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Historia
de la
Odontología
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Estimado/a Dr. Dra.:
El éxito de los fascículos anteriores fue un estímulo para proseguir con el proceso interesante que significa ingresar en esta temática tan rica y tan olvidada de la historia de la odontología, marcada por la osadía de aquellos que no se conforman con lo que encuentran y quieren
cambiar algo, venciendo los prejuicios y las vicisitudes que se remontan a las más antiguas
tradiciones.
De no mediar esa valentía, aquellos hombres que hicieron lo que es hoy la odontología, con
esa curiosidad y ese deseo vital que los caracterizaba, hubieran permanecido en el acatamiento
a los patrones establecidos; en forma contundente triunfaron, aunque no lo supieran en su
momento y hoy ya no hay más Tiradentes ni sacamuelas, son profesionales de alto prestigio,
excelencias académicas en el amplio sentido de la palabra. De la dignidad de estos precursores
hablan estos fascículos y también del ocultamiento que tuvieron que padecer, como protagonistas en todos los aspectos del recorrido de la historia, desde las poblaciones originarias
hasta nuestros días, rompiendo los moldes que se pretendían imponer en las distintas épocas,
donde hacerse oír era una proeza.
Este es un reencuentro con los colegas odontólogos, lectores de estas páginas, esperando
sinceramente que disfruten también de estos próximos fascículos, como lo hicieron con los
anteriores, porque fueron producto de un minucioso proceso de búsqueda, repitiendo lo que
ya fue dicho, que la historia no se repite sino que continúa.
Cordialmente
Gador S. A.
El contenido de esta publicación se presenta como un servicio a la profesión odontológica, reflejando las opiniones, conclusiones o hallazgos propios de los autores incluidos en la publicación.
Dichas opiniones, conclusiones o hallazgos no son necesariamente los de Laboratorios Gador, ni los de ninguna de sus afiliadas, por lo que Laboratorios Gador no asume ninguna responsabilidad
de la inclusión de las mismas en dicha publicación.
© RTM S.A. - Catamarca 1902 - Martínez - Buenos Aires - Argentina
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medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.
EL LEJANO ORIENTE
Además de estos tres doshas básicos, en el cuerpo
había numerosos dhatus: quilo, sangre, músculo, grasa, hueso, médula, semen, orina y sudor; y si alguno de
ellos aumentaba o disminuía sensiblemente, aparecían
los primeros síntomas clínicos.
En los primeros tiempos, la cirugía se consideraba
como la rama más importante de la medicina; en el
Ayurveda se le concede un puesto prioritario y encabeza
ocho divisiones de la medicina. Más tarde su uso fue reduciéndose, debido a las prohibiciones budistas sobre la
manipulación de los muertos y la disección. El campo se
dividió en “salya”, dedicada exclusivamente a la extracción de objetos extraños, como fragmentos de madera,
tierra, hierro y flechas; y “salakya”, el tratamiento de las
enfermedades de los oídos, ojos, boca, nariz y otras partes por encima de la clavícula.
Todas las operaciones quirúrgicas se realizaban guardando rigurosamente un elaborado sistema de rituales
religiosos. Primero los auspicios celestes tenían que ser
favorables. A continuación se propiciaba al dios del fuego ofreciéndole leche cuajada, arroz, bebidas y joyas.
Finalmente, el paciente se sentaba mirando al este, el
cirujano hacia el oeste.
Sushruta aconsejaba que antes de la operación se le
diera al paciente una buena comida, regada con vino
fuerte. El efecto de la comida será para sostener la fuerza, mientras que el efecto del vino será hacerle inconsciente al dolor. Antes de las operaciones en la boca, sin
embargo, se aconsejaba al paciente no comer. Después
de la operación el doctor recitaba una serie de encantamientos: “Que el dios del fuego proteja tu lengua; que
Brahma y los demás dioses te bendigan; que tu vida sea
protegida; líbrate del dolor”.
En la India la Odontología era, según se creía, de origen divino, al igual que en muchas otras partes del mundo
LA INDIA
H
acia el año 1500 a.C. la población nativa de la
India fue invadida por los arios, pueblo nómade
originario probablemente de las tierras pertenecientes al actual Irán. Su lengua, que impusieron en ese
territorio, pertenecía a la misma familia indoeuropea que
el griego y el latín; y de él evolucionó la lengua llamada
sánscrito, palabra que significa “perfeccionada” o “elegante”, indicando y sugiriendo que era el lenguaje de la élite.
Entre el gran corpus literario que los conquistadores
trajeron consigo, se encuentran cuatro libros sagrados,
los Vedas. La palabra “Veda” tiene la misma raíz que “sabiduría”, al igual que la palabra sánscrita que denomina
a los médicos vaidya “el que conoce”.
El libro IV, Athawa Veda es una colección de conjuros mágicos que pone de relieve la erudición de los
sacerdotes de Atawan. Paralelo a ese Veda se desarrolló
un sistema de medicina llamado ayurveda, o ciencia de
la vida. La medicina ayurvédica se basa esencialmente en
dos tratados, en prosa y en verso, de la primera mitad del
primer milenio a.C. Estos dos grandes tratados se basaban en las enseñanzas que se remontaban a cientos de
años antes de dos médicos, Charaka, que escribió sobre
medicina y Sushruta, que lo hizo sobre cirugía.
La medicina india se fundamenta en la idea de que los
setecientos vasos del cuerpo humano transportan además de sangre, tres básicos doshas (principios) similares
a los humores cardinales de la medicina griega: potta
(bilis), Kapha (similar a la flema) y el más caprichoso,
vayu o viento. Cualquier desarreglo de estos doshas desencadena la enfermedad. Un ejemplo de la peligrosa naturaleza de vayu: una mandíbula dislocada se atribuía a
una entrada de aire más que al hecho de haber abierto
demasiado la boca.
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calientes (miel, aceite o cera llevados hasta su punto de
ebullición).
El cirujano indio, como el griego, podía recomendar
sangrías con sanguijuelas, porque “la sangre mala causa
enfermedades en la boca”. Las fracturas de la mandíbula se
trataban con complicados vendajes y el método para reducir la luxación de mandíbula era el siguiente: se calentaba
la zona alrededor de la articulación, la mandíbula se ponía
en su posición normal, se aplicaba un vendaje debajo del
mentón y se suministraba un fármaco.
La dieta de las clases altas era muy rica en carbohidratos
fermentables y comprendía la miel y frutos como higos y
dátiles. En consecuencia, este grupo debió de sufrir alta
incidencia de caries dental; de hecho hay numerosos remedios para el dolor de dientes en la literatura india. Se prescribían complicadas pociones, pero también había otras
modalidades terapéuticas, como gargarismos, ungüentos y
sustancias inductoras del estornudo.
Vagbhata, un activo cirujano del año 650 a.C. recogió muchas de las enseñanzas de Sushruta, añadiéndoles
las suyas propias. Recomendaba matar el gusano dental
llenando la cavidad cariada con cera y quemándola con
una cánula caliente. Si eso no bastaba para calmar el dolor,
recomendaba la extracción con un fórceps especial, cuyas
puntas tenían la forma de una cabeza de animal.
Sushruta describió dos clases de instrumentos quirúrgicos: yantra o “romos” y sastra o “agudos”. Sin embargo
Sushruta desaprobaba la extracción de molares firmemente enraizados, prefiriendo sacar solo los que estaban flojos,
usando para este propósito una palanca especial, muy parecida al instrumento dental moderno llamado “elevador”
pero con la punta plana y en forma de flecha.
Al contrario de Sushruta o Charaka, Vagbhata se interesa sobre la dentición cuando considera las enfermedades
de los niños. Presentía que muchas clases de enfermedades, entre ellas la fiebre, la diarrea y la tos, pueden estar
causadas por una dentición dificultosa. . Aconsejaba como
tratamiento aplicaciones de pimienta molida con miel o
carne de perdiz con miel; pero no era partidario de to-
antiguo. Tradiciones que remontaban a 5.000 años a.C.
sostenían que los Ashvius, hijos gemelos del sol, impartieron su conocimiento sagrado a Indra; e Indra a su vez hizo
descender la ciencia de la vida a Dhavantari, deidad de la
medicina.
La mayor parte de nuestros conocimientos sobre los primeros tratamientos dentarios indios provienen del Sushruta Sambita (sambita significa “colección”).
El Sushruta prescribe la escisión de crecimientos carnosos
en el paladar, tumores rojizos del paladar y tumores sobre
el tercer molar. Si el tumor crecía en las encías o lengua,
se prefería la escarificación o la cauterización a la intervención.
La cauterización era a menudo el remedio preferido,
sobre todo para enfermedades bucales. El cirujano empleaba un hierro diseñado para ese fin cuya punta ovoide y
plana se calentaba al rojo vivo. También se usaban fluidos
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mar medidas demasiado severas porque “los síntomas de la
erupción desaparecen por sí solos”. Este consejo es mucho
más saludable que la bárbara costumbre de pinchar las encías del niño, tan practicada en el mundo occidental en los
siglos XVIII y XIX.
Las creencias tanto religiosas como médicas contribuyeron para que los indios prestaran atención a sus dientes.
Los hindúes consideran la boca como la puerta del cuerpo
y por lo tanto insisten en mantenerla escrupulosamente
limpia. Los brahmanes o sacerdotes frotan sus dientes durante una hora, mientras recitan sus oraciones, de cara al
sol naciente; e invocan la bendición del cielo para ellos y
sus familias. No hay ningún hindú devoto que desayune
sin haberse lavado primero sus dientes, lengua y boca, pues
cree que muchas enfermedades son causadas por los dientes en malas condiciones.
Tanto Charaka como Sushruta tratan sobre el procedimiento adecuado y el régimen diario, prestando especial
atención a la higiene oral y ambos, Sudhruta y Vagbhata
hablan de la necesidad de sacar los cálculos de los dientes,
usando a tal efecto un instrumento especial con la punta
plana en forma de diamante. Sushruta empieza el capítulo
dedicado a la higiene general con estas palabras: “Un hombre debe dejar el lecho pronto por la mañana y cepillar sus
dientes”.
Los indios consideran poco menos que bárbaro usar el
cepillo de dientes con cerdas de pelo animal. Sus cepillos
de dientes son tallos frescos con las fibras deshilachadas. El
árbol del que proceden varía con las estaciones y el temperamento del usuario. Generalmente tiene un sabor amargo
y un efecto astringente.
El ritual diario no se limita a cepillar los dientes, sino
que se rascan la lengua con un instrumento especial y se
untan el cuerpo con un aceite aromático. Finalmente se
enjuagan la boca con una tisana de hojas de betel, alcanfor
y otras hierbas. Más de dos milenios antes, los doctores
griegos ya estaban familiarizados con los enjuagues indios
para el mal aliento. En “Sobre enfermedades de la mujer”
Hipócrates describe una “preparación india” hecha machacando anís, eneldo y mirra en vino blanco.
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EL DIENTE SAGRADO DE BUDA
D
e entre todas las reliquias sagradas del mundo,
no hay ninguna más venerada que el Diente
Sagrado de Buda, guardado en el Dalada Maligawa, o templo del Diente, en Kandy, Sri Lanka (Ceilán), el lugar más sagrado de la religión budista. Allí,
una vez al año, se celebran las “Fiestas del Diente Sagrado” en el transcurso de las cuales un elefante, adornado de oro reluciente, recorre el camino alfombrado
de pétalos de rosa, con una urna dorada en su espalda
que sostiene la reverenciada reliquia, mientras cientos
de miles de devotos peregrinos se postran a adorarlo.
Sin embargo, el venerado diente no es más que una
talla de marfil, en torno a la cual existe una fascinante
historia.
Cuando Gautama Buda murió, hacia el año 483
a.C., uno de sus discípulos, Kemo Thoro, le extrajo un
diente antes que el cuerpo fuese consumido en la pila
funeraria. Thoro llevó el diente a la ciudad de Kalinga,
que se convirtió en Dantapura, la Ciudad de Diente.
En el año 411 d.C. el diente de Buda fue trasladado
a Ceilán; hacia 1315 fue rescatado por los malabares,
que lo devolvieron a la India; pero por la valiente intervención de Prahrama Bahu III, sacerdote budista,
fue recuperado y devuelto a Sri Lanka. Durante los
tumultuosos tiempos que siguieron, el diente
fue escondido en diversas partes de la tierra.
En 1560 fue descubierto por los portugueses,
llevado a Goa por Don Constantino de Braganza y quemado en presencia del gobernador
de la India y su corte.
En este momento el budista Vikrama Bahu,
hombre de recursos, talló el nuevo diente de marfil, que hoy es venerado en el templo de Kandy.
Los budistas lo aceptaron en todas partes como
un valioso sustituto del diente original.
El templo del diente es un pequeño y modesto edificio de granito, pero las riquezas que
encierra son incalculables. Cervantes dijo en
una ocasión: “Cada diente de un hombre vale
más que un diamante”, pero el diente sustituto de Buda vale el rescate del rey de España,
según refiere la descripción de Lord Frederic
Hamilton (Hamilton tuvo la oportunidad de
ver el diente en 1920, ya que el secretario colonial británico era el protector de la reliquia).
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LA ANESTESIA: GRAN CONTRIBUCIÓN DE
LA ODONTOLOGÍA A LA MEDICINA
Q
uizá no exista ningún avance en el conocimiento médico que haya aliviado más sufrimientos humanos que
el descubrimiento de los anestésicos. Este gran regalo a la humanidad fue hecho por un dentista estadounidense en 1844.
las operaciones quirúrgicas que no produzcan grandes
hemorragias sanguíneas”.
Sin embargo, el óxido nitroso produce, en un primer
momento, excitación y solo más tarde, sedación e inconsciencia. A pesar de no saber aprovechar el segundo
atributo del gas, la profesión médica tomó en cuenta el
primero.
Actores ambulantes, a menudo caracterizados de profesores, viajaban a lo largo de Estados Unidos haciendo
demostraciones sobre los efectos del óxido nitroso.
En 1844, un joven dentista de Hartford, Connecticut, Horace Wells, después de usar el óxido nitroso en
unos cuantos pacientes, pidió al Massachusetts General
Hospital, por entonces la institución médica más famosa de la nación, que le diera la oportunidad de exponer públicamente su gran descubrimiento. En enero
de 1845 Wells extrajo en la clase del Dr. John Collins
Warren, un molar a un estudiante. Por desgracia retiró
el gas mientras el paciente estaba en la fase de excitación
y el estudiante se quejó como si tuviera dolor; Wells fue
abucheado y tuvo que abandonar la clase humillado.
EL ÓXIDO NITROSO
Los químicos estaban dando grandes pasos en el último cuarto del siglo XVIII. Se aislaron muchos gases,
entre ellos el nitrógeno, por Daniel Rutherford en 1772
y en 1774 el oxígeno, por el brillante clérigo inglés Joseph Priestley, que había descubierto dos años antes el
óxido nitroso. Se esperaba que estos nuevos gases pudieran ayudar a combatir las enfermedades y, para experimentar con ellas, la profesión médica creó las “pneumatic institutions” (instituciones gaseosas), donde se
administraban gases a pacientes que sufrían de todo tipo
de enfermedades, desde tuberculosis a enfermedades del
estómago.
Un químico y físico inglés, Humphry Davy (17781829), a la edad de veintiún años fue nombrado director
de la mayor de estas instituciones en Clifton. Davy llevó
a cabo experimentos con muchos gases, pero estaba muy
intrigado por el óxido nitroso. Se sometió él mismo y
muchos animales a sus efectos, obteniendo diversos resultados, por ejemplo que su inhalación produce sensaciones muy placenteras y tiende a reducir la sensibilidad
al dolor.
En 1800 publicó sus descubrimientos y en su trabajo
hace esta profética afirmación: “Como el óxido nitroso,
entre sus diversos efectos, incluye el de aniquilar el dolor
físico, podría probablemente ser usado con provecho en
EL ÉTER
Un antiguo alumno de Wells, llamado William Morton, tenía un profesor que era un químico, Charles
Jackson, quien le sugirió que probara el éter. Jackson
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de las batallas legales, murió en la miseria. ¿A quién debe
concedérsele el mérito?. Para que uno sea considerado
verdadero descubridor de una nueva técnica, debe satisfacer tres condiciones: debe descubrir algo que no sea
conocido por la mayoría; debe ser consciente de su significado y debe comunicar su descubrimiento a otros.
De todos los aspirantes, solo el dentista Horace Wells
satisfacía las tres condiciones.
En 1864, la American Dental Association aprobó
una resolución afirmando que Horace Wells de Hartford, Connecticut, tuvo el mérito de haber introducido la anestesia en los Estados Unidos de América,
protestando firmemente contra la injusticia hecha a lo
largo de una serie de años y especialmente en las sesiones del Congreso, por conceder ese mérito a otras
personas.
En 1870, la American Medical Association en
su congreso de Washington, D.C. resolvió “que el
honor del descubrimiento de la anestesia práctica se
debe al Dr. Horace Wells, de Connecticut.
tenía el hábito de inhalar éter, cayendo a menudo sin
conocimiento, como lo hacen los bebedores y conocía la
capacidad del éter para producir inconciencia.
Después de experimentar con la droga en algunos
animales y consigo mismo, Morton estaba preparado
para utilizarlo en las extracciones dentarias.
La noticia de este importante invento se difundió rápidamente por todo el mundo y el 21 de diciembre de
1846 se llevaba a cabo en Londres por el mejor cirujano
inglés, Roberto Liston, la primera operación de importancia bajo los efectos del éter: amputó una pierna mientras el paciente dormía.
La controversia sobre el descubrimiento de la anestesia permaneció abierta durante varios años. Horace
Wells, después de tratar en vano de conseguir el reconocimiento, se suicidó. Jackson se volvió loco y fue internado en una institución. Morton, empobrecido a causa
LA ANESTESIA EN
ODONTOLOGÍA
El 21 de diciembre de 1846, un eminente joven
dentista de Londres, James Robinson (1816-1862),
realizó en Inglaterra la primera extracción dentaria
utilizando éter como anestésico, extrayendo un
molar a una mujer.
En noviembre de 1847, un médico escocés, James
Simpson, introdujo el cloroformo, un anestésico más
fácil y agradable de aplicar que el éter, siendo adoptado con entusiasmo por cantidad de médicos, dentistas
y cirujanos de ambos lados del Atlántico.
Pero el cloroformo es un anestésico muy peligroso y pronto las revistas dentales empezaron a publicar
artículos sobre jóvenes, hombres vigorosos y mujeres,
que habían sucumbido al cloroformo mientras se les
extraía un molar.
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En 1867 asistió a la Exposición
Universal de París como comisionado de Estados Unidos. Allí se
encontró con el infatigable Gardner Colton, que hacía demostraciones del uso del óxido nitroso
para anestesia dental. Evans se
convirtió en un entusiasta del
gas, usándolo con éxito en París
en las operaciones quirúrgicas
más delicadas.
Evans estudió las propiedades
del gas para determinar la concentración óptima que debía
usarse y los mejores métodos de
administración, ya que el procedimiento estaba aún en sus
comienzos y los especialistas no
estaban seguros ni siquiera de si
el gas debía ser administrado al
paciente sentado en una silla o
acostado.
Evans fue a Inglaterra para familiarizar a sus colegas
ingleses con el óxido nitroso. Los dentistas británicos
aceptaron la anestesia a base de óxido nitroso muy rápidamente.
Para apreciar lo que el mundo debe a Horace Wells,
solo es necesario imaginar el estado mental de un paciente antes de enfrentarse a la cirugía sin anestesia. En
1841, el Dr. Alfred Velpeau, el mejor cirujano de Francia de este siglo, proclamaba: “Escapar al dolor en las
operaciones quirúrgicas es una quimera que no nos está
permitido contemplar en nuestros días. En una operación el instrumento cortante y el dolor son dos ideas
que nunca se presentan separadamente en la mente del
enfermo; y es necesario para los cirujanos admitir su
asociación”. Gracias a Wells, solo tres años más tarde los
enfermos ya no estaban, “condenados a ir acompañados
del Dolor, el Miedo y la Sangre”.
Como consecuencia, el éter
volvió a ser el anestésico por excelencia.
La adopción del óxido nitroso
como anestésico dental generalizado se retrasó durante diecisiete
años. El actor Gardner Quincy
Colton fue el responsable de su
reintroducción. En 1862, en una
demostración en New Britain,
Connecticut, una mujer de la audiencia le pidió a Colton si podía
darle óxido nitroso para que su
dentista, un tal Dr. Dunham, pudiera extraerle uno de sus molares.
Colton así lo hizo y la operación
tuvo tanto éxito que Dunham se
convirtió en apasionado defensor
de este anestésico. Al cabo de un
año lo había administrado con
éxito a más de 600 pacientes.
Colton, que suministraba el gas a
Dunham, se asoció posteriormente con varios dentistas
famosos y abrió una clínica en Nueva York.
En menos de diez años la Colton Dental Association
anunciaba con orgullo haber administrado con éxito
óxido nitroso en su establecimiento, más de veintisiete
mil veces.
El óxido nitroso solo se usó esporádicamente por los
dentistas europeos antes de 1870. Fue a través de los
esfuerzos de un dentista estadounidense, el Dr. Thomas
W. Evans (1823-1897) que fue aceptado fuera de los
Estados Unidos. Evans emigró a Francia en 1847 y allí
introdujo dos procedimientos innovadores: el uso de la
amalgama de plata para obturaciones y la vulcanita (una
goma vulcanizada barata, rígida y liviana) para bases de
prótesis. Pronto se convirtió en dentista del futuro emperador Luis Napoléon y de la mayor parte de las familias reales del continente.
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