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VERSION PRELIMINAR SUSCEPTIBLE A MODIFICACIONES UNA
VEZ CONFRONTADO CON EL EXPEDIENTE ORIGINAL
Senado de la Nación
Secretaría Parlamentaria
Dirección Publicaciones
(S-0570/08)
PROYECTO DE DECLARACION
El Senado de la Nación
DECLARA
Rendir un merecido homenaje al caudillo catamarqueño Coronel
Felipe Varela, al cumplirse el próximo 4 de junio el 137º aniversario de
su fallecimiento.
Ramón Saadi.FUNDAMENTOS
Señor Presidente
Felipe Varela, fue uno de los grandes caudillos argentinos. Nació en el
año 1821 en Huaycama, Departamento de Valle Viejo, Provincia de
Catamarca, fue un estanciero y militar argentino, líder del último
pronunciamiento de los caudillos del interior contra la hegemonía
política conquistada por la provincia de Buenos Aires en la batalla de
Pavón. Apodado el Quijote de los Andes por el desafío que plantó al
gobierno central con un reducido ejército de menos de 5.000 hombres,
hizo frente a éste en la región andina y cuyana durante varios años.
Finalmente derrotado, murió exiliado en Chile.
Varela, poseedor de tierras en Guandacol (provincia de La Rioja),
combatió contra el gobierno de Juan Manuel de Rosas en la década
de 1840, en la Coalición del Norte y bajo las órdenes de Peñaloza e
intervino junto a éste en las sublevaciones de 1862 y 1863.
La persecución del gobernador de Buenos Aires le llevó al exilio en
Chile, donde se unió al ejército de ese país; luego de la caída de
Rosas, en 1852, retornó sumándose al ejército de la Confederación.
En 1862 peleó bajo las órdenes de Justo José de Urquiza en la batalla
de Pavón, que marcó el triunfo de la facción porteña y el inicio de la
hegemonía mitrista; se unió, tras la derrota, a las huestes del Chacho
Peñaloza en su sublevación contra las autoridades nacionales.
Como protegido del Chacho, fue nombrado jefe de la policía en La
Rioja. En 1863 invadió la provincia de Catamarca, combatiendo contra
las fuerzas de Wenceslao Paunero en las batallas de Las Playas y
Lomas Blancas; luego del asesinato de Peñaloza, Varela se refugió en
Entre Ríos, sirviendo nuevamente a las órdenes de Urquiza. Un año
más tarde volvió a Chile.
Entre los años 1867 y 1868 fue Gobernador de la Provincia de
Catamarca y tubo influencia en las políticas de las provincias vecinas
en especial en Salta y Jujuy.
Acérrimo opositor al gobierno de Buenos Aires, Varela percibió la
impopularidad de la guerra del Paraguay y decidió intervenir
nuevamente. Provisto de buena inteligencia sobre las decisiones
diplomáticas tras la creación de la Triple Alianza y las motivaciones de
Mitre, liquidó sus posesiones para equipar un par de batallones de
exiliados, así como combatientes chilenos afines a su causa.
Convocando a las montoneras residuales de otros caudillos muertos
en todo el país más combatientes chilenos, marchó sobre territorio
argentino portando bandera con la consigna de ¡Federación o Muerte!.
En San José de Jáchal, provincia de San Juan, lanzó el 10 de
diciembre de 1866 su proclama revolucionaria:
¡Argentinos! El pabellón de mayo que radiante de gloria flameó
victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada
jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del
caudillo Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de
Estero Bellaco, Tuyuty, Curuzú y Curupayty. Nuestra Nación, tan feliz
en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan
engalanada en glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando
empeñada en más de cien millones y comprometido su alto nombre a
la vez que sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel
mismo porteño, que después de la derrota de Cepeda lagrimeando
juró respetarla.
Tal es el odio que aquellos fratricidas porteños tienen a los
provincianos, que muchos de nuestros pueblos han sido desolados,
saqueados y asesinados por los aleves puñales de los degolladores
de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazával y otros
varios dignos de Mitre.
¡Basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin
corazón, sin conciencia! ¡Cincuenta mil víctimas inmoladas sin causa
justificable dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación
que atravesamos y que es tiempo de contener!
¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria!
¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro,
de lágrimas y de sangre argentina y oriental! Nuestro programa es la
práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la
amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas
americanas.
¡Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el
enemigo. Allí los invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte,
vuestro jefe y amigo. Felipe Varela
La intentona recabó apoyo entre los caudillos de la región; el primero
en alzarse fue el mendocino Juan de Dios Videla, al que se sumaron
rápidamente los puntanos Felipe y Juan Saá. Con su apoyo, y el claro
predominio del sentimiento federal en la región, Varela pudo
declararse con tranquilidad gobernador de Catamarca. Los dos
batallones con los que había partido de Chile se habían transformado
en varios miles de hombres, y con esas fuerzas derrotó a los enviados
del gobierno central en Luján de Cuyo y Rinconada del Pocito.
Mitre, que a la sazón estaba personalmente al frente de las
hostilidades en el Paraguay, debió separar fuerzas de la Triple
Alianza, bajo el comando de José Miguel Arredondo y Paunero, para
hacer frente a la insurrección.
Mientras tanto, los caudillos al frente de las montoneras buscaban
soliviantar las provincias vecinas; ante la tibia acogida que les
dispensa Urquiza, con quien contaban inicialmente para encabezar el
alzamiento, planificaron las acciones desde su cuartel de Jáchal.
Varela estaría encargado de alzar las provincias occidentales,
mientras los Sáa y Videla avanzarían hacia el litoral, donde Ricardo
López Jordán estaría a cargo de las fuerzas entrerrianas y de quienes
se le sumaran en Santa Fe y Corrientes. Del otro lado del Uruguay,
Timoteo Aparicio encabezaría los blancos.
En marzo, el ejército al mando de Paunero recibió en Rosario el
moderno equipo retirado del frente paraguayo, y comenzó el avance
hacia Córdoba, donde el ministro de guerra, Julián Martínez, se había
trasladado para imponer la autoridad civil del gobierno central.
Alertado de la marcha de los Saá, Paunero destacó a Arredondo a
interceptarlos en la orilla del Río Quinto. En la madrugada del 1 de
abril, las fuerzas de los montoneros y sus aliados ranqueles, que
habían aportado 500 lanzas a los insurrectos, fueron derrotadas en
San Ignacio.
Mientras tanto, Paunero avanzaba con el resto de la tropa hacia
Varela, y los hermanos Manuel y Antonino Taboada conscribían tropa
en la provincia de Santiago del Estero para apoyar a las fuerzas
regulares. Varela marchaba desde Catamarca y La Rioja, donde había
reunido unos 4.000 hombres, hacia las provincias del altiplano andino,
cuando recibió la noticia de la derrota de los Saá; comprendiendo que
las fuerzas de los Taboada ocuparían las provincias cuyos hombres
formaban su tropa, decidió retroceder hacia La Rioja y hacerles frente.
Enviando recado a los Taboada para sugerirles combatir fuera de la
ciudad, con la intención de reducir los daños civiles, Varela avanzó
haciendo contramarchas. Sin duda, la dureza de su avance influyó
tanto en el resultado del Pozo de Vargas —el único manantial en su
camino— como la superioridad de la artillería enemiga. El ejército de
Taboada se había ubicado estratégicamente, contando con la
necesidad imperiosa de agua de los hombres de Varela, para atacar
desde trincheras recién cavadas al avanzar los otros sobre el pozo.
Sin embargo, la carga inicial de los federales —encabezada por
Estanislao Medina, el segundo de Varela— fue exitosa, y los combates
se prolongaron durante casi ocho horas. Una astuta maniobra del
capitán montonero Elizondo se hizo con los animales y el parque de
armas de los Taboada, pero el rédito de la misma se vio desbaratado
cuando se dio a la fuga con ellos en lugar de volver a formar filas y
entrar al combate. Con menos de 180 hombres, Varela debió retirarse,
dejando el campo al muy maltrecho ejército nacional.
Pocos días más tarde, reuniendo los restos dispersos de su ejército y
el de los Saá en el campamento de Jáchal, Varela decidió adoptar una
táctica de guerrilla. El 21 de abril abandona Jáchal, ante el avance de
Paunero, y se echó al monte; desde allí hostigaría a las fuerzas
regulares de sus adversarios, contando con su mejor conocimiento del
terreno.
El 5 de junio, en el paraje de Las Bateas, se arrojó por sorpresa sobre
el campamento de Paunero, huyendo con la caballada y la munición.
El 16 del mismo mes, aprovechando sus pocos medios, sorprende en
la quebrada de Miranda a un grupo de conscriptos al frente del
Coronel Linares, que abandonan el bando nacional y se le unen
desobedeciendo a sus oficiales. Esa clase de acciones se prolongaría
durante meses, obligando al gobierno central a mantener en constante
alerta a sus tropas en la región, bautizadas como Ejército Interior.
En octubre de ese mismo año, para aprovisionarse, bajó con sus
tropas de la cordillera y tomó durante unas horas la ciudad de Salta;
de allí obtuvo artillería y munición, y marchó hacia la frontera boliviana,
recibiendo apoyo de los lugareños en Jujuy. Asilado por el presidente
boliviano Mariano Melgarejo, se refugió temporariamente en Potosí;
sin embargo, los vaivenes de la política boliviana agotaron
rápidamente su bienvenida, y hacia fines de 1868 tomó nuevamente el
camino de Salta con un par de centenares de hombres, incitado por el
fusilamiento del caudillo riojano Aurelio Zalazar. El 12 de enero de
1869, un pequeño contingente nacional lo derrotó en Pastos Grandes,
dispersando definitivamente su tropa.
Enfermo de tisis y carente de apoyo, Varela se refugió en Chile. El
gobierno transandino, poco amigo de dar albergue a un insurrecto
reincidente, lo mantuvo brevemente en observación antes de permitirle
asentarse en Copiapó. El 4 de junio la enfermedad acabó con su vida.
El gobierno catamarqueño repatrió sus restos, pese a la oposición del
Ejecutivo nacional encabezado por Domingo Faustino Sarmiento.
Por todo lo expuesto, solicito a los Sres. Senadores me acompañen
con la sanción del presente proyecto.
Ramón Saadi.-
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