El Señor está contigo

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Una Buena Noticia
para la semana
SUMMA
Aldapeta
Año II Nº 56
Asterako berri ona
El Señor está contigo
Las primeras palabras que el Señor dirige a María son una
María
A los seis meses, el ángel Gabriel
fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea,
llamada Nazaret, a una virgen desposada con
un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando a su presencia,
dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo; bendita tú entre las mujeres”. Ella se
turbó ante estas palabras, y se preguntaba
qué saludo era aquel. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia
ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a
luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre,
y su reino no tendrá fin”.
Y María dijo al ángel: “¿Cómo será
eso, pues no conozco varón?”. El ángel le
contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y
la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel
que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban
estéril, porque para Dios nada hay imposible”.
María contestó: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. (Lc 1,
26-38)
llamada gozosa a confiar: Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo. Este anuncio a la primera creyente, a la primera
cristiana, nos llena también a nosotros de confianza: no estamos solos: alegrémonos, el Señor nos ama, está siempre con
nosotros.
Esto no se comprende de buenas a primeras. María, al
primer momento, se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquel. La confianza en Dios no le evitaba
el miedo ante lo inesperado y lo desconocido.
Pero el ángel, mensajero de Dios, insiste: No temas.
María recibe una misión que parece sobrepasar sus fuerzas.
Ha sentido el miedo que nosotros sentimos ante lo desconocido. Por eso, sin perder la confianza, razona. La objeción
que pone María es un acto de honestidad y de sentido común: ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón? María no
quiere engañarse a sí misma y expone lealmente la dificultad
que ve.
Por otra parte, aunque el futuro no aparezca claro y
preciso en todas sus concreciones, se fía de Dios y responde
que sí: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según
tu palabra.
Este sí de María a Dios y a la vida ilumina el sentido de
nuestras decisiones, tanto las acertadas como las desacertadas.
En las equivocaciones, confiar a Dios nuestro presente
y nuestro futuro significa que siempre hay la posibilidad de
rehacerse: para Dios nada hay imposible. Siempre puede
ser el tiempo oportuno para esa reorientación.
No se tratará de hacer ahora lo que no hicimos en su
momento, porque ahora las circunstancias pueden ser distintas. Más bien tenemos que ponernos hoy, en nuestra situación actual, en la disposición de vivir en obediencia a Dios,
con nuestras limitaciones y posibilidades reales. No hay que
ponerse a soñar lo que deberíamos haber hecho sino procurar hacer lo que podemos ahora.
Decir con María Hágase en mí según tu palabra es
expresar nuestro deseo de orientar la vida según la voluntad
de Dios.
Ignacio Otaño SM
Emailgelio 56 del 21 de diciembre de 2014
Cuarto domingo de Adviento (B)
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