y se
practicaba en su recámara el
conducto, llamado mina u
oído, para dar fuego a la
carga. Hubo otros ensayos
de soldar tiras longitudinales, pero no resultaron, al
menos en los primeros
tiempos. Las mejores cualidades de un cañón dependían de sus materiales y de la
soldadura.
que el taco «hase de asentar encima de la pólvora con darle dos golpecitos con la baqueta». También, con razón, ambos están en contra del conocido refrán que dice: «pólvora poca y munición
hasta la boca».
En definitiva, la carga de pólvora tenía que ser la cuarta parte de los perdigones; y además, éstos tenían que ajustar perfectamente sobre el taco, ya que, como explica Tamariz de la
Escalera, «yendo menos granos van más recios y alcanzan más y hacen mayor batería a donde
llegan». En cuanto al alcance normal de un arcabuz de entonces, Martínez de Espinar estima
que unos cincuenta pasos, es decir, unos treinta y tantos metros, que viene a ser la distancia de
prueba de las escopetas actuales.
La forma de las cajas de estas armas de caza se ajustaba al gusto del usuario, aunque casi
todas dentro de lo que se llaman culatas «catalanas», «madrileñas» o «andaluzas», incluyéndose
entre éstas las «rondeñas» y las «jerezanas». Algunas disponían de una cavidad para encajar el
carrillo del tirador. Jesús E. Casariego, gran tratadista de armas, sostiene que algunas cajas resultaban mucho más cómodas que las de «almohadillas» de origen alemán y también que las de
«palo seco» tan desangeladas y al estilo inglés. El guardamano siempre se prolongaba hasta casi
medio cañón. La baqueta era de madera, aunque ya a mediados del siglo XVIII, a imitación de los
fusiles militares, se podrán baquetas metálicas. Por lo común, las cajas se pintaban de negro o se
respetaba el color original, dándole pulimento.
Podemos observar la línea general de las cajas de nuestras famosas escopetas de caza del
siglo XVII a través de los cuadros de Velázquez y de Goya, retratistas de reyes y príncipes cazadores. Y nos resulta sorprendente el parecido de línea de caja que algunos arcabuces españoles
de los siglos XVII y XVIII ofrecen con relación a las tan celebradas carabinas Kentucky norteamericanas, cuya procedencia hispana resulta indiscutible, pues nuestros arcabuces fueron construidos un siglo y medio antes.38
El pavonado no fue conocido hasta el siglo XVIII y sólo se usó de forma muy singular en
armas largas de lujo; y de él habla con gran elogio el marqués de Santa Cruz de Marcenado en
sus conocidas Reflexiones Militares.39 En sus comienzos, el pavonado aplicado a las carabinas era
de color chocolate oscuro y el negro no se generalizó hasta la segunda mitad del siglo XIX. Aunque conviene precisar que desde el siglo XVI los cañones se pulían exteriormente y se les daba
una coloración y protección con caldeamientos y grasas, que era como se terminaban los buenos
arcabuces y pistolas.
Con la llave a la española, las armas de chispa alcanzaron su máxima perfección en el sistema de encendido. Así, mientras las militares, a partir de los fusiles de ordenanza, permanecieron prácticamente estacionarias hasta que fueron sustituidas por las armas de pistón en el
segundo tercio del siglo XIX, los arcabuces o escopetas de caza fueron objeto de importantes
mejoras y muy especialmente en la construcción de sus cañones. Este hecho es muy importante,
pues Jesús E. Casariego tiene razón al asegurar: «Los cañones constituyen la columna vertebral
de las armas, en los que late su corazón, que es el cartucho. Cañón-cartucho forman el alma de
la máquina, y por algo, al interior de los cañones se le llama así: ánima, alma. De los cañones
depende en gran parte la precisión y el alcance de los tiros. Y algo aún más importante: la vida
del que los dispara»40. De ahí que se pusiera el máximo cuidado en su fabricación.41
Los avances tecnológicos de la metalúrgica española en la fabricación de cañones a partir
las innovaciones constructivas introducidas por dos señeros maestros arcabuceros reales madrileños, don Juan Sánchez Mirueña y don Nicolás Bis, el primero a inicios del siglo XVII y el segundo
a finales, hicieron que España ocupara el primer lugar del mundo en arcabucería o escopetería de
caza. Ellos iniciaron las dinastías de los famosos arcabuceros madrileños de los siglos XVIII y XIX,
cuyas biografías y técnicas de trabajo se hallan recogidas en la obra monumental de don Isidoro
42.— Isidoro Soler, Compendio histórico de los arcabuceros
de Madrid desde su origen hasta
la época presente, con dos láminas en que están grabadas las
marcas y contramarcas que
usaron en sus obras. Escrito por
Isidoro Soler, Arcabucero del
Rey Nuestro Señor, Madrid,
Imprenta de Pantaleón
Aznar, 1795. W. Keith Neal
lo tradujo al inglés y lo incluyó en su notable libro
Spanish guns and pistols,
Londres, 1955.
43.— Alonso Martínez
de Espinar, op. cit., lib. I,
cap. IX.
44.— Isidoro Soler, op. cit.,
pág. 22.
45.— Ibíd., págs. 16-17.
España llevó a todo el ancho mundo la reputación de la calidad de sus cañones. Ella poseía
un acero de primera calidad y una excelente mano de obra artesana. Los cañones españoles
fueron reconocidos por su fortaleza y calidad en una época en que en toda Europa ocurrían
muchos accidentes por lo defectuosamente que se forjaban y la ignorancia de sus servicios.
Los armeros españoles inventaron métodos de forja muy superiores y dieron abundantes perfeccionamientos al taladro y al acabado. Y los probaron experimentalmente sometiéndolos a
ensayos muy superiores [de cargas] a los que estaban destinados en su uso normal. Eso explica
por qué a las refinadas escopetas y pistolas inglesas, francesas y alemanas se les montasen cañones españoles.46
La figura de don Nicolás Bis fue una de las más importantes de la historia de la armería universal. Sus escopetas de caza, como las de sus sucesores, fueron empleadas durante el reinado de
Fernando VI. Soler, a quien continuamente nos hemos remitido en lo referente a Bis, nos dice que
su muerte fue llorada y cantada, e incluso aporta un poema dedicado a su memoria:
46.— Jesús E. Casariego,
op. cit., pág. 99.
47.— Isidoro Soler: op. cit.,
pág. 35. Según Jesús E. Casariego, estos versos son posteriores a la muerte de
Nicolás Bis y escritos en su
memoria. También cree que
se trata de una estrofa de
un poema mucho más extenso, quizás la que Soler
creyó más oportuno recordar. Jesús E. Casariego,
op. cit., pág. 167.
Yo, que la sacra diestra
Armé de acero con mi llave maestra,
Fiado en mis aciertos
Del Orbe abrí las Puertas y los Puertos;
Pues todas las Naciones
Admiran el primor de mis Cañones
Comprando la hermosura,
Que fue carbón y callos de herradura47.
Pero los arcabuceros de Madrid no se conformaron con labrar los cañones más seguros y bellos,
sino que buscaron asimismo su mejor comportamiento balístico en el tiro con perdigones, y
para ello corrigieron la forma totalmente cilíndrica que hasta entonces habían tenido los tubos
de escopeta, sustituyéndola en algunos casos por otra levemente cónica, es decir, de embudo,
que iba cerrando hacia la boca desde el último cuarto del cañón. De este modo, la concentra-
El castillo de Villaviciosa, pabellón de caza de Carlos III
Tras el fallecimiento de don Fernando (10-08-1759), el castillo de Villaviciosa recuperó su función
de pabellón de caza con el infante don Luis Antonio de Borbón y Farnesio, quien en su época
59
ción de perdigones se alargaba más, con la consiguiente efectividad del tiro. El agolletar los cañones fue un descubrimiento de nuestros arcabuceros reales madrileños en tiempos del reinado de
Fernando VI y se anticiparon ciento cincuenta años a los choke bore ingleses de finales del siglo
XIX. También nuestros armeros iniciaron los cañones octogonales, en todo o en parte, para darles una mayor robustez. No obstante, el invento de los cañones estrangulados o con choke no
pudo desarrollarse con carácter general, puesto que el proceso artesano metalúrgico de entonces
hacía esta obra demasiado complicada y costosa, y por tanto propia de los grandes maestros;
y sólo se construyeron para algunos arcabuces o escopetas de gran precio y calidad. Además, el
gollete dificultaba el tiro con bala, y entonces se utilizaban indistintamente las mismas armas
para la caza mayor con bala y la menor con perdigones. Ambas fueron las causas de que tan
importante invento no se difundiera a nivel mundial como merecía; y eso sólo se lograría cuando
los armeros británicos lo impongan en una época de medios industriales más avanzados y con
una mayor especialización de las armas que a mediados del siglo XVIII no existían.
Trece años después de fallecer don Nicolás Bis (1739), Felipe V nombró arcabucero real a un
nieto suyo y discípulo suyo llamado don Francisco Antonio Baena y Bis. Fernando VI, quien había
disparado con escopetas de caza fabricadas por él, le mantuvo en su cargo durante todo el reinado;
pero además, Carlos III, también excelente cazador y conocedor de la valía de tan innovador y experimentado maestro armero, también le mantuvo en su cargo hasta 1765, que fue cuando falleció.
En la Real Armería del Palacio Real de Madrid se conserva una preciosa pareja de pistolas de arzón con su firma y que están adornados con medallones de bustos de Fernando VI y de
su esposa la reina doña Bárbara de Braganza. Por otra parte, don Manuel Sutil firma y data en
1734 dos escopetas de caza con cañón facetado e inscripción referida a don Fernando, entonces
príncipe de Asturias, que se conservan también en la Real Armería.
Pero conviene aquí destacar la gran importancia que Fernando VI le dio a la caza y a la
fabricación de escopetas, que con merecimiento eran las mejores del mundo. Por ello, no es de
extrañar que en 1749 elevara a cuatro el número de los arcabuceros reales: el antes mencionado
don Francisco Antonio Baena y Bis, don José Cano, don Gabriel de Algora y don Joaquín Celaya.
Los cuatro arcabuceros no sólo tenían por entonces un enorme prestigio profesional, sino que
se les consideraba los mejores e inimitables.
Tanto Cano como Algora habían sido armeros reales durante el reinado de su padre,
Felipe V, y hoy en la Real Armería se conservan escopetas suyas de 1739. Celaya ya venía precedido de
una merecida fama, habiendo trabajado además para don Fernando cuando era príncipe de Asturias.
Años después, Fernando VI nombró arcabucero real a Sebastián Santos (1752), discípulo
de Juan Santos, que fue el último nombrado por él. Precisamente de este arcabucero real se conservan tres escopetas: una de 1756, que está adornada con un cerco de diamantes (Real Armería);
otra sin fecha que se conservaba en la antigua colección de Fierro (con cilindro en la recámara de
Silvestre, Madrid, 1858); y otra para un joven (con recámara de Santos).48
Aunque los arcabuces o escopetas de caza son las piezas más características, también se
conservan algunas pistolas. Sus cañones suelen llevar decoración damasquinada en oro con motivos geométricos, vegetales y animales, además del nombre y la fecha del artífice. Resulta peculiar
que el cañón se sujete con abrazaderas y no con pasadores. Las llaves —a la española o a la francesa, con similar mecánica— llevan también decoración grabada con semejantes motivos a los
del resto del arma, como también la caja y su guarnición o contera.49
pabellón de caza de los borbones
58
fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón
En consecuencia, los arcabuceros extranjeros, no pudieron fabricar cañones con un acero
de la calidad de los cañones de las escopetas madrileñas, llegando a creer que el secreto de los
madrileños era el agua y la arena del río Manzanares que supuestamente éstos habían empleado. Por tanto, durante algún tiempo importaron agua y arena del Manzanares. Sin embargo,
resultó que los arcabuceros extranjeros fracasaron de nuevo debido a que el éxito residía en todo
un conjunto de habilidades y saberes metalúrgicos que sólo conocían y practicaban los grandes
armeros de la corte española. Fue a partir de entonces cuando los extranjeros renunciaron definitivamente a imitar a los españoles y se limitaron a comprar los cañones españoles con los punzones madrileños de garantía, que en el siglo XVIII eran orgullo y ornato de las mejores escopetas
de caza europeas, sobre todo las inglesas. De ahí que las escopetas de Griftin, Lewis, Gray, Barnes, Herriot, Clarck y otros, en sus célebres armas montaron cañones de don José Cano, don Joaquín Celaya, don Diego Esquivel y otros tantos maestros arcabuceros matritenses. Aunque
también, no faltaron desaprensivos que llegaron incluso a falsificar las marcas o punzones más
célebres de la arcabucería madrileña.
El prestigio universal de nuestras armas de caza resulta un tópico en cualquier tratado
serio de armería. El prestigioso tratadista de armas británico Keith Neal, traductor de la mencionada obra de don Isidoro Soler, en Spanish guns and pistols nos dice:
48.— Dos años después del
fallecimiento de Fernando
VI, Carlos III nombró arcabuceros reales a Francisco
López y a Salvador Cenarro.
Este último fue discípulo de
don Joaquín Celaya, y aunque conocemos las obras
que hizo para Carlos III, de
sus obras para Fernando VI
no tenemos conocimiento
alguno.
49.— José Manuel Cruz
Valdovinos, «Las artes suntuarias en el reinado de
Fernando VI», Un reinado
bajo el signo de la paz.
Fernando VI y Bárbara
de Braganza. 1746-1759.
Madrid, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Secretaría de Estado de
Cultura, 2002, págs. 210-211.
61
rándose de todo y se disgustó con su hermano, reprendiéndole de forma paternal. Pero más tarde
estalló el escándalo al hacerse público que la famosa tonadillera Ana María García la Palenciana
asistía a tales fiestas y tenía amoríos con don Luis Antonio, y por si fuera poco, había tenido un
hijo natural suyo que jamás sería reconocido. La desventurada amante, perseguida por la justicia, huyó a su Palencia natal, y finalmente fue arrestada. Es más que posible que por orden del
propio monarca le «aconsejaran» que jamás volviera junto a su amante el conde infante. Pero a
pesar de los sermones de su hermano, don Luis Antonio siguió con sus fiestas y devaneos amorosos. Para él, la caza y las mujeres siempre fueron irresistibles.
Cuenta Carlos Pereyra que un día de cacería, el infante don Luis Antonio fue incapaz de
montar a caballo debido a que sufría un mal venéreo que le producía terribles picores; además,
pronto se supo en la Corte que, durante sus muchos ratos libres, se entretenía en sus aposentos
con «tres suripantas de la más ínfima condición»50. Cuando la enfermedad venérea de don Luis
Antonio llegó a ser de dominio público, Carlos III se encolerizó y, tras consultar con su confesor,
el padre Eleta, comprendió que no le quedaba otra salida que autorizar la boda de su hermano;
y como primera medida le amonestó severamente conminándole a que abandonara su vida disipada y escandalosa, y luego encargó al pintor don Luis Paret un trabajo en Puerto Rico para alejarle de la corte y de su hermano, ya que le consideraba «mala compañía».
Finalmente, Carlos III autorizó a su hermano don Luis Antonio que contrajera matrimonio con una bella joven aragonesa de dieciséis años llamada doña Teresa de Vallabriga y
Rozas, que aunque carecía de fortuna personal era hija de los condes de Torreseca y, por tanto,
pertenecía a una estirpe aragonesa muy antigua e ilustre.51 Se casaría con ella, pese antes fue
advertido por su hermano que le aplicaría una Real Pragmática que acababa de promulgar (2303-1776) sobre matrimonios desiguales, por la que se privaba a la mujer o al marido que causara
la desigualdad y a los hijos de tales matrimonios de «los títulos, los honores y prerrogativas
que le conceden las leyes de estos Reinos». Las consecuencias fueron terribles: 1.º Doña María
Teresa de Vallabriga y Rozas no tendrá más honores que aquellos que le correspondan por
derecho de nacimiento, conservando las armas y apellidos de su casa paterna. 2.º El infante
don Luis Antonio y doña María Teresa tendrán que residir en provincias, a más de veinte
leguas de Madrid y de los Reales Sitios. Por tanto, no podrán establecer su residencia en Boadilla y mucho menos en Villaviciosa de Odón por ser Real Sitio, además de su proximidad a
Madrid. 3.º Sólo el infante don Luis Antonio podrá personarse en la corte, en aquellas ocasiones que requieran su presencia. 4.º Los hijos no podrán llevar el apellido Borbón. 5.º Aquellos miembros de la Familia Real que no cumplieran la Pragmática, quedarán incapacitados a
heredar honores e incluso apellidos.
En consecuencia, el conde infante don Luis Antonio de Borbón y Farnesio marchó al exilio con su novia.52 Se casaron en el palacio de los marqueses de Villafranca (Olías del Rey, Toledo);
pasaron unos días en el palacio que el conde de Altamira tenía en Velada (cerca de Talavera); residieron por breve tiempo en el palacio que tenía el marqués de Villena en Cadalso de los Vidrios,
donde nació su primogénito, don Luis María de Vallabriga (22-05-1777), futuro cardenal Borbón
y quien tendría gran protagonismo en las Cortes de Cádiz de 1812; y finalmente a principios de
1778 marcharon a Arenas de San Pedro (Ávila), donde con autorización real construyeron el Palacio de la Mosquera que será su residencia definitiva.53
Aunque la vida de los condes fue feliz y apacible en Arenas de San Pedro y don Luis Antonio pudo disfrutar de la enorme riqueza cigenética que ya tenían entonces sus bosques, escribió
varias veces a su hermano rogándole que, aunque no pudieran residir en la corte, al menos les
diera su real permiso para trasladarse al Real Sitio de Villaviciosa de Odón o bien a Bobadilla
del Monte, ya que nunca dejó de recordar con melancolía y añoranza todo cuanto había perdido:
pabellón de caza de los borbones
60
fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón
conoció los cotos de caza de Villaviciosa de Odón posiblemente mejor que nadie y fue un gran
cazador siguiendo la tradición de los Borbones en España y de los anteriores Habsburgo.
Tras la coronación Carlos III, su hermano el infante don Luis Antonio de Borbón y Farnesio supo aprovechar su posición privilegiada para adquirir un importante patrimonio, empezando por el condado de Chinchón, ya que su hermano el infante don Felipe fue nombrado
duque soberano de Parma (1761), lo que aumentó aún más su desinterés por sus posesiones en
España. Carlos III se preocupó entonces por la suerte del condado de Chinchón y por su querida
Villaviciosa de Odón, por lo que no dudó en conceder su real permiso para que don Felipe vendiera su título condal, junto con sus dominios, fortalezas y bienes anejos a su hermano menor.
Pero no debe de extrañar el gran interés del monarca por Villaviciosa de Odón y el castillo, pues
solía desplazarse allí a cazar en sus bosques y lo seguiría haciendo incluso después de la muerte
de su propio hermano el infante don Luis Antonio (7-08-1785), y pese a su pésima relación con
su cuñada, doña María Teresa Vallabriga y Rozas.
También don Luis Antonio se había dejado arrastrar por el poderoso inf lujo del castillo y sus bosques, y por la hospitalidad de los odonenses. Ya durante el reinado de Felipe V
solía marchar allí de cacería y a descansar; y luego continuó frecuentando el Real Sitio y la
fortaleza durante el reinado de Fernando VI, e incluso, como vimos, formó parte del séquito
de don Fernando y doña Bárbara de Braganza en las visitas que realizaron, como quedó reflejado en varios cuadros del pintor italiano Francesco Battaglioli conocidos como Visitas reales
a Villaviciosa.
Cuando en 1761 el infante don Luis Antonio le propuso a su hermano el duque de Parma
la compra de su estado de Chinchón, éste aceptó con sumo agrado. Luego, tras obtener ambos
el real permiso de su hermano Carlos III para la compraventa, la operación se realizó aquel
mismo año. También en 1761 el infante adquirió el señorío de Boadilla del Monte, invirtiendo
en ambas compras la fabulosa cifra de quince millones de reales. Así, don Luis Antonio de Borbón y Farnesio, Infante de España, y Caballero de las insignes órdenes militares de Santiago,
Calatrava, Alcántara y Montesa, pudo añadir a su título, dignidades y privilegios, los títulos de
duodécimo conde de Chinchón y señor de Boadilla del Monte.
A partir de 1761, don Luis Antonio, más ilustrado por su actitud que por su propia formación, comenzó a despuntar como mecenas de las artes y coleccionista. Fue además cuando
ordenó la demolición de la antigua casa señorial existente en los terrenos recién adquiridos del
Señorío de Boadilla del Monte, encomendando a Ventura Rodríguez la traza de un nuevo palacio a la manera italiana, y donde el espacio destinado a vivienda estuviera rodeado por magníficos jardines, fuentes y huertas. Hasta 1776, el castillo palacio de Villaviciosa y el palacio de
Boadilla fueron sus dos residencias; y cabe destacar que cuando murió en 1785, su magnífico
palacio de Boadilla se tasó en ocho millones de reales, cifra muy elocuente de su valor. Boadilla
para vivir junto a su familia y Villaviciosa para cazar.
Antes de la inauguración del Palacio de Boadilla (1770), don Luis Antonio residió en su
castillo palacio de Villaviciosa. En los veranos y con buen tiempo, la orquesta de cámara de Luigi
Boccherini tocó en el patio de armas a la caída de la tarde y con iluminación de antorchas y candelabros, al igual que Domenico Scarlatti y el Padre Soler, y también cantó su amigo Carlos Broschi Farinelli con su incomparable voz. Pero si el tiempo era desapacible, tales conciertos debieron
de darse entonces en el salón principal, que es donde hoy se encuentra la Sala de Juntas.
Próximo a los cincuenta años, don Antonio quería casarse y tener descendencia. Hasta
entonces en la corte se difundían en la corte rumores y comentarios sobre las fiestas y reuniones
que organizaba hasta altas horas de la noche, tanto en su palacio de Boadilla como en su castillo de Villaviciosa. Por ello, Carlos III, un monarca de firmes convicciones morales, terminó ente-
50.— Carlos Pereyra, Cartas
confidenciales de la Reina
María Luisa y de Don Manuel
Godoy con tras tomadas del
Archivo Reservado de
Fernando VII, del Histórico
Nacional y del de las Indias,
Madrid, 1935, pág. 111.
51.— La casa paterna de
doña María Teresa tuvo
gran relevancia en el Reino
de Aragón, pues sus antepasados tuvieron cargos importantes en el mismo.
Su casa materna, también
de ilustre linaje, procedía de
las montañas de Ribagorza,
tratándose de los señores
de Solibate, donación del
rey Sancho Ramiro.
52.— A partir de entonces
don Luis Antonio sólo empleará el título de conde de
Chinchón.
53.— Don Luis Antonio conocía bien Arenas de San
Pedro, por haber realizado
correrías cinegéticas desde
Velada, donde su esposa y él
solían pasar temporadas
como huéspedes de sus amigos los condes Altamira.
Una vez ya residentes en
Arenas, volverán de nuevo a
Velada al aproximarse las
fechas del nacimiento de su
segundo hijo don Antonio
María (diciembre 1778), que
falleció dos meses después
(febrero 1779) y de sus dos
hijas: doña María Teresa
(26-11-1780), futura esposa
de Godoy, príncipe
de la Paz (1797), y doña
María Luisa (6-06-1783).
63
Última etapa del castillo como pabellón de caza
La suerte de los Vallabriga cambió tras la muerte de Carlos III (14-12-1788) y el ascenso al trono
de sus primos Carlos IV y su esposa doña María Luisa de Parma (17-01-1788), que pusieron fin
al exilio de su tía doña María Teresa Vallabriga en Arenas de San Pedro (1792) y favorecieron a
sus hijos.
Con su protección y la del cardenal Lorenzana, su primo don Luis María tuvo una carrera
eclesiástica con ascensos a altos cargos y dignidades de una rapidez inaudita: primera tonsura y
arcediano de Talavera, una de las dignidades más preciadas del Cabildo Catedralicio de Toledo,
a los diecisiete años de edad con dispensa papal por no tener veinticinco años (1793);57 y Gran
Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III (Orden fundada por quien dictó la Ley Pragmática de 1776, toda una paradoja), en reconocimiento a la «la notoriedad de su clase»58, institución exclusiva sólo para los infantes de España y dispensándole el impedimento de edad por
no haber cumplido los veinticinco años de edad (1793).
Con tales gestos, Carlos IV fue preparando el regreso de sus primos, los hijos de su tío el
conde infante don Luis Luis Antonio, al seno de la Casa de Borbón en España. A finales de 1794,
le concedió a don Luis María el título de conde de Chinchón que había tenido su padre, quien
había dispuesto en su testamento que a su hijo se le hiciera mejora en el tercio de bienes libres
que le corresponderían en legítima herencia, y para ello instituyó un mayorazgo en su favor
sobre el estado de Chinchón. Con dicho vínculo, quedaba garantizada la continuidad y el prestigio de su familia, tan maltratada por su hermano con la Ley Pragmática de 1776. No obstante,
este título condal era una regalía no inherente al estado de Chinchón que el joven don Luis
María y sus sucesores sólo pudieron usar por una gracia especial del rey.59 Unos años después,
en agosto de 1787, Carlos IV otorgó a sus tres primos Vallabriga la Grandeza de España de Primera Clase; y por Real Decreto (5-09-1787) les permitió usar el apellido Borbón y el escudo de
armas de la Casa de Borbón. No fue una derogación de la Ley Pragmática, sino una dispensa
personal del propio rey.
Por si fuera poco, doña María Teresa se casó con don Manuel de Godoy y Álvarez de Faria,
el todopoderoso primer secretario de Estado y príncipe de la Paz (2-10-1797). Poco antes, en
febrero de 1799, don Luis María había sido nombrado arzobispo de Sevilla: luego fue consagrado
sacerdote (2-06-1797); después cardenal primado (1798); y finalmente arzobispo de Toledo en 1801
y sin dejar de serlo de Sevilla,60 a los veintitrés años de edad.61
En cuanto a Villaviciosa de Odón, Godoy supo en 1800 que había una hacienda en venta,
propiedad de la Condesa de Murillo, hija del marqués de Villacastel. La hacienda estaba compuesta por una casa principal o palacete; una edificación anexa empleada como cochera y caballerizas; y un magnífico huerto con árboles frutales, otros árboles y plantas. La casa principal
y el huerto son lo que hoy se conoce como Casa de Godoy y cumple funciones culturales. Al
estar ubicada en la plazuela de la iglesia parroquial, la hacienda estaba en la mejor zona de Villaviciosa y disponía de excelentes vistas del lugar y su entorno. Por otra parte, estaba grabada con
tres censos a favor del Estado y del condado de Chinchón, dos de ellos perpetuos y el tercero
redimible (en 37.500 reales), que habían sido reconocidos por el marqués de Villacastel en 1756
y 1757, y por los que tenía que pagar 106 reales de vellón anuales al condado de Chinchón.62 A
finales de 1800, Godoy compró al contado y en metálico la propiedad a la condesa de Murillo,
al precio de su tasación.63
En 1803, don Luis María de Borbón Vallabriga, Cardenal Primado y arzobispo de Toledo,
renunció a su título de conde y a los dominios, bienes, privilegios y rentas a favor de su hermana
doña María Teresa, que pasó a ser la decimocuarta condesa de Chinchón y, por tanto, la nueva
dueña del palacio de Boadilla y del castillo palacio de Villaviciosa de Odón.
57.— Archivo Histórico
Nacional (en lo sucesivo
A.H.N). Estado, leg. 3.909.
A.R.C.M., Condado de
Chinchón, Administración
General, 21.500/41, correspondencia, año 1793. Carta
de don Francisco del
Campo, secretario de la
Administración de Rentas
Reales de la Provincia de
Madrid, a don Estanislao
Josef Dusmet, administrador de las Rentas del Estado
de Chinchón, Madrid,
6 de septiembre de 1793.
58.— Ibíd., Madrid,
8 de noviembre de 1793.
59.— A.H.N. Estado, leg.
2.566. Consejos, leg. 8.798.
60.— Don Francisco de Goya
le retratará más tarde, siendo por entonces cardenal
primado y arzobispo de Toledo. En 1812 presidirá las
Cortes de Cádiz.
61.— Sólo ha habido tres
personas que han recibido
el capelo cardenalicio en
España con menos de treinta años: su padre (a los
ocho años) y otros dos.
Carlos Rodríguez LópezBrea, Dos Borbones,
Cardenales Primados de Toledo,
Toledo, Junta de comunidades de Castilla-La Mancha,
Servicio de Publicaciones,
pág. 43.
62.— A.R.C.M., leg. 13.338/3.
Correspondencia dirigida al
príncipe de la Paz, relativa a
la compra de una casa y
huerta pertenecientes a la
testamentaría de la marquesa de Villacastel y condesa
de Murillo. La casa y la edificación anexa dedicada a
cochera y caballerizas, estaban valoradas en 252.419
reales de vellón.
63.— A últimos de octubre,
el administrador Godoy
pagó 986 reales de vellón a
don Manuel de la Maza, el
administrador del condado
de Chinchón en Villaviciosa,
en concepto de veintena,
además de otros 9.779,25
reales de vellón por
alcabalas y cientos, cuyas
partidas habían sido rebajadas de acuerdo con el valor
de la finca adquirida.
pabellón de caza de los borbones
62
fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón
54.— Ignacio de Puig de
Cárcer, Sucesos históricos de
España a través del Castillo
de Villaviciosa de Odón,
Madrid, Gráficas Virgen
de Loreto, 1974.
55.— En 1775, un arrendador
del Mesón, don Tomás
Serrano, solicitó ayuda al
Concejo en varias ocasiones
para conseguir más cebada
para el séquito de Carlos III.
56.— Antonio Pardo Riquelme, op. cit., págs. 62-63.
la corte, su magnífico Palacio de Boadilla, su entrañable Real Sitio de Villaviciosa de Odón y su
castillo palacio, que era su pabellón de caza. Pero el monarca desoyó tales peticiones, empeñado
en que se cumpliera su Ley Pragmática.
Tras caer enfermo don Luis Antonio en el invierno de 1784 y empeorar de gravedad su
salud, don Luis Antonio hizo testamento (2-08-1785) y tres días después escribió en su lecho:
«Hermano de mi alma: me acaban de Sacramentar, te pido por el lance en que estoi que cuides
de mi muger y mis hijos y de mis pobres criados y… a Dios. Tu hermano Luis»54. Conmovido por
la carta, como un gesto de piedad o quizás de remordimiento, Carlos III le contestó de inmediato comunicándole que le concedía su real permiso para que residiera con su familia en Villaviciosa de Odón según su deseo. Sin embargo, su carta se cruzó con otra por la que se le
comunicaba que su hermano don Luis había fallecido el 7 de agosto.
Pese al exilio impuesto al conde infante don Luis Antonio de Borbón y Farnesio por la
Real Pragmática (23-03-1776), el castillo palacio de Villaviciosa de Odón siguió cumpliendo su
función de pabellón de caza de los Borbones. Carlos III continuó visitando con cierta asiduidad
el Real Sitio de Villaviciosa y alojándose en la fortaleza, tal como lo había estado haciendo antes
de partir a Italia para ser rey de las Dos Sicilias. No es de extrañar, dado que, por una parte,
siempre sintió un cariño muy especial a los lugareños por su hospitalidad y amor leal a la
corona, al igual que su padre y sus hermanos; y por otra parte, además de contribuir económicamente con los gastos de su hermano don Luis Antonio en su exilio de Arenas de San Pedro,
creyó que también podría serle de ayuda el arrendarle su castillo palacio y su Real Bosque. Así
pues, como gran cazador, siguió utilizando el castillo como pabellón de caza, función que desde
los tiempos de su padre Felipe V siempre había conservado y disfrutó de sus hermosos cotos
de caza, tan pródigos en riquezas y bondades cinegéticas, como asimismo muy apropiados para
las artes venatorias.
Siempre que Carlos III iba de cacería a Villaviciosa, se hacía acompañar de un numeroso
séquito. Mientras él y sus parientes se alojaban en el castillo palacio, sus invitados y la servidumbre se alojaban en el llamado Mesón, propiedad del Concejo de Villaviciosa y cuyo arrendamiento se otorgaba mediante pública subasta. Sin embargo, debido al gran número de caballos
que se reunía en las cuadras del Mesón, la cebada que habitualmente había allí almacenada solía
resultar insuficiente.55 Este problema era solventado por los alcaldes proporcionando cebada de
los vecinos, aunque éstos a su vez se aprovechaban para cobrarla a un precio abusivo. El 31 de
diciembre de 1777, don Alfonso Garrido, vecino de Villaviciosa, concurrió a la subasta del Mesón
para el año siguiente, y tras una serie de propuestas detalladas, al término de la subasta solicitó
«que siempre que viniese Su Majestad, a cazar a esta villa y el Mesón no tuviese la cebada suficiente para el consumo, será preciso que los señores Alcaldes del Concejo, la saquen al que la
tuviese, y él la pagaría al precio corriente»56.
Tampoco la muerte del conde infante don Luis Antonio impidió el que Carlos III continuara sus cacerías en el Real Bosque de Villaviciosa. Aunque sus relaciones con su cuñada doña
María Teresa Vallabriga siempre fueron pésimas, al quedar ésta viuda, no sólo le concedió una
asignación de 12.000 ducados de renta anuales (su difunto esposo había recibido 150.000 y parte
de su servidumbre), sino que además le dio 11.000 reales adicionales en concepto del alquiler
anual del castillo palacio y del coto de caza.
Hoy en el Museo del Prado se conserva un hermoso y muy conocido retrato del rey Carlos III con atuendo de cazador, sujetando una escopeta cuya culata reposa en el suelo y con un
perro a sus pies; y cabe pensar que, quizás, el paisaje de fondo de este magnífico cuadro pintado
por el genial pintor aragonés universal, don Francisco de Goya y Lucientes, muy bien podría ser
precisamente el de Villaviciosa de Odón.
65
pró para su hijo el infante don Felipe de Borbón y Farnesio el título de conde de Chinchón, junto
con sus extensas posesiones territoriales, el castillo palacio perdió su bosque, y por tanto su condición de pabellón de caza de los Borbones tras setenta y seis años de servicio.65 Tras otros usos
posteriores que tuvo el castillo, como Escuela Especial de Ingenieros de Montes y Colegio de
Educandos del Cuerpo de Carabineros, fue adquirido en 1965 por el Ejército del Aire para albergar el Archivo Histórico del Ejército del Aire (R.D. 2598/1998 de 4 de diciembre), uno de los Archivos Nacionales que forman el Sistema Archivístico de la Defensa. Su gruesos muros y recias
torres, así como su historia larga en el tiempo, tan unida a los monarcas de la Casa de Borbón
en España, hoy causan una profunda impresión en los investigadores que a diario acuden a su
Archivo, como también a sus visitantes.
pabellón de caza de los borbones
64
fernando vi en el castillo de villaviciosa de odón
64.— En 1752, Sacedón de
Canales era un municipio
de 13 vecinos. Sebastián de
Miñano en su Diccionario
Geográfico Estadístico
de España y Portugal (1828)
menciona la despoblación
de este municipio y su incorporación a Villaviciosa
de Odón. Antonio Pardo
Riquelme, op. cit., pág. 66.
No hay constancia documental de que Carlos IV y la reina doña María Luisa de Parma
visitaran juntos el Real Sitio de Villaviciosa de Odón, como lo habían hecho Fernando VI y la
reina doña Bárbara de Braganza. Tampoco la hay de que don Manuel de Godoy visitara la
hacienda que había adquirido, pero aunque nunca residió en su palacete, lo lógico es que en
algún momento estuviera allí, aunque sólo fuera para verlo y comprobar su estado.
Don Luis María de Borbón y Vallabriga nunca residió en sus posesiones del condado de
Chinchón y se limitó a efectuar algunas visitas muy esporádicas, ya que sus ocupaciones eclesiásticas y el estudio le absorbían la mayor parte de su tiempo. Lo mismo sucedió con su hermana doña María Teresa, quien también hizo algunas visitas y se limitó a cobrar las rentas a
través de su administrador. Por tanto, aunque no hemos encontrado documentos, todo hace
pensar que ambos arrendaron el castillo palacio y el Real Bosque de Villaviciosa de Odón a su
primo Carlos IV, con quien siempre mantuvieron una excelente relación y a quien tanto debían,
por lo que siguió siendo pabellón de caza y coto real de los Borbones.
Carlos IV había heredado de su padre sus principales aficiones: los trabajos de manualidades, los relojes y la caza. Su pasión por la caza fue tal, que a la una de la tarde, mientras doña
María Luisa despachaba los asuntos de Estado con Godoy, siempre se marchaba a cazar salvo
que estuviera de procesión en Semana Santa o de viaje, o bien surgiera cualquier contratiempo
que lo impidiera. En sus diarias correrías cinegéticas que duraban hasta la noche, le acompañaban seis soldados de guardia y seis vehículos, produciéndose un relevo en cada milla; y entre los
distintos relevos, los puestos de guardia y los ojeadores, en cada jornada de caza se movilizaban
nada menos que 600 hombres y 500 caballos. Si tenemos en cuenta que Carlos IV salía a cazar a
diario y que los cotos reales más próximos a la corte de Madrid eran los bosques de La Casa de
Campo, de El Pardo y de Villaviciosa de Odón, todo parece que tuvo que cazar asiduamente en
esta última localidad, donde disponía de pabellón de caza como en El Pardo.
El Motín de Aranjuez (17/19-03-1808) supuso la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII. Godoy fue arrestado y encarcelado en el cuartel de Guardias de Corps, luego fue conducido hacia Madrid, pero llevado a Pinto por la intervención de un escuadrón de Dragones
franceses, y terminó encarcelado en el castillo de Villaviciosa. Aunque todos sus bienes personales habían sido confiscados y pasados al Estado por Real Decreto (21-03-1808), y todos sus títulos anulados, las propiedades y los títulos de su mujer fueron respetados. Por tanto, se dio la
paradoja de que cuando estuvo encarcelado en la capilla del castillo (3/20-03-1808), propiedad de
su mujer, doña María Teresa de Borbón y Vallabriga, decimocuarta condesa de Chinchón. Allí
permanecería hasta que por fin el coronel Martel se personó en el castillo al frente de una brigada, por orden de Murat, y luego lo hizo el general Exelmans, con la orden de liberar al prisionero y conducirle a Bayona, donde Napoleón había preparado el escenario para la doble
abdicación de Carlos IV y Fernando VII.
En el vecino pueblo de Móstoles sus dos alcaldes ordinarios, don Andrés Torrejón y don
Simón Hernández, firmaron (2-05-1808) la célebre circular del grito de rebelión conocida como
Bando de Independencia. Sin embargo, pese a su proximidad a Madrid, no hubo combates en Villaviciosa de Odón durante la guerra de la Independencia (1808-1814), y en cambio sí los hubo en las
vecinas aldeas de Valahondillo, Fontarrones, La Pingarrona, El Picajo y la desaparecida Sacedón
de Canales, que no fue arrasada, aunque sí despoblada e incorporada a Villaviciosa.
Si bien el término municipal de la Villaviciosa de Villaviciosa creció a consecuencia de la
propia guerra,64 ésta a su vez indirectamente puso a las cacerías reales. La Constitución española
de 1812, promulgada por las Cortes Generales de España en Cádiz (19-03-1812), supuso la posterior confiscación del Real Bosque de Villaviciosa en 1814, que entonces era conocido como Los
Testarales, y pasó a llamarse Prado Redondo, que es su nombre actual. Así pues, si Felipe V com-
65.— La Escuela Especial
de Ingenieros de Montes se
creó por Real Decreto
de 18 de noviembre de 1846.
Inició sus actividades docentes el 2 de enero de 1849
y fue trasladada a El Escorial el 7 de enero de 1871.
El Colegio de Educandos
del Cuerpo de Carabineros,
fundado en Getafe el
11 de diciembre de 1867,
se trasladó a El Escorial en
1869 y luego al castillo de
Villaviciosa de Odón
el 29 de diciembre de 1889,
donde permaneció hasta
principios del siglo XX.
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