El Botellón

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El Botellón
Según las estadísticas, unos 180.000 jóvenes se juntan los fines de semana en lugares
determinados de las ciudades españolas para, en torno a un botellón mezclado con licor y
bebida con burbujas, bolsas de patatas y tabaco, beber hasta la euforia en el mejor de los
casos, o hasta el coma etílico en el peor de los mismos.
Un tipo de adolescentes bebe alcohol porque imita los modelos parentales y sociales. El joven
que desde pequeño ha aprendido que en una reunión social tienen cabida las copas, con muy
alta probabilidad, él hará lo mismo en el futuro.
Por otro lado, la sociedad alienta y refuerza esta conducta. Se publicitan las bebidas
alcohólicas en los medios de comunicación y se las asocia con el éxito, el atractivo personal y
otros valores. ¿No es hipócrita, entonces, que los adultos censuren un acto que ellos mimos
realizan?
Alternativas ante el problema de la bebida
Una de las contribuciones para aminorar este problema, está siendo, desde las direcciones de
juventud de los ayuntamientos, ofertar un ocio nocturno alternativo para los fines de semana.
Organizar fiestas sin alcohol, abrir casas de cultura, polideportivos, piscinas. En suma,
ponerle al joven otro menú de fin de semana que no sea el de acudir a los bares o pubs
nocturnos.
Otras comunidades autónomas o gobiernos regionales de España se comienzan a plantear la
posibilidad de sancionar a los menores que beban alcohol, no sólo al local que le provee del
mismo.
La primera medida es necesaria, pues obviamente si sólo ofrecemos bares y locales nocturnos
donde el alcohol está al alcance de cualquiera, no le damos a muchos jóvenes la posibilidad
de elegir.
En cuanto a la medida sancionadora, existen muchas dudas de si surtirá efecto, ya que los
profesionales de la salud conocen de primera mano cómo un menor de edad puede acceder al
alcohol a través de otras personas, que lo compran por ellos, y beberlo en lugares secretos.
Plantear programas globales de intervención
La familia, en primer lugar, no debe hacer elogio del alcohol, y ante todo tiene que estar
atenta a los hijos, comunicar con ellos, ponerles límites en este tema y enseñarles a resolver
sus problemas, sin tener que recurrir a una estrategia escapista como la bebida.
La familia, además, debe de educar, desde la más temprana infancia, en el valor de que no
son necesarias las sustancias para poder disfrutar y divertirse, porque éstas anulan los
sentidos. De este modo podremos argumentar contra muchas de las respuestas irracionales de
la juventud ante la pregunta de por qué bebes, “porque te lo pasas mucho mejor”.
La escuela ha de continuar en la línea de incorporar en sus sesiones de tutoría el tema de las
adicciones. Pero la cosa no sólo ha de quedar ahí. Sería deseable que se dedicara más tiempo
al aprendizaje de conductas de resolución de problemas, para evitar en lo posible que un
joven, ante un disgusto o una inestabilidad emocional típica de la edad, se lance al alcohol.
En suma, desarrollar aspectos de la denominada inteligencia emocional para prevenir
inadaptaciones futuras.
Las sanciones pueden contemplarse para aquellos casos más graves, pero siempre y cuando el
joven reciba una atención familiar, terapéutica y educativa, porque una sanción raras veces
nos da razones de por qué hay que comportarse de una determinada manera. Tan sólo
controla la conducta por efecto de la consecuencia negativa: el castigo.
El beber controlado
Enseñarles a beber controladamente puede conseguir dos cosas. O sea, atraerles hacia una
intervención psicológica y mantenerles en la misma. Cantidad de jóvenes abandonan los
tratamientos y hacen caso omiso a los consejos de la familia y educadores, en cuanto al
abandono del alcohol, porque no están dispuestos a renunciar totalmente.
Esto nos sugiere una nueva vía no exenta de polémica. En una sociedad rodeada de estímulos
alcohólicos, contradictoria ante los mismos, con familias consumidoras, ¿por qué no enseñar
al joven a autocontrolarse con el alcohol lo mismo que con otras facetas de la vida? En
algunos casos, combinándolas con otras actuaciones terapéuticas, he observado cambios en
los adolescentes, ya que desarrolla el control personal en un mundo donde es necesario
aprenderlo.
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