ESTILO ATRIBUCIONAL NEGATIVO, DEPRESIÓN Y SALUD

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ESTILO ATRIBUCIONAL NEGATIVO, DEPRESIÓN Y SALUD
ISSN 1886-1385 © INFOCOP ONLINE
Pilar Sanjuán y Alejandro Magallares. Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)
La depresión es uno de los trastornos
psicopatológicos más frecuente en las
sociedades desarrolladas, por ello, resulta de
gran interés identificar los factores que explican
su inicio y mantenimiento; así como aquellos
que puedan contribuir a su tratamiento. Una de
las líneas de investigación más fructíferas es la
que propone que existe una serie de procesos
cognitivos que pueden constituir un verdadero
factor de riesgo para desarrollar este trastorno
del estado del ánimo.
El modelo reformulado de indefensión aprendida (Abramson, Seligman y Teasdale,
1978) y un desarrollo posterior, conocido como teoría de la desesperanza (Abramson,
Metalsky y Alloy, 1989), defienden que las personas con un estilo atribucional o
explicativo negativo, tienen una probabilidad mayor de desarrollar depresión cuando
se enfrenten con situaciones de carácter negativo o estresante y consideradas
importantes por ellas.
La atribución es el proceso cognitivo mediante el cual las personas explicamos las
situaciones que experimentamos. Así, por ejemplo, ante un fracaso en una actividad,
algunos lo pueden explicar aludiendo a la mala suerte, mientras que otros pueden
pensar que son muy torpes o incapaces de realizarla. Dependiendo de qué razones
se aduzcan, se experimentarán diferentes emociones. En nuestro ejemplo, la persona
que explicó su fracaso debido a su torpeza, se sentirá más desanimada o incluso
triste que la que consideró que el problema se debía a la mala suerte.
El estilo atribucional negativo que se ha
propuesto como un factor para desarrollar
depresión hace referencia a una tendencia
relativamente
estable
a
explicar
las
situaciones negativas o fracasos mediante
causas internas (la causa es algo de la
persona, no ambiental), estables (la causa se
mantiene a lo largo del tiempo) y globales (la
causa afecta a otras áreas de la vida, no sólo
a ese tipo de situaciones concretas).
Es decir, cuando la persona tiene una tendencia persistente a explicar las diferentes
situaciones negativas, estresantes o fracasos que va experimentando a lo largo del
tiempo, mediante causas personales (por ejemplo, mi torpeza característica, mi
irresponsabilidad, mi falta de recursos, etc.), y además considera que estas causas
seguirán estando presentes y actuando en el futuro, afectando además a diferentes
áreas de su vida (familiar, laboral, relaciones personales, etc.), es más probable que
experimente síntomas depresivos cuando tenga que enfrentarse a estas situaciones,
consideradas por la persona como importantes.
La gran cantidad de estudios llevados a cabo han permitido concluir que las personas
deprimidas, con respecto a las que no lo están, tienen una tendencia mayor a explicar
los resultados negativos mediante causas internas, estables y globales. Pero además,
y esto es lo más importante, esta tendencia o estilo atribucional negativo es una de
las causas que contribuyen a que se inicie y mantenga su depresión cuando se
enfrentan a importantes situaciones problemáticas (Abramson y cols., 2002).
Aunque en un principio los estudios se han centrado en la relación entre este estilo
atribucional y la depresión, en los últimos años, algunos trabajos han encontrado que
el estilo explicativo negativo, no sólo se asocia con depresión, sino también con
ansiedad, hostilidad, malestar psicológico en general y una peor salud física (padecen
más enfermedades, están más tiempo enfermos, etc.). En este sentido, se está
planteando la cuestión de que tal vez no sea un factor de riesgo para desarrollar
depresión, sino que puede constituir un factor de vulnerabilidad general que
predisponga al malestar físico y psicológico.
Paralelamente,
los
investigadores
están
dirigiendo sus esfuerzos a identificar la relación
de este estilo explicativo con otros procesos que
puedan explicar porqué las personas con este
estilo tienen una peor salud psicológica y física.
En este sentido, se ha encontrado que las
personas con tendencia a explicar los fracasos
mediante causas internas, estables y globales
creen que los problemas relacionados con la
salud no pueden ser prevenidos, es decir, que
no se puede hacer nada para reducir el riesgo.
Estas creencias se traducen en un estilo poco efectivo para hacer frente a las
situaciones, pues emplean en menor medida las estrategias dirigidas a la solución
directa de los problemas y en mayor proporción las estrategias más asociadas con el
malestar, como pueden ser evitar enfrentarse a los problemas o simplemente negar
su existencia (Sanjuán y Magallares, 2006). Así, por ejemplo, se ha encontrado que
estas personas ponen en marcha en un porcentaje mucho menor algunas conductas
que permiten prevenir las enfermedades cardiovasculares, como llevar una
alimentación sana y hacer ejercicio (Sanjuán, Pérez García, Rueda y Ruiz, 2006).
A pesar de todos estos datos, todavía queda mucho lugar para la esperanza, porque
gracias a todos los estudios realizados se han podido identificar muchos procesos
(creencias, atribuciones, estrategias, conductas, etc.) sobre los que es posible
intervenir para mejorar la calidad de vida de las personas. De hecho, ya existen
estudios que han probado que estos estilos perjudiciales se pueden cambiar por otras
formas más beneficiosas de pensamiento.
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