Capítulo 6. LA PRODUCCIÓN DE OBJETOS DE METAL

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Capítulo 6.
LA PRODUCCIÓN DE OBJETOS DE METAL
Si bien las primeras manifestaciones de trabajo del metal en la zona septentrional de los
Andes Centrales datan de fines del Periodo Inicial (2000 a.C.) con la cultura
Cupisnique, es durante el Intermedio Temprano, con los moches, que alcanzó su
máxima expresión. Dada la importancia ideológica del metal, los objetos construidos
con este material tuvieron una función trascendental en la materialización de la
autoridad de las elites y de la ideología que los apoyaba. La habilidad y técnica moche
fue transmitida a sus descendientes y herederos culturales, los metalurgos y orfebres
lambayeques y chimúes, que fueron llevados luego por los conquistadores cusqueños
para trabajar en los talleres de la elite inca.
En el presente capítulo, repasaremos los diferentes estudios relacionados a la
metalurgia y orfebrería moche, que tienen que ver principalmente con sitios de
producción y estudios tecnológicos, inferiremos un aspecto del proceso productivo
gracias al análisis de una vasija escultórica que reproduce la fundición o una operación
de recalentamiento del metal, inherente al proceso de martilleo, presentaremos los datos
relacionados a la metalurgia y orfebrería registrados en las huacas del Sol y de la Luna,
hablaremos sobre los diferentes aspectos de los medios de producción y la cadena
operativa del trabajo del metal, y otros ligados a su producción, como la identidad del
productor y del dueño de la producción, la distribución de los productos de metal y sus
consumidores.
275
6.1. Antecedentes de estudio de la producción metalúrgica y orfebre moche
No son muchos los contextos asociados a la producción de objetos de metal registrados
dentro de la arqueología moche. Un taller de metalurgia fue reportado por Garth
Bawden en Galindo, ciudad moche tardía del valle de Moche
417
. Se trató de un grupo de ambientes de piedra, cercano a una gran estructura
ceremonial (plataforma A), en donde se halló un grupo de fogones para fundir lingotes.
Además se hallaron herramientas y varios cientos de fragmentos de cobre, que incluían
objetos ceremoniales y ornamentales, pero ningún implemento utilitario. En general, la
evidencia argumenta, según Bawden, que en estos ambientes se elaboraron objetos
ceremoniales de cobre de alto estatus, bajo estrecha supervisión de la elite. Según
Carole Fraresso, en comunicación personal, este espacio estaría destinado para
actividades de fundición, preparación de aleaciones, reciclado, etc.
Los trabajos de Izumi Shimada en la ciudad moche de Pampa Grande (valle de
Jequetepeque) permitieron el hallazgo de un taller de producción de objetos de metal en
la estructura 52 del sector H. De acuerdo a este investigador, en este taller trabajaron
unos pocos especialistas, probablemente supervisados por un maestro metalurgo. Se
fundieron lingotes de cobre para luego laminarlos y producir volantes de huso (piruros),
cuchillos ceremoniales (tumis), agujas, pinzas, tenazas, grapas, alambres y ornamentos
corporales. Asociados se hallaron contextos para preparación de alimentos. En la
estructura O señalada en los antecedentes del capítulo 5, Shimada reporta evidencias de
producción conjunto de objetos de metal, piedra y textiles, lo que podría indicar
producción multiespecializada418.
En el núcleo urbano de la ciudad de las Huacas del Sol y de la Luna, en el año
2003, un grupo de estudiantes de pregrado de la UNT realizaron excavaciones en el
CA27 donde registraron un taller con evidencias de trabajo del metal, especialmente el
cobre. Estos hallazgos fueron luego revisados y discutidos por Santiago Uceda y Carlos
Rengifo 419. Las características de este taller son discutidas más adelante. Años antes de
este hallazgo, Claude Chapdelaine registró en el CA7, un conjunto arquitectónico
cercano al CA27, una estructura que fue identificada como un horno de fundición de
metal420. Esta estaba configurada por nueve filas de adobes dispuestos de forma circular,
con un diámetro interno de unos 55 cm y una altura de 120 cm, con una abertura en la
base, de 15 por 15 cm. Este orificio estaba tapado por un adobe esculpido para tal fin.
En su interior se halló restos de carbón, adobes enrojecidos. Chapdelaine sugirió que fue
utilizada para fundir metales puros y no minerales, pues no se registro mayor cantidad
417
G. Bawden, The Moche, op. cit., pp. 96-97.
418
I. Shimada, “Pampa Grande…”, op. cit., pp. 200; Idem, “Late Moche Urban ...”, op. cit., pp. 192.
419
Nadia Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit.; Santiago Uceda Castillo y Carlos Rengifo
Chunga, “La especialización del trabajo: teoría y arqueología. El caso de los orfebres Mochicas”, Bulletin
de l'Institut Français d'Études Andines 35 (2), IFEA. Lima, 2006, pp. 148-185.
420
Claude Chapdelaine, pp. 92-93.
276
de desechos o escoria. Al respecto, Carole Fraresso421 demuestra que dicha estructura no
fue un horno de fundición dedicado a actividades de metalurgia. La investigadora
argumenta que las paredes internas no presentan vitrificaciones, lo que demuestra que la
temperatura no llegó a los 850°C; los metales necesitan temperaturas mínimas de
1000°C. Tampoco se halló restos de escorias, desechos, crisoles, u otro material
asociado al proceso de fundición.
El complejo de Huaca Chotuna (valle de Lambayeque) es un yacimiento
arqueológico asociado a las culturas Lambayeque, Chimú e Inca. Hacia el oeste de su
edificio principal, cerca de su rampa de acceso se identificaron “los restos
arquitectónicos de lo que fue un gran recinto rectangular, habiéndose registrado
evidencias que indican se trataría de un espacio dedicado a desarrollar diversas
actividades artesanales y de especialización, posiblemente talleres”422. Christopher
Donnan encontró considerable evidencia sobre orfebrería (más no de metalurgia pues no
hay evidencia de fundición) que abarca varios siglos (900-1600 DC); los artesanos
estaban albergados en un gran conjunto arquitectónico.Esta clara asociación
arquitectónica es para John Topic “un buen ejemplo de artesanos adjuntos a la corte de
un importante señor local”423.
Fue justamente Topic quien en Chan Chan, ciudad capital de la cultura Chimú,
en el mismo valle de Moche, identificó dos tipos diferentes de organización de la
producción artesanal a partir de dos contextos arquitectónicos definidos: los barrios y
las áreas de dependientes (retainers). En los cuatro barrios de Chan Chan, que se
encuentran completamente separados de los palacios, los artesanos se albergaron en
unidades domésticas para una familia, con cocinas, depósitos, espacios de trabajo, y
animales domésticos. La mayoría de casas contenían evidencia tanto de metalurgia como
de tejido de textiles elaborados, sugiriendo que tanto los adultos hombres como mujeres
eran artesanos. Incluso un taller probablemente se concentraba en el trabajo en madera, pero
también presenta evidencia de hilado, tejido y metalurgia. Los artesanos estaban
controlados o supervisados por otros artesanos, o como los llama Topic, artesanossupervisores, “que es conforme con la evidencia etnohistórica de artesanosmandones”424. Dada su independencia arquitectónica con relación a los palacios o
edificios públicos, se asume que el grupo productor no estaba sujeto al Estado. El grupo
productor era dueño de la producción y, por lo tanto, tenía los derechos de alienación de
los productos, teniendo un grupo de consumidores más grande que el de la elite local.
421
Carole Fraresso, L’usage du metal dans la parure et les rites de la culture Mochica (150-850 AP.J-C, Pérou,
Tesis de Doctorado, Universidad Michel de Montaigne Bordeaux 3, 2007.
422
C. Donnan citado en Carlos Eduardo Wester La Torre, Chotuna-Chornancap, Templos, rituales y
ancestros Lambayeque, Ministerio de Educación, Unidad Ejecutora 111 “Naylamp y Lambayeque” y
Museo Arqueológico Nacional Brunning, Lambayeque, 2010, pp.36.
423
424
C. Donnan citado en John Topic, “Craft Production…”, op. cit., pp.167.
“Craft Production in the Kingdom of Chimor”, en: The northern dynasties: kingship and statecraft in
Chimor, Michael Moseley y Alana Cordy-Collins, editores, Dumbarton Oaks Research Library and
Collection. Washington, D.C., 1990, pp. 155-156.
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Las áreas de dependientes o “retainers”, en cambio, eran espacios
arquitectónicamente asociados a los palacios: una serie de ambientes ubicados en una
plataforma artificial adyacentes a los palacios, con pisos bellamente enlucidos. Estas
áreas presentan evidencia de la misma mixtura de actividades de tejido y metalurgia que las
de los barrios, pero con una organización diferente. La cercana asociación con los palacios
y la diferencia en las instalaciones para la preparación de alimentos con aquellas de los
barrios sugiere a Topic que estas áreas estaban ocupadas por artesanos adjuntos a los
señores de los palacios, y que estos poseían mejor estatus que los artesanos de los
barrios425. En este caso, la producción estaba orientada a las elites locales,
principalmente aquella elite que vivía en el palacio al cual estaba adjunto el taller. Estas
elites eran los dueños de la producción, es decir, poseían el derecho de alienación de los
productos.
A diferencia de los escasos sitios de producción registrados, lo que han hallado
los arqueólogos en mayor cantidad son objetos producidos, la mayoría de ellos
encontrados en tumbas de personajes de elite. Esto ha permitido sendos trabajos de
investigación sobre aspectos tecnológicos. En la década del 70, destacan los trabajos
de Arnold Friendman y co-autores, Julie Jones426, Samuel Lothrop y, sobre todo,
Heather Lechtman. Esta última desarrolló la arqueometalurgia, o arqueología de los
vestigios de las actividades metalúrgicas, realizando estudios físico-químicos de objetos
metálicos andinos, entre ellos, objetos mochicas como los de Loma Negra (Piura).
Gracias a su estudio y el de colegas como Antonieta Erlij y Edward Barry, en donde la
interacción con la evidencia arqueológica juega un papel importante, se identificó
aspectos tecnológicos mochicas relacionados al tratamiento de superficies,
identificación de metales y aleaciones, técnicas de soldaduras, entre otros. Sus
publicaciones son numerosas427. A finales de la década, el trabajo de Samuel Lothrop es
también importante en la medida en que fue el primero en abordar el estudio de la
425
J. Topic, “Craft Production…”, op. cit., pp. 158-161.
426
Arnold M. Friedman, Edward Olsen y Junius B. Bird, “Moche copper analyses: Early New World
metal technology”, American Antiquity 37 (2), Society for American Archaeology, Washington, D.C.,
1972, pp. 254-258; J. Jones, “Mochica works of Art in metal: A review”, en: Pre-Columbian Metallurgy
of South America, E. P. Benson, editor, Dumbarton Oaks, Washington, D.C.1979, pp. 53-104; Idem,
“Innovation and resplendence: Metalwork for Moche Lords”, en: Moche Art and Archaeology in Ancient
Peru, editado por Joanne Pillsbury, Studies in the History of Art 63, Center for Advanced Studies in the
Visual Arts, Symposium Papers XL, National Gallery of Art, Yale University Press, Washington, 2001,
pp. 207-221.
427
C.f. Heather Lechtman, “Temas de metalurgia andina”. En: Tecnología Andina, R. Ravines,
compilador. Instituto de Estudios Peruanos e Instituto de Investigación Tecnológica Industrial y de
Normas Técnicas. Lima, 1978, pp. 489-520; Idem, “Andean Value Systems and the Development of
Prehistoric Metallurgy”. Technology and Culture, Vol. 25. Society for the History of Technology, 1984,
pp. 1-36.; H. Lechtman et al., “New perspectives…”, op. cit.
278
metalurgia a partir de los instrumentos para trabajar metales428.
Aunque no de manera específica sino en el marco de la metalurgia andina
central, Paloma Carcedo ha abordado diferentes aspectos tecnológicos de la metalurgia
y orfebrería moche, en diversas publicaciones entre 1998 y 2001. Una de sus
preocupaciones mayores fue entender los diferentes aspectos relacionados al proceso
productivo o cadena operativa, incluyendo las materias primas, las herramientas y los
procesos. Carcedo señala que los moches lograron perfeccionar las técnicas y aleaciones
desarrolladas por los vicús y llevaron a la metalurgia andina hacia su culminación. La
autora resalta que todas las técnicas para trabajo del metal, tanto metalúrgicas como
mecánicas, y todas las formas de decorarlas, fueron conocidas por los moches, y sus
conocimientos pasaron a las generaciones norteñas posteriores429.
Aunque no dentro de un contexto mochica, es sumamente resaltante el estudio
arqueológico, analítico y experimental realizado por Isumi Shimada y su equipo a partir
de sus investigaciones en el Cerro de los Cementerios, el único centro de fundición en el
Perú y en toda América Latina excavado arqueológicamente. En el mismo sentido, son
importantes sus trabajos en Batán Grande (valle de La Leche), gracias a los cuales
contamos con referencias detalladas de los sitios de extracción de minerales y de cómo
fueron las antiguas minas explotadas por los lambayecanos, entre el 750 y el 1150
d.C430.
Carole Fraresso publicó en 2007 su tesis doctoral donde hace una lectura
tecnológica de los metales mochicas, a partir del estudio de muestras provenientes de
diversos contextos mochicas, incluidas algunas piezas de Huacas del Sol y de la Luna.
Este estudio constituye uno de los aportes más completos de los últimos años sobre
tecnología metalúrgica moche. Para Fraressso, los metalurgos moches son los
inventores de ciertos procedimientos complejos de dorado y plateado así como
428
Samuel Lothrop, “Instrumentos para trabajar metales de la costa central del Perú”, en: Tecnología
Andina, Fuentes e Investigaciones para la Historia del Perú /4, Roger Ravines, compilador. Instituto de
Estudios Peruanos, Instituto de Investigación Tecnológica Industrial y de Normas Técnicas, Lima, 1978,
pp. 528-534.
429
Paloma Carcedo, Cobre del antiguo Perú / The Cooper of Ancient Peru, AFP Integra y Southern Perú,
Lima, 1999; Idem, “Instrumentos líticos y de metal utilizados en la manufactura de piezas metálicas
conservadas en los museos”, en: Boletín del Museo del Oro 44-45, Museo del Oro, Banco de la
República, Bogota, 1998, pp. 241-270; Idem, “Silver in precolumbian Perú”. Rain of the Moon, Silver in
Ancient Peru. The Metropolitan Museum of Art. Yale University Press, 2001, pp.27.
430
Shimada Izumi: “Pre-Hispanic Metallurgy and Mining in the Andes: Recent Avances and Future
Tasks”, en: Quest of Mineral Wealth. Aboriginal and Colonial mining and Metallurgy in Spanish
America, Vol. 33, Craig y West editores, Geoscience and man, Louisiana State University, Baton Rouge,
1994, pp. 37-73; Idem, Pampa Grande..., op. cit.; Izumi Shimada, Stephen M. Epstein y Alan K. Craig,
“Batán Grande: A prehistoric Metallurgical Center in Peru”, Science 216, 1982, pp. 952-959; Idem, “The
metallurgical process in ancient North Peru”, Archaeology 36 (5), 1983, pp. 38-45; Shimada Izumi y John
F. Merkel, “Copper-Alloy Metallurgy in Ancient Peru”, Scientific American 265(1), 1991, pp. 80-86.
279
especialistas en el modelado por martilleo431. El siguiente año, esta autora publicó un
artículo sobre el sistema técnico de la metalurgia mochica. Fraresso es una de las pocas
investigadoras que ha abordado el tema de los procedimientos de transformación y
elaboración de los objetos metálicos, con énfasis en la fase de transformación, de la cual
se dispone de mayores datos432.
Magdalena Diez-Canseco publicó un estudio sobre los metales descubiertos en
tumbas del cementerio Yécala (Alto Piura), de filiación Vicus un grupo cultural de la
zona de Piura cuya estrecha relación con los moches es todavía materia de discusión.
Más tarde, Cristóbal Makowski y María Inés Velarde publicaron un artículo sobre las
características y organización de la producción metalúrgica vicús a partir de
observaciones realizadas en el taller de Yecalá433.
431
Carole Fraresso, L’usage du metal …, op. cit., pp. 159.
432
Carole Fraresso, “El "sistema técnico" de la metalurgia de transformación en la cultura Mochica:
nuevas perspectivas”, en: Arqueología Mochica: nuevos enfoques. Actas del Primer Congreso
Internacional de Jóvenes Investigadores de la Cultura Mochica (Lima, 4 y 5 de agosto del 2004), L. J.
Castillo, H. Bernier, G. Lockard y J. Rucabado Yong, editores. Actes & Memoires de l'Institute Français
d'Etudes Andines 21, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú y el Instituto Francés
de Estudios Andinos, Lima, 2008, pp. 153-171.
433
Magdalena Diez Canseco, Los metales Vicús de las tumbas del cementerio de Yécala, Memoria de
Bachiller, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1993; Idem., “La sabiduría de los orfebres”, en:
Vicús, Krzysztof Makowski y otros, colección Arte y Tesoros del Perú, Banco de Crédito del Perú, Lima,
1994, pp. 183-209; Krzysztof Makowski y María Inés Velarde, “Taller de Yécala (siglo III/IV):
observaciones sobre las características y organización de la producción metalúrgica Vicús”, Boletín
Museo de Oro 41, Banco de la República de Colombia, Santa Fe de Bogotá, 1998, pp. 99-118.
280
6.2. Datos etnohistóricos y etnográficos
La información de los cronistas sobre la riqueza en oro, plata y cobre existente en el
Perú es abundante, pero la información sobre aspectos ligados a la producción de
objetos de metal es escasa. El cronista Pedro Cieza de León434 y el cronista cuzqueño
Garcilaso de la Vega resaltan la gran cantidad de oro, plata y cobre que hay en la costa y
en la sierra, que se encuentran por todas partes y en abundancia…
“en la superficie de la tierra y en los arroyos y rios, donde lo llevan las avenidas de las lluvias;
de alli lo sacan, lavando la tierra o la arena, como lavan aca los plateros la escobilla de sus
tiendas, que son las barreduras de ellas. Llaman los espanoles lo que asi sacan oro en polvo,
porque sale como limalla; algunos granos se hallan gruesos, de dos, tres pesos y mas; yo vi
granos de a mas de veinte pesos; llamanles pepitas; algunas son llanas, como pepitas de melon
o calabaza; otras redondas, otras largas como huevos (…) La plata se saca con mas trabajo que
el oro, y se beneficia y purifica con mas costa. En muchas partes del Peru se han hallado y
hallan minas de plata, pero ningunas como las de Potocsi, (…)”
435
.
En cuanto a los aspectos tecnológicos, el mismo Inca Garcilaso nos proporciona
información sobre cómo los indios fundían la plata en la zona de Potosí, en la actual
Bolivia:
“Templado asi el metal, lo fundian en unos hornillos portatiles, a manera de anafes de barro; no
fundian con fuelles ni a soplos, con los canutos de cobre, como en otra parte dijimos que fundian
la plata y el oro para labrarlo; que aunque lo probaron muchas veces, nunca corrio el metal ni
pudieron los indios alcanzar la causa; por lo cual dieron en fundirlo al viento natural. Mas
tambien era necesario templar el viento, como los metales, porque si el viento era muy recio
gastaba el carbon y enfriaba el metal, y si era blando, no tenia fuerza para fundirlo. Por esto se
iban de noche a los cerros y collados y se ponian en las laderas altas o bajas, conforme al viento
que corria, poco o mucho, para templarlo con el sitio mas o menos abrigado. Era cosa hermosa
ver en aquellos tiempos ocho, diez, doce, quince mil hornillos arder por aquellos cerros y
alturas. En ellas hacian sus primeras fundiciones; despues, en sus casas, hacian las segundas y
terceras, con los canutos de cobre, para apurar la plata y gastar el plomo; porque no hallando
los indios los ingenios que por aca tienen los espanoles de agua fuerte y otras cosas, para
apartar el oro de la plata y del cobre, y la plata del cobre y del plomo, la afinaban a poder de
fundirla muchas veces. De la manera que se ha dicho habian los indios la fundicion de la plata
en Potocsi, antes que se hallara el azogue (…)”
436
.
El Inca Garcilaso habla también sobre las cuentas de oro, cuyas junturas eran
434
P. Cieza de León, Crónica del Perú…, op. cit., pp. 282.
435
Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios …, op. cit., tomo II, Biblioteca Ayacucho 6, capítulo XV,
Caracas, 1609/1976, pp. 205.
436
Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios…, op. cit., capítulo XXV, pp.206-207.
281
soldadas a pesar de su pequeño tamaño, causando su trabajo admiración entre los
plateros españoles que las “miraban por gran maravilla”437.
Platero es un término que se utilizó para nombrar a los que trabajaban el metal,
equivalente a orfebre. El padre Oliva asevera que al llegar Pedro de Candia a Tumbes,
en el extremo norte de la costa peruana, fue llevado por los principales del pueblo al
Templo del Sol, donde vio también muchos plateros y oficiales que labraban las piezas
de metal, probablemente adjuntos al templo 438. Este dato es corroborado por La
Calancha cuando dice que:
“Los Indios creyeron que Candia era ijo del Sol, o venido del cielo, i le llevaron a su Tenplo del
Sol que avia edificado Guaynacapac junto a la fortaleza de Tunbes, en que avia gran suma de
plateros, i estavan las paredes cubiertas con planchas de plata, i aquellos grandes tesoros que en
439
el capitulo antecedente referimos…”
.
El padre Acosta440 resalta que el oficio de platero, como algunos otros, era
especial, dado el tipo de material que manejaba y los objetos que producía. El licenciado
Falcón, en cuanto a los oficios de la Costa, escribió sobre los Cori o mineros. Para el
caso inca, Murúa señala dos oficios relacionados al trabajo del metal: mitimaes
(mitayos): que trabajaban como mineros “y no trabajauan en las minas sino era quando
el Ynga les mandaba le sacasen oro y plata, pero recidian de hordinario en ellas y el
Ynga de sus chacaras les sustentaba”, y oficiales plateros de oro y plata “para hazer la
bajilla del Ynga de chamilcos, ollas, cantaros, aquillas y otros bacos”441.
Ahora abordaré algunos aspectos ideológicos. Murúa señala que los mineros
adoraban el cerro de la mina, velándolo entre bailes y libaciones y:
“en las minas, que ellos dizen coya, reberenciauan a los metales mejores, que llaman mama, y a
las piedras dellos las oradauan, besandolas, con diferentes ceremonias, y a la plata y a las
pepitas de oro en polbo y a las guairas, donde se funde la plata, y al metal llamado soroche, al
azogue y bermellon que llaman ychma, y limpi, que eran muy preciados para sus
subpesticiones”442.
Cristóbal de Albornoz sostenía que los indios de las provincias del
437
Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios…, op. cit., capítulo V, pp. 162.
438
Citado en L. Valcárcel, Historia…., op. cit., tomo 1, pp. 362.
439
A. de la Calancha, Coronica moralizadora…., op. cit., tomo 1, libro 1, capítulo XVI.
440
J. de Acosta, Historia natural…, op. cit., libro Cuarto, capítulo XVI.
441
Martín de Murúa, Historia general del Perú, origen y descendencia de los Incas, tomo 2, colección
Joyas Bibliográficas, Bibliotheca Americana Vetus, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, Madrid,
1590 / 1962-64, capítulo 21.
442
M. de Murúa, Historia general…, op. cit., capítulo 28.
282
Chinchaysuyu:
“Escoxen el más hermoso fruto y lo guardan… y desta forma de todos los minerales de oro y
plata o azogue que antiquísimamente se ha descubierto. Han escogido las mas hermosas piedras
de los metales y los han guardado y guardan y los mochan llamándolas madres de la tales
minas. Y primero que los vayan a labrar, el día que han de travajar, mochan y beven a la tal
piedra llamándola mama de lo que travajan” 443.
El cronista Bernabé Cobo afirma que las minas eran consideradas huacas en
donde los nativos rezaban y celebraban en su honor con “fiestas en las que los mineros
danzaban y bebían chicha durante toda la noche” 444.
Más allá de los datos dejados por los cronistas, los documentos administrativos y
notariales coloniales también han servido de fuente de información para los
etnohistoriadores. Susan Ramírez publicó en el año 2007 un estudio sobre la minería y
la metalurgia indígenas de los siglos XVI y XVII en el norte del Perú, para aportar
información sobre cómo estas actividades se ajustaban en la organización
socioeconómica de la Costa Norte. Esta autora se basó en bibliografía secundaria y
fuentes manuscritas de entre 1535 y 1600445. De acuerdo a Ramírez, durante el dominio
inca, los señores de la costa y sierra norte delegaban un grupo de súbditos para que
consiguieran menas. Los minerales eran llevados a los talleres centrales donde los
metalurgos los fundían y obtenían los lingotes que eran entregados a los orfebres para
su conversión en elementos suntuarios o utilitarios. Los objetos suntuarios más
elaborados de oro y plata ingresaban al sistema redistributivo imperial, mientras que los
utilitarios ingresaban a las redes redistributivas locales. Los historiadores Waldemar
Espinoza y María Rostworowski han resaltado el trabajo de los orfebres durante la
dominación inca. Espinoza señaló que había diferentes categorías y estatus, y que dentro
de las especializaciones, los orfebres y plateros tenían mayor reputación que los otros
tipos de artesanos. Según Rostworowski, los artesanos más solicitados por los incas
fueron los plateros u orfebres costeños446.
En cuando a los datos etnográficos, Rafael Larco en su ya mencionado libro
“Los Mochicas”, hace un análisis de la tecnología metalúrgica mochica, el cual está
basado en la observación, apoyado por algunos datos etnohistóricos proporcionados por
cronistas. Igualmente, se apoya en datos etnográficos procedentes de comunidades
serranas cuyos métodos, según este investigador, “son supervivencias de los empleados
443
Citado en S. Ramírez, “La minería y la metalurgia nativa en el norte peruano (siglos XVI-XVII)”.
Anuario de Estudios Americanos, enero-junio, Sevilla (España), 2007, pp. 177-178.
444
B. Cobo, Historia del Nuevo Mundo. Biblioteca de Autores Españoles, ediciones Atlas. Madrid.
1653/1964, libro 3, cap. 2.
445
Susan Ramírez, “La minería y la metalurgia …”, op. cit., pp. 175-208.
446
W. Espinoza Soriano, Los Incas, economía, sociedad y estado en la era del Tahuantinsuyo, Amaru
Editores, segunda edición, Lima, 1990, pp. 283; M. Rotowrowski, Historia del Tahuantinsuyu, Instituto
de Estudios Peruanos, serie Historia Andina 13, Lima, 1992, pp. 212.
283
en la época que nos ocupa, tanto porque las regiones donde los practican han tomado
poco o ningún contacto con la cultura europea”447. En base a esto, Larco aporta datos
sobre la minería e infiere algunos aspectos ligados a la producción.
447
R. Larco, “Los Mochicas”, op. cit., tomo 2, pp. 128-158.
284
6.3. Datos iconográficos
Como he mencionado en el capítulo sobre producción textil, no es común en la
iconografía mochica encontrar representaciones que nos remitan a actividades
productivas artesanales. Existe una vasija de cerámica que representa un paso
tecnológico de la metalurgia: la fundición; así como un par de escenas representadas en
murales. La pieza en cuestión es descrita y analizada detalladamente por Christopher
Donnan en un artículo publicado en 1998, información que sintetizamos en las
siguientes líneas.
6.3.1. La vasija
Esta vasija pertenece a una fase estilística difícil de determinar, pero según Donnan
“data alrededor del año 500 de nuestra era”448. Pertenece a la colección del Museo
Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú, y su procedencia es
incierta449. Es un cuenco abierto que representa en su interior una escena escultórica
sobre la fundición del metal. Mide 16 cm de alto y 29 cm de diámetro, poseyendo una
base casi plana. En detalle, se trata de cuatro figuras modeladas dispuestas alrededor de
un posible horno de fundición (ver figura 137), aunque hubo una quinta, aparentemente,
según lo indicaría “las raspaduras producidas por el desprendimiento de la misma”. La
superficie externa de la vasija está pintada de crema sobre la cual se han dibujado
tocados en forma de media luna, de color rojo ocre.
El horno y los objetos
Es una estructura en forma de cúpula; esta es lisa en su porción inferior, donde hay una
abertura en forma de media luna, con dos orificios inmediatamente debajo. La porción
inferior está formada por una superficie esferoide sobre la cual hay siete objetos rojizos
en alto relieve y cinco orificios circulares que perforan la superficie. Donnan resalta la
existencia de al menos otros seis ejemplares de cuencos con cúpula hueca en su interior.
De ellos, seis representan a una mujer desnuda modelada en alto relieve y una
representa un cangrejo con un pájaro posado sobre su espalda. En los seis casos, la
cúpula presenta una abertura en forma de media luna y entre dos y seis orificios. Por tal
motivo, la abertura y los orificios “no deben ser vistas necesariamente, como parte del
proceso metalúrgico”, más si el anillo decorado con rectángulos y los objetos rojizos.
Siguiendo esta reflexión, el horno representado no debe ser visto como una estructura
circular cerrada con orificios, sino como una estructura de calentamiento abierto, donde
los orificios representan una estrategia del ceramista para oxigenar el interior de la
cúpula y evitar su fractura durante la cocción y no una característica del horno
448
C. Donnan, “Un ceramio moche…”, op. cit., pp. 9.
449
Según C. Donnan, ibid., el coleccionista que la poseía dijo haberla comprado a un huaquero que
aseguró la extrajo de un sitio en el valle de Nepeña, considerado el valle más sureño del territorio del
Estado conocido por la arqueología como Moche del Sur.
285
representado450.
Figura 137. Vasija que representa en forma escultórica la fundición del metal (fotografía de C.
Donnan, 1998, op. cit. pp. 10, figura 1).
Son siete los objetos rojizos colocados sobre la cúpula. Dos de los objetos han
sido identificados por C. Donnan como “la porción metálica de un tipo particular de
tocado que es mostrado en la cerámica moche”. (…) Tres de los objetos parecen ser
“lingotes o láminas de metal que estarían en proceso de ser calentados para ser
martillados y usados en la confección de implementos o de tocados”. Los dos objetos
restantes son de forma redondeada y “podrían estar en proceso de ser transformados en
máscaras o en tocados”, objetos que denotan rango y posición para quien los usa. Si
dichos objetos son de cobre es probable que “estén siendo recocidos para,
posteriormente, ser martillados” 451, propuesta con la que concuerda Paloma
Carcedo452. También, según Donnan, existe la posibilidad de que se trate de tumbaga
“una aleación de oro y cobre que está siendo calentada para ser modelada por
martillado o dorada por la técnica de mise en couleur” 453.
Los individuos
Son cuatro individuos de sexo masculino los dispuestos alrededor del horno. De los
cuatro individuos, tres están soplando dentro del horno, a través de tubos, para aumentar
la temperatura. Dichos tubos pudieron haberse elaborado de caña, a los cuales los
moches colocaron las toberas de cerámica en el extremo por donde soplaban con el fin
de no quemarse. El cuarto individuo está colocando los objetos que están encima de la
cúpula del horno.
450
Ibid.
451
C. Donnan, “Un ceramio moche…”, op. cit., pp. 16.
452
Citada en C. Fraresso, L’usage du metal …, op. cit., pp. 128.
453
C. Donnan, “Un ceramio moche…”, op. cit., pp. 16.
286
Un quinto individuo parece haberse perdido durante el saqueo de la pieza. Según
Donnan “las marcas dejadas por él sugieren que su porción inferior era similar a los
tres personajes con los sopladores”. Los sopladores tienen las piernas separadas y
adheridas a la parte inferior de la cúpula. En contraste, la cuarta figura, que está
manipulando los objetos, no tiene las piernas separadas y la cavidad interna de su
cuerpo se abre directamente sobre la cúpula.
En todos los casos, los individuos están vestidos con un camisón y cinturón; la
cabeza la cubren con un turbante. Uno de los sopladores lleva un par de orejeras. C.
Donnan resalta que ninguno de los personajes lleva un atuendo elaborado ni usan
adornos de metal u otro material, a excepción de las orejeras mencionadas. Sin
embargo, creo que la aparente “simpleza” de la vestimenta no debe llevarnos a pensar
que son personas de una clase social baja. No creo que un grupo de metalurgos-orfebres
en pleno trabajo vestirían sus mejores galas, sino una vestimenta cómoda y aparente
para el trabajo. Por el contrario, creo que el uso de túnicas decoradas, aunque sea de
manera simple, y de orejeras, estarían indicando que son artesanos de una cierta
posición social elevada. Pero sobre este tema volveremos más adelante, al hablar de la
identidad del productor. Así también lo interpreta C. Donnan al señalar que
presumiblemente “el artista quiso representar la escenas con los individuos vestidos,
tal como se usaba en este tipo de actividades” 454. El personaje que manipula los objetos
a fundir probablemente sea el maestro y los que hacen de fundidores o sopladores
quizás sean sus aprendices.
Es importante señalar que no sólo se está representando una escena de
producción artesanal. Dada la importancia ideológica del metal y su manipulación, es
posible que la vasija sea un elemento propiciatorio que conduzca al éxito técnico, tal
como sugiere Carol Fraresso455.
6.3.2. Los murales
Existen dos escenas iconográficas representadas en dos murales similares registrados en
la huaca de la Luna y en la huaca Cao Viejo, en el complejo El Brujo (valle de
Chicama). Forman parte de una escena mayor denominada arqueológicamente como “el
Tema Complejo”.
La escena del mural de la huaca de la Luna no es lo suficientemente clara como
para asociarla a alguna actividad metalúrgica, pero su contraparte de la huaca Cao Viejo
lo es en cierta medida. En la escena, uno de los personajes, el de la derecha, está
soplando por medio de un tubo para manipular la atmósfera de un pequeño fogón; es un
metalurgista fundidor. Identifico al personaje de la izquierda, a partir de la posición de
uno de los brazos en actitud de dar un golpe, como un orfebre deformador. Según
Carole Fraresso, estas dos ilustraciones podrían figurar simbólicamente el lugar de las
454
455
C. Donnan, “Un ceramio moche…”, op. cit., pp. 16.
Carole Fraresso, Identidad(es) social(es) de un orfebre Mochica del Valle de Jequetepeque.
Conferencia realizada en el Instituto Francés de Estudios Andinos, 2006. Manuscrito inédito; C. Fraresso,
L’usage du metal…, op. cit.
287
actividades metalúrgicas en el ritual mochica sobre el manejo de los conocimientos
divinos456 (figura 138).
Figura 138. Escenas de metalurgia
representadas en murales de la huaca
de la Luna y la huaca Cao Viejo (El
Brujo). Tomado de C. Fraresso,
L’usage du metal…, op. cit., pp. 129,
figura 31.
456
C. Fraresso, L’usage du metal …, op. cit., pp. 129, figura 31.
288
6.4. El dato arqueológico sobre la metalurgia y orfebrería en la ciudad de las
huacas del Sol y de la Luna
En este punto, empezaremos describiendo el único taller de metalurgia hasta el
momento registrado en la ciudad, y finalmente hacer un análisis de la presencia de
objetos de metal en espacios arquitectónicos y funerarios.
6.4.1. Contexto arquitectónico y elementos asociados
En este punto presentaremos los espacios arquitectónicos asociados a la producción de
objetos de metal
El taller del CA27
El CA27, excavado en el año 2003457, tiene un área de 1200 m2. Se subdivide en tres
subconjuntos, cada uno con sus particularidades arquitectónicas y funcionales. Al
interior del subconjunto 3, se han definido dos ambientes que habrían cumplido la
función de taller de metalurgia en diferentes momentos de ocupación: los ambientes 2715 y 27-30.
Durante la ocupación asociada al piso 3 (antepenúltima), se encontró una gran
cantidad de material asociado al trabajo del metal en el ambiente 27-15 (figura 139). El
material es abundante, pero puesto que el contexto estaba disturbado, su función como
taller es dudosa.
Figura 139. Plano del CA27 y el taller de metalurgia encerrado en un círculo. Antepenúltima
ocupación (piso 3). Modificado de Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit., pp. 97, fig. 117.
457
N. Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit.
289
Y es que este ambiente se ubica dentro de un espacio muy perturbado, en
especial porque fue cortado por una vía de coches, actualmente clausurada, que cruzaba
el yacimiento en sentido oeste-este. Esto ocasionó la destrucción de gran parte de los
elementos arquitectónicos al interior del ambiente, de tal forma que su función como
taller se especula a partir del material arqueológico mueble encontrado en su interior, no
en piso sino en material de relleno, conformado por herramientas de cerámica (7
toberas, 33 fragmentos de crisoles para fundición), herramientas de piedra (3 martillos,
2 pulidores, 1 percutor y 2 yunques), fragmentos de metal (24 alargados, 14 laminares,
2 esféricos, 2 alambres, 39 indeterminados), algunos productos terminados (3 agujas, 1
dardo y un cuchillo tumi pequeño) y 7 prills (gotitas y salpicaduras de cobre resultantes
del proceso de fundición)458.
Durante la penúltima ocupación (piso 2) el taller estuvo configurado por los
ambientes 27-25, 27-27, 27-28, 27-29 y 27-30 (figura 140). El ambiente 27-30, el área
principal, presentó dos fragmentos de un yunque y tres zonas de quema circulares
alineadas de noreste a sureste.
Figura 140. Plano del CA27 y el taller de metalurgia encerrado en un círculo. Penúltima
ocupación (piso 2). Modificado de Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit., pp. 97, fig. 117.
Luego, el ambiente fue remodelado. En el relleno entre el piso 2 y su
remodelación se encontró una gran cantidad de prills, escoria de cobre, toberas y
herramientas de piedra. En el piso remodelado se observa un yunque in situ
fragmentado con cobre oxidado adherido a su superficie, así como prills sobre el piso y
alrededor del yunque, fragmentos de cerámica (probablemente crisoles) con sales de
cobre adheridas a su superficie y fragmentos de cerámica con metal vitrificado. Tres
458
N. Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit., cuadros 2, 16 y 19.
290
zonas de quema fueron registradas, dos de ellas de tonalidad blanca, lo cual indica una
combustión intensa. Los ambientes 27-25, 27-26, 27-28 y 27-29 serían silos a los cuales
se accedía a partir del ambiente 27-27459. En el ambiente 27-15 también se registró una
gran cantidad de material asociado a la producción metalúrgica, pero dentro de un
contexto disturbado, sin evidencia arquitectónica clara.
Carole Fraresso hizo un análisis de los materiales registrados en los ambientes
27-15 y 27-30 de la penúltima ocupación (piso 2); así como de algunos contextos
asociados. El análisis incluye exámenes metalográficos de muestras pulidas y análisis
de composición elemental mediante un sistema de espectrometría de rayos X460. Para
Fraresso, el yunque registrado in situ (figura 141) no habría sido utilizado para deformar
el metal, sino para operaciones como el machacado del metal, o para preparación de las
pastas arcillosas adecuadas para fabricar los crisoles, las toberas y/o los moldes,
operaciones de desmolde, entre otros proceso inherentes a la cadena operativa461.
Figura 141. Yunque registrado en el taller de la penúltima ocupación, ambiente 27-30. Foto
PAHL.
Con respecto a las tres zonas circulares de quema, Fraresso462 también nos
ofrece una interpretación de su función. Así, las dos zonas ubicadas en el centro del
ambiente, de forma muy simple y a modo de pequeños fogones, podrían ser hornos de
recocido. La estructura circular ubicada entre estos tres fogones, pegada al muro límite
norte del ambiente, de 30 cm de diámetro, y que contenía carbón, ceniza blanca y un
adobe rubificado por el fuego, ha sido identificado por Fraresso como un horno de
fusión (figura 142) donde:
459
N. Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit., pp. 121-122, 143.
460
C. Fraresso, L’usage du metal…, op. cit.
461
Ibid., pp. 435-436.
462
Ibid., pp. 437.
291
“El crisol conteniendo el metal a fundir se acuña sobre el adobe en el centro del fogón; el horno,
alimentado con carbón de madera y ventilado con uno o varios sopletes, permite llegar a la
fusión del cobre (1084°C) o aleaciones con base de cobre (950°C). La localización de este horno
contra la pared del ambiente, podría explicarse por la búsqueda, de parte de los metalurgos, de un
lugar más oscuro que les permitirá garantizar la buena lectura de las temperaturas del metal (para
la colada) y/o para efectuar operaciones de fundición al abrigo de los corrientes de aire…”463.
Figura 142. Horno circular, de fusión
según Fraresso. Foto PAHL.
Fraresso logra reconstruir la forma de al menos uno de los tipos de crisoles
utilizados en el taller. Describe a esta pieza como una pequeña vasija de 5 cm de
diámetro y 3 cm de profundidad, que tiene por lo menos un asa en el borde, y que tiene
un volumen aproximado de 30 ml de metal464. Estas piezas presentan una pasta muy
porosa, y en su interior presentaban una capa fina de cobre, invisible al ojo humano, que
podría indicar que los crisoles habrían servido para una sola operación de fundición. El
lado cóncavo corresponde a la parte que estará directamente en contacto con el horno;
su color rosado resulta de la atmósfera oxidante en la cual se expone el crisol al retirarse
del horno para realizar la colada del metal fundido465.
Las toberas registradas (figura 143) habrían servido para controlar la ventilación
de los hornos, y en la mayoría de los casos, no habrían tenido contacto directo con los
fogones. Su pequeño tamaño y sus características de alteración indicarían que se
utilizaron para soplar directamente por encima de los crisoles, inclinados a 45º, siendo
el chorro de aire directamente dirigido sobre el metal contenido en ellos466.
463
C. Fraresso, L’usage du metal …, op. cit., pp. 437; traducción de la misma investigadora.
464
Ibid., pp. 440.
465
Ibid., pp. 439-440.
466
Ibid., pp. 437-438.
292
Figura143. Algunas de las toberas registradas en el subconjunto
3 del CA27, que incluye los ambientes donde funcionaron los
talleres en la penúltima y antepenúltima ocupación. Foto
PAHL.
Fraresso tantea dos hipótesis como respuesta a la pregunta que plantea qué
fundían los metalurgos moches en estos crisoles: (1) aleaciones ya « listas» bajo forma
de pequeños lingotes y traídos al taller desde otro lugar, los cuales eran refundidos en
los crisoles para refinarlos; (2) o el mismo metalurgista preparaba aleaciones en este
espacio, en cantidades previamente definidas, dependiendo de los objetivos técnicos y/o
estéticos buscados. La segunda hipótesis parece más probable para esta investigadora467.
En base a la dimensión y la forma de los crisoles (de 0,03 l de capacidad), así
como aquellas de las toberas, Fraresso468 infiere que en el taller se fundía muy pequeñas
cantidades de metal (300 g de cobre máximo) por cada crisol, y consecuentemente, eran
fabricados objetos de pequeñas dimensiones.
Fraresso examina los restos de metal encontrados en el taller identificando
caídas de metales (recortes de láminas), esbozos abandonados durante el proceso de
fabricación o fallos de fabricación (barras y varillas de sección rectangular o circular,
semi-cuenta), sub-productos resultantes de operaciones de fundición (escorias de fusión,
gotitas y salpicaduras), un pequeño lingote y semiproductos (barras, masas metálicas
circulares) y, finalmente, objetos acabados que pueden ser productos manufacturados en
el mismo sitio o piezas fuera de uso depositadas en el taller y destinadas a un futuro
reciclado469. En base a este corpus, Fraresso identifica tres grandes clases de metales o
aleaciones: (1) cobre no aleado; (2) cobre poco aleado, con 1,5 % de oro, seguramente
resultante del reciclado; y (3) aleación ternaria con aproximadamente 20 % de oro, tipo
Cu-Au-Ag (tumbaga)470.
Finalmente, en lo que respecta al material lítico, se ha identificado el uso de
rocas de origen magmático (andesita, granito y granodiorita) como materiales
empleados para la elaboración de herramientas. Fraresso reconoce tres grandes
categorías de herramientas. La primera corresponde a herramientas “activas”, es decir
467
C. Fraresso, L’usage du metal …, op. cit., pp. 445.
468
Ibid., pp. 445.
469
Ibid., op. cit., pp. 446.
470
Ibid., pp. 450.
293
de golpe. Se componen de dos martillos pulidos con forma alargada, de los cuales una o
las dos extremidades redondeadas presenta(n) huellas de impacto. La segunda
corresponde al tipo de herramientas “pasivas” o “sufrideras”, y está representada por la
presencia de un solo fragmento de tas (o pequeño yunque) cuya forma original formaba
un paralelepípedo, de superficie plana y lisa. Finalmente, la última categoría se
compone de objetos planos y más o menos lisos cuyas superficies presentan evidencias
de frotamiento. Este tipo de piezas podría corresponder a pulidores; sin embargo, la
morfología de estos últimos no responde a los criterios generalmente definidos para
estas herramientas (Carcedo 1992, 1998) 471.
Fraresso concluye que dentro del taller asociado al ambiente 27-30 se realizaba
la fundición del cobre y aleaciones preciosas, como refinado, preparación del cobre y
aleaciones tumbaga mediante el reciclado, las cuales eran seguidas por operaciones de
deformación, todo esto con el fin de transformarlos en objetos de tamaño pequeño.
6.4.2. Los restos de metal
Aquí trataré sobre los elementos registrados en los contextos arquitectónicos y
funerarios que sustentan la ejecución de dicha actividad y su consumo interno. Estos
elementos involucran objetos terminados, sean enteros o fragmentos de ellos.
Dentro de los contextos arquitectónicos, hemos tomado para el análisis los CA
17, 21, 27, 30, 35 y 39, los cuales han sido excavados hasta la penúltima ocupación, es
decir, los tres pisos asociados a nuestro periodo de estudio. Además, su material
metálico ha sido debidamente reportado en sus respectivos informes. Estos seis
conjuntos arquitectónicos suman una muestra de 680 elementos de metal, entre objetos
completos y fragmentos de ellos. La información ha sido ordenada siguiendo dos
criterios: según el CA (cuadro 15) y según el piso de ocupación (cuadro 16).
Siguiendo la información del cuadro 17, observamos que la mayor parte de la
muestra proviene del CA27 (38,24%). Esto se debe a que es en este CA donde se
registró el taller de metalurgia descrito y analizado en el punto anterior. Los objetos
registrados en los CA son de factura sencilla, principalmente de cobre, y agrupan
utensilios domésticos como agujas para costura sencilla, agujas para abrir conchas
marinas, y pinzas para depilar; algunas herramientas y utensilios para trabajo artesanal
como espátulas, punzones, aguja, y pequeños cuchillos tipo tumi, para posibles rituales
domésticos.
Las agujas de metal pudieron responder a una serie de usos domésticos, desde la
sencilla costura de prendas hasta para abrir conchas de moluscos. De allí su presencia en
todos los conjuntos arquitectónicos. Los anzuelos para pesca indicarían una posible
actividad de pesca de alguno de los habitantes de los conjuntos arquitectónicos, sea en
el cercano río Moche o en el mar, distante a 5 o 6 kilómetros de la ciudad, o también en
un intercambio con los pescadores, a cambio de sus pescados.
Solamente se registró un piruro de metal; esto se debería a que el material más
471
C. Fraresso, L’usage du metal …, op. cit., pp. 464.
294
común para la elaboración de piruros fue la arcilla. La misma explicación se podría
intentar para el caso de la cuenta, también producidas más comúnmente de arcilla o
piedra, o para el caso de la pesa de red, normalmente fabricadas de piedra. Si bien es
lógico suponer que sus dueños fueron gente de elite, y que, tras el abandono del sitio,
deberían llevarse objetos de valor como estos, las explicaciones para sustentar su
presencia en la muestra podrían resultar muy subjetivas.
La presencia de fragmentos laminares que se hallan en todos los conjuntos
arquitectónicos de la muestra se debería a que estos habrían formado parte de vestidos
de gente de la elite que habitó estos CA, y que debieron desprenderse accidentalmente.
Aún cuando no son objetos propiamente dichos, sino desechos del proceso
productivo, y por lo tanto no figuran en los cuadros 17 y 18, es importante la presencia
de prills, especialmente en el CA27. Como sabemos los prills están directamente
asociados a la producción metalúrgica, en especial a la fundición del metal. A priori,
resulta extraño que los prills se hayan registrado también en los demás CA, a excepción
del CA39, pero un análisis más profundo permite descubrir que esto no es del todo
extraño si tenemos en cuenta que estos CA son “vecinos” del taller y se ubican en la
zona central del yacimiento, mientras que el CA39 es un contexto arquitectónico
excavado en la zona norte del mismo, lo suficientemente alejado para que los prills no
se registren en esa zona. Las últimas excavaciones en la zona norte, en los bloques
arquitectónicos 3 y 4, tampoco reportan prills dentro de su muestra de metal. Además,
el número de objetos de metal es muy pequeño.
Existen diversos procesos que
pudieron llevar a movilizar los prills desde el taller hasta los CA aledaños. Pudieron ser
llevados por moches que ingresaron al taller y los recogieron del suelo; pudieron ser
transportados por moches durante la remoción de basura y rellenos de tierra para la
deposición de rellenos de pisos arquitectónicos o de tumbas; pudieron ser removidos
por las actividades agrícolas en época chimú, que incluiría tanto el arado como el
movimiento del agua a través de los canales y los mismos surcos; entre otros.
295
Aguja
piruro
Anzuelo
pesa de red
Punzón
Espátula
Objetos
Pinza para depila
Cuenta
dardo
grapa
cuchillo tumi
botella miniatura
alargado recto
alargado tubular
alargado curvo
Fragmentos laminar
esférico
alambre
indeterminados
P1 P2
12
14
CA17
P3
Subt
7
33
P1 P2
18,54
1
21
%
2
CA21
P3
Subt
3
25
2
P1
14,04
3
%
FASE ESTILÍSTICA MOCHE IV - NÚCLEO URBANO
CA27
CA30
P2
P3
Subt
%
P1 P2
P3
Subt
5
4
12
6,74
15
30
1
3
66,67
1
3
3 100,00
1 100,00
1
4,00
1
1
5
1
2
1
8
3
3
4,84
16
57
13,33
12,05
1
1
10
22
%
10,11
33,33
100
88
2
2
8,00
3
60,00
1
1
1 100,00
1 20,00
1
20,00
1
4
40,00
13
1
20,97
20,00
4
1
9
14
22,58
2
1
3
4,84
8
77
6,67
16,28
6
2
12
20
100
16,67
21,14
3
2
5
30
4,17
6,34
1 100,00
1
3
7
TOTAL
CA39
P1 P2
P3
Subt
23,6
5
11
2
18
%
3 100,00
3
5
CA35
P1 P2
P3
Subt
48 26,97
5
15
22
42
1 100,00
1
1
1 100,00
1
1
%
6
6
9,68
1
11
2
12
48
40,00
10,00
10,15
9
1
1
1
4
36
6
2
22
3
2
55
46 100,00
6 60,00
2 100,00
23 37,10
4 80,00
3 60,00
59 49,17
161 34,04
4
3
1
8
6
2
2
#
%
178 37,63
1
0,21
3
0,63
1
0,21
1
0,21
3
0,63
1
0,21
25
5,29
3
0,63
1
0,21
5
1,06
1
0,21
46
9,73
10
2,11
2
0,42
62 13,11
5
1,06
5
1,06
120 25,37
473 100,00
Cuadro 15. Objetos y fragmentos de objetos de metal registrados en las excavaciones en el núcleo urbano del yacimiento arqueológico Huacas del Sol y de la Luna,
ordenados según conjunto arquitectónico (CA). Fuente: informes de excavación del PAHL.
296
PISO 1 (ÚLTIMA OCUPACIÓN)
CA17 CA21 CA27 CA30 CA35 CA39 Subt
Aguja
piruro
Anzuelo
pesa de red
Punzón
Espátula
Objetos
Depilador
Cuenta
dardo
grapa
cuchillo tumi
botella miniatura
alargado recto
alargado tubular
alargado curvo
Fragmentos laminar
esférico
alambre
indeterminados
12
1
3
15
5
5
%
41 23.03
FASE ESTILÍSTICA MOCHE IV - NÚCLEO URBANO
PISO 2 (PENÚLTIMA OCUPACIÓN)
CA17 CA21 CA27 CA30 CA35 CA39 Subt
%
14
21
5
30
1
2
15
11
1
1
1
1 #####
5
1 #####
5 20.00
1 33.33
3
1
1
1
1
7
2
2
1
5
1
1
4
6
6
7
1
1
18
79
3
22
2
10
3
2.17
11.29
20.00
20.00
15.00
16.7
4
10 40.00
2 66.67
1 100.00
1 100.00
9 19.57
4 40.00
9
4
3
1
3
2 40.00
1
1
7
TOTAL
%
#
41 23.034
3 100.00
1
1
96 53.93
1 100.00
3 100.00
1 100.00
PISO 3 (ANTEPENÚLT. OCUPAC.)
CA17 CA21 CA27 CA30 CA35 CA39 Subt
3
6
8
1
11
1
1
1
4
8
1
2
2
2
3
21 33.87
1 20.00
2 40.00
30 25.00
185 39.112
3
36
6
2
22
3
2
55
2
9
1
12
2
10
40
3
60
36 78.261
6
60
2
100
34 54.839
3
60
2
40
72
60
209 44.186
%
178
37.63
1
0.21
3
0.63
1
0.21
1
0.21
3
0.63
1
0.21
25
5.29
3
0.63
1
0.21
5
1.06
1
0.21
46
9.73
10
2.11
2
0.42
62
13.11
5
1.06
5
1.06
120
25.37
473 100.00
Cuadro 16. Objetos y fragmentos de objetos de metal registrados en las excavaciones en el núcleo urbano del yacimiento arqueológico Huacas del Sol y de la Luna,
ordenados según piso de ocupación. Fuente: informes de excavación del PAHL.
297
6.5. Los productos terminados de metal
Tal como aclara Fraresso, es imposible precisar el tipo o tipos de piezas u objetos
producidos en el taller del CA27. En las excavaciones de la temporada 2003471
registramos una espátula, una punta y un tumi en miniatura dentro de la escorrentía que
perturbaba el ambiente 27-30, pero Fraresso sostiene que dichos objetos no son
discriminantes para saber si fueron fabricados localmente, sea en el taller 27-15 o el 2730, o importados para ser reciclados472.
Si asumimos que los productos de metal registrados en los diferentes contextos
del yacimiento fueron fabricados in situ, entonces es factible hacer una lista de
diferentes tipos de productos terminados de metal, fabricados en áreas de actividad aún
no precisadas. En este punto, presentaré un catálogo de los productos de metal
registrados arqueológicamente en las huacas del Sol y de la Luna, asociados a la fase
estilística Moche IV, que comprende nuestro periodo de estudio. Quiero recalcar que lo
que presento a continuación es un catálogo de objetos de metal del yacimiento objeto de
estudio; no necesariamente tipifica el corpus de objetos de metal de todos los
yacimientos mochicas del valle de Moche, y menos aún de fuera del valle. Este catálogo
se complementa con información iconográfica que nos dará una idea de la función que
tuvieron algunos de los productos mencionados. También infiero que algunos objetos
producidos durante la fase Moche III aún se conocían, se utilizaban y producían durante
la fase Moche IV, por lo cual utilizaremos también información Moche III como
complemento.
Dentro del corpus local encontramos elementos decorativos, elementos de unión
o soporte y piezas.
6.5.1. Elementos decorativos o aplicaciones
Son elementos que presentan perforaciones que indican que formaron parte de otras
piezas mayores, ya sea colgando o de manera rígida. Su ubicación se infiere a partir de
piezas halladas in situ como de la iconografía. Dentro de este grupo contamos con
objetos sobre láminas y cuentas.
Objetos sobre láminas
Elementos hechos a partir de una sola lámina; es un grupo variado. Incluye lentejuelas,
que son piezas laminares de forma circular, generalmente que se cuelgan a estructuras
metálicas o textiles por medio de grapas (figura 144). También placas que son piezas
laminares de forma cuadrada que están sujetas por medio de grapas o cosidas generalmente a las camisas -, en más de uno de sus bordes, de tal manera que adquieren
una situación fija con relación a la estructura que las soporta (figura 145). Le dan a la
camisa una apariencia de cota pero desconocemos si esa fue su intención. Algunas
471
N. Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit.
472
C. Fraresso, L’usage du metal…, op. cit.
298
placas son utilizadas para forrar estructuras de madera, como por ejemplo la base de las
porras.
Figura 144.Lentejuelas de cobre dorado. Foto PAHL.
Figura 145. Placas de cobre dorado. Foto PAHL.
Otro grupo lo forman los objetos laminares alargados que parecen haber forrado
soportes como cascos o mangos de porras. Además, se registró un conjunto de formas
laminares de la fase estilística Moche III con diseños escalonados (figura 146b),
triangulares, zoomorfos (figura 146, a y c), humanos y en forma de cuchillo tumi, en
diferentes zonas de la huaca de la Luna. A veces se observa decoración cincelada o
repujada. A veces, las láminas alargadas y las formas laminares sostienen a su vez
láminas circulares o lentejuelas (figura 146, d y e).
299
Figura 146. Ejemplos de elementos decorativos o aplicaciones laminares más elaborados. (a)
forma laminar que representa un camarón. (b) forma laminar que representa el símbolo escalonado
coronado con una cabeza de ave rapáz; (c) forma laminar que representa una ola que termina en la cabeza
de un felino; (d) objetos laminares alargados que sirven a su vez de soporte para láminas circulares o
lentejuelas; (e) objeto laminar alargado a manera de penacho que probablemente formó parte de un
tocado; representa en la mitad superior una serpiente y también está decorada con aplicaciones a manera
de lentejuelas.
En la iconografía mochica, las láminas aparecen formando parte de la
decoración de cascos, tocados, orejeras, narigueras, camisas, faldellines, mantos y
camisones de personajes de élite como, por ejemplo, los sacerdotes y los guerreros
(figura 147).
300
Cuentas
Las cuentas de metal no son abundantes en el contexto arqueológico. Las más simples
son pequeñas piezas esféricas medianamente aplanadas, pero también las hay más
grandes, de forma cónica.
Figura 147. Elementos decorativos o aplicaciones reconocibles en la iconografía moche.
6.5.2. Elementos de unión o soporte
Este grupo lo conforman los soportes de cuentas, las grapas y los clavos.
Soporte de cuentas
Son pequeñas y delgadas barritas que sirven de soporte de unión para las cuentas de los
pectorales (figura 148). Su función es asegurar la unión estructurada de cada hilo e
impedir el movimiento de las cuentas.
Figura 148. Soporte encontrado en cada uno de los antebrazos del ocupante de una tumba
excavada en la plataforma Uhle. Como se observa en la foto, aún conserva cosidas algunas cuentas de
piedra, metal y material malacológico. Foto PAHL
301
Grapas
Son pequeños objetos alargados, de forma tubular (tipo alambre) o en forma de cinta,
que al ser doblados hacia adentro permiten sujetar dos cosas (figura 149).
Figura 149. Detalle de pieza de metal donde se observa el uso de grapas para sostener
lentejuelas. Foto PAHL.
Clavos
Son pequeños objetos de forma cónica alargada, sin cabeza distinguible, de no más de 2
cm de largo (figura 150). No estuvieron asociado a ningún elemento que indique qué
objetos sujetaban aunque Carole Fraresso, en comunicación personal, sostiene que
permiten unir mecánicamente diferentes láminas de metal o placas decorativas sobre
estructuras de madera, como por ejemplo porras, ataúdes, etc.
Figura 150. Pequeñas puntas sujetadoras a presión o clavos encontrados como ofrendas en una tumba
registrada en la plataforma I del Templo Viejo. Foto PAHL.
302
6.5.3. Piezas enteras
Este grupo lo conforman adornos, utensilios, herramientas y objetos diversos.
Los adornos
En esta categoría agruparemos los ornamentos corporales, es decir aquellos objetos que
conformaban parte de la vestimenta de algunos moches. Incluye orejeras, falsas
orejeras, narigueras, coronas, máscaras y sonajeras.
Orejera
La iconografía y los objetos recuperados en el yacimiento nos muestran diversos tipos
de orejeras, tanto fijas como pendientes, según se observa en las figura 151. En el grupo
de las orejeras fijas tenemos las discoidales y las tubulares. La orejera discoidal
generalmente está compuesta por tres partes: el disco o tapa circular (que soporta la
matriz de otro material), el anillo circular que bordea el disco; y el vástago o tubo que
nace de la cara interna del disco. Se introduce en el lóbulo de la oreja por medio del
vástago, sin necesidad de rosca para asegurarlo (figura 151 a, b y c; figura 152). La
matriz que soporta el disco puede ser de hueso o de madera, y aquí se practica la
decoración de la orejera, en base a incrustaciones de piedras semipreciosas (crisocola,
turquesa, aguamarina) formando motivos. La orejera tubular es, como su nombre lo
indica, un elemento en forma de tubo que atraviesa el lóbulo (figura 151, d y e).
El grupo de las orejeras pendientes lo conforman diversas formas colgantes,
geométricas o escultóricas, que se sujetan al lóbulo por medio de un alambre a manera
de gancho (figuras 151, f, g y h; figura 153).
Figura 151. Tipos de orejeras
reconocibles en la iconografía
moche.
303
Figura 152. Ejemplar de orejera discoidal que ha perdido la matriz, por lo que se puede observar
en la parte central los puntos de unión del disco con el vástago del que se puede observar la parte
terminal.
Figura 153. Dos ejemplos de orejeras colgantes registradas en una tumba de la plataforma I del
Templo Viejo. Foto PAHL.
304
Falsa orejera
Son ornamentos con forma de orejeras discoidales, pero que no se fijan ni cuelgan de las
orejas, pues no presentan vástago, sino que están sujetas a los cascos de los guerreros, o
a los tocados de los sacerdotes u a otros elementos de adorno. De allí que presenten en
su estructura cuatro perforaciones, dos arriba y dos abajo, para fijarlas, tal como se
observa en los dos ejemplares de la figura 154.
Figura 154. Dos ejemplos de falsas orejeras circulares registrados en tumbas excavadas en la
plataforma I del Templo Viejo. Foto PAHL.
305
Nariguera
Es un pendiente laminar que se coloca en los orificios nasales, sujetándose al cartílago
blando de la punta nasal mediante presión, sin perforarlo (figuras 155 y 156).
Figura 155. Nariguera de cobre
encontrada en la plataforma Uhle.. Foto
PAHL.
Figura 156. Ejemplos de narigueras reconocibles en la iconografía moche.
306
Corona
Estructura laminar, doblada hacia adentro de forma circular y unida con grapas, con que
se ciñe la cabeza. A veces es el soporte para otros adornos, como p.e. la diadema. Las
dos únicas piezas registradas en el yacimiento fueron descubiertas en la unidad 16. La
primera es una corona en miniatura compuesta por tres piezas: una lámina de forma
rectangular, martillada y recortada (66 mm de largo x 27 mm de altura y 1 mm de
espesor) que es la corona propiamente dicha, y dos diademas en forma de media luna
(figura 157). La otra corona fue hecha en base a una lámina que tenía motivos
cincelados que representaban porras (figura 158).
Figura 157. Corona en miniatura de
dos diademas en forma de media luna
registrada en la plataforma principal del
Templo Viejo de la huaca de la Luna. Foto
PAHL.
Figura 158. Corona con motivos incisos en forma de porras. Foto PAHL. Figura 159. Personaje que viste
una corona rematada con una diadema en forma de media luna.
307
Diadema
Adorno que va a la altura de la frente, generalmente sujeto a una corona (figura 160). La
única diadema registrada arqueológicamente en el yacimiento es una pieza que formaba
parte de un conjunto de ofrendas de metal. Es una lámina de cobre que tiene forma de
semicírculo o media luna, a la cual se le ha sujetado, por medio de grapas, una lámina
de cobre repujada que representa una cabeza de búho, exornada por motivos cincelados
en forma de olas (figura 161).
Figura 160. Personaje portando una corona con diadema de
características similares a las de la figura 152.
Figura 161. Diadema en forma de media luna. En la parte central se ha sujetado una lámina que
representa una cabeza de búho. Foto PAHL.
308
Máscara funeraria
No son máscaras propiamente dichas aunque fueron cosidas como tales a alguna tela
que cubría el rostro del difunto. Estas piezas fueron descubiertas en dos tumbas, en la
plataforma principal del Templo Viejo de la huaca de la Luna, sobre el rostro del
individuo. Ambas son similares: una lámina de cobre dorado recortada en forma de
cabeza de felino (figura 162). No son piezas comunes y probablemente fueron usados
por los personajes más importantes de la sociedad moche. En otros casos, láminas
completas, placas sobre textiles o platos a manera de máscaras eran colocados en los
rostros de los difuntos.
Figura 162. Máscara funeraria en forma de cabeza de felino. Foto PAHL.
309
Sonaja o sonajero
Instrumento formado por un par o pares de valvas que se fijan a una estructura, como
por ejemplo un palo, para hacerlas sonar al agitarlas. Su uso parece ser ritual según se
observa en la iconografía (figura 163). Aunque en apariencia son dos piezas, en realidad
ambas valvas forman parte de una misma lámina, martillada, recortada y luego
embutida para darle forma cóncava. Luego se le aplicaron dos perforaciones en la parte
superior central para poder sujetar el sonajero con cintas de metal. En algunos casos
tiene un diseño decorativo repujado en la superficie externa. Finalmente, la lámina se
dobló en la parte media para formar la pieza (figuras 164). Algunas de las sonajas tienen
una lámina adicional embutida al interior, con la misma forma cóncava, quizás con la
intención de atribuirle propiedades sonoras particulares.
Figura 163. Muerto sosteniendo un sonajero.
Figura 164. Ejemplares de
objetos bivalvos a manera
de sonajas, registrados en la
plataforma
PAHL.
Uhle.
Foto
310
Sujetadores
Son nueve las piezas registradas como sujetadores de tocado plumario (figura 165). Se
encontraron dentro de una cesta de caña brava, como parte del testigo 4 encontrado a
unos 90 cm por encima de la tumba 18, en la plataforma I del Templo Viejo de la huaca
de la Luna. Fueron asociados estilísticamente a la transición entre las fases Moche III y
IV.
Estos nueve sujetadores de tocado plumario fueron elaborados a partir una forma
previamente fundida, acaso una barra, y luego estirada por operaciones de martilleo y
recalentamiento sucesivas, deformándose más en la parte posterior. Se observan en dos
de ellos. Estas perforaciones parecen haber sido realizadas con un cincel. Observando
las huellas se pueden pensar que las perforaciones no resultan de un golpe sobre el
punzón (deformación plástica) sino mediante un movimiento a manera de destornillador
(material quitado).
La parte superior de uno de ellos, se martilló mas para obtener una lamina final
(<1mm) que luego se recortó y dobló hacia el interior antes de unirlas mecánicamente
con un clavo. Los dos sujetadores más pequeños presentan una punta de enganche de
grosor más fino que el resto del cuerpo, al contrario de los demás sujetadores que
presentan un grosor más importante en la punta, zona más resistente que iba colocada en
el tocado.
Figura 165. Sujetadores primarios registrados dentro del testigo 4 de la tumba 18 hallada en el Templo
Viejo de la huaca de la Luna.
311
Los utensilios
Piruro
Los volantes de huso hechos de metal son poco comunes. Las pocas piezas registradas
en el yacimiento se elaboraron con la técnica del vaciado (figura 166).
Figura 166. Piruro cónico procedente de plataforma Uhle.
Foto PAHL.
Cabeza de porra
La porra o maza era el arma ofensiva por excelencia del guerrero moche. La porra
moche es un arma simple, de tipo contundente. Está compuesto por dos piezas: un
mango a manera de garrote pero estilizado, cuya extremo inferior es aguzado; y una
“cabeza”, que es la parte que aquí catalogamos, la cual presenta un orificio central para
poder enmangarla. El ejemplar hallado en el yacimiento es de forma estrellada, si bien
en la iconografía la forma más popular parece ser la circular plana (figura 167). Es más
común la piedra como materia prima para elaborarlas.
Figura 167. Cabeza de porra procedente de
plataforma Uhle. Foto PAHL.
312
Anzuelo
Este elemento para pesca es de factura simple, y consiste en un alambre martillado y
doblado (figura 168).
Figura 168. Dos ejemplos de anzuelos registrados en el Núcleo Urbano. Foto PAHL.
Aguja
Entre ellas, se ha registrado agujas largas para terminar el trabajo iniciado en los telares
y agujas cortas para coser diversos tejidos. También existen algunas agujas utilizadas a
manera de punzón, sea para abrir conchas marinas o practicar trabajos artesanales
(figura 169).
Figura 169. Algunas agujas registradas en el Núcleo Urbano. Foto PAHL.
Cuchillo
Se trata de utensilios de una sola pieza, de forma peculiar, pues la punta de la hoja tiene
forma semicircular o de media luna. Algunas veces, la zona del mango es escultórica.
Se le llama tumi y le asigna un uso ceremonial (figura 170).
Figura 170. Dos cuchillos o tumis registrados en el Núcleo
Urbano. Foto PAHL.
313
Pinza para depilar
Son piezas elaboradas a partir de una lámina martillada y recortada. Los extremos tienen
forma de media luna. En algunos ejemplares, la parte media fue decorada mediante la
técnica del repujado (figura 171).
Figura 171. Algunas pinzas para depilar, hechas de cobre dorado, registradas en la plataforma principal
del Templo Viejo. Foto PAHL.
Las herramientas
Agrupa piezas sencillas: espátulas, punzones y cinceles (figura 172).
En algunos casos los cinceles son hechos a partir de una sola pieza, vaciada y
martillada; en otros se observa claramente dos piezas, la hoja y el mango, unidas por
medio de una soldadura.
Figura 172. Vista frontal y lateral de un cincel registrado en la plataforma principal del Templo Viejo.
Foto PAHL.
314
Piezas únicas
En este grupo se ubican piezas cuya elaboración no parece responder a un proceso
estándar, y que probablemente fueron fabricadas por encargo. Dos son las piezas que
describiremos a continuación, y que fueron halladas en contextos identificados por sus
investigadores como Moche III-IV.
Calero
Se ha denominado así a un set de dos piezas que parecen imitar un calero (figura 173).
El calero es un recipiente fabricado originalmente de mate (Lagenaria) en el cual se
almacena la cal utilizada como reactivo en el mascado de coca. Tiene una tapita que
sostiene una agujeta que penetra el recipiente y que permite extraer la cal, la cual se
adhiere a él.
Dos láminas martilladas, recortadas y pulidas forman el cuerpo de este calero en
particular. Los bordes irregulares, resultado del cortado fueron doblados hacia adentro
para luego encajar las láminas que forman el disco superior entre ellas (unión mecánica
por presión). Este disco forma la parte superior del calero. La perforación central es
burda y presenta las huellas del recortado. La agujeta es en realidad un tubo elaborado a
partir de una lámina de oro martillada y recortada de manera irregular, la cual luego fue
doblada hasta formar el tubo. Las superficies son brillantes y con aspecto pulido y
presentan varias zonas abolladas. Carole Fraresso me comentó que las zonas
“abolladas” podrían ser intencionales puesto que son huellas del martillo que no han
sido eliminadas; podría ser un efecto estético.
Figura 173. Las dos piezas que forman un calero. A la izquierda, la “agujeta” y a la derecha el recipiente
de la cal. Foto PAHL.
315
Este calero probablemente está hecho a partir de una aleación binaria de cobre y
oro (tumbaga) con mayor porcentaje de cobre, y habría recibido un tratamiento de
superficie de dorado. Las dos tapas que forman el cuerpo del recipiente fueron unidas
entre ellas mediante una soldadura probablemente indirecta de aleación Au-Ag-Cu. La
unión metalúrgica no es homogénea, sólo se observan cinco zonas donde se notan
claramente las soldaduras.
Este calero fue encontrado en la mano izquierda de un personaje que ocupaba la
denominada tumba 2, registrada en la plataforma principal del Templo Viejo de la huaca
de la Luna.
La pieza tiene 172 mm de altura, 15 mm de lago, 73 mm de ancho y 1 mm de
espesor. Pesa 120 gr. Es un objeto simbólico; no debió fabricarse con fines funcionales
pues la agujeta es en realidad un tubo, lo cual no permitiría extraer la cal. Debió
fabricarse expresamente para la muerte del individuo, el cual debió ser un sacerdote.
Esta pieza ha sido asociada a la ceremonia llamada de los chacchadores de coca,
identificada en la iconografía moche.
Manto ceremonial
Esta pieza única es una de las más exquisitas registradas arqueológicamente en el Perú
(figura 174). Es un atuendo ceremonial que se encontró asociado de manera indirecta a
una tumba de cámara – codificada como tumba 18 – elaborada durante el enterramiento
ritual de uno de los edificios superpuestos del Templo Antiguo de la huaca de la Luna,
el denominado edificio C, por lo que parece estar asociado cronológicamente a la fase
estilística de la cerámica Moche III. Este objeto formaba parte de una serie de
marcadores de dicha tumba, que se encontraron por encima del nivel de ella. El
marcador asociado a esta tumba que nos interesa, estaba compuesto por una cesta de
cañas y tres vasijas de cerámica, depositados sobre la cámara funeraria. La cesta,
provista de una tapa, contenía un envoltorio de tejido de algodón. En el interior de este
envoltorio se encontró el citado atuendo ceremonial, el cual tenía claramente una forma
felina, a pesar de su delicado estado de conservación. Gracias a los trabajos del equipo
de conservación del Proyecto de Investigación y Conservación Huaca de la Luna, el
objeto ha sido restaurado y su descripción es factible. Puede que la pieza represente a un
felino acostado boca arriba, con las fauces abiertas473, o que represente la piel de un
felino extendida. Es posible que se trate del jaguar u otorongo, y que las lentejuelas
estén representando las manchas características de este animal474.
La base estructural de la pieza, es un soporte relativamente rígido, pero flexible,
conformado por una piel de cuero recubierta por un tejido llano de algodón, recortados
473
Ricardo Morales, “Atuendo ritual…”, op. cit., pp.379.
474
Santiago Uceda, “The Priests of the Bicephalus Arc: tombs and effigies found in Huaca de la Luna and
their relation to Moche rituals”. En: The Art and Archaeology of the Moche: An Ancient Andean
Society of the Peruvian North Coast, Steve Bourget y Kimberly L. Jones, editores, pp. 153-178. Austin,
University of Texas Press, 2008.
316
ex profeso para darle forma al animal. A la parte superior del soporte se ha cosido una
tira de algodón que permite sujetar la pieza al cuello del sacerdote. En esta pieza, las
patas traseras sobresalen y la cola tiene un tamaño desproporcionado con relación al
cuerpo.
Figura 174. Manto ceremonial que representa la piel de un felino, probablemente un jaguar u
otorongo.
317
De manera más específica, podemos definir el manto felino como un objeto
complejo conformado por una cabeza de felino hecha de resina de árbol, dos orejas de
madera, cuatro garras de cobre dorado, una base de cuero forrada con textil, plumas
amarillas en el centro de la pieza y plumas negras en las patas. En la cabeza presenta
dos láminas de oro en forma de orejas, veinticuatro láminas circulares pequeñas y
diecisiete láminas circulares medianas de oro pendiendo de las orejas y parte del rostro,
una lámina circular grande de oro a manera de nariguera, quince láminas ovoides de oro
en el mentón, una lámina de oro a manera de casco y una lámina, también de oro, a
manera de mentón. Los ojos y dientes fueron hechos de Conus fergusoni. Una placa de
oro doblada cubre el paladar y la garganta. El cuerpo y la cola del animal están cubiertas
de manera parcial por 10 láminas de oro de las cuales, tres cubren la cola, la última de
ellas, la del extremo, de forma semicircular, de la que pende una lámina circular con
pintura roja, posiblemente cinabrio. Tanto de las láminas de metal como del tejido no
cubierto por ellas penden un total de 172 pequeñas láminas circulares, a manera de
lentejuelas. Puesto que las lentejuelas estuvieron fijadas a la estructura por medio de
unas grapas, y dado que en la pieza se pueden observar 3 grapas sin lentejuelas, se
deduce que el número original de lentejuelas pequeñas fueron 175.
En la pieza se identifica la aplicación de hasta cinco técnicas diferentes de
trabajo del metal: laminado, recortado, repujado, embutido y ensamblado.
Si bien está no es una pieza compleja en cuanto a su factura, lo es en cuanto a la
diversidad de sus materiales. Esto último implica la intervención de artesanos de
diversos oficios. Al menos intervinieron un tallador de conchas y piedras para elaborar
ojos y dientes, un ebanista para elaborar las orejas, un tejedor y un curtidor de pieles
para elaborar la base estructural, un escultor que trabajó con resina de árbol para
elaborar la cabeza475, y un orfebre para las piezas de metal arriba señaladas. ¿Qué
implica la existencia de esta pieza en términos de organización de la producción y las
relaciones sociales que conlleva? Volveremos sobre esto más adelante, en el capítulo
final.
Figura 175. Escena iconográfica denominada “de los coqueros” o chacchadores de coca, donde
se observa al sacerdote de pie bajo un arco bicéfalo, vistiendo un manto felino.
475
Aunque Carole Fraresso me comentó que el orfebre pudo haber elaborado la estructura de resina, pues
maneja ceras y resinas en su oficio, y por lo tanto no considera que haya una especialización para eso.
318
6.6. Los productores de objetos de metal
El trabajo que realizaron los metalurgistas y orfebres moches fue de gran importancia
para su sociedad. Quizás, de entre todas las actividades artesanales, la realizada por los
metalurgistas y orfebres fue considerada la más importante, junto con aquella de los
textiles, o acaso más. Y esta línea de ideas se deriva del hecho de que los metales fueron
considerados sagrados en las culturas andinas, al igual que en otras culturas del resto del
mundo. En su obra “Herreros y alquimistas”, basándose en su estudio sobre la historia y
las mitologías de la metalurgia africana, Mircea Eliade nos dice que las sustancias
minerales participaban del carácter sagrado de la Madre Tierra, pues, hay la idea de que:
“… los minerales «crecen» en el vientre de la Tierra, ni más ni menos que si fueran
embriones. La metalurgia adquiere de este modo un carácter obstétrico. El minero y el
metalúrgico intervienen en el proceso de la embriología subterránea, precipitan el ritmo de
crecimiento de los minerales, colaboran en la obra de la Naturaleza, la ayudan a «parir más
pronto». En resumen: el hombre, mediante sus técnicas, va sustituyendo al Tiempo, su trabajo
476
va reemplazando la obra del Tiempo”
.
La arqueometalurgista Carole Fraresso resalta que los pueblos precolombinos
tuvieron una profunda pasión por el oro, la plata, el cobre y sus aleaciones preciosas, a
los cuales atribuían funciones simbólicas. En palabras de Fraresso:
“El oro evoca el sudor del sol, dioses, ancestros, poder, inmortalidad y lo masculino. La plata
recuerda las lágrimas de la luna, la feminidad y la fertilidad. El cobre, metal menos noble,
representa a los hombres comunes, al ciclo de la vida y las transformaciones de la naturaleza
(…), los metales eran percibidos como semillas que crecían en las entrañas de los montes
sagrados. Al igual que las plantas y vegetales, nacían y se desarrollaban en el vientre de la
Pachamama (tierra), los metales crecían en un mundo inferior donde adquirían el valor sagrado
necesario a la materialización de la ideología religiosa y política de las civilizaciones
precolombinas. El orfebre, artífice de la transformación, era el único capacitado a dar vida a
sorprendentes adornos a través de procesos mágico-tecnológicos que simbolizaban el ciclo de la
naturaleza, el ciclo de la vida y el orden del mundo”
477
.
En el mismo sentido, Luis R. González apunta que:
“… el metal resultaba ser un producto excepcional que contenía en sí mismo la potencia de las
divinidades celestes y los misterios del devenir de la vida sobre la tierra ( …) En este cuadro, no
es arriesgado pensar que los metalurgistas prehispánicos, más que meros artesanos, fueron
476
Mircea Eliade, Herreros y alquimistas, segunda edición, Alianza Editorial, Madris 1983, pp. 3.
477
Luis R. Gonzáles, “La sagrada transformación del cobre: alquimias milenarias. Una tecnología
sagrada”, en: Joyas de los Andes: metales para los hombres, metales para los dioses, Museo Chileno de
Arte Precolombino, Santiago, 2005, pp. 58.
319
intermediarios entre los humanos y las deidades, propietarias tanto del saber técnico como del
esotérico”
478
.
Roberto Lleras Pérez asegura que la producción orfebre prehispánica:
“… no fue una actividad que se dejara a la libre iniciativa y al arbitrio de los artesanos
individuales. En todas las épocas y en cada una de las sociedades orfebres, existieron normas
rígidas que determinaban qué tipo de metales y aleaciones se usaban, cómo se trabajaban, qué
formas y funciones debían tener los objetos y, sobre todo, qué iconografía se plasmaba en
ellos”.
479
De esto deriva que el metal haya sido el más restringido de los materiales en
cuanto a su acceso y uso y el que demandó un mayor y más complejo conocimiento
técnico, en comparación con otras actividades productivas artesanales. Los metales
preciosos en las culturas andinas tenían pues un alto valor ideológico; su presencia en
las tumbas de ajuar más elaborado así lo confirma. El oro, la plata o el cobre, o las
aleaciones obtenidas, transformados en ornamentos corporales materializaban el poder
de quienes los usaban, siendo quizá el elemento más importante para diferenciar a los
personajes de la elite moche del resto de los miembros de su comunidad, en la vida y en
la muerte.
6.6.1. Identidad del metalurgista y del orfebre
La residencia de metalurgistas y orfebres en la ciudad de las huacas del Sol y de la Luna
no se justifica en el hecho que la zona fuese rica en yacimientos de metales preciosos,
que de hecho no lo era, sino en que la ciudad fue un centro importante de peregrinación
religiosa de diferentes pueblos de la costa norte y probablemente de la sierra.
Técnicamente, podríamos diferenciar dos tipos de especialistas del metal
operando en la ciudad, si tenemos en cuenta el trabajo que ejecutaban en la cadena
operativa: el metalurgista, quien trataba la materia prima y sus aleaciones produciendo
lingotes, y el orfebre, quien labraba los objetos de metal. Sin embargo, puesto que aún
no hemos presentado ninguna evidencia que indique si ambos especialistas fueron la
misma persona o no, prefiero, por el momento, referirme al productor de objetos de
metal como metalurgista-orfebre.
Son muy escasos los trabajos sobre metalurgia prehispánica donde se hable de la
identidad del metalurgista-orfebre. Tradicionalmente, el trabajo del metal se asocia al
género masculino en el mundo andino. En el caso moche, la única evidencia
iconográfica de la que disponemos, que nos podría dar luces sobre el género del
metalurgista-orfebre, aunque de manera parcial, es la vasija descrita líneas arriba. En
478
479
C. Fraresso, Identidad(es) social(es)…, op. cit.
Roberto Lleras Pérez, “Metales preciosos: oro y plata de nuestros ancestros”, en: Joyas de los Andes:
metales para los hombres, metales para los dioses, Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago,
2005, pp. 14.
320
esta observamos a personas del sexo masculino avivando el fuego de un horno de
fundición de metal, mientras otro personaje masculino acomoda las piezas a fundir o
recalentar. Esto nos estaría indicando que al menos las personas encargadas de la
fundición del metal eran hombres; aunque podríamos hacer extensivo el carácter
masculino de la actividad a los demás pasos de la cadena operativa. Sin embargo, no
podemos afirmar de manera categórica que haya estado cerrado a la intervención del
género femenino. Carole Fraresso480 sugiere que las mujeres pudieron estar encargadas
de la preparación de crisoles y moldes o de las etapas del acabado, como por ejemplo el
pulido.
Según la complejidad de las piezas, podríamos inferir dos tipos de metalurgistasorfebres: aquellos que dominaron las técnicas básicas para fabricar algunas
herramientas, utensilios y objetos laminares sencillos, sin mayor decoración, y aquellos
que dominaron las técnicas más avanzadas que les permitieron plasmar la compleja
iconografía moche en objetos más elaborados. Estos dos tipos señalados pueden ser dos
extremos opuestos en una línea de posibilidades determinadas a partir de los diferentes
grados de conocimientos técnicos adquiridos por el orfebre.
Si bien no hay analogías que podamos identificar en el caso central andino, pues
la información está ausente, existen ejemplos de esta diferenciación en el caso
mesoamericano y colombiano. Lleras Pérez cita al cronista Bernardino de Sagahun,
quien describe la existencia de dos tipos de “oficiales” que labraban el oro: “los
martilladores amajadores que trabajaban con martillo y los tlatlalianime, verdaderos
oficiales ‘… que asientan el oro, o alguna cosa en el oro o en la plata…’. Unos y otros
estaban bajo los auspicios del dios Xipe Totec para quien celebraban fiestas cada año”
481
. El mismo autor cita la visita de Lenguazaque de 1595, en la actual Colombia,
realizada por Diego Hidalgo, la cual permite distinguir entre “plateros, quienes hacían
objetos de adornos permitidos por los conquistadores y santeros, los fabricantes de
objetos prohibidos por considerarlos de idolatría” 482.
Esto no quiere decir que el que pertenecía al primer tipo no podía pertenecer al
segundo tipo con el tiempo, en base al desarrollo de sus habilidades. En la ciudad de las
huacas del Sol y de la Luna sólo se ha registrado hasta el momento un taller para la
producción de objetos de tamaño pequeño y factura simple, lo que nos llevaría a colocar
a los productores que trabajaron en dicha unidad de producción dentro del primer tipo.
No se ha registrado hasta el momento un taller para la elaboración de piezas complejas,
es decir, no se ha registrado evidencia arquitectónica de la actividad del segundo tipo de
metalurgos-orfebres, y quizá no lo sepamos nunca pues las técnicas de decoraciones no
480
481
En comunicación personal.
Roberto Lleras Pérez, “El chamán orfebre: una exploración de los artesanos y la religión”. En:
Chamanismo. Tiempos y lugares sagrados; Fernando Barona Tovar, compilador; Memorias del
Seminario Internacional “Chamanismo, tiempos y lugares sagrados” realizado por la Universidad de
Salamanca, noviembre de 2002; Colección Artes y Humanidades, Programa Editorial Universidad del
Valle, Cali, Colombia, 2007, pp. 103.
482
Ibid., pp. 105.
321
dejan huellas arqueológicas. Sin embargo, esto no descarta su probable presencia en
áreas aún por intervenir, sobre todo teniendo en cuenta las piezas complejas de alta
calidad registradas en diferentes contextos de la huaca de la Luna.
Hay dos premisas que quisiera resaltar. La primera es que el acceso a la materia
prima era restringido. La segunda es que el proceso de aprendizaje, incluso de las
técnicas básicas del labrado del metal, era largo. Solamente en el seno de familias de
elite con capacidad de acceso al metal y una tradición de trabajo de dicha materia prima,
podríamos encontrar candidatos potenciales a metalurgistas-orfebres. Más aún, si
tenemos en cuenta la importancia del metal en la ideología de las culturas andinas,
asumimos que el status social del metalurgista-orfebre en su comunidad debió ser
superior al de los otros tipos de artesanos. Esta idea se complementa con lo propuesto
por C. Fraresso cuando nos dice que la mejor forma de garantizar “el mantenimiento de
la producción de los objetos del poder y asegurar asimismo la prosperidad del grupo”
sería que los mismos dirigentes moches formen y estructuren a los especialistas
necesarios o que integren directamente a "los miembros de la élite a oficios de prestigio
como el oficio de orfebrería, por ejemplo”. Añade que sus “conocimientos técnicos y el
carácter social impregnado en el objeto durante su fabricación conferían al orfebre un
posible prestigio personal, que se traducía por su pertenencia a un grupo y su rol
determinante en el mantenimiento del orden social” 483.
Incluso, dentro de los metalurgistas-orfebres, el metalurgista-orfebre de piezas
complejas, dado su conocimiento del discurso iconográfico religioso moche, debió
poseer un mayor estatus social que el metalurgista-orfebre de piezas sencillas, a tal
punto que pudo ostentar también la profesión de sacerdote. No existen antecedentes
conocidos en las fuentes etnográficas para el caso central andino; sin embargo, estudios
realizados en otras sociedades con tradición metalúrgica compleja, como la muisca (en
la actual Colombia) han llevado a plantear la existencia de sacerdotes o chamanes
orfebres. Según Raichel Dolmatoff, el orfebre se relaciona con el mago, porque el
“orfebre, tal como el chamán, es un transformador pues al labrar el oro y darle una
forma culturalmente significante, hace pasar la materia de un estado profano a lo
sagrado…”. Como dice Roberto Lleras Pérez, “la calidad especial del trabajo
metalúrgico sigue siendo reconocida como inseparable de lo sobrenatural” 484. Carole
Fraresso denomina a los orfebres como los "magos de la transformación", encargados
de dar “el soplo vital” a los objetos, gracias a herramientas dotadas de "fuerza
animadora” 485.
El dato arqueológico también nos lleva también por esta línea de ideas. En el
sitio mochica de San José de Moro (valle de Jequetepeque) se registró la tumba del
periodo Mochica Medio 486 de un individuo de edad avanzada cuyos huesos
483
C. Fraresso, Identidad(es) social(es)…, op. cit.
484
R. Lleras Pérez, “El chamán orfebre…”, op. cit., pp. 107.
485
C. Fraresso, Identidad(es) social(es)…, op. cit.
486
Martin Del Carpio, 2008, “La ocupación Mochica Medio en San José de Moro”, en: Arqueología
Mochica. Nuevos Enfoques. Luis Jaime Castillo, Hélene Berner, Gregory Lockard y Julio Rucabado
322
evidenciaron cambios degenerativos considerables en las articulaciones de la sexta
vértebra, como resultado de una actividad repetitiva que este individuo llevaba a cabo.
Carole Fraresso sospecha que estos traumatismos podrían ser el resultado de una
posición de trabajo específica y casi constante. Y es que los orfebres andinos, al igual
que sus colegas de otras culturas antiguas del mundo, trabajaban generalmente en
posición sentada y prolongada, “una ergonomía de trabajo que causa generalmente
compresiones en las vértebras”487. El ajuar funerario del sujeto estaba compuesto por
piezas poco usuales en los contextos funerarios mochicas: tres instrumentos de metal
con mangos de madera, seis herramientas de metal y un conjunto de cuatro herramientas
líticas, encontrados en grupo al lado sureste del cráneo. Este set de herramientas refleja
el carácter muy especializado del artesano, ya que sirvieron – según Fraresso exclusivamente para técnicas de decorado y acabado. Pero también se encontraron
varios elementos metálicos y un hocico de perro enchapado con placas metálicas,
dispuestos sobre las piernas del individuo que constituían un tocado con representación
de un felino. El individuo tenía también como ofrendas un pequeño crisol de cerámica
y restos de un cráneo con patas de camélido; un cántaro de estilo Castillo Decorado del
valle de Virú, una botella silbadora con representación de mono y una botella de asa
estribo con diseños de un ser zoomorfo, similar a una placa metálica encontrada en la
tumba. Fraresso también resalta que los orfebres jamás se separaban de sus
herramientas, a las cuales llevaban consigo cuando se mudaban y daban nombres y
consagraban; también resalta lo señalado por Carcedo y Vetter, en cuanto a las
maldiciones que traerían estas herramientas si habían pertenecido anteriormente a otro
orfebre. Esto lleva a pensar que cuando un orfebre moría “se llevaba consigo” sus
herramientas a la tumba. En base a estas evidencias, Fraresso propone que este conjunto
de instrumentos y de herramientas así como el tocado ceremonial “podrían indicar al
menos dos funciones sociales aseguradas por este individuo durante su vida: la función
de orfebre especializado en las técnicas de decoraciones y acabado y una función
religiosa ligada a ciertas ceremonias de esta sociedad”. Fraresso sustenta esta dualidad
de oficios en que el metalurgista-orfebre debía estar “vinculado con los ámbitos
religiosos, con el fin de poder codificar y transcribir la ideología del poder en estos
productos” 488.
En resumen, las ideas de Rachel-Dolmatoff, Lleras Pérez y Fraresso, nos llevan
a pensar en un grupo de sacerdotes-metalurgistas-orfebres con un profundo
conocimiento de las técnicas de transformación del oro, la plata y el cobre. Si acaso
alguien pone en duda el que algunos metalurgistas-orfebres moches fueron también
sacerdotes, es factible asumir que su trabajo estuvo cargado de un profundo significado
simbólico, el cual estuvo acompañado por rituales ejecutados por ellos mismos.
Yong, editores. Actas del 1er Coloquio Internacional de Jóvenes Investigadores sobre la Cultura Mochica,
organizado por la Dumbarton Oaks y la Pontificia Universidad de Católica del Perú, 5-8 de Agosto 2004.
Publicación del Instituto Francés de Estudios Andinos y el Fondo Editorial de la PUCP, pp 84.
487
C. Fraresso, Identidad(es) social(es)…, op. cit.
488
Ibid.
323
Asimismo, que su conocimiento no fue compartido con cualquiera, sino que fue
transmitido a unos pocos elegidos, probablemente escogidos entre los miembros de su
familia o de un gremio.
Dado que es una actividad técnicamente muy compleja, se asume que la
iniciación en su aprendizaje debió darse a muy temprana edad. Según C. Fraresso, este
es un oficio costoso, largo y difícil. En sus palabras:
“el aprendizaje de las distintas técnicas empleadas en la cadena operativa de elaboración, es el
resultado de una larga y difícil enseñanza en un taller; éste es pues constante y seguramente
graduado por etapas de aprendizajes basadas en un sistema iniciático complejo. Un artesano no
se vuelve especialista de las técnicas de orfebrería de un día al otro; es necesario adquirir los
conocimientos técnicos de su oficio, los cuales implican riesgos de accidentes, pero además
tendrá que estar en relación con los antepasados que conceden la sabiduría y por lo tanto el
poder creativo”
489
.
En sociedades donde la profesión de metalurgo-orfebre es enaltecida, se
destaca su tendencia a agruparse en sociedades cerradas. Mircea Eliade escribió que
entre las tribus occidentales de Norteamérica los trabajadores del metal gozaron de una
posición privilegiada, y los secretos del oficio eran transmitidos únicamente a los
miembros de la familia. Añade que en el África occidental “los herreros se hallan en
relación con las sociedades secretas de hombres, gozan de un gran prestigio de magos
y disponen de «clubs» cerrados” mientras que en el Congo y las regiones circundantes,
“los herreros se agrupan en hermandades, están asociados con los sacerdotes y los
jefes, y a veces incluso forman un todo con estos últimos, y el trabajo de la forja
constituye un ritual con gran número de espíritus y remedios”.490 Por su parte, Fernando
Lleras Pérez al hablar de los grupos muiscas prehispánicos, señala que “quienes ejercen
la metalurgia guardan celosamente sus conocimientos, y para tal efecto, se organizan
en grupos aislados del resto de la comunidad”. Es decir, aquellos “a quienes se les
concede ser metalurgos aprenden, conservan y transmiten estos conocimientos en el
marco de sociedades cerradas y excluyentes; una suerte de hermandades de iniciados”
491
.
Es también probable que en la sociedad moche los metalurgistas-orfebres hayan
transmitido sus conocimientos a sus hijos o familiares más cercanos, y que el conjunto
de familias dedicadas a este oficio hayan formado grupos cerrados como gremios o
cofradías492. Ellos mismos obtenían el metal y lo trabajaban para luego intercambiarlo
489
C. Fraresso, Identidad(es) social(es)…, op. cit.
490
M. Eliade, Herreros…, op. cit., pp. 40-41.
491
F. Lleras Pérez, “El chamán orfebre…”, op. cit., pp. 107, 112.
492
La presencia de sociedades cerradas en el mundo moche no es descabellada. De hecho, creo que los
artesanos que crearon los murales de los templos de la huaca de la Luna formaban también una sociedad
cerrada, una especie de gremio o cofradía. La evidencia está en la presencia de una marca incisa en forma
de “D” al revés que se repite en diversos murales de la fachada del edificio A del Templo Viejo y en un
324
por favores, deudas u otros productos que ellos no producían, es decir, eran productores
dueños de su producción, con derecho a la alienación de sus productos.
6.6.2. Grado de especialización
En la fase de extracción del mineral, se identifica como especialista al minero. Se
desconoce si formaba parte de la unidad productiva o del grupo social que la auspiciaba,
o si había una relación meramente comercial, de intercambio entre el señor del taller y
curacas mineros.
En la fase de transformación podríamos identificar hasta cuatro especialistas a
partir de su actividad en la cadena operativa. Así, en un hipotético taller tendríamos: (1)
metalurgistas fundidores, con buenos conocimientos de las temperaturas de fusión de
los metales, que se encargarán del refinamiento y/o preparación de aleaciones en
crisoles, los cuales estarán dispuestos en hornos de fusión abiertos; (2) orfebres
fundidores, aquellos que realizarán piezas vaciadas en moldes, siendo más hábiles con
el manejo de las técnicas de fundición; (3) orfebres deformadores, con conocimiento del
comportamiento de los metales, son los especialistas en las técnicas de deformación
como el martilleo, embutido o el recopado; (4) orfebres decoradores, que estarán a
cargo de las decoraciones y el acabado final de las piezas. Sin embargo, en el abanico de
probabilidades es posible que el mismo metalurgista fundidor haga las veces de orfebre
fundidor, o que el orfebre deformador realice actividades de orfebre decorador, a partir
del uso de técnicas de deformación como el repujado o el cincelado. La distinción de las
especializaciones solamente puede inferirse a partir del estudio arqueológico cuidadoso
de talleres y vestigios asociados.
La vasija descrita líneas arriba nos muestra estrictamente la actividad de los
metalurgistas. Los murales complejos, también descritos líneas arriba, nos muestran el
trabajo conjunto de un metalurgista y un orfebre deformador. La tumba Mochica Medio
de San José de Moro también mencionada nos indica la existencia de un orfebre
decorador. Por otro lado, las evidencias del ya descrito taller del CA27 nos indican la
intervención de un metalurgista para la fundición del cobre y aleaciones preciosas de
tumbaga y de un orfebre deformador que realizaba operaciones como el martilleo
combinada con tratamientos de recocido, en un contexto similar al representado en los
murales complejos; sin embargo, no se puede descartar de manera categórica que se
trate de la misma persona, es decir, un metalurgista-orfebre. Para Izumi Shimada y
mural del edificio 1 del Templo Nuevo. Esta marca sería el símbolo distintivo de la intervención de la
cofradía de artesanos murales en la elaboración del mural. Esta cofradía se habría encargado no sólo de
“vestir” con sus aplicaciones de barro y/o pintura a los muros de los templos sino también de darles
permanente mantenimiento, tal como lo demuestra las 23 capas de pintura registradas en diferentes
sectores de los escalones de la fachada norte del Templo Viejo por Véronique Wright, según su Étude de
la polychromie des reliefs sur terre crue de la Huaca de la Luna, Trujillo, Pérou, Tesis para obtener el
grado de Doctor de la Universidad Panthéon Sorbonne – Paris I., Prehistoria, Antropología, Etnología;
Especialidad: Arqueología precolombina, Paris, 2007.
325
colegas493, a partir de sus investigaciones en Cerro de los Cementerios, la existencia de
talleres para trabajo del metal a escala limitada, dentro de grandes asentamientos
multifuncionales, lejos de las minas y los sitios de fundición sugiere la posibilidad de
que la fundición y producción de lingotes ocurriese en sitios que estaban separados de
aquellos en donde se producían artefactos de metal terminados hechos con técnicas
como el martilleo en frío, recocción, dorado, plateado y soldadura por fusión.
Las evidencias hasta aquí presentadas sugerirían entonces la existencia de
especialistas metalurgos y orfebres separados espacialmente en cuanto a su producción
especializada. Sin embargo, queda plantearnos la posibilidad de la existencia en algunos
casos de metalurgos-orfebres, es decir, artesanos de producción individual que
dominaron ambos oficios. En base a evidencia experimental y arqueológica, Izumi
Shimada afirma que, por ejemplo, para operar un horno era necesario (1) precalentarlo,
(2) preparar la carga, (3) preparar y reparar los sopladores con toberas, ya que no duran
mucho, (4) hasta 3 ó 4 personas para proveer corrientes continuas, (5) por lo menos una
persona para supervisarlos y llenar el horno, (6) triturar la escoria en batanes y chungos
para liberar los prills atrapados, y (7) refundido de los prills para consolidarlos en un
lingote. En otras palabras, tomaba a un equipo de por lo menos cuatro personas la
mayor parte del día producir un lingote de tamaño moderado con un peso de unos pocos
cientos de gramos494. Si bien parece que no habría sido posible la operación de un
metalurgo a nivel individual, queda como posibilidad que aquel señalado como
supervisor en la fundición sea también el orfebre.
No sabemos si existía una especialización según el tipo de metal que se
trabajaba. Lo que sí parece probable es la especialización del orfebre según tipo de
elemento: de factura simple o de factura compleja, tal como se ha señalado al hablar de
la identidad del productor. El sacerdote-orfebre hallado en la mencionada tumba
mochica de San José de Moro pertenecería al tipo de artesano de elementos de factura
compleja.
6.6.3. Formas de reclutamiento
Como he señalado líneas arriba, existe una alta probabilidad de que el acceso al oficio
de metalurgista-orfebre haya sido muy cerrado y el proceso de aprendizaje largo y lento,
y que, en ese sentido, los maestros metalurgistas-orfebres debieron reclutar aprendices
en el seno de sus familias, principalmente. Cualquier otra probabilidad debió ser una
excepción a la regla. Dado que el dueño de la producción y productor principal (el
metalurgista-orfebre) y los productores reclutados (sus ayudantes aprendices), tuvieron
un vínculo social muy íntimo, de nivel familiar nuclear, la participación de los últimos
en el proceso productivo debió ser en el término que hoy se conoce como “voluntad” en
términos de la reciprocidad.
Sin embargo, es probable que en épocas de alta demanda (por ejemplo en la
celebración de ciertas fiestas y ceremoniales en la ciudad y el templo), las unidades
493
I. Shimada, S. Epstein y A. Craig “Batan Grande…”, op. cit., pp. 957.
494
I. Shimada, Pampa Grande…., op. cit., pp. 203.
326
productivas artesanales hayan reclutado mano de obra calificada de gremios de orfebres
de otros grupos o parcialidades sujetas al dominio de la ciudad de las huacas del Sol y
de la Luna. En este caso, el reclutamiento de mano de obra se debió dar mediante un
ruego por parte del maestro en su calidad de señor del taller, dentro de formas de
reciprocidad que variarán dependiendo del vínculo social del “rogador” con sus
potenciales ayudantes.
6.6.4. Intensidad del trabajo metalúrgico y orfebre
Si bien no se tiene ninguna evidencia directa sobre la intensidad del trabajo del
metalurgista-orfebre se pueden hacer algunas inferencias poniendo sobre la mesa
algunas reflexiones previas. Se sabe que el trabajo del metal obliga a una dedicación
larga en el tiempo, probablemente desde edad temprana. Esto implicaría una dedicación
exclusiva durante toda la vida, siempre y cuando la demanda lo permita. Si el
metalurgo-orfebre tuvo un constante requerimiento de elaboración y reparación de
elementos de estatus, sea de factura simple o compleja, es posible que su trabajo se haya
efectuado de manera permanente y prolongada, a tiempo completo.
6.6.5. Naturaleza de las compensaciones y destreza del metalurgista y el orfebre
Asumiendo que los artesanos metalurgistas eran miembros de la elite que trabajaron en
un contexto de producción familiar especializada, cuyos aprendices estuvieron
adscritos al maestro y dueño de la producción, no debió existir técnicamente
compensación alguna ni el servicio de mano de obra debió generar deuda.
Pero para el caso señalado de alta demanda en épocas de fiesta, el reclutamiento
de especialistas ajenos a la unidad productiva mediante ruego debió generar una
obligación de alimentación y alojamiento durante la época de producción. Si luego de la
prestación del servicio se genera o no una deuda, dependerá de las distancias sociales
entre el maestro y señor del taller y los que fungen de ayudantes.
Muchos investigadores de la metalurgia señalan a las culturas andinas como de
las más grandes culturas consumidoras de metales nobles del mundo, pero hacen
hincapié en que “la metalurgia andina es la metalurgia moche, puesto que su tremenda
originalidad, creatividad y técnica sofisticada nunca fue superada en los Andes”495,
siendo el valle de Moche “uno de los más importantes centros de experimentación,
desarrollo y elaboración de la metalurgia del norte andino”496. Es indudable la alta
destreza del metalurgista y orfebre moches. La evidencia suministrada por las piezas
registradas en los yacimientos moches de las regiones norte y sur, así como las piezas
de colecciones de museo analizadas por los expertos, confirman que los metalurgos y
orfebres moches eran muy diestros y manejaban todas las técnicas conocidas en el
mundo andino. Los orfebres moches se las ingeniaron para elaborar piezas cuya forma,
colorido y composición son, aún hoy, difícilmente reproducibles.
495
496
Julie Jones, “Innovation and …”, op. cit.,, pp. 218
Heather Lechtman, “Temas de …”, op. cit., pp.492.
327
6.7. Los dueños de la producción de objetos de metal
En este punto intentaremos inferir si los productores eran también los dueños de la
producción de objetos de metal. Carole Fraresso sugiere que la ausencia de marca de
fabricante en los objetos metálicos mochicas indicaría una vinculación directa a
“patrones o instituciones del Gobierno, para los cuáles producen objetos privilegiados
y desarrollan actividades normalizadas por los hábitos y las creencias de la sociedad”.
Para intentar dilucidar esto, hagamos una revisión de otros yacimientos arqueológicos
en donde se han registrado zonas de producción de objetos de metal.
El taller de orfebrería de Pampa Grande poseía áreas específicas (1) para el
templado y fundición, (2) para el forjado, cortado y formado de láminas de metal, (3)
para almacenamiento y consumo de alimento y bebida, y (4) para, posiblemente,
preparar alimentos y botar desechos, más no espacios para dormir, de lo cual deduce
que los productores venían de otro lado, y sus movimientos eran controlados por
supervisores497. Aunque el autor señala que “No puede decirse si el taller realmente
producía objetos “terminados” (en el sentido de no requerir mayor procesamiento y
estar listos para usarse) o componentes para ser ensamblados a su forma final en otro
lugar”, infiere en base a las herramientas registradas que los talleres habrían abastecido
con objetos de factura simple (posiblemente pinzas, tenazas o agujas) a la elite del
sector A.
En cambio, en el taller de Galindo se hallaron fogones para el fundido de
lingotes, herramientas (dos grandes martillos de piedra, moldes, varias pequeñas piedras
alisadas y pulidas) y varios cientos de fragmentos de cobre (restos de objetos
ceremoniales y ornamentales como hachas, pequeños discos perforados, y una
campanilla de cobre; ningún implemento utilitario, de factura simple como agujas o
anzuelos). Para Bawden, la evidencia argumenta que estos ambientes estaban
involucrados en el trabajo de objetos ceremoniales de cobre de alto estatus, bajo
estrecha supervisión.
En Chan Chan, capital chimú (valle de Moche) se registró barrios de artesanos
independientes en los cuales hubieron talleres para la producción de tejidos decorados
con láminas de metal, es decir, evidencias de trabajo textil y orfebre en la misma unidad
productiva, bajo el control o supervisión de artesanos-supervisores498. El grupo de
consumidores pudo ir más allá de la elite local. En las áreas asociadas a los palacios
(areas de dependientes o retainers) también se registró evidencia de la misma mixtura de
actividades de tejido y metalurgia que las de los barrios, pero las evidencias sugieren que
los productores eran artesanos adjuntos a los señores de los palacios, y que estos poseían
497
498
I. Shimada, Pampa Grande and…, op. cit., pp.206.
“Craft Production in the Kingdom of Chimor”, en: The northern dynasties: kingship and statecraft in
Chimor, Michael Moseley y Alana Cordy-Collins, editores, Dumbarton Oaks Research Library and
Collection. Washington, D.C., 1990, pp. 155-156.
328
mejor estatus que los artesanos de los barrios499. En este caso, el grupo de consumidores
era la elite local, especialmente aquella que vivía en el palacio al cual estaba adjunto el
taller. En este grupo de elite se hallaban los dueños de la producción, es decir, aquellos
que poseían el derecho de alienación de los productos.
En el complejo de Huaca Chotuna, se halló considerable evidencia sobre
orfebrería más no de metalurgia. Los artesanos estaban albergados en un gran conjunto
arquitectónico asociado por lo que podría tratarse de productores adjuntos500.
Luego del cruce da información de los diferentes sitios arqueológicos señalados
líneas arriba, se puede inferir la existencia en un mismo asentamiento urbano, tanto de
(1) unidades productivas destinadas a la elaboración de objetos de factura simple, sin
decoración mayor, aplicando técnicas como el martilleo, como de (2) unidades
productivas destinadas a la elaboración de objetos de factura compleja, donde además
del martilleo, se aplicaban técnicas decorativas, como el repujado. No hay evidencia
hasta la fecha de una mixtura de las mismas. Las unidades productivas de objetos
simples habrían estado separadas arquitectónicamente de los edificios administrativos, y
por lo tanto, habrían sido independientes del control estatal, con artesanos supervisados
por artesanos-supervisores o artesanos-mandones, quienes eran los que poseían los
derechos de alienación de los productos. Las unidades productivas de objetos
complejos, de carácter ceremonial, en cambio, habrían estado asociadas
arquitectónicamente a los edificios administrativos, sujetas al control de señores no
productores o del Estado, los cuales poseían los derechos de alienación de los
productos.
En la ciudad de las huacas del Sol y de la Luna no se ha registrado, al menos
hasta el momento, ningún espacio arquitectónico de producción metalúrgica o de
orfebrería asociado a los templos o a la huaca del Sol. Sólo se ha hallado el taller del
CA27, dentro de la trama urbana, para producción de objetos de factura simple. Por lo
tanto, infiero la presencia en este taller artesanos sujetos o adscritos a un maestro
productor y supervisor, independiente del control estatal, y dueño de la producción y del
derecho a la alienación de los productos terminados.
499
500
J. Topic, “Craft Production…”, op. cit., pp. 158-161.
C. Donnan citado en John Topic, “Craft Production…”, op. cit., pp.167.
329
6.8. Los medios de producción y la cadena operativa metalúrgica
En la cultura Mochica, como en la mayoría de las culturas andinas anteriores al
Incanato, nada es lo que se conoce sobre la fase extractiva; es sobre el proceso de
transformación del mineral en metal y sobre el trabajo artesanal propiamente dicho en
donde el registro arqueológico nos ofrece algunos datos interesantes, sobre todo en lo
que se refiere a las técnicas observables en los productos terminados. Veamos ahora
algunos rasgos de esta manifestación artesanal en el yacimiento de estudio, en cuanto a
los medios de producción y la cadena operativa.
6.8.1. Las materias primas
Durante el periodo Mochica se utilizaron en el norte del actual Perú tres metales y
cuatro aleaciones. Los metales trabajados por los metalurgos mochicas fueron
exclusivamente el oro, la plata y el cobre. Las aleaciones que utilizaron fueron oro-plata
(Au-Ag), oro-cobre (Au-Cu), plata-cobre (Ag-Cu) y oro-plata-cobre (Au-Ag-Cu). La
falta o “no uso” de otros metales (como el caso del hierro) puede explicarse, según
Lechtman, por una cuestión geográfica, social o cultural.
Las fuentes de extracción son desconocidas. Susan Ramírez señala que los
españoles reportaron en 1562 depósitos de oro y plata en el valle de Túcume o La
Leche, así como “a la vista” de la ciudad de Piura. Pero la Sierra Norte era más rica en
recursos minerales que la Costa Norte, destacando las zonas de Cajamarca y
Conchucos501. Rafael Larco resalta la presencia de lavaderos en las cabeceras de los ríos
de la Costa Norte, como aquellos del río Santa (en la latitud de Lacramarca), de donde
hasta ahora se extraen cantidades apreciables de pepitas, laminillas y escamas de oro.
Además, Larco nombra algunos yacimientos auríferos, argentíferos y cupríferos como
Sammne y Salpo, cerca al litoral; cerro de Ascope y Cupisnique, en la zona baja del
valle de Chicama; cerro Chipitur en la zona media del valle de Moche; o Santiago de
Chuco, Mollepata, Mollebamba, Pallasca, Puyalli, Pampas, en la sierra, o Pataz, en la
ceja de selva502.
Susan Ramírez señala que “antes de que los incas conquistasen a los chimúes de
la costa, los alimentos y la ropa (los “bastimientos”) eran intercambiados
respectivamente por minerales por los pueblos de esta zona geográfica y los de la
sierra” Este intercambio se realizaba entre señores503. De acuerdo a Topic, hay amplia
evidencia para la posterior época Chimú que las rutas comerciales chimúes, aunque no
su control, se extendieron a la región rica en metal de Quiruvilca, en las tomas de agua
del río Moche504.
501
S. Ramírez, “La minería y la metalurgia…”, op. cit., pp. 181.
502
R. Larco, Los Mochicas, op. cit., tomo I, pp. 129.
503
S. Ramírez, “La minería y la metalurgia…”, op. cit., pp. 189.
504
J. Topic, “Craft Production…”, op. cit., pp. 161.
330
El oro (Au)
En el Perú, el oro generalmente se encuentra (1) asociado a minerales de plata, y cobre
en yacimientos primarios, en forma de vetas o filones de cuarzo, es el oro de las minas;
o (2) diseminados en yacimientos aluviales o detríticos (secundarios) en la zona norte y
sur oriental del país, donde se presenta en forma de polvo, arenas o pepitas; el es oro de
los placeres o lavaderos505. Este metal se empezó a explotar en la Costa Norte, como ya
se ha mencionado, desde fines del Periodo Inicial, y sólo se trabajo en estado nativo;
luego su uso se generalizó en casi todos los Andes centrales. En los Andes, el oro, al
igual que la plata, sólo se utilizó para utensilios de ostentación y ceremoniales.
La plata (Ag)
En el Perú, y en general en la zona andina, la plata existió tanto en estado nativo (en
forma metálica) y en metales simples y complejos506. Cuando no aparece pura, aparece
mezclada en forma natural con el cobre o con el oro (aleación binaria), o con los dos
(aleación trinaria) En Chavín (1200 a.C.) ya se encuentra esta última trilogía (oro
76.36%; plata 26.31% y cobre 2.93%). Los primeros plateros estarían en la zona de
Cajamarca (sierra norte) y en Pucará (sierra sur). Desde Cajamarca habría influido en
Chongoyape (costa de Lambayeque), y en Recuay (serranía de Ancash).
De acuerdo a lo que señaló Ohen, la plata no es común en la costa, pues se halla
en una franja de 80 a 200 km desde Cajamarca hasta Bolivia y Chile, la cual se
ensancha al sur con el ancho de la cordillera, pero siempre se mantiene a más de 40 km
de la costa del Pacífico507. En base a lo que señala Heather Letchman, la zona de
explotación argentífera más cercana al sitio arqueológico debió ser, en época
precolombina, el área que comprende la sierra de los actuales departamentos de
Cajamarca, La Libertad y Ancash508; Paloma Carcedo, por su parte, señala además la
zona de Tumbes, en la costa norte peruana.
El cobre (Cu)
El cobre es considerado la columna vertebral de la metalurgia moche y andina509. El
cobre de los Andes Centrales se caracteriza por su alto contenido de arsénico y
antimonio y por proceder de vetas oxidadas. En el valle del Alto Piura, la cultura Vicús
(1200 a.C. – 1 d.C) “añadirá a los procedimientos tecnológicos del oro y de las
aleaciones naturales oro-plata y oro-cobre, el uso de un metal menos noble: el cobre”510.
505
P. Carcedo, Cobre del antiguo Perú, op. cit.
506
P. Carcedo, Cobre del antiguo…, op. cit., pp. 24.
507
En Ana María Rey de Castro, El hombre y los metales del Perú, fascículo 1, Instituto de Ingenieros de
Minas del Perú, pre-prensa y edición digital L & L Editores, http://www.iimp.org.pe/biblioteca/, pp. 10.
508
509
Señaladas por A.M. Rey de Castro, op. cit., pp. 11.
Heather Lechtman, “A Metallurgical Site Survey in the Peruvian Andes”, Journal of Field
Archaeology, Vol. 3, No. 1, 1976, pp. 2, 15.
510
C. Fraresso, “El sistema técnico…”, op. cit., pp. 161.
331
En la Costa Norte, Lechtman identificó vetas de cobre (malaquita y cuprita
principalmente) en las zonas media y alta de los valles que conforman los actuales
departamentos de Lambayeque, La Libertad y Cajamarca. Para esta autora, la costa
norte peruana es una zona repleta de minerales de cobre, en particular los ´xidos y
carbonatos que son tan fáciles de fundir511.
El mineral del cobre se fundía y se separaba por procesos metalúrgicos sencillos.
Es pertinente hablar en plural de minerales de cobre, ya que en la época prehispánica se
utilizó malaquita, azurita, crisocola, atacamita y cobre nativo, que se encuentra en la
superficie, tanto en la sierra como en la costa.
Las aleaciones
Dentro del cuerpo de objetos de metal mochicas, el mayor porcentaje está elaborado a
partir de una aleación intencional; en muy pocos casos se trata de objetos de metal puro.
Con los metales arriba mencionados fue posible para los metalurgos moches obtener
aleaciones conocidas como tumbaga512. La tumbaga es una aleación binaria (cobre y
oro o cobre y plata), o ternaria (cobre-plata-oro), y cuyas proporciones fueron
manejadas por el artesano, dependiendo tanto de su conocimiento como del uso que se
le daría al objeto513. La aleación de cobre y plata aparece documentada en el 700 a.C. y
se hizo común desde el período Moche514. Las aleaciones cobre-oro normalmente no
son resultado de la fundición de una mezcla de minerales que ocurre naturalmente,
como en el caso de las aleaciones cobre-plata. Para obtener una aleación cobre-oro,
normalmente hay que agregar un metal a otro y derretirlos juntos. La clave de la técnica
consiste en poner el metal precioso en el cuerpo mismo del objeto515.
Pero ¿para que se inventó la tumbaga?, ¿cuál fue su utilidad? William Root
sostuvo que si bien la tumbaga fue utilizada porque facilitaba el vaciado, hacía los
objetos más duros y se aprovechaba mejor una pequeña cantidad de oro, la razón más
verosímil para su empleo pudo ser la preferencia de artífices y usuarios por su color
sobre el oro y el cobre516. El color jugó un papel muy importante, aún cuando sus
511
H. Lechtman, “A metallurgical…”, op. cit., pp. 10-11, tabla 3.
512
Se ha podido comprobar que algunas piezas de cobre mochicas son aleaciones de cobres arsenicales.
C. Fraresso (“El sistema técnico…”, op. cit., pp.165) sostiene, en base a los estudios de Lechtmann, que
los metalurgos mochicas conocían también la aleación de bronce arsenical (Cu-As), pero bajo forma de
aleación natural, y que es con la cultura Lambayeque-Sicán que esta aleación es intencional. H.
Lechtmann (“Temas de…”, op. cit., 1978, pp. 496) asegura que los bronces arsenicales mochicas se
hacían con menas de sulfoarseniuros de cobre, que abundan a todo lo largo de la sierra peruana,
especialmente en el sector norte, desde Quiruvilca hasta Sinchao. Son probables fuentes las menas que se
encuentran abundantes en los flancos de la cordillera occidental del valle de Jequetepeque, o las de la
región entre Contumazá y Cascas.
513
P. Carcedo, “Instrumentos líticos…”, op. cit.
514
C. Fraresso, “El sistema técnico…”, op. cit..
515
H. Lechtman, “Temas de…”, op. cit., pp. 516-517.
516
Root 1951, citado en H. Lechtman, “Temas de…”, op. cit., pp. 518.
332
implicaciones ideológicas no son conocidas, sólo inferidas. Es importante mencionar
que muchos objetos de metal tenían apariencia de oro o plata – sus colores y su
reflectividad – incluso aún cuando incorporaban sólo un pequeño porcentaje de estos
metales preciosos en su estructura517. Como bien lo resalta Fraresso, “una de las
características o cualidades de la cultura Mochica es que les preocupaba la reacción
que podía producir la contemplación visual de un objeto metálico. En este sentido, la
propiedad del color implica un esfuerzo de búsqueda en torno a los recursos y la
organización técnica”518. Esta investigadora sostiene que los colores de las aleaciones
tumbaga podían variar en una gama que iba en el caso de plata y cobre “desde los grises
a los blancos, o variaciones con oro y cobre que iban desde el amarillo dorado hasta el
rosado brillante”519. Lechtman dice que “si se sostiene que se buscaba economizar oro,
también debe tenerse en cuenta que en las aleaciones de tumbaga se ‘gasta’ todo el oro
presente en la aleación. Solamente el que está en la superficie es funcional en el sentido
que es visible. Usar hojas de oro u otros sistemas externos de dorado habría sido mucho
más económico520.
Con respecto a la aleación de cobre y plata, ésta “suelda bien y es fuerte y
resistente cuando se martillea para obtener láminas. En las aleaciones que sólo tienen
hasta un 10 por 100 de plata, el proceso de martilleo y recocido constante (hasta
tenerlo al rojo vivo) elimina por oxidación una gran cantidad del cobre de la superficie,
dejando un brillante color plateado. Después de su análisis, muchos de los grandes
objetos de “plata” del antiguo Perú resultaron ser de aleaciones de cobre y plata”521.
Rey de Castro resume las ventajas de la tumbaga en siete puntos: (1) la mezcla
ennoblece al metal que es menos precioso; (2) se hace un uso rentable del metal noble
(oro) que es muy escaso; (3) se proporciona mayor estabilidad química al cobre; (4) se
pueden fabricar láminas, lo que es muy propio de las culturas de la Costa Norte; (5) se
reducen las temperaturas necesarias para la fundición, consiguiéndose un ahorro de
combustible y energía; (6) es posible obtener una nueva gama de colores, sonidos y
propiedades mecánicas que respondan a la intencionalidad de fabricación de la pieza; y
(7) aún cuando se usa una menor cantidad del metal más noble, queda satisfecho el
requisito de que el objeto contenga oro, lo que es muy importante desde el punto de
vista cultural y espiritual522.
517
H. Lechtman, “Andean value...”, op. cit., pp. 15.
518
C. Fraresso, “El sistema técnico…”, op. cit. pp. 165.
519
Ibid.
520
H. Lechtman, “Temas de…”, op. cit., pp. 517.
521
Warwick Bray, “La metalurgia en el Perú prehispánico”, en: Los Incas y el antiguo Perú. 3000 años
de historia, Tomo 1. Centro Cultural de la villa de Madrid, Ayuntamiento de Madrid, Sociedad Estatal
Quinto Centenario, 1991, pp. 60.
522
A. M. Rey de Castro, El hombre y los metales…, op. cit., pp. 18.
333
El combustible
Para la fundición del metal en los hornos, los metalurgos se servían del algarrobo como
combustible, al igual que los ceramistas, y es que además de ser relativamente
abundante en la zona, es excelente para mantener el calor por largo tiempo. También era
importante contar con un abastecimiento regular de agua.
6.8.2. Las herramientas
Como en todas las actividades de oficio especializado, cada paso en el proceso y cada
técnica aplicada requieren de un instrumental determinado. El conocimiento de este
instrumental nos permitirá un mejor entendimiento del proceso tecnológico en el que
fue usado y reconocer la habilidad del metalurgo. De igual manera, todas las
herramientas están hechas para ser utilizadas en un trabajo en específico, y están
agrupadas en categorías según sus características de peso, diseño y composición523.
Muchas de las herramientas que utilizaban los metalurgos eran herramientas
fabricadas por ellos mismos, “en función de sus necesidades de trabajo, es decir en
función de las piezas que debían elaborar (…) cuya elección de materiales,
dimensiones, formas y pesos iban relacionados con el metal o la aleación elegida y las
decoraciones deseadas”524; incluso las herramientas de barro (moldes, crisoles) podrían
haber sido fabricadas por los metalurgos mismos525.
Lamentablemente, no todos los pasos pueden ser registrados arqueológicamente,
por lo cual en algunos casos las herramientas son inferidas a partir de hallazgos aislados
en otras sociedades andinas o por el dato tomado etnográficamente de los pueblos
tradicionales actuales.
El martillo
Es una herramienta de piedra, generalmente pulida, cuya tamaño y forma está en
función de los distintos pasos del proceso en que se va a utilizar. Los martillos toman el
nombre según su uso. Hay martillos de extender, de enderezar, de ahondar, de pulir, etc.
Sirven para todos los pasos del proceso de manufactura y decoración526. Puede ser
utilizado en la fase minera, para romper las rocas, en la etapa de fundición de metal, a
manera de ‘mano’ para romper las escorias de los hornos de fusión en los batanes o en
los talleres de artesanos, usado en diferentes técnicas como el laminado; por lo cual se
523
P. Carcedo, “Instrumentos líticos…”, op. cit.
524
C. Fraresso, “El sistema técnico…”, op. cit., pp. 159.
525
Abraham Valencia, “La platería tradicional en un pueblo del sur del Perú”, en: Tecnología Andina,
Fuentes e Investigaciones para la Historia del Perú /4. Roger Ravines, compilador. Instituto de Estudios
Peruanos, Instituto de Investigación Tecnológica Industrial y de Normas Técnicas, Lima, 1978, pp. 534.
526
María Luisa Horcasitas, Cobre martillado. Vocabulario tradicional, utillaje y técnicas de
manufactura. Cuadernos de Trabajo del Museo Nacional de Antropología – Sección de Etnografía.
Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 1974, pp. 13.
334
deduce que existen diversos tipos de martillo (figura 176), de acuerdo a las necesidades
de trabajo del metalurgo527.
Los yunques
El yunque es una herramienta de piedra muy dura y masiva sobre la cual el metalurgo
apoya el metal para separar los prills de metal de la escoria, y para el martilleo o
repujado (figura 176). Esta piedra debe ser los suficientemente dura y resistente para
soportar los impactos del martillo.
Los embutidores
Llamados en México bolas, son generalmente esferas de madera dura y muy compacta
con un mango para asirse o moldes de piedra o cerámica. Sirven para conformar sobre
ella las partes cóncavas y convexas de los objetos528.
Los cinceles
Herramienta de metal de punta muy aguda529 que se puede usar para cortar, cincelar y
repujar. Los hay de varias formas y tamaños530.
Los punzones
Herramienta de metal. Se usaron para perforar, delinear y marcar. Se diferencian de los
cinceles “porque aunque un extremo superior sufre el golpe del martillo, el inferior es
puntiagudo, capaz de traspasar la lámina de un solo golpe seco, o por presión, dejando
en la lámina una perforación circular o cuadrada dependiendo de su sección”531.
Los buriles
Herramienta de metal. Se usaron para grabar, presionando la lámina y levantando el
metal dejando un surco en la lámina. “Son como los cinceles con un extremo recto y el
otro con mango. Estos mangos pueden estar hechos de madera, algodón o caña. El
buril trabaja en la lámina por presión sin golpe de martillo”532.
Las agujas
Herramienta de metal usada para la técnica del satinado533.
527
P. Carcedo, “Instrumentos líticos…”, op. cit.
528
M. L. Horcasitas, Cobre martillado…, op. cit, pp. 26.
529
Ibid., pp.13.
530
P. Carcedo, “Instrumentos líticos…”, op. cit.
531
Ibid.
532
Ibid.
533
Ibid.
335
Figura176. Tomada de la tesis de C. Fraresso, op cit., 2007, pp. 497, figura 72. En el cuadro a:
Útiles líticos publicados por Lothrop (1978); las dimensiones no están indicadas. Las piezas a, b y e
corresponden a pequeños yunques. Los objetos c, d, f, h, k, j, m y g son martillos de diferentes formas y
pesos y tamaños. Las piezas pulidas de forma rectangular l y n pueden corresponder a pulidores o piedras
de toque. Las piezas i y o son difíciles de identificar; el objeto o es similar a la pieza L-02 descubierta en
la tumba M-U725 de San José de Moro. En el cuadro b: martillo (L-03) y objeto circular (L-02), no
identificados, descubiertos en la tumba M-U725 de San José de Moro
Los hornos
De acuerdo a Fraresso, teóricamente, los hornos metalúrgicos son de dos tipos: horno de
fusión y horno de recocido; ambos tipos han sido registrados en el taller del CA27. Los
hornos de fusión son estructuras simples a tajo abierto, practicados en el suelo a manera
de pequeños fogones, no muy profundos. Los hornos de recocido se diferencian de los
anteriores en que contienen en el centro un adobe sobre el cual se acuña el crisol. Los
hornos de recocido entran en el proceso de fabricación de piezas deformadas
plásticamente. Para que el metal trabajado pueda ser nuevamente deformado
plásticamente sin miedo a que se quiebre, el artesano aplica un recalentamiento de
recristalización, debajo del punto de fusión, realizado entre 700 y 800°C534.
534
Carole Fraresso, “Estudio arqueometalúrgico de un taller de transformación de cobre y de aleaciones
tumbaga en las Huacas de Moche”. En manuscrito a ser publicado dentro del libro Investigaciones en
Huaca de la Luna 2007, del Proyecto Arqueológico Huacas del Sol y de la Luna.
336
Las toberas
Según Carcedo se encuentran tres tipos, pues “una tobera variará de forma, tamaño y
peso según la función que vaya a desempeñar” 535.
1. Toberas que se usan para calentar las brasas en un horno y tienen ancho el
dueto de salida de aire. Solo se requiere mantener una temperatura que
permita calentar piezas, moldes, crisoles, etc.
2. Toberas mucho más pequeñas que tienen como función dirigir el aire a una
zona determinada del horno; parte de ellas está dentro del horno y tienen
duetos internos más estrechos.
3. Toberas de joyero, usadas para soldar y unir piezas metálicas, siendo aún más
pequeñas que las anteriores y con un canal de salida del aire más fino,
dirigido y preciso.
En el yacimiento arqueológico de las Huacas del Sol y de la Luna se han
registrado especímenes de arcilla cruda, de forma recta y aproximadamente 3 cm de
largo.
Los crisoles
Son pequeñas vasijas de barro utilizados para fundir los metales. Los especímenes
registrados en el taller del CA27 en la ciudad de las huacas del Sol y de la Luna son
pequeños, de base convexa, con una arcilla muy porosa. Tienen forma de una pequeña
copela, de 5 cm de diámetro, 3 cm de profundidad y entre 12 y 20 mm de espesor, a la
cual, por lo menos, un asa ha sido modelada en el borde; su volumen es
aproximadamente 30 ml, o sea 0,03 l de metal. Según C. Fraresso, ninguno de los
fragmentos de crisoles, registrados en el taller del CA27 presentaba vitrificaciones
visibles al ojo; la superficie interna sólo presentaba una fina capa de óxidos de cobre
que podría indicar que los crisoles habían servido para una sola operación de
fundición536.
Un trabajo etnográfico realizado por Abraham Valencia en San Pablo, Cusco,
nos brinda el dato de que por aquellas tierras los crisoles más pequeños se emplean para
fundir oro y plata, mientras que los más grandes son para fundir bronce537.
Los moldes
Son matrices hechas principalmente de arcilla donde se vaciaba el metal, el cual al
enfriarse y solidificarse adquiría la forma de la impronta o representación en negativo
practicada en el molde de algún objeto modelo, permitiendo la producción de objetos de
metal en serie.
535
P. Carcedo, “Instrumentos líticos…”, op. cit.
536
C. Fraresso, “Estudio arqueometalúrgico…”, op. cit.
537
A. Valencia, “La platería…”, op. cit., pp. 537.
337
6.8.3. La cadena operativa
El trabajo del metal pasa por la fase extractiva practicada en las minas o en los arroyos
aluviales (minería), y por la fase de obtención y transformación del metal, que involucra
la extracción de los metales a partir de los minerales así como la preparación de las
aleaciones (metalurgia), y su posterior labrado (orfebrería o platería), procesos que se
ejecutan en talleres (figura 177).
Fase extractiva o minería
La minería es una fase compleja que agrupa el conjunto de actividades que el hombre
realiza para obtener, de la superficie de la tierra o del interior de ella, los recursos
minerales para luego transformarlos. Comprende la suma de un conjunto de pasos que
abarcan la prospección, la exploración, la extracción, el beneficio, el transporte y la
comercialización de los minerales, entre otros538.
Sin embargo, la información de la que se dispone sobre esta fase en el periodo
prehispánico es muy sesgada, debido a la falta de documentos escritos. No se puede
asegurar categóricamente que los mochicas explotaran minas, y de ser el caso, nada se
sabe sobre sus yacimientos mineros o la forma cómo ellos realizaban su trabajo. Sin
embargo, este proceso se puede inferir, pues siguiendo a Salvador Rovira, se puede
suponer una actividad recolectora de metal nativo y de menas oxidadas o carbonatadas
como la cuprita, malaquita y azufrita procedentes de los numerosos criaderos al aire
libre existentes en los Andes Centrales539.
Susan Ramírez señala que “para los pobladores nativos del norte peruano, al
igual que para los de otros lugares, las minas eran objetos de culto”, siendo
consideradas huacas en donde los nativos rezaban y celebraban en su honor, tal como lo
señala el cronista Bernabé Cobo “fiestas en las que los mineros danzaban y bebían
chicha durante toda la noche” 540.
La extracción
Para Jorge Zevallos, la minería precolombina se hizo durante muchos años “al pie de la
veta”, sin construir una estructura física de explotación541. Lechtman afirma que en la
mayoría de los casos, las minas de oro y plata eran pequeños pozos excavados, con una
profundidad que sólo permitía el ingreso de un minero542.
538
539
A. M. Rey de Castro, El hombre y los metales…, op. cit., pp.4.
Salvador Rovira Llorens, “Metales y aleaciones del antiguo Perú. Evolución de la tecnología
metalúrgica”, en: Los Incas y el antiguo Perú. 3000 años de historia, tomo 1. Centro Cultural de la villa
de Madrid, Ayuntamiento de Madrid, Sociedad Estatal Quinto Centenario, Madrid, 1991, pp.85.
540
S. Ramírez, “La minería y la metalurgia…”, op. cit., pp. 180.
541
Citado en A. M. Rey de Castro, El hombre y los metales…, op. cit., pp. 14.
542
H. Lechtman, “A metallurgical...”, op. cit., pp. 9.
338
Figura 177. Diagrama general de los pasos tecnológicos o cadena operativa del trabajo del metal.
339
Shimada, por su parte, describe la mina del cerro Barranco Colorado, cerca al
conjunto Batán Grande (Lambayeque), donde los antiguos mineros:
“…removieron el material comenzando por la cima y descendieron gradualmente hasta el centro
de la montaña. Así, aunque la abertura de la cima tenía una trinchera de menos de 1.5 metros de
ancho, se extendía casi unos 100 metros hacia debajo de la ladera. La mina tenía por lo menos
40 metros de profundidad y se ensanchaba por dentro hasta 8 ó 9 metros, a tan sólo 3 ó 4 metros
de la entrada y a partir de esta especie de cámara subterránea se descendía a un profundo pozo
vertical; con estacas de madera y escalones excavados en la pared del mismo…”543.
El estudio de este y otros sitios ha permitido identificar entonces, diferentes
métodos de extracción. Por ejemplo, según P. Carcedo:
“cuando la zona mineralizada se hallaba expuesta muy cerca de la superficie, los antiguos
mineros la explotaron mediante pozos circulares de 2 a 3 metros de diámetro; aunque también
había de 30 metros de largo, 13 metros de ancho y 3.5 a 4 metros de profundidad. Empezarían
la explotación por lo que estuviera más cercano a la superficie, buscando la veta rica en
minerales y haciendo una selección de la veta en el lugar mismo. Irían penetrando siguiendo la
veta hacia el interior hasta o que físicamente fuera posible y las condiciones del socavón
permitieran.
Se empleaban por separado o en forma combinada, galerías verticales, túneles y la extracción a
tajo abierto, según las características de la mineralización, la escala de la explotación y las
necesidades”544.
Con respecto al oro, Larco asegura que su extracción en época precolombina “se
limitó a los aluviones auríferos o lavaderos, de los que era fácil extraerlo mediante el
lavado de las arenas, o cortándolo de los filones o vetas de más alta ley, con
herramientas de material duro, que aún no están bien identificadas”. Añade que su
obtención “no pude hacerse de modo directo sin el auxilio del mercurio o azogue, que
actúa, como es sabido, como agente químico de primer orden”, aun cuando algunos
cronistas erróneamente niegan que el hombre prehispánico haya conocido y empleado el
azogue. A decir de Larco, “…las joyas mochicas, por otro lado, están delatando que no
era el oro nativo el único empleado en su manufactura, sino también el extraído de las
minas, operación en la que no se podía prescindir del azogue”. La presencia de cinabrio
en las joyas de oro mochicas es para Larco una prueba concluyente para afirmar “que
este pueblo conoció el azogue y la propiedad de este metal para amalgamarse con el
oro, y de allí que creamos que se utilizó para obtener este metal de las arenas auríferas
o de minerales que lo contenían en estado nativo”. Finalmente, Larco señala que “sólo
mediante el empleo del azogue podemos explicar los maravillosos dorados de la plata y
543
I. Shimada citado en A. M. Rey de Castro, El hombre y los metales…, op. cit., pp. 14.
544
P. Carcedo, citada en A. M. Rey de Castro, El hombre y los metales…, op. cit., pp. 14-15.
340
el cobre”, pues el uso de sales de plata u otros procedimientos químicos son
relativamente modernos o de reciente invención545.
Puesto que la plata no se encuentra en estado nativo; salvo rarísimas
excepciones546, su extracción y purificación es un proceso de mayor dificultad, pues la
plata generalmente se halla unida a otros metales, como por ejemplo el plomo. Larco
señala un procedimiento descrito por Garcilaso de la Vega como análogo a aquel
empleado por los mochicas para extraer la plata, basado en la fundición en hornos, con
la ayuda del plomo 547.
Con respecto a la extracción del cobre, la información etnohistórica es nula.
Larco infiere que su extracción “se hizo, posiblemente, mediante el procedimiento
técnico del tostado y el de la fundición”, pues los mochicas “a través de sus artefactos,
acusan que fueron expertos fundidores de cobre”. Para tal fin “ha tenido que emplearse
forzosamente el carbón de piedra y el cuarzo, materias que eran ampliamente
conocidas y utilizadas por los mochicas (…) En cuanto al tostado, se empleó solamente
en los sulfuros”548.
Lo que resulta muy difícil es llegar a conocer el método del que se valieron los
mineros andinos para obtener los metales. Pero, siguiendo a Larco, “parece que todo se
redujo a procedimientos mediante el fuego, con el empleo de mezclas de otros cuerpos,
seleccionados después de pacientes y repetidos ensayos”549.
Con respecto a los instrumentos utilizados en la extracción de los minerales, el
estudio de las minas antiguas revela el uso básico de martillos y picos de piedra,
identificados a partir de las huellas de puntos en los muros que corresponden a marcas
dejadas por instrumentos de este material550. Izumi Shimada reporta diversas minas de
explotación cerca a Pampa Grande donde se observan asociaciones directas de
arquitectura probablemente prehispánica, cerámica, y/o piedras casi triangulares, de
procedencia externa, con terminaciones abolladas que parecen haber sido usadas como
picos, y equipo de forma estrecha e irregular para el seguimiento de las vetas551. Aunque
encontrado en el lejano desierto de Atacama, el cuerpo momificado y las herramientas
de un minero del 600 d.C., posiblemente atrapado en un derrumbe dentro de la mina
donde trabajaba, es una fuente de información valiosa para tener una idea del conjunto
de herramientas y utensilios utilizado en la minería prehispánica. Este set de piezas
545
Todas las citas textuales de este párrafo en R. Larco, Los Mochicas, op. cit., pp. 130.
546
Carole Fraresso piensa que los moches del norte (valles de Jequetepeque y Lambayeque) tenían acceso
a plata nativa, de vetas que afloraban al suelo. La cantidad de objetos de plata y cobre plateado
encontrados en la tumba del Señor de Úcupe (Lambayeque) reforzarían esa hipótesis, pues esta
investigadora hizo análisis de algunas piezas de dicha tumba y había elementos hechos con cobre plateado
y plata así como cobre dorado (comunicación personal).
547
R. Larco Los Mochicas, op.cit., pp. 131.
548
R. Larco, Los Mochicas, op. cit., pp. 131-133
549
Ibid., pp. 133.
550
A. M. Rey de Castro, El hombre y los metales…, op. cit., pp. 15.
551
I. Shimada, Pampa Grande…, op. cit., pp. 202.
341
estuvo conformado por cuatro martillos enmangados, un azadón con hoja de piedra, un
azadón de madera o rastrillo, dos palitos de madera, una bolsa de cuero crudo, cuatro
cestos en espiral incompletos, fragmentos de cestería y una correa de cuero552.
La molienda o trituración
Puesto que los mineros prehispánicos no contaban con instrumentos de hierro, el trabajo
se habría basado en la fractura de las rocas por medio de un calentamiento seguido de
un brusco enfriamiento, una vez que estas habían sido extraídas de su contexto de
origen. Una vez que el mineral era extraído se realizaba la trituración y molienda del
mismo, acto que se hacía fuera de las minas con la ayuda de batanes a manera de
molinos conocidos actualmente como molinetes o quimbaletes. Esta actividad se conoce
como “pallaqueo” porque, al menos en época colonial, eran las pallas o mujeres quienes
la hacían. La idea es “separar la mena de la ganga (impureza del mineral que no sirve
para el metal y que se descarta) para no tener que transportar tanta carga
innecesaria…”553 .
Larco reporta el hallazgo de varios molinetes y describe el proceso de su
construcción:
“…se toma como base una piedra más o menos plana sobre la que se traza una elipse que sirve
de diseño para efectuar el vaciado y convertirla en MUSHCA. (…) Cuando la mushca está
expedita para usarse, se prepara el chungo, que debe adaptarse al vaciado en condiciones de
poder “volar”, según el dicho indígena. (..) Todavía se construye un poyo con respaldo, todo de
554
piedra, a regular distancia del molinete (…”)
.
Estos molinos son operados por los “moledores”, quienes mueven el chungo con
sus pies aguantando la presión “sobre el espaldar de piedra en que apoya sus espaldas”
555
. Una vez triturados y molidos, los minerales serían transportados a los lugares donde
se cumpliría la fase de transformación.
Fase de elaboración
Esta etapa corresponde a la obtención del metal a partir del mineral. De esta etapa se
obtienen los lingotes que llegan a los talleres de transformación.
Fase de transformación
Esta etapa corresponde a la fabricación de objetos a partir de metales o aleaciones556.
Esto se consigue aplicando un sistema de técnicas de fabricación y procedimientos
térmicos y/o mecánicos realizados por metalurgistas y orfebres.
552
Ibid.
553
P. Carcedo, citada en A. M. Rey de Castro, El hombre y los metales…, op. cit., pp. 16.
554
R. Larco, Los Mochicas, op. cit., pp. 136.
555
R. Larco, Los Mochicas, op. cit., pp. 138.
556
C. Fraresso, “El sistema técnico…”, op. cit., pp. 154.
342
La fusión o fundición
Esta actividad se infiere a partir de la presencia en un contexto arqueológico de crisoles,
hornos de fusión, pequeñas toberas, lingotes y esbozos de cobre no aleado. El mineral es
colocado en el crisol y expuesto en el horno abierto para una primera fundición, proceso
del cual se obtiene una masa viscosa, producto de los fundentes, el combustible y los
minerales mismos, con los prills atrapados en ella. Esta masa se depositaba en los
yunques o batanes donde los operarios la partían con un martillo, recolectando a mano
los prills y descartando la escoria. Luego, los prills eran puestos en un crisol y de ahí
iban al horno donde se calentaban formando un lingote. En base a su análisis, Carole
Fraresso identifica dos actividades o tipos de fundición realizadas en el taller del CA27:
la refundición o fusión del cobre y la preparación de aleaciones preciosas.
La refundición o fusión del cobre, se realizó utilizando lingotes, semiproductos
(barras, masas metálicas circulares) y objetos de cobre en desuso557. Christopher
Donnan, por su parte, comprobó mediante un estudio experimental con lingotes de
cobre recuperados por Max Uhle en tumbas moches excavadas en las huacas del Sol y
de la Luna, que “se podían producir lingotes similares en un horno abierto”. Para esto,
“el mineral debía ser previamente molido y reducido a granos finos o polvo y puesto en
un crisol de cerámica con fondo ligeramente redondeado”; esta forma de crisol es
exactamente igual a la registrada en el taller del CA27. Luego, el crisol “debía ser
llenado con carbón en polvo, para que sirviese como un agente reductor durante el
proceso de fundición”. Luego, el mineral debía colocarse “sobre una superficie de
carbones ardientes y cubrirse completamente con ascuas del mismo material”. A
continuación, el soplador debía “introducir aire con cierta fuerza alrededor del crisol”
usando las cañas y las toberas. Esto lograría elevar “la temperatura inmediatamente al
costado del crisol hasta 1300°C, dentro de los primeros 15 minutos del proceso”. Los
sopladores debían mantener esta temperatura “soplando constantemente por una hora,
tiempo que toma el mineral de óxido de cobre en fundirse en el fondo del crisol” 558.
El refinado
Durante la refundición se realizaba el refinado o purificación que consistía en la
separación de las escorias vitrificadas (capa de mugre) que forman las inclusiones o
suciedades presentes en el metal líquido. A lo largo del proceso, según Donnan, “la
escoria aísla el cobre derretido del contacto con el aire exterior” 559. Para Fraresso, esto
se lograba haciendo uso de algún instrumento, como por ejemplo una varilla de madera
557
Según C. Fraresso, L’usage du metal…, op. cit., pp. 187, “Un lingote es una pieza de metal o aleación
bruta de fundición destinada al transporte y/o al almacenamiento; su geometría no está relacionada con
el tipo de pieza que fabricara el orfebre; antes de ser utilizado será refundido. Los semiproductos son
piezas con geometría precisa: barras, varillas, hilos metálicos, placas, etc.” [Traducción del autor].
558
C. Donnan, “Un ceramio…”, op. cit., pp. 14 y 15.
559
C. Donnan, “Un ceramio…”, op. cit., pp. 14 y 15.
343
dura560. Por su parte, Donnan presume que los crisoles se utilizaban una sola vez: al
adherirse la escoria y el metal a los lados del crisol, este tenía que ser roto para remover
el lingote561. Volviendo con Fraresso, la investigadora señala que este paso arrojaba
como producto final esbozos sanos de cobre no aleado (masas metálicas deformadas,
barras y varillas de sección rectangular o circular, semicuentas) que serán
particularmente bien adaptados al trabajo de deformación y la preparación de aleaciones
preciosas que se relacionan según los resultados obtenidos al reciclado562. El proceso de
refinado se podía hacer en el mismo centro de producción metalúrgica o en los talleres
de los artesanos orfebres.
La preparación de aleaciones preciosas
La preparación de aleaciones preciosas se hizo en dos formas: (1) una aleación binaria
de cobre (98,5%) y oro (1,5%) que se obtuvo a partir del reciclado, es decir a la mezcla
intencional de un metal “nuevo” de cobre con fragmentos de láminas doradas (recortes
de trabajo, desechos, etc.) y la refundición de cobre dorado fuera de uso; y (2) una
aleación intencional ternaria (tumbaga) de cobre (76%), oro (19,5%) y plata (4,5%)563.
La deformación plástica
Este proceso consiste en la puesta en forma de los esbozos, sean metales puros o
aleaciones. Según Fraresso se traduce por la puesta en forma de varillas y/o láminas por
series de operaciones de martilleo y tratamientos térmicos de recocido en sucesivo, para
fabricar pequeños objetos564. El martilleo permite obtener, mediante golpes de martillo,
placas alargadas y delgadas. El recocido permite liberar las tensiones acumuladas en la
pieza debido a los sucesivos golpes a fin de evitar que la pieza se fracture565. Es una
técnica de punta “que implica conocimientos muy profundos sobre aspectos térmicos y
mecánicos de los metales o aleaciones trabajados. Esta técnica requiere una mayor
destreza artesanal y conocer el comportamiento de los metales durante el proceso de
fabricación”566.
La decoración por medio de la técnica del dorado y el plateado
El dorado y el plateado consisten en añadir un nivel de oro o plata a una base de metal,
como por ejemplo el cobre. Entre las técnicas utilizadas por los moches, Carcedo cita el
enchapado por reemplazo electroquímico, el dorado por fusión, el dorado o plateado por
enriquecimiento y el dorado parcial de superficies o piezas bicolores. El dorado, técnica
inherente al proceso de deformación, fue identificado en algunos de los objetos
560
C. Fraresso, L’usage du metal…, op. cit., pp. 467.
561
C. Donnan, “Un ceramio…”, op. cit., pp. 14 y 15.
562
C. Fraresso, L’usage du metal…, op. cit., pp. 467.
563
C. Fraresso, L’usage du metal…, op. cit., pp. 467.
564
C. Fraresso, L’usage du metal…, op. cit., pp. 159.
565
C. Fraresso, “El sistema técnico…”, op. cit., pp. 159.
566
R. Lleras Pérez, “Metales preciosos…”, op. cit., pp. 23.
344
pequeños del CA27; se trata tanto del dorado por enriquecimiento, mediante el
empobrecimiento de la superficie de cobre como del dorado por la técnica de
reemplazamiento electroquímico 567.
El pulido y el bruñido
Operación que se repetía en todas las etapas de trabajo. Deja restos de limaduras en el
suelo 568.
Otras técnicas de la fase de transformación
Lo que se ha descrito líneas arriba se restringe al uso de técnicas aplicadas en el taller
del CA27, identificadas por Fraresso. Sin embargo, si asumimos que la mayor parte del
corpus de piezas metálicas registradas en el yacimiento fue fabricado localmente, se
observa la aplicación de otras técnicas, como veremos a continuación.
El vaciado consiste en verter en un molde un metal líquido; al solidificarse, el
metal tomará la forma del recipiente. Esta técnica, que puede utilizar tanto moldes de un
solo uso (“cera perdida”) como moldes reutilizables, fue integrada al sistema técnico
precolombino andino a partir del periodo Mochica569.
La deformación plástica también se aplicó en la decoración. Una vez que las
piezas tenían el tamaño y forma adecuados para los fines del metalurgo (esbozos),
empezaba el trabajo de orfebrería, de ser el caso. Los mochicas perfeccionaron técnicas
decorativas o de tratamiento de superficie, como el doblado, la torsión y el repujado, e
introdujeron nuevas técnicas como el granulado, la filigrana, la soldadura, el arte
lapidario en metales (como el engaste de piedras preciosas) y el recopado o embutido.
Otra característica de la orfebrería moche es el uso de incrustaciones o aplicaciones de
material distinto, como por ejemplo, piedras semipreciosas (crisocola, malaquita,
turquesa, lapislázuli, sodalita), cuarzos colorados como la amatista, conchas, huesos,
pigmentos, entre otros. Las soldaduras, con todas sus variantes, son procedimientos
térmicos que exigen conocimientos técnicos muy precisos570.
La técnica del dorado, de la que ya hemos hablado líneas arriba, junto con el
plateado, alcanzó un desarrollo singular en el área mochica, y Paloma Carcedo distingue
dos grupos de técnicas usadas para tal fin por los moches. Un primer grupo, conformado
por aquellas técnicas que añaden un nivel de oro o plata a un sustrato o base de metal,
incluye el enchapado, el chapado por reemplazo electroquímico y el dorado por fusión.
El segundo grupo, conformado por técnicas en las que se hace un tratamiento químico
de la superficie de la placa o lámina aleada, que incluye el plateado o dorado por
567
C. Fraresso, L’usage du metal…, op. cit., pp. 451.
568
C. Fraresso L’usage du metal…, op. cit., pp. 467.
569
C. Fraresso, “El sistema técnico…”, op. cit., pp. 161.
570
C. Fraresso, “El sistema técnico…”, op. cit., pp. 163-166.
345
empobrecimiento, el dorado a base de plantas y el dorado parcial de superficies de
piezas mediante el enriquecimiento de superficie571.
Las técnicas de uniones incluyen la elaboración de grapas, alambres, cintas,
clavos, anillos metálicos o hilos textiles. Fraresso también observa que los mochicas
restauraban o reparaban algunas piezas de metal572.
Objetivos
deseados
Clase de técnica
Vaciado
Deformación plástica
Decoración en
relieve (alto o bajo)
Material quitado
Material añadido
Uniones (y
reparaciones)
Vaciado
Mecánicas
Térmicas
Revestimiento
Tratamientos de
superficies
Tratamiento químicos
Pulido
Tipo de técnica
Cera perdida, vaciado en molde permanente
Trabajo de láminas mediante el repujado, embutido
Incisiones realizadas por cincelado
Doblado, torsión, filigrana
Láminas caladas
Incisiones realizadas por abrasión de material o grabado
Incrustaciones con resina (piedras semipreciosas,
conchas, nácar, etc.)
Plumas, pintura, textiles
Cera perdida o en molde permanente (unión metalúrgica a
otra pieza)
Grapas, clavos, alambres, cintas, textiles, anillos, etc.
Soldadura directa e indirecta
Lámina fina martillada y unida sobre la superficie de una
pieza (mecánica o térmicamente)
Chapado por reemplazo electroquímico
Dorado o plateado por fusión
Plateado o dorado por enriquecimiento
Dorado a base de plantas
Dorado parcial de superficies de piexas mediante el
enriquecimiento de superficie
Pulido y bruñido (operaciones repetidas en todas las
etapas de trabajo)
Figura 178. Proposición de clasificación propuesta por Carole Fraresso de las principales técnicas de
decoración y acabado empleadas por los orfebres de la cultura Mochica. Fuente: Fraresso, Carole, op. cit.
2008, pp. 164, figura 4.
6.9. La distribución y los consumidores de los objetos de metal
La intervención arqueológica en contextos mochicas ha demostrado que la presencia de
objetos de metal, principalmente ornamentos corporales, es recurrente en las tumbas
mochicas de elite. A mayor estatus del difunto, mayor cantidad y calidad de ofrendas
de metal. Prueba de ello son: la tumba del Señor y del Viejo Señor de Sipán, las tumbas
de las Sacerdotisas de San José de Moro, la tumba del Señor de Úcupe, la tumba del
Sacerdote Guerrero de Huaca de la Cruz, la tumba de la Señora de Cao, entre los más
importantes. En la ciudad de las huacas del Sol y de la Luna se han registrado objetos de
metal en tumbas principalmente, tanto en la huaca de la Luna como en el núcleo urbano.
Pero también se han registrado objetos de metal en contextos arquitectónicos del núcleo
urbano. Es claro que, mientras las piezas de metal más complejas se hallan asociadas a
las tumbas, las piezas de metal de factura más sencilla se hallaron tanto en tumbas como
571
P. Carcedo, “Instrumentos líticos…”, op. cit.
572
C. Fraresso, “El sistema técnico…”, op. cit., pp.163, 164.
346
en los pisos y rellenos de los diferentes ambientes de los conjuntos arquitectónicos
residenciales que configuraban el núcleo urbano de la ciudad.
Si seguimos la lógica expuesta en los puntos anteriores de este capítulo, los
objetos de factura sencilla producidos en talleres del núcleo urbano, como el del CA27,
debieron ser distribuidos por intercambio con las elites intermedias del núcleo urbano y
otras elites intermedias intra e inter valle, sea por recíproco (por ejemplo, en las fiestas)
o por trueque. Los objetos más complejos, que pudieron haber sido producidos en
espacios por descubrir aún, quizás asociados a los templos de huaca de la Luna (quizás
ubicados en sus flancos norte o sur) debieron ser usados por las mismas elites
sacerdotales que auspiciaron su producción o se encargaron de producir ellos mismos,
como sacerdotes-orfebres. También pudieron ser distribuidos mediante intercambio
recíproco o redistribución con otras elites de la ciudad, del valle o de los valles vecinos.
La diversidad de objetos de metal, según sus características morfólógicas y el tipo de
materia prima, indicaría una diversidad de estamentos de consumidores de elite.
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