El Contacto… ¿Podemos aspirar a una definición arraigada en la

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El Contacto…
¿Podemos aspirar a una definición arraigada en la experiencia?
Si preguntáramos a un conjunto de labradores ¿qué es una azada?, tengo la impresión de
que con matices y diferencias, todos serían capaces de describir qué es, cómo es y para
qué sirve. Incluso, si les pidiéramos que cogieran una azada de entre un conjunto de
utensilios, seguramente todos se dirigirían a la misma herramienta, no importa si ésta es
de madera, de hierro, de plástico, de aluminio, grande, pequeña, roja o verde, puedo
imaginar que todos se apoyarían en una definición común basada en la experiencia a la
hora de cogerla.
Sin embargo, como trabajadora del “gremio” de los terapeutas gestalt, no tengo la
sensación de que nos suceda algo similar cuando se trata de nuestros conceptos básicos
que deberían ser nuestras herramientas para el trabajo. Mi experiencia, también
compartida por mis colegas, es demasiado frecuentemente balbucear o liarnos cuando
tratamos de respondernos a la cuestión ¿a qué llamamos contacto? ¿cuál es su
naturaleza? ¿cómo identificarlo en la sesión terapéutica? ¿cómo favorecerlo? ¿es un
proceso continuo, o sea, siempre estamos en contacto? o ¿es un proceso dicotómico, a
veces hay contacto y a veces no lo hay?...Responder a estas cuestiones va dejando
huellas acerca de cuál es nuestra concepción implícita o explícita de contacto, a la vez
que da indicadores del paradigma desde el cuál estamos concibiendo nuestro trabajo.
Por otra parte, son interrogantes de los que no estamos exentos como prácticos de la
terapia, dado que nuestras intervenciones están atravesadas por las concepciones que
tenemos sobre qué es contacto.
Curiosidad por el universo de los micro-procesos…
Como el resto de mis compañeros terapeutas gestalt, me siento acompañada (por no
decir perseguida) a lo largo de los años por preguntas como las anteriores y otras
muchas acerca de nuestra teoría y método, que vuelven inevitablemente, y que intento
responderme de forma cada vez más arraigada a la experiencia. Es por ello que, junto a
mi grupo de reflexión, desde hace tiempo permanecemos interesados en llevar a cabo
análisis intensivos de sesiones realizadas en el momento, o de transcripciones de
sesiones de terapia reales, a partir de las cuáles, intervención a intervención nos
planteamos una serie de preguntas que nos permiten explicitar o hacer hipótesis acerca
del proyecto del terapeuta en función de nuestra teoría y método. Observando cuáles son
los impactos de cada intervención en la experiencia del cliente, y tratando de
comprender cómo este impacto se convierte en un indicador para el terapeuta a la hora
de realizar la siguiente intervención. Nos interesa el análisis de la estructura de la
experiencia, y cómo el terapeuta utiliza momento a momento sus referentes teóricos y
metodológicos gestálticos, para realizar sus diagnósticos de proceso y en función de
ellos, concebir sus intervenciones.
Una consecuencia de utilizar esta metodología de análisis intensivos, es que nos
confronta con el hecho de constatar si hay o no coherencia entre lo que decimos que
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hacemos a nivel teórico y metodológico y lo que realmente hacemos en la sesión,
debido a que es un trabajo que obliga a hacer cada vez más explícitos los marcadores
que constituyen las arterias principales de nuestras intervenciones desde la terapia
gestalt. Sin duda, además de otros itinerarios de búsqueda y reflexión teórica, es esta
dimensión más cercana a la investigación de procesos en psicoterapia (Greenberg y
Pinsof, 1986; Greenberg, Rice y Elliot, 1993) una modalidad que me está ayudando a
vislumbrar en qué pueden consistir las implicaciones prácticas del cambio de paradigma
ofrecido por Perls y Goodman, para quienes el contacto queda definido en primer
término como “experiencia primera, la más inmediata” (Perls, Hefferline y Goodman,
1951). Definición que contiene como un crisol el cambio de paradigma que supone la
teoría y método propuesto por estos autores a la hora de comprender el funcionamiento
humano.
Tomando una “instantánea” de la panorámica actual.
En la actualidad estoy especialmente interesada en poder utilizar este tipo de
metodología en la comprensión del concepto nuclear de la terapia gestalt: el concepto de
contacto. Como primer paso en este sentido, recientemente he dedicado un esfuerzo a
indagar acerca de ¿a qué se refieren los terapeutas gestalt cuando hablan de contacto?
Lo que me ha llevado a realizar una revisión teórica de dicho concepto, y que me ha
confrontado con la paradoja: ¿cómo es que aparentemente todos los autores que he
visitado están de acuerdo en considerar el contacto como el eje principal de nuestro
trabajo, y no hay apenas literatura teórica, metodológica, de descripción clínica o de
investigación empírica acerca de lo que es el corazón de nuestra teoría? Este contraste
resulta llamativo. Además nos permite tomar el pulso al momento en que nos
encontramos como comunidad gestáltica en este nivel de nuestra reflexión. Tengo la
impresión de que estamos en la prehistoria de tener una definición empírica,
suficientemente descriptiva y arraigada a la experiencia como para que nos sirva como
guía explícita en nuestra práctica.
Por ahora, más bien nos encontramos en el momento crucial de ver las diferencias entre
las distintas concepciones de los autores, darles un lugar, y posibilitar discusiones
teóricas. Dibujando en el proceso de explicitación, alguna de las implicaciones para la
práctica terapéutica. No obstante, creo que siendo estas discusiones nuestro punto de
partida, necesitamos llevarlas más allá. Es decir, de la misma forma que para los
labradores no sirve para su trabajo cotidiano en el campo, que sólo se “cuenten” su idea
acerca de lo que es una azada, sino que además necesitan ponerse de acuerdo sobre a
qué herramienta concreta van a llamar así para poder trabajar juntos, como terapeutas
gestalt, no estaría de más, estar asistidos de una definición basada en marcadores
observables para todos. De lo contrario, ¿cómo podemos estar afirmando que todos
nosotros hacemos terapia gestalt si no estamos de acuerdo acerca de cuál es la
naturaleza de lo que consideramos el eje principal que articula todo nuestro sistema
teórico? Además, ¿cómo nos vamos a orientar en la práctica terapéutica si nuestros
mapas teóricos varían de unos a otros, o no resultan suficientemente explícitos o claros?
Incluso, sin que me parezca en absoluto una catástrofe que tengamos inevitablemente
diferencias entre nosotros, ¿en nombre de qué podemos decir que unas definiciones nos
parecen “mapas” más interesantes, acertados o útiles que otros para la práctica
terapéutica?
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Esta conveniencia de establecer acuerdos en las definiciones, tiene que ver
sencillamente con el hecho de estar en comunidad. La cuestión es saber a qué nos
referimos, con el fin de realizar intervenciones que nutran la coherencia entre teoría y
práctica, y entre nosotros como terapeutas gestalt. Lo que creo que no es posible sin
plantearnos la necesidad urgente de la investigación en el proceso psicoterapéutico,
utilizando métodos de análisis de secuencias, cuyo objetivo sea respetar la naturaleza
temporal de los micro-procesos que intervienen en la constitución de la experiencia.
Las primeras definiciones de contacto.
Parece que desde el planteamiento de la salud y el sufrimiento que hacen Perls y
Goodman, el contacto es el eje que articula su concepción del funcionamiento humano
sano y por tanto su concepción del cambio terapéutico basado en el Ajuste Creativo de
la experiencia (P.H.G., 1951). En la revisión realizada acerca del concepto de contacto,
lógicamente me ha interesado tomar como punto de partida los planteamientos de
P.H.G., para posteriormente ver cómo están siendo desarrollados, comprendidos y
utilizados por la comunidad gestáltica. Me gusta tener visibles las definiciones que
pertenecen a la primera parte de la obra, en la que a mi modo de ver, hacen su
planteamiento más radical y más original del funcionamiento humano sano basado en el
contacto. Me parece útil tenerlas a disposición, dado que más tarde nos referiremos a
ellas al considerar las confusiones y matices a que han dado lugar.
•
La primera afirmación que encontramos para definir Contacto es: “hablamos
del organismo en contacto con el entorno, pero el contacto es la realidad
más simple e inmediata” (P.H.G., pág. 5). Como veremos más tarde, esta es
una definición que nos refiere a un registro sumamente primitivo, concebido
como esquema sensorio-motriz.
•
La siguiente afirmación de Contacto es: “cuando usamos la palabra
contacto” o “toma de contacto con” los objetos, nos estamos refiriendo a la
vez a una consciencia sensorial así como a un comportamiento motor”
P.H.G., pág.6).
•
Una tercera forma en que lo definen es: “Contacto es consciencia inmediata
y comportamiento hacia la novedad asimilable y también el rechazo hacia la
novedad no asimilable” (P.H.G., pág. 9).
•
A partir de la idea central de Goodman de Ajuste Creativo, definen Contacto
así: “Todo contacto es creativo y dinámico”… “Todo contacto es el ajuste
creativo entre el organismo y el entorno: la respuesta consciente en el
campo (a la vez como orientación y como manipulación) es el agente del
crecimiento en el campo” (P.H.G., pág. 9).
•
Desde la perspectiva de considerar el proceso de Contacto como el proceso
de formación figura/fondo, lo definen así: “El contacto es la actividad que
tiene como resultado la asimilación y el crecimiento, y consiste en la
formación de una figura de interés que destaca contra un fondo o contexto
del campo organismo/entorno” (P.H.G., pág., 11).
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•
Más tarde, definen así: “El contacto es el descubrimiento y la construcción
de la solución futura” (P.H.G., pág. 14).
•
Y si tienen en cuenta la cuestión de la excitación y la realidad, lo definen de
esta forma: “El contacto, la formación figura/fondo, es una excitación
creciente, llena de sentimiento y de implicación; y al revés, lo que no me
implica, presente en uno mismo, no es psicológicamente real” (P.H.G., pág.
13). “En general, la implicación y la excitación de la formación figura/fondo
representan la evidencia inmediata del campo organismo/entorno” (P.H.G.,
pág. 14).
Aunque sólo hemos recogido seis definiciones, Perls y Goodman, se han referido al
contacto de decenas de formas diferentes a lo largo de su obra. Si bien esta diversidad
colabora con otorgar justicia a la complejidad, con todos mis respetos, no colabora con
la claridad que da una definición empírica, detallada, descriptiva. Está claro que ellos ya
han hecho suficiente, y que es ahora a nosotros a quienes nos toca continuar
desplegando la teoría y el método, clarificándola, concretando sus contornos,
despejando sus contradicciones…Es con este espíritu de seguir adelante y desarrollar el
legado que nos han dejado, que me planteo lo que de otro modo podría sonar a una
ingrata osadía: si acabamos teniendo decenas de formas de definir contacto, ¿no será
que aún no lo tenemos bien definido? ¿no será que estamos llamando de la misma
forma –contacto- a cosas diferentes y convendría empezar a llamar de distinta forma a
distintos fenómenos? O, ¿es que nos referimos a una misma cosa de formas diferentes, y
esto colabora con que no quede bien definida?
Es cierto también que podríamos cuestionarnos acerca del beneficio o los peligros de
utilizar una definición empírica, descriptiva, teniendo en cuenta que justamente el
contacto se refiere al proceso de creación de una figura sobre un fondo completamente
efímero y en movimiento. Debemos tener cuidado y no cometer el error de cosificar lo
que precisamente está atravesado por una arteria temporal y es un proceso en
permanente movimiento. Pero lo que me preocupa es que nos pueda resultar tentador
conformarnos con la confusión en nombre de la complejidad, en lugar de invertir
nuestros esfuerzos en clarificar lo que para la mayoría de nosotros queda aún confuso
visto desde el terreno de la práctica terapéutica. De hecho, en algún momento yo he
llamado al concepto de contacto “concepto poliedro”. En el sentido de que depende de
la perspectiva que lo miremos, podemos contemplar aspectos distintos del mismo, de
forma que cada definición da cuenta de un lado del prisma. Sin embargo, sigo pensando
que para clarificar nuestra práctica, necesitamos describir este concepto poliedro
“desde” la situación terapéutica, de una forma arraigada a la experiencia concreta, que
nos aporte marcadores identificables del fenómeno al que nos estamos refiriendo, dado
que los autores lo presentaron en su obra como un fenómeno observable.
Un camino posible para la construcción de una definición arraigada a la
experiencia …
Si bien Contacto parece un fenómeno difícilmente aprehensible teóricamente, por
contraposición, en la dimensión de la experiencia resulta evidente, se trata de un
fenómeno observable. Todos nosotros, bien como terapeutas, bien como pacientes, bien
como participantes de un grupo de terapia o de formación, hemos tenido la experiencia
de acabar una determinada sesión y tener la sensación clara de que se ha producido “una
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experiencia significativa”. Sin embargo, no resulta tan evidente a partir de qué criterios
podemos decir que se ha producido contacto u otra cosa. Siempre me genera mucha
curiosidad poder preguntar tanto al terapeuta, como eventualmente al paciente (en una
situación de investigación), cómo describirían ellos lo que ha constituido esta
experiencia significativa. Es entonces, que mi interés se derrama en un torrente de
preguntas que querrían ser respondidas in situ con el objetivo de construir una
definición a partir de los marcadores de la experiencia. Cuestiones que nos abrirían la
puerta a un proceso de investigación de micro-procesos basado en la evidencia.
De tal forma que, la idea en la que pienso y que me parece más fructífera que poner
pegas a lo que tenemos, es dar a las distintas definiciones que acabamos de evocar (y
otras que nos parezcan útiles) la categoría de “Dimensiones básicas para una definición
empírica”. Dicho de otro modo, las definiciones que tenemos serían los enunciados
genéricos/abstractos, que podríamos desplegar en una serie de marcadores-criterios
observables en la situación terapéutica. Lo que nos aportaría una definición estructurada
en dimensiones y desglosada en criterios en los que fijarnos durante el desarrollo de una
sesión, de forma que pudiéramos contornear a qué llamamos contacto. Por ejemplo, si
consideramos la definición “cuando usamos la palabra contacto” o “toma de contacto
con” los objetos, nos estamos refiriendo a la vez a una consciencia sensorial así como
a un comportamiento motor”; a ésta podríamos llamarla “Dimensión de contacto como
esquema sensorio-motriz”, y desplegarla en una serie de criterios observables en la
situación terapéutica, que probablemente nos llevaría a desarrollar una serie de listados
de verbos, de micro-movimientos momento a momento que la persona va realizando
durante la sesión, y que son perceptibles para la persona y/o para el terapeuta. Si por
ejemplo, tomáramos la definición de “El contacto es la actividad que tiene como
resultado la asimilación y el crecimiento, y consiste en la formación de una figura de
interés que destaca contra un fondo o contexto del campo organismo/entorno”, a ésta la
llamaríamos “Dimensión de contacto como creación de una figura”, y la podríamos
desplegar en criterios de orden estético, apoyándonos en que la figura es
específicamente psicológica y tiene propiedades específicas observables. Si tomáramos
la definición de “Contacto es consciencia inmediata y comportamiento hacia la
novedad asimilable y también el rechazo hacia la novedad no asimilable”, a ésta la
podríamos llamar “Dimensión de contacto como construcción de significación”, y la
desplegaríamos en criterios que identificasen qué ha constituido novedad para el
paciente en la situación terapéutica, cuales serían los marcadores durante la sesión que
han permitido una nueva configuración en su experiencia. Y así sucesivamente,
utilizaríamos cada lado del prisma de este concepto poliedro, en dimensiones de una
definición empírica. De este modo, tendríamos a nuestra disposición un “mapeado”
concebido como el punto de partida para la investigación con el objetivo de obtener una
definición de contacto arraigada en la situación terapéutica, que en mi opinión, nos
proporcionaría guías para la intervención.
No obstante, engendrar este entramado para la investigación en la situación terapéutica,
necesita primero de clarificarnos bien respecto de nuestra concepción teórica a priori de
contacto. Es decir, creo que inevitablemente partimos de una concepción teórica, que de
alguna forma ponemos a disposición como mapa cognitivo, desde el que nos acercamos
a la situación terapéutica para construir una definición empírica basada en la
experiencia. Y en este sentido, me gustaría compartir el itinerario que he seguido para
clarificarme a mi misma respecto de cómo es comprendido contacto por el resto de
autores y hacer más consciente para mí cuál es mi posicionamiento, con vistas a
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elaborar mi propio “mapa cognitivo” a partir del cuál daría el siguiente paso para la
investigación de una definición empírica.
Mis dos familias de preguntas acerca del Contacto.
Son mis dudas e interrogantes como terapeuta los que he tomado como guías a la hora
de realizar mi itinerario para la reflexión teórica. Las he reagrupado en dos bloques, ya
que en el fondo me parecen la manifestación de dos polémicas fundamentales, a partir
de las cuales los autores se posicionan en relación al concepto de contacto. La primera
problemática es la que tiene que ver con determinar si el contacto es de naturaleza
relacional o no. Y la segunda polémica es la que hace referencia a su naturaleza
considerada desde un punto de vista temporal, es decir, establecer si consideramos
contacto como un proceso continuo o dicotómico. Las dos familias de preguntas son:
a)
¿De qué está hecho Contacto, cuál es su naturaleza? ¿Contacto implica
Relación? Y si es así, ¿el Contacto es una experiencia que implica
reciprocidad, mutualidad o no? ¿La experiencia de Contacto se da con qué o
con quién, y en qué modo? En la sesión terapéutica, cuando nos referimos a
la experiencia de Contacto, ¿hablamos de un paciente en Contacto con…o de
un terapeuta en Contacto con….?
b)
¿Quién decide y con qué criterios en qué momento podemos llamar a una
experiencia Contacto? ¿Es el Contacto una experiencia continua o
dicotómica? Es decir, ¿estamos en Contacto todo el tiempo? o ¿Contacto nos
refiere a una experiencia que constituye un evento, un episodio, una
experiencia con principio y final observable?
Dos polémicas fundamentales al definir Contacto.
a.- Primera polémica: necesidad de clarificar si Contacto es un fenómeno
relacional o no.
En definitiva, el debate que se plantea es si el Contacto implica necesariamente a
dos personas, y por tanto, si se refiere a Relación o a otra cosa. Dicho de otra manera,
¿hay diferencias entre la experiencia de contacto que tiene lugar entre una persona y una
cosa y la que tiene lugar entre dos personas? ¿puedo estar en contacto con un otro
mientras que este otro no está en contacto conmigo?¿el contacto entre dos personas es
un evento mutuo?
En esta polémica, los puntos de vista cambian sensiblemente de unos autores a
otros. Hay quienes plantean el contacto como un fenómeno que implica un encuentro, y
por tanto, tiene una naturaleza relacional específica entre dos personas. Por ejemplo,
Mary Lu Schak lo describe así: “La noción de contacto se refiere al encuentro y a la
relación… El contacto habla de la experiencia de encuentro: de manera que si contacto
es un concepto, contactar “quién o qué” se refiere a un evento que tiene lugar en un
momento dado y dice algo, seguro, del encuentro y de la relación. Esta palabra,
“contacto” viene de “con” y de “tacto”, que se combinan para significar “tocar con”,
y así establece implícitamente el encuentro en la frontera-contacto.” (Melnick, J.;
Robine, J.M.; Schak, M.L.; Spinelli, E. (2007), pág. 26), (la negrita es mía, en el
original está en cursiva).
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Por otra parte, hay quienes conciben contacto como una operación psicológica de
construcción de significado, sin que implique necesariamente un proceso relacional. La
afirmación básica de este conjunto de autores sería: el término Contacto no se refiere a
Relación. De acuerdo con ellos, la primera dificultad que vamos a encontrar para definir
Contacto, implica a la propia utilización de este término que en el lenguaje cotidiano se
considera tan ligado al de Relación. Por lo que hay una serie de confusiones teóricas y
metodológicas que se desencadenan de esta mezcla y que necesitamos tener en
consideración. Autores como Michael Vincent Miller en la introducción a la edición de
terapia Gestalt de “The Gestalt Journal”, o como Jean Marie Robine en su libro
“Contacto y Relación”, dedican algunos renglones para clarificar el término de
Contacto. La confusión entre los términos Contacto y Relación, tiene como
consecuencia ineludible, sufrir distorsiones a cerca de cuál es el núcleo de la teoría y
método de la Terapia Gestalt. Desde la perspectiva de estos autores, tendría sentido
clarificar que no hacemos terapia de la Relación, sino que hacemos terapia del Contacto.
Desde esta perspectiva, el proceso de Contacto no se trata de un fenómeno
relacional en su naturaleza implicando necesariamente el encuentro entre dos personas.
Contacto constituye más bien, un esquema arcaico, de consciencia sensorial y
comportamiento motor hacia una novedad asimilable. Un esquema de orientaciónmanipulación: “Como “realidad primera, la más simple”, el contacto no designa
todavía las relaciones, ni las relaciones que se suelen designar con el término
“relaciones objetales”, y todavía menos el Yo-Tú y la relación dialogal (…) El contacto
no designa todavía una investidura del objeto o del otro, sino un esquema sensoriomotor, modos de sentir y de moverse, de un “ir hacia y coger”, o, para decirlo con
otras palabras gestaltistas, un proceso de orientación y manipulación”…“La terapia
gestalt, a la inversa de las ideas admitidas, al centrarse en el “contacto” y el
“contactar”, aborda el tema en una dirección fundamental y original, en un registro
sumamente primitivo, arcaico, ya que se trata de los primeros movimientos, de las
primeras “mociones pulsionales” en el campo organismo-entorno” (Robine, J.M.,
2002, pág. 42-43). Si contacto es un esquema sensorio-motriz, entonces se refiere a
todos los verbos, a todas la operaciones de encuentro con la novedad, impliquen éstas la
presencia física de otro ser humano o no. Por lo que el contacto entre dos personas,
constituye un caso particular de contacto. El contacto se refiere a cualquier operación
del campo organismo/entorno donde hay una consciencia de encuentro experiencial
fenomenológico entre lo que experimentamos como yo, y no-yo a nivel psicológico. Así
que se trata de una operación cuya naturaleza es psicológica que sucede en una
demarcación experiencial denominada “frontera-contacto”.
Algunos autores que representan esta perspectiva hacen referencia a la etimología de la
palabra, y al sentido del tacto para describir dicha operación: “La misma palabra
“Contacto” contiene “tacto”, es decir, el tocar. Tocar, es el único sentido que implica
una cierta forma de reciprocidad. Yo puedo ver sin ser visto, oír sin ser oído. Pero no
puedo tocar a alguien sin ser tocado por él. Hay una mutualidad -activa y pasiva- de
esta experiencia, como es el caso en el ajuste creativo, en el modo medio, en el self,
todo lo que implica reciprocidad y que incluye contactar. Por supuesto, esta
mutualidad no supone igualdad de la experiencia, ya que la reciprocidad necesita la
similitud de las experiencias, no que ellas sean idénticas. Una madre que amamanta a
su bebé, no tiene la misma experiencia que su bebé a quién ella nutre. No se puede
hacer la experiencia de dar algo sin hacer la experiencia de recibir algo. No se puede
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contactar mirando algo sin tener de vuelta impresiones, sin ser afectado. El contacto es
la piedra angular de la reflexividad” (Melnick, J.; Robine, J.M.; Schak, M.L.; Spinelli,
E., 2007, pág. 23)…
b.- Segunda polémica: ¿Cuándo denominamos a una experiencia contacto?; ¿es el
Contacto un fenómeno dicotómico o continuo?
Desde mi punto de vista, esta es la polémica que está a la base de nuestro segundo
bloque de preguntas, a saber: ¿quién decide y con qué criterios en qué momento
podemos llamar a una experiencia Contacto? ¿es el Contacto una experiencia continua o
dicotómica? Es decir, ¿podemos expresarnos en términos de –ahora se da contacto/
ahora no hay contacto-, en el sentido de que Contacto nos refiere a una experiencia que
constituye un evento, un episodio, una experiencia con principio y final observable?; o
¿estamos en contacto siempre?
Del mismo modo que con la primera polémica, también encontramos distintas
posiciones entre los autores. Por ejemplo, Margherita Spagnuolo plantea la diferencia
entre el punto de vista de su instituto y el de Robine a este respecto: “…es importante
respondernos a la cuestión clínica: ¿Cuándo sucede el contacto? Me acuerdo del gran
debate con Jean Marie, entre su instituto y el nuestro, sobre el momento en que sucede
el contacto en la sesión, ya que ésta es una clave de lectura para el terapeuta acerca
de: ¿cómo comprendemos el contacto? Lo que nosotros afirmamos es que se trata de un
episodio a lo largo de la sesión, y Jean Marie afirmaba que el cliente puede tener
numerosos contactos a lo largo de la sesión. De manera que comprendemos el contacto
desde una perspectiva clínica diferente…En efecto, siempre estamos en contacto porque
sino, estaríamos muertos...Tenemos diferentes contactos, pero nosotros elegimos, el
organismo del self elige un contacto que sirve para su desarrollo” (Miller, M.; Robine,
J.M.; Yontef, G.M.; Lichtenberg, P.; Spagnuolo-Lobb, M.; Philippson, P.; Frazäo, L. ,
2002, pág. 7).
En mi opinión, responder a estas cuestiones implica abordar cuando menos dos
aspectos. El primero considera la dimensión estética de la terapia gestalt, y el segundo
se refiere a la distinción entre contacto como operación psicológica versus contacto
como operación fisiológica.
Según criterios estéticos.
¿Con qué criterios decidimos cuando una experiencia constituye Contacto? Para
responder necesitamos tener en cuenta la dimensión estética de la Terapia Gestalt. En
efecto, Perls y Goodman al inicio de su obra, ponen de relieve esta dimensión al
considerar que “la figura es específicamente psicológica: tiene propiedades específicas
observables de intensidad, claridad, unidad, fascinación, gracia, vigor, flexibilidad,
etc., según que se considere principalmente el contexto como perceptivo, afectivo o
motor. El hecho de que la Gestalt tenga propiedades específicas observables es de una
importancia capital en psicoterapia, ya que nos da un criterio autónomo de
profundidad y de realidad de la experiencia. No es necesario tener teorías sobre el
“comportamiento normal” o “el ajuste a la realidad” salvo para explorar. Cuando la
figura es sosa, confusa, desprovista de gracia, carente de energía (una gestalt débil),
podemos asegurar que hay una falta de contacto, que algo del entorno no se ha tenido
en cuenta, que alguna necesidad orgánica vital no se ha expresado. La persona no está
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“totalmente allí”, es decir, la totalidad de su campo no puede ceder sus necesidades y
sus recursos para completar la figura”. (P:H.G., pág. 11; la negrita es mía, dado que en
el original está en cursiva).
Así que para los autores de P.H.G., estaba claro que es la propia “situación” de donde
proceden los parámetros para decidir cuando algo constituye Contacto. Dado que si
contacto es el proceso de construcción de una figura sobre un fondo y la figura tiene
propiedades psicológicas observables, entonces, la consecuencia es que el proceso de
contacto sea observable en función de una serie de criterios de orden estético. De este
modo, nuestro trabajo se inscribe en una dimensión estética, más que psicopatológica.
Decimos que hacer terapia gestalt consiste en el análisis de la Gestalt, hacer “terapia de
la Forma”, es decir, de las distintas formas en que configuramos nuestras experiencias
en una situación. Daniel Bloom, lo expresa de este modo: “Si comprendemos el proceso
de contacto como el proceso figura-fondo como lo que es sentido y percibido, entonces
podemos darnos cuenta de la fluidez o fijación de este proceso a través de sus
cualidades estéticas. La experiencia puede ser apreciada por su forma intrínseca más
que en comparación con cualquier norma extrínseca basada sobre su contenido”
(Bloom, 2006, pág. 102).
Distinción: Contacto como operación fisiológica versus contacto como operación
psicológica.
Ahora me gustaría continuar con un aspecto que nos puede ayudar a distinguir si
contacto constituye un fenómeno continuo o dicotómico. En la introducción general de
“Terapia Gestalt”, sus autores afirman que: “El contacto en sí mismo es posible sin
consciencia” (P.H.G:, pág. xli). Por lo que comprendemos que “no hay awareness sin
contacto pero si contacto sin awareness”. Enunciado que se apoya en el concepto de
“campo organismo/entorno”, que apela a la ineludible interacción entre el organismo y
su entorno, y por el que podríamos afirmar que siempre estamos en contacto, aunque no
siempre estemos conscientes de con qué y en qué modalidad.
¿Quiere esto decir que estamos en condiciones de afirmar que el contacto es un
proceso continuo? ...¡No tan deprisa! Vayamos por partes para no perdernos…
Consideremos la siguiente afirmación verbal de Robine en un seminario: “Para
estar consciente, tengo que estar en Contacto. Y estar en Contacto significa que este
objeto lo constituyo como figura, y centro mi atención sobre ello. Salvo cuando me
relajo, o medito, estoy siempre en Contacto con algo. Entonces, lo que llamamos
figura/fondo, está sin cesar en continuo movimiento. El Contacto consiste en la
formación de una figura de interés que se destaca de un fondo del campo
organismo/entorno. Cuando uno de vosotros me plantea una pregunta, la persona es la
figura, luego puede serlo la ventana, luego otra persona del grupo, y así sucesivamente.
Es lo que llamamos la frontera-contacto móvil. Siempre está el yo y el no-yo, que está
consciente en la experiencia. De forma que no puede haber contacto sin consciencia,
dado que la consciencia es uno de los ingredientes del contacto psicológico... (Robine,
Seminario permanente sobre Teoría del Self).
Atención a esta última afirmación: “la consciencia es uno de los ingredientes del
contacto psicológico”…Aparentemente es exactamente lo contrario del enunciado que
hemos tomado antes de P.H.G., “el contacto es en sí mismo posible sin consciencia”…
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Sin embargo, no parece contradictorio si nos fijamos en el siguiente matiz: al término
contacto Robine ha añadido la palabra “psicológico”. De esta forma, el autor introduce
la distinción entre: contacto entendido como operación fisiológica, donde no hace falta
de la consciencia; y contacto entendido como operación psicológica, donde la
consciencia es necesaria, y constituye uno de los ingredientes del contacto psicológico.
Sigamos con la propuesta de Robine: “Lo fundamental es que penséis en el Contacto
como corriente de consciencia. El Contacto es siempre una corriente. Siempre es una
acción. Lo que caracteriza al contacto son los verbos, son los actos. Sería pertinente
hablar de CONTACTAR más que de Contacto. En todo Contacto implicado hay una
acción, una implicación motriz, incluso si es pequeña. Por ejemplo, mover los ojos
hacia uno de vosotros es un componente motor. Es interesante tomar el libro de
Terapia Gestalt, y ver cuando hablan de verbos para hablar del contacto, con un
componente motriz, mental y emocional…Lo importante tanto para hablar de contacto
como para hablar de conciencia es que: Hablamos de Contacto “con qué y en qué
forma”, y hablamos de Conciencia “de qué y en qué forma”. Esto es lo importante, la
MODALIDAD, en qué forma. ¿En qué formas diferentes puedo estar en Contacto
contigo? (dirigiéndose a una participante): verte, oírte, escucharte, probarte, tocarte,
pensar en ti, recordarte, anticiparte, etc…Y es esto lo importante, que como terapeutas
podemos colaborar con amplificar las formas de Contacto. Podemos ayudar a inventar
otras formas de Contacto. Podemos utilizar la consciencia para clarificar la calidad del
Contacto” (Seminario permanente sobre Teoría del Self con Robine).
A partir de esta distinción, ¿cómo respondernos a la cuestión de si el Contacto es un
fenómeno dicotómico o continuo? De algún modo ambas afirmaciones son ciertas. Sólo
es que es necesario especificar a qué tipo de operación de contacto nos estamos
refiriendo. Así, podríamos decir que contacto constituye un proceso continuo, en el
sentido de que siempre estamos realizando operaciones de contacto fisiológico. Y como
terapeutas nos interesará seguir este flujo continuo de verbos, iluminados con dos
cuestiones fundamentales: ¿contacto con qué y en qué forma? En efecto, nuestro
objetivo es focalizarnos sobre el proceso de “contactares”, de manera que pueda estar
asistido de consciencia. Y es precisamente utilizando la consciencia como herramienta
para iluminar el fluir de operaciones fisiológicas, cuando tenemos la oportunidad de
transformar la naturaleza de la experiencia. O lo que es lo mismo, el paso de la
fisiología a la psicología del que los autores nos hablan en P.H.G.
No obstante, también podríamos decir que el contacto es un evento con principio y
final, si lo consideramos como “secuencia” durante la que se produce esta transición
desde la fisiología a la psicología. Es por ello que, en nuestra teoría, tiene sentido hablar
de “secuencia de contacto” desplegada en cuatro fases: precontacto, puesta en contacto,
contacto pleno y contacto final. Todas ellas entendidas como “modalidades de
contacto”. Visto así, el contacto psicológico constituye una con-secuencia. De este
modo, podremos abordarlo como una secuencia observable, y realizar análisis
intensivos de estas secuencias identificadas como episodios significativos tanto por
terapeutas como por clientes, con el objetivo de identificar marcadores que nos permitan
describir cómo se da la transición, desde la fisiología a la psicología, lo que constituye
en sí mismo el proceso de contacto psicológico.
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