“EL SERVICIO DE COMUNIÓN ECLESIAL Y EVANGELIZADOR

Anuncio
“EL SERVICIO DE COMUNIÓN ECLESIAL
Y EVANGELIZADOR DEL OBISPO
Y SUS VICARIOS”.
INTRODUCCIÓN
1
Para gloria de Dios y salvación nuestra, en espíritu de comunión
eclesial, ofrezco a Ustedes, mi Iglesia diocesana: los miembros de mi
Presbiterio y de los Institutos para la Vida Consagrada y Sociedades de Vida
Apostólica, Seminaristas, Agentes laicos y demás fieles cristianos del
Pueblo de Dios, esta Exhortación Pastoral.
2
La finalidad de ésta es responder a la necesidad de continuar la renovación
estructural vicarial, a través de un discernimiento evangélico que ha de
reflejarse en un profundo cambio de mentalidad, actitudes y testimonio de
quienes he de llamar a ser mis Vicarios, a fin de que, en
corresponsabilidad eclesial conmigo, acrecentemos nuestra comunión y
nuestra entrega en orden a la realización del proceso evangelizador en y
desde nuestra Iglesia particular de Toluca. Para lograr esto, la presente
Exhortación constituye una motivación y un incentivo del Espíritu para
seguir asumiendo una renovación evangélica, teológica y jurídica-pastoral,
en la que anunciemos y anticipemos ya proféticas reformas pastorales,
institucionales y estructurales, en la vida y acciones evangelizadoras
1
habituales de nuestra Iglesia diocesana .
3
Esta Exhortación es también la propuesta de un itinerario de reflexión,
asimilación y conversión, iluminado y animado por la Tradición y la
2
Escritura , el Magisterio, la reflexión teológica y el Derecho canónico, lo
mismo que por las orientaciones eclesiales –teológicas y jurídicas- y la
1
Cf JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal “Pastores Dabo Vobis: Les daré pastores
(según mi corazón)”, Acerca de la formación de los sacerdotes en la situación actual, Roma, 25
de marzo de 1992, 10 (en adelante se citará PDV y el número correspondiente al texto del
documento).
2
BENEDICTO XVI, Exhortación apostólica postsinodal, “Verbum Domini: Palabra del Señor”,
acerca de la palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, 30 de septiembre de 2010,
17-18 (en adelante se citará: BENEDICTO XVI, VD).
1
praxis pastoral contenidas en la legislación particular de nuestro “Primer
Sínodo Pastoral”.
4
En consecuencia, después de haber consultado a los Vicarios generales y
episcopales, al Vicario judicial, a los Decanos y a distintos asesores de
Teología, Pastoral y Derecho canónico, les propongo, en esta Exhortación,
interiorizar el Magisterio, las orientaciones, decisiones y la praxis de la
Iglesia Universal y de nuestra Iglesia particular en lo que se refiere al
ministerio de mis Vicarios: Generales, Episcopales y Judicial.
5
De esta manera, también estaremos respondiendo, en comunión, a la
necesidad fundamental de “conversión pastoral y renovación misionera de
nuestras comunidades”, como discípulos y misioneros de Jesucristo, según
el llamado de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y
3
del Caribe, Aparecida, Brasil, 13-31 de mayo de 2007 .
6
Tengo puesta mi confianza en Dios y en la buena disposición de ustedes, mi
Comunidad diocesana de discípulos y misioneros de Jesucristo, para
continuar sumergiéndonos en el proceso eclesial de “conversión pastoral”
4
personal y comunitaria, parroquial, decanal y zonal . Con ello, anhelo que
3
Cf C ONSEJO E PISCOPAL LATINOAMERICANO, V Conferencia General Del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, Brasil, 13-31 de mayo de 2007,
Documento de Aparecida, nn. 365-372 (en adelante se citará como DA).
4
Conversión pastoral y renovación misionera de las comunidades, es el llamado que nos
hacen los Obispos en el Documento de Aparecida en los numerales 365-370: “la
conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración
del Reino de la vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas,
laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral”
(DA 366). ¿En qué consiste esta actitud? Es todavía como una “intuición profética,
cuestionante y abierta del Espíritu”, que pide nuestra colaboración eclesial, desde el
ministerio de una reflexión teológica, que confluya en la eclesiología, la pastoral, el derecho
canónico y la espiritualidad, aplicadas a nuestra existencia cristiana. Reflexión teológica que
se abra al diálogo tanto con las ciencias humano-sociales, la cultura y la comunicación, como
con las necesidades y esperanzas del ser humano en el mundo y la historia de hoy.
Cf CLAUDIO GIULIODORI, Comunicazione, en GIANFRANCO CALABRESE- PHILIP GOYRETORAZIO FRANCESCO PIAZZA (Edd.), Dizionario di Ecclesiologia, Città Nuova Editrice, Roma 2010
(en adelante se citará DE2010 y el número de las páginas correspondientes). Juan Pablo II,
dio un nuevo impulso a nuestro compromiso bautismal misionero al llamarnos a una
verdadera “conversión pastoral”. Esta conlleva un “volverse a la cultura”, a fin de unir fe y
vida en el compromiso de la nueva evangelización. Conlleva también la propuesta de una
cultura de inspiración cristiana que sea lugar privilegiado de encuentro de la fe con el
hombre de hoy: cf CONFERENCIA DEL EPISCOPADO ITALIANO, Comunicar el Evangelio en un
2
todo contribuya a hacer de nuestra Iglesia diocesana una “casa y escuela de
comunión”, para que nuestra acción pastoral cotidiana, alentada por la
5
esperanza evangélica, haga presente el Reinado de Dios entre nosotros .
7
Mediante esta Exhortación les invito a responder al desafío pastoral que nos
propone hoy S.S. Benedicto XVI:
“Toda actuación seria y recta en el hombre es esperanza en acto. Lo es ante todo
en el sentido de que así tratamos de llevar adelante nuestras esperanzas, más
grandes o más pequeñas; a solucionar este o aquel otro cometido importante para
el porvenir de nuestra vida; y a colaborar con nuestro esfuerzo para que el mundo
llegue a ser un poco más luminoso y humano” 6.
8
Con esperanza, ofrezco a mi Iglesia diocesana esta Exhortación que
contiene, aquí y ahora, lo que considero y acepto como acción del Espíritu
Santo, puesto que Él es quien transforma nuestra la acción pastoral eclesial
y guía nuestro peregrinar actual hacia una auténtica “conversión evangélica
y pastoral”, si nos dejamos conducir por Él.
9
En este contexto eclesial de la Nueva Evangelización, a la que Su Santidad
Benedicto XVI nos está convocando constantemente 7, les invito a leer, con
atención y discernimiento, lo que el Espíritu está diciendo a nuestra Iglesia
(cf Ap 2, 29), a través de la “escucha de Palabra” y los signos de los tiempos
en los que Dios nos manifiesta su querer, respecto a la renovación y
vivencia eclesial-pastoral del ministerio de aquellos presbíteros que he de
llamar a colaborar corresponsablemente conmigo en el pastoreo diocesano
mundo de cambio, Discurso de Apertura a la III Congreso eclesial nacional en Palermo, 3,
Roma 1997, p. 56.
5
JUAN PABLO II, Carta apostólica «Novo Millennio ineunte: Al comienzo del nuevo milenio»,
Vaticano, 6 enero 2001, 43. En adelante se citará como NMI.
6
BENEDICTO XVI, Carta encíclica “Spe Salvi: Salvados en la esperanza“, Vaticano, 30
noviembre 2007, 35. En adelante se citará como SPS.
7
Cf VD 122. Recientemente ha instituido el nuevo Consejo pontificio con la encomienda
eclesial expresa de la Nueva Evangelización: BENEDICTO XVI, Carta Apostólica en forma de
«Motu proprio» “Ubicumque et semper: Siempre y en todas partes”, con la cual se
instituye el Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización,
Castelgandolfo, 21 de Septiembre de 2010. (Este documento se citará con las siglas:
BENEDICTO XVI, Carta Apostólica US; además el próximo Sínodo de los Obispos tiene
asignado este tema, cf SINODO DE LOS OBISPOS, “«Lineamenta» para la XIII Asamblea general
ordinaria del Sínodo de los Obispos”, sobre el tema «Nova evangelizatio ad christianam
fidem tradendam: La nueva evangelización para la trasmisión de la fe cristiana».
Asamblea general ordinaria a realizarse en la Ciudad del Vaticano, del 7 al 28 de octubre
del año 2012, Roma, 2 de febrero del 2011 (se citará: SINODO DE LOS OBISPOS,
“«Lineamenta» para la XIII Asamblea, NECFT).
3
que me ha sido confiado, como su Obispo diocesano. Me refiero al ser y
quehacer eclesial de mis Vicarios generales, Vicarios episcopales y del
Vicario judicial. Su servicio vicarial es un motivo más para acrecentar
nuestra comunión eclesial, a través de nuestro ministerio cotidiano que ha de
hacer presente a Cristo y su Reinado entre nosotros.
10
Jesucristo nos enseñó que no basta decir: ¡Señor! ¡Señor!, para entrar en el
Reino, sino que es preciso hacer la voluntad de su Padre (cf Mt 7, 21). Él
mismo se ha hecho ejemplo viviente en el cumplimiento de la voluntad del
Padre, con sus actitudes y espíritu de obediencia y entrega: «el Hijo del
Hombre tampoco ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida
como rescate por muchos» (Mc 10, 45).
4
I.- LA TRINIDAD, MISTERIO DE AMOR,
FUENTE DE LA COMUNIÓN
Y DEL MINISTERIO PARA LA MISIÓN
EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA.
11
El Concilio Ecuménico Vaticano II afrontó una gran variedad de
temas; sin embargo, el núcleo profundo y central de su reflexión es la
8
Iglesia, precisamente «la Iglesia de la Trinidad», misterio de comunión .
En torno a este misterio, iluminó las realidades de la Iglesia como Pueblo de
Dios, los derechos y deberes de los fieles cristianos, la llamada universal a
la santidad y a la misión; la Colegialidad episcopal y el Primado, la
autoridad jerárquica como servicio; la triple función de Cristo; el
9
compromiso de la Iglesia en el mundo de hoy y el ecumenismo, entre otros .
I.1. LA IGLESIA DE LA TRINIDAD:
“UN PUEBLO REUNIDO EN LA UNIDAD DEL
PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO”.
12
La Iglesia, tal y como nos la presenta el capítulo I de la “Lumen
Gentium: Luz de las Naciones”, viene de la Trinidad, está estructurada a
imagen de la Trinidad y camina hacia el cumplimiento del proyecto
trinitario en la historia. Así, esta Constitución dogmática, desde el inicio nos
invita a reconocer:
“el misterio de la Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la
Iglesia”, que, según el testimonio de San Cipriano, es «sacramento de la unidad»,
es decir, «una muchedumbre reunida por la unidad del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo» (LG 4).
8
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática “Lumen Gentium: (Cristo es) Luz
de las Naciones”, acerca de la Iglesia, 21 noviembre de 1964, cap. I. En adelante se citará
como LG.
9
Cf DE2010: GIANFRANCO CALABRESE, Comunione, pp. 268-288; GIOVANNI TANGORRA,
Ecclesiologia del Concilio Vaticano II, pp. 493-496; GIUSSEPPINA SANSONE, Mistero, pp. 888900; GIOVANNI MAZZILLO, Popolo di Dio, pp. 1084-1097; SALVADOR PIÉ-NINOT, Sacramentalità,
pp. 1242-1255; MIGUEL DE SALIS, Santità, pp. 1269-1282; SEVERINO DIANICH, Chiesa e mondo,
pp. 914-928; ELEUTERIO F. FORTINO, Esercizio dell´ecumenismo, pp. 634-463; MICHELE DE ROSA,
Indole escatológica, 704-716; ROSARIO LA DELFA, Maria e Chiesa, pp. 838-852.
5
En consecuencia, “la clave de comprensión del mensaje eclesiológico del Concilio,
10
se encuentra en la lectura trinitaria del misterio de la Iglesia” .
1.1. LA TRINIDAD, ORIGEN DEL MISTERIO DE
COMUNIÓN PARA LOS DISCÍPULOS MISIONEROS
DE JESUCRISTO.
13
Nuestra comunión eclesial nace de esa comunidad única de las tres
divinas personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, fuente, modelo y meta para
los creyentes que integran nuestras distintas comunidades eclesiales, como
son el matrimonio, la familia, las pequeñas comunidades, la Vida
Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, el Seminario, la Parroquia, el
Decanato, la Vicaría Episcopal, la Iglesia particular, las Iglesias
continentales y la Iglesia universal, en y con todas sus dimensiones y
concreciones que puedan existir. De esta manera, la Iglesia está llamada en
Cristo a ser “como un sacramento, o signo e instrumento de la unión íntima
con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1).
14
Inspirados y fundamentados en este espíritu conciliar, que nos llama a ser
Iglesia, misterio o sacramento de la comunión del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, Dios-Amor, les convoco para que fortalezcamos
decididamente nuestra identidad eclesial original: “nuestra comunión
eclesial desde la Trinidad”, en orden a una respuesta más eficaz y generosa,
viviendo nuestro ministerio y apostolado, en favor de nuestra misión
evangelizadora permanente, teniendo muy presente que “la evangelización
es un llamado a la participación de la comunión trinitaria” (DA 157).
15
La Iglesia, nacida del mismo Dios Trino, es la misma Iglesia que Cristo
proyectó, fundó y nos legó operante sacramentalmente en la historia
(elemento divino y humano, espiritual y sensible). Ya desde el primer
documento promulgado por el Concilio Vaticano II, acerca de la sagrada
liturgia, la Iglesia es presentada como sacramento, en relación profunda con
Jesucristo y con la Eucaristía. Sacramento que genera comunión:
“En efecto, la liturgia, por cuyo medio "se ejerce la obra de nuestra redención",
sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye en sumo grado a que
los fieles expresen en su vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la
naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia. Es característico de la Iglesia ser, a la
vez, humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la
acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo,
10
BRUNO FORTE, La Iglesia, icono de la Trinidad, Ed. Sígueme, Salamanca 2003, pp. 25ss (se
citará como BRUNO FORTE, ICT); MASSIMO NARO, Trinità e Chiesa, en DE2010, pp. 1465-1475.
6
peregrina; y todo esto de suerte que en ella lo humano esté ordenado y
subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo
11
presente a la ciudad futura que buscamos” .
16
Estos dos elementos son inseparables y forman una única realidad compleja
que se armoniza. La Iglesia es una comunión que se vive y se hace operante
en el ejercicio de los carismas, jerárquicos y no jerárquicos, que el Espíritu
12
Santo distribuye en los miembros de su Iglesia (cf LG 8) .
1.2. MANIFESTACIONES DEL MISTERIO
DE LA COMUNIÓN ECLESIAL.
17
Nuestra comunión eclesial, entre otras, contiene estas tres
manifestaciones, a manera de teofanías, intrínsecamente unidas y
correlacionadas:
1) La comunión entre todos los fieles cristianos del Pueblo de
Dios, es decir: los miembros del episcopado, presbiterado, vida consagrada
o sociedades de vida apostólica y laicado, como consecuencia de nuestra
incorporación a Cristo y a la Iglesia por el Bautismo. Este Sacramento nos
permite participar en la doble mesa de la Palabra y de la Eucaristía, las dos
13
fuentes privilegiadas de comunión eclesial .
11
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Sagrada liturgia
“Sacrosanctum Concilium: El Sagrado Concilio”, 4 diciembre de 1963, n. 2 (en adelante se
citará SC).
12
La comunión o “koinonía”, en los pasajes paulinos aparece claramente que los
miembros de la Iglesia están en comunión o bien con la sangre y cuerpo de Cristo, o bien
con Cristo mismo, o con su Espíritu (cf I Cor 10, 16; 1,9; II Cor 13, 13). Pablo concibe la
“koinonía” como participación de un mismo ser, como una unión ontológica. Esta realidad
se confirma por la alegoría de la verdadera vid o del olivo (cf Jn 15 y Rm 11, 16ss) y por la
imagen del cuerpo de Cristo (cf I Cor 12), en las que la misma vida (savia o linfa) del tronco
vivifica a las ramas. Así, de hecho, la común participación en la vida de Cristo y en su
Espíritu –dimensión ontológica-invisible- conduce a un determinado estilo de vivir en
fraternidad –dimensión social-visible-, a compartir sus bienes, a tener un solo corazón y
una sola alma (cf Hch 2, 42; 4, 32). La “koinonía” externa es la expresión de una “koinonía”
interna. La “koinonía”, en el Nuevo Testamento, significa comunión o participación en las
realidades divinas, que llevan a la comunidad eclesial visible a comportarse de un modo
fraterno. Participación en la vida de la comunión de la Trinidad. Cf JEAN JÉRÔME HAMER, La
Iglesia es una comunión, Ed. Estela, Barcelona 1965, consideración bíblica y patrística
acerca de la “comunión”.
13
“Al participar en la celebración eucarística, experimentamos siempre el íntimo vínculo
que existe entre el anuncio de la Palabra de Dios y el sacrificio eucarístico: es el mismo
Misterio que se ofrece a nuestra contemplación. Por eso "la Iglesia —como puso de relieve
7
18
El acontecimiento carismático original de nuestro bautismo fundamenta “la
igualdad en dignidad y acción” entre todos, como hijos de Dios. Nuestros
deberes y derechos constituyen el así llamado «estatuto jurídico
fundamental del fiel», que es la condición jurídica común a todos los
14
bautizados en la Iglesia católica .
19
La comunión que nace de nuestra condición bautismal común, es anterior a
la producida por el mismo sacramento del Orden; también es anterior a las
distintas consagraciones, ministerios y carismas recibidos para la edificación
de la Iglesia en la acción apostólica, según el estado de vida de cada fiel
cristiano: «Del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos
miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no
forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo
Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un
15
cuerpo… Y todos hemos bebido de un solo Espíritu» .
20
Asimismo, como Iglesia, todos estamos llamados a la santidad, de manera
personal y comunitaria, es decir, a la continua comunicación o comunión
16
con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo .
el Concilio Vaticano II— siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con
el Cuerpo de Cristo, sobre todo en la sagrada liturgia, y nunca ha cesado de tomar y
repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de
Cristo": CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Divina revelación
“Dei Verbum: Palabra de Dios”, 18 de noviembre de 1965, 21, se citará como DV. El
Concilio concluye con razón: "Como la vida de la Iglesia se desarrolla por la participación
asidua del misterio eucarístico, así es de esperar que recibirá nuevo impulso de vida
espiritual con la redoblada devoción a la Palabra de Dios, "que dura para siempre (ib.,
26)”; cf BENEDICTO XVI, VD 3. 54-55. 67.
14
Cf “CONDEX IURIS CANONICI: CÓDIGO DEL DERECHO CANÓNICO”, promulgado por S.S. JUAN PABLO
II, Roma 25 de enero de 1983, canon 208. En adelante se citará como CIC. Canon: c.; MARÍA
BLANCO FERNÁNDEZ, El origen de los derechos fundamentales del fiel, IUS CANONICUM, Revista
del Instituto Martín de Azpilcueta, Facultad de Derecho Canónico, Universidad de Navarra,
Vol. 39, Nº. Extra 1, 1999, pp. 207-218. En adelante esta revista se citará con las siglas
IUSCA.
15
I Cor 12, 12-13-30; cf 14, 5.12; CIC cc. 96. 204-223; cf DE2010: ERIO CASTELLUCCI,
Sacerdocio, pp. 1229-1242; SANTIAGO GONZÁLEZ SILVA, Vita consacrata, pp. 1495-1509;
MIGUEL DE SALIS, Laicato, pp. 784-798.
16
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre la formación sacerdotal “Optatam Totius:
La anhelada (renovación) de toda (la Iglesia)”, 28 de octubre de 1965, n. 8, su sigla de
referencia en adelante será OT; cf LG 39. El contexto de los carismas y de la santidad es
claramente eclesial, refiriéndose a todos los miembros del Pueblo de Dios. Pablo afirma
8
21
2) La comunión jerárquica en la comunión eclesial. El Bautismo
produce, en la persona que lo recibe, una participación en la función
sacerdotal de Cristo: el sacerdocio bautismal o común de los fieles. Sin
embargo, existe en la Iglesia, al mismo tiempo y por institución divina, el
sacerdocio ministerial o jerárquico, que es una específica participación en
17
el sacerdocio de Jesucristo a través del Sacramento del Orden . El fiel
ordenado recibe una peculiar consagración para apacentar a los fieles,
desempeñando, “in persona Christi capitis: en la persona de Cristo
cabeza”, las funciones de enseñar, santificar y regir. Asimismo, por su
ordenación sacerdotal, está llamado a configurar su vida y ministerio con
18
Jesucristo Pastor, Cabeza, Servidor y Esposo de la Iglesia .
22
El sacramento del Orden se expresa en tres grados u “ordines”: a) el orden
de los Obispos, b) el orden de los presbíteros y c) el orden de los
19
diáconos .
simultáneamente la diversidad y la unidad de las manifestaciones que el Espíritu concede
a los miembros de la comunidad eclesial. El término carisma (“charis”) hace referencia a
un don gratuito hecho por el Espíritu de Cristo; la palabra ministerio (“diakonía”) indica
que ese don del Espíritu es para el servicio de los demás. La palabra operaciones
(“energeis”) designa dichos servicios en cuanto que son signos de la energía o dinamismo
del Espíritu. Todas estas manifestaciones no sólo convergen, sino que proceden del
mismo Dios Trino, teniendo la misma finalidad: el provecho común (v. 7), que se refuerza
con el símil del cuerpo (v. 12-30). En el cuerpo de Cristo, la Iglesia, Dios ha querido que los
diversos miembros con los dones recibidos del Espíritu cooperen al bien de los demás
miembros del cuerpo. Así, TODO CARISMA EN LA IGLESIA DEBE SER UN SERVICIO A LA
COMUNION. Cf LG 12; LUIGI SARTORI, Carismas y ministerios, en AA. VV. Diccionario
Teológico Interdisciplinar, I, Ed. Sígueme, Salamanca 2006; JOSÉ LUIS GUTIÉRREZ, La
llamada universal a la santidad en el estatuto jurídico del fiel cristiano, IUSCA Vol. 42, Nº
84, 2002, pp. 491-512.
17
Cf LG 10ss; CIC c. 207 §1; RICARDO BLÁZQUEZ, Sacerdocio común y sacerdocio ministerial en
la misión de la Iglesia, IUSCA Vol. 42, Nº 84, 2002, pp. 469-490.
18
Cf PDV 3. 16. 22-23. 50d; CIC cc. 1008- 1009 §1.
19
Cf JUAN PABLO II, Catecismo de la Iglesia Católica, 25 de junio de 1992, (se citará como
CATIC). Los tres grados del Sacramento del Orden. 1554: "El ministerio eclesiástico,
instituido por Dios, está ejercido en diversos órdenes que ya desde antiguo reciben los
nombres de Obispos, presbíteros y diáconos" (LG 28). La doctrina católica, expresada en la
liturgia, el magisterio y la práctica constante de la Iglesia, reconocen que existen dos
grados de participación ministerial en el sacerdocio de Cristo: el episcopado y el
presbiterado. El diaconado está destinado a servicio de la Iglesia, en comunión con el
Obispo y los presbíteros. Por eso, el término "sacerdos" designa, en el uso actual, a los
Obispos y a los presbíteros, pero no a los diáconos. Sin embargo, la doctrina católica
enseña que los grados de participación sacerdotal (episcopado y presbiterado) y el grado
9
23
Los Obispos, por institución divina, somos sucesores de los Apóstoles
como pastores en la Iglesia (cf LG 20). Así, tanto la incorporación al “orden
de los Obispos”, como también el ejercicio de las funciones episcopales de
magisterio, santificación y gobierno, requieren “la comunión jerárquica”
con el Obispo de Roma (Cabeza) y los miembros del “Colegio episcopal”,
cuya estructura es análoga a la del “Colegio apostólico” (cf LG 21-22; CIC
c. 330). En consecuencia, el Romano Pontífice y el Colegio episcopal
20
constituyen por derecho divino la autoridad suprema de la Iglesia .
24
Los Presbíteros, a su vez, a través de la consagración y misión propias del
Orden sagrado, son constituidos “cooperadores del Orden episcopal”.
Están unidos a los Obispos
“en el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento del Orden, han sido
consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, según la
imagen de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote (cf Hb 5, 1-10; 7, 24; 9, 11-28), para
predicar el Evangelio, guiar a los fieles y celebrar el culto divino” (LG 28b).
de servicio (diaconado) son los tres conferidos por un acto sacramental llamado
"ordenación", es decir, en el sacramento del Orden. Cf DE2010: ANFRED HAUKE, Diaconato,
pp. 409-421; ERIO CASTELLUCCI, Presbiterato, pp. 1104-11118; PHILIP GOYRET, Episcopato, pp.
613-627.
20
CATIC, La ordenación episcopal, plenitud del Sacramento del Orden. 1555: "Entre los
diversos ministerios que existen en la Iglesia, ocupa el primer lugar el ministerio de los
Obispos que, a través de una sucesión que se remonta hasta el principio, son los
transmisores de la semilla apostólica" (LG 20).
1557: El Concilio Vaticano II "enseña que por la consagración episcopal se recibe la
plenitud del sacramento del Orden. De hecho se le llama, tanto en la liturgia de la Iglesia
como en los Santos Padres, `sumo sacerdocio' o `cumbre del ministerio sagrado'"
(Ibídem.). 1560: Cada Obispo tiene, como vicario de Cristo, el oficio pastoral de la Iglesia
particular que le ha sido confiada, pero al mismo tiempo tiene colegialmente con todos
sus hermanos en el episcopado la solicitud de todas las Iglesias: "Mas si todo Obispo es
propio solamente de la porción de grey confiada a sus cuidados, su cualidad de legítimo
sucesor de los apóstoles por institución divina, le hace solidariamente responsable de la
misión apostólica de la Iglesia" (Pío XII, Encíclica «Fidei donum: El don de la fe», 11; cf LG
23; ChD 4. 36-37; AdG 5.6 .38). 1561: Todo lo que se ha dicho explica por qué la Eucaristía
celebrada por el Obispo tiene una significación muy especial como expresión de la Iglesia
reunida en torno al altar bajo la presidencia de quien representa visiblemente a Cristo, y
Cabeza de su Iglesia (cf SC 41; LG 26); VALENTINO MARALDI, Ministero ordinato, en DE2010,
pp. 859-866, desarrolla el aspecto que se refiere a la apostolicidad del ministerio
episcopal, cuyo antecedente es la institución que Jesús realiza del grupo de «los Doce». La
voluntad de Jesucristo de confiarles una misión que debía de durar hasta el fin del mundo,
perpetuándose en los Obispos, sucesores del grupo «los Doce»,
10
25
Han sido destinados a la misión de toda la Iglesia, a través de su ministerio
sacerdotal. Por la misma razón, son incardinados en alguna comunidad y
estructura eclesial y jerárquica, pastoral y orgánica (cf LG 10; CIC cc.
266ss); igualmente, llamados a vivir la caridad pastoral, en comunión con su
21
Obispo, con sus hermanos presbíteros y demás fieles cristianos .
26
Los Diáconos permanentes, según la Constitución dogmática “Lumen
Gentium: Luz de la Naciones”, como discípulos y misioneros de JesucristoServidor, reciben el sacramento, no en orden al presbiterado sino en orden al
ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad (cf 29). Por ese motivo,
22
el sacerdocio jerárquico se atribuye solamente a los Obispos y presbíteros .
21
CATIC, La ordenación de los Presbíteros -cooperadores de los Obispos-. 1562: "Cristo, a
quien el Padre santificó y envió al mundo, hizo a los Obispos partícipes de su misma
consagración y misión por medio de los Apóstoles de los cuales son sucesores. Estos han
confiado legítimamente la función de su ministerio en diversos grados a diversos sujetos
en la Iglesia" (LG 28). "La función ministerial de los Obispos, en grado subordinado, fue
encomendada a los presbíteros para que, constituidos en el orden del presbiterado,
fueran los colaboradores del Orden episcopal para realizar adecuadamente la misión
apostólica confiada por Cristo" (PO 2). 1563: "El ministerio de los presbíteros, por estar
unido al Orden episcopal, participa de la autoridad con la que el propio Cristo construye,
santifica y gobierna su Cuerpo. Por eso el sacerdocio de los presbíteros supone
ciertamente los sacramentos de la iniciación cristiana" (PO 2). 1565: En virtud del
sacramento del Orden, los presbíteros participan de la universalidad de la misión confiada
por Cristo a los apóstoles. El don espiritual que recibieron en la ordenación los prepara, no
para una misión limitada y restringida, “sino para una misión amplísima y universal de
salvación “hasta los extremos del mundo” (PO 10), "dispuestos a predicar el evangelio por
todas partes" (OT 20). 1567: "Los presbíteros, como colaboradores diligentes de los
Obispos y ayuda e instrumento suyos, llamados para servir al Pueblo de Dios, forman con
su Obispo un único presbiterio, dedicado a diversas tareas. En cada una de las
comunidades locales de fieles hacen presente de alguna manera a su Obispo… (LG 28). Los
presbíteros sólo pueden ejercer su ministerio en dependencia del Obispo y en comunión
con él. La promesa de obediencia que hacen al Obispo en el momento de la ordenación y
el beso de paz del Obispo al fin de la liturgia de la ordenación significa que el Obispo los
considera como sus colaboradores, sus hijos, sus hermanos y sus amigos y que a su vez
ellos le deben amor y obediencia. 1568: "Los presbíteros, instituidos por la ordenación en
el orden del presbiterado, están unidos todos entre sí por la íntima fraternidad del
sacramento. Forman un único presbiterio especialmente en la Diócesis a cuyo servicio se
dedican bajo la dirección de su Obispo" (PO 8). La unidad del presbiterio encuentra una
expresión litúrgica en la costumbre de que los presbíteros impongan a su vez las manos,
después del Obispo, durante el rito de la ordenación.
22
Cf JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal “Pastores Gregis: Los Pastores de la
Grey“, acerca del Obispo, servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del
mundo, Roma 16 de octubre de 2003, 49 (se citará con las siglas PG).
11
Los diáconos (servidores) fueron instituidos para ayudar a los Apóstoles,
especialmente en el campo de la caridad y de la organización de la
comunidad, a fin de que los Apóstoles pudieran dedicarse plenamente a la
evangelización (cf Hch 6,1-6; Flp 1,1; 1 Tim 3,8-13). No se llaman
sacerdotes porque no presiden la Eucaristía 23.
27
Desde los tiempos apostólicos, forman parte del Presbiterio en dependencia
directa de los Obispos y se les encomendaba la beneficencia -obras de
misericordia-, el servicio litúrgico, el cuidado del orden en la asamblea
litúrgica, la guía en la oración de los fieles, etc. La imposición de manos que
reciben los diáconos permanentes es en vistas al ministerio de la Palabra, de
la Eucaristía -en orden al ministerio en ella pero no a presidirla- y de
diversos servicios de caridad y administración. La gracia y el carácter,
recibidos en el sacramento del Orden, tienen el matiz de servicio a Dios y a
los hermanos, a imitación de Jesucristo. «Confortados con la gracia
sacramental, en comunión con el Obispo y su Presbiterio, sirven al Pueblo
de Dios, en el ministerio de la liturgia, de la Palabra y de la caridad» (LG
24
29)” .
23
DA 205-208; CATIC, La ordenación de los diáconos, “en orden al ministerio”. 1569: "En
el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, a los que se les imponen las manos
“para realizar un servicio y no para ejercer el sacerdocio” (LG 29; cf ChD 15). En la
ordenación al diaconado, sólo el Obispo impone las manos, significando así que el diácono
está especialmente vinculado al Obispo en las tareas de su "diaconía" (cf S. Hipólito,
Traditio Apostolica, 8). 1570: Los diáconos participan de una manera especial en la misión
y la gracia de Cristo (cf LG 41; AA 16). El sacramento del Orden los marcó con un sello
(carácter) que nadie puede hacer desaparecer y que los configura con Cristo que se hizo
"diácono", es decir, el servidor de todos (cf Mc 10,45; Lc 22, 27; S. Policarpo, Epístola, 5,2).
1571: Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia latina ha restablecido el diaconado "como un
grado particular dentro de la jerarquía" (LG 29), mientras que las Iglesias de Oriente lo
habían mantenido siempre. Este diaconado permanente, que puede ser conferido a
hombres casados…" (cf AG 16). Cf IUSCA: JUAN GONZÁLEZ AYESTA, "El diaconado: evolución y
perspectivas". Una relectura desde el Derecho canónico del documento de la Comisión
Teológica Internacional, Vol. 46, Nº 92, 2006, pp. 661-674; Idem., Algunas consideraciones
sobre la actual regulación de los derechos y deberes de los diáconos permanentes, Vol. 47,
Nº 94, 2007, pp. 415-438.
24
JUAN ESQUERDA BIFET, La misión al estilo de los apóstoles. Itinerario para la formación
inicial y permanente, BAC, Madrid 2004, p. 82- 83 (se citará: JUAN ESQUERDA BIFET, LMAP),
estas funciones son ejercidas también por los diáconos permanentes: «La administración
solemne del Bautismo, el conservar y distribuir la Eucaristía, el asistir en nombre de la
Iglesia y bendecir los matrimonios, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada
Escritura a los fieles, instruir y exhortar el pueblo, presidir el culto y oración de los fieles,
administrar los sacramentales, presidir los ritos de funerales y sepelios» (LG 29).
12
28
3) La comunión de las Iglesias particulares o comunión católica
plena. Comprende los vínculos que nos unen a todos los bautizados con
Cristo dentro de la estructura visible y carismática de la Iglesia: a) porque
profesamos una misma fe, b) porque recibimos y celebramos los mismos
sacramentos, y c) porque estamos vinculados al mismo régimen eclesiástico,
comprometidos a ser un rebaño bajo un solo Pastor (cf LG 14; CIC c. 205).
29
La comunión eclesial, afectiva y efectiva, además de ser un vínculo
espiritual y moral, es también un vínculo humano, exterior y sensible.
Consiguientemente son dos dimensiones las se expresan y se estructuran
como comunidades o porciones del Pueblo de Dios, siempre presididas y
apacentadas por un Obispo, con la cooperación de los presbíteros, para la
realización de la vida y misión de la Iglesia. Se trata, entonces, de ámbitos y
conjuntos de bautizados bien ubicados y determinados, residentes e
integrados en las llamadas “circunscripciones eclesiásticas”.
30
Específicamente me estoy refiriendo a las Iglesias particulares, en torno a su
Obispo, como es nuestro caso. Nuestra Iglesia particular, por consiguiente,
está formada a imagen de la Iglesia Universal, apacentada ésta por el
Vicario de Jesucristo y sucesor de Pedro, el Papa. Asimismo, me refiero las
numerosas Iglesias locales que, como la nuestra, por todos los lugares de la
tierra, están dispuestas a vivir en comunión con las demás Iglesias
25
particulares y con la Iglesia Universal (cf LG 23; DA 165) .
31
La comunión universal de las Iglesias es presidida por el Romano Pontífice,
cabeza del “Colegio Episcopal”, principio y fundamento visible y perpetuo
de unidad, que es expresión viva, sacramento de la relación comunional
intratrinitaria. En igual realidad, los Obispos, análogamente, como
miembros del “Colegio Episcopal”, también somos principio y fundamento
visible de la unidad en las Iglesias particulares confiadas a nuestro
ministerio episcopal. En nuestra misión tenemos la responsabilidad de
cultivar en ellas la espiritualidad de la comunión eclesial, católica y plena,
que se origina analógicamente de la intercomunión del Padre, del Hijo y del
26
Espíritu Santo .
25
Cf DE2010: ARTURO CATANEO, Circoscrizioni territoriali, pp. 234-246; MARCELLO SEMERARO,
Chiesa locale, pp. 1-145- 158, Chiesa universale, pp. 168-181.
26
Cf LG 19. 22-23. 29. 38; DA 166. 186-189; AA.VV., Communionis notio, Comentarios,
Librería Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2003, 7-8; JUAN PABLO II, Constitución
Apostólica, «Pastor Bonus», 28 de junio de 1988, 2 (se citará PB); CONGREGACIÓN PARA LA
DOCTRINA DE LA FE, Consideraciones «El Primado del Sucesor de Pedro en el Misterio de la
Iglesia», 31 de octubre de 1998; COMUNICATIONES 30 (1998) 207-216; JOSÉ ANTONIO VIANA
13
I.2. JESUCRISTO, VERBO ENCARNADO,
ORIGEN Y SENTIDO DEL MINISTERIO ECLESIAL.
32
Como comunidad eclesial, somos los actuales discípulos y
misioneros de Jesucristo, imagen y presencia viviente de Dios-Amor. Él
mismo nos ha confiado continuar su misión con la misma “autoridad” con el
que Él fue enviado: «Se me ha concedido plena autoridad en el cielo y en
27
la tierra…» (Mt 28,18) . De ahí que nosotros, su Iglesia, a quienes Jesús
legó y mandó continuar su misión, la realizamos con la misma autoridad
divina que Él recibió, haciéndolo presente y contemporáneo a todo ser
28
humano sin distinción .
33
En efecto, Jesucristo, Verbo Encarnado, verdadero Dios y verdadero
hombre, fue llamado, consagrado y enviado a realizar su misión con una
“autoridad” que le viene de lo alto, desde el Padre, por el Espíritu; una
“autoridad” que tiene su origen, fuente o principio en lo divino, es decir, en
la Trinidad. En Ella se fundamenta toda autoridad en la Iglesia, autoridad
que, en el Evangelio proclamado y vivido por Jesucristo, es “servicio de
amor”. Toda autoridad eclesial, al ser una realidad humano-divina, es un
medio, no un fin 29. En consecuencia, ninguna mayoría, democrática o
parlamentaria, como tampoco ninguna monarquía o aristocracia, son la
fuente de la “autoridad” de Jesucristo, como tampoco de su Iglesia, en ella,
la “autoridad”, está unida al Sacramento del Orden:
“La Iglesia está llamada y comprometida a ejercer este tipo de autoridad, que es
servicio, y no la ejerce a título personal, sino en el nombre de Jesucristo, que
recibió del Padre todo poder en el cielo y en la tierra (cf. Mt 28, 18). A través de los
pastores de la Iglesia, en efecto, Cristo apacienta su rebaño: es él quien lo guía, lo
protege y lo corrige, porque lo ama profundamente. Pero el Señor Jesús, Pastor
supremo de nuestras almas, ha querido que el Colegio apostólico, hoy los
Obispos, en comunión con el Sucesor de Pedro, y los sacerdotes, sus
colaboradores más valiosos, participen en esta misión suya de hacerse cargo del
TOMÉ, Organización del gobierno en la Iglesia, según el derecho canónico latino, Ed. EUNSA,
Pamplona 1997, 21-23 (en adelante se citará: JOSÉ ANTONIO VIANA TOMÉ, OGI).
27
Cf Mc 16, 14-20; Lc 24, 36-49; Jn 20, 19-23; Hch 1, 7ss; LG cap. I; DA 164-183: Lugares
eclesiales para la comunión; DIÓCESIS DE TOLUCA, Primer Sínodo Pastoral, Toluca de San José,
Méx., 1987-1995, Realidad. Criterio. Norma, nn. 1-144. (En adelante, este documento se
citará como: DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP).
28
Cf Mc 16,15; Mt 16,16-17ss; 18, 18; 28,18ss; Jn 21, 15; Hch 15, 7. 22. 28; 20, 28.
29
Cf DE2010: SALVADOR PIÉ-NINOT, Cristo fondatore e fondamento della Chiesa, pp. 381-394;
GIUSEPPE TRAPANI, Autorità, en DE2010, pp. 74-84.
14
pueblo de Dios, de ser educadores en la fe, orientando, animando y sosteniendo a
la comunidad cristiana o, como dice el Concilio, «procurando personalmente, o por
medio de otros, que cada uno de los fieles sea conducido en el Espíritu Santo a
cultivar su propia vocación según el Evangelio, a la caridad sincera y diligente y a
la libertad con que Cristo nos liberó» (PO 6). Todo pastor, por tanto, es el
medio a través del cual Cristo mismo ama a los hombres…” 30
2.1. SERVICIO DE AMOR, LLAMADO RADICAL DEL
EVANGELIO.
34
Jesús tiene una conciencia clara de lo que es ejercer y vivir la
“autoridad” en la comunidad de sus discípulos, semilla de su Iglesia; con su
palabra y con sus hechos anuncia el “Evangelio de la autoridad como
servicio”. El Papa Benedicto XVI, nos lo hace cercano y actual, de esta
manera:
“En el pasaje del Evangelio (Mc 10, 32-45, que nos narra la discusión entre los
discípulos sobre quién es más importante) se nos presenta el icono de Jesús
como el Mesías —anunciado por Isaías (cf Is 53)— que no vino para ser servido,
sino para servir: su estilo de vida se convierte en la base de las nuevas
relaciones dentro de la comunidad cristiana y de un modo nuevo de ejercer la
autoridad… Jesús indica a los discípulos un modo completamente distinto: «No ha
de ser así entre ustedes». Su comunidad sigue otra regla, otra lógica, otro
modelo: «El que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será su servidor, y
el que quiera ser el primero entre ustedes, será esclavo de todos».
El criterio de la grandeza y del primado según Dios no es el dominio,
sino el servicio; la diaconía es la ley fundamental del discípulo y de la
comunidad cristiana, y nos deja entrever algo del «señorío de Dios». Y Jesús
indica también el punto de referencia: el Hijo del hombre, que vino para servir; es
decir, sintetiza su misión en la categoría del «servicio», entendido no en sentido
genérico, sino en el sentido concreto de la cruz, del don total de la vida como
«rescate», como redención para muchos, y lo indica como condición para seguirlo.
Es un mensaje que vale para los Apóstoles, vale para toda la Iglesia, vale sobre
todo para aquellos que tienen la tarea de guiar al pueblo de Dios. No es la
lógica del dominio, del poder según los criterios humanos, sino la lógica del
inclinarse para lavar los pies, la lógica del servicio, la lógica de la cruz que está
en la base de todo ejercicio de la autoridad. En todos los tiempos la Iglesia se ha
esforzado por conformarse a esta lógica y por testimoniarla al hacerse
31
transparencia del verdadero «señorío de Dios», el del amor” .
30
BENEDICTO XVI, Munus regendi: la misión de regir, Audiencia general, 26 de mayo de
2010, c. Se citará: BENEDICTO XVI, Munus regendi. Ver nota 93.
31
BENEDICTO XVI, Homilía. Consistorio ordinario público para la creación de nuevos
cardenales, Basílica Vaticana, 20 de noviembre de 2010, c. f.
15
35
El servicio brota del corazón del discípulo, como brotó sangre y agua del
corazón de su Maestro (cf Jn 19, 34), elemento evangélico dinámico,
medular e insustituible no sólo en la estructura de gobierno de la Iglesia,
sino como acción del Espíritu, Espíritu de Amor, presente en todo
organismo de la Iglesia, “sacramento o instrumento de redención
universal, enviándola a todo el universo…” (cf LG 9). Por lo tanto, quienes
tienen alguna responsabilidad en la organización eclesiástica o prestan un
liderazgo en ella también están llamados a identificar, integrar y conformar
su “servicio de amor”, en los distintos caudales evangelizadores: litúrgico,
magisterial, teológico, pastoral y jurídico, haciendo de ellos un conjunto
orgánico de servicios o ministerios estables en favor de la comunión eclesial
y del crecimiento de los fieles, para cumplir su misión en la humanidad.
36
Exhorto a ustedes, fieles de los distintos sectores del Pueblo de Dios que
peregrinan en esta Iglesia particular de Toluca, encomendada a mis cuidados
pastorales, que juntos potenciemos nuestro ministerio y carisma de ser
Iglesia-Servidora, en Cristo-Servidor. Asimismo, que testimoniemos nuestra
comunión eclesial en actitudes de fraternidad entrañable y conductas de
“servicio” generoso. Así lo hicieron Pedro y los demás Apóstoles, a quienes
Jesús, después de “lavarles los pies” y antes de celebrar la cena pascual, en
la hora del amor supremo, la humildad y el servicio, les dijo:
«¿Comprenden lo que acabo de hacer?... Les he dado ejemplo para que
hagan lo mismo que yo hice con ustedes» (Jn 13,13.15). Ellos entendieron
que el «deben lavarse los pies unos a los otros» (v. 14), contiene “el
mandato del amor hecho servicio”, como un signo profético y
sacramental, iniciado por Él y confiado a su Iglesia hasta la consumación de
los siglos. En efecto, el Señor y Maestro, el Esposo y Servidor, el Buen
Pastor, “el Dios que se arrodilla ante su creatura, el hombre, para lavarle los
pies”, es el ejemplo vivo de cómo estamos llamados a actuar en cuanto
Iglesia-Servidora que somos, teniendo la sabiduría de “amar y servir” como
Jesucristo, para que su deseo se haga realidad en nosotros: «Sabiendo estas
cosas, serán felices si las cumplen» (v. 17).
37
Vivir el mandato del servicio, como expresión del amor, en nuestra
comunión y misión eclesial, es una característica específica que se origina
de nuestros Sacramentos de la Iniciación cristiana como bautizados, y del
Orden, como pastores, ministros ordenados. A ello, es preciso integrar
además, la respuesta de servicio de amor, según nuestra condición
vocacional personal y los carismas a ella inherentes. El servicio, cuya
16
identificación esencial es el amor, desde el horizonte de la vida cristiana,
llega a su plenitud cuando nos ofrendamos con Jesús-Eucaristía viviendo su
entrega en nuestro servicio bautismal y/o ministerial de cada día.
38
Es un servicio al estilo de Jesús, el que estamos llamados a cumplir “en
primera persona”, dentro de nuestras comunidades eclesiales diocesanas
(familia, vida matrimonial e Iglesia doméstica; parroquias, con sus
rectorías y capellanías, con sus consejos, asociaciones, grupos, organismos
y movimientos de espiritualidad, formación o apostolado; integrantes de los
Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, Seminario
y miembros del Presbiterio). Servicio, al estilo de Jesús, -con la
característica inseparable del “amor hasta extremo de dar la vida”-, que
iremos encarnando al fortalecer la comunión corresponsable con las demás
comunidades eclesiales, particularmente con las Iglesias particulares
hermanas y con la Iglesia Universal, a cuya cabeza está el Papa, quien se
32
testimonia: “Servus servorum Dei: Servidor de los servidores de Dios” .
39
Estamos llamados así, a un servicio integral y pleno que continuaremos
extendiendo, como el corazón, los brazos, los pies y la mirada de Jesús,
hasta que su amor solidario alcance, a través de nosotros, a todos los
hombres y mujeres, que integramos la comunidad humana, redimida por Él.
Esto nos llevará a identificarnos fiel y generosamente como Iglesia católica,
la “Catholica”, “misterio de comunión para la misión evangelizadora”.
2.2. ¡EVANGELIZAR!, EL MEJOR SERVICIO DE AMOR.
CONFIADO A LA IGLESIA, DISCÍPULA
MISIONERA.
40
Como actuales discípulos misioneros de Jesucristo es preciso que
contemplemos, con ojos, mente y corazón, la realidad en que vive
sumergido el hombre de hoy, nosotros. Estamos llamados a seguir
correspondiendo, de manera consciente, generosa y con esperanza, a la
misión evangelizadora que Jesucristo nos ha confiado continuar con su
“autoridad” o “poder”, del todo singular y distinto del que se estila en el
mundo.
41
Hoy nuestra realidad humana constituye todo un desafío pastoral ante el don
y carisma que el Espíritu Santo ha suscitado en nosotros, a través de la
Nueva Evangelización. Su Santidad, Benedicto XVI, nos ha invitado a
interiorizar este acontecimiento y compromiso de la Iglesia en el mundo:
32
Cf HARMANN GRISAR, San Gregorio (590-604), Descleé, Roma, 1928, Nuova Ed., pp. 74-75.
17
“La Iglesia tiene el deber de anunciar siempre y en todas partes el Evangelio
de Jesucristo. Él, el primer y supremo evangelizador, en el día de su ascensión al
Padre, ordenó a los Apóstoles 33:
«Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes,
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado» (Mt 28, 19-20).
Fiel a este mandamiento, la Iglesia, pueblo adquirido por Dios para que
proclame sus obras admirables (cf 1 P 2, 9), desde el día de Pentecostés, en el
que recibió como don el Espíritu Santo (cf Hch 2, 1-4), nunca se ha cansado de
dar a conocer a todo el mundo la belleza del Evangelio, anunciando a Jesucristo,
verdadero Dios y verdadero hombre, el mismo «ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8),
que con su muerte y resurrección realizó la salvación, cumpliendo la antigua
promesa. Por tanto, para la Iglesia la misión evangelizadora, continuación de la
obra que quiso Jesús nuestro Señor, es necesaria e insustituible, expresión de su
misma naturaleza.
Esta misión ha asumido en la historia formas y modalidades siempre
nuevas según los lugares, las situaciones y los momentos históricos. En nuestro
tiempo, uno de sus rasgos singulares ha sido afrontar el fenómeno del alejamiento
de la fe, que se ha ido manifestando progresivamente en sociedades y culturas
que desde hace siglos estaban impregnadas del Evangelio.
Las transformaciones sociales a las que hemos asistido en las últimas
décadas tienen causas complejas, que hunden sus raíces en tiempos lejanos, y
han modificado profundamente la percepción de nuestro mundo. Pensemos en los
gigantescos avances de la ciencia y de la técnica, en la ampliación de las
posibilidades de vida y de los espacios de libertad individual, en los profundos
cambios en el campo económico, en el proceso de mezcla de etnias y culturas,
causado por los fenómenos migratorios de masas, y en la creciente
interdependencia entre los pueblos.
Todo esto ha tenido consecuencias también para la dimensión religiosa
de la vida del hombre. Y si, por un lado, la humanidad ha conocido beneficios
innegables de esas transformaciones y la Iglesia ha recibido ulteriores estímulos
para dar razón de su esperanza (cf 1 P 3, 15), por otro, se ha verificado una
pérdida preocupante del sentido de lo sagrado, que incluso ha llegado a poner en
tela de juicio los fundamentos que parecían indiscutibles, como la fe en un Dios
creador y providente, la revelación de Jesucristo único salvador y la comprensión
33
La palabra Apóstol viene precisamente del verbo griego “apostéllein”, que quiere decir
enviar. El envío apostólico —como muestra el texto de Mt 28, 19s— implica un servicio
pastoral ("hagan discípulos míos a todas las naciones..."), litúrgico ("bautizándolas...") y
profético ("enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado"), garantizado por la
presencia del Señor hasta la consumación del tiempo ("he aquí que yo estoy con ustedes
todos los días hasta el fin del mundo"). BENEDICTO XVI, La Tradición apostólica, Audiencia
general, 3 de mayo de 2006, l.
18
común de las experiencias fundamentales del hombre como nacer, morir, vivir en
34
una familia, y la referencia a una ley moral natural” .
42
La Iglesia de la Trinidad, Pueblo de Dios, expresa su “misterio de
comunión para la misión”, en la igualdad fundamental bautismal de
todos sus fieles, por lo que se refiere a nuestra dignidad y a la acción común
de corresponsabilidad y participación en la misión de Jesucristo
35
encomendada a su Iglesia, la misión de ¡EVANGELIZAR! .
43
El Concilio nos enseña, igualmente, que la misión de la Iglesia no debe
identificarse solamente con la misión de la Jerarquía, ya que todos los
demás fieles cristianos están llamados, por los sacramentos del Bautismo y
la Confirmación, a cooperar en la misión común de evangelizar, haciendo
presente el Reinado de Dios en su realidad social, cultural, económica,
política, educativa, deportiva, ecológica, etc., según los carismas y
36
condiciones personales al “servicio” evangelizador de la humanidad .
44
Las distintas personas que reciben el sacramento del Orden, tienen mayor
corresponsabilidad de continuar la misión de Jesucristo, que se manifiesta
sensiblemente en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Ésta es una
sociedad pública organizada jerárquicamente. Además, desempeñan en ella
oficios jerárquicos que dan origen a funciones o servicios públicos de guía o
liderazgo, es decir, a la función de gobernar o “pastorear”. Estar al servicio
evangelizador del Pueblo de Dios, es la función esencial y prioritaria de
todo oficio, misión o ministerio que han de desempeñar los miembros de la
37
Jerarquía eclesial .
BENEDICTO XVI, Carta Apostólica US a; cf DE2010: SANDRA MAZZOLINI, Apostolicità, pp. 2639; GIANNI COLZANI, Missione, pp. 866-888.
35
Cf DA 11-103; GERHARD LUDWING MÜLLER, en JOSÉ R. VILLAR (Dir.), Iglesia, ministerio
episcopal y ministerio petrino, Ed. Rialp, Madrid 2004, pp. 191-215 (en adelante esta obra
se citará: R. VILLAR, IMEP). Desarrolla los siguientes temas eclesiológicos: Jerarquía: misión
y servicio, pp. 26-29; Communio y Missio, pp. 29-30; La tarea de los Laicos, pp. 31-33.
También puede consultarse el tema relacionado con los ministerios eclesiales en el
número monográfico de CONCILIUM Año 46, 1/2010, Los ministerios en la Iglesia hoy.
36
Cf LG 18. 32. 30; AA 2; cc. 204-223; DA 10-12; IUSCA: JAVIER OTADUY, El reinado de Cristo:
misión y responsabilidad del cristiano en el mundo, Vol. 42, Nº 84, 2002, pp. 513-532; JUAN
IGNACIO ARRIETA OCHOA DE CHINCHETRU, Jerarquía y laicado, Vol. 26, Nº 51, 1986, pp. 113-137;
E. PARADA, La posición activa de los laicos en el ejercicio del "munus docendi", Vol. 27, Nº
53, 1987, pp. 99-118; OGI, p. 31.
37
Cf ALBERTO DE LA HERA PÉREZ-CUESTA, La función ministerial de los clérigos, IUSCA Vol. 34,
Nº 67, 1994, pp. 103-132; Cf HARDING MEYER y PEDRO RODRÍGUEZ, Capítulo XI: Ministerio,
apostolicidad y transmisión de la fe en R. VILLAR, IMEP.
34
19
45
El Señor nos llama al convencimiento de que el mejor servicio que podemos
obsequiar a todo ser humano, nuestro hermano, es el Evangelio, la Persona y
la Palabra de Jesucristo, porque nuestra única razón de ser y servir como
38
Iglesia es: “¡EVANGELIZAR!” .
I.3. JESUCRISTO, PASTOR Y SERVIDOR,
CABEZA Y ESPOSO DE LA IGLESIA,
MANANTIAL DEL MINISTERIO ECLESIAL
JERÁRQUICO.
46
Jesucristo, Cabeza y Pastor, Servidor y Esposo de la Iglesia, es la
única fuente en donde se origina todo servicio o ministerio eclesial de
santificación, de magisterio y de pastoreo, conducción o gobierno;
configurándonos con Él, dando la vida en “rescate por muchos” (cf I Tim 2,
6). Es así como podremos robustecer y vivir cada día con mayor
autenticidad y gozo nuestra identidad pastoral; es decir, nuestro ser y
quehacer ministerial, eclesial y jerárquico, como presbíteros, en los distintos
oficios pastorales –en sentido amplio- como Adscrito, Rector de templo,
Vicario parroquial, miembro de la Comunidad sacerdotal de formadores en
el Seminario o integrante de la Curia diocesana, Párroco, Decano, Vicario
general, Vicario episcopal, Vicario judicial, u otro, según el Derecho.
47
Todos estos oficios eclesiales jerárquicos, como dones carismáticos para la
edificación de la Iglesia, estructuras pastorales y de relación, son al mismo
tiempo una excelente oportunidad para nuestra santificación. La única
condición es que los ejercitemos dentro de la vida dinámica del Espíritu,
desde la fraternidad sacramental y desde la misión evangelizadora. Es así
como se hace patente el testimonio de comunión eclesial, apostólica y
jerárquica, que manifiesta el reinado de Dios en nuestro mundo. Asimismo,
es en este horizonte de vida conducida por el Espíritu, donde el autentico
“pastor” se identifica con la persona de “Jesucristo, Cabeza y Pastor,
39
Servidor y Esposo de la Iglesia” .
38
Cf PABLO VI, Exhortación Apostólica, “Evangelii Nuntiandi: (El esfuerzo orientado) al
anuncio del Evangelio”, Sobre la evangelización en el mundo contemporáneo, 8 de
diciembre 1975, 14. (En adelante se citará como EN); GIANNI COLZANI, Evangelizzazione, en
DE2010, pp. 659-675.
39
El Papa Juan Pablo II en la Exhortación pastoral “Pastores Davo Vobis: Les daré
pastores”, nos ofrece una riqueza de magisterio y vida, sobre esta identidad del
sacerdocio ministerial en relación con el pastoreo o buen gobierno de la Iglesia. Por
20
48
El encuentro, el seguimiento y la permanencia con Jesucristo Pastor, será la
única fuente de inspiración y vida pastoral más profunda para ustedes, mis
“próvidos colaboradores”, quienes forman mi Presbiterio diocesano. Por
eso, muy unidos a Jesucristo, como la vid y las ramas al tronco, hemos sido
llamados a tener vida en Él y a dar la vida de Él. La comunión con
Jesucristo Pastor es indispensable para poder dar frutos de pastores.
Además, quien de verdad ama, desde la caridad pastoral de Jesucristo, no
puede sino fructificar en actitudes, comportamientos, sentimientos,
cualidades y acciones pastorales, que se generan desde el amor divino del
40
Padre. en el Espíritu Santo (cf Jn 15, 1-5ss.; Fil 2, 5; Gál 2, 20) .
49
Así, viviremos en comunión e interlocución, Obispo y “próvidos
colaboradores”, siendo corresponsables de la acción pastoral integral,
orgánica y diferenciada en nuestra Iglesia diocesana, para que, “en la
persona de Cristo, Cabeza, Servidor y Pastor”, realicemos “la misión de
acoger, discernir y animar los carismas, ministerios y servicios en la
Iglesia” (DA 188).
ejemplo, en los números 16b y 29d, encontramos el desarrollo de la expresión “Jesucristo,
” (32 veces); “Cristo, único y supremo pastor”: 15c. 22b; “Sumo Sacerdote y ”: 11c. 18d;
“Cristo, Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo de la Iglesia; “Jesucristo, Cabeza y Pastor”: 30
veces, 12b. 15e. 16a. 17c. 18d. 20d. 21b-c. 23a. 23a.e. 24d. 25a.d. 26a.b. 27a.b. 30h.
31a.d. 35f. 42a. 43b. 61a. 70d. 72d; “Jesucristo, Pastor de la Iglesia” (42a); “Cabeza de la
Iglesia” (21c. 22c); “Cabeza y Siervo de la Iglesia”: 21d. “Siervo” (5 veces: 21c. 21d.d. 22ª.
23f. 48d); “Esposo” (18 veces); “Esposo de la Iglesia” (8 veces: 3g. 16b. 22b.b.c 23f. 25e.
29d. 50b. “Jesús, verdadero esposo” (22c); “Pastor y Esposo de la Iglesia” (5 veces: 3g.
16b. 22c.25e.50b). En número 22 está dedicado a la esponsalidad de Cristo y, por
consiguiente, del sacerdote: “El sacerdote está llamado a ser imagen viva de Jesucristo
Esposo de la Iglesia”.
40
“Jesucristo, que en la cruz lleva a perfección su caridad pastoral con un total despojo
exterior e interior, es el modelo y fuente de las virtudes de obediencia, castidad y pobreza
que el sacerdote está llamado a vivir como expresión de su amor pastoral por los
hermanos. Como escribe San Pablo a los Filipenses, el sacerdote debe tener «los mismos
sentimientos» de Jesús, despojándose de su propio «yo», para encontrar, en la caridad
obediente, casta y pobre, la vía maestra de la unión con Dios y de la unidad con los
hermanos (cf Flp. 2, 5)” (PDV 30g. 57f).
21
3.1. JESUCRISTO, EL HIJO DEL HOMBRE,
EDUCA A SUS APÓSTOLES
PARA EL SERVICIO VICARIO DE PASTOREO.
50
Jesucristo mismo educó a sus discípulos, en el círculo íntimo de «los
41
Doce» , para que vivieran con un nuevo espíritu y un nuevo estilo el
liderazgo, el gobierno o pastoreo eclesial. En este nuevo espíritu y estilo que
nace esencialmente del Evangelio, es decir, de la persona de Jesús,
encuentra su raíz, identificación y sentido en el servicio o ministerio
jerárquico. La ocasión en la que Jesús manifiesta con toda claridad su
enseñanza radical, se presentó cuando Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, le
piden estar uno a la derecha y otro a la izquierda en su reinado. Los
discípulos, todavía en proceso de formación, no han entendido al Maestro y
se enojan, reaccionan de manera confusa, inmadura, celosa e interesada, al
estilo de quienes se rigen por los esquemas de poder y dominio del mundo.
51
Es entonces cuando Jesús ofrece su enseñanza acerca cuál y cómo debe ser
nuestra actitud al ejercer un liderazgo, sea de coordinación, dirección,
animación o gobierno, y declara el sentido de su misión y de su vida:
«Porque el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su
vida como rescate por muchos» (Mc 10, 45; cf el contexto 10, 32-45 y Mt
20,17-19; Lc 18, 31-34). De ahí que, para la comunidad de los Doce y sus
seguidores, lo importante en el reinado de Dios no es un puesto de honor o
de poder. Se trata de seguir a Jesucristo en su camino de entrega y servicio
al ser humano: es grande quien sirve, y el primero, es quien se hace servidor
de todos.
52
El Papa, Benedicto XVI, así señala la misión del Obispo como servidor:
“De hecho, el ministerio episcopal sólo se comprende a partir de Cristo, la fuente
del único y supremo sacerdocio, del que el Obispo es partícipe. Por tanto, este «se
esforzará en adoptar un estilo de vida que imite la kénosis de Cristo siervo, pobre
y humilde, de manera que el ejercicio de su ministerio pastoral sea un reflejo
coherente de Jesús, Siervo de Dios, y lo lleve a ser, como él, cercano a todos,
desde el más grande al más pequeño» (Juan Pablo II, PG 11). Pero, para imitar a
Cristo, es preciso dedicar un tiempo adecuado a «estar con él» y contemplarle en
41
Jesús elige al grupo de “los doce”, de entre sus “discípulos”, quienes desde el inicio de
su vida pública lo acompañan en su actividad itinerante en Galilea y Judea. La finalidad de
la elección y constitución de “los doce”, de parte de Jesús, es “para que estuviesen con Él
y para enviarlos a predicar (de dos en dos) con el poder de lanzar a los demonios” (Mc 3,
14; cf Mc 6,7); asimismo, para sanar a los enfermos, anunciando el Reino de Dios (cf Lc
9,1; Mt 10,1). Participan, por tanto, de la suerte y de la misión de Jesucristo.
22
la intimidad orante del coloquio de corazón a corazón. El pastor está llamado ante
todo a estar con frecuencia en la presencia de Dios, a ser hombre de oración y de
adoración. A través de la oración, como dice la carta a los Hebreos (cf 9, 11-14),
se convierte en víctima y altar, para la salvación del mundo. La vida del Obispo
debe ser una oblación continua a Dios para la salvación de su Iglesia, y
especialmente para la salvación de quienes tiene encomendados. Esta oblatividad
pastoral constituye también la verdadera dignidad del Obispo: le deriva de hacerse
siervo de todos, hasta dar la propia vida. De hecho, el episcopado, como el
presbiterado, nunca hay que malinterpretarlo según categorías mundanas. Es un
servicio de amor. El Obispo está llamado a servir a la Iglesia con el estilo del Dios
hecho hombre, convirtiéndose cada vez más plenamente en siervo del Señor y en
siervo de la humanidad. Sobre todo es servidor y ministro de la Palabra de Dios, la
42
cual es también su verdadera fuerza” .
53
Este es el nuevo estilo de vida eclesial de servicio para los discípulosmisioneros Obispos y Presbíteros: ¡El evangelio del pastoreo en el amor, el
servicio y la entrega total a la Iglesia, para hacer presente el reinado de Dios
43
en nuestro mundo e historia!
54
En consecuencia y de entrada, sería contrario al Espíritu de Jesús, Maestro y
Pastor, Cabeza y Servidor, pretender ejercitar los ministerios u oficios de
Vicario general, Vicario episcopal y Vicario judicial; Decano, Párroco o
algún otro oficio, con el espíritu, actitud y comportamiento “según
categorías humanas” de una profesión, es decir, de un funcionario o jefe de
servicios públicos, de un líder social o sindical, o de un gerente empresarial,
cayendo en la tentación de asumir actitudes de absoluta autonomía,
autosuficiencia o arribismo. No caben en nuestros servicios eclesiales esas
conductas antievangélicas que expresan codicia, ambición o vanagloria. El
Espíritu de Cristo no se identifica con las actitudes de avidez o de
superioridad, consciente o inconsciente, al estilo de quienes detentan el
poderío, el dominio y la soberanía en el mundo.
42
BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos de reciente nombramiento participantes en un
curso promovido por la Congregación para la Evangelización de los pueblos, Palacio
pontificio de Castelgandolfo, sábado 11 de septiembre de 2010, c-d. Se citará: BENEDICTO
XVI, Discurso a los Obispos de reciente nombramiento, 11 de septiembre de 2010.
43
RICARDO BLÁZQUEZ, Capítulo IV: Iglesia y Eucaristía: dimensión eclesial de la Eucaristía y
dimensión eucarística de la Iglesia, en R. VILLAR, IMEP, pp. 65-81.
23
3.2. LOS OFICIOS DEL MINISTERIO ECLESIALJERÁRQUICO, ESTRUCTURAS DE RELACIÓN
PASTORAL-CARISMÁTICA:
OPORTUNIDAD DE SANTIFICACIÓN.
55
“El gran Pastor de la grey” nos ha llamado, a mi como su Obispo
diocesano y a mis Vicarios, para que lo representemos en los distintos
ámbitos y dimensiones de nuestras comunidades eclesiales y estructuras
pastorales diocesanas. Así pues, de entre los miembros de mi presbiterio y,
de una manera muy particular, a ustedes mis Vicarios generales y
episcopales, lo mismo que a mi Vicario judicial, les llamo a colaborar
conmigo en el servicio del gobierno de nuestra Iglesia particular, en
comunión y de manera corresponsable desde este ministerio vicarial. Se
trata de ministerios que, según el Derecho, son «oficios vicarios» -en
sentido específico-, porque hacen las veces de Cristo y me representan en la
44
comunidad eclesial, como su Obispo diocesano (cf CIC c. 391) .
56
Cabe insistir: ¡Jesucristo Pastor y Servidor, es la fuente de la identidad,
misión y facultades de todo ministerio eclesial, sacerdotal jerárquico¡ Es el
modelo único con quien estamos llamados a identificarnos para ejercitar el
“pastoreo” en su Iglesia. Se trata de asumir las responsabilidades de
animación, coordinación, dirección, conducción o dirigencia, en una palabra
de “buen gobierno pastoral”, como un ministerio u oficio eclesial para la
edificación del Pueblo de Dios, dejándonos guiar por el Espíritu de Cristo,
45
Pastor y Servidor .
44
Cf GIANFRANCO GHIRLANDA, El Derecho de la Iglesia misterio de Comunión. Compendio de
Derecho eclesial, Ed. San Pablo, 2ª. Ed., Madrid 1990, nn. 777-782. 819. 823; 610. Se
citará: GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC.
45
STANISLAS LYONNET, Eucaristía y vida cristiana. Algunos aspectos bíblicos del misterio
eucarístico, Buena Prensa, México 2005, p. 68: En el Nuevo Testamento, “para designar lo
que se podría llamar los “ministros” de este culto, evita los términos que designan a
funcionarios análogos entre los judíos o entre los paganos, y ha tenido que recurrir a una
serie de vocablos que significan un Jefe de comunidad: episcopus o “vigilante”, presbíteros
o “anciano”, higoumenos o “guía”, poimén o “pastor”, proistámenos o “presidente”… es el
jefe de la comunidad, un jefe evidentemente al servicio de esta comunidad, según la
noción evangélica y cristiana de la autoridad (Lc. 22, 24-27; Jn 13, 12-15)… Por el contrario,
los términos de “hieréus” (sacerdos, sacerdote) o “hieráteuma” (sacerdotium, sacerdocio),
están reservados (respectivamente) a Cristo y al conjunto de los bautizados -Esta noción
de autoridad nos la recuerda LG 18: “Los ministros que poseen la sagrada autoridad
(potestad) están al servicio de sus hermanos”-.
24
57
Es cierto que el ministerio jerárquico, como estructura social de gobierno, es
vertebral en la Iglesia, sin embargo, es la “caridad pastoral”, fruto del
Espíritu santificador, la que transforma el pastoreo en ministerio eclesialcarismático para el servicio de la edificación y guía del Pueblo de Dios, es
medio privilegiado de santificación para el pastor, cualquiera que sea su
46
condición (cf LG 4) .
46
La existencia de los carismas en la Iglesia es un hecho. Carisma no se debe equiparar a
libertad, en oposición a autoridad; tampoco significa espontaneidad, como alternativa a
una ley o regla; ni pluralismo, frente a la unidad que estaría representada por lo jurídico.
El carisma es también una estructura, es decir, es una toma de cuerpo visible, porque si se
queda en puro espíritu no tiene presencia ni resonancia concreta entre los hombres.
Ahora bien, si es estructura, se ha encarnado; pero encarnación al fin y al cabo. El carisma
no se contrapone a la autoridad; porque todo don es radicalmente carisma, manifestación
del Espíritu para el bien común, es decir, para la edificación de la Iglesia. Toda estructura
en la Iglesia o es carismática, o no es eclesial, en este sentido. En este sentido el servicio
de la conducción o pastoreo (autoridad), que es también carisma, consiste en dar forma
visible a la caridad, como alma de todo carisma. Es decir, que la autoridad es el carisma
que cuida de la unidad en la caridad. Pablo, que sabía que su poder venia del Espíritu y no
tenía que ser legitimado, reconoce que sí tuvo que ser reconocido por Pedro y los demás
Apóstoles. Por consiguiente, no hay oposición entre autoridad y carisma, ni entre Iglesia
carismática e Iglesia jerárquica. Al contrario, es deber de la autoridad jerárquica el
reconocer y fomentar los carismas en la Iglesia, como es deber suyo discernir y declarar
los que son falsos. Nada extraño que haya tensión entre estas dos realidades, entre
autoridad y carisma, entre autoridad jerárquica y corresponsabilidad eclesial, o entre
Jerarquía y Pueblo. En la Iglesia primitiva existieron ambos, sin oposición, aunque en la
tensión del Espíritu. En las iglesias del Nuevo Testamento existe una problemática que se
puede expresar como “carismas y ministerios”, sin que este binomio coincida
exactamente con el significado que hoy se le atribuye. Carisma es un concepto
eclesiológico típicamente paulino, del cual es imposible dar una descripción univoca,
basándonos en las cartas de Pablo. Este término acuñado prácticamente por el apóstol, se
encuentra en el Nuevo Testamento 17 veces, de las cuales 16 está en las cartas paulinas
(Rm -6 veces; 1 Cor -7 veces; 2 Cor -1 vez; 1 Tim -1 vez; 2 Tim -1 vez) y una en 1 Pe 4, 10. En
el Nuevo Testamento el término carisma no tiene un significado unívoco; es usado para
indicar gracias diferentes que proceden de la salvación realizada por Cristo (Rm 5, 15-16) y
de su cumplimiento en la vida eterna (Rm 6, 23), hasta las curaciones corporales (1 Cor 12,
30), pasando por la gracia de los ministerios de evangelización y de la misericordia
corporal (1 Cor 12, 8-10; 29-30; Rm 12, 6-8) y por las gracias que constituyen en una
condición estable dentro de la Iglesia: la virginidad, el matrimonio, el celibato, el
ministerio pastoral conferido con la imposición de las manos (1 Cor 7, 7; 1 Tim 4, 14; 2 Tim
1, 6). No existe una enseñanza precisa sobre lo que hoy llamamos los carismas.
Limitándonos al sólo significado que ha llegado a ser técnico (1 Cor 12-14), podemos decir
que al hablar de carisma, Pablo describe a veces un conjunto de dones del Espíritu Santo
que constata en todas las comunidades; estos mismo fenómenos son llamados por Pablo
con el nombre de dones espirituales, diaconías (servicios, ministerios), energías
25
I.4. CARISMA Y ESTRUCTURA DE “LA JERARQUÍA”,
DON DEL ESPÍRITU A SU IGLESIA,
DISCÍPULA MISIONERA.
58
Es nuestra corresponsabilidad eclesial fortalecer, a partir de nuestra
realidad, la vivencia radical de los aspectos sacramental y carismático que
conllevan las estructuras jerárquico-eclesiales. Desde ellas, nosotros, los
ministros ordenados, tenemos la encomienda de guiar, conducir y
gobernar al Pueblo de Dios, es decir, de “pastorearlo en el nombre de
Jesucristo”, el Pastor supremo del rebaño eclesial (cf I Pe 2, 25; 5,1-4).
59
En el contexto de Cristo-Servidor e Iglesia-Servidora, exhorto a ustedes, mis
“próvidos colaboradores”, integrantes de mi Presbiterio, a que, en su
condición jerárquica, por el sacramento del Orden, fortalezcan su conciencia
y decisión de pastorear, guiar, conducir y gobernar corresponsablemente al
Pueblo de Dios, por los caminos de la Nueva Evangelización. ¡Háganlo al
estilo y en nombre de Jesucristo Servidor, Pastor, Esposo y Cabeza de su
47
Cuerpo, la Iglesia! .
4.1. LA CARIDAD DE JESUCRISTO, BUEN PASTOR,
FUENTE DEL SERVICIO
DE LA AUTORIDAD JERÁRQUICA.
60
La voluntad divina fundacional de Jesucristo, acerca de su
Iglesia, se extiende, a través de los tiempos y lugares:
«“la Iglesia apostólica es el fundamento permanente y la norma para todo lo que
está por venir, el estatuto por el cual todo debe guiarse en el camino de la
Iglesia” 48. Así queda claro el carácter fundante de la Iglesia apostólica primitiva
como norma y fundamento de la Iglesia de todos los tiempos. En ella permanece
presente, de forma única, Jesucristo, como fundador, origen y fundamento para
49
siempre» .
(operaciones, potencias) y que sirven para la edificación de la comunidad (cf JOSÉ MA.
PIÑERO CARRIÓN, Organización y administración en la Iglesia, en AA.VV., La Curia episcopal.
Reforma y actualización, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Biblioteca
Salmanticensis, Estudios 29, Salamanca 2000, 44-45, se citará: AA. VV., La Curia episcopal,
CERA; cf DARIO VITALI, Carisma, en DE2010, pp. 108-121.
47
Cf Ef 1, 22; 4, 15-16; 5, 23; Col 1, 18. 24; 2, 19; Rom 6, 3; PDV 3. 16. 22. 23. 25. 29.
48
KARL RAHNER, Sull’ispirazione della Sacra Scritura, Brescia 1967, p. 49.
49
SALVADOR PIÉ-NINOT, Cristo fondatore e fodamento della Chiesa, en DE2010, p. 394.
26
61
De esta manera se llega a establecer, al pormenor, que la autoridad en su
Iglesia es jerárquica. Esto significa que no depende de la voluntad de los
fieles decidir el tipo de autoridad que ha de ejercer la Iglesia, según las
diversas épocas, lugares o sistemas de gobierno.
“…puede ser útil una breve observación –nos advierte el Papa Benedicto XVIsobre la palabra «jerarquía», que es la designación tradicional de la estructura de
autoridad sacramental en la Iglesia, ordenada según los tres niveles del
sacramento del Orden: episcopado, presbiterado y diaconado…
Generalmente se dice que el significado de la palabra jerarquía sería
«dominio sagrado», pero el verdadero significado no es este, es «origen
sagrado», es decir: esta autoridad no viene del hombre, sino que tiene origen en
lo sagrado, en el Sacramento; por tanto, somete la persona a la vocación, al
misterio de Cristo; convierte al individuo en un servidor de Cristo y sólo en cuanto
servidor de Cristo este puede gobernar, guiar por Cristo y con Cristo.
Por esto, quien entra en el Orden sagrado del Sacramento, en la
«jerarquía», no es un autócrata, sino que entra en un vínculo nuevo de obediencia
a Cristo: está vinculado a él en comunión con los demás miembros del Orden
50
sagrado, del sacerdocio” .
62
El Papa Benedicto XVI, afirma:
63
Aunque, es preciso tener presente que, quienes ejercen la autoridad
jerárquica, de ninguna manera pueden excluir de la corresponsabilidad y
participación a los demás fieles cristianos en la misión misma de la Iglesia,
53
según su condición personal, sacramental y carismática .
“…La eficacia de nuestro servicio a la Iglesia, la Esposa de Cristo, depende
esencialmente de nuestra fidelidad a la realeza divina del Amor crucificado” 51. Por
lo tanto, “la autoridad jerárquica es un servicio” que tiene su fuente en “la caridad”,
en el amor del Buen Pastor, Jesucristo, que entrega su vida en la cruz por la
52
Iglesia, su Esposa .
50
BENEDICTO XVI, Munus regendi, d.f.
BENEDICTO XVI, Homilía. Concelebración Eucarística con los nuevos cardenales y entrega
del anillo cardenalicio, Basílica Vaticana, 21 de noviembre de 2010, e.
52
Cf LG 18. 20. 24. 28. 30; CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II: Decreto sobre el ministerio
pastoral de los Obispos “Christus Dominus: Cristo Señor”, 28 de octubre de 1965, 16. 30.
En adelante se citará como ChD; Decreto sobre el ministerio y la vida de los Presbíteros
“Presbyterorum Ordinis: del Orden de los Presbíteros”, 7 de diciembre de 1965, 3. 4. 9. En
adelante se citará como PO. Además, SS. Juan Pablo II, así lo afirma expresamente, en su
Constitución apostólica “Sacrae disciplinae leges”, 25 de enero 1983, XI, se citará como
SDL; GIUSEPPE TRAPANI, Autorità, en DE2010, pp. 74-84.
53
Cf Ef 4, 7. 11; I Cor 12, 11; I Pe 4, 10.
51
27
64
Los miembros de las instituciones y organismos laicales, los grupos,
asociaciones, movimientos de espiritualidad, formación o de apostolado; así
como los de Institutos de Vida consagrada, Sociedades de vida apostólica e
Institutos seculares, son corresponsables, como discípulos de Jesús, de la
misión evangelizadora; misión que no se atribuye exclusivamente a la
54
autoridad de la Iglesia, ni se considera exclusiva con la misión jerárquica .
65
La Constitución dogmática sobre la Iglesia, emanada del Concilio, nos
enseña que el Espíritu Santo favorece a la Iglesia “con diversos dones
jerárquicos y carismáticos”; la dirige y enriquece con todos sus frutos (cf Ef
4, 11-12; I Cor 12-4; Gal 5, 22); la guía hacía toda verdad (cf Jn 16,13) y
“la unifica en comunión y ministerio” (cf LG 4).
La Iglesia de la Trinidad, por tanto, no es sólo una comunidad espiritual y
carismática, sino también una sociedad con una autoridad jerárquica, es
decir, una “sociedad dotada de órganos jerárquicos” (LG 8). Jesucristo es
quien “instituyó en su Iglesia diversos ministerios, ordenados al bien de
todo el Cuerpo” (LG 18).
66
67
Por otra parte, la misión divina que confía Jesús a sus apóstoles ha de
perdurar hasta el fin del mundo; es por ello que, los mismos apóstoles,
cuidaron con esmero de establecer sucesores en esta sociedad organizada
jerárquicamente. Así, por ejemplo, como permanece el “munus” (oficio,
función) que el Señor confió singularmente a Pedro, para que fuera
transmitido a los sucesores de éste, de manera semejante perdura el
“munus” confiado a los apóstoles para apacentar a la Iglesia. Este “munus”
que se ha venido ejerciendo ininterrumpidamente por el Orden sagrado de
los Obispos, que constituyen el Colegio episcopal, encabezado por el Papa,
sigue vigente en la Iglesia (cf LG 20).
68
El Concilio Vaticano II afirma: el sacerdocio ministerial está al servicio del
sacerdocio común de los fieles, y cada uno, aunque de manera
cualitativamente distinta, participa del único y eterno sacerdocio de
Jesucristo (cf LG 10). Son frecuentes los textos conciliares que aclaran y
reafirman que la característica evangélica esencial, radical y original de la
54
Cf LG 30; CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto “Apostolicam Actuositatem:
(Queriendo intensificar más) la actividad apostólica (del Pueblo de Dios)“, acerca del
apostolado de los laicos, 18 noviembre 1965, n. 2. En adelante se citará como AA. Cf
DE2010: MIQUEL DELGADO GALINDO, Associazioni di fedeli, pp. 67-74; GUZMÁN CARRIQUIRY
LECOUR, Movimenti ecclesiali, pp. 938-947; AITOR JIMÉNEZ, Ordini e Congregazioni religiose,
pp. 984-989; SANTIAGO M. GONZÁLEZ SILVA, Istituti secolari, pp. 762-770; GIOVANNI MAZZILLO,
Popolo di Dio, 1084-1097; GIANNI COLZANI, Missione, pp. 866-888.
28
jerarquía, es la autoridad como “servicio”, como expresión del máximo
amor pastoral.
69
En la encarnación de Jesucristo encontramos la sacramentalidad más radical,
“original y originante” como una fuente que ha llegado hasta nosotros, su
Iglesia. En ésta encontramos el aspecto paradójico humano, sensible,
limitado y herido por el pecado, pero también llamado y capacitado para la
conversión. A la vez, encontramos el aspecto divino, misterioso, luminoso
de la gracia y del don del Espíritu Santo, alma de la Iglesia, que la purifica,
la vivifica, la santifica, la construye y la impulsa a la fidelidad en el amor,
transformándola desde su fragilidad, en Esposa amada de Cristo (cf Ef 5,
25). Sacramentalidad eclesial que se realiza en todas sus presencias de
comunión, desde la Iglesia doméstica, parroquial y diocesana, las distintas
“comunidades cristianas”, incluyendo las de la Vida consagrada, hasta la
55
“comunión católica” de la Iglesia universal .
70
¡Ésta es la vivencia de la sacramentalidad que hemos venido
experimentando desde el acontecimiento de Pentecostés, hasta el “aquí y
ahora” de nuestro caminar como Iglesia diocesana, como actuales discípulos
misioneros de Jesucristo! (cf Hch 2, 14-18; LG 8).
4.2. PRIMACÍA DEL AMOR, LA GRACIA
Y EL CARISMA, EN EL SERVICIO PASTORAL
DEL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO.
71
Por lo que mira al dinamismo del Espíritu en la expresión jurídicocanónica de la Iglesia, recordemos que el 25 de enero de 1983, con la
Constitución Apostólica “Sacrae disciplinae leges: Las leyes de la sagrada
disciplina”, SS. Juan Pablo II, promulgó el nuevo Código de Derecho
Canónico. Este es una expresión significativa de la vida de la Iglesia que
tiene como misión hacer presente el Reinado de Dios-Amor en el mundo
desde el corazón del hombre. El documento pontificio nos explica:
“que la finalidad del Código no es en modo alguno sustituir en la vida de la Iglesia
y de los fieles la fe, la gracia, los carismas y, sobre todo, la caridad. Por el
contrario, el Código mira más bien a crear en la sociedad eclesial un orden tal que,
dando la primacía al amor, a la gracia y al carisma, haga a la vez más fácil el
crecimiento ordenado de los mismos en la vida, tanto de la sociedad eclesial como
también de cada una de las personas que pertenecen a ella” (r).
55
Cf VICENTE PRIETO, La estructura sacramental de la Iglesia particular y su plenitud en la
“communio católica”, IUSCA Vol. 34, No. 67, 1994, pp. 65-101. Para el aspecto de la
“estructura fundamental de la Iglesia”, ver R. VILLAR, IMEP, pp. 33-48.
29
72
El Código eclesial aceptado en la fe y en el amor, tiene como motivación
profunda ser un guía, con larga experiencia de la vida en Cristo, el Señor,
para nuestra condición de hijos de Dios. Dios envío a nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo y “los que se dejan guiar por el Espíritu son hijos de
Dios”; ya no están bajo la ley sino guiados por el Espíritu (cf Rm 8, 14; Gál
4, 6; 5, 13). Además, como bien lo sabemos, la segunda parte del último
canon, el 1752, es la clave luminosa que nos revela radicalmente el espíritu
y sentido de todo el Código del Derecho Canónico: “guardando la equidad
canónica y teniendo en cuenta la salvación de las almas, que debe ser
siempre la ley suprema en la Iglesia”. Conscientes de que la finalidad de la
56
evangelización es «salus animarum: la salvación de las almas» .
73
Todo lo anterior nos revela que hasta la misma dimensión jurídica de “la
Iglesia de la Trinidad” en su Código, viene a explicitar, de manera
encarnada, que el misterio humano-divino de la organicidad estructural
eclesiástica, también está al servicio salvífico en la comunión, misión y
ministerio del Pueblo de Dios:
“En conclusión, el orden canónico, que se articula en varias instituciones, está al
servicio de la unidad visible de la Iglesia y, al mismo tiempo, hace que la distintas
misiones estén en orden a la edificación de todo el cuerpo. Así, la Iglesia del
derecho no se opone a la Iglesia de la caridad y a la doble estructura de comunión
y de misión, radicada en la naturaleza sacramental-carismática-institucional de la
Iglesia, es el contenido de su misma sacramentalidad. La obligatoriedad y la
juridicidad de sus instituciones fundamentales proceden de su misma naturaleza,
57
por lo tanto, de la voluntad de Cristo y de la acción del Espíritu Santo” .
I.5. JESÚS-EUCARISTÍA, TESTIGO DEL SERVICIO DE
AMOR Y FUENTE DE FECUNDIDAD PASTORAL.
56
Cf JUAN PABLO II, Carta encíclica “Redemptor hominis: El Redentor del hombre“, 4 de
marzo de 1979, 8-10, se citará: RH; IUSCA: PIERO PELLEGRINO, La «salus animarum», Vol. 44,
n. 87, 2004, pp. 141-151. TOMÁS RINCÓN PÉREZ, Sobre el carácter pastoral del Derecho
canónico, Vol. 47, No. 94, 2007, pp. 403-413.
57
PABLO VI, Discurso a la Rota romana, 7 febrero 1973; Id., Discurso al II Congreso
Internacional de Derecho canónico, 17 septiembre 1973, 126-127; cf JUAN PABLO II, SDL;
Idem., Presentación oficial del Nuevo Código de Derecho Canónico, 3 febrero 1983, 459462. Cf En DE2010: GIANFRANCO GHIRLANDA, Istituzione, p. 784; ANTONIO NITROLA, Salvezza,
pp. 1255-1269; GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, nn. 45. 34-37; JEAN BEYER, Diritto ecclesiale,
QUADERNI DI DIRITTO ECCLESIALE, 1-I-1988, se citará QDE.
30
74
El Señor Jesús ha decidido que la fecundidad y plenitud de nuestro
ministerio jerárquico sea la Eucaristía, máxima expresión de su entrega de
amor pascual, como Buen Pastor, que conoce íntimamente a sus ovejas y
está dispuesto a sacrificarse voluntariamente por ellas para salvarlas (cf Jn
10, 11. 15. 17; Ef 5, 2. 25-27). Por eso, “la Iglesia vive de la Eucaristía”,
misterio de amor y entrega pastoral, tan profundamente unida al sacerdocio
ministerial. Desde la Eucaristía hecha vida, máxima expresión de nuestra
caridad pastoral en Jesucristo, ofrecemos al Pueblo de Dios, no sólo el
mejor, sino nuestro óptimo servicio eclesial jerárquico. Por ser la Eucaristía
la máxima expresión de la glorificación al Padre en el Espíritu, de la caridad
cristiana y de la “caridad pastoral” es, por eso mismo, la entrega máxima y
vital de Jesucristo, Buen Pastor. La “vida cristiana” no es otra cosa que la
participación en la caridad misma de Cristo. Por eso, el Apóstol Pablo nos
exhorta: «Vivan en el amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros
como oblación y víctima de suave aroma» (Ef 5, 2). La caridad de Cristo
Pastor nos es comunicada por su misterio pascual eucarístico, sacrificio de
la alianza nueva y eterna, de tal manera que cada uno de nosotros, en
nuestro ministerio vicarial, puede y debe decir: «Vivo, pero no yo, sino es
58
Cristo quien vive en mí» (Gál 2, 20) .
75
¡El Señor confía en nuestra decisión evangélica de acrecentar, desde
comunión eclesial y la caridad pastoral nutridas por Jesús-Eucaristía,
interlocución responsable, el diálogo eclesial, la organicidad pastoral y
globalización del servicio del amor en la solidaridad y subsidiariedad,
estilo de Jesucristo, Servidor y Esposo de su Iglesia!
la
la
la
al
I.6. VIVIR EL SERVICIO MINISTERIAL,
EN EL ESPÍRITU PASTORAL DE JESUCRISTO.
58
PDV 23: “La caridad pastoral, que tiene su fuente específica en el sacramento del Orden,
encuentra su expresión plena y su alimento supremo en la Eucaristía: «Esta caridad
pastoral —dice el Concilio— fluye ciertamente, sobre todo, del sacrificio eucarístico, que
es, por ello, centro y raíz de toda la vida del presbítero, de suerte que el alma sacerdotal
se esfuerce en reproducir en sí misma lo que se hace en el ara sacrificial». En efecto, en la
Eucaristía es donde se representa, es decir, se hace de nuevo presente el sacrificio de la
cruz, el don total de Cristo a su Iglesia, el don de su cuerpo entregado y de su sangre
derramada, como testimonio supremo de su ser Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo de la
Iglesia. Precisamente por esto la caridad pastoral del sacerdote no sólo fluye de la
Eucaristía, sino que encuentra su más alta realización en su celebración, así como también
recibe de ella la gracia y la responsabilidad de impregnar de manera «sacrificial» toda su
existencia”.
31
76
Al vivir desde la animación y guía del Espíritu Santo, las funciones,
responsabilidades y las relaciones que implican el liderazgo o autoridad
humanos, mediante el dinamismo de la fe, la esperanza y el amor, nos
elevamos y somos sumergimos en el misterio de la Iglesia: “misterio de
comunión para la misión evangelizadora”, que tiene su origen en el
59
mismo misterio de la comunión de la Trinidad .
77
Les conmino a superar la tentación de considerarse meros delegados míos o
simples representantes de la comunidad, puesto que el presbiterado y el
episcopado son una vocación de servicio. No son, por consiguiente, ni
profesionistas ni funcionarios de una empresa religiosa, mucho menos los
afortunadamente favorecidos por simpatía y democracia populares. Hemos
sido llamados, elegidos y consagrados para ser discípulos y misioneros de
Jesucristo; configurados con Él. Somos “misterio y don” para nuestra
Iglesia, un carisma muy especial, en razón de la unción ministerial y
60
jerárquica del Espíritu .
78
Por eso, como sacerdotes de la nueva alianza, nacidos de Jesucristo en el
Cenáculo y en la Cruz, fortalecidos por su Resurrección, constituidos en
Iglesia y ungidos por su Espíritu, junto a María, en Pentecostés, al
confiarnos su misión, tenemos la responsabilidad de renovar constantemente
el don de nuestra identidad como sacerdotes ministros, puesto que hemos
sido tomados de entre los hombres, para intervenir a su favor «en todo
61
aquello que se refiere al servicio de Dios» (Hch 5,1) .
79
Nuestro servicio jerárquico a los fieles, animado por nuestras expresiones de
“caridad pastoral”, y atentos a los signos de los tiempos, hará que nos
identifiquemos con Cristo, como pastores según su corazón (cf Jer 3, 15).
Entonces, con Él, y basados en la sabiduría y experiencia humano-divina del
amor, la misericordia y la entrega, apacentaremos, acogeremos y sabremos
valorar las variadas condiciones de los fieles. Nos asemejaremos a Él,
59
Cf DE2010: GIUSEPPINA SANSORE, Mistero, pp. 888-900; GIANFRANCO CALABRESE, Comunione,
pp. 268-288.
60
Cf DA 193; MIGUEL ROMANO GÓMEZ, “Os he llamado amigos”, Arquidiócesis de
Guadalajara, 2008, p. 14.
61
PDV 21: “La autoridad de Jesucristo Cabeza coincide pues con su servicio, con su don,
con su entrega total, humilde y amorosa a la Iglesia. Y esto en obediencia perfecta al
Padre: él es el único y verdadero Siervo doliente del Señor, Sacerdote y Víctima a la vez.
Este tipo concreto de autoridad, o sea, el servicio a la Iglesia, debe animar y vivificar la
existencia espiritual de todo sacerdote, precisamente como exigencia de su configuración
con Jesucristo, Cabeza y Siervo de la Iglesia”.
32
superando posibles actitudes de prepotencia, autoritarismo, individualismo,
autosuficiencia, vanagloria, egocentrismo, discriminación y elitismo que nos
62
asedian en la vida personal o pastoral .
80
Dejándonos guiar por el Espíritu de Cristo procederemos con apertura al
diálogo, dispuestos a la escucha, tolerancia y aceptación de las diferencias;
discerniremos lo positivo de la pluralidad y de la globalidad actual; y
buscaremos la unidad en la diversidad, comprometidos en la espiritualidad
de la comunión, en una expresión genuinamente católica, a fin de cumplir
gozosamente la voluntad de Dios que es nuestra santificación (cf I Tes 4, 3.
5, 21-22; Gál 6, 4; Ef 5, 15-17).
81
En el seguimiento a Jesucristo, Buen Pastor, aprenderemos su fidelidad a la
misión encomendada y su amor servicial hasta dar la vida (cf DA 139). Él es
el máximo ejemplo de pastoreo que estamos llamados a imitar. Somos
responsables de proceder según sus sentimientos, pensamientos, actitudes y
comportamientos pastorales: conocer a las ovejas, conducirlas, caminar
delante de ellas y apacentarlas, amándolas hasta dar la vida por ellas. De Él
aprendemos que el auténtico discípulo misionero, es quien le ama y está
dispuesto aun al martirio, a subir a la Cruz con Él, su Maestro y Señor (cf Jn
10, 1-18; 21, 15-17).
82
¡Renovemos, consiguientemente, nuestro espíritu viviendo nuestra
conversión personal y comunitaria, que se traduzca en estructuras pastorales
vivificadas por el vino nuevo del Espíritu! ¡Testimoniemos con nuestras
actitudes coherentes, la misión jerárquica que hemos recibido como don
inestimable y gratuito, que llevamos en los vasos frágiles de nuestra
condición humana consagrada! ¡Ánimo! ¡Tenemos la garantía permanente y
la seguridad de la presencia del Espíritu de Cristo en nuestro corazón
sacerdotal, fuente de nuestra “caridad pastoral”! Así apacentaremos a los
fieles, reconociendo y cultivando sus servicios, ministerios y carismas,
personales y comunitario-eclesiales, de tal manera que cooperemos, desde
nuestra peculiar forma de vida sacramental, en la obra común de la
62
“San Agustín exhortaba de esta forma a un Obispo en el día de su ordenación: «El que
es cabeza del pueblo debe, antes que nada, darse cuenta de que es servidor de muchos. Y
no se desdeñe de serlo, repito, no se desdeñe de ser el servidor de muchos, porque el
Señor de los señores no se desdeñó de hacerse nuestro siervo». La vida espiritual de los
ministros del Nuevo Testamento deberá estar caracterizada, pues, por esta actitud
esencial de servicio al Pueblo de Dios (cf Mt 20, 24ss; Mc 10, 43-44), ajena a toda
presunción y a todo deseo de «tiranizar» la grey confiada (cf 1 Pe 5, 2-3)”; PDV 21, 23. 72.
15. 21. 23).
33
redención y de la santificación, frutos de la misión evangelizadora (cf LG
30; I Cor 12, 4-11).
34
II.- IDENTIDAD DEL OBISPO DIOCESANO,
DISCÍPULO Y MISIONERO DE
JESUCRISTO,
EN EL MISTERIO DE COMUNIÓN
DE LA IGLESIA DE LA TRINIDAD.
83
Al considerar la identidad del Obispo, nos encontramos con la
conveniencia de reflexionar unidos, pastor y comunidad eclesial diocesana,
acerca del “don y misterio” episcopal. Iniciaremos contemplando que este
“don y misterio” en su propio origen: en el misterio fontal de la comunión
en la relación de la Santísima Trinidad, Dios-Amor. Desde esta perspectiva
de fe, esperanza y amor podremos asumir más conscientemente la voluntad
salvífica de la Trinidad sobre la capitalidad sacerdotal, esponsal y pastoral
del Obispo: sucesor de los Apóstoles, Vicario y Legado del “Gran Pastor de
las ovejas” y servidor del Evangelio; lo mismo que su solicitud pastoral por
63
la Iglesia Universal y Particular .
II.A. EL OBISPO,
«ICONO» DE LA COMUNIÓN TRINITARIA,
EN CRISTO PASTOR, SERVIDOR, CABEZA
Y ESPOSO DE LA IGLESIA.
84
En la Iglesia, revelación del misterio de comunión de la Trinidad, el
episcopado es un elemento constitutivo de ese mismo misterio de comunión
64
trinitaria, en relación con la guía pastoral y de la misión evangelizadora .
63
Cf DE2010: MASSIMO NARO, Trinità e Chiesa, pp. 1465-1475; GIOVANNI TANGORRA,
Ecclesiologia postconciliare, pp. 566-569; GIANGIACOMO SARZI SARTORI, La figura del vescovo
alla luce del Direttorio per il ministero pastorale dei Vescovi “Apostolorum Successores”, en
QDE, ottobre, Nº 23 (2010) 431-449, se citará QDE23.
64
Cf JORGE ARTURO MEDINA ESTÉVEZ, Riflessioni sull´episcopato come elemento constitutivo
della Chiesa, en GOYRET, IVEM, pp. 20-32; ATTILIO CARPIN, Cipriano di Cartagine, il vescovo
nella Chiesa, la Chiesa nel vescovo, Ed. Studio Domenicano, Dehodiane Bologna 2006;
IGNAZIO PETRIGLIERI, Autorità come servizio. Figura e ruolo del Vescovo nei Padri della Chiesa,
Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2009, se citará: PETRIGLIERI, ASFV; JUAN
BAUTISTA CAPPELLARO, Fisonomia del Vescovo e piano diocesano di evangelizzazione alla luce
del dinamismo dell’Eucaristia, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1998.
35
El Obispo es imagen o icono de Cristo, Pastor, Cabeza y Esposo de la
Iglesia. Esta identidad “capital” la recibe por la sacramentalidad del
Episcopado. A través de este oficio o ministerio “capital” es llamado a
presidir una Iglesia particular y, en comunión con los demás miembros del
Colegio episcopal, es corresponsable de la edificación de la Iglesia universal
y de hacer presente el Reinado de Dios en el mundo, mediante su entrega
como discípulo misionero de Jesucristo.
85
El ser sacramental y la acción apostólica del Obispo tienen como fuente a
Dios Padre que actúa por medio de su amado Hijo Encarnado, a quien le ha
dado todo poder en el cielo y en la tierra (cf Mt 28,18). El Padre, además, le
dona su Espíritu Paráclito, integrándolo en la comunión de la vida
65
trinitaria . En consecuencia, el Obispo, es una expresión sensible, una
imagen o «icono» de la Trinidad, quien incesantemente reúne en torno a sí a
su Pueblo, que es la Iglesia (cf LG 1). De esta manera la función episcopal
66
es “un verdadero servicio en la comunión del amor” (cf LG 24) .
86
S.S. Juan Pablo nos enseña que la realidad eclesial del episcopado se origina
del misterio de comunión de la Trinidad:
“La palabra comunión nos lleva hasta el manantial mismo de la vida trinitaria (cf 1
Jn 1, 3) que converge en la gracia y en el ministerio del Episcopado. El Obispo es
imagen del Padre, hace presente a Cristo como Buen Pastor, recibe la plenitud del
Espíritu Santo de quien brotan enseñanzas e iniciativas ministeriales para que
pueda edificar, a imagen de la Trinidad y a través de la Palabra y de los
sacramentos, esa Iglesia, lugar de la donación de Dios a los fieles que le han sido
67
confiados” .
65
Un icono (del griego εἰ κών, eikon: 'imagen') es una imagen o representación; es un
signo que sustituye a lo significado, ya sea persona, misterio u objeto. Es, por tanto, un
signo que mantiene una relación de semejanza con lo representado. Cf NICOLA CIOLA, Il
fondamento trinitario del ministero episcopale, en AGOSTINO MONTAN (Edd.), Vescovi.
Servitori del Vangelio per la speranza del mondo, Lateran University Press, Roma 2005, se
citará: MONTAN, VSV.
66
PHILIP GOYRET, Il vescovo, vicario e delegato di Cristo nel governo della Chiesa particolare
en PHILIP GOYRET (Edd.), I Vescovi e il loro ministero, Pontificia Università della Santa Croce,
Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2000, p. 156, se citará: GOYRET, IVEM.
67
JUAN PABLO II, Encuentro con la Conferencia Episcopal Colombiana, Bogotá, miércoles 2
de julio de 1986, 2d. Con razón, pues, los Padres sinodales quisieron ilustrar
explícitamente la vida y el ministerio del Obispo a la luz de la eclesiología trinitaria de la
doctrina del Concilio Vaticano II. Es muy antigua la tradición que presenta al Obispo como
imagen del Padre, el cual, como escribió san Ignacio de Antioquía, es como el Obispo
invisible, el Obispo de todos. Por consiguiente, cada Obispo ocupa el lugar del Padre de
Jesucristo, de tal modo que, precisamente por esta representación, debe ser respetado
36
87
En Jesús de Nazaret, el “Dios que nadie ha visto jamás” (Jn 1,18) se ha
hecho hombre, ha dado a conocer a Dios, no a través de una vaga y general
semejanza, sino siendo Él mismo una presencia viviente, una
representación, la más radical, exacta, perfecta y gloriosa, de la realidad
divina visible: «A Dios nadie le ha visto jamás: El Hijo único, que está en
el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1, 18; cf Jn 6, 46; 4,
24):
“En efecto, dice san Ireneo de Lyon, el Hijo es el «Revelador del Padre». Jesús de
Nazaret, por decirlo así, es el «exegeta» de Dios que «nadie ha visto jamás». «Él
68
es imagen del Dios invisible» (Col 1,15)” .
88
Cristo es la imagen o «icono» de Dios. Así, es claramente proclamado en el
gran himno cristológico con el que comienza la carta a los Colosenses:
“El núcleo del himno está constituido por los versículos 15-20, -nos advierte el
Papa Benedicto XVI, donde entra en escena de modo directo y solemne Cristo,
definido "imagen de Dios invisible" (v. 15).
San Pablo emplea con frecuencia el término griego ekån, icono. En sus cartas lo
usa nueve veces, aplicándolo tanto a Cristo, icono perfecto de Dios (cf 2 Co 4, 4),
como al hombre, imagen y gloria de Dios (cf 1 Co 11, 7)” 69.
A su vez, Su Santidad Juan Pablo II nos enseña:
“En él sobresale la figura gloriosa de Cristo, corazón de
la liturgia y centro de
toda la vida eclesial. Ahora bien, muy pronto el horizonte del himno se amplía a
toda la creación y a la redención, abarcando a todo ser creado y a toda la
historia… Cristo “es la «imagen», el «icono» de Dios que permanece invisible en
su misterio… el rostro del Padre creador del universo se hace accesible en
Cristo, artífice de la realidad creada: «por medio de Él fueron creadas todas las
cosas… y todo se mantiene en Él» (Col 1, 16-17). Cristo, por tanto, por un lado
es superior a las realidades creadas, pero por otro, está involucrado en su
creación. Por este motivo, puede ser visto como «imagen del Dios invisible»,
70
cercano a nosotros a través del acto creativo” .
por todos (cf A los Magnesios, 6,1: PG 5,764; A los Trallanos, 3,1: PG 5,780; A los
Esmirniotas, 8,1: PG 5,852). Cf JAVIER ECHEVARRÍA, Il vescovo alla luce del mistero trinitario
en GOYRET, IVEM, pp. 13-19.
68
BENEDICTO XVI, VD 90.
69
BENEDICTO XVI, Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de entre los
muertos, Audiencia general, 7 septiembre 2005, 1.
70
JUAN PABLO II, Cristo, «imagen del Dios invisible», Audiencia general dedicada a comentar
el cántico de la carta de san Pablo a los Colosenses (1, 3.12-20), «Himno a Cristo», 24
noviembre de 2004, 1-2. Deseo compartir una síntesis que refleja sublime testimonio
cristiano, relacionado con el icono de Cristo en la doctrina cristológica de San Cipriano,
realizado por un miembro de nuestro Presbiterio. Es del todo conveniente acudir al
original que contiene una abundante referencia al pensamiento y a la enseñanza de los
37
89
Otro momento en el que con toda claridad se le llama a Cristo “imagen de
Dios”, aparece donde Pablo afirma que los incrédulos, cegados por Satanás,
son incapaces de “ver el resplandor del Evangelio glorioso de Cristo, que
es imagen de Dios” (II Cor 4, 4). Más adelante afirma que “la gloria de
Dios brilla en el rostro de Cristo” (4, 6). El autor de la carta a los Hebreos,
de la escuela de Pablo, dice de Jesús que “es el resplandor de la gloria de
Dios y en él expresó Dios lo que es en sí mismo” (1,3). Por tanto Jesucristo,
es el revelador visible, encarnado y definitivo de “Dios invisible” (cf Jn 6,
46; 4, 24).
90
En los textos bíblicos, precedentemente citados, se palpa el paralelismo
entre imagen y gloria. Pablo quiere decir que en Jesús está presente y
resplandece la realidad majestuosa de Dios. Si en el capítulo 1 del Génesis,
la palabra “imagen” servía para subrayar la cercanía del hombre con su
Creador, aun dejando a salvo las distancias, en Pablo sirve para resaltar que,
en el caso de Cristo, se han anulado las distancias.
“El icono, en efecto es una imagen del todo única, especial, que supera lo
inmanente de un simple reconocimiento, hasta conducir y hacer entrar en lo
trascendente de la fe, la esperanza y el amor. Es una Imagen-Palabra. Tiene
un recorrido histórico y teológico. Capta la Palabra de Dios como Imagen.
Imagen que transmite un contenido espiritual, teológico –casi siempre de
tipo kerigmático-, que comunica la memoria y la presencia viviente, de
modo “sacramental”, de Cristo Resucitado. Y puesto que Cristo es el Logos,
la Palabra encarnada, es una imagen, el prodigio más grande que Dios ha
realizado. Es Palabra expresada de manera visible. Esto significa que si
Cristo ha venido para “decir” que Dios es el Padre bueno, que es el Amor, lo
“hace ver” precisamente en su cuerpo entregado a los hombres.
91
escritos doctrinales del obispo y mártir San Cipriano: La imagen o icono de Cristo reflejado en
la doctrina cristológica de Cipriano nos proyecta a un Cristo que es concebido como El Hijo de Dios;
que enviado por el Padre para salvar se ha encarnado. Ha sido sacrificado en la cruz y ha
derramado su sangre para la redención de los hombres. Resucitado vive en el cristiano y en la
comunidad redimida por Él; es para ellos Maestro, modelo, ejemplo y guía. Al mismo tiempo reina
con el Padre donde aguarda a todos sus discípulos. Y al final de la historia humana vendrá como
juez para dar premio o castigo: SANTIAGO RUIZ MAYA; La doctrina acerca de Cristo en los
diversos períodos de la vida de Cipriano de Cartago. Una clave de interpretación de su
pensamiento, Departamento de Publicaciones de la Universidad Pontificia de México,
Biblioteca Mexicana 27, México 2008, p. 198.
38
92
El icono representa una realidad espiritual objetiva en la que tiene
lugar la comunicación de aquello que es significado; representa y comunica
una visión espiritual del mundo, de la historia y del hombre mismo. Si
“espiritual” es todo aquello que en la acción del Espíritu Santo nos habla de
Dios, nos hace parecidos a Él, la realidad absolutamente espiritual. El icono
es una realidad en la que se compenetra, en una comunicación recíproca, lo
divino y lo humano, captando los rasgos más auténticos de la obra de la
redención en la historia. Es una presencia transformadora y redentora, como
la presencia de Cristo celebrada con todo realismo en la liturgia, donde la
obra de la redención es vivida no sólo como memoria del pasado, sino como
eficacia de la transformación que continúa en la historia y también la
transforma.
93
El icono es sustancialmente una visión sacramental del mundo, la
visión de cómo la materia se ofrece para convertirse en lugar de salvación.
Es la historia del hombre en Dios y de Dios en la historia cotidiana del
hombre”:
“El icono es una larga cita bíblico-patrística. Es una realidad espiritual, donde
“espiritual” es todo lo que, con la acción del Espíritu Santo, nos habla de Dios, nos
lo recuerda, nos lo comunica y nos lleva a Él… El Espíritu Santo, si el hombre
quiere, trae tantos frutos de la vida divina a la historia (cf Gal 5, 22), a la
humanidad nueva, y hace al hombre parecido a Dios en su vida… La persona que
se deja penetrar progresivamente por el Espíritu Santo, deja ver su acción, evoca
a los demás a Dios, se convierte en un comunicador de Dios, en un relato suyo…
71
Se hace una Palabra de Dios que la gente puede ver y tocar” .
94
S. S. Juan Pablo II nos guía en la interioridad integral del misterio del icono,
al compartirnos:
“…el icono no es sólo una obra de arte pictórico. En cierto sentido, es también
como un sacramento de la vida cristiana, pues en él se hace presente el
misterio de la Encarnación. En él se refleja de modo siempre nuevo el misterio
del Verbo encarnado, y el hombre -autor y, al mismo tiempo, partícipe- se alegra
de la visibilidad del Invisible. ¿No fue el mismo Cristo quien puso las bases de esa
alegría espiritual? «Señor, muéstranos al Padre y nos basta»; pide Felipe a Cristo
en el cenáculo, la víspera de su pasión. Y Jesús le responde: «¿Tanto tiempo
hace que estoy con ustedes y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí,
ha visto al Padre. [...] ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en
mí?» (Jn 14, 8-10). Cristo es la visibilidad del Dios invisible. Por medio de él, el
Padre penetra toda la creación y el Dios invisible se hace presente entre nosotros
71
TOMÁŠ ŠPIDLíK – MARKO IVAN RUPNÍK, La fe según los iconos, Ed. Monte Carmelo, Burgos
2003, pp. 108-109; para el texto precedente a la cita, cf pp. 7-17.
39
y se comunica con nosotros, al igual que las tres personas de que nos habla la
72
Biblia se sentaron a la mesa y comieron con Abraham” .
95
El Obispo como persona y por su configuración con la capitalidad de
Jesucristo, es, a su vez, imagen o icono de Cristo, Pastor y Servidor,
Maestro y Pontífice, Cabeza y Esposo de la Iglesia. Pastor que en Jesucristo,
el Gran Pastor, da la vida por sus ovejas (cf LG 21), en la comunión de la
Trinidad. Es su representante visible y cercano, su vicario, legado y
“sacramento encarnado”, De esta manera Jesucristo, el Señor y Emmanuel,
continúa se presencia entre nosotros hasta el final de los tiempos, ejerciendo
su señorío, su reinado, su ministerio, su carisma y caridad pastoral:
“Cristo es el icono original del Padre y manifestación de su presencia
misericordiosa entre los hombres. El Obispo, actuando en persona y en nombre de
Cristo mismo, se convierte, para la Iglesia a él confiada, en signo vivo del Señor
Jesús, Pastor y Esposo, Maestro y Pontífice de la Iglesia, En eso está la fuente del
ministerio pastoral…” (PG 7c).
II.A. 1. EL OBISPO, «VICARIO
Y LEGADO DE CRISTO».
96
El ser ministerial-pastoral-capital del Obispo en la Diócesis y para la
Diócesis, en la Iglesia una, santa, católica y apostólica, consiste en ser
«vicario y legado de Cristo» (cf LG 27). La realidad de ser «vicario de
72
JUAN PABLO II, Homilía en la Capilla Sixtina, con motivo de la inauguración de la
restauración de los frescos de Miguel Ángel, 8 de abril de 1994, 4.
La teología del icono se fundamenta básicamente en la realidad de la Encarnación. Cuando
el apóstol Pablo formula el fundamento cristológico del icono diciendo: “Cristo es la
imagen visible del Dios invisible” (Col. 1, 15) está diciendo en otras palabras, la
humanidad visible del Señor es la imagen de su divinidad invisible. Así, la imagen (icono)
del Señor aparece como la imagen de Dios y del hombre, es decir, como la representación
viviente del Dios-Hombre. Por eso Jesucristo afirma claramente: “Quien me ha visto a mí
ha visto al Padre” (Jn 14, 9). Esto quiere decir que las dos naturalezas unidas a la única
hipóstasis del Señor nos ofrecen la imagen única del Dios-Hombre Jesús, una imagen que
expresa a Dios mismo aunque Éste sea del todo inconcebible e indescriptible. La persona
de Cristo tiene como misión hacer presente a Dios en el mundo y restablecer plenamente
esa otra imagen que puso Dios en el hombre (Gn 1, 26) y que se vio enturbiada por el
pecado. Por la encarnación, Cristo “no se aferró a su condición divina, al contrario, se
despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de tantos” (Flp 2, 67). El no despreció la naturaleza humana, lo material, sino que la asumió plenamente,
uniéndola a la naturaleza divina en la persona del Logos o Verbo. Lo material (carne) en el
seno de María, gracias al Espíritu Santo, quedó transformado en “sacramento vivo”. Por
eso Cristo es el sacramento original del Padre.
40
Cristo», es mucho más que un título o expresión jurídica, puesto que sus
raíces antropológicas se hunden en la acción capital del Verbo Encarnado.
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, reconciliando a la
humanidad, la conduce hacia el Padre: «Él es la cabeza del cuerpo que es la
Iglesia, Él es el principio de todo…» (Col 1, 18; cf 2,10), «Todo lo ha
puesto Dios bajo los pies de Cristo, constituyéndolo cabeza suprema de la
Iglesia, que es su cuerpo» (Ef 2, 10; cf I Cor 12, 12).
97
El Obispo representa a Cristo en su Iglesia particular, como el Papa lo
representa en la Iglesia Universal. El Obispo es “vicario y legado de Cristo”
(LG 27), por su relación sacramental episcopal, radical y ontológica con
Cristo Cabeza y Pastor. Igualmente, por su relación de comunión jerárquica
con el Obispo de Roma; relación de comunión sacramental que le integra en
el “Colegio episcopal”, cuya capitalidad para toda la Iglesia es ejercida, a su
73
vez, por el Romano Pontífice . Justamente por esto, la potestad de cada
73
ADRIANO GARUTI, Il carattere collegiale del ministero episcopale. Evoluzioni istituzionali
dopo il Concilio Vaticano II e prospettive, en MONTAN, VSV, pp. 251- 262. El título “Vicario
de Cristo” se sigue aplicando casi exclusivamente al Obispo de Roma; sin embargo, en la
Constitución “Lumen Gentium: Luz de las Naciones”, n. 27, este título se encuentra
aplicado a los Obispos. Entonces surge automáticamente la pregunta: ¿cuál es el
contenido con el que se le aplica al Obispo de Roma y cuál a los demás Obispos de las
otras Iglesias? En efecto, acerca del Obispo como «Vicario de Cristo», se habla ya desde
los tiempos de San Cipriano (cf Epist. 59,5; 63,14; 65,4; 68,5; 75,16) y el Concilio ofrece
una muestra de testimonios patrísticos y magisteriales sobre este tema (cf Acta Synodalia,
II-I, p. 252). La Lumen Gentium, n. 27, también nos recuerda explícitamente que los
Obispos no deben ser considerados como “Vicarios del Romano Pontífice”. No se trata de
confrontar la autoridad primacial del Papa, como un reclamo de la legítima autonomía del
Obispo, en clave de lucha de poderes, que empobrecería la doctrina sobre el episcopado y
sobre el primado del Obispo de Roma. Se trata, antes bien, de ubicar esta realidad en el
contexto teológico sacramental de una eclesiología de verdadera comunión, superando el
aspecto exclusivamente jurídico, donde la terminología de “la vicariedad” o “la
delegación”, se quedan en el ámbito de la legislación eclesiástica. La Vicariedad crística del
Obispo, incluido el de Roma, tiene su origen ontológico, como ha sido expresado
anteriormente, en la sacramentalidad primigenia de Cristo y en la comunión Trinitaria,
que se prolonga en la comunión de la Iglesia. Para profundizar este aspecto ontológico de
la sacramentalidad del episcopado (ordenación episcopal, que produce una
transformación ontológica –carácter sacramental-), en relación al numeral 27 de la Lumen
Gentium, es muy recomendable acudir a PHILIP GOYRET, Il vescovo, vicario e delegato di
Cristo nel governo della Chiesa particolare, en GOYRET, IVEM, pp.156-181; y especialmente
su obra dedicada amplia y profundamente a este tema: El Obispo, Pastor de la Iglesia.
Estudio teológico del “munus regendi en Lumen Gentium 27, EUNSA, Colección Teológica
n. 90, Pamplona 1998, pp. 197-287; cf JORGE MEJÍA, Introducción (a la obra anterior), pp.
19-20.
41
Obispo nace y permanece en comunión colegial y jerárquica con el Romano
Pontífice, sin que por eso el Obispo sea su vicario.
98
99
Este carácter de vicariedad pastoral por el que el Obispo se identifica como
tal, significa que tiene como punto fundante de su identidad sacramental
episcopal y como fuente dinámica de su vida y praxis pastoral cotidiana en
la conducción del Pueblo de Dios, a Cristo-Cabeza y Pastor. Jesucristo es,
por tanto, el fundamento y origen ontológico de la vicariedad y de la
capitalidad de su “munus episcopale: función ministerial episcopal”,
74
recibida el día de su ordenación como Obispo .
Es iluminador, al llegar a este momento de nuestra reflexión, acudir al
número 27 de la Constitución “Lumen Gentium: Luz de las Naciones”,
donde encontramos una visión sintética y panorámica acerca del ser y
quehacer del Obispo como vicario y legado de Cristo:
“Los Obispos rigen como vicarios y legados de Cristo las Iglesias particulares
que se les han encomendado, con sus consejos, sus exhortaciones, sus ejemplos,
pero también con su autoridad y con su potestad sagrada que ejercitan
únicamente para edificar su grey en la verdad y la santidad, teniendo en cuenta
que el mayor ha de hacerse como el menor y el superior, como el servidor (cf Lc
22, 26-27). Esta potestad que personalmente desempeñan en nombre de Cristo,
es propia, ordinaria e inmediata, aunque el ejercicio último de la misma sea
regulado por la autoridad suprema, y aunque, con miras a la utilidad de la Iglesia y
de los fieles, pueda quedar circunscrita dentro de ciertos límites. En virtud de esta
potestad, los Obispos tienen el sagrado derecho y ante Dios el deber de legislar
sobre sus súbditos, de juzgarlos y de regular todo cuanto pertenece al culto y
organización del apostolado. A ellos se les confía plenamente el oficio pastoral,
es decir, el cuidado habitual y cotidiano de sus ovejas y no deben ser tenidos
como vicarios de los Romanos Pontífices, ya que ostentan una potestad propia y
son, con toda verdad, los jefes del pueblo que gobiernan. Así, pues, su potestad
no queda anulada por la potestad suprema y universal, sino que al revés queda
afirmada, robustecida y defendida, puesto que el Espíritu Santo mantiene
indefectiblemente la forma de gobierno que Cristo Señor estableció en su Iglesia”.
Tomado de entre los hombres y rodeado él mismo de flaquezas, puede apiadarse
de los ignorantes y de los errados (cf Hb 5, 1-2). No se niegue a oír a sus súbditos,
a los que como a verdaderos hijos suyos abraza y a quienes exhorta a cooperar
animosamente con él. Consciente de que ha de dar cuenta a Dios de sus almas (cf
Hb 13, 17), trabaje con la oración, con la predicación y con todas las obras de
caridad por ellos y también por los que todavía no son de la única grey, a quienes
74
En la ordenación se significa con elocuencia mistagógica el ministerio de la capitalidad
episcopal tanto en la imposición de manos y la plegaria de ordenación, como en la unción
de la cabeza y la entrega e imposición del Evangelio sobre la cabeza de quien es ordenado
Obispo.
42
debe tener por encomendados en el Señor. Siendo él deudor para con todos, a la
manera de Pablo, esté dispuesto a evangelizar a todos (cf Rm 1, 14-15) y no deje
de exhortar a sus fieles a la actividad apostólica y misionera. Los fieles, por su
parte, deben estar unidos con su Obispo como la Iglesia lo está con Cristo y como
Cristo mismo lo está con el Padre, para que todas las cosas se armonicen en la
unidad y crezcan para la gloria de Dios (cf 2 Cor 4, 15)” (n. 27).
100 En consecuencia, el “munus” (oficio, responsabilidad, potestad) episcopal
es de origen divino inmediato en virtud de la sacramentalidad: “Jesucristo,
al integrar su Cuerpo Místico, no utiliza solamente medios sensibles
inanimados (sacramentos-cosas), sino también medios sensibles animados
75
(sacramentos-personas)” . En el Obispo, así como en el presbítero, éste en
su respectivo orden y analogía como su “próvido colaborador” y en
comunión con él, hay una presencia del Cristo muerto, resucitado y
glorificado, del Cristo que “está a la derecha del Padre” y es nuestro único
intercesor.
II.A. 2. EL OBISPO, CUSTODIO DE LA ALIANZA
NUPCIAL DE LA IGLESIA CON CRISTO.
101
Entre el Obispo y la Iglesia se establece, además, un lazo profundo
de comunión que se identifica como una alianza nupcial, expresada con la
simbología “esponsal” del “anillo pastoral”, según nos invita a reflexionar el
Papa Benedicto XVI al recordarnos las palabras explicativas del rito de la
entrega del anillo en la liturgia de la Ordenación episcopal:
"Recibe el anillo, signo de fidelidad, y custodia a la Santa Iglesia, esposa de Cristo,
en la integridad de la fe y en la pureza de la vida". La Iglesia es "esposa de Cristo"
y el Obispo es el «custodio» (episkopos) de este misterio. El anillo es, por tanto, un
signo de fidelidad: se trata de la fidelidad a la Iglesia y a la pureza de la fe de ella.
Al Obispo, por tanto, se le confía una alianza nupcial: la de la Iglesia con Cristo.
Son significativas las palabras que leemos en el Evangelio de Juan: “El esposo es
aquel al que pertenece la esposa; pero el amigo del esposo, que está presente y le
escucha, exulta de alegría a la voz del esposo" (3, 29). El concepto del "custodiar"
no quiere decir solo conservar lo que ya ha sido establecido –aunque este
elemento no deba faltar nunca– sino que incluye, en su esencia, también el
aspecto dinámico, es decir una perpetua y concreta tendencia al
perfeccionamiento, en plena armonía y continua adecuación a las exigencias
75
ANASTASIO GRANADOS, El misterio de la Iglesia en el Concilio Vaticano II, Ed. RIALP, MadridMéxico-Pamplona 1965, p. 263.
43
nuevas surgidas del desarrollo y del progreso de ese organismo viviente que es la
76
comunidad” .
102 El Obispo como “signo de Cristo, Pastor y Esposo de la Iglesia” (cf PG 4c),
por su consagración episcopal está llamado a vivir con esperanza y a
testimoniar la misericordia de Dios-Amor acercándose con un corazón
compasivo a cada hombre y mujer que sufren y encontrarse con la oveja
extraviada, puesto que:
”Cristo es el icono original del Padre y la manifestación de su presencia
misericordiosa entre los hombres. El Obispo, actuando en persona y en nombre de
Cristo mismo, se convierte, para la Iglesia a él confiada, en signo vivo del Señor
Jesús, Pastor y Esposo, Maestro y Pontífice de la Iglesia” (PG 7c).
“El Obispo es configurado con Cristo para amar a la Iglesia con el
amor de Cristo esposo y para ser en la Iglesia ministro de su unidad, esto es,
para hacer de ella «un pueblo
convocado por la unidad del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo» (LG 4. PG 13g).
“Con su palabra y su actuación atenta y paternal, el Obispo cumple el
compromiso de ofrecer al mundo la verdad de una Iglesia santa y casta en sus
ministros y en sus fieles. Actuando de este modo, el pastor va delante de su
grey como hizo Cristo, el Esposo, que entregó su vida por nosotros y dejó a
todos el ejemplo de un amor puro y virginal y, por eso mismo, también
fecundo y universal” (PG 21d).
II.A. 3. EL OBISPO, SUCESOR DE LOS APÓSTOLES
Y SERVIDOR DEL EVANGELIO,
EN SU SOLICITUD PASTORAL
POR LA IGLESIA UNIVERSAL Y PARTICULAR.
103
Las enseñanzas prioritarias del Concilio Vaticano II, sobre el
Episcopado son: su origen o institución divina; la capitalidad de los Obispos
76
BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos nombrados en los últimos doce meses que
participan en el curso anual organizado por la Congregación para los Obispos,
Castelgandolfo, 13 de septiembre de 2010, d. Se citará: BENEDICTO XVI, Discurso a los
Obispos nombrados en los últimos doce meses, 13 de septiembre de 2010. El anillo
constituye una de las “insignias del ministerio pastoral del Obispo”. El anillo es símbolo de
honor y poder –antiguamente servía para sellar los documentos- y, sobre todo, símbolo de
los desposorios místicos entre el Obispo y su Iglesia. Cf PDV nn. 3. 16. 22-23. 50d
(esponsalidad); UMBERTO CASALE, Comunità, en DE2010, p. 310. Iglesia, «Sponsa Verbi:
Esposa del Verbo»: HEINRICH SCHLIER, Il tempo della Chiesa, Bologna 1965, pp. 255-297;
HANS URS VON BALTHASAR, Chi è la sposa?, in Sponsa Verbi, Brescia 1972, pp. 139-187; R.
INFANTE, Lo sposo e la sposa. Contributi per la Ecclesiologia…, in RASSEGNA DI TEOLOGIA,
37 [1996], pp. 452-481.
44
77
como sucesores de los Apóstoles, en relación con la misión apostólica ; la
naturaleza sacramental, que confiere al Obispo la plenitud del sacramento del
Orden (cf LG 21); la integración a un grupo unido, que es el “Orden de los
Obispos” o “Colegio episcopal”, presidido por el Papa como cabeza. Además,
lo reconoce como fundamento visible de la unidad en su Iglesia particular y
de las demás Iglesias. Afirma que es un vínculo de comunión eclesial, del que
nace “la solicitud de todos los Obispos por la Iglesia universal” (LG 22-23;
78
ChD 3; CIC c. 330) .
104 Esta enseñanza conlleva la necesidad de que las funciones, sacramentalmente
recibidas por los Obispos en su consagración, sean ejercidas en comunión
jerárquica con la Cabeza y los demás miembros del Colegio episcopal (cf
LG 21; c. 375 § 2), por ello es necesaria la “misión canónica” (LG n. 24 y
Nota Previa 2), para ejercer la capitalidad pastoral propia del Obispo al
frente de la Iglesia particular o Diócesis a él encomendada (cf ChD 8. 11). Esta
capitalidad epifánica de Cristo en el Obispo, no es absoluta e independiente
sino, por naturaleza, está en relación vital con los demás miembros del Cuerpo79
Iglesia , desde el Colegio Episcopal.
105 Estos aspectos de la doctrina católica sobre el episcopado permiten considerar
las funciones episcopales en una triple relación de vida y ministerio
pastoral unitarios:1) en relación con el bien común de la Iglesia particular en
la Iglesia universal, 2) con las Iglesias particulares o Diócesis que presiden los
77
Cf LG 20. ChD 2; CIC c. 375.
“Colegio” en sentido propio o jurídico, es un grupo de iguales que delegan su poder a un
presidente. Sin embargo, el Concilio no usa este término en este sentido, sino en un sentido
análogo, en el sentido de que los Obispos no sólo forman un grupo o cuerpo estable para
pastorear la Iglesia Universal, sino que tienen en el Romano Pontífice a su cabeza visible, de
manera parecida a como los apóstoles, por voluntad de Cristo, formaban un grupo estable
con Pedro como jefe. El Papa goza individualmente de suprema y plena potestad en la Iglesia
Universal; el colegio, en cambio, sólo es sujeto de suprema y plena potestad colectivamente,
es decir, con el Papa y bajo su autoridad. Cf los números 22-23 y la Nota Explicativa previa, al
final de la Lumen Gentium; asimismo, los números 880-887 del CATIC. Cf DE2010: ORAZIO
FRANCESCO PIAZZA, Collegialità episcopale, pp. 246-261.
79
La función pastoral de los Obispos no se desarrolla de manera independiente, aunque sí
diferenciada en los diversos niveles de organización. Es una función pastoral articulada por
“la misión canónica”, que distribuye los diversos oficios episcopales en la comunión
jerárquica. En este sentido, el canon 376 establece una primera diferencia entre Obispos
diocesanos y Obispos titulares: «se llaman diocesanos los Obispos a los que se ha
encomendado el cuidado de una Diócesis; los demás se denominan titulares».
78
45
Obispos, 3) y con las instituciones interdiocesanas en las que colaboran los
80
miembros de la jerarquía episcopal (Conferencias episcopales) .
106 El ejercicio de la potestad episcopal se origina, dentro de la diversidad de
carismas, funciones o ministerios, para servicio de la comunión-eclesialpastoral, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, a fin de realizar la
misión que el mismo Jesucristo le ha confiado a su Iglesia.
81
107 Como sucesor de los Apóstoles , el Obispo es una presencia esencial y
sensible del Espíritu Santo dentro de la naturaleza, la constitución y el
dinamismo misionero, gracias a su solicitud pastoral por la Iglesia universal
y particular:
“Todos los Obispos, en cuanto miembros del Colegio Episcopal y legítimos
sucesores de los Apóstoles por institución y mandato de Cristo han de extender su
solicitud a toda la Iglesia” (PG 55; cf AS 13-21 y 22-32).
108 El Obispo está llamado a vivir su compromiso pastoral de solicitud amorosa por la
Iglesia universal, sobre todo, en su Iglesia particular, colaborando, desde ella, al
bien de la Iglesia universal:
“En virtud de su pertenencia al Colegio episcopal, el Obispo se muestra solícito por
todas las Iglesias y está unido a los otros miembros del Colegio mediante la
fraternidad episcopal y el estrecho vínculo que une a los Obispos con la Cabeza
del Colegio; esto exige que cada Obispo colabore con el Romano Pontífice,
Cabeza del Colegio episcopal, a quien, por el oficio primacial sobre toda la Iglesia,
se le confía la tarea de llevar la luz del Evangelio a todos los pueblos. En primer
lugar, el Obispo deberá ser efectivamente signo y promotor de unidad en la Iglesia
particular, que él representa en el seno de la Iglesia universal. Deberá mostrar
solicitud por toda la Iglesia, que aun cuando no se ejercite individualmente sobre
unos fieles concretos con la potestad de jurisdicción, contribuye al bien de todo el
Pueblo de Dios. Por este motivo, el Obispo deberá “promover y defender la unidad
de la fe y la disciplina común de toda la Iglesia” (LG 23), contribuyendo al
Magisterio ordinario de la Iglesia y a la adecuada aplicación de la disciplina
canónica universal, educando a los propios fieles al sentido de la Iglesia universal
y colaborando en la promoción de toda actividad común en la Iglesia. El Obispo no
deberá olvidar jamás el principio pastoral según el cual, rigiendo bien la propia
Iglesia particular, contribuye al bien de todo el Pueblo de Dios, que es el cuerpo de
las Iglesias “(AS 13).
80
Cf AS Cap. II, 13-32; DE2010: JOHANNES GROHE, Concilio ecuménico, pp. 333-338; AGOSTINO
MONTANI, Concili particolari, pp. 338-345; MARIANO CROCIATA, Sinodo dei vescovi, pp. 13301339; UMBERTO CASALE, Conferenza episcopale, pp. 345-354.
81
Cf QDE23 pp. 433-440.
46
II.A. 4. EL OBISPO Y SU MINISTERIO EPISCOPAL
EN LA SUCESIÓN APOSTÓLICA.
109
«La apostolicidad de la comunión eclesial», «la sucesión
apostólica», «el anuncio evangelizador», «la sacramentalidad» y «el servicio
pastoral» son elementos esenciales en la identificación del ser y quehacer
eclesial del Obispo, particularmente en lo que mira a la “sucesión
apostólica” de su “ser y ministerio episcopal”, dentro del cauce de la
Tradición apostólica de la Iglesia.
110 Históricamente encontramos los orígenes del episcopado en el testimonio
del Nuevo Testamento, cuando Jesús, Verbo Encarnado, realiza el llamado a
los «Doce», entre todos sus discípulos. Una vez que Jesucristo les confía la
misión de anunciar el Evangelio por todas las naciones (cf Mt 28, 18-20), en
lo sucesivo todo carisma y ministerio dependerá del discernimiento y de la
designación realizada por los apóstoles, mediante la imposición de las
manos. El motivo fundamental de la elección de ministros es la exigencia de
proveer el futuro de las Iglesias. Hecho ligado estrictamente al valor de la
82
Tradición, que en este aspecto se le ha llamado “sucesión apostólica” .
4.1. LA SUCESIÓN APOSTÓLICA.
111
Es indudable que la “sucesión apostólica” de la Iglesia tiene su
fuente en la misma comunión Trinitaria. A través del ministerio apostólico,
la Iglesia, comunidad congregada por el Hijo de Dios encarnado, vive, en la
sucesión de los tiempos, edificando y alimentando la comunión en Cristo y
en el Espíritu, a la que todos estamos llamados y en la que podemos
experimentar la salvación que nos viene del Padre.
“A través del ministerio apostólico, la Iglesia, comunidad congregada por el Hijo de
Dios encarnado, vivirá en la sucesión de los tiempos edificando y alimentando la
comunión en Cristo y en el Espíritu, a la que todos están llamados y en la que
pueden experimentar la salvación donada por el Padre. En efecto, como dice el
Papa san Clemente, tercer Sucesor de Pedro, al final del siglo I, los Doce se
esforzaron por constituirse sucesores (cf 1 Clem 42, 4), para que la misión que les
había sido encomendada continuara después de su muerte. Así, a lo largo de los
siglos la Iglesia, orgánicamente estructurada bajo la guía de los pastores legítimos,
ha seguido viviendo en el mundo como misterio de comunión, en el que se refleja
de alguna manera la misma comunión trinitaria, el misterio de Dios mismo. El
apóstol san Pablo alude ya a este supremo manantial trinitario, cuando desea a
82
Cf PETRIGLIERI, ASFV, Cap. I, pp. 9-21.
47
sus cristianos: "La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la
83
comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros" (2 Co 13, 13)” .
112 El Señor Jesús inició el proyecto de perpetuar su misión, convocando a los
Doce. En ellos estaba representado el futuro pueblo de Dios:
“Con fidelidad al mandato recibido del Señor, los Doce, después de su Ascensión,
primero completan su número con la elección de Matías en lugar de Judas (cf Hch
1, 15-26); luego asocian progresivamente a otros en las
funciones que les
habían sido encomendadas, para que continúen su ministerio. El Resucitado
mismo llama a Pablo (cf Gál 1, 1), pero Pablo, a pesar de haber sido llamado por
el Señor como Apóstol, confronta su Evangelio con el Evangelio de los Doce (cf
Gál 1,18), se esfuerza por transmitir lo que ha recibido (cf 1 Co 11, 23; 15, 3-4), y
en la distribución de las tareas misioneras es asociado a los Apóstoles, junto con
84
otros, por ejemplo con Bernabé (cf Gál 2, 9)” .
113 La “sucesión apostólica” tiene su raíz en la “apostolicidad de la comunión
eclesial” que deriva, a su vez, de la comunión con la Trinidad (cf I Jn 2,
83
BENEDICTO XVI, El don de la comunión, Audiencia general, 29 de marzo de 2006, a-b. Se
citará: BENEDICTO XVI, El don de la comunión.
84
BENEDICTO XVI, La sucesión apostólica, Audiencia general, 10 de mayo de 2006, b. Se
citará: BENEDICTO XVI, La sucesión apostólica; cf BENEDICTO XVI, La voluntad de Jesús sobre la
Iglesia y la elección de los Doce, Audiencia general, 15 de marzo de 2006. Sin embargo, la
sucesión apostólica no implica que todas las prerrogativas de los apóstoles se comuniquen
a los Obispos, aunque sí el “munus apostolicum”; JOSEPH LECUYER, El episcopado como
sacramento, en GUILLERMO BARAUNA, La Iglesia del Vaticano II, vol II, JUAN FLORS Ed.
Barcelona 1966, pp. 731-749 (en adelante esta obra se citará como BARAUNA, IGVAT);
RINALDO FABRIS, Dodici, en DE2010, pp. 443-460. Además, la Iglesia afirma que la sucesión
apostólica es afirmada en forma colegial, no individual. La única sucesión individual que
afirma la Iglesia es del Romano Pontífice, como sucesor del bienaventurado Pedro
(Concilio Vaticano I, Constitución “Pastor Aeternus: Pastor eterno”, cap. 2). En los escritos
del Nuevo Testamento el número “doce” está asociado varias veces al grupo de discípulos
que están con Jesús y lo siguen hasta Jerusalén, donde es condenado a muerte. Después
de la resurrección este grupo, sigue presente y activo en Jerusalén; está al origen de la
misión de Cristo entre los hebreos y los gentiles, como guías responsables de la vida y de
la misión de la Iglesia naciente (cf RINALDO FABRIS, Dodici, en DE2010, pp. 443-460). “Se
puede deducir del valor simbólico que tienen los números en el mundo semítico: doce es
resultado de multiplicar tres, número perfecto, por cuatro, número que remite a los cuatro
puntos cardinales y, por consiguiente, al mundo entero”: BENEDICTO XVI, La Tradición
apostólica, Audiencia general, 3 de mayo de 2006, d. Sin embargo, desde otra perspectiva,
con la sucesión apostólica no se agota toda la apostolicidad de la Iglesia. La Iglesia, toda
ella, es apostólica no sólo los pastores. Cristo la fundó sobre Pedro y los demás apóstoles.
La Iglesia es apostólica en su fundamento, en su estructura sacramental jerárquica, y en su
misión. En consecuencia, podemos diferenciar entre la apostolicidad común: propia de
toda la Iglesia, y la apostolicidad específica, que atañe sólo a los Obispos: cf JUAN JOSÉ
HERNÁNDEZ ALONSO, La nueva creación, Ed. Sígueme, Salamanca 1976, p. 439.
48
14). El Papa Benedicto XVI nos explica el sentido de la apostolicidad de la
comunión eclesial:
“De acuerdo con los testimonios de la Iglesia antigua, la apostolicidad de la
comunión eclesial consiste en la fidelidad a la enseñanza y a la práctica de los
Apóstoles, a través de los cuales se asegura el vínculo histórico y espiritual de la
85
Iglesia con Cristo” .
114 Al inicio, la condición de apóstol comienza con una llamada, un encuentro y
convivencia personal y un envío de Jesucristo; este ha sido el modelo para la
sucesiva llamada, encuentro, convivencia y envío de otros apóstoles, con la
fuerza del Espíritu, por medio de la imposición de manos de quienes ya han
sido constituidos en el ministerio apostólico. Este es el camino por el que
continuará ese ministerio, que luego, desde la segunda generación, vino a
llamarse: “ministerio episcopal”, es decir, "episcopé".
115 Al Papa Benedicto XVI le pareció importante explicar lo que quiere decir
“Obispo”, cuál es su ministerio y cómo se inserta en la sucesión apostólica:
Obispo, “es la palabra que usamos para traducir el término griego "epíscopos".
Esta palabra indica a una persona que contempla desde lo alto, que mira con el
corazón. Así, san Pedro mismo, en su primera carta, llama al Señor Jesús "pastor
y Obispo –guardián-" (1 Pe 2, 25). Y según este modelo del Señor, que es el
primer Obispo, guardián y pastor de las almas, los sucesores de los Apóstoles se
llamaron luego Obispos, “epíscopoi”.
Se les encomendó la función del “episcopé”. Esta precisa función del
Obispo se desarrollará progresivamente, con respecto a los inicios, hasta asumir la
forma -ya claramente atestiguada en san Ignacio de Antioquía al comienzo del
siglo II (cf Ad Magnesios, 6, 1: PG 5, 668)- del triple oficio de Obispo, Presbítero
y Diácono. Es un desarrollo guiado por el Espíritu de Dios, que asiste a la Iglesia
en el discernimiento de las formas auténticas de la sucesión apostólica, cada vez
más definidas entre múltiples experiencias y formas carismáticas y ministeriales,
presentes en la comunidad de los orígenes.
Como hemos visto, Matías fue el primer asociado a los Doce, luego
Pablo, Bernabé y otros, hasta la formación del ministerio del Obispo, en la
segunda y tercera generación. Así pues, la continuidad se realiza en esta cadena
histórica. Y en la continuidad de la sucesión está la garantía de perseverar en la
comunidad eclesial, del Colegio apostólico que Cristo reunió en torno a sí.
Pero esta continuidad, que vemos primero en la continuidad histórica
de los ministros, se debe entender también en sentido espiritual, porque la
sucesión apostólica en el ministerio se considera como lugar privilegiado de la
acción y de la transmisión del Espíritu Santo.
85
BENEDICTO XVI, Ibídem., k.
49
Así, la sucesión en la función episcopal se presenta como continuidad
del ministerio apostólico, garantía de la perseverancia en la Tradición apostólica,
palabra y vida, que nos ha encomendado el Señor. El vínculo entre el Colegio de
los Obispos y la comunidad originaria de los Apóstoles se entiende, ante todo, en
86
la línea de la continuidad histórica” ..
4.2. CRISTO LLEGA A NOSOTROS,
MEDIANTE LA SUCESIÓN APOSTÓLICA.
116 Quienes somos la Iglesia de Jesucristo hoy, estamos llamados y
comprometidos a vivir la comunión en la fe, esperanza y amor, de acuerdo
al proyecto salvífico que quiso confiar a su Iglesia, su Cuerpo, prolongación
de su misión y vicariedad:
“La sucesión apostólica del ministerio episcopal es el camino que garantiza la fiel
transmisión del testimonio apostólico. Lo que representan los Apóstoles en la
relación entre el Señor Jesús y la Iglesia de los orígenes, lo representa
análogamente la sucesión ministerial en la relación entre la Iglesia de los orígenes
y la Iglesia actual. No es una simple concatenación material; es, más bien, el
instrumento histórico del que se sirve el Espíritu Santo para hacer presente
al Señor Jesús, cabeza de su pueblo, a través de los que son ordenados para el
ministerio, mediante la imposición de las manos y la oración de los Obispos.
Así pues, mediante la sucesión apostólica, es Cristo quien llega a
nosotros: en la palabra de los Apóstoles y de sus sucesores, es Él quien nos
habla; mediante sus manos, es Él quien actúa en los sacramentos; la mirada de
ellos, es su mirada la que nos envuelve y nos hace sentir amados, acogidos en el
corazón de Dios.
Y también hoy, como al inicio, Cristo mismo es el verdadero “pastor y
guardián” de nuestras almas, al que seguimos con gran confianza, gratitud y
87
alegría” .
117 El “ministerio de los Apóstoles” se prolonga hasta nuestros días en el
“ministerio episcopal”, mediante la “sucesión apostólica”. Ésta no es un
mero continuismo de inercia tradicional, ni una mera sucesión social e
institucional de personas, sino que, esencialmente, es un impulso dinámico
del Espíritu de Cristo, que se hace presente para vivificar, suscitar la
86
BENEDCTO XVI, Ibídem., c-d-e-f. Cf RAMÓN VILLAR, El Colegio Episcopal. Estructura teológica
y pastoral, Ed. Rialp, Madrid 2004; JOSÉ R. VILLAR (Dir.), Iglesia, ministerio episcopal y
ministerio petrino, Ed. Rialp, Madrid 2004; DE2010: RINALDO FABRIS, Dodici, pp. 443-460;
PHILIP GOYRET, Successione apostolica, pp. 1408-1425; ORAZIO FRANCESCO PIAZZA, Collegialità
episcopale, pp. 246-261.
87
BENEDICTO XVI, Ibídem., k-l; cf DE2010: PHILIP GOYRET, Successione apostolica, pp. 14091425.
50
comunión, conducir hacia la verdad y consolidar el servicio en el amor,
mediante aquellos que son llamados al servicio episcopal:
“La Iglesia es totalmente del Espíritu, pero tiene una estructura, la sucesión
apostólica, a la que compete la responsabilidad de garantizar la permanencia de
la Iglesia en la verdad donada por Cristo, de la que deriva también la capacidad
del amor.
El primer sumario de los Hechos de los Apóstoles expresa con gran
eficacia la convergencia de estos valores en la vida de la Iglesia naciente:
"Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión
(koinonìa), a la fracción del pan y a las oraciones" (Hch 2, 42). La comunión
nace de la fe suscitada por la predicación apostólica, se alimenta con el partir el
pan y la oración, y se manifiesta en la caridad fraterna y en el servicio. Estamos
ante la descripción de la comunión de la Iglesia naciente con la riqueza de su
dinamismo interior y sus expresiones visibles: el don de la comunión es custodiado
y promovido de modo especial por el ministerio apostólico, que a su vez es don
para toda la comunidad.
Los Apóstoles y sus sucesores son, por consiguiente, los custodios y los
testigos autorizados del depósito de la verdad entregado a la Iglesia, como son
también los ministros de la caridad; estos dos aspectos van juntos. Siempre deben
ser conscientes de que estos dos servicios son inseparables, pues en realidad es
uno solo: verdad y caridad, reveladas y donadas por el Señor Jesús.
En ese sentido, su servicio es ante todo un servicio de amor: la
caridad que deben vivir y promover es inseparable de la verdad que custodian y
transmiten. La verdad y el amor son dos caras del mismo don, que viene de
Dios y, gracias al ministerio apostólico, es custodiado en la Iglesia y llega a
nosotros hasta la actualidad.
También a través del servicio de los Apóstoles y de sus sucesores, nos
llega el amor de Dios Trinidad para comunicarnos la verdad que nos hace libres
88
(cf Jn 8, 32)” .
4.3. EL OBISPO EN LA TRADICIÓN APOSTÓLICA
DE LA IGLESIA.
118
La sucesión apostólica en la que quedan insertados los Obispos,
quienes son llamados y constituidos como sucesores de los Apóstoles, por
medio de la ordenación episcopal y la misión canónica eclesial, no es un
acontecimiento aislado, sino un proceso y vivencia continuada de comunión
eclesial que toman su sentido y se generan en el seno de la “Tradición
apostólica”, por la fuerza vivificadora del amor creador de la Santa
Trinidad, a lo largo de la historia:
88
BENEDICTO XVI, El servicio a la comunión, Audiencia general, 5 de abril de 2006, h-i-j-k.
51
“La Tradición apostólica de la Iglesia consiste en esta transmisión de los bienes de
la salvación, que hace de la comunidad cristiana la actualización permanente, con
la fuerza del Espíritu, de la comunión originaria. La Tradición se llama así porque
surgió del testimonio de los Apóstoles y de la comunidad de los discípulos en el
tiempo de los orígenes, fue recogida por inspiración del Espíritu Santo en los
escritos del Nuevo Testamento y en la vida sacramental, en la vida de la fe, y a
ella —a esta Tradición, que es toda la realidad siempre actual del don de Jesús—
la Iglesia hace referencia continuamente como a su fundamento y a su norma a
través de la sucesión ininterrumpida del ministerio apostólico.
Esta permanente actualización de la presencia activa de nuestro Señor
Jesucristo en su pueblo, obrada por el Espíritu Santo y expresada en la Iglesia a
través del ministerio apostólico y la comunión fraterna, es lo que en sentido
teológico se entiende con el término Tradición: no es la simple transmisión
material de lo que fue donado al inicio a los Apóstoles, sino la presencia eficaz
del Señor Jesús, crucificado y resucitado, que acompaña y guía mediante el
Espíritu Santo a la comunidad reunida por él.
La Tradición es la comunión de los fieles en torno a los legítimos pastores a
lo largo de la historia, una comunión que el Espíritu Santo alimenta asegurando
el vínculo entre la experiencia de la fe apostólica, vivida en la comunidad
originaria de los discípulos, y la experiencia actual de Cristo en su Iglesia.
En otras palabras, la Tradición es la continuidad orgánica de la Iglesia,
templo santo de Dios Padre, edificado sobre el cimiento de los Apóstoles y
mantenido en pie por la piedra angular, Cristo, mediante la acción vivificante del
Espíritu Santo: "Así pues, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino
conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el
cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo,
en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo
en el Señor, en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados,
hasta ser morada de Dios en el Espíritu" (Ef 2, 19-22).
Gracias a la Tradición, garantizada por el ministerio de los Apóstoles y de
sus sucesores, el agua de la vida que brotó del costado de Cristo y su sangre
saludable llegan a las mujeres y a los hombres de todos los tiempos. Así, la
Tradición es la presencia permanente del Salvador que viene para encontrarse
con nosotros, para redimirnos y santificarnos en el Espíritu mediante el ministerio
de su Iglesia, para gloria del Padre.
Así pues, concluyendo y resumiendo, podemos decir que la Tradición no
es transmisión de cosas o de palabras, una colección de cosas muertas. La
Tradición es el río vivo que se remonta a los orígenes, el río vivo en el que los
orígenes están siempre presentes. El gran río que nos lleva al puerto de la
eternidad. Y al ser así, en este río vivo se realiza siempre de nuevo la palabra
52
del Señor que hemos escuchado… "He aquí que yo estoy con vosotros todos
los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20)” 89.
“La Iglesia transmite todo lo que es y lo que cree; lo transmite con el
culto, con la vida y con la enseñanza. Así pues, la Tradición es el Evangelio
vivo, anunciado por los Apóstoles en su integridad, según la plenitud de su
experiencia única e irrepetible: por obra de ellos la fe se comunica a los demás,
hasta nosotros, hasta el fin del mundo. Por consiguiente, la Tradición es la
historia del Espíritu que actúa en la historia de la Iglesia a través de la
mediación de los Apóstoles y de sus sucesores, en fiel continuidad con la
experiencia de los orígenes.
Esta cadena del servicio prosigue hasta hoy, y proseguirá hasta el fin del
mundo. En efecto, el mandato que dio Jesús a los Apóstoles fue transmitido por
ellos a sus sucesores. Más allá de la experiencia del contacto personal con Cristo,
experiencia única e irrepetible, los Apóstoles transmitieron a sus sucesores el
90
envío solemne al mundo que recibieron del Maestro” .
89
BENEDICTO XVI, La Tradición, comunión en el tiempo, Audiencia general, 26 de abril de
2006, c. i-l.
90
BENEDICTO XVI, La Tradición apostólica, Audiencia general, 3 de mayo de 2006, h. j. Cf
DE2010: GIUSEPPE LORIZIO, Tradizione, pp.1451-1462; VALENTINO MARALDI, Ministero
ordinato, 859-866; RINO FISICHELA; Magisterio, 825-838; SANDRA MAZZOLINI, Apostolicità,
PP.26-38; GIUSEPPE TRAPANI, Autorità, 74-85. Ciertamente la Iglesia es una Iglesia
ministerial, a partir de la única ministerialidad original y originante de Jesucristo. Sin
embargo, es preciso ir aclarando la terminología para evitar confusiones. A este respecto
S.S. Juan Pablo II, el 13 de agosto 1997 aprobó de forma específica un Decreto general,
llamado “Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos
en el sagrado ministerio de los sacerdotes”, promulgado el 15 de agosto de 1997, por
distintas Congregaciones y Consejos Pontificios, encabezados por la Congregación para el
Clero. Cito algunos aspectos de este Decreto que constituyen una iluminación significativa:
“Poner el fundamento del ministerio ordenado en la sucesión apostólica, en cuanto tal
ministerio continúa la misión recibida de los Apóstoles de parte de Cristo, es punto
esencial de la doctrina eclesiológica católica”… “El ministerio ordenado, por tanto, es
constituido sobre el fundamento de los Apóstoles para la edificación de la Iglesia: «está
totalmente al servicio de la Iglesia misma»... «A la naturaleza sacramental del ministerio
eclesial está intrínsecamente ligado el carácter de servicio. Los ministros en efecto, en
cuanto dependen totalmente de Cristo, quien les confiere la misión y autoridad, son
verdaderamente «esclavos de Cristo» (cf Rm 11)” (n.1). “Si, por tanto, el ejercicio de parte
del ministro ordenado del munus docendi, sanctificandi et regendi constituye la sustancia
del ministerio pastoral, las diferentes funciones de los sagrados ministros, formando una
indivisible unidad, no se pueden entender separadamente las unas de las otras, al
contrario, se deben considerar en su mutua correspondencia y complementariedad…”. “El
ejercicio de estas tareas no hace del fiel laico un pastor: en realidad no es la tarea la que
constituye un ministro, sino la ordenación sacramental. Solo el Sacramento del Orden
atribuye al ministerio ordenado de los Obispos y presbíteros una peculiar participación al
oficio de Cristo Cabeza y Pastor y a su sacerdocio eterno. La función que se ejerce en
53
4.4. LA SUCESIÓN APOSTÓLICA
EN LA IGLESIA DE ROMA.
119
Pedro, discípulo y apóstol del Señor, a pesar de su negación, fue
elegido por Jesucristo como su Vicario. Con su muerte en Roma atestiguó
su amor al Señor. La sucesión apostólica de la Iglesia de Roma, cuyo
Obispo es el sucesor de Pedro, se convierte en el signo, el criterio y la
garantía de la transmisión ininterrumpida de la fe apostólica, según nos lo
atestiguan los Padres de la Iglesia:
“San Ireneo, refiriéndose aquí a la red de la sucesión apostólica como garantía de
perseverar en la palabra del Señor, se concentra en la Iglesia "más grande, más
antigua y más conocida de todos", "fundada y establecida en Roma por los más
gloriosos apóstoles, Pedro y Pablo", dando relieve a la Tradición de la fe, que en
ella llega hasta nosotros desde los Apóstoles mediante las sucesiones de los
Obispos.
De este modo, para san Ireneo y para la Iglesia universal, la sucesión
episcopal de la Iglesia de Roma se convierte en el signo, el criterio y la garantía de
la transmisión ininterrumpida de la fe apostólica: "Con esta Iglesia, a causa de su
calidad de suplente, adquiere su legitimación, inmediata y formalmente, de la delegación
oficial dada por los pastores, y en su concreta actuación es dirigido por la autoridad
eclesiástica»” (n. 2). “«Desde hace un cierto tiempo se ha introducido el uso de llamar
ministerio no solo los officia (oficios) y los munera (funciones) ejercidos por los Pastores
en virtud del sacramento del Orden, sino también aquellos ejercidos por los fieles no
ordenados, en virtud del sacerdocio bautismal…”. “«Lo que ha permitido, en algunos
casos, la extensión del término ministerio a los munera propios de los fieles laicos es el
hecho de que también estos, en su medida, son participación al único sacerdocio de
Cristo. Los Officia a ellos confiados temporalmente, son, más bien, exclusivamente fruto
de una delegación de la Iglesia. Sólo la constante referencia al único y fontal 'ministerio de
Cristo' (...) permite, en cierta medida, aplicar también a los fieles no ordenados, sin
ambigüedad, el término ministerio: sin que éste sea percibido y vivido como una indebida
aspiración al ministerio ordenado, o como progresiva erosión de su especificidad” (Art.1,
§2.a). “En este sentido original, el termino ministerio (servitium) manifiesta solo la obra
con la cual los miembros de la Iglesia prolongan, a su interno y para el mundo, la misión y
el ministerio de Cristo. Cuando, al contrario, el termino es diferenciado en relación y en
comparación entre los distintos munera e officia, entonces es necesario advertir con
claridad que sólo en fuerza de la sagrada ordenación éste obtiene aquella plenitud y
correspondencia de significado que la tradición siempre le ha atribuido»” (Art.1, §2.b). “La
delegación temporal en las acciones litúrgicas, a las que se refiere el can. 230 §2, no
confiere alguna denominación especial al fiel no ordenado. No es lícito por tanto, que los
fieles no ordenados asuman, por ejemplo, la denominación de «pastor», de «capellán»,…
o de títulos semejantes que podrían confundir su función con aquella del Pastor, que es
únicamente el Obispo y el Presbítero” (Art.1, §3.b).
54
origen
más
excelente
(propter
potiorem
principalitatem),
debe
necesariamente estar de acuerdo toda la Iglesia, es decir, los fieles de
todas partes, pues en ella se ha conservado siempre la tradición que viene de los
Apóstoles" (ib., III, 3, 2: PG 7, 848).
La sucesión apostólica -comprobada sobre la base de la comunión con la
de la Iglesia de Roma- es, por tanto, el criterio de la permanencia de las diversas
Iglesias en la Tradición de la fe apostólica común, que ha podido llegar hasta
nosotros desde los orígenes a través de este canal: "Por este orden y sucesión, ha
llegado hasta nosotros aquella tradición que, procedente de los Apóstoles, existe
en la Iglesia y en el anuncio de la verdad.
Y esta es la prueba más palpable de que es una sola y la misma fe
vivificante, que en la Iglesia, desde los Apóstoles hasta ahora, se ha
91
conservado y transmitido en la verdad" (ib., III, 3, 3: PG 7, 851)” .
120 Cada Obispo en su respectiva Iglesia particular tiene su “cátedra” y la
“cátedra” del apóstol Pedro y sus sucesores se encuentra en Roma:
La "cátedra", literalmente, es la sede fija del Obispo, puesta en la Iglesia madre de
una Diócesis, que por eso se llama "Catedral", y es el símbolo de la autoridad del
Obispo, y en particular de su "magisterio", es decir, de la enseñanza evangélica
que, en cuanto sucesor de los Apóstoles, está llamado a conservar y transmitir a la
comunidad cristiana. Cuando el Obispo toma posesión de la Iglesia particular que
le ha sido encomendada, llevando la mitra y el báculo pastoral, se sienta en la
cátedra. Desde esa sede guiará, como maestro y pastor, el camino de los fieles en
la fe, en la esperanza y en la caridad.
¿Cuál fue, por tanto, la "cátedra" de san Pedro? Elegido por Cristo
como "roca" sobre la cual edificar la Iglesia (cf Mt 16, 18), comenzó su ministerio
en Jerusalén, después de la Ascensión del Señor y de Pentecostés. La primera
"sede" de la Iglesia fue el Cenáculo… Sucesivamente, la sede de Pedro fue
Antioquía, en Siria (hoy Turquía)…“San Pedro fue el primer obispo de Anteoquia en donde nació el nombre de cristianos para nosotros (cf Hch 11, 26)-… Desde allí
la Providencia llevó a Pedro a Roma.
Por tanto, tenemos el camino desde Jerusalén, Iglesia naciente, hasta
Antioquía, primer centro de la Iglesia procedente de los paganos, y todavía unida
con la Iglesia proveniente de los judíos. Luego Pedro se dirigió a Roma, centro del
Imperio, símbolo del "Orbis" —la "Urbs" que expresa el "Orbis", la tierra—, donde
concluyó con el martirio su vida al servicio del Evangelio.
Por eso, la sede de Roma, que había recibido el mayor honor, recogió
también el oficio encomendado por Cristo a Pedro de estar al servicio de todas las
92
Iglesias particulares para la edificación y la unidad de todo el pueblo de Dios” .
91
BENEDICTO XVI, La sucesión apostólica, i-j. Cf DE2010: RINALDO FABRIS, Pietro, pp. 10601976; DONATO VALENTINI, Primato romano, pp. 1128-1150.
92
BENEDICTO XVI, La Cátedra de San Pedro don de Cristo a su Iglesia, Audiencia general, 22
de febrero de 2006, a-d.
55
121 Es significativo que el ministerio y el carisma del primado de Pedro se
caractericen por una íntima relación de la Eucaristía con la comunión
eclesial:
“…el hecho de que varios de los textos clave referidos a Pedro puedan
enmarcarse en el contexto de la última Cena, en la que Cristo le confiere el
ministerio de confirmar a los hermanos (cf Lc 22, 31ss), muestra cómo el ministerio
confiado a Pedro es uno de los elementos constitutivos de la Iglesia que nace del
memorial pascual celebrado en la Eucaristía. El hecho de insertar el primado de
Pedro en el contexto de la última Cena, en el momento de la institución de la
Eucaristía, Pascua del Señor, indica también el sentido último de este primado
para todos los tiempos: Pedro debe ser el custodio de la comunión con Cristo;
debe guiar a la comunión con Cristo; debe cuidar de que la red no se rompa, a fin
de que así perdure la comunión universal. Sólo juntos podemos estar con Cristo,
que es el Señor de todos. La responsabilidad de Pedro consiste en garantizar así
la comunión con Cristo, con la caridad de Cristo, guiando la realización de esta
93
caridad en la vida diaria” .
II.B. SER Y QUEHACER INTEGRAL
DEL OBISPO DIOCESANO,
DESDE SU PERFIL ECLESIAL-JURÍDICOPASTORAL Y MISIONERO,
EN EL MUNDO DE HOY.
122
Les invito ahora, miembros de mi familia diocesana, a adentrarnos en
la vida, el quehacer y el espíritu pastoral de los Obispos diocesanos,
94
esbozando algunos rasgos del misterio de su perfil y carisma episcopal .
123 Es fácil percibir que, según las exigencias de la Iglesia y de la sociedad de
hoy, el ser y la misión del Obispo se caracterizan por grandes retos y nuevos
problemas, que debe afrontar en el ministerio pastoral cotidiano, debido al
progreso y a los cambios repentinos que se vienen realizando en aspectos
significativos de los ámbitos de la realidad social, política, económica,
cultural, educativa, científica, tecnológica, laboral, artística, ecológica… y
todo el desafiante universo de las Tecnologías de la Información y la
93
BENEDICTO XVI, Pedro, la roca sobre la que Cristo fundó su Iglesia, Audiencia general del 7
de junio de 2006, j-k. Se citará BENEDICTO XVI, Pedro, la roca, 7 de junio de 2006.
94
Cf QDE23 pp. 431-449
56
Comunicación social (TICs, TIC, Nuevas Tecnologías… NTIC o IT:
95
“Information Technology”), informática, internet y telecomunicaciones :
“En el Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales…, he
invitado a reflexionar sobre el hecho que las nuevas tecnologías no sólo cambian
el modo de comunicación sino que están produciendo una amplia transformación
cultural. Se va desarrollando un nuevo modo de aprender y de pensar, con
oportunidades inéditas para establecer relaciones y construir comunión (a través
del lenguaje digital)… Las nuevas tecnologías «tienen la capacitad de pesar no
solamente sobre las modalidades, sino también sobre los contenidos del
pensamiento» (Aetatis novae, 4)... El mundo de la comunicación interesa a todo el
96
universo cultural, social y espiritual de la persona humana” .
124
125 La misión del Obispo, debe llevarlo a afrontar los desafíos actuales que están
minando la misma vida cristiana, tales como el modo secularizado de
entender la vida en la cual, de hecho, Dios está ausente de la existencia y de
la conciencia humana; la mentalidad edonista y consumista predominante; la
migración; la globalización; los crecientes desequilibrios económicos y
ecológicos; la investigación científica y tecnológica; la vida socio-política y
cultural, puesto que todas estas realidades están dejando huellas en el
comportamiento cotidiano de muchos cristianos, que se muestran
frecuentemente influenciados o condicionados, por la cultura de la imagen;
“a fin de que el Evangelio se conserve siempre íntegro y vivo en la Iglesia”
(AS Introducción, c).
126 Hoy se trata de un ministerio a desarrollar con un fuerte «dinamismo
misionero» o “Nueva Evangelización”, teniendo en cuenta las
97
circunstancias que vive la Iglesia en el mundo , con sus crisis personales,
95
Cf KOFI ANNAN, Secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Discurso
inaugural de la primera fase de la WISIS, Ginebra 2003; ARMAND MATTELART, Historia de la
Sociedad de la Información, Barcelona, Ed. Paidos, 2002; MANUEL CASTELLS, La era de la
información: economía, sociedad y cultura, Ed. Siglo XXI, México 2000; La Sociedad de la
Información y el Conocimiento, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, Año XLV,
núm. 185, mayo-agosto de 2002.
96
BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en la Asamblea plenaria del Pontificio Consejo
de las Comunicaciones sociales, 28 febrero 2011, a. d. Será sumamente conveniente leer y
reflexionar el contenido completo de este discurso.
97
La importancia y vigencia primordial de esta necesidad de la Evangelización está en el
hecho de que 2 de febrero del 2011, fue fechado el documento “«Lineamenta» para la
XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos”. Asamblea general ordinaria a
realizarse en la Ciudad del Vaticano, del 7 al 28 de octubre del año 2012, sobre el tema
57
familiares y sociales; étnicas, regionales, nacionales e internacionales;
morales, espirituales y religiosas; de los fenómenos lacerantes de la
violencia, la injusticia, la corrupción y el narcotráfico; de los de los ataques
contra la vida y la convivencia humana. Todas estas realidades no solamente
98
menoscaban y destruyen la dignidad sino a la misma persona humana .
127 La categoría de la “misión evangelizadora” define la singular identidad del
Obispo, porque le une con Jesucristo mismo y, por lo tanto, con la Trinidad,
puesto que la misión del Obispo y la misión de Cristo es “obra de Dios”,
“obra del Espíritu” (cf RM 24).
128 En la misión está el fundamento de su función pastoral en la Iglesia, ya que
el Obispo siempre es considerado “el ministro de la comunidad” y se
expresa en las diversas maneras de “presidir” a la Iglesia particular que se le
ha confiado. El principio de la comunión se concretiza de una manera
especial en la “potestad episcopal” (AS 63-69), en donde el Obispo se perfila
como “centro de unidad de la Iglesia particular”, por eso el Obispo tendrá
siempre:
“conciencia de ser en la Diócesis el fundamento y el principio visible de unidad de
la Iglesia particular. Debe promover y tutelar continuamente la comunión eclesial
en el presbiterio diocesano, de modo que su ejemplo de dedicación, acogida,
bondad, justicia y comunión efectiva y afectiva con el Papa y sus hermanos en el
Episcopado, una siempre más los presbíteros entre ellos y con él, y ningún
presbítero se sienta excluido de la paternidad, fraternidad y amistad del Obispo.
Este espíritu de comunión del Obispo animará a los presbíteros en su
solicitud pastoral por conducir a la comunión con Cristo y en la unidad de la Iglesia
particular al pueblo confiado a sus cuidados pastorales” (AS 63d).
129 Este es el testimonio de la autoconciencia de nuestro ser y misión
como Obispos en Latinoamérica y el Caribe:
«Nova evangelizatio ad christianam fidem tradendam: La nueva evangelización para la
trasmisión de la fe cristiana».
98
“En los trabajos de estos días han afrontado temas de relevante actualidad que
cuestionan profundamente a la sociedad contemporánea y la desafían para encontrar
respuestas siempre más adecuadas para el bien de la persona humana... Renuevo la
expresión de mi reconocimiento… por el valor científico y ético con el cual realizan su
compromiso al servicio del bien de la persona humana”: BENEDICTO XVI, Discurso a los
participantes en la Asamblea plenaria de la Pontificia Academia para la Vita, Sala
Clementina, 26 febrero 2011, a.f.
58
“Los Obispos, como sucesores de los apóstoles, junto con el Sumo Pontífice y
bajo su autoridad, con fe y esperanza, hemos aceptado la vocación de servir al
Pueblo de Dios conforme al corazón de Cristo Buen Pastor.
Como Pastores, servidores del Evangelio, somos conscientes de ser
llamados a vivir el amor a Jesucristo y a la Iglesia en la intimidad de la oración, y
de la donación de nosotros mismos a los hermanos y hermanas, a quienes
presidimos en la caridad. Es como dice San Agustín: con ustedes soy cristiano,
para ustedes soy obispo…
Servimos a Cristo y a la Iglesia mediante el discernimiento de la voluntad
del Padre, para reflejar al Señor en su modo de pensar, de sentir, de hablar y de
comportarse en medio de los hombres. En síntesis, los Obispos hemos de ser
testigos cercanos y gozosos de Jesucristo, Buen Pastor (cf Jn 10, 1-18).
Los Obispos, como pastores y guías espirituales de las comunidades a
nosotros encomendadas, estamos llamados a “hacer de la Iglesia una casa y
escuela de comunión”. Como animadores de la comunión tenemos la misión de
acoger, discernir y animar carismas, ministerios y servicios en la Iglesia.
No podemos olvidar que el Obispo es principio y constructor de la unidad
de su Iglesia particular y santificador de su pueblo, testigo de esperanza y padre
de los fieles, especialmente de los pobres, y que su principal tarea es ser maestros
de la fe, anunciador de la Palabra de Dios y la administración de los sacramentos,
99
como servidores de la grey” .
130 Así, lo que dice y hace el Obispo ha de revelar la autoridad de la palabra y el
modo de proceder de Jesucristo, es decir, ha de manifestar su presencia
pastoral activa en su Iglesia:
“los Obispos como «vicarios y legados» gobiernan las Iglesias particulares que
se les han confiado, no sólo con sus proyectos, con sus consejo y sus ejemplos,
sino también con su autoridad y potestad sagrada, que ejercen, sin embargo,
únicamente para construir su rebaño en la verdad y santidad, recordando que el
mayor debe hacerse como el menor y el superior como el servidor (cf Lc 22, 26-27:
LG 27)” (PG 43a). Es decir, “los Obispos son sucesores de los Apóstoles no sólo
en la autoridad y potestad sagrada, sino también en la forma de vida apostólica”
(Idem, 43e).
131 Es así como los fieles descubren que no es el Obispo quien manda o
prohíbe, sino Cristo Resucitado, presente en la comunidad, por medio del
mismo Obispo y que el testimonio de éste, asimismo, es lo que les lleva a la
aceptación del Evangelio:
El desafío para los presbíteros es análogo, puesto que son colaboradores del
Obispo en su ministerio e integrantes de su “Presbiterio”. Así, cada
presbítero da testimonio de la comunión eclesial, sacramental, pastoral y
jurídica, realizando y viviendo su ministerio “in persona Christi Capitis: en
99
DA: Los Obispos, discípulos misioneros de Jesús Sumo Sacerdote, 186-189.
59
la persona de Cristo Cabeza” y de «representar» al Señor. De esta manera
el Papa Benedicto XVI nos confirma en la fe, realizando su “ministerio
petrino”:
“Para comprender lo que significa que el sacerdote actúa in persona Christi Capitis
—en la persona de Cristo Cabeza—, y para entender también las consecuencias
que derivan de la tarea de representar al Señor, especialmente en el ejercicio de
estos tres oficios, es necesario aclarar ante todo lo que se entiende por
«representar».
El sacerdote representa a Cristo. ¿Qué quiere decir «representar» a
alguien? En el lenguaje común generalmente quiere decir recibir una delegación
de una persona para estar presente en su lugar, para hablar y actuar en su lugar,
porque aquel que es representado está ausente de la acción concreta. Nos
preguntamos: ¿El sacerdote representa al Señor de la misma forma? La respuesta
es no, porque en la Iglesia Cristo no está nunca ausente; la Iglesia es su
cuerpo vivo y la Cabeza de la Iglesia es él, presente y operante en ella.
Cristo no está nunca ausente; al contrario, está presente de una
forma totalmente libre de los límites del espacio y del tiempo, gracias al
acontecimiento de la Resurrección…
Por lo tanto, el sacerdote que actúa in persona Christi Capitis y en representación
del Señor, no actúa nunca en nombre de un ausente, sino en la Persona
misma de Cristo resucitado, que se hace presente con su acción realmente
eficaz.
Actúa realmente y realiza lo que el sacerdote no podría hacer: la
consagración del vino y del pan para que sean realmente presencia del Señor, y la
absolución de los pecados. El Señor hace presente su propia acción en la
persona que realiza estos gestos.
Estos tres oficios del sacerdote —que la Tradición ha identificado en las
diversas palabras de misión del Señor: enseñar, santificar y gobernar— en su
distinción y en su profunda unidad son una especificación de esta representación
eficaz. Esas son en realidad las tres acciones de Cristo resucitado, el mismo que
hoy en la Iglesia y en el mundo enseña y así crea fe, reúne a su pueblo, crea
presencia de la verdad y construye realmente la comunión de la Iglesia universal; y
100
santifica y guía” .
132 Por lo que mira a los diversos y característicos ministerios de la Iglesia
particular, éstos “encuentran su radical unidad y armonía en la figura del
Obispo: puesto en el centro de la Iglesia particular, circundado por su
presbiterio, coadyuvado por religiosos y laicos, el Obispo, en nombre y con
la autoridad de Cristo, enseña, santifica y gobierna al pueblo al que está
estrechamente unido como el pastor a su rebaño. Hay una reciprocidad entre
100
BENEDICTO XVI, Munus docendi: la misión de enseñar, Audiencia general, 14 de abril de
2010, a.
60
los fieles y su pastor y maestro, el Obispo. Éste presenta en manera
auténtica el contenido del depósito de la fe a la cual todo el Pueblo de Dios
se adhiere y que también él ha recibido en cuanto miembro de este pueblo”
(AS 118b).
133 Los rasgos que configuran el perfil del Obispo, en relación con el gobierno
pastoral de la Iglesia particular a él confiada, pueden resumirse señalando:
“el Obispo es el buen pastor que conoce a sus ovejas y es conocido por ellas,
verdadero padre que se distingue por su espíritu de caridad y de celo hacia todos;
sin embargo, también como juez que administra la justicia habitualmente a través
del Vicario Judicial y el Tribunal, él presta a la comunidad un servicio no menos
excelente, imprescindible para el bien espiritual de los fieles” (AS158b).
134 La respuesta personal del Obispo a este don y misterio, lo mismo que de la
comunidad eclesial a la que sirve, consiste en aceptar que en la consagración
episcopal ha recibido
“una especial efusión del Espíritu Santo que lo configura de manera especial a
Cristo, Cabeza y Pastor. El mismo Señor, “maestro bueno” (Mt 19, 6), “sumo
sacerdote” (Hb 7, 26), “Buen Pastor que ofrece la vida por las ovejas” (Jn 10, 11)
ha impreso su rostro humano y divino, su semejanza, su poder y su virtud en el
Obispo. Él es la única y permanente fuente de la espiritualidad del Obispo.
Por tanto, el Obispo, santificado en el Sacramento con el don del Espíritu
Santo, es llamado a responder a la gracia recibida mediante la imposición de las
manos, santificándose y uniformando su vida personal a Cristo en el ejercicio del
ministerio apostólico.
La configuración a Cristo permitirá al Obispo corresponder con todo su
ser al Espíritu Santo, para armonizar en sí los aspectos de miembro de la Iglesia y,
a la vez, de Cabeza y Pastor del pueblo cristiano, de hermano y de padre, de
discípulo de Cristo y de maestro de la fe, de hijo de la Iglesia y, en cierto sentido,
de padre de la misma, siendo ministro de la regeneración sobrenatural de los
cristianos” (AS 33).
Todas estas “imágenes del Obispo tomadas de la Escritura y de la
Tradición de la Iglesia, como la de pastor, pescador, guardián solícito, padre,
hermano, amigo, portador de consuelo, servidor, maestro, hombre fuerte,
“sacramentum bonitatis: sacramento de bondad”, remiten a Jesucristo y muestran
al Obispo como hombre de fe y de discernimiento, de esperanza y de empeño
real, de mansedumbre y de comunión. Tales imágenes indican que entrar en la
sucesión apostólica significa entrar en batalla a favor del Evangelio“ (AS 2a).
135 El gobierno pastoral del Obispo se rige por este principio fundamental: la
potestad o autoridad en la Iglesia, que le viene de “hacer presente” al Pastor
y Señor Resucitado, tiene como objeto la edificación del Pueblo de Dios,
61
haciendo de él una comunidad de discípulos del Mismo, que tienen como
101
misión hacer presente en nuestro mundo el reinado de Dios .
136 El Obispo, por tanto, ejerce sus funciones en nombre de Cristo y en nombre
de la Iglesia, no de manera aislada, sino en comunión con la Cabeza y demás
miembros del Colegio episcopal, al servicio de su Iglesia y las Iglesias en
102
comunión .
137 Los Obispos no han de considerarse, ni ser considerados, vicarios del
Romano Pontífice, ya que ejercen potestad propia, que de ninguna manera es
anulada por la potestad suprema y universal del Papa, sino, por el contrario
es afirmada, robustecida y apreciada por él, por quien el Espíritu Santo
mantiene indefectiblemente la forma y carisma de gobierno que Cristo Señor
estableció para su Iglesia. El sucesor de Pedro tiene el carisma y ministerio
de confirmar a sus hermanos en la fe y de apacentar a la Iglesia (cf Lc 22, 32;
103
LG 27-28) .
101
Cf PG 43b.
A. D'ORS, Iglesia universal e Iglesia particular, en IUSCA Vol. 28, Nº 55, 1988, pp. 295303.
103
El Concilio Vaticano II enseña que el Obispo de Roma, como Vicario de Cristo, tiene
potestad suprema y universal sobre toda la Iglesia (cf LG 22). Esta potestad, como la de
todos los Obispos, tiene carácter ministerial (ministerium=servicio) como ya hacían notar
los Padres de la Iglesia. El Romano Pontífice no tiene solamente un cargo de inspección o
de dirección, sino que tiene "una potestad plena y suprema de jurisdicción sobre la
Iglesia universal, no sólo en aquellas cosas que pertenecen a la fe y costumbres, sino
también en lo tocante a la disciplina y al gobierno de la Iglesia extendida por todo el
mundo" (DZ 3064). A este propósito es bueno precisar enseguida que esta plenitud de
potestad atribuida al Papa no quita nada a la plenitud que pertenece también al Colegio
episcopal. Más aún, se debe afirmar que ambos, el Papa y el Colegio episcopal, tienen
toda la plenitud de la potestad. El Papa posee esta plenitud a título personal mientras el
Colegio episcopal la posee colegialmente, estando unido bajo la autoridad del Papa. El
poder del Papa no es el resultado de una simple adición numérica, sino el principio de
unidad y de conexión del Colegio episcopal. Precisamente por esto el Concilio subraya que
la potestad del Papa "es ordinaria e inmediata tanto en todas y cada una de las Iglesias
como en todos y cada uno de los pastores y fieles" (DZ 3064). Es ordinaria, en el sentido
de que es propia del Romano Pontífice en virtud de la tarea que le corresponde, y no por
delegación de los Obispos; es inmediata, porque puede ejercerla directamente, sin el
permiso o la mediación de los Obispos, aunque este hecho no impide que los consulte y
escuche su parecer, en actitud de corresponsabilidad apostólica. Cf R. VILLAR, IMEP, pp.
217-321: Ministerio Petrino e Iglesia universal, TERCERA PARTE, Capítulo XV: Naturaleza y
finalidad del primado del Papa.
102
62
138 En armonía con el orden jerárquico, derivado de la misma constitución
divina que Jesucristo legó a su Iglesia, el Romano pontífice, como Vicario de
Cristo y Sucesor de Pedro, a quien el Señor dio la autoridad para «atar y
desatar» (cf Mt 16, 19), puede ejercerla sobre algún aspecto de la potestad
episcopal que se reserve (cf CIC c. 381 §1) y puede también ordenar su
ejercicio, según las necesidades de las comunidades eclesiales (LG 27; c. 333
§1; PG 43c).
139 Esto nos lleva a tener presentes algunas causas reservadas al Romano
Pontífice (con sus órganos eclesiales inmediatos de colaboración: la Santa
Sede), dentro del espíritu de la comunión eclesial, según el Derecho. Se
encuentran enunciadas en el ANEXO 1.
II.B.1. EL OBISPO PRESIDE LA DIÓCESIS
Y SU ORGANIZACIÓN PASTORAL,
AL SERVICIO DE LA COMUNIÓN
Y PARTICIPACIÓN ECLESIAL
EN LA MISIÓN EVANGELIZADORA.
140
Desde las luces del Magisterio, del Derecho, de la reflexión
teológica y la experiencia pastoral, es conveniente iluminar y precisar
algunas de nuestras realidades eclesiales diocesanas. Todas éstas tienen
estrecha relación con el ser y la misión del Obispo diocesano, como servidor
del Evangelio. En el ejercicio de su ministerio cumple la “triple función de
enseñar, santificar y regir” al Pueblo de Dios en su Iglesia particular. A este
respecto, tiene especial significado de inspiración la Exhortación Apostólica
Postsinodal “Pastores Gregis: Los Pastores de la Grey”, de SS. Juan Pablo II,
sobre el Obispo servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del
mundo (16 de octubre de 2003).
141 El Concilio Vaticano II, a través del decreto “Christus Dominus: Cristo
Señor”, en su numeral 11, nos describe los distintos elementos de la
Diócesis, en cuanto comunidad de fieles, presidida por su Obispo diocesano,
visión conciliar que el Código de Derecho Canónico, expresa así:
“LA DIÓCESIS es una porción del Pueblo de Dios, cuyo cuidado pastoral se
encomienda al Obispo con la cooperación del presbiterio, de manera que, unida a
su pastor y congregada por él en el Espíritu Santo, mediante el Evangelio y la
Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la cual verdaderamente está
63
presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica” (CIC c.
104
369) .
142 La anterior descripción de la Iglesia diocesana contiene los siguientes
elementos teológicos y jurídicos:
a) Desde la visión teológica, el Obispo como pastor, en sentido
bíblico, es signo personal de unidad y comunión y tiene la misión de unir al
rebaño, en la Diócesis, bajo la acción del Espíritu Santo; es ministro del
105
Evangelio y de la Eucaristía. La Palabra de Dios , en su ministerio, es
dada y transmitida (Revelación); propuesta y enseñada (Magisterio) urgida y
asumida en el Espíritu de Cristo (Derecho). Asimismo, la Eucaristía,
sacramento de unidad y de la vida de los fieles, es celebrada y vivida en la
comunidad. Le corresponde también, consolidar las notas esenciales de la
Iglesia de Cristo.
b) Desde la dimensión jurídica, la Diócesis está constituida por una
porción del Pueblo de Dios, aquellos fieles que la habitan territorialmente
(cf CIC cc. 372 §1; 368). En ella, el Obispo, sucesor de los Apóstoles, en
virtud del Espíritu Santo, es constituido pastor, maestro de la doctrina,
sacerdote del culto sagrado y ministro para regir a la Iglesia diocesana, con
la potestad sagrada de la misión canónica eclesial (cf CIC c. 375; PG 9c). El
Papa, supremo pastor y cabeza del Colegio Episcopal, tiene primacía sobre
todas las Iglesias particulares; así se expresa la catolicidad de la Iglesia. En
base a dicha catolicidad, puede hacerse presente y operante como pastor que
106
representa a “Cristo, el Único y Supremo Pastor” (PDV 15c) .
143 La Diócesis o Iglesia particular, de esta manera, es ante todo una porción del
Pueblo de Dios, jerárquicamente estructurada en virtud de la “sagrada
potestad” del Obispo y la dedicación estable de su propio presbiterio, para
realizar la misión de la Iglesia. No es un simple espacio administrativo
territorial, sino una entidad constitucional primaria, de comunidad de fieles
en torno a un sucesor de los Apóstoles. El Obispo ejerce en ella la sagrada
potestad recibida de Jesucristo, a través de la mediación de la Iglesia
(“sacramento del Orden” y “misión canónica”). La Diócesis, una vez
104
Cf ChD 11. 22. 24; PO 10; PABLO VI, Motu proprio ESa, 6 agosto 1966, I, 12; Idem.,
Constitución Apostólica REU, Art. 49; cc. 368-369. 372-374; PB Art. 75ss y 89.
105
Cf BENEDICTO XVI, VD 54-55. 6. 17-18. 15-16. 45. 52. 78-81.
106
Cf CIC, c. 333; DOMINGO J. ANDRÉS GUTIÉRREZ, Comentario al canon 369, en ANTONIO
BENLLOCH POVEDA (Dir.), Código de Derecho Canónico. Edición bilingüe, fuentes y
comentarios d todos los cánones, EDICEP, Valencia 1993, pp. 194-195, se citará BENLLOCH,
COMC; DE2010: MARCELLO SEMERARO, Chiesa locale, pp. 145-158; Id. Chiesa universale, pp.
168-181.
64
erigida legítimamente por el Romano pontífice, goza “ipso iure: por
derecho propio” de personalidad jurídica en la Iglesia Universal (cf CIC c.
107
373) .
144 En consecuencia, lo anteriormente expresado significa que “la plenitud de la
Iglesia una, santa, católica y apostólica sólo se realiza, prioritariamente, en
la Iglesia local. El misterio de la Iglesia particular es el misterio de la
presencia del todo en la parte, y de la contemporánea permanencia de esta
última como parte del todo. La unidad de la Iglesia local encuentra su
expresión más elevada y, al mismo tiempo, su fuente en la Eucaristía que
celebra el Obispo con el “Orden de los presbíteros”, el “Orden de los
diáconos” y la participación activa de todos los bautizados (cf LG 26).
145 La variedad de los carismas y ministerios, personales y comunitarios, se
recibe y se coordina en la comunión eclesial que nos viene de la Trinidad y
que se realiza en cada comunidad reunida, bajo la fuerza de la única Palabra,
del único Pan, del único Espíritu que salvan, en Cristo, para gloria del
Padre. Esta es la misión preclara, fundamental y dinámica del ministerio del
Obispo. En comunión con él viven su ministerio los presbíteros en las
comunidades que les ha encomendado. En consecuencia, él es el signo y el
ministro (servidor) de la unidad, diversidad y comunión de la Iglesia
“Catholica”, realizada en su Comunidad diocesana, con una renovada
108
sensibilidad e intencionalidad significativamente pastoral .
107
Al describir la Iglesia particular, el Decreto conciliar Christus Dominus: Cristo Señor”, la
define como “comunidad de fieles confiada al cuidado pastoral del Obispo”, “cum
cooperatione presbyterii: con la colaboración del presbiterio”. En efecto, entre el Obispo y
los presbíteros hay una “communio sacramentalis: comunión sacramental” en virtud del
sacerdocio ministerial o jerárquico, que es participación en el único sacerdocio de Cristo y,
por tanto, aunque en grado diferente, en virtud del único ministerio eclesial ordenado y
de la única misión apostólica confiada (cf PG 47). Cf LEO SCHEFFCZYK, Capítulo VII: Ministerio
episcopal e Iglesia local, en R. VILLAR, IMEP, pp. 125-139.
108
Cf ICT p. 40; cf ARTURO CATTANEO, Capítulo IX: Contribución del Concilio Vaticano II a la
teología de la Iglesia particular, en R. VILLAR, IMEP, pp. 157-177; IUSCA: A. D’ORS, Iglesia
universal e Iglesia particular, Vol. 28, Nº 55, 1988, pp. 295-303; ELOY TEJERO, La estructura
sacramental de la Iglesia particular y su plenitud en la “communio catholica”, Vol. 34, Nº
67, 1994, pp. 25-54.
65
1.1. LAS PARROQUIAS INTEGRADAS AL DECANATO,
A LAS ZONAS PASTORALES Y A LA DIÓCESIS,
EN COMUNIÓN CON EL OBISPO.
146
Nuestra Diócesis, como las demás Iglesias particulares, está
integrada por Parroquias, agrupadas en Decanatos y éstos, a su vez, en
Vicarías episcopales (cf CIC cc. 374. 476. 553). A estas divisiones se les
llama también circunscripciones «menores». Entre estas porciones
diocesanas, destacan las Parroquias y los Decanatos:
“Sin embargo, el Código de Derecho Canónico expresa la prioridad pastoral de
las parroquias sobre los Decanatos de dos maneras: en primer lugar,
determinando que los Decanatos no son divisiones territoriales necesarias,
mientras que sí lo son las Parroquias (cf CIC c. 374); en segundo lugar, desde el
punto de vista sistemático, al presentar, el Código del Derecho Canónico, la
normativa sobre los Decanos, los considera después de los cánones dedicados a
las Parroquias, “dando a entender así que los Decanatos se justifican en función
109
de las parroquias y no a la inversa” .
110
147 La Parroquia , consecuentemente, es una determinada comunidad de
fieles, regida por un Párroco, bajo la autoridad del Obispo diocesano,
alimentándola con la Palabra, santificándola con los sacramentos y
apacentándola como “pastor propio” (cf CIC c. 519), en Jesucristo, único
Buen Pastor. La Instrucción "El presbítero, pastor y guía de la comunidad
parroquial", emanada de la Congregación para el Clero, el 4 de agosto de
2002, destaca que la parroquia constituye, de manera vital, “la célula de la
Diócesis”. Subraya que es el ámbito primario del cuidado pastoral ordinario
de los fieles cristianos, encomendado al párroco como pastor propio, bajo la
autoridad del Obispo diocesano; lo cual implica vivir en espíritu de
comunión eclesial, pastoral y jerárquica, con una dimensión transversal y
globalmente misionera (cf ChD 28; CIC c. 515).
148 La Parroquia como entidad eclesial fundamental es un espacio
111
antropológico-cósmico , teológico, pastoral, comunitario, eclesial,
109
OGI, pp. 268-269.
Cf CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO, Asamblea general LXXXVII sobre la renovación
de las parroquias, 20-24 de abril de 2009; CARLOS Card. AMIGO VALLEJO, La Parroquia, casa
de la familia cristiana, Carta pastoral, Sevilla 15 de agosto de 2009 (se citará: PCFC);
ANTONIO VASTANTUNO, Parrocchia, en DE2010, pp. 1016-1026.
111
BENEDICTO XVI, VD 108: “El compromiso en el mundo requerido por la divina Palabra nos
impulsa a mirar con ojos nuevos el cosmos que, creado por Dios, lleva en sí la huella del
Verbo, por quien todo fue hecho (cf Jn 1, 2). En efecto, como creyentes y anunciadores
110
66
evangelizador y misionero, es decir, es un lugar social, humano-salvífico,
del encuentro con Dios, con los hermanos y con el universo. Encierra una
inagotable riqueza comunitaria porque en ella se encuentra una inmensa
variedad de dones, carismas, tareas, servicios y ministerios; lo mismo que
diversas situaciones humanas de edades, culturas, grupos, estratos sociales,
circunstancias, acontecimientos y signos de los tiempos. Sin excluir las
realidades cósmicas como el agua, el pan, el vino, el aceite, la luz, la sal,…
que se transforman en expresiones sacramentales o en lenguaje simbólico,
inicialmente antropológico y cósmico.
149 Toda esta la riqueza y variedad de dones es necesario que se orienten hacia
una auténtica revitalización, teniendo en cuenta el aspecto teológico-pastoral
y el práctico, que no pueden separarse, a fin de favorecer el misterio de
comunión y de misión que la comunidad parroquial está llamada a
112
realizar :
150 De ahí que, cada Parroquia, está llamada a ser espacio y signo claro,
113
comprensible, de vinculación fraterna, de solidaridad , comunión y misión
-universal, continental, nacional y diocesana-, que vive según el modelo
apostólico primigenio de la comunidad de Jerusalén. Este modelo consiste
en escuchar la Palabra de Dios, en celebrar los Sacramentos, esencialmente
la Eucaristía y en testimoniar la caridad fraterna, perseverando en la oración,
la hospitalidad y el compartir los bienes. En este estilo de vida encontramos
los criterios esenciales para una adecuada comprensión de la naturaleza de
la comunidad cristiana, como lo es la parroquia, según la expresión de S.S.
114
Benedicto XVI (cf Hch 2, 42; 4, 32-35) .
del Evangelio tenemos también una responsabilidad con respecto a la creación. La
revelación, a la vez que nos da a conocer el plan de Dios sobre el cosmos, nos lleva
también a denunciar las actitudes equivocadas del hombre cuando no reconoce todas las
cosas como reflejo del Creador, sino como mera materia para manipularla sin escrúpulos”.
112
BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en la Asamblea plenaria del Pontificio
Consejo para los Laicos, 22 de septiembre de 2006, c: “Después de examinar… la
naturaleza teológica y pastoral de la comunidad parroquial, es preciso afrontar la cuestión
desde un punto de vista operativo, buscando elementos útiles para fomentar una
auténtica revitalización parroquial… De hecho, el aspecto teológico pastoral y el práctico
no pueden separarse, si se quiere acceder al misterio de comunión del que la parroquia
está llamada a ser cada vez más signo e instrumento de actuación”.
113
Cf PEDRO OSSANDÓN BULJEVIC, La Parroquia, misionera y solidaria. A la luz de Aparecida, 9,
Misión continental, CELAM-CEM, A.R., México 2008, se citará PAMI.
114
BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en la Asamblea plenaria del Consejo
Pontificio para los Laicos, 22 de septiembre de 2006, d-e: “En los hechos de los Apóstoles,
el evangelista san Lucas indica los criterios esenciales para una adecuada comprensión
67
151 Las Parroquias son “células vivas de la Iglesia y espacios comunitarios
privilegiados para una experiencia concreta de Cristo y de su Iglesia, y
115
formarse en la fe” . Son “células vivas de la Iglesia” por su integración
en el “cuerpo de Cristo” (cf I Cor 12, 12-13. 27; Rm 12, 4-5; Col 1, 18; LG
7). Como “células” están llamadas a hacer surgir la vida y la acción pastoral
parroquial en sus diversas expresiones, de manera integral, orgánica y
diferenciada, con el fin de fortalecer y desarrollar el espíritu y la comunión
de la acción pastoral y misionera de la Iglesia diocesana. El Papa Juan Pablo
II nos enseña en su magisterio:
“… La parroquia sigue siendo una de las instituciones más importantes en la vida
de la Iglesia, porque en ella se hacen presentes la Iglesia universal y la Iglesia
diocesana; porque es la célula eclesial en donde los fieles viven y expresan, de
diversos modos, la comunión con los demás católicos del mundo entero, es decir,
es la «comunidad de comunidades» en la que cualquier otra comunidad o grupo
de fieles (especialmente la “Iglesia doméstica” o Familia), encuentra su punto de
referencia para vivir y expresar la fe y la comunión con el Romano Pontífice, con el
116
Obispo diocesano y con las demás parroquias” .
152 La Parroquia, en efecto, es una “célula del Cuerpo de Cristo, esencialmente
misionera”. En la búsqueda de responder a su revitalización, según el
de la naturaleza de la comunidad cristiana y, por tanto, también de toda parroquia,
cuando describe la primera comunidad de Jerusalén que perseveraba en la escucha de la
enseñanza de los Apóstoles, en la unión fraterna, «en la fracción del pan y en la oración»,
una comunidad acogedora y solidaria hasta el punto de que todo lo ponía en común (cf
Hch 2, 42; 4, 32-35). La Parroquia puede revivir esta experiencia y crecer en el
entendimiento y en la cohesión fraterna si ora incesantemente, si permanece a la escucha
de la palabra de Dios y, sobre todo, si participa con fe en la celebración de la Eucaristía
presidida por el sacerdote. En este sentido escribía el amado Juan Pablo II en su última
encíclica “Ecclesia de Eucharistia”: «La Parroquia es una comunidad de bautizados que
expresan y confirman su identidad principalmente por la celebración del sacrificio
eucarístico» (n. 32)”.
115
Cf DA 304; cf 6.1.1. El encuentro con Jesucristo 243-245; 6.1.2: Lugares de encuentro
con Jesucristo, 246-257; 6.4: Lugares de formación para los discípulos misioneros, 301346.
116
Cf AA.VV. Cuestiones Selectas de Derecho Parroquial, Vol. 1, Universidad Pontificia de
México, México 2006, Prólogo, p. 6: De forma recíproca, la Iglesia local y universal es
edificada por las familias, "pequeñas Iglesias domésticas", como las llamó el Concilio
Vaticano II (cf LG 1; AA 11), utilizando una antigua expresión patrística (cf San Juan
Crisóstomo, In Genesim sermo, VI, 2; VII, 1). En el mismo sentido, la Familiaris consortio
afirma que "el matrimonio cristiano (...) constituye el lugar natural dentro del cual se lleva
a cabo la inserción de la persona humana en la gran familia de la Iglesia" (n. 15).
68
querer de Dios, aquí y ahora, para nosotros, Iglesia diocesana, hemos de
117
encaminarnos a la expresión de una Iglesia viva misionera
que no sólo
cuide de los que están al alcance de nuestra acción pastoral cotidiana, sino
que salga al encuentro de aquellos y aquellas personas que no tienen
ninguna relación con la vida eclesial. Esto quiere decir que nuestras
comunidades parroquiales están llamadas a formar, capacitar y enviar a
personas y equipos misioneros que ofrezcan el servicio del Evangelio, a
partir el “encuentro con Jesucristo”, en los ambientes de relación, trabajo y
cultura descristianizados y secularizados. Este era un aspecto del modelo
misionero de la Iglesia de Antioquía, donde reservaron a Pablo y a Bernabé
118
para la misión (Hch 13, 2) .
153 Mirando al mundo actual, desde el horizonte de la evangelización, el
Venerable Papa Juan Pablo II, en su Encíclica Redemptoris missio,
distinguía tres situaciones o ámbitos: 1) la actividad misionera de la Iglesia
dirigida a pueblos, grupos humanos, contextos socioculturales donde Cristo
y su Evangelio no son conocidos, “misión ad Gentes”. 2) La actividad o
atención pastoral cotidiana de la Iglesia en comunidades que irradian el
testimonio del Evangelio. 3) La Nueva Evangelización donde grupos
enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se
reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada
de Cristo y de su Evangelio. No es fácil definir los confines de la atención
pastoral cotidiana a los fieles, la Nueva Evangelización y la actividad
misionera “Ad Gentes”. En algunos ámbitos se hacen indispensables las tres
orientaciones de la misión, conjuntamente (cf RM 33. 34b; VD 95-97).
154 En esta perspectiva, nuestras comunidades parroquiales actualmente están
llamadas a constituirse, cada una, en la gran “familia misionera”. En ellas
los discípulos-misioneros se acompañan y ayudan mutuamente a vivir la
inicial e insustituible experiencia kerigmática de un constante encuentro y
117
“La Parroquia como célula misionera. Después de las palabras «corresponsabilidad»
(años 70), «comunión» (años 80), «colaboración» (años 90), he aquí que la palabra
«misión», normalmente asociada a la palabra «evangelización», vuelve a ocupar su lugar”:
ALPHONSE BORRAS-GILLES ROUTHIER, La nueva parroquia, Ed. Sal Terrae, Colección pastoral,
87, Santander 2009, p. 77, se citará LNPA.
118
LNPA, Ibídem, “Pablo, que ejerció un ministerio misionero, distinguió siempre entre el
ministerio pastoral –el del Obispo o del Presbítero, que están al cuidado de la asamblea
cristiana de un lugar o que velan sobre una porción del rebaño- y el ministerio misionero e
itinerante del primer anuncio y de la predicación kerigmática”: pp. 69-70.
69
seguimiento de Jesucristo, el Señor; recomenzando desde Él, para superar
119
toda amenaza del “gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia” .
155 La Parroquia como “célula eclesial misionera” supera el concepto
preconciliar de parroquia como un encuadramiento de los fieles en un
territorio determinado. El Concilio Vaticano II superó el concepto de la
“parroquia beneficio propio del párroco”, “parroquia isla”, promoviendo
el sentido de “parroquia como comunidad misionera” de relaciones
interpersonales, fraternas y cálidas; de ayuda mutua, de intercambio y de
diálogo, manifestadas como testimonio misionero (cf SC 42; AdG 15).
Mientras que la “Parroquia” es la Iglesia reunida por la Palabra, la “misión”
representa a la Iglesia abierta a un mundo que no ha escuchado la Palabra,
120
por estar sumergido en un ambiente de cultura secularizada .
156 La Parroquia abierta a la misión significa que los discípulos están dispuestos
a enviar “fuera” a los suyos al encuentro de quienes no tienen relación
alguna con la vida eclesial, formando, capacitando y apoyando a agentes
misioneros, enviándolos al estilo del evangelio “de dos en dos”, es decir, en
grupos, equipos o como miembros de pequeñas comunidades eclesiales (cf
Mc 6, 7-13). Cuando seamos capaces de “salir de la casa de nuestros padres”
(“Iglesia doméstica”), para anunciar y ser testigos de Cristo Vivo ante el
hombre de hoy en sus ambientes culturales.
157 Finalmente las Parroquias, como “células eclesiales misioneras”, sustentan
su vitalidad parroquial, decanal, zonal y diocesana, permaneciendo fieles al
plan de Dios, en un proceso evangélico de permanente conversión y
testimonio de comunión y misión eclesiales:
“…todo el Pueblo de Dios es un pueblo «enviado»… La Iglesia, como misterio de
comunión, es toda ella misionera y, cada uno en su propio estado de vida, está
121
llamado a dar una contribución incisiva al anuncio cristiano” .
158 Hoy en América, como en otras partes del mundo, las Parroquias encuentran
a veces dificultades en el cumplimiento de su misión, por ello, deben
revitalizarse continuamente, a través de una decidida “renovación” 122. En
119
PAMI pp. 10. 12; cf DA 10. 12. 41. 243-245. 100h. 226. 304-306.
Cf LNPA Ibídem, pp. 68-69.
121
BENEDICTO XVI, VD 94.
122
“Esa renovación pastoral de la vida parroquial implica espacios de iniciación cristiana,
de educación y celebración de la fe, la apertura a la diversidad de carismas, servicios y
ministerios, la organización participativa y corresponsable, la integración de movimientos
de apostolado ya existentes, la atención a la diversidad cultural de sus habitantes y el
120
70
ellas se encuentra una particular expresión de la Iglesia, como “misterio de
comunión para la misión evangelizadora”, y una experiencia de
123
participación corresponsable en la pastoral “integrada” , orgánica y de
conjunto:
“… Las parroquias están llamadas a ser receptivas y solidarias, lugar de la
iniciación cristiana, de la educación y la celebración de la fe; abiertas a la
diversidad de carismas, servicios y ministerios; organizadas de modo comunitario y
responsable; integradoras de los movimientos de apostolado ya existentes; atentas
a la diversidad cultural de sus habitantes; abiertas a los proyectos pastorales,
desarrollo de proyectos pastorales y supraparroquiales (cf DA 170): VÍCTOR SÁNCHEZ
ESPINOSA, Secretario General del CELAM, Presentación, en PAMI pp. 3-4.
123
Cf BENEDICTO XVI, Encuentro con los sacerdotes de la Diócesis de Albano, Castelgandolfo,
31 de agosto de 2006: He aquí algunos conceptos que expresó, en respuesta a una
pregunta relativa a la expresión y contenido de la pastoral “integrada”: Me parece haber
entendido su contenido: debemos tratar de integrar en un único camino pastoral: A) tanto
las diversas dimensiones del trabajo pastoral, B) como los diversos agentes pastorales
que existen hoy. Así, el Papa distingue las dimensiones pastorales y los sujetos del trabajo
pastoral, y trata de integrarlo todo en un único camino pastoral.
A) Respecto a las diversas dimensiones afirmó que “en la parroquia tenemos tres
compromisos (dimensiones) fundamentales, que brotan de la esencia de la Iglesia y del
ministerio sacerdotal: 1) el servicio sacramental, 2) el anuncio de la Palabra (con sus dos
elementos esenciales: la homilía y la catequesis)” y 3) la cáritas, la diakonía (“Siempre somos
responsables de los que sufren, de los enfermos, de los marginados, de los pobres”).
B) Respecto a los agentes y su trabajo a realizar, evangelización, afirmó: “El
párroco no puede hacerlo todo. Es imposible. No puede ser un "solista"; no puede hacerlo todo;
necesita la ayuda de otros agentes pastorales que deben ser colaboradores en la parroquia para una
pastoral "integrada". Para esta pastoral "integrada" hoy es importante que los otros agentes que hay
no sólo sean activos, sino que además se integren en el trabajo de la parroquia. El párroco no debe
actuar él solo; debe también delegar. Deben aprender a integrarse realmente en el trabajo común de
la parroquia y, naturalmente, también en la autotrascendencia de la parroquia en dos sentidos: a) la
autotrascendencia, en el sentido de que las parroquias colaboran en la Diócesis, porque el
Obispo es su pastor común y ayuda a coordinar también sus compromisos (ad intra); b) la
autotrascendencia, en el sentido de que trabajan para todos los hombres de este tiempo y
tratan también de llevar el mensaje a los agnósticos, a las personas que están en fase de búsqueda.
Los que no tienen fe o tienen poca fe, y decirles una palabra misionera”.
“De ordinario distingo, expresó el Papa, entre “evangelización continuada” —porque la
fe continúa, la parroquia la vive— y “nueva evangelización”, que trata de ser misionera, de ir más
allá de los confines de los que ya son "fieles" y viven en la parroquia, o se benefician, tal vez también
con una fe "reducida", de los servicios de la parroquia”. Concluye su respuesta diciendo:
“Coordinados por el Obispo, tratemos de armonizar los diversos sectores de la pastoral, de activar a
los distintos agentes y sujetos pastorales en el compromiso común: por una parte, ayudar a la fe de
los creyentes, que es un gran tesoro; y, por otra, hacer que el anuncio de la fe llegue a todos los que
buscan con corazón sincero una respuesta satisfactoria a sus interrogantes existenciales”.
71
supra-parroquiales y diocesanos, lo mismo que a las realidades socio-económico124
culturales y religiosas circunstantes” .
159 Del seno fecundo de la Comunidad Parroquial, desde las familias, surgirá la
esperanza de nuevas vocaciones:
“De ahí que cada una de nuestras Comunidades Parroquiales está llamada, por su
naturaleza, ser vocacional. Más allá de una estructura jurídica, la Parroquia se
revela como célula viva de la Iglesia. En ella se dan procesos de iniciación en la fe
que culminan en una opción vocacional. El dinamismo vocacional de la iglesia se
da en ella, que es madre que engendra y cobija las distintas vocaciones y formas
de vida que el espíritu suscita: laicos, casados, solteros, viudos, consagrados,
sacerdotes, etc. Desde ella hemos de crear una cultura vocacional que posibilite a
125
cada uno de los fieles cristianos la toma de conciencia de su propia vocación” .
160 La Palabra, la Eucaristía y el testimonio de una valiente entrega de amor al
servicio de los hermanos, favorecerán, en el Pueblo de Dios, el surgimiento
y la multiplicación de las vocaciones: de presbíteros, siempre necesarios
para la vitalidad y pastoreo de la Iglesia; ahí nacerán también diáconos
permanentes, ministros, servidores del altar y de la caridad; consagrados y
consagradas; catequistas; lo mismo que los laicos cuyo testimonio de vida
evangélica es indispensable para hacer presente el Reinado de Dios en las
realidades temporales. La realización de esta diversidad de vocaciones
específicas, supone la respuesta a una vocación radical, universal y
primigenia:
“…la vida misma es vocación en relación con Dios. Esto quiere decir que, cuanto
más ahondemos en nuestra relación personal con el Señor Jesús, tanto más nos
daremos cuenta de que Él nos llama a la santidad mediante opciones definitivas,
con las cuales nuestra vida corresponde a su amor, asumiendo tareas y
ministerios para edificar la Iglesia. En esta perspectiva, se entiende la invitación
del Sínodo a todos los cristianos para que profundicen su relación con la Palabra
de Dios en cuanto bautizados, pero también en cuanto llamados a vivir según los
diversos estados de vida. Aquí tocamos uno de los puntos clave de la doctrina del
Concilio Vaticano II, que ha subrayado la vocación a la santidad de todo fiel, cada
uno en el propio estado de vida. En la Sagrada Escritura es donde encontramos
revelada nuestra vocación a la santidad: «Sean santos, como yo soy santo» (Lv
11,44; 19,2; 20, 7). Y san Pablo muestra la raíz cristológica: el Padre «nos eligió
124
Cf JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica postsinodal “Ecclesia in America: La Iglesia en
America”, Acerca del encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la
comunión y la solidaridad en América, México 22 de enero 1999, 41. Se citará EAm.
125
OPERARIOS DIOCESANOS, Pastoral Vocacional, Ed. Operarios Diocesanos, México 2008,
Colección Vocacional, pp. 15-16.
72
en la persona de Cristo –antes de crear el mundo– para que fuésemos santos
126
e irreprochables ante él por el amor» (Ef 1, 4)” .
161 La Parroquia, ”comunidad enviada y misionera en espera de su Señor”,
también es llamada a mantenerse en búsqueda constante y permanente del
querer salvífico de Dios, como envío misionero, para encarnar una auténtica
revitalización parroquial –a través de una conversión personal,
comunitaria, pastoral y estructural-, conjugando los principios y criterios
eclesiales del Magisterio, los teológicos y jurídicos, con la praxis y las
127
como una respuesta y oferta evangélica a la
líneas de acción pastorales,
cuestión del sentido de la vida, de la cultura y la historia del hombre de hoy.
162 La Parroquia, partiendo del principio fundamental de ser esencialmente
«comunidad eucarística», está llamada a centrar su vida y su misión en
Jesucristo-Eucaristía, Pan de Vida. Sin vida eucarística la Parroquia se
128
vuelve estéril, porque “la Iglesia vive de la Eucaristía” . La Eucaristía
dominical es fuente y sentido de su ser eclesial y de su misión
evangelizadora:
“Palabra y Eucaristía se pertenecen tan íntimamente que no se puede comprender
la una sin la otra: la Palabra de Dios se hace sacramentalmente carne en el
acontecimiento eucarístico.
La Eucaristía nos ayuda a entender la Sagrada Escritura, así como la
Sagrada Escritura, a su vez, ilumina y explica el misterio eucarístico. En efecto, sin
el reconocimiento de la presencia real del Señor en la Eucaristía, la comprensión
de la Escritura queda incompleta. Por eso, «la Iglesia honra con una misma
veneración, aunque no con el mismo culto, la Palabra de Dios y el misterio
eucarístico y quiere y sanciona que siempre y en todas partes se imite este
proceder, ya que, movida por el ejemplo de su Fundador, nunca ha dejado de
celebrar el misterio pascual de Cristo, reuniéndose para leer “lo que se refiere a él
en toda la Escritura” (Lc 24,27) y ejerciendo la obra de salvación por medio del
129
memorial del Señor y de los sacramentos»” .
1.2. EL PÁRROCO, MIEMBRO DEL PRESBITERIO,
INTEGRADO, A SU DECANATO, A SU VICARÍA
PASTORAL Y A LA IGLESIA DIOCESANA,
126
BENEDICTO XVI, VD 77.
Cf FRANCISCO JAVIER CHAVOLLA RAMOS, Obispo de Toluca, Decreto sobre la revitalización de
la Parroquia, Toluca de San José, Méx., 12 de diciembre de 2010, p. 2.
128
JUAN PABLO II, Carta Encíclica “Ecclesia de Eucharistia”, Roma, 17 de abril de 2003, 1. Cf
Conversión pastoral y renovación misionera de las comunidades, en PAMI pp. 27. 40-42.
129
BENEDICTO XVI, VD 55.
127
73
EN COMUNIÓN CON EL OBISPO.
163
El Párroco, por su consagración bautismal, por su participación
presbiteral en el sacerdocio ministerial de Jesucristo, Único Buen Pastor, y
por su pertenencia intrínseca al Presbiterio, expresa, en su sacramento, la
relación de la Trinidad. Está destinado a vivirla y testimoniarla en la fiel
relación ontológica de comunión eclesial y jerárquica con su Obispo, así
como a manifestarla en el trato interpersonal y en la misión canónica que le
confía.
164 El Obispo, en su calidad de legado y vicario del “Gran Pastor de las ovejas”
130
y sucesor de los Apóstoles, según la enseñanza de Su
(cf He 13, 20)
Santidad Benedicto XVI, tiene:
“el deber primario del anuncio, acompañado de la celebración de los sacramentos,
especialmente de la Eucaristía, que brota de la misión recibida, como subraya la
Exhortación apostólica Pastores gregis: «Aunque el deber de anunciar el
Evangelio es propio de toda la Iglesia y de cada uno de sus hijos, lo es por un
título especial de los Obispos que, en el día de la sagrada ordenación, la cual los
introduce en la sucesión apostólica, asumen como compromiso principal predicar
el Evangelio a los hombres y hacerlo invitándolos a creer por la fuerza del Espíritu
131
y confirmándolos en la fe viva» (n. 26)” .
165 Los padres del Concilio Vaticano II han, a la luz del Espíritu, han
proclamado:
“…Los presbíteros como diligentes colaboradores de los Obispos y como ayuda e
instrumentos suyos, llamados a servir al Pueblo de Dios, forman, con su Obispo,
un único presbiterio, dedicado a diversas tareas. En cada una de las comunidades
locales de fieles hacen presente de alguna manera a su Obispo, con quien están
unidos con confianza y magnanimidad, y toman sobre sí parte de sus funciones y
preocupaciones y las llevan a práctica cada día. Bajo la autoridad del Obispo,
santifican y gobiernan la porción del rebaño del Señor que les fue asignada, hacen
visible en su lugar a la Iglesia universal y prestan eficaz ayuda en la edificación de
todo el Cuerpo de Cristo (cf Ef 4, 12). Preocupados siempre por el bien de los hijos
de Dios, han de procurar que su actividad contribuya al trabajo pastoral de toda la
Diócesis e incluso de toda la Iglesia” (ChD 28c).
166 El Código de Derecho Canónico, ofrecido a la Iglesia para concretar
pastoralmente el espíritu del Concilio, determina:
130
Cf QDE23 pp. 433-437.
BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos de reciente nombramiento, 11 de septiembre de2010, d.
131
74
“El párroco es el pastor propio de la parroquia que se le confía, y ejerce la cura
pastoral de la comunidad que le está encomendada bajo la autoridad del Obispo
diocesano en cuyo ministerio de Cristo ha sido llamado a participar para que en
esa misma comunidad cumpla las funciones de enseñar, santificar y regir, con la
cooperación también de otros presbíteros o diáconos, y con la ayuda de los fieles
laicos, conforme a las norma del Derecho” (c. 519).
167 El Papa Benedicto XVI, en el encuentro con los párrocos de Roma, el 13 de
mayo de 2005, señaló:
“la parroquia tiene que ser una «comunidad eclesial» y una «familia eclesial».
Nunca puede quedarse en una masa de fieles anónimos. Impulsor y primer
artífice de esta comunidad eclesial tiene que ser el párroco”.
168 El Párroco, como pastor propio de la comunidad parroquial, viviendo la
comunión eclesial, pastoral y jerárquica, fiel a la autoridad del Obispo, a sus
exhortaciones y orientaciones, a sus llamados y proyectos, lo mismo que a
la participación en su misión episcopal y siguiendo el espíritu de
organicidad del Plan Diocesano de Pastoral 132, asegura la comunión
eclesial y la vinculación intrínseca de la Parroquia con él y con la Diócesis.
Al mismo tiempo asegura la comunión y pertenencia a la Iglesia universal.
Esta vinculación y comunión eclesiales favorecerán la unidad y la armonía,
de las cuales el Obispo -en comunión jerárquica con el Colegio Episcopal,
cuya cabeza es el Romano Pontífice- es, a su vez, el garante de la
pertenencia y fidelidad de la Iglesia particular a la “Iglesia una, santa,
católica y apostólica”:
“En las últimas décadas se ha utilizado a menudo el adjetivo «pastoral» casi en
oposición al concepto de «jerárquico», al igual que, en la misma contraposición, se
ha interpretado también la idea de «comunión»… se comprende que comunión y
jerarquía no son contrarias entre sí, sino que se condicionan. Son una cosa sola,
133
comunión jerárquica” .
169 El Párroco, por lo tanto, adquiere una importancia capital en la
organización eclesial y pastoral de la vida de la comunión diocesana y debe
estar consciente de que no puede vivir y ejercer su ministerio pastoral al
margen de la relación y vinculación personal, pastoral y comunión eclesial
con el Obispo. Esta relación y vinculación tiene su origen en la
“sacramentalidad” (sacramentos de iniciación cristiana y sacramento del
Orden), cuya fuente primigenia es la comunión de la misma Trinidad, DiosAmor (cf Mt 28,19). En consecuencia, debido a esta trascendencia, el
132
Cf PCFC p. 7.
BENEDICTO XVI, Munus regendi: la misión de regir, Audiencia general, 26 de mayo de
2010, d.
133
75
nombramiento de los párrocos corresponde decidirlo sólo al Obispo
diocesano, de acuerdo con los cánones 522-524 –aunque puede consultar
sobre la idoneidad de los mismos-; no corresponde a ningún otro
134
Ordinario .
II.B.2. EL OBISPO, PADRE, HERMANO Y AMIGO,
LLAMADO A HACER DE LA IGLESIA
DIOCESANA, UNA COMUNIDAD DE DISCÍPULOS
MISIONEROS.
170
En la X Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos (2001): «El
Obispo servidor del Evangelio para la Esperanza del mundo», entre las
imágenes o figuras episcopales que se evocaron más frecuentemente sobre
el misterio y ministerio del Obispo, fueron las de «padre» y «pastor»;
también la de «misionero» y «procurador de los pobres». Asimismo, en las
relaciones y vínculos del Obispo con su Presbiterio y con cada uno de sus
presbíteros, tuvo especial acento la trilogía, citada por los mismos padres
sinodales: “el Obispo está llamado hoy a asumir el rosto del padre, del
135
hermano y del amigo” (PG 4. 12. 47) . A este respecto esta es la
enseñanza testimonial del Papa Benedicto XVI:
“Grandes son las responsabilidades de un Obispos para el bien de la Diócesis,
pero también de la sociedad. Está llamado a ser “fuerte y decidido, justo y sereno"
(AA 44), para un discernimiento sapiencial de las personas, de la realidad y de los
acontecimientos, requerido por su tarea de ser “padre, hermano y amigo” (Ibid.,
76-77) en el camino cristiano y humano. Se trata de una profunda perspectiva de
fe y no sencillamente humana, administrativa o de cuño sociológico en la que se
coloca el ministerio del Obispo, el cual no es un mero gobernante o un burócrata, o
un simple moderador y organizador de la vida diocesana. Son la paternidad y la
134
Cf IUSCA: ANTONIO VIANA TOMÉ, El párroco, pastor propio de la parroquia, Vol. 29, Nº 58,
1989, pp. 467-481; ANGEL MARZOA RODRÍGUEZ, El concepto de parroquia y el nombramiento
de párroco (Cuestiones en torno a los cc. 515 y 522), Vol. 29, Nº 58, 1989, pp. 449-464;
MARKUS WALSER, El domicilio canónico: bases para la formulación del concepto y su
relevancia para la competencia del párroco y del Ordinario del lugar, Vol. 34, Nº 68, 1994,
pp. 617-638.
135
“Actuando como padre, hermano y amigo de todos, estará al lado de cada uno como
imagen viva de Cristo, nuestra esperanza, en el que se realizan todas las promesas de Dios
y se cumplen todas las esperanzas de la creación” (PG 4c). Cf MARCELLO SEMERARO, Capítulo
VIII: El Obispo, padre y pastor, a la luz de la X Asamblea Ordinaria del Sínodo de Obispos,
en R. VILLAR, IMEP, pp. 141-155; cf MONTAN, VSV.
76
fraternidad en Cristo la que dan al Superior la capacidad de crear un clima de
136
confianza, de acogida, de afecto, pero también de franqueza y de justicia” .
Más aún, en medio de las crisis:
“El Obispo, como padre, hermano y amigo de sus sacerdotes, puede ayudarlos
a sacar fruto espiritual de la unión con Cristo, haciéndoles tomar conciencia de la
consoladora presencia del Señor en medio de sus sufrimientos, y animándolos a
137
caminar con el Señor por la senda de la esperanza (cf SPS 39)” .
136
BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos nombrados en los últimos doce meses, lunes 13
septiembre de 2010, e. Ibídem: Particularmente iluminadoras son, al respecto, las palabras
de una antigua oración de san Elredo de Rievaulx, abad- referida ahí mismo por el Santo
Padre-: “Tú, dulce Señor, has puesto a uno como yo como cabeza de tu familia, de las
ovejas de tu redil (...) para que se pudiera manifestar tu misericordia y revelar tu
sabiduría. Plugo a tu benevolencia gobernar bien tu familia mediante un hombre así, de
forma que se viese lo sublime de tu fuerza, no la del hombre, para que no tenga que
gloriarse el sabio en su sabiduría, ni el justo en su justicia, ni el fuerte en su fuerza: ya que
cuando estos gobiernan bien tu pueblo, eres tu quien lo rige, y no ellos. Y por ello no a
nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre la gloria (Speculum caritatis, PL CXCV);
BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos, 21 de septiembre de 2009, c.
137
BENEDICTO XVI, Discurso, con ocasión del encuentro con los Obispos de Estados Unidos,
santuario nacional de la Inmaculada Concepción de Washington, 16 de abril de 2008, d;
DA, 188: “Como padres y centro de unidad, nos esforzamos por presentar al mundo un
rostro de la Iglesia en la cual todos se sientan acogidos como en su propia casa. Para todo
el Pueblo de Dios, en especial para los presbíteros, buscamos ser padres, amigos y
hermanos, siempre abiertos al diálogo”.
77
2.1. EL OBISPO, PRINCIPIO Y CONSTRUCTOR
DE LA UNIDAD EN LA IGLESIA PARTICULAR.
138
171 El Obispo, en «comunión jerárquica»
con el Colegio Episcopal y su
cabeza, el Romano Pontífice (cf LG 21b), es principio y constructor de la
unidad de la Iglesia particular y santificador de su pueblo, testigo de
esperanza y padre de los fieles, especialmente de los pobres. Su principal
tarea es ser maestro de la fe, anunciador de la Palabra de Dios y
administrador de los sacramentos, como servidor de la grey (cf DA 189;
ChD 2). Al mismo tiempo está llamado a vivir su solicitud pastoral por la
139
Iglesia Universal o por todas las Iglesias (cf LG 23) .
172 Así, la comunión eclesial tiene su plenitud en la Sagrada Eucaristía,
celebrada “con” el Obispo, en comunión con él y con el Obispo de Roma,
expresión sacramental de la Iglesia de Jesucristo:
“La comunión eclesial de la asamblea eucarística es comunión con el propio
Obispo y con el Romano Pontífice. En efecto, el Obispo es el principio visible y el
fundamento de la unidad en su Iglesia particular (cf LG 23). Sería, por tanto, una
gran incongruencia que el Sacramento por excelencia de la unidad de la Iglesia
fuera celebrado sin una verdadera comunión con el Obispo. San Ignacio de
Antioquía escribía: «se considere segura la Eucaristía que se realiza bajo el
Obispo o quien él haya encargado» (Carta a los Esmirniotas, 8: PG 5, 713).
Asimismo, puesto que “el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, es el
principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto de los Obispos como
138
Cf La expresión teológica “comunión jerárquica”, literalmente se halla en Lumen
Gentium n. 21b (cf La nota explicativa previa, anexa a la Constitución LG). BENEDICTO XVI,
Audiencia General, 27 de mayo de 2010; Idem., El palio, signo de comunión particular con
la Sede de Pedro, 30 de junio de 2010: “El palio como un símbolo de su comunión
jerárquica con el Sucesor de Pedro en el gobierno del pueblo de Dios” (a). Idem., Discurso
a los participantes en la Asamblea de la Congregación para el Clero, 16 de marzo de 2009;
Idem., Discurso a los Obispos de la región centro-oeste de Brasil, 15 de noviembre de
2010: “La de ustedes, como también las demás Conferencias Episcopales, nació como
concreta aplicación de afecto colegial de los Obispos en comunión jerárquica con el
Sucesor de Pedro para ser un instrumento de comunión afectiva y efectiva entre todos los
miembros, y de eficaz colaboración con el Pastor de cada Iglesia particular en la triple
función de enseñar, santificar y gobernar las ovejas del propio rebaño” (c).
139
“En las últimas décadas se ha utilizado a menudo el adjetivo «pastoral» casi en
oposición al concepto de «jerárquico», al igual que, en la misma contraposición, se ha
interpretado también la idea de «comunión»… se comprende que comunión y jerarquía
no son contrarias entre sí, sino que se condicionan. Son una cosa sola (comunión
jerárquica)”: BENEDICTO XVI, Munus regendi, d. Cf MARCELO SEMERARO, Il ministero del
vescovo in rapporto alla Chiesa universale e alla Chiesa particolare, en GOYRET, IVEM, pp.
115-125; GIOVANNI TANGORRA, La sollecitudine per tutte le Chiese, en VSV pp. 263-280.
78
de la muchedumbre de los fieles» (LG 23), la comunión con él es una exigencia
intrínseca de la celebración del Sacrificio Eucarístico. De aquí la gran verdad
expresada de varios modos en la Liturgia: «Toda celebración de la Eucaristía se
realiza en unión no sólo con el propio Obispo sino también con el Papa, con el
orden episcopal, con todo el clero y con el pueblo entero. Toda válida celebración
de la Eucaristía expresa esta comunión universal con Pedro y con la Iglesia
entera, o la reclama objetivamente, como en el caso de las Iglesias cristianas
separadas de Roma» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta
140
Communionis notio, 28 mayo 1992, 14: AAS 85 [1993], 847)” .
2.2. LA CAPITALIDAD PASTORAL DEL OBISPO
DIOCESANO, AL SERVICIO DE LA COMUNIÓN
ECLESIAL, EN LA MISIÓN EVANGELIZADORA.
173
Jesucristo, como fundador que está presente por siempre en su Iglesia
(cf Mt 28, 20), estableció en ella el ministerio del gobierno pastoral
jerárquico, que implica la constitución de estos oficios capitales en el
acontecer de la historia que también transforma en acontecimiento salvífico.
El Romano Pontífice y los Obispos, detentan los oficios capitales de
gobierno pastoral. El Papa, como Obispo de Roma, por misión divina, unida
a su elección y aceptación. Los demás Obispos, a través de la mediación
sacramental y canónica de la Iglesia. Ambos, como Pedro y los Apóstoles,
reciben directamente de Cristo la plenitud de las “tres funciones” de enseñar,
santificar y gobernar (“tria munera”: docendi, sanctificandi et regendi: tres
funciones: enseñar, santificar y regir), incluida, en ésta, la jurisdicción con
sus diversas manifestaciones (cf CIC cc. 129. 131. 391).
174 Los Obispos, por lo tanto, participan de la capitalidad pastoral y apostólica
de Jesucristo, Pastor, Esposo y Cabeza de la Iglesia. Lo representan de
manera personal y son los fundamentos visibles de la unidad de la Iglesia
Universal y de la Iglesia Particular a cada uno de ellos encomendada (cf LG
23).
175 El Obispo diocesano es quien ejerce el ministerio pastoral de gobierno en una
determinada circunscripción eclesiástica que se denomina Iglesia particular en
virtud de “la ordenación episcopal” y de “la misión canónica recibida”. Es
así como el oficio del Obispo diocesano, que participa de la capitalidad de
140
JUAN PABLO II, Carta Encíclica “Ecclesia de Eucaristia: Eucaristía y su relación con la
Iglesia”, Jueves Santo 17 de abril de 2003, 39, cf 28. 29. 30. 38. Cf ANGEL GARCÍA IBAÑEZ,
Episcopato, Eucaristia e comunione cattolica della Chiesa. La dimensione ecclesiale
dell’Eucaristia celebrata dal vescovo, en GOYRET, IVEM, pp.126-142.
79
Cristo, tiene un contenido intrínsecamente (ontológicamente) trinitario, eclesial,
141
pastoral y canónico preciso (cf CIC cc. 381-402) . La capitalidad del Obispo
es participación en la «capitalidad pastoral» original y fundamental de
Jesucristo, Cabeza, por eso, según la enseñanza pastoral del Papa Benedicto
XVI:
“La misión del Obispo no debe entenderse con la mentalidad de la eficiencia y de
la eficacia, por la que se pone la atención ante todo en lo que hay que hacer, sino
que es necesario tener siempre en cuenta la dimensión ontológica, que está a
la base de la funcional. De hecho, el Obispo, por la autoridad de Cristo de la que
está revestido, cuando se sienta en la Cátedra está puesto “por encima” y “ante” la
comunidad, en cuanto que él es “para” la comunidad hacia la que dirige su
solicitud pastoral (PG 29). La Regla Pastoral del Papa san Gregorio Magno, que
podría ser considerada el primer ‘Directorio’ para los Obispos de la historia de la
Iglesia, define el gobierno pastoral como "el arte de las artes" (I, 1.4), y precisa que
la potestad de gobierno "la detenta bien quien sabe con ella erigirse contra las
culpas y con ella saber ser igual a los demás... y domina sus vicios antes que a
142
sus hermanos" (II, 6)” .
141
“El Obispo queda constituido Obispo diocesano en virtud del Sacramento del Orden
(en el grado episcopal) y por la misión para un oficio episcopal determinado desde la
toma de posesión o inicio de su ministerio episcopal. Lo primero le configura con la
comunión de la Trinidad, con Jesucristo, Pastor y Cabeza de la Iglesia, capacitándole
sacramentalmente para ser tal en una Iglesia particular. Lo segundo determina el
ejercicio del Sacramento. Así queda constituido en cabeza y pastor de una Iglesia
particular determinada. La potestad episcopal ha quedado bien subrayada por el
Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática “Lumen Gentium”, como potestad
episcopal-pastoral que integra los dos elementos: potestad de orden (episcopal) y
potestad de régimen o jurisdicción (oficio o ministerio). Ninguna de las dos se separa,
aunque sí se distinguen. Tradicionalmente se dan diferencias en los tres ámbitos de
potestad de régimen o jurisdicción: legislación, administración o ejecución, y ámbito
judicial. O, en otras palabras, el ámbito de la Palabra (evangelización), celebración y el
servicio de gobierno pastoral. Responde a los títulos de Cristo Profeta, Sacerdote y Rey,
sin olvidar que se interrelacionan. En cualquier caso, el Obispo es la cabeza y pastor
tanto cuando actúa en el ámbito de la Palabra, de la celebración o del gobierno
pastoral (regalidad), como cuando legisla, administra o juzga. Es decir, y hay que
subrayarlo, toda actuación del Obispo diocesano es «pastoral» y está al servicio de su
tarea de pastor”: RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, El Vicario general y el Vicario de Pastoral, en
FEDERICO R. AZNAR GIL-JOSÉ SAN JOSÉ PRISCO (Coords.), La Curia Diocesana. La función
administrativa, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca 2001, Biblioteca
Salmanticensis, Estudios 228, Salamanca 2001, pp. 146-147, se citará CDFA; Cf PHILIP
GOYRET, Episcopato, en DE2010, pp. 612-627.
142
BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos nombrados en los últimos doce meses, 13
septiembre de 2010, c.
80
2.3. LA POTESTAD ECLESIAL DEL OBISPO
DIOCESANO Y LA MISIÓN CANÓNICA.
176
El Obispo ha recibido el carisma de ser en la Iglesia vicario y legado
de Cristo, con «potestad sagrada» para gobernar la Iglesia particular que se
le confía. Esa potestad o autoridad pertenece a la Iglesia, como elemento
constitutivo. Le es conferida al Obispo mediante el sacramento del Orden;
para ejercerla necesita de la “misión canónica”, viviendo en comunión con
el Papa y los demás miembros del Colegio Episcopal. De ahí que esté
llamado a gobernar su Iglesia particular, no sólo con sus proyectos, consejos
y ejemplos, sino también con su autoridad y potestad sagrada, que ejerce
pastoralmente para edificar la comunidad sobre la verdad y la santidad (cf
LG 27). Así, cumple su “oficio de amor” y propicia que la Iglesia confiada a
su “caridad pastoral-episcopal”, venga a ser “una comunidad de discípulos y
misioneros de Jesucristo”.
177 Es preciso recordar que son dos los instrumentos, vías o caminos para la
transmisión de las funciones públicas en la Iglesia, el sacramento del Orden
y “la misión canónica”. Ésta consiste en un hecho jurídico de la autoridad
eclesial por el cual, de acuerdo a las normas establecidas, se confiere un
oficio; como también se transmiten funciones y encargos
independientemente del oficio. En este último caso, se trata del instrumento
de la “delegación”, que puede considerarse también como una manifestación
de la misión canónica, prevista en el canon 131 §1-§2.
178 El perfil jurídico de la potestad del Obispo diocesano tiene, entre otras
notas, las siguientes: se trata de una potestad ordinaria, propia,
inmediata, plena, unitaria y regulada por el Derecho en su ejercicio
(cf CIC cc.381 §1; ChD 8. 386. 387-390. 391-394).
179 Una profundización acerca de la potestad del Obispo diocesano, con
respecto a la distinción entre “la sagrada potestad: sacra potestas”, “la
función de gobierno: munus regendi” y “la potestad de régimen o de
jurisdicción”; lo mismo que con respecto a las cualidades de su potestad
episcopal, se encuentra en el ANEXO 4.
2.4. EL OBISPO DIOCESANO RESPONSABLE
DE LA COMUNIÓN EN SU IGLESIA PARTICULAR
PARA LA ORGANIZACIÓN, LEGISLATIVA, EJECUTIVA
Y JUDICIAL, DEL REGIMEN
DE BUEN GOBIERNO PASTORAL.
81
180
Los Obispos, a través de la mediación sacramental y canónica de la
Iglesia, reciben directamente de Cristo, en plenitud, la sagrada potestad que
confió a sus Apóstoles y sucesores, que incluye las “tres funciones” o triple
“munus”: de enseñar (docendi), santificar (sanctificandi) y gobernar
143
(regendi) . Actúan y realizan el único “munus episcopale” en sus tres
dimensiones, en nombre de Jesucristo.
181 No se trata de cualquier tipo de gobierno, guía, conducción o pastoreo, sino
de “un buen gobierno pastoral” ejercido en la Iglesia, haciendo presente el
estilo evangélico del “Buen” Pastor (cf Jn 10). El Papa Benedicto XVI,
clarificando este mismo espíritu de “buen gobierno” pastoral, nos invita a
asimilar la realidad tan nítidamente evangélica del Obispo como pastor:
“…son iluminadoras algunas expresiones de santo Tomás de Aquino, que pueden
constituir un verdadero y auténtico programa de vida para todo Obispo.
Comentando la expresión de Jesús en el Evangelio de Juan: “El Buen Pastor da
la vida por sus ovejas”, santo Tomás observa: “Él consagra a ellos su persona
en el ejercicio de la autoridad y de la caridad. Se exigen ambas cosas: que le
obedezcan y que las ame. De hecho la primera sin la segunda no es suficiente"
(Esp. su Giovanni, 10, 3).
La Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, especifica: "El
Obispo, enviado por el Padre de familias a gobernar su familia, tenga siempre ante
los ojos el ejemplo del Buen Pastor que vino no a ser servido, sino a servir (cf
Mt 20, 28; Mc 10, 45) y a dar la vida por sus ovejas (cf Jn 10,11). Tomado de
entre los hombres y rodeado él mismo de flaquezas, puede apiadarse de los
ignorantes y equivocados (Hb 5,1-2). No se niegue a oír a sus súbditos, a los que,
143
El CIC de 1983 contiene escasas definiciones, una excepción es la que establece el
concepto legal de “oficio eclesiástico”: “cualquier cargo (munus), constituido establemente
por disposición divina o eclesiástica, que haya de ejercerse para un fin espiritual” (c. 145
§1). El oficio, en efecto, es un “munus”. Sin embargo, no cualquier “munus” constituye un
oficio sagrado, sino sólo el señalado en la definición precedente y que se ejerce por una o
varias personas físicas, designadas según las normas de la provisión canónica. El concepto
técnico jurídico de “oficio”: un cargo público eclesiástico. Es una figura jurídica, ya
contemplada en el Derecho romano. No obstante, fuera del título dedicado a los oficios, el
Código de Derecho Canónico emplea este mismo término de “munus: oficio” con diversos
significados, como lo hace la teología y la pastoral, haciéndolo derivar del vocablo latino
“missio: misión”: misión, función, tarea específica o esencial, encargo, obligación, tarea,
ministerio o servicio. Cf BENEDICTO XVI, Munus docendi, Audiencia general, 14 de abril de
2010; Id., Munus sanctificandi, Audiencia general, 5 de mayo de 2010; Id., Munus regendi,
Audiencia general, 26 de mayo de 2010; OGI 71-72; PHILIP GOYRET, Il vescovo, vicario e
delegato di Cristo nel governo della Chiesa particolare; VALENTÍN GÓMEZ-IGLESIAS C., Munus
pastorale e potestas regiminis del vescovo diocesano; FRANCISCO J. RAMOS, Il governo
pastorale dei vescovi alla luce dei canoni 391-394 del CIC, en GOYRET, IVEM, pp. 205- 220.
82
como a verdaderos hijos suyos, alimenta y a quienes exhorta a cooperar
animosamente con él.
Consciente de que ha de dar cuenta a Dios de sus almas (cf Hb 13,17),
trabaje con la oración, con la predicación y con todas las obras de caridad tanto
por ellos como por los que todavía no son de la única grey, a los cuales tenga
como encomendados en el Señor. El mismo, como San Pablo, es deudor para con
144
todos (n. 27)” .
182 Respecto al concepto de “buen gobierno” en la Iglesia, que brota de la
caridad del “Buen Pastor”, Jesucristo, podemos tener en cuenta:
“El gobernar del Obispo viene siendo un derecho-deber de su oficio y, a su vez, el
Pueblo de Dios tiene derecho a recibir «un buen gobierno». Es decir, no se trata
tan solo de dar leyes, sino gobernar cuidando la «salus animarum».
Con ello decimos que la autoridad del Obispo siempre debe de entenderse como
«un servicio», que debe cumplir diligentemente, no como «un dominio».
Dentro de este tema, encontramos esta nota interesante: el canon 391 pide que el
Obispo gobierne, mientras que el canon 476 habla de «un buen gobierno». Esto
145
quiere decir que no basta con gobernar, es necesario un buen gobierno” .
183 El ejercicio eficiente, dinámico y correcto de un “buen gobierno”, en las tres
dimensiones del único “munus episcopale”, debe tener presente el principio
de distinción de poderes, que permite, al Obispo, una distinción formal
entre los hechos jurídicos derivados de cada uno de los tres poderes, como
son a) las normas legislativas, b) las normas y actos administrativos c) y la
146
organización judicial (cf CIC c. 135) .
144
BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos de reciente nombramiento, lunes 13 de
septiembre de 2010. b; cf. JOSEPH RATZINGER. BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret, Ed. Planeta,
México 2007, pp. 320-335.
145
FRANCISCO GONZÁLEZ SORIANO, Instrumentos Para un buen gobierno de la Diócesis, según
el Canon 476, Tesis doctoral, Pontificia Università Lateranense, Roma 2006, Cap. I. p. 15.
Se citará: FRANCISCO IBGD.
146
El “munus regendi” o “función de gobernar”, en la Iglesia, está organizado en tres
potestades o poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. La titularidad de los tres poderes
corresponde al Romano Pontífice para la Iglesia universal y al Obispo diocesano para su
Iglesia Particular. Cf IUSCA: EDUARDO LABANDEIRA, La distinción de poderes y la potestad
ejecutiva, Vol. 28, Nº 55, 1988, pp. 85-98; JULIÁN HERRANZ, Génesis del nuevo cuerpo
legislativo de la Iglesia, Vol. 23, Nº 46, 1983, pp. 491-526.
1.- Tienen, además, competencia legislativa: el Concilio Ecuménico, los Concilios
Particulares, las Conferencias Episcopales y los Sínodos Diocesanos (cf 337. 445. 455. 466).
2.- Son titulares de potestad ejecutiva o administrativa: las Congregaciones y algunos otros
Dicasterios de la Curia romana, el Arzobispo metropolitano, los Obispos diocesanos, los
Obispos coadjutores y auxiliares, el Administrador diocesano en “sede vacante” (cf CIC cc.
360. 436. 442. 405-406. 427. 414); algunos oficios de la Curia diocesana, especialmente los
83
184 El Directorio “Apostolorum Succesores: Los Sucesores de los Apóstoles”,
recoge en su numeral 13 este criterio ya manifestado por el Concilio
Vaticano II en la Constitución “Lumen Gentium: Luz de las Naciones”:
“El Obispo no deberá olvidar jamás el principio pastoral, según el cual, rigiendo bien
la propia Iglesia particular, contribuye al bien de todo el Pueblo de Dios, que es el
cuerpo de las Iglesias” (n. 23).
185 Esta afirmación expresa un criterio de gobierno característico de la
organización jerárquica de la Iglesia: «la responsabilidad personal del
Obispo en la acción de buen gobierno» dentro del Pueblo de Dios 147. Esto
significa que es necesaria la presencia, la decisión y actividad personal del
Obispo, porque así lo pide radicalmente su calidad de “representación
visible” (“icono”) de Jesucristo. Como legado personal de Cristo en la
Iglesia particular, el Obispo no gobierna en nombre propio, ni siquiera en
nombre del Papa, sino en nombre y por mandato del Señor Jesús, encargo
que recibe por la mediación de la Iglesia y en comunión con ella,
singularmente con el “Colegio episcopal”.
186 Varias son las consecuencias de este «principio de responsabilidad
personal». Una es su participación activa, personal e ineludible, en los
diversos organismos eclesiales (universales, interdiocesanos y diocesanos: cf
AS 22, 31. 27). Otra manifestación de la responsabilidad personal en el
gobierno pastoral es no hacer uso de la facultad que tiene para delegar,
singularmente cuando se trate de tareas o funciones que el Derecho le reserva
personalmente “como Obispo diocesano” (concretamente las del ejercicio de
Vicarios Generales y Episcopales (cf CIC c.CIC 479); el Párroco en algunas circunstancias
relacionadas con el gobierno de la parroquia (cf CIC c. 519).
Existe también el instrumento de la “delegación”, que permite descentralizar el ejercicio de
la autoridad a favor de diversas personas, ampliando los sujetos de la jurisdicción en la
Iglesia (cf 436. 364). Este mismo se aplica en los tribunales de la Curia romana, la Rota
romana, el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica y, con sus peculiaridades, en el
Tribunal de la Penitenciaria Apostólica (cf CIC cc. 1443 ss. 1445; PB Arts. 117-120).
3.- La organización de la potestad judicial tiene en la Iglesia unos cauces especializados,
previstos en el Libro VII del actual Código. Donde, además del Romano pontífice y el Obispo
diocesano (cf CIC cc. 1442. 1419), ejercen el poder judicial diversos jueces y tribunales: el
Vicario judicial y otros jueces diocesanos (cf CIC c. 1420 ss.), así como los tribunales de
primera y segunda instancia (cf CIC cc. 1423 ss. 1438). Cf OGI 72.
147
Cf ANTONIO VIANA TOMÉ, El gobierno de la Diócesis según Derecho en el Directorio
“Apostolorum Successores”, en IUSCA Vol. XLVI, Nº 92, 2006, pp. 639-259: V.
Responsabilidad personal del Obispo en la acción de gobierno. VI. La promoción y el
respeto de la colegialidad en el gobierno de la Diócesis.
84
“la potestad legislativa” en la Diócesis). Esto no excluye obviamente las
necesarias consultas (cf AS 67, en relación con los cánones 135 §3 y 466).
Sin embargo, el ejercicio personal de la potestad del Obispo no debe
justificar ni una concentración excesiva del gobierno ni el autoritarismo,
148
evitando el “asambleísmo” o “el democratismo” . Otra manifestación de
este principio de la responsabilidad personal es el recurso al Derecho penal
canónico cuando ya no sean posibles otras soluciones menos duras para
defender la comunión eclesial y la “salus animarum: el bien de las almas”.
Recurso que, a veces, resulta un doloroso deber que, no obstante, debe
realizarse sin dilaciones irresponsables, que provocarían errores u omisiones
irreparables, de graves consecuencias para la comunidad eclesial (cf AS 68.
149
81) .
148
El concepto griego de “pueblo” que identifica a la Iglesia no es el “demos”: poder “del
pueblo”, sino el de “Pueblo de Dios”, “laos”. “En su origen el Pueblo de Dios posee un
significado que tiene que ver con la realización histórico-salvífica del misterio de Dios para
la salvación de los hombres. Sería totalmente erróneo entenderlo como una asamblea
popular que, por derecho natural propio, nace de la autodeterminación de un grupo
humano, biológico o cultural, como en la democracia antigua y moderna. Por su referencia
a Dios, Fundador de la Alianza, el concepto de Pueblo de Dios nada tiene que ver con una
estructura política de dominio… De este modo, Dios otorga a su Pueblo un rasgo
cristológico inalienable, constituyendo el Pueblo de Dios como Cuerpo de Cristo, cuya
Cabeza es el propio Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado (LG 9). En esta unidad y
diversidad entre Cristo y la Iglesia, precisamente en la unidad y diferencia entre Cabeza y
Cuerpo, se fundamenta también la participación diversa y común de todos los cristianos
en el Sacerdocio de Cristo, la participación en su actividad salvífica como Maestro, Profeta
y Pastor de la entera humanidad”: GERHARD LUDWING MÜLLER, «Lumen Gentium»: ¿Dos
eclesiologías opuestas en la Constitución sobre la Iglesia? en R. VILLAR, IMEP, p. 25.
149
A este respecto los siguientes documentos son un ejemplo acerca de la atención
pastoral que debe darse oportunamente a los casos penales dolorosos. Cf JUAN PABLO II,
Carta apostólica en forma de Motu propio, “Sacramentorum sanctitatis tutela: la tutela de
la santidad de los Sacramentos”, por la que se promulgan Normas sobre los delitos más
graves reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe, Roma, 30 de abril de 2001:
Estas Normas de los Delitos más graves han recibido cambios por las “Modificaciones a las
“Normae de gravioribus delictis: Normas de los delitos más graves”, por decisión del
Romano Pontífice Benedicto XVI del 21 de mayo de 2010, donde se encuentran varios
cambios tanto en la parte que concierne a las normas sustanciales como en la que se
refiere a las normas procesales. BENEDICTO XVI, Homilía de la Santa Misa con ocasión de la
clausura del Año Sacerdotal, Roma, 11 de junio de 2010; Idem., Carta pastoral a los
católicos de Irlanda, Vaticano, 19 de marzo de 2010: “Junto con algunos altos prelados de
la Curia romana escuché lo que tenían que decir, tanto individualmente como en grupo,
mientras proponían un análisis de los errores cometidos y las lecciones aprendidas, y una
descripción de los programas y procedimientos actualmente en curso” (n. 1). “Sin
embargo, la tarea que tenéis ahora por delante es la de hacer frente al problema de los
85
187 La responsabilidad personal de gobierno, no equivale a gobierno individual
autoritario. En la vida de la Iglesia, “misterio de comunión para la misión”,
es necesario que el Obispo, como un Buen Pastor, tenga la sensibilidad
eclesial de saber promover y defender la comunión y participación en la
toma de decisiones, como signo de la colegialidad. Esta es mucho más que
una mera técnica, recurso o valor de la organización eclesiástica, ya que
refleja y es testimonio de la misma vida de comunión de la Iglesia, comunión
que tiene su origen en la Santísima Trinidad. La colegialidad, expresión de la
comunión eclesial, está en íntima relación con el episcopado, con la
naturaleza del presbiterio y con la corresponsabilidad de los fieles en la
150
misión de la Iglesia .
188 En el ámbito diocesano existen diversas estructuras u organismos de
naturaleza colegial: los Sínodos (cf CIC cc. 460-468), el Consejo Presbiteral
(cf CIC cc. 495-591), el Colegio de Consultores (cf CIC c. 502), el Cabildo
(cf CIC cc. 503-510), el Consejo Episcopal (cf CIC c. 473 §4), el Consejo
pastoral diocesano (cf CIC cc. 511-514), el Consejo parroquial de pastoral (cf
CIC c. 536), el Consejo económico diocesano (cf CIC cc. 492-493), el
Consejo económico parroquial (cf CIC c. 537). En ellos, la consulta es una
manifestación de la prudencia en el gobierno, porque permite la visión de la
realidad desde distintos ángulos y experiencias; el estudio y discernimiento
común de los problemas; el examen y la comparación de las diversas
opiniones; y la previsión de las posibles soluciones. El Obispo valorará la
opinión de los distintos consejeros y decidirá y actuará en conciencia,
siguiendo sabiamente el «principio de responsabilidad personal» (cf AS 161.
166. 183; 62. 66-67. 76-77; 183, en relación con el canon 127 §2).
abusos ocurridos… y de hacerlo con valentía y determinación (n. 2). En particular, hubo
una tendencia, motivada por buenas intenciones, pero equivocada, a evitar los enfoques
penales de las situaciones canónicamente irregulares” (n. 4). “No se puede negar que
algunos de vosotros y de vuestros predecesores habéis fallado, a veces gravemente, a la
hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico
sobre los delitos de abusos… Se han cometido graves errores en la respuesta a las
acusaciones. Reconozco que era muy difícil captar la magnitud y la complejidad del
problema, obtener información fiable y tomar decisiones adecuadas a la luz de los
pareceres divergentes de los expertos. No obstante, hay que reconocer que se cometieron
graves errores de juicio y hubo fallos de gobierno” (n. 11).
150
Cf ANTONIO VIANA TOMÉ, El gobierno colegial en la Iglesia, en IUSCA Nº 36. 1996, pp. 465499. Colegialidad que va desde los Concilios Ecuménicos hasta los Consejos pastorales
diocesanos, ya sean con voto consultivo o deliberativo.
86
189 En consecuencia, la responsabilidad personal, la autoridad como servicio, la
comunión y colegialidad eclesial y jerárquica, la solicitud eclesial por las
Iglesias y la capitalidad del Obispo en su Iglesia particular, en el espíritu de
Jesucristo, Buen Pastor, son los grandes principios de la organización de un
“buen gobierno pastoral” en la Iglesia, “misterio de comunión para la misión
evangelizadora”.
II.B.3. DIMENSIONES FUNDAMENTALES
DE LA ORGANIZACIÓN PASTORAL DIOCESANA
EN EL HORIZONTE DE LA ESPIRITUALIDAD DE
COMUNIÓN.
190
El Obispo diocesano en el desarrollo de su ministerio episcopal, está
llamado discernir y a dejarse guiar por algunos principios fundamentales,
signo de su comunión eclesial con el Colegio apostólico y de su
preocupación pastoral por su Iglesia y por las demás Iglesias, como son: el
principio Trinitario y los principios de la verdad, de la comunión, de la
colaboración, del respeto a las competencias, de la persona justa al ministerio
151
justo y el de la justicia y de la legalidad .
191 Desde el punto de vista jurídico-pastoral, estas son las dimensiones
fundamentales que integran la organización pastoral interna de una
Diócesis:
1.- Las disposiciones del Obispo, en cuanto oficio capital diocesano,
por ejemplo, la provisión de un oficio, el ejercicio de su potestad y el
alcance de sus funciones, los derechos y obligaciones propias del cargo,
la cesación del oficio…
2.- Las normas que regulan la organización y funcionamiento del
conjunto de oficios unipersonales y colegiales que constituyen la Curia
diocesana, que colabora con el Obispo en el gobierno, la administración
económica y el ejercicio de la potestad judicial.
3.- El conjunto de colegios o consejos de naturaleza consultiva, sin estar
integrados propiamente a la Curia, expresan la colaboración y
comunión del Presbiterio con el Obispo y la participación con él, de
algunos laicos y miembros de la Vida consagrada y Sociedades de vida
151
CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio Pastoral de los Obispos:
“Apostolorum Successores: Los sucesores de los Apóstoles”, Ciudad del Vaticano, 22 de
febrero de 2004, 55-62. En adelante se citará con las siglas AS.
87
Apostólica, en las actividades diocesanas: Sínodo, Consejo Episcopal,
Consejo presbiteral, Colegio de consultores, Consejo diocesano de
pastoral, Consejo de Asuntos Económicos…
4.- En el ejercicio de su servicio, el Obispo puede llamar a algunos
laicos cualificados para desempeñar alguna tarea, aunque solamente en
152
calidad de “cooperadores” .
“Sin embargo, el ejercicio de estas tareas no hace del fiel laico un pastor. En
realidad, no es la tarea lo que constituye el ministerio, sino la ordenación
sacramental. Sólo el Sacramento del Orden atribuye al ministerio ordenado una
peculiar participación en el oficio de Cristo Cabeza y Pastor y en su sacerdocio
eterno. La tarea realizada en calidad de suplente tiene su legitimación, formal e
inmediatamente, en el encargo oficial hecho por los pastores y depende, en su
concreto ejercicio, de la dirección de la autoridad eclesiástica” (ChL 23).
5.- Los oficios constituidos para el servicio inmediato del cuidado
personal y comunitario de los fieles son: Párrocos y demás oficios
vinculados con la organización parroquial: Rectores de templos,
Capellanes y Adscritos. En el ámbito supra-parroquial, los Decanos, el
Vicario judicial, los Vicarios episcopales y los Vicarios generales.
192 Como cabeza y pastor de esta comunidad diocesana, en comunión con el
Colegio Episcopal, estoy llamado a cultivar el ejercicio de la
corresponsabilidad y de la participación de los fieles en la vida y en la
acción pastoral y apostólica de nuestra Iglesia particular, como una
expresión de nuestra comunión eclesial, aceptando la colaboración y
compromiso de los distintos miembros del Cuerpo de Cristo: presbíteros,
diáconos, consagrados y fieles laicos, para llevar adelante el proyecto del
buen gobierno pastoral que Cristo me ha confiado realizar.
193 Este servicio eclesial, jerárquico episcopal, me pide una actitud de atención
permanente, de escucha y de valoración, respecto al sentir y al parecer de
los miembros del Pueblo de Dios, particularmente cuando se trata de su
«sensus fidei: sentido de la fe». Estos miembros del Pueblo de Dios
integrados, en su dimensión conjunta de personas y de hijos de Dios, tienen
sus derechos fundamentales e inalienables. Derechos y deberes que no les
han sido otorgados por la jerarquía, sino que nacen de su misma identidad
de personas bautizadas. Por consiguiente, reconozco y creo que los fieles
152
Cf IUSCA: JUAN FORNES DE LA ROSA, La condición jurídica del laico en la Iglesia, Vol. 26, Nº
51, 1986, pp. 35-61; MARÍA ELENA OLMOS ORTEGA, La capacidad jurídica del laico para el
desempeño de cargos eclesiásticos, Vol. 39, Nº Extra 1, 1999, pp. 139-148.
88
cristianos, como discípulos misioneros de Jesucristo, tienen también la luz
del discernimiento y los carismas apostólicos que el Espíritu otorga a todos
los suyos, según las vocaciones en los distintos sectores del Pueblo de
153
Dios .
194 Por eso, dentro de la organización interna de una Diócesis, el oficio,
ministerio o función, es decir, “el munus” del Obispo diocesano es capital,
desde el punto de vista eclesial, pastoral y canónico. “Munus” que tiene su
origen radical en Jesucristo Cabeza y Pastor, Servidor y Esposo de su
Iglesia 154. Mismo que trataré de ejercer con la responsabilidad que me pide
mi identidad episcopal, como pastor de esta Iglesia particular, a partir del
155
cultivo personal de una espiritualidad de comunión y de misión” .
195 Es mi esperanza que los distintos elementos que he venido proponiendo a su
consideración, reflexión, meditación y oración, en su conjunto, faciliten
nuestra “vida de comunión eclesial diocesana” en la acción pastoral
integral, orgánica y diferenciada. Constituyen un medio de evangelización,
santificación y conducción de nuestra Iglesia en la caridad, para hacer de
ella “una casa y escuela de comunión” que nos forje como “auténticos
discípulos misioneros de Jesucristo”.
196 En este proceso que es de conversión evangélica, personal, comunitaria e
institucional, nos encontramos frente a un desafío eclesial-pastoral, tanto
para mí, como su Obispo diocesano, pastor y padre, “vicario y legado de
Cristo”, como para ustedes, los miembros de mi Presbiterio, de la Vida
consagrada y de nuestro Seminario; asimismo, para ustedes los fieles
156
cristianos laicos y laicas de nuestra Iglesia diocesana .
153
Cf LG 32; CIC c. 212 §2.
LG 23-27. ChD 8. 11-21. AG 30. 38: ES I, §10 y 11; REU Art. 49; cc. 134 § 3. 375-402.
412-430; PB Arts. 47 §1 y 75 ss. ; PG 43. Cf FERNANDO OCÁRIZ, Capítulo X: Episcopado,
Iglesia particular… en R. VILLAR, IMEP, pp. 179-181.
155
Cf PG cap. II: La vida espiritual del Obispo, nn. 11-25.
156
Cf NMI 43; DA 154-180; 186-190: Obispos; 191-204: presbíteros y párrocos; 205-208:
diáconos permanentes; 209-215: laicos y laicas; 216-224: los consagrados y consagradas.
IUSCA: TOMÁS RINCÓN-PÉREZ, Sobre algunas cuestiones canónicas a la luz de la Exhortación
Apostólica "Pastores dabo vobis", Vol. 33, Nº 65, 1993, pp. 315-378; JUAN GONZÁLEZ AYESTA,
Líneas maestras de la normativa del CIC 83 sobre la vida consagrada y algunas cuestiones
actuales en esta materia, Vol. 49, Nº 97, 2009, pp. 101-123; Idem., La justa autonomía de
los institutos religiosos y su proyección sobre los monasterios, Vol. 47, Nº 93, 2007, pp. 1350; LUIS GUTIÉRREZ MARTÍN, Los ministerios laicales, Vol. 26, Nº 51, 1986, pp. 185-208; JOSÉ
TOMÁS MARTÍN DE AGAR Y VALVERDE, El derecho de los laicos a la libertad en lo temporal, Vol.
26, Nº 52, 1986, pp. 531-562; ANGEL MARZOA RODRÍGUEZ, Apostolado laical individual, Vol.
154
89
197 Suplico, a Ustedes mi Iglesia diocesana, su oración para que el Señor
intensifique en mí la caridad y sabiduría pastorales; al mismo tiempo su
colaboración apostólica corresponsable.
26, Nº 52, 1986, pp. 627-650; EDUARDO LABANDEIRA, Apostolado laical asociado, Vol. 26, Nº
52, 1986, pp. 651-673; LUIS MARTÍNEZ SISTACH, Asociaciones públicas y privadas de los laicos,
Vol. 26, Nº 51, 1986, pp. 139-183.
90
II.C. LAS FACULTADES CANÓNICAS QUE
CORRESPONDEN «NOMINALMENTE» O COMO
«ORDINARIO» Y «ORDINARIO DEL LUGAR»
AL OBISPO DIOCESANO,
EN EL CONTEXTO DEL DIRECTORIO
«APOSTOLORUM SUCCESSORES:
LOS SUCESORES DE LOS APÓSTOLES».
198
Como Obispo he recibido aquellas facultades y derechos que la
legislación canónica atribuye a los Obispos, no solo “«nominalmente»
como “Obispo diocesano”, sino también como «Ordinario», «Ordinario del
lugar» y «Ordinario propio» (cf CIC c. 134 §1).
199 Estas son propias del Obispo diocesano y son ejercidas por él mismo. De
entre ellas, puede delegar algunas, por “mandato especial”, de modo
habitual u ocasionalmente. En donde ejerzan su ministerio el Obispo
Coadjutor o el Obispo Auxiliar, el Obispo diocesano delega a ellos dichas
facultades, de manera prioritaria y preferencial. Lo mismo se diga respecto al
Vicario general, según las circunstancias y necesidades pastorales (cf CIC c.
134 §3).
200 Por el llamado, consagración y misión que he recibido, como Obispo, de
parte de Cristo, para ejercer en la Iglesia diocesana el servicio capital del
gobierno pastoral, gozo de la potestad sagrada, expresada en un conjunto de
facultades eclesiales, en forma de derechos, atribuciones y prerrogativas.
201 En el himno cristológico de la carta a los Filipenses (2, 6-18), nos es
presentada la obediencia desde el horizonte de la fe, que tiene su
cumplimiento en el Misterio Pascual de Jesucristo. La obediencia a su Padre
adquiere el sentido pleno de su amor en el cumplimiento de la voluntad de
quien lo ha enviado. La obediencia a su Padre define toda su existencia
hasta el extremo de la Cruz, allí el Padre lo glorifica constituyéndolo
“Señor”. En la obediencia, humilde y gozosa, se realiza, por consiguiente el
encuentro de mutua glorificación entre el Padre y el Hijo, por su relación de
amor en el Espíritu (cf Jn 13, 31; 17, 1). El Obispo y cuantos constituimos
el Pueblo de Dios en esta Iglesia particular, estamos llamados a imitar a
Cristo en su obediencia al Padre, para darle gloria. Nuestro amor se hará
testimonio en nuestra obediencia a Cristo y a su Iglesia, también en la
ofrenda de nuestra respuesta de comunión y participación en el “querer de
91
Dios”, aún en los detalles de la normatividad y orientaciones canónicas
eclesiales.
202 Como Obispo diocesano, al discernir la forma en que estoy llamado a
ejercitar, momento a momento, el buen gobierno pastoral, me encuentro
ante el desafío de ser imagen fiel del “Buen Pastor”, que busca el mejor
alimento para sus “ovejas” y lo hago acudiendo al sapiente patrimonio de la
Iglesia, expresado, ahora, en este “corpus” normativo. Mi propósito es dar
vida a mi Iglesia diocesana, comunidad de discípulos y misioneros de
Jesucristo, para que en Él todos tengamos vida eterna (cf Jn 10, 10; DA 186189).
203 Las facultades que corresponden al OBISPO DIOCESANO de manera
integral, es decir, «nominalmente», como «Ordinario» u «Ordinario del
lugar», expresadas en el contexto pastoral del Directorio “Apostolorum
Succesores”157, se encuentran enunciadas de modo sintético y es del todo
necesario acudir a los textos originales correspondientes a cada canon del
Código de Derecho Canónico. El elenco se encuentra en el ANEXO 2.
157
Cf ANTONIO VIANA TOMÉ, El gobierno de la Diócesis según el Derecho en el Directorio
"Apostolorum Sucessores", IUSCA Vol. 46, Nº 92, 2006, pp. 639-659; QDE, n. 4/2010: Il
direttorio per il ministero pastorale dei vescovi: BASSIANO UGGÉ, Il Direttorio per il ministero
pastorale dei Vescovi “Apostolorum Successores” a confronto con il direttorio Ecclesiae
imago, 23 (2010) 388-407; ALBERTO PERLASCA, L´esercizio della sacra potestas del vescovo
nel Direttorio per il ministero pastorale dei Vescovi “Apostolorum Successores”, con
particolare attenzione a la potestà di governo, 23 (2010) 408-430.
92
204
III.- LOS «OFICIOS EPISCOPALES
VICARIOS»,
PRESENCIA CERCANA Y
PERSONALIZADA
DE LA CARIDAD PASTORAL DEL OBISPO,
AL SERVICIO DE LA COMUNIÓN
Y LA MISIÓN EVANGELIZADORA
EN LA IGLESIA DIOCESANA.
A través de esta Exhortación, ahora tengo el gozo de compartirles mi
convicción pastoral-eclesial, como querer luminoso de Dios, “aquí y ahora”,
de alentar y fortalecer la vivencia del ministerio de los Vicarios episcopales.
Su oficio, aun como estructura, es una especie de epifanía del Espíritu
Santo, como “don y carisma”, para la edificación de nuestra Iglesia
particular.
205 Les encomiendo ser y permanecer fieles a estos dones, carismas y
estructuras eclesiales de servicio, instituidos en nuestra Iglesia diocesana.
Les invito a aceptar a cada uno de mis Vicarios, puesto que ellos están
dispuestos a ser una presencia cercana de mi caridad pastoral, como su
Obispo diocesano. El servicio eclesial que ellos nos ofrecen, se genera a
partir de su participación en la sacramentalidad del ministerio ordenado.
206 Como Iglesia particular de Toluca, estamos llamados a corresponder a estos
dones que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos han confiado, asumiendo
y aceptando, ahora, con un corazón, una mente y una voluntad abiertos a
valorar estos ministerios vicariales.
207 La misión de mis Vicarios es ser corresponsables conmigo, e impulsar y
consolidar, con el dinamismo y el paso del Espíritu, la organicidad, la
integralidad y la transversalidad de nuestras acciones pastorales diocesanas,
con un espíritu auténtica y profundamente misionero, por los cauces de la
“nueva evangelización”, al estilo de los discípulos misioneros de Jesucristo.
208 Como Presbiterio en el Pueblo de Dios, por medio de estos “oficios
vicarios” (Vicarios generales, episcopales y Vicario judicial), estaremos en
grado de seguir construyendo el Reino de Dios en nuestra Iglesia diocesana
93
y en nuestro mundo. Asimismo, seremos testigos y servidores de la
comunión eclesial, jerárquica y pastoral, -desde mi persona en el
“ministerio y carisma episcopal”, y desde ustedes, mis próvidos
colaboradores, en el “el ministerio y carisma presbiteral”-. También, por
medio de estos oficios vicarios, seremos impulsados a corresponder a
renovar y revivificar nuestra identidad humana-cristiana y eclesial-pastoral,
por la vivencia transparente de nuestra participación sacramental en el
ministerio jerárquico del Único Sacerdote, Pastor y Servidor, Jesucristo.
III.A. LA VICARIEDAD DEL ENVÍO
PARA LA “MISIÓN”QUE EL PADRE
CONFIÓ A SU UNIGÉNITO Y AL ESPÍRITU SANTO,
SE CONTINÚA EN LA IGLESIA.
209
El apóstol san Pablo alude al supremo manantial de amor trinitario,
cuando se dirige a los cristianos de la comunidad de Corinto: «La gracia de
nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu
Santo estén con todos ustedes» (2 Co 13, 13). Estas palabras ponen de
relieve que el don gratuito del amor del Padre, en Jesucristo, se realiza y se
expresa en la comunión llevada a cabo por el Espíritu Santo. Comunión
trinitaria de la cual se origina la misión de los oficios vicarios en la Iglesia,
Esposa de Cristo. Ministerios que tienen como prioridad pastoral, colaborar
muy cercanamente con el Obispo, generando, acrecentando, fortaleciendo o
restableciendo la comunión eclesial de los miembros del Pueblo de Dios,
según lo específicamente encomendado.
210 La comunión como participación en la vida trinitaria está iluminada con
particular intensidad en el evangelio de san Juan, donde la comunión de
amor que une al Hijo con el Padre y con los hombres es, al mismo tiempo,
el modelo y el manantial de la comunión fraterna, que debe unir a los
discípulos misioneros entre sí: «Ámense los unos a los otros, como yo los
he amado» (Jn 15, 12; cf 13, 34). «Que sean uno como nosotros somos
uno» (Jn 17, 21. 22). Comunión de los hombres con el Dios Trinitario y
comunión de los hombres entre sí, es la misión para la cual ha sido enviado
el Verbo Encarnado y, en su momento, el Espíritu Santo. Comunión que se
ha hecho ofrecimiento a todos los hombres, como don y misión en la Iglesia
158
de la Trinidad .
158
BENEDICTO XVI, El don de la comunión, e.
94
III.A.1. LA MISIÓN, AUTODONACIÓN DE DIOS-AMOR
AL SER HUMANO.
211
Toda misión o envío evangelizador participan radicalmente de la
misma misión y envío que el Padre hizo a su Hijo Amado y, ambos, al
Espíritu Santo. De esta manera Dios, se autorrevela y se autodona generosa
y gratuitamente al hombre, entrando en el mundo e historia humanos. La
Trinidad Divina no sólo toma la iniciativa, sino que conduce la misión
llevándola a la plenitud de su realización. Desde esta perspectiva trinitaria la
creación, revelación y misión reconciliadora de la humanidad nacen del
mismo corazón de Dios, Uno y Trino, es «missio Dei: misión de Dios».
212 El Padre nos ama eternamente, el Hijo revela que el Padre nos ama, y el
Espíritu Santo que es el Amor del Padre y del Hijo, son la expresión original
159
de la «economía Trinitaria» en la historia y en el mundo. Dentro de esta
“economía”, el Padre se manifiesta en el Hijo encarnado encomendándole
una misión, el Hijo es el modelo de la misión. El Hijo, por su encarnación,
hace presente el amor que, el Padre y del Espíritu Santo, ofrecen al hombre
para transformarlo con Su mismo amor. El Espíritu, el Paráclito, es la fuerza
de la misión, del amor misionero. La misión es una actividad vital que tiene
su origen en Dios-Amor. Es proyecto, decisión y autodonación de Dios para
todos y cada uno de los hombres y mujeres, cualesquiera que sea su
condición humana: “Dios quiere que todos los hombres se salven” (I Tim
2,4).
213 El Espíritu Santo no sólo moviliza, sino actúa en la misión transformando la
historia y el corazón de las personas. La obra del Espíritu cosiste
fundamentalmente en revelar a todos al Hijo y en actualizar la hazaña
liberadora del Hijo, el Cristo que se entrega totalmente y se ofrece en lugar
de la humanidad (cf Hb 5, 2-3) -dimensión de vicariedad-.
III.A.2. LA IGLESIA CONTINÚA LA MISIÓN DE DIOSAMOR.
La misión y el envío a realizarla son, por tanto, la manifestación
plena del Dios Trino en límites de la historia humana. La “misión” que el
159
La «economía» tiene que ver con “dirección”, “ordenación” y más precisamente con la
“administración de la casa”. En la experiencia teológica se refiere a la acción o
incumbencia histórica de la salvación; prácticamente es el proyecto o designio salvífico de
Dios, es decir, el “logos” de Dios presente en el cosmos y en la historia humana para su
transformación y vivificación.
95
Padre ha confiado al Hijo y al Espíritu Santo, por la liberalidad y
generosidad divina, se continúa en la Iglesia. La Iglesia es, así, parte de la
misión de Dios, por tener su origen en el envío que el Padre ha dado a
Jesucristo y al Espíritu Santo. Ni la Iglesia o algún otro agente humano
pueden considerarse autor, portador o motor de la misión.
214 La Iglesia es el agente “vicario” más privilegiado, como comunidad de fe,
esperanza y amor, como lugar teológico en su ser y quehacer evangelizador
para lo cual, a su vez, ha sido enviada, en la persona de los discípulos
misioneros de Jesucristo.
215 Los resultados de la misión no dependen exclusivamente de la Iglesia, sino
que son obra del Espíritu Santo que actúa en ella. Ella es la obra del Dios
Trino, Creador, Redentor y Santificador. La Iglesia
“es totalmente del Espíritu Santo, pero tiene una estructura, la sucesión
apostólica, a la que compete la responsabilidad de garantizar la permanencia de
la Iglesia en la verdad donada por Cristo, de la que deriva también la capacidad
160
del amor” .
III.A.3. LA “VICARIEDAD DE JESUCRISTO”,
FUENTE PRIMIGENIA DE TODA “VICARIEDAD”
ECLESIAL.
216
Jesucristo, el enviado del Padre, para realizar y consumar su misión,
recurrió a las condiciones históricas sobre la posibilidad de la experiencia de
la «vicariedad», a fin de permanecer entre nosotros. En armonía con la
«economía Trinitaria», decidió que su Iglesia llevara adelante la misión que
el Padre le había confiado: «Como el Padre me envío, yo también los
envío» (Jn 20, 21; cf 17, 18; 3, 17; Mt 28, 19-20). Creer en Jesús es creer en
quien le ha enviado. No ha venido por su cuenta (cf Jn 12, 44-50).
Jesucristo, como “enviado”, es el iniciador del ministerio eclesial de la
161
“vicariedad” de los “oficios vicarios”, en su Iglesia.
217 La mediación es una forma de “vicariedad”. En la historia de nuestra
salvación, desde la experiencia bíblica de los sacrificios expiatorios y el
cumplimiento de la Alianza, a partir de Levítico 17, 11, la vida es sangre y
160
BENEDICTO XVI, El servicio a la comunión, Audiencia general del 5 abril de 2006 h.
El concepto de «vicariedad» procede de la expresión latina vicarius, vicaria, vicarium,
que significa «el que hace las veces de otro».
161
96
162
la sangre en cuanto vida, expía . En el momento de dar la vida (nefes) en
expiación por otro, aparece experiencia de la “vicariedad”. Esta vicariedad
162
1.- La vida está en la sangre, según la experiencia bíblica.
El Levítico 17,11 dice: porque el alma de la carne está en la sangre y yo mismo se la he
dado sobre el altar para expiar por vuestras vidas; porque la sangre expía en cuanto es el
alma. Se trata, sin duda de una ley antiquísima, que está ligada, como dicen las
motivaciones de Lev 17,11 y 14, a la convicción que la sangre sea la sede o el principio de
la vida en el hombre y en el animal. De aquí derivan diversos modos para traducir la
palabra «nefesh: vida, alma, principio vital, persona». La vida, o sea el alma de todo
viviente, pertenece a Yahveh, según la antigua creencia de Israel, es de su exclusiva
propiedad y el hombre no puede en ningún caso apropiársela. K. ELLIGER, ve aquí una de
las aplicaciones particulares de la ley del talión «la vida por la vida, el ojo por el ojo». He
aquí por qué la sangre tiene una fuerza expiatoria (Biblia Hebraica Stuttgartensia). N.
FÜGLISTER propone otra explicación del por qué la sangre de un animal expía los pecados. El
pecado en la Biblia es una fuerza destructora que priva al hombre de la vida y, en todo
caso, la disminuye desintegrando en diversos modos su ser. La sangre de un animal (sede
de la fuerza vital) restituye al hombre, por la positiva voluntad de Dios, la vida perdida a
causa del pecado (cf Lev 4,17ss. 25.30.34).
2. La sangre, en cuanto es vida, expía (pecados): Lev 17,11b.
Esta frase se presta muy bien a una exégesis tipológica en cuanto encierra en sí todo el
significado de los sacrificios expiatorios ordinarios (Lev 4) y de aquellos hechos en modo
solemne en el gran día de la expiación (Lev 16). Está admitido por toda la tradición
cristiana que las instituciones cultuales del Antiguo Testamento son tipos y
prefiguraciones de las realidades cristianas. Los sacrificios del Antiguo Testamento son, en
esta perspectiva, un esbozo del único sacrificio de Cristo. El Nuevo Testamento recurre
con frecuencia a esta tipología. Por ejemplo, el único sacrificio con el que Cristo nos ha
redimido es contemplado a la luz de la ofrenda de comunión, usada también para concluir
la alianza en el Sinaí (Ex 24, 5). En Mateo 26, 26-28 y en Efesios 5, 2; asimismo, en las
categorías del sacrificio expiatorio (Mc 10, 45; Rm 3, 25; 1 Jn 2, 2; Hb 9-10).
La vida de Cristo dada en sacrificio por nosotros ha entrado en lugar de nuestras vidas,
todos culpables y sometidos a la muerte eterna a causa de nuestros pecados. Él ha dado
su sangre para que a nosotros se nos perdonen los pecados. La Carta a los hebreos,
contemplando esta obra de Cristo a la luz de los sacrificios de expiación del Antiguo
Testamento, enuncia el principio: Sin derramamiento de sangre no existe el perdón (Hb 9,
22). Este principio es el eco de lo enunciado en Levítico 17,11b: la sangre, en cuanto es
vida, expía por los pecados. Desde este horizonte, tiene razón K. ELLIGER, quien ve en esta
expiación una aplicación particular de la ley del talión: la vida por la vida… una nefesh
animal puede ser muerta, por positiva voluntad de Dios, en lugar de la nefesh humana que
por sus pecados debería morir. El dueño del animal no muere porque al ofrecer la víctima
animal, ésta muere por él expiando sus pecados.
La tipología emerge a los ojos en el paralelismo, pero también en su pleno contraste:
como en el Antiguo Testamento la sangre de un animal ofrecido como sacrificio expiatorio
expiaba por las vidas humanas, ahora en el Nuevo Testamento la sangre de Cristo expía
por los pecados de toda la humanidad. Esta es la analogía, pero también la superación: Los
97
consiste en hacer las veces del otro, entregando la propia vida, “siendo
puente”, es decir, pontífice, ofreciéndose en sacrificio por amor. Esta
experiencia de “expiación vicaria” es el contexto sacerdotal de la carta a los
Hebreos (9, 13ss).
218 La carta a los hebreos presenta el tema de Cristo sacerdote, en tres niveles:
a) el de Aarón, en el Templo; b) el de Melquisedec; c) y el del mismo
Cristo, como el verdadero, único y eterno sacerdote de la Nueva Alianza. En
Él todo queda sintetizado, purificado y guiado a su fin, a su verdadera
esencia.
219 El autor de la carta a los Hebreos, en referencia a la Ley del sacerdocio de
Aarón, nos dice que para ser realmente mediador entre Dios y el hombre,
debe pertenecer a las dos realidades, la divina y la humana. Afirma que el
Hijo de Dios se hizo hombre precisamente para ser sacerdote y realizar así
la misión del sacerdote.
Por sí mismo, el hombre no puede hacerse mediador para con Dios; necesita
una “autorización” o “una institución divina”. Sólo perteneciendo al mundo
de Dios y al mundo del hombre, puede ser mediador, es decir, "puente" que
enlaza al hombre con Dios. Por eso fue necesario este Misterio: el Hijo de
Dios se hizo hombre para que fuera un verdadero puente, una verdadera
mediación. Los demás “sacerdotes”, ministros de la nueva alianza, deben
tener asimismo una “autorización” de Dios, es decir, que les llame y les
confiera la participación en el único sacerdocio de Cristo (cf Hb 4, 5) en el
ser divino, por el sacramento del Orden.
220 Nadie, en consecuencia, se hace sacerdote por sí mismo; sólo Dios puede
atraer, autorizar e introducir en la participación del misterio de CristoMediador; sólo Dios puede entrar en la vida del elegido y tomarle en sus
manos. Así, un sacerdote debe ser realmente un hombre de Dios, debe
conocer a Dios de cerca y en comunión con Cristo.
sacrificios del Antiguo Testamento no podían hacer santos a aquellos que sacrificaban (Hb
9,13); la sangre de Cristo en cambio, nos reconcilia con Dios y purifica realmente nuestras
conciencias (Hb 9,14. 23). Ahora comprendemos mejor también qué cosa quiere significar
la frase tan usada: hemos sido redimidos con la sangre de Cristo. La sangre, en cuanto es
vida, expía. Este es el caso de una tipología auténtica: al leer Levítico 17,11, podemos
pensar en contemplar este aspecto de la obra de Cristo, su vicariedad expiatoria.
Además, existe el aspecto de la relación esponsal y “vicariedad” de Jesucristo en la
Eucaristía, que puede consultarse en RANIERO CANTALAMESSA, Amar a la Iglesia,
Meditaciones sobre la carta a los Efesios, Ed. Monte Carmelo, Colección “Agua Viva”,
Burgos 2005, pp. 63-64. Se citará AIME.
98
221 Además de “la institución divina” por el Sacramento, el sacerdote debe ser:
“hombre en todos los sentidos, es decir, debe vivir una verdadera humanidad, un
verdadero humanismo; debe tener una educación, una formación humana,
virtudes humanas; debe desarrollar su inteligencia, su voluntad, sus sentimientos,
sus afectos; debe ser realmente hombre, hombre según la voluntad del Creador,
del Redentor, porque sabemos que el ser humano está herido y la cuestión "qué
es el hombre" queda ofuscada por el hecho del pecado, que ha herido hasta lo
más intimo la naturaleza humana. Así se dice: "ha mentido", "es humano"; "ha
robado", "es humano"; pero este no es el verdadero ser humano. Humano es ser
generoso, es ser bueno, es ser hombre de justicia, de prudencia verdadera, de
sabiduría. Por tanto, salir, con la ayuda de Cristo, de este ofuscamiento de nuestra
naturaleza para alcanzar el verdadero ser humano a imagen de Dios, es un
proceso de vida que debe comenzar en la formación al sacerdocio, pero que
163
después debe realizarse y continuar en toda nuestra vida” .
222 Estas dos realidades fundamentalmente van juntas en los ministros
ordenados: 1) ser de Dios, estar con Dios, y 2) ser realmente hombres, en el
verdadero sentido que el Creador ha querido plasmar.
Hablar de identidad con Jesucristo sacerdote-mediador, es hablar de camino
hacia la perfección y ésta se encuentra en la obediencia: “Se dice que Cristo,
mediante la obediencia, es perfecto, en griego “teleiotheis” (cf Hb 5, 8-9).
Sabemos que en toda la "Torah", es decir, en toda la legislación cultual
hebrea, la palabra “teleion”, usada aquí, indica la ordenación sacerdotal. Es
decir, la carta a los Hebreos nos dice que precisamente al hacer esto Jesús
fue constituido sacerdote.
“Nuestra ordenación sacerdotal sacramental debe realizarse y concretarse
existencialmente, pero también de modo cristológico, precisamente en este llevar
el mundo con Cristo y a Cristo y, con Cristo, a Dios: así nos convertimos realmente
en sacerdotes, “teleiotheis”. Por lo tanto, el sacerdocio no es una actividad de
algunas horas, sino que se realiza precisamente en la vida pastoral, en sus
sufrimientos y en sus debilidades, en sus tristezas y, naturalmente, también en las
alegrías. Así llegamos a ser cada vez más sacerdotes en comunión con
164
Cristo” .
223 De esta manera Jesucristo es nuestro único mediador, es decir, “nuestro
vicario por excelencia”. Siendo a la vez Víctima, Sacerdote y Altar, que se
ofrece en expiación por nosotros. En su sacrificio redentor derrama su
sangre (=su vida) por nosotros para que nosotros no tengamos que morir por
nuestros pecados. Se entrega por nosotros, su Esposa, la Iglesia: «Nos
163
Cf BENEDICTO XVI, Homilía durante la «Lectio divina», en el encuentro con el clero de
Roma, Aula de las Bendiciones, jueves 18 de febrero de 2010, h-i.
164
Cf Ibídem., q.
99
purificó de nuestros pecados con su sangre» (Ap 1, 4; cf Ef 5, 25ss). La
imagen de la esposa, pone de relieve la irreductible alteridad, esposo y
esposa, como una unión interpersonal entre dos seres que están uno frente al
165
otro, como un “yo” y un “tú”, unidad vicaria sin confusión alguna .
III.A.4. LA SACRAMENTALIDAD DEL MINISTERIO
JERÁRQUICO, CARISMA AL SERVICIO
DE LA EDIFICACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS.
224
El Espíritu Santo, en el hoy de nuestro caminar pastoral, me pide
aportar mi corresponsabilidad, desde mi caridad pastoral y el carisma
episcopal que me ha confiado en favor de Ustedes. Esta es la razón por la
que ahora asumo la tarea que el mismo Espíritu inspiró a nuestra Iglesia
diocesana en su Primer Sínodo Pastoral, en el que ha normado, acerca de los
Vicariatos Episcopales y Decanatos:
a) «Precise y dé a conocer, el Obispo, la figura, las facultades específicas de los
Vicarios episcopales y Decanos, señalando la periodicidad de su servicio, a la luz
del Magisterio, del Derecho Canónico y de sus propias decisiones pastorales, así
como las tareas que han de realizar, las relaciones que han de guardar con la
Curia, con él mismo y con la porción de la Iglesia que les encomienda y vea que
se capaciten para su misión en las comunidades que les confía, especialmente en
relación con los presbíteros.
b) Nombre, igualmente, a sus Vicarios episcopales y Decanos entre los más
aptos y competentes para este ministerio, previo diálogo con el elegido y tomando
la decisión en común, según la normatividad y periodicidad que establezca el
166
Derecho (cf CIC cc. 477 §1. 478 §1. 554 §1)» .
225 La «sacramentalidad», como dimensión eclesial redescubierta por el
Concilio Vaticano II (LG 1. 9. 48), es un don presente en el Pueblo de Dios.
Los miembros de la Jerarquía, quedan constituidos, al recibir el sacramento
del Orden. Ellos, como “mediaciones humano-divinas” vivientes, han
quedado constituidos en “personas consagradas en el ministerio jerárquico al
servicio del Pueblo de Dios”, instrumentos orgánicos vivientes, constructores
de la comunión eclesial para “el buen gobierno pastoral” (cf LG 1, 5, 8, 9b,
especialmente el n. 28). Se expresa así la comunión o unidad interactiva y
vital que identifica a la Iglesia como “Cuerpo de Cristo”, en el cual, según la
expresión mística de San Pablo, Cristo es la Cabeza. Él es la fuente y
fundamento de toda capitalidad jerárquica, de donde se derivan los oficios
165
166
Cf AIME pp. 58-59.
DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP, Norma 615 a. b.
100
jerárquicos vicarios. Es visible e invisible, espiritual e institucional, divina y
167
humana, camina en la historia y tiene su origen y su fin más allá de ella .
167
Cf La Iglesia es en Jesucristo como un sacramento, es decir, signo e instrumento de la
salvación universal del hombre. Por tanto la Iglesia es visible, pero sólo como signo e
instrumento de su dimensión espiritual. Vuelve a hacer presente la obra salvífica de
Jesucristo. El fin de la Iglesia es ser el sacramento de la unión íntima de los hombres con
Dios. La Iglesia es instrumento de Cristo para la "redención universal" (LG 9). Es
sacramento universal de salvación (LG 48). Es el proyecto visible del amor de Dios hacia la
humanidad" (Pablo VI) que quiere "que todo el género humano forme un único Pueblo de
Dios, se una en un único Cuerpo de Cristo, se edifique en un único templo del Espíritu
Santo" (AG 7; cf LG 17; cf I Cor 12-13. Ef 5, 20; LG 1; 9; 48; GS 42; AG 1, 7).
En la historia de la teología la expresión «sacramento» se ha circunscrito
especialmente a los siete sacramentos definidos por el Concilio de Trento como
«symbolum rei Sacrae: símbolo de una realidad sagrada» o «forma visibilis gratiae
invisibilis: forma visible de la gracia invisible» (Enchiridion Symbolorum o Denzinger n.
1639).
El Concilio Ecuménico Vaticano II ha usado esta expresión de manera novedosa para
describir a la Iglesia de forma más genérica y a su vez, con la densa fórmula de cuño
sacramental «gestis verbisque: hechos y palabras», ha calificado la Revelación (cf DV 2, 4,
8, 14).
La teología reciente, enraizada en la tradición patrística, también ha aplicado a
Jesucristo la expresión del gran sacramento originario del que deriva la «sacramentalidad»
de la Iglesia y de sus siete sacramentos concretos. De esta forma la sacramentalidad se
manifiesta como la categoría teológico-hermenéutica por excelencia para expresar la
economía reveladora centrada en Jesucristo, como sacramento originario, a través de su
Iglesia, como sacramento fundamental, y de cada uno de los sacramentos concretos,
como realizaciones actualizadoras del sacramento fundamental: cf CARLOS IGNACIO
GONZÁLEZ, La Iglesia que somos tú y yo. 12 Catequesis sobre la Iglesia, Obra Nacional de la
Buena Prensa, México 2007, pp. 54-62. CATIC, nn. 781-801. Antes del Vaticano II, MATHIAS
JOSEPF SCHEEBEN, en su obra Los misterios del cristianismo, Barcelona 1950, p. 591, llegó a
aplicar el término “sacramento” a la Iglesia. EDWARD SCHILLEBEECKX, después del Concilio
publicó Cristo, Sacramento del encuentro con Dios, Ed. San Sebastián 1966, donde expresa
que el hombre Jesús, en cuanto manifestación personal terrena de Dios salvador es el
sacramento primordial. Así, la humanidad de Cristo puede ser llamada sacramento
fundamental o fontal, por estar unida substancialmente al Verbo. Et Verbum caro factum
est. En la encarnación el Verbo, sin dejar de serlo, comienza a ser hombre y a obrar como tal,
sumergiéndose en la limitación del tiempo y de la historia. En síntesis, sacramento, en
sentido estricto, es un signo visible instituido por Cristo que manifiesta y comunica la gracia.
En el sentido paulino, el término “sacramentum-mystérion”, indica el plan eterno de Dios
para salvar al hombre, plan que llega a su plenitud visible en la vida y obra de Cristo. En
continuidad con esta concepción, los Santos Padres, también llamaron sacramento a todo lo
que de alguna forma prefiguraba a Cristo, o a los ritos de la Iglesia en que se actúa
visiblemente su fuerza salvífica, a través de las mediaciones humanas o instrumentales. Cf
101
4.1. LOS “OFICIOS VICARIOS”, DIACONÍAS DE LA IGLESIA.
226
Para nosotros, “discípulos y misioneros de Jesús”, todos los oficios,
ministerios y encargos de la Iglesia, “misterio de comunión para la misión
evangelizadora”, conllevan intrínseca, invariable y esencialmente un
componente sacramental-carismático, que el Espíritu Santo actualiza. Esta
perspectiva, única y específica, significa que los oficios eclesiales de ninguna
manera son concesiones, derechos adquiridos o cortesías, ni meras estructuras
funcionales de la organización eclesiástica, sino “diaconías de la Iglesia”. Es
decir, verdaderos «servicios eclesiales», que son como una especie de frutos
sacramentados derivados del tronco Bautismo-Confirmación-Ministerio
ordenado. Servicios vitalizados ontológicamente por la savia carismática del
Espíritu de Cristo Servidor, que le dan vida, crecimiento y organicidad a la
misma comunidad eclesial o Pueblo de Dios.
227 Los “oficios vicarios” en los que se prolonga de modo misterioso pero real,
eclesial y pastoralmente, son el “aquí y ahora” de la encarnación
personalizada y prologada de la sacramentalidad de Jesucristo, el Ungido por
el Espíritu, Servidor y Buen Pastor. De esta manera, los “oficios Vicarios
episcopales” son la prolongación “sacramental y carismática” de la presencia
de Cristo en su Iglesia y en nombre del Obispo. Sacramentalidad y carisma
actualizados por el Espíritu Santo en quienes han sido consagrados para el
ministerio de servir a la Iglesia, Esposa de Cristo, llamados personalmente por
el Obispo para ser sus Vicarios en el servicio de la facultad ejecutiva
(Vicarios Generales y Vicarios episcopales) y en la facultad judicial (Vicario
168
judicial), en y ante su Iglesia particular .
228 Abriendo el horizonte, es preciso acentuar que todos estos oficios o servicios,
confiados a través de la mediación del Obispo diocesano, son ejercidos “en
nombre de Cristo y de su Iglesia”, por eso han de vivirse de manera
personal, sacramental y carismática en el dinamismo del Espíritu Santo. Él
actualiza y hace presente, en la persona de cada ministro jerárquico, la
PIETER FRANS SMULDERS en BARAUNA, IGVAT; ANGEL ANTÓN, El misterio de la Iglesia, BAC, Madrid
1987; SALVADOR PIÉ-NINOT, Sacramentalità, en DE2010, pp. 1243-1255.
168
“En el lenguaje de Efesios 4, 12-13, este aspecto, es sumamente cercano al de I Cor 12,
6ss: “Hay diversidad de dones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se
manifiesta el Espíritu para el bien común”. Si indicamos con el término general de
«sacramentos» lo que es común a todos y con el término «carismas» lo que es propio de
cada uno, podemos decir que los «sacramentos» son el don concedido a todos para utilidad
de cada uno, y el de «carisma» es el don concedido a cada uno para la utilidad de todos”:
AIME p. 36.
102
sacramentalidad carismática o el carisma sacramental de Jesucristo en su
Iglesia. Para edificarla en la santidad, fruto de la conversión y configuración
con el mismo Jesucristo, se hace presente, primeramente en ellos, el don de la
comunión y de la evangelización. Los «sacramentos» se conceden a la
Iglesia, en su conjunto, para santificar a los individuos; a su vez, los
«carismas» son dones concedidos a los individuos para santificar a la Iglesia,
también en su conjunto. El objetivo final es el mismo en ambos casos: crear y
promover la comunión (“koinonía”), el servicio (“diakonía”) y la misión
169
evangelizadora .
4.2. LA «CARIDAD PASTORAL»,
IDENTIDAD Y FUENTE GENERADORA
DE LA PASTORALIDAD DE LOS OFICIOS
JERÁRQUICOS.
229
Cada una de las vivencias de cualquier «oficio eclesial jerárquico»,
ejercidas en la «caridad pastoral» (cf LG 41, PO 14), son, por sobre todo,
oportunidades salvíficas de santificación, de manera específica para quienes
hemos sido llamados, consagrados y enviados a testimoniar, como pastores, la
comunión ministerial y jerárquica, para edificación de la Iglesia, haciendo
presente el Reinado de Dios. La «caridad pastoral», como don de dones, es el
“carisma” más valioso (cf I Cor 12, 31). La “Vicariedad” al servicio del
misterio de la comunión eclesial, carismática, jerárquica y ministerial, hace
presente la caridad y la capitalidad del Obispo diocesano, ayudándole en «un
buen gobierno pastoral» en la Iglesia particular.
230 Nuestra santificación se construye en el ejercicio cotidiano del sacerdocio
ministerial; por eso los oficios o servicios eclesiales nos permiten vivir de la
espiritualidad ministerial, necesaria para nuestra santificación, como
presbíteros y como miembros de una comunidad-presbiteral (presbiterium),
expresión de la Iglesia comunión. Por lo que nuestra santidad personal,
comunitaria y eclesial, se realiza según sea nuestra “caridad pastoral”
entregada, dinámica, eficaz, corresponsable y gozosa. Con esta actitud se
169
Cf AIME p. 36; cf En DE2010: DARIO VITALI, Carisma, pp. 108-121; GUANFRANCO CALABRESE,
Comunione, pp. 268-288; GIANNI COLZANI, Evangelizzazione, pp. 659-675; Ibídem., Missione,
pp. 866-888.
103
afecta directamente a la comunidad presbiteral de manera más cercana, lo
170
mismo que a toda la comunidad eclesial diocesana y universal .
231 Es preciso insistir que todos los oficios eclesiales jerárquicos o de ministerio
ordenado (Vicarios del Obispo, Decanos, Párrocos, Vicarios parroquiales,
Rectores, Auxiliares de Rectoría, Capellanes, Miembros del Equipo
Formador de nuestro Seminario,…), tienen una identidad esencial e
integralmente “pastoral” y con características de “vicariedad” (en el
171
amplio espíritu de la Revelación y de la sacramentalidad) . Aunque la
normativa canónica vigente no es tan novedosa en su letra, sí lo es en ubicar
estos “oficios” dentro del espíritu conciliar y posconciliar de la renovación
eclesial-ministerial-pastoral. Los oficios eclesiales jerárquicos, son, en efecto,
participación corresponsable y solidaria en el misterio eclesial- pastoral cuya
fuente es Jesucristo, Único Buen Pastor, de quien deriva el oficio y ministerio
pastoral capital del Obispo; de quien los presbíteros son “próvidos
colaboradores”, a una con los diáconos. Éstos son oficios ministeriales por los
que participamos, no sólo de la fraternidad y la sacramentalidad, sino, sobre
todo, de la comunión eclesial y jerárquica, que participa de la comunión de
Dios-Amor, Uno y Trino.
232 La comunión eclesial-carismática, jerárquica-ministerial de la Iglesia, epifanía
de la comunión Trinitaria, hace que la centralidad del ministerio capital u
original del Obispo no se convierta en una centralización absoluta en su
persona, y que la “participación vicaria” no sea una descentralización
fragmentada, anárquica y desgajada del ministerio único de Jesucristo, en
detrimento de la unidad del ministerio de la Iglesia-Comunión. Por ello, los
170
“Caridad”, es la máxima entrega de amor, “pastoral”. Consagrado por el Sacramento del
Orden para ser signo de Cristo Pastor; es decir: el carisma de ser pastor expresando el amor
de Cristo.
171
El término «pastoral», en un sentido amplio, se refiere al apostolado del Papa, los
Obispos, los Presbíteros y los Diáconos, así como el de todos demás miembros la
Iglesia, abarcando la totalidad de su misión evangelizadora y su acción apostólica y
ministerial. El término «pastoral» se deriva de Cristo Pastor y debemos remitirnos
a la figura del Obispo como pastor, servidor, cabeza y esposo de su Iglesia
diocesana. Los oficios del Vicario general y del Vicario episcopal, como también el
del Vicario judicial, pueden definirse como “auxiliares” y, con mayor precisión, como
«vicarios» del «oficio original, principal y capital» que ostenta el Obispo diocesano,
haciendo presente a Cristo-Pastor en su Iglesia local. En definitiva, todos sus
Vicarios, incluido el Vicario (Episcopal) Judicial son corresponsables, con el Obispo,
de su buen gobierno pastoral, en nombre de Cristo-Pastor y de su Iglesia. Cf RAÚL
BERZOSA MARTÍNEZ, El Vicario general y el Vicario de Pastoral, en CDFA p. 146.
104
servicios, ministerios y oficios eclesiales, originarios o vicarios (en las
distintas potestades con sus facultades), no deben ejercerse aisladamente con
autonomía absoluta, sino en la relación eclesial de comunión y participación
172
corresponsable .
233 El misterio de la comunión eclesial-jerárquica-ministerial, implica
radicalmente, no sólo la superación del aislamiento, sino el fomento de la
coordinación, consulta, proceso de discernimiento, apertura, escucha y
diálogo al estilo de la comunión intratrinitaria de Dios. Este misterio se
encarna en la tensión entre la diversidad y la unidad del ejercicio del buen
gobierno pastoral.
234 Es preciso aclarar que el trabajo corresponsable y en común (colegialidad), la
escucha, el diálogo, la consulta, la comunión y la participación en la
comunión eclesial-carismática-jerárquica-ministerial, no son expresiones
democráticas, ni reparto de poder. Democracia y Jerarquía, se ubican en dos
ámbitos distintos. Mientras que la jerarquía eclesial tiene su origen dinámico
en el carisma del Espíritu Santo, como gracia específica o “con-formadora”
del Sacramento del Orden o del ministerio sacramental, la democracia nace
como una expresión del “poder del pueblo”, con el riesgo de caer en el
populismo y exponerse frecuentemente a manejos de todo tipo de
circunstancias o liderazgos político-sociales. Así, toda “vicariedad”, en
sentido amplio y radicalmente sacramental, conlleva, prolonga y hace
experimentable una especie de presencia sacramental de Cristo Cabeza,
Servidor, Pastor y Esposo.
III.A.5. LA “VICARIEDAD DE JESUCRISTO”,
PRESENTE EN LA TRADICIÓN VIVA DEL
MINISTERIO APOSTÓLICO.
Cuando reflexionamos, desde la fe, acerca de la presencia
ininterrumpida de la “Vicariedad” de Jesucristo a través de la tradición viva
del ministerio apostólico en la Iglesia, estamos llamados a reconocer y
aceptar este principio original: Si bien históricamente existen diversas
personas en quienes está presente la potestad eclesial, sin embargo, toda la
potestad de la Iglesia es toda de Cristo, quien es la fuente primigenia de toda
172
Cf IUSCA: JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ DEL VALLE, Descentralización y "communio":
Planteamientos doctrinales, Vol. 24, Nº 48, 1984, pp. 491-508; JUAN IGNACIO ARRIETA OCHOA
DE CHINCHETRU, Instrumentos supradiocesanos para el gobierno de la Iglesia particular, Vol.
24, Nº 48, 1984, pp. 607-644.
105
“vicariedad”, el es el “vicario viviente”, original y originante, único del que
participa toda vicariedad, puesto que es el “icono”, el “Logos encarnado” de
la Trinidad (cf Col 1, 3.12-20; Jn 1,1.14; 14, 8-10).
5.1. EL OFICIO ECLESIAL UNIVERSAL DE PEDRO,
COMO VICARIO DE CRISTO.
235
La “vicariedad” eclesial por preeminencia es la que el mismo Cristo
le confirió a Pedro, “como el primero de los Apóstoles”.
“En el Antiguo Testamento, el cambio del nombre por lo general implicaba la
encomienda de una misión (cf Gn 17, 5; 32, 28ss, etc.). De hecho, la voluntad de
Cristo de atribuir a Pedro una importancia particular dentro del Colegio apostólico
se manifiesta a través de numerosos indicios… Las tres metáforas que utiliza
Jesús son en sí muy claras (cf Mt 16, 17-19): Pedro será “el cimiento de roca”
sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá “las llaves” del reino de los
cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá “atar o
desatar”, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida
de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no
de Pedro. Así queda descrito con imágenes muy plásticas lo que la reflexión
173
sucesiva calificará con el término: “primado de jurisdicción” .
236 El ministerio petrino, es un servicio o carisma «vicario», por el que Cristo
designó a Pedro como “su representante terreno y visible” en el pastoreo,
conducción o gobierno de la Iglesia universal. Cuando Jesucristo le confiere
a Pedro el carisma institucional de ser su Vicario visible, le otorga la
primacía entre los Apóstoles y discípulos. Le confiere, asimismo, el servicio
más eminente y significativo de autoridad en su Iglesia, por eso es el
174
«Servus, servorum Dei: Servidor de los servidores de Dios» . Pedro en
adelante tiene la misión fundamental de fortalecer a sus hermanos en la fe,
después de haber experimentado y superado la prueba de su caída, al negar a
su Maestro, y la experiencia de la conversión, gracias a la fuerza del amor
173
BENEDICTO XVI, Pedro, la roca, 7 junio de 2006, c.
“Sería instructivo, recordar como el Papa San Gregorio Magno, que explícitamente
quiere se señalado con el título de la humildad y del servicio, se defina a sí mismo «servus
servorum Dei: siervo de los siervos de Dios» (cf HARTMANN GRISAR, San Gregorio, pp. 74-75;
211); quien, no menos que los demás Pontífices, ha reivindicado siempre para el
ministerio de Pedro «el cuidado. de toda la Iglesia y el principado» (cf PIERRE BATIFFOL, San
Gregorio, p. 207)”: PABLO VI, Discurso a los miembros de la Rota Romana, 27 de enero de
1969; Cf BENEDICTO XVI, San Gregorio Magno, Audiencia general, 4 de junio de 2008, k.
174
106
(cf Mt 16, 13-19; Jn 21,15-17; I Pe 2, 3-8; 5, 1-4). De esta manera el Papa,
175
como sucesor de Pedro, Obispo de Roma, es el Vicario de Cristo .
237 La vicariedad de Cristo impulsa y da sentido espiritual a todo servicio
vicario en la Iglesia. En la Eucaristía, cada vez que celebra el Presbítero, en
nombre de Cristo Cabeza, está entregándose por amor y en expiación de
amor, por la Iglesia, Cuerpo de Cristo y viviendo así la “vicariedad” de
Cristo y del Obispo. En cada Eucaristía Cristo muere, derrama su sangre por
nosotros. Esta realidad vivificante, profunda, misteriosa nos impulsa, con la
fuerza del Espíritu Divino, a que el “servicio vicario” sea asumido en el más
íntimo misterio de amor o caridad pastoral.
5.2. EL OFICIO ECLESIAL DEL OBISPO,
COMO VICARIO DE CRISTO.
238
Siendo el episcopado la plenitud del sacramento del Orden y la
cumbre del ministerio ordenado, el Obispo, por la consagración sacramental
y por la “comunión jerárquica” con el Obispo de Roma, al ser incorporado
al Colegio episcopal, queda incardinado en «la sucesión apostólica», en el
176
hoy del “nosotros” apostólico .
239 El número 27 de la Lumen Gentium define a los Obispos que pastorean a las
Iglesias particulares “como vicarios y legados de Cristo: ut vicarii et legati
Christi”. El Directorio “Los sucesores de los Apóstoles”, n. 1, retoma esta
definición del Obispo como vicario de Cristo, evocando la definición de
Hebreos 13, 20: «“Vicario del “gran Pastor de las ovejas”» (cf Hb 13,
20).
240 El Obispo ejerce la potestad propia, ordinaria e inmediata, personalmente en
nombre de Cristo. Esta potestad no es anulada por la potestad suprema y
175
Cf JUAN PABLO II: Catequesis: Pedro y sus sucesores, cimiento de la Iglesia (25 noviembre
1992); Misión de Pedro: confirmar a sus hermanos (2 diciembre 1992); La misión pastoral
de Pedro (9 diciembre 1992); El Obispo de Roma, sucesor de Pedro (27 enero 1993); El
“munus petrinum” del Obispo de Roma como pastor universal (24 febrero 1993).
176
Cf BENEDICTO XVI, Discurso al primer grupo de Obispos Argentinos de visita “Ad Limina
Apostolorum”, Sala del Consistorio, 14 de marzo de 2009: “Gracias a esta colegialidad
afectiva y efectiva, ningún Obispo está solo, porque está siempre y estrechamente unido a
Cristo, Buen Pastor, y también, en virtud de su Ordenación episcopal y de la comunión
jerárquica, a sus hermanos en el episcopado y a quien el Señor a elegido como Sucesor de
Pedro (cf PG 8)”. LUIS GUTIÉRREZ MARTÍN, El Régimen de la Diócesis, Publicaciones
Universidad Pontificia de Salamanca, Bibliotheca Salmanticensis, Estudios 265, Salamanca
2004, p. 12. Se citará ERDD.
107
universal del Romano Pontífice, sino afirmada y fortalecida, puesto que el
Espíritu Santo mantiene la forma de gobierno que Cristo estableció en su
Iglesia (cf LG 27-28).
241 Como Obispo diocesano presido la Iglesia local que se me ha confiado; soy
quien la representa en la “comunión de las Iglesias”; en ella tengo la misión
de enseñar, santificar y regir; y ejercer, así, el ministerio episcopal (“munus
episcopale”) con la autoridad y en el nombre del mismo Cristo, con
potestad legislativa, ejecutiva y judicial (cf LG 18. 21; DA 166). Sin
embargo, mi condición humana me limita para atender todas y cada una de
las múltiples necesidades eclesiales de los miembros de mi Iglesia
diocesana; de ahí la razón de los servicios vicariales de participación
corresponsable y comunión en el “munus episcopal”, previstos en la Iglesia.
5.3. EL OFICIO ECLESIAL
DE LOS VICARIOS DEL OBISPO.
242
Tras adquirir conciencia de la imposibilidad de que el Papa y los
Obispos, podamos asumir personalmente el ejercicio de todos los «oficios
originales» de gobierno pastoral, y la necesidad de ofrecerlos a la
comunidades, ha surgido la diversidad de «oficios vicarios» eclesiales,
gracias a la permanencia del Espíritu de Cristo que inspira la solitud pastoral
de su Iglesia y del Colegio Episcopal a lo largo de la historia. La “vicariedad”,
a la vez que ayuda a la descentralización, integra orgánicamente en la
comunión eclesial y jerárquica, los varios oficios, servicios y ministerios.
Éstos se ejercitan a favor de los distintos sectores del Pueblo de Dios, tanto en
los múltiples ámbitos jurisdiccionales y territoriales, como en los diferentes
ámbitos jerárquico-administrativos del servicio eclesial, que se originan de la
177
unidad, porque es uno el Espíritu que es fuente y dador de los carismas .
177
ANTONIO VIANA TOMÉ, Naturaleza canónica de la potestad vicaria de gobierno, IUSCA Vol.
28, Nº 55, 1988, pp. 99-130. La Iglesia ha asumido del Derecho romano el concepto
jurídico de “vicariedad”, integrando esta institución al espíritu y servicio de la caridad
pastoral, para la construcción del Reino de Dios. Esta es la causa de la inserción “vicarial”
en el seno ministerial-jurídico de la Iglesia. Es necesario precisar que antes de este
concepto jurídico, están las fuentes bíblicas que constituyen el fundamento de la
experiencia eclesial de la “vicariedad” con que Cristo caracterizó a su Iglesia y a sus
enviados: “Como el Padre me ha enviado, yo también los envío a ustedes” (Jn 20, 21; cf Jn
5, 31-47). Cf OLIS ROBLEDA, El Derecho romano en la Iglesia, en Ius populi Dei, Università
Gregoriana, Roma 1972, pp. 4-51; A. GARCÍA Y GARCÍA, Historia del Derecho Canónico I,
Salamanca 1967, pp. 157-158; CHOI IN-GAG PAOLO, Vicario episcopale e Vicario Foráneo,
Editrice Pontificia Università Gregoriana, Roma 2003, pp. 18-21.
108
III. B. LOS OFICIOS DE LA «VICARIEDAD
EPISCOPAL»,
EN LA POTESTAD EJECUTIVA Y JUDICIAL,
AL SERVICIO DE LA COMUNIÓN
Y MISIÓN EVANGELIZADORA.
243
Los Vicarios del Obispo están ubicados en la participación
corresponsable y solidaria con la potestad pastoral capital del Obispo en su
178
Iglesia diocesana . Son oficios ministeriales por los que, el Obispo con
ellos, participan de la comunión jerárquica y pastoral, presente en la
sacramentalidad, el carisma y espiritualidad de la Iglesia, misterio de
179
comunión para la misión .
244 Estos oficios que son ejercidos “en nombre” de Cristo y de su Iglesia, por
el mandato del Obispo diocesano en comunión con el Colegio Apostólico,
son, conjuntamente, oportunidades salvíficas en lo cotidiano de nuestro
ministerio sacerdotal. De éste se origina nuestra santificación, personal,
comunitaria y eclesial, según la respuesta dinámica, entregada, corresponsable
y gozosa de nuestra “caridad pastoral”, animada por el Espíritu Santo.
178
En relación con el origen, ser, quehacer y potestad ejecutiva, ordinaria y vicaria del
Vicario episcopal, participando en el buen gobierno del Obispo diocesano, puede
consultarse en FRANCISCO IBGD, Cap. III; lo mismo que para la función administrativa en el
buen gobierno, su concepto, estructura, principios, responsabilidades y las distintas
categorías de los actos administrativos y sus normas, en el Cap. II.
179
La potestad episcopal, de la que derivan los oficios vicarios, en sentido amplio, ha
quedado subrayada por el Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática sobre la
Iglesia, Luz de los Pueblos, como potestad episcopal-pastoral que integra dos
elementos: potestad de orden (episcopal) y potestad de régimen o jurisdicción
(oficio). Éstas no se separan aunque sí pueden distinguirse. Tradicionalmente se
diferencian tres ámbitos de potestad de régimen o jurisdicción: a) legislación, b)
administración o ejecución, y c) ámbito judicial. O, en otras palabras, el ámbito de la
Palabra (evangelización), celebración y el servicio de gobierno pastoral, que
corresponden a los títulos de Cristo Profeta, Sacerdote y Servidor-Rey. Sin olvidar que
se interrelacionan y complementan en la integralidad de la caridad del Pastor.
En cualquier caso, el Obispo es la cabeza y pastor tanto cuando actúa en el ámbito de
la Palabra, de la celebración o del gobierno pastoral (regalidad), como cuando legisla,
administra o juzga. Es decir, y hay que subrayarlo, toda actuación del Obispo
diocesano es «pastoral» y está al servicio de su tarea de pastor”. Ibídem., p. 146.
109
III. B.1. LA IDENTIDAD ECLESIAL, CARISMÁTICA Y
JURÍDICA DE LOS VICARIOS DEL OBISPO
DIOCESANO.
245
Los oficios de los Vicarios Generales, Episcopales y Judicial, de
ninguna manera son, por su misma naturaleza, representantes del Presbiterio
ante el Obispo diocesano; por el contrario, son representantes inmediatos del
Obispo ante los presbíteros y demás miembros del Pueblo de Dios, según el
área o la modalidad vicarial confiada a cada uno de ellos. Este servicio
eclesial les responsabiliza radicalmente, ya que son una prolongación de la
persona y el ministerio del Obispo, “Vicario y Legado de Cristo, sucesor de
los Apóstoles. El Obispo les llama a participar, desde su caridad pastoral en
la “estructura-carismática vicarial de su capitalidad episcopal”, para que
colaboren con él en el buen gobierno pastoral de su Iglesia particular; para
que le hagan presente, de manera cercana y encarnada, no como figura o
personaje religioso que detenta un poder autoritario, sino como discípuloservidor que ofrece su caridad pastoral, en cuanto Obispo diocesano.
246 Es necesario tener presente que su ministerio de capitalidad y de caridad
episcopales tienen su raíz, vitalidad y fecundidad en el mismo Señor
Resucitado, gracias a que son acciones sacramentales prolongadas,
actualizadas y realizadas en su Nombre y en el nombre de la Iglesia.
Podemos decir que en el “ser sacramental del Orden”, del que participan los
Vicarios del Obispo, está ya el respaldo o aval ontológico de Cristo
Resucitado, a quien finalmente “representan”, como sus “iconos vivientes y
consagrados”. Además, Jesús continúa así, entre nosotros, su presencia viva
prolongada en Su Cuerpo que es su Iglesia. A esta realidad crística,
pneumática y eclesial se ha de aunar la confianza que el Obispo testimonia
hacia quienes elige, llama y envía a hacerlo presente y cercano como sus
Vicarios. Se expresa esta realidad a través de un “acto administrativo”,
como lo es el nombramiento canónico. De esta manera, el Vicario recibe la
misión de desempeñar este oficio eclesial, en orden a ser personalmente
“corresponsable” con el Obispo en el buen gobierno pastoral de la Diócesis.
Esto significa que el Vicario del Obispo es elegido, llamado y enviado “en
nombre de Cristo y de su Iglesia”, es decir, es llamado a vivir y a servir en
comunión con Cristo y con su Esposa, la Iglesia, lo mismo que con su
Obispo.
247 Llamado y enviado “en nombre de Cristo y de su Iglesia”, incluye no sólo el
aspecto humano de la confianza del Obispo en su Vicario sino, a un mismo
110
tiempo, los aspectos pastoral, canónico y estructural, a una con el ministerio
y el carisma. Estas características constituye el núcleo humano-divino que
fundamenta el “oficio” de los Vicarios del Obispo en la Iglesia.
248 Por consiguiente, estos Vicarios, asumen con el Obispo esa misma gracia
sacramental-ministerial en comunión y corresponsabilidad solidaria, tanto
en nombre de Cristo como también en nombre de su Iglesia. Esta es la
identidad, el ser, el espíritu y el ejercicio pastoral del “don, misterio y
ministerio” de los Vicarios del Obispo. Este don del Espíritu no es generado
por algún sector del Pueblo de Dios, sino constituido por el propio Obispo
en favor de la Iglesia diocesana, gracias a la acción del Espíritu de Cristo,
que también se hace presente en ella, la Esposa del Buen Pastor, a través de
estos ministerios. Para que el Obispo participe su ministerio capital a sus
Vicarios debe hacerlo en comunión y en nombre de la Iglesia (cf Ef 5; CIC
180
c. 479 §1-3; SA 178-180) .
249 Entre los “oficios vicarios” eclesiales prioritarios, de mayor cercanía y
representatividad personal que el Obispo diocesano confía, están aquellos
180
Cf PDV 3g, 16b, 23ef, 25e, 29dd, 50b. El número 23 refleja el fondo de la espiritualidad
del servicio vivido en el amor -caridad pastoral-: “La entrega de Cristo a la Iglesia, fruto de
su amor, se caracteriza por aquella entrega originaria que es propia del esposo hacia su
esposa, como tantas veces sugieren los textos sagrados. Jesús es el verdadero esposo, que
ofrece el vino de la salvación a la Iglesia (cf Jn 2, 11). Él, que es «Cabeza de la Iglesia, el
salvador del Cuerpo» (Ef 5, 23), «amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para
santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y
presentársela a sí mismo resplandeciente; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa
parecida, sino que sea santa e inmaculada» (Ef 5, 25-27). La Iglesia es, desde luego, el
cuerpo en el que está presente y operante Cristo Cabeza, pero es también la Esposa que
nace, como nueva Eva, del costado abierto del Redentor en la cruz; por esto Cristo está «al
frente» de la Iglesia, «la alimenta y la cuida» (Ef 5, 29) mediante la entrega de su vida por
ella. El sacerdote está llamado a ser imagen viva de Jesucristo Esposo de la Iglesia.
Ciertamente es siempre parte de la comunidad a la que pertenece como creyente, junto
con los otros hermanos y hermanas convocados por el Espíritu, pero en virtud de su
configuración con Cristo, Cabeza y Pastor, se encuentra en esta situación esponsal ante la
comunidad. «En cuanto representa a Cristo, Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia, el
sacerdote está no sólo en la Iglesia, sino también al frente de la Iglesia». Por tanto, está
llamado a revivir en su vida espiritual el amor de Cristo, Esposo, con la Iglesia esposa. Su
vida debe estar iluminada y orientada también por este rasgo esponsal, que le pide ser
testigo del amor de Cristo como Esposo y, por eso, ser capaz de amar a la gente con un
corazón nuevo, grande y puro, con auténtica renuncia de sí mismo, con entrega total,
continua y fiel, y a la vez con una especie de «celo» divino (cf. 2 Cor 11, 2), con una
ternura que incluso asume matices del cariño materno, capaz de hacerse cargo de los
«dolores de parto» hasta que «Cristo no sea formado» en los fieles (cf Gál 4, 19)”. Cf
AIME.
111
que tienen como misión fundamental hacerle presente en medio de su
Iglesia particular, realizando con él, de manera corresponsable, el “pastoreo”
de Jesucristo. Los Vicarios del Obispo prolongan su “ministerio capital”, no
sólo por un buen deseo y decisión del mismo Obispo, sino que lo ejercitan
con la capacidad sacramental y el poder carismático del Espíritu Santo,
operante en su Iglesia. De esta manera se actúa la “caridad pastoral” de
Jesucristo, quien, a través del Obispo, en la Iglesia particular, encomienda a
cada uno de los Vicarios una tarea específica, en armonía con las
necesidades pastorales de toda Iglesia y según el Derecho.
250 Estos «oficios vicarios», en razón de ser una prolongación cercana y personal
del oficio «capital» y «original» del Obispo en la Diócesis encomendada a su
“caridad pastoral”, en nombre de Cristo-Pastor y de la Iglesia, tienen «una
configuración radical y esencialmente antropológica y social, cristológica,
eclesial y pneumatológica», incluyendo los aspectos jurídicos y estructurales,
todos ellos confluyentes en espíritu pastoral. Son una actualización
sacramental y carismática de la comunión eclesial y jerárquica, que guardan
una especial dependencia en la participación del ser y misión del Obispo
diocesano en su Iglesia particular. Éste ha sido llamado, consagrado y enviado
no simplemente a gobernar (cf CIC c. 391), sino a expresar y testimoniar al
máximo, su amor pastoral y esponsal, con la exigencia de realizar “un buen
gobierno pastoral” en la Iglesia a él confiada (cf CIC c. 476), “conforme al
181
corazón” del Único Buen Pastor, Jesucristo (cf Jn 10, 1-18; DA 186) .
251 Los “oficios vicarios” expresan una radical e intrínseca vinculación con el
Obispo, prolongando su presencia cordial, su caridad y entrega pastoral,
moral, espiritual y eclesial-esponsal, por medio de la persona y acciones
pastoral-sacramentales de sus “vicarios”. Éstos comparten, prolongan y
actualizan corresponsablemente la potestad eclesial, ministerial y
182
carismática, del buen gobierno pastoral del Obispo en su Diócesis .
252 Entre los “oficios vicarios” eclesiales diocesanos, pastoralmente
prioritarios, de mayor cercanía y representatividad personal que el Obispo
diocesano confía, están aquellos que tienen como misión fundamental
realizar con él la presencia viva y el “pastoreo” de Jesucristo en su Iglesia
diocesana, según la encomienda específica que les confíe para el buen
181
Cf ANTONIO VIANA TOMÉ, El gobierno de la Diócesis según el Derecho en el directorio
"Apostolorum Sucessores", IUSCA Vol. 46, Nº 92, 2006, pp. 639-659.
182
Cf GIANGIACOMO SARZI SARTORI, «I vicari del vescovo e l'esercizio della 'vicarietà' nella
Chiesa particolare», en QDE, 18 (2005), Milano 2005, pp 21ss.
112
gobierno pastoral, en armonía con el Evangelio, el Magisterio, el Derecho y
las necesidades pastorales.
253 El canon 391 ubica la identidad de los “oficios vicarios” eclesiales en el
contexto del régimen integral del gobierno pastoral del Obispo en la Diócesis:
“§ 1. Corresponde al Obispo diocesano gobernar la Iglesia particular que le está
encomendada con potestad legislativa, ejecutiva y judicial, a tenor del derecho.
§ 2. El Obispo ejerce personalmente la potestad legislativa; la ejecutiva la
ejerce por sí o por medio de los Vicarios generales o episcopales, conforme a
la norma del derecho; la judicial tanto personalmente como por medio del Vicario
judicial y de los jueces, conforme a la norma del derecho”.
254 En la Iglesia diocesana de Toluca, según el Derecho, están instituidos los
«OFICIOS, MINISTERIOS O SERVICIOS ECLESIALES VICARIOS»
de Vicario general, Vicario episcopal y Vicario judicial, en
correspondencia al espíritu eclesial de la potestad de régimen:
1.- En relación con la POTESTAD EJECUTIVA:
- VICARÍA GENERAL (cf CIC c. 475).
-VICARÍA EPISCOPAL (cf CIC c. 476).
1.-De asuntos pastorales:
- VICARÍA EPISCOPAL PARA LA PASTORAL
DIOCESANA.
2.-De circunscripciones territoriales:
- VICARÍA EPISCOPAL TERRITORIAL O DE
ZONA PASTORAL.
3.-De personas:
- VICARÍA EPISCOPAL PARA LA
FORMACION INICIAL, LA PASTORAL DE LOS
PRESBÍTEROS Y EL DIACONADO
PERMANENTE.
- VICARÍA EPISCOPAL PARA LOS
INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS
SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA.
2.- En relación con la POTESTAD JUDICIAL
-VICARÍA JUDICIAL (cf CIC cc. 1420- 1421)
III.B.2. IDENTIDAD ESPECÍFICA DE LOS VICARIOS
113
D
DEL OBISPO, EN ORDEN
AL «BUEN GOBIERNO PASTORAL».
,
255
El Vicario general, los Episcopales y el Vicario judicial, como su
nombre lo indica, ejercen “oficios vicarios” y realizan, en comunión
eclesial, de manera participada y jerárquica, la misma potestad episcopal,
según el espíritu y normas del Derecho eclesial anteriormente indicadas.
Son encomiendas de especial confianza del Obispo, en el gobierno pastoral
diocesano, hacia quienes participan de esta “vicariedad”, y por eso forman
183
parte de su Curia .
256 La designación para estos oficios está reservada expresamente al Obispo
diocesano, de manera personal y libre, tanto para la elección como para el
nombramiento. Se trata de los colaboradores personales más inmediatos en
el ministerio del buen gobierno pastoral. Además, radicalmente su
nombramiento y desempeño requieren la participación en el sacerdocio
ministerial de Jesucristo (cf LG 21, 27; CIC cc. 1008. 150. 391 §2).
257 Siempre, entre el Obispo y sus Vicarios Generales y Episcopales, existe una
cierta identidad pastoral, ministerial y jerárquica, ya que éstos gozan de su
potestad ejecutiva. La potestad que conlleva “el oficio vicario”, otorga a
cada uno de ellos la jurisdicción ordinaria correspondiente (cf CIC c. 134
§1-2), puesto que “el Vicario” auxilia al Obispo diocesano en el
cumplimiento de una función eclesial que le es propia y exclusiva de por sí.
Tanto el Vicario general como el Episcopal, son quienes manifiestan la
manera más plena de participar en la potestad ejecutiva del Obispo, de
forma estable, en las funciones episcopales del buen gobierno. En cuanto al
Vicario judicial, a tal punto el Obispo diocesano le participa la
corresponsabilidad en la potestad judicial, que “forma con él un solo
184
Tribunal” (CIC c. 1420 §2) .
258 El canon 478 § 1 establece que el Vicario general, el episcopal deben ser
sacerdotes, doctores o licenciados en Derecho canónico o en Teología, o al
183
Se establece una relación de comunión especial entre el titular del oficio pastoral
capital y los llamados a ejercer participada y corresponsablemente un oficio vicario: se
trata intrínseca y esencialmente de “oficios de confianza”. Son ministerios que el Obispo
confía a sus colaboradores más cercanos y habituales, en el espíritu del buen gobierno
pastoral, en nombre de Jesucristo en su Iglesia (cf CIC c. 480).
184
ANDRÉS P
114
menos verdaderamente expertos en estas materias; dotados de sana doctrina,
honradez, prudencia y experiencia en la gestión de asuntos. Por condiciones
análogas, también el Vicario judicial está llamado a tener estas mismas
cualidades, sin embargo, existe una mayor exigencia por lo que se refiere a
su preparación, profesionalidad y experiencia en el Derecho Canónico, ya
185
que participa de la potestad judicial del Obispo (cf CIC c. 1420) .
259 Con este perfil propuesto por el canon, la Iglesia orienta al Obispo para la
elección de sus Vicarios diocesanos. Con todo, el Directorio para el
Ministerio Pastoral de los Obispos, “Successores Apostolorum”, sugiere se
considere, prudente y preferentemente, cuando sea posible, la edad de 40
años para los posibles Vicarios, buscando una más clara madurez humana y
186
sacerdotal . Con toda claridad, el canon nos hace ver que son oficios de
intensa corresponsabilidad en la comunión y en el buen gobierno pastoral
eclesiales.
260 Es necesario que, además, los elegidos tengan una adecuada preparación
pastoral, por las tareas que implica su cargo (cf ChD 27, 3; ES I, 14, 1).
Pastoralistas y expertos en la ciencia jurídica eclesial, señalan también, entre
las cualidades de los elegidos, que tengan una cordial, generosa y sincera
disponibilidad a la comunión, al trabajo corresponsable en equipo y una
subordinación jerárquica eclesial respecto al Obispo, junto con humildad,
fidelidad y caridad desinteresada a favor de todos los miembros y sectores
187
de la Iglesia .
261 El Obispo diocesano debe elegir y nombrar para los oficios de Vicario
general, Vicario episcopal a sacerdotes doctrinalmente seguros, dignos de
confianza, estimados por el presbiterio y por la opinión pública, sabios,
honestos y moralmente rectos, con experiencia pastoral y administrativa,
capaces de propiciar auténticas relaciones humanas y de saber tratar los
asuntos que interesan a la Diócesis. Esta ha de ser un signo palpable y
fehaciente del “misterio de comunión para la misión evangelizadora”,
188
siempre en corresponsabilidad y fidelidad con el Obispo . Las mismas
185
Cf FELICIANO GIL DE LAS HERAS, Organización judicial de la Iglesia en el nuevo Código,
IUSCA Vol. 24, Nº 47, 1984, pp. 123-197.
186
AS 178: “En cuanto a la edad, deberán haber cumplido al menos los 30 años, pero
prudentemente, cuando sea posible, es preferible que hayan cumplido los 40 años”.
187
Cf M. MORGANTE, La Chiesa Particolare nel Codice di Diritto Canonico, Cinisello Balsamo
1987, p. 221; JUAN IGNACIO ARRIETA OCHOA DE CHINCHETRU, Instrumentos supradiocesanos
para el gobierno de la Iglesia particular, IUSCA Vol. 24, Nº 48, 1984, pp. 607-644.
188
Cf AS 178; CIC cc. 391 §1; 1420-1421.
115
condiciones son requeridas para la elección y nombramiento de su Vicario
judicial (cf CIC cc. 391 §1; 1420-1421).
III.B.3. PRINCIPIOS GENERALES
DE LA ORGANIZACIÓN ECLESIAL,
JURÍDICO-PASTORAL.
262
La experiencia ya milenaria de la Iglesia, ha venido fraguando, con
el tiempo, ciertos principios de organización eclesial, jurídico-pastorales que
robustecen y armonizan el buen gobierno pastoral y la diversidad de oficios
eclesiales jerárquicos. Están relacionados con el buen gobierno pastoral
del Obispo: el principio trinitario; los de verdad, comunión, colaboración,
respeto a las competencias de cada uno, de la persona justa al oficio justo,
189
de la justicia y de la legalidad .
263 Por lo que se refiere a la organización de los oficios, son significativos,
entre otros, también los principios de capitalidad y corresponsabilidad,
colegialidad y subordinación jerárquica, descentralización y no dispersión,
coordinación y subsidiariedad, subordinación o jerarquía, del bien común y
190
de la vicariedad .
III.C. PERFIL ANTROPOLÓGICO-SOCIAL,
ECLESIAL, ESPIRITUAL, INTELECTUAL Y
PASTORAL
DE LOS VICARIOS DEL OBISPO.
«Te encomiendo que reavives
el carisma de Dios que está en ti»
(II Tim 1, 6)
264
El apartado que vamos a reflexionar se aplica radicalmente a todos
quienes hemos recibido el Sacramento del Orden, Obispos, Presbíteros y
Diáconos. Es una respuesta a ser conscientes, responsables, coherentes y
amorosamente auténticos discípulos misioneros de Jesucristo, Pastor,
189
Cf AS 55-62. Cf ALBERTO PERLASCA, L´esercizio della sacra potetas del vescovo nel
Direttorio per il ministero pastorale dei Vescovi “Apostolorum Succesores”, con particolare
attenzione alla potestà di governo, QDE, 23 (2010) 413-421.
190
Cf OGI pp. 82-89. J. I. ARRIETA, Organizzazione eclesiastica, Ateneo Romano della Santa
Croce, Roma 1991-1992, pp. 158ss; El principio de subsidiariedad en el gobierno de la
Iglesia, en IUSCA Vol. 38, Nº 76, 1998, pp. 727-748.
116
Sacerdote, Profeta, Cabeza, Servidor y Esposo de su Iglesia. Es un llamado
a la conversión perseverante y a la formación permanente, según el
Evangelio, para hacer presente en nosotros, en la Iglesia, en el mundo y en
la historia humana, el Reino de Dios.
265 El Obispo diocesano, de entre su Presbiterio, invita a algunos presbíteros
(aunque también pueden ser sus Obispos auxiliares), a que colaboren con él
“en el buen gobierno de la Iglesia diocesana”, compartiendo con ellos, de
manera corresponsable, los servicios ministeriales de Vicarios Generales,
Vicarios episcopales o Vicarios Judiciales.
266 Los Vicarios del Obispo, siguiendo el querer de Dios, están llamados a ser
hombres de Dios y de Iglesia, es decir, hombres de comunión, de oración,
de solidez testimonial, de fidelidad sacerdotal y eclesial; con sentido
eclesial, jurídico y administrativo; y sobre todo, hombres servidores de la
comunidad eclesial y humana, animados por la caridad pastoral de
Jesucristo, en la integralidad de las dimensiones humano-social, intelectual,
espiritual y pastoral-misionera.
267 A partir del espíritu renovador pastoral y evangelizador del Concilio
Vaticano II, el ser y quehacer de los Vicarios del Obispo (concentrados en
algunas áreas específicas de comunión corresponsable con el Obispo
diocesano, sus Vicarios Generales y Episcopales -en la potestad ejecutiva, y su Vicario judicial -en la potestad judicial-), están llamados a “reavivar
el don de Dios”, es decir, a incentivar aún más su proceso de formación
191
permanente, como conversión evangélica presbiteral, integral : personal y
eclesial, pastoral y estructural, en las dimensiones: 1) de su "personalidad y
desarrollo humano-comunitario y psico-social"; 2) de su "peregrinar
espiritual en y hacia la santidad"; 3) de su dedicación al estudio de “las
«ciencias del hombre», sociales y culturales, lo mismo que de su “reflexión
sobre la fe y actualización teológica", campo específico de su ser y quehacer
como discípulos misioneros de Jesucristo; y 4) de su creciente
"identificación con Jesucristo, Buen Pastor", para continuar siendo una
transfiguración cada día más radiante y encarnada de Él, en su Iglesia, en el
192
mundo humano de hoy y su historia .
191
Cf PDV 70-81.
Cf LEONIDAS ORTÍZ LOZADA, La formación sacerdotal a la luz del discipulado, Ed. CELAM,
Colección Autores n. 35, Bogotá, D.C. Colombia 2006; AMEDEO CENCINI, La formación
permanente, Ed. San Pablo, Madrid 2002; JUAN ESQUERDA BIFET, LMAP; MAURIZIO COSTA, Tra
identità e formazione. La spiritualitá sacerdotale, Ed. ADP, Roma 2003; ARZOBISPADO DE
192
117
268 Este reavivamiento del don de Dios hoy presenta circunstancias muy
variadas y complejas que precisan de un discernimiento a la luz del
Evangelio, precisamente por la realidad en que se desarrolla la existencia
sacerdotal, en efecto:
“Nos encontramos en un momento clave de la historia de la humanidad. El siglo
pasado fue testigo de la caída de grandes bloques ideológicos que pretendieron
ofrecer la plenitud y la felicidad al ser humano. Sin embargo, el desencanto,
consecuencia de su caída e ineficacia, fueron marcando, junto con otros muchos
factores y acontecimientos, el cambio de una época: el paso de la modernidad a lo
que comúnmente llamamos postmodernidad. Nos encontramos ante un cambio de
época y no simplemente en una época de cambios vertiginosos, pues ante todo,
más que cambiar las cosas, está cambiando la mentalidad y la manera de captar
193
la realidad…” .
269 Cada Vicario del Obispo diocesano, en su calidad de persona y de pastor, no
es ajeno al tiempo y a la sociedad en que vive, si está dispuesto a reavivar
constante y generosamente el don de Dios, está llamado a ser un auténtico
discípulo y misionero de Jesucristo. Asimismo, a ubicarse en la realidad del
siglo XXI, con actitudes de adhesión renovada y amorosa a su Señor, el
Buen Pastor; con amor y fidelidad esponsal a la Iglesia y al proyecto de
Dios, manifiesto, entre otras expresiones, en nuestro Primer Sínodo
Pastoral y en su aplicación actualizada por cada Plan Diocesano de
Pastoral.
270 Esto significa que, desde la espiritualidad que le es propia como pastor,
acepta estar involucrado en el proceso pastoral diocesano, lo promueve
solidaria y corresponsablemente. Especial cuidado deberá guardar en sus
actitudes y vivencia de la comunión, tanto de su propia persona como de
suscitarla y fortalecerla en el ámbito teológico de la Vicaría a él
encomendada.
SEVILLA (Ed.), La formación del sacerdote del tercer milenio, Actas del Simposio, 27-30 de
septiembre de 1999, Madrid 2000.
193
MIGUEL ROMANO GÓMEZ, Obispo, Retos para el Sacerdote en este cambio de época. Las
aportaciones del documento de Aparecida, Ed. Dimensión Episcopal del Clero, CEM, Guadalajara,
Jal., pp. 15.
118
III.C.1. PERSONALIDAD Y DESARROLLO HUMANOSOCIAL AL ESTILO DE JESÚS PASTOR.
«Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres
y está puesto a favor de los hombres en lo que se refiere a Dios» (Hb 5, 1)
“La formación humana, fundamento de toda la formación sacerdotal”
271
194
.
Para que el ministerio del Vicario del Obispo se manifieste más
creíble y aceptable, es necesario que sea el «hombre-pontífice» que plasme
su personalidad humana de manera que sirva de puente y no de obstáculo a
los demás en el encuentro con Jesucristo.
272 El ser humano encuentra su plena realización solamente en Jesucristo; por
consiguiente, el Vicario del Obispo descubre, aún su realización humana, en
Él. No puede caer en la tentación de considerarse un mero delegado o sólo
un representante del Obispo en la comunidad, sino un don para ella, por la
unción del Espíritu y por su especial unión con Cristo Cabeza (cf Hb 5,
195
1) . Como sacerdote tiene radicalmente una “personalidad humana”,
según lo ha descrito la carta a los Hebreos. Aunque es “vaso de arcilla”,
débil, frágil y quebradizo, también es “templo vivo del Espíritu Santo”, que
está llamado a asemejarse antropológicamente a Jesucristo, verdadero Dios
y verdadero hombre, Hijo del Padre, imagen perfecta y gloria suya (cf Col 1,
15; I Cor 11, 7; Hb 1, 3).
273 Hombre que busque, encuentre y comparta el sentido y contenido de su vida
en Jesucristo; llamado a permanecer constantemente en proceso de
conversión evangélica (personal, comunitaria, presbiteral, pastoral,
estructural e institucional), en camino de maduración, armonía consigo
196
mismo, desinstalado y sin apegos .
194
PDV 43; cf 43-44.
Cf DA n. 193.
196
El Papa Benedicto XVI, hace esta invitación a vivir con la esperanza en Cristo, ante las
necesidades más profundas de la existencia humana: “No debéis caer en el pesimismo y el
desaliento, porque es el Espíritu Santo quien guía a la Iglesia y le da, con su poderoso
soplo, la valentía de perseverar y de buscar nuevos métodos de evangelización, para llegar
a ámbitos hasta ahora inexplorados. La verdad cristiana es atractiva y persuasiva
precisamente porque responde a la necesidad profunda de la existencia humana,
anunciando de manera convincente que Cristo es el único Salvador de todo el hombre y de
todos los hombres. Este anuncio sigue siendo válido hoy, como lo fue al comienzo del
195
119
274 Es el hombre que mantiene un compromiso serio para su formación personal
integral y permanente. Atento a superar las dificultades que se le presentan
en las condiciones en que realiza su ministerio, puesto que "la multiplicidad
de tareas y servicios; la complejidad de la vida humana en general y de las
comunidades cristianas en particular; el activismo y el ajetreo típico de
tantos sectores de nuestra sociedad", le "privan, con frecuencia, del tiempo y
197
energías indispensables para “velar por sí mismo” .
275 Abriéndose a la gracia, conseguirá ser como Jesús que “conocía lo que hay
en el hombre” (Jn 2, 25; cf 8, 3-11). Hombre de equilibrio, de diálogo y de
comunicación, abierto a los signos de los tiempos y en armonía con los
demás; capaz de vivir en solidaridad y comunión con todos, capaz de ganar
la confianza y la colaboración; facilitar el encuentro consigo mismo, con las
personas y con la naturaleza. Conocedor de la profundidad del corazón
198
humano y de intuir sus dificultades .
276 Hombre ungido por el Espíritu de quien se esperan virtudes como la
fidelidad, coherencia entre ser, pensar y decidir, lo mismo que entre hablar y
actuar, es decir, entre pensamiento y vida. Hombre sacerdote de sabiduría,
afable, hospitalario, sincero en sus palabras y en su corazón; prudente y
discreto, generoso y disponible para el servicio; abierto a ofrecer y a suscitar
relaciones leales y fraternas.
277 Hombre siempre firme y claro para expresar juicios serenos y objetivos; de
libertad sobre los puntos de vista subjetivos; accesible a todos; de gusto por
el esfuerzo diario en el ministerio y la confianza en la acción escondida de la
gracia. Hombre que acepta que el Reino de Dios se revela en los sencillos y
en los pobres. Hombre que, comprometido «en la caridad de Dios y la
paciencia de Cristo» (I Tes 3, 5), está dispuesto a comprender y consolar a
todo humano, particularmente a su hermano sacerdote que sufre al margen
del camino, caído, enfermo o desalentado, para expresarle la misericordia de
199
mismo Jesucristo, “Buen Samaritano” (cf Lc 10, 29-37) .
278 Hombre, testigo de la fe, la esperanza y el amor en la amistad, la alegría, la
solidaridad, la misericordia y el perdón. Hombre de su pueblo, dispuesto a
atender a los creyentes de toda condición social o edad. Hombre de la
cristianismo, cuando se llevó a cabo la primera gran expansión misionera del Evangelio”:
Discurso a los Obispos de reciente nombramiento, 11 de septiembre de 2010, e.
197
Cf PDV 78.
198
Cf PDV 43.
199
Cf PDV 26.
120
defensa de los derechos humanos y del servicio a la solidaridad, la paz y a la
justicia.
279 De esta manera en la dimensión humana, su respuesta a Dios, debe
expresarse al testimoniar en la comunidad que es una persona definida e
interesada en su proceso de maduración y desarrollo humano.
III.C.2. ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN Y MISIÓN
DEL BUEN PASTOR, JESUCRISTO.
«Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el Viñador…
Yo soy la vid; ustedes los sarmientos.
El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto;
porque separados de mí no pueden hacer nada» (Jn 15, 1. 3-5)
“La misma formación humana, si viene desarrollada en el contexto
de una antropología que abarca toda la verdad sobre el hombre, se
abre y se completa en la formación espiritual” (PDV 45a)…”La
comunión íntima con la Santísima Trinidad constituye la «novedad»
del creyente… y el «misterio» de la existencia cristiana… bajo el
influjo del Espíritu… debe encarnar el «ethos» de la vida del
cristiano” (Ibíd. 46b). ”Sin la formación espiritual, la formación
pastoral estaría privada de fundamento” (Ibíd. 46c). “La formación
espiritual comporta también buscar a Cristo en los hombres” (Ibíd.
200
49a) .
280
Todo Vicario del Obispo es el «hombre de Dios», el hombre que
vive en continua comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (cf OT
8), capaz de llevar a perfección su caridad pastoral al estilo de Jesús, Buen
Pastor, y de unirse a Él en su pasión, muerte y resurrección, con un total
201
despojo exterior e interior de sí mismo .
281 Es el «hombre de Dios» siempre abierto a identificarse con Jesucristo, que
prolonga su presencia como único y supremo Pastor, Sacerdote, Profeta,
Cabeza, Esposo y Servidor de su Iglesia, siguiendo su estilo de vida y
202
siendo una transparencia suya en medio del rebaño que le es confiado .
282 Radicalmente es el «hombre de Dios», es decir, de apertura a la santidad,
para ayudar a sus hermanos a seguir su vocación a la santidad. Llamado a
200
Cf PDV 45-50.
Cf PDV 30.
202
Cf PDV 15.
201
121
ser maestro de oración y contemplación, a formar a sus hermanos y demás
agentes de pastoral en la escuela de Jesús orante, para lo cual él mismo se ha
formado y continúa formándose en la experiencia de “tratar de amistad,
203
estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama” .
283 Es «el hombre sacerdote», que cree en su llamado vocacional, en su
elección y consagración, en su ministerio y misión eclesial; hombre de la
verdad; hombre de Iglesia que habla a los hombres acerca del Dios-Amor,
más que con sus palabras, con su vida; que acepta ser, para la Vicaría que se
le encomienda, la presencia cercana de la caridad pastoral del Obispo.
284 Es «el hombre-sacerdote-pastor», que lleva el tesoro inapreciable del
carisma del ministerio ordenado que ha recibido por el Sacramento del
Orden y la participación del carisma de la “caridad episcopal” que el Obispo
deposita en su persona, frágil y limitada. Por éste, asume la responsabilidad
de una relación con los miembros del Pueblo de Dios que peregrinan en la
Iglesia diocesana (presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y
consagradas, laicos y laicas). Desde la “caridad episcopal”, todo Vicario
suyo ha de hacerlo presente como “padre, pastor, hermano y amigo”, siendo
corresponsable con él, para la edificación de la Iglesia diocesana, “en el
buen gobierno pastoral”. En consecuencia, los Vicarios Generales,
Episcopales y el Vicario Judicial, participan del carisma, fuerza y eficacia
del ministerio apostólico de su Obispo, haciendo presente y actual el
testimonio del apóstol Pablo: «La fuerza de Dios se manifiesta en lo débil:
204
cuando soy débil soy fuerte» (2 Cor 12, 10) .
285 Está llamado a hacer de la Eucaristía el centro de su vida personal,
sacerdotal y pastoral en la Parroquia, el Decanato, la Vicaría o Zona
Pastoral, la Iglesia diocesana y la universal, celebrándola personalmente y
concelebrando ejemplarmente en ella, según los distintos acontecimientos
eclesiales a los que sea convocado a participar. En la Eucaristía, fuente,
centro y culmen de la vida cristiana (cf LG 11), encuentra el Vicario del
Obispo su más alta realización integral, así como también recibe de ella la
gracia y la responsabilidad de impregnar de manera “sacrificial” toda su
205
existencia y ministerio . Es importante, además, el testimonio de su
espiritualidad en su relación de amor a María, Madre de Jesucristo, Buen
Pastor, Madre de la Iglesia, Mujer del Cenáculo y Estrella de la
Evangelización.
203
SANTA TERESA DE JESÚS, Libro de la vida; Cf PDV 33. 47.
Cf JESUS GARCÍA BURILLO, Perplejos, pero no desesperados, EDICE, Madrid, 2006, p. 24.
205
Cf PDV 23.
204
122
286 De esta manera en la dimensión de su espiritualidad presbiteral, su respuesta
a la Trinidad y a la Iglesia, debe expresarse en ser un hombre de fe,
esperanza y caridad operantes y testimoniales. Discípulo de Jesús, Buen
Pastor, forjado en la oración, contemplación y vivencia del Misterio
Pascual; que se deja conducir por el Consolador, el Espíritu de verdad, para
entregarse, desde su “caridad pastoral”, en cada uno de sus servicios, como
Vicario del Obispo. Hombre-sacerdote-pastor, que participa de la Cruz y
Resurrección de Jesucristo, y permanece en apertura al Espíritu. Hombre
que cuida corresponsablemente de la edificación y santificación de la
Iglesia, Esposa de Jesucristo.
III.C.3. DEDICACIÓN AL ESTUDIO
DE LAS «CIENCIAS DEL HOMBRE»
E «INTELIGENCIA DE LA FE» EN EL MISTERIO
DE CRISTO, LA IGLESIA,
EL HOMBRE Y EL COMOS.
«… den culto al Señor, en sus corazones,
siempre dispuestos a dar respuesta a todo
el que les pida razón de su esperanza»
(I Pe 3, 15)
“… la situación actual, marcada gravemente por la indiferencia
religiosa y por una difundida desconfianza en la verdadera
capacidad de la razón para alcanzar la verdad objetiva y universal,
así como por los problemas y nuevos interrogantes provocados por
los descubrimientos científicos y tecnológicos, exige un excelente
nivel de formación intelectual, que haga a los sacerdotes capaces de
anunciar –precisamente en ese contexto- el inmutable Evangelio de
Cristo y hacerlo creíble frente a las legítimas exigencias de la razón
humana” (PDV 51b; cf 51-56).
287
El Vicario del Obispo tiene especial responsabilidad de cultivar su
propia formación intelectual, que debe ser continua durante toda la vida.
Asimismo, ha de cuidar, de manera seria y comprometida, su actualización
teológica y su conocimiento de la cultura y de las ciencias humanas.
Hombre de Iglesia y pastor que se mantiene en contacto permanente con las
disciplinas antropológicas y eclesiales, sin descuidar el aspecto eclesial
206
jurídico .
206
Cf PDV 72.
123
288 Es el hombre y pastor abierto a la valoración, asimilación y experiencia
humana de las ciencias y la cultura; a la formación intelectual que tiende a
un conocimiento integral, sistemático, actualizado y profundo del Misterio
de Cristo, como centro de la creación y de la historia humana.
289 Gracias a “las semillas del Verbo”, destellos de la presencia de Dios en la
naturaleza cósmica, en el hombre, su cultura e historia, el Vicario del
Obispo puede escrutar con acierto y autenticidad la interioridad del mismo
hombre y de la naturaleza, fuentes de toda ciencia. Por el estudio y la
reflexión de las experiencias humanas y por la actualización teológica del
Misterio del Jesucristo, se hace experto en humanidad, para así llegar al
conocimiento del corazón del hombre de hoy, a fin de proponerle, con el
Evangelio, el misterio de la salvación.
290 El estudio personal y comunitario, en clima de fe y oración, le lleva a la
contemplación de la Palabra (reflexión y ministerio profético-teológicopastoral), al encuentro con Cristo Vivo, a su seguimiento y discipulado
(experiencia mistagógica, meta de todo itinerario kerigmático, catequético,
homilético y teológico). También le lleva a la cercanía y solidaridad con sus
hermanos, los hombres, en su realidad concreta (“diaconía” y caridad
pastoral al estilo de Jesucristo). Este proceso lleva a la unidad de la fe e
207
integralidad de la vida y al compromiso del testimonio cristiano .
291 Es esencial a su ser de pastor ser evangelizador. La fuente de su ser y
actividad no es otra que la Sagrada escritura que es el “alma de la
teología”(DV 24):
207
Cf DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP, 51 RCN, 59-78 RCN, pp. 89. 93-112. Además, S.S. Juan Pablo
II nos ha recordado el aspecto de la fe de la comunidad, como don para el sacerdote, en la
dimensión del estudio, cuando nos dice que "el mismo ejercicio del ministerio pastoral
lleva a un continuo y fecundo intercambio recíproco entre la vida de fe de los presbíteros
y la de los fieles” (...) Debemos buscar a Cristo en "la experiencia cristiana de las personas
sencillas y humildes, en los impulsos espirituales de las personas enamoradas de Dios,… en
los cristianos comprometidos en las diversas responsabilidades sociales y civiles"…
"Buscando respuestas para los demás, el sacerdote se siente estimulado continuamente a
encontrarlas primero para sí mismo". Los fieles deben pedir a los sacerdotes "aquello para
lo que han sido enviados por Cristo y no otras cosas";… "deben ayudar a los sacerdotes a
ser conscientes de que nos son 'dueños de la fe', sino 'colaboradores del gozo' de todos
los fieles" (PDV 78).
124
“La eficacia pastoral de la acción de la Iglesia y de la vida espiritual de sus fieles
depende en gran parte de la fecunda relación entre exegesis y teología”-nos
208
comparte el Papa Benedicto XVI.
292 En consecuencia, el Vicario del Obispo, como pastor que es, tiene la
responsabilidad de capacitarse integralmente, introduciéndose en el proceso
de contemplación, en la experiencia de oración y de encuentro personal con
Jesucristo Vivo. Ha de responder auténticamente a la vocación o llamado de
seguimiento como discípulo y caminar hacia la perfección en el dinamismo
de la caridad pastoral. Este proceso de contemplación le exige el estudio, la
reflexión y la meditación en clave cristológica, a la luz de la fe, la esperanza
y el amor. Así ha de disponerse mejor para cumplir su misión vicarial dentro
de la Iglesia diocesana.
293 Para realizar dignamente su ministerio está “ungido” y urgido a capacitarse,
siguiendo una metodología adecuada y de calidad en el estudio. Esto le
ayudará a saber discernir, clarificar, ordenar y presentar los contenidos de la
fe (en clave de encarnación mistagógica y misionera de la vida cristiana),
al animar, organizar y coordinar alguna programación y acción pastoral
profesional, orgánica y de conjunto, en la Vicaría o Zona Pastoral a él
209
encomendada .
294 De esta manera, su respuesta a Dios, a la Iglesia y al hombre de hoy, en la
dimensión intelectual, como dedicación a las ciencias de la fe y a las
ciencias humanas, debe transparentarse en su vida. Ha de ser un hombre,
sacerdote y pastor, dedicado al estudio, a la reflexión, a la contemplación y a
la oración. actualizado y en contacto permanente con las disciplinas
antropológico-socio-culturales y teológicas. Con sensibilidad y caridad
pastoral en lo que mira a los aspectos eclesial, pastoral y jurídico.
Observador y conocedor de la realidad, desde los ojos, la mente y el corazón
de Jesucristo Pastor. Hombre y pastor “católico”, es decir, abierto, como la
Iglesia, a la cultura y a la comunicación que le permita ubicarse
objetivamente en su contexto antropológico, histórico y social.
III.C.4. IDENTIFICACIÓN CON JESUCRISTO,
EN SU CARIDAD PASTORAL.
208
Cf BENEDICTO XVI, VD 31. Además nos presenta algunas reflexiones importantes
relacionadas con el ”Desarrollo de la investigación bíblica y Magisterio de la Iglesia”, “La
hermenéutica bíblica conciliar: una indicación que se ha de seguir”… (cf 32-47).
209
Cf PO 19; OT 13-18; PDV 51-56, 72; DVMP 77.
125
«Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que Cristo» (Fil 2, 5)
«… El Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir
y a dar su vida para redención del mundo» (Mc 10, 45; cf Jn 13, 12-17; I Cor
9, 19)
«Pasó haciendo el bien» (Hch 10, 38)
“… la actividad pastoral está destinada, por su naturaleza, a animar a
la Iglesia, que es esencialmente «misterio», «comunión» y «misión»;
la formación pastoral deberá conocer y vivir estas dimensiones
eclesiales en el ejercicio del ministerio” (PDV 59).
“La pastoral no es solamente un arte ni un conjunto de
exhortaciones, experiencias y métodos; posee una categoría
210
teológica plena...” (Ibíd. 57d; cf 55b) .
295
El Vicario del Obispo es "sujeto" escogido por Cristo no como una
“cosa”, sino como una “persona”, como un “instrumento vivo, ungido y
activo” que debe tender a la perfección en la vitalidad desbordante del amor
211
pastoral . Hombre pastor que cultiva y asume conscientemente la calidad
de la autoestima de su «persona», como garantía de una auténtica entrega
humana, porque sólo quien es dueño de sí mismo, puede “regalarse” con
alegría y generosidad. Hombre, sacerdote y pastor, capaz de "donación total
de sí mismo” a la luz de la imagen joánica del Buen Pastor (cf Jn 10). Sólo
identificado con Cristo Pastor, es posible su donación pastoral a los demás,
212
como oblación de amor esponsal .
296 Es un discípulo y misionero de Jesucristo, con adhesión renovada y fiel al
Señor; con amor y fidelidad a la Iglesia y al proyecto o querer de Dios,
manifiesto en el Plan Diocesano. Involucrado en el proceso pastoral de su
210
Cf PDV 57-59.
Cf PDV 72.
212
Lo que se dice del Obispo, se dice necesariamente de sus Vicarios y de todo presbítero,
por la radical identificación ontológica con Jesucristo, que les caracteriza por el
Sacramento del Orden. De ahí la siguiente aplicación analógica, en expresión del Papa: “La
vida del Obispo debe ser una oblación continua a Dios para la salvación de su Iglesia, y
especialmente para la salvación de las almas que se le han encomendado. Esta oblatividad
pastoral constituye también la verdadera dignidad del Obispo: le deriva de hacerse siervo
de todos, hasta dar la propia vida. De hecho, el episcopado, -como el presbiterado-, nunca
hay que malinterpretarlo según categorías mundanas. Es un servicio de amor. El Obispo
está llamado a servir a la Iglesia con el estilo del Dios hecho hombre, convirtiéndose cada
vez más plenamente en siervo del Señor y en siervo de la humanidad. Sobre todo es
servidor y ministro de la Palabra de Dios, la cual es también su verdadera fuerza”:
BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos de reciente nombramiento, sábado 11 de septiembre
de 2010, c-d.
211
126
Vicaría, promoviéndolo, animándolo e integrándolo al de la Diócesis.
Atento a descubrir los signos de los tiempos en la realidad y en las
necesidades de las Parroquias y Decanatos de la “circunscripción” a él
encomendada, especialmente en lo que mira a la formación de todos los
Agentes y sus acciones pastorales.
297 Ha de ser un hombre que haga de su vida una opción de entrega total al
servicio del Reino de Dios; que incremente el interés y la dedicación
comprometida por el crecimiento del espíritu pastoral de todos los Agentes
que integran la respectiva Vicaria o Zona Pastoral; que tenga inquietudes
pastorales y que se interese por hacer vida el Plan Diocesano de Pastoral.
298 Un "hombre de relación" con los demás, capaz de desprendimiento personal,
que sepa compartirles lo que es y lo que tiene, sus cualidades y su tiempo;
que los escuche y los tome en cuenta. Con habilidad para organizar el
trabajo pastoral en equipo y delegarlo oportunamente. Que desarrolle sus
cualidades de animador y coordinador, con liderazgo creativo y operativo,
en orden a fomentar la comunión y la entrega misionera; que sea capaz de
superar toda actitud de arrogancia, prepotencia o polémica, y de renunciar a
todo protagonismo, dominio, celos, competencias malsanas o espíritu
posesivo.
299 Un “hombre de Dios y hombre de Iglesia” que facilite a cada uno de los
fieles dejarse conducir por el Espíritu Santo, para cultivar la vocación y
misión de los distintos miembros del Pueblo de Dios. Que asuma con
entusiasmo la pastoral de las vocaciones al servicio ministerial, como
prioridad emergente y permanente, y que motive a los presbíteros a dar una
prueba y expresión de su caridad pastoral, dedicándose con solicitud a
procurar un sucesor en el servicio ministerial, para que se multipliquen los
213
operarios en la viña del Señor .
300 El Vicario está llamado a asumir el “principio de Encarnación” cultivando
las virtudes humanas y las actitudes de Cristo Pastor que recomienda el
Concilio:
“No podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de otra
vida distinta de la terrena, pero tampoco podrían servir a los hombres, si
permanecieran extraños a su vida y a su condición. Su mismo ministerio les exige
de una forma especial que no se conformen a este mundo; pero, al mismo tiempo,
requiere que vivan en este mundo entre los hombres y que, como buenos
pastores, conozcan a sus ovejas, y busquen incluso atraer a las que no
pertenecen todavía a este redil, para que también ellas oigan la voz de Cristo y se
213
Cf Mt 9, 37-38; Lc 10, 2; PDV 41. 74.
127
forme un solo rebaño y un solo Pastor. Mucho ayudan, para conseguir esto, las
virtudes que con razón se aprecian en el trato social, como son la bondad de
corazón, la sinceridad, la fortaleza de alma y la constancia, la asidua preocupación
de la justicia, la urbanidad y otras cualidades que recomienda el apóstol Pablo
cuando escribe: «Piensen en cuanto hay de verdadero, de puro, de justo, de
santo, de amable, de laudable, de virtuoso, de digno de alabanza» (Fil 4, 8)”
(PO 3).
301 Es el primer 'creyente' de la Palabra, atento a su llamado y unción para la
misión evangelizadora, consciente de que “la actividad pastoral y el
servicio eclesial del gobierno pastoral”, como acción de la Iglesia, en
214
nombre de Cristo Pastor, además de ser el “arte de las artes” , en el
conjunto de exhortaciones, experiencias y métodos pastorales, tiene la
categoría de experiencia ministerial, mistagógica y teológica plena. De
la fe recibe los principios y criterios para realizar adecuadamente, en
nombre de la Iglesia, la acción pastoral que Cristo le ha encomendado en el
mundo, hasta el fin de los tiempos. Entre estos principios y criterios se
encuentra aquél especialmente importante del discernimiento evangélico
sobre la realidad sociocultural y eclesial, en cuyo ámbito se desarrolla la
215
pastoral .
302 En definitiva, el Vicario es el hombre-sacerdote-pastor que busca sincera y
constantemente realizar la adorable voluntad de Dios, en todas las
dimensiones y circunstancias de su vida y ministerio pastoral; su amor a
Jesucristo, acto servicio de amor a su Esposa, la Iglesia, es garantía para
madurar y realizarse integralmente. La característica esencial de su misión
vicarial es ser prolongación crística de la presencia cercana de la caridad
216
pastoral del Obispo en el ámbito de su corresponsabilidad eclesial .
III.C.5. PERFIL ECLESIAL Y PASTORAL JURÍDICO
DE LOS VICARIOS DEL OBISPO.
5.1. SU ELECCIÓN, NOMBRAMIENTO Y ENVÍO.
303
El nombramiento del Vicario general, Episcopal y Judicial es de
libre decisión del Obispo, aunque nada impide, naturalmente, que el Obispo
se asesore o consulte para elegirlos y nombrarlos (cf CIC cc. 475-477). El
214
BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos nombrados en los últimos doce meses, lunes 13
septiembre 2010. c.
215
Cf PDV 26. 57.
216
Cf PDV 25.
128
Vicario episcopal que no sea Obispo debe ser nombrado tan sólo para un
cierto tiempo, que se determinará en el mismo acto de su nombramiento (cf
217
CIC c. 477 §1) .
304 El nombramiento de cada uno de los Vicarios Generales y Episcopales debe
ser lo más preciso posible, por lo que se refiere a sus competencias y
facultades ejecutivo-administrativas en la Diócesis, o en el asunto pastoral,
territorio o sector de personas que se les encomienda. En el nombramiento
de todo Vicario, el Obispo cuidará esmeradamente de precisar y definir con
exactitud, el ámbito de las respectivas facultades vicariales, evitando así la
sobreposición de competencias o, cosa aún peor, la incertidumbre del titular
o de los fieles (cf CIC cc. 473-481).
305 Por lo que se refiere al Vicario judicial, éste goza ya de una más clara y
concreta delimitación de sus funciones y facultades en el ámbito procesal
del mismo Derecho. Es nombrado por un tiempo definido y vela, juntamente
con el Obispo, con quien “forma un único tribunal”, por la aplicación de la
dimensión de la justicia inherente al Reino de Dios (cf CIC cc. 427. 14201422).
306 En cuanto a las formalidades del nombramiento, la provisión de los oficios
de Vicario general y Episcopal, lo mismo que del Vicario judicial, ha de ser
consignada por escrito, con la firma tanto del Obispo que determina el
nombramiento, como del Canciller de la Curia, quien da fe de la
218
autenticidad de este acto administrativo episcopal (cf CIC cc. 156. 474) .
307 Cuando esté legítimamente ausente o impedido el Vicario general, el Obispo
diocesano puede nombrar a otro que haga sus veces; la misma norma se
aplica para el Vicario episcopal (cf CIC c. 477 §2).
217
Es importante hacer notar que los oficios de Vicario general o Episcopal, son
incompatibles con el de canónigo penitenciario, ya que éste actúa en el fuero interno (cf
CIC c. 508 §1). Además, es de desearse que el Obispo no nombre Vicario judicial al Vicario
general, a no ser que esto sea indispensable (cf c. 1420 §1). Finalmente, el Obispo, no
puede nombrar para estos oficios vicarios a los propios consanguíneos hasta el cuarto
grado (cf c. 478 §2).
218
Teniendo en cuenta que la legislación del Código sobre los Vicarios episcopales, no es
abundante ni detallada, se hace necesario que los correspondientes decretos episcopales de
constitución y nombramiento de los mismos, sean detallados y elaborados con experiencia
pastoral y buena técnica jurídica, de acuerdo a las necesidades reales de la Diócesis, sin dejarse
llevar por simplismos o falsas consideraciones ajurídicas.
129
308 Al tomar posesión de su cargo, los Vicarios Generales, Episcopales y
Judicial, deben prometer el cumplimiento fiel de su tarea y observar el
secreto de los asuntos que se les confíen por su oficio, según el modo
establecido por el derecho o por el Obispo (cf CIC c. 471). Asimismo, deben
emitir personalmente la profesión de fe, según la fórmula aprobada por la
Santa Sede, en presencia del Obispo diocesano o de su delegado (cf CIC c.
833, 5º).
5.2. CESACIÓN Y REMOCIÓN DEL OFICIO VICARIAL.
309
La potestad del Vicario general o Episcopal cesa al cumplirse el
tiempo de su oficio o por renuncia y, asimismo, por la remoción intimada de
parte del Obispo o cuando la sede episcopal queda vacante, no obstante la
previsión del canon 184 §2, donde se afirma que la regla general es que el
oficio eclesiástico no se pierde al cesar el derecho de la autoridad que lo
confirió; sin embargo, suspendido de su cargo el Obispo diocesano, también
se suspende la potestad del Vicario general y de los Vicarios episcopales, a
no ser que éstos sean Obispos; no así la del Vicario judicial (cf CIC c. 481
219
§1-2; 418, 1º; 1420 §5) . La remoción es de libre decisión del Obispo y
sólo a él corresponde realizarla personalmente por decreto autentificado por
su Secretario Canciller (cf CIC c. 47, en relación con los cánones 192 y
194).
310 La normativa jurídico-eclesial general acerca de los Vicarios del Obispo,
está contenida en el ANEXO 5.
5.3. POTESTAD EJECUTIVA ORDINARIA,
RESERVA Y MANDATO ESPECIAL.
311
Se ha de distinguir entre constitución y colación del oficio. Los
oficios de los Vicarios Generales, Episcopales y Judicial, ya están
constituidos por el mismo Derecho. Desde esta perspectiva, el Obispo
diocesano no los constituye, solamente los confiere (cf CIC c. 145 §2).
312 El Vicario general y, en el ámbito de sus atribuciones, el Episcopal, en
virtud de su oficio, tienen potestad ejecutiva, ordinaria y vicaria; por tanto,
pueden realizar los actos administrativos que competen al Obispo
diocesano, a excepción de aquellos que él haya reservado para sí mismo y
de los que el Código de Derecho Canónico confía expresa y nominalmente
219
Puede conferirse el título de «emérito» a aquel Vicario que ha cesado en un oficio por
haber cumplido la edad o por renuncia aceptada (cf CIC c. 185).
130
al Obispo diocesano. Para poder ejercitar estos actos, el Vicario necesita de
220
un «mandato especial» del mismo Obispo, otorgado por escrito :
«LA RESERVA» “es una facultad que el derecho atribuye al Obispo para sustraer, de
la competencia administrativa del Vicario general, determinados actos o algunos
ámbitos materiales, territoriales o personales, cuyo ejercicio o tratamiento es
asumido personalmente por el Obispo diocesano. Es una manifestación de la
potestad propia —legislativa, ejecutiva y judicial— que corresponde al Obispo
diocesano. El ejercicio de la reserva supone siempre una concentración del poder
administrativo en la persona del Obispo y, paralelamente, una concreta disminución
del ámbito de ejercicio del poder Vicario. El CIC no regula las condiciones, forma y
límites del poder episcopal de reserva. Obviamente esta facultad no puede vaciar de
contenido, en la práctica, la competencia del Vicario general, que está determinada a
iure. Es conveniente que la reserva se formalice por escrito; debe ser naturalmente
notificada al Vicario
general; y también es oportuno que el acto de reserva
se publique para conocimiento de los fieles”.
«EL MANDATO ESPECIAL» “incide también en el ejercicio de la potestad
administrativa del Vicario general; pero, a diferencia de la reserva, el mandato
especial amplía, en casos concretos, las posibilidades de ejercicio en la potestad
del Vicario. Se trata de un acto administrativo del Obispo que atribuye
competencia y habilita al Vicario general para actuar, en supuestos propios,
de la potestad ejecutiva que el derecho común atribuye expresamente al
Obispo diocesano, a causa de la especial importancia de aquellos supuestos
(son los “negotia ardua, maiora seu graviora”, que mencionaban los antiguos
canonistas). En efecto, dentro de las materias propias de la potestad ejecutiva, hay
actos particularmente importantes para la vida de la Diócesis, mismos que el derecho
reserva expresamente al Obispo diocesano, por ejemplo: la dispensa de las leyes
disciplinares (cf CIC c. 87 § 1), la provisión de oficios (cf c. 157), la decisión, sobre
todo, cuando se trata del «superior régimen y administración del seminario» (c. 259 §
1), la decisión de incardinar clero (cf c. 269). etc. Sin embargo, teniendo en cuenta
que se trata de actos administrativos, el Derecho admite también la posibilidad
de que actúe el Vicario general, si es habilitado previamente con un mandato
especial del Obispo. En tales casos, el Vicario general no interviene en virtud de la
potestad ordinaria vicaria que le corresponde, sino como ejecutor de un “mandato
221
especial”, según lo establecido en el c. 134 §3” .
220
“La intervención del Obispo diocesano sobre la actividad jurídica del Vicario general es
en realidad un aspecto característico de la potestad vicaria. En efecto, la participación vicaria
en el poder ejecutivo episcopal no produce una separación entre la titularidad del poder y su
ejercicio efectivo, de manera que es siempre posible que el Obispo ejerza personalmente la
potestad administrativa. Por eso, el derecho regula unos instrumentos al servicio de la
unidad del poder diocesano: se trata de las figuras canónicas de «la reserva» y del
«mandato especial» (cf CIC c. 479 § 1).
221
OGI pp. 242-243. 58. (Esto mismo puede aplicarse al Vicario episcopal en su respectiva
Vicaría).
131
313 Toda potestad que el Vicario no adquiere mediante el oficio, sino que se le
atribuye extraordinariamente, aunque sea atribuida en razón del oficio, no
por el mismo Derecho sino por el Superior, se ha de tener como potestad
“delegada” (cf CIC c. 131 §1). Así, es potestad delegada la que confiere el
Obispo a sus Vicarios, por «mandato especial». Por lo tanto, no podrán
nunca realizar aquellas funciones que requieren mandato especial o las que
el mismo Obispo se reserva para sí, si éste no otorga una explícita
delegación por escrito (cf CIC c. 134 §3).
314 La potestad, facultades y atribuciones canónico-pastorales que les son
conferidas a los distintos Vicarios diocesanos, nacen del Derecho eclesial y
de las distintas necesidades de los creyentes, según los variados ámbitos
territoriales, áreas y asuntos pastorales. En ellos los Vicarios Generales y
Episcopales desarrollarán su misión específica de colaboración y ayuda
vicaria al Obispo diocesano, en su potestad ejecutiva o administrativa
pastoral. Se trata, en general, de las modalidades de la vicariedad episcopal:
para asuntos o áreas específicas, para circunscripciones territoriales o para
un determinado sector de personas (cf CIC c. 476).
315 La potestad del Vicario judicial tiene características singulares, ya que
“constituye un solo tribunal con el Obispo”, en cuya potestad judicial
222
participa establemente (cf CIC cc. 1420. 1422) .
III.D. PERFIL COMÚN Y DIFERENCIADO
DE LOS DISTINTOS VICARIOS DEL OBISPO.
316
En virtud de su oficio, a los Vicarios Generales compete, en toda la
Diócesis, la potestad ejecutiva que le corresponde por derecho al Obispo
diocesano, para realizar cualquier tipo de actos administrativos,
exceptuados, siempre, aquellos que el Obispo se hubiera «reservado» o que,
según el derecho, requieran «mandato especial» (cf CIC c. 479 §1). La
potestad de la que se trata en el parágrafo §1 del canon 479, compete de
propio derecho también al Vicario episcopal en aquella porción de territorio,
o respecto a aquellos asuntos, o fieles de determinado rito o agrupación,
para los que haya sido nombrado, exceptuadas cuantas gestiones el Obispo
222
OGI Ibídem., pp. 52: “Por su parte, la organización de la potestad judicial tiene en la Iglesia
unos cauces especializados, previstos sobre todo en el libro VII del CIC. Además del Romano
pontífice (cf CIC c. 1442) y del Obispo diocesano (cf c. 1419 §1), ejercen el poder judicial el
Vicario judicial y otros jueces de los Tribunales (cf c. 1420ss)…”; cf p. 58.
132
se hubiera «reservado» a sí mismo o al Vicario general, o que, según el
Derecho, requieren su «mandato especial» (cf CIC c. 479 §2).
317 Deja claro este canon que la potestad ordinaria que ejercen no es propia
sino vicaria, porque se deriva y la ejercen a nombre de quien es el titular o
cabeza del oficio, que es el Obispo diocesano. Como potestad vicaria, es
subordinada o dependiente y orgánica. “Además, la potestad vicaria es
subordinada o dependiente, ya que el titular del oficio capital es superior
jerárquico del vicario y tiene los correspondientes poderes de control,
dirección de la actividad (pastoral), nombramiento, revisión de los actos
vicarios, etc. Así, por ejemplo, la potestad que el derecho reconoce al
Vicario general es la misma potestad de régimen del Obispo diocesano, si
bien delimitada al ámbito administrativo, con exclusión de la potestad
legislativa y judicial del Obispo. Al mismo tiempo, el Vicario general está
jerárquicamente subordinado al Obispo, y es éste quien lo elige, lo nombra,
dirige su actividad y revisa sus actos de oficio o a partir de la interposición
223
de un recurso jerárquico (cf CIC cc. 475ss)” .
318 En consecuencia, la potestad de los Vicarios tiene la característica de estar
esencialmente limitada, si se compara con la potestad de régimen integral,
capital y original del Obispo diocesano, quien la posee orgánicamente en
224
sus tres funciones: legislativa, ejecutiva y judicial . Conserva así «la
unidad en el régimen pastoral», aunque la ejercita de manera distinta
mediante sus Vicarios.
III.D.1. DINAMISMO ECLESIAL EN LA DIMENSIÓN
DE LA POTESTAD VICARIA.
319
La característica más importante del servicio pastoral, tanto del
Vicario general y Episcopal como del Judicial, es la equiparación canónica
expresada en la potestad que se les confiere, en las respectivas potestades
que ejercen en nombre del Obispo.
223
OGI Ibídem., p. 57.
Cf IUSCA: JULIÁN HERRANZ, Génesis del nuevo cuerpo legislativo de la Iglesia, Vol. 23, Nº
46, 1983, pp. 491-526; FELICIANO GIL DE LAS HERAS, Organización judicial de la Iglesia en el
nuevo Código, Vol. 24, Nº 47, 1984, pp. 123-197. JOSÉ LUIS GUTIÉRREZ, La potestá legislativa
del Vescovo diocesano, Vol. 24, Nº 48, 1984, pp. 509-526; CONSTANCIO PALOMO GONZÁLEZ,
Vicario general, Vicarios episcopales, delegados, en AA. VV., La Curia episcopal, CERA, pp.
89.
224
133
320 La naturaleza de la potestad confiada a los Vicarios del Obispo es
ordinaria y vicaria. En este sentido, ordinario-vicario, la facultad es
idéntica para todos, por el acto de ser vicaria, la cual es, por naturaleza,
dependiente, orgánica y radicada en la comunión y participación eclesial
con la facultad ordinaria-capital del Obispo diocesano.
321 La diferencia se encuentra en el ámbito concreto de las distintas tareas
pastorales encomendadas por el Obispo (cf CIC c. 131 §2). Por ejemplo, la
potestad ejecutiva o administrativa se confía a los Vicarios Generales y
Episcopales, quienes la ejercen, los primeros en toda la Diócesis y, los
segundos, según la encomienda que cada uno tiene en un determinado
ámbito de la misma. En cambio, la potestad judicial, en el caso del Vicario
judicial, es ejercida en todos los asuntos jurídicos diocesanos, con
excepción de aquellos que se haya reservado el Obispo (cf CIC c. 1420).
322 El Obispo concede la facultad en el aspecto ejecutivo a sus Vicarios
generales, en todo el ámbito y territorio de la Diócesis; la potestad, también
ejecutiva, a sus Vicarios episcopales, la cual está claramente delimitada a
algún aspecto pastoral, territorial o a un sector de personas. El parágrafo §3
del canon 479, también reconoce la competencia de los Vicarios generales y
episcopales en lo relativo a las facultades habituales concedidas por la Santa
225
Sede al Obispo diocesano . En cambio, la potestad del Vicario judicial,
se inserta exclusivamente en el ámbito judicial de la Diócesis.
323 Tanto el Vicario general como el Episcopal, sólo realizan y expresan una
dimensión de la potestad ejecutiva del Obispo y no poseen ni la potestad
legislativa ni la judicial. Ésta ordinariamente es conferida precisamente al
Vicario judicial. La potestad legislativa, en cambio, jamás es delegable,
puesto que el Obispo es el único legislador en la Diócesis (cf CIC cc. 391
§2; 134 §1; cf 135 §2; 29; 16 §1).
324 Los actos administrativos de los Vicarios Generales y de los Episcopales, se
manifiesten externamente como “actos vicarios”, es decir, atribuibles al
Obispo. La distinción formal entre los “actos administrativos” y los “actos
episcopales”, favorece un gobierno más ordenado y eficaz; mantiene la
autonomía de la autoridad del Obispo diocesano. Además, promueve la
iniciativa responsable de sus Vicarios y favorece las posibilidades de acudir
al titular, gracias al ordenamiento canónico en favor de los fieles.
225
Cf ANTONIO VIANA TOMÉ, Naturaleza canónica de la potestad vicaria de gobierno, en
IUSCA Vol. 28, Nº 55, 1988, pp. 99-130.
134
325 En consecuencia, en la práctica cotidiana, toda comunicación escrita debe
estar dirigida al Obispo diocesano, con la precisión de su nombre y su
titularidad. Dentro del escrito, si se considera conveniente, puede hacerse
referencia a alguno o algunos de sus colaboradores relacionados con el
asunto en cuestión. Si este es el caso, al calce del documento dirigido al
Obispo, conviene consignar copia para ese determinado colaborador, en
orden a su información y fines consiguientes.
III.D.2. CARACTERÍSTICAS COMUNES
A LOS VICARIOS DEL OBISPO.
326
La actividad a desarrollar por los Vicarios, General y Episcopal, es a
un tiempo pastoral y administrativa (cf CIC cc. 473, 2 y 4; 394,1). El
Vicario episcopal, como el General, participa de forma estable en las
funciones episcopales de gobierno. Su oficio es apto para desarrollar
también una pastoral más flexible y cercana a los fieles, a causa de su
ministerio. La finalidad de los Vicarios episcopales es eminentemente
pastoral, por los ministerios de potestad ejecutiva que le son confiados en la
226
Diócesis .
327 La naturaleza de su potestad ejecutiva es idéntica, aunque diferente en
el ámbito: los Vicarios Generales para toda la Diócesis; el Vicario episcopal
para la Zona o Vicaría pastoral, el aspecto o asunto encomendado, territorio
o grupo de personas.
328 A través de estos ministerios vicarios, el Obispo diocesano tiene más
facilidad de acceso a los fieles, mayores posibilidades para las
interrelaciones personales, para un mayor conocimiento integral de la
Diócesis y para la tramitación de los asuntos diocesanos, aún en el ámbito
civil.
329 La facultad de los Vicarios Generales y Episcopales es Ordinaria,
Vicaria, Administrativa, sea para toda la Diócesis o para el ámbito de la
Vicaría, sector o asunto determinado que se le encomienda (cf CIC c. 131,
2). No es propia, porque no es inherente al oficio; es vicaria, porque la
realizan en nombre del Titular del oficio, el Obispo diocesano. Ambos
oficios, por lo tanto, son “vicarios”, es decir, hacen las veces del Obispo y
226
Cf PABLO VI, Carta Apostólica, Motu proprio “Ecclesiae Sanctae: de la santa Iglesia”,
Normas para la aplicación de ciertos documentos conciliares, 6 de agosto de 1966, I. 14, 1.
En adelante se citará como ESa; GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, pp. 665-668.
135
realizan su misión en comunión con él y en fidelidad a sus disposiciones,
dentro del marco y espíritu general del Derecho.
330 Desde otra dimensión canónica, tanto el Vicario general como el Vicario
episcopal, ejercen su oficio con la potestad ejecutiva de “Ordinario” y
“Ordinario del lugar” (cf CIC c. 134). Ellos están llamados a actuar
siempre en adhesión corresponsable y conforme al espíritu y visión pastoral
227
eclesial del Obispo diocesano (cf CIC c. 480) .
331 El Vicario episcopal, como el General, participa de forma estable en las
funciones episcopales de gobierno. Es un oficio apto para desarrollar
también una pastoral más flexible y cercana a los fieles, a causa de su
dedicación a determinada Vicaría, asunto o personas. Representan a la
persona del Obispo diocesano, manifiestan su solicitud episcopal en los
diversos ámbitos. No suplen la relación del Obispo con su Iglesia, sino que
prolongan sacramentalmente su ministerio y caridad pastoral.
332 La potestad del Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana es igual a la
del Vicario episcopal Territorial y se extiende a toda la Diócesis en todo lo
que sea promoción, organización, animación y coordinación general de la
pastoral diocesana (cf CIC c. 475).
333 El Vicario general y los Vicarios episcopales, gozan de un conjunto de
prerrogativas y disposiciones, comunes y generales, que el Derecho les
228
otorga .
227
Una comparación sinóptica, de similitudes y diferencias, entre el Vicario general y el
Episcopal, se encuentra en GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, pp. 665-668.
228
De entre ellas, pueden enumerarse las siguientes:
1.- Asisten todos al Sínodo diocesano como miembros de pleno derecho, con voto
consultivo (cf CIC cc. 463 §I, 2º; 466).
2.- Asisten también todos al Concilio provincial en virtud de su oficio, con voto
únicamente consultivo (c. 443 §3, I).
3.- En caso de sede impedida, el Vicario general y los Vicarios episcopales no pierden su cargo ni
su potestad, y entran dentro del grupo de sacerdotes que el derecho menciona para que el
Obispo diocesano necesariamente designe, cada tres años, el orden de prelación de quien
debe asumir temporalmente el gobierno de la Diócesis (c. 413 §1).
4.- Sin embargo, en caso de que el Obispo diocesano sea suspendido de su cargo (por
imposición de pena canónica, por ejemplo), también se suspende la potestad de los Vicarios
generales y episcopales que sean presbíteros (c. 481, §2).
5.- En caso de sede vacante, los Vicarios generales y episcopales cesan en su cargo ipso iure y
automáticamente, aunque sus actos son válidos hasta que reciben «noticia cierta» de la Sede
vacante (c. 417; 481).
136
III.D.3. PRINCIPALES DIFERENCIAS.
334
El oficio de Vicario general es preceptivo en cada Diócesis (cf CIC
c. 475 §1); en cambio, la constitución y nombramiento del Vicario episcopal
es facultativo, depende del discernimiento y valoración de las circunstancias
pastorales de la Iglesia local discernidas por el Obispo diocesano. El Vicario
Episcopal es de institución conciliar (cf ChD 27a; ESa I, 14, §1), y no hay
obligación jurídica de crearlo (cf CIC c. 476).
335 La finalidad de los Vicarios episcopales y su potestad son eminentemente
pastoral-administrativas, como se deduce de la misión diocesana que el
Obispo les confía (cf ESa, I. 14,1; CIC cc. 473, 2 y 4; 394,1).). Las
atribuciones que se les confieran dependerán de las necesidades y de los
ámbitos pastorales en los cuales colaboran con el Obispo diocesano. Ha de
tenerse en cuenta que no existe subordinación alguna de algún Vicario del
Obispo, respecto al Vicario general, ya que todos son cooperadores del
Obispo diocesano y no de Vicario general (cf CIC c. 480). De ahí la
responsabilidad que tiene cada uno de los Vicarios Generales, Episcopales
y, asimismo, el Vicario judicial, de acudir personal y directamente al Obispo
diocesano. En diálogo pastoral, han de informarle de sus actos y recibir sus
orientaciones, porque todos dependen directamente de su coordinación (cf
229
CIC cc. 473. 480) .
6.- También cesan en su cargo automáticamente los Vicarios episcopales desde el momento en
que reciben «noticia cierta» de que se ha decidido el traslado de su Obispo propio a otra
Diócesis, aunque todavía no haya tomado posesión en la nueva, si bien de este cese quedan
exceptuados los Obispos auxiliares como Vicarios Generales o Episcopales (cc. 418 §2, 1º; 409
§ 2).
7.- Los Obispos auxiliares pueden ser nombrados Vicarios episcopales por tiempo indefinido,
pero no así los presbíteros, que sólo pueden serlo por tiempo determinado y, al transcurrir
ese término, cesa su potestad, aunque pueden ser libremente renovados, sin limitación de
periodos. Sin embargo, el nombramiento del Vicario general no está sometido a tales límites
temporales, ya que en cualquier caso el Obispo tiene libertad para constituirlo de forma
temporal o indefinida, y ésta es la más habitual (cc. 477 §1; 481 § 1).
8.- El Obispo diocesano puede remover libremente a los Vicarios Generales y Episcopales que
sean presbíteros y cesa su potestad en el momento en que se les notifica la remoción del
mismo (c. 477 § 1).
229
Cf AS 177; ANTONIO VIANA TOMÉ, Las relaciones jurídicas entre el Vicario general y los
Vicarios episcopales, en REVISTA ESPAÑOLA DE DERECHO CANÓNICO, 45 (1988), pp. 251260. La revista se citará como REDC; RAÚL BERROZA MARTÍNEZ, El Vicario general y el Vicario
de pastoral, en CDFA p. 159.
137
III.D.4. RESPONSABILIDADES VICARIAS
PRIMORDIALES.
336
Para realizar su misión en comunión con el Obispo, tanto los
Vicarios Generales, en toda la Diócesis, como los Vicarios episcopales, en
el asunto pastoral, territorio o sector de personas que se les ha sido confiado,
y el Vicario judicial en el horizonte pastoral procesal, el Magisterio y el
Derecho de la Iglesia Universal, la praxis y el Derecho de la Iglesia
particular, les atribuyen y confían las siguientes responsabilidades vicarias
primordiales:
1.- Hacer presente al Obispo diocesano como maestro de la fe y heraldo
de la palabra, ministro de la gracia del supremo sacerdocio, quien ejerce
la autoridad de su servicio episcopal en cada una de sus acciones
pastorales: administrativas, de conducción o gobierno, o de asuntos
jurídicos en el Tribunal, como sus Vicarios diocesanos en el respectivo
230
régimen, siempre en comunión eclesial . Para ello, los Vicarios deben
actuar fielmente según la voluntad y las intenciones del Obispo, a quien
deben informar de las cuestiones principales de las que se ocupan (cf
231
CIC c. 480) .
2.- Familiarizarse con el pensamiento, intenciones, voluntad y
decisiones del Obispo diocesano, lo mismo que con el Plan Diocesano
de Pastoral, fundamentados en la Escritura y el Magisterio eclesial,
desde las prescripciones del Derecho universal y particular, con los
demás conocimientos y experiencias providentes, para el buen
desempeño de su servicio, en el buen gobierno de la Diócesis.
En relación con la precedencia. En caso de que se debiese precisar la precedencia en
alguna circunstancia concreta, litúrgica o extralitúrgica, ya sea entre los Vicarios
Generales, o entre los Vicarios episcopales (lo mismo que entre los Decanos), el primer
criterio a seguir es: “el más antiguo por su ordenación sacerdotal”, análogamente a lo
señalado en el canon 502 § 2. En caso de que persistiese la duda, por haber sido
ordenados en la misma fecha, entonces el criterio será: quien tenga más tiempo de
ejercicio en el oficio, de acuerdo a la fecha del respectivo nombramiento. Si este segundo
criterio aún no fuese suficiente, entonces se recurriría al criterio de las edades, quien
tenga mayor edad lleva la precedencia.
230
Cf PG 26. 32. 42ss.
231
AS 178.
138
3.- Vivir y mantener, comenzando desde una auténtica relación humana,
profunda relación de caridad pastoral con todos los miembros del Pueblo
de Dios en nuestra Iglesia particular, singularmente con los miembros de
la Vida consagrada, de las Sociedades de Vida Apostólica y de los
seminaristas; así como la fraternidad sacramental con y entre todos los
miembros de nuestro Presbiterio.
4.- Fomentar la comunión, afectiva y efectiva, expresándola vivamente
en la pastoral orgánica y en la participación eclesial de los agentes,
desde su respectiva Vicaría, coordinando y alentando la programación y
las acciones pastorales, administrativas y judiciales, según su oficio
vicario, ya sea en los Decanatos y Parroquias, ya sea en las áreas
pastorales y sectores personales del Pueblo de Dios, particularmente con
los párrocos y con sus demás hermanos presbíteros y diáconos
permanentes. Además, promover la disciplina eclesiástica.
5.- Favorecer una Pastoral integral, orgánica y de conjunto, lo más
adaptada posible a la realidad del ministerio vicario encomendado,
integrando a los presbíteros, diáconos permanentes, fieles laicos y a los
miembros de la Vida Consagrada y de las Sociedades Apostólicas, con
sus carismas y talentos, de manera que favorezcan un servicio
actualizado y profesionalmente cualificado, en algún aspecto pastoral, ya
sea en el administrativo o judicial.
6.- Adoptar diligentemente aquellos métodos e instrumentos de
organización en el trabajo, compatibles con la naturaleza pastoral de su
encomienda, según les ayuden al dinamismo y eficacia en el desempeño
del su labor. En el entendido de que más allá de la eficacia y la
eficiencia está la necesidad imprescindible de la comunión eclesial.
7.- Tener esmerada dedicación para promover y proveer a la formación
integral y permanente de los discípulos y misioneros de Jesucristo en
nuestra Iglesia diocesana, especialmente de los presbíteros, como
miembros del único presbiterio del Obispo, a quien hacen presente.
8.- Velar y animar fielmente, en comunión con los Decanos, la
aplicación planificada del Primer Sínodo Pastoral, del Plan Diocesano
de Pastoral vigente, de los Programas diocesanos, decanales y
parroquiales, y de las acciones que señale el Obispo, siempre en espíritu
de comunión eclesial, cuidando de la integralidad pastoral. Han de
139
impulsar, con especial esmero, el proceso diocesano para “la misión
232
evangelizadora permanente” .
III.D.5. LOS OFICIOS VICARIOS, ESTRUCTURAS
CANÓNICO-PASTORALES DE RELACIÓN,
PARTICIPACIÓN Y COMUNIÓN ECLESIAL.
337
Los oficios vicarios y el ministerio ejercido en las respectivas
Vicarías: general, episcopal y judicial, son las diversas modalidades,
mediaciones o instrumentos específicos en donde también ejerzo mi caridad
pastoral y mi comunión corresponsable de manera cercana y personal, como
Obispo diocesano. Las Vicarías Episcopales, como estructuras canónicopastorales, en donde me hago presente de una manera más cercana e
inmediata, por medio de los mismos, son prácticamente las tres modalidades
que señala el Derecho, para una mejor organización y atención pastoral. En
cada una de estas tres modalidades se concretizan unas estructuras
dinámicas de relación, animación y coordinación al servicio la acción
pastoral integral.
338 Al mismo tiempo estas “modalidades canónico-pastorales” son radicalmente
una excelente oportunidad de relación y de santificación (“kairós”:
momento de gracia providente de Dios), por la vivificación que en ellas
realiza el Espíritu Santo, al hacerse un lugar de encuentro mutuo entre el
Obispo y las personas o grupos, que son parte de su grey, por el ministerio
de mediación y comunión eclesial, jerárquico-pastoral del Vicario episcopal,
en el horizonte salvífico de la misión evangelizadora.
339 Es preciso insistir que los Vicarios tienen como fuente de su servicio
vicarial la espiritualidad, “conforme al corazón de Cristo”, Buen Pastor,
233
Cabeza, Servidor y Esposo de su Iglesia . Los Vicarios episcopales están
llamados a configurarse no sólo con la imagen sino con el corazón de
Jesucristo, Buen Pastor, como cuerpo presbiteral: discípulos, misioneros y
232
Cf FRANCISCO JAVIER CHAVOLLA RAMOS, Carta pastoral “Nuestro caminar diocesano, como
discípulos misioneros de Jesucristo”, Toluca de San José, Méx., 21 de febrero de 2008;
Idem., Exhortación pastoral “Nuestra seguridad depende de Dios”, sobre la seguridad
integral de la comunidad, Toluca de San José, Méx., 8 de diciembre de 2008; Idem.,
Exhortación pastoral “Vayan y preparen la Pascua para que la comamos. Creer, celebrar y
vivir la Eucaristía dominical”, Toluca de San José, Méx., 22 de noviembre de 2009; Idem.,
Decreto sobre la revitalización de la Parroquia, Toluca de San José, Méx., 12 de diciembre
de 2010.
233
Cf Jn 10, 1ss; DA 186; PDV 3g, 16b, 23ef, 25e, 29dd, 50b; AS 71. 232-34. 244. 102. 219.
140
servidores, a partir de una profunda experiencia de Dios (cf DA 198-199).
Su ministerio sacerdotal brota del Orden Sagrado, que tiene una “radical
forma comunitaria” y sólo puede desarrollarse como una “tarea colectiva”
en relación con el Obispo y con los demás presbíteros al servicio de la
Comunidad diocesana (cf DA 195).
340 Los Vicarios del Obispo también están llamados a ser conscientes de sus
limitaciones y a valorar la pastoral orgánica, puesto que la caridad pastoral
es la fuente de su espiritualidad sacerdotal que anima y vivifica su vida y
ministerio (cf DA 198). Desde esta fuente de espiritualidad, su identificación
con Cristo Servidor es característica esencial de su carisma vicarial. No se
trata de cualquier “servicio público”, sino del servicio característico de
Cristo, un “servicio de amor”. A tal punto que
“la urgente y delicada tarea de evangelización de la Iglesia, en este cambio de
época, nos debe motivar a ejercer la autoridad como un servicio, en la que se
distribuyan mejor las responsabilidades, aprendiendo a confiar en los demás sin
234
pretender controlarlo todo” .
III.E. EL CONSEJO EPISCOPAL,
LUGAR TEOLÓGICO DE ENCUENTRO,
RELACIÓN E INTERCOMUNIÓN ECLESIAL
Y PASTORAL ENTRE EL OBISPO Y SUS VICARIOS.
341
La relación del Obispo con sus Vicarios y de éstos con él –lo mismo
que toda relación humana y eclesial-pastoral- se origina y fundamenta en la
comunión de vida de la Trinidad, que les es participada como seres humanos
y discípulos misioneros, por su condición creatural y sacramental. De esta
234
MIGUEL ROMANO GÓMEZ, Tesoro en vasijas de barro, Fototecnía, S.A. de C.V., Dimensión
Episcopal del Clero Mexicano, Guadalajara, 19 de junio 2009, p. 61. En el apartado: “3.6.
La diligencia y el liderazgo evangélico del sacerdote”, el mismo autor señala que
“Jesucristo es el paradigma de cualquier modelo de liderazgo”, que pasa por su Misterio
Pascual. Señala algunas de las principales características del liderazgo evangélico en este
cambio de época, tales como que el sacerdote-líder no es solo un portavoz de los valores,
sino testigo que comunica el encuentro gozoso con la persona de Jesucristo; un liderazgo
acompañado de coherencia de vida, con capacidad de hacerse cercanos y solidarios; un
liderazgo humilde, superando las actitudes de superioridad, imposición o planificación de
tipo absoluto. “El auténtico liderazgo debe ser un servicio de caridad”. Un liderazgo
entendido como obediencia abierta a las necesidades del otro; a la libertad del otro; a
quienes Dios nos ha regalado para compartir la vida cristiana; además, el liderazgo debe
ser competente, de ahí la motivación para procurar y adoptar un proceso formativo
integral (cf Ibídem. 77).
141
manera, la relación interpersonal de diálogo y comunión del Obispo y sus
Vicarios, lo mismo que de éstos entre sí, emana de la participación de la
vida de comunión trinitaria en Jesucristo, Verbo Encarnado. La relación de
comunión eclesial del Obispo está llamada a desarrollarse en el contexto de
un testimonio creíble y fehaciente de la participación eclesial corresponsable
de los Vicarios en el “munus” pastoral del Obispo. Un lugar teológicoeclesial y pastoral privilegiado para dar vida a este testimonio es el Consejo
Episcopal.
342 Los pastoralistas y juristas coinciden en que se debe fomentar y favorecer
una madura y constante relación de comunión y participación humana,
cristiana, eclesial y pastoral entre el Obispo y sus Vicarios, lo cual “no
significa que los Vicarios del Obispo sean meros ejecutores materiales de su
voluntad, sino que, en caso de divergencias con él, deben respetuosa y
llanamente exponer su parecer; sin olvidar que, al final, la última palabra,
235
como es obvio, está en la decisión del Obispo” . En todo caso, siempre
debe facilitarse el “diálogo pastoral” y han de guardarse las relaciones en
lealtad y fidelidad (cf CIC c. 212 §3).
343 El canon 480 concretiza la dimensión más elemental de estas
interrelaciones, que deben estar informadas por la caridad pastoral:
“El Vicario general y el Vicario episcopal deben informar al Obispo diocesano
sobre los asuntos importantes, por resolver o ya resueltos, y nunca actuarán
contra la voluntad e intenciones del Obispo diocesano”.
344 Se trata, efectivamente, no sólo de informar al Obispo diocesano, sino de
vivir la comunión con su “capitalidad pastoral episcopal” en la Diócesis,
fundada en su calidad de miembro del Colegio Episcopal y de sucesor de los
Apóstoles. El Obispo, en definitiva, es quien ha sido constituido Pastor,
Cabeza, Servidor y Esposo de su Iglesia particular, en nombre de Jesucristo,
el único Pastor, Cabeza, Servidor y Esposo de su Iglesia (cf Ef 5; PDV 3g,
16b, 23ef, 25e, 29dd, 50b).
345 Cada Vicario, General, Episcopal y Judicial, está llamado a actuar con
responsabilidad en primera persona y, no obstante el oficio vicario que
detenta, debe responder personalmente de sus actos. Por eso, ante la
posibilidad de alguna actuación errónea o injusta de algún Vicario, se han de
tener en cuenta los siguientes presupuestos:
235
M. MORGANTE, La Chiesa Particolare nel Codice di Diritto Canonico, Cinisello Balsamo
1987, p. 226.
142
346 El Obispo posee la potestad ordinaria, propia e inmediata, aneja por
Derecho a su oficio episcopal (cf CIC cc. 131 §1; 381 §1) y la ejerce en
nombre propio. En cambio, el Vicario general, Episcopal y Judicial, ejercen
su participación con el Obispo en la potestad de régimen correspondiente, de
manera ordinaria, porque va aneja de propio derecho a su oficio; sin
embargo, al haberla recibido con su oficio, la ejercitan en nombre del
Obispo diocesano; por eso se le califica como potestad vicaria (cf c.131 §12). En consecuencia, el Obispo diocesano tiene la facultad de reformar las
decisiones tomadas por sus Vicarios, Generales o Episcopales (cf c. 65). Eso
permite que cada miembro del Pueblo de Dios tenga el recurso de acudir al
Obispo diocesano, quien puede revocar o enmendar el decreto o decisión de
sus Vicarios (cf c.1734 §3).
347 De lo anterior, se puede colegir la importancia de fomentar tanto la
comunicación permanente, como la actitud de discernimiento y acuerdo de
los Vicarios Generales, Episcopales y del Judicial, con el Obispo diocesano.
El Obispo, definitivamente, no será responsable de la actuación equivocada
e injusta de alguno ellos, si no estuvo enterado o no consintió en su
realización. De ahí que, una condición ineludible, de parte de los Vicarios,
es promover la unidad eclesial y la coordinación de la actividad pastoral, ya
sea ejecutiva o judicial, conforme al espíritu, orientaciones y decisiones del
Obispo diocesano.
348 Todas las actividades de los Vicarios Generales, Episcopales o del Judicial,
son de naturaleza «pastoral», en sus distintos y variados cauces, porque
son una expresión vicaria del único buen gobierno pastoral del Obispo
diocesano en su Iglesia particular, cuya fuente, hemos repetido, es
Jesucristo, Buen Pastor. Por ejemplo, la potestad o jurisdicción que el
Obispo ha confiado a sus Vicarios Generales y Episcopales, es la
participación corresponsable en su potestad administrativa o ejecutiva; al
Vicario judicial, a su vez, en su potestad judicial. Es el Obispo diocesano
quien lleva la “capitalidad” y la “coordinación general de toda la Diócesis”,
de todos los asuntos del régimen legislativo, ejecutivo y judicial (cf CIC
cc. 474-473 §2 y 4; 394 §1).
349 Para evitar, entre los mismos Vicarios, diferencias y confusiones sobre su
competencia, potestad o facultades al momento de su actuación, existen,
entre otros, dos instrumentos pastorales de armonía: el primero, lo
constituye el mismo nombramiento, en el cual, el Obispo ha de especificar
las facultades y las atribuciones que confía a cada uno de ellos, lo mismo
que las reservas que haya acto para sí y/o los mandatos especiales respecto a
143
los asuntos que decida delegarles. El segundo instrumento es la frecuente
relación, diálogo y coordinación de los Vicarios con el Obispo y entre sí.
350 Es en esta frecuente comunicación e interacción donde el Consejo
Episcopal, formado por sus Vicarios, con sus estatutos y reglamento (cf CIC
c. 473 §2 y 3), se constituye en un excelente medio de diálogo y
coordinación pastoral, orgánica e integral entre ellos y con el Obispo
diocesano, para desarrollar el ministerio en comunión y fidelidad con éste.
Se trata de un organismo consultivo que tiene como finalidad atender el
espíritu de comunión en y para toda la actividad pastoral diocesana. De esta
manera se evitarán posibles interferencias en el ejercicio de su potestad, lo
que redundará en el fortalecimiento de la comunión eclesial en la Iglesia
particular. Asimismo, favorecerá una mayor eficacia y una mejor planeación
de los trabajos pastorales, lo mismo que para prevenir conflictos, teniendo la
oportunidad de mantener la constante información y diálogo pastoral, en
236
conjunto, con el Obispo diocesano .
III.F. “YO ESTARÉ CON USTEDES SIEMPRE…”
236
ANTONIO VIANA TOMÉ en Organización del gobierno en la Iglesia, desarrolla la identidad
pastoral del Consejo Episcopal, como un instrumento favorable para la acción
coordinadora del Obispo. En la página 245, nos comenta que: “Una de las principales
cuestiones que plantea la normativa del CIC sobre los Vicarios diocesanos, es el
problema de las relaciones jurídicas entre el Vicario general y el Vicario episcopal. Las
posibilidades de relación entre ambos cargos son muy variadas, ya que pueden
constituirse uno o varios Vicarios Generales y uno o varios Vicarios episcopales, en la
misma Diócesis y, además, no existe entre ellos relación de subordinación jerárquica: todos
son vicarios del Obispo. A falta de soluciones previstas por el derecho común es ésta una
materia que debe ser regulada por el derecho particular; concretamente es el Obispo
diocesano quien adoptará en su caso las oportunas determinaciones. Como principios de
solución se puede apuntar: a) que el derecho particular puede reconocer una cierta
capacidad de dirección administrativa en favor del Vicario general, con el fin de fomentar
la debida coordinación entre los Vicarios diocesanos; b) que es necesaria la determinación
de la competencia de los diversos oficios vicarios, a través de normas generales diocesanas
o en el propio acto de nombramiento, de manera que, salvando siempre la potestad
propia del Obispo y las excepciones que puedan establecerse, cada Vicario y sólo él será
competente en el bloque de materias o relaciones señaladas en aquellas normas o
nombramientos; c) que en los casos dudosos parece más adecuado dar prioridad a la
actuación del Vicario con competencia más especial (así por ejemplo, la competencia del
Vicario episcopal de personas sería prioritaria frente a la del Vicario episcopal territorial o
la del mismo Vicario general)”, pp. 245-247; cf Id., Las relaciones jurídicas entre el Vicario
general y los Vicarios episcopales, en REDC, 45 (1988), p. 251-160; asimismo puede
consultarse, acerca del instrumento de buen gobierno, como lo es, del Consejo Episcopal,
en FRANCISCO IBGD, Cap. IV. 3.
144
(Mt 28, 20)
351 En consecuencia, los “oficios vicarios”, tienen una configuración radical y
esencialmente, antropológica cristológica, eclesial, sacramental,
237
carismática y pastoral . Consecuentemente, para nosotros, “discípulos y
misioneros de Jesús”, éstos y, por analogía, todos los oficios, servicios,
ministerios y encargos eclesiales, no son meras estructuras funcionales de la
organización eclesiástica, sino, sobre todo, son el “aquí y ahora” de la
encarnación sacramental, pneumática, personalizada y prologada del Espíritu
de Jesucristo, Buen Pastor. Él es quien continúa cumpliendo sus promesas
entre nosotros, su Iglesia: “Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del
mundo” (Mt 28, 20). “Si me aman, cumplirán mis palabras y yo pediré al
Padre que les envíe otro Defensor que esté siempre con ustedes: el
Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni
lo conoce. Ustedes lo conocen, porque Él permanece con ustedes y estará
con ustedes… el Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi
nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn
14, 15-17. 26-27).
352 ¡Quienes ejercemos estos oficios, como discípulos y misioneros de Jesucristo,
estamos llamados a ser una viviente expresión pastoral de la Iglesia una,
santa, católica y apostólica, “misterio de comunión para la misión
evangelizadora”, a favor de la humanidad que peregrina en nuestro mundo,
hasta que llegue la plenitud del tiempo y de la historia! (cf Mt 28, 16-20; LG
238
cap. I; DA 155) .
237
Para entender el término «pastoral» debemos remitirnos a la figura del Obispo
como pastor de la Iglesia, quien participa del pastoreo del Único y Gran pastor de
las ovejas (cf Hb 13, 20; I Pe 2,25; 5, 2). Los oficios de Vicario general, Vicario
episcopal, Vicario de Pastoral, Vicario para la Vida Consagrada y las Sociedades de
Vida Apostólica y Vicario judicial, se pueden definir como “auxiliares” y, con mayor
precisión, como «vicarios» del «oficio original, principal y capital» que ostenta el
Obispo, haciendo presente a Cristo Pastor en su Iglesia. Y, en seguida, es preciso
afirmar que el término «pastoral» aplicado al Obispo y a los Presbíteros, como a
toda la Iglesia, abarca la totalidad de su misión evangelizadora y de su acción
apostólica. Cf RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, El Vicario general y el Vicario de Pastoral, en CDFA
p. 146.
238
Entre las propiedades de la naturaleza de la Iglesia fundada por Cristo, que expresan su
ser íntimo, está la unidad (cf UR 2; LG 23.26). Cristo Jesús fundó su única Iglesia sobre la roca
de Pedro y de los demás apóstoles, y la quiso unida por la participación en la unión que él
tiene con su Padre. Esta Iglesia de Cristo, en su plenitud, subsiste en la Iglesia católica; pero,
fuera de ella, otras comunidades cristianas conservan algunos elementos de la verdadera
145
IV.- EL MINISTERIO DEL «VICARIO
GENERAL», OFICIO PRIMORDIAL EN
ORDEN AL BUEN GOBIERNO PASTORAL
EN LA DIÓCESIS.
353
El Concilio Vaticano II, habla expresamente del Vicario general,
delineando con nitidez su identidad y misión pastoral. Se trata del más
cercano “próvido colaborador” del Obispo, en el buen gobierno pastoral de la
Diócesis, según las condiciones de idoneidad establecidas en el Derecho (cf
ChD 27; CIC cc. 475 §1. 478ss.
354 El Código de Derecho Canónico del año 1983, expresión fiel del espíritu
renovador eclesial del Concilio Vaticano II, se refiere directamente a este oficio
239
o “figura jurídica” en los cánones 475-481 .
Iglesia de Cristo. Tal realidad pone de manifiesto que la unidad de la Iglesia es don de Cristo
y obligación de todos los cristianos.
La única Iglesia de Cristo “subsiste en la Iglesia católica” (LG 8). El Concilio, al utilizar el verbo
“subsistir”, en vez del verbo “ser”, afirma al mismo tiempo dos realidades: la identidad plena
de la Iglesia católica con la única Iglesia fundada por Cristo, y el reconocimiento de que en
las otras comunidades cristianas hay algunos elementos que provienen de Cristo y hacia él
conducen, y pertenecen a la única Iglesia de Cristo. Cf M.M. GARIJO-GUEMBE, La comunión de
los santos. Fundamento, esencia y estructura de la Iglesia, Herder, Barcelona 1991, pp. 145147; Cf DONATO VALENTINI, Subsistit in, en DE2010, pp. 1383-1408.
239
Cf OGI p. 4.
146
IV.A. IDENTIDAD DEL VICARIO GENERAL
EN LA COMUNIÓN ECLESIAL DIOCESANA
Y EN LA PASTORAL INTEGRAL,
ORGÁNICA, DIFERENCIADA Y DE
CONJUNTO.
355
El espíritu renovador del Vaticano II, expresado en el Código
vigente, aporta una precisión en torno a la identidad del Vicario general,
tanto por ser un oficio eclesial adaptable a las diversas realidades pastorales
240
de los signos de nuestro tiempo , como por la obligatoriedad de su
241
constitución en la Diócesis . No obstante la cercanía del oficio,
actualmente al Vicario general ya no se le puede considerar, con toda
propiedad, como el «alter ego: el otro yo» del Obispo, debido a que ya no
tiene idéntica jurisdicción a la del Obispo diocesano, como la tenía, según el
canon 368 §1 del Código de 1917, en todos “los asuntos espirituales y
242
materiales” de toda la Diócesis .
240
Cf ChD 23. 25. 27; asimismo los documentos posteriores, como el Motu Proprio de
Pablo VI: «Ecclesiae Sanctae: De la Santa Iglesia» (6 de agosto de 1966) y los Directorios:
«Ecclesiae Imago: Imagen de la Iglesia» (1973) y «Apostolorum Successores: Los Sucesores de
los Apóstoles» (2004), 71. 177-179. 221.
241
Cf VGyE pp. 81-140; GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, p. 665. DAVIDE M USSONE, L’ufficio
del Vicario generale, Librería Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2000 (se citará
DUVG).
242
«Vicario generali, vi officii, ea competit in universa dioecesi iurisdictio in spiritualibus
ac temporalibus, quae ad Episcopum iure ordinario pertinet, exceptis iis quae Episcopus
sibi reservaverit, vel quae ex iure requirant speciale Episcopi mandatum». En efecto, si
consideramos el canon 479 §1 del Código vigente, señala que al Vicario general le
compete en toda la Diócesis la potestad ejecutiva que le corresponde al Obispo diocesano
por derecho. Sin embargo, queda excluido de aquello que el Obispo diocesano se reserva
o que según el derecho requiera mandato especial.
Por otra parte, en el contexto del canon 391, al Obispo le está encomendada la triple
potestad de régimen o de gobierno o de jurisdicción completa: la potestad legislativa,
que ejerce personalmente (cuyo objeto es la creación del mundo legislativo); la potestad
ejecutiva o administrativa (cuya finalidad esencial es la aplicación o encarnación vital del
mundo de las leyes en la vida de la Iglesia), que realiza por sí o por medio de los Vicarios
Generales o Episcopales; y la potestad judicial (cuya misión es la aplicación autoritativa
del mundo legislativo al asunto en controversia), ejerce ésta tanto personalmente como
por medio del Vicario judicial (cf CIC cc. 381. 135. 375. 1420 §1). El Vicario general
147
243
356 El Vicario general es una figura canónica muy antigua . En el S.
XIV se define como “el que hace las veces de Obispo”, incluso
estando éste presente en la Diócesis. A partir del Concilio de Trento ya
se fija la figura y potestad del Vicario general de forma más clara. El
Código de Derecho Canónico de 1917, en los cánones 366-371, recoge la
tradición y praxis de este oficio, en él se encuentra su prescripción, según
las directrices del Concilio Vaticano I.
solamente participa de la ejecutiva y, por lo mismo, no es idéntica en extensión a la del
Obispo.
Finalmente, buscando una mayor precisión, es significativo que el Vicario general,
asimismo el Vicario episcopal, está llamado a responder, en primera persona, si su
actuación es contraria a la ley, quedando así deslindada la responsabilidad personal del
Obispo. En este caso el c. 1734 §3 ofrece la posibilidad “de recurrir ante el Obispo contra
los decretos dados por las autoridades que le están subordinadas”, como serían la del
Vicario general y la del Vicario episcopal, quienes, además, tienen la obligación de reparar
el daño causado por el acto ilegítimo (cf PB Art. 123; Comentario a los cánones 129 §1 y
135 §1-4, en BENLLOCH, COMC, pp. 83, 88-89; VGyE pp. 98ss).
243
Cf GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, p. 665. En el Decreto de Graciano y en el Decreto
de Gregorio IX, se hace referencia germinal y oscuramente del oficio del Vicario
general. En el Concilio Lateranense IV (1215) se abre la posibilidad de que el Vicario
general pueda aconsejar al Obispo, que pueda visitar, predicar y gobernar la
Diócesis en nombre del Obispo (cf cap. 21). La institución del Vicario general se
acentúa con Inocencio III (1198-1216), con la Constitución de Honorio III (12161227), donde se determina la potestad confiada a un procurador del Obispo y, así, la
figura del “Vicario general” comienza a clarificarse. El concepto de “Vicario general”
es atribuido a un oficial del Obispo, por vez primera, en el Liber VI de Bonifacio VIII
(1224-1303). Sin embargo, es después del Siglo XII que surge el ministerio de Vicario
general por voluntad del Obispo para limitar los abusos de los “archidiáconos”
(desde el siglo IV existían éstos en cada catedral) y para suplirlos, puesto que con
frecuencia eran negligentes o incapaces de cumplir su cometido. En la edad media,
por la responsabilidad que se confiaba al Vicario general, se designaba como
procurador, provisor, ayudante, oficio episcopal, vicario o procurador general.
Después del Concilio de Trento queda ya sancionado el paso de manera definitiva,
que en la práctica ya estaba vigente, del archidiácono, como vicario del Obispo, al
oficio de Vicario general. Estando a la puerta la codificación de 1917, el Vicario
general ya se delinea como una persona que, legítimamente elegida por el Obispo
diocesano, le ayuda en el gobierno de la Iglesia particular que ejercitaba ya, a
nombre del Obispo, la jurisdicción episcopal en toda la Diócesis, a excepción de
aquellas facultades que el Obispo se reservaba o que el derecho le prohibía ejercitar
(cf M ARQUETTI G., La Curia como órgano de participación en el cuidado pastoral del
Obispo diocesano, Ed. Pontificia Università Gregoriana, Roma 2000, p. 43ss).
148
357 El oficio del Vicario general no es optativo sino preceptivo u obligatorio en
cada una de Diócesis. Por eso, el Obispo debe nombrar al Vicario
general, oficio preeminente de la Curia diocesana dotado de “potestad
ejecutiva (no legislativa, ni judicial), ordinaria o aneja al oficio, vicaria o
poseída y ejercible en nombre del Obispo y, por lo mismo, episcopal,
universal o general y subordinada al Obispo”. En cambio, el Moderador de
la Curia es un servicio distinto al del Vicario general, que puede confiarse a
algún otro presbítero Este oficio es optativo donde convenga y el Derecho
aconseja que sea nombrado para este oficio uno de los Vicarios Generales
244
(cf CIC c. 473) .
358 Entre las cualidades fundamentales e indispensables, emanadas del espíritu
eclesial conciliar, que necesariamente han de tener los Vicarios Generales,
como primer signo de comunión vicarial en la Iglesia diocesana, hemos de
considerar: su exquisita sensibilidad pastoral y su capacidad para trabajar en
equipo, de manera articulada e integral, es decir, en comunión eclesial.
Contrario a este espíritu sería cualquier actitud de independencia y
autonomía absoluta o individualismo, sin comunicación, dialogo y
coordinación con el Obispo (pro et cum episcopo) y con los demás
245
Vicarios .
IV.A.1. SER DEL VICARIO GENERAL.
244
Comentarios a los cánones 473 y 475 §1, en BENLLOCH, COMC, pp. 237- 238.
El Obispo diocesano y el Moderador de la Curia, prestan un servicio de coordinación,
pero en ámbitos, latitudes y niveles distintos. El coordinador, tendrá “como principio
general, que las estructuras diocesanas deben estar siempre al servicio del bien de las
almas y que las exigencias organizativas no deben anteponerse al cuidado de las
personas” (AS 177d). Es importante distinguir claramente entre la actividad
coordinadora del Moderador en la Curia y la actividad coordinadora general de la
actividad pastoral integral: legislativa, administrativa y judicial, que le corresponde
personalmente al Obispo diocesano, Cabeza y Pastor, para el buen gobierno de la
Diócesis.
245
En el numeral 201 del Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos “Ecclesiae
Imago”, se afirma, además, que el Vicario general «debe poseer una adecuada
experiencia pastoral». Por lo tanto, no se le puede relegar al plano meramente
administrativo o excluirlo de la potestad pastoral; iría en contra de la eclesiología del
Vaticano II. Así, por ejemplo, el Obispo puede mandarle visitar la Diócesis,
totalmente o en parte, cuando se encuentre legítimamente impedido (cf CIC c. 391
§1); cf VGyE pp. 232-233. 246; P. URSO, La Curia diocesana, en AA.VV., Chiesa particolare,
EDB, Bologna 1985, p. 92; RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, El Vicario general y el Vicario de
Pastoral, en CDFA pp. 167. 141-168.
149
359
El Vicario general, es aquel Obispo (Coadjutor o Auxiliar) o
Presbítero, a quien el Obispo diocesano confía el oficio de mayor confianza,
cercanía y corresponsabilidad en el buen gobierno pastoral de todo el
territorio diocesano (cf ChD 27; CIC c. 475 §1; AS 178). El Obispo le
encomienda el cuidado pastoral de todos los asuntos, aéreas y territorio,
vinculados a su potestad ejecutiva que no precisen mandato especial de él o
se haya reservado para sí mismo (cf CIC c. 475 § 1). El Decreto conciliar
sobre el ministerio de los Obispos designa este oficio como un “officium
eminens: oficio primordial” en la Curia Diocesana (cf ChD 27).
360 El canon 475, en su parágrafo §2, considera que por regla general ha de
nombrarse un solo Vicario general, “a no ser que la extensión de la
Diócesis, el número de habitantes u otras razones pastorales aconsejen otra
cosa”. En este caso los Vicarios Generales tienen todos la misma potestad
sobre toda la Diócesis, siendo necesaria una clara coordinación de su
actividad, en la observancia de cuanto el Código dispone acerca de las
competencias asignadas a cada uno de ellos como Ordinarios y de las
246
competencias cumulativas que tienen (cf CIC c. 65) .
361 Siendo más de un Vicario general, poseen la potestad «in solidum»:
«solidariamente» sobre toda la Diócesis, de lo contrario serían Vicarios
episcopales y no Generales. Además, no hay dependencia del uno al otro, como
si fueran primer y segundo o tercer Vicario general, sino que su dependencia y
relación se establecen única y directamente con el Obispo diocesano; son sus
Vicarios Generales. Son iguales en el servicio derivado del oficio y en la
extensión de competencias, lo cual no obsta para que entre ellos haya una cierta
246
La coordinación entre varios Vicarios Generales o Episcopales no viene dada por
subordinación entre tales oficios, ya que el oficio de Vicario episcopal no puede ser
considerado como Vicario del Vicario general. Ambos son Vicarios del Obispo, sin
subordinación entre sí, pero sí en armonía e interrelación recíprocas (cf CIC cc. 476ss). Cf
ERDD p. 47, señala algunos criterios para la debida coordinación en la actuación de más de
un Vicario general:
1) A cada Vicario general puede serle encomendada un área de gobierno de la que haya
de responsabilizarse más directamente, sin prejuicio de sus facultades ordinarias
generales en el gobierno de toda la Diócesis. Pero, a no ser que el Obispo disponga
otra cosa, la competencia sobre dicha área o sector, corresponde también a los otros
Vicarios Generales.
2) Puede el Obispo establecer, en armonía con el derecho y con quien tiene el mismo
oficio, un orden de prevención o precedencia gubernativa, para lo cual es oportuno
fijar el modo de actuación de cada uno de ellos. Uno de ellos debe ser nombrado
Moderador de la Curia, que no significa ser moderador de la Diócesis.
150
especificación de tareas pastorales especialmente encomendadas por el Obispo a
247
cada uno de ellos .
362 El Vicario general, en razón de su oficio, goza de potestad ejecutiva o
administrativa –no legislativa ni judicial-, ordinaria o aneja al oficio;
vicaria, es decir, dependiente y orgánica o de comunión jerárquica, porque
la ejerce en nombre del Obispo; general para el gobierno de toda la
Diócesis, es decir, y subordinada al mismo, al tratarse de un oficio
248
dependiente del Obispo (cf CIC cc. 131 §2; 479 §1) . Potestad confirmada
en fuerza del Derecho, no por el Obispo diocesano, de otra manera sería un
“delegado” del Obispo y no su Vicario general. Al Vicario general, se le
considera, además, como “Ordinario” y “Ordinario del lugar” (cf CIC c.
249
134) .
247
Cf AS 178: “El Obispo debe nombrar al Vicario general, oficio preeminente de la Curia
diocesana, para que lo ayude en el gobierno de la Diócesis. Aunque, normalmente es
preferible que haya sólo un Vicario general, en caso de que el Obispo lo considere
oportuno, por la amplitud de la Diócesis o por otra razón pastoral, puede también
constituir alguno más. Teniendo todos la misma potestad sobre toda la Diócesis, es
necesaria una clara coordinación de su actividad, en la observancia de cuanto el Código
dispone acerca de las gracias concedidas por uno u otro Ordinario, y en general, acerca del
ejercicio de las competencias asignadas a cada uno”. Además, sobre la potestad que
ejercitan “solidariamente” los varios Vicarios Generales en toda la Diócesis, puede
consultarse CAPPELO F. M., Summa iuris canonici in usum…, 1, Roma, p. 355: “Si plures
Vicarii constituantur, iurisdictonem in solidum tenent, ut liquet ex ipsa officii notione”. Cf
RAMOS F. J., Le Chiese particolari e i loro raggrupamenti, 2, Roma 1996, p. 98; CHAPPETA L.,
Il Codice di Diritto Canonico, 1, 3, Roma 1996, p. 600, añade que “avranno in solido la
medesma potestà sull’intero territorio”; DUVG pp. 52-61. También puede consultarse
sobre la delimitación de los ámbitos que específicamente puede encomendar a cada uno.
Finalmente, el concepto canónico de “solidaridad” puede ser iluminado ya en la práctica,
aplicando analógicamente la luz del canon 140: cf Comentario al canon 140, en BENLLOCH,
COMC, p. 92.
248
El oficio del Vicario general, es un instrumento primordial a favor del buen gobierno
pastoral del Obispo diocesano, puede consultarse FRANCISCO IBGD, Cap. IV, 1.
249
La potestad del Vicario general tiene las siguientes características: es ordinaria, vicaria,
administrativa y de alcance general dentro de la Diócesis. Corresponde, por tanto, al
Vicario general en virtud del oficio la potestad administrativa que jurídicamente es
propia del Obispo diocesano, para realizar dentro del ámbito de la Diócesis cualesquiera
actos administrativos (cf CIC c. 479 § 1); incluidos los actos normativos típicos de la
potestad ejecutiva (decretos generales ejecutorios, instrucciones, etc.), las facultades
habituales concedidas por la Santa Sede al Obispo y la ejecución de los rescriptos (cf c. 479
§ 3). Sin embargo, se excluyen de esta amplia competencia del Vicario general aquellos
actos que el Obispo se hubiera reservado o que requieran un mándalo especial de él (cf
c. 479 § 1 en relación con el c. 134 § 3). El Vicario general tiene también la consideración
151
363 Por otra parte, al ejercitar la potestad ejecutiva, el Vicario general, es la
máxima expresión de la participación en la potestad ejecutiva del Obispo,
sólo en este aspecto parcial se le podría denominar su “alter ego”. Por su
ministerio es la primera persona jurídica más indicada en quien el Obispo
realiza y concretiza tanto la unidad del buen gobierno diocesano como su
necesaria descentralización, al representarle personalmente, en su calidad de
250
pastor .
364 Por lo mismo, es característica constitutiva y destacable de quienes ejercen el
oficio de Vicario general, su estricta subordinación jerárquica al oficio capital
del Obispo diocesano y tienen, por tanto, la misión de colaborar
corresponsablemente con él en el buen gobierno pastoral toda la Diócesis.
Además, siempre es posible que el Obispo ejerza personalmente la potestad
administrativa; asimismo, también se puede recurrir canónicamente ante el
Obispo, en lo que mira a “los actos administrativos” singulares realizados por
el Vicario general, solicitando su revocación, reforma, sustitución o
251
abrogación (cf CIC cc.1734ss; 65 §2-3) .
canónica de “ordinario” y de “ordinario del lugar” (cf c. 134 §§ 1 y 2): cf OGI, p. 142; cf
Comentario al canon 134, en BENLLOCH, COMC, pp. 87-88.
El Vicario general, al no tener potestad legislativa, está impedido de dar leyes o decretos
generales de carácter legislativo (cf CIC c. 30). Sin embargo, puede hacer emanar decretos
generales ejecutivos, en orden a precisar las formas de aplicación de la ley o la insistencia
en observarla (c. 31 §1). Tampoco puede ejercer la potestad judicial, salvo que haya sido
nombrado Vicario judicial, lo cual sólo es justificable para el caso de Diócesis pequeñas y con
escasas actividades judiciales (cf c. 1420 §1). Otra referencia importante es que el Vicario
general puede ejercer su potestad ejecutiva en relación con los súbditos e incluso
ausentes de su territorio, a no ser que el Derecho disponga otra cosa. Igualmente sobre
los forasteros que están en su territorio, cuando se trata de conceder favores o de ejecutar
leyes universales o particulares (cf c. 13 §2). Tiene el derecho-deber de participar en el
Sínodo Diocesano (cf c. 463 §l , 2 º ) y puede ser delegado por el Obispo para presidir las
sesiones particulares (c. 462 §2). También tiene derecho a participar con voto consultivo en
el Concilio provincial (cf c. 443 §3). Asimismo, puede ser enviado por el Obispo a realizar
en su nombre las visitas pastorales, con mandato especial, otorgado por escrito.
Entre las funciones más cotidianas e inmediatas del Vicario general, en su calidad
de “Ordinario”, se encuentran, por ejemplo, las siguientes:
1. Conceder o prorrogar toda clase de licencias ministeriales.
2. Conceder toda clase de dispensas matrimoniales conforme a las normas vigentes.
Tramitar dispensas o indultos ante la Sede Apostólica.
250
Cf DUVG p.131.
251
Además, es importante señalar que la figura del Vicario general no puede anular a la de
los Obispos auxiliares. Cuando exista un Obispo coadjutor o auxiliar, debe ser constituido
152
365 El Vicario general cesa por renuncia, remoción o cuando queda vacante
la Diócesis; asimismo, cuando el Obispo diocesano es suspendido de su
cargo. En el caso de que la Diócesis esté impedida, si no existe Obispo
auxiliar o coadjutor y, mientras la Santa Sede no disponga otra cosa, al
Vicario general le corresponde interinamente conducir el gobierno de la
252
Diócesis (cf CIC c. 413 §2) .
IV.A.2. QUEHACER ECLESIAL-PASTORAL
DEL VICARIO GENERAL.
366
La caridad pastoral del Obispo se hace vida y entrega de vida
abundante en los diversos servicios de la persona más cercana en la
corresponsabilidad del buen gobierno pastoral confiado al Obispo, como lo
es su Vicario General. El ser o Espíritu de la caridad pastoral de Jesucristo
se hace donación cotidiana en los distintos encuentros, acompañamientos,
decisiones y detalles –humanos, eclesiales, sacramentales, jurídico,
pastorales y evangelizadores- que el Vicario General ofrece a la Iglesia
diocesana, en nombre del Obispo:
367 1. Es quehacer eclesial prioritario es la participación del Vicario o los
Vicarios Generales, cuando sean convocados, en los procesos diocesanos de
programación, discernimiento, decisión y animación pastorales, como signo
Vicario general y se le debe dar prioridad para todas aquellas facultades o mandatos
especiales el Obispo conceda (cf CIC c. 406 §1-2).
252
El canon 481 §1 establece claramente los casos de cese de la potestad del Vicario
general, que se pueden reducir a los siguientes cuatro: a) Al término de su
nombramiento. El Código, en este sentido, ni afirma ni niega la posibilidad de un
nombramiento «ad tempus». Lo deja implícitamente en manos del Obispo; b) la
renuncia libremente presentada al Obispo diocesano, o en su caso a la autoridad
competente, por escrito u oralmente delante de dos testigos. Debe ser aceptada.
La renuncia hecha por grave temor, por engaño o por error sustancial o por
simonía, es «ipso iure» inválida (cf CIC cc. 187-189); c) la remoción promovida por el
Obispo diocesano (cf c. 477, §1). Se da la remoción automática, por el mismo derecho,
en el caso de pérdida del estado clerical (cf c. 194 §1,1º); d) sede episcopal vacante,
expresamente señalado por el canon 417; debe saberlo con certeza que la sede está
vacante. Esto vale igualmente para el Vicario episcopal.
En este sentido, aun cuando el Obispo sea transferido y permanezca en la Diócesis con
la potestad de Administrador diocesano, cesa la potestad del Vicario general (cf c. 418
§2, 1º). En resumen, la potestad del Vicario general se suspende cuando se suspende
el oficio del Obispo diocesano, a no ser que el Vicario sea Obispo (cf c. 481 §2): cf RAÚL
BERZOSA MARTÍNEZ, El Vicario general y el Vicario de Pastoral, en CDFA pp. 149-150.
153
de comunión eclesial, íntima y corresponsable con el Obispo, con los
Vicarios episcopales, el Vicario Judicial y los Decanos; así como en la
relación y diálogo pastoral con los Responsables de las distintas Comisiones
Diocesanas y los Coordinadores de las correspondientes Dimensiones
pastorales.
2. Vicario general puede ejercer su potestad ejecutiva en relación con los
súbditos, incluso aquéllos que están ausentes del territorio diocesano, a no
ser que el Derecho disponga otra cosa; asimismo hacia los forasteros que
están en su territorio: cuando se trata de conceder favores o de ejecutar leyes
universales o particulares, en armonía con el Derecho (cf CIC c. 13 §2).
3. Tiene del derecho-deber de participar en el Sínodo Diocesano (cf CIC c.
463 §l , 2 º ) y puede ser delegado por el Obispo para presidir las sesiones
particulares (cf CIC c. 462 §2).
4. Goza del derecho a participar con voto consultivo en el Concilio
provincial (cf CIC c. 443 §3).
5. Asimismo, puede ser enviado por el Obispo a realizar las visitas
pastorales en su nombre (cf CIC c. 396 §1).
6. Entre las funciones más cotidianas e inmediatas del Vicario general, en su
calidad de “ordinario”, se encuentran, por ejemplo, las siguientes:
7. Conceder o prorrogar toda clase de licencias ministeriales.
8. Conceder toda clase de dispensas matrimoniales conforme a las normas
vigentes.
9. Tramitar dispensas o indultos ante la Sede Apostólica
253
.
10. Ejecutar rescriptos, a no ser que se establezca otra cosa expresamente o
en la concesión de tal facultad se hayan tenido en consideración las
cualidades personales del Obispo.
253
Es derecho del Obispo y del Vicario general la tramitación de los procedimientos
administrativos siguientes: - separación conyugal (cf c. 1692 §1), -declaración de muerte
presunta (cf c. 1707), -*dispensa de matrimonio rato y no consumado (cf cc. 1142; 1698), *disolución de matrimonio "in favorem fidei" (cf cc. 1144 §2-1145). Es de advertir que en estos
dos últimos procedimientos administrativos, el Voto "pro rei veritate" que ha de elevarse a la Santa
Sede, junto con todo el expediente, debe ser suscrito por el Obispo. Aunque el Obispo puede
conceder delegación, por escrito, al Vicario judicial, para que tramite los procedimientos
señalados anteriormente.
154
11. Recibir y escuchar a los miembros del Pueblo de Dios o a comisiones de
fieles, cuando así se requiera.
12. Resolver asuntos relativos a cuestiones pastorales y a la disciplina
eclesiástica.
13. Informarse acerca de los sacerdotes enfermos o necesitados, para
prestarles ayuda.
14. Autorizar la restauración o mantenimiento de los templos y sus anexos,
de acuerdo con la Comisión Diocesana de Liturgia en su Dimensión de Arte
Sacro, como con las Autoridades civiles competentes, habiendo recibido la
asesoría de peritos profesionales.
15. Asistir, como representante del Obispo diocesano, a algunos eventos
religiosos, cívicos, culturales, etc.
IV.B. IDENTIDAD DE LA VICARÍA GENERAL
EN LA PASTORAL
DE LA IGLESIA DIOCESANA.
Una manera, prescrita por el Derecho para expresar mi cercanía con
todos los fieles de la comunidad diocesana, es la designación del oficio o
ministerio de mis Vicarios Generales, quienes, en comunión y colaboración
responsable conmigo, como Obispo, me ayudan a atender al Pueblo de Dios,
ejerciendo la potestad ejecutiva o administrativa en el régimen del buen
gobierno pastoral, en el “munus episcopal” que se me ha encomendado al
conferirme el Orden del episcopado.
155
IV.B.1. SER DE LA VICARÍA GENERAL.
368
La Vicaría General es la primera y más significativa expresión de
comunión y participación corresponsable, tanto en lo relacionado al pastoreo
del Obispo diocesano, como en relación a la expresión de su presencia
cercana hacia todos los miembros de su Iglesia particular, en la proyección de
su autoridad ejecutiva y el ejercicio administrativo episcopales.
IV.B.2. QUEHACER DE LA VICARÍA GENERAL.
369
Desde la Vicaría General, el Obispo-Pastor y Padre, en nombre de
Jesucristo, Buen Pastor, ejerce su potestad ejecutiva en todos los asuntos y
actos administrativos del buen gobierno pastoral diocesano, mediante su
Vicario o sus Vicarios Generales, a fin de realizar la conducción del Pueblo
de Dios encomendado a su caridad pastoral, de manera más expresiva y
eficiente.
370 Es quehacer prioritario de esta Vicaría crear un ambiente familiar y
eclesial de diálogo con todos los Agentes; informar y ser informada
acerca de todos los asuntos pastorales y administrativos; lo mismo que
participar en la animación de los procesos eclesiales diocesanos
determinados por el Obispo diocesano (programación, discernimiento,
decisión), como signo de comunión con él y con los demás Vicarios del
mismo.
IV.C. IDENTIDAD CANÓNICA-ECLESIAL
DEL VICARIO GENERAL.
371 El canon 475 § 1, señala que “En cada Diócesis, el Obispo debe nombrar un
Vicario general, que, dotado de potestad ordinaria a tenor de los cánones
que siguen, ha de ayudarle en el gobierno de toda la Diócesis. 475 §2: Como
regla general, ha de nombrarse un solo Vicario general, a no ser que la
extensión de la Diócesis, el número de habitantes u otras razones pastorales
aconsejen otra cosa”.
372 El canon 477 §1: Es el Obispo diocesano quien nombra libremente al
Vicario general y lo remueve libremente, salvo cuando se trata de un Obispo
auxiliar (c. 406). Además, el canon 477 §2 señala que cuando el Vicario general
esté legítimamente ausente o impedido, el Obispo diocesano puede nombrar
otro.
156
373 El canon 478 indica algunas cualidades que el Vicario general debe
poseer: sea sacerdote, de edad no inferior a treinta años, doctor o
licenciado en Derecho canónico o en Teología, o al menos
verdaderamente experto en tales materias; digno de confianza por su
sana doctrina, rectitud, sabiduría y experiencia para tratar diversos
asuntos; no sea pariente del Obispo hasta el cuarto grado de
consanguinidad; no sea, simultáneamente, canónigo penitenciario (para
que no existan interferencias entre el foro externo e interno). En el n. 201,
del Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, se afirma,
además, que el Vicario general «debe poseer una adecuada preparación
pastoral». Por lo tanto, no se le puede relegar al plano meramente
administrativo o excluirlo de la potestad pastoral; iría en contra de la
eclesiología del Vaticano II. En este sentido, incluso el Obispo, cuando
se encuentra legítimamente impedido, puede mandarle visitar la
Diócesis, totalmente o en parte (c. 391 §1).
374 El canon 479 §1: Tiene la potestad ejecutiva-administrativa que le corresponde
por derecho al Obispo diocesano, exceptuados los actos que el Obispo se
reserve o requieran, por derecho, mandato especial del Obispo.
375 El canon 479 §3: Le corresponden también las facultades habituales concedidas
por la Santa Sede al Obispo, así como ejecución de rescriptos, a no ser que se
establezca expresamente otra cosa o se hayan tenido en cuenta las cualidades
personales del Obispo diocesano.
376 El canon 480: Debe informar al Obispo diocesano sobre los asuntos más
importantes por resolver o ya resueltos y nunca actuará en contra de la voluntad
e intenciones del Obispo diocesano.
377 El canon 481 §1: Cesa al cumplirse el tiempo de su mandato, por renuncia y
asimismo, quedando a salvo lo establecido para los Obispos auxiliares (cc. 406
y 409), por remoción notificada por el Obispo o cuando se produzca sede
vacante de la sede episcopal. El canon 481 §2: suspendido de su cargo el
Obispo diocesano, se suspende la potestad del Vicario, a no ser que sea
Obispo.
157
IV.D. FACULTADES ECLESIALES
DEL VICARIO GENERAL.
378
Sus facultades eclesiales vicariales como “Ordinario” y “Ordinario
de lugar”, asimismo las que el Obispo le concede, están indicadas en el
ANEXO 2, con las siglas VG.
158
V.- MINISTERIOS U OFICIOS DE
LOS «VICARIOS EPISCOPALES»,
PRESENCIA CERCANA DEL OBISPO
EN ALGUNO DE LOS ÁMBITOS
PASTORALES
DE LA DIÓCESIS.
379
Ahora nos adentraremos, según el espíritu que pide el Derecho, en el
ser y quehacer eclesial de los Vicarios episcopales en sus respectivas
Vicarías pastorales, como una cercanía personal de la caridad pastoral del
Obispo diocesano en el ámbito del régimen de potestad en que lo
representan. Esa cercanía consiste, principalmente, en promover y
acrecentar la comunión eclesial, en orden a un buen gobierno pastoral. De
esta manera, los Vicarios episcopales están llamados a colaborar
corresponsablemente conmigo, en comunión eclesial y jerárquica, en el
“munus episcopale: ministerio episcopal”, como Obispo diocesano, en
alguno de los tres ámbitos canónico-pastorales (territorial, personas y
asuntos) de nuestra Iglesia particular de Toluca, mismos que a continuación
ofrezco a su consideración (cf CIC c. 476).
380 Antes del Concilio existieron muchas figuras que en cierto modo implicaban
al actual Vicario episcopal, como los Vicarios generales, oficiales,
arcedianos, o vicarios foráneo. Sin embargo, el Concilio Ecuménico
Vaticano II, creó la nueva figura jurídico-pastoral del Vicario episcopal (cf
ChD 23. 26-27) y sancionada por el Derecho Canónico vigente en la Iglesia
(cf CIC cc. 475-481).
381 Desde una perspectiva más amplia, la institución del Vicario episcopal ha de
comprenderse en el contexto de la visión pastoral profética del Concilio
Vaticano II, al actualizar las estructuras eclesiales y jerárquico-episcopales
en el servicio evangelizador de las necesidades pastorales y de las relaciones
del Obispo con su grey como hoy se presentan. Se trata en efecto, de «una
254
figura nueva, para una pastoral nueva. Esto es el Vicario episcopal» .
254
Cf J. SÁNCHEZ SÁNCHEZ sintetiza así el contenido y el objetivo de este ministerio “nuevo y
clave” para la pastoral, en REDC, 27 (1971) pp. 5-87; asimismo cf RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, El
Vicario general y el Vicario de Pastoral, en CDFA, p. 153.
159
V.1. PERFIL INTEGRAL DEL VICARIO EPISCOPAL.
382
El Concilio ofreció unos nuevos y más flexibles instrumentos, tanto
para el desarrollo de la función pastoral del Obispo diocesano, como para su
gobierno pastoral más cercano a los fieles, expresión encarnada y
corresponsable de la comunión eclesial misionera.
383 Siguiendo el espíritu renovador del Concilio, el canon 476 indica:
“Cuando así lo requiera el buen gobierno de la Diócesis, el Obispo diocesano
puede también nombrar uno o más Vicarios episcopales, que, o en una
determinada circunscripción de la Diócesis, o para ciertos asuntos o respecto a los
fieles de un mismo rito o para un grupo concreto de personas, tienen la misma
potestad ordinaria que por derecho universal compete al Vicario general, conforme
a la norma de los cánones”.
384 Dos son, por consiguiente, las razones de la existencia de los Vicarios
episcopales (también de varios Vicarios Generales): la primera es la
colaboración con el Obispo diocesano, de manera que éste se vea aliviado
solidariamente en su labor de buen gobierno pastoral; la otra razón es la
ayuda pastoral administrativa que específicamente le prestan los Vicarios
episcopales en un asunto o sector pastoral, en un grupo específico de
personas, o en alguna de las circunscripciones territoriales bien
255
determinadas .
255
Conviene recordar que la figura posconciliar del Vicario episcopal, queda constituida
en los números 23, 26 y 27 del Decreto Christus Dominus, en donde el Obispo, por
diversas razones, puede nombrar uno o varios Vicarios episcopales. Es causa suficiente
la búsqueda del buen gobierno pastoral de la Diócesis. El Vicario episcopal tiene la
potestad del Vicario general, pero restringida únicamente a un determinado territorio
(potestad territorial), a ciertos asuntos (potestad especial o funcional), a un grupo
determinado de personas (potestad personal). Finalmente, al Obispo auxiliar, de no
hacerle Vicario general, hay obligación de nombrarle Vicario episcopal, puesto que es
“auxiliar” del Obispo diocesano y no del Vicario general; además su función episcopal
no expira al vacar la sede.
El Motu Proprio «Ecclesiae Sanctae» de Pablo VI (ESa), refleja, particularmente en los
nn. 13 y 14, la norma ejecutiva que identifica nueva figura jurídica pastoral del Vicario
episcopal, con los siguientes rasgos generales:
1.- Debe ser un sacerdote, bien (sea) diocesano (o bien) sea de un Instituto de Vida
Consagrada con oficio diocesano.
2.- Puede estar revestido de dignidad episcopal.
3.- Legítimamente constituido por el Obispo propio.
4.- Para que en una parte determinada del territorio, o en una acción pastoral concreta,
o para algún grupo de fieles, le ayude en el gobierno pastoral de la Diócesis.
5.- Goza de potestad ordinaria vicaria, concedida por el mismo Derecho.
160
385 El más reciente Directorio para el Ministerio pastoral de los Obispos,
“Apostolorum Successores: Los sucesores de los Apóstoles”, del 2004, en el
número 178 señala unos rasgos que vienen a darle más claridad al ser y
quehacer del Vicario episcopal: “En el nombramiento de un Vicario
episcopal, el Obispo pondrá atención en definir claramente el ámbito de sus
facultades, evitando así la sobreposición de competencias o, cosa aun peor,
la incertidumbre del titular o de los fieles”.
V.2. IDENTIDAD ESPECÍFICA
DE LOS DISTINTOS VICARIOS EPISCOPALES.
386
Los Vicarios episcopales, reciben su ser y quehacer pastoral en la
íntima comunión eclesial con el Obispo diocesano quien los une a su
servicio evangelizador, en el buen gobierno de la Diócesis, desde la
capitalidad original y originante de Jesucristo, único y supremo Pastor de la
Iglesia. Pueden ser Obispos o Presbíteros nombrados para que, de una
manera cercana y personalizada, expresen la presencia del Obispo “haciendo
sus veces” y expresando su caridad pastoral, en el ministerio que tienen
confiado. Conviene insistir que, conforme al Derecho, la identidad del
Vicario episcopal exige hacer presente la caridad pastoral del Obispo en el
6.- Si no es Obispo auxiliar, ejerce temporalmente su cargo.
Según lo señalado por el Vaticano II, «Ecclesiae Sanctae» y «Ecclesiae Imago», a la hora
de hablar de los Vicarios episcopales, estos son agrupados en tres modalidades: el
Vicario episcopal territorial, para una determinada Zona o Vicaría episcopal); el Vicario
episcopal funcional, que atiende a un determinado tipo de asuntos, peculiares y
concretos en el ámbito pastoral diocesano; y el Vicario episcopal de personas, a quien se
le encomienda la atención pastoral a favor de un determinado grupo de personas, con
características muy específicas.
Por su parte, el Código del Derecho Canónico de 1983, en los cánones 475-481, determina
que lo que se afirma del Vicario general, también se afirma análogamente para el Vicario
episcopal en su respectivo ámbito encomendado.
A su vez, el Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos de 2004, «Apostolorum
Successores», reafirma algunos rasgos y explicita otros: “En cuanto a la edad, deberán
haber cumplido al menos los 30 años, pero prudentemente, cuando sea posible, es
preferible que hayan cumplido los 40 años, y hayan alcanzado también una adecuada
preparación académica con la obtención del doctorado o de la licencia en Derecho
Canónico o en Sagrada Teología, o, al menos, deberán ser verdaderamente expertos en
tales disciplinas… Los Vicarios deben actuar siempre según la voluntad y las intenciones
del Obispo, al cual deben informar de las cuestiones principales de las que se ocupan” (n.
178). Cf ANTONIO PÉREZ DIEZ, Los Vicarios Generales y Episcopales en el Derecho Canónico
actual, Editrice Pontificia Università Gregoriana, Roma 1996, p. 192.
161
pastoreo efectivo de un territorio; de un grupo o sector de personas; o de un
256
asunto pastoral diocesanos (cf CIC c. 476) .
387 Los Vicarios episcopales son ojos, mente y corazón pastoral del Obispo en
las distintas Zonas o Vicarías, para con los fieles, ya sean de la vida
consagrada o laicos, de los Decanatos, Parroquias, Rectorías y
Comunidades, con sus diferentes realidades; privilegiadamente hacia los
presbíteros en su condición de pastores.
388 La Vicaría Episcopal encomendada a cada uno de ellos, no es una estructura
aislada, absolutamente autónoma y cerrada, sino la expresión y concreción
de Iglesia, misterio de comunión y participación en la misión, integrada
plena y vitalmente a la Iglesia diocesana y a la Universal.
389 El ministerio de cada uno de los Vicarios episcopales, se identifica como
una mediación personal y corresponsable de comunión eclesial, jerárquicapastoral, de parte del Obispo hacia cada uno de los fieles cristianos de su
Iglesia diocesana.
390 De esta manera, la institución de las Vicarías Episcopales, permiten al
Obispo, y yo lo considero mi responsabilidad, contar con estructuras
dinámicas, funcionales y carismáticas, promotoras de la relación
interpersonal y de la comunión eclesial. También me corresponde cultivar,
como Obispo diocesano, servidor, esposo y pastor, la relación personal y
cercana con mis feligreses. De ahí mi súplica y encomienda a mis Vicarios
episcopales, para que faciliten mi cercanía personal y corresponsable hacia
los fieles que tienen encomendados, no para que me sustituyan, sino para
que hagan más cercana mi caridad pastoral.
391 Por lo tanto, fortalecer y acrecentar la comunión eclesial, ha de ser la
característica prioritaria de mis Vicarios episcopales. Les convoco a que
hagamos más firme y generosa nuestra conversión pastoral y estructural,
como respuesta al ministerio y carisma que hemos recibido. Esto nos desafía
a cultivar, en fidelidad a nuestro ministerio, a mí, a ser pastor de comunión,
a ustedes, a comprometerse a ser mis mediadores ante mi grey diocesana,
cualquiera que sea su condición.
392 La “mediación” tiene una esencial connotación “sacramental”. La comunión
eclesial, por una parte, requiere fidelidad personal a Cristo, a su Iglesia y al
Obispo, guardando hacia éste un sincero afecto y testimonial fraternidad
256
Cf JOSÉ ANTONIO VIANA TOMÉ, OGI pp. 244-245; FRANCISCO IBGD, Cap. IV. 2, ministerios
privilegiados para el buen gobierno pastoral del Obispo diocesano.
162
sacramental, junto con una cordial, generosa y auténtica “obediencia
comunional en la fe, la esperanza y el amor”, expresada en una
comunicación mutua y constante, diálogo transparente, respeto fraterno y
lealtad comprometida.
393 También, por otra parte, la comunión eclesial pide a mis Vicarios,
disponibilidad sincera, corresponsable y humilde en nuestra interrelación de
pastores, en el presupuesto de que “la humildad está en la verdad”.
V.3. MINISTERIO U OFICIO DEL VICARIO
EPISCOPAL, EN ALGUNA DE LAS TRES
MODALIDADES CANÓNICO-PASTORALES
(cf CIC c. 391 §2).
394
En comunión eclesial, jerárquica y de afecto fraterno con la Cabeza,
el Santo Padre y los Miembros del Colegio Episcopal, siguiendo el espíritu
del Magisterio les doy a conocer los siguientes criterios, actitudes y caminos
pastorales a recorrer como discípulos-misioneros de Jesucristo, respecto a
las distintas modalidades pastorales del ser y misión de mis Vicarios
episcopales.
395 Las Vicarías Episcopales son estructuras dinámicas de relación y de
comunión pastoral, que están bajo la corresponsabilidad de un Vicario
episcopal, quien tiene como ministerio principal: alentar, fortalecer y
testimoniar la comunión eclesial y la caridad pastoral del Obispo para con su
grey, en el ejercicio del carisma y la espiritualidad del Buen Pastor (cf Jn 10,
1ss).
396 Las Vicarías o Zonas pastorales de territorio, las constituyen una porción
determinada de miembros del Pueblo de Dios, que habitan en las distintas
regiones territoriales de nuestra Diócesis, más o menos homogéneas en
cuanto a su geografía, clima, cultura y forma de vida; con características
religiosas muy semejantes, que han sido conformadas con el objetivo
pastoral común de hacer presente el Reinado de Dios, a través de la
animación corresponsable del Vicario episcopal de la acción pastoral
diocesana, integral, orgánica y diferenciada, aplicada en cada Zona Pastoral,
conjuntamente con los respectivos Decanos y Párrocos. Cada Vicaría
Episcopal territorial está integrada por varios Decanatos y sus respectivos
Decanos y Párrocos.
397 En este proceso pastoral es preciso señalar que el dinamismo de la
animación, organización y acción pastoral se origina desde la Parroquia,
163
núcleo y expresión visible y verificable de la disponibilidad a la acción
salvadora de Dios y de nuestra respuesta encarnada y operativa a favor de
nuestra prioridad de prioridades pastorales: la misión evangelizadora
permanente, como discípulos y misioneros de Jesucristo.
398 El Decanato, la Vicaría Episcopal y las Comisiones diocesanas de pastoral,
son instrumentos y mediaciones de apoyo y animación, según su propia
identidad y misión específicas, a las Parroquias y a sus respectivos Párrocos.
Éstos, con su apertura y respuesta al Espíritu Santo, son los co-protagonistas
originantes, necesarios e insustituibles de la acción pastoral evangelizadora
en nuestra Diócesis.
399 Los Vicarios episcopales, son aquellos Presbíteros (en algunas Iglesias
particulares pueden ser Obispos) a quienes, el Obispo diocesano, llama para
encomendarles, corresponsablemente con él, el ministerio u oficio de hacer
presente su caridad pastoral, de manera personal y cercana. Este ministerio
es en nombre de Jesucristo, Buen Pastor, y de la Iglesia, en favor de la
comunión y misión evangelizadora eclesiales.
400 La atención y acción pastoral que hemos venido realizando para cumplir la
misión evangelizadora en nuestra Iglesia particular, ha sido posible gracias a
la entrega corresponsable de mis Vicarios episcopales quienes, en comunión
eclesial conmigo, su Obispo diocesano, atienden la acción pastoral integral,
orgánica y diferenciada en las distintas Vicarías.
401 Siguiendo las directrices del Primer Sínodo Pastoral (1987-1995), se han
constituido las Vicarías Episcopales, en armonía con el canon 476, de
acuerdo al triple criterio: de funcionalidad, de territoriedad y de personas.
En ellas los Vicarios episcopales ejercen, respectivamente, la potestad
ejecutiva o administrativa:
1- En una acción pastoral diocesana específica. En nuestra Iglesia
local se trata del Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana.
2.- En una Zona del territorio diocesano, llamada también Vicaría
Episcopal. Esta es la condición de los Vicarios episcopales de una
Vicaría o Zona Pastoral.
3.- En la atención pastoral a un sector concreto del Pueblo de Dios,
como es el caso del Vicario episcopal para la Formación inicial, la
Pastoral de los Presbíteros y el Diaconado permanente y del
164
Vicario episcopal para la Vida Consagrada y las Sociedades de
Vida Apostólica.
402 Es de notar que desde el nacimiento de nuestra Diócesis hemos contado:
4- Para el área pastoral específica y especializada de la potestad
judicial, con la Vicaría Judicial, con su Vicario, quien participa
conmigo de la potestad judicial, formando conmigo un solo Tribunal.
403 En esta perspectiva mantenemos “la comunión y la unidad de régimen
pastoral”, que integra las potestades legislativa, ejecutiva o administrativa y
judicial, en nuestra Iglesia particular.
Consciente de la capitalidad que he recibido de Jesucristo en el sacramento
del Orden por el episcopado, les agradezco la aceptación que tan tenido de
estos ministerios en la persona de mis Vicarios. Les ruego que continuemos
caminando juntos para mantenernos en actitud de conversión evangélica y
vivir la comunión eclesial, como discípulos misioneros de Jesucristo.
V.A.- EL MINISTERIO U OFICIO DEL
«VICARIO EPISCOPAL
PARA LA PASTORAL DIOCESANA»,
ANIMADOR DEL ESPÍRITU Y
LA ACCIÓN PASTORAL, PARA LA REALIZACIÓN
DINÁMICA DE LA EVANGELIZACIÓN
EN LA IGLESIA DIOCESANA.
404
Para encarnar el espíritu misionero de la evangelización, a través
de las actividades pastorales diocesanas, programadas en el «Plan
Diocesano de Pastoral», tanto el Derecho Canónico como el Derecho
257
de nuestra Iglesia particular , me facultan para elegir y nombrar un
colaborador cercano que, como expresión de mi caridad pastoral, haga
mis veces en esta amplia y prioritaria tarea diocesana: se trata de «el
Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana». Este oficio se sustenta
en la eclesiología de la sacramentalidad del Concilio Ecuménico Vaticano
II, cuya enseñanza renovadora es la raíz de la espiritualidad de comunión
eclesial y jerárquica.
257
Cf ChD 27a; ESa, I, 14 §1; EcIm, n. 201; cc. 476. 479 §2; DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP, 28
N.a-b; 40 N.a.b; 43 N.a-b; 49 N.b; 397 N.b; GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, pp. 667-668;
ERDD p. 50; RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, Para descubrir y vivir la Iglesia diocesana, Burgos
1998, pp. 97-120.
165
V.A.1. IDENTIDAD DEL VICARIO EPISCOPAL
PARA LA PASTORAL DIOCESANA.
405
El ministerio del Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana, por
ser un servicio vicarial, consiste en hacer presente la caridad pastoral del
Obispo en el corazón mismo de la vida pastoral de la Iglesia particular; así
también, en todo lo que mira a cualquier aspecto pastoral, en el amplio
campo de la Diócesis, donde quiera que se necesite su atención u
orientación vicarial episcopal. Del mismo modo, le hará presente en el
acompañamiento, programación y realización de las distintas acciones
pastorales que defina con los Vicarios episcopales, Decanos y
Coordinadores diocesanos de alguna Comisión o Dimensión pastorales.
A.1.1. SER DEL VICARIO EPISCOPAL
PARA LA PASTORAL DIOCESANA.
406
El «Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana» es el presbítero a
quien el Obispo le confía el servicio vicarial para promover el espíritu
pastoral en la Diócesis y animar, en su nombre, la planeación, organización
y evaluación de la acción pastoral evangelizadora orgánica, de conjunto,
integral y diferenciada en la Diócesis.
407 Con el Obispo, el Vicario para la Pastoral, además de cuidar, en su nombre,
la respuesta prioritaria a la realidad y a las necesidades pastorales de la
Comunidad diocesana, está llamado a ser el generador y motivador de una
espiritualidad de comunión eclesial y pastoral, vivida entre los discípulos y
misioneros de Cristo. También es parte de su ser la responsabilidad de
lograr que la pastoral sea orgánica, integral, diferenciada, de conjunto y
auténticamente evangelizadora, en la Iglesia local.
408 Por la naturaleza, especificidad y necesidad de este ministerio, el Vicario
episcopal para la Pastoral Diocesana, cuenta con la colaboración
corresponsable, prioritaria, solidaria y dinámica de los demás Vicarios
episcopales y, en su momento, con e Vicario Judicial, quienes, unidos en
discernimiento pastoral, están llamados a buscar, descubrir y realizar,
comunitariamente, el querer de Dios. Además, en comunión corresponsable
de éstos con los Decanos y Agentes eclesiales de pastoral, tiene la misión de
ayudar a la comunidad a cumplir con “el proyecto pastoral de la
Diócesis”. El o los Adjuntos de esta Vicaria Episcopal, también colaboran
166
en comunión corresponsable con el Vicario episcopal, teniendo en cuenta
las necesidades, estructuras y recursos diocesanos.
409 Se trata de un oficio dinámicamente clave en el espíritu, la vida y la acción
de la pastoral diocesana. Una característica, por ser presencia del Obispo
prolongada en la pastoral diocesana, es su apertura a la comunión eclesial y
la solidaridad pastoral con la Provincia Eclesiástica, con el Episcopado
Mexicano, con la Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe
(CELAM) y con la universalidad de las Iglesias, especialmente con la que
preside en la caridad el Papa, sucesor de Pedro y Vicario de Cristo.
A.1.2. QUEHACER DEL VICARIO EPISCOPAL
PARA LA PASTORAL DIOCESANA.
410
Le corresponde dinamizar la acción evangelizadora integral de la
Iglesia diocesana, como expresión de su pastoralidad. Igualmente, ofrecer a
las Zonas o Vicarías pastorales los apoyos adecuados, a través de las
Comisiones diocesanas y sus Dimensiones, con sus respectivos servicios. Le
compete también la animación de la planeación, programación, organización
y evaluación de las acciones pastorales contenidas en el Plan Diocesano de
Pastoral, en el espíritu y horizonte orgánico del Decreto acerca de la
258
restructuración de la pastoral orgánica diocesana .
411 1) Un conjunto de tareas pastorales del Vicario episcopal para la Pastoral
Diocesana, es promover, animar o asesorar, por sí mismo y, según se
requiera específicamente, con los Vicarios episcopales, el Equipo de la
Vicaría de Pastoral, los Decanos y los Coordinadores Diocesanos de las
Comisiones y Dimensiones de pastoral diocesana, las siguientes tareas
pastorales:
412
1.1. Promover la conversión evangélica, personal y pastoral.
Por conversión evangélica, personal y pastoral, entendemos el
cambio de mentalidad, criterios, actitudes, relaciones y opciones
que lleven definitivamente a una nueva visión y vivencia de los
valores, en el camino del seguimiento a Jesucristo, Maestro de vida
nueva, de parte de los mismos Agentes de la pastoral integral
diocesana. Así se mantendrán estos valores en la praxis o quehacer
pastoral, de manera tan viva y testimonial que hagan presente a la
Cf FRANCISCO JAVIER CHAVOLLA RAMOS, Obispo de Toluca, Decreto acerca de la
restructuración de la pastoral orgánica diocesana, Toluca de San José, Méx., 19 de marzo
de 2010. En adelante este documento se citará: RPOD.
258
167
Iglesia, signo eficaz, sacramento de salvación universal. La
autenticidad de esta conversión evangélica ha de manifestarse en las
mismas estructuras y en el dinamismo orgánico-pastorales (cf DA
366).
413
1.2. Cultivar la espiritualidad de la comunión eclesial en la
pastoral.
La espiritualidad de comunión, base indispensable de toda acción y
de todo Plan destinados a la pastoral orgánica y de conjunto, exige,
entre otros valores, la relación de fraternidad, la comunicación, la
fiel y perseverante participación corresponsable, de manera que la
unidad en la diversidad o la diversidad en la unidad, no se confundan
ni con la uniformidad, ni con el desorden.
414
1.3. Favorecer la formación integral y permanente
En el cuidado de la formación integral y permanente de los distintos
agentes de pastoral responsables de las instancias orgánicas y
estructurales, es necesario que desarrollen, en la medida de su
generosidad, su personalidad de discípulos misioneros en los
aspectos de las ciencias antropológicas y teológico-eclesiales,
espirituales y jurídico pastorales, para ofrecer el acierto de sus
aportaciones y para contribuir a una mejor planificación,
programación y realización de las acciones pastorales, en el ámbito
diocesano, zonal, decanal o parroquial.
415
1.4. Incrementar la conciencia y vivencia sobre la organicidad
pastoral
Es necesario propiciar una espiritualidad de comunión, abierta a la
acción renovadora y vivificadora del Espíritu Santo, para
incrementar entre los pastores y demás agentes de pastoral, la
conciencia y vivencia de la interrelación e interacción que
fructifiquen en la integralidad y la organicidad de una seria
planificación pastoral. La organicidad pastoral, así considerada, ha
de ser la fuerza dinamizadora de las distintas Estructuras,
Comisiones y Dimensiones de pastoral, Organismos y Movimientos
eclesiales.
416
1.5. Dinamizar la aplicación del Primer Sínodo Pastoral.
La operatividad de las acciones pastorales determinadas en el Primer
Sínodo Pastoral, son responsabilidad del Obispo y, por consiguiente,
de su Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana, tanto las que el
168
Sínodo le encomienda directa y personalmente, como las que tiene
señaladas juntamente con los demás Vicarios episcopales o Decanos,
lo mismo que con otros Agentes de pastoral. A este respecto, se
ofrece un elenco de algunas determinaciones del Derecho particular
emanadas de nuestro Primer Sínodo Pastoral, relativas a la acción
pastoral conjunta, orgánica e integral del Obispo diocesano, de sus
Vicarios y Decanos. Están contenidas en el ANEXO 3.
417 2) Otro conjunto de quehaceres pastorales que incumben a este Vicario
episcopal, es su participación personal y corresponsable con el Obispo:
2.1. En algunos organismos eclesiales, como el Consejo Presbiteral,
el Colegio de Consultores, el Consejo Diocesano de Pastoral, el
Consejo para el discernimiento sobre los candidatos a las Órdenes
Sagradas y la Comisión designada por el Obispo para elegir a los
candidatos a realizar estudios especializados.
2.2. En los procesos diocesanos pastorales de programación,
discernimiento, decisión y animación, como signo de comunión
eclesial, íntima y corresponsable con el Obispo y con los demás
Vicarios episcopales; también en la relación de éstos con los
Decanos, con los Coordinadores de las Comisiones Diocesanas y
con los Animadores de las Dimensiones pastorales de éstas.
2.3. En el discernimiento pastoral: a) cuando el Obispo pida
realizarlo acerca de la provisión, nombramiento o remoción de los
oficios eclesiásticos, particularmente de los párrocos o
administradores parroquiales (cf CIC cc. 192-195; 253; 524-525;
1740-1747); b) asimismo, cuando se trate de remover o nombrar a
algún Vicario episcopal, Decano, o coordinador de alguna Comisión
o Dimensión de la pastoral diocesana.
2.4. En las reuniones a que sea convocado por la Conferencia del
Episcopado Mexicano o por la Provincia Eclesiástica, según las
necesidades y opciones pastorales de los Obispos, a fin de favorecer
la unidad en la diversidad, la colegialidad, la solidaridad y la
subsidiariedad, en la comunión y la mutua solicitud por las Iglesias
(cf SA 22-23).
V.A.2. IDENTIDAD DE LA VICARÍA EPISCOPAL
PARA LA PASTORAL DIOCESANA.
169
418
La conveniencia de esta «Vicaría Episcopal para la Pastoral
Diocesana», se ha visto cada vez más evidente y necesaria, a fin de que
nuestra Iglesia particular, en comunión con toda la Iglesia Católica,
pueda ofrecer al hombre de hoy, un encuentro personal con Jesucristo
Vivo, para que nuestros pueblos tengan Vida en Él.
419 La Vicaría Episcopal para la Pastoral Diocesana, tiene la encomienda
de coordinar a las personas, juntamente con sus esfuerzos y estructuras
de manera cada vez más adecuada y eficaz, planificada, integral, de
calidad, orgánica y de conjunto, o sea, de comunión eclesial. Siguiendo
el “Proceso Diocesano para la Misión Evangelizadora Permanente”,
le corresponde, en definitiva, facilitar ese personal y comunitario
“encuentro con Cristo” a los bautizados y a toda persona de buena
voluntad, a fin de que lleguen a ser sus auténticos discípulos
misioneros.
A.2.1. SER DE LA VICARÍA EPISCOPAL
PARA LA PASTORAL DIOCESANA.
420
La Vicaría Episcopal para la Pastoral Diocesana, es el organismo
eclesial diocesano del Obispo para promover, animar y coordinar la pastoral
integral y orgánica, diferenciada y de conjunto en las distintas instancias,
estructuras y organismos pastorales de la Diócesis.
421 Le corresponde, por lo tanto, dinamizar la acción evangelizadora integral de
la Iglesia diocesana, como expresión de su pastoralidad. Igualmente, ofrecer
a las Zonas o Vicarías pastorales los apoyos adecuados, a través de las
Comisiones diocesanas y sus Dimensiones, con sus respectivos servicios. Le
corresponde también la animación de la planeación, programación,
organización y evaluación de las acciones pastorales contenidas en el Plan
Diocesano de Pastoral, en el espíritu y horizonte del “Decreto acerca de la
259
restructuración de la pastoral orgánica diocesana” .
A.2.2. QUEHACER DE LA VICARÍA EPISCOPAL
PARA LA PASTORAL DIOCESANA.
422
Quienes integral la Vicaria Episcopal para la Pastoral Diocesana,
tienen la misión de optar perseverantemente por una decidida colaboración,
asumida como ministerio de comunión, organicidad y solidaridad
pastorales. Esta Vicaría es presidida por su respectivo Vicario episcopal en
259
Cf FRANCISCO JAVIER CHAVOLLA RAMOS, RPOD.
170
comunión con el Obispo. Están integrados a esta Vicaría: el Vicario
episcopal Adjunto; el Colaborador o Colaboradores Adjuntos, el Equipo
Asesor de Teología, Sagrada Escritura, Derecho Canónico y Pastoral
Urbana, cuyo servicio consiste en iluminar la realidad, procesos y
acciones; los Responsables de las distintas Comisiones Diocesanas, para
descubrir y proponer proyectos, procesos y programas oportunos, en
respuesta a las necesidades y requerimientos de las diversas estructuras
diocesanas (Equipo Base).
423 Aquellos que constituyen e integran las Comisiones con sus respectivas
Dimensiones, son la Instancia de servicio disponible para la asesoría y
aplicación de los programas. Cuenta especialmente con la colaboración
corresponsable de los Vicarios episcopales y los Decanos, como instancia
de decisión y de animación respectivamente, en el compromiso apostólico
de las acciones pastorales, según el ámbito de su propio ministerio
pastoral.
424 El quehacer prioritario de esta Vicaria es la formación de los Agentes de
pastoral en la integralidad de la proclamación, celebración y vivencia
cristiana de la fe, como discípulos misioneros de Jesucristo. Esta es
finalidad de toda pastoral integral diocesana. Igualmente, es prioritaria su
participación en la adecuada estructuración orgánica de las siguientes tareas
pastorales:
1) Actualizar periódicamente y mantener
en vigencia el Plan Diocesano de Pastoral.
425 Es tarea prioritaria de la Vicaría de Pastoral, actualizar y hacer vigente el
Plan Diocesano de Pastoral, período tras período, como realización de la
historia de la salvación en nuestra Diócesis. La Comunidad diocesana,
animada por la Vicaría, realiza esta historia salvífica en cada
“acontecimiento pastoral” asumido en el Plan Diocesano de Pastoral. Éste,
una vez aprobado, es el fruto de los carismas, servicios y ministerios de los
distintos Agentes (de los tres sectores del Pueblo de Dios), y se ha de
operativizar mediante las Estructuras Pastorales diocesanas: Vicarías
Episcopales, Decanatos y Parroquias, Comisiones y Dimensiones,
Movimientos y Asociaciones eclesiales.
426 Los miembros de los distintos sectores del Pueblo de Dios, como discípulos
y misioneros, están llamados a aportar su carisma y su don, integrándose en
el espíritu pastoral que da vida a las estructuras orgánicas diocesanas.
171
Ofrecen sus observaciones sobre la realidad, discerniendo evangélicamente
sobre ella y proyectando su respuesta comprometida como testimonio de
auténtica vida cristiana.
427 Un momento privilegiado de gracia pastoral son las Asambleas Eclesiales
Diocesanas, en las que están llamados a participar y que el Obispo
encomienda organizar periódicamente a esta Vicaría.
1. A.- Implementar el proceso del Plan Diocesano de Pastoral.
428 A esta tarea pastoral son llamados todos los Agentes eclesiales, para
dignificar las mediaciones de las estructuras diocesanas, aportando su
carisma, don y ministerio; integrándose y dejándose conducir por el Espíritu
de comunión, dador de Vida: ofreciendo observaciones, opiniones y
perspectivas sobre la realidad; discerniendo evangélicamente sobre ella y
asimilando en la práctica una respuesta pastoral gozosa, firme y
comprometida.
429 La conducción de los procesos pastorales encomendados a la Vicaría, se han
desarrollado, siguiendo la metodología que la Iglesia diocesana ha venido
implementando y consolidando, específicamente a partir de la realización de
su Primer Sínodo Pastoral:
1.A.1.- Ver: Observar con visión pastoral, en la realidad diocesana,
los signos de los tiempos para descubrir las necesidades a las que
debe responder la Iglesia con la misión evangelizadora que le ha
encomendado Jesucristo.
1.A.2.- Iluminar: Reflexionar y discernir la realidad diocesana a la
luz de la Palabra, del Magisterio, el Sínodo y a las ciencias
teológicas y antropológico-sociales, para proponer el proyecto
salvífico de cada Plan de Pastoral; siempre bajo la acción
iluminadora del Espíritu Santo, Protagonista necesario de la Misión.
1.A.3.- Actuar: La Vicaría presenta al Obispo el proyecto del Plan
Diocesano de Pastoral, con las líneas y programas por los distintos
agentes y comunidades, para la acción pastoral, en orden a su
aprobación. Una vez aprobado el Plan lo anima, coordina y lo evalúa
periódicamente.
430 Es preciso insistir que la planeación de las acciones pastorales debe
inspirarse en las Sagradas Escrituras, el Magisterio eclesial, en el Primer
172
Sínodo Pastoral y en la experiencia discernida, atesorada y heredada de los
anteriores planes. Es de considerarse esa experiencia pastoral de quienes han
venido sembrando formas de acción y de relación apostólica, como
discípulos y misioneros de Jesús.
1.B.- Animar, con el Obispo, los procesos de la Asamblea Eclesial
del y Consejo Diocesano de Pastoral.
431 La «Asamblea Eclesial Diocesana» y el «Consejo Diocesano de Pastoral»,
convocados por el Obispo, ofrecen aportaciones significativas para la
elaboración, acompañamiento y aplicación eficiente del «Plan Diocesano
de Pastoral». Igualmente, es muy importante para la misión de esta Vicaría,
la consulta institucionalizada del Obispo a sus fieles, sobre todo a los laicos,
en orden a una acción eclesial más actualizada y encarnada, según acepte las
260
propuestas prácticas de su Consejo Diocesano de Pastoral .
260
Cf ChD 27, CIC c. 511; AS 184; TEODORO JIMÉNEZ URRESTI, Justificación y naturaleza del
Consejo Pastoral, en AA. VV., La Curia episcopal, CERA, p. 175; ERDD p. 69.
173
2) Consolidar, encarnar y hacer operativas las Estructuras
Orgánicas Pastorales, en la comunión eclesial.
432 La Vicaría Episcopal tiene como misión establecer o consolidar, dinamizar
y hacer operativas las estructuras de la pastoral, según las distintas
instancias y organismos. Esto significa llegar a consolidar las estructuras
pastorales eclesiales, siguiendo un proceso:
2.A.- Dar o incentivar la operatividad de la estructura orgánicopastoral, tanto en las instancias de decisión (Vicarías Episcopales y
Decanatos) y de asesoramiento (Aspectos Bíblico, Teológico,
jurídico y de Pastoral urbana); como en las de servicio (Comisiones
y Dimensiones diocesanas y decanales) y de ejecución (Parroquias,
Grupos Apostólicos, Organismos, Movimientos y Agentes de
pastoral), con miras a responder a las demandas pastorales que se
presenten desde las Vicarías Episcopales, Decanatos o Parroquias,
según sus necesidades.
2.B.- Activar constantemente las líneas de acción pastoral,
implementando y coordinando el Plan Diocesano de Pastoral en las
distintas instancias de la estructura Diocesana: Decisión,
asesoramiento, servicios y ejecución.
2.C.- Favorecer la interrelación y la interlocución entre los Agentes
corresponsables, Vicarios episcopales, Decanos, Párrocos, Asesores,
líderes o coordinadores de organismos, para intercambio y ayuda
respecto a sus necesidades y recursos; asimismo, sobre la aplicación
dinámica de las líneas de acción, según el Plan de pastoral, con el
apoyo de las Comisiones o Dimensiones de pastoral
correspondientes.
2.D.- Precisar con claridad la identidad y misión de las Comisiones y
Dimensiones Diocesanas, Zonales y Decanales, así como la
adaptación y dinamización oportuna de sus servicios en la pastoral.
3) Asumir, dinamizar y vivir, como prioridad de prioridades en el
Plan Diocesano de Pastoral: LA MISION EVANGELIZADORA
INTEGRAL Y PERMANENTE.
433 En definitiva, todo este quehacer de la Vicaria Episcopal para la Pastoral
Diocesana, está llamado a seguir, como única fuente y cauce, el espíritu
testimonial evangelizador de comunión eclesial, característica específica de
174
los discípulos misioneros del Señor. Éstos, al recorrer el mundo en su
realidad cotidiana, están llamados a cumplir permanentemente la misión de
hacer presente el Reinado de Dios, a partir de la experiencia personal y
comunitaria del encuentro con Jesucristo Vivo y Resucitado, allí donde
realizan su vida.
4) Atender algunas tareas propias de la Vicaría de Pastoral.
434
4.A.- PROMOVER la pastoral integral y orgánica comporta,
entre otras tareas:
4.A.1.- Recoger la realidad diocesana y analizarla pastoralmente,
con la visión de Cristo Pastor.
4.A.2.- Detectar los vacíos de nuestra pastoral en los diferentes
niveles, ambientes y servicios: agentes de pastoral, estructuras
(Vicarías o Zonas pastorales, Decanatos, Parroquias, Familia,
Organismos laicales, Comunidades cristianas, Comisiones y
Dimensiones), tareas fundamentales y recursos.
4.A.3.- Proponer caminos para responder a los vacíos concretos,
detectados en los diferentes niveles, ambientes y servicios
pastorales a los alejados, sectas y movimientos religiosos,
doctrinas fundamentalistas, involucrados en sincretismos, nueva
era, cientificismos, espiritualidades orientalistas y ateísmo
261
práctico .
435
4.B.- ANIMAR la pastoral en la Diócesis exige:
4.B.1.- Recibir del Obispo diocesano sus directrices, proyectos,
orientaciones y decisiones pastorales y mantenerlo informado
sobre la realidad y el caminar de los procesos y las actividades
pastorales. Asimismo, acerca del espíritu que este caminar va
exigiendo o propiciando.
4.B.2.- Asegurar la información pastoral oportuna en los
diferentes niveles, a los Agentes de pastoral, sobre todo las
que les incumben según su responsabilidad y campo de
acción.
261
Cf DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP, R.C.N. nn. 520-527.
175
4B.3.- Cuidar y programar la capacitación específica de los
responsables de las diferentes instancias de decisión y
servicios pastorales.
4.B.4.- Implementar y fortalecer el proceso pastoral con las
orientaciones que va dando el Magisterio y con las luces que
aportan los acontecimientos eclesiales.
4.B.5.- Vigilar que no falten los recursos necesarios y estímulos
adecuados a los responsables de las distintas instancias de
decisión y servicios pastorales.
436
4.C.- COORDINAR la acción pastoral pide:
4.C.1.- Cuidar de que todas las instancias de decisión y servicios
diocesanos de pastoral realicen fielmente su encomienda
apoyando, directa o indirectamente, la misión de la parroquia.
4.C.2.- Instrumentar la aplicación del plan diocesano de pastoral
con la programación anual en las diferentes instancias y
organismos de pastoral.
4.C.3.- Realizar encuentros periódicos con los Coordinadores de
las Comisiones con los Responsables e sus Dimensiones y los
Asesores, para asegurar los criterios comunes; propiciar la
interrelación y apoyo mutuo.
4.C.4.- Buscar caminos para promover la unidad de criterios y la
complementación, según los propios dones, en los diferentes
centros e instituciones de formación pastoral.
4.C.5.- Preparar la realización de las jornadas o asambleas
diocesanas de pastoral, en coordinación y con el especial empeño
de los Vicarios episcopales.
V.A.3. FACULTADES ESPECÍFICAS DEL VICARIO
EPISCOPAL PARA LA PASTORAL DIOCESANA.
437
Fiel al espíritu del proceso de pastoral y al servicio que prestan las
estructuras orgánicas, corresponde al Vicario episcopal para la Pastoral
Diocesana ejercer las siguientes facultades canónico-eclesiales, en
comunión corresponsable con el Obispo, los Vicarios Generales y los demás
176
Vicarios episcopales. Estas facultades están señaladas en el ANEXO 2, con
las siglas VP.
V. B.- MINISTERIO DE LOS
«VICARÍOS EPISCOPALES TERRITORIALES»,
PRESENCIA CERCANA DE
LA «CARIDAD PASTORAL» DEL OBISPO,
EN LA PARTICIPACIÓN CORRESPONSABLE
DEL BUEN GOBIERNO PASTORAL,
PARA LA COMUNIÓN DE LA IGLESIA DIOCESANA.
438
En la Iglesia particular de Toluca, a partir del Pastoral (1987-1995),
los Vicarios episcopales Territoriales, han venido realizado su ministerio,
como inmediatos colaboradores y representantes personales del Obispo,
haciendo cercana su «caridad pastoral» en las distintas comunidades
eclesiales. Esta modalidad o estructura orgánica eclesial, canónica y
pastoral, está en relación con las circunscripciones geográficas, Zonas o
Vicarías pastorales, siguiendo el criterio de territorialidad, a tenor del
canon 476 del Código de Derecho Canónico (1983).
Actualmente así identificamos a las Vicarías territoriales o Zonas
pastorales: San Pedro Apóstol, San Andrés Apóstol, San Pablo Apóstol,
San Mateo Apóstol y Evangelista, San Juan Apóstol y Evangelista y Santo
Tomás Apóstol.
V.B.1. IDENTIDAD DEL VICARIO EPISCOPAL
TERRITORIAL O DE ZONA PASTORAL.
B.1.1. SER DEL VICARIO EPISCOPAL TERRITORIAL.
439
El Vicario episcopal Territorial, de Zona o Vicaría Pastoral, es el
Presbítero a quien el Obispo diocesano, en espíritu de comunión y
participación jerárquica le participa de su potestad ejecutiva y le
encomienda una determinada Vicaría o Zona Pastoral de la Diócesis, para
que lo haga presente personalmente, tanto en la relación pastoral con los
fieles cristianos (presbíteros, miembros de la vida consagrada y laicos),
como en la acción pastoral que se realice en ella.
440 Toda la pluralidad de ministerios, carismas y servicios, que ha prodigado el
Espíritu Santo a la Iglesia diocesana en una determinada Vicaría, presente
en los presbíteros, diáconos permanentes, miembros de la vida consagrada y
177
fieles cristianos laicos, son la encomienda más delicada y significativa, que
Jesucristo, a través del Obispo diocesano, confía al cuidado pastoral del
Vicario episcopal.
441 En esta perspectiva el Obispo le encomienda animar, motivar y coordinar,
corresponsablemente con sus respectivos Decanos, Párrocos, demás
Presbíteros, Religiosos Religiosa y otros Agentes laicos, la acción pastoral
diocesana, expresada fundamentalmente en el Plan Diocesano de Pastoral.
La circunscripción territorial de la respectiva Vicaría Episcopal
encomendada, integrada por los Decanatos, Parroquias y Rectorías ahí
ubicados, identifica el ámbito jurisdiccional donde el Vicario episcopal ha
de ejercer las facultades ejecutivas vicariales, participando así en el buen
gobierno pastoral del Obispo diocesano.
442 En consecuencia, el Vicario episcopal Territorial, ejerce su oficio o
ministerio eclesial, no solamente haciendo presente al Obispo ante la
porción del Pueblo de Dios que le ha sido encomendada; sino también
encabezando y dinamizando, corresponsablemente con los Decanos y
Párrocos, la acción pastoral que les corresponde. Igualmente, promoviendo
la espiritualidad de la comunión eclesial en su Vicaría y la interrelación con
los demás Vicarios episcopales Territoriales, de Personas y de la Pastoral
diocesana. Es así como ha de suscitar y fortalecer con ellos la pastoral
integral, diferenciada y de conjunto, en el cauce de las estructuras orgánicas
diocesanas, como discípulo y misionero de Jesucristo, para hacer presente el
262
Reinado de Dios en la Diócesis .
443 El Vicario episcopal territorial o de Zona pastoral, al no ser una figura
canónica obligatoria, se nombre libremente por el Obispo, quien valora la
oportunidad de su institución en la Diócesis. El Derecho eclesial afirma que
cuando lo requiera el buen gobierno de la Diócesis, el Obispo diocesano
puede nombrar uno o más Vicarios episcopales, para una determinada
circunscripción de la Diócesis, con la misma potestad ordinaria que, por
Derecho universal, compete al Vicario general (cf CIC c. 476).
262
Cf CONSTANCIO PALOMO GONZÁLEZ, Vicario general, Vicarios episcopales, delegados, en AA.
VV., La Curia episcopal, CERA, pp.87-91.
178
B.2.2. QUEHACER DEL VICARIO EPISCOPAL
TERRITORIAL.
444
Es prioritaria e indispensable su participación activa y perseverante
en los procesos diocesanos pastorales de programación, discernimiento,
decisión y animación, como signo de comunión eclesial, de manera
corresponsable con el Obispo y con sus demás Vicarios, en la potestad
administrativa; asimismo, en la relación de éstos con los Decanos, los
Responsables de las Comisiones Diocesanas y los Coordinadores de las
Dimensiones pastorales.
V.B.2. IDENTIDAD DE LA VICARÍA EPISCOPAL
TERRITORIAL.
445
Las Vicarías Territoriales, han sido conformadas con el objetivo
pastoral común de hacer presente el Reinado de Dios, en comunión eclesial
y pastoral corresponsable, tanto con la Vicaria Episcopal para la Pastoral
Diocesana, como con los Decanatos y sus Agentes decanales y
parroquiales. Guardan también interrelación pastoral con las demás Vicarías
y son auxiliadas por las Comisiones Diocesanas y sus respectivas
Dimensiones pastorales.
B.2.1. SER DE LA VICARÍA EPISCOPAL TERRITORIAL.
446
Las Vicarías Episcopales Territoriales, se ubican en las Zonas o
Vicarías pastorales y están constituidas por una porción determinada de
miembros del Pueblo de Dios, que habitan en las distintas zonas de la
Diócesis. Se ha procurado que sean, en lo posible, homogéneas en cuanto a
su realidad geográfica, clima, cultura y estilo de vida; con características
263
religiosas semejantes . Los Agentes de pastoral, a su vez, con su
preparación, disposición, apertura y respuesta generosa, personal o
comunitaria, son, con el Espíritu Santo, los co-protagonistas originantes,
necesarios e insustituibles de la acción pastoral evangelizadora y su
dinamismo en las distintas Zona pastorales de la Diócesis.
263
“Las Zonas pastorales. Los mismos criterios que llevan a la constitución de las vicarías
pueden aconsejar, en Diócesis de considerable extensión, la constitución de
agrupaciones de diverso tipo, bajo el nombre de zona pastoral u otro. Como guías de
cada zona pueden nombrarse Vicarios episcopales, quienes tendrán potestad ordinaria
para la administración pastoral de las Vicarías o zonas en nombre del Obispo, además de
las facultades especiales que decida confiarles“ (AS 219).
179
447 Las Vicarías Episcopales, las Comisiones diocesanas con sus respectivas
Dimensiones pastorales, el Decanato y la Parroquia, son instrumentos,
instancias, mediaciones o estructuras de organicidad. A través de ellas y
desde ellas, sus integrantes, según su identidad, carisma o quehacer
específico, ofrecen el servicio de animación, asesoría, apoyo o
fortalecimiento al Decanato y a la Parroquia. Gracias al Espíritu de Cristo,
son fuente de vida apostólica, en favor de un testimonio evangelizador
creíble de los distintos Agentes de pastoral.
448 Es preciso descubrir como voluntad de Dios que el dinamismo pastoral
diocesano, como proceso y conjunto de acciones pastorales, se origina
significativamente en la Parroquia, donde se requiere que los discípulos y
misioneros de Jesucristo expresen su disponibilidad y fidelidad a la acción
salvadora de Dios. Esta es la respuesta visible, verificable y evaluable de
una auténtica conversión personal, comunitaria y estructural. De ahí lo
fundamental, decisivo y trascendente del espíritu y acción pastoral en la
Comunidad Parroquial, “como célula pastoral”, para conformar y vitalizar al
“organismo pastoral diocesano”, manifestación del Cuerpo de Cristo Pastor.
449 En la Parroquia, que incluye las Iglesias rectorales (Rectorías) y las
Capellanías, se origina el discipulado y la respuesta apostólica del misionero
de Jesucristo, de manera encarnada, enamorada, dinámica y operativa, que
ha de vivirse y expresarse en el Decanato. Esta realidad sólo es posible a
partir de la experiencia kerigmática, es decir, del encuentro personal con
Jesucristo Resucitado en su Iglesia. La comunidad parroquial da vigor,
entusiasmo, pasión y eficacia a la prioridad de prioridades pastorales de los
discípulos de Jesucristo, en todos los ámbitos y estratos de la Iglesia: en la
misión evangelizadora permanente, “Vayan, pues, y hagan discípulos a
todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo y ensenándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y
he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (cf
Mt 28, 1-20).
180
B.2.2. QUEHACER DE LA VICARÍA EPISCOPAL
TERRITORIAL.
450 El quehacer de la Vicaría Episcopal Territorial consiste en:
1.-Mantener relación constante del Obispo como fuente primaria
de la comunión eclesial, de la evangelización integral en la
Diócesis y de la caridad pastoral, en armonía con los demás
Vicarios del mismo. Representarle y hacerlo presente en el
pueblo de Dios que le ha encomendado.
2.-Animar, incrementar y dinamizar la interrelación de comunión
entre los miembros de los diversos sectores del Pueblo de Dios,
en orden a la vivencia del Plan Diocesano de Pastoral, con sus
características pastorales de orgánico, integral, diferenciado y de
conjunto.
3.-Mantener la comunicación humana, eclesial y pastoral con las
distintas instancias de decisión (Obispo, sus Vicarios Generales,
Episcopales y Judicial y su Curia; los Decanos), asesoría
(teológica, bíblica, jurídica y de pastoralidad urbana) y servicios
(las distintas Comisiones de pastoral con sus Dimensiones)
existentes en la Diócesis.
4.-Implementar los servicios que se vayan requiriendo para un
mayor dinamismo, mejor coordinación y eficacia de las tareas
vicariales que le corresponden (por ejemplo, secretario de actas y
acontecimientos, archivo de personas e histórico…).
V.B.3. FACULTADES ECLESIALES
DEL VICARIO EPISCOPAL TERRITORIAL
O DE ZONA PASTORAL.
451
Las facultades del Vicario episcopal territorial o de Zona Pastoral,
las ejerce en comunión corresponsable con el Obispo y están señaladas en el
ANEXO 2, con las siglas VZ.
181
V. C.- MINISTERIO DEL
«VICARIO EPISCOPAL PARA LOS INSTITUTOS DE
VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA
APOSTÓLICA», EXPRESIÓN CERCANA
DE LA CARIDAD PASTORAL DEL OBISPO,
PARA ALENTAR LA VIVENCIA DEL CARISMA
PROPIO DE CADA COMUNIDAD,
EN LA COMUNIÓN ECLESIAL Y PASTORAL
DE LA DIÓCESIS.
452
Nuevamente acudimos a la Constitución Dogmática «Lumen
Gentium: Luz de las Naciones», fuente de renovación eclesial, recurriendo
a tres experiencias privilegiadas eclesiales emanadas de dicha
Constitución, para comprender y asimilar la caridad pastoral del Obispo,
en mutua relación, con los miembros de la “Vida consagrada” y sus
264
Instituciones, presentes en su Diócesis .
453 La Iglesia, misterio de «comunión», tiene su origen en la misma vida de
comunión de la Santísima Trinidad. Su naturaleza más íntima consiste en
ser «misterio de comunión para la misión evangelizadora», que, a la
vez, está constituida por «la diversidad» de ministerios, funciones y
carismas. Es también sacramento de «la unidad» entre los tres sectores
del Pueblo de Dios y, más aún, de todo el género humano. La Vida
Consagrada por sí misma es evangelizadora (cf LG 1-2; MR 1-4; DP 721776).
454 La Diócesis o Iglesia particular, en donde está presente y actúa la misma
Iglesia de Cristo, es la concreción encarnada del misterio de la Iglesia
universal; la comunidad plena, salvífica, llamada a la santidad y a la misión
264
En el contexto del Vicario episcopal y la respectiva Vicaria, entendemos por “Vida
Consagrada”, el conjunto de aquellos bautizados que siguiendo a Jesucristo, han
profesado públicamente los consejos evangélicos y pertenecen a alguno de los
Institutos de Derecho pontificio o diocesano, Monasterios, Sociedades de Vida
Apostólica, Institutos Seculares, Vírgenes Consagradas, Eremitas o a alguna de las otras
nuevas formas de profesión evangélica que van surgiendo en la Iglesia; así como a
alguna de las Sociedades de Vida Apostólica (cf DA 216); cf DE2010: SANTIAGO M.
GONZÁLEZ SILVA, Vita consacrata, pp. 1495-1508; Id. Istituti secolari, pp. 762-770; AITOR
JIMÉNEZ, Ordini e Congregazioni religiose, pp. 984-989; Id. Ordine delle vergini, pp. 983:
ANDREA D’AURIA, Società di vita apostolica, pp. 1339-1348.
182
apostólica. Está enriquecida con la diversidad de dones, oficios, ministerios
y carismas, que manifiestan la variedad, participación, solidaridad y
complementariedad de sus miembros en la unidad viva y orgánica del
Cuerpo de Cristo. En ella, el Obispo diocesano es el servidor de los
carismas, el gran ministro de la comunidad y «el principio y fundamento
visible de la unidad» eclesial; es también sucesor de los Apóstoles, miembro
del Colegio Episcopal, en comunión con los demás Obispos y con el Papa,
quien “preside en la caridad”, como ministro de la unidad en la comunión
universal de las Iglesias (cf LG 23).
“La plenitud de la Iglesia una, santa, católica y apostólica se realiza
prioritariamente en la Iglesia local… La unidad de la Iglesia local encuentra su
expresión más elevada y al mismo tiempo su fuente en la Eucaristía que celebra el
Obispo con el colegio de los presbíteros y diáconos, y la participación activa de
todos los bautizados (LG 26): la variedad de los carismas y ministerios, personales
y comunitarios, se recibe y se coordina en la comunión que se realiza localmente,
bajo la fuerza de la única palabra, del único pan, del único Espíritu, gracias al
ministerio de unidad del Obispo y el ejercicio de los demás ministerios. El Obispo
es el signo y el ministro (= servidor) de la unidad de la Catholica, realizada en su
265
Iglesia local (unidad, diversidad y comunión)” .
455 Dentro de la Iglesia particular, el Obispo ejercerse su ministerio pastoral
sobre todos los fieles de la misma, incluidos, por tanto, los consagrados y
consagradas, llamados a vivir su seguimiento a Jesucristo en comunidad,
siendo signo y testimonio viviente de la comunión eclesial. Su
responsabilidad hacia ellos no es simplemente jurídica, sino
esencialmente pastoral, desde el único pastoreo de Jesucristo, el Gran
Pastor. El Obispo, es el primer responsable de la realización vocacional
de cada uno de los miembros de su Comunidad diocesana y, por lo tanto,
también de cada uno de los miembros de las Comunidades de Vida
Consagrada, para que sean fieles a la vivencia de su carisma fundacional
y a la misión apostólica, en el contexto fundamental de la vocación
universal a la santidad (cf LG 39-47. DA 216-220).
456 La Iglesia particular también es el espacio histórico-salvífico del
desarrollo de la existencia cristiana del consagrado o consagrada (cf MR
23d), como lugar sacramental privilegiado en el cual vive radicalmente la
respuesta a su consagración bautismal, insertado en un instituto eclesial,
dejándose guiar por el dinamismo carismático del Espíritu Santo. La Vida
Consagrada, como don del Espíritu Santo, pertenece a la vida íntima y a
la santidad de la Iglesia misma; es también una realidad en la historia de
265
ICT p. 40.
183
nuestra Diócesis y su respuesta integral, como consagrados y consagradas,
266
tiene sentido en y para la Iglesia (cf LG 44; EN 69; DP 739) .
457 Es precisamente ahí, dentro de las entrañas de una determinada cultura,
donde el consagrado o consagrada, en una comunidad y carisma
concretos, descubre, profundiza, celebra y vive su seguimiento a
Jesucristo, como su discípulo y misionero:
“En comunión con los Pastores, los consagrados y consagradas, son llamados
a hacer de sus lugares de presencia, de su vida fraterna en comunión y de sus
obras, espacios de anuncio explícito del Evangelio, principalmente a los más
pobres” (DA 217).
458 Este carisma adquiere su sentido pleno en la comunión con la persona de
Jesucristo. En consecuencia, los consagrados y consagradas, aún
perteneciendo a Institutos, incluso de Derecho pontificio, deben
experimentarse como verdaderos miembros que pertenecen a la Familia
diocesana, compartiendo, desde su carisma fundacional, el caminar
pastoral diocesano, en su misión evangelizadora (cf ChD 34-35).
459 Podemos comprender que las relaciones mutuas entre el Obispo y los
miembros de los distintos Institutos de Vida Consagrada, se han
multiplicado en nuestros días, a tal punto que tiene la necesidad de
auxiliarse de colaboradores inmediatos para atender esta interrelación
eclesial de manera más personal y eficiente. Por otra parte, en el
postconcilio, la Instrucción “Mutuae relationes: las mutuas relaciones”,
afirma:
“es conveniente que sea instituido en la Diócesis el oficio de Vicario
episcopal para los religiosos y religiosas, con el fin de proveer al Obispo
una ayuda en este campo para su ministerio pastoral. Tal oficio de ninguna
manera lleva consigo alguna de las potestades propias de los Superiores. Es
competencia del Obispo determinar claramente los límites de la potestad de tal
oficio y, después de madura consideración, confiarlo a la persona preparada
266
BRUNO FORTE, ICT p. 50: “El fundamento de la vida religiosa sigue siendo, como para
todo cristiano, la consagración bautismal; también aquí la unidad precede a la
distinción y ésta tiene un valor funcional en orden a la realización de la “sequela
Christi: seguimiento a Jesucristo”, según la vocación que le ha dado el Espíritu a cada
uno”. TEODORO A. BAHILLO RUIZ, La Vicaria Episcopal para los Institutos de Vida Consagrada,
en CDFA, pp 193-214.
184
que conozca a fondo la vida religiosa, la sepa apreciar y desee
267
incrementarla” .
460 De esta manera, el Obispo diocesano, dotado de facultades y derechos,
vinculado por determinadas responsabilidades y obligaciones, ha de
atender desde su caridad pastoral a los consagrados y consagradas
presentes en su Diócesis. Para mantener, en constante cercanía, la
relación con ellos y con miras a la comunión eclesial, constituye su
Vicario episcopal para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica.
461 La Vida Consagrada, en su riqueza y diversidad de carismas, goza de la
autonomía que la Iglesia le concede, en armonía con sus fines, su
organización y régimen interno, es decir, con su modo de vivir el carisma
fundacional que el Espíritu le ha concedido en el modo singular de seguir
los consejos evangélicos; don que el Obispo ha de alentar, respetar,
conservar y defender, como pastor que es (cf CIC cc.586. 732). Por
ejemplo, cuando el Obispo discierne y erige un nuevo Instituto, previa
consulta a la Santa Sede, tiene una responsabilidad desde el momento en
que se inicia (cf c. 579. DA 222). La Iglesia, también encomienda al
Obispo la atención pastoral y dirección espiritual de los eremitas, la
consagración de vírgenes, el discernimiento y ayuda a las nuevas formas
de Vida consagrada que han de ser aprobadas por la Sede Apostólica (cf
cc. 603 §2. 604 §1. 605).
462 La Vida consagrada, como «consagración más íntimamente al divino
servicio», no es propiedad exclusiva ni de los fundadores, superiores o
moderadores, ni de los mismos consagrados o consagradas, ni de los
Obispos, sino que es «un estado cuya esencia está en la profesión de
los consejos evangélicos,… que pertenece, de una manera
indiscutible, a la vida y santidad de la Iglesia, Esposa de Jesucristo»
(cf LG 44; PC 1; CIC cc. 207 y 574). Esta consagración es expresión de
la caridad de Cristo: «la prosecución de la caridad perfecta por la práctica
de los consejos evangélicos tiene su origen en la doctrina y en los
ejemplos del Divino Maestro y en ellas se presenta como preclaro signo
del Reino de los cielos» (PC 1).
267
SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LOS RELIGIOSOS E INSTITUTOS SECULARES y SAGRADA CONGREGACIÓN
OBISPOS, Instrucción “Mutuae Relationes: Las relaciones mutuas”, 14 de mayo de
1978, n. 54. Se citará: MR.
PARA LOS
185
463 Su Santidad Benedicto XVI, con motivo de la XIV Jornada de la Vida
Consagrada, se expresaba así del “don y compromiso de una
consagración especial en la Iglesia”:
“Queridos amigos, elevemos al Señor un himno de acción de gracias y de
alabanza por la vida
consagrada. Si no existiera, el mundo sería mucho
más pobre. Más allá de valoraciones superficiales de funcionalidad, la vida
consagrada es importante precisamente porque es signo de gratuidad y de
amor, tanto más en una sociedad que corre el riesgo de ahogarse en el
torbellino de lo efímero y lo útil (ViCo 105) 268.
La Vida consagrada, en cambio, testimonia la sobreabundancia de amor que
impulsa a "perder" la propia vida, como respuesta a la sobreabundancia de
amor del Señor, que "perdió" su vida por nosotros primero. En este momento
pienso en las personas consagradas que sienten el peso de la fatiga diaria,
con escasas gratificaciones humanas; pienso en los religiosos y las religiosas
de edad avanzada, en los enfermos, en quienes pasan por un momento difícil
en su apostolado... Ninguno de ellos es inútil, porque el Señor los asocia al
"trono de la gracia". Al contrario, son un don precioso para la Iglesia y para
el mundo, sediento de Dios y de su Palabra… En particular, las
comunidades que viven en clausura,
con su compromiso específico de
fidelidad a "estar con el Señor", a "estar al pie de la cruz", a menudo
desempeñan ese papel vicario (expiatorio), unidas al Cristo de la Pasión,
cargando sobre sí los sufrimientos y las pruebas de los demás y ofreciendo
269
todo con alegría para la salvación del mundo” .
464 La Vida consagrada es un carisma que edifica, desarrolla y lleva a la
perfección del amor la santidad a la misma Iglesia. Esta conciencia es
fundamental para la valoración de la integración, permanencia,
crecimiento y fecundidad de los Institutos de Vida consagrada en las
Iglesias particulares. La Vida consagrada, como expresión preclara del
misterio de la santidad de la Iglesia, está en el núcleo generador, tanto de
la comunión eclesial como del ministerio pastoral del Obispo diocesano,
quien también ha de valorar y respetar la justa autonomía y disciplina de
270
vida de sus miembros e Institutos .
465 Al Obispo diocesano corresponde observar una "especial vigilancia" sobre
los Monasterios, aunque pertenezcan a alguna Federación (cf CIC cc. 593,
268
Cf JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal “Vita consecratra: La vida
consagrada”, Roma, 25 de marzo 1996, 105 (se citará VC).
269
Homilía, 2 de febrero de 2010, d.
270
Cf LG 26-27. 41; MR, 7 y 9c. 38-39; JEAN JÉRÔME HAMER, L'Eveque e la vie religieuse,
Informationes SCRIS, 10. 1,1984, 75; M. CALERO, «Religiosos y religiosas en la
comunidad eclesial», en CONFER, 34.4, 1995, p. 485.
186
613, 615). Estar bajo la "vigilancia peculiar del Obispo", según el texto
canónico, no significa estar bajo su jurisdicción. En efecto, el Obispo
nada puede disponer que afecte al régimen interno y a la disciplina, ni
quedan las monjas vinculadas por las normas del Obispo a no ser que
afecten a sus relaciones externas o al bien general de la entera comunidad
diocesana. Esa "vigilancia peculiar" tampoco es mera actitud de
observador. La propia legislación canónica confiere al Obispo una serie de
atribuciones, algunas de las cuales son propias de un Superior mayor
religioso.
466 Por otra parte, el Obispo sigue siendo el Pastor propio de esa porción de
su Iglesia y debe cuidarla esmeradamente con sus consejos y
orientaciones. El "Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos",
en el numeral 119, explica de este modo el ministerio pastoral que el
Obispo ha de desempeñar con las religiosas de vida contemplativa:
“Las introduce en la misión de la Iglesia, sea universal sea particular,
confortándolas algunas veces con su visita personal, informándolas de las
iniciativas diocesanas y universales y mostrándoles el gran valor de su
apostolado escondido, de oración y de penitencia para la difusión del reino de
271
Dios” .
467 El espíritu y la praxis respecto a «la exención» de la Vida Consagrada,
después del Concilio han tomado un horizonte más eclesial. El decreto
"Christus Dominus: Cristo Señor", explica que la exención se considera
prioritariamente en lo que se refiere al régimen interno de los Institutos,
sin que esta realidad impida que los consagrados y consagradas de cada
Diócesis estén disponibles, según norma de derecho, a la jurisdicción de
los Obispos en cuanto lo requieran el ministerio episcopal y la debida
272
ordenación pastoral (cf 35, 3) .
271
"Vigilancia peculiar" es la expresión castellana de "peculiari vigilantiae" del texto
original del canon 615, que significa poner cuidado, prestar atención, ser diligente en
algo o estar a favor de alguien. El contenido de esta "particular atención" es, ante
todo, el ejercicio de los oficios episcopales de enseñar y de santificar, a fin de ayudar a
las Monjas en su esfuerzo por alcanzar la perfección evangélica en la vocación a la que
han sido llamadas. Cf ERDD pp. 127-128.
272
La legislación vigente hace confluir en torno a los consagrados y consagradas
diversas autoridades, en quienes habrá que distinguir claramente su jurisdicción, Por
un lado, está lo que compete únicamente a la Santa Sede; además otros asuntos, por su
importancia, están asignados al Obispo nominalmente y no conviene que los delegue a
otra persona. Esto es distinto a lo que el Obispo encomienda al Vicario episcopal para la
Vida Consagrada, mediante un mandato especial. También es distinto aquello que
forma parte de la responsabilidad propia del Vicario episcopal en virtud de su oficio y
187
468 El oficio eclesial, canónico-pastoral del Vicario episcopal para los Institutos
de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, se ha
establecido en nuestra Iglesia diocesana siguiendo la modalidad vicarial
del criterio de personas, según el canon 476 del Derecho eclesial. En
esta Exhortación Pastoral quiero expresar mi decisión de continuar
favoreciendo, desde mi corazón de pastor, a los Consagrados y Consagradas
y convocarlos a continuar con alegría y entusiasmo su seguimiento a
Jesucristo, casto, pobre y obediente. Así, desde su carisma específico,
continuarán enriqueciendo la vida pastoral integral, orgánica, de conjunto y
diferenciada de nuestra Iglesia particular. Esto será una constante
oportunidad salvífica para expresar y testimoniar nuestra mutua comunión
273
eclesial, jerárquica, pastoral y carismática en la Iglesia Universal .
V.C.1. IDENTIDAD DEL VICARIO EPISCOPAL
PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA
Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA.
C.1.1. SER DEL VICARIO EPISCOPAL.
469
El «Vicario episcopal para la Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica» es aquel Presbítero, religioso o
diocesano, conocedor de la Vida Consagrada, designado por el Obispo,
dotado de potestad ordinaria ejecutiva, para favorecer las mutuas
relaciones entre él y los Institutos de la Vida Consagrada, las
comunidades y miembros respectivos. El Obispo diocesano le hace el
llamado para que se responsabilice de estrechar sus vínculos de
comunión, como pastor de la Iglesia particular, con los distintos
miembros de los Institutos de la Vida Consagrada, masculinos y
femeninos (cf AS 102b; MR 54; CIC c. 476).
470 A través del Vicario episcopal para la Vida Consagrada, el Obispo
testimonia específicamente su caridad pastoral y comunión eclesial a esta
porción selecta del Pueblo de Dios, “llamada a hacer visibles, en la Iglesia
que le es atribuido por el mismo derecho en cuanto «ordinario del lugar». Finalmente,
es preciso considerar lo que compete a los superiores o moderadores de los Institutos.
La confluencia de estas distintas potestades exige que le sean asignadas al Vicario sus
competencias de un modo preciso, sea por el Reglamento de la Curia o en su
respectivo nombramiento.
273
Cf c. 574; AS 98-107; GIANFRANCO GHIRLANDA, «Los religiosos y la comunión eclesial
hoy», en CONFER 33.4, 1994, 535-541; Idem., Vita Consacrata, EBC, Bologna 1983.
188
y en el mundo, los rasgos característicos de Jesús, virgen, pobre y
274
obediente”, desde su carisma fundacional y espiritualidad específicos .
471 Por consiguiente, como figura jurídico-eclesial-vicarial, su ministerio
consiste en favorecer la comunión eclesial, a través de la interrelación,
comunicación y participación de los miembros de la Vida Consagrada con
el Obispo diocesano, en el espíritu eclesial y la actividad pastoral de la
Diócesis.
472 El Vicario episcopal para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica no es una figura decorativa del
organigrama pastoral, ni un mero delegado o animador episcopal sin
jurisdicción alguna; antes bien, de acto, está llamado a asumir un
auténtico ministerio vicarial-episcopal de pastoreo y presencia del
Obispo, desde la caridad de Cristo Pastor. Le corresponde colaborar con
el Obispo diocesano, en lo que se refiere al cuidado, animación y
fortalecimiento de la vocación, carisma, espiritualidad y misión a la Vida
Consagrada y de su participación solidaria y comunión eclesial con la
275
Iglesia particular .
473 Se trata de un verdadero oficio vicarial-episcopal, cuya identidad y misión
explica, con claridad, el Directorio para el ministerio de los Obispos,
«Ecclesiae Imago: Imagen de la Iglesia», 22 de febrero de 1973,
especialmente cuando describe el desempeño de las diversas
responsabilidades de animación, promoción y guía de la Vida consagrada,
276
que está llamado a realizar en la Iglesia local (119. 189b. 202) .
474 Este Vicario episcopal, después de escuchar, en consulta oportuna a los
superiores, moderadores o representantes de las distintas “formas” o
“concreciones carismáticas” de los Institutos de la “Vida Consagrada”,
previo discernimiento, presentarán al Obispo, para su aprobación, a los
integrantes o colaboradores propuestos para formar parte de un “Equipo
274
JUAN PABLO II, Exhortación apostólica posconciliar “Vita Consecrata: La Vida
Consagrada”, 25 marzo 1996, 1. Se cita: VC; cf DA n. 220; CONGREGACÍÓN PARA LOS
INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, Instrucción. El servicio
de la Autoridad y la Obediencia. Faciem tuam, Domine, requiram, Roma, 11 de mayo de
2008.
275
Cf COMISION EPISCOPAL PARA LA VIDA CONSAGRADA, Estatuto de la Vicaría Episcopal para
la Vida Consagrada, México, Octubre, Jubileo Año 2000; ERDD P. 128.
276
Cf TOMÁS RINCÓN-PÉREZ, La aplicación del nuevo Código de Derecho Canónico en el
ámbito de los Institutos de vida consagrada, IUSCA Vol. 25, Nº 49, 1985, pp. 265-292.
189
Eclesial Colaborador de la Vicaría Episcopal para la Vida Consagrada y
las Sociedades de Vida Apostólica”. Éstos serán elegidos de acuerdo al
Reglamento establecido al respecto en la Diócesis. Los miembros
colaboradores de esta Vicaría Episcopal son nombrados por períodos de
tres años, pudiendo ser reelegidos o removidos según el criterio y
discernimiento del Vicario episcopal, en acuerdo con el Obispo, cuidando
277
la continuidad de este servicio a la Vicaría .
475 En resumen, la característica esencial de este ministerio vicarial, consiste
en ser instrumento viviente de comunión eclesial entre el Obispo
diocesano y los miembros de los Institutos de Vida consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica, haciéndolo presente desde su caridad
pastoral. Las funciones encomendadas a este Vicario episcopal están en
estrecha relación con la finalidad de su oficio o ministerio eclesial. A este
propósito, «Mutuae Relationes: Las mutuas relaciones» se expresa
claramente:
«El mandato del Vicario episcopal para las congregaciones de religiosos y
religiosas tiene por fin ayudar al Obispo a cumplir una misión, de por sí propia
y exclusiva del Obispo, o sea, la de cuidar la vida religiosa en la Diócesis e
278
insertarla en el complejo de la actividad pastoral» (MR 54c) .
Cf Ibídem., pp. 22-34. 43-56.
¿Cómo, cuándo y por qué comienza a hablarse del Vicario episcopal para la Vida
Consagrada? Este oficio vicarial tiene un proceso y no es radicalmente nuevo en su
espíritu, puesto que los Obispos ya habían confiado este ministerio a determinadas
personas para atender a los religiosos y religiosas. La novedad consiste en que
anteriormente no se le había confiado esta responsabilidad a una persona vinculada tan
estrechamente al oficio episcopal.
1. El primer paso fue dado por el Concilio Vaticano II, gracias a su carácter pastoral, de
donde se origina la novedad de esta figura jurídica que, en germen, se encuentra, sin
duda, en el oficio de Vicario episcopal. Aunque en las normas constitutivas de este
oficio no se menciona explícitamente al Vicario episcopal para la Vida Consagrada y los
Institutos de Vida Apostólica; sin embargo, ahí se encuentra su fundamento (cf ChD 23,
26 y sobre todo 27).
2.- Se encuentra un segundo paso en las normas ejecutivas del espíritu conciliar,
como lo es el Motu proprio de Pablo VI, «Ecclesiae Sanctae», del 6 de agosto de 1966,
tampoco se habla de modo explícito del Vicario episcopal para los religiosos y
religiosas, aunque ya se da un avance importante y se dice que el Vicario episcopal
puede ser constituido para un «grupo de personas» (parte I, 14). Es claro que dicho
grupo de personas pueden ser los religiosos y religiosas de una Diócesis.
3.- Un tercer momento de la configuración del oficio se encuentra en el primer
Directorio Pastoral para los Obispos: «Ecclesiae Imago», del 22 de febrero de 1973. En
él se habla, por primera vez, del Vicario episcopal referido, de un modo específico, a
277
278
190
C.1.2. QUEHACER DEL VICARIO EPISCOPAL.
476
Atenderán las siguientes funciones prioritarias que competen a
este Vicario episcopal, en virtud de su ministerio eclesial-pastoral,
como presencia cercana del Obispo para los miembros de la Vida
Consagrada, deducidas tanto de las orientaciones de algunos
documentos del Magisterio eclesial, principalmente de la
Instrucción “Mutuae Relationes: Las relaciones mutuas”, como de
la praxis y el Derecho diocesano, expresado especialmente en el
Primer Sínodo Pastoral:
477 1.- Acoger, conocer y suscitar el amor a la naturaleza carismática de la
la vida religiosa femenina: «El Obispo elegirá con cuidado el Vicario episcopal
encargado de las religiosas», se dice en el número 119.
4.- Con este horizonte, en 1978 fueron publicadas las Notas directivas para favorecer las
relaciones mutuas entre los Obispos y los religiosos en la Iglesia (MR): En este
Instrucción se aborda la necesidad de promover una mutua colaboración entre los
religiosos y los Obispos. En este contexto se propone la conveniencia de instaurar el
oficio de Vicario episcopal para los religiosos y religiosas, como lo señala el número 54:
«es conveniente que sea instituido en la Diócesis el oficio de Vicario episcopal para los
religiosos y religiosas con el fin de proveer al Obispo de una ayuda en este campo en
su ministerio pastoral».
5.- El Código de Derecho Canónico, en la línea del Concilio y de la Instrucción de 1978,
menciona las mutuas relaciones entre los Obispos y los superiores religiosos; sin
embargo, no prevé de modo explícito la figura del Vicario episcopal para la Vida
Consagrada. No lo hace ni en los cánones relativos a los Vicarios episcopales (cf CIC cc.
475-481), ni en los cánones específicos de la Vida consagrada (cf cc. 573-746). El Código,
por tanto, prevé únicamente de modo general la constitución de Vicarios episcopales,
recogiendo la expresión «para un grupo concreto de personas» (c. 476).
6.- El más reciente Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, “Sucesores de los
Apóstoles” (2004), en el número 102c, expresa claramente: “a fin de facilitar las relaciones del
Obispo con las diversas comunidades, en muchos lugares será oportuno constituir un Vicario
episcopal para la Vida Consagrada, dotado de potestad ordinaria ejecutiva, que haga las
veces del Obispo en relación con los Institutos y sus miembros”. Cf TEODORO A. BAHILLO RUIZ,
La Vicaria episcopal para los Institutos de Vida consagrada, en CDFA p. 197; JESÚS
TORRES LLORENTE, Il Vicario episcopale per la Vita Consacrata, en QDE, n. 1-VI-1993, 5782; CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. DEPARTAMENTO DE VIDA CONSAGRADA (DEVIC), El
Vicario Episcopal y la Vida Consagrada al Servicio de la Comunidad. Orientaciones a la
luz del Magisterio de la Iglesia, CELAM, Santa Fe de Bogotá, mayo 2001; COMISION
EPISCOPAL PARA LA VIDA CONSAGRADA, Estatuto de la Vicaría Episcopal para la Vida
Consagrada, México, Octubre, Jubileo Año 2000; LOURDES GROSSO GARCÍA, M. ID (Ed.), El
Ministerio del Vicario Episcopal para la Vida Consagrada, Editorial EDICE-Conferencia
Episcopal Española, Vida Consagrada, Colección Encuentros y Congresos 1, Madrid
2007.
191
Vida Consagrada, don de vida y santidad para nuestra Iglesia
diocesana, apoyando y alentando a las personas consagradas en su
desarrollo personal integral, vocacional y apostólico, como discípulos
y misioneros de Jesucristo, según su propio carisma fundacional y su
espiritualidad (cf MR 10. 54; VC 2-3. 46. 49; EA 43. DA 216-218).
478
En este espíritu el Vicario episcopal está llamado a:
1.1.- Atender, respetar, apoyar y promover a los Institutos de
Vida Consagrada (cf CIC c. 574), cuidando de que «crezcan y
florezcan según el espíritu del fundador» (cf CIC c.576),
incentivando unas mutuas relaciones sinceras y familiares,
privilegiando la visita a las comunidades y la presencia de sus
integrantes en los organismos religiosos y diocesanos (cf MR
28).
1.2.- Comprender la Vida Consagrada en sus diversas formas
y profundizar sobre su identidad, dedicándose tan plenamente
que ésta sea su misión prioritaria.
1.3.- Conocerla y acompañarla en su crecimiento, favoreciendo
la promoción de nuevas vocaciones, según las diversas formas
y la identidad propia de cada Instituto (cf CIC c. 385).
1.4.- Concertar, con el Rector del Seminario Diocesano, que se
incluya la asignatura de Teología de la Vida Consagrada en el
programa de estudios; igualmente con los responsables de estudios
en las Casas y Centros de formación de consagrados o consagradas,
que se les imparta la Teología del Sacerdocio ministerial y de la
Iglesia particular 279.
479 2.- Cuidar la fidelidad de las personas consagradas: el Obispo es
responsable de la santidad de sus fíeles y, por tanto, también de
quienes profesan los consejos evangélicos. Por eso inculcará la
fidelidad al espíritu del propio Instituto, la observancia regular y la
sumisión a los superiores (cf MR 46). Al Vicario episcopal le compete,
por consiguiente, coordinar y llevar a cabo, entre otras, las siguientes
acciones en favor de los Consagrados:
2.1.- Animar una formación cualificada, organizando cursos de
estudio o encuentros de carácter espiritual comunes para los
279
Cf DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP, Norma 275 b; Norma 285 b.
192
diversos Institutos con el fin, según los casos, de completar la
formación o actualizarla.
2.2.- Proveer a su bien espiritual y ofrecerles una asistencia
integral, conveniente con personas preparadas (motivadores de
espiritualidad
o
directores
espirituales,
capellanes,
confesores...).
2.3.- Atender a los Consagrados en las diferentes situaciones de
dificultad que puedan atravesar (crisis personales, salidas,
enfrentamientos con los propios superiores, ancianidad, vida
fuera de la comunidad…) para que sigan siendo fíeles a su
vocación.
2.4.- Proyectar y animar un Programa de actividades en el ámbito
diocesano y zonal, respetando los carismas y la vida interna de los
Institutos de Vida Consagrada, a favor de la formación integral,
humana, espiritual, intelectual y pastoral de sus integrantes,
conforme a la espiritualidad de comunión eclesial.
480 3.- Favorecer la presencia e inserción de los Consagrados en la
pastoral integral y de conjunto diocesana y de la Provincia
eclesiástica:
3.1.- Promover en la comunidad diocesana una mayor atención
a la vida consagrada, a la peculiaridad de los diversos
carismas, a la calidad de sus actividades e incentivar el
reconocimiento y estima.
3.2.- Ayudar a los Institutos a insertarse, según el propio carisma, en la
comunidad y en la acción evangelizadora de la Iglesia local.
3.4.- Promover en los Consagrados un vivo sentido de la
«comunión eclesial» y la sensibilidad hacia los problemas y
exigencias de la Iglesia y del mundo de hoy.
3.5.- Cuidar que las parroquias confiadas a los religiosos expresen
con claridad los valores característicos de la vida religiosa y de su
Instituto, dentro de la comunión eclesial, pastoral, carismática y
jerárquica de la Iglesia diocesana.
3.6.- Mantener contactos cordiales y frecuentes con la CIRM local y
regional, lo mismo que con otros posibles organismos de
193
coordinación de consagrados a nivel diocesano, regional o
provincial.
481 4.- Favorecer el diálogo y la cooperación entre el Obispo, los Superiores o
Responsables y todos los miembros de la Vida consagrada, especialmente
para su integración en la acción pastoral (cf CIC cc. 603-604). Siguiendo
este espíritu, el Vicario episcopal está llamado a:
4.1.- Dinamizar intensamente, como misión fundamental, la
inserción de la Vida Consagrada en la Iglesia diocesana, a la que sus
miembros han de aportar sus carismas fundacionales, lo mismo que
sus dones y capacidades personales y comunitarias.
4.2.- Propiciar la participación de los Consagrados y Consagradas en
los procesos de formación integral (tanto específica para ellos como
para los distintos Agentes de pastoral); en el espíritu, apostolado y
acción pastoral de las Parroquias y sus Consejos, Decanatos y Zonas
Pastorales; asimismo en los Organismos diocesanos, como en el
Consejo presbiteral, la Asamblea Eclesial Diocesana, el Consejo
Diocesano de Pastoral; igualmente su disponibilidad para el servicio
de Decanos o Vicarios episcopales, en armonía con sus carismas.
4.3.- Invitar particularmente a consagrados y consagradas para que
aporten sus carismas fundacionales al participar, activa, constante y
creativamente, en los procesos diocesanos pastorales de
programación, discernimiento y animación, como signo de comunión
eclesial, íntima y corresponsable con el Obispo y con los demás
Vicarios episcopales. También en la relación con los Decanos, con
los Responsables de las Comisiones Diocesanas y con los
Coordinadores de las Dimensiones pastorales.
4.4.- Abrir y proponer las perspectivas apostólicas o pastorales,
desde el Plan Diocesano de Pastoral y en comunión con los demás
miembros del Pueblo de Dios y sus Pastores; encausar todas las
actividades o inquietudes pastorales, lo mismo que los trámites o
asuntos canónicos
relacionados con los miembros de este sector
del Pueblo de Dios.
4.5.- Informar periódicamente al Obispo lo concerniente al
proceso, acontecimientos y actividades que estén favoreciendo o
desfavoreciendo la promoción y el incremento del espíritu de
mutua relación, de comunión eclesial y pastoral, entre los
194
miembros de la Vida Consagrada y los otros dos sectores de la
Comunidad diocesana. Informar al Obispo sobre las distintas
acciones pastorales realizadas por las diversas formas carismáticas
de de Vida Consagrada, fortaleciendo su integración en la pastoral
orgánica diocesana.
482 5.- Otro de los ministerios que competen a este Vicario episcopal es
mantener o promover, mediante encuentros programados y específicos, la
interrelación, intercomunicación e interacción personal, directa, efectiva y
cordial, entre los miembros de la Vida Consagrada con el Obispo.
También con los demás miembros de la Comunidad diocesana, según el
espíritu de caridad que Jesucristo nos ha dejado en su mandamiento
nuevo: “Que se amen los unos a los otros como yo les he amado” (Jn 15,
12), para esto:
5.1.- Organizar reuniones entre el Obispo y los miembros de los
distintos Institutos de Vida Consagrada, según la necesidad,
circunstancia o acontecimiento que lo requieran.
5.2.- Realizar las vistas sean ordinarias o canónicas, en nombre y
representación del Obispo, con espíritu eclesial-pastoral.
5.3.- Discernir la oportunidad de constituir y cuidar el
funcionamiento de un posible Consejo Diocesano de la Vida
Consagrada.
5.4.- Presidir o acompañar, en su calidad de Vicario episcopal, las
ceremonias de toma de hábito, Profesión temporal o perpetua,
Aniversarios (Bodas de Plata, Bodas de Oro, etc.).
V.C.2. IDENTIDAD DE LA VICARÍA EPISCOPAL PARA
LOS INSTITUTOS DE LA VIDA CONSAGRADA
Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA.
C.2.1. SER DE LA VICARÍA EPISCOPAL.
483
La identidad de esta Vicaría Episcopal, en definitiva, se entiende en
el horizonte eclesial, jurídico y pastoral, que el Obispo diocesano otorga al
Vicario episcopal para la Vida Consagrada y Sociedades de Vida
195
Apostólica, con las facultades que le otorga el Derecho como “ordinario” y
280
las que le confiera el mismo Obispo .
484 La Vicaría Episcopal para la Vida Consagrada es un organismo eclesial
integrado por ministros ordenados, personas consagradas y fieles
cristianos laicos que, presidido por el Vicario episcopal para la Vida
Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, participa y colabora
directamente en la animación, cuidado, dignificación, formación y
promoción integral de la Vida Consagrada dentro de la Iglesia diocesana.
485 Esta Vicaría Episcopal tiene como objetivo ser el punto de encuentro,
diálogo y comunión eclesial entre el Obispo diocesano y toda la Vida
Consagrada, según el carisma fundacional y la espiritualidad específica de
cada Instituto.
280
Cf DEPARTAMENTO DE VIDA CONSAGRADA DEL CELAM (DEVIC), El Vicario episcopal y la Vida
Consagrada al servicio de la comunión. Orientaciones a la luz del Magisterio de la
Iglesia, Bogotá, Mayo 2001, 57-85. Se citará DEVIC, El Vicario episcopal.
196
C.2.2. QUEHACER DE LA VICARÍA EPISCOPAL.
486
Los Vicarios episcopales para la Vida Consagrada, después de
escuchar, en consulta oportuna a los superiores, moderadores o
representantes de las distintas “formas” o “concreciones carismáticas” de
Institutos de “Vida Consagrada”, previo discernimiento, presentarán al
Obispo, para su aprobación, a los integrantes o colaboradores propuestos
para formar parte de un “Equipo Eclesial Colaborador de la Vicaría
Episcopal para la Vida Consagrada”. Éstos serán elegidos de acuerdo al
Reglamento establecido al respecto en la Diócesis. Los miembros
colaboradores de esta Vicaría Episcopal son nombrados por períodos de
tres años, pudiendo ser reelegidos o removidos según el criterio y
discernimiento de los Vicarios episcopales para la Vida Consagrada, en
acuerdo con el Obispo y cuidando la continuidad del servicio en esta
281
Vicaría . Con este objetivo, la Vicaría para la Vida Consagrada, tiene
como quehacer pastoral:
487 1. Respecto a su valoración y promoción en la Diócesis:
1.1. Favorecer el amor y la fidelidad a Jesucristo, en el carisma y
espiritualidad propios de cada Instituto religioso, presente en la
Diócesis.
1.2. Atender y animar a los miembros de los Institutos Seculares,
ayudándoles a promover su inserción y misión en el mundo, según
su propio carisma.
1.3. Acompañar los nuevos proyectos de fundación que pretendan
acoger y vivir un carisma específico y busquen consolidarse como
futuras Comunidades, a fin de colaborar con el Obispo en su
discernimiento.
1.4. Establecer un convenio pastoral bilateral entre la Diócesis o la
Parroquia en que realicen su servicio y presencia apostólica los
miembros de los Institutos o Congregaciones de la Vida
Consagrada, Sociedades de Vida Apostólica… etc., en orden a
asegurar la estabilidad y participación de ambas partes. En él se
han de incluir las prestaciones sociales, dentro del marco legal
propio del Derecho Canónico y de las Asociaciones Religiosas en
México.
281
Cf DEVIC, El Vicario episcopal, Ibídem., 22-34. 43-56.
197
488 2. Respecto al acompañamiento en su formación permanente
2.1. Ofrecer, en los procesos de formación solicitados por los
Institutos, entrevistas, orientación, acompañamiento personal o
dirección espiritual; asimismo, organizar conferencias, retiros
espirituales u otro tipo de motivaciones, según se considere
oportuno. De igual manera, atender las necesidades y peticiones de
las comunidades, colaborando en la formación integral de las
personas consagradas en sus diversas etapas.
2.3. Implementar y realizar programas o procesos específicos en
orden a la promoción de la Vida Consagrada y a su formación
permanente, en mutua colaboración con los organismos diocesanos,
integrando, además, la promoción vocacional de la Vida Consagrada
en la Pastoral vocacional diocesana.
489 3. Respecto a su inserción en el espíritu y la acción pastoral diocesana
3.1. Integrar a las comunidades religiosas y personas consagradas en
el proceso de elaboración y ejecución del Plan Diocesano de
Pastoral y su participación en la Asamblea Eclesial Diocesana.
3.2. Propiciar una mayor inserción de las Comunidades de religiosos
varones clérigos en la pastoral orgánica diocesana, recurriendo al
diálogo y mutuo conocimiento, a fin de encaminarlos a vivir la
fraternidad sacerdotal en el espíritu, las actitudes y las acciones que
hagan más eficiente la comunión eclesial, jerárquica y pastoral.
490 4. Respecto a su interrelación eclesial
4.1. Favorecer la relación con la CIRM local, para un trabajo
conjunto y organizado. Subsidiariamente (en el caso de que no lo
haga la CIRM) el Vicario episcopal presidirá el Equipo Coordinador
formado por religiosas, que promuevan en la Diócesis los Institutos
femeninos de vida consagrada.
4.2. Revisar y actualizar los Estatutos de esta Vicaría en sintonía con
la Conferencia de Institutos Religiosos de México (CIRM), y con el
Plan Pastoral de la Iglesia local, incluyendo: Identidad, integrantes y
equipo; funciones y atribuciones.
4.3. Promover eclesialmente la celebración anual de la Jornada de
la Vida Consagrada en la Iglesia Catedral el 2 de febrero de cada
año, según lo dispuesto por la Santa Sede.
198
V.C.3. PRINCIPIOS, FACULTADES Y «COMPETENCIAS»
ECLESIALES DEL VICARIO EPISCOPAL PARA
LOS INSTITUTOS DE LA VIDA CONSAGRADA
Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA.
491
C.3.1. PRINCIPIOS.
1º. Por lo que se refiere a la competencia y potestad, la legislación vigente
hace confluir en torno a los consagrados diversas Autoridades que es
preciso identificar para que se distinga con claridad el alcance de sus
facultades:
1) En primer lugar está el ámbito de las facultades que le
competen únicamente a la Santa Sede.
2) Sigue el ámbito de aquellos asuntos por su importancia están
asignados nominalmente al Obispo diocesano y no es conveniente
que se los delegue a otra persona. Hay, sin embargo, facultades que
el Obispo puede encomendar al Vicario general o al Vicario
episcopal, mediante un «mandato especial» por escrito.
3) En otro ámbito de facultades está también aquel que forma parte
de la responsabilidad propia del Vicario episcopal para la Vida
Consagrada, en virtud de su oficio, en cuanto «ordinario».
4) También está el ámbito de lo que compete a los Superiores del
Instituto.
5) Finalmente, esta confluencia de potestades hace que la
determinación de las competencias asignadas a cada uno sea
especificada para evitar confusiones e intromisiones; además,
exige coordinación y respeto a la legítima autonomía de los Institutos
religiosos.
2º. Al Vicario episcopal para la Vida Consagrada le corresponde
testimoniar su participación vicarial, en el ámbito de la Vida Consagrada,
por su función eclesial de enseñar, santificar y gobernar, haciendo presente
y cercano al Obispo diocesano. A través de este servicio vicarial el Obispo
protege e impulsa las peculiares características de la Vida Consagrada en la
Iglesia, discerniendo y cultivando el carisma fundacional y la espiritualidad
de cada Instituto. Es el Obispo diocesano, quien mediante el nombramiento,
señala las atribuciones eclesiales, jurídico-pastorales, a tenor de lo que
indica el Directorio “Mutuae Relationes: Las mutuas relaciones”, según las
282
necesidades particulares de la Iglesia diocesana .
282
Cf MR 54.
199
3º. El Vicario episcopal para la Vida Consagrada ha de procurar la
inserción de este sector privilegiado de la Iglesia en toda la acción pastoral
diocesana (cf MR 19. 21. 23. 32. 36. 44. 49. 54). Desde la pastoralidad le
corresponde, en general, un conjunto de facultades en relación a su
ministerio episcopal a favor de la Vida Consagrada: por ejemplo, el cuidado
sobre las publicaciones que hacen los Institutos en lo que se refiere a la fe, la
Sagrada Escritura, liturgia, oraciones, catecismo u otras obras similares (cf
MR 33); la atención y freno a los posibles abusos que presenten en el campo
litúrgico (cf MR 43); la sujeción de los Institutos y los miembros de la Vida
Consagrada en cuanto a los decretos y prescripciones de los Ordinarios del
lugar sobre el ejercicio del apostolado en las prioridades pastorales y,
particularmente, en los procesos de evangelización integral y de conjunto, la
celebración de la fe y la acción pastoral social (cf MR 53), etc.
4º. Las funciones del Vicario episcopal para los Institutos de Vida
Consagrada no se encuentran taxativamente determinadas en el Código,
únicamente las que le corresponden como «Ordinario», con excepción de
aquellas que el Obispo se reserve para sí o para el Vicario general.
5º. Las facultades pueden determinarse por el Reglamento de la Curia, por
Decreto, o por un Estatuto claro y definido. En cualquier caso, el Obispo
antes de hacer el nombramiento debe establecer con claridad los límites
de competencia de su Vicario episcopal para la Vida Consagrada, de
modo que éste pueda ejercitar su oficio con eficacia y sin problemas de
interferencias, concurrencias o inhibiciones que podrían provocarse
debido a la ambigüedad.
C.3.2. FACULTADES ASIGNADAS POR EL DERECHO
AL VICARIO EPISCOPAL, EN CUANTO
«ORDINARIO».
492
Un primer conjunto de facultades está constituido por las tareas
que corresponden, según el Derecho, como «Ordinario», en su calidad de
Vicario episcopal para la Vida Consagrada, puesto que, por el mismo
oficio, goza de potestad ordinaria permanente sobre estos asuntos; sin
embargo, el Obispo expresamente puede reservarse algunas de estas
facultades.
1) En relación con el orden interno y la vida de las comunidades:
1.- Defender ante posibles injerencias indebidas y respetar él
mismo la autonomía de vida que se les debe a los Institutos de
200
Vida Consagrada, sobre todo en el campo de gobierno y disciplina
(cf CIC c. 586 §2).
2.- Vigilar la actividad y funcionamiento de aquellas Asociaciones
laicales, como las Terceras órdenes, vinculadas a los distintos
Institutos religiosos que actúan apostólicamente en la Diócesis, en
comunión con las Comisiones, Dimensiones y programas
pastorales de la misma (cf CIC c. 305 §2).
2) En relación con las personas:
3.- Autorizar a un religioso para que escriba en periódicos o
revistas que manifiestamente son contrarios a la religión católica
y las buenas costumbres (cf CIC c. 831 §1)
493 El Obispo se reserva:
4.- Nombrar el Capellán de una casa de un Instituto laical previa
consulta al Superior (cf CIC c. 567 §1).
5.- Aprobar confesores ordinarios para los Monasterios de monjas,
las Casas de formación y comunidades numerosas de Institutos
laicales (cf CIC c. 630 §3).
6.- Dar el consentimiento para la exclaustración de un religioso o
de un clérigo de una Sociedad de vida apostólica que solicita
residir en la Diócesis (ce 686 y 745).
7.- Ejercer el cuidado pastoral y la potestad que el Derecho le
concede sobre el religioso exclaustrado (cf CIC c. 687).
494 4) En relación a los bienes:
Previo diálogo del Vicario episcopal con el Obispo diocesano:
8.- Ordenar una colecta especial en favor de algunas obras
parroquiales o diocesanas en las Iglesias y oratorios pertenecientes
a los religiosos y que están abiertos habitualmente a los fieles (cf
CIC c. 1266).
9.- Autorizar la aceptación de una fundación y vigilar la ejecución de las
pías voluntades en los Institutos no clericales y de Derecho diocesano
(cf cc. 1301 y 1304).
201
10.- Recibir una vez al año las cuentas de los Monasterios autónomos
de que trata el c. 615 y conocer la situación económica de las Casas
de los Institutos de Derecho diocesano (cf c. 637).
11.- Dar el consentimiento escrito para poder enajenar o realizar
operaciones que perjudiquen la condición patrimonial a los
Monasterios autónomos y a los Institutos de Derecho diocesano (cf c.
638 §4).
C.3.3. «COMPETENCIAS DE COLABORACIÓN»
DERIVADAS DE LA PARTICIPACIÓN
PASTORAL DE LA VIDA CONSAGRADA
EN LA IGLESIA PARTICULAR.
495
Este segundo conjunto de corresponsabilidades derivadas de la
colaboración y participación pastoral de la Vida Consagrada en la Iglesia
particular, constituye el campo más significativo y ordinario en que se han de
cultivar las mutuas relaciones del Obispo y los Consagrados; asimismo el
lugar privilegiado de la vigilancia del Obispo:
“Los religiosos están sujetos a la potestad de los Obispos, a quienes han de
seguir con piadosa sumisión y respeto en aquello que se refiere a la cura de
almas, al ejercicio público del divino culto y a otras obras de apostolado” (cf CIC
c. 678 §1):
1.- Colaborar con el Obispo, en los procesos previos a la
aceptación canónica de un Instituto o de una actividad del mismo
dentro de la Diócesis (cf CIC cc. 609. 612).
2.- Ayudar en el proceso de discernimiento, para que el Obispo dé
el propio parecer antes de que los superiores de un Instituto
supriman una Casa erigida en la Diócesis (cf c. 616).
3.- Colaborar con el Obispo y sus demás Vicarios episcopales en la
coordinación de las distintas obras de apostolado diocesano que
están baje su dirección, respetando el carácter propio de cada una
(cf c. 394). En este aspecto el espíritu del Código pide la sumisión
de los religiosos al Obispo y a sus Superiores, al desempeñar una
obra de apostolado (cf cc. 675 §3 y 678; MR 33. 43).
4.- Coordinar y encauzar, juntamente con los demás Vicarios del
Obispo, particularmente con el Vicario episcopal para la
Pastoral Diocesana, la colaboración entre los consagrados y el
clero diocesano en la realización de las distintas actividades
202
apostólicas, sin perjuicio del carisma, la disciplina y la finalidad
283
fundacional de los consagrados (cf c. 680) .
5.- Puede sugerir elementos sobre la idoneidad de algún
consagrado, cuando el Obispo confiere oficios eclesiásticos a
algún sacerdote religioso (por ejemplo, el Rector de una iglesia,
miembro del Tribunal eclesiástico, responsable de alguna
Comisión o Dimensión de pastoral, profesor del Seminario...),
previa presentación o asentimiento del Superior, así como proceder
a su remoción (cf c. 682).
6.- Participar en el proceso previo de discernimiento, cuando el
Obispo encomiende una obra o actividad apostólica a un
Instituto, después de suscribir el oportuno acuerdo escrito (cf
c. 681§1)
283
La interrelación vida pastoral y vida consagrada es un aspecto sumamente delicado.
En efecto, las urgencias pastorales no pueden, ni deben poner en peligro la identidad
específica del miembro de un Instituto religioso. Colaboración y participación pastoral,
no significa disponer libre y arbitrariamente de un Instituto o de un consagrado.
Consecuentemente la necesidad de la atención pastoral a una parroquia no debe hacer
perder lo específico del propio Instituto, ni del consagrado. Por otra parte, los religiosos
deben ser valorados y hacerse valorar más por lo que son, que por el trabajo que puedan
realizar: su consagración es su primer don y valor en la Iglesia (cf CIC c. 673);
GIANFRANCO GUIRLANDA, Los religiosos y la comunión eclesial, en CONFER, 33.4, 1994,
p. 537. Algunos medios para esta coordinación pueden ser el «Plan diocesano de pastoral»,
la visita pastoral, la presencia de los consagrados en las diversas instancias pastorales
diocesanas.
203
VI.- MINISTERIO DEL
«VICARIO JUDICIAL»,
EXPRESIÓN DE LA CARIDAD PASTORAL
DEL OBISPO, INTEGRANDO UN SOLO
TRIBUNAL CON ÉL, EN ORDEN AL BUEN
GOBIERNO PASTORAL
DE LA DIÓCESIS.
496
En el itinerario de mi Exhortación, ha llegado el momento de centrar
nuestra reflexión en la identidad y misión del «Vicario judicial». En
consecuencia, les invito ahora a sumergirnos en la dinámica de la memoria
histórica-salvífica que nos conduce al encuentro con nuestras raíces de fe, en
el amplio campo pastoral de la jurisprudencia eclesial. Ésta es otra expresión
privilegiada y clara en donde Dios-Amor nos manifiesta su querer divino, en
medio de las crisis globales de fragilidad humana y de pecado y “noches
oscuras”, personales o interrelacionales, vocacionales, matrimoniales,
familiares, eclesiales, de Vida consagrada y sacerdotal o laicales, enclavados
en nuestro entorno histórico y sociocultural.
497 Estamos llamados a realizar nuestra existencia humana, desde la existencia
y misterio de Jesucristo, el Hijo de Dios e “hijo del hombre”, asumiendo “su
paso” por el huerto de Getsemaní: «Salió y se dirigió según costumbre al
monte de los Olivos y le siguieron los discípulos. Al llegar al lugar… se
apartó de ellos... se arrodilló y oraba: Padre, si quieres, aparta de mí esta
copa. Pero no se haga mi voluntad sino la tuya…» (Lc 22, 39-42).
498 Ahí, Jesús, se retira con frecuencia para dialogar con su Padre, en actitud
humilde y confiada. Vivir su “pascua” es un momento decisivo;
experimenta angustia, tristeza y dolor hasta “sudar gotas de sangre”; sin
embargo, se mantiene firme en su decisión: Él ha decidido cumplir
fielmente la voluntad o querer adorable de su Padre, como expresión plena
de su amor exquisitamente filial: «Por eso al entrar en el mundo dijo: No
quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo. No te
agradaron holocaustos ni sacrificios expiatorios. Entonces dije: Aquí
estoy, he venido para cumplir, oh Dios, tu voluntad como está escrito de
mi en el libro de la ley» (Hb 9, 5-7).
204
499 La dimensión de la potestad judicial en la Iglesia, incluye compartir, en lo
cotidiano de nuestra vida, el espíritu y las actitudes de Jesucristo en el
Getsemaní, como sus discípulos. De esta manera, cuando llegue a nosotros,
personal o comunitariamente, la noche oscura de un “proceso judicial”,
estaremos decididos a aceptar, aún en las circunstancias más difíciles, la
voluntad del todo única del Padre celestial.
500 ¡Les exhorto a que, como Iglesia diocesana, comunidad de discípulos de
Jesús, vivamos con responsabilidad, fidelidad, alegría y esperanza, el ámbito
de la realidad eclesial-pastoral-judicial que tiene su origen en la comunión
trinitaria de las Personas Divinas, Dios-Amor!
VI.A. LA INSTITUCIÓN JURÍDICO-ECLESIAL,
DESDE SU RAÍZ ANTROPOLÓGICA. 284.
501
La primera realidad antropológica del cristianismo que está al origen
de la Iglesia, como institución social, es puntualizar, sin lugar a dudas o
sospechas y con toda certeza objetiva, que su fundador Jesucristo no es un
personaje mítico ni la personificación de ideales éticos o religiosos, sino un
hombre real y concreto que se ha insertado en nuestra historia. Cristo, el
Verbo Eterno del Padre, se ha encarnado y ha nacido de María, la siempre
Virgen, se hizo verdaderamente uno de nosotros, semejantes en todo a
nosotros, excepto en el pecado. Es Dios verdadero y hombre verdadero. Ha
asumido en plenitud la condición del hombre y su destino, poniendo de
manifiesto que la existencia humana no es resultado del azar sino que
responde a un destino personal en Dios. El Hijo de Dios con su encarnación
se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de
hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre,
amó con corazón de hombre (cf GS 22b).
502 Jesús es el «hombre nuevo» (cf Ef 4, 24; Col 3,10) que llama a participar de
su vida divina a la humanidad redimida. En el misterio de la Encarnación
está el fundamento y la fuente de una antropología capaz de abrirse más allá
de sus propios límites y contradicciones; de una antropología abierta a la
trascendencia, explícitamente a lo divino y al Divino, al “totalmente Otro”;
una antropología que tiende hacia Dios mismo, más aún, hacia la meta de la
«divinización», del hombre redimido, admitido a la intimidad de la vida de
284
Acerca del fundamento antropológico de la institución jurídica, puede consultarse
GIANFRANCO GHIRLANDA, Istituzione, en DE2010 pp. 770-772; Idem., DIMC, pp. 17ss.
205
285
relación trinitaria, de Dios-Amor, a través de la incorporación a Cristo .
Desde esta perspectiva objetiva, superada toda ilusión, imaginación y
proyección inconsciente, tenemos la posibilidad de comprender los diversos
aspectos de una misma realidad teológica, histórica y antropológica, porque
“el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo
encarnado, quien manifiesta plenamente el hombre al propio hombre
(cf GS 22a). De esta manera el enigma-misterio del hombre encuentra
sentido y queda plenamente iluminado por la Encarnación, la Redención. la
Pascua y la Glorificación de Jesucristo.
VI.A.1. EL SER HUMANO, UN SER RELACIONAL.
503
Existe una experiencia humana primordial, como posibilidad que
fundamenta la naturaleza del Derecho. Desde la simple perspectiva humana
se revela y se constata positiva, racional y existencialmente que el ser
humano, es un ser relacional. Este aspecto relacional no es algo
accidental, efímero o provisional, sino que surge desde la fuente originaria
de su ser y quehacer.
504 La persona, desde lo más radical, íntimo y profundo de su naturaleza
humana, se revela dándose a conocer y manifestándose como un ser
espiritual o espíritu encarnado, libre, que entra en relación con los demás.
Un “yo” que tiene la posibilidad de relacionarse y encontrarse con un “tu”,
286
hasta llegar a ser un “nosotros” . Tiene, por tanto, la capacidad innata de
285
Sobre esta dimensión salvífica del misterio de la Encarnación los Padres han insistido
mucho: sólo porque el Hijo de Dios se hizo verdaderamente hombre, el hombre puede, en
él y por medio de él, llegar a ser realmente hijo de Dios. Cf JUAN PABLO II, Carta Apostólica
NMI, n. 23. El Romano Pontífice cita, a pie de página: A este respecto observa san
Atanasio: «El hombre no podía ser divinizado permaneciendo unido a una criatura, si el
Hijo no fuese verdaderamente Dios», Discurso II contra los Arrianos 70: PG 26, 425 B.
286
Cf MARTIN BUBER, Yo y Tú, Caparrós Editores, 3ª ed. Madrid 1998, p. 18. Una exposición
condensada pero bastante completa sobre la teoría relacional de Martin Buber puede
encontrarse en PEDRO LAÍN ENTRALGO (1908-2001, -filósofo, médico y escritor-), Teoría y
realidad del otro, Alianza Universidad. Madrid 1983, pp. 212-231. El autor se muestra
esencialmente de acuerdo con el planteamiento de Martin Buber, abriéndose a otras
perspectivas. En ellas desarrolla algunas propiedades constitutivas de la persona humana.
Realiza una indagación minuciosa sobre el tema del «otro», mediante un análisis del
«encuentro». El «problema del otro», más allá del concepto de prójimo. Indica cómo se
hayan entretejidas toda suerte de cuestiones filosóficas, metafísicas, gnoseológicas, psicofisiológicas, histórico-sociales, éticas, etc. Ha examinado lo que ha llamado «los supuestos
del encuentro», como fundamento para una «descripción del encuentro» y para una
206
entrar en relación con otros para involucrarse tensionalmente en el
desarrollo de su perfección, como realización de sí mismo, abriéndose, así,
desde su inmanencia a lo trascendente. La relación se presenta, entonces,
como necesaria, en cuanto que estar y entrar en relación con el otro
“semejante”, es parte constitutiva, esencial e irrenunciable de su mismo ser
como persona. Sin embargo, por su autonomía es libre de entrar en relación
con “el otro” (su prójimo) y con el “totalmente Otro” (Dios), en la
positividad constructiva o en la negatividad destructiva, respetándolos o no
en su “subjetividad”, esto es en su condición de personas también
racionales, libres, autónomas y con su propia responsabilidad.
505 Esta realización de sí mismo le corresponde a la persona de manera
absolutamente única como un “ius suum: derecho propio”, que en el
encuentro con el otro exige un respeto sin el cual el “sujeto” no podría
realizarse como persona.
506 En esta realización dinámica de encuentro con el otro se originan las raíces
del derecho, de lo jurídico, de aquello que surge como un deber,
precisamente porque se trata de algo que se afirma legítimamente y que
puede generar una institución. Desde la perspectiva de que lo “jurídico”
indica una relación de justicia que concretamente debe establecerse entre los
sujetos que se encuentran en proceso de realización. Esta realidad acontece
antes de cualquier determinación de alguna ley positiva. Este hecho va
creando reglas de conducta para la tutela de los derechos y su coherente
ejercicio, lo mismo que de las obligaciones correspondientes. Se trata de
conductas que surgen originariamente de la esfera moral.
reflexión de las «formas de encuentro»: el «encuentro en la existencia solitaria», las
«formas deficientes del encuentro» (por ejemplo, el meramente sensorial), las «formas
especiales de encuentro» (por ejemplo, relación interpersonal, comunicación, amor,…); y
la llamada «forma suprema de encuentro» o «el encuentro del hombre con Dios».
Asimismo, un estudio histórico sistemático del esperar humano en: “La espera y la
esperanza. Historia y teoría del esperar humano”, 3ª ed., Revista de Occidente, Madrid
1962; “Antropología de la esperanza”, Ed. Labor, Barcelona 1978, en donde retoma su
anterior obra, ampliando su parte teórica con un aporte para Ernesto Bloch y Jürgen
Moltmann. Su pensamiento sobre antropología filosófica, “metafísica intramundana”, el
problema de la realidad y el problema de la persona, los encontramos en sus obras: Alma,
cuerpo, persona. Círculo de Lectores, Barcelona 1995; Idea del hombre, Círculo de
Lectores. Madrid 1996; Ser y conducta del hombre. Espasa-Calpe, Madrid 1996; Qué es el
hombre: evolución y sentido de la vida. Círculo de Lectores, Madrid 1999. Desde la
perspectiva cristiana: El problema de ser cristiano, Galaxia Gutenberg, Barcelona 1997.
207
507 Esta realidad de encuentro inter-personal favorece o desfavorece la
realización de la persona, según la violación o no de los derechos y el
cumplimiento o evasión de los deberes. El proceso de auto-realización de la
persona superando las barreras de lo auto-inmanente (encerramiento, como
el narcisismo egocéntrico y egoísta), le lleva a la apertura de lo trascendente
ante sí mismo, ante el otro (prójimo-sociedad) y lo otro (universo cósmico),
lo mismo hacia el “Totalmente Otro”: Dios.
VI.A.2. LA RAÍZ DE LA INTERRELACIÓN Y LA
TRASCENDENCIA DE LA PERSONA HUMANA.
508
Si el precedente horizonte fenomenológico es ya relevante, al
sumergirnos en el enigma, cada vez más profundo del la persona humana,
nos encontramos, desde la perspectiva de la raíz más recóndita de su
287
transcendencia , con este hecho originariamente fundamental: el hombre y
la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios, que es diversidad
de personas en la unidad de la relación y comunión de amor. Y precisamente
porque la persona es imagen y semejanza de Dios, el “otro” (hombre-mujer,
imagen-semejante) es parte constitutiva de la misma subjetividad del yo (cf
Gén 1, 27).
287
La Iglesia mantiene que el hombre, con la sola fuerza de su razón, puede elaborar la idea
de la existencia de Dios. Pero el pensamiento no es experiencia, y la revelación tiene su
fundamento último en la experiencia vital de la intervención o de la presencia, en el sentido
de hacerse presente, de lo divino en la realidad humana, en el ser unitario espíritu-corporal
que es el hombre y en la historia de los hombres. Entonces, para que el hombre pueda
percibir la “llamada” del «Totalmente Otro» a una experiencia de «encuentro», el hombre
debe estar capacitado ontológicamente para dicha experiencia. Y la historia de la experiencia
religiosa nos muestra que lo está. Para resolver este cuestionamiento acudimos al
pensamiento teológico, partiendo de antemano de una concepción antropológica, de una
filosofía del hombre, que muestra al ser humano como una entidad corpóreo-espiritual, una
unidad psicosomática que pone al hombre en la frontera de la apertura a la trascendencia,
llevado por su libertad y su capacidad de preguntarse por el fundamento último de sí mismo y
de las cosas, que él percibe como distinto de sí mismo. El intento racional de llegar a Dios
suele quedarse más en la posibilidad de la pregunta (el hecho fáctico de preguntar) que en la
respuesta a esa pregunta, espacio reservado normalmente a la Revelación. El pensamiento
teológico nos contesta diciendo, en primer lugar, que el hombre es capacidad receptiva o
“potencia obediencial”, “nostalgia de eternidad” y deseo de Dios, deseo natural de
contemplar a Dios (subrayemos el calificativo natural: es algo inscrito en la propia naturaleza
humana). Decir que el hombre es capacidad receptiva o potencia obediencial significa afirmar
su radical abertura hacia Dios, horizonte Infinito, el único capaz de responder la pregunta qué
el hombre es.
208
509 Es en este contexto, dinámicamente trascendente, donde encuentra su
fundamento último la experiencia jurídica e institucional del hombre;
precisamente porque el ser humano es imagen semejante a Dios, es la única
creatura que es «persona», es decir, “espíritu encarnado, ser espiritual
racional, capaz de autodeterminarse libremente, de amar y de relacionarse o
encontrarse con el “otro” semejante a él; que tiene su razón de ser en la
realización trascendente de sí mismo, en el «encuentro» con «el otro» (el
semejante), con «los otros» (la sociedad), con «lo otro» (el mundo cósmico,
288
la naturaleza, lo ecológico) y con el «totalmente Otro» (Dios) .
510 Al hablar de esta dinámica antropológica del todo singular, se constata que
no es el orden jurídico el que crea o constituye los «derechos» y «deberes»
de la «persona» en sí misma, en su relación con otras personas y con la
sociedad, sino que ésta los reconoce y los tutela adecuadamente, al punto de
propiciar el «encuentro» y la convivencia digna del misterio único de la
misma persona, dentro del ámbito social, jurídico e institucional.
288
A este respecto este el pensamiento de Martin Buber, “No se encuentra a Dios si se
permanece en el mundo, no se encuentra a Dios si se sale del mundo. Quien con todo su
ser sale al encuentro de su Tú y le hace presente todo el ser del mundo, encuentra a aquél
que no se puede buscar. Ciertamente Dios es el "Totalmente Otro"; pero también el
Totalmente Sí Mismo: el Totalmente Presente. Ciertamente es el Mysterium tremendum,
que aparece y abate; pero también es el misterio de lo evidente, que es para mí más
cercano que mi yo. Si examinas a fondo la vida de las cosas y de la realidad condicionada,
llegas a lo indescifrable; si cuestionas la vida de las cosas y de la realidad condicionada, vas
a parar a la nada; si santificas la vida, encuentras al Dios viviente”. Parece fuera de dudas
el hecho de que Martín Buber busca una síntesis entre la trascendencia y la inmanencia
divinas. Cualquier polarización en este sentido desemboca en un mal final. Pero, de
momento al menos, no es muy claro el significado de ese "salir al encuentro de su Tú" y
"hacerle presente todo el ser del mundo". Sí puede concluirse de momento que el
encuentro tiene lugar en el mundo, en esa vida que debe ser "santificada". Pero queda
todavía el interrogante sobre en qué consiste. Martín Buber es algo más explícito en los
párrafos que siguen: “Se trata de encontrar sin buscar, de un descubrir aquello que es lo
más originario y el origen. El sentido del Tú, que no puede saciarse hasta que encuentra el
Tú infinito, se lo había hecho presente desde el comienzo, pero la presencia sólo había de
serle completamente real a partir de la realidad de la santificada vida del mundo. No es
que Dios pudiese ser descubierto a partir de algo, por ejemplo de la naturaleza, como
creador de ella, o de la historia como su guía, o incluso del sujeto como el sí mismo que
piensa a sí mismo en Él. No es que existiera algo "dado" diferente de Dios, de lo que Dios
fuera deducido, sino que es lo ante nosotros inmediata y primera y duraderamente
existente: aquella realidad a la que sólo cabe dirigirse, pero a la que no se puede
expresar”: MARTIN BUBER, Yo y Tú, 3ª ed., Caparrós Editores, Madrid 1998, pp. 18. 72-73.
209
511 Los derechos y deberes objetivos (reales), que están implicados al interno de
la relación e interrelación humana, hacen que las reglas de conducta, que se
encuentran al interno de la esfera moral, se transformen en leyes externas
cuya obligación y cumplimiento sean exigibles de parte de la autoridad. Por
lo tanto, la relación, desde el punto de vista de su obligatoriedad, entra en el
ámbito moral interno, para transformarse en institución jurídica externa.
512 El orden jurídico con sus leyes positivas al reconocer, tutelar y promover el
«derecho propio» de cada sujeto, como persona, agente de una sociedad, es
sujeto de la justicia, precisamente porque el «derecho propio» y el
correspondiente «deber propio» de cada persona es el contenido de la
justicia misma. Las instituciones que en su conjunto constituyen el orden
jurídico, son una exigencia de justicia desde el momento en el que el ser
humano se organiza en sociedad. Es por ello que un orden jurídico es justo
si está abierto a la trascendencia de lo divino que el hombre realiza y actúa
en la historia y en su caminar por este mundo. Es así como el derecho es una
experiencia connatural e intrínseca al hombre, a la sociedad y a sus
instituciones.
513 La Iglesia, formada por seres humanos que viven en interrelación entre sí,
en la sociedad y con sus instituciones jurídicas y de otros órdenes, continúa
visiblemente la obra salvadora de Jesucristo, actuando también por medio de
un orden antropológico institucionalizado jurídicamente, gracias a la
analogía que hay entre el enigma del hombre y el misterio del Verbo
Encarnado y de la Iglesia.
514 En el misterio de la persona de Jesucristo, Verbo encarnado, se da la plena
realización del hombre en sí mismo y de su interrelación social e
institucional. En el misterio de las personas divinas de la Trinidad se halla la
fuente original y originante de la dignidad del ser humano, «imagen y
semejanza» Suya, en su dimensión de persona humana relacionada
interpersonal, social-jurídica e institucionalmente.
515 En el misterio de la Iglesia, “sacramento universal de salvación”, se
encuentra la interrelacionalidad comunitaria, como institución jurídica de
los creyentes, animada por la comunión y participación eclesial de su
misión, cuya finalidad es la “salus animarum” o salvación del hombre,
289
supremo orden del bien de la Iglesia y del orden canónico .
289
CF AGOSTINO MONTAN, Diritto canonico e Chiesa, en DE2010, p. 429.
210
516 Esta realidad interrelacional y social humana, desde un simple análisis
fenomenológico, abierto a la trascendencia, posibilita, fundamenta y
justifica la dinámica antropológica del Derecho, del Orden jurídico o la
Jurisprudencia, a partir de la relación, encuentro y convivencia interpersonal y familiar, comunitaria y social, nacional, internacional y global.
290
Por lo mismo, también el Derecho de la Iglesia y en la Iglesia .
517 La antropología del Derecho eclesial tiene su raíz última, definitiva, original
y específica en la antropología de la existencia cristiana que nos describe
S.S., el papa Benedicto XVI:
“Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción
fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o
una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que
da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. En su
Evangelio, Juan había expresado ese acontecimiento con las siguientes palabras:
«Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los
que creen en él tengan vida eterna» (Jn 3, 16) 291. Amando podemos entrar, de
algún modo, en la existencia del otro, y esta es la máxima vivencia y fundamento
verdadero del orden jurídico humano-cristiano.
290
Cf GIANFRANCO GHIRLANDA, Istituzione, en DE2010, pp.770-772; T. GALKOWSKI, Il “quid ius”
nella realtà umana en nella Chiesa, Roma 1996; M. VISIOLI, Il diritto nella Chiesa e le sue
tensioni alla luce d un’antropologia teologica, Roma 1999.
291
Carta Encíclica, “Deus caritas est: Dios es amor”, 25 de diciembre de 2005, n. 1b. “Si se
acepta la hipótesis de un Dios unitrino, lo que viene después es irrefutable: en efecto, el
Dios Padre es Totalmente Otro, invisible de suyo, anicónico y sin imagen, pero al mismo
tiempo es icónico y diacónico en el Hijo que se ha hecho hombre por su encarnación con
un rostro nítido (icono), cuya iconicidad se manifiesta en diaconía, en el servicio a toda la
humanidad. Como el Dios Padre y como el Dios Espíritu, también el Dios humanado en
Cristo es relacional, se define por su relación con el Padre invisible y por su relación con
los humanos visibles, y todo eso dando la cara a nuestra cara, es decir, descendiendo a los
lugares más bajos (infiernos)…” CARLOS DÍAZ, Del imposible Dios Totalmente Otro al real
Dios-para-mí que irrumpe e inter-rumpe en mi vida, en Revista ACONTECIMIENTO n. 95,
Abril 2010, Instituto Emmanuel Mounier, Madrid.
211
VI.B. EL “MUNUS REGENDI:
MISIÓN O POTESTAD DE GOBERNAR”,
EN LA IGLESIA DE LA TRINIDAD,
PARA LA MISIÓN EVANGELIZADORA.
518
En una concepción teológica e histórico salvífica del Derecho, como
lo es el nuevo Código de Derecho Canónico de 1983, que revela el espíritu
del Concilio Ecuménico Vaticano II, la Sagrada Escritura es la fuente y el
“alma” del Derecho de la Iglesia, como aparece en la organización jurídica
292
del antiguo y del nuevo Pueblo de Dios . La Iglesia, nacida en
Pentecostés, manifiesta tener una identidad precisa por su origen, estructuras
y organización. Por la vocación y la adhesión a la fe, mediante el bautismo,
la participación en la Eucaristía, la aceptación de los carismas, los
ministerios y servicios de la autoridad episcopal, los miembros de la Iglesia
vienen a ser constituidos en una unidad, estructurada y cohesionada.
VI.B.1. LA HERENCIA JURÍDICA,
EN LA IGLESIA DE LA TRINIDAD,
DESDE LA REVELACIÓN Y LA TRADICIÓN.
519
El nuevo Código de Derecho canónico, constituye un gran esfuerzo
por traducir al lenguaje canonístico la misma doctrina de la eclesiología
conciliar, sacramental y de comunión. De donde se sigue que la novedad
fundamental que, sin separarse nunca de la tradición legislativa de la Iglesia,
292
S. S. Juan Pablo II en SDL: “Surge otra cuestión: qué es el Código de Derecho Canónico.
Para responder correctamente a esa pregunta hay que recordar la lejana herencia de
derecho contenida en los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, de la cual toma su
origen, como de su fuente primera, toda la tradición jurídica y legislativa de la Iglesia”
(párrafo 1).” Efectivamente, Cristo Señor no destruyó en modo alguno la ubérrima
herencia de la Ley y de los Profetas, que había ido creciendo poco a poco por la historia y
la experiencia del Pueblo de Dios, sino que la cumplió (cf Mt 5, 17) de tal manera que ella
misma pertenece de modo nuevo y más alto a la herencia del Nuevo Testamento. Por eso,
aunque san Pablo, al exponer el misterio pascual, enseña que la justificación no es nada
por las obras de la ley, sino por la fe (cf Rm 3,28; Gál 2,16), sin embargo ni excluye la
fuerza obligante del Decálogo (cf Rm 13, 8-10; Gál 5, 13-25 y 6,2), ni niega la importancia
de la disciplina en la Iglesia de Dios (cf 1 Cor cap. 5 y 6). Así, los escritos del Nuevo
Testamento nos permiten captar mucho más esa misma importancia de la disciplina y
poder entender mejor los vínculos que la conexionan de modo muy estrecho con el
carácter salvífico del anuncio mismo del Evangelio” (Párrafo 15).
212
se encuentra en el Concilio Vaticano II, sobre todo en lo que se refiere a su
doctrina eclesiológica, constituye también la novedad en este nuevo
293
Código .
520 Es el principal documento legislativo de la Iglesia posconciliar; está
fundamentado en la herencia jurídica y legislativa de la Revelación y de la
Tradición y sus normas se basan en un sólido fundamento jurídico, canónico
294
y teológico .
521 Este Código, gracias a la presencia sacramental del Verbo encarnado y
resucitado, a partir de Pentecostés, es también, para nosotros, una
concreción o mediación eclesial, pneumática e institucional-jurídica, fuente
de comunión en la misión evangelizadora.
522 El Derecho es también acción salvífica de Jesucristo, nuestro Pastor,
Cabeza, Servidor y Esposo, ya que nos inserta íntimamente en comunión
295
con Él y en la vida del Padre, por el Espíritu Santo (cf LG 1. 27. 48. 59) .
293
Cf JUAN PABLO II, SDL, párrafos 18. 21-26; AGOSTINO MONTAN, Diritto canonico e Chiesa,
en DE2010, p. 429; Id. Il diritto nella vita e nella missione della Chiesa, Bologna 2006; E.
CORECCO, Aspetti della ricezione del Vaticano II nel Codice di diritto canonico, en G.
ALBERIGO- J.P. JOSSUA (Edd.), Il Vaticano II e la Chiesa, Brescia 1985, pp. 335-337; F. MIES
(Ed.), Biblia y derecho, Namur 2001) P. ERDÓ, Teologia del diritto canonico. Un approccio
histórico istituzionale, Torino 1996; T.I. JIMÉNEZ URRESTI, De la teología a la canonística,
Salamanca 1993; C.M. REDAELLI, Il concetto di Diritto nella Chiesa, nella riflessione
canonistica tra Concilio e Codice, Milano 1991.
294
Cf AGOSTINO MONTAN, Diritto canonico e Chiesa, en DE2010, p. 429.
295
Cf RODRIGO POLANCO, La Iglesia como espacio sagrado de encuentro, Revista Teología y
Vida, Universidad Católica de Chile 2003, Vol. 44, n. 2-3, pp. 332-345. Este autor nos
comparte, en su reflexión acerca del numeral 1 de la Constitución “Lumen Gentium: Luz de
las Naciones”, que “la Iglesia como espacio sagrado, es como el «lugar de encuentro» de
los hombres con Dios y de los hombres entre sí. El espacio es precisamente lo que nos
permite el encuentro. La encarnación del Verbo es la entrada de Dios en el espacio
humano, de manera definitiva y absoluta. La Iglesia, como Cuerpo de Cristo y Templo del
Espíritu, es la presencia sacramental del Verbo en medio de la humanidad, y como tal, es
el lugar de encuentro con el mismo Verbo. Pero además, la Iglesia es Pueblo, es decir, esa
presencia sacramental se realiza en las personas y en la institución bien concreta que se
transforma en «instrumento de la gracia». De allí entonces que a partir de la resurrección
de Cristo y de Pentecostés, el mismo Resucitado ha validado las formas institucionales
concretas al hacerlas presencia y acciones de Sí mismo y como tales, espacio de
encuentro Consigo mismo, de manera que la institucionalidad remita siempre más allá de
sí misma, al Dios Trino” (p. 345); JUAN PABLO II, SDL, párrafos 22-23; Ibídem., Encíclica
«Dominum et vivificantem: Señor y Dador de vida», acerca del Espíritu Santo en la vida de
la Iglesia y en el mundo, 18 de mayo de 1986, n. 50. 61, se cita: DMVI; ESANDRA ARENAS
213
523 El Concilio Ecuménico Vaticano II nos enseña que la Iglesia, Pueblo de
Dios, Cuerpo Místico de Cristo y Templo del Dios vivo (cf LG 2-4), no es
solo comunidad de vínculos espirituales e invisibles, sino que aparece
también, simultáneamente en este mundo, como sociedad orgánicamente
estructurada, ordenada jerárquicamente y presidida por una autoridad que ha
recibido de Jesucristo su misión y su potestad.
524 El elemento humano y el elemento divino, confluyen en la única realidadsacramental y de comunión que es la Iglesia:
“esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste
en la Iglesia Católica gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en
296
comunión con él” (LG 8; cf CIC c. 204 §5) .
525 La Iglesia, en el tiempo de los Apóstoles, era consciente de que Cristo le
había comunicado la potestad de juzgar, no sólo en el fuero interno
sacramental, sino también en el fuero externo judicial, tanto a “Pedro”: «A
ti te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará
atado en el cielo; lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo»
(Mt 16,19), como al “Colegio de los doce”: «Les aseguro que lo que
ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la
tierra quedará desatado en el cielo» (Mt 18, 18). «Los discípulos se
alegraron de ver al Señor. Jesús les repitió: La paz esté con ustedes. Como
el Padre me envió, así yo los envío a Ustedes. Al decirles esto, sopló sobre
ellos y añadió: Reciban al Espíritu Santo. A quienes les perdonen los
pecados les quedarán perdonados; a quienes se los retengan les quedarán
297
retenidos» (Jn 20, 20-23) .
526 En esta perspectiva mistérica, el aspecto judicial de la “tradición de la
Iglesia”, es fruto de su legislación o búsqueda eclesial del querer de Dios. El
PÉREZ, La sacramentalidad de la Iglesia en el Concilio Ecuménico Vaticano II: aproximación
histórico-teológica, Revista: VERITAS, Universidad de la Rioja, n. 21, 2009, pp. 365-395.
EDWARD SCHILLEBEECKS, Cristo, sacramento del encuentro con Dios, Ed. San Sebastián 1971;
PIETER SMULDERS, La Iglesia, sacramento de salvación, en la Iglesia del Vaticano II, 2 Vol.,
Barcelona 1968; OTTO SEMMELROTH, La Iglesia como sacramento radical, en Mysterium
Salutis IV/1, Ed. Cristiandad, Madrid 1984, pp. 330-362; JEAN-MARIE R. TILLARD, Los
sacramentos de la Iglesia, en Iniciación a la práctica de la Teología, III Dogmática, B.
Eclesiología, 4ª. Sec., pp. 352-355; DANIEL CENALMOR PLANCA, La fundamentación del
Derecho canónico en el misterio de la Iglesia, IUSCA Vol. 39, Nº Extra 1, 1999, pp. 25-34.
296
Cf BRUNO FORTE, La Iglesia de la Trinidad, Ed. Secretariado Trinitario, Salamanca 1996,
pp. 83ss, 123ss, 159ss; RUDOLF SCHNACKEMBURG, La Iglesia en el Nuevo Testamento, Madrid
1965, pp. 17. 191; AGOSTINO MONTAN, Diritto canonico e Chiesa, en DE2010, p. 430.
297
Cf GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, pp. 537-543. 571. 606-611.
214
Derecho Canónico a la vez que favorece un orden social justo, es un
elemento constitutivo de la Iglesia-Sacramento-Comunión-Misión, que tiene
una dimensión intrínsecamente institucional jurídica. La organización
visible de la Iglesia no es una sobre-estructura, un cuerpo extraño, sino una
propiedad esencial a ella. El Derecho, entendido desde su identidad, es
298
inmanente a la comunidad eclesial y es un todo con ella .
527 La Iglesia es “misterio de comunión y participación”, “sacramento universal
de salvación”, en donde los asuntos y hechos de los creyentes, que tienen
que ver con la potestad judicial, encuentran en el Código de Derecho
Canónico, una expresión clara de respuesta a la voluntad del Padre, por la
mediación de la Iglesia, en orden la salvación en Jesucristo. El Derecho
tiene la misma naturaleza de la Iglesia y, por lo mismo, participa de su
299
sacramentalidad, comunión y misión .
528 En consecuencia, como Iglesia Universal y como Iglesia diocesana, igual
que cualquier otra expresión sacramental y comunional, antropológica,
social y jurídica de Iglesia, como son la Parroquia y la Familia; el Seminario
diocesano y las comunidades de Vida Consagrada; los movimientos y
grupos apostólicos laicales, los Decanatos, las Vicaría Episcopales y la
Vicaría Judicial, han nacido de la comunión de amor y de la misión del Hijo
300
y del Espíritu Santo, según el designio del Padre (cf AdG 2) .
VI.B.2. EL MINISTERIO JUDICIAL Y SUS TITULARES,
298
Cf En la Iglesia naciente surgen dinamismos que fundamentan la unidad de la Iglesia:
(un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo: Ef 4, 46) y los dinamismos que a su vez,
presiden la diversidad entre las Iglesias (existe diversidad de ministerios, de expresiones
doctrinales, teológicas, litúrgicas, de organización económica…). Son elementos que le
imprimen a la Iglesia su identidad. En torno a las instituciones fundamentales (palabra,
sacramentos, ministerio ordenado, comunión entre las Iglesias y con la Iglesia de Roma…)
el proceso de institucionalización viene a ser siempre más marcado. El conjunto de
normas no es aislado sino que está conectado con otros aspectos de la existencia
cristiana. Las épocas posteriores se van encargando de enunciar los elementos jurídicos y
de darles una forma jurídica específica: cánones, leyes, decretos, constituciones…
AGOSTINO MONTAN, Diritto canonico e Chiesa, en DE2010, p. 428.
299
Cf PABLO VI, “Vivissima Gioia”, Discurso al Tribunal de la Rota romana con motivo de la
apertura del nuevo año judicial, 8 de febrero de 1973, se citará VVG.
300
Cf COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, La conciencia que Jesús tenía de sí mismo y de su
misión. Documento 1985, Ed. CETE, Madrid 1987, 15 (331); E. BACIGALUPO, Nella
testimonianza, en AA.VV., La Carità. Teologia e Pastorale alla luce del Dio-Agape, Bologna
1988, 111-142. 268.
215
PROLONGACIÓN DEL MINISTERIO ECLESIAL
APOSTÓLICO.
529
Jesucristo engendra a su Iglesia en los acontecimientos de Pascua y
Pentecostés; sin embargo, «el ministerio apostólico», ya lo había instituido
antes de su Pascua (cf Mc 3, 13-19; Mt 10, 1-4: Lc 20, 21-23); después de
ella, perfecciona la participación ministerial de sus apóstoles. Más aún,
Jesús, el mismo día de su resurrección, al insuflar su Espíritu sobre sus
apóstoles, los envía directamente a continuar la misma misión que le había
301
encomendado su Padre. Son sus testigos . Este acontecimiento nos revela
que el ministerio es sagrado, es divino, porque es obra del Padre, del Verbo
y del Espíritu Santo (cf Jn 20, 21). Por eso, el ministerio apostólico es un
«ministerio del Espíritu» (2 Cor 2, 4-18) y Jesucristo, con este ministerio
pneumático, edifica permanentemente a su Iglesia, constituyéndola en la
302
comunidad de sus discípulos misioneros .
530 El «ministerio eclesial» (cf Hch 14, 23; 20, 28) es prolongación del
ministerio apostólico, cuya raíz u origen es Jesucristo, el Ungido del Padre.
Por tanto, el «ministerio apostólico» y el «ministerio eclesial», son por
naturaleza, «institución de Cristo» y «don del Espíritu», dimensiones
crística y pneumática del ministerio eclesial (cf LG 12).
531 La verdadera identidad del ministerio, consiguientemente también del
ministro de la Iglesia, se origina en la comunión o armonía de estas tres
dimensiones intrínsecas a él: la crística, la pneumática y la eclesial. De esta
manera, Jesús fundó su Iglesia con sus estructuras o instituciones esenciales.
El Espíritu actúa para garantizar el desarrollo y la vitalidad del ministerio
iniciado por Cristo y llevarlo a plenitud (cf Jn 16, 6-7.12-15).
532 El signo visible de la participación en el ministerio eclesial es el gesto
sacramental de la imposición de las manos, que está atestiguada en las
cartas pastorales (cf 1 Tim 4, 14; 5, 17-22: 2 Tim 1, 6) y en los hechos de los
Apóstoles (6, 1-6). En consecuencia, el ministerio eclesial queda vinculado
303
a la sucesión apostólica, a través de la imposición de manos (cf LG 21) .
301
BENEDICTO XVI, Los Apóstoles testigos y enviados de Cristo, Audiencia general, 22 de
marzo de 2006.
302
Cf JUAN PABLO II, DMVI 25. 62.
303
Cf JOSÉ ARTURO DOMÍNGUEZ ASENSIO, Eclesiología y formación para el ministerio, en II
Simposio Internacional de Teología de la Universidad de Navarra, 1990, pp. 247-256.
216
533 La enseñanza del capítulo III de la Constitución dogmática “Lumen
Gentium: Luz de las Naciones”, acerca de la constitución jerárquica de la
Iglesia y su misión en ella, nos lleva a fundamentar la potestad de regir que
corresponde a los Obispos, sin olvidar su contexto, tanto el Colegio
“apostólico” que es su precedente, como el actual Colegio “episcopal”,
medio por el que prosigue, hoy, su acción el Espíritu (18-29).
534 La reflexión de los siguientes numerales, nos ayudarán a reasumir y a
confirmar lo expuesto precedentemente:
“Para realizar estos oficios tan altos, fueron los apóstoles enriquecidos por Cristo
con la efusión especial del Espíritu Santo (cf Hch 1,8; 2,4; Jn 20, 22-23), y ellos,
a su vez, por la imposición de las manos, transmitieron a sus colaboradores el don
del Espíritu (cf I Tim 4, 14; II Tim 1, 6-7), que ha llegado hasta nosotros en la
consagración episcopal… Ahora bien, la consagración episcopal, junto con el
oficio de santificar, confiere también el oficio de enseñar y regir, los cuales, sin
embargo, por su naturaleza, no pueden ejercitarse sino en comunión jerárquica
con la Cabeza y con los miembros del Colegio” (LG 21). “Los Obispos, en su
calidad de sucesores de los Apóstoles, reciben del Señor a quien se ha dado toda
potestad en el cielo y en la tierra, la misión de enseñar a todas las gentes y de
predicar el Evangelio a toda criatura,…
Para el desempeño de esta misión, Cristo Señor prometió a sus
Apóstoles el
Espíritu Santo, a quien envió de hecho el día de Pentecostés desde el cielo para
que, confortados con su virtud, fuesen sus testigos hasta los confines de la tierra,
ante las gentes, pueblos y reyes (cf Hch 1,8; 2,1ss.; 9,15). Este encargo que el
Señor confió a los pastores de su pueblo, es un verdadero servicio y, en la
Sagrada Escritura, se llama muy significativamente "diakonía", o sea ministerio [cf
Hch 1,17-25; 21,19; Rm 11,13; I Tim 1,12]” (LG 24).
“Los Obispos con sus consejos, exhortaciones y ejemplos, aunque también con su
autoridad y con su potestad sagrada, rigen, como vicarios y legados de Cristo, las
Iglesias particulares que se les han sido encomendadas. Ejercitan esta potestad
para edificar su grey en la verdad y la santidad, teniendo en cuenta que el que es
mayor ha de hacerse como el menor y el que ocupa el primer puesto como el
servidor (cf Lc 22, 26-27). Esta potestad que personalmente poseen en nombre de
Cristo, es propia, ordinaria e inmediata, aunque el ejercicio último de la misma sea
regulada por la autoridad suprema, con miras a la utilidad de la Iglesia o de los
fieles, circunscrita dentro de ciertos límites”. En virtud de esta potestad, los
Obispos tienen el sagrado derecho y, ante Dios, el deber de legislar sobre sus
súbditos (potestad legislativa), de juzgarlos (potestad judicial) y de disciplinar
todo cuanto pertenece al culto y a la organización del apostolado (potestad
304
ejecutiva o administrativa) .
304
Cf LG 27
217
535 De ahí que la estructura ministerial de nuestra Iglesia sea, con toda claridad,
un elemento constitutivo de su naturaleza sacramental. Quien recibe en ella
el Sacramento del Orden, es constituido y consagrado como «minister
Trinitatis: ministro de la Trinidad», así lo afirma, con sublime sabiduría,
305
Santo Tomás de Aquino .
536 En cuanto ministros, hemos sido tomados de en medio del Pueblo de Dios,
estamos llamados y destinados, por tanto, a ser fieles a su proyecto salvífico
en su Iglesia, por medio de nuestro servicio, sin protagonizarnos sobre ella.
El llamado de Dios para nosotros, es participar de un «ministerium:
ministerio, servicio», no de un «dominium: dominio, señorío».
537 Quienes participamos en la “jerarquía” de nuestra Iglesia, somos
responsables de testimoniar la «diaconía» de Cristo hacia ella,
identificándonos con los hechos y palabras, actitudes y sentimientos del
Señor. Él es, efectivamente, el Señor que se hizo Siervo, Ministro, quien
«no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por
muchos» (Mc 10, 45; cf Hb 5, 1; Fil 2, 5).
305
Supplementum. Summa Theologiae, q. 17, art. 3, ad 5.
218
VI.C. LA JUSTICIA QUE “VIENE DE LO ALTO”
EN LA IGLESIA PEREGRINA, SANTA, PECADORA
Y LLAMADA A LA CONVERSIÓN EVANGÉLICA.
538
La humanidad, sumida en la injusticia, manifiesta un deseo profundo
de justicia, como puede percibirse en grandes sectores de la sociedad. Por
otro lado, la justicia en la Iglesia no es obra meramente humana, es, sobre
todo, un don divino. Dios es quien de verdad restituye e implanta la justicia
en el mundo, convirtiéndonos, con su gracia, de pecadores en justos, como
dice S. Pablo (cf Rm 3, 23-24).
539 El don y gracia de Dios exigen también la colaboración humana. Esto
supone, desde la persona, la respuesta de fe y de conversión para aceptar la
gracia de la justicia que “viene de lo alto”; también supone esperanza para
luchar, cada día, por construirla y caridad para no dejar que la justicia se
convierta en algo frío o en un mero cumplimiento externo, sino que siempre
esté impregnada de amor 306. El hombre no puede crear la justicia. Un
sistema judiciario solo, tampoco puede crear la justicia. A este respecto S.S.
Benedicto XVI afirma:
“Sólo Dios puede crear la justicia; y la fe nos da la certeza de que Él lo hace”…
“Pero en su justicia está también la gracia”. Esto lo descubrimos con sólo volver la
mirada a “Cristo Crucificado y Resucitado”. Sin embargo, no hay que malentender
la gracia. La gracia “no convierte la injusticia en derecho,… como si cuanto se ha
hecho en la tierra acabe por tener siempre igual valor (…). Al final los malvados,
en el banquete eterno, no se sentarán indistintamente a la mesa junto a las
307
víctimas, como si no hubiera pasado nada” .
VI.C.1. LA POTESTAD JUDICIAL EN EL REGIMEN DE
BUEN GOBIERNO PASTORAL Y SU FINALIDAD.
540
Jesucristo entregó a su Iglesia la triple función de enseñar, santificar
y gobernar. La función de gobernar o regir, a su vez, se ramifica en una
triple potestad de régimen: potestad legislativa, potestad ejecutiva y potestad
judicial. Por su propia naturaleza “la potestad de régimen” de un
gobierno pastoral, exige un ejercicio ordenado, racional y diferenciado. En
efecto, no se dicta sentencia con potestad ejecutiva, ni se legisla con
306
Cf MAURO COZZOLI, Justicia, en F. COMPGNONI y Otros (Ed.), Nuevo Diccionario de Teología
Moral, Ed. Paulinas, Madrid 1992, pp. 984-987, citado como NDTM.
307
SPS 44.
219
potestad judicial, ni se dispensa con potestad legislativa. La vida eclesial, en
definitiva, requiere no sólo de un gobierno pastoral, sino de un buen
308
gobierno pastoral .
541 El Obispo ejerce por sí mismo la potestad de legislar. El instrumento más
importante, en este sentido, es el Sínodo Diocesano; los participantes en él,
sólo cuentan con voto consultivo.
542 La potestad ejecutiva o administrativa es ejercida personalmente por el
Obispo o a través de sus Vicarios Generales y Episcopales.
543 La potestad judicial, en cambio, es ejercida por sí mismo y a través del
Vicario judicial y de los jueces, con quienes forma un solo Tribunal. La
Iglesia siempre ha sido consciente de que Cristo le comunicó la potestad de
juzgar, no sólo en el fuero interno sacramental, sino también en el fuero
externo procesal (cf Mt 16, 19 y 18, 18).
544 La autoridad judicial en la Iglesia tiene potestad propia y exclusiva de juzgar
en ciertos ámbitos concretos. La Iglesia juzga con derecho propio y
exclusivo:
1) Las causas que se refieren a cosas espirituales o anejas a ellas.
2) La violación de las leyes eclesiásticas y de todo aquello que
contenga razón de pecado, por lo que se refiere a la determinación de
la culpa y a la imposición de penas eclesiásticas”. Esto es:
a) Las controversias relativas al ámbito espiritual (la fe, la
moral, los sacramentos o los votos) o vinculadas a él, como
serían los asuntos de los bienes eclesiásticos (en este ámbito
hay que tener en cuenta lo que determina el derecho civil,
según el canon 1290);
b) la reclamación o reivindicación de derechos de personas
físicas o jurídicas, o la declaración de actos jurídicos (cf CIC
c.1400, §1, 1º);
c) “los delitos por los que se refiere a infligir o declarar una
pena” (c. 1400 §1, 2º); las controversias relacionadas con las
violaciones de leyes eclesiásticas o del orden moral –por lo
que se refiere a la definición o imposición de una pena- (cf c.
1401).
308
Cf JORGE MIRAS, JAVIER CANOSA Y EDUARDO BAURA, Compendio de Derecho Administrativo
Canónico, EUNSA 2ª, Ed. Navarra 2005, p. 37, cf además pp. 27-50.
220
3) Por lo que mira a las controversias que provienen de un acto de
potestad administrativa sólo se llevan al superior o al tribunal
309
administrativo (cf c.1400 §2) .
545 En consecuencia, la potestad judicial de la Iglesia es esencialmente un
servicio para que el hombre, por medio de la justicia cristiana, entre al
Reinado de Dios, es decir, al encuentro con Jesucristo Pastor que conduce
hacia el Padre (cf Mt 25, 34-46). Efectivamente, el Reinado de Dios y su
justicia, no es un concepto, una doctrina o un programa sujetos a una libre
elaboración, sino que es ante todo una persona que tiene el rostro y el
nombre de Jesús de Nazareth, imagen del Dios invisible (cf GS 22).
546 Si se separa el Reino de la persona de Jesús, no existe ya el Reino de Dios
revelado por él y se termina por distorsionar tanto el significado del Reino –
que corre el riesgo de transformarse en un objetivo puramente humano e
ideológico- como la identidad de Cristo, puesto que entonces ya no
310
aparecería como el Señor, al cual debe someterse todo (I Cor 15, 27) .
547 En definitiva, este objeto o ámbito del servicio judicial eclesial, tiene como
finalidad manifestar prioritariamente, en cada conflicto interhumano, la
justicia proclamada por Jesucristo: “Busquen primero el Reinado de Dios y
su justicia, y lo demás lo recibirán por añadidura” (Mt 6, 33; cf CIC c.
1752).
309
Cf FELICIANO GIL DE LAS HERAS, Organización judicial de la Iglesia en el nuevo Código,
IUSCA Vol. 24, Nº 47, 1984, pp. 123-197.
310
Cf JUAN PABLO II, Carta Encíclica «Redemptoris Missio: La Misión de Cristo Redentor»,
acerca la permanente validez del mandato misionero, 7 diciembre de 1990, n. 18. Se citará
RM.
221
VI.C.2. LA INTERRELACIÓN PASTORAL DE LA
JUSTICIA, LA CARIDAD Y LA VERDAD:
NÚCLEO ESENCIAL DEL MINISTERIO
JUDICIAL.
548
Todas las expresiones de la actividad de la potestad judicial en la
Iglesia, están llamadas a revelar la caridad pastoral de Jesucristo, en la
verdad y la justicia.
549 S.S. Benedicto XVI nos invita a valorar la legislación canónica eclesial,
dado que:
“…a veces se subestima el Derecho canónico, como si fuera un mero instrumento
técnico al servicio de cualquier interés subjetivo, aunque no esté fundado en la
verdad. En cambio, es necesario que dicho Derecho se considere siempre en su
relación esencial con la justicia, conscientes de que la actividad jurídica en la
Iglesia tiene como fin la salvación de las almas y "constituye una peculiar
participación en la misión de Cristo Pastor... en actualizar el orden querido por el
mismo Cristo" (JUAN PABLO II, Discurso a la Rota romana, 18 de enero de 1990,
311
n. 4)” .
En definitiva éste es el objetivo, el espíritu y el estilo del servicio eclesial
312
del Código del Derecho Canónico de 1983: su dimensión pastoral .
550 También ha manifestado el Papa Benedicto XVI, su profunda estima y su
sincera gratitud a quienes colaboran en este ministerio eclesial,
reafirmando, una vez más, la necesidad de la actividad judicial en la
Iglesia. Al mismo tiempo, con firmeza y claridad, confirma cuál debe ser
la orientación actual de este servicio eclesial:
«Hoy deseo detenerme en el núcleo esencial de su ministerio, tratando de
profundizar en las relaciones con la justicia, la caridad y la verdad”… “Hoy
quiero subrayar que tanto la justicia como la caridad postulan el amor a la
verdad y conllevan esencialmente la búsqueda de la verdad.
En particular, la caridad hace que la referencia a la verdad sea todavía más
exigente. Defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y
testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad. Ésta
"goza con la verdad" (I Co 13, 6)" 313."Sólo en la verdad resplandece la caridad
y puede ser vivida auténticamente”... “Sin verdad, la caridad cae en mero
311
Discurso a los miembros del Tribunal de la Rota Romana con ocasión de la inauguración
del año judicial, Sala Clementina, 29 de enero de 2010.
312
Cf JUAN PABLO II, SDL, párrafos 26-27.
313
BENEDICTO XVI, Carta Encíclica “Caritas in veritate: Caridad en la Verdad”, Acerca del
desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad, Roma, 29 de junio de 2009,1.
222
sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena
arbitrariamente. Este es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es
presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una
palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo
contrario" (ib., 3)…“como afirmó mi predecesor el venerable Juan Pablo II en
su discurso dedicado a las relaciones entre la Pastoral y el Derecho: «el
Juez… debe cuidarse siempre del peligro de una malentendida compasión que
degeneraría en sentimentalismo, sólo
aparentemente pastoral» -18 enero
314
de 1990-“ .
551 Existe una relación inseparable en la administración de la justicia y la
caridad:
“La acción de quien administra la justicia no puede prescindir de la caridad. El
amor hacia Dios y hacia el prójimo debe informar toda actividad, también
aparentemente la más técnica y burocrática. La mirada y la medida de la
caridad ayudarán a no olvidar que se está siempre ante personas marcadas
por problemas y por sufrimientos. También en el ámbito específico del servicio
de los operadores de la justicia vale el principio según el cual “la caridad
excede la justicia” (Caritas in veritate, 1).
552 Al mismo tiempo, es importante trabajar activamente cada vez que se
entrevea una esperanza de éxito, para alentar a las partes de un proceso,
por ejemplo, a los cónyuges para convalidar eventualmente el
matrimonio y restablecer la convivencia conyugal (cf CIC c. 1676). No
debe, además, descuidarse el esfuerzo de instaurar entre las partes un
clima de disponibilidad humana y cristiana, fundada sobre la búsqueda
de la verdad (cf Instrucción “Dignitas Connubii: La dignidad del
matrimonio”, art, 65, 2-3)”.
VI.D. PASTORALIDAD DE
LA POTESTAD JUDICIAL EN LA IGLESIA.
553
En el Pueblo de Dios, la jerarquía y los demás fieles desempeñan
funciones distintas, articuladas orgánicamente, en orden a la realización de
su misión. En concreto, la misión de la jerarquía es asumir la función
pastoral de proveer al Pueblo de Dios aquello que es necesario para la
realización del fin: la «salus animarum: la salvación de las almas», es
314
BENEDICTO XVI, Discurso a los miembros del Tribunal de la Rota Romana con ocasión
de la inauguración del año judicial, Sala Clementina, 29 de enero de 2010.
223
decir, la santificación de sus fieles y hacer venir a ellos el Reino de Dios (Mt
315
6, 33; c. 1752) .
VI.D.1. EL DERECHO CANÓNICO DE 1983,
EXPRESIÓN DEL ESPÍRITU PASTORAL
DE LA IGLESIA DEL POSTCONCILIO.
554
El calificativo de «pastoral» que ha identificado al Concilio Vaticano
316
II, dinamiza intrínsecamente al Derecho canónico . De ahí que, el
ministerio o la actividad judicial que dimana del Código del Derecho
Canónico sea, por su misma naturaleza, pastoral y, como tal, está
caracterizada por ser una realidad dinámica humano-eclesial, personal317
individual, comunitario-social y jurídica, contenciosa o penal . S.S. el
Papa Benedicto XVI, recientemente ha confirmado este aspecto de la
pastoralidad del Derecho:
“Este momento me ofrece la oportunidad de renovar mi estima por la obra que
llevan a cabo al servicio de la Iglesia, y de animarles a un compromiso cada vez
mayor, en un sector tan delicado e importante para la pastoral y para la salus
animarum. La relación entre el derecho y la pastoral estuvo en el centro del
debate postconciliar sobre el derecho canónico. La bien conocida afirmación
del Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II, según la cual “no es cierto que para
ser más pastoral, el derecho deba hacerse menos jurídico” (Alocución a la
Rota Romana, 18 de enero de 1990, n. 4: AAS 82 [1990], p. 874) expresa la
superación radical de una aparente contraposición. “La dimensión jurídica y la
pastoral –decía– están inseparablemente unidas en la Iglesia peregrina sobre esta
tierra. Ante todo, hay en ellas una armonía que deriva de su finalidad común: la
318
salvación de las almas (ibíd.)” .
VI.D.2. EL EJERCICIO DE LA POTESTAD JUDICIAL,
315
Cf PIERO PELLEGRINO, La salus animarum, IUSCA Vol. 44, Nº 87, 2004, pp. 141-151.
Cf PABLO VI, Necesidad del Derecho canónico y su carácter pastoral, 28 de enero de
1972; JUAN PABLO II, El carácter pastoral del Derecho canónico, 18 de enero de 1990: La
dimensión pastoral y la jurídica “están inseparablemente unidas en la Iglesia que
peregrina en esta tierra… La verdadera justicia en la Iglesia, animada por la caridad y
templada por la equidad, amerita siempre el atributo calificativo de pastoral. No puede
existir un ejercicio de caridad pastoral que no tenga en cuenta, sobre todo, la justicia
pastoral”.
317
Cf TOMÁS RINCÓN-PÉREZ, Sobre el carácter pastoral del Derecho canónico, IUSCA Vol. 47,
Nº 94, 2007, pp. 403-413.
318
BENEDICTO XVI, Alocución al Tribunal de la Rota Romana, con ocasión de la inauguración
del año judicial, 22 de enero de 2011, a-b.
316
224
POR SU MISMA NATURALEZA ECLESIAL,
ES PASTORAL.
555
En la potestad judicial de la Iglesia, se aplica un derecho que, a
diferencia del derecho civil, tiende todo él a la salvación de los hombres.
Es un “derecho sacro” que están llamados a vivir los discípulos
misioneros de Jesucristo, en orden a la acción salvífica que la Iglesia
continúa en su peregrinar, en nombre de Jesucristo, Buen Pastor. El Papa
Pío XII ha señalado
“es pastoral el ejercicio de la potestad judicial por su propia naturaleza, ya que
es manifestación e instrumento del oficio apostólico y elemento constitutivo de
la Iglesia del Verbo encarnado” (Alocución, 17 de octubre de 1953).
556 Refiriéndose a la característica pastoral de la potestad judicial en la
Iglesia, el Papa Juan XXIII, afirmó de la misma
“su corazón de madre la lleva a actuar y a decidir por el bien de todos sus
hijos. Y este es el espíritu que informa la acción de los tribunales de la Iglesia
y, por consiguiente, del juez eclesiástico, del defensor del vínculo, como del
promotor de la justicia y de los abogados. Se trata de un «ministerium
veritatis: ministerio de la verdad», porque tiende primeramente a la
319
salvación del alma de aquel que tiene necesidad de estos tribunales” .
557 Por sobre todo, deberá brillar “la equidad canónica” a la cual todo fiel
tiene derecho, porque en cualquier circunstancia jurídica, siempre se debe
320
buscar su salvación . Y, la «equidad canónica: aequitas canonica», es la
321
expresión de la caridad pastoral en el ámbito judicial eclesial .
319
Alocución a la Rota Romana en la inauguración del año judicial, 13 de diciembre de
1961.
320
Cf CARMELO DE DIEGO-LORA, El derecho fundamental del fiel a ser juzgado conforme a
Derecho, IUSCA Vol. 39, Nº Extra 1, 1999, pp. 325-336.
321
El Derecho canónico, a este respecto, establece la peculiar figura de la «equidad
canónica» (aequitas canonica), como criterio para usar los principios generales del
Derecho al rellenar lagunas (cf canon 19). No se menciona la equidad para la
interpretación de los cánones en general; sí se menciona, sin embargo, como criterio de
interpretación del juez, en el caso de que un fiel haya sido llamado a juicio, el canon 221
§ 2 así lo establece: Si son llamados a juicio por la autoridad competente, los fieles
también tienen derecho a ser juzgados según las normas jurídicas, que deben ser
aplicadas con equidad. Es posible, por lo tanto, plantearse el alcance de la equidad
canónica en el ámbito del Derecho procesal. Más aún, es posible plantearse si la equidad
se debe identificar con la caridad, en el sentido de moderar o atenuar las consecuencias
restrictivas de la aplicación del derecho o del proceso. El Romano Pontífice, Juan Pablo II,
en el Discurso a la Rota Romana, 18 de enero de 1990, planteó delante de los Auditores de
225
558 Es preciso agradecer a los Papas Pablo VI y Juan Pablo II, la insistencia
con que han puesto de relieve los aspectos pastorales de la función
judicial en la Iglesia, lo mismo que los constantes llamados a quienes en
ella prestan el ministerio judicial, para que sean testigos dignos de la
“caridad y solicitud pastoral”, puesto que están llamados a ejercer este
“apostolado”, como un “ministerio de justicia”. Ellos dedican su servicio
a la noble virtud de la justicia. Por lo mismo, bien pueden ser llamados
322
“sacerdotes de la justicia”-según Ulpiano- .
559 El Papa, Juan Pablo II, con toda claridad y amplitud, nos ilumina acerca del
carácter pastoral del Derecho en la Iglesia, la equidad canónica y la justicia:
“me parece oportuno profundizar un asunto que, desde el Concilio Vaticano
II, ha estado en el centro de la actividad legislativa, de la jurisprudencia, y
de la doctrina canónica. Este asunto es la dimensión pastoral del Derecho
canónico o, en otros términos, de la relación entre Pastoral y Derecho en la
323
Iglesia” .
este Tribunal, si es posible atribuir «alcance e intentos pastorales únicamente a aquellos
aspectos de la moderación y de la humanidad que se relacionen inmediatamente con la
equidad canónica (aequitas canonica); es decir, sostener que solamente las excepciones a
la ley, el eventual no recurso a los procedimientos y a las sanciones canónicas, y la
dinamización de formalidades judiciales tienen verdadera relevancia pastoral». La
«equidad canónica» a la luz del Vaticano II, es un instrumento indispensable para conferir
al Derecho de la Iglesia «un valor más cristiano y un significado más fuertemente
pastoral»: Cf PABLO VI, VVG.
322
Cf PABLO VI, Discurso a los miembros de la Rota Romana, 8 de febrero de 1963 y 11
de enero de 1965.
323
Discurso a la Rota Romana sobre el carácter pastoral del Derecho en la Iglesia, la
equidad canónica y la justicia, 18 de enero de 1990, n. 1. 2. 4:
1. Atendiendo a sus reflexiones, S.S. Juan Pablo II, continúa invitándonos a profundizar
acerca de la pastoralidad del Derecho que se deriva del Concilio Vaticano II en los
numerales 2 a 4 del mismo documento: «2. El espíritu pastoral, sobre el que el Concilio
Vaticano II ha insistido con fuerza dentro del contexto de la teología de la Iglesia como
comunión, expuesta especialmente en la Constitución Dogmática Lumen gentium,
caracteriza cada aspecto del ser y del obrar de la Iglesia. El mismo Concilio, en el decreto
sobre la formación sacerdotal, ha dispuesto expresamente que, en la exposición del
derecho canónico, se dirija la atención al misterio de la Iglesia, según la constitución
dogmática «De Ecclesia» (Optatam Totius, n. 16). Esto se aplica a fortiori a su formulación,
así como a su interpretación y aplicación. La naturaleza pastoral de esta ley, es decir, su
función dentro de la misión salvífica de los sagrados pastores de la Iglesia y del pueblo
entero de Dios, encuentra así una base sólida en la eclesiología conciliar según la cual los
aspectos visibles de la Iglesia se encuentran inseparablemente unidos a los invisibles formando una única compleja realidad- comparables al misterio del Verbo encarnado (LG
226
VI.D.3. EL JUICIO CANÓNICO,
MINISTERIO PASTORAL.
560
El proceso canónico judicial llevado con rigor y con las
exigencias que pide el Código, es la oportunidad providencial de
desarrollar un ministerio esencialmente pastoral. También es pastoral la
actividad del Juez que declara la verdad del caso, después de un proceso
canónico correcta y sabiamente llevado. No podría ser de otro modo; no
puede ser pastoral declarar lo contrario de lo que se ha demostrado. Es
pastoral porque este ministerio viene en ayuda de “las ovejas
extraviadas”, miembros del pueblo de Dios que encuentran tropiezos,
vicisitudes y dificultades en su caminar hacia el Padre y por quienes
Jesús “da su vida”. Por otra parte, aquellos que ejercen este ministerio,
antes de ser jueces, son pastores, con la caridad pastoral que deriva de
Jesucristo, Camino, Verdad, Vida, Buen Pastor, el Justo y el Juez
324
misericordioso .
561 Respetando la justa independencia de los órganos legítimamente
constituidos en su Curia, el Obispo vigilará sobre la eficacia de este
8). Por otra parte, el Concilio no ha dejado de extraer muchas consecuencias prácticas de
este carácter pastoral del Derecho canónico, adoptando medidas concretas que
aseguraran que las leyes y las instituciones canónicas fueran cada vez más adecuadas al
bien de las almas. 4. Desde esta perspectiva, es oportuno detenerse brevemente para
reflexionar sobre un equívoco. Quizás es comprensible, pero no por ello menos dañoso,
que desafortunadamente condiciona a menudo la visión de la pastoralidad del Derecho de
la Iglesia. Esta distorsión consiste en la atribución de alcance e intentos pastorales
únicamente a aquellos aspectos de la moderación y de la humanidad que se relacionen
inmediatamente con la equidad canónica (aequitas canónica); es decir, sostener que
solamente las excepciones a la ley, el eventual no recurso a los procedimientos y a las
sanciones canónicas, y la dinamización de formalidades judiciales, tienen verdadera
relevancia pastoral. Se olvida así que también la justicia y el derecho estricto -y por lo
tanto las normas generales, las sanciones, y las demás manifestaciones jurídicas típicas,
cuando se hacen necesarias- se requieren en la Iglesia para el bien de las almas y son por
lo tanto realidades intrínsecamente pastorales».
324 Cf Is 53, 6. 56, 8; Lc 15, 4; Jn 10, 14-16; I Pe 2, 25; Mt 25, 31-46; Jn 14,6; I Jn 2,1; Lc 23,
47. Hch 3, 14; 7, 52; 22, 14; cc 1419-1422; JUAN PABLO II, Alocución a la Rota Romana sobre
el carácter pastoral del Derecho en la Iglesia, la equidad canónica y la justicia, 18 de enero
de 1990; Ibídem., Sobre la índole pastoral, moral y jurídica del Derecho, 30 de enero 2003;
Id. Sobre el amor a la verdad y el encuentro entre derecho y pastoral, 29 de enero 2003;
San Juan de la Cruz, haciéndose eco de la perícopa del evangelio de San Juan, expresa: “en
el ocaso de la vida seremos juzgados en el amor”.
227
ministerio judicial, particularmente sobre su fidelidad al Evangelio, al
Magisterio y a la Doctrina de la Iglesia, relativa a la fe y a las costumbres.
325
562 Igualmente, mediante su Tribunal diocesano , ejercitará la potestad
judicial que consiste en juzgar, a través de procesos, sentencias, sanciones,
recursos y métodos humanos —y todo proceso canónico lo es—, de
acuerdo al libro VII del Código de Derecho Canónico acerca de los referidos
326
procesos (cf CIC c. 472) .
563 En este ejercicio pastoral, el Obispo y su Tribunal están llamados a dar
gloria al Señor, como embajadores de Cristo, en cuyo nombre conminan
327
a la reconciliación con Dios (cf 2 Cor 5, 20) .
VI.D.4. LA SABIDURÍA PASTORAL DE LA CONSULTA
A PERITOS E INSTANCIAS SUPERIORES.
564
Sin dejarse intimidar por la índole técnica de muchas cuestiones
jurídicas, el Obispo sabrá aconsejarse y tomar las medidas de gobierno
oportunas para que en su Tribunal brille la auténtica justicia, la verdad y la
caridad intra-eclesiales, consultando a personas capacitadas y
experimentadas en Derecho, lo mismo que a instancias o tribunales
328
superiores .
VI.D.5. PRINCIPIO DE SABIDURÍA JURÍDICOPASTORAL: EVITAR LOS JUICIOS.
325
Actualmente la Diócesis de Toluca forma parte del Tribunal Interdiocesano de México.
El Señor Cardenal, Arzobispo Primado, coordina el Tribunal a nombre y de acuerdo con los
demás Obispos de las Diócesis que conforman este Tribunal: Atlacomulco, Cuernavaca,
Toluca, Tenancingo y la Arquidiócesis de México.
326
El Obispo Diocesano es el juez de primera instancia y ejerce con facultad ordinaria la
potestad judicial en su Diócesis, respecto a todas las causas no exceptuadas por el
Derecho (cf CIC c. 1419 §1). Normalmente la ejerce por sí mismo o ayudado por el Vicario
judicial u Oficial, por los Vicarios Judiciales Adjuntos u Oficiales Adjuntos –si es el caso-, o
por los Jueces designados, a quienes coordina y dirige, como parte de su Curia diocesana
(cf CIC cc. 469; 1420 y 1422).
327
Cf PABLO VI, Discurso a la Rota Romana, 27 enero de 1969.
328
Cf JUAN LUIS ACEBAL LUJÁN, Principios inspiradores del derecho procesal canónico, en JULIO
MANZANARES (Ed.), Cuestiones básicas de derecho procesal canónico, Ed. Universidad
Pontificia de Salamanca 1992.
228
565
Cuando el Derecho canónico se refiere a “la disciplina que ha de
observarse en los Tribunales”, comienza afirmando:
“Todos los fieles, y en primer lugar los Obispos, han de procurar con diligencia
que, sin perjuicio de la justicia, se eviten en lo posible los litigios en el pueblo de
Dios y se arreglen pacíficamente cuanto antes. Incluso, ya iniciado el proceso, el
Juez exhorte a las partes para buscar de común acuerdo una solución equitativa
con varios medios, incluso recurriendo a “personas serias como mediadoras” (cf
CIC c. 1446). Si el litigio versa sobre el “bien particular de las partes”, no sobre el
“bien público”, cabe poder concluir el litigio “por transacción o juicio arbitral” (cf cc.
1713-1716).
VI.E. IDENTIDAD DE LOS TRIBUNALES
ECLESIÁSTICOS:
SUS TITULARES CON POTESTAD
DE REGIMEN JUDICIAL
Y LOS DISTINTOS TIPOS Y GRADOS
JERÁRQUICOS.
566
Desde la consideración histórica, el término «Tribunal» designaba
el lugar de la administración de la justicia, donde se sentaba el
magistrado. Sin embargo, desde el aspecto procesal significa: a) el lugar
donde se desarrolla el proceso; b) el conjunto de potestad de jurisdicción
de una autoridad frente a otra (eclesiástica o civil); c) o la persona del
juez y sus colaboradores en la realización de procesos o juicios
contenciosos -“reclamación o reivindicación de derechos de personas
físicas o jurídicas, o la declaración de actos jurídicos”- o penales -“los
delitos, por lo que se refiere a infligir o declarar una pena”- (cf CIC c.
1400 §1, 1º. 2º). A su vez, las controversias provenientes de un acto de
potestad administrativa pueden llevarse sólo al Superior o al Tribunal
administrativo (cf c. 1400 §2, prácticamente a la Signatura Apostólica).
567 Los Tribunales eclesiásticos son organismos jurídicos que, con derecho
propio y exclusivo, juzgan las causas que se refieren a cosas espirituales, o
relacionadas a ellas; así como a la violación de las leyes eclesiásticas y a
todo aquello que contenga razón de pecado, por lo que se refiere a la
determinación de la culpa y a la imposición de penas eclesiásticas (cf CIC
c.1401).
568 En cuanto a la potestad de régimen judicial son titulares, tanto el Romano
Pontífice como el Obispo diocesano, quienes reciben la colaboración de
229
quienes integran los diferentes grados y clases de Tribunales, según las
instancias jurídicas correspondientes.
569 El Derecho canónico prevé distintos grados y clases de Tribunales, y
329
ordena una jerarquía entre ellos . El sentido que tiene la existencia de un
“orden jerárquico” de Jueces y Tribunales, es el de garantizar la defensa de
los derechos de los fieles y la administración de la justicia. Es norma común
de los ordenamientos jurídicos la creación de Tribunales en grados
distintos, de primera, segunda y ulterior instancia, de modo que se pueda
organizar mejor un sistema de apelación y revisión de las sentencias y
demás decisiones judiciales.
570 He aquí un posible cuadro o visión general, que manifiesta los distintos
titulares del oficio o ministerio con potestad judicial y sus respectivos
organismos, en la Iglesia misterio de comunión para la misión
evangelizadora:
1.- El Romano Pontífice y el Obispo diocesano,
sujetos de potestad judicial:
1.1.- El Romano Pontífice en la Iglesia universal.
1.2.- El Obispo diocesano en la Iglesia particular (o sus comparables
en las instituciones similares).
329
Cf MANUEL ARROBA, Comentario a los cánones 1417-1445, De los distintos grados y
clases de Tribunales, en BENLLOCH, COMC, p. 226.
230
2.- Organismos diocesanos, interdiocesanos, regionales o nacionales
y universales, en donde es ejercida la potestad judicial:
2.1.- Tribunales diocesanos: unipersonales y colegiados:
2.1.- El Vicario judicial.
2.2.- Los Jueces diocesanos.
2.3.- Tribunal unipersonal y Tribunal colegiado (ponentes y
auditores, otros colaboradores del Juez o Tribunal, asesores
y notarios).
2.2.- Tribunales Interdiocesanos.
2.3.- Tribunales Metropolitanos y de Segunda instancia.
2.4.- Tribunales de la Santa Sede:
4.1.- Tribunal Apostólico de la Rota Romana.
4.2.- Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica.
4.3.- Penitenciaría Apostólica.
4.4.- Congregación para la Doctrina de la Fe (en cuanto
Tribunal de fuero interno).
4.5.- Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de
los Sacramentos.
4.6.- Congregación para las Causas de los santos.
3.- Los Tribunales de la Vida Consagrada (el Derecho los considera de
manera particular).
571 Para tener una visión global de ser y quehacer, se presenta una
descripción sencilla de cada uno de ellos:
VI.F. SUJETOS QUE EJERCEN EL MINISTERIO
DE ADMINISTRACIÓN DE LA JUSTICIA
EN LA IGLESIA.
572
En la Iglesia, Pueblo de Dios, como es bien sabido, existen tres
sectores de fieles cristianos: los ministros sagrados o clérigos (jerarquía);
los miembros de la Vida consagrada y los laicos. Consecuentemente, “por
institución divina, entre los fieles hay en la Iglesia ministros sagrados
(clérigos), los demás se llaman laicos” (cf CIC c. 207 §1). “En estos dos
grupos hay fieles que, por la profesión de los consejos evangélicos,
mediante votos u otros vínculos sagrados, reconocidos y sancionados por la
Iglesia, se consagran a Dios, según la manera peculiar que les es propia y
contribuyen a la misión salvífica de la Iglesia. Su estado, aunque no afecta a
231
la estructura jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo, a la vida y
santidad de la misma” (cf CIC c. 207 §2).
573 La Iglesia distingue en la potestad sagrada dos aspectos: la potestad de
orden y la potestad de régimen (o potestad de jurisdicción). Son sujetos
hábiles de esta potestad los sellados por el Orden sagrado, pero para
ejercitarla, requieren la misión canónica, mediante el oficio encomendado
por el Obispo y siempre en comunión eclesial con él (cf CIC c. 274; LG 2 y
28; PO 1 y 7). Los fieles cristianos laicos, en cambio pueden «cooperar», en
actitud de participación y comunión eclesial, con quienes detentan la
responsabilidad de la potestad de régimen, según el Derecho (cf c. 129).
574 Por lo tanto, son sujetos de la «potestad de régimen judicial» el Romano
Pontífice y los Tribunales de la Sede Apostólica para la Iglesia universal y
330
el Obispo y su Tribunal para la Iglesia particular
VI.F.1. LA POTESTAD JUDICIAL DEL ROMANO
PONTÍFICE Y DEL OBISPO DIOCESANO.
330
“El Romano Pontífice ejerce generalmente esta potestad, ya sea por medio de
comisiones especiales o, bien, por medio de tribunales expresamente constituidos (c.
1442).
1.- La Rota Romana es un tribunal de segunda y ulterior instancia: –ordinario, es decir,
tiene potestad ordinaria, ya que puede conocer las causas que son de su competencia en
virtud de la ley misma y no por una comisión particular (c. 1443); -de apelación: conoce
las causas en segunda instancia, como tribunal concurrente con el metropolitano (o el
Tribunal interdiocesano), y en tercera instancia, como tribunal necesario (cc. 1444); colegial: consta de algunos jueces escogidos, uno de los cuales es nombrado decano por el
Romano pontífice; juzgan por turnos de tres (cf PB Art. 127). El canon 1445, 1 y 2
determina los asuntos que juzga este sagrado tribunal. A él compete también “vigilar la
recta administración de la justicia” en la Iglesia, “prorrogar la competencia de los
tribunales”, fomentar y aprobar la erección de un Tribunal único o interdiocesano para
varias Diócesis, etc. (cf CIC c. 1445, 3).
2.- El Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, también con facultad ordinaria, es el
ápice de la jerarquía de los tribunales y atiende también a la recta administración de la
justicia en la Iglesia (PB, art. 121; c. 1445); está formado por algunos cardenales
nombrados por el Sumo pontífice. Tiene dos secciones: la judicial y la administrativa…”:
GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, pp. 539-541. Ambos Tribunales se rigen por leyes propias.
3.- Existe además en la Santa Sede el Tribunal de la Penitenciaría Apostólica que, aunque
se llama Tribunal, dado que trata causas de fuero interno, su estructura y funcionamiento
guardan poca relación con los de otros tribunales; compete lo que concierne al foro
interno y a las indulgencias.
232
575
Sin lugar a dudas y con meridiana claridad hemos de partir de este
principio: la potestad de gobierno en la Iglesia está, por institución divina,
al servicio de la comunión y de la edificación del Pueblo de Dios (cf LG 18.
331
27) .
576 El ministerio eclesial y capital del Romano Pontífice y del Obispo
diocesano, en sus respectivos ámbitos eclesiales, desde este horizonte de
servicio y edificación, consiste en ser titulares de toda la «potestad de
régimen»: legislativa, ejecutiva y judicial, con sus procedimientos
correspondientes y sus efectos proporcionados a la potestad de la
332
persona .
577 Consecuentemente, en el ordenamiento de la Iglesia, son titulares de “la
potestad canónica de régimen, como lo es la potestad legislativa, ejecutiva
y judicial”, el Romano Pontífice para la Iglesia Universal y el Obispo
diocesano para la Iglesia particular, (cf CIC cc. 135 §1-138. 391; 1400 §2.
333
1445 §2; 475 §1; 476) . Esta unidad de potestad conlleva una cierta
distinción orgánica que se da en los oficios capitales del Romano Pontífice
(y del Colegio episcopal) y de los de Obispos (cf cc. 336. 331).
578 El Romano Pontífice tiene, por institución divina, la potestad suprema,
plena, inmediata y universal (cf CIC c. 331). Los Obispos, siempre en
comunión con el Romano Pontífice y bajo su autoridad, y con los demás
miembros del Colegio Episcopal, tienen toda potestad ordinaria, propia e
inmediata en la Iglesia particular que se les ha encomendado, excepto lo
reservado al Vicario de Cristo.
579 El canon 1405, §1 y §2, señala que compete al Sumo Pontífice juzgar con
derecho exclusivo: a los jefes de Estado en funciones, a los legados de la
Sede Apostólica, a los Obispos en causas penales, y las causas que él se
haya avocado a sí mismo, por iniciativa propia o de las partes (cf CIC cc.
1405 §1; 1417 y 144 §2). “Ningún juez pude resolver sobre un acto o
331
Cf GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, p. 538.
Cf JOSÉ RAMÓN VILLAR, Las formas del Ministerio Episcopal al servicio de la misión, IUSCA
Vol. 39, Nº 78, 1999, pp. 555-573.
333
Cf IUSCA: EDUARDO MOLANO GRAGERA, El derecho constitucional y la estructura de la
Iglesia, Vol. 48, Nº 95, 2008, pp. 91-116; EDUARDO LABANDEIRA, La distinción de poderes y la
potestad ejecutiva, Vol. 28, Nº 55, 1988, pp. 85-98: Sin embargo, aun aplicando el
principio de separación de funciones no puede hablarse propiamente de una separación
total de poderes eclesiales. No obstante esto es compatible con la naturaleza peculiar de
la Iglesia, en relación comparativa con los poderes civiles.
332
233
instrumento confirmado en forma específica por el Romano Pontífice, sin
previo mandato del mismo” (CIC c. 1405 §2).
580 También ejercita el Romano Pontífice su potestad judicial a través del
Tribunal de la Rota Romana, a quien, entre otros asuntos, está reservado
“juzgar a los Obispos en causas contenciosas” (CIC c. 1405 §3). Por otra
parte, el canon 1404 establece: “La primera sede por nadie puede ser
juzgada”. La razón de esto es que, tanto la Iglesia Católica, como la Sede
Apostólica, “son personas morales” que tienen su origen en “la misma
ordenación divina”.
581 El Obispo diocesano (o sus homólogos en las instituciones eclesiales
similares) y para todas las causas, exceptuadas aquellas señaladas
expresamente por el Derecho Canónico, el Juez de primera instancia es él
mismo. De hecho, ejercita esta potestad judicial por sí mismo o por medio
de otros, como lo es su Vicario judicial. Precisamente el Tribunal
Eclesiástico es el órgano que el mismo Obispo designa para esta misión
pastoral (cf CIC c. 1419).
582 Ahora bien, tratándose de la potestad judicial, el Obispo diocesano debe
nombrar, como expresión de dilección y cercanía de su caridad pastoral
hacia su Iglesia particular, un Vicario judicial, con potestad ordinaria,
aunque vicaria. Este ministerio vicarial judicial, tiene como finalidad
participar del buen gobierno pastoral de la Diócesis, en comunión y de
manera corresponsable con el Obispo. Este Vicario debe ser distinto del
Vicario general o del Episcopal, salvo que aconsejen otra cosa lo reducido
de la Diócesis o la escasez de las causas a resolver. En este caso puede
nombrarse Vicario judicial al Vicario general (cf CIC cc. 1420 §1; 1420334
1423, 1430-1439) .
334
El canon 1420 lo llama Vicario judicial u Oficial. No obstante en los demás cánones
simplemente se habla de Vicario judicial. La palabra Oficial (del latín officium), designa
el “oficio” de un funcionario o ministro. En algunas Diócesis, particularmente de España y de
algunos otros países, al Vicario judicial se le ha conoce con el nombre de Provisor Diocesano:
Ҥ 1. Todo Obispo diocesano debe nombrar un Vicario judicial u Oficial con potestad
ordinaria de juzgar, distinto del Vicario general, a no ser que lo reducido de la Diócesis o la
escasez de causas aconsejen otra cosa.
§ 2. El Vicario judicial constituye un solo tribunal con el Obispo, pero no puede juzgar las
causas que el Obispo se haya reservado.
§ 3. Al Vicario judicial puede designársele unos ayudantes denominados Vicarios judiciales
adjuntos o Vice-oficiales.
234
VI.F.2. ORGANISMOS DIOCESANOS, INTERDIOCESANOS,
REGIONALES O NACIONALES Y UNIVERSALES,
EN DONDE SE EJERCE LA POTESTAD JUDICIAL.
F.2.1. TRIBUNALES DIOCESANOS:
UNIPERSONALES Y COLEGIADOS.
583
El canon 1420 ordena que el Obispo, en cada Diócesis, nombre un
Vicario judicial con capacidad de juzgar. Además, según el canon 1421,
debe nombrar jueces. De acuerdo con el canon 1420 §2, el Vicario judicial y el juez, se entiende- forma un solo Tribunal con el Obispo, sin olvidar que
éste, por derecho divino, tiene potestad propia de juzgar en su Diócesis.
584 Además, el derecho prevé, en el canon 1425, que para ciertas causas deba
nombrarse un Tribunal colegiado con al menos tres jueces. Entre estas
causas están las que se refieren al vínculo del matrimonio.
585 En cada Diócesis y para todas las causas, exceptuadas aquellas señaladas
expresamente por el Derecho Canónico, el juez de primera instancia es el
Obispo, quien puede ejercer ésta potestad por sí mismo o por medio de otros
§ 4. Tanto el Vicario judicial como los Vicarios judiciales adjuntos han de ser sacerdotes, de
buena fama, doctores o al menos licenciados en derecho canónico y con no menos de
treinta años edad.
§ 5. Al quedar vacante la sede, tales Vicarios judiciales no cesan en su cargo ni pueden ser
removidos por el Administrador diocesano; pero necesitan ser confirmados cuando toma
posesión el nuevo Obispo”.
El Vicario judicial desempeña su oficio en la Curia Diocesana (c. 470); su nombramiento
ha de constar por escrito (c. 156) y es dado por el Obispo por libre colación (c. 157).
Es un ministerio que el Obispo puede ejercer por sí mismo o por medio de otros, si
bien la praxis ha hecho que sea el Vicario judicial, con potestad ordinaria, el que
juzgue la mayoría de las causas. Ya se ha afirmado la excepción sobre derechos o
bienes temporales de una persona jurídica representada por el Obispo, que son
atendidos en primera instancia, por el tribunal de apelación. Dos son las razones por
las que esta praxis se ha venido imponiendo, la primera es la conveniencia de apartar
al Obispo de los asuntos contenciosos y la segunda, porque se trata de una materia
regulada minuciosamente por el ordenamiento canónico que requiere, en quien la ejerce, la
debida capacitación canónica y la oportuna dedicación.
Además, según el canon 1421, el Obispo debe nombrar jueces. De acuerdo con el canon
1420 § 2, el Vicario judicial -y el Juez, se entiende- forma también un solo tribunal con el
Obispo, quien tiene potestad propia de juzgar en su Diócesis.
235
(cf CIC c. 1419). Precisamente el Tribunal Eclesiástico es el órgano que
ayuda al Obispo con esta misión.
F.2.2. TRIBUNALES INTERDIOCESANOS.
586
Según el canon 1423, con la aprobación de la Santa Sede, varios
Obispos diocesanos pueden ponerse de acuerdo para nombrar un Tribunal
único de primera instancia para sus Diócesis. Este Tribunal puede tener
competencia sobre todas las causas, o sobre una clase de ellas.
587 Después están los Tribunales regionales o interdiocesanos que son de
primera y segunda instancia. La inmensa mayoría de los juicios que tratan
estos Tribunales son procesos de nulidad matrimonial. En ellos para que se
dé sentencia firme hace falta la ratificación del Tribunal de Segunda
instancia, y en ese caso de diferir ambas instancias habría que ir a la Rota
Romana, como Tribunal de Tercera instancia.
588 De modo similar a lo previsto para el Tribunal diocesano, el Código de
derecho canónico prevé que se constituya un Tribunal interdiocesano de
apelación. El canon 1439 §§ 1 y 2 indica que la Conferencia Episcopal
puede constituir tribunales de segunda instancia, tanto si existen los
tribunales interdiocesanos como fuera de ese caso. “Del tribunal de un
Obispo sufragáneo se apela al del Metropolitano” (cf CIC c. 1438, 1º). Si
hay Tribunal único de Primera instancia para varias Diócesis y no todas
son sufragáneas del mismo Metropolitano, la Conferencia determina el
Tribunal de Segunda instancia (cf c. 1438, 2º).
VI.F.3. TRIBUNALES METROPOLITANOS
Y DE SEGUNDA INSTANCIA.
589
El Tribunal metropolitano es aquel que constituido en la sede de la
Arquidiócesis, tiene las competencias propias de un Tribunal diocesano,
para la Arquidiócesis. La peculiaridad de este Tribunal, según el canon
1438, es que también funge como Tribunal ordinario de apelación de
segunda instancia, respecto a las causas que proceden de los tribunales de
las Diócesis sufragáneas. Si la causa se inició en primera instancia en la
Arquidiócesis, se quiere apelar ante el Tribunal que el mismo Metropolitano
236
haya designado de modo estable, con aprobación de la Sede Apostólica (cf
335
CIC c. 1438, 2º.) .
VI.F.4. TRIBUNALES DE LA SANTA SEDE.
F.4.1. TRIBUNAL APOSTÓLICO DE LA ROTA ROMANA.
Es uno de los Tribunales del Romano Pontífice, cuya competencia se
regula en el canon 1444. El Artículo 126 de la Constitución Apostólica
Pastor Bonus indica que este Tribunal “actúa como instancia superior,
ordinariamente en grado de apelación, ante la Sede Apostólica, con el fin de
tutelar los derechos en la Iglesia, provee a la unidad de la jurisprudencia y, a
través de sus sentencias, sirve de ayuda a los Tribunales de grado inferior”.
Forman parte de este Tribunal varios jueces que juzgan las causas en turnos
formados por tres de ellos. Su designación para una causa determinada se
hace por rotación. Este modo de proceder ha dado el nombre al Tribunal.
Los jueces tradicionalmente reciben el nombre de Auditores, aunque
actualmente esta denominación no aparece ni en el Código de Derecho
canónico ni en la Constitución Apostólica Pastor Bonus.
590 El nombre de “Rota” probablemente se deriva del recinto circular en el cual
se reunían o se sentaban los Auditores para juzgar las causas. Las Normas
vigentes fueron aprobadas y promulgadas por el Papa Juan Pablo II, el 7 de
febrero de 1994. La Rota juzga por turnos integrados por tres Auditores.
335
Según la territorialidad, se dan estas posibilidades: Tribunales nacionales,
provinciales, metropolitanos, interdiocesanos, regionales, diocesanos y nacionales
según el rito. En México es Tribunal provincial el de Jalapa. Tribunales interdiocesanos
son el de México y el de Yucatán. Existen Tribunales diocesanos de Primera y Segunda
instancia y 18 metropolitanos.
En España está constituido el Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, también
llamado Tribunal de la Rota de España, o Rota de Madrid. Depende de la Nunciatura
Apostólica ante España, con sede en Madrid, por lo que se debe considerar un Tribunal de
la Sede Apostólica. Sus orígenes históricos son remotos. En su forma actual fue
establecido por Pío XII mediante el Motu Proprio Apostolico Hispaniarum Nuntio, de 7 de
abril de 1947, y se constituye como Tribunal de apelación ordinario de las sentencias
dictadas por los tribunales metropolitanos españoles, tanto en segunda como en Tercera
instancia.
En cambio, según la modalidad, puede ser Tribunal ordinario, es decir, aquel que está
constituido establemente; Tribunal delegado, el que se constituye “ad casum”; Tribunal
común, el que se rige por la ley común y el Tribunal especial, el que tiene leyes
especiales para regirse.
237
Esencialmente es un Tribunal de apelación (cf CIC c. 1444 § 1, 2) y juzga:
a) en segunda instancia, las causas definidas por los Tribunales ordinarios
de primer grado y diferidas a la Santa Sede para su legítima apelación; b) en
tercera y ulterior instancia, las causas ya tratadas en apelación de la misma
Rota o por otro Tribunal eclesiástico de apelación. Juzga, sin embargo,
también en primera instancia las causas expresamente a ella reservadas
según el canon 1405 §3 y aquellas que le son confiadas por el Sumo
Pontífice (cf c. 1444 §3), o avocadas a ésta por el Decano del Tribunal de la
Rota Romana (cf Art. 52 de las Normas del mismo Tribunal).
591 También se constituye en Tribunal de apelación para el Tribunal
Eclesiástico de la Ciudad del Vaticano (Motu Proprio Quo civium del 21 de
noviembre de 1987, Art. 7).
592 La Constitución Apostólica Pastor Bonus indica que este Tribunal actúa
como instancia superior ante la Sede Apostólica, ordinariamente en grado de
apelación, con el fin de tutelar los derechos en la Iglesia; también de proveer
a la unidad de la jurisprudencia y, a través de sus sentencias, servir de
ayuda a los tribunales de grado inferior (cf Art. 126).
593 Forman parte de este Tribunal varios jueces que juzgan las causas en turnos,
formados por tres de ellos. Su designación para una causa determinada se
hace por rotación. Este modo de proceder, como ha sido indicado, le ha
dado el nombre al Tribunal (cf PB Art. 126-130).
594 La importancia de la Rota Romana es grande, entre otros motivos por la
jurisprudencia que emana de ella. A través de ella, mediante sus
interpretaciones, se ha forjado la unidad necesaria en las decisiones
judiciales de los distintos Tribunales de la Iglesia. Esta unidad, además, es
una garantía de la defensa de los derechos de los fieles, ya que proporciona
seguridad jurídica.
595 A este Tribunal de la Rota Romana le compete: “En primera instancia
juzgar: 1º) A los Obispos en las causas contenciosas, siempre que no versen
sobre derechos o bienes temporales de una persona jurídica representada por
el Obispo (cf CIC c. 1419 § 2); 2º) A los Abades primados o a los Abades
superiores de Congregaciones monásticas y a los Superiores generales de
Institutos religiosos de derecho pontificio; 3º) A las Diócesis o a otras
personas eclesiásticas, físicas o jurídicas, que no tienen superior por debajo
del Romano Pontífice; 4º) Las causas que el Romano Pontífice haya
encomendado a este Tribunal.
238
596 También en segunda instancia, la Rota Romana es Tribunal concurrente
con todos los Tribunales inferiores de segundo grado (cf CIC c. 1438 y 1632
§ 2).
597 En tercera y ulterior instancia, por ley universal, la Rota Romana es el
único Tribunal competente para la Iglesia Latina, y juzga en los diversos
grados mediante turnos distintos de jueces. Sin embargo, existen algunos
Tribunales locales de tercera y ulterior instancia, instituidos por una ley
particular o por un indulto pontificio.
F.4.2.- TRIBUNAL SUPREMO
DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA.
598
Las competencias actuales del Tribunal Supremo de la Signatura
Apostólica, se han establecido en la Constitución Apostólica “Pastor Bonus,
El Buen Pastor” (cf Arts. 121-125) y precisada en la Lex propria (cf Arts.
32-35). Recientemente S.S. Benedicto XVI, se ha dirigido a este Tribunal
(4-II-2011), haciéndole consciencia de sus funciones en el ámbito judicial y
ejecutivo-administrativo:
“La función de este Tribunal, de hecho, no se limita al ejercicio supremo de la
función judicial, sino que también desempeña desde su oficina, en el ámbito
ejecutivo, la supervisión de la recta administración de la justicia en el cuerpo
eclesial (cf PB Art. 121; Lex
propria Art. 32). Esto implica entre otras cosas,
como la Lex propria indica, la recogida actualizada de información sobre el estado
y la actividad de los tribunales locales a través del informe anual que cada tribunal
tiene que enviar a la Signatura Apostólica; la organización y elaboración de los
datos que vienen de estos; la identificación de estrategias para la valoración de los
recursos humanos e institucionales en los tribunales locales, además del ejercicio
constante de las funciones de dirección dirigida a los moderadores de los
tribunales diocesanos e interdiocesanos, a los que compete institucionalmente la
responsabilidad directa de la administración de la justicia.
Se trata de una obra coordinada y paciente, destinada a proveer a los fieles una
administración correcta de la justicia, rápida y eficiente, como yo pedía, en relación
a las causas de nulidad matrimonial, en la exhortación apostólica postsinodal
Sacramentum caritatis: “Allí donde surgen legítimamente las dudas sobre la
validez del contrato sacramental del Matrimonio, se debe tener lo necesario para
verificar la verdad. Es necesario asegurar, en el pleno respeto al derecho
canónico, la presencia en el territorio de los tribunales eclesiásticos, su carácter
pastoral, su actividad correcta y rápida. Es necesario que en cada diócesis haya
un número suficiente de personas preparadas para el correcto funcionamiento de
los tribunales eclesiásticos. Recuerdo que 'es una obligación grave la de hacer
239
que la estructura institucional de la Iglesia en los tribunales sea cada vez más
336
cercana a los fieles'” (n. 29) .
599 Por lo que se refiere a la potestad estrictamente judicial, la Signatura
Apostólica juzga: los conflictos de nulidad, las peticiones de “restitutio in
integrum: restitución integral” en contra de las sentencias de la Rota; los
recursos en las causas acerca del estado de las personas, que la Rota
Romana rechazó para un nuevo examen; las causas contra los Auditores de
la Rota Romana debido a actos realizados durante el ejercicio de sus
funciones; los conflictos de competencia a los que se refiere el canon 1416
§2.
600 Asimismo, el Romano Pontífice ha recordado a los miembros de este
Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, lo referente a las actividades
que está llamado a promover:
“La actividad de esta Signatura Apostólica está dirigida a asegurar que los
tribunales eclesiásticos estén presentes en el territorio y que su ministerio sea
adecuado a las justas exigencias de rapidez y simplicidad a la que los fieles tienen
derecho en el tratamiento de sus causas, cuando, según su competencia,
promueve la erección de tribunales interdiocesanos; provee con prudencia la
dispensa de títulos académicos de los ministros de los tribunales, incluso
verificando su pericia real en el derecho sustantivo y procesal; concede las
dispensas necesarias de las leyes procesales cuando el ejercicio de la justicia
requiere, en un caso particular, la relaxatio legis para conseguir el fin pretendido
por la ley. Esta es también una obra importante de discernimiento y de aplicación
de la ley procesal.
La supervisión de la administración recta de la justicia sería insuficiente si
no comprendiese también la función de tutela de la recta jurisprudencia (cf Lex
propria, art. 111, §1). Los instrumentos de conocimiento y de intervención, de los
que la Lex propria y la posición institucional proveen a esta Signatura Apostólica,
permiten una acción que, en coordinación con el Tribunal de la Rota Romana (cf
PB Art. 126), es providencial para la Iglesia.
Las exhortaciones y las prescripciones con las cuales esta Signatura
Apostólica acompaña las respuestas a los informes anuales de los tribunales
locales, muy frecuentemente recomiendan a los respectivos moderadores el
conocimiento y la adhesión tanto a las directivas propuestas en las alocuciones
pontificias anuales a la Rota Romana, como a la común jurisprudencia rotal
sobre los aspectos específicos que son urgentes para los tribunales
337
individuales” .
336
BENEDICTO XVI, Discurso a los miembros del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica,
Ciudad del Vaticano, 4 de febrero de 2011, c.
337
BENEDICTO XVI, Ibídem., d.e.f.
240
601 Como Tribunal contencioso-administrativo, dirime: las controversias
surgidas por un acto de potestad administrativa eclesiástica, que se le hayan
encausado legítimamente; en estos casos, además del juicio de legitimidad,
puede juzgar, cuando se le pida acerca de la reparación de los daños
consecuentes al acto legítimo338. Las demás controversias administrativas
confiadas a este Tribunal por el Romano Pontífice o por los Dicasterios de
la Cura Romana; y el conflicto de competencia entre los mismos
Dicasterios. En virtud de la potestad administrativa, por lo que mira al foro
judicial, esto es, vigilar sobre la recta administración de la justicia; prorrogar
la competencia de los Tribunales; promover y aprobar la erección de los
Tribunales a que se refieren los cánones 1423 y 1439. Le corresponden,
también, otras atribuciones que se refieren al orden jurídico del Estado de la
Ciudad del Vaticano. Sus funciones vienen señaladas en el canon 1445.
602 En este ámbito contencioso-administrativo, S.S. Benedicto XVI también le
ha recordado su gran contribución, por medio del diálogo, a la comunión
eclesial:
“Este Tribunal Supremo está también ocupado en otro ámbito delicado de la
administración de la justicia, que le fue confiado por el Siervo de Dios Pablo VI; la
Signatura conoce, de hecho, las controversias surgidas por una actuación de la
potestad administrativa eclesiástica y a esta le remite a través del recurso
propuesto legalmente contra las actuaciones administrativas singulares que vienen
o han sido aprobadas por el Dicasterio de la Curia Romana… “Este es un servicio
de vital importancia: la predisposición de los instrumentos de justicia –desde la
solución pacífica de las controversias hasta el tratamiento y definición judicial de
las mismas– constituye la oferta de un lugar de diálogo y de restablecimiento de la
comunión de la Iglesia”...
Aunque es verdad que a la injusticia se la debe enfrentar, en primer lugar,
con las armas espirituales de la oración, de la caridad, del perdón y de la
penitencia, no se puede excluir, en algún caso, la oportunidad y la necesidad de
que sea respondida con los instrumentos procesales. Estos constituyen antes
que nada, un lugar para el diálogo, que puede ser que conduzca a la concordia y a
la reconciliación. No por casualidad el ordenamiento procesal prevé que in limine
litis, incluso, en toda fase del proceso, haya espacio y ocasión para que “cuando
338
Actualmente el Tribunal de la Signatura Apostólica en su Sección Segunda, es el único
tribunal administrativo (cf Normae Speciale, del 23 de marzo de 1968; la Constitución
Pastor Bonus, Art. 123, describe sus funciones). Respecto a la remota posibilidad de la
constitución de un “Tribual administrativo diocesano”, distinto al Tribunal judicial, como
un instrumento para el buen gobierno pastoral del Obispo diocesano, en lo relacionado a
las controversias administrativas (cf CIC c. 1400 § 2), puede consultarse en FRANCISCO IBGD,
Cap. V. 1-4.
241
alguien se considere perjudicado por un decreto, se evite el conflicto entre el
mismo y el autor del decreto, y que se procure llegar de común acuerdo a una
solución equitativa, acudiendo incluso a la mediación y al empeño de personas
prudentes, de manera que la controversia se eluda o se dirima por un medio
idóneo” (CIC c. 1733, § 1). Son impulsadas para este fin, iniciativas y normativas
dirigidas a las instituciones de oficio o consejos que tengan como tarea, según las
normas establecidas, buscar y sugerir soluciones equitativas (cf ibíd., § 2).
En otros casos, cuando no sea posible solucionar la controversia
pacíficamente, el desarrollo del proceso contencioso-administrativo comportará
la definición judicial de la controversia: también en este caso la actividad del
Tribunal Supremo mira a la reconstitución de la comunión eclesial, o sea al
restablecimiento de un orden objetivo conforme al bien de la Iglesia. Solo esta
comunión restablecida y justificada a través de la motivación de la decisión judicial
339
puede dar lugar a una auténtica estructura eclesial en paz y armonía” .
603 De ahí que tenga competencias de tres tipos: 1) judiciales, descritas en el
canon 1445 § 1; 2) de apelación ante recursos administrativos y de
resolución ante los conflictos de competencias entre los Dicasterios de la
Curia Romana; 3) de otras competencias en el orden administrativo,
descritas en el canon 1445 §2, como la vigilancia y la administración sobre
la función judicial, según lo indicado por el canon 1445 §3. Estas
competencias están más desarrolladas en la Constitución Apostólica “Pastor
Bonus” (cf Arts. 122 al 124).
F.4.3.- PENITENCIARÍA APOSTÓLICA.
604
La Constitución Apostólica “Pastor Bonus” (cf Arts. 117-120),
señala que la competencia de la Penitenciaría Apostólica comprende todo
aquello relacionado al fuero interno, tanto sacramental como no
sacramental, la concesión y uso de indulgencias, las absoluciones,
dispensas, conmutaciones, sanciones, condonaciones y otras gracias; salvo
el derecho de la Congregación de la Doctrina de la Fe, en lo que se refiere
al discernimiento de la doctrina dogmática acerca de las indulgencias.
605 El Regente con dos Oficiales examina cada una de las causas en las
reuniones cotidianas. Los Prelados de la Penitenciaría se reúnen
periódicamente bajo la presidencia del Cardenal Penitenciario Mayor, de
quien forman su Consejo, en la así llamada Penitenciaría Apostólica, para
examinar aquellas prácticas que presentan particular dificultad y que
339
BENEDICTO XVI, Ibídem., g.h.i.
242
requieren un estudio más profundo. Es el Tribunal que atiende la absolución
de las censuras y las dispensas reservadas al Sumo Pontífice.
F.4.4.- CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE.
606
S.S. Juan Pablo II determinó que «la tarea propia de la Congregación
para la Doctrina de la Fe es promover y tutelar la doctrina de la fe y la
moral en todo el mundo católico. Por esta razón, todo aquello que, de alguna
manera toca este tema, cae bajo su competencia» (PB Art. 48). Es la más
antigua de las nueve Congregaciones de la Curia.
607 En conformidad con su razón de ser, promueve colegialmente encuentros e
iniciativas para «difundir la sólida doctrina y defender aquellos puntos de la
tradición cristiana que parecen estar en peligro, como consecuencia de
doctrinas nuevas no aceptables».
608 Juntamente con la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos, estudia los casos del matrimonio rato y no consumado y la
dispensa del celibato. Es el Obispo quien instruye el proceso, según leyes
340
especiales, y lo envía a la Congregación .
340
Se da también una amplia colaboración con la Pontificia Comisión Bíblica y la Comisión
Teológica Internacional, ambas presididas por el Prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe. En las oficinas del Dicasterio tiene su sede también la Secretaría de la
Comisión Interdicasterial para el Catecismo de la Iglesia Católica, cuyo Presidente es el
Prefecto de la misma Congregación.
243
F.4.5.- CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO
Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS.
609
Su Santidad Papa Juan Pablo II, le asignó a esta Congregación
responsabilizarse de todo aquello que corresponde a la Sede Apostólica
acerca de la promoción y reglamentación de la liturgia, especialmente de los
sacramentos (PB Art. 62). Le corresponde promover la acción pastoral
litúrgica en todo lo relativo a la preparación y la celebración de la
Eucaristía, de los otros sacramentos y sacramentales (PB Art. 64). así como
la celebración del día Domingo, de las fiestas del Año litúrgico y de la
Liturgia de las horas.
610 Para cumplir su finalidad, a la "Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos", que tiene un “Reglamento interno” propio,
aprobado por la Secretaría de Estado (Prot. 340944 del 24 marzo de 1994),
le corresponde el manejo de sus competencias en dos sectores: el Litúrgico y
el Disciplinar. Cada uno está organizado en dos Departamentos: uno para el
Culto divino (I) y los Sacramentos (II), y el otro para la Disciplina de los
Indultos, Dispensas y Procesos canónicos acerca los procesos del
Sacramento del Orden (III) y acerca del matrimonio rato y no consumado
(IV).
611 Por lo que se refiere al “Orden Sagrado”, según la "Pastor Bonus", se
trata específicamente de la dispensa de las irregularidades e impedimentos
para la licitud y validez de la admisión a las Órdenes (cf Art. 63). Otorga los
indultos para la licitud del ejercicio del Orden en algunos ministerios (cf Art.
63). Trata y define los procesos canónicos para la declaración de nulidad
respecto a la Ordenación (cf Art. 68).
612 Trata en Consejos especiales y ordinarios, las causas de dispensa de las
obligaciones derivadas de la Ordenación y del estado clerical, tanto para los
Sacerdotes como para los Diáconos, sean diocesanos o religiosos, así de la
Iglesia Latina como de las Iglesias Orientales (Art. Secretaría de Estado, n.
230. 139, del 8 de febrero de 1989).
613 Tiene competencia acerca de la "pérdida del estado clerical", anexa a la
dispensa de las obligaciones del Orden y de los votos (Ibídem).
614 Provee y examina los actos de los procesos judiciales para "la dimisión del
estado clerical" y para integrar la sentencia penal con la dispensa pontificia
de las obligaciones (Ibídem). Tiene competencia para examinar y presentar a
la consideración del Sumo Pontífice los casos para la "dimisión del estado
244
clerical" aplicable "in poenam" y "ex officio" en situaciones de particular
gravedad (salvo el c. 1342, §2). Asimismo, prevé la eventual readmisión al
“estado clerical” y a la rehabilitación para el ejercicio del ministerio de los
clérigos que, después de la defección y de la reducción al estado laical, lo
pidan a norma del canon 293.
615 Por lo que se refiere al “Matrimonio realizado y no consumado”, concede
las dispensas de los impedimentos reservados a la Sede Apostólica (cf CIC
c. 1078 §2,1º y 2º), con rarísimas excepciones por lo que respecta al §3, pero
sólo para reconocidas causas canónicas, circunstancias y el “monitum” de
Ordinario, especificando que la concesión de la gracia no puede significar ni
el cambio de la norma canónica, ni el establecimiento de una práctica.
616 En orden a la “sanatio in radice” o “sanación o convalidación en la raíz”,
los casos cuya dispensa está reservada a la Sede Apostólica, quedan fuera de
los poderes ordinarios de los Obispos diocesanos (cf CIC c. 1165 §§1-2).
617 La Congregación concede y renueva las facultades a los Obispos
diocesanos, previo voto de la Conferencia Episcopal, para que laicos
cualificados asistan legítimamente a los matrimonios, donde hay una
escasez de sacerdotes y diáconos (cf 1112 §1).
618 Resuelve los casos dudosos y complejos de la presunta muerte de uno de los
cónyuges (cf CIC c. 1707 § 3).
F.4.6.- CONGREGACIÓN PARA LAS CAUSAS
DE LOS SANTOS.
619
Además de los procesos descritos en el Código de Derecho canónico,
debe tenerse en cuenta que existe otro proceso en la Iglesia, que es el de las
341
causas de canonización y beatificación . El canon 1403 §1 remite a una
ley pontificia peculiar para estas causas: por cierto, se debe hacer notar que
esta remisión excluye la competencia de la legislación particular sobre estas
causas.
620 La Constitución Apostólica "Divinus perfectionis magister" del 25 de enero
de 1983 y las respectivas "Normae servandae in inquisitionibus ab episcopis
341
Cf IUSCA: JOSÉ LUIS GUTIÉRREZ ARANGUREN, Principios inspiradores de las normativas sobre
las causas de canonización, Vol. 39, Nº Extra 1, 1999, pp. 491-504; Id. La normativa actual
sobre las causas de canonización, Vol. 32, Nº 63, 1992, pp. 39-65. ALBERTO ROYO MEJÍA,
Algunas cuestiones sobre la heroicidad de las virtudes y la certeza moral jurídica en las
causas de los santos, Vol. 34, Nº 67, 1994, pp. 189-226.
245
faciendis in causis sanctorum: normas a observar en las investigaciones
que han de realizar los Obispos, respecto a las causas de los santos" del 7
de febrero de 1983, dieron lugar a una profunda reforma en el
procedimiento de las causas de canonización y en la reestructuración de la
Congregación, a la que se le dotó de un Colegio de Relatores, con el encargo
de cuidar la preparación de las Positiones super vita et virtutibus (o super
martyrio) de los Siervos de Dios.
621 Juan Pablo II la denomina Congregación de las Causas de los Santos (PB
Art. 71-74), es decir de cuanto, según el procedimiento prescrito, lleva a la
canonización de los Siervos de Dios, a través de normas especiales y
consejos oportunos a los Obispos diocesanos, a quienes compete la
“instrucción de la causa” y envían las actas a la Congregación.
622 Esta Congregación pondera atentamente las causas ya instruidas, viendo si
todo se ha realizado según las normas de la ley. Indaga a fondo las causas
así examinadas, con el fin de juzgar si se dan todos los requisitos para que
se sometan al Sumo Pontífice los votos favorables. Algunas normas y una
descripción acerca del proceso especial de beatificación y canonización de
un siervo de Dios, puede verse en los ANEXOS 7 y 8.
623 Corresponde a la Congregación examinar si se concede el título de
“Doctor(a)”, a algún santo(a), después de haber obtenido el parecer de la
Congregación de la Doctrina de la Fe, en cuanto que ésta examina lo
referente a la doctrina eminente del mismo(a).
624 También le compete decidir sobre todo lo referente a la declaración de la
autenticidad de las sagradas reliquias y a su conservación.
VI.F.5. LOS TRIBUNALES
PARA LA VIDA CONSAGRADA
Y SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA.
625
Para los Institutos religiosos clericales de derecho pontificio: el
juez o tribunal de primera instancia es el Superior Provincial y el de
segunda instancia es el Superior General. Para las congregaciones
monásticas, el juez de primera instancia es el Abad local y el de segunda
es el Abad superior.
626 En los demás casos juzga el Tribunal diocesano en primera instancia (cf
CIC c.1427 §§1-3).
246
VI.G. EL OBISPO ES RESPONSABLE,
EN SU DIÓCESIS, DE LA POTESTAD JUDICIAL
QUE EJERCE PERSONALMENTE
O A TRAVÉS DE OTROS.
627
El Obispo diocesano en el ejercicio pastoral de su ministerio judicial,
se rige por lo que determina el Magisterio eclesial y el Código de Derecho
342
Canónico . Consciente de que la administración de la justicia es un
aspecto de la sagrada potestad, cuyo justo y oportuno ejercicio es muy
importante para el bien de la Comunidad diocesana, ha de considerar el
ámbito judicial como un aspecto especial e ineludible de sus cuidados
pastorales.
628 El Obispo diocesano quien, desde su Ordenación episcopal, ha recibido la
potestad judicial por derecho divino, la ejerce normalmente en la Diócesis
encomendada a sus cuidados pastorales de manera personal o a través de
otros, como lo es su Vicario judicial y los Jueces, quienes forman con él un
solo Tribunal (cf CIC cc. 1419; 1420, §1- 2; 1421 §1-2; 391 §2), y
participan en la actividad pastoral cotidiana de la Curia diocesana, en el
ejercicio de la potestad judicial (cf CIC c. 469).
629 El Tribunal juzga cualquier tipo de causas judiciales, excepto las que el
Obispo se reserve a sí mismo (cf CIC c. 1420, 2) y las reservadas a la
Autoridad suprema por el mismo Derecho o por decreto del Sumo Pontífice,
o bien, las reservadas a otra Autoridad eclesiástica (cf CIC c. 381 §1).
630 El Obispo diocesano es el Juez propio de primera instancia en el Tribunal
(cf CIC c. 391 §2). Cuando se trata de una persona moral o jurídica,
representada por el Obispo, juzga en primera instancia el Tribunal de
apelación, ya que nadie puede ser juez y parte en la misma causa, o sea,
343
“nadie es juez en su propia causa” (cf CIC c. 1419 §2) . Así, en las causas
penales, que se refieren a él, juzga el Romano Pontífice (cf CIC c. 1405 §1,
3º); y en las contenciosas, la Rota Romana (cf CIC c.1405 §3, 1º).
342
Cf CIC cc. 391 § 2, 1401, 1419, 1425, 1430, 1432, 1437; Directorio AS, 180.
El canon 1419 §1-2 determina: “En cada Diócesis, y para todas las causas no
exceptuadas expresamente por el Derecho, el Juez de primera instancia es el Obispo
diocesano, que puede ejercer la potestad judicial por sí mismo o por medio de otros de
acuerdo con los cánones que siguen. Sin embargo, cuando se trata de derechos o de
bienes temporales de una persona jurídica representada por el Obispo, juzga en primer
grado el Tribunal de apelación”.
343
247
VI.G.1. LA ORGANIZACIÓN PASTORAL
DEL SERVICIO ECLESIAL
DE LA POTESTAD JUDICIAL DEL OBISPO,
EN LA CURIA DE LA IGLESIA DIOCESANA.
631
El Obispo diocesano, habrá de elegir diligentemente a los titulares
de los diferentes oficios o ministerios pastorales que han de colaborar con él
en la Curia diocesana en el ejercicio de su potestad judicial, singularmente
en su Tribunal diocesano.
632 La organización judicial forma parte de la Curia del Obispo diocesano y está
regulada por el Libro VII del nuevo Código de Derecho Canónico (1983).
En ella no están subordinadas entre sí las secciones vicariales ejecutivas y
las judiciales, cuyos miembros tienen oficios diversos en virtud del
«principio de distinción de poderes» (cf CIC cc. 135 §1 y 391 §2).
633 En la organización judicial diocesana, a diferencia de los Vicarios con
potestad ejecutiva o administrativa, el Vicario judicial, los Vicarios
judiciales adjuntos y los demás Jueces diocesanos, no cesan en el periodo de
“sede vacante” (cf CIC cc. 1420 §5 y 1422).
634 Junto con el Obispo diocesano, que es juez nato de primera instancia (cf
CIC c. 1419 §1), comparten la caridad pastoral, en comunión eclesial
corresponsable con su potestad judicial, quienes son titulares de los
ministerios u oficios de Vicario judicial, Vicario judicial Adjunto, los otros
Jueces diocesanos, el Defensor del Vínculo y los Notarios procesales
344
diocesanos (cf cc. 1420 §1; 1420 §4; 1421 §1: 1430; 1432 y 1437) .
635 El Obispo diocesano necesita constituir y nombrar al «Promotor de
Justicia», como lo señalan los cánones 1430:
“Para las causas contenciosas en que está implicado el bien público, y para las
causas penales, ha de constituirse en la Diócesis un Promotor de justicia, quien
por oficio está obligado a velar por el bien público”; y 1435: “Corresponde al
Obispo nombrar al Promotor de justicia y al Defensor del vínculo, que han de ser
clérigos o laicos de buena fama, doctores o licenciados en Derecho canónico y de
probada prudencia y celo por la justicia” (cf Los que en el derecho se equiparan al
345
Obispo diocesano: c. 381 §2) .
344
Cf JOSÉ ANTONIO VIANA TOMÉ, OGI p. 250.
En el Artículo 3 (dentro del Capítulo I: Del tribunal de primera instancia, dentro del
contexto del Libro VII acerca de los procesos en el Título II: DE los distintos grados y clases
345
248
636 La misma persona puede desempeñar el oficio de Promotor de justicia y
Defensor del vínculo, pero no en la misma causa. Asimismo, puede ser
constituida para todas o sólo para una causa y pude ser removido por el
Obispo (cf c. 1436 §2).
637 El Promotor de Justicia es, en sí mismo, un miembro de la Curia
diocesana, más que del Tribunal diocesano. Cuida del bien público de la
Iglesia y con la autorización o por mandato de Obispo presenta al
Tribunal los casos que afectan al bien público. Su ministerio es velar e
intervenir en el juicio o causas contenciosas en las que pueda estar en
juego el bien público de la Iglesia (salvo en las que él mismo esté
implicado), aunque compete al Obispo juzgar si está o no en juego el bien
público. En cambio, también es su deber intervenir en todas los juicios o
causas penales en los cuales siempre está en juego el bien público de la
Iglesia (cf CIC cc. 1430-1431). Su intervención está expresamente mandada
346
por la ley (cf c. 1431 §1) . Su ser y quehacer se encuentran en los cánones
del 1430 al 1437.
VI.G.2. IDENTIDAD DEL VICARIO JUDICIAL
Y SU RESPECTIVA VICARÍA,
EN EL ESPIRITU PASTORAL INTEGRAL,
ORGANICO, DIFERENCIADO Y
DE COMUNIÓN DE LA IGLESIA PARTICULAR.
de tribunales), el Código de Derecho Canónico, se refiere a las normas relativas al personal
perteneciente a la organización de los tribunales. En él regula 3 figuras canónicas de
importantes: el Promotor de justicia, el Defensor del vínculo y el Notario. Ninguno de
quienes son titulares de estas 3 figuras, en su calidad de tales, tienen potestad de juzgar.
Su misión no es juzgar aunque su oficio pertenezca al órgano del tribunal e intervengan en
el proceso como “partes” (especialmente el Promotor de justicia y el Defensor del
vínculo). Su misión es defender los intereses de la ley, velando por su aplicación estricta y
recta. En este aspecto son “partes”, pero “partes públicas”, porque no defienden derechos
subjetivos o individuales, sino tutelan la ley pública, vigente en el ordenamiento. Así, si
debiendo intervenir, no fueran citados legítimamente, o no hubieran intervenido de hecho
antes de la sentencia, examinados los hechos de la causa, el proceso es nulo. En
consecuencia, estas 3 figuras han sido constituidas de una manera estable para el ejercicio
correcto de la potestad de juzgar y su participación en el proceso judicial puede
requerirse, en ciertos casos, para la validez: cf Comentarios de MANUEL ARROBA, Libro VII De
los Procesos, en BENLLOCH, COMC, pp.633-635.
346
Cf IUSCA: JOSÉ BERNAL, Sentido y régimen jurídico de las penas expiatorias, Vol. 38, Nº
76, 1998, pp. 595-615; ANGEL MARZOA RODRÍGUEZ, Sanciones disciplinares y penas canónicas,
Vol. 28, Nº 55, 1988, pp. 181-196.
249
638
El Vicario judicial es el presbítero designado por el Obispo
diocesano que, en su nombre, ejerce la potestad judicial en el Tribunal de la
347
Diócesis, a fin de que, “con potestad ordinaria y vicaria a la vez” , se
ocupe de conocer, definir y juzgar las causas que puedan presentarse en el
área pastoral específica y especializada de los asuntos jurídicos, conforme al
Derecho eclesial.
G.2.1.- SER DEL VICARIO JUDICIAL.
639
Ejerce su ministerio u «oficio vicario», haciendo presente al Obispo
en el ejercicio de la potestad judicial. De esta manera, viene a ser el “cuasi
alter ego: casi el otro yo” del Obispo diocesano, en lo que se refiere al
ámbito judicial, puesto que forma un solo Tribunal con él (cf CIC c. 1420).
Participa, por lo tanto, únicamente de la potestad judicial del Obispo, no así
de la ejecutiva, ni de la legislativa. Otros sacerdotes también integran el
Tribunal Eclesiástico.
640 El Obispo puede designar igualmente, aunque no esté obligado a hacerlo,
Vicarios Judiciales Adjuntos, cuya tarea consiste en ayudar al Vicario
judicial en el desempeño de sus funciones, cuando el volumen de causas así
lo requiera (cf CIC c. 1420, 3). Queda sobreentendido que la potestad del
Vicario judicial Adjunto es similar a la del Vicario judicial, aunque debe ser
ejercida en colaboración con éste (cf cc. 1420 §3).
347
La potestad del Vicario judicial es vicaria y ordinaria a la vez, concedida por el Obispo
diocesano al dar el nombramiento: “Todo Obispo diocesano ha de nombrar un Vicario
judicial u Oficial con potestad vicaria de juzgar” (c. 1420 §1). La potestad de régimen
judicial que tiene dicho Vicario es ordinaria, porque la tiene por oficio y por derecho; a la
vez, es vicaria porque la ejerce a nombre del Obispo, el cual es el titular del oficio, quien
forma con el Vicario un solo Tribunal (cf CIC c. 1420 §2). Por lo mismo no se puede hacer
apelación ante el Obispo Diocesano en contra de las decisiones de su Vicario judicial, ni
plantearle recursos en contra de dichas decisiones. Dado el caso, la apelación, se hace
ante el Tribunal y la Segunda Instancia.
El Vicario judicial ejerce esta facultad en dependencia y subordinación de comunión
corresponsable con el Obispo, en cuanto a su constitución, funcionamiento y disciplina, no
así en cuanto a los juicios que se han de emitir sobre las causas judiciales; éstas son
competencia exclusiva de los jueces. Por lo que mira a la “delegación de esta potestad”,
el canon 135 § 3, expresa claramente: “La potestad judicial que tienen los jueces o
tribunales… no puede delegarse si no es para realizar los actos preparatorios de un
decreto o sentencia”.
250
641 El Código de Derecho Canónico exige que el Vicario judicial y los demás
Vicarios Judiciales Adjuntos, sean sacerdotes, de buena fama, doctores o al
348
menos licenciados en Derecho canónico . Su nombramiento será por un
tiempo determinado, aunque renovable y no pueden ser removidos de su
cargo si no es por una causa legítima y grave, prevista en el Derecho
canónico (cf CIC c. 1422).
642 Las decisiones del Vicario judicial, dado que forma un solo Tribunal con el
Obispo, no pueden ser apeladas ante éste, sino ante el Tribunal de Segunda
349
Instancia, cuando sea el caso (cf CIC c. 1420 § 2) .
643 El Vicario judicial forma parte de la Curia del Obispo diocesano. En ella se
encuentra el Tribunal eclesiástico, en el que cualquier fiel cristiano tiene la
posibilidad de presentar su causa, ya sea contenciosa o penal; asimismo,
puede hacerlo ante la Santa Sede (cf CIC cc. 391 §2 y 469; 221; 1417).
G.2.2.- QUEHACER DEL VICARIO JUDICIAL.
644
El ministerio u oficio eclesial propio del Vicario judicial o del
Vicario judicial Adjunto y de los Jueces, es juzgar. Ejercen la facultad
judicial en nombre del Obispo diocesano en el Tribunal (cf CIC c 391 §2)
y, desde éste, promulgan la sentencia que es la esencia de la facultad de
350
juzgar (cf c. 463 §1) .
348
Cf CIC c. 1420 §4; AS 178.
La referida identificación entre el Obispo diocesano y su Vicario judicial, sus Adjuntos y
demás Jueces, que forman un solo Tribunal, lleva a considerar una diferencia específica, al
compararla con la relación del Obispo diocesano respecto a sus Vicarios Generales y
Episcopales: los Vicarios con potestad ejecutiva ordinaria son sujetos de autoridad
jurídicamente distintos del Obispo diocesano, y por lo tanto, sus decisiones pueden ser
apeladas, por vía administrativa ante el mismo Obispo.
Otra característica distintiva del Vicario judicial respecto a los demás Vicarios del Obispo
con potestad ejecutiva ordinaria, es que cuando queda vacante la sede episcopal, el
Vicario judicial y los demás Jueces permanecen en su oficio y no pueden ser removidos ni
removidos en su cargo por el Administrador diocesano, aunque se haya cumplido el
tiempo de su mandato. Sin embargo, una vez que haya asumido su ministerio el nuevo
Obispo diocesano, necesitan ser confirmados por él (cf CIC c. 1420 § 5). En cambio los
Vicarios Generales o Episcopales cesan en su cargo al quedar vacante la sede. Esta
diferencia está motivada por la necesidad de continuidad en el ejercicio de la potestad
judicial.
350
Cf FRANCISCO JAVIER OLAVIDE PÉREZ, El Vicario judicial…, Ibídem.
349
251
645 El servicio eclesial del Vicario judicial, por lo tanto, se desarrolla en el
ámbito pastoral judicial. Para ello debe definir qué modalidad del Tribunal
tiene competencia para juzgar en una determinada causa y la confía a quien
le corresponda. A esto se le llama en la Iglesia “fuero competente” (cf CIC
cc. 1404-1416. 1671-1674).
646 En esta perspectiva de responsabilidades eclesiales, ha de tomarse en cuenta
la competencia propia del Romano Pontífice y de los Tribunales de la Santa
Sede, distintos de los Diocesanos e Interdiocesanos, para orientar, de forma
conveniente, cada causa hacia el Tribunal correspondiente.
647 El sentido pastoral de la acción judicial del Vicario, se extiende a todo
conflicto que, al interior de la Iglesia diocesana, precise la aplicación del
Derecho procesal canónico, siempre a petición del interesado o del
Promotor de Justicia (cf CIC c. 1501). El objetivo específico de la
conducción del proceso en un juicio, es llegar a un decreto o sentencia,
según el ámbito propio de la facultad de juzgar de la Iglesia (cf cc.135 §3;
1401).
648 En un sentido amplio, su competencia está delineada por el canon 1400,
conforme al cual son objeto de juicio la reclamación o reivindicación de los
derechos de las personas físicas o jurídicas, o la declaración de actos
jurídicos. También, al instruir la causa en cada uno de ellos, según la
característica, contenciosa, criminal o penal del juicio, el Vicario, como
pastor-juez, ha de atender a las personas, viendo en cada una de ellas a un
351
discípulo de Jesucristo y miembro vivo de la comunidad eclesial .
649 Esto se da particularmente, por ejemplo, al estudiar cada causa caso, y
declarar sentencia, como la de nulidad, si el matrimonio celebrado es nulo, o
si ha de tenerse por válido. El Vicario judicial dirige y coordina su
352
ministerio en el Tribunal, de forma armónica con el Obispo diocesano .
Entre sus variadas tareas pastorales judiciales, teniendo su oficio pastoral
específico en la Curia, están:
351
Cf JUAN IGNACIO BAÑARES, Instituciones básicas, interacciones y zonas conflictivas de
Derecho canónico y Derecho eclesiástico, Sección: Temas de Derecho Procesal Canónico,
Universidad de Navarra, Pamplona 2009; DE DIEGO-LORA, C., Poder jurisdiccional y función
de justicia en la Iglesia, EUNSA, Pamplona 1976; JORGE MIRAS, El objeto del recurso
contencioso-administrativo en el Derecho canónico vigente, IUSCA Vol. 46, Nº 92, 2006,
pp. 557-580.
352
VICENTE PRIETO, La función directiva del juez en la instrucción de la causa, IUSCA Vol. 34,
Nº 67, 1994, pp. 65-101.
252
1.- Constituir el Tribunal y llamar por turno a los jueces, que han de
estudiar, discernir, cada causa (cf CIC c. 1425, §3), y declarar
sentencia a través de un juicio eclesiástico, en el entendido de que
“el juicio eclesiástico es la discusión y definición realizadas, según
las leyes, ante un tribunal eclesiástico, de una controversia relativa a
353
materias en las cuales la Iglesia tiene potestad de juzgar” .
2.- Vigilar la eficacia del trabajo pastoral judiciario, particularmente
sobre su fidelidad al Magisterio eclesial, al ámbito canónico-jurídico
y a la libertad y conciencia del creyente.
3.- Colaborar, desde el horizonte eclesial, jurídico y pastoral, en la
formación permanente del presbiterio diocesano, realizando al
menos una Jornada anual, en un proceso cuyos temas sean de
Derecho canónico o civil, según la actualidad y necesidades
existentes.
4.- Promover la asistencia ineludible de los miembros del Tribunal a
conferencias, seminarios, talleres de formación o actualización, etc.,
en cualquiera de los ámbitos en que puedan participar
oportunamente.
5.- Participar, dado el espíritu y la acción pastoral que caracterizan la
vida diocesana, en los procesos pastorales de programación,
discernimiento, decisión, animación y evaluación que se realizan en
la Diócesis. Por eso, juntamente con las reuniones y programaciones
propias de su oficio pastoral judicial, en el ámbito diocesano,
provincial o nacional, será convocado a participar en las reuniones y
procesos pastorales diocesanos. Su participación será un signo de
comunión eclesial, íntima y corresponsable con el Obispo, con los
demás Vicarios, Decanos y los responsables de las Comisiones,
Dimensiones y Estructuras diocesanas.
6.- Promover con frecuencia, en mutua colaboración y actitud de
diálogo pastoral, la intercomunicación de la Vicaría Judicial con la
Vicaría Episcopal para la Pastoral Diocesana, teniendo en cuenta a
los involucrados en la Pastoral familiar y matrimonial, así como a los
responsables de la Formación inicial y permanente de los Presbíteros
y los responsables de los Agentes Laicos.
353
GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, p. 538.
253
7.- Dado el caso, participar como miembro convocado “de jure:
354
por derecho” en el Sínodo Diocesano .
VI.G.3. IDENTIDAD DEL DE LA VICARÍA JUDICIAL
Y SU TRIBUNAL DIOCESANO,
EN EL ESPÍRITU PASTORAL
DE LA IGLESIA PARTICULAR.
650
El actual Código señala que la Curia Diocesana consta de “aquellos
organismos y personas que colaboran con el Obispo en el gobierno de
toda la Diócesis”. Desde su Curia, el Obispo, tiene la misión de motivar a
los miembros de su familia diocesana, para que en comunión se dejen
guiar por el Espíritu en las tres áreas del régimen del buen gobierno
pastoral, como una forma concreta e indicadora de la voluntad de Dios, a
fin de: 1.- cumplir el ordenamiento legislativo eclesial; 2.- cuidar del
aspecto administrativo o ejecutivo, como servicio de amor en la
edificación de la Iglesia, y 3.- ejercer la potestad judicial, como un
servicio de justicia en la caridad y en la verdad. Toda esta unidad de triple
régimen es una concreción eminente de la caridad pastoral de Jesucristo y
una expresión claramente privilegiada de la presencia del Reinado de
355
Dios en la Iglesia y en el mundo (cf CIC cc. 469.1420ss) .
651 En esta perspectiva, el ministerio del Vicario judicial en la Vicaría
Judicial (también organismo pastoral de la Curia diocesana), es
corresponsable con el Obispo en el ejercicio de la potestad judicial,
formando con él un solo Tribunal.
652 En cada Diócesis el Obispo debe constituir, por tanto, un Tribunal
diocesano, estable, que funcione como órgano judicial del Obispo, quien
es el Juez ordinario local, para la decisión, en Primera instancia, de todas
las causas que el Derecho no haya reservado a órganos especiales o que el
356
mismo Obispo se haya reservado expresamente .
G.3.1. SER DE LA VICARÍA JUDICIAL
Y SU TRIBUNAL DIOCESANO.
354
Cf CIC c. 463 §1, 2º; GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, n. 792.
Cf GHIRLANDA, Ibídem., n. 771.
356
Cf GHIRLANDA, Ibídem., n. 610.
355
254
653
La Vicaría Judicial es el organismo de la Curia Diocesana que
atiende el área pastoral específica y especializada de los asuntos judiciales.
654 El Obispo hace partícipes de la potestad judicial a su Vicario judicial, a los
Vicarios Judiciales Adjuntos y a los demás Jueces nombrados por él y
siempre en comunión eclesial con él. Éstos gozan de la potestad ordinaria
vicaria para juzgar en su nombre, en el Tribunal diocesano.
655 Tanto el Vicario judicial como todos los demás que forman el Tribunal
diocesano, habrán de emitir personalmente la Profesión de fe ante el
Obispo o su delegado, comprometiéndose, bajo juramento, a cumplir recta
y fielmente su tarea pastoral judicial (cf CIC cc. 833, 5º. 1454).
656 A través de su Tribunal Diocesano, el Obispo ha de garantizar los derechos
y deberes de todos los miembros del Pueblo de Dios, a fin de contribuir a
que en la Iglesia diocesana reinen la verdad, la caridad y la justicia.
657 El canon 1420 ordena que el Obispo, en cada Diócesis, nombre un Vicario
judicial con capacidad de juzgar. Además, según el canon 1421, debe
nombrar jueces. De acuerdo con el canon 1420 § 2, el Vicario judicial -y el
juez, se entiende- forma un solo Tribunal con el Obispo. No se puede
olvidar que éste tiene, por derecho divino, potestad propia de juzgar en su
Diócesis.
658 Además, el derecho prevé, en el canon 1425, que para ciertas causas deba
nombrarse un Tribunal colegiado con al menos tres jueces. Entre estas
causas están las que se refieren al vínculo del matrimonio.
659 Mediante su Tribunal, el Obispo diocesano ejerce la potestad judicial que le
compete conforme al Derecho Canónico. Puede designar como titular a uno
o varios Vicarios Judiciales o Adjuntos. El Vicario judicial es el encargado
de administrar la justicia canónica dentro de la Iglesia diocesana. De quienes
tienen en el Tribunal la misión de ejercer la justicia con caridad y verdad, se
exige, sobre todo, un conocimiento adecuado y fidedigno, tanto del Derecho
canónico y de la persona con su realidad, como de la tradición eclesial. En el
proceso de discernimiento, aplicación y ejecución requieren también de la
sabia y justa aplicación de las leyes y de las sentencias.
660 En todo proceso canónico que se realice en el Tribunal diocesano, ha de
tenerse en cuenta el conocido principio pastoral, universal, fundamental y
hermenéutico, no sólo del régimen integral del buen gobierno,
particularmente de la jurisprudencia eclesial, sino también de toda acción
255
pastoral anunciadora del Evangelio: "La salvación de las almas debe ser
siempre la ley suprema en la Iglesia" (cf CIC c. 1752).
661 El ministerio del juez eclesiástico es pastoral porque viene en ayuda de los
miembros del pueblo de Dios que se encuentran en dificultad. De esta
forma, el juez viene a ser para ellos el Rostro del Buen Pastor que consuela
a quien ha sido herido u ofendido, guía a quien ha errado, reconoce los
derechos de quien ha sido lesionado, calumniado o injustamente humillado.
La autoridad judicial viene a ser así una autoridad de servicio, el cual
consiste en el ejercicio del poder confiado por Cristo a su Iglesia para el
bien de las almas. Tal servicio, para ser evangélico, evitará cualquier forma
de absolutismo y de egoísmo; se cumplirá en el respeto a la persona, libre y
responsable: consistirá en el guiar sin oprimir, en el amar a un hermano que
acepta la obediencia como deber, y no como necesidad extrínseca, como un
bien para el cristiano y un beneficio para la comunidad. El juez tendrá en
cuenta, gracias a la equidad canónica, todo aquello que la caridad sugiere y
consiente para evitar el rigor del derecho, la rigidez de su expresión técnica;
evitará que la letra mate y, así, animar sus intervenciones con la caridad que
es don del Espíritu che libera y que vivifica; tendrá en cuenta a la persona
humana, de las exigencias de la situación que, si imponen tal vez al juez el
deber de aplicar la ley más severamente, ordinariamente llevan a ejercitar el
derecho de manera más humana, más comprensiva: siempre hará falta
vigilar no solamente para tutelar el orden jurídico, sino sobre todo para
sanar y educar, dando así prueba de verdadera caridad. El ejercicio pastoral
del poder judicial es sobre todo medicinal más que vindicativo; si existen
penas, éstas no deberán aparecer jamás como una venganza sino, según el
357
pensamiento de San Agustín, como una expiación deseada .
662 Por consiguiente, el Tribunal, en cada una de sus acciones pastorales
judiciales, es expresión visible de la comunión y de la sacramentalidad de la
Iglesia, así, por ejemplo, en los procesos judiciales, cumple con un cometido
salvífico; custodia y garantiza los dones de la comunión, la justicia, la
verdad, la caridad, la paz y la armonía, que vigorizan el orden y la
disciplina, siempre formadores de personas y comunidades. Brinda apoyo y
asesoría jurídica a los miembros del Pueblo de Dios que soliciten la justicia
de la Iglesia, específicamente a los matrimonios que presenten alguna
problemática jurídica conyugal, incluso de los no bautizados o no católicos
(cf CIC cc. 1476; 1674). También proporciona orientación jurídica, en el
357
Cf PABLO VI, VVG.
256
campo de la administración de la justicia, a los fieles cristianos laicos, a los
358
presbíteros y a los miembros de la Vida Consagrada que lo requieran .
663 Algunas causas acerca de la Sagrada Ordenación Sacerdotal y del vínculo
del Sacramento del Matrimonio, han de estudiarse por un Tribunal
colegiado, que consta de tres o más jueces. Si esto no es posible, la
Conferencia del Episcopado puede permitir que, en caso de necesidad, haya
un juez único clérigo (cf CIC cc. 1424-1425. 1428). El Obispo puede confiar
los oficios de Promotor de justicia y de Defensor del vínculo a laicos. En
ambos casos ha de tratarse de laicos expertos que sean doctores o, al menos,
licenciados en Derecho Canónico (cf CIC cc. 1421.1435). Asimismo, la
Conferencia del Episcopado puede facultar a los Obispos que sufren escasez
de sacerdotes, para que puedan nombrar jueces laicos, y que, uno de éstos,
forme parte del Tribunal colegiado (cf cc. 1420, §1 y 2; 1435; 1421, §1 y 2,
359
relacionados con los Acuerdos 1606-1608 de la CEM) .
664 Es posible, además, que varios Obispos decidan constituir un Tribunal único
de Primera instancia para sus Diócesis, es decir, un Tribunal
Interdiocesano. En este caso necesitan la aprobación de la Sede Apostólica
(esta aprobación se da a través del Supremo Tribunal de la Signatura
Apostólica, a la cual corresponde velar sobre la recta administración de la
justicia en toda la Iglesia). Estos Tribunales Interdiocesanos pueden
constituirse para atender todas las causas judiciales, o para una clase
determinada de ellas, por ejemplo, para las causas de nulidad de ordenación,
o nulidad matrimonial, o para las causas penales, o para varias de ellas, etc.
(cf CIC c. 1423).
G.3.2. QUEHACER DEL TRIBUNAL DIOCESANO.
665
El Tribunal Diocesano tiene la misión de impartir la justicia con
equidad canónica y hacer valer, mediante un proceso, los derechos de las
personas bautizadas (personas físicas); de las instituciones que se
encuentran dentro de la Iglesia, como, por ejemplo, las parroquias,
conventos, seminarios, etc. (personas jurídicas); y el reconocimiento de los
Sacramentos instituidos dentro de la misma (actos jurídicos), es decir, lo
358
Cf RAFAEL RODRÍGUEZ-OCAÑA, "Compete a los fieles reclamar y defender los derechos que
tienen en la Iglesia", IUSCA Vol. 39, Nº Extra 1, 1999, pp. 337-366; AUGUSTO ROJAS VALDIVIA,
La disciplina del Derecho Canónico, en Rev. TEOLOGÍA Y VIDA, Pontificia Universidad
Católica de Chile, vol. 41, n 2-4, 2000.
359
Cf CIC cc. 1421 §1. 1424. 1428, Acuerdo de la CEM n. 1608: Cf Legislación de la CEM.
Período 1983-1994.
257
relacionado con los procesos contenciosos. Asimismo, sanciona o emite
sentencia cuando se quebrantan las leyes de la Iglesia, al tratarse
360
concretamente de los procesos penales .
666 Las causas que resuelve el Tribunal, que atañen a toda la comunidad
eclesial, son referidas, en último término, a los asuntos relacionados con las
realidades espirituales o con la violación de las leyes eclesiásticas. En este
sentido cualquier bautizado o incluso un no bautizado o no católico (cf CIC
c. 1476), pude hacer uso de sus derechos para presentar ante el Tribunal de
su Diócesis la tramitación judicial de alguna causa, ya sea contenciosa o
penal. Son objeto de juicio, tanto la reclamación o reivindicación de
derechos de las personas físicas, morales o jurídicas, o la declaración de
hechos jurídicos, como los delitos, por lo que se refiere a decretar o declarar
una pena. El Papa, Juan Pablo II, señala que la ley procesal canónica
participa del Derecho de la Iglesia y, por lo tanto, de la economía de la
salvación. Se trata de una realidad jurídica y, a la vez, sacramental.
“Al respecto –afirma Su Santidad Juan Pablo II-, siguen siendo tan
contemporáneas y eficaces como siempre, las palabras que les dirigió Pablo VI en
su último discurso a la Rota Romana: "saben bien que el derecho canónico como
tal y como consecuencia el derecho procesal, del que forma parte, en sus
motivaciones, se introduce en el plan de la economía de la salvación, puesto
que la salvación de las almas (salus animarum) es la ley suprema de la
361
Iglesia” .
360
“En lo referente a la potestad de gobierno o de jurisdicción, los laicos sólo pueden
«cooperar» a tenor del Derecho (cf CIC c. 129 §2)… Es decir, que los laicos sólo pueden
desempeñar aquellos cargos eclesiásticos que no impliquen esas potestades. En este
sentido, un laico, por ejemplo, puede ser Defensor del vínculo (cf CIC c. 1635), Promotor
de justicia (cf CIC c. 1430), Abogado (cf CIC c. 1483), Asesor del juez (cf CIC c. 1483),
Auditor (cf CIC c. 1428 §2), miembro del Consejo económico (cf CIC cc. 492. 536. 537.
1280), incluso puede ser juez en un tribunal colegiado (cf CIC c. 1421). En estos oficios
eclesiales laicos se distingue entre varones y mujeres. Cf en BENLLOCH, COMC pp. 150-151;
GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, p. 538; MARZOA, A. - MIRAS, J. - RODRÍGUEZ-OCAÑA, R. (Dirs.),
Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, 3ª ed. Pamplona 2001, vol. IV.
IGLESIAS ALTUNA, J. J. GARCÍA FAÍLDE, Tratado de Derecho Procesal Canónico, Publicaciones
Universidad Pontificia, Salamanca 2005; J. Mª, Procesos matrimoniales canónicos, Ed.
Civitas y Universidad Complutense, Madrid 1991; JUAN GOITI ORDEÑANA, Tratado de derecho
procesal canónico, Ed. Colex, Madrid 2001; DE DIEGO-LORA, C. RODRÍGUEZ-OCAÑA, R., Derecho
procesal canónico. Parte general. EUNSA, Pamplona 2002.
361
JUAN PABLO II, Discurso a la Rota Romana sobre el carácter pastoral del Derecho en la
Iglesia, la equidad canónica y la justicia, 18 de enero de 1990, n. 7.
258
667 Existe una grave responsabilidad y un gran desafío para los Tribunales
eclesiásticos, consistente en la atención y claridad con que deben ser
afrontadas todas las causas judiciales, entre los miembros del Pueblo de
Dios, específicamente las penales, como elementos providentes de ascesis y
como llamada a la conversión evangélica. Por falta de atención oportuna y
362
adecuada, de parte de las diversas instancias de la Iglesia , pueden
acontecer negligencias o desafortunadas consideraciones, que tarde o
temprano, tienen consecuencias irreparables, llegando a provocar
antitestimonios y escándalos en la Iglesia y en el mundo. Estas actitudes de
descuidos, en el fondo son falta de fidelidad al querer salvífico de Dios,
expresado en la mediación providente del orden jurídico y penal.
668 Es importante tener en cuenta que, prioritariamente, se trata de juzgar
hechos, no personas. Por lo que al Tribunal compete llegar a la verdad de los
hechos. Cuando algún bautizado se ve involucrado en un hecho de esta
naturaleza, ha de asumirlo como un fuerte llamado a la conversión y
363
fidelidad a Jesucristo . Es necesario tener en cuenta lo que prescribe el
364
Código acerca de la forma de proceder en los asuntos penales .
362
Detrás de cada bautizado, que ha delinquido y que acude al Tribunal, está una sociedad
enferma, en muchos aspectos; está la familia y la pastoral familiar; está la formación inicial
y permanente del clero; está la pastoral juvenil, etc… En la Carta a los católicos de Irlanda
(19 marzo 2010), S.S. Benedicto XVI señala algunos elementos que han dado lugar a la crisis sacerdotal de
nuestros tiempos, tales como: “la rápida transformación y secularización de la sociedad” que repercutió en la
“tradicional adhesión de las personas” a los valores católicos; el abandono de las prácticas sacramentales y
devocionales que sustentan la fe; la renovación propuesta por el Vaticano II mal entendida a veces; “los
procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio” y la insuficiente
formación (cf n. 4). El Papa, exhorta a todo el pueblo de Dios a usar los medios necesarios en un “largo proceso
de recuperación y renovación eclesial” (n. 5). El proceso penal es sólo una parte en el conjunto de toda la
pastoral.
363
El Papa Benedicto XVI ha insistido en la aplicación de las leyes y el cuidado del aspecto penal de las mismas,
con un fuerte llamado a los Obispos y sacerdotes, de manera que tanto dentro de la Iglesia como de la
comunidad civil, las Autoridades sean capaces de afrontar sus responsabilidades en su ámbito respectivo. En la
misma Carta pastoral del Papa a los católicos de Irlanda, cuyo contenido esencial es aplicable a la Iglesia
Universal, señala en clave jurídica, a la luz del Evangelio que: “En particular, hubo una tendencia, motivada por
buenas intenciones, pero equivocada, a evitar los enfoques penales de las situaciones canónicamente
irregulares”, que ha provocado una crisis, “cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en
vigor y la falta de tutela de la dignidad de cada persona (cf n. 4). Ante la criminalidad (como sería el caso de la
pederastia): “Todos nosotros estamos sufriendo las consecuencias de los pecados de nuestros hermanos que han
traicionado una obligación sagrada o no han afrontado de forma justa y responsable las denuncias de abusos (cf
n. 10).
Ante esta realidad el Papa reconoce las actitudes que estos hechos han provocado y nos llama a una
responsabilidad evangélica: “Sé que muchos estáis decepcionados, desconcertados e irritados por la manera en
que algunos de vuestros superiores han abordado esas cuestiones. Sin embargo, es esencial que cooperéis
estrechamente con los que desempeñan cargos de autoridad y colaboréis a fin de garantizar que las medidas
adoptadas para responder a la crisis sean verdaderamente evangélicas, justas y eficaces (cf n. 10).
Sin embargo, el Papa se dirige nominalmente a sus hermanos los Obispos, titulares de la potestad jurídica,
responsables de ella con su Vicario judicial y su Tribunal diocesano, de esta manera: “A mis hermanos Obispos.
259
669 Los criterios fundamentales que están llamados a seguir, en su quehacer
pastoral-judicial, los miembros del Tribunal eclesiástico, son las enseñanzas
del Evangelio de Jesucristo, el Magisterio de la Iglesia y la tradición
jurídico-canónica, expresada en el Código de Derecho Canónico de 1983.
En toda la aplicación del Derecho se ha de observar la Regla Áurea, es
decir, que en toda aplicación de la ley luzca el espíritu de la caridad y de la
mansedumbre de Cristo, que ha de ser siempre la regla áurea y perenne de la
365
Iglesia que debe permear sus leyes y sus juicios .
G.3.3. RESPONSABLES Y COLABORADORES
EN EL TRIBUNAL DIOCESANO.
670
El Tribunal ha de contar con personal capacitado para sus funciones,
personas conocedoras del misterio de la Iglesia y, singularmente, de los
fundamentos y procesos judiciales de la misma, tales como los Jueces que
sean doctores en Derecho o verdaderamente peritos (cf CIC c.1483);
también se requieren los ponentes y auditores, otros colaboradores de los
No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores habéis fallado, a veces gravemente, a la
hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del Derecho canónico sobre los delitos de
abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones. Reconozco que era muy difícil
captar la magnitud y la complejidad del problema, obtener información fiable y tomar decisiones adecuadas a la
luz de los pareceres divergentes de los expertos. No obstante, hay que reconocer que se cometieron graves
errores de juicio y hubo fallos de gobierno. Todo esto ha socavado gravemente vuestra credibilidad y eficacia.
Aprecio los esfuerzos que habéis llevado a cabo para remediar los errores del pasado y para garantizar que no
vuelvan a ocurrir. Además de aplicar plenamente las normas del Derecho canónico concernientes a los casos de
abusos de niños, seguid cooperando con las autoridades civiles en el ámbito de su competencia. Está claro que
los Superiores religiosos deben hacer lo mismo…” (n. 11).
364
Un vez tenida noticia de algún delito, el Ordinario investiga o manda que se investigue (cf CIC c. 1717 §1);
hecha la investigación, él es quien determina si “puede ponerse en marcha el proceso” (cf CIC c. 1718 §1, 1º),
pero sólo después de haber observado lo que prescriben los cánones 1314. 1718, §1, 2º; él determina si se sigue
por la vía judicial o por la vía administrativa (cf CIC c. 1718 §1, 3º); estos decretos, si hay elementos nuevos, los
puede revocar (cf CIC c. 1718 §2). Para evitar juicios inútiles vea, el Obispo, si puede él dirimir la cuestión de los
daños, de acuerdo con las partes (cf CIC c. 1718 §4). Conviene que oiga a dos jueces o peritos (cf CIC c. 1718 §3).
Si decide que se lleve el caso el proceso, entrega las actas al Promotor de Justicia y éste las presenta al Juez. Es
en este momento en que el Tribunal toma a su cargo la causa por determinación del Ordinario. Las Nuevas
Normas del 15 de julio del 2010 acerca de los “delitos más graves”, como ya se explicó antes, determinan que,
acta la investigación por el Ordinario, él envía las actas a la Congregación y ella decide si se avoca a sí misma la
causa u Ordena al Ordinario “proceder ulteriormente” (cf Art. 16).
365
Un vez tenida noticia de algún delito, el Ordinario investiga o manda que se investigue (cf CIC c. 1717 §1);
hecha la investigación, él es quien determina si “puede ponerse en marcha el proceso” (cf CIC c. 1718 §1, 1º),
pero sólo después de haber observado lo que prescriben los cánones 1314. 1718, §1, 2º; él determina si se sigue
por la vía judicial o por la vía administrativa (cf CIC c. 1718 §1, 3º); estos decretos, si hay elementos nuevos, los
puede revocar (cf CIC c. 1718 §2). Para evitar juicios inútiles vea, el Obispo, si puede él dirimir la cuestión de los
daños, de acuerdo con las partes (cf CIC c. 1718 §4). Conviene que oiga a dos jueces o peritos (cf CIC c. 1718 §3).
Si decide que se lleve el caso el proceso, entrega las actas al Promotor de Justicia y éste las presenta al Juez. Es
en este momento en que el Tribunal toma a su cargo la causa por determinación del Ordinario. Las Nuevas
Normas del 15 de julio del 2010 acerca de los “delitos más graves”, como ya se explicó antes, determinan que,
acta la investigación por el Ordinario, él envía las actas a la Congregación y ella decide si se avoca a sí misma la
causa u Ordena al Ordinario “proceder ulteriormente” (cf Art. 16).
260
Jueces o del Tribunal, asesores y notarios, y, si es el caso, de psicólogos y
otros profesionales que investiguen y apoyen pericialmente un determinado
proceso.
671 En concreto, forman parte de este organismo diocesano, que ejerce la
potestad de régimen judicial en la Iglesia diocesana a nombre del Obispo,
las personas con los oficios o ministerios eclesiales siguientes, cuyas
atribuciones están definidas por el Derecho:
0.- En primer lugar el mismo Obispo diocesano que ejerce su potestad
tanto por sí mismo, como por el Vicario judicial y los Jueces (cf CIC c.
391 §2).
1.- El Vicario judicial, como ha sido afirmado precedentemente, tiene la
potestad ordinaria de juzgar a nombre del Obispo y puede realizar este
ministerio como Juez único o como presidente del Tribunal colegial (cf
CIC cc. 1420 §1. 1426 §2). No juzga las causas reservadas por el Derecho
ni las que el Obispo se reserve a sí mismo (cf c. 1420). Los Vicarios
judiciales adjuntos, son ayudantes del Vicario judicial con potestad
ordinaria para juzgar y siempre deben estar en comunión con él y con el
Obispo (1420 §3).
672 Quehacer u oficio del Vicario judicial en el Tribunal:
1.-Cuidar la disciplina en el Tribunal y velar por la atención pastoral de
quienes necesiten el servicio del Tribunal, teniendo en cuenta que, el
mismo ejercicio de la facultad de juzgar, es un ministerio pastoral.
2.-Organizar cualquier servicio de justicia, a fin de que el Tribunal tenga
capacidad de testimoniar la pastoralidad de la Iglesia de Cristo, Buen
Pastor.
3.-Designar los jueces para cada una de las causas y sustituir
eventualmente, por causa gravísima, a los ya designados
precedentemente (cf CIC c. 1425 §3 y 5).
4.-Presidir personalmente, o por medio de un Vicario judicial adjunto,
el Tribunal colegiado (cf CIC c. 1426 § 2).
5.-Decidir sobre la recusación de un Juez. Sin embargo, si el Obispo es
el recusado, debe abstenerse de juzgar y, si el recusado es él mismo,
como Vicario judicial, entonces decide el Obispo moderador del
261
Tribunal. También puede informar a la Signatura Apostólica (cf CIC c.
1445 § 3, 1º)
6.-Atender cuidadosamente el proceso para la dispensa de las
obligaciones del estado clerical que ha de presentarse ante el Romano
Pontífice (cf CIC cc. 291; 1079 §1).
7.-Seguir de manera especial los asuntos referentes al matrimonio, como
serían los procesos de nulidad, la dispensa del matrimonio rato y no
consumado (cf CIC cc. 1697-1706) y acerca de la muerte presunta del
cónyuge, en comunión con el Obispo (cf c. 1707).
8.-Dar el consentimiento o anuencia para que el proceso se lleve a cabo
en el Tribunal del domicilio de la parte actora o en el Tribunal donde
existen el mayor número de pruebas, después de escuchar a la parte
demandada (cf CIC c. 1673, 3º y 4º).
9.-Declarar, mediante sentencia, la nulidad matrimonial, o designar a un
juez para declarar cada causa (cf CIC c. 1686).
10.-Notificar la sentencia ejecutiva de nulidad de matrimonio al
Ordinario del lugar donde se celebró el matrimonio y a la Diócesis
donde se celebró el bautismo, para que el respectivo párroco realice la
notificación en el libro correspondiente (cf CIC c. 1685).
Otros colaboradores:
673 2.- El Defensor del vínculo es quien debe intervenir en todas las causas en
las que se discute la nulidad de una ordenación sagrada o la nulidad de un
366
vínculo matrimonial (cf CIC c.1432) . Es responsabilidad suya proponer y
manifestar todo aquello que pueda aducirse razonablemente en favor de la
validez del Sacramento del Orden o de preservación del vínculo del
367
Sacramento del Matrimonio .
674 3.- Los Jueces diocesanos son aquellos miembros del Pueblo de Dios,
capacitados según el Derecho y a quienes el Vicario asigna las causas que
366
Cf ADRIÁN GONZÁLEZ MARTÍN, La nulidad de la Sagrada Ordenación, IUSCA Vol. 23, Nº. 46,
1987, pp. 579-598.
367
Canon 1432; cf PÍO XII, Alocución del 2 de octubre de 1944, n. 2b, 284, y JUAN PABLO II,
Alocución del 14 de febrero de 1980, 172-178.
262
han de estudiar y resolver. De esta manera ejercitan la potestad de juzgar
que el Obispo les concede (cf CIC c. 1421).
675 4.- El Notario debe intervenir en todo proceso judicial. Su tarea consiste en
redactar las actas de la causa, dar fe pública de ellas con su firma al calce
del documento (cf CIC c. 1437). Son nulas las actas que no estén firmadas
por el Notario (cf c. 1431 §§1-2).
676 5.- Los Auditores, a quienes corresponde “la instrucción de la causa”,
recogen las pruebas y las entregan al Juez (cf CIC c. 1428 §§1.3).
677 6.- Los Peritos han de intervenir siempre que, por prescripción del
Derecho o del Juez, cuando sea necesario que se realice un estudio o se
requiera un dictamen, para comprobar un hecho o determinar su verdadera
naturaleza (cf CIC c. 1574).
678 7.- Los Abogados, son aquellas personas que aconsejan, defienden y
asisten en el juicio a los litigantes. Lo mismo los Procuradores judiciales a
quienes también se encomienda la representación legítima de las partes
para actuar y responder ante los Tribunales (cf CIC c. 1481 §1).
679 8.- El Ponente o Relator, interviene en el Tribunal colegiado. Es uno de
los Jueces del colegio, nombrado por el presidente; informa a los Jueces
acerca de la causa y redacta la sentencia (cf CIC c. 1429).
680 9.- Los Asesores. Prestan asesoría jurídica. El oficio de los asesores es
aconsejar, no dirigir el proceso. Al Juez único se le permite servirse de
dos asesores (cf CIC c. 1424).
681 10.- Los Cursores son aquellas personas que tienen como oficio notificar
o “hacer las intimaciones judiciales”; sus actos hacen fe pública (cf
Código del Derecho Canónico del año 1917, cánones del 1591 al 1593). En
México es un servicio necesario, debido a que, frecuentemente, no se
puede cumplir con el desarrollo del proceso teniendo como recurso
únicamente el correo.
PROCESOS JUDICIALES
682 Algunos principios a considerarse en orden al ejercicio de la
potestad judicial y algunos aspectos de los procesos judiciales,
pueden consultarse en el ANEXO 9.
263
RECIBAMOS CON GOZO Y ESPERANZA
EL “DON Y MISTERIO”
DE LOS VICARIOS GENERALES, EPISCOPALES
Y DEL VICARIO JUDICIAL,
Y SU ENTREGA PASTORAL A NUESTRA
IGLESIA DIOCESANA:
He propuesto a ustedes, mis amados hermanos y hermanas,
estas reflexiones acerca de los distintos ministerios vicariales, su
ser, misión y facultades eclesiales. Los Vicarios son mis
colaboradores más cercanos, a quienes he llamado a participar
corresponsablemente conmigo en el buen gobierno pastoral de la
Iglesia diocesana. Mi interés ha sido que en unión y comunión
con los Vicarios, juntos, como Iglesia particular, nos
encaminemos a vivir con mayor dinamismo nuestro permanente
estado de Misión.
Cada uno de ellos es mi representante, según su específica
encomienda pastoral, y lleva hasta ustedes mi presencia y mi
caridad de pastor. Estoy seguro de que su fidelidad a la misión
que les he confiado, contribuirá a la renovación de nuestra
Iglesia.
Confío igualmente que los cuidados que les ofrezcan en nombre
de Cristo y de su Iglesia, fortalecerán nuestra comunión. Su
entrega a este oficio dará impulso a nuestra conversión
evangélica y a nuestra revitalización eclesial.
264
CONCLUSIÓN
Convocados a testimoniar, en la Iglesia diocesana,
la comunión trinitaria y la evangelización,
en el ejercicio de los servicios vicariales.
683 En este momento de nuestro encuentro con el misterio con la Iglesia
y la contemplación de la vida íntima de la Trinidad, estamos llamados
primordialmente a renovar nuestra conciencia de que “la comunión de
los fieles y de las Iglesias particulares en el Pueblo de Dios, se sustenta
en la comunión con la Trinidad” (cf DA 155). Todavía más
concretamente, todos los bautizados y bautizadas de América Latina y
El Caribe, en comunión con la Iglesia Universal, gracias a nuestra
participación en el sacerdocio común, propio del Pueblo de Dios,
estamos llamados a vivir testimonialmente y a transmitir la comunión de
la Trinidad, en razón de que «la evangelización es un llamado a la
participación de la comunión trinitaria» (cf DA 157).
-A los fieles cristianos laicos684 Ustedes, mis hermanos, los fieles cristianos laicos, como
discípulos y misioneros de Jesucristo, son mujeres y hombres de la
Iglesia en el corazón del mundo y, al mismo tiempo, hombres y mujeres
del mundo en el corazón de la Iglesia (cf DP 786). Unidos a Jesucristo y
en comunión eclesial con la jerarquía, también han sido, en virtud de su
bautismo, llamados y enviados por Él, como “luz del mundo” (cf DA
209-215):
“Los movimientos –nos dice S.S. Benedicto XVI- son una cosa magnífica. Ustedes
saben bien cuánto los aprecio y quiero, como don del Espíritu Santo a la Iglesia.
Sin embargo, se han de valorar según su apertura a la común realidad católica, a
la vida de la única y común Iglesia de Cristo, que en su diversidad es, en definitiva,
368
una sola” .
-A los consagrados y consagradas685 También ustedes, los consagrados y consagradas en las distintas
comunidades de los Institutos eclesiales, están llamados a vivir dentro de
la comunión eclesial, universal, continental, diocesana, parroquial y
368
BENEDICTO XVI, Carta a los Seminaristas, Vaticano, 18 de octubre de 2010, 7; cf Ibídem.,
US 21 de Septiembre de 2010, Art. 3.
265
doméstica, enriqueciéndolas con sus carismas fundacionales, como
discípulos y misioneros de Jesús, Testigo del Padre en la misión
evangelizadora de la Iglesia (cf DA 216-224). Hago mía la invitación
que S.S. Benedicto XVI expresó en favor de ustedes y de la Iglesia, para
que, desde la escucha de la “Palabra del Señor”, con su carisma
fundacional y su entrega, hagan presente el Reinado de Dios en nuestra
Comunidad diocesana, desde nuestras parroquias, en el espíritu de la
Nueva Evangelización:
“Queridos hermanos y hermanas, ¡escuchen asiduamente la Palabra, porque toda
sabiduría de vida nace de la Palabra del Señor! Escruten la Palabra, a través de la
lectio divina, puesto que la vida consagrada «nace de la escucha de la Palabra de
Dios y acoge el Evangelio como su norma de vida. El vivir siguiendo a Cristo
casto, pobre y obediente, se convierte en "exégesis" viva de la Palabra de Dios. El
Espíritu Santo, en virtud del cual se ha escrito la Biblia, es el mismo que ha
iluminado con luz nueva la Palabra de Dios a los fundadores y fundadoras. De ella
ha brotado cada carisma y de ella quiere ser expresión cada regla, dando origen a
itinerarios de vida cristiana marcados por la radicalidad evangélica» (Verbum
Domini, 83).
Hoy vivimos, sobre todo en las sociedades más desarrolladas, una condición
marcada a menudo por una pluralidad radical, por una progresiva marginación de
la religión de la esfera pública, por un relativismo que afecta a los valores
fundamentales. Esto exige que nuestro testimonio cristiano sea luminoso y
coherente y que nuestro esfuerzo educativo sea cada vez más atento y generoso.
Que su acción apostólica, en particular, queridos hermanos y hermanas, se
convierta en compromiso de vida, que accede, con perseverante pasión, a la
Sabiduría como verdad y como belleza, «esplendor de la verdad». Sepan orientar
con la sabiduría de su vida, y con la confianza en las posibilidades inexhaustas de
la verdadera educación, la inteligencia y el corazón de los hombres y las mujeres
369
de nuestro tiempo hacia la «vida buena del Evangelio»” .
686 El mismo Papa, al establecer el Consejo Pontificio para la
promoción de la Nueva Evangelización y decretar sus tareas específicas
señala explícitamente:
“Dar a conocer y sostener iniciativas relacionadas con la Nueva Evangelización
organizadas en las diversas Iglesias particulares y promover la realización de otras
nuevas, involucrando también activamente las fuerzas presentes en los
369
BENEDICTO XVI, Homilía, Celebración de las vísperas en la fiesta de la presentación del
Señor, Basílica Vaticana, 2 de febrero de 2011, g.h.
266
Institutos de vida consagrada y en las Sociedades de vida apostólica, así
370
como en las agregaciones de fieles y en las nuevas comunidades” .
-A los jóvenes seminaristas687 De manera particular, ustedes, nuestros jóvenes seminaristas, que
viven en intensa actitud de esperanza su proceso de discernimiento y
formación en la comunión, son depositarios del cariño y la esperanza del
pueblo creyente, encomendado a mis cuidados pastorales. El Seminario
es ahora una viva escuela de la comunión y una tierra fecunda para que
germinen y vayan madurando en ustedes las características del sacerdote
de Cristo, celoso discípulo y misionero, pues Él los llama «para estar
con él y enviarlos a predicar» en su nombre (cf Mc 3, 14).
688 Ese “estar con Él” con la característica de comunión, es formarse
para responder fielmente a su llamado al sacerdocio ministerial, de
manera específica. Por eso, ya desde ahora, les pido que vivan su
respuesta a ese llamado, con generosidad y alegría, en la contemplación
y oración, en la identificación con Jesucristo y en su acción pastoral; que
se esfuercen por su conveniente formación integral, de manera que les
ayude a conseguir madurez humana en las circunstancias del hombre de
hoy, y una viva conciencia de lo trascendente y del misterio que
transforma toda la existencia. Luchen por adquirir, así, una sólida
identidad humana, sacerdotal, pastoral y misionera, integrada libremente
en su persona y abierta a la comunión eclesial diocesana, continental y
universal.
689
Entréguense con amor, como nos urge S.S. Juan Pablo II:
“El amor, al que el apóstol Pablo dedicó un himno en la primera carta a los
Corintios,… es ciertamente exigente. Su belleza está precisamente en el hecho de
371
ser exigente” .
690 A su vez, el actual Romano Pontífice, S.S. Benedicto XVI, les invita
a vivir el amor como vocación de donación al hombre de hoy:
370
BENEDICTO XVI, Carta Apostólica US, Art. 3. 3. Sobre la actualidad, importancia y
trascendencia de la Nueva Evangelización en nuestros días, para toda la Iglesia, es
conveniente ver: SINODO DE LOS OBISPOS, “«Lineamenta» para la XIII Asamblea, NECFT.
371
JUAN PABLO II, Carta a las Familias, «Gratissimam sane: La grata oportunidad», 2 de
febrero de 1994: Año de la Familia, 14.
267
“Ustedes, queridos amigos, han decidido entrar en el seminario y, por tanto, se
han puesto en camino hacia el ministerio sacerdotal en la Iglesia católica… Han
hecho bien. Porque los hombres, también en la época del dominio tecnológico del
mundo y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios
manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender
con Él y por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los
criterios de una humanidad verdadera. Donde el hombre ya no percibe a Dios, la
vida se queda vacía; todo es insuficiente. El hombre busca después refugio en el
alcohol o en la violencia, que cada vez amenaza más a la juventud. Dios está vivo.
Nos ha creado y, por tanto, nos conoce a todos. Es tan grande que tiene tiempo
para nuestras pequeñas cosas: «Hasta los pelos de su cabeza están contados».
Dios está vivo, y necesita hombres que vivan para Él y que lo lleven a los demás.
Sí, tiene sentido ser sacerdote: el mundo, mientras exista, necesita sacerdotes y
pastores, hoy, mañana y siempre.
El seminario es una comunidad en camino hacia el servicio sacerdotal. Con esto,
ya he dicho algo muy importante: no se llega a ser sacerdote solo. Hace falta la
“comunidad de discípulos”, el grupo de los que quieren servir a la Iglesia de
372
todos” .
691 Haciendo todo esto, ya están viviendo como discípulos misioneros
de la Iglesia de Cristo; además, la manera más fiel de seguir
construyendo la comunión pastoral para el futuro, es vivirla ya desde
ahora, en su condición de seminaristas, entregándose, con autenticidad y
a fondo, a hacerlo todo bien desde el presente.
692 Los animo a vivir con fe, alegría y esperanza este privilegiado
tiempo de gracia y de intenso trabajo personal; desarrollen sus
condiciones antropológicas de manera que posibiliten una vida
sacerdotal fecunda; esfuércense por conocer, valorar y orar por el
presbiterio al que un día, si es voluntad de Dios, serán integrados por el
Sacramento del Orden, mediante el cual serán constituidos en próvidos
colaboradores del Obispo, para vivir unidos a él en la comunión eclesial.
693 Desde mi corazón de pastor les exhorto: ¡Fórmense en la exigencia
total del amor, ese camino de excelencia que rechaza la mediocridad y la
superficialidad, de manera que se templen, adquiriendo, con decisión,
las virtudes humanas, morales, intelectuales, espirituales y pastorales
que el pueblo de Dios espera y necesita de sus futuros sacerdotes¡
-A los miembros de mi presbiterio diocesano372
BENEDICTO XVI, Carta a los Seminaristas, Idem., Introducción.
268
694 Ustedes amados sacerdotes, miembros de mi Presbiterio diocesano y
mis próvidos colaboradores, son quienes, ungidos por el Espíritu Santo
para gloria del Padre y salvación de sus hermanos los hombres, encarnan
hoy el amor pastoral de Jesucristo Pastor, Cabeza, Esposo y Servidor.
Por eso les invito para que, sumergidos en el misterio de comunión de la
Trinidad, sigan dando testimonio de su proceso de conversión avalando
una mayor eficacia en la vida pastoral de nuestra Iglesia diocesana. De
nosotros depende, en gran parte, que el ministerio vicario que hemos
considerado en esta Exhortación consiga los frutos que nos señala el
Espíritu a través del Magisterio conciliar y postconciliar.
695 Los Obispos de Latinoamérica y del Caribe, reunidos en Aparecida,
Brasil, guiados también por el Espíritu nos llamaron a considerar la
esperanza que nuestras comunidades siguen teniendo en nosotros sus
pastores:
“El Pueblo de Dios siente la necesidad de presbíteros-discípulos: que tengan una
profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del Buen Pastor,
dóciles a las mociones del Espíritu, que se nutran de la Palabra de Dios, de la
Eucaristía y de la oración; de presbíteros-misioneros; movidos por la caridad
pastoral: que los lleve a cuidar del rebaño a ellos confiados y a buscar a los más
alejados predicando la Palabra de Dios, siempre en profunda comunión con su
Obispo, los presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas y laicos; de presbíterosservidores de la vida: que estén atentos a las necesidades de los más pobres,
comprometidos en la defensa de los derechos de los más débiles y promotores de
la cultura de la solidaridad. También de presbíteros llenos de misericordia,
373
disponibles para administrar el sacramento de la reconciliación” .
-Mi esperanza en quienes ejercen el ministerio vicarial,
como acción pastoral comprometida
en la comunión y en la misión evangelizadora
de nuestra Iglesia diocesana696 Confío, asimismo, que con su servicio vicarial consciente,
responsable y creativo, cada uno de ustedes mis Vicarios Generales,
Episcopales y mi Vicario Judicial, construiremos de manera decidida la
comunión eclesial, asumiendo y realizando la acción evangelizadora que
el Espíritu de Jesucristo está suscitando y quiere para nuestra Iglesia
particular.
373
DA 199.
269
697 Mi esperanza respecto a la entrega generosa de todos ustedes,
miembros de mi Presbiterio, como signo de su caridad pastoral, se
acrecienta en mí corazón de pastor. Tengo la seguridad de que esta
renovación estructural, que ya se nos pide desde el Primer Sínodo
374
Diocesano , se manifestará en la vitalidad pastoral de nuestra Iglesia
particular.
698 Espero también que, con nuestro testimonio apasionado por la acción
evangelizadora y la puesta en práctica de este proyecto de Dios acerca
de la “vicariedad”, unidos todos, mis Decanos, Presbíteros, Diáconos y
demás miembros del Pueblo de Dios, lograremos acrecentar nuestra
respuesta fidedigna al querer salvífico de Dios-Amor, la Santísima
Trinidad, a favor de nuestro hermano, el hombre de hoy.
699 Al enviarles esta Exhortación en la que expreso una detenida
375
reflexión pastoral de orden teológico, eclesial y jurídico-canónica , a
la luz de la Palabra y del Magisterio de la Iglesia, sobre la identidad,
responsabilidades y facultades de mis Vicarios en el régimen de
gobierno, como servicio pastoral diocesano, quiero invitar a ustedes, mis
hermanos presbíteros, a los miembros de los Institutos de Vida
Consagrada, a las Sociedades de Vida Apostólica, a los alumnos de
nuestro Seminario, a los Agentes de Pastoral y a todos los Fieles
cristianos laicos, a conocer estos distintos aspectos para reflexionarlos,
interiorizarlos y aceptarlos, personal, grupal y comunitariamente;
también a tomarlos como inspiración de su oración, y a ofrecer su
disposición para que los vivamos en nuestra amada Iglesia de Toluca.
700 Van aquí expuestas las disposiciones o normas jurídicas, siguiendo
fielmente el Derecho Canónico en su contexto eclesial postconciliar;
llevan éstas el fruto del caminar de nuestra Diócesis y el sentido pastoral
que se ha ido madurando en el proceso de nuestra historia. El único fin
de la formulación y promulgación, de las mismas, es la gloria de Dios y
el ofrecimiento de Jesucristo, Salvador, a nuestros hermanos.
374
Cf DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP, Norma 615.
El Papa Benedicto XVI advierte que no puede separarse lo teológico de la práctica
pastoral, es decir que la pastoral precisa de un sustento teológico: “De de hecho el aspecto
teológico pastoral y el práctico no pueden separarse si se quiere acceder al misterio de comunión…”,
Discurso a los participantes en la Asamblea plenaria del Consejo Pontificio para los laicos,
22 de septiembre de 2006.
375
270
701 Confío al Vicario episcopal para la pastoral diocesana que
juntamente con los demás Vicarios y los Decanos instrumenten talleres
que pedagógicamente faciliten el estudio, la reflexión y la asimilación de
este documento, para que disciernan claramente sus responsabilidades y
facultades, de manera que apliquen las normas con espíritu de caridad
pastoral en sus respectivas áreas vicariales. La vivencia de estas
orientaciones, intercambio común y reflexión que iremos haciendo
periódicamente, nos ayudarán a todos los miembros de nuestra Iglesia
diocesana a cumplir mejor el querer de Dios en nuestra misión
evangelizadora.
Suplico al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, fuente de toda comunión y
acción evangelizadora que, ya desde ahora, nos conceda, a mí como su
Obispo y a mis Vicarios generales, episcopales y al Vicario judicial, la
alegría de vivir y de servir con dedicación, sabiduría y amor a los
miembros de nuestra Iglesia, en nombre de Jesucristo Cabeza, Pastor,
Esposo y Servidor.
Elevemos nuestra oración al gran Pastor de nuestras almas para que esté
siempre con nosotros en el servicio evangelizador de comunión
eclesial que Obispo y Vicarios estamos llamados a ofrecer en el pueblo
de Dios.
Que María, la Madre del Verbo 376, nuestro Pastor, quien ha mantenido
su “si” al querer de Dios en toda circunstancia, interceda por nosotros y
nos acompañe a continuar nuestro camino eclesial de comunión y
esperanza, en la renovación, conversión y evangelización.
Su servido en Jesucristo:
+ FRANCISCO JAVIER CHAVOLLA RAMOS
Obispo de Toluca.
376
BENEDICTO XVI, VD 124.
271
ANEXOS
ANEXO 1
LAS CAUSAS RESERVADAS AL ROMANO
PONTIFICE
Y A LA SANTA SEDE
1.- AL ROMANO PONTIFICE
1. La dispensa del celibato eclesiástico (cf CIC c. 291)
2. La creación secreta de los cardenales (c. 351)
3. La exención de los religiosos (c. 591)
4. La erección, supresión y la modificación de las
Conferencias Episcopales (c. 449 §1)
5. La concesión de las indulgencias (c. 995)
6. La concesión de bendiciones particulares (c. 1169 §2)
7. La disolución del matrimonio no consumado entre
bautizados o del matrimonio entre una parte bautizadas y
otra no bautizada (cc. 1142, 1698 §2)
8. El juicio de las causas relacionadas con las personas
particulares (c. 1405 §1. 1406 §2).
2.- A LA SANTA SEDE:
9. La dispensa de leyes (c. 87)
10. Erigir, suprimir o modificar las Conferencias episcopales
(c.449 §1)
11. La fusión, unión, federación o confederación de los
Institutos de Vida consagrada (c. 582)
12. La remoción del Administrador diocesano (c. 430 §2)
13. La supresión de los Institutos y el destino de sus bienes
temporales (c. 584)
14. La supresión de la casa única de un Instituto religioso (c.
616 §2)
272
15. El indulto de la exclaustración de un religioso (c. 686 §2)
16. El indulto de salida de un miembro religioso (cc. 691 §2,
743)
17. Dar personalidad jurídica a las Conferencias de los
Superiores mayores (c. 709)
18. La concesión de sanación “in radice”, cuando el
impedimento está reservado a la Sede Apostólica (c. 1165
§2)
19. La institución, interpretación, abolición y modificación de
los sacramentales (c. 1167)
20. La reducción de los compromisos de misas (cc. 1308,
1310 §3)
21. La dispensa de la irregularidad (c. 1047).
3. LAS CAUSAS RESERVADAS A LA SANTA SEDE
(excomuniones)
22. En la remisión de una pena, la reserva se ha de interpretar
estrictamente (c. 1354 §3)
23. Por la profanación de las especies consagradas (c. 1367)
24. Por la violencia física contra el Romano Pontífice (c.
1379 §1)
25. Por la absolución del cómplice, en el pecado contra el
sexto mandamiento del decálogo (c. 1378 §1)
26. Por la consagración de los obispos sin mandato pontificio
(c. 1382)
27. Por la violación directa del secreto sacramental (c. 1388
§1).
273
ANEXO 2
LAS FACULTADES, DEBERES Y PRERROGATIVAS
DEL OBISPO DIOCESANO
Indicaciones:
1.- El número entre paréntesis, en negrilla, se refiere al canon
respectivo del Código de Derecho Canónico (1983). La
brevedad de la referencia exige consultar directamente el
texto original de manera íntegra, para una auténtica y
completa comprensión del contenido jurídico del canon.
2.- En varios enunciados para no repetir el sujeto: “El Obispo
diocesano”, solamente se enuncia en resumen el contenido de
los cánones, cuyas facultades son atribuidas por el Derecho
“nominalmente” al Obispo diocesano; en cambio, cuando
explícitamente se enuncia el sujeto, la facultad es
competencia de «el Ordinario», «el Ordinario del lugar»,
«el Ordinario competente» o «el Ordinario propio», según
sea el caso.
3.- Esta señal: ¤, antes del número del canon (¤ c. 000), indica
que se trata de una facultad sumamente importante para la
vida de la Comunidad eclesial y es conveniente que el Obispo
diocesano la realice por sí mismo, aunque puede otorgarla
con “mandato especial”, por escrito, para que otro la realice
en su nombre.
4.- Las facultades episcopales están ubicadas en el marco del
“Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos
«Apostolorum Successores: Los Sucesores de los
Apóstoles» (2004), que retoma, actualiza y completa el
anterior Directorio "Ecclesiae Imago" (1973). Este
Directorio de 2004, ofrece a los Obispos un instrumento útil
274
para un ejercicio más orgánico y eficaz de su complejo y
difícil ministerio pastoral en la Iglesia y en la sociedad de
hoy. La finalidad del mismo es proporcionar a los Obispos
subsidios pastorales orgánicos para un mejor desempeño
de su ministerio. Las referencias al contenido de este
Directorio, están señaladas con las siglas: AS, el número o
números correspondientes, en letra cursiva; también es
preciso acudir a la fuente para encontrar el contenido y el
contexto completos.
Las principales fuentes del Directorio “Apostolorum
Successores” son: el Concilio Vaticano II, los numerosos
Documentos y enseñanzas pontificias publicadas en estos
años del postconcilio y el Código de Derecho Canónico
promulgado en 1983. Esto indica que el Directorio del en
referencia, del 2004, contiene el espíritu y las directrices
más recientes para el buen gobierno pastoral de los Obispos.
Significativamente, el Directorio se publica tras la
promulgación de la Exhortación Apostólica post-sinodal
Pastores Gregis, que recoge los resultados de la X
Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (año
2001), que tuvo por tema: “El Obispo servidor del
Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo”, y
que fue dedicada al ministerio episcopal.
Por lo tanto, el Directorio, está en estrecha conexión con
la Exhortación Apostólica Pastores Gregis por lo que se
refiere a sus fundamentos doctrinales y pastorales. Ha sido
elaborado después de una amplia consulta, teniendo en
cuenta las sugerencias y los pareceres expresados por
distintos Obispos diocesanos y por algunos Obispos
eméritos.
El Directorio “Apostolorum Succesores”, en fin, “es de
naturaleza fundamentalmente pastoral y práctica, con
indicaciones y directivas concretas para las actividades de
los Pastores, dejando a salvo la prudente discreción de cada
275
Obispo en su aplicación, sobre todo en consideración de las
particulares condiciones de lugar, de mentalidad, de
situación y de florecimiento de la fe.
Evidentemente, cuanto toma de la disciplina de la
Iglesia conserva el mismo valor que tiene en las propias
fuentes” (Introducción).
También se encuentran las referencias a las Normas
Complementarias de la Conferencia del Episcopado
Mexicano (CEM) a la luz del Nuevo Código del Derecho
Canónico, en DECRETO, Ediciones CEM AR., del 4 de
julio de 1994.
276
SIMBOLISMO DE LAS FACULTADES QUE
CORRESPONDEN
AL OBISPO DIOCESANO, A SUS VICARIOS GENERALES Y
EPISCOPALES:
¤
Este signo, colocado antes de la referencia de algún canon,
indica que el contenido de la facultad es tan importante
para la vida de la Iglesia, o tan exclusivo del “munus”
(oficio, función, misión, ministerio o servicio) episcopal, que
es conveniente no delegue dicha facultad, sino que se la
reserve.
ʘ
ɣ
El Obispo se reserva esta facultad.
El Obispo concede esta facultad por mandato especial.
VG Vicario General.
VP Vicario Episcopal para la Pastoral Diocesana.
VZ Vicario Episcopal de Zona o Vicaría pastoral.
VF Vicario Episcopal para la Formación inicial, la Pastoral
de los Presbíteros y el Diaconado permanente.
VC Vicario Episcopal para la Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica.
277
FACULTADES, DEBERES Y PRERROGATIVAS
DEL OBISPO DIOCESANO AL SERVICIO
DEL PUEBLO DE DIOS
EN SU IGLESIA PARTICULAR:
QUE LE CORRESPONDEN «NOMINALMENTE»,
COMO «ORDINARIO» Y «ORDINARIO DEL
LUGAR»,
EN EL CONTEXTO PASTORAL DEL DIRECTORIO
“APOSTOLORUM SUCCESSORES”.
“Apacienten la grey de Dios que les está encomendada,
vigilando, no forzados, sino voluntariamente,
según Dios; no por mezquino afán de ganancia,
sino de corazón;
no tiranizando a los que les ha tocado cuidar,
sino siendo modelos de la grey
Y cuando aparezca el Mayoral, recibirán la corona
de la gloria que no se marchita” (I Pe 5, 2-4).
0. PRINCIPIOS GENERALES
1º. “Los Obispos Sucesores de los Apóstoles (Apostolorum
Successores) por institución divina, mediante el Espíritu Santo
que les ha sido conferido en la consagración episcopal, son
constituidos Pastores de la Iglesia, con la tarea de enseñar,
santificar y guiar, en comunión jerárquica con el Sucesor de
Pedro y con los otros miembros del Colegio episcopal.
El Obispo, Vicario del “gran Pastor de las ovejas”, Jesucristo
(Hb 13, 20), debe manifestar con su vida y ministerio episcopal
la paternidad de Dios; la bondad, la solicitud, la misericordia, la
dulzura y la autoridad moral de Cristo, que ha venido para dar
la vida y para hacer de todos los hombres una sola familia,
reconciliada en el amor del Padre; la perenne vitalidad del
278
Espíritu Santo, que anima la Iglesia y la sostiene en la humana
debilidad. Esta índole trinitaria del ser y del obrar del Obispo
tiene su raíz en la misma vida de Cristo, que fue toda trinitaria.
Él es el Hijo eterno y unigénito del Padre, desde siempre en su
seno (cf Jn 1, 18), y el ungido con Espíritu Santo, enviado al
mundo (cf Mt 11, 27; Jn 15, 26; 16, 13-14).
La Constitución Dogmática “Lumen Gentium: Luz de las
Naciones”, numeral 20, enseña que: “los Obispos han sucedido,
por institución divina, a los Apóstoles como Pastores de la
Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo, y
quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envió” (cf
Catecismo de la Iglesia Católica, 860-862). Por la consagración
episcopal, reciben el «MUNUS PASTORALE», es decir, «LAS
FUNCIONES DE SANTIFICAR, ENSEÑAR Y REGIR». Las
cuales, sin embargo, por su misma naturaleza, sólo pueden ser
ejercidas en comunión jerárquica con la cabeza, el Papa, y con
los miembros del Colegio Episcopal” (cf CIC cc. 375 §1-3;
CONGREGACION PARA LOS OBISPOS. Directorio para el
Ministerio Pastoral de los Obispos, Apostolorum Successores,
Roma, 22 de febrero de 2004, Introducción; 1 a.b; 9-12. 21. 6366. 72. 77-78. 158. En adelante este documento se citará AS y el
número correspondiente).
2º. Entre las diversas imágenes, la de Pastor ilustra el conjunto
del ministerio episcopal (enseñar, santificar y gobernar), en
cuanto que pone de manifiesto el significado, fin, estilo,
dinamismo evangelizador y misionero del ministerio pastoral del
Obispo en la Iglesia. En la contemplación de la imagen
evangélica del Buen Pastor, quien ha venido para servir y no para
ser servido, el Obispo encuentra el sentido de su configuración
con él, ofreciendo su vida por el rebaño (cf Jn 10, 11; Mt 15, 24;
10, 6; 20, 28). Asimismo, encuentra la fuente de su ministerio
pastoral, por lo que las tres funciones de enseñar, santificar y
gobernar deben ser ejercitadas con las notas características del
Buen Pastor (cf c. 383; LG 22; AS 2).
279
3º. “Se llaman diocesanos, los Obispos a quienes se ha
encomendado el cuidado de una Diócesis; los demás se
denominan titulares” (c. 376). “La Diócesis es una porción del
pueblo de Dios, cuyo cuidado pastoral se encomienda al Obispo
con la cooperación del presbiterio, de manera que, unida a su
pastor y congregada por él en el Espíritu Santo mediante el
Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la
cual verdaderamente está presente y actúa la Iglesia de Cristo,
una, santa, católica y apostólica” (c. 369; cf AS 5a.c. 8. 11-13.
63).
El Obispo diocesano, como “centro de unidad” de su Iglesia
particular, en comunión con el Colegio Episcopal, la gobierna con
potestad legislativa, ejecutiva y judicial. Ejerce personalmente la
potestad legislativa; la ejecutiva por sí mismo o por sus Vicarios
Generales o Episcopales; la judicial, tanto personalmente como por
medio de su Vicario Judicial. Esta triple POTESTAD
EPISCOPAL (munus pastorale), sacramentalmente recibida, ES
DE ÍNDOLE PASTORAL Y MINISTERIAL, la ejerce
conforme a la norma del derecho y siguiendo ciertos criterios
pastorales (cc. 391 §1-2. 135-144; cf AS 2. 12. 158. 63-65. 66-69).
4º. Cuando el Derecho le atribuye una tarea NOMINALMENTE
AL OBISPO DIOCESANO en el ámbito de la POTESTAD
EJECUTIVA, se entiende que le compete solamente a él,
excluidos el Vicario general y episcopal, a no ser que tengan
mandato especial (cc. 134 §3. 135. 391).
5º. También es “Ordinario” y “Ordinario del lugar” y goza de
toda la POTESTAD ORDINARIA, PROPIA E INMEDIATA
para el ejercicio de su función pastoral, exceptuadas las causas
reservadas al Romano Pontífice. (cc. 381 §1. 134 §3; AS 5c. 11b).
Los clérigos tienen especial obligación de mostrar respeto y
obediencia al Sumo Pontífice y a su Obispo como Ordinario
propio (c. 273).
280
A cada persona corresponde su propio Ordinario, tanto por el
domicilio como por el cuasidomicilio. El Ordinario propio del
vago es el del lugar donde éste se encuentra actualmente (c. 107
§1-2).
6º. Las presentes facultades, deberes y prerrogativas episcopales, se
originan de las siguientes fuentes: 1) El Código de Derecho
Canónico (1983) y son aquellas que le corresponden, tanto
«nominalmente», es decir, en razón de ser “Obispo diocesano”,
como en su calidad de «Ordinario», «Ordinario del lugar» u
«Ordinario propio». 2) Lo anterior en el contexto del reciente
“Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos
«Apostolorum Successores: Sucesores de los Apóstoles», del 22
de febrero de 2004, que retoma, actualiza y completa el anterior
Directorio "Ecclesiae Imago", del 22 de febrero de 1973. 3).
Además, las Normas Complementarias que él mismo Derecho
pide a las Conferencias Episcopales de cada país (cf CEM, 4 de
julio de 1994). Por lo tanto, estas facultades adquieren un
carácter dinámico prioritariamente pastoral, teniendo como
fundamento los documentos antes enunciados en un contexto
posconciliar interdisciplinar.
7º. En el ejercicio de su misión evangelizadora integral, como
discípulo y misionero de Jesucristo, el Obispo diocesano ejerce su
función de enseñar, sirviéndose de la palabra y del escrito. Ejerce
su función de santificar estimulando a la oración personal y a la
comunitaria, sea o no litúrgica, exhortando a participar en el
Sacrificio y Banquete Eucarístico, preparando, por sí mismo o por
sus sacerdotes y colaboradores, a la recepción de los Sacramentos
y administrándolos con fidelidad. Finalmente, ejerce su función
de régimen, mandando, estableciendo, prohibiendo, estimulando,
dirigiendo, concediendo gracias o licencias, dispensando de la ley
y discerniendo, en los procesos judiciales, la salvación de la Grey a
él confiada, a tenor del Derecho (cf c. 1752; AS 63-69).
281
En el desarrollo de su ministerio episcopal se dejará guiar por
algunos principios fundamentales, signo de su caridad pastoral por
su Iglesia, como son los principios: Trinitario, de la verdad,
comunión, colaboración, de la precisión de las competencias, de la
persona justa al oficio justo y de justicia y legalidad (cf AS 255262).
8º. El Obispo diocesano, cuando sea el caso, debe encomendar,
antes que a otros, al Obispo Coadjutor, así como también al Obispo
Auxiliar de que habla el canon 403 §2, todo aquello que por
prescripción del Derecho requiera mandato especial. Dialoga y
consulta con ellos los asuntos de mayor importancia, especialmente
los pastorales. Les encomienda prioritariamente otras funciones (cf
cc. 406 §1; 407-408; AS 38c. 70-72. 225. 161. 220. 234-234).
9º. Al Obispo corresponde, en virtud del mandato apostólico,
suscitar, guiar y coordinar la obra evangelizadora de la comunidad
diocesana, a fin de que la fe si difunda y acreciente, las ovejas
perdidas sean reconducidas al redil y se haga presente el Reinado
de Dios. Para ello es importante desarrollar la “misión ad gentes”,
afrontar la nueva evangelización o la asistencia pastoral (cf JUAN
PABLO II, Redemptoris Missio, 33-34; AS 162).
Al ejercer su función pastoral debe mostrarse solícito con todos
los fieles que se le confían, cualquiera que sea su condición;
igualmente debe interesarse por la unidad con los no católicos y los
no bautizados (cc. 383. 755. 782).
En relación con el Pueblo de Dios, fomentar las vocaciones a los
diversos ministerios y a la vida consagrada; coordinar y fomentar
las varias formas de apostolado (cc. 233. 385. 394. 678. 680);
atender con peculiar solicitud a los presbíteros (c. 384).
10º. El Obispo diocesano es único legislador en el Sínodo
diocesano (c. 466; AS 67):
-El Sínodo diocesano, como expresión legislativa de nuestra
Iglesia particular, es el instrumento por excelencia con el que el
Obispo determina el ordenamiento canónico de la Iglesia diocesana
282
confiada a su caridad pastoral (cf CONGREGACIÓN PARA LOS
OBISPOS, Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos
“Apostolorum Successores”, Ciudad del Vaticano, 22 de febrero
de 2004, n 67). En adelante este documento se citará AS y el
número correspondiente.
-El Sínodo diocesano ocupa un lugar primario como acto de
gobierno episcopal y como evento de comunión que expresa la
índole de la comunión jerárquica que pertenece a la naturaleza de
la Iglesia. En el gobierno pastoral del Obispo, está al vértice de las
estructuras de participación de la Diócesis. En el Sínodo y a través
de éste, el Obispo ejercita en forma solemne el oficio y el
ministerio de apacentar a su grey (cf AS 166. 167).
-El Sínodo es medio idóneo para aplicar y adaptar las leyes y las
normas de la Iglesia universal a la situación concreta de la
Diócesis; indica los caminos necesarios para el trabajo apostólico
diocesano; prevé la superación de las dificultades inherentes al
apostolado y al gobierno; impulsa las obras e iniciativas de carácter
general; propone la recta doctrina y corrige, cuando se dan, los
errores sobre la fe y la moral (cf AS 168).
-El Sínodo diocesano, da oportunidad al Obispo de promover
una pastoral de conjunto, de aplicar normas u orientaciones
superiores en el ámbito diocesano, de superar los problemas
particulares de la Diócesis y de la necesidad de una mayor
comunión eclesial (cf AS 171).
11º. El Obispo diocesano representa a la Diócesis en todos los
asuntos jurídicos de la misma, sean intraeclesiales o civiles (cf c.
393). Asimismo, en su calidad de responsable de la Asociación
Religiosa ante las autoridades civiles correspondientes, puede
nombrar uno o varios Apoderados legales, con poder total o parcial
a tenor de la normativa correspondiente y urgir a los titulares de los
distintos oficios eclesiásticos la observancia de las distintas leyes
civiles (cf cc. 22 y 1284 § 1-3).
283
I. EL OBISPO DIOCESANO, COMO MAESTRO DE
LA FE Y HERALDO DE LA PALABRA,
EN LA FUNCIÓN DE ENSEÑAR
DE LA IGLESIA: «MUNUS NDI».
“Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de
gloria;
es más bien un deber que me incumbe.
Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (I Cor 9, 16).
Principios:
1º. A los Obispos corresponde mostrar su solicitud por la Iglesia
universal, promover y defender la unidad de la fe y la disciplina
común; ejercer la función de anunciar el Evangelio, como
miembros del Colegio Episcopal, en comunión con el Romano
Pontífice; en la Iglesia particular a ellos confiada, son el
moderadores de todo el ministerio de la Palabra (CIC. c. 756 §2;
LG 23; cf AS 9. 13 a. 123).
2º. Son doctores y maestros de la fe, fomentan y dirigen el
movimiento ecuménico, cuyo fin es reintegrar en la unidad a todos
los cristianos, unidad que la Iglesia, por voluntad de Cristo, está
obligada a promover (cf cc. 753-755; AS 18. 118-119. 207).
Los Obispos tienen derecho de predicar la palabra de Dios en
cualquier lugar, aún en Iglesias u oratorios de religiosos, a no ser
que el Obispo del lugar se oponga expresamente (¤ c. 763).
3º. El Obispo diocesano debe enseñar y explicar a los fieles las
verdades, como maestro de la fe, que han de creerse y vivirse,
predicando personalmente con frecuencia; cuide también de que
cumplan diligentemente las prescripciones de los cánones sobre el
ministerio de la palabra (c. 386; cf AS 119. 120 a. 123).
Procura que a todos llegue la predicación y tiene una peculiar
solicitud por la acción misionera (cc. 771. 782; cf AS 17. 119d).
284
LA FUNCIÓN DE ENSEÑAR DE LA IGLESIA (cc. 747 al
833; cf AS 118-141; VD 50-51. 72-76. 90-98. 102-108. 122 377)
Facultades:
A.- MINISTERIO DE LA PALABRA DIVINA
1. El Obispo diocesano preside el ministerio de la Palabra y
es el moderador de ella en la Diócesis; los presbíteros son sus
principales colaboradores en esta tarea a la que también puede
llamar a los laicos a colaborar; también a los diáconos
corresponde servir en el ministerio de la Palabra; asimismo
asocia a los religiosos (cf cc. 757-759; AS 63 a, c. 119c-d. 123125. 163c).
B.-PREDICACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS
2. El Ordinario competente puede restringir la facultad de
predicar a los presbíteros y diáconos que gozan de ella en todas
partes o que por ley particular requiera licencia expresa (c.
764; cf AS 127-130). VG. VZ. VP.
3. El Obispo diocesano establece cómo y cuándo los párrocos
han de organizar ejercicios espirituales o misiones; lo mismo
que otras formas de predicación. Así como las facultades
especiales que considere oportuno conceder (c. 770; cf AS 7.
90. 174. 125c. 208. 222 a). ɣ: VG. VZ. VP.
C.- FORMACIÓN CATEQUÉTICA
4. El Obispo es el primer responsable de la Catequesis. Da
normas sobre la predicación, la homilía y la catequesis
adecuada, las formas particulares de predicación, para que den
una respuesta a los interrogantes del hombre de hoy. Impulsa la
vocación de los teólogos y acepta su colaboración (cc. 772.
775. 777; AS 52. 125 b. 126-130. 139b. 149b. 150b. 157 a.
163c. 215d. 221f. 125-126).
377
Cf Exhortación apostólica “Verbum Domini: Palabra del Señor”, sobre la
Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, 30 de septiembre de 2010,
se cita VD.
285
5. Los Ordinarios del lugar deben cuidar la formación de
los catequistas (c. 780). VG. VZ. VP.
D.- ACTIVIDAD MISIONAL DE LA IGLESIA
6. En territorio de misión, el Obispo diocesano, goza de
especiales facultades respecto a las actividades misionales que
realizan los miembros de los Institutos religiosos, sujetos a su
jurisdicción pastoral. Participa en la colaboración misionera,
estimula el espíritu misionero y es el coordinador de la
actividad misionera diocesana (c. 790; cf AS 7c. 9. 12b. 17.
40b. 119d. 162b. 184d). VG. VP. VZ. VC.
E.- EDUCACIÓN CATÓLICA.
1.- LA ESCUELA CATÓLICA
7. El Obispo diocesano da su consentimiento para el
establecimiento de las escuelas católicas de religiosos (¤ c.
801).
8. El Obispo diocesano cuida de la creación de escuelas
católicas, profesionales y técnicas (c. 802 §1-2).
9. El Obispo diocesano cuida de la educación católica en
escuelas y medios de comunicación (¤ c. 804 §1; cf AS 132;
CEM Acuerdo 1581, en relación con el c. 804 §1).
10. El Ordinario del lugar debe cuidar del testimonio y
preparación de los profesores de religión (c. 804 §2; cf AS
134). VG. VP. VZ. VC.
11. ʘ El Ordinario del lugar, dentro de su Diócesis,
tiene el derecho de nombrar, aprobar, o exigir que sean
removidos los profesores de religión (c. 805).
12. El Obispo diocesano vigila y visita las escuelas
católicas, aún las fundadas por los institutos religiosos (¤ c. 806
§1). ɣ: VG. VP. VZ. VC.
13. El Ordinario del lugar vigila que la educación en la
escuela católica no sea inferior a la de otros centros escolares (c.
806 §2). VG. VP. VZ. VC.
286
2.- LAS UNIVERSIDES CATÓLICAS Y OTROS
INSTITUTOS CATÓLICOS DE ESTUDIOS SUPERIORES
14. El Obispo diocesano tiene especial cuidado pastoral en
las universidades católicas, en cuanto a la observancia fiel de
de su identidad católica (¤ cc. 804 §1; 810 §2; cf AS 135b;
CEM Acuerdo 1581, en relación con el canon 804 §1).
15. El Obispo diocesano cuida pastoralmente de los
estudiantes aún por medio de parroquias personales (c. 813).
ɣ: VG. VP.
3.LAS
UNIVERSIDADES
Y
FACULTADES
ECLESIÁSTICAS
16. El Obispo diocesano envía a los seminaristas y
sacerdotes jóvenes más destacados a las Facultades
Eclesiásticas, (c. 819; cf AS 136d).
17. El Obispo diocesano cuida de la creación de Institutos
superiores de ciencias religiosas (c. 821; cf AS 135a).
E.- LOS INTRUMENTOS DE LA COMUNICACIÓN
SOCIAL
1.- LOS MODERNOS AREÓPAGOS (cf Hch 17, 22-34)
18. Al Obispo diocesano corresponde el desafío
evangelizador y la transmisión de la fe en los medios de
comunicación social (periódicos, revistas, televisión, radio,
cine, internet y otros instrumentos informativos); lo mismo
que organizar y ejercer vigilancia sobre la formación de sus
agentes de pastoral y los seminaristas en dichos medios (cf c.
804 §1; AS 137-140 a-b; en relación con la autorización para
hablar por radio o televisión, ver CEM: Acuerdos1579 y 1583,
referido a los cánones 772 §2 y 831 §2).
2.- LA PUBLICACIÓN DE LOS ESCRITOS DE LOS FIELES
(cf AS 140c-141)
19. El Ordinario local que otorga la licencia o aprobación
para publicar libros, es el Ordinario local propio del autor
287
o el Ordinario del lugar donde se editan; lo mismo que para
la reedición de libros litúrgicos, de oraciones, catecismos y de
otras publicaciones religiosas o sobre temas morales (c. 824
§1; 826 §2-3. 827. 838). VG.
20. El Ordinario del lugar encomienda el juicio sobre los
libros a los censores designados por él o por la Conferencia
Episcopal (claustro de profesores de la UPM: CEM Acuerdo
1582, en relación con el canon 830 §1); si es favorable puede
conceder la licencia para la edición o comunica al autor las
razones de la negativa (c. 830 §1 y 3). VG.
21. El Ordinario del lugar autoriza a clérigos y religiosos
para escribir, con causa justa y razonable, en periódicos,
folletos o revistas contrarios a la fe o a las buenas costumbres
(c. 831 §1 cf AS 136c). VG.
F.- LA PROFESIÓN DE FE
22. El Obispo diocesano recibe la profesión de fe y el
juramento de sus Vicarios Generales, Episcopales y del Vicario
Judicial (c. 833, 5º).
23. Ante el Ordinario de lugar emiten la profesión de fe
los párrocos, el rector y los profesores de teología y filosofía
en los seminarios al comenzar ejercer su cargo, también
quienes van a recibir el orden del diaconado, según la
fórmula aprobada (c. 833, 6º-7º). VG. VP.
288
II. EL OBISPO DIOCESANO, COMO MINISTRO DE LA
GRACIA Y DEL SUPREMO SACERDOCIO, EN LA
FUNCIÓN DE SANTIFICAR DE LA IGLESIA: «MUNUS
SANCTIFICANDI».
“Ante todo recomiendo que se hagan plegarias,
oraciones, súplicas
y acciones de gracias por todos los hombres…
Porque hay un solo Dios, y también un solo
mediador entre Dios
y los hombres, Cristo Jesús, hombre también…
Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar
elevando hacia el cielo unas manos piadosas,
sin ira ni discusiones” (I Tm 2, 1.5.8).
Principios:
1º. El Obispo diocesano, consciente de que está obligado a dar
ejemplo de santidad, debe procurar promover la santidad de los
fieles, según su propia vocación y ser el dispensador principal de
los misterios de Dios, en el ejercicio de la función santificante (c.
387; cf AS 142).
2º. Los Obispos ejercen en primer término la función de santificar,
tienen la plenitud del sacerdocio; son los principales dispensadores
de los misterios de Dios; promotores y custodios de toda la vida
litúrgica (c. 835 §1; cf AS 143). La ordenación de la sagrada
liturgia depende de la Santa Sede y del Obispo diocesano, a quien
le corresponde también ejercer su autoridad y dar normas sobre
esta materia. Las celebraciones por él presididas tienen una función
de ejemplaridad y evitará todo lo que signifique “preferencia o
categoría de personas” (¤cc. 838 §1.4; 392 §2; 528 §2; cf AS 144
a. 149b).
289
3º. Los Ordinarios del lugar procurarán que las oraciones y
prácticas piadosas y sagradas estén en conformidad con las
normas de la Iglesia (c. 839 §2).
4º. El Obispo diocesano preside frecuentemente la celebración de
la Santísima Eucaristía en la Catedral o en otra iglesia de su
Diócesis, sobre todo en las fiestas de precepto y en otras
solemnidades. Sus celebraciones tienen una función de
ejemplaridad. Consagra los óleos. Celebra pontificales en su propia
Diócesis y en otras (cc. 389; 880 §2; 847§1; cf AS 144a).
5º. Es el moderador de la vida litúrgica diocesana, cuida del decoro,
el orden, su inculturación, los libros litúrgicos y de la música
sagrada (cf cc. 835 §1. 838; AS 145-147).
6º. En la Constitución Apostólica "Divinus perfectionis Magister"
(25 enero 1983), le son reconocidos al Obispo diocesano, diversos
derechos y facultades en relación con las Causas de los Santos.
"Normae servandae in inquisitionibus ab episcopis faciendis in
causis sanctorum: normas a observar en las investigaciones que
han de realizar los Obispos, respecto a las causas de los santos"
del 7 de febrero de 1983.
LA FUNCIÓN DE SANTIFICAR DE LA IGLESIA (cc. 834
al 1253; AS 142-157)
Facultades:
A.- LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
1. En general
24. El Obispo diocesano da las normas adecuadas para los
casos de peligro de muerte o grave necesidad para recibir y/o
administrar los sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y
Unción de los enfermos a cristianos que no están en plena
comunión con la Iglesia católica y, en cuya Iglesia, con tal que
profesen la fe católica respecto a estos sacramentos y estén
bien dispuestos (¤ c. 844 §4: cf CEM Acuerdo 1584; cf AS
150a).
290
2.- En particular
1. SACRAMENTO DEL BAUTISMO (cf AS 4. 34. 66. 92. 112.
129. 144b. 149b-150b)
1.-La celebración del bautismo
25. El Ordinario del lugar, habiendo oído al párroco del
lugar, puede permitir o mandar que haya también pila
bautismal en otra iglesia ubicada dentro de la misma
parroquia (c. 858 §2). VG. VZ. VP.
26. Fuera del caso de necesidad, no debe administrarse el
bautismo en casas particulares, a no ser que el Ordinario del
lugar lo hubiera permitido por causa grave (c. 860 §1). VG.
VZ. VP.
27. A no ser que el Obispo diocesano establezca otra cosa,
el bautismo no debe celebrarse en los hospitales, exceptuando
el caso de necesidad o cuando lo exija otra razón pastoral (c.
860 §2). ɣ: VG. VZ. VP.
2.-El ministro del bautismo
28. El Ordinario del lugar puede autorizar que administre
el bautismo un catequista o cualquier otra persona que tenga
la debida intención, faltando el ministro ordinario (c. 861 §2).
VG. VZ. VP.
29. Ofrézcase al Obispo el bautismo de los adultos, por lo
menos el de aquellos que han cumplido 14 años para que lo
administre él mismo, si, lo considera conveniente (c. 863).
Respecto al acta de los hijos adoptivos, ver Acuerdo 1585 de la
CEM, en relación con el canon 877 §3. ɣ: VG. VZ. VP.
3.-Los padrinos
30. A no ser que el Obispo diocesano establezca otra edad,
los padrinos han de tener dieciséis años cumplidos y haber
recibido los sacramentos de la iniciación cristiana (c. 874, §1,
2º-3º; cf RITUAL PARA LA CONFIRMACIÓN, Observaciones
previas, nn. 5-6, Ed. Buena Prensa, 1ª edición, México 1998, p.
291
18).
2. SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN (cf AS 34. 129.
221. 129.144b-c. 149b. 150. 221)
1.-El ministro de la confirmación
31. El ministro ordinario de la confirmación es el Obispo;
también administra válidamente este sacramento el presbítero
dotado de facultad por el derecho universal o por concesión
peculiar de la autoridad competente-En peligro de muerte el
Párroco o incluso cualquier presbítero- (cc. 882-883). ɣ:
VG. VZ. VP.
32. El Obispo diocesano debe administrar por sí mismo la
confirmación, o cuidar que la administre otro Obispo; pero si la
necesidad lo requiere, puede conceder facultad a uno o varios
presbíteros determinados, para que administren este
Sacramento (¤ c. 884 §1). -El ministro debe utilizar óleo
recientemente consagrado por el Obispo- (cf c. 847). ɣ: VG.
VZ. VP.
33. El Obispo diocesano cuida de que se administre este
Sacramento, con la debida preparación catequética y un
acompañamiento sucesivo (c. 885 §1; cf CEM Acuerdo 1586,
en relación con el canon 891). ɣ: VG. VZ. VP.
34. El Ordinario propio, a no ser que éste lo prohíba,
permite que el presbítero que goza de la facultad de
confirmar pueda administrar este sacramento también a los
extraños (cf cc. 886-887. 883). VG. VZ. VP.
2. La anotación de la confirmación
35. Donde lo mande la Conferencia episcopal o el Obispo
diocesano, deben inscribirse los nombres de los confirmados,
con sus circunstancias –acta de confirmación- (c. 895: cf CEM
Acuerdo 1587).
3- SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA (cf AS 36. 46. 63c.
145c.150b. 158. 202c).
292
1.- La santificación del día Domingo
36. El Obispo diocesano se ha de empeñar para que los
fieles santifiquen el domingo y lo celebren como auténtico
día del Señor, mediante la participación en el Santo Sacrificio
de la Misa (cf cc. 1246-1248; AS 112. 145. 148. 149b. 150b.
241).
2.-La celebración de la Eucaristía
37. El Obispo diocesano preside la Asamblea eucarística. El presbítero la preside bajo la autoridad del Obispo y ambos
la realizan personificando a Cristo- (c. 899 §2).
3.-El ministro de la santísima Eucaristía
38. El Ordinario da cartas comendaticias a sus sacerdotes
para que sean admitidos a celebrar (c. 903). VG. VP. VZ.
39. El Ordinario del lugar concede a un sacerdote la
binación o trinación (c. 905 §2).
4.-Los ritos y ceremonias de la celebración eucarística
40. El Ordinario del lugar concede a un sacerdote la
licencia para que pueda celebrar sentado la Eucaristía, “frente
al pueblo” (c. 930 §1).
5.-El tiempo y lugar de la celebración de la Eucaristía
41. El Ordinario del lugar es quien concede expresamente
la licencia a un sacerdote para que celebre la Eucaristía en un
templo no católico (c. 933). VG.
6.-La reserva y veneración de la santísima Eucaristía
42. El Ordinario del lugar concede la licencia para que se
reserve la Eucaristía en las iglesias, oratorios y capillas
privadas (c. 934, 2º). VG.
43. El Obispo diocesano da normas para que alguien pueda
llevar consigo la Eucaristía, cuando lo exija una necesidad
pastoral (c. 935).
293
44. El Ordinario puede permitir conservar la Eucaristía en un
segundo oratorio de las casas piadosas (c. 936). VG. VC
45. El Ordinario del lugar puede encargar a un laico que
realice sólo la exposición y reserva de la Eucaristía, sin
bendición (c. 943a).
46. El Obispo diocesano da normas sobre el ministro que
puede hacer la exposición y reserva del Santísimo Sacramento,
sin dar la bendición (c. 943b).
47. El Obispo diocesano juzga acerca de la conveniencia de
la procesión de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo.
Da normas para las procesiones eucarísticas (¤ c. 944 §1-2).
7.-El estipendio ofrecido para la celebración de la Misa VG.
VP. VZ., previo diálogo con el Obispo diocesano y en
corresponsabilidad con él:
48. El Ordinario establece el destino de los estipendios
por binaciones (c. 951 §1).
49. Los Ordinarios recibirán los excedentes de las Misas
que no se hubiesen celebrado en el término de un año
cumplido, según el modo establecido (c. 956).
50. Al Ordinario local corresponde vigilar que en las
iglesias del clero secular, se cumplan con las obligaciones de
los estipendios de las Misas (Los Superiores, en las iglesias
de institutos religiosos o sociedades de vida apostólica) (c.
957).
51. El Ordinario tiene obligación de revisar cada año los
libros de estipendios de las Misas (c. 958 §2).
4.- SACRAMENTO DE LA PENITENCIA (cf AS 46. 127c. 129
a. 150b. 156b. 205)
1.-La celebración del Sacramento
52. El Obispo diocesano vigila sobre la facultad de
escuchar las confesiones. Señala las condiciones para la
absolución colectiva, según los criterios acordados en la
294
Conferencia episcopal (cf CEM Acuerdo 1588, en relación con
el canon 961 §2). Asimismo, da normas para la digna
celebración litúrgica de este Sacramento y el lugar adecuado
(cf JUAN PABLO II, Motu Proprio Misericordia Dei, 9; ¤ c.
961 §2; cc. 162. 961-962. 978 §2. 978 §2. 986 §1. 964; AS
150b. 156; CEM Acuerdo 1589, relacionado con el canon 964
§2).
2.-El ministro del sacramento de la Penitencia
53. El Obispo diocesano nombra a un sacerdote que cumpla
la función de Penitenciario -este oficio es incompatible con el
de Vicario General y Episcopal (¤ c. 508 §1-2; cf 478 §2. 968
§1; AS 187 a. 178g. 185).
54. El Obispo diocesano puede, en un caso concreto,
prohibir que un Obispo confiese en su Diócesis (¤ c. 967 §1).
55. El Ordinario del lugar de incardinación o de su
domicilio, concede al presbítero la facultad habitual de oír
confesiones y la puede ejercer en cualquier parte, a no ser que
algún Ordinario de lugar se oponga (c. 967 §2). VG. VP.
VZ.
56. El Ordinario del lugar, por razón de su oficio, goza de
la facultad de confesar (c. 968 §1). VG. VP. VZ.
57. El Ordinario del lugar es el único competente para
otorgar la facultad confesar, si ésta es habitual debe
concederse por escrito (cf c. 973); no la concederá sin haber
oído al Ordinario del presbítero (c. 969 §1; cf cc. 971-972).
VG. VP. VZ.
58. El Ordinario del lugar puede revocar la facultad de oír
habitualmente confesiones (cc. 974 §1-3; cf 967 §2). VG.
VP. VZ.
59. El Obispo diocesano puede remitir una pena “latae
sententiae”, establecida por ley y aún no declarada, si no está
reservada a la Sede Apostólica, pero sólo dentro de su territorio
y en la celebración de la confesión sacramental (cf c. 1355).
295
5.- SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
(cf AS 205. 207)
60. El Obispo diocesano da normas para la celebración
comunitaria de la Unción de enfermos y bendice los óleos (cc.
1002. 999 §1).
6.- SACRAMENTO DEL ORDEN SACERDOTAL (cf AS
4.10. 12. 33. 49. 94-95. 144d. 158. 180. 215)
1.-La celebración y el ministro de la ordenación
61. Al Obispo, que es el ministro de este sacramento, debe
constarle que se haya realizado todo el procedimiento canónico
y se haya probado positivamente la idoneidad del candidato;
también debe ser informado de que el candidato hizo sus
ejercicios espirituales previos; además, debe dar el certificado
respectivo de ordenación (cf cc. 1012. 1039. 1051-1053).
62. El Obispo diocesano confiere la ordenación a sus
súbditos y también a otros, con las legítimas dimisorias (¤ c.
1015).
63. El Obispo diocesano confiere las órdenes en su
jurisdicción y para conferirlas en otra, necesita licencia del
Obispo diocesano respectivo (¤ c. 1017).
64. El Obispo diocesano da las dimisorias a sus propios
súbditos, según el canon 1016 (¤ c.1018 §1,1º).
65. El Obispo diocesano otorga las dimisorias a los
miembros de los Institutos y las Sociedades de derecho
diocesano (c. 1019 §2).
2.-Los ordenandos
66. El Obispo diocesano expresa su juicio sobre los
candidatos, habiéndose cumplido con los requisitos previos a
tenor de los cánones 1033-1039 (c. 1025 §1).
3.- Los requisitos previos por parte de los ordenandos
67. El Obispo diocesano cuida que los candidatos antes de
296
recibir un Orden, conozcan lo que es y sus deberes (¤ cc. 10291030. 1027-1028).
4.- Los requisitos previos para la ordenación
68. El Ordinario determina el modo de los ejercicios
espirituales para los ordenandos (c. 1039). VG. VP.
69. El Obispo diocesano podría prohibir el ejercicio del
diaconado o juzga también si existe algún impedimento
canónico para ser llamado al Orden del diaconado (cc. 1032
§2. 1038).
5.- Las irregularidades y de otros impedimentos
70. El Ordinario juzga si el neófito (persona adulta recién
bautizada) está suficientemente probado y preparado para
recibir las órdenes (c. 1042, 3º). VG. VP.
71. El Ordinario debe ser informado por los fieles, antes
de la ordenación, si existe algún impedimento para la
recepción de las órdenes (c. 1043). VG. VP. VZ. VC.
72. El Ordinario permite el ejercicio de las ordenes a
quien sufre alguna enfermedad psíquica, habiendo consultado
a un experto (c. 1044 §2, 2º). VG.
73. ʘ El Ordinario puede dispensar de las irregularidades
e impedimentos no reservados a la Santa Sede/Penitenciaría
(cc. 1047 §4. 1048).
6.-Los documentos que se requieren y el escrutinio
74. Al Obispo diocesano le corresponde el escrutinio para
las órdenes, atendiendo a las circunstancias, entre otras las
cartas testimoniales, las proclamas u otras informaciones (c.
1051 §2).
75. El Obispo que va a conferir la ordenación por derecho
propio, para que pueda proceder a ella, debe tener constancia
de que se han recibido los documentos indicados en el canon
1050, y de que se ha probado de manera positiva la idoneidad
del candidato, mediante la investigación realizada según
297
derecho (¤ 1052 §1).
7.-La inscripción y el certificado de la ordenación realizada
76. Al Ordinario propio de quien fue ordenado con
dimisorias por un Obispo ajeno, el ordenado le mostrará el
certificado de la ordenación recibida, para que sea anotada (c.
1053 §2).
77. El Ordinario del lugar, tratándose de seculares, debe
comunicar la ordenación al párroco del lugar del bautismo,
para que éste realice la anotación correspondiente (c. 1054).
7.- SACRAMENTO DEL MATRIMONIO (cf AS 127c. 129.
150b. 156b. 202. 207, 125.150. 112)
1.-La atención pastoral que precede a la celebración del
matrimonio
78. El Ordinario del lugar cuida de que se organice
debidamente la preparación pastoral prematrimonial (c. 1064;
cf CEM Acuerdo 1590, relacionado con el canon 1067).
79. El Ordinario del lugar debe ser informado por los
fieles, antes de la celebración del matrimonio, si existe algún
impedimento de parte de los contrayentes en orden al
matrimonio (c. 1069). .
80. El Ordinario del lugar concede la licencia para asistir
a la celebración del Sacramento del matrimonio y también
negarla, en los casos señalados (c. 1071 §1, 1º-7º. §2).
2.-Los impedimentos dirimentes en general
81. El Ordinario del lugar, por causa grave, en un caso
particular, puede prohibir temporalmente la celebración del
matrimonio en su jurisdicción (c. 1077 §1-2).
82. El Ordinario del lugar puede dispensar de los
impedimentos eclesiásticos, exceptuados los reservados a la
Sede Apostólica (c. 1078 §1).
83. El Ordinario del lugar, en peligro de muerte, puede
dispensar a sus propios súbditos, tanto de la forma como de
298
los impedimentos de derecho eclesiástico, excepto el
impedimento surgido del Orden sagrado del presbiterado (c.
1079 §1.3; cf c. 1081).
84. El Obispo diocesano, según su prudente juicio, seguirá
el criterio de la edad mínima para contraer lícitamente
matrimonio, según el Episcopado Mexicano, 18 años
cumplidos en el varón y 16, también cumplidos en la mujer
(c. 1083 §2: CEM Acuerdo 1591).
85. El Ordinario del lugar puede dispensar de los
impedimentos que revistan ciertas condiciones, a excepción
de los expresamente indicados; asimismo está capacitado
para convalidar un matrimonio (c. 1080 §1-2).
3.-El consentimiento matrimonial
86. El Ordinario del lugar concede la licencia para
contraer matrimonio bajo condición lícita (c. 1102 §2-3).
87. ʘ El Ordinario del lugar concede el mandato especial
para contraer válidamente matrimonio por procurador (c.
1105 §1-4).
4.-La forma de celebrar el matrimonio
88. Son válidos sólo aquellos matrimonios que se contraen
ante el Ordinario del lugar, el párroco, o un sacerdote o
diácono delegados (c. 1108 §1).
89. El Ordinario del lugar y el párroco en virtud del oficio
asisten válidamente en su jurisdicción a los matrimonios, con
tal de que uno de ellos sea de rito latino (c. 1109).
90. El Ordinario (y el párroco) personales, en razón de su
oficio sólo asisten válidamente al matrimonio de aquellos de
los que uno al menos es súbdito suyo (c. 1110).
91. El Ordinario del lugar (y el párroco), mientras
desempeñan válidamente su oficio, pueden delegar, explicita
y nominalmente por escrito, la facultad de asistir a los
matrimonios dentro de los límites de su jurisdicción (c. 1111
299
§1-2).
92. El Obispo diocesano por escasez de sacerdotes o
diáconos, previo voto favorable de la Conferencia Episcopal y
obtenida licencia de la Santa Sede, puede delegar a fieles laicos
para que asistan a los matrimonios, siguiendo los requisitos
señalados por el c. 766 §2 (¤ c. 1112 §1; cf CEM Acuerdo
1592, referido al canon 1112 §1).
93. El Ordinario propio (o el párroco propio) dan la
licencia para que puedan celebrarse los matrimonios en otro
lugar; por regla general deberán celebrarse en la parroquia
propia de alguno de los contrayentes (c. 1115).
94. Consultar la Carta Apostólica en forma de «Motu
Proprio» Omnium in Mentem del Sumo Pontífice Benedicto
XVI con la cual se modifican algunas normas del Código de
Derecho Canónico: La constitución apostólica Sacrae
disciplinae leges, promulgada el 25 de enero de 1983, llamó
la atención de todos sobre el hecho de que la Iglesia, en
cuanto comunidad al mismo tiempo espiritual y visible, y
ordenada jerárquicamente, necesita normas jurídicas «para
que el ejercicio de las funciones que le han sido confiadas
divinamente, sobre todo la de la sagrada potestad y la de la
administración de los sacramentos, se lleve a cabo de forma
adecuada» (cf CIC c. 1008 y 1009 841; 11 y 1108). El
Código de derecho canónico establece, sin embargo, que los
fieles que se han separado de la Iglesia por "acto formal", no
están sujetos a las leyes eclesiásticas relativas a la forma
canónica del matrimonio (cf c. 1117), a la dispensa del
impedimento de disparidad de culto (cf c. 1086) y a la
licencia requerida para los matrimonios mixtos (cf c. 1124).
La razón y el fin de esta excepción a la norma general del
canon 11 tenían como finalidad evitar que los matrimonios
contraídos por aquellos fieles fuesen nulos por defecto de
forma, o bien por impedimento de disparidad de culto.
ANEXO 6
300
95. El Ordinario del lugar (o el párroco) es quien autoriza
que se pueda celebrar en otra iglesia u oratorio el matrimonio
entre católicos o entre una parte católica y otra parte
bautizada; asimismo puede permitir la celebración del
matrimonio en otro lugar conveniente (c. 1118 §1).
96. El Obispo diocesano establece el modo de consignar las
partidas de matrimonio (c. 1121 §1).
97. Al Ordinario del lugar (o al párroco) deben
comunicarle los testigos, solidariamente con los contrayentes,
si el matrimonio se celebró en forma extraordinaria (c. 1116).
98. En el caso del matrimonio contraído con dispensa de la
forma canónica, el Ordinario del lugar que concedió la
dispensa debe cuidar de que se anote la dispensa y la
celebración (c. 1121 §2-3).
5.-Los matrimonios mixtos (cf AS 150. 112)
99. El Ordinario del lugar puede conceder la licencia
para la celebración de matrimonios mixtos entre bautizados;
bajo las condiciones prescritas (c. 1125, 1º-3º; cf CEM
Acuerdo 1593, referido al canon 1126).
100. El Ordinario del lugar de la parte católica puede
dispensar de observar la forma canónica, habiendo
consultando al Ordinario del lugar en que se celebra el
matrimonio mixto. Asimismo para los matrimonios de
disparidad de culto (c. 1127 §2; cf CEM Acuerdo 1594,
referido al canon 1127 §2).
101. Los Ordinarios del lugar deben cuidar de que no falte
al cónyuge católico, y a los hijos nacidos de matrimonio
mixto, la asistencia espiritual (c. 1128).
301
6.-La celebración del matrimonio en secreto
102. ʘ El Ordinario del lugar permite la celebración del
matrimonio en secreto, realizando las debidas investigaciones
previas y guardando todos el debido secreto (cc. 1130-1132).
7.-La separación de los cónyuges: la disolución del vínculo
103. El Ordinario del lugar interpela a la parte no bautizada
cuando el nuevo bautizado desea casarse con otra persona;
asimismo, la interpelación se hará por la autoridad de la parte
convertida (cc. 1144 §1-2; cf 1145).
104. El Ordinario del lugar puede conceder que la parte
bautizada, usando el privilegio paulino, contraiga matrimonio
con la parte no católica, bautizada o no (c. 1147).
105. El Ordinario de lugar cuida de que se provea a las
necesidades de la mujer o mujeres dejadas por el nuevo
bautizado (c. 1148 § 3).
8.-La separación permaneciendo el vínculo
106. El Ordinario del lugar puede autorizar la separación
de los cónyuges, si uno de ellos pone en grave peligro
espiritual o corporal al otro o a la prole (c. 1153 §1).
9.-La convalidación del matrimonio: sanación en la raíz
107. El Obispo diocesano puede conceder la “sanación en la
raíz” en cada caso, cumplidas las condiciones del c. 1125 (¤ c.
1165 §2).
B. OTROS ACTOS DEL CULTO DIVINO
1.- LOS SACRAMENTALES (cf AS 92. 149f. 150b.i. 191g)
108. El Ordinario, según lo establecido en los libros
litúrgicos, juzga si algunos sacramentales pueden ser
administrados también por laicos (c. 1168). VG.
109. ʘ El Ordinario del lugar autoriza con licencia
peculiar y expresa realizar un exorcismo; la concederá a un
presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida
302
(c. 1172 §1-2).
2.- LAS EXEQUIAS ECLESIÁSTICAS (cf AS 81 de algún
miembro del presbiterio; 112)
110. El Ordinario del lugar puede permitir que se celebren
exequias eclesiásticas por aquellos niños muertos antes de
recibir el bautismo, sean sus padres católicos o no (c. 1183
§2-3).
111. El Ordinario del lugar es consultado cuando surge
alguna duda sobre las personas a quienes se les ha de negar
las exequias eclesiásticas (c. 1184 §2).
3.- LOS EJERCICIOS DE PIEDAD Y EL CULTO DE LOS
SANTOS
112. El Obispo diocesano recomienda y favorece el culto
divino para incrementar la piedad del Pueblo de Dios, como
tesoro de la espiritualidad, a fin de que los fieles sean
conducidos, por medio de ésta, al encuentro personal con
Cristo, a la comunión con la Virgen María y los Santos. Lo
mismo el Jubileo Eucarístico, el Congreso Eucarístico
diocesano, el Rosario, novenas, Vía Crucis, Ángelus y otras
expresiones de la piedad. Santuarios (cf PG 40; AS 151-153).
4.- LAS REPRESENTACIONES E IMÁGENES SAGRADAS
113. El Obispo diocesano invita a observar orden en lo
relacionado con las imágenes sagradas que constituyen una
ayuda para la piedad y la catequesis (cf cc. 1188. 1220 §1;
AS 157).
114. El Ordinario autoriza la restauración de las imágenes
religiosas; concediéndola por escrito, después de haber
consultado a personas expertas (c. 1189). VG. VZ.
5.- EL VOTO
115. El Ordinario del lugar puede dispensar de los votos
privados, respecto a sus súbditos o los transeúntes (también el
303
párroco) (c. 1196, 1º y 3º).
C.-LAS IGLESIAS Y LOS OTROS LUGARES SAGRADOS
(cf AS 154. 150)
1.- El destino sagrado
116. Corresponde al Obispo diocesano la dedicación de los
lugares sagrados. En casos excepcionales puede delegar a un
sacerdote (¤ c. 1206; cf AS 154b).
117. El Ordinario bendice los lugares sagrados; sin
embargo la bendición de las iglesias se reserva al Obispo
diocesano. Ambos pueden delegar a un presbítero (c. 1207a).
VG. VP.
118. Al Obispo diocesano se le reserva la bendición
(dedicación) de una Iglesia, aunque puede delegar a un
presbítero (¤ c. 1207; cf AS 154a).
119. El Obispo diocesano al realizar la visita pastoral,
puede observar la conservación de los lugares sagrados por sí
mismo, por el Decano o algún otro sacerdote (cf cc. 397 §1.
555 §4; AS 220-221).
120. El Ordinario puede permitir otros usos de los lugares
sagrados, siempre que no sean contrarios a la santidad del
lugar (c. 1210). VG. VZ.
121. El Ordinario del lugar juzga sobre la violación de un
lugar sagrado y no se puede ejercer el culto hasta que se
repare la injuria (c. 1211). VG. VZ.
122. El Ordinario decreta sobre el uso profano permanente
de lugares sagrados, perdiendo éstos su dedicación o
bendición (c. 1212). VG.
2.-La Iglesia Catedral (cf AS 155. 144. 185. 246)
123. El Obispo diocesano, desde su Catedral, cumple de
manera excelsa la función de enseñar y santificar. La
Catedral es la madre de las Iglesias diocesanas y signo de la
unidad de su Iglesia particular (cf PG 34; AS 155).
304
3.-Las demás Iglesias
124. El Obispo diocesano vigila que se cumplan las normas y
orientaciones para la edificación y restauración de las Iglesias;
la disposición del tabernáculo, altar, presbiterio, sede, ambón,
lugar de la celebración del Bautismo y de la Penitencia.
Consulta a expertos para que se observen los principios de la
liturgia y arte sagrado; asimismo, las exigencias técnicoarquitectónicas y de las leyes civiles (cf cc. 1235-1236. 285.
964. 1220 §2. 1188. 1220; AS 156; cf CEM Acuerdo 1596,
acerca de la materia del altar, según el canon 1236 §1).
125. El Obispo diocesano autoriza, por escrito, la
construcción de una iglesia, previa consulta al Consejo
presbiteral y los rectores de las Iglesias vecinas (Tiene en
consideración la normatividad legal al respecto, para las
Asociaciones Religiosas). Los Institutos Religiosos deben
obtener licencia del Obispo antes de edificar una Iglesia (¤ c.
1215 §1-3). Urge, también, a los párrocos han de buscar la
manera de adquirir lugares dedicados al culto divino y a la
formación de las comunidades cristianas.
126. El Obispo diocesano devuelve a uso profano una Iglesia
que no tiene reparación (¤ c. 1222 §1-2).
2.-Los oratorios y capillas privadas (cf AS 206b. 213b. 216)
127. El Ordinario es quien autoriza los oratorios, como
lugares destinados al culto divino en beneficio de una
comunidad o grupo de fieles (c. 1223). VG. VZ.
128. El Ordinario concede la licencia para establecer un
oratorio, que no puede destinarse a usos profanos (c. 1224
§1-2). VG. VZ.
129. El Ordinario del lugar puede impedir ciertas
celebraciones sagradas en los oratorios, según las normas
litúrgicas (c. 1225). VG. VZ.
130. ʘ El Ordinario del lugar interviene concediendo la
licencia en lo relativo a las capillas privadas, como lugar
305
destinado al culto divino en beneficio de una o varias
personas físicas (cc. 1226. 1228).
3.-Los santuarios (cf AS 152 a.d. 150e)
131. El Obispo diocesano se preocupe de que los santuarios
presten un servicio eficaz para la vida espiritual de la
Diócesis. Por esto, vigile sobre la dignidad de las
celebraciones litúrgicas y la predicación de la Palabra de Dios
y cuide de remover del entorno lo que pueda constituir un
obstáculo a la piedad de los fieles o sugerir un prevalente
interés de lucro (cf AS 152d).
132. ʘ El Ordinario del lugar es quien aprueba los
santuarios diocesanos y sus estatutos (cc. 1230. 1232).
1. 4.-Los cementerios
133. El Ordinario del lugar estima si procede que sean
bendecidos los cementerios o panteones de parroquias, de
institutos religiosos o de otras personas jurídicas o familias
(c. 1241 §1-2). Asimismo, los sacerdotes encargados en los
templos, capillas o anexos donde se pretenda construir
criptas, deben solicitar al Ordinario de lugar la autorización
por escrito para su construcción. Además, pedirán asesoría
al ecónomo diocesano, respecto al costo, mantenimiento y
normatividad, eclesiástica o civil y no procederán a la
construcción hasta contar con todos los permisos respectivos
(Normatividad Diocesana). VG.
D.- TIEMPOS SAGRADOS Y DIAS DE FIESTAS
134. El Obispo diocesano exhorta a la celebración de la
Liturgia de las Horas, acompañada de una oportuna catequesis
(cf Sacrosanctum Concilium 99-100; AS 149g; CEM Acuerdo
1570, acerca de la recitación diaria de Laudes y Vísperas para
los Diáconos Permanentes).
135. El Obispo diocesano puede señalar de manera
excepcional días festivos o de penitencia especiales para su
306
Diócesis o lugares de ella; asimismo a petición del párroco (¤
c. 1244 §2; cf 1245; CEM Acuerdo 1596, relacionado con la
Celebración de fiestas litúrgicas de precepto, según el canon
1246 §2).
136. El Obispo diocesano establece cómo puede cumplirse
con el precepto dominical cuando no hay ministros sagrados (c.
1248 §2; cf AS 145e.g). Lo relacionado con el ayuno y
abstinencia, ver CEM Acuerdos 1598-1600, según los cánones
1251-1253.
III. EL OBISPO DIOCESANO, COMO SERVIDOR DEL
EVANGELIO
EN EL BUEN GOBIERNO PASTORAL, EN LA FUNCIÓN
DE REGIR DE LA IGLESIA: «MUNUS REGENDI».
“Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes
hagan como yo he hecho con ustedes” (Jn 13, 15).
Principios:
1º. El Obispo es enviado, en nombre de Cristo Pastor, como pastor a
gobernar la Iglesia de Dios para hacerla crecer en la comunión del
Espíritu por medio del Evangelio y la Eucaristía. De aquí deriva para
el Obispo la representación y el gobierno de la Iglesia que se le ha
confiado, con la potestad necesaria para ejercitar el ministerio
pastoral (munus pastorale) sacramentalmente recibido, como
participación en la misma consagración y misión de Cristo (cf PG
43). En virtud del oficio recibido tiene una potestad jurídica objetiva,
caminado juntamente con su pueblo, delante de él, indicando con su
palabra y el testimonio de su vida el camino a recorrer (cf cc. 381 §1.
131 §1; AS 158-159).
2º.El Obispo ejercita la potestad episcopal principalmente como un
ministerio (diaconía), evitando actitudes autoritarias, disponible a
escuchar, buscando colaboración y consejo, a través de los canales y
órganos establecidos por la disciplina canónica. También reconoce y
307
acepta las diversas vocaciones, ministerios y carismas (cf PG 43).
Defiende la unidad de la Iglesia universal; promueve la disciplina y
vigila que no se introduzcan abusos (cf cc. 208. 204 §1. 392 §1; AS
66).
3º. Sobre el Obispo recae la responsabilidad de gobernar
personalmente la Diócesis; evitará cumplir el rol de simple
moderador ante los Consejos y otras instancias pastorales,
decidiendo en primera persona de acuerdo a la conciencia y a la
verdad (cf c. 127 §1-3; AS 66).
4º.Gobierna su Iglesia particular con potestad legislativa, ejecutiva
y judicial. Ejerce personalmente la potestad legislativa; la
ejecutiva por sí mismo o por sus Vicarios Generales o Episcopales;
la judicial, tanto personalmente como por medio del Vicario Judicial
y de los jueces, conforme a la norma del derecho (cc. 391 §1-2; 135144).
5º. Ejerce su función de régimen, mandando, estableciendo,
prohibiendo, estimulando, dirigiendo, concediendo gracias o
licencias, dispensando de la ley, a través de la manifestación de su
voluntad por los diversos cauces jurídicos de los actos de régimen,
por escrito, como las normas legislativas (leyes: c. 7ss., decretos
generales legislativos: c. 29) y de los actos administrativos generales
(decretos generales ejecutorios: c. 31 ss., instrucciones: c. 34) y
singulares (decretos: c. 48, preceptos: c. 49, rescriptos: c. 59,
privilegios: c. 76 ss., dispensas: c. 85 ss.); las cartas y exhortaciones
pastorales, los directorios, las actas, los estatutos y reglamento (cc.
29-93.124-128; 156.186; 190 §3, 193 §4). Todo ello a través de su
Curia; sellando y firmando los documentos, autentificándolos, a
través de su Secretario Canciller, el Vicecanciller o los Notarios,
según el Derecho (cf cc. 474. 482-484; AS 179. 252. 179).
308
LA FUNCIÓN DE REGIR DE LA IGLESIA (cc. 129 al 144;
cf AS 158-209)
III. 1. POTESTAD LEGISLATIVA
Principios:
1º. Al Obispo diocesano le corresponde gobernar a la Iglesia
particular a él encomendada, con potestad legislativa, la cual ejerce
personalmente. Debe seguir ciertos criterios en el ejercicio de su
función legislativa. Principios basilares: carácter personal,
autonomía, sujeción al derecho superior, cuidado en la redacción de
las leyes (cc. 391 §1-2. 135 §2; cf c. 485; AS 27. 67 a-d).
2º. Los Sínodos diocesanos tienen competencia legislativa, en ellos
el Obispo diocesano es el único legislador El Sínodo es un
instrumento por excelencia para prestar ayuda al Obispo en la
determinación del ordenamiento canónico de la Iglesia diocesana
(cc. 466; cf cc. 1339. 1340; AS 67a).
Facultades:
137. Los Obispos diocesanos deben cuidar de que cuando se
establezcan leyes penales, sean uniformes en la misma región
(c. 1316).
138. El Obispo diocesano puede establecer leyes penales y
proteger con una pena conveniente una ley divina o
eclesiástica, respetando los límites de su competencia (cf c.
1315 §1).
III. 2. POTESTAD EJECUTIVA
Principios:
1º. El Obispo diocesano coordina todos los asuntos que refieran a la
administración de toda la Diócesis, ejerciendo la potestad
ejecutiva o administrativa, siguiendo ciertos criterios: realizar actos
administrativos hacia los sujetos pasivos territoriales (súbditos y
peregrinos); interpretar la potestad ejecutiva, ordinaria y delegada;
309
delegar facultades incluye el ejercicio de la misma función; recurrir
a uno de los varios sujetos competentes no suspende la potestad de
los otros; someter un caso a la autoridad superior, inhabilita a la
inferior, a no ser que exista causa grave y urgente, debe advertir
inmediatamente al superior; atender a los presupuestos de un acto
extraordinario de gobierno (información y escrito); proveer o
renovar el nombramiento ad tempus, cuando este hubiese
caducado, o comunicar la cesación del mismo; proveer la rápida
solución a los asuntos; dispensar de las leyes eclesiásticas conlleva
favorecer el bien de los fieles y de la comunidad (cf cc. 135 §1.
136-137. 391 §1-2; AS 69 a-j).
2º. La gracia denegada por el Vicario General o Episcopal, si se
obtiene después del Obispo diocesano, sin hacer mención de
aquella negativa es inválida. La gracia denegada por el Obispo
diocesano no puede conseguirse válidamente del Vicario General o
del Episcopal sin el consentimiento del Obispo (c. 65 §3).
3º. El Ordinario pondera la posibilidad de suprimir las
costumbres universales o particulares vigentes y contrarias al
Código (c. 5 §1).
4º. El Ordinario dispensa de las leyes, aunque sean invalidantes
o inhabilitantes, en la duda de derecho o de hecho, con tal de que
suela concederla la autoridad a quien se reserva (c. 14).
5º. El Obispo diocesano, en el ejercicio de la función ejecutiva,
tendrá presente los siguientes criterios:
a) Hacia los propios fieles: puede realizar actos
administrativos también si se encuentra fuera del propio
territorio, o si lo están los fieles mismos, si no consta otra cosa
por la naturaleza de la cosa o por las disposiciones del derecho
(cf c. 136).
b) Hacia los forasteros: puede realizar actos administrativos,
si se encuentran en el territorio de su competencia, en el caso
de que se trate de concesión de favores o del acatamiento de
leyes, universales o particulares, que se refieran al orden
310
público, determinen la formalidad de los actos, o atañan a
inmuebles situados en el territorio (cf cc. 136. 13 §2, 2º).
c) La potestad ejecutiva, no sólo cuando es ordinaria, sino
también cuando es delegada para un conjunto de casos, debe
ser interpretada en sentido amplio. Cuando es delegada para
casos particulares, debe ser interpretada en sentido estricto (cf
c. 138).
d) Al delegado se entienden concedidas aquellas facultades sin
las cuales la misma función no puede ser ejercida (cf c. 138).
e) Cuando varios sujetos son competentes para cumplir un
acto, el hecho que se dirija a uno de ellos no suspende la
potestad de los otros, sea ésta ordinaria o delegada (cf c. 139
§1).
f) Cuando un fiel somete un caso a una autoridad superior, el
inferior no se debe entrometer en el asunto, excepto por causa
grave y urgente. En tal caso debe advertir inmediatamente al
superior, para evitar que se verifiquen contradicciones en las
decisiones (cf c. 139 §2).
g) Cuando se trata de adoptar medidas extraordinarias de
gobierno, en casos particulares, el Obispo, antes de cualquiera
otra cosa, busque las informaciones y las pruebas necesarias y,
sobre todo, en lo posible, se apresure a escuchar a los
interesados en la cuestión (cf c. 50). A menos que no haya una
causa muy grave, la decisión del Obispo deberá ser redactada
por escrito y entregada al interesado. En el acto, sin lesionar
la buena fama de las personas, deberán explicitarse con
precisión los motivos, tanto para justificar la decisión, como
para evitar cualquier apariencia de arbitrariedad y,
eventualmente, para permitir al interesado recurrir contra la
decisión (cf cc. 51. 220; 1734. 1737).
h) En los casos de los nombramientos ad tempus, caducado el
tiempo establecido, tanto para la seguridad de las personas
como para la certeza jurídica, el Obispo debe proveer con la
máxima rapidez o renovando formalmente el nombramiento
311
del titular del mismo oficio, o prorrogándole por un periodo
más breve del previsto, o comunicando la cesación del oficio y
nombrando al titular para un nuevo encargo.
i) La rápida solución de los asuntos es norma de ordinaria
administración y también de justicia hacia los fieles de parte
de la autoridad competente (cf c. 221 §1) Cuando la ley
prescribe que el Obispo tome medidas en una determinada
cuestión o si el interesado presenta legítimamente una
instancia o un recurso, el decreto debe ser emitido dentro de
tres meses (cf c. 57).
j) En el uso de sus amplias facultades para dispensar de las
leyes eclesiásticas, el Obispo favorezca siempre el bien de los
fieles y de la entera comunidad eclesial, sin sombra alguna de
arbitrariedad o favoritismo (cf cc.87-88.90; AS 69).
6º. En las facultades que el Obispo diocesano conceda a los
Vicarios Generales y Episcopales, con “mandato especial”, y
que estos expresen en un “acto administrativo”, deberán ser
consignadas por escrito, conservando en el archivo de la
Vicaria la copia del documento y enviando la original a la
Curia diocesana, debidamente sellada y firmada. Asimismo,
las que otorguen en su calidad de Ordinarios y Ordinarios de
lugar.
Facultades:
0. LAS NORMAS GENERALES (Cánones 1 al 203)
A.- LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS SINGULARES (cf
AS 69a)
1.-Los rescriptos
139. El Ordinario juzga si existe o no duda acerca de la
identidad del sujeto y objeto en los errores de un rescripto (c.
66).
140. Al Ordinario del solicitante que consiguió un rescripto
de la Sede Apostólica en el que no designa al ejecutor, se le
debe presentar el documento, si así le prescribe éste (c. 68).
312
141. El Obispo diocesano puede prorrogar, por causa justa,
durante 3 meses, los rescriptos pontificios que hayan expirado
(¤ c. 72).
2.-Los privilegios
142. El Ordinario puede amonestar o privar del privilegio a
quien abuse de él; e informar a la Santa Sede si el privilegio
es pontificio (c. 84). VG.
3.-Las dispensas
143. El Obispo diocesano dispensa de las leyes disciplinares,
pero no de las procesales o penales, ni de las reservadas a la
Santa Sede (¤ c. 87 §1).
144. El Ordinario puede dispensar de las leyes, si es difícil
recurrir a la Santa Sede y existe además peligro de grave
daño en la demora (c. 87 §2). VG.
145. El Ordinario del lugar puede dispensar de las leyes
diocesanas y de las promulgadas por el Concilio regional o
provincial, o por la Conferencia Episcopal (c. 88). VG.
B.- LA CONDICIÓN CANÓNICA DE DE LAS PERSONAS
FÍSICAS
146. El Obispo diocesano puede estimar que en casos
determinados se ha de proveer de otro tutor para menores,
mediante nombramiento (¤ c. 98 §2).
C. PROVISIÓN Y PÉRDIDA DE UN OFICIO
ECLESIÁSTICO (cf AS 78. 59. 61. 81e. 115. 177. 181. 187.
217-218).
147. Al Obispo diocesano le compete proveer los oficios
eclesiásticos por libre colación, así como innovarlos o
suprimirlos a tenor del Derecho (¤ c. 157. 148; cf 184).
148. Al Obispo diocesano le es presentado un clérigo con el
consentimiento del Ordinario propio, quien da el
313
consentimiento para que el candidato pueda ser instituido en un
oficio -derecho de presentación- (c. 162; cf AS 101).
1. AL SERVICIO DEL PUEBLO DE DIOS (cc. 204 al 746).
A.-LOS FIELES CRISTIANOS LAICOS (cc. 204 al 329; cf
AS 63. 108-177).
1. LA MISIÓN DE LOS FIELES LAICOS EN LA IGLESIA
Y EN EL MUNDO
149. El Obispo diocesano promueva la colaboración entre
los fieles laicos, reconociendo que su vocación universal a la
santidad, proclamada por el Concilio Vaticano II, está
estrechamente unida a la vocación universal a la misión
apostólica. a fin de que inscriban la ley divina en la
construcción de la ciudad terrena, de modo tal que las
actividades seculares sean ámbito de ejercicio de su misión
cristiana y medio de santificación Esta misión laical no es
sólo una cuestión de eficacia apostólica, sino un deber y un
derecho fundado en la dignidad bautismal (cf cc. 225-227;
LG 40. AA 16ss; AS 109).
1.- Los fieles laicos en la Iglesia y en la Diócesis.
150. El Obispo diocesano debe preocuparse de los laicos,
tanto personalmente como por medio de los sacerdotes, a fin
de despertar en ellos el sentido de su vocación cristiana y de
su plena pertenencia a la Iglesia, evitando que puedan
sentirse cristianos de segunda categoría. El Obispo, también,
acepte de buen grado el parecer de los laicos sobre las
cuestiones diocesanas. Respete, además, la libertad de
opinión y de acción que les es propia en la esfera secular,
pero siempre en fidelidad a la doctrina de la Iglesia (cf cc.
204 §1 y 208. 227; LG 30.33; AA 2-3; AS 108).
2.- La misión de los fieles laicos en la evangelización de la
cultura.
314
151. Entre los sectores laicales que tienen mayormente
necesidad de la sensibilidad del Obispo diocesano, emergen:
a) La promoción del justo orden social. b) La participación
en la política. c) La evangelización de los centros de difusión
cultural, como escuelas y universidades, los ambientes de
investigación científica y técnica, los lugares de creación
artística y de reflexión humanística, y los instrumentos de
comunicación social, que hay que dirigir rectamente, de
modo que contribuyan al mejoramiento de la misma cultura.
d) Defender la libertad de la Iglesia en el cumplimiento de su
propio fin. e) La necesaria colaboración con la Jerarquía
eclesiástica en el ejercicio de las funciones litúrgicas; su
participación en las estructuras diocesanas y en las
actividades pastorales; su incorporación a las asociaciones
erigidas por la autoridad eclesiástica; y, singularmente, en la
actividad catequética diocesana y parroquial. Esta
colaboración tendrá, en general, la impronta de la gratuidad;
sin embargo, para algunas situaciones específicas, el Obispo
hará que se asigne una justa retribución económica a los
laicos que colaboran con su trabajo profesional en actividades
eclesiales (cf cc. 225 §1-2. 227-229 §3; 317 §3; 483. 493;
1382; 1421 §2; 1424. 1428 §2; 1435; 304; LG 31. 33. AA
16. 10; AS 110-111).
2.-ASOCIACIONES LAICALES. NORMAS COMUNES
152. El Obispo diocesano, ante “la nueva época asociativa
de los fieles laicos”, reconozca el derecho de asociación de
los fieles, fundado en la naturaleza humana y en la condición
bautismal. Anime paternalmente y acoja con cordialidad los
movimientos eclesiales y las nuevas comunidades, para dar
vigor a la vida cristiana y a la evangelización, ofreciéndoles
el servicio de su paterno acompañamiento; e invíteles a
insertarse en la vida de las Iglesias locales y en sus
estructuras diocesanas y parroquiales. Vigile, además, que
sean aprobados sus estatutos y, al contacto con los dirigentes
315
laicales, encontrará la ocasión de conocer y comprender su
espíritu y objetivos. Promoverá, también, las relaciones de
cordial colaboración entre los diversos movimientos
asociativos laicales de su Iglesia particular. Expresará su
juicio sobre la autenticidad de los carismas laicales y sobre
su ejercicio armónico en la comunidad eclesial. Le
corresponde, como pastor de la Iglesia, “no extinguir el
Espíritu, sino examinar todo y quedarse con lo bueno” (1 Ts
5, 12.19-21). Además, tenga presente el reconocimiento o la
erección de asociaciones internacionales, por parte de la
Santa Sede, para la Iglesia universal (cf cc. 215. 299 §3. 305
y 314; 394 §1; AA 18-19; AS 114).
153. El Obispo diocesano erige, alaba o recomienda, las
asociaciones de fieles que buscan fomentar una vida más
perfecta, promover el culto público, la fe cristiana o realizar
otras actividades de apostolado (¤c. 298).
154. El Obispo diocesano revisa los Estatutos de una
asociación privada de fieles si pretende ser reconocida como
tal, y como “católica”, también puede suprimirla, aún la regida
por religiosos, según las condiciones señaladas por el derecho
(¤ cc. 299 §3; cf 300. 301. 320 §1. 326 §1).
155. El Ordinario del lugar debe vigilar a las asociaciones
de fieles cristianos laicos presentes en su jurisdicción. Le
compete también visitar a las que dependen de algún instituto
de vida consagrada (cc. 305 §1-2; 311). VG. VZ.
156. El Obispo diocesano, cuida pastoralmente los planes y
procesos de formación pastoral y apostólica; de los laicos y
anima su participación en la realización y aplicación del Plan
Diocesano de Pastoral. También les puede encomendar una
misión específica de acuerdo a su carisma y apostolado (cf cc.
305. 311. 323; AS 164. 177. 184. 138b). ɣ: VG. VP. VZ. VC .
3.-ASOCIACIONES PÚBLICAS DE FIELES
157. El Obispo diocesano erige asociaciones públicas
316
diocesanas dentro de su mismo territorio y les confiere
personalidad jurídica. Se requiere el consentimiento escrito del
mismo Obispo diocesano para la erección válida, aún en el
caso de privilegio apostólico (¤ cc. 312 §1, 3º. §2. 313).
158. El Obispo diocesano aprueba, revisa o cambia los
Estatutos de una asociación pública (¤ c. 314-15).
159. El Obispo diocesano señala un tribunal competente para
dirimir los asuntos contenciosos de las asociaciones (¤c. 316).
160. El Obispo diocesano confirma al dirigente diocesano
(presidente, equipo eclesial) de una asociación pública o
nombra a quien haya sido presentado por derecho o por
estatutos (¤ c. 317 §1).
161. El Obispo diocesano puede designar a un comisario
(presidente), para que dirija temporalmente una asociación
erigida canónicamente y puede también removerlo. También
nombra y remueve al Capellán de una asociación pública (¤ c.
318 §1-2).
4.-ASOCIACIONES PRIVADAS DE FIELES Y LA
ASISTENCIA MINISTERIAL
162. El Obispo diocesano debe proveer que no falte nunca
una prudente, asidua y adecuada asistencia ministerial a las
obras laicales. Para esta tarea, elija clérigos verdaderamente
idóneos y capacitados, después de haber escuchado a los
mismos laicos interesados. Asimismo, promueva encuentros
entre los asistentes eclesiales, para estrechar los vínculos de
comunión y colaboración entre éstos y con él, como pastor de
la Diócesis (cf AA 19.20. 24-25; AS 115).
163. El Obispo diocesano concede personalidad jurídica a
una asociación privada (c. 322).
164. El Obispo diocesano confirma la elección del sacerdote
Director, Coordinador o Asesor espiritual de una Asociación
diocesana (¤ cf cc. 324 §2).
165. ʘ El Ordinario del lugar confirma al sacerdote elegido
317
por una asociación privada de fieles que lo desea como
consejero espiritual (c. 324 §2).
166. El Ordinario del lugar vigila la administración y gasto de
los bienes que las asociaciones privadas de fieles hayan recibido
en donación o legado para causas pías (c. 325 §1-2).
167. El Obispo diocesano supervisa la administración y el
destino de las ofrendas o limosnas recibidas (¤ cf cc. 319. 325).
En diálogo y corresponsabilidad con el Obispo: ɣ VG. VZ.
VP.
5.- LOS MINISTERIOS DE LECTOR Y DE ACÓLITO.
168. El Obispo diocesano promueva los ministerios de
lector y de acólito, a los que pueden ser admitidos los laicos
varones mediante el respectivo rito litúrgico, teniendo en
cuenta las disposiciones de las diversas Conferencias
Episcopales. No deje el Obispo de ofrecer a los lectores y a
los acólitos una apropiada formación espiritual, teológica y
litúrgica, a fin de que puedan participar en la vida
sacramental de la Iglesia con una conciencia cada vez más
profunda (cf Pablo VI, Motu proprio “Ministeria quaedam”,
III, VII, XII; c. 330; AS 113).
6.- LAS ACTIVIDADES DE SUPLENCIA.
169. El Obispo diocesano podrá solicitar a los laicos,
particularmente preparados, que ejerzan de manera supletoria
algunas tareas propias de los ministros sagrados, en
situaciones de carencia de de los mismos. Estas son: el
ejercicio del ministerio de la predicación (nunca, sin
embargo, predicar la homilía; norma no dispensable por el
Obispo diocesano: ver CEM Acuerdo 1578, los Artículos IIV, en relación con el canon 766); la presidencia de las
celebraciones dominicales en ausencia del sacerdote; el
ministerio extraordinario de la administración de la
comunión; la asistencia a los matrimonios; la administración
del Bautismo; la presidencia de las celebraciones de las
318
exequias y otras. Vigile que dichos encargos no creen
confusión entre los fieles en relación con la naturaleza y el
carácter
insustituible
del
sacerdocio
ministerial,
esencialmente distinto del sacerdocio común de los fieles.
Para el ejercicio de tales funciones, se requiere un mandato
extraordinario, conferido temporalmente, según la norma del
derecho. Antes de concederlo, el Obispo deberá asegurarse,
personalmente o mediante un delegado, de que los candidatos
tengan las condiciones idóneas y la adecuada formación (cf
Instrucción “Ecclesiae de Mysterio”; cc. 766 y 777; 1112.
861. 230 §3. 517 §2. 943; AS 112; CEM Acuerdo 1569,
sobre el c. 230 §1).
7.- LA FORMACIÓN DE LOS FIELES LAICOS.
170. El Obispo diocesano sabrá proveer generosamente al
gran desafío de la formación de los fieles laicos, que debe ser
una de las prioridades de los proyectos y programas
diocesanos de acción pastoral. En primer lugar les ha de
procurar la formación espiritual; lo mismo que de una
suficiente formación doctrinal, que les brinde una visión, lo
más amplia y profunda posible, del misterio de Dios y del
hombre; y de una formación en los valores y en las virtudes
humanas, sin las cuales no puede darse una auténtica vida
cristiana (cf cc. 217-218. 239; AA 4. 28-32; AS 116).
.
8.- EL OBISPO Y LAS AUTORIDADES PÚBLICAS
171. El Obispo diocesano mantenga relaciones directas o
indirectas con las autoridades civiles, políticas, socioeconómicas, militares, etc., como exigencias de su ministerio
pastoral y del bien común de la sociedad. Ha de cumplir esta
tarea de modo siempre respetuoso y cortés, pero sin jamás
comprometer la propia misión espiritual. Mientras nutre
personalmente y transmite a los fieles un gran aprecio por la
función pública y ora por los representantes de la autoridad
pública (cf 1 P 2, 13-17), no consienta restricciones a la
319
propia libertad apostólica de anunciar abiertamente el
Evangelio y los principios morales y religiosos, aun en
materia social. Los presbíteros, los consagrados y los
miembros de las Sociedades de vida apostólica deben recibir
del Obispo ejemplo de conducta apostólica, para poder
también ellos mantener la misma libertad en el propio
ministerio o tarea apostólica (cf AS 117).
B.- DE LOS MINISTROS SAGRADOS O CLÉRIGOS (cc.
232 al 293; cf AS 75-87).
1.- PASTORAL VOCACIONAL (cf AS 91. 144d-87).
172. El Obispo diocesano cuida de las vocaciones
sacerdotales tanto en los jóvenes como en los adultos (c. 233 §
1-2; cf AS Vocaciones adultos: 87, Vocaciones especiales:
111). ɣ: VG. VP. VZ. VC.
2.- EL SEMINARIO Y LA FORMACIÓN DE LOS CLÉRIGOS
(cf AS 91. 75. 84-85. 86b).
173. El Obispo diocesano juzga si debe erigirse o no el
Seminario Menor o una institución semejante (c. 234 §1; cf AS
86).
174. El Obispo diocesano puede dispensar del Seminario
Menor pero no del Mayor; así como de residir en el Seminario,
en casos particulares. Encomienda a algún sacerdote idóneo
aquellos seminaristas que legítimamente residen fuera del
Seminario. Cuida de una adecuada, oportuna y fructuosa
interrelación ente el Seminario Mayor y Menor (¤ c. 235 §1-2;
cf AS 85-86c).
175. El Obispo diocesano erige un Seminario interdiocesano,
unido a otros Obispos, habiendo obtenido la aprobación de la
Santa Sede, tanto de su erección como de sus estatutos (c. 237
§2).
176. El Obispo diocesano nombra al Rector y a los directores
espirituales del Seminario (¤c. 239).
320
177. El Obispo diocesano admite a los alumnos en el
Seminario Mayor, solamente a los que sean considerados
capaces (¤ c. 241 §1).
178. El Obispo diocesano aprueba el Reglamento para el
Seminario (¤c. 243).
179. El Obispo diocesano nombra y remueve a los profesores
en el Seminario (¤c. 253 §1).
180. El Obispo diocesano procura la preparación de aquellos
que hayan de ir a prestar servicios a Iglesias de otra región (c.
257 §2).
181. ʘ El Ordinario determina las prácticas pastorales de los
alumnos seminaristas (c. 258).
182. El Obispo diocesano mira por el superior régimen y la
administración del Seminario (diocesano/ interdiocesano); lo
visita frecuentemente, y supervisa la formación y sabe que es
su deber dirigir su amor y su atención particular hacia los
candidatos al ministerio sagrado (¤ cc. 259 §1-2; 263-264 §1; cf
1266; AS 75b).
183. El Obispo diocesano puede establecer un tributo a favor
del Seminario (¤ c. 264).
3.- EL DIACONADO PERMANENTE (cf AS 92-97. 23b. 192
a. 194c).
184. El Obispo diocesano debe empeñarse a fin de que
todos los fieles, y en particular los presbíteros, aprecien y
estimen el ministerio de los diáconos, por el servicio que
ejercitan (litúrgico, catequético, socio-caritativo, pastoral,
administrativo, etc.) para la edificación de la Iglesia, y porque
suplen la eventual escasez de sacerdotes. El Concilio
Vaticano II ha definido el diaconado un “ministerio de la
liturgia, de la palabra y de la caridad” (LG 29). Además,
debe atender a las funciones y encargos confiados al diácono
permanente, a las relaciones entre ellos, con los presbíteros y
los otros miembros del Pueblo de Dios; a su formación
321
integral y a los diáconos casados (cf cc. 517 §1-2. 519. 278.
281. 288. 285 §3-4. 1031 §2. 236; AS 92-97).
185. Puede dispensar de residir en un centro de formación, a
quien se prepara para el diaconado permanente (¤ c. 236, 1°).
4.- EL PRESBITERIO DIOCESANO (cf AS 75-83. 63d-e. 88c.
99c).
1.- El Obispo, padre, hermano y amigo de los sacerdotes
186. La relación entre el Obispo diocesano y su presbiterio
debe estar inspirada y alimentada por la caridad y por una
visión de fe. En el ejercicio de su ministerio, debe
relacionarse con sus sacerdotes no tanto como un gobernante
con sus súbditos, sino más bien como un padre, hermano y
amigo, en la comunión más allá de los vínculos jurídicos (cf
Jn 13, 35); también debe favorecer el espíritu de iniciativa de
sus sacerdotes, evitando que la obediencia sea comprendida
de manera pasiva e irresponsable (cf PO 15; AS 76).
187. El Obispo diocesano asocia a su solicitud y
responsabilidad a los presbíteros, ministros de la misión
apostólica; de modo que cultiven siempre el sentido de la
Diócesis y fomenten el sentido universal de la Iglesia.
Además, ayuden de todos los modos posibles a sus
sacerdotes, para que aprecien la sublime vocación sacerdotal.
Como Jesús manifestó su amor a los Apóstoles, así también
el Obispo, padre de la familia presbiteral (cf c. 384; PO 2.7;
AS 75).
188. El Obispo diocesano considere su sacrosanto deber
conocer a los presbíteros diocesanos, su carácter, capacidades
y aspiraciones, nivel de vida espiritual, celo e ideales, el
estado de salud y las condiciones económicas, sus familias y
todo lo que les incumbe. Igualmente, nutra y manifieste
públicamente la propia estima por los presbíteros,
demostrando confianza y alabándoles si lo merecen; respete y
haga respetar sus derechos y defiéndalos de críticas
322
infundadas; dirima prontamente las controversias que puedan
ofuscar la fraterna caridad y dañar el ministerio pastoral (cf c.
396; AS 77).
189. El Obispo diocesano promueva, asimismo, las
relaciones entre todos los presbíteros, tanto seculares como
religiosos o pertenecientes a las Sociedades de vida
apostólica, también con aquéllos incardinados en otras
Diócesis, pues todos pertenecen al único orden sacerdotal y
ejercitan su ministerio para el bien de la Iglesia particular.
Esto se podrá obtener mediante encuentros periódicos a nivel
de vicaría o de agrupaciones análogas de parroquias en las
que se encuentre dividida la Diócesis, por motivo de estudio,
de oración o de gozosa convivencia. Un medio que se ha
demostrado idóneo para favorecer los encuentros sacerdotales
es la llamada casa del clero. También apoye y aprecie las
asociaciones de presbíteros eventualmente existentes en la
Diócesis (cf cc. 275 §1. 280. 278; AS 79).
2.- La prudencia episcopal en relación con la vida y el
ministerio de sus sacerdotes
190. El Obispo diocesano manifieste tal prudencia en el
gobernar que se manifiesta, entre otros aspectos: a) En la
provisión de los oficios. Obrará con la máxima prudencia,
para evitar la más mínima sospecha de abuso, favoritismo o
presión indebida, pidiendo siempre el parecer a personas
prudentes, y pruebe la idoneidad de los candidatos, incluso
mediante un examen. b) Al conferir los encargos, el Obispo
juzgue con equidad la capacidad de cada uno, gradualmente y
no sobrecargue a ninguno con tareas c) El Obispo recuerde a
los presbíteros que todo lo que cumplan por mandato del
Obispo, incluso lo que no comporte la cura directa de las
almas, es ministerio pastoral (cf cc. 521. 285; ChD 29; AS
78).
191. El Obispo diocesano debe ocuparse, en primer lugar,
323
de su retribución, que debe ser adecuada a su condición,
evitando así que no ejerzan actividades extrañas a su
ministerio, en perjuicio de la actividad pastoral y espiritual.
Disponga su asistencia social (cf 1274 §2: CEM Acuerdo
1603, sobre el Círculo Cultural y de Asistencia Social –
CCyAS- una institución oficial para la seguridad social del
Clero). Vigile la correcta manera en el vestir de los
presbíteros, también de los religiosos, según la ley universal
de la Iglesia y las normas de la Conferencia Episcopal (cf
CEM Acuerdo 1571, sobre el c. 276 §1-2). Favorezca que
cada año los clérigos puedan tener un periodo suficiente de
vacaciones; además, cuide de la congrua sustentaciones de
los sacerdotes jubilados (cf cc. 281 §1-2. 1274 y 538 §3. 283
§2-284; AS 80; CEM Acuerdo 1571, sobre el c. 538 §3).
192. El Obispo diocesano debe advertir a los fieles sobre la
obligación de ayudar a las necesidades de la Iglesia: culto,
obras de apostolado y caridad, y el conveniente sustento de
sus ministros (cc. 1262; cf 222; CEM Acuerdo 1601, acerca
de la organización en su Diócesis de un sistema para las
aportaciones económicas prescritas, según el canon 1262).
193. El Obispo diocesano autoriza y programa las colectas
regionales o nacionales, lo mismo que las de asociaciones de
fieles y de los religiosos mendicantes, según los criterios de
la Conferencia Episcopal (cf CEM Acuerdo 1602,
relacionado con el canon 1265 §2).
194. Personalmente, también mediante el Vicario Episcopal
de Zona o Vicaría Pastoral, trate de prevenir y remediar las
dificultades de orden humano y espiritual que puedan aquejar
a los presbíteros. Acérquese cálidamente para auxiliar a quien
pueda encontrarse en una situación difícil, enfermo, anciano
o pobre. Se requiere, además, poner atención en algunos
casos específicos: a) Es necesario prevenir la soledad y el
aislamiento de los sacerdotes, sobre todo si son jóvenes. b)
Debe prestar atención al peligro de la rutina y del cansancio
324
que los años de trabajo o las dificultades inherentes al
ministerio puedan provocar. El Obispo prodíguese con
paterno afecto hacia estos sacerdotes. c) Con ánimo paterno
sean tratados también por el Obispo los presbíteros que
abandonan el servicio divino. d) Ante comportamientos
escandalosos, el Obispo intervenga con caridad, pero con
firmeza y decisión: bien con admoniciones o reprensiones
bien procediendo a la remoción o al cambio a un oficio, o la
suspensión. En los casos extremos, previstos por la norma
canónica, dé inicio al proceso penal para la dimisión del
estado clerical (cf cc. 292. 1339-1340. 190. 192-193. 1333.
290; AS 81).
195. Es necesario que el Obispo se preocupe para que el
celibato sea presentado en su plena riqueza bíblica, teológica
y espiritual, a fin de que los sacerdotes mantengan
castamente su compromiso con Dios y la Iglesia, con una
profunda vida espiritual, que colme sus corazones de amor a
Cristo y atraiga la ayuda divina. El Obispo refuerce los
vínculos de fraternidad y de amistad entre los sacerdotes. Sea
también consciente de los obstáculos reales que, hoy más que
ayer, se oponen al celibato sacerdotal. Por eso, deberá
exhortar a los presbíteros al ejercicio de una prudencia
sobrenatural y humana, enseñando que un comportamiento
reservado y discreto en el trato con la mujer es conforme a su
consagración celibataria y que una inadecuada comprensión
de estas relaciones puede degenerar en vínculos
sentimentales. Si es necesario, advierta o amoneste a quien
pueda encontrarse en una situación de riesgo (cf cc. 277 §2-3;
AS 82).
3.- El Obispo y la formación permanente de su presbiterio
196. El Obispo diocesano educará a los sacerdotes de todas
las edades y condiciones para el cumplimiento de su deber de
formación permanente y proveerá a organizarla, a fin de que
el entusiasmo por el ministerio no disminuya, sino que, por el
325
contrario, aumente y madure con el transcurrir de los años,
haciendo más vivo y eficaz el sublime don recibido (cf 2 Tm
1, 6). El Obispo considere, como elemento integrante y
primario de la formación permanente del presbiterio, los
ejercicios espirituales anuales. En los programas e iniciativas
para la formación de los sacerdotes, el Obispo no olvide
servirse del Directorio para el ministerio y la vida de los
presbíteros, que compendia la doctrina y la disciplina eclesial
sobre la identidad sacerdotal y su función relacionalsacerdotal en la Iglesia (cf cc. 279 §2. 280. 278; PDV 76-77,
cap. III; AS 83. 23. 200).
4.-La adscripción o incardinación de los clérigos (cf AS 75 a.
17f. 242).
197. Para que un clérigo ya incardinado se incardine
válidamente en otra Iglesia particular, debe obtener de su
Obispo diocesano letras de excardinación por él suscritas, e
igualmente las letras de incardinación suscritas por el Obispo
diocesano de la Iglesia particular en la que desea incardinarse
(¤ cc. 267 §1. 269-270).
198. El Obispo diocesano concede la licencia temporal a sus
clérigos para que presten sus servicios ministeriales en otra
Iglesia particular (¤ c. 271 §1-3).
5.-Las obligaciones y derechos de los clérigos
199. ʘ El Ordinario encomienda oficios a sus clérigos (c. 274
§2; cf 273).
200. Al Obispo diocesano corresponde establecer normas para
la observancia del celibato (¤ c. 277 §3; cf AS 44. 82).
201. El Ordinario propio concede a sus clérigos la licencia
para salir de su Diócesis por un tiempo notable (c. 283 §1).
VG. VZ.
202. ʘ El Ordinario da licencia a los clérigos para
administrar bienes laicos o realizar oficios seculares; y para
ser fiadores necesitan haber consultado al Ordinario propio
326
(c. 285 §4).
203. Sólo el Obispo diocesano autoriza, por escrito, que los
clérigos puedan participar activamente en partidos políticos o
en la dirección de asociaciones sindicales; asimismo, que
ejerzan cargos y oficios civiles públicos, extraños al estado
clerical; o sean catedráticos o profesores en alguna institución
educativa, religiosa o civil, según condiciones. (¤ cf cc. 287 §2;
289 §2).
204. ʘ No se presenten como voluntarios al servicio militar
los clérigos ni los candidatos a las órdenes sagradas, si no es con
licencia de su Ordinario. (c. 289 §1).
5.- LAS PRELATURAS PERSONALES (cc. 294 al 297)
205. El Obispo diocesano autoriza en su Diócesis el
establecimiento de obras pastorales o misionales de una
Prelatura personal (¤ c. 297).
206. Las prelaturas personales se relacionarán con los
Ordinarios locales de aquellas Iglesias particulares en las
que ejerzan o deseen ejercer apostolado, previo
consentimiento del Obispo diocesano (c. 297).
6.- LOS LEGADOS DEL ROMANO PONTÍFICE (NUNCIO
APOSTÓLICO) (cc. 362 al 367; cf AS 14d. 23b. 29d)
207. Comunicándolo previamente a los Ordinarios de los
lugares en la medida de lo posible, el Legado pontificio
puede celebrar en todas las iglesias de su legación ceremonias
litúrgicas, incluso pontificales. -La sede de la Legación
pontificia está exenta de la potestad de régimen del
Ordinario del lugar, a no ser que se trate de la celebración
de matrimonios- (c. 366 §1-2).
327
C. LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y
LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA (cc. 573 al
746; cf AS 98-107)
1.- LA VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA
APOSTÓLICA EN LA COMUNIDAD DIOCESANA
208. El Obispo diocesano considere al estado de vida
consagrada como un don divino que, “aunque no pertenece a
la estructura jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo,
de manera indiscutible, a su vida y santidad” y, como padre y
pastor de la Iglesia particular en todos sus componentes,
acoja las diversas manifestaciones de la vida consagrada
como una gracia. Se empeñará en sostener a las personas
consagradas, a fin de que permaneciendo fieles a la
inspiración fundacional, se abran a una más fructuosa
colaboración espiritual y pastoral en la Diócesis. Los
sacerdotes de estos Institutos deben ser considerados parte
del presbiterio de la Diócesis, con cuyo Pastor colaboran en
la cura de almas (cf cc. 207 §2. 574 §1; LG 44; PG 50; AS
98).
209. Obispo diocesano debe empeñarse para que: a) los
miembros de los Institutos de vida consagrada y de las
Sociedades de vida apostólica, con su carisma, se sientan
parte viva de la edificación de la comunidad diocesana.
Encuéntrese personalmente con los Superiores y las
comunidades, verificando su estado, sus preocupaciones y sus
esperanzas apostólicas. b) Procure, también, que la vida
consagrada sea conocida y apreciada por todos los fieles y,
en particular, por el clero y los seminaristas, a fin de que
lleguen a apreciar a las personas consagradas, no sólo por su
colaboración en la pastoral diocesana, sino, sobre todo, por la
fuerza del testimonio de su vida consagrada que aportan a la
Iglesia, universal y particular. c) Promueva que las relaciones
entre el clero diocesano y los clérigos de los Institutos de
328
vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, se
caractericen por un espíritu de fraterna colaboración.
Asimismo, si es conveniente para ellos, invítelos a participar
en los medios de formación del clero diocesano. d) Los
organismos consultivos diocesanos deberán reflejar
adecuadamente la presencia de la vida consagrada en la
Diócesis con la variedad de sus carismas. En el caso del
Consejo Presbiteral, ha de consentirse a los sacerdotes
electores (religiosos y seculares), elegir libremente miembros
de Institutos para que los representen (cf c. 679; ChD 35; AS
99).
2.- NORMAS COMUNES A TODOS LOS INSTITUTOS DE
VIDA CONSAGRADA
1.- La potestad del Obispo en relación con la Vida Consagrada
210. El Obispo diocesano respete y haga respetar la justa
autonomía de los Institutos de vida consagrada y de las
Sociedades de vida apostólica, sin interferir en su vida y en
su gobierno y sin hacerse intérprete autorizado de su carisma
fundacional; si bien están sujetos a su autoridad pastoral, en
cuanto maestro de la fe y responsable de la observancia de la
disciplina eclesiástica universal, custodio de la vida litúrgica
y moderador de todo el ministerio de la palabra. El Obispo
como maestro de la verdad católica en su Diócesis,
preocúpese en particular por: a) Exigir con humilde firmeza
los propios derechos en el ámbito de las publicaciones,
asegurando la armonía con el Magisterio eclesial. b)
Cerciorarse que las escuelas dirigidas por los Institutos
imparten una formación plenamente concorde con su
identidad católica, visitándolas. Además, el Obispo, según la
norma del derecho, reconozca la exención de los Institutos,
por la que el Romano Pontífice puede eximir a cualquier
Instituto de perfección de la jurisdicción de los Ordinarios del
lugar y someterlos a su sola autoridad o a otra autoridad
eclesiástica. Tal exención no anula, sin embargo, la sumisión
329
de los consagrados a la potestad del Obispo (además de la
debida a los propios Superiores), en lo que se refiere a la cura
de almas, el ejercicio público del culto divino y las obras de
apostolado (cf cc. 392. 756 §2. 772 §1 y 835; 586 y 732; 679;
823-824. 826-827; 806 §1; 591 y 732; 678 y 738 §2; AS
100).
2.- Diversas formas de cooperación y coordinación apostólica,
en la pastoral orgánica de la Diócesis
211. En base a un acuerdo y diálogo constante entre el
Obispo diocesano y los Superiores, es necesario distinguir:
a) Las obras propias que los Institutos constituyen según el
propio carisma y que son dirigidas por los respectivos
Superiores; llamadas a ser insertadas en el cuadro general de
la pastoral diocesana. Por lo mismo, su creación no debe ser
decidida autónomamente, sino en comunión eclesial y
pastoral. Los Institutos religiosos y las Sociedades de vida
apostólica necesitan el consentimiento escrito del Obispo
diocesano en los siguientes casos: para la erección de una
casa en la Diócesis, para destinar una casa a obras
apostólicas diversas de aquellas para las que fue constituida,
para construir y abrir una iglesia pública y para establecer
escuelas según el propio carisma. b) Las obras diocesanas,
las parroquias y las rectorías confiadas a Institutos religiosos
o Sociedades de vida apostólica, siguen estando bajo la
autoridad y la dirección del Obispo, quien habrá estipulado
un acuerdo con el Instituto o la Sociedad. c) Además, para
confiar un oficio diocesano a un religioso, según la norma
canónica, deben intervenir tanto el Obispo como el respectivo
Superior religioso. El Obispo evitará pedir colaboraciones
que resulten difícilmente compatibles con las exigencias y
naturaleza de la vida religiosa (cf cc. 678 y 738 §2; 609. 612.
801 y 1215 §3; 673; 682 §2 y 616; ChD 35; AS 101).
212. Al Obispo diocesano, padre y pastor de la entera
Iglesia particular, compete promover la comunión y la
330
coordinación en el ejercicio de los diversos y legítimos
carismas. Es conveniente que el Obispo convoque
periódicamente a los Superiores de los Institutos para
dialogar con ellos, a fin de obtener un adecuado
conocimiento y una recíproca estima, lo mismo que una
mejor coordinación de las diversas obras y programas
apostólicos en el contexto de la pastoral diocesana. Del
mismo modo, cuidará de convocar periódicamente a los
responsables de las delegaciones diocesanas de la
Conferencia de los Superiores y/o Superioras Mayores. Será
oportuno que el Obispo diocesano constituya un Vicario
episcopal para la vida consagrada, dotado de potestad
ordinaria ejecutiva, que haga las veces del Obispo para con
los Institutos y sus miembros, a fin de facilitar las relaciones
con las diversas comunidades. Convendría que este Vicario
episcopal sea un consagrado o, al menos, un buen conocedor
de la vida consagrada (cf c. 680; AS 102).
3.- La vida contemplativa
213. El Obispo diocesano implique a los religiosos y
religiosas de vida contemplativa en la misión de la Iglesia,
universal y particular, confortándoles con visitas personales,
encomiando el profundo valor de su escondido apostolado de
oración y de penitencia por la difusión del Reino de Dios.
Procure también que los fieles de la Diócesis puedan
beneficiarse de esta escuela de oración que son los
monasterios (cf AdG 40; AS 103).
3.- Las mujeres consagradas
214. El Obispo diocesano debe procurar los subsidios
idóneos para la vida espiritual, instrucción cristiana y
progreso cultural de las mujeres consagradas en los Institutos
religiosos, en las Sociedades de vida apostólica, en los
Institutos seculares y en el Orden de las Vírgenes, presentes
en su Diócesis. También debe vigilar que se provea a las
331
mujeres consagradas de los adecuados espacios de
participación en las diversas instancias diocesanas, como en
los Consejos pastorales diocesano y parroquial, allí donde
existan; en las diversas comisiones y delegaciones
diocesanas; en la dirección de iniciativas apostólicas y
educativas de la Diócesis; igualmente que estén presentes en
los procesos de elaboración de las decisiones, sobre todo, en
lo que se refiere a ellas, de modo que se puedan, desde su
carisma, ofrecer su servicio apostólico al Pueblo de Dios,
desde su particular sensibilidad y su fervor misionero, su
experiencia, su competencia y, sobre todo su espiritualidad.
Particular solicitud deberá tener, asimismo, con el Orden de
las Vírgenes, que se han consagrado a Dios a través de sus
manos y se confían a su cuidado pastoral, estando dedicadas
al servicio de la Iglesia. El Obispo diocesano consagra en “el
orden de las vírgenes”, según el rito litúrgico aprobado. (cf cc.
607 §1-3; 713 §2; 604 §1; 567 §1 y 630 §3; AS 104).
4.- Los anacoretas o ermitaños
215. El Obispo diocesano debe seguir con especial cuidado
pastoral al anacoreta o ermitaño y lo guía espiritualmente;
porque profesan públicamente en sus manos los tres consejos
evangélicos o han sido confirmados con los votos u otros
vínculos sagrados. También vigila que no se introduzcan
abusos e inconvenientes (cf cc. 603 §1-2; AS 106).
5.- Los nuevos carismas de la Vida Consagrada
216. Corresponde al Obispo diocesano discernir los nuevos
carismas que nazcan en su Iglesia particular y ayudar a
promoverlos, para acoger con agradecimiento y alegría
aquellos que sean auténticos, a fin de evitar que surjan
Institutos superfluos y carentes de vigor. Para comprobar la
cualidad humana, religiosa y eclesial de un grupo de fieles,
que desean constituirse en una forma de vida consagrada,
conviene que comience por integrarlos en la Diócesis como
332
Asociación pública de fieles, y sólo después de un periodo de
experiencia y una vez consultado y obtenido el visto bueno
de la Santa Sede, podrá proceder a su erección formal como
Instituto de derecho diocesano (cf cc. 605; 579. 594 y 732;
LG 12. PC 19; AS 107).
3.- LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS.
1.-Las casas religiosas, erección, supresión, justa autonomía
217. El Obispo diocesano erige Institutos de vida
consagrada, mediante decreto formal, consultando a la Sede
Apostólica (¤ c. 579).
218. A los Ordinarios del lugar corresponde garantizar la
justa autonomía de vida de los Institutos (c. 586 §1-2; cf 583.
586 §2. 593-594. 708).
219. Al Obispo diocesano corresponde tener un singular
cuidado de los institutos diocesanos; y visita sus casas (cc. 594;
cf 628 §2). ɣ: VG. VP. VZ. VC.
220. El Obispo de donde está ubicada la casa principal debe
aprobar las constituciones, consultando a los demás Obispos
diocesanos de los lugares donde se hubiera extendido el
Instituto y, en casos particulares, puede también dispensar de
ellas (¤ c. 595 §1-2).
221. El Obispo diocesano otorga su consentimiento, por
escrito, para la erección de una casa religiosa. En tanto que
para la erección de un monasterio de monjas se requiere,
además, la licencia de la Santa Sede (¤ c. 609 §1-2). Su
consentimiento conlleva anexos otros derechos (c. 611).
222. Al Obispo diocesano se le encomienda la vigilancia
peculiar del Monasterio autónomo, conforme a tenor del
derecho (¤ c. 615).
223. El Obispo diocesano autoriza para que una casa
religiosa pueda destinarse a obras apostólicas distintas para las
que se constituyó (¤ c. 612). El Obispo diocesano es
consultado en orden a la supresión de una casa (c. 616).
333
2.-El gobierno de los institutos
224. El Obispo diocesano mostrará particular solicitud por
los monasterios autónomos confiados a él y por las
comunidades de los Institutos religiosos de derecho
diocesano, practicando su derecho-deber de la visita
canónica, también por lo que se refiere a la disciplina
religiosa, y examinando su balance económico (cf cc. 628 §2
y 637; AS 105).
225. El Obispo diocesano preside la elección del Superior
del monasterio autónomo y del Superior general de un Instituto
de derecho diocesano (¤ c. 625 §2).
226. El Obispo diocesano tiene el derecho y el deber de
visitar los Monasterios autónomos y las casas de los Institutos
de derecho diocesano, dentro de su territorio (¤ c. 628 §2, 1º2º).
227. ʘ El Ordinario del lugar aprueba a los confesores
ordinarios en los monasterios de monjas, casas de formación
y comunidades laicales (c. 630 §3).
3.-Los bienes temporales y su administración
228. El Ordinario del lugar, recibe el estado económico
anual de los monasterios autónomos (“sui iuris”); y conoce
la situación económica de las casas de derecho diocesano (c.
637). VG. VC.
229. El Ordinario del lugar da su consentimiento a los
monasterios autónomos y a los institutos de derecho
diocesano, para enajenar o realizar alguna operación de
administración extraordinaria (c. 638 §4). VG. VC.
4.-La admisión en el noviciado
230. El Ordinario propio debe ser consultado por los
superiores en la admisión de clérigos seculares como
novicios (c. 644).
231. El Ordinario del lugar (el Superior o el Rector del
334
Seminario) da el testimonio y los informes requeridos,
cuando se trata de recibir a un clérigo en el noviciado,
habiendo sido precedentemente admitido en otro instituto
religioso o en un seminario (c. 645 §2).
5.- Obligaciones y derechos de los institutos y sus miembros
232. El Obispo diocesano goza de la facultad de entrar en la
clausura de los monasterios de monjas en su Diócesis; también
permite, con el consentimiento de la Abadesa, que otras
personas entren. También puede autorizar que las monjas
puedan salir (¤ c. 667 §4).
6.- El apostolado de los institutos
233. El Obispo diocesano tiene potestad sobre los religiosos,
en cuanto al culto público, cura de almas y obras de
apostolado; sobre aquellos a quienes les confía un oficio en la
Diócesis, previa presentación del Superior; asimismo puede
removerlos del mismo. Es preciso que dialogue con los
Superiores sobre las obras de apostolado y los aspectos de la
fidelidad disciplinar, si es el caso (¤ cc. 678 §1-3; cf 681-682
§1-2).
234. El Obispo diocesano, por causa gravísima, puede
prohibir la residencia a un religioso en su Diócesis (¤ c. 679).
235. El Obispo diocesano coordina los varios Institutos y la
actividad pastoral de éstos con las del clero (c. 680).
236. El Obispo diocesano visita, personalmente o por medio
de otro, las Iglesias y los oratorios religiosos en la visita
pastoral, asimismo los centros educativos atendidos por
religiosos (c. 683).
7.-La salida del instituto
237. El Ordinario del lugar da su consentimiento de
residencia a favor de un religioso clérigo exclaustrado (c. 686
§1).
238. Del Ordinario del lugar depende el religioso
335
exclaustrado, sobre todo si es clérigo (c. 687).
239. El Obispo diocesano de donde se ubica la casa, debe de
confirmar el indulto de salir en los Institutos de derecho
diocesano y en los Monasterios, para que sea válido (¤ c. 688
§2).
240. El Obispo diocesano puede constituirse en Obispo
benévolo de un clérigo religioso exclaustrado, en orden a su
incardinación, según el derecho y las normas diocesanas (¤ c.
693).
8.-La expulsión de los miembros
241. Al Obispo diocesano le corresponde decidir, en los
Monasterios autónomos, acerca de la expulsión; por su parte,
el Superior, le debe presentar las actas aprobadas por su
consejo (¤ c. 699 §2).
242. El Obispo diocesano, después de una prueba
conveniente, puede recibir al religioso clérigo dimitido (¤ cc.
701; cf 693).
9.-El religioso elevado al episcopado
243. El Obispo diocesano, si por la profesión religiosa, perdió
el dominio de los bienes, puede adquirir la propiedad de un
bien, pero a favor de la Iglesia particular. En caso contrario,
recuperará el uso, el usufructo y la administración de los
mismos bienes, y adquiere plenamente para sí aquellos que
obtenga posteriormente; sin embargo, en ambos casos para
disponer de ellos, debe tener en cuenta la voluntad del donante
(c. 706, 1º-3º).
4.-LOS INSTITUTOS SECULARES
244. El Obispo diocesano ejerce su autoridad sobre los
sacerdotes incardinados a los Institutos seculares (¤ c. 715 §12).
245. Puede dispensa de los vínculos a los miembros de estos
Institutos de derecho diocesano, según se determine en las
336
constituciones (¤ c. 727 §1).
4.- LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA
246. El Obispo diocesano da su consentimiento para la
erección de casas de las Sociedades de vida apostólica, lo
mismo que para suprimirlas (¤ c. 733 §1).
247. El Obispo diocesano ejerce su autoridad sobre los
miembros, en cuanto al culto, cura de almas, y obras de
apostolado que realicen en su Diócesis, etc. (c. 738 §2).
248. Las relaciones de un miembro incardinado en una
Diócesis con su Obispo propio se determinan por las
constituciones o mediante acuerdos particulares (c. 738 §3).
249. ʘ El Ordinario del lugar da su consentimiento de
residencia al clérigo de una sociedad de vida apostólica que
ha recibido el indulto para vivir fuera de la misma (c. 745).
2.- IGLESIAS PARTICULARES (cc. 368 al 430; cf AS cap.
IV)
A.- LAS IGLESIAS PARTICULARES Y SU AUTORIDAD
CONSTITUIDA
A.1. EL OBISPO DIOCESANO
1. Para el buen gobierno pastoral
250. El Obispo diocesano en el desarrollo del ministerio
episcopal, se dejará guiar por los siguientes principios
fundamentales, que son el signo de su preocupación pastoral
hacia la Iglesia particular que le ha sido confiada y hacia la
Iglesia universal de la que es corresponsable, en cuanto
miembro del Colegio de los Obispos, cuya cabeza es el
Romano Pontífice: El principio Trinitario; de la
Encarnación, de la verdad; de la comunión; de la
colaboración; del respeto de las competencias; de la
persona justa al puesto justo y el principio de justicia y
legalidad (cf cc. 208; 211; 216; 225 §1-2; LG 23. 30. 33; AA
2-3; PG 7; AS 55-62).
337
2. El Obispo centro de unidad de la Iglesia particular y su
potestad episcopal
251. El Obispo tiene confiada la Diócesis que preside con la
sagrada potestad, cual maestro de doctrina, sacerdote del
culto y ministro del gobierno, ayudado por su presbiterio. Por
eso, el Obispo diocesano, al ejercitar esta sagrada potestad,
tenga siempre delante de sí el ejemplo de Cristo y asuma el
auténtico espíritu de servicio evangélico. (cf cc. 368; 370371; LG 20; PG 42-43; AS 63a).
252. El Obispo diocesano, al desarrollar su misión, tenga
constantemente presente que la comunidad que preside es una
comunidad de fe, de caridad, espiritual y material, y de
apostolado, que brota de la fuente de la Eucaristía. Tendrá
viva conciencia de ser en la Diócesis el fundamento y el
principio visible de unidad de la Iglesia particular,
promoviendo y tutelando continuamente la comunión eclesial
(cf AS 63b).
253. La diversidad de vocaciones y ministerios, que
estructura la Iglesia particular, exige al Obispo diocesano
ejercitar el ministerio de la comunidad no aisladamente, sino
junto a sus colaboradores, presbíteros, diáconos, miembros
de la vida consagrada y demás fieles cristianos laicos (cf c.
212 §2.3; ChFl 30; AS 63c).
3. Identidad de la potestad episcopal.
254. El Obispo diocesano para cumplir su misión ejercita,
en nombre de Cristo, una potestad, caracterizada por el
origen divino, la comunión y la misión eclesial. Potestad
episcopal que, además, tienen una índole y finalidad pastoral,
y que, según el derecho, está unida al oficio conferido con la
misión canónica. Dicha potestad es propia, ordinaria e
inmediata, aun cuando su ejercicio esté regulado, en
definitiva, por la suprema autoridad de la Iglesia, el Romano
Pontífice. En virtud de esta potestad, los Obispos tienen el
338
sagrado derecho, y delante de Dios el deber, de legislar sobre
los propios fieles, de emitir juicios y de regular todo cuanto
se refiere a la organización del culto y del apostolado. De
aquí la distinción entre las funciones legislativa, judicial y
ejecutiva de la potestad episcopal (cf cc. 131 §1; 381 §1; 391
§1; LG 27; PG 43; AS 64).
4. Índole pastoral de la potestad episcopal.
255. Las funciones de enseñar, santificar y gobernar están
íntimamente unidas y todo el ministerio del Obispo está
dirigido, siguiendo el ejemplo del Buen Pastor, al servicio de
Dios y de los hermanos. Para cumplir su misión, el Obispo
debe servirse de la enseñanza, el consejo y la persuasión,
pero también de la autoridad y de la sagrada potestad cuando
lo pida la edificación de los fieles. En efecto, también el
correcto uso de los instrumentos jurídicos es en sí mismo una
actividad pastoral, ya que las leyes canónicas en la sociedad
eclesial están al servicio de un orden justo, donde el amor, la
gracia y los carismas pueden desarrollarse armoniosamente.
Al tratar los problemas y al tomar decisiones, la salvación de
las almas es ley suprema y canon inderogable. Coherente,
entonces, con este principio, el Obispo ejercite su autoridad
de modo que los fieles de su Diócesis la acepten como ayuda
paterna y no como yugo opresivo (cf Mt 23, 4).Como juez
prudente, el Obispo juzgará según la sabia equidad canónica
que es intrínseca a todo el ordenamiento de la Iglesia,
teniendo delante de sus ojos a la persona, en su circunstancia
de creyente (cf c. 1752; LG 27; ChD 16; PG 43: AS 65).
5. Dimensión ministerial de la potestad episcopal.
256. El Obispo diocesano, al ejercitar la potestad episcopal,
recuerde que ésta es principalmente un ministerio; en efecto,
“este encargo que el Señor confió a los pastores de su pueblo
es un verdadero servicio, que la Sagrada Escritura llama con
razón diaconía, es decir, ministerio (cf Hch 1, 17.25; 21, 19;
339
Rm 11, 13; 1 Tm 1, 12)” (cf cc. 208; 204 §1; LG 24; PG 10.
42. 44; AS 66).
6. Renuncia al oficio.
257. Además de observar cuanto está previsto en el Código
de Derecho Canónico, cuando el Obispo diocesano cumple
los 75 años de edad; asimismo, cuando por la disminución de
sus fuerzas o por una gran dificultad para adaptarse a las
nuevas situaciones o que, por otro motivo, es menos apto
para cumplir el propio oficio: se le ruega presente la renuncia
al Romano Pontífice para promover el bien de las almas y de
la Iglesia particular (cf c. 401; AS 74).
258. El Obispo diocesano puede celebrar pontificales en
toda su diócesis; pero no fuera de su propia diócesis sin el
consentimiento expreso o al menos razonablemente presunto
del Ordinario del lugar (c. 390).
A.2. EL OBISPO AUXILIAR Y EL COADJUTOR
1. El Obispo Auxiliar
259. El Obispo diocesano que pretende contar con la ayuda
de un Obispo Auxiliar, debe presentar una fundamentada
petición a la Santa Sede. El Obispo Auxiliar, por norma, será
constituido Vicario General, o al menos Vicario Episcopal,
de modo que dependa solamente de la autoridad del Obispo
diocesano, el cual le confiará preferiblemente el tratamiento
de asuntos que, según el derecho, pidan “mandato especial”.
El Obispo Auxiliar es el principal colaborador del Obispo
diocesano en el gobierno de la Diócesis. Por esto, considere
éste al Obispo Auxiliar como hermano y hágalo partícipe de
sus proyectos pastorales, de las medidas y de todas las
iniciativas diocesanas, a fin de que, en el recíproco
intercambio de opiniones, procedan en unidad de propósitos y
en armonía de empeño. A su vez, el Obispo Auxiliar,
consciente de su función en el seno de la Diócesis, actuará
siempre en plena obediencia al Obispo diocesano, respetando
340
su autoridad. El Obispo diocesano mostrará también el
mismo acuerdo con el Auxiliar dotado de facultades
especiales (cf cc. 401 §1. 403 §1-3. 406 § 1-2; AS 70-71).
2. El Obispo Coadjutor y el Obispo emérito
260. El Obispo diocesano acogerá de buena gana y con
espíritu de fe, al Obispo Coadjutor nombrado por la Santa
Sede, y promoverá una efectiva comunión en virtud de la
común corresponsabilidad episcopal. Igualmente, tendrá
constantemente presente que el Obispo Coadjutor tiene el
derecho de sucesión y, por eso, llevará a cabo las propias
iniciativas en pleno acuerdo con él (cf cc. 401 §1. 403 §2-3;
AS 72).
A.3. EL ADMINISTRADOR APOSTÓLICO, “SEDE PLENA”
O “SEDE VACANTE” Y EL ADMINISTRADOR
DIOCESANO
3.-El Administrador Apostólico “Sede plena”
261. En circunstancias particulares, la Santa Sede puede, de
manera extraordinaria, disponer que en una Diócesis sea
nombrado un Administrador Apostólico “sede plena”. En tal
caso, el Obispo diocesano colabora, en cuanto le compete, al
pleno, libre y sereno cumplimiento del mandato del
Administrador Apostólico (cf AS 73).
3.- El Administrador Apostólico “Sede vacante”
262. La Santa Sede puede proveer al gobierno de la
Diócesis nombrando un Administrador Apostólico. Aunque le
sean concedidas todas las facultades del Obispo diocesano,
el régimen de la Diócesis es el correspondiente a la sede
vacante; por lo tanto, cesan los oficios del Vicario General y
de los Vicarios episcopales, así como las funciones del
Colegio presbiteral y pastoral. El Administrador Apostólico
puede, sin embargo, confirmar, en forma delegada, al Vicario
General y los Vicarios episcopales, hasta la toma de posesión
341
de la Diócesis por parte del nuevo Obispo; pero no puede
prorrogar las tareas de los Consejos, en cuanto sus funciones
las cumple el Colegio de consultores (cf c. 419; AS 244).
A.4. EL ADMINISTRADOR DIOCESANO, SU ELECCIÓN,
FACULTADES, DEBERES, LÍMITES Y CESACIÓN DEL
OFICIO.
1. El Administrador Diocesano
1. Elección
263. El Colegio de consultores, dentro de los ocho días
siguientes a la noticia cierta de la vacancia de la sede
episcopal, debe elegir al Administrador diocesano. Para la
validez de su elección se debe seguir el procedimiento de los
cánones 165-178. No debe haber sido ya elegido, nombrado o
presentado para la misma sede vacante. Quien fue elegido
Administrador diocesano debe informar cuanto antes a la
Santa Sede de su elección (cf cc. 174. 176; 419; 421-423.
325§2, 502 §1-2; AS 236-239).
2. Facultades y deberes del Administrador diocesano
264. El Administrador diocesano asume la potestad ordinaria
y propia sobre la Diócesis desde el momento de la
aceptación de su elección; está obligado a observar todos los
deberes del Obispo diocesano, en particular las leyes de la
residencia, y debe aplicar la Misa por el pueblo cada domingo
y en los días de precepto. Puede celebrar la Confirmación y
conceder a otro sacerdote la facultad de celebrarla; puede
remover, por justa causa, a los vicarios parroquiales. Por el
periodo en el que gobierna la Diócesis, es miembro de la
Conferencia Episcopal, con voto deliberativo, excepto en el
caso de las declaraciones doctrinales, cuando no es Obispo.
Sólo después de un año de la vacancia de la sede puede
nombrar los párrocos (cf cc. 427 §1-2; 429; 520. 525. 552;
AS 241. 31).
342
3. Límites de la potestad del Administrador diocesano
265. Durante la vacancia de la sede, el Administrador
diocesano debe atenerse al antiguo principio de no proceder a
ninguna innovación. Tampoco puede cumplir ningún acto
que pueda causar perjuicio a la Diócesis o a los derechos del
Obispo. (cf cc. 428 §1-2. 490 §2; 1018; 272; 312 §1, 3°;
1420 §5; 462 §1; 428 §2; 485; 509 §1; AS 242).
4. Cesación del oficio
266. El Administrador diocesano cesa en su oficio con la
toma de posesión de la Diócesis por parte del nuevo Obispo,
por renuncia o por remoción. La renuncia debe ser presentada
por el Administrador diocesano al Colegio de consultores en
forma auténtica, concretamente, por escrito o ante dos
testigos y no es necesario que sea aceptada. La remoción en
cambio, está reservada a la Santa Sede. (cf cc. 189. 430; AS
243).
2. El Administrador Diocesano “Sede impedida”
267. El Obispo diocesano debe designar bajo secreto una lista
de nombres de obispos o presbíteros para la circunstancia de
Sede impedida. Lista que comunica al Metropolitano y
actualiza cada tres años. Se trata de quien ejerce el cuidado
pastoral de la Diócesis interinamente, teniendo la potestad que
compete a un Administrador diocesano (cc. 412-415).
3. Del Obispo emérito
268. El canon 402 §2 norma sobre la conveniente y digna
sustentación de los Obispos Eméritos (cf Documento de
Aparecida 190; CEM Acuerdo 1572, sobre el canon 402 §2).
El Obispo emérito tiene el derecho de ser sepultado en la
propia iglesia Catedral y, si es religioso, eventualmente en el
cementerio de su Instituto (cf cc. 1242; 1241 §1; AS 128d).
B.- LA ORDENACIÓN INTERNA DE LAS IGLESIAS
PARTICULARES
343
1.-EL SÍNODO DIOCESANO (cf AS 166-175. 67a. 242e).
269. El Obispo diocesano, según su juicio, convoca, preside,
por sí o por delegado; suspende o disuelve Sínodo diocesano y
es único legislador (cc. 461. ¤ 462 §1-2. 464. 468 §1; cf AS 67:
c. 460. Cf Congregación para los Obispos y Congregación
para la Evangelización de los Pueblos, Instrucción sobre los
Sínodos diocesanos, Apéndice).
270. El Obispo diocesano determina la participación de laicos
y religiosos en el Sínodo. Puede llamar a otros laicos y
clérigos, lo mismo que a observadores (¤ c. 463 §1, 5º y 9º; §23).
271. El Obispo diocesano es informado sobre el impedimento
de alguno para asistir al Sínodo (c. 464).
272. El Obispo diocesano traslada las declaraciones y
decretos sinodales al Metropolitano y a la Conferencia
Episcopal (c. 467).
2.-LA CURIA DIOCESANA (cf cc. 469-494; AS 176-179. 181)
273. El Obispo diocesano nombra al personal que ha de
desempeñar los oficios de la Curia diocesana, en su peculiar
praxis administrativa; es “la estructura de la cual se sirve para
expresar la propia caridad pastoral en sus diversos aspectos”
y puede integrar a lo ya establecido otros oficios, según las
necesidades de las Diócesis (¤ c. 470; cf c. 157; PG 45; AS
176 a. 181. Administrador diocesano y Archivos de la Curia:
242a).
274. El Obispo diocesano tendrá presente, como principio
general, que las estructuras diocesanas deben estar siempre al
servicio del “bien de las almas” (AS 177d).
275. El Ordinario del que provienen los actos de la Curia
que producen efecto jurídico deben ser suscritos por él, para
su validez; así como por el canciller o un notario (c. 474).
1.-El Canciller y otros notarios (cf AS 179. 242)
344
276. El Obispo diocesano nombra y puede libremente
remover al Canciller y a otros notarios, cuyo oficio es dar fe
pública del acto administrativo (¤ cc. 482-483. 485; cf c. AS
179).
277. El Obispo diocesano y el Canciller deben tener la llave
del Archivo (general) de la Diócesis y autoriza sacar
documentos del mismo (cc. 487-488; cf 486 §2).
278. Sólo el Obispo diocesano conserva la llave del archivo
secreto (c. 490 §1).
279. El Obispo diocesano cuida de los demás archivos
(catedralicios, parroquiales…); además que exista un archivo
histórico diocesano y da normas para consultar el Archivo
diocesano (c. 491 §§1-3).
2.-La coordinación de los diferentes oficios (cf AS 177)
280. El Obispo diocesano coordina todos los asuntos
referentes al régimen del buen gobierno pastoral de toda la
Diócesis. Sus Vicarios, Generales, Episcopales y el Judicial,
dependen directamente de él. Si lo considera oportuno puede
constituir un Consejo Episcopal, formado por sus Vicarios,
con el fin de coordinar toda la acción pastoral diocesana.
También puede establecer el oficio de Moderador de la
Curia, con la función específica de coordinar la tramitación de
asuntos administrativos y para cuidar que el personal de la
Curia cumpla su propio oficio (¤ c. 473 §1-4; cf AS 177).
3A.- LOS VICARIOS GENERALES Y EPISCOPALES (cf AS
178. 177; 71b. 219; 71. 81.102; 171. 177-179. 185. 220. 232235. 244)
281. El Obispo diocesano debe nombrar el Vicario General,
oficio preeminente de la Curia, para que lo ayude en el
gobierno de la Diócesis. Por regla general uno, a no ser que las
razones pastorales aconsejen constituir alguno más. Teniendo
todos la misma potestad sobre toda la Diócesis, es necesaria
una clara coordinación de su actividad, en la observancia de
345
cuanto el Código dispone acerca de las gracias concedidas
por uno u otro Ordinario (¤ c. 475 §1-2; cf c. 65; AS 178).
282. El Obispo diocesano puede nombrar uno o más Vicarios
Episcopales, que tienen la misma potestad ordinaria que por
derecho universal compete al Vicario o Vicarios Generales, en
el ámbito específico a ellos encomendado (¤ c. 476); el Obispo
los nombra por cierto tiempo y puede removerlos, salvo lo
prescrito en el c. 406. Cuando alguno de ellos esté
legítimamente ausente o impedido puede nombrar otro que
haga sus veces (¤ c. 477 §1-2).
283. El Vicario General y, en el ámbito de sus atribuciones,
los episcopales, en virtud de su oficio, tienen potestad
ejecutiva ordinaria; por tanto, pueden realizar todos los actos
administrativos de competencia del Obispo diocesano, a
excepción de aquellos que él mismo haya reservado para sí y
los que el Código de Derecho Canónico confía expresamente
al Obispo diocesano: para ejercitar tales actos, los Vicarios
del Obispo, necesita de un “mandato especial” del mismo,
por escrito (cf AS 178f).
284. El Obispo diocesano no puede nombrar para los oficios
de Vicario General o de Vicario episcopal a los propios
consanguíneos hasta el cuarto grado. Tales oficios no son
compatibles con el de canónigo Penitenciario (cf c. 478 §1-2;
AS 178g).
285. Los Vicarios deben actuar siempre según la voluntad y
las intenciones del Obispo diocesano, a quien deben
informar de las cuestiones principales de las que se ocupan
(cf c. 480; AS 178h).
3B.- LAS ZONAS O VICARÍAS PASTORALES (cf AS 219.
182f)
286. El Obispo diocesano, en Diócesis de considerable
extensión, puede constituir agrupaciones de diverso tipo,
bajo el nombre de Zona pastoral u otro, teniendo en cuenta
346
análogamente los criterios propuestos para la creación de los
Vicariatos foráneos o Decanatos. Ellos son los criterios de
homogeneidad de índole y costumbres de la población. Los
de las características comunes del sector geográfico, por
ejemplo, un barrio urbano, una cuenca minera, un distrito; la
cercanía geográfica y la historia de las parroquias; la
facilidad de encuentros periódicos para los clérigos y otros
criterios más, sin excluir las costumbres tradicionales (cf AS
217b). Puede nombrar Vicarios Episcopales, como guías
responsables de cada Zona Pastoral, quienes tendrán
potestad ordinaria (como Ordinarios del lugar que son)
para la administración pastoral de las mismas, en nombre del
Obispo; además de las facultades especiales que decida
confiarles el mismo (cf c. 476; ChD 29; AS 219).
4.- ESTRUCTURAS, ORGANISMOS Y PLAN PASTORAL
DIOCESANOS
A. LA PASTORAL ORGÁNICA DE LA DIÓCESIS.
1. La responsabilidad personal del Obispo.
287. El Obispo diocesano está llamado a promover la
participación de los fieles en la vida de la Iglesia,
esforzándose por suscitar la necesaria colaboración. Debe
hacer también las oportunas consultas a personas
competentes y escuchar, según las prescripciones del
derecho, los diversos organismos de los que dispone la
Diócesis, para hacer frente a los problemas humanos, sociales
y jurídicos, que frecuentemente presentan dificultades no
pequeñas, evitando cumplir un rol de simple moderador,
decidiendo personalmente de acuerdo a la conciencia y a la
verdad (cf c. 127 §§1-3; AS 160a).
2.- El Obispo coordinador de toda la actividad pastoral
diocesana
288. Al Obispo diocesano corresponde naturalmente la
coordinación de la actividad pastoral de la Diócesis y de
347
él dependen directamente los Vicarios, generales y
episcopales; así como el Vicario judicial. Si lo considera
oportuno, puede constituir un Consejo episcopal formado por
sus Vicarios, con el fin de coordinar toda la acción pastoral
diocesana y la unidad de gobierno (cf c. 473 §4; AS 177b).
289. El Obispo diocesano, al dirigir y coordinar, la
actividad pastoral, el funcionamiento de todos sus órganos y
los asuntos que se refieren a la administración de toda la
Diócesis, tendrá presente este principio general: las
estructuras diocesanas deben estar siempre al servicio del
bien de las almas y las exigencias organizativas no deben
anteponerse al cuidado de las personas. Por tanto, es
necesario actuar de modo que la organización sea ágil y
eficiente, extraña a toda inútil complejidad y burocratismo,
con la atención siempre dirigida al fin sobrenatural del
trabajo. Cualquiera que sea el modelo de organización
adoptado, es necesario evitar que se creen y perpetúen
estructuras de gobierno atípicas, que de algún modo
sustituyan o entren en competencia con los organismos
previstos en la ley canónica, lo que ciertamente no ayudaría a
la eficacia del buen gobierno pastoral (cf AS 177d. 181b).
B. EL SÍNODO DIOCESANO, ACTO DE GOBIERNO Y
EXPRESIÓN DE COMUNIÓN
290. En el buen gobierno pastoral del Obispo diocesano,
al vértice de las estructuras de participación de la Diócesis, el
Sínodo diocesano ocupa un lugar primario. A él
corresponde convocarlo y entre los motivos para ello,
también tendrá en cuenta la necesidad de promover una
pastoral de conjunto, de aplicar normas u orientaciones y
atender los problemas particulares de la Diócesis que
necesiten de una solución compartida y la necesidad de una
mayor comunión eclesial (cf AS 171a. 166).
291. Si los documentos sinodales de carácter sobre todo
348
normativo, no se pronuncian sobre su aplicación, será el
Obispo diocesano quien determine las modalidades de
ejecución, confiándola también a los organismos diocesanos
(cf AS 174d).
C. LA VISITA PASTORAL (cf AS 220-224. 77a. 144b. 171a).
1.- Carácter de la visita pastoral.
292. El Obispo diocesano “tiene la obligación de visitar la
Diócesis cada año, total o parcialmente, de modo que al
menos cada cinco años visite la Diócesis entera,
personalmente o, si se encuentra legítimamente impedido, por
medio del Obispo coadjutor, o del auxiliar, o del Vicario
general o episcopal o de otro presbítero” (c. 396 §1). Es una
acción apostólica que el Obispo debe cumplir animado por la
caridad pastoral que lo presenta concretamente como
principio y fundamento visible de la unidad en la Iglesia
particular. A través de ella, el Obispo, mantiene contactos
personales con el clero y con los otros miembros del pueblo
de Dios. Es una oportunidad para que reanime las energías de
los agentes evangelizadores, felicitarlos, animarlos y
consolarlos; es también la ocasión para invitar a todos los
fieles a la renovación de la propia vida cristiana y a una
acción apostólica más intensa. Le permite, además, examinar
la eficiencia de las estructuras y de los instrumentos
destinados al servicio pastoral, dándose cuenta de las
circunstancias y dificultades del trabajo evangelizador, para
poder determinar mejor las prioridades y los medios de la
pastoral orgánica (cf cc. 396 §1-2. 397 §1. 397 §2; 259 §2 (al
Seminario); 305 §1 (asociaciones); 683 §1 (obras de
religiosos); 806 (escuelas católicas); En casos determinados
por el derecho, igualmente puede hacer la visita canónica a los
institutos religiosos de derecho pontificio (c. 397). LG 23; PG
46; AS 220-222).
2.- Forma de realización de la visita pastoral a las parroquias
349
293. El Obispo diocesano realizará, según las posibilidades
de tiempo y de lugar, los siguientes actos: a) celebrar la Santa
Misa y predicar la Palabra de Dios; b) conferir solemnemente
el Sacramento de la Confirmación, posiblemente durante la
Misa; c) encontrarse con el párroco y con los otros clérigos
que ayudan en las parroquias; d) reunirse con el Consejo
pastoral, o si no existe, con los fieles (clérigos, religiosos y
miembros de las Sociedades de vida apostólica y laicos) que
colaboran en los distintos apostolados y con las asociaciones
de fieles; e) encontrarse con el Consejo para asuntos
económicos; f) tener un encuentro con los niños y los jóvenes
que realizan el camino de catequesis; g) visitar las escuelas y
otras obras e instituciones católicas dependientes de la
parroquia; h) visitar, si es posible, algunos enfermos de la
parroquia; compartir y dialogar con los jóvenes, los obreros
(cf AS 221a).
.
294. En la visita pastoral no se debe, el Obispo diocesano,
omitir, el examen de la administración y conservación de la
parroquia: lugares sagrados y ornamentos litúrgicos, libros
parroquiales y otros bienes, sin faltar el inventario mandado
por el Derecho, del cual debe enviarse una copia a la Curia
(cf c. 1283, 2º. y 3º.). Sin embargo, algunos aspectos de este
examen pueden ser asignados a los Decanos (Vicarios
foráneos) o a otros clérigos idóneos, de manera que el Obispo
pueda dedicar el tiempo de la visita sobre todo a los
encuentros personales, como corresponde a su oficio de
Pastor (cf c. 555 §5; PG 46; AS 221c).
3.- Preparación de la visita pastoral.
295. El Obispo diocesano debe prepararse adecuadamente
para efectuar la visita, informándose con anticipación sobre
la situación socio religiosa de la parroquia: estos datos
pueden serle útiles a él y a las secciones diocesanas
350
interesadas, para tener un cuadro real del estado de la
comunidad y tomar las oportunas medidas La visita pastoral
requiere también una adecuada preparación de los fieles (cf c.
770; AS 222).
4.- Actitudes del Obispo durante la visita.
296. El Obispo diocesano se comportará con sencillez y
amabilidad, dando ejemplo de piedad, caridad y pobreza:
virtudes que, junto a la prudencia, distinguen al Pastor de la
Iglesia. Teniendo como modelo a Jesús, el Buen Pastor, ha de
presentarse ante los fieles no “con ostentación de elocuencia”
(1 Co 2, 1), ni con demostraciones de eficientismo, sino
revestido de humildad, bondad, interés por las personas,
capaz de escuchar y hacerse entender. Debe, además,
preocuparse de no gravar a la parroquia o a los parroquianos
con gastos superfluos. Esto no impide, sin embargo, las
sencillas manifestaciones festivas, que son la natural
consecuencia de la alegría cristiana y expresiones de afecto y
veneración por el Pastor (cf c. 398; PG 46; AS 223).
5.- Redacción de un documento-testimonio, al concluir la visita.
297. Es oportuno que el Obispo diocesano, al concluir la
visita pastoral, redacte un documento que testimonie la
realización de la visita y su desarrollo; se reconozcan los
esfuerzos pastorales y se señalen los puntos para un camino
más exigente de la comunidad, sin omitir las indicaciones
sobre el estado de las estructuras físicas, de las obras
pastorales y de otras eventuales instituciones pastorales (cf
AS 224).
D. LOS ÓRGANOS PASTORALES DIOCESANOS (cf AS 224.
174d. 77a; 181).
298. El Obispo diocesano, con el fin de hacer de la Curia un
instrumento idóneo también para la dirección de las obras de
351
apostolado, constituye otros oficios o comisiones,
permanentes o temporales, con el encargo de cumplir los
programas diocesanos y de estudiar las iniciativas en los
diferentes campos pastorales y apostólicos (familia,
enseñanza, pastoral social, etc.). Del mismo modo examina y
decide sobre las propuestas de estos órganos con la ayuda de
los Consejos presbiteral y pastoral de la Diócesis (cf cc. 519
y 536; ChD 27; AS 181).
299. El Obispo diocesano trate de inculcar un fuerte espíritu
de colaboración para el único fin común y, para una mayor
eficacia, es necesario hacer que el trabajo de los organismos
esté bien distribuido y coordinado, evitando recíprocas
interferencias, diferenciaciones superfluas de tareas o, al
contrario, su confusión. El Obispo se ha de reunir
frecuentemente con los responsables de los organismos o los
delegados, para orientar el trabajo y motivar su celo
apostólico (cf AS 181).
E. PLAN PASTORAL DIOCESANO
1.- La coordinación del apostolado y el plan pastoral diocesano.
300. El Obispo diocesano debe proveer, organizar y
elaborar un programa o plan pastoral, que asegure una
oportuna coordinación de las diferentes áreas pastorales
especializadas (litúrgica, catequética, misionera, social,
cultural, familiar, educativa,…), comprometiendo a las
diferentes oficinas y Consejos diocesanos: de este modo la
acción apostólica de la Iglesia responderá a las necesidades
de la Diócesis y logrará aunar los esfuerzos de todos en su
ejecución, sin olvidar jamás la acción del Espíritu Santo en la
obra de la evangelización. La elaboración del plan pastoral
requiere un análisis previo de las condiciones sociológicas,
estudiar los diversos campos de evangelización, programar
los recursos pastorales e inculcar un auténtico ardor de
santidad en quienes trabajan apostólicamente, conscientes de
que los frutos y la eficacia serán el resultado no tanto de una
352
perfecta organización de las estructuras pastorales, cuanto de
la unión de cada uno con quien es la Vía, la Verdad y la Vida
(cf Jn 14, 6) (cf AS 164).
2.- El Obispo y los laicos en la pastoral orgánica.
301. El Obispo diocesano acogerá las agrupaciones laicales
en la pastoral orgánica de la Diócesis, según la vocación y
misión propias, siempre en el respeto de la identidad propia
de cada una, teniendo en cuenta los criterios de eclesialidad, a
fin de que, unidos entre ellos y con el Obispo, colaboren con
el presbiterio y con las instancias de la Diócesis para la
instauración del reino de Dios (cf AS 63f).
302. El Obispo diocesano ofrezca el servicio de su
paterno acompañamiento a las nuevas realidades asociativas
de los fieles laicos, quienes prestan una preciosa colaboración
a los pastores, para que se inserten con humildad en la vida
de las Iglesias locales y en sus estructuras diocesanas,
zonales, decanales y parroquiales. Asimismo, anime a los
pastores a abrirse y acoger los dones carismáticos de los
organismos del apostolado laical (cf AS 111. 114a).
3.- La formación de los fieles laicos.
303. El Obispo diocesano dé la importancia que hoy tiene la
acción apostólica de los laicos, ofreciéndoles una necesaria y
amplia formación, la cual debe ser una de las prioridades de
los proyectos, programas y organismos diocesanos necesarios
para su desarrollo y crecimiento en la fe y en la acción
pastoral, por ejemplo un instituto diocesano de formación
integral e interdisciplinar (cf AS 116. 25. 63. 108-115. 138.
145. 176. 180. 184. 195. 200. 202. 204. 207-208. 211. 215.
217. 221).
4.- Adecuada inserción de los consagrados en la vida pastoral
diocesana.
304. Al Obispo diocesano compete promover la comunión y
353
la coordinación en el ejercicio de los diversos legítimos
carismas, relacionados con la identidad de la Vida
consagrada; insertar, en común acuerdo con los Superiores,
las obras propias de los Institutos en el horizonte general de
la pastoral diocesana; y para facilitar las relaciones con las
diversas comunidades, si lo considera oportuno, constituir un
Vicario episcopal para la vida consagrada y sociedades de
vida apostólica, dotado de potestad ordinaria ejecutiva, que
haga las veces de él, en relación con los Institutos y sus
miembros. Este Vicario cuidará también de mantener a los
Superiores debidamente informados sobre la vida y la
pastoral diocesana (cf AS 99-102. 68. 98-105. 107. 116. 131133. 184. 203. 214. 219. 222).
5.- Preocupación por la formación permanente del clero.
305. El Obispo diocesano educará a los sacerdotes de todas
las edades y condiciones para el cumplimiento de su deber de
formación permanente y proveerá a organizarla, a fin de que
el entusiasmo por el ministerio no disminuya, sino que, por el
contrario, aumente y madure con el transcurrir de los años,
haciendo más vivo y eficaz el sublime don recibido (cf 2 Tm
1, 6). (cf c. 279 §2; PDV 71. 76-77; AS 23. 83. 124. 200).
6.- El Seminario y la formación pastoral de los seminaristas.
306. El Obispo diocesano determina las modalidades que,
dentro de la formación pastoral, introduzcan a los
seminaristas en las distintas actividades apostólicas de la
Diócesis y en la experiencia pastoral directa; de manera
particular en el trato digno con los miembros del Pueblo de
Dios en sus distintos sectores y estratos sociales. Formación
que ha de continuarse durante los primeros años de ejercicio
del ministerio presbiteral, en conformidad con el Plan de
formación sacerdotal nacional (cf cc. 257-258. 1032; AS 85.
90d. 124. 138. 99. 136).
307. El Obispo no olvide servirse del Directorio para el
354
ministerio y la vida de los presbíteros, en los programas e
iniciativas para la formación de los sacerdotes. En el mismo
Directorio, el Obispo encontrará también indicaciones y
orientaciones útiles para la organización y la dirección de los
diversos medios de formación permanente (cf AS 83e).
7.- Personas que necesitan de una específica atención pastoral.
308. El Obispo debe poner especial cuidado en la atención a
las necesidades espirituales de aquellos grupos humanos, que
por sus condiciones de vida, no pueden gozar suficientemente
del ordinario cuidado pastoral territorial: a) la emigración
internacional. Los programas podrán ser realizados mediante
el envío de sacerdotes, diáconos y otros fieles que acompañen
a los emigrantes, o a través de la creación de estructuras de
coordinación de la pastoral directa de estos fieles. b) No se
deben olvidar los itinerantes, es decir, los peregrinos,
viajeros, circenses, trabajadores de parques ambulantes de
recreación, personas sin domicilio estable, etc. (cf AS 206)
8.- La Familia.
309. El Obispo como primer responsable de la pastoral
familiar, la incorporará en la pastoral orgánica de la
Diócesis, haciendo toda clase de esfuerzos para organizarla
convenientemente y actuarla en todas las parroquias, en los
otros institutos y comunidades diocesanas, con la activa
participación de sacerdotes, diáconos, religiosos y miembros
de las Sociedades de vida apostólica, laicos y las mismas
familias (cf AS 202a).
310. El Obispo se esfuerce, también, en promover una
pastoral de la familia en la sociedad civil, manteniendo un
estrecho contacto con los políticos, sobre todo con los
católicos, ofreciéndoles instrumentos para su formación (cf
AS 202b).
311. También provea la institución de la Comisión de
pastoral familiar en la Diócesis y en los Decanatos (Vicarías
355
Foráneas) y, en la medida de las posibilidades, en las
parroquias; también podrá constituir un centro formativo o
instituto de la familia. Es recomendable que a estos
organismos les sea atribuida también la competencia y el
servicio en pro de la vida, la infancia, la mujer y, según los
casos, la adolescencia y la juventud, a fin de que apoyen una
adecuada y sana formación en el sentido antropológico y
cristiano de la sexualidad, inspirada por la Teología del
cuerpo (cf AS 202b).
9.- La Escuela católica en la pastoral orgánica diocesana.
312. El Obispo diocesano tiene derecho a dictar normas
sobre la organización general de las escuelas católicas, a
visitarlas periódicamente y a favorecer su crecimiento en el
espíritu apostólico dentro de la actividad educativa. También
tiene derecho a consolidar el perfil específico de una
verdadera pastoral, en diálogo con la cultura, de manera que
se inserte adecuadamente en la pastoral orgánica de la
Diócesis (cf AS 133b).
10.- Transmisión de la doctrina cristiana mediante los
instrumentos de comunicación social.
313. Compete al Obispo diocesano, en primer lugar,
organizar el modo de transmitir la doctrina cristiana a través
de los medios de comunicación, estimulando la colaboración
de los clérigos, religiosos, miembros de las Sociedades de
vida apostólica y laicos. Con este fin, al tratarse de la
formación pastoral de los seminaristas, no debe faltar
asimismo la formación para el uso adecuado y competente de
estos medios. En el plan pastoral diocesano ha de preverse
también el tema de los medios de comunicación social (cf cc.
802 §1. 806 §1. 804 §2; AS 138b).
11.-El Obispo y la importancia del “servicio social” y del
Voluntariado
356
314. Suscite, el Obispo, el espíritu de servicio para
entregarse con entusiasmo a los demás, por medio de las
varias formas de voluntariado insertadas en la Pastoral
Social; promueva personalmente, si es necesario, la creación
y la institución de las respectivas estructuras adecuadas (cf
AS 198c).
F.
ORGANIZACIÓN
DE
LAS
ESTRUCTURAS
PARROQUIALES
1.- Planificación de la creación de parroquias
315. El Obispo diocesano se preocupará de organizar las
estructuras pastorales de tal modo que se adapten a las
exigencias de la cura de almas, con una visión global y
orgánica que ofrezca la posibilidad de una penetración
capilar. Cuando lo aconseje el bien de los fieles, después de
haber escuchado al Consejo Presbiteral, deberá proceder a la
modificación de los límites territoriales, a la división de las
parroquias demasiado grandes y a la fusión de las pequeñas, a
la creación de nuevas parroquias o de centros para la
asistencia pastoral de comunidades no territoriales, e
igualmente a una nueva organización global de las
parroquias, en una misma ciudad. Para el estudio de todas las
cuestiones referentes a la creación de las parroquias y a la
construcción de iglesias, se puede constituir un departamento
o comisión, que trabaje en coordinación con las otras
comisiones interesadas de la Diócesis, a fin de anunciar sin
cansancio la Buena Nueva (cf Hch 5, 42; cc. 515 §2. 1215;
AS 214).
2.- Adaptación de la asistencia parroquial a necesidades
particulares.
316. El Obispo diocesano, para hacer frente a necesidades
pastorales particulares de las parroquias, puede recurrir a las
llamadas unidades pastorales, que consisten en promover
formas de colaboración orgánica entre parroquias limítrofes y
357
homogéneas, como expresión de la pastoral de conjunto,
siguiendo ciertos criterios (cf cc. 516-517. 1223. 1225; AS
215b).
5.- LA ACTIVIDAD PASTORAL DEL OBISPO Y LOS
CONSEJOS DIOCESANOS (cf AS 165. 181-182; 77a. 78b.
160a. 174d. 176a-b. 192b.196b. 202b)
317. El Obispo diocesano está comprometido, en razón del
aspecto orgánico de la comunión eclesial y la espiritualidad
de comunión, a valorar los organismos de participación
previstos por el Derecho Canónico. Tales organismos
imprimen un estilo de comunión al gobierno pastoral del
Obispo, a través de la coordinación y la participación de
todas las fuerzas diocesanas que requieren momentos de
reflexión y de confrontación colegial para operar
armónicamente (cf cc.204 §1. 208; PG 44; AS 165 a-c).
318. El Obispo diocesano recordará claramente que los
organismos de participación no se inspiran en los criterios de
la democracia parlamentaria, porque son de naturaleza
consultiva y no deliberativa, puesto que el discernir y
aconsejar son dones del Espíritu (cf NMI 45; AS 165a).
319. El Obispo diocesano deberá preocuparse de que las
reuniones de los Consejos estén siempre bien preparadas,
sobrias en su duración, tengan un objetivo concreto con su
respectiva evaluación, sean propositivas, y se observe una
relación mutua de espíritu cristiano, que deje en los presentes
un sincero deseo de colaborar con los otros (cf AS 165c).
7.- EL CONSEJO PRESBITERAL (cf AS 182. 189b. 99. 122b.
171a.c. 183a. 210d. 214a.d. 217)
320. El Obispo diocesano constituye el Consejo presbiteral,
aprueba sus estatutos y tiene facultad para nombrar libremente
a otros miembros (¤ cc. 495 §1. 496. 497 §3; cf CEM Acuerdo
1573, sobre el c. 496). Lo convoca, lo preside y determina las
cuestiones a tratar; debe oírlo en las cuestiones de mayor
358
importancia y hace público lo establecido (¤ c. 500 §1-3; cf AS
182). La ley canónica establece que el Consejo Presbiteral
debe ser consultado en las siguientes cuestiones particulares:
cc. 461 (convocación del Sínodo diocesano); 515 § 2
(erección, supresión y modificación de parroquias); 1215 § 2
(erección de iglesias); 1222 § 2 (reducción de una Iglesia a
uso profano); 1263 (tributos). Debiendo consultar al Consejo
Presbiteral en todos los otros casos de mayor importancia.
321. El Obispo diocesano debe consultar, igualmente, al
Consejo Presbiteral en las cuestiones de mayor importancia
relativas a la vida cristiana de los fieles y al gobierno de la
Diócesis. Siendo un órgano de naturaleza consultiva, el
Consejo Presbiteral es también la sede idónea para una visión
de conjunto de la realidad diocesana (cf c. 495 §1; AS 182de. 189b. 99. 122b. 171a.c. 183 a. 210d. 214a.d. 217).
322. El Obispo diocesano, a través del Consejo Presbiteral
(cuya institución está mandada por el Derecho: cf cc. 492494), bajo el criterio de participación, debe hacer partícipe al
clero diocesano de las decisiones importantes que desee
adoptar en materia económica, pidiéndole su parecer.
Según la naturaleza del caso, puede ser útil interpelar
también al Consejo diocesano de pastoral (cf c. 502; AS
189b; cf CEM Acuerdos 1604-1605, sobre los cc. 1277 y
1292).
323. El nuevo Obispo diocesano debe constituir un nuevo
Consejo Presbiteral en el plazo de un año, a partir del momento
en el que haya tomado posesión. Si el Consejo deja de cumplir
su función o abusase gravemente de ella, después de consultar
al Metropolitano, puede disolverlo, pero ha de constituir uno
nuevo en el plazo de un año (¤ c. 501 §2-3; cf AS 183. 182j).
8.-EL COLEGIO DE CONSULTORES (cf AS 183. 182j. 236ab. 235a-b. 237. 241. 242b-c. 243a-b. 144. 188-189. 192b-c.)
324. El Obispo diocesano constituye el Colegio de
359
Consultores, nombra libremente a sus integrantes de entre los
del Consejo Presbiteral, ni menos de seis ni más de doce,
durante cinco años. (¤ c. 502 §1-2; cf AS 183a).
325. El Obispo diocesano recibe el consenso y parecer de
los miembros del Colegio, según cuanto está establecido en el
Derecho. En caso de vacación o impedimento de la sede,
asegura la continuidad del gobierno episcopal y una ordenada
sucesión. La Conferencia Episcopal puede establecer que las
funciones del Colegio se confíen al Cabildo catedralicio (cf
cc. 502 §3; 494 §1-2; 1277; 1292 §1; 272; 485; 1018 §1, 2°;
382 §3; 404 §1 y 3; 413 §2; 421 §1; 422; 430 §2; 833, 4°; AS
183a; cf CEM Acuerdo 1574, sobre el canon 502 §3).
326. El Obispo diocesano o por quien hace sus veces en
sede vacante, deben presidir las reuniones del Colegio de
consultores y deben abstenerse de votar con los consultores,
cuando al Colegio se le pida algún parecer o consenso (cf cc.
127; 502 §2; AS 183b).
9.- EL CABILDO DE CANÓNIGOS (cf AS 185-187. 155. 183.
235b. 242h. 245b)
327. El Obispo diocesano puede encomendar determinados
oficios al Cabildo (c. 503).
328. El Obispo diocesano aprueba sus Estatutos (¤ c. 505).
329. El Obispo diocesano confirma al presidente elegido por
el Cabildo (¤ c. 509) o lo nombra (cf Consejo Pontificio para
la Interpretación de los Textos Legales: al c. 509 §1, 20 de
junio de1987).
330. El Obispo diocesano da normas en el caso de que el
cabildo radique en una parroquia (Iglesia capitular) (¤ c. 510
§3).
10.-EL CONSEJO DIOCESANO DE PASTORAL (cf AS
184.122b. 181a.189b. 221d)
331. El Obispo diocesano constituye el Consejo Diocesano
360
de Pastoral, determina el modo de elegir a sus miembros, en
forma eclesial, sobre todo por laicos, según los estatutos
aprobados por el mismo. A él corresponde convocarlo y
presidirlo (¤ cc. 511-514; cf AS 184).
332. Bajo su autoridad, al Consejo Diocesano de Pastoral,
le corresponde “estudiar y valorar lo que se refiere a las
actividades pastorales en la Diócesis, y sugerir conclusiones
prácticas sobre ellas”. Puede, también, el Obispo diocesano
proponerle a discusión temas relacionados con la actividad
pastoral de la Diócesis, como por ejemplo el plan pastoral,
las diversas iniciativas misioneras, catequéticas y apostólicas,
el modo de facilitar el ministerio pastoral de los clérigos, etc.
(cf cc. 511-513; AS 184a-e). A fin de que el trabajo del
Consejo sea más eficaz, conviene que sus reuniones estén
precedidas por un conveniente estudio preparatorio,
sirviéndose para este fin de la ayuda de las instituciones y de
los departamentos o comisiones pastorales diocesanos (cf
513; AS 184f).
333. Corresponde al Obispo diocesano decidir, mediante las
oportunas indicaciones de los estatutos, la modalidad para la
designación de sus miembros. El Obispo convoque el
Consejo por lo menos una vez al año. A él corresponde,
igualmente, proponer las cuestiones que hay que examinar,
presidir las reuniones, decidir la conveniencia o no de hacer
público lo tratado en el Consejo y determinar el modo de
ejecución de las conclusiones. El trabajo del Consejo es, por
lo tanto, de naturaleza consultiva. Sin embargo, el Obispo
debe tener en la debida consideración el parecer de los
miembros del Consejo, en cuanto colaboración responsable
de la comunidad eclesial en su oficio apostólico (cf c. 514;
AS 184c-d).
334. El Obispo diocesano puede proponer a la discusión del
Consejo temas relacionados con la actividad pastoral de la
Diócesis. También es conveniente que los Obispos discutan
361
en la Conferencia Episcopal sobre la actividad de los
Consejos pastorales diocesanos, de tal manera que cada uno
en su propia Diócesis pueda utilizar la experiencia de los
otros. El Consejo Diocesano de Pastoral cesa en su actividad
durante la sede vacante de la Diócesis y puede ser disuelto
por el Obispo diocesano cuando no cumpla las funciones que
le han sido asignadas (cf cc. 511-514; ChD 27; AS 184e).
7.-EL CONSEJOS DIOCESANO DE ASUNTOS
ECONÓMICOS (cf AS 188-192. 237)
335. El Obispo diocesano constituye el Consejo Diocesano
de Asuntos Económicos, designando a los integrantes. Lo
preside, por sí mismo o mediante un delegado. El Consejo
realiza el presupuesto anual, según las indicaciones del mismo
Obispo. Consejos análogos a éste, deberán constituirse
también en cada una de las parroquias y en las demás
instituciones con personalidad jurídica (cf cc. 492 §1. 493.
537 y 1280; cf AS 192a).
336. El Obispo diocesano nombra al Ecónomo diocesano, por
cinco años, oído el Consejo de Asuntos Económicos y el
Colegio de Consultores. El Ecónomo administrará los bienes
de la Diócesis bajo la autoridad del Obispo diocesano –a tenor
del Libro V del CIC- y, además de las funciones señaladas,
debe realizar los gastos que él le ordene legítimamente (¤ c.
494 §1-4; cf CEM Acuerdos 1604-1605, sobre los cc. 1277 y
1292). Además de las funciones señaladas en el c. 494 §3-4;
1287, puede, el Obispo diocesano, encomendarle al Ecónomo
diocesano las funciones indicadas en los cc. 1276 §1. 1279 §2;
quien tiene, además, la tarea de elaborar al final de año el
informe de su administración, misma que deberá dar a conocer
a todos (¤ cc. 1278; 494 §4; 1287).
12.- LOS DECANOS, ARCIPRESTES O VICARIOS
FORÁNEOS (cf AS 217-218. 201. 212c. 221)
337. El Obispo diocesano nombra al Decano o Arcipreste,
362
después de oír a los sacerdotes del Decanato y también
libremente puede removerlo de su oficio (¤ cc. 553 §2. 554
§1.3).
338. El Obispo diocesano determina cómo debe practicar el
Decano la visita a las Parroquias del mismo Decanato (c. 555
§4).
11.-LAS PARROQUIAS, PÁRROCOS, ADMINISTRADORES
Y VICARIOS PARROQUIALES (cf AS 210-216. 221-224; 18.
71b. 79c. 96b. 101d. 104c. 111c. 130a. 139b. 149b. 150c. 152b.
184c. 189c. 192a. 195b. 198b. 202b-c. 203a-d. 204b. 205a. 206cd. 211b. 212. 215. 217-218. 240. 245-246; 114a. 181b. 195b.
202a. 210d.e.f; 181b. 210. 211d. 215b).
339. El Obispo diocesano debe tratar de infundir en los
clérigos, y en particular en los párrocos, un ánimo paternal
que los lleve a un trato personal con los fieles, sobre todo, en
parroquias de zonas urbanas; también les advertirá del riesgo
de una visión eficientista o burocrática del ministerio; y los
impulsará a aprovechar todos los medios y ocasiones para
acercarse a los fieles, sobre todo a las familias (cf cc. 512 § 1.
151. 521. 524; AS 212 a-b).
340. Ante los desafíos pastorales que las realidades inéditas
de las grandes ciudades presentan a la organización
parroquial, el Obispo diocesano, después de un profundo
análisis, debe preocuparse de que: a) exista una adecuada y
eficiente la distribución de los ministros sagrados en todas la
zonas de la ciudad; b) las parroquias, capillas y oratorios,
casas religiosas y otros centros de evangelización y de culto
estén organizadas con criterios apropiados; c) exista una
estrecha coordinación de los responsables de las parroquias
con los clérigos y religiosos que ejercen un encargo pastoral
de tipo interparroquial o diocesano; d) por el bien de los
fieles, las parroquias poco habitadas de la zona urbana
ofrezcan los propios servicios espirituales y desarrollen entre
363
ellos una actividad pastoral adecuada (cf ChD 30; AS 213).
341. El Obispo diocesano se preocupará de organizar las
estructuras pastorales parroquiales de tal modo que se
adapten a las exigencias del hombre de hoy. Cuando lo
aconseje el bien de los fieles, deberá proceder a la
modificación de los límites territoriales, a la división de las
parroquias demasiado grandes y a la fusión de las pequeñas, a
la creación de nuevas parroquias o de centros para la
asistencia pastoral de comunidades no territoriales, e
igualmente a una nueva organización global de las parroquias
de una misma ciudad. Le corresponde exclusivamente erigir,
suprimir o cambiar las parroquias, oído el parecer del Consejo
presbiteral (cf c. 515 §2; AS 214a-c).
342. El Obispo diocesano proveerá de alguna manera el
cuidado pastoral, cuando algunas comunidades no pueden
erigirse en parroquia o cuasi parroquia (¤ c. 516 §2).
343. Cuando así lo exijan las circunstancias, la cura pastoral
de una o más parroquias a la vez puede encomendarse
solidariamente a varios sacerdotes, con tal que uno de ellos
sea el director de la cura pastoral, que dirija la actividad
conjunta y responda de ella ante el Obispo diocesano. Si, por
escasez de sacerdotes, el Obispo diocesano considera que ha
de encomendarse una participación en el ejercicio de la cura
pastoral de la parroquia a un diácono o a otra persona que no
tiene el carácter sacerdotal, o a una comunidad, designará a
un sacerdote que, dotado de las potestades propias del
párroco, dirija la actividad pastoral (¤ c. 517 §2).
344. El Obispo diocesano puede encomendar, con el
consentimiento del respectivo Superior competente, una
parroquia a un Instituto religioso clerical, con la condición de
que un presbítero sea el párroco de la misma o el moderador, si
la encomienda es solidariamente (c. 517 §1). Debiéndose
realizar un acuerdo escrito entre el Obispo diocesano y el
respectivo Superior competente (¤ c. 520 §1-2).
364
345. El Obispo diocesano deberá prever oportunamente las
áreas de ubicación de las futuras iglesias o de asegurarse con
tiempo los espacios e instrumentos jurídicos necesarios para la
creación de las parroquias. Cuando los Institutos religiosos,
las Sociedades de vida apostólica u otras instituciones o
personas quieran construir una iglesia en el territorio de la
Diócesis, deben obtener el permiso escrito del Obispo. Para
tomar la decisión, el Obispo escuchará al Consejo Presbiteral
y a los párrocos de las Iglesias vecinas (cf c. 1215; AS 214d).
346. El Obispo diocesano promoverá los modelos pastorales
de parroquia que respondan a las necesidades del hombre
actual, con el fin de hacer frente a las necesidades pastorales
tan singulares relacionadas con la pastoral parroquial urbanas
(cf cc. 533 §1. 280. 280. 301; AS 211. 215).
347. El Obispo diocesano provea a la oportuna
reglamentación de la actividad parroquial, en lo relacionado
con: a) el Consejo de pastoral parroquial, cuya presencia es
aconsejable en cada parroquia; b) el Consejo parroquial de
Asuntos económicos, que debe ser constituido en cada
parroquia; c) los libros parroquiales, los derechos y deberes
de los vicarios parroquiales, y la atención pastoral de la
parroquia en ausencia del párroco. c) Asimismo, la relación y
colaboración entre los párrocos, los vicarios parroquiales, los
grupos apostólicos y la comunidad de fieles; el
discernimiento pastoral ante la remoción, el traslado y la
renuncia del párroco, inclusive la presentada a los 75 años de
edad (cf cc. 374 §1. 515 §1. 518. 813. 516 §1. 548. 533 §3;
192-195; 1740-1747 (para la remoción); 190-191 (para el
traslado) y 1748-1752 (para el traslado forzado); 538 §1 y
§3; AS 210. 211e).
348. Al Obispo diocesano compete la provisión del
nombramiento de Párroco, mediante libre colación, aunque
para discernir sobre la idoneidad del elegido, oye al Decano y
al Vicario Episcopal y realiza las investigaciones oportunas,
365
pidiendo parecer, si el caso lo aconseja, a algunos presbíteros
y fieles laicos (¤ c. 523-524). Es necesario que conste con
certeza su idoneidad, según el modo establecido por el Obispo.
Debe tener estabilidad, y por tanto, debe ser nombrado para un
tiempo indefinido; aunque puede ser nombrado por el Obispo
diocesano para un tiempo definido (no inferior a seis años), si
este proceder ha sido admitido, mediante decreto, por la
Conferencia Episcopal (cc. 521 §3; 522: ver el Acuerdo 1575
de la CEM, en relación a éste canon).
349. El Obispo diocesano establece normas para discernir la
idoneidad de los candidatos en relación con los oficios
parroquiales, incluso mediante un examen (c. 521 §3; cf 524).
350. El Obispo diocesano nombra al Párroco, si este es
religioso, previa presentación o asentimiento del respectivo
Superior (¤ cc. 523. 682 §1).
351. El Ordinario del lugar otorga la posesión al Párroco;
también puede dispensarle este acto. La notificación de la
dispensa hace las veces de la toma de posesión; determina el
tiempo de ésta (c. 527 §2-3).
352. El Obispo diocesano decide sobre el destino de las
oblaciones de los fieles en la parroquia, igualmente acerca de la
remuneración de los clérigos que prestan sus servicios en las
parroquias (¤ cc. 531; cf 551).
353. El Ordinario del lugar puede permitir al párroco y al
vicario habitar fuera de la casa parroquial, en donde habiten
otros presbíteros, con tal de que cumplan sus funciones
pastorales. El párroco debe avisarle, cuando se ausente por
más de una semana (c. 533 §1-2; 550 §1-2). VG. VZ.
354. Al Obispo diocesano le corresponde establecer las
normas y proveer la atención a la parroquia, durante la
ausencia del párroco (¤c. 533 §3).
355. El Obispo diocesano establece qué libros parroquiales
han de llevarse, además de los establecidos por derecho.
También revisará los Archivos, personalmente o por medio de
366
algún delegado suyo (c. 535 §1.4; cf CEM Acuerdo 1576,
sobre el canon 535 §1).
356. El Obispo diocesano decide si se constituye Consejo
pastoral parroquial y da normas para su constitución y
funcionamiento (¤ c. 536 §1-2).
357. El Obispo diocesano da normas sobre el funcionamiento
del Consejo económico parroquial (c. 537).
358. El Obispo diocesano puede cesar al Párroco, por
remoción o traslado o, por renuncia a su oficio parroquial.
Cuando se trata de un religioso o sociedad de vida apostólica se
rige por las normas del canon 682 §2 (¤ cc. 538 §1-2; 1740.
1742 § 2. 1748).
359. El Obispo diocesano acepta la renuncia del Párroco que
ha cumplido setenta y cinco años y provee su sustento y
vivienda (¤ c. 538 §3).
360. El Obispo diocesano nombra al Administrador
parroquial, en las circunstancias previstas por el derecho (¤ cc.
539-540).
361. El Ordinario del lugar debe ser informado por quien
ha asumido provisionalmente la responsabilidad de una
parroquia (c. 541 §1-2). VG. VP. VZ.
362. El Obispo diocesano puede encomendar una o más
parroquias solidariamente a varios sacerdotes y uno de ellos
será el Moderador, quien es el responsable ante él. También le
corresponde considerar si ha de ser encomendada una
parroquia a un diácono o a otra persona que no tenga carácter
sacerdotal, o a una comunidad religiosa, nombrando a un
sacerdote con las facultades de párroco (¤ cc. 517 §1-2.). Si
cesa el oficio de Moderador o queda incapacitado, el Obispo ha
de nombrar otro Moderador (¤ c. 544).
363. El Obispo diocesano nombra libremente al Vicario
parroquial, fija sus derechos y obligaciones y puede removerlo
(¤ cc. 547-549. 552).
367
14.- LOS RECTORES DE LAS IGLESIAS Y CAPELLANES
(cf AS 213c. 252a. 104b. 206c. 217a)
364. El Obispo diocesano nombra, confirma o instituye al
Rector de una iglesia, incluso a los religiosos presentados por
su Superior (¤ c. 557 §1-2).
365. A no ser que el Obispo diocesano disponga de otra
manera, el Rector del Seminario o de un Colegio regido por
clérigos, lo es también de la Iglesia aneja (c. 557 §3).
366. El Ordinario del lugar juzga si las celebraciones
litúrgicas en una Iglesia rectoral no perjudican al ministerio
parroquial (c. 559). VG. VZ.
367. El Ordinario del lugar puede mandar al rector que
celebre para el pueblo determinadas funciones, incluso
parroquiales, y que la iglesia esté abierta para que algunos
grupos celebren allí funciones litúrgicas (c. 560). VG. VZ.
368. El Ordinario del lugar, respetando los estatutos y
derechos, vigila que el rector de la iglesia realice las
celebraciones litúrgicas y administre con diligencia los bienes
(c. 562). VG. VZ.
369. ʘ El Ordinario del lugar puede remover de su oficio
al rector de una iglesia, aunque hubiera sido elegido o
presentado (c. 563).
370. ʘ El Ordinario del lugar, nombra, instituye o
confirma al capellán, que ha sido presentado o elegido (c.
565).
371. ʘ El Ordinario del lugar no debe proceder al
nombramiento del capellán de la casa de un Instituto religioso
laical sin haber consultado al Superior (c. 567 §1).
3. LOS BIENES TEMPORALES DE LA IGLESIA (cc. 1254
al 1310)
A. FUNCIONES DEL OBISPO EN LA ADMINISTRACIÓN
DE LOS BIENES PATRIMONIALES (cf AS 188-189. 192c.
200)
368
372. Al Obispo diocesano corresponde en la Iglesia
particular que preside, como su único administrador, la
organización de todo lo relacionado con la administración de
los bienes eclesiásticos, mediante oportunas normas e
indicaciones, de acuerdo con las directivas de la Sede
Apostólica y sirviéndose de las eventuales orientaciones y
subsidios de la Conferencia Episcopal. Debe ocuparse, en
primer lugar, de las necesidades del culto, de la caridad, del
apostolado y del sostenimiento del clero, subordinando a ellas
cualquier otra finalidad, supuesta siempre la observancia de
la justicia (cf cc.1276 §1-2. 392 §2. 1281 §1-2. 1292 §1-2;
1300-1301; AS 188).
373. Al El Obispo diocesano, en razón de la presidencia en
la Iglesia particular, le corresponde la organización de todo
lo relacionado con la administración de los bienes
eclesiásticos, mediante oportunas normas e indicaciones, de
acuerdo con las directivas de la Sede Apostólica y
sirviéndose de las eventuales orientaciones y subsidios de la
Conferencia Episcopal. Además, en cuanto único
administrador de la Diócesis, le corresponde: –Vigilar, para
que no se introduzcan abusos, sobre la administración de
todos los bienes de las personas jurídicas que le están
sujetas; después de haber escuchado el Consejo diocesano
para asuntos económicos, establecer mediante decreto cuáles
actos exceden los límites y las modalidades de la
administración ordinaria; enajenar, con el consentimiento del
Consejo diocesano de asuntos económicos y del Colegio de
Consultores, los bienes que por su valor están entre la
cantidad mínima y la máxima establecida por la Conferencia
Episcopal Para la enajenación de los bienes cuyo valor
excede la cantidad máxima, de un ex voto o de objetos
preciosos de valor artístico o histórico, se requiere igualmente
el permiso de la Santa Sede (cf CEM Acuerdos 1604-1605,
relacionados con los cánones 1277 y 1292). –Dar ejecución a
369
las donaciones y disposiciones mortis causa (llamadas pías
voluntades) en favor de las causas pías. En estos casos deberá
cumplir o hacer cumplir la voluntad de los benefactores. –En
la administración de los bienes, supuesta siempre la
observancia de la justicia, el Obispo debe ocuparse en primer
lugar de las necesidades del culto, de la caridad, del
apostolado y del sostenimiento del clero, subordinando a ellas
cualquier otra finalidad (cf cc. 1276-1277. 392 §2. 1281.
1292. 1300-1301; AS 188).
B. ADQUISICIÓN DE BIENES
374. El Obispo diocesano amonesta a los fieles sobre su
obligación de contribuir a las necesidades de la Iglesia, según
canon 222 §1 (c. 1261 §2).
375. El Obispo diocesano puede imponer tributo moderado a
personas jurídicas públicas o físicas, sujetas a su jurisdicción,
para subvencionar las necesidades de la Diócesis (¤ c. 1263).
Incluso, para proveer las necesidades del Seminario, puede
imponer un tributo en su Diócesis (c. 264)
376. El Ordinario propio y el Ordinario del lugar
autorizan, por escrito, a toda persona, tanto física como
jurídica, a hacer cuestaciones para cualquier institución o
finalidad piadosa o eclesiástica (c. 1265 §1).
377. El Ordinario del lugar puede mandar hacer una
colecta especial en todas las iglesias y oratorios, aunque
pertenezcan a institutos religiosos (c. 1266).
378. El Ordinario da licencia para que puedan ser
rechazadas o aceptadas algunas donaciones gravadas o
condicionadas (c. 1267 §1-3; cf c. 1295).
C.- ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES
379. El Obispo diocesano habrá de tener presentes los
criterios fundamentales que deben guiar la administración
de los bienes diocesanos: a) De competencia pastoral y
técnica. b) De participación. Es igualmente oportuno que la
370
comunidad diocesana esté al corriente de la situación
económica de la Diócesis. En este mismo sentido pueden
proceder las parroquias y otras instituciones, bajo la vigilancia
del Obispo. c) El criterio ascético. d) El criterio apostólico,
que induce a utilizar los bienes como instrumento al servicio
de la evangelización y la catequesis. e) El criterio del buen
padre de familia en el modo diligente y responsable de
conducir la administración (cf 1284 § 1). Como expresiones
específicas de este criterio, el Obispo: –Cuidará de asegurar
la propiedad de los bienes eclesiásticos en modo civilmente
válido y hará cumplir las disposiciones canónicas y civiles, o
aquellas impuestas por el fundador, el donante o la legítima
autoridad. Además, vigilará para que no se produzca daño a
la Iglesia por el incumplimiento de la ley civil. –A confiar los
trabajos observará y hará cumplir con cuidado las leyes
civiles sobre el trabajo y la vida social, teniendo en cuenta los
principios de la Iglesia; -Hará observar lo establecido por el
derecho civil, especialmente en lo relativo a los contratos y a
las disposiciones mortis causa en favor de la Iglesia. –Deberá
conocer y hacer observar las decisiones de la Conferencia
Episcopal sobre los actos de administración extraordinaria y
las condiciones para la cesión y arrendamiento de los bienes
eclesiásticos (cf c. 1297: CEM Acuerdo 1606). –Procurará
inculcar en los pastores y en los custodios de los bienes un
fuerte sentido de responsabilidad para su conservación, de tal
modo que empleen todas las medidas de seguridad para evitar
los robos. –Promoverá la realización y actualización de los
inventarios, también fotográficos, en los cuales estén
claramente enumerados y descritos los bienes inmuebles o
muebles preciosos o de valor cultural (cf cc. 1277. 494. 1263.
1281; PG 20. 45; AS 189).
380. El Ordinario vigila la administración de los bienes
eclesiásticos correspondientes y organiza la administración
de los mismos (c. 1276 §1-2). VG. VZ.
371
381. El Ordinario interviene en el caso de negligencia del
administrador de los bienes eclesiásticos y designa los
administradores de las personas jurídicas públicas que no los
tengan (c. 1279 §1-2). VG. VZ.
382. ʘ El Ordinario autoriza a los administradores para
realizar actos de administración extraordinaria (c. 1281 §1).
383. El Obispo diocesano, cuando se trate de casos de
administración económica de mayor importancia, debe oír al
Consejo de Asuntos Económicos y al Colegio de Consultores;
asimismo para los del derecho universal y los actos de
administración extraordinaria; éstos son determinados por la
Conferencia Episcopal (cc. 1277; cf 1280). Determina cuáles
son los actos de administración extraordinaria (¤ c. 1281 §2).
384. El Ordinario recibe el juramento de los
administradores, antes de que ejerzan su función; y urge a los
administradores bajo su jurisdicción, la elaboración del
inventario de la persona jurídica administradora (c. 1283 §1,
2º-3º. cf c. 555 § 3).
385. El Ordinario da su consentimiento para que los
administradores apliquen a los fines de la persona jurídica los
excedentes de las inversiones (c. 1284 §2, 6º).
386. Al Obispo diocesano, los administradores de bienes
eclesiásticos, clérigos o laicos, deben rendir cuentas cada año, a
no ser que estén legítimamente exentos de su potestad de
régimen (por ejemplo, los institutos religiosos). El informe lo
revisará el Consejo de Asuntos Económicos (cc. 1287. 1284).
387. El Ordinario del lugar recibe de los administradores,
tanto clérigos como laicos, el estado de cuenta anual y lo
encargará para su revisión al Consejo de asuntos económicos
(c. 1287 §1).
388. El Ordinario propio autoriza a los administradores,
por escrito, para que entablen litigios en el fuero civil sobre
los bienes eclesiásticos (c. 1288).
372
389. El Obispo diocesano representa a la Diócesis en todos
los negocios jurídicos de la misma (c. 393). Vigilará que la
Diócesis, en cuanto Asociación Religiosa, cumpla las
responsabilidades jurídicas, administrativas, fiscales y civiles,
según los Estatutos propios ante el Estado Mexicano. Urgirá al
ecónomo diocesano y al apoderado legal la elaboración de un
archivo completo de todos los documentos e inventarios
relacionados con las responsabilidades civiles que nacen de
esta personalidad jurídica de la Asociación Religiosa (cf cc. 22;
1284 §2, 9º; 1286; 116 §1). ɣ: VG. VP. VZ.
373
D.- LOS CONTRATOS, ESPECIALMENTE LA
ENAJENACIÓN,
PÍAS VOLUNTADES Y FUNDACIONES PÍAS (cf AS
187)
390. El Obispo diocesano, si es de su competencia, procede a
la enajenación de bienes bajo ciertas condiciones, fijadas por la
Conferencia del Episcopado y oído el parecer del Consejo de
Asuntos Económicos, del Colegio de Consultores y de los
interesados. Asimismo, en todo lo relativo a contratos,
enajenaciones, pías voluntades y pías fundaciones (¤ c. 12921310).
E.- LA PÍAS VOLUNTADES Y LAS FUNDACIONES PÍAS
(cf AS 68. 140. 227b)
391. El Ordinario es tutor y ejecutor de todas las pías
voluntades; debe vigilar que sean cumplidas y que le rindan
cuentas (c. 1301 §1-3).
392. El Ordinario debe ser informado de todo fideicomiso
de causas pías y vigilar su cumplimiento. Si los bienes han
sido entregados en fiducia a un religioso y están destinados a
un ente diocesano o a un instituto religioso, el Ordinario es
el del lugar o bien el Ordinario propio del mismo religioso
(c. 1302 §1-3).
393. El Ordinario concede la licencia escrita para que una
persona jurídica pueda aceptar una fundación (c. 1304 §1).
394. El Ordinario aprueba dónde se asignen y depositen el
dinero y los bienes muebles asignados como dote; juzga
sobre su inversión productiva c. 1305).
395. El Ordinario puede reducir las cargas de Misas bajo
ciertas condiciones (c. 1308 §2).
396. Al Obispo diocesano compete la facultad de reducir el
número o cargas de misas, que han de celebrarse en virtud de
legados o de otros títulos válidos por sí mismos, cuando han
disminuido las rentas y mientras persista esta causa y según
374
ciertas condiciones. También tiene la facultad de reducir las
cargas o legados de Misas que pesan sobre las instituciones
eclesiásticas (¤ c. 1308 §3-4).
397. El Obispo diocesano traslada las cargas de misas a días e
iglesias distintas, de acuerdo con la fundación (c. 1309).
398. El Ordinario tiene poder para reducir, moderar o
conmutar la voluntad sobre causas pías, ante la imposibilidad
del cumplimiento de estas; excepto la reducción de Misas. En
los demás casos, se debe recurrir a la Sede Apostólica (c.
1310 §2).
4. LAS SANCIONES EN LA IGLESIA (cc. 1311 al 1399)
Principios:
1º. Debe ser castigado con una pena justa:
-Quien enseña una doctrina condenada por el Romano Pontífice o
por un Concilio Ecuménico o rechaza pertinazmente la doctrina
descrita en el canon 752, y, amonestado por la Sede Apostólica o
por el Ordinario, si no se retracta;
2º. -Quien desobedezca a la Sede Apostólica, al Ordinario o al
Superior cuando mandan o prohíben algo legítimamente, y
persiste en su desobediencia después de haber sido amonestado
(c. 1371, 1º-2º).
A. LOS DELITOS Y PENAS EN GENERAL
1.- La ley penal y del precepto penal
399. El Ordinario del lugar puede sancionar con penas
canónica a los religiosos, en lo que dependan de él (c. 1320).
2. Las penas expiatorias
400. ʘ El Ordinario del lugar da su consentimiento para
imponer la prescripción de residir, tanto a clérigos como
religiosos, en un determinado lugar o territorio (c. 1337 §2).
3.-Los remedios penales y penitencias
401. El Ordinario amonesta a quien se encuentra en ocasión
próxima de delinquir, a quien se presume ha cometido un
375
delito o a quien provoca con su conducta escándalo,
quedando constancia escrita. Además, puede añadir
penitencias al remedio penal de la amonestación (cc. 1339
§1-3. 1340 §3). VG. VP. VZ.
4.-La aplicación de las penas
402. ʘ El Ordinario promueve el procedimiento judicial o
administrativo para imponer o declarar penas, solamente si
todos los intentos pastorales han fracasado (c. 1341).
403. ʘ El Ordinario amonesta, impone penitencias u otros
modos de solicitud pastoral, cuando el reo es absuelto (c.
1348).
404. ʘ El Ordinario provee las necesidades de quien,
habiendo sido expulsado del estado clerical (cf c. 281), se
encuentre en estado de verdadera indigencia por razón de esa
pena (c. 1350 §2).
5.-La cesación de las penas
-a) Pueden remitir una pena no reservada a la Sede
Apostólica:
405. ʘ El Ordinario que promovió el juicio para imponer o
declarar la pena; o bien el Ordinario del lugar en el que se
encuentra el delincuente, después de haber consultado al
Ordinario que la impuso. Si no está reservada a la Sede
Apostólica, el Ordinario puede remitir una pena latae
sententiae a sus súbditos; y también
cualquier
Obispo,
sólo dentro de la confesión sacramental (c. 1355 §1, 1º-3º).
-b) Pueden remitir una pena ferendae o latae sententiae
establecida mediante precepto que no haya sido dado por la
Sede Apostólica:
406. ʘ El Ordinario del lugar en el que se encuentra el
delincuente. - El Ordinario que promovió el juicio, si la pena
ha sido impuesta o declarada (c. 1356 §2).
B. LAS PENAS PARA CADA UNO DE LOS DELITOS
376
Los delitos contra las autoridades eclesiásticas y contra la
libertad de la iglesia
Debe ser castigado con una pena justa:
a) Quien enseña una doctrina condenada por el Romano
Pontífice o por un Concilio Ecuménico o rechaza
pertinazmente la doctrina descrita en el canon 752, y,
amonestado por la Sede Apostólica o por el Ordinario, no
se retracta;
b) Quien desobedezca a la Sede Apostólica, al Ordinario o
al Superior cuando mandan o prohíben algo legítimamente,
y persiste en su desobediencia después de haber sido
amonestado (c. 1371, 1º-2º).
c) Quien suscita públicamente la aversión o el odio de los
súbditos contra la Sede Apostólica o contra el Ordinario,
con el motivo de algún acto de potestad o de ministerio
eclesiástico, o induce a los súbditos a desobedecerlos, debe
ser castigado con entredicho o con otras penas justas (c.
1373).
III. 3. POTESTAD JUDICIAL (cf AS 68. 64. 158b. 179b. 180)
Principios:
1º. El Obispo diocesano es el titular para juzgar todas las causas,
excepto las que expresamente el mismo derecho señale. Ejerce esta
potestad por sí mismo o por medio de otros (cc. 1419 §1. 135. 391
§1-2).
2º. Al ejercitar la función judicial, el Obispo diocesano podrá
valerse de los siguientes criterios generales: a) Siempre que no
comporte perjuicio a la justicia, el Obispo debe actuar de modo
que los fieles resuelvan de manera pacífica sus controversias y
se reconcilien cuanto antes. b) Observe y haga observar las
normas de procedimiento establecidas para el ejercicio de la
potestad judicial. c) Si tiene noticias de comportamientos que
dañen gravemente el bien común eclesial, debe investigar con
discreción, solo o por medio de un delegado, los hechos y la
responsabilidad de sus autores. d) El Obispo, consciente del
377
hecho que el Tribunal de la Diócesis ejercita su misma potestad
judicial, vigilará a fin de que la acción de su tribunal se desarrolle
según los principios de la administración de la justicia en la
Iglesia. Asumirá también la responsabilidad que le corresponda
en los tribunales constituidos para varias diócesis (cf cc. 135 § 3
y 391; 1339-1341; 1446; 1717-1718; AS 68a-d).
Facultades:
702LOS PROCESOS JUDICIALES (cc. 1400-1752)
A. LOS JUICIOS EN GENERAL (cc. 1400-1500)
1.- Tribunal de primera instancia
407. El Obispo diocesano considerará el ámbito judiciario
como objeto de su preocupación pastoral personal; elegirá
atentamente a los titulares de los diferentes oficios del
Tribunal, sea diocesano o interdiocesano. Puede confiar los
oficios de Promotor de justicia y Defensor del vínculo a
laicos expertos que sean doctores o licenciados en Derecho
(cf c. 1435); asimismo, si hay necesidad por el volumen de
causas a tratar y por la carencia de clérigos que trabajen el
Tribunal, la Conferencia Episcopal puede permitir que se
nombren Jueces que sean laicos. Éstos también deben de ser
doctores o licenciados en Derecho, según las modalidades y
las condiciones establecidas por las normas canónicas, de
modo que los clérigos estén más libres para desarrollar las
tareas indispensables relativas al Orden sagrado (cf cc. 391
§2. 1420 §4-1421 §3. 1423; AS 180; CEM Acuerdos 16061608, relacionado con los cánones 1421 §2. 1425 §4).
408. El Obispo diocesano debe nombrar al Vicario Judicial
con potestad ordinaria de juzgar y éste constituye un solo
tribunal con él. El Obispo diocesano nombra a los Jueces, al
Defensor del Vínculo y al Promotor de Justicia diocesanos que
sean clérigos; deben ser nombrados para un tiempo
determinado; también los puede remover por causa justa (¤ cc.
1420; 1435. 1421 §1. 1422. 1436 §2. 1439 §3)
378
409. El Obispo diocesano puede aprobar y nombrar a
personas que destaquen por sus buenas costumbres, prudencia
y doctrina para el oficio de Auditores (¤ c. 1428 §1-2).
410. El Obispo diocesano puede constituir con otros Obispos
un Tribunal interdiocesano con la aprobación de la Santa Sede
(c. 1423).
411. El Obispo diocesano puede también encomendar a un
colegio de tres o de cinco jueces para las causas más difíciles
(c. 1425 §2). Puede, asimismo, saltar el turno de jueces (¤ c.
1425 §3).
412. El Obispo diocesano juzga si debe intervenir el
Promotor de Justicia cuando no lo prescribe la ley (¤ c. 1431
§1).
2.- Oficio de los jueces y ministros del tribunal
413. Todos los fieles, y en primer lugar el Obispo diocesano,
han de procurar con diligencia evitar los litigios en el Pueblo
de Dios, llegando a la paz cuanto antes (¤ c. 1446 §1).
414. El Obispo diocesano decide el proceso sobre la
recusación, respecto del Vicario Judicial (c. 1449).
3.- Lugar del juicio
415. El Obispo diocesano ha de ser informado cuando en la
Diócesis ejerce jurisdicción un juez que en la suya no puede
ejercerla (c. 1469 §1).
416. El Obispo diocesano autoriza al juez expulsado o
impedido en su jurisdicción, para que puede ejercerla en su
territorio y dictar sentencia; asimismo, por causa justa puede
salir de su territorio para recoger pruebas, pero con la licencia
del Obispo diocesano respectivo (¤ c. 1469 §2).
4.- Las partes en causa: actor y demandado
6. Cuando la autoridad civil ya ha designado tutor o curador,
éste puede ser admitido por el juez eclesiástico, después de oír,
si es posible, al Obispo diocesano, de aquel a quien se dio;
379
pero si no está designado o si se considera que no debe ser
admitido, el juez designara un tutor o curador para la causa (c.
1479).
417. El Ordinario puede actuar en juicio, por sí o por otro,
en nombre de las personas jurídicas que están bajo su
jurisdicción, que no tuviesen representantes o éstos fueran
negligentes (c. 1480 §2).
5.- Procuradores judiciales y abogados
418. El procurador y el abogado han de ser mayores de edad
y de buena fama; además, el abogado debe ser católico, a no
ser que el Obispo diocesano permita otra cosa, y doctor, o, al
menos, verdaderamente perito en derecho canónico, y contar
con la aprobación del mismo Obispo (c. 1483).
419. El abogado puede ser suspendido de su oficio y, si
reincide, puede ser eliminado del elenco de los abogados por el
Obispo que preside el tribunal –quien goza de los derechos del
Obispo diocesano- (c. 1488 §1).
703
B.
DE
LOS
JUICIOS
ORDINARIOS (cc. 1501-1670)
CONTENCIOSOS
1.- Las costas judiciales y del patrocinio gratuito
420. El Obispo diocesano debe dictar normas en lo referente
a tasas, honorarios y el patrocinio (c. 1649).
2.- La ejecución de la sentencia
421. El Obispo diocesano ejecuta la sentencia de primer
grado, por sí mismo o por otro (¤ c. 1653 §1-2).
704
C. ALGUNOS PROCESOS ESPECIALES (cc. 16711670; AS 180. 68)
380
1.- LOS PROCESOS MATRIMONIALES
1.- La sentencia y apelación
422. El Ordinario del lugar puede vetar para nuevo
matrimonio al que ha obtenido la sentencia de nulidad del
anterior (c. 1684 §1). VG. VZ.
423. El Ordinario del lugar cuidará de que sea anotada en los
libros de bautismo y matrimonio la nulidad de matrimonio,
notificada por el Vicario judicial (c. 1685). (El “vetitum”
puede también incluirse en la Sentencia que da el juez.
Normalmente así se hace en los Tribunales de México).
2.- Las causas de separación de los cónyuges
424. El Obispo diocesano puede decidir por decreto la
separación personal de los cónyuges (c. 1692 §1-2).
3. Proceso para la dispensa del matrimonio rato y no
consumado
425. El Obispo diocesano recibe las preces para la dispensa
del matrimonio “rato y no consumado” y ordena la instrucción
del proceso. Puede encomendar "ad casum" o de modo
permanente la instrucción de ese procedimiento. Autoriza la
colaboración de un jurisperito al orador o a la parte demandada
(¤ cc. 1699-1701. 1681). Confecciona —o, al menos firma y
hace suyo— el voto conclusivo (c. 1704). El Obispo remite
todo el proceso a la Sede Apostólica, ésta remite el rescripto de
dispensa, si ha procedido, para que lo notifique (¤ cc.
1700.1705-1706).
4.- Proceso sobre la muerte presunta del cónyuge
426. Al Obispo diocesano le corresponde emitir la
declaración del proceso de muerte presunta del cónyuge (¤ c.
1707).
2.- LAS CAUSAS PARA DECLARAR LA NULIDAD DE LA
ORDENACIÓN
427. El Ordinario de quien depende, o el de la Diócesis
381
donde fue ordenado, tienen derecho a acusar la nulidad de la
sagrada ordenación -también el propio clérigo- (c. 1708).
D. EL PROCESO PENAL (cc. 1717-1731)
Investigación y proceso
428. El Ordinario lleva el curso del proceso penal (cc. 1717 1724 §1).
E. PROCEDIMIENTO EN LOS RECURSOS
ADMINISTRATIVOS Y EN LA REMOCIÓN Y
TRASLADO DE LOS PÁRROCOS (cc. 1732-1752)
1.- RECURSO CONTRA LOS DECRETOS
ADMINISTRATIVOS
429. El Obispo diocesano puede establecer un consejo o
departamento de recurso contra los decretos administrativos o
contra los actos administrativos singulares, según las
orientaciones de la Conferencia Episcopal (cc. 1732-1734; cf
CEM Acuerdo 1611, relativo al canon 1733).
2.- MODO DE PROCEDER EN LA REMOCIÓN DE
PÁRROCOS
430. El Obispo diocesano propone al Consejo presbiteral la
creación de un grupo estable de párrocos para los
procedimientos administrativos de traslado y remoción de
párrocos (c. 1742 §1).
431. El Obispo diocesano puede remover a un párroco, por
cualquier causa, aun sin culpa grave del interesado, cuando su
ministerio resulta perjudicial o al menos ineficaz, si es preciso
por proceso administrativo. Provee en lo económico al párroco
removido (cc. 1740-1747).
3.-MODO DE PROCEDER EN EL TRASLADO DE LOS
PÁRROCOS
432. El Obispo diocesano puede trasladar a los párrocos,
“cuando así lo pide el bien de las almas o la utilidad de la
382
Iglesia” (c. 1748), incluso, mediante proceso administrativo,
guardando la equidad canónica y teniendo en cuenta la
salvación de las almas (cc. 1748-1752).
IV. ALGUNAS PRERROGATIVAS, PENAS
Y DEBERES RELATIVOS A LOS OBISPOS DIOCESANOS
433. Los Obispos son miembros del Colegio Episcopal,
tienen el derecho y el deber de asistir al Concilio Ecuménico y
colaboran con el Romano Pontífice, especialmente en el
Sínodo de Obispos (cf cc. 334. 336. 339).
434. Los clérigos tienen especial obligación de mostrar
respeto y obediencia al Sumo Pontífice y a su Obispo como
Ordinario propio (c. 273).
435. El Obispo diocesano debe aplicar personalmente la Misa
“por el pueblo” todos los domingos (c. 388 §1-3).
436. Al Obispo diocesano le obliga la ley de la residencia personal
en la Diócesis. Aparte de las ausencias por razón de la visita
“ad limina”, es su deber asistir a los Concilios, al Sínodo de
los Obispos y a las reuniones de la Conferencia Episcopal, o
de cumplir otro oficio que le haya sido legítimamente
encomendado. Puede también ausentarse de su Diócesis con
causa razonable no más de un mes continuo o con
interrupciones. No debe ausentarse de su Diócesis los días de
Navidad, Semana Santa y Resurrección del Señor,
Pentecostés y Corpus Christi, a no ser por una causa grave y
urgente (cc. 395 §1-3; cf 410; AS 161).
437. En cuanto a la toma de posesión canónica, como Obispo
diocesano, ha de atender al tiempo indicado (c. 382)
438. El Obispo diocesano cada cinco años debe presentar al
Romano Pontífice una relación sobre la situación de su
Diócesis. Irá a Roma para venerar los sepulcros de los
Apóstoles Pedro y Pablo y presentarse al Romano Pontífice:
“visita ad limina Apostolorum”. Al cumplir setenta y cinco
años, se le ruega que presente la renuncia de su oficio al Sumo
383
Pontífice; de la misma manera si ve disminuida su capacidad u
otra causa grave (cc. 399-401 §1-2; cf AS 161b).
439. El Obispo diocesano es advertido cuando el
Metropolitano quiere celebrar en la Iglesia Catedral (c. 436
§1).
440. El Obispo diocesano como miembro de la Provincia
eclesiástica emite su parecer acerca de la conveniencia de un
Concilio provincial y, junto con el Metropolitano, en el
Concilio provincial, puede desarrollar algunas funciones (cc.
440. 442 - 446).
441. El Obispo diocesano puede presentar, al menos cada tres
años, a la Santa Sede nombres de presbíteros para el
Episcopado, asimismo con la Conferencia Episcopal (c. 377
§2).
442. El Obispo diocesano puede también pedir a la Santa
Sede algún Obispo Auxiliar, proponiéndole una terna de
episcopables y siguiendo ciertos criterios (cc. 403. 377 §4; cf
AS 70-71ab).
443. Los Obispos tienen derecho a predicar y confesar en
todo el mundo, a no ser que el Obispo del lugar, en casos
particulares, se oponga expresamente (cc. 763. 967 §1).
444. El Obispo diocesano tiene derecho a oratorio (c. 1227).
445. El Obispo diocesano en razón del vínculo de unidad
contribuye a las necesidades de la Sede Apostólica y de la
Iglesia Universal (c. 1271).
446. El Obispo diocesano, a través de la masa común
diocesana, ha de cumplir su obligación de solidaridad con las
personas que sirven a la Iglesia o con las necesidades de otras
Iglesias (¤ c. 1274-1288).
447. El Obispo diocesano incurre en pena si confiere a
alguien la consagración episcopal sin mandato pontificio:
excomunión “latae sententiae” reservada a la Santa Sede (cc.
1382. cf 1013).
384
448. El Obispo diocesano incurre en pena si ordena a un
súbdito ajeno sin las legítimas dimisorias (c. 1383).
449. El Obispo diocesano en ningún caso puede dispensar de
la obligación del celibato de los clérigos (c. 291).
450. Al Obispo diocesano se le invita a presentar la renuncia
al servicio pastoral, al cumplimiento de los 75 años de edad;
también por otros motivos previstos por el Derecho (c. 401 §1;
cf AS 225).
451. Al Obispo diocesano, por prerrogativa, se le celebran las
exequias y puede ser enterrado en su Iglesia Catedral (c. 1242;
cf AS 245).
385
ANEXO 3
ALGUNAS DETERMINACIONES DEL DERECHO
PARTICULAR
EMANADAS DEL “PRIMER SÍNODO PASTORAL”,
RESPECTO AL SERVICIO PASTORAL
DE LOS VICARIOS EPISCOPALES Y LOS DECANOS.
Nota:
Para conocer el contenido integro y el contexto de cada uno de estos enunciados
sintéticos, es preciso acudir a la fuente y consultar directamente el texto original,
que se encuentra en: DIOCESIS DE TOLUCA, Primer Sínodo Pastoral, Toluca,
Méx., 1987-1995.
l.
ACERCA DEL MINISTERIO DEL «VICARIO EPISCOPAL PARA LA
PASTORAL DIOCESANA» EN COMUNIÓN CON EL OBISPO
DIOCESANO, CON LOS DISTINTOS VICARIOS DEL MISMO Y
LOS DECANOS.
El Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana, así como los Vicarios
episcopales de Zona Pastoral, por su misión “vicarial”, están ligados fielmente al
Obispo en toda acción pastoral que le asigna a éste el Primer Sínodo Pastoral
Diocesano de Toluca (1987-1995), como Legislación o Derecho Particular.
Algunas Normas sinodales señalan tareas o acciones pastorales que
específicamente corresponden al Obispo, quien se hace presente por su Vicario
episcopal para la Pastoral Diocesana; asimismo, otras precisan tareas o acciones
pastorales que atañen directamente al Vicario episcopal de Zona Pastoral, sea
individualmente o en comunión con los demás Vicarios episcopales.
Nuestro Primer Sínodo Pastoral Diocesano asigna al Obispo diocesano las
siguientes tareas pastorales, que encomienda y delega, para que las realice
directamente, en su nombre y en comunión con él, su Vicario episcopal para la
Pastoral Diocesana:
20 N. a. Establecer con el Obispo y los Vicarios episcopales y Decanos en
armonía con el espíritu de nuestro Primer Sínodo Pastoral Diocesano, «procesos
evangelizadores de educación integral en la fe teologal», con fidelidad a Cristo, a
su Iglesia y a nuestro hermano el hombre.
b. Cuidar, también, que toda relación y acción entre los fieles laicos confiados a
su atención pastoral se mantengan en la fidelidad al espíritu de comunión y
participación (cf SD 57).
24 N. Revisar, colaborando con el Obispo, el Plan de formación integral de
nuestro Seminario Diocesano y establecer, juntamente con los Vicarios
386
episcopales y la Comisión para la Formación permanente del Clero, programas
fundamentales de acompañamiento personalizado a los presbíteros, que fortalezcan
su identidad con Cristo Pastor, Cabeza, Esposo y Servidor y consigan una mejor
vivencia de su relación con los demás miembros del pueblo de Dios.
27 N. a. Determinar, con el Obispo, previo discernimiento, el elenco de
Movimientos y Organismos autorizados para la vida pastoral de nuestra Iglesia
diocesana.
b. Velar, con los Vicarios episcopales para que los distintos sectores del pueblo de
Dios conozcan su identidad, carisma, espiritualidad y actividades apostólicas que
ofrecen a la comunidad (los Movimientos)
c. Discernir, también con los Párrocos, los programas, su aplicación y evaluación,
a partir de un análisis de la realidad y con fundamento en las palabras y las
acciones de Jesucristo, siguiendo el espíritu del Concilio Vaticano II y del
Magisterio posterior.
d. Asegurar, con los Agentes de pastoral una visión pastoral de nuestra identidad
como mexicanos para comprenderla desde sus raíces históricas y culturales,
apreciarla, purificarla y transformarla desde el Evangelio.
28 N. a. Convocar, como Vicario episcopal de pastoral, a realizar procesos que
favorezcan la comunión eclesial en la Diócesis.
b. Cultiven con dedicación, igualmente, el diálogo y la relación entre ellos y
en orden a la comunicación cristiana de carismas, programas y recursos humanos o
materiales, como una manera concreta de construir la unidad eclesial, de integrarse
en la pastoral orgánica de la Comunidad Diocesana y de actuar, por consiguiente,
en los distintos niveles de nuestras estructuras pastorales.
29 N. b. Determinar, con el Obispo, los criterios pastorales que se han de tener
en cuenta para la admisión de un nuevo movimiento, organismo o institución
eclesiales y no aprueben alguno sin previo discernimiento eclesial.
34 N. a. Asumir, con los Vicarios episcopales y quienes tienen confiado algún
Organismo diocesano, en comunión con el Obispo, la responsabilidad de planear,
programar y evaluar periódicamente el proceso de la pastoral orgánica, integral y
diferenciada.
b. Acompañar, igualmente, a los distintos miembros del Pueblo de Dios,
especialmente a los presbíteros, en todo itinerario apostólico o de formación
integral, orientado a la integración en la pastoral orgánica diocesana.
40 N. a. Integrar, con el Señor Obispo y con sus Vicarios Generales, las
Comisiones Diocesanas de las tres dimensiones pastorales de la evangelización
que, a su vez, promuevan sus estructuras correspondientes en las Parroquias,
Decanatos y Vicarías Episcopales.
b. Armonizar, asimismo, orgánicamente y en conjunto, sus planes y
387
programas, como prioridad de prioridades.
43 N. a. Asumir, con los Agentes de pastoral, como prioridad de prioridades en
toda acción apostólica, el carisma (espíritu, don, mística) de la misión
evangelizadora integral.
b. Revisar, con los Asesores o Dirigentes de cada Grupo o Movimiento, los
itinerarios de formación y perseverancia, los contenidos doctrinales
evangelizadores que asumen, según su carisma, en sus experiencias y procesos.
Encauzarlos en todo lo que mira a la formación integral y a la armonía con el
espíritu de éste nuestro Sínodo Pastoral Diocesano.
45 b. Apoyar al el Obispo, para designar a personas aptas y especializadas que
ayuden a la formación doctrinal y a la capacitación técnica de los Agentes de
pastoral, para el aprovechamiento óptimo de estos recursos, particularmente los
relacionados con la comunicación social.
48 N. c. Facilitar, en comunión con el Obispo y los organismos diocesanos, la
especialización de los presbíteros, religiosas y seglares, para la evangelización de
grupos y sectores humanos específicos.
49 N. b. Coordinar, a una con los Vicarios episcopales y los responsables de
las Comisiones de Profética Litúrgica y Social el establecimiento y dinamización
de programas, itinerarios y servicios que favorezcan, en los fieles y grupos, el
testimonio fehaciente de su experiencia de Dios en el cumplimiento cotidiano de su
misión.
57 N. Incentivar creativamente, en coordinación con los Vicarios episcopales y
los Decanos, programas e itinerarios que ayuden a los fieles, a partir de la
comunidad parroquial, en su proceso de maduración y celebración de su fe, en su
capacitación apostólica y misionera "ad Gentes", y su consecuente proyección en la
vida social.
62 N. a. Cuidar, de que la Comisión Diocesana de Pastoral Profética, en
comunión y colaboración con el Obispo, asuma la responsabilidad de estructurar
un equipo que elabore las líneas básicas y los programas de catequesis,
67 N. Organizar implementar, con los Vicarios episcopales y los Decanos,
apoyados por el Rector y Equipo Formador de nuestro Seminario, centros o
servicios de formación y reflexión teológica (cursos, talleres, experiencias...), para
todos los miembros del Pueblo de Dios (cf CIC cc. 217. 229 §1-2).
75 a. Responsabilizarse, con los pastores de Movimientos, de llevar a los fieles al
«primer encuentro con Jesucristo» y de alentarlos constantemente en el
«seguimiento al Señor».
388
b. Establecer lineamientos pastorales, en orden a su perseverancia, sea en la
vivencia de la fe, la esperanza y la caridad, sea en su acción apostólica, según su
carisma.
c. Acompañarlos con itinerarios bien definidos que comprendan la escucha de la
Palabra, la celebración de los tiempos fuertes de la Liturgia y la aceptación de su
compromiso con el hombre de hoy, particularmente con el marginado.
d. Organizar experiencias fuertes, serias y profundas de oración y de encuentro
fraterno, haciendo de la Eucaristía a fin de que cada organismo, movimiento o
comunidad eclesial, guiado por el Espíritu Santo, sea «sujeto y objeto» de una
renovada evangelización y de un compromiso misionero laico, (cf CIC cc. 528 §2.
839 §1. 1248 §2-1249). (75 N a-d).
105 N. Estudiar y precisar con los Vicarios episcopales y Decanos, a una con las
Comisiones Diocesanas de Pastoral Litúrgica y sus Departamentos de Música y
de Arte Sacro, las disposiciones más oportunas y adaptadas para la celebración
eclesial digna de la Palabra, de los Sacramentos y, especialmente de la Eucaristía.
112 N. b. Responsabilizarse en comunión con el Obispo y la Comisión
Diocesana de Pastoral Social, de la difusión programada, gradual y sistemática de
la «Doctrina Social de la Iglesia»; establecer criterios, programas e itinerarios a
nivel diocesano,
114 N. Cultivar y establecer cauces definidos, colaborando con el Obispo y los
Agentes de pastoral, por medio de la Comisión Diocesana de Pastoral Social,
para facilitar la conversión del corazón, la formación de una conciencia -personal y
comunitaria-, recta, solidaria y sensible a la justicia, a la verdad y al amor, y la
animación, organización y coordinación de las acciones, no sólo individuales sino
eclesiales
115 N. a. Establecer, según lo indique el Obispo, con la Comisión Diocesana de
Pastoral Social y la Comisión Diocesana de Ministerios Laicales, criterios,
programas e itinerarios para la institución de los ministerios de caridad y justicia
social en las Parroquias y Rectorías.
116 b. Instituir, con el Obispo y las Responsables de las Comisiones Diocesanas
de Pastoral Profética, Litúrgica y Social, la «Comisión Diocesana de los
Derechos Humanos», integrada por personas cualificadas: fieles cristianos laicos,
religiosos, religiosas y presbíteros.
c. Promover, con los Vicarios episcopales y Decanos la Comisión Diocesana
de Pastoral Social, estructuras a nivel parroquial, decanal, zonal y diocesano, que
hagan viable la acción eficaz de la Iglesia, en orden a los Derechos Humanos.
120 N. b. Unido al Obispo, encomendar al Departamento de la Pastoral de la
Salud, entre sus tareas evangelizadoras, la organización de cursos y experiencias
389
de formación para la atención de los enfermos
c. Confíele, igualmente, la capacitación de los Agentes de la Pastoral de la salud
para la comprensión humana, psicológica y espiritual del enfermo, con auténtico
sentido de caridad.
d. Favorecer que la Comisión y el Departamento de salud, en acuerdo con el
Obispo, establezca criterios y orientaciones precisas sobre la oportunidad, el lugar
y el modo de celebrar las llamadas "Misas de sanación".
167 N. a. Establecer en apoyo al Obispo y todos los Responsables de cualquier
tarea pastoral y en comunión con él, dentro de los criterios de la Pastoral
Orgánica Diocesana, centros, planes y programas, necesarios y oportunos, que
favorezcan el proceso de una formación integral e integradora, gradual, sistemática
y permanente de los fieles laicos
b. Promover, establezcan y dinamizar, con los Responsables y Asistentes de
Organismos diocesanos laicales y los Pastores, programas, experiencias e
itinerarios de perseverancia, maduración en la fe y formación permanente
destinados a los organismos laicales y a sus integrantes.
c. Incluir, igualmente, en sus programas lo referente a su identidad y misión, a la
formación cristiana de su conciencia moral, a su compromiso eclesial de ser
testigos del mandamiento fundamental del amor, en sus relaciones interpersonales
y promotores de la justicia, la verdad, la libertad y la paz.
171 N. Acordar, con los Responsables y Asistentes de Organismos diocesanos
laicales, el programa de convivencias, talleres, retiros y apostolados.
Propiciar, igualmente, canales de diálogo y discernimiento eclesial entre
todos, profundizando en la escucha, la comunicación abierta y veraz, el apoyo
apostólico y el mutuo enriquecimiento con los distintos carismas (cf CIC c. 209).
175 N. Acordar, con los Responsables y Asistentes de Organismos diocesanos
laicales, distintos itinerarios, retiros, ejercicios espirituales, grupos de oración y
compromiso apostólico, reuniones para la lectura y comentario de la Palabra de
Dios, conferencias u otras experiencias que garanticen una espiritualidad
específicamente laical.
194 N. b. Promover soluciones, con los Vicarios episcopales y los Decanos, para
que los Pastores con sus respectivas Comunidades, afronten como Iglesia
diocesana, de manera corresponsable y fraternal, la justa remuneración y las
necesidades materiales de quienes se dedican a tiempo completo a la formación
inicial de los futuros pastores (cf CIC c. 281).
c. Apoya, igualmente, a los presbíteros del Equipo formador, sin distraerlos de
su ministerio específico.
272 N. a. Implementar, con los Vicarios episcopales, Decanos y los Superiores y
Superioras de los Institutos de Vida consagrada convocados y coordinados por el
390
Vicario episcopal para la misma, los medios adecuados para que todos los
miembros de la Vida consagrada conozcan, aprecien y promuevan el «misterio de
la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica»
275 N. b. Promover con los Superiores y Superioras, Coordinadores y
Moderadores de las distintas Comunidades de Vida Consagrada, los Vicarios
episcopales, Decanos y el Rector del Seminario, convocados por el Vicario
episcopal para la Vida Consagrada, oportunidades de dar a conocer a los distintos
sectores del pueblo de Dios, el carisma específico de cada Instituto, la forma
concreta de su presencia y actividad apostólica en nuestra Iglesia particular,
especialmente de la Vida contemplativa.
285 N. c. Mantener, a una con el Obispo, los Vicarios episcopales y en
particular el Vicario episcopal para la Vida Consagrada, una constante relación
pastoral con los miembros de los distintos Institutos de Vida consagrada; darles el
respeto, aprecio y atención debidos a hermanos.
292 N. a. Favorecer y coordinar, a una con los Vicarios episcopales o Decanos,
según el caso, la integración y participación de personas e Institutos de Vida
consagrada en la elaboración de los planes pastorales.
335 N. a. Promover, a una con el Obispo, Vicarios Generales Decanos, en
corresponsabilidad con su Presbiterio, programas para la participación y vivencia
del misterio de la Iglesia, «comunión y participación para la misión»,
340 N. a. Suscitar, a una con los Decanos, en toda la comunidad diocesana, el
interés por el don del Diaconado permanente, por conocer su identidad y misión
específica en la Iglesia; descubran en común las necesidades reales y sentidas que
requieran su establecimiento.
b. Cultivar, igualmente con los Pastores, estas vocaciones al Diaconado
permanente para el servicio de la caridad, la liturgia, administración de los
sacramentos que le son propios y para la atención más esmerada de nuestras
opciones preferenciales.
345 N. c. Organizar, con los Decanos de su Zona pastoral, con cuidado fraterno
y providente, el apoyo integral a los presbíteros para facilitarles su período de
vacaciones anuales; cada presbítero precise y dé a conocer su día de descanso
semanal (cf CIC cc. 283 §2. 533 §2. 550 §3).
347 N. c. Cuidar, con los Responsables diocesanos de las tres dimensiones de la
Evangelización coordinados por el Director Diocesano de las Obras Misionales
Pontificias, que los presbíteros acepten a Jesucristo Evangelizador, asumiendo en
su vida, acción y planeación, la integralidad de las tres dimensiones de la
evangelización (profética, litúrgica y social) y la diversidad de las tres actividades
391
en la única y universal tarea evangelizadora: la acción pastoral, la nueva
evangelización y la misión
354 N. a. Promover entre los presbíteros, con los Decanos, Vicarios episcopales,
Decanos, presidente del Consejo Presbiteral, coordinados por la Comisión
Diocesana de la Formación Permanente del Clero, el espíritu de una pastoral de
comunión y participación, animada por la caridad pastoral.
356 N. c. Establecer, con el Obispo, en reflexión y oración con los Vicarios
episcopales, Decanos y el Consejo Presbiteral, el criterio del tiempo prudente e
ideal de permanencia del pastor no sólo en la parroquia sino también en otros
servicios pastorales, atendiendo al bien del mismo presbítero y de la comunidad, de
los organismos o de las estructuras eclesiales, a fin de favorecer la constante
renovación de la pastoral orgánica, sin olvidar la norma establecida por la
Conferencia del Episcopado Mexicano (cf CIC c. 522. Norma complementaria de
la CEM, n. 1575: “Los párrocos serán nombrados por tiempo indefinido.
Excepcionalmente, por motivos válidos y de acuerdo con su prudencia, los Obispos
podrán nombrarlos por un tiempo determinado, no inferior a los seis años”. -Entró
en vigor el 29 de junio de 1994-).
366 N. a. Establecer, a una con los Vicarios episcopales, los responsables de la
Formación Permanente del Clero y el presidente del Consejo Presbiteral,
coordinados por el Vicario general, formas de justicia y caridad pastoral para dar
soluciones auténticamente humanas… que eduquen a los presbíteros, desde una
recta conciencia moral, para el compromiso de la comunión y participación en
orden a una justa nivelación de los bienes materiales y de los recursos económicos,
igual que a la institución de la «masa común»
389 N. a. Programar, con los Vicarios episcopales y los Decanos, para los agentes
de pastoral, experiencias de fe, integrales y específicas, para que asuman, en actitud
de conversión, las orientaciones conciliares que nos llaman a pasar de una pastoral
«individualista» a la «pastoral de comunión y participación.
b. Implementen y faciliten, igualmente, los medios adecuados para que todas
estas acciones incrementen la comunión y la participación entre las familias, los
Organismos, Movimientos, Rectorías y Capellanías en la Parroquia, el Decanato y
la Zona pastoral.
390 N. Cultivar, con los Agentes de pastoral y los Vicarios episcopales y los
Decanos, la comunión y participación eclesiales que favorezca su relación
personal, fraterna y afectiva con los distintos miembros de la jerarquía.
392 N. Cultivar, con los Pastores y los Responsables de las tres vertientes de la
Pastoral, en la interrelación pastoral, el sentido de comunión y participación entre
sí mismos y con los demás agentes de pastoral en orden a la organicidad de una
392
pastoral renovada y evangelizadora, en el Plan orgánico diocesano.
396 N. a. Consagrar sus esfuerzos, en comunión con el Obispo, su Presbiterio y
demás Agentes de pastoral, a la realización de una eficaz pastoral orgánica,
integral y de conjunto.
b. Respondan, igualmente, al plan salvífico del Padre y a la inspiración
renovadora del Espíritu Santo estableciendo programas de animación y revisión
periódicas.
c. Comprométanse, también, a hacer de la parroquia el corazón de la vida
apostólica.
397 N. a. Establecer, con el Obispo, en comunión con los Responsables de los
distintos Organismos, Movimientos y Estructuras de la Diócesis, el «Consejo
Diocesano de Pastoral», conforme a las prescripciones eclesiales, y asegure la
participación necesaria y entregada de todos sus integrantes.
b. Programar, con aprobación del Obispo, que proponga las líneas básicas, los
criterios, los procesos y las dinámicas, en guías pedagógicas y operativas
("Instructivos Generales"), en orden a la constitución de los Consejos de Pastoral
en las Parroquias y en los Decanatos. Anímenlos, asimismo, por medio de los
Vicarios episcopales de Zona y evalúenlos periódicamente, con sus
correspondientes planes y programas.
398 N. a. Elaborar y organizar, con el Obispo, a una con el Consejo Diocesano
de Pastoral, el «Plan Diocesano de Pastoral» que responda a las necesidades y
planes decanales y zonales, basados en las prioridades, recursos y experiencias de
las comunidades parroquiales.
c. Promover, con el Obispo y su Vicario general reuniones periódicas a nivel
diocesano, zonal y decanal para cuidar el proceso y la aplicación del Plan Pastoral,
evaluándolo y enriqueciéndolo con las distintas experiencias eclesiales.
399 N. d. Establecer, en comunión con los Vicarios episcopales y Decanos,
programas, servicios y formas de apostolado, según las distintas necesidades que
presentan la pastoral, urbana, suburbana, rural.
e. Incluyan en ellos, también, las opciones prioritarias y los nuevos retos que
están surgiendo de la realidad para la pastoral familiar, juvenil, campesina,
indígena, obrera, de alejados, de pobres y marginados, de cuidado respecto a los
grupos religiosos y sectas.
f. Establecer, igualmente, formas para recabar los informes sobre los
programas parroquiales, en las visitas de fraternidad y comunión pastoral que les
corresponde realizar cada año.
402 N. Establecer, con los Pastores, y coordinar con los Vicarios episcopales y
Decanos, itinerarios y experiencias de espiritualidad, y retiros oportunos, según los
tiempos litúrgicos, con el fin de desarrollar sus propios carismas y los carismas de
393
los demás agentes de pastoral.
420 N. Promover, asimismo, un seguimiento y acompañamiento de la familia en
las diversas etapas de la formación y desarrollo de sus hijos, particularmente
cuando se trata de apoyarlos en su elección vocacional.
421 N. Organizar, igualmente, los servicios que sean necesarios o programas de
formación sobre los legítimos derechos de los padres de familia relacionados con la
educación de sus hijos.
422 N. a. Propiciar, a una con los Pastores, sus Vicarios episcopales, y la
Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, coordinados por la Comisión
Diocesana de Educación y Cultura, canales de diálogo y colaboración entre los
profesionales de la educación, tanto de las instituciones católicas como de las
escuelas particulares u oficiales, y los padres de familia.
b. Propiciar, también, que las escuelas sean auténticas comunidades
educativas, formadoras de la persona, cultivadoras de su fe y promotoras de su
compromiso con la sociedad
c. Promover, elaborar y aplicar, igualmente, programas de capacitación y
formación para los maestros, particularmente
d. Integren, asimismo, a algunos fieles cristianos laicos, hombres o mujeres,
capacitados pedagógicamente y prepárenlos para que colaboren específicamente en
la formación de los valores humanos y cristianos y en la orientación vocacional.
424 N. Promover, con los Agentes de pastoral responsables de Grupos o
Movimientos laicos, programas que incentiven la responsabilidad de los fieles
cristianos, mediante la proclamación para crecimiento de los valores culturales, a la
luz del Evangelio, desde la familia.
440 N. a. Dinamizar, a una con el Obispo, la Comisión Diocesana de Pastoral
Familiar e integrarla a la Pastoral Orgánica Diocesana y al Consejo Diocesano de
Pastoral, para que promueva y coordine toda la acción pastoral en relación a la
formación integral de la familia en las distintas estructuras y movimientos
diocesanos: Parroquia, Decanato, Zona pastoral, Diócesis
b. Promover, con los Decanos y Vicarios episcopales, coordinados por la
Comisión Diocesana de Pastoral Familiar y en armonía con y los Responsables
diocesanos de las tres dimensiones de la Evangelización, los planes, programas y
centros necesarios para dinamizar la pastoral familiar, en todos los sectores, niveles
y estructuras de nuestra vida diocesana.
c. Incluir, asimismo, en el trabajo pastoral, la colaboración de peritos,
expertos en medicina familiar, derecho, comunicaciones, pedagogía, psicología,
sociología y teología.
e. Realizar, con los Pastores, los Decanos y Vicarios episcopales,
coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, cursos y retiros de
394
la formación en la fe para que las familias vivan su adhesión a Jesucristo,
Evangelio del Padre, y a su Iglesia.
f. Atender, asimismo, con programas y procesos determinados y
adaptados, las áreas más importantes de la Pastoral familiar, como son: formación
para el matrimonio y la familia, atención a la persona en las distintas etapas de la
vida, atención especial a las familias desintegradas o en circunstancias irregulares y
fortalecimiento de los valores culturales y cristianos existentes en nuestros hogares.
g. Incluir, también, en estos procesos las formas concretas existentes en la
Diócesis u otras nuevas para la preparación del Sacramento del Bautismo, de la
Confirmación y de la Eucaristía, en que participe toda la familia (cf CIC cc. 851 §2.
843 §2. 890).
i. Discernir y decidir, según indicación del Obispo, sobre la necesidad de
que algunos de los integrantes de la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, sean
de tiempo completo y prevea los gastos de los mismos.
422 N. a. Propiciar, con los Pastores, sus Decanos, los Vicarios episcopales y la
Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, coordinados por la Comisión
Diocesana de Educación y Cultura, canales de diálogo y colaboración entre los
profesionales de la educación, tanto de las instituciones católicas como de las
escuelas particulares u oficiales, y los padres de familia, con el fin de cuidar la
formación integral de los alumnos.
b. Propicien, también, que las escuelas sean auténticas comunidades
educativas, formadoras de la persona, cultivadoras de su fe y promotoras de su
compromiso con la sociedad
c. Promover, elaborar y aplicar, igualmente, programas de capacitación y
formación para los maestros, particularmente de los más jóvenes, en orden a la
educación integral de los alumnos, y a su orientación vocacional.
d. Integrar, asimismo, a algunos fieles cristianos laicos, hombres o
mujeres, capacitados pedagógicamente y prepararlos para que colaboren
específicamente en la formación de los valores humanos y cristianos y en la
orientación vocacional, al menos en las escuelas particulares en las que los padres
de familia soliciten este servicio. Prever, también, programas extraescolares,
semejantes y adecuados para los alumnos de las escuelas oficiales.
424 N. Promover, con los Agentes de pastoral responsables de Grupos,
Movimientos, Organismos y Estructuras del apostolado de los laicos, programas
que incentiven la responsabilidad de los fieles cristianos laicos, especialmente entre
los profesionistas, los gestores del cambio social y de las modas, mediante la
proclamación y crecimiento de los valores culturales, a la luz del Evangelio, desde
la familia.
440 N. a. Dinamizar, con el Obispo, la Comisión Diocesana de Pastoral
Familiar e integrarla a la Pastoral Orgánica Diocesana y al Consejo Diocesano de
395
Pastoral, para que promueva y coordine toda la acción pastoral en relación a la
formación integral.
b. Promover, con los Decanos y Vicarios episcopales, coordinados por la
Comisión Diocesana de Pastoral Familiar y los Responsables diocesanos de las
tres dimensiones de la Evangelización, los planes, programas y centros necesarios
para dinamizar la pastoral familiar.
c. Incluir, asimismo, en el trabajo pastoral, la colaboración de peritos,
expertos en medicina familiar, derecho, comunicaciones, pedagogía, psicología,
sociología y teología.
d. Unir esfuerzos, capacidades y carismas de los Agentes de Pastoral
Familiar y los Movimientos de Familia aprobados en nuestra Diócesis,
manteniendo en su acción una verdadera comunión con el Obispo y los párrocos.
e. Realizar, con los Pastores, sus Decanos y Vicarios episcopales,
coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, cursos y retiros
de la formación en la fe para que las familias vivan su adhesión a Jesucristo,
Evangelio del Padre, y a su Iglesia.
f. Atender, asimismo, con programas y procesos determinados y
adaptados, las áreas más importantes de la Pastoral familiar, como son: formación
para el matrimonio y la familia, atención a la persona en las distintas etapas de la
vida, atención especial a las familias desintegradas o en circunstancias irregulares y
fortalecimiento de los valores culturales y cristianos existentes en nuestros hogares.
g. Incluir, también, en estos procesos las formas concretas existentes en la
Diócesis u otras nuevas para la preparación del Sacramento del Bautismo, de la
Confirmación y de la Eucaristía, en que participe toda la familia (cf CIC cc. 851 §2.
843 §2. 890).
i. Discernir y decidir, con el Obispo, sobre la necesidad de que algunos
de los integrantes de la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, sean de tiempo
completo y prevea los gastos de los mismos.
442 N. c. Discernir y decidir, a una con el Obispo, a través de la Comisión
Diocesana de Liturgia y de Pastoral Familiar, las normas precisas en un
"Instructivo Pastoral para la Celebración del Sacramento del Matrimonio en la
Diócesis de Toluca" (cf SC 42. 77-79).
460 N.
b. Urgir, con el Obispo, en discernimiento con sus Vicarios
episcopales y los Responsables de la Pastoral Juvenil, las especializaciones de
algunos presbíteros, religiosos, religiosas y laicos, según sus cualidades y
disposición, para que se consagren competentemente a la Pastoral Juvenil.
479 N. Integrar, con el Obispo, en coordinación con el Consejo Diocesano de
Pastoral, la Pastoral Vocacional en la Pastoral Orgánica y apoyar, bajo la guía
del Espíritu Santo, toda manifestación vocacional.
481 N. Colaborar con el Obispo para que destine a tiempo completo, al menos a
396
un sacerdote que atienda convenientemente la integración de un Equipo Diocesano,
capacitado, testimonial y eclesial, en favor de la Pastoral Vocacional.
482 N. Colaborar con el Obispo para que reestructure, en colaboración con el
Rector del Seminario, del Vicario episcopal para la Vida Consagrada y de
algunos representantes de los Superiores y Superioras de los Institutos de Vida
Consagrada en nuestra Diócesis, la Comisión Diocesana de Pastoral Vocacional,
dándole funcionalidad, no sólo como prioridad permanente, sino como necesidad
de vida para el futuro evangelizador de nuestra Iglesia particular y aún para
responder a la misión «ad Gentes» (cf CIC cc. 223. 385).
484 N. b. Renovar y estructurar constantemente, con la Comisión Diocesana de
Pastoral Vocacional, los Vicarios episcopales y Decanos, los Equipos Decanales y
Parroquiales de Pastoral Vocacional, en las distintas estructuras diocesanas.
c. Promover y favorecer, en comunión con el Obispo, los Vicarios episcopales y
los Decanos, los recursos humanos y materiales que sean indispensables para
sustentar la acción evangelizadora de la Pastoral Vocacional. Utilizar, también, los
Medios de Comunicación Social para la promoción vocacional.
496 N. a. Encomendar, en comunión con el Obispo, a la Comisión Diocesana de
Pastoral Social, como prioridad permanente de su programación, acción y mística,
la atención pastoral a los «pobres».
503 N. b. Evitar, a una con el Obispo, Sacerdotes, Religiosos y Religiosas, ser un
antitestimonio con su bienes materiales y con sus preferencias hacia los ricos y
procuren vivir con los pobres, de tal manera que no sean vistos por ellos como una
clase privilegiada (cf CIC cc. 282. 387. 634. 640).
520 N. a. Reestructurar, en comunión don el Obispo y los Responsables de las
tres dimensiones de la Evangelización, el Departamento de Pastoral Bíblica, y
encomiéndenle tareas específicas que respondan el desafío proselitista de las sectas
y movimientos religiosos.
536 N. a. Promover, en comunión con el Obispo, con los Vicarios, Decanos,
Párrocos y otras personas, recursos de toda índole para implementar una acción
pastoral en favor de las parroquias en las áreas urbanas y suburbanas,
b. Implementar, proponer y animar, con el Consejo Diocesano de Pastoral a los
Decanos y Vicarios episcopales, apoyado por los «Equipos eclesiales»,
designados para este trabajo pastoral, planes y programas específicos, líneas de
acción y de aplicación pastoral, en las zonas o áreas urbanas y suburbanas
correspondientes.
545 N. a. Promover e implementar, en comunión con el Obispo y con sus
397
próvidos colaboradores, los elementos, recursos y organismos necesarios que
propicien el nacimiento de una estructura parroquial de comunión y participación,
apta para atender a los fieles de los sectores urbanos y suburbanos.
b. Conjuntar, también, en la medida de lo posible, en las áreas urbanas y
suburbanas, a los presbíteros con suficiente salud, creatividad, energía,
disponibilidad, apertura y capacidad para construir un nuevo estilo vida parroquial,
en el espíritu eclesial de comunión y participación y de la nueva evangelización.
c. Preparar, asimismo, por medios más oportunos, y aún desde el Seminario,
a los presbíteros cuyas características disciernan como más adaptadas, para que
presten su servicio ministerial en las áreas urbanas y suburbanas y proveer a los
fieles de estos sectores, con los pastores que necesitan, aún a costa de dolorosos
traslados y de eximirlos de sus responsabilidades o cargos.
d. Asegurar, también, que los proyectos pastorales en las parroquias urbanas
o suburbanas tengan la continuidad, la madurez y la creatividad, aún cuando algún
párroco sea transferido y venga otro a continuar su ministerio.
e. Advertir, igualmente, que en el Seminario se atienda, dentro de la
formación integral, el aspecto pastoral de las áreas urbanas y suburbanas.
556 N. a. Establecer, en comunión con el Obispo, la Comisión Diocesana de
Comunicación Social, unida a la Comisión de Educación y Cultura, integrada por
laicos comprometidos y profesionales de la Comunicación; y determine un Equipo
Sacerdotal integrado y capacitado para el acompañamiento pastoral a los Agentes
de pastoral, en el campo de la Comunicación Social.
559 N. Promover, en comunión con el Obispo, la formación de un organismo
diocesano, integrado por sacerdotes y laicos comprometidos, para que atienda «el
mundo del trabajo», con programas adaptados para su formación integral.
568 N. a. Encomendar, en comunión con el Obispo a la Comisión Diocesana de
Pastoral Social, la atención pastoral a los Constructores de la Sociedad,
aprovechando los recursos humanos con los que ya se cuenta.
581 N. a. Establecer, en comunión con el Obispo, en la Comisión Diocesana de
Pastoral Profética, un Departamento que dinamice la evangelización en las áreas
del turismo, del deporte y de la ocupación del tiempo libre.
584 N. Instituir, en comunión con el Obispo, la Comisión Diocesana de Pastoral
de Santuarios, preferentemente con algunos Rectores o Responsables de éstos, que
dinamice y coordine los diferentes eventos de evangelización y catequesis.
613 N. c. Cuidar de que se establezca, en comunión con el Obispo,
mediante el Departamento de Comunicación y Relaciones Públicas, un centro
diocesano de informática computarizado, con extensiones en las Zonas Pastorales,
Decanatos y Parroquias.
398
h.
Elaborar, con el Obispo diocesano, a una con el Consejo de
Pastoral, los Vicarios episcopales y Decanos, los criterios concretos para la
admisión de nuevos Institutos de Vida Consagrada en la Diócesis.
614 N. a. Revisar detenidamente, colaborando con el señor Obispo, la situación
de los distintos Consejos diocesanos para actualizarlos y hacerlos funcionales.
Prever, igualmente, lo que pide hoy la Iglesia y adaptarlo a las necesidades de la
sociedad. (cf CIC c. 495).
b.
Integrar en el Consejo Diocesano de Pastoral, personas competentes
propuestas por Vicarios y Decanos o designadas por el Obispo.
c. Motivar y promover los Consejos Parroquiales de Pastoral en toda la
Diócesis.
d. Promover y coordinar, a los Asistentes Eclesiásticos y Dirigentes Laicos de
las Comisiones y Departamentos Diocesanas, para apoyar con los distintos
Organismos y Movimientos el Plan Diocesano de Pastoral
615 N. c. Establecer, con el Obispo y los Vicarios episcopales, en común
acuerdo, el programa y tipo de reuniones entre ellos y mantener una comunicación
y relación permanentes.
d. Promuevan, con los Vicarios episcopales, especialmente entre los
presbíteros, una vivencia real y comprometida de su función ministerial, basada en
una reflexión teológica sobre el sentido de comunión con el Obispo diocesano, la
Curia y los demás miembros del Pueblo de Dios.
e. Organizar, igualmente, reuniones de estudio y espiritualidad, que
incrementen la mutua e insustituible relación humana y evangélica que se ha de
vivir entre el Obispo y sus presbíteros.
f. Establecer y programar, de la misma manera, con los Vicarios
episcopales, reuniones periódicas entre todos los miembros y sectores del pueblo
de Dios con el Obispo, particularmente con los presbíteros, para favorecer el
mutuo conocimiento, aprecio y estima.
g. Responsabilícense, con los Vicarios episcopales y los Decanos, en
comunión con el Vicario general (y Obispo Auxiliar,) y la "Comisión «ad hoc»
para la aplicación del Sínodo" de la aplicación dinámica del Plan Diocesano y de
la mentalidad eclesial renovadora del Concilio, del Sínodo diocesano y de sus
disposiciones pastorales.
i. Apoyar, en comunión con Obispo, a los Vicarios episcopales, enviándoles
los vicarios parroquiales necesarios, para que puedan responsabilizarse
generosamente de la vida pastoral, según el Plan Diocesano, en la Zona a ellos
encomendada.
k. Analizar y proponer nuevas alternativas, con los Vicarios episcopales y
Decanos junto con la Comisión Diocesana de límites para reestructurar
pastoralmente las Zonas, Decanatos y parroquias, de manera que se pueda
conseguir una mayor integración y eficacia pastoral.
616 N. a. Reestructurar, con el Obispo y sus Vicarios episcopales, el Equipo
399
responsable de las Obras Misionales Pontificio-Episcopales, como Equipo
Eclesial permanente de «animación misionera», que haga llegar su acción a las
parroquias y familias.
617 N. a. Reestructurar, en comunión con el Obispo, según el tiempo oportuno,
convenido o señalado, a las distintas Comisiones y Departamentos Diocesanos.
b. Encomendar igualmente las distintas Comisiones y Departamentos
Diocesanos a un Equipo Eclesial y no a una sola persona, para garantizar su
eficiencia y apertura, así como la continuidad de los programas
f. Reestructurar, en apoyo al Obispo, las distintas Comisiones Diocesanas
de Pastoral Profética, Pastoral Litúrgica y Pastoral Social, para que precisen, los
respectivos Responsables, conforme a los criterios actuales del Magisterio, en
acuerdo con el Plan Diocesano de Pastoral, programas realistas, servicios
dinámicos que incluyan las tres dimensiones de la Evangelización.
620 N. g. Discernir y determinar, con el Obispo, y dar el parecer de los Decanos
y Párrocos, sobre aquellos servicios de naturaleza parroquial que pueden
compartirse "ad fidelium commoditatem: para comodidad de los fieles", desde las
Rectorías de los Templos y Capillas existentes (cf CIC c. 858).
i. Renovar y dar a conocer, cuando lo requiera el Obispo, la Comisión
Diocesana de Pastoral Familiar, integrar en ella a los Asesores Presbíteros y a los
Dirigentes laicos de los distintos Organismos dedicados a la Familia.
j. Reestructurar, en comunión con el Obispo, y determinar la naturaleza
de los Equipos eclesiales diocesanos de la Comisión Diocesana de Pastoral Juvenil,
incluyendo en ella la Vocacional, Estudiantil y Universitaria, con personal
capacitado.
k. Integrar, en colaboración con el Obispo, la Comisión Diocesana de
Educación y Cultura, con personas adecuadas para garantizar la programación,
eficacia y competencia de sus servicios y con un asesor presbítero
l. Integrar y establecer, en comunión con el Obispo, la Comisión
Diocesana para la Pastoral de los Medios de Comunicación Social, con personal
capacitado entre presbíteros, religiosos, religiosas y laicos, hombres y mujeres, de
manera que se responsabilicen de la evangelización, a través de estos medios (cf
CIC c. 822).
m. Disponer, en comunión con el Obispo diocesano, la revisión y
estructuración de las Comisiones Diocesanas existentes; promover dentro de ellas
la constitución de aquellos Departamentos que urgen más para la atención pastoral
de los distintos sectores.
n. Establecer, colaborando con el Obispo diocesano, el Departamento
Diocesano para la Formación de Agentes de Pastoral y aquellos que sean
necesarios conforme al espíritu del Sínodo.
623 N. a. Discernir y actualizar, en comunión con el Obispo, con el Consejo
Diocesano de Pastoral, con los Vicarios episcopales y algunos Párrocos que
400
tengan en su parroquia personas o grupos significativos de las instituciones
tradicionales de origen religioso-cultural de nuestro pueblo, tales como Fiscales,
Mayordomos, Topiles,... las orientaciones, instructivos o reglamentos, planes y
programas pastorales de atención a estos miembros importantes del Pueblo de
Dios, para que sus servicios y actitudes personales o de grupo se integren a la
misión evangelizadora de la Parroquia.
624 N. b. Establecer, en unión con los Decanos y la Comisión Diocesana para
la Formación Permanente del Clero, programas concretos, permanentes,
experiencias, planes y evaluaciones periódicos, de formación integral para los
familiares de los presbíteros o para quienes de manera constante les asisten en su
casa. Denles la posibilidad de ejercer algún ministerio de manera competente y
testimonial como creyentes y apóstoles y, principalmente, háganlos conscientes de
su misión y servicio dentro de la comunidad.
625 N. a. Incrementar corresponsablemente con el Obispo, los demás Vicarios
episcopales y Decanos, la Comisión de Formación Permanente y el Consejo
Presbiteral, en sus reuniones y con reflexiones específicas, el sentido eclesial de
comunión y participación entre los presbíteros, con todo lo que esto significa para
la vida fraterna, incluido el aspecto económico.
b. Promover, asimismo, especialmente en el Decanato, comunidad base
del presbiterio, un espíritu fraterno de solidaridad, de conversión y de
comunicación cristiana de bienes entre todos los presbíteros. Eviten éstos la
acumulación de bienes y toda apariencia de lucro y ostentación, sobre todo en el
uso de cierto tipo de vehículos o inmuebles (cf CIC c. 282).
627 N. a. Recabar, en solidaridad con el Obispo, mediante los encargados de las
respectivas casas o centros de espiritualidad, una información documentada sobre
los inmuebles que se han considerado siempre bienes eclesiásticos...
b. Preparar, con el Obispo, mediante el mismo Consejo, y solicitar ante la
Secretaría de Gobernación Federal el registro legal de las propiedades de la
Diócesis de Toluca, A.R.
c. Encomendar, igualmente, a los Vicarios episcopales y Decanos, la
revisión periódica, física y legal de muebles e inmuebles de las parroquias, según
inventario actualizado periódicamente.
ll.
ACERCA DEL MINISTERIO DE LOS
«VICARIOS EPISCOPALES DE ZONA PASTORAL»
EN COMUNIÓN CON EL OBISPO DIOCESANO,
CON LOS DEMÁS VICARIOS DEL MISMO Y LOS
DECANOS.
20 N. a. Establecer con el Obispo, el Vicario de Pastoral y Decanos en armonía
con el espíritu de nuestro Primer Sínodo Pastoral Diocesano, «procesos
401
evangelizadores de educación integral en la fe teologal», con fidelidad a Cristo, a
su Iglesia y a nuestro hermano el hombre.
b. Cuidar, también, que toda relación y acción entre los fieles laicos confiados a
su atención pastoral se mantengan en la fidelidad al espíritu de comunión y
participación (cf SD 57).
24 N. Revisar en solidaridad con el Obispo, con el Vicario episcopal para la
Pastoral y la Comisión para Formación permanente del Clero, con el Equipo
formador del Seminario el plan de formación integral y establecer programas
fundamentales de acompañamiento personalizado a los presbíteros, para
apoyarles en su crecimiento integral, que fortalezca su identidad con Cristo Pastor,
Cabeza, Esposo y Servidor.
27 N. b. Velar, con el Vicario para la Pastoral para que los distintos sectores del
pueblo de Dios conozcan su identidad, carisma, espiritualidad y actividades
apostólicas que ofrecen a la comunidad (los Movimientos)
c. Discernir, también con los Párrocos, los programas, su aplicación y evaluación,
a partir de un análisis de la realidad y con fundamento en las palabras y las
acciones de Jesucristo, siguiendo el espíritu del Concilio Vaticano II y del
Magisterio posterior.
d. Asegurar, con los Agentes de pastoral una visión pastoral de nuestra identidad
como mexicanos para comprenderla desde sus raíces históricas y culturales,
apreciarla, purificarla y transformarla desde el Evangelio.
34 N. a. Asumir, con el Vicario para la Pastoral y quienes tienen confiado
algún Organismo diocesano, en comunión con el Obispo, la responsabilidad de
planear, programar y evaluar periódicamente el proceso de la pastoral orgánica,
integral y diferenciada.
b. Acompañar, igualmente, a los distintos miembros del Pueblo de Dios,
especialmente a los presbíteros, en todo itinerario apostólico o de formación
integral, orientado a la integración en la pastoral orgánica diocesana.
40 N. a. Integrar, con el Señor Obispo y sus Vicarios Generales las tres
dimensiones pastorales de la evangelización en las estructuras Parroquiales,
Decanales y Vicarías o Zonas.
b. Responsabilícense de armonizar, orgánicamente y en conjunto, sus
planes y programas, como prioridad de prioridades
49 N. b. Coordinar con los responsables de las Comisiones de Profética
Litúrgica y Social el establecimiento y dinamización de programas, itinerarios y
servicios que favorezcan, en los fieles y grupos, el testimonio fehaciente de su
experiencia de Dios en el cumplimiento cotidiano de su misión.
57 N. Incentivar creativamente, en coordinación con el Vicario episcopal para
402
la Pastoral y los Decanos, programas e itinerarios que ayuden a los fieles, a partir
de la comunidad parroquial, en su proceso de maduración y celebración de su fe, en
su capacitación apostólica y misionera "ad Gentes", y su consecuente proyección
en la vida social.
67 N. Organizare implementar, con los Decanos, apoyados por el Rector y
Equipo Formador de nuestro Seminario, centros o servicios de formación y
reflexión teológica (cursos, talleres, experiencias...), para todos los miembros del
Pueblo de Dios (cf CIC cc. 217. 229 §1-2).
105 N. Estudiar y precisar con los Vicarios episcopales y Decanos, a una con las
Comisiones Diocesanas de Pastoral Litúrgica y sus Departamentos de Música y
de Arte Sacro, las disposiciones más oportunas y adaptadas para la celebración
eclesial digna de la Palabra, de los Sacramentos y, especialmente de la Eucaristía.
116 c. Promover, con los Vicarios episcopales y Decanos la Comisión Diocesana
de Pastoral Social, estructuras a nivel parroquial, decanal, zonal y diocesano, que
hagan viable la acción eficaz de la Iglesia, en orden a los Derechos Humanos.
194 N. b. Promover soluciones, con los Vicarios episcopales y los Decanos, para
que los Pastores con sus respectivas Comunidades, afronten como Iglesia
diocesana, de manera corresponsable y fraternal, la justa remuneración y las
necesidades materiales de quienes se dedican a tiempo completo a la formación
inicial de los futuros pastores (cf CIC c. 281).
c. Apoya, igualmente, a los presbíteros del Equipo formador, sin distraerlos de
su ministerio específico.
272 N. a. Implementar, con Decanos, y coordinados por el Vicario episcopal
para los Institutos de Vida consagrada, los medios adecuados para que todos los
miembros de la Vida consagrada conozcan, aprecien y promuevan el «misterio de
la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica»
275 N. b. Promover con los Superiores y Superioras, Coordinadores y
Moderadores de las distintas Comunidades de Vida Consagrada, los Decanos y el
Rector del Seminario, convocados por el Vicario episcopal para la Vida
Consagrada, oportunidades de dar a conocer a los distintos sectores del pueblo de
Dios, el carisma específico de cada Instituto, la forma concreta de su presencia y
actividad apostólica en nuestra Iglesia particular, especialmente de la Vida
contemplativa.
285 N. c. Mantener, a una con el Obispo y en particular el Vicario episcopal
para la Vida Consagrada, una constante relación pastoral con los miembros de los
distintos Institutos de Vida consagrada; darles el respeto, aprecio y atención
debidos a hermanos.
403
292 N. a. Favorecer y coordinar, a una con los Decanos, según el caso, la
integración y participación de personas e Institutos de Vida consagrada en la
elaboración de los planes pastorales.
335 N. a. Promover, a una con el Obispo, Vicarios Generales Decanos, en
corresponsabilidad con su Presbiterio, programas para la participación y vivencia
del misterio de la Iglesia, «comunión y participación para la misión»,
336 N. a. Promover periódicamente, con los Decanos, tiempos de estudio y
reflexión en común, retiros y momentos de oración, que faciliten a todos los
presbíteros el conocer, aceptar y asumir el espíritu del Concilio Ecuménico
Vaticano II, del Magisterio posterior, de las orientaciones del Obispo y de este
Sínodo Diocesano.
337 N. Cultiven permanentemente, con los Decanos y demás Pastores, en sus
experiencias evangelizadoras, intercambios sacerdotales, catequesis, y en todas sus
demás acciones pastorales, la conciencia de fe y la responsabilidad del compromiso
respecto al sacramento del Orden en sus tres grados.
338 N. e. Establecer, a una con los Decanos, formas concretas de profundización
en la sacramentalidad del episcopado y su relación con el pueblo de Dios
b. Cultiven, igualmente con los Pastores, estas vocaciones al Diaconado
permanente para el servicio de la caridad, la liturgia, administración de los
sacramentos que le son propios y para la atención más esmerada de nuestras
opciones preferenciales.
340 N. a. Suscitar, a una con los Decanos, en toda la comunidad diocesana, el
interés por el don del Diaconado permanente, por conocer su identidad y misión
específica en la Iglesia; descubran en común las necesidades reales y sentidas que
requieran su establecimiento.
b. Cultivar, igualmente con los Pastores, estas vocaciones al Diaconado
permanente para el servicio de la caridad, la liturgia, administración de los
sacramentos que le son propios y para la atención más esmerada de nuestras
opciones preferenciales.
343 N. a. Impulsar, programar y organizar, con especial caridad pastoral, junto
con los Decanos, el Presidente del Consejo presbiteral, el Responsable de la
Comisión para la formación permanente del presbiterio, el Rector del Seminario,
coordinados por el Vicario general, las experiencias de auténtica «vida en común»
de los presbíteros, en el ámbito decanal, zonal y diocesano (cf Jn 17, 21; CIC cc.
280. 533 §1. 550 §1-2).
b. Favorecer, igualmente, la «vida en común» entre sus hermanos presbíteros,
promoviendo distintas opciones: 1) La oración personal y comunitaria. La
404
celebración de la Eucaristía y de la Liturgia de las Horas en común, y la
Reconciliación sacramental. Retiros, Ejercicios espirituales y experiencias
similares, como la preparación de la homilía. 2) Casa y mesa común. 3) Revisión
de vida en grupos. Acompañamiento o dirección espiritual. 4) Atención solícita a
los hermanos sacerdotes solos, enfermos o ancianos, los agobiados por el trabajo, o
que sufren alguna pena particular, o pasan por alguna prueba.
c. Establecer, los Decanos, el Responsable de la Comisión para la
Formación Permanente del Clero, el Presidente del Consejo Presbiteral,
coordinados por el Vicario general, la forma concreta que facilite la fraternidad
sacerdotal, la santidad en el ejercicio del ministerio, la comunión con el Obispo y
con toda la Iglesia y el desarrollo pastoral de los Vicarios parroquiales, en la
interrelación y «vida en común» con los Párrocos.
354 N. a. Promover entre los presbíteros, con los Vicarios episcopales,
presidente del Consejo Presbiteral, coordinados por la Comisión Diocesana de la
Formación Permanente del Clero, el espíritu de una pastoral de comunión y
participación, animada por la caridad pastoral,
356 N. c. Establecer, con el Obispo, en reflexión y oración con los Decanos
Episcopales y el Consejo Presbiteral, el criterio del tiempo prudente e ideal de
permanencia del pastor no sólo en la parroquia sino también en otros servicios
pastorales, atendiendo al bien del mismo presbítero y de la comunidad, de los
organismos o de las estructuras eclesiales, a fin de favorecer la constante
renovación de la pastoral orgánica, sin olvidar la norma establecida por la
Conferencia del Episcopado Mexicano (cf CIC c. 522. Norma complementaria de
la CEM, n. 1575: “Los párrocos serán nombrados por tiempo indefinido.
Excepcionalmente, por motivos válidos y de acuerdo con su prudencia, los Obispos
podrán nombrarlos por un tiempo determinado, no inferior a los seis años”. -Entró
en vigor el 29 de junio de 1994-).
357 N. Responsabilizarse, en comunión con los Decanos de su Zona, de alentar
la fraternidad sacramental, de promover la espiritualidad sacerdotal, de facilitar la
formación permanente y de integrar orgánicamente las acciones pastorales de los
presbíteros de sus Decanatos
360 N. e. Determinar, en comunión con el Obispo el retiro espiritual mensual,
en el Decanato o Zona Pastoral, como actividad distinta a la reunión decanal de
estudio, convivencia o planeación pastoral.
366 N. a. Establecer, formas de justicia y caridad pastoral para dar soluciones
auténticamente humanas, a partir de un análisis objetivo de la realidad y de una
planeación diocesana, basadas en el Evangelio, que eduquen a los presbíteros,
desde una recta conciencia moral, para el compromiso de la comunión y
participación en orden a una justa nivelación de los bienes materiales y de los
405
recursos económicos, igual que a la institución de la «masa común», que garanticen
la congrua y digna sustentación de todos los presbíteros y de quienes les atienden;
precisen, singularmente, la ayuda y atención a los presbíteros solos, ancianos o
enfermos (cf CIC cc. 281-282. 1274 §1-2. 1263).
372 N. e. Proponer, con la Comisión Diocesana para la Formación permanente
del Clero y Decanos, los programas y métodos de relaciones humanas que
incrementen el mutuo conocimiento y el diálogo, acorten distancias y ayuden a los
presbíteros a aceptarse mutuamente y a superar con madurez las críticas
destructivas, competencias o diferencias generacionales, culturales y de
personalidad.
373 N. a. Establecer, igualmente, en los Decanatos y Zonas pastorales, los
medios oportunos para fomentar la amistad entre los presbíteros, la relación
interpersonal armónica y la madurez afectiva.
374 N. a. Responsabilizarse, con la Comisión para la Formación permanente
del Clero y los Decanos, de implementar programas y recursos para que los
presbíteros se mantengan adecuadamente actualizados y preparados para responder
a las preguntas y a las dudas que presenta el hombre de hoy (cf CIC c. 279 §1).
b. Preparar, asimismo, programas e instrumentos técnicos adecuados para la
formación en el conocimiento y utilización de los medios de comunicación social
(cf DMVP 17).
c. Determinar, promover y programar, igualmente, el «año sabático» o la
participación en algún curso en las Universidades Pontificias o Instituciones
similares, para aquellos sacerdotes que tengan interés y estén suficientemente
dispuestos a vivir esta experiencia.
d. Faciliten y apoyen, de la misma manera, respetando y valorando las
cualidades de cada uno, la especialización de algunos presbíteros en las distintas
áreas de las ciencias necesarias para el servicio pastoral diocesano, incluso
buscando la manera de sufragar los gastos que se requieran para cubrir estos
estudios (cf CIC c. 279 §1.3).
376 N. a. Cuidar, con la Comisión para la Formación permanente del Clero y
los Decanos, como misión prioritaria, el desarrollo de la vida espiritual de los
presbíteros.
389 N. a. Programar, con los Decanos, para los agentes de pastoral, experiencias
de fe, integrales y específicas, para que asuman, en actitud de conversión, las
orientaciones conciliares que nos llaman a pasar de una pastoral «individualista» a
la «pastoral de comunión y participación.
b. Implementen y faciliten, igualmente, los medios adecuados para que todas
estas acciones incrementen la comunión y la participación entre las familias, los
Organismos, Movimientos, Rectorías y Capellanías en la Parroquia, el Decanato y
406
la Zona pastoral.
390 N. Cultivar, con los Agentes de pastoral y los Decanos, la comunión y
participación eclesiales que favorezca su relación personal, fraterna y afectiva con
los distintos miembros de la jerarquía,
b. Cuidar, con el Vicario para la pastoral y con aprobación del Obispo, las
líneas básicas, los criterios, los procesos y las dinámicas, en guías pedagógicas y
operativas ("Instructivos Generales"), en orden a la constitución de los Consejos de
Pastoral en las Parroquias y en los Decanatos. Anímenlos, asimismo, por medio
en la Zona y evalúenlos periódicamente, con sus correspondientes planes y
programas.
399 N. b. Velar, a una con los Decanos, para que los programas parroquiales,
decanales o diocesanos, sean asumidos, continuados, alentados y evaluados, con
fidelidad y solicitud, por cada Agente de pastoral, singularmente por los Párrocos.
d. Establecer, en comunión con el Vicario episcopal para la Pastoral y los
Decanos, programas, servicios y formas de apostolado, según las distintas
necesidades que presentan la pastoral, urbana, suburbana, rural.
e. Incluir en ellos, también, las opciones prioritarias y los nuevos retos que
están surgiendo de la realidad para la pastoral familiar, juvenil, campesina,
indígena, obrera, de alejados, de pobres y marginados, de cuidado respecto a los
grupos religiosos y sectas.
f. Establecer, igualmente, formas para recabar los informes sobre los programas
parroquiales, en las visitas de fraternidad y comunión pastoral que les corresponde
realizar cada año.
402 N. Establecer, con los Pastores y Decanos, itinerarios y experiencias de
espiritualidad, y retiros oportunos, según los tiempos litúrgicos, para los demás
agentes de pastoral.
415 N. Promover y dinamizar, con los Decanos, los Pastores y Agentes de
pastoral de sus Decanatos, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral
Familiar, centros permanentes para la atención pastoral de la familia.
419 N. Implementar, con los Pastores y Vicarios episcopales, coordinados por la
Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, aquellos programas, escuelas para
padres, experiencias, cursos u otros medios que capaciten a los padres de familia
para favorecer el desarrollo integral y la maduración de sus hijos.
420 N. Promover, asimismo, un seguimiento y acompañamiento de la familia en
las diversas etapas de la formación y desarrollo de sus hijos, particularmente
cuando se trata de apoyarlos en su elección vocacional.
407
421 N. Organizar, igualmente, los servicios que sean necesarios o programas de
formación sobre los legítimos derechos de los padres de familia relacionados con la
educación de sus hijos.
422 N. a. Propiciar, con los Pastores y sus Decanos, y la Comisión Diocesana de
Pastoral Familiar, coordinados por la Comisión Diocesana de Educación y
Cultura, canales de diálogo y colaboración entre los profesionales de la educación,
tanto de las instituciones católicas como de las escuelas particulares u oficiales, y
los padres de familia.
b. Propiciar, también, que las escuelas sean auténticas comunidades
educativas, formadoras de la persona, cultivadoras de su fe y promotoras de su
compromiso con la sociedad
c. Promover, elaborar y aplicar, igualmente, programas de capacitación y
formación para los maestros.
d. Integren, asimismo, a algunos fieles cristianos laicos, hombres o
mujeres, capacitados pedagógicamente y prepárenlos para que colaboren
específicamente en la formación de los valores humanos y cristianos y en la
orientación vocacional.
440 N. b. Promover, con los Decanos, coordinados por la Comisión Diocesana
de Pastoral Familiar y en armonía con y los Responsables diocesanos de las tres
dimensiones de la Evangelización, los planes, programas y centros necesarios para
dinamizar la pastoral familiar, en todos los sectores, niveles y estructuras de
nuestra vida diocesana.
c. Incluir, asimismo, en el trabajo pastoral, la colaboración de peritos,
expertos en medicina familiar, derecho, comunicaciones, pedagogía, psicología,
sociología y teología.
e. Realizar, con los Pastores y sus Decanos, coordinados por la
Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, cursos y retiros de la formación en la
fe para que las familias vivan su adhesión a Jesucristo, Evangelio del Padre, y a su
Iglesia.
f. Atender, asimismo, con programas y procesos determinados y
adaptados, las áreas más importantes de la Pastoral familiar, como son: formación
para el matrimonio y la familia, atención a la persona en las distintas etapas de la
vida, atención especial a las familias desintegradas o en circunstancias irregulares y
fortalecimiento de los valores culturales y cristianos existentes en nuestros hogares.
g. Incluir, también, en estos procesos las formas concretas existentes en la
Diócesis u otras nuevas para la preparación del Sacramento del Bautismo, de la
Confirmación y de la Eucaristía, en que participe toda la familia (cf CIC cc. 851 §2.
843 §2. 890).
i. Discernir y decidir, según indicación del Obispo, sobre la necesidad de
que algunos de los integrantes de la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, sean
de tiempo completo y prevea los gastos de los mismos.
408
460 N.
b. Urgir, con el Obispo, en discernimiento con los Responsables de
la Pastoral Juvenil, la especialización de algunos presbíteros, religiosos, religiosas
y laicos, según sus cualidades y disposición, para que se consagren
competentemente a la Pastoral Juvenil.
484 N. b. Renovar y estructurar constantemente, con la Comisión Diocesana de
Pastoral Vocacional, y los Decanos, los Equipos Decanales y Parroquiales de
Pastoral Vocacional, en las distintas estructuras diocesanas.
c. Promover y favorecer, en comunión con el Obispo y los Decanos, los recursos
humanos y materiales que sean indispensables para sustentar la acción
evangelizadora de la Pastoral Vocacional. Utilizar, también, los Medios de
Comunicación Social para la promoción vocacional.
503. N.b. Evitar, a una con el Obispo, Sacerdotes, Religiosos y Religiosas, ser
antitestimonio con su bienes materiales y con sus preferencias hacia los ricos y
procuren vivir con los pobres, de tal manera que no sean vistos por ellos como una
clase privilegiada (cf CIC cc. 282. 387. 634. 640).
522 N. a. Promover como responsabilidad primera, con los Decanos, la
formación bíblica de las personas en su comunidades, parroquias, organismos,
movimientos y asociaciones eclesiales.
536 N. a. Promover, en comunión con el Obispo, con los demás Vicarios,
Decanos, Párrocos y otras personas, recursos de toda índole para implementar una
acción pastoral en favor de las parroquias en las áreas urbanas y suburbanas,
b. Implementar, proponer y animar, con el Consejo Diocesano de Pastoral a los
Decanos, apoyado por los «Equipos eclesiales», designados para este trabajo
pastoral, planes y programas específicos, líneas de acción y de aplicación pastoral,
en las zonas o áreas urbanas y suburbanas correspondientes
545 N. a. Promover e implementar, en comunión con el Obispo y con sus
próvidos colaboradores, los elementos, recursos y organismos necesarios que
propicien el nacimiento de una estructura parroquial de comunión y participación,
apta para atender a los fieles de los sectores urbanos y suburbanos.
b. Conjuntar, también, en la medida de lo posible, en las áreas urbanas y
suburbanas, a los presbíteros con suficiente salud, creatividad, energía,
disponibilidad, apertura y capacidad para construir un nuevo estilo vida parroquial,
en el espíritu eclesial de comunión y participación y de la nueva evangelización.
c. Preparar, asimismo, por medios más oportunos, y aún desde el Seminario,
a los presbíteros cuyas características disciernan como más adaptadas, para que
presten su servicio ministerial en las áreas urbanas y suburbanas y proveer a los
fieles de estos sectores, con los pastores que necesitan, aún a costa de dolorosos
traslados y de eximirlos de sus responsabilidades o cargos.
409
d. Asegurar, también, que los proyectos pastorales en las parroquias urbanas
o suburbanas tengan la continuidad, la madurez y la creatividad, aún cuando algún
párroco sea transferido y venga otro a continuar su ministerio.
e. Advertir, igualmente, que en el Seminario se atienda, dentro de la
formación integral, el aspecto pastoral de las áreas urbanas y suburbanas.
615 N. c. Establecer, con el Obispo y los Vicarios episcopales, en común
acuerdo, el programa y tipo de reuniones entre ellos y mantener una comunicación
y relación permanentes.
d. Promover, especialmente entre los presbíteros, una vivencia real y
comprometida de su función ministerial, basada en una reflexión teológica sobre el
sentido de comunión con el Obispo diocesano, la Curia y los demás miembros del
Pueblo de Dios.
e. Organizar, igualmente, reuniones de estudio y espiritualidad, que incrementen
la mutua e insustituible relación humana y evangélica que se ha de vivir entre el
Obispo y sus presbíteros.
f. Establecer y programar, de la misma manera, reuniones periódicas entre
todos los miembros y sectores del pueblo de Dios con el Obispo, particularmente
con los presbíteros, para favorecer el mutuo conocimiento, aprecio y estima.
g. Responsabilizarse, en comunión con el Vicario episcopal para la Pastoral y
los Decanos, con el Vicario general (y Obispo Auxiliar,) y la "Comisión «ad hoc»
para la aplicación del Sínodo", de la aplicación dinámica del Plan Diocesano y de
la mentalidad eclesial renovadora del Concilio, del Sínodo diocesano y de sus
disposiciones pastorales.
h. Cuidar, de manera efectiva, de las situaciones difíciles de sus hermanos
presbíteros de su Zona, especialmente cuando se trate de carencias, vejez,
invalidez, jubilación, enfermedad...
k. Analizar y proponer nuevas alternativas, con los demás Vicarios episcopales y
Decanos junto con la Comisión Diocesana de límites para reestructurar
pastoralmente las Zonas, Decanatos y parroquias, de manera que se pueda
conseguir una mayor integración y eficacia pastoral.
l. Dialogar corresponsablemente, con la Comisión Diocesana de Límites,
Decanos y Párrocos, en cuya jurisdicción se proyecta la erección de alguna
parroquia
m. Dar a conocer, de acuerdo con el Obispo diocesano, con forme a un
instructivo propio, las facultades y tareas pastorales que se confían al Decano,
desde el momento de su nombramiento.
616 N. a. Reestructurar, en comunión con el Obispo, el Equipo responsable de
las Obras Misionales Pontificio-Episcopales, como Equipo Eclesial permanente
de «animación misionera», que haga llegar su acción a las parroquias y familias.
620 N. g. Discernir y determinar, con el Obispo, y dar el parecer de Decanos y
Párrocos, sobre aquellos servicios de naturaleza parroquial que pueden
410
compartirse "ad fidelium commoditatem: para comodidad de los fieles", desde las
Rectorías de los Templos y Capillas existentes (cf CIC c. 858).
d. Cuidar, en unión con los Decanos, las relaciones fraternas párroco-vicario y
viceversa. Cuiden, de la misma manera, la relación entre los Párrocos y los
Adscritos.
j. Incrementar, en unión con los Párrocos coordinados por sus Decanos, por
medio de programas e itinerarios oportunos, el sentido de comunión que tiene por
naturaleza la Parroquia, como primera comunidad vital de la Iglesia, como
expresión de verdadera comunidad cristiana y como fuente necesaria de una
auténtica evangelización, "íntimamente vinculada a la Iglesia Universal, mediante
una sincera y profunda caridad pastoral con el Obispo diocesano..." (PARE II.2.46; cf SD 58).
622 N. d. Cuidar, con los Decanos, las relaciones fraternas párroco-vicario y
viceversa. Cuiden, de la misma manera, la relación entre los Párrocos y los
Adscritos.
623 N. a. Discernir y actualizar, en comunión con el Obispo, con el Consejo
Diocesano de Pastoral, con los Vicarios episcopales y algunos Párrocos que
tengan en su parroquia personas o grupos significativos de las instituciones
tradicionales de origen religioso-cultural de nuestro pueblo, tales como Fiscales,
Mayordomos, Topiles,... las orientaciones, instructivos o reglamentos, planes y
programas pastorales de atención a estos miembros importantes del Pueblo de
Dios, para que sus servicios y actitudes personales o de grupo se integren a la
misión evangelizadora de la Parroquia.
624 N. b. Establecer, en unión con los Decanos y la Comisión Diocesana para
la Formación Permanente del Clero, programas concretos, permanentes,
experiencias, planes y evaluaciones periódicos, de formación integral para los
familiares de los presbíteros o para quienes de manera constante les asisten en su
casa. Denles la posibilidad de ejercer algún ministerio de manera competente y
testimonial como creyentes y apóstoles y, principalmente, háganlos conscientes de
su misión y servicio dentro de la comunidad.
625 N. a. Incrementar corresponsablemente con el Obispo, los Decanos, la
Comisión de Formación Permanente y el Consejo Presbiteral, en sus reuniones y
con reflexiones específicas, el sentido eclesial de comunión y participación entre
los presbíteros, con todo lo que esto significa para la vida fraterna, incluido el
aspecto económico.
b. Promover, asimismo, especialmente en el Decanato, comunidad base
del presbiterio, un espíritu fraterno de solidaridad, de conversión y de
comunicación cristiana de bienes entre todos los presbíteros. Eviten éstos la
acumulación de bienes y toda apariencia de lucro y ostentación, sobre todo en el
uso de cierto tipo de vehículos o inmuebles (cf CIC c. 282).
411
626 N. a. Atender, tanto los Vicarios episcopales como los Decanos, con la
autoridad delegada del Obispo, entre sus tareas pastorales, la periódica revisión
minuciosa de los distintos archivos e inventarios parroquiales, de documentos,
muebles, inmuebles y obras de arte, existentes en los templos y parroquias, en
orden a su conservación, organización, actualización y eficacia en bien de la
comunidad. Busquen la forma corresponsable de establecer los archivos
parroquiales y de asegurar un respaldo en la Curia, apoyándose en los medios
modernos de la informática (cf CIC c. 535 §4).
627
c. Cumplir la encomienda del Obispo, en comunión con los Decanos, de
la revisión periódica, física y legal de muebles e inmuebles de las parroquias, según
inventario actualizado periódicamente.
III.
ACERCA DEL MINISTERIO DEL
«VICARIO EPISCOPAL PARA LA VIDA CONSAGRADA» EN
COMUNIÓN CON EL OBISPO DIOCESANO, CON LOS DEMÁS
VICARIOS DEL MISMO Y LOS DECANOS.
272 N. a. Implementar, con los Vicarios episcopales y Decanos, a quienes
convoca y coordina, los medios adecuados para que todos los miembros de la Vida
consagrada conozcan, aprecien y promuevan el «misterio de la Iglesia Una, Santa,
Católica y Apostólica»
275 N. b. Coordinar, a los Superiores y Superioras, Coordinadores y
Moderadores de las distintas Comunidades de Vida Consagrada, con los
Vicarios episcopales, los Decanos y el Rector del Seminario, para oportunidades
de dar a conocer a los distintos sectores del pueblo de Dios, el carisma específico
de cada Instituto, la forma concreta de su presencia y actividad apostólica en
nuestra Iglesia particular, especialmente de la Vida contemplativa.
277 N. a. Cultivar, apoyando a los Religiosos y Religiosas y sus Responsables,
una espiritualidad de comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
fundamento de toda comunión eclesial, centrada en el anuncio, la celebración
sacramental y la proyección personal, comunitaria y social del «Misterio pascual de
Jesucristo»
285 N. a. Apoyar, los Religiosos y Religiosas para que desarrollen y manifiesten
un auténtico sentido eclesial, identificándose plenamente con la Iglesia particular,
su Obispo y su Presbiterio, en una adhesión de mente y de corazón.
b. Coordine a los Superiores de las Comunidades de Vida Consagrada
constituidas por Presbíteros, con la Comisión de Formación Permanente del
Clero y el Rector del Seminario, para que organicen actividades de orden
espiritual, cultural, intelectual, pastoral y de convivencia, para todos los
412
Presbíteros, del clero regular y secular, que constituyen el único Presbiterio
diocesano.
c. Mantener, a una con el Obispo y los Vicarios episcopales, una constante
relación pastoral con los miembros de los distintos Institutos de Vida consagrada;
darles el respeto, aprecio y atención debidos a hermanos.
287 N. d. Respete, impulse y discierna, en comunión con el Obispo, la fidelidad
al carisma que los religiosos y religiosas de los Institutos deben guardar en su
apostolado; convóquelos, por la Eucaristía, junto con toda su Iglesia a testimoniar
la unidad diocesana.
292 N. c. Cuidar que los religiosos y religiosas que se insertan en la vida
diocesana, sean informados adecuadamente, ya sea por él mismo, ya por el superior
o algún miembro de la comunidad, sobre el proceso de la pastoral diocesana, y
ayúdenles a asumirlo y a integrarse en él.
294 N. Coordinar, con la Comisión Diocesana de Educación y Cultura con y
algunos representantes de los Institutos de Vida consagrada dedicados a la
Educación, los servicios que apoyen la evangelización especialmente de la
juventud, a través de los Centros educativos de inspiración católica, atendidos por
comunidades de Vida consagrada y, mediante ellas, programe la educación integral
de los alumnos (CEEYC).
296 N. Establecer, con la Comisión Diocesana de Pastoral Social y el Equipo
regional la CIRM en la Diócesis, programas de integración e información de los
servicios y promoción de la Pastoral de la Sanidad, a fin de intensificar el apoyo
espiritual, moral y material a las Comunidades de Vida consagrada que atienden a
los desamparados de todo tipo, enfermos o minusválidos.
613 N. f. Responsabilizarse, con su equipo de colaboración, según las facultades
que le confiere el Derecho, de promover la adecuada atención espiritual a todas las
comunidades religiosas de varones y de mujeres. Formarles, además, para su
integración en la Pastoral orgánica diocesana y para una adecuada relación con los
demás miembros del pueblo de Dios, con verdadero sentido de Iglesia.
g. Promover, también, periódicamente reuniones del Obispo con los
Superiores y Superioras de las Comunidades locales para favorecer la presencia
pastoral y evangelizadora de éstos en la Diócesis
i. Informar a las Comunidades Religiosas sobre los acontecimientos
diocesanos o las disposiciones episcopales y motívelas para que participen
solidariamente.
IV.
ACERCA DEL MINISTERIO DE LOS «DECANOS»
EN COMUNIÓN CON EL OBISPO DIOCESANO
413
Y CON LOS VICARIOS EPISCOPALES.
20 N. a. Establecer con el Obispo, el Vicario de Pastoral y los Vicarios
episcopales y Decanos en armonía con el espíritu de nuestro Primer Sínodo
Pastoral Diocesano, «procesos evangelizadores de educación integral en la fe
teologal», con fidelidad a Cristo, a su Iglesia y a nuestro hermano el hombre.
b. Cuiden, también, que toda relación y acción entre los fieles laicos confiados a
su atención pastoral se mantengan en la fidelidad al espíritu de comunión y
participación (cf SD 57).
57 N. Incentivar creativamente, en coordinación con el Vicario para la Pastoral
y el Vicario episcopal de Zona o Vicaría, programas e itinerarios que ayuden a los
fieles, a partir de la comunidad parroquial, en su proceso de maduración y
celebración de su fe, en su capacitación apostólica y misionera "ad Gentes", y su
consecuente proyección en la vida social.
66 N. Coordinar a los Pastores del Decanato con sus Agentes de pastoral
parroquial, para establecer la catequesis en forma de escuela (cf CIC cc. 776. 773.
777. 779. 1063 §1. 780. 785).
67 N. Organizare implementar, con los Vicarios episcopales, apoyados por el
Rector y Equipo Formador de nuestro Seminario, centros o servicios de
formación y reflexión teológica (cursos, talleres, experiencias...), para todos los
miembros del Pueblo de Dios (cf CIC cc. 217. 229 §1-2).
98 N. d. Velar responsable y fraternalmente, por el cumplimiento del espíritu de
las indicaciones litúrgicas diocesanas, teniéndolas en cuenta al realizar su visita
canónica a las parroquias.
101 N. a. Coordinar a los pastores, para establecer Equipos Litúrgicos que
atiendan competentemente, a nivel decanal y parroquial, centros de formación
litúrgica evangelizadora.
b. Preparar con los Agentes de pastoral, la participación de los fieles en la
liturgia, de manera que ésta pueda responder a la necesidad con que los hombres de
hoy buscan la experiencia de lo divino.
105 N. Estudiar y precisar con los Vicarios episcopales, a una con las
Comisiones Diocesanas de Pastoral Litúrgica y sus Departamentos de Música y
de Arte Sacro, las disposiciones más oportunas y adaptadas para la celebración
eclesial digna de la Palabra, de los Sacramentos y, especialmente de la Eucaristía.
123 c. Cuidar, en el Decanato y Parroquia, de tener a disposición la información
pastoral y los directorios (de Salud) oportunos para poder acudir a estos servicios
más fácilmente
414
194 N. b. Promover soluciones, con los Vicarios episcopales, para que los
Pastores con sus respectivas Comunidades, afronten como Iglesia diocesana, de
manera corresponsable y fraternal, la justa remuneración y las necesidades
materiales de quienes se dedican a tiempo completo a la formación inicial de los
futuros pastores (cf CIC c. 281).
c. Apoyar, igualmente, a los presbíteros del Equipo formador, sin distraerlos
de su ministerio específico.
272 N. a. Implementar, con los Vicarios, y coordinados por el Vicario episcopal
para los Institutos de Vida consagrada, los medios adecuados para que todos los
miembros de la Vida consagrada conozcan, aprecien y promuevan el «misterio de
la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica»
275 N. b. Promover con los Superiores y Superioras, Coordinadores y
Moderadores de las distintas Comunidades de Vida Consagrada, los Vicarios
episcopales y el Rector del Seminario, convocados por el Vicario episcopal para
la Vida Consagrada, oportunidades de dar a conocer a los distintos sectores del
pueblo de Dios, el carisma específico de cada Instituto, la forma concreta de su
presencia y actividad apostólica en nuestra Iglesia particular, especialmente de la
Vida contemplativa.
292 N. a. Favorecer y coordinar, a una con los Vicarios episcopales, la
integración y participación de personas e Institutos de Vida consagrada en la
elaboración de los planes pastorales.
335 N. a. Promover, a una con el Obispo, Vicarios Generales y Episcopales, en
corresponsabilidad con su Presbiterio, programas para la participación y vivencia
del misterio de la Iglesia, «comunión y participación para la misión»
336 N. a. Promover periódicamente, con los Vicarios episcopales, tiempos de
estudio y reflexión en común, retiros y momentos de oración, que faciliten a todos
los presbíteros el conocer, aceptar y asumir el espíritu del Concilio Ecuménico
Vaticano II, del Magisterio posterior, de las orientaciones del Obispo y de este
Sínodo Diocesano.
337 N. Cultiven permanentemente, con los Vicarios episcopales y demás
Pastores, en sus experiencias evangelizadoras, intercambios sacerdotales,
catequesis, y en todas sus demás acciones pastorales, la conciencia de fe y la
responsabilidad del compromiso respecto al sacramento del Orden en sus tres
grados.
338 N. e. Establezcan, a una con los Vicarios episcopales, formas concretas de
profundización en la sacramentalidad del episcopado y su relación con el pueblo de
415
Dios
340 N. a. Suscitar, a una con los Vicarios episcopales en toda la comunidad
diocesana, el interés por el don del Diaconado permanente, por conocer su
identidad y misión específica en la Iglesia; descubran en común las necesidades
reales y sentidas que requieran su establecimiento.
b. Cultivar, igualmente con los Pastores, estas vocaciones al Diaconado
permanente para el servicio de la caridad, la liturgia, administración de los
sacramentos que le son propios y para la atención más esmerada de nuestras
opciones preferenciales.
343 N. a. Impulsar, programar y organizar, con especial caridad pastoral, junto
con los Vicarios episcopales, el Presidente del Consejo presbiteral, el
Responsable de la Comisión para la formación permanente del presbiterio, el
Rector del Seminario, coordinados por el Vicario general, las experiencias de
auténtica «vida en común» de los presbíteros, en el ámbito decanal, zonal y
diocesano (cf Jn 17, 21; CIC cc. 280. 533 §1. 550 §1-2).
b. Favorecer, igualmente, la «vida en común» entre sus hermanos
presbíteros, promoviendo distintas opciones: 1) La oración personal y comunitaria.
La celebración de la Eucaristía y de la Liturgia de las Horas en común, y la
Reconciliación sacramental. Retiros, Ejercicios espirituales y experiencias
similares, como la preparación de la homilía. 2) Casa y mesa común. 3) Revisión
de vida en grupos. Acompañamiento o dirección espiritual. 4) Atención solícita a
los hermanos sacerdotes solos, enfermos o ancianos, los agobiados por el trabajo, o
que sufren alguna pena particular, o pasan por alguna prueba.
c. Establecer, con el Responsable de la Comisión para la Formación
Permanente del Clero, el Presidente del Consejo Presbiteral, coordinados por el
Vicario general, la forma concreta que facilite la fraternidad sacerdotal, la santidad
en el ejercicio del ministerio, la comunión con el Obispo y con toda la Iglesia y el
desarrollo pastoral de los Vicarios parroquiales, en la interrelación y «vida común»
con los Párrocos.
356 N. c. Establecer, con el Obispo, en reflexión y oración con los Vicarios
episcopales y el Consejo Presbiteral, el criterio del tiempo prudente e ideal de
permanencia del pastor no sólo en la parroquia sino también en otros servicios
pastorales, atendiendo al bien del mismo presbítero y de la comunidad, de los
organismos o de las estructuras eclesiales, a fin de favorecer la constante
renovación de la pastoral orgánica, sin olvidar la norma establecida por la
Conferencia del Episcopado Mexicano [Nota: cf CIC c. 522. Norma
complementaria de la CEM, n. 1575: “Los párrocos serán nombrados por tiempo
indefinido. Excepcionalmente, por motivos válidos y de acuerdo con su prudencia,
los Obispos podrán nombrarlos por un tiempo determinado, no inferior a los seis
años”. -entró en vigor el 29 de junio de 1994-].
416
357 N. Responsabilizarse, en comunión con el Vicario episcopal de su Zona, de
alentar la fraternidad sacramental, de promover la espiritualidad sacerdotal, de
facilitar la formación permanente y de integrar orgánicamente las acciones
pastorales de los presbíteros de su Decanato.
372 N. e. Proponer, con la Comisión Diocesana para la Formación permanente
del Clero y sus Vicarios episcopales, los programas y métodos de relaciones
humanas que incrementen el mutuo conocimiento y el diálogo, acorten distancias y
ayuden a los presbíteros a aceptarse mutuamente y a superar con madurez las
críticas destructivas, competencias o diferencias generacionales, culturales y de
personalidad.
374 N. a. Responsabilizarse, con la Comisión para la Formación permanente
del Clero y los Vicarios episcopales, de implementar programas y recursos para
que los presbíteros se mantengan adecuadamente actualizados y preparados para
responder a las preguntas y a las dudas que presenta el hombre de hoy (cf CIC c.
279 §1).
b. Preparar, asimismo, programas e instrumentos técnicos adecuados para la
formación en el conocimiento y utilización de los medios de comunicación social
(cf DMVP 17).
375 N. Establecer, con la Comisión para la Formación permanente del Clero y
los Vicarios episcopales, los itinerarios adecuados para acompañar a los
presbíteros en su continuo desarrollo como pastores, a partir del conocimiento de la
realidad, del discernimiento iluminado por la Palabra y de la identificación y
determinación de las acciones que ofrezcan la respuesta adecuada a las necesidades
de su comunidad.
376 N. a. Cuidar, con la Comisión para la Formación permanente del Clero, los
Vicarios episcopales Vicarios episcopales, como misión prioritaria, el desarrollo
de la vida espiritual de los presbíteros.
388 N. a. Coordinar, a los Párrocos y demás sacerdotes, para que ofrezcan los
agentes de pastoral, experiencias eclesiales de oración, reflexión y compartir
apostólico, cada tres meses, como una oportunidad constante de encuentro
vivencial con Cristo Pastor
389 N. a. Programar, con los Vicarios episcopales, para los agentes de pastoral,
experiencias de fe, integrales y específicas, para que asuman, en actitud de
conversión, las orientaciones conciliares que nos llaman a pasar de una pastoral
«individualista» a la «pastoral de comunión y participación.
b. Implementar y facilitar, igualmente, los medios adecuados para que todas
estas acciones incrementen la comunión y la participación entre las familias, los
Organismos, Movimientos, Rectorías y Capellanías en la Parroquia, el Decanato y
417
la Zona pastoral.
390 N. Cultivar, con los Agentes de pastoral y los Vicarios episcopales, la
comunión y participación eclesiales que favorezca su relación personal, fraterna y
afectiva con los distintos miembros de la jerarquía.
b. Velar, a una con los Vicarios episcopales, para que los programas
parroquiales, decanales o diocesanos, sean asumidos, continuados, alentados y
evaluados, con fidelidad y solicitud, por cada Agente de pastoral, singularmente
por los Párrocos.
395 N. a. Apoyen especialmente, a los Agentes de pastoral, acudiendo los
valiosos aportes que las ciencias humanas ofrecen a nuestra acción pastoral, para
lograr una mayor eficacia,
399 N. d. Establecer, en comunión con el Vicario episcopal para la Pastoral y
los Decanos, programas, servicios y formas de apostolado, según las distintas
necesidades que presentan la pastoral, urbana, suburbana, rural.
e. Incluyan en ellos, también, las opciones prioritarias y los nuevos retos que
están surgiendo de la realidad para la pastoral familiar, juvenil, campesina,
indígena, obrera, de alejados, de pobres y marginados, de cuidado respecto a los
grupos religiosos y sectas.
f. Establezcan, igualmente, formas para recabar los informes sobre los
programas parroquiales, en las visitas de fraternidad y comunión pastoral que les
corresponde realizar cada año.
402 N. Establecer, con los Pastores y Vicarios episcopales, itinerarios y
experiencias de espiritualidad, y retiros oportunos, según los tiempos litúrgicos,
para los demás agentes de pastoral.
403 N. a. Coordinar y apoyar, a los Presbíteros, en sus retiros programados,
siendo pastores unos para otros, en nombre de Cristo Pastor, a fin de alentar y
fortalecer su ser y quehacer de pastores.
415 N. Promover y dinamizar, con los Vicarios episcopales y los Pastores y
Agentes, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, centros
permanentes para la atención pastoral de la familia.
416 N. Apoyar, con los Pastores y la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar,
la educación permanente y progresiva de los matrimonios en todas las actitudes y
valores que requieren en la convivencia conyugal y familiar.
417 N. a. Establezcan, asimismo, en los centros de pastoral familiar, programas y
asesorías para las familias incompletas o en situaciones irregulares, a fin de
ofrecerles una respuesta adecuada
418
b. Cuiden, también, de manera especial, la atención pastoral y sacramental, en
orden a la recepción del bautismo, la penitencia y la eucaristía de sus hijos (cf FC
80-81; SD 224).
419 N. Implementar, con los Pastores y Vicarios episcopales, coordinados por la
Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, aquellos programas, escuelas para
padres, experiencias, cursos u otros medios que capaciten a los padres de familia
para favorecer el desarrollo integral y la maduración de sus hijos.
420 N. Promover, asimismo, un seguimiento y acompañamiento de la familia en
las diversas etapas de la formación y desarrollo de sus hijos, particularmente
cuando se trata de apoyarlos en su elección vocacional.
421 N. Organizar, igualmente, los servicios que sean necesarios o programas de
formación sobre los legítimos derechos de los padres de familia relacionados con la
educación de sus hijos.
422 N. a. Propiciar, con los Pastores, sus Vicarios episcopales, y la Comisión
Diocesana de Pastoral Familiar, coordinados por la Comisión Diocesana de
Educación y Cultura, canales de diálogo y colaboración entre los profesionales de
la educación, tanto de las instituciones católicas como de las escuelas particulares u
oficiales, y los padres de familia.
b. Propiciar, también, que las escuelas sean auténticas comunidades
educativas, formadoras de la persona, cultivadoras de su fe y promotoras de su
compromiso con la sociedad
c. Promover, elaborar y aplicar, igualmente, programas de capacitación y
formación para los maestros.
d. Integren, asimismo, a algunos fieles cristianos laicos, hombres o
mujeres, capacitados pedagógicamente y prepárenlos para que colaboren
específicamente en la formación de los valores humanos y cristianos y en la
orientación vocacional.
423 N. Promover en sus servicios y programas específicos, con los Pastores a
nivel decanal, auxiliados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, la
integración comunitaria de los padres de familia y de los demás responsables de la
educación.
426 N. a. Revisar, actualizar y promover, con los Pastores, coordinados por la
Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, las acciones pastorales necesarias
específicamente para atender la evangelización de la familia.
b. Promover y programar, igualmente, itinerarios evangelizadores que
sostengan en la familia la constante experiencia de Jesucristo en su hogar de
Nazaret.
419
427 N. a. Cuiden, también, juntamente con los Organismos de la Pastoral
familiar existentes en nuestra Diócesis, de la preparación remota, próxima e
inmediata para el matrimonio (cf CIC c. 1063)
429 N. a. Establecer y animar, especialmente en las parroquias, con los Pastores y
demás Agentes de pastoral, coordinados por los Responsables diocesanos de la
tres dimensiones de la Evangelización y de la Pastoral Familiar, cursos y
servicios permanentes de apoyo a la vida, de promoción de los derechos de la
familia, de educación para el amor y la responsabilidad paterna, de formación sobre
métodos naturales para la regulación de la natalidad.
b. Capacitar, también, agentes competentes que garanticen la calidad y la
perseverancia de las parejas en estas acciones.
431 N. Integrar y animar, con los Pastores, coordinados por las Comisiones
Diocesanas de Pastoral Social y de Pastoral Familiar, los programas y servicios
que unan a las familias más necesitadas, a fin de ayudarlas a que optimen sus
recursos económicos
432 N. Incluir, de la misma manera, en los programas de pastoral familiar, los
itinerarios y medios necesarios para la educación de las familias, en una auténtica
jerarquía.
433 N. Propiciar, igualmente, formas de capacitación para el trabajo y de ayuda
para conseguir empleo, acudiendo a quienes más pueden y formando la conciencia
y solidaridad en las distintas instancias.
440 N. b. Promover, con los Vicarios episcopales, coordinados por la Comisión
Diocesana de Pastoral Familiar y en armonía con y los Responsables diocesanos
de las tres dimensiones de la Evangelización, los planes, programas y centros
necesarios para dinamizar la pastoral familiar, en todos los sectores, niveles y
estructuras de nuestra vida diocesana.
c. Incluir, asimismo, en el trabajo pastoral, la colaboración de peritos,
expertos en medicina familiar, derecho, comunicaciones, pedagogía, psicología,
sociología y teología.
e. Realizar, con los Pastores, y Vicarios episcopales, coordinados por la
Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, cursos y retiros de la formación en la
fe para que las familias vivan su adhesión a Jesucristo, Evangelio del Padre, y a su
Iglesia.
f. Atender, asimismo, con programas y procesos determinados y
adaptados, las áreas más importantes de la Pastoral familiar, como son: formación
para el matrimonio y la familia, atención a la persona en las distintas etapas de la
vida, atención especial a las familias desintegradas o en circunstancias irregulares y
fortalecimiento de los valores culturales y cristianos existentes en nuestros hogares.
420
g. Incluir, también, en estos procesos las formas concretas existentes en la
Diócesis u otras nuevas para la preparación del Sacramento del Bautismo, de la
Confirmación y de la Eucaristía, en que participe toda la familia (cf CIC cc. 851 §2.
843 §2. 890).
i. Discernir y decidir, según indicación del Obispo, sobre la necesidad de
que algunos de los integrantes de la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, sean
de tiempo completo y prevea los gastos de los mismos.
441 N. b. Coordinar a los Párrocos para la implementación de programas de
Pastoral familiar que integren a los padres, a los educadores, a los adolescentes y a
los jóvenes (cf GS 3).
e. Cuidar, con particular esmero, que se cumpla estas disposiciones en las
parroquias del Decanato que tienen encomendado.
443 N. Ofrecer y animar constantemente, con los Pastores, los Agentes de
pastoral, los Movimientos y Organismos diocesanos, coordinados por la
Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, a los cónyuges y a las familias en
general, programas, experiencias e itinerarios de formación integral en la fe.
452 N. Coordinar a los Agentes de pastoral de su Decano, para que asuman en
sus respectivas comunidades, organismos y movimientos eclesiales, la opción
preferencial por los adolescentes y jóvenes.
460 N. a. Organizar y establecer, con los Párrocos, coordinados por la Comisión
Diocesana de Pastoral Juvenil, en colaboración con los responsables de la
Pastoral Familiar, centros de prevención, consulta y orientación, para brindar un
especial cuidado pastoral a los jóvenes que viven experiencias difíciles.
b. Renovar y estructurar constantemente, con los Vicarios episcopales y la
Comisión Diocesana de Pastoral Vocacional, los Equipos Decanales y
Parroquiales de Pastoral Vocacional, en las distintas estructuras diocesanas,
nombrando y facilitando la capacitación y la acción de algún sacerdote, como
animador y promotor vocacional en cada Decanato.
484 N. b. Renovar y estructurar constantemente, con la Comisión Diocesana de
Pastoral Vocacional, y los Vicarios episcopales, los Equipos Decanales y
Parroquiales de Pastoral Vocacional, en las distintas estructuras diocesanas.
c. Promover y favorecer, en comunión con el Obispo y los Decanos, los
recursos humanos y materiales que sean indispensables para sustentar la acción
evangelizadora de la Pastoral Vocacional. Utilizar, también, los Medios de
Comunicación Social para la promoción vocacional.
498 N. a. Promover, con los Sacerdotes de su Decanato, coordinados por la
Comisión Diocesana de Pastoral Social, centros y experiencias de formación de
421
agentes específicos para las comunidades de grupos étnicos, campesinos, obreros y
todo género de pobres.
503. N.b. Evitar, a una con el Obispo, Sacerdotes, Religiosos y Religiosas, ser
antitestimonio con su bienes materiales y con sus preferencias hacia los ricos y
procuren vivir con los pobres, de tal manera que no sean vistos por ellos como una
clase privilegiada (cf CIC cc. 282. 387. 634. 640).
508 N. b. Implementar y coordinar, con los Párrocos y demás Agentes de
pastoral, siguiendo los criterios propuestos por las Comisiones, programas de
experiencias y servicios evangelizadores con itinerarios especiales para quienes,
por su situación moral (divorcio, unión libre, aborto...), están alejados de la Iglesia
522 N. a. Promover como responsabilidad primera, en comunión con los
Vicarios episcopales, la formación bíblica de las personas en su comunidades,
parroquias, organismos, movimientos y asociaciones eclesiales.
527 N. Promover, con los Sacerdotes y Agentes de pastoral de su respectivo
Decanato, programas para la formación de la conciencia, siguiendo los criterios
del Evangelio.
536 N. a. Promover, en comunión con el Obispo, con Vicarios, Párrocos y otras
personas, recursos de toda índole para implementar una acción pastoral en favor de
las parroquias en las áreas urbanas y suburbanas,
b. Implementar, proponer y animar, con el Consejo Diocesano de Pastoral a
los pastores, apoyados por los «Equipos eclesiales», designados para este
trabajo pastoral, planes y programas específicos, líneas de acción y de aplicación
pastoral, en las zonas o áreas urbanas y suburbanas correspondientes
537 N. a. Atender, organizar y coordinar, con los Párrocos, sus Agentes de
pastoral parroquial, centros y servicios en favor de quienes llegan a integrarse en
alguna comunidad eclesial urbana o suburbana.
b. Impulsar, también, organismos y formas de ayuda a nivel interparroquial.
538
b. Coordinar, a los Párrocos, para una autentica y competente formación
integral especializada de sus agentes laicos que han de mantener viva, operante y
progresiva la misión evangelizadora en las estructuras sociales y culturales de las
áreas urbanas y suburbanas, especialmente en los extensos conjuntos
habitacionales.
543 N. Alentar, promover, organizar y coordinar, con los Párrocos y sus Agentes
de pastoral parroquial, la parroquia urbana y suburbana, como comunidad de
comunidades.
422
544 N. a. Establecer con sensibilidad y organización pastoral, a una con los
Dirigentes o Responsables de los Movimientos y Grupos eclesiales, en comunión
con sus Párrocos, formas concretas de diálogo para integrarse con sus grupos o
movimientos en las acciones pastorales de la pastoral urbana y suburbana.
545 N. a. Promover e implementar, en comunión con el Obispo y con sus
próvidos colaboradores, los elementos, recursos y organismos necesarios que
propicien el nacimiento de una estructura parroquial de comunión y participación,
apta para atender a los fieles de los sectores urbanos y suburbanos.
b. Conjuntar, también, en la medida de lo posible, en las áreas urbanas y
suburbanas, a los presbíteros con suficiente salud, creatividad, energía,
disponibilidad, apertura y capacidad para construir un nuevo estilo vida parroquial,
en el espíritu eclesial de comunión y participación y de la nueva evangelización.
c. Preparar, asimismo, por medios más oportunos, y aún desde el Seminario,
a los presbíteros cuyas características disciernan como más adaptadas, para que
presten su servicio ministerial en las áreas urbanas y suburbanas y proveer a los
fieles de estos sectores, con los pastores que necesitan, aún a costa de dolorosos
traslados y de eximirlos de sus responsabilidades o cargos.
d. Asegurar, también, que los proyectos pastorales en las parroquias urbanas
o suburbanas tengan la continuidad, la madurez y la creatividad, aún cuando algún
párroco sea transferido y venga otro a continuar su ministerio.
e. Advertir, igualmente, que en el Seminario se atienda, dentro de la
formación integral, el aspecto pastoral de las áreas urbanas y suburbanas.
615. N. g.
Responsabilizarse, en comunión con el Vicario episcopal para la
Pastoral, los Vicarios episcopales, el Vicario general (y Obispo Auxiliar,) y la
"Comisión «ad hoc» para la aplicación del Sínodo", de la aplicación dinámica
del Plan Diocesano y de la mentalidad eclesial renovadora del Concilio, del Sínodo
diocesano y de sus disposiciones pastorales.
k. Analizar y proponer nuevas alternativas, con los Vicarios episcopales,
junto con la Comisión Diocesana de límites para reestructurar pastoralmente las
Zonas, Decanatos y parroquias, de manera que se pueda conseguir una mayor
integración y eficacia pastoral.
l. Dialogar corresponsablemente, con la Comisión Diocesana de Límites,
Vicarios episcopales y Párrocos, en cuya jurisdicción se proyecta la erección de
alguna parroquia.
620 N. g. Discernir y determinar, con el Obispo, y dar el parecer de los
Vicarios episcopales y Párrocos, sobre aquellos servicios de naturaleza parroquial
que pueden compartirse "ad fidelium commoditatem: para comodidad de los
fieles", desde las Rectorías de los Templos y Capillas existentes (cf CIC c. 858).
j. Coordinar a, los Párrocos, para que incrementen coordinados por sus
Decanos, por medio de programas e itinerarios oportunos, el sentido de comunión
423
que tiene por naturaleza la Parroquia, como primera comunidad vital de la Iglesia,
como expresión de verdadera comunidad cristiana y como fuente necesaria de una
auténtica evangelización, "íntimamente vinculada a la Iglesia Universal, mediante
una sincera y profunda caridad pastoral con el Obispo diocesano..." (PARE II.2.46; cf SD 58).
n. Asumir generosamente, la encomienda que se les confía. Colaboren con
el Obispo diocesano y su Vicario episcopal de Zona, en el servicio pastoral.
ñ. Programar, también, sus reuniones con los presbíteros del Decanato o
con los demás miembros del pueblo de Dios.
622 N. d. Cuidar, con los Vicarios episcopales, las relaciones fraternas párrocovicario y viceversa. Cuiden, de la misma manera, la relación entre los Párrocos y
los Adscritos.
624 N. a. Coordinar, en comunión con los sacerdotes de su Decanato, a su
familia o personas que los asisten, por medio de itinerarios y experiencias
generales, para que sean auténticos servidores, apóstoles y testigos del Evangelio,
creando en ellos la conciencia de su misión, de manera que no intervengan o
impidan la acción pastoral, sino que la favorezcan con su trato y atención a los
feligreses
b. Establecer, en unión con los Vicarios y la Comisión Diocesana para la
Formación Permanente del Clero, programas concretos, permanentes,
experiencias, planes y evaluaciones periódicos, de formación integral para los
familiares de los presbíteros o para quienes de manera constante les asisten en su
casa. Denles la posibilidad de ejercer algún ministerio de manera competente y
testimonial como creyentes y apóstoles y, principalmente, háganlos conscientes de
su misión y servicio dentro de la comunidad.
625 N. a. Incrementar corresponsablemente con el Obispo, los Vicarios
episcopales, la Comisión de Formación Permanente y el Consejo Presbiteral, en
sus reuniones y con reflexiones específicas, el sentido eclesial de comunión y
participación entre los presbíteros, con todo lo que esto significa para la vida
fraterna, incluido el aspecto económico.
b. Promover, asimismo, especialmente en el Decanato, comunidad base
del presbiterio, un espíritu fraterno de solidaridad, de conversión y de
comunicación cristiana de bienes entre todos los presbíteros. Eviten éstos la
acumulación de bienes y toda apariencia de lucro y ostentación, sobre todo en el
uso de cierto tipo de vehículos o inmuebles (cf CIC c. 282).
626 N. a. Atender, tanto los Vicarios episcopales como los Decanos, con la
autoridad delegada del Obispo, entre sus tareas pastorales, la periódica revisión
minuciosa de los distintos archivos e inventarios parroquiales, de documentos,
muebles, inmuebles y obras de arte, existentes en los templos y parroquias, en
orden a su conservación, organización, actualización y eficacia en bien de la
424
comunidad. Busquen la forma corresponsable de establecer los archivos
parroquiales y de asegurar un respaldo en la Curia, apoyándose en los medios
modernos de la informática (cf CIC c. 535 §4).
d. Promover con urgencia, entre los Párrocos, la búsqueda y adquisición
de terrenos para nuevos centros de culto y apostolado, especialmente en las
ciudades y sus zonas conurbadas, como muestra de su solicitud pastoral por
quienes constituyen los nuevos asentamientos humanos. Evalúen esto
comunitariamente.
e. Busquen, también, hasta donde sea posible, que los lugares elegidos
puedan contar con las instalaciones necesarias para la evangelización, sin perder
de vista el sentido misionero de la Iglesia y su opción preferencial por los pobres y
alejados.
627
c. Cumplir la encomienda del Obispo, en comunión con los Vicarios
episcopales, de la revisión periódica, física y legal de muebles e inmuebles de las
parroquias, según inventario actualizado periódicamente.
425
ANEXO 4
A.- LA POTESTAD DEL OBISPO DIOCESANO:
CON RESPECTO A LA DISTINCIÓN ENTRE
“LA SAGRADA POTESTAD: SACRA POTESTAS”,
“LA FUNCIÓN DE GOBIERNO: MUNUS REGENDI” Y
“LA POTESTAD DE RÉGIMEN O DE JURISDICCIÓN”
1- El término “Sacra potestas” (potestad sagrada) es frecuentemente empleado
por teólogos y canonistas; se encuentra también en algunos textos del Concilio (cf
LG 10. 18. 27; PO 2. 12). Se identifica, en un sentido amplio, con la función
pastoral. Es la potestad que corresponde a los ministros sagrados y más
concretamente a la Jerarquía, porque se trata de la potestad que Jesucristo transmitió
a los Apóstoles y a sus sucesores, para que en su nombre enseñen, santifiquen y
gobiernen a la Iglesia.
1.1. Esta potestad estructura de manera jerárquica a la Iglesia y comprende las
clásicas potestades de orden, jurisdicción y magisterio.
1.2. Por tanto, no sólo expresa un poder jurídico, sino que incluye la capacidad
recibida por el Sacramento del Orden, para producir, en nombre y en la persona de
Cristo, los efectos sobrenaturales de los Sacramentos y de la Palabra divina.
1.3.- La sagrada potestad incluye, por lo tanto, el triple “munus” u oficio eclesial:
de enseñar (docendi), de santificar (sanctificandi) y de gobernar (regendi), que
Cristo confío a los Apóstoles y a sus sucesores 378.
2.- La función de regir o gobernar (munus regendi), constituye un aspecto de “la
sagrada potestad: sacra potestas”, que se refiere al gobierno de la Iglesia como
sociedad. Es función necesaria para la misión de la Iglesia, a fin de “pastorear”
socialmente al Pueblo de Dios: a) dirigiendo, coordinando y controlando las
actividades de naturaleza pública; b) lo mismo que las decisiones y juicios sobre
controversias doctrinales, espiritualidad de los fieles y actividades de las
instituciones en sus aspectos sociales; y c) para la regulación, fomento y suplencia
de las actividades derivadas de la libertad de los fieles.
378
El vocablo “munus”, se le hace derivar de “missio: “misión” y tiene el
significado de “oficio” eclesial, tarea específica o esencial, función, servicio; cf
BENEDICTO XVI, Munus docendi, Audiencia general, 14 de abril de 2010; Id., Munus
sanctificandi, Audiencia general, 5 de mayo de 2010; Id., Munus regendi,
Audiencia general, 26 de mayo de 2010.
426
3.- Es necesaria también una distinción entre la función de regir (munus regendi) y
la potestad de régimen (potestas regiminis) o jurisdicción (potestas jurisdictionis)
3.1.- La potestad de jurisdicción, en sentido estricto, se refiere a la emisión de
disposiciones, decisiones o mandatos que tienen la eficacia, reconocida por el
ordenamiento canónico, de vincular jurídicamente, externa e internamente, la
conducta de los fieles. Es una capacidad de decisión, necesaria para un orden justo
dentro de la Iglesia. Se expresa como potestad legislativa, ejecutiva y judicial, de
acuerdo con el “principio de distinción de poderes” en el ejercicio de la
“jurisdicción eclesiástica” (cf CIC c. 135 §1)
3.2.- En cambio, la función de regir o de gobierno (munus regendi), en sentido
amplio, incluye, no sólo las decisiones jurídicamente vinculantes, sino también otras
determinaciones, no imperativas, que buscan promover la iniciativa y la libre
adhesión de los fieles destinatarios.
3.3.- En conclusión: la potestad de régimen o jurisdicción, en sentido estricto, es
un aspecto de la función de gobierno (munus regendi), que consiste en la
capacidad jurídica pública, de institución divina y regulación eclesiástica, para
dirigir la vida social de la Iglesia. Así se favorece la realización del fin sobrenatural
de sus miembros, mediante la emisión de decisiones y mandatos legislativos,
ejecutivos y judiciales. El canon 129, nos indica quiénes son los sujetos hábiles
para ejercer esta capacidad jurídica pública en la Iglesia:
«§1. De la potestad de régimen, que existe en la Iglesia por institución divina, y
que se llama también potestad de jurisdicción, son sujetos hábiles, conforme a la
norma de las prescripciones del derecho, los sellados por el orden sagrado.
§2. En el ejercicio de dicha potestad, los fieles laicos pueden cooperar a tenor del
derecho»
4.- En cambio, cuando se trata de otros sujetos, la potestad de régimen ordinaria
es la que va aneja de propio derecho a un oficio; es delegada o participada, si se le
concede a una persona por sí misma, y no en razón de su oficio, según lo establecido
por el Derecho. La potestad de régimen ordinaria puede ser propia (por ejemplo, la
del Obispo) o vicaria -obviamente la de sus Vicarios- (cf CIC c. 131): Cf
ANTONIO VIANA TOMÉ, Organización del gobierno de la Iglesia, Ed.
EUNSA, Pamplona 1997, 40ss.
B.- LA POTESTAD DEL OBISPO DIOCESANO,
CON RESPECTO A LAS CUALIDADES
DE SU POTESTAD EPISCOPAL
1. El Obispo, tiene y ejerce la potestad ordinaria. “La potestad de régimen
ordinaria es la que va aneja de propio derecho a un oficio; es delegada la que se
concede a una persona por sí misma, y no en razón del oficio. Tanto la potestad
ordinaria como la delegada, pueden referirse a las funciones legislativa, ejecutiva
o judicial.
427
Las características de la potestad ordinaria son: a) La vinculación de la potestad
a un oficio, es decir, que cualquier manifestación de la potestad ordinaria exige la
titularidad de un oficio eclesiástico, aunque no todos los oficios comportan el
ejercicio de la potestad de régimen. (Por “oficio”, se entiende “cualquier cargo,
constituido establemente por disposición divina o eclesiástica, que haya de
ejercerse para un fin espiritual”: c. 145 §1). b) La vinculación de la potestad a un
oficio es establecida directamente “por el derecho” (ipso iure). Por
“derecho”, se entiende el derecho objetivo, que son las normas divinas y
humanas constitutivas de los diversos oficios eclesiásticos.
Algunos de los sujetos de la potestad ordinaria están determinados en el canon
134, con la designación de los términos «ORDINARIO», «ORDINARIO DE
LUGAR» y «OBISPO DIOCESANO». Cuando el Código de Derecho canónico u
otras disposiciones se refieren a los anteriores sujetos, cuya titularidad es, al menos,
de potestad ordinaria ejecutiva, es aplicable expresamente al Obispo y sus
Vicarios. Es de notar que no son “ordinarios” los titulares de potestad ordinaria
judicial. La potestad ordinaria, puede ser delegable, dentro de ciertos límites (cf
CIC cc. 135 §2-§3. 137).
2.- El Obispo diocesano tiene y ejerce la potestad ordinaria propia
De manera semejante a como se clasifican los oficios eclesiásticos en capitales
(principales) y auxiliares, así la potestad ordinaria propia es la que se ejerce en
nombre propio, a diferencia de la vicaria, que se ejerce en nombre de de quien la
ejerce como propia. En definitiva, la potestad propia es la que va aneja “ipso iure”
(por el mismo derecho) a los oficios de capitalidad. La potestad que ejerce el
Romano Pontífice y los Obispos diocesanos, es capital, originaria, por lo tanto
propia, recibida de Cristo por la mediación de la Iglesia. Estos dos oficios son
capitales por derecho divino. Aunque también existen otros oficios con potestad
propia de derecho humano-eclesial. Ellos son consecuencia del desarrollo de la
organización eclesiástica, gracias a la transmisión de funciones por el Sacramento
del Orden y la misión canónica, en comunión con el Colegio Episcopal, a partir,
sobre todo, del Primado pontificio. Es el caso de los prelados territoriales, los
abades territoriales y los ordinarios militares y prelados personales, que se equiparan
de algún modo con los Obispos diocesanos. Ellos también son titulares de potestad
ordinaria propia; al igual que los superiores mayores de los Institutos clericales o
de Vida apostólica, de derecho pontificio.
3. El Obispo diocesano tiene y ejerce la potestad inmediata
Los Obispos a través de la mediación sacramental y canónica de la Iglesia, reciben
directamente de Cristo la plenitud de las “tres funciones de enseñar, santificar y
gobernar”, incluida la jurisdicción con sus diversas manifestaciones (cf CIC cc. 131.
391).
4.- La potestad del Obispo diocesano es plena
428
La potestad del Obispo diocesano es plena, puesto que en su Diócesis le
corresponde ejercer toda la potestad «que se requiere para el ejercicio de su función
pastoral, exceptuadas aquellas causas que, por el derecho o por decreto del Sumo
Pontífice, se reserven a la autoridad suprema o a otra autoridad eclesiástica» (cf CIC
c. 381 § 1).
5.- La potestad del Obispo diocesano es unitaria en su triple encargo o
función
Como titular de una capitalidad, el Obispo diocesano en nombre de Jesucristo
Cabeza, ejerce en su Diócesis una potestad unitaria. Le corresponde la “sacra
potestas” en su triple función de magisterio, santificación y régimen.
El Obispo no es solamente sacerdote y profeta en la Diócesis, ni tampoco
solamente gobernante: es a la vez maestro, sacerdote del culto sagrado y ministro
(servidor) en el gobierno. Concretamente, por lo que se refiere a la función de
gobierno, corresponde al Obispo diocesano la potestad legislativa, ejecutiva y
judicial (cf CIC c. 391 §1). Debe ejercer siempre personalmente la potestad
legislativa en lo cotidiano de su ministerio episcopal (cf CIC c. 391 §2, en relación
con el c. 135 §2), o en lo extraordinario, como en el Sínodo diocesano (cf CIC c.
466). La potestad ejecutiva y judicial la puede ejercer personalmente o a través de
los Vicarios administrativos (General o Episcopal) o el Judicial, respectivamente (cf
CIC c. 391 §2).
6.- La potestad del Obispo diocesano no es absoluta ni independiente; está
regulada en su ejercicio por el Derecho
Finalmente, la potestad del Obispo diocesano está regulada por el derecho, de
manera que debe ejercerse modo iure praescripto: como lo prescribe el derecho (cf
CIC c. 135 §2-3), y según la norma del derecho: ad normam iuris (cf CIC c. 391
§1).
Además, la existencia de otros oficios y el reconocimiento efectivo de los derechos
de los fieles, exigen una coordinación objetiva de las diversas funciones, incluidas
las funciones episcopales, establecidas por el Derecho de la organización
eclesiástica, a través de diversas normas, contenidas principalmente en el actual
Código del Derecho Canónico (cf ANTONIO VIANA TOMÉ, Organización del
gobierno en la Iglesia, según el derecho canónico latino, EUNSA, Pamplona 1997,
p. 72).
429
ANEXO 5
NORMATIVA GENERAL ACERCA DE LOS VICARIOS
DEL OBISPO
1º. El Concilio Vaticano II creó la figura del Vicario episcopal, encarnando en ella
el principio de descentralización de las funciones Episcopales.
2º. El nombramiento de Vicario episcopal es libre por parte del Obispo, no así el
del Vicario general, y tiene que estar justificado por razones pastorales como
pueden ser la extensión de la Diócesis o el número de fieles.
3º. El Vicario episcopal es una figura similar a la del Vicario general, pero su
potestad es limitada, ejercida en una determinada circunscripción de la Diócesis o
para ciertos asuntos o respecto a los fieles de un mismo rito o para un grupo
concreto de personas (c. 476).
4º.Tiene la misma potestad ordinaria que, por derecho universal compete al Vicario
general. Su potestad es ordinaria, vicaria, ejecutiva, episcopal y subordinada, pero
parcial, o circunscrita a un determinado ámbito de competencia, impuesto por la
causa de su constitución.
5º. El Obispo Diocesano nombra al (los) Vicarios libremente y libremente puede
removerlos, pero debe ser nombrado para un determinado tiempo, que se determina
en el mismo acto del nombramiento (c. 477).
6º. El Vicario episcopal, en virtud de su oficio, tiene dentro del ámbito de su
competencia la misma potestad ejecutiva que corresponde por derecho al Obispo
para realizar actos administrativos, exceptuadas cuantas gestiones el Obispo se
hubiera reservado a sí mismo o al Vicario general o que, según el derecho,
requieran mandato especial (c. 479, pp. 1-2).
7º. Al Vicario episcopal le corresponde la potestad ejecutiva exclusivamente, no la
judicial ni legislativa. Esta potestad está regulada en el Código en los cánones 136
al 143.
8º.- En cualquier Código comentado, en el índice analítico, en la palabra Ordinario,
aparecen todas y cada una de las facultades que son aplicables tanto el Vicario
general como a los Vicarios episcopales.
9º.- El Obispo puede reservarse para sí o el Vicario general actuaciones que podían
corresponder al Vicario episcopal, según derecho. Hay que tener en cuenta que no
debe limitarse tanto o a tan pocas facultades que, prácticamente, no se puede
reconocer el oficio que representa. Es frecuente, por ejemplo, que el Obispo
restrinja las facultades de los Vicarios episcopales en los asuntos que exigen
relaciones con la Santa Sede, con los otros Episcopados, expedientes matrimoniales
y dispensas de impedimentos, etc. 10º.- El Vicario episcopal no es Vicario del
Vicario general, tiene sus propias competencias cumulativamente con el Vicario
general. Existe el peligro de interferencias o de situaciones más o menos
conflictivas. Es el Obispo quien debe juzgar y disponer las cosas para la necesaria
430
coordinación de competencias. Éstas se resuelven normalmente en el Consejo
Episcopal. 11º.- El Motu Propio Ecclesiae Sanctae, señala ya cuáles han de ser las
relaciones de los Vicarios episcopales con el Obispo y con el Vicario general:
“Debe el Vicario episcopal establecer contacto con los demás colaboradores del
Obispo especialmente con el Vicario general en la forma que el Obispo, determine
para afianzar en el clero y en el pueblo la unidad y disciplina, así como para
obtener en la Diócesis frutos más abundantes” (Ecclesiae Sanctae, I, 14, 4). Por
eso es tan importante la creación del Consejo episcopal para que trabajando en
equipo, logren la mayor unidad en el régimen pastoral de la Diócesis, se acoplen lo
más posible al parecer y al deseo del Obispo Diocesano, y aconsejen, contrasten el
pro y el contra de los negocios pastorales, para llegar, a las soluciones más
equitativas y justas.
12º.- En relación con el Obispo diocesano hay que aplicar al Vicario episcopal la
conducta señalada por el Código a los Vicarios Generales. Estos vienen obligados a
ponerse en contacto con el Obispo sobre lo hecho y por hacer, y actuar conforme a
la mente y voluntad del Obispo. “Como cooperador del oficio episcopal, el Vicario
episcopal debe de dar cuenta al Obispo Diocesano de todo lo que haya realizado o
piensa realizar, más aún, no actúe nunca contra su parecer ni deseo” (E. S., ibíd.).
DIRECTORIO “APOSTOLORUM SUCCESSORES” (22 de febrero de
2004):
a)
ACERCA DEL VICARIO GENERAL Y LOS VICARIOS
EPISCOPALES, n. 178
El Obispo debe nombrar el Vicario general, oficio preeminente de la Curia
diocesana, para que lo ayude en el gobierno de la Diócesis (Cf Ch D, 27; CIC c.
475 §1). Aunque, normalmente es preferible que haya sólo un Vicario general, en
caso de que el Obispo lo considere oportuno, por la amplitud de la Diócesis o por
otra razón pastoral, puede también constituir alguno más. Teniendo todos la misma
potestad sobre toda la Diócesis, es necesaria una clara coordinación de su
actividad, en la observancia de cuanto el Código dispone acerca de las gracias
concedidas por uno u otro Ordinario (cf CIC c. 65) y en general, acerca del
ejercicio de las competencias asignadas a cada uno.
Cuando lo requiera el buen gobierno de la Diócesis, el Obispo puede nombrar
también uno o más Vicarios episcopales. Éstos tienen la misma potestad del
Vicario general, pero limitada a una parte de la Diócesis o a un cierto tipo de
cuestiones, en relación a los fieles de un rito particular o a un determinado grupo
humano. El nombramiento de los Vicarios episcopales debe hacerse siempre por un
cierto tiempo, que debe ser determinado en el acto de constitución (cf Ch D, 23 y
27).
En el nombramiento de un Vicario episcopal, el Obispo pondrá atención en definir
claramente el ámbito de sus facultades, evitando así la sobreposición de
competencias o, cosa aun peor, la incertidumbre del titular o de los fieles.
El Obispo diocesano nombre Vicario general o Vicarios episcopales a sacerdotes
doctrinalmente seguros, dignos de confianza, estimados por el presbiterio y por la
431
opinión pública, sabios, honestos y moralmente rectos, con experiencia pastoral y
administrativa, capaces de instaurar auténticas relaciones humanas y de saber tratar
los asuntos que interesan a la Diócesis. En cuanto a la edad, deberán haber
cumplido al menos los 30 años, pero prudentemente, cuando sea posible, es
preferible que hayan cumplido los 40 años, y hayan alcanzado también una
adecuada preparación académica con la obtención del doctorado o de la licencia en
Derecho Canónico o en Sagrada Teología, o, al menos, deberán ser verdaderamente
expertos en tales disciplinas.
El Vicario general y, en el ámbito de sus atribuciones, los episcopales, en virtud de
su oficio, tienen potestad ejecutiva ordinaria; por tanto, pueden realizar todos los
actos administrativos de competencia del Obispo diocesano, a excepción de
aquellos que él mismo haya reservado para sí y los que el Código de Derecho
Canónico confía expresamente al Obispo diocesano: para ejercitar tales actos, el
Vicario necesita de un mandato especial del mismo Obispo.
El Obispo diocesano no puede nombrar para los oficios de Vicario general o de
Vicario episcopal a los propios consanguíneos hasta el cuarto grado. Tales oficios
no son compatibles con el de canónigo Penitenciario (cf CIC c. 478 §§ 1-2).
Los Vicarios deben actuar siempre según la voluntad y las intenciones del Obispo,
al cual deben informar de las cuestiones principales de las que se ocupan (cf CIC c.
480).
b)
ACERCA DEL VICARIO JUDICIAL Y EL TRIBUNAL DIOCESANO,
n. 180
El Obispo ejercita la potestad judicial personalmente o mediante el Vicario judicial
y los jueces.528
La administración de la justicia canónica es una tarea de grave responsabilidad que
exige, ante todo, un profundo sentido de justicia, pero también una adecuada
pericia canónica y la experiencia correspondiente (cf CIC cc. 1420 §4 y 1421 § 3).
Por este motivo, el Obispo elegirá atentamente a los titulares de los diferentes
oficios:
– el Vicario judicial, juez y responsable de la administración judiciaria que
debe ser necesariamente constituido por el Obispo (cf CIC c. 1420 §1). Su
nombramiento será por un tiempo determinado renovable. El Vicario judicial y los
eventuales Vicarios judiciales adjuntos deben ser sacerdotes, haber cumplido al
menos 30 años, ser de íntegra fama, doctores o licenciados en Derecho Canónico.
El Vicario judicial durante la sede vacante permanece en el cargo, y no puede ser
removido por el Administrador diocesano;
– los otros jueces diocesanos, para cuyo nombramiento se requieren las mismas
cualidades que para el Vicario judicial, que en nombre del Obispo deciden las
causas canónicas;
– el promotor de justicia y el defensor del vínculo, con el encargo de vigilar, cada
uno según la propia competencia, sobre el bien público eclesial (cf CIC cc. 1430 y
1432). El Obispo puede confiar estos dos oficios a laicos expertos, según las
modalidades y las condiciones establecidas por las normas canónicas (cf CIC c.
432
145), de modo que los clérigos estén más libres para desarrollar las tareas
indispensables relativas al Orden sagrado. En caso de que lo permita la
Conferencia Episcopal, los fieles laicos pueden ser también jueces; de éstos, si la
necesidad lo sugiere, uno puede integrar el tribunal colegiado (cf CIC c. 1421§2).
Si, por las circunstancias locales, varias Diócesis constituyen un tribunal
interdiocesano de primera instancia, los Obispos interesados ejercitan en común las
funciones que corresponderían a cada uno respecto al tribunal diocesano (cf CIC c.
1423).
Consciente de que la administración de la justicia es un aspecto de la sagrada
potestad, cuyo justo y oportuno ejercicio es muy importante para el bien de las
almas, el Obispo considerará el ámbito judiciario como objeto de su preocupación
pastoral personal. Respetando la justa independencia de los órganos legítimamente
constituidos, vigilará sin embargo, sobre la eficacia de su trabajo y particularmente
sobre su fidelidad a la doctrina de la Iglesia relativa a la fe y las costumbres,
especialmente en materia matrimonial. Sin dejarse intimidar por la índole técnica
de muchas cuestiones, sabrá aconsejarse y tomar las medidas de gobierno
oportunas para tener un tribunal en el cual brille la verdadera justicia intraeclesial.
Fuentes: Decreto “Chistus Dominus” 27; PABLO VI, Motu proprio «Ecclesiae
Sanctae: De la Santa Iglesia», 6 de agosto de 1966, 14; los Directorios de la
CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS: «Ecclesiae Imago: Imagen de la
Iglesia»: Vicario general: nn. 201. 161. 199; Vicario episcopal: 202, 161.189.
«Apostolorum Successores: Los Sucesores de los Apóstoles» 71. 177-179. 221;
Código de Derecho Canónico (1983): Vicario general: cc. 391. 475; Vicario
episcopal: cc. 476-48; Vicario judicial: cc.391 §2. 1419-1426.
433
ANEXO 6
CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE «MOTU PROPRIO»
OMNIUM IN MENTEM
DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI
CON LA CUAL SE MODIFICAN
ALGUNAS NORMAS DEL CÓDIGO DE DERECHO
CANÓNICO
La constitución apostólica Sacrae disciplinae leges, promulgada el 25 de enero de
1983, llamó la atención de todos sobre el hecho de que la Iglesia, en cuanto
comunidad al mismo tiempo espiritual y visible, y ordenada jerárquicamente,
necesita normas jurídicas «para que el ejercicio de las funciones que le han sido
confiadas divinamente, sobre todo la de la sagrada potestad y la de la
administración de los sacramentos, se lleve a cabo de forma adecuada». En esas
normas es necesario que resplandezca siempre, por una parte, la unidad de la
doctrina teológica y de la legislación canónica y, por otra, la utilidad pastoral de las
prescripciones, mediante las cuales las disposiciones eclesiásticas están ordenadas
al bien de las almas.
A fin de garantizar más eficazmente tanto esta necesaria unidad doctrinal como la
finalidad pastoral, a veces la autoridad suprema de la Iglesia, después de ponderar
las razones, decide los cambios oportunos de las normas canónicas, o introduce en
ellas alguna integración. Esta es la razón que nos lleva a redactar la presente Carta,
que concierne a dos cuestiones.
En primer lugar, en los cánones 1008 y 1009 del Código de derecho canónico
sobre el sacramento del Orden, se confirma la distinción esencial entre el
sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial y, al mismo tiempo, se
pone en relieve la diferencia entre episcopado, presbiterado y diaconado. Ahora, en
cambio, después de que, habiendo oído a los padres de la Congregación para la
doctrina de la fe, nuestro venerado predecesor Juan Pablo II estableció que se debía
modificar el texto del número 875 del Catecismo de la Iglesia católica, con el fin
de retomar más adecuadamente la doctrina sobre los diáconos de la constitución
dogmática Lumen gentium (n. 29) del concilio Vaticano II, también Nos
consideramos que se debe perfeccionar la norma canónica que atañe a esta misma
materia. Por lo tanto, oído el parecer del Consejo pontificio para los textos
legislativos, establecemos que las palabras de dichos cánones se modifiquen como
se indica sucesivamente.
434
Además, dado que los sacramentos son los mismos para toda la Iglesia, compete
únicamente a la autoridad suprema aprobar y definir los requisitos para su validez,
y también determinar lo que se refiere al rito que es necesario observar en la
celebración de los mismos (cf CIC c. 841), todo lo cual ciertamente vale también
para la forma que debe observarse en la celebración del matrimonio, si al menos
uno de los contrayentes ha sido bautizado en la Iglesia católica (cf cc. 11 y 1108).
El Código de derecho canónico establece, sin embargo, que los fieles que se han
separado de la Iglesia por "acto formal", no están sujetos a las leyes eclesiásticas
relativas a la forma canónica del matrimonio (cf c. 1117), a la dispensa del
impedimento de disparidad de culto (cf c. 1086) y a la licencia requerida para los
matrimonios mixtos (cf c. 1124). La razón y el fin de esta excepción a la norma
general del canon 11 tenían como finalidad evitar que los matrimonios contraídos
por aquellos fieles fuesen nulos por defecto de forma, o bien por impedimento de
disparidad de culto.
Con todo, la experiencia de estos años ha mostrado, por el contrario, que esta
nueva ley ha generado no pocos problemas pastorales. En primer lugar, ha parecido
difícil la determinación y la configuración práctica, en los casos particulares, de
este acto formal de separación de la Iglesia, sea en cuanto a su sustancia teológica,
sea en cuanto al aspecto canónico. Además, han surgido muchas dificultades tanto
en la acción pastoral como en la praxis de los tribunales. De hecho, se observaba
que de la nueva ley parecían derivar, al menos indirectamente, una cierta facilidad
o, por decir así, un incentivo a la apostasía en aquellos lugares donde los fieles
católicos son escasos en número, o donde rigen leyes matrimoniales injustas, que
establecen discriminaciones entre los ciudadanos por motivos religiosos; además,
esa nueva ley hacía difícil el retorno de aquellos bautizados que deseaban
vivamente contraer un nuevo matrimonio canónico, después del fracaso del
anterior; por último, omitiendo otras cosas, para la Iglesia muchísimos de estos
matrimonios se convertían de hecho en matrimonios denominados clandestinos.
Considerado todo esto, y evaluados cuidadosamente los pareceres tanto de los
padres de la Congregación para la doctrina de la fe y del Consejo pontificio para
los textos legislativos, como también de las Conferencias episcopales que han sido
consultadas sobre la utilidad pastoral de conservar o abrogar esta excepción a la
norma general del canon 11, ha parecido necesario abolir esta regla introducida en
el cuerpo de las leyes canónicas actualmente vigente.
Establecemos, por lo tanto, eliminar del mismo Código las palabras: «y no se ha
apartado de ella por acto formal» del canon 1117, «y no se ha apartado de ella por
acto formal» del canon 1086 §1, como también «y no se haya apartado de ella
mediante un acto formal» del canon 1124.
Por eso, habiendo oído al respecto a la Congregación para la doctrina de la fe y al
Consejo pontificio para los textos legislativos y pedido también el parecer de
435
nuestros venerables hermanos cardenales de la santa Iglesia romana responsables
de los Dicasterios de la Curia romana, establecemos cuanto sigue:
Art 1. El texto del canon 1008 del Código de derecho canónico se ha de modificar
de manera que, de ahora en adelante, resulte así:
«Mediante el sacramento del Orden, por institución divina, algunos de entre
los fieles quedan constituidos ministros sagrados, al ser marcados con un
carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a servir, según el grado
de cada uno, con nuevo y peculiar título, al pueblo de Dios».
Art. 2. El canon 1009 del Código de derecho canónico de ahora en adelante tendrá
tres parágrafos, en el primero y en el segundo de los cuales se mantendrá el texto
del canon vigente, mientras que en el tercero el nuevo texto se redactará de manera
que el canon 1009 §3 resulte así:
«Aquellos que han sido constituidos en el orden del episcopado o del
presbiterado reciben la misión y la facultad de actuar en la persona de Cristo
Cabeza; los diáconos, en cambio, son habilitados para servir al pueblo de Dios
en la diaconía de la liturgia, de la palabra y de la caridad».
Art. 3. El texto del canon 1086 §1 del Código de derecho canónico queda
modificado así:
«Es inválido el matrimonio entre dos personas, una de las cuales fue bautizada
en la Iglesia católica o recibida en su seno, y otra no bautizada».
Art. 4. El texto del canon 1117 del Código de derecho canónico queda modificado
así:
«La forma arriba establecida se ha de observar si al menos uno de los
contrayentes fue bautizado en la Iglesia católica o recibido en ella, sin
perjuicio de lo establecido en el canon 1127 §2».
Art. 5. El texto del canon 1124 del Código de derecho canónico queda modificado
así:
«Está prohibido, sin licencia expresa de la autoridad competente, el
matrimonio entre dos personas bautizadas, una de las cuales haya sido
bautizada en la Iglesia católica o recibida en ella después del bautismo, y otra
adscrita a una Iglesia o comunidad eclesial que no se halle en comunión plena
con la Iglesia católica».
Cuanto hemos deliberado con esta carta apostólica en forma de “motu proprio”,
ordenamos que tenga firme y estable vigor, no obstante cualquier disposición
contraria aunque sea digna de particular mención, y que se publique en el
comentario oficial Acta Apostolicae Sedis.
436
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 26 del mes de octubre del año 2009,
quinto de nuestro pontificado.
BENEDICTUS PP. XVI
437
ANEXO 7
CONGREGACIÓN DE LAS CAUSAS DE LOS SANTOS
SANCTORUM MATER
INSTRUCCIÓN SOBRE EL PROCEDIMIENTO
INSTRUCTORIO DIOCESANO
O EPARQUIAL EN LAS CAUSAS DE LOS SANTOS
Introducción
Parte I. Causas de beatificación y canonización
Título I. Elementos preliminares
Título II. Fama de santidad o de martirio y fama de gracias y favores
Título III. Actor de la causa
Título IV. Postulador de la causa
Título V. Obispo competente
Parte II. Fase preliminar de la causa
Título I. Presentación del libelo
Título II. Causas recientes y causas antiguas
Título III. Causa acerca de las virtudes heroicas o del martirio
Título IV. Libelo de demanda
Título V. Aceptación del libelo
Título VI. Consulta con otros obispos
Título VII. Publicación del libelo
Título VIII. Nihil obstat de la Santa Sede
Parte III. Instrucción de la causa
Título I. Oficiales del procedimiento instructorio en general
Título II. Oficiales del procedimiento instructorio en particular
Capítulo I. Delegado episcopal
Capítulo II. Promotor de justicia
Capítulo III. Notario
Capítulo IV. Perito médico
Título III. Sede de las sesiones
Parte IV. Pruebas documentales
Título I. Censores teólogos
Título II. Peritos históricos y archivísticos (Comisión histórica)
Capítulo I. Peritos
Capítulo II. Pruebas documentales
438
Capítulo III. Relación de los peritos
Capítulo IV. Testimonio de los peritos
Parte V. Pruebas testificales
Título I. Interrogatorios
Título II. "Para que no se pierden las pruebas" (Ne pereant probationes)
Título III. Citación para las sesiones
Título IV. Primera sesión o sesión de apertura
Capítulo I. Participantes
Capítulo II. Actas de la primera sesión
Capítulo III. Notario de la primera sesión
Título V. Participación del promotor de justicia
Título VI. Participación del perito médico
Título VII. Participación del postulador y/o vicepostulador
Título VIII. Los testigos y sus declaraciones
Capítulo I. Quién puede ser testigo
Capítulo II. Quién no puede ser testigo
Capítulo III. Declaraciones de los testigos
Capítulo IV. Declaraciones escritas de los testigos
Capítulo V. Testimonios de los médicos que atendieron al enfermo
Capítulo VI. Peritos médicos ab inspectione
Título IX. Uso del magnetófono y del ordenador
Título X. Procedimiento rogatorial
Capítulo I. Interrogatorio de los testigos
Capítulo II. Conservación y envío de las actas
Parte VI. Clausura del procedimiento instructorio
Título I. "Declaración de no culto"
Título II. Publicación de las actas
Título III. Traducción de las actas
Título IV. Copia conforme con las actas originales
Título V. Cotejo de las actas (collatio et auscultatio)
Título VI. El portador (portitor)
Título VII. Última sesión o sesión de clausura
Capítulo I. Última sesión en general
Capítulo II. Actos de la última sesión
Título VIII. Actos conclusivos
Capítulo I. Inscripción interior
Capítulo II. Cartas de los oficiales del procedimiento instructorio
Capítulo III. Instrumento de clausura
Apéndice: Reconocimiento canónico de los restos de un Siervo de Dios
439
Título I. Autenticidad
Título II. Conservación
Título III. Preparación de las reliquias
Título IV. Traslado
INSTRUCCIÓN
SOBRE EL PROCEDIMIENTO INSTRUCTORIO DIOCESANO
O EPARQUIAL EN LAS CAUSAS DE LOS SANTOS
INTRODUCCIÓN
La Iglesia, Madre de los Santos, custodia desde siempre su memoria, presentando a
los fieles esos ejemplos de santidad en la sequela Christi[1].A través de los siglos,
los Romanos Pontífices han establecido normas adecuadas para facilitar que se
alcance la verdad en esta materia tan importante para la Iglesia. En nuestro tiempo,
el Sumo Pontífice Juan Pablo II promulgó el 25 de enero de 1983 la Constitución
Apostólica Divinus perfectionis Magister, en la que, entre otras cosas, daba
disposiciones sobre la tramitación de los procedimientos instructorios diocesanos o
eparquiales realizados por los Obispos en vista de la beatificación y de la
canonización de los Siervos de Dios[2].
En la misma Constitución Apostólica, el Sumo Pontífice concedió a la
Congregación de las Causas de los Santos facultad para establecer unas normas
peculiares acerca del desarrollo de dichos procedimientos [3] que se refieren a la
vida, las virtudes y la fama de santidad así como de gracias y favores (fama
signorum); o tratan de la vida, el martirio y la fama de martirio y de gracias y
favores de los Siervos de Dios; o tienen por objeto los supuestos milagros
atribuidos a la intercesión de los Beatos y de los Siervos de Dios; o, finalmente, si
el caso lo pide, investigan sobre el culto antiguo tributado a un Siervo de Dios[4].
El Pontífice abrogó también las disposiciones promulgadas por sus predecesores y
las normas establecidas en los cánones del Código de Derecho Canónico de 1917
acerca de las causas de beatificación y canonización [5].
El 7 de Febrero de 1983, el mismo Sumo Pontífice aprobó las Normae servandae
in inquisitionibus ab Episcopis faciendis in Causis Sanctorum, que contienen la
normativa peculiar que ha de observarse en los procedimientos instructorios
diocesanos o eparquiales sobre las causas de beatificación y de canonización [6].
Después de la promulgación de la Constitución Apostólica y de las Normae
servandae, la Congregación, con la experiencia adquirida, publica la presente
Instrucción [7] para favorecer una colaboración más estrecha y eficaz entre la
Santa Sede y los Obispos en las causas de los Santos.
Esta Instrucción tiene como finalidad aclarar las disposiciones de las leyes en vigor
sobre las causas de los Santos, facilitar su aplicación e indicar la manera de llevar a
cabo lo establecido en ellas, tanto en las causas recientes como en las antiguas. Por
440
lo tanto, se dirige a los Obispos diocesanos, a los Eparcas, a quienes son
equiparados a ellos por el derecho y a cuantos participan en la fase instructoria del
procedimiento. Para tutelar de modo eficaz la seriedad del procedimiento
instructorio diocesano o eparquial, la Instrucción expone los pasos sucesivos del
mismo, determinados por las Normae servandae, subrayando de manera práctica y
por orden cronológico el modo de su aplicación.
Se expone en primer lugar cómo se han de instruir los procedimientos diocesanos o
eparquiales que tienen por objeto las virtudes heroicas o el martirio de los Siervos
de Dios. Antes de aceptar la causa, el Obispo deberá hacer algunas averiguaciones
previas, para comprobar si es o no conveniente instruirla. Tomada la decisión de
admitir la causa, dará comienzo al procedimiento propiamente dicho, ordenando
que se recojan las pruebas documentales de la causa. Si no aparecen obstáculos
insuperables, se procederá al interrogatorio de los testigos y, finalmente, a
clausurar el procedimiento instructorio y a enviar las actas a la Congregación,
donde tendrá lugar la fase romana de la causa, o sea la fase de estudio y de juicio
definitivo acerca de la misma.
Por lo que se refiere a los procedimientos acerca de supuestos milagros, la
Instrucción pone en evidencia y aclara algunos aspectos de la aplicación de las
normas que, en los últimos veinte años, han planteado a veces problemas prácticos.
La Congregación de las Causas de los Santos espera que la presente Instrucción
constituya una ayuda valiosa para los Obispos, con el fin de que el pueblo cristiano,
siguiendo más de cerca el ejemplo de Cristo, "Divinus perfectionis Magister",
testimonie al mundo el Reino de los Cielos. La Constitución dogmática del
Concilio Ecuménico Vaticano II Lumen Gentium enseña: "Teniendo en cuenta la
vida de quienes siguieron fielmente a Cristo, encontramos un motivo más para
sentirnos estimulados a buscar la ciudad futura y, a la vez, aprendemos un camino
segurísimo, por el que, a través de la mudable realidad del mundo, podremos
llegar a la perfecta unión con Cristo, es decir a la santidad, según el estado y la
condición propia de cada uno"[8].
PARTE I
CAUSAS DE BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN
Título I
Elementos preliminares
Art. 1 - § 1. La presente Instrucción tiene por objeto las causas de beatificación y
canonización, que se rigen por una ley pontificia peculiar [9]
§ 2. El fin de dichas causas es recoger las pruebas para alcanzar la certeza moral
acerca de las virtudes heroicas o del martirio del Siervo de Dios del que se pide la
beatificación y la canonización.
§ 3. Quedando a salvo las prescripciones particulares, en estas causas se deben
observar también las normas sobre los procesos del Código de Derecho Canónico y
del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, en las que se trata del
441
procedimiento para recoger de las pruebas documentales y, de manera particular,
para el interrogatorio de los testigos[10].
Art. 2 - En esta Instrucción, el procedimiento instructorio equivale al proceso que
en el derecho canónico precedente se instruía en las causas de beatificación y
canonización[11].
Art. 3 - La normativa de la presente Instrucción vale para los Obispos diocesanos y
eparquiales y también para los que les están equiparados por el derecho según el
can. 381 § 2 CIC.
Título II
Fama de santidad o de martirio y fama de gracias y favores
Art. 4 - § 1. La causa de beatificación y canonización se refiere a un fiel católico
que en vida, en su muerte y después de su muerte tuvo fama de santidad, viviendo
heroicamente todas las virtudes cristianas; o bien goza de fama de martirio porque,
siguiendo al Señor Jesucristo más de cerca, sacrificó su vida en el acto del martirio.
§ 2. 5e llama Siervo de Dios al fiel católico del que se ha iniciado la causa de
beatificación y canonización.
Art. 5 - § 1. La fama de santidad es la opinión extendida entre los fieles acerca de
la pureza e integridad de vida del Siervo de Dios y acerca de que éste practicó las
virtudes en grado heroico [12].
§ 2. La fama de martirio es la opinión extendida entre los fieles acerca de la muerte
sufrida por el Siervo de Dios por la fe o por una virtud relacionada con la fe [13].
Art. 6 - La fama signorum es la opinión difundida entre los fieles acerca de las
gracias y favores recibidos a través de la intercesión del Siervo de Dios [14].
Art. 7 - § 1. Antes de tomar la decisión de iniciar la causa, el Obispo diocesano o
eparquial comprobará si, entre una parte significativa de los fieles cristianos, el
Siervo de Dios goza de una auténtica y extendida fama de santidad o bien de
martirio, junto a una auténtica fama signorum [15].
§ 2. La fama debe ser espontánea y no procurada artificiosamente. Ha de ser
estable, continua, difundida entre personas dignas de fe, extendida entre una parte
significativa del pueblo de Dios [16].
Art. 8 - § 1. Ante todo, el postulador recogerá la documentación que se refiere a la
fama de santidad o de martirio y a la fama signorum y la presentará, en nombre del
actor, al Obispo competente[17].
§ 2. El Obispo evaluará esa documentación para cerciorarse de la existencia de la
fama de santidad o de martirio, de la fama de gracias y favores y de la importancia
eclesial de la causa[18].
§ 3. Esa misma documentación se incluirá en las actas del procedimiento
instructorio [19]
Título III
Actor de la causa
442
Art. 9 - El actor promueve la causa que se instruye sobre las virtudes heroicas o el
martirio del Siervo de Dios y asume la responsabilidad moral y económica [20]
Art. 10 - § 1. Se pueden constituir como actores de la causa el Obispo diocesano o
eparquial ex officio, las persona jurídicas, como diócesis o eparquías, estructuras
jurisdiccionales a ellas equiparadas, parroquias, institutos de vida consagrada o
sociedades de vida apostólica, o asociaciones de fieles clericales y/o laicales
admitidas por la autoridad eclesiástica.
§ 2. También puede constituirse como actor de la causa una persona física, es decir
cualquiera que pertenezca al pueblo de Dios, con tal de que tenga capacidad de
garantizar la promoción de la causa en su fase diocesana o eparquial y en la
romana[21].
Art. 11 - § 1. La persona jurídica o física se constituye actor de la causa mediante
acto notarial.
§ 2. El Obispo acepta ese arto después de haber comprobado la capacidad de la
persona jurídica o física para cumplir las obligaciones inherentes a la función de
actor.
Título IV
Postulador de la causa
Art. 12 - § 1. El actor, con un mandato redactado en conformidad con el derecho,
nombra un procurador, es decir el postulador para la fase diocesana o eparquial de
la causa [22].
§ 2. El postulador sigue el desarrollo del procedimiento instructorio en nombre del
mismo actor ante las autoridades diocesanas o eparquiales.
§ 3. El cargo de postulador puede ser desempeñado por un sacerdote, un miembro
de un instituto de vida consagrada, de una sociedad de vida apostólica, o de una
asociación clerical y/o laical, por un laico o una laica.
§ 4. El postulador debe ser experto en teología, derecho canónico e historia, y
conocedor de la praxis de la Congregación de las Causas de los Santos[23].
Art. 13 - § 1. El postulador diocesano o eparquial, debidamente nombrado por el
actor, debe ser aprobado por el Obispo competente[24].
§ 2. El mandato de nombramiento del postulador o del vicepostulador se incluirá en
las actas del procedimiento instructorio[25].
Art. 14 - § 1. El postulador diocesano o eparquial puede ser sustituido por otros,
llamados vicepostuladores.
§ 2. El vicepostulador es nombrado por el postulador con un mandato redactado en
conformidad con el derecho, previo consentimiento del actor[26]
Art. 15 - § 1. Durante el desarrollo del procedimiento instructorio, el postulador o
vicepostulador diocesano o eparquial residen en la diócesis o eparquía en la que se
instruye el procedimiento.
§ 2. El postulador en la fase romana de la causa, debidamente nombrado por el
actor con un nuevo mandato redactado en conformidad con el derecho, necesita la
443
aprobación de la Congregación de las Causas de los Santos y deberá tener su
residencia estable en Roma [27].
§ 3. En el caso de que el postulador en la fase diocesana o eparquial sea postulador
general de un instituto de vida consagrada, de una sociedad de vida apostólica o de
una asociación clerical y/o laical a la que pertenecía el Siervo de Dios, el
postulador conserva su cargo también en la fase romana y no necesita un nuevo
mandato.
Art. 16 - Para tratar con la Congregación, el postulador de la fase romana no puede
ser sustituido por un vicepostulador.
Art. 17 - § 1. El postulador realiza ante todo aquellas investigaciones sobre la vida
del Siervo de Dios que sean útiles para hacerse cargo de la fama de santidad o de
martirio, de la fama signorum y de la importancia eclesial de la causa.
§ 2. El postulador informa al Obispo competente sobre el resultado de esas
investigaciones, sin ocultar posibles descubrimientos contrarios a la fama de
santidad o bien de martirio o a la fama signorum de que goza el Siervo de
Dios[28].
§ 3. El postulador está obligado a actuar en el interés superior de la Iglesia y, por lo
tanto, a buscar la verdad con conciencia y honradez, poniendo en evidencia
posibles dificultades, para evitar también la necesidad de futuras investigaciones
que retrasen la prosecución de la causa[29].
Art. 18 - De acuerdo con las normas dadas por la Congregación el postulador
administra los bienes de la causa[30].
Art. 19 - § 1. El postulador debe entregar a los peritos históricos y archivísticos
todos los documentos de la causa de los que esté en posesión.
§ 2. El postulador no puede recoger jurídicamente las pruebas documentales ni las
eventuales declaraciones orales de testigos en la causa[31].
§ 3. La tarea de recoger, en conformidad con la ley, las pruebas en la causa
incumbe únicamente al Obispo diocesano o eparquial y a quienes hayan sido
debidamente nombrados para esa función, según lo establecido en las Normae
servandae.
Título V
Obispo competente
Art. 20 - A los Obispos diocesanos, a los Eparcas y a cuantos les están equiparados
por el derecho, incumbe la investigación, en el ámbito de su propia jurisdicción,
acerca de la vida, las virtudes o el martirio y de la fama de santidad o de martirio,
acerca de supuestos milagros y, si el caso lo pide, sobre el culto antiguo de un
Siervo de Dios, del que se pide la beatificación y la canonización[32].
Art. 21 - § 1. Es competente para instruir el procedimiento diocesano o eparquial
sobre las virtudes heroicas o el martirio el Obispo del territorio donde murió el
Siervo de Dios[33].
§ 2. La competencia para instruir el procedimiento sobre un supuesto milagro
corresponde al Obispo del territorio donde aconteció el supuesto milagro[34].
444
Art. 22 - § 1. A petición del Obispo que desea iniciar la causa, la Congregación
puede trasladar la competencia a otro foro eclesiástico, es decir a otra diócesis o
eparquía, por justas causas (por ejemplo, a la diócesis o eparquía donde se
encuentran las pruebas más importantes, o donde el Siervo de Dios residió durante
la mayor parte de su vida).
§ 2. El Obispo solicitante debe obtener el consentimiento escrito del Obispo
competente.
§ 3. En la causa de un grupo de mártires, será preciso solicitar el consentimiento
escrito de todos los Obispos de las diócesis o eparquías donde murieron los Siervos
de Dios.
Art. 23 - § 1. Recibido el consentimiento, el Obispo de quien se trata en el art. 22 §
1 de esta Instrucción, enviará la petición escrita a la Congregación, a la que
corresponde valorar las circunstancias particulares del caso[35].
§ 2. La petición del Obispo debe exponer los motivos por los que solicita el
traslado de competencia y adjuntar fotocopia del consentimiento escrito del Obispo
competente.
Art. 24 - § 1. Comprobadas las circunstancias particulares del caso, la
Congregación concede el traslado de la competencia del foro con un rescripto, que
se incluida en las actas de la primera sesión[36].
§ 2. El Obispo solicitante inicia el procedimiento sólo después de haber recibido el
rescripto de la Congregación.
PARTE II
FASE PRELIMINAR DE LA CAUSA
Título I
Presentación del libelo
Art. 25 - § 1. En las causas recientes el postulador presenta al Obispo diocesano o
eparquial el libelo de demanda (supplex libellus), es decir la petición escrita, con la
que solicita el inicio de la causa [37].
§ 2. El libelo se podrá presentar al Obispo una vez que hayan transcurrido cinco
años desde la muerte del Siervo de Dios [38].
§ 3. Antes de aceptar el libelo, el Obispo comprobará si se encuentra extendida
entre el pueblo de Dios una auténtica fama de santidad o de martirio y de gracias y
favores.
Art. 26 - § 1. En el caso de que el libelo de petición se presente transcurridos más
de treinta años desde la muerte del Siervo de Dios, el postulador deberá aclarar los
motivos de ese retraso.
§ 2. El Obispo comprobará que el retraso en la presentación del libelo no es debido
a fraude o dolo por parte del actor[39]
Art. 27 - § 1. El Obispo atestará la ausencia de fraude o de dolo con una
declaración escrita en la que exponga las razones concretas del retraso. § 2. La
declaración se incluye en las actas del procedimiento[40].
445
Título II
Causas recientes y causas antiguas
Art. 28 - § 1. El procedimiento que se ha de seguir en el desarrollo de la instrucción
diocesana o eparquial se determina de acuerdo con el tipo de pruebas que se
presentan.
§ 2. Una causa puede ser reciente o antigua.
Art. 29 - § 1. La causa es reciente cuando las virtudes o el martirio del Siervo de
Dios pueden probarse mediante declaraciones orales de testigos presenciales[41].
§ 2. En una causa reciente, el procedimiento instructorio se concentrará ante todo
en el interrogatorio de los testigos, teniendo siempre presente la necesidad de
buscar y recoger también las pruebas documentales de la causa[42].
Art. 30 - § 1. Una causa es antigua si las pruebas de las virtudes in specie o del
martirio del Siervo de Dios se obtienen sólo de fuentes escritas, por faltar testigos
presenciales de la heroicidad de las virtudes o del martirio[43]
§ 2. En una causa antigua, el procedimiento se centrará sobre todo en las
investigaciones de los peritos históricos y archivísticos, teniendo presente, sin
embargo, la necesidad de interrogar algunos testigos acerca de la vigencia actual de
la fama de santidad o de martirio y de la fama signorum y, si es el caso, acerca del
culto tributado al Siervo de Dios en tiempos recientes[44].
Título III
Causa acerca de las virtudes heroicas o del martirio
Art. 31 - § 1. Si se trata de probar la heroicidad de las virtudes de un Siervo de
Dios, el procedimiento deberá instruirse sobre la vida, las virtudes heroicas y la
fama de santidad y fama signorum.
§ 2. Para probar el martirio de un Siervo de Dios, el procedimiento deberá
instruirse sobre la vida, el martirio, la fama de martirio y la fama signorum [45].
Art. 32 - § 1. Podrá instruirse un único procedimiento sobre el presunto martirio de
varios Siervos de Dios sólo en el caso de que éstos hayan dado su vida durante la
misma persecución y en el mismo lugar[46].
§ 2. En esas causas, un Siervo de Dios encabezará la lista del grupo; los demás
presuntos mártires, con sus nombres, serán designados globalmente como
compañeros.
§ 3.Si es posible, procure el Obispo incluir en ese grupo único Siervos y Siervas de
Dios que representen a los distintos estados de vida en la Iglesia.
Art. 33 - § 1. En el caso de los llamados Beatos antiguos, es decir de Siervos de
Dios a los que se tributa culto desde tiempo inmemorial según los decretos de
Urbano VIII, a fin de confirmar el culto el Obispo procede de acuerdo con lo
establecido en las Normae servandae para las causas antiguas[47].
§ 2. El postulador presenta al Obispo el libelo de demanda juntamente con la
documentación prevista para las causas antiguas[48].
446
Art. 34 - En el caso de que haya sido publicado el decreto de confirmación del
culto de un Beato antiguo sin la previa aprobación de las virtudes heroicas o del
martirio, como sucedió alguna vez en el pasado, en vista de la canonización el
Obispo instruye el procedimiento sobre la vida y sobre las virtudes heroicas o el
martirio, siguiendo el procedimiento establecido en las Normae servandae para las
causas antiguas.
Art. 35 - Promulgado el decreto sobre la confirmación del culto y sobre las virtudes
heroicas o sobre el martirio del Beato, se procede a la canonización con la
aprobación de un milagro acontecido después de la confirmación del culto.
Título IV
Libelo de demanda
Art. 36 - § 1. El libelo de demanda es la instancia escrita con la que el postulador,
en nombre del actor de la causa, pide oficialmente al Obispo competente que inicie
la causa acerca de las virtudes o del martirio del Siervo de Dios[49].
§ 2. Puesto que el procedimiento sobre los supuestos milagros se instruye por
separado del procedimiento sobre las virtudes o el martirio del Siervo de Dios, el
libelo de demanda que solicite el inicio del procedimiento sobre un presunto
milagro deberá presentarse por separado del libelo acerca de las virtudes o el
martirio del Siervo de Dios [50].
§ 3. El libelo debe indicar, por lo menos de manera sumaria, en qué hechos y
pruebas se basa el actor para probar lo que afirma; llevará la firma del actor y del
postulador con indicación de la fecha y del lugar o lugares donde ambos
residen[51].
Art. 37 - Como anexos del libelo de demanda sobre las virtudes o el martirio, el
postulador presentará al Obispo diocesano o eparquial:
1. tanto en las causas recientes como en las antiguas, una biografía de cierto valor
histórico sobre el Siervo de Dios, o, en su defecto, una cuidadosa relación
cronológica sobre la vida y las actividades del Siervo de Dios, sus virtudes o su
martirio, la fama de santidad o de martirio y la fama signorum, sin omitir lo que
pueda resultar peyorativo o desfavorable para la causa [52]
2. un ejemplar auténtico de las publicaciones del Siervo de Dios[53].
3. asimismo una lista de posibles testigos, es decir:
a. en las causas recientes: nombres de aquellas personas que puedan contribuir a
esclarecer la verdad sobre las virtudes o el martirio del Siervo de Dios, así como su
fama de santidad o de martirio y la fama signorum, no omitiendo a los que podrían
impugnar esa fama[54].
b. en las causas antiguas: lista de algunos testigos que puedan declarar sobre la
fama de santidad o de martirio y sobre la fama signorum en el presente entre una
porción significativa del pueblo de Dios [55].
Art. 38 - § 1. Como anexos del libelo de demanda para la instrucción del
procedimiento sobre un presunto milagro, el postulador entregará al Obispo
diocesano o eparquial:
447
1. una relación breve y detallada sobre las circunstancias particulares que
caracterizan el caso;
2. lista de testigos;
3. todos los documentos que se refieran al caso[56].
§ 2. Sobre las supuestas curaciones milagrosas es preciso presentar documentos
médicos, clínicos e instrumentales (por ejemplo, la historia clínica, pareceres
médicos, análisis de laboratorio y exploraciones instrumentales).
Art. 39 - El libelo de demanda y los anexos a los que se refieren los art. 37 y 3 8 de
la presente Instrucción, se deben incluir en las actas de la primera sesión o sesión
de apertura del procedimiento[57].
Título V
Aceptación del libelo
Art. 40 - § 1. Sin perjuicio de lo establecido en el art. 45 § 1 de esta Instrucción, el
Obispo diocesano o eparquial podrá aceptar el libelo en el que se solicita el inicio
de la causa después de haber comprobado la existencia de la fama de santidad o de
martirio auténtica y difundida y de la fama signorum[58].
§ 2. En el caso de que, por justas causas, el Obispo decida no aceptar el libelo de
demanda, comunicará la decisión al postulador mediante decreto, exponiendo los
motivos.
Título VI
Consulta con otros Obispos
Art. 41 - § 1. Una vez aceptado el libelo de demanda, el Obispo pedirá a la
Conferencia episcopal, por lo menos regional, su opinión sobre la oportunidad de
iniciar la causa [59].
§ 2. En el caso de que se trate de Iglesias Orientales, el Obispo solicitará ese
parecer al Sínodo de los Obispos de las Iglesias Patriarcales o Arzobispales
Mayores, o bien al Consejo de Jerarcas de las Iglesias Metropolitanas sui iuris.
Art. 42 - § 1. Para subrayar la colegialidad, ese parecer se solicitará durante una
reunión de los Obispos respectivos.
§ 2. El resultado de la sesión se comunicará por escrito al Obispo que pidió el
parecer, preferiblemente por el Presidente de la Conferencia de Obispos, por el
Patriarca, por el Arzobispo Mayor o por quien preside el Consejo de Jerarcas de las
Iglesias Metropolitanas sui iuris, y firmado también por el Secretario.
§ 3. Ese documento se incluye en las actas del procedimiento[60].
Título VII
Publicación del libelo
448
Art. 43 - § 1. La petición del postulador de iniciar la causa en su diócesis o
eparquía será notificada por el Obispo con un edicto, expuesto en la catedral o
publicado en el boletín diocesano.
§ 2. Si le parece oportuno, dará a conocer la petición también en otras diócesis o
eparquías, con el consentimiento de los respectivos Obispos.
§ 3. En el edicto invitará a todos los fieles a facilitar las informaciones que posean
sobre la causa[61].
§ 4. El edicto se adjunta a las actas del procedimiento[62].
Art. 44 - § 1. En el caso de que de las informaciones surja algún obstáculo de cierta
importancia contra la causa, el Obispo lo comunicará al postulador para que lo
remueva, si es posible[63].
§ 2. En el caso de que el obstáculo no se haya removido y el Obispo considere que
la causa no puede seguir adelante, lo notificará con decreto al postulador,
exponiendo los motivos de la decisión [64].
Título VIII
"Nihil obstat" de la Santa Sede
Art. 45 - § 1. Sin perjuicio de lo indicado en el art. 40 § 1 de esta Instrucción, se
aconseja que, antes de aceptar el libelo de petición del postulador, el Obispo
diocesano o eparquial consulte a la Congregación de las Causas de los Santos, para
saber si, por parte de la Santa Sede, existe algún obstáculo para la causa[65].
§ 2. El Obispo envía a la Congregación la petición del nihil obstat adjuntando una
breve relación, en la que se expongan los datos biográficos del Siervo de Dios
(fecha, lugar y diócesis de nacimiento y de muerte, actividad ejercida en la Iglesia,
etc.) y la importancia eclesial de la causa.
Art. 46 - La Congregación contesta al Obispo con una carta que se incluirá en las
actas de la causa [66].
PARTE III
INSTRUCCIÓN DE LA CAUSA
Título I
Oficiales del procedimiento instructorio en general
Art. 47 - § 1. El Obispo y todos los que toman parte en el procedimiento
instructorio deben cuidar con suma diligencia y empeño que, al recoger las
pruebas, no se omita nada que de algún modo concierna a la causa. En efecto, el
buen resultado de la causa depende en gran parte de su correcta instrucción [67].
§ 2. Los oficiales del procedimiento instructorio son: el delegado episcopal, el
promotor de justicia, el notario y el perito médico en el procedimiento sobre una
curación supuestamente milagrosa, o el perito técnico en el procedimiento sobre un
presunto milagro de otro tipo.
Art. 48 - § 1. Para cada procedimiento instructorio el Obispo nombra mediante
decreto a todos los oficiales.
449
§ 2. Los decretos de nombramiento son refrendados por el canciller de la diócesis o
de la eparquía, para sancionar su validez jurídica[68].
§ 3.Esos decretos se incluyen en las actas de la primera sesión o sesión de apertura
del procedimiento instructorio [69].
Art. 49 - No se permite que un oficial desempeñe más de un cargo en el mismo
procedimiento instructorio.
Art. 50 - § 1. Si el procedimiento instructorio se refiere a un Siervo de Dios
perteneciente a un instituto de vida consagrada, a una sociedad de vida apostólica o
a una asociación de fieles clerical y/o laical, el Obispo no encomendará cargos a
personas pertenecientes al mismo instituto, sociedad o asociación.
§ 2. Si es preciso, el Obispo puede nombrar como perito histórico y archivístico a
una persona perteneciente al mismo instituto, sociedad o asociación del Siervo de
Dios[70].
Art. 51 - § 1. El Obispo diocesano o eparquial, todos los que han sido nombrados
para un cargo, y el postulador o, si es el caso, el vicepostulador, deben prestar
juramento de cumplir fielmente su tarea y guardar el secreto de oficio[71].
§ 2. El juramento se presta durante la primera sesión o sesión de apertura del
procedimiento.
§ 3. Todos firman a pie de página en la fórmula del juramento, que se adjunta a las
actas de esa primera sesión.
Art. 52 - Con la última sesión o sesión de clausura caduca el mandato de todos los
que han tomado parte en el procedimiento, incluidos el postulador diocesano o
eparquial y el vicepostulador.
Título II
Oficiales del procedimiento instructorio en particular
Capítulo I
Delegado episcopal
Art. 53 - El Obispo puede instruir la causa de beatificación y canonización
directamente o por medio de un delegado[72].
Art. 54 - El delegado episcopal debe ser un sacerdote competente en materia
teológica, canónica y también histórica, si se trata de una causa antigua[73].
Art. 55 - En cada causa se nombra un solo delegado episcopal.
Capítulo
Promotor de justicia
II
Art. 56 - § 1. El promotor de justicia debe vigilar para que se observe fielmente lo
que la ley prescribe acerca de la instrucción de la causa.
§ 2. Debe además comprobar que se hayan recogido de forma exhaustiva todos los
actos y los documentos relacionados con el procedimiento instructorio.
§ 3. Por lo tanto, el promotor de justicia ha de colaborar con el delegado episcopal
de forma activa y sistemática [74].
450
Art. 57 - El promotor de justicia debe ser un sacerdote competente en materia
teológica, canónica y también histórica, si se trata de causas antiguas[75].
Art. 58 - Para cada causa se nombra sólo un promotor de justicia.
Capítulo III
Notario
Art. 59 - § 1. El notario transcribe las declaraciones de los testigos y redacta las
actas del procedimiento según las indicaciones del delegado episcopal [76].
§ 2. Si es preciso, el Obispo nombra notarios adjuntos.
§ 3.Cualquier fiel católico puede desempeñar este cargo.
Capítulo IV
Perito médico
Art. 60 - § 1. En el procedimiento instructorio sobre una curación supuestamente
milagrosa, el Obispo debe nombrar un perito médico.
§ 2. Si el supuesto hecho milagroso es de otro tipo, el Obispo nombrará un perito
técnico.
§ 3. Después de haber jurado cumplir fielmente su tarea y guardar el secreto de
oficio, el perito ayuda al promotor de justicia a preparar las preguntas para el
interrogatorio de los testigos[77].
§ 4. El perito debe participar en las sesiones del interrogatorio de los testigos con el
fin de proponer al delegado episcopal, en su ámbito de competencia, que formule
preguntas aclaratorias según las necesidades y las circunstancias[78].
Título III
Sede de las sesiones
Art. 61 - § 1. Las sesiones tienen lugar en la sede estable del tribunal diocesano o
eparquial, o en otro lugar idóneo [79].
§ 2. Las sesiones no deben celebrarse en la sede del instituto de vida consagrada,
de la sociedad de vida apostólica o de la asociación a la que pertenecía el Siervo de
Dios.
PARTE IV
PRUEBAS DOCUMENTALES
Título I
Censores teólogos
Art. 62 - § 1. El Obispo nombra, con decretos distintos, por lo menos a dos
censores teólogos para que examinen los escritos publicados por el Siervo de Dios,
entregados por el postulador de la causa [80]
451
§ 2. Se considera escrito publicado del Siervo de Dios toda obra editada por el
mismo Siervo de Dios o por otra persona [81].
§ 3. Si la cantidad de escritos publicados lo requiere, éstos se pueden repartir entre
distintos censores, con tal de que cada uno sea examinado por lo menos por dos
censores.
Art. 63 - § 1. Los nombres de los censores deben permanecer secretos.
§ 2. Los censores teólogos, ante el Obispo y en presencia del canciller, deben
prestar por separado juramento de cumplir fielmente su tarea y de guardar el
secreto de oficio [82]
§ 3. El juramento se registra y, junto con los decretos de nombramiento, se adjunta
a las actas del procedimiento.
Art. 64 - § 1. Los censores teólogos deben examinar los escritos publicados del
Siervo de Dios y comprobar que no hay nada en ellos contrario a la fe y a las
costumbres[83].
§ 2.Se aconseja que los censores teólogos examinen también los escritos inéditos
del Siervo de Dios y den su dictamen sobre la ausencia en ellos de elementos
contrarios a la fe y a las costumbres[84].
§ 3. Los censores teólogos describen también en su dictamen la personalidad y la
espiritualidad del Siervo de Dios.
Art. 65 - § 1. Cada censor teólogo debe redactar su dictamen escrito por separado.
§ 2. Al entregar su dictamen al Obispo, cada censor declarará con juramento que ha
cumplido fielmente su oficio.
§ 3. El juramento se registra y se adjunta a las actas del procedimiento.
Art. 66 - En conformidad con la praxis de las causas de los Santos, los censores
teólogos no son llamados a declarar como testigos sobre el contenido de sus
dictámenes.
Art. 67 - El Obispo adjunta a las actas de la primera sesión del procedimiento los
dictámenes de los censores teólogos o, si es el caso, una declaración escrita de que
no existen escritos publicados del Siervo de Dios [85].
Título II
Peritos históricos y archivísticos
("Comisión histórica')
Capítulo I
Peritos
Art. 68 - § 1. En toda causa, tanto reciente como antigua, el Obispo debe nombrar
mediante decreto, por lo menos tres peritos históricos y archivísticos, que
constituyen la así llamada comisión histórica[86].
§ 2. Incumbe a los peritos el deber de buscar y recoger todos los escritos del Siervo
de Dios aún no editados, así como los documentos históricos, tanto manuscritos
como impresos, relacionados de cualquier modo con la causa [87].
452
§ 3. El oficio de perito no se puede encomendar al postulador ni al vicepostulador
ni a sus colaboradores, puesto que las pruebas deben recogerse formalmente en el
marco de un proceso canónico[88].
Art. 69 - § 1. El Obispo puede nombrar entre los peritos históricos y archivísticos a
un miembro del instituto de vida consagrada, de la sociedad de vida apostólica o de
la asociación clerical y/o laical a la que pertenecía el Siervo de Dios [89].
§ 2. Puede ser útil efectuar ese nombramiento, ya que se habrán de consultar los
archivos del instituto, de la sociedad o de la asociación.
Art. 70 - § 1. En presencia del Obispo y del canciller de la diócesis o de la
eparquía, los peritos juran cumplir fielmente su tarea y guardar el secreto de oficio
[90].
§ 2. El juramento se registra y se adjunta a las actas del procedimiento.
§ 3. Los peritos firman a pie de página la fórmula del juramento.
Capítulo II
Pruebas documentales
Art. 71 - La búsqueda de los documentos ha de realizarse en los archivos de todos
los lugares donde el Siervo de Dios residió y desarrolló su actividad [91].
Art. 72 - § 1. Se adjunta a las actas del procedimiento fotocopia autenticada de
todos los escritos inéditos y documentos recogidos por los peritos[92].
§ 2. No es suficiente una simple lista de los escritos y de los documentos hallados
en la investigación.
Capítulo III
Relación de los peritos
Art. 73 - § 1. Concluidas las investigaciones y recogidos los escritos inéditos y los
documentos, los peritos redactan colegialmente una sola relación detallada, firmada
por todos, que entregan al Obispo o a su delegado juntamente con la
documentación recogida.
§ 2. En la relación, los peritos deben:
1. garantizar que han cumplido fielmente su tarea;
2. enumerar los archivos consultados;
3. adjuntar lista de los escritos y documentos hallados;
4. dar su parecer sobre la autenticidad y el valor de esos escritos y documentos;
5. expresar su juicio sobre la personalidad y la espiritualidad del Siervo de Dios,
según pueden deducirse de los mismos escritos y documentos, no dejando de poner
en evidencia los posibles aspectos negativos[93].
§ 3. Los peritos deben indicar los eventuales obstáculos al Obispo o a su delegado,
que informará al postulador para que pueda removerlos[94].
§ 4. La relación se incluye en las actas del procedimiento[95].
453
Art. 74 - Si los escritos inéditos del Siervo de Dios plantean dificultades de carácter
teológico o moral, los peritos informarán al Obispo o a su delegado, para que
solicite el dictamen de los censores teólogos [96].
Art. 75 - § 1. La relación debe ser firmada in solidum por todos los peritos de la
comisión histórica.
§ 2. Sin embargo, en la misma relación se harán constar las posibles discrepancias
de cada perito.
Capítulo IV
Testimonio de los peritos
Art. 76 - § 1. Los peritos deben ser llamados a declarar por separado, como testigos
de oficio[97].
§ 2. Declaran con juramento:
1. que han llevado a cabo todas las investigaciones;
2. que han recogido todo el material relacionado con la causa;
3. que no han alterado o mutilado ningún documento o texto [98].
§ 3. A los peritos pueden hacerse otras preguntas de oficio acerca de la
personalidad y la actividad del Siervo de Dios, con el fin de aclarar también los
aspectos negativos de cierta importancia para la causa[99].
PARTE V
PRUEBAS TESTIFICALES
Título I
Interrogatorios
Art. 77 - § 1. Tanto en las causas recientes como en las antiguas se sigue el mismo
procedimiento.
§ 2. Los testigos son interrogados solamente después de haber recogido las pruebas
documentales como se indica en la Parte IV de la presente Instrucción: Pruebas
documentales, a no ser que por la dilación se tema la imposibilidad de recibir más
tarde declaraciones orales de algunos testigos presenciales; en este caso puede
aplicarse el principio ne pereant probationes, como se detalla en los art. 82-84 de
esta Instrucción.
Art. 78 - § 1. El Obispo entrega al promotor de justicia todo el material recogido
hasta el momento, es decir lo que acompaña al libelo de demanda del postulador,
los dictámenes de los censores teólogos y los documentos entregados por los
peritos históricos y archivísticos, juntamente con la relación de éstos [100].
§ 2. El promotor de justicia redacta las preguntas para el interrogatorio de los
testigos, si es preciso con la colaboración de un experto [101].
§ 3. El promotor de justicia firma los interrogatorios, añadiendo a pie de página el
lugar y la fecha.
454
Art. 79 - § 1. Los interrogatorios se preparan con el fin de obtener de los testigos
declaraciones que correspondan a su conocimiento de hechos concretos y a sus
fuentes de conocimiento.
§ 2. Los interrogatorios comienzan con las preguntas acerca de la identidad del
testigo y su relación con el Siervo de Dios [102].
§ 3. Las preguntas han de ser breves, no capciosas o falaces, no deben sugerir la
respuesta, deben adaptarse a la capacidad de comprensión del testigo y no han de
abarcar varias cuestiones a la vez [103].
§ 4. Cuando el procedimiento se instruye sobre las virtudes, los interrogatorios han
de comprender preguntas que requieran, por parte del testigo, ejemplos concretos y
específicos del ejercicio de cada virtud.
Art. 80 - § 1. Los interrogatorios no deben darse a conocer a los testigos antes de su
declaración [104].
§ 2. Se permite al postulador o al vicepostulador facilitar a los testigos los datos
biográficos del Siervo de Dios.
Art. 81 - Si el procedimiento se refiere a un supuesto milagro, el material recogido
será entregado por el Obispo a un experto en la materia de que se trate, y éste
formulará preguntas específicas para que se incluyan en los interrogatorios
preparados por el promotor de justicia [105].
Título II
"Para que no se pierden las pruebas" ("Ne pereant probationes")
Art. 82 - § 1. El Obispo o su delegado puede aplicar el principio ne pereant
probationes en el caso de que haya riesgo de perder algunas pruebas testimoniales
de cierta importancia (por ejemplo, si urge oír a algunos testigos ancianos o
enfermos) [106].
§ 2. En conformidad con ese principio, los testigos que se encuentran en las
circunstancias citadas pueden ser interrogados antes que se terminen de recoger las
pruebas documentales.
§ 3. Para el interrogatorio de esos testigos, el Obispo procederá según lo indicado
en los art. 47-61 y 86-115 de la presente Instrucción.
Art. 83 - § 1. Si una persona desea aportar su testimonio sobre la vida o la muerte
de alguien cuya causa no se haya iniciado, puede entregar al Obispo una
declaración escrita ad futuram rei memoriam.
§ 2. Para que sea recibida como prueba en una futura causa, esa declaración debe
ser firmada por el autor y refrendada por un notario eclesiástico o civil.
§ 3. El Obispo conserva la declaración en lugar seguro en la curia diocesana o
eparquial.
Art. 84 - El autor de la declaración ad futuram rei memoriam será citado para
testimoniar en el procedimiento instructorio, si éste tiene lugar.
455
Título III
Citación para las sesiones
Art. 85 - § 1. El lugar y la hora de las sesiones se comunicarán con la debida
antelación al promotor de justicia, al notario o al notario adjunto y a los testigos
llamados a declarar.
§ 2. La convocatoria, firmada por el Obispo o por su delegado y debidamente
registrada en las actas del procedimiento, se realiza mediante la citación o de otra
forma totalmente segura[107].
§ 3. Quienes han sido citados deben presentarse y, en el caso de que se encuentren
imposibilitados, darán a conocer al Obispo el motivo de su no comparecencia[108].
Título IV
Primera sesión o sesión de apertura
Capítulo I
Participantes
Art. 86 - § 1. La primera sesión del procedimiento instructorio, en la que se recibe
el juramento de todos los oficiales, es presidida por el Obispo diocesano o
eparquial.
§ 2. Por justas razones, el Obispo puede nombrar con decreto a un sacerdote que le
sustituya.
§ 3. La primera sesión puede celebrarse con participación de fieles[109].
Art. 87 - § 1. Deben asistir a la primera sesión todos los oficiales debidamente
nombrados por el Obispo, es decir el delegado episcopal, el promotor de justicia, el
notario y los notarios adjuntos y, en el caso de un procedimiento sobre un supuesto
hecho milagroso, el perito[110].
§ 2. Durante esa sesión todos ellos, así como también el Obispo y el postulador y/o
el vicepostulador diocesano o eparquial de la causa, juran que cumplirán fielmente
su tarea y guardarán el secreto de oficio [111].
Art. 88 - En las iglesias, y fuera de ellas, es muy importante abstenerse siempre de
cualquier acto que pueda inducir a los fieles a pensar sin motivo que el inicio del
procedimiento conduce necesariamente a la beatificación y la canonización del
Siervo de Dios (por ejemplo, se han de evitar celebraciones litúrgicas y panegíricos
en honor de los Siervos de Dios, etc.) [112].
Capítulo II
Actas de la primera sesión
Art. 89 - A las actas de la primera sesión se adjuntan los actos de la causa ya
realizados y todo el material recogido:
1. el rescripto del traslado de competencia, si lo hay [113];
2. la documentación presentada al Obispo para demostrar la fama de santidad o de
martirio y la fama signorum de que goza el Siervo de Dios [114];
456
3. el mandato de nombramiento del postulador y/o vicepostulador [115];
4. el libelo de demanda d
Descargar