Mesilla de noche.qxp 15/2/07 19:28 Página XI Del señor de la muerte o la habitación secreta Debemos preguntarnos qué hace que un cuento, un relato o una narración (hoy se llama novela a todo eso) se conviertan ante nuestros ojos de lector en algo atractivo. Debemos preguntarnos por qué apenas unas líneas en una hoja en blanco capturan nuestra atención desde el principio, y cómo nos imantan y nos obligan a seguir leyendo, mientras otras líneas de la misma especie sólo nos producen cansancio y obligación. Líneas llenas y líneas vacías. Esa es toda la diferencia entre unos libros y otros. Y aun aquellas que hoy creemos vacías quién sabe si con el tiempo se nos revelarán llenas de contenido, pues en gran parte ese «llenado» no depende del escritor (de nada que tenga que ver con su persona o su individualidad) sino del tiempo extenso, es decir, de la concatenación de tiempos y la acumulación de símbolos que la historia va depositando en el lenguaje escrito. Eso que llamamos literatura (líneas que contienen otras líneas) es algo fortuito, que se da o no se da, y que depende de muchos factores. Unos factores que hoy pueden concurrir apropiadamente y mañana no, o al revés. Pero al escritor no le cabe ahí un papel secundario. Aunque no sea el autor de su elemento (como no lo es el herre- Mesilla de noche.qxp XII 15/2/07 19:28 Página XII PRÓLOGO ro del fuego) sí es su descubridor. La capacidad de observación, de indagación, le convierten en descubridor de símbolos ocultos, de fuegos inesperados. El escritor es alguien que se ha parado a escuchar los ecos de otros tiempos, y que juega con ellos, que los amalgama, los hace chascar, los roza, para ver si con esos fragmentos sueltos puede de pronto saltar una chispa, y a continuación una melodía, una narración. Más que un creador es un colaborador, un cómplice, en un juego literario que viene de muy atrás, desde el surgimiento del primer símbolo lingüístico. Algo así pasa en esta novela, con su protagonista Guilhermina, aglutinadora de tantos personajes que la preceden, y con Edgard Telles Ribeiro, su despreocupado autor. Esa es la característica que yo le daría a Edgard Telles Ribeiro, y es desde luego un mérito: la admirable despreocupación de alguien que parece estar escribiendo con una mano mientras con la otra pudiera estar firmando tratados diplomáticos o mercantiles, lo cual le imprime a lo escrito un algo de creación espontánea, fuera de toda pesadez. No es en cambio la suya una escritura despistada sino atenta, una escritura que se orienta, gracias a ese radar específico de la atención dispersa, por los vericuetos del tiempo y sus símbolos, y que navega en una barca ligera, la de la narración oral, la de su profunda y arraigada cultura brasileña, en el rompeolas cultural de su adolescencia, como hijo de diplomático, en Suiza, Francia, Grecia o Turquía. Su experiencia en el cine y como periodista le dan también a Edgard Telles Ribeiro una soltura que convierte esta novela, de profunda filiación decimonónica y folletinesca, en un relato puramente contemporáneo, planteando toda la historia de Guilhermina como una investigación, una pesquisa, manejando diferentes espacios temporales, y utilizando además materiales narrativos diversos: el relato del narrador, por una parte, Mesilla de noche.qxp 15/2/07 19:28 Página XIII PRÓLOGO XIII entreverado con los escritos y los relatos de la sobrina nieta de Guilhermina, o las entrevistas a personajes que la conocieron, consiguen darle a esta novela y a su protagonista el interés y el relieve que sólo tienen aquellos seres reales que cambian nuestras vidas. Por eso La mesilla de noche es literatura, porque es real. ¿Pero qué tiene de especial este personaje central, esta Guilhermina cuya historia tratan de desentrañar todos los que la rodean? ¿Qué tiene de especial esta mujer maga, esta Maribárbola asesina de su marido con la que simpatizamos desde el principio? Es éste un personaje que contiene muchos otros. Si hubiera que buscarle parentescos en la historia literaria me iría directamente a la campesina de Barbazul, esa muchacha vendida por sus parientes a un hacendado anciano que castigará el pecado mortal de la joven (el pecado de la curiosidad, sólo la curiosidad) con el encierro y la muerte, lo mismo que a sus anteriores esposas. En estos cuentos a veces la joven consigue burlar su suerte con la ayuda de sus hermanos, otras veces muere. Pero en La mesilla de noche sucede al contrario. Es la muchacha la que desde el principio se nos presenta como una asesina, imbuida de todos los atributos de Barbazul. Ella es Barbazul, y no nos parece mal, tal y como el cuento está planteado, que busque de un modo tan loco la venganza. ¿Quién no se vengaría del Señor del Misterio y el Dueño de la Muerte, si pudiese? Guilhermina es sacrílega, pero lo es con todo el amor y toda la premeditación. Hay que dejar al lector que descubra en los intersticios de esa venganza toda la ternura y el reconocimiento de la esposa hacia el marido, de la juventud hacia la decadencia, y hay también que dejarle ver la coherencia esencial de este proceso donde el amor y la guerra van paralelos, como en cualquier historia de Mesilla de noche.qxp XIV 15/2/07 19:28 Página XIV PRÓLOGO conocimiento. Todo el relato de La mesilla de noche se sostiene con esta simple operación: la de la lucha por recuperar el tiempo y el ser que en algún momento el amor nos arrebató, y eso es lo que hace la joven Guilhermina, empeñada en ser el sujeto de su propia historia, no la víctima. Sólo esta peripecia es en sí una aventura. Qué más podíamos desear: ese cuarto secreto, en el que Barbazul solía esconder a sus múltiples esposas asesinadas en plena juventud, de pronto se nos muestra con todo lujo de detalles, y se convierte en su propia mazmorra, el lugar donde todo Barbazul debe morir. Lo que pase con esta heroína después de perpetrar su venganza puede parecer intrascendente, pero Telles Ribeiro consigue que, además, nos siga importando. Tras la muerte del marido nace otra Guilhermina, la viuda libertina del siglo xx, la lesbiana, la apasionada, la que intentará recuperar el tiempo perdido, y no importa cuántas facetas tome el personaje ni por cuantos vericuetos sentimentales se oriente, por todos nos arrastrará como lectores a la espera de sus nuevos crímenes y de sus insensatos negocios. Es nuestra Barbazul, pero también nuestra Drácula, nuestra genuina invicta, nuestra mujer Sansón. Un personaje que no busca la comprensión ni la compasión, pero que sin quererlas las obtiene. No pertenece a la rama de las mujeres fatales (no es la modernidad), ni de las justicieras de su honor (lo medieval), sino que nace de una veta mítica original y antigua. Desde ahí hasta nuestros días, esa potencia humana y libre (a veces disoluta, a veces metafísica) llega hasta nosotros, hasta nuestra intimidad de lectores, gracias a la escritura de Edgard Telles Ribeiro, a su simplicidad y a su solvencia narrativa. También a su humor. Luisa Castro