Iusnaturalismo racionalista y nuevos derechos en la Revolución

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Iusnaturalismo racionalista y nuevos derechos en la Revolución
Norteamericana
Aún a día de hoy, el proceso revolucionario culminado a finales del siglo XVIII en las
trece colonias británicas de Norteamérica, sigue representando un reto teórico para los
estudiosos de la política y el Derecho.
Puede ser considerado como un antecedente de otros procesos posteriores, aspecto
esta afirmación no está exenta de discrepancias, baste recordar el ya clásico debate entre G.
Jellinek y E. Boutmy sobre la influencia de este proceso en la posterior Revolución
Francesa1. Pero, además, existen diferentes posiciones sobre las fuentes teóricas que lo
inspiran, y sobre los autores fundamentales para entender a los impulsores de este proceso
revolucionario. Y es, precisamente, en referencia a este debate sobre lo que versará el
presente escrito.
Los extraordinarios sucesos que acontecieron en el periodo revolucionario, y que
culminaron en la redacción constitucional, no sólo son parte fundamental de la historia del
país que fundaron, sino que representan el instante fundacional de una nueva visión de la
política y, por ende, del mundo.
En este periodo, que abarca desde los años que anteceden a la adopción de la
Declaración de Independencia y también los once años que transcurren desde la Declaración
a la Constitución Federal, se debate si se abre la puerta y se da la bienvenida a la
modernidad, tal y como hoy la conocemos, abandonando las estructuras, los principios y las
formas, aunque no el vocabulario clásico republicano, o se rehabilitan y actualizan los
principios políticos de la teoría republicana.
Si hasta la segunda mitad del siglo XX se aceptaba que las fuentes de los ideólogos de
la independencia eran los autores de la escuela iusnaturalista racionalista que, en Locke, dan
inicio a la teoría liberal y, por tanto, estos eran considerados como autores de ideología
moderna, hoy tal idea es enormemente discutida.
1
García de Enterría, Eduardo; “La lengua de los derechos. La formación del Derecho Público europeo
tras la Revolución Francesa”; Editorial Aranzadi; tercera edición; Pamplona 2009; “El influjo de estas
Declaraciones americanas sobre la Declaración Francesa de 1789 no es, desde luego, discutible.
Recordemos que entre 1778 y 1783 se habían publicado cuatro ediciones de un volumen que recopilaba y
traducía, por iniciativa de Franklin, las Constitutions des tríese États-Unir de l’Amérique, que está
perfectamente probado que estuvo en las manos de los constituyentes más influyentes y que incluso fue
citado con frecuencia durante el debate del que salió la Declaración de 1789. El problema es estimar el
grado de esa influencia. A principios de este siglo el tema fue objeto de una célebre polémica
transnacional [...] que protagonizaron George Jellinek y Émile Boutmy, el primero cabeza a la sazón de la
prestigiosa escuela alemana de Derecho público, el segundo profesor en París y fundador de la Escuela de
Ciencia Política.” Página 81.
1
Un nutrido grupo de historiadores han acometido la tarea de, lo que han acertado en
llamar, un giro historiográfico, defendiendo que, al menos en la primera fase revolucionaria,
las ideas imperantes entre los norteamericanos no estaban inspiradas en pensadores liberales,
sino que sus influencias provenían de postulados clásicos republicanos. Entre los impulsores
de esta nueva visión de la Revolución destacan Bernard Bailyn, que inicio la relectura del
periodo revolucionario; Gordon. S. Wood, que rechazó toda influencia liberal; y J.G.A.
Pocock, que ha terminado de popularizar esta postura.
A lo largo del presente trabajo se ha pretendido ofrecer otra perspectiva. También en
los años anteriores al proceso revolucionario, ya desde principios del siglo XVIII, se observa
en las colonias británicas la llegada de la influencia de pensadores no republicanos, sino
iusnaturalistas racionalistas, cuyos postulados fueron moldeando el discurso de los colonos
hasta desembocar en la Declaración de Independencia. Se puede observar desde fechas muy
tempranas la llegada del Barón Samuel von Pufendorf a través de John Wise, un párroco de
la colonia de Massachusetts que es una figura especialmente interesante para el estudio de la
época prerrevolucionaria.
Del mismo modo, parece razonable pensar que, cuanto menos, algunas de las
innovaciones operadas por los revolucionarios son difícilmente compatibles con los
postulados de la teoría republicana del estado. Serviría como ejemplo citar el concepto
moderno de representación política que aparece en la Constitución Federal, o la teoría de los
derechos naturales y la igualdad de todos los hombres que se certifica en la Declaración de
Independencia. Nos encontramos, en definitiva, ante una encrucijada, en la que el debate
versa sobre si lo que acontece es la reformulación de los postulados imperantes en el siglo
anterior en Inglaterra, o avanzamos montados en unas ideas radicalmente modernas que
encuentran su origen en los pensadores clásicos.
La posición republicana.
La revisión republicana del proceso de independencia comienza, en palabras de
J.G.A. Pocock, cuando “en la década de los sesenta del siglo XX se publicaron una serie de
trabajos científicos que alteraron nuestra percepción del universo mental de la generación
revolucionaria americana”2, continúa asegurando que “la Revolución americana, que para la
vieja escuela de historiadores significaba una quiebra racionalista o naturalista con el viejo
mundo y su historia, fue considerada a partir del momento de la revisión de un evento
envuelto en una compleja relación tanto con la historia cultural del Renacimiento y de
Inglaterra, como con una tradición de pensamiento que desde sus inicios se había preocupado
por poner de manifiesto la confrontación del hombre político con su propia historia, y que en
2
Pocock, J. G. A.; “El momento maquiavélico. El pensamiento político florentino y la tradición
republicana atlántica”; Editorial Tecnos; traducción de Marta Vázquez-Pimentel y Eloy García; Madrid,
2008. Página 611
2
la época de la Revolución estaba siendo empleada para expresar una forma primitiva de la
querella con la modernidad.”
El sustrato de la Revolución no lo encuentra Pocock en la reclamación de los derechos
naturales de los americanos, ni en la falta de representatividad, sino que según el autor
neozelandés “la virtud y la integridad personal de cada americano se encontraban
amenazadas por una corrupción que emanaba de una fuente ahora reputada de extranjera”3,
“y cuanto mayor resultaba su aparente independencia, mayor era el sentimiento de que su
virtud era suya; cuanto más activo fuera el gobierno en el que no participaban directamente,
mayor era su sentimiento de que su independencia y su virtud estaban amenazadas por una
fuerza que sólo podían llamar corrupción.”4 Nos encontramos, por tanto, ante una visión de
la actividad política y del concepto de ciudadano muy cercana a la visión clásica de autores
como Cicerón. En definitiva, para estos autores, las bases intelectuales del proceso
revolucionario han de ser encontradas en la Inglaterra de Harrington y sus seguidores, en los
autores griegos y romanos, en la historia cultural del renacimiento o, incluso, en
Montesquieu quien, para John Pocock encarna a la perfección los ideales republicanos.
Partiendo de esta base conceptual, Pocock sostiene que tras la Declaración se
pretendió en las colonias crear un sistema de gobierno republicano en el que habrían de
encontrar una especie de aristocracia natural no hereditaria para conseguir diseñarlo, pero
esta búsqueda, y con ella la ilusión republicana, terminó por fracasar, en palabras de Pocock,
por el cambio operado en el concepto de pueblo en un momento posterior al de la
Declaración, que varía desde una idea de pueblo dividido en grupos diferenciables a una
entidad monística en la que los individuos son sujetos indiferenciados e iguales en derechos5.
Afirmación esta de la que discreparé más adelante cuando proceda al estudio detallado de la
llegada de las ideas del Barón Pufendorf a las colonias, en la que la igualdad natural de los
hombres así como la dignidad intrínseca en todos ellos son pilares fundamentales de su
teoría.
Y además de esta dificultad teórica Pocock se encuentra con otros obstáculos en su
argumentación, como puede ser el hecho de la representación política que excluía el
concepto de virtud, o la adopción de la separación de poderes como forma de organización
del poder en lugar de una forma de gobierno mixto republicano.
3
Op. Cit.: Página 613
Op. Cit.: Página 614.
5
Op. Cit.: “El punto crucial de la revisión gravita sobre el concepto de pueblo. En vez de concebirlo como
una realidad configurada en grupos diferenciados en razón a cualidades y funciones diversas, el pueblo
era definido como una entidad tan monística que importaba poco las características que pudiera o no
poseer, mientras las diferentes instancias del poder […] se entendía que no deberían ser atribuidas
inmediatamente a grupos sociales en posesión de capacidades conectadas y vinculadas con cada función,
sino mediatamente a individuos cuyo título de autoridad fuera actuar en calidad de representantes del
pueblo.” Página 623.
4
3
En el problema de la representación, un concepto que, en principio, parece
completamente ajeno a las concepciones republicanas, J.G.A. Pocock se detiene con
amplitud. “Elegir un representante equivalía a una rendición, significaba transmitir a otro la
plenitud del propio poder y de su persona, e incluso, de la misma individualidad. Dicho de
otra forma, el humanismo republicano que se encontraba fundamentalmente preocupado por
la afirmación de la personalidad moral en la acción cívica, tenía buenas razones para
preguntarse si el concepto de representación no excluiría acaso el de virtud”.6
El autor neozelandés asume la imposibilidad de estimar la relación entre representante
y representados como “una relación de virtud clásica”7, máxime cuando el control que los
ciudadanos podían ejercer sobre su representante no era, en absoluto, ni directo ni suficiente
como para asegurar que el representante era simplemente eso, un medio que transmitía los
mandatos de sus electores8, sino todo lo contrario, el representante, en el diseño
constitucional que se dieron las colonias, disfrutaba de un enorme grado de autonomía9.
En este aspecto coincido plenamente con John Pocock, pero éste, posteriormente, une
el hecho de la representación política a la innovación de la separación, funcional, de poderes
asegurando que ésta es típicamente republicana, para afirmar que aquellos que participan de
estos poderes que han sido elegidos por el pueblo, constituyen una especie de aristocracia
natural, que se auto-controla para evitar caer en la corrupción. Aunque el pueblo siempre
tendrá un papel relevante de control con la celebración de elecciones periódicas y en cortos
intervalos de tiempo.
6
Op. Cit.: Página 625.
Op. Cit.: “El acto de elegir una persona para actuar en mi nombre, a una persona con la que yo afirmo
una identidad artificial, no puede ser nunca igual al acto de reconocer a una persona que actúa conmigo y
con quien establezco un vínculo asociativo natural (nacido de mi natural condición asociativa). Es por ello
por lo que resulta difícil entender la relación de representante representado como una relación de virtud
clásica” Página 627.
8
Hamilton, Alexander; Madison, James; Jay, John; “El federalista”; Fondo de Cultura Económica;
México DF, 2001. “el genio de la libertad republican parece exigir, por una parte, no sólo que todo el
poder proceda del pueblo, sino que aquellos a los que se encomiende se hallen bajo la dependencia del
pueblo, mediante la corta duración de los periodos para los que sean nombrados; y que inclusive durante
esos breves términos, la confianza del pueblo no descanse en pocas sino en numerosas manos. Por el
contrario, la estabilidad hace necesario que las manos que ejercen el poder lo conserven durante cierto
tiempo. Las elecciones demasiado frecuentes producen un cambio continuo de hombres, y esta frecuente
renovación de hombres trae consigo un constante cambio de disposiciones; mientras que la energía del
gobierno requiere no sólo cierta duración del poder, sino que éste sea ejercido por una sola mano” Página
149.
9
Ruiz Ruiz, Ramón; “La tradición republicana. Renacimiento y ocaso del republicanismo clásico”;
Editorial Dykinson; Madrid, 2006. “los antifederalistas aún concebían la representación política como una
relación en la que los ciudadanos controlaban el comportamiento de sus representantes, que habían de
tener mandatos precisos para defender las opiniones e intereses de aquellos de quienes eran totalmente
dependientes, Con el nuevo sistema, sin embargo, este contacto directo del ciudadano con el congresista,
así como la posibilidad de pedirle cuentas, devenía imposible.” Página 286.
7
4
En este extremo del argumento del profesor neozelandés albergo ciertas reservas que
me hacen discrepar. Mi desacuerdo fundamental consiste en que la separación, funcional, de
poderes descrita por Montesquieu en su Espíritu de las Leyes, la descrita por Pufendorf y
adoptada por Wise, o la descrita por John Locke, no guardan relación alguna ni en su
fundamento, ni en su funcionamiento, con la concepción del gobierno mixto que proponen
las teorías republicanas10.
Para entender la aplicación en América de la teoría de Montesquieu hay que aceptar
un hecho, que los americanos habían aceptado, que es la natural igualdad de todos los
ciudadanos y la inexistencia de una aristocracia en la sociedad, de una élite virtuosa. Sólo así
funciona este modelo en el que es el conjunto de la ciudadanía indiferenciado quien elige a
todos sus representantes, y son todos los ciudadanos los que pueden concurrir a esos honores.
La separación de poderes propuesta se asienta en la individualidad e igualdad de los
ciudadanos y en la separación competencial de los poderes, elementos ambos extraños a la
teoría republicana.
La visión de los autores republicanos se ve, finalmente, limitada por el enfrentamiento
entre los conceptos de corrupción y virtud a los cuales terminan refiriendo todos los debates
surgidos antes, durante y después de la independencia. Considero que es una visión
excesivamente restrictiva de un proceso político complejo que involucró muchos más
pensadores, debates, ideas y teorías de las que estos autores están dispuestos a aceptar. Sirva
como ejemplo de ello lo anteriormente expuesto y lo que ahora procederé a analizar, la
llegada de las ideas del iusnaturalismo racionalista a América.
La relación de Samuel von Pufendorf y John Wise
El Barón Samuel Pufendorf es un antiguo conocido de la filosofía del derecho,
debido, esencialmente, a su labor como profesor, en la que alumbró algunos de los más
brillantes e influyentes escritos del siglo XVII. Así lo reconoce el profesor Joaquín Abellán
al asegurar que “la influencia de la obra de Pufendorf fue enorme. En la segunda mitad del
XVII y en la primera mitad del XVIII fue, junto a Grocio, la autoridad en el terreno del
Derecho natural”11
El Barón Pufendorf desarrolla su actividad en la Europa luterana de la segunda mitad
del siglo XVII, y es en este marco donde construye una teoría de Derecho natural con la que
10
Villaverde Rico, María José; “La ilusión republicana, ideales y mitos”; Editorial Tecnos, Madrid 2008;
“la Constitución Federal de 1787 diseñada en parte para poner remedio a estos males (los problemas
surgidos de las formas de gobierno de los Estados), introdujo una concepción de gobierno que no tenía
precedentes en el pensamiento occidental. El nuevo texto constitucional coronaba, en lugar del régimen
mixto, la teoría de la separación de poderes de Montesquieu”. Página 119.
11
Abellán, Joaquín; “El vínculo entre tradición y el mundo moderno”; publicado en Vallespín, Fernando;
“Historia de la teoría política, 2”; Alianza Editorial; Madrid, 1995. Página 50.
5
abandona las ideas de la revelación divina como forma de conocimiento de este Derecho. Es,
en definitiva, como aseguraba el profesor Peces Barba “junto con Thomasio, el modelo más
representativo del iusnaturalismo racionalista”12.
El mismo Pufendorf expone con meridiana claridad el racionalismo de sus sistema de
Derecho natural cuando afirma que “está claro que los hombres obtienen el conocimiento
sobre su deber y de lo que reputado de honesto hay que hacer en esta vida, de lo que hay que
evitar por infame, por así decir, de tres fuentes: de la luz de la razón, de las leyes civiles y de
la revelación especial de la Divinidad. [...]De ahí provienen también tres disciplinas
distintas, de entre las cuales, la primera es la del Derecho natural, común a todas las gentes;
la segunda es la del Derecho civil de cada uno de los Estados en los que se ha dispersado el
género humano. La teología moral se considera tercera contrapuesta a aquella otra parte de la
teología; se expone en ellas lo que se ha de creer.”13
Otro concepto imprescindible, además del racionalismo, de su teoría es el de la
natural sociabilidad del hombre, observa el profesor Abellán acertadamente que Pufendorf
identifica esta socialitas, esta sociabilidad necesaria, con “el principio fundante del Derecho
Natural”. De este modo “Pufendorf eleva esta socialitas a principio máximo del Derecho
natural y a concepto general de la existencia humana”14
Es este concepto de la sociabilidad, como centro del Derecho natural, el que nos
permite observar en Pufendorf, como así lo hace el profesor Peces Barba, un paso más en la
teoría del Derecho natural. Avanza hacia una dimensión “principalmente subjetivista e
individualista del modelo”15, que terminará por cristalizar en las grandes declaraciones de
derechos del siglo XVIII.
Si la sociabilidad es el principio fundante del sistema de Pufendorf, según Hans
Welzel encontramos que “los principios materiales sustentadores del Derecho natural de
Pufendorf […] son la idea de la libertad y la idea de la igualdad de todos los hombres”16 Y
estas dos ideas de igualdad y libertad están estrechamente ligadas a un principio capital de la
teoría de Pufendorf, que no es otro que la idea de la dignidad humana.
De este modo Pufendorf da paso a su última idea fundamental que es la idea del
contractualismo dentro del sistema de Derecho natural, a través de la cual se protegen los
derechos de igualdad y libertad de los hombres. Así pues podemos concluir que para
12
Peces Barba, Gregorio; “Introducción a la filosofía del derecho”; Editorial Debate; Madrid 1983.
Página 225.
13
Von Pufendorf, Samuel; “De los deberes del hombre y del ciudadano según la ley natural, en dos
libros”; Centro de Estudios Políticos y Constitucionales; traducción de María Asunción Sánchez Manzano
y Salvador Rus Rufino; Madrid, 2002. Página 5.
14
Op. Cit.: Abellán, Joaquín. Página 45.
15
Op. Cit.: Peces Barba, Gregorio. Página 229.
16
Welzel, Hans; “introducción a la filosofía del derecho. Derecho natural y justicia material”; Biblioteca
Jurídica Aguilar; traducción de Felipe González Vicén; Madrid, 1979. Página 145.
6
Pufendorf el hombre es un ser racional, moral, libre e igual, imbuido de una dignidad propia,
y naturalmente sociable. Siendo la consecuencia de estos atributos el diseño contractual de
creación de las sociedades que desarrolla.
Por su parte, quizá la mejor caracterización que se puede encontrar de John Wise sea
la que La Enciclopedia Británica le dedica señalándole en su entrada como un ministro
Congregacionalista americano, teólogo y folletista a favor de la iglesia liberal y del gobierno
civil17. Wise nace el quince de agosto de 1652 en Roxbury, Massachusetts, y fallece el ocho
de abril de 1725 en Ipswich, en la misma Colonia. Es en éste último lugar donde desarrolló el
grueso de su tarea como pastor de la iglesia congregacionalista, desde 1680 hasta 1725.
Fue durante el ejercicio de su labor pastoral cuando se reveló como una figura
imprescindible tanto de la lucha entre congregacionalistas y presbiterianos, como, lo que es
más importante, de la introducción de las ideas de Samuel Von Pufendorf sobre el gobierno
civil. De este modo, emerge su figura como un firme opositor a las políticas de la metrópoli.
Sirva como ejemplo el hecho de que éste joven graduado en Harvard se opusiera a las
medidas que adoptaba Londres en el año 1688, liderando una protesta social contra la
imposición de tasas a la Colonia, que terminó con el propio Wise encarcelado por orden del
Gobernador Andros.18
El enfrentamiento en el seno de la iglesia americana del siglo XVIII es el que lleva a
John Wise a publicar sus dos obras. La lucha entre diferentes órdenes religiosas había sido la
causa de la migración de muchos colonos hacia las tierras coloniales, donde existía una
mayor tolerancia con las minorías religiosas al no haber una iglesia oficial fuerte19. Aún así
17
Enciclopedia Británica; Entrada: “John Wise”; traducción propia. “colonial American Congregational
minister, theologian, and pamphleteer in support of liberal church and civil government”
18
Parrington, Vernon Louise; “Main current in American thought, Volumen 1”; 1927; “In the days when
Sir Edmund Andros was seeking to fasten upon Massachusetts Bay the principles and practice of Stuart
prerogative, an event occurred that greatly stirred New England. Taxes having been arbitrarily assessed in
Council, the several towns were bidden appoint commissioners to collect them. When the order reached
Ipswich, John Wise, minister of the second church, gathered the chief members of his flock together, and
it was agreed by them to choose no such commissioner at the town meeting-"We have a good God, and a
good king, and shall do well to stand for our privileges," the minister is reported to have argued. Soon
thereafter John Wise was summoned before a starchamber court on the charge of sedition. Upon his plea
of colonial privilege, the president of the court, Dudley, is said to have retorted, "You shall have no more
privileges left you than not to be sold for slaves." "Do you believe," demanded Andros, "Joe and Tom
may tell the King what money he may have?" "Do not think," put in another judge, "the laws of England
follow you to the ends of the earth." Thereupon with five others, John Wise was thrown into Boston jail,
where he lay one and twenty days, and whence he was released only after payment of fifty pounds, giving
bond in a thousand pounds for good behaviour, and suffering suspension from the ministry. "The
evidence in the case," he remarked afterward, "as to the substance of it, was that we too boldly
endeavoured to persuade ourselves we were Englishmen, and under privileges.”. Página 118.
19
Bailyn, Bernard; “Los orígenes ideológicos de la Revolución Norteamericana”; Editorial Tecnos;
traducción de Alberto Vanasco; Madrid, 2012. Sirvan como ejemplo Massachusetts dónde “la misma
intensidad de las motivaciones religiosas y el anhelo de especificar e imponer una correcta ortodoxia
dieron lugar a disensiones cismáticas frente a la oficialización de una religión”. También en Nueva York
7
las tierras americanas no estuvieron ajenas a los conflictos religiosos, como el caso de
Maryland, fundada por colonos católicos que huían de la intransigencia de Inglaterra y de la
de los colonos de Virginia20, o Connecticut, fundada por colonos emigrados desde
Massachusetts para proteger su libertad de conciencia frente a la intromisión del poder
civil21. El enfrentamiento entre presbiterianos y congregacionalistas no es una lucha,
exclusivamente, por ejercer el poder eclesial, sino por la forma de ese ejercicio, por cómo ha
de conducirse la iglesia en su organización.
Los líderes Congregacionalistas no aceptaban que sobre sus iglesias, sobre sus
congregaciones de fieles, rigiera ningún tipo de jerarquía que no fuera la decisión de la
propia congregación. Se oponían a la jerarquía obispal de la iglesia anglicana, y a las formas
presbiterianas que imperaban en Escocia. Wise deducía este método de organización de la
lectura del nuevo testamento. Sólo el método congregacionalista se ajustaba al diseño de la
iglesia primitiva que defendía el derecho de los miembros de cada rebaño a elegir sus propios
pastores y a regular sus relaciones de forma autónoma, diseñando así un método de
organización democrático22.
En palabras de Perry Miller es Wise quien hábilmente traslada la lectura que los
congregacionalistas hacen de las Escrituras, al plano de la razón23. Se convierte así, la razón,
en la base en la que sostiene sus ideas sobre la forma de gobierno, acercando
inexorablemente a los Estados Unidos la teoría de Pufendorf. Ahora bien, Wise da un paso
más allá del propio Pufendorf que resulta fundamental. Defiende, sin ambages, la
superioridad de la democracia como forma de gobierno24.
dónde “la gran variedad de credos religiosos entre la población hizo problemática la oficialización de
cualquier confesión en particular.” Páginas 247-248.
20
Aparisi Miralles, Ángela; “La Revolución Norteamericana. Aproximación a sus orígenes ideológicos”;
Boletín Oficial del Estado; Madrid, 1995. “Cecilius Calvert quiso hacer de Maryland un refugio para los
ingleses católicos. Intentaba aliviar la situación que padecían en Inglaterra que, en aquella época, era
realmente difícil: se les multaba por no asistir a los servicios de la Iglesia anglicana, se les reducía a
prisión, se les confiscaban las propiedades y se les podía ofender impunemente. Pero Calvert no deseaba
fundar una colonia exclusivamente católica. Entre sus aspiraciones se hallaba la de crear un
establecimiento cuyas condiciones lo hicieran especialmente atractivo para los inmigrantes de cualquier
religión, de tal modo que en Maryland pudieran llegar a convivir, en buena amistad, católicos y
protestantes.” Página 38.
21
Op. Cit.: “Algunos otros descontentos, llegados también de Massachusetts, fundaron la colonia de
Connecticut. […] Entendían que la base de la autoridad se hallaba en el libre consentimiento del pueblo y
rechazaban cualquier intromisión del poder civil en la conciencia individual.” Página 43.
22
Podría afirmarse que John Wise traslada a la vida de las congregaciones los principios ordenadores de
la teoría contractualista de Pufendorf.
23
Wise, John; “A Vindication of the Government of New England Churches”; Harvard University;
Scholars Facsimiles and Reprints; Gainsville, Florida, 1958. “This minister of the gospel was striving, en
every sentence of the Vindication, to transfer the whole Congregational position from Biblical authority
to the sanction of pure reason”. Página XIV.
24
Op. Cit.: “And his blanket assertion of the superiorities of democracy over both monarchy and
aristocracy is not Pufendorf’s; it is pure Wise.” Página XV.
8
Para John Wise, como para Samuel Pufendorf, el concepto de la dignidad humana es
la roca sobre la que se edifican las siguientes estructuras. Si de la misma noción del hombre
no emanara la dignidad de la que está imbuido, sería imposible asegurar que todos somos
naturalmente iguales. De hecho, se podría seguir afirmando la teoría aristotélica de los
esclavos por naturaleza, algo que ya Pufendorf rechaza completamente. En tanto que de la
idea de hombre emana esa dignidad de la que hablan los dos autores, los hombres,
independientemente de su origen, alcurnia, riqueza o habilidades son por naturaleza iguales,
y tienen idéntica dignidad. Esto es así, sin perjuicio de la posición social que posteriormente
ocupen en función de las habilidades que desarrollen.
La igualdad en Pufendorf o en Wise es una igualdad en origen, es, como acabamos de
decir, una igualdad en dignidad. Según Wise, podemos encontrar numerosas y plausibles
razones para justificar y para ilustrar esta igualdad, como el hecho de que todos procedamos
del mismo tronco, del mismo padre común de la raza humana25, que no es otro que Dios.
Esta es una justificación, en parte, igual a la que aporta Pufendorf al decir que “no
faltan razones populares que ilustran esa igualdad; por ejemplo, que todos descendemos de
una misma estirpe y nacemos del mismo modo, nos nutrimos, morimos, y que Dios no
garantiza a nadie una fortuna estable y sin contratiempos.”26
De esta forma de entender la igualdad, no se puede extraer otra conclusión que no sea
la de que es contrario a la Ley Natural todo ejercicio de sumisión que no sea voluntariamente
aceptado. Es decir que, en palabras de John Wise, el que alguien quiera ser superior y regir
por encima de todos los hombres, no puede llevarnos a concluir que todos los hombres
deseen ser sus esclavos27.
En definitiva, esta idea de la igualdad en origen está unida a una consecuencia directa
e inevitable, que no es otra que considerar la libertad del hombre como un derecho de la ley
natural, pues, si como sanciona Wise, “el más noble mortal, en su entrada al escenario de la
vida, no se distingue ni por la pompa ni por su carrera del más pobre de la humanidad”28, ¿en
qué justa causa podría fundarse el defender que, siendo todos los hombres iguales, haya
algunos que ostenten el derecho natural a ser libres y otros que no lo puedan disfrutar?
La libertad para los autores tiene dos vertientes, una libertad ética29 y una libertad
externa. Los autores definen esta libertad externa como no sujeción a la autoridad no
justificada de otro hombre, unido esto a la concepción, explicada con anterioridad, de la
igualdad natural del hombre, determinará la conclusión última que alcanzan, que es una
25
Op. Cit.: “There be many popular, or plausible reasons that greatly illustrate this equality, that we all
derive our being from one stock, the same common father of humane race”. Página 40.
26
Op. Cit.: Von Pufendorf, Samuel. Página 59.
27
Op. Cit.: Wise, John; “What! Because you desire to be masters of all men, does it follow therefore that
all men should be desire to be your slaves, for that it is a command of natures.” Página 42.
28
Op. Cit.: “the noblest mortal in his entrance on to the stage of life, is not distinguished by any pomp or
of passage from the lowest of mankind”. Traducción propia. Página 41.
29
Proyección de la teoría de los entia moralia y los entia physica de Pufendorf.
9
formulación del principio contractualista como medio de regular y ordenar la necesidad de
sociabilidad del hombre.
Será a través del pacto como se creen las sociedades civiles, los gobiernos que las
regirán y, también mediante el pacto, se regularán las relaciones que surgen entre sus
miembros en las que su libertad queda limitada en algunos aspectos para conseguir alcanzar
objetivos comunes al conjunto de la sociedad.
Nos encontramos ante una defensa sin ambages de la teoría contractualista. En
palabras de Wise “ningún poder soberano se puede establecer sin una acción humana sin un
acuerdo previo.”30 Se puede decir que en Wise, como autor que está definido por las ideas
del iusnaturalismo racionalista, “el contrato social será tanto pactum unionis como pactum
subjectionis, es decir, será explicación al origen de la sociedad –pactum unionis- y al origen
y límites del poder –pactum subjectionis-.”31
Ahora bien, si es cierto que hemos podido observar importantes coincidencias entre
los dos autores, puesto que Wise adopta las ideas de dignidad, igualdad, libertad y
sociabilidad natural de Pufendorf, así como la teoría contractualista expuesta por este, en la
que el individuo es el centro de todo, a la hora de llegar a definir, en base a lo anterior, cuál
es la forma óptima de gobierno, las conclusiones de ambos autores difieren
significativamente.
Si Pufendorf diseña un sistema que puede enmarcarse en un absolutismo moderado,
pues entiende que “la monarquía tiene una ventaja” sobre el resto de formas de gobierno,
Wise concluirá afirmando que la democracia es la forma más valiosa de gobierno y la más
justa con los derechos naturales del hombre.
30
Op. Cit.: Wise, John; “That it would the greatest absurdity to believe, that Nature actually invests the
wise with a sovereignty over the weak; or with a right of forcing them against their wills; for that no
sovereignty can be established, unless some humane deed, or covenant precede.” Página 42. También Op.
Cit.: Von Pufendorf, Samuel; “Pues quien no sabe alegar ninguna razón por la que quiere presentarme una
obligación contra mi voluntad, aparte de sus recursos por sí solos, el me puede atemorizar de modo que
considere que más me vale obedecerle un poco para evitar un mal mayor. Pero dejando a un lado ese
temor no hay ninguna otra causa que me impida actual según mi criterio antes que según el suyo; por el
contrario, aunque tiene razones por las que yo debo obedecer, como carece de los recursos por los que me
puede ocasionar algún mal, puedo descuidarme impunemente de obedecer sus mandatos, a menos que
alguien más poderoso vaya a reafirmar la autoridad de éste, que yo he despreciado. Sin embargo, las
razones por las que alguien puede requerir que otro le obedezca son: que se hayan recibido de él ciertos
beneficios notables, que éste haya tenido certeza de que desea un bien para él y de que puede mirar por él
mejor que él mismo, que al mismo tiempo él reclame del otro que le dirija y, finalmente, que alguien se
someta a otro voluntariamente y consienta en que le dirija.” Página 28.
31
Peces-Barba Martínez, Gregorio; “Tránsito a la Modernidad y Derechos Fundamentales”; en “Historia
de los Derechos Fundamentales. Tomo I”; Editorial Dykinson; Madrid, 1998. Página 193. Sobre esta
visión del contractualismo Matteucci, Nicola; “El Estado Moderno. Léxico y Exploraciones”; Unión
Editorial; traducción de Juan Marcos de la Fuente; Madrid, 2010; “muchos contractualistas distinguían
entre un pacto de unión y un pacto de sujeción: el primero sirve para formar la sociedad y presupone la
igualdad de las partes; el segundo, al instaurar el gobierno, establece la desigualdad entre los gobernantes
y los gobernados”. Página 255.
10
La democracia es la forma de gobierno típica de la iglesia primitiva así como el
procedimiento utilizado en la creación de los Estado y, para Wise es la forma de gobierno
que mejor encarna, que mejor defiende, las finalidades de los buenos gobiernos, que son el
cultivo de la humanidad, la promoción de la felicidad de todos, y asegurar el disfrute de cada
hombre de todos sus derechos, su vida, su libertad, su propiedad y su honor, a salvo de las
ofensas o los abusos de otros.32
Su teoría sobre la forma de gobierno se pude resumir en su siguiente frase: “La
democracia en la iglesia o en el Estado es una forma de gobierno regular y honorable de
acuerdo a los dictados de la razón”33. Su democracia es una democracia moderna, en la que
se contempla la representatividad, la igualdad del voto o el control de los representantes.
Hacia la Declaración de Independencia.
La profesora Lorente recuerda que los colonos americanos tenían la firme convicción
de que con sus reclamaciones, principalmente en materia impositiva, “no estaban creando
nuevos derechos o nuevos principios, sino manteniendo sus viejos privilegios, los
tradicionales derechos y principios de todo englishman”34. Los colonos se veían a sí mismos,
en un primer momento, como los guardianes y los defensores de la tradicional constitución
británica
La discusión teórico-jurídica que se entabló desde las colonias con Londres traía
causa en el hecho de que, las colonias americanas, no tenían representación en el Parlamento
Británico, y éstas rechazaban la tesis de una especie de representación indirecta, virtual, por
lo que rechazaban toda medida que se adoptara por parte del Parlamento y que no hubieran,
previamente, aprobado sus propias cámaras legislativas35. En este punto queda al descubierto
la importancia de las tesis sobre el consentimiento, y la ausencia del mismo por parte de los
32
Op. Cit.: Wise, John; “The end of all good government is to cultivate humanity, and promote the
happiness of all, and the good of every man, in all his rights, his life, liberty, estate, hour, without injury
or abuse done to any”. Página 61.
33
Op. Cit.: “That democracy in Church or State, is a very honourable and regular government according
to the dictates of right reason”. Página 67.
34
Lorente, Marta; “Reflexiones sobre la revolución”; en Vallespín, Fernando, “Historia de la teoría
política, 3” Alianza Editorial; Madrid 2002. También en Hernández Sánchez-Barbar, Mario; “Historia de
los Estados Unidos de América. De la República burguesa al Poder presidencial”; Marcial Pons; Madrid,
1997; “Los colonos se creyeron herederos de las libertades inglesas alcanzadas en la Revolución del siglo
XVII (derecho de propiedad, seguridad de las personas, libertad de expresión, libertades de petición,
reunión y elección, equilibrio de poderes).” Página 120.
35
Op. Cit.: Lorente, Marta; “La causa inmediata que forzó el desencadenamiento de una disputa que
terminará en la independencia fue la política del primer ministro inglés, G. Grenville, respecto de las
colonias. Éstas, a su modo de ver, debían ayudar a sufragar los gastos de la guerra, pero los americanos
consideraron a su vez que, al no haber aprobado ellos la creación de nuevas tasas, éstas no podían
imponerse a las colonias.” Página 221.
11
americanos al Parlamento, que alcanzarán su máxima expresión en la redacción de la
Declaración de Independencia, y los textos que la siguen.
El enfrentamiento tuvo sus puntos álgidos con la aprobación de la Ley del Azúcar en
1763 seguida dos años después de la Ley del Timbre. Derogadas éstas, en 1767 el Canciller
Townshend dicta nuevas normas impositivas y, en el mismo año, se ordena la disolución de
la Asamblea del Estado de Nueva York por incumplir a Quartering Act. Los impuestos
fueron derogados con posterioridad manteniéndose sólo el del té lo que llevó a la masacre de
Boston, que no es conveniente confundir con el Motín de Boston que sucede tres años
después como respuesta a la concesión de un monopolio para comerciar té con las colonias a
la Compañía de las Indias Orientales.
Sin embargo, autores como Gordon Wood consideran que no existieron verdaderas
afrentas que justificaran la revolución36. En sentido contrario la Profesora Aparisi observa
que en el campo de las libertades civiles, los ataques fueron realmente evidentes. [...] Cuando
Jefferson, en la Declaración de Independencia, muestra a la humanidad las causas que
condujeron a las colonias a renegar de su madre patria, no carecía de fundamentos: la
existencia de toda una serie de impuestos inconstitucionales, la proliferación desmedida de
nuevos funcionarios instrumentos de la metrópoli, el debilitamiento del poder judicial,
haciendo depender de la sola voluntad del soberano la permanencia de los jueces en sus
cargos, así como el monto y el pago de sus salarios, el envío de tropas militares a las
colonias, las absurdas restricciones al libre comercio, toda a serie de disoluciones de las
Cámaras legislativas, etc.”37
Pero la discusión realmente interesante radica en el fundamento de estas quejas,
mientras que como afirma Ramón Ruiz “autores como Jones, Pocock, Higonnet o el mismo
Wood afirman que el verdadero origen del movimiento independentista americano radicaba
en la creencia de los colonos en que sus libertades estaban en peligro inminente como
consecuencia de la corrupción que afectaba a las instituciones políticas británicas”38.
Considero que, como hace la profesora Lorente, “puede afirmarse que fue la necesidad de
abordar el problema de la representación lo que lanzó a los americanos a sentar las bases de
un discurso revolucionario. A pesar de que aceptaran la suficiencia de la Constitución
británica para la defensa de sus derechos, no podían en absoluto asumir sus fundamentos
representativos.” 39 Esto es, en definitiva, una proyección de las ideas de que los americanos
tenían unos derechos naturales, y entre esos derechos estaba el de no ver sometida su
36
Op. Cit.: Ruiz Ruiz, Ramón; “considera (la Revolución) un tanto peculiar, pues si lo normal es que
éstas se produzcan en situaciones de opresión en las que <<la espada es desenvainada por el brazo de la
libertad ofendida>>, no era el caso, ni mucho menos, de las colonias americanas, que de ninguna manera
podían considerarse oprimidas ni <<tenían férreos grilletes imperiales de los que liberarse>>”. Pagina241.
37
Aparisi Miralles, M. A.; “La Declaración de Independencia americana de 1776 y los Derechos del
Hombre”; Revista de Estudios Políticos (Nueva Época); número 70; octubre-diciembre 1990. Página 223.
38
Op. Cit.: Ruiz Ruiz, Ramón Página 242.
39
Op. Cit.: Lorente, Marta. Página 216.
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voluntad por un poder al que no han prestado su consentimiento, por más que este poder
pudiera obligarles por la fuerza.
Así, se puede afirmar con Nicola Matteucci que “entre 1761 y 1776 se asiste a un
cambio de objetivos o a un maduración del pensamiento constitucionalista: se pasa de la
confianza en las Cartas, consideradas idóneas para garantizar los derechos de los colonos, a
la reivindicación (hacia 1765) del derecho que los americanos tenían, como ciudadanos
ingleses, de consentir los impuestos; para llegar después (hacia 1768) a la más elaborada
teoría constitucional del Imperio, según la cual las colonias tenían completa autonomía
legislativa y estaban obligadas a prestar fidelidad únicamente al rey; para concluir, en fin, en
la apelación revolucionaria en nombre de los derechos inalienables del hombre y del derecho
del pueblo a modificar el gobierno, en caso de que violara estos derechos.”40
Esta afirmación de Matteucci, y en general las tesis que sostienen que la principal
influencia de este proceso fue la escuela iusnaturalista racionalista, encuentra sustento en el
segundo párrafo de la Declaración de Independencia de las trece colonias, en el que se tocan
todos los puntos fundamentales de esta escuela de pensamiento. En él se declara que:
“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados
iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos
están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se
instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del
consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga
destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un
nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que
a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad.”
El proceso de la independencia es un proceso complejo en el que intervienen una gran
cantidad de autores e influencias distintas, pero de la Declaración se extrae con suma
claridad la determinante influencia ejercida por autores como Samuel Pufendorf y John
Locke en materia de derechos naturales, contractualismo y derecho de resistencia. Esta
influencia representa una separación de todo lo anterior, un avance definitivo. La
Declaración es, como asegura Passerin D’Entreves “el más vivo ejemplo del enfrentamiento
irreconciliable entre el racionalismo que la inspira y el historicismo que abole
definitivamente”41
Pero la Declaración de Independencia no es el único texto de este periodo, de la
lectura de otros anteriores y posteriores a la misma, como son las Declaraciones y
40
Matteucci, Nicola; “Organización del poder y libertad. Historia del constitucionalismo moderno”;
Editorial Trotta; traducción de Francisco Javier Ansuátegui Roig y Manuel Martínez Neira; Madrid, 1998.
Página 163.
41
Passerin D’Entrèves, A.; “Derecho Natural”; Editorial Aguilar, traducción de M. Hurtado Bautista;
Madrid 1972. “Racionalismo significa aquí, en realidad, el mero sinónimo de antihistoricismo, La
evidencia de la historia no puede conmover la validez absoluta del Derecho natural”. Página 67.
13
Resoluciones del Primer Congreso Colonial, o las Declaraciones de Derechos de Virginia y
Massachusetts, se puede asegurar que la influencia de la escuela iusnaturalista racionalista no
sólo se observa, de manera aislada, en la Declaración de Independencia, sino que se mantiene
en otros textos coloniales. Sin embargo, aunque en todos ellos se pueda observar la
pervivencia del lenguaje republicano, la realidad es que las alusiones a la tradición inglesa
del common law, y a las formas republicanas van desapareciendo paulatinamente, a favor de
los derechos naturales de los individuos y las formas liberales de gobierno, hecho este mucho
más evidente en la discusión sobre la Constitución de 1787.
La profesora Villaverde Rico apunta en este sentido que “aunque la retórica
republicana perduró, los principios se fueron paulatinamente impregnando de contenido
liberal. A diferencia de lo que sostiene John Pocock, el discurso liberal no fue la pátina que
recubrió tanto el republicanismo inglés como el americano, sino el vencedor en un
enfrentamiento en el que el vocabulario republicano persistió durante largo tiempo, y no así
sus valores.”42 Y siguiendo a Richard Cox se puede sostener que el Iusnaturalismo
Racionalista tiene una importancia capital en el proceso de la independencia, de hecho,
afirma que “Grocio Pufendorf, Vatel y muchos otros fueron considerados autoridades por
estadistas y abogados, incluyendo a los padres fundadores de los Estados Unidos”.43
Conclusiones
1. El proceso de la Revolución de las trece colonias es extremadamente complejo, y
en él se encuentran intrincadas diferentes escuelas de pensamiento que fueron influyendo en
la creación de la conciencia revolucionaria y en la redacción de los textos de la época. Pero
de entre estas influencias destaca sobre el resto, y también sobre la escuela republicana, el
iusnaturalismo racionalista, del que se pueden encontrar evidencias diseminadas por todos
los textos de la época.
2. Los derechos naturales, la representación política, la justificación contractual de la
sociedad y el derecho de resistencia contra los malos gobiernos constituyen la base
argumental de los revolucionarios.
3. Ahora bien, el leguaje republicano perduró largo tiempo en los recién creados
Estados, pero la base intelectual sobre la que se constituyeron y que fue imperando
paulatinamente en todos los debates que surgieron tras 1776 fue una incipiente teoría liberal.
4. Si bien es cierto que John Locke es una figura capital en el corolario ideológico de
los padres fundadores, la figura de Samuel Von Pufendorf se descubre imprescindible para la
42
Op. Cit.: Villaverde Rico, María José. Página 122.
Cox, Richard H.; “Hugo Grocio”; en Strauss, Leo y Cropsey, Joseph; “Historia de la filosofía política”;
Fondo de Cultura Económica de México; traducción de Leticia García Uriza, Diana Luz Sánchez y Juan
José Utrilla; México, 1993; Página 368.
43
14
fundamentación de las reclamaciones de este proceso, especialmente en materia de derechos
naturales y del origen contractual de la sociedad y del gobierno.
5. John Wise, que introdujo en las colonias las ideas de Samuel Von Pufendorf, en el
marco de la diatriba sostenida por los congregacionalistas con los presbiterianos, es uno de
los primeros y mejores exponentes de las reclamaciones democráticas en las colonias Era un
defensor de la democracia en la Iglesia y en el Estado, es, en definitiva, una figura de estudio
inexcusable para el mejor entendimiento del proceso de creación de las reclamaciones de
derechos y de representación de los habitantes de las colonias y, también, de la misma
Declaración de Independencia.
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Bibliografía
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