Decenas de miles de franceses, muchos de origen español

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MEDIO SIGLO DE INDEPENDENCIA
Franceses nacidos en Argelia hacen, en Alicante, campaña a favor del sí en el referéndum organizado por Franco en diciembre de 1966. Foto: Perfecto Arjones
Huir de Argelia
Decenas de miles de franceses, muchos de origen español, emigraron de Argelia al Levante
español hace 50 años cuando Francia concedió la independencia a su última colonia magrebí.
Mientras, los refugiados republicanos en Orán y Argel volvían a exiliarse, esta vez en Francia.
Por IGNACIO CEMBRERO
J
unto a su familia, José Falcón corrió con todas sus fuerzas, hace ya
50 años, hasta el portaaviones La
Fayette atracado en Orán. Quería
poner a salvo, en su bodega, a su
mujer, Hélène, y a sus tres hijos. El
barco de guerra estaba lleno hasta la bandera con refugiados como él y cientos de harkis, los mercenarios argelinos que lucharon
junto al Ejército francés en la guerra de la
independencia de Argelia.
“Los moros cortaban las cabezas de los
europeos, había que escaparse”, recuerda
Falcón, barcelonés de 96 años, en su modesto chalé adosado de Toulouse. Atrás dejaba
entonces 23 años de exilio en la Argelia francesa. Falcón fue aviador republicano, el que
libró el último combate aéreo en los cielos
de Cataluña en febrero de 1939, derribando
a un Messerschmitt alemán. Cruzó los Pirineos, pasó unas semanas en los campamentos de concentración del sur de Francia y
8 EL PAÍS DOMINGO 01.07.12
Franceses nacidos en Argelia expresan su lealtad a Franco en Alicante en 1966. Foto: Perfecto Arjones
emigró a Orán, donde había sido invitado
por su tío.
Ese día, el 5 de julio de 1962, iba a proclamarse la independencia de Argelia, pero horas antes los disparos en el transcurso de
una manifestación de alegría de argelinos
en la plaza de Armas de Orán, la segunda
ciudad del país, desataron primero el pánico y después una matanza de europeos perpetrada por el Ejército de Liberación Nacional, la resistencia armada argelina, y civiles
espontáneos provistos de armas blancas.
Dispararon contra las terrazas de los cafés, contra los automovilistas; hubo ejecucio-
nes sumarias, secuestros, ahorcamientos y
mutilaciones y enucleaciones en plena calle
hasta que, con horas de demora, el general
francés Katz ordenó a sus 18.000 soldados
que interviniesen. El balance de víctimas oscila, según las fuentes, entre 400 y 3.000
muertos y desaparecidos en tres horas. Aunque muchos habían huido de Orán las semanas anteriores, aún quedaban en la ciudad
más de cien mil europeos.
“Gentes aterrorizadas corrían por todas
partes, me gritaban que me escondiera en
algún portal, en algún local”, recuerda Sylvie Ambros, oranesa de 85 años. Llevaba
días recluida en el hotel Univers, que regentaba su padre en el centro de Orán, pero se
había arriesgado a echarse a la calle para
comprar comida para su bebé. “Pensé que
el local, en vez de ser un refugio, podía convertirse en una ratonera y opté por regresar
al hotel”, prosigue. “En él se hospedaban
militares franceses que me inspiraban seguridad”, añade.
Cuatro semanas después, Sylvie Ambros
también se dirigió al puerto con su hija y sus
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padres para embarcar, “gracias a un enchufe, porque había bofetadas para subir a bordo”, pero no eligió el mismo destino que
José Falcón. Zarparon rumbo a Alicante, a
290 kilómetros de Orán. Regresaba a la tierra de sus antepasados porque, aunque habían adquirido la nacionalidad francesa, los
Ambros eran de origen valenciano. Ahora
reside, junto con su hermana, en pleno centro de Alicante, que, según Sylvie, “tiene mucho en común con Orán, aunque es más
seco y algo más caluroso”.
Para José Falcón, la independencia de
Argelia supuso un segundo y doloroso exilio. Para Sylvie Ambros, la vuelta al país de
sus ancestros, aunque perdiendo buena parte de su patrimonio. Para España, la descolonización de Argelia tuvo consecuencias migratorias y políticas porque buena parte de
los 1,2 millones de europeos que allí residían eran españoles o de origen español. En
Orán eran incluso mayoría (65%), y la calle
hablaba español, y en Argel eran hegemónicos en el populoso barrio de Bab el Oued.
Desde que Francia inició la conquista de
Argelia, en 1830, valencianos, murcianos y
almerienses empezaron a expatriarse en
busca de trabajo y no tardaban en obtener
la nacionalidad francesa que París les otorgaba para incrementar el peso demográfico
de los europeos frente a la mayoría de musulmanes argelinos.
La última gran oleada de inmigrantes españoles llegó coincidiendo con el final de la
Guerra Civil cuando el carbonero Stanbrook
zarpó de Alicante, el 28 de marzo de 1939,
atestado con 2.638 pasajeros. Mientras, los
El día en que se proclamó
la independencia de
Argelia cientos de
europeos fueron
asesinados en Orán
Entre abril y agosto de
1962 cerca de 50.000
emigrantes procedentes
de Argelia llegaron a
España, el 70% a Alicante
últimos aviones de la República volaban hacia el oeste de Argelia. En total, más de 7.000
españoles se exiliaron en la colonia al acabar la contienda. No siempre la adaptación
fue fácil.
“Me produjo un choque ver a los moros
preparar el té en el barco que me trasladó
de Marsella a Orán” en el verano de 1939,
rememora José Falcón, que había oído hablar de las matanzas perpetradas por los
soldados rifeños a sueldo de Franco durante
la Guerra Civil. “Me esperaba ver allí la sabana africana y sus leones, pero aquello se
parecía más bien a la calle de Pelayo de
Barcelona”, añade.
Su último golpe emocional se lo proporcionó, 25 años después, la Gendarmería
cuando, al instalarse en Francia, sacó la oposición de mecánico del cuerpo. “Coger la
plaza suponía trabajar para aquellos que
custodiaron los campos [de concentración]
en los que estuve con mis compañeros en el
sur de Francia”, explica Falcón. Superó sus
reticencias y guarda un grato recuerdo de su
último empleo.
“A mí me impresionaban los fantasmas
de las calles de Argel”, recuerda Antonio
Asensio, de 73 años, refiriéndose a las mujeres vestidas con largas túnicas blancas que
les cubrían la cabeza y solo dejaban su rostro al descubierto. Cuando tenía 11 años,
Asensio voló en avión de Valencia a Argel
pare reunirse con su padre allí exiliado. “A
bordo, los pasajeros se despedían de su tierra cantando El emigrante”, asegura.
Los exiliados republicanos se trasladaron en 1962 a la metrópoli, pero decenas de
miles de pieds-noirs (franceses nacidos en
Argelia), de españoles que habían adquirido
la nacionalidad francesa y otros emigrantes
valencianos que aún no la tenían embarcaron en transbordadores, cargueros, barcos
de recreo y hasta en veleros rumbo a Santa
Pola, Jávea, Águilas, Cartagena y, sobre todo, Alicante.
“2.200 españoles llegaron de Orán”, titulaba en portada, el 1 de julio de 1962, el
diario Información de Alicante. La víspera
fue el día del mayor desembarco, pero entre
abril y agosto de 1962 arribaron al sureste de
la Península 50.000 inmigrantes procedentes de Argelia, el
70% a Alicante, según el periodista francés Leo Palacio,
autor de un libro sobre los
pieds-noirs. De ese aluvión, la
prensa española apenas habló. Es verdad que para algunos España solo fue un país
de tránsito.
Cuando en junio el goteo
de pesqueros abarrotados de
franceses se acentuó, el alcalde falangista de Alicante, Agatángelo Soler, llamó al ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Castiella. Le pidió que
España facilitara la salida de
los miles de españoles que se
agolpaban en el puerto de
Orán. Le hizo esperar 20 minutos y le anunció “que salían para Argelia dos transbordadores escoltados por barcos de guerra para traerse a
aquella gente”, declaró el alcalde a Información.
La orden la dio el propio
general Franco, pero otro general, Charles de Gaulle, tardó tres días hasta autorizar a
atracar al Virgen de África y al
Victoria en Orán. Cuando los
buques volvieron a España,
sus pasajeros desembarcaron
dando vivas a Franco. No tardarían en tener aún más motivos de agradecimiento al dictador.
Las autoridades les documentaron y les ayudaron a encontrar alojamiento; la Cruz
Roja atendió a los enfermos y
la prensa local publicó sus
nombres para ayudar a las familias separadas a encontrarse. Muchos habían llegado
con lo puesto a Alicante y
“los bancos les concedieron
facilidades crediticias de las
que nunca se beneficiaron
los españoles”, sostiene Leo
Palacio.
Con esos créditos abrieron
supermercados, bares, restaurantes, discotecas, lavanderías, joyerías, pastelerías, etcétera. El 20% de los locales
de ocio de Alicante “están en
manos de nuestros compatriotas”, estimaba en 1970 el
cónsul de Francia en la ciudad, Petiot de Laluisant, en
un informe dirigido a su embajador en Madrid.
Robert Tabarot, que fue la figura más
célebre del exilio francés en el Levante, inauguró entonces una pizzería en Benidorm. El
Ayuntamiento le concedió un permiso excepcional para que permaneciese abierta
hasta las seis de la madrugada “mientras
todos sus competidores españoles debían
cerrar mucho antes”, prosigue Palacio.
Tres años antes, el carbonero Stanbrook
había permanecido 72 horas ante las puertas del puerto de Orán pese al hacinamiento
de sus pasajeros republicanos y a la escasez
de víveres para alimentarlos. Cuando, por
fin, desembarcaron, las mujeres y los niños
fueron trasladados a una cárcel que iba a ser
desmantelada y muchos hombres válidos
fueron enviados a la fuerza a construir el
ferrocarril transahariano. El contraste entre
la acogida que brindó España a los inmigrantes de Argelia y Francia a los exiliados
republicanos es apabullante.
Por algo Le Courrier du Soleil , el semanario que fundaron los franceses en Alicante,
Agatángelo Soler, el alcalde, contaba que
un puñado de emigrantes procedentes de
Argelia acudió al Ayuntamiento “a romper
sus pasaportes” franceses. Eran los más radicales, aquellos que renegaban de una patria
que les había traicionado al conceder la independencia a la tierra en la que habían
nacido.
Buena parte de los jefes de la Organización del Ejército Secreto (OAS, según sus
iniciales en francés), que causó 2.200 muertos en su lucha contra la independencia,
acabaron o, al menos, pasaron por Alicante.
“Aquí estaban fuera del alcance de la justicia francesa y ni
uno de ellos fue extraditado a
Francia por las autoridades españolas”, recalca Juan David
Sempere Souvannavong, profesor de la Universidad de Alicante que ha investigado a
fondo el exilio de los piedsnoirs en España.
“Al principio debía acudir
a diario a firmar en la comisaría de El Campello (Alicante)”, señala François Andugar, de 75 años, hijo de padres
españoles emigrantes a Argel,
exparacaidista francés y después agente de la OAS con numerosos golpes en su historial. “A los de la OAS, la policía española no nos perdía de
vista”, añade.
Aun así, él y medio centenar de hombres de acción de
la OAS se reagruparon, a finales de 1962, en Vallfogona
(Lleida), en un campo de entrenamiento. “Aprendíamos a
atracar bancos porque la prioridad era obtener fondos para
reconstituir la organización
en Francia y, algún día, atentar contra De Gaulle”, prosigue. El proyecto fracasó.
Andugar confirma así un
rumor, recogido entonces por
la prensa francesa, sobre la
existencia en España de campos de la OAS, pero sin aportar pruebas. “Hubo otro recinto de entrenamiento, efímero, por Vistahermosa”, pegado a Alicante, revela Jean Leonard Decouty, de 81 años,
otro miembro de la OAS, pero
que nunca estuvo en Argelia.
“Luché desde la metrópoli”,
explica, y para librarse de la
justicia huyó a Alicante, donde abrió un restaurante de
El aviador republicano José Falcó, de
postín.
96 años, en Toulouse (Foto de Pierre
Decouty evoca con nostalChallier), y a bordo de su aparato
gia el paso por Alicante de los
Polikarpov 115 durante la Guerra Cicabecillas de la OAS como Jovil española. Abajo François Anduseph Ortiz o Pierre Lagaillargar, con uniforme militar en Argelia
de, exdiputado de Argel, que
en los años cincuenta y, la semana
consiguió un empleo en el
pasada, en El Campello (Alicante),
economato del colegio francon Antonio Asensio (centro). Este
cés que abrieron los piedsúltimo se juntó con su padre, exilianoirs, en 1962, tras hacer una
do republicano en Argel, en 1950 doncolecta. La mujer de Lagaillarde se casó con Nelly, a la derecha.
de impartía clases de física.
“Qué duda cabe que al
principio el colegio tenía un
tufillo a OAS”, reconoce Manuel García, de 77 años, hijo de emigrantes
alicantinos a Argel, que fue director del establecimiento en los ochenta. “El Ministerio
de Educación [francés] lo observaba con recelo” y, tras su fundación, tardó una década
hasta otorgarle su reconocimiento.
Para aquellos capitanes de la OAS, España no era una tierra extraña. Su organización fue fundada en Madrid, en el hotel Princesa, en diciembre de 1960, por el general
Raoul Salan ayudado por Ramón Serrano
Suñer, el cuñadísimo de Franco.
La impronta de la OAS aún persiste, medio siglo después, entre la colonia francesa
en Alicante. El candidato del Frente Nacional en las legislativas francesas de junio para la circunscripción de la península Ibérica
fue un pied-nord, Alain Lavarde, de 66 años,
hijo de un agente de aquel ejército secreto
que tantos atentados perpetró. Está orgulloso de su resultado: “Obtuve el 22,8% de los
sufragios en Alicante, un porcentaje que triplica a mi media en España”. 앫
describía a Franco como el “Moisés de los
tiempos modernos” y traducía al francés los
editoriales de Arriba, el órgano del Movimiento Nacional, ese partido único sui generis que encabezaba el propio dictador.
El fervor franquista de los pieds-noirs les
llevó a hacer campaña por el sí en el referéndum de diciembre de 1966 que supuso una
puesta al día del régimen de Franco. Caravanas de coches con pancartas pegadas al capó en las que se podía leer Oui = Sí o manifestantes portando rótulos ensalzando a
Franco recorrieron las calles de Alicante.
Los franceses nacidos en
Argelia ensalzaban la
figura de Franco cuyo
régimen les acogió con
los brazos abiertos
La OAS francesa, que se
opuso violentamente a
la independencia, contó
en España con dos
recintos para entrenarse
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