“EL SERVICIO DE COMUNIÓN ECLESIAL Y EVANGELIZADOR DEL OBISPO Y SUS VICARIOS”. INTRODUCCIÓN 1 Para gloria de Dios y salvación nuestra, en espíritu de comunión eclesial, ofrezco a Ustedes, mi Iglesia diocesana: los miembros de mi Presbiterio y de los Institutos para la Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, Seminaristas, Agentes laicos y demás fieles cristianos del Pueblo de Dios, esta Exhortación Pastoral. 2 La finalidad de ésta es responder a la necesidad de continuar la renovación estructural vicarial, a través de un discernimiento evangélico que ha de reflejarse en un profundo cambio de mentalidad, actitudes y testimonio de quienes he de llamar a ser mis Vicarios, a fin de que, en corresponsabilidad eclesial conmigo, acrecentemos nuestra comunión y nuestra entrega en orden a la realización del proceso evangelizador en y desde nuestra Iglesia particular de Toluca. Para lograr esto, la presente Exhortación constituye una motivación y un incentivo del Espíritu para seguir asumiendo una renovación evangélica, teológica y jurídica-pastoral, en la que anunciemos y anticipemos ya proféticas reformas pastorales, institucionales y estructurales, en la vida y acciones evangelizadoras 1 habituales de nuestra Iglesia diocesana . 3 Esta Exhortación es también la propuesta de un itinerario de reflexión, asimilación y conversión, iluminado y animado por la Tradición y la 2 Escritura , el Magisterio, la reflexión teológica y el Derecho canónico, lo mismo que por las orientaciones eclesiales –teológicas y jurídicas- y la 1 Cf JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal “Pastores Dabo Vobis: Les daré pastores (según mi corazón)”, Acerca de la formación de los sacerdotes en la situación actual, Roma, 25 de marzo de 1992, 10 (en adelante se citará PDV y el número correspondiente al texto del documento). 2 BENEDICTO XVI, Exhortación apostólica postsinodal, “Verbum Domini: Palabra del Señor”, acerca de la palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, 30 de septiembre de 2010, 17-18 (en adelante se citará: BENEDICTO XVI, VD). 1 praxis pastoral contenidas en la legislación particular de nuestro “Primer Sínodo Pastoral”. 4 En consecuencia, después de haber consultado a los Vicarios generales y episcopales, al Vicario judicial, a los Decanos y a distintos asesores de Teología, Pastoral y Derecho canónico, les propongo, en esta Exhortación, interiorizar el Magisterio, las orientaciones, decisiones y la praxis de la Iglesia Universal y de nuestra Iglesia particular en lo que se refiere al ministerio de mis Vicarios: Generales, Episcopales y Judicial. 5 De esta manera, también estaremos respondiendo, en comunión, a la necesidad fundamental de “conversión pastoral y renovación misionera de nuestras comunidades”, como discípulos y misioneros de Jesucristo, según el llamado de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y 3 del Caribe, Aparecida, Brasil, 13-31 de mayo de 2007 . 6 Tengo puesta mi confianza en Dios y en la buena disposición de ustedes, mi Comunidad diocesana de discípulos y misioneros de Jesucristo, para continuar sumergiéndonos en el proceso eclesial de “conversión pastoral” 4 personal y comunitaria, parroquial, decanal y zonal . Con ello, anhelo que 3 Cf C ONSEJO E PISCOPAL LATINOAMERICANO, V Conferencia General Del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, Brasil, 13-31 de mayo de 2007, Documento de Aparecida, nn. 365-372 (en adelante se citará como DA). 4 Conversión pastoral y renovación misionera de las comunidades, es el llamado que nos hacen los Obispos en el Documento de Aparecida en los numerales 365-370: “la conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de la vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral” (DA 366). ¿En qué consiste esta actitud? Es todavía como una “intuición profética, cuestionante y abierta del Espíritu”, que pide nuestra colaboración eclesial, desde el ministerio de una reflexión teológica, que confluya en la eclesiología, la pastoral, el derecho canónico y la espiritualidad, aplicadas a nuestra existencia cristiana. Reflexión teológica que se abra al diálogo tanto con las ciencias humano-sociales, la cultura y la comunicación, como con las necesidades y esperanzas del ser humano en el mundo y la historia de hoy. Cf CLAUDIO GIULIODORI, Comunicazione, en GIANFRANCO CALABRESE- PHILIP GOYRETORAZIO FRANCESCO PIAZZA (Edd.), Dizionario di Ecclesiologia, Città Nuova Editrice, Roma 2010 (en adelante se citará DE2010 y el número de las páginas correspondientes). Juan Pablo II, dio un nuevo impulso a nuestro compromiso bautismal misionero al llamarnos a una verdadera “conversión pastoral”. Esta conlleva un “volverse a la cultura”, a fin de unir fe y vida en el compromiso de la nueva evangelización. Conlleva también la propuesta de una cultura de inspiración cristiana que sea lugar privilegiado de encuentro de la fe con el hombre de hoy: cf CONFERENCIA DEL EPISCOPADO ITALIANO, Comunicar el Evangelio en un 2 todo contribuya a hacer de nuestra Iglesia diocesana una “casa y escuela de comunión”, para que nuestra acción pastoral cotidiana, alentada por la 5 esperanza evangélica, haga presente el Reinado de Dios entre nosotros . 7 Mediante esta Exhortación les invito a responder al desafío pastoral que nos propone hoy S.S. Benedicto XVI: “Toda actuación seria y recta en el hombre es esperanza en acto. Lo es ante todo en el sentido de que así tratamos de llevar adelante nuestras esperanzas, más grandes o más pequeñas; a solucionar este o aquel otro cometido importante para el porvenir de nuestra vida; y a colaborar con nuestro esfuerzo para que el mundo llegue a ser un poco más luminoso y humano” 6. 8 Con esperanza, ofrezco a mi Iglesia diocesana esta Exhortación que contiene, aquí y ahora, lo que considero y acepto como acción del Espíritu Santo, puesto que Él es quien transforma nuestra la acción pastoral eclesial y guía nuestro peregrinar actual hacia una auténtica “conversión evangélica y pastoral”, si nos dejamos conducir por Él. 9 En este contexto eclesial de la Nueva Evangelización, a la que Su Santidad Benedicto XVI nos está convocando constantemente 7, les invito a leer, con atención y discernimiento, lo que el Espíritu está diciendo a nuestra Iglesia (cf Ap 2, 29), a través de la “escucha de Palabra” y los signos de los tiempos en los que Dios nos manifiesta su querer, respecto a la renovación y vivencia eclesial-pastoral del ministerio de aquellos presbíteros que he de llamar a colaborar corresponsablemente conmigo en el pastoreo diocesano mundo de cambio, Discurso de Apertura a la III Congreso eclesial nacional en Palermo, 3, Roma 1997, p. 56. 5 JUAN PABLO II, Carta apostólica «Novo Millennio ineunte: Al comienzo del nuevo milenio», Vaticano, 6 enero 2001, 43. En adelante se citará como NMI. 6 BENEDICTO XVI, Carta encíclica “Spe Salvi: Salvados en la esperanza“, Vaticano, 30 noviembre 2007, 35. En adelante se citará como SPS. 7 Cf VD 122. Recientemente ha instituido el nuevo Consejo pontificio con la encomienda eclesial expresa de la Nueva Evangelización: BENEDICTO XVI, Carta Apostólica en forma de «Motu proprio» “Ubicumque et semper: Siempre y en todas partes”, con la cual se instituye el Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización, Castelgandolfo, 21 de Septiembre de 2010. (Este documento se citará con las siglas: BENEDICTO XVI, Carta Apostólica US; además el próximo Sínodo de los Obispos tiene asignado este tema, cf SINODO DE LOS OBISPOS, “«Lineamenta» para la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos”, sobre el tema «Nova evangelizatio ad christianam fidem tradendam: La nueva evangelización para la trasmisión de la fe cristiana». Asamblea general ordinaria a realizarse en la Ciudad del Vaticano, del 7 al 28 de octubre del año 2012, Roma, 2 de febrero del 2011 (se citará: SINODO DE LOS OBISPOS, “«Lineamenta» para la XIII Asamblea, NECFT). 3 que me ha sido confiado, como su Obispo diocesano. Me refiero al ser y quehacer eclesial de mis Vicarios generales, Vicarios episcopales y del Vicario judicial. Su servicio vicarial es un motivo más para acrecentar nuestra comunión eclesial, a través de nuestro ministerio cotidiano que ha de hacer presente a Cristo y su Reinado entre nosotros. 10 Jesucristo nos enseñó que no basta decir: ¡Señor! ¡Señor!, para entrar en el Reino, sino que es preciso hacer la voluntad de su Padre (cf Mt 7, 21). Él mismo se ha hecho ejemplo viviente en el cumplimiento de la voluntad del Padre, con sus actitudes y espíritu de obediencia y entrega: «el Hijo del Hombre tampoco ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10, 45). 4 I.- LA TRINIDAD, MISTERIO DE AMOR, FUENTE DE LA COMUNIÓN Y DEL MINISTERIO PARA LA MISIÓN EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA. 11 El Concilio Ecuménico Vaticano II afrontó una gran variedad de temas; sin embargo, el núcleo profundo y central de su reflexión es la 8 Iglesia, precisamente «la Iglesia de la Trinidad», misterio de comunión . En torno a este misterio, iluminó las realidades de la Iglesia como Pueblo de Dios, los derechos y deberes de los fieles cristianos, la llamada universal a la santidad y a la misión; la Colegialidad episcopal y el Primado, la autoridad jerárquica como servicio; la triple función de Cristo; el 9 compromiso de la Iglesia en el mundo de hoy y el ecumenismo, entre otros . I.1. LA IGLESIA DE LA TRINIDAD: “UN PUEBLO REUNIDO EN LA UNIDAD DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO”. 12 La Iglesia, tal y como nos la presenta el capítulo I de la “Lumen Gentium: Luz de las Naciones”, viene de la Trinidad, está estructurada a imagen de la Trinidad y camina hacia el cumplimiento del proyecto trinitario en la historia. Así, esta Constitución dogmática, desde el inicio nos invita a reconocer: “el misterio de la Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la Iglesia”, que, según el testimonio de San Cipriano, es «sacramento de la unidad», es decir, «una muchedumbre reunida por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (LG 4). 8 CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática “Lumen Gentium: (Cristo es) Luz de las Naciones”, acerca de la Iglesia, 21 noviembre de 1964, cap. I. En adelante se citará como LG. 9 Cf DE2010: GIANFRANCO CALABRESE, Comunione, pp. 268-288; GIOVANNI TANGORRA, Ecclesiologia del Concilio Vaticano II, pp. 493-496; GIUSSEPPINA SANSONE, Mistero, pp. 888900; GIOVANNI MAZZILLO, Popolo di Dio, pp. 1084-1097; SALVADOR PIÉ-NINOT, Sacramentalità, pp. 1242-1255; MIGUEL DE SALIS, Santità, pp. 1269-1282; SEVERINO DIANICH, Chiesa e mondo, pp. 914-928; ELEUTERIO F. FORTINO, Esercizio dell´ecumenismo, pp. 634-463; MICHELE DE ROSA, Indole escatológica, 704-716; ROSARIO LA DELFA, Maria e Chiesa, pp. 838-852. 5 En consecuencia, “la clave de comprensión del mensaje eclesiológico del Concilio, 10 se encuentra en la lectura trinitaria del misterio de la Iglesia” . 1.1. LA TRINIDAD, ORIGEN DEL MISTERIO DE COMUNIÓN PARA LOS DISCÍPULOS MISIONEROS DE JESUCRISTO. 13 Nuestra comunión eclesial nace de esa comunidad única de las tres divinas personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, fuente, modelo y meta para los creyentes que integran nuestras distintas comunidades eclesiales, como son el matrimonio, la familia, las pequeñas comunidades, la Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, el Seminario, la Parroquia, el Decanato, la Vicaría Episcopal, la Iglesia particular, las Iglesias continentales y la Iglesia universal, en y con todas sus dimensiones y concreciones que puedan existir. De esta manera, la Iglesia está llamada en Cristo a ser “como un sacramento, o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). 14 Inspirados y fundamentados en este espíritu conciliar, que nos llama a ser Iglesia, misterio o sacramento de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Dios-Amor, les convoco para que fortalezcamos decididamente nuestra identidad eclesial original: “nuestra comunión eclesial desde la Trinidad”, en orden a una respuesta más eficaz y generosa, viviendo nuestro ministerio y apostolado, en favor de nuestra misión evangelizadora permanente, teniendo muy presente que “la evangelización es un llamado a la participación de la comunión trinitaria” (DA 157). 15 La Iglesia, nacida del mismo Dios Trino, es la misma Iglesia que Cristo proyectó, fundó y nos legó operante sacramentalmente en la historia (elemento divino y humano, espiritual y sensible). Ya desde el primer documento promulgado por el Concilio Vaticano II, acerca de la sagrada liturgia, la Iglesia es presentada como sacramento, en relación profunda con Jesucristo y con la Eucaristía. Sacramento que genera comunión: “En efecto, la liturgia, por cuyo medio "se ejerce la obra de nuestra redención", sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia. Es característico de la Iglesia ser, a la vez, humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, 10 BRUNO FORTE, La Iglesia, icono de la Trinidad, Ed. Sígueme, Salamanca 2003, pp. 25ss (se citará como BRUNO FORTE, ICT); MASSIMO NARO, Trinità e Chiesa, en DE2010, pp. 1465-1475. 6 peregrina; y todo esto de suerte que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo 11 presente a la ciudad futura que buscamos” . 16 Estos dos elementos son inseparables y forman una única realidad compleja que se armoniza. La Iglesia es una comunión que se vive y se hace operante en el ejercicio de los carismas, jerárquicos y no jerárquicos, que el Espíritu 12 Santo distribuye en los miembros de su Iglesia (cf LG 8) . 1.2. MANIFESTACIONES DEL MISTERIO DE LA COMUNIÓN ECLESIAL. 17 Nuestra comunión eclesial, entre otras, contiene estas tres manifestaciones, a manera de teofanías, intrínsecamente unidas y correlacionadas: 1) La comunión entre todos los fieles cristianos del Pueblo de Dios, es decir: los miembros del episcopado, presbiterado, vida consagrada o sociedades de vida apostólica y laicado, como consecuencia de nuestra incorporación a Cristo y a la Iglesia por el Bautismo. Este Sacramento nos permite participar en la doble mesa de la Palabra y de la Eucaristía, las dos 13 fuentes privilegiadas de comunión eclesial . 11 CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Sagrada liturgia “Sacrosanctum Concilium: El Sagrado Concilio”, 4 diciembre de 1963, n. 2 (en adelante se citará SC). 12 La comunión o “koinonía”, en los pasajes paulinos aparece claramente que los miembros de la Iglesia están en comunión o bien con la sangre y cuerpo de Cristo, o bien con Cristo mismo, o con su Espíritu (cf I Cor 10, 16; 1,9; II Cor 13, 13). Pablo concibe la “koinonía” como participación de un mismo ser, como una unión ontológica. Esta realidad se confirma por la alegoría de la verdadera vid o del olivo (cf Jn 15 y Rm 11, 16ss) y por la imagen del cuerpo de Cristo (cf I Cor 12), en las que la misma vida (savia o linfa) del tronco vivifica a las ramas. Así, de hecho, la común participación en la vida de Cristo y en su Espíritu –dimensión ontológica-invisible- conduce a un determinado estilo de vivir en fraternidad –dimensión social-visible-, a compartir sus bienes, a tener un solo corazón y una sola alma (cf Hch 2, 42; 4, 32). La “koinonía” externa es la expresión de una “koinonía” interna. La “koinonía”, en el Nuevo Testamento, significa comunión o participación en las realidades divinas, que llevan a la comunidad eclesial visible a comportarse de un modo fraterno. Participación en la vida de la comunión de la Trinidad. Cf JEAN JÉRÔME HAMER, La Iglesia es una comunión, Ed. Estela, Barcelona 1965, consideración bíblica y patrística acerca de la “comunión”. 13 “Al participar en la celebración eucarística, experimentamos siempre el íntimo vínculo que existe entre el anuncio de la Palabra de Dios y el sacrificio eucarístico: es el mismo Misterio que se ofrece a nuestra contemplación. Por eso "la Iglesia —como puso de relieve 7 18 El acontecimiento carismático original de nuestro bautismo fundamenta “la igualdad en dignidad y acción” entre todos, como hijos de Dios. Nuestros deberes y derechos constituyen el así llamado «estatuto jurídico fundamental del fiel», que es la condición jurídica común a todos los 14 bautizados en la Iglesia católica . 19 La comunión que nace de nuestra condición bautismal común, es anterior a la producida por el mismo sacramento del Orden; también es anterior a las distintas consagraciones, ministerios y carismas recibidos para la edificación de la Iglesia en la acción apostólica, según el estado de vida de cada fiel cristiano: «Del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un 15 cuerpo… Y todos hemos bebido de un solo Espíritu» . 20 Asimismo, como Iglesia, todos estamos llamados a la santidad, de manera personal y comunitaria, es decir, a la continua comunicación o comunión 16 con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo . el Concilio Vaticano II— siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, sobre todo en la sagrada liturgia, y nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo": CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Divina revelación “Dei Verbum: Palabra de Dios”, 18 de noviembre de 1965, 21, se citará como DV. El Concilio concluye con razón: "Como la vida de la Iglesia se desarrolla por la participación asidua del misterio eucarístico, así es de esperar que recibirá nuevo impulso de vida espiritual con la redoblada devoción a la Palabra de Dios, "que dura para siempre (ib., 26)”; cf BENEDICTO XVI, VD 3. 54-55. 67. 14 Cf “CONDEX IURIS CANONICI: CÓDIGO DEL DERECHO CANÓNICO”, promulgado por S.S. JUAN PABLO II, Roma 25 de enero de 1983, canon 208. En adelante se citará como CIC. Canon: c.; MARÍA BLANCO FERNÁNDEZ, El origen de los derechos fundamentales del fiel, IUS CANONICUM, Revista del Instituto Martín de Azpilcueta, Facultad de Derecho Canónico, Universidad de Navarra, Vol. 39, Nº. Extra 1, 1999, pp. 207-218. En adelante esta revista se citará con las siglas IUSCA. 15 I Cor 12, 12-13-30; cf 14, 5.12; CIC cc. 96. 204-223; cf DE2010: ERIO CASTELLUCCI, Sacerdocio, pp. 1229-1242; SANTIAGO GONZÁLEZ SILVA, Vita consacrata, pp. 1495-1509; MIGUEL DE SALIS, Laicato, pp. 784-798. 16 CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre la formación sacerdotal “Optatam Totius: La anhelada (renovación) de toda (la Iglesia)”, 28 de octubre de 1965, n. 8, su sigla de referencia en adelante será OT; cf LG 39. El contexto de los carismas y de la santidad es claramente eclesial, refiriéndose a todos los miembros del Pueblo de Dios. Pablo afirma 8 21 2) La comunión jerárquica en la comunión eclesial. El Bautismo produce, en la persona que lo recibe, una participación en la función sacerdotal de Cristo: el sacerdocio bautismal o común de los fieles. Sin embargo, existe en la Iglesia, al mismo tiempo y por institución divina, el sacerdocio ministerial o jerárquico, que es una específica participación en 17 el sacerdocio de Jesucristo a través del Sacramento del Orden . El fiel ordenado recibe una peculiar consagración para apacentar a los fieles, desempeñando, “in persona Christi capitis: en la persona de Cristo cabeza”, las funciones de enseñar, santificar y regir. Asimismo, por su ordenación sacerdotal, está llamado a configurar su vida y ministerio con 18 Jesucristo Pastor, Cabeza, Servidor y Esposo de la Iglesia . 22 El sacramento del Orden se expresa en tres grados u “ordines”: a) el orden de los Obispos, b) el orden de los presbíteros y c) el orden de los 19 diáconos . simultáneamente la diversidad y la unidad de las manifestaciones que el Espíritu concede a los miembros de la comunidad eclesial. El término carisma (“charis”) hace referencia a un don gratuito hecho por el Espíritu de Cristo; la palabra ministerio (“diakonía”) indica que ese don del Espíritu es para el servicio de los demás. La palabra operaciones (“energeis”) designa dichos servicios en cuanto que son signos de la energía o dinamismo del Espíritu. Todas estas manifestaciones no sólo convergen, sino que proceden del mismo Dios Trino, teniendo la misma finalidad: el provecho común (v. 7), que se refuerza con el símil del cuerpo (v. 12-30). En el cuerpo de Cristo, la Iglesia, Dios ha querido que los diversos miembros con los dones recibidos del Espíritu cooperen al bien de los demás miembros del cuerpo. Así, TODO CARISMA EN LA IGLESIA DEBE SER UN SERVICIO A LA COMUNION. Cf LG 12; LUIGI SARTORI, Carismas y ministerios, en AA. VV. Diccionario Teológico Interdisciplinar, I, Ed. Sígueme, Salamanca 2006; JOSÉ LUIS GUTIÉRREZ, La llamada universal a la santidad en el estatuto jurídico del fiel cristiano, IUSCA Vol. 42, Nº 84, 2002, pp. 491-512. 17 Cf LG 10ss; CIC c. 207 §1; RICARDO BLÁZQUEZ, Sacerdocio común y sacerdocio ministerial en la misión de la Iglesia, IUSCA Vol. 42, Nº 84, 2002, pp. 469-490. 18 Cf PDV 3. 16. 22-23. 50d; CIC cc. 1008- 1009 §1. 19 Cf JUAN PABLO II, Catecismo de la Iglesia Católica, 25 de junio de 1992, (se citará como CATIC). Los tres grados del Sacramento del Orden. 1554: "El ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en diversos órdenes que ya desde antiguo reciben los nombres de Obispos, presbíteros y diáconos" (LG 28). La doctrina católica, expresada en la liturgia, el magisterio y la práctica constante de la Iglesia, reconocen que existen dos grados de participación ministerial en el sacerdocio de Cristo: el episcopado y el presbiterado. El diaconado está destinado a servicio de la Iglesia, en comunión con el Obispo y los presbíteros. Por eso, el término "sacerdos" designa, en el uso actual, a los Obispos y a los presbíteros, pero no a los diáconos. Sin embargo, la doctrina católica enseña que los grados de participación sacerdotal (episcopado y presbiterado) y el grado 9 23 Los Obispos, por institución divina, somos sucesores de los Apóstoles como pastores en la Iglesia (cf LG 20). Así, tanto la incorporación al “orden de los Obispos”, como también el ejercicio de las funciones episcopales de magisterio, santificación y gobierno, requieren “la comunión jerárquica” con el Obispo de Roma (Cabeza) y los miembros del “Colegio episcopal”, cuya estructura es análoga a la del “Colegio apostólico” (cf LG 21-22; CIC c. 330). En consecuencia, el Romano Pontífice y el Colegio episcopal 20 constituyen por derecho divino la autoridad suprema de la Iglesia . 24 Los Presbíteros, a su vez, a través de la consagración y misión propias del Orden sagrado, son constituidos “cooperadores del Orden episcopal”. Están unidos a los Obispos “en el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento del Orden, han sido consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, según la imagen de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote (cf Hb 5, 1-10; 7, 24; 9, 11-28), para predicar el Evangelio, guiar a los fieles y celebrar el culto divino” (LG 28b). de servicio (diaconado) son los tres conferidos por un acto sacramental llamado "ordenación", es decir, en el sacramento del Orden. Cf DE2010: ANFRED HAUKE, Diaconato, pp. 409-421; ERIO CASTELLUCCI, Presbiterato, pp. 1104-11118; PHILIP GOYRET, Episcopato, pp. 613-627. 20 CATIC, La ordenación episcopal, plenitud del Sacramento del Orden. 1555: "Entre los diversos ministerios que existen en la Iglesia, ocupa el primer lugar el ministerio de los Obispos que, a través de una sucesión que se remonta hasta el principio, son los transmisores de la semilla apostólica" (LG 20). 1557: El Concilio Vaticano II "enseña que por la consagración episcopal se recibe la plenitud del sacramento del Orden. De hecho se le llama, tanto en la liturgia de la Iglesia como en los Santos Padres, `sumo sacerdocio' o `cumbre del ministerio sagrado'" (Ibídem.). 1560: Cada Obispo tiene, como vicario de Cristo, el oficio pastoral de la Iglesia particular que le ha sido confiada, pero al mismo tiempo tiene colegialmente con todos sus hermanos en el episcopado la solicitud de todas las Iglesias: "Mas si todo Obispo es propio solamente de la porción de grey confiada a sus cuidados, su cualidad de legítimo sucesor de los apóstoles por institución divina, le hace solidariamente responsable de la misión apostólica de la Iglesia" (Pío XII, Encíclica «Fidei donum: El don de la fe», 11; cf LG 23; ChD 4. 36-37; AdG 5.6 .38). 1561: Todo lo que se ha dicho explica por qué la Eucaristía celebrada por el Obispo tiene una significación muy especial como expresión de la Iglesia reunida en torno al altar bajo la presidencia de quien representa visiblemente a Cristo, y Cabeza de su Iglesia (cf SC 41; LG 26); VALENTINO MARALDI, Ministero ordinato, en DE2010, pp. 859-866, desarrolla el aspecto que se refiere a la apostolicidad del ministerio episcopal, cuyo antecedente es la institución que Jesús realiza del grupo de «los Doce». La voluntad de Jesucristo de confiarles una misión que debía de durar hasta el fin del mundo, perpetuándose en los Obispos, sucesores del grupo «los Doce», 10 25 Han sido destinados a la misión de toda la Iglesia, a través de su ministerio sacerdotal. Por la misma razón, son incardinados en alguna comunidad y estructura eclesial y jerárquica, pastoral y orgánica (cf LG 10; CIC cc. 266ss); igualmente, llamados a vivir la caridad pastoral, en comunión con su 21 Obispo, con sus hermanos presbíteros y demás fieles cristianos . 26 Los Diáconos permanentes, según la Constitución dogmática “Lumen Gentium: Luz de la Naciones”, como discípulos y misioneros de JesucristoServidor, reciben el sacramento, no en orden al presbiterado sino en orden al ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad (cf 29). Por ese motivo, 22 el sacerdocio jerárquico se atribuye solamente a los Obispos y presbíteros . 21 CATIC, La ordenación de los Presbíteros -cooperadores de los Obispos-. 1562: "Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo, hizo a los Obispos partícipes de su misma consagración y misión por medio de los Apóstoles de los cuales son sucesores. Estos han confiado legítimamente la función de su ministerio en diversos grados a diversos sujetos en la Iglesia" (LG 28). "La función ministerial de los Obispos, en grado subordinado, fue encomendada a los presbíteros para que, constituidos en el orden del presbiterado, fueran los colaboradores del Orden episcopal para realizar adecuadamente la misión apostólica confiada por Cristo" (PO 2). 1563: "El ministerio de los presbíteros, por estar unido al Orden episcopal, participa de la autoridad con la que el propio Cristo construye, santifica y gobierna su Cuerpo. Por eso el sacerdocio de los presbíteros supone ciertamente los sacramentos de la iniciación cristiana" (PO 2). 1565: En virtud del sacramento del Orden, los presbíteros participan de la universalidad de la misión confiada por Cristo a los apóstoles. El don espiritual que recibieron en la ordenación los prepara, no para una misión limitada y restringida, “sino para una misión amplísima y universal de salvación “hasta los extremos del mundo” (PO 10), "dispuestos a predicar el evangelio por todas partes" (OT 20). 1567: "Los presbíteros, como colaboradores diligentes de los Obispos y ayuda e instrumento suyos, llamados para servir al Pueblo de Dios, forman con su Obispo un único presbiterio, dedicado a diversas tareas. En cada una de las comunidades locales de fieles hacen presente de alguna manera a su Obispo… (LG 28). Los presbíteros sólo pueden ejercer su ministerio en dependencia del Obispo y en comunión con él. La promesa de obediencia que hacen al Obispo en el momento de la ordenación y el beso de paz del Obispo al fin de la liturgia de la ordenación significa que el Obispo los considera como sus colaboradores, sus hijos, sus hermanos y sus amigos y que a su vez ellos le deben amor y obediencia. 1568: "Los presbíteros, instituidos por la ordenación en el orden del presbiterado, están unidos todos entre sí por la íntima fraternidad del sacramento. Forman un único presbiterio especialmente en la Diócesis a cuyo servicio se dedican bajo la dirección de su Obispo" (PO 8). La unidad del presbiterio encuentra una expresión litúrgica en la costumbre de que los presbíteros impongan a su vez las manos, después del Obispo, durante el rito de la ordenación. 22 Cf JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal “Pastores Gregis: Los Pastores de la Grey“, acerca del Obispo, servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo, Roma 16 de octubre de 2003, 49 (se citará con las siglas PG). 11 Los diáconos (servidores) fueron instituidos para ayudar a los Apóstoles, especialmente en el campo de la caridad y de la organización de la comunidad, a fin de que los Apóstoles pudieran dedicarse plenamente a la evangelización (cf Hch 6,1-6; Flp 1,1; 1 Tim 3,8-13). No se llaman sacerdotes porque no presiden la Eucaristía 23. 27 Desde los tiempos apostólicos, forman parte del Presbiterio en dependencia directa de los Obispos y se les encomendaba la beneficencia -obras de misericordia-, el servicio litúrgico, el cuidado del orden en la asamblea litúrgica, la guía en la oración de los fieles, etc. La imposición de manos que reciben los diáconos permanentes es en vistas al ministerio de la Palabra, de la Eucaristía -en orden al ministerio en ella pero no a presidirla- y de diversos servicios de caridad y administración. La gracia y el carácter, recibidos en el sacramento del Orden, tienen el matiz de servicio a Dios y a los hermanos, a imitación de Jesucristo. «Confortados con la gracia sacramental, en comunión con el Obispo y su Presbiterio, sirven al Pueblo de Dios, en el ministerio de la liturgia, de la Palabra y de la caridad» (LG 24 29)” . 23 DA 205-208; CATIC, La ordenación de los diáconos, “en orden al ministerio”. 1569: "En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, a los que se les imponen las manos “para realizar un servicio y no para ejercer el sacerdocio” (LG 29; cf ChD 15). En la ordenación al diaconado, sólo el Obispo impone las manos, significando así que el diácono está especialmente vinculado al Obispo en las tareas de su "diaconía" (cf S. Hipólito, Traditio Apostolica, 8). 1570: Los diáconos participan de una manera especial en la misión y la gracia de Cristo (cf LG 41; AA 16). El sacramento del Orden los marcó con un sello (carácter) que nadie puede hacer desaparecer y que los configura con Cristo que se hizo "diácono", es decir, el servidor de todos (cf Mc 10,45; Lc 22, 27; S. Policarpo, Epístola, 5,2). 1571: Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia latina ha restablecido el diaconado "como un grado particular dentro de la jerarquía" (LG 29), mientras que las Iglesias de Oriente lo habían mantenido siempre. Este diaconado permanente, que puede ser conferido a hombres casados…" (cf AG 16). Cf IUSCA: JUAN GONZÁLEZ AYESTA, "El diaconado: evolución y perspectivas". Una relectura desde el Derecho canónico del documento de la Comisión Teológica Internacional, Vol. 46, Nº 92, 2006, pp. 661-674; Idem., Algunas consideraciones sobre la actual regulación de los derechos y deberes de los diáconos permanentes, Vol. 47, Nº 94, 2007, pp. 415-438. 24 JUAN ESQUERDA BIFET, La misión al estilo de los apóstoles. Itinerario para la formación inicial y permanente, BAC, Madrid 2004, p. 82- 83 (se citará: JUAN ESQUERDA BIFET, LMAP), estas funciones son ejercidas también por los diáconos permanentes: «La administración solemne del Bautismo, el conservar y distribuir la Eucaristía, el asistir en nombre de la Iglesia y bendecir los matrimonios, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar el pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir los ritos de funerales y sepelios» (LG 29). 12 28 3) La comunión de las Iglesias particulares o comunión católica plena. Comprende los vínculos que nos unen a todos los bautizados con Cristo dentro de la estructura visible y carismática de la Iglesia: a) porque profesamos una misma fe, b) porque recibimos y celebramos los mismos sacramentos, y c) porque estamos vinculados al mismo régimen eclesiástico, comprometidos a ser un rebaño bajo un solo Pastor (cf LG 14; CIC c. 205). 29 La comunión eclesial, afectiva y efectiva, además de ser un vínculo espiritual y moral, es también un vínculo humano, exterior y sensible. Consiguientemente son dos dimensiones las se expresan y se estructuran como comunidades o porciones del Pueblo de Dios, siempre presididas y apacentadas por un Obispo, con la cooperación de los presbíteros, para la realización de la vida y misión de la Iglesia. Se trata, entonces, de ámbitos y conjuntos de bautizados bien ubicados y determinados, residentes e integrados en las llamadas “circunscripciones eclesiásticas”. 30 Específicamente me estoy refiriendo a las Iglesias particulares, en torno a su Obispo, como es nuestro caso. Nuestra Iglesia particular, por consiguiente, está formada a imagen de la Iglesia Universal, apacentada ésta por el Vicario de Jesucristo y sucesor de Pedro, el Papa. Asimismo, me refiero las numerosas Iglesias locales que, como la nuestra, por todos los lugares de la tierra, están dispuestas a vivir en comunión con las demás Iglesias 25 particulares y con la Iglesia Universal (cf LG 23; DA 165) . 31 La comunión universal de las Iglesias es presidida por el Romano Pontífice, cabeza del “Colegio Episcopal”, principio y fundamento visible y perpetuo de unidad, que es expresión viva, sacramento de la relación comunional intratrinitaria. En igual realidad, los Obispos, análogamente, como miembros del “Colegio Episcopal”, también somos principio y fundamento visible de la unidad en las Iglesias particulares confiadas a nuestro ministerio episcopal. En nuestra misión tenemos la responsabilidad de cultivar en ellas la espiritualidad de la comunión eclesial, católica y plena, que se origina analógicamente de la intercomunión del Padre, del Hijo y del 26 Espíritu Santo . 25 Cf DE2010: ARTURO CATANEO, Circoscrizioni territoriali, pp. 234-246; MARCELLO SEMERARO, Chiesa locale, pp. 1-145- 158, Chiesa universale, pp. 168-181. 26 Cf LG 19. 22-23. 29. 38; DA 166. 186-189; AA.VV., Communionis notio, Comentarios, Librería Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2003, 7-8; JUAN PABLO II, Constitución Apostólica, «Pastor Bonus», 28 de junio de 1988, 2 (se citará PB); CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Consideraciones «El Primado del Sucesor de Pedro en el Misterio de la Iglesia», 31 de octubre de 1998; COMUNICATIONES 30 (1998) 207-216; JOSÉ ANTONIO VIANA 13 I.2. JESUCRISTO, VERBO ENCARNADO, ORIGEN Y SENTIDO DEL MINISTERIO ECLESIAL. 32 Como comunidad eclesial, somos los actuales discípulos y misioneros de Jesucristo, imagen y presencia viviente de Dios-Amor. Él mismo nos ha confiado continuar su misión con la misma “autoridad” con el que Él fue enviado: «Se me ha concedido plena autoridad en el cielo y en 27 la tierra…» (Mt 28,18) . De ahí que nosotros, su Iglesia, a quienes Jesús legó y mandó continuar su misión, la realizamos con la misma autoridad divina que Él recibió, haciéndolo presente y contemporáneo a todo ser 28 humano sin distinción . 33 En efecto, Jesucristo, Verbo Encarnado, verdadero Dios y verdadero hombre, fue llamado, consagrado y enviado a realizar su misión con una “autoridad” que le viene de lo alto, desde el Padre, por el Espíritu; una “autoridad” que tiene su origen, fuente o principio en lo divino, es decir, en la Trinidad. En Ella se fundamenta toda autoridad en la Iglesia, autoridad que, en el Evangelio proclamado y vivido por Jesucristo, es “servicio de amor”. Toda autoridad eclesial, al ser una realidad humano-divina, es un medio, no un fin 29. En consecuencia, ninguna mayoría, democrática o parlamentaria, como tampoco ninguna monarquía o aristocracia, son la fuente de la “autoridad” de Jesucristo, como tampoco de su Iglesia, en ella, la “autoridad”, está unida al Sacramento del Orden: “La Iglesia está llamada y comprometida a ejercer este tipo de autoridad, que es servicio, y no la ejerce a título personal, sino en el nombre de Jesucristo, que recibió del Padre todo poder en el cielo y en la tierra (cf. Mt 28, 18). A través de los pastores de la Iglesia, en efecto, Cristo apacienta su rebaño: es él quien lo guía, lo protege y lo corrige, porque lo ama profundamente. Pero el Señor Jesús, Pastor supremo de nuestras almas, ha querido que el Colegio apostólico, hoy los Obispos, en comunión con el Sucesor de Pedro, y los sacerdotes, sus colaboradores más valiosos, participen en esta misión suya de hacerse cargo del TOMÉ, Organización del gobierno en la Iglesia, según el derecho canónico latino, Ed. EUNSA, Pamplona 1997, 21-23 (en adelante se citará: JOSÉ ANTONIO VIANA TOMÉ, OGI). 27 Cf Mc 16, 14-20; Lc 24, 36-49; Jn 20, 19-23; Hch 1, 7ss; LG cap. I; DA 164-183: Lugares eclesiales para la comunión; DIÓCESIS DE TOLUCA, Primer Sínodo Pastoral, Toluca de San José, Méx., 1987-1995, Realidad. Criterio. Norma, nn. 1-144. (En adelante, este documento se citará como: DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP). 28 Cf Mc 16,15; Mt 16,16-17ss; 18, 18; 28,18ss; Jn 21, 15; Hch 15, 7. 22. 28; 20, 28. 29 Cf DE2010: SALVADOR PIÉ-NINOT, Cristo fondatore e fondamento della Chiesa, pp. 381-394; GIUSEPPE TRAPANI, Autorità, en DE2010, pp. 74-84. 14 pueblo de Dios, de ser educadores en la fe, orientando, animando y sosteniendo a la comunidad cristiana o, como dice el Concilio, «procurando personalmente, o por medio de otros, que cada uno de los fieles sea conducido en el Espíritu Santo a cultivar su propia vocación según el Evangelio, a la caridad sincera y diligente y a la libertad con que Cristo nos liberó» (PO 6). Todo pastor, por tanto, es el medio a través del cual Cristo mismo ama a los hombres…” 30 2.1. SERVICIO DE AMOR, LLAMADO RADICAL DEL EVANGELIO. 34 Jesús tiene una conciencia clara de lo que es ejercer y vivir la “autoridad” en la comunidad de sus discípulos, semilla de su Iglesia; con su palabra y con sus hechos anuncia el “Evangelio de la autoridad como servicio”. El Papa Benedicto XVI, nos lo hace cercano y actual, de esta manera: “En el pasaje del Evangelio (Mc 10, 32-45, que nos narra la discusión entre los discípulos sobre quién es más importante) se nos presenta el icono de Jesús como el Mesías —anunciado por Isaías (cf Is 53)— que no vino para ser servido, sino para servir: su estilo de vida se convierte en la base de las nuevas relaciones dentro de la comunidad cristiana y de un modo nuevo de ejercer la autoridad… Jesús indica a los discípulos un modo completamente distinto: «No ha de ser así entre ustedes». Su comunidad sigue otra regla, otra lógica, otro modelo: «El que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será su servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes, será esclavo de todos». El criterio de la grandeza y del primado según Dios no es el dominio, sino el servicio; la diaconía es la ley fundamental del discípulo y de la comunidad cristiana, y nos deja entrever algo del «señorío de Dios». Y Jesús indica también el punto de referencia: el Hijo del hombre, que vino para servir; es decir, sintetiza su misión en la categoría del «servicio», entendido no en sentido genérico, sino en el sentido concreto de la cruz, del don total de la vida como «rescate», como redención para muchos, y lo indica como condición para seguirlo. Es un mensaje que vale para los Apóstoles, vale para toda la Iglesia, vale sobre todo para aquellos que tienen la tarea de guiar al pueblo de Dios. No es la lógica del dominio, del poder según los criterios humanos, sino la lógica del inclinarse para lavar los pies, la lógica del servicio, la lógica de la cruz que está en la base de todo ejercicio de la autoridad. En todos los tiempos la Iglesia se ha esforzado por conformarse a esta lógica y por testimoniarla al hacerse 31 transparencia del verdadero «señorío de Dios», el del amor” . 30 BENEDICTO XVI, Munus regendi: la misión de regir, Audiencia general, 26 de mayo de 2010, c. Se citará: BENEDICTO XVI, Munus regendi. Ver nota 93. 31 BENEDICTO XVI, Homilía. Consistorio ordinario público para la creación de nuevos cardenales, Basílica Vaticana, 20 de noviembre de 2010, c. f. 15 35 El servicio brota del corazón del discípulo, como brotó sangre y agua del corazón de su Maestro (cf Jn 19, 34), elemento evangélico dinámico, medular e insustituible no sólo en la estructura de gobierno de la Iglesia, sino como acción del Espíritu, Espíritu de Amor, presente en todo organismo de la Iglesia, “sacramento o instrumento de redención universal, enviándola a todo el universo…” (cf LG 9). Por lo tanto, quienes tienen alguna responsabilidad en la organización eclesiástica o prestan un liderazgo en ella también están llamados a identificar, integrar y conformar su “servicio de amor”, en los distintos caudales evangelizadores: litúrgico, magisterial, teológico, pastoral y jurídico, haciendo de ellos un conjunto orgánico de servicios o ministerios estables en favor de la comunión eclesial y del crecimiento de los fieles, para cumplir su misión en la humanidad. 36 Exhorto a ustedes, fieles de los distintos sectores del Pueblo de Dios que peregrinan en esta Iglesia particular de Toluca, encomendada a mis cuidados pastorales, que juntos potenciemos nuestro ministerio y carisma de ser Iglesia-Servidora, en Cristo-Servidor. Asimismo, que testimoniemos nuestra comunión eclesial en actitudes de fraternidad entrañable y conductas de “servicio” generoso. Así lo hicieron Pedro y los demás Apóstoles, a quienes Jesús, después de “lavarles los pies” y antes de celebrar la cena pascual, en la hora del amor supremo, la humildad y el servicio, les dijo: «¿Comprenden lo que acabo de hacer?... Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes» (Jn 13,13.15). Ellos entendieron que el «deben lavarse los pies unos a los otros» (v. 14), contiene “el mandato del amor hecho servicio”, como un signo profético y sacramental, iniciado por Él y confiado a su Iglesia hasta la consumación de los siglos. En efecto, el Señor y Maestro, el Esposo y Servidor, el Buen Pastor, “el Dios que se arrodilla ante su creatura, el hombre, para lavarle los pies”, es el ejemplo vivo de cómo estamos llamados a actuar en cuanto Iglesia-Servidora que somos, teniendo la sabiduría de “amar y servir” como Jesucristo, para que su deseo se haga realidad en nosotros: «Sabiendo estas cosas, serán felices si las cumplen» (v. 17). 37 Vivir el mandato del servicio, como expresión del amor, en nuestra comunión y misión eclesial, es una característica específica que se origina de nuestros Sacramentos de la Iniciación cristiana como bautizados, y del Orden, como pastores, ministros ordenados. A ello, es preciso integrar además, la respuesta de servicio de amor, según nuestra condición vocacional personal y los carismas a ella inherentes. El servicio, cuya 16 identificación esencial es el amor, desde el horizonte de la vida cristiana, llega a su plenitud cuando nos ofrendamos con Jesús-Eucaristía viviendo su entrega en nuestro servicio bautismal y/o ministerial de cada día. 38 Es un servicio al estilo de Jesús, el que estamos llamados a cumplir “en primera persona”, dentro de nuestras comunidades eclesiales diocesanas (familia, vida matrimonial e Iglesia doméstica; parroquias, con sus rectorías y capellanías, con sus consejos, asociaciones, grupos, organismos y movimientos de espiritualidad, formación o apostolado; integrantes de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, Seminario y miembros del Presbiterio). Servicio, al estilo de Jesús, -con la característica inseparable del “amor hasta extremo de dar la vida”-, que iremos encarnando al fortalecer la comunión corresponsable con las demás comunidades eclesiales, particularmente con las Iglesias particulares hermanas y con la Iglesia Universal, a cuya cabeza está el Papa, quien se 32 testimonia: “Servus servorum Dei: Servidor de los servidores de Dios” . 39 Estamos llamados así, a un servicio integral y pleno que continuaremos extendiendo, como el corazón, los brazos, los pies y la mirada de Jesús, hasta que su amor solidario alcance, a través de nosotros, a todos los hombres y mujeres, que integramos la comunidad humana, redimida por Él. Esto nos llevará a identificarnos fiel y generosamente como Iglesia católica, la “Catholica”, “misterio de comunión para la misión evangelizadora”. 2.2. ¡EVANGELIZAR!, EL MEJOR SERVICIO DE AMOR. CONFIADO A LA IGLESIA, DISCÍPULA MISIONERA. 40 Como actuales discípulos misioneros de Jesucristo es preciso que contemplemos, con ojos, mente y corazón, la realidad en que vive sumergido el hombre de hoy, nosotros. Estamos llamados a seguir correspondiendo, de manera consciente, generosa y con esperanza, a la misión evangelizadora que Jesucristo nos ha confiado continuar con su “autoridad” o “poder”, del todo singular y distinto del que se estila en el mundo. 41 Hoy nuestra realidad humana constituye todo un desafío pastoral ante el don y carisma que el Espíritu Santo ha suscitado en nosotros, a través de la Nueva Evangelización. Su Santidad, Benedicto XVI, nos ha invitado a interiorizar este acontecimiento y compromiso de la Iglesia en el mundo: 32 Cf HARMANN GRISAR, San Gregorio (590-604), Descleé, Roma, 1928, Nuova Ed., pp. 74-75. 17 “La Iglesia tiene el deber de anunciar siempre y en todas partes el Evangelio de Jesucristo. Él, el primer y supremo evangelizador, en el día de su ascensión al Padre, ordenó a los Apóstoles 33: «Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado» (Mt 28, 19-20). Fiel a este mandamiento, la Iglesia, pueblo adquirido por Dios para que proclame sus obras admirables (cf 1 P 2, 9), desde el día de Pentecostés, en el que recibió como don el Espíritu Santo (cf Hch 2, 1-4), nunca se ha cansado de dar a conocer a todo el mundo la belleza del Evangelio, anunciando a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, el mismo «ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8), que con su muerte y resurrección realizó la salvación, cumpliendo la antigua promesa. Por tanto, para la Iglesia la misión evangelizadora, continuación de la obra que quiso Jesús nuestro Señor, es necesaria e insustituible, expresión de su misma naturaleza. Esta misión ha asumido en la historia formas y modalidades siempre nuevas según los lugares, las situaciones y los momentos históricos. En nuestro tiempo, uno de sus rasgos singulares ha sido afrontar el fenómeno del alejamiento de la fe, que se ha ido manifestando progresivamente en sociedades y culturas que desde hace siglos estaban impregnadas del Evangelio. Las transformaciones sociales a las que hemos asistido en las últimas décadas tienen causas complejas, que hunden sus raíces en tiempos lejanos, y han modificado profundamente la percepción de nuestro mundo. Pensemos en los gigantescos avances de la ciencia y de la técnica, en la ampliación de las posibilidades de vida y de los espacios de libertad individual, en los profundos cambios en el campo económico, en el proceso de mezcla de etnias y culturas, causado por los fenómenos migratorios de masas, y en la creciente interdependencia entre los pueblos. Todo esto ha tenido consecuencias también para la dimensión religiosa de la vida del hombre. Y si, por un lado, la humanidad ha conocido beneficios innegables de esas transformaciones y la Iglesia ha recibido ulteriores estímulos para dar razón de su esperanza (cf 1 P 3, 15), por otro, se ha verificado una pérdida preocupante del sentido de lo sagrado, que incluso ha llegado a poner en tela de juicio los fundamentos que parecían indiscutibles, como la fe en un Dios creador y providente, la revelación de Jesucristo único salvador y la comprensión 33 La palabra Apóstol viene precisamente del verbo griego “apostéllein”, que quiere decir enviar. El envío apostólico —como muestra el texto de Mt 28, 19s— implica un servicio pastoral ("hagan discípulos míos a todas las naciones..."), litúrgico ("bautizándolas...") y profético ("enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado"), garantizado por la presencia del Señor hasta la consumación del tiempo ("he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo"). BENEDICTO XVI, La Tradición apostólica, Audiencia general, 3 de mayo de 2006, l. 18 común de las experiencias fundamentales del hombre como nacer, morir, vivir en 34 una familia, y la referencia a una ley moral natural” . 42 La Iglesia de la Trinidad, Pueblo de Dios, expresa su “misterio de comunión para la misión”, en la igualdad fundamental bautismal de todos sus fieles, por lo que se refiere a nuestra dignidad y a la acción común de corresponsabilidad y participación en la misión de Jesucristo 35 encomendada a su Iglesia, la misión de ¡EVANGELIZAR! . 43 El Concilio nos enseña, igualmente, que la misión de la Iglesia no debe identificarse solamente con la misión de la Jerarquía, ya que todos los demás fieles cristianos están llamados, por los sacramentos del Bautismo y la Confirmación, a cooperar en la misión común de evangelizar, haciendo presente el Reinado de Dios en su realidad social, cultural, económica, política, educativa, deportiva, ecológica, etc., según los carismas y 36 condiciones personales al “servicio” evangelizador de la humanidad . 44 Las distintas personas que reciben el sacramento del Orden, tienen mayor corresponsabilidad de continuar la misión de Jesucristo, que se manifiesta sensiblemente en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Ésta es una sociedad pública organizada jerárquicamente. Además, desempeñan en ella oficios jerárquicos que dan origen a funciones o servicios públicos de guía o liderazgo, es decir, a la función de gobernar o “pastorear”. Estar al servicio evangelizador del Pueblo de Dios, es la función esencial y prioritaria de todo oficio, misión o ministerio que han de desempeñar los miembros de la 37 Jerarquía eclesial . BENEDICTO XVI, Carta Apostólica US a; cf DE2010: SANDRA MAZZOLINI, Apostolicità, pp. 2639; GIANNI COLZANI, Missione, pp. 866-888. 35 Cf DA 11-103; GERHARD LUDWING MÜLLER, en JOSÉ R. VILLAR (Dir.), Iglesia, ministerio episcopal y ministerio petrino, Ed. Rialp, Madrid 2004, pp. 191-215 (en adelante esta obra se citará: R. VILLAR, IMEP). Desarrolla los siguientes temas eclesiológicos: Jerarquía: misión y servicio, pp. 26-29; Communio y Missio, pp. 29-30; La tarea de los Laicos, pp. 31-33. También puede consultarse el tema relacionado con los ministerios eclesiales en el número monográfico de CONCILIUM Año 46, 1/2010, Los ministerios en la Iglesia hoy. 36 Cf LG 18. 32. 30; AA 2; cc. 204-223; DA 10-12; IUSCA: JAVIER OTADUY, El reinado de Cristo: misión y responsabilidad del cristiano en el mundo, Vol. 42, Nº 84, 2002, pp. 513-532; JUAN IGNACIO ARRIETA OCHOA DE CHINCHETRU, Jerarquía y laicado, Vol. 26, Nº 51, 1986, pp. 113-137; E. PARADA, La posición activa de los laicos en el ejercicio del "munus docendi", Vol. 27, Nº 53, 1987, pp. 99-118; OGI, p. 31. 37 Cf ALBERTO DE LA HERA PÉREZ-CUESTA, La función ministerial de los clérigos, IUSCA Vol. 34, Nº 67, 1994, pp. 103-132; Cf HARDING MEYER y PEDRO RODRÍGUEZ, Capítulo XI: Ministerio, apostolicidad y transmisión de la fe en R. VILLAR, IMEP. 34 19 45 El Señor nos llama al convencimiento de que el mejor servicio que podemos obsequiar a todo ser humano, nuestro hermano, es el Evangelio, la Persona y la Palabra de Jesucristo, porque nuestra única razón de ser y servir como 38 Iglesia es: “¡EVANGELIZAR!” . I.3. JESUCRISTO, PASTOR Y SERVIDOR, CABEZA Y ESPOSO DE LA IGLESIA, MANANTIAL DEL MINISTERIO ECLESIAL JERÁRQUICO. 46 Jesucristo, Cabeza y Pastor, Servidor y Esposo de la Iglesia, es la única fuente en donde se origina todo servicio o ministerio eclesial de santificación, de magisterio y de pastoreo, conducción o gobierno; configurándonos con Él, dando la vida en “rescate por muchos” (cf I Tim 2, 6). Es así como podremos robustecer y vivir cada día con mayor autenticidad y gozo nuestra identidad pastoral; es decir, nuestro ser y quehacer ministerial, eclesial y jerárquico, como presbíteros, en los distintos oficios pastorales –en sentido amplio- como Adscrito, Rector de templo, Vicario parroquial, miembro de la Comunidad sacerdotal de formadores en el Seminario o integrante de la Curia diocesana, Párroco, Decano, Vicario general, Vicario episcopal, Vicario judicial, u otro, según el Derecho. 47 Todos estos oficios eclesiales jerárquicos, como dones carismáticos para la edificación de la Iglesia, estructuras pastorales y de relación, son al mismo tiempo una excelente oportunidad para nuestra santificación. La única condición es que los ejercitemos dentro de la vida dinámica del Espíritu, desde la fraternidad sacramental y desde la misión evangelizadora. Es así como se hace patente el testimonio de comunión eclesial, apostólica y jerárquica, que manifiesta el reinado de Dios en nuestro mundo. Asimismo, es en este horizonte de vida conducida por el Espíritu, donde el autentico “pastor” se identifica con la persona de “Jesucristo, Cabeza y Pastor, 39 Servidor y Esposo de la Iglesia” . 38 Cf PABLO VI, Exhortación Apostólica, “Evangelii Nuntiandi: (El esfuerzo orientado) al anuncio del Evangelio”, Sobre la evangelización en el mundo contemporáneo, 8 de diciembre 1975, 14. (En adelante se citará como EN); GIANNI COLZANI, Evangelizzazione, en DE2010, pp. 659-675. 39 El Papa Juan Pablo II en la Exhortación pastoral “Pastores Davo Vobis: Les daré pastores”, nos ofrece una riqueza de magisterio y vida, sobre esta identidad del sacerdocio ministerial en relación con el pastoreo o buen gobierno de la Iglesia. Por 20 48 El encuentro, el seguimiento y la permanencia con Jesucristo Pastor, será la única fuente de inspiración y vida pastoral más profunda para ustedes, mis “próvidos colaboradores”, quienes forman mi Presbiterio diocesano. Por eso, muy unidos a Jesucristo, como la vid y las ramas al tronco, hemos sido llamados a tener vida en Él y a dar la vida de Él. La comunión con Jesucristo Pastor es indispensable para poder dar frutos de pastores. Además, quien de verdad ama, desde la caridad pastoral de Jesucristo, no puede sino fructificar en actitudes, comportamientos, sentimientos, cualidades y acciones pastorales, que se generan desde el amor divino del 40 Padre. en el Espíritu Santo (cf Jn 15, 1-5ss.; Fil 2, 5; Gál 2, 20) . 49 Así, viviremos en comunión e interlocución, Obispo y “próvidos colaboradores”, siendo corresponsables de la acción pastoral integral, orgánica y diferenciada en nuestra Iglesia diocesana, para que, “en la persona de Cristo, Cabeza, Servidor y Pastor”, realicemos “la misión de acoger, discernir y animar los carismas, ministerios y servicios en la Iglesia” (DA 188). ejemplo, en los números 16b y 29d, encontramos el desarrollo de la expresión “Jesucristo, ” (32 veces); “Cristo, único y supremo pastor”: 15c. 22b; “Sumo Sacerdote y ”: 11c. 18d; “Cristo, Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo de la Iglesia; “Jesucristo, Cabeza y Pastor”: 30 veces, 12b. 15e. 16a. 17c. 18d. 20d. 21b-c. 23a. 23a.e. 24d. 25a.d. 26a.b. 27a.b. 30h. 31a.d. 35f. 42a. 43b. 61a. 70d. 72d; “Jesucristo, Pastor de la Iglesia” (42a); “Cabeza de la Iglesia” (21c. 22c); “Cabeza y Siervo de la Iglesia”: 21d. “Siervo” (5 veces: 21c. 21d.d. 22ª. 23f. 48d); “Esposo” (18 veces); “Esposo de la Iglesia” (8 veces: 3g. 16b. 22b.b.c 23f. 25e. 29d. 50b. “Jesús, verdadero esposo” (22c); “Pastor y Esposo de la Iglesia” (5 veces: 3g. 16b. 22c.25e.50b). En número 22 está dedicado a la esponsalidad de Cristo y, por consiguiente, del sacerdote: “El sacerdote está llamado a ser imagen viva de Jesucristo Esposo de la Iglesia”. 40 “Jesucristo, que en la cruz lleva a perfección su caridad pastoral con un total despojo exterior e interior, es el modelo y fuente de las virtudes de obediencia, castidad y pobreza que el sacerdote está llamado a vivir como expresión de su amor pastoral por los hermanos. Como escribe San Pablo a los Filipenses, el sacerdote debe tener «los mismos sentimientos» de Jesús, despojándose de su propio «yo», para encontrar, en la caridad obediente, casta y pobre, la vía maestra de la unión con Dios y de la unidad con los hermanos (cf Flp. 2, 5)” (PDV 30g. 57f). 21 3.1. JESUCRISTO, EL HIJO DEL HOMBRE, EDUCA A SUS APÓSTOLES PARA EL SERVICIO VICARIO DE PASTOREO. 50 Jesucristo mismo educó a sus discípulos, en el círculo íntimo de «los 41 Doce» , para que vivieran con un nuevo espíritu y un nuevo estilo el liderazgo, el gobierno o pastoreo eclesial. En este nuevo espíritu y estilo que nace esencialmente del Evangelio, es decir, de la persona de Jesús, encuentra su raíz, identificación y sentido en el servicio o ministerio jerárquico. La ocasión en la que Jesús manifiesta con toda claridad su enseñanza radical, se presentó cuando Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, le piden estar uno a la derecha y otro a la izquierda en su reinado. Los discípulos, todavía en proceso de formación, no han entendido al Maestro y se enojan, reaccionan de manera confusa, inmadura, celosa e interesada, al estilo de quienes se rigen por los esquemas de poder y dominio del mundo. 51 Es entonces cuando Jesús ofrece su enseñanza acerca cuál y cómo debe ser nuestra actitud al ejercer un liderazgo, sea de coordinación, dirección, animación o gobierno, y declara el sentido de su misión y de su vida: «Porque el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10, 45; cf el contexto 10, 32-45 y Mt 20,17-19; Lc 18, 31-34). De ahí que, para la comunidad de los Doce y sus seguidores, lo importante en el reinado de Dios no es un puesto de honor o de poder. Se trata de seguir a Jesucristo en su camino de entrega y servicio al ser humano: es grande quien sirve, y el primero, es quien se hace servidor de todos. 52 El Papa, Benedicto XVI, así señala la misión del Obispo como servidor: “De hecho, el ministerio episcopal sólo se comprende a partir de Cristo, la fuente del único y supremo sacerdocio, del que el Obispo es partícipe. Por tanto, este «se esforzará en adoptar un estilo de vida que imite la kénosis de Cristo siervo, pobre y humilde, de manera que el ejercicio de su ministerio pastoral sea un reflejo coherente de Jesús, Siervo de Dios, y lo lleve a ser, como él, cercano a todos, desde el más grande al más pequeño» (Juan Pablo II, PG 11). Pero, para imitar a Cristo, es preciso dedicar un tiempo adecuado a «estar con él» y contemplarle en 41 Jesús elige al grupo de “los doce”, de entre sus “discípulos”, quienes desde el inicio de su vida pública lo acompañan en su actividad itinerante en Galilea y Judea. La finalidad de la elección y constitución de “los doce”, de parte de Jesús, es “para que estuviesen con Él y para enviarlos a predicar (de dos en dos) con el poder de lanzar a los demonios” (Mc 3, 14; cf Mc 6,7); asimismo, para sanar a los enfermos, anunciando el Reino de Dios (cf Lc 9,1; Mt 10,1). Participan, por tanto, de la suerte y de la misión de Jesucristo. 22 la intimidad orante del coloquio de corazón a corazón. El pastor está llamado ante todo a estar con frecuencia en la presencia de Dios, a ser hombre de oración y de adoración. A través de la oración, como dice la carta a los Hebreos (cf 9, 11-14), se convierte en víctima y altar, para la salvación del mundo. La vida del Obispo debe ser una oblación continua a Dios para la salvación de su Iglesia, y especialmente para la salvación de quienes tiene encomendados. Esta oblatividad pastoral constituye también la verdadera dignidad del Obispo: le deriva de hacerse siervo de todos, hasta dar la propia vida. De hecho, el episcopado, como el presbiterado, nunca hay que malinterpretarlo según categorías mundanas. Es un servicio de amor. El Obispo está llamado a servir a la Iglesia con el estilo del Dios hecho hombre, convirtiéndose cada vez más plenamente en siervo del Señor y en siervo de la humanidad. Sobre todo es servidor y ministro de la Palabra de Dios, la 42 cual es también su verdadera fuerza” . 53 Este es el nuevo estilo de vida eclesial de servicio para los discípulosmisioneros Obispos y Presbíteros: ¡El evangelio del pastoreo en el amor, el servicio y la entrega total a la Iglesia, para hacer presente el reinado de Dios 43 en nuestro mundo e historia! 54 En consecuencia y de entrada, sería contrario al Espíritu de Jesús, Maestro y Pastor, Cabeza y Servidor, pretender ejercitar los ministerios u oficios de Vicario general, Vicario episcopal y Vicario judicial; Decano, Párroco o algún otro oficio, con el espíritu, actitud y comportamiento “según categorías humanas” de una profesión, es decir, de un funcionario o jefe de servicios públicos, de un líder social o sindical, o de un gerente empresarial, cayendo en la tentación de asumir actitudes de absoluta autonomía, autosuficiencia o arribismo. No caben en nuestros servicios eclesiales esas conductas antievangélicas que expresan codicia, ambición o vanagloria. El Espíritu de Cristo no se identifica con las actitudes de avidez o de superioridad, consciente o inconsciente, al estilo de quienes detentan el poderío, el dominio y la soberanía en el mundo. 42 BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos de reciente nombramiento participantes en un curso promovido por la Congregación para la Evangelización de los pueblos, Palacio pontificio de Castelgandolfo, sábado 11 de septiembre de 2010, c-d. Se citará: BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos de reciente nombramiento, 11 de septiembre de 2010. 43 RICARDO BLÁZQUEZ, Capítulo IV: Iglesia y Eucaristía: dimensión eclesial de la Eucaristía y dimensión eucarística de la Iglesia, en R. VILLAR, IMEP, pp. 65-81. 23 3.2. LOS OFICIOS DEL MINISTERIO ECLESIALJERÁRQUICO, ESTRUCTURAS DE RELACIÓN PASTORAL-CARISMÁTICA: OPORTUNIDAD DE SANTIFICACIÓN. 55 “El gran Pastor de la grey” nos ha llamado, a mi como su Obispo diocesano y a mis Vicarios, para que lo representemos en los distintos ámbitos y dimensiones de nuestras comunidades eclesiales y estructuras pastorales diocesanas. Así pues, de entre los miembros de mi presbiterio y, de una manera muy particular, a ustedes mis Vicarios generales y episcopales, lo mismo que a mi Vicario judicial, les llamo a colaborar conmigo en el servicio del gobierno de nuestra Iglesia particular, en comunión y de manera corresponsable desde este ministerio vicarial. Se trata de ministerios que, según el Derecho, son «oficios vicarios» -en sentido específico-, porque hacen las veces de Cristo y me representan en la 44 comunidad eclesial, como su Obispo diocesano (cf CIC c. 391) . 56 Cabe insistir: ¡Jesucristo Pastor y Servidor, es la fuente de la identidad, misión y facultades de todo ministerio eclesial, sacerdotal jerárquico¡ Es el modelo único con quien estamos llamados a identificarnos para ejercitar el “pastoreo” en su Iglesia. Se trata de asumir las responsabilidades de animación, coordinación, dirección, conducción o dirigencia, en una palabra de “buen gobierno pastoral”, como un ministerio u oficio eclesial para la edificación del Pueblo de Dios, dejándonos guiar por el Espíritu de Cristo, 45 Pastor y Servidor . 44 Cf GIANFRANCO GHIRLANDA, El Derecho de la Iglesia misterio de Comunión. Compendio de Derecho eclesial, Ed. San Pablo, 2ª. Ed., Madrid 1990, nn. 777-782. 819. 823; 610. Se citará: GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC. 45 STANISLAS LYONNET, Eucaristía y vida cristiana. Algunos aspectos bíblicos del misterio eucarístico, Buena Prensa, México 2005, p. 68: En el Nuevo Testamento, “para designar lo que se podría llamar los “ministros” de este culto, evita los términos que designan a funcionarios análogos entre los judíos o entre los paganos, y ha tenido que recurrir a una serie de vocablos que significan un Jefe de comunidad: episcopus o “vigilante”, presbíteros o “anciano”, higoumenos o “guía”, poimén o “pastor”, proistámenos o “presidente”… es el jefe de la comunidad, un jefe evidentemente al servicio de esta comunidad, según la noción evangélica y cristiana de la autoridad (Lc. 22, 24-27; Jn 13, 12-15)… Por el contrario, los términos de “hieréus” (sacerdos, sacerdote) o “hieráteuma” (sacerdotium, sacerdocio), están reservados (respectivamente) a Cristo y al conjunto de los bautizados -Esta noción de autoridad nos la recuerda LG 18: “Los ministros que poseen la sagrada autoridad (potestad) están al servicio de sus hermanos”-. 24 57 Es cierto que el ministerio jerárquico, como estructura social de gobierno, es vertebral en la Iglesia, sin embargo, es la “caridad pastoral”, fruto del Espíritu santificador, la que transforma el pastoreo en ministerio eclesialcarismático para el servicio de la edificación y guía del Pueblo de Dios, es medio privilegiado de santificación para el pastor, cualquiera que sea su 46 condición (cf LG 4) . 46 La existencia de los carismas en la Iglesia es un hecho. Carisma no se debe equiparar a libertad, en oposición a autoridad; tampoco significa espontaneidad, como alternativa a una ley o regla; ni pluralismo, frente a la unidad que estaría representada por lo jurídico. El carisma es también una estructura, es decir, es una toma de cuerpo visible, porque si se queda en puro espíritu no tiene presencia ni resonancia concreta entre los hombres. Ahora bien, si es estructura, se ha encarnado; pero encarnación al fin y al cabo. El carisma no se contrapone a la autoridad; porque todo don es radicalmente carisma, manifestación del Espíritu para el bien común, es decir, para la edificación de la Iglesia. Toda estructura en la Iglesia o es carismática, o no es eclesial, en este sentido. En este sentido el servicio de la conducción o pastoreo (autoridad), que es también carisma, consiste en dar forma visible a la caridad, como alma de todo carisma. Es decir, que la autoridad es el carisma que cuida de la unidad en la caridad. Pablo, que sabía que su poder venia del Espíritu y no tenía que ser legitimado, reconoce que sí tuvo que ser reconocido por Pedro y los demás Apóstoles. Por consiguiente, no hay oposición entre autoridad y carisma, ni entre Iglesia carismática e Iglesia jerárquica. Al contrario, es deber de la autoridad jerárquica el reconocer y fomentar los carismas en la Iglesia, como es deber suyo discernir y declarar los que son falsos. Nada extraño que haya tensión entre estas dos realidades, entre autoridad y carisma, entre autoridad jerárquica y corresponsabilidad eclesial, o entre Jerarquía y Pueblo. En la Iglesia primitiva existieron ambos, sin oposición, aunque en la tensión del Espíritu. En las iglesias del Nuevo Testamento existe una problemática que se puede expresar como “carismas y ministerios”, sin que este binomio coincida exactamente con el significado que hoy se le atribuye. Carisma es un concepto eclesiológico típicamente paulino, del cual es imposible dar una descripción univoca, basándonos en las cartas de Pablo. Este término acuñado prácticamente por el apóstol, se encuentra en el Nuevo Testamento 17 veces, de las cuales 16 está en las cartas paulinas (Rm -6 veces; 1 Cor -7 veces; 2 Cor -1 vez; 1 Tim -1 vez; 2 Tim -1 vez) y una en 1 Pe 4, 10. En el Nuevo Testamento el término carisma no tiene un significado unívoco; es usado para indicar gracias diferentes que proceden de la salvación realizada por Cristo (Rm 5, 15-16) y de su cumplimiento en la vida eterna (Rm 6, 23), hasta las curaciones corporales (1 Cor 12, 30), pasando por la gracia de los ministerios de evangelización y de la misericordia corporal (1 Cor 12, 8-10; 29-30; Rm 12, 6-8) y por las gracias que constituyen en una condición estable dentro de la Iglesia: la virginidad, el matrimonio, el celibato, el ministerio pastoral conferido con la imposición de las manos (1 Cor 7, 7; 1 Tim 4, 14; 2 Tim 1, 6). No existe una enseñanza precisa sobre lo que hoy llamamos los carismas. Limitándonos al sólo significado que ha llegado a ser técnico (1 Cor 12-14), podemos decir que al hablar de carisma, Pablo describe a veces un conjunto de dones del Espíritu Santo que constata en todas las comunidades; estos mismo fenómenos son llamados por Pablo con el nombre de dones espirituales, diaconías (servicios, ministerios), energías 25 I.4. CARISMA Y ESTRUCTURA DE “LA JERARQUÍA”, DON DEL ESPÍRITU A SU IGLESIA, DISCÍPULA MISIONERA. 58 Es nuestra corresponsabilidad eclesial fortalecer, a partir de nuestra realidad, la vivencia radical de los aspectos sacramental y carismático que conllevan las estructuras jerárquico-eclesiales. Desde ellas, nosotros, los ministros ordenados, tenemos la encomienda de guiar, conducir y gobernar al Pueblo de Dios, es decir, de “pastorearlo en el nombre de Jesucristo”, el Pastor supremo del rebaño eclesial (cf I Pe 2, 25; 5,1-4). 59 En el contexto de Cristo-Servidor e Iglesia-Servidora, exhorto a ustedes, mis “próvidos colaboradores”, integrantes de mi Presbiterio, a que, en su condición jerárquica, por el sacramento del Orden, fortalezcan su conciencia y decisión de pastorear, guiar, conducir y gobernar corresponsablemente al Pueblo de Dios, por los caminos de la Nueva Evangelización. ¡Háganlo al estilo y en nombre de Jesucristo Servidor, Pastor, Esposo y Cabeza de su 47 Cuerpo, la Iglesia! . 4.1. LA CARIDAD DE JESUCRISTO, BUEN PASTOR, FUENTE DEL SERVICIO DE LA AUTORIDAD JERÁRQUICA. 60 La voluntad divina fundacional de Jesucristo, acerca de su Iglesia, se extiende, a través de los tiempos y lugares: «“la Iglesia apostólica es el fundamento permanente y la norma para todo lo que está por venir, el estatuto por el cual todo debe guiarse en el camino de la Iglesia” 48. Así queda claro el carácter fundante de la Iglesia apostólica primitiva como norma y fundamento de la Iglesia de todos los tiempos. En ella permanece presente, de forma única, Jesucristo, como fundador, origen y fundamento para 49 siempre» . (operaciones, potencias) y que sirven para la edificación de la comunidad (cf JOSÉ MA. PIÑERO CARRIÓN, Organización y administración en la Iglesia, en AA.VV., La Curia episcopal. Reforma y actualización, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Biblioteca Salmanticensis, Estudios 29, Salamanca 2000, 44-45, se citará: AA. VV., La Curia episcopal, CERA; cf DARIO VITALI, Carisma, en DE2010, pp. 108-121. 47 Cf Ef 1, 22; 4, 15-16; 5, 23; Col 1, 18. 24; 2, 19; Rom 6, 3; PDV 3. 16. 22. 23. 25. 29. 48 KARL RAHNER, Sull’ispirazione della Sacra Scritura, Brescia 1967, p. 49. 49 SALVADOR PIÉ-NINOT, Cristo fondatore e fodamento della Chiesa, en DE2010, p. 394. 26 61 De esta manera se llega a establecer, al pormenor, que la autoridad en su Iglesia es jerárquica. Esto significa que no depende de la voluntad de los fieles decidir el tipo de autoridad que ha de ejercer la Iglesia, según las diversas épocas, lugares o sistemas de gobierno. “…puede ser útil una breve observación –nos advierte el Papa Benedicto XVIsobre la palabra «jerarquía», que es la designación tradicional de la estructura de autoridad sacramental en la Iglesia, ordenada según los tres niveles del sacramento del Orden: episcopado, presbiterado y diaconado… Generalmente se dice que el significado de la palabra jerarquía sería «dominio sagrado», pero el verdadero significado no es este, es «origen sagrado», es decir: esta autoridad no viene del hombre, sino que tiene origen en lo sagrado, en el Sacramento; por tanto, somete la persona a la vocación, al misterio de Cristo; convierte al individuo en un servidor de Cristo y sólo en cuanto servidor de Cristo este puede gobernar, guiar por Cristo y con Cristo. Por esto, quien entra en el Orden sagrado del Sacramento, en la «jerarquía», no es un autócrata, sino que entra en un vínculo nuevo de obediencia a Cristo: está vinculado a él en comunión con los demás miembros del Orden 50 sagrado, del sacerdocio” . 62 El Papa Benedicto XVI, afirma: 63 Aunque, es preciso tener presente que, quienes ejercen la autoridad jerárquica, de ninguna manera pueden excluir de la corresponsabilidad y participación a los demás fieles cristianos en la misión misma de la Iglesia, 53 según su condición personal, sacramental y carismática . “…La eficacia de nuestro servicio a la Iglesia, la Esposa de Cristo, depende esencialmente de nuestra fidelidad a la realeza divina del Amor crucificado” 51. Por lo tanto, “la autoridad jerárquica es un servicio” que tiene su fuente en “la caridad”, en el amor del Buen Pastor, Jesucristo, que entrega su vida en la cruz por la 52 Iglesia, su Esposa . 50 BENEDICTO XVI, Munus regendi, d.f. BENEDICTO XVI, Homilía. Concelebración Eucarística con los nuevos cardenales y entrega del anillo cardenalicio, Basílica Vaticana, 21 de noviembre de 2010, e. 52 Cf LG 18. 20. 24. 28. 30; CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II: Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos “Christus Dominus: Cristo Señor”, 28 de octubre de 1965, 16. 30. En adelante se citará como ChD; Decreto sobre el ministerio y la vida de los Presbíteros “Presbyterorum Ordinis: del Orden de los Presbíteros”, 7 de diciembre de 1965, 3. 4. 9. En adelante se citará como PO. Además, SS. Juan Pablo II, así lo afirma expresamente, en su Constitución apostólica “Sacrae disciplinae leges”, 25 de enero 1983, XI, se citará como SDL; GIUSEPPE TRAPANI, Autorità, en DE2010, pp. 74-84. 53 Cf Ef 4, 7. 11; I Cor 12, 11; I Pe 4, 10. 51 27 64 Los miembros de las instituciones y organismos laicales, los grupos, asociaciones, movimientos de espiritualidad, formación o de apostolado; así como los de Institutos de Vida consagrada, Sociedades de vida apostólica e Institutos seculares, son corresponsables, como discípulos de Jesús, de la misión evangelizadora; misión que no se atribuye exclusivamente a la 54 autoridad de la Iglesia, ni se considera exclusiva con la misión jerárquica . 65 La Constitución dogmática sobre la Iglesia, emanada del Concilio, nos enseña que el Espíritu Santo favorece a la Iglesia “con diversos dones jerárquicos y carismáticos”; la dirige y enriquece con todos sus frutos (cf Ef 4, 11-12; I Cor 12-4; Gal 5, 22); la guía hacía toda verdad (cf Jn 16,13) y “la unifica en comunión y ministerio” (cf LG 4). La Iglesia de la Trinidad, por tanto, no es sólo una comunidad espiritual y carismática, sino también una sociedad con una autoridad jerárquica, es decir, una “sociedad dotada de órganos jerárquicos” (LG 8). Jesucristo es quien “instituyó en su Iglesia diversos ministerios, ordenados al bien de todo el Cuerpo” (LG 18). 66 67 Por otra parte, la misión divina que confía Jesús a sus apóstoles ha de perdurar hasta el fin del mundo; es por ello que, los mismos apóstoles, cuidaron con esmero de establecer sucesores en esta sociedad organizada jerárquicamente. Así, por ejemplo, como permanece el “munus” (oficio, función) que el Señor confió singularmente a Pedro, para que fuera transmitido a los sucesores de éste, de manera semejante perdura el “munus” confiado a los apóstoles para apacentar a la Iglesia. Este “munus” que se ha venido ejerciendo ininterrumpidamente por el Orden sagrado de los Obispos, que constituyen el Colegio episcopal, encabezado por el Papa, sigue vigente en la Iglesia (cf LG 20). 68 El Concilio Vaticano II afirma: el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común de los fieles, y cada uno, aunque de manera cualitativamente distinta, participa del único y eterno sacerdocio de Jesucristo (cf LG 10). Son frecuentes los textos conciliares que aclaran y reafirman que la característica evangélica esencial, radical y original de la 54 Cf LG 30; CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto “Apostolicam Actuositatem: (Queriendo intensificar más) la actividad apostólica (del Pueblo de Dios)“, acerca del apostolado de los laicos, 18 noviembre 1965, n. 2. En adelante se citará como AA. Cf DE2010: MIQUEL DELGADO GALINDO, Associazioni di fedeli, pp. 67-74; GUZMÁN CARRIQUIRY LECOUR, Movimenti ecclesiali, pp. 938-947; AITOR JIMÉNEZ, Ordini e Congregazioni religiose, pp. 984-989; SANTIAGO M. GONZÁLEZ SILVA, Istituti secolari, pp. 762-770; GIOVANNI MAZZILLO, Popolo di Dio, 1084-1097; GIANNI COLZANI, Missione, pp. 866-888. 28 jerarquía, es la autoridad como “servicio”, como expresión del máximo amor pastoral. 69 En la encarnación de Jesucristo encontramos la sacramentalidad más radical, “original y originante” como una fuente que ha llegado hasta nosotros, su Iglesia. En ésta encontramos el aspecto paradójico humano, sensible, limitado y herido por el pecado, pero también llamado y capacitado para la conversión. A la vez, encontramos el aspecto divino, misterioso, luminoso de la gracia y del don del Espíritu Santo, alma de la Iglesia, que la purifica, la vivifica, la santifica, la construye y la impulsa a la fidelidad en el amor, transformándola desde su fragilidad, en Esposa amada de Cristo (cf Ef 5, 25). Sacramentalidad eclesial que se realiza en todas sus presencias de comunión, desde la Iglesia doméstica, parroquial y diocesana, las distintas “comunidades cristianas”, incluyendo las de la Vida consagrada, hasta la 55 “comunión católica” de la Iglesia universal . 70 ¡Ésta es la vivencia de la sacramentalidad que hemos venido experimentando desde el acontecimiento de Pentecostés, hasta el “aquí y ahora” de nuestro caminar como Iglesia diocesana, como actuales discípulos misioneros de Jesucristo! (cf Hch 2, 14-18; LG 8). 4.2. PRIMACÍA DEL AMOR, LA GRACIA Y EL CARISMA, EN EL SERVICIO PASTORAL DEL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO. 71 Por lo que mira al dinamismo del Espíritu en la expresión jurídicocanónica de la Iglesia, recordemos que el 25 de enero de 1983, con la Constitución Apostólica “Sacrae disciplinae leges: Las leyes de la sagrada disciplina”, SS. Juan Pablo II, promulgó el nuevo Código de Derecho Canónico. Este es una expresión significativa de la vida de la Iglesia que tiene como misión hacer presente el Reinado de Dios-Amor en el mundo desde el corazón del hombre. El documento pontificio nos explica: “que la finalidad del Código no es en modo alguno sustituir en la vida de la Iglesia y de los fieles la fe, la gracia, los carismas y, sobre todo, la caridad. Por el contrario, el Código mira más bien a crear en la sociedad eclesial un orden tal que, dando la primacía al amor, a la gracia y al carisma, haga a la vez más fácil el crecimiento ordenado de los mismos en la vida, tanto de la sociedad eclesial como también de cada una de las personas que pertenecen a ella” (r). 55 Cf VICENTE PRIETO, La estructura sacramental de la Iglesia particular y su plenitud en la “communio católica”, IUSCA Vol. 34, No. 67, 1994, pp. 65-101. Para el aspecto de la “estructura fundamental de la Iglesia”, ver R. VILLAR, IMEP, pp. 33-48. 29 72 El Código eclesial aceptado en la fe y en el amor, tiene como motivación profunda ser un guía, con larga experiencia de la vida en Cristo, el Señor, para nuestra condición de hijos de Dios. Dios envío a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo y “los que se dejan guiar por el Espíritu son hijos de Dios”; ya no están bajo la ley sino guiados por el Espíritu (cf Rm 8, 14; Gál 4, 6; 5, 13). Además, como bien lo sabemos, la segunda parte del último canon, el 1752, es la clave luminosa que nos revela radicalmente el espíritu y sentido de todo el Código del Derecho Canónico: “guardando la equidad canónica y teniendo en cuenta la salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema en la Iglesia”. Conscientes de que la finalidad de la 56 evangelización es «salus animarum: la salvación de las almas» . 73 Todo lo anterior nos revela que hasta la misma dimensión jurídica de “la Iglesia de la Trinidad” en su Código, viene a explicitar, de manera encarnada, que el misterio humano-divino de la organicidad estructural eclesiástica, también está al servicio salvífico en la comunión, misión y ministerio del Pueblo de Dios: “En conclusión, el orden canónico, que se articula en varias instituciones, está al servicio de la unidad visible de la Iglesia y, al mismo tiempo, hace que la distintas misiones estén en orden a la edificación de todo el cuerpo. Así, la Iglesia del derecho no se opone a la Iglesia de la caridad y a la doble estructura de comunión y de misión, radicada en la naturaleza sacramental-carismática-institucional de la Iglesia, es el contenido de su misma sacramentalidad. La obligatoriedad y la juridicidad de sus instituciones fundamentales proceden de su misma naturaleza, 57 por lo tanto, de la voluntad de Cristo y de la acción del Espíritu Santo” . I.5. JESÚS-EUCARISTÍA, TESTIGO DEL SERVICIO DE AMOR Y FUENTE DE FECUNDIDAD PASTORAL. 56 Cf JUAN PABLO II, Carta encíclica “Redemptor hominis: El Redentor del hombre“, 4 de marzo de 1979, 8-10, se citará: RH; IUSCA: PIERO PELLEGRINO, La «salus animarum», Vol. 44, n. 87, 2004, pp. 141-151. TOMÁS RINCÓN PÉREZ, Sobre el carácter pastoral del Derecho canónico, Vol. 47, No. 94, 2007, pp. 403-413. 57 PABLO VI, Discurso a la Rota romana, 7 febrero 1973; Id., Discurso al II Congreso Internacional de Derecho canónico, 17 septiembre 1973, 126-127; cf JUAN PABLO II, SDL; Idem., Presentación oficial del Nuevo Código de Derecho Canónico, 3 febrero 1983, 459462. Cf En DE2010: GIANFRANCO GHIRLANDA, Istituzione, p. 784; ANTONIO NITROLA, Salvezza, pp. 1255-1269; GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, nn. 45. 34-37; JEAN BEYER, Diritto ecclesiale, QUADERNI DI DIRITTO ECCLESIALE, 1-I-1988, se citará QDE. 30 74 El Señor Jesús ha decidido que la fecundidad y plenitud de nuestro ministerio jerárquico sea la Eucaristía, máxima expresión de su entrega de amor pascual, como Buen Pastor, que conoce íntimamente a sus ovejas y está dispuesto a sacrificarse voluntariamente por ellas para salvarlas (cf Jn 10, 11. 15. 17; Ef 5, 2. 25-27). Por eso, “la Iglesia vive de la Eucaristía”, misterio de amor y entrega pastoral, tan profundamente unida al sacerdocio ministerial. Desde la Eucaristía hecha vida, máxima expresión de nuestra caridad pastoral en Jesucristo, ofrecemos al Pueblo de Dios, no sólo el mejor, sino nuestro óptimo servicio eclesial jerárquico. Por ser la Eucaristía la máxima expresión de la glorificación al Padre en el Espíritu, de la caridad cristiana y de la “caridad pastoral” es, por eso mismo, la entrega máxima y vital de Jesucristo, Buen Pastor. La “vida cristiana” no es otra cosa que la participación en la caridad misma de Cristo. Por eso, el Apóstol Pablo nos exhorta: «Vivan en el amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma» (Ef 5, 2). La caridad de Cristo Pastor nos es comunicada por su misterio pascual eucarístico, sacrificio de la alianza nueva y eterna, de tal manera que cada uno de nosotros, en nuestro ministerio vicarial, puede y debe decir: «Vivo, pero no yo, sino es 58 Cristo quien vive en mí» (Gál 2, 20) . 75 ¡El Señor confía en nuestra decisión evangélica de acrecentar, desde comunión eclesial y la caridad pastoral nutridas por Jesús-Eucaristía, interlocución responsable, el diálogo eclesial, la organicidad pastoral y globalización del servicio del amor en la solidaridad y subsidiariedad, estilo de Jesucristo, Servidor y Esposo de su Iglesia! la la la al I.6. VIVIR EL SERVICIO MINISTERIAL, EN EL ESPÍRITU PASTORAL DE JESUCRISTO. 58 PDV 23: “La caridad pastoral, que tiene su fuente específica en el sacramento del Orden, encuentra su expresión plena y su alimento supremo en la Eucaristía: «Esta caridad pastoral —dice el Concilio— fluye ciertamente, sobre todo, del sacrificio eucarístico, que es, por ello, centro y raíz de toda la vida del presbítero, de suerte que el alma sacerdotal se esfuerce en reproducir en sí misma lo que se hace en el ara sacrificial». En efecto, en la Eucaristía es donde se representa, es decir, se hace de nuevo presente el sacrificio de la cruz, el don total de Cristo a su Iglesia, el don de su cuerpo entregado y de su sangre derramada, como testimonio supremo de su ser Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo de la Iglesia. Precisamente por esto la caridad pastoral del sacerdote no sólo fluye de la Eucaristía, sino que encuentra su más alta realización en su celebración, así como también recibe de ella la gracia y la responsabilidad de impregnar de manera «sacrificial» toda su existencia”. 31 76 Al vivir desde la animación y guía del Espíritu Santo, las funciones, responsabilidades y las relaciones que implican el liderazgo o autoridad humanos, mediante el dinamismo de la fe, la esperanza y el amor, nos elevamos y somos sumergimos en el misterio de la Iglesia: “misterio de comunión para la misión evangelizadora”, que tiene su origen en el 59 mismo misterio de la comunión de la Trinidad . 77 Les conmino a superar la tentación de considerarse meros delegados míos o simples representantes de la comunidad, puesto que el presbiterado y el episcopado son una vocación de servicio. No son, por consiguiente, ni profesionistas ni funcionarios de una empresa religiosa, mucho menos los afortunadamente favorecidos por simpatía y democracia populares. Hemos sido llamados, elegidos y consagrados para ser discípulos y misioneros de Jesucristo; configurados con Él. Somos “misterio y don” para nuestra Iglesia, un carisma muy especial, en razón de la unción ministerial y 60 jerárquica del Espíritu . 78 Por eso, como sacerdotes de la nueva alianza, nacidos de Jesucristo en el Cenáculo y en la Cruz, fortalecidos por su Resurrección, constituidos en Iglesia y ungidos por su Espíritu, junto a María, en Pentecostés, al confiarnos su misión, tenemos la responsabilidad de renovar constantemente el don de nuestra identidad como sacerdotes ministros, puesto que hemos sido tomados de entre los hombres, para intervenir a su favor «en todo 61 aquello que se refiere al servicio de Dios» (Hch 5,1) . 79 Nuestro servicio jerárquico a los fieles, animado por nuestras expresiones de “caridad pastoral”, y atentos a los signos de los tiempos, hará que nos identifiquemos con Cristo, como pastores según su corazón (cf Jer 3, 15). Entonces, con Él, y basados en la sabiduría y experiencia humano-divina del amor, la misericordia y la entrega, apacentaremos, acogeremos y sabremos valorar las variadas condiciones de los fieles. Nos asemejaremos a Él, 59 Cf DE2010: GIUSEPPINA SANSORE, Mistero, pp. 888-900; GIANFRANCO CALABRESE, Comunione, pp. 268-288. 60 Cf DA 193; MIGUEL ROMANO GÓMEZ, “Os he llamado amigos”, Arquidiócesis de Guadalajara, 2008, p. 14. 61 PDV 21: “La autoridad de Jesucristo Cabeza coincide pues con su servicio, con su don, con su entrega total, humilde y amorosa a la Iglesia. Y esto en obediencia perfecta al Padre: él es el único y verdadero Siervo doliente del Señor, Sacerdote y Víctima a la vez. Este tipo concreto de autoridad, o sea, el servicio a la Iglesia, debe animar y vivificar la existencia espiritual de todo sacerdote, precisamente como exigencia de su configuración con Jesucristo, Cabeza y Siervo de la Iglesia”. 32 superando posibles actitudes de prepotencia, autoritarismo, individualismo, autosuficiencia, vanagloria, egocentrismo, discriminación y elitismo que nos 62 asedian en la vida personal o pastoral . 80 Dejándonos guiar por el Espíritu de Cristo procederemos con apertura al diálogo, dispuestos a la escucha, tolerancia y aceptación de las diferencias; discerniremos lo positivo de la pluralidad y de la globalidad actual; y buscaremos la unidad en la diversidad, comprometidos en la espiritualidad de la comunión, en una expresión genuinamente católica, a fin de cumplir gozosamente la voluntad de Dios que es nuestra santificación (cf I Tes 4, 3. 5, 21-22; Gál 6, 4; Ef 5, 15-17). 81 En el seguimiento a Jesucristo, Buen Pastor, aprenderemos su fidelidad a la misión encomendada y su amor servicial hasta dar la vida (cf DA 139). Él es el máximo ejemplo de pastoreo que estamos llamados a imitar. Somos responsables de proceder según sus sentimientos, pensamientos, actitudes y comportamientos pastorales: conocer a las ovejas, conducirlas, caminar delante de ellas y apacentarlas, amándolas hasta dar la vida por ellas. De Él aprendemos que el auténtico discípulo misionero, es quien le ama y está dispuesto aun al martirio, a subir a la Cruz con Él, su Maestro y Señor (cf Jn 10, 1-18; 21, 15-17). 82 ¡Renovemos, consiguientemente, nuestro espíritu viviendo nuestra conversión personal y comunitaria, que se traduzca en estructuras pastorales vivificadas por el vino nuevo del Espíritu! ¡Testimoniemos con nuestras actitudes coherentes, la misión jerárquica que hemos recibido como don inestimable y gratuito, que llevamos en los vasos frágiles de nuestra condición humana consagrada! ¡Ánimo! ¡Tenemos la garantía permanente y la seguridad de la presencia del Espíritu de Cristo en nuestro corazón sacerdotal, fuente de nuestra “caridad pastoral”! Así apacentaremos a los fieles, reconociendo y cultivando sus servicios, ministerios y carismas, personales y comunitario-eclesiales, de tal manera que cooperemos, desde nuestra peculiar forma de vida sacramental, en la obra común de la 62 “San Agustín exhortaba de esta forma a un Obispo en el día de su ordenación: «El que es cabeza del pueblo debe, antes que nada, darse cuenta de que es servidor de muchos. Y no se desdeñe de serlo, repito, no se desdeñe de ser el servidor de muchos, porque el Señor de los señores no se desdeñó de hacerse nuestro siervo». La vida espiritual de los ministros del Nuevo Testamento deberá estar caracterizada, pues, por esta actitud esencial de servicio al Pueblo de Dios (cf Mt 20, 24ss; Mc 10, 43-44), ajena a toda presunción y a todo deseo de «tiranizar» la grey confiada (cf 1 Pe 5, 2-3)”; PDV 21, 23. 72. 15. 21. 23). 33 redención y de la santificación, frutos de la misión evangelizadora (cf LG 30; I Cor 12, 4-11). 34 II.- IDENTIDAD DEL OBISPO DIOCESANO, DISCÍPULO Y MISIONERO DE JESUCRISTO, EN EL MISTERIO DE COMUNIÓN DE LA IGLESIA DE LA TRINIDAD. 83 Al considerar la identidad del Obispo, nos encontramos con la conveniencia de reflexionar unidos, pastor y comunidad eclesial diocesana, acerca del “don y misterio” episcopal. Iniciaremos contemplando que este “don y misterio” en su propio origen: en el misterio fontal de la comunión en la relación de la Santísima Trinidad, Dios-Amor. Desde esta perspectiva de fe, esperanza y amor podremos asumir más conscientemente la voluntad salvífica de la Trinidad sobre la capitalidad sacerdotal, esponsal y pastoral del Obispo: sucesor de los Apóstoles, Vicario y Legado del “Gran Pastor de las ovejas” y servidor del Evangelio; lo mismo que su solicitud pastoral por 63 la Iglesia Universal y Particular . II.A. EL OBISPO, «ICONO» DE LA COMUNIÓN TRINITARIA, EN CRISTO PASTOR, SERVIDOR, CABEZA Y ESPOSO DE LA IGLESIA. 84 En la Iglesia, revelación del misterio de comunión de la Trinidad, el episcopado es un elemento constitutivo de ese mismo misterio de comunión 64 trinitaria, en relación con la guía pastoral y de la misión evangelizadora . 63 Cf DE2010: MASSIMO NARO, Trinità e Chiesa, pp. 1465-1475; GIOVANNI TANGORRA, Ecclesiologia postconciliare, pp. 566-569; GIANGIACOMO SARZI SARTORI, La figura del vescovo alla luce del Direttorio per il ministero pastorale dei Vescovi “Apostolorum Successores”, en QDE, ottobre, Nº 23 (2010) 431-449, se citará QDE23. 64 Cf JORGE ARTURO MEDINA ESTÉVEZ, Riflessioni sull´episcopato come elemento constitutivo della Chiesa, en GOYRET, IVEM, pp. 20-32; ATTILIO CARPIN, Cipriano di Cartagine, il vescovo nella Chiesa, la Chiesa nel vescovo, Ed. Studio Domenicano, Dehodiane Bologna 2006; IGNAZIO PETRIGLIERI, Autorità come servizio. Figura e ruolo del Vescovo nei Padri della Chiesa, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2009, se citará: PETRIGLIERI, ASFV; JUAN BAUTISTA CAPPELLARO, Fisonomia del Vescovo e piano diocesano di evangelizzazione alla luce del dinamismo dell’Eucaristia, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1998. 35 El Obispo es imagen o icono de Cristo, Pastor, Cabeza y Esposo de la Iglesia. Esta identidad “capital” la recibe por la sacramentalidad del Episcopado. A través de este oficio o ministerio “capital” es llamado a presidir una Iglesia particular y, en comunión con los demás miembros del Colegio episcopal, es corresponsable de la edificación de la Iglesia universal y de hacer presente el Reinado de Dios en el mundo, mediante su entrega como discípulo misionero de Jesucristo. 85 El ser sacramental y la acción apostólica del Obispo tienen como fuente a Dios Padre que actúa por medio de su amado Hijo Encarnado, a quien le ha dado todo poder en el cielo y en la tierra (cf Mt 28,18). El Padre, además, le dona su Espíritu Paráclito, integrándolo en la comunión de la vida 65 trinitaria . En consecuencia, el Obispo, es una expresión sensible, una imagen o «icono» de la Trinidad, quien incesantemente reúne en torno a sí a su Pueblo, que es la Iglesia (cf LG 1). De esta manera la función episcopal 66 es “un verdadero servicio en la comunión del amor” (cf LG 24) . 86 S.S. Juan Pablo nos enseña que la realidad eclesial del episcopado se origina del misterio de comunión de la Trinidad: “La palabra comunión nos lleva hasta el manantial mismo de la vida trinitaria (cf 1 Jn 1, 3) que converge en la gracia y en el ministerio del Episcopado. El Obispo es imagen del Padre, hace presente a Cristo como Buen Pastor, recibe la plenitud del Espíritu Santo de quien brotan enseñanzas e iniciativas ministeriales para que pueda edificar, a imagen de la Trinidad y a través de la Palabra y de los sacramentos, esa Iglesia, lugar de la donación de Dios a los fieles que le han sido 67 confiados” . 65 Un icono (del griego εἰ κών, eikon: 'imagen') es una imagen o representación; es un signo que sustituye a lo significado, ya sea persona, misterio u objeto. Es, por tanto, un signo que mantiene una relación de semejanza con lo representado. Cf NICOLA CIOLA, Il fondamento trinitario del ministero episcopale, en AGOSTINO MONTAN (Edd.), Vescovi. Servitori del Vangelio per la speranza del mondo, Lateran University Press, Roma 2005, se citará: MONTAN, VSV. 66 PHILIP GOYRET, Il vescovo, vicario e delegato di Cristo nel governo della Chiesa particolare en PHILIP GOYRET (Edd.), I Vescovi e il loro ministero, Pontificia Università della Santa Croce, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2000, p. 156, se citará: GOYRET, IVEM. 67 JUAN PABLO II, Encuentro con la Conferencia Episcopal Colombiana, Bogotá, miércoles 2 de julio de 1986, 2d. Con razón, pues, los Padres sinodales quisieron ilustrar explícitamente la vida y el ministerio del Obispo a la luz de la eclesiología trinitaria de la doctrina del Concilio Vaticano II. Es muy antigua la tradición que presenta al Obispo como imagen del Padre, el cual, como escribió san Ignacio de Antioquía, es como el Obispo invisible, el Obispo de todos. Por consiguiente, cada Obispo ocupa el lugar del Padre de Jesucristo, de tal modo que, precisamente por esta representación, debe ser respetado 36 87 En Jesús de Nazaret, el “Dios que nadie ha visto jamás” (Jn 1,18) se ha hecho hombre, ha dado a conocer a Dios, no a través de una vaga y general semejanza, sino siendo Él mismo una presencia viviente, una representación, la más radical, exacta, perfecta y gloriosa, de la realidad divina visible: «A Dios nadie le ha visto jamás: El Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1, 18; cf Jn 6, 46; 4, 24): “En efecto, dice san Ireneo de Lyon, el Hijo es el «Revelador del Padre». Jesús de Nazaret, por decirlo así, es el «exegeta» de Dios que «nadie ha visto jamás». «Él 68 es imagen del Dios invisible» (Col 1,15)” . 88 Cristo es la imagen o «icono» de Dios. Así, es claramente proclamado en el gran himno cristológico con el que comienza la carta a los Colosenses: “El núcleo del himno está constituido por los versículos 15-20, -nos advierte el Papa Benedicto XVI, donde entra en escena de modo directo y solemne Cristo, definido "imagen de Dios invisible" (v. 15). San Pablo emplea con frecuencia el término griego ekån, icono. En sus cartas lo usa nueve veces, aplicándolo tanto a Cristo, icono perfecto de Dios (cf 2 Co 4, 4), como al hombre, imagen y gloria de Dios (cf 1 Co 11, 7)” 69. A su vez, Su Santidad Juan Pablo II nos enseña: “En él sobresale la figura gloriosa de Cristo, corazón de la liturgia y centro de toda la vida eclesial. Ahora bien, muy pronto el horizonte del himno se amplía a toda la creación y a la redención, abarcando a todo ser creado y a toda la historia… Cristo “es la «imagen», el «icono» de Dios que permanece invisible en su misterio… el rostro del Padre creador del universo se hace accesible en Cristo, artífice de la realidad creada: «por medio de Él fueron creadas todas las cosas… y todo se mantiene en Él» (Col 1, 16-17). Cristo, por tanto, por un lado es superior a las realidades creadas, pero por otro, está involucrado en su creación. Por este motivo, puede ser visto como «imagen del Dios invisible», 70 cercano a nosotros a través del acto creativo” . por todos (cf A los Magnesios, 6,1: PG 5,764; A los Trallanos, 3,1: PG 5,780; A los Esmirniotas, 8,1: PG 5,852). Cf JAVIER ECHEVARRÍA, Il vescovo alla luce del mistero trinitario en GOYRET, IVEM, pp. 13-19. 68 BENEDICTO XVI, VD 90. 69 BENEDICTO XVI, Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de entre los muertos, Audiencia general, 7 septiembre 2005, 1. 70 JUAN PABLO II, Cristo, «imagen del Dios invisible», Audiencia general dedicada a comentar el cántico de la carta de san Pablo a los Colosenses (1, 3.12-20), «Himno a Cristo», 24 noviembre de 2004, 1-2. Deseo compartir una síntesis que refleja sublime testimonio cristiano, relacionado con el icono de Cristo en la doctrina cristológica de San Cipriano, realizado por un miembro de nuestro Presbiterio. Es del todo conveniente acudir al original que contiene una abundante referencia al pensamiento y a la enseñanza de los 37 89 Otro momento en el que con toda claridad se le llama a Cristo “imagen de Dios”, aparece donde Pablo afirma que los incrédulos, cegados por Satanás, son incapaces de “ver el resplandor del Evangelio glorioso de Cristo, que es imagen de Dios” (II Cor 4, 4). Más adelante afirma que “la gloria de Dios brilla en el rostro de Cristo” (4, 6). El autor de la carta a los Hebreos, de la escuela de Pablo, dice de Jesús que “es el resplandor de la gloria de Dios y en él expresó Dios lo que es en sí mismo” (1,3). Por tanto Jesucristo, es el revelador visible, encarnado y definitivo de “Dios invisible” (cf Jn 6, 46; 4, 24). 90 En los textos bíblicos, precedentemente citados, se palpa el paralelismo entre imagen y gloria. Pablo quiere decir que en Jesús está presente y resplandece la realidad majestuosa de Dios. Si en el capítulo 1 del Génesis, la palabra “imagen” servía para subrayar la cercanía del hombre con su Creador, aun dejando a salvo las distancias, en Pablo sirve para resaltar que, en el caso de Cristo, se han anulado las distancias. “El icono, en efecto es una imagen del todo única, especial, que supera lo inmanente de un simple reconocimiento, hasta conducir y hacer entrar en lo trascendente de la fe, la esperanza y el amor. Es una Imagen-Palabra. Tiene un recorrido histórico y teológico. Capta la Palabra de Dios como Imagen. Imagen que transmite un contenido espiritual, teológico –casi siempre de tipo kerigmático-, que comunica la memoria y la presencia viviente, de modo “sacramental”, de Cristo Resucitado. Y puesto que Cristo es el Logos, la Palabra encarnada, es una imagen, el prodigio más grande que Dios ha realizado. Es Palabra expresada de manera visible. Esto significa que si Cristo ha venido para “decir” que Dios es el Padre bueno, que es el Amor, lo “hace ver” precisamente en su cuerpo entregado a los hombres. 91 escritos doctrinales del obispo y mártir San Cipriano: La imagen o icono de Cristo reflejado en la doctrina cristológica de Cipriano nos proyecta a un Cristo que es concebido como El Hijo de Dios; que enviado por el Padre para salvar se ha encarnado. Ha sido sacrificado en la cruz y ha derramado su sangre para la redención de los hombres. Resucitado vive en el cristiano y en la comunidad redimida por Él; es para ellos Maestro, modelo, ejemplo y guía. Al mismo tiempo reina con el Padre donde aguarda a todos sus discípulos. Y al final de la historia humana vendrá como juez para dar premio o castigo: SANTIAGO RUIZ MAYA; La doctrina acerca de Cristo en los diversos períodos de la vida de Cipriano de Cartago. Una clave de interpretación de su pensamiento, Departamento de Publicaciones de la Universidad Pontificia de México, Biblioteca Mexicana 27, México 2008, p. 198. 38 92 El icono representa una realidad espiritual objetiva en la que tiene lugar la comunicación de aquello que es significado; representa y comunica una visión espiritual del mundo, de la historia y del hombre mismo. Si “espiritual” es todo aquello que en la acción del Espíritu Santo nos habla de Dios, nos hace parecidos a Él, la realidad absolutamente espiritual. El icono es una realidad en la que se compenetra, en una comunicación recíproca, lo divino y lo humano, captando los rasgos más auténticos de la obra de la redención en la historia. Es una presencia transformadora y redentora, como la presencia de Cristo celebrada con todo realismo en la liturgia, donde la obra de la redención es vivida no sólo como memoria del pasado, sino como eficacia de la transformación que continúa en la historia y también la transforma. 93 El icono es sustancialmente una visión sacramental del mundo, la visión de cómo la materia se ofrece para convertirse en lugar de salvación. Es la historia del hombre en Dios y de Dios en la historia cotidiana del hombre”: “El icono es una larga cita bíblico-patrística. Es una realidad espiritual, donde “espiritual” es todo lo que, con la acción del Espíritu Santo, nos habla de Dios, nos lo recuerda, nos lo comunica y nos lleva a Él… El Espíritu Santo, si el hombre quiere, trae tantos frutos de la vida divina a la historia (cf Gal 5, 22), a la humanidad nueva, y hace al hombre parecido a Dios en su vida… La persona que se deja penetrar progresivamente por el Espíritu Santo, deja ver su acción, evoca a los demás a Dios, se convierte en un comunicador de Dios, en un relato suyo… 71 Se hace una Palabra de Dios que la gente puede ver y tocar” . 94 S. S. Juan Pablo II nos guía en la interioridad integral del misterio del icono, al compartirnos: “…el icono no es sólo una obra de arte pictórico. En cierto sentido, es también como un sacramento de la vida cristiana, pues en él se hace presente el misterio de la Encarnación. En él se refleja de modo siempre nuevo el misterio del Verbo encarnado, y el hombre -autor y, al mismo tiempo, partícipe- se alegra de la visibilidad del Invisible. ¿No fue el mismo Cristo quien puso las bases de esa alegría espiritual? «Señor, muéstranos al Padre y nos basta»; pide Felipe a Cristo en el cenáculo, la víspera de su pasión. Y Jesús le responde: «¿Tanto tiempo hace que estoy con ustedes y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. [...] ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?» (Jn 14, 8-10). Cristo es la visibilidad del Dios invisible. Por medio de él, el Padre penetra toda la creación y el Dios invisible se hace presente entre nosotros 71 TOMÁŠ ŠPIDLíK – MARKO IVAN RUPNÍK, La fe según los iconos, Ed. Monte Carmelo, Burgos 2003, pp. 108-109; para el texto precedente a la cita, cf pp. 7-17. 39 y se comunica con nosotros, al igual que las tres personas de que nos habla la 72 Biblia se sentaron a la mesa y comieron con Abraham” . 95 El Obispo como persona y por su configuración con la capitalidad de Jesucristo, es, a su vez, imagen o icono de Cristo, Pastor y Servidor, Maestro y Pontífice, Cabeza y Esposo de la Iglesia. Pastor que en Jesucristo, el Gran Pastor, da la vida por sus ovejas (cf LG 21), en la comunión de la Trinidad. Es su representante visible y cercano, su vicario, legado y “sacramento encarnado”, De esta manera Jesucristo, el Señor y Emmanuel, continúa se presencia entre nosotros hasta el final de los tiempos, ejerciendo su señorío, su reinado, su ministerio, su carisma y caridad pastoral: “Cristo es el icono original del Padre y manifestación de su presencia misericordiosa entre los hombres. El Obispo, actuando en persona y en nombre de Cristo mismo, se convierte, para la Iglesia a él confiada, en signo vivo del Señor Jesús, Pastor y Esposo, Maestro y Pontífice de la Iglesia, En eso está la fuente del ministerio pastoral…” (PG 7c). II.A. 1. EL OBISPO, «VICARIO Y LEGADO DE CRISTO». 96 El ser ministerial-pastoral-capital del Obispo en la Diócesis y para la Diócesis, en la Iglesia una, santa, católica y apostólica, consiste en ser «vicario y legado de Cristo» (cf LG 27). La realidad de ser «vicario de 72 JUAN PABLO II, Homilía en la Capilla Sixtina, con motivo de la inauguración de la restauración de los frescos de Miguel Ángel, 8 de abril de 1994, 4. La teología del icono se fundamenta básicamente en la realidad de la Encarnación. Cuando el apóstol Pablo formula el fundamento cristológico del icono diciendo: “Cristo es la imagen visible del Dios invisible” (Col. 1, 15) está diciendo en otras palabras, la humanidad visible del Señor es la imagen de su divinidad invisible. Así, la imagen (icono) del Señor aparece como la imagen de Dios y del hombre, es decir, como la representación viviente del Dios-Hombre. Por eso Jesucristo afirma claramente: “Quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14, 9). Esto quiere decir que las dos naturalezas unidas a la única hipóstasis del Señor nos ofrecen la imagen única del Dios-Hombre Jesús, una imagen que expresa a Dios mismo aunque Éste sea del todo inconcebible e indescriptible. La persona de Cristo tiene como misión hacer presente a Dios en el mundo y restablecer plenamente esa otra imagen que puso Dios en el hombre (Gn 1, 26) y que se vio enturbiada por el pecado. Por la encarnación, Cristo “no se aferró a su condición divina, al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de tantos” (Flp 2, 67). El no despreció la naturaleza humana, lo material, sino que la asumió plenamente, uniéndola a la naturaleza divina en la persona del Logos o Verbo. Lo material (carne) en el seno de María, gracias al Espíritu Santo, quedó transformado en “sacramento vivo”. Por eso Cristo es el sacramento original del Padre. 40 Cristo», es mucho más que un título o expresión jurídica, puesto que sus raíces antropológicas se hunden en la acción capital del Verbo Encarnado. Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, reconciliando a la humanidad, la conduce hacia el Padre: «Él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia, Él es el principio de todo…» (Col 1, 18; cf 2,10), «Todo lo ha puesto Dios bajo los pies de Cristo, constituyéndolo cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo» (Ef 2, 10; cf I Cor 12, 12). 97 El Obispo representa a Cristo en su Iglesia particular, como el Papa lo representa en la Iglesia Universal. El Obispo es “vicario y legado de Cristo” (LG 27), por su relación sacramental episcopal, radical y ontológica con Cristo Cabeza y Pastor. Igualmente, por su relación de comunión jerárquica con el Obispo de Roma; relación de comunión sacramental que le integra en el “Colegio episcopal”, cuya capitalidad para toda la Iglesia es ejercida, a su 73 vez, por el Romano Pontífice . Justamente por esto, la potestad de cada 73 ADRIANO GARUTI, Il carattere collegiale del ministero episcopale. Evoluzioni istituzionali dopo il Concilio Vaticano II e prospettive, en MONTAN, VSV, pp. 251- 262. El título “Vicario de Cristo” se sigue aplicando casi exclusivamente al Obispo de Roma; sin embargo, en la Constitución “Lumen Gentium: Luz de las Naciones”, n. 27, este título se encuentra aplicado a los Obispos. Entonces surge automáticamente la pregunta: ¿cuál es el contenido con el que se le aplica al Obispo de Roma y cuál a los demás Obispos de las otras Iglesias? En efecto, acerca del Obispo como «Vicario de Cristo», se habla ya desde los tiempos de San Cipriano (cf Epist. 59,5; 63,14; 65,4; 68,5; 75,16) y el Concilio ofrece una muestra de testimonios patrísticos y magisteriales sobre este tema (cf Acta Synodalia, II-I, p. 252). La Lumen Gentium, n. 27, también nos recuerda explícitamente que los Obispos no deben ser considerados como “Vicarios del Romano Pontífice”. No se trata de confrontar la autoridad primacial del Papa, como un reclamo de la legítima autonomía del Obispo, en clave de lucha de poderes, que empobrecería la doctrina sobre el episcopado y sobre el primado del Obispo de Roma. Se trata, antes bien, de ubicar esta realidad en el contexto teológico sacramental de una eclesiología de verdadera comunión, superando el aspecto exclusivamente jurídico, donde la terminología de “la vicariedad” o “la delegación”, se quedan en el ámbito de la legislación eclesiástica. La Vicariedad crística del Obispo, incluido el de Roma, tiene su origen ontológico, como ha sido expresado anteriormente, en la sacramentalidad primigenia de Cristo y en la comunión Trinitaria, que se prolonga en la comunión de la Iglesia. Para profundizar este aspecto ontológico de la sacramentalidad del episcopado (ordenación episcopal, que produce una transformación ontológica –carácter sacramental-), en relación al numeral 27 de la Lumen Gentium, es muy recomendable acudir a PHILIP GOYRET, Il vescovo, vicario e delegato di Cristo nel governo della Chiesa particolare, en GOYRET, IVEM, pp.156-181; y especialmente su obra dedicada amplia y profundamente a este tema: El Obispo, Pastor de la Iglesia. Estudio teológico del “munus regendi en Lumen Gentium 27, EUNSA, Colección Teológica n. 90, Pamplona 1998, pp. 197-287; cf JORGE MEJÍA, Introducción (a la obra anterior), pp. 19-20. 41 Obispo nace y permanece en comunión colegial y jerárquica con el Romano Pontífice, sin que por eso el Obispo sea su vicario. 98 99 Este carácter de vicariedad pastoral por el que el Obispo se identifica como tal, significa que tiene como punto fundante de su identidad sacramental episcopal y como fuente dinámica de su vida y praxis pastoral cotidiana en la conducción del Pueblo de Dios, a Cristo-Cabeza y Pastor. Jesucristo es, por tanto, el fundamento y origen ontológico de la vicariedad y de la capitalidad de su “munus episcopale: función ministerial episcopal”, 74 recibida el día de su ordenación como Obispo . Es iluminador, al llegar a este momento de nuestra reflexión, acudir al número 27 de la Constitución “Lumen Gentium: Luz de las Naciones”, donde encontramos una visión sintética y panorámica acerca del ser y quehacer del Obispo como vicario y legado de Cristo: “Los Obispos rigen como vicarios y legados de Cristo las Iglesias particulares que se les han encomendado, con sus consejos, sus exhortaciones, sus ejemplos, pero también con su autoridad y con su potestad sagrada que ejercitan únicamente para edificar su grey en la verdad y la santidad, teniendo en cuenta que el mayor ha de hacerse como el menor y el superior, como el servidor (cf Lc 22, 26-27). Esta potestad que personalmente desempeñan en nombre de Cristo, es propia, ordinaria e inmediata, aunque el ejercicio último de la misma sea regulado por la autoridad suprema, y aunque, con miras a la utilidad de la Iglesia y de los fieles, pueda quedar circunscrita dentro de ciertos límites. En virtud de esta potestad, los Obispos tienen el sagrado derecho y ante Dios el deber de legislar sobre sus súbditos, de juzgarlos y de regular todo cuanto pertenece al culto y organización del apostolado. A ellos se les confía plenamente el oficio pastoral, es decir, el cuidado habitual y cotidiano de sus ovejas y no deben ser tenidos como vicarios de los Romanos Pontífices, ya que ostentan una potestad propia y son, con toda verdad, los jefes del pueblo que gobiernan. Así, pues, su potestad no queda anulada por la potestad suprema y universal, sino que al revés queda afirmada, robustecida y defendida, puesto que el Espíritu Santo mantiene indefectiblemente la forma de gobierno que Cristo Señor estableció en su Iglesia”. Tomado de entre los hombres y rodeado él mismo de flaquezas, puede apiadarse de los ignorantes y de los errados (cf Hb 5, 1-2). No se niegue a oír a sus súbditos, a los que como a verdaderos hijos suyos abraza y a quienes exhorta a cooperar animosamente con él. Consciente de que ha de dar cuenta a Dios de sus almas (cf Hb 13, 17), trabaje con la oración, con la predicación y con todas las obras de caridad por ellos y también por los que todavía no son de la única grey, a quienes 74 En la ordenación se significa con elocuencia mistagógica el ministerio de la capitalidad episcopal tanto en la imposición de manos y la plegaria de ordenación, como en la unción de la cabeza y la entrega e imposición del Evangelio sobre la cabeza de quien es ordenado Obispo. 42 debe tener por encomendados en el Señor. Siendo él deudor para con todos, a la manera de Pablo, esté dispuesto a evangelizar a todos (cf Rm 1, 14-15) y no deje de exhortar a sus fieles a la actividad apostólica y misionera. Los fieles, por su parte, deben estar unidos con su Obispo como la Iglesia lo está con Cristo y como Cristo mismo lo está con el Padre, para que todas las cosas se armonicen en la unidad y crezcan para la gloria de Dios (cf 2 Cor 4, 15)” (n. 27). 100 En consecuencia, el “munus” (oficio, responsabilidad, potestad) episcopal es de origen divino inmediato en virtud de la sacramentalidad: “Jesucristo, al integrar su Cuerpo Místico, no utiliza solamente medios sensibles inanimados (sacramentos-cosas), sino también medios sensibles animados 75 (sacramentos-personas)” . En el Obispo, así como en el presbítero, éste en su respectivo orden y analogía como su “próvido colaborador” y en comunión con él, hay una presencia del Cristo muerto, resucitado y glorificado, del Cristo que “está a la derecha del Padre” y es nuestro único intercesor. II.A. 2. EL OBISPO, CUSTODIO DE LA ALIANZA NUPCIAL DE LA IGLESIA CON CRISTO. 101 Entre el Obispo y la Iglesia se establece, además, un lazo profundo de comunión que se identifica como una alianza nupcial, expresada con la simbología “esponsal” del “anillo pastoral”, según nos invita a reflexionar el Papa Benedicto XVI al recordarnos las palabras explicativas del rito de la entrega del anillo en la liturgia de la Ordenación episcopal: "Recibe el anillo, signo de fidelidad, y custodia a la Santa Iglesia, esposa de Cristo, en la integridad de la fe y en la pureza de la vida". La Iglesia es "esposa de Cristo" y el Obispo es el «custodio» (episkopos) de este misterio. El anillo es, por tanto, un signo de fidelidad: se trata de la fidelidad a la Iglesia y a la pureza de la fe de ella. Al Obispo, por tanto, se le confía una alianza nupcial: la de la Iglesia con Cristo. Son significativas las palabras que leemos en el Evangelio de Juan: “El esposo es aquel al que pertenece la esposa; pero el amigo del esposo, que está presente y le escucha, exulta de alegría a la voz del esposo" (3, 29). El concepto del "custodiar" no quiere decir solo conservar lo que ya ha sido establecido –aunque este elemento no deba faltar nunca– sino que incluye, en su esencia, también el aspecto dinámico, es decir una perpetua y concreta tendencia al perfeccionamiento, en plena armonía y continua adecuación a las exigencias 75 ANASTASIO GRANADOS, El misterio de la Iglesia en el Concilio Vaticano II, Ed. RIALP, MadridMéxico-Pamplona 1965, p. 263. 43 nuevas surgidas del desarrollo y del progreso de ese organismo viviente que es la 76 comunidad” . 102 El Obispo como “signo de Cristo, Pastor y Esposo de la Iglesia” (cf PG 4c), por su consagración episcopal está llamado a vivir con esperanza y a testimoniar la misericordia de Dios-Amor acercándose con un corazón compasivo a cada hombre y mujer que sufren y encontrarse con la oveja extraviada, puesto que: ”Cristo es el icono original del Padre y la manifestación de su presencia misericordiosa entre los hombres. El Obispo, actuando en persona y en nombre de Cristo mismo, se convierte, para la Iglesia a él confiada, en signo vivo del Señor Jesús, Pastor y Esposo, Maestro y Pontífice de la Iglesia” (PG 7c). “El Obispo es configurado con Cristo para amar a la Iglesia con el amor de Cristo esposo y para ser en la Iglesia ministro de su unidad, esto es, para hacer de ella «un pueblo convocado por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (LG 4. PG 13g). “Con su palabra y su actuación atenta y paternal, el Obispo cumple el compromiso de ofrecer al mundo la verdad de una Iglesia santa y casta en sus ministros y en sus fieles. Actuando de este modo, el pastor va delante de su grey como hizo Cristo, el Esposo, que entregó su vida por nosotros y dejó a todos el ejemplo de un amor puro y virginal y, por eso mismo, también fecundo y universal” (PG 21d). II.A. 3. EL OBISPO, SUCESOR DE LOS APÓSTOLES Y SERVIDOR DEL EVANGELIO, EN SU SOLICITUD PASTORAL POR LA IGLESIA UNIVERSAL Y PARTICULAR. 103 Las enseñanzas prioritarias del Concilio Vaticano II, sobre el Episcopado son: su origen o institución divina; la capitalidad de los Obispos 76 BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos nombrados en los últimos doce meses que participan en el curso anual organizado por la Congregación para los Obispos, Castelgandolfo, 13 de septiembre de 2010, d. Se citará: BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos nombrados en los últimos doce meses, 13 de septiembre de 2010. El anillo constituye una de las “insignias del ministerio pastoral del Obispo”. El anillo es símbolo de honor y poder –antiguamente servía para sellar los documentos- y, sobre todo, símbolo de los desposorios místicos entre el Obispo y su Iglesia. Cf PDV nn. 3. 16. 22-23. 50d (esponsalidad); UMBERTO CASALE, Comunità, en DE2010, p. 310. Iglesia, «Sponsa Verbi: Esposa del Verbo»: HEINRICH SCHLIER, Il tempo della Chiesa, Bologna 1965, pp. 255-297; HANS URS VON BALTHASAR, Chi è la sposa?, in Sponsa Verbi, Brescia 1972, pp. 139-187; R. INFANTE, Lo sposo e la sposa. Contributi per la Ecclesiologia…, in RASSEGNA DI TEOLOGIA, 37 [1996], pp. 452-481. 44 77 como sucesores de los Apóstoles, en relación con la misión apostólica ; la naturaleza sacramental, que confiere al Obispo la plenitud del sacramento del Orden (cf LG 21); la integración a un grupo unido, que es el “Orden de los Obispos” o “Colegio episcopal”, presidido por el Papa como cabeza. Además, lo reconoce como fundamento visible de la unidad en su Iglesia particular y de las demás Iglesias. Afirma que es un vínculo de comunión eclesial, del que nace “la solicitud de todos los Obispos por la Iglesia universal” (LG 22-23; 78 ChD 3; CIC c. 330) . 104 Esta enseñanza conlleva la necesidad de que las funciones, sacramentalmente recibidas por los Obispos en su consagración, sean ejercidas en comunión jerárquica con la Cabeza y los demás miembros del Colegio episcopal (cf LG 21; c. 375 § 2), por ello es necesaria la “misión canónica” (LG n. 24 y Nota Previa 2), para ejercer la capitalidad pastoral propia del Obispo al frente de la Iglesia particular o Diócesis a él encomendada (cf ChD 8. 11). Esta capitalidad epifánica de Cristo en el Obispo, no es absoluta e independiente sino, por naturaleza, está en relación vital con los demás miembros del Cuerpo79 Iglesia , desde el Colegio Episcopal. 105 Estos aspectos de la doctrina católica sobre el episcopado permiten considerar las funciones episcopales en una triple relación de vida y ministerio pastoral unitarios:1) en relación con el bien común de la Iglesia particular en la Iglesia universal, 2) con las Iglesias particulares o Diócesis que presiden los 77 Cf LG 20. ChD 2; CIC c. 375. “Colegio” en sentido propio o jurídico, es un grupo de iguales que delegan su poder a un presidente. Sin embargo, el Concilio no usa este término en este sentido, sino en un sentido análogo, en el sentido de que los Obispos no sólo forman un grupo o cuerpo estable para pastorear la Iglesia Universal, sino que tienen en el Romano Pontífice a su cabeza visible, de manera parecida a como los apóstoles, por voluntad de Cristo, formaban un grupo estable con Pedro como jefe. El Papa goza individualmente de suprema y plena potestad en la Iglesia Universal; el colegio, en cambio, sólo es sujeto de suprema y plena potestad colectivamente, es decir, con el Papa y bajo su autoridad. Cf los números 22-23 y la Nota Explicativa previa, al final de la Lumen Gentium; asimismo, los números 880-887 del CATIC. Cf DE2010: ORAZIO FRANCESCO PIAZZA, Collegialità episcopale, pp. 246-261. 79 La función pastoral de los Obispos no se desarrolla de manera independiente, aunque sí diferenciada en los diversos niveles de organización. Es una función pastoral articulada por “la misión canónica”, que distribuye los diversos oficios episcopales en la comunión jerárquica. En este sentido, el canon 376 establece una primera diferencia entre Obispos diocesanos y Obispos titulares: «se llaman diocesanos los Obispos a los que se ha encomendado el cuidado de una Diócesis; los demás se denominan titulares». 78 45 Obispos, 3) y con las instituciones interdiocesanas en las que colaboran los 80 miembros de la jerarquía episcopal (Conferencias episcopales) . 106 El ejercicio de la potestad episcopal se origina, dentro de la diversidad de carismas, funciones o ministerios, para servicio de la comunión-eclesialpastoral, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, a fin de realizar la misión que el mismo Jesucristo le ha confiado a su Iglesia. 81 107 Como sucesor de los Apóstoles , el Obispo es una presencia esencial y sensible del Espíritu Santo dentro de la naturaleza, la constitución y el dinamismo misionero, gracias a su solicitud pastoral por la Iglesia universal y particular: “Todos los Obispos, en cuanto miembros del Colegio Episcopal y legítimos sucesores de los Apóstoles por institución y mandato de Cristo han de extender su solicitud a toda la Iglesia” (PG 55; cf AS 13-21 y 22-32). 108 El Obispo está llamado a vivir su compromiso pastoral de solicitud amorosa por la Iglesia universal, sobre todo, en su Iglesia particular, colaborando, desde ella, al bien de la Iglesia universal: “En virtud de su pertenencia al Colegio episcopal, el Obispo se muestra solícito por todas las Iglesias y está unido a los otros miembros del Colegio mediante la fraternidad episcopal y el estrecho vínculo que une a los Obispos con la Cabeza del Colegio; esto exige que cada Obispo colabore con el Romano Pontífice, Cabeza del Colegio episcopal, a quien, por el oficio primacial sobre toda la Iglesia, se le confía la tarea de llevar la luz del Evangelio a todos los pueblos. En primer lugar, el Obispo deberá ser efectivamente signo y promotor de unidad en la Iglesia particular, que él representa en el seno de la Iglesia universal. Deberá mostrar solicitud por toda la Iglesia, que aun cuando no se ejercite individualmente sobre unos fieles concretos con la potestad de jurisdicción, contribuye al bien de todo el Pueblo de Dios. Por este motivo, el Obispo deberá “promover y defender la unidad de la fe y la disciplina común de toda la Iglesia” (LG 23), contribuyendo al Magisterio ordinario de la Iglesia y a la adecuada aplicación de la disciplina canónica universal, educando a los propios fieles al sentido de la Iglesia universal y colaborando en la promoción de toda actividad común en la Iglesia. El Obispo no deberá olvidar jamás el principio pastoral según el cual, rigiendo bien la propia Iglesia particular, contribuye al bien de todo el Pueblo de Dios, que es el cuerpo de las Iglesias “(AS 13). 80 Cf AS Cap. II, 13-32; DE2010: JOHANNES GROHE, Concilio ecuménico, pp. 333-338; AGOSTINO MONTANI, Concili particolari, pp. 338-345; MARIANO CROCIATA, Sinodo dei vescovi, pp. 13301339; UMBERTO CASALE, Conferenza episcopale, pp. 345-354. 81 Cf QDE23 pp. 433-440. 46 II.A. 4. EL OBISPO Y SU MINISTERIO EPISCOPAL EN LA SUCESIÓN APOSTÓLICA. 109 «La apostolicidad de la comunión eclesial», «la sucesión apostólica», «el anuncio evangelizador», «la sacramentalidad» y «el servicio pastoral» son elementos esenciales en la identificación del ser y quehacer eclesial del Obispo, particularmente en lo que mira a la “sucesión apostólica” de su “ser y ministerio episcopal”, dentro del cauce de la Tradición apostólica de la Iglesia. 110 Históricamente encontramos los orígenes del episcopado en el testimonio del Nuevo Testamento, cuando Jesús, Verbo Encarnado, realiza el llamado a los «Doce», entre todos sus discípulos. Una vez que Jesucristo les confía la misión de anunciar el Evangelio por todas las naciones (cf Mt 28, 18-20), en lo sucesivo todo carisma y ministerio dependerá del discernimiento y de la designación realizada por los apóstoles, mediante la imposición de las manos. El motivo fundamental de la elección de ministros es la exigencia de proveer el futuro de las Iglesias. Hecho ligado estrictamente al valor de la 82 Tradición, que en este aspecto se le ha llamado “sucesión apostólica” . 4.1. LA SUCESIÓN APOSTÓLICA. 111 Es indudable que la “sucesión apostólica” de la Iglesia tiene su fuente en la misma comunión Trinitaria. A través del ministerio apostólico, la Iglesia, comunidad congregada por el Hijo de Dios encarnado, vive, en la sucesión de los tiempos, edificando y alimentando la comunión en Cristo y en el Espíritu, a la que todos estamos llamados y en la que podemos experimentar la salvación que nos viene del Padre. “A través del ministerio apostólico, la Iglesia, comunidad congregada por el Hijo de Dios encarnado, vivirá en la sucesión de los tiempos edificando y alimentando la comunión en Cristo y en el Espíritu, a la que todos están llamados y en la que pueden experimentar la salvación donada por el Padre. En efecto, como dice el Papa san Clemente, tercer Sucesor de Pedro, al final del siglo I, los Doce se esforzaron por constituirse sucesores (cf 1 Clem 42, 4), para que la misión que les había sido encomendada continuara después de su muerte. Así, a lo largo de los siglos la Iglesia, orgánicamente estructurada bajo la guía de los pastores legítimos, ha seguido viviendo en el mundo como misterio de comunión, en el que se refleja de alguna manera la misma comunión trinitaria, el misterio de Dios mismo. El apóstol san Pablo alude ya a este supremo manantial trinitario, cuando desea a 82 Cf PETRIGLIERI, ASFV, Cap. I, pp. 9-21. 47 sus cristianos: "La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la 83 comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros" (2 Co 13, 13)” . 112 El Señor Jesús inició el proyecto de perpetuar su misión, convocando a los Doce. En ellos estaba representado el futuro pueblo de Dios: “Con fidelidad al mandato recibido del Señor, los Doce, después de su Ascensión, primero completan su número con la elección de Matías en lugar de Judas (cf Hch 1, 15-26); luego asocian progresivamente a otros en las funciones que les habían sido encomendadas, para que continúen su ministerio. El Resucitado mismo llama a Pablo (cf Gál 1, 1), pero Pablo, a pesar de haber sido llamado por el Señor como Apóstol, confronta su Evangelio con el Evangelio de los Doce (cf Gál 1,18), se esfuerza por transmitir lo que ha recibido (cf 1 Co 11, 23; 15, 3-4), y en la distribución de las tareas misioneras es asociado a los Apóstoles, junto con 84 otros, por ejemplo con Bernabé (cf Gál 2, 9)” . 113 La “sucesión apostólica” tiene su raíz en la “apostolicidad de la comunión eclesial” que deriva, a su vez, de la comunión con la Trinidad (cf I Jn 2, 83 BENEDICTO XVI, El don de la comunión, Audiencia general, 29 de marzo de 2006, a-b. Se citará: BENEDICTO XVI, El don de la comunión. 84 BENEDICTO XVI, La sucesión apostólica, Audiencia general, 10 de mayo de 2006, b. Se citará: BENEDICTO XVI, La sucesión apostólica; cf BENEDICTO XVI, La voluntad de Jesús sobre la Iglesia y la elección de los Doce, Audiencia general, 15 de marzo de 2006. Sin embargo, la sucesión apostólica no implica que todas las prerrogativas de los apóstoles se comuniquen a los Obispos, aunque sí el “munus apostolicum”; JOSEPH LECUYER, El episcopado como sacramento, en GUILLERMO BARAUNA, La Iglesia del Vaticano II, vol II, JUAN FLORS Ed. Barcelona 1966, pp. 731-749 (en adelante esta obra se citará como BARAUNA, IGVAT); RINALDO FABRIS, Dodici, en DE2010, pp. 443-460. Además, la Iglesia afirma que la sucesión apostólica es afirmada en forma colegial, no individual. La única sucesión individual que afirma la Iglesia es del Romano Pontífice, como sucesor del bienaventurado Pedro (Concilio Vaticano I, Constitución “Pastor Aeternus: Pastor eterno”, cap. 2). En los escritos del Nuevo Testamento el número “doce” está asociado varias veces al grupo de discípulos que están con Jesús y lo siguen hasta Jerusalén, donde es condenado a muerte. Después de la resurrección este grupo, sigue presente y activo en Jerusalén; está al origen de la misión de Cristo entre los hebreos y los gentiles, como guías responsables de la vida y de la misión de la Iglesia naciente (cf RINALDO FABRIS, Dodici, en DE2010, pp. 443-460). “Se puede deducir del valor simbólico que tienen los números en el mundo semítico: doce es resultado de multiplicar tres, número perfecto, por cuatro, número que remite a los cuatro puntos cardinales y, por consiguiente, al mundo entero”: BENEDICTO XVI, La Tradición apostólica, Audiencia general, 3 de mayo de 2006, d. Sin embargo, desde otra perspectiva, con la sucesión apostólica no se agota toda la apostolicidad de la Iglesia. La Iglesia, toda ella, es apostólica no sólo los pastores. Cristo la fundó sobre Pedro y los demás apóstoles. La Iglesia es apostólica en su fundamento, en su estructura sacramental jerárquica, y en su misión. En consecuencia, podemos diferenciar entre la apostolicidad común: propia de toda la Iglesia, y la apostolicidad específica, que atañe sólo a los Obispos: cf JUAN JOSÉ HERNÁNDEZ ALONSO, La nueva creación, Ed. Sígueme, Salamanca 1976, p. 439. 48 14). El Papa Benedicto XVI nos explica el sentido de la apostolicidad de la comunión eclesial: “De acuerdo con los testimonios de la Iglesia antigua, la apostolicidad de la comunión eclesial consiste en la fidelidad a la enseñanza y a la práctica de los Apóstoles, a través de los cuales se asegura el vínculo histórico y espiritual de la 85 Iglesia con Cristo” . 114 Al inicio, la condición de apóstol comienza con una llamada, un encuentro y convivencia personal y un envío de Jesucristo; este ha sido el modelo para la sucesiva llamada, encuentro, convivencia y envío de otros apóstoles, con la fuerza del Espíritu, por medio de la imposición de manos de quienes ya han sido constituidos en el ministerio apostólico. Este es el camino por el que continuará ese ministerio, que luego, desde la segunda generación, vino a llamarse: “ministerio episcopal”, es decir, "episcopé". 115 Al Papa Benedicto XVI le pareció importante explicar lo que quiere decir “Obispo”, cuál es su ministerio y cómo se inserta en la sucesión apostólica: Obispo, “es la palabra que usamos para traducir el término griego "epíscopos". Esta palabra indica a una persona que contempla desde lo alto, que mira con el corazón. Así, san Pedro mismo, en su primera carta, llama al Señor Jesús "pastor y Obispo –guardián-" (1 Pe 2, 25). Y según este modelo del Señor, que es el primer Obispo, guardián y pastor de las almas, los sucesores de los Apóstoles se llamaron luego Obispos, “epíscopoi”. Se les encomendó la función del “episcopé”. Esta precisa función del Obispo se desarrollará progresivamente, con respecto a los inicios, hasta asumir la forma -ya claramente atestiguada en san Ignacio de Antioquía al comienzo del siglo II (cf Ad Magnesios, 6, 1: PG 5, 668)- del triple oficio de Obispo, Presbítero y Diácono. Es un desarrollo guiado por el Espíritu de Dios, que asiste a la Iglesia en el discernimiento de las formas auténticas de la sucesión apostólica, cada vez más definidas entre múltiples experiencias y formas carismáticas y ministeriales, presentes en la comunidad de los orígenes. Como hemos visto, Matías fue el primer asociado a los Doce, luego Pablo, Bernabé y otros, hasta la formación del ministerio del Obispo, en la segunda y tercera generación. Así pues, la continuidad se realiza en esta cadena histórica. Y en la continuidad de la sucesión está la garantía de perseverar en la comunidad eclesial, del Colegio apostólico que Cristo reunió en torno a sí. Pero esta continuidad, que vemos primero en la continuidad histórica de los ministros, se debe entender también en sentido espiritual, porque la sucesión apostólica en el ministerio se considera como lugar privilegiado de la acción y de la transmisión del Espíritu Santo. 85 BENEDICTO XVI, Ibídem., k. 49 Así, la sucesión en la función episcopal se presenta como continuidad del ministerio apostólico, garantía de la perseverancia en la Tradición apostólica, palabra y vida, que nos ha encomendado el Señor. El vínculo entre el Colegio de los Obispos y la comunidad originaria de los Apóstoles se entiende, ante todo, en 86 la línea de la continuidad histórica” .. 4.2. CRISTO LLEGA A NOSOTROS, MEDIANTE LA SUCESIÓN APOSTÓLICA. 116 Quienes somos la Iglesia de Jesucristo hoy, estamos llamados y comprometidos a vivir la comunión en la fe, esperanza y amor, de acuerdo al proyecto salvífico que quiso confiar a su Iglesia, su Cuerpo, prolongación de su misión y vicariedad: “La sucesión apostólica del ministerio episcopal es el camino que garantiza la fiel transmisión del testimonio apostólico. Lo que representan los Apóstoles en la relación entre el Señor Jesús y la Iglesia de los orígenes, lo representa análogamente la sucesión ministerial en la relación entre la Iglesia de los orígenes y la Iglesia actual. No es una simple concatenación material; es, más bien, el instrumento histórico del que se sirve el Espíritu Santo para hacer presente al Señor Jesús, cabeza de su pueblo, a través de los que son ordenados para el ministerio, mediante la imposición de las manos y la oración de los Obispos. Así pues, mediante la sucesión apostólica, es Cristo quien llega a nosotros: en la palabra de los Apóstoles y de sus sucesores, es Él quien nos habla; mediante sus manos, es Él quien actúa en los sacramentos; la mirada de ellos, es su mirada la que nos envuelve y nos hace sentir amados, acogidos en el corazón de Dios. Y también hoy, como al inicio, Cristo mismo es el verdadero “pastor y guardián” de nuestras almas, al que seguimos con gran confianza, gratitud y 87 alegría” . 117 El “ministerio de los Apóstoles” se prolonga hasta nuestros días en el “ministerio episcopal”, mediante la “sucesión apostólica”. Ésta no es un mero continuismo de inercia tradicional, ni una mera sucesión social e institucional de personas, sino que, esencialmente, es un impulso dinámico del Espíritu de Cristo, que se hace presente para vivificar, suscitar la 86 BENEDCTO XVI, Ibídem., c-d-e-f. Cf RAMÓN VILLAR, El Colegio Episcopal. Estructura teológica y pastoral, Ed. Rialp, Madrid 2004; JOSÉ R. VILLAR (Dir.), Iglesia, ministerio episcopal y ministerio petrino, Ed. Rialp, Madrid 2004; DE2010: RINALDO FABRIS, Dodici, pp. 443-460; PHILIP GOYRET, Successione apostolica, pp. 1408-1425; ORAZIO FRANCESCO PIAZZA, Collegialità episcopale, pp. 246-261. 87 BENEDICTO XVI, Ibídem., k-l; cf DE2010: PHILIP GOYRET, Successione apostolica, pp. 14091425. 50 comunión, conducir hacia la verdad y consolidar el servicio en el amor, mediante aquellos que son llamados al servicio episcopal: “La Iglesia es totalmente del Espíritu, pero tiene una estructura, la sucesión apostólica, a la que compete la responsabilidad de garantizar la permanencia de la Iglesia en la verdad donada por Cristo, de la que deriva también la capacidad del amor. El primer sumario de los Hechos de los Apóstoles expresa con gran eficacia la convergencia de estos valores en la vida de la Iglesia naciente: "Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión (koinonìa), a la fracción del pan y a las oraciones" (Hch 2, 42). La comunión nace de la fe suscitada por la predicación apostólica, se alimenta con el partir el pan y la oración, y se manifiesta en la caridad fraterna y en el servicio. Estamos ante la descripción de la comunión de la Iglesia naciente con la riqueza de su dinamismo interior y sus expresiones visibles: el don de la comunión es custodiado y promovido de modo especial por el ministerio apostólico, que a su vez es don para toda la comunidad. Los Apóstoles y sus sucesores son, por consiguiente, los custodios y los testigos autorizados del depósito de la verdad entregado a la Iglesia, como son también los ministros de la caridad; estos dos aspectos van juntos. Siempre deben ser conscientes de que estos dos servicios son inseparables, pues en realidad es uno solo: verdad y caridad, reveladas y donadas por el Señor Jesús. En ese sentido, su servicio es ante todo un servicio de amor: la caridad que deben vivir y promover es inseparable de la verdad que custodian y transmiten. La verdad y el amor son dos caras del mismo don, que viene de Dios y, gracias al ministerio apostólico, es custodiado en la Iglesia y llega a nosotros hasta la actualidad. También a través del servicio de los Apóstoles y de sus sucesores, nos llega el amor de Dios Trinidad para comunicarnos la verdad que nos hace libres 88 (cf Jn 8, 32)” . 4.3. EL OBISPO EN LA TRADICIÓN APOSTÓLICA DE LA IGLESIA. 118 La sucesión apostólica en la que quedan insertados los Obispos, quienes son llamados y constituidos como sucesores de los Apóstoles, por medio de la ordenación episcopal y la misión canónica eclesial, no es un acontecimiento aislado, sino un proceso y vivencia continuada de comunión eclesial que toman su sentido y se generan en el seno de la “Tradición apostólica”, por la fuerza vivificadora del amor creador de la Santa Trinidad, a lo largo de la historia: 88 BENEDICTO XVI, El servicio a la comunión, Audiencia general, 5 de abril de 2006, h-i-j-k. 51 “La Tradición apostólica de la Iglesia consiste en esta transmisión de los bienes de la salvación, que hace de la comunidad cristiana la actualización permanente, con la fuerza del Espíritu, de la comunión originaria. La Tradición se llama así porque surgió del testimonio de los Apóstoles y de la comunidad de los discípulos en el tiempo de los orígenes, fue recogida por inspiración del Espíritu Santo en los escritos del Nuevo Testamento y en la vida sacramental, en la vida de la fe, y a ella —a esta Tradición, que es toda la realidad siempre actual del don de Jesús— la Iglesia hace referencia continuamente como a su fundamento y a su norma a través de la sucesión ininterrumpida del ministerio apostólico. Esta permanente actualización de la presencia activa de nuestro Señor Jesucristo en su pueblo, obrada por el Espíritu Santo y expresada en la Iglesia a través del ministerio apostólico y la comunión fraterna, es lo que en sentido teológico se entiende con el término Tradición: no es la simple transmisión material de lo que fue donado al inicio a los Apóstoles, sino la presencia eficaz del Señor Jesús, crucificado y resucitado, que acompaña y guía mediante el Espíritu Santo a la comunidad reunida por él. La Tradición es la comunión de los fieles en torno a los legítimos pastores a lo largo de la historia, una comunión que el Espíritu Santo alimenta asegurando el vínculo entre la experiencia de la fe apostólica, vivida en la comunidad originaria de los discípulos, y la experiencia actual de Cristo en su Iglesia. En otras palabras, la Tradición es la continuidad orgánica de la Iglesia, templo santo de Dios Padre, edificado sobre el cimiento de los Apóstoles y mantenido en pie por la piedra angular, Cristo, mediante la acción vivificante del Espíritu Santo: "Así pues, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu" (Ef 2, 19-22). Gracias a la Tradición, garantizada por el ministerio de los Apóstoles y de sus sucesores, el agua de la vida que brotó del costado de Cristo y su sangre saludable llegan a las mujeres y a los hombres de todos los tiempos. Así, la Tradición es la presencia permanente del Salvador que viene para encontrarse con nosotros, para redimirnos y santificarnos en el Espíritu mediante el ministerio de su Iglesia, para gloria del Padre. Así pues, concluyendo y resumiendo, podemos decir que la Tradición no es transmisión de cosas o de palabras, una colección de cosas muertas. La Tradición es el río vivo que se remonta a los orígenes, el río vivo en el que los orígenes están siempre presentes. El gran río que nos lleva al puerto de la eternidad. Y al ser así, en este río vivo se realiza siempre de nuevo la palabra 52 del Señor que hemos escuchado… "He aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20)” 89. “La Iglesia transmite todo lo que es y lo que cree; lo transmite con el culto, con la vida y con la enseñanza. Así pues, la Tradición es el Evangelio vivo, anunciado por los Apóstoles en su integridad, según la plenitud de su experiencia única e irrepetible: por obra de ellos la fe se comunica a los demás, hasta nosotros, hasta el fin del mundo. Por consiguiente, la Tradición es la historia del Espíritu que actúa en la historia de la Iglesia a través de la mediación de los Apóstoles y de sus sucesores, en fiel continuidad con la experiencia de los orígenes. Esta cadena del servicio prosigue hasta hoy, y proseguirá hasta el fin del mundo. En efecto, el mandato que dio Jesús a los Apóstoles fue transmitido por ellos a sus sucesores. Más allá de la experiencia del contacto personal con Cristo, experiencia única e irrepetible, los Apóstoles transmitieron a sus sucesores el 90 envío solemne al mundo que recibieron del Maestro” . 89 BENEDICTO XVI, La Tradición, comunión en el tiempo, Audiencia general, 26 de abril de 2006, c. i-l. 90 BENEDICTO XVI, La Tradición apostólica, Audiencia general, 3 de mayo de 2006, h. j. Cf DE2010: GIUSEPPE LORIZIO, Tradizione, pp.1451-1462; VALENTINO MARALDI, Ministero ordinato, 859-866; RINO FISICHELA; Magisterio, 825-838; SANDRA MAZZOLINI, Apostolicità, PP.26-38; GIUSEPPE TRAPANI, Autorità, 74-85. Ciertamente la Iglesia es una Iglesia ministerial, a partir de la única ministerialidad original y originante de Jesucristo. Sin embargo, es preciso ir aclarando la terminología para evitar confusiones. A este respecto S.S. Juan Pablo II, el 13 de agosto 1997 aprobó de forma específica un Decreto general, llamado “Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes”, promulgado el 15 de agosto de 1997, por distintas Congregaciones y Consejos Pontificios, encabezados por la Congregación para el Clero. Cito algunos aspectos de este Decreto que constituyen una iluminación significativa: “Poner el fundamento del ministerio ordenado en la sucesión apostólica, en cuanto tal ministerio continúa la misión recibida de los Apóstoles de parte de Cristo, es punto esencial de la doctrina eclesiológica católica”… “El ministerio ordenado, por tanto, es constituido sobre el fundamento de los Apóstoles para la edificación de la Iglesia: «está totalmente al servicio de la Iglesia misma»... «A la naturaleza sacramental del ministerio eclesial está intrínsecamente ligado el carácter de servicio. Los ministros en efecto, en cuanto dependen totalmente de Cristo, quien les confiere la misión y autoridad, son verdaderamente «esclavos de Cristo» (cf Rm 11)” (n.1). “Si, por tanto, el ejercicio de parte del ministro ordenado del munus docendi, sanctificandi et regendi constituye la sustancia del ministerio pastoral, las diferentes funciones de los sagrados ministros, formando una indivisible unidad, no se pueden entender separadamente las unas de las otras, al contrario, se deben considerar en su mutua correspondencia y complementariedad…”. “El ejercicio de estas tareas no hace del fiel laico un pastor: en realidad no es la tarea la que constituye un ministro, sino la ordenación sacramental. Solo el Sacramento del Orden atribuye al ministerio ordenado de los Obispos y presbíteros una peculiar participación al oficio de Cristo Cabeza y Pastor y a su sacerdocio eterno. La función que se ejerce en 53 4.4. LA SUCESIÓN APOSTÓLICA EN LA IGLESIA DE ROMA. 119 Pedro, discípulo y apóstol del Señor, a pesar de su negación, fue elegido por Jesucristo como su Vicario. Con su muerte en Roma atestiguó su amor al Señor. La sucesión apostólica de la Iglesia de Roma, cuyo Obispo es el sucesor de Pedro, se convierte en el signo, el criterio y la garantía de la transmisión ininterrumpida de la fe apostólica, según nos lo atestiguan los Padres de la Iglesia: “San Ireneo, refiriéndose aquí a la red de la sucesión apostólica como garantía de perseverar en la palabra del Señor, se concentra en la Iglesia "más grande, más antigua y más conocida de todos", "fundada y establecida en Roma por los más gloriosos apóstoles, Pedro y Pablo", dando relieve a la Tradición de la fe, que en ella llega hasta nosotros desde los Apóstoles mediante las sucesiones de los Obispos. De este modo, para san Ireneo y para la Iglesia universal, la sucesión episcopal de la Iglesia de Roma se convierte en el signo, el criterio y la garantía de la transmisión ininterrumpida de la fe apostólica: "Con esta Iglesia, a causa de su calidad de suplente, adquiere su legitimación, inmediata y formalmente, de la delegación oficial dada por los pastores, y en su concreta actuación es dirigido por la autoridad eclesiástica»” (n. 2). “«Desde hace un cierto tiempo se ha introducido el uso de llamar ministerio no solo los officia (oficios) y los munera (funciones) ejercidos por los Pastores en virtud del sacramento del Orden, sino también aquellos ejercidos por los fieles no ordenados, en virtud del sacerdocio bautismal…”. “«Lo que ha permitido, en algunos casos, la extensión del término ministerio a los munera propios de los fieles laicos es el hecho de que también estos, en su medida, son participación al único sacerdocio de Cristo. Los Officia a ellos confiados temporalmente, son, más bien, exclusivamente fruto de una delegación de la Iglesia. Sólo la constante referencia al único y fontal 'ministerio de Cristo' (...) permite, en cierta medida, aplicar también a los fieles no ordenados, sin ambigüedad, el término ministerio: sin que éste sea percibido y vivido como una indebida aspiración al ministerio ordenado, o como progresiva erosión de su especificidad” (Art.1, §2.a). “En este sentido original, el termino ministerio (servitium) manifiesta solo la obra con la cual los miembros de la Iglesia prolongan, a su interno y para el mundo, la misión y el ministerio de Cristo. Cuando, al contrario, el termino es diferenciado en relación y en comparación entre los distintos munera e officia, entonces es necesario advertir con claridad que sólo en fuerza de la sagrada ordenación éste obtiene aquella plenitud y correspondencia de significado que la tradición siempre le ha atribuido»” (Art.1, §2.b). “La delegación temporal en las acciones litúrgicas, a las que se refiere el can. 230 §2, no confiere alguna denominación especial al fiel no ordenado. No es lícito por tanto, que los fieles no ordenados asuman, por ejemplo, la denominación de «pastor», de «capellán»,… o de títulos semejantes que podrían confundir su función con aquella del Pastor, que es únicamente el Obispo y el Presbítero” (Art.1, §3.b). 54 origen más excelente (propter potiorem principalitatem), debe necesariamente estar de acuerdo toda la Iglesia, es decir, los fieles de todas partes, pues en ella se ha conservado siempre la tradición que viene de los Apóstoles" (ib., III, 3, 2: PG 7, 848). La sucesión apostólica -comprobada sobre la base de la comunión con la de la Iglesia de Roma- es, por tanto, el criterio de la permanencia de las diversas Iglesias en la Tradición de la fe apostólica común, que ha podido llegar hasta nosotros desde los orígenes a través de este canal: "Por este orden y sucesión, ha llegado hasta nosotros aquella tradición que, procedente de los Apóstoles, existe en la Iglesia y en el anuncio de la verdad. Y esta es la prueba más palpable de que es una sola y la misma fe vivificante, que en la Iglesia, desde los Apóstoles hasta ahora, se ha 91 conservado y transmitido en la verdad" (ib., III, 3, 3: PG 7, 851)” . 120 Cada Obispo en su respectiva Iglesia particular tiene su “cátedra” y la “cátedra” del apóstol Pedro y sus sucesores se encuentra en Roma: La "cátedra", literalmente, es la sede fija del Obispo, puesta en la Iglesia madre de una Diócesis, que por eso se llama "Catedral", y es el símbolo de la autoridad del Obispo, y en particular de su "magisterio", es decir, de la enseñanza evangélica que, en cuanto sucesor de los Apóstoles, está llamado a conservar y transmitir a la comunidad cristiana. Cuando el Obispo toma posesión de la Iglesia particular que le ha sido encomendada, llevando la mitra y el báculo pastoral, se sienta en la cátedra. Desde esa sede guiará, como maestro y pastor, el camino de los fieles en la fe, en la esperanza y en la caridad. ¿Cuál fue, por tanto, la "cátedra" de san Pedro? Elegido por Cristo como "roca" sobre la cual edificar la Iglesia (cf Mt 16, 18), comenzó su ministerio en Jerusalén, después de la Ascensión del Señor y de Pentecostés. La primera "sede" de la Iglesia fue el Cenáculo… Sucesivamente, la sede de Pedro fue Antioquía, en Siria (hoy Turquía)…“San Pedro fue el primer obispo de Anteoquia en donde nació el nombre de cristianos para nosotros (cf Hch 11, 26)-… Desde allí la Providencia llevó a Pedro a Roma. Por tanto, tenemos el camino desde Jerusalén, Iglesia naciente, hasta Antioquía, primer centro de la Iglesia procedente de los paganos, y todavía unida con la Iglesia proveniente de los judíos. Luego Pedro se dirigió a Roma, centro del Imperio, símbolo del "Orbis" —la "Urbs" que expresa el "Orbis", la tierra—, donde concluyó con el martirio su vida al servicio del Evangelio. Por eso, la sede de Roma, que había recibido el mayor honor, recogió también el oficio encomendado por Cristo a Pedro de estar al servicio de todas las 92 Iglesias particulares para la edificación y la unidad de todo el pueblo de Dios” . 91 BENEDICTO XVI, La sucesión apostólica, i-j. Cf DE2010: RINALDO FABRIS, Pietro, pp. 10601976; DONATO VALENTINI, Primato romano, pp. 1128-1150. 92 BENEDICTO XVI, La Cátedra de San Pedro don de Cristo a su Iglesia, Audiencia general, 22 de febrero de 2006, a-d. 55 121 Es significativo que el ministerio y el carisma del primado de Pedro se caractericen por una íntima relación de la Eucaristía con la comunión eclesial: “…el hecho de que varios de los textos clave referidos a Pedro puedan enmarcarse en el contexto de la última Cena, en la que Cristo le confiere el ministerio de confirmar a los hermanos (cf Lc 22, 31ss), muestra cómo el ministerio confiado a Pedro es uno de los elementos constitutivos de la Iglesia que nace del memorial pascual celebrado en la Eucaristía. El hecho de insertar el primado de Pedro en el contexto de la última Cena, en el momento de la institución de la Eucaristía, Pascua del Señor, indica también el sentido último de este primado para todos los tiempos: Pedro debe ser el custodio de la comunión con Cristo; debe guiar a la comunión con Cristo; debe cuidar de que la red no se rompa, a fin de que así perdure la comunión universal. Sólo juntos podemos estar con Cristo, que es el Señor de todos. La responsabilidad de Pedro consiste en garantizar así la comunión con Cristo, con la caridad de Cristo, guiando la realización de esta 93 caridad en la vida diaria” . II.B. SER Y QUEHACER INTEGRAL DEL OBISPO DIOCESANO, DESDE SU PERFIL ECLESIAL-JURÍDICOPASTORAL Y MISIONERO, EN EL MUNDO DE HOY. 122 Les invito ahora, miembros de mi familia diocesana, a adentrarnos en la vida, el quehacer y el espíritu pastoral de los Obispos diocesanos, 94 esbozando algunos rasgos del misterio de su perfil y carisma episcopal . 123 Es fácil percibir que, según las exigencias de la Iglesia y de la sociedad de hoy, el ser y la misión del Obispo se caracterizan por grandes retos y nuevos problemas, que debe afrontar en el ministerio pastoral cotidiano, debido al progreso y a los cambios repentinos que se vienen realizando en aspectos significativos de los ámbitos de la realidad social, política, económica, cultural, educativa, científica, tecnológica, laboral, artística, ecológica… y todo el desafiante universo de las Tecnologías de la Información y la 93 BENEDICTO XVI, Pedro, la roca sobre la que Cristo fundó su Iglesia, Audiencia general del 7 de junio de 2006, j-k. Se citará BENEDICTO XVI, Pedro, la roca, 7 de junio de 2006. 94 Cf QDE23 pp. 431-449 56 Comunicación social (TICs, TIC, Nuevas Tecnologías… NTIC o IT: 95 “Information Technology”), informática, internet y telecomunicaciones : “En el Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales…, he invitado a reflexionar sobre el hecho que las nuevas tecnologías no sólo cambian el modo de comunicación sino que están produciendo una amplia transformación cultural. Se va desarrollando un nuevo modo de aprender y de pensar, con oportunidades inéditas para establecer relaciones y construir comunión (a través del lenguaje digital)… Las nuevas tecnologías «tienen la capacitad de pesar no solamente sobre las modalidades, sino también sobre los contenidos del pensamiento» (Aetatis novae, 4)... El mundo de la comunicación interesa a todo el 96 universo cultural, social y espiritual de la persona humana” . 124 125 La misión del Obispo, debe llevarlo a afrontar los desafíos actuales que están minando la misma vida cristiana, tales como el modo secularizado de entender la vida en la cual, de hecho, Dios está ausente de la existencia y de la conciencia humana; la mentalidad edonista y consumista predominante; la migración; la globalización; los crecientes desequilibrios económicos y ecológicos; la investigación científica y tecnológica; la vida socio-política y cultural, puesto que todas estas realidades están dejando huellas en el comportamiento cotidiano de muchos cristianos, que se muestran frecuentemente influenciados o condicionados, por la cultura de la imagen; “a fin de que el Evangelio se conserve siempre íntegro y vivo en la Iglesia” (AS Introducción, c). 126 Hoy se trata de un ministerio a desarrollar con un fuerte «dinamismo misionero» o “Nueva Evangelización”, teniendo en cuenta las 97 circunstancias que vive la Iglesia en el mundo , con sus crisis personales, 95 Cf KOFI ANNAN, Secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Discurso inaugural de la primera fase de la WISIS, Ginebra 2003; ARMAND MATTELART, Historia de la Sociedad de la Información, Barcelona, Ed. Paidos, 2002; MANUEL CASTELLS, La era de la información: economía, sociedad y cultura, Ed. Siglo XXI, México 2000; La Sociedad de la Información y el Conocimiento, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, Año XLV, núm. 185, mayo-agosto de 2002. 96 BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en la Asamblea plenaria del Pontificio Consejo de las Comunicaciones sociales, 28 febrero 2011, a. d. Será sumamente conveniente leer y reflexionar el contenido completo de este discurso. 97 La importancia y vigencia primordial de esta necesidad de la Evangelización está en el hecho de que 2 de febrero del 2011, fue fechado el documento “«Lineamenta» para la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos”. Asamblea general ordinaria a realizarse en la Ciudad del Vaticano, del 7 al 28 de octubre del año 2012, sobre el tema 57 familiares y sociales; étnicas, regionales, nacionales e internacionales; morales, espirituales y religiosas; de los fenómenos lacerantes de la violencia, la injusticia, la corrupción y el narcotráfico; de los de los ataques contra la vida y la convivencia humana. Todas estas realidades no solamente 98 menoscaban y destruyen la dignidad sino a la misma persona humana . 127 La categoría de la “misión evangelizadora” define la singular identidad del Obispo, porque le une con Jesucristo mismo y, por lo tanto, con la Trinidad, puesto que la misión del Obispo y la misión de Cristo es “obra de Dios”, “obra del Espíritu” (cf RM 24). 128 En la misión está el fundamento de su función pastoral en la Iglesia, ya que el Obispo siempre es considerado “el ministro de la comunidad” y se expresa en las diversas maneras de “presidir” a la Iglesia particular que se le ha confiado. El principio de la comunión se concretiza de una manera especial en la “potestad episcopal” (AS 63-69), en donde el Obispo se perfila como “centro de unidad de la Iglesia particular”, por eso el Obispo tendrá siempre: “conciencia de ser en la Diócesis el fundamento y el principio visible de unidad de la Iglesia particular. Debe promover y tutelar continuamente la comunión eclesial en el presbiterio diocesano, de modo que su ejemplo de dedicación, acogida, bondad, justicia y comunión efectiva y afectiva con el Papa y sus hermanos en el Episcopado, una siempre más los presbíteros entre ellos y con él, y ningún presbítero se sienta excluido de la paternidad, fraternidad y amistad del Obispo. Este espíritu de comunión del Obispo animará a los presbíteros en su solicitud pastoral por conducir a la comunión con Cristo y en la unidad de la Iglesia particular al pueblo confiado a sus cuidados pastorales” (AS 63d). 129 Este es el testimonio de la autoconciencia de nuestro ser y misión como Obispos en Latinoamérica y el Caribe: «Nova evangelizatio ad christianam fidem tradendam: La nueva evangelización para la trasmisión de la fe cristiana». 98 “En los trabajos de estos días han afrontado temas de relevante actualidad que cuestionan profundamente a la sociedad contemporánea y la desafían para encontrar respuestas siempre más adecuadas para el bien de la persona humana... Renuevo la expresión de mi reconocimiento… por el valor científico y ético con el cual realizan su compromiso al servicio del bien de la persona humana”: BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en la Asamblea plenaria de la Pontificia Academia para la Vita, Sala Clementina, 26 febrero 2011, a.f. 58 “Los Obispos, como sucesores de los apóstoles, junto con el Sumo Pontífice y bajo su autoridad, con fe y esperanza, hemos aceptado la vocación de servir al Pueblo de Dios conforme al corazón de Cristo Buen Pastor. Como Pastores, servidores del Evangelio, somos conscientes de ser llamados a vivir el amor a Jesucristo y a la Iglesia en la intimidad de la oración, y de la donación de nosotros mismos a los hermanos y hermanas, a quienes presidimos en la caridad. Es como dice San Agustín: con ustedes soy cristiano, para ustedes soy obispo… Servimos a Cristo y a la Iglesia mediante el discernimiento de la voluntad del Padre, para reflejar al Señor en su modo de pensar, de sentir, de hablar y de comportarse en medio de los hombres. En síntesis, los Obispos hemos de ser testigos cercanos y gozosos de Jesucristo, Buen Pastor (cf Jn 10, 1-18). Los Obispos, como pastores y guías espirituales de las comunidades a nosotros encomendadas, estamos llamados a “hacer de la Iglesia una casa y escuela de comunión”. Como animadores de la comunión tenemos la misión de acoger, discernir y animar carismas, ministerios y servicios en la Iglesia. No podemos olvidar que el Obispo es principio y constructor de la unidad de su Iglesia particular y santificador de su pueblo, testigo de esperanza y padre de los fieles, especialmente de los pobres, y que su principal tarea es ser maestros de la fe, anunciador de la Palabra de Dios y la administración de los sacramentos, 99 como servidores de la grey” . 130 Así, lo que dice y hace el Obispo ha de revelar la autoridad de la palabra y el modo de proceder de Jesucristo, es decir, ha de manifestar su presencia pastoral activa en su Iglesia: “los Obispos como «vicarios y legados» gobiernan las Iglesias particulares que se les han confiado, no sólo con sus proyectos, con sus consejo y sus ejemplos, sino también con su autoridad y potestad sagrada, que ejercen, sin embargo, únicamente para construir su rebaño en la verdad y santidad, recordando que el mayor debe hacerse como el menor y el superior como el servidor (cf Lc 22, 26-27: LG 27)” (PG 43a). Es decir, “los Obispos son sucesores de los Apóstoles no sólo en la autoridad y potestad sagrada, sino también en la forma de vida apostólica” (Idem, 43e). 131 Es así como los fieles descubren que no es el Obispo quien manda o prohíbe, sino Cristo Resucitado, presente en la comunidad, por medio del mismo Obispo y que el testimonio de éste, asimismo, es lo que les lleva a la aceptación del Evangelio: El desafío para los presbíteros es análogo, puesto que son colaboradores del Obispo en su ministerio e integrantes de su “Presbiterio”. Así, cada presbítero da testimonio de la comunión eclesial, sacramental, pastoral y jurídica, realizando y viviendo su ministerio “in persona Christi Capitis: en 99 DA: Los Obispos, discípulos misioneros de Jesús Sumo Sacerdote, 186-189. 59 la persona de Cristo Cabeza” y de «representar» al Señor. De esta manera el Papa Benedicto XVI nos confirma en la fe, realizando su “ministerio petrino”: “Para comprender lo que significa que el sacerdote actúa in persona Christi Capitis —en la persona de Cristo Cabeza—, y para entender también las consecuencias que derivan de la tarea de representar al Señor, especialmente en el ejercicio de estos tres oficios, es necesario aclarar ante todo lo que se entiende por «representar». El sacerdote representa a Cristo. ¿Qué quiere decir «representar» a alguien? En el lenguaje común generalmente quiere decir recibir una delegación de una persona para estar presente en su lugar, para hablar y actuar en su lugar, porque aquel que es representado está ausente de la acción concreta. Nos preguntamos: ¿El sacerdote representa al Señor de la misma forma? La respuesta es no, porque en la Iglesia Cristo no está nunca ausente; la Iglesia es su cuerpo vivo y la Cabeza de la Iglesia es él, presente y operante en ella. Cristo no está nunca ausente; al contrario, está presente de una forma totalmente libre de los límites del espacio y del tiempo, gracias al acontecimiento de la Resurrección… Por lo tanto, el sacerdote que actúa in persona Christi Capitis y en representación del Señor, no actúa nunca en nombre de un ausente, sino en la Persona misma de Cristo resucitado, que se hace presente con su acción realmente eficaz. Actúa realmente y realiza lo que el sacerdote no podría hacer: la consagración del vino y del pan para que sean realmente presencia del Señor, y la absolución de los pecados. El Señor hace presente su propia acción en la persona que realiza estos gestos. Estos tres oficios del sacerdote —que la Tradición ha identificado en las diversas palabras de misión del Señor: enseñar, santificar y gobernar— en su distinción y en su profunda unidad son una especificación de esta representación eficaz. Esas son en realidad las tres acciones de Cristo resucitado, el mismo que hoy en la Iglesia y en el mundo enseña y así crea fe, reúne a su pueblo, crea presencia de la verdad y construye realmente la comunión de la Iglesia universal; y 100 santifica y guía” . 132 Por lo que mira a los diversos y característicos ministerios de la Iglesia particular, éstos “encuentran su radical unidad y armonía en la figura del Obispo: puesto en el centro de la Iglesia particular, circundado por su presbiterio, coadyuvado por religiosos y laicos, el Obispo, en nombre y con la autoridad de Cristo, enseña, santifica y gobierna al pueblo al que está estrechamente unido como el pastor a su rebaño. Hay una reciprocidad entre 100 BENEDICTO XVI, Munus docendi: la misión de enseñar, Audiencia general, 14 de abril de 2010, a. 60 los fieles y su pastor y maestro, el Obispo. Éste presenta en manera auténtica el contenido del depósito de la fe a la cual todo el Pueblo de Dios se adhiere y que también él ha recibido en cuanto miembro de este pueblo” (AS 118b). 133 Los rasgos que configuran el perfil del Obispo, en relación con el gobierno pastoral de la Iglesia particular a él confiada, pueden resumirse señalando: “el Obispo es el buen pastor que conoce a sus ovejas y es conocido por ellas, verdadero padre que se distingue por su espíritu de caridad y de celo hacia todos; sin embargo, también como juez que administra la justicia habitualmente a través del Vicario Judicial y el Tribunal, él presta a la comunidad un servicio no menos excelente, imprescindible para el bien espiritual de los fieles” (AS158b). 134 La respuesta personal del Obispo a este don y misterio, lo mismo que de la comunidad eclesial a la que sirve, consiste en aceptar que en la consagración episcopal ha recibido “una especial efusión del Espíritu Santo que lo configura de manera especial a Cristo, Cabeza y Pastor. El mismo Señor, “maestro bueno” (Mt 19, 6), “sumo sacerdote” (Hb 7, 26), “Buen Pastor que ofrece la vida por las ovejas” (Jn 10, 11) ha impreso su rostro humano y divino, su semejanza, su poder y su virtud en el Obispo. Él es la única y permanente fuente de la espiritualidad del Obispo. Por tanto, el Obispo, santificado en el Sacramento con el don del Espíritu Santo, es llamado a responder a la gracia recibida mediante la imposición de las manos, santificándose y uniformando su vida personal a Cristo en el ejercicio del ministerio apostólico. La configuración a Cristo permitirá al Obispo corresponder con todo su ser al Espíritu Santo, para armonizar en sí los aspectos de miembro de la Iglesia y, a la vez, de Cabeza y Pastor del pueblo cristiano, de hermano y de padre, de discípulo de Cristo y de maestro de la fe, de hijo de la Iglesia y, en cierto sentido, de padre de la misma, siendo ministro de la regeneración sobrenatural de los cristianos” (AS 33). Todas estas “imágenes del Obispo tomadas de la Escritura y de la Tradición de la Iglesia, como la de pastor, pescador, guardián solícito, padre, hermano, amigo, portador de consuelo, servidor, maestro, hombre fuerte, “sacramentum bonitatis: sacramento de bondad”, remiten a Jesucristo y muestran al Obispo como hombre de fe y de discernimiento, de esperanza y de empeño real, de mansedumbre y de comunión. Tales imágenes indican que entrar en la sucesión apostólica significa entrar en batalla a favor del Evangelio“ (AS 2a). 135 El gobierno pastoral del Obispo se rige por este principio fundamental: la potestad o autoridad en la Iglesia, que le viene de “hacer presente” al Pastor y Señor Resucitado, tiene como objeto la edificación del Pueblo de Dios, 61 haciendo de él una comunidad de discípulos del Mismo, que tienen como 101 misión hacer presente en nuestro mundo el reinado de Dios . 136 El Obispo, por tanto, ejerce sus funciones en nombre de Cristo y en nombre de la Iglesia, no de manera aislada, sino en comunión con la Cabeza y demás miembros del Colegio episcopal, al servicio de su Iglesia y las Iglesias en 102 comunión . 137 Los Obispos no han de considerarse, ni ser considerados, vicarios del Romano Pontífice, ya que ejercen potestad propia, que de ninguna manera es anulada por la potestad suprema y universal del Papa, sino, por el contrario es afirmada, robustecida y apreciada por él, por quien el Espíritu Santo mantiene indefectiblemente la forma y carisma de gobierno que Cristo Señor estableció para su Iglesia. El sucesor de Pedro tiene el carisma y ministerio de confirmar a sus hermanos en la fe y de apacentar a la Iglesia (cf Lc 22, 32; 103 LG 27-28) . 101 Cf PG 43b. A. D'ORS, Iglesia universal e Iglesia particular, en IUSCA Vol. 28, Nº 55, 1988, pp. 295303. 103 El Concilio Vaticano II enseña que el Obispo de Roma, como Vicario de Cristo, tiene potestad suprema y universal sobre toda la Iglesia (cf LG 22). Esta potestad, como la de todos los Obispos, tiene carácter ministerial (ministerium=servicio) como ya hacían notar los Padres de la Iglesia. El Romano Pontífice no tiene solamente un cargo de inspección o de dirección, sino que tiene "una potestad plena y suprema de jurisdicción sobre la Iglesia universal, no sólo en aquellas cosas que pertenecen a la fe y costumbres, sino también en lo tocante a la disciplina y al gobierno de la Iglesia extendida por todo el mundo" (DZ 3064). A este propósito es bueno precisar enseguida que esta plenitud de potestad atribuida al Papa no quita nada a la plenitud que pertenece también al Colegio episcopal. Más aún, se debe afirmar que ambos, el Papa y el Colegio episcopal, tienen toda la plenitud de la potestad. El Papa posee esta plenitud a título personal mientras el Colegio episcopal la posee colegialmente, estando unido bajo la autoridad del Papa. El poder del Papa no es el resultado de una simple adición numérica, sino el principio de unidad y de conexión del Colegio episcopal. Precisamente por esto el Concilio subraya que la potestad del Papa "es ordinaria e inmediata tanto en todas y cada una de las Iglesias como en todos y cada uno de los pastores y fieles" (DZ 3064). Es ordinaria, en el sentido de que es propia del Romano Pontífice en virtud de la tarea que le corresponde, y no por delegación de los Obispos; es inmediata, porque puede ejercerla directamente, sin el permiso o la mediación de los Obispos, aunque este hecho no impide que los consulte y escuche su parecer, en actitud de corresponsabilidad apostólica. Cf R. VILLAR, IMEP, pp. 217-321: Ministerio Petrino e Iglesia universal, TERCERA PARTE, Capítulo XV: Naturaleza y finalidad del primado del Papa. 102 62 138 En armonía con el orden jerárquico, derivado de la misma constitución divina que Jesucristo legó a su Iglesia, el Romano pontífice, como Vicario de Cristo y Sucesor de Pedro, a quien el Señor dio la autoridad para «atar y desatar» (cf Mt 16, 19), puede ejercerla sobre algún aspecto de la potestad episcopal que se reserve (cf CIC c. 381 §1) y puede también ordenar su ejercicio, según las necesidades de las comunidades eclesiales (LG 27; c. 333 §1; PG 43c). 139 Esto nos lleva a tener presentes algunas causas reservadas al Romano Pontífice (con sus órganos eclesiales inmediatos de colaboración: la Santa Sede), dentro del espíritu de la comunión eclesial, según el Derecho. Se encuentran enunciadas en el ANEXO 1. II.B.1. EL OBISPO PRESIDE LA DIÓCESIS Y SU ORGANIZACIÓN PASTORAL, AL SERVICIO DE LA COMUNIÓN Y PARTICIPACIÓN ECLESIAL EN LA MISIÓN EVANGELIZADORA. 140 Desde las luces del Magisterio, del Derecho, de la reflexión teológica y la experiencia pastoral, es conveniente iluminar y precisar algunas de nuestras realidades eclesiales diocesanas. Todas éstas tienen estrecha relación con el ser y la misión del Obispo diocesano, como servidor del Evangelio. En el ejercicio de su ministerio cumple la “triple función de enseñar, santificar y regir” al Pueblo de Dios en su Iglesia particular. A este respecto, tiene especial significado de inspiración la Exhortación Apostólica Postsinodal “Pastores Gregis: Los Pastores de la Grey”, de SS. Juan Pablo II, sobre el Obispo servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo (16 de octubre de 2003). 141 El Concilio Vaticano II, a través del decreto “Christus Dominus: Cristo Señor”, en su numeral 11, nos describe los distintos elementos de la Diócesis, en cuanto comunidad de fieles, presidida por su Obispo diocesano, visión conciliar que el Código de Derecho Canónico, expresa así: “LA DIÓCESIS es una porción del Pueblo de Dios, cuyo cuidado pastoral se encomienda al Obispo con la cooperación del presbiterio, de manera que, unida a su pastor y congregada por él en el Espíritu Santo, mediante el Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la cual verdaderamente está 63 presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica” (CIC c. 104 369) . 142 La anterior descripción de la Iglesia diocesana contiene los siguientes elementos teológicos y jurídicos: a) Desde la visión teológica, el Obispo como pastor, en sentido bíblico, es signo personal de unidad y comunión y tiene la misión de unir al rebaño, en la Diócesis, bajo la acción del Espíritu Santo; es ministro del 105 Evangelio y de la Eucaristía. La Palabra de Dios , en su ministerio, es dada y transmitida (Revelación); propuesta y enseñada (Magisterio) urgida y asumida en el Espíritu de Cristo (Derecho). Asimismo, la Eucaristía, sacramento de unidad y de la vida de los fieles, es celebrada y vivida en la comunidad. Le corresponde también, consolidar las notas esenciales de la Iglesia de Cristo. b) Desde la dimensión jurídica, la Diócesis está constituida por una porción del Pueblo de Dios, aquellos fieles que la habitan territorialmente (cf CIC cc. 372 §1; 368). En ella, el Obispo, sucesor de los Apóstoles, en virtud del Espíritu Santo, es constituido pastor, maestro de la doctrina, sacerdote del culto sagrado y ministro para regir a la Iglesia diocesana, con la potestad sagrada de la misión canónica eclesial (cf CIC c. 375; PG 9c). El Papa, supremo pastor y cabeza del Colegio Episcopal, tiene primacía sobre todas las Iglesias particulares; así se expresa la catolicidad de la Iglesia. En base a dicha catolicidad, puede hacerse presente y operante como pastor que 106 representa a “Cristo, el Único y Supremo Pastor” (PDV 15c) . 143 La Diócesis o Iglesia particular, de esta manera, es ante todo una porción del Pueblo de Dios, jerárquicamente estructurada en virtud de la “sagrada potestad” del Obispo y la dedicación estable de su propio presbiterio, para realizar la misión de la Iglesia. No es un simple espacio administrativo territorial, sino una entidad constitucional primaria, de comunidad de fieles en torno a un sucesor de los Apóstoles. El Obispo ejerce en ella la sagrada potestad recibida de Jesucristo, a través de la mediación de la Iglesia (“sacramento del Orden” y “misión canónica”). La Diócesis, una vez 104 Cf ChD 11. 22. 24; PO 10; PABLO VI, Motu proprio ESa, 6 agosto 1966, I, 12; Idem., Constitución Apostólica REU, Art. 49; cc. 368-369. 372-374; PB Art. 75ss y 89. 105 Cf BENEDICTO XVI, VD 54-55. 6. 17-18. 15-16. 45. 52. 78-81. 106 Cf CIC, c. 333; DOMINGO J. ANDRÉS GUTIÉRREZ, Comentario al canon 369, en ANTONIO BENLLOCH POVEDA (Dir.), Código de Derecho Canónico. Edición bilingüe, fuentes y comentarios d todos los cánones, EDICEP, Valencia 1993, pp. 194-195, se citará BENLLOCH, COMC; DE2010: MARCELLO SEMERARO, Chiesa locale, pp. 145-158; Id. Chiesa universale, pp. 168-181. 64 erigida legítimamente por el Romano pontífice, goza “ipso iure: por derecho propio” de personalidad jurídica en la Iglesia Universal (cf CIC c. 107 373) . 144 En consecuencia, lo anteriormente expresado significa que “la plenitud de la Iglesia una, santa, católica y apostólica sólo se realiza, prioritariamente, en la Iglesia local. El misterio de la Iglesia particular es el misterio de la presencia del todo en la parte, y de la contemporánea permanencia de esta última como parte del todo. La unidad de la Iglesia local encuentra su expresión más elevada y, al mismo tiempo, su fuente en la Eucaristía que celebra el Obispo con el “Orden de los presbíteros”, el “Orden de los diáconos” y la participación activa de todos los bautizados (cf LG 26). 145 La variedad de los carismas y ministerios, personales y comunitarios, se recibe y se coordina en la comunión eclesial que nos viene de la Trinidad y que se realiza en cada comunidad reunida, bajo la fuerza de la única Palabra, del único Pan, del único Espíritu que salvan, en Cristo, para gloria del Padre. Esta es la misión preclara, fundamental y dinámica del ministerio del Obispo. En comunión con él viven su ministerio los presbíteros en las comunidades que les ha encomendado. En consecuencia, él es el signo y el ministro (servidor) de la unidad, diversidad y comunión de la Iglesia “Catholica”, realizada en su Comunidad diocesana, con una renovada 108 sensibilidad e intencionalidad significativamente pastoral . 107 Al describir la Iglesia particular, el Decreto conciliar Christus Dominus: Cristo Señor”, la define como “comunidad de fieles confiada al cuidado pastoral del Obispo”, “cum cooperatione presbyterii: con la colaboración del presbiterio”. En efecto, entre el Obispo y los presbíteros hay una “communio sacramentalis: comunión sacramental” en virtud del sacerdocio ministerial o jerárquico, que es participación en el único sacerdocio de Cristo y, por tanto, aunque en grado diferente, en virtud del único ministerio eclesial ordenado y de la única misión apostólica confiada (cf PG 47). Cf LEO SCHEFFCZYK, Capítulo VII: Ministerio episcopal e Iglesia local, en R. VILLAR, IMEP, pp. 125-139. 108 Cf ICT p. 40; cf ARTURO CATTANEO, Capítulo IX: Contribución del Concilio Vaticano II a la teología de la Iglesia particular, en R. VILLAR, IMEP, pp. 157-177; IUSCA: A. D’ORS, Iglesia universal e Iglesia particular, Vol. 28, Nº 55, 1988, pp. 295-303; ELOY TEJERO, La estructura sacramental de la Iglesia particular y su plenitud en la “communio catholica”, Vol. 34, Nº 67, 1994, pp. 25-54. 65 1.1. LAS PARROQUIAS INTEGRADAS AL DECANATO, A LAS ZONAS PASTORALES Y A LA DIÓCESIS, EN COMUNIÓN CON EL OBISPO. 146 Nuestra Diócesis, como las demás Iglesias particulares, está integrada por Parroquias, agrupadas en Decanatos y éstos, a su vez, en Vicarías episcopales (cf CIC cc. 374. 476. 553). A estas divisiones se les llama también circunscripciones «menores». Entre estas porciones diocesanas, destacan las Parroquias y los Decanatos: “Sin embargo, el Código de Derecho Canónico expresa la prioridad pastoral de las parroquias sobre los Decanatos de dos maneras: en primer lugar, determinando que los Decanatos no son divisiones territoriales necesarias, mientras que sí lo son las Parroquias (cf CIC c. 374); en segundo lugar, desde el punto de vista sistemático, al presentar, el Código del Derecho Canónico, la normativa sobre los Decanos, los considera después de los cánones dedicados a las Parroquias, “dando a entender así que los Decanatos se justifican en función 109 de las parroquias y no a la inversa” . 110 147 La Parroquia , consecuentemente, es una determinada comunidad de fieles, regida por un Párroco, bajo la autoridad del Obispo diocesano, alimentándola con la Palabra, santificándola con los sacramentos y apacentándola como “pastor propio” (cf CIC c. 519), en Jesucristo, único Buen Pastor. La Instrucción "El presbítero, pastor y guía de la comunidad parroquial", emanada de la Congregación para el Clero, el 4 de agosto de 2002, destaca que la parroquia constituye, de manera vital, “la célula de la Diócesis”. Subraya que es el ámbito primario del cuidado pastoral ordinario de los fieles cristianos, encomendado al párroco como pastor propio, bajo la autoridad del Obispo diocesano; lo cual implica vivir en espíritu de comunión eclesial, pastoral y jerárquica, con una dimensión transversal y globalmente misionera (cf ChD 28; CIC c. 515). 148 La Parroquia como entidad eclesial fundamental es un espacio 111 antropológico-cósmico , teológico, pastoral, comunitario, eclesial, 109 OGI, pp. 268-269. Cf CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO, Asamblea general LXXXVII sobre la renovación de las parroquias, 20-24 de abril de 2009; CARLOS Card. AMIGO VALLEJO, La Parroquia, casa de la familia cristiana, Carta pastoral, Sevilla 15 de agosto de 2009 (se citará: PCFC); ANTONIO VASTANTUNO, Parrocchia, en DE2010, pp. 1016-1026. 111 BENEDICTO XVI, VD 108: “El compromiso en el mundo requerido por la divina Palabra nos impulsa a mirar con ojos nuevos el cosmos que, creado por Dios, lleva en sí la huella del Verbo, por quien todo fue hecho (cf Jn 1, 2). En efecto, como creyentes y anunciadores 110 66 evangelizador y misionero, es decir, es un lugar social, humano-salvífico, del encuentro con Dios, con los hermanos y con el universo. Encierra una inagotable riqueza comunitaria porque en ella se encuentra una inmensa variedad de dones, carismas, tareas, servicios y ministerios; lo mismo que diversas situaciones humanas de edades, culturas, grupos, estratos sociales, circunstancias, acontecimientos y signos de los tiempos. Sin excluir las realidades cósmicas como el agua, el pan, el vino, el aceite, la luz, la sal,… que se transforman en expresiones sacramentales o en lenguaje simbólico, inicialmente antropológico y cósmico. 149 Toda esta la riqueza y variedad de dones es necesario que se orienten hacia una auténtica revitalización, teniendo en cuenta el aspecto teológico-pastoral y el práctico, que no pueden separarse, a fin de favorecer el misterio de comunión y de misión que la comunidad parroquial está llamada a 112 realizar : 150 De ahí que, cada Parroquia, está llamada a ser espacio y signo claro, 113 comprensible, de vinculación fraterna, de solidaridad , comunión y misión -universal, continental, nacional y diocesana-, que vive según el modelo apostólico primigenio de la comunidad de Jerusalén. Este modelo consiste en escuchar la Palabra de Dios, en celebrar los Sacramentos, esencialmente la Eucaristía y en testimoniar la caridad fraterna, perseverando en la oración, la hospitalidad y el compartir los bienes. En este estilo de vida encontramos los criterios esenciales para una adecuada comprensión de la naturaleza de la comunidad cristiana, como lo es la parroquia, según la expresión de S.S. 114 Benedicto XVI (cf Hch 2, 42; 4, 32-35) . del Evangelio tenemos también una responsabilidad con respecto a la creación. La revelación, a la vez que nos da a conocer el plan de Dios sobre el cosmos, nos lleva también a denunciar las actitudes equivocadas del hombre cuando no reconoce todas las cosas como reflejo del Creador, sino como mera materia para manipularla sin escrúpulos”. 112 BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en la Asamblea plenaria del Pontificio Consejo para los Laicos, 22 de septiembre de 2006, c: “Después de examinar… la naturaleza teológica y pastoral de la comunidad parroquial, es preciso afrontar la cuestión desde un punto de vista operativo, buscando elementos útiles para fomentar una auténtica revitalización parroquial… De hecho, el aspecto teológico pastoral y el práctico no pueden separarse, si se quiere acceder al misterio de comunión del que la parroquia está llamada a ser cada vez más signo e instrumento de actuación”. 113 Cf PEDRO OSSANDÓN BULJEVIC, La Parroquia, misionera y solidaria. A la luz de Aparecida, 9, Misión continental, CELAM-CEM, A.R., México 2008, se citará PAMI. 114 BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en la Asamblea plenaria del Consejo Pontificio para los Laicos, 22 de septiembre de 2006, d-e: “En los hechos de los Apóstoles, el evangelista san Lucas indica los criterios esenciales para una adecuada comprensión 67 151 Las Parroquias son “células vivas de la Iglesia y espacios comunitarios privilegiados para una experiencia concreta de Cristo y de su Iglesia, y 115 formarse en la fe” . Son “células vivas de la Iglesia” por su integración en el “cuerpo de Cristo” (cf I Cor 12, 12-13. 27; Rm 12, 4-5; Col 1, 18; LG 7). Como “células” están llamadas a hacer surgir la vida y la acción pastoral parroquial en sus diversas expresiones, de manera integral, orgánica y diferenciada, con el fin de fortalecer y desarrollar el espíritu y la comunión de la acción pastoral y misionera de la Iglesia diocesana. El Papa Juan Pablo II nos enseña en su magisterio: “… La parroquia sigue siendo una de las instituciones más importantes en la vida de la Iglesia, porque en ella se hacen presentes la Iglesia universal y la Iglesia diocesana; porque es la célula eclesial en donde los fieles viven y expresan, de diversos modos, la comunión con los demás católicos del mundo entero, es decir, es la «comunidad de comunidades» en la que cualquier otra comunidad o grupo de fieles (especialmente la “Iglesia doméstica” o Familia), encuentra su punto de referencia para vivir y expresar la fe y la comunión con el Romano Pontífice, con el 116 Obispo diocesano y con las demás parroquias” . 152 La Parroquia, en efecto, es una “célula del Cuerpo de Cristo, esencialmente misionera”. En la búsqueda de responder a su revitalización, según el de la naturaleza de la comunidad cristiana y, por tanto, también de toda parroquia, cuando describe la primera comunidad de Jerusalén que perseveraba en la escucha de la enseñanza de los Apóstoles, en la unión fraterna, «en la fracción del pan y en la oración», una comunidad acogedora y solidaria hasta el punto de que todo lo ponía en común (cf Hch 2, 42; 4, 32-35). La Parroquia puede revivir esta experiencia y crecer en el entendimiento y en la cohesión fraterna si ora incesantemente, si permanece a la escucha de la palabra de Dios y, sobre todo, si participa con fe en la celebración de la Eucaristía presidida por el sacerdote. En este sentido escribía el amado Juan Pablo II en su última encíclica “Ecclesia de Eucharistia”: «La Parroquia es una comunidad de bautizados que expresan y confirman su identidad principalmente por la celebración del sacrificio eucarístico» (n. 32)”. 115 Cf DA 304; cf 6.1.1. El encuentro con Jesucristo 243-245; 6.1.2: Lugares de encuentro con Jesucristo, 246-257; 6.4: Lugares de formación para los discípulos misioneros, 301346. 116 Cf AA.VV. Cuestiones Selectas de Derecho Parroquial, Vol. 1, Universidad Pontificia de México, México 2006, Prólogo, p. 6: De forma recíproca, la Iglesia local y universal es edificada por las familias, "pequeñas Iglesias domésticas", como las llamó el Concilio Vaticano II (cf LG 1; AA 11), utilizando una antigua expresión patrística (cf San Juan Crisóstomo, In Genesim sermo, VI, 2; VII, 1). En el mismo sentido, la Familiaris consortio afirma que "el matrimonio cristiano (...) constituye el lugar natural dentro del cual se lleva a cabo la inserción de la persona humana en la gran familia de la Iglesia" (n. 15). 68 querer de Dios, aquí y ahora, para nosotros, Iglesia diocesana, hemos de 117 encaminarnos a la expresión de una Iglesia viva misionera que no sólo cuide de los que están al alcance de nuestra acción pastoral cotidiana, sino que salga al encuentro de aquellos y aquellas personas que no tienen ninguna relación con la vida eclesial. Esto quiere decir que nuestras comunidades parroquiales están llamadas a formar, capacitar y enviar a personas y equipos misioneros que ofrezcan el servicio del Evangelio, a partir el “encuentro con Jesucristo”, en los ambientes de relación, trabajo y cultura descristianizados y secularizados. Este era un aspecto del modelo misionero de la Iglesia de Antioquía, donde reservaron a Pablo y a Bernabé 118 para la misión (Hch 13, 2) . 153 Mirando al mundo actual, desde el horizonte de la evangelización, el Venerable Papa Juan Pablo II, en su Encíclica Redemptoris missio, distinguía tres situaciones o ámbitos: 1) la actividad misionera de la Iglesia dirigida a pueblos, grupos humanos, contextos socioculturales donde Cristo y su Evangelio no son conocidos, “misión ad Gentes”. 2) La actividad o atención pastoral cotidiana de la Iglesia en comunidades que irradian el testimonio del Evangelio. 3) La Nueva Evangelización donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio. No es fácil definir los confines de la atención pastoral cotidiana a los fieles, la Nueva Evangelización y la actividad misionera “Ad Gentes”. En algunos ámbitos se hacen indispensables las tres orientaciones de la misión, conjuntamente (cf RM 33. 34b; VD 95-97). 154 En esta perspectiva, nuestras comunidades parroquiales actualmente están llamadas a constituirse, cada una, en la gran “familia misionera”. En ellas los discípulos-misioneros se acompañan y ayudan mutuamente a vivir la inicial e insustituible experiencia kerigmática de un constante encuentro y 117 “La Parroquia como célula misionera. Después de las palabras «corresponsabilidad» (años 70), «comunión» (años 80), «colaboración» (años 90), he aquí que la palabra «misión», normalmente asociada a la palabra «evangelización», vuelve a ocupar su lugar”: ALPHONSE BORRAS-GILLES ROUTHIER, La nueva parroquia, Ed. Sal Terrae, Colección pastoral, 87, Santander 2009, p. 77, se citará LNPA. 118 LNPA, Ibídem, “Pablo, que ejerció un ministerio misionero, distinguió siempre entre el ministerio pastoral –el del Obispo o del Presbítero, que están al cuidado de la asamblea cristiana de un lugar o que velan sobre una porción del rebaño- y el ministerio misionero e itinerante del primer anuncio y de la predicación kerigmática”: pp. 69-70. 69 seguimiento de Jesucristo, el Señor; recomenzando desde Él, para superar 119 toda amenaza del “gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia” . 155 La Parroquia como “célula eclesial misionera” supera el concepto preconciliar de parroquia como un encuadramiento de los fieles en un territorio determinado. El Concilio Vaticano II superó el concepto de la “parroquia beneficio propio del párroco”, “parroquia isla”, promoviendo el sentido de “parroquia como comunidad misionera” de relaciones interpersonales, fraternas y cálidas; de ayuda mutua, de intercambio y de diálogo, manifestadas como testimonio misionero (cf SC 42; AdG 15). Mientras que la “Parroquia” es la Iglesia reunida por la Palabra, la “misión” representa a la Iglesia abierta a un mundo que no ha escuchado la Palabra, 120 por estar sumergido en un ambiente de cultura secularizada . 156 La Parroquia abierta a la misión significa que los discípulos están dispuestos a enviar “fuera” a los suyos al encuentro de quienes no tienen relación alguna con la vida eclesial, formando, capacitando y apoyando a agentes misioneros, enviándolos al estilo del evangelio “de dos en dos”, es decir, en grupos, equipos o como miembros de pequeñas comunidades eclesiales (cf Mc 6, 7-13). Cuando seamos capaces de “salir de la casa de nuestros padres” (“Iglesia doméstica”), para anunciar y ser testigos de Cristo Vivo ante el hombre de hoy en sus ambientes culturales. 157 Finalmente las Parroquias, como “células eclesiales misioneras”, sustentan su vitalidad parroquial, decanal, zonal y diocesana, permaneciendo fieles al plan de Dios, en un proceso evangélico de permanente conversión y testimonio de comunión y misión eclesiales: “…todo el Pueblo de Dios es un pueblo «enviado»… La Iglesia, como misterio de comunión, es toda ella misionera y, cada uno en su propio estado de vida, está 121 llamado a dar una contribución incisiva al anuncio cristiano” . 158 Hoy en América, como en otras partes del mundo, las Parroquias encuentran a veces dificultades en el cumplimiento de su misión, por ello, deben revitalizarse continuamente, a través de una decidida “renovación” 122. En 119 PAMI pp. 10. 12; cf DA 10. 12. 41. 243-245. 100h. 226. 304-306. Cf LNPA Ibídem, pp. 68-69. 121 BENEDICTO XVI, VD 94. 122 “Esa renovación pastoral de la vida parroquial implica espacios de iniciación cristiana, de educación y celebración de la fe, la apertura a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, la organización participativa y corresponsable, la integración de movimientos de apostolado ya existentes, la atención a la diversidad cultural de sus habitantes y el 120 70 ellas se encuentra una particular expresión de la Iglesia, como “misterio de comunión para la misión evangelizadora”, y una experiencia de 123 participación corresponsable en la pastoral “integrada” , orgánica y de conjunto: “… Las parroquias están llamadas a ser receptivas y solidarias, lugar de la iniciación cristiana, de la educación y la celebración de la fe; abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios; organizadas de modo comunitario y responsable; integradoras de los movimientos de apostolado ya existentes; atentas a la diversidad cultural de sus habitantes; abiertas a los proyectos pastorales, desarrollo de proyectos pastorales y supraparroquiales (cf DA 170): VÍCTOR SÁNCHEZ ESPINOSA, Secretario General del CELAM, Presentación, en PAMI pp. 3-4. 123 Cf BENEDICTO XVI, Encuentro con los sacerdotes de la Diócesis de Albano, Castelgandolfo, 31 de agosto de 2006: He aquí algunos conceptos que expresó, en respuesta a una pregunta relativa a la expresión y contenido de la pastoral “integrada”: Me parece haber entendido su contenido: debemos tratar de integrar en un único camino pastoral: A) tanto las diversas dimensiones del trabajo pastoral, B) como los diversos agentes pastorales que existen hoy. Así, el Papa distingue las dimensiones pastorales y los sujetos del trabajo pastoral, y trata de integrarlo todo en un único camino pastoral. A) Respecto a las diversas dimensiones afirmó que “en la parroquia tenemos tres compromisos (dimensiones) fundamentales, que brotan de la esencia de la Iglesia y del ministerio sacerdotal: 1) el servicio sacramental, 2) el anuncio de la Palabra (con sus dos elementos esenciales: la homilía y la catequesis)” y 3) la cáritas, la diakonía (“Siempre somos responsables de los que sufren, de los enfermos, de los marginados, de los pobres”). B) Respecto a los agentes y su trabajo a realizar, evangelización, afirmó: “El párroco no puede hacerlo todo. Es imposible. No puede ser un "solista"; no puede hacerlo todo; necesita la ayuda de otros agentes pastorales que deben ser colaboradores en la parroquia para una pastoral "integrada". Para esta pastoral "integrada" hoy es importante que los otros agentes que hay no sólo sean activos, sino que además se integren en el trabajo de la parroquia. El párroco no debe actuar él solo; debe también delegar. Deben aprender a integrarse realmente en el trabajo común de la parroquia y, naturalmente, también en la autotrascendencia de la parroquia en dos sentidos: a) la autotrascendencia, en el sentido de que las parroquias colaboran en la Diócesis, porque el Obispo es su pastor común y ayuda a coordinar también sus compromisos (ad intra); b) la autotrascendencia, en el sentido de que trabajan para todos los hombres de este tiempo y tratan también de llevar el mensaje a los agnósticos, a las personas que están en fase de búsqueda. Los que no tienen fe o tienen poca fe, y decirles una palabra misionera”. “De ordinario distingo, expresó el Papa, entre “evangelización continuada” —porque la fe continúa, la parroquia la vive— y “nueva evangelización”, que trata de ser misionera, de ir más allá de los confines de los que ya son "fieles" y viven en la parroquia, o se benefician, tal vez también con una fe "reducida", de los servicios de la parroquia”. Concluye su respuesta diciendo: “Coordinados por el Obispo, tratemos de armonizar los diversos sectores de la pastoral, de activar a los distintos agentes y sujetos pastorales en el compromiso común: por una parte, ayudar a la fe de los creyentes, que es un gran tesoro; y, por otra, hacer que el anuncio de la fe llegue a todos los que buscan con corazón sincero una respuesta satisfactoria a sus interrogantes existenciales”. 71 supra-parroquiales y diocesanos, lo mismo que a las realidades socio-económico124 culturales y religiosas circunstantes” . 159 Del seno fecundo de la Comunidad Parroquial, desde las familias, surgirá la esperanza de nuevas vocaciones: “De ahí que cada una de nuestras Comunidades Parroquiales está llamada, por su naturaleza, ser vocacional. Más allá de una estructura jurídica, la Parroquia se revela como célula viva de la Iglesia. En ella se dan procesos de iniciación en la fe que culminan en una opción vocacional. El dinamismo vocacional de la iglesia se da en ella, que es madre que engendra y cobija las distintas vocaciones y formas de vida que el espíritu suscita: laicos, casados, solteros, viudos, consagrados, sacerdotes, etc. Desde ella hemos de crear una cultura vocacional que posibilite a 125 cada uno de los fieles cristianos la toma de conciencia de su propia vocación” . 160 La Palabra, la Eucaristía y el testimonio de una valiente entrega de amor al servicio de los hermanos, favorecerán, en el Pueblo de Dios, el surgimiento y la multiplicación de las vocaciones: de presbíteros, siempre necesarios para la vitalidad y pastoreo de la Iglesia; ahí nacerán también diáconos permanentes, ministros, servidores del altar y de la caridad; consagrados y consagradas; catequistas; lo mismo que los laicos cuyo testimonio de vida evangélica es indispensable para hacer presente el Reinado de Dios en las realidades temporales. La realización de esta diversidad de vocaciones específicas, supone la respuesta a una vocación radical, universal y primigenia: “…la vida misma es vocación en relación con Dios. Esto quiere decir que, cuanto más ahondemos en nuestra relación personal con el Señor Jesús, tanto más nos daremos cuenta de que Él nos llama a la santidad mediante opciones definitivas, con las cuales nuestra vida corresponde a su amor, asumiendo tareas y ministerios para edificar la Iglesia. En esta perspectiva, se entiende la invitación del Sínodo a todos los cristianos para que profundicen su relación con la Palabra de Dios en cuanto bautizados, pero también en cuanto llamados a vivir según los diversos estados de vida. Aquí tocamos uno de los puntos clave de la doctrina del Concilio Vaticano II, que ha subrayado la vocación a la santidad de todo fiel, cada uno en el propio estado de vida. En la Sagrada Escritura es donde encontramos revelada nuestra vocación a la santidad: «Sean santos, como yo soy santo» (Lv 11,44; 19,2; 20, 7). Y san Pablo muestra la raíz cristológica: el Padre «nos eligió 124 Cf JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica postsinodal “Ecclesia in America: La Iglesia en America”, Acerca del encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América, México 22 de enero 1999, 41. Se citará EAm. 125 OPERARIOS DIOCESANOS, Pastoral Vocacional, Ed. Operarios Diocesanos, México 2008, Colección Vocacional, pp. 15-16. 72 en la persona de Cristo –antes de crear el mundo– para que fuésemos santos 126 e irreprochables ante él por el amor» (Ef 1, 4)” . 161 La Parroquia, ”comunidad enviada y misionera en espera de su Señor”, también es llamada a mantenerse en búsqueda constante y permanente del querer salvífico de Dios, como envío misionero, para encarnar una auténtica revitalización parroquial –a través de una conversión personal, comunitaria, pastoral y estructural-, conjugando los principios y criterios eclesiales del Magisterio, los teológicos y jurídicos, con la praxis y las 127 como una respuesta y oferta evangélica a la líneas de acción pastorales, cuestión del sentido de la vida, de la cultura y la historia del hombre de hoy. 162 La Parroquia, partiendo del principio fundamental de ser esencialmente «comunidad eucarística», está llamada a centrar su vida y su misión en Jesucristo-Eucaristía, Pan de Vida. Sin vida eucarística la Parroquia se 128 vuelve estéril, porque “la Iglesia vive de la Eucaristía” . La Eucaristía dominical es fuente y sentido de su ser eclesial y de su misión evangelizadora: “Palabra y Eucaristía se pertenecen tan íntimamente que no se puede comprender la una sin la otra: la Palabra de Dios se hace sacramentalmente carne en el acontecimiento eucarístico. La Eucaristía nos ayuda a entender la Sagrada Escritura, así como la Sagrada Escritura, a su vez, ilumina y explica el misterio eucarístico. En efecto, sin el reconocimiento de la presencia real del Señor en la Eucaristía, la comprensión de la Escritura queda incompleta. Por eso, «la Iglesia honra con una misma veneración, aunque no con el mismo culto, la Palabra de Dios y el misterio eucarístico y quiere y sanciona que siempre y en todas partes se imite este proceder, ya que, movida por el ejemplo de su Fundador, nunca ha dejado de celebrar el misterio pascual de Cristo, reuniéndose para leer “lo que se refiere a él en toda la Escritura” (Lc 24,27) y ejerciendo la obra de salvación por medio del 129 memorial del Señor y de los sacramentos»” . 1.2. EL PÁRROCO, MIEMBRO DEL PRESBITERIO, INTEGRADO, A SU DECANATO, A SU VICARÍA PASTORAL Y A LA IGLESIA DIOCESANA, 126 BENEDICTO XVI, VD 77. Cf FRANCISCO JAVIER CHAVOLLA RAMOS, Obispo de Toluca, Decreto sobre la revitalización de la Parroquia, Toluca de San José, Méx., 12 de diciembre de 2010, p. 2. 128 JUAN PABLO II, Carta Encíclica “Ecclesia de Eucharistia”, Roma, 17 de abril de 2003, 1. Cf Conversión pastoral y renovación misionera de las comunidades, en PAMI pp. 27. 40-42. 129 BENEDICTO XVI, VD 55. 127 73 EN COMUNIÓN CON EL OBISPO. 163 El Párroco, por su consagración bautismal, por su participación presbiteral en el sacerdocio ministerial de Jesucristo, Único Buen Pastor, y por su pertenencia intrínseca al Presbiterio, expresa, en su sacramento, la relación de la Trinidad. Está destinado a vivirla y testimoniarla en la fiel relación ontológica de comunión eclesial y jerárquica con su Obispo, así como a manifestarla en el trato interpersonal y en la misión canónica que le confía. 164 El Obispo, en su calidad de legado y vicario del “Gran Pastor de las ovejas” 130 y sucesor de los Apóstoles, según la enseñanza de Su (cf He 13, 20) Santidad Benedicto XVI, tiene: “el deber primario del anuncio, acompañado de la celebración de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía, que brota de la misión recibida, como subraya la Exhortación apostólica Pastores gregis: «Aunque el deber de anunciar el Evangelio es propio de toda la Iglesia y de cada uno de sus hijos, lo es por un título especial de los Obispos que, en el día de la sagrada ordenación, la cual los introduce en la sucesión apostólica, asumen como compromiso principal predicar el Evangelio a los hombres y hacerlo invitándolos a creer por la fuerza del Espíritu 131 y confirmándolos en la fe viva» (n. 26)” . 165 Los padres del Concilio Vaticano II han, a la luz del Espíritu, han proclamado: “…Los presbíteros como diligentes colaboradores de los Obispos y como ayuda e instrumentos suyos, llamados a servir al Pueblo de Dios, forman, con su Obispo, un único presbiterio, dedicado a diversas tareas. En cada una de las comunidades locales de fieles hacen presente de alguna manera a su Obispo, con quien están unidos con confianza y magnanimidad, y toman sobre sí parte de sus funciones y preocupaciones y las llevan a práctica cada día. Bajo la autoridad del Obispo, santifican y gobiernan la porción del rebaño del Señor que les fue asignada, hacen visible en su lugar a la Iglesia universal y prestan eficaz ayuda en la edificación de todo el Cuerpo de Cristo (cf Ef 4, 12). Preocupados siempre por el bien de los hijos de Dios, han de procurar que su actividad contribuya al trabajo pastoral de toda la Diócesis e incluso de toda la Iglesia” (ChD 28c). 166 El Código de Derecho Canónico, ofrecido a la Iglesia para concretar pastoralmente el espíritu del Concilio, determina: 130 Cf QDE23 pp. 433-437. BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos de reciente nombramiento, 11 de septiembre de2010, d. 131 74 “El párroco es el pastor propio de la parroquia que se le confía, y ejerce la cura pastoral de la comunidad que le está encomendada bajo la autoridad del Obispo diocesano en cuyo ministerio de Cristo ha sido llamado a participar para que en esa misma comunidad cumpla las funciones de enseñar, santificar y regir, con la cooperación también de otros presbíteros o diáconos, y con la ayuda de los fieles laicos, conforme a las norma del Derecho” (c. 519). 167 El Papa Benedicto XVI, en el encuentro con los párrocos de Roma, el 13 de mayo de 2005, señaló: “la parroquia tiene que ser una «comunidad eclesial» y una «familia eclesial». Nunca puede quedarse en una masa de fieles anónimos. Impulsor y primer artífice de esta comunidad eclesial tiene que ser el párroco”. 168 El Párroco, como pastor propio de la comunidad parroquial, viviendo la comunión eclesial, pastoral y jerárquica, fiel a la autoridad del Obispo, a sus exhortaciones y orientaciones, a sus llamados y proyectos, lo mismo que a la participación en su misión episcopal y siguiendo el espíritu de organicidad del Plan Diocesano de Pastoral 132, asegura la comunión eclesial y la vinculación intrínseca de la Parroquia con él y con la Diócesis. Al mismo tiempo asegura la comunión y pertenencia a la Iglesia universal. Esta vinculación y comunión eclesiales favorecerán la unidad y la armonía, de las cuales el Obispo -en comunión jerárquica con el Colegio Episcopal, cuya cabeza es el Romano Pontífice- es, a su vez, el garante de la pertenencia y fidelidad de la Iglesia particular a la “Iglesia una, santa, católica y apostólica”: “En las últimas décadas se ha utilizado a menudo el adjetivo «pastoral» casi en oposición al concepto de «jerárquico», al igual que, en la misma contraposición, se ha interpretado también la idea de «comunión»… se comprende que comunión y jerarquía no son contrarias entre sí, sino que se condicionan. Son una cosa sola, 133 comunión jerárquica” . 169 El Párroco, por lo tanto, adquiere una importancia capital en la organización eclesial y pastoral de la vida de la comunión diocesana y debe estar consciente de que no puede vivir y ejercer su ministerio pastoral al margen de la relación y vinculación personal, pastoral y comunión eclesial con el Obispo. Esta relación y vinculación tiene su origen en la “sacramentalidad” (sacramentos de iniciación cristiana y sacramento del Orden), cuya fuente primigenia es la comunión de la misma Trinidad, DiosAmor (cf Mt 28,19). En consecuencia, debido a esta trascendencia, el 132 Cf PCFC p. 7. BENEDICTO XVI, Munus regendi: la misión de regir, Audiencia general, 26 de mayo de 2010, d. 133 75 nombramiento de los párrocos corresponde decidirlo sólo al Obispo diocesano, de acuerdo con los cánones 522-524 –aunque puede consultar sobre la idoneidad de los mismos-; no corresponde a ningún otro 134 Ordinario . II.B.2. EL OBISPO, PADRE, HERMANO Y AMIGO, LLAMADO A HACER DE LA IGLESIA DIOCESANA, UNA COMUNIDAD DE DISCÍPULOS MISIONEROS. 170 En la X Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos (2001): «El Obispo servidor del Evangelio para la Esperanza del mundo», entre las imágenes o figuras episcopales que se evocaron más frecuentemente sobre el misterio y ministerio del Obispo, fueron las de «padre» y «pastor»; también la de «misionero» y «procurador de los pobres». Asimismo, en las relaciones y vínculos del Obispo con su Presbiterio y con cada uno de sus presbíteros, tuvo especial acento la trilogía, citada por los mismos padres sinodales: “el Obispo está llamado hoy a asumir el rosto del padre, del 135 hermano y del amigo” (PG 4. 12. 47) . A este respecto esta es la enseñanza testimonial del Papa Benedicto XVI: “Grandes son las responsabilidades de un Obispos para el bien de la Diócesis, pero también de la sociedad. Está llamado a ser “fuerte y decidido, justo y sereno" (AA 44), para un discernimiento sapiencial de las personas, de la realidad y de los acontecimientos, requerido por su tarea de ser “padre, hermano y amigo” (Ibid., 76-77) en el camino cristiano y humano. Se trata de una profunda perspectiva de fe y no sencillamente humana, administrativa o de cuño sociológico en la que se coloca el ministerio del Obispo, el cual no es un mero gobernante o un burócrata, o un simple moderador y organizador de la vida diocesana. Son la paternidad y la 134 Cf IUSCA: ANTONIO VIANA TOMÉ, El párroco, pastor propio de la parroquia, Vol. 29, Nº 58, 1989, pp. 467-481; ANGEL MARZOA RODRÍGUEZ, El concepto de parroquia y el nombramiento de párroco (Cuestiones en torno a los cc. 515 y 522), Vol. 29, Nº 58, 1989, pp. 449-464; MARKUS WALSER, El domicilio canónico: bases para la formulación del concepto y su relevancia para la competencia del párroco y del Ordinario del lugar, Vol. 34, Nº 68, 1994, pp. 617-638. 135 “Actuando como padre, hermano y amigo de todos, estará al lado de cada uno como imagen viva de Cristo, nuestra esperanza, en el que se realizan todas las promesas de Dios y se cumplen todas las esperanzas de la creación” (PG 4c). Cf MARCELLO SEMERARO, Capítulo VIII: El Obispo, padre y pastor, a la luz de la X Asamblea Ordinaria del Sínodo de Obispos, en R. VILLAR, IMEP, pp. 141-155; cf MONTAN, VSV. 76 fraternidad en Cristo la que dan al Superior la capacidad de crear un clima de 136 confianza, de acogida, de afecto, pero también de franqueza y de justicia” . Más aún, en medio de las crisis: “El Obispo, como padre, hermano y amigo de sus sacerdotes, puede ayudarlos a sacar fruto espiritual de la unión con Cristo, haciéndoles tomar conciencia de la consoladora presencia del Señor en medio de sus sufrimientos, y animándolos a 137 caminar con el Señor por la senda de la esperanza (cf SPS 39)” . 136 BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos nombrados en los últimos doce meses, lunes 13 septiembre de 2010, e. Ibídem: Particularmente iluminadoras son, al respecto, las palabras de una antigua oración de san Elredo de Rievaulx, abad- referida ahí mismo por el Santo Padre-: “Tú, dulce Señor, has puesto a uno como yo como cabeza de tu familia, de las ovejas de tu redil (...) para que se pudiera manifestar tu misericordia y revelar tu sabiduría. Plugo a tu benevolencia gobernar bien tu familia mediante un hombre así, de forma que se viese lo sublime de tu fuerza, no la del hombre, para que no tenga que gloriarse el sabio en su sabiduría, ni el justo en su justicia, ni el fuerte en su fuerza: ya que cuando estos gobiernan bien tu pueblo, eres tu quien lo rige, y no ellos. Y por ello no a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre la gloria (Speculum caritatis, PL CXCV); BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos, 21 de septiembre de 2009, c. 137 BENEDICTO XVI, Discurso, con ocasión del encuentro con los Obispos de Estados Unidos, santuario nacional de la Inmaculada Concepción de Washington, 16 de abril de 2008, d; DA, 188: “Como padres y centro de unidad, nos esforzamos por presentar al mundo un rostro de la Iglesia en la cual todos se sientan acogidos como en su propia casa. Para todo el Pueblo de Dios, en especial para los presbíteros, buscamos ser padres, amigos y hermanos, siempre abiertos al diálogo”. 77 2.1. EL OBISPO, PRINCIPIO Y CONSTRUCTOR DE LA UNIDAD EN LA IGLESIA PARTICULAR. 138 171 El Obispo, en «comunión jerárquica» con el Colegio Episcopal y su cabeza, el Romano Pontífice (cf LG 21b), es principio y constructor de la unidad de la Iglesia particular y santificador de su pueblo, testigo de esperanza y padre de los fieles, especialmente de los pobres. Su principal tarea es ser maestro de la fe, anunciador de la Palabra de Dios y administrador de los sacramentos, como servidor de la grey (cf DA 189; ChD 2). Al mismo tiempo está llamado a vivir su solicitud pastoral por la 139 Iglesia Universal o por todas las Iglesias (cf LG 23) . 172 Así, la comunión eclesial tiene su plenitud en la Sagrada Eucaristía, celebrada “con” el Obispo, en comunión con él y con el Obispo de Roma, expresión sacramental de la Iglesia de Jesucristo: “La comunión eclesial de la asamblea eucarística es comunión con el propio Obispo y con el Romano Pontífice. En efecto, el Obispo es el principio visible y el fundamento de la unidad en su Iglesia particular (cf LG 23). Sería, por tanto, una gran incongruencia que el Sacramento por excelencia de la unidad de la Iglesia fuera celebrado sin una verdadera comunión con el Obispo. San Ignacio de Antioquía escribía: «se considere segura la Eucaristía que se realiza bajo el Obispo o quien él haya encargado» (Carta a los Esmirniotas, 8: PG 5, 713). Asimismo, puesto que “el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto de los Obispos como 138 Cf La expresión teológica “comunión jerárquica”, literalmente se halla en Lumen Gentium n. 21b (cf La nota explicativa previa, anexa a la Constitución LG). BENEDICTO XVI, Audiencia General, 27 de mayo de 2010; Idem., El palio, signo de comunión particular con la Sede de Pedro, 30 de junio de 2010: “El palio como un símbolo de su comunión jerárquica con el Sucesor de Pedro en el gobierno del pueblo de Dios” (a). Idem., Discurso a los participantes en la Asamblea de la Congregación para el Clero, 16 de marzo de 2009; Idem., Discurso a los Obispos de la región centro-oeste de Brasil, 15 de noviembre de 2010: “La de ustedes, como también las demás Conferencias Episcopales, nació como concreta aplicación de afecto colegial de los Obispos en comunión jerárquica con el Sucesor de Pedro para ser un instrumento de comunión afectiva y efectiva entre todos los miembros, y de eficaz colaboración con el Pastor de cada Iglesia particular en la triple función de enseñar, santificar y gobernar las ovejas del propio rebaño” (c). 139 “En las últimas décadas se ha utilizado a menudo el adjetivo «pastoral» casi en oposición al concepto de «jerárquico», al igual que, en la misma contraposición, se ha interpretado también la idea de «comunión»… se comprende que comunión y jerarquía no son contrarias entre sí, sino que se condicionan. Son una cosa sola (comunión jerárquica)”: BENEDICTO XVI, Munus regendi, d. Cf MARCELO SEMERARO, Il ministero del vescovo in rapporto alla Chiesa universale e alla Chiesa particolare, en GOYRET, IVEM, pp. 115-125; GIOVANNI TANGORRA, La sollecitudine per tutte le Chiese, en VSV pp. 263-280. 78 de la muchedumbre de los fieles» (LG 23), la comunión con él es una exigencia intrínseca de la celebración del Sacrificio Eucarístico. De aquí la gran verdad expresada de varios modos en la Liturgia: «Toda celebración de la Eucaristía se realiza en unión no sólo con el propio Obispo sino también con el Papa, con el orden episcopal, con todo el clero y con el pueblo entero. Toda válida celebración de la Eucaristía expresa esta comunión universal con Pedro y con la Iglesia entera, o la reclama objetivamente, como en el caso de las Iglesias cristianas separadas de Roma» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta 140 Communionis notio, 28 mayo 1992, 14: AAS 85 [1993], 847)” . 2.2. LA CAPITALIDAD PASTORAL DEL OBISPO DIOCESANO, AL SERVICIO DE LA COMUNIÓN ECLESIAL, EN LA MISIÓN EVANGELIZADORA. 173 Jesucristo, como fundador que está presente por siempre en su Iglesia (cf Mt 28, 20), estableció en ella el ministerio del gobierno pastoral jerárquico, que implica la constitución de estos oficios capitales en el acontecer de la historia que también transforma en acontecimiento salvífico. El Romano Pontífice y los Obispos, detentan los oficios capitales de gobierno pastoral. El Papa, como Obispo de Roma, por misión divina, unida a su elección y aceptación. Los demás Obispos, a través de la mediación sacramental y canónica de la Iglesia. Ambos, como Pedro y los Apóstoles, reciben directamente de Cristo la plenitud de las “tres funciones” de enseñar, santificar y gobernar (“tria munera”: docendi, sanctificandi et regendi: tres funciones: enseñar, santificar y regir), incluida, en ésta, la jurisdicción con sus diversas manifestaciones (cf CIC cc. 129. 131. 391). 174 Los Obispos, por lo tanto, participan de la capitalidad pastoral y apostólica de Jesucristo, Pastor, Esposo y Cabeza de la Iglesia. Lo representan de manera personal y son los fundamentos visibles de la unidad de la Iglesia Universal y de la Iglesia Particular a cada uno de ellos encomendada (cf LG 23). 175 El Obispo diocesano es quien ejerce el ministerio pastoral de gobierno en una determinada circunscripción eclesiástica que se denomina Iglesia particular en virtud de “la ordenación episcopal” y de “la misión canónica recibida”. Es así como el oficio del Obispo diocesano, que participa de la capitalidad de 140 JUAN PABLO II, Carta Encíclica “Ecclesia de Eucaristia: Eucaristía y su relación con la Iglesia”, Jueves Santo 17 de abril de 2003, 39, cf 28. 29. 30. 38. Cf ANGEL GARCÍA IBAÑEZ, Episcopato, Eucaristia e comunione cattolica della Chiesa. La dimensione ecclesiale dell’Eucaristia celebrata dal vescovo, en GOYRET, IVEM, pp.126-142. 79 Cristo, tiene un contenido intrínsecamente (ontológicamente) trinitario, eclesial, 141 pastoral y canónico preciso (cf CIC cc. 381-402) . La capitalidad del Obispo es participación en la «capitalidad pastoral» original y fundamental de Jesucristo, Cabeza, por eso, según la enseñanza pastoral del Papa Benedicto XVI: “La misión del Obispo no debe entenderse con la mentalidad de la eficiencia y de la eficacia, por la que se pone la atención ante todo en lo que hay que hacer, sino que es necesario tener siempre en cuenta la dimensión ontológica, que está a la base de la funcional. De hecho, el Obispo, por la autoridad de Cristo de la que está revestido, cuando se sienta en la Cátedra está puesto “por encima” y “ante” la comunidad, en cuanto que él es “para” la comunidad hacia la que dirige su solicitud pastoral (PG 29). La Regla Pastoral del Papa san Gregorio Magno, que podría ser considerada el primer ‘Directorio’ para los Obispos de la historia de la Iglesia, define el gobierno pastoral como "el arte de las artes" (I, 1.4), y precisa que la potestad de gobierno "la detenta bien quien sabe con ella erigirse contra las culpas y con ella saber ser igual a los demás... y domina sus vicios antes que a 142 sus hermanos" (II, 6)” . 141 “El Obispo queda constituido Obispo diocesano en virtud del Sacramento del Orden (en el grado episcopal) y por la misión para un oficio episcopal determinado desde la toma de posesión o inicio de su ministerio episcopal. Lo primero le configura con la comunión de la Trinidad, con Jesucristo, Pastor y Cabeza de la Iglesia, capacitándole sacramentalmente para ser tal en una Iglesia particular. Lo segundo determina el ejercicio del Sacramento. Así queda constituido en cabeza y pastor de una Iglesia particular determinada. La potestad episcopal ha quedado bien subrayada por el Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática “Lumen Gentium”, como potestad episcopal-pastoral que integra los dos elementos: potestad de orden (episcopal) y potestad de régimen o jurisdicción (oficio o ministerio). Ninguna de las dos se separa, aunque sí se distinguen. Tradicionalmente se dan diferencias en los tres ámbitos de potestad de régimen o jurisdicción: legislación, administración o ejecución, y ámbito judicial. O, en otras palabras, el ámbito de la Palabra (evangelización), celebración y el servicio de gobierno pastoral. Responde a los títulos de Cristo Profeta, Sacerdote y Rey, sin olvidar que se interrelacionan. En cualquier caso, el Obispo es la cabeza y pastor tanto cuando actúa en el ámbito de la Palabra, de la celebración o del gobierno pastoral (regalidad), como cuando legisla, administra o juzga. Es decir, y hay que subrayarlo, toda actuación del Obispo diocesano es «pastoral» y está al servicio de su tarea de pastor”: RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, El Vicario general y el Vicario de Pastoral, en FEDERICO R. AZNAR GIL-JOSÉ SAN JOSÉ PRISCO (Coords.), La Curia Diocesana. La función administrativa, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca 2001, Biblioteca Salmanticensis, Estudios 228, Salamanca 2001, pp. 146-147, se citará CDFA; Cf PHILIP GOYRET, Episcopato, en DE2010, pp. 612-627. 142 BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos nombrados en los últimos doce meses, 13 septiembre de 2010, c. 80 2.3. LA POTESTAD ECLESIAL DEL OBISPO DIOCESANO Y LA MISIÓN CANÓNICA. 176 El Obispo ha recibido el carisma de ser en la Iglesia vicario y legado de Cristo, con «potestad sagrada» para gobernar la Iglesia particular que se le confía. Esa potestad o autoridad pertenece a la Iglesia, como elemento constitutivo. Le es conferida al Obispo mediante el sacramento del Orden; para ejercerla necesita de la “misión canónica”, viviendo en comunión con el Papa y los demás miembros del Colegio Episcopal. De ahí que esté llamado a gobernar su Iglesia particular, no sólo con sus proyectos, consejos y ejemplos, sino también con su autoridad y potestad sagrada, que ejerce pastoralmente para edificar la comunidad sobre la verdad y la santidad (cf LG 27). Así, cumple su “oficio de amor” y propicia que la Iglesia confiada a su “caridad pastoral-episcopal”, venga a ser “una comunidad de discípulos y misioneros de Jesucristo”. 177 Es preciso recordar que son dos los instrumentos, vías o caminos para la transmisión de las funciones públicas en la Iglesia, el sacramento del Orden y “la misión canónica”. Ésta consiste en un hecho jurídico de la autoridad eclesial por el cual, de acuerdo a las normas establecidas, se confiere un oficio; como también se transmiten funciones y encargos independientemente del oficio. En este último caso, se trata del instrumento de la “delegación”, que puede considerarse también como una manifestación de la misión canónica, prevista en el canon 131 §1-§2. 178 El perfil jurídico de la potestad del Obispo diocesano tiene, entre otras notas, las siguientes: se trata de una potestad ordinaria, propia, inmediata, plena, unitaria y regulada por el Derecho en su ejercicio (cf CIC cc.381 §1; ChD 8. 386. 387-390. 391-394). 179 Una profundización acerca de la potestad del Obispo diocesano, con respecto a la distinción entre “la sagrada potestad: sacra potestas”, “la función de gobierno: munus regendi” y “la potestad de régimen o de jurisdicción”; lo mismo que con respecto a las cualidades de su potestad episcopal, se encuentra en el ANEXO 4. 2.4. EL OBISPO DIOCESANO RESPONSABLE DE LA COMUNIÓN EN SU IGLESIA PARTICULAR PARA LA ORGANIZACIÓN, LEGISLATIVA, EJECUTIVA Y JUDICIAL, DEL REGIMEN DE BUEN GOBIERNO PASTORAL. 81 180 Los Obispos, a través de la mediación sacramental y canónica de la Iglesia, reciben directamente de Cristo, en plenitud, la sagrada potestad que confió a sus Apóstoles y sucesores, que incluye las “tres funciones” o triple “munus”: de enseñar (docendi), santificar (sanctificandi) y gobernar 143 (regendi) . Actúan y realizan el único “munus episcopale” en sus tres dimensiones, en nombre de Jesucristo. 181 No se trata de cualquier tipo de gobierno, guía, conducción o pastoreo, sino de “un buen gobierno pastoral” ejercido en la Iglesia, haciendo presente el estilo evangélico del “Buen” Pastor (cf Jn 10). El Papa Benedicto XVI, clarificando este mismo espíritu de “buen gobierno” pastoral, nos invita a asimilar la realidad tan nítidamente evangélica del Obispo como pastor: “…son iluminadoras algunas expresiones de santo Tomás de Aquino, que pueden constituir un verdadero y auténtico programa de vida para todo Obispo. Comentando la expresión de Jesús en el Evangelio de Juan: “El Buen Pastor da la vida por sus ovejas”, santo Tomás observa: “Él consagra a ellos su persona en el ejercicio de la autoridad y de la caridad. Se exigen ambas cosas: que le obedezcan y que las ame. De hecho la primera sin la segunda no es suficiente" (Esp. su Giovanni, 10, 3). La Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, especifica: "El Obispo, enviado por el Padre de familias a gobernar su familia, tenga siempre ante los ojos el ejemplo del Buen Pastor que vino no a ser servido, sino a servir (cf Mt 20, 28; Mc 10, 45) y a dar la vida por sus ovejas (cf Jn 10,11). Tomado de entre los hombres y rodeado él mismo de flaquezas, puede apiadarse de los ignorantes y equivocados (Hb 5,1-2). No se niegue a oír a sus súbditos, a los que, 143 El CIC de 1983 contiene escasas definiciones, una excepción es la que establece el concepto legal de “oficio eclesiástico”: “cualquier cargo (munus), constituido establemente por disposición divina o eclesiástica, que haya de ejercerse para un fin espiritual” (c. 145 §1). El oficio, en efecto, es un “munus”. Sin embargo, no cualquier “munus” constituye un oficio sagrado, sino sólo el señalado en la definición precedente y que se ejerce por una o varias personas físicas, designadas según las normas de la provisión canónica. El concepto técnico jurídico de “oficio”: un cargo público eclesiástico. Es una figura jurídica, ya contemplada en el Derecho romano. No obstante, fuera del título dedicado a los oficios, el Código de Derecho Canónico emplea este mismo término de “munus: oficio” con diversos significados, como lo hace la teología y la pastoral, haciéndolo derivar del vocablo latino “missio: misión”: misión, función, tarea específica o esencial, encargo, obligación, tarea, ministerio o servicio. Cf BENEDICTO XVI, Munus docendi, Audiencia general, 14 de abril de 2010; Id., Munus sanctificandi, Audiencia general, 5 de mayo de 2010; Id., Munus regendi, Audiencia general, 26 de mayo de 2010; OGI 71-72; PHILIP GOYRET, Il vescovo, vicario e delegato di Cristo nel governo della Chiesa particolare; VALENTÍN GÓMEZ-IGLESIAS C., Munus pastorale e potestas regiminis del vescovo diocesano; FRANCISCO J. RAMOS, Il governo pastorale dei vescovi alla luce dei canoni 391-394 del CIC, en GOYRET, IVEM, pp. 205- 220. 82 como a verdaderos hijos suyos, alimenta y a quienes exhorta a cooperar animosamente con él. Consciente de que ha de dar cuenta a Dios de sus almas (cf Hb 13,17), trabaje con la oración, con la predicación y con todas las obras de caridad tanto por ellos como por los que todavía no son de la única grey, a los cuales tenga como encomendados en el Señor. El mismo, como San Pablo, es deudor para con 144 todos (n. 27)” . 182 Respecto al concepto de “buen gobierno” en la Iglesia, que brota de la caridad del “Buen Pastor”, Jesucristo, podemos tener en cuenta: “El gobernar del Obispo viene siendo un derecho-deber de su oficio y, a su vez, el Pueblo de Dios tiene derecho a recibir «un buen gobierno». Es decir, no se trata tan solo de dar leyes, sino gobernar cuidando la «salus animarum». Con ello decimos que la autoridad del Obispo siempre debe de entenderse como «un servicio», que debe cumplir diligentemente, no como «un dominio». Dentro de este tema, encontramos esta nota interesante: el canon 391 pide que el Obispo gobierne, mientras que el canon 476 habla de «un buen gobierno». Esto 145 quiere decir que no basta con gobernar, es necesario un buen gobierno” . 183 El ejercicio eficiente, dinámico y correcto de un “buen gobierno”, en las tres dimensiones del único “munus episcopale”, debe tener presente el principio de distinción de poderes, que permite, al Obispo, una distinción formal entre los hechos jurídicos derivados de cada uno de los tres poderes, como son a) las normas legislativas, b) las normas y actos administrativos c) y la 146 organización judicial (cf CIC c. 135) . 144 BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos de reciente nombramiento, lunes 13 de septiembre de 2010. b; cf. JOSEPH RATZINGER. BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret, Ed. Planeta, México 2007, pp. 320-335. 145 FRANCISCO GONZÁLEZ SORIANO, Instrumentos Para un buen gobierno de la Diócesis, según el Canon 476, Tesis doctoral, Pontificia Università Lateranense, Roma 2006, Cap. I. p. 15. Se citará: FRANCISCO IBGD. 146 El “munus regendi” o “función de gobernar”, en la Iglesia, está organizado en tres potestades o poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. La titularidad de los tres poderes corresponde al Romano Pontífice para la Iglesia universal y al Obispo diocesano para su Iglesia Particular. Cf IUSCA: EDUARDO LABANDEIRA, La distinción de poderes y la potestad ejecutiva, Vol. 28, Nº 55, 1988, pp. 85-98; JULIÁN HERRANZ, Génesis del nuevo cuerpo legislativo de la Iglesia, Vol. 23, Nº 46, 1983, pp. 491-526. 1.- Tienen, además, competencia legislativa: el Concilio Ecuménico, los Concilios Particulares, las Conferencias Episcopales y los Sínodos Diocesanos (cf 337. 445. 455. 466). 2.- Son titulares de potestad ejecutiva o administrativa: las Congregaciones y algunos otros Dicasterios de la Curia romana, el Arzobispo metropolitano, los Obispos diocesanos, los Obispos coadjutores y auxiliares, el Administrador diocesano en “sede vacante” (cf CIC cc. 360. 436. 442. 405-406. 427. 414); algunos oficios de la Curia diocesana, especialmente los 83 184 El Directorio “Apostolorum Succesores: Los Sucesores de los Apóstoles”, recoge en su numeral 13 este criterio ya manifestado por el Concilio Vaticano II en la Constitución “Lumen Gentium: Luz de las Naciones”: “El Obispo no deberá olvidar jamás el principio pastoral, según el cual, rigiendo bien la propia Iglesia particular, contribuye al bien de todo el Pueblo de Dios, que es el cuerpo de las Iglesias” (n. 23). 185 Esta afirmación expresa un criterio de gobierno característico de la organización jerárquica de la Iglesia: «la responsabilidad personal del Obispo en la acción de buen gobierno» dentro del Pueblo de Dios 147. Esto significa que es necesaria la presencia, la decisión y actividad personal del Obispo, porque así lo pide radicalmente su calidad de “representación visible” (“icono”) de Jesucristo. Como legado personal de Cristo en la Iglesia particular, el Obispo no gobierna en nombre propio, ni siquiera en nombre del Papa, sino en nombre y por mandato del Señor Jesús, encargo que recibe por la mediación de la Iglesia y en comunión con ella, singularmente con el “Colegio episcopal”. 186 Varias son las consecuencias de este «principio de responsabilidad personal». Una es su participación activa, personal e ineludible, en los diversos organismos eclesiales (universales, interdiocesanos y diocesanos: cf AS 22, 31. 27). Otra manifestación de la responsabilidad personal en el gobierno pastoral es no hacer uso de la facultad que tiene para delegar, singularmente cuando se trate de tareas o funciones que el Derecho le reserva personalmente “como Obispo diocesano” (concretamente las del ejercicio de Vicarios Generales y Episcopales (cf CIC c.CIC 479); el Párroco en algunas circunstancias relacionadas con el gobierno de la parroquia (cf CIC c. 519). Existe también el instrumento de la “delegación”, que permite descentralizar el ejercicio de la autoridad a favor de diversas personas, ampliando los sujetos de la jurisdicción en la Iglesia (cf 436. 364). Este mismo se aplica en los tribunales de la Curia romana, la Rota romana, el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica y, con sus peculiaridades, en el Tribunal de la Penitenciaria Apostólica (cf CIC cc. 1443 ss. 1445; PB Arts. 117-120). 3.- La organización de la potestad judicial tiene en la Iglesia unos cauces especializados, previstos en el Libro VII del actual Código. Donde, además del Romano pontífice y el Obispo diocesano (cf CIC cc. 1442. 1419), ejercen el poder judicial diversos jueces y tribunales: el Vicario judicial y otros jueces diocesanos (cf CIC c. 1420 ss.), así como los tribunales de primera y segunda instancia (cf CIC cc. 1423 ss. 1438). Cf OGI 72. 147 Cf ANTONIO VIANA TOMÉ, El gobierno de la Diócesis según Derecho en el Directorio “Apostolorum Successores”, en IUSCA Vol. XLVI, Nº 92, 2006, pp. 639-259: V. Responsabilidad personal del Obispo en la acción de gobierno. VI. La promoción y el respeto de la colegialidad en el gobierno de la Diócesis. 84 “la potestad legislativa” en la Diócesis). Esto no excluye obviamente las necesarias consultas (cf AS 67, en relación con los cánones 135 §3 y 466). Sin embargo, el ejercicio personal de la potestad del Obispo no debe justificar ni una concentración excesiva del gobierno ni el autoritarismo, 148 evitando el “asambleísmo” o “el democratismo” . Otra manifestación de este principio de la responsabilidad personal es el recurso al Derecho penal canónico cuando ya no sean posibles otras soluciones menos duras para defender la comunión eclesial y la “salus animarum: el bien de las almas”. Recurso que, a veces, resulta un doloroso deber que, no obstante, debe realizarse sin dilaciones irresponsables, que provocarían errores u omisiones irreparables, de graves consecuencias para la comunidad eclesial (cf AS 68. 149 81) . 148 El concepto griego de “pueblo” que identifica a la Iglesia no es el “demos”: poder “del pueblo”, sino el de “Pueblo de Dios”, “laos”. “En su origen el Pueblo de Dios posee un significado que tiene que ver con la realización histórico-salvífica del misterio de Dios para la salvación de los hombres. Sería totalmente erróneo entenderlo como una asamblea popular que, por derecho natural propio, nace de la autodeterminación de un grupo humano, biológico o cultural, como en la democracia antigua y moderna. Por su referencia a Dios, Fundador de la Alianza, el concepto de Pueblo de Dios nada tiene que ver con una estructura política de dominio… De este modo, Dios otorga a su Pueblo un rasgo cristológico inalienable, constituyendo el Pueblo de Dios como Cuerpo de Cristo, cuya Cabeza es el propio Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado (LG 9). En esta unidad y diversidad entre Cristo y la Iglesia, precisamente en la unidad y diferencia entre Cabeza y Cuerpo, se fundamenta también la participación diversa y común de todos los cristianos en el Sacerdocio de Cristo, la participación en su actividad salvífica como Maestro, Profeta y Pastor de la entera humanidad”: GERHARD LUDWING MÜLLER, «Lumen Gentium»: ¿Dos eclesiologías opuestas en la Constitución sobre la Iglesia? en R. VILLAR, IMEP, p. 25. 149 A este respecto los siguientes documentos son un ejemplo acerca de la atención pastoral que debe darse oportunamente a los casos penales dolorosos. Cf JUAN PABLO II, Carta apostólica en forma de Motu propio, “Sacramentorum sanctitatis tutela: la tutela de la santidad de los Sacramentos”, por la que se promulgan Normas sobre los delitos más graves reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe, Roma, 30 de abril de 2001: Estas Normas de los Delitos más graves han recibido cambios por las “Modificaciones a las “Normae de gravioribus delictis: Normas de los delitos más graves”, por decisión del Romano Pontífice Benedicto XVI del 21 de mayo de 2010, donde se encuentran varios cambios tanto en la parte que concierne a las normas sustanciales como en la que se refiere a las normas procesales. BENEDICTO XVI, Homilía de la Santa Misa con ocasión de la clausura del Año Sacerdotal, Roma, 11 de junio de 2010; Idem., Carta pastoral a los católicos de Irlanda, Vaticano, 19 de marzo de 2010: “Junto con algunos altos prelados de la Curia romana escuché lo que tenían que decir, tanto individualmente como en grupo, mientras proponían un análisis de los errores cometidos y las lecciones aprendidas, y una descripción de los programas y procedimientos actualmente en curso” (n. 1). “Sin embargo, la tarea que tenéis ahora por delante es la de hacer frente al problema de los 85 187 La responsabilidad personal de gobierno, no equivale a gobierno individual autoritario. En la vida de la Iglesia, “misterio de comunión para la misión”, es necesario que el Obispo, como un Buen Pastor, tenga la sensibilidad eclesial de saber promover y defender la comunión y participación en la toma de decisiones, como signo de la colegialidad. Esta es mucho más que una mera técnica, recurso o valor de la organización eclesiástica, ya que refleja y es testimonio de la misma vida de comunión de la Iglesia, comunión que tiene su origen en la Santísima Trinidad. La colegialidad, expresión de la comunión eclesial, está en íntima relación con el episcopado, con la naturaleza del presbiterio y con la corresponsabilidad de los fieles en la 150 misión de la Iglesia . 188 En el ámbito diocesano existen diversas estructuras u organismos de naturaleza colegial: los Sínodos (cf CIC cc. 460-468), el Consejo Presbiteral (cf CIC cc. 495-591), el Colegio de Consultores (cf CIC c. 502), el Cabildo (cf CIC cc. 503-510), el Consejo Episcopal (cf CIC c. 473 §4), el Consejo pastoral diocesano (cf CIC cc. 511-514), el Consejo parroquial de pastoral (cf CIC c. 536), el Consejo económico diocesano (cf CIC cc. 492-493), el Consejo económico parroquial (cf CIC c. 537). En ellos, la consulta es una manifestación de la prudencia en el gobierno, porque permite la visión de la realidad desde distintos ángulos y experiencias; el estudio y discernimiento común de los problemas; el examen y la comparación de las diversas opiniones; y la previsión de las posibles soluciones. El Obispo valorará la opinión de los distintos consejeros y decidirá y actuará en conciencia, siguiendo sabiamente el «principio de responsabilidad personal» (cf AS 161. 166. 183; 62. 66-67. 76-77; 183, en relación con el canon 127 §2). abusos ocurridos… y de hacerlo con valentía y determinación (n. 2). En particular, hubo una tendencia, motivada por buenas intenciones, pero equivocada, a evitar los enfoques penales de las situaciones canónicamente irregulares” (n. 4). “No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores habéis fallado, a veces gravemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos… Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones. Reconozco que era muy difícil captar la magnitud y la complejidad del problema, obtener información fiable y tomar decisiones adecuadas a la luz de los pareceres divergentes de los expertos. No obstante, hay que reconocer que se cometieron graves errores de juicio y hubo fallos de gobierno” (n. 11). 150 Cf ANTONIO VIANA TOMÉ, El gobierno colegial en la Iglesia, en IUSCA Nº 36. 1996, pp. 465499. Colegialidad que va desde los Concilios Ecuménicos hasta los Consejos pastorales diocesanos, ya sean con voto consultivo o deliberativo. 86 189 En consecuencia, la responsabilidad personal, la autoridad como servicio, la comunión y colegialidad eclesial y jerárquica, la solicitud eclesial por las Iglesias y la capitalidad del Obispo en su Iglesia particular, en el espíritu de Jesucristo, Buen Pastor, son los grandes principios de la organización de un “buen gobierno pastoral” en la Iglesia, “misterio de comunión para la misión evangelizadora”. II.B.3. DIMENSIONES FUNDAMENTALES DE LA ORGANIZACIÓN PASTORAL DIOCESANA EN EL HORIZONTE DE LA ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN. 190 El Obispo diocesano en el desarrollo de su ministerio episcopal, está llamado discernir y a dejarse guiar por algunos principios fundamentales, signo de su comunión eclesial con el Colegio apostólico y de su preocupación pastoral por su Iglesia y por las demás Iglesias, como son: el principio Trinitario y los principios de la verdad, de la comunión, de la colaboración, del respeto a las competencias, de la persona justa al ministerio 151 justo y el de la justicia y de la legalidad . 191 Desde el punto de vista jurídico-pastoral, estas son las dimensiones fundamentales que integran la organización pastoral interna de una Diócesis: 1.- Las disposiciones del Obispo, en cuanto oficio capital diocesano, por ejemplo, la provisión de un oficio, el ejercicio de su potestad y el alcance de sus funciones, los derechos y obligaciones propias del cargo, la cesación del oficio… 2.- Las normas que regulan la organización y funcionamiento del conjunto de oficios unipersonales y colegiales que constituyen la Curia diocesana, que colabora con el Obispo en el gobierno, la administración económica y el ejercicio de la potestad judicial. 3.- El conjunto de colegios o consejos de naturaleza consultiva, sin estar integrados propiamente a la Curia, expresan la colaboración y comunión del Presbiterio con el Obispo y la participación con él, de algunos laicos y miembros de la Vida consagrada y Sociedades de vida 151 CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio Pastoral de los Obispos: “Apostolorum Successores: Los sucesores de los Apóstoles”, Ciudad del Vaticano, 22 de febrero de 2004, 55-62. En adelante se citará con las siglas AS. 87 Apostólica, en las actividades diocesanas: Sínodo, Consejo Episcopal, Consejo presbiteral, Colegio de consultores, Consejo diocesano de pastoral, Consejo de Asuntos Económicos… 4.- En el ejercicio de su servicio, el Obispo puede llamar a algunos laicos cualificados para desempeñar alguna tarea, aunque solamente en 152 calidad de “cooperadores” . “Sin embargo, el ejercicio de estas tareas no hace del fiel laico un pastor. En realidad, no es la tarea lo que constituye el ministerio, sino la ordenación sacramental. Sólo el Sacramento del Orden atribuye al ministerio ordenado una peculiar participación en el oficio de Cristo Cabeza y Pastor y en su sacerdocio eterno. La tarea realizada en calidad de suplente tiene su legitimación, formal e inmediatamente, en el encargo oficial hecho por los pastores y depende, en su concreto ejercicio, de la dirección de la autoridad eclesiástica” (ChL 23). 5.- Los oficios constituidos para el servicio inmediato del cuidado personal y comunitario de los fieles son: Párrocos y demás oficios vinculados con la organización parroquial: Rectores de templos, Capellanes y Adscritos. En el ámbito supra-parroquial, los Decanos, el Vicario judicial, los Vicarios episcopales y los Vicarios generales. 192 Como cabeza y pastor de esta comunidad diocesana, en comunión con el Colegio Episcopal, estoy llamado a cultivar el ejercicio de la corresponsabilidad y de la participación de los fieles en la vida y en la acción pastoral y apostólica de nuestra Iglesia particular, como una expresión de nuestra comunión eclesial, aceptando la colaboración y compromiso de los distintos miembros del Cuerpo de Cristo: presbíteros, diáconos, consagrados y fieles laicos, para llevar adelante el proyecto del buen gobierno pastoral que Cristo me ha confiado realizar. 193 Este servicio eclesial, jerárquico episcopal, me pide una actitud de atención permanente, de escucha y de valoración, respecto al sentir y al parecer de los miembros del Pueblo de Dios, particularmente cuando se trata de su «sensus fidei: sentido de la fe». Estos miembros del Pueblo de Dios integrados, en su dimensión conjunta de personas y de hijos de Dios, tienen sus derechos fundamentales e inalienables. Derechos y deberes que no les han sido otorgados por la jerarquía, sino que nacen de su misma identidad de personas bautizadas. Por consiguiente, reconozco y creo que los fieles 152 Cf IUSCA: JUAN FORNES DE LA ROSA, La condición jurídica del laico en la Iglesia, Vol. 26, Nº 51, 1986, pp. 35-61; MARÍA ELENA OLMOS ORTEGA, La capacidad jurídica del laico para el desempeño de cargos eclesiásticos, Vol. 39, Nº Extra 1, 1999, pp. 139-148. 88 cristianos, como discípulos misioneros de Jesucristo, tienen también la luz del discernimiento y los carismas apostólicos que el Espíritu otorga a todos los suyos, según las vocaciones en los distintos sectores del Pueblo de 153 Dios . 194 Por eso, dentro de la organización interna de una Diócesis, el oficio, ministerio o función, es decir, “el munus” del Obispo diocesano es capital, desde el punto de vista eclesial, pastoral y canónico. “Munus” que tiene su origen radical en Jesucristo Cabeza y Pastor, Servidor y Esposo de su Iglesia 154. Mismo que trataré de ejercer con la responsabilidad que me pide mi identidad episcopal, como pastor de esta Iglesia particular, a partir del 155 cultivo personal de una espiritualidad de comunión y de misión” . 195 Es mi esperanza que los distintos elementos que he venido proponiendo a su consideración, reflexión, meditación y oración, en su conjunto, faciliten nuestra “vida de comunión eclesial diocesana” en la acción pastoral integral, orgánica y diferenciada. Constituyen un medio de evangelización, santificación y conducción de nuestra Iglesia en la caridad, para hacer de ella “una casa y escuela de comunión” que nos forje como “auténticos discípulos misioneros de Jesucristo”. 196 En este proceso que es de conversión evangélica, personal, comunitaria e institucional, nos encontramos frente a un desafío eclesial-pastoral, tanto para mí, como su Obispo diocesano, pastor y padre, “vicario y legado de Cristo”, como para ustedes, los miembros de mi Presbiterio, de la Vida consagrada y de nuestro Seminario; asimismo, para ustedes los fieles 156 cristianos laicos y laicas de nuestra Iglesia diocesana . 153 Cf LG 32; CIC c. 212 §2. LG 23-27. ChD 8. 11-21. AG 30. 38: ES I, §10 y 11; REU Art. 49; cc. 134 § 3. 375-402. 412-430; PB Arts. 47 §1 y 75 ss. ; PG 43. Cf FERNANDO OCÁRIZ, Capítulo X: Episcopado, Iglesia particular… en R. VILLAR, IMEP, pp. 179-181. 155 Cf PG cap. II: La vida espiritual del Obispo, nn. 11-25. 156 Cf NMI 43; DA 154-180; 186-190: Obispos; 191-204: presbíteros y párrocos; 205-208: diáconos permanentes; 209-215: laicos y laicas; 216-224: los consagrados y consagradas. IUSCA: TOMÁS RINCÓN-PÉREZ, Sobre algunas cuestiones canónicas a la luz de la Exhortación Apostólica "Pastores dabo vobis", Vol. 33, Nº 65, 1993, pp. 315-378; JUAN GONZÁLEZ AYESTA, Líneas maestras de la normativa del CIC 83 sobre la vida consagrada y algunas cuestiones actuales en esta materia, Vol. 49, Nº 97, 2009, pp. 101-123; Idem., La justa autonomía de los institutos religiosos y su proyección sobre los monasterios, Vol. 47, Nº 93, 2007, pp. 1350; LUIS GUTIÉRREZ MARTÍN, Los ministerios laicales, Vol. 26, Nº 51, 1986, pp. 185-208; JOSÉ TOMÁS MARTÍN DE AGAR Y VALVERDE, El derecho de los laicos a la libertad en lo temporal, Vol. 26, Nº 52, 1986, pp. 531-562; ANGEL MARZOA RODRÍGUEZ, Apostolado laical individual, Vol. 154 89 197 Suplico, a Ustedes mi Iglesia diocesana, su oración para que el Señor intensifique en mí la caridad y sabiduría pastorales; al mismo tiempo su colaboración apostólica corresponsable. 26, Nº 52, 1986, pp. 627-650; EDUARDO LABANDEIRA, Apostolado laical asociado, Vol. 26, Nº 52, 1986, pp. 651-673; LUIS MARTÍNEZ SISTACH, Asociaciones públicas y privadas de los laicos, Vol. 26, Nº 51, 1986, pp. 139-183. 90 II.C. LAS FACULTADES CANÓNICAS QUE CORRESPONDEN «NOMINALMENTE» O COMO «ORDINARIO» Y «ORDINARIO DEL LUGAR» AL OBISPO DIOCESANO, EN EL CONTEXTO DEL DIRECTORIO «APOSTOLORUM SUCCESSORES: LOS SUCESORES DE LOS APÓSTOLES». 198 Como Obispo he recibido aquellas facultades y derechos que la legislación canónica atribuye a los Obispos, no solo “«nominalmente» como “Obispo diocesano”, sino también como «Ordinario», «Ordinario del lugar» y «Ordinario propio» (cf CIC c. 134 §1). 199 Estas son propias del Obispo diocesano y son ejercidas por él mismo. De entre ellas, puede delegar algunas, por “mandato especial”, de modo habitual u ocasionalmente. En donde ejerzan su ministerio el Obispo Coadjutor o el Obispo Auxiliar, el Obispo diocesano delega a ellos dichas facultades, de manera prioritaria y preferencial. Lo mismo se diga respecto al Vicario general, según las circunstancias y necesidades pastorales (cf CIC c. 134 §3). 200 Por el llamado, consagración y misión que he recibido, como Obispo, de parte de Cristo, para ejercer en la Iglesia diocesana el servicio capital del gobierno pastoral, gozo de la potestad sagrada, expresada en un conjunto de facultades eclesiales, en forma de derechos, atribuciones y prerrogativas. 201 En el himno cristológico de la carta a los Filipenses (2, 6-18), nos es presentada la obediencia desde el horizonte de la fe, que tiene su cumplimiento en el Misterio Pascual de Jesucristo. La obediencia a su Padre adquiere el sentido pleno de su amor en el cumplimiento de la voluntad de quien lo ha enviado. La obediencia a su Padre define toda su existencia hasta el extremo de la Cruz, allí el Padre lo glorifica constituyéndolo “Señor”. En la obediencia, humilde y gozosa, se realiza, por consiguiente el encuentro de mutua glorificación entre el Padre y el Hijo, por su relación de amor en el Espíritu (cf Jn 13, 31; 17, 1). El Obispo y cuantos constituimos el Pueblo de Dios en esta Iglesia particular, estamos llamados a imitar a Cristo en su obediencia al Padre, para darle gloria. Nuestro amor se hará testimonio en nuestra obediencia a Cristo y a su Iglesia, también en la ofrenda de nuestra respuesta de comunión y participación en el “querer de 91 Dios”, aún en los detalles de la normatividad y orientaciones canónicas eclesiales. 202 Como Obispo diocesano, al discernir la forma en que estoy llamado a ejercitar, momento a momento, el buen gobierno pastoral, me encuentro ante el desafío de ser imagen fiel del “Buen Pastor”, que busca el mejor alimento para sus “ovejas” y lo hago acudiendo al sapiente patrimonio de la Iglesia, expresado, ahora, en este “corpus” normativo. Mi propósito es dar vida a mi Iglesia diocesana, comunidad de discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en Él todos tengamos vida eterna (cf Jn 10, 10; DA 186189). 203 Las facultades que corresponden al OBISPO DIOCESANO de manera integral, es decir, «nominalmente», como «Ordinario» u «Ordinario del lugar», expresadas en el contexto pastoral del Directorio “Apostolorum Succesores”157, se encuentran enunciadas de modo sintético y es del todo necesario acudir a los textos originales correspondientes a cada canon del Código de Derecho Canónico. El elenco se encuentra en el ANEXO 2. 157 Cf ANTONIO VIANA TOMÉ, El gobierno de la Diócesis según el Derecho en el Directorio "Apostolorum Sucessores", IUSCA Vol. 46, Nº 92, 2006, pp. 639-659; QDE, n. 4/2010: Il direttorio per il ministero pastorale dei vescovi: BASSIANO UGGÉ, Il Direttorio per il ministero pastorale dei Vescovi “Apostolorum Successores” a confronto con il direttorio Ecclesiae imago, 23 (2010) 388-407; ALBERTO PERLASCA, L´esercizio della sacra potestas del vescovo nel Direttorio per il ministero pastorale dei Vescovi “Apostolorum Successores”, con particolare attenzione a la potestà di governo, 23 (2010) 408-430. 92 204 III.- LOS «OFICIOS EPISCOPALES VICARIOS», PRESENCIA CERCANA Y PERSONALIZADA DE LA CARIDAD PASTORAL DEL OBISPO, AL SERVICIO DE LA COMUNIÓN Y LA MISIÓN EVANGELIZADORA EN LA IGLESIA DIOCESANA. A través de esta Exhortación, ahora tengo el gozo de compartirles mi convicción pastoral-eclesial, como querer luminoso de Dios, “aquí y ahora”, de alentar y fortalecer la vivencia del ministerio de los Vicarios episcopales. Su oficio, aun como estructura, es una especie de epifanía del Espíritu Santo, como “don y carisma”, para la edificación de nuestra Iglesia particular. 205 Les encomiendo ser y permanecer fieles a estos dones, carismas y estructuras eclesiales de servicio, instituidos en nuestra Iglesia diocesana. Les invito a aceptar a cada uno de mis Vicarios, puesto que ellos están dispuestos a ser una presencia cercana de mi caridad pastoral, como su Obispo diocesano. El servicio eclesial que ellos nos ofrecen, se genera a partir de su participación en la sacramentalidad del ministerio ordenado. 206 Como Iglesia particular de Toluca, estamos llamados a corresponder a estos dones que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos han confiado, asumiendo y aceptando, ahora, con un corazón, una mente y una voluntad abiertos a valorar estos ministerios vicariales. 207 La misión de mis Vicarios es ser corresponsables conmigo, e impulsar y consolidar, con el dinamismo y el paso del Espíritu, la organicidad, la integralidad y la transversalidad de nuestras acciones pastorales diocesanas, con un espíritu auténtica y profundamente misionero, por los cauces de la “nueva evangelización”, al estilo de los discípulos misioneros de Jesucristo. 208 Como Presbiterio en el Pueblo de Dios, por medio de estos “oficios vicarios” (Vicarios generales, episcopales y Vicario judicial), estaremos en grado de seguir construyendo el Reino de Dios en nuestra Iglesia diocesana 93 y en nuestro mundo. Asimismo, seremos testigos y servidores de la comunión eclesial, jerárquica y pastoral, -desde mi persona en el “ministerio y carisma episcopal”, y desde ustedes, mis próvidos colaboradores, en el “el ministerio y carisma presbiteral”-. También, por medio de estos oficios vicarios, seremos impulsados a corresponder a renovar y revivificar nuestra identidad humana-cristiana y eclesial-pastoral, por la vivencia transparente de nuestra participación sacramental en el ministerio jerárquico del Único Sacerdote, Pastor y Servidor, Jesucristo. III.A. LA VICARIEDAD DEL ENVÍO PARA LA “MISIÓN”QUE EL PADRE CONFIÓ A SU UNIGÉNITO Y AL ESPÍRITU SANTO, SE CONTINÚA EN LA IGLESIA. 209 El apóstol san Pablo alude al supremo manantial de amor trinitario, cuando se dirige a los cristianos de la comunidad de Corinto: «La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes» (2 Co 13, 13). Estas palabras ponen de relieve que el don gratuito del amor del Padre, en Jesucristo, se realiza y se expresa en la comunión llevada a cabo por el Espíritu Santo. Comunión trinitaria de la cual se origina la misión de los oficios vicarios en la Iglesia, Esposa de Cristo. Ministerios que tienen como prioridad pastoral, colaborar muy cercanamente con el Obispo, generando, acrecentando, fortaleciendo o restableciendo la comunión eclesial de los miembros del Pueblo de Dios, según lo específicamente encomendado. 210 La comunión como participación en la vida trinitaria está iluminada con particular intensidad en el evangelio de san Juan, donde la comunión de amor que une al Hijo con el Padre y con los hombres es, al mismo tiempo, el modelo y el manantial de la comunión fraterna, que debe unir a los discípulos misioneros entre sí: «Ámense los unos a los otros, como yo los he amado» (Jn 15, 12; cf 13, 34). «Que sean uno como nosotros somos uno» (Jn 17, 21. 22). Comunión de los hombres con el Dios Trinitario y comunión de los hombres entre sí, es la misión para la cual ha sido enviado el Verbo Encarnado y, en su momento, el Espíritu Santo. Comunión que se ha hecho ofrecimiento a todos los hombres, como don y misión en la Iglesia 158 de la Trinidad . 158 BENEDICTO XVI, El don de la comunión, e. 94 III.A.1. LA MISIÓN, AUTODONACIÓN DE DIOS-AMOR AL SER HUMANO. 211 Toda misión o envío evangelizador participan radicalmente de la misma misión y envío que el Padre hizo a su Hijo Amado y, ambos, al Espíritu Santo. De esta manera Dios, se autorrevela y se autodona generosa y gratuitamente al hombre, entrando en el mundo e historia humanos. La Trinidad Divina no sólo toma la iniciativa, sino que conduce la misión llevándola a la plenitud de su realización. Desde esta perspectiva trinitaria la creación, revelación y misión reconciliadora de la humanidad nacen del mismo corazón de Dios, Uno y Trino, es «missio Dei: misión de Dios». 212 El Padre nos ama eternamente, el Hijo revela que el Padre nos ama, y el Espíritu Santo que es el Amor del Padre y del Hijo, son la expresión original 159 de la «economía Trinitaria» en la historia y en el mundo. Dentro de esta “economía”, el Padre se manifiesta en el Hijo encarnado encomendándole una misión, el Hijo es el modelo de la misión. El Hijo, por su encarnación, hace presente el amor que, el Padre y del Espíritu Santo, ofrecen al hombre para transformarlo con Su mismo amor. El Espíritu, el Paráclito, es la fuerza de la misión, del amor misionero. La misión es una actividad vital que tiene su origen en Dios-Amor. Es proyecto, decisión y autodonación de Dios para todos y cada uno de los hombres y mujeres, cualesquiera que sea su condición humana: “Dios quiere que todos los hombres se salven” (I Tim 2,4). 213 El Espíritu Santo no sólo moviliza, sino actúa en la misión transformando la historia y el corazón de las personas. La obra del Espíritu cosiste fundamentalmente en revelar a todos al Hijo y en actualizar la hazaña liberadora del Hijo, el Cristo que se entrega totalmente y se ofrece en lugar de la humanidad (cf Hb 5, 2-3) -dimensión de vicariedad-. III.A.2. LA IGLESIA CONTINÚA LA MISIÓN DE DIOSAMOR. La misión y el envío a realizarla son, por tanto, la manifestación plena del Dios Trino en límites de la historia humana. La “misión” que el 159 La «economía» tiene que ver con “dirección”, “ordenación” y más precisamente con la “administración de la casa”. En la experiencia teológica se refiere a la acción o incumbencia histórica de la salvación; prácticamente es el proyecto o designio salvífico de Dios, es decir, el “logos” de Dios presente en el cosmos y en la historia humana para su transformación y vivificación. 95 Padre ha confiado al Hijo y al Espíritu Santo, por la liberalidad y generosidad divina, se continúa en la Iglesia. La Iglesia es, así, parte de la misión de Dios, por tener su origen en el envío que el Padre ha dado a Jesucristo y al Espíritu Santo. Ni la Iglesia o algún otro agente humano pueden considerarse autor, portador o motor de la misión. 214 La Iglesia es el agente “vicario” más privilegiado, como comunidad de fe, esperanza y amor, como lugar teológico en su ser y quehacer evangelizador para lo cual, a su vez, ha sido enviada, en la persona de los discípulos misioneros de Jesucristo. 215 Los resultados de la misión no dependen exclusivamente de la Iglesia, sino que son obra del Espíritu Santo que actúa en ella. Ella es la obra del Dios Trino, Creador, Redentor y Santificador. La Iglesia “es totalmente del Espíritu Santo, pero tiene una estructura, la sucesión apostólica, a la que compete la responsabilidad de garantizar la permanencia de la Iglesia en la verdad donada por Cristo, de la que deriva también la capacidad 160 del amor” . III.A.3. LA “VICARIEDAD DE JESUCRISTO”, FUENTE PRIMIGENIA DE TODA “VICARIEDAD” ECLESIAL. 216 Jesucristo, el enviado del Padre, para realizar y consumar su misión, recurrió a las condiciones históricas sobre la posibilidad de la experiencia de la «vicariedad», a fin de permanecer entre nosotros. En armonía con la «economía Trinitaria», decidió que su Iglesia llevara adelante la misión que el Padre le había confiado: «Como el Padre me envío, yo también los envío» (Jn 20, 21; cf 17, 18; 3, 17; Mt 28, 19-20). Creer en Jesús es creer en quien le ha enviado. No ha venido por su cuenta (cf Jn 12, 44-50). Jesucristo, como “enviado”, es el iniciador del ministerio eclesial de la 161 “vicariedad” de los “oficios vicarios”, en su Iglesia. 217 La mediación es una forma de “vicariedad”. En la historia de nuestra salvación, desde la experiencia bíblica de los sacrificios expiatorios y el cumplimiento de la Alianza, a partir de Levítico 17, 11, la vida es sangre y 160 BENEDICTO XVI, El servicio a la comunión, Audiencia general del 5 abril de 2006 h. El concepto de «vicariedad» procede de la expresión latina vicarius, vicaria, vicarium, que significa «el que hace las veces de otro». 161 96 162 la sangre en cuanto vida, expía . En el momento de dar la vida (nefes) en expiación por otro, aparece experiencia de la “vicariedad”. Esta vicariedad 162 1.- La vida está en la sangre, según la experiencia bíblica. El Levítico 17,11 dice: porque el alma de la carne está en la sangre y yo mismo se la he dado sobre el altar para expiar por vuestras vidas; porque la sangre expía en cuanto es el alma. Se trata, sin duda de una ley antiquísima, que está ligada, como dicen las motivaciones de Lev 17,11 y 14, a la convicción que la sangre sea la sede o el principio de la vida en el hombre y en el animal. De aquí derivan diversos modos para traducir la palabra «nefesh: vida, alma, principio vital, persona». La vida, o sea el alma de todo viviente, pertenece a Yahveh, según la antigua creencia de Israel, es de su exclusiva propiedad y el hombre no puede en ningún caso apropiársela. K. ELLIGER, ve aquí una de las aplicaciones particulares de la ley del talión «la vida por la vida, el ojo por el ojo». He aquí por qué la sangre tiene una fuerza expiatoria (Biblia Hebraica Stuttgartensia). N. FÜGLISTER propone otra explicación del por qué la sangre de un animal expía los pecados. El pecado en la Biblia es una fuerza destructora que priva al hombre de la vida y, en todo caso, la disminuye desintegrando en diversos modos su ser. La sangre de un animal (sede de la fuerza vital) restituye al hombre, por la positiva voluntad de Dios, la vida perdida a causa del pecado (cf Lev 4,17ss. 25.30.34). 2. La sangre, en cuanto es vida, expía (pecados): Lev 17,11b. Esta frase se presta muy bien a una exégesis tipológica en cuanto encierra en sí todo el significado de los sacrificios expiatorios ordinarios (Lev 4) y de aquellos hechos en modo solemne en el gran día de la expiación (Lev 16). Está admitido por toda la tradición cristiana que las instituciones cultuales del Antiguo Testamento son tipos y prefiguraciones de las realidades cristianas. Los sacrificios del Antiguo Testamento son, en esta perspectiva, un esbozo del único sacrificio de Cristo. El Nuevo Testamento recurre con frecuencia a esta tipología. Por ejemplo, el único sacrificio con el que Cristo nos ha redimido es contemplado a la luz de la ofrenda de comunión, usada también para concluir la alianza en el Sinaí (Ex 24, 5). En Mateo 26, 26-28 y en Efesios 5, 2; asimismo, en las categorías del sacrificio expiatorio (Mc 10, 45; Rm 3, 25; 1 Jn 2, 2; Hb 9-10). La vida de Cristo dada en sacrificio por nosotros ha entrado en lugar de nuestras vidas, todos culpables y sometidos a la muerte eterna a causa de nuestros pecados. Él ha dado su sangre para que a nosotros se nos perdonen los pecados. La Carta a los hebreos, contemplando esta obra de Cristo a la luz de los sacrificios de expiación del Antiguo Testamento, enuncia el principio: Sin derramamiento de sangre no existe el perdón (Hb 9, 22). Este principio es el eco de lo enunciado en Levítico 17,11b: la sangre, en cuanto es vida, expía por los pecados. Desde este horizonte, tiene razón K. ELLIGER, quien ve en esta expiación una aplicación particular de la ley del talión: la vida por la vida… una nefesh animal puede ser muerta, por positiva voluntad de Dios, en lugar de la nefesh humana que por sus pecados debería morir. El dueño del animal no muere porque al ofrecer la víctima animal, ésta muere por él expiando sus pecados. La tipología emerge a los ojos en el paralelismo, pero también en su pleno contraste: como en el Antiguo Testamento la sangre de un animal ofrecido como sacrificio expiatorio expiaba por las vidas humanas, ahora en el Nuevo Testamento la sangre de Cristo expía por los pecados de toda la humanidad. Esta es la analogía, pero también la superación: Los 97 consiste en hacer las veces del otro, entregando la propia vida, “siendo puente”, es decir, pontífice, ofreciéndose en sacrificio por amor. Esta experiencia de “expiación vicaria” es el contexto sacerdotal de la carta a los Hebreos (9, 13ss). 218 La carta a los hebreos presenta el tema de Cristo sacerdote, en tres niveles: a) el de Aarón, en el Templo; b) el de Melquisedec; c) y el del mismo Cristo, como el verdadero, único y eterno sacerdote de la Nueva Alianza. En Él todo queda sintetizado, purificado y guiado a su fin, a su verdadera esencia. 219 El autor de la carta a los Hebreos, en referencia a la Ley del sacerdocio de Aarón, nos dice que para ser realmente mediador entre Dios y el hombre, debe pertenecer a las dos realidades, la divina y la humana. Afirma que el Hijo de Dios se hizo hombre precisamente para ser sacerdote y realizar así la misión del sacerdote. Por sí mismo, el hombre no puede hacerse mediador para con Dios; necesita una “autorización” o “una institución divina”. Sólo perteneciendo al mundo de Dios y al mundo del hombre, puede ser mediador, es decir, "puente" que enlaza al hombre con Dios. Por eso fue necesario este Misterio: el Hijo de Dios se hizo hombre para que fuera un verdadero puente, una verdadera mediación. Los demás “sacerdotes”, ministros de la nueva alianza, deben tener asimismo una “autorización” de Dios, es decir, que les llame y les confiera la participación en el único sacerdocio de Cristo (cf Hb 4, 5) en el ser divino, por el sacramento del Orden. 220 Nadie, en consecuencia, se hace sacerdote por sí mismo; sólo Dios puede atraer, autorizar e introducir en la participación del misterio de CristoMediador; sólo Dios puede entrar en la vida del elegido y tomarle en sus manos. Así, un sacerdote debe ser realmente un hombre de Dios, debe conocer a Dios de cerca y en comunión con Cristo. sacrificios del Antiguo Testamento no podían hacer santos a aquellos que sacrificaban (Hb 9,13); la sangre de Cristo en cambio, nos reconcilia con Dios y purifica realmente nuestras conciencias (Hb 9,14. 23). Ahora comprendemos mejor también qué cosa quiere significar la frase tan usada: hemos sido redimidos con la sangre de Cristo. La sangre, en cuanto es vida, expía. Este es el caso de una tipología auténtica: al leer Levítico 17,11, podemos pensar en contemplar este aspecto de la obra de Cristo, su vicariedad expiatoria. Además, existe el aspecto de la relación esponsal y “vicariedad” de Jesucristo en la Eucaristía, que puede consultarse en RANIERO CANTALAMESSA, Amar a la Iglesia, Meditaciones sobre la carta a los Efesios, Ed. Monte Carmelo, Colección “Agua Viva”, Burgos 2005, pp. 63-64. Se citará AIME. 98 221 Además de “la institución divina” por el Sacramento, el sacerdote debe ser: “hombre en todos los sentidos, es decir, debe vivir una verdadera humanidad, un verdadero humanismo; debe tener una educación, una formación humana, virtudes humanas; debe desarrollar su inteligencia, su voluntad, sus sentimientos, sus afectos; debe ser realmente hombre, hombre según la voluntad del Creador, del Redentor, porque sabemos que el ser humano está herido y la cuestión "qué es el hombre" queda ofuscada por el hecho del pecado, que ha herido hasta lo más intimo la naturaleza humana. Así se dice: "ha mentido", "es humano"; "ha robado", "es humano"; pero este no es el verdadero ser humano. Humano es ser generoso, es ser bueno, es ser hombre de justicia, de prudencia verdadera, de sabiduría. Por tanto, salir, con la ayuda de Cristo, de este ofuscamiento de nuestra naturaleza para alcanzar el verdadero ser humano a imagen de Dios, es un proceso de vida que debe comenzar en la formación al sacerdocio, pero que 163 después debe realizarse y continuar en toda nuestra vida” . 222 Estas dos realidades fundamentalmente van juntas en los ministros ordenados: 1) ser de Dios, estar con Dios, y 2) ser realmente hombres, en el verdadero sentido que el Creador ha querido plasmar. Hablar de identidad con Jesucristo sacerdote-mediador, es hablar de camino hacia la perfección y ésta se encuentra en la obediencia: “Se dice que Cristo, mediante la obediencia, es perfecto, en griego “teleiotheis” (cf Hb 5, 8-9). Sabemos que en toda la "Torah", es decir, en toda la legislación cultual hebrea, la palabra “teleion”, usada aquí, indica la ordenación sacerdotal. Es decir, la carta a los Hebreos nos dice que precisamente al hacer esto Jesús fue constituido sacerdote. “Nuestra ordenación sacerdotal sacramental debe realizarse y concretarse existencialmente, pero también de modo cristológico, precisamente en este llevar el mundo con Cristo y a Cristo y, con Cristo, a Dios: así nos convertimos realmente en sacerdotes, “teleiotheis”. Por lo tanto, el sacerdocio no es una actividad de algunas horas, sino que se realiza precisamente en la vida pastoral, en sus sufrimientos y en sus debilidades, en sus tristezas y, naturalmente, también en las alegrías. Así llegamos a ser cada vez más sacerdotes en comunión con 164 Cristo” . 223 De esta manera Jesucristo es nuestro único mediador, es decir, “nuestro vicario por excelencia”. Siendo a la vez Víctima, Sacerdote y Altar, que se ofrece en expiación por nosotros. En su sacrificio redentor derrama su sangre (=su vida) por nosotros para que nosotros no tengamos que morir por nuestros pecados. Se entrega por nosotros, su Esposa, la Iglesia: «Nos 163 Cf BENEDICTO XVI, Homilía durante la «Lectio divina», en el encuentro con el clero de Roma, Aula de las Bendiciones, jueves 18 de febrero de 2010, h-i. 164 Cf Ibídem., q. 99 purificó de nuestros pecados con su sangre» (Ap 1, 4; cf Ef 5, 25ss). La imagen de la esposa, pone de relieve la irreductible alteridad, esposo y esposa, como una unión interpersonal entre dos seres que están uno frente al 165 otro, como un “yo” y un “tú”, unidad vicaria sin confusión alguna . III.A.4. LA SACRAMENTALIDAD DEL MINISTERIO JERÁRQUICO, CARISMA AL SERVICIO DE LA EDIFICACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS. 224 El Espíritu Santo, en el hoy de nuestro caminar pastoral, me pide aportar mi corresponsabilidad, desde mi caridad pastoral y el carisma episcopal que me ha confiado en favor de Ustedes. Esta es la razón por la que ahora asumo la tarea que el mismo Espíritu inspiró a nuestra Iglesia diocesana en su Primer Sínodo Pastoral, en el que ha normado, acerca de los Vicariatos Episcopales y Decanatos: a) «Precise y dé a conocer, el Obispo, la figura, las facultades específicas de los Vicarios episcopales y Decanos, señalando la periodicidad de su servicio, a la luz del Magisterio, del Derecho Canónico y de sus propias decisiones pastorales, así como las tareas que han de realizar, las relaciones que han de guardar con la Curia, con él mismo y con la porción de la Iglesia que les encomienda y vea que se capaciten para su misión en las comunidades que les confía, especialmente en relación con los presbíteros. b) Nombre, igualmente, a sus Vicarios episcopales y Decanos entre los más aptos y competentes para este ministerio, previo diálogo con el elegido y tomando la decisión en común, según la normatividad y periodicidad que establezca el 166 Derecho (cf CIC cc. 477 §1. 478 §1. 554 §1)» . 225 La «sacramentalidad», como dimensión eclesial redescubierta por el Concilio Vaticano II (LG 1. 9. 48), es un don presente en el Pueblo de Dios. Los miembros de la Jerarquía, quedan constituidos, al recibir el sacramento del Orden. Ellos, como “mediaciones humano-divinas” vivientes, han quedado constituidos en “personas consagradas en el ministerio jerárquico al servicio del Pueblo de Dios”, instrumentos orgánicos vivientes, constructores de la comunión eclesial para “el buen gobierno pastoral” (cf LG 1, 5, 8, 9b, especialmente el n. 28). Se expresa así la comunión o unidad interactiva y vital que identifica a la Iglesia como “Cuerpo de Cristo”, en el cual, según la expresión mística de San Pablo, Cristo es la Cabeza. Él es la fuente y fundamento de toda capitalidad jerárquica, de donde se derivan los oficios 165 166 Cf AIME pp. 58-59. DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP, Norma 615 a. b. 100 jerárquicos vicarios. Es visible e invisible, espiritual e institucional, divina y 167 humana, camina en la historia y tiene su origen y su fin más allá de ella . 167 Cf La Iglesia es en Jesucristo como un sacramento, es decir, signo e instrumento de la salvación universal del hombre. Por tanto la Iglesia es visible, pero sólo como signo e instrumento de su dimensión espiritual. Vuelve a hacer presente la obra salvífica de Jesucristo. El fin de la Iglesia es ser el sacramento de la unión íntima de los hombres con Dios. La Iglesia es instrumento de Cristo para la "redención universal" (LG 9). Es sacramento universal de salvación (LG 48). Es el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad" (Pablo VI) que quiere "que todo el género humano forme un único Pueblo de Dios, se una en un único Cuerpo de Cristo, se edifique en un único templo del Espíritu Santo" (AG 7; cf LG 17; cf I Cor 12-13. Ef 5, 20; LG 1; 9; 48; GS 42; AG 1, 7). En la historia de la teología la expresión «sacramento» se ha circunscrito especialmente a los siete sacramentos definidos por el Concilio de Trento como «symbolum rei Sacrae: símbolo de una realidad sagrada» o «forma visibilis gratiae invisibilis: forma visible de la gracia invisible» (Enchiridion Symbolorum o Denzinger n. 1639). El Concilio Ecuménico Vaticano II ha usado esta expresión de manera novedosa para describir a la Iglesia de forma más genérica y a su vez, con la densa fórmula de cuño sacramental «gestis verbisque: hechos y palabras», ha calificado la Revelación (cf DV 2, 4, 8, 14). La teología reciente, enraizada en la tradición patrística, también ha aplicado a Jesucristo la expresión del gran sacramento originario del que deriva la «sacramentalidad» de la Iglesia y de sus siete sacramentos concretos. De esta forma la sacramentalidad se manifiesta como la categoría teológico-hermenéutica por excelencia para expresar la economía reveladora centrada en Jesucristo, como sacramento originario, a través de su Iglesia, como sacramento fundamental, y de cada uno de los sacramentos concretos, como realizaciones actualizadoras del sacramento fundamental: cf CARLOS IGNACIO GONZÁLEZ, La Iglesia que somos tú y yo. 12 Catequesis sobre la Iglesia, Obra Nacional de la Buena Prensa, México 2007, pp. 54-62. CATIC, nn. 781-801. Antes del Vaticano II, MATHIAS JOSEPF SCHEEBEN, en su obra Los misterios del cristianismo, Barcelona 1950, p. 591, llegó a aplicar el término “sacramento” a la Iglesia. EDWARD SCHILLEBEECKX, después del Concilio publicó Cristo, Sacramento del encuentro con Dios, Ed. San Sebastián 1966, donde expresa que el hombre Jesús, en cuanto manifestación personal terrena de Dios salvador es el sacramento primordial. Así, la humanidad de Cristo puede ser llamada sacramento fundamental o fontal, por estar unida substancialmente al Verbo. Et Verbum caro factum est. En la encarnación el Verbo, sin dejar de serlo, comienza a ser hombre y a obrar como tal, sumergiéndose en la limitación del tiempo y de la historia. En síntesis, sacramento, en sentido estricto, es un signo visible instituido por Cristo que manifiesta y comunica la gracia. En el sentido paulino, el término “sacramentum-mystérion”, indica el plan eterno de Dios para salvar al hombre, plan que llega a su plenitud visible en la vida y obra de Cristo. En continuidad con esta concepción, los Santos Padres, también llamaron sacramento a todo lo que de alguna forma prefiguraba a Cristo, o a los ritos de la Iglesia en que se actúa visiblemente su fuerza salvífica, a través de las mediaciones humanas o instrumentales. Cf 101 4.1. LOS “OFICIOS VICARIOS”, DIACONÍAS DE LA IGLESIA. 226 Para nosotros, “discípulos y misioneros de Jesús”, todos los oficios, ministerios y encargos de la Iglesia, “misterio de comunión para la misión evangelizadora”, conllevan intrínseca, invariable y esencialmente un componente sacramental-carismático, que el Espíritu Santo actualiza. Esta perspectiva, única y específica, significa que los oficios eclesiales de ninguna manera son concesiones, derechos adquiridos o cortesías, ni meras estructuras funcionales de la organización eclesiástica, sino “diaconías de la Iglesia”. Es decir, verdaderos «servicios eclesiales», que son como una especie de frutos sacramentados derivados del tronco Bautismo-Confirmación-Ministerio ordenado. Servicios vitalizados ontológicamente por la savia carismática del Espíritu de Cristo Servidor, que le dan vida, crecimiento y organicidad a la misma comunidad eclesial o Pueblo de Dios. 227 Los “oficios vicarios” en los que se prolonga de modo misterioso pero real, eclesial y pastoralmente, son el “aquí y ahora” de la encarnación personalizada y prologada de la sacramentalidad de Jesucristo, el Ungido por el Espíritu, Servidor y Buen Pastor. De esta manera, los “oficios Vicarios episcopales” son la prolongación “sacramental y carismática” de la presencia de Cristo en su Iglesia y en nombre del Obispo. Sacramentalidad y carisma actualizados por el Espíritu Santo en quienes han sido consagrados para el ministerio de servir a la Iglesia, Esposa de Cristo, llamados personalmente por el Obispo para ser sus Vicarios en el servicio de la facultad ejecutiva (Vicarios Generales y Vicarios episcopales) y en la facultad judicial (Vicario 168 judicial), en y ante su Iglesia particular . 228 Abriendo el horizonte, es preciso acentuar que todos estos oficios o servicios, confiados a través de la mediación del Obispo diocesano, son ejercidos “en nombre de Cristo y de su Iglesia”, por eso han de vivirse de manera personal, sacramental y carismática en el dinamismo del Espíritu Santo. Él actualiza y hace presente, en la persona de cada ministro jerárquico, la PIETER FRANS SMULDERS en BARAUNA, IGVAT; ANGEL ANTÓN, El misterio de la Iglesia, BAC, Madrid 1987; SALVADOR PIÉ-NINOT, Sacramentalità, en DE2010, pp. 1243-1255. 168 “En el lenguaje de Efesios 4, 12-13, este aspecto, es sumamente cercano al de I Cor 12, 6ss: “Hay diversidad de dones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”. Si indicamos con el término general de «sacramentos» lo que es común a todos y con el término «carismas» lo que es propio de cada uno, podemos decir que los «sacramentos» son el don concedido a todos para utilidad de cada uno, y el de «carisma» es el don concedido a cada uno para la utilidad de todos”: AIME p. 36. 102 sacramentalidad carismática o el carisma sacramental de Jesucristo en su Iglesia. Para edificarla en la santidad, fruto de la conversión y configuración con el mismo Jesucristo, se hace presente, primeramente en ellos, el don de la comunión y de la evangelización. Los «sacramentos» se conceden a la Iglesia, en su conjunto, para santificar a los individuos; a su vez, los «carismas» son dones concedidos a los individuos para santificar a la Iglesia, también en su conjunto. El objetivo final es el mismo en ambos casos: crear y promover la comunión (“koinonía”), el servicio (“diakonía”) y la misión 169 evangelizadora . 4.2. LA «CARIDAD PASTORAL», IDENTIDAD Y FUENTE GENERADORA DE LA PASTORALIDAD DE LOS OFICIOS JERÁRQUICOS. 229 Cada una de las vivencias de cualquier «oficio eclesial jerárquico», ejercidas en la «caridad pastoral» (cf LG 41, PO 14), son, por sobre todo, oportunidades salvíficas de santificación, de manera específica para quienes hemos sido llamados, consagrados y enviados a testimoniar, como pastores, la comunión ministerial y jerárquica, para edificación de la Iglesia, haciendo presente el Reinado de Dios. La «caridad pastoral», como don de dones, es el “carisma” más valioso (cf I Cor 12, 31). La “Vicariedad” al servicio del misterio de la comunión eclesial, carismática, jerárquica y ministerial, hace presente la caridad y la capitalidad del Obispo diocesano, ayudándole en «un buen gobierno pastoral» en la Iglesia particular. 230 Nuestra santificación se construye en el ejercicio cotidiano del sacerdocio ministerial; por eso los oficios o servicios eclesiales nos permiten vivir de la espiritualidad ministerial, necesaria para nuestra santificación, como presbíteros y como miembros de una comunidad-presbiteral (presbiterium), expresión de la Iglesia comunión. Por lo que nuestra santidad personal, comunitaria y eclesial, se realiza según sea nuestra “caridad pastoral” entregada, dinámica, eficaz, corresponsable y gozosa. Con esta actitud se 169 Cf AIME p. 36; cf En DE2010: DARIO VITALI, Carisma, pp. 108-121; GUANFRANCO CALABRESE, Comunione, pp. 268-288; GIANNI COLZANI, Evangelizzazione, pp. 659-675; Ibídem., Missione, pp. 866-888. 103 afecta directamente a la comunidad presbiteral de manera más cercana, lo 170 mismo que a toda la comunidad eclesial diocesana y universal . 231 Es preciso insistir que todos los oficios eclesiales jerárquicos o de ministerio ordenado (Vicarios del Obispo, Decanos, Párrocos, Vicarios parroquiales, Rectores, Auxiliares de Rectoría, Capellanes, Miembros del Equipo Formador de nuestro Seminario,…), tienen una identidad esencial e integralmente “pastoral” y con características de “vicariedad” (en el 171 amplio espíritu de la Revelación y de la sacramentalidad) . Aunque la normativa canónica vigente no es tan novedosa en su letra, sí lo es en ubicar estos “oficios” dentro del espíritu conciliar y posconciliar de la renovación eclesial-ministerial-pastoral. Los oficios eclesiales jerárquicos, son, en efecto, participación corresponsable y solidaria en el misterio eclesial- pastoral cuya fuente es Jesucristo, Único Buen Pastor, de quien deriva el oficio y ministerio pastoral capital del Obispo; de quien los presbíteros son “próvidos colaboradores”, a una con los diáconos. Éstos son oficios ministeriales por los que participamos, no sólo de la fraternidad y la sacramentalidad, sino, sobre todo, de la comunión eclesial y jerárquica, que participa de la comunión de Dios-Amor, Uno y Trino. 232 La comunión eclesial-carismática, jerárquica-ministerial de la Iglesia, epifanía de la comunión Trinitaria, hace que la centralidad del ministerio capital u original del Obispo no se convierta en una centralización absoluta en su persona, y que la “participación vicaria” no sea una descentralización fragmentada, anárquica y desgajada del ministerio único de Jesucristo, en detrimento de la unidad del ministerio de la Iglesia-Comunión. Por ello, los 170 “Caridad”, es la máxima entrega de amor, “pastoral”. Consagrado por el Sacramento del Orden para ser signo de Cristo Pastor; es decir: el carisma de ser pastor expresando el amor de Cristo. 171 El término «pastoral», en un sentido amplio, se refiere al apostolado del Papa, los Obispos, los Presbíteros y los Diáconos, así como el de todos demás miembros la Iglesia, abarcando la totalidad de su misión evangelizadora y su acción apostólica y ministerial. El término «pastoral» se deriva de Cristo Pastor y debemos remitirnos a la figura del Obispo como pastor, servidor, cabeza y esposo de su Iglesia diocesana. Los oficios del Vicario general y del Vicario episcopal, como también el del Vicario judicial, pueden definirse como “auxiliares” y, con mayor precisión, como «vicarios» del «oficio original, principal y capital» que ostenta el Obispo diocesano, haciendo presente a Cristo-Pastor en su Iglesia local. En definitiva, todos sus Vicarios, incluido el Vicario (Episcopal) Judicial son corresponsables, con el Obispo, de su buen gobierno pastoral, en nombre de Cristo-Pastor y de su Iglesia. Cf RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, El Vicario general y el Vicario de Pastoral, en CDFA p. 146. 104 servicios, ministerios y oficios eclesiales, originarios o vicarios (en las distintas potestades con sus facultades), no deben ejercerse aisladamente con autonomía absoluta, sino en la relación eclesial de comunión y participación 172 corresponsable . 233 El misterio de la comunión eclesial-jerárquica-ministerial, implica radicalmente, no sólo la superación del aislamiento, sino el fomento de la coordinación, consulta, proceso de discernimiento, apertura, escucha y diálogo al estilo de la comunión intratrinitaria de Dios. Este misterio se encarna en la tensión entre la diversidad y la unidad del ejercicio del buen gobierno pastoral. 234 Es preciso aclarar que el trabajo corresponsable y en común (colegialidad), la escucha, el diálogo, la consulta, la comunión y la participación en la comunión eclesial-carismática-jerárquica-ministerial, no son expresiones democráticas, ni reparto de poder. Democracia y Jerarquía, se ubican en dos ámbitos distintos. Mientras que la jerarquía eclesial tiene su origen dinámico en el carisma del Espíritu Santo, como gracia específica o “con-formadora” del Sacramento del Orden o del ministerio sacramental, la democracia nace como una expresión del “poder del pueblo”, con el riesgo de caer en el populismo y exponerse frecuentemente a manejos de todo tipo de circunstancias o liderazgos político-sociales. Así, toda “vicariedad”, en sentido amplio y radicalmente sacramental, conlleva, prolonga y hace experimentable una especie de presencia sacramental de Cristo Cabeza, Servidor, Pastor y Esposo. III.A.5. LA “VICARIEDAD DE JESUCRISTO”, PRESENTE EN LA TRADICIÓN VIVA DEL MINISTERIO APOSTÓLICO. Cuando reflexionamos, desde la fe, acerca de la presencia ininterrumpida de la “Vicariedad” de Jesucristo a través de la tradición viva del ministerio apostólico en la Iglesia, estamos llamados a reconocer y aceptar este principio original: Si bien históricamente existen diversas personas en quienes está presente la potestad eclesial, sin embargo, toda la potestad de la Iglesia es toda de Cristo, quien es la fuente primigenia de toda 172 Cf IUSCA: JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ DEL VALLE, Descentralización y "communio": Planteamientos doctrinales, Vol. 24, Nº 48, 1984, pp. 491-508; JUAN IGNACIO ARRIETA OCHOA DE CHINCHETRU, Instrumentos supradiocesanos para el gobierno de la Iglesia particular, Vol. 24, Nº 48, 1984, pp. 607-644. 105 “vicariedad”, el es el “vicario viviente”, original y originante, único del que participa toda vicariedad, puesto que es el “icono”, el “Logos encarnado” de la Trinidad (cf Col 1, 3.12-20; Jn 1,1.14; 14, 8-10). 5.1. EL OFICIO ECLESIAL UNIVERSAL DE PEDRO, COMO VICARIO DE CRISTO. 235 La “vicariedad” eclesial por preeminencia es la que el mismo Cristo le confirió a Pedro, “como el primero de los Apóstoles”. “En el Antiguo Testamento, el cambio del nombre por lo general implicaba la encomienda de una misión (cf Gn 17, 5; 32, 28ss, etc.). De hecho, la voluntad de Cristo de atribuir a Pedro una importancia particular dentro del Colegio apostólico se manifiesta a través de numerosos indicios… Las tres metáforas que utiliza Jesús son en sí muy claras (cf Mt 16, 17-19): Pedro será “el cimiento de roca” sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá “las llaves” del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá “atar o desatar”, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro. Así queda descrito con imágenes muy plásticas lo que la reflexión 173 sucesiva calificará con el término: “primado de jurisdicción” . 236 El ministerio petrino, es un servicio o carisma «vicario», por el que Cristo designó a Pedro como “su representante terreno y visible” en el pastoreo, conducción o gobierno de la Iglesia universal. Cuando Jesucristo le confiere a Pedro el carisma institucional de ser su Vicario visible, le otorga la primacía entre los Apóstoles y discípulos. Le confiere, asimismo, el servicio más eminente y significativo de autoridad en su Iglesia, por eso es el 174 «Servus, servorum Dei: Servidor de los servidores de Dios» . Pedro en adelante tiene la misión fundamental de fortalecer a sus hermanos en la fe, después de haber experimentado y superado la prueba de su caída, al negar a su Maestro, y la experiencia de la conversión, gracias a la fuerza del amor 173 BENEDICTO XVI, Pedro, la roca, 7 junio de 2006, c. “Sería instructivo, recordar como el Papa San Gregorio Magno, que explícitamente quiere se señalado con el título de la humildad y del servicio, se defina a sí mismo «servus servorum Dei: siervo de los siervos de Dios» (cf HARTMANN GRISAR, San Gregorio, pp. 74-75; 211); quien, no menos que los demás Pontífices, ha reivindicado siempre para el ministerio de Pedro «el cuidado. de toda la Iglesia y el principado» (cf PIERRE BATIFFOL, San Gregorio, p. 207)”: PABLO VI, Discurso a los miembros de la Rota Romana, 27 de enero de 1969; Cf BENEDICTO XVI, San Gregorio Magno, Audiencia general, 4 de junio de 2008, k. 174 106 (cf Mt 16, 13-19; Jn 21,15-17; I Pe 2, 3-8; 5, 1-4). De esta manera el Papa, 175 como sucesor de Pedro, Obispo de Roma, es el Vicario de Cristo . 237 La vicariedad de Cristo impulsa y da sentido espiritual a todo servicio vicario en la Iglesia. En la Eucaristía, cada vez que celebra el Presbítero, en nombre de Cristo Cabeza, está entregándose por amor y en expiación de amor, por la Iglesia, Cuerpo de Cristo y viviendo así la “vicariedad” de Cristo y del Obispo. En cada Eucaristía Cristo muere, derrama su sangre por nosotros. Esta realidad vivificante, profunda, misteriosa nos impulsa, con la fuerza del Espíritu Divino, a que el “servicio vicario” sea asumido en el más íntimo misterio de amor o caridad pastoral. 5.2. EL OFICIO ECLESIAL DEL OBISPO, COMO VICARIO DE CRISTO. 238 Siendo el episcopado la plenitud del sacramento del Orden y la cumbre del ministerio ordenado, el Obispo, por la consagración sacramental y por la “comunión jerárquica” con el Obispo de Roma, al ser incorporado al Colegio episcopal, queda incardinado en «la sucesión apostólica», en el 176 hoy del “nosotros” apostólico . 239 El número 27 de la Lumen Gentium define a los Obispos que pastorean a las Iglesias particulares “como vicarios y legados de Cristo: ut vicarii et legati Christi”. El Directorio “Los sucesores de los Apóstoles”, n. 1, retoma esta definición del Obispo como vicario de Cristo, evocando la definición de Hebreos 13, 20: «“Vicario del “gran Pastor de las ovejas”» (cf Hb 13, 20). 240 El Obispo ejerce la potestad propia, ordinaria e inmediata, personalmente en nombre de Cristo. Esta potestad no es anulada por la potestad suprema y 175 Cf JUAN PABLO II: Catequesis: Pedro y sus sucesores, cimiento de la Iglesia (25 noviembre 1992); Misión de Pedro: confirmar a sus hermanos (2 diciembre 1992); La misión pastoral de Pedro (9 diciembre 1992); El Obispo de Roma, sucesor de Pedro (27 enero 1993); El “munus petrinum” del Obispo de Roma como pastor universal (24 febrero 1993). 176 Cf BENEDICTO XVI, Discurso al primer grupo de Obispos Argentinos de visita “Ad Limina Apostolorum”, Sala del Consistorio, 14 de marzo de 2009: “Gracias a esta colegialidad afectiva y efectiva, ningún Obispo está solo, porque está siempre y estrechamente unido a Cristo, Buen Pastor, y también, en virtud de su Ordenación episcopal y de la comunión jerárquica, a sus hermanos en el episcopado y a quien el Señor a elegido como Sucesor de Pedro (cf PG 8)”. LUIS GUTIÉRREZ MARTÍN, El Régimen de la Diócesis, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Bibliotheca Salmanticensis, Estudios 265, Salamanca 2004, p. 12. Se citará ERDD. 107 universal del Romano Pontífice, sino afirmada y fortalecida, puesto que el Espíritu Santo mantiene la forma de gobierno que Cristo estableció en su Iglesia (cf LG 27-28). 241 Como Obispo diocesano presido la Iglesia local que se me ha confiado; soy quien la representa en la “comunión de las Iglesias”; en ella tengo la misión de enseñar, santificar y regir; y ejercer, así, el ministerio episcopal (“munus episcopale”) con la autoridad y en el nombre del mismo Cristo, con potestad legislativa, ejecutiva y judicial (cf LG 18. 21; DA 166). Sin embargo, mi condición humana me limita para atender todas y cada una de las múltiples necesidades eclesiales de los miembros de mi Iglesia diocesana; de ahí la razón de los servicios vicariales de participación corresponsable y comunión en el “munus episcopal”, previstos en la Iglesia. 5.3. EL OFICIO ECLESIAL DE LOS VICARIOS DEL OBISPO. 242 Tras adquirir conciencia de la imposibilidad de que el Papa y los Obispos, podamos asumir personalmente el ejercicio de todos los «oficios originales» de gobierno pastoral, y la necesidad de ofrecerlos a la comunidades, ha surgido la diversidad de «oficios vicarios» eclesiales, gracias a la permanencia del Espíritu de Cristo que inspira la solitud pastoral de su Iglesia y del Colegio Episcopal a lo largo de la historia. La “vicariedad”, a la vez que ayuda a la descentralización, integra orgánicamente en la comunión eclesial y jerárquica, los varios oficios, servicios y ministerios. Éstos se ejercitan a favor de los distintos sectores del Pueblo de Dios, tanto en los múltiples ámbitos jurisdiccionales y territoriales, como en los diferentes ámbitos jerárquico-administrativos del servicio eclesial, que se originan de la 177 unidad, porque es uno el Espíritu que es fuente y dador de los carismas . 177 ANTONIO VIANA TOMÉ, Naturaleza canónica de la potestad vicaria de gobierno, IUSCA Vol. 28, Nº 55, 1988, pp. 99-130. La Iglesia ha asumido del Derecho romano el concepto jurídico de “vicariedad”, integrando esta institución al espíritu y servicio de la caridad pastoral, para la construcción del Reino de Dios. Esta es la causa de la inserción “vicarial” en el seno ministerial-jurídico de la Iglesia. Es necesario precisar que antes de este concepto jurídico, están las fuentes bíblicas que constituyen el fundamento de la experiencia eclesial de la “vicariedad” con que Cristo caracterizó a su Iglesia y a sus enviados: “Como el Padre me ha enviado, yo también los envío a ustedes” (Jn 20, 21; cf Jn 5, 31-47). Cf OLIS ROBLEDA, El Derecho romano en la Iglesia, en Ius populi Dei, Università Gregoriana, Roma 1972, pp. 4-51; A. GARCÍA Y GARCÍA, Historia del Derecho Canónico I, Salamanca 1967, pp. 157-158; CHOI IN-GAG PAOLO, Vicario episcopale e Vicario Foráneo, Editrice Pontificia Università Gregoriana, Roma 2003, pp. 18-21. 108 III. B. LOS OFICIOS DE LA «VICARIEDAD EPISCOPAL», EN LA POTESTAD EJECUTIVA Y JUDICIAL, AL SERVICIO DE LA COMUNIÓN Y MISIÓN EVANGELIZADORA. 243 Los Vicarios del Obispo están ubicados en la participación corresponsable y solidaria con la potestad pastoral capital del Obispo en su 178 Iglesia diocesana . Son oficios ministeriales por los que, el Obispo con ellos, participan de la comunión jerárquica y pastoral, presente en la sacramentalidad, el carisma y espiritualidad de la Iglesia, misterio de 179 comunión para la misión . 244 Estos oficios que son ejercidos “en nombre” de Cristo y de su Iglesia, por el mandato del Obispo diocesano en comunión con el Colegio Apostólico, son, conjuntamente, oportunidades salvíficas en lo cotidiano de nuestro ministerio sacerdotal. De éste se origina nuestra santificación, personal, comunitaria y eclesial, según la respuesta dinámica, entregada, corresponsable y gozosa de nuestra “caridad pastoral”, animada por el Espíritu Santo. 178 En relación con el origen, ser, quehacer y potestad ejecutiva, ordinaria y vicaria del Vicario episcopal, participando en el buen gobierno del Obispo diocesano, puede consultarse en FRANCISCO IBGD, Cap. III; lo mismo que para la función administrativa en el buen gobierno, su concepto, estructura, principios, responsabilidades y las distintas categorías de los actos administrativos y sus normas, en el Cap. II. 179 La potestad episcopal, de la que derivan los oficios vicarios, en sentido amplio, ha quedado subrayada por el Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, Luz de los Pueblos, como potestad episcopal-pastoral que integra dos elementos: potestad de orden (episcopal) y potestad de régimen o jurisdicción (oficio). Éstas no se separan aunque sí pueden distinguirse. Tradicionalmente se diferencian tres ámbitos de potestad de régimen o jurisdicción: a) legislación, b) administración o ejecución, y c) ámbito judicial. O, en otras palabras, el ámbito de la Palabra (evangelización), celebración y el servicio de gobierno pastoral, que corresponden a los títulos de Cristo Profeta, Sacerdote y Servidor-Rey. Sin olvidar que se interrelacionan y complementan en la integralidad de la caridad del Pastor. En cualquier caso, el Obispo es la cabeza y pastor tanto cuando actúa en el ámbito de la Palabra, de la celebración o del gobierno pastoral (regalidad), como cuando legisla, administra o juzga. Es decir, y hay que subrayarlo, toda actuación del Obispo diocesano es «pastoral» y está al servicio de su tarea de pastor”. Ibídem., p. 146. 109 III. B.1. LA IDENTIDAD ECLESIAL, CARISMÁTICA Y JURÍDICA DE LOS VICARIOS DEL OBISPO DIOCESANO. 245 Los oficios de los Vicarios Generales, Episcopales y Judicial, de ninguna manera son, por su misma naturaleza, representantes del Presbiterio ante el Obispo diocesano; por el contrario, son representantes inmediatos del Obispo ante los presbíteros y demás miembros del Pueblo de Dios, según el área o la modalidad vicarial confiada a cada uno de ellos. Este servicio eclesial les responsabiliza radicalmente, ya que son una prolongación de la persona y el ministerio del Obispo, “Vicario y Legado de Cristo, sucesor de los Apóstoles. El Obispo les llama a participar, desde su caridad pastoral en la “estructura-carismática vicarial de su capitalidad episcopal”, para que colaboren con él en el buen gobierno pastoral de su Iglesia particular; para que le hagan presente, de manera cercana y encarnada, no como figura o personaje religioso que detenta un poder autoritario, sino como discípuloservidor que ofrece su caridad pastoral, en cuanto Obispo diocesano. 246 Es necesario tener presente que su ministerio de capitalidad y de caridad episcopales tienen su raíz, vitalidad y fecundidad en el mismo Señor Resucitado, gracias a que son acciones sacramentales prolongadas, actualizadas y realizadas en su Nombre y en el nombre de la Iglesia. Podemos decir que en el “ser sacramental del Orden”, del que participan los Vicarios del Obispo, está ya el respaldo o aval ontológico de Cristo Resucitado, a quien finalmente “representan”, como sus “iconos vivientes y consagrados”. Además, Jesús continúa así, entre nosotros, su presencia viva prolongada en Su Cuerpo que es su Iglesia. A esta realidad crística, pneumática y eclesial se ha de aunar la confianza que el Obispo testimonia hacia quienes elige, llama y envía a hacerlo presente y cercano como sus Vicarios. Se expresa esta realidad a través de un “acto administrativo”, como lo es el nombramiento canónico. De esta manera, el Vicario recibe la misión de desempeñar este oficio eclesial, en orden a ser personalmente “corresponsable” con el Obispo en el buen gobierno pastoral de la Diócesis. Esto significa que el Vicario del Obispo es elegido, llamado y enviado “en nombre de Cristo y de su Iglesia”, es decir, es llamado a vivir y a servir en comunión con Cristo y con su Esposa, la Iglesia, lo mismo que con su Obispo. 247 Llamado y enviado “en nombre de Cristo y de su Iglesia”, incluye no sólo el aspecto humano de la confianza del Obispo en su Vicario sino, a un mismo 110 tiempo, los aspectos pastoral, canónico y estructural, a una con el ministerio y el carisma. Estas características constituye el núcleo humano-divino que fundamenta el “oficio” de los Vicarios del Obispo en la Iglesia. 248 Por consiguiente, estos Vicarios, asumen con el Obispo esa misma gracia sacramental-ministerial en comunión y corresponsabilidad solidaria, tanto en nombre de Cristo como también en nombre de su Iglesia. Esta es la identidad, el ser, el espíritu y el ejercicio pastoral del “don, misterio y ministerio” de los Vicarios del Obispo. Este don del Espíritu no es generado por algún sector del Pueblo de Dios, sino constituido por el propio Obispo en favor de la Iglesia diocesana, gracias a la acción del Espíritu de Cristo, que también se hace presente en ella, la Esposa del Buen Pastor, a través de estos ministerios. Para que el Obispo participe su ministerio capital a sus Vicarios debe hacerlo en comunión y en nombre de la Iglesia (cf Ef 5; CIC 180 c. 479 §1-3; SA 178-180) . 249 Entre los “oficios vicarios” eclesiales prioritarios, de mayor cercanía y representatividad personal que el Obispo diocesano confía, están aquellos 180 Cf PDV 3g, 16b, 23ef, 25e, 29dd, 50b. El número 23 refleja el fondo de la espiritualidad del servicio vivido en el amor -caridad pastoral-: “La entrega de Cristo a la Iglesia, fruto de su amor, se caracteriza por aquella entrega originaria que es propia del esposo hacia su esposa, como tantas veces sugieren los textos sagrados. Jesús es el verdadero esposo, que ofrece el vino de la salvación a la Iglesia (cf Jn 2, 11). Él, que es «Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo» (Ef 5, 23), «amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela a sí mismo resplandeciente; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada» (Ef 5, 25-27). La Iglesia es, desde luego, el cuerpo en el que está presente y operante Cristo Cabeza, pero es también la Esposa que nace, como nueva Eva, del costado abierto del Redentor en la cruz; por esto Cristo está «al frente» de la Iglesia, «la alimenta y la cuida» (Ef 5, 29) mediante la entrega de su vida por ella. El sacerdote está llamado a ser imagen viva de Jesucristo Esposo de la Iglesia. Ciertamente es siempre parte de la comunidad a la que pertenece como creyente, junto con los otros hermanos y hermanas convocados por el Espíritu, pero en virtud de su configuración con Cristo, Cabeza y Pastor, se encuentra en esta situación esponsal ante la comunidad. «En cuanto representa a Cristo, Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia, el sacerdote está no sólo en la Iglesia, sino también al frente de la Iglesia». Por tanto, está llamado a revivir en su vida espiritual el amor de Cristo, Esposo, con la Iglesia esposa. Su vida debe estar iluminada y orientada también por este rasgo esponsal, que le pide ser testigo del amor de Cristo como Esposo y, por eso, ser capaz de amar a la gente con un corazón nuevo, grande y puro, con auténtica renuncia de sí mismo, con entrega total, continua y fiel, y a la vez con una especie de «celo» divino (cf. 2 Cor 11, 2), con una ternura que incluso asume matices del cariño materno, capaz de hacerse cargo de los «dolores de parto» hasta que «Cristo no sea formado» en los fieles (cf Gál 4, 19)”. Cf AIME. 111 que tienen como misión fundamental hacerle presente en medio de su Iglesia particular, realizando con él, de manera corresponsable, el “pastoreo” de Jesucristo. Los Vicarios del Obispo prolongan su “ministerio capital”, no sólo por un buen deseo y decisión del mismo Obispo, sino que lo ejercitan con la capacidad sacramental y el poder carismático del Espíritu Santo, operante en su Iglesia. De esta manera se actúa la “caridad pastoral” de Jesucristo, quien, a través del Obispo, en la Iglesia particular, encomienda a cada uno de los Vicarios una tarea específica, en armonía con las necesidades pastorales de toda Iglesia y según el Derecho. 250 Estos «oficios vicarios», en razón de ser una prolongación cercana y personal del oficio «capital» y «original» del Obispo en la Diócesis encomendada a su “caridad pastoral”, en nombre de Cristo-Pastor y de la Iglesia, tienen «una configuración radical y esencialmente antropológica y social, cristológica, eclesial y pneumatológica», incluyendo los aspectos jurídicos y estructurales, todos ellos confluyentes en espíritu pastoral. Son una actualización sacramental y carismática de la comunión eclesial y jerárquica, que guardan una especial dependencia en la participación del ser y misión del Obispo diocesano en su Iglesia particular. Éste ha sido llamado, consagrado y enviado no simplemente a gobernar (cf CIC c. 391), sino a expresar y testimoniar al máximo, su amor pastoral y esponsal, con la exigencia de realizar “un buen gobierno pastoral” en la Iglesia a él confiada (cf CIC c. 476), “conforme al 181 corazón” del Único Buen Pastor, Jesucristo (cf Jn 10, 1-18; DA 186) . 251 Los “oficios vicarios” expresan una radical e intrínseca vinculación con el Obispo, prolongando su presencia cordial, su caridad y entrega pastoral, moral, espiritual y eclesial-esponsal, por medio de la persona y acciones pastoral-sacramentales de sus “vicarios”. Éstos comparten, prolongan y actualizan corresponsablemente la potestad eclesial, ministerial y 182 carismática, del buen gobierno pastoral del Obispo en su Diócesis . 252 Entre los “oficios vicarios” eclesiales diocesanos, pastoralmente prioritarios, de mayor cercanía y representatividad personal que el Obispo diocesano confía, están aquellos que tienen como misión fundamental realizar con él la presencia viva y el “pastoreo” de Jesucristo en su Iglesia diocesana, según la encomienda específica que les confíe para el buen 181 Cf ANTONIO VIANA TOMÉ, El gobierno de la Diócesis según el Derecho en el directorio "Apostolorum Sucessores", IUSCA Vol. 46, Nº 92, 2006, pp. 639-659. 182 Cf GIANGIACOMO SARZI SARTORI, «I vicari del vescovo e l'esercizio della 'vicarietà' nella Chiesa particolare», en QDE, 18 (2005), Milano 2005, pp 21ss. 112 gobierno pastoral, en armonía con el Evangelio, el Magisterio, el Derecho y las necesidades pastorales. 253 El canon 391 ubica la identidad de los “oficios vicarios” eclesiales en el contexto del régimen integral del gobierno pastoral del Obispo en la Diócesis: “§ 1. Corresponde al Obispo diocesano gobernar la Iglesia particular que le está encomendada con potestad legislativa, ejecutiva y judicial, a tenor del derecho. § 2. El Obispo ejerce personalmente la potestad legislativa; la ejecutiva la ejerce por sí o por medio de los Vicarios generales o episcopales, conforme a la norma del derecho; la judicial tanto personalmente como por medio del Vicario judicial y de los jueces, conforme a la norma del derecho”. 254 En la Iglesia diocesana de Toluca, según el Derecho, están instituidos los «OFICIOS, MINISTERIOS O SERVICIOS ECLESIALES VICARIOS» de Vicario general, Vicario episcopal y Vicario judicial, en correspondencia al espíritu eclesial de la potestad de régimen: 1.- En relación con la POTESTAD EJECUTIVA: - VICARÍA GENERAL (cf CIC c. 475). -VICARÍA EPISCOPAL (cf CIC c. 476). 1.-De asuntos pastorales: - VICARÍA EPISCOPAL PARA LA PASTORAL DIOCESANA. 2.-De circunscripciones territoriales: - VICARÍA EPISCOPAL TERRITORIAL O DE ZONA PASTORAL. 3.-De personas: - VICARÍA EPISCOPAL PARA LA FORMACION INICIAL, LA PASTORAL DE LOS PRESBÍTEROS Y EL DIACONADO PERMANENTE. - VICARÍA EPISCOPAL PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA. 2.- En relación con la POTESTAD JUDICIAL -VICARÍA JUDICIAL (cf CIC cc. 1420- 1421) III.B.2. IDENTIDAD ESPECÍFICA DE LOS VICARIOS 113 D DEL OBISPO, EN ORDEN AL «BUEN GOBIERNO PASTORAL». , 255 El Vicario general, los Episcopales y el Vicario judicial, como su nombre lo indica, ejercen “oficios vicarios” y realizan, en comunión eclesial, de manera participada y jerárquica, la misma potestad episcopal, según el espíritu y normas del Derecho eclesial anteriormente indicadas. Son encomiendas de especial confianza del Obispo, en el gobierno pastoral diocesano, hacia quienes participan de esta “vicariedad”, y por eso forman 183 parte de su Curia . 256 La designación para estos oficios está reservada expresamente al Obispo diocesano, de manera personal y libre, tanto para la elección como para el nombramiento. Se trata de los colaboradores personales más inmediatos en el ministerio del buen gobierno pastoral. Además, radicalmente su nombramiento y desempeño requieren la participación en el sacerdocio ministerial de Jesucristo (cf LG 21, 27; CIC cc. 1008. 150. 391 §2). 257 Siempre, entre el Obispo y sus Vicarios Generales y Episcopales, existe una cierta identidad pastoral, ministerial y jerárquica, ya que éstos gozan de su potestad ejecutiva. La potestad que conlleva “el oficio vicario”, otorga a cada uno de ellos la jurisdicción ordinaria correspondiente (cf CIC c. 134 §1-2), puesto que “el Vicario” auxilia al Obispo diocesano en el cumplimiento de una función eclesial que le es propia y exclusiva de por sí. Tanto el Vicario general como el Episcopal, son quienes manifiestan la manera más plena de participar en la potestad ejecutiva del Obispo, de forma estable, en las funciones episcopales del buen gobierno. En cuanto al Vicario judicial, a tal punto el Obispo diocesano le participa la corresponsabilidad en la potestad judicial, que “forma con él un solo 184 Tribunal” (CIC c. 1420 §2) . 258 El canon 478 § 1 establece que el Vicario general, el episcopal deben ser sacerdotes, doctores o licenciados en Derecho canónico o en Teología, o al 183 Se establece una relación de comunión especial entre el titular del oficio pastoral capital y los llamados a ejercer participada y corresponsablemente un oficio vicario: se trata intrínseca y esencialmente de “oficios de confianza”. Son ministerios que el Obispo confía a sus colaboradores más cercanos y habituales, en el espíritu del buen gobierno pastoral, en nombre de Jesucristo en su Iglesia (cf CIC c. 480). 184 ANDRÉS P 114 menos verdaderamente expertos en estas materias; dotados de sana doctrina, honradez, prudencia y experiencia en la gestión de asuntos. Por condiciones análogas, también el Vicario judicial está llamado a tener estas mismas cualidades, sin embargo, existe una mayor exigencia por lo que se refiere a su preparación, profesionalidad y experiencia en el Derecho Canónico, ya 185 que participa de la potestad judicial del Obispo (cf CIC c. 1420) . 259 Con este perfil propuesto por el canon, la Iglesia orienta al Obispo para la elección de sus Vicarios diocesanos. Con todo, el Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos, “Successores Apostolorum”, sugiere se considere, prudente y preferentemente, cuando sea posible, la edad de 40 años para los posibles Vicarios, buscando una más clara madurez humana y 186 sacerdotal . Con toda claridad, el canon nos hace ver que son oficios de intensa corresponsabilidad en la comunión y en el buen gobierno pastoral eclesiales. 260 Es necesario que, además, los elegidos tengan una adecuada preparación pastoral, por las tareas que implica su cargo (cf ChD 27, 3; ES I, 14, 1). Pastoralistas y expertos en la ciencia jurídica eclesial, señalan también, entre las cualidades de los elegidos, que tengan una cordial, generosa y sincera disponibilidad a la comunión, al trabajo corresponsable en equipo y una subordinación jerárquica eclesial respecto al Obispo, junto con humildad, fidelidad y caridad desinteresada a favor de todos los miembros y sectores 187 de la Iglesia . 261 El Obispo diocesano debe elegir y nombrar para los oficios de Vicario general, Vicario episcopal a sacerdotes doctrinalmente seguros, dignos de confianza, estimados por el presbiterio y por la opinión pública, sabios, honestos y moralmente rectos, con experiencia pastoral y administrativa, capaces de propiciar auténticas relaciones humanas y de saber tratar los asuntos que interesan a la Diócesis. Esta ha de ser un signo palpable y fehaciente del “misterio de comunión para la misión evangelizadora”, 188 siempre en corresponsabilidad y fidelidad con el Obispo . Las mismas 185 Cf FELICIANO GIL DE LAS HERAS, Organización judicial de la Iglesia en el nuevo Código, IUSCA Vol. 24, Nº 47, 1984, pp. 123-197. 186 AS 178: “En cuanto a la edad, deberán haber cumplido al menos los 30 años, pero prudentemente, cuando sea posible, es preferible que hayan cumplido los 40 años”. 187 Cf M. MORGANTE, La Chiesa Particolare nel Codice di Diritto Canonico, Cinisello Balsamo 1987, p. 221; JUAN IGNACIO ARRIETA OCHOA DE CHINCHETRU, Instrumentos supradiocesanos para el gobierno de la Iglesia particular, IUSCA Vol. 24, Nº 48, 1984, pp. 607-644. 188 Cf AS 178; CIC cc. 391 §1; 1420-1421. 115 condiciones son requeridas para la elección y nombramiento de su Vicario judicial (cf CIC cc. 391 §1; 1420-1421). III.B.3. PRINCIPIOS GENERALES DE LA ORGANIZACIÓN ECLESIAL, JURÍDICO-PASTORAL. 262 La experiencia ya milenaria de la Iglesia, ha venido fraguando, con el tiempo, ciertos principios de organización eclesial, jurídico-pastorales que robustecen y armonizan el buen gobierno pastoral y la diversidad de oficios eclesiales jerárquicos. Están relacionados con el buen gobierno pastoral del Obispo: el principio trinitario; los de verdad, comunión, colaboración, respeto a las competencias de cada uno, de la persona justa al oficio justo, 189 de la justicia y de la legalidad . 263 Por lo que se refiere a la organización de los oficios, son significativos, entre otros, también los principios de capitalidad y corresponsabilidad, colegialidad y subordinación jerárquica, descentralización y no dispersión, coordinación y subsidiariedad, subordinación o jerarquía, del bien común y 190 de la vicariedad . III.C. PERFIL ANTROPOLÓGICO-SOCIAL, ECLESIAL, ESPIRITUAL, INTELECTUAL Y PASTORAL DE LOS VICARIOS DEL OBISPO. «Te encomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti» (II Tim 1, 6) 264 El apartado que vamos a reflexionar se aplica radicalmente a todos quienes hemos recibido el Sacramento del Orden, Obispos, Presbíteros y Diáconos. Es una respuesta a ser conscientes, responsables, coherentes y amorosamente auténticos discípulos misioneros de Jesucristo, Pastor, 189 Cf AS 55-62. Cf ALBERTO PERLASCA, L´esercizio della sacra potetas del vescovo nel Direttorio per il ministero pastorale dei Vescovi “Apostolorum Succesores”, con particolare attenzione alla potestà di governo, QDE, 23 (2010) 413-421. 190 Cf OGI pp. 82-89. J. I. ARRIETA, Organizzazione eclesiastica, Ateneo Romano della Santa Croce, Roma 1991-1992, pp. 158ss; El principio de subsidiariedad en el gobierno de la Iglesia, en IUSCA Vol. 38, Nº 76, 1998, pp. 727-748. 116 Sacerdote, Profeta, Cabeza, Servidor y Esposo de su Iglesia. Es un llamado a la conversión perseverante y a la formación permanente, según el Evangelio, para hacer presente en nosotros, en la Iglesia, en el mundo y en la historia humana, el Reino de Dios. 265 El Obispo diocesano, de entre su Presbiterio, invita a algunos presbíteros (aunque también pueden ser sus Obispos auxiliares), a que colaboren con él “en el buen gobierno de la Iglesia diocesana”, compartiendo con ellos, de manera corresponsable, los servicios ministeriales de Vicarios Generales, Vicarios episcopales o Vicarios Judiciales. 266 Los Vicarios del Obispo, siguiendo el querer de Dios, están llamados a ser hombres de Dios y de Iglesia, es decir, hombres de comunión, de oración, de solidez testimonial, de fidelidad sacerdotal y eclesial; con sentido eclesial, jurídico y administrativo; y sobre todo, hombres servidores de la comunidad eclesial y humana, animados por la caridad pastoral de Jesucristo, en la integralidad de las dimensiones humano-social, intelectual, espiritual y pastoral-misionera. 267 A partir del espíritu renovador pastoral y evangelizador del Concilio Vaticano II, el ser y quehacer de los Vicarios del Obispo (concentrados en algunas áreas específicas de comunión corresponsable con el Obispo diocesano, sus Vicarios Generales y Episcopales -en la potestad ejecutiva, y su Vicario judicial -en la potestad judicial-), están llamados a “reavivar el don de Dios”, es decir, a incentivar aún más su proceso de formación 191 permanente, como conversión evangélica presbiteral, integral : personal y eclesial, pastoral y estructural, en las dimensiones: 1) de su "personalidad y desarrollo humano-comunitario y psico-social"; 2) de su "peregrinar espiritual en y hacia la santidad"; 3) de su dedicación al estudio de “las «ciencias del hombre», sociales y culturales, lo mismo que de su “reflexión sobre la fe y actualización teológica", campo específico de su ser y quehacer como discípulos misioneros de Jesucristo; y 4) de su creciente "identificación con Jesucristo, Buen Pastor", para continuar siendo una transfiguración cada día más radiante y encarnada de Él, en su Iglesia, en el 192 mundo humano de hoy y su historia . 191 Cf PDV 70-81. Cf LEONIDAS ORTÍZ LOZADA, La formación sacerdotal a la luz del discipulado, Ed. CELAM, Colección Autores n. 35, Bogotá, D.C. Colombia 2006; AMEDEO CENCINI, La formación permanente, Ed. San Pablo, Madrid 2002; JUAN ESQUERDA BIFET, LMAP; MAURIZIO COSTA, Tra identità e formazione. La spiritualitá sacerdotale, Ed. ADP, Roma 2003; ARZOBISPADO DE 192 117 268 Este reavivamiento del don de Dios hoy presenta circunstancias muy variadas y complejas que precisan de un discernimiento a la luz del Evangelio, precisamente por la realidad en que se desarrolla la existencia sacerdotal, en efecto: “Nos encontramos en un momento clave de la historia de la humanidad. El siglo pasado fue testigo de la caída de grandes bloques ideológicos que pretendieron ofrecer la plenitud y la felicidad al ser humano. Sin embargo, el desencanto, consecuencia de su caída e ineficacia, fueron marcando, junto con otros muchos factores y acontecimientos, el cambio de una época: el paso de la modernidad a lo que comúnmente llamamos postmodernidad. Nos encontramos ante un cambio de época y no simplemente en una época de cambios vertiginosos, pues ante todo, más que cambiar las cosas, está cambiando la mentalidad y la manera de captar 193 la realidad…” . 269 Cada Vicario del Obispo diocesano, en su calidad de persona y de pastor, no es ajeno al tiempo y a la sociedad en que vive, si está dispuesto a reavivar constante y generosamente el don de Dios, está llamado a ser un auténtico discípulo y misionero de Jesucristo. Asimismo, a ubicarse en la realidad del siglo XXI, con actitudes de adhesión renovada y amorosa a su Señor, el Buen Pastor; con amor y fidelidad esponsal a la Iglesia y al proyecto de Dios, manifiesto, entre otras expresiones, en nuestro Primer Sínodo Pastoral y en su aplicación actualizada por cada Plan Diocesano de Pastoral. 270 Esto significa que, desde la espiritualidad que le es propia como pastor, acepta estar involucrado en el proceso pastoral diocesano, lo promueve solidaria y corresponsablemente. Especial cuidado deberá guardar en sus actitudes y vivencia de la comunión, tanto de su propia persona como de suscitarla y fortalecerla en el ámbito teológico de la Vicaría a él encomendada. SEVILLA (Ed.), La formación del sacerdote del tercer milenio, Actas del Simposio, 27-30 de septiembre de 1999, Madrid 2000. 193 MIGUEL ROMANO GÓMEZ, Obispo, Retos para el Sacerdote en este cambio de época. Las aportaciones del documento de Aparecida, Ed. Dimensión Episcopal del Clero, CEM, Guadalajara, Jal., pp. 15. 118 III.C.1. PERSONALIDAD Y DESARROLLO HUMANOSOCIAL AL ESTILO DE JESÚS PASTOR. «Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto a favor de los hombres en lo que se refiere a Dios» (Hb 5, 1) “La formación humana, fundamento de toda la formación sacerdotal” 271 194 . Para que el ministerio del Vicario del Obispo se manifieste más creíble y aceptable, es necesario que sea el «hombre-pontífice» que plasme su personalidad humana de manera que sirva de puente y no de obstáculo a los demás en el encuentro con Jesucristo. 272 El ser humano encuentra su plena realización solamente en Jesucristo; por consiguiente, el Vicario del Obispo descubre, aún su realización humana, en Él. No puede caer en la tentación de considerarse un mero delegado o sólo un representante del Obispo en la comunidad, sino un don para ella, por la unción del Espíritu y por su especial unión con Cristo Cabeza (cf Hb 5, 195 1) . Como sacerdote tiene radicalmente una “personalidad humana”, según lo ha descrito la carta a los Hebreos. Aunque es “vaso de arcilla”, débil, frágil y quebradizo, también es “templo vivo del Espíritu Santo”, que está llamado a asemejarse antropológicamente a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo del Padre, imagen perfecta y gloria suya (cf Col 1, 15; I Cor 11, 7; Hb 1, 3). 273 Hombre que busque, encuentre y comparta el sentido y contenido de su vida en Jesucristo; llamado a permanecer constantemente en proceso de conversión evangélica (personal, comunitaria, presbiteral, pastoral, estructural e institucional), en camino de maduración, armonía consigo 196 mismo, desinstalado y sin apegos . 194 PDV 43; cf 43-44. Cf DA n. 193. 196 El Papa Benedicto XVI, hace esta invitación a vivir con la esperanza en Cristo, ante las necesidades más profundas de la existencia humana: “No debéis caer en el pesimismo y el desaliento, porque es el Espíritu Santo quien guía a la Iglesia y le da, con su poderoso soplo, la valentía de perseverar y de buscar nuevos métodos de evangelización, para llegar a ámbitos hasta ahora inexplorados. La verdad cristiana es atractiva y persuasiva precisamente porque responde a la necesidad profunda de la existencia humana, anunciando de manera convincente que Cristo es el único Salvador de todo el hombre y de todos los hombres. Este anuncio sigue siendo válido hoy, como lo fue al comienzo del 195 119 274 Es el hombre que mantiene un compromiso serio para su formación personal integral y permanente. Atento a superar las dificultades que se le presentan en las condiciones en que realiza su ministerio, puesto que "la multiplicidad de tareas y servicios; la complejidad de la vida humana en general y de las comunidades cristianas en particular; el activismo y el ajetreo típico de tantos sectores de nuestra sociedad", le "privan, con frecuencia, del tiempo y 197 energías indispensables para “velar por sí mismo” . 275 Abriéndose a la gracia, conseguirá ser como Jesús que “conocía lo que hay en el hombre” (Jn 2, 25; cf 8, 3-11). Hombre de equilibrio, de diálogo y de comunicación, abierto a los signos de los tiempos y en armonía con los demás; capaz de vivir en solidaridad y comunión con todos, capaz de ganar la confianza y la colaboración; facilitar el encuentro consigo mismo, con las personas y con la naturaleza. Conocedor de la profundidad del corazón 198 humano y de intuir sus dificultades . 276 Hombre ungido por el Espíritu de quien se esperan virtudes como la fidelidad, coherencia entre ser, pensar y decidir, lo mismo que entre hablar y actuar, es decir, entre pensamiento y vida. Hombre sacerdote de sabiduría, afable, hospitalario, sincero en sus palabras y en su corazón; prudente y discreto, generoso y disponible para el servicio; abierto a ofrecer y a suscitar relaciones leales y fraternas. 277 Hombre siempre firme y claro para expresar juicios serenos y objetivos; de libertad sobre los puntos de vista subjetivos; accesible a todos; de gusto por el esfuerzo diario en el ministerio y la confianza en la acción escondida de la gracia. Hombre que acepta que el Reino de Dios se revela en los sencillos y en los pobres. Hombre que, comprometido «en la caridad de Dios y la paciencia de Cristo» (I Tes 3, 5), está dispuesto a comprender y consolar a todo humano, particularmente a su hermano sacerdote que sufre al margen del camino, caído, enfermo o desalentado, para expresarle la misericordia de 199 mismo Jesucristo, “Buen Samaritano” (cf Lc 10, 29-37) . 278 Hombre, testigo de la fe, la esperanza y el amor en la amistad, la alegría, la solidaridad, la misericordia y el perdón. Hombre de su pueblo, dispuesto a atender a los creyentes de toda condición social o edad. Hombre de la cristianismo, cuando se llevó a cabo la primera gran expansión misionera del Evangelio”: Discurso a los Obispos de reciente nombramiento, 11 de septiembre de 2010, e. 197 Cf PDV 78. 198 Cf PDV 43. 199 Cf PDV 26. 120 defensa de los derechos humanos y del servicio a la solidaridad, la paz y a la justicia. 279 De esta manera en la dimensión humana, su respuesta a Dios, debe expresarse al testimoniar en la comunidad que es una persona definida e interesada en su proceso de maduración y desarrollo humano. III.C.2. ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN Y MISIÓN DEL BUEN PASTOR, JESUCRISTO. «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el Viñador… Yo soy la vid; ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada» (Jn 15, 1. 3-5) “La misma formación humana, si viene desarrollada en el contexto de una antropología que abarca toda la verdad sobre el hombre, se abre y se completa en la formación espiritual” (PDV 45a)…”La comunión íntima con la Santísima Trinidad constituye la «novedad» del creyente… y el «misterio» de la existencia cristiana… bajo el influjo del Espíritu… debe encarnar el «ethos» de la vida del cristiano” (Ibíd. 46b). ”Sin la formación espiritual, la formación pastoral estaría privada de fundamento” (Ibíd. 46c). “La formación espiritual comporta también buscar a Cristo en los hombres” (Ibíd. 200 49a) . 280 Todo Vicario del Obispo es el «hombre de Dios», el hombre que vive en continua comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (cf OT 8), capaz de llevar a perfección su caridad pastoral al estilo de Jesús, Buen Pastor, y de unirse a Él en su pasión, muerte y resurrección, con un total 201 despojo exterior e interior de sí mismo . 281 Es el «hombre de Dios» siempre abierto a identificarse con Jesucristo, que prolonga su presencia como único y supremo Pastor, Sacerdote, Profeta, Cabeza, Esposo y Servidor de su Iglesia, siguiendo su estilo de vida y 202 siendo una transparencia suya en medio del rebaño que le es confiado . 282 Radicalmente es el «hombre de Dios», es decir, de apertura a la santidad, para ayudar a sus hermanos a seguir su vocación a la santidad. Llamado a 200 Cf PDV 45-50. Cf PDV 30. 202 Cf PDV 15. 201 121 ser maestro de oración y contemplación, a formar a sus hermanos y demás agentes de pastoral en la escuela de Jesús orante, para lo cual él mismo se ha formado y continúa formándose en la experiencia de “tratar de amistad, 203 estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama” . 283 Es «el hombre sacerdote», que cree en su llamado vocacional, en su elección y consagración, en su ministerio y misión eclesial; hombre de la verdad; hombre de Iglesia que habla a los hombres acerca del Dios-Amor, más que con sus palabras, con su vida; que acepta ser, para la Vicaría que se le encomienda, la presencia cercana de la caridad pastoral del Obispo. 284 Es «el hombre-sacerdote-pastor», que lleva el tesoro inapreciable del carisma del ministerio ordenado que ha recibido por el Sacramento del Orden y la participación del carisma de la “caridad episcopal” que el Obispo deposita en su persona, frágil y limitada. Por éste, asume la responsabilidad de una relación con los miembros del Pueblo de Dios que peregrinan en la Iglesia diocesana (presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y laicas). Desde la “caridad episcopal”, todo Vicario suyo ha de hacerlo presente como “padre, pastor, hermano y amigo”, siendo corresponsable con él, para la edificación de la Iglesia diocesana, “en el buen gobierno pastoral”. En consecuencia, los Vicarios Generales, Episcopales y el Vicario Judicial, participan del carisma, fuerza y eficacia del ministerio apostólico de su Obispo, haciendo presente y actual el testimonio del apóstol Pablo: «La fuerza de Dios se manifiesta en lo débil: 204 cuando soy débil soy fuerte» (2 Cor 12, 10) . 285 Está llamado a hacer de la Eucaristía el centro de su vida personal, sacerdotal y pastoral en la Parroquia, el Decanato, la Vicaría o Zona Pastoral, la Iglesia diocesana y la universal, celebrándola personalmente y concelebrando ejemplarmente en ella, según los distintos acontecimientos eclesiales a los que sea convocado a participar. En la Eucaristía, fuente, centro y culmen de la vida cristiana (cf LG 11), encuentra el Vicario del Obispo su más alta realización integral, así como también recibe de ella la gracia y la responsabilidad de impregnar de manera “sacrificial” toda su 205 existencia y ministerio . Es importante, además, el testimonio de su espiritualidad en su relación de amor a María, Madre de Jesucristo, Buen Pastor, Madre de la Iglesia, Mujer del Cenáculo y Estrella de la Evangelización. 203 SANTA TERESA DE JESÚS, Libro de la vida; Cf PDV 33. 47. Cf JESUS GARCÍA BURILLO, Perplejos, pero no desesperados, EDICE, Madrid, 2006, p. 24. 205 Cf PDV 23. 204 122 286 De esta manera en la dimensión de su espiritualidad presbiteral, su respuesta a la Trinidad y a la Iglesia, debe expresarse en ser un hombre de fe, esperanza y caridad operantes y testimoniales. Discípulo de Jesús, Buen Pastor, forjado en la oración, contemplación y vivencia del Misterio Pascual; que se deja conducir por el Consolador, el Espíritu de verdad, para entregarse, desde su “caridad pastoral”, en cada uno de sus servicios, como Vicario del Obispo. Hombre-sacerdote-pastor, que participa de la Cruz y Resurrección de Jesucristo, y permanece en apertura al Espíritu. Hombre que cuida corresponsablemente de la edificación y santificación de la Iglesia, Esposa de Jesucristo. III.C.3. DEDICACIÓN AL ESTUDIO DE LAS «CIENCIAS DEL HOMBRE» E «INTELIGENCIA DE LA FE» EN EL MISTERIO DE CRISTO, LA IGLESIA, EL HOMBRE Y EL COMOS. «… den culto al Señor, en sus corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que les pida razón de su esperanza» (I Pe 3, 15) “… la situación actual, marcada gravemente por la indiferencia religiosa y por una difundida desconfianza en la verdadera capacidad de la razón para alcanzar la verdad objetiva y universal, así como por los problemas y nuevos interrogantes provocados por los descubrimientos científicos y tecnológicos, exige un excelente nivel de formación intelectual, que haga a los sacerdotes capaces de anunciar –precisamente en ese contexto- el inmutable Evangelio de Cristo y hacerlo creíble frente a las legítimas exigencias de la razón humana” (PDV 51b; cf 51-56). 287 El Vicario del Obispo tiene especial responsabilidad de cultivar su propia formación intelectual, que debe ser continua durante toda la vida. Asimismo, ha de cuidar, de manera seria y comprometida, su actualización teológica y su conocimiento de la cultura y de las ciencias humanas. Hombre de Iglesia y pastor que se mantiene en contacto permanente con las disciplinas antropológicas y eclesiales, sin descuidar el aspecto eclesial 206 jurídico . 206 Cf PDV 72. 123 288 Es el hombre y pastor abierto a la valoración, asimilación y experiencia humana de las ciencias y la cultura; a la formación intelectual que tiende a un conocimiento integral, sistemático, actualizado y profundo del Misterio de Cristo, como centro de la creación y de la historia humana. 289 Gracias a “las semillas del Verbo”, destellos de la presencia de Dios en la naturaleza cósmica, en el hombre, su cultura e historia, el Vicario del Obispo puede escrutar con acierto y autenticidad la interioridad del mismo hombre y de la naturaleza, fuentes de toda ciencia. Por el estudio y la reflexión de las experiencias humanas y por la actualización teológica del Misterio del Jesucristo, se hace experto en humanidad, para así llegar al conocimiento del corazón del hombre de hoy, a fin de proponerle, con el Evangelio, el misterio de la salvación. 290 El estudio personal y comunitario, en clima de fe y oración, le lleva a la contemplación de la Palabra (reflexión y ministerio profético-teológicopastoral), al encuentro con Cristo Vivo, a su seguimiento y discipulado (experiencia mistagógica, meta de todo itinerario kerigmático, catequético, homilético y teológico). También le lleva a la cercanía y solidaridad con sus hermanos, los hombres, en su realidad concreta (“diaconía” y caridad pastoral al estilo de Jesucristo). Este proceso lleva a la unidad de la fe e 207 integralidad de la vida y al compromiso del testimonio cristiano . 291 Es esencial a su ser de pastor ser evangelizador. La fuente de su ser y actividad no es otra que la Sagrada escritura que es el “alma de la teología”(DV 24): 207 Cf DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP, 51 RCN, 59-78 RCN, pp. 89. 93-112. Además, S.S. Juan Pablo II nos ha recordado el aspecto de la fe de la comunidad, como don para el sacerdote, en la dimensión del estudio, cuando nos dice que "el mismo ejercicio del ministerio pastoral lleva a un continuo y fecundo intercambio recíproco entre la vida de fe de los presbíteros y la de los fieles” (...) Debemos buscar a Cristo en "la experiencia cristiana de las personas sencillas y humildes, en los impulsos espirituales de las personas enamoradas de Dios,… en los cristianos comprometidos en las diversas responsabilidades sociales y civiles"… "Buscando respuestas para los demás, el sacerdote se siente estimulado continuamente a encontrarlas primero para sí mismo". Los fieles deben pedir a los sacerdotes "aquello para lo que han sido enviados por Cristo y no otras cosas";… "deben ayudar a los sacerdotes a ser conscientes de que nos son 'dueños de la fe', sino 'colaboradores del gozo' de todos los fieles" (PDV 78). 124 “La eficacia pastoral de la acción de la Iglesia y de la vida espiritual de sus fieles depende en gran parte de la fecunda relación entre exegesis y teología”-nos 208 comparte el Papa Benedicto XVI. 292 En consecuencia, el Vicario del Obispo, como pastor que es, tiene la responsabilidad de capacitarse integralmente, introduciéndose en el proceso de contemplación, en la experiencia de oración y de encuentro personal con Jesucristo Vivo. Ha de responder auténticamente a la vocación o llamado de seguimiento como discípulo y caminar hacia la perfección en el dinamismo de la caridad pastoral. Este proceso de contemplación le exige el estudio, la reflexión y la meditación en clave cristológica, a la luz de la fe, la esperanza y el amor. Así ha de disponerse mejor para cumplir su misión vicarial dentro de la Iglesia diocesana. 293 Para realizar dignamente su ministerio está “ungido” y urgido a capacitarse, siguiendo una metodología adecuada y de calidad en el estudio. Esto le ayudará a saber discernir, clarificar, ordenar y presentar los contenidos de la fe (en clave de encarnación mistagógica y misionera de la vida cristiana), al animar, organizar y coordinar alguna programación y acción pastoral profesional, orgánica y de conjunto, en la Vicaría o Zona Pastoral a él 209 encomendada . 294 De esta manera, su respuesta a Dios, a la Iglesia y al hombre de hoy, en la dimensión intelectual, como dedicación a las ciencias de la fe y a las ciencias humanas, debe transparentarse en su vida. Ha de ser un hombre, sacerdote y pastor, dedicado al estudio, a la reflexión, a la contemplación y a la oración. actualizado y en contacto permanente con las disciplinas antropológico-socio-culturales y teológicas. Con sensibilidad y caridad pastoral en lo que mira a los aspectos eclesial, pastoral y jurídico. Observador y conocedor de la realidad, desde los ojos, la mente y el corazón de Jesucristo Pastor. Hombre y pastor “católico”, es decir, abierto, como la Iglesia, a la cultura y a la comunicación que le permita ubicarse objetivamente en su contexto antropológico, histórico y social. III.C.4. IDENTIFICACIÓN CON JESUCRISTO, EN SU CARIDAD PASTORAL. 208 Cf BENEDICTO XVI, VD 31. Además nos presenta algunas reflexiones importantes relacionadas con el ”Desarrollo de la investigación bíblica y Magisterio de la Iglesia”, “La hermenéutica bíblica conciliar: una indicación que se ha de seguir”… (cf 32-47). 209 Cf PO 19; OT 13-18; PDV 51-56, 72; DVMP 77. 125 «Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que Cristo» (Fil 2, 5) «… El Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida para redención del mundo» (Mc 10, 45; cf Jn 13, 12-17; I Cor 9, 19) «Pasó haciendo el bien» (Hch 10, 38) “… la actividad pastoral está destinada, por su naturaleza, a animar a la Iglesia, que es esencialmente «misterio», «comunión» y «misión»; la formación pastoral deberá conocer y vivir estas dimensiones eclesiales en el ejercicio del ministerio” (PDV 59). “La pastoral no es solamente un arte ni un conjunto de exhortaciones, experiencias y métodos; posee una categoría 210 teológica plena...” (Ibíd. 57d; cf 55b) . 295 El Vicario del Obispo es "sujeto" escogido por Cristo no como una “cosa”, sino como una “persona”, como un “instrumento vivo, ungido y activo” que debe tender a la perfección en la vitalidad desbordante del amor 211 pastoral . Hombre pastor que cultiva y asume conscientemente la calidad de la autoestima de su «persona», como garantía de una auténtica entrega humana, porque sólo quien es dueño de sí mismo, puede “regalarse” con alegría y generosidad. Hombre, sacerdote y pastor, capaz de "donación total de sí mismo” a la luz de la imagen joánica del Buen Pastor (cf Jn 10). Sólo identificado con Cristo Pastor, es posible su donación pastoral a los demás, 212 como oblación de amor esponsal . 296 Es un discípulo y misionero de Jesucristo, con adhesión renovada y fiel al Señor; con amor y fidelidad a la Iglesia y al proyecto o querer de Dios, manifiesto en el Plan Diocesano. Involucrado en el proceso pastoral de su 210 Cf PDV 57-59. Cf PDV 72. 212 Lo que se dice del Obispo, se dice necesariamente de sus Vicarios y de todo presbítero, por la radical identificación ontológica con Jesucristo, que les caracteriza por el Sacramento del Orden. De ahí la siguiente aplicación analógica, en expresión del Papa: “La vida del Obispo debe ser una oblación continua a Dios para la salvación de su Iglesia, y especialmente para la salvación de las almas que se le han encomendado. Esta oblatividad pastoral constituye también la verdadera dignidad del Obispo: le deriva de hacerse siervo de todos, hasta dar la propia vida. De hecho, el episcopado, -como el presbiterado-, nunca hay que malinterpretarlo según categorías mundanas. Es un servicio de amor. El Obispo está llamado a servir a la Iglesia con el estilo del Dios hecho hombre, convirtiéndose cada vez más plenamente en siervo del Señor y en siervo de la humanidad. Sobre todo es servidor y ministro de la Palabra de Dios, la cual es también su verdadera fuerza”: BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos de reciente nombramiento, sábado 11 de septiembre de 2010, c-d. 211 126 Vicaría, promoviéndolo, animándolo e integrándolo al de la Diócesis. Atento a descubrir los signos de los tiempos en la realidad y en las necesidades de las Parroquias y Decanatos de la “circunscripción” a él encomendada, especialmente en lo que mira a la formación de todos los Agentes y sus acciones pastorales. 297 Ha de ser un hombre que haga de su vida una opción de entrega total al servicio del Reino de Dios; que incremente el interés y la dedicación comprometida por el crecimiento del espíritu pastoral de todos los Agentes que integran la respectiva Vicaria o Zona Pastoral; que tenga inquietudes pastorales y que se interese por hacer vida el Plan Diocesano de Pastoral. 298 Un "hombre de relación" con los demás, capaz de desprendimiento personal, que sepa compartirles lo que es y lo que tiene, sus cualidades y su tiempo; que los escuche y los tome en cuenta. Con habilidad para organizar el trabajo pastoral en equipo y delegarlo oportunamente. Que desarrolle sus cualidades de animador y coordinador, con liderazgo creativo y operativo, en orden a fomentar la comunión y la entrega misionera; que sea capaz de superar toda actitud de arrogancia, prepotencia o polémica, y de renunciar a todo protagonismo, dominio, celos, competencias malsanas o espíritu posesivo. 299 Un “hombre de Dios y hombre de Iglesia” que facilite a cada uno de los fieles dejarse conducir por el Espíritu Santo, para cultivar la vocación y misión de los distintos miembros del Pueblo de Dios. Que asuma con entusiasmo la pastoral de las vocaciones al servicio ministerial, como prioridad emergente y permanente, y que motive a los presbíteros a dar una prueba y expresión de su caridad pastoral, dedicándose con solicitud a procurar un sucesor en el servicio ministerial, para que se multipliquen los 213 operarios en la viña del Señor . 300 El Vicario está llamado a asumir el “principio de Encarnación” cultivando las virtudes humanas y las actitudes de Cristo Pastor que recomienda el Concilio: “No podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de otra vida distinta de la terrena, pero tampoco podrían servir a los hombres, si permanecieran extraños a su vida y a su condición. Su mismo ministerio les exige de una forma especial que no se conformen a este mundo; pero, al mismo tiempo, requiere que vivan en este mundo entre los hombres y que, como buenos pastores, conozcan a sus ovejas, y busquen incluso atraer a las que no pertenecen todavía a este redil, para que también ellas oigan la voz de Cristo y se 213 Cf Mt 9, 37-38; Lc 10, 2; PDV 41. 74. 127 forme un solo rebaño y un solo Pastor. Mucho ayudan, para conseguir esto, las virtudes que con razón se aprecian en el trato social, como son la bondad de corazón, la sinceridad, la fortaleza de alma y la constancia, la asidua preocupación de la justicia, la urbanidad y otras cualidades que recomienda el apóstol Pablo cuando escribe: «Piensen en cuanto hay de verdadero, de puro, de justo, de santo, de amable, de laudable, de virtuoso, de digno de alabanza» (Fil 4, 8)” (PO 3). 301 Es el primer 'creyente' de la Palabra, atento a su llamado y unción para la misión evangelizadora, consciente de que “la actividad pastoral y el servicio eclesial del gobierno pastoral”, como acción de la Iglesia, en 214 nombre de Cristo Pastor, además de ser el “arte de las artes” , en el conjunto de exhortaciones, experiencias y métodos pastorales, tiene la categoría de experiencia ministerial, mistagógica y teológica plena. De la fe recibe los principios y criterios para realizar adecuadamente, en nombre de la Iglesia, la acción pastoral que Cristo le ha encomendado en el mundo, hasta el fin de los tiempos. Entre estos principios y criterios se encuentra aquél especialmente importante del discernimiento evangélico sobre la realidad sociocultural y eclesial, en cuyo ámbito se desarrolla la 215 pastoral . 302 En definitiva, el Vicario es el hombre-sacerdote-pastor que busca sincera y constantemente realizar la adorable voluntad de Dios, en todas las dimensiones y circunstancias de su vida y ministerio pastoral; su amor a Jesucristo, acto servicio de amor a su Esposa, la Iglesia, es garantía para madurar y realizarse integralmente. La característica esencial de su misión vicarial es ser prolongación crística de la presencia cercana de la caridad 216 pastoral del Obispo en el ámbito de su corresponsabilidad eclesial . III.C.5. PERFIL ECLESIAL Y PASTORAL JURÍDICO DE LOS VICARIOS DEL OBISPO. 5.1. SU ELECCIÓN, NOMBRAMIENTO Y ENVÍO. 303 El nombramiento del Vicario general, Episcopal y Judicial es de libre decisión del Obispo, aunque nada impide, naturalmente, que el Obispo se asesore o consulte para elegirlos y nombrarlos (cf CIC cc. 475-477). El 214 BENEDICTO XVI, Discurso a los Obispos nombrados en los últimos doce meses, lunes 13 septiembre 2010. c. 215 Cf PDV 26. 57. 216 Cf PDV 25. 128 Vicario episcopal que no sea Obispo debe ser nombrado tan sólo para un cierto tiempo, que se determinará en el mismo acto de su nombramiento (cf 217 CIC c. 477 §1) . 304 El nombramiento de cada uno de los Vicarios Generales y Episcopales debe ser lo más preciso posible, por lo que se refiere a sus competencias y facultades ejecutivo-administrativas en la Diócesis, o en el asunto pastoral, territorio o sector de personas que se les encomienda. En el nombramiento de todo Vicario, el Obispo cuidará esmeradamente de precisar y definir con exactitud, el ámbito de las respectivas facultades vicariales, evitando así la sobreposición de competencias o, cosa aún peor, la incertidumbre del titular o de los fieles (cf CIC cc. 473-481). 305 Por lo que se refiere al Vicario judicial, éste goza ya de una más clara y concreta delimitación de sus funciones y facultades en el ámbito procesal del mismo Derecho. Es nombrado por un tiempo definido y vela, juntamente con el Obispo, con quien “forma un único tribunal”, por la aplicación de la dimensión de la justicia inherente al Reino de Dios (cf CIC cc. 427. 14201422). 306 En cuanto a las formalidades del nombramiento, la provisión de los oficios de Vicario general y Episcopal, lo mismo que del Vicario judicial, ha de ser consignada por escrito, con la firma tanto del Obispo que determina el nombramiento, como del Canciller de la Curia, quien da fe de la 218 autenticidad de este acto administrativo episcopal (cf CIC cc. 156. 474) . 307 Cuando esté legítimamente ausente o impedido el Vicario general, el Obispo diocesano puede nombrar a otro que haga sus veces; la misma norma se aplica para el Vicario episcopal (cf CIC c. 477 §2). 217 Es importante hacer notar que los oficios de Vicario general o Episcopal, son incompatibles con el de canónigo penitenciario, ya que éste actúa en el fuero interno (cf CIC c. 508 §1). Además, es de desearse que el Obispo no nombre Vicario judicial al Vicario general, a no ser que esto sea indispensable (cf c. 1420 §1). Finalmente, el Obispo, no puede nombrar para estos oficios vicarios a los propios consanguíneos hasta el cuarto grado (cf c. 478 §2). 218 Teniendo en cuenta que la legislación del Código sobre los Vicarios episcopales, no es abundante ni detallada, se hace necesario que los correspondientes decretos episcopales de constitución y nombramiento de los mismos, sean detallados y elaborados con experiencia pastoral y buena técnica jurídica, de acuerdo a las necesidades reales de la Diócesis, sin dejarse llevar por simplismos o falsas consideraciones ajurídicas. 129 308 Al tomar posesión de su cargo, los Vicarios Generales, Episcopales y Judicial, deben prometer el cumplimiento fiel de su tarea y observar el secreto de los asuntos que se les confíen por su oficio, según el modo establecido por el derecho o por el Obispo (cf CIC c. 471). Asimismo, deben emitir personalmente la profesión de fe, según la fórmula aprobada por la Santa Sede, en presencia del Obispo diocesano o de su delegado (cf CIC c. 833, 5º). 5.2. CESACIÓN Y REMOCIÓN DEL OFICIO VICARIAL. 309 La potestad del Vicario general o Episcopal cesa al cumplirse el tiempo de su oficio o por renuncia y, asimismo, por la remoción intimada de parte del Obispo o cuando la sede episcopal queda vacante, no obstante la previsión del canon 184 §2, donde se afirma que la regla general es que el oficio eclesiástico no se pierde al cesar el derecho de la autoridad que lo confirió; sin embargo, suspendido de su cargo el Obispo diocesano, también se suspende la potestad del Vicario general y de los Vicarios episcopales, a no ser que éstos sean Obispos; no así la del Vicario judicial (cf CIC c. 481 219 §1-2; 418, 1º; 1420 §5) . La remoción es de libre decisión del Obispo y sólo a él corresponde realizarla personalmente por decreto autentificado por su Secretario Canciller (cf CIC c. 47, en relación con los cánones 192 y 194). 310 La normativa jurídico-eclesial general acerca de los Vicarios del Obispo, está contenida en el ANEXO 5. 5.3. POTESTAD EJECUTIVA ORDINARIA, RESERVA Y MANDATO ESPECIAL. 311 Se ha de distinguir entre constitución y colación del oficio. Los oficios de los Vicarios Generales, Episcopales y Judicial, ya están constituidos por el mismo Derecho. Desde esta perspectiva, el Obispo diocesano no los constituye, solamente los confiere (cf CIC c. 145 §2). 312 El Vicario general y, en el ámbito de sus atribuciones, el Episcopal, en virtud de su oficio, tienen potestad ejecutiva, ordinaria y vicaria; por tanto, pueden realizar los actos administrativos que competen al Obispo diocesano, a excepción de aquellos que él haya reservado para sí mismo y de los que el Código de Derecho Canónico confía expresa y nominalmente 219 Puede conferirse el título de «emérito» a aquel Vicario que ha cesado en un oficio por haber cumplido la edad o por renuncia aceptada (cf CIC c. 185). 130 al Obispo diocesano. Para poder ejercitar estos actos, el Vicario necesita de 220 un «mandato especial» del mismo Obispo, otorgado por escrito : «LA RESERVA» “es una facultad que el derecho atribuye al Obispo para sustraer, de la competencia administrativa del Vicario general, determinados actos o algunos ámbitos materiales, territoriales o personales, cuyo ejercicio o tratamiento es asumido personalmente por el Obispo diocesano. Es una manifestación de la potestad propia —legislativa, ejecutiva y judicial— que corresponde al Obispo diocesano. El ejercicio de la reserva supone siempre una concentración del poder administrativo en la persona del Obispo y, paralelamente, una concreta disminución del ámbito de ejercicio del poder Vicario. El CIC no regula las condiciones, forma y límites del poder episcopal de reserva. Obviamente esta facultad no puede vaciar de contenido, en la práctica, la competencia del Vicario general, que está determinada a iure. Es conveniente que la reserva se formalice por escrito; debe ser naturalmente notificada al Vicario general; y también es oportuno que el acto de reserva se publique para conocimiento de los fieles”. «EL MANDATO ESPECIAL» “incide también en el ejercicio de la potestad administrativa del Vicario general; pero, a diferencia de la reserva, el mandato especial amplía, en casos concretos, las posibilidades de ejercicio en la potestad del Vicario. Se trata de un acto administrativo del Obispo que atribuye competencia y habilita al Vicario general para actuar, en supuestos propios, de la potestad ejecutiva que el derecho común atribuye expresamente al Obispo diocesano, a causa de la especial importancia de aquellos supuestos (son los “negotia ardua, maiora seu graviora”, que mencionaban los antiguos canonistas). En efecto, dentro de las materias propias de la potestad ejecutiva, hay actos particularmente importantes para la vida de la Diócesis, mismos que el derecho reserva expresamente al Obispo diocesano, por ejemplo: la dispensa de las leyes disciplinares (cf CIC c. 87 § 1), la provisión de oficios (cf c. 157), la decisión, sobre todo, cuando se trata del «superior régimen y administración del seminario» (c. 259 § 1), la decisión de incardinar clero (cf c. 269). etc. Sin embargo, teniendo en cuenta que se trata de actos administrativos, el Derecho admite también la posibilidad de que actúe el Vicario general, si es habilitado previamente con un mandato especial del Obispo. En tales casos, el Vicario general no interviene en virtud de la potestad ordinaria vicaria que le corresponde, sino como ejecutor de un “mandato 221 especial”, según lo establecido en el c. 134 §3” . 220 “La intervención del Obispo diocesano sobre la actividad jurídica del Vicario general es en realidad un aspecto característico de la potestad vicaria. En efecto, la participación vicaria en el poder ejecutivo episcopal no produce una separación entre la titularidad del poder y su ejercicio efectivo, de manera que es siempre posible que el Obispo ejerza personalmente la potestad administrativa. Por eso, el derecho regula unos instrumentos al servicio de la unidad del poder diocesano: se trata de las figuras canónicas de «la reserva» y del «mandato especial» (cf CIC c. 479 § 1). 221 OGI pp. 242-243. 58. (Esto mismo puede aplicarse al Vicario episcopal en su respectiva Vicaría). 131 313 Toda potestad que el Vicario no adquiere mediante el oficio, sino que se le atribuye extraordinariamente, aunque sea atribuida en razón del oficio, no por el mismo Derecho sino por el Superior, se ha de tener como potestad “delegada” (cf CIC c. 131 §1). Así, es potestad delegada la que confiere el Obispo a sus Vicarios, por «mandato especial». Por lo tanto, no podrán nunca realizar aquellas funciones que requieren mandato especial o las que el mismo Obispo se reserva para sí, si éste no otorga una explícita delegación por escrito (cf CIC c. 134 §3). 314 La potestad, facultades y atribuciones canónico-pastorales que les son conferidas a los distintos Vicarios diocesanos, nacen del Derecho eclesial y de las distintas necesidades de los creyentes, según los variados ámbitos territoriales, áreas y asuntos pastorales. En ellos los Vicarios Generales y Episcopales desarrollarán su misión específica de colaboración y ayuda vicaria al Obispo diocesano, en su potestad ejecutiva o administrativa pastoral. Se trata, en general, de las modalidades de la vicariedad episcopal: para asuntos o áreas específicas, para circunscripciones territoriales o para un determinado sector de personas (cf CIC c. 476). 315 La potestad del Vicario judicial tiene características singulares, ya que “constituye un solo tribunal con el Obispo”, en cuya potestad judicial 222 participa establemente (cf CIC cc. 1420. 1422) . III.D. PERFIL COMÚN Y DIFERENCIADO DE LOS DISTINTOS VICARIOS DEL OBISPO. 316 En virtud de su oficio, a los Vicarios Generales compete, en toda la Diócesis, la potestad ejecutiva que le corresponde por derecho al Obispo diocesano, para realizar cualquier tipo de actos administrativos, exceptuados, siempre, aquellos que el Obispo se hubiera «reservado» o que, según el derecho, requieran «mandato especial» (cf CIC c. 479 §1). La potestad de la que se trata en el parágrafo §1 del canon 479, compete de propio derecho también al Vicario episcopal en aquella porción de territorio, o respecto a aquellos asuntos, o fieles de determinado rito o agrupación, para los que haya sido nombrado, exceptuadas cuantas gestiones el Obispo 222 OGI Ibídem., pp. 52: “Por su parte, la organización de la potestad judicial tiene en la Iglesia unos cauces especializados, previstos sobre todo en el libro VII del CIC. Además del Romano pontífice (cf CIC c. 1442) y del Obispo diocesano (cf c. 1419 §1), ejercen el poder judicial el Vicario judicial y otros jueces de los Tribunales (cf c. 1420ss)…”; cf p. 58. 132 se hubiera «reservado» a sí mismo o al Vicario general, o que, según el Derecho, requieren su «mandato especial» (cf CIC c. 479 §2). 317 Deja claro este canon que la potestad ordinaria que ejercen no es propia sino vicaria, porque se deriva y la ejercen a nombre de quien es el titular o cabeza del oficio, que es el Obispo diocesano. Como potestad vicaria, es subordinada o dependiente y orgánica. “Además, la potestad vicaria es subordinada o dependiente, ya que el titular del oficio capital es superior jerárquico del vicario y tiene los correspondientes poderes de control, dirección de la actividad (pastoral), nombramiento, revisión de los actos vicarios, etc. Así, por ejemplo, la potestad que el derecho reconoce al Vicario general es la misma potestad de régimen del Obispo diocesano, si bien delimitada al ámbito administrativo, con exclusión de la potestad legislativa y judicial del Obispo. Al mismo tiempo, el Vicario general está jerárquicamente subordinado al Obispo, y es éste quien lo elige, lo nombra, dirige su actividad y revisa sus actos de oficio o a partir de la interposición 223 de un recurso jerárquico (cf CIC cc. 475ss)” . 318 En consecuencia, la potestad de los Vicarios tiene la característica de estar esencialmente limitada, si se compara con la potestad de régimen integral, capital y original del Obispo diocesano, quien la posee orgánicamente en 224 sus tres funciones: legislativa, ejecutiva y judicial . Conserva así «la unidad en el régimen pastoral», aunque la ejercita de manera distinta mediante sus Vicarios. III.D.1. DINAMISMO ECLESIAL EN LA DIMENSIÓN DE LA POTESTAD VICARIA. 319 La característica más importante del servicio pastoral, tanto del Vicario general y Episcopal como del Judicial, es la equiparación canónica expresada en la potestad que se les confiere, en las respectivas potestades que ejercen en nombre del Obispo. 223 OGI Ibídem., p. 57. Cf IUSCA: JULIÁN HERRANZ, Génesis del nuevo cuerpo legislativo de la Iglesia, Vol. 23, Nº 46, 1983, pp. 491-526; FELICIANO GIL DE LAS HERAS, Organización judicial de la Iglesia en el nuevo Código, Vol. 24, Nº 47, 1984, pp. 123-197. JOSÉ LUIS GUTIÉRREZ, La potestá legislativa del Vescovo diocesano, Vol. 24, Nº 48, 1984, pp. 509-526; CONSTANCIO PALOMO GONZÁLEZ, Vicario general, Vicarios episcopales, delegados, en AA. VV., La Curia episcopal, CERA, pp. 89. 224 133 320 La naturaleza de la potestad confiada a los Vicarios del Obispo es ordinaria y vicaria. En este sentido, ordinario-vicario, la facultad es idéntica para todos, por el acto de ser vicaria, la cual es, por naturaleza, dependiente, orgánica y radicada en la comunión y participación eclesial con la facultad ordinaria-capital del Obispo diocesano. 321 La diferencia se encuentra en el ámbito concreto de las distintas tareas pastorales encomendadas por el Obispo (cf CIC c. 131 §2). Por ejemplo, la potestad ejecutiva o administrativa se confía a los Vicarios Generales y Episcopales, quienes la ejercen, los primeros en toda la Diócesis y, los segundos, según la encomienda que cada uno tiene en un determinado ámbito de la misma. En cambio, la potestad judicial, en el caso del Vicario judicial, es ejercida en todos los asuntos jurídicos diocesanos, con excepción de aquellos que se haya reservado el Obispo (cf CIC c. 1420). 322 El Obispo concede la facultad en el aspecto ejecutivo a sus Vicarios generales, en todo el ámbito y territorio de la Diócesis; la potestad, también ejecutiva, a sus Vicarios episcopales, la cual está claramente delimitada a algún aspecto pastoral, territorial o a un sector de personas. El parágrafo §3 del canon 479, también reconoce la competencia de los Vicarios generales y episcopales en lo relativo a las facultades habituales concedidas por la Santa 225 Sede al Obispo diocesano . En cambio, la potestad del Vicario judicial, se inserta exclusivamente en el ámbito judicial de la Diócesis. 323 Tanto el Vicario general como el Episcopal, sólo realizan y expresan una dimensión de la potestad ejecutiva del Obispo y no poseen ni la potestad legislativa ni la judicial. Ésta ordinariamente es conferida precisamente al Vicario judicial. La potestad legislativa, en cambio, jamás es delegable, puesto que el Obispo es el único legislador en la Diócesis (cf CIC cc. 391 §2; 134 §1; cf 135 §2; 29; 16 §1). 324 Los actos administrativos de los Vicarios Generales y de los Episcopales, se manifiesten externamente como “actos vicarios”, es decir, atribuibles al Obispo. La distinción formal entre los “actos administrativos” y los “actos episcopales”, favorece un gobierno más ordenado y eficaz; mantiene la autonomía de la autoridad del Obispo diocesano. Además, promueve la iniciativa responsable de sus Vicarios y favorece las posibilidades de acudir al titular, gracias al ordenamiento canónico en favor de los fieles. 225 Cf ANTONIO VIANA TOMÉ, Naturaleza canónica de la potestad vicaria de gobierno, en IUSCA Vol. 28, Nº 55, 1988, pp. 99-130. 134 325 En consecuencia, en la práctica cotidiana, toda comunicación escrita debe estar dirigida al Obispo diocesano, con la precisión de su nombre y su titularidad. Dentro del escrito, si se considera conveniente, puede hacerse referencia a alguno o algunos de sus colaboradores relacionados con el asunto en cuestión. Si este es el caso, al calce del documento dirigido al Obispo, conviene consignar copia para ese determinado colaborador, en orden a su información y fines consiguientes. III.D.2. CARACTERÍSTICAS COMUNES A LOS VICARIOS DEL OBISPO. 326 La actividad a desarrollar por los Vicarios, General y Episcopal, es a un tiempo pastoral y administrativa (cf CIC cc. 473, 2 y 4; 394,1). El Vicario episcopal, como el General, participa de forma estable en las funciones episcopales de gobierno. Su oficio es apto para desarrollar también una pastoral más flexible y cercana a los fieles, a causa de su ministerio. La finalidad de los Vicarios episcopales es eminentemente pastoral, por los ministerios de potestad ejecutiva que le son confiados en la 226 Diócesis . 327 La naturaleza de su potestad ejecutiva es idéntica, aunque diferente en el ámbito: los Vicarios Generales para toda la Diócesis; el Vicario episcopal para la Zona o Vicaría pastoral, el aspecto o asunto encomendado, territorio o grupo de personas. 328 A través de estos ministerios vicarios, el Obispo diocesano tiene más facilidad de acceso a los fieles, mayores posibilidades para las interrelaciones personales, para un mayor conocimiento integral de la Diócesis y para la tramitación de los asuntos diocesanos, aún en el ámbito civil. 329 La facultad de los Vicarios Generales y Episcopales es Ordinaria, Vicaria, Administrativa, sea para toda la Diócesis o para el ámbito de la Vicaría, sector o asunto determinado que se le encomienda (cf CIC c. 131, 2). No es propia, porque no es inherente al oficio; es vicaria, porque la realizan en nombre del Titular del oficio, el Obispo diocesano. Ambos oficios, por lo tanto, son “vicarios”, es decir, hacen las veces del Obispo y 226 Cf PABLO VI, Carta Apostólica, Motu proprio “Ecclesiae Sanctae: de la santa Iglesia”, Normas para la aplicación de ciertos documentos conciliares, 6 de agosto de 1966, I. 14, 1. En adelante se citará como ESa; GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, pp. 665-668. 135 realizan su misión en comunión con él y en fidelidad a sus disposiciones, dentro del marco y espíritu general del Derecho. 330 Desde otra dimensión canónica, tanto el Vicario general como el Vicario episcopal, ejercen su oficio con la potestad ejecutiva de “Ordinario” y “Ordinario del lugar” (cf CIC c. 134). Ellos están llamados a actuar siempre en adhesión corresponsable y conforme al espíritu y visión pastoral 227 eclesial del Obispo diocesano (cf CIC c. 480) . 331 El Vicario episcopal, como el General, participa de forma estable en las funciones episcopales de gobierno. Es un oficio apto para desarrollar también una pastoral más flexible y cercana a los fieles, a causa de su dedicación a determinada Vicaría, asunto o personas. Representan a la persona del Obispo diocesano, manifiestan su solicitud episcopal en los diversos ámbitos. No suplen la relación del Obispo con su Iglesia, sino que prolongan sacramentalmente su ministerio y caridad pastoral. 332 La potestad del Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana es igual a la del Vicario episcopal Territorial y se extiende a toda la Diócesis en todo lo que sea promoción, organización, animación y coordinación general de la pastoral diocesana (cf CIC c. 475). 333 El Vicario general y los Vicarios episcopales, gozan de un conjunto de prerrogativas y disposiciones, comunes y generales, que el Derecho les 228 otorga . 227 Una comparación sinóptica, de similitudes y diferencias, entre el Vicario general y el Episcopal, se encuentra en GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, pp. 665-668. 228 De entre ellas, pueden enumerarse las siguientes: 1.- Asisten todos al Sínodo diocesano como miembros de pleno derecho, con voto consultivo (cf CIC cc. 463 §I, 2º; 466). 2.- Asisten también todos al Concilio provincial en virtud de su oficio, con voto únicamente consultivo (c. 443 §3, I). 3.- En caso de sede impedida, el Vicario general y los Vicarios episcopales no pierden su cargo ni su potestad, y entran dentro del grupo de sacerdotes que el derecho menciona para que el Obispo diocesano necesariamente designe, cada tres años, el orden de prelación de quien debe asumir temporalmente el gobierno de la Diócesis (c. 413 §1). 4.- Sin embargo, en caso de que el Obispo diocesano sea suspendido de su cargo (por imposición de pena canónica, por ejemplo), también se suspende la potestad de los Vicarios generales y episcopales que sean presbíteros (c. 481, §2). 5.- En caso de sede vacante, los Vicarios generales y episcopales cesan en su cargo ipso iure y automáticamente, aunque sus actos son válidos hasta que reciben «noticia cierta» de la Sede vacante (c. 417; 481). 136 III.D.3. PRINCIPALES DIFERENCIAS. 334 El oficio de Vicario general es preceptivo en cada Diócesis (cf CIC c. 475 §1); en cambio, la constitución y nombramiento del Vicario episcopal es facultativo, depende del discernimiento y valoración de las circunstancias pastorales de la Iglesia local discernidas por el Obispo diocesano. El Vicario Episcopal es de institución conciliar (cf ChD 27a; ESa I, 14, §1), y no hay obligación jurídica de crearlo (cf CIC c. 476). 335 La finalidad de los Vicarios episcopales y su potestad son eminentemente pastoral-administrativas, como se deduce de la misión diocesana que el Obispo les confía (cf ESa, I. 14,1; CIC cc. 473, 2 y 4; 394,1).). Las atribuciones que se les confieran dependerán de las necesidades y de los ámbitos pastorales en los cuales colaboran con el Obispo diocesano. Ha de tenerse en cuenta que no existe subordinación alguna de algún Vicario del Obispo, respecto al Vicario general, ya que todos son cooperadores del Obispo diocesano y no de Vicario general (cf CIC c. 480). De ahí la responsabilidad que tiene cada uno de los Vicarios Generales, Episcopales y, asimismo, el Vicario judicial, de acudir personal y directamente al Obispo diocesano. En diálogo pastoral, han de informarle de sus actos y recibir sus orientaciones, porque todos dependen directamente de su coordinación (cf 229 CIC cc. 473. 480) . 6.- También cesan en su cargo automáticamente los Vicarios episcopales desde el momento en que reciben «noticia cierta» de que se ha decidido el traslado de su Obispo propio a otra Diócesis, aunque todavía no haya tomado posesión en la nueva, si bien de este cese quedan exceptuados los Obispos auxiliares como Vicarios Generales o Episcopales (cc. 418 §2, 1º; 409 § 2). 7.- Los Obispos auxiliares pueden ser nombrados Vicarios episcopales por tiempo indefinido, pero no así los presbíteros, que sólo pueden serlo por tiempo determinado y, al transcurrir ese término, cesa su potestad, aunque pueden ser libremente renovados, sin limitación de periodos. Sin embargo, el nombramiento del Vicario general no está sometido a tales límites temporales, ya que en cualquier caso el Obispo tiene libertad para constituirlo de forma temporal o indefinida, y ésta es la más habitual (cc. 477 §1; 481 § 1). 8.- El Obispo diocesano puede remover libremente a los Vicarios Generales y Episcopales que sean presbíteros y cesa su potestad en el momento en que se les notifica la remoción del mismo (c. 477 § 1). 229 Cf AS 177; ANTONIO VIANA TOMÉ, Las relaciones jurídicas entre el Vicario general y los Vicarios episcopales, en REVISTA ESPAÑOLA DE DERECHO CANÓNICO, 45 (1988), pp. 251260. La revista se citará como REDC; RAÚL BERROZA MARTÍNEZ, El Vicario general y el Vicario de pastoral, en CDFA p. 159. 137 III.D.4. RESPONSABILIDADES VICARIAS PRIMORDIALES. 336 Para realizar su misión en comunión con el Obispo, tanto los Vicarios Generales, en toda la Diócesis, como los Vicarios episcopales, en el asunto pastoral, territorio o sector de personas que se les ha sido confiado, y el Vicario judicial en el horizonte pastoral procesal, el Magisterio y el Derecho de la Iglesia Universal, la praxis y el Derecho de la Iglesia particular, les atribuyen y confían las siguientes responsabilidades vicarias primordiales: 1.- Hacer presente al Obispo diocesano como maestro de la fe y heraldo de la palabra, ministro de la gracia del supremo sacerdocio, quien ejerce la autoridad de su servicio episcopal en cada una de sus acciones pastorales: administrativas, de conducción o gobierno, o de asuntos jurídicos en el Tribunal, como sus Vicarios diocesanos en el respectivo 230 régimen, siempre en comunión eclesial . Para ello, los Vicarios deben actuar fielmente según la voluntad y las intenciones del Obispo, a quien deben informar de las cuestiones principales de las que se ocupan (cf 231 CIC c. 480) . 2.- Familiarizarse con el pensamiento, intenciones, voluntad y decisiones del Obispo diocesano, lo mismo que con el Plan Diocesano de Pastoral, fundamentados en la Escritura y el Magisterio eclesial, desde las prescripciones del Derecho universal y particular, con los demás conocimientos y experiencias providentes, para el buen desempeño de su servicio, en el buen gobierno de la Diócesis. En relación con la precedencia. En caso de que se debiese precisar la precedencia en alguna circunstancia concreta, litúrgica o extralitúrgica, ya sea entre los Vicarios Generales, o entre los Vicarios episcopales (lo mismo que entre los Decanos), el primer criterio a seguir es: “el más antiguo por su ordenación sacerdotal”, análogamente a lo señalado en el canon 502 § 2. En caso de que persistiese la duda, por haber sido ordenados en la misma fecha, entonces el criterio será: quien tenga más tiempo de ejercicio en el oficio, de acuerdo a la fecha del respectivo nombramiento. Si este segundo criterio aún no fuese suficiente, entonces se recurriría al criterio de las edades, quien tenga mayor edad lleva la precedencia. 230 Cf PG 26. 32. 42ss. 231 AS 178. 138 3.- Vivir y mantener, comenzando desde una auténtica relación humana, profunda relación de caridad pastoral con todos los miembros del Pueblo de Dios en nuestra Iglesia particular, singularmente con los miembros de la Vida consagrada, de las Sociedades de Vida Apostólica y de los seminaristas; así como la fraternidad sacramental con y entre todos los miembros de nuestro Presbiterio. 4.- Fomentar la comunión, afectiva y efectiva, expresándola vivamente en la pastoral orgánica y en la participación eclesial de los agentes, desde su respectiva Vicaría, coordinando y alentando la programación y las acciones pastorales, administrativas y judiciales, según su oficio vicario, ya sea en los Decanatos y Parroquias, ya sea en las áreas pastorales y sectores personales del Pueblo de Dios, particularmente con los párrocos y con sus demás hermanos presbíteros y diáconos permanentes. Además, promover la disciplina eclesiástica. 5.- Favorecer una Pastoral integral, orgánica y de conjunto, lo más adaptada posible a la realidad del ministerio vicario encomendado, integrando a los presbíteros, diáconos permanentes, fieles laicos y a los miembros de la Vida Consagrada y de las Sociedades Apostólicas, con sus carismas y talentos, de manera que favorezcan un servicio actualizado y profesionalmente cualificado, en algún aspecto pastoral, ya sea en el administrativo o judicial. 6.- Adoptar diligentemente aquellos métodos e instrumentos de organización en el trabajo, compatibles con la naturaleza pastoral de su encomienda, según les ayuden al dinamismo y eficacia en el desempeño del su labor. En el entendido de que más allá de la eficacia y la eficiencia está la necesidad imprescindible de la comunión eclesial. 7.- Tener esmerada dedicación para promover y proveer a la formación integral y permanente de los discípulos y misioneros de Jesucristo en nuestra Iglesia diocesana, especialmente de los presbíteros, como miembros del único presbiterio del Obispo, a quien hacen presente. 8.- Velar y animar fielmente, en comunión con los Decanos, la aplicación planificada del Primer Sínodo Pastoral, del Plan Diocesano de Pastoral vigente, de los Programas diocesanos, decanales y parroquiales, y de las acciones que señale el Obispo, siempre en espíritu de comunión eclesial, cuidando de la integralidad pastoral. Han de 139 impulsar, con especial esmero, el proceso diocesano para “la misión 232 evangelizadora permanente” . III.D.5. LOS OFICIOS VICARIOS, ESTRUCTURAS CANÓNICO-PASTORALES DE RELACIÓN, PARTICIPACIÓN Y COMUNIÓN ECLESIAL. 337 Los oficios vicarios y el ministerio ejercido en las respectivas Vicarías: general, episcopal y judicial, son las diversas modalidades, mediaciones o instrumentos específicos en donde también ejerzo mi caridad pastoral y mi comunión corresponsable de manera cercana y personal, como Obispo diocesano. Las Vicarías Episcopales, como estructuras canónicopastorales, en donde me hago presente de una manera más cercana e inmediata, por medio de los mismos, son prácticamente las tres modalidades que señala el Derecho, para una mejor organización y atención pastoral. En cada una de estas tres modalidades se concretizan unas estructuras dinámicas de relación, animación y coordinación al servicio la acción pastoral integral. 338 Al mismo tiempo estas “modalidades canónico-pastorales” son radicalmente una excelente oportunidad de relación y de santificación (“kairós”: momento de gracia providente de Dios), por la vivificación que en ellas realiza el Espíritu Santo, al hacerse un lugar de encuentro mutuo entre el Obispo y las personas o grupos, que son parte de su grey, por el ministerio de mediación y comunión eclesial, jerárquico-pastoral del Vicario episcopal, en el horizonte salvífico de la misión evangelizadora. 339 Es preciso insistir que los Vicarios tienen como fuente de su servicio vicarial la espiritualidad, “conforme al corazón de Cristo”, Buen Pastor, 233 Cabeza, Servidor y Esposo de su Iglesia . Los Vicarios episcopales están llamados a configurarse no sólo con la imagen sino con el corazón de Jesucristo, Buen Pastor, como cuerpo presbiteral: discípulos, misioneros y 232 Cf FRANCISCO JAVIER CHAVOLLA RAMOS, Carta pastoral “Nuestro caminar diocesano, como discípulos misioneros de Jesucristo”, Toluca de San José, Méx., 21 de febrero de 2008; Idem., Exhortación pastoral “Nuestra seguridad depende de Dios”, sobre la seguridad integral de la comunidad, Toluca de San José, Méx., 8 de diciembre de 2008; Idem., Exhortación pastoral “Vayan y preparen la Pascua para que la comamos. Creer, celebrar y vivir la Eucaristía dominical”, Toluca de San José, Méx., 22 de noviembre de 2009; Idem., Decreto sobre la revitalización de la Parroquia, Toluca de San José, Méx., 12 de diciembre de 2010. 233 Cf Jn 10, 1ss; DA 186; PDV 3g, 16b, 23ef, 25e, 29dd, 50b; AS 71. 232-34. 244. 102. 219. 140 servidores, a partir de una profunda experiencia de Dios (cf DA 198-199). Su ministerio sacerdotal brota del Orden Sagrado, que tiene una “radical forma comunitaria” y sólo puede desarrollarse como una “tarea colectiva” en relación con el Obispo y con los demás presbíteros al servicio de la Comunidad diocesana (cf DA 195). 340 Los Vicarios del Obispo también están llamados a ser conscientes de sus limitaciones y a valorar la pastoral orgánica, puesto que la caridad pastoral es la fuente de su espiritualidad sacerdotal que anima y vivifica su vida y ministerio (cf DA 198). Desde esta fuente de espiritualidad, su identificación con Cristo Servidor es característica esencial de su carisma vicarial. No se trata de cualquier “servicio público”, sino del servicio característico de Cristo, un “servicio de amor”. A tal punto que “la urgente y delicada tarea de evangelización de la Iglesia, en este cambio de época, nos debe motivar a ejercer la autoridad como un servicio, en la que se distribuyan mejor las responsabilidades, aprendiendo a confiar en los demás sin 234 pretender controlarlo todo” . III.E. EL CONSEJO EPISCOPAL, LUGAR TEOLÓGICO DE ENCUENTRO, RELACIÓN E INTERCOMUNIÓN ECLESIAL Y PASTORAL ENTRE EL OBISPO Y SUS VICARIOS. 341 La relación del Obispo con sus Vicarios y de éstos con él –lo mismo que toda relación humana y eclesial-pastoral- se origina y fundamenta en la comunión de vida de la Trinidad, que les es participada como seres humanos y discípulos misioneros, por su condición creatural y sacramental. De esta 234 MIGUEL ROMANO GÓMEZ, Tesoro en vasijas de barro, Fototecnía, S.A. de C.V., Dimensión Episcopal del Clero Mexicano, Guadalajara, 19 de junio 2009, p. 61. En el apartado: “3.6. La diligencia y el liderazgo evangélico del sacerdote”, el mismo autor señala que “Jesucristo es el paradigma de cualquier modelo de liderazgo”, que pasa por su Misterio Pascual. Señala algunas de las principales características del liderazgo evangélico en este cambio de época, tales como que el sacerdote-líder no es solo un portavoz de los valores, sino testigo que comunica el encuentro gozoso con la persona de Jesucristo; un liderazgo acompañado de coherencia de vida, con capacidad de hacerse cercanos y solidarios; un liderazgo humilde, superando las actitudes de superioridad, imposición o planificación de tipo absoluto. “El auténtico liderazgo debe ser un servicio de caridad”. Un liderazgo entendido como obediencia abierta a las necesidades del otro; a la libertad del otro; a quienes Dios nos ha regalado para compartir la vida cristiana; además, el liderazgo debe ser competente, de ahí la motivación para procurar y adoptar un proceso formativo integral (cf Ibídem. 77). 141 manera, la relación interpersonal de diálogo y comunión del Obispo y sus Vicarios, lo mismo que de éstos entre sí, emana de la participación de la vida de comunión trinitaria en Jesucristo, Verbo Encarnado. La relación de comunión eclesial del Obispo está llamada a desarrollarse en el contexto de un testimonio creíble y fehaciente de la participación eclesial corresponsable de los Vicarios en el “munus” pastoral del Obispo. Un lugar teológicoeclesial y pastoral privilegiado para dar vida a este testimonio es el Consejo Episcopal. 342 Los pastoralistas y juristas coinciden en que se debe fomentar y favorecer una madura y constante relación de comunión y participación humana, cristiana, eclesial y pastoral entre el Obispo y sus Vicarios, lo cual “no significa que los Vicarios del Obispo sean meros ejecutores materiales de su voluntad, sino que, en caso de divergencias con él, deben respetuosa y llanamente exponer su parecer; sin olvidar que, al final, la última palabra, 235 como es obvio, está en la decisión del Obispo” . En todo caso, siempre debe facilitarse el “diálogo pastoral” y han de guardarse las relaciones en lealtad y fidelidad (cf CIC c. 212 §3). 343 El canon 480 concretiza la dimensión más elemental de estas interrelaciones, que deben estar informadas por la caridad pastoral: “El Vicario general y el Vicario episcopal deben informar al Obispo diocesano sobre los asuntos importantes, por resolver o ya resueltos, y nunca actuarán contra la voluntad e intenciones del Obispo diocesano”. 344 Se trata, efectivamente, no sólo de informar al Obispo diocesano, sino de vivir la comunión con su “capitalidad pastoral episcopal” en la Diócesis, fundada en su calidad de miembro del Colegio Episcopal y de sucesor de los Apóstoles. El Obispo, en definitiva, es quien ha sido constituido Pastor, Cabeza, Servidor y Esposo de su Iglesia particular, en nombre de Jesucristo, el único Pastor, Cabeza, Servidor y Esposo de su Iglesia (cf Ef 5; PDV 3g, 16b, 23ef, 25e, 29dd, 50b). 345 Cada Vicario, General, Episcopal y Judicial, está llamado a actuar con responsabilidad en primera persona y, no obstante el oficio vicario que detenta, debe responder personalmente de sus actos. Por eso, ante la posibilidad de alguna actuación errónea o injusta de algún Vicario, se han de tener en cuenta los siguientes presupuestos: 235 M. MORGANTE, La Chiesa Particolare nel Codice di Diritto Canonico, Cinisello Balsamo 1987, p. 226. 142 346 El Obispo posee la potestad ordinaria, propia e inmediata, aneja por Derecho a su oficio episcopal (cf CIC cc. 131 §1; 381 §1) y la ejerce en nombre propio. En cambio, el Vicario general, Episcopal y Judicial, ejercen su participación con el Obispo en la potestad de régimen correspondiente, de manera ordinaria, porque va aneja de propio derecho a su oficio; sin embargo, al haberla recibido con su oficio, la ejercitan en nombre del Obispo diocesano; por eso se le califica como potestad vicaria (cf c.131 §12). En consecuencia, el Obispo diocesano tiene la facultad de reformar las decisiones tomadas por sus Vicarios, Generales o Episcopales (cf c. 65). Eso permite que cada miembro del Pueblo de Dios tenga el recurso de acudir al Obispo diocesano, quien puede revocar o enmendar el decreto o decisión de sus Vicarios (cf c.1734 §3). 347 De lo anterior, se puede colegir la importancia de fomentar tanto la comunicación permanente, como la actitud de discernimiento y acuerdo de los Vicarios Generales, Episcopales y del Judicial, con el Obispo diocesano. El Obispo, definitivamente, no será responsable de la actuación equivocada e injusta de alguno ellos, si no estuvo enterado o no consintió en su realización. De ahí que, una condición ineludible, de parte de los Vicarios, es promover la unidad eclesial y la coordinación de la actividad pastoral, ya sea ejecutiva o judicial, conforme al espíritu, orientaciones y decisiones del Obispo diocesano. 348 Todas las actividades de los Vicarios Generales, Episcopales o del Judicial, son de naturaleza «pastoral», en sus distintos y variados cauces, porque son una expresión vicaria del único buen gobierno pastoral del Obispo diocesano en su Iglesia particular, cuya fuente, hemos repetido, es Jesucristo, Buen Pastor. Por ejemplo, la potestad o jurisdicción que el Obispo ha confiado a sus Vicarios Generales y Episcopales, es la participación corresponsable en su potestad administrativa o ejecutiva; al Vicario judicial, a su vez, en su potestad judicial. Es el Obispo diocesano quien lleva la “capitalidad” y la “coordinación general de toda la Diócesis”, de todos los asuntos del régimen legislativo, ejecutivo y judicial (cf CIC cc. 474-473 §2 y 4; 394 §1). 349 Para evitar, entre los mismos Vicarios, diferencias y confusiones sobre su competencia, potestad o facultades al momento de su actuación, existen, entre otros, dos instrumentos pastorales de armonía: el primero, lo constituye el mismo nombramiento, en el cual, el Obispo ha de especificar las facultades y las atribuciones que confía a cada uno de ellos, lo mismo que las reservas que haya acto para sí y/o los mandatos especiales respecto a 143 los asuntos que decida delegarles. El segundo instrumento es la frecuente relación, diálogo y coordinación de los Vicarios con el Obispo y entre sí. 350 Es en esta frecuente comunicación e interacción donde el Consejo Episcopal, formado por sus Vicarios, con sus estatutos y reglamento (cf CIC c. 473 §2 y 3), se constituye en un excelente medio de diálogo y coordinación pastoral, orgánica e integral entre ellos y con el Obispo diocesano, para desarrollar el ministerio en comunión y fidelidad con éste. Se trata de un organismo consultivo que tiene como finalidad atender el espíritu de comunión en y para toda la actividad pastoral diocesana. De esta manera se evitarán posibles interferencias en el ejercicio de su potestad, lo que redundará en el fortalecimiento de la comunión eclesial en la Iglesia particular. Asimismo, favorecerá una mayor eficacia y una mejor planeación de los trabajos pastorales, lo mismo que para prevenir conflictos, teniendo la oportunidad de mantener la constante información y diálogo pastoral, en 236 conjunto, con el Obispo diocesano . III.F. “YO ESTARÉ CON USTEDES SIEMPRE…” 236 ANTONIO VIANA TOMÉ en Organización del gobierno en la Iglesia, desarrolla la identidad pastoral del Consejo Episcopal, como un instrumento favorable para la acción coordinadora del Obispo. En la página 245, nos comenta que: “Una de las principales cuestiones que plantea la normativa del CIC sobre los Vicarios diocesanos, es el problema de las relaciones jurídicas entre el Vicario general y el Vicario episcopal. Las posibilidades de relación entre ambos cargos son muy variadas, ya que pueden constituirse uno o varios Vicarios Generales y uno o varios Vicarios episcopales, en la misma Diócesis y, además, no existe entre ellos relación de subordinación jerárquica: todos son vicarios del Obispo. A falta de soluciones previstas por el derecho común es ésta una materia que debe ser regulada por el derecho particular; concretamente es el Obispo diocesano quien adoptará en su caso las oportunas determinaciones. Como principios de solución se puede apuntar: a) que el derecho particular puede reconocer una cierta capacidad de dirección administrativa en favor del Vicario general, con el fin de fomentar la debida coordinación entre los Vicarios diocesanos; b) que es necesaria la determinación de la competencia de los diversos oficios vicarios, a través de normas generales diocesanas o en el propio acto de nombramiento, de manera que, salvando siempre la potestad propia del Obispo y las excepciones que puedan establecerse, cada Vicario y sólo él será competente en el bloque de materias o relaciones señaladas en aquellas normas o nombramientos; c) que en los casos dudosos parece más adecuado dar prioridad a la actuación del Vicario con competencia más especial (así por ejemplo, la competencia del Vicario episcopal de personas sería prioritaria frente a la del Vicario episcopal territorial o la del mismo Vicario general)”, pp. 245-247; cf Id., Las relaciones jurídicas entre el Vicario general y los Vicarios episcopales, en REDC, 45 (1988), p. 251-160; asimismo puede consultarse, acerca del instrumento de buen gobierno, como lo es, del Consejo Episcopal, en FRANCISCO IBGD, Cap. IV. 3. 144 (Mt 28, 20) 351 En consecuencia, los “oficios vicarios”, tienen una configuración radical y esencialmente, antropológica cristológica, eclesial, sacramental, 237 carismática y pastoral . Consecuentemente, para nosotros, “discípulos y misioneros de Jesús”, éstos y, por analogía, todos los oficios, servicios, ministerios y encargos eclesiales, no son meras estructuras funcionales de la organización eclesiástica, sino, sobre todo, son el “aquí y ahora” de la encarnación sacramental, pneumática, personalizada y prologada del Espíritu de Jesucristo, Buen Pastor. Él es quien continúa cumpliendo sus promesas entre nosotros, su Iglesia: “Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). “Si me aman, cumplirán mis palabras y yo pediré al Padre que les envíe otro Defensor que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes lo conocen, porque Él permanece con ustedes y estará con ustedes… el Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn 14, 15-17. 26-27). 352 ¡Quienes ejercemos estos oficios, como discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados a ser una viviente expresión pastoral de la Iglesia una, santa, católica y apostólica, “misterio de comunión para la misión evangelizadora”, a favor de la humanidad que peregrina en nuestro mundo, hasta que llegue la plenitud del tiempo y de la historia! (cf Mt 28, 16-20; LG 238 cap. I; DA 155) . 237 Para entender el término «pastoral» debemos remitirnos a la figura del Obispo como pastor de la Iglesia, quien participa del pastoreo del Único y Gran pastor de las ovejas (cf Hb 13, 20; I Pe 2,25; 5, 2). Los oficios de Vicario general, Vicario episcopal, Vicario de Pastoral, Vicario para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y Vicario judicial, se pueden definir como “auxiliares” y, con mayor precisión, como «vicarios» del «oficio original, principal y capital» que ostenta el Obispo, haciendo presente a Cristo Pastor en su Iglesia. Y, en seguida, es preciso afirmar que el término «pastoral» aplicado al Obispo y a los Presbíteros, como a toda la Iglesia, abarca la totalidad de su misión evangelizadora y de su acción apostólica. Cf RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, El Vicario general y el Vicario de Pastoral, en CDFA p. 146. 238 Entre las propiedades de la naturaleza de la Iglesia fundada por Cristo, que expresan su ser íntimo, está la unidad (cf UR 2; LG 23.26). Cristo Jesús fundó su única Iglesia sobre la roca de Pedro y de los demás apóstoles, y la quiso unida por la participación en la unión que él tiene con su Padre. Esta Iglesia de Cristo, en su plenitud, subsiste en la Iglesia católica; pero, fuera de ella, otras comunidades cristianas conservan algunos elementos de la verdadera 145 IV.- EL MINISTERIO DEL «VICARIO GENERAL», OFICIO PRIMORDIAL EN ORDEN AL BUEN GOBIERNO PASTORAL EN LA DIÓCESIS. 353 El Concilio Vaticano II, habla expresamente del Vicario general, delineando con nitidez su identidad y misión pastoral. Se trata del más cercano “próvido colaborador” del Obispo, en el buen gobierno pastoral de la Diócesis, según las condiciones de idoneidad establecidas en el Derecho (cf ChD 27; CIC cc. 475 §1. 478ss. 354 El Código de Derecho Canónico del año 1983, expresión fiel del espíritu renovador eclesial del Concilio Vaticano II, se refiere directamente a este oficio 239 o “figura jurídica” en los cánones 475-481 . Iglesia de Cristo. Tal realidad pone de manifiesto que la unidad de la Iglesia es don de Cristo y obligación de todos los cristianos. La única Iglesia de Cristo “subsiste en la Iglesia católica” (LG 8). El Concilio, al utilizar el verbo “subsistir”, en vez del verbo “ser”, afirma al mismo tiempo dos realidades: la identidad plena de la Iglesia católica con la única Iglesia fundada por Cristo, y el reconocimiento de que en las otras comunidades cristianas hay algunos elementos que provienen de Cristo y hacia él conducen, y pertenecen a la única Iglesia de Cristo. Cf M.M. GARIJO-GUEMBE, La comunión de los santos. Fundamento, esencia y estructura de la Iglesia, Herder, Barcelona 1991, pp. 145147; Cf DONATO VALENTINI, Subsistit in, en DE2010, pp. 1383-1408. 239 Cf OGI p. 4. 146 IV.A. IDENTIDAD DEL VICARIO GENERAL EN LA COMUNIÓN ECLESIAL DIOCESANA Y EN LA PASTORAL INTEGRAL, ORGÁNICA, DIFERENCIADA Y DE CONJUNTO. 355 El espíritu renovador del Vaticano II, expresado en el Código vigente, aporta una precisión en torno a la identidad del Vicario general, tanto por ser un oficio eclesial adaptable a las diversas realidades pastorales 240 de los signos de nuestro tiempo , como por la obligatoriedad de su 241 constitución en la Diócesis . No obstante la cercanía del oficio, actualmente al Vicario general ya no se le puede considerar, con toda propiedad, como el «alter ego: el otro yo» del Obispo, debido a que ya no tiene idéntica jurisdicción a la del Obispo diocesano, como la tenía, según el canon 368 §1 del Código de 1917, en todos “los asuntos espirituales y 242 materiales” de toda la Diócesis . 240 Cf ChD 23. 25. 27; asimismo los documentos posteriores, como el Motu Proprio de Pablo VI: «Ecclesiae Sanctae: De la Santa Iglesia» (6 de agosto de 1966) y los Directorios: «Ecclesiae Imago: Imagen de la Iglesia» (1973) y «Apostolorum Successores: Los Sucesores de los Apóstoles» (2004), 71. 177-179. 221. 241 Cf VGyE pp. 81-140; GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, p. 665. DAVIDE M USSONE, L’ufficio del Vicario generale, Librería Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2000 (se citará DUVG). 242 «Vicario generali, vi officii, ea competit in universa dioecesi iurisdictio in spiritualibus ac temporalibus, quae ad Episcopum iure ordinario pertinet, exceptis iis quae Episcopus sibi reservaverit, vel quae ex iure requirant speciale Episcopi mandatum». En efecto, si consideramos el canon 479 §1 del Código vigente, señala que al Vicario general le compete en toda la Diócesis la potestad ejecutiva que le corresponde al Obispo diocesano por derecho. Sin embargo, queda excluido de aquello que el Obispo diocesano se reserva o que según el derecho requiera mandato especial. Por otra parte, en el contexto del canon 391, al Obispo le está encomendada la triple potestad de régimen o de gobierno o de jurisdicción completa: la potestad legislativa, que ejerce personalmente (cuyo objeto es la creación del mundo legislativo); la potestad ejecutiva o administrativa (cuya finalidad esencial es la aplicación o encarnación vital del mundo de las leyes en la vida de la Iglesia), que realiza por sí o por medio de los Vicarios Generales o Episcopales; y la potestad judicial (cuya misión es la aplicación autoritativa del mundo legislativo al asunto en controversia), ejerce ésta tanto personalmente como por medio del Vicario judicial (cf CIC cc. 381. 135. 375. 1420 §1). El Vicario general 147 243 356 El Vicario general es una figura canónica muy antigua . En el S. XIV se define como “el que hace las veces de Obispo”, incluso estando éste presente en la Diócesis. A partir del Concilio de Trento ya se fija la figura y potestad del Vicario general de forma más clara. El Código de Derecho Canónico de 1917, en los cánones 366-371, recoge la tradición y praxis de este oficio, en él se encuentra su prescripción, según las directrices del Concilio Vaticano I. solamente participa de la ejecutiva y, por lo mismo, no es idéntica en extensión a la del Obispo. Finalmente, buscando una mayor precisión, es significativo que el Vicario general, asimismo el Vicario episcopal, está llamado a responder, en primera persona, si su actuación es contraria a la ley, quedando así deslindada la responsabilidad personal del Obispo. En este caso el c. 1734 §3 ofrece la posibilidad “de recurrir ante el Obispo contra los decretos dados por las autoridades que le están subordinadas”, como serían la del Vicario general y la del Vicario episcopal, quienes, además, tienen la obligación de reparar el daño causado por el acto ilegítimo (cf PB Art. 123; Comentario a los cánones 129 §1 y 135 §1-4, en BENLLOCH, COMC, pp. 83, 88-89; VGyE pp. 98ss). 243 Cf GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, p. 665. En el Decreto de Graciano y en el Decreto de Gregorio IX, se hace referencia germinal y oscuramente del oficio del Vicario general. En el Concilio Lateranense IV (1215) se abre la posibilidad de que el Vicario general pueda aconsejar al Obispo, que pueda visitar, predicar y gobernar la Diócesis en nombre del Obispo (cf cap. 21). La institución del Vicario general se acentúa con Inocencio III (1198-1216), con la Constitución de Honorio III (12161227), donde se determina la potestad confiada a un procurador del Obispo y, así, la figura del “Vicario general” comienza a clarificarse. El concepto de “Vicario general” es atribuido a un oficial del Obispo, por vez primera, en el Liber VI de Bonifacio VIII (1224-1303). Sin embargo, es después del Siglo XII que surge el ministerio de Vicario general por voluntad del Obispo para limitar los abusos de los “archidiáconos” (desde el siglo IV existían éstos en cada catedral) y para suplirlos, puesto que con frecuencia eran negligentes o incapaces de cumplir su cometido. En la edad media, por la responsabilidad que se confiaba al Vicario general, se designaba como procurador, provisor, ayudante, oficio episcopal, vicario o procurador general. Después del Concilio de Trento queda ya sancionado el paso de manera definitiva, que en la práctica ya estaba vigente, del archidiácono, como vicario del Obispo, al oficio de Vicario general. Estando a la puerta la codificación de 1917, el Vicario general ya se delinea como una persona que, legítimamente elegida por el Obispo diocesano, le ayuda en el gobierno de la Iglesia particular que ejercitaba ya, a nombre del Obispo, la jurisdicción episcopal en toda la Diócesis, a excepción de aquellas facultades que el Obispo se reservaba o que el derecho le prohibía ejercitar (cf M ARQUETTI G., La Curia como órgano de participación en el cuidado pastoral del Obispo diocesano, Ed. Pontificia Università Gregoriana, Roma 2000, p. 43ss). 148 357 El oficio del Vicario general no es optativo sino preceptivo u obligatorio en cada una de Diócesis. Por eso, el Obispo debe nombrar al Vicario general, oficio preeminente de la Curia diocesana dotado de “potestad ejecutiva (no legislativa, ni judicial), ordinaria o aneja al oficio, vicaria o poseída y ejercible en nombre del Obispo y, por lo mismo, episcopal, universal o general y subordinada al Obispo”. En cambio, el Moderador de la Curia es un servicio distinto al del Vicario general, que puede confiarse a algún otro presbítero Este oficio es optativo donde convenga y el Derecho aconseja que sea nombrado para este oficio uno de los Vicarios Generales 244 (cf CIC c. 473) . 358 Entre las cualidades fundamentales e indispensables, emanadas del espíritu eclesial conciliar, que necesariamente han de tener los Vicarios Generales, como primer signo de comunión vicarial en la Iglesia diocesana, hemos de considerar: su exquisita sensibilidad pastoral y su capacidad para trabajar en equipo, de manera articulada e integral, es decir, en comunión eclesial. Contrario a este espíritu sería cualquier actitud de independencia y autonomía absoluta o individualismo, sin comunicación, dialogo y coordinación con el Obispo (pro et cum episcopo) y con los demás 245 Vicarios . IV.A.1. SER DEL VICARIO GENERAL. 244 Comentarios a los cánones 473 y 475 §1, en BENLLOCH, COMC, pp. 237- 238. El Obispo diocesano y el Moderador de la Curia, prestan un servicio de coordinación, pero en ámbitos, latitudes y niveles distintos. El coordinador, tendrá “como principio general, que las estructuras diocesanas deben estar siempre al servicio del bien de las almas y que las exigencias organizativas no deben anteponerse al cuidado de las personas” (AS 177d). Es importante distinguir claramente entre la actividad coordinadora del Moderador en la Curia y la actividad coordinadora general de la actividad pastoral integral: legislativa, administrativa y judicial, que le corresponde personalmente al Obispo diocesano, Cabeza y Pastor, para el buen gobierno de la Diócesis. 245 En el numeral 201 del Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos “Ecclesiae Imago”, se afirma, además, que el Vicario general «debe poseer una adecuada experiencia pastoral». Por lo tanto, no se le puede relegar al plano meramente administrativo o excluirlo de la potestad pastoral; iría en contra de la eclesiología del Vaticano II. Así, por ejemplo, el Obispo puede mandarle visitar la Diócesis, totalmente o en parte, cuando se encuentre legítimamente impedido (cf CIC c. 391 §1); cf VGyE pp. 232-233. 246; P. URSO, La Curia diocesana, en AA.VV., Chiesa particolare, EDB, Bologna 1985, p. 92; RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, El Vicario general y el Vicario de Pastoral, en CDFA pp. 167. 141-168. 149 359 El Vicario general, es aquel Obispo (Coadjutor o Auxiliar) o Presbítero, a quien el Obispo diocesano confía el oficio de mayor confianza, cercanía y corresponsabilidad en el buen gobierno pastoral de todo el territorio diocesano (cf ChD 27; CIC c. 475 §1; AS 178). El Obispo le encomienda el cuidado pastoral de todos los asuntos, aéreas y territorio, vinculados a su potestad ejecutiva que no precisen mandato especial de él o se haya reservado para sí mismo (cf CIC c. 475 § 1). El Decreto conciliar sobre el ministerio de los Obispos designa este oficio como un “officium eminens: oficio primordial” en la Curia Diocesana (cf ChD 27). 360 El canon 475, en su parágrafo §2, considera que por regla general ha de nombrarse un solo Vicario general, “a no ser que la extensión de la Diócesis, el número de habitantes u otras razones pastorales aconsejen otra cosa”. En este caso los Vicarios Generales tienen todos la misma potestad sobre toda la Diócesis, siendo necesaria una clara coordinación de su actividad, en la observancia de cuanto el Código dispone acerca de las competencias asignadas a cada uno de ellos como Ordinarios y de las 246 competencias cumulativas que tienen (cf CIC c. 65) . 361 Siendo más de un Vicario general, poseen la potestad «in solidum»: «solidariamente» sobre toda la Diócesis, de lo contrario serían Vicarios episcopales y no Generales. Además, no hay dependencia del uno al otro, como si fueran primer y segundo o tercer Vicario general, sino que su dependencia y relación se establecen única y directamente con el Obispo diocesano; son sus Vicarios Generales. Son iguales en el servicio derivado del oficio y en la extensión de competencias, lo cual no obsta para que entre ellos haya una cierta 246 La coordinación entre varios Vicarios Generales o Episcopales no viene dada por subordinación entre tales oficios, ya que el oficio de Vicario episcopal no puede ser considerado como Vicario del Vicario general. Ambos son Vicarios del Obispo, sin subordinación entre sí, pero sí en armonía e interrelación recíprocas (cf CIC cc. 476ss). Cf ERDD p. 47, señala algunos criterios para la debida coordinación en la actuación de más de un Vicario general: 1) A cada Vicario general puede serle encomendada un área de gobierno de la que haya de responsabilizarse más directamente, sin prejuicio de sus facultades ordinarias generales en el gobierno de toda la Diócesis. Pero, a no ser que el Obispo disponga otra cosa, la competencia sobre dicha área o sector, corresponde también a los otros Vicarios Generales. 2) Puede el Obispo establecer, en armonía con el derecho y con quien tiene el mismo oficio, un orden de prevención o precedencia gubernativa, para lo cual es oportuno fijar el modo de actuación de cada uno de ellos. Uno de ellos debe ser nombrado Moderador de la Curia, que no significa ser moderador de la Diócesis. 150 especificación de tareas pastorales especialmente encomendadas por el Obispo a 247 cada uno de ellos . 362 El Vicario general, en razón de su oficio, goza de potestad ejecutiva o administrativa –no legislativa ni judicial-, ordinaria o aneja al oficio; vicaria, es decir, dependiente y orgánica o de comunión jerárquica, porque la ejerce en nombre del Obispo; general para el gobierno de toda la Diócesis, es decir, y subordinada al mismo, al tratarse de un oficio 248 dependiente del Obispo (cf CIC cc. 131 §2; 479 §1) . Potestad confirmada en fuerza del Derecho, no por el Obispo diocesano, de otra manera sería un “delegado” del Obispo y no su Vicario general. Al Vicario general, se le considera, además, como “Ordinario” y “Ordinario del lugar” (cf CIC c. 249 134) . 247 Cf AS 178: “El Obispo debe nombrar al Vicario general, oficio preeminente de la Curia diocesana, para que lo ayude en el gobierno de la Diócesis. Aunque, normalmente es preferible que haya sólo un Vicario general, en caso de que el Obispo lo considere oportuno, por la amplitud de la Diócesis o por otra razón pastoral, puede también constituir alguno más. Teniendo todos la misma potestad sobre toda la Diócesis, es necesaria una clara coordinación de su actividad, en la observancia de cuanto el Código dispone acerca de las gracias concedidas por uno u otro Ordinario, y en general, acerca del ejercicio de las competencias asignadas a cada uno”. Además, sobre la potestad que ejercitan “solidariamente” los varios Vicarios Generales en toda la Diócesis, puede consultarse CAPPELO F. M., Summa iuris canonici in usum…, 1, Roma, p. 355: “Si plures Vicarii constituantur, iurisdictonem in solidum tenent, ut liquet ex ipsa officii notione”. Cf RAMOS F. J., Le Chiese particolari e i loro raggrupamenti, 2, Roma 1996, p. 98; CHAPPETA L., Il Codice di Diritto Canonico, 1, 3, Roma 1996, p. 600, añade que “avranno in solido la medesma potestà sull’intero territorio”; DUVG pp. 52-61. También puede consultarse sobre la delimitación de los ámbitos que específicamente puede encomendar a cada uno. Finalmente, el concepto canónico de “solidaridad” puede ser iluminado ya en la práctica, aplicando analógicamente la luz del canon 140: cf Comentario al canon 140, en BENLLOCH, COMC, p. 92. 248 El oficio del Vicario general, es un instrumento primordial a favor del buen gobierno pastoral del Obispo diocesano, puede consultarse FRANCISCO IBGD, Cap. IV, 1. 249 La potestad del Vicario general tiene las siguientes características: es ordinaria, vicaria, administrativa y de alcance general dentro de la Diócesis. Corresponde, por tanto, al Vicario general en virtud del oficio la potestad administrativa que jurídicamente es propia del Obispo diocesano, para realizar dentro del ámbito de la Diócesis cualesquiera actos administrativos (cf CIC c. 479 § 1); incluidos los actos normativos típicos de la potestad ejecutiva (decretos generales ejecutorios, instrucciones, etc.), las facultades habituales concedidas por la Santa Sede al Obispo y la ejecución de los rescriptos (cf c. 479 § 3). Sin embargo, se excluyen de esta amplia competencia del Vicario general aquellos actos que el Obispo se hubiera reservado o que requieran un mándalo especial de él (cf c. 479 § 1 en relación con el c. 134 § 3). El Vicario general tiene también la consideración 151 363 Por otra parte, al ejercitar la potestad ejecutiva, el Vicario general, es la máxima expresión de la participación en la potestad ejecutiva del Obispo, sólo en este aspecto parcial se le podría denominar su “alter ego”. Por su ministerio es la primera persona jurídica más indicada en quien el Obispo realiza y concretiza tanto la unidad del buen gobierno diocesano como su necesaria descentralización, al representarle personalmente, en su calidad de 250 pastor . 364 Por lo mismo, es característica constitutiva y destacable de quienes ejercen el oficio de Vicario general, su estricta subordinación jerárquica al oficio capital del Obispo diocesano y tienen, por tanto, la misión de colaborar corresponsablemente con él en el buen gobierno pastoral toda la Diócesis. Además, siempre es posible que el Obispo ejerza personalmente la potestad administrativa; asimismo, también se puede recurrir canónicamente ante el Obispo, en lo que mira a “los actos administrativos” singulares realizados por el Vicario general, solicitando su revocación, reforma, sustitución o 251 abrogación (cf CIC cc.1734ss; 65 §2-3) . canónica de “ordinario” y de “ordinario del lugar” (cf c. 134 §§ 1 y 2): cf OGI, p. 142; cf Comentario al canon 134, en BENLLOCH, COMC, pp. 87-88. El Vicario general, al no tener potestad legislativa, está impedido de dar leyes o decretos generales de carácter legislativo (cf CIC c. 30). Sin embargo, puede hacer emanar decretos generales ejecutivos, en orden a precisar las formas de aplicación de la ley o la insistencia en observarla (c. 31 §1). Tampoco puede ejercer la potestad judicial, salvo que haya sido nombrado Vicario judicial, lo cual sólo es justificable para el caso de Diócesis pequeñas y con escasas actividades judiciales (cf c. 1420 §1). Otra referencia importante es que el Vicario general puede ejercer su potestad ejecutiva en relación con los súbditos e incluso ausentes de su territorio, a no ser que el Derecho disponga otra cosa. Igualmente sobre los forasteros que están en su territorio, cuando se trata de conceder favores o de ejecutar leyes universales o particulares (cf c. 13 §2). Tiene el derecho-deber de participar en el Sínodo Diocesano (cf c. 463 §l , 2 º ) y puede ser delegado por el Obispo para presidir las sesiones particulares (c. 462 §2). También tiene derecho a participar con voto consultivo en el Concilio provincial (cf c. 443 §3). Asimismo, puede ser enviado por el Obispo a realizar en su nombre las visitas pastorales, con mandato especial, otorgado por escrito. Entre las funciones más cotidianas e inmediatas del Vicario general, en su calidad de “Ordinario”, se encuentran, por ejemplo, las siguientes: 1. Conceder o prorrogar toda clase de licencias ministeriales. 2. Conceder toda clase de dispensas matrimoniales conforme a las normas vigentes. Tramitar dispensas o indultos ante la Sede Apostólica. 250 Cf DUVG p.131. 251 Además, es importante señalar que la figura del Vicario general no puede anular a la de los Obispos auxiliares. Cuando exista un Obispo coadjutor o auxiliar, debe ser constituido 152 365 El Vicario general cesa por renuncia, remoción o cuando queda vacante la Diócesis; asimismo, cuando el Obispo diocesano es suspendido de su cargo. En el caso de que la Diócesis esté impedida, si no existe Obispo auxiliar o coadjutor y, mientras la Santa Sede no disponga otra cosa, al Vicario general le corresponde interinamente conducir el gobierno de la 252 Diócesis (cf CIC c. 413 §2) . IV.A.2. QUEHACER ECLESIAL-PASTORAL DEL VICARIO GENERAL. 366 La caridad pastoral del Obispo se hace vida y entrega de vida abundante en los diversos servicios de la persona más cercana en la corresponsabilidad del buen gobierno pastoral confiado al Obispo, como lo es su Vicario General. El ser o Espíritu de la caridad pastoral de Jesucristo se hace donación cotidiana en los distintos encuentros, acompañamientos, decisiones y detalles –humanos, eclesiales, sacramentales, jurídico, pastorales y evangelizadores- que el Vicario General ofrece a la Iglesia diocesana, en nombre del Obispo: 367 1. Es quehacer eclesial prioritario es la participación del Vicario o los Vicarios Generales, cuando sean convocados, en los procesos diocesanos de programación, discernimiento, decisión y animación pastorales, como signo Vicario general y se le debe dar prioridad para todas aquellas facultades o mandatos especiales el Obispo conceda (cf CIC c. 406 §1-2). 252 El canon 481 §1 establece claramente los casos de cese de la potestad del Vicario general, que se pueden reducir a los siguientes cuatro: a) Al término de su nombramiento. El Código, en este sentido, ni afirma ni niega la posibilidad de un nombramiento «ad tempus». Lo deja implícitamente en manos del Obispo; b) la renuncia libremente presentada al Obispo diocesano, o en su caso a la autoridad competente, por escrito u oralmente delante de dos testigos. Debe ser aceptada. La renuncia hecha por grave temor, por engaño o por error sustancial o por simonía, es «ipso iure» inválida (cf CIC cc. 187-189); c) la remoción promovida por el Obispo diocesano (cf c. 477, §1). Se da la remoción automática, por el mismo derecho, en el caso de pérdida del estado clerical (cf c. 194 §1,1º); d) sede episcopal vacante, expresamente señalado por el canon 417; debe saberlo con certeza que la sede está vacante. Esto vale igualmente para el Vicario episcopal. En este sentido, aun cuando el Obispo sea transferido y permanezca en la Diócesis con la potestad de Administrador diocesano, cesa la potestad del Vicario general (cf c. 418 §2, 1º). En resumen, la potestad del Vicario general se suspende cuando se suspende el oficio del Obispo diocesano, a no ser que el Vicario sea Obispo (cf c. 481 §2): cf RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, El Vicario general y el Vicario de Pastoral, en CDFA pp. 149-150. 153 de comunión eclesial, íntima y corresponsable con el Obispo, con los Vicarios episcopales, el Vicario Judicial y los Decanos; así como en la relación y diálogo pastoral con los Responsables de las distintas Comisiones Diocesanas y los Coordinadores de las correspondientes Dimensiones pastorales. 2. Vicario general puede ejercer su potestad ejecutiva en relación con los súbditos, incluso aquéllos que están ausentes del territorio diocesano, a no ser que el Derecho disponga otra cosa; asimismo hacia los forasteros que están en su territorio: cuando se trata de conceder favores o de ejecutar leyes universales o particulares, en armonía con el Derecho (cf CIC c. 13 §2). 3. Tiene del derecho-deber de participar en el Sínodo Diocesano (cf CIC c. 463 §l , 2 º ) y puede ser delegado por el Obispo para presidir las sesiones particulares (cf CIC c. 462 §2). 4. Goza del derecho a participar con voto consultivo en el Concilio provincial (cf CIC c. 443 §3). 5. Asimismo, puede ser enviado por el Obispo a realizar las visitas pastorales en su nombre (cf CIC c. 396 §1). 6. Entre las funciones más cotidianas e inmediatas del Vicario general, en su calidad de “ordinario”, se encuentran, por ejemplo, las siguientes: 7. Conceder o prorrogar toda clase de licencias ministeriales. 8. Conceder toda clase de dispensas matrimoniales conforme a las normas vigentes. 9. Tramitar dispensas o indultos ante la Sede Apostólica 253 . 10. Ejecutar rescriptos, a no ser que se establezca otra cosa expresamente o en la concesión de tal facultad se hayan tenido en consideración las cualidades personales del Obispo. 253 Es derecho del Obispo y del Vicario general la tramitación de los procedimientos administrativos siguientes: - separación conyugal (cf c. 1692 §1), -declaración de muerte presunta (cf c. 1707), -*dispensa de matrimonio rato y no consumado (cf cc. 1142; 1698), *disolución de matrimonio "in favorem fidei" (cf cc. 1144 §2-1145). Es de advertir que en estos dos últimos procedimientos administrativos, el Voto "pro rei veritate" que ha de elevarse a la Santa Sede, junto con todo el expediente, debe ser suscrito por el Obispo. Aunque el Obispo puede conceder delegación, por escrito, al Vicario judicial, para que tramite los procedimientos señalados anteriormente. 154 11. Recibir y escuchar a los miembros del Pueblo de Dios o a comisiones de fieles, cuando así se requiera. 12. Resolver asuntos relativos a cuestiones pastorales y a la disciplina eclesiástica. 13. Informarse acerca de los sacerdotes enfermos o necesitados, para prestarles ayuda. 14. Autorizar la restauración o mantenimiento de los templos y sus anexos, de acuerdo con la Comisión Diocesana de Liturgia en su Dimensión de Arte Sacro, como con las Autoridades civiles competentes, habiendo recibido la asesoría de peritos profesionales. 15. Asistir, como representante del Obispo diocesano, a algunos eventos religiosos, cívicos, culturales, etc. IV.B. IDENTIDAD DE LA VICARÍA GENERAL EN LA PASTORAL DE LA IGLESIA DIOCESANA. Una manera, prescrita por el Derecho para expresar mi cercanía con todos los fieles de la comunidad diocesana, es la designación del oficio o ministerio de mis Vicarios Generales, quienes, en comunión y colaboración responsable conmigo, como Obispo, me ayudan a atender al Pueblo de Dios, ejerciendo la potestad ejecutiva o administrativa en el régimen del buen gobierno pastoral, en el “munus episcopal” que se me ha encomendado al conferirme el Orden del episcopado. 155 IV.B.1. SER DE LA VICARÍA GENERAL. 368 La Vicaría General es la primera y más significativa expresión de comunión y participación corresponsable, tanto en lo relacionado al pastoreo del Obispo diocesano, como en relación a la expresión de su presencia cercana hacia todos los miembros de su Iglesia particular, en la proyección de su autoridad ejecutiva y el ejercicio administrativo episcopales. IV.B.2. QUEHACER DE LA VICARÍA GENERAL. 369 Desde la Vicaría General, el Obispo-Pastor y Padre, en nombre de Jesucristo, Buen Pastor, ejerce su potestad ejecutiva en todos los asuntos y actos administrativos del buen gobierno pastoral diocesano, mediante su Vicario o sus Vicarios Generales, a fin de realizar la conducción del Pueblo de Dios encomendado a su caridad pastoral, de manera más expresiva y eficiente. 370 Es quehacer prioritario de esta Vicaría crear un ambiente familiar y eclesial de diálogo con todos los Agentes; informar y ser informada acerca de todos los asuntos pastorales y administrativos; lo mismo que participar en la animación de los procesos eclesiales diocesanos determinados por el Obispo diocesano (programación, discernimiento, decisión), como signo de comunión con él y con los demás Vicarios del mismo. IV.C. IDENTIDAD CANÓNICA-ECLESIAL DEL VICARIO GENERAL. 371 El canon 475 § 1, señala que “En cada Diócesis, el Obispo debe nombrar un Vicario general, que, dotado de potestad ordinaria a tenor de los cánones que siguen, ha de ayudarle en el gobierno de toda la Diócesis. 475 §2: Como regla general, ha de nombrarse un solo Vicario general, a no ser que la extensión de la Diócesis, el número de habitantes u otras razones pastorales aconsejen otra cosa”. 372 El canon 477 §1: Es el Obispo diocesano quien nombra libremente al Vicario general y lo remueve libremente, salvo cuando se trata de un Obispo auxiliar (c. 406). Además, el canon 477 §2 señala que cuando el Vicario general esté legítimamente ausente o impedido, el Obispo diocesano puede nombrar otro. 156 373 El canon 478 indica algunas cualidades que el Vicario general debe poseer: sea sacerdote, de edad no inferior a treinta años, doctor o licenciado en Derecho canónico o en Teología, o al menos verdaderamente experto en tales materias; digno de confianza por su sana doctrina, rectitud, sabiduría y experiencia para tratar diversos asuntos; no sea pariente del Obispo hasta el cuarto grado de consanguinidad; no sea, simultáneamente, canónigo penitenciario (para que no existan interferencias entre el foro externo e interno). En el n. 201, del Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, se afirma, además, que el Vicario general «debe poseer una adecuada preparación pastoral». Por lo tanto, no se le puede relegar al plano meramente administrativo o excluirlo de la potestad pastoral; iría en contra de la eclesiología del Vaticano II. En este sentido, incluso el Obispo, cuando se encuentra legítimamente impedido, puede mandarle visitar la Diócesis, totalmente o en parte (c. 391 §1). 374 El canon 479 §1: Tiene la potestad ejecutiva-administrativa que le corresponde por derecho al Obispo diocesano, exceptuados los actos que el Obispo se reserve o requieran, por derecho, mandato especial del Obispo. 375 El canon 479 §3: Le corresponden también las facultades habituales concedidas por la Santa Sede al Obispo, así como ejecución de rescriptos, a no ser que se establezca expresamente otra cosa o se hayan tenido en cuenta las cualidades personales del Obispo diocesano. 376 El canon 480: Debe informar al Obispo diocesano sobre los asuntos más importantes por resolver o ya resueltos y nunca actuará en contra de la voluntad e intenciones del Obispo diocesano. 377 El canon 481 §1: Cesa al cumplirse el tiempo de su mandato, por renuncia y asimismo, quedando a salvo lo establecido para los Obispos auxiliares (cc. 406 y 409), por remoción notificada por el Obispo o cuando se produzca sede vacante de la sede episcopal. El canon 481 §2: suspendido de su cargo el Obispo diocesano, se suspende la potestad del Vicario, a no ser que sea Obispo. 157 IV.D. FACULTADES ECLESIALES DEL VICARIO GENERAL. 378 Sus facultades eclesiales vicariales como “Ordinario” y “Ordinario de lugar”, asimismo las que el Obispo le concede, están indicadas en el ANEXO 2, con las siglas VG. 158 V.- MINISTERIOS U OFICIOS DE LOS «VICARIOS EPISCOPALES», PRESENCIA CERCANA DEL OBISPO EN ALGUNO DE LOS ÁMBITOS PASTORALES DE LA DIÓCESIS. 379 Ahora nos adentraremos, según el espíritu que pide el Derecho, en el ser y quehacer eclesial de los Vicarios episcopales en sus respectivas Vicarías pastorales, como una cercanía personal de la caridad pastoral del Obispo diocesano en el ámbito del régimen de potestad en que lo representan. Esa cercanía consiste, principalmente, en promover y acrecentar la comunión eclesial, en orden a un buen gobierno pastoral. De esta manera, los Vicarios episcopales están llamados a colaborar corresponsablemente conmigo, en comunión eclesial y jerárquica, en el “munus episcopale: ministerio episcopal”, como Obispo diocesano, en alguno de los tres ámbitos canónico-pastorales (territorial, personas y asuntos) de nuestra Iglesia particular de Toluca, mismos que a continuación ofrezco a su consideración (cf CIC c. 476). 380 Antes del Concilio existieron muchas figuras que en cierto modo implicaban al actual Vicario episcopal, como los Vicarios generales, oficiales, arcedianos, o vicarios foráneo. Sin embargo, el Concilio Ecuménico Vaticano II, creó la nueva figura jurídico-pastoral del Vicario episcopal (cf ChD 23. 26-27) y sancionada por el Derecho Canónico vigente en la Iglesia (cf CIC cc. 475-481). 381 Desde una perspectiva más amplia, la institución del Vicario episcopal ha de comprenderse en el contexto de la visión pastoral profética del Concilio Vaticano II, al actualizar las estructuras eclesiales y jerárquico-episcopales en el servicio evangelizador de las necesidades pastorales y de las relaciones del Obispo con su grey como hoy se presentan. Se trata en efecto, de «una 254 figura nueva, para una pastoral nueva. Esto es el Vicario episcopal» . 254 Cf J. SÁNCHEZ SÁNCHEZ sintetiza así el contenido y el objetivo de este ministerio “nuevo y clave” para la pastoral, en REDC, 27 (1971) pp. 5-87; asimismo cf RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, El Vicario general y el Vicario de Pastoral, en CDFA, p. 153. 159 V.1. PERFIL INTEGRAL DEL VICARIO EPISCOPAL. 382 El Concilio ofreció unos nuevos y más flexibles instrumentos, tanto para el desarrollo de la función pastoral del Obispo diocesano, como para su gobierno pastoral más cercano a los fieles, expresión encarnada y corresponsable de la comunión eclesial misionera. 383 Siguiendo el espíritu renovador del Concilio, el canon 476 indica: “Cuando así lo requiera el buen gobierno de la Diócesis, el Obispo diocesano puede también nombrar uno o más Vicarios episcopales, que, o en una determinada circunscripción de la Diócesis, o para ciertos asuntos o respecto a los fieles de un mismo rito o para un grupo concreto de personas, tienen la misma potestad ordinaria que por derecho universal compete al Vicario general, conforme a la norma de los cánones”. 384 Dos son, por consiguiente, las razones de la existencia de los Vicarios episcopales (también de varios Vicarios Generales): la primera es la colaboración con el Obispo diocesano, de manera que éste se vea aliviado solidariamente en su labor de buen gobierno pastoral; la otra razón es la ayuda pastoral administrativa que específicamente le prestan los Vicarios episcopales en un asunto o sector pastoral, en un grupo específico de personas, o en alguna de las circunscripciones territoriales bien 255 determinadas . 255 Conviene recordar que la figura posconciliar del Vicario episcopal, queda constituida en los números 23, 26 y 27 del Decreto Christus Dominus, en donde el Obispo, por diversas razones, puede nombrar uno o varios Vicarios episcopales. Es causa suficiente la búsqueda del buen gobierno pastoral de la Diócesis. El Vicario episcopal tiene la potestad del Vicario general, pero restringida únicamente a un determinado territorio (potestad territorial), a ciertos asuntos (potestad especial o funcional), a un grupo determinado de personas (potestad personal). Finalmente, al Obispo auxiliar, de no hacerle Vicario general, hay obligación de nombrarle Vicario episcopal, puesto que es “auxiliar” del Obispo diocesano y no del Vicario general; además su función episcopal no expira al vacar la sede. El Motu Proprio «Ecclesiae Sanctae» de Pablo VI (ESa), refleja, particularmente en los nn. 13 y 14, la norma ejecutiva que identifica nueva figura jurídica pastoral del Vicario episcopal, con los siguientes rasgos generales: 1.- Debe ser un sacerdote, bien (sea) diocesano (o bien) sea de un Instituto de Vida Consagrada con oficio diocesano. 2.- Puede estar revestido de dignidad episcopal. 3.- Legítimamente constituido por el Obispo propio. 4.- Para que en una parte determinada del territorio, o en una acción pastoral concreta, o para algún grupo de fieles, le ayude en el gobierno pastoral de la Diócesis. 5.- Goza de potestad ordinaria vicaria, concedida por el mismo Derecho. 160 385 El más reciente Directorio para el Ministerio pastoral de los Obispos, “Apostolorum Successores: Los sucesores de los Apóstoles”, del 2004, en el número 178 señala unos rasgos que vienen a darle más claridad al ser y quehacer del Vicario episcopal: “En el nombramiento de un Vicario episcopal, el Obispo pondrá atención en definir claramente el ámbito de sus facultades, evitando así la sobreposición de competencias o, cosa aun peor, la incertidumbre del titular o de los fieles”. V.2. IDENTIDAD ESPECÍFICA DE LOS DISTINTOS VICARIOS EPISCOPALES. 386 Los Vicarios episcopales, reciben su ser y quehacer pastoral en la íntima comunión eclesial con el Obispo diocesano quien los une a su servicio evangelizador, en el buen gobierno de la Diócesis, desde la capitalidad original y originante de Jesucristo, único y supremo Pastor de la Iglesia. Pueden ser Obispos o Presbíteros nombrados para que, de una manera cercana y personalizada, expresen la presencia del Obispo “haciendo sus veces” y expresando su caridad pastoral, en el ministerio que tienen confiado. Conviene insistir que, conforme al Derecho, la identidad del Vicario episcopal exige hacer presente la caridad pastoral del Obispo en el 6.- Si no es Obispo auxiliar, ejerce temporalmente su cargo. Según lo señalado por el Vaticano II, «Ecclesiae Sanctae» y «Ecclesiae Imago», a la hora de hablar de los Vicarios episcopales, estos son agrupados en tres modalidades: el Vicario episcopal territorial, para una determinada Zona o Vicaría episcopal); el Vicario episcopal funcional, que atiende a un determinado tipo de asuntos, peculiares y concretos en el ámbito pastoral diocesano; y el Vicario episcopal de personas, a quien se le encomienda la atención pastoral a favor de un determinado grupo de personas, con características muy específicas. Por su parte, el Código del Derecho Canónico de 1983, en los cánones 475-481, determina que lo que se afirma del Vicario general, también se afirma análogamente para el Vicario episcopal en su respectivo ámbito encomendado. A su vez, el Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos de 2004, «Apostolorum Successores», reafirma algunos rasgos y explicita otros: “En cuanto a la edad, deberán haber cumplido al menos los 30 años, pero prudentemente, cuando sea posible, es preferible que hayan cumplido los 40 años, y hayan alcanzado también una adecuada preparación académica con la obtención del doctorado o de la licencia en Derecho Canónico o en Sagrada Teología, o, al menos, deberán ser verdaderamente expertos en tales disciplinas… Los Vicarios deben actuar siempre según la voluntad y las intenciones del Obispo, al cual deben informar de las cuestiones principales de las que se ocupan” (n. 178). Cf ANTONIO PÉREZ DIEZ, Los Vicarios Generales y Episcopales en el Derecho Canónico actual, Editrice Pontificia Università Gregoriana, Roma 1996, p. 192. 161 pastoreo efectivo de un territorio; de un grupo o sector de personas; o de un 256 asunto pastoral diocesanos (cf CIC c. 476) . 387 Los Vicarios episcopales son ojos, mente y corazón pastoral del Obispo en las distintas Zonas o Vicarías, para con los fieles, ya sean de la vida consagrada o laicos, de los Decanatos, Parroquias, Rectorías y Comunidades, con sus diferentes realidades; privilegiadamente hacia los presbíteros en su condición de pastores. 388 La Vicaría Episcopal encomendada a cada uno de ellos, no es una estructura aislada, absolutamente autónoma y cerrada, sino la expresión y concreción de Iglesia, misterio de comunión y participación en la misión, integrada plena y vitalmente a la Iglesia diocesana y a la Universal. 389 El ministerio de cada uno de los Vicarios episcopales, se identifica como una mediación personal y corresponsable de comunión eclesial, jerárquicapastoral, de parte del Obispo hacia cada uno de los fieles cristianos de su Iglesia diocesana. 390 De esta manera, la institución de las Vicarías Episcopales, permiten al Obispo, y yo lo considero mi responsabilidad, contar con estructuras dinámicas, funcionales y carismáticas, promotoras de la relación interpersonal y de la comunión eclesial. También me corresponde cultivar, como Obispo diocesano, servidor, esposo y pastor, la relación personal y cercana con mis feligreses. De ahí mi súplica y encomienda a mis Vicarios episcopales, para que faciliten mi cercanía personal y corresponsable hacia los fieles que tienen encomendados, no para que me sustituyan, sino para que hagan más cercana mi caridad pastoral. 391 Por lo tanto, fortalecer y acrecentar la comunión eclesial, ha de ser la característica prioritaria de mis Vicarios episcopales. Les convoco a que hagamos más firme y generosa nuestra conversión pastoral y estructural, como respuesta al ministerio y carisma que hemos recibido. Esto nos desafía a cultivar, en fidelidad a nuestro ministerio, a mí, a ser pastor de comunión, a ustedes, a comprometerse a ser mis mediadores ante mi grey diocesana, cualquiera que sea su condición. 392 La “mediación” tiene una esencial connotación “sacramental”. La comunión eclesial, por una parte, requiere fidelidad personal a Cristo, a su Iglesia y al Obispo, guardando hacia éste un sincero afecto y testimonial fraternidad 256 Cf JOSÉ ANTONIO VIANA TOMÉ, OGI pp. 244-245; FRANCISCO IBGD, Cap. IV. 2, ministerios privilegiados para el buen gobierno pastoral del Obispo diocesano. 162 sacramental, junto con una cordial, generosa y auténtica “obediencia comunional en la fe, la esperanza y el amor”, expresada en una comunicación mutua y constante, diálogo transparente, respeto fraterno y lealtad comprometida. 393 También, por otra parte, la comunión eclesial pide a mis Vicarios, disponibilidad sincera, corresponsable y humilde en nuestra interrelación de pastores, en el presupuesto de que “la humildad está en la verdad”. V.3. MINISTERIO U OFICIO DEL VICARIO EPISCOPAL, EN ALGUNA DE LAS TRES MODALIDADES CANÓNICO-PASTORALES (cf CIC c. 391 §2). 394 En comunión eclesial, jerárquica y de afecto fraterno con la Cabeza, el Santo Padre y los Miembros del Colegio Episcopal, siguiendo el espíritu del Magisterio les doy a conocer los siguientes criterios, actitudes y caminos pastorales a recorrer como discípulos-misioneros de Jesucristo, respecto a las distintas modalidades pastorales del ser y misión de mis Vicarios episcopales. 395 Las Vicarías Episcopales son estructuras dinámicas de relación y de comunión pastoral, que están bajo la corresponsabilidad de un Vicario episcopal, quien tiene como ministerio principal: alentar, fortalecer y testimoniar la comunión eclesial y la caridad pastoral del Obispo para con su grey, en el ejercicio del carisma y la espiritualidad del Buen Pastor (cf Jn 10, 1ss). 396 Las Vicarías o Zonas pastorales de territorio, las constituyen una porción determinada de miembros del Pueblo de Dios, que habitan en las distintas regiones territoriales de nuestra Diócesis, más o menos homogéneas en cuanto a su geografía, clima, cultura y forma de vida; con características religiosas muy semejantes, que han sido conformadas con el objetivo pastoral común de hacer presente el Reinado de Dios, a través de la animación corresponsable del Vicario episcopal de la acción pastoral diocesana, integral, orgánica y diferenciada, aplicada en cada Zona Pastoral, conjuntamente con los respectivos Decanos y Párrocos. Cada Vicaría Episcopal territorial está integrada por varios Decanatos y sus respectivos Decanos y Párrocos. 397 En este proceso pastoral es preciso señalar que el dinamismo de la animación, organización y acción pastoral se origina desde la Parroquia, 163 núcleo y expresión visible y verificable de la disponibilidad a la acción salvadora de Dios y de nuestra respuesta encarnada y operativa a favor de nuestra prioridad de prioridades pastorales: la misión evangelizadora permanente, como discípulos y misioneros de Jesucristo. 398 El Decanato, la Vicaría Episcopal y las Comisiones diocesanas de pastoral, son instrumentos y mediaciones de apoyo y animación, según su propia identidad y misión específicas, a las Parroquias y a sus respectivos Párrocos. Éstos, con su apertura y respuesta al Espíritu Santo, son los co-protagonistas originantes, necesarios e insustituibles de la acción pastoral evangelizadora en nuestra Diócesis. 399 Los Vicarios episcopales, son aquellos Presbíteros (en algunas Iglesias particulares pueden ser Obispos) a quienes, el Obispo diocesano, llama para encomendarles, corresponsablemente con él, el ministerio u oficio de hacer presente su caridad pastoral, de manera personal y cercana. Este ministerio es en nombre de Jesucristo, Buen Pastor, y de la Iglesia, en favor de la comunión y misión evangelizadora eclesiales. 400 La atención y acción pastoral que hemos venido realizando para cumplir la misión evangelizadora en nuestra Iglesia particular, ha sido posible gracias a la entrega corresponsable de mis Vicarios episcopales quienes, en comunión eclesial conmigo, su Obispo diocesano, atienden la acción pastoral integral, orgánica y diferenciada en las distintas Vicarías. 401 Siguiendo las directrices del Primer Sínodo Pastoral (1987-1995), se han constituido las Vicarías Episcopales, en armonía con el canon 476, de acuerdo al triple criterio: de funcionalidad, de territoriedad y de personas. En ellas los Vicarios episcopales ejercen, respectivamente, la potestad ejecutiva o administrativa: 1- En una acción pastoral diocesana específica. En nuestra Iglesia local se trata del Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana. 2.- En una Zona del territorio diocesano, llamada también Vicaría Episcopal. Esta es la condición de los Vicarios episcopales de una Vicaría o Zona Pastoral. 3.- En la atención pastoral a un sector concreto del Pueblo de Dios, como es el caso del Vicario episcopal para la Formación inicial, la Pastoral de los Presbíteros y el Diaconado permanente y del 164 Vicario episcopal para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. 402 Es de notar que desde el nacimiento de nuestra Diócesis hemos contado: 4- Para el área pastoral específica y especializada de la potestad judicial, con la Vicaría Judicial, con su Vicario, quien participa conmigo de la potestad judicial, formando conmigo un solo Tribunal. 403 En esta perspectiva mantenemos “la comunión y la unidad de régimen pastoral”, que integra las potestades legislativa, ejecutiva o administrativa y judicial, en nuestra Iglesia particular. Consciente de la capitalidad que he recibido de Jesucristo en el sacramento del Orden por el episcopado, les agradezco la aceptación que tan tenido de estos ministerios en la persona de mis Vicarios. Les ruego que continuemos caminando juntos para mantenernos en actitud de conversión evangélica y vivir la comunión eclesial, como discípulos misioneros de Jesucristo. V.A.- EL MINISTERIO U OFICIO DEL «VICARIO EPISCOPAL PARA LA PASTORAL DIOCESANA», ANIMADOR DEL ESPÍRITU Y LA ACCIÓN PASTORAL, PARA LA REALIZACIÓN DINÁMICA DE LA EVANGELIZACIÓN EN LA IGLESIA DIOCESANA. 404 Para encarnar el espíritu misionero de la evangelización, a través de las actividades pastorales diocesanas, programadas en el «Plan Diocesano de Pastoral», tanto el Derecho Canónico como el Derecho 257 de nuestra Iglesia particular , me facultan para elegir y nombrar un colaborador cercano que, como expresión de mi caridad pastoral, haga mis veces en esta amplia y prioritaria tarea diocesana: se trata de «el Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana». Este oficio se sustenta en la eclesiología de la sacramentalidad del Concilio Ecuménico Vaticano II, cuya enseñanza renovadora es la raíz de la espiritualidad de comunión eclesial y jerárquica. 257 Cf ChD 27a; ESa, I, 14 §1; EcIm, n. 201; cc. 476. 479 §2; DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP, 28 N.a-b; 40 N.a.b; 43 N.a-b; 49 N.b; 397 N.b; GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, pp. 667-668; ERDD p. 50; RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, Para descubrir y vivir la Iglesia diocesana, Burgos 1998, pp. 97-120. 165 V.A.1. IDENTIDAD DEL VICARIO EPISCOPAL PARA LA PASTORAL DIOCESANA. 405 El ministerio del Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana, por ser un servicio vicarial, consiste en hacer presente la caridad pastoral del Obispo en el corazón mismo de la vida pastoral de la Iglesia particular; así también, en todo lo que mira a cualquier aspecto pastoral, en el amplio campo de la Diócesis, donde quiera que se necesite su atención u orientación vicarial episcopal. Del mismo modo, le hará presente en el acompañamiento, programación y realización de las distintas acciones pastorales que defina con los Vicarios episcopales, Decanos y Coordinadores diocesanos de alguna Comisión o Dimensión pastorales. A.1.1. SER DEL VICARIO EPISCOPAL PARA LA PASTORAL DIOCESANA. 406 El «Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana» es el presbítero a quien el Obispo le confía el servicio vicarial para promover el espíritu pastoral en la Diócesis y animar, en su nombre, la planeación, organización y evaluación de la acción pastoral evangelizadora orgánica, de conjunto, integral y diferenciada en la Diócesis. 407 Con el Obispo, el Vicario para la Pastoral, además de cuidar, en su nombre, la respuesta prioritaria a la realidad y a las necesidades pastorales de la Comunidad diocesana, está llamado a ser el generador y motivador de una espiritualidad de comunión eclesial y pastoral, vivida entre los discípulos y misioneros de Cristo. También es parte de su ser la responsabilidad de lograr que la pastoral sea orgánica, integral, diferenciada, de conjunto y auténticamente evangelizadora, en la Iglesia local. 408 Por la naturaleza, especificidad y necesidad de este ministerio, el Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana, cuenta con la colaboración corresponsable, prioritaria, solidaria y dinámica de los demás Vicarios episcopales y, en su momento, con e Vicario Judicial, quienes, unidos en discernimiento pastoral, están llamados a buscar, descubrir y realizar, comunitariamente, el querer de Dios. Además, en comunión corresponsable de éstos con los Decanos y Agentes eclesiales de pastoral, tiene la misión de ayudar a la comunidad a cumplir con “el proyecto pastoral de la Diócesis”. El o los Adjuntos de esta Vicaria Episcopal, también colaboran 166 en comunión corresponsable con el Vicario episcopal, teniendo en cuenta las necesidades, estructuras y recursos diocesanos. 409 Se trata de un oficio dinámicamente clave en el espíritu, la vida y la acción de la pastoral diocesana. Una característica, por ser presencia del Obispo prolongada en la pastoral diocesana, es su apertura a la comunión eclesial y la solidaridad pastoral con la Provincia Eclesiástica, con el Episcopado Mexicano, con la Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (CELAM) y con la universalidad de las Iglesias, especialmente con la que preside en la caridad el Papa, sucesor de Pedro y Vicario de Cristo. A.1.2. QUEHACER DEL VICARIO EPISCOPAL PARA LA PASTORAL DIOCESANA. 410 Le corresponde dinamizar la acción evangelizadora integral de la Iglesia diocesana, como expresión de su pastoralidad. Igualmente, ofrecer a las Zonas o Vicarías pastorales los apoyos adecuados, a través de las Comisiones diocesanas y sus Dimensiones, con sus respectivos servicios. Le compete también la animación de la planeación, programación, organización y evaluación de las acciones pastorales contenidas en el Plan Diocesano de Pastoral, en el espíritu y horizonte orgánico del Decreto acerca de la 258 restructuración de la pastoral orgánica diocesana . 411 1) Un conjunto de tareas pastorales del Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana, es promover, animar o asesorar, por sí mismo y, según se requiera específicamente, con los Vicarios episcopales, el Equipo de la Vicaría de Pastoral, los Decanos y los Coordinadores Diocesanos de las Comisiones y Dimensiones de pastoral diocesana, las siguientes tareas pastorales: 412 1.1. Promover la conversión evangélica, personal y pastoral. Por conversión evangélica, personal y pastoral, entendemos el cambio de mentalidad, criterios, actitudes, relaciones y opciones que lleven definitivamente a una nueva visión y vivencia de los valores, en el camino del seguimiento a Jesucristo, Maestro de vida nueva, de parte de los mismos Agentes de la pastoral integral diocesana. Así se mantendrán estos valores en la praxis o quehacer pastoral, de manera tan viva y testimonial que hagan presente a la Cf FRANCISCO JAVIER CHAVOLLA RAMOS, Obispo de Toluca, Decreto acerca de la restructuración de la pastoral orgánica diocesana, Toluca de San José, Méx., 19 de marzo de 2010. En adelante este documento se citará: RPOD. 258 167 Iglesia, signo eficaz, sacramento de salvación universal. La autenticidad de esta conversión evangélica ha de manifestarse en las mismas estructuras y en el dinamismo orgánico-pastorales (cf DA 366). 413 1.2. Cultivar la espiritualidad de la comunión eclesial en la pastoral. La espiritualidad de comunión, base indispensable de toda acción y de todo Plan destinados a la pastoral orgánica y de conjunto, exige, entre otros valores, la relación de fraternidad, la comunicación, la fiel y perseverante participación corresponsable, de manera que la unidad en la diversidad o la diversidad en la unidad, no se confundan ni con la uniformidad, ni con el desorden. 414 1.3. Favorecer la formación integral y permanente En el cuidado de la formación integral y permanente de los distintos agentes de pastoral responsables de las instancias orgánicas y estructurales, es necesario que desarrollen, en la medida de su generosidad, su personalidad de discípulos misioneros en los aspectos de las ciencias antropológicas y teológico-eclesiales, espirituales y jurídico pastorales, para ofrecer el acierto de sus aportaciones y para contribuir a una mejor planificación, programación y realización de las acciones pastorales, en el ámbito diocesano, zonal, decanal o parroquial. 415 1.4. Incrementar la conciencia y vivencia sobre la organicidad pastoral Es necesario propiciar una espiritualidad de comunión, abierta a la acción renovadora y vivificadora del Espíritu Santo, para incrementar entre los pastores y demás agentes de pastoral, la conciencia y vivencia de la interrelación e interacción que fructifiquen en la integralidad y la organicidad de una seria planificación pastoral. La organicidad pastoral, así considerada, ha de ser la fuerza dinamizadora de las distintas Estructuras, Comisiones y Dimensiones de pastoral, Organismos y Movimientos eclesiales. 416 1.5. Dinamizar la aplicación del Primer Sínodo Pastoral. La operatividad de las acciones pastorales determinadas en el Primer Sínodo Pastoral, son responsabilidad del Obispo y, por consiguiente, de su Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana, tanto las que el 168 Sínodo le encomienda directa y personalmente, como las que tiene señaladas juntamente con los demás Vicarios episcopales o Decanos, lo mismo que con otros Agentes de pastoral. A este respecto, se ofrece un elenco de algunas determinaciones del Derecho particular emanadas de nuestro Primer Sínodo Pastoral, relativas a la acción pastoral conjunta, orgánica e integral del Obispo diocesano, de sus Vicarios y Decanos. Están contenidas en el ANEXO 3. 417 2) Otro conjunto de quehaceres pastorales que incumben a este Vicario episcopal, es su participación personal y corresponsable con el Obispo: 2.1. En algunos organismos eclesiales, como el Consejo Presbiteral, el Colegio de Consultores, el Consejo Diocesano de Pastoral, el Consejo para el discernimiento sobre los candidatos a las Órdenes Sagradas y la Comisión designada por el Obispo para elegir a los candidatos a realizar estudios especializados. 2.2. En los procesos diocesanos pastorales de programación, discernimiento, decisión y animación, como signo de comunión eclesial, íntima y corresponsable con el Obispo y con los demás Vicarios episcopales; también en la relación de éstos con los Decanos, con los Coordinadores de las Comisiones Diocesanas y con los Animadores de las Dimensiones pastorales de éstas. 2.3. En el discernimiento pastoral: a) cuando el Obispo pida realizarlo acerca de la provisión, nombramiento o remoción de los oficios eclesiásticos, particularmente de los párrocos o administradores parroquiales (cf CIC cc. 192-195; 253; 524-525; 1740-1747); b) asimismo, cuando se trate de remover o nombrar a algún Vicario episcopal, Decano, o coordinador de alguna Comisión o Dimensión de la pastoral diocesana. 2.4. En las reuniones a que sea convocado por la Conferencia del Episcopado Mexicano o por la Provincia Eclesiástica, según las necesidades y opciones pastorales de los Obispos, a fin de favorecer la unidad en la diversidad, la colegialidad, la solidaridad y la subsidiariedad, en la comunión y la mutua solicitud por las Iglesias (cf SA 22-23). V.A.2. IDENTIDAD DE LA VICARÍA EPISCOPAL PARA LA PASTORAL DIOCESANA. 169 418 La conveniencia de esta «Vicaría Episcopal para la Pastoral Diocesana», se ha visto cada vez más evidente y necesaria, a fin de que nuestra Iglesia particular, en comunión con toda la Iglesia Católica, pueda ofrecer al hombre de hoy, un encuentro personal con Jesucristo Vivo, para que nuestros pueblos tengan Vida en Él. 419 La Vicaría Episcopal para la Pastoral Diocesana, tiene la encomienda de coordinar a las personas, juntamente con sus esfuerzos y estructuras de manera cada vez más adecuada y eficaz, planificada, integral, de calidad, orgánica y de conjunto, o sea, de comunión eclesial. Siguiendo el “Proceso Diocesano para la Misión Evangelizadora Permanente”, le corresponde, en definitiva, facilitar ese personal y comunitario “encuentro con Cristo” a los bautizados y a toda persona de buena voluntad, a fin de que lleguen a ser sus auténticos discípulos misioneros. A.2.1. SER DE LA VICARÍA EPISCOPAL PARA LA PASTORAL DIOCESANA. 420 La Vicaría Episcopal para la Pastoral Diocesana, es el organismo eclesial diocesano del Obispo para promover, animar y coordinar la pastoral integral y orgánica, diferenciada y de conjunto en las distintas instancias, estructuras y organismos pastorales de la Diócesis. 421 Le corresponde, por lo tanto, dinamizar la acción evangelizadora integral de la Iglesia diocesana, como expresión de su pastoralidad. Igualmente, ofrecer a las Zonas o Vicarías pastorales los apoyos adecuados, a través de las Comisiones diocesanas y sus Dimensiones, con sus respectivos servicios. Le corresponde también la animación de la planeación, programación, organización y evaluación de las acciones pastorales contenidas en el Plan Diocesano de Pastoral, en el espíritu y horizonte del “Decreto acerca de la 259 restructuración de la pastoral orgánica diocesana” . A.2.2. QUEHACER DE LA VICARÍA EPISCOPAL PARA LA PASTORAL DIOCESANA. 422 Quienes integral la Vicaria Episcopal para la Pastoral Diocesana, tienen la misión de optar perseverantemente por una decidida colaboración, asumida como ministerio de comunión, organicidad y solidaridad pastorales. Esta Vicaría es presidida por su respectivo Vicario episcopal en 259 Cf FRANCISCO JAVIER CHAVOLLA RAMOS, RPOD. 170 comunión con el Obispo. Están integrados a esta Vicaría: el Vicario episcopal Adjunto; el Colaborador o Colaboradores Adjuntos, el Equipo Asesor de Teología, Sagrada Escritura, Derecho Canónico y Pastoral Urbana, cuyo servicio consiste en iluminar la realidad, procesos y acciones; los Responsables de las distintas Comisiones Diocesanas, para descubrir y proponer proyectos, procesos y programas oportunos, en respuesta a las necesidades y requerimientos de las diversas estructuras diocesanas (Equipo Base). 423 Aquellos que constituyen e integran las Comisiones con sus respectivas Dimensiones, son la Instancia de servicio disponible para la asesoría y aplicación de los programas. Cuenta especialmente con la colaboración corresponsable de los Vicarios episcopales y los Decanos, como instancia de decisión y de animación respectivamente, en el compromiso apostólico de las acciones pastorales, según el ámbito de su propio ministerio pastoral. 424 El quehacer prioritario de esta Vicaria es la formación de los Agentes de pastoral en la integralidad de la proclamación, celebración y vivencia cristiana de la fe, como discípulos misioneros de Jesucristo. Esta es finalidad de toda pastoral integral diocesana. Igualmente, es prioritaria su participación en la adecuada estructuración orgánica de las siguientes tareas pastorales: 1) Actualizar periódicamente y mantener en vigencia el Plan Diocesano de Pastoral. 425 Es tarea prioritaria de la Vicaría de Pastoral, actualizar y hacer vigente el Plan Diocesano de Pastoral, período tras período, como realización de la historia de la salvación en nuestra Diócesis. La Comunidad diocesana, animada por la Vicaría, realiza esta historia salvífica en cada “acontecimiento pastoral” asumido en el Plan Diocesano de Pastoral. Éste, una vez aprobado, es el fruto de los carismas, servicios y ministerios de los distintos Agentes (de los tres sectores del Pueblo de Dios), y se ha de operativizar mediante las Estructuras Pastorales diocesanas: Vicarías Episcopales, Decanatos y Parroquias, Comisiones y Dimensiones, Movimientos y Asociaciones eclesiales. 426 Los miembros de los distintos sectores del Pueblo de Dios, como discípulos y misioneros, están llamados a aportar su carisma y su don, integrándose en el espíritu pastoral que da vida a las estructuras orgánicas diocesanas. 171 Ofrecen sus observaciones sobre la realidad, discerniendo evangélicamente sobre ella y proyectando su respuesta comprometida como testimonio de auténtica vida cristiana. 427 Un momento privilegiado de gracia pastoral son las Asambleas Eclesiales Diocesanas, en las que están llamados a participar y que el Obispo encomienda organizar periódicamente a esta Vicaría. 1. A.- Implementar el proceso del Plan Diocesano de Pastoral. 428 A esta tarea pastoral son llamados todos los Agentes eclesiales, para dignificar las mediaciones de las estructuras diocesanas, aportando su carisma, don y ministerio; integrándose y dejándose conducir por el Espíritu de comunión, dador de Vida: ofreciendo observaciones, opiniones y perspectivas sobre la realidad; discerniendo evangélicamente sobre ella y asimilando en la práctica una respuesta pastoral gozosa, firme y comprometida. 429 La conducción de los procesos pastorales encomendados a la Vicaría, se han desarrollado, siguiendo la metodología que la Iglesia diocesana ha venido implementando y consolidando, específicamente a partir de la realización de su Primer Sínodo Pastoral: 1.A.1.- Ver: Observar con visión pastoral, en la realidad diocesana, los signos de los tiempos para descubrir las necesidades a las que debe responder la Iglesia con la misión evangelizadora que le ha encomendado Jesucristo. 1.A.2.- Iluminar: Reflexionar y discernir la realidad diocesana a la luz de la Palabra, del Magisterio, el Sínodo y a las ciencias teológicas y antropológico-sociales, para proponer el proyecto salvífico de cada Plan de Pastoral; siempre bajo la acción iluminadora del Espíritu Santo, Protagonista necesario de la Misión. 1.A.3.- Actuar: La Vicaría presenta al Obispo el proyecto del Plan Diocesano de Pastoral, con las líneas y programas por los distintos agentes y comunidades, para la acción pastoral, en orden a su aprobación. Una vez aprobado el Plan lo anima, coordina y lo evalúa periódicamente. 430 Es preciso insistir que la planeación de las acciones pastorales debe inspirarse en las Sagradas Escrituras, el Magisterio eclesial, en el Primer 172 Sínodo Pastoral y en la experiencia discernida, atesorada y heredada de los anteriores planes. Es de considerarse esa experiencia pastoral de quienes han venido sembrando formas de acción y de relación apostólica, como discípulos y misioneros de Jesús. 1.B.- Animar, con el Obispo, los procesos de la Asamblea Eclesial del y Consejo Diocesano de Pastoral. 431 La «Asamblea Eclesial Diocesana» y el «Consejo Diocesano de Pastoral», convocados por el Obispo, ofrecen aportaciones significativas para la elaboración, acompañamiento y aplicación eficiente del «Plan Diocesano de Pastoral». Igualmente, es muy importante para la misión de esta Vicaría, la consulta institucionalizada del Obispo a sus fieles, sobre todo a los laicos, en orden a una acción eclesial más actualizada y encarnada, según acepte las 260 propuestas prácticas de su Consejo Diocesano de Pastoral . 260 Cf ChD 27, CIC c. 511; AS 184; TEODORO JIMÉNEZ URRESTI, Justificación y naturaleza del Consejo Pastoral, en AA. VV., La Curia episcopal, CERA, p. 175; ERDD p. 69. 173 2) Consolidar, encarnar y hacer operativas las Estructuras Orgánicas Pastorales, en la comunión eclesial. 432 La Vicaría Episcopal tiene como misión establecer o consolidar, dinamizar y hacer operativas las estructuras de la pastoral, según las distintas instancias y organismos. Esto significa llegar a consolidar las estructuras pastorales eclesiales, siguiendo un proceso: 2.A.- Dar o incentivar la operatividad de la estructura orgánicopastoral, tanto en las instancias de decisión (Vicarías Episcopales y Decanatos) y de asesoramiento (Aspectos Bíblico, Teológico, jurídico y de Pastoral urbana); como en las de servicio (Comisiones y Dimensiones diocesanas y decanales) y de ejecución (Parroquias, Grupos Apostólicos, Organismos, Movimientos y Agentes de pastoral), con miras a responder a las demandas pastorales que se presenten desde las Vicarías Episcopales, Decanatos o Parroquias, según sus necesidades. 2.B.- Activar constantemente las líneas de acción pastoral, implementando y coordinando el Plan Diocesano de Pastoral en las distintas instancias de la estructura Diocesana: Decisión, asesoramiento, servicios y ejecución. 2.C.- Favorecer la interrelación y la interlocución entre los Agentes corresponsables, Vicarios episcopales, Decanos, Párrocos, Asesores, líderes o coordinadores de organismos, para intercambio y ayuda respecto a sus necesidades y recursos; asimismo, sobre la aplicación dinámica de las líneas de acción, según el Plan de pastoral, con el apoyo de las Comisiones o Dimensiones de pastoral correspondientes. 2.D.- Precisar con claridad la identidad y misión de las Comisiones y Dimensiones Diocesanas, Zonales y Decanales, así como la adaptación y dinamización oportuna de sus servicios en la pastoral. 3) Asumir, dinamizar y vivir, como prioridad de prioridades en el Plan Diocesano de Pastoral: LA MISION EVANGELIZADORA INTEGRAL Y PERMANENTE. 433 En definitiva, todo este quehacer de la Vicaria Episcopal para la Pastoral Diocesana, está llamado a seguir, como única fuente y cauce, el espíritu testimonial evangelizador de comunión eclesial, característica específica de 174 los discípulos misioneros del Señor. Éstos, al recorrer el mundo en su realidad cotidiana, están llamados a cumplir permanentemente la misión de hacer presente el Reinado de Dios, a partir de la experiencia personal y comunitaria del encuentro con Jesucristo Vivo y Resucitado, allí donde realizan su vida. 4) Atender algunas tareas propias de la Vicaría de Pastoral. 434 4.A.- PROMOVER la pastoral integral y orgánica comporta, entre otras tareas: 4.A.1.- Recoger la realidad diocesana y analizarla pastoralmente, con la visión de Cristo Pastor. 4.A.2.- Detectar los vacíos de nuestra pastoral en los diferentes niveles, ambientes y servicios: agentes de pastoral, estructuras (Vicarías o Zonas pastorales, Decanatos, Parroquias, Familia, Organismos laicales, Comunidades cristianas, Comisiones y Dimensiones), tareas fundamentales y recursos. 4.A.3.- Proponer caminos para responder a los vacíos concretos, detectados en los diferentes niveles, ambientes y servicios pastorales a los alejados, sectas y movimientos religiosos, doctrinas fundamentalistas, involucrados en sincretismos, nueva era, cientificismos, espiritualidades orientalistas y ateísmo 261 práctico . 435 4.B.- ANIMAR la pastoral en la Diócesis exige: 4.B.1.- Recibir del Obispo diocesano sus directrices, proyectos, orientaciones y decisiones pastorales y mantenerlo informado sobre la realidad y el caminar de los procesos y las actividades pastorales. Asimismo, acerca del espíritu que este caminar va exigiendo o propiciando. 4.B.2.- Asegurar la información pastoral oportuna en los diferentes niveles, a los Agentes de pastoral, sobre todo las que les incumben según su responsabilidad y campo de acción. 261 Cf DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP, R.C.N. nn. 520-527. 175 4B.3.- Cuidar y programar la capacitación específica de los responsables de las diferentes instancias de decisión y servicios pastorales. 4.B.4.- Implementar y fortalecer el proceso pastoral con las orientaciones que va dando el Magisterio y con las luces que aportan los acontecimientos eclesiales. 4.B.5.- Vigilar que no falten los recursos necesarios y estímulos adecuados a los responsables de las distintas instancias de decisión y servicios pastorales. 436 4.C.- COORDINAR la acción pastoral pide: 4.C.1.- Cuidar de que todas las instancias de decisión y servicios diocesanos de pastoral realicen fielmente su encomienda apoyando, directa o indirectamente, la misión de la parroquia. 4.C.2.- Instrumentar la aplicación del plan diocesano de pastoral con la programación anual en las diferentes instancias y organismos de pastoral. 4.C.3.- Realizar encuentros periódicos con los Coordinadores de las Comisiones con los Responsables e sus Dimensiones y los Asesores, para asegurar los criterios comunes; propiciar la interrelación y apoyo mutuo. 4.C.4.- Buscar caminos para promover la unidad de criterios y la complementación, según los propios dones, en los diferentes centros e instituciones de formación pastoral. 4.C.5.- Preparar la realización de las jornadas o asambleas diocesanas de pastoral, en coordinación y con el especial empeño de los Vicarios episcopales. V.A.3. FACULTADES ESPECÍFICAS DEL VICARIO EPISCOPAL PARA LA PASTORAL DIOCESANA. 437 Fiel al espíritu del proceso de pastoral y al servicio que prestan las estructuras orgánicas, corresponde al Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana ejercer las siguientes facultades canónico-eclesiales, en comunión corresponsable con el Obispo, los Vicarios Generales y los demás 176 Vicarios episcopales. Estas facultades están señaladas en el ANEXO 2, con las siglas VP. V. B.- MINISTERIO DE LOS «VICARÍOS EPISCOPALES TERRITORIALES», PRESENCIA CERCANA DE LA «CARIDAD PASTORAL» DEL OBISPO, EN LA PARTICIPACIÓN CORRESPONSABLE DEL BUEN GOBIERNO PASTORAL, PARA LA COMUNIÓN DE LA IGLESIA DIOCESANA. 438 En la Iglesia particular de Toluca, a partir del Pastoral (1987-1995), los Vicarios episcopales Territoriales, han venido realizado su ministerio, como inmediatos colaboradores y representantes personales del Obispo, haciendo cercana su «caridad pastoral» en las distintas comunidades eclesiales. Esta modalidad o estructura orgánica eclesial, canónica y pastoral, está en relación con las circunscripciones geográficas, Zonas o Vicarías pastorales, siguiendo el criterio de territorialidad, a tenor del canon 476 del Código de Derecho Canónico (1983). Actualmente así identificamos a las Vicarías territoriales o Zonas pastorales: San Pedro Apóstol, San Andrés Apóstol, San Pablo Apóstol, San Mateo Apóstol y Evangelista, San Juan Apóstol y Evangelista y Santo Tomás Apóstol. V.B.1. IDENTIDAD DEL VICARIO EPISCOPAL TERRITORIAL O DE ZONA PASTORAL. B.1.1. SER DEL VICARIO EPISCOPAL TERRITORIAL. 439 El Vicario episcopal Territorial, de Zona o Vicaría Pastoral, es el Presbítero a quien el Obispo diocesano, en espíritu de comunión y participación jerárquica le participa de su potestad ejecutiva y le encomienda una determinada Vicaría o Zona Pastoral de la Diócesis, para que lo haga presente personalmente, tanto en la relación pastoral con los fieles cristianos (presbíteros, miembros de la vida consagrada y laicos), como en la acción pastoral que se realice en ella. 440 Toda la pluralidad de ministerios, carismas y servicios, que ha prodigado el Espíritu Santo a la Iglesia diocesana en una determinada Vicaría, presente en los presbíteros, diáconos permanentes, miembros de la vida consagrada y 177 fieles cristianos laicos, son la encomienda más delicada y significativa, que Jesucristo, a través del Obispo diocesano, confía al cuidado pastoral del Vicario episcopal. 441 En esta perspectiva el Obispo le encomienda animar, motivar y coordinar, corresponsablemente con sus respectivos Decanos, Párrocos, demás Presbíteros, Religiosos Religiosa y otros Agentes laicos, la acción pastoral diocesana, expresada fundamentalmente en el Plan Diocesano de Pastoral. La circunscripción territorial de la respectiva Vicaría Episcopal encomendada, integrada por los Decanatos, Parroquias y Rectorías ahí ubicados, identifica el ámbito jurisdiccional donde el Vicario episcopal ha de ejercer las facultades ejecutivas vicariales, participando así en el buen gobierno pastoral del Obispo diocesano. 442 En consecuencia, el Vicario episcopal Territorial, ejerce su oficio o ministerio eclesial, no solamente haciendo presente al Obispo ante la porción del Pueblo de Dios que le ha sido encomendada; sino también encabezando y dinamizando, corresponsablemente con los Decanos y Párrocos, la acción pastoral que les corresponde. Igualmente, promoviendo la espiritualidad de la comunión eclesial en su Vicaría y la interrelación con los demás Vicarios episcopales Territoriales, de Personas y de la Pastoral diocesana. Es así como ha de suscitar y fortalecer con ellos la pastoral integral, diferenciada y de conjunto, en el cauce de las estructuras orgánicas diocesanas, como discípulo y misionero de Jesucristo, para hacer presente el 262 Reinado de Dios en la Diócesis . 443 El Vicario episcopal territorial o de Zona pastoral, al no ser una figura canónica obligatoria, se nombre libremente por el Obispo, quien valora la oportunidad de su institución en la Diócesis. El Derecho eclesial afirma que cuando lo requiera el buen gobierno de la Diócesis, el Obispo diocesano puede nombrar uno o más Vicarios episcopales, para una determinada circunscripción de la Diócesis, con la misma potestad ordinaria que, por Derecho universal, compete al Vicario general (cf CIC c. 476). 262 Cf CONSTANCIO PALOMO GONZÁLEZ, Vicario general, Vicarios episcopales, delegados, en AA. VV., La Curia episcopal, CERA, pp.87-91. 178 B.2.2. QUEHACER DEL VICARIO EPISCOPAL TERRITORIAL. 444 Es prioritaria e indispensable su participación activa y perseverante en los procesos diocesanos pastorales de programación, discernimiento, decisión y animación, como signo de comunión eclesial, de manera corresponsable con el Obispo y con sus demás Vicarios, en la potestad administrativa; asimismo, en la relación de éstos con los Decanos, los Responsables de las Comisiones Diocesanas y los Coordinadores de las Dimensiones pastorales. V.B.2. IDENTIDAD DE LA VICARÍA EPISCOPAL TERRITORIAL. 445 Las Vicarías Territoriales, han sido conformadas con el objetivo pastoral común de hacer presente el Reinado de Dios, en comunión eclesial y pastoral corresponsable, tanto con la Vicaria Episcopal para la Pastoral Diocesana, como con los Decanatos y sus Agentes decanales y parroquiales. Guardan también interrelación pastoral con las demás Vicarías y son auxiliadas por las Comisiones Diocesanas y sus respectivas Dimensiones pastorales. B.2.1. SER DE LA VICARÍA EPISCOPAL TERRITORIAL. 446 Las Vicarías Episcopales Territoriales, se ubican en las Zonas o Vicarías pastorales y están constituidas por una porción determinada de miembros del Pueblo de Dios, que habitan en las distintas zonas de la Diócesis. Se ha procurado que sean, en lo posible, homogéneas en cuanto a su realidad geográfica, clima, cultura y estilo de vida; con características 263 religiosas semejantes . Los Agentes de pastoral, a su vez, con su preparación, disposición, apertura y respuesta generosa, personal o comunitaria, son, con el Espíritu Santo, los co-protagonistas originantes, necesarios e insustituibles de la acción pastoral evangelizadora y su dinamismo en las distintas Zona pastorales de la Diócesis. 263 “Las Zonas pastorales. Los mismos criterios que llevan a la constitución de las vicarías pueden aconsejar, en Diócesis de considerable extensión, la constitución de agrupaciones de diverso tipo, bajo el nombre de zona pastoral u otro. Como guías de cada zona pueden nombrarse Vicarios episcopales, quienes tendrán potestad ordinaria para la administración pastoral de las Vicarías o zonas en nombre del Obispo, además de las facultades especiales que decida confiarles“ (AS 219). 179 447 Las Vicarías Episcopales, las Comisiones diocesanas con sus respectivas Dimensiones pastorales, el Decanato y la Parroquia, son instrumentos, instancias, mediaciones o estructuras de organicidad. A través de ellas y desde ellas, sus integrantes, según su identidad, carisma o quehacer específico, ofrecen el servicio de animación, asesoría, apoyo o fortalecimiento al Decanato y a la Parroquia. Gracias al Espíritu de Cristo, son fuente de vida apostólica, en favor de un testimonio evangelizador creíble de los distintos Agentes de pastoral. 448 Es preciso descubrir como voluntad de Dios que el dinamismo pastoral diocesano, como proceso y conjunto de acciones pastorales, se origina significativamente en la Parroquia, donde se requiere que los discípulos y misioneros de Jesucristo expresen su disponibilidad y fidelidad a la acción salvadora de Dios. Esta es la respuesta visible, verificable y evaluable de una auténtica conversión personal, comunitaria y estructural. De ahí lo fundamental, decisivo y trascendente del espíritu y acción pastoral en la Comunidad Parroquial, “como célula pastoral”, para conformar y vitalizar al “organismo pastoral diocesano”, manifestación del Cuerpo de Cristo Pastor. 449 En la Parroquia, que incluye las Iglesias rectorales (Rectorías) y las Capellanías, se origina el discipulado y la respuesta apostólica del misionero de Jesucristo, de manera encarnada, enamorada, dinámica y operativa, que ha de vivirse y expresarse en el Decanato. Esta realidad sólo es posible a partir de la experiencia kerigmática, es decir, del encuentro personal con Jesucristo Resucitado en su Iglesia. La comunidad parroquial da vigor, entusiasmo, pasión y eficacia a la prioridad de prioridades pastorales de los discípulos de Jesucristo, en todos los ámbitos y estratos de la Iglesia: en la misión evangelizadora permanente, “Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y ensenándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (cf Mt 28, 1-20). 180 B.2.2. QUEHACER DE LA VICARÍA EPISCOPAL TERRITORIAL. 450 El quehacer de la Vicaría Episcopal Territorial consiste en: 1.-Mantener relación constante del Obispo como fuente primaria de la comunión eclesial, de la evangelización integral en la Diócesis y de la caridad pastoral, en armonía con los demás Vicarios del mismo. Representarle y hacerlo presente en el pueblo de Dios que le ha encomendado. 2.-Animar, incrementar y dinamizar la interrelación de comunión entre los miembros de los diversos sectores del Pueblo de Dios, en orden a la vivencia del Plan Diocesano de Pastoral, con sus características pastorales de orgánico, integral, diferenciado y de conjunto. 3.-Mantener la comunicación humana, eclesial y pastoral con las distintas instancias de decisión (Obispo, sus Vicarios Generales, Episcopales y Judicial y su Curia; los Decanos), asesoría (teológica, bíblica, jurídica y de pastoralidad urbana) y servicios (las distintas Comisiones de pastoral con sus Dimensiones) existentes en la Diócesis. 4.-Implementar los servicios que se vayan requiriendo para un mayor dinamismo, mejor coordinación y eficacia de las tareas vicariales que le corresponden (por ejemplo, secretario de actas y acontecimientos, archivo de personas e histórico…). V.B.3. FACULTADES ECLESIALES DEL VICARIO EPISCOPAL TERRITORIAL O DE ZONA PASTORAL. 451 Las facultades del Vicario episcopal territorial o de Zona Pastoral, las ejerce en comunión corresponsable con el Obispo y están señaladas en el ANEXO 2, con las siglas VZ. 181 V. C.- MINISTERIO DEL «VICARIO EPISCOPAL PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA», EXPRESIÓN CERCANA DE LA CARIDAD PASTORAL DEL OBISPO, PARA ALENTAR LA VIVENCIA DEL CARISMA PROPIO DE CADA COMUNIDAD, EN LA COMUNIÓN ECLESIAL Y PASTORAL DE LA DIÓCESIS. 452 Nuevamente acudimos a la Constitución Dogmática «Lumen Gentium: Luz de las Naciones», fuente de renovación eclesial, recurriendo a tres experiencias privilegiadas eclesiales emanadas de dicha Constitución, para comprender y asimilar la caridad pastoral del Obispo, en mutua relación, con los miembros de la “Vida consagrada” y sus 264 Instituciones, presentes en su Diócesis . 453 La Iglesia, misterio de «comunión», tiene su origen en la misma vida de comunión de la Santísima Trinidad. Su naturaleza más íntima consiste en ser «misterio de comunión para la misión evangelizadora», que, a la vez, está constituida por «la diversidad» de ministerios, funciones y carismas. Es también sacramento de «la unidad» entre los tres sectores del Pueblo de Dios y, más aún, de todo el género humano. La Vida Consagrada por sí misma es evangelizadora (cf LG 1-2; MR 1-4; DP 721776). 454 La Diócesis o Iglesia particular, en donde está presente y actúa la misma Iglesia de Cristo, es la concreción encarnada del misterio de la Iglesia universal; la comunidad plena, salvífica, llamada a la santidad y a la misión 264 En el contexto del Vicario episcopal y la respectiva Vicaria, entendemos por “Vida Consagrada”, el conjunto de aquellos bautizados que siguiendo a Jesucristo, han profesado públicamente los consejos evangélicos y pertenecen a alguno de los Institutos de Derecho pontificio o diocesano, Monasterios, Sociedades de Vida Apostólica, Institutos Seculares, Vírgenes Consagradas, Eremitas o a alguna de las otras nuevas formas de profesión evangélica que van surgiendo en la Iglesia; así como a alguna de las Sociedades de Vida Apostólica (cf DA 216); cf DE2010: SANTIAGO M. GONZÁLEZ SILVA, Vita consacrata, pp. 1495-1508; Id. Istituti secolari, pp. 762-770; AITOR JIMÉNEZ, Ordini e Congregazioni religiose, pp. 984-989; Id. Ordine delle vergini, pp. 983: ANDREA D’AURIA, Società di vita apostolica, pp. 1339-1348. 182 apostólica. Está enriquecida con la diversidad de dones, oficios, ministerios y carismas, que manifiestan la variedad, participación, solidaridad y complementariedad de sus miembros en la unidad viva y orgánica del Cuerpo de Cristo. En ella, el Obispo diocesano es el servidor de los carismas, el gran ministro de la comunidad y «el principio y fundamento visible de la unidad» eclesial; es también sucesor de los Apóstoles, miembro del Colegio Episcopal, en comunión con los demás Obispos y con el Papa, quien “preside en la caridad”, como ministro de la unidad en la comunión universal de las Iglesias (cf LG 23). “La plenitud de la Iglesia una, santa, católica y apostólica se realiza prioritariamente en la Iglesia local… La unidad de la Iglesia local encuentra su expresión más elevada y al mismo tiempo su fuente en la Eucaristía que celebra el Obispo con el colegio de los presbíteros y diáconos, y la participación activa de todos los bautizados (LG 26): la variedad de los carismas y ministerios, personales y comunitarios, se recibe y se coordina en la comunión que se realiza localmente, bajo la fuerza de la única palabra, del único pan, del único Espíritu, gracias al ministerio de unidad del Obispo y el ejercicio de los demás ministerios. El Obispo es el signo y el ministro (= servidor) de la unidad de la Catholica, realizada en su 265 Iglesia local (unidad, diversidad y comunión)” . 455 Dentro de la Iglesia particular, el Obispo ejercerse su ministerio pastoral sobre todos los fieles de la misma, incluidos, por tanto, los consagrados y consagradas, llamados a vivir su seguimiento a Jesucristo en comunidad, siendo signo y testimonio viviente de la comunión eclesial. Su responsabilidad hacia ellos no es simplemente jurídica, sino esencialmente pastoral, desde el único pastoreo de Jesucristo, el Gran Pastor. El Obispo, es el primer responsable de la realización vocacional de cada uno de los miembros de su Comunidad diocesana y, por lo tanto, también de cada uno de los miembros de las Comunidades de Vida Consagrada, para que sean fieles a la vivencia de su carisma fundacional y a la misión apostólica, en el contexto fundamental de la vocación universal a la santidad (cf LG 39-47. DA 216-220). 456 La Iglesia particular también es el espacio histórico-salvífico del desarrollo de la existencia cristiana del consagrado o consagrada (cf MR 23d), como lugar sacramental privilegiado en el cual vive radicalmente la respuesta a su consagración bautismal, insertado en un instituto eclesial, dejándose guiar por el dinamismo carismático del Espíritu Santo. La Vida Consagrada, como don del Espíritu Santo, pertenece a la vida íntima y a la santidad de la Iglesia misma; es también una realidad en la historia de 265 ICT p. 40. 183 nuestra Diócesis y su respuesta integral, como consagrados y consagradas, 266 tiene sentido en y para la Iglesia (cf LG 44; EN 69; DP 739) . 457 Es precisamente ahí, dentro de las entrañas de una determinada cultura, donde el consagrado o consagrada, en una comunidad y carisma concretos, descubre, profundiza, celebra y vive su seguimiento a Jesucristo, como su discípulo y misionero: “En comunión con los Pastores, los consagrados y consagradas, son llamados a hacer de sus lugares de presencia, de su vida fraterna en comunión y de sus obras, espacios de anuncio explícito del Evangelio, principalmente a los más pobres” (DA 217). 458 Este carisma adquiere su sentido pleno en la comunión con la persona de Jesucristo. En consecuencia, los consagrados y consagradas, aún perteneciendo a Institutos, incluso de Derecho pontificio, deben experimentarse como verdaderos miembros que pertenecen a la Familia diocesana, compartiendo, desde su carisma fundacional, el caminar pastoral diocesano, en su misión evangelizadora (cf ChD 34-35). 459 Podemos comprender que las relaciones mutuas entre el Obispo y los miembros de los distintos Institutos de Vida Consagrada, se han multiplicado en nuestros días, a tal punto que tiene la necesidad de auxiliarse de colaboradores inmediatos para atender esta interrelación eclesial de manera más personal y eficiente. Por otra parte, en el postconcilio, la Instrucción “Mutuae relationes: las mutuas relaciones”, afirma: “es conveniente que sea instituido en la Diócesis el oficio de Vicario episcopal para los religiosos y religiosas, con el fin de proveer al Obispo una ayuda en este campo para su ministerio pastoral. Tal oficio de ninguna manera lleva consigo alguna de las potestades propias de los Superiores. Es competencia del Obispo determinar claramente los límites de la potestad de tal oficio y, después de madura consideración, confiarlo a la persona preparada 266 BRUNO FORTE, ICT p. 50: “El fundamento de la vida religiosa sigue siendo, como para todo cristiano, la consagración bautismal; también aquí la unidad precede a la distinción y ésta tiene un valor funcional en orden a la realización de la “sequela Christi: seguimiento a Jesucristo”, según la vocación que le ha dado el Espíritu a cada uno”. TEODORO A. BAHILLO RUIZ, La Vicaria Episcopal para los Institutos de Vida Consagrada, en CDFA, pp 193-214. 184 que conozca a fondo la vida religiosa, la sepa apreciar y desee 267 incrementarla” . 460 De esta manera, el Obispo diocesano, dotado de facultades y derechos, vinculado por determinadas responsabilidades y obligaciones, ha de atender desde su caridad pastoral a los consagrados y consagradas presentes en su Diócesis. Para mantener, en constante cercanía, la relación con ellos y con miras a la comunión eclesial, constituye su Vicario episcopal para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. 461 La Vida Consagrada, en su riqueza y diversidad de carismas, goza de la autonomía que la Iglesia le concede, en armonía con sus fines, su organización y régimen interno, es decir, con su modo de vivir el carisma fundacional que el Espíritu le ha concedido en el modo singular de seguir los consejos evangélicos; don que el Obispo ha de alentar, respetar, conservar y defender, como pastor que es (cf CIC cc.586. 732). Por ejemplo, cuando el Obispo discierne y erige un nuevo Instituto, previa consulta a la Santa Sede, tiene una responsabilidad desde el momento en que se inicia (cf c. 579. DA 222). La Iglesia, también encomienda al Obispo la atención pastoral y dirección espiritual de los eremitas, la consagración de vírgenes, el discernimiento y ayuda a las nuevas formas de Vida consagrada que han de ser aprobadas por la Sede Apostólica (cf cc. 603 §2. 604 §1. 605). 462 La Vida consagrada, como «consagración más íntimamente al divino servicio», no es propiedad exclusiva ni de los fundadores, superiores o moderadores, ni de los mismos consagrados o consagradas, ni de los Obispos, sino que es «un estado cuya esencia está en la profesión de los consejos evangélicos,… que pertenece, de una manera indiscutible, a la vida y santidad de la Iglesia, Esposa de Jesucristo» (cf LG 44; PC 1; CIC cc. 207 y 574). Esta consagración es expresión de la caridad de Cristo: «la prosecución de la caridad perfecta por la práctica de los consejos evangélicos tiene su origen en la doctrina y en los ejemplos del Divino Maestro y en ellas se presenta como preclaro signo del Reino de los cielos» (PC 1). 267 SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LOS RELIGIOSOS E INSTITUTOS SECULARES y SAGRADA CONGREGACIÓN OBISPOS, Instrucción “Mutuae Relationes: Las relaciones mutuas”, 14 de mayo de 1978, n. 54. Se citará: MR. PARA LOS 185 463 Su Santidad Benedicto XVI, con motivo de la XIV Jornada de la Vida Consagrada, se expresaba así del “don y compromiso de una consagración especial en la Iglesia”: “Queridos amigos, elevemos al Señor un himno de acción de gracias y de alabanza por la vida consagrada. Si no existiera, el mundo sería mucho más pobre. Más allá de valoraciones superficiales de funcionalidad, la vida consagrada es importante precisamente porque es signo de gratuidad y de amor, tanto más en una sociedad que corre el riesgo de ahogarse en el torbellino de lo efímero y lo útil (ViCo 105) 268. La Vida consagrada, en cambio, testimonia la sobreabundancia de amor que impulsa a "perder" la propia vida, como respuesta a la sobreabundancia de amor del Señor, que "perdió" su vida por nosotros primero. En este momento pienso en las personas consagradas que sienten el peso de la fatiga diaria, con escasas gratificaciones humanas; pienso en los religiosos y las religiosas de edad avanzada, en los enfermos, en quienes pasan por un momento difícil en su apostolado... Ninguno de ellos es inútil, porque el Señor los asocia al "trono de la gracia". Al contrario, son un don precioso para la Iglesia y para el mundo, sediento de Dios y de su Palabra… En particular, las comunidades que viven en clausura, con su compromiso específico de fidelidad a "estar con el Señor", a "estar al pie de la cruz", a menudo desempeñan ese papel vicario (expiatorio), unidas al Cristo de la Pasión, cargando sobre sí los sufrimientos y las pruebas de los demás y ofreciendo 269 todo con alegría para la salvación del mundo” . 464 La Vida consagrada es un carisma que edifica, desarrolla y lleva a la perfección del amor la santidad a la misma Iglesia. Esta conciencia es fundamental para la valoración de la integración, permanencia, crecimiento y fecundidad de los Institutos de Vida consagrada en las Iglesias particulares. La Vida consagrada, como expresión preclara del misterio de la santidad de la Iglesia, está en el núcleo generador, tanto de la comunión eclesial como del ministerio pastoral del Obispo diocesano, quien también ha de valorar y respetar la justa autonomía y disciplina de 270 vida de sus miembros e Institutos . 465 Al Obispo diocesano corresponde observar una "especial vigilancia" sobre los Monasterios, aunque pertenezcan a alguna Federación (cf CIC cc. 593, 268 Cf JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal “Vita consecratra: La vida consagrada”, Roma, 25 de marzo 1996, 105 (se citará VC). 269 Homilía, 2 de febrero de 2010, d. 270 Cf LG 26-27. 41; MR, 7 y 9c. 38-39; JEAN JÉRÔME HAMER, L'Eveque e la vie religieuse, Informationes SCRIS, 10. 1,1984, 75; M. CALERO, «Religiosos y religiosas en la comunidad eclesial», en CONFER, 34.4, 1995, p. 485. 186 613, 615). Estar bajo la "vigilancia peculiar del Obispo", según el texto canónico, no significa estar bajo su jurisdicción. En efecto, el Obispo nada puede disponer que afecte al régimen interno y a la disciplina, ni quedan las monjas vinculadas por las normas del Obispo a no ser que afecten a sus relaciones externas o al bien general de la entera comunidad diocesana. Esa "vigilancia peculiar" tampoco es mera actitud de observador. La propia legislación canónica confiere al Obispo una serie de atribuciones, algunas de las cuales son propias de un Superior mayor religioso. 466 Por otra parte, el Obispo sigue siendo el Pastor propio de esa porción de su Iglesia y debe cuidarla esmeradamente con sus consejos y orientaciones. El "Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos", en el numeral 119, explica de este modo el ministerio pastoral que el Obispo ha de desempeñar con las religiosas de vida contemplativa: “Las introduce en la misión de la Iglesia, sea universal sea particular, confortándolas algunas veces con su visita personal, informándolas de las iniciativas diocesanas y universales y mostrándoles el gran valor de su apostolado escondido, de oración y de penitencia para la difusión del reino de 271 Dios” . 467 El espíritu y la praxis respecto a «la exención» de la Vida Consagrada, después del Concilio han tomado un horizonte más eclesial. El decreto "Christus Dominus: Cristo Señor", explica que la exención se considera prioritariamente en lo que se refiere al régimen interno de los Institutos, sin que esta realidad impida que los consagrados y consagradas de cada Diócesis estén disponibles, según norma de derecho, a la jurisdicción de los Obispos en cuanto lo requieran el ministerio episcopal y la debida 272 ordenación pastoral (cf 35, 3) . 271 "Vigilancia peculiar" es la expresión castellana de "peculiari vigilantiae" del texto original del canon 615, que significa poner cuidado, prestar atención, ser diligente en algo o estar a favor de alguien. El contenido de esta "particular atención" es, ante todo, el ejercicio de los oficios episcopales de enseñar y de santificar, a fin de ayudar a las Monjas en su esfuerzo por alcanzar la perfección evangélica en la vocación a la que han sido llamadas. Cf ERDD pp. 127-128. 272 La legislación vigente hace confluir en torno a los consagrados y consagradas diversas autoridades, en quienes habrá que distinguir claramente su jurisdicción, Por un lado, está lo que compete únicamente a la Santa Sede; además otros asuntos, por su importancia, están asignados al Obispo nominalmente y no conviene que los delegue a otra persona. Esto es distinto a lo que el Obispo encomienda al Vicario episcopal para la Vida Consagrada, mediante un mandato especial. También es distinto aquello que forma parte de la responsabilidad propia del Vicario episcopal en virtud de su oficio y 187 468 El oficio eclesial, canónico-pastoral del Vicario episcopal para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, se ha establecido en nuestra Iglesia diocesana siguiendo la modalidad vicarial del criterio de personas, según el canon 476 del Derecho eclesial. En esta Exhortación Pastoral quiero expresar mi decisión de continuar favoreciendo, desde mi corazón de pastor, a los Consagrados y Consagradas y convocarlos a continuar con alegría y entusiasmo su seguimiento a Jesucristo, casto, pobre y obediente. Así, desde su carisma específico, continuarán enriqueciendo la vida pastoral integral, orgánica, de conjunto y diferenciada de nuestra Iglesia particular. Esto será una constante oportunidad salvífica para expresar y testimoniar nuestra mutua comunión 273 eclesial, jerárquica, pastoral y carismática en la Iglesia Universal . V.C.1. IDENTIDAD DEL VICARIO EPISCOPAL PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA. C.1.1. SER DEL VICARIO EPISCOPAL. 469 El «Vicario episcopal para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica» es aquel Presbítero, religioso o diocesano, conocedor de la Vida Consagrada, designado por el Obispo, dotado de potestad ordinaria ejecutiva, para favorecer las mutuas relaciones entre él y los Institutos de la Vida Consagrada, las comunidades y miembros respectivos. El Obispo diocesano le hace el llamado para que se responsabilice de estrechar sus vínculos de comunión, como pastor de la Iglesia particular, con los distintos miembros de los Institutos de la Vida Consagrada, masculinos y femeninos (cf AS 102b; MR 54; CIC c. 476). 470 A través del Vicario episcopal para la Vida Consagrada, el Obispo testimonia específicamente su caridad pastoral y comunión eclesial a esta porción selecta del Pueblo de Dios, “llamada a hacer visibles, en la Iglesia que le es atribuido por el mismo derecho en cuanto «ordinario del lugar». Finalmente, es preciso considerar lo que compete a los superiores o moderadores de los Institutos. La confluencia de estas distintas potestades exige que le sean asignadas al Vicario sus competencias de un modo preciso, sea por el Reglamento de la Curia o en su respectivo nombramiento. 273 Cf c. 574; AS 98-107; GIANFRANCO GHIRLANDA, «Los religiosos y la comunión eclesial hoy», en CONFER 33.4, 1994, 535-541; Idem., Vita Consacrata, EBC, Bologna 1983. 188 y en el mundo, los rasgos característicos de Jesús, virgen, pobre y 274 obediente”, desde su carisma fundacional y espiritualidad específicos . 471 Por consiguiente, como figura jurídico-eclesial-vicarial, su ministerio consiste en favorecer la comunión eclesial, a través de la interrelación, comunicación y participación de los miembros de la Vida Consagrada con el Obispo diocesano, en el espíritu eclesial y la actividad pastoral de la Diócesis. 472 El Vicario episcopal para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica no es una figura decorativa del organigrama pastoral, ni un mero delegado o animador episcopal sin jurisdicción alguna; antes bien, de acto, está llamado a asumir un auténtico ministerio vicarial-episcopal de pastoreo y presencia del Obispo, desde la caridad de Cristo Pastor. Le corresponde colaborar con el Obispo diocesano, en lo que se refiere al cuidado, animación y fortalecimiento de la vocación, carisma, espiritualidad y misión a la Vida Consagrada y de su participación solidaria y comunión eclesial con la 275 Iglesia particular . 473 Se trata de un verdadero oficio vicarial-episcopal, cuya identidad y misión explica, con claridad, el Directorio para el ministerio de los Obispos, «Ecclesiae Imago: Imagen de la Iglesia», 22 de febrero de 1973, especialmente cuando describe el desempeño de las diversas responsabilidades de animación, promoción y guía de la Vida consagrada, 276 que está llamado a realizar en la Iglesia local (119. 189b. 202) . 474 Este Vicario episcopal, después de escuchar, en consulta oportuna a los superiores, moderadores o representantes de las distintas “formas” o “concreciones carismáticas” de los Institutos de la “Vida Consagrada”, previo discernimiento, presentarán al Obispo, para su aprobación, a los integrantes o colaboradores propuestos para formar parte de un “Equipo 274 JUAN PABLO II, Exhortación apostólica posconciliar “Vita Consecrata: La Vida Consagrada”, 25 marzo 1996, 1. Se cita: VC; cf DA n. 220; CONGREGACÍÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, Instrucción. El servicio de la Autoridad y la Obediencia. Faciem tuam, Domine, requiram, Roma, 11 de mayo de 2008. 275 Cf COMISION EPISCOPAL PARA LA VIDA CONSAGRADA, Estatuto de la Vicaría Episcopal para la Vida Consagrada, México, Octubre, Jubileo Año 2000; ERDD P. 128. 276 Cf TOMÁS RINCÓN-PÉREZ, La aplicación del nuevo Código de Derecho Canónico en el ámbito de los Institutos de vida consagrada, IUSCA Vol. 25, Nº 49, 1985, pp. 265-292. 189 Eclesial Colaborador de la Vicaría Episcopal para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica”. Éstos serán elegidos de acuerdo al Reglamento establecido al respecto en la Diócesis. Los miembros colaboradores de esta Vicaría Episcopal son nombrados por períodos de tres años, pudiendo ser reelegidos o removidos según el criterio y discernimiento del Vicario episcopal, en acuerdo con el Obispo, cuidando 277 la continuidad de este servicio a la Vicaría . 475 En resumen, la característica esencial de este ministerio vicarial, consiste en ser instrumento viviente de comunión eclesial entre el Obispo diocesano y los miembros de los Institutos de Vida consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, haciéndolo presente desde su caridad pastoral. Las funciones encomendadas a este Vicario episcopal están en estrecha relación con la finalidad de su oficio o ministerio eclesial. A este propósito, «Mutuae Relationes: Las mutuas relaciones» se expresa claramente: «El mandato del Vicario episcopal para las congregaciones de religiosos y religiosas tiene por fin ayudar al Obispo a cumplir una misión, de por sí propia y exclusiva del Obispo, o sea, la de cuidar la vida religiosa en la Diócesis e 278 insertarla en el complejo de la actividad pastoral» (MR 54c) . Cf Ibídem., pp. 22-34. 43-56. ¿Cómo, cuándo y por qué comienza a hablarse del Vicario episcopal para la Vida Consagrada? Este oficio vicarial tiene un proceso y no es radicalmente nuevo en su espíritu, puesto que los Obispos ya habían confiado este ministerio a determinadas personas para atender a los religiosos y religiosas. La novedad consiste en que anteriormente no se le había confiado esta responsabilidad a una persona vinculada tan estrechamente al oficio episcopal. 1. El primer paso fue dado por el Concilio Vaticano II, gracias a su carácter pastoral, de donde se origina la novedad de esta figura jurídica que, en germen, se encuentra, sin duda, en el oficio de Vicario episcopal. Aunque en las normas constitutivas de este oficio no se menciona explícitamente al Vicario episcopal para la Vida Consagrada y los Institutos de Vida Apostólica; sin embargo, ahí se encuentra su fundamento (cf ChD 23, 26 y sobre todo 27). 2.- Se encuentra un segundo paso en las normas ejecutivas del espíritu conciliar, como lo es el Motu proprio de Pablo VI, «Ecclesiae Sanctae», del 6 de agosto de 1966, tampoco se habla de modo explícito del Vicario episcopal para los religiosos y religiosas, aunque ya se da un avance importante y se dice que el Vicario episcopal puede ser constituido para un «grupo de personas» (parte I, 14). Es claro que dicho grupo de personas pueden ser los religiosos y religiosas de una Diócesis. 3.- Un tercer momento de la configuración del oficio se encuentra en el primer Directorio Pastoral para los Obispos: «Ecclesiae Imago», del 22 de febrero de 1973. En él se habla, por primera vez, del Vicario episcopal referido, de un modo específico, a 277 278 190 C.1.2. QUEHACER DEL VICARIO EPISCOPAL. 476 Atenderán las siguientes funciones prioritarias que competen a este Vicario episcopal, en virtud de su ministerio eclesial-pastoral, como presencia cercana del Obispo para los miembros de la Vida Consagrada, deducidas tanto de las orientaciones de algunos documentos del Magisterio eclesial, principalmente de la Instrucción “Mutuae Relationes: Las relaciones mutuas”, como de la praxis y el Derecho diocesano, expresado especialmente en el Primer Sínodo Pastoral: 477 1.- Acoger, conocer y suscitar el amor a la naturaleza carismática de la la vida religiosa femenina: «El Obispo elegirá con cuidado el Vicario episcopal encargado de las religiosas», se dice en el número 119. 4.- Con este horizonte, en 1978 fueron publicadas las Notas directivas para favorecer las relaciones mutuas entre los Obispos y los religiosos en la Iglesia (MR): En este Instrucción se aborda la necesidad de promover una mutua colaboración entre los religiosos y los Obispos. En este contexto se propone la conveniencia de instaurar el oficio de Vicario episcopal para los religiosos y religiosas, como lo señala el número 54: «es conveniente que sea instituido en la Diócesis el oficio de Vicario episcopal para los religiosos y religiosas con el fin de proveer al Obispo de una ayuda en este campo en su ministerio pastoral». 5.- El Código de Derecho Canónico, en la línea del Concilio y de la Instrucción de 1978, menciona las mutuas relaciones entre los Obispos y los superiores religiosos; sin embargo, no prevé de modo explícito la figura del Vicario episcopal para la Vida Consagrada. No lo hace ni en los cánones relativos a los Vicarios episcopales (cf CIC cc. 475-481), ni en los cánones específicos de la Vida consagrada (cf cc. 573-746). El Código, por tanto, prevé únicamente de modo general la constitución de Vicarios episcopales, recogiendo la expresión «para un grupo concreto de personas» (c. 476). 6.- El más reciente Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, “Sucesores de los Apóstoles” (2004), en el número 102c, expresa claramente: “a fin de facilitar las relaciones del Obispo con las diversas comunidades, en muchos lugares será oportuno constituir un Vicario episcopal para la Vida Consagrada, dotado de potestad ordinaria ejecutiva, que haga las veces del Obispo en relación con los Institutos y sus miembros”. Cf TEODORO A. BAHILLO RUIZ, La Vicaria episcopal para los Institutos de Vida consagrada, en CDFA p. 197; JESÚS TORRES LLORENTE, Il Vicario episcopale per la Vita Consacrata, en QDE, n. 1-VI-1993, 5782; CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. DEPARTAMENTO DE VIDA CONSAGRADA (DEVIC), El Vicario Episcopal y la Vida Consagrada al Servicio de la Comunidad. Orientaciones a la luz del Magisterio de la Iglesia, CELAM, Santa Fe de Bogotá, mayo 2001; COMISION EPISCOPAL PARA LA VIDA CONSAGRADA, Estatuto de la Vicaría Episcopal para la Vida Consagrada, México, Octubre, Jubileo Año 2000; LOURDES GROSSO GARCÍA, M. ID (Ed.), El Ministerio del Vicario Episcopal para la Vida Consagrada, Editorial EDICE-Conferencia Episcopal Española, Vida Consagrada, Colección Encuentros y Congresos 1, Madrid 2007. 191 Vida Consagrada, don de vida y santidad para nuestra Iglesia diocesana, apoyando y alentando a las personas consagradas en su desarrollo personal integral, vocacional y apostólico, como discípulos y misioneros de Jesucristo, según su propio carisma fundacional y su espiritualidad (cf MR 10. 54; VC 2-3. 46. 49; EA 43. DA 216-218). 478 En este espíritu el Vicario episcopal está llamado a: 1.1.- Atender, respetar, apoyar y promover a los Institutos de Vida Consagrada (cf CIC c. 574), cuidando de que «crezcan y florezcan según el espíritu del fundador» (cf CIC c.576), incentivando unas mutuas relaciones sinceras y familiares, privilegiando la visita a las comunidades y la presencia de sus integrantes en los organismos religiosos y diocesanos (cf MR 28). 1.2.- Comprender la Vida Consagrada en sus diversas formas y profundizar sobre su identidad, dedicándose tan plenamente que ésta sea su misión prioritaria. 1.3.- Conocerla y acompañarla en su crecimiento, favoreciendo la promoción de nuevas vocaciones, según las diversas formas y la identidad propia de cada Instituto (cf CIC c. 385). 1.4.- Concertar, con el Rector del Seminario Diocesano, que se incluya la asignatura de Teología de la Vida Consagrada en el programa de estudios; igualmente con los responsables de estudios en las Casas y Centros de formación de consagrados o consagradas, que se les imparta la Teología del Sacerdocio ministerial y de la Iglesia particular 279. 479 2.- Cuidar la fidelidad de las personas consagradas: el Obispo es responsable de la santidad de sus fíeles y, por tanto, también de quienes profesan los consejos evangélicos. Por eso inculcará la fidelidad al espíritu del propio Instituto, la observancia regular y la sumisión a los superiores (cf MR 46). Al Vicario episcopal le compete, por consiguiente, coordinar y llevar a cabo, entre otras, las siguientes acciones en favor de los Consagrados: 2.1.- Animar una formación cualificada, organizando cursos de estudio o encuentros de carácter espiritual comunes para los 279 Cf DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP, Norma 275 b; Norma 285 b. 192 diversos Institutos con el fin, según los casos, de completar la formación o actualizarla. 2.2.- Proveer a su bien espiritual y ofrecerles una asistencia integral, conveniente con personas preparadas (motivadores de espiritualidad o directores espirituales, capellanes, confesores...). 2.3.- Atender a los Consagrados en las diferentes situaciones de dificultad que puedan atravesar (crisis personales, salidas, enfrentamientos con los propios superiores, ancianidad, vida fuera de la comunidad…) para que sigan siendo fíeles a su vocación. 2.4.- Proyectar y animar un Programa de actividades en el ámbito diocesano y zonal, respetando los carismas y la vida interna de los Institutos de Vida Consagrada, a favor de la formación integral, humana, espiritual, intelectual y pastoral de sus integrantes, conforme a la espiritualidad de comunión eclesial. 480 3.- Favorecer la presencia e inserción de los Consagrados en la pastoral integral y de conjunto diocesana y de la Provincia eclesiástica: 3.1.- Promover en la comunidad diocesana una mayor atención a la vida consagrada, a la peculiaridad de los diversos carismas, a la calidad de sus actividades e incentivar el reconocimiento y estima. 3.2.- Ayudar a los Institutos a insertarse, según el propio carisma, en la comunidad y en la acción evangelizadora de la Iglesia local. 3.4.- Promover en los Consagrados un vivo sentido de la «comunión eclesial» y la sensibilidad hacia los problemas y exigencias de la Iglesia y del mundo de hoy. 3.5.- Cuidar que las parroquias confiadas a los religiosos expresen con claridad los valores característicos de la vida religiosa y de su Instituto, dentro de la comunión eclesial, pastoral, carismática y jerárquica de la Iglesia diocesana. 3.6.- Mantener contactos cordiales y frecuentes con la CIRM local y regional, lo mismo que con otros posibles organismos de 193 coordinación de consagrados a nivel diocesano, regional o provincial. 481 4.- Favorecer el diálogo y la cooperación entre el Obispo, los Superiores o Responsables y todos los miembros de la Vida consagrada, especialmente para su integración en la acción pastoral (cf CIC cc. 603-604). Siguiendo este espíritu, el Vicario episcopal está llamado a: 4.1.- Dinamizar intensamente, como misión fundamental, la inserción de la Vida Consagrada en la Iglesia diocesana, a la que sus miembros han de aportar sus carismas fundacionales, lo mismo que sus dones y capacidades personales y comunitarias. 4.2.- Propiciar la participación de los Consagrados y Consagradas en los procesos de formación integral (tanto específica para ellos como para los distintos Agentes de pastoral); en el espíritu, apostolado y acción pastoral de las Parroquias y sus Consejos, Decanatos y Zonas Pastorales; asimismo en los Organismos diocesanos, como en el Consejo presbiteral, la Asamblea Eclesial Diocesana, el Consejo Diocesano de Pastoral; igualmente su disponibilidad para el servicio de Decanos o Vicarios episcopales, en armonía con sus carismas. 4.3.- Invitar particularmente a consagrados y consagradas para que aporten sus carismas fundacionales al participar, activa, constante y creativamente, en los procesos diocesanos pastorales de programación, discernimiento y animación, como signo de comunión eclesial, íntima y corresponsable con el Obispo y con los demás Vicarios episcopales. También en la relación con los Decanos, con los Responsables de las Comisiones Diocesanas y con los Coordinadores de las Dimensiones pastorales. 4.4.- Abrir y proponer las perspectivas apostólicas o pastorales, desde el Plan Diocesano de Pastoral y en comunión con los demás miembros del Pueblo de Dios y sus Pastores; encausar todas las actividades o inquietudes pastorales, lo mismo que los trámites o asuntos canónicos relacionados con los miembros de este sector del Pueblo de Dios. 4.5.- Informar periódicamente al Obispo lo concerniente al proceso, acontecimientos y actividades que estén favoreciendo o desfavoreciendo la promoción y el incremento del espíritu de mutua relación, de comunión eclesial y pastoral, entre los 194 miembros de la Vida Consagrada y los otros dos sectores de la Comunidad diocesana. Informar al Obispo sobre las distintas acciones pastorales realizadas por las diversas formas carismáticas de de Vida Consagrada, fortaleciendo su integración en la pastoral orgánica diocesana. 482 5.- Otro de los ministerios que competen a este Vicario episcopal es mantener o promover, mediante encuentros programados y específicos, la interrelación, intercomunicación e interacción personal, directa, efectiva y cordial, entre los miembros de la Vida Consagrada con el Obispo. También con los demás miembros de la Comunidad diocesana, según el espíritu de caridad que Jesucristo nos ha dejado en su mandamiento nuevo: “Que se amen los unos a los otros como yo les he amado” (Jn 15, 12), para esto: 5.1.- Organizar reuniones entre el Obispo y los miembros de los distintos Institutos de Vida Consagrada, según la necesidad, circunstancia o acontecimiento que lo requieran. 5.2.- Realizar las vistas sean ordinarias o canónicas, en nombre y representación del Obispo, con espíritu eclesial-pastoral. 5.3.- Discernir la oportunidad de constituir y cuidar el funcionamiento de un posible Consejo Diocesano de la Vida Consagrada. 5.4.- Presidir o acompañar, en su calidad de Vicario episcopal, las ceremonias de toma de hábito, Profesión temporal o perpetua, Aniversarios (Bodas de Plata, Bodas de Oro, etc.). V.C.2. IDENTIDAD DE LA VICARÍA EPISCOPAL PARA LOS INSTITUTOS DE LA VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA. C.2.1. SER DE LA VICARÍA EPISCOPAL. 483 La identidad de esta Vicaría Episcopal, en definitiva, se entiende en el horizonte eclesial, jurídico y pastoral, que el Obispo diocesano otorga al Vicario episcopal para la Vida Consagrada y Sociedades de Vida 195 Apostólica, con las facultades que le otorga el Derecho como “ordinario” y 280 las que le confiera el mismo Obispo . 484 La Vicaría Episcopal para la Vida Consagrada es un organismo eclesial integrado por ministros ordenados, personas consagradas y fieles cristianos laicos que, presidido por el Vicario episcopal para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, participa y colabora directamente en la animación, cuidado, dignificación, formación y promoción integral de la Vida Consagrada dentro de la Iglesia diocesana. 485 Esta Vicaría Episcopal tiene como objetivo ser el punto de encuentro, diálogo y comunión eclesial entre el Obispo diocesano y toda la Vida Consagrada, según el carisma fundacional y la espiritualidad específica de cada Instituto. 280 Cf DEPARTAMENTO DE VIDA CONSAGRADA DEL CELAM (DEVIC), El Vicario episcopal y la Vida Consagrada al servicio de la comunión. Orientaciones a la luz del Magisterio de la Iglesia, Bogotá, Mayo 2001, 57-85. Se citará DEVIC, El Vicario episcopal. 196 C.2.2. QUEHACER DE LA VICARÍA EPISCOPAL. 486 Los Vicarios episcopales para la Vida Consagrada, después de escuchar, en consulta oportuna a los superiores, moderadores o representantes de las distintas “formas” o “concreciones carismáticas” de Institutos de “Vida Consagrada”, previo discernimiento, presentarán al Obispo, para su aprobación, a los integrantes o colaboradores propuestos para formar parte de un “Equipo Eclesial Colaborador de la Vicaría Episcopal para la Vida Consagrada”. Éstos serán elegidos de acuerdo al Reglamento establecido al respecto en la Diócesis. Los miembros colaboradores de esta Vicaría Episcopal son nombrados por períodos de tres años, pudiendo ser reelegidos o removidos según el criterio y discernimiento de los Vicarios episcopales para la Vida Consagrada, en acuerdo con el Obispo y cuidando la continuidad del servicio en esta 281 Vicaría . Con este objetivo, la Vicaría para la Vida Consagrada, tiene como quehacer pastoral: 487 1. Respecto a su valoración y promoción en la Diócesis: 1.1. Favorecer el amor y la fidelidad a Jesucristo, en el carisma y espiritualidad propios de cada Instituto religioso, presente en la Diócesis. 1.2. Atender y animar a los miembros de los Institutos Seculares, ayudándoles a promover su inserción y misión en el mundo, según su propio carisma. 1.3. Acompañar los nuevos proyectos de fundación que pretendan acoger y vivir un carisma específico y busquen consolidarse como futuras Comunidades, a fin de colaborar con el Obispo en su discernimiento. 1.4. Establecer un convenio pastoral bilateral entre la Diócesis o la Parroquia en que realicen su servicio y presencia apostólica los miembros de los Institutos o Congregaciones de la Vida Consagrada, Sociedades de Vida Apostólica… etc., en orden a asegurar la estabilidad y participación de ambas partes. En él se han de incluir las prestaciones sociales, dentro del marco legal propio del Derecho Canónico y de las Asociaciones Religiosas en México. 281 Cf DEVIC, El Vicario episcopal, Ibídem., 22-34. 43-56. 197 488 2. Respecto al acompañamiento en su formación permanente 2.1. Ofrecer, en los procesos de formación solicitados por los Institutos, entrevistas, orientación, acompañamiento personal o dirección espiritual; asimismo, organizar conferencias, retiros espirituales u otro tipo de motivaciones, según se considere oportuno. De igual manera, atender las necesidades y peticiones de las comunidades, colaborando en la formación integral de las personas consagradas en sus diversas etapas. 2.3. Implementar y realizar programas o procesos específicos en orden a la promoción de la Vida Consagrada y a su formación permanente, en mutua colaboración con los organismos diocesanos, integrando, además, la promoción vocacional de la Vida Consagrada en la Pastoral vocacional diocesana. 489 3. Respecto a su inserción en el espíritu y la acción pastoral diocesana 3.1. Integrar a las comunidades religiosas y personas consagradas en el proceso de elaboración y ejecución del Plan Diocesano de Pastoral y su participación en la Asamblea Eclesial Diocesana. 3.2. Propiciar una mayor inserción de las Comunidades de religiosos varones clérigos en la pastoral orgánica diocesana, recurriendo al diálogo y mutuo conocimiento, a fin de encaminarlos a vivir la fraternidad sacerdotal en el espíritu, las actitudes y las acciones que hagan más eficiente la comunión eclesial, jerárquica y pastoral. 490 4. Respecto a su interrelación eclesial 4.1. Favorecer la relación con la CIRM local, para un trabajo conjunto y organizado. Subsidiariamente (en el caso de que no lo haga la CIRM) el Vicario episcopal presidirá el Equipo Coordinador formado por religiosas, que promuevan en la Diócesis los Institutos femeninos de vida consagrada. 4.2. Revisar y actualizar los Estatutos de esta Vicaría en sintonía con la Conferencia de Institutos Religiosos de México (CIRM), y con el Plan Pastoral de la Iglesia local, incluyendo: Identidad, integrantes y equipo; funciones y atribuciones. 4.3. Promover eclesialmente la celebración anual de la Jornada de la Vida Consagrada en la Iglesia Catedral el 2 de febrero de cada año, según lo dispuesto por la Santa Sede. 198 V.C.3. PRINCIPIOS, FACULTADES Y «COMPETENCIAS» ECLESIALES DEL VICARIO EPISCOPAL PARA LOS INSTITUTOS DE LA VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA. 491 C.3.1. PRINCIPIOS. 1º. Por lo que se refiere a la competencia y potestad, la legislación vigente hace confluir en torno a los consagrados diversas Autoridades que es preciso identificar para que se distinga con claridad el alcance de sus facultades: 1) En primer lugar está el ámbito de las facultades que le competen únicamente a la Santa Sede. 2) Sigue el ámbito de aquellos asuntos por su importancia están asignados nominalmente al Obispo diocesano y no es conveniente que se los delegue a otra persona. Hay, sin embargo, facultades que el Obispo puede encomendar al Vicario general o al Vicario episcopal, mediante un «mandato especial» por escrito. 3) En otro ámbito de facultades está también aquel que forma parte de la responsabilidad propia del Vicario episcopal para la Vida Consagrada, en virtud de su oficio, en cuanto «ordinario». 4) También está el ámbito de lo que compete a los Superiores del Instituto. 5) Finalmente, esta confluencia de potestades hace que la determinación de las competencias asignadas a cada uno sea especificada para evitar confusiones e intromisiones; además, exige coordinación y respeto a la legítima autonomía de los Institutos religiosos. 2º. Al Vicario episcopal para la Vida Consagrada le corresponde testimoniar su participación vicarial, en el ámbito de la Vida Consagrada, por su función eclesial de enseñar, santificar y gobernar, haciendo presente y cercano al Obispo diocesano. A través de este servicio vicarial el Obispo protege e impulsa las peculiares características de la Vida Consagrada en la Iglesia, discerniendo y cultivando el carisma fundacional y la espiritualidad de cada Instituto. Es el Obispo diocesano, quien mediante el nombramiento, señala las atribuciones eclesiales, jurídico-pastorales, a tenor de lo que indica el Directorio “Mutuae Relationes: Las mutuas relaciones”, según las 282 necesidades particulares de la Iglesia diocesana . 282 Cf MR 54. 199 3º. El Vicario episcopal para la Vida Consagrada ha de procurar la inserción de este sector privilegiado de la Iglesia en toda la acción pastoral diocesana (cf MR 19. 21. 23. 32. 36. 44. 49. 54). Desde la pastoralidad le corresponde, en general, un conjunto de facultades en relación a su ministerio episcopal a favor de la Vida Consagrada: por ejemplo, el cuidado sobre las publicaciones que hacen los Institutos en lo que se refiere a la fe, la Sagrada Escritura, liturgia, oraciones, catecismo u otras obras similares (cf MR 33); la atención y freno a los posibles abusos que presenten en el campo litúrgico (cf MR 43); la sujeción de los Institutos y los miembros de la Vida Consagrada en cuanto a los decretos y prescripciones de los Ordinarios del lugar sobre el ejercicio del apostolado en las prioridades pastorales y, particularmente, en los procesos de evangelización integral y de conjunto, la celebración de la fe y la acción pastoral social (cf MR 53), etc. 4º. Las funciones del Vicario episcopal para los Institutos de Vida Consagrada no se encuentran taxativamente determinadas en el Código, únicamente las que le corresponden como «Ordinario», con excepción de aquellas que el Obispo se reserve para sí o para el Vicario general. 5º. Las facultades pueden determinarse por el Reglamento de la Curia, por Decreto, o por un Estatuto claro y definido. En cualquier caso, el Obispo antes de hacer el nombramiento debe establecer con claridad los límites de competencia de su Vicario episcopal para la Vida Consagrada, de modo que éste pueda ejercitar su oficio con eficacia y sin problemas de interferencias, concurrencias o inhibiciones que podrían provocarse debido a la ambigüedad. C.3.2. FACULTADES ASIGNADAS POR EL DERECHO AL VICARIO EPISCOPAL, EN CUANTO «ORDINARIO». 492 Un primer conjunto de facultades está constituido por las tareas que corresponden, según el Derecho, como «Ordinario», en su calidad de Vicario episcopal para la Vida Consagrada, puesto que, por el mismo oficio, goza de potestad ordinaria permanente sobre estos asuntos; sin embargo, el Obispo expresamente puede reservarse algunas de estas facultades. 1) En relación con el orden interno y la vida de las comunidades: 1.- Defender ante posibles injerencias indebidas y respetar él mismo la autonomía de vida que se les debe a los Institutos de 200 Vida Consagrada, sobre todo en el campo de gobierno y disciplina (cf CIC c. 586 §2). 2.- Vigilar la actividad y funcionamiento de aquellas Asociaciones laicales, como las Terceras órdenes, vinculadas a los distintos Institutos religiosos que actúan apostólicamente en la Diócesis, en comunión con las Comisiones, Dimensiones y programas pastorales de la misma (cf CIC c. 305 §2). 2) En relación con las personas: 3.- Autorizar a un religioso para que escriba en periódicos o revistas que manifiestamente son contrarios a la religión católica y las buenas costumbres (cf CIC c. 831 §1) 493 El Obispo se reserva: 4.- Nombrar el Capellán de una casa de un Instituto laical previa consulta al Superior (cf CIC c. 567 §1). 5.- Aprobar confesores ordinarios para los Monasterios de monjas, las Casas de formación y comunidades numerosas de Institutos laicales (cf CIC c. 630 §3). 6.- Dar el consentimiento para la exclaustración de un religioso o de un clérigo de una Sociedad de vida apostólica que solicita residir en la Diócesis (ce 686 y 745). 7.- Ejercer el cuidado pastoral y la potestad que el Derecho le concede sobre el religioso exclaustrado (cf CIC c. 687). 494 4) En relación a los bienes: Previo diálogo del Vicario episcopal con el Obispo diocesano: 8.- Ordenar una colecta especial en favor de algunas obras parroquiales o diocesanas en las Iglesias y oratorios pertenecientes a los religiosos y que están abiertos habitualmente a los fieles (cf CIC c. 1266). 9.- Autorizar la aceptación de una fundación y vigilar la ejecución de las pías voluntades en los Institutos no clericales y de Derecho diocesano (cf cc. 1301 y 1304). 201 10.- Recibir una vez al año las cuentas de los Monasterios autónomos de que trata el c. 615 y conocer la situación económica de las Casas de los Institutos de Derecho diocesano (cf c. 637). 11.- Dar el consentimiento escrito para poder enajenar o realizar operaciones que perjudiquen la condición patrimonial a los Monasterios autónomos y a los Institutos de Derecho diocesano (cf c. 638 §4). C.3.3. «COMPETENCIAS DE COLABORACIÓN» DERIVADAS DE LA PARTICIPACIÓN PASTORAL DE LA VIDA CONSAGRADA EN LA IGLESIA PARTICULAR. 495 Este segundo conjunto de corresponsabilidades derivadas de la colaboración y participación pastoral de la Vida Consagrada en la Iglesia particular, constituye el campo más significativo y ordinario en que se han de cultivar las mutuas relaciones del Obispo y los Consagrados; asimismo el lugar privilegiado de la vigilancia del Obispo: “Los religiosos están sujetos a la potestad de los Obispos, a quienes han de seguir con piadosa sumisión y respeto en aquello que se refiere a la cura de almas, al ejercicio público del divino culto y a otras obras de apostolado” (cf CIC c. 678 §1): 1.- Colaborar con el Obispo, en los procesos previos a la aceptación canónica de un Instituto o de una actividad del mismo dentro de la Diócesis (cf CIC cc. 609. 612). 2.- Ayudar en el proceso de discernimiento, para que el Obispo dé el propio parecer antes de que los superiores de un Instituto supriman una Casa erigida en la Diócesis (cf c. 616). 3.- Colaborar con el Obispo y sus demás Vicarios episcopales en la coordinación de las distintas obras de apostolado diocesano que están baje su dirección, respetando el carácter propio de cada una (cf c. 394). En este aspecto el espíritu del Código pide la sumisión de los religiosos al Obispo y a sus Superiores, al desempeñar una obra de apostolado (cf cc. 675 §3 y 678; MR 33. 43). 4.- Coordinar y encauzar, juntamente con los demás Vicarios del Obispo, particularmente con el Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana, la colaboración entre los consagrados y el clero diocesano en la realización de las distintas actividades 202 apostólicas, sin perjuicio del carisma, la disciplina y la finalidad 283 fundacional de los consagrados (cf c. 680) . 5.- Puede sugerir elementos sobre la idoneidad de algún consagrado, cuando el Obispo confiere oficios eclesiásticos a algún sacerdote religioso (por ejemplo, el Rector de una iglesia, miembro del Tribunal eclesiástico, responsable de alguna Comisión o Dimensión de pastoral, profesor del Seminario...), previa presentación o asentimiento del Superior, así como proceder a su remoción (cf c. 682). 6.- Participar en el proceso previo de discernimiento, cuando el Obispo encomiende una obra o actividad apostólica a un Instituto, después de suscribir el oportuno acuerdo escrito (cf c. 681§1) 283 La interrelación vida pastoral y vida consagrada es un aspecto sumamente delicado. En efecto, las urgencias pastorales no pueden, ni deben poner en peligro la identidad específica del miembro de un Instituto religioso. Colaboración y participación pastoral, no significa disponer libre y arbitrariamente de un Instituto o de un consagrado. Consecuentemente la necesidad de la atención pastoral a una parroquia no debe hacer perder lo específico del propio Instituto, ni del consagrado. Por otra parte, los religiosos deben ser valorados y hacerse valorar más por lo que son, que por el trabajo que puedan realizar: su consagración es su primer don y valor en la Iglesia (cf CIC c. 673); GIANFRANCO GUIRLANDA, Los religiosos y la comunión eclesial, en CONFER, 33.4, 1994, p. 537. Algunos medios para esta coordinación pueden ser el «Plan diocesano de pastoral», la visita pastoral, la presencia de los consagrados en las diversas instancias pastorales diocesanas. 203 VI.- MINISTERIO DEL «VICARIO JUDICIAL», EXPRESIÓN DE LA CARIDAD PASTORAL DEL OBISPO, INTEGRANDO UN SOLO TRIBUNAL CON ÉL, EN ORDEN AL BUEN GOBIERNO PASTORAL DE LA DIÓCESIS. 496 En el itinerario de mi Exhortación, ha llegado el momento de centrar nuestra reflexión en la identidad y misión del «Vicario judicial». En consecuencia, les invito ahora a sumergirnos en la dinámica de la memoria histórica-salvífica que nos conduce al encuentro con nuestras raíces de fe, en el amplio campo pastoral de la jurisprudencia eclesial. Ésta es otra expresión privilegiada y clara en donde Dios-Amor nos manifiesta su querer divino, en medio de las crisis globales de fragilidad humana y de pecado y “noches oscuras”, personales o interrelacionales, vocacionales, matrimoniales, familiares, eclesiales, de Vida consagrada y sacerdotal o laicales, enclavados en nuestro entorno histórico y sociocultural. 497 Estamos llamados a realizar nuestra existencia humana, desde la existencia y misterio de Jesucristo, el Hijo de Dios e “hijo del hombre”, asumiendo “su paso” por el huerto de Getsemaní: «Salió y se dirigió según costumbre al monte de los Olivos y le siguieron los discípulos. Al llegar al lugar… se apartó de ellos... se arrodilló y oraba: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad sino la tuya…» (Lc 22, 39-42). 498 Ahí, Jesús, se retira con frecuencia para dialogar con su Padre, en actitud humilde y confiada. Vivir su “pascua” es un momento decisivo; experimenta angustia, tristeza y dolor hasta “sudar gotas de sangre”; sin embargo, se mantiene firme en su decisión: Él ha decidido cumplir fielmente la voluntad o querer adorable de su Padre, como expresión plena de su amor exquisitamente filial: «Por eso al entrar en el mundo dijo: No quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo. No te agradaron holocaustos ni sacrificios expiatorios. Entonces dije: Aquí estoy, he venido para cumplir, oh Dios, tu voluntad como está escrito de mi en el libro de la ley» (Hb 9, 5-7). 204 499 La dimensión de la potestad judicial en la Iglesia, incluye compartir, en lo cotidiano de nuestra vida, el espíritu y las actitudes de Jesucristo en el Getsemaní, como sus discípulos. De esta manera, cuando llegue a nosotros, personal o comunitariamente, la noche oscura de un “proceso judicial”, estaremos decididos a aceptar, aún en las circunstancias más difíciles, la voluntad del todo única del Padre celestial. 500 ¡Les exhorto a que, como Iglesia diocesana, comunidad de discípulos de Jesús, vivamos con responsabilidad, fidelidad, alegría y esperanza, el ámbito de la realidad eclesial-pastoral-judicial que tiene su origen en la comunión trinitaria de las Personas Divinas, Dios-Amor! VI.A. LA INSTITUCIÓN JURÍDICO-ECLESIAL, DESDE SU RAÍZ ANTROPOLÓGICA. 284. 501 La primera realidad antropológica del cristianismo que está al origen de la Iglesia, como institución social, es puntualizar, sin lugar a dudas o sospechas y con toda certeza objetiva, que su fundador Jesucristo no es un personaje mítico ni la personificación de ideales éticos o religiosos, sino un hombre real y concreto que se ha insertado en nuestra historia. Cristo, el Verbo Eterno del Padre, se ha encarnado y ha nacido de María, la siempre Virgen, se hizo verdaderamente uno de nosotros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado. Es Dios verdadero y hombre verdadero. Ha asumido en plenitud la condición del hombre y su destino, poniendo de manifiesto que la existencia humana no es resultado del azar sino que responde a un destino personal en Dios. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre (cf GS 22b). 502 Jesús es el «hombre nuevo» (cf Ef 4, 24; Col 3,10) que llama a participar de su vida divina a la humanidad redimida. En el misterio de la Encarnación está el fundamento y la fuente de una antropología capaz de abrirse más allá de sus propios límites y contradicciones; de una antropología abierta a la trascendencia, explícitamente a lo divino y al Divino, al “totalmente Otro”; una antropología que tiende hacia Dios mismo, más aún, hacia la meta de la «divinización», del hombre redimido, admitido a la intimidad de la vida de 284 Acerca del fundamento antropológico de la institución jurídica, puede consultarse GIANFRANCO GHIRLANDA, Istituzione, en DE2010 pp. 770-772; Idem., DIMC, pp. 17ss. 205 285 relación trinitaria, de Dios-Amor, a través de la incorporación a Cristo . Desde esta perspectiva objetiva, superada toda ilusión, imaginación y proyección inconsciente, tenemos la posibilidad de comprender los diversos aspectos de una misma realidad teológica, histórica y antropológica, porque “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado, quien manifiesta plenamente el hombre al propio hombre (cf GS 22a). De esta manera el enigma-misterio del hombre encuentra sentido y queda plenamente iluminado por la Encarnación, la Redención. la Pascua y la Glorificación de Jesucristo. VI.A.1. EL SER HUMANO, UN SER RELACIONAL. 503 Existe una experiencia humana primordial, como posibilidad que fundamenta la naturaleza del Derecho. Desde la simple perspectiva humana se revela y se constata positiva, racional y existencialmente que el ser humano, es un ser relacional. Este aspecto relacional no es algo accidental, efímero o provisional, sino que surge desde la fuente originaria de su ser y quehacer. 504 La persona, desde lo más radical, íntimo y profundo de su naturaleza humana, se revela dándose a conocer y manifestándose como un ser espiritual o espíritu encarnado, libre, que entra en relación con los demás. Un “yo” que tiene la posibilidad de relacionarse y encontrarse con un “tu”, 286 hasta llegar a ser un “nosotros” . Tiene, por tanto, la capacidad innata de 285 Sobre esta dimensión salvífica del misterio de la Encarnación los Padres han insistido mucho: sólo porque el Hijo de Dios se hizo verdaderamente hombre, el hombre puede, en él y por medio de él, llegar a ser realmente hijo de Dios. Cf JUAN PABLO II, Carta Apostólica NMI, n. 23. El Romano Pontífice cita, a pie de página: A este respecto observa san Atanasio: «El hombre no podía ser divinizado permaneciendo unido a una criatura, si el Hijo no fuese verdaderamente Dios», Discurso II contra los Arrianos 70: PG 26, 425 B. 286 Cf MARTIN BUBER, Yo y Tú, Caparrós Editores, 3ª ed. Madrid 1998, p. 18. Una exposición condensada pero bastante completa sobre la teoría relacional de Martin Buber puede encontrarse en PEDRO LAÍN ENTRALGO (1908-2001, -filósofo, médico y escritor-), Teoría y realidad del otro, Alianza Universidad. Madrid 1983, pp. 212-231. El autor se muestra esencialmente de acuerdo con el planteamiento de Martin Buber, abriéndose a otras perspectivas. En ellas desarrolla algunas propiedades constitutivas de la persona humana. Realiza una indagación minuciosa sobre el tema del «otro», mediante un análisis del «encuentro». El «problema del otro», más allá del concepto de prójimo. Indica cómo se hayan entretejidas toda suerte de cuestiones filosóficas, metafísicas, gnoseológicas, psicofisiológicas, histórico-sociales, éticas, etc. Ha examinado lo que ha llamado «los supuestos del encuentro», como fundamento para una «descripción del encuentro» y para una 206 entrar en relación con otros para involucrarse tensionalmente en el desarrollo de su perfección, como realización de sí mismo, abriéndose, así, desde su inmanencia a lo trascendente. La relación se presenta, entonces, como necesaria, en cuanto que estar y entrar en relación con el otro “semejante”, es parte constitutiva, esencial e irrenunciable de su mismo ser como persona. Sin embargo, por su autonomía es libre de entrar en relación con “el otro” (su prójimo) y con el “totalmente Otro” (Dios), en la positividad constructiva o en la negatividad destructiva, respetándolos o no en su “subjetividad”, esto es en su condición de personas también racionales, libres, autónomas y con su propia responsabilidad. 505 Esta realización de sí mismo le corresponde a la persona de manera absolutamente única como un “ius suum: derecho propio”, que en el encuentro con el otro exige un respeto sin el cual el “sujeto” no podría realizarse como persona. 506 En esta realización dinámica de encuentro con el otro se originan las raíces del derecho, de lo jurídico, de aquello que surge como un deber, precisamente porque se trata de algo que se afirma legítimamente y que puede generar una institución. Desde la perspectiva de que lo “jurídico” indica una relación de justicia que concretamente debe establecerse entre los sujetos que se encuentran en proceso de realización. Esta realidad acontece antes de cualquier determinación de alguna ley positiva. Este hecho va creando reglas de conducta para la tutela de los derechos y su coherente ejercicio, lo mismo que de las obligaciones correspondientes. Se trata de conductas que surgen originariamente de la esfera moral. reflexión de las «formas de encuentro»: el «encuentro en la existencia solitaria», las «formas deficientes del encuentro» (por ejemplo, el meramente sensorial), las «formas especiales de encuentro» (por ejemplo, relación interpersonal, comunicación, amor,…); y la llamada «forma suprema de encuentro» o «el encuentro del hombre con Dios». Asimismo, un estudio histórico sistemático del esperar humano en: “La espera y la esperanza. Historia y teoría del esperar humano”, 3ª ed., Revista de Occidente, Madrid 1962; “Antropología de la esperanza”, Ed. Labor, Barcelona 1978, en donde retoma su anterior obra, ampliando su parte teórica con un aporte para Ernesto Bloch y Jürgen Moltmann. Su pensamiento sobre antropología filosófica, “metafísica intramundana”, el problema de la realidad y el problema de la persona, los encontramos en sus obras: Alma, cuerpo, persona. Círculo de Lectores, Barcelona 1995; Idea del hombre, Círculo de Lectores. Madrid 1996; Ser y conducta del hombre. Espasa-Calpe, Madrid 1996; Qué es el hombre: evolución y sentido de la vida. Círculo de Lectores, Madrid 1999. Desde la perspectiva cristiana: El problema de ser cristiano, Galaxia Gutenberg, Barcelona 1997. 207 507 Esta realidad de encuentro inter-personal favorece o desfavorece la realización de la persona, según la violación o no de los derechos y el cumplimiento o evasión de los deberes. El proceso de auto-realización de la persona superando las barreras de lo auto-inmanente (encerramiento, como el narcisismo egocéntrico y egoísta), le lleva a la apertura de lo trascendente ante sí mismo, ante el otro (prójimo-sociedad) y lo otro (universo cósmico), lo mismo hacia el “Totalmente Otro”: Dios. VI.A.2. LA RAÍZ DE LA INTERRELACIÓN Y LA TRASCENDENCIA DE LA PERSONA HUMANA. 508 Si el precedente horizonte fenomenológico es ya relevante, al sumergirnos en el enigma, cada vez más profundo del la persona humana, nos encontramos, desde la perspectiva de la raíz más recóndita de su 287 transcendencia , con este hecho originariamente fundamental: el hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios, que es diversidad de personas en la unidad de la relación y comunión de amor. Y precisamente porque la persona es imagen y semejanza de Dios, el “otro” (hombre-mujer, imagen-semejante) es parte constitutiva de la misma subjetividad del yo (cf Gén 1, 27). 287 La Iglesia mantiene que el hombre, con la sola fuerza de su razón, puede elaborar la idea de la existencia de Dios. Pero el pensamiento no es experiencia, y la revelación tiene su fundamento último en la experiencia vital de la intervención o de la presencia, en el sentido de hacerse presente, de lo divino en la realidad humana, en el ser unitario espíritu-corporal que es el hombre y en la historia de los hombres. Entonces, para que el hombre pueda percibir la “llamada” del «Totalmente Otro» a una experiencia de «encuentro», el hombre debe estar capacitado ontológicamente para dicha experiencia. Y la historia de la experiencia religiosa nos muestra que lo está. Para resolver este cuestionamiento acudimos al pensamiento teológico, partiendo de antemano de una concepción antropológica, de una filosofía del hombre, que muestra al ser humano como una entidad corpóreo-espiritual, una unidad psicosomática que pone al hombre en la frontera de la apertura a la trascendencia, llevado por su libertad y su capacidad de preguntarse por el fundamento último de sí mismo y de las cosas, que él percibe como distinto de sí mismo. El intento racional de llegar a Dios suele quedarse más en la posibilidad de la pregunta (el hecho fáctico de preguntar) que en la respuesta a esa pregunta, espacio reservado normalmente a la Revelación. El pensamiento teológico nos contesta diciendo, en primer lugar, que el hombre es capacidad receptiva o “potencia obediencial”, “nostalgia de eternidad” y deseo de Dios, deseo natural de contemplar a Dios (subrayemos el calificativo natural: es algo inscrito en la propia naturaleza humana). Decir que el hombre es capacidad receptiva o potencia obediencial significa afirmar su radical abertura hacia Dios, horizonte Infinito, el único capaz de responder la pregunta qué el hombre es. 208 509 Es en este contexto, dinámicamente trascendente, donde encuentra su fundamento último la experiencia jurídica e institucional del hombre; precisamente porque el ser humano es imagen semejante a Dios, es la única creatura que es «persona», es decir, “espíritu encarnado, ser espiritual racional, capaz de autodeterminarse libremente, de amar y de relacionarse o encontrarse con el “otro” semejante a él; que tiene su razón de ser en la realización trascendente de sí mismo, en el «encuentro» con «el otro» (el semejante), con «los otros» (la sociedad), con «lo otro» (el mundo cósmico, 288 la naturaleza, lo ecológico) y con el «totalmente Otro» (Dios) . 510 Al hablar de esta dinámica antropológica del todo singular, se constata que no es el orden jurídico el que crea o constituye los «derechos» y «deberes» de la «persona» en sí misma, en su relación con otras personas y con la sociedad, sino que ésta los reconoce y los tutela adecuadamente, al punto de propiciar el «encuentro» y la convivencia digna del misterio único de la misma persona, dentro del ámbito social, jurídico e institucional. 288 A este respecto este el pensamiento de Martin Buber, “No se encuentra a Dios si se permanece en el mundo, no se encuentra a Dios si se sale del mundo. Quien con todo su ser sale al encuentro de su Tú y le hace presente todo el ser del mundo, encuentra a aquél que no se puede buscar. Ciertamente Dios es el "Totalmente Otro"; pero también el Totalmente Sí Mismo: el Totalmente Presente. Ciertamente es el Mysterium tremendum, que aparece y abate; pero también es el misterio de lo evidente, que es para mí más cercano que mi yo. Si examinas a fondo la vida de las cosas y de la realidad condicionada, llegas a lo indescifrable; si cuestionas la vida de las cosas y de la realidad condicionada, vas a parar a la nada; si santificas la vida, encuentras al Dios viviente”. Parece fuera de dudas el hecho de que Martín Buber busca una síntesis entre la trascendencia y la inmanencia divinas. Cualquier polarización en este sentido desemboca en un mal final. Pero, de momento al menos, no es muy claro el significado de ese "salir al encuentro de su Tú" y "hacerle presente todo el ser del mundo". Sí puede concluirse de momento que el encuentro tiene lugar en el mundo, en esa vida que debe ser "santificada". Pero queda todavía el interrogante sobre en qué consiste. Martín Buber es algo más explícito en los párrafos que siguen: “Se trata de encontrar sin buscar, de un descubrir aquello que es lo más originario y el origen. El sentido del Tú, que no puede saciarse hasta que encuentra el Tú infinito, se lo había hecho presente desde el comienzo, pero la presencia sólo había de serle completamente real a partir de la realidad de la santificada vida del mundo. No es que Dios pudiese ser descubierto a partir de algo, por ejemplo de la naturaleza, como creador de ella, o de la historia como su guía, o incluso del sujeto como el sí mismo que piensa a sí mismo en Él. No es que existiera algo "dado" diferente de Dios, de lo que Dios fuera deducido, sino que es lo ante nosotros inmediata y primera y duraderamente existente: aquella realidad a la que sólo cabe dirigirse, pero a la que no se puede expresar”: MARTIN BUBER, Yo y Tú, 3ª ed., Caparrós Editores, Madrid 1998, pp. 18. 72-73. 209 511 Los derechos y deberes objetivos (reales), que están implicados al interno de la relación e interrelación humana, hacen que las reglas de conducta, que se encuentran al interno de la esfera moral, se transformen en leyes externas cuya obligación y cumplimiento sean exigibles de parte de la autoridad. Por lo tanto, la relación, desde el punto de vista de su obligatoriedad, entra en el ámbito moral interno, para transformarse en institución jurídica externa. 512 El orden jurídico con sus leyes positivas al reconocer, tutelar y promover el «derecho propio» de cada sujeto, como persona, agente de una sociedad, es sujeto de la justicia, precisamente porque el «derecho propio» y el correspondiente «deber propio» de cada persona es el contenido de la justicia misma. Las instituciones que en su conjunto constituyen el orden jurídico, son una exigencia de justicia desde el momento en el que el ser humano se organiza en sociedad. Es por ello que un orden jurídico es justo si está abierto a la trascendencia de lo divino que el hombre realiza y actúa en la historia y en su caminar por este mundo. Es así como el derecho es una experiencia connatural e intrínseca al hombre, a la sociedad y a sus instituciones. 513 La Iglesia, formada por seres humanos que viven en interrelación entre sí, en la sociedad y con sus instituciones jurídicas y de otros órdenes, continúa visiblemente la obra salvadora de Jesucristo, actuando también por medio de un orden antropológico institucionalizado jurídicamente, gracias a la analogía que hay entre el enigma del hombre y el misterio del Verbo Encarnado y de la Iglesia. 514 En el misterio de la persona de Jesucristo, Verbo encarnado, se da la plena realización del hombre en sí mismo y de su interrelación social e institucional. En el misterio de las personas divinas de la Trinidad se halla la fuente original y originante de la dignidad del ser humano, «imagen y semejanza» Suya, en su dimensión de persona humana relacionada interpersonal, social-jurídica e institucionalmente. 515 En el misterio de la Iglesia, “sacramento universal de salvación”, se encuentra la interrelacionalidad comunitaria, como institución jurídica de los creyentes, animada por la comunión y participación eclesial de su misión, cuya finalidad es la “salus animarum” o salvación del hombre, 289 supremo orden del bien de la Iglesia y del orden canónico . 289 CF AGOSTINO MONTAN, Diritto canonico e Chiesa, en DE2010, p. 429. 210 516 Esta realidad interrelacional y social humana, desde un simple análisis fenomenológico, abierto a la trascendencia, posibilita, fundamenta y justifica la dinámica antropológica del Derecho, del Orden jurídico o la Jurisprudencia, a partir de la relación, encuentro y convivencia interpersonal y familiar, comunitaria y social, nacional, internacional y global. 290 Por lo mismo, también el Derecho de la Iglesia y en la Iglesia . 517 La antropología del Derecho eclesial tiene su raíz última, definitiva, original y específica en la antropología de la existencia cristiana que nos describe S.S., el papa Benedicto XVI: “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. En su Evangelio, Juan había expresado ese acontecimiento con las siguientes palabras: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna» (Jn 3, 16) 291. Amando podemos entrar, de algún modo, en la existencia del otro, y esta es la máxima vivencia y fundamento verdadero del orden jurídico humano-cristiano. 290 Cf GIANFRANCO GHIRLANDA, Istituzione, en DE2010, pp.770-772; T. GALKOWSKI, Il “quid ius” nella realtà umana en nella Chiesa, Roma 1996; M. VISIOLI, Il diritto nella Chiesa e le sue tensioni alla luce d un’antropologia teologica, Roma 1999. 291 Carta Encíclica, “Deus caritas est: Dios es amor”, 25 de diciembre de 2005, n. 1b. “Si se acepta la hipótesis de un Dios unitrino, lo que viene después es irrefutable: en efecto, el Dios Padre es Totalmente Otro, invisible de suyo, anicónico y sin imagen, pero al mismo tiempo es icónico y diacónico en el Hijo que se ha hecho hombre por su encarnación con un rostro nítido (icono), cuya iconicidad se manifiesta en diaconía, en el servicio a toda la humanidad. Como el Dios Padre y como el Dios Espíritu, también el Dios humanado en Cristo es relacional, se define por su relación con el Padre invisible y por su relación con los humanos visibles, y todo eso dando la cara a nuestra cara, es decir, descendiendo a los lugares más bajos (infiernos)…” CARLOS DÍAZ, Del imposible Dios Totalmente Otro al real Dios-para-mí que irrumpe e inter-rumpe en mi vida, en Revista ACONTECIMIENTO n. 95, Abril 2010, Instituto Emmanuel Mounier, Madrid. 211 VI.B. EL “MUNUS REGENDI: MISIÓN O POTESTAD DE GOBERNAR”, EN LA IGLESIA DE LA TRINIDAD, PARA LA MISIÓN EVANGELIZADORA. 518 En una concepción teológica e histórico salvífica del Derecho, como lo es el nuevo Código de Derecho Canónico de 1983, que revela el espíritu del Concilio Ecuménico Vaticano II, la Sagrada Escritura es la fuente y el “alma” del Derecho de la Iglesia, como aparece en la organización jurídica 292 del antiguo y del nuevo Pueblo de Dios . La Iglesia, nacida en Pentecostés, manifiesta tener una identidad precisa por su origen, estructuras y organización. Por la vocación y la adhesión a la fe, mediante el bautismo, la participación en la Eucaristía, la aceptación de los carismas, los ministerios y servicios de la autoridad episcopal, los miembros de la Iglesia vienen a ser constituidos en una unidad, estructurada y cohesionada. VI.B.1. LA HERENCIA JURÍDICA, EN LA IGLESIA DE LA TRINIDAD, DESDE LA REVELACIÓN Y LA TRADICIÓN. 519 El nuevo Código de Derecho canónico, constituye un gran esfuerzo por traducir al lenguaje canonístico la misma doctrina de la eclesiología conciliar, sacramental y de comunión. De donde se sigue que la novedad fundamental que, sin separarse nunca de la tradición legislativa de la Iglesia, 292 S. S. Juan Pablo II en SDL: “Surge otra cuestión: qué es el Código de Derecho Canónico. Para responder correctamente a esa pregunta hay que recordar la lejana herencia de derecho contenida en los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, de la cual toma su origen, como de su fuente primera, toda la tradición jurídica y legislativa de la Iglesia” (párrafo 1).” Efectivamente, Cristo Señor no destruyó en modo alguno la ubérrima herencia de la Ley y de los Profetas, que había ido creciendo poco a poco por la historia y la experiencia del Pueblo de Dios, sino que la cumplió (cf Mt 5, 17) de tal manera que ella misma pertenece de modo nuevo y más alto a la herencia del Nuevo Testamento. Por eso, aunque san Pablo, al exponer el misterio pascual, enseña que la justificación no es nada por las obras de la ley, sino por la fe (cf Rm 3,28; Gál 2,16), sin embargo ni excluye la fuerza obligante del Decálogo (cf Rm 13, 8-10; Gál 5, 13-25 y 6,2), ni niega la importancia de la disciplina en la Iglesia de Dios (cf 1 Cor cap. 5 y 6). Así, los escritos del Nuevo Testamento nos permiten captar mucho más esa misma importancia de la disciplina y poder entender mejor los vínculos que la conexionan de modo muy estrecho con el carácter salvífico del anuncio mismo del Evangelio” (Párrafo 15). 212 se encuentra en el Concilio Vaticano II, sobre todo en lo que se refiere a su doctrina eclesiológica, constituye también la novedad en este nuevo 293 Código . 520 Es el principal documento legislativo de la Iglesia posconciliar; está fundamentado en la herencia jurídica y legislativa de la Revelación y de la Tradición y sus normas se basan en un sólido fundamento jurídico, canónico 294 y teológico . 521 Este Código, gracias a la presencia sacramental del Verbo encarnado y resucitado, a partir de Pentecostés, es también, para nosotros, una concreción o mediación eclesial, pneumática e institucional-jurídica, fuente de comunión en la misión evangelizadora. 522 El Derecho es también acción salvífica de Jesucristo, nuestro Pastor, Cabeza, Servidor y Esposo, ya que nos inserta íntimamente en comunión 295 con Él y en la vida del Padre, por el Espíritu Santo (cf LG 1. 27. 48. 59) . 293 Cf JUAN PABLO II, SDL, párrafos 18. 21-26; AGOSTINO MONTAN, Diritto canonico e Chiesa, en DE2010, p. 429; Id. Il diritto nella vita e nella missione della Chiesa, Bologna 2006; E. CORECCO, Aspetti della ricezione del Vaticano II nel Codice di diritto canonico, en G. ALBERIGO- J.P. JOSSUA (Edd.), Il Vaticano II e la Chiesa, Brescia 1985, pp. 335-337; F. MIES (Ed.), Biblia y derecho, Namur 2001) P. ERDÓ, Teologia del diritto canonico. Un approccio histórico istituzionale, Torino 1996; T.I. JIMÉNEZ URRESTI, De la teología a la canonística, Salamanca 1993; C.M. REDAELLI, Il concetto di Diritto nella Chiesa, nella riflessione canonistica tra Concilio e Codice, Milano 1991. 294 Cf AGOSTINO MONTAN, Diritto canonico e Chiesa, en DE2010, p. 429. 295 Cf RODRIGO POLANCO, La Iglesia como espacio sagrado de encuentro, Revista Teología y Vida, Universidad Católica de Chile 2003, Vol. 44, n. 2-3, pp. 332-345. Este autor nos comparte, en su reflexión acerca del numeral 1 de la Constitución “Lumen Gentium: Luz de las Naciones”, que “la Iglesia como espacio sagrado, es como el «lugar de encuentro» de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. El espacio es precisamente lo que nos permite el encuentro. La encarnación del Verbo es la entrada de Dios en el espacio humano, de manera definitiva y absoluta. La Iglesia, como Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu, es la presencia sacramental del Verbo en medio de la humanidad, y como tal, es el lugar de encuentro con el mismo Verbo. Pero además, la Iglesia es Pueblo, es decir, esa presencia sacramental se realiza en las personas y en la institución bien concreta que se transforma en «instrumento de la gracia». De allí entonces que a partir de la resurrección de Cristo y de Pentecostés, el mismo Resucitado ha validado las formas institucionales concretas al hacerlas presencia y acciones de Sí mismo y como tales, espacio de encuentro Consigo mismo, de manera que la institucionalidad remita siempre más allá de sí misma, al Dios Trino” (p. 345); JUAN PABLO II, SDL, párrafos 22-23; Ibídem., Encíclica «Dominum et vivificantem: Señor y Dador de vida», acerca del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y en el mundo, 18 de mayo de 1986, n. 50. 61, se cita: DMVI; ESANDRA ARENAS 213 523 El Concilio Ecuménico Vaticano II nos enseña que la Iglesia, Pueblo de Dios, Cuerpo Místico de Cristo y Templo del Dios vivo (cf LG 2-4), no es solo comunidad de vínculos espirituales e invisibles, sino que aparece también, simultáneamente en este mundo, como sociedad orgánicamente estructurada, ordenada jerárquicamente y presidida por una autoridad que ha recibido de Jesucristo su misión y su potestad. 524 El elemento humano y el elemento divino, confluyen en la única realidadsacramental y de comunión que es la Iglesia: “esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia Católica gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en 296 comunión con él” (LG 8; cf CIC c. 204 §5) . 525 La Iglesia, en el tiempo de los Apóstoles, era consciente de que Cristo le había comunicado la potestad de juzgar, no sólo en el fuero interno sacramental, sino también en el fuero externo judicial, tanto a “Pedro”: «A ti te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo; lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo» (Mt 16,19), como al “Colegio de los doce”: «Les aseguro que lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo» (Mt 18, 18). «Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les repitió: La paz esté con ustedes. Como el Padre me envió, así yo los envío a Ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban al Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados; a quienes se los retengan les quedarán 297 retenidos» (Jn 20, 20-23) . 526 En esta perspectiva mistérica, el aspecto judicial de la “tradición de la Iglesia”, es fruto de su legislación o búsqueda eclesial del querer de Dios. El PÉREZ, La sacramentalidad de la Iglesia en el Concilio Ecuménico Vaticano II: aproximación histórico-teológica, Revista: VERITAS, Universidad de la Rioja, n. 21, 2009, pp. 365-395. EDWARD SCHILLEBEECKS, Cristo, sacramento del encuentro con Dios, Ed. San Sebastián 1971; PIETER SMULDERS, La Iglesia, sacramento de salvación, en la Iglesia del Vaticano II, 2 Vol., Barcelona 1968; OTTO SEMMELROTH, La Iglesia como sacramento radical, en Mysterium Salutis IV/1, Ed. Cristiandad, Madrid 1984, pp. 330-362; JEAN-MARIE R. TILLARD, Los sacramentos de la Iglesia, en Iniciación a la práctica de la Teología, III Dogmática, B. Eclesiología, 4ª. Sec., pp. 352-355; DANIEL CENALMOR PLANCA, La fundamentación del Derecho canónico en el misterio de la Iglesia, IUSCA Vol. 39, Nº Extra 1, 1999, pp. 25-34. 296 Cf BRUNO FORTE, La Iglesia de la Trinidad, Ed. Secretariado Trinitario, Salamanca 1996, pp. 83ss, 123ss, 159ss; RUDOLF SCHNACKEMBURG, La Iglesia en el Nuevo Testamento, Madrid 1965, pp. 17. 191; AGOSTINO MONTAN, Diritto canonico e Chiesa, en DE2010, p. 430. 297 Cf GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, pp. 537-543. 571. 606-611. 214 Derecho Canónico a la vez que favorece un orden social justo, es un elemento constitutivo de la Iglesia-Sacramento-Comunión-Misión, que tiene una dimensión intrínsecamente institucional jurídica. La organización visible de la Iglesia no es una sobre-estructura, un cuerpo extraño, sino una propiedad esencial a ella. El Derecho, entendido desde su identidad, es 298 inmanente a la comunidad eclesial y es un todo con ella . 527 La Iglesia es “misterio de comunión y participación”, “sacramento universal de salvación”, en donde los asuntos y hechos de los creyentes, que tienen que ver con la potestad judicial, encuentran en el Código de Derecho Canónico, una expresión clara de respuesta a la voluntad del Padre, por la mediación de la Iglesia, en orden la salvación en Jesucristo. El Derecho tiene la misma naturaleza de la Iglesia y, por lo mismo, participa de su 299 sacramentalidad, comunión y misión . 528 En consecuencia, como Iglesia Universal y como Iglesia diocesana, igual que cualquier otra expresión sacramental y comunional, antropológica, social y jurídica de Iglesia, como son la Parroquia y la Familia; el Seminario diocesano y las comunidades de Vida Consagrada; los movimientos y grupos apostólicos laicales, los Decanatos, las Vicaría Episcopales y la Vicaría Judicial, han nacido de la comunión de amor y de la misión del Hijo 300 y del Espíritu Santo, según el designio del Padre (cf AdG 2) . VI.B.2. EL MINISTERIO JUDICIAL Y SUS TITULARES, 298 Cf En la Iglesia naciente surgen dinamismos que fundamentan la unidad de la Iglesia: (un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo: Ef 4, 46) y los dinamismos que a su vez, presiden la diversidad entre las Iglesias (existe diversidad de ministerios, de expresiones doctrinales, teológicas, litúrgicas, de organización económica…). Son elementos que le imprimen a la Iglesia su identidad. En torno a las instituciones fundamentales (palabra, sacramentos, ministerio ordenado, comunión entre las Iglesias y con la Iglesia de Roma…) el proceso de institucionalización viene a ser siempre más marcado. El conjunto de normas no es aislado sino que está conectado con otros aspectos de la existencia cristiana. Las épocas posteriores se van encargando de enunciar los elementos jurídicos y de darles una forma jurídica específica: cánones, leyes, decretos, constituciones… AGOSTINO MONTAN, Diritto canonico e Chiesa, en DE2010, p. 428. 299 Cf PABLO VI, “Vivissima Gioia”, Discurso al Tribunal de la Rota romana con motivo de la apertura del nuevo año judicial, 8 de febrero de 1973, se citará VVG. 300 Cf COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, La conciencia que Jesús tenía de sí mismo y de su misión. Documento 1985, Ed. CETE, Madrid 1987, 15 (331); E. BACIGALUPO, Nella testimonianza, en AA.VV., La Carità. Teologia e Pastorale alla luce del Dio-Agape, Bologna 1988, 111-142. 268. 215 PROLONGACIÓN DEL MINISTERIO ECLESIAL APOSTÓLICO. 529 Jesucristo engendra a su Iglesia en los acontecimientos de Pascua y Pentecostés; sin embargo, «el ministerio apostólico», ya lo había instituido antes de su Pascua (cf Mc 3, 13-19; Mt 10, 1-4: Lc 20, 21-23); después de ella, perfecciona la participación ministerial de sus apóstoles. Más aún, Jesús, el mismo día de su resurrección, al insuflar su Espíritu sobre sus apóstoles, los envía directamente a continuar la misma misión que le había 301 encomendado su Padre. Son sus testigos . Este acontecimiento nos revela que el ministerio es sagrado, es divino, porque es obra del Padre, del Verbo y del Espíritu Santo (cf Jn 20, 21). Por eso, el ministerio apostólico es un «ministerio del Espíritu» (2 Cor 2, 4-18) y Jesucristo, con este ministerio pneumático, edifica permanentemente a su Iglesia, constituyéndola en la 302 comunidad de sus discípulos misioneros . 530 El «ministerio eclesial» (cf Hch 14, 23; 20, 28) es prolongación del ministerio apostólico, cuya raíz u origen es Jesucristo, el Ungido del Padre. Por tanto, el «ministerio apostólico» y el «ministerio eclesial», son por naturaleza, «institución de Cristo» y «don del Espíritu», dimensiones crística y pneumática del ministerio eclesial (cf LG 12). 531 La verdadera identidad del ministerio, consiguientemente también del ministro de la Iglesia, se origina en la comunión o armonía de estas tres dimensiones intrínsecas a él: la crística, la pneumática y la eclesial. De esta manera, Jesús fundó su Iglesia con sus estructuras o instituciones esenciales. El Espíritu actúa para garantizar el desarrollo y la vitalidad del ministerio iniciado por Cristo y llevarlo a plenitud (cf Jn 16, 6-7.12-15). 532 El signo visible de la participación en el ministerio eclesial es el gesto sacramental de la imposición de las manos, que está atestiguada en las cartas pastorales (cf 1 Tim 4, 14; 5, 17-22: 2 Tim 1, 6) y en los hechos de los Apóstoles (6, 1-6). En consecuencia, el ministerio eclesial queda vinculado 303 a la sucesión apostólica, a través de la imposición de manos (cf LG 21) . 301 BENEDICTO XVI, Los Apóstoles testigos y enviados de Cristo, Audiencia general, 22 de marzo de 2006. 302 Cf JUAN PABLO II, DMVI 25. 62. 303 Cf JOSÉ ARTURO DOMÍNGUEZ ASENSIO, Eclesiología y formación para el ministerio, en II Simposio Internacional de Teología de la Universidad de Navarra, 1990, pp. 247-256. 216 533 La enseñanza del capítulo III de la Constitución dogmática “Lumen Gentium: Luz de las Naciones”, acerca de la constitución jerárquica de la Iglesia y su misión en ella, nos lleva a fundamentar la potestad de regir que corresponde a los Obispos, sin olvidar su contexto, tanto el Colegio “apostólico” que es su precedente, como el actual Colegio “episcopal”, medio por el que prosigue, hoy, su acción el Espíritu (18-29). 534 La reflexión de los siguientes numerales, nos ayudarán a reasumir y a confirmar lo expuesto precedentemente: “Para realizar estos oficios tan altos, fueron los apóstoles enriquecidos por Cristo con la efusión especial del Espíritu Santo (cf Hch 1,8; 2,4; Jn 20, 22-23), y ellos, a su vez, por la imposición de las manos, transmitieron a sus colaboradores el don del Espíritu (cf I Tim 4, 14; II Tim 1, 6-7), que ha llegado hasta nosotros en la consagración episcopal… Ahora bien, la consagración episcopal, junto con el oficio de santificar, confiere también el oficio de enseñar y regir, los cuales, sin embargo, por su naturaleza, no pueden ejercitarse sino en comunión jerárquica con la Cabeza y con los miembros del Colegio” (LG 21). “Los Obispos, en su calidad de sucesores de los Apóstoles, reciben del Señor a quien se ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra, la misión de enseñar a todas las gentes y de predicar el Evangelio a toda criatura,… Para el desempeño de esta misión, Cristo Señor prometió a sus Apóstoles el Espíritu Santo, a quien envió de hecho el día de Pentecostés desde el cielo para que, confortados con su virtud, fuesen sus testigos hasta los confines de la tierra, ante las gentes, pueblos y reyes (cf Hch 1,8; 2,1ss.; 9,15). Este encargo que el Señor confió a los pastores de su pueblo, es un verdadero servicio y, en la Sagrada Escritura, se llama muy significativamente "diakonía", o sea ministerio [cf Hch 1,17-25; 21,19; Rm 11,13; I Tim 1,12]” (LG 24). “Los Obispos con sus consejos, exhortaciones y ejemplos, aunque también con su autoridad y con su potestad sagrada, rigen, como vicarios y legados de Cristo, las Iglesias particulares que se les han sido encomendadas. Ejercitan esta potestad para edificar su grey en la verdad y la santidad, teniendo en cuenta que el que es mayor ha de hacerse como el menor y el que ocupa el primer puesto como el servidor (cf Lc 22, 26-27). Esta potestad que personalmente poseen en nombre de Cristo, es propia, ordinaria e inmediata, aunque el ejercicio último de la misma sea regulada por la autoridad suprema, con miras a la utilidad de la Iglesia o de los fieles, circunscrita dentro de ciertos límites”. En virtud de esta potestad, los Obispos tienen el sagrado derecho y, ante Dios, el deber de legislar sobre sus súbditos (potestad legislativa), de juzgarlos (potestad judicial) y de disciplinar todo cuanto pertenece al culto y a la organización del apostolado (potestad 304 ejecutiva o administrativa) . 304 Cf LG 27 217 535 De ahí que la estructura ministerial de nuestra Iglesia sea, con toda claridad, un elemento constitutivo de su naturaleza sacramental. Quien recibe en ella el Sacramento del Orden, es constituido y consagrado como «minister Trinitatis: ministro de la Trinidad», así lo afirma, con sublime sabiduría, 305 Santo Tomás de Aquino . 536 En cuanto ministros, hemos sido tomados de en medio del Pueblo de Dios, estamos llamados y destinados, por tanto, a ser fieles a su proyecto salvífico en su Iglesia, por medio de nuestro servicio, sin protagonizarnos sobre ella. El llamado de Dios para nosotros, es participar de un «ministerium: ministerio, servicio», no de un «dominium: dominio, señorío». 537 Quienes participamos en la “jerarquía” de nuestra Iglesia, somos responsables de testimoniar la «diaconía» de Cristo hacia ella, identificándonos con los hechos y palabras, actitudes y sentimientos del Señor. Él es, efectivamente, el Señor que se hizo Siervo, Ministro, quien «no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10, 45; cf Hb 5, 1; Fil 2, 5). 305 Supplementum. Summa Theologiae, q. 17, art. 3, ad 5. 218 VI.C. LA JUSTICIA QUE “VIENE DE LO ALTO” EN LA IGLESIA PEREGRINA, SANTA, PECADORA Y LLAMADA A LA CONVERSIÓN EVANGÉLICA. 538 La humanidad, sumida en la injusticia, manifiesta un deseo profundo de justicia, como puede percibirse en grandes sectores de la sociedad. Por otro lado, la justicia en la Iglesia no es obra meramente humana, es, sobre todo, un don divino. Dios es quien de verdad restituye e implanta la justicia en el mundo, convirtiéndonos, con su gracia, de pecadores en justos, como dice S. Pablo (cf Rm 3, 23-24). 539 El don y gracia de Dios exigen también la colaboración humana. Esto supone, desde la persona, la respuesta de fe y de conversión para aceptar la gracia de la justicia que “viene de lo alto”; también supone esperanza para luchar, cada día, por construirla y caridad para no dejar que la justicia se convierta en algo frío o en un mero cumplimiento externo, sino que siempre esté impregnada de amor 306. El hombre no puede crear la justicia. Un sistema judiciario solo, tampoco puede crear la justicia. A este respecto S.S. Benedicto XVI afirma: “Sólo Dios puede crear la justicia; y la fe nos da la certeza de que Él lo hace”… “Pero en su justicia está también la gracia”. Esto lo descubrimos con sólo volver la mirada a “Cristo Crucificado y Resucitado”. Sin embargo, no hay que malentender la gracia. La gracia “no convierte la injusticia en derecho,… como si cuanto se ha hecho en la tierra acabe por tener siempre igual valor (…). Al final los malvados, en el banquete eterno, no se sentarán indistintamente a la mesa junto a las 307 víctimas, como si no hubiera pasado nada” . VI.C.1. LA POTESTAD JUDICIAL EN EL REGIMEN DE BUEN GOBIERNO PASTORAL Y SU FINALIDAD. 540 Jesucristo entregó a su Iglesia la triple función de enseñar, santificar y gobernar. La función de gobernar o regir, a su vez, se ramifica en una triple potestad de régimen: potestad legislativa, potestad ejecutiva y potestad judicial. Por su propia naturaleza “la potestad de régimen” de un gobierno pastoral, exige un ejercicio ordenado, racional y diferenciado. En efecto, no se dicta sentencia con potestad ejecutiva, ni se legisla con 306 Cf MAURO COZZOLI, Justicia, en F. COMPGNONI y Otros (Ed.), Nuevo Diccionario de Teología Moral, Ed. Paulinas, Madrid 1992, pp. 984-987, citado como NDTM. 307 SPS 44. 219 potestad judicial, ni se dispensa con potestad legislativa. La vida eclesial, en definitiva, requiere no sólo de un gobierno pastoral, sino de un buen 308 gobierno pastoral . 541 El Obispo ejerce por sí mismo la potestad de legislar. El instrumento más importante, en este sentido, es el Sínodo Diocesano; los participantes en él, sólo cuentan con voto consultivo. 542 La potestad ejecutiva o administrativa es ejercida personalmente por el Obispo o a través de sus Vicarios Generales y Episcopales. 543 La potestad judicial, en cambio, es ejercida por sí mismo y a través del Vicario judicial y de los jueces, con quienes forma un solo Tribunal. La Iglesia siempre ha sido consciente de que Cristo le comunicó la potestad de juzgar, no sólo en el fuero interno sacramental, sino también en el fuero externo procesal (cf Mt 16, 19 y 18, 18). 544 La autoridad judicial en la Iglesia tiene potestad propia y exclusiva de juzgar en ciertos ámbitos concretos. La Iglesia juzga con derecho propio y exclusivo: 1) Las causas que se refieren a cosas espirituales o anejas a ellas. 2) La violación de las leyes eclesiásticas y de todo aquello que contenga razón de pecado, por lo que se refiere a la determinación de la culpa y a la imposición de penas eclesiásticas”. Esto es: a) Las controversias relativas al ámbito espiritual (la fe, la moral, los sacramentos o los votos) o vinculadas a él, como serían los asuntos de los bienes eclesiásticos (en este ámbito hay que tener en cuenta lo que determina el derecho civil, según el canon 1290); b) la reclamación o reivindicación de derechos de personas físicas o jurídicas, o la declaración de actos jurídicos (cf CIC c.1400, §1, 1º); c) “los delitos por los que se refiere a infligir o declarar una pena” (c. 1400 §1, 2º); las controversias relacionadas con las violaciones de leyes eclesiásticas o del orden moral –por lo que se refiere a la definición o imposición de una pena- (cf c. 1401). 308 Cf JORGE MIRAS, JAVIER CANOSA Y EDUARDO BAURA, Compendio de Derecho Administrativo Canónico, EUNSA 2ª, Ed. Navarra 2005, p. 37, cf además pp. 27-50. 220 3) Por lo que mira a las controversias que provienen de un acto de potestad administrativa sólo se llevan al superior o al tribunal 309 administrativo (cf c.1400 §2) . 545 En consecuencia, la potestad judicial de la Iglesia es esencialmente un servicio para que el hombre, por medio de la justicia cristiana, entre al Reinado de Dios, es decir, al encuentro con Jesucristo Pastor que conduce hacia el Padre (cf Mt 25, 34-46). Efectivamente, el Reinado de Dios y su justicia, no es un concepto, una doctrina o un programa sujetos a una libre elaboración, sino que es ante todo una persona que tiene el rostro y el nombre de Jesús de Nazareth, imagen del Dios invisible (cf GS 22). 546 Si se separa el Reino de la persona de Jesús, no existe ya el Reino de Dios revelado por él y se termina por distorsionar tanto el significado del Reino – que corre el riesgo de transformarse en un objetivo puramente humano e ideológico- como la identidad de Cristo, puesto que entonces ya no 310 aparecería como el Señor, al cual debe someterse todo (I Cor 15, 27) . 547 En definitiva, este objeto o ámbito del servicio judicial eclesial, tiene como finalidad manifestar prioritariamente, en cada conflicto interhumano, la justicia proclamada por Jesucristo: “Busquen primero el Reinado de Dios y su justicia, y lo demás lo recibirán por añadidura” (Mt 6, 33; cf CIC c. 1752). 309 Cf FELICIANO GIL DE LAS HERAS, Organización judicial de la Iglesia en el nuevo Código, IUSCA Vol. 24, Nº 47, 1984, pp. 123-197. 310 Cf JUAN PABLO II, Carta Encíclica «Redemptoris Missio: La Misión de Cristo Redentor», acerca la permanente validez del mandato misionero, 7 diciembre de 1990, n. 18. Se citará RM. 221 VI.C.2. LA INTERRELACIÓN PASTORAL DE LA JUSTICIA, LA CARIDAD Y LA VERDAD: NÚCLEO ESENCIAL DEL MINISTERIO JUDICIAL. 548 Todas las expresiones de la actividad de la potestad judicial en la Iglesia, están llamadas a revelar la caridad pastoral de Jesucristo, en la verdad y la justicia. 549 S.S. Benedicto XVI nos invita a valorar la legislación canónica eclesial, dado que: “…a veces se subestima el Derecho canónico, como si fuera un mero instrumento técnico al servicio de cualquier interés subjetivo, aunque no esté fundado en la verdad. En cambio, es necesario que dicho Derecho se considere siempre en su relación esencial con la justicia, conscientes de que la actividad jurídica en la Iglesia tiene como fin la salvación de las almas y "constituye una peculiar participación en la misión de Cristo Pastor... en actualizar el orden querido por el mismo Cristo" (JUAN PABLO II, Discurso a la Rota romana, 18 de enero de 1990, 311 n. 4)” . En definitiva éste es el objetivo, el espíritu y el estilo del servicio eclesial 312 del Código del Derecho Canónico de 1983: su dimensión pastoral . 550 También ha manifestado el Papa Benedicto XVI, su profunda estima y su sincera gratitud a quienes colaboran en este ministerio eclesial, reafirmando, una vez más, la necesidad de la actividad judicial en la Iglesia. Al mismo tiempo, con firmeza y claridad, confirma cuál debe ser la orientación actual de este servicio eclesial: «Hoy deseo detenerme en el núcleo esencial de su ministerio, tratando de profundizar en las relaciones con la justicia, la caridad y la verdad”… “Hoy quiero subrayar que tanto la justicia como la caridad postulan el amor a la verdad y conllevan esencialmente la búsqueda de la verdad. En particular, la caridad hace que la referencia a la verdad sea todavía más exigente. Defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad. Ésta "goza con la verdad" (I Co 13, 6)" 313."Sólo en la verdad resplandece la caridad y puede ser vivida auténticamente”... “Sin verdad, la caridad cae en mero 311 Discurso a los miembros del Tribunal de la Rota Romana con ocasión de la inauguración del año judicial, Sala Clementina, 29 de enero de 2010. 312 Cf JUAN PABLO II, SDL, párrafos 26-27. 313 BENEDICTO XVI, Carta Encíclica “Caritas in veritate: Caridad en la Verdad”, Acerca del desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad, Roma, 29 de junio de 2009,1. 222 sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Este es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario" (ib., 3)…“como afirmó mi predecesor el venerable Juan Pablo II en su discurso dedicado a las relaciones entre la Pastoral y el Derecho: «el Juez… debe cuidarse siempre del peligro de una malentendida compasión que degeneraría en sentimentalismo, sólo aparentemente pastoral» -18 enero 314 de 1990-“ . 551 Existe una relación inseparable en la administración de la justicia y la caridad: “La acción de quien administra la justicia no puede prescindir de la caridad. El amor hacia Dios y hacia el prójimo debe informar toda actividad, también aparentemente la más técnica y burocrática. La mirada y la medida de la caridad ayudarán a no olvidar que se está siempre ante personas marcadas por problemas y por sufrimientos. También en el ámbito específico del servicio de los operadores de la justicia vale el principio según el cual “la caridad excede la justicia” (Caritas in veritate, 1). 552 Al mismo tiempo, es importante trabajar activamente cada vez que se entrevea una esperanza de éxito, para alentar a las partes de un proceso, por ejemplo, a los cónyuges para convalidar eventualmente el matrimonio y restablecer la convivencia conyugal (cf CIC c. 1676). No debe, además, descuidarse el esfuerzo de instaurar entre las partes un clima de disponibilidad humana y cristiana, fundada sobre la búsqueda de la verdad (cf Instrucción “Dignitas Connubii: La dignidad del matrimonio”, art, 65, 2-3)”. VI.D. PASTORALIDAD DE LA POTESTAD JUDICIAL EN LA IGLESIA. 553 En el Pueblo de Dios, la jerarquía y los demás fieles desempeñan funciones distintas, articuladas orgánicamente, en orden a la realización de su misión. En concreto, la misión de la jerarquía es asumir la función pastoral de proveer al Pueblo de Dios aquello que es necesario para la realización del fin: la «salus animarum: la salvación de las almas», es 314 BENEDICTO XVI, Discurso a los miembros del Tribunal de la Rota Romana con ocasión de la inauguración del año judicial, Sala Clementina, 29 de enero de 2010. 223 decir, la santificación de sus fieles y hacer venir a ellos el Reino de Dios (Mt 315 6, 33; c. 1752) . VI.D.1. EL DERECHO CANÓNICO DE 1983, EXPRESIÓN DEL ESPÍRITU PASTORAL DE LA IGLESIA DEL POSTCONCILIO. 554 El calificativo de «pastoral» que ha identificado al Concilio Vaticano 316 II, dinamiza intrínsecamente al Derecho canónico . De ahí que, el ministerio o la actividad judicial que dimana del Código del Derecho Canónico sea, por su misma naturaleza, pastoral y, como tal, está caracterizada por ser una realidad dinámica humano-eclesial, personal317 individual, comunitario-social y jurídica, contenciosa o penal . S.S. el Papa Benedicto XVI, recientemente ha confirmado este aspecto de la pastoralidad del Derecho: “Este momento me ofrece la oportunidad de renovar mi estima por la obra que llevan a cabo al servicio de la Iglesia, y de animarles a un compromiso cada vez mayor, en un sector tan delicado e importante para la pastoral y para la salus animarum. La relación entre el derecho y la pastoral estuvo en el centro del debate postconciliar sobre el derecho canónico. La bien conocida afirmación del Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II, según la cual “no es cierto que para ser más pastoral, el derecho deba hacerse menos jurídico” (Alocución a la Rota Romana, 18 de enero de 1990, n. 4: AAS 82 [1990], p. 874) expresa la superación radical de una aparente contraposición. “La dimensión jurídica y la pastoral –decía– están inseparablemente unidas en la Iglesia peregrina sobre esta tierra. Ante todo, hay en ellas una armonía que deriva de su finalidad común: la 318 salvación de las almas (ibíd.)” . VI.D.2. EL EJERCICIO DE LA POTESTAD JUDICIAL, 315 Cf PIERO PELLEGRINO, La salus animarum, IUSCA Vol. 44, Nº 87, 2004, pp. 141-151. Cf PABLO VI, Necesidad del Derecho canónico y su carácter pastoral, 28 de enero de 1972; JUAN PABLO II, El carácter pastoral del Derecho canónico, 18 de enero de 1990: La dimensión pastoral y la jurídica “están inseparablemente unidas en la Iglesia que peregrina en esta tierra… La verdadera justicia en la Iglesia, animada por la caridad y templada por la equidad, amerita siempre el atributo calificativo de pastoral. No puede existir un ejercicio de caridad pastoral que no tenga en cuenta, sobre todo, la justicia pastoral”. 317 Cf TOMÁS RINCÓN-PÉREZ, Sobre el carácter pastoral del Derecho canónico, IUSCA Vol. 47, Nº 94, 2007, pp. 403-413. 318 BENEDICTO XVI, Alocución al Tribunal de la Rota Romana, con ocasión de la inauguración del año judicial, 22 de enero de 2011, a-b. 316 224 POR SU MISMA NATURALEZA ECLESIAL, ES PASTORAL. 555 En la potestad judicial de la Iglesia, se aplica un derecho que, a diferencia del derecho civil, tiende todo él a la salvación de los hombres. Es un “derecho sacro” que están llamados a vivir los discípulos misioneros de Jesucristo, en orden a la acción salvífica que la Iglesia continúa en su peregrinar, en nombre de Jesucristo, Buen Pastor. El Papa Pío XII ha señalado “es pastoral el ejercicio de la potestad judicial por su propia naturaleza, ya que es manifestación e instrumento del oficio apostólico y elemento constitutivo de la Iglesia del Verbo encarnado” (Alocución, 17 de octubre de 1953). 556 Refiriéndose a la característica pastoral de la potestad judicial en la Iglesia, el Papa Juan XXIII, afirmó de la misma “su corazón de madre la lleva a actuar y a decidir por el bien de todos sus hijos. Y este es el espíritu que informa la acción de los tribunales de la Iglesia y, por consiguiente, del juez eclesiástico, del defensor del vínculo, como del promotor de la justicia y de los abogados. Se trata de un «ministerium veritatis: ministerio de la verdad», porque tiende primeramente a la 319 salvación del alma de aquel que tiene necesidad de estos tribunales” . 557 Por sobre todo, deberá brillar “la equidad canónica” a la cual todo fiel tiene derecho, porque en cualquier circunstancia jurídica, siempre se debe 320 buscar su salvación . Y, la «equidad canónica: aequitas canonica», es la 321 expresión de la caridad pastoral en el ámbito judicial eclesial . 319 Alocución a la Rota Romana en la inauguración del año judicial, 13 de diciembre de 1961. 320 Cf CARMELO DE DIEGO-LORA, El derecho fundamental del fiel a ser juzgado conforme a Derecho, IUSCA Vol. 39, Nº Extra 1, 1999, pp. 325-336. 321 El Derecho canónico, a este respecto, establece la peculiar figura de la «equidad canónica» (aequitas canonica), como criterio para usar los principios generales del Derecho al rellenar lagunas (cf canon 19). No se menciona la equidad para la interpretación de los cánones en general; sí se menciona, sin embargo, como criterio de interpretación del juez, en el caso de que un fiel haya sido llamado a juicio, el canon 221 § 2 así lo establece: Si son llamados a juicio por la autoridad competente, los fieles también tienen derecho a ser juzgados según las normas jurídicas, que deben ser aplicadas con equidad. Es posible, por lo tanto, plantearse el alcance de la equidad canónica en el ámbito del Derecho procesal. Más aún, es posible plantearse si la equidad se debe identificar con la caridad, en el sentido de moderar o atenuar las consecuencias restrictivas de la aplicación del derecho o del proceso. El Romano Pontífice, Juan Pablo II, en el Discurso a la Rota Romana, 18 de enero de 1990, planteó delante de los Auditores de 225 558 Es preciso agradecer a los Papas Pablo VI y Juan Pablo II, la insistencia con que han puesto de relieve los aspectos pastorales de la función judicial en la Iglesia, lo mismo que los constantes llamados a quienes en ella prestan el ministerio judicial, para que sean testigos dignos de la “caridad y solicitud pastoral”, puesto que están llamados a ejercer este “apostolado”, como un “ministerio de justicia”. Ellos dedican su servicio a la noble virtud de la justicia. Por lo mismo, bien pueden ser llamados 322 “sacerdotes de la justicia”-según Ulpiano- . 559 El Papa, Juan Pablo II, con toda claridad y amplitud, nos ilumina acerca del carácter pastoral del Derecho en la Iglesia, la equidad canónica y la justicia: “me parece oportuno profundizar un asunto que, desde el Concilio Vaticano II, ha estado en el centro de la actividad legislativa, de la jurisprudencia, y de la doctrina canónica. Este asunto es la dimensión pastoral del Derecho canónico o, en otros términos, de la relación entre Pastoral y Derecho en la 323 Iglesia” . este Tribunal, si es posible atribuir «alcance e intentos pastorales únicamente a aquellos aspectos de la moderación y de la humanidad que se relacionen inmediatamente con la equidad canónica (aequitas canonica); es decir, sostener que solamente las excepciones a la ley, el eventual no recurso a los procedimientos y a las sanciones canónicas, y la dinamización de formalidades judiciales tienen verdadera relevancia pastoral». La «equidad canónica» a la luz del Vaticano II, es un instrumento indispensable para conferir al Derecho de la Iglesia «un valor más cristiano y un significado más fuertemente pastoral»: Cf PABLO VI, VVG. 322 Cf PABLO VI, Discurso a los miembros de la Rota Romana, 8 de febrero de 1963 y 11 de enero de 1965. 323 Discurso a la Rota Romana sobre el carácter pastoral del Derecho en la Iglesia, la equidad canónica y la justicia, 18 de enero de 1990, n. 1. 2. 4: 1. Atendiendo a sus reflexiones, S.S. Juan Pablo II, continúa invitándonos a profundizar acerca de la pastoralidad del Derecho que se deriva del Concilio Vaticano II en los numerales 2 a 4 del mismo documento: «2. El espíritu pastoral, sobre el que el Concilio Vaticano II ha insistido con fuerza dentro del contexto de la teología de la Iglesia como comunión, expuesta especialmente en la Constitución Dogmática Lumen gentium, caracteriza cada aspecto del ser y del obrar de la Iglesia. El mismo Concilio, en el decreto sobre la formación sacerdotal, ha dispuesto expresamente que, en la exposición del derecho canónico, se dirija la atención al misterio de la Iglesia, según la constitución dogmática «De Ecclesia» (Optatam Totius, n. 16). Esto se aplica a fortiori a su formulación, así como a su interpretación y aplicación. La naturaleza pastoral de esta ley, es decir, su función dentro de la misión salvífica de los sagrados pastores de la Iglesia y del pueblo entero de Dios, encuentra así una base sólida en la eclesiología conciliar según la cual los aspectos visibles de la Iglesia se encuentran inseparablemente unidos a los invisibles formando una única compleja realidad- comparables al misterio del Verbo encarnado (LG 226 VI.D.3. EL JUICIO CANÓNICO, MINISTERIO PASTORAL. 560 El proceso canónico judicial llevado con rigor y con las exigencias que pide el Código, es la oportunidad providencial de desarrollar un ministerio esencialmente pastoral. También es pastoral la actividad del Juez que declara la verdad del caso, después de un proceso canónico correcta y sabiamente llevado. No podría ser de otro modo; no puede ser pastoral declarar lo contrario de lo que se ha demostrado. Es pastoral porque este ministerio viene en ayuda de “las ovejas extraviadas”, miembros del pueblo de Dios que encuentran tropiezos, vicisitudes y dificultades en su caminar hacia el Padre y por quienes Jesús “da su vida”. Por otra parte, aquellos que ejercen este ministerio, antes de ser jueces, son pastores, con la caridad pastoral que deriva de Jesucristo, Camino, Verdad, Vida, Buen Pastor, el Justo y el Juez 324 misericordioso . 561 Respetando la justa independencia de los órganos legítimamente constituidos en su Curia, el Obispo vigilará sobre la eficacia de este 8). Por otra parte, el Concilio no ha dejado de extraer muchas consecuencias prácticas de este carácter pastoral del Derecho canónico, adoptando medidas concretas que aseguraran que las leyes y las instituciones canónicas fueran cada vez más adecuadas al bien de las almas. 4. Desde esta perspectiva, es oportuno detenerse brevemente para reflexionar sobre un equívoco. Quizás es comprensible, pero no por ello menos dañoso, que desafortunadamente condiciona a menudo la visión de la pastoralidad del Derecho de la Iglesia. Esta distorsión consiste en la atribución de alcance e intentos pastorales únicamente a aquellos aspectos de la moderación y de la humanidad que se relacionen inmediatamente con la equidad canónica (aequitas canónica); es decir, sostener que solamente las excepciones a la ley, el eventual no recurso a los procedimientos y a las sanciones canónicas, y la dinamización de formalidades judiciales, tienen verdadera relevancia pastoral. Se olvida así que también la justicia y el derecho estricto -y por lo tanto las normas generales, las sanciones, y las demás manifestaciones jurídicas típicas, cuando se hacen necesarias- se requieren en la Iglesia para el bien de las almas y son por lo tanto realidades intrínsecamente pastorales». 324 Cf Is 53, 6. 56, 8; Lc 15, 4; Jn 10, 14-16; I Pe 2, 25; Mt 25, 31-46; Jn 14,6; I Jn 2,1; Lc 23, 47. Hch 3, 14; 7, 52; 22, 14; cc 1419-1422; JUAN PABLO II, Alocución a la Rota Romana sobre el carácter pastoral del Derecho en la Iglesia, la equidad canónica y la justicia, 18 de enero de 1990; Ibídem., Sobre la índole pastoral, moral y jurídica del Derecho, 30 de enero 2003; Id. Sobre el amor a la verdad y el encuentro entre derecho y pastoral, 29 de enero 2003; San Juan de la Cruz, haciéndose eco de la perícopa del evangelio de San Juan, expresa: “en el ocaso de la vida seremos juzgados en el amor”. 227 ministerio judicial, particularmente sobre su fidelidad al Evangelio, al Magisterio y a la Doctrina de la Iglesia, relativa a la fe y a las costumbres. 325 562 Igualmente, mediante su Tribunal diocesano , ejercitará la potestad judicial que consiste en juzgar, a través de procesos, sentencias, sanciones, recursos y métodos humanos —y todo proceso canónico lo es—, de acuerdo al libro VII del Código de Derecho Canónico acerca de los referidos 326 procesos (cf CIC c. 472) . 563 En este ejercicio pastoral, el Obispo y su Tribunal están llamados a dar gloria al Señor, como embajadores de Cristo, en cuyo nombre conminan 327 a la reconciliación con Dios (cf 2 Cor 5, 20) . VI.D.4. LA SABIDURÍA PASTORAL DE LA CONSULTA A PERITOS E INSTANCIAS SUPERIORES. 564 Sin dejarse intimidar por la índole técnica de muchas cuestiones jurídicas, el Obispo sabrá aconsejarse y tomar las medidas de gobierno oportunas para que en su Tribunal brille la auténtica justicia, la verdad y la caridad intra-eclesiales, consultando a personas capacitadas y experimentadas en Derecho, lo mismo que a instancias o tribunales 328 superiores . VI.D.5. PRINCIPIO DE SABIDURÍA JURÍDICOPASTORAL: EVITAR LOS JUICIOS. 325 Actualmente la Diócesis de Toluca forma parte del Tribunal Interdiocesano de México. El Señor Cardenal, Arzobispo Primado, coordina el Tribunal a nombre y de acuerdo con los demás Obispos de las Diócesis que conforman este Tribunal: Atlacomulco, Cuernavaca, Toluca, Tenancingo y la Arquidiócesis de México. 326 El Obispo Diocesano es el juez de primera instancia y ejerce con facultad ordinaria la potestad judicial en su Diócesis, respecto a todas las causas no exceptuadas por el Derecho (cf CIC c. 1419 §1). Normalmente la ejerce por sí mismo o ayudado por el Vicario judicial u Oficial, por los Vicarios Judiciales Adjuntos u Oficiales Adjuntos –si es el caso-, o por los Jueces designados, a quienes coordina y dirige, como parte de su Curia diocesana (cf CIC cc. 469; 1420 y 1422). 327 Cf PABLO VI, Discurso a la Rota Romana, 27 enero de 1969. 328 Cf JUAN LUIS ACEBAL LUJÁN, Principios inspiradores del derecho procesal canónico, en JULIO MANZANARES (Ed.), Cuestiones básicas de derecho procesal canónico, Ed. Universidad Pontificia de Salamanca 1992. 228 565 Cuando el Derecho canónico se refiere a “la disciplina que ha de observarse en los Tribunales”, comienza afirmando: “Todos los fieles, y en primer lugar los Obispos, han de procurar con diligencia que, sin perjuicio de la justicia, se eviten en lo posible los litigios en el pueblo de Dios y se arreglen pacíficamente cuanto antes. Incluso, ya iniciado el proceso, el Juez exhorte a las partes para buscar de común acuerdo una solución equitativa con varios medios, incluso recurriendo a “personas serias como mediadoras” (cf CIC c. 1446). Si el litigio versa sobre el “bien particular de las partes”, no sobre el “bien público”, cabe poder concluir el litigio “por transacción o juicio arbitral” (cf cc. 1713-1716). VI.E. IDENTIDAD DE LOS TRIBUNALES ECLESIÁSTICOS: SUS TITULARES CON POTESTAD DE REGIMEN JUDICIAL Y LOS DISTINTOS TIPOS Y GRADOS JERÁRQUICOS. 566 Desde la consideración histórica, el término «Tribunal» designaba el lugar de la administración de la justicia, donde se sentaba el magistrado. Sin embargo, desde el aspecto procesal significa: a) el lugar donde se desarrolla el proceso; b) el conjunto de potestad de jurisdicción de una autoridad frente a otra (eclesiástica o civil); c) o la persona del juez y sus colaboradores en la realización de procesos o juicios contenciosos -“reclamación o reivindicación de derechos de personas físicas o jurídicas, o la declaración de actos jurídicos”- o penales -“los delitos, por lo que se refiere a infligir o declarar una pena”- (cf CIC c. 1400 §1, 1º. 2º). A su vez, las controversias provenientes de un acto de potestad administrativa pueden llevarse sólo al Superior o al Tribunal administrativo (cf c. 1400 §2, prácticamente a la Signatura Apostólica). 567 Los Tribunales eclesiásticos son organismos jurídicos que, con derecho propio y exclusivo, juzgan las causas que se refieren a cosas espirituales, o relacionadas a ellas; así como a la violación de las leyes eclesiásticas y a todo aquello que contenga razón de pecado, por lo que se refiere a la determinación de la culpa y a la imposición de penas eclesiásticas (cf CIC c.1401). 568 En cuanto a la potestad de régimen judicial son titulares, tanto el Romano Pontífice como el Obispo diocesano, quienes reciben la colaboración de 229 quienes integran los diferentes grados y clases de Tribunales, según las instancias jurídicas correspondientes. 569 El Derecho canónico prevé distintos grados y clases de Tribunales, y 329 ordena una jerarquía entre ellos . El sentido que tiene la existencia de un “orden jerárquico” de Jueces y Tribunales, es el de garantizar la defensa de los derechos de los fieles y la administración de la justicia. Es norma común de los ordenamientos jurídicos la creación de Tribunales en grados distintos, de primera, segunda y ulterior instancia, de modo que se pueda organizar mejor un sistema de apelación y revisión de las sentencias y demás decisiones judiciales. 570 He aquí un posible cuadro o visión general, que manifiesta los distintos titulares del oficio o ministerio con potestad judicial y sus respectivos organismos, en la Iglesia misterio de comunión para la misión evangelizadora: 1.- El Romano Pontífice y el Obispo diocesano, sujetos de potestad judicial: 1.1.- El Romano Pontífice en la Iglesia universal. 1.2.- El Obispo diocesano en la Iglesia particular (o sus comparables en las instituciones similares). 329 Cf MANUEL ARROBA, Comentario a los cánones 1417-1445, De los distintos grados y clases de Tribunales, en BENLLOCH, COMC, p. 226. 230 2.- Organismos diocesanos, interdiocesanos, regionales o nacionales y universales, en donde es ejercida la potestad judicial: 2.1.- Tribunales diocesanos: unipersonales y colegiados: 2.1.- El Vicario judicial. 2.2.- Los Jueces diocesanos. 2.3.- Tribunal unipersonal y Tribunal colegiado (ponentes y auditores, otros colaboradores del Juez o Tribunal, asesores y notarios). 2.2.- Tribunales Interdiocesanos. 2.3.- Tribunales Metropolitanos y de Segunda instancia. 2.4.- Tribunales de la Santa Sede: 4.1.- Tribunal Apostólico de la Rota Romana. 4.2.- Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica. 4.3.- Penitenciaría Apostólica. 4.4.- Congregación para la Doctrina de la Fe (en cuanto Tribunal de fuero interno). 4.5.- Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. 4.6.- Congregación para las Causas de los santos. 3.- Los Tribunales de la Vida Consagrada (el Derecho los considera de manera particular). 571 Para tener una visión global de ser y quehacer, se presenta una descripción sencilla de cada uno de ellos: VI.F. SUJETOS QUE EJERCEN EL MINISTERIO DE ADMINISTRACIÓN DE LA JUSTICIA EN LA IGLESIA. 572 En la Iglesia, Pueblo de Dios, como es bien sabido, existen tres sectores de fieles cristianos: los ministros sagrados o clérigos (jerarquía); los miembros de la Vida consagrada y los laicos. Consecuentemente, “por institución divina, entre los fieles hay en la Iglesia ministros sagrados (clérigos), los demás se llaman laicos” (cf CIC c. 207 §1). “En estos dos grupos hay fieles que, por la profesión de los consejos evangélicos, mediante votos u otros vínculos sagrados, reconocidos y sancionados por la Iglesia, se consagran a Dios, según la manera peculiar que les es propia y contribuyen a la misión salvífica de la Iglesia. Su estado, aunque no afecta a 231 la estructura jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo, a la vida y santidad de la misma” (cf CIC c. 207 §2). 573 La Iglesia distingue en la potestad sagrada dos aspectos: la potestad de orden y la potestad de régimen (o potestad de jurisdicción). Son sujetos hábiles de esta potestad los sellados por el Orden sagrado, pero para ejercitarla, requieren la misión canónica, mediante el oficio encomendado por el Obispo y siempre en comunión eclesial con él (cf CIC c. 274; LG 2 y 28; PO 1 y 7). Los fieles cristianos laicos, en cambio pueden «cooperar», en actitud de participación y comunión eclesial, con quienes detentan la responsabilidad de la potestad de régimen, según el Derecho (cf c. 129). 574 Por lo tanto, son sujetos de la «potestad de régimen judicial» el Romano Pontífice y los Tribunales de la Sede Apostólica para la Iglesia universal y 330 el Obispo y su Tribunal para la Iglesia particular VI.F.1. LA POTESTAD JUDICIAL DEL ROMANO PONTÍFICE Y DEL OBISPO DIOCESANO. 330 “El Romano Pontífice ejerce generalmente esta potestad, ya sea por medio de comisiones especiales o, bien, por medio de tribunales expresamente constituidos (c. 1442). 1.- La Rota Romana es un tribunal de segunda y ulterior instancia: –ordinario, es decir, tiene potestad ordinaria, ya que puede conocer las causas que son de su competencia en virtud de la ley misma y no por una comisión particular (c. 1443); -de apelación: conoce las causas en segunda instancia, como tribunal concurrente con el metropolitano (o el Tribunal interdiocesano), y en tercera instancia, como tribunal necesario (cc. 1444); colegial: consta de algunos jueces escogidos, uno de los cuales es nombrado decano por el Romano pontífice; juzgan por turnos de tres (cf PB Art. 127). El canon 1445, 1 y 2 determina los asuntos que juzga este sagrado tribunal. A él compete también “vigilar la recta administración de la justicia” en la Iglesia, “prorrogar la competencia de los tribunales”, fomentar y aprobar la erección de un Tribunal único o interdiocesano para varias Diócesis, etc. (cf CIC c. 1445, 3). 2.- El Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, también con facultad ordinaria, es el ápice de la jerarquía de los tribunales y atiende también a la recta administración de la justicia en la Iglesia (PB, art. 121; c. 1445); está formado por algunos cardenales nombrados por el Sumo pontífice. Tiene dos secciones: la judicial y la administrativa…”: GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, pp. 539-541. Ambos Tribunales se rigen por leyes propias. 3.- Existe además en la Santa Sede el Tribunal de la Penitenciaría Apostólica que, aunque se llama Tribunal, dado que trata causas de fuero interno, su estructura y funcionamiento guardan poca relación con los de otros tribunales; compete lo que concierne al foro interno y a las indulgencias. 232 575 Sin lugar a dudas y con meridiana claridad hemos de partir de este principio: la potestad de gobierno en la Iglesia está, por institución divina, al servicio de la comunión y de la edificación del Pueblo de Dios (cf LG 18. 331 27) . 576 El ministerio eclesial y capital del Romano Pontífice y del Obispo diocesano, en sus respectivos ámbitos eclesiales, desde este horizonte de servicio y edificación, consiste en ser titulares de toda la «potestad de régimen»: legislativa, ejecutiva y judicial, con sus procedimientos correspondientes y sus efectos proporcionados a la potestad de la 332 persona . 577 Consecuentemente, en el ordenamiento de la Iglesia, son titulares de “la potestad canónica de régimen, como lo es la potestad legislativa, ejecutiva y judicial”, el Romano Pontífice para la Iglesia Universal y el Obispo diocesano para la Iglesia particular, (cf CIC cc. 135 §1-138. 391; 1400 §2. 333 1445 §2; 475 §1; 476) . Esta unidad de potestad conlleva una cierta distinción orgánica que se da en los oficios capitales del Romano Pontífice (y del Colegio episcopal) y de los de Obispos (cf cc. 336. 331). 578 El Romano Pontífice tiene, por institución divina, la potestad suprema, plena, inmediata y universal (cf CIC c. 331). Los Obispos, siempre en comunión con el Romano Pontífice y bajo su autoridad, y con los demás miembros del Colegio Episcopal, tienen toda potestad ordinaria, propia e inmediata en la Iglesia particular que se les ha encomendado, excepto lo reservado al Vicario de Cristo. 579 El canon 1405, §1 y §2, señala que compete al Sumo Pontífice juzgar con derecho exclusivo: a los jefes de Estado en funciones, a los legados de la Sede Apostólica, a los Obispos en causas penales, y las causas que él se haya avocado a sí mismo, por iniciativa propia o de las partes (cf CIC cc. 1405 §1; 1417 y 144 §2). “Ningún juez pude resolver sobre un acto o 331 Cf GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, p. 538. Cf JOSÉ RAMÓN VILLAR, Las formas del Ministerio Episcopal al servicio de la misión, IUSCA Vol. 39, Nº 78, 1999, pp. 555-573. 333 Cf IUSCA: EDUARDO MOLANO GRAGERA, El derecho constitucional y la estructura de la Iglesia, Vol. 48, Nº 95, 2008, pp. 91-116; EDUARDO LABANDEIRA, La distinción de poderes y la potestad ejecutiva, Vol. 28, Nº 55, 1988, pp. 85-98: Sin embargo, aun aplicando el principio de separación de funciones no puede hablarse propiamente de una separación total de poderes eclesiales. No obstante esto es compatible con la naturaleza peculiar de la Iglesia, en relación comparativa con los poderes civiles. 332 233 instrumento confirmado en forma específica por el Romano Pontífice, sin previo mandato del mismo” (CIC c. 1405 §2). 580 También ejercita el Romano Pontífice su potestad judicial a través del Tribunal de la Rota Romana, a quien, entre otros asuntos, está reservado “juzgar a los Obispos en causas contenciosas” (CIC c. 1405 §3). Por otra parte, el canon 1404 establece: “La primera sede por nadie puede ser juzgada”. La razón de esto es que, tanto la Iglesia Católica, como la Sede Apostólica, “son personas morales” que tienen su origen en “la misma ordenación divina”. 581 El Obispo diocesano (o sus homólogos en las instituciones eclesiales similares) y para todas las causas, exceptuadas aquellas señaladas expresamente por el Derecho Canónico, el Juez de primera instancia es él mismo. De hecho, ejercita esta potestad judicial por sí mismo o por medio de otros, como lo es su Vicario judicial. Precisamente el Tribunal Eclesiástico es el órgano que el mismo Obispo designa para esta misión pastoral (cf CIC c. 1419). 582 Ahora bien, tratándose de la potestad judicial, el Obispo diocesano debe nombrar, como expresión de dilección y cercanía de su caridad pastoral hacia su Iglesia particular, un Vicario judicial, con potestad ordinaria, aunque vicaria. Este ministerio vicarial judicial, tiene como finalidad participar del buen gobierno pastoral de la Diócesis, en comunión y de manera corresponsable con el Obispo. Este Vicario debe ser distinto del Vicario general o del Episcopal, salvo que aconsejen otra cosa lo reducido de la Diócesis o la escasez de las causas a resolver. En este caso puede nombrarse Vicario judicial al Vicario general (cf CIC cc. 1420 §1; 1420334 1423, 1430-1439) . 334 El canon 1420 lo llama Vicario judicial u Oficial. No obstante en los demás cánones simplemente se habla de Vicario judicial. La palabra Oficial (del latín officium), designa el “oficio” de un funcionario o ministro. En algunas Diócesis, particularmente de España y de algunos otros países, al Vicario judicial se le ha conoce con el nombre de Provisor Diocesano: “§ 1. Todo Obispo diocesano debe nombrar un Vicario judicial u Oficial con potestad ordinaria de juzgar, distinto del Vicario general, a no ser que lo reducido de la Diócesis o la escasez de causas aconsejen otra cosa. § 2. El Vicario judicial constituye un solo tribunal con el Obispo, pero no puede juzgar las causas que el Obispo se haya reservado. § 3. Al Vicario judicial puede designársele unos ayudantes denominados Vicarios judiciales adjuntos o Vice-oficiales. 234 VI.F.2. ORGANISMOS DIOCESANOS, INTERDIOCESANOS, REGIONALES O NACIONALES Y UNIVERSALES, EN DONDE SE EJERCE LA POTESTAD JUDICIAL. F.2.1. TRIBUNALES DIOCESANOS: UNIPERSONALES Y COLEGIADOS. 583 El canon 1420 ordena que el Obispo, en cada Diócesis, nombre un Vicario judicial con capacidad de juzgar. Además, según el canon 1421, debe nombrar jueces. De acuerdo con el canon 1420 §2, el Vicario judicial y el juez, se entiende- forma un solo Tribunal con el Obispo, sin olvidar que éste, por derecho divino, tiene potestad propia de juzgar en su Diócesis. 584 Además, el derecho prevé, en el canon 1425, que para ciertas causas deba nombrarse un Tribunal colegiado con al menos tres jueces. Entre estas causas están las que se refieren al vínculo del matrimonio. 585 En cada Diócesis y para todas las causas, exceptuadas aquellas señaladas expresamente por el Derecho Canónico, el juez de primera instancia es el Obispo, quien puede ejercer ésta potestad por sí mismo o por medio de otros § 4. Tanto el Vicario judicial como los Vicarios judiciales adjuntos han de ser sacerdotes, de buena fama, doctores o al menos licenciados en derecho canónico y con no menos de treinta años edad. § 5. Al quedar vacante la sede, tales Vicarios judiciales no cesan en su cargo ni pueden ser removidos por el Administrador diocesano; pero necesitan ser confirmados cuando toma posesión el nuevo Obispo”. El Vicario judicial desempeña su oficio en la Curia Diocesana (c. 470); su nombramiento ha de constar por escrito (c. 156) y es dado por el Obispo por libre colación (c. 157). Es un ministerio que el Obispo puede ejercer por sí mismo o por medio de otros, si bien la praxis ha hecho que sea el Vicario judicial, con potestad ordinaria, el que juzgue la mayoría de las causas. Ya se ha afirmado la excepción sobre derechos o bienes temporales de una persona jurídica representada por el Obispo, que son atendidos en primera instancia, por el tribunal de apelación. Dos son las razones por las que esta praxis se ha venido imponiendo, la primera es la conveniencia de apartar al Obispo de los asuntos contenciosos y la segunda, porque se trata de una materia regulada minuciosamente por el ordenamiento canónico que requiere, en quien la ejerce, la debida capacitación canónica y la oportuna dedicación. Además, según el canon 1421, el Obispo debe nombrar jueces. De acuerdo con el canon 1420 § 2, el Vicario judicial -y el Juez, se entiende- forma también un solo tribunal con el Obispo, quien tiene potestad propia de juzgar en su Diócesis. 235 (cf CIC c. 1419). Precisamente el Tribunal Eclesiástico es el órgano que ayuda al Obispo con esta misión. F.2.2. TRIBUNALES INTERDIOCESANOS. 586 Según el canon 1423, con la aprobación de la Santa Sede, varios Obispos diocesanos pueden ponerse de acuerdo para nombrar un Tribunal único de primera instancia para sus Diócesis. Este Tribunal puede tener competencia sobre todas las causas, o sobre una clase de ellas. 587 Después están los Tribunales regionales o interdiocesanos que son de primera y segunda instancia. La inmensa mayoría de los juicios que tratan estos Tribunales son procesos de nulidad matrimonial. En ellos para que se dé sentencia firme hace falta la ratificación del Tribunal de Segunda instancia, y en ese caso de diferir ambas instancias habría que ir a la Rota Romana, como Tribunal de Tercera instancia. 588 De modo similar a lo previsto para el Tribunal diocesano, el Código de derecho canónico prevé que se constituya un Tribunal interdiocesano de apelación. El canon 1439 §§ 1 y 2 indica que la Conferencia Episcopal puede constituir tribunales de segunda instancia, tanto si existen los tribunales interdiocesanos como fuera de ese caso. “Del tribunal de un Obispo sufragáneo se apela al del Metropolitano” (cf CIC c. 1438, 1º). Si hay Tribunal único de Primera instancia para varias Diócesis y no todas son sufragáneas del mismo Metropolitano, la Conferencia determina el Tribunal de Segunda instancia (cf c. 1438, 2º). VI.F.3. TRIBUNALES METROPOLITANOS Y DE SEGUNDA INSTANCIA. 589 El Tribunal metropolitano es aquel que constituido en la sede de la Arquidiócesis, tiene las competencias propias de un Tribunal diocesano, para la Arquidiócesis. La peculiaridad de este Tribunal, según el canon 1438, es que también funge como Tribunal ordinario de apelación de segunda instancia, respecto a las causas que proceden de los tribunales de las Diócesis sufragáneas. Si la causa se inició en primera instancia en la Arquidiócesis, se quiere apelar ante el Tribunal que el mismo Metropolitano 236 haya designado de modo estable, con aprobación de la Sede Apostólica (cf 335 CIC c. 1438, 2º.) . VI.F.4. TRIBUNALES DE LA SANTA SEDE. F.4.1. TRIBUNAL APOSTÓLICO DE LA ROTA ROMANA. Es uno de los Tribunales del Romano Pontífice, cuya competencia se regula en el canon 1444. El Artículo 126 de la Constitución Apostólica Pastor Bonus indica que este Tribunal “actúa como instancia superior, ordinariamente en grado de apelación, ante la Sede Apostólica, con el fin de tutelar los derechos en la Iglesia, provee a la unidad de la jurisprudencia y, a través de sus sentencias, sirve de ayuda a los Tribunales de grado inferior”. Forman parte de este Tribunal varios jueces que juzgan las causas en turnos formados por tres de ellos. Su designación para una causa determinada se hace por rotación. Este modo de proceder ha dado el nombre al Tribunal. Los jueces tradicionalmente reciben el nombre de Auditores, aunque actualmente esta denominación no aparece ni en el Código de Derecho canónico ni en la Constitución Apostólica Pastor Bonus. 590 El nombre de “Rota” probablemente se deriva del recinto circular en el cual se reunían o se sentaban los Auditores para juzgar las causas. Las Normas vigentes fueron aprobadas y promulgadas por el Papa Juan Pablo II, el 7 de febrero de 1994. La Rota juzga por turnos integrados por tres Auditores. 335 Según la territorialidad, se dan estas posibilidades: Tribunales nacionales, provinciales, metropolitanos, interdiocesanos, regionales, diocesanos y nacionales según el rito. En México es Tribunal provincial el de Jalapa. Tribunales interdiocesanos son el de México y el de Yucatán. Existen Tribunales diocesanos de Primera y Segunda instancia y 18 metropolitanos. En España está constituido el Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, también llamado Tribunal de la Rota de España, o Rota de Madrid. Depende de la Nunciatura Apostólica ante España, con sede en Madrid, por lo que se debe considerar un Tribunal de la Sede Apostólica. Sus orígenes históricos son remotos. En su forma actual fue establecido por Pío XII mediante el Motu Proprio Apostolico Hispaniarum Nuntio, de 7 de abril de 1947, y se constituye como Tribunal de apelación ordinario de las sentencias dictadas por los tribunales metropolitanos españoles, tanto en segunda como en Tercera instancia. En cambio, según la modalidad, puede ser Tribunal ordinario, es decir, aquel que está constituido establemente; Tribunal delegado, el que se constituye “ad casum”; Tribunal común, el que se rige por la ley común y el Tribunal especial, el que tiene leyes especiales para regirse. 237 Esencialmente es un Tribunal de apelación (cf CIC c. 1444 § 1, 2) y juzga: a) en segunda instancia, las causas definidas por los Tribunales ordinarios de primer grado y diferidas a la Santa Sede para su legítima apelación; b) en tercera y ulterior instancia, las causas ya tratadas en apelación de la misma Rota o por otro Tribunal eclesiástico de apelación. Juzga, sin embargo, también en primera instancia las causas expresamente a ella reservadas según el canon 1405 §3 y aquellas que le son confiadas por el Sumo Pontífice (cf c. 1444 §3), o avocadas a ésta por el Decano del Tribunal de la Rota Romana (cf Art. 52 de las Normas del mismo Tribunal). 591 También se constituye en Tribunal de apelación para el Tribunal Eclesiástico de la Ciudad del Vaticano (Motu Proprio Quo civium del 21 de noviembre de 1987, Art. 7). 592 La Constitución Apostólica Pastor Bonus indica que este Tribunal actúa como instancia superior ante la Sede Apostólica, ordinariamente en grado de apelación, con el fin de tutelar los derechos en la Iglesia; también de proveer a la unidad de la jurisprudencia y, a través de sus sentencias, servir de ayuda a los tribunales de grado inferior (cf Art. 126). 593 Forman parte de este Tribunal varios jueces que juzgan las causas en turnos, formados por tres de ellos. Su designación para una causa determinada se hace por rotación. Este modo de proceder, como ha sido indicado, le ha dado el nombre al Tribunal (cf PB Art. 126-130). 594 La importancia de la Rota Romana es grande, entre otros motivos por la jurisprudencia que emana de ella. A través de ella, mediante sus interpretaciones, se ha forjado la unidad necesaria en las decisiones judiciales de los distintos Tribunales de la Iglesia. Esta unidad, además, es una garantía de la defensa de los derechos de los fieles, ya que proporciona seguridad jurídica. 595 A este Tribunal de la Rota Romana le compete: “En primera instancia juzgar: 1º) A los Obispos en las causas contenciosas, siempre que no versen sobre derechos o bienes temporales de una persona jurídica representada por el Obispo (cf CIC c. 1419 § 2); 2º) A los Abades primados o a los Abades superiores de Congregaciones monásticas y a los Superiores generales de Institutos religiosos de derecho pontificio; 3º) A las Diócesis o a otras personas eclesiásticas, físicas o jurídicas, que no tienen superior por debajo del Romano Pontífice; 4º) Las causas que el Romano Pontífice haya encomendado a este Tribunal. 238 596 También en segunda instancia, la Rota Romana es Tribunal concurrente con todos los Tribunales inferiores de segundo grado (cf CIC c. 1438 y 1632 § 2). 597 En tercera y ulterior instancia, por ley universal, la Rota Romana es el único Tribunal competente para la Iglesia Latina, y juzga en los diversos grados mediante turnos distintos de jueces. Sin embargo, existen algunos Tribunales locales de tercera y ulterior instancia, instituidos por una ley particular o por un indulto pontificio. F.4.2.- TRIBUNAL SUPREMO DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA. 598 Las competencias actuales del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, se han establecido en la Constitución Apostólica “Pastor Bonus, El Buen Pastor” (cf Arts. 121-125) y precisada en la Lex propria (cf Arts. 32-35). Recientemente S.S. Benedicto XVI, se ha dirigido a este Tribunal (4-II-2011), haciéndole consciencia de sus funciones en el ámbito judicial y ejecutivo-administrativo: “La función de este Tribunal, de hecho, no se limita al ejercicio supremo de la función judicial, sino que también desempeña desde su oficina, en el ámbito ejecutivo, la supervisión de la recta administración de la justicia en el cuerpo eclesial (cf PB Art. 121; Lex propria Art. 32). Esto implica entre otras cosas, como la Lex propria indica, la recogida actualizada de información sobre el estado y la actividad de los tribunales locales a través del informe anual que cada tribunal tiene que enviar a la Signatura Apostólica; la organización y elaboración de los datos que vienen de estos; la identificación de estrategias para la valoración de los recursos humanos e institucionales en los tribunales locales, además del ejercicio constante de las funciones de dirección dirigida a los moderadores de los tribunales diocesanos e interdiocesanos, a los que compete institucionalmente la responsabilidad directa de la administración de la justicia. Se trata de una obra coordinada y paciente, destinada a proveer a los fieles una administración correcta de la justicia, rápida y eficiente, como yo pedía, en relación a las causas de nulidad matrimonial, en la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis: “Allí donde surgen legítimamente las dudas sobre la validez del contrato sacramental del Matrimonio, se debe tener lo necesario para verificar la verdad. Es necesario asegurar, en el pleno respeto al derecho canónico, la presencia en el territorio de los tribunales eclesiásticos, su carácter pastoral, su actividad correcta y rápida. Es necesario que en cada diócesis haya un número suficiente de personas preparadas para el correcto funcionamiento de los tribunales eclesiásticos. Recuerdo que 'es una obligación grave la de hacer 239 que la estructura institucional de la Iglesia en los tribunales sea cada vez más 336 cercana a los fieles'” (n. 29) . 599 Por lo que se refiere a la potestad estrictamente judicial, la Signatura Apostólica juzga: los conflictos de nulidad, las peticiones de “restitutio in integrum: restitución integral” en contra de las sentencias de la Rota; los recursos en las causas acerca del estado de las personas, que la Rota Romana rechazó para un nuevo examen; las causas contra los Auditores de la Rota Romana debido a actos realizados durante el ejercicio de sus funciones; los conflictos de competencia a los que se refiere el canon 1416 §2. 600 Asimismo, el Romano Pontífice ha recordado a los miembros de este Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, lo referente a las actividades que está llamado a promover: “La actividad de esta Signatura Apostólica está dirigida a asegurar que los tribunales eclesiásticos estén presentes en el territorio y que su ministerio sea adecuado a las justas exigencias de rapidez y simplicidad a la que los fieles tienen derecho en el tratamiento de sus causas, cuando, según su competencia, promueve la erección de tribunales interdiocesanos; provee con prudencia la dispensa de títulos académicos de los ministros de los tribunales, incluso verificando su pericia real en el derecho sustantivo y procesal; concede las dispensas necesarias de las leyes procesales cuando el ejercicio de la justicia requiere, en un caso particular, la relaxatio legis para conseguir el fin pretendido por la ley. Esta es también una obra importante de discernimiento y de aplicación de la ley procesal. La supervisión de la administración recta de la justicia sería insuficiente si no comprendiese también la función de tutela de la recta jurisprudencia (cf Lex propria, art. 111, §1). Los instrumentos de conocimiento y de intervención, de los que la Lex propria y la posición institucional proveen a esta Signatura Apostólica, permiten una acción que, en coordinación con el Tribunal de la Rota Romana (cf PB Art. 126), es providencial para la Iglesia. Las exhortaciones y las prescripciones con las cuales esta Signatura Apostólica acompaña las respuestas a los informes anuales de los tribunales locales, muy frecuentemente recomiendan a los respectivos moderadores el conocimiento y la adhesión tanto a las directivas propuestas en las alocuciones pontificias anuales a la Rota Romana, como a la común jurisprudencia rotal sobre los aspectos específicos que son urgentes para los tribunales 337 individuales” . 336 BENEDICTO XVI, Discurso a los miembros del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, Ciudad del Vaticano, 4 de febrero de 2011, c. 337 BENEDICTO XVI, Ibídem., d.e.f. 240 601 Como Tribunal contencioso-administrativo, dirime: las controversias surgidas por un acto de potestad administrativa eclesiástica, que se le hayan encausado legítimamente; en estos casos, además del juicio de legitimidad, puede juzgar, cuando se le pida acerca de la reparación de los daños consecuentes al acto legítimo338. Las demás controversias administrativas confiadas a este Tribunal por el Romano Pontífice o por los Dicasterios de la Cura Romana; y el conflicto de competencia entre los mismos Dicasterios. En virtud de la potestad administrativa, por lo que mira al foro judicial, esto es, vigilar sobre la recta administración de la justicia; prorrogar la competencia de los Tribunales; promover y aprobar la erección de los Tribunales a que se refieren los cánones 1423 y 1439. Le corresponden, también, otras atribuciones que se refieren al orden jurídico del Estado de la Ciudad del Vaticano. Sus funciones vienen señaladas en el canon 1445. 602 En este ámbito contencioso-administrativo, S.S. Benedicto XVI también le ha recordado su gran contribución, por medio del diálogo, a la comunión eclesial: “Este Tribunal Supremo está también ocupado en otro ámbito delicado de la administración de la justicia, que le fue confiado por el Siervo de Dios Pablo VI; la Signatura conoce, de hecho, las controversias surgidas por una actuación de la potestad administrativa eclesiástica y a esta le remite a través del recurso propuesto legalmente contra las actuaciones administrativas singulares que vienen o han sido aprobadas por el Dicasterio de la Curia Romana… “Este es un servicio de vital importancia: la predisposición de los instrumentos de justicia –desde la solución pacífica de las controversias hasta el tratamiento y definición judicial de las mismas– constituye la oferta de un lugar de diálogo y de restablecimiento de la comunión de la Iglesia”... Aunque es verdad que a la injusticia se la debe enfrentar, en primer lugar, con las armas espirituales de la oración, de la caridad, del perdón y de la penitencia, no se puede excluir, en algún caso, la oportunidad y la necesidad de que sea respondida con los instrumentos procesales. Estos constituyen antes que nada, un lugar para el diálogo, que puede ser que conduzca a la concordia y a la reconciliación. No por casualidad el ordenamiento procesal prevé que in limine litis, incluso, en toda fase del proceso, haya espacio y ocasión para que “cuando 338 Actualmente el Tribunal de la Signatura Apostólica en su Sección Segunda, es el único tribunal administrativo (cf Normae Speciale, del 23 de marzo de 1968; la Constitución Pastor Bonus, Art. 123, describe sus funciones). Respecto a la remota posibilidad de la constitución de un “Tribual administrativo diocesano”, distinto al Tribunal judicial, como un instrumento para el buen gobierno pastoral del Obispo diocesano, en lo relacionado a las controversias administrativas (cf CIC c. 1400 § 2), puede consultarse en FRANCISCO IBGD, Cap. V. 1-4. 241 alguien se considere perjudicado por un decreto, se evite el conflicto entre el mismo y el autor del decreto, y que se procure llegar de común acuerdo a una solución equitativa, acudiendo incluso a la mediación y al empeño de personas prudentes, de manera que la controversia se eluda o se dirima por un medio idóneo” (CIC c. 1733, § 1). Son impulsadas para este fin, iniciativas y normativas dirigidas a las instituciones de oficio o consejos que tengan como tarea, según las normas establecidas, buscar y sugerir soluciones equitativas (cf ibíd., § 2). En otros casos, cuando no sea posible solucionar la controversia pacíficamente, el desarrollo del proceso contencioso-administrativo comportará la definición judicial de la controversia: también en este caso la actividad del Tribunal Supremo mira a la reconstitución de la comunión eclesial, o sea al restablecimiento de un orden objetivo conforme al bien de la Iglesia. Solo esta comunión restablecida y justificada a través de la motivación de la decisión judicial 339 puede dar lugar a una auténtica estructura eclesial en paz y armonía” . 603 De ahí que tenga competencias de tres tipos: 1) judiciales, descritas en el canon 1445 § 1; 2) de apelación ante recursos administrativos y de resolución ante los conflictos de competencias entre los Dicasterios de la Curia Romana; 3) de otras competencias en el orden administrativo, descritas en el canon 1445 §2, como la vigilancia y la administración sobre la función judicial, según lo indicado por el canon 1445 §3. Estas competencias están más desarrolladas en la Constitución Apostólica “Pastor Bonus” (cf Arts. 122 al 124). F.4.3.- PENITENCIARÍA APOSTÓLICA. 604 La Constitución Apostólica “Pastor Bonus” (cf Arts. 117-120), señala que la competencia de la Penitenciaría Apostólica comprende todo aquello relacionado al fuero interno, tanto sacramental como no sacramental, la concesión y uso de indulgencias, las absoluciones, dispensas, conmutaciones, sanciones, condonaciones y otras gracias; salvo el derecho de la Congregación de la Doctrina de la Fe, en lo que se refiere al discernimiento de la doctrina dogmática acerca de las indulgencias. 605 El Regente con dos Oficiales examina cada una de las causas en las reuniones cotidianas. Los Prelados de la Penitenciaría se reúnen periódicamente bajo la presidencia del Cardenal Penitenciario Mayor, de quien forman su Consejo, en la así llamada Penitenciaría Apostólica, para examinar aquellas prácticas que presentan particular dificultad y que 339 BENEDICTO XVI, Ibídem., g.h.i. 242 requieren un estudio más profundo. Es el Tribunal que atiende la absolución de las censuras y las dispensas reservadas al Sumo Pontífice. F.4.4.- CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE. 606 S.S. Juan Pablo II determinó que «la tarea propia de la Congregación para la Doctrina de la Fe es promover y tutelar la doctrina de la fe y la moral en todo el mundo católico. Por esta razón, todo aquello que, de alguna manera toca este tema, cae bajo su competencia» (PB Art. 48). Es la más antigua de las nueve Congregaciones de la Curia. 607 En conformidad con su razón de ser, promueve colegialmente encuentros e iniciativas para «difundir la sólida doctrina y defender aquellos puntos de la tradición cristiana que parecen estar en peligro, como consecuencia de doctrinas nuevas no aceptables». 608 Juntamente con la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, estudia los casos del matrimonio rato y no consumado y la dispensa del celibato. Es el Obispo quien instruye el proceso, según leyes 340 especiales, y lo envía a la Congregación . 340 Se da también una amplia colaboración con la Pontificia Comisión Bíblica y la Comisión Teológica Internacional, ambas presididas por el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En las oficinas del Dicasterio tiene su sede también la Secretaría de la Comisión Interdicasterial para el Catecismo de la Iglesia Católica, cuyo Presidente es el Prefecto de la misma Congregación. 243 F.4.5.- CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS. 609 Su Santidad Papa Juan Pablo II, le asignó a esta Congregación responsabilizarse de todo aquello que corresponde a la Sede Apostólica acerca de la promoción y reglamentación de la liturgia, especialmente de los sacramentos (PB Art. 62). Le corresponde promover la acción pastoral litúrgica en todo lo relativo a la preparación y la celebración de la Eucaristía, de los otros sacramentos y sacramentales (PB Art. 64). así como la celebración del día Domingo, de las fiestas del Año litúrgico y de la Liturgia de las horas. 610 Para cumplir su finalidad, a la "Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos", que tiene un “Reglamento interno” propio, aprobado por la Secretaría de Estado (Prot. 340944 del 24 marzo de 1994), le corresponde el manejo de sus competencias en dos sectores: el Litúrgico y el Disciplinar. Cada uno está organizado en dos Departamentos: uno para el Culto divino (I) y los Sacramentos (II), y el otro para la Disciplina de los Indultos, Dispensas y Procesos canónicos acerca los procesos del Sacramento del Orden (III) y acerca del matrimonio rato y no consumado (IV). 611 Por lo que se refiere al “Orden Sagrado”, según la "Pastor Bonus", se trata específicamente de la dispensa de las irregularidades e impedimentos para la licitud y validez de la admisión a las Órdenes (cf Art. 63). Otorga los indultos para la licitud del ejercicio del Orden en algunos ministerios (cf Art. 63). Trata y define los procesos canónicos para la declaración de nulidad respecto a la Ordenación (cf Art. 68). 612 Trata en Consejos especiales y ordinarios, las causas de dispensa de las obligaciones derivadas de la Ordenación y del estado clerical, tanto para los Sacerdotes como para los Diáconos, sean diocesanos o religiosos, así de la Iglesia Latina como de las Iglesias Orientales (Art. Secretaría de Estado, n. 230. 139, del 8 de febrero de 1989). 613 Tiene competencia acerca de la "pérdida del estado clerical", anexa a la dispensa de las obligaciones del Orden y de los votos (Ibídem). 614 Provee y examina los actos de los procesos judiciales para "la dimisión del estado clerical" y para integrar la sentencia penal con la dispensa pontificia de las obligaciones (Ibídem). Tiene competencia para examinar y presentar a la consideración del Sumo Pontífice los casos para la "dimisión del estado 244 clerical" aplicable "in poenam" y "ex officio" en situaciones de particular gravedad (salvo el c. 1342, §2). Asimismo, prevé la eventual readmisión al “estado clerical” y a la rehabilitación para el ejercicio del ministerio de los clérigos que, después de la defección y de la reducción al estado laical, lo pidan a norma del canon 293. 615 Por lo que se refiere al “Matrimonio realizado y no consumado”, concede las dispensas de los impedimentos reservados a la Sede Apostólica (cf CIC c. 1078 §2,1º y 2º), con rarísimas excepciones por lo que respecta al §3, pero sólo para reconocidas causas canónicas, circunstancias y el “monitum” de Ordinario, especificando que la concesión de la gracia no puede significar ni el cambio de la norma canónica, ni el establecimiento de una práctica. 616 En orden a la “sanatio in radice” o “sanación o convalidación en la raíz”, los casos cuya dispensa está reservada a la Sede Apostólica, quedan fuera de los poderes ordinarios de los Obispos diocesanos (cf CIC c. 1165 §§1-2). 617 La Congregación concede y renueva las facultades a los Obispos diocesanos, previo voto de la Conferencia Episcopal, para que laicos cualificados asistan legítimamente a los matrimonios, donde hay una escasez de sacerdotes y diáconos (cf 1112 §1). 618 Resuelve los casos dudosos y complejos de la presunta muerte de uno de los cónyuges (cf CIC c. 1707 § 3). F.4.6.- CONGREGACIÓN PARA LAS CAUSAS DE LOS SANTOS. 619 Además de los procesos descritos en el Código de Derecho canónico, debe tenerse en cuenta que existe otro proceso en la Iglesia, que es el de las 341 causas de canonización y beatificación . El canon 1403 §1 remite a una ley pontificia peculiar para estas causas: por cierto, se debe hacer notar que esta remisión excluye la competencia de la legislación particular sobre estas causas. 620 La Constitución Apostólica "Divinus perfectionis magister" del 25 de enero de 1983 y las respectivas "Normae servandae in inquisitionibus ab episcopis 341 Cf IUSCA: JOSÉ LUIS GUTIÉRREZ ARANGUREN, Principios inspiradores de las normativas sobre las causas de canonización, Vol. 39, Nº Extra 1, 1999, pp. 491-504; Id. La normativa actual sobre las causas de canonización, Vol. 32, Nº 63, 1992, pp. 39-65. ALBERTO ROYO MEJÍA, Algunas cuestiones sobre la heroicidad de las virtudes y la certeza moral jurídica en las causas de los santos, Vol. 34, Nº 67, 1994, pp. 189-226. 245 faciendis in causis sanctorum: normas a observar en las investigaciones que han de realizar los Obispos, respecto a las causas de los santos" del 7 de febrero de 1983, dieron lugar a una profunda reforma en el procedimiento de las causas de canonización y en la reestructuración de la Congregación, a la que se le dotó de un Colegio de Relatores, con el encargo de cuidar la preparación de las Positiones super vita et virtutibus (o super martyrio) de los Siervos de Dios. 621 Juan Pablo II la denomina Congregación de las Causas de los Santos (PB Art. 71-74), es decir de cuanto, según el procedimiento prescrito, lleva a la canonización de los Siervos de Dios, a través de normas especiales y consejos oportunos a los Obispos diocesanos, a quienes compete la “instrucción de la causa” y envían las actas a la Congregación. 622 Esta Congregación pondera atentamente las causas ya instruidas, viendo si todo se ha realizado según las normas de la ley. Indaga a fondo las causas así examinadas, con el fin de juzgar si se dan todos los requisitos para que se sometan al Sumo Pontífice los votos favorables. Algunas normas y una descripción acerca del proceso especial de beatificación y canonización de un siervo de Dios, puede verse en los ANEXOS 7 y 8. 623 Corresponde a la Congregación examinar si se concede el título de “Doctor(a)”, a algún santo(a), después de haber obtenido el parecer de la Congregación de la Doctrina de la Fe, en cuanto que ésta examina lo referente a la doctrina eminente del mismo(a). 624 También le compete decidir sobre todo lo referente a la declaración de la autenticidad de las sagradas reliquias y a su conservación. VI.F.5. LOS TRIBUNALES PARA LA VIDA CONSAGRADA Y SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA. 625 Para los Institutos religiosos clericales de derecho pontificio: el juez o tribunal de primera instancia es el Superior Provincial y el de segunda instancia es el Superior General. Para las congregaciones monásticas, el juez de primera instancia es el Abad local y el de segunda es el Abad superior. 626 En los demás casos juzga el Tribunal diocesano en primera instancia (cf CIC c.1427 §§1-3). 246 VI.G. EL OBISPO ES RESPONSABLE, EN SU DIÓCESIS, DE LA POTESTAD JUDICIAL QUE EJERCE PERSONALMENTE O A TRAVÉS DE OTROS. 627 El Obispo diocesano en el ejercicio pastoral de su ministerio judicial, se rige por lo que determina el Magisterio eclesial y el Código de Derecho 342 Canónico . Consciente de que la administración de la justicia es un aspecto de la sagrada potestad, cuyo justo y oportuno ejercicio es muy importante para el bien de la Comunidad diocesana, ha de considerar el ámbito judicial como un aspecto especial e ineludible de sus cuidados pastorales. 628 El Obispo diocesano quien, desde su Ordenación episcopal, ha recibido la potestad judicial por derecho divino, la ejerce normalmente en la Diócesis encomendada a sus cuidados pastorales de manera personal o a través de otros, como lo es su Vicario judicial y los Jueces, quienes forman con él un solo Tribunal (cf CIC cc. 1419; 1420, §1- 2; 1421 §1-2; 391 §2), y participan en la actividad pastoral cotidiana de la Curia diocesana, en el ejercicio de la potestad judicial (cf CIC c. 469). 629 El Tribunal juzga cualquier tipo de causas judiciales, excepto las que el Obispo se reserve a sí mismo (cf CIC c. 1420, 2) y las reservadas a la Autoridad suprema por el mismo Derecho o por decreto del Sumo Pontífice, o bien, las reservadas a otra Autoridad eclesiástica (cf CIC c. 381 §1). 630 El Obispo diocesano es el Juez propio de primera instancia en el Tribunal (cf CIC c. 391 §2). Cuando se trata de una persona moral o jurídica, representada por el Obispo, juzga en primera instancia el Tribunal de apelación, ya que nadie puede ser juez y parte en la misma causa, o sea, 343 “nadie es juez en su propia causa” (cf CIC c. 1419 §2) . Así, en las causas penales, que se refieren a él, juzga el Romano Pontífice (cf CIC c. 1405 §1, 3º); y en las contenciosas, la Rota Romana (cf CIC c.1405 §3, 1º). 342 Cf CIC cc. 391 § 2, 1401, 1419, 1425, 1430, 1432, 1437; Directorio AS, 180. El canon 1419 §1-2 determina: “En cada Diócesis, y para todas las causas no exceptuadas expresamente por el Derecho, el Juez de primera instancia es el Obispo diocesano, que puede ejercer la potestad judicial por sí mismo o por medio de otros de acuerdo con los cánones que siguen. Sin embargo, cuando se trata de derechos o de bienes temporales de una persona jurídica representada por el Obispo, juzga en primer grado el Tribunal de apelación”. 343 247 VI.G.1. LA ORGANIZACIÓN PASTORAL DEL SERVICIO ECLESIAL DE LA POTESTAD JUDICIAL DEL OBISPO, EN LA CURIA DE LA IGLESIA DIOCESANA. 631 El Obispo diocesano, habrá de elegir diligentemente a los titulares de los diferentes oficios o ministerios pastorales que han de colaborar con él en la Curia diocesana en el ejercicio de su potestad judicial, singularmente en su Tribunal diocesano. 632 La organización judicial forma parte de la Curia del Obispo diocesano y está regulada por el Libro VII del nuevo Código de Derecho Canónico (1983). En ella no están subordinadas entre sí las secciones vicariales ejecutivas y las judiciales, cuyos miembros tienen oficios diversos en virtud del «principio de distinción de poderes» (cf CIC cc. 135 §1 y 391 §2). 633 En la organización judicial diocesana, a diferencia de los Vicarios con potestad ejecutiva o administrativa, el Vicario judicial, los Vicarios judiciales adjuntos y los demás Jueces diocesanos, no cesan en el periodo de “sede vacante” (cf CIC cc. 1420 §5 y 1422). 634 Junto con el Obispo diocesano, que es juez nato de primera instancia (cf CIC c. 1419 §1), comparten la caridad pastoral, en comunión eclesial corresponsable con su potestad judicial, quienes son titulares de los ministerios u oficios de Vicario judicial, Vicario judicial Adjunto, los otros Jueces diocesanos, el Defensor del Vínculo y los Notarios procesales 344 diocesanos (cf cc. 1420 §1; 1420 §4; 1421 §1: 1430; 1432 y 1437) . 635 El Obispo diocesano necesita constituir y nombrar al «Promotor de Justicia», como lo señalan los cánones 1430: “Para las causas contenciosas en que está implicado el bien público, y para las causas penales, ha de constituirse en la Diócesis un Promotor de justicia, quien por oficio está obligado a velar por el bien público”; y 1435: “Corresponde al Obispo nombrar al Promotor de justicia y al Defensor del vínculo, que han de ser clérigos o laicos de buena fama, doctores o licenciados en Derecho canónico y de probada prudencia y celo por la justicia” (cf Los que en el derecho se equiparan al 345 Obispo diocesano: c. 381 §2) . 344 Cf JOSÉ ANTONIO VIANA TOMÉ, OGI p. 250. En el Artículo 3 (dentro del Capítulo I: Del tribunal de primera instancia, dentro del contexto del Libro VII acerca de los procesos en el Título II: DE los distintos grados y clases 345 248 636 La misma persona puede desempeñar el oficio de Promotor de justicia y Defensor del vínculo, pero no en la misma causa. Asimismo, puede ser constituida para todas o sólo para una causa y pude ser removido por el Obispo (cf c. 1436 §2). 637 El Promotor de Justicia es, en sí mismo, un miembro de la Curia diocesana, más que del Tribunal diocesano. Cuida del bien público de la Iglesia y con la autorización o por mandato de Obispo presenta al Tribunal los casos que afectan al bien público. Su ministerio es velar e intervenir en el juicio o causas contenciosas en las que pueda estar en juego el bien público de la Iglesia (salvo en las que él mismo esté implicado), aunque compete al Obispo juzgar si está o no en juego el bien público. En cambio, también es su deber intervenir en todas los juicios o causas penales en los cuales siempre está en juego el bien público de la Iglesia (cf CIC cc. 1430-1431). Su intervención está expresamente mandada 346 por la ley (cf c. 1431 §1) . Su ser y quehacer se encuentran en los cánones del 1430 al 1437. VI.G.2. IDENTIDAD DEL VICARIO JUDICIAL Y SU RESPECTIVA VICARÍA, EN EL ESPIRITU PASTORAL INTEGRAL, ORGANICO, DIFERENCIADO Y DE COMUNIÓN DE LA IGLESIA PARTICULAR. de tribunales), el Código de Derecho Canónico, se refiere a las normas relativas al personal perteneciente a la organización de los tribunales. En él regula 3 figuras canónicas de importantes: el Promotor de justicia, el Defensor del vínculo y el Notario. Ninguno de quienes son titulares de estas 3 figuras, en su calidad de tales, tienen potestad de juzgar. Su misión no es juzgar aunque su oficio pertenezca al órgano del tribunal e intervengan en el proceso como “partes” (especialmente el Promotor de justicia y el Defensor del vínculo). Su misión es defender los intereses de la ley, velando por su aplicación estricta y recta. En este aspecto son “partes”, pero “partes públicas”, porque no defienden derechos subjetivos o individuales, sino tutelan la ley pública, vigente en el ordenamiento. Así, si debiendo intervenir, no fueran citados legítimamente, o no hubieran intervenido de hecho antes de la sentencia, examinados los hechos de la causa, el proceso es nulo. En consecuencia, estas 3 figuras han sido constituidas de una manera estable para el ejercicio correcto de la potestad de juzgar y su participación en el proceso judicial puede requerirse, en ciertos casos, para la validez: cf Comentarios de MANUEL ARROBA, Libro VII De los Procesos, en BENLLOCH, COMC, pp.633-635. 346 Cf IUSCA: JOSÉ BERNAL, Sentido y régimen jurídico de las penas expiatorias, Vol. 38, Nº 76, 1998, pp. 595-615; ANGEL MARZOA RODRÍGUEZ, Sanciones disciplinares y penas canónicas, Vol. 28, Nº 55, 1988, pp. 181-196. 249 638 El Vicario judicial es el presbítero designado por el Obispo diocesano que, en su nombre, ejerce la potestad judicial en el Tribunal de la 347 Diócesis, a fin de que, “con potestad ordinaria y vicaria a la vez” , se ocupe de conocer, definir y juzgar las causas que puedan presentarse en el área pastoral específica y especializada de los asuntos jurídicos, conforme al Derecho eclesial. G.2.1.- SER DEL VICARIO JUDICIAL. 639 Ejerce su ministerio u «oficio vicario», haciendo presente al Obispo en el ejercicio de la potestad judicial. De esta manera, viene a ser el “cuasi alter ego: casi el otro yo” del Obispo diocesano, en lo que se refiere al ámbito judicial, puesto que forma un solo Tribunal con él (cf CIC c. 1420). Participa, por lo tanto, únicamente de la potestad judicial del Obispo, no así de la ejecutiva, ni de la legislativa. Otros sacerdotes también integran el Tribunal Eclesiástico. 640 El Obispo puede designar igualmente, aunque no esté obligado a hacerlo, Vicarios Judiciales Adjuntos, cuya tarea consiste en ayudar al Vicario judicial en el desempeño de sus funciones, cuando el volumen de causas así lo requiera (cf CIC c. 1420, 3). Queda sobreentendido que la potestad del Vicario judicial Adjunto es similar a la del Vicario judicial, aunque debe ser ejercida en colaboración con éste (cf cc. 1420 §3). 347 La potestad del Vicario judicial es vicaria y ordinaria a la vez, concedida por el Obispo diocesano al dar el nombramiento: “Todo Obispo diocesano ha de nombrar un Vicario judicial u Oficial con potestad vicaria de juzgar” (c. 1420 §1). La potestad de régimen judicial que tiene dicho Vicario es ordinaria, porque la tiene por oficio y por derecho; a la vez, es vicaria porque la ejerce a nombre del Obispo, el cual es el titular del oficio, quien forma con el Vicario un solo Tribunal (cf CIC c. 1420 §2). Por lo mismo no se puede hacer apelación ante el Obispo Diocesano en contra de las decisiones de su Vicario judicial, ni plantearle recursos en contra de dichas decisiones. Dado el caso, la apelación, se hace ante el Tribunal y la Segunda Instancia. El Vicario judicial ejerce esta facultad en dependencia y subordinación de comunión corresponsable con el Obispo, en cuanto a su constitución, funcionamiento y disciplina, no así en cuanto a los juicios que se han de emitir sobre las causas judiciales; éstas son competencia exclusiva de los jueces. Por lo que mira a la “delegación de esta potestad”, el canon 135 § 3, expresa claramente: “La potestad judicial que tienen los jueces o tribunales… no puede delegarse si no es para realizar los actos preparatorios de un decreto o sentencia”. 250 641 El Código de Derecho Canónico exige que el Vicario judicial y los demás Vicarios Judiciales Adjuntos, sean sacerdotes, de buena fama, doctores o al 348 menos licenciados en Derecho canónico . Su nombramiento será por un tiempo determinado, aunque renovable y no pueden ser removidos de su cargo si no es por una causa legítima y grave, prevista en el Derecho canónico (cf CIC c. 1422). 642 Las decisiones del Vicario judicial, dado que forma un solo Tribunal con el Obispo, no pueden ser apeladas ante éste, sino ante el Tribunal de Segunda 349 Instancia, cuando sea el caso (cf CIC c. 1420 § 2) . 643 El Vicario judicial forma parte de la Curia del Obispo diocesano. En ella se encuentra el Tribunal eclesiástico, en el que cualquier fiel cristiano tiene la posibilidad de presentar su causa, ya sea contenciosa o penal; asimismo, puede hacerlo ante la Santa Sede (cf CIC cc. 391 §2 y 469; 221; 1417). G.2.2.- QUEHACER DEL VICARIO JUDICIAL. 644 El ministerio u oficio eclesial propio del Vicario judicial o del Vicario judicial Adjunto y de los Jueces, es juzgar. Ejercen la facultad judicial en nombre del Obispo diocesano en el Tribunal (cf CIC c 391 §2) y, desde éste, promulgan la sentencia que es la esencia de la facultad de 350 juzgar (cf c. 463 §1) . 348 Cf CIC c. 1420 §4; AS 178. La referida identificación entre el Obispo diocesano y su Vicario judicial, sus Adjuntos y demás Jueces, que forman un solo Tribunal, lleva a considerar una diferencia específica, al compararla con la relación del Obispo diocesano respecto a sus Vicarios Generales y Episcopales: los Vicarios con potestad ejecutiva ordinaria son sujetos de autoridad jurídicamente distintos del Obispo diocesano, y por lo tanto, sus decisiones pueden ser apeladas, por vía administrativa ante el mismo Obispo. Otra característica distintiva del Vicario judicial respecto a los demás Vicarios del Obispo con potestad ejecutiva ordinaria, es que cuando queda vacante la sede episcopal, el Vicario judicial y los demás Jueces permanecen en su oficio y no pueden ser removidos ni removidos en su cargo por el Administrador diocesano, aunque se haya cumplido el tiempo de su mandato. Sin embargo, una vez que haya asumido su ministerio el nuevo Obispo diocesano, necesitan ser confirmados por él (cf CIC c. 1420 § 5). En cambio los Vicarios Generales o Episcopales cesan en su cargo al quedar vacante la sede. Esta diferencia está motivada por la necesidad de continuidad en el ejercicio de la potestad judicial. 350 Cf FRANCISCO JAVIER OLAVIDE PÉREZ, El Vicario judicial…, Ibídem. 349 251 645 El servicio eclesial del Vicario judicial, por lo tanto, se desarrolla en el ámbito pastoral judicial. Para ello debe definir qué modalidad del Tribunal tiene competencia para juzgar en una determinada causa y la confía a quien le corresponda. A esto se le llama en la Iglesia “fuero competente” (cf CIC cc. 1404-1416. 1671-1674). 646 En esta perspectiva de responsabilidades eclesiales, ha de tomarse en cuenta la competencia propia del Romano Pontífice y de los Tribunales de la Santa Sede, distintos de los Diocesanos e Interdiocesanos, para orientar, de forma conveniente, cada causa hacia el Tribunal correspondiente. 647 El sentido pastoral de la acción judicial del Vicario, se extiende a todo conflicto que, al interior de la Iglesia diocesana, precise la aplicación del Derecho procesal canónico, siempre a petición del interesado o del Promotor de Justicia (cf CIC c. 1501). El objetivo específico de la conducción del proceso en un juicio, es llegar a un decreto o sentencia, según el ámbito propio de la facultad de juzgar de la Iglesia (cf cc.135 §3; 1401). 648 En un sentido amplio, su competencia está delineada por el canon 1400, conforme al cual son objeto de juicio la reclamación o reivindicación de los derechos de las personas físicas o jurídicas, o la declaración de actos jurídicos. También, al instruir la causa en cada uno de ellos, según la característica, contenciosa, criminal o penal del juicio, el Vicario, como pastor-juez, ha de atender a las personas, viendo en cada una de ellas a un 351 discípulo de Jesucristo y miembro vivo de la comunidad eclesial . 649 Esto se da particularmente, por ejemplo, al estudiar cada causa caso, y declarar sentencia, como la de nulidad, si el matrimonio celebrado es nulo, o si ha de tenerse por válido. El Vicario judicial dirige y coordina su 352 ministerio en el Tribunal, de forma armónica con el Obispo diocesano . Entre sus variadas tareas pastorales judiciales, teniendo su oficio pastoral específico en la Curia, están: 351 Cf JUAN IGNACIO BAÑARES, Instituciones básicas, interacciones y zonas conflictivas de Derecho canónico y Derecho eclesiástico, Sección: Temas de Derecho Procesal Canónico, Universidad de Navarra, Pamplona 2009; DE DIEGO-LORA, C., Poder jurisdiccional y función de justicia en la Iglesia, EUNSA, Pamplona 1976; JORGE MIRAS, El objeto del recurso contencioso-administrativo en el Derecho canónico vigente, IUSCA Vol. 46, Nº 92, 2006, pp. 557-580. 352 VICENTE PRIETO, La función directiva del juez en la instrucción de la causa, IUSCA Vol. 34, Nº 67, 1994, pp. 65-101. 252 1.- Constituir el Tribunal y llamar por turno a los jueces, que han de estudiar, discernir, cada causa (cf CIC c. 1425, §3), y declarar sentencia a través de un juicio eclesiástico, en el entendido de que “el juicio eclesiástico es la discusión y definición realizadas, según las leyes, ante un tribunal eclesiástico, de una controversia relativa a 353 materias en las cuales la Iglesia tiene potestad de juzgar” . 2.- Vigilar la eficacia del trabajo pastoral judiciario, particularmente sobre su fidelidad al Magisterio eclesial, al ámbito canónico-jurídico y a la libertad y conciencia del creyente. 3.- Colaborar, desde el horizonte eclesial, jurídico y pastoral, en la formación permanente del presbiterio diocesano, realizando al menos una Jornada anual, en un proceso cuyos temas sean de Derecho canónico o civil, según la actualidad y necesidades existentes. 4.- Promover la asistencia ineludible de los miembros del Tribunal a conferencias, seminarios, talleres de formación o actualización, etc., en cualquiera de los ámbitos en que puedan participar oportunamente. 5.- Participar, dado el espíritu y la acción pastoral que caracterizan la vida diocesana, en los procesos pastorales de programación, discernimiento, decisión, animación y evaluación que se realizan en la Diócesis. Por eso, juntamente con las reuniones y programaciones propias de su oficio pastoral judicial, en el ámbito diocesano, provincial o nacional, será convocado a participar en las reuniones y procesos pastorales diocesanos. Su participación será un signo de comunión eclesial, íntima y corresponsable con el Obispo, con los demás Vicarios, Decanos y los responsables de las Comisiones, Dimensiones y Estructuras diocesanas. 6.- Promover con frecuencia, en mutua colaboración y actitud de diálogo pastoral, la intercomunicación de la Vicaría Judicial con la Vicaría Episcopal para la Pastoral Diocesana, teniendo en cuenta a los involucrados en la Pastoral familiar y matrimonial, así como a los responsables de la Formación inicial y permanente de los Presbíteros y los responsables de los Agentes Laicos. 353 GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, p. 538. 253 7.- Dado el caso, participar como miembro convocado “de jure: 354 por derecho” en el Sínodo Diocesano . VI.G.3. IDENTIDAD DEL DE LA VICARÍA JUDICIAL Y SU TRIBUNAL DIOCESANO, EN EL ESPÍRITU PASTORAL DE LA IGLESIA PARTICULAR. 650 El actual Código señala que la Curia Diocesana consta de “aquellos organismos y personas que colaboran con el Obispo en el gobierno de toda la Diócesis”. Desde su Curia, el Obispo, tiene la misión de motivar a los miembros de su familia diocesana, para que en comunión se dejen guiar por el Espíritu en las tres áreas del régimen del buen gobierno pastoral, como una forma concreta e indicadora de la voluntad de Dios, a fin de: 1.- cumplir el ordenamiento legislativo eclesial; 2.- cuidar del aspecto administrativo o ejecutivo, como servicio de amor en la edificación de la Iglesia, y 3.- ejercer la potestad judicial, como un servicio de justicia en la caridad y en la verdad. Toda esta unidad de triple régimen es una concreción eminente de la caridad pastoral de Jesucristo y una expresión claramente privilegiada de la presencia del Reinado de 355 Dios en la Iglesia y en el mundo (cf CIC cc. 469.1420ss) . 651 En esta perspectiva, el ministerio del Vicario judicial en la Vicaría Judicial (también organismo pastoral de la Curia diocesana), es corresponsable con el Obispo en el ejercicio de la potestad judicial, formando con él un solo Tribunal. 652 En cada Diócesis el Obispo debe constituir, por tanto, un Tribunal diocesano, estable, que funcione como órgano judicial del Obispo, quien es el Juez ordinario local, para la decisión, en Primera instancia, de todas las causas que el Derecho no haya reservado a órganos especiales o que el 356 mismo Obispo se haya reservado expresamente . G.3.1. SER DE LA VICARÍA JUDICIAL Y SU TRIBUNAL DIOCESANO. 354 Cf CIC c. 463 §1, 2º; GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, n. 792. Cf GHIRLANDA, Ibídem., n. 771. 356 Cf GHIRLANDA, Ibídem., n. 610. 355 254 653 La Vicaría Judicial es el organismo de la Curia Diocesana que atiende el área pastoral específica y especializada de los asuntos judiciales. 654 El Obispo hace partícipes de la potestad judicial a su Vicario judicial, a los Vicarios Judiciales Adjuntos y a los demás Jueces nombrados por él y siempre en comunión eclesial con él. Éstos gozan de la potestad ordinaria vicaria para juzgar en su nombre, en el Tribunal diocesano. 655 Tanto el Vicario judicial como todos los demás que forman el Tribunal diocesano, habrán de emitir personalmente la Profesión de fe ante el Obispo o su delegado, comprometiéndose, bajo juramento, a cumplir recta y fielmente su tarea pastoral judicial (cf CIC cc. 833, 5º. 1454). 656 A través de su Tribunal Diocesano, el Obispo ha de garantizar los derechos y deberes de todos los miembros del Pueblo de Dios, a fin de contribuir a que en la Iglesia diocesana reinen la verdad, la caridad y la justicia. 657 El canon 1420 ordena que el Obispo, en cada Diócesis, nombre un Vicario judicial con capacidad de juzgar. Además, según el canon 1421, debe nombrar jueces. De acuerdo con el canon 1420 § 2, el Vicario judicial -y el juez, se entiende- forma un solo Tribunal con el Obispo. No se puede olvidar que éste tiene, por derecho divino, potestad propia de juzgar en su Diócesis. 658 Además, el derecho prevé, en el canon 1425, que para ciertas causas deba nombrarse un Tribunal colegiado con al menos tres jueces. Entre estas causas están las que se refieren al vínculo del matrimonio. 659 Mediante su Tribunal, el Obispo diocesano ejerce la potestad judicial que le compete conforme al Derecho Canónico. Puede designar como titular a uno o varios Vicarios Judiciales o Adjuntos. El Vicario judicial es el encargado de administrar la justicia canónica dentro de la Iglesia diocesana. De quienes tienen en el Tribunal la misión de ejercer la justicia con caridad y verdad, se exige, sobre todo, un conocimiento adecuado y fidedigno, tanto del Derecho canónico y de la persona con su realidad, como de la tradición eclesial. En el proceso de discernimiento, aplicación y ejecución requieren también de la sabia y justa aplicación de las leyes y de las sentencias. 660 En todo proceso canónico que se realice en el Tribunal diocesano, ha de tenerse en cuenta el conocido principio pastoral, universal, fundamental y hermenéutico, no sólo del régimen integral del buen gobierno, particularmente de la jurisprudencia eclesial, sino también de toda acción 255 pastoral anunciadora del Evangelio: "La salvación de las almas debe ser siempre la ley suprema en la Iglesia" (cf CIC c. 1752). 661 El ministerio del juez eclesiástico es pastoral porque viene en ayuda de los miembros del pueblo de Dios que se encuentran en dificultad. De esta forma, el juez viene a ser para ellos el Rostro del Buen Pastor que consuela a quien ha sido herido u ofendido, guía a quien ha errado, reconoce los derechos de quien ha sido lesionado, calumniado o injustamente humillado. La autoridad judicial viene a ser así una autoridad de servicio, el cual consiste en el ejercicio del poder confiado por Cristo a su Iglesia para el bien de las almas. Tal servicio, para ser evangélico, evitará cualquier forma de absolutismo y de egoísmo; se cumplirá en el respeto a la persona, libre y responsable: consistirá en el guiar sin oprimir, en el amar a un hermano que acepta la obediencia como deber, y no como necesidad extrínseca, como un bien para el cristiano y un beneficio para la comunidad. El juez tendrá en cuenta, gracias a la equidad canónica, todo aquello que la caridad sugiere y consiente para evitar el rigor del derecho, la rigidez de su expresión técnica; evitará que la letra mate y, así, animar sus intervenciones con la caridad que es don del Espíritu che libera y que vivifica; tendrá en cuenta a la persona humana, de las exigencias de la situación que, si imponen tal vez al juez el deber de aplicar la ley más severamente, ordinariamente llevan a ejercitar el derecho de manera más humana, más comprensiva: siempre hará falta vigilar no solamente para tutelar el orden jurídico, sino sobre todo para sanar y educar, dando así prueba de verdadera caridad. El ejercicio pastoral del poder judicial es sobre todo medicinal más que vindicativo; si existen penas, éstas no deberán aparecer jamás como una venganza sino, según el 357 pensamiento de San Agustín, como una expiación deseada . 662 Por consiguiente, el Tribunal, en cada una de sus acciones pastorales judiciales, es expresión visible de la comunión y de la sacramentalidad de la Iglesia, así, por ejemplo, en los procesos judiciales, cumple con un cometido salvífico; custodia y garantiza los dones de la comunión, la justicia, la verdad, la caridad, la paz y la armonía, que vigorizan el orden y la disciplina, siempre formadores de personas y comunidades. Brinda apoyo y asesoría jurídica a los miembros del Pueblo de Dios que soliciten la justicia de la Iglesia, específicamente a los matrimonios que presenten alguna problemática jurídica conyugal, incluso de los no bautizados o no católicos (cf CIC cc. 1476; 1674). También proporciona orientación jurídica, en el 357 Cf PABLO VI, VVG. 256 campo de la administración de la justicia, a los fieles cristianos laicos, a los 358 presbíteros y a los miembros de la Vida Consagrada que lo requieran . 663 Algunas causas acerca de la Sagrada Ordenación Sacerdotal y del vínculo del Sacramento del Matrimonio, han de estudiarse por un Tribunal colegiado, que consta de tres o más jueces. Si esto no es posible, la Conferencia del Episcopado puede permitir que, en caso de necesidad, haya un juez único clérigo (cf CIC cc. 1424-1425. 1428). El Obispo puede confiar los oficios de Promotor de justicia y de Defensor del vínculo a laicos. En ambos casos ha de tratarse de laicos expertos que sean doctores o, al menos, licenciados en Derecho Canónico (cf CIC cc. 1421.1435). Asimismo, la Conferencia del Episcopado puede facultar a los Obispos que sufren escasez de sacerdotes, para que puedan nombrar jueces laicos, y que, uno de éstos, forme parte del Tribunal colegiado (cf cc. 1420, §1 y 2; 1435; 1421, §1 y 2, 359 relacionados con los Acuerdos 1606-1608 de la CEM) . 664 Es posible, además, que varios Obispos decidan constituir un Tribunal único de Primera instancia para sus Diócesis, es decir, un Tribunal Interdiocesano. En este caso necesitan la aprobación de la Sede Apostólica (esta aprobación se da a través del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, a la cual corresponde velar sobre la recta administración de la justicia en toda la Iglesia). Estos Tribunales Interdiocesanos pueden constituirse para atender todas las causas judiciales, o para una clase determinada de ellas, por ejemplo, para las causas de nulidad de ordenación, o nulidad matrimonial, o para las causas penales, o para varias de ellas, etc. (cf CIC c. 1423). G.3.2. QUEHACER DEL TRIBUNAL DIOCESANO. 665 El Tribunal Diocesano tiene la misión de impartir la justicia con equidad canónica y hacer valer, mediante un proceso, los derechos de las personas bautizadas (personas físicas); de las instituciones que se encuentran dentro de la Iglesia, como, por ejemplo, las parroquias, conventos, seminarios, etc. (personas jurídicas); y el reconocimiento de los Sacramentos instituidos dentro de la misma (actos jurídicos), es decir, lo 358 Cf RAFAEL RODRÍGUEZ-OCAÑA, "Compete a los fieles reclamar y defender los derechos que tienen en la Iglesia", IUSCA Vol. 39, Nº Extra 1, 1999, pp. 337-366; AUGUSTO ROJAS VALDIVIA, La disciplina del Derecho Canónico, en Rev. TEOLOGÍA Y VIDA, Pontificia Universidad Católica de Chile, vol. 41, n 2-4, 2000. 359 Cf CIC cc. 1421 §1. 1424. 1428, Acuerdo de la CEM n. 1608: Cf Legislación de la CEM. Período 1983-1994. 257 relacionado con los procesos contenciosos. Asimismo, sanciona o emite sentencia cuando se quebrantan las leyes de la Iglesia, al tratarse 360 concretamente de los procesos penales . 666 Las causas que resuelve el Tribunal, que atañen a toda la comunidad eclesial, son referidas, en último término, a los asuntos relacionados con las realidades espirituales o con la violación de las leyes eclesiásticas. En este sentido cualquier bautizado o incluso un no bautizado o no católico (cf CIC c. 1476), pude hacer uso de sus derechos para presentar ante el Tribunal de su Diócesis la tramitación judicial de alguna causa, ya sea contenciosa o penal. Son objeto de juicio, tanto la reclamación o reivindicación de derechos de las personas físicas, morales o jurídicas, o la declaración de hechos jurídicos, como los delitos, por lo que se refiere a decretar o declarar una pena. El Papa, Juan Pablo II, señala que la ley procesal canónica participa del Derecho de la Iglesia y, por lo tanto, de la economía de la salvación. Se trata de una realidad jurídica y, a la vez, sacramental. “Al respecto –afirma Su Santidad Juan Pablo II-, siguen siendo tan contemporáneas y eficaces como siempre, las palabras que les dirigió Pablo VI en su último discurso a la Rota Romana: "saben bien que el derecho canónico como tal y como consecuencia el derecho procesal, del que forma parte, en sus motivaciones, se introduce en el plan de la economía de la salvación, puesto que la salvación de las almas (salus animarum) es la ley suprema de la 361 Iglesia” . 360 “En lo referente a la potestad de gobierno o de jurisdicción, los laicos sólo pueden «cooperar» a tenor del Derecho (cf CIC c. 129 §2)… Es decir, que los laicos sólo pueden desempeñar aquellos cargos eclesiásticos que no impliquen esas potestades. En este sentido, un laico, por ejemplo, puede ser Defensor del vínculo (cf CIC c. 1635), Promotor de justicia (cf CIC c. 1430), Abogado (cf CIC c. 1483), Asesor del juez (cf CIC c. 1483), Auditor (cf CIC c. 1428 §2), miembro del Consejo económico (cf CIC cc. 492. 536. 537. 1280), incluso puede ser juez en un tribunal colegiado (cf CIC c. 1421). En estos oficios eclesiales laicos se distingue entre varones y mujeres. Cf en BENLLOCH, COMC pp. 150-151; GIANFRANCO GHIRLANDA, DIMC, p. 538; MARZOA, A. - MIRAS, J. - RODRÍGUEZ-OCAÑA, R. (Dirs.), Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, 3ª ed. Pamplona 2001, vol. IV. IGLESIAS ALTUNA, J. J. GARCÍA FAÍLDE, Tratado de Derecho Procesal Canónico, Publicaciones Universidad Pontificia, Salamanca 2005; J. Mª, Procesos matrimoniales canónicos, Ed. Civitas y Universidad Complutense, Madrid 1991; JUAN GOITI ORDEÑANA, Tratado de derecho procesal canónico, Ed. Colex, Madrid 2001; DE DIEGO-LORA, C. RODRÍGUEZ-OCAÑA, R., Derecho procesal canónico. Parte general. EUNSA, Pamplona 2002. 361 JUAN PABLO II, Discurso a la Rota Romana sobre el carácter pastoral del Derecho en la Iglesia, la equidad canónica y la justicia, 18 de enero de 1990, n. 7. 258 667 Existe una grave responsabilidad y un gran desafío para los Tribunales eclesiásticos, consistente en la atención y claridad con que deben ser afrontadas todas las causas judiciales, entre los miembros del Pueblo de Dios, específicamente las penales, como elementos providentes de ascesis y como llamada a la conversión evangélica. Por falta de atención oportuna y 362 adecuada, de parte de las diversas instancias de la Iglesia , pueden acontecer negligencias o desafortunadas consideraciones, que tarde o temprano, tienen consecuencias irreparables, llegando a provocar antitestimonios y escándalos en la Iglesia y en el mundo. Estas actitudes de descuidos, en el fondo son falta de fidelidad al querer salvífico de Dios, expresado en la mediación providente del orden jurídico y penal. 668 Es importante tener en cuenta que, prioritariamente, se trata de juzgar hechos, no personas. Por lo que al Tribunal compete llegar a la verdad de los hechos. Cuando algún bautizado se ve involucrado en un hecho de esta naturaleza, ha de asumirlo como un fuerte llamado a la conversión y 363 fidelidad a Jesucristo . Es necesario tener en cuenta lo que prescribe el 364 Código acerca de la forma de proceder en los asuntos penales . 362 Detrás de cada bautizado, que ha delinquido y que acude al Tribunal, está una sociedad enferma, en muchos aspectos; está la familia y la pastoral familiar; está la formación inicial y permanente del clero; está la pastoral juvenil, etc… En la Carta a los católicos de Irlanda (19 marzo 2010), S.S. Benedicto XVI señala algunos elementos que han dado lugar a la crisis sacerdotal de nuestros tiempos, tales como: “la rápida transformación y secularización de la sociedad” que repercutió en la “tradicional adhesión de las personas” a los valores católicos; el abandono de las prácticas sacramentales y devocionales que sustentan la fe; la renovación propuesta por el Vaticano II mal entendida a veces; “los procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio” y la insuficiente formación (cf n. 4). El Papa, exhorta a todo el pueblo de Dios a usar los medios necesarios en un “largo proceso de recuperación y renovación eclesial” (n. 5). El proceso penal es sólo una parte en el conjunto de toda la pastoral. 363 El Papa Benedicto XVI ha insistido en la aplicación de las leyes y el cuidado del aspecto penal de las mismas, con un fuerte llamado a los Obispos y sacerdotes, de manera que tanto dentro de la Iglesia como de la comunidad civil, las Autoridades sean capaces de afrontar sus responsabilidades en su ámbito respectivo. En la misma Carta pastoral del Papa a los católicos de Irlanda, cuyo contenido esencial es aplicable a la Iglesia Universal, señala en clave jurídica, a la luz del Evangelio que: “En particular, hubo una tendencia, motivada por buenas intenciones, pero equivocada, a evitar los enfoques penales de las situaciones canónicamente irregulares”, que ha provocado una crisis, “cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y la falta de tutela de la dignidad de cada persona (cf n. 4). Ante la criminalidad (como sería el caso de la pederastia): “Todos nosotros estamos sufriendo las consecuencias de los pecados de nuestros hermanos que han traicionado una obligación sagrada o no han afrontado de forma justa y responsable las denuncias de abusos (cf n. 10). Ante esta realidad el Papa reconoce las actitudes que estos hechos han provocado y nos llama a una responsabilidad evangélica: “Sé que muchos estáis decepcionados, desconcertados e irritados por la manera en que algunos de vuestros superiores han abordado esas cuestiones. Sin embargo, es esencial que cooperéis estrechamente con los que desempeñan cargos de autoridad y colaboréis a fin de garantizar que las medidas adoptadas para responder a la crisis sean verdaderamente evangélicas, justas y eficaces (cf n. 10). Sin embargo, el Papa se dirige nominalmente a sus hermanos los Obispos, titulares de la potestad jurídica, responsables de ella con su Vicario judicial y su Tribunal diocesano, de esta manera: “A mis hermanos Obispos. 259 669 Los criterios fundamentales que están llamados a seguir, en su quehacer pastoral-judicial, los miembros del Tribunal eclesiástico, son las enseñanzas del Evangelio de Jesucristo, el Magisterio de la Iglesia y la tradición jurídico-canónica, expresada en el Código de Derecho Canónico de 1983. En toda la aplicación del Derecho se ha de observar la Regla Áurea, es decir, que en toda aplicación de la ley luzca el espíritu de la caridad y de la mansedumbre de Cristo, que ha de ser siempre la regla áurea y perenne de la 365 Iglesia que debe permear sus leyes y sus juicios . G.3.3. RESPONSABLES Y COLABORADORES EN EL TRIBUNAL DIOCESANO. 670 El Tribunal ha de contar con personal capacitado para sus funciones, personas conocedoras del misterio de la Iglesia y, singularmente, de los fundamentos y procesos judiciales de la misma, tales como los Jueces que sean doctores en Derecho o verdaderamente peritos (cf CIC c.1483); también se requieren los ponentes y auditores, otros colaboradores de los No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores habéis fallado, a veces gravemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del Derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones. Reconozco que era muy difícil captar la magnitud y la complejidad del problema, obtener información fiable y tomar decisiones adecuadas a la luz de los pareceres divergentes de los expertos. No obstante, hay que reconocer que se cometieron graves errores de juicio y hubo fallos de gobierno. Todo esto ha socavado gravemente vuestra credibilidad y eficacia. Aprecio los esfuerzos que habéis llevado a cabo para remediar los errores del pasado y para garantizar que no vuelvan a ocurrir. Además de aplicar plenamente las normas del Derecho canónico concernientes a los casos de abusos de niños, seguid cooperando con las autoridades civiles en el ámbito de su competencia. Está claro que los Superiores religiosos deben hacer lo mismo…” (n. 11). 364 Un vez tenida noticia de algún delito, el Ordinario investiga o manda que se investigue (cf CIC c. 1717 §1); hecha la investigación, él es quien determina si “puede ponerse en marcha el proceso” (cf CIC c. 1718 §1, 1º), pero sólo después de haber observado lo que prescriben los cánones 1314. 1718, §1, 2º; él determina si se sigue por la vía judicial o por la vía administrativa (cf CIC c. 1718 §1, 3º); estos decretos, si hay elementos nuevos, los puede revocar (cf CIC c. 1718 §2). Para evitar juicios inútiles vea, el Obispo, si puede él dirimir la cuestión de los daños, de acuerdo con las partes (cf CIC c. 1718 §4). Conviene que oiga a dos jueces o peritos (cf CIC c. 1718 §3). Si decide que se lleve el caso el proceso, entrega las actas al Promotor de Justicia y éste las presenta al Juez. Es en este momento en que el Tribunal toma a su cargo la causa por determinación del Ordinario. Las Nuevas Normas del 15 de julio del 2010 acerca de los “delitos más graves”, como ya se explicó antes, determinan que, acta la investigación por el Ordinario, él envía las actas a la Congregación y ella decide si se avoca a sí misma la causa u Ordena al Ordinario “proceder ulteriormente” (cf Art. 16). 365 Un vez tenida noticia de algún delito, el Ordinario investiga o manda que se investigue (cf CIC c. 1717 §1); hecha la investigación, él es quien determina si “puede ponerse en marcha el proceso” (cf CIC c. 1718 §1, 1º), pero sólo después de haber observado lo que prescriben los cánones 1314. 1718, §1, 2º; él determina si se sigue por la vía judicial o por la vía administrativa (cf CIC c. 1718 §1, 3º); estos decretos, si hay elementos nuevos, los puede revocar (cf CIC c. 1718 §2). Para evitar juicios inútiles vea, el Obispo, si puede él dirimir la cuestión de los daños, de acuerdo con las partes (cf CIC c. 1718 §4). Conviene que oiga a dos jueces o peritos (cf CIC c. 1718 §3). Si decide que se lleve el caso el proceso, entrega las actas al Promotor de Justicia y éste las presenta al Juez. Es en este momento en que el Tribunal toma a su cargo la causa por determinación del Ordinario. Las Nuevas Normas del 15 de julio del 2010 acerca de los “delitos más graves”, como ya se explicó antes, determinan que, acta la investigación por el Ordinario, él envía las actas a la Congregación y ella decide si se avoca a sí misma la causa u Ordena al Ordinario “proceder ulteriormente” (cf Art. 16). 260 Jueces o del Tribunal, asesores y notarios, y, si es el caso, de psicólogos y otros profesionales que investiguen y apoyen pericialmente un determinado proceso. 671 En concreto, forman parte de este organismo diocesano, que ejerce la potestad de régimen judicial en la Iglesia diocesana a nombre del Obispo, las personas con los oficios o ministerios eclesiales siguientes, cuyas atribuciones están definidas por el Derecho: 0.- En primer lugar el mismo Obispo diocesano que ejerce su potestad tanto por sí mismo, como por el Vicario judicial y los Jueces (cf CIC c. 391 §2). 1.- El Vicario judicial, como ha sido afirmado precedentemente, tiene la potestad ordinaria de juzgar a nombre del Obispo y puede realizar este ministerio como Juez único o como presidente del Tribunal colegial (cf CIC cc. 1420 §1. 1426 §2). No juzga las causas reservadas por el Derecho ni las que el Obispo se reserve a sí mismo (cf c. 1420). Los Vicarios judiciales adjuntos, son ayudantes del Vicario judicial con potestad ordinaria para juzgar y siempre deben estar en comunión con él y con el Obispo (1420 §3). 672 Quehacer u oficio del Vicario judicial en el Tribunal: 1.-Cuidar la disciplina en el Tribunal y velar por la atención pastoral de quienes necesiten el servicio del Tribunal, teniendo en cuenta que, el mismo ejercicio de la facultad de juzgar, es un ministerio pastoral. 2.-Organizar cualquier servicio de justicia, a fin de que el Tribunal tenga capacidad de testimoniar la pastoralidad de la Iglesia de Cristo, Buen Pastor. 3.-Designar los jueces para cada una de las causas y sustituir eventualmente, por causa gravísima, a los ya designados precedentemente (cf CIC c. 1425 §3 y 5). 4.-Presidir personalmente, o por medio de un Vicario judicial adjunto, el Tribunal colegiado (cf CIC c. 1426 § 2). 5.-Decidir sobre la recusación de un Juez. Sin embargo, si el Obispo es el recusado, debe abstenerse de juzgar y, si el recusado es él mismo, como Vicario judicial, entonces decide el Obispo moderador del 261 Tribunal. También puede informar a la Signatura Apostólica (cf CIC c. 1445 § 3, 1º) 6.-Atender cuidadosamente el proceso para la dispensa de las obligaciones del estado clerical que ha de presentarse ante el Romano Pontífice (cf CIC cc. 291; 1079 §1). 7.-Seguir de manera especial los asuntos referentes al matrimonio, como serían los procesos de nulidad, la dispensa del matrimonio rato y no consumado (cf CIC cc. 1697-1706) y acerca de la muerte presunta del cónyuge, en comunión con el Obispo (cf c. 1707). 8.-Dar el consentimiento o anuencia para que el proceso se lleve a cabo en el Tribunal del domicilio de la parte actora o en el Tribunal donde existen el mayor número de pruebas, después de escuchar a la parte demandada (cf CIC c. 1673, 3º y 4º). 9.-Declarar, mediante sentencia, la nulidad matrimonial, o designar a un juez para declarar cada causa (cf CIC c. 1686). 10.-Notificar la sentencia ejecutiva de nulidad de matrimonio al Ordinario del lugar donde se celebró el matrimonio y a la Diócesis donde se celebró el bautismo, para que el respectivo párroco realice la notificación en el libro correspondiente (cf CIC c. 1685). Otros colaboradores: 673 2.- El Defensor del vínculo es quien debe intervenir en todas las causas en las que se discute la nulidad de una ordenación sagrada o la nulidad de un 366 vínculo matrimonial (cf CIC c.1432) . Es responsabilidad suya proponer y manifestar todo aquello que pueda aducirse razonablemente en favor de la validez del Sacramento del Orden o de preservación del vínculo del 367 Sacramento del Matrimonio . 674 3.- Los Jueces diocesanos son aquellos miembros del Pueblo de Dios, capacitados según el Derecho y a quienes el Vicario asigna las causas que 366 Cf ADRIÁN GONZÁLEZ MARTÍN, La nulidad de la Sagrada Ordenación, IUSCA Vol. 23, Nº. 46, 1987, pp. 579-598. 367 Canon 1432; cf PÍO XII, Alocución del 2 de octubre de 1944, n. 2b, 284, y JUAN PABLO II, Alocución del 14 de febrero de 1980, 172-178. 262 han de estudiar y resolver. De esta manera ejercitan la potestad de juzgar que el Obispo les concede (cf CIC c. 1421). 675 4.- El Notario debe intervenir en todo proceso judicial. Su tarea consiste en redactar las actas de la causa, dar fe pública de ellas con su firma al calce del documento (cf CIC c. 1437). Son nulas las actas que no estén firmadas por el Notario (cf c. 1431 §§1-2). 676 5.- Los Auditores, a quienes corresponde “la instrucción de la causa”, recogen las pruebas y las entregan al Juez (cf CIC c. 1428 §§1.3). 677 6.- Los Peritos han de intervenir siempre que, por prescripción del Derecho o del Juez, cuando sea necesario que se realice un estudio o se requiera un dictamen, para comprobar un hecho o determinar su verdadera naturaleza (cf CIC c. 1574). 678 7.- Los Abogados, son aquellas personas que aconsejan, defienden y asisten en el juicio a los litigantes. Lo mismo los Procuradores judiciales a quienes también se encomienda la representación legítima de las partes para actuar y responder ante los Tribunales (cf CIC c. 1481 §1). 679 8.- El Ponente o Relator, interviene en el Tribunal colegiado. Es uno de los Jueces del colegio, nombrado por el presidente; informa a los Jueces acerca de la causa y redacta la sentencia (cf CIC c. 1429). 680 9.- Los Asesores. Prestan asesoría jurídica. El oficio de los asesores es aconsejar, no dirigir el proceso. Al Juez único se le permite servirse de dos asesores (cf CIC c. 1424). 681 10.- Los Cursores son aquellas personas que tienen como oficio notificar o “hacer las intimaciones judiciales”; sus actos hacen fe pública (cf Código del Derecho Canónico del año 1917, cánones del 1591 al 1593). En México es un servicio necesario, debido a que, frecuentemente, no se puede cumplir con el desarrollo del proceso teniendo como recurso únicamente el correo. PROCESOS JUDICIALES 682 Algunos principios a considerarse en orden al ejercicio de la potestad judicial y algunos aspectos de los procesos judiciales, pueden consultarse en el ANEXO 9. 263 RECIBAMOS CON GOZO Y ESPERANZA EL “DON Y MISTERIO” DE LOS VICARIOS GENERALES, EPISCOPALES Y DEL VICARIO JUDICIAL, Y SU ENTREGA PASTORAL A NUESTRA IGLESIA DIOCESANA: He propuesto a ustedes, mis amados hermanos y hermanas, estas reflexiones acerca de los distintos ministerios vicariales, su ser, misión y facultades eclesiales. Los Vicarios son mis colaboradores más cercanos, a quienes he llamado a participar corresponsablemente conmigo en el buen gobierno pastoral de la Iglesia diocesana. Mi interés ha sido que en unión y comunión con los Vicarios, juntos, como Iglesia particular, nos encaminemos a vivir con mayor dinamismo nuestro permanente estado de Misión. Cada uno de ellos es mi representante, según su específica encomienda pastoral, y lleva hasta ustedes mi presencia y mi caridad de pastor. Estoy seguro de que su fidelidad a la misión que les he confiado, contribuirá a la renovación de nuestra Iglesia. Confío igualmente que los cuidados que les ofrezcan en nombre de Cristo y de su Iglesia, fortalecerán nuestra comunión. Su entrega a este oficio dará impulso a nuestra conversión evangélica y a nuestra revitalización eclesial. 264 CONCLUSIÓN Convocados a testimoniar, en la Iglesia diocesana, la comunión trinitaria y la evangelización, en el ejercicio de los servicios vicariales. 683 En este momento de nuestro encuentro con el misterio con la Iglesia y la contemplación de la vida íntima de la Trinidad, estamos llamados primordialmente a renovar nuestra conciencia de que “la comunión de los fieles y de las Iglesias particulares en el Pueblo de Dios, se sustenta en la comunión con la Trinidad” (cf DA 155). Todavía más concretamente, todos los bautizados y bautizadas de América Latina y El Caribe, en comunión con la Iglesia Universal, gracias a nuestra participación en el sacerdocio común, propio del Pueblo de Dios, estamos llamados a vivir testimonialmente y a transmitir la comunión de la Trinidad, en razón de que «la evangelización es un llamado a la participación de la comunión trinitaria» (cf DA 157). -A los fieles cristianos laicos684 Ustedes, mis hermanos, los fieles cristianos laicos, como discípulos y misioneros de Jesucristo, son mujeres y hombres de la Iglesia en el corazón del mundo y, al mismo tiempo, hombres y mujeres del mundo en el corazón de la Iglesia (cf DP 786). Unidos a Jesucristo y en comunión eclesial con la jerarquía, también han sido, en virtud de su bautismo, llamados y enviados por Él, como “luz del mundo” (cf DA 209-215): “Los movimientos –nos dice S.S. Benedicto XVI- son una cosa magnífica. Ustedes saben bien cuánto los aprecio y quiero, como don del Espíritu Santo a la Iglesia. Sin embargo, se han de valorar según su apertura a la común realidad católica, a la vida de la única y común Iglesia de Cristo, que en su diversidad es, en definitiva, 368 una sola” . -A los consagrados y consagradas685 También ustedes, los consagrados y consagradas en las distintas comunidades de los Institutos eclesiales, están llamados a vivir dentro de la comunión eclesial, universal, continental, diocesana, parroquial y 368 BENEDICTO XVI, Carta a los Seminaristas, Vaticano, 18 de octubre de 2010, 7; cf Ibídem., US 21 de Septiembre de 2010, Art. 3. 265 doméstica, enriqueciéndolas con sus carismas fundacionales, como discípulos y misioneros de Jesús, Testigo del Padre en la misión evangelizadora de la Iglesia (cf DA 216-224). Hago mía la invitación que S.S. Benedicto XVI expresó en favor de ustedes y de la Iglesia, para que, desde la escucha de la “Palabra del Señor”, con su carisma fundacional y su entrega, hagan presente el Reinado de Dios en nuestra Comunidad diocesana, desde nuestras parroquias, en el espíritu de la Nueva Evangelización: “Queridos hermanos y hermanas, ¡escuchen asiduamente la Palabra, porque toda sabiduría de vida nace de la Palabra del Señor! Escruten la Palabra, a través de la lectio divina, puesto que la vida consagrada «nace de la escucha de la Palabra de Dios y acoge el Evangelio como su norma de vida. El vivir siguiendo a Cristo casto, pobre y obediente, se convierte en "exégesis" viva de la Palabra de Dios. El Espíritu Santo, en virtud del cual se ha escrito la Biblia, es el mismo que ha iluminado con luz nueva la Palabra de Dios a los fundadores y fundadoras. De ella ha brotado cada carisma y de ella quiere ser expresión cada regla, dando origen a itinerarios de vida cristiana marcados por la radicalidad evangélica» (Verbum Domini, 83). Hoy vivimos, sobre todo en las sociedades más desarrolladas, una condición marcada a menudo por una pluralidad radical, por una progresiva marginación de la religión de la esfera pública, por un relativismo que afecta a los valores fundamentales. Esto exige que nuestro testimonio cristiano sea luminoso y coherente y que nuestro esfuerzo educativo sea cada vez más atento y generoso. Que su acción apostólica, en particular, queridos hermanos y hermanas, se convierta en compromiso de vida, que accede, con perseverante pasión, a la Sabiduría como verdad y como belleza, «esplendor de la verdad». Sepan orientar con la sabiduría de su vida, y con la confianza en las posibilidades inexhaustas de la verdadera educación, la inteligencia y el corazón de los hombres y las mujeres 369 de nuestro tiempo hacia la «vida buena del Evangelio»” . 686 El mismo Papa, al establecer el Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización y decretar sus tareas específicas señala explícitamente: “Dar a conocer y sostener iniciativas relacionadas con la Nueva Evangelización organizadas en las diversas Iglesias particulares y promover la realización de otras nuevas, involucrando también activamente las fuerzas presentes en los 369 BENEDICTO XVI, Homilía, Celebración de las vísperas en la fiesta de la presentación del Señor, Basílica Vaticana, 2 de febrero de 2011, g.h. 266 Institutos de vida consagrada y en las Sociedades de vida apostólica, así 370 como en las agregaciones de fieles y en las nuevas comunidades” . -A los jóvenes seminaristas687 De manera particular, ustedes, nuestros jóvenes seminaristas, que viven en intensa actitud de esperanza su proceso de discernimiento y formación en la comunión, son depositarios del cariño y la esperanza del pueblo creyente, encomendado a mis cuidados pastorales. El Seminario es ahora una viva escuela de la comunión y una tierra fecunda para que germinen y vayan madurando en ustedes las características del sacerdote de Cristo, celoso discípulo y misionero, pues Él los llama «para estar con él y enviarlos a predicar» en su nombre (cf Mc 3, 14). 688 Ese “estar con Él” con la característica de comunión, es formarse para responder fielmente a su llamado al sacerdocio ministerial, de manera específica. Por eso, ya desde ahora, les pido que vivan su respuesta a ese llamado, con generosidad y alegría, en la contemplación y oración, en la identificación con Jesucristo y en su acción pastoral; que se esfuercen por su conveniente formación integral, de manera que les ayude a conseguir madurez humana en las circunstancias del hombre de hoy, y una viva conciencia de lo trascendente y del misterio que transforma toda la existencia. Luchen por adquirir, así, una sólida identidad humana, sacerdotal, pastoral y misionera, integrada libremente en su persona y abierta a la comunión eclesial diocesana, continental y universal. 689 Entréguense con amor, como nos urge S.S. Juan Pablo II: “El amor, al que el apóstol Pablo dedicó un himno en la primera carta a los Corintios,… es ciertamente exigente. Su belleza está precisamente en el hecho de 371 ser exigente” . 690 A su vez, el actual Romano Pontífice, S.S. Benedicto XVI, les invita a vivir el amor como vocación de donación al hombre de hoy: 370 BENEDICTO XVI, Carta Apostólica US, Art. 3. 3. Sobre la actualidad, importancia y trascendencia de la Nueva Evangelización en nuestros días, para toda la Iglesia, es conveniente ver: SINODO DE LOS OBISPOS, “«Lineamenta» para la XIII Asamblea, NECFT. 371 JUAN PABLO II, Carta a las Familias, «Gratissimam sane: La grata oportunidad», 2 de febrero de 1994: Año de la Familia, 14. 267 “Ustedes, queridos amigos, han decidido entrar en el seminario y, por tanto, se han puesto en camino hacia el ministerio sacerdotal en la Iglesia católica… Han hecho bien. Porque los hombres, también en la época del dominio tecnológico del mundo y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender con Él y por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios de una humanidad verdadera. Donde el hombre ya no percibe a Dios, la vida se queda vacía; todo es insuficiente. El hombre busca después refugio en el alcohol o en la violencia, que cada vez amenaza más a la juventud. Dios está vivo. Nos ha creado y, por tanto, nos conoce a todos. Es tan grande que tiene tiempo para nuestras pequeñas cosas: «Hasta los pelos de su cabeza están contados». Dios está vivo, y necesita hombres que vivan para Él y que lo lleven a los demás. Sí, tiene sentido ser sacerdote: el mundo, mientras exista, necesita sacerdotes y pastores, hoy, mañana y siempre. El seminario es una comunidad en camino hacia el servicio sacerdotal. Con esto, ya he dicho algo muy importante: no se llega a ser sacerdote solo. Hace falta la “comunidad de discípulos”, el grupo de los que quieren servir a la Iglesia de 372 todos” . 691 Haciendo todo esto, ya están viviendo como discípulos misioneros de la Iglesia de Cristo; además, la manera más fiel de seguir construyendo la comunión pastoral para el futuro, es vivirla ya desde ahora, en su condición de seminaristas, entregándose, con autenticidad y a fondo, a hacerlo todo bien desde el presente. 692 Los animo a vivir con fe, alegría y esperanza este privilegiado tiempo de gracia y de intenso trabajo personal; desarrollen sus condiciones antropológicas de manera que posibiliten una vida sacerdotal fecunda; esfuércense por conocer, valorar y orar por el presbiterio al que un día, si es voluntad de Dios, serán integrados por el Sacramento del Orden, mediante el cual serán constituidos en próvidos colaboradores del Obispo, para vivir unidos a él en la comunión eclesial. 693 Desde mi corazón de pastor les exhorto: ¡Fórmense en la exigencia total del amor, ese camino de excelencia que rechaza la mediocridad y la superficialidad, de manera que se templen, adquiriendo, con decisión, las virtudes humanas, morales, intelectuales, espirituales y pastorales que el pueblo de Dios espera y necesita de sus futuros sacerdotes¡ -A los miembros de mi presbiterio diocesano372 BENEDICTO XVI, Carta a los Seminaristas, Idem., Introducción. 268 694 Ustedes amados sacerdotes, miembros de mi Presbiterio diocesano y mis próvidos colaboradores, son quienes, ungidos por el Espíritu Santo para gloria del Padre y salvación de sus hermanos los hombres, encarnan hoy el amor pastoral de Jesucristo Pastor, Cabeza, Esposo y Servidor. Por eso les invito para que, sumergidos en el misterio de comunión de la Trinidad, sigan dando testimonio de su proceso de conversión avalando una mayor eficacia en la vida pastoral de nuestra Iglesia diocesana. De nosotros depende, en gran parte, que el ministerio vicario que hemos considerado en esta Exhortación consiga los frutos que nos señala el Espíritu a través del Magisterio conciliar y postconciliar. 695 Los Obispos de Latinoamérica y del Caribe, reunidos en Aparecida, Brasil, guiados también por el Espíritu nos llamaron a considerar la esperanza que nuestras comunidades siguen teniendo en nosotros sus pastores: “El Pueblo de Dios siente la necesidad de presbíteros-discípulos: que tengan una profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del Buen Pastor, dóciles a las mociones del Espíritu, que se nutran de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y de la oración; de presbíteros-misioneros; movidos por la caridad pastoral: que los lleve a cuidar del rebaño a ellos confiados y a buscar a los más alejados predicando la Palabra de Dios, siempre en profunda comunión con su Obispo, los presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas y laicos; de presbíterosservidores de la vida: que estén atentos a las necesidades de los más pobres, comprometidos en la defensa de los derechos de los más débiles y promotores de la cultura de la solidaridad. También de presbíteros llenos de misericordia, 373 disponibles para administrar el sacramento de la reconciliación” . -Mi esperanza en quienes ejercen el ministerio vicarial, como acción pastoral comprometida en la comunión y en la misión evangelizadora de nuestra Iglesia diocesana696 Confío, asimismo, que con su servicio vicarial consciente, responsable y creativo, cada uno de ustedes mis Vicarios Generales, Episcopales y mi Vicario Judicial, construiremos de manera decidida la comunión eclesial, asumiendo y realizando la acción evangelizadora que el Espíritu de Jesucristo está suscitando y quiere para nuestra Iglesia particular. 373 DA 199. 269 697 Mi esperanza respecto a la entrega generosa de todos ustedes, miembros de mi Presbiterio, como signo de su caridad pastoral, se acrecienta en mí corazón de pastor. Tengo la seguridad de que esta renovación estructural, que ya se nos pide desde el Primer Sínodo 374 Diocesano , se manifestará en la vitalidad pastoral de nuestra Iglesia particular. 698 Espero también que, con nuestro testimonio apasionado por la acción evangelizadora y la puesta en práctica de este proyecto de Dios acerca de la “vicariedad”, unidos todos, mis Decanos, Presbíteros, Diáconos y demás miembros del Pueblo de Dios, lograremos acrecentar nuestra respuesta fidedigna al querer salvífico de Dios-Amor, la Santísima Trinidad, a favor de nuestro hermano, el hombre de hoy. 699 Al enviarles esta Exhortación en la que expreso una detenida 375 reflexión pastoral de orden teológico, eclesial y jurídico-canónica , a la luz de la Palabra y del Magisterio de la Iglesia, sobre la identidad, responsabilidades y facultades de mis Vicarios en el régimen de gobierno, como servicio pastoral diocesano, quiero invitar a ustedes, mis hermanos presbíteros, a los miembros de los Institutos de Vida Consagrada, a las Sociedades de Vida Apostólica, a los alumnos de nuestro Seminario, a los Agentes de Pastoral y a todos los Fieles cristianos laicos, a conocer estos distintos aspectos para reflexionarlos, interiorizarlos y aceptarlos, personal, grupal y comunitariamente; también a tomarlos como inspiración de su oración, y a ofrecer su disposición para que los vivamos en nuestra amada Iglesia de Toluca. 700 Van aquí expuestas las disposiciones o normas jurídicas, siguiendo fielmente el Derecho Canónico en su contexto eclesial postconciliar; llevan éstas el fruto del caminar de nuestra Diócesis y el sentido pastoral que se ha ido madurando en el proceso de nuestra historia. El único fin de la formulación y promulgación, de las mismas, es la gloria de Dios y el ofrecimiento de Jesucristo, Salvador, a nuestros hermanos. 374 Cf DIÓCESIS DE TOLUCA, PSP, Norma 615. El Papa Benedicto XVI advierte que no puede separarse lo teológico de la práctica pastoral, es decir que la pastoral precisa de un sustento teológico: “De de hecho el aspecto teológico pastoral y el práctico no pueden separarse si se quiere acceder al misterio de comunión…”, Discurso a los participantes en la Asamblea plenaria del Consejo Pontificio para los laicos, 22 de septiembre de 2006. 375 270 701 Confío al Vicario episcopal para la pastoral diocesana que juntamente con los demás Vicarios y los Decanos instrumenten talleres que pedagógicamente faciliten el estudio, la reflexión y la asimilación de este documento, para que disciernan claramente sus responsabilidades y facultades, de manera que apliquen las normas con espíritu de caridad pastoral en sus respectivas áreas vicariales. La vivencia de estas orientaciones, intercambio común y reflexión que iremos haciendo periódicamente, nos ayudarán a todos los miembros de nuestra Iglesia diocesana a cumplir mejor el querer de Dios en nuestra misión evangelizadora. Suplico al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, fuente de toda comunión y acción evangelizadora que, ya desde ahora, nos conceda, a mí como su Obispo y a mis Vicarios generales, episcopales y al Vicario judicial, la alegría de vivir y de servir con dedicación, sabiduría y amor a los miembros de nuestra Iglesia, en nombre de Jesucristo Cabeza, Pastor, Esposo y Servidor. Elevemos nuestra oración al gran Pastor de nuestras almas para que esté siempre con nosotros en el servicio evangelizador de comunión eclesial que Obispo y Vicarios estamos llamados a ofrecer en el pueblo de Dios. Que María, la Madre del Verbo 376, nuestro Pastor, quien ha mantenido su “si” al querer de Dios en toda circunstancia, interceda por nosotros y nos acompañe a continuar nuestro camino eclesial de comunión y esperanza, en la renovación, conversión y evangelización. Su servido en Jesucristo: + FRANCISCO JAVIER CHAVOLLA RAMOS Obispo de Toluca. 376 BENEDICTO XVI, VD 124. 271 ANEXOS ANEXO 1 LAS CAUSAS RESERVADAS AL ROMANO PONTIFICE Y A LA SANTA SEDE 1.- AL ROMANO PONTIFICE 1. La dispensa del celibato eclesiástico (cf CIC c. 291) 2. La creación secreta de los cardenales (c. 351) 3. La exención de los religiosos (c. 591) 4. La erección, supresión y la modificación de las Conferencias Episcopales (c. 449 §1) 5. La concesión de las indulgencias (c. 995) 6. La concesión de bendiciones particulares (c. 1169 §2) 7. La disolución del matrimonio no consumado entre bautizados o del matrimonio entre una parte bautizadas y otra no bautizada (cc. 1142, 1698 §2) 8. El juicio de las causas relacionadas con las personas particulares (c. 1405 §1. 1406 §2). 2.- A LA SANTA SEDE: 9. La dispensa de leyes (c. 87) 10. Erigir, suprimir o modificar las Conferencias episcopales (c.449 §1) 11. La fusión, unión, federación o confederación de los Institutos de Vida consagrada (c. 582) 12. La remoción del Administrador diocesano (c. 430 §2) 13. La supresión de los Institutos y el destino de sus bienes temporales (c. 584) 14. La supresión de la casa única de un Instituto religioso (c. 616 §2) 272 15. El indulto de la exclaustración de un religioso (c. 686 §2) 16. El indulto de salida de un miembro religioso (cc. 691 §2, 743) 17. Dar personalidad jurídica a las Conferencias de los Superiores mayores (c. 709) 18. La concesión de sanación “in radice”, cuando el impedimento está reservado a la Sede Apostólica (c. 1165 §2) 19. La institución, interpretación, abolición y modificación de los sacramentales (c. 1167) 20. La reducción de los compromisos de misas (cc. 1308, 1310 §3) 21. La dispensa de la irregularidad (c. 1047). 3. LAS CAUSAS RESERVADAS A LA SANTA SEDE (excomuniones) 22. En la remisión de una pena, la reserva se ha de interpretar estrictamente (c. 1354 §3) 23. Por la profanación de las especies consagradas (c. 1367) 24. Por la violencia física contra el Romano Pontífice (c. 1379 §1) 25. Por la absolución del cómplice, en el pecado contra el sexto mandamiento del decálogo (c. 1378 §1) 26. Por la consagración de los obispos sin mandato pontificio (c. 1382) 27. Por la violación directa del secreto sacramental (c. 1388 §1). 273 ANEXO 2 LAS FACULTADES, DEBERES Y PRERROGATIVAS DEL OBISPO DIOCESANO Indicaciones: 1.- El número entre paréntesis, en negrilla, se refiere al canon respectivo del Código de Derecho Canónico (1983). La brevedad de la referencia exige consultar directamente el texto original de manera íntegra, para una auténtica y completa comprensión del contenido jurídico del canon. 2.- En varios enunciados para no repetir el sujeto: “El Obispo diocesano”, solamente se enuncia en resumen el contenido de los cánones, cuyas facultades son atribuidas por el Derecho “nominalmente” al Obispo diocesano; en cambio, cuando explícitamente se enuncia el sujeto, la facultad es competencia de «el Ordinario», «el Ordinario del lugar», «el Ordinario competente» o «el Ordinario propio», según sea el caso. 3.- Esta señal: ¤, antes del número del canon (¤ c. 000), indica que se trata de una facultad sumamente importante para la vida de la Comunidad eclesial y es conveniente que el Obispo diocesano la realice por sí mismo, aunque puede otorgarla con “mandato especial”, por escrito, para que otro la realice en su nombre. 4.- Las facultades episcopales están ubicadas en el marco del “Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores: Los Sucesores de los Apóstoles» (2004), que retoma, actualiza y completa el anterior Directorio "Ecclesiae Imago" (1973). Este Directorio de 2004, ofrece a los Obispos un instrumento útil 274 para un ejercicio más orgánico y eficaz de su complejo y difícil ministerio pastoral en la Iglesia y en la sociedad de hoy. La finalidad del mismo es proporcionar a los Obispos subsidios pastorales orgánicos para un mejor desempeño de su ministerio. Las referencias al contenido de este Directorio, están señaladas con las siglas: AS, el número o números correspondientes, en letra cursiva; también es preciso acudir a la fuente para encontrar el contenido y el contexto completos. Las principales fuentes del Directorio “Apostolorum Successores” son: el Concilio Vaticano II, los numerosos Documentos y enseñanzas pontificias publicadas en estos años del postconcilio y el Código de Derecho Canónico promulgado en 1983. Esto indica que el Directorio del en referencia, del 2004, contiene el espíritu y las directrices más recientes para el buen gobierno pastoral de los Obispos. Significativamente, el Directorio se publica tras la promulgación de la Exhortación Apostólica post-sinodal Pastores Gregis, que recoge los resultados de la X Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (año 2001), que tuvo por tema: “El Obispo servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo”, y que fue dedicada al ministerio episcopal. Por lo tanto, el Directorio, está en estrecha conexión con la Exhortación Apostólica Pastores Gregis por lo que se refiere a sus fundamentos doctrinales y pastorales. Ha sido elaborado después de una amplia consulta, teniendo en cuenta las sugerencias y los pareceres expresados por distintos Obispos diocesanos y por algunos Obispos eméritos. El Directorio “Apostolorum Succesores”, en fin, “es de naturaleza fundamentalmente pastoral y práctica, con indicaciones y directivas concretas para las actividades de los Pastores, dejando a salvo la prudente discreción de cada 275 Obispo en su aplicación, sobre todo en consideración de las particulares condiciones de lugar, de mentalidad, de situación y de florecimiento de la fe. Evidentemente, cuanto toma de la disciplina de la Iglesia conserva el mismo valor que tiene en las propias fuentes” (Introducción). También se encuentran las referencias a las Normas Complementarias de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) a la luz del Nuevo Código del Derecho Canónico, en DECRETO, Ediciones CEM AR., del 4 de julio de 1994. 276 SIMBOLISMO DE LAS FACULTADES QUE CORRESPONDEN AL OBISPO DIOCESANO, A SUS VICARIOS GENERALES Y EPISCOPALES: ¤ Este signo, colocado antes de la referencia de algún canon, indica que el contenido de la facultad es tan importante para la vida de la Iglesia, o tan exclusivo del “munus” (oficio, función, misión, ministerio o servicio) episcopal, que es conveniente no delegue dicha facultad, sino que se la reserve. ʘ ɣ El Obispo se reserva esta facultad. El Obispo concede esta facultad por mandato especial. VG Vicario General. VP Vicario Episcopal para la Pastoral Diocesana. VZ Vicario Episcopal de Zona o Vicaría pastoral. VF Vicario Episcopal para la Formación inicial, la Pastoral de los Presbíteros y el Diaconado permanente. VC Vicario Episcopal para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. 277 FACULTADES, DEBERES Y PRERROGATIVAS DEL OBISPO DIOCESANO AL SERVICIO DEL PUEBLO DE DIOS EN SU IGLESIA PARTICULAR: QUE LE CORRESPONDEN «NOMINALMENTE», COMO «ORDINARIO» Y «ORDINARIO DEL LUGAR», EN EL CONTEXTO PASTORAL DEL DIRECTORIO “APOSTOLORUM SUCCESSORES”. “Apacienten la grey de Dios que les está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que les ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey Y cuando aparezca el Mayoral, recibirán la corona de la gloria que no se marchita” (I Pe 5, 2-4). 0. PRINCIPIOS GENERALES 1º. “Los Obispos Sucesores de los Apóstoles (Apostolorum Successores) por institución divina, mediante el Espíritu Santo que les ha sido conferido en la consagración episcopal, son constituidos Pastores de la Iglesia, con la tarea de enseñar, santificar y guiar, en comunión jerárquica con el Sucesor de Pedro y con los otros miembros del Colegio episcopal. El Obispo, Vicario del “gran Pastor de las ovejas”, Jesucristo (Hb 13, 20), debe manifestar con su vida y ministerio episcopal la paternidad de Dios; la bondad, la solicitud, la misericordia, la dulzura y la autoridad moral de Cristo, que ha venido para dar la vida y para hacer de todos los hombres una sola familia, reconciliada en el amor del Padre; la perenne vitalidad del 278 Espíritu Santo, que anima la Iglesia y la sostiene en la humana debilidad. Esta índole trinitaria del ser y del obrar del Obispo tiene su raíz en la misma vida de Cristo, que fue toda trinitaria. Él es el Hijo eterno y unigénito del Padre, desde siempre en su seno (cf Jn 1, 18), y el ungido con Espíritu Santo, enviado al mundo (cf Mt 11, 27; Jn 15, 26; 16, 13-14). La Constitución Dogmática “Lumen Gentium: Luz de las Naciones”, numeral 20, enseña que: “los Obispos han sucedido, por institución divina, a los Apóstoles como Pastores de la Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envió” (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 860-862). Por la consagración episcopal, reciben el «MUNUS PASTORALE», es decir, «LAS FUNCIONES DE SANTIFICAR, ENSEÑAR Y REGIR». Las cuales, sin embargo, por su misma naturaleza, sólo pueden ser ejercidas en comunión jerárquica con la cabeza, el Papa, y con los miembros del Colegio Episcopal” (cf CIC cc. 375 §1-3; CONGREGACION PARA LOS OBISPOS. Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos, Apostolorum Successores, Roma, 22 de febrero de 2004, Introducción; 1 a.b; 9-12. 21. 6366. 72. 77-78. 158. En adelante este documento se citará AS y el número correspondiente). 2º. Entre las diversas imágenes, la de Pastor ilustra el conjunto del ministerio episcopal (enseñar, santificar y gobernar), en cuanto que pone de manifiesto el significado, fin, estilo, dinamismo evangelizador y misionero del ministerio pastoral del Obispo en la Iglesia. En la contemplación de la imagen evangélica del Buen Pastor, quien ha venido para servir y no para ser servido, el Obispo encuentra el sentido de su configuración con él, ofreciendo su vida por el rebaño (cf Jn 10, 11; Mt 15, 24; 10, 6; 20, 28). Asimismo, encuentra la fuente de su ministerio pastoral, por lo que las tres funciones de enseñar, santificar y gobernar deben ser ejercitadas con las notas características del Buen Pastor (cf c. 383; LG 22; AS 2). 279 3º. “Se llaman diocesanos, los Obispos a quienes se ha encomendado el cuidado de una Diócesis; los demás se denominan titulares” (c. 376). “La Diócesis es una porción del pueblo de Dios, cuyo cuidado pastoral se encomienda al Obispo con la cooperación del presbiterio, de manera que, unida a su pastor y congregada por él en el Espíritu Santo mediante el Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la cual verdaderamente está presente y actúa la Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica” (c. 369; cf AS 5a.c. 8. 11-13. 63). El Obispo diocesano, como “centro de unidad” de su Iglesia particular, en comunión con el Colegio Episcopal, la gobierna con potestad legislativa, ejecutiva y judicial. Ejerce personalmente la potestad legislativa; la ejecutiva por sí mismo o por sus Vicarios Generales o Episcopales; la judicial, tanto personalmente como por medio de su Vicario Judicial. Esta triple POTESTAD EPISCOPAL (munus pastorale), sacramentalmente recibida, ES DE ÍNDOLE PASTORAL Y MINISTERIAL, la ejerce conforme a la norma del derecho y siguiendo ciertos criterios pastorales (cc. 391 §1-2. 135-144; cf AS 2. 12. 158. 63-65. 66-69). 4º. Cuando el Derecho le atribuye una tarea NOMINALMENTE AL OBISPO DIOCESANO en el ámbito de la POTESTAD EJECUTIVA, se entiende que le compete solamente a él, excluidos el Vicario general y episcopal, a no ser que tengan mandato especial (cc. 134 §3. 135. 391). 5º. También es “Ordinario” y “Ordinario del lugar” y goza de toda la POTESTAD ORDINARIA, PROPIA E INMEDIATA para el ejercicio de su función pastoral, exceptuadas las causas reservadas al Romano Pontífice. (cc. 381 §1. 134 §3; AS 5c. 11b). Los clérigos tienen especial obligación de mostrar respeto y obediencia al Sumo Pontífice y a su Obispo como Ordinario propio (c. 273). 280 A cada persona corresponde su propio Ordinario, tanto por el domicilio como por el cuasidomicilio. El Ordinario propio del vago es el del lugar donde éste se encuentra actualmente (c. 107 §1-2). 6º. Las presentes facultades, deberes y prerrogativas episcopales, se originan de las siguientes fuentes: 1) El Código de Derecho Canónico (1983) y son aquellas que le corresponden, tanto «nominalmente», es decir, en razón de ser “Obispo diocesano”, como en su calidad de «Ordinario», «Ordinario del lugar» u «Ordinario propio». 2) Lo anterior en el contexto del reciente “Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores: Sucesores de los Apóstoles», del 22 de febrero de 2004, que retoma, actualiza y completa el anterior Directorio "Ecclesiae Imago", del 22 de febrero de 1973. 3). Además, las Normas Complementarias que él mismo Derecho pide a las Conferencias Episcopales de cada país (cf CEM, 4 de julio de 1994). Por lo tanto, estas facultades adquieren un carácter dinámico prioritariamente pastoral, teniendo como fundamento los documentos antes enunciados en un contexto posconciliar interdisciplinar. 7º. En el ejercicio de su misión evangelizadora integral, como discípulo y misionero de Jesucristo, el Obispo diocesano ejerce su función de enseñar, sirviéndose de la palabra y del escrito. Ejerce su función de santificar estimulando a la oración personal y a la comunitaria, sea o no litúrgica, exhortando a participar en el Sacrificio y Banquete Eucarístico, preparando, por sí mismo o por sus sacerdotes y colaboradores, a la recepción de los Sacramentos y administrándolos con fidelidad. Finalmente, ejerce su función de régimen, mandando, estableciendo, prohibiendo, estimulando, dirigiendo, concediendo gracias o licencias, dispensando de la ley y discerniendo, en los procesos judiciales, la salvación de la Grey a él confiada, a tenor del Derecho (cf c. 1752; AS 63-69). 281 En el desarrollo de su ministerio episcopal se dejará guiar por algunos principios fundamentales, signo de su caridad pastoral por su Iglesia, como son los principios: Trinitario, de la verdad, comunión, colaboración, de la precisión de las competencias, de la persona justa al oficio justo y de justicia y legalidad (cf AS 255262). 8º. El Obispo diocesano, cuando sea el caso, debe encomendar, antes que a otros, al Obispo Coadjutor, así como también al Obispo Auxiliar de que habla el canon 403 §2, todo aquello que por prescripción del Derecho requiera mandato especial. Dialoga y consulta con ellos los asuntos de mayor importancia, especialmente los pastorales. Les encomienda prioritariamente otras funciones (cf cc. 406 §1; 407-408; AS 38c. 70-72. 225. 161. 220. 234-234). 9º. Al Obispo corresponde, en virtud del mandato apostólico, suscitar, guiar y coordinar la obra evangelizadora de la comunidad diocesana, a fin de que la fe si difunda y acreciente, las ovejas perdidas sean reconducidas al redil y se haga presente el Reinado de Dios. Para ello es importante desarrollar la “misión ad gentes”, afrontar la nueva evangelización o la asistencia pastoral (cf JUAN PABLO II, Redemptoris Missio, 33-34; AS 162). Al ejercer su función pastoral debe mostrarse solícito con todos los fieles que se le confían, cualquiera que sea su condición; igualmente debe interesarse por la unidad con los no católicos y los no bautizados (cc. 383. 755. 782). En relación con el Pueblo de Dios, fomentar las vocaciones a los diversos ministerios y a la vida consagrada; coordinar y fomentar las varias formas de apostolado (cc. 233. 385. 394. 678. 680); atender con peculiar solicitud a los presbíteros (c. 384). 10º. El Obispo diocesano es único legislador en el Sínodo diocesano (c. 466; AS 67): -El Sínodo diocesano, como expresión legislativa de nuestra Iglesia particular, es el instrumento por excelencia con el que el Obispo determina el ordenamiento canónico de la Iglesia diocesana 282 confiada a su caridad pastoral (cf CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos “Apostolorum Successores”, Ciudad del Vaticano, 22 de febrero de 2004, n 67). En adelante este documento se citará AS y el número correspondiente. -El Sínodo diocesano ocupa un lugar primario como acto de gobierno episcopal y como evento de comunión que expresa la índole de la comunión jerárquica que pertenece a la naturaleza de la Iglesia. En el gobierno pastoral del Obispo, está al vértice de las estructuras de participación de la Diócesis. En el Sínodo y a través de éste, el Obispo ejercita en forma solemne el oficio y el ministerio de apacentar a su grey (cf AS 166. 167). -El Sínodo es medio idóneo para aplicar y adaptar las leyes y las normas de la Iglesia universal a la situación concreta de la Diócesis; indica los caminos necesarios para el trabajo apostólico diocesano; prevé la superación de las dificultades inherentes al apostolado y al gobierno; impulsa las obras e iniciativas de carácter general; propone la recta doctrina y corrige, cuando se dan, los errores sobre la fe y la moral (cf AS 168). -El Sínodo diocesano, da oportunidad al Obispo de promover una pastoral de conjunto, de aplicar normas u orientaciones superiores en el ámbito diocesano, de superar los problemas particulares de la Diócesis y de la necesidad de una mayor comunión eclesial (cf AS 171). 11º. El Obispo diocesano representa a la Diócesis en todos los asuntos jurídicos de la misma, sean intraeclesiales o civiles (cf c. 393). Asimismo, en su calidad de responsable de la Asociación Religiosa ante las autoridades civiles correspondientes, puede nombrar uno o varios Apoderados legales, con poder total o parcial a tenor de la normativa correspondiente y urgir a los titulares de los distintos oficios eclesiásticos la observancia de las distintas leyes civiles (cf cc. 22 y 1284 § 1-3). 283 I. EL OBISPO DIOCESANO, COMO MAESTRO DE LA FE Y HERALDO DE LA PALABRA, EN LA FUNCIÓN DE ENSEÑAR DE LA IGLESIA: «MUNUS NDI». “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (I Cor 9, 16). Principios: 1º. A los Obispos corresponde mostrar su solicitud por la Iglesia universal, promover y defender la unidad de la fe y la disciplina común; ejercer la función de anunciar el Evangelio, como miembros del Colegio Episcopal, en comunión con el Romano Pontífice; en la Iglesia particular a ellos confiada, son el moderadores de todo el ministerio de la Palabra (CIC. c. 756 §2; LG 23; cf AS 9. 13 a. 123). 2º. Son doctores y maestros de la fe, fomentan y dirigen el movimiento ecuménico, cuyo fin es reintegrar en la unidad a todos los cristianos, unidad que la Iglesia, por voluntad de Cristo, está obligada a promover (cf cc. 753-755; AS 18. 118-119. 207). Los Obispos tienen derecho de predicar la palabra de Dios en cualquier lugar, aún en Iglesias u oratorios de religiosos, a no ser que el Obispo del lugar se oponga expresamente (¤ c. 763). 3º. El Obispo diocesano debe enseñar y explicar a los fieles las verdades, como maestro de la fe, que han de creerse y vivirse, predicando personalmente con frecuencia; cuide también de que cumplan diligentemente las prescripciones de los cánones sobre el ministerio de la palabra (c. 386; cf AS 119. 120 a. 123). Procura que a todos llegue la predicación y tiene una peculiar solicitud por la acción misionera (cc. 771. 782; cf AS 17. 119d). 284 LA FUNCIÓN DE ENSEÑAR DE LA IGLESIA (cc. 747 al 833; cf AS 118-141; VD 50-51. 72-76. 90-98. 102-108. 122 377) Facultades: A.- MINISTERIO DE LA PALABRA DIVINA 1. El Obispo diocesano preside el ministerio de la Palabra y es el moderador de ella en la Diócesis; los presbíteros son sus principales colaboradores en esta tarea a la que también puede llamar a los laicos a colaborar; también a los diáconos corresponde servir en el ministerio de la Palabra; asimismo asocia a los religiosos (cf cc. 757-759; AS 63 a, c. 119c-d. 123125. 163c). B.-PREDICACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS 2. El Ordinario competente puede restringir la facultad de predicar a los presbíteros y diáconos que gozan de ella en todas partes o que por ley particular requiera licencia expresa (c. 764; cf AS 127-130). VG. VZ. VP. 3. El Obispo diocesano establece cómo y cuándo los párrocos han de organizar ejercicios espirituales o misiones; lo mismo que otras formas de predicación. Así como las facultades especiales que considere oportuno conceder (c. 770; cf AS 7. 90. 174. 125c. 208. 222 a). ɣ: VG. VZ. VP. C.- FORMACIÓN CATEQUÉTICA 4. El Obispo es el primer responsable de la Catequesis. Da normas sobre la predicación, la homilía y la catequesis adecuada, las formas particulares de predicación, para que den una respuesta a los interrogantes del hombre de hoy. Impulsa la vocación de los teólogos y acepta su colaboración (cc. 772. 775. 777; AS 52. 125 b. 126-130. 139b. 149b. 150b. 157 a. 163c. 215d. 221f. 125-126). 377 Cf Exhortación apostólica “Verbum Domini: Palabra del Señor”, sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, 30 de septiembre de 2010, se cita VD. 285 5. Los Ordinarios del lugar deben cuidar la formación de los catequistas (c. 780). VG. VZ. VP. D.- ACTIVIDAD MISIONAL DE LA IGLESIA 6. En territorio de misión, el Obispo diocesano, goza de especiales facultades respecto a las actividades misionales que realizan los miembros de los Institutos religiosos, sujetos a su jurisdicción pastoral. Participa en la colaboración misionera, estimula el espíritu misionero y es el coordinador de la actividad misionera diocesana (c. 790; cf AS 7c. 9. 12b. 17. 40b. 119d. 162b. 184d). VG. VP. VZ. VC. E.- EDUCACIÓN CATÓLICA. 1.- LA ESCUELA CATÓLICA 7. El Obispo diocesano da su consentimiento para el establecimiento de las escuelas católicas de religiosos (¤ c. 801). 8. El Obispo diocesano cuida de la creación de escuelas católicas, profesionales y técnicas (c. 802 §1-2). 9. El Obispo diocesano cuida de la educación católica en escuelas y medios de comunicación (¤ c. 804 §1; cf AS 132; CEM Acuerdo 1581, en relación con el c. 804 §1). 10. El Ordinario del lugar debe cuidar del testimonio y preparación de los profesores de religión (c. 804 §2; cf AS 134). VG. VP. VZ. VC. 11. ʘ El Ordinario del lugar, dentro de su Diócesis, tiene el derecho de nombrar, aprobar, o exigir que sean removidos los profesores de religión (c. 805). 12. El Obispo diocesano vigila y visita las escuelas católicas, aún las fundadas por los institutos religiosos (¤ c. 806 §1). ɣ: VG. VP. VZ. VC. 13. El Ordinario del lugar vigila que la educación en la escuela católica no sea inferior a la de otros centros escolares (c. 806 §2). VG. VP. VZ. VC. 286 2.- LAS UNIVERSIDES CATÓLICAS Y OTROS INSTITUTOS CATÓLICOS DE ESTUDIOS SUPERIORES 14. El Obispo diocesano tiene especial cuidado pastoral en las universidades católicas, en cuanto a la observancia fiel de de su identidad católica (¤ cc. 804 §1; 810 §2; cf AS 135b; CEM Acuerdo 1581, en relación con el canon 804 §1). 15. El Obispo diocesano cuida pastoralmente de los estudiantes aún por medio de parroquias personales (c. 813). ɣ: VG. VP. 3.LAS UNIVERSIDADES Y FACULTADES ECLESIÁSTICAS 16. El Obispo diocesano envía a los seminaristas y sacerdotes jóvenes más destacados a las Facultades Eclesiásticas, (c. 819; cf AS 136d). 17. El Obispo diocesano cuida de la creación de Institutos superiores de ciencias religiosas (c. 821; cf AS 135a). E.- LOS INTRUMENTOS DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL 1.- LOS MODERNOS AREÓPAGOS (cf Hch 17, 22-34) 18. Al Obispo diocesano corresponde el desafío evangelizador y la transmisión de la fe en los medios de comunicación social (periódicos, revistas, televisión, radio, cine, internet y otros instrumentos informativos); lo mismo que organizar y ejercer vigilancia sobre la formación de sus agentes de pastoral y los seminaristas en dichos medios (cf c. 804 §1; AS 137-140 a-b; en relación con la autorización para hablar por radio o televisión, ver CEM: Acuerdos1579 y 1583, referido a los cánones 772 §2 y 831 §2). 2.- LA PUBLICACIÓN DE LOS ESCRITOS DE LOS FIELES (cf AS 140c-141) 19. El Ordinario local que otorga la licencia o aprobación para publicar libros, es el Ordinario local propio del autor 287 o el Ordinario del lugar donde se editan; lo mismo que para la reedición de libros litúrgicos, de oraciones, catecismos y de otras publicaciones religiosas o sobre temas morales (c. 824 §1; 826 §2-3. 827. 838). VG. 20. El Ordinario del lugar encomienda el juicio sobre los libros a los censores designados por él o por la Conferencia Episcopal (claustro de profesores de la UPM: CEM Acuerdo 1582, en relación con el canon 830 §1); si es favorable puede conceder la licencia para la edición o comunica al autor las razones de la negativa (c. 830 §1 y 3). VG. 21. El Ordinario del lugar autoriza a clérigos y religiosos para escribir, con causa justa y razonable, en periódicos, folletos o revistas contrarios a la fe o a las buenas costumbres (c. 831 §1 cf AS 136c). VG. F.- LA PROFESIÓN DE FE 22. El Obispo diocesano recibe la profesión de fe y el juramento de sus Vicarios Generales, Episcopales y del Vicario Judicial (c. 833, 5º). 23. Ante el Ordinario de lugar emiten la profesión de fe los párrocos, el rector y los profesores de teología y filosofía en los seminarios al comenzar ejercer su cargo, también quienes van a recibir el orden del diaconado, según la fórmula aprobada (c. 833, 6º-7º). VG. VP. 288 II. EL OBISPO DIOCESANO, COMO MINISTRO DE LA GRACIA Y DEL SUPREMO SACERDOCIO, EN LA FUNCIÓN DE SANTIFICAR DE LA IGLESIA: «MUNUS SANCTIFICANDI». “Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres… Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también… Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones” (I Tm 2, 1.5.8). Principios: 1º. El Obispo diocesano, consciente de que está obligado a dar ejemplo de santidad, debe procurar promover la santidad de los fieles, según su propia vocación y ser el dispensador principal de los misterios de Dios, en el ejercicio de la función santificante (c. 387; cf AS 142). 2º. Los Obispos ejercen en primer término la función de santificar, tienen la plenitud del sacerdocio; son los principales dispensadores de los misterios de Dios; promotores y custodios de toda la vida litúrgica (c. 835 §1; cf AS 143). La ordenación de la sagrada liturgia depende de la Santa Sede y del Obispo diocesano, a quien le corresponde también ejercer su autoridad y dar normas sobre esta materia. Las celebraciones por él presididas tienen una función de ejemplaridad y evitará todo lo que signifique “preferencia o categoría de personas” (¤cc. 838 §1.4; 392 §2; 528 §2; cf AS 144 a. 149b). 289 3º. Los Ordinarios del lugar procurarán que las oraciones y prácticas piadosas y sagradas estén en conformidad con las normas de la Iglesia (c. 839 §2). 4º. El Obispo diocesano preside frecuentemente la celebración de la Santísima Eucaristía en la Catedral o en otra iglesia de su Diócesis, sobre todo en las fiestas de precepto y en otras solemnidades. Sus celebraciones tienen una función de ejemplaridad. Consagra los óleos. Celebra pontificales en su propia Diócesis y en otras (cc. 389; 880 §2; 847§1; cf AS 144a). 5º. Es el moderador de la vida litúrgica diocesana, cuida del decoro, el orden, su inculturación, los libros litúrgicos y de la música sagrada (cf cc. 835 §1. 838; AS 145-147). 6º. En la Constitución Apostólica "Divinus perfectionis Magister" (25 enero 1983), le son reconocidos al Obispo diocesano, diversos derechos y facultades en relación con las Causas de los Santos. "Normae servandae in inquisitionibus ab episcopis faciendis in causis sanctorum: normas a observar en las investigaciones que han de realizar los Obispos, respecto a las causas de los santos" del 7 de febrero de 1983. LA FUNCIÓN DE SANTIFICAR DE LA IGLESIA (cc. 834 al 1253; AS 142-157) Facultades: A.- LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA 1. En general 24. El Obispo diocesano da las normas adecuadas para los casos de peligro de muerte o grave necesidad para recibir y/o administrar los sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y Unción de los enfermos a cristianos que no están en plena comunión con la Iglesia católica y, en cuya Iglesia, con tal que profesen la fe católica respecto a estos sacramentos y estén bien dispuestos (¤ c. 844 §4: cf CEM Acuerdo 1584; cf AS 150a). 290 2.- En particular 1. SACRAMENTO DEL BAUTISMO (cf AS 4. 34. 66. 92. 112. 129. 144b. 149b-150b) 1.-La celebración del bautismo 25. El Ordinario del lugar, habiendo oído al párroco del lugar, puede permitir o mandar que haya también pila bautismal en otra iglesia ubicada dentro de la misma parroquia (c. 858 §2). VG. VZ. VP. 26. Fuera del caso de necesidad, no debe administrarse el bautismo en casas particulares, a no ser que el Ordinario del lugar lo hubiera permitido por causa grave (c. 860 §1). VG. VZ. VP. 27. A no ser que el Obispo diocesano establezca otra cosa, el bautismo no debe celebrarse en los hospitales, exceptuando el caso de necesidad o cuando lo exija otra razón pastoral (c. 860 §2). ɣ: VG. VZ. VP. 2.-El ministro del bautismo 28. El Ordinario del lugar puede autorizar que administre el bautismo un catequista o cualquier otra persona que tenga la debida intención, faltando el ministro ordinario (c. 861 §2). VG. VZ. VP. 29. Ofrézcase al Obispo el bautismo de los adultos, por lo menos el de aquellos que han cumplido 14 años para que lo administre él mismo, si, lo considera conveniente (c. 863). Respecto al acta de los hijos adoptivos, ver Acuerdo 1585 de la CEM, en relación con el canon 877 §3. ɣ: VG. VZ. VP. 3.-Los padrinos 30. A no ser que el Obispo diocesano establezca otra edad, los padrinos han de tener dieciséis años cumplidos y haber recibido los sacramentos de la iniciación cristiana (c. 874, §1, 2º-3º; cf RITUAL PARA LA CONFIRMACIÓN, Observaciones previas, nn. 5-6, Ed. Buena Prensa, 1ª edición, México 1998, p. 291 18). 2. SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN (cf AS 34. 129. 221. 129.144b-c. 149b. 150. 221) 1.-El ministro de la confirmación 31. El ministro ordinario de la confirmación es el Obispo; también administra válidamente este sacramento el presbítero dotado de facultad por el derecho universal o por concesión peculiar de la autoridad competente-En peligro de muerte el Párroco o incluso cualquier presbítero- (cc. 882-883). ɣ: VG. VZ. VP. 32. El Obispo diocesano debe administrar por sí mismo la confirmación, o cuidar que la administre otro Obispo; pero si la necesidad lo requiere, puede conceder facultad a uno o varios presbíteros determinados, para que administren este Sacramento (¤ c. 884 §1). -El ministro debe utilizar óleo recientemente consagrado por el Obispo- (cf c. 847). ɣ: VG. VZ. VP. 33. El Obispo diocesano cuida de que se administre este Sacramento, con la debida preparación catequética y un acompañamiento sucesivo (c. 885 §1; cf CEM Acuerdo 1586, en relación con el canon 891). ɣ: VG. VZ. VP. 34. El Ordinario propio, a no ser que éste lo prohíba, permite que el presbítero que goza de la facultad de confirmar pueda administrar este sacramento también a los extraños (cf cc. 886-887. 883). VG. VZ. VP. 2. La anotación de la confirmación 35. Donde lo mande la Conferencia episcopal o el Obispo diocesano, deben inscribirse los nombres de los confirmados, con sus circunstancias –acta de confirmación- (c. 895: cf CEM Acuerdo 1587). 3- SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA (cf AS 36. 46. 63c. 145c.150b. 158. 202c). 292 1.- La santificación del día Domingo 36. El Obispo diocesano se ha de empeñar para que los fieles santifiquen el domingo y lo celebren como auténtico día del Señor, mediante la participación en el Santo Sacrificio de la Misa (cf cc. 1246-1248; AS 112. 145. 148. 149b. 150b. 241). 2.-La celebración de la Eucaristía 37. El Obispo diocesano preside la Asamblea eucarística. El presbítero la preside bajo la autoridad del Obispo y ambos la realizan personificando a Cristo- (c. 899 §2). 3.-El ministro de la santísima Eucaristía 38. El Ordinario da cartas comendaticias a sus sacerdotes para que sean admitidos a celebrar (c. 903). VG. VP. VZ. 39. El Ordinario del lugar concede a un sacerdote la binación o trinación (c. 905 §2). 4.-Los ritos y ceremonias de la celebración eucarística 40. El Ordinario del lugar concede a un sacerdote la licencia para que pueda celebrar sentado la Eucaristía, “frente al pueblo” (c. 930 §1). 5.-El tiempo y lugar de la celebración de la Eucaristía 41. El Ordinario del lugar es quien concede expresamente la licencia a un sacerdote para que celebre la Eucaristía en un templo no católico (c. 933). VG. 6.-La reserva y veneración de la santísima Eucaristía 42. El Ordinario del lugar concede la licencia para que se reserve la Eucaristía en las iglesias, oratorios y capillas privadas (c. 934, 2º). VG. 43. El Obispo diocesano da normas para que alguien pueda llevar consigo la Eucaristía, cuando lo exija una necesidad pastoral (c. 935). 293 44. El Ordinario puede permitir conservar la Eucaristía en un segundo oratorio de las casas piadosas (c. 936). VG. VC 45. El Ordinario del lugar puede encargar a un laico que realice sólo la exposición y reserva de la Eucaristía, sin bendición (c. 943a). 46. El Obispo diocesano da normas sobre el ministro que puede hacer la exposición y reserva del Santísimo Sacramento, sin dar la bendición (c. 943b). 47. El Obispo diocesano juzga acerca de la conveniencia de la procesión de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo. Da normas para las procesiones eucarísticas (¤ c. 944 §1-2). 7.-El estipendio ofrecido para la celebración de la Misa VG. VP. VZ., previo diálogo con el Obispo diocesano y en corresponsabilidad con él: 48. El Ordinario establece el destino de los estipendios por binaciones (c. 951 §1). 49. Los Ordinarios recibirán los excedentes de las Misas que no se hubiesen celebrado en el término de un año cumplido, según el modo establecido (c. 956). 50. Al Ordinario local corresponde vigilar que en las iglesias del clero secular, se cumplan con las obligaciones de los estipendios de las Misas (Los Superiores, en las iglesias de institutos religiosos o sociedades de vida apostólica) (c. 957). 51. El Ordinario tiene obligación de revisar cada año los libros de estipendios de las Misas (c. 958 §2). 4.- SACRAMENTO DE LA PENITENCIA (cf AS 46. 127c. 129 a. 150b. 156b. 205) 1.-La celebración del Sacramento 52. El Obispo diocesano vigila sobre la facultad de escuchar las confesiones. Señala las condiciones para la absolución colectiva, según los criterios acordados en la 294 Conferencia episcopal (cf CEM Acuerdo 1588, en relación con el canon 961 §2). Asimismo, da normas para la digna celebración litúrgica de este Sacramento y el lugar adecuado (cf JUAN PABLO II, Motu Proprio Misericordia Dei, 9; ¤ c. 961 §2; cc. 162. 961-962. 978 §2. 978 §2. 986 §1. 964; AS 150b. 156; CEM Acuerdo 1589, relacionado con el canon 964 §2). 2.-El ministro del sacramento de la Penitencia 53. El Obispo diocesano nombra a un sacerdote que cumpla la función de Penitenciario -este oficio es incompatible con el de Vicario General y Episcopal (¤ c. 508 §1-2; cf 478 §2. 968 §1; AS 187 a. 178g. 185). 54. El Obispo diocesano puede, en un caso concreto, prohibir que un Obispo confiese en su Diócesis (¤ c. 967 §1). 55. El Ordinario del lugar de incardinación o de su domicilio, concede al presbítero la facultad habitual de oír confesiones y la puede ejercer en cualquier parte, a no ser que algún Ordinario de lugar se oponga (c. 967 §2). VG. VP. VZ. 56. El Ordinario del lugar, por razón de su oficio, goza de la facultad de confesar (c. 968 §1). VG. VP. VZ. 57. El Ordinario del lugar es el único competente para otorgar la facultad confesar, si ésta es habitual debe concederse por escrito (cf c. 973); no la concederá sin haber oído al Ordinario del presbítero (c. 969 §1; cf cc. 971-972). VG. VP. VZ. 58. El Ordinario del lugar puede revocar la facultad de oír habitualmente confesiones (cc. 974 §1-3; cf 967 §2). VG. VP. VZ. 59. El Obispo diocesano puede remitir una pena “latae sententiae”, establecida por ley y aún no declarada, si no está reservada a la Sede Apostólica, pero sólo dentro de su territorio y en la celebración de la confesión sacramental (cf c. 1355). 295 5.- SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS (cf AS 205. 207) 60. El Obispo diocesano da normas para la celebración comunitaria de la Unción de enfermos y bendice los óleos (cc. 1002. 999 §1). 6.- SACRAMENTO DEL ORDEN SACERDOTAL (cf AS 4.10. 12. 33. 49. 94-95. 144d. 158. 180. 215) 1.-La celebración y el ministro de la ordenación 61. Al Obispo, que es el ministro de este sacramento, debe constarle que se haya realizado todo el procedimiento canónico y se haya probado positivamente la idoneidad del candidato; también debe ser informado de que el candidato hizo sus ejercicios espirituales previos; además, debe dar el certificado respectivo de ordenación (cf cc. 1012. 1039. 1051-1053). 62. El Obispo diocesano confiere la ordenación a sus súbditos y también a otros, con las legítimas dimisorias (¤ c. 1015). 63. El Obispo diocesano confiere las órdenes en su jurisdicción y para conferirlas en otra, necesita licencia del Obispo diocesano respectivo (¤ c. 1017). 64. El Obispo diocesano da las dimisorias a sus propios súbditos, según el canon 1016 (¤ c.1018 §1,1º). 65. El Obispo diocesano otorga las dimisorias a los miembros de los Institutos y las Sociedades de derecho diocesano (c. 1019 §2). 2.-Los ordenandos 66. El Obispo diocesano expresa su juicio sobre los candidatos, habiéndose cumplido con los requisitos previos a tenor de los cánones 1033-1039 (c. 1025 §1). 3.- Los requisitos previos por parte de los ordenandos 67. El Obispo diocesano cuida que los candidatos antes de 296 recibir un Orden, conozcan lo que es y sus deberes (¤ cc. 10291030. 1027-1028). 4.- Los requisitos previos para la ordenación 68. El Ordinario determina el modo de los ejercicios espirituales para los ordenandos (c. 1039). VG. VP. 69. El Obispo diocesano podría prohibir el ejercicio del diaconado o juzga también si existe algún impedimento canónico para ser llamado al Orden del diaconado (cc. 1032 §2. 1038). 5.- Las irregularidades y de otros impedimentos 70. El Ordinario juzga si el neófito (persona adulta recién bautizada) está suficientemente probado y preparado para recibir las órdenes (c. 1042, 3º). VG. VP. 71. El Ordinario debe ser informado por los fieles, antes de la ordenación, si existe algún impedimento para la recepción de las órdenes (c. 1043). VG. VP. VZ. VC. 72. El Ordinario permite el ejercicio de las ordenes a quien sufre alguna enfermedad psíquica, habiendo consultado a un experto (c. 1044 §2, 2º). VG. 73. ʘ El Ordinario puede dispensar de las irregularidades e impedimentos no reservados a la Santa Sede/Penitenciaría (cc. 1047 §4. 1048). 6.-Los documentos que se requieren y el escrutinio 74. Al Obispo diocesano le corresponde el escrutinio para las órdenes, atendiendo a las circunstancias, entre otras las cartas testimoniales, las proclamas u otras informaciones (c. 1051 §2). 75. El Obispo que va a conferir la ordenación por derecho propio, para que pueda proceder a ella, debe tener constancia de que se han recibido los documentos indicados en el canon 1050, y de que se ha probado de manera positiva la idoneidad del candidato, mediante la investigación realizada según 297 derecho (¤ 1052 §1). 7.-La inscripción y el certificado de la ordenación realizada 76. Al Ordinario propio de quien fue ordenado con dimisorias por un Obispo ajeno, el ordenado le mostrará el certificado de la ordenación recibida, para que sea anotada (c. 1053 §2). 77. El Ordinario del lugar, tratándose de seculares, debe comunicar la ordenación al párroco del lugar del bautismo, para que éste realice la anotación correspondiente (c. 1054). 7.- SACRAMENTO DEL MATRIMONIO (cf AS 127c. 129. 150b. 156b. 202. 207, 125.150. 112) 1.-La atención pastoral que precede a la celebración del matrimonio 78. El Ordinario del lugar cuida de que se organice debidamente la preparación pastoral prematrimonial (c. 1064; cf CEM Acuerdo 1590, relacionado con el canon 1067). 79. El Ordinario del lugar debe ser informado por los fieles, antes de la celebración del matrimonio, si existe algún impedimento de parte de los contrayentes en orden al matrimonio (c. 1069). . 80. El Ordinario del lugar concede la licencia para asistir a la celebración del Sacramento del matrimonio y también negarla, en los casos señalados (c. 1071 §1, 1º-7º. §2). 2.-Los impedimentos dirimentes en general 81. El Ordinario del lugar, por causa grave, en un caso particular, puede prohibir temporalmente la celebración del matrimonio en su jurisdicción (c. 1077 §1-2). 82. El Ordinario del lugar puede dispensar de los impedimentos eclesiásticos, exceptuados los reservados a la Sede Apostólica (c. 1078 §1). 83. El Ordinario del lugar, en peligro de muerte, puede dispensar a sus propios súbditos, tanto de la forma como de 298 los impedimentos de derecho eclesiástico, excepto el impedimento surgido del Orden sagrado del presbiterado (c. 1079 §1.3; cf c. 1081). 84. El Obispo diocesano, según su prudente juicio, seguirá el criterio de la edad mínima para contraer lícitamente matrimonio, según el Episcopado Mexicano, 18 años cumplidos en el varón y 16, también cumplidos en la mujer (c. 1083 §2: CEM Acuerdo 1591). 85. El Ordinario del lugar puede dispensar de los impedimentos que revistan ciertas condiciones, a excepción de los expresamente indicados; asimismo está capacitado para convalidar un matrimonio (c. 1080 §1-2). 3.-El consentimiento matrimonial 86. El Ordinario del lugar concede la licencia para contraer matrimonio bajo condición lícita (c. 1102 §2-3). 87. ʘ El Ordinario del lugar concede el mandato especial para contraer válidamente matrimonio por procurador (c. 1105 §1-4). 4.-La forma de celebrar el matrimonio 88. Son válidos sólo aquellos matrimonios que se contraen ante el Ordinario del lugar, el párroco, o un sacerdote o diácono delegados (c. 1108 §1). 89. El Ordinario del lugar y el párroco en virtud del oficio asisten válidamente en su jurisdicción a los matrimonios, con tal de que uno de ellos sea de rito latino (c. 1109). 90. El Ordinario (y el párroco) personales, en razón de su oficio sólo asisten válidamente al matrimonio de aquellos de los que uno al menos es súbdito suyo (c. 1110). 91. El Ordinario del lugar (y el párroco), mientras desempeñan válidamente su oficio, pueden delegar, explicita y nominalmente por escrito, la facultad de asistir a los matrimonios dentro de los límites de su jurisdicción (c. 1111 299 §1-2). 92. El Obispo diocesano por escasez de sacerdotes o diáconos, previo voto favorable de la Conferencia Episcopal y obtenida licencia de la Santa Sede, puede delegar a fieles laicos para que asistan a los matrimonios, siguiendo los requisitos señalados por el c. 766 §2 (¤ c. 1112 §1; cf CEM Acuerdo 1592, referido al canon 1112 §1). 93. El Ordinario propio (o el párroco propio) dan la licencia para que puedan celebrarse los matrimonios en otro lugar; por regla general deberán celebrarse en la parroquia propia de alguno de los contrayentes (c. 1115). 94. Consultar la Carta Apostólica en forma de «Motu Proprio» Omnium in Mentem del Sumo Pontífice Benedicto XVI con la cual se modifican algunas normas del Código de Derecho Canónico: La constitución apostólica Sacrae disciplinae leges, promulgada el 25 de enero de 1983, llamó la atención de todos sobre el hecho de que la Iglesia, en cuanto comunidad al mismo tiempo espiritual y visible, y ordenada jerárquicamente, necesita normas jurídicas «para que el ejercicio de las funciones que le han sido confiadas divinamente, sobre todo la de la sagrada potestad y la de la administración de los sacramentos, se lleve a cabo de forma adecuada» (cf CIC c. 1008 y 1009 841; 11 y 1108). El Código de derecho canónico establece, sin embargo, que los fieles que se han separado de la Iglesia por "acto formal", no están sujetos a las leyes eclesiásticas relativas a la forma canónica del matrimonio (cf c. 1117), a la dispensa del impedimento de disparidad de culto (cf c. 1086) y a la licencia requerida para los matrimonios mixtos (cf c. 1124). La razón y el fin de esta excepción a la norma general del canon 11 tenían como finalidad evitar que los matrimonios contraídos por aquellos fieles fuesen nulos por defecto de forma, o bien por impedimento de disparidad de culto. ANEXO 6 300 95. El Ordinario del lugar (o el párroco) es quien autoriza que se pueda celebrar en otra iglesia u oratorio el matrimonio entre católicos o entre una parte católica y otra parte bautizada; asimismo puede permitir la celebración del matrimonio en otro lugar conveniente (c. 1118 §1). 96. El Obispo diocesano establece el modo de consignar las partidas de matrimonio (c. 1121 §1). 97. Al Ordinario del lugar (o al párroco) deben comunicarle los testigos, solidariamente con los contrayentes, si el matrimonio se celebró en forma extraordinaria (c. 1116). 98. En el caso del matrimonio contraído con dispensa de la forma canónica, el Ordinario del lugar que concedió la dispensa debe cuidar de que se anote la dispensa y la celebración (c. 1121 §2-3). 5.-Los matrimonios mixtos (cf AS 150. 112) 99. El Ordinario del lugar puede conceder la licencia para la celebración de matrimonios mixtos entre bautizados; bajo las condiciones prescritas (c. 1125, 1º-3º; cf CEM Acuerdo 1593, referido al canon 1126). 100. El Ordinario del lugar de la parte católica puede dispensar de observar la forma canónica, habiendo consultando al Ordinario del lugar en que se celebra el matrimonio mixto. Asimismo para los matrimonios de disparidad de culto (c. 1127 §2; cf CEM Acuerdo 1594, referido al canon 1127 §2). 101. Los Ordinarios del lugar deben cuidar de que no falte al cónyuge católico, y a los hijos nacidos de matrimonio mixto, la asistencia espiritual (c. 1128). 301 6.-La celebración del matrimonio en secreto 102. ʘ El Ordinario del lugar permite la celebración del matrimonio en secreto, realizando las debidas investigaciones previas y guardando todos el debido secreto (cc. 1130-1132). 7.-La separación de los cónyuges: la disolución del vínculo 103. El Ordinario del lugar interpela a la parte no bautizada cuando el nuevo bautizado desea casarse con otra persona; asimismo, la interpelación se hará por la autoridad de la parte convertida (cc. 1144 §1-2; cf 1145). 104. El Ordinario del lugar puede conceder que la parte bautizada, usando el privilegio paulino, contraiga matrimonio con la parte no católica, bautizada o no (c. 1147). 105. El Ordinario de lugar cuida de que se provea a las necesidades de la mujer o mujeres dejadas por el nuevo bautizado (c. 1148 § 3). 8.-La separación permaneciendo el vínculo 106. El Ordinario del lugar puede autorizar la separación de los cónyuges, si uno de ellos pone en grave peligro espiritual o corporal al otro o a la prole (c. 1153 §1). 9.-La convalidación del matrimonio: sanación en la raíz 107. El Obispo diocesano puede conceder la “sanación en la raíz” en cada caso, cumplidas las condiciones del c. 1125 (¤ c. 1165 §2). B. OTROS ACTOS DEL CULTO DIVINO 1.- LOS SACRAMENTALES (cf AS 92. 149f. 150b.i. 191g) 108. El Ordinario, según lo establecido en los libros litúrgicos, juzga si algunos sacramentales pueden ser administrados también por laicos (c. 1168). VG. 109. ʘ El Ordinario del lugar autoriza con licencia peculiar y expresa realizar un exorcismo; la concederá a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida 302 (c. 1172 §1-2). 2.- LAS EXEQUIAS ECLESIÁSTICAS (cf AS 81 de algún miembro del presbiterio; 112) 110. El Ordinario del lugar puede permitir que se celebren exequias eclesiásticas por aquellos niños muertos antes de recibir el bautismo, sean sus padres católicos o no (c. 1183 §2-3). 111. El Ordinario del lugar es consultado cuando surge alguna duda sobre las personas a quienes se les ha de negar las exequias eclesiásticas (c. 1184 §2). 3.- LOS EJERCICIOS DE PIEDAD Y EL CULTO DE LOS SANTOS 112. El Obispo diocesano recomienda y favorece el culto divino para incrementar la piedad del Pueblo de Dios, como tesoro de la espiritualidad, a fin de que los fieles sean conducidos, por medio de ésta, al encuentro personal con Cristo, a la comunión con la Virgen María y los Santos. Lo mismo el Jubileo Eucarístico, el Congreso Eucarístico diocesano, el Rosario, novenas, Vía Crucis, Ángelus y otras expresiones de la piedad. Santuarios (cf PG 40; AS 151-153). 4.- LAS REPRESENTACIONES E IMÁGENES SAGRADAS 113. El Obispo diocesano invita a observar orden en lo relacionado con las imágenes sagradas que constituyen una ayuda para la piedad y la catequesis (cf cc. 1188. 1220 §1; AS 157). 114. El Ordinario autoriza la restauración de las imágenes religiosas; concediéndola por escrito, después de haber consultado a personas expertas (c. 1189). VG. VZ. 5.- EL VOTO 115. El Ordinario del lugar puede dispensar de los votos privados, respecto a sus súbditos o los transeúntes (también el 303 párroco) (c. 1196, 1º y 3º). C.-LAS IGLESIAS Y LOS OTROS LUGARES SAGRADOS (cf AS 154. 150) 1.- El destino sagrado 116. Corresponde al Obispo diocesano la dedicación de los lugares sagrados. En casos excepcionales puede delegar a un sacerdote (¤ c. 1206; cf AS 154b). 117. El Ordinario bendice los lugares sagrados; sin embargo la bendición de las iglesias se reserva al Obispo diocesano. Ambos pueden delegar a un presbítero (c. 1207a). VG. VP. 118. Al Obispo diocesano se le reserva la bendición (dedicación) de una Iglesia, aunque puede delegar a un presbítero (¤ c. 1207; cf AS 154a). 119. El Obispo diocesano al realizar la visita pastoral, puede observar la conservación de los lugares sagrados por sí mismo, por el Decano o algún otro sacerdote (cf cc. 397 §1. 555 §4; AS 220-221). 120. El Ordinario puede permitir otros usos de los lugares sagrados, siempre que no sean contrarios a la santidad del lugar (c. 1210). VG. VZ. 121. El Ordinario del lugar juzga sobre la violación de un lugar sagrado y no se puede ejercer el culto hasta que se repare la injuria (c. 1211). VG. VZ. 122. El Ordinario decreta sobre el uso profano permanente de lugares sagrados, perdiendo éstos su dedicación o bendición (c. 1212). VG. 2.-La Iglesia Catedral (cf AS 155. 144. 185. 246) 123. El Obispo diocesano, desde su Catedral, cumple de manera excelsa la función de enseñar y santificar. La Catedral es la madre de las Iglesias diocesanas y signo de la unidad de su Iglesia particular (cf PG 34; AS 155). 304 3.-Las demás Iglesias 124. El Obispo diocesano vigila que se cumplan las normas y orientaciones para la edificación y restauración de las Iglesias; la disposición del tabernáculo, altar, presbiterio, sede, ambón, lugar de la celebración del Bautismo y de la Penitencia. Consulta a expertos para que se observen los principios de la liturgia y arte sagrado; asimismo, las exigencias técnicoarquitectónicas y de las leyes civiles (cf cc. 1235-1236. 285. 964. 1220 §2. 1188. 1220; AS 156; cf CEM Acuerdo 1596, acerca de la materia del altar, según el canon 1236 §1). 125. El Obispo diocesano autoriza, por escrito, la construcción de una iglesia, previa consulta al Consejo presbiteral y los rectores de las Iglesias vecinas (Tiene en consideración la normatividad legal al respecto, para las Asociaciones Religiosas). Los Institutos Religiosos deben obtener licencia del Obispo antes de edificar una Iglesia (¤ c. 1215 §1-3). Urge, también, a los párrocos han de buscar la manera de adquirir lugares dedicados al culto divino y a la formación de las comunidades cristianas. 126. El Obispo diocesano devuelve a uso profano una Iglesia que no tiene reparación (¤ c. 1222 §1-2). 2.-Los oratorios y capillas privadas (cf AS 206b. 213b. 216) 127. El Ordinario es quien autoriza los oratorios, como lugares destinados al culto divino en beneficio de una comunidad o grupo de fieles (c. 1223). VG. VZ. 128. El Ordinario concede la licencia para establecer un oratorio, que no puede destinarse a usos profanos (c. 1224 §1-2). VG. VZ. 129. El Ordinario del lugar puede impedir ciertas celebraciones sagradas en los oratorios, según las normas litúrgicas (c. 1225). VG. VZ. 130. ʘ El Ordinario del lugar interviene concediendo la licencia en lo relativo a las capillas privadas, como lugar 305 destinado al culto divino en beneficio de una o varias personas físicas (cc. 1226. 1228). 3.-Los santuarios (cf AS 152 a.d. 150e) 131. El Obispo diocesano se preocupe de que los santuarios presten un servicio eficaz para la vida espiritual de la Diócesis. Por esto, vigile sobre la dignidad de las celebraciones litúrgicas y la predicación de la Palabra de Dios y cuide de remover del entorno lo que pueda constituir un obstáculo a la piedad de los fieles o sugerir un prevalente interés de lucro (cf AS 152d). 132. ʘ El Ordinario del lugar es quien aprueba los santuarios diocesanos y sus estatutos (cc. 1230. 1232). 1. 4.-Los cementerios 133. El Ordinario del lugar estima si procede que sean bendecidos los cementerios o panteones de parroquias, de institutos religiosos o de otras personas jurídicas o familias (c. 1241 §1-2). Asimismo, los sacerdotes encargados en los templos, capillas o anexos donde se pretenda construir criptas, deben solicitar al Ordinario de lugar la autorización por escrito para su construcción. Además, pedirán asesoría al ecónomo diocesano, respecto al costo, mantenimiento y normatividad, eclesiástica o civil y no procederán a la construcción hasta contar con todos los permisos respectivos (Normatividad Diocesana). VG. D.- TIEMPOS SAGRADOS Y DIAS DE FIESTAS 134. El Obispo diocesano exhorta a la celebración de la Liturgia de las Horas, acompañada de una oportuna catequesis (cf Sacrosanctum Concilium 99-100; AS 149g; CEM Acuerdo 1570, acerca de la recitación diaria de Laudes y Vísperas para los Diáconos Permanentes). 135. El Obispo diocesano puede señalar de manera excepcional días festivos o de penitencia especiales para su 306 Diócesis o lugares de ella; asimismo a petición del párroco (¤ c. 1244 §2; cf 1245; CEM Acuerdo 1596, relacionado con la Celebración de fiestas litúrgicas de precepto, según el canon 1246 §2). 136. El Obispo diocesano establece cómo puede cumplirse con el precepto dominical cuando no hay ministros sagrados (c. 1248 §2; cf AS 145e.g). Lo relacionado con el ayuno y abstinencia, ver CEM Acuerdos 1598-1600, según los cánones 1251-1253. III. EL OBISPO DIOCESANO, COMO SERVIDOR DEL EVANGELIO EN EL BUEN GOBIERNO PASTORAL, EN LA FUNCIÓN DE REGIR DE LA IGLESIA: «MUNUS REGENDI». “Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes” (Jn 13, 15). Principios: 1º. El Obispo es enviado, en nombre de Cristo Pastor, como pastor a gobernar la Iglesia de Dios para hacerla crecer en la comunión del Espíritu por medio del Evangelio y la Eucaristía. De aquí deriva para el Obispo la representación y el gobierno de la Iglesia que se le ha confiado, con la potestad necesaria para ejercitar el ministerio pastoral (munus pastorale) sacramentalmente recibido, como participación en la misma consagración y misión de Cristo (cf PG 43). En virtud del oficio recibido tiene una potestad jurídica objetiva, caminado juntamente con su pueblo, delante de él, indicando con su palabra y el testimonio de su vida el camino a recorrer (cf cc. 381 §1. 131 §1; AS 158-159). 2º.El Obispo ejercita la potestad episcopal principalmente como un ministerio (diaconía), evitando actitudes autoritarias, disponible a escuchar, buscando colaboración y consejo, a través de los canales y órganos establecidos por la disciplina canónica. También reconoce y 307 acepta las diversas vocaciones, ministerios y carismas (cf PG 43). Defiende la unidad de la Iglesia universal; promueve la disciplina y vigila que no se introduzcan abusos (cf cc. 208. 204 §1. 392 §1; AS 66). 3º. Sobre el Obispo recae la responsabilidad de gobernar personalmente la Diócesis; evitará cumplir el rol de simple moderador ante los Consejos y otras instancias pastorales, decidiendo en primera persona de acuerdo a la conciencia y a la verdad (cf c. 127 §1-3; AS 66). 4º.Gobierna su Iglesia particular con potestad legislativa, ejecutiva y judicial. Ejerce personalmente la potestad legislativa; la ejecutiva por sí mismo o por sus Vicarios Generales o Episcopales; la judicial, tanto personalmente como por medio del Vicario Judicial y de los jueces, conforme a la norma del derecho (cc. 391 §1-2; 135144). 5º. Ejerce su función de régimen, mandando, estableciendo, prohibiendo, estimulando, dirigiendo, concediendo gracias o licencias, dispensando de la ley, a través de la manifestación de su voluntad por los diversos cauces jurídicos de los actos de régimen, por escrito, como las normas legislativas (leyes: c. 7ss., decretos generales legislativos: c. 29) y de los actos administrativos generales (decretos generales ejecutorios: c. 31 ss., instrucciones: c. 34) y singulares (decretos: c. 48, preceptos: c. 49, rescriptos: c. 59, privilegios: c. 76 ss., dispensas: c. 85 ss.); las cartas y exhortaciones pastorales, los directorios, las actas, los estatutos y reglamento (cc. 29-93.124-128; 156.186; 190 §3, 193 §4). Todo ello a través de su Curia; sellando y firmando los documentos, autentificándolos, a través de su Secretario Canciller, el Vicecanciller o los Notarios, según el Derecho (cf cc. 474. 482-484; AS 179. 252. 179). 308 LA FUNCIÓN DE REGIR DE LA IGLESIA (cc. 129 al 144; cf AS 158-209) III. 1. POTESTAD LEGISLATIVA Principios: 1º. Al Obispo diocesano le corresponde gobernar a la Iglesia particular a él encomendada, con potestad legislativa, la cual ejerce personalmente. Debe seguir ciertos criterios en el ejercicio de su función legislativa. Principios basilares: carácter personal, autonomía, sujeción al derecho superior, cuidado en la redacción de las leyes (cc. 391 §1-2. 135 §2; cf c. 485; AS 27. 67 a-d). 2º. Los Sínodos diocesanos tienen competencia legislativa, en ellos el Obispo diocesano es el único legislador El Sínodo es un instrumento por excelencia para prestar ayuda al Obispo en la determinación del ordenamiento canónico de la Iglesia diocesana (cc. 466; cf cc. 1339. 1340; AS 67a). Facultades: 137. Los Obispos diocesanos deben cuidar de que cuando se establezcan leyes penales, sean uniformes en la misma región (c. 1316). 138. El Obispo diocesano puede establecer leyes penales y proteger con una pena conveniente una ley divina o eclesiástica, respetando los límites de su competencia (cf c. 1315 §1). III. 2. POTESTAD EJECUTIVA Principios: 1º. El Obispo diocesano coordina todos los asuntos que refieran a la administración de toda la Diócesis, ejerciendo la potestad ejecutiva o administrativa, siguiendo ciertos criterios: realizar actos administrativos hacia los sujetos pasivos territoriales (súbditos y peregrinos); interpretar la potestad ejecutiva, ordinaria y delegada; 309 delegar facultades incluye el ejercicio de la misma función; recurrir a uno de los varios sujetos competentes no suspende la potestad de los otros; someter un caso a la autoridad superior, inhabilita a la inferior, a no ser que exista causa grave y urgente, debe advertir inmediatamente al superior; atender a los presupuestos de un acto extraordinario de gobierno (información y escrito); proveer o renovar el nombramiento ad tempus, cuando este hubiese caducado, o comunicar la cesación del mismo; proveer la rápida solución a los asuntos; dispensar de las leyes eclesiásticas conlleva favorecer el bien de los fieles y de la comunidad (cf cc. 135 §1. 136-137. 391 §1-2; AS 69 a-j). 2º. La gracia denegada por el Vicario General o Episcopal, si se obtiene después del Obispo diocesano, sin hacer mención de aquella negativa es inválida. La gracia denegada por el Obispo diocesano no puede conseguirse válidamente del Vicario General o del Episcopal sin el consentimiento del Obispo (c. 65 §3). 3º. El Ordinario pondera la posibilidad de suprimir las costumbres universales o particulares vigentes y contrarias al Código (c. 5 §1). 4º. El Ordinario dispensa de las leyes, aunque sean invalidantes o inhabilitantes, en la duda de derecho o de hecho, con tal de que suela concederla la autoridad a quien se reserva (c. 14). 5º. El Obispo diocesano, en el ejercicio de la función ejecutiva, tendrá presente los siguientes criterios: a) Hacia los propios fieles: puede realizar actos administrativos también si se encuentra fuera del propio territorio, o si lo están los fieles mismos, si no consta otra cosa por la naturaleza de la cosa o por las disposiciones del derecho (cf c. 136). b) Hacia los forasteros: puede realizar actos administrativos, si se encuentran en el territorio de su competencia, en el caso de que se trate de concesión de favores o del acatamiento de leyes, universales o particulares, que se refieran al orden 310 público, determinen la formalidad de los actos, o atañan a inmuebles situados en el territorio (cf cc. 136. 13 §2, 2º). c) La potestad ejecutiva, no sólo cuando es ordinaria, sino también cuando es delegada para un conjunto de casos, debe ser interpretada en sentido amplio. Cuando es delegada para casos particulares, debe ser interpretada en sentido estricto (cf c. 138). d) Al delegado se entienden concedidas aquellas facultades sin las cuales la misma función no puede ser ejercida (cf c. 138). e) Cuando varios sujetos son competentes para cumplir un acto, el hecho que se dirija a uno de ellos no suspende la potestad de los otros, sea ésta ordinaria o delegada (cf c. 139 §1). f) Cuando un fiel somete un caso a una autoridad superior, el inferior no se debe entrometer en el asunto, excepto por causa grave y urgente. En tal caso debe advertir inmediatamente al superior, para evitar que se verifiquen contradicciones en las decisiones (cf c. 139 §2). g) Cuando se trata de adoptar medidas extraordinarias de gobierno, en casos particulares, el Obispo, antes de cualquiera otra cosa, busque las informaciones y las pruebas necesarias y, sobre todo, en lo posible, se apresure a escuchar a los interesados en la cuestión (cf c. 50). A menos que no haya una causa muy grave, la decisión del Obispo deberá ser redactada por escrito y entregada al interesado. En el acto, sin lesionar la buena fama de las personas, deberán explicitarse con precisión los motivos, tanto para justificar la decisión, como para evitar cualquier apariencia de arbitrariedad y, eventualmente, para permitir al interesado recurrir contra la decisión (cf cc. 51. 220; 1734. 1737). h) En los casos de los nombramientos ad tempus, caducado el tiempo establecido, tanto para la seguridad de las personas como para la certeza jurídica, el Obispo debe proveer con la máxima rapidez o renovando formalmente el nombramiento 311 del titular del mismo oficio, o prorrogándole por un periodo más breve del previsto, o comunicando la cesación del oficio y nombrando al titular para un nuevo encargo. i) La rápida solución de los asuntos es norma de ordinaria administración y también de justicia hacia los fieles de parte de la autoridad competente (cf c. 221 §1) Cuando la ley prescribe que el Obispo tome medidas en una determinada cuestión o si el interesado presenta legítimamente una instancia o un recurso, el decreto debe ser emitido dentro de tres meses (cf c. 57). j) En el uso de sus amplias facultades para dispensar de las leyes eclesiásticas, el Obispo favorezca siempre el bien de los fieles y de la entera comunidad eclesial, sin sombra alguna de arbitrariedad o favoritismo (cf cc.87-88.90; AS 69). 6º. En las facultades que el Obispo diocesano conceda a los Vicarios Generales y Episcopales, con “mandato especial”, y que estos expresen en un “acto administrativo”, deberán ser consignadas por escrito, conservando en el archivo de la Vicaria la copia del documento y enviando la original a la Curia diocesana, debidamente sellada y firmada. Asimismo, las que otorguen en su calidad de Ordinarios y Ordinarios de lugar. Facultades: 0. LAS NORMAS GENERALES (Cánones 1 al 203) A.- LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS SINGULARES (cf AS 69a) 1.-Los rescriptos 139. El Ordinario juzga si existe o no duda acerca de la identidad del sujeto y objeto en los errores de un rescripto (c. 66). 140. Al Ordinario del solicitante que consiguió un rescripto de la Sede Apostólica en el que no designa al ejecutor, se le debe presentar el documento, si así le prescribe éste (c. 68). 312 141. El Obispo diocesano puede prorrogar, por causa justa, durante 3 meses, los rescriptos pontificios que hayan expirado (¤ c. 72). 2.-Los privilegios 142. El Ordinario puede amonestar o privar del privilegio a quien abuse de él; e informar a la Santa Sede si el privilegio es pontificio (c. 84). VG. 3.-Las dispensas 143. El Obispo diocesano dispensa de las leyes disciplinares, pero no de las procesales o penales, ni de las reservadas a la Santa Sede (¤ c. 87 §1). 144. El Ordinario puede dispensar de las leyes, si es difícil recurrir a la Santa Sede y existe además peligro de grave daño en la demora (c. 87 §2). VG. 145. El Ordinario del lugar puede dispensar de las leyes diocesanas y de las promulgadas por el Concilio regional o provincial, o por la Conferencia Episcopal (c. 88). VG. B.- LA CONDICIÓN CANÓNICA DE DE LAS PERSONAS FÍSICAS 146. El Obispo diocesano puede estimar que en casos determinados se ha de proveer de otro tutor para menores, mediante nombramiento (¤ c. 98 §2). C. PROVISIÓN Y PÉRDIDA DE UN OFICIO ECLESIÁSTICO (cf AS 78. 59. 61. 81e. 115. 177. 181. 187. 217-218). 147. Al Obispo diocesano le compete proveer los oficios eclesiásticos por libre colación, así como innovarlos o suprimirlos a tenor del Derecho (¤ c. 157. 148; cf 184). 148. Al Obispo diocesano le es presentado un clérigo con el consentimiento del Ordinario propio, quien da el 313 consentimiento para que el candidato pueda ser instituido en un oficio -derecho de presentación- (c. 162; cf AS 101). 1. AL SERVICIO DEL PUEBLO DE DIOS (cc. 204 al 746). A.-LOS FIELES CRISTIANOS LAICOS (cc. 204 al 329; cf AS 63. 108-177). 1. LA MISIÓN DE LOS FIELES LAICOS EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO 149. El Obispo diocesano promueva la colaboración entre los fieles laicos, reconociendo que su vocación universal a la santidad, proclamada por el Concilio Vaticano II, está estrechamente unida a la vocación universal a la misión apostólica. a fin de que inscriban la ley divina en la construcción de la ciudad terrena, de modo tal que las actividades seculares sean ámbito de ejercicio de su misión cristiana y medio de santificación Esta misión laical no es sólo una cuestión de eficacia apostólica, sino un deber y un derecho fundado en la dignidad bautismal (cf cc. 225-227; LG 40. AA 16ss; AS 109). 1.- Los fieles laicos en la Iglesia y en la Diócesis. 150. El Obispo diocesano debe preocuparse de los laicos, tanto personalmente como por medio de los sacerdotes, a fin de despertar en ellos el sentido de su vocación cristiana y de su plena pertenencia a la Iglesia, evitando que puedan sentirse cristianos de segunda categoría. El Obispo, también, acepte de buen grado el parecer de los laicos sobre las cuestiones diocesanas. Respete, además, la libertad de opinión y de acción que les es propia en la esfera secular, pero siempre en fidelidad a la doctrina de la Iglesia (cf cc. 204 §1 y 208. 227; LG 30.33; AA 2-3; AS 108). 2.- La misión de los fieles laicos en la evangelización de la cultura. 314 151. Entre los sectores laicales que tienen mayormente necesidad de la sensibilidad del Obispo diocesano, emergen: a) La promoción del justo orden social. b) La participación en la política. c) La evangelización de los centros de difusión cultural, como escuelas y universidades, los ambientes de investigación científica y técnica, los lugares de creación artística y de reflexión humanística, y los instrumentos de comunicación social, que hay que dirigir rectamente, de modo que contribuyan al mejoramiento de la misma cultura. d) Defender la libertad de la Iglesia en el cumplimiento de su propio fin. e) La necesaria colaboración con la Jerarquía eclesiástica en el ejercicio de las funciones litúrgicas; su participación en las estructuras diocesanas y en las actividades pastorales; su incorporación a las asociaciones erigidas por la autoridad eclesiástica; y, singularmente, en la actividad catequética diocesana y parroquial. Esta colaboración tendrá, en general, la impronta de la gratuidad; sin embargo, para algunas situaciones específicas, el Obispo hará que se asigne una justa retribución económica a los laicos que colaboran con su trabajo profesional en actividades eclesiales (cf cc. 225 §1-2. 227-229 §3; 317 §3; 483. 493; 1382; 1421 §2; 1424. 1428 §2; 1435; 304; LG 31. 33. AA 16. 10; AS 110-111). 2.-ASOCIACIONES LAICALES. NORMAS COMUNES 152. El Obispo diocesano, ante “la nueva época asociativa de los fieles laicos”, reconozca el derecho de asociación de los fieles, fundado en la naturaleza humana y en la condición bautismal. Anime paternalmente y acoja con cordialidad los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades, para dar vigor a la vida cristiana y a la evangelización, ofreciéndoles el servicio de su paterno acompañamiento; e invíteles a insertarse en la vida de las Iglesias locales y en sus estructuras diocesanas y parroquiales. Vigile, además, que sean aprobados sus estatutos y, al contacto con los dirigentes 315 laicales, encontrará la ocasión de conocer y comprender su espíritu y objetivos. Promoverá, también, las relaciones de cordial colaboración entre los diversos movimientos asociativos laicales de su Iglesia particular. Expresará su juicio sobre la autenticidad de los carismas laicales y sobre su ejercicio armónico en la comunidad eclesial. Le corresponde, como pastor de la Iglesia, “no extinguir el Espíritu, sino examinar todo y quedarse con lo bueno” (1 Ts 5, 12.19-21). Además, tenga presente el reconocimiento o la erección de asociaciones internacionales, por parte de la Santa Sede, para la Iglesia universal (cf cc. 215. 299 §3. 305 y 314; 394 §1; AA 18-19; AS 114). 153. El Obispo diocesano erige, alaba o recomienda, las asociaciones de fieles que buscan fomentar una vida más perfecta, promover el culto público, la fe cristiana o realizar otras actividades de apostolado (¤c. 298). 154. El Obispo diocesano revisa los Estatutos de una asociación privada de fieles si pretende ser reconocida como tal, y como “católica”, también puede suprimirla, aún la regida por religiosos, según las condiciones señaladas por el derecho (¤ cc. 299 §3; cf 300. 301. 320 §1. 326 §1). 155. El Ordinario del lugar debe vigilar a las asociaciones de fieles cristianos laicos presentes en su jurisdicción. Le compete también visitar a las que dependen de algún instituto de vida consagrada (cc. 305 §1-2; 311). VG. VZ. 156. El Obispo diocesano, cuida pastoralmente los planes y procesos de formación pastoral y apostólica; de los laicos y anima su participación en la realización y aplicación del Plan Diocesano de Pastoral. También les puede encomendar una misión específica de acuerdo a su carisma y apostolado (cf cc. 305. 311. 323; AS 164. 177. 184. 138b). ɣ: VG. VP. VZ. VC . 3.-ASOCIACIONES PÚBLICAS DE FIELES 157. El Obispo diocesano erige asociaciones públicas 316 diocesanas dentro de su mismo territorio y les confiere personalidad jurídica. Se requiere el consentimiento escrito del mismo Obispo diocesano para la erección válida, aún en el caso de privilegio apostólico (¤ cc. 312 §1, 3º. §2. 313). 158. El Obispo diocesano aprueba, revisa o cambia los Estatutos de una asociación pública (¤ c. 314-15). 159. El Obispo diocesano señala un tribunal competente para dirimir los asuntos contenciosos de las asociaciones (¤c. 316). 160. El Obispo diocesano confirma al dirigente diocesano (presidente, equipo eclesial) de una asociación pública o nombra a quien haya sido presentado por derecho o por estatutos (¤ c. 317 §1). 161. El Obispo diocesano puede designar a un comisario (presidente), para que dirija temporalmente una asociación erigida canónicamente y puede también removerlo. También nombra y remueve al Capellán de una asociación pública (¤ c. 318 §1-2). 4.-ASOCIACIONES PRIVADAS DE FIELES Y LA ASISTENCIA MINISTERIAL 162. El Obispo diocesano debe proveer que no falte nunca una prudente, asidua y adecuada asistencia ministerial a las obras laicales. Para esta tarea, elija clérigos verdaderamente idóneos y capacitados, después de haber escuchado a los mismos laicos interesados. Asimismo, promueva encuentros entre los asistentes eclesiales, para estrechar los vínculos de comunión y colaboración entre éstos y con él, como pastor de la Diócesis (cf AA 19.20. 24-25; AS 115). 163. El Obispo diocesano concede personalidad jurídica a una asociación privada (c. 322). 164. El Obispo diocesano confirma la elección del sacerdote Director, Coordinador o Asesor espiritual de una Asociación diocesana (¤ cf cc. 324 §2). 165. ʘ El Ordinario del lugar confirma al sacerdote elegido 317 por una asociación privada de fieles que lo desea como consejero espiritual (c. 324 §2). 166. El Ordinario del lugar vigila la administración y gasto de los bienes que las asociaciones privadas de fieles hayan recibido en donación o legado para causas pías (c. 325 §1-2). 167. El Obispo diocesano supervisa la administración y el destino de las ofrendas o limosnas recibidas (¤ cf cc. 319. 325). En diálogo y corresponsabilidad con el Obispo: ɣ VG. VZ. VP. 5.- LOS MINISTERIOS DE LECTOR Y DE ACÓLITO. 168. El Obispo diocesano promueva los ministerios de lector y de acólito, a los que pueden ser admitidos los laicos varones mediante el respectivo rito litúrgico, teniendo en cuenta las disposiciones de las diversas Conferencias Episcopales. No deje el Obispo de ofrecer a los lectores y a los acólitos una apropiada formación espiritual, teológica y litúrgica, a fin de que puedan participar en la vida sacramental de la Iglesia con una conciencia cada vez más profunda (cf Pablo VI, Motu proprio “Ministeria quaedam”, III, VII, XII; c. 330; AS 113). 6.- LAS ACTIVIDADES DE SUPLENCIA. 169. El Obispo diocesano podrá solicitar a los laicos, particularmente preparados, que ejerzan de manera supletoria algunas tareas propias de los ministros sagrados, en situaciones de carencia de de los mismos. Estas son: el ejercicio del ministerio de la predicación (nunca, sin embargo, predicar la homilía; norma no dispensable por el Obispo diocesano: ver CEM Acuerdo 1578, los Artículos IIV, en relación con el canon 766); la presidencia de las celebraciones dominicales en ausencia del sacerdote; el ministerio extraordinario de la administración de la comunión; la asistencia a los matrimonios; la administración del Bautismo; la presidencia de las celebraciones de las 318 exequias y otras. Vigile que dichos encargos no creen confusión entre los fieles en relación con la naturaleza y el carácter insustituible del sacerdocio ministerial, esencialmente distinto del sacerdocio común de los fieles. Para el ejercicio de tales funciones, se requiere un mandato extraordinario, conferido temporalmente, según la norma del derecho. Antes de concederlo, el Obispo deberá asegurarse, personalmente o mediante un delegado, de que los candidatos tengan las condiciones idóneas y la adecuada formación (cf Instrucción “Ecclesiae de Mysterio”; cc. 766 y 777; 1112. 861. 230 §3. 517 §2. 943; AS 112; CEM Acuerdo 1569, sobre el c. 230 §1). 7.- LA FORMACIÓN DE LOS FIELES LAICOS. 170. El Obispo diocesano sabrá proveer generosamente al gran desafío de la formación de los fieles laicos, que debe ser una de las prioridades de los proyectos y programas diocesanos de acción pastoral. En primer lugar les ha de procurar la formación espiritual; lo mismo que de una suficiente formación doctrinal, que les brinde una visión, lo más amplia y profunda posible, del misterio de Dios y del hombre; y de una formación en los valores y en las virtudes humanas, sin las cuales no puede darse una auténtica vida cristiana (cf cc. 217-218. 239; AA 4. 28-32; AS 116). . 8.- EL OBISPO Y LAS AUTORIDADES PÚBLICAS 171. El Obispo diocesano mantenga relaciones directas o indirectas con las autoridades civiles, políticas, socioeconómicas, militares, etc., como exigencias de su ministerio pastoral y del bien común de la sociedad. Ha de cumplir esta tarea de modo siempre respetuoso y cortés, pero sin jamás comprometer la propia misión espiritual. Mientras nutre personalmente y transmite a los fieles un gran aprecio por la función pública y ora por los representantes de la autoridad pública (cf 1 P 2, 13-17), no consienta restricciones a la 319 propia libertad apostólica de anunciar abiertamente el Evangelio y los principios morales y religiosos, aun en materia social. Los presbíteros, los consagrados y los miembros de las Sociedades de vida apostólica deben recibir del Obispo ejemplo de conducta apostólica, para poder también ellos mantener la misma libertad en el propio ministerio o tarea apostólica (cf AS 117). B.- DE LOS MINISTROS SAGRADOS O CLÉRIGOS (cc. 232 al 293; cf AS 75-87). 1.- PASTORAL VOCACIONAL (cf AS 91. 144d-87). 172. El Obispo diocesano cuida de las vocaciones sacerdotales tanto en los jóvenes como en los adultos (c. 233 § 1-2; cf AS Vocaciones adultos: 87, Vocaciones especiales: 111). ɣ: VG. VP. VZ. VC. 2.- EL SEMINARIO Y LA FORMACIÓN DE LOS CLÉRIGOS (cf AS 91. 75. 84-85. 86b). 173. El Obispo diocesano juzga si debe erigirse o no el Seminario Menor o una institución semejante (c. 234 §1; cf AS 86). 174. El Obispo diocesano puede dispensar del Seminario Menor pero no del Mayor; así como de residir en el Seminario, en casos particulares. Encomienda a algún sacerdote idóneo aquellos seminaristas que legítimamente residen fuera del Seminario. Cuida de una adecuada, oportuna y fructuosa interrelación ente el Seminario Mayor y Menor (¤ c. 235 §1-2; cf AS 85-86c). 175. El Obispo diocesano erige un Seminario interdiocesano, unido a otros Obispos, habiendo obtenido la aprobación de la Santa Sede, tanto de su erección como de sus estatutos (c. 237 §2). 176. El Obispo diocesano nombra al Rector y a los directores espirituales del Seminario (¤c. 239). 320 177. El Obispo diocesano admite a los alumnos en el Seminario Mayor, solamente a los que sean considerados capaces (¤ c. 241 §1). 178. El Obispo diocesano aprueba el Reglamento para el Seminario (¤c. 243). 179. El Obispo diocesano nombra y remueve a los profesores en el Seminario (¤c. 253 §1). 180. El Obispo diocesano procura la preparación de aquellos que hayan de ir a prestar servicios a Iglesias de otra región (c. 257 §2). 181. ʘ El Ordinario determina las prácticas pastorales de los alumnos seminaristas (c. 258). 182. El Obispo diocesano mira por el superior régimen y la administración del Seminario (diocesano/ interdiocesano); lo visita frecuentemente, y supervisa la formación y sabe que es su deber dirigir su amor y su atención particular hacia los candidatos al ministerio sagrado (¤ cc. 259 §1-2; 263-264 §1; cf 1266; AS 75b). 183. El Obispo diocesano puede establecer un tributo a favor del Seminario (¤ c. 264). 3.- EL DIACONADO PERMANENTE (cf AS 92-97. 23b. 192 a. 194c). 184. El Obispo diocesano debe empeñarse a fin de que todos los fieles, y en particular los presbíteros, aprecien y estimen el ministerio de los diáconos, por el servicio que ejercitan (litúrgico, catequético, socio-caritativo, pastoral, administrativo, etc.) para la edificación de la Iglesia, y porque suplen la eventual escasez de sacerdotes. El Concilio Vaticano II ha definido el diaconado un “ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad” (LG 29). Además, debe atender a las funciones y encargos confiados al diácono permanente, a las relaciones entre ellos, con los presbíteros y los otros miembros del Pueblo de Dios; a su formación 321 integral y a los diáconos casados (cf cc. 517 §1-2. 519. 278. 281. 288. 285 §3-4. 1031 §2. 236; AS 92-97). 185. Puede dispensar de residir en un centro de formación, a quien se prepara para el diaconado permanente (¤ c. 236, 1°). 4.- EL PRESBITERIO DIOCESANO (cf AS 75-83. 63d-e. 88c. 99c). 1.- El Obispo, padre, hermano y amigo de los sacerdotes 186. La relación entre el Obispo diocesano y su presbiterio debe estar inspirada y alimentada por la caridad y por una visión de fe. En el ejercicio de su ministerio, debe relacionarse con sus sacerdotes no tanto como un gobernante con sus súbditos, sino más bien como un padre, hermano y amigo, en la comunión más allá de los vínculos jurídicos (cf Jn 13, 35); también debe favorecer el espíritu de iniciativa de sus sacerdotes, evitando que la obediencia sea comprendida de manera pasiva e irresponsable (cf PO 15; AS 76). 187. El Obispo diocesano asocia a su solicitud y responsabilidad a los presbíteros, ministros de la misión apostólica; de modo que cultiven siempre el sentido de la Diócesis y fomenten el sentido universal de la Iglesia. Además, ayuden de todos los modos posibles a sus sacerdotes, para que aprecien la sublime vocación sacerdotal. Como Jesús manifestó su amor a los Apóstoles, así también el Obispo, padre de la familia presbiteral (cf c. 384; PO 2.7; AS 75). 188. El Obispo diocesano considere su sacrosanto deber conocer a los presbíteros diocesanos, su carácter, capacidades y aspiraciones, nivel de vida espiritual, celo e ideales, el estado de salud y las condiciones económicas, sus familias y todo lo que les incumbe. Igualmente, nutra y manifieste públicamente la propia estima por los presbíteros, demostrando confianza y alabándoles si lo merecen; respete y haga respetar sus derechos y defiéndalos de críticas 322 infundadas; dirima prontamente las controversias que puedan ofuscar la fraterna caridad y dañar el ministerio pastoral (cf c. 396; AS 77). 189. El Obispo diocesano promueva, asimismo, las relaciones entre todos los presbíteros, tanto seculares como religiosos o pertenecientes a las Sociedades de vida apostólica, también con aquéllos incardinados en otras Diócesis, pues todos pertenecen al único orden sacerdotal y ejercitan su ministerio para el bien de la Iglesia particular. Esto se podrá obtener mediante encuentros periódicos a nivel de vicaría o de agrupaciones análogas de parroquias en las que se encuentre dividida la Diócesis, por motivo de estudio, de oración o de gozosa convivencia. Un medio que se ha demostrado idóneo para favorecer los encuentros sacerdotales es la llamada casa del clero. También apoye y aprecie las asociaciones de presbíteros eventualmente existentes en la Diócesis (cf cc. 275 §1. 280. 278; AS 79). 2.- La prudencia episcopal en relación con la vida y el ministerio de sus sacerdotes 190. El Obispo diocesano manifieste tal prudencia en el gobernar que se manifiesta, entre otros aspectos: a) En la provisión de los oficios. Obrará con la máxima prudencia, para evitar la más mínima sospecha de abuso, favoritismo o presión indebida, pidiendo siempre el parecer a personas prudentes, y pruebe la idoneidad de los candidatos, incluso mediante un examen. b) Al conferir los encargos, el Obispo juzgue con equidad la capacidad de cada uno, gradualmente y no sobrecargue a ninguno con tareas c) El Obispo recuerde a los presbíteros que todo lo que cumplan por mandato del Obispo, incluso lo que no comporte la cura directa de las almas, es ministerio pastoral (cf cc. 521. 285; ChD 29; AS 78). 191. El Obispo diocesano debe ocuparse, en primer lugar, 323 de su retribución, que debe ser adecuada a su condición, evitando así que no ejerzan actividades extrañas a su ministerio, en perjuicio de la actividad pastoral y espiritual. Disponga su asistencia social (cf 1274 §2: CEM Acuerdo 1603, sobre el Círculo Cultural y de Asistencia Social – CCyAS- una institución oficial para la seguridad social del Clero). Vigile la correcta manera en el vestir de los presbíteros, también de los religiosos, según la ley universal de la Iglesia y las normas de la Conferencia Episcopal (cf CEM Acuerdo 1571, sobre el c. 276 §1-2). Favorezca que cada año los clérigos puedan tener un periodo suficiente de vacaciones; además, cuide de la congrua sustentaciones de los sacerdotes jubilados (cf cc. 281 §1-2. 1274 y 538 §3. 283 §2-284; AS 80; CEM Acuerdo 1571, sobre el c. 538 §3). 192. El Obispo diocesano debe advertir a los fieles sobre la obligación de ayudar a las necesidades de la Iglesia: culto, obras de apostolado y caridad, y el conveniente sustento de sus ministros (cc. 1262; cf 222; CEM Acuerdo 1601, acerca de la organización en su Diócesis de un sistema para las aportaciones económicas prescritas, según el canon 1262). 193. El Obispo diocesano autoriza y programa las colectas regionales o nacionales, lo mismo que las de asociaciones de fieles y de los religiosos mendicantes, según los criterios de la Conferencia Episcopal (cf CEM Acuerdo 1602, relacionado con el canon 1265 §2). 194. Personalmente, también mediante el Vicario Episcopal de Zona o Vicaría Pastoral, trate de prevenir y remediar las dificultades de orden humano y espiritual que puedan aquejar a los presbíteros. Acérquese cálidamente para auxiliar a quien pueda encontrarse en una situación difícil, enfermo, anciano o pobre. Se requiere, además, poner atención en algunos casos específicos: a) Es necesario prevenir la soledad y el aislamiento de los sacerdotes, sobre todo si son jóvenes. b) Debe prestar atención al peligro de la rutina y del cansancio 324 que los años de trabajo o las dificultades inherentes al ministerio puedan provocar. El Obispo prodíguese con paterno afecto hacia estos sacerdotes. c) Con ánimo paterno sean tratados también por el Obispo los presbíteros que abandonan el servicio divino. d) Ante comportamientos escandalosos, el Obispo intervenga con caridad, pero con firmeza y decisión: bien con admoniciones o reprensiones bien procediendo a la remoción o al cambio a un oficio, o la suspensión. En los casos extremos, previstos por la norma canónica, dé inicio al proceso penal para la dimisión del estado clerical (cf cc. 292. 1339-1340. 190. 192-193. 1333. 290; AS 81). 195. Es necesario que el Obispo se preocupe para que el celibato sea presentado en su plena riqueza bíblica, teológica y espiritual, a fin de que los sacerdotes mantengan castamente su compromiso con Dios y la Iglesia, con una profunda vida espiritual, que colme sus corazones de amor a Cristo y atraiga la ayuda divina. El Obispo refuerce los vínculos de fraternidad y de amistad entre los sacerdotes. Sea también consciente de los obstáculos reales que, hoy más que ayer, se oponen al celibato sacerdotal. Por eso, deberá exhortar a los presbíteros al ejercicio de una prudencia sobrenatural y humana, enseñando que un comportamiento reservado y discreto en el trato con la mujer es conforme a su consagración celibataria y que una inadecuada comprensión de estas relaciones puede degenerar en vínculos sentimentales. Si es necesario, advierta o amoneste a quien pueda encontrarse en una situación de riesgo (cf cc. 277 §2-3; AS 82). 3.- El Obispo y la formación permanente de su presbiterio 196. El Obispo diocesano educará a los sacerdotes de todas las edades y condiciones para el cumplimiento de su deber de formación permanente y proveerá a organizarla, a fin de que el entusiasmo por el ministerio no disminuya, sino que, por el 325 contrario, aumente y madure con el transcurrir de los años, haciendo más vivo y eficaz el sublime don recibido (cf 2 Tm 1, 6). El Obispo considere, como elemento integrante y primario de la formación permanente del presbiterio, los ejercicios espirituales anuales. En los programas e iniciativas para la formación de los sacerdotes, el Obispo no olvide servirse del Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, que compendia la doctrina y la disciplina eclesial sobre la identidad sacerdotal y su función relacionalsacerdotal en la Iglesia (cf cc. 279 §2. 280. 278; PDV 76-77, cap. III; AS 83. 23. 200). 4.-La adscripción o incardinación de los clérigos (cf AS 75 a. 17f. 242). 197. Para que un clérigo ya incardinado se incardine válidamente en otra Iglesia particular, debe obtener de su Obispo diocesano letras de excardinación por él suscritas, e igualmente las letras de incardinación suscritas por el Obispo diocesano de la Iglesia particular en la que desea incardinarse (¤ cc. 267 §1. 269-270). 198. El Obispo diocesano concede la licencia temporal a sus clérigos para que presten sus servicios ministeriales en otra Iglesia particular (¤ c. 271 §1-3). 5.-Las obligaciones y derechos de los clérigos 199. ʘ El Ordinario encomienda oficios a sus clérigos (c. 274 §2; cf 273). 200. Al Obispo diocesano corresponde establecer normas para la observancia del celibato (¤ c. 277 §3; cf AS 44. 82). 201. El Ordinario propio concede a sus clérigos la licencia para salir de su Diócesis por un tiempo notable (c. 283 §1). VG. VZ. 202. ʘ El Ordinario da licencia a los clérigos para administrar bienes laicos o realizar oficios seculares; y para ser fiadores necesitan haber consultado al Ordinario propio 326 (c. 285 §4). 203. Sólo el Obispo diocesano autoriza, por escrito, que los clérigos puedan participar activamente en partidos políticos o en la dirección de asociaciones sindicales; asimismo, que ejerzan cargos y oficios civiles públicos, extraños al estado clerical; o sean catedráticos o profesores en alguna institución educativa, religiosa o civil, según condiciones. (¤ cf cc. 287 §2; 289 §2). 204. ʘ No se presenten como voluntarios al servicio militar los clérigos ni los candidatos a las órdenes sagradas, si no es con licencia de su Ordinario. (c. 289 §1). 5.- LAS PRELATURAS PERSONALES (cc. 294 al 297) 205. El Obispo diocesano autoriza en su Diócesis el establecimiento de obras pastorales o misionales de una Prelatura personal (¤ c. 297). 206. Las prelaturas personales se relacionarán con los Ordinarios locales de aquellas Iglesias particulares en las que ejerzan o deseen ejercer apostolado, previo consentimiento del Obispo diocesano (c. 297). 6.- LOS LEGADOS DEL ROMANO PONTÍFICE (NUNCIO APOSTÓLICO) (cc. 362 al 367; cf AS 14d. 23b. 29d) 207. Comunicándolo previamente a los Ordinarios de los lugares en la medida de lo posible, el Legado pontificio puede celebrar en todas las iglesias de su legación ceremonias litúrgicas, incluso pontificales. -La sede de la Legación pontificia está exenta de la potestad de régimen del Ordinario del lugar, a no ser que se trate de la celebración de matrimonios- (c. 366 §1-2). 327 C. LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA (cc. 573 al 746; cf AS 98-107) 1.- LA VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA EN LA COMUNIDAD DIOCESANA 208. El Obispo diocesano considere al estado de vida consagrada como un don divino que, “aunque no pertenece a la estructura jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo, de manera indiscutible, a su vida y santidad” y, como padre y pastor de la Iglesia particular en todos sus componentes, acoja las diversas manifestaciones de la vida consagrada como una gracia. Se empeñará en sostener a las personas consagradas, a fin de que permaneciendo fieles a la inspiración fundacional, se abran a una más fructuosa colaboración espiritual y pastoral en la Diócesis. Los sacerdotes de estos Institutos deben ser considerados parte del presbiterio de la Diócesis, con cuyo Pastor colaboran en la cura de almas (cf cc. 207 §2. 574 §1; LG 44; PG 50; AS 98). 209. Obispo diocesano debe empeñarse para que: a) los miembros de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, con su carisma, se sientan parte viva de la edificación de la comunidad diocesana. Encuéntrese personalmente con los Superiores y las comunidades, verificando su estado, sus preocupaciones y sus esperanzas apostólicas. b) Procure, también, que la vida consagrada sea conocida y apreciada por todos los fieles y, en particular, por el clero y los seminaristas, a fin de que lleguen a apreciar a las personas consagradas, no sólo por su colaboración en la pastoral diocesana, sino, sobre todo, por la fuerza del testimonio de su vida consagrada que aportan a la Iglesia, universal y particular. c) Promueva que las relaciones entre el clero diocesano y los clérigos de los Institutos de 328 vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, se caractericen por un espíritu de fraterna colaboración. Asimismo, si es conveniente para ellos, invítelos a participar en los medios de formación del clero diocesano. d) Los organismos consultivos diocesanos deberán reflejar adecuadamente la presencia de la vida consagrada en la Diócesis con la variedad de sus carismas. En el caso del Consejo Presbiteral, ha de consentirse a los sacerdotes electores (religiosos y seculares), elegir libremente miembros de Institutos para que los representen (cf c. 679; ChD 35; AS 99). 2.- NORMAS COMUNES A TODOS LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA 1.- La potestad del Obispo en relación con la Vida Consagrada 210. El Obispo diocesano respete y haga respetar la justa autonomía de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, sin interferir en su vida y en su gobierno y sin hacerse intérprete autorizado de su carisma fundacional; si bien están sujetos a su autoridad pastoral, en cuanto maestro de la fe y responsable de la observancia de la disciplina eclesiástica universal, custodio de la vida litúrgica y moderador de todo el ministerio de la palabra. El Obispo como maestro de la verdad católica en su Diócesis, preocúpese en particular por: a) Exigir con humilde firmeza los propios derechos en el ámbito de las publicaciones, asegurando la armonía con el Magisterio eclesial. b) Cerciorarse que las escuelas dirigidas por los Institutos imparten una formación plenamente concorde con su identidad católica, visitándolas. Además, el Obispo, según la norma del derecho, reconozca la exención de los Institutos, por la que el Romano Pontífice puede eximir a cualquier Instituto de perfección de la jurisdicción de los Ordinarios del lugar y someterlos a su sola autoridad o a otra autoridad eclesiástica. Tal exención no anula, sin embargo, la sumisión 329 de los consagrados a la potestad del Obispo (además de la debida a los propios Superiores), en lo que se refiere a la cura de almas, el ejercicio público del culto divino y las obras de apostolado (cf cc. 392. 756 §2. 772 §1 y 835; 586 y 732; 679; 823-824. 826-827; 806 §1; 591 y 732; 678 y 738 §2; AS 100). 2.- Diversas formas de cooperación y coordinación apostólica, en la pastoral orgánica de la Diócesis 211. En base a un acuerdo y diálogo constante entre el Obispo diocesano y los Superiores, es necesario distinguir: a) Las obras propias que los Institutos constituyen según el propio carisma y que son dirigidas por los respectivos Superiores; llamadas a ser insertadas en el cuadro general de la pastoral diocesana. Por lo mismo, su creación no debe ser decidida autónomamente, sino en comunión eclesial y pastoral. Los Institutos religiosos y las Sociedades de vida apostólica necesitan el consentimiento escrito del Obispo diocesano en los siguientes casos: para la erección de una casa en la Diócesis, para destinar una casa a obras apostólicas diversas de aquellas para las que fue constituida, para construir y abrir una iglesia pública y para establecer escuelas según el propio carisma. b) Las obras diocesanas, las parroquias y las rectorías confiadas a Institutos religiosos o Sociedades de vida apostólica, siguen estando bajo la autoridad y la dirección del Obispo, quien habrá estipulado un acuerdo con el Instituto o la Sociedad. c) Además, para confiar un oficio diocesano a un religioso, según la norma canónica, deben intervenir tanto el Obispo como el respectivo Superior religioso. El Obispo evitará pedir colaboraciones que resulten difícilmente compatibles con las exigencias y naturaleza de la vida religiosa (cf cc. 678 y 738 §2; 609. 612. 801 y 1215 §3; 673; 682 §2 y 616; ChD 35; AS 101). 212. Al Obispo diocesano, padre y pastor de la entera Iglesia particular, compete promover la comunión y la 330 coordinación en el ejercicio de los diversos y legítimos carismas. Es conveniente que el Obispo convoque periódicamente a los Superiores de los Institutos para dialogar con ellos, a fin de obtener un adecuado conocimiento y una recíproca estima, lo mismo que una mejor coordinación de las diversas obras y programas apostólicos en el contexto de la pastoral diocesana. Del mismo modo, cuidará de convocar periódicamente a los responsables de las delegaciones diocesanas de la Conferencia de los Superiores y/o Superioras Mayores. Será oportuno que el Obispo diocesano constituya un Vicario episcopal para la vida consagrada, dotado de potestad ordinaria ejecutiva, que haga las veces del Obispo para con los Institutos y sus miembros, a fin de facilitar las relaciones con las diversas comunidades. Convendría que este Vicario episcopal sea un consagrado o, al menos, un buen conocedor de la vida consagrada (cf c. 680; AS 102). 3.- La vida contemplativa 213. El Obispo diocesano implique a los religiosos y religiosas de vida contemplativa en la misión de la Iglesia, universal y particular, confortándoles con visitas personales, encomiando el profundo valor de su escondido apostolado de oración y de penitencia por la difusión del Reino de Dios. Procure también que los fieles de la Diócesis puedan beneficiarse de esta escuela de oración que son los monasterios (cf AdG 40; AS 103). 3.- Las mujeres consagradas 214. El Obispo diocesano debe procurar los subsidios idóneos para la vida espiritual, instrucción cristiana y progreso cultural de las mujeres consagradas en los Institutos religiosos, en las Sociedades de vida apostólica, en los Institutos seculares y en el Orden de las Vírgenes, presentes en su Diócesis. También debe vigilar que se provea a las 331 mujeres consagradas de los adecuados espacios de participación en las diversas instancias diocesanas, como en los Consejos pastorales diocesano y parroquial, allí donde existan; en las diversas comisiones y delegaciones diocesanas; en la dirección de iniciativas apostólicas y educativas de la Diócesis; igualmente que estén presentes en los procesos de elaboración de las decisiones, sobre todo, en lo que se refiere a ellas, de modo que se puedan, desde su carisma, ofrecer su servicio apostólico al Pueblo de Dios, desde su particular sensibilidad y su fervor misionero, su experiencia, su competencia y, sobre todo su espiritualidad. Particular solicitud deberá tener, asimismo, con el Orden de las Vírgenes, que se han consagrado a Dios a través de sus manos y se confían a su cuidado pastoral, estando dedicadas al servicio de la Iglesia. El Obispo diocesano consagra en “el orden de las vírgenes”, según el rito litúrgico aprobado. (cf cc. 607 §1-3; 713 §2; 604 §1; 567 §1 y 630 §3; AS 104). 4.- Los anacoretas o ermitaños 215. El Obispo diocesano debe seguir con especial cuidado pastoral al anacoreta o ermitaño y lo guía espiritualmente; porque profesan públicamente en sus manos los tres consejos evangélicos o han sido confirmados con los votos u otros vínculos sagrados. También vigila que no se introduzcan abusos e inconvenientes (cf cc. 603 §1-2; AS 106). 5.- Los nuevos carismas de la Vida Consagrada 216. Corresponde al Obispo diocesano discernir los nuevos carismas que nazcan en su Iglesia particular y ayudar a promoverlos, para acoger con agradecimiento y alegría aquellos que sean auténticos, a fin de evitar que surjan Institutos superfluos y carentes de vigor. Para comprobar la cualidad humana, religiosa y eclesial de un grupo de fieles, que desean constituirse en una forma de vida consagrada, conviene que comience por integrarlos en la Diócesis como 332 Asociación pública de fieles, y sólo después de un periodo de experiencia y una vez consultado y obtenido el visto bueno de la Santa Sede, podrá proceder a su erección formal como Instituto de derecho diocesano (cf cc. 605; 579. 594 y 732; LG 12. PC 19; AS 107). 3.- LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS. 1.-Las casas religiosas, erección, supresión, justa autonomía 217. El Obispo diocesano erige Institutos de vida consagrada, mediante decreto formal, consultando a la Sede Apostólica (¤ c. 579). 218. A los Ordinarios del lugar corresponde garantizar la justa autonomía de vida de los Institutos (c. 586 §1-2; cf 583. 586 §2. 593-594. 708). 219. Al Obispo diocesano corresponde tener un singular cuidado de los institutos diocesanos; y visita sus casas (cc. 594; cf 628 §2). ɣ: VG. VP. VZ. VC. 220. El Obispo de donde está ubicada la casa principal debe aprobar las constituciones, consultando a los demás Obispos diocesanos de los lugares donde se hubiera extendido el Instituto y, en casos particulares, puede también dispensar de ellas (¤ c. 595 §1-2). 221. El Obispo diocesano otorga su consentimiento, por escrito, para la erección de una casa religiosa. En tanto que para la erección de un monasterio de monjas se requiere, además, la licencia de la Santa Sede (¤ c. 609 §1-2). Su consentimiento conlleva anexos otros derechos (c. 611). 222. Al Obispo diocesano se le encomienda la vigilancia peculiar del Monasterio autónomo, conforme a tenor del derecho (¤ c. 615). 223. El Obispo diocesano autoriza para que una casa religiosa pueda destinarse a obras apostólicas distintas para las que se constituyó (¤ c. 612). El Obispo diocesano es consultado en orden a la supresión de una casa (c. 616). 333 2.-El gobierno de los institutos 224. El Obispo diocesano mostrará particular solicitud por los monasterios autónomos confiados a él y por las comunidades de los Institutos religiosos de derecho diocesano, practicando su derecho-deber de la visita canónica, también por lo que se refiere a la disciplina religiosa, y examinando su balance económico (cf cc. 628 §2 y 637; AS 105). 225. El Obispo diocesano preside la elección del Superior del monasterio autónomo y del Superior general de un Instituto de derecho diocesano (¤ c. 625 §2). 226. El Obispo diocesano tiene el derecho y el deber de visitar los Monasterios autónomos y las casas de los Institutos de derecho diocesano, dentro de su territorio (¤ c. 628 §2, 1º2º). 227. ʘ El Ordinario del lugar aprueba a los confesores ordinarios en los monasterios de monjas, casas de formación y comunidades laicales (c. 630 §3). 3.-Los bienes temporales y su administración 228. El Ordinario del lugar, recibe el estado económico anual de los monasterios autónomos (“sui iuris”); y conoce la situación económica de las casas de derecho diocesano (c. 637). VG. VC. 229. El Ordinario del lugar da su consentimiento a los monasterios autónomos y a los institutos de derecho diocesano, para enajenar o realizar alguna operación de administración extraordinaria (c. 638 §4). VG. VC. 4.-La admisión en el noviciado 230. El Ordinario propio debe ser consultado por los superiores en la admisión de clérigos seculares como novicios (c. 644). 231. El Ordinario del lugar (el Superior o el Rector del 334 Seminario) da el testimonio y los informes requeridos, cuando se trata de recibir a un clérigo en el noviciado, habiendo sido precedentemente admitido en otro instituto religioso o en un seminario (c. 645 §2). 5.- Obligaciones y derechos de los institutos y sus miembros 232. El Obispo diocesano goza de la facultad de entrar en la clausura de los monasterios de monjas en su Diócesis; también permite, con el consentimiento de la Abadesa, que otras personas entren. También puede autorizar que las monjas puedan salir (¤ c. 667 §4). 6.- El apostolado de los institutos 233. El Obispo diocesano tiene potestad sobre los religiosos, en cuanto al culto público, cura de almas y obras de apostolado; sobre aquellos a quienes les confía un oficio en la Diócesis, previa presentación del Superior; asimismo puede removerlos del mismo. Es preciso que dialogue con los Superiores sobre las obras de apostolado y los aspectos de la fidelidad disciplinar, si es el caso (¤ cc. 678 §1-3; cf 681-682 §1-2). 234. El Obispo diocesano, por causa gravísima, puede prohibir la residencia a un religioso en su Diócesis (¤ c. 679). 235. El Obispo diocesano coordina los varios Institutos y la actividad pastoral de éstos con las del clero (c. 680). 236. El Obispo diocesano visita, personalmente o por medio de otro, las Iglesias y los oratorios religiosos en la visita pastoral, asimismo los centros educativos atendidos por religiosos (c. 683). 7.-La salida del instituto 237. El Ordinario del lugar da su consentimiento de residencia a favor de un religioso clérigo exclaustrado (c. 686 §1). 238. Del Ordinario del lugar depende el religioso 335 exclaustrado, sobre todo si es clérigo (c. 687). 239. El Obispo diocesano de donde se ubica la casa, debe de confirmar el indulto de salir en los Institutos de derecho diocesano y en los Monasterios, para que sea válido (¤ c. 688 §2). 240. El Obispo diocesano puede constituirse en Obispo benévolo de un clérigo religioso exclaustrado, en orden a su incardinación, según el derecho y las normas diocesanas (¤ c. 693). 8.-La expulsión de los miembros 241. Al Obispo diocesano le corresponde decidir, en los Monasterios autónomos, acerca de la expulsión; por su parte, el Superior, le debe presentar las actas aprobadas por su consejo (¤ c. 699 §2). 242. El Obispo diocesano, después de una prueba conveniente, puede recibir al religioso clérigo dimitido (¤ cc. 701; cf 693). 9.-El religioso elevado al episcopado 243. El Obispo diocesano, si por la profesión religiosa, perdió el dominio de los bienes, puede adquirir la propiedad de un bien, pero a favor de la Iglesia particular. En caso contrario, recuperará el uso, el usufructo y la administración de los mismos bienes, y adquiere plenamente para sí aquellos que obtenga posteriormente; sin embargo, en ambos casos para disponer de ellos, debe tener en cuenta la voluntad del donante (c. 706, 1º-3º). 4.-LOS INSTITUTOS SECULARES 244. El Obispo diocesano ejerce su autoridad sobre los sacerdotes incardinados a los Institutos seculares (¤ c. 715 §12). 245. Puede dispensa de los vínculos a los miembros de estos Institutos de derecho diocesano, según se determine en las 336 constituciones (¤ c. 727 §1). 4.- LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA 246. El Obispo diocesano da su consentimiento para la erección de casas de las Sociedades de vida apostólica, lo mismo que para suprimirlas (¤ c. 733 §1). 247. El Obispo diocesano ejerce su autoridad sobre los miembros, en cuanto al culto, cura de almas, y obras de apostolado que realicen en su Diócesis, etc. (c. 738 §2). 248. Las relaciones de un miembro incardinado en una Diócesis con su Obispo propio se determinan por las constituciones o mediante acuerdos particulares (c. 738 §3). 249. ʘ El Ordinario del lugar da su consentimiento de residencia al clérigo de una sociedad de vida apostólica que ha recibido el indulto para vivir fuera de la misma (c. 745). 2.- IGLESIAS PARTICULARES (cc. 368 al 430; cf AS cap. IV) A.- LAS IGLESIAS PARTICULARES Y SU AUTORIDAD CONSTITUIDA A.1. EL OBISPO DIOCESANO 1. Para el buen gobierno pastoral 250. El Obispo diocesano en el desarrollo del ministerio episcopal, se dejará guiar por los siguientes principios fundamentales, que son el signo de su preocupación pastoral hacia la Iglesia particular que le ha sido confiada y hacia la Iglesia universal de la que es corresponsable, en cuanto miembro del Colegio de los Obispos, cuya cabeza es el Romano Pontífice: El principio Trinitario; de la Encarnación, de la verdad; de la comunión; de la colaboración; del respeto de las competencias; de la persona justa al puesto justo y el principio de justicia y legalidad (cf cc. 208; 211; 216; 225 §1-2; LG 23. 30. 33; AA 2-3; PG 7; AS 55-62). 337 2. El Obispo centro de unidad de la Iglesia particular y su potestad episcopal 251. El Obispo tiene confiada la Diócesis que preside con la sagrada potestad, cual maestro de doctrina, sacerdote del culto y ministro del gobierno, ayudado por su presbiterio. Por eso, el Obispo diocesano, al ejercitar esta sagrada potestad, tenga siempre delante de sí el ejemplo de Cristo y asuma el auténtico espíritu de servicio evangélico. (cf cc. 368; 370371; LG 20; PG 42-43; AS 63a). 252. El Obispo diocesano, al desarrollar su misión, tenga constantemente presente que la comunidad que preside es una comunidad de fe, de caridad, espiritual y material, y de apostolado, que brota de la fuente de la Eucaristía. Tendrá viva conciencia de ser en la Diócesis el fundamento y el principio visible de unidad de la Iglesia particular, promoviendo y tutelando continuamente la comunión eclesial (cf AS 63b). 253. La diversidad de vocaciones y ministerios, que estructura la Iglesia particular, exige al Obispo diocesano ejercitar el ministerio de la comunidad no aisladamente, sino junto a sus colaboradores, presbíteros, diáconos, miembros de la vida consagrada y demás fieles cristianos laicos (cf c. 212 §2.3; ChFl 30; AS 63c). 3. Identidad de la potestad episcopal. 254. El Obispo diocesano para cumplir su misión ejercita, en nombre de Cristo, una potestad, caracterizada por el origen divino, la comunión y la misión eclesial. Potestad episcopal que, además, tienen una índole y finalidad pastoral, y que, según el derecho, está unida al oficio conferido con la misión canónica. Dicha potestad es propia, ordinaria e inmediata, aun cuando su ejercicio esté regulado, en definitiva, por la suprema autoridad de la Iglesia, el Romano Pontífice. En virtud de esta potestad, los Obispos tienen el 338 sagrado derecho, y delante de Dios el deber, de legislar sobre los propios fieles, de emitir juicios y de regular todo cuanto se refiere a la organización del culto y del apostolado. De aquí la distinción entre las funciones legislativa, judicial y ejecutiva de la potestad episcopal (cf cc. 131 §1; 381 §1; 391 §1; LG 27; PG 43; AS 64). 4. Índole pastoral de la potestad episcopal. 255. Las funciones de enseñar, santificar y gobernar están íntimamente unidas y todo el ministerio del Obispo está dirigido, siguiendo el ejemplo del Buen Pastor, al servicio de Dios y de los hermanos. Para cumplir su misión, el Obispo debe servirse de la enseñanza, el consejo y la persuasión, pero también de la autoridad y de la sagrada potestad cuando lo pida la edificación de los fieles. En efecto, también el correcto uso de los instrumentos jurídicos es en sí mismo una actividad pastoral, ya que las leyes canónicas en la sociedad eclesial están al servicio de un orden justo, donde el amor, la gracia y los carismas pueden desarrollarse armoniosamente. Al tratar los problemas y al tomar decisiones, la salvación de las almas es ley suprema y canon inderogable. Coherente, entonces, con este principio, el Obispo ejercite su autoridad de modo que los fieles de su Diócesis la acepten como ayuda paterna y no como yugo opresivo (cf Mt 23, 4).Como juez prudente, el Obispo juzgará según la sabia equidad canónica que es intrínseca a todo el ordenamiento de la Iglesia, teniendo delante de sus ojos a la persona, en su circunstancia de creyente (cf c. 1752; LG 27; ChD 16; PG 43: AS 65). 5. Dimensión ministerial de la potestad episcopal. 256. El Obispo diocesano, al ejercitar la potestad episcopal, recuerde que ésta es principalmente un ministerio; en efecto, “este encargo que el Señor confió a los pastores de su pueblo es un verdadero servicio, que la Sagrada Escritura llama con razón diaconía, es decir, ministerio (cf Hch 1, 17.25; 21, 19; 339 Rm 11, 13; 1 Tm 1, 12)” (cf cc. 208; 204 §1; LG 24; PG 10. 42. 44; AS 66). 6. Renuncia al oficio. 257. Además de observar cuanto está previsto en el Código de Derecho Canónico, cuando el Obispo diocesano cumple los 75 años de edad; asimismo, cuando por la disminución de sus fuerzas o por una gran dificultad para adaptarse a las nuevas situaciones o que, por otro motivo, es menos apto para cumplir el propio oficio: se le ruega presente la renuncia al Romano Pontífice para promover el bien de las almas y de la Iglesia particular (cf c. 401; AS 74). 258. El Obispo diocesano puede celebrar pontificales en toda su diócesis; pero no fuera de su propia diócesis sin el consentimiento expreso o al menos razonablemente presunto del Ordinario del lugar (c. 390). A.2. EL OBISPO AUXILIAR Y EL COADJUTOR 1. El Obispo Auxiliar 259. El Obispo diocesano que pretende contar con la ayuda de un Obispo Auxiliar, debe presentar una fundamentada petición a la Santa Sede. El Obispo Auxiliar, por norma, será constituido Vicario General, o al menos Vicario Episcopal, de modo que dependa solamente de la autoridad del Obispo diocesano, el cual le confiará preferiblemente el tratamiento de asuntos que, según el derecho, pidan “mandato especial”. El Obispo Auxiliar es el principal colaborador del Obispo diocesano en el gobierno de la Diócesis. Por esto, considere éste al Obispo Auxiliar como hermano y hágalo partícipe de sus proyectos pastorales, de las medidas y de todas las iniciativas diocesanas, a fin de que, en el recíproco intercambio de opiniones, procedan en unidad de propósitos y en armonía de empeño. A su vez, el Obispo Auxiliar, consciente de su función en el seno de la Diócesis, actuará siempre en plena obediencia al Obispo diocesano, respetando 340 su autoridad. El Obispo diocesano mostrará también el mismo acuerdo con el Auxiliar dotado de facultades especiales (cf cc. 401 §1. 403 §1-3. 406 § 1-2; AS 70-71). 2. El Obispo Coadjutor y el Obispo emérito 260. El Obispo diocesano acogerá de buena gana y con espíritu de fe, al Obispo Coadjutor nombrado por la Santa Sede, y promoverá una efectiva comunión en virtud de la común corresponsabilidad episcopal. Igualmente, tendrá constantemente presente que el Obispo Coadjutor tiene el derecho de sucesión y, por eso, llevará a cabo las propias iniciativas en pleno acuerdo con él (cf cc. 401 §1. 403 §2-3; AS 72). A.3. EL ADMINISTRADOR APOSTÓLICO, “SEDE PLENA” O “SEDE VACANTE” Y EL ADMINISTRADOR DIOCESANO 3.-El Administrador Apostólico “Sede plena” 261. En circunstancias particulares, la Santa Sede puede, de manera extraordinaria, disponer que en una Diócesis sea nombrado un Administrador Apostólico “sede plena”. En tal caso, el Obispo diocesano colabora, en cuanto le compete, al pleno, libre y sereno cumplimiento del mandato del Administrador Apostólico (cf AS 73). 3.- El Administrador Apostólico “Sede vacante” 262. La Santa Sede puede proveer al gobierno de la Diócesis nombrando un Administrador Apostólico. Aunque le sean concedidas todas las facultades del Obispo diocesano, el régimen de la Diócesis es el correspondiente a la sede vacante; por lo tanto, cesan los oficios del Vicario General y de los Vicarios episcopales, así como las funciones del Colegio presbiteral y pastoral. El Administrador Apostólico puede, sin embargo, confirmar, en forma delegada, al Vicario General y los Vicarios episcopales, hasta la toma de posesión 341 de la Diócesis por parte del nuevo Obispo; pero no puede prorrogar las tareas de los Consejos, en cuanto sus funciones las cumple el Colegio de consultores (cf c. 419; AS 244). A.4. EL ADMINISTRADOR DIOCESANO, SU ELECCIÓN, FACULTADES, DEBERES, LÍMITES Y CESACIÓN DEL OFICIO. 1. El Administrador Diocesano 1. Elección 263. El Colegio de consultores, dentro de los ocho días siguientes a la noticia cierta de la vacancia de la sede episcopal, debe elegir al Administrador diocesano. Para la validez de su elección se debe seguir el procedimiento de los cánones 165-178. No debe haber sido ya elegido, nombrado o presentado para la misma sede vacante. Quien fue elegido Administrador diocesano debe informar cuanto antes a la Santa Sede de su elección (cf cc. 174. 176; 419; 421-423. 325§2, 502 §1-2; AS 236-239). 2. Facultades y deberes del Administrador diocesano 264. El Administrador diocesano asume la potestad ordinaria y propia sobre la Diócesis desde el momento de la aceptación de su elección; está obligado a observar todos los deberes del Obispo diocesano, en particular las leyes de la residencia, y debe aplicar la Misa por el pueblo cada domingo y en los días de precepto. Puede celebrar la Confirmación y conceder a otro sacerdote la facultad de celebrarla; puede remover, por justa causa, a los vicarios parroquiales. Por el periodo en el que gobierna la Diócesis, es miembro de la Conferencia Episcopal, con voto deliberativo, excepto en el caso de las declaraciones doctrinales, cuando no es Obispo. Sólo después de un año de la vacancia de la sede puede nombrar los párrocos (cf cc. 427 §1-2; 429; 520. 525. 552; AS 241. 31). 342 3. Límites de la potestad del Administrador diocesano 265. Durante la vacancia de la sede, el Administrador diocesano debe atenerse al antiguo principio de no proceder a ninguna innovación. Tampoco puede cumplir ningún acto que pueda causar perjuicio a la Diócesis o a los derechos del Obispo. (cf cc. 428 §1-2. 490 §2; 1018; 272; 312 §1, 3°; 1420 §5; 462 §1; 428 §2; 485; 509 §1; AS 242). 4. Cesación del oficio 266. El Administrador diocesano cesa en su oficio con la toma de posesión de la Diócesis por parte del nuevo Obispo, por renuncia o por remoción. La renuncia debe ser presentada por el Administrador diocesano al Colegio de consultores en forma auténtica, concretamente, por escrito o ante dos testigos y no es necesario que sea aceptada. La remoción en cambio, está reservada a la Santa Sede. (cf cc. 189. 430; AS 243). 2. El Administrador Diocesano “Sede impedida” 267. El Obispo diocesano debe designar bajo secreto una lista de nombres de obispos o presbíteros para la circunstancia de Sede impedida. Lista que comunica al Metropolitano y actualiza cada tres años. Se trata de quien ejerce el cuidado pastoral de la Diócesis interinamente, teniendo la potestad que compete a un Administrador diocesano (cc. 412-415). 3. Del Obispo emérito 268. El canon 402 §2 norma sobre la conveniente y digna sustentación de los Obispos Eméritos (cf Documento de Aparecida 190; CEM Acuerdo 1572, sobre el canon 402 §2). El Obispo emérito tiene el derecho de ser sepultado en la propia iglesia Catedral y, si es religioso, eventualmente en el cementerio de su Instituto (cf cc. 1242; 1241 §1; AS 128d). B.- LA ORDENACIÓN INTERNA DE LAS IGLESIAS PARTICULARES 343 1.-EL SÍNODO DIOCESANO (cf AS 166-175. 67a. 242e). 269. El Obispo diocesano, según su juicio, convoca, preside, por sí o por delegado; suspende o disuelve Sínodo diocesano y es único legislador (cc. 461. ¤ 462 §1-2. 464. 468 §1; cf AS 67: c. 460. Cf Congregación para los Obispos y Congregación para la Evangelización de los Pueblos, Instrucción sobre los Sínodos diocesanos, Apéndice). 270. El Obispo diocesano determina la participación de laicos y religiosos en el Sínodo. Puede llamar a otros laicos y clérigos, lo mismo que a observadores (¤ c. 463 §1, 5º y 9º; §23). 271. El Obispo diocesano es informado sobre el impedimento de alguno para asistir al Sínodo (c. 464). 272. El Obispo diocesano traslada las declaraciones y decretos sinodales al Metropolitano y a la Conferencia Episcopal (c. 467). 2.-LA CURIA DIOCESANA (cf cc. 469-494; AS 176-179. 181) 273. El Obispo diocesano nombra al personal que ha de desempeñar los oficios de la Curia diocesana, en su peculiar praxis administrativa; es “la estructura de la cual se sirve para expresar la propia caridad pastoral en sus diversos aspectos” y puede integrar a lo ya establecido otros oficios, según las necesidades de las Diócesis (¤ c. 470; cf c. 157; PG 45; AS 176 a. 181. Administrador diocesano y Archivos de la Curia: 242a). 274. El Obispo diocesano tendrá presente, como principio general, que las estructuras diocesanas deben estar siempre al servicio del “bien de las almas” (AS 177d). 275. El Ordinario del que provienen los actos de la Curia que producen efecto jurídico deben ser suscritos por él, para su validez; así como por el canciller o un notario (c. 474). 1.-El Canciller y otros notarios (cf AS 179. 242) 344 276. El Obispo diocesano nombra y puede libremente remover al Canciller y a otros notarios, cuyo oficio es dar fe pública del acto administrativo (¤ cc. 482-483. 485; cf c. AS 179). 277. El Obispo diocesano y el Canciller deben tener la llave del Archivo (general) de la Diócesis y autoriza sacar documentos del mismo (cc. 487-488; cf 486 §2). 278. Sólo el Obispo diocesano conserva la llave del archivo secreto (c. 490 §1). 279. El Obispo diocesano cuida de los demás archivos (catedralicios, parroquiales…); además que exista un archivo histórico diocesano y da normas para consultar el Archivo diocesano (c. 491 §§1-3). 2.-La coordinación de los diferentes oficios (cf AS 177) 280. El Obispo diocesano coordina todos los asuntos referentes al régimen del buen gobierno pastoral de toda la Diócesis. Sus Vicarios, Generales, Episcopales y el Judicial, dependen directamente de él. Si lo considera oportuno puede constituir un Consejo Episcopal, formado por sus Vicarios, con el fin de coordinar toda la acción pastoral diocesana. También puede establecer el oficio de Moderador de la Curia, con la función específica de coordinar la tramitación de asuntos administrativos y para cuidar que el personal de la Curia cumpla su propio oficio (¤ c. 473 §1-4; cf AS 177). 3A.- LOS VICARIOS GENERALES Y EPISCOPALES (cf AS 178. 177; 71b. 219; 71. 81.102; 171. 177-179. 185. 220. 232235. 244) 281. El Obispo diocesano debe nombrar el Vicario General, oficio preeminente de la Curia, para que lo ayude en el gobierno de la Diócesis. Por regla general uno, a no ser que las razones pastorales aconsejen constituir alguno más. Teniendo todos la misma potestad sobre toda la Diócesis, es necesaria una clara coordinación de su actividad, en la observancia de 345 cuanto el Código dispone acerca de las gracias concedidas por uno u otro Ordinario (¤ c. 475 §1-2; cf c. 65; AS 178). 282. El Obispo diocesano puede nombrar uno o más Vicarios Episcopales, que tienen la misma potestad ordinaria que por derecho universal compete al Vicario o Vicarios Generales, en el ámbito específico a ellos encomendado (¤ c. 476); el Obispo los nombra por cierto tiempo y puede removerlos, salvo lo prescrito en el c. 406. Cuando alguno de ellos esté legítimamente ausente o impedido puede nombrar otro que haga sus veces (¤ c. 477 §1-2). 283. El Vicario General y, en el ámbito de sus atribuciones, los episcopales, en virtud de su oficio, tienen potestad ejecutiva ordinaria; por tanto, pueden realizar todos los actos administrativos de competencia del Obispo diocesano, a excepción de aquellos que él mismo haya reservado para sí y los que el Código de Derecho Canónico confía expresamente al Obispo diocesano: para ejercitar tales actos, los Vicarios del Obispo, necesita de un “mandato especial” del mismo, por escrito (cf AS 178f). 284. El Obispo diocesano no puede nombrar para los oficios de Vicario General o de Vicario episcopal a los propios consanguíneos hasta el cuarto grado. Tales oficios no son compatibles con el de canónigo Penitenciario (cf c. 478 §1-2; AS 178g). 285. Los Vicarios deben actuar siempre según la voluntad y las intenciones del Obispo diocesano, a quien deben informar de las cuestiones principales de las que se ocupan (cf c. 480; AS 178h). 3B.- LAS ZONAS O VICARÍAS PASTORALES (cf AS 219. 182f) 286. El Obispo diocesano, en Diócesis de considerable extensión, puede constituir agrupaciones de diverso tipo, bajo el nombre de Zona pastoral u otro, teniendo en cuenta 346 análogamente los criterios propuestos para la creación de los Vicariatos foráneos o Decanatos. Ellos son los criterios de homogeneidad de índole y costumbres de la población. Los de las características comunes del sector geográfico, por ejemplo, un barrio urbano, una cuenca minera, un distrito; la cercanía geográfica y la historia de las parroquias; la facilidad de encuentros periódicos para los clérigos y otros criterios más, sin excluir las costumbres tradicionales (cf AS 217b). Puede nombrar Vicarios Episcopales, como guías responsables de cada Zona Pastoral, quienes tendrán potestad ordinaria (como Ordinarios del lugar que son) para la administración pastoral de las mismas, en nombre del Obispo; además de las facultades especiales que decida confiarles el mismo (cf c. 476; ChD 29; AS 219). 4.- ESTRUCTURAS, ORGANISMOS Y PLAN PASTORAL DIOCESANOS A. LA PASTORAL ORGÁNICA DE LA DIÓCESIS. 1. La responsabilidad personal del Obispo. 287. El Obispo diocesano está llamado a promover la participación de los fieles en la vida de la Iglesia, esforzándose por suscitar la necesaria colaboración. Debe hacer también las oportunas consultas a personas competentes y escuchar, según las prescripciones del derecho, los diversos organismos de los que dispone la Diócesis, para hacer frente a los problemas humanos, sociales y jurídicos, que frecuentemente presentan dificultades no pequeñas, evitando cumplir un rol de simple moderador, decidiendo personalmente de acuerdo a la conciencia y a la verdad (cf c. 127 §§1-3; AS 160a). 2.- El Obispo coordinador de toda la actividad pastoral diocesana 288. Al Obispo diocesano corresponde naturalmente la coordinación de la actividad pastoral de la Diócesis y de 347 él dependen directamente los Vicarios, generales y episcopales; así como el Vicario judicial. Si lo considera oportuno, puede constituir un Consejo episcopal formado por sus Vicarios, con el fin de coordinar toda la acción pastoral diocesana y la unidad de gobierno (cf c. 473 §4; AS 177b). 289. El Obispo diocesano, al dirigir y coordinar, la actividad pastoral, el funcionamiento de todos sus órganos y los asuntos que se refieren a la administración de toda la Diócesis, tendrá presente este principio general: las estructuras diocesanas deben estar siempre al servicio del bien de las almas y las exigencias organizativas no deben anteponerse al cuidado de las personas. Por tanto, es necesario actuar de modo que la organización sea ágil y eficiente, extraña a toda inútil complejidad y burocratismo, con la atención siempre dirigida al fin sobrenatural del trabajo. Cualquiera que sea el modelo de organización adoptado, es necesario evitar que se creen y perpetúen estructuras de gobierno atípicas, que de algún modo sustituyan o entren en competencia con los organismos previstos en la ley canónica, lo que ciertamente no ayudaría a la eficacia del buen gobierno pastoral (cf AS 177d. 181b). B. EL SÍNODO DIOCESANO, ACTO DE GOBIERNO Y EXPRESIÓN DE COMUNIÓN 290. En el buen gobierno pastoral del Obispo diocesano, al vértice de las estructuras de participación de la Diócesis, el Sínodo diocesano ocupa un lugar primario. A él corresponde convocarlo y entre los motivos para ello, también tendrá en cuenta la necesidad de promover una pastoral de conjunto, de aplicar normas u orientaciones y atender los problemas particulares de la Diócesis que necesiten de una solución compartida y la necesidad de una mayor comunión eclesial (cf AS 171a. 166). 291. Si los documentos sinodales de carácter sobre todo 348 normativo, no se pronuncian sobre su aplicación, será el Obispo diocesano quien determine las modalidades de ejecución, confiándola también a los organismos diocesanos (cf AS 174d). C. LA VISITA PASTORAL (cf AS 220-224. 77a. 144b. 171a). 1.- Carácter de la visita pastoral. 292. El Obispo diocesano “tiene la obligación de visitar la Diócesis cada año, total o parcialmente, de modo que al menos cada cinco años visite la Diócesis entera, personalmente o, si se encuentra legítimamente impedido, por medio del Obispo coadjutor, o del auxiliar, o del Vicario general o episcopal o de otro presbítero” (c. 396 §1). Es una acción apostólica que el Obispo debe cumplir animado por la caridad pastoral que lo presenta concretamente como principio y fundamento visible de la unidad en la Iglesia particular. A través de ella, el Obispo, mantiene contactos personales con el clero y con los otros miembros del pueblo de Dios. Es una oportunidad para que reanime las energías de los agentes evangelizadores, felicitarlos, animarlos y consolarlos; es también la ocasión para invitar a todos los fieles a la renovación de la propia vida cristiana y a una acción apostólica más intensa. Le permite, además, examinar la eficiencia de las estructuras y de los instrumentos destinados al servicio pastoral, dándose cuenta de las circunstancias y dificultades del trabajo evangelizador, para poder determinar mejor las prioridades y los medios de la pastoral orgánica (cf cc. 396 §1-2. 397 §1. 397 §2; 259 §2 (al Seminario); 305 §1 (asociaciones); 683 §1 (obras de religiosos); 806 (escuelas católicas); En casos determinados por el derecho, igualmente puede hacer la visita canónica a los institutos religiosos de derecho pontificio (c. 397). LG 23; PG 46; AS 220-222). 2.- Forma de realización de la visita pastoral a las parroquias 349 293. El Obispo diocesano realizará, según las posibilidades de tiempo y de lugar, los siguientes actos: a) celebrar la Santa Misa y predicar la Palabra de Dios; b) conferir solemnemente el Sacramento de la Confirmación, posiblemente durante la Misa; c) encontrarse con el párroco y con los otros clérigos que ayudan en las parroquias; d) reunirse con el Consejo pastoral, o si no existe, con los fieles (clérigos, religiosos y miembros de las Sociedades de vida apostólica y laicos) que colaboran en los distintos apostolados y con las asociaciones de fieles; e) encontrarse con el Consejo para asuntos económicos; f) tener un encuentro con los niños y los jóvenes que realizan el camino de catequesis; g) visitar las escuelas y otras obras e instituciones católicas dependientes de la parroquia; h) visitar, si es posible, algunos enfermos de la parroquia; compartir y dialogar con los jóvenes, los obreros (cf AS 221a). . 294. En la visita pastoral no se debe, el Obispo diocesano, omitir, el examen de la administración y conservación de la parroquia: lugares sagrados y ornamentos litúrgicos, libros parroquiales y otros bienes, sin faltar el inventario mandado por el Derecho, del cual debe enviarse una copia a la Curia (cf c. 1283, 2º. y 3º.). Sin embargo, algunos aspectos de este examen pueden ser asignados a los Decanos (Vicarios foráneos) o a otros clérigos idóneos, de manera que el Obispo pueda dedicar el tiempo de la visita sobre todo a los encuentros personales, como corresponde a su oficio de Pastor (cf c. 555 §5; PG 46; AS 221c). 3.- Preparación de la visita pastoral. 295. El Obispo diocesano debe prepararse adecuadamente para efectuar la visita, informándose con anticipación sobre la situación socio religiosa de la parroquia: estos datos pueden serle útiles a él y a las secciones diocesanas 350 interesadas, para tener un cuadro real del estado de la comunidad y tomar las oportunas medidas La visita pastoral requiere también una adecuada preparación de los fieles (cf c. 770; AS 222). 4.- Actitudes del Obispo durante la visita. 296. El Obispo diocesano se comportará con sencillez y amabilidad, dando ejemplo de piedad, caridad y pobreza: virtudes que, junto a la prudencia, distinguen al Pastor de la Iglesia. Teniendo como modelo a Jesús, el Buen Pastor, ha de presentarse ante los fieles no “con ostentación de elocuencia” (1 Co 2, 1), ni con demostraciones de eficientismo, sino revestido de humildad, bondad, interés por las personas, capaz de escuchar y hacerse entender. Debe, además, preocuparse de no gravar a la parroquia o a los parroquianos con gastos superfluos. Esto no impide, sin embargo, las sencillas manifestaciones festivas, que son la natural consecuencia de la alegría cristiana y expresiones de afecto y veneración por el Pastor (cf c. 398; PG 46; AS 223). 5.- Redacción de un documento-testimonio, al concluir la visita. 297. Es oportuno que el Obispo diocesano, al concluir la visita pastoral, redacte un documento que testimonie la realización de la visita y su desarrollo; se reconozcan los esfuerzos pastorales y se señalen los puntos para un camino más exigente de la comunidad, sin omitir las indicaciones sobre el estado de las estructuras físicas, de las obras pastorales y de otras eventuales instituciones pastorales (cf AS 224). D. LOS ÓRGANOS PASTORALES DIOCESANOS (cf AS 224. 174d. 77a; 181). 298. El Obispo diocesano, con el fin de hacer de la Curia un instrumento idóneo también para la dirección de las obras de 351 apostolado, constituye otros oficios o comisiones, permanentes o temporales, con el encargo de cumplir los programas diocesanos y de estudiar las iniciativas en los diferentes campos pastorales y apostólicos (familia, enseñanza, pastoral social, etc.). Del mismo modo examina y decide sobre las propuestas de estos órganos con la ayuda de los Consejos presbiteral y pastoral de la Diócesis (cf cc. 519 y 536; ChD 27; AS 181). 299. El Obispo diocesano trate de inculcar un fuerte espíritu de colaboración para el único fin común y, para una mayor eficacia, es necesario hacer que el trabajo de los organismos esté bien distribuido y coordinado, evitando recíprocas interferencias, diferenciaciones superfluas de tareas o, al contrario, su confusión. El Obispo se ha de reunir frecuentemente con los responsables de los organismos o los delegados, para orientar el trabajo y motivar su celo apostólico (cf AS 181). E. PLAN PASTORAL DIOCESANO 1.- La coordinación del apostolado y el plan pastoral diocesano. 300. El Obispo diocesano debe proveer, organizar y elaborar un programa o plan pastoral, que asegure una oportuna coordinación de las diferentes áreas pastorales especializadas (litúrgica, catequética, misionera, social, cultural, familiar, educativa,…), comprometiendo a las diferentes oficinas y Consejos diocesanos: de este modo la acción apostólica de la Iglesia responderá a las necesidades de la Diócesis y logrará aunar los esfuerzos de todos en su ejecución, sin olvidar jamás la acción del Espíritu Santo en la obra de la evangelización. La elaboración del plan pastoral requiere un análisis previo de las condiciones sociológicas, estudiar los diversos campos de evangelización, programar los recursos pastorales e inculcar un auténtico ardor de santidad en quienes trabajan apostólicamente, conscientes de que los frutos y la eficacia serán el resultado no tanto de una 352 perfecta organización de las estructuras pastorales, cuanto de la unión de cada uno con quien es la Vía, la Verdad y la Vida (cf Jn 14, 6) (cf AS 164). 2.- El Obispo y los laicos en la pastoral orgánica. 301. El Obispo diocesano acogerá las agrupaciones laicales en la pastoral orgánica de la Diócesis, según la vocación y misión propias, siempre en el respeto de la identidad propia de cada una, teniendo en cuenta los criterios de eclesialidad, a fin de que, unidos entre ellos y con el Obispo, colaboren con el presbiterio y con las instancias de la Diócesis para la instauración del reino de Dios (cf AS 63f). 302. El Obispo diocesano ofrezca el servicio de su paterno acompañamiento a las nuevas realidades asociativas de los fieles laicos, quienes prestan una preciosa colaboración a los pastores, para que se inserten con humildad en la vida de las Iglesias locales y en sus estructuras diocesanas, zonales, decanales y parroquiales. Asimismo, anime a los pastores a abrirse y acoger los dones carismáticos de los organismos del apostolado laical (cf AS 111. 114a). 3.- La formación de los fieles laicos. 303. El Obispo diocesano dé la importancia que hoy tiene la acción apostólica de los laicos, ofreciéndoles una necesaria y amplia formación, la cual debe ser una de las prioridades de los proyectos, programas y organismos diocesanos necesarios para su desarrollo y crecimiento en la fe y en la acción pastoral, por ejemplo un instituto diocesano de formación integral e interdisciplinar (cf AS 116. 25. 63. 108-115. 138. 145. 176. 180. 184. 195. 200. 202. 204. 207-208. 211. 215. 217. 221). 4.- Adecuada inserción de los consagrados en la vida pastoral diocesana. 304. Al Obispo diocesano compete promover la comunión y 353 la coordinación en el ejercicio de los diversos legítimos carismas, relacionados con la identidad de la Vida consagrada; insertar, en común acuerdo con los Superiores, las obras propias de los Institutos en el horizonte general de la pastoral diocesana; y para facilitar las relaciones con las diversas comunidades, si lo considera oportuno, constituir un Vicario episcopal para la vida consagrada y sociedades de vida apostólica, dotado de potestad ordinaria ejecutiva, que haga las veces de él, en relación con los Institutos y sus miembros. Este Vicario cuidará también de mantener a los Superiores debidamente informados sobre la vida y la pastoral diocesana (cf AS 99-102. 68. 98-105. 107. 116. 131133. 184. 203. 214. 219. 222). 5.- Preocupación por la formación permanente del clero. 305. El Obispo diocesano educará a los sacerdotes de todas las edades y condiciones para el cumplimiento de su deber de formación permanente y proveerá a organizarla, a fin de que el entusiasmo por el ministerio no disminuya, sino que, por el contrario, aumente y madure con el transcurrir de los años, haciendo más vivo y eficaz el sublime don recibido (cf 2 Tm 1, 6). (cf c. 279 §2; PDV 71. 76-77; AS 23. 83. 124. 200). 6.- El Seminario y la formación pastoral de los seminaristas. 306. El Obispo diocesano determina las modalidades que, dentro de la formación pastoral, introduzcan a los seminaristas en las distintas actividades apostólicas de la Diócesis y en la experiencia pastoral directa; de manera particular en el trato digno con los miembros del Pueblo de Dios en sus distintos sectores y estratos sociales. Formación que ha de continuarse durante los primeros años de ejercicio del ministerio presbiteral, en conformidad con el Plan de formación sacerdotal nacional (cf cc. 257-258. 1032; AS 85. 90d. 124. 138. 99. 136). 307. El Obispo no olvide servirse del Directorio para el 354 ministerio y la vida de los presbíteros, en los programas e iniciativas para la formación de los sacerdotes. En el mismo Directorio, el Obispo encontrará también indicaciones y orientaciones útiles para la organización y la dirección de los diversos medios de formación permanente (cf AS 83e). 7.- Personas que necesitan de una específica atención pastoral. 308. El Obispo debe poner especial cuidado en la atención a las necesidades espirituales de aquellos grupos humanos, que por sus condiciones de vida, no pueden gozar suficientemente del ordinario cuidado pastoral territorial: a) la emigración internacional. Los programas podrán ser realizados mediante el envío de sacerdotes, diáconos y otros fieles que acompañen a los emigrantes, o a través de la creación de estructuras de coordinación de la pastoral directa de estos fieles. b) No se deben olvidar los itinerantes, es decir, los peregrinos, viajeros, circenses, trabajadores de parques ambulantes de recreación, personas sin domicilio estable, etc. (cf AS 206) 8.- La Familia. 309. El Obispo como primer responsable de la pastoral familiar, la incorporará en la pastoral orgánica de la Diócesis, haciendo toda clase de esfuerzos para organizarla convenientemente y actuarla en todas las parroquias, en los otros institutos y comunidades diocesanas, con la activa participación de sacerdotes, diáconos, religiosos y miembros de las Sociedades de vida apostólica, laicos y las mismas familias (cf AS 202a). 310. El Obispo se esfuerce, también, en promover una pastoral de la familia en la sociedad civil, manteniendo un estrecho contacto con los políticos, sobre todo con los católicos, ofreciéndoles instrumentos para su formación (cf AS 202b). 311. También provea la institución de la Comisión de pastoral familiar en la Diócesis y en los Decanatos (Vicarías 355 Foráneas) y, en la medida de las posibilidades, en las parroquias; también podrá constituir un centro formativo o instituto de la familia. Es recomendable que a estos organismos les sea atribuida también la competencia y el servicio en pro de la vida, la infancia, la mujer y, según los casos, la adolescencia y la juventud, a fin de que apoyen una adecuada y sana formación en el sentido antropológico y cristiano de la sexualidad, inspirada por la Teología del cuerpo (cf AS 202b). 9.- La Escuela católica en la pastoral orgánica diocesana. 312. El Obispo diocesano tiene derecho a dictar normas sobre la organización general de las escuelas católicas, a visitarlas periódicamente y a favorecer su crecimiento en el espíritu apostólico dentro de la actividad educativa. También tiene derecho a consolidar el perfil específico de una verdadera pastoral, en diálogo con la cultura, de manera que se inserte adecuadamente en la pastoral orgánica de la Diócesis (cf AS 133b). 10.- Transmisión de la doctrina cristiana mediante los instrumentos de comunicación social. 313. Compete al Obispo diocesano, en primer lugar, organizar el modo de transmitir la doctrina cristiana a través de los medios de comunicación, estimulando la colaboración de los clérigos, religiosos, miembros de las Sociedades de vida apostólica y laicos. Con este fin, al tratarse de la formación pastoral de los seminaristas, no debe faltar asimismo la formación para el uso adecuado y competente de estos medios. En el plan pastoral diocesano ha de preverse también el tema de los medios de comunicación social (cf cc. 802 §1. 806 §1. 804 §2; AS 138b). 11.-El Obispo y la importancia del “servicio social” y del Voluntariado 356 314. Suscite, el Obispo, el espíritu de servicio para entregarse con entusiasmo a los demás, por medio de las varias formas de voluntariado insertadas en la Pastoral Social; promueva personalmente, si es necesario, la creación y la institución de las respectivas estructuras adecuadas (cf AS 198c). F. ORGANIZACIÓN DE LAS ESTRUCTURAS PARROQUIALES 1.- Planificación de la creación de parroquias 315. El Obispo diocesano se preocupará de organizar las estructuras pastorales de tal modo que se adapten a las exigencias de la cura de almas, con una visión global y orgánica que ofrezca la posibilidad de una penetración capilar. Cuando lo aconseje el bien de los fieles, después de haber escuchado al Consejo Presbiteral, deberá proceder a la modificación de los límites territoriales, a la división de las parroquias demasiado grandes y a la fusión de las pequeñas, a la creación de nuevas parroquias o de centros para la asistencia pastoral de comunidades no territoriales, e igualmente a una nueva organización global de las parroquias, en una misma ciudad. Para el estudio de todas las cuestiones referentes a la creación de las parroquias y a la construcción de iglesias, se puede constituir un departamento o comisión, que trabaje en coordinación con las otras comisiones interesadas de la Diócesis, a fin de anunciar sin cansancio la Buena Nueva (cf Hch 5, 42; cc. 515 §2. 1215; AS 214). 2.- Adaptación de la asistencia parroquial a necesidades particulares. 316. El Obispo diocesano, para hacer frente a necesidades pastorales particulares de las parroquias, puede recurrir a las llamadas unidades pastorales, que consisten en promover formas de colaboración orgánica entre parroquias limítrofes y 357 homogéneas, como expresión de la pastoral de conjunto, siguiendo ciertos criterios (cf cc. 516-517. 1223. 1225; AS 215b). 5.- LA ACTIVIDAD PASTORAL DEL OBISPO Y LOS CONSEJOS DIOCESANOS (cf AS 165. 181-182; 77a. 78b. 160a. 174d. 176a-b. 192b.196b. 202b) 317. El Obispo diocesano está comprometido, en razón del aspecto orgánico de la comunión eclesial y la espiritualidad de comunión, a valorar los organismos de participación previstos por el Derecho Canónico. Tales organismos imprimen un estilo de comunión al gobierno pastoral del Obispo, a través de la coordinación y la participación de todas las fuerzas diocesanas que requieren momentos de reflexión y de confrontación colegial para operar armónicamente (cf cc.204 §1. 208; PG 44; AS 165 a-c). 318. El Obispo diocesano recordará claramente que los organismos de participación no se inspiran en los criterios de la democracia parlamentaria, porque son de naturaleza consultiva y no deliberativa, puesto que el discernir y aconsejar son dones del Espíritu (cf NMI 45; AS 165a). 319. El Obispo diocesano deberá preocuparse de que las reuniones de los Consejos estén siempre bien preparadas, sobrias en su duración, tengan un objetivo concreto con su respectiva evaluación, sean propositivas, y se observe una relación mutua de espíritu cristiano, que deje en los presentes un sincero deseo de colaborar con los otros (cf AS 165c). 7.- EL CONSEJO PRESBITERAL (cf AS 182. 189b. 99. 122b. 171a.c. 183a. 210d. 214a.d. 217) 320. El Obispo diocesano constituye el Consejo presbiteral, aprueba sus estatutos y tiene facultad para nombrar libremente a otros miembros (¤ cc. 495 §1. 496. 497 §3; cf CEM Acuerdo 1573, sobre el c. 496). Lo convoca, lo preside y determina las cuestiones a tratar; debe oírlo en las cuestiones de mayor 358 importancia y hace público lo establecido (¤ c. 500 §1-3; cf AS 182). La ley canónica establece que el Consejo Presbiteral debe ser consultado en las siguientes cuestiones particulares: cc. 461 (convocación del Sínodo diocesano); 515 § 2 (erección, supresión y modificación de parroquias); 1215 § 2 (erección de iglesias); 1222 § 2 (reducción de una Iglesia a uso profano); 1263 (tributos). Debiendo consultar al Consejo Presbiteral en todos los otros casos de mayor importancia. 321. El Obispo diocesano debe consultar, igualmente, al Consejo Presbiteral en las cuestiones de mayor importancia relativas a la vida cristiana de los fieles y al gobierno de la Diócesis. Siendo un órgano de naturaleza consultiva, el Consejo Presbiteral es también la sede idónea para una visión de conjunto de la realidad diocesana (cf c. 495 §1; AS 182de. 189b. 99. 122b. 171a.c. 183 a. 210d. 214a.d. 217). 322. El Obispo diocesano, a través del Consejo Presbiteral (cuya institución está mandada por el Derecho: cf cc. 492494), bajo el criterio de participación, debe hacer partícipe al clero diocesano de las decisiones importantes que desee adoptar en materia económica, pidiéndole su parecer. Según la naturaleza del caso, puede ser útil interpelar también al Consejo diocesano de pastoral (cf c. 502; AS 189b; cf CEM Acuerdos 1604-1605, sobre los cc. 1277 y 1292). 323. El nuevo Obispo diocesano debe constituir un nuevo Consejo Presbiteral en el plazo de un año, a partir del momento en el que haya tomado posesión. Si el Consejo deja de cumplir su función o abusase gravemente de ella, después de consultar al Metropolitano, puede disolverlo, pero ha de constituir uno nuevo en el plazo de un año (¤ c. 501 §2-3; cf AS 183. 182j). 8.-EL COLEGIO DE CONSULTORES (cf AS 183. 182j. 236ab. 235a-b. 237. 241. 242b-c. 243a-b. 144. 188-189. 192b-c.) 324. El Obispo diocesano constituye el Colegio de 359 Consultores, nombra libremente a sus integrantes de entre los del Consejo Presbiteral, ni menos de seis ni más de doce, durante cinco años. (¤ c. 502 §1-2; cf AS 183a). 325. El Obispo diocesano recibe el consenso y parecer de los miembros del Colegio, según cuanto está establecido en el Derecho. En caso de vacación o impedimento de la sede, asegura la continuidad del gobierno episcopal y una ordenada sucesión. La Conferencia Episcopal puede establecer que las funciones del Colegio se confíen al Cabildo catedralicio (cf cc. 502 §3; 494 §1-2; 1277; 1292 §1; 272; 485; 1018 §1, 2°; 382 §3; 404 §1 y 3; 413 §2; 421 §1; 422; 430 §2; 833, 4°; AS 183a; cf CEM Acuerdo 1574, sobre el canon 502 §3). 326. El Obispo diocesano o por quien hace sus veces en sede vacante, deben presidir las reuniones del Colegio de consultores y deben abstenerse de votar con los consultores, cuando al Colegio se le pida algún parecer o consenso (cf cc. 127; 502 §2; AS 183b). 9.- EL CABILDO DE CANÓNIGOS (cf AS 185-187. 155. 183. 235b. 242h. 245b) 327. El Obispo diocesano puede encomendar determinados oficios al Cabildo (c. 503). 328. El Obispo diocesano aprueba sus Estatutos (¤ c. 505). 329. El Obispo diocesano confirma al presidente elegido por el Cabildo (¤ c. 509) o lo nombra (cf Consejo Pontificio para la Interpretación de los Textos Legales: al c. 509 §1, 20 de junio de1987). 330. El Obispo diocesano da normas en el caso de que el cabildo radique en una parroquia (Iglesia capitular) (¤ c. 510 §3). 10.-EL CONSEJO DIOCESANO DE PASTORAL (cf AS 184.122b. 181a.189b. 221d) 331. El Obispo diocesano constituye el Consejo Diocesano 360 de Pastoral, determina el modo de elegir a sus miembros, en forma eclesial, sobre todo por laicos, según los estatutos aprobados por el mismo. A él corresponde convocarlo y presidirlo (¤ cc. 511-514; cf AS 184). 332. Bajo su autoridad, al Consejo Diocesano de Pastoral, le corresponde “estudiar y valorar lo que se refiere a las actividades pastorales en la Diócesis, y sugerir conclusiones prácticas sobre ellas”. Puede, también, el Obispo diocesano proponerle a discusión temas relacionados con la actividad pastoral de la Diócesis, como por ejemplo el plan pastoral, las diversas iniciativas misioneras, catequéticas y apostólicas, el modo de facilitar el ministerio pastoral de los clérigos, etc. (cf cc. 511-513; AS 184a-e). A fin de que el trabajo del Consejo sea más eficaz, conviene que sus reuniones estén precedidas por un conveniente estudio preparatorio, sirviéndose para este fin de la ayuda de las instituciones y de los departamentos o comisiones pastorales diocesanos (cf 513; AS 184f). 333. Corresponde al Obispo diocesano decidir, mediante las oportunas indicaciones de los estatutos, la modalidad para la designación de sus miembros. El Obispo convoque el Consejo por lo menos una vez al año. A él corresponde, igualmente, proponer las cuestiones que hay que examinar, presidir las reuniones, decidir la conveniencia o no de hacer público lo tratado en el Consejo y determinar el modo de ejecución de las conclusiones. El trabajo del Consejo es, por lo tanto, de naturaleza consultiva. Sin embargo, el Obispo debe tener en la debida consideración el parecer de los miembros del Consejo, en cuanto colaboración responsable de la comunidad eclesial en su oficio apostólico (cf c. 514; AS 184c-d). 334. El Obispo diocesano puede proponer a la discusión del Consejo temas relacionados con la actividad pastoral de la Diócesis. También es conveniente que los Obispos discutan 361 en la Conferencia Episcopal sobre la actividad de los Consejos pastorales diocesanos, de tal manera que cada uno en su propia Diócesis pueda utilizar la experiencia de los otros. El Consejo Diocesano de Pastoral cesa en su actividad durante la sede vacante de la Diócesis y puede ser disuelto por el Obispo diocesano cuando no cumpla las funciones que le han sido asignadas (cf cc. 511-514; ChD 27; AS 184e). 7.-EL CONSEJOS DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS (cf AS 188-192. 237) 335. El Obispo diocesano constituye el Consejo Diocesano de Asuntos Económicos, designando a los integrantes. Lo preside, por sí mismo o mediante un delegado. El Consejo realiza el presupuesto anual, según las indicaciones del mismo Obispo. Consejos análogos a éste, deberán constituirse también en cada una de las parroquias y en las demás instituciones con personalidad jurídica (cf cc. 492 §1. 493. 537 y 1280; cf AS 192a). 336. El Obispo diocesano nombra al Ecónomo diocesano, por cinco años, oído el Consejo de Asuntos Económicos y el Colegio de Consultores. El Ecónomo administrará los bienes de la Diócesis bajo la autoridad del Obispo diocesano –a tenor del Libro V del CIC- y, además de las funciones señaladas, debe realizar los gastos que él le ordene legítimamente (¤ c. 494 §1-4; cf CEM Acuerdos 1604-1605, sobre los cc. 1277 y 1292). Además de las funciones señaladas en el c. 494 §3-4; 1287, puede, el Obispo diocesano, encomendarle al Ecónomo diocesano las funciones indicadas en los cc. 1276 §1. 1279 §2; quien tiene, además, la tarea de elaborar al final de año el informe de su administración, misma que deberá dar a conocer a todos (¤ cc. 1278; 494 §4; 1287). 12.- LOS DECANOS, ARCIPRESTES O VICARIOS FORÁNEOS (cf AS 217-218. 201. 212c. 221) 337. El Obispo diocesano nombra al Decano o Arcipreste, 362 después de oír a los sacerdotes del Decanato y también libremente puede removerlo de su oficio (¤ cc. 553 §2. 554 §1.3). 338. El Obispo diocesano determina cómo debe practicar el Decano la visita a las Parroquias del mismo Decanato (c. 555 §4). 11.-LAS PARROQUIAS, PÁRROCOS, ADMINISTRADORES Y VICARIOS PARROQUIALES (cf AS 210-216. 221-224; 18. 71b. 79c. 96b. 101d. 104c. 111c. 130a. 139b. 149b. 150c. 152b. 184c. 189c. 192a. 195b. 198b. 202b-c. 203a-d. 204b. 205a. 206cd. 211b. 212. 215. 217-218. 240. 245-246; 114a. 181b. 195b. 202a. 210d.e.f; 181b. 210. 211d. 215b). 339. El Obispo diocesano debe tratar de infundir en los clérigos, y en particular en los párrocos, un ánimo paternal que los lleve a un trato personal con los fieles, sobre todo, en parroquias de zonas urbanas; también les advertirá del riesgo de una visión eficientista o burocrática del ministerio; y los impulsará a aprovechar todos los medios y ocasiones para acercarse a los fieles, sobre todo a las familias (cf cc. 512 § 1. 151. 521. 524; AS 212 a-b). 340. Ante los desafíos pastorales que las realidades inéditas de las grandes ciudades presentan a la organización parroquial, el Obispo diocesano, después de un profundo análisis, debe preocuparse de que: a) exista una adecuada y eficiente la distribución de los ministros sagrados en todas la zonas de la ciudad; b) las parroquias, capillas y oratorios, casas religiosas y otros centros de evangelización y de culto estén organizadas con criterios apropiados; c) exista una estrecha coordinación de los responsables de las parroquias con los clérigos y religiosos que ejercen un encargo pastoral de tipo interparroquial o diocesano; d) por el bien de los fieles, las parroquias poco habitadas de la zona urbana ofrezcan los propios servicios espirituales y desarrollen entre 363 ellos una actividad pastoral adecuada (cf ChD 30; AS 213). 341. El Obispo diocesano se preocupará de organizar las estructuras pastorales parroquiales de tal modo que se adapten a las exigencias del hombre de hoy. Cuando lo aconseje el bien de los fieles, deberá proceder a la modificación de los límites territoriales, a la división de las parroquias demasiado grandes y a la fusión de las pequeñas, a la creación de nuevas parroquias o de centros para la asistencia pastoral de comunidades no territoriales, e igualmente a una nueva organización global de las parroquias de una misma ciudad. Le corresponde exclusivamente erigir, suprimir o cambiar las parroquias, oído el parecer del Consejo presbiteral (cf c. 515 §2; AS 214a-c). 342. El Obispo diocesano proveerá de alguna manera el cuidado pastoral, cuando algunas comunidades no pueden erigirse en parroquia o cuasi parroquia (¤ c. 516 §2). 343. Cuando así lo exijan las circunstancias, la cura pastoral de una o más parroquias a la vez puede encomendarse solidariamente a varios sacerdotes, con tal que uno de ellos sea el director de la cura pastoral, que dirija la actividad conjunta y responda de ella ante el Obispo diocesano. Si, por escasez de sacerdotes, el Obispo diocesano considera que ha de encomendarse una participación en el ejercicio de la cura pastoral de la parroquia a un diácono o a otra persona que no tiene el carácter sacerdotal, o a una comunidad, designará a un sacerdote que, dotado de las potestades propias del párroco, dirija la actividad pastoral (¤ c. 517 §2). 344. El Obispo diocesano puede encomendar, con el consentimiento del respectivo Superior competente, una parroquia a un Instituto religioso clerical, con la condición de que un presbítero sea el párroco de la misma o el moderador, si la encomienda es solidariamente (c. 517 §1). Debiéndose realizar un acuerdo escrito entre el Obispo diocesano y el respectivo Superior competente (¤ c. 520 §1-2). 364 345. El Obispo diocesano deberá prever oportunamente las áreas de ubicación de las futuras iglesias o de asegurarse con tiempo los espacios e instrumentos jurídicos necesarios para la creación de las parroquias. Cuando los Institutos religiosos, las Sociedades de vida apostólica u otras instituciones o personas quieran construir una iglesia en el territorio de la Diócesis, deben obtener el permiso escrito del Obispo. Para tomar la decisión, el Obispo escuchará al Consejo Presbiteral y a los párrocos de las Iglesias vecinas (cf c. 1215; AS 214d). 346. El Obispo diocesano promoverá los modelos pastorales de parroquia que respondan a las necesidades del hombre actual, con el fin de hacer frente a las necesidades pastorales tan singulares relacionadas con la pastoral parroquial urbanas (cf cc. 533 §1. 280. 280. 301; AS 211. 215). 347. El Obispo diocesano provea a la oportuna reglamentación de la actividad parroquial, en lo relacionado con: a) el Consejo de pastoral parroquial, cuya presencia es aconsejable en cada parroquia; b) el Consejo parroquial de Asuntos económicos, que debe ser constituido en cada parroquia; c) los libros parroquiales, los derechos y deberes de los vicarios parroquiales, y la atención pastoral de la parroquia en ausencia del párroco. c) Asimismo, la relación y colaboración entre los párrocos, los vicarios parroquiales, los grupos apostólicos y la comunidad de fieles; el discernimiento pastoral ante la remoción, el traslado y la renuncia del párroco, inclusive la presentada a los 75 años de edad (cf cc. 374 §1. 515 §1. 518. 813. 516 §1. 548. 533 §3; 192-195; 1740-1747 (para la remoción); 190-191 (para el traslado) y 1748-1752 (para el traslado forzado); 538 §1 y §3; AS 210. 211e). 348. Al Obispo diocesano compete la provisión del nombramiento de Párroco, mediante libre colación, aunque para discernir sobre la idoneidad del elegido, oye al Decano y al Vicario Episcopal y realiza las investigaciones oportunas, 365 pidiendo parecer, si el caso lo aconseja, a algunos presbíteros y fieles laicos (¤ c. 523-524). Es necesario que conste con certeza su idoneidad, según el modo establecido por el Obispo. Debe tener estabilidad, y por tanto, debe ser nombrado para un tiempo indefinido; aunque puede ser nombrado por el Obispo diocesano para un tiempo definido (no inferior a seis años), si este proceder ha sido admitido, mediante decreto, por la Conferencia Episcopal (cc. 521 §3; 522: ver el Acuerdo 1575 de la CEM, en relación a éste canon). 349. El Obispo diocesano establece normas para discernir la idoneidad de los candidatos en relación con los oficios parroquiales, incluso mediante un examen (c. 521 §3; cf 524). 350. El Obispo diocesano nombra al Párroco, si este es religioso, previa presentación o asentimiento del respectivo Superior (¤ cc. 523. 682 §1). 351. El Ordinario del lugar otorga la posesión al Párroco; también puede dispensarle este acto. La notificación de la dispensa hace las veces de la toma de posesión; determina el tiempo de ésta (c. 527 §2-3). 352. El Obispo diocesano decide sobre el destino de las oblaciones de los fieles en la parroquia, igualmente acerca de la remuneración de los clérigos que prestan sus servicios en las parroquias (¤ cc. 531; cf 551). 353. El Ordinario del lugar puede permitir al párroco y al vicario habitar fuera de la casa parroquial, en donde habiten otros presbíteros, con tal de que cumplan sus funciones pastorales. El párroco debe avisarle, cuando se ausente por más de una semana (c. 533 §1-2; 550 §1-2). VG. VZ. 354. Al Obispo diocesano le corresponde establecer las normas y proveer la atención a la parroquia, durante la ausencia del párroco (¤c. 533 §3). 355. El Obispo diocesano establece qué libros parroquiales han de llevarse, además de los establecidos por derecho. También revisará los Archivos, personalmente o por medio de 366 algún delegado suyo (c. 535 §1.4; cf CEM Acuerdo 1576, sobre el canon 535 §1). 356. El Obispo diocesano decide si se constituye Consejo pastoral parroquial y da normas para su constitución y funcionamiento (¤ c. 536 §1-2). 357. El Obispo diocesano da normas sobre el funcionamiento del Consejo económico parroquial (c. 537). 358. El Obispo diocesano puede cesar al Párroco, por remoción o traslado o, por renuncia a su oficio parroquial. Cuando se trata de un religioso o sociedad de vida apostólica se rige por las normas del canon 682 §2 (¤ cc. 538 §1-2; 1740. 1742 § 2. 1748). 359. El Obispo diocesano acepta la renuncia del Párroco que ha cumplido setenta y cinco años y provee su sustento y vivienda (¤ c. 538 §3). 360. El Obispo diocesano nombra al Administrador parroquial, en las circunstancias previstas por el derecho (¤ cc. 539-540). 361. El Ordinario del lugar debe ser informado por quien ha asumido provisionalmente la responsabilidad de una parroquia (c. 541 §1-2). VG. VP. VZ. 362. El Obispo diocesano puede encomendar una o más parroquias solidariamente a varios sacerdotes y uno de ellos será el Moderador, quien es el responsable ante él. También le corresponde considerar si ha de ser encomendada una parroquia a un diácono o a otra persona que no tenga carácter sacerdotal, o a una comunidad religiosa, nombrando a un sacerdote con las facultades de párroco (¤ cc. 517 §1-2.). Si cesa el oficio de Moderador o queda incapacitado, el Obispo ha de nombrar otro Moderador (¤ c. 544). 363. El Obispo diocesano nombra libremente al Vicario parroquial, fija sus derechos y obligaciones y puede removerlo (¤ cc. 547-549. 552). 367 14.- LOS RECTORES DE LAS IGLESIAS Y CAPELLANES (cf AS 213c. 252a. 104b. 206c. 217a) 364. El Obispo diocesano nombra, confirma o instituye al Rector de una iglesia, incluso a los religiosos presentados por su Superior (¤ c. 557 §1-2). 365. A no ser que el Obispo diocesano disponga de otra manera, el Rector del Seminario o de un Colegio regido por clérigos, lo es también de la Iglesia aneja (c. 557 §3). 366. El Ordinario del lugar juzga si las celebraciones litúrgicas en una Iglesia rectoral no perjudican al ministerio parroquial (c. 559). VG. VZ. 367. El Ordinario del lugar puede mandar al rector que celebre para el pueblo determinadas funciones, incluso parroquiales, y que la iglesia esté abierta para que algunos grupos celebren allí funciones litúrgicas (c. 560). VG. VZ. 368. El Ordinario del lugar, respetando los estatutos y derechos, vigila que el rector de la iglesia realice las celebraciones litúrgicas y administre con diligencia los bienes (c. 562). VG. VZ. 369. ʘ El Ordinario del lugar puede remover de su oficio al rector de una iglesia, aunque hubiera sido elegido o presentado (c. 563). 370. ʘ El Ordinario del lugar, nombra, instituye o confirma al capellán, que ha sido presentado o elegido (c. 565). 371. ʘ El Ordinario del lugar no debe proceder al nombramiento del capellán de la casa de un Instituto religioso laical sin haber consultado al Superior (c. 567 §1). 3. LOS BIENES TEMPORALES DE LA IGLESIA (cc. 1254 al 1310) A. FUNCIONES DEL OBISPO EN LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES PATRIMONIALES (cf AS 188-189. 192c. 200) 368 372. Al Obispo diocesano corresponde en la Iglesia particular que preside, como su único administrador, la organización de todo lo relacionado con la administración de los bienes eclesiásticos, mediante oportunas normas e indicaciones, de acuerdo con las directivas de la Sede Apostólica y sirviéndose de las eventuales orientaciones y subsidios de la Conferencia Episcopal. Debe ocuparse, en primer lugar, de las necesidades del culto, de la caridad, del apostolado y del sostenimiento del clero, subordinando a ellas cualquier otra finalidad, supuesta siempre la observancia de la justicia (cf cc.1276 §1-2. 392 §2. 1281 §1-2. 1292 §1-2; 1300-1301; AS 188). 373. Al El Obispo diocesano, en razón de la presidencia en la Iglesia particular, le corresponde la organización de todo lo relacionado con la administración de los bienes eclesiásticos, mediante oportunas normas e indicaciones, de acuerdo con las directivas de la Sede Apostólica y sirviéndose de las eventuales orientaciones y subsidios de la Conferencia Episcopal. Además, en cuanto único administrador de la Diócesis, le corresponde: –Vigilar, para que no se introduzcan abusos, sobre la administración de todos los bienes de las personas jurídicas que le están sujetas; después de haber escuchado el Consejo diocesano para asuntos económicos, establecer mediante decreto cuáles actos exceden los límites y las modalidades de la administración ordinaria; enajenar, con el consentimiento del Consejo diocesano de asuntos económicos y del Colegio de Consultores, los bienes que por su valor están entre la cantidad mínima y la máxima establecida por la Conferencia Episcopal Para la enajenación de los bienes cuyo valor excede la cantidad máxima, de un ex voto o de objetos preciosos de valor artístico o histórico, se requiere igualmente el permiso de la Santa Sede (cf CEM Acuerdos 1604-1605, relacionados con los cánones 1277 y 1292). –Dar ejecución a 369 las donaciones y disposiciones mortis causa (llamadas pías voluntades) en favor de las causas pías. En estos casos deberá cumplir o hacer cumplir la voluntad de los benefactores. –En la administración de los bienes, supuesta siempre la observancia de la justicia, el Obispo debe ocuparse en primer lugar de las necesidades del culto, de la caridad, del apostolado y del sostenimiento del clero, subordinando a ellas cualquier otra finalidad (cf cc. 1276-1277. 392 §2. 1281. 1292. 1300-1301; AS 188). B. ADQUISICIÓN DE BIENES 374. El Obispo diocesano amonesta a los fieles sobre su obligación de contribuir a las necesidades de la Iglesia, según canon 222 §1 (c. 1261 §2). 375. El Obispo diocesano puede imponer tributo moderado a personas jurídicas públicas o físicas, sujetas a su jurisdicción, para subvencionar las necesidades de la Diócesis (¤ c. 1263). Incluso, para proveer las necesidades del Seminario, puede imponer un tributo en su Diócesis (c. 264) 376. El Ordinario propio y el Ordinario del lugar autorizan, por escrito, a toda persona, tanto física como jurídica, a hacer cuestaciones para cualquier institución o finalidad piadosa o eclesiástica (c. 1265 §1). 377. El Ordinario del lugar puede mandar hacer una colecta especial en todas las iglesias y oratorios, aunque pertenezcan a institutos religiosos (c. 1266). 378. El Ordinario da licencia para que puedan ser rechazadas o aceptadas algunas donaciones gravadas o condicionadas (c. 1267 §1-3; cf c. 1295). C.- ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES 379. El Obispo diocesano habrá de tener presentes los criterios fundamentales que deben guiar la administración de los bienes diocesanos: a) De competencia pastoral y técnica. b) De participación. Es igualmente oportuno que la 370 comunidad diocesana esté al corriente de la situación económica de la Diócesis. En este mismo sentido pueden proceder las parroquias y otras instituciones, bajo la vigilancia del Obispo. c) El criterio ascético. d) El criterio apostólico, que induce a utilizar los bienes como instrumento al servicio de la evangelización y la catequesis. e) El criterio del buen padre de familia en el modo diligente y responsable de conducir la administración (cf 1284 § 1). Como expresiones específicas de este criterio, el Obispo: –Cuidará de asegurar la propiedad de los bienes eclesiásticos en modo civilmente válido y hará cumplir las disposiciones canónicas y civiles, o aquellas impuestas por el fundador, el donante o la legítima autoridad. Además, vigilará para que no se produzca daño a la Iglesia por el incumplimiento de la ley civil. –A confiar los trabajos observará y hará cumplir con cuidado las leyes civiles sobre el trabajo y la vida social, teniendo en cuenta los principios de la Iglesia; -Hará observar lo establecido por el derecho civil, especialmente en lo relativo a los contratos y a las disposiciones mortis causa en favor de la Iglesia. –Deberá conocer y hacer observar las decisiones de la Conferencia Episcopal sobre los actos de administración extraordinaria y las condiciones para la cesión y arrendamiento de los bienes eclesiásticos (cf c. 1297: CEM Acuerdo 1606). –Procurará inculcar en los pastores y en los custodios de los bienes un fuerte sentido de responsabilidad para su conservación, de tal modo que empleen todas las medidas de seguridad para evitar los robos. –Promoverá la realización y actualización de los inventarios, también fotográficos, en los cuales estén claramente enumerados y descritos los bienes inmuebles o muebles preciosos o de valor cultural (cf cc. 1277. 494. 1263. 1281; PG 20. 45; AS 189). 380. El Ordinario vigila la administración de los bienes eclesiásticos correspondientes y organiza la administración de los mismos (c. 1276 §1-2). VG. VZ. 371 381. El Ordinario interviene en el caso de negligencia del administrador de los bienes eclesiásticos y designa los administradores de las personas jurídicas públicas que no los tengan (c. 1279 §1-2). VG. VZ. 382. ʘ El Ordinario autoriza a los administradores para realizar actos de administración extraordinaria (c. 1281 §1). 383. El Obispo diocesano, cuando se trate de casos de administración económica de mayor importancia, debe oír al Consejo de Asuntos Económicos y al Colegio de Consultores; asimismo para los del derecho universal y los actos de administración extraordinaria; éstos son determinados por la Conferencia Episcopal (cc. 1277; cf 1280). Determina cuáles son los actos de administración extraordinaria (¤ c. 1281 §2). 384. El Ordinario recibe el juramento de los administradores, antes de que ejerzan su función; y urge a los administradores bajo su jurisdicción, la elaboración del inventario de la persona jurídica administradora (c. 1283 §1, 2º-3º. cf c. 555 § 3). 385. El Ordinario da su consentimiento para que los administradores apliquen a los fines de la persona jurídica los excedentes de las inversiones (c. 1284 §2, 6º). 386. Al Obispo diocesano, los administradores de bienes eclesiásticos, clérigos o laicos, deben rendir cuentas cada año, a no ser que estén legítimamente exentos de su potestad de régimen (por ejemplo, los institutos religiosos). El informe lo revisará el Consejo de Asuntos Económicos (cc. 1287. 1284). 387. El Ordinario del lugar recibe de los administradores, tanto clérigos como laicos, el estado de cuenta anual y lo encargará para su revisión al Consejo de asuntos económicos (c. 1287 §1). 388. El Ordinario propio autoriza a los administradores, por escrito, para que entablen litigios en el fuero civil sobre los bienes eclesiásticos (c. 1288). 372 389. El Obispo diocesano representa a la Diócesis en todos los negocios jurídicos de la misma (c. 393). Vigilará que la Diócesis, en cuanto Asociación Religiosa, cumpla las responsabilidades jurídicas, administrativas, fiscales y civiles, según los Estatutos propios ante el Estado Mexicano. Urgirá al ecónomo diocesano y al apoderado legal la elaboración de un archivo completo de todos los documentos e inventarios relacionados con las responsabilidades civiles que nacen de esta personalidad jurídica de la Asociación Religiosa (cf cc. 22; 1284 §2, 9º; 1286; 116 §1). ɣ: VG. VP. VZ. 373 D.- LOS CONTRATOS, ESPECIALMENTE LA ENAJENACIÓN, PÍAS VOLUNTADES Y FUNDACIONES PÍAS (cf AS 187) 390. El Obispo diocesano, si es de su competencia, procede a la enajenación de bienes bajo ciertas condiciones, fijadas por la Conferencia del Episcopado y oído el parecer del Consejo de Asuntos Económicos, del Colegio de Consultores y de los interesados. Asimismo, en todo lo relativo a contratos, enajenaciones, pías voluntades y pías fundaciones (¤ c. 12921310). E.- LA PÍAS VOLUNTADES Y LAS FUNDACIONES PÍAS (cf AS 68. 140. 227b) 391. El Ordinario es tutor y ejecutor de todas las pías voluntades; debe vigilar que sean cumplidas y que le rindan cuentas (c. 1301 §1-3). 392. El Ordinario debe ser informado de todo fideicomiso de causas pías y vigilar su cumplimiento. Si los bienes han sido entregados en fiducia a un religioso y están destinados a un ente diocesano o a un instituto religioso, el Ordinario es el del lugar o bien el Ordinario propio del mismo religioso (c. 1302 §1-3). 393. El Ordinario concede la licencia escrita para que una persona jurídica pueda aceptar una fundación (c. 1304 §1). 394. El Ordinario aprueba dónde se asignen y depositen el dinero y los bienes muebles asignados como dote; juzga sobre su inversión productiva c. 1305). 395. El Ordinario puede reducir las cargas de Misas bajo ciertas condiciones (c. 1308 §2). 396. Al Obispo diocesano compete la facultad de reducir el número o cargas de misas, que han de celebrarse en virtud de legados o de otros títulos válidos por sí mismos, cuando han disminuido las rentas y mientras persista esta causa y según 374 ciertas condiciones. También tiene la facultad de reducir las cargas o legados de Misas que pesan sobre las instituciones eclesiásticas (¤ c. 1308 §3-4). 397. El Obispo diocesano traslada las cargas de misas a días e iglesias distintas, de acuerdo con la fundación (c. 1309). 398. El Ordinario tiene poder para reducir, moderar o conmutar la voluntad sobre causas pías, ante la imposibilidad del cumplimiento de estas; excepto la reducción de Misas. En los demás casos, se debe recurrir a la Sede Apostólica (c. 1310 §2). 4. LAS SANCIONES EN LA IGLESIA (cc. 1311 al 1399) Principios: 1º. Debe ser castigado con una pena justa: -Quien enseña una doctrina condenada por el Romano Pontífice o por un Concilio Ecuménico o rechaza pertinazmente la doctrina descrita en el canon 752, y, amonestado por la Sede Apostólica o por el Ordinario, si no se retracta; 2º. -Quien desobedezca a la Sede Apostólica, al Ordinario o al Superior cuando mandan o prohíben algo legítimamente, y persiste en su desobediencia después de haber sido amonestado (c. 1371, 1º-2º). A. LOS DELITOS Y PENAS EN GENERAL 1.- La ley penal y del precepto penal 399. El Ordinario del lugar puede sancionar con penas canónica a los religiosos, en lo que dependan de él (c. 1320). 2. Las penas expiatorias 400. ʘ El Ordinario del lugar da su consentimiento para imponer la prescripción de residir, tanto a clérigos como religiosos, en un determinado lugar o territorio (c. 1337 §2). 3.-Los remedios penales y penitencias 401. El Ordinario amonesta a quien se encuentra en ocasión próxima de delinquir, a quien se presume ha cometido un 375 delito o a quien provoca con su conducta escándalo, quedando constancia escrita. Además, puede añadir penitencias al remedio penal de la amonestación (cc. 1339 §1-3. 1340 §3). VG. VP. VZ. 4.-La aplicación de las penas 402. ʘ El Ordinario promueve el procedimiento judicial o administrativo para imponer o declarar penas, solamente si todos los intentos pastorales han fracasado (c. 1341). 403. ʘ El Ordinario amonesta, impone penitencias u otros modos de solicitud pastoral, cuando el reo es absuelto (c. 1348). 404. ʘ El Ordinario provee las necesidades de quien, habiendo sido expulsado del estado clerical (cf c. 281), se encuentre en estado de verdadera indigencia por razón de esa pena (c. 1350 §2). 5.-La cesación de las penas -a) Pueden remitir una pena no reservada a la Sede Apostólica: 405. ʘ El Ordinario que promovió el juicio para imponer o declarar la pena; o bien el Ordinario del lugar en el que se encuentra el delincuente, después de haber consultado al Ordinario que la impuso. Si no está reservada a la Sede Apostólica, el Ordinario puede remitir una pena latae sententiae a sus súbditos; y también cualquier Obispo, sólo dentro de la confesión sacramental (c. 1355 §1, 1º-3º). -b) Pueden remitir una pena ferendae o latae sententiae establecida mediante precepto que no haya sido dado por la Sede Apostólica: 406. ʘ El Ordinario del lugar en el que se encuentra el delincuente. - El Ordinario que promovió el juicio, si la pena ha sido impuesta o declarada (c. 1356 §2). B. LAS PENAS PARA CADA UNO DE LOS DELITOS 376 Los delitos contra las autoridades eclesiásticas y contra la libertad de la iglesia Debe ser castigado con una pena justa: a) Quien enseña una doctrina condenada por el Romano Pontífice o por un Concilio Ecuménico o rechaza pertinazmente la doctrina descrita en el canon 752, y, amonestado por la Sede Apostólica o por el Ordinario, no se retracta; b) Quien desobedezca a la Sede Apostólica, al Ordinario o al Superior cuando mandan o prohíben algo legítimamente, y persiste en su desobediencia después de haber sido amonestado (c. 1371, 1º-2º). c) Quien suscita públicamente la aversión o el odio de los súbditos contra la Sede Apostólica o contra el Ordinario, con el motivo de algún acto de potestad o de ministerio eclesiástico, o induce a los súbditos a desobedecerlos, debe ser castigado con entredicho o con otras penas justas (c. 1373). III. 3. POTESTAD JUDICIAL (cf AS 68. 64. 158b. 179b. 180) Principios: 1º. El Obispo diocesano es el titular para juzgar todas las causas, excepto las que expresamente el mismo derecho señale. Ejerce esta potestad por sí mismo o por medio de otros (cc. 1419 §1. 135. 391 §1-2). 2º. Al ejercitar la función judicial, el Obispo diocesano podrá valerse de los siguientes criterios generales: a) Siempre que no comporte perjuicio a la justicia, el Obispo debe actuar de modo que los fieles resuelvan de manera pacífica sus controversias y se reconcilien cuanto antes. b) Observe y haga observar las normas de procedimiento establecidas para el ejercicio de la potestad judicial. c) Si tiene noticias de comportamientos que dañen gravemente el bien común eclesial, debe investigar con discreción, solo o por medio de un delegado, los hechos y la responsabilidad de sus autores. d) El Obispo, consciente del 377 hecho que el Tribunal de la Diócesis ejercita su misma potestad judicial, vigilará a fin de que la acción de su tribunal se desarrolle según los principios de la administración de la justicia en la Iglesia. Asumirá también la responsabilidad que le corresponda en los tribunales constituidos para varias diócesis (cf cc. 135 § 3 y 391; 1339-1341; 1446; 1717-1718; AS 68a-d). Facultades: 702LOS PROCESOS JUDICIALES (cc. 1400-1752) A. LOS JUICIOS EN GENERAL (cc. 1400-1500) 1.- Tribunal de primera instancia 407. El Obispo diocesano considerará el ámbito judiciario como objeto de su preocupación pastoral personal; elegirá atentamente a los titulares de los diferentes oficios del Tribunal, sea diocesano o interdiocesano. Puede confiar los oficios de Promotor de justicia y Defensor del vínculo a laicos expertos que sean doctores o licenciados en Derecho (cf c. 1435); asimismo, si hay necesidad por el volumen de causas a tratar y por la carencia de clérigos que trabajen el Tribunal, la Conferencia Episcopal puede permitir que se nombren Jueces que sean laicos. Éstos también deben de ser doctores o licenciados en Derecho, según las modalidades y las condiciones establecidas por las normas canónicas, de modo que los clérigos estén más libres para desarrollar las tareas indispensables relativas al Orden sagrado (cf cc. 391 §2. 1420 §4-1421 §3. 1423; AS 180; CEM Acuerdos 16061608, relacionado con los cánones 1421 §2. 1425 §4). 408. El Obispo diocesano debe nombrar al Vicario Judicial con potestad ordinaria de juzgar y éste constituye un solo tribunal con él. El Obispo diocesano nombra a los Jueces, al Defensor del Vínculo y al Promotor de Justicia diocesanos que sean clérigos; deben ser nombrados para un tiempo determinado; también los puede remover por causa justa (¤ cc. 1420; 1435. 1421 §1. 1422. 1436 §2. 1439 §3) 378 409. El Obispo diocesano puede aprobar y nombrar a personas que destaquen por sus buenas costumbres, prudencia y doctrina para el oficio de Auditores (¤ c. 1428 §1-2). 410. El Obispo diocesano puede constituir con otros Obispos un Tribunal interdiocesano con la aprobación de la Santa Sede (c. 1423). 411. El Obispo diocesano puede también encomendar a un colegio de tres o de cinco jueces para las causas más difíciles (c. 1425 §2). Puede, asimismo, saltar el turno de jueces (¤ c. 1425 §3). 412. El Obispo diocesano juzga si debe intervenir el Promotor de Justicia cuando no lo prescribe la ley (¤ c. 1431 §1). 2.- Oficio de los jueces y ministros del tribunal 413. Todos los fieles, y en primer lugar el Obispo diocesano, han de procurar con diligencia evitar los litigios en el Pueblo de Dios, llegando a la paz cuanto antes (¤ c. 1446 §1). 414. El Obispo diocesano decide el proceso sobre la recusación, respecto del Vicario Judicial (c. 1449). 3.- Lugar del juicio 415. El Obispo diocesano ha de ser informado cuando en la Diócesis ejerce jurisdicción un juez que en la suya no puede ejercerla (c. 1469 §1). 416. El Obispo diocesano autoriza al juez expulsado o impedido en su jurisdicción, para que puede ejercerla en su territorio y dictar sentencia; asimismo, por causa justa puede salir de su territorio para recoger pruebas, pero con la licencia del Obispo diocesano respectivo (¤ c. 1469 §2). 4.- Las partes en causa: actor y demandado 6. Cuando la autoridad civil ya ha designado tutor o curador, éste puede ser admitido por el juez eclesiástico, después de oír, si es posible, al Obispo diocesano, de aquel a quien se dio; 379 pero si no está designado o si se considera que no debe ser admitido, el juez designara un tutor o curador para la causa (c. 1479). 417. El Ordinario puede actuar en juicio, por sí o por otro, en nombre de las personas jurídicas que están bajo su jurisdicción, que no tuviesen representantes o éstos fueran negligentes (c. 1480 §2). 5.- Procuradores judiciales y abogados 418. El procurador y el abogado han de ser mayores de edad y de buena fama; además, el abogado debe ser católico, a no ser que el Obispo diocesano permita otra cosa, y doctor, o, al menos, verdaderamente perito en derecho canónico, y contar con la aprobación del mismo Obispo (c. 1483). 419. El abogado puede ser suspendido de su oficio y, si reincide, puede ser eliminado del elenco de los abogados por el Obispo que preside el tribunal –quien goza de los derechos del Obispo diocesano- (c. 1488 §1). 703 B. DE LOS JUICIOS ORDINARIOS (cc. 1501-1670) CONTENCIOSOS 1.- Las costas judiciales y del patrocinio gratuito 420. El Obispo diocesano debe dictar normas en lo referente a tasas, honorarios y el patrocinio (c. 1649). 2.- La ejecución de la sentencia 421. El Obispo diocesano ejecuta la sentencia de primer grado, por sí mismo o por otro (¤ c. 1653 §1-2). 704 C. ALGUNOS PROCESOS ESPECIALES (cc. 16711670; AS 180. 68) 380 1.- LOS PROCESOS MATRIMONIALES 1.- La sentencia y apelación 422. El Ordinario del lugar puede vetar para nuevo matrimonio al que ha obtenido la sentencia de nulidad del anterior (c. 1684 §1). VG. VZ. 423. El Ordinario del lugar cuidará de que sea anotada en los libros de bautismo y matrimonio la nulidad de matrimonio, notificada por el Vicario judicial (c. 1685). (El “vetitum” puede también incluirse en la Sentencia que da el juez. Normalmente así se hace en los Tribunales de México). 2.- Las causas de separación de los cónyuges 424. El Obispo diocesano puede decidir por decreto la separación personal de los cónyuges (c. 1692 §1-2). 3. Proceso para la dispensa del matrimonio rato y no consumado 425. El Obispo diocesano recibe las preces para la dispensa del matrimonio “rato y no consumado” y ordena la instrucción del proceso. Puede encomendar "ad casum" o de modo permanente la instrucción de ese procedimiento. Autoriza la colaboración de un jurisperito al orador o a la parte demandada (¤ cc. 1699-1701. 1681). Confecciona —o, al menos firma y hace suyo— el voto conclusivo (c. 1704). El Obispo remite todo el proceso a la Sede Apostólica, ésta remite el rescripto de dispensa, si ha procedido, para que lo notifique (¤ cc. 1700.1705-1706). 4.- Proceso sobre la muerte presunta del cónyuge 426. Al Obispo diocesano le corresponde emitir la declaración del proceso de muerte presunta del cónyuge (¤ c. 1707). 2.- LAS CAUSAS PARA DECLARAR LA NULIDAD DE LA ORDENACIÓN 427. El Ordinario de quien depende, o el de la Diócesis 381 donde fue ordenado, tienen derecho a acusar la nulidad de la sagrada ordenación -también el propio clérigo- (c. 1708). D. EL PROCESO PENAL (cc. 1717-1731) Investigación y proceso 428. El Ordinario lleva el curso del proceso penal (cc. 1717 1724 §1). E. PROCEDIMIENTO EN LOS RECURSOS ADMINISTRATIVOS Y EN LA REMOCIÓN Y TRASLADO DE LOS PÁRROCOS (cc. 1732-1752) 1.- RECURSO CONTRA LOS DECRETOS ADMINISTRATIVOS 429. El Obispo diocesano puede establecer un consejo o departamento de recurso contra los decretos administrativos o contra los actos administrativos singulares, según las orientaciones de la Conferencia Episcopal (cc. 1732-1734; cf CEM Acuerdo 1611, relativo al canon 1733). 2.- MODO DE PROCEDER EN LA REMOCIÓN DE PÁRROCOS 430. El Obispo diocesano propone al Consejo presbiteral la creación de un grupo estable de párrocos para los procedimientos administrativos de traslado y remoción de párrocos (c. 1742 §1). 431. El Obispo diocesano puede remover a un párroco, por cualquier causa, aun sin culpa grave del interesado, cuando su ministerio resulta perjudicial o al menos ineficaz, si es preciso por proceso administrativo. Provee en lo económico al párroco removido (cc. 1740-1747). 3.-MODO DE PROCEDER EN EL TRASLADO DE LOS PÁRROCOS 432. El Obispo diocesano puede trasladar a los párrocos, “cuando así lo pide el bien de las almas o la utilidad de la 382 Iglesia” (c. 1748), incluso, mediante proceso administrativo, guardando la equidad canónica y teniendo en cuenta la salvación de las almas (cc. 1748-1752). IV. ALGUNAS PRERROGATIVAS, PENAS Y DEBERES RELATIVOS A LOS OBISPOS DIOCESANOS 433. Los Obispos son miembros del Colegio Episcopal, tienen el derecho y el deber de asistir al Concilio Ecuménico y colaboran con el Romano Pontífice, especialmente en el Sínodo de Obispos (cf cc. 334. 336. 339). 434. Los clérigos tienen especial obligación de mostrar respeto y obediencia al Sumo Pontífice y a su Obispo como Ordinario propio (c. 273). 435. El Obispo diocesano debe aplicar personalmente la Misa “por el pueblo” todos los domingos (c. 388 §1-3). 436. Al Obispo diocesano le obliga la ley de la residencia personal en la Diócesis. Aparte de las ausencias por razón de la visita “ad limina”, es su deber asistir a los Concilios, al Sínodo de los Obispos y a las reuniones de la Conferencia Episcopal, o de cumplir otro oficio que le haya sido legítimamente encomendado. Puede también ausentarse de su Diócesis con causa razonable no más de un mes continuo o con interrupciones. No debe ausentarse de su Diócesis los días de Navidad, Semana Santa y Resurrección del Señor, Pentecostés y Corpus Christi, a no ser por una causa grave y urgente (cc. 395 §1-3; cf 410; AS 161). 437. En cuanto a la toma de posesión canónica, como Obispo diocesano, ha de atender al tiempo indicado (c. 382) 438. El Obispo diocesano cada cinco años debe presentar al Romano Pontífice una relación sobre la situación de su Diócesis. Irá a Roma para venerar los sepulcros de los Apóstoles Pedro y Pablo y presentarse al Romano Pontífice: “visita ad limina Apostolorum”. Al cumplir setenta y cinco años, se le ruega que presente la renuncia de su oficio al Sumo 383 Pontífice; de la misma manera si ve disminuida su capacidad u otra causa grave (cc. 399-401 §1-2; cf AS 161b). 439. El Obispo diocesano es advertido cuando el Metropolitano quiere celebrar en la Iglesia Catedral (c. 436 §1). 440. El Obispo diocesano como miembro de la Provincia eclesiástica emite su parecer acerca de la conveniencia de un Concilio provincial y, junto con el Metropolitano, en el Concilio provincial, puede desarrollar algunas funciones (cc. 440. 442 - 446). 441. El Obispo diocesano puede presentar, al menos cada tres años, a la Santa Sede nombres de presbíteros para el Episcopado, asimismo con la Conferencia Episcopal (c. 377 §2). 442. El Obispo diocesano puede también pedir a la Santa Sede algún Obispo Auxiliar, proponiéndole una terna de episcopables y siguiendo ciertos criterios (cc. 403. 377 §4; cf AS 70-71ab). 443. Los Obispos tienen derecho a predicar y confesar en todo el mundo, a no ser que el Obispo del lugar, en casos particulares, se oponga expresamente (cc. 763. 967 §1). 444. El Obispo diocesano tiene derecho a oratorio (c. 1227). 445. El Obispo diocesano en razón del vínculo de unidad contribuye a las necesidades de la Sede Apostólica y de la Iglesia Universal (c. 1271). 446. El Obispo diocesano, a través de la masa común diocesana, ha de cumplir su obligación de solidaridad con las personas que sirven a la Iglesia o con las necesidades de otras Iglesias (¤ c. 1274-1288). 447. El Obispo diocesano incurre en pena si confiere a alguien la consagración episcopal sin mandato pontificio: excomunión “latae sententiae” reservada a la Santa Sede (cc. 1382. cf 1013). 384 448. El Obispo diocesano incurre en pena si ordena a un súbdito ajeno sin las legítimas dimisorias (c. 1383). 449. El Obispo diocesano en ningún caso puede dispensar de la obligación del celibato de los clérigos (c. 291). 450. Al Obispo diocesano se le invita a presentar la renuncia al servicio pastoral, al cumplimiento de los 75 años de edad; también por otros motivos previstos por el Derecho (c. 401 §1; cf AS 225). 451. Al Obispo diocesano, por prerrogativa, se le celebran las exequias y puede ser enterrado en su Iglesia Catedral (c. 1242; cf AS 245). 385 ANEXO 3 ALGUNAS DETERMINACIONES DEL DERECHO PARTICULAR EMANADAS DEL “PRIMER SÍNODO PASTORAL”, RESPECTO AL SERVICIO PASTORAL DE LOS VICARIOS EPISCOPALES Y LOS DECANOS. Nota: Para conocer el contenido integro y el contexto de cada uno de estos enunciados sintéticos, es preciso acudir a la fuente y consultar directamente el texto original, que se encuentra en: DIOCESIS DE TOLUCA, Primer Sínodo Pastoral, Toluca, Méx., 1987-1995. l. ACERCA DEL MINISTERIO DEL «VICARIO EPISCOPAL PARA LA PASTORAL DIOCESANA» EN COMUNIÓN CON EL OBISPO DIOCESANO, CON LOS DISTINTOS VICARIOS DEL MISMO Y LOS DECANOS. El Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana, así como los Vicarios episcopales de Zona Pastoral, por su misión “vicarial”, están ligados fielmente al Obispo en toda acción pastoral que le asigna a éste el Primer Sínodo Pastoral Diocesano de Toluca (1987-1995), como Legislación o Derecho Particular. Algunas Normas sinodales señalan tareas o acciones pastorales que específicamente corresponden al Obispo, quien se hace presente por su Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana; asimismo, otras precisan tareas o acciones pastorales que atañen directamente al Vicario episcopal de Zona Pastoral, sea individualmente o en comunión con los demás Vicarios episcopales. Nuestro Primer Sínodo Pastoral Diocesano asigna al Obispo diocesano las siguientes tareas pastorales, que encomienda y delega, para que las realice directamente, en su nombre y en comunión con él, su Vicario episcopal para la Pastoral Diocesana: 20 N. a. Establecer con el Obispo y los Vicarios episcopales y Decanos en armonía con el espíritu de nuestro Primer Sínodo Pastoral Diocesano, «procesos evangelizadores de educación integral en la fe teologal», con fidelidad a Cristo, a su Iglesia y a nuestro hermano el hombre. b. Cuidar, también, que toda relación y acción entre los fieles laicos confiados a su atención pastoral se mantengan en la fidelidad al espíritu de comunión y participación (cf SD 57). 24 N. Revisar, colaborando con el Obispo, el Plan de formación integral de nuestro Seminario Diocesano y establecer, juntamente con los Vicarios 386 episcopales y la Comisión para la Formación permanente del Clero, programas fundamentales de acompañamiento personalizado a los presbíteros, que fortalezcan su identidad con Cristo Pastor, Cabeza, Esposo y Servidor y consigan una mejor vivencia de su relación con los demás miembros del pueblo de Dios. 27 N. a. Determinar, con el Obispo, previo discernimiento, el elenco de Movimientos y Organismos autorizados para la vida pastoral de nuestra Iglesia diocesana. b. Velar, con los Vicarios episcopales para que los distintos sectores del pueblo de Dios conozcan su identidad, carisma, espiritualidad y actividades apostólicas que ofrecen a la comunidad (los Movimientos) c. Discernir, también con los Párrocos, los programas, su aplicación y evaluación, a partir de un análisis de la realidad y con fundamento en las palabras y las acciones de Jesucristo, siguiendo el espíritu del Concilio Vaticano II y del Magisterio posterior. d. Asegurar, con los Agentes de pastoral una visión pastoral de nuestra identidad como mexicanos para comprenderla desde sus raíces históricas y culturales, apreciarla, purificarla y transformarla desde el Evangelio. 28 N. a. Convocar, como Vicario episcopal de pastoral, a realizar procesos que favorezcan la comunión eclesial en la Diócesis. b. Cultiven con dedicación, igualmente, el diálogo y la relación entre ellos y en orden a la comunicación cristiana de carismas, programas y recursos humanos o materiales, como una manera concreta de construir la unidad eclesial, de integrarse en la pastoral orgánica de la Comunidad Diocesana y de actuar, por consiguiente, en los distintos niveles de nuestras estructuras pastorales. 29 N. b. Determinar, con el Obispo, los criterios pastorales que se han de tener en cuenta para la admisión de un nuevo movimiento, organismo o institución eclesiales y no aprueben alguno sin previo discernimiento eclesial. 34 N. a. Asumir, con los Vicarios episcopales y quienes tienen confiado algún Organismo diocesano, en comunión con el Obispo, la responsabilidad de planear, programar y evaluar periódicamente el proceso de la pastoral orgánica, integral y diferenciada. b. Acompañar, igualmente, a los distintos miembros del Pueblo de Dios, especialmente a los presbíteros, en todo itinerario apostólico o de formación integral, orientado a la integración en la pastoral orgánica diocesana. 40 N. a. Integrar, con el Señor Obispo y con sus Vicarios Generales, las Comisiones Diocesanas de las tres dimensiones pastorales de la evangelización que, a su vez, promuevan sus estructuras correspondientes en las Parroquias, Decanatos y Vicarías Episcopales. b. Armonizar, asimismo, orgánicamente y en conjunto, sus planes y 387 programas, como prioridad de prioridades. 43 N. a. Asumir, con los Agentes de pastoral, como prioridad de prioridades en toda acción apostólica, el carisma (espíritu, don, mística) de la misión evangelizadora integral. b. Revisar, con los Asesores o Dirigentes de cada Grupo o Movimiento, los itinerarios de formación y perseverancia, los contenidos doctrinales evangelizadores que asumen, según su carisma, en sus experiencias y procesos. Encauzarlos en todo lo que mira a la formación integral y a la armonía con el espíritu de éste nuestro Sínodo Pastoral Diocesano. 45 b. Apoyar al el Obispo, para designar a personas aptas y especializadas que ayuden a la formación doctrinal y a la capacitación técnica de los Agentes de pastoral, para el aprovechamiento óptimo de estos recursos, particularmente los relacionados con la comunicación social. 48 N. c. Facilitar, en comunión con el Obispo y los organismos diocesanos, la especialización de los presbíteros, religiosas y seglares, para la evangelización de grupos y sectores humanos específicos. 49 N. b. Coordinar, a una con los Vicarios episcopales y los responsables de las Comisiones de Profética Litúrgica y Social el establecimiento y dinamización de programas, itinerarios y servicios que favorezcan, en los fieles y grupos, el testimonio fehaciente de su experiencia de Dios en el cumplimiento cotidiano de su misión. 57 N. Incentivar creativamente, en coordinación con los Vicarios episcopales y los Decanos, programas e itinerarios que ayuden a los fieles, a partir de la comunidad parroquial, en su proceso de maduración y celebración de su fe, en su capacitación apostólica y misionera "ad Gentes", y su consecuente proyección en la vida social. 62 N. a. Cuidar, de que la Comisión Diocesana de Pastoral Profética, en comunión y colaboración con el Obispo, asuma la responsabilidad de estructurar un equipo que elabore las líneas básicas y los programas de catequesis, 67 N. Organizar implementar, con los Vicarios episcopales y los Decanos, apoyados por el Rector y Equipo Formador de nuestro Seminario, centros o servicios de formación y reflexión teológica (cursos, talleres, experiencias...), para todos los miembros del Pueblo de Dios (cf CIC cc. 217. 229 §1-2). 75 a. Responsabilizarse, con los pastores de Movimientos, de llevar a los fieles al «primer encuentro con Jesucristo» y de alentarlos constantemente en el «seguimiento al Señor». 388 b. Establecer lineamientos pastorales, en orden a su perseverancia, sea en la vivencia de la fe, la esperanza y la caridad, sea en su acción apostólica, según su carisma. c. Acompañarlos con itinerarios bien definidos que comprendan la escucha de la Palabra, la celebración de los tiempos fuertes de la Liturgia y la aceptación de su compromiso con el hombre de hoy, particularmente con el marginado. d. Organizar experiencias fuertes, serias y profundas de oración y de encuentro fraterno, haciendo de la Eucaristía a fin de que cada organismo, movimiento o comunidad eclesial, guiado por el Espíritu Santo, sea «sujeto y objeto» de una renovada evangelización y de un compromiso misionero laico, (cf CIC cc. 528 §2. 839 §1. 1248 §2-1249). (75 N a-d). 105 N. Estudiar y precisar con los Vicarios episcopales y Decanos, a una con las Comisiones Diocesanas de Pastoral Litúrgica y sus Departamentos de Música y de Arte Sacro, las disposiciones más oportunas y adaptadas para la celebración eclesial digna de la Palabra, de los Sacramentos y, especialmente de la Eucaristía. 112 N. b. Responsabilizarse en comunión con el Obispo y la Comisión Diocesana de Pastoral Social, de la difusión programada, gradual y sistemática de la «Doctrina Social de la Iglesia»; establecer criterios, programas e itinerarios a nivel diocesano, 114 N. Cultivar y establecer cauces definidos, colaborando con el Obispo y los Agentes de pastoral, por medio de la Comisión Diocesana de Pastoral Social, para facilitar la conversión del corazón, la formación de una conciencia -personal y comunitaria-, recta, solidaria y sensible a la justicia, a la verdad y al amor, y la animación, organización y coordinación de las acciones, no sólo individuales sino eclesiales 115 N. a. Establecer, según lo indique el Obispo, con la Comisión Diocesana de Pastoral Social y la Comisión Diocesana de Ministerios Laicales, criterios, programas e itinerarios para la institución de los ministerios de caridad y justicia social en las Parroquias y Rectorías. 116 b. Instituir, con el Obispo y las Responsables de las Comisiones Diocesanas de Pastoral Profética, Litúrgica y Social, la «Comisión Diocesana de los Derechos Humanos», integrada por personas cualificadas: fieles cristianos laicos, religiosos, religiosas y presbíteros. c. Promover, con los Vicarios episcopales y Decanos la Comisión Diocesana de Pastoral Social, estructuras a nivel parroquial, decanal, zonal y diocesano, que hagan viable la acción eficaz de la Iglesia, en orden a los Derechos Humanos. 120 N. b. Unido al Obispo, encomendar al Departamento de la Pastoral de la Salud, entre sus tareas evangelizadoras, la organización de cursos y experiencias 389 de formación para la atención de los enfermos c. Confíele, igualmente, la capacitación de los Agentes de la Pastoral de la salud para la comprensión humana, psicológica y espiritual del enfermo, con auténtico sentido de caridad. d. Favorecer que la Comisión y el Departamento de salud, en acuerdo con el Obispo, establezca criterios y orientaciones precisas sobre la oportunidad, el lugar y el modo de celebrar las llamadas "Misas de sanación". 167 N. a. Establecer en apoyo al Obispo y todos los Responsables de cualquier tarea pastoral y en comunión con él, dentro de los criterios de la Pastoral Orgánica Diocesana, centros, planes y programas, necesarios y oportunos, que favorezcan el proceso de una formación integral e integradora, gradual, sistemática y permanente de los fieles laicos b. Promover, establezcan y dinamizar, con los Responsables y Asistentes de Organismos diocesanos laicales y los Pastores, programas, experiencias e itinerarios de perseverancia, maduración en la fe y formación permanente destinados a los organismos laicales y a sus integrantes. c. Incluir, igualmente, en sus programas lo referente a su identidad y misión, a la formación cristiana de su conciencia moral, a su compromiso eclesial de ser testigos del mandamiento fundamental del amor, en sus relaciones interpersonales y promotores de la justicia, la verdad, la libertad y la paz. 171 N. Acordar, con los Responsables y Asistentes de Organismos diocesanos laicales, el programa de convivencias, talleres, retiros y apostolados. Propiciar, igualmente, canales de diálogo y discernimiento eclesial entre todos, profundizando en la escucha, la comunicación abierta y veraz, el apoyo apostólico y el mutuo enriquecimiento con los distintos carismas (cf CIC c. 209). 175 N. Acordar, con los Responsables y Asistentes de Organismos diocesanos laicales, distintos itinerarios, retiros, ejercicios espirituales, grupos de oración y compromiso apostólico, reuniones para la lectura y comentario de la Palabra de Dios, conferencias u otras experiencias que garanticen una espiritualidad específicamente laical. 194 N. b. Promover soluciones, con los Vicarios episcopales y los Decanos, para que los Pastores con sus respectivas Comunidades, afronten como Iglesia diocesana, de manera corresponsable y fraternal, la justa remuneración y las necesidades materiales de quienes se dedican a tiempo completo a la formación inicial de los futuros pastores (cf CIC c. 281). c. Apoya, igualmente, a los presbíteros del Equipo formador, sin distraerlos de su ministerio específico. 272 N. a. Implementar, con los Vicarios episcopales, Decanos y los Superiores y Superioras de los Institutos de Vida consagrada convocados y coordinados por el 390 Vicario episcopal para la misma, los medios adecuados para que todos los miembros de la Vida consagrada conozcan, aprecien y promuevan el «misterio de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica» 275 N. b. Promover con los Superiores y Superioras, Coordinadores y Moderadores de las distintas Comunidades de Vida Consagrada, los Vicarios episcopales, Decanos y el Rector del Seminario, convocados por el Vicario episcopal para la Vida Consagrada, oportunidades de dar a conocer a los distintos sectores del pueblo de Dios, el carisma específico de cada Instituto, la forma concreta de su presencia y actividad apostólica en nuestra Iglesia particular, especialmente de la Vida contemplativa. 285 N. c. Mantener, a una con el Obispo, los Vicarios episcopales y en particular el Vicario episcopal para la Vida Consagrada, una constante relación pastoral con los miembros de los distintos Institutos de Vida consagrada; darles el respeto, aprecio y atención debidos a hermanos. 292 N. a. Favorecer y coordinar, a una con los Vicarios episcopales o Decanos, según el caso, la integración y participación de personas e Institutos de Vida consagrada en la elaboración de los planes pastorales. 335 N. a. Promover, a una con el Obispo, Vicarios Generales Decanos, en corresponsabilidad con su Presbiterio, programas para la participación y vivencia del misterio de la Iglesia, «comunión y participación para la misión», 340 N. a. Suscitar, a una con los Decanos, en toda la comunidad diocesana, el interés por el don del Diaconado permanente, por conocer su identidad y misión específica en la Iglesia; descubran en común las necesidades reales y sentidas que requieran su establecimiento. b. Cultivar, igualmente con los Pastores, estas vocaciones al Diaconado permanente para el servicio de la caridad, la liturgia, administración de los sacramentos que le son propios y para la atención más esmerada de nuestras opciones preferenciales. 345 N. c. Organizar, con los Decanos de su Zona pastoral, con cuidado fraterno y providente, el apoyo integral a los presbíteros para facilitarles su período de vacaciones anuales; cada presbítero precise y dé a conocer su día de descanso semanal (cf CIC cc. 283 §2. 533 §2. 550 §3). 347 N. c. Cuidar, con los Responsables diocesanos de las tres dimensiones de la Evangelización coordinados por el Director Diocesano de las Obras Misionales Pontificias, que los presbíteros acepten a Jesucristo Evangelizador, asumiendo en su vida, acción y planeación, la integralidad de las tres dimensiones de la evangelización (profética, litúrgica y social) y la diversidad de las tres actividades 391 en la única y universal tarea evangelizadora: la acción pastoral, la nueva evangelización y la misión 354 N. a. Promover entre los presbíteros, con los Decanos, Vicarios episcopales, Decanos, presidente del Consejo Presbiteral, coordinados por la Comisión Diocesana de la Formación Permanente del Clero, el espíritu de una pastoral de comunión y participación, animada por la caridad pastoral. 356 N. c. Establecer, con el Obispo, en reflexión y oración con los Vicarios episcopales, Decanos y el Consejo Presbiteral, el criterio del tiempo prudente e ideal de permanencia del pastor no sólo en la parroquia sino también en otros servicios pastorales, atendiendo al bien del mismo presbítero y de la comunidad, de los organismos o de las estructuras eclesiales, a fin de favorecer la constante renovación de la pastoral orgánica, sin olvidar la norma establecida por la Conferencia del Episcopado Mexicano (cf CIC c. 522. Norma complementaria de la CEM, n. 1575: “Los párrocos serán nombrados por tiempo indefinido. Excepcionalmente, por motivos válidos y de acuerdo con su prudencia, los Obispos podrán nombrarlos por un tiempo determinado, no inferior a los seis años”. -Entró en vigor el 29 de junio de 1994-). 366 N. a. Establecer, a una con los Vicarios episcopales, los responsables de la Formación Permanente del Clero y el presidente del Consejo Presbiteral, coordinados por el Vicario general, formas de justicia y caridad pastoral para dar soluciones auténticamente humanas… que eduquen a los presbíteros, desde una recta conciencia moral, para el compromiso de la comunión y participación en orden a una justa nivelación de los bienes materiales y de los recursos económicos, igual que a la institución de la «masa común» 389 N. a. Programar, con los Vicarios episcopales y los Decanos, para los agentes de pastoral, experiencias de fe, integrales y específicas, para que asuman, en actitud de conversión, las orientaciones conciliares que nos llaman a pasar de una pastoral «individualista» a la «pastoral de comunión y participación. b. Implementen y faciliten, igualmente, los medios adecuados para que todas estas acciones incrementen la comunión y la participación entre las familias, los Organismos, Movimientos, Rectorías y Capellanías en la Parroquia, el Decanato y la Zona pastoral. 390 N. Cultivar, con los Agentes de pastoral y los Vicarios episcopales y los Decanos, la comunión y participación eclesiales que favorezca su relación personal, fraterna y afectiva con los distintos miembros de la jerarquía. 392 N. Cultivar, con los Pastores y los Responsables de las tres vertientes de la Pastoral, en la interrelación pastoral, el sentido de comunión y participación entre sí mismos y con los demás agentes de pastoral en orden a la organicidad de una 392 pastoral renovada y evangelizadora, en el Plan orgánico diocesano. 396 N. a. Consagrar sus esfuerzos, en comunión con el Obispo, su Presbiterio y demás Agentes de pastoral, a la realización de una eficaz pastoral orgánica, integral y de conjunto. b. Respondan, igualmente, al plan salvífico del Padre y a la inspiración renovadora del Espíritu Santo estableciendo programas de animación y revisión periódicas. c. Comprométanse, también, a hacer de la parroquia el corazón de la vida apostólica. 397 N. a. Establecer, con el Obispo, en comunión con los Responsables de los distintos Organismos, Movimientos y Estructuras de la Diócesis, el «Consejo Diocesano de Pastoral», conforme a las prescripciones eclesiales, y asegure la participación necesaria y entregada de todos sus integrantes. b. Programar, con aprobación del Obispo, que proponga las líneas básicas, los criterios, los procesos y las dinámicas, en guías pedagógicas y operativas ("Instructivos Generales"), en orden a la constitución de los Consejos de Pastoral en las Parroquias y en los Decanatos. Anímenlos, asimismo, por medio de los Vicarios episcopales de Zona y evalúenlos periódicamente, con sus correspondientes planes y programas. 398 N. a. Elaborar y organizar, con el Obispo, a una con el Consejo Diocesano de Pastoral, el «Plan Diocesano de Pastoral» que responda a las necesidades y planes decanales y zonales, basados en las prioridades, recursos y experiencias de las comunidades parroquiales. c. Promover, con el Obispo y su Vicario general reuniones periódicas a nivel diocesano, zonal y decanal para cuidar el proceso y la aplicación del Plan Pastoral, evaluándolo y enriqueciéndolo con las distintas experiencias eclesiales. 399 N. d. Establecer, en comunión con los Vicarios episcopales y Decanos, programas, servicios y formas de apostolado, según las distintas necesidades que presentan la pastoral, urbana, suburbana, rural. e. Incluyan en ellos, también, las opciones prioritarias y los nuevos retos que están surgiendo de la realidad para la pastoral familiar, juvenil, campesina, indígena, obrera, de alejados, de pobres y marginados, de cuidado respecto a los grupos religiosos y sectas. f. Establecer, igualmente, formas para recabar los informes sobre los programas parroquiales, en las visitas de fraternidad y comunión pastoral que les corresponde realizar cada año. 402 N. Establecer, con los Pastores, y coordinar con los Vicarios episcopales y Decanos, itinerarios y experiencias de espiritualidad, y retiros oportunos, según los tiempos litúrgicos, con el fin de desarrollar sus propios carismas y los carismas de 393 los demás agentes de pastoral. 420 N. Promover, asimismo, un seguimiento y acompañamiento de la familia en las diversas etapas de la formación y desarrollo de sus hijos, particularmente cuando se trata de apoyarlos en su elección vocacional. 421 N. Organizar, igualmente, los servicios que sean necesarios o programas de formación sobre los legítimos derechos de los padres de familia relacionados con la educación de sus hijos. 422 N. a. Propiciar, a una con los Pastores, sus Vicarios episcopales, y la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, coordinados por la Comisión Diocesana de Educación y Cultura, canales de diálogo y colaboración entre los profesionales de la educación, tanto de las instituciones católicas como de las escuelas particulares u oficiales, y los padres de familia. b. Propiciar, también, que las escuelas sean auténticas comunidades educativas, formadoras de la persona, cultivadoras de su fe y promotoras de su compromiso con la sociedad c. Promover, elaborar y aplicar, igualmente, programas de capacitación y formación para los maestros, particularmente d. Integren, asimismo, a algunos fieles cristianos laicos, hombres o mujeres, capacitados pedagógicamente y prepárenlos para que colaboren específicamente en la formación de los valores humanos y cristianos y en la orientación vocacional. 424 N. Promover, con los Agentes de pastoral responsables de Grupos o Movimientos laicos, programas que incentiven la responsabilidad de los fieles cristianos, mediante la proclamación para crecimiento de los valores culturales, a la luz del Evangelio, desde la familia. 440 N. a. Dinamizar, a una con el Obispo, la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar e integrarla a la Pastoral Orgánica Diocesana y al Consejo Diocesano de Pastoral, para que promueva y coordine toda la acción pastoral en relación a la formación integral de la familia en las distintas estructuras y movimientos diocesanos: Parroquia, Decanato, Zona pastoral, Diócesis b. Promover, con los Decanos y Vicarios episcopales, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar y en armonía con y los Responsables diocesanos de las tres dimensiones de la Evangelización, los planes, programas y centros necesarios para dinamizar la pastoral familiar, en todos los sectores, niveles y estructuras de nuestra vida diocesana. c. Incluir, asimismo, en el trabajo pastoral, la colaboración de peritos, expertos en medicina familiar, derecho, comunicaciones, pedagogía, psicología, sociología y teología. e. Realizar, con los Pastores, los Decanos y Vicarios episcopales, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, cursos y retiros de 394 la formación en la fe para que las familias vivan su adhesión a Jesucristo, Evangelio del Padre, y a su Iglesia. f. Atender, asimismo, con programas y procesos determinados y adaptados, las áreas más importantes de la Pastoral familiar, como son: formación para el matrimonio y la familia, atención a la persona en las distintas etapas de la vida, atención especial a las familias desintegradas o en circunstancias irregulares y fortalecimiento de los valores culturales y cristianos existentes en nuestros hogares. g. Incluir, también, en estos procesos las formas concretas existentes en la Diócesis u otras nuevas para la preparación del Sacramento del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía, en que participe toda la familia (cf CIC cc. 851 §2. 843 §2. 890). i. Discernir y decidir, según indicación del Obispo, sobre la necesidad de que algunos de los integrantes de la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, sean de tiempo completo y prevea los gastos de los mismos. 422 N. a. Propiciar, con los Pastores, sus Decanos, los Vicarios episcopales y la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, coordinados por la Comisión Diocesana de Educación y Cultura, canales de diálogo y colaboración entre los profesionales de la educación, tanto de las instituciones católicas como de las escuelas particulares u oficiales, y los padres de familia, con el fin de cuidar la formación integral de los alumnos. b. Propicien, también, que las escuelas sean auténticas comunidades educativas, formadoras de la persona, cultivadoras de su fe y promotoras de su compromiso con la sociedad c. Promover, elaborar y aplicar, igualmente, programas de capacitación y formación para los maestros, particularmente de los más jóvenes, en orden a la educación integral de los alumnos, y a su orientación vocacional. d. Integrar, asimismo, a algunos fieles cristianos laicos, hombres o mujeres, capacitados pedagógicamente y prepararlos para que colaboren específicamente en la formación de los valores humanos y cristianos y en la orientación vocacional, al menos en las escuelas particulares en las que los padres de familia soliciten este servicio. Prever, también, programas extraescolares, semejantes y adecuados para los alumnos de las escuelas oficiales. 424 N. Promover, con los Agentes de pastoral responsables de Grupos, Movimientos, Organismos y Estructuras del apostolado de los laicos, programas que incentiven la responsabilidad de los fieles cristianos laicos, especialmente entre los profesionistas, los gestores del cambio social y de las modas, mediante la proclamación y crecimiento de los valores culturales, a la luz del Evangelio, desde la familia. 440 N. a. Dinamizar, con el Obispo, la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar e integrarla a la Pastoral Orgánica Diocesana y al Consejo Diocesano de 395 Pastoral, para que promueva y coordine toda la acción pastoral en relación a la formación integral. b. Promover, con los Decanos y Vicarios episcopales, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar y los Responsables diocesanos de las tres dimensiones de la Evangelización, los planes, programas y centros necesarios para dinamizar la pastoral familiar. c. Incluir, asimismo, en el trabajo pastoral, la colaboración de peritos, expertos en medicina familiar, derecho, comunicaciones, pedagogía, psicología, sociología y teología. d. Unir esfuerzos, capacidades y carismas de los Agentes de Pastoral Familiar y los Movimientos de Familia aprobados en nuestra Diócesis, manteniendo en su acción una verdadera comunión con el Obispo y los párrocos. e. Realizar, con los Pastores, sus Decanos y Vicarios episcopales, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, cursos y retiros de la formación en la fe para que las familias vivan su adhesión a Jesucristo, Evangelio del Padre, y a su Iglesia. f. Atender, asimismo, con programas y procesos determinados y adaptados, las áreas más importantes de la Pastoral familiar, como son: formación para el matrimonio y la familia, atención a la persona en las distintas etapas de la vida, atención especial a las familias desintegradas o en circunstancias irregulares y fortalecimiento de los valores culturales y cristianos existentes en nuestros hogares. g. Incluir, también, en estos procesos las formas concretas existentes en la Diócesis u otras nuevas para la preparación del Sacramento del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía, en que participe toda la familia (cf CIC cc. 851 §2. 843 §2. 890). i. Discernir y decidir, con el Obispo, sobre la necesidad de que algunos de los integrantes de la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, sean de tiempo completo y prevea los gastos de los mismos. 442 N. c. Discernir y decidir, a una con el Obispo, a través de la Comisión Diocesana de Liturgia y de Pastoral Familiar, las normas precisas en un "Instructivo Pastoral para la Celebración del Sacramento del Matrimonio en la Diócesis de Toluca" (cf SC 42. 77-79). 460 N. b. Urgir, con el Obispo, en discernimiento con sus Vicarios episcopales y los Responsables de la Pastoral Juvenil, las especializaciones de algunos presbíteros, religiosos, religiosas y laicos, según sus cualidades y disposición, para que se consagren competentemente a la Pastoral Juvenil. 479 N. Integrar, con el Obispo, en coordinación con el Consejo Diocesano de Pastoral, la Pastoral Vocacional en la Pastoral Orgánica y apoyar, bajo la guía del Espíritu Santo, toda manifestación vocacional. 481 N. Colaborar con el Obispo para que destine a tiempo completo, al menos a 396 un sacerdote que atienda convenientemente la integración de un Equipo Diocesano, capacitado, testimonial y eclesial, en favor de la Pastoral Vocacional. 482 N. Colaborar con el Obispo para que reestructure, en colaboración con el Rector del Seminario, del Vicario episcopal para la Vida Consagrada y de algunos representantes de los Superiores y Superioras de los Institutos de Vida Consagrada en nuestra Diócesis, la Comisión Diocesana de Pastoral Vocacional, dándole funcionalidad, no sólo como prioridad permanente, sino como necesidad de vida para el futuro evangelizador de nuestra Iglesia particular y aún para responder a la misión «ad Gentes» (cf CIC cc. 223. 385). 484 N. b. Renovar y estructurar constantemente, con la Comisión Diocesana de Pastoral Vocacional, los Vicarios episcopales y Decanos, los Equipos Decanales y Parroquiales de Pastoral Vocacional, en las distintas estructuras diocesanas. c. Promover y favorecer, en comunión con el Obispo, los Vicarios episcopales y los Decanos, los recursos humanos y materiales que sean indispensables para sustentar la acción evangelizadora de la Pastoral Vocacional. Utilizar, también, los Medios de Comunicación Social para la promoción vocacional. 496 N. a. Encomendar, en comunión con el Obispo, a la Comisión Diocesana de Pastoral Social, como prioridad permanente de su programación, acción y mística, la atención pastoral a los «pobres». 503 N. b. Evitar, a una con el Obispo, Sacerdotes, Religiosos y Religiosas, ser un antitestimonio con su bienes materiales y con sus preferencias hacia los ricos y procuren vivir con los pobres, de tal manera que no sean vistos por ellos como una clase privilegiada (cf CIC cc. 282. 387. 634. 640). 520 N. a. Reestructurar, en comunión don el Obispo y los Responsables de las tres dimensiones de la Evangelización, el Departamento de Pastoral Bíblica, y encomiéndenle tareas específicas que respondan el desafío proselitista de las sectas y movimientos religiosos. 536 N. a. Promover, en comunión con el Obispo, con los Vicarios, Decanos, Párrocos y otras personas, recursos de toda índole para implementar una acción pastoral en favor de las parroquias en las áreas urbanas y suburbanas, b. Implementar, proponer y animar, con el Consejo Diocesano de Pastoral a los Decanos y Vicarios episcopales, apoyado por los «Equipos eclesiales», designados para este trabajo pastoral, planes y programas específicos, líneas de acción y de aplicación pastoral, en las zonas o áreas urbanas y suburbanas correspondientes. 545 N. a. Promover e implementar, en comunión con el Obispo y con sus 397 próvidos colaboradores, los elementos, recursos y organismos necesarios que propicien el nacimiento de una estructura parroquial de comunión y participación, apta para atender a los fieles de los sectores urbanos y suburbanos. b. Conjuntar, también, en la medida de lo posible, en las áreas urbanas y suburbanas, a los presbíteros con suficiente salud, creatividad, energía, disponibilidad, apertura y capacidad para construir un nuevo estilo vida parroquial, en el espíritu eclesial de comunión y participación y de la nueva evangelización. c. Preparar, asimismo, por medios más oportunos, y aún desde el Seminario, a los presbíteros cuyas características disciernan como más adaptadas, para que presten su servicio ministerial en las áreas urbanas y suburbanas y proveer a los fieles de estos sectores, con los pastores que necesitan, aún a costa de dolorosos traslados y de eximirlos de sus responsabilidades o cargos. d. Asegurar, también, que los proyectos pastorales en las parroquias urbanas o suburbanas tengan la continuidad, la madurez y la creatividad, aún cuando algún párroco sea transferido y venga otro a continuar su ministerio. e. Advertir, igualmente, que en el Seminario se atienda, dentro de la formación integral, el aspecto pastoral de las áreas urbanas y suburbanas. 556 N. a. Establecer, en comunión con el Obispo, la Comisión Diocesana de Comunicación Social, unida a la Comisión de Educación y Cultura, integrada por laicos comprometidos y profesionales de la Comunicación; y determine un Equipo Sacerdotal integrado y capacitado para el acompañamiento pastoral a los Agentes de pastoral, en el campo de la Comunicación Social. 559 N. Promover, en comunión con el Obispo, la formación de un organismo diocesano, integrado por sacerdotes y laicos comprometidos, para que atienda «el mundo del trabajo», con programas adaptados para su formación integral. 568 N. a. Encomendar, en comunión con el Obispo a la Comisión Diocesana de Pastoral Social, la atención pastoral a los Constructores de la Sociedad, aprovechando los recursos humanos con los que ya se cuenta. 581 N. a. Establecer, en comunión con el Obispo, en la Comisión Diocesana de Pastoral Profética, un Departamento que dinamice la evangelización en las áreas del turismo, del deporte y de la ocupación del tiempo libre. 584 N. Instituir, en comunión con el Obispo, la Comisión Diocesana de Pastoral de Santuarios, preferentemente con algunos Rectores o Responsables de éstos, que dinamice y coordine los diferentes eventos de evangelización y catequesis. 613 N. c. Cuidar de que se establezca, en comunión con el Obispo, mediante el Departamento de Comunicación y Relaciones Públicas, un centro diocesano de informática computarizado, con extensiones en las Zonas Pastorales, Decanatos y Parroquias. 398 h. Elaborar, con el Obispo diocesano, a una con el Consejo de Pastoral, los Vicarios episcopales y Decanos, los criterios concretos para la admisión de nuevos Institutos de Vida Consagrada en la Diócesis. 614 N. a. Revisar detenidamente, colaborando con el señor Obispo, la situación de los distintos Consejos diocesanos para actualizarlos y hacerlos funcionales. Prever, igualmente, lo que pide hoy la Iglesia y adaptarlo a las necesidades de la sociedad. (cf CIC c. 495). b. Integrar en el Consejo Diocesano de Pastoral, personas competentes propuestas por Vicarios y Decanos o designadas por el Obispo. c. Motivar y promover los Consejos Parroquiales de Pastoral en toda la Diócesis. d. Promover y coordinar, a los Asistentes Eclesiásticos y Dirigentes Laicos de las Comisiones y Departamentos Diocesanas, para apoyar con los distintos Organismos y Movimientos el Plan Diocesano de Pastoral 615 N. c. Establecer, con el Obispo y los Vicarios episcopales, en común acuerdo, el programa y tipo de reuniones entre ellos y mantener una comunicación y relación permanentes. d. Promuevan, con los Vicarios episcopales, especialmente entre los presbíteros, una vivencia real y comprometida de su función ministerial, basada en una reflexión teológica sobre el sentido de comunión con el Obispo diocesano, la Curia y los demás miembros del Pueblo de Dios. e. Organizar, igualmente, reuniones de estudio y espiritualidad, que incrementen la mutua e insustituible relación humana y evangélica que se ha de vivir entre el Obispo y sus presbíteros. f. Establecer y programar, de la misma manera, con los Vicarios episcopales, reuniones periódicas entre todos los miembros y sectores del pueblo de Dios con el Obispo, particularmente con los presbíteros, para favorecer el mutuo conocimiento, aprecio y estima. g. Responsabilícense, con los Vicarios episcopales y los Decanos, en comunión con el Vicario general (y Obispo Auxiliar,) y la "Comisión «ad hoc» para la aplicación del Sínodo" de la aplicación dinámica del Plan Diocesano y de la mentalidad eclesial renovadora del Concilio, del Sínodo diocesano y de sus disposiciones pastorales. i. Apoyar, en comunión con Obispo, a los Vicarios episcopales, enviándoles los vicarios parroquiales necesarios, para que puedan responsabilizarse generosamente de la vida pastoral, según el Plan Diocesano, en la Zona a ellos encomendada. k. Analizar y proponer nuevas alternativas, con los Vicarios episcopales y Decanos junto con la Comisión Diocesana de límites para reestructurar pastoralmente las Zonas, Decanatos y parroquias, de manera que se pueda conseguir una mayor integración y eficacia pastoral. 616 N. a. Reestructurar, con el Obispo y sus Vicarios episcopales, el Equipo 399 responsable de las Obras Misionales Pontificio-Episcopales, como Equipo Eclesial permanente de «animación misionera», que haga llegar su acción a las parroquias y familias. 617 N. a. Reestructurar, en comunión con el Obispo, según el tiempo oportuno, convenido o señalado, a las distintas Comisiones y Departamentos Diocesanos. b. Encomendar igualmente las distintas Comisiones y Departamentos Diocesanos a un Equipo Eclesial y no a una sola persona, para garantizar su eficiencia y apertura, así como la continuidad de los programas f. Reestructurar, en apoyo al Obispo, las distintas Comisiones Diocesanas de Pastoral Profética, Pastoral Litúrgica y Pastoral Social, para que precisen, los respectivos Responsables, conforme a los criterios actuales del Magisterio, en acuerdo con el Plan Diocesano de Pastoral, programas realistas, servicios dinámicos que incluyan las tres dimensiones de la Evangelización. 620 N. g. Discernir y determinar, con el Obispo, y dar el parecer de los Decanos y Párrocos, sobre aquellos servicios de naturaleza parroquial que pueden compartirse "ad fidelium commoditatem: para comodidad de los fieles", desde las Rectorías de los Templos y Capillas existentes (cf CIC c. 858). i. Renovar y dar a conocer, cuando lo requiera el Obispo, la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, integrar en ella a los Asesores Presbíteros y a los Dirigentes laicos de los distintos Organismos dedicados a la Familia. j. Reestructurar, en comunión con el Obispo, y determinar la naturaleza de los Equipos eclesiales diocesanos de la Comisión Diocesana de Pastoral Juvenil, incluyendo en ella la Vocacional, Estudiantil y Universitaria, con personal capacitado. k. Integrar, en colaboración con el Obispo, la Comisión Diocesana de Educación y Cultura, con personas adecuadas para garantizar la programación, eficacia y competencia de sus servicios y con un asesor presbítero l. Integrar y establecer, en comunión con el Obispo, la Comisión Diocesana para la Pastoral de los Medios de Comunicación Social, con personal capacitado entre presbíteros, religiosos, religiosas y laicos, hombres y mujeres, de manera que se responsabilicen de la evangelización, a través de estos medios (cf CIC c. 822). m. Disponer, en comunión con el Obispo diocesano, la revisión y estructuración de las Comisiones Diocesanas existentes; promover dentro de ellas la constitución de aquellos Departamentos que urgen más para la atención pastoral de los distintos sectores. n. Establecer, colaborando con el Obispo diocesano, el Departamento Diocesano para la Formación de Agentes de Pastoral y aquellos que sean necesarios conforme al espíritu del Sínodo. 623 N. a. Discernir y actualizar, en comunión con el Obispo, con el Consejo Diocesano de Pastoral, con los Vicarios episcopales y algunos Párrocos que 400 tengan en su parroquia personas o grupos significativos de las instituciones tradicionales de origen religioso-cultural de nuestro pueblo, tales como Fiscales, Mayordomos, Topiles,... las orientaciones, instructivos o reglamentos, planes y programas pastorales de atención a estos miembros importantes del Pueblo de Dios, para que sus servicios y actitudes personales o de grupo se integren a la misión evangelizadora de la Parroquia. 624 N. b. Establecer, en unión con los Decanos y la Comisión Diocesana para la Formación Permanente del Clero, programas concretos, permanentes, experiencias, planes y evaluaciones periódicos, de formación integral para los familiares de los presbíteros o para quienes de manera constante les asisten en su casa. Denles la posibilidad de ejercer algún ministerio de manera competente y testimonial como creyentes y apóstoles y, principalmente, háganlos conscientes de su misión y servicio dentro de la comunidad. 625 N. a. Incrementar corresponsablemente con el Obispo, los demás Vicarios episcopales y Decanos, la Comisión de Formación Permanente y el Consejo Presbiteral, en sus reuniones y con reflexiones específicas, el sentido eclesial de comunión y participación entre los presbíteros, con todo lo que esto significa para la vida fraterna, incluido el aspecto económico. b. Promover, asimismo, especialmente en el Decanato, comunidad base del presbiterio, un espíritu fraterno de solidaridad, de conversión y de comunicación cristiana de bienes entre todos los presbíteros. Eviten éstos la acumulación de bienes y toda apariencia de lucro y ostentación, sobre todo en el uso de cierto tipo de vehículos o inmuebles (cf CIC c. 282). 627 N. a. Recabar, en solidaridad con el Obispo, mediante los encargados de las respectivas casas o centros de espiritualidad, una información documentada sobre los inmuebles que se han considerado siempre bienes eclesiásticos... b. Preparar, con el Obispo, mediante el mismo Consejo, y solicitar ante la Secretaría de Gobernación Federal el registro legal de las propiedades de la Diócesis de Toluca, A.R. c. Encomendar, igualmente, a los Vicarios episcopales y Decanos, la revisión periódica, física y legal de muebles e inmuebles de las parroquias, según inventario actualizado periódicamente. ll. ACERCA DEL MINISTERIO DE LOS «VICARIOS EPISCOPALES DE ZONA PASTORAL» EN COMUNIÓN CON EL OBISPO DIOCESANO, CON LOS DEMÁS VICARIOS DEL MISMO Y LOS DECANOS. 20 N. a. Establecer con el Obispo, el Vicario de Pastoral y Decanos en armonía con el espíritu de nuestro Primer Sínodo Pastoral Diocesano, «procesos 401 evangelizadores de educación integral en la fe teologal», con fidelidad a Cristo, a su Iglesia y a nuestro hermano el hombre. b. Cuidar, también, que toda relación y acción entre los fieles laicos confiados a su atención pastoral se mantengan en la fidelidad al espíritu de comunión y participación (cf SD 57). 24 N. Revisar en solidaridad con el Obispo, con el Vicario episcopal para la Pastoral y la Comisión para Formación permanente del Clero, con el Equipo formador del Seminario el plan de formación integral y establecer programas fundamentales de acompañamiento personalizado a los presbíteros, para apoyarles en su crecimiento integral, que fortalezca su identidad con Cristo Pastor, Cabeza, Esposo y Servidor. 27 N. b. Velar, con el Vicario para la Pastoral para que los distintos sectores del pueblo de Dios conozcan su identidad, carisma, espiritualidad y actividades apostólicas que ofrecen a la comunidad (los Movimientos) c. Discernir, también con los Párrocos, los programas, su aplicación y evaluación, a partir de un análisis de la realidad y con fundamento en las palabras y las acciones de Jesucristo, siguiendo el espíritu del Concilio Vaticano II y del Magisterio posterior. d. Asegurar, con los Agentes de pastoral una visión pastoral de nuestra identidad como mexicanos para comprenderla desde sus raíces históricas y culturales, apreciarla, purificarla y transformarla desde el Evangelio. 34 N. a. Asumir, con el Vicario para la Pastoral y quienes tienen confiado algún Organismo diocesano, en comunión con el Obispo, la responsabilidad de planear, programar y evaluar periódicamente el proceso de la pastoral orgánica, integral y diferenciada. b. Acompañar, igualmente, a los distintos miembros del Pueblo de Dios, especialmente a los presbíteros, en todo itinerario apostólico o de formación integral, orientado a la integración en la pastoral orgánica diocesana. 40 N. a. Integrar, con el Señor Obispo y sus Vicarios Generales las tres dimensiones pastorales de la evangelización en las estructuras Parroquiales, Decanales y Vicarías o Zonas. b. Responsabilícense de armonizar, orgánicamente y en conjunto, sus planes y programas, como prioridad de prioridades 49 N. b. Coordinar con los responsables de las Comisiones de Profética Litúrgica y Social el establecimiento y dinamización de programas, itinerarios y servicios que favorezcan, en los fieles y grupos, el testimonio fehaciente de su experiencia de Dios en el cumplimiento cotidiano de su misión. 57 N. Incentivar creativamente, en coordinación con el Vicario episcopal para 402 la Pastoral y los Decanos, programas e itinerarios que ayuden a los fieles, a partir de la comunidad parroquial, en su proceso de maduración y celebración de su fe, en su capacitación apostólica y misionera "ad Gentes", y su consecuente proyección en la vida social. 67 N. Organizare implementar, con los Decanos, apoyados por el Rector y Equipo Formador de nuestro Seminario, centros o servicios de formación y reflexión teológica (cursos, talleres, experiencias...), para todos los miembros del Pueblo de Dios (cf CIC cc. 217. 229 §1-2). 105 N. Estudiar y precisar con los Vicarios episcopales y Decanos, a una con las Comisiones Diocesanas de Pastoral Litúrgica y sus Departamentos de Música y de Arte Sacro, las disposiciones más oportunas y adaptadas para la celebración eclesial digna de la Palabra, de los Sacramentos y, especialmente de la Eucaristía. 116 c. Promover, con los Vicarios episcopales y Decanos la Comisión Diocesana de Pastoral Social, estructuras a nivel parroquial, decanal, zonal y diocesano, que hagan viable la acción eficaz de la Iglesia, en orden a los Derechos Humanos. 194 N. b. Promover soluciones, con los Vicarios episcopales y los Decanos, para que los Pastores con sus respectivas Comunidades, afronten como Iglesia diocesana, de manera corresponsable y fraternal, la justa remuneración y las necesidades materiales de quienes se dedican a tiempo completo a la formación inicial de los futuros pastores (cf CIC c. 281). c. Apoya, igualmente, a los presbíteros del Equipo formador, sin distraerlos de su ministerio específico. 272 N. a. Implementar, con Decanos, y coordinados por el Vicario episcopal para los Institutos de Vida consagrada, los medios adecuados para que todos los miembros de la Vida consagrada conozcan, aprecien y promuevan el «misterio de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica» 275 N. b. Promover con los Superiores y Superioras, Coordinadores y Moderadores de las distintas Comunidades de Vida Consagrada, los Decanos y el Rector del Seminario, convocados por el Vicario episcopal para la Vida Consagrada, oportunidades de dar a conocer a los distintos sectores del pueblo de Dios, el carisma específico de cada Instituto, la forma concreta de su presencia y actividad apostólica en nuestra Iglesia particular, especialmente de la Vida contemplativa. 285 N. c. Mantener, a una con el Obispo y en particular el Vicario episcopal para la Vida Consagrada, una constante relación pastoral con los miembros de los distintos Institutos de Vida consagrada; darles el respeto, aprecio y atención debidos a hermanos. 403 292 N. a. Favorecer y coordinar, a una con los Decanos, según el caso, la integración y participación de personas e Institutos de Vida consagrada en la elaboración de los planes pastorales. 335 N. a. Promover, a una con el Obispo, Vicarios Generales Decanos, en corresponsabilidad con su Presbiterio, programas para la participación y vivencia del misterio de la Iglesia, «comunión y participación para la misión», 336 N. a. Promover periódicamente, con los Decanos, tiempos de estudio y reflexión en común, retiros y momentos de oración, que faciliten a todos los presbíteros el conocer, aceptar y asumir el espíritu del Concilio Ecuménico Vaticano II, del Magisterio posterior, de las orientaciones del Obispo y de este Sínodo Diocesano. 337 N. Cultiven permanentemente, con los Decanos y demás Pastores, en sus experiencias evangelizadoras, intercambios sacerdotales, catequesis, y en todas sus demás acciones pastorales, la conciencia de fe y la responsabilidad del compromiso respecto al sacramento del Orden en sus tres grados. 338 N. e. Establecer, a una con los Decanos, formas concretas de profundización en la sacramentalidad del episcopado y su relación con el pueblo de Dios b. Cultiven, igualmente con los Pastores, estas vocaciones al Diaconado permanente para el servicio de la caridad, la liturgia, administración de los sacramentos que le son propios y para la atención más esmerada de nuestras opciones preferenciales. 340 N. a. Suscitar, a una con los Decanos, en toda la comunidad diocesana, el interés por el don del Diaconado permanente, por conocer su identidad y misión específica en la Iglesia; descubran en común las necesidades reales y sentidas que requieran su establecimiento. b. Cultivar, igualmente con los Pastores, estas vocaciones al Diaconado permanente para el servicio de la caridad, la liturgia, administración de los sacramentos que le son propios y para la atención más esmerada de nuestras opciones preferenciales. 343 N. a. Impulsar, programar y organizar, con especial caridad pastoral, junto con los Decanos, el Presidente del Consejo presbiteral, el Responsable de la Comisión para la formación permanente del presbiterio, el Rector del Seminario, coordinados por el Vicario general, las experiencias de auténtica «vida en común» de los presbíteros, en el ámbito decanal, zonal y diocesano (cf Jn 17, 21; CIC cc. 280. 533 §1. 550 §1-2). b. Favorecer, igualmente, la «vida en común» entre sus hermanos presbíteros, promoviendo distintas opciones: 1) La oración personal y comunitaria. La 404 celebración de la Eucaristía y de la Liturgia de las Horas en común, y la Reconciliación sacramental. Retiros, Ejercicios espirituales y experiencias similares, como la preparación de la homilía. 2) Casa y mesa común. 3) Revisión de vida en grupos. Acompañamiento o dirección espiritual. 4) Atención solícita a los hermanos sacerdotes solos, enfermos o ancianos, los agobiados por el trabajo, o que sufren alguna pena particular, o pasan por alguna prueba. c. Establecer, los Decanos, el Responsable de la Comisión para la Formación Permanente del Clero, el Presidente del Consejo Presbiteral, coordinados por el Vicario general, la forma concreta que facilite la fraternidad sacerdotal, la santidad en el ejercicio del ministerio, la comunión con el Obispo y con toda la Iglesia y el desarrollo pastoral de los Vicarios parroquiales, en la interrelación y «vida en común» con los Párrocos. 354 N. a. Promover entre los presbíteros, con los Vicarios episcopales, presidente del Consejo Presbiteral, coordinados por la Comisión Diocesana de la Formación Permanente del Clero, el espíritu de una pastoral de comunión y participación, animada por la caridad pastoral, 356 N. c. Establecer, con el Obispo, en reflexión y oración con los Decanos Episcopales y el Consejo Presbiteral, el criterio del tiempo prudente e ideal de permanencia del pastor no sólo en la parroquia sino también en otros servicios pastorales, atendiendo al bien del mismo presbítero y de la comunidad, de los organismos o de las estructuras eclesiales, a fin de favorecer la constante renovación de la pastoral orgánica, sin olvidar la norma establecida por la Conferencia del Episcopado Mexicano (cf CIC c. 522. Norma complementaria de la CEM, n. 1575: “Los párrocos serán nombrados por tiempo indefinido. Excepcionalmente, por motivos válidos y de acuerdo con su prudencia, los Obispos podrán nombrarlos por un tiempo determinado, no inferior a los seis años”. -Entró en vigor el 29 de junio de 1994-). 357 N. Responsabilizarse, en comunión con los Decanos de su Zona, de alentar la fraternidad sacramental, de promover la espiritualidad sacerdotal, de facilitar la formación permanente y de integrar orgánicamente las acciones pastorales de los presbíteros de sus Decanatos 360 N. e. Determinar, en comunión con el Obispo el retiro espiritual mensual, en el Decanato o Zona Pastoral, como actividad distinta a la reunión decanal de estudio, convivencia o planeación pastoral. 366 N. a. Establecer, formas de justicia y caridad pastoral para dar soluciones auténticamente humanas, a partir de un análisis objetivo de la realidad y de una planeación diocesana, basadas en el Evangelio, que eduquen a los presbíteros, desde una recta conciencia moral, para el compromiso de la comunión y participación en orden a una justa nivelación de los bienes materiales y de los 405 recursos económicos, igual que a la institución de la «masa común», que garanticen la congrua y digna sustentación de todos los presbíteros y de quienes les atienden; precisen, singularmente, la ayuda y atención a los presbíteros solos, ancianos o enfermos (cf CIC cc. 281-282. 1274 §1-2. 1263). 372 N. e. Proponer, con la Comisión Diocesana para la Formación permanente del Clero y Decanos, los programas y métodos de relaciones humanas que incrementen el mutuo conocimiento y el diálogo, acorten distancias y ayuden a los presbíteros a aceptarse mutuamente y a superar con madurez las críticas destructivas, competencias o diferencias generacionales, culturales y de personalidad. 373 N. a. Establecer, igualmente, en los Decanatos y Zonas pastorales, los medios oportunos para fomentar la amistad entre los presbíteros, la relación interpersonal armónica y la madurez afectiva. 374 N. a. Responsabilizarse, con la Comisión para la Formación permanente del Clero y los Decanos, de implementar programas y recursos para que los presbíteros se mantengan adecuadamente actualizados y preparados para responder a las preguntas y a las dudas que presenta el hombre de hoy (cf CIC c. 279 §1). b. Preparar, asimismo, programas e instrumentos técnicos adecuados para la formación en el conocimiento y utilización de los medios de comunicación social (cf DMVP 17). c. Determinar, promover y programar, igualmente, el «año sabático» o la participación en algún curso en las Universidades Pontificias o Instituciones similares, para aquellos sacerdotes que tengan interés y estén suficientemente dispuestos a vivir esta experiencia. d. Faciliten y apoyen, de la misma manera, respetando y valorando las cualidades de cada uno, la especialización de algunos presbíteros en las distintas áreas de las ciencias necesarias para el servicio pastoral diocesano, incluso buscando la manera de sufragar los gastos que se requieran para cubrir estos estudios (cf CIC c. 279 §1.3). 376 N. a. Cuidar, con la Comisión para la Formación permanente del Clero y los Decanos, como misión prioritaria, el desarrollo de la vida espiritual de los presbíteros. 389 N. a. Programar, con los Decanos, para los agentes de pastoral, experiencias de fe, integrales y específicas, para que asuman, en actitud de conversión, las orientaciones conciliares que nos llaman a pasar de una pastoral «individualista» a la «pastoral de comunión y participación. b. Implementen y faciliten, igualmente, los medios adecuados para que todas estas acciones incrementen la comunión y la participación entre las familias, los Organismos, Movimientos, Rectorías y Capellanías en la Parroquia, el Decanato y 406 la Zona pastoral. 390 N. Cultivar, con los Agentes de pastoral y los Decanos, la comunión y participación eclesiales que favorezca su relación personal, fraterna y afectiva con los distintos miembros de la jerarquía, b. Cuidar, con el Vicario para la pastoral y con aprobación del Obispo, las líneas básicas, los criterios, los procesos y las dinámicas, en guías pedagógicas y operativas ("Instructivos Generales"), en orden a la constitución de los Consejos de Pastoral en las Parroquias y en los Decanatos. Anímenlos, asimismo, por medio en la Zona y evalúenlos periódicamente, con sus correspondientes planes y programas. 399 N. b. Velar, a una con los Decanos, para que los programas parroquiales, decanales o diocesanos, sean asumidos, continuados, alentados y evaluados, con fidelidad y solicitud, por cada Agente de pastoral, singularmente por los Párrocos. d. Establecer, en comunión con el Vicario episcopal para la Pastoral y los Decanos, programas, servicios y formas de apostolado, según las distintas necesidades que presentan la pastoral, urbana, suburbana, rural. e. Incluir en ellos, también, las opciones prioritarias y los nuevos retos que están surgiendo de la realidad para la pastoral familiar, juvenil, campesina, indígena, obrera, de alejados, de pobres y marginados, de cuidado respecto a los grupos religiosos y sectas. f. Establecer, igualmente, formas para recabar los informes sobre los programas parroquiales, en las visitas de fraternidad y comunión pastoral que les corresponde realizar cada año. 402 N. Establecer, con los Pastores y Decanos, itinerarios y experiencias de espiritualidad, y retiros oportunos, según los tiempos litúrgicos, para los demás agentes de pastoral. 415 N. Promover y dinamizar, con los Decanos, los Pastores y Agentes de pastoral de sus Decanatos, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, centros permanentes para la atención pastoral de la familia. 419 N. Implementar, con los Pastores y Vicarios episcopales, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, aquellos programas, escuelas para padres, experiencias, cursos u otros medios que capaciten a los padres de familia para favorecer el desarrollo integral y la maduración de sus hijos. 420 N. Promover, asimismo, un seguimiento y acompañamiento de la familia en las diversas etapas de la formación y desarrollo de sus hijos, particularmente cuando se trata de apoyarlos en su elección vocacional. 407 421 N. Organizar, igualmente, los servicios que sean necesarios o programas de formación sobre los legítimos derechos de los padres de familia relacionados con la educación de sus hijos. 422 N. a. Propiciar, con los Pastores y sus Decanos, y la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, coordinados por la Comisión Diocesana de Educación y Cultura, canales de diálogo y colaboración entre los profesionales de la educación, tanto de las instituciones católicas como de las escuelas particulares u oficiales, y los padres de familia. b. Propiciar, también, que las escuelas sean auténticas comunidades educativas, formadoras de la persona, cultivadoras de su fe y promotoras de su compromiso con la sociedad c. Promover, elaborar y aplicar, igualmente, programas de capacitación y formación para los maestros. d. Integren, asimismo, a algunos fieles cristianos laicos, hombres o mujeres, capacitados pedagógicamente y prepárenlos para que colaboren específicamente en la formación de los valores humanos y cristianos y en la orientación vocacional. 440 N. b. Promover, con los Decanos, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar y en armonía con y los Responsables diocesanos de las tres dimensiones de la Evangelización, los planes, programas y centros necesarios para dinamizar la pastoral familiar, en todos los sectores, niveles y estructuras de nuestra vida diocesana. c. Incluir, asimismo, en el trabajo pastoral, la colaboración de peritos, expertos en medicina familiar, derecho, comunicaciones, pedagogía, psicología, sociología y teología. e. Realizar, con los Pastores y sus Decanos, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, cursos y retiros de la formación en la fe para que las familias vivan su adhesión a Jesucristo, Evangelio del Padre, y a su Iglesia. f. Atender, asimismo, con programas y procesos determinados y adaptados, las áreas más importantes de la Pastoral familiar, como son: formación para el matrimonio y la familia, atención a la persona en las distintas etapas de la vida, atención especial a las familias desintegradas o en circunstancias irregulares y fortalecimiento de los valores culturales y cristianos existentes en nuestros hogares. g. Incluir, también, en estos procesos las formas concretas existentes en la Diócesis u otras nuevas para la preparación del Sacramento del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía, en que participe toda la familia (cf CIC cc. 851 §2. 843 §2. 890). i. Discernir y decidir, según indicación del Obispo, sobre la necesidad de que algunos de los integrantes de la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, sean de tiempo completo y prevea los gastos de los mismos. 408 460 N. b. Urgir, con el Obispo, en discernimiento con los Responsables de la Pastoral Juvenil, la especialización de algunos presbíteros, religiosos, religiosas y laicos, según sus cualidades y disposición, para que se consagren competentemente a la Pastoral Juvenil. 484 N. b. Renovar y estructurar constantemente, con la Comisión Diocesana de Pastoral Vocacional, y los Decanos, los Equipos Decanales y Parroquiales de Pastoral Vocacional, en las distintas estructuras diocesanas. c. Promover y favorecer, en comunión con el Obispo y los Decanos, los recursos humanos y materiales que sean indispensables para sustentar la acción evangelizadora de la Pastoral Vocacional. Utilizar, también, los Medios de Comunicación Social para la promoción vocacional. 503. N.b. Evitar, a una con el Obispo, Sacerdotes, Religiosos y Religiosas, ser antitestimonio con su bienes materiales y con sus preferencias hacia los ricos y procuren vivir con los pobres, de tal manera que no sean vistos por ellos como una clase privilegiada (cf CIC cc. 282. 387. 634. 640). 522 N. a. Promover como responsabilidad primera, con los Decanos, la formación bíblica de las personas en su comunidades, parroquias, organismos, movimientos y asociaciones eclesiales. 536 N. a. Promover, en comunión con el Obispo, con los demás Vicarios, Decanos, Párrocos y otras personas, recursos de toda índole para implementar una acción pastoral en favor de las parroquias en las áreas urbanas y suburbanas, b. Implementar, proponer y animar, con el Consejo Diocesano de Pastoral a los Decanos, apoyado por los «Equipos eclesiales», designados para este trabajo pastoral, planes y programas específicos, líneas de acción y de aplicación pastoral, en las zonas o áreas urbanas y suburbanas correspondientes 545 N. a. Promover e implementar, en comunión con el Obispo y con sus próvidos colaboradores, los elementos, recursos y organismos necesarios que propicien el nacimiento de una estructura parroquial de comunión y participación, apta para atender a los fieles de los sectores urbanos y suburbanos. b. Conjuntar, también, en la medida de lo posible, en las áreas urbanas y suburbanas, a los presbíteros con suficiente salud, creatividad, energía, disponibilidad, apertura y capacidad para construir un nuevo estilo vida parroquial, en el espíritu eclesial de comunión y participación y de la nueva evangelización. c. Preparar, asimismo, por medios más oportunos, y aún desde el Seminario, a los presbíteros cuyas características disciernan como más adaptadas, para que presten su servicio ministerial en las áreas urbanas y suburbanas y proveer a los fieles de estos sectores, con los pastores que necesitan, aún a costa de dolorosos traslados y de eximirlos de sus responsabilidades o cargos. 409 d. Asegurar, también, que los proyectos pastorales en las parroquias urbanas o suburbanas tengan la continuidad, la madurez y la creatividad, aún cuando algún párroco sea transferido y venga otro a continuar su ministerio. e. Advertir, igualmente, que en el Seminario se atienda, dentro de la formación integral, el aspecto pastoral de las áreas urbanas y suburbanas. 615 N. c. Establecer, con el Obispo y los Vicarios episcopales, en común acuerdo, el programa y tipo de reuniones entre ellos y mantener una comunicación y relación permanentes. d. Promover, especialmente entre los presbíteros, una vivencia real y comprometida de su función ministerial, basada en una reflexión teológica sobre el sentido de comunión con el Obispo diocesano, la Curia y los demás miembros del Pueblo de Dios. e. Organizar, igualmente, reuniones de estudio y espiritualidad, que incrementen la mutua e insustituible relación humana y evangélica que se ha de vivir entre el Obispo y sus presbíteros. f. Establecer y programar, de la misma manera, reuniones periódicas entre todos los miembros y sectores del pueblo de Dios con el Obispo, particularmente con los presbíteros, para favorecer el mutuo conocimiento, aprecio y estima. g. Responsabilizarse, en comunión con el Vicario episcopal para la Pastoral y los Decanos, con el Vicario general (y Obispo Auxiliar,) y la "Comisión «ad hoc» para la aplicación del Sínodo", de la aplicación dinámica del Plan Diocesano y de la mentalidad eclesial renovadora del Concilio, del Sínodo diocesano y de sus disposiciones pastorales. h. Cuidar, de manera efectiva, de las situaciones difíciles de sus hermanos presbíteros de su Zona, especialmente cuando se trate de carencias, vejez, invalidez, jubilación, enfermedad... k. Analizar y proponer nuevas alternativas, con los demás Vicarios episcopales y Decanos junto con la Comisión Diocesana de límites para reestructurar pastoralmente las Zonas, Decanatos y parroquias, de manera que se pueda conseguir una mayor integración y eficacia pastoral. l. Dialogar corresponsablemente, con la Comisión Diocesana de Límites, Decanos y Párrocos, en cuya jurisdicción se proyecta la erección de alguna parroquia m. Dar a conocer, de acuerdo con el Obispo diocesano, con forme a un instructivo propio, las facultades y tareas pastorales que se confían al Decano, desde el momento de su nombramiento. 616 N. a. Reestructurar, en comunión con el Obispo, el Equipo responsable de las Obras Misionales Pontificio-Episcopales, como Equipo Eclesial permanente de «animación misionera», que haga llegar su acción a las parroquias y familias. 620 N. g. Discernir y determinar, con el Obispo, y dar el parecer de Decanos y Párrocos, sobre aquellos servicios de naturaleza parroquial que pueden 410 compartirse "ad fidelium commoditatem: para comodidad de los fieles", desde las Rectorías de los Templos y Capillas existentes (cf CIC c. 858). d. Cuidar, en unión con los Decanos, las relaciones fraternas párroco-vicario y viceversa. Cuiden, de la misma manera, la relación entre los Párrocos y los Adscritos. j. Incrementar, en unión con los Párrocos coordinados por sus Decanos, por medio de programas e itinerarios oportunos, el sentido de comunión que tiene por naturaleza la Parroquia, como primera comunidad vital de la Iglesia, como expresión de verdadera comunidad cristiana y como fuente necesaria de una auténtica evangelización, "íntimamente vinculada a la Iglesia Universal, mediante una sincera y profunda caridad pastoral con el Obispo diocesano..." (PARE II.2.46; cf SD 58). 622 N. d. Cuidar, con los Decanos, las relaciones fraternas párroco-vicario y viceversa. Cuiden, de la misma manera, la relación entre los Párrocos y los Adscritos. 623 N. a. Discernir y actualizar, en comunión con el Obispo, con el Consejo Diocesano de Pastoral, con los Vicarios episcopales y algunos Párrocos que tengan en su parroquia personas o grupos significativos de las instituciones tradicionales de origen religioso-cultural de nuestro pueblo, tales como Fiscales, Mayordomos, Topiles,... las orientaciones, instructivos o reglamentos, planes y programas pastorales de atención a estos miembros importantes del Pueblo de Dios, para que sus servicios y actitudes personales o de grupo se integren a la misión evangelizadora de la Parroquia. 624 N. b. Establecer, en unión con los Decanos y la Comisión Diocesana para la Formación Permanente del Clero, programas concretos, permanentes, experiencias, planes y evaluaciones periódicos, de formación integral para los familiares de los presbíteros o para quienes de manera constante les asisten en su casa. Denles la posibilidad de ejercer algún ministerio de manera competente y testimonial como creyentes y apóstoles y, principalmente, háganlos conscientes de su misión y servicio dentro de la comunidad. 625 N. a. Incrementar corresponsablemente con el Obispo, los Decanos, la Comisión de Formación Permanente y el Consejo Presbiteral, en sus reuniones y con reflexiones específicas, el sentido eclesial de comunión y participación entre los presbíteros, con todo lo que esto significa para la vida fraterna, incluido el aspecto económico. b. Promover, asimismo, especialmente en el Decanato, comunidad base del presbiterio, un espíritu fraterno de solidaridad, de conversión y de comunicación cristiana de bienes entre todos los presbíteros. Eviten éstos la acumulación de bienes y toda apariencia de lucro y ostentación, sobre todo en el uso de cierto tipo de vehículos o inmuebles (cf CIC c. 282). 411 626 N. a. Atender, tanto los Vicarios episcopales como los Decanos, con la autoridad delegada del Obispo, entre sus tareas pastorales, la periódica revisión minuciosa de los distintos archivos e inventarios parroquiales, de documentos, muebles, inmuebles y obras de arte, existentes en los templos y parroquias, en orden a su conservación, organización, actualización y eficacia en bien de la comunidad. Busquen la forma corresponsable de establecer los archivos parroquiales y de asegurar un respaldo en la Curia, apoyándose en los medios modernos de la informática (cf CIC c. 535 §4). 627 c. Cumplir la encomienda del Obispo, en comunión con los Decanos, de la revisión periódica, física y legal de muebles e inmuebles de las parroquias, según inventario actualizado periódicamente. III. ACERCA DEL MINISTERIO DEL «VICARIO EPISCOPAL PARA LA VIDA CONSAGRADA» EN COMUNIÓN CON EL OBISPO DIOCESANO, CON LOS DEMÁS VICARIOS DEL MISMO Y LOS DECANOS. 272 N. a. Implementar, con los Vicarios episcopales y Decanos, a quienes convoca y coordina, los medios adecuados para que todos los miembros de la Vida consagrada conozcan, aprecien y promuevan el «misterio de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica» 275 N. b. Coordinar, a los Superiores y Superioras, Coordinadores y Moderadores de las distintas Comunidades de Vida Consagrada, con los Vicarios episcopales, los Decanos y el Rector del Seminario, para oportunidades de dar a conocer a los distintos sectores del pueblo de Dios, el carisma específico de cada Instituto, la forma concreta de su presencia y actividad apostólica en nuestra Iglesia particular, especialmente de la Vida contemplativa. 277 N. a. Cultivar, apoyando a los Religiosos y Religiosas y sus Responsables, una espiritualidad de comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, fundamento de toda comunión eclesial, centrada en el anuncio, la celebración sacramental y la proyección personal, comunitaria y social del «Misterio pascual de Jesucristo» 285 N. a. Apoyar, los Religiosos y Religiosas para que desarrollen y manifiesten un auténtico sentido eclesial, identificándose plenamente con la Iglesia particular, su Obispo y su Presbiterio, en una adhesión de mente y de corazón. b. Coordine a los Superiores de las Comunidades de Vida Consagrada constituidas por Presbíteros, con la Comisión de Formación Permanente del Clero y el Rector del Seminario, para que organicen actividades de orden espiritual, cultural, intelectual, pastoral y de convivencia, para todos los 412 Presbíteros, del clero regular y secular, que constituyen el único Presbiterio diocesano. c. Mantener, a una con el Obispo y los Vicarios episcopales, una constante relación pastoral con los miembros de los distintos Institutos de Vida consagrada; darles el respeto, aprecio y atención debidos a hermanos. 287 N. d. Respete, impulse y discierna, en comunión con el Obispo, la fidelidad al carisma que los religiosos y religiosas de los Institutos deben guardar en su apostolado; convóquelos, por la Eucaristía, junto con toda su Iglesia a testimoniar la unidad diocesana. 292 N. c. Cuidar que los religiosos y religiosas que se insertan en la vida diocesana, sean informados adecuadamente, ya sea por él mismo, ya por el superior o algún miembro de la comunidad, sobre el proceso de la pastoral diocesana, y ayúdenles a asumirlo y a integrarse en él. 294 N. Coordinar, con la Comisión Diocesana de Educación y Cultura con y algunos representantes de los Institutos de Vida consagrada dedicados a la Educación, los servicios que apoyen la evangelización especialmente de la juventud, a través de los Centros educativos de inspiración católica, atendidos por comunidades de Vida consagrada y, mediante ellas, programe la educación integral de los alumnos (CEEYC). 296 N. Establecer, con la Comisión Diocesana de Pastoral Social y el Equipo regional la CIRM en la Diócesis, programas de integración e información de los servicios y promoción de la Pastoral de la Sanidad, a fin de intensificar el apoyo espiritual, moral y material a las Comunidades de Vida consagrada que atienden a los desamparados de todo tipo, enfermos o minusválidos. 613 N. f. Responsabilizarse, con su equipo de colaboración, según las facultades que le confiere el Derecho, de promover la adecuada atención espiritual a todas las comunidades religiosas de varones y de mujeres. Formarles, además, para su integración en la Pastoral orgánica diocesana y para una adecuada relación con los demás miembros del pueblo de Dios, con verdadero sentido de Iglesia. g. Promover, también, periódicamente reuniones del Obispo con los Superiores y Superioras de las Comunidades locales para favorecer la presencia pastoral y evangelizadora de éstos en la Diócesis i. Informar a las Comunidades Religiosas sobre los acontecimientos diocesanos o las disposiciones episcopales y motívelas para que participen solidariamente. IV. ACERCA DEL MINISTERIO DE LOS «DECANOS» EN COMUNIÓN CON EL OBISPO DIOCESANO 413 Y CON LOS VICARIOS EPISCOPALES. 20 N. a. Establecer con el Obispo, el Vicario de Pastoral y los Vicarios episcopales y Decanos en armonía con el espíritu de nuestro Primer Sínodo Pastoral Diocesano, «procesos evangelizadores de educación integral en la fe teologal», con fidelidad a Cristo, a su Iglesia y a nuestro hermano el hombre. b. Cuiden, también, que toda relación y acción entre los fieles laicos confiados a su atención pastoral se mantengan en la fidelidad al espíritu de comunión y participación (cf SD 57). 57 N. Incentivar creativamente, en coordinación con el Vicario para la Pastoral y el Vicario episcopal de Zona o Vicaría, programas e itinerarios que ayuden a los fieles, a partir de la comunidad parroquial, en su proceso de maduración y celebración de su fe, en su capacitación apostólica y misionera "ad Gentes", y su consecuente proyección en la vida social. 66 N. Coordinar a los Pastores del Decanato con sus Agentes de pastoral parroquial, para establecer la catequesis en forma de escuela (cf CIC cc. 776. 773. 777. 779. 1063 §1. 780. 785). 67 N. Organizare implementar, con los Vicarios episcopales, apoyados por el Rector y Equipo Formador de nuestro Seminario, centros o servicios de formación y reflexión teológica (cursos, talleres, experiencias...), para todos los miembros del Pueblo de Dios (cf CIC cc. 217. 229 §1-2). 98 N. d. Velar responsable y fraternalmente, por el cumplimiento del espíritu de las indicaciones litúrgicas diocesanas, teniéndolas en cuenta al realizar su visita canónica a las parroquias. 101 N. a. Coordinar a los pastores, para establecer Equipos Litúrgicos que atiendan competentemente, a nivel decanal y parroquial, centros de formación litúrgica evangelizadora. b. Preparar con los Agentes de pastoral, la participación de los fieles en la liturgia, de manera que ésta pueda responder a la necesidad con que los hombres de hoy buscan la experiencia de lo divino. 105 N. Estudiar y precisar con los Vicarios episcopales, a una con las Comisiones Diocesanas de Pastoral Litúrgica y sus Departamentos de Música y de Arte Sacro, las disposiciones más oportunas y adaptadas para la celebración eclesial digna de la Palabra, de los Sacramentos y, especialmente de la Eucaristía. 123 c. Cuidar, en el Decanato y Parroquia, de tener a disposición la información pastoral y los directorios (de Salud) oportunos para poder acudir a estos servicios más fácilmente 414 194 N. b. Promover soluciones, con los Vicarios episcopales, para que los Pastores con sus respectivas Comunidades, afronten como Iglesia diocesana, de manera corresponsable y fraternal, la justa remuneración y las necesidades materiales de quienes se dedican a tiempo completo a la formación inicial de los futuros pastores (cf CIC c. 281). c. Apoyar, igualmente, a los presbíteros del Equipo formador, sin distraerlos de su ministerio específico. 272 N. a. Implementar, con los Vicarios, y coordinados por el Vicario episcopal para los Institutos de Vida consagrada, los medios adecuados para que todos los miembros de la Vida consagrada conozcan, aprecien y promuevan el «misterio de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica» 275 N. b. Promover con los Superiores y Superioras, Coordinadores y Moderadores de las distintas Comunidades de Vida Consagrada, los Vicarios episcopales y el Rector del Seminario, convocados por el Vicario episcopal para la Vida Consagrada, oportunidades de dar a conocer a los distintos sectores del pueblo de Dios, el carisma específico de cada Instituto, la forma concreta de su presencia y actividad apostólica en nuestra Iglesia particular, especialmente de la Vida contemplativa. 292 N. a. Favorecer y coordinar, a una con los Vicarios episcopales, la integración y participación de personas e Institutos de Vida consagrada en la elaboración de los planes pastorales. 335 N. a. Promover, a una con el Obispo, Vicarios Generales y Episcopales, en corresponsabilidad con su Presbiterio, programas para la participación y vivencia del misterio de la Iglesia, «comunión y participación para la misión» 336 N. a. Promover periódicamente, con los Vicarios episcopales, tiempos de estudio y reflexión en común, retiros y momentos de oración, que faciliten a todos los presbíteros el conocer, aceptar y asumir el espíritu del Concilio Ecuménico Vaticano II, del Magisterio posterior, de las orientaciones del Obispo y de este Sínodo Diocesano. 337 N. Cultiven permanentemente, con los Vicarios episcopales y demás Pastores, en sus experiencias evangelizadoras, intercambios sacerdotales, catequesis, y en todas sus demás acciones pastorales, la conciencia de fe y la responsabilidad del compromiso respecto al sacramento del Orden en sus tres grados. 338 N. e. Establezcan, a una con los Vicarios episcopales, formas concretas de profundización en la sacramentalidad del episcopado y su relación con el pueblo de 415 Dios 340 N. a. Suscitar, a una con los Vicarios episcopales en toda la comunidad diocesana, el interés por el don del Diaconado permanente, por conocer su identidad y misión específica en la Iglesia; descubran en común las necesidades reales y sentidas que requieran su establecimiento. b. Cultivar, igualmente con los Pastores, estas vocaciones al Diaconado permanente para el servicio de la caridad, la liturgia, administración de los sacramentos que le son propios y para la atención más esmerada de nuestras opciones preferenciales. 343 N. a. Impulsar, programar y organizar, con especial caridad pastoral, junto con los Vicarios episcopales, el Presidente del Consejo presbiteral, el Responsable de la Comisión para la formación permanente del presbiterio, el Rector del Seminario, coordinados por el Vicario general, las experiencias de auténtica «vida en común» de los presbíteros, en el ámbito decanal, zonal y diocesano (cf Jn 17, 21; CIC cc. 280. 533 §1. 550 §1-2). b. Favorecer, igualmente, la «vida en común» entre sus hermanos presbíteros, promoviendo distintas opciones: 1) La oración personal y comunitaria. La celebración de la Eucaristía y de la Liturgia de las Horas en común, y la Reconciliación sacramental. Retiros, Ejercicios espirituales y experiencias similares, como la preparación de la homilía. 2) Casa y mesa común. 3) Revisión de vida en grupos. Acompañamiento o dirección espiritual. 4) Atención solícita a los hermanos sacerdotes solos, enfermos o ancianos, los agobiados por el trabajo, o que sufren alguna pena particular, o pasan por alguna prueba. c. Establecer, con el Responsable de la Comisión para la Formación Permanente del Clero, el Presidente del Consejo Presbiteral, coordinados por el Vicario general, la forma concreta que facilite la fraternidad sacerdotal, la santidad en el ejercicio del ministerio, la comunión con el Obispo y con toda la Iglesia y el desarrollo pastoral de los Vicarios parroquiales, en la interrelación y «vida común» con los Párrocos. 356 N. c. Establecer, con el Obispo, en reflexión y oración con los Vicarios episcopales y el Consejo Presbiteral, el criterio del tiempo prudente e ideal de permanencia del pastor no sólo en la parroquia sino también en otros servicios pastorales, atendiendo al bien del mismo presbítero y de la comunidad, de los organismos o de las estructuras eclesiales, a fin de favorecer la constante renovación de la pastoral orgánica, sin olvidar la norma establecida por la Conferencia del Episcopado Mexicano [Nota: cf CIC c. 522. Norma complementaria de la CEM, n. 1575: “Los párrocos serán nombrados por tiempo indefinido. Excepcionalmente, por motivos válidos y de acuerdo con su prudencia, los Obispos podrán nombrarlos por un tiempo determinado, no inferior a los seis años”. -entró en vigor el 29 de junio de 1994-]. 416 357 N. Responsabilizarse, en comunión con el Vicario episcopal de su Zona, de alentar la fraternidad sacramental, de promover la espiritualidad sacerdotal, de facilitar la formación permanente y de integrar orgánicamente las acciones pastorales de los presbíteros de su Decanato. 372 N. e. Proponer, con la Comisión Diocesana para la Formación permanente del Clero y sus Vicarios episcopales, los programas y métodos de relaciones humanas que incrementen el mutuo conocimiento y el diálogo, acorten distancias y ayuden a los presbíteros a aceptarse mutuamente y a superar con madurez las críticas destructivas, competencias o diferencias generacionales, culturales y de personalidad. 374 N. a. Responsabilizarse, con la Comisión para la Formación permanente del Clero y los Vicarios episcopales, de implementar programas y recursos para que los presbíteros se mantengan adecuadamente actualizados y preparados para responder a las preguntas y a las dudas que presenta el hombre de hoy (cf CIC c. 279 §1). b. Preparar, asimismo, programas e instrumentos técnicos adecuados para la formación en el conocimiento y utilización de los medios de comunicación social (cf DMVP 17). 375 N. Establecer, con la Comisión para la Formación permanente del Clero y los Vicarios episcopales, los itinerarios adecuados para acompañar a los presbíteros en su continuo desarrollo como pastores, a partir del conocimiento de la realidad, del discernimiento iluminado por la Palabra y de la identificación y determinación de las acciones que ofrezcan la respuesta adecuada a las necesidades de su comunidad. 376 N. a. Cuidar, con la Comisión para la Formación permanente del Clero, los Vicarios episcopales Vicarios episcopales, como misión prioritaria, el desarrollo de la vida espiritual de los presbíteros. 388 N. a. Coordinar, a los Párrocos y demás sacerdotes, para que ofrezcan los agentes de pastoral, experiencias eclesiales de oración, reflexión y compartir apostólico, cada tres meses, como una oportunidad constante de encuentro vivencial con Cristo Pastor 389 N. a. Programar, con los Vicarios episcopales, para los agentes de pastoral, experiencias de fe, integrales y específicas, para que asuman, en actitud de conversión, las orientaciones conciliares que nos llaman a pasar de una pastoral «individualista» a la «pastoral de comunión y participación. b. Implementar y facilitar, igualmente, los medios adecuados para que todas estas acciones incrementen la comunión y la participación entre las familias, los Organismos, Movimientos, Rectorías y Capellanías en la Parroquia, el Decanato y 417 la Zona pastoral. 390 N. Cultivar, con los Agentes de pastoral y los Vicarios episcopales, la comunión y participación eclesiales que favorezca su relación personal, fraterna y afectiva con los distintos miembros de la jerarquía. b. Velar, a una con los Vicarios episcopales, para que los programas parroquiales, decanales o diocesanos, sean asumidos, continuados, alentados y evaluados, con fidelidad y solicitud, por cada Agente de pastoral, singularmente por los Párrocos. 395 N. a. Apoyen especialmente, a los Agentes de pastoral, acudiendo los valiosos aportes que las ciencias humanas ofrecen a nuestra acción pastoral, para lograr una mayor eficacia, 399 N. d. Establecer, en comunión con el Vicario episcopal para la Pastoral y los Decanos, programas, servicios y formas de apostolado, según las distintas necesidades que presentan la pastoral, urbana, suburbana, rural. e. Incluyan en ellos, también, las opciones prioritarias y los nuevos retos que están surgiendo de la realidad para la pastoral familiar, juvenil, campesina, indígena, obrera, de alejados, de pobres y marginados, de cuidado respecto a los grupos religiosos y sectas. f. Establezcan, igualmente, formas para recabar los informes sobre los programas parroquiales, en las visitas de fraternidad y comunión pastoral que les corresponde realizar cada año. 402 N. Establecer, con los Pastores y Vicarios episcopales, itinerarios y experiencias de espiritualidad, y retiros oportunos, según los tiempos litúrgicos, para los demás agentes de pastoral. 403 N. a. Coordinar y apoyar, a los Presbíteros, en sus retiros programados, siendo pastores unos para otros, en nombre de Cristo Pastor, a fin de alentar y fortalecer su ser y quehacer de pastores. 415 N. Promover y dinamizar, con los Vicarios episcopales y los Pastores y Agentes, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, centros permanentes para la atención pastoral de la familia. 416 N. Apoyar, con los Pastores y la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, la educación permanente y progresiva de los matrimonios en todas las actitudes y valores que requieren en la convivencia conyugal y familiar. 417 N. a. Establezcan, asimismo, en los centros de pastoral familiar, programas y asesorías para las familias incompletas o en situaciones irregulares, a fin de ofrecerles una respuesta adecuada 418 b. Cuiden, también, de manera especial, la atención pastoral y sacramental, en orden a la recepción del bautismo, la penitencia y la eucaristía de sus hijos (cf FC 80-81; SD 224). 419 N. Implementar, con los Pastores y Vicarios episcopales, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, aquellos programas, escuelas para padres, experiencias, cursos u otros medios que capaciten a los padres de familia para favorecer el desarrollo integral y la maduración de sus hijos. 420 N. Promover, asimismo, un seguimiento y acompañamiento de la familia en las diversas etapas de la formación y desarrollo de sus hijos, particularmente cuando se trata de apoyarlos en su elección vocacional. 421 N. Organizar, igualmente, los servicios que sean necesarios o programas de formación sobre los legítimos derechos de los padres de familia relacionados con la educación de sus hijos. 422 N. a. Propiciar, con los Pastores, sus Vicarios episcopales, y la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, coordinados por la Comisión Diocesana de Educación y Cultura, canales de diálogo y colaboración entre los profesionales de la educación, tanto de las instituciones católicas como de las escuelas particulares u oficiales, y los padres de familia. b. Propiciar, también, que las escuelas sean auténticas comunidades educativas, formadoras de la persona, cultivadoras de su fe y promotoras de su compromiso con la sociedad c. Promover, elaborar y aplicar, igualmente, programas de capacitación y formación para los maestros. d. Integren, asimismo, a algunos fieles cristianos laicos, hombres o mujeres, capacitados pedagógicamente y prepárenlos para que colaboren específicamente en la formación de los valores humanos y cristianos y en la orientación vocacional. 423 N. Promover en sus servicios y programas específicos, con los Pastores a nivel decanal, auxiliados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, la integración comunitaria de los padres de familia y de los demás responsables de la educación. 426 N. a. Revisar, actualizar y promover, con los Pastores, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, las acciones pastorales necesarias específicamente para atender la evangelización de la familia. b. Promover y programar, igualmente, itinerarios evangelizadores que sostengan en la familia la constante experiencia de Jesucristo en su hogar de Nazaret. 419 427 N. a. Cuiden, también, juntamente con los Organismos de la Pastoral familiar existentes en nuestra Diócesis, de la preparación remota, próxima e inmediata para el matrimonio (cf CIC c. 1063) 429 N. a. Establecer y animar, especialmente en las parroquias, con los Pastores y demás Agentes de pastoral, coordinados por los Responsables diocesanos de la tres dimensiones de la Evangelización y de la Pastoral Familiar, cursos y servicios permanentes de apoyo a la vida, de promoción de los derechos de la familia, de educación para el amor y la responsabilidad paterna, de formación sobre métodos naturales para la regulación de la natalidad. b. Capacitar, también, agentes competentes que garanticen la calidad y la perseverancia de las parejas en estas acciones. 431 N. Integrar y animar, con los Pastores, coordinados por las Comisiones Diocesanas de Pastoral Social y de Pastoral Familiar, los programas y servicios que unan a las familias más necesitadas, a fin de ayudarlas a que optimen sus recursos económicos 432 N. Incluir, de la misma manera, en los programas de pastoral familiar, los itinerarios y medios necesarios para la educación de las familias, en una auténtica jerarquía. 433 N. Propiciar, igualmente, formas de capacitación para el trabajo y de ayuda para conseguir empleo, acudiendo a quienes más pueden y formando la conciencia y solidaridad en las distintas instancias. 440 N. b. Promover, con los Vicarios episcopales, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar y en armonía con y los Responsables diocesanos de las tres dimensiones de la Evangelización, los planes, programas y centros necesarios para dinamizar la pastoral familiar, en todos los sectores, niveles y estructuras de nuestra vida diocesana. c. Incluir, asimismo, en el trabajo pastoral, la colaboración de peritos, expertos en medicina familiar, derecho, comunicaciones, pedagogía, psicología, sociología y teología. e. Realizar, con los Pastores, y Vicarios episcopales, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, cursos y retiros de la formación en la fe para que las familias vivan su adhesión a Jesucristo, Evangelio del Padre, y a su Iglesia. f. Atender, asimismo, con programas y procesos determinados y adaptados, las áreas más importantes de la Pastoral familiar, como son: formación para el matrimonio y la familia, atención a la persona en las distintas etapas de la vida, atención especial a las familias desintegradas o en circunstancias irregulares y fortalecimiento de los valores culturales y cristianos existentes en nuestros hogares. 420 g. Incluir, también, en estos procesos las formas concretas existentes en la Diócesis u otras nuevas para la preparación del Sacramento del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía, en que participe toda la familia (cf CIC cc. 851 §2. 843 §2. 890). i. Discernir y decidir, según indicación del Obispo, sobre la necesidad de que algunos de los integrantes de la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, sean de tiempo completo y prevea los gastos de los mismos. 441 N. b. Coordinar a los Párrocos para la implementación de programas de Pastoral familiar que integren a los padres, a los educadores, a los adolescentes y a los jóvenes (cf GS 3). e. Cuidar, con particular esmero, que se cumpla estas disposiciones en las parroquias del Decanato que tienen encomendado. 443 N. Ofrecer y animar constantemente, con los Pastores, los Agentes de pastoral, los Movimientos y Organismos diocesanos, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Familiar, a los cónyuges y a las familias en general, programas, experiencias e itinerarios de formación integral en la fe. 452 N. Coordinar a los Agentes de pastoral de su Decano, para que asuman en sus respectivas comunidades, organismos y movimientos eclesiales, la opción preferencial por los adolescentes y jóvenes. 460 N. a. Organizar y establecer, con los Párrocos, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Juvenil, en colaboración con los responsables de la Pastoral Familiar, centros de prevención, consulta y orientación, para brindar un especial cuidado pastoral a los jóvenes que viven experiencias difíciles. b. Renovar y estructurar constantemente, con los Vicarios episcopales y la Comisión Diocesana de Pastoral Vocacional, los Equipos Decanales y Parroquiales de Pastoral Vocacional, en las distintas estructuras diocesanas, nombrando y facilitando la capacitación y la acción de algún sacerdote, como animador y promotor vocacional en cada Decanato. 484 N. b. Renovar y estructurar constantemente, con la Comisión Diocesana de Pastoral Vocacional, y los Vicarios episcopales, los Equipos Decanales y Parroquiales de Pastoral Vocacional, en las distintas estructuras diocesanas. c. Promover y favorecer, en comunión con el Obispo y los Decanos, los recursos humanos y materiales que sean indispensables para sustentar la acción evangelizadora de la Pastoral Vocacional. Utilizar, también, los Medios de Comunicación Social para la promoción vocacional. 498 N. a. Promover, con los Sacerdotes de su Decanato, coordinados por la Comisión Diocesana de Pastoral Social, centros y experiencias de formación de 421 agentes específicos para las comunidades de grupos étnicos, campesinos, obreros y todo género de pobres. 503. N.b. Evitar, a una con el Obispo, Sacerdotes, Religiosos y Religiosas, ser antitestimonio con su bienes materiales y con sus preferencias hacia los ricos y procuren vivir con los pobres, de tal manera que no sean vistos por ellos como una clase privilegiada (cf CIC cc. 282. 387. 634. 640). 508 N. b. Implementar y coordinar, con los Párrocos y demás Agentes de pastoral, siguiendo los criterios propuestos por las Comisiones, programas de experiencias y servicios evangelizadores con itinerarios especiales para quienes, por su situación moral (divorcio, unión libre, aborto...), están alejados de la Iglesia 522 N. a. Promover como responsabilidad primera, en comunión con los Vicarios episcopales, la formación bíblica de las personas en su comunidades, parroquias, organismos, movimientos y asociaciones eclesiales. 527 N. Promover, con los Sacerdotes y Agentes de pastoral de su respectivo Decanato, programas para la formación de la conciencia, siguiendo los criterios del Evangelio. 536 N. a. Promover, en comunión con el Obispo, con Vicarios, Párrocos y otras personas, recursos de toda índole para implementar una acción pastoral en favor de las parroquias en las áreas urbanas y suburbanas, b. Implementar, proponer y animar, con el Consejo Diocesano de Pastoral a los pastores, apoyados por los «Equipos eclesiales», designados para este trabajo pastoral, planes y programas específicos, líneas de acción y de aplicación pastoral, en las zonas o áreas urbanas y suburbanas correspondientes 537 N. a. Atender, organizar y coordinar, con los Párrocos, sus Agentes de pastoral parroquial, centros y servicios en favor de quienes llegan a integrarse en alguna comunidad eclesial urbana o suburbana. b. Impulsar, también, organismos y formas de ayuda a nivel interparroquial. 538 b. Coordinar, a los Párrocos, para una autentica y competente formación integral especializada de sus agentes laicos que han de mantener viva, operante y progresiva la misión evangelizadora en las estructuras sociales y culturales de las áreas urbanas y suburbanas, especialmente en los extensos conjuntos habitacionales. 543 N. Alentar, promover, organizar y coordinar, con los Párrocos y sus Agentes de pastoral parroquial, la parroquia urbana y suburbana, como comunidad de comunidades. 422 544 N. a. Establecer con sensibilidad y organización pastoral, a una con los Dirigentes o Responsables de los Movimientos y Grupos eclesiales, en comunión con sus Párrocos, formas concretas de diálogo para integrarse con sus grupos o movimientos en las acciones pastorales de la pastoral urbana y suburbana. 545 N. a. Promover e implementar, en comunión con el Obispo y con sus próvidos colaboradores, los elementos, recursos y organismos necesarios que propicien el nacimiento de una estructura parroquial de comunión y participación, apta para atender a los fieles de los sectores urbanos y suburbanos. b. Conjuntar, también, en la medida de lo posible, en las áreas urbanas y suburbanas, a los presbíteros con suficiente salud, creatividad, energía, disponibilidad, apertura y capacidad para construir un nuevo estilo vida parroquial, en el espíritu eclesial de comunión y participación y de la nueva evangelización. c. Preparar, asimismo, por medios más oportunos, y aún desde el Seminario, a los presbíteros cuyas características disciernan como más adaptadas, para que presten su servicio ministerial en las áreas urbanas y suburbanas y proveer a los fieles de estos sectores, con los pastores que necesitan, aún a costa de dolorosos traslados y de eximirlos de sus responsabilidades o cargos. d. Asegurar, también, que los proyectos pastorales en las parroquias urbanas o suburbanas tengan la continuidad, la madurez y la creatividad, aún cuando algún párroco sea transferido y venga otro a continuar su ministerio. e. Advertir, igualmente, que en el Seminario se atienda, dentro de la formación integral, el aspecto pastoral de las áreas urbanas y suburbanas. 615. N. g. Responsabilizarse, en comunión con el Vicario episcopal para la Pastoral, los Vicarios episcopales, el Vicario general (y Obispo Auxiliar,) y la "Comisión «ad hoc» para la aplicación del Sínodo", de la aplicación dinámica del Plan Diocesano y de la mentalidad eclesial renovadora del Concilio, del Sínodo diocesano y de sus disposiciones pastorales. k. Analizar y proponer nuevas alternativas, con los Vicarios episcopales, junto con la Comisión Diocesana de límites para reestructurar pastoralmente las Zonas, Decanatos y parroquias, de manera que se pueda conseguir una mayor integración y eficacia pastoral. l. Dialogar corresponsablemente, con la Comisión Diocesana de Límites, Vicarios episcopales y Párrocos, en cuya jurisdicción se proyecta la erección de alguna parroquia. 620 N. g. Discernir y determinar, con el Obispo, y dar el parecer de los Vicarios episcopales y Párrocos, sobre aquellos servicios de naturaleza parroquial que pueden compartirse "ad fidelium commoditatem: para comodidad de los fieles", desde las Rectorías de los Templos y Capillas existentes (cf CIC c. 858). j. Coordinar a, los Párrocos, para que incrementen coordinados por sus Decanos, por medio de programas e itinerarios oportunos, el sentido de comunión 423 que tiene por naturaleza la Parroquia, como primera comunidad vital de la Iglesia, como expresión de verdadera comunidad cristiana y como fuente necesaria de una auténtica evangelización, "íntimamente vinculada a la Iglesia Universal, mediante una sincera y profunda caridad pastoral con el Obispo diocesano..." (PARE II.2.46; cf SD 58). n. Asumir generosamente, la encomienda que se les confía. Colaboren con el Obispo diocesano y su Vicario episcopal de Zona, en el servicio pastoral. ñ. Programar, también, sus reuniones con los presbíteros del Decanato o con los demás miembros del pueblo de Dios. 622 N. d. Cuidar, con los Vicarios episcopales, las relaciones fraternas párrocovicario y viceversa. Cuiden, de la misma manera, la relación entre los Párrocos y los Adscritos. 624 N. a. Coordinar, en comunión con los sacerdotes de su Decanato, a su familia o personas que los asisten, por medio de itinerarios y experiencias generales, para que sean auténticos servidores, apóstoles y testigos del Evangelio, creando en ellos la conciencia de su misión, de manera que no intervengan o impidan la acción pastoral, sino que la favorezcan con su trato y atención a los feligreses b. Establecer, en unión con los Vicarios y la Comisión Diocesana para la Formación Permanente del Clero, programas concretos, permanentes, experiencias, planes y evaluaciones periódicos, de formación integral para los familiares de los presbíteros o para quienes de manera constante les asisten en su casa. Denles la posibilidad de ejercer algún ministerio de manera competente y testimonial como creyentes y apóstoles y, principalmente, háganlos conscientes de su misión y servicio dentro de la comunidad. 625 N. a. Incrementar corresponsablemente con el Obispo, los Vicarios episcopales, la Comisión de Formación Permanente y el Consejo Presbiteral, en sus reuniones y con reflexiones específicas, el sentido eclesial de comunión y participación entre los presbíteros, con todo lo que esto significa para la vida fraterna, incluido el aspecto económico. b. Promover, asimismo, especialmente en el Decanato, comunidad base del presbiterio, un espíritu fraterno de solidaridad, de conversión y de comunicación cristiana de bienes entre todos los presbíteros. Eviten éstos la acumulación de bienes y toda apariencia de lucro y ostentación, sobre todo en el uso de cierto tipo de vehículos o inmuebles (cf CIC c. 282). 626 N. a. Atender, tanto los Vicarios episcopales como los Decanos, con la autoridad delegada del Obispo, entre sus tareas pastorales, la periódica revisión minuciosa de los distintos archivos e inventarios parroquiales, de documentos, muebles, inmuebles y obras de arte, existentes en los templos y parroquias, en orden a su conservación, organización, actualización y eficacia en bien de la 424 comunidad. Busquen la forma corresponsable de establecer los archivos parroquiales y de asegurar un respaldo en la Curia, apoyándose en los medios modernos de la informática (cf CIC c. 535 §4). d. Promover con urgencia, entre los Párrocos, la búsqueda y adquisición de terrenos para nuevos centros de culto y apostolado, especialmente en las ciudades y sus zonas conurbadas, como muestra de su solicitud pastoral por quienes constituyen los nuevos asentamientos humanos. Evalúen esto comunitariamente. e. Busquen, también, hasta donde sea posible, que los lugares elegidos puedan contar con las instalaciones necesarias para la evangelización, sin perder de vista el sentido misionero de la Iglesia y su opción preferencial por los pobres y alejados. 627 c. Cumplir la encomienda del Obispo, en comunión con los Vicarios episcopales, de la revisión periódica, física y legal de muebles e inmuebles de las parroquias, según inventario actualizado periódicamente. 425 ANEXO 4 A.- LA POTESTAD DEL OBISPO DIOCESANO: CON RESPECTO A LA DISTINCIÓN ENTRE “LA SAGRADA POTESTAD: SACRA POTESTAS”, “LA FUNCIÓN DE GOBIERNO: MUNUS REGENDI” Y “LA POTESTAD DE RÉGIMEN O DE JURISDICCIÓN” 1- El término “Sacra potestas” (potestad sagrada) es frecuentemente empleado por teólogos y canonistas; se encuentra también en algunos textos del Concilio (cf LG 10. 18. 27; PO 2. 12). Se identifica, en un sentido amplio, con la función pastoral. Es la potestad que corresponde a los ministros sagrados y más concretamente a la Jerarquía, porque se trata de la potestad que Jesucristo transmitió a los Apóstoles y a sus sucesores, para que en su nombre enseñen, santifiquen y gobiernen a la Iglesia. 1.1. Esta potestad estructura de manera jerárquica a la Iglesia y comprende las clásicas potestades de orden, jurisdicción y magisterio. 1.2. Por tanto, no sólo expresa un poder jurídico, sino que incluye la capacidad recibida por el Sacramento del Orden, para producir, en nombre y en la persona de Cristo, los efectos sobrenaturales de los Sacramentos y de la Palabra divina. 1.3.- La sagrada potestad incluye, por lo tanto, el triple “munus” u oficio eclesial: de enseñar (docendi), de santificar (sanctificandi) y de gobernar (regendi), que Cristo confío a los Apóstoles y a sus sucesores 378. 2.- La función de regir o gobernar (munus regendi), constituye un aspecto de “la sagrada potestad: sacra potestas”, que se refiere al gobierno de la Iglesia como sociedad. Es función necesaria para la misión de la Iglesia, a fin de “pastorear” socialmente al Pueblo de Dios: a) dirigiendo, coordinando y controlando las actividades de naturaleza pública; b) lo mismo que las decisiones y juicios sobre controversias doctrinales, espiritualidad de los fieles y actividades de las instituciones en sus aspectos sociales; y c) para la regulación, fomento y suplencia de las actividades derivadas de la libertad de los fieles. 378 El vocablo “munus”, se le hace derivar de “missio: “misión” y tiene el significado de “oficio” eclesial, tarea específica o esencial, función, servicio; cf BENEDICTO XVI, Munus docendi, Audiencia general, 14 de abril de 2010; Id., Munus sanctificandi, Audiencia general, 5 de mayo de 2010; Id., Munus regendi, Audiencia general, 26 de mayo de 2010. 426 3.- Es necesaria también una distinción entre la función de regir (munus regendi) y la potestad de régimen (potestas regiminis) o jurisdicción (potestas jurisdictionis) 3.1.- La potestad de jurisdicción, en sentido estricto, se refiere a la emisión de disposiciones, decisiones o mandatos que tienen la eficacia, reconocida por el ordenamiento canónico, de vincular jurídicamente, externa e internamente, la conducta de los fieles. Es una capacidad de decisión, necesaria para un orden justo dentro de la Iglesia. Se expresa como potestad legislativa, ejecutiva y judicial, de acuerdo con el “principio de distinción de poderes” en el ejercicio de la “jurisdicción eclesiástica” (cf CIC c. 135 §1) 3.2.- En cambio, la función de regir o de gobierno (munus regendi), en sentido amplio, incluye, no sólo las decisiones jurídicamente vinculantes, sino también otras determinaciones, no imperativas, que buscan promover la iniciativa y la libre adhesión de los fieles destinatarios. 3.3.- En conclusión: la potestad de régimen o jurisdicción, en sentido estricto, es un aspecto de la función de gobierno (munus regendi), que consiste en la capacidad jurídica pública, de institución divina y regulación eclesiástica, para dirigir la vida social de la Iglesia. Así se favorece la realización del fin sobrenatural de sus miembros, mediante la emisión de decisiones y mandatos legislativos, ejecutivos y judiciales. El canon 129, nos indica quiénes son los sujetos hábiles para ejercer esta capacidad jurídica pública en la Iglesia: «§1. De la potestad de régimen, que existe en la Iglesia por institución divina, y que se llama también potestad de jurisdicción, son sujetos hábiles, conforme a la norma de las prescripciones del derecho, los sellados por el orden sagrado. §2. En el ejercicio de dicha potestad, los fieles laicos pueden cooperar a tenor del derecho» 4.- En cambio, cuando se trata de otros sujetos, la potestad de régimen ordinaria es la que va aneja de propio derecho a un oficio; es delegada o participada, si se le concede a una persona por sí misma, y no en razón de su oficio, según lo establecido por el Derecho. La potestad de régimen ordinaria puede ser propia (por ejemplo, la del Obispo) o vicaria -obviamente la de sus Vicarios- (cf CIC c. 131): Cf ANTONIO VIANA TOMÉ, Organización del gobierno de la Iglesia, Ed. EUNSA, Pamplona 1997, 40ss. B.- LA POTESTAD DEL OBISPO DIOCESANO, CON RESPECTO A LAS CUALIDADES DE SU POTESTAD EPISCOPAL 1. El Obispo, tiene y ejerce la potestad ordinaria. “La potestad de régimen ordinaria es la que va aneja de propio derecho a un oficio; es delegada la que se concede a una persona por sí misma, y no en razón del oficio. Tanto la potestad ordinaria como la delegada, pueden referirse a las funciones legislativa, ejecutiva o judicial. 427 Las características de la potestad ordinaria son: a) La vinculación de la potestad a un oficio, es decir, que cualquier manifestación de la potestad ordinaria exige la titularidad de un oficio eclesiástico, aunque no todos los oficios comportan el ejercicio de la potestad de régimen. (Por “oficio”, se entiende “cualquier cargo, constituido establemente por disposición divina o eclesiástica, que haya de ejercerse para un fin espiritual”: c. 145 §1). b) La vinculación de la potestad a un oficio es establecida directamente “por el derecho” (ipso iure). Por “derecho”, se entiende el derecho objetivo, que son las normas divinas y humanas constitutivas de los diversos oficios eclesiásticos. Algunos de los sujetos de la potestad ordinaria están determinados en el canon 134, con la designación de los términos «ORDINARIO», «ORDINARIO DE LUGAR» y «OBISPO DIOCESANO». Cuando el Código de Derecho canónico u otras disposiciones se refieren a los anteriores sujetos, cuya titularidad es, al menos, de potestad ordinaria ejecutiva, es aplicable expresamente al Obispo y sus Vicarios. Es de notar que no son “ordinarios” los titulares de potestad ordinaria judicial. La potestad ordinaria, puede ser delegable, dentro de ciertos límites (cf CIC cc. 135 §2-§3. 137). 2.- El Obispo diocesano tiene y ejerce la potestad ordinaria propia De manera semejante a como se clasifican los oficios eclesiásticos en capitales (principales) y auxiliares, así la potestad ordinaria propia es la que se ejerce en nombre propio, a diferencia de la vicaria, que se ejerce en nombre de de quien la ejerce como propia. En definitiva, la potestad propia es la que va aneja “ipso iure” (por el mismo derecho) a los oficios de capitalidad. La potestad que ejerce el Romano Pontífice y los Obispos diocesanos, es capital, originaria, por lo tanto propia, recibida de Cristo por la mediación de la Iglesia. Estos dos oficios son capitales por derecho divino. Aunque también existen otros oficios con potestad propia de derecho humano-eclesial. Ellos son consecuencia del desarrollo de la organización eclesiástica, gracias a la transmisión de funciones por el Sacramento del Orden y la misión canónica, en comunión con el Colegio Episcopal, a partir, sobre todo, del Primado pontificio. Es el caso de los prelados territoriales, los abades territoriales y los ordinarios militares y prelados personales, que se equiparan de algún modo con los Obispos diocesanos. Ellos también son titulares de potestad ordinaria propia; al igual que los superiores mayores de los Institutos clericales o de Vida apostólica, de derecho pontificio. 3. El Obispo diocesano tiene y ejerce la potestad inmediata Los Obispos a través de la mediación sacramental y canónica de la Iglesia, reciben directamente de Cristo la plenitud de las “tres funciones de enseñar, santificar y gobernar”, incluida la jurisdicción con sus diversas manifestaciones (cf CIC cc. 131. 391). 4.- La potestad del Obispo diocesano es plena 428 La potestad del Obispo diocesano es plena, puesto que en su Diócesis le corresponde ejercer toda la potestad «que se requiere para el ejercicio de su función pastoral, exceptuadas aquellas causas que, por el derecho o por decreto del Sumo Pontífice, se reserven a la autoridad suprema o a otra autoridad eclesiástica» (cf CIC c. 381 § 1). 5.- La potestad del Obispo diocesano es unitaria en su triple encargo o función Como titular de una capitalidad, el Obispo diocesano en nombre de Jesucristo Cabeza, ejerce en su Diócesis una potestad unitaria. Le corresponde la “sacra potestas” en su triple función de magisterio, santificación y régimen. El Obispo no es solamente sacerdote y profeta en la Diócesis, ni tampoco solamente gobernante: es a la vez maestro, sacerdote del culto sagrado y ministro (servidor) en el gobierno. Concretamente, por lo que se refiere a la función de gobierno, corresponde al Obispo diocesano la potestad legislativa, ejecutiva y judicial (cf CIC c. 391 §1). Debe ejercer siempre personalmente la potestad legislativa en lo cotidiano de su ministerio episcopal (cf CIC c. 391 §2, en relación con el c. 135 §2), o en lo extraordinario, como en el Sínodo diocesano (cf CIC c. 466). La potestad ejecutiva y judicial la puede ejercer personalmente o a través de los Vicarios administrativos (General o Episcopal) o el Judicial, respectivamente (cf CIC c. 391 §2). 6.- La potestad del Obispo diocesano no es absoluta ni independiente; está regulada en su ejercicio por el Derecho Finalmente, la potestad del Obispo diocesano está regulada por el derecho, de manera que debe ejercerse modo iure praescripto: como lo prescribe el derecho (cf CIC c. 135 §2-3), y según la norma del derecho: ad normam iuris (cf CIC c. 391 §1). Además, la existencia de otros oficios y el reconocimiento efectivo de los derechos de los fieles, exigen una coordinación objetiva de las diversas funciones, incluidas las funciones episcopales, establecidas por el Derecho de la organización eclesiástica, a través de diversas normas, contenidas principalmente en el actual Código del Derecho Canónico (cf ANTONIO VIANA TOMÉ, Organización del gobierno en la Iglesia, según el derecho canónico latino, EUNSA, Pamplona 1997, p. 72). 429 ANEXO 5 NORMATIVA GENERAL ACERCA DE LOS VICARIOS DEL OBISPO 1º. El Concilio Vaticano II creó la figura del Vicario episcopal, encarnando en ella el principio de descentralización de las funciones Episcopales. 2º. El nombramiento de Vicario episcopal es libre por parte del Obispo, no así el del Vicario general, y tiene que estar justificado por razones pastorales como pueden ser la extensión de la Diócesis o el número de fieles. 3º. El Vicario episcopal es una figura similar a la del Vicario general, pero su potestad es limitada, ejercida en una determinada circunscripción de la Diócesis o para ciertos asuntos o respecto a los fieles de un mismo rito o para un grupo concreto de personas (c. 476). 4º.Tiene la misma potestad ordinaria que, por derecho universal compete al Vicario general. Su potestad es ordinaria, vicaria, ejecutiva, episcopal y subordinada, pero parcial, o circunscrita a un determinado ámbito de competencia, impuesto por la causa de su constitución. 5º. El Obispo Diocesano nombra al (los) Vicarios libremente y libremente puede removerlos, pero debe ser nombrado para un determinado tiempo, que se determina en el mismo acto del nombramiento (c. 477). 6º. El Vicario episcopal, en virtud de su oficio, tiene dentro del ámbito de su competencia la misma potestad ejecutiva que corresponde por derecho al Obispo para realizar actos administrativos, exceptuadas cuantas gestiones el Obispo se hubiera reservado a sí mismo o al Vicario general o que, según el derecho, requieran mandato especial (c. 479, pp. 1-2). 7º. Al Vicario episcopal le corresponde la potestad ejecutiva exclusivamente, no la judicial ni legislativa. Esta potestad está regulada en el Código en los cánones 136 al 143. 8º.- En cualquier Código comentado, en el índice analítico, en la palabra Ordinario, aparecen todas y cada una de las facultades que son aplicables tanto el Vicario general como a los Vicarios episcopales. 9º.- El Obispo puede reservarse para sí o el Vicario general actuaciones que podían corresponder al Vicario episcopal, según derecho. Hay que tener en cuenta que no debe limitarse tanto o a tan pocas facultades que, prácticamente, no se puede reconocer el oficio que representa. Es frecuente, por ejemplo, que el Obispo restrinja las facultades de los Vicarios episcopales en los asuntos que exigen relaciones con la Santa Sede, con los otros Episcopados, expedientes matrimoniales y dispensas de impedimentos, etc. 10º.- El Vicario episcopal no es Vicario del Vicario general, tiene sus propias competencias cumulativamente con el Vicario general. Existe el peligro de interferencias o de situaciones más o menos conflictivas. Es el Obispo quien debe juzgar y disponer las cosas para la necesaria 430 coordinación de competencias. Éstas se resuelven normalmente en el Consejo Episcopal. 11º.- El Motu Propio Ecclesiae Sanctae, señala ya cuáles han de ser las relaciones de los Vicarios episcopales con el Obispo y con el Vicario general: “Debe el Vicario episcopal establecer contacto con los demás colaboradores del Obispo especialmente con el Vicario general en la forma que el Obispo, determine para afianzar en el clero y en el pueblo la unidad y disciplina, así como para obtener en la Diócesis frutos más abundantes” (Ecclesiae Sanctae, I, 14, 4). Por eso es tan importante la creación del Consejo episcopal para que trabajando en equipo, logren la mayor unidad en el régimen pastoral de la Diócesis, se acoplen lo más posible al parecer y al deseo del Obispo Diocesano, y aconsejen, contrasten el pro y el contra de los negocios pastorales, para llegar, a las soluciones más equitativas y justas. 12º.- En relación con el Obispo diocesano hay que aplicar al Vicario episcopal la conducta señalada por el Código a los Vicarios Generales. Estos vienen obligados a ponerse en contacto con el Obispo sobre lo hecho y por hacer, y actuar conforme a la mente y voluntad del Obispo. “Como cooperador del oficio episcopal, el Vicario episcopal debe de dar cuenta al Obispo Diocesano de todo lo que haya realizado o piensa realizar, más aún, no actúe nunca contra su parecer ni deseo” (E. S., ibíd.). DIRECTORIO “APOSTOLORUM SUCCESSORES” (22 de febrero de 2004): a) ACERCA DEL VICARIO GENERAL Y LOS VICARIOS EPISCOPALES, n. 178 El Obispo debe nombrar el Vicario general, oficio preeminente de la Curia diocesana, para que lo ayude en el gobierno de la Diócesis (Cf Ch D, 27; CIC c. 475 §1). Aunque, normalmente es preferible que haya sólo un Vicario general, en caso de que el Obispo lo considere oportuno, por la amplitud de la Diócesis o por otra razón pastoral, puede también constituir alguno más. Teniendo todos la misma potestad sobre toda la Diócesis, es necesaria una clara coordinación de su actividad, en la observancia de cuanto el Código dispone acerca de las gracias concedidas por uno u otro Ordinario (cf CIC c. 65) y en general, acerca del ejercicio de las competencias asignadas a cada uno. Cuando lo requiera el buen gobierno de la Diócesis, el Obispo puede nombrar también uno o más Vicarios episcopales. Éstos tienen la misma potestad del Vicario general, pero limitada a una parte de la Diócesis o a un cierto tipo de cuestiones, en relación a los fieles de un rito particular o a un determinado grupo humano. El nombramiento de los Vicarios episcopales debe hacerse siempre por un cierto tiempo, que debe ser determinado en el acto de constitución (cf Ch D, 23 y 27). En el nombramiento de un Vicario episcopal, el Obispo pondrá atención en definir claramente el ámbito de sus facultades, evitando así la sobreposición de competencias o, cosa aun peor, la incertidumbre del titular o de los fieles. El Obispo diocesano nombre Vicario general o Vicarios episcopales a sacerdotes doctrinalmente seguros, dignos de confianza, estimados por el presbiterio y por la 431 opinión pública, sabios, honestos y moralmente rectos, con experiencia pastoral y administrativa, capaces de instaurar auténticas relaciones humanas y de saber tratar los asuntos que interesan a la Diócesis. En cuanto a la edad, deberán haber cumplido al menos los 30 años, pero prudentemente, cuando sea posible, es preferible que hayan cumplido los 40 años, y hayan alcanzado también una adecuada preparación académica con la obtención del doctorado o de la licencia en Derecho Canónico o en Sagrada Teología, o, al menos, deberán ser verdaderamente expertos en tales disciplinas. El Vicario general y, en el ámbito de sus atribuciones, los episcopales, en virtud de su oficio, tienen potestad ejecutiva ordinaria; por tanto, pueden realizar todos los actos administrativos de competencia del Obispo diocesano, a excepción de aquellos que él mismo haya reservado para sí y los que el Código de Derecho Canónico confía expresamente al Obispo diocesano: para ejercitar tales actos, el Vicario necesita de un mandato especial del mismo Obispo. El Obispo diocesano no puede nombrar para los oficios de Vicario general o de Vicario episcopal a los propios consanguíneos hasta el cuarto grado. Tales oficios no son compatibles con el de canónigo Penitenciario (cf CIC c. 478 §§ 1-2). Los Vicarios deben actuar siempre según la voluntad y las intenciones del Obispo, al cual deben informar de las cuestiones principales de las que se ocupan (cf CIC c. 480). b) ACERCA DEL VICARIO JUDICIAL Y EL TRIBUNAL DIOCESANO, n. 180 El Obispo ejercita la potestad judicial personalmente o mediante el Vicario judicial y los jueces.528 La administración de la justicia canónica es una tarea de grave responsabilidad que exige, ante todo, un profundo sentido de justicia, pero también una adecuada pericia canónica y la experiencia correspondiente (cf CIC cc. 1420 §4 y 1421 § 3). Por este motivo, el Obispo elegirá atentamente a los titulares de los diferentes oficios: – el Vicario judicial, juez y responsable de la administración judiciaria que debe ser necesariamente constituido por el Obispo (cf CIC c. 1420 §1). Su nombramiento será por un tiempo determinado renovable. El Vicario judicial y los eventuales Vicarios judiciales adjuntos deben ser sacerdotes, haber cumplido al menos 30 años, ser de íntegra fama, doctores o licenciados en Derecho Canónico. El Vicario judicial durante la sede vacante permanece en el cargo, y no puede ser removido por el Administrador diocesano; – los otros jueces diocesanos, para cuyo nombramiento se requieren las mismas cualidades que para el Vicario judicial, que en nombre del Obispo deciden las causas canónicas; – el promotor de justicia y el defensor del vínculo, con el encargo de vigilar, cada uno según la propia competencia, sobre el bien público eclesial (cf CIC cc. 1430 y 1432). El Obispo puede confiar estos dos oficios a laicos expertos, según las modalidades y las condiciones establecidas por las normas canónicas (cf CIC c. 432 145), de modo que los clérigos estén más libres para desarrollar las tareas indispensables relativas al Orden sagrado. En caso de que lo permita la Conferencia Episcopal, los fieles laicos pueden ser también jueces; de éstos, si la necesidad lo sugiere, uno puede integrar el tribunal colegiado (cf CIC c. 1421§2). Si, por las circunstancias locales, varias Diócesis constituyen un tribunal interdiocesano de primera instancia, los Obispos interesados ejercitan en común las funciones que corresponderían a cada uno respecto al tribunal diocesano (cf CIC c. 1423). Consciente de que la administración de la justicia es un aspecto de la sagrada potestad, cuyo justo y oportuno ejercicio es muy importante para el bien de las almas, el Obispo considerará el ámbito judiciario como objeto de su preocupación pastoral personal. Respetando la justa independencia de los órganos legítimamente constituidos, vigilará sin embargo, sobre la eficacia de su trabajo y particularmente sobre su fidelidad a la doctrina de la Iglesia relativa a la fe y las costumbres, especialmente en materia matrimonial. Sin dejarse intimidar por la índole técnica de muchas cuestiones, sabrá aconsejarse y tomar las medidas de gobierno oportunas para tener un tribunal en el cual brille la verdadera justicia intraeclesial. Fuentes: Decreto “Chistus Dominus” 27; PABLO VI, Motu proprio «Ecclesiae Sanctae: De la Santa Iglesia», 6 de agosto de 1966, 14; los Directorios de la CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS: «Ecclesiae Imago: Imagen de la Iglesia»: Vicario general: nn. 201. 161. 199; Vicario episcopal: 202, 161.189. «Apostolorum Successores: Los Sucesores de los Apóstoles» 71. 177-179. 221; Código de Derecho Canónico (1983): Vicario general: cc. 391. 475; Vicario episcopal: cc. 476-48; Vicario judicial: cc.391 §2. 1419-1426. 433 ANEXO 6 CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE «MOTU PROPRIO» OMNIUM IN MENTEM DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI CON LA CUAL SE MODIFICAN ALGUNAS NORMAS DEL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO La constitución apostólica Sacrae disciplinae leges, promulgada el 25 de enero de 1983, llamó la atención de todos sobre el hecho de que la Iglesia, en cuanto comunidad al mismo tiempo espiritual y visible, y ordenada jerárquicamente, necesita normas jurídicas «para que el ejercicio de las funciones que le han sido confiadas divinamente, sobre todo la de la sagrada potestad y la de la administración de los sacramentos, se lleve a cabo de forma adecuada». En esas normas es necesario que resplandezca siempre, por una parte, la unidad de la doctrina teológica y de la legislación canónica y, por otra, la utilidad pastoral de las prescripciones, mediante las cuales las disposiciones eclesiásticas están ordenadas al bien de las almas. A fin de garantizar más eficazmente tanto esta necesaria unidad doctrinal como la finalidad pastoral, a veces la autoridad suprema de la Iglesia, después de ponderar las razones, decide los cambios oportunos de las normas canónicas, o introduce en ellas alguna integración. Esta es la razón que nos lleva a redactar la presente Carta, que concierne a dos cuestiones. En primer lugar, en los cánones 1008 y 1009 del Código de derecho canónico sobre el sacramento del Orden, se confirma la distinción esencial entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial y, al mismo tiempo, se pone en relieve la diferencia entre episcopado, presbiterado y diaconado. Ahora, en cambio, después de que, habiendo oído a los padres de la Congregación para la doctrina de la fe, nuestro venerado predecesor Juan Pablo II estableció que se debía modificar el texto del número 875 del Catecismo de la Iglesia católica, con el fin de retomar más adecuadamente la doctrina sobre los diáconos de la constitución dogmática Lumen gentium (n. 29) del concilio Vaticano II, también Nos consideramos que se debe perfeccionar la norma canónica que atañe a esta misma materia. Por lo tanto, oído el parecer del Consejo pontificio para los textos legislativos, establecemos que las palabras de dichos cánones se modifiquen como se indica sucesivamente. 434 Además, dado que los sacramentos son los mismos para toda la Iglesia, compete únicamente a la autoridad suprema aprobar y definir los requisitos para su validez, y también determinar lo que se refiere al rito que es necesario observar en la celebración de los mismos (cf CIC c. 841), todo lo cual ciertamente vale también para la forma que debe observarse en la celebración del matrimonio, si al menos uno de los contrayentes ha sido bautizado en la Iglesia católica (cf cc. 11 y 1108). El Código de derecho canónico establece, sin embargo, que los fieles que se han separado de la Iglesia por "acto formal", no están sujetos a las leyes eclesiásticas relativas a la forma canónica del matrimonio (cf c. 1117), a la dispensa del impedimento de disparidad de culto (cf c. 1086) y a la licencia requerida para los matrimonios mixtos (cf c. 1124). La razón y el fin de esta excepción a la norma general del canon 11 tenían como finalidad evitar que los matrimonios contraídos por aquellos fieles fuesen nulos por defecto de forma, o bien por impedimento de disparidad de culto. Con todo, la experiencia de estos años ha mostrado, por el contrario, que esta nueva ley ha generado no pocos problemas pastorales. En primer lugar, ha parecido difícil la determinación y la configuración práctica, en los casos particulares, de este acto formal de separación de la Iglesia, sea en cuanto a su sustancia teológica, sea en cuanto al aspecto canónico. Además, han surgido muchas dificultades tanto en la acción pastoral como en la praxis de los tribunales. De hecho, se observaba que de la nueva ley parecían derivar, al menos indirectamente, una cierta facilidad o, por decir así, un incentivo a la apostasía en aquellos lugares donde los fieles católicos son escasos en número, o donde rigen leyes matrimoniales injustas, que establecen discriminaciones entre los ciudadanos por motivos religiosos; además, esa nueva ley hacía difícil el retorno de aquellos bautizados que deseaban vivamente contraer un nuevo matrimonio canónico, después del fracaso del anterior; por último, omitiendo otras cosas, para la Iglesia muchísimos de estos matrimonios se convertían de hecho en matrimonios denominados clandestinos. Considerado todo esto, y evaluados cuidadosamente los pareceres tanto de los padres de la Congregación para la doctrina de la fe y del Consejo pontificio para los textos legislativos, como también de las Conferencias episcopales que han sido consultadas sobre la utilidad pastoral de conservar o abrogar esta excepción a la norma general del canon 11, ha parecido necesario abolir esta regla introducida en el cuerpo de las leyes canónicas actualmente vigente. Establecemos, por lo tanto, eliminar del mismo Código las palabras: «y no se ha apartado de ella por acto formal» del canon 1117, «y no se ha apartado de ella por acto formal» del canon 1086 §1, como también «y no se haya apartado de ella mediante un acto formal» del canon 1124. Por eso, habiendo oído al respecto a la Congregación para la doctrina de la fe y al Consejo pontificio para los textos legislativos y pedido también el parecer de 435 nuestros venerables hermanos cardenales de la santa Iglesia romana responsables de los Dicasterios de la Curia romana, establecemos cuanto sigue: Art 1. El texto del canon 1008 del Código de derecho canónico se ha de modificar de manera que, de ahora en adelante, resulte así: «Mediante el sacramento del Orden, por institución divina, algunos de entre los fieles quedan constituidos ministros sagrados, al ser marcados con un carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a servir, según el grado de cada uno, con nuevo y peculiar título, al pueblo de Dios». Art. 2. El canon 1009 del Código de derecho canónico de ahora en adelante tendrá tres parágrafos, en el primero y en el segundo de los cuales se mantendrá el texto del canon vigente, mientras que en el tercero el nuevo texto se redactará de manera que el canon 1009 §3 resulte así: «Aquellos que han sido constituidos en el orden del episcopado o del presbiterado reciben la misión y la facultad de actuar en la persona de Cristo Cabeza; los diáconos, en cambio, son habilitados para servir al pueblo de Dios en la diaconía de la liturgia, de la palabra y de la caridad». Art. 3. El texto del canon 1086 §1 del Código de derecho canónico queda modificado así: «Es inválido el matrimonio entre dos personas, una de las cuales fue bautizada en la Iglesia católica o recibida en su seno, y otra no bautizada». Art. 4. El texto del canon 1117 del Código de derecho canónico queda modificado así: «La forma arriba establecida se ha de observar si al menos uno de los contrayentes fue bautizado en la Iglesia católica o recibido en ella, sin perjuicio de lo establecido en el canon 1127 §2». Art. 5. El texto del canon 1124 del Código de derecho canónico queda modificado así: «Está prohibido, sin licencia expresa de la autoridad competente, el matrimonio entre dos personas bautizadas, una de las cuales haya sido bautizada en la Iglesia católica o recibida en ella después del bautismo, y otra adscrita a una Iglesia o comunidad eclesial que no se halle en comunión plena con la Iglesia católica». Cuanto hemos deliberado con esta carta apostólica en forma de “motu proprio”, ordenamos que tenga firme y estable vigor, no obstante cualquier disposición contraria aunque sea digna de particular mención, y que se publique en el comentario oficial Acta Apostolicae Sedis. 436 Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 26 del mes de octubre del año 2009, quinto de nuestro pontificado. BENEDICTUS PP. XVI 437 ANEXO 7 CONGREGACIÓN DE LAS CAUSAS DE LOS SANTOS SANCTORUM MATER INSTRUCCIÓN SOBRE EL PROCEDIMIENTO INSTRUCTORIO DIOCESANO O EPARQUIAL EN LAS CAUSAS DE LOS SANTOS Introducción Parte I. Causas de beatificación y canonización Título I. Elementos preliminares Título II. Fama de santidad o de martirio y fama de gracias y favores Título III. Actor de la causa Título IV. Postulador de la causa Título V. Obispo competente Parte II. Fase preliminar de la causa Título I. Presentación del libelo Título II. Causas recientes y causas antiguas Título III. Causa acerca de las virtudes heroicas o del martirio Título IV. Libelo de demanda Título V. Aceptación del libelo Título VI. Consulta con otros obispos Título VII. Publicación del libelo Título VIII. Nihil obstat de la Santa Sede Parte III. Instrucción de la causa Título I. Oficiales del procedimiento instructorio en general Título II. Oficiales del procedimiento instructorio en particular Capítulo I. Delegado episcopal Capítulo II. Promotor de justicia Capítulo III. Notario Capítulo IV. Perito médico Título III. Sede de las sesiones Parte IV. Pruebas documentales Título I. Censores teólogos Título II. Peritos históricos y archivísticos (Comisión histórica) Capítulo I. Peritos Capítulo II. Pruebas documentales 438 Capítulo III. Relación de los peritos Capítulo IV. Testimonio de los peritos Parte V. Pruebas testificales Título I. Interrogatorios Título II. "Para que no se pierden las pruebas" (Ne pereant probationes) Título III. Citación para las sesiones Título IV. Primera sesión o sesión de apertura Capítulo I. Participantes Capítulo II. Actas de la primera sesión Capítulo III. Notario de la primera sesión Título V. Participación del promotor de justicia Título VI. Participación del perito médico Título VII. Participación del postulador y/o vicepostulador Título VIII. Los testigos y sus declaraciones Capítulo I. Quién puede ser testigo Capítulo II. Quién no puede ser testigo Capítulo III. Declaraciones de los testigos Capítulo IV. Declaraciones escritas de los testigos Capítulo V. Testimonios de los médicos que atendieron al enfermo Capítulo VI. Peritos médicos ab inspectione Título IX. Uso del magnetófono y del ordenador Título X. Procedimiento rogatorial Capítulo I. Interrogatorio de los testigos Capítulo II. Conservación y envío de las actas Parte VI. Clausura del procedimiento instructorio Título I. "Declaración de no culto" Título II. Publicación de las actas Título III. Traducción de las actas Título IV. Copia conforme con las actas originales Título V. Cotejo de las actas (collatio et auscultatio) Título VI. El portador (portitor) Título VII. Última sesión o sesión de clausura Capítulo I. Última sesión en general Capítulo II. Actos de la última sesión Título VIII. Actos conclusivos Capítulo I. Inscripción interior Capítulo II. Cartas de los oficiales del procedimiento instructorio Capítulo III. Instrumento de clausura Apéndice: Reconocimiento canónico de los restos de un Siervo de Dios 439 Título I. Autenticidad Título II. Conservación Título III. Preparación de las reliquias Título IV. Traslado INSTRUCCIÓN SOBRE EL PROCEDIMIENTO INSTRUCTORIO DIOCESANO O EPARQUIAL EN LAS CAUSAS DE LOS SANTOS INTRODUCCIÓN La Iglesia, Madre de los Santos, custodia desde siempre su memoria, presentando a los fieles esos ejemplos de santidad en la sequela Christi[1].A través de los siglos, los Romanos Pontífices han establecido normas adecuadas para facilitar que se alcance la verdad en esta materia tan importante para la Iglesia. En nuestro tiempo, el Sumo Pontífice Juan Pablo II promulgó el 25 de enero de 1983 la Constitución Apostólica Divinus perfectionis Magister, en la que, entre otras cosas, daba disposiciones sobre la tramitación de los procedimientos instructorios diocesanos o eparquiales realizados por los Obispos en vista de la beatificación y de la canonización de los Siervos de Dios[2]. En la misma Constitución Apostólica, el Sumo Pontífice concedió a la Congregación de las Causas de los Santos facultad para establecer unas normas peculiares acerca del desarrollo de dichos procedimientos [3] que se refieren a la vida, las virtudes y la fama de santidad así como de gracias y favores (fama signorum); o tratan de la vida, el martirio y la fama de martirio y de gracias y favores de los Siervos de Dios; o tienen por objeto los supuestos milagros atribuidos a la intercesión de los Beatos y de los Siervos de Dios; o, finalmente, si el caso lo pide, investigan sobre el culto antiguo tributado a un Siervo de Dios[4]. El Pontífice abrogó también las disposiciones promulgadas por sus predecesores y las normas establecidas en los cánones del Código de Derecho Canónico de 1917 acerca de las causas de beatificación y canonización [5]. El 7 de Febrero de 1983, el mismo Sumo Pontífice aprobó las Normae servandae in inquisitionibus ab Episcopis faciendis in Causis Sanctorum, que contienen la normativa peculiar que ha de observarse en los procedimientos instructorios diocesanos o eparquiales sobre las causas de beatificación y de canonización [6]. Después de la promulgación de la Constitución Apostólica y de las Normae servandae, la Congregación, con la experiencia adquirida, publica la presente Instrucción [7] para favorecer una colaboración más estrecha y eficaz entre la Santa Sede y los Obispos en las causas de los Santos. Esta Instrucción tiene como finalidad aclarar las disposiciones de las leyes en vigor sobre las causas de los Santos, facilitar su aplicación e indicar la manera de llevar a cabo lo establecido en ellas, tanto en las causas recientes como en las antiguas. Por 440 lo tanto, se dirige a los Obispos diocesanos, a los Eparcas, a quienes son equiparados a ellos por el derecho y a cuantos participan en la fase instructoria del procedimiento. Para tutelar de modo eficaz la seriedad del procedimiento instructorio diocesano o eparquial, la Instrucción expone los pasos sucesivos del mismo, determinados por las Normae servandae, subrayando de manera práctica y por orden cronológico el modo de su aplicación. Se expone en primer lugar cómo se han de instruir los procedimientos diocesanos o eparquiales que tienen por objeto las virtudes heroicas o el martirio de los Siervos de Dios. Antes de aceptar la causa, el Obispo deberá hacer algunas averiguaciones previas, para comprobar si es o no conveniente instruirla. Tomada la decisión de admitir la causa, dará comienzo al procedimiento propiamente dicho, ordenando que se recojan las pruebas documentales de la causa. Si no aparecen obstáculos insuperables, se procederá al interrogatorio de los testigos y, finalmente, a clausurar el procedimiento instructorio y a enviar las actas a la Congregación, donde tendrá lugar la fase romana de la causa, o sea la fase de estudio y de juicio definitivo acerca de la misma. Por lo que se refiere a los procedimientos acerca de supuestos milagros, la Instrucción pone en evidencia y aclara algunos aspectos de la aplicación de las normas que, en los últimos veinte años, han planteado a veces problemas prácticos. La Congregación de las Causas de los Santos espera que la presente Instrucción constituya una ayuda valiosa para los Obispos, con el fin de que el pueblo cristiano, siguiendo más de cerca el ejemplo de Cristo, "Divinus perfectionis Magister", testimonie al mundo el Reino de los Cielos. La Constitución dogmática del Concilio Ecuménico Vaticano II Lumen Gentium enseña: "Teniendo en cuenta la vida de quienes siguieron fielmente a Cristo, encontramos un motivo más para sentirnos estimulados a buscar la ciudad futura y, a la vez, aprendemos un camino segurísimo, por el que, a través de la mudable realidad del mundo, podremos llegar a la perfecta unión con Cristo, es decir a la santidad, según el estado y la condición propia de cada uno"[8]. PARTE I CAUSAS DE BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN Título I Elementos preliminares Art. 1 - § 1. La presente Instrucción tiene por objeto las causas de beatificación y canonización, que se rigen por una ley pontificia peculiar [9] § 2. El fin de dichas causas es recoger las pruebas para alcanzar la certeza moral acerca de las virtudes heroicas o del martirio del Siervo de Dios del que se pide la beatificación y la canonización. § 3. Quedando a salvo las prescripciones particulares, en estas causas se deben observar también las normas sobre los procesos del Código de Derecho Canónico y del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, en las que se trata del 441 procedimiento para recoger de las pruebas documentales y, de manera particular, para el interrogatorio de los testigos[10]. Art. 2 - En esta Instrucción, el procedimiento instructorio equivale al proceso que en el derecho canónico precedente se instruía en las causas de beatificación y canonización[11]. Art. 3 - La normativa de la presente Instrucción vale para los Obispos diocesanos y eparquiales y también para los que les están equiparados por el derecho según el can. 381 § 2 CIC. Título II Fama de santidad o de martirio y fama de gracias y favores Art. 4 - § 1. La causa de beatificación y canonización se refiere a un fiel católico que en vida, en su muerte y después de su muerte tuvo fama de santidad, viviendo heroicamente todas las virtudes cristianas; o bien goza de fama de martirio porque, siguiendo al Señor Jesucristo más de cerca, sacrificó su vida en el acto del martirio. § 2. 5e llama Siervo de Dios al fiel católico del que se ha iniciado la causa de beatificación y canonización. Art. 5 - § 1. La fama de santidad es la opinión extendida entre los fieles acerca de la pureza e integridad de vida del Siervo de Dios y acerca de que éste practicó las virtudes en grado heroico [12]. § 2. La fama de martirio es la opinión extendida entre los fieles acerca de la muerte sufrida por el Siervo de Dios por la fe o por una virtud relacionada con la fe [13]. Art. 6 - La fama signorum es la opinión difundida entre los fieles acerca de las gracias y favores recibidos a través de la intercesión del Siervo de Dios [14]. Art. 7 - § 1. Antes de tomar la decisión de iniciar la causa, el Obispo diocesano o eparquial comprobará si, entre una parte significativa de los fieles cristianos, el Siervo de Dios goza de una auténtica y extendida fama de santidad o bien de martirio, junto a una auténtica fama signorum [15]. § 2. La fama debe ser espontánea y no procurada artificiosamente. Ha de ser estable, continua, difundida entre personas dignas de fe, extendida entre una parte significativa del pueblo de Dios [16]. Art. 8 - § 1. Ante todo, el postulador recogerá la documentación que se refiere a la fama de santidad o de martirio y a la fama signorum y la presentará, en nombre del actor, al Obispo competente[17]. § 2. El Obispo evaluará esa documentación para cerciorarse de la existencia de la fama de santidad o de martirio, de la fama de gracias y favores y de la importancia eclesial de la causa[18]. § 3. Esa misma documentación se incluirá en las actas del procedimiento instructorio [19] Título III Actor de la causa 442 Art. 9 - El actor promueve la causa que se instruye sobre las virtudes heroicas o el martirio del Siervo de Dios y asume la responsabilidad moral y económica [20] Art. 10 - § 1. Se pueden constituir como actores de la causa el Obispo diocesano o eparquial ex officio, las persona jurídicas, como diócesis o eparquías, estructuras jurisdiccionales a ellas equiparadas, parroquias, institutos de vida consagrada o sociedades de vida apostólica, o asociaciones de fieles clericales y/o laicales admitidas por la autoridad eclesiástica. § 2. También puede constituirse como actor de la causa una persona física, es decir cualquiera que pertenezca al pueblo de Dios, con tal de que tenga capacidad de garantizar la promoción de la causa en su fase diocesana o eparquial y en la romana[21]. Art. 11 - § 1. La persona jurídica o física se constituye actor de la causa mediante acto notarial. § 2. El Obispo acepta ese arto después de haber comprobado la capacidad de la persona jurídica o física para cumplir las obligaciones inherentes a la función de actor. Título IV Postulador de la causa Art. 12 - § 1. El actor, con un mandato redactado en conformidad con el derecho, nombra un procurador, es decir el postulador para la fase diocesana o eparquial de la causa [22]. § 2. El postulador sigue el desarrollo del procedimiento instructorio en nombre del mismo actor ante las autoridades diocesanas o eparquiales. § 3. El cargo de postulador puede ser desempeñado por un sacerdote, un miembro de un instituto de vida consagrada, de una sociedad de vida apostólica, o de una asociación clerical y/o laical, por un laico o una laica. § 4. El postulador debe ser experto en teología, derecho canónico e historia, y conocedor de la praxis de la Congregación de las Causas de los Santos[23]. Art. 13 - § 1. El postulador diocesano o eparquial, debidamente nombrado por el actor, debe ser aprobado por el Obispo competente[24]. § 2. El mandato de nombramiento del postulador o del vicepostulador se incluirá en las actas del procedimiento instructorio[25]. Art. 14 - § 1. El postulador diocesano o eparquial puede ser sustituido por otros, llamados vicepostuladores. § 2. El vicepostulador es nombrado por el postulador con un mandato redactado en conformidad con el derecho, previo consentimiento del actor[26] Art. 15 - § 1. Durante el desarrollo del procedimiento instructorio, el postulador o vicepostulador diocesano o eparquial residen en la diócesis o eparquía en la que se instruye el procedimiento. § 2. El postulador en la fase romana de la causa, debidamente nombrado por el actor con un nuevo mandato redactado en conformidad con el derecho, necesita la 443 aprobación de la Congregación de las Causas de los Santos y deberá tener su residencia estable en Roma [27]. § 3. En el caso de que el postulador en la fase diocesana o eparquial sea postulador general de un instituto de vida consagrada, de una sociedad de vida apostólica o de una asociación clerical y/o laical a la que pertenecía el Siervo de Dios, el postulador conserva su cargo también en la fase romana y no necesita un nuevo mandato. Art. 16 - Para tratar con la Congregación, el postulador de la fase romana no puede ser sustituido por un vicepostulador. Art. 17 - § 1. El postulador realiza ante todo aquellas investigaciones sobre la vida del Siervo de Dios que sean útiles para hacerse cargo de la fama de santidad o de martirio, de la fama signorum y de la importancia eclesial de la causa. § 2. El postulador informa al Obispo competente sobre el resultado de esas investigaciones, sin ocultar posibles descubrimientos contrarios a la fama de santidad o bien de martirio o a la fama signorum de que goza el Siervo de Dios[28]. § 3. El postulador está obligado a actuar en el interés superior de la Iglesia y, por lo tanto, a buscar la verdad con conciencia y honradez, poniendo en evidencia posibles dificultades, para evitar también la necesidad de futuras investigaciones que retrasen la prosecución de la causa[29]. Art. 18 - De acuerdo con las normas dadas por la Congregación el postulador administra los bienes de la causa[30]. Art. 19 - § 1. El postulador debe entregar a los peritos históricos y archivísticos todos los documentos de la causa de los que esté en posesión. § 2. El postulador no puede recoger jurídicamente las pruebas documentales ni las eventuales declaraciones orales de testigos en la causa[31]. § 3. La tarea de recoger, en conformidad con la ley, las pruebas en la causa incumbe únicamente al Obispo diocesano o eparquial y a quienes hayan sido debidamente nombrados para esa función, según lo establecido en las Normae servandae. Título V Obispo competente Art. 20 - A los Obispos diocesanos, a los Eparcas y a cuantos les están equiparados por el derecho, incumbe la investigación, en el ámbito de su propia jurisdicción, acerca de la vida, las virtudes o el martirio y de la fama de santidad o de martirio, acerca de supuestos milagros y, si el caso lo pide, sobre el culto antiguo de un Siervo de Dios, del que se pide la beatificación y la canonización[32]. Art. 21 - § 1. Es competente para instruir el procedimiento diocesano o eparquial sobre las virtudes heroicas o el martirio el Obispo del territorio donde murió el Siervo de Dios[33]. § 2. La competencia para instruir el procedimiento sobre un supuesto milagro corresponde al Obispo del territorio donde aconteció el supuesto milagro[34]. 444 Art. 22 - § 1. A petición del Obispo que desea iniciar la causa, la Congregación puede trasladar la competencia a otro foro eclesiástico, es decir a otra diócesis o eparquía, por justas causas (por ejemplo, a la diócesis o eparquía donde se encuentran las pruebas más importantes, o donde el Siervo de Dios residió durante la mayor parte de su vida). § 2. El Obispo solicitante debe obtener el consentimiento escrito del Obispo competente. § 3. En la causa de un grupo de mártires, será preciso solicitar el consentimiento escrito de todos los Obispos de las diócesis o eparquías donde murieron los Siervos de Dios. Art. 23 - § 1. Recibido el consentimiento, el Obispo de quien se trata en el art. 22 § 1 de esta Instrucción, enviará la petición escrita a la Congregación, a la que corresponde valorar las circunstancias particulares del caso[35]. § 2. La petición del Obispo debe exponer los motivos por los que solicita el traslado de competencia y adjuntar fotocopia del consentimiento escrito del Obispo competente. Art. 24 - § 1. Comprobadas las circunstancias particulares del caso, la Congregación concede el traslado de la competencia del foro con un rescripto, que se incluida en las actas de la primera sesión[36]. § 2. El Obispo solicitante inicia el procedimiento sólo después de haber recibido el rescripto de la Congregación. PARTE II FASE PRELIMINAR DE LA CAUSA Título I Presentación del libelo Art. 25 - § 1. En las causas recientes el postulador presenta al Obispo diocesano o eparquial el libelo de demanda (supplex libellus), es decir la petición escrita, con la que solicita el inicio de la causa [37]. § 2. El libelo se podrá presentar al Obispo una vez que hayan transcurrido cinco años desde la muerte del Siervo de Dios [38]. § 3. Antes de aceptar el libelo, el Obispo comprobará si se encuentra extendida entre el pueblo de Dios una auténtica fama de santidad o de martirio y de gracias y favores. Art. 26 - § 1. En el caso de que el libelo de petición se presente transcurridos más de treinta años desde la muerte del Siervo de Dios, el postulador deberá aclarar los motivos de ese retraso. § 2. El Obispo comprobará que el retraso en la presentación del libelo no es debido a fraude o dolo por parte del actor[39] Art. 27 - § 1. El Obispo atestará la ausencia de fraude o de dolo con una declaración escrita en la que exponga las razones concretas del retraso. § 2. La declaración se incluye en las actas del procedimiento[40]. 445 Título II Causas recientes y causas antiguas Art. 28 - § 1. El procedimiento que se ha de seguir en el desarrollo de la instrucción diocesana o eparquial se determina de acuerdo con el tipo de pruebas que se presentan. § 2. Una causa puede ser reciente o antigua. Art. 29 - § 1. La causa es reciente cuando las virtudes o el martirio del Siervo de Dios pueden probarse mediante declaraciones orales de testigos presenciales[41]. § 2. En una causa reciente, el procedimiento instructorio se concentrará ante todo en el interrogatorio de los testigos, teniendo siempre presente la necesidad de buscar y recoger también las pruebas documentales de la causa[42]. Art. 30 - § 1. Una causa es antigua si las pruebas de las virtudes in specie o del martirio del Siervo de Dios se obtienen sólo de fuentes escritas, por faltar testigos presenciales de la heroicidad de las virtudes o del martirio[43] § 2. En una causa antigua, el procedimiento se centrará sobre todo en las investigaciones de los peritos históricos y archivísticos, teniendo presente, sin embargo, la necesidad de interrogar algunos testigos acerca de la vigencia actual de la fama de santidad o de martirio y de la fama signorum y, si es el caso, acerca del culto tributado al Siervo de Dios en tiempos recientes[44]. Título III Causa acerca de las virtudes heroicas o del martirio Art. 31 - § 1. Si se trata de probar la heroicidad de las virtudes de un Siervo de Dios, el procedimiento deberá instruirse sobre la vida, las virtudes heroicas y la fama de santidad y fama signorum. § 2. Para probar el martirio de un Siervo de Dios, el procedimiento deberá instruirse sobre la vida, el martirio, la fama de martirio y la fama signorum [45]. Art. 32 - § 1. Podrá instruirse un único procedimiento sobre el presunto martirio de varios Siervos de Dios sólo en el caso de que éstos hayan dado su vida durante la misma persecución y en el mismo lugar[46]. § 2. En esas causas, un Siervo de Dios encabezará la lista del grupo; los demás presuntos mártires, con sus nombres, serán designados globalmente como compañeros. § 3.Si es posible, procure el Obispo incluir en ese grupo único Siervos y Siervas de Dios que representen a los distintos estados de vida en la Iglesia. Art. 33 - § 1. En el caso de los llamados Beatos antiguos, es decir de Siervos de Dios a los que se tributa culto desde tiempo inmemorial según los decretos de Urbano VIII, a fin de confirmar el culto el Obispo procede de acuerdo con lo establecido en las Normae servandae para las causas antiguas[47]. § 2. El postulador presenta al Obispo el libelo de demanda juntamente con la documentación prevista para las causas antiguas[48]. 446 Art. 34 - En el caso de que haya sido publicado el decreto de confirmación del culto de un Beato antiguo sin la previa aprobación de las virtudes heroicas o del martirio, como sucedió alguna vez en el pasado, en vista de la canonización el Obispo instruye el procedimiento sobre la vida y sobre las virtudes heroicas o el martirio, siguiendo el procedimiento establecido en las Normae servandae para las causas antiguas. Art. 35 - Promulgado el decreto sobre la confirmación del culto y sobre las virtudes heroicas o sobre el martirio del Beato, se procede a la canonización con la aprobación de un milagro acontecido después de la confirmación del culto. Título IV Libelo de demanda Art. 36 - § 1. El libelo de demanda es la instancia escrita con la que el postulador, en nombre del actor de la causa, pide oficialmente al Obispo competente que inicie la causa acerca de las virtudes o del martirio del Siervo de Dios[49]. § 2. Puesto que el procedimiento sobre los supuestos milagros se instruye por separado del procedimiento sobre las virtudes o el martirio del Siervo de Dios, el libelo de demanda que solicite el inicio del procedimiento sobre un presunto milagro deberá presentarse por separado del libelo acerca de las virtudes o el martirio del Siervo de Dios [50]. § 3. El libelo debe indicar, por lo menos de manera sumaria, en qué hechos y pruebas se basa el actor para probar lo que afirma; llevará la firma del actor y del postulador con indicación de la fecha y del lugar o lugares donde ambos residen[51]. Art. 37 - Como anexos del libelo de demanda sobre las virtudes o el martirio, el postulador presentará al Obispo diocesano o eparquial: 1. tanto en las causas recientes como en las antiguas, una biografía de cierto valor histórico sobre el Siervo de Dios, o, en su defecto, una cuidadosa relación cronológica sobre la vida y las actividades del Siervo de Dios, sus virtudes o su martirio, la fama de santidad o de martirio y la fama signorum, sin omitir lo que pueda resultar peyorativo o desfavorable para la causa [52] 2. un ejemplar auténtico de las publicaciones del Siervo de Dios[53]. 3. asimismo una lista de posibles testigos, es decir: a. en las causas recientes: nombres de aquellas personas que puedan contribuir a esclarecer la verdad sobre las virtudes o el martirio del Siervo de Dios, así como su fama de santidad o de martirio y la fama signorum, no omitiendo a los que podrían impugnar esa fama[54]. b. en las causas antiguas: lista de algunos testigos que puedan declarar sobre la fama de santidad o de martirio y sobre la fama signorum en el presente entre una porción significativa del pueblo de Dios [55]. Art. 38 - § 1. Como anexos del libelo de demanda para la instrucción del procedimiento sobre un presunto milagro, el postulador entregará al Obispo diocesano o eparquial: 447 1. una relación breve y detallada sobre las circunstancias particulares que caracterizan el caso; 2. lista de testigos; 3. todos los documentos que se refieran al caso[56]. § 2. Sobre las supuestas curaciones milagrosas es preciso presentar documentos médicos, clínicos e instrumentales (por ejemplo, la historia clínica, pareceres médicos, análisis de laboratorio y exploraciones instrumentales). Art. 39 - El libelo de demanda y los anexos a los que se refieren los art. 37 y 3 8 de la presente Instrucción, se deben incluir en las actas de la primera sesión o sesión de apertura del procedimiento[57]. Título V Aceptación del libelo Art. 40 - § 1. Sin perjuicio de lo establecido en el art. 45 § 1 de esta Instrucción, el Obispo diocesano o eparquial podrá aceptar el libelo en el que se solicita el inicio de la causa después de haber comprobado la existencia de la fama de santidad o de martirio auténtica y difundida y de la fama signorum[58]. § 2. En el caso de que, por justas causas, el Obispo decida no aceptar el libelo de demanda, comunicará la decisión al postulador mediante decreto, exponiendo los motivos. Título VI Consulta con otros Obispos Art. 41 - § 1. Una vez aceptado el libelo de demanda, el Obispo pedirá a la Conferencia episcopal, por lo menos regional, su opinión sobre la oportunidad de iniciar la causa [59]. § 2. En el caso de que se trate de Iglesias Orientales, el Obispo solicitará ese parecer al Sínodo de los Obispos de las Iglesias Patriarcales o Arzobispales Mayores, o bien al Consejo de Jerarcas de las Iglesias Metropolitanas sui iuris. Art. 42 - § 1. Para subrayar la colegialidad, ese parecer se solicitará durante una reunión de los Obispos respectivos. § 2. El resultado de la sesión se comunicará por escrito al Obispo que pidió el parecer, preferiblemente por el Presidente de la Conferencia de Obispos, por el Patriarca, por el Arzobispo Mayor o por quien preside el Consejo de Jerarcas de las Iglesias Metropolitanas sui iuris, y firmado también por el Secretario. § 3. Ese documento se incluye en las actas del procedimiento[60]. Título VII Publicación del libelo 448 Art. 43 - § 1. La petición del postulador de iniciar la causa en su diócesis o eparquía será notificada por el Obispo con un edicto, expuesto en la catedral o publicado en el boletín diocesano. § 2. Si le parece oportuno, dará a conocer la petición también en otras diócesis o eparquías, con el consentimiento de los respectivos Obispos. § 3. En el edicto invitará a todos los fieles a facilitar las informaciones que posean sobre la causa[61]. § 4. El edicto se adjunta a las actas del procedimiento[62]. Art. 44 - § 1. En el caso de que de las informaciones surja algún obstáculo de cierta importancia contra la causa, el Obispo lo comunicará al postulador para que lo remueva, si es posible[63]. § 2. En el caso de que el obstáculo no se haya removido y el Obispo considere que la causa no puede seguir adelante, lo notificará con decreto al postulador, exponiendo los motivos de la decisión [64]. Título VIII "Nihil obstat" de la Santa Sede Art. 45 - § 1. Sin perjuicio de lo indicado en el art. 40 § 1 de esta Instrucción, se aconseja que, antes de aceptar el libelo de petición del postulador, el Obispo diocesano o eparquial consulte a la Congregación de las Causas de los Santos, para saber si, por parte de la Santa Sede, existe algún obstáculo para la causa[65]. § 2. El Obispo envía a la Congregación la petición del nihil obstat adjuntando una breve relación, en la que se expongan los datos biográficos del Siervo de Dios (fecha, lugar y diócesis de nacimiento y de muerte, actividad ejercida en la Iglesia, etc.) y la importancia eclesial de la causa. Art. 46 - La Congregación contesta al Obispo con una carta que se incluirá en las actas de la causa [66]. PARTE III INSTRUCCIÓN DE LA CAUSA Título I Oficiales del procedimiento instructorio en general Art. 47 - § 1. El Obispo y todos los que toman parte en el procedimiento instructorio deben cuidar con suma diligencia y empeño que, al recoger las pruebas, no se omita nada que de algún modo concierna a la causa. En efecto, el buen resultado de la causa depende en gran parte de su correcta instrucción [67]. § 2. Los oficiales del procedimiento instructorio son: el delegado episcopal, el promotor de justicia, el notario y el perito médico en el procedimiento sobre una curación supuestamente milagrosa, o el perito técnico en el procedimiento sobre un presunto milagro de otro tipo. Art. 48 - § 1. Para cada procedimiento instructorio el Obispo nombra mediante decreto a todos los oficiales. 449 § 2. Los decretos de nombramiento son refrendados por el canciller de la diócesis o de la eparquía, para sancionar su validez jurídica[68]. § 3.Esos decretos se incluyen en las actas de la primera sesión o sesión de apertura del procedimiento instructorio [69]. Art. 49 - No se permite que un oficial desempeñe más de un cargo en el mismo procedimiento instructorio. Art. 50 - § 1. Si el procedimiento instructorio se refiere a un Siervo de Dios perteneciente a un instituto de vida consagrada, a una sociedad de vida apostólica o a una asociación de fieles clerical y/o laical, el Obispo no encomendará cargos a personas pertenecientes al mismo instituto, sociedad o asociación. § 2. Si es preciso, el Obispo puede nombrar como perito histórico y archivístico a una persona perteneciente al mismo instituto, sociedad o asociación del Siervo de Dios[70]. Art. 51 - § 1. El Obispo diocesano o eparquial, todos los que han sido nombrados para un cargo, y el postulador o, si es el caso, el vicepostulador, deben prestar juramento de cumplir fielmente su tarea y guardar el secreto de oficio[71]. § 2. El juramento se presta durante la primera sesión o sesión de apertura del procedimiento. § 3. Todos firman a pie de página en la fórmula del juramento, que se adjunta a las actas de esa primera sesión. Art. 52 - Con la última sesión o sesión de clausura caduca el mandato de todos los que han tomado parte en el procedimiento, incluidos el postulador diocesano o eparquial y el vicepostulador. Título II Oficiales del procedimiento instructorio en particular Capítulo I Delegado episcopal Art. 53 - El Obispo puede instruir la causa de beatificación y canonización directamente o por medio de un delegado[72]. Art. 54 - El delegado episcopal debe ser un sacerdote competente en materia teológica, canónica y también histórica, si se trata de una causa antigua[73]. Art. 55 - En cada causa se nombra un solo delegado episcopal. Capítulo Promotor de justicia II Art. 56 - § 1. El promotor de justicia debe vigilar para que se observe fielmente lo que la ley prescribe acerca de la instrucción de la causa. § 2. Debe además comprobar que se hayan recogido de forma exhaustiva todos los actos y los documentos relacionados con el procedimiento instructorio. § 3. Por lo tanto, el promotor de justicia ha de colaborar con el delegado episcopal de forma activa y sistemática [74]. 450 Art. 57 - El promotor de justicia debe ser un sacerdote competente en materia teológica, canónica y también histórica, si se trata de causas antiguas[75]. Art. 58 - Para cada causa se nombra sólo un promotor de justicia. Capítulo III Notario Art. 59 - § 1. El notario transcribe las declaraciones de los testigos y redacta las actas del procedimiento según las indicaciones del delegado episcopal [76]. § 2. Si es preciso, el Obispo nombra notarios adjuntos. § 3.Cualquier fiel católico puede desempeñar este cargo. Capítulo IV Perito médico Art. 60 - § 1. En el procedimiento instructorio sobre una curación supuestamente milagrosa, el Obispo debe nombrar un perito médico. § 2. Si el supuesto hecho milagroso es de otro tipo, el Obispo nombrará un perito técnico. § 3. Después de haber jurado cumplir fielmente su tarea y guardar el secreto de oficio, el perito ayuda al promotor de justicia a preparar las preguntas para el interrogatorio de los testigos[77]. § 4. El perito debe participar en las sesiones del interrogatorio de los testigos con el fin de proponer al delegado episcopal, en su ámbito de competencia, que formule preguntas aclaratorias según las necesidades y las circunstancias[78]. Título III Sede de las sesiones Art. 61 - § 1. Las sesiones tienen lugar en la sede estable del tribunal diocesano o eparquial, o en otro lugar idóneo [79]. § 2. Las sesiones no deben celebrarse en la sede del instituto de vida consagrada, de la sociedad de vida apostólica o de la asociación a la que pertenecía el Siervo de Dios. PARTE IV PRUEBAS DOCUMENTALES Título I Censores teólogos Art. 62 - § 1. El Obispo nombra, con decretos distintos, por lo menos a dos censores teólogos para que examinen los escritos publicados por el Siervo de Dios, entregados por el postulador de la causa [80] 451 § 2. Se considera escrito publicado del Siervo de Dios toda obra editada por el mismo Siervo de Dios o por otra persona [81]. § 3. Si la cantidad de escritos publicados lo requiere, éstos se pueden repartir entre distintos censores, con tal de que cada uno sea examinado por lo menos por dos censores. Art. 63 - § 1. Los nombres de los censores deben permanecer secretos. § 2. Los censores teólogos, ante el Obispo y en presencia del canciller, deben prestar por separado juramento de cumplir fielmente su tarea y de guardar el secreto de oficio [82] § 3. El juramento se registra y, junto con los decretos de nombramiento, se adjunta a las actas del procedimiento. Art. 64 - § 1. Los censores teólogos deben examinar los escritos publicados del Siervo de Dios y comprobar que no hay nada en ellos contrario a la fe y a las costumbres[83]. § 2.Se aconseja que los censores teólogos examinen también los escritos inéditos del Siervo de Dios y den su dictamen sobre la ausencia en ellos de elementos contrarios a la fe y a las costumbres[84]. § 3. Los censores teólogos describen también en su dictamen la personalidad y la espiritualidad del Siervo de Dios. Art. 65 - § 1. Cada censor teólogo debe redactar su dictamen escrito por separado. § 2. Al entregar su dictamen al Obispo, cada censor declarará con juramento que ha cumplido fielmente su oficio. § 3. El juramento se registra y se adjunta a las actas del procedimiento. Art. 66 - En conformidad con la praxis de las causas de los Santos, los censores teólogos no son llamados a declarar como testigos sobre el contenido de sus dictámenes. Art. 67 - El Obispo adjunta a las actas de la primera sesión del procedimiento los dictámenes de los censores teólogos o, si es el caso, una declaración escrita de que no existen escritos publicados del Siervo de Dios [85]. Título II Peritos históricos y archivísticos ("Comisión histórica') Capítulo I Peritos Art. 68 - § 1. En toda causa, tanto reciente como antigua, el Obispo debe nombrar mediante decreto, por lo menos tres peritos históricos y archivísticos, que constituyen la así llamada comisión histórica[86]. § 2. Incumbe a los peritos el deber de buscar y recoger todos los escritos del Siervo de Dios aún no editados, así como los documentos históricos, tanto manuscritos como impresos, relacionados de cualquier modo con la causa [87]. 452 § 3. El oficio de perito no se puede encomendar al postulador ni al vicepostulador ni a sus colaboradores, puesto que las pruebas deben recogerse formalmente en el marco de un proceso canónico[88]. Art. 69 - § 1. El Obispo puede nombrar entre los peritos históricos y archivísticos a un miembro del instituto de vida consagrada, de la sociedad de vida apostólica o de la asociación clerical y/o laical a la que pertenecía el Siervo de Dios [89]. § 2. Puede ser útil efectuar ese nombramiento, ya que se habrán de consultar los archivos del instituto, de la sociedad o de la asociación. Art. 70 - § 1. En presencia del Obispo y del canciller de la diócesis o de la eparquía, los peritos juran cumplir fielmente su tarea y guardar el secreto de oficio [90]. § 2. El juramento se registra y se adjunta a las actas del procedimiento. § 3. Los peritos firman a pie de página la fórmula del juramento. Capítulo II Pruebas documentales Art. 71 - La búsqueda de los documentos ha de realizarse en los archivos de todos los lugares donde el Siervo de Dios residió y desarrolló su actividad [91]. Art. 72 - § 1. Se adjunta a las actas del procedimiento fotocopia autenticada de todos los escritos inéditos y documentos recogidos por los peritos[92]. § 2. No es suficiente una simple lista de los escritos y de los documentos hallados en la investigación. Capítulo III Relación de los peritos Art. 73 - § 1. Concluidas las investigaciones y recogidos los escritos inéditos y los documentos, los peritos redactan colegialmente una sola relación detallada, firmada por todos, que entregan al Obispo o a su delegado juntamente con la documentación recogida. § 2. En la relación, los peritos deben: 1. garantizar que han cumplido fielmente su tarea; 2. enumerar los archivos consultados; 3. adjuntar lista de los escritos y documentos hallados; 4. dar su parecer sobre la autenticidad y el valor de esos escritos y documentos; 5. expresar su juicio sobre la personalidad y la espiritualidad del Siervo de Dios, según pueden deducirse de los mismos escritos y documentos, no dejando de poner en evidencia los posibles aspectos negativos[93]. § 3. Los peritos deben indicar los eventuales obstáculos al Obispo o a su delegado, que informará al postulador para que pueda removerlos[94]. § 4. La relación se incluye en las actas del procedimiento[95]. 453 Art. 74 - Si los escritos inéditos del Siervo de Dios plantean dificultades de carácter teológico o moral, los peritos informarán al Obispo o a su delegado, para que solicite el dictamen de los censores teólogos [96]. Art. 75 - § 1. La relación debe ser firmada in solidum por todos los peritos de la comisión histórica. § 2. Sin embargo, en la misma relación se harán constar las posibles discrepancias de cada perito. Capítulo IV Testimonio de los peritos Art. 76 - § 1. Los peritos deben ser llamados a declarar por separado, como testigos de oficio[97]. § 2. Declaran con juramento: 1. que han llevado a cabo todas las investigaciones; 2. que han recogido todo el material relacionado con la causa; 3. que no han alterado o mutilado ningún documento o texto [98]. § 3. A los peritos pueden hacerse otras preguntas de oficio acerca de la personalidad y la actividad del Siervo de Dios, con el fin de aclarar también los aspectos negativos de cierta importancia para la causa[99]. PARTE V PRUEBAS TESTIFICALES Título I Interrogatorios Art. 77 - § 1. Tanto en las causas recientes como en las antiguas se sigue el mismo procedimiento. § 2. Los testigos son interrogados solamente después de haber recogido las pruebas documentales como se indica en la Parte IV de la presente Instrucción: Pruebas documentales, a no ser que por la dilación se tema la imposibilidad de recibir más tarde declaraciones orales de algunos testigos presenciales; en este caso puede aplicarse el principio ne pereant probationes, como se detalla en los art. 82-84 de esta Instrucción. Art. 78 - § 1. El Obispo entrega al promotor de justicia todo el material recogido hasta el momento, es decir lo que acompaña al libelo de demanda del postulador, los dictámenes de los censores teólogos y los documentos entregados por los peritos históricos y archivísticos, juntamente con la relación de éstos [100]. § 2. El promotor de justicia redacta las preguntas para el interrogatorio de los testigos, si es preciso con la colaboración de un experto [101]. § 3. El promotor de justicia firma los interrogatorios, añadiendo a pie de página el lugar y la fecha. 454 Art. 79 - § 1. Los interrogatorios se preparan con el fin de obtener de los testigos declaraciones que correspondan a su conocimiento de hechos concretos y a sus fuentes de conocimiento. § 2. Los interrogatorios comienzan con las preguntas acerca de la identidad del testigo y su relación con el Siervo de Dios [102]. § 3. Las preguntas han de ser breves, no capciosas o falaces, no deben sugerir la respuesta, deben adaptarse a la capacidad de comprensión del testigo y no han de abarcar varias cuestiones a la vez [103]. § 4. Cuando el procedimiento se instruye sobre las virtudes, los interrogatorios han de comprender preguntas que requieran, por parte del testigo, ejemplos concretos y específicos del ejercicio de cada virtud. Art. 80 - § 1. Los interrogatorios no deben darse a conocer a los testigos antes de su declaración [104]. § 2. Se permite al postulador o al vicepostulador facilitar a los testigos los datos biográficos del Siervo de Dios. Art. 81 - Si el procedimiento se refiere a un supuesto milagro, el material recogido será entregado por el Obispo a un experto en la materia de que se trate, y éste formulará preguntas específicas para que se incluyan en los interrogatorios preparados por el promotor de justicia [105]. Título II "Para que no se pierden las pruebas" ("Ne pereant probationes") Art. 82 - § 1. El Obispo o su delegado puede aplicar el principio ne pereant probationes en el caso de que haya riesgo de perder algunas pruebas testimoniales de cierta importancia (por ejemplo, si urge oír a algunos testigos ancianos o enfermos) [106]. § 2. En conformidad con ese principio, los testigos que se encuentran en las circunstancias citadas pueden ser interrogados antes que se terminen de recoger las pruebas documentales. § 3. Para el interrogatorio de esos testigos, el Obispo procederá según lo indicado en los art. 47-61 y 86-115 de la presente Instrucción. Art. 83 - § 1. Si una persona desea aportar su testimonio sobre la vida o la muerte de alguien cuya causa no se haya iniciado, puede entregar al Obispo una declaración escrita ad futuram rei memoriam. § 2. Para que sea recibida como prueba en una futura causa, esa declaración debe ser firmada por el autor y refrendada por un notario eclesiástico o civil. § 3. El Obispo conserva la declaración en lugar seguro en la curia diocesana o eparquial. Art. 84 - El autor de la declaración ad futuram rei memoriam será citado para testimoniar en el procedimiento instructorio, si éste tiene lugar. 455 Título III Citación para las sesiones Art. 85 - § 1. El lugar y la hora de las sesiones se comunicarán con la debida antelación al promotor de justicia, al notario o al notario adjunto y a los testigos llamados a declarar. § 2. La convocatoria, firmada por el Obispo o por su delegado y debidamente registrada en las actas del procedimiento, se realiza mediante la citación o de otra forma totalmente segura[107]. § 3. Quienes han sido citados deben presentarse y, en el caso de que se encuentren imposibilitados, darán a conocer al Obispo el motivo de su no comparecencia[108]. Título IV Primera sesión o sesión de apertura Capítulo I Participantes Art. 86 - § 1. La primera sesión del procedimiento instructorio, en la que se recibe el juramento de todos los oficiales, es presidida por el Obispo diocesano o eparquial. § 2. Por justas razones, el Obispo puede nombrar con decreto a un sacerdote que le sustituya. § 3. La primera sesión puede celebrarse con participación de fieles[109]. Art. 87 - § 1. Deben asistir a la primera sesión todos los oficiales debidamente nombrados por el Obispo, es decir el delegado episcopal, el promotor de justicia, el notario y los notarios adjuntos y, en el caso de un procedimiento sobre un supuesto hecho milagroso, el perito[110]. § 2. Durante esa sesión todos ellos, así como también el Obispo y el postulador y/o el vicepostulador diocesano o eparquial de la causa, juran que cumplirán fielmente su tarea y guardarán el secreto de oficio [111]. Art. 88 - En las iglesias, y fuera de ellas, es muy importante abstenerse siempre de cualquier acto que pueda inducir a los fieles a pensar sin motivo que el inicio del procedimiento conduce necesariamente a la beatificación y la canonización del Siervo de Dios (por ejemplo, se han de evitar celebraciones litúrgicas y panegíricos en honor de los Siervos de Dios, etc.) [112]. Capítulo II Actas de la primera sesión Art. 89 - A las actas de la primera sesión se adjuntan los actos de la causa ya realizados y todo el material recogido: 1. el rescripto del traslado de competencia, si lo hay [113]; 2. la documentación presentada al Obispo para demostrar la fama de santidad o de martirio y la fama signorum de que goza el Siervo de Dios [114]; 456 3. el mandato de nombramiento del postulador y/o vicepostulador [115]; 4. el libelo de demanda d