El juego en la escuela infantil Patricia M. Sarlé Desde posturas teóricas diversas, los estudios que se han realizado sobre el juego en niños menores de 6 años afirman que mientras el niño juega aprende y desarrolla su pensamiento, su imaginación, su creatividad. El juego le provee un contexto dentro del cual puede ejercitar no sólo las funciones cognitivas con las que ya cuenta, sino también crear estructuras cognitivas nuevas; le ayuda a reelaborar sus experiencias y es un importante factor de equilibrio y dominio de sí. Al mismo tiempo, los juegos tienen cualidades intrínsecas que estimulan los procesos de comunicación y cooperación con sus pares y amplían el conocimiento que el niño tiene del mundo social. Ahora bien, si todo esto sucede mientras el niño juega “espontáneamente”, ¿qué pasaría si el juego fuera un espacio promovido en la escuela? Cuando se “usa” al juego en la escuela no debiera perderse de vista que éste no es sólo un “placebo”, “un recurso atencional” o “un modo de descargar la energía contenida”. El juego es un derecho de los niños y no sólo un medio para enseñar. La escuela, como campo de enriquecimiento de las experiencias infantiles, potencia al juego en la medida en que ofrece la posibilidad de hacerlo con otros (pares, jugadores más expertos, adultos) y presenta objetos y materiales que amplían las posibilidades espontáneas del niño o su contexto familiar. La presencia del educador/maestro promueve y sostiene los juegos de los niños, amplía sus posibilidades y genera nuevos contextos. Se necesita volver a permitir el juego libre (simbólico, reglado, con otros pares o adultos, con objetos ricos y que desafíen sus posibilidades naturales) más allá del tiempo de juego que es admitido como recreo o descanso luego de la tarea escolar. Un juego bajo la mirada del maestro, que sostiene y andamia y a partir del cual se generan situaciones de interacción maestro – niños, niños – niños, que van ampliando los contextos de significado en los que se produce el aprendizaje. Su contribución es la de facilitar la organización social, el pensamiento y la acción dentro del escenario generado para el juego. La escuela se constituye así en un contexto apto para realizar negociaciones y le proporciona al niño modelos y técnicas con las que puede operar después por sí mismo.