la ironia del esquizofrenico

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La ironía del esq¡ui;z:ofrénico
Dedicaremos este capítulo específicamente a la ironía esquizofrénica.
En un capítulo anterior citábamos a Lacan, en su respuesta a los estudiantes de filosofía. En dicha ocasión, al ser interrogado sobre "la función
social de la enfermedad mental", Lacan responde "lapidariamente" -es
su término-: la función social de la enfermedad mental es la ironía, y
esto se palpa en la práctica del esquizofrénico.
Es cierto que la frase puede ser equívoca: ht qué se refiere Lacan con
"la práctica del esquizofrénico"? ¿A eso mismo, a lo que el esquizofrénico hace irónicamente; o más bien, a la práctica clínica del analista
Que trabaja con esquizofrénicos? En nuestra traducción hemos optado
por mantener "la práctica del esquizofrénico" (la pratique du schizophrene), lo cual demanda del lector una decisión para resolver en algún
sentido -o en todo caso, mantener- el equívoco. Observamos que en las
versiones que suelen circular del texto en español, se opta por traducir:
"cuando tengáis práctica en el trato esquizofrénico", o algo así, según
los traductores. Esta opción parece ir, más bien, en el sentido de la experiencia clínica: "cuando tengáis experiencia clínica con esquizofrénicos";
o tal vez, simplemente evoca la posibilidad de que aquellos que lo oyen
conozcan de primera mano la práctica irónica del esquizofrénico. En
cuanto a la idea de que se trataría de la práctica clínica con esquizofrénicos, no nos parece la mejor alternativa, ya que Lacan se está dirigiendo
a estudiantes de filosofía, y si bien podría tratarse de una ironía lacaniana
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CLÍNICA DE LA ELECCIÓN EN PSICOANÁLISIS
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1
Martín Alomo
-como él mismo lo sugiere unas líneas más abajo: "tal vez mi respuesta
sea demasiado irónica", dice-, no deja de implicar un forzamiento, de
nii;igúD: modo necesario, el suponer que les esté sugiriepdo a los estudiantes de filosofía- que hagan una' práCtica clínica con ~~·qulzofrénicos.
Por otra parte, aun sin zanjar esta cuestión -que corno vernos, importa un
equívoco- mantener "la práctica del esquizofrénico", la traducción más
fiel, creernos, refiere directamente a la ironía, ya que esa es la práctica en
cuestión. A continuación, copiamos el texto en francés y luego nuestra
traducción, desde el párrafo anterior a la introducción de la ironía, para
observar el modo en que Lacan se refiere a la ·"metafísica", va que luego,
anafóricarnente, va a recuperar este término en el párrafo de nuestro
interés, a propósito -ahora sí- de la clínica de la esquizofrenia:
"Le minimum que vous puissiez m 'accorder concemant ma théorie du langage,
c'est, si cela vous intéresse, qu'elle est matérialiste: le sixnifiant, c'est la matiere
qui se transcende en langage.
Je vous laisse le choix d'attribuer cette phrase a un Bouvard communiste ou a
un Pécuchet qu'émoustillent les merveilles de l'A.D.N.
Car vous auriez tort de croire que je me soucie de métaphysique au point de
faire un voyage pour la rencontrer.
Je l'ai adomicile, c'est adire dans la clinique ou je l'entretiens dans des termes
qui me permettent de vous répondre sur la fondion sociale de la maladie
menta/e, lapidairement, sa fonction sociale avez-vous bien dit, c'est l'ironie!
Quand vous aurez la pratique du schizophrene, vous saurez l'ironie qui l'arme,
portant ala racine de toute relation sociale.," 1
Nuestra traducción:
"Lo mínimo que pueden concederme en cuanto a mi teoría del lenguaje
es. si eso les interesa, que es materialista: el sllgnificante es la materia
que se trasciende en lenguaje. Les dejo la elección de atribuir esta frase
a un Bouvard comunista o a un Pécuchet a quien animan las maravillas del ADN.
Pues estarían equivocados si creyeran que me preocupo de metafísica
hasta el punto de hacer un viaje para encontrarla.
La tengo a domicilio, es decir en la clínica donde la entrevisto en los
términos que me permiten responderles lapidariamente sobre la función
1. Lacan, J. (1966) "Réponse ades étudiants en philosophie sur l'objet de la psychanalyse" en Autres Écrits, Seuil, Paris, 2001, p. 209.
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La ironía del esauizofrénico
social de la enfermedad mental: su función, social han dicho bien, es la
ironía. Cuando tengan la práctica del esquizofrénico, sabrán la ironía que
lo arma, apuntando a la raíz misma de toda relación social."
Esta introducción de la ironía, por parte de Lacan, en relación a la
esquizofrenia, merece un análisis detallado del párrafo, por la sencilla
razón de que se trata del único lugar -al menos el único que nosotros
hemos podido encontrar en toda su obra- en el que establece esta articulación entre ironía y esquizofrenia.
Para comprender por qué Lacan se refiere a la materialidad del significante en esta ocasión, hay que situar otra de las preguntas de los
estudiantes, acerca de cuál es la teoría del lenguaje implicada en el psicoanálisis. Como vemos, es necesario comenzar nuestro análisis del párrafo
por allí, ya que luego Lacan retoma esa "metafísica", y si no desbrozamos
el punto en relación al lenguaje y a la materialidad del significante, no
se entiende a qué metafísica se refiere.
No queda ninguna duda respecto de que la "materialidad" es la del
significante. En el lenguaje se sitúa "la metafísica que trasciende" dicha
materialidad del significante. ¿cómo entendemos este punto? Elegimos
pensarlo al modo de un argumento trascendental kantiano: así como las
categorías a priori, según Kant, son trascendentales, el lenguaje también
es trascendental en lo que se refiere al significante. Así como tiempo y
espacio, por ejemplo, trascienden nuestra experiencia de la realidad, y sin
ellas sería imposible nuestro acceso a las cosas del mundo, y al mundo,
del mismo modo el lenguaje trasciende la materialidad significante y, a la
vez, sin dicha trascendencia nos resultaría imposible acceder a la materialidad trascendida.
Luego, Lacan dice "la tengo a domicilio, es decir en la clínica donde la
entrevisto ... ", refiriéndose a "la metafísica". A su vez, ponemos a cuenta
de este término, como una referencia anafórica recuperada del párrafo
anterior: "lo que se trasciende en lenguaje". Pero ello no quiere decir que
entendemos "lo que se trasciende en lem:uaie" como sinónimo de meta-
física, sino que la metafísica viene a ser lo que trasciende, en "lo que se
trasciende en lenguaje", es decir ·:10.1Tq$Cendental". Lo tra,scendido .es el.
significante, material, y lo trascendentál es el lenguaje mismo. Entonces sí
nos vemos llevados a interpretar esa metafísica, en este caso, como equivalente a "lenguaje". Retomando las categorías kantianas, diríamos que
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CLÍNICA DE LA ELECCIÓN EN PSICOANÁUS!S
IIl 1 Martín Alomo
espacio y tiempo son a "más cerca" y "más temprano", lo que "lenguaje"
es a "significante". Podríamos escribirlo así:
Espacio
"más cerca"
Tiempo
"más temprano"
Lenguaje
Significante
Entrevistar al lenguaje, conversar con él, hacer la clínica del lenguaje,
de "lo trascendental", le permite a Lacan tomar contacto con eso que es
trascendido en lo trascendental: el significante. La materialidad del significante es lo que le permite a Lacan dar una respuesta "lapidaria" a la
pregunta por la función social de la enfermedad mental: dicha función
es la ironía. ¿y cuál es el paradigma de esta ironía, que ataca a "la raíz
misma de toda relación social"? Dicho paradigma está constituido por
"la práctica del esquizofrénico". Éste, comenta Lacan, para producir su
ataque radical a todo lazo social, dispone de un arma: la ironía.
De algún modo, cuando en capítulos anteriores mencionábamos a
la ironía como "herramienta electiva". Aunque ahora, al tratarse de la
ironía del esquizofrénico, la herramienta no es de cualquier tipo 1 sino
"un arma", y el·destinó no es simplétnente alejar a·las"·s~ncititas que se
han seducido, sino atacar de raíz a toda relación social.
Dicho de otro modo, lo que Lacan dice es que al dedicarse a la clínica
del lenguaje, detecta que lo que allí se trasciende es el significante, material. Luego, la clínica del significante, lo lleva a concluir que la función
social de la enfermedad mental es la ironía. Finalmente, propone al esquizofrénico como paradigma de la ironía, considerada como arma que ataca
la raíz de todo lazo social. Si centramos nuestro enfoque en la articulación esquizofrenia-significante, también podríamos hacerle decir a Lacan
lo siguiente: la experiencia del significante en lo real, efecto de la cadena
rota, es la ironía misma que socava todo lazo discursivo.
¿cómo es el ataque de la ironía esquizofrénica al lazo social? JacquesAlain Miller comenta: "La ironía [a diferencia del humor] no es del Otro,
es del sujeto vva contra el Otro. ¿Qué dice la ironía? Dice que el Otro no
existe, que el lazo social es, en el fondo, una estafa, que no hay discurso
que no sea del semblante" .2 Es decir que la dimensión del engaño, la
dimensión mentirosa de la verdad, y en definitiva la cualidad de ficción
2. Miller, J-A. (1993) "Ironía" en Uno por uno, nº 34, marzo/abril 1993, Buenos Aires,
1993, p. 6.
122
La ironía .deL ~sauizofrénico
que la estructura, no forma parte de la realidad del esquizofrénico. Anteriormente, con Kierkegaard, señalábamos que la ironía demarcaba una
posición subjetiva ensimismada, que gozaba sola, manteniéndose por
fuera, "al costado del camino" de los saberes establecidos. La denuncia
irónica, el poner al descubierto propio de la ironía, hace emerger a la
luz el carácter de impostura y de estafa de todo lazo social, lazo del cual
el esquizofrénico, irónicamente, no participa. Todo aquello que pudiera
revestir un interés, un brillo fálico, un valor deseable en el campo delimitado por los discursos establecidos, resulta opaco para la mirada del esquizofrénico, quien no puede menos que desestimar todos esos montajes
sociales por poco -o nada- interesantes.
En cuanto a la relación entre ironía y saber, ésta constituye el eje principal de análisis de la tesis kierkegaardiana, ya que la ironía queda definida
allí como un "poner al descubierto" un no-saber que todo saber establecido subtiende. Respecto de la articulación entre estos dos elementos,
Miller agrega:
"La ironía es la forma cómica que toma el saber que el Otro no sabe, es
decir, como Otro del saber no es nada. Mientras que el humor se ejerce
desde el punto de vista del sujeto-supuesto-saber, la ironía sólo se ejerce
allí donde la caída del sujeto-supuesto-saber se ha consumado." 3
Aquel "poner al descubierto" kierkegaardiano, a la luz del comentario
de Miller, deviene una puesta en evidencia de la insustancialidad del Otro
como tal y, en este sentido, se trata de una negación del Otro, aunque
no una negación sobre el estatuto de ese Otro, sino una negación de
su lugar, que no es, "como Otro del saber no es nada", dice Miller. Esto
nos lleva a revisar lo que ya hemos trabajado, con Kierkegaard, respecto
de la ironía considerada como negatividad. En esta vuelta sobre aquellos desarrollos, podremos establecer diferencias entre "la ironía como
negatividad infinita y absoluta" -definición hegeliana que Kierkegaard, a
pesar de todas sus diferencias con el suabo, mantiene- y la ironía consi-
derada como "la práctica del esquizofrénico".
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CLÍNICA DE LA ELECCIÓN EN PSICOANÁLISIS
Ill 1 Martín Alomo
La ironía esquizofrénica... y la otra
Nega.tividad, es decir potencia negatriz;. y no de cualqu~e1;Jipo, sino infinita y absoluta. De est~ modo defih.e .'Hei:;el a la ironía. ·Có~o· decíamos;
Kierkegaard mantiene esta definición, y a partir de ella avanza en su
análisis del concepto. Siguiendo sus desarrollos, puede situarse que
sobre lo que puede operar aquella potencia negatriz, detalle que se constata en la manifestación del fenómeno ·-ya que "la ironía es eminentemente práctica", dice Kierkegaard- es sobre la relación entre esencia y
fenómeno, o bien entre idea y realidad. En un caso, se destaca la diferencia entre el dicho irónico v la creencia del ironista, v lo que queda
claro es que el ironista no pretende engafiar a su interlocutor; en el otro,
se pone de manifiesto la liberación del ironista respecto de las ataduras
de la realidad: el ironista "se des-ata".
El efecto que tiene esta práctica sobre la subjetividad, es el de señalar
una posición subjetiva -delimitada con este nombre por Kierkegaardfuera del tiempo: la práctica de la ironía arranca al sujeto del tiempo, de
la continuidad de la realidad, y lo posiciona por fuera del fluir del tiempo
y del mundo, "en la <lis-continuidad", comenta Kierkegaard. Dicha
discontinuidad, fuera del tiempo entonces, da la clave para entender al
menos dos puntos fundamentales: a) la posición del ironista ejerce su
potencia negatriz, poniéndose de manifiesto como negación de la continuidad del tiempo, y negación de la secuencia que llamamos realidad; b)
la posición del ironista es "auto-intencional", dice Kierkegaard, ya que no
busca convencer al Otro de algo, sino que está referida a una nada. Esto
es fundamental, y constituye la diferencia principal entre la concepción
del danés y la de Hegel: mientras que éste sostiene que Sócrates, en su
mayéutica, trataba de convencer a su interlocutor de lo que él mismo Sócrates- sabía, Kierkegaard considera que no es así: que el no-saber de
aquel no era fingido, ya que realmente preguntaba orientado por lo que
consideraba su propia ignorancia, ven este sentido no era un mentiroso.
El saber de Sócrates estaba referido a un no-saber, por lo tanto era un
saber no dirigido a un objeto, sino a una nada. A esto es a lo que Kierkegaard llama la "auto-intencionalidad" de la ironía, ya que no tiende
a un objeto, sino que se centra en ella misma.
En este sentido, por medio de la ironía como auto-intencional, es
que Kierkegaard llega a la explicación de que lo que ella busca es "poner
124
La ironía del esauizo(rénico
algo al descubierto". No busca un saber, tampoco convencer al otro, sino
hacer emerger el no-saber que subyace a todo saber.
Notarnos que este es justamente el efecto de la práctica irónica del
esquizofrénico. Lacan, al referirse a ella, lo hace en los términos kierkegaardianos: la ironía es una práctica. Sin embargo, debemos señalar
algunas diferencias entre el esquizofrénico y el ironista caracterizado por
Kierkegaard. Mientras que este último utiliza a la ironía como medio para
poner distancia entre él y la realidad y, también, para poner de manifiesto
la inconsistencia o la incompletud de los saberes establecidos, aquel, el
esquizofrénico. produce ese efecto al considerar su práctica irónica en
relación al mundo. De hecho, el comenltario de Lacan en la respuesta a
los estudiantes, está referido a la articulación entre enfermedad mental
y sociedad; es allí, en esa coyuntura, donde la práctica irónica del esquizofr¿nico pone de manifiesto la ihconsistencia y la incompletud del
Otro social, de sus discursos; los denuncia como "estafas", comentaba
Miller.
Hay similitudes, por supuesto: tanto el ironista como el esquizofrénico logran poner algo al descubierto, por medio de una ironía autointencional, que en esa misma falta de interés por enlazarse al Otro,
hace tambalear la estabilidad de los discursos desde una posición exterior a ellos. Sin embargo, mientras la práctica del ironista -aquí el paradigma es Sócrates- ejerce la ironía, más bien diríamos que la práctica
del esquizofrénico resulta irónica para aquellos que reciben el golpe, o el
contra-golpe de su efecto: cualquiera que esté posicionado en la realidad
compartida más o menos orientada por valores e ideales consensuados,
y organizada discursivamente.
Esto nos permite separar, entonces: por un lado, la práctica del ironista,
corno la de quien ejerce la ironía; por el otro, la práctica del esquizofrénico,
que introduce en la sociedad un efecto irónico radicalizado, destituyente
del Otro. Ambos, aunque por distintas vías, logran poner al descubierto
el no-saber que es subtendido y velado por todo saber establecido. Sin
embargo, únicamente la práctica del esquizofrénico, ironía infernal, es
la que define su posición en una exclusión radical del lazo social.
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CLÍNICA DE LA ELECCIÓN EN PSICOANÁLISIS
III
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Martín Alomo
La libertad negativa de la ironía
Jacques Lacan se refiere a la libertad negativa en "Función y campo de
la palabra y el lenguaje en psicoanálisis", a propósito de la locura:
"En la locura, cualquiera que sea su naturaleza, nos es forzoso reconocer,
por una parte, la libertad negativa de una palabra que ha renunciado a
hacerse reconocer, o sea lo que llamamos obstáculo a la transferencia,
y, por otra parte, la formación singular de un delirio que -fabulatorio,
fantástico o cosmológico: interpretativo, reivindicador o idealista- objetiva al sujeto en un lenguaje sin dialéctica." 4
Respecto de este párrafo, nos interesa situar algunos puntos: a) la
conceptualización de la libertad como libertad ne~ativa interesó a Lacan
en sus elaboraciones teóricas; b) particularmente, en relación a la locura,
y a la dificultad que ella presenta para establecer un vínculo transferencia!; c) podemos caracterizar su utilización del término "libertad negativa" aplicado a "una palabra", como referido a una palabra que es libre
en tanto no hay otra palabra o instancia exterior a ella que la someta,
condicionándola; d) pero además, dentro de esta libertad negativa de
esa "una palabra", encontramos algo que podríamos llamar una determinación interna a ella, determinación que podemos pensar como una
toma de posición subjetiva puesta de manifiesto en esa palabra loca,
suelta, absoluta. que no busca hacerse :reconocer; e) "por otra parte",
escribe Lacan, en la locura correspondiente a esta libertad negativa encontfamos "la formación de un delirio singular"; f) por último, ese delirio
confina al sujeto a una condición de fijeza: "lo objetiva en un lenguaje
sin dialéctica".
Como decíamos, la clave para entender la ironía tal como la concibe
Kierkegaard es la negatividad. Como tal, como negatividad, "la ironía es
una determinación de la subjetividad". 5 En esta determinación de la subjetividad, el sujeto es "negativamente libre", pues al permanecer "desatado"
-ironía mediante- de las determinaciones de la realidad, no hay nada
que lo condicione, "no hay nada que lo retenga", escribe Kierkegaard.
4. Lacan, J. (1953) "Función y campo de la palabra... " en Escritos 1, op. cit., p. 269.
[Cursivas nuestras]
5. Kierkegaard, S. (1840) Escritos de Soren Kierkegaard, Trotta, Madrid, 2000, p. 287.
126
...
La ironía del esauizofrénico
La libertad negativa puede ser concebida al modo en que Isaiah Berlín
planteaba las relaciones entre individuo y estado: la ausencia de coerción externa sobre el individuo, de modo tal que éste es libre de ejercer su
libertad, es libre de elegir, en tanto no haya nada que se lo impida. 6
En relación a la ironía concebida como libertad negativa, Kierkegaard despeja una diferencia sustantiva: la correspondiente a la ironía
del sujeto, y la ironía del mundo. La ironía del sujeto es el modo en que
Hegel, por ejemplo -nos restringimos aquí a comentar una observación
de Kierkegaard- entiende la aceptación de la cicuta por parte de Sócrates.
Mientras que el danés no está de acuerdo al respecto, va que entiende
la muerte de Sócrates como una manifestación de la ironía del mundo.
Sócrates sostuvo, hasta las últimas consecuencias, su reclamo de justicia
hacia la sociedad, en los términos prescriptos por sus mismos estatutos.
Sin embargo, tal justicia no le fue concedida, aun cuando la condena a
muerte representara una contradicción al corpus legal de la sociedad que
se expedía a través de ella. De este modo, es fácil entender la agudeza kierkegaardiana: la sociedad ateniense, por medio de sus leyes decía A, pero en
realidad pensaba B. Aunque su intención no era engañar ni convencer a
Sócrates, sino más bien borrarlo. En este sentido, aquella ironía del mundo
griego se parece más a la práctica del esquizofrénico que a la del ironista,
considerada en su efecto de borramiento del estatuto del Otro como tal.
Cabe preguntarnos aquí: ¿qué aporte podemos obtener de esta diferenciación para nuestra elucidación de la ironía del esquizofrénico?
El siguiente: la ironía del mimd@, .i::p ~l caso de Sócrates constituye un
efecto de la práctica del ironista, no ~ecesariamente buscado por éste;
del mismo modo que el efecto irónico de la práctica esquizofrénica, no
es intencional. Aunque como decíamos, la ironía del mundo caracterizada por Kierkegaard, se parece más a la práctica del esquizofrénico:
no es intencional, es un ataque al Otro -en este caso representado por
Sócrates- que lo borra como tal.
En el caso de la práctica del esquizofrénico, el mundo -ya sea en el
psiquiatra, el analista, o cualquier otro de turno- recibe el ataque al regís6. Cf. al respecto Berlin, J. (1969) "Two concepts of liberty" en Four Essays on Liberty,
Oxford University Press, London, 1969, pp. 1'18-172; y Sartre, J-P. (1943) El ser y la
nada, Losada, Buenos Aires, 1993, p. 475. En el lugar referido Sartre plantea la libertad
negativa como "una síntesis subjetiva" integrada en Ia "libertad absoluta o libertad
propiamente dicha".
127
CLÍNICA DE LA ELECCIÓN EN PSICOANÁLISIS
lll
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Martín Alomo
trar su propia impotencia, su labilidad, su inestabilidad. Esos discursos tan
fuertemente establecidos, tan arraigados, tan "naturales" en apariencia,
son puestos al descubierto en los hilos que lo sostienen, y desestimados
en su calidad de lazos sociales interesantes. "De eso mejor no participo",
dice el esquizofrénico, "preferiría no hacerlo". "No sea cabeza dura, ya
verá cómo se curará", podrá decir el psiquiatra. Sin embargo, el esquizofrénico da un paso al costado.
Por otra parte, aunque el esquizofrénico no haga la demanda de la
libertad, sino que más bien la realiza, podríamos situar en dicha realización la misma estructura de la auto-defensa de Sócrates, apoyada en los
mismos preceptos legales que -irónicamente- lo condenaron. ¿No representa, acaso, la libertad de elección, de participar o no en determinadas
realidades, un derecho pronunciado y defendido por todas las constituciones del mundo? rnajo qué pretexto podemos obligar al esquizofrénico
a que participe de aquello que no quiere, de eso que no le interesa? ¿con
qué derecho podemos forzarlo a que participe de buena gana en eso que
llamamos nuestra realidad compartida? Evidentemente, este punto toca
el problema candente y actual de los derechos humanos de los pacientes
mentales y, como vemos, se articula al punto clínico -de sumo interés
para nosotros, analistas- de no continuar desoyendo la advertencia freudiana de sustraernos a la compulsión del furor curandis. 1
El esquizofrénico, entonces, en su práctica, es asistido por el discurso
de la libertad, que lo ampara. Otra cosa es que dicho amparo finalmente
. resulte paradójico, ya que va en el mis.rn.o· sentido que el ·(ie'fo: subjetividad
esquizofrénica: el aislamiento y la soledad, en una posición de exclusión de los lazos sociales. La locura es el límite a la libertad del hombre,
decía Lacan: sin dicho límite no podríamos reconocer la dimensión
humana, agregaba. Lo penoso de la posición del esquizofrénico es que
sea él quien encarne esa posición de exclusión, esa posición ex-sistente
a todo discurso. Al respecto. facques-Alain Miller señala:
"La ronda de los cuatro discursos distinguidos y formalizados por Lacan
está muy bien hecha para mostrar que no hav discurso que no sea del
semblante. Y, esta ronda misma, sólo es concebible sobre el fundamento
del sujeto fuera del discurso." 7
7. Miller, "Ironía", op. cit., p. 7.
128
La ironía del esauizo(Ténico
Otra cuestión es la potencia conceptual que reviste para el psicoanálisis, a partir de las formulaciones lacanianas sobre los discursos, la
noción del "fuera de discurso". Gracias a ella es posible situar no sólo
la ronda de los discursos, sino la posición conveniente para el analista,
quien pudiendo hacer uso de ese "fuera de discurso" a partir de la destitución subjetiva obtenida de su propio análisis, puede "entrar y salir" de
ellos sin quedarse capturado en ninguno, y puede intervenir en contra
del sentido, "esquizofrénicamente". No desarrollaremos en este trabajo
las consecuencias que pueden extraerse dle la ironía en relación a la posiriéin
rlPI ;m;i Ji<:t;i
8
El problema de la posición del esquizofrénico radica en el hecho de que
allí, fuera de discurso, ataca y -paradójicamente-· sostiene esos saberes
contra los que atenta, sin saberlo. Ante esta situación, el mundo, como
respuestas posibles, se ve confrontado a dos posibilidades: o bien la de la
Atenas socrática, irónica y asesina; o bien a la de plantearse seriamente el
problema de la libertad paradójica que el esquizofrénico encarna, procurando él mismo -el mundo- no ser irónico para con aquel que -sin medir
los alcances ni las posibles consecuencias- lo interpela en lo más íntimo,
en el corazón mismo de su razón de ser.
La ironía del esquizofrénico v la elección
Retomando el planteo de Kierkegaard, señalamos una vez más que
como pura negatividad, con su poder de desatar las relaciones entre la
idea y la realidad, 9 la ironía escoge. Esta es la sentencia kierkegaardiana
al analizar las relaciones de la ironía con la historia:
"Anteo no podía ser vencido mientras tuviese los pies sobre el suelo. Como
se sabe, Hércules levantó a Anteo del suelo y de esta manera lo venció.
Esto mismo hacía la ironía con la realidad histórica. En un santiamén
8. Al respecto, pueden leerse algunas observaciones en el texto citado de J-A. Miller sobre
la ironía, y también en Entonces shh, del mismo autor, Eolia Paidós, Buenos Aires,
1987.
9. Kierkegaard es más específico al respecto: "Vemos, pues, que la ironía sigue siendo totalmente negativa, pues instaura en el plano teórico una disrelación entre idea y realidad
y entre realidad e idea, y, en el plano práctico, entre posibilidad y realidad y entre
realidad v posibilidad". Sobre el concepto de la ironía, ov. cit., P. 307.
CLfNICA DE LA ELECCIÓN EN PSICOANÁLISIS
lil
1
Martín Alomo
la historia se convertía en mito-poesía-leyenda-cuento de hadas. De este
modo la ironía volvía a ser libre. Volvía a esco,R-er, a hacer y deshacer a su
antojo." 1º
Aunque respecto de la ironía y la elección, probablemente encontremos en Diario de un seductor los mejores ejemplos. Allí, el seductor en
cuestión, nos explica claramente que no hay nada mejor que un ápice
de ironía para refrenar las ambiciones amorosas de la joven, una vez
lograda la conquista.11 "Un rápido relámpago de ironía en mis ojos fue
suficiente para hacérselo imposible" 12 comenta el seductor, explicando
cómo disipó las expresiones cariñosas y tiernas de la jovencita, que abrigaban ilusiones de un compromiso duradero. "Siempre debe estar en
guardia una mirada irónica", 13 enseña el seductor, como para mantener
· las 'cosas a cierta distancia;
· . . . ....
¿Qué es lo que la ironía escoge, en la práctica del ironista? Escoge
aislarse de la realidad, sustraerse de ella, gozar solo en su posición ensimismada.
Al comparar la elección perpetrada en la práctica del ironista, que
elige retirarse, o mejor dicho, no ingresar en el terreno del Otro, notamos
una similitud y una diferencia con la elección mostrada en la práctica
esquizofrénica. Ambas coinciden en algo: la preferencia se inclina por
el goce solitario, en una posición de exclusión del lazo social. O sea que
ambas prácticas, podríamos decir, apuntan a una posición de goce ensimismado, al margen de la realidad socialmente compartida. En cuanto
a la diferencia, esta radica en la intención: Kierkegaard caracterizaba ese
goce solitario del ironista como un "goce consciente"; en cambio, no
podríamos decir que el esquizofrénico sea consciente de que quiere gozar
solo, ensimismado: simplemente lo prefiere, y lo hace.
Como podemos observar, la consideración de la ironía como elección, nos acerca a la caracterización de la posición subjetiva, tanto del
ironista como del esquizofrénico, como una posición ensimismada. No
es casual. va que hemos seguido los desarrollos de Kierkegaard, y tales
son las características de su recorrido. El punto de llegada es la ironía
10. Ibid., p. 300. [Cursivas nuesh·as]
11. Kierkegaard, S. (1843). Diario de un seductor, Andrómeda, Bs.As., 2004, p. 108.
12. Ibid., p. 136.
13. Ibid., p. 61.
130
La ironía del esauizofrénico
considerada como posición subjetiva. Más precisamente, como una posición subjetiva ensimismada.
El ensimismamiento
El ironista se siente libre, ya que la ironía le permite soltarse de los
lazos de la realidad, pudiendo habitar más allá de los márgenes de la
misma. Esta posición, señala Kierkegaard, tiene incidencias en el talante
y en el estado de ánimo. El hecho de mantenerse en la discontinuidad,
en el sentido de que la ironía produce una disrupción en las secuencias
de saberes que determinan la realidad, puede volver al ironista presa fácil
del aburrimiento. Al respecto, Kierkegaard escribe:
"El aburrimiento es la única continuidad que el ironista posee. El aburrimiento. esa eternidad sin contenido, esa beatitud sin goce, esa superficial
profundidad, esa hambrienta saciedad. Pero el aburrimiento no es sino
la unidad negativa asumida en una conciencia personal, con lo cual los
contrastes desaparecen." 14
Entendemos esta frase escrita en clave de oxímoron, como postulando
la continuidad en la discontinuidad. Lo propio del ironista es romper
las olas de la continuidad, habitar la discontinuidad, y éste habitar la
discontinuidad, paradójicamente, deviene la única continuidad que posee.
Por lo demás, se trata de una continuidad de la discontinuidad encarnada en la subjetividad propia del ironista, que en su libertad negativa
se auto-determina; como aquella "una palabra" mencionada por Lacan
en "Función y campo ... ", el ironista define su posición en no buscar
hacerse reconocer. Esta "auto-intencionalidad" irónica termina aislando
al ironista, y en su posición negativa, lo vincula de cerca con la nada y
con la vacuidad. Justamente estas -según Kierkegaard- son las características del ensimismamiento. Luego, podemos entender el aburrimiento
del ironista como la manifestación de su posición ensimismada, que no
busca hacerse reconocer, y que no pregunta para obtener una respuesta
en particular, sino sólo para poner al descubierto los hilos que determinan los discursos establecidos.
14. Kierkegaard, Sobre el concepto de la ironía, ov. dt., p. 306.
131
CLíNICA
6~ LA mcc1óN EN rsico~NAÚs1s lll
1 Martín Á.lo~o ''.". ·
"La vacuidad y el aburrimiento significan a su vez ensimismamiento", 15
escribe Kierkegaard en El concepto de la angustia. Y en relación a su conceptualización de "lo demoníaco", que no desarrollaremos aquí no porque
no sea pertinente -recordemos que Sócrates hablaba con su daimón-, sino
porque excede los límites que nos hemos impuesto, Kierkegaard remarca
la conveniencia de utilizar la noción de ensimismamiento en lugar del
término "negatividad". "Lo negativo se ha ido convirtiendo poco a poco
en una figura de vaudeville" comenta, provocador y crítico para con los
hegelianos de su época. "En cambio, el ensimismamiento nos define
iustamente la situación" .16 Y continúa:
"La ironía de Sócrates era precisamente el ensimismamiento, un ensimismamiento que comenzaba por abstraerse de los hombres v encerrarse
consigo mismo para dilatarse en lo divino .. ., un ensimismamiento que
empezaba por cerrar todas sus puertas -y, se burlaba de los que quedaban
a la parte de fuera- para hablar con Dios en secreto." 17
Recapitulando, hemos dicho que la ironía se caracteriza por su negatividad, por su relación con el instante, y también puede ser considerada como libertad negativa. Hemos señalado también la aptitud electiva
de la ironía, ya que -en términos kierkegaardianos- la ironía escoge. A
estas consideraciones sobre el concepto de la ironía, agregamos ahora
otra: la posición subjetiva que determina se caracteriza por el ensimism;:imit>ntn.
En este punto, debemos hacer una comparación entre la posición ensimismada del ironista, y la posición ensimismada del esquizofrénico. Éste,
si bien no es un ironista, realiza la práctica de la ironía, "se arma" con
ella para atacar "la raíz misma de toda relación social", tal como señalara Lacan en la respuesta a los estudiantes de filosofía, en 1966.
Si el esquizofrénico se aburre no lo sabemos. Aunque tal vez eso que
solemos llamar "negativismo", eso que se muestra también como "apatía"
y "abulia", en resumen, los signos que ~a semiología psiquiátrica denomina "síntomas negativos" de la esquizofrenia, y que desde el psicoanálisis solemos poner a cuenta de la "inercia dialéctica", es probable
15. Kierkegaard, El concepto de la angustia, op. cit., p. 157.
16. Ibid., pp. 157-158.
17. Ibid., p. 158.
132
La ironía del esauizofrénico
que se correspondan con la "vacuidad" y el "aburrimiento" subjetivo.
No "vacuidad" en el sentido del vacío necesario para la constitución
del sujeto, no el vacío de la estructura que posibilitaría la dialectización
de la posición subjetiva en el intervalo entre el par significante, sino
el vacío de sujeto: una nada plena allí donde más bien no hay espacio
para el sujeto. De lo que sí estamos seguros, es que en caso de que el
esquizofrénico se aburra, ello no va acompañado de la "conciencia del
aburrimiento y de la vacuidad", que es la definición kierkegaardiana de
la posición subjetiva ensimismada del ironista. Y decimos que estamos
seguros, va que la conciencia de algo definido conceptualmente, delimitado como "aburrimiento", por ejemplo, implica la posibilidad de evaluar
dicha categoría desde un lugar exterior a ella misma, mas sin perderla
de vista en la comparación. Este tipo de movimiento subjetivo es precisamente aquel que el esquizofrénico no posee (intentaremos explicar
esta limitación, en el próximo apartado, en relación a las operaciones
de alienación y separación).
Dicho esto, notamos que la posición ensimismada, que también es la
posición del esquizofrénico, coincide y a la vez difiere de la del ironista.
El goce de esa posición ensirhismadá, en éste es consciente -al menos así
lo prescribe Kierkegaard-, mientras que no podemos decir lo mismo de la
posición del esquizofrénico. El ironista, en su práctica, pareciera servirse
de su ensimismamiento para escapar a las redes de la realidad, para "desatarse", escribe Kierkegaard. El esquizofrénico, en cambio, utiliza su práctica irónica sin premeditación, sin cálculo consciente, para defenderse
de las intrusiones siempre coercitivas, también excesivas, del Otro absoluto, y al poner en acto dicha práctica defensiva, se des-ata.
Esta última consideración nos lleva a pensar en la ironía como defensa.
El esquizofrénico, como dice Lacan, es el sujeto que no dispone de lo
simbólico como defensa frente a lo real, situación expresada por su posición fuera de discurso. En cambio, según el punto al que parecen guiarnos
nuestros desarrollos, el esquizofrénico pareciera implementar otro tipo de
defensa, no discursiva, sino un ataque radical en acto a la raíz misma del
lazo social: la ironía. Esto nos llevaría a decir, entonces, que el esquizofrénico es el sujeto que se defiende de lo real por medio de la práctica irónica,
por medio de su "ironía infernal". Como defensa es bastante ineficaz,
ya que el resultado que propicia es el de ratificar la posición del esquizofrénico fuera de discurso, fuera del lazo social, y en ese sentido se puede
133
CLÍNICA DE LA ELECCIÓN EN PSICOANÁLISIS
llI
1
Martín Alomo
decir que lo deja solo frente a las irrupciones de lo real. Defensa frente a
lo real que resulta en una posición en lo real, precisamente, del esquizofrénico. Es lo que observábamos en relación al recorte de las Memorias que
habíamos tomado como ejemplo. El rechazo de Un-padre hacia lo real, en
aquel caso encarnado por Flechsig, era producido mediante la henamienta
de la ironía, "la ironía considerada como arma", diríamos con Lacan.
Este rechazo protegía al sujeto de la presencia de un Gran Otro verdaderamente existente, encamado por Flechsig. El Gran Psiquiatra, El Gran
Profesor, representante de todos los saberes de la "psiquiatría moderna".
El rechazo irónico de Schreber reubicaba la presencia de Flechsig, con toda
su eminencia, en un lugar acorde a lo simbólico carente del significante
del Nombre del Padre. Es como si frente a la pregunta: ¿dónde lo pongo
a este Gran Maestro, a este Padre?, Schreber se hubiera respondido: "Ni
maestro, ni Padre ... !Pequeño Flechsig!".
El efecto de la defensa irónica no se hizo esperar: irrupciones de goce
en el cuerpo ("cenestopatías", diríamos con la semiología psiquiátrica)
proliferación de "voces interiores"; luego, la subsunción de estos fenómenos en el delirio de tele-comando cuyo agente era Flechsig, capaz
de movilizar y hacer hablar los rayos en el organismo de Schreber, aun
sin estar presente. Momento de retorno en lo real del delirio de aquel
Un-padre que había sido rechazado en la realidad, por la carencia en lo
simbólico del significante paterno.
Esta situación nos muestra la defensa irónica del esquizofrénico:
rechazo de la realidad -en la figura del Un-padre con todos los saberes
que porta-, y la consecuente posición del sujeto, solo, aislado, a merced
de las irrupciones de goce en lo real. Defensa exitosa, primero, y fracasada luego. Exitosa en su rechazo del Un-padre hacia lo real. El éxito
consiste, entonces, en el rechazo de la realidad: El Gran Profesor y todo
su ciencia es pura basura, inocuos tanto el personaje como el discurso en
el que se inscribe. Aunque dicha defensa irónica luego fracasa: lo real se
impone bajo la forma de irrupción de goce deslocalizado, y aquel Un-padre
irrumpe ahora como Otro real del delirio de tele-comando.
Por otra parte, el goce ensimismado del ironista puede parecer un bien,
inéluso. un valor social, o :cultural ·..:...en el sentido de tfo 'füjo é).l akance
de hombres ilustrados-. Sócrates es el paradigma, pero podemos pensar
en la ironía más o menos genial, según el caso, siempre ingeniosa, de
algunos hombres destacados de la historia más cercana: desde la ironía
134
La ironía del esauizofrénico
refinada, y también corrosiva de George Bernard Shaw, pasando por
la del más popular Mark Twain, o la decididamente genial de nuestro
Jorge Luis Borges. Todos ellos célebres ilronistas, que evocan en nosotros un goce ensimismado, accesible sólio a unos pocos. Bien podemos
imaginarlos sonreír socarronamente por sus ocurrencias, por sus prácticas irónicas, sentados al calor del fuego proveniente del hogar de una
nutrida biblioteca, vaso de whisky en mano, y saboreando un buen
tabaco. Y todo ello divertidos por el efecto que sus ocurrencias despertarán entre los afectados.
El goce ensimismado que suponemos para el esquizofrénico es de otra
índole, es un goce que en su ensimismamiento inunda el cuerpo y desbarata su experiencia, poniendo de manifiesto los efectos de la des-articulación simbólica, de la cadena rota, en la no disposición de un cuerpo que
logre sintetizar su sede en el mundo. En la línea del planteo lacaniano,
el esquizofrénico es aquel que no dispone de un cuerpo para albergar sus
órganos, del mismo modo que no dispone de lo simbólico como defensa
frente a lo real. Esto es lo que implica su posición fuera de discurso.
Mientras el ironista ejerce su práctica irónica al costado de los
discursos pero haciendo pie en ellos, el esquizofrénico realiza su ironía
;inrm:1ndn<>P Pn ;irtn Pn Pl fnpr;i dP rlic::c11r<:n.
Podemos observar la pertenencia del ironista al mundo de los discursos
establecidos, por los efectos de su ironía: son efectos convocantes, enlazan
a los otros, ya sea en vínculos de enseñanza -como el caso de Sócrates-- o
de espectadores, admiradores o lectores de sus producciones, como en el
caso de artistas, escritores y filósofos. Por otra parte, la ironía de Sócrates
no ha sido beber la cicuta, si nos atenemos al punto de vista de Kierkegaard, sino que su suicidio ha sido, en realidad, un asesinato llevado a
cabo por la ironía de la sociedad de su época.
La ironía del esquizofrénico, en .cail,lbio, no convoca a nadie, a_l
~ontrario, si nos interesamos en °eÚa é~· porque somos an.~listas, o tal vez
clínicos especializados en el tema. Pero nadie "en su sano juicio", como
suele decirse, se vería convocado por el rechazo que implica la práctica
de la "ironía infernal" del esquizofrénico. En esto es diferente del paranoico, quien puede "embanderarse" con un Ideal, y trasnformarse en
líder de un grupo de seguidores, ordenados todos bajo la égida de ese
significante que adquiere la función de Amo. En la esquizofrenia, más
bien, la clave está dada por la fragmentación que importa la cadena rota
135
CLÍNICA DE LA ELECCIÓN EN PSICOANÁLISIS
III
1
Martín Alomo
y sus efectos: el significante en lo real y las irrupciones masivas e incontrolables de un goce deslocalizado en lo real del cuerpo.
Una paciente esquizofrénica, luego de casi un año de entrevistas en los
consultorios externos del hospital, cuando ya casi empezábamos a creer
que la presencia de algún efecto terapéutico era índice al menos de un
ápice de aceptación del vínculo con el analista, nos decía: "yo no quería
venir hoy acá, porque la verdad es que no sé para qué vengo". El analista
-que nos nombremos así no implica, evidentemente, que hayamos constituido un analista para esta persona- sorprendido, le pregunta: "¿Usted
querría saber para qué está viniendo?". La respuesta fue lacónica, soltada
con displicente desinterés: "No".
Es irónico que esta misma paciente, en la misma entrevista, minutos
antes de ese "no" infernal, hubiera elogiado las bondades de "la terapia"
y del "hospital", que la estaban ayudando a salir de su "enfermedad".
Luego diría, también, al ser interrogada sobre su "enfermedad", que en
realidad ella no se sentía enferma, detalle que reubica aquel "no sé para
que vengo" como perfectamente coherente con su posición.
Frente a la intervención del anal.ista: ~'De acuerdq, entencts usted no
sabe para qué vi~ne: ¿Querria que nos volviéramos a encontrar la semana
próxima?", la paciente acepta. No diríamos que lo hace gustosamente,
tampoco con entusiasmo, pero acepta el convite. Este tipo de intervención, que no pretendía ir un paso más allá de lo que ella se mostraba
dispuesta a aceptar, funcionó como punto de encuentro durante algún
tiempo, haciendo posible la prosecución de las entrevistas.
Aunque finalmente la paciente las ha discontinuado, con previo aviso,
ya que le daba "mucha fiaca" 18 bajar las escaleras de su habitación, y
prefería quedarse allí "encerrada". Podríamos decir que se trata de una
variación sobre el "preferiría no hacerlo" de Bartleby, el escribiente.
La respuesta del analista ante su aviso previo, ha sido la siguiente:
"Como usted quiera. ¿Nos vemos mañana?". pronunciado con una
sonrisa amable. "No", fue su respuesta, y hasta ahora no hemos vuelto
a verla.
18. Vulgarismo proveniente de la jerga lunfarda, que significa "pereza".
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