La muerte del instigador del asesinato de Roque Dalton | Contexto

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Edgar Alejandro Rivas Mira
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La muerte del instigador del asesinato de Roque Dalton
Edgar Alejandro Rivas Mira habría muerto sin pedir perdón a la sociedad salvadoreña por sus crímenes
Juan José Dalton
01.07.2013
SAN SALVADOR – Edgar Alejandro Rivas Mira, principal instigador y autor intelectual del asesinato de Roque Dalton y de Armando Arteaga, el 10 de mayo de
1975, está presuntamente muerto. Conocido en la clandestinidad como Luis Ríos, Sebastián Urquilla, el Choco Sebastián o El Capitán, habría fallecido hace un
poco más de cuatro años, es decir, aproximadamente en 2009.
No sólo eso: su esposa Ana Angélica Meardi Araujo, habría fallecido también hace poco más de dos años, aproximadamente en 2011; ambos murieron en la
capital mexicana, sumidos en la soledad, el olvido y el más absoluto deterioro de sus facultades morales, mentales y físicas.
Habría acabado así, en cierta medida, el misterio que encierra a esta pareja, al menos en lo que se refiere a su última ubicación geográfica y las circunstancias
finales de sus vidas.
No tenemos la fecha ni lugar exacto de sus fallecimientos, tampoco dónde fueron sepultados ni bajo qué nombres. Sólo sabemos que murieron, con dos años de
diferencia entre uno y otro, en el Distrito Federal de los Estados Unidos Mexicanos.
Con la muerte de Sebastián Urquilla llegó el final físico del hombre que en su polémica vida sembró el terror y el miedo en la sociedad salvadoreña, y que de
manera especial, hizo grave daño a la izquierda local.
Pese al daño que ocasionó Sebastián Urquilla, sus crímenes aún se tratan como circunstanciales del pasado; ha sido preferible esconderlos debajo de la
alfombra que someterlos al análisis crítico y al enfrentamiento valiente de las problemáticas y errores que la insurgencia revolucionaria cometió en el proceso de
antes y durante la guerra civil. Desentrañar y transparentar lo ocurrido durante el mandato de El Capitán abonaría al derecho a la verdad y a la justicia que
merecen sus víctimas (los asesinados, sus familiares y la sociedad salvadoreña en su conjunto).
Sebastián Urquilla fundó “El Grupo”, que en su acción más destacada el 11 de febrero de 1971 secuestró y asesinó al empresario Ernesto Regalado Dueñas; en
febrero del siguiente año creó el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), al que se integraron universitarios, en su mayoría provenientes de las juventudes
demócrata-cristianas y comunistas, sectores radicalizados que se integraron a la lucha anti-dictatorial.
Edgar Alejandro Rivas Mira, sin embargo, fue un enigmático “genio del mal”, en todo el sentido de la palabra. Durante su jefatura fueron asesinados, entre otras
personalidades relevantes de la vida nacional, Ernesto Regalado Dueñas, Roque Dalton y Roberto Poma. Se sabe también que bajo sus órdenes fueron
aniquilados otros líderes sindicales y políticos ligados al entonces Partido Comunista de El Salvador (PCS), a quienes consideró “enemigos revisionistas”. Todos
estos delitos están impunes.
Los investigadores e historiadores salvadoreños y extranjeros interesados en esta parte de la historia local, deberán llegar a la profundidad que encierra este
personaje en la vida nacional y desentrañar realmente el por qué de sus acciones: si estuvo al servicio de algún Estado o de inteligencias extranjeras o bajo
órdenes del Ejército salvadoreño; o si actuó por cuenta propia de acuerdo a su mentalidad extremista, con la cual logró arrastrar a otros individuos con
cuestionada ética y moral que le siguieron sus pasos y que tienen un registro igualmente nefasto en la historia nacional, como Vladimir Rogel, Joaquín Villalobos
y Jorge Meléndez, especialmente.
En el caso de Roque Dalton, el cuarteto de Rivas Mira, Rogel, Villalobos y Meléndez, fueron quienes planearon la trama para asesinarle, así como a Armando
Arteaga; urdieron una campaña difamatoria en su contra; quienes los torturaron física y mentalmente estando detenidos; los asesinaron a traición y finalmente
sepultaron en un lugar que hasta el momento mantienen en secretos, como símbolo del odio que aún destilan contra de las víctimas. Todo ello está
categóricamente comprobado.
Hemos sabido por testimonios que cumpliendo órdenes de “El Capitán”, el comando ejecutor estuvo integrado por tres personas: Rogel, quien se encargó de
matar a Armando Arteaga; mientras que Villalobos disparó contra Dalton. Meléndez supervisó el cumplimiento de las órdenes. Horas después, “El Capitán”
mismo, junto con Meléndez, así como dos acompañantes más, llevaron los cadáveres a un punto desconocido aún, pero ubicable en la zona del Playón (lava del
Boquerón), donde les dieron sepultura.
De izquierda a derecha: Roque Dalton, Armando Arteaga, Ernesto Regalado Dueñas y Roberto Poma, víctimas de Edgar Alejandro Rivas Mira
LA MUERTE DE LA PAREJA RIVAS-MEARDI
En años recién pasados el escritor salvadoreño David Hernández, quien ha investigado y escrito acerca de Roque Dalton, su obra, su vida y su muerte, publicó
en La Prensa Gráfica varias columnas en las que hacía referencia a la persona de Edgar Alejandro Rivas Mira, o “El Capitán”.
Hernández aseveraba que sus fuentes le hicieron saber del supuesto retorno de “El Capitán” a El Salvador; primero lo ubicaba, junto a su hermano mayor
Alfonso, en una casa a las orillas de la laguna de Apastepeque, presuntamente enfermo de Alzhéimer.
En otro artículo, Hernández ubicó a los hermanos Rivas Mira, en la región montañosa occidental entre Apaneca y Ataco, siempre con “El Capitán” enfermo y en
los estertores de una próxima muerte.
Aquellas aseveraciones nos obligaron a hacer varias consultas en El Salvador y en el extranjero, pero no hubo fuente que verificara las aseveraciones de
Hernández.
Durante el proceso de producción del documental “Roque, Fusilemos la Noche”, de la directora austriaca Tina Leisch, le entregamos a la documentalista las
señas que teníamos, entre otras personas, de Alfonso Rivas Mira, distinguido académico, quizás ya retirado, de la Universidad de Colima, de México.
Leisch logró un contacto telefónico con el profesor Alfonso, pero este fue escueto: “ambos, mi hermano y mi cuñada, están muertos…” Con la misma colgó el
teléfono sin dar mayor explicación.
Como familia, no nos hemos detenido en averiguar el paradero, vivo o muerto, de Edgar Alejandro Rivas Mira, debido a que es fundamental su inclusión en el
proceso judicial y en el reclamo de justicia que estamos siguiendo y que en breve podría tomar nuevos bríos si la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) admite nuestra denuncia puesta en noviembre de 2011 contra el Estado Salvadoreño por denegación de justicia para Roque Dalton, víctima de
una serie de delitos de lesa humanidad que se cometieron en su contra.
Nuestras indagaciones nos llevaron a una fuente que consideramos seria y confiable, además de muy cercana a la pareja Rivas-Meardi.
Esta fuente, cuya identidad mantendremos en el anonimato, nos relató una versión dramática del fin que habría tenido “El Capitán”. Lo decimos todavía como
una suposición, hasta que se verifiquen los pormenores y los detalles no aclarados, como fechas y lugares exactos de los fallecimientos. También habría que
tomar en cuenta que en una investigación judicial todos los hechos deben tener certeza.
No obstante, lo que divulgamos serían las circunstancias de los fallecimientos de la pareja Rivas-Meardi, así como el estado deplorable en que se encontraba “El
Capitán” cuando le habría sobrevenido la muerte.
La fuente nos cuenta que la pareja Rivas-Meardi residía en México desde hace muchos años; es probable que desde que “El Capitán” huyera -o negociara su
salida del ERP con Villalobos y Meléndez- después del secuestro y asesinato de Roberto Poma, en 1977. Algunas versiones indican que “El Capitán” cobró el
rescate de la familia Poma y que se quedó con ese y otros dineros de las recompensas por los empresarios secuestrados en aquella época.
Otra cosa que nos cuenta la fuente es que siempre vivieron en México, con documentación e identidades falsas; nunca usaron sus nombres propios ni tuvieron
documentos salvadoreños (excepto al final de su vida, Ana Angélica retornó -ya viuda- en 2011 y pudo sacar DUI y pasaporte legal).
La fuente nos narró que “El Capitán” se había convertido en un alcohólico empedernido, incrementando su mal con prolongados estados depresivos, paranoia y
psicosis.
“El Capitán” tuvo momentos de violencia intrafamiliar, producto de sus estados mentales deteriorados, a tal grado que la única hija de la pareja terminó por
abandonarlos y se refugió en una ciudad europea, rompiendo para siempre con su núcleo familiar.
Así las cosas, Edgar Alejandro Rivas Mira habría fallecido en el Distrito Federal de México, al estallarle el hígado producto de una incurable cirrosis hepática, un
día de 2009.
LA MUERTE DE ANGÉLICA
Ya en estado de viudez, Ana Angélica Meardi Araujo, como dijimos antes, regresó a El Salvador, casi dos años después del fallecimiento de su marido.
Narra la persona que brindó el testimonio que Ana Angélica padecía –igual que “El Capitán”- de una profunda paranoia o delirio de persecución.
“No quería salir a la calle por miedo que la identificaran y la mataran… Costó hacerle ver que las cosas habían cambiado en El Salvador; costó que fuera a sacar
sus documentos de identidad, porque desde hace años no los usaba”, contó el testigo.
La estadía de Ana Angélica no fue prolongada en San Salvador; regresó a México, donde al cabo de dos meses falleció, también en la soledad y el olvido más
absoluto.
En nuestras averiguaciones, llegamos al perfil abierto de Ana Angélica Meardi Araujo en el Facebook, el cual sólo registra su nombre; no cuenta con un solo
amigo ni fotografías ni más información. Fue abierto el 6 de diciembre de 2008 y nunca se cerró…
MÁS INTERROGANTES
Edgar Alejandro Rivas Mira habría muerto sin enfrentar sus culpas por los crímenes que cometió. En vida, y después de haber salido del ERP, nunca tuvo la
valentía política siquiera de argumentar ni de justificar sus acciones, mucho menos pedir perdón a la sociedad salvadoreña por sus responsabilidades en los
hechos graves que dirigió.
Quizás ese sentido de culpa lo persiguió hasta matarlo sin el protagonismo que algún día enarboló, cuando se creyó dueño del mundo y de la verdad; dueño de
las vidas humanas que segó.
Su presunta o real muerte, nos deja otras muchas interrogantes: ¿Por qué Edgar Alejandro Rivas Mira se estableció en México? ¿Quién en México lo protegía y
quién lo mantuvo en la sombra durante tanto tiempo?
Por extraña coincidencia muchos de los dictadores salvadoreños de antes y durante la guerra civil tuvieron también como refugio las tierras mexicanas.
¿Puede vivir en México, sin ser identificado y durante tanto tiempo, un hombre que un día fue el perseguido número uno de El Salvador? ¿Podría permanecer
así sin saberlo las inteligencias de México, Estados Unidos y El Salvador?
Tomado de Revista Cruzacalle
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