SEGUNDO CONGRESO OBRERO

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C apítulo V II
SEGUNDO CONGRESO OBRERO
20 D e
ju l io d e
1925
En el recuento de lo sucedido durante el Segundo Congreso hay que
empezar con la sorpresa que significó la noticia dada por los periódicos de
la expulsión de Savinski del país, su inmediata orden de prisión firmada
por el hombre-púas general Jiménez, quien lo incomunicó y se encargó de
sacarlo en extradición para México. En los entretelones de esa expulsión,
que causó indignación entre los círculos intelectuales y obreros socialistas
por el cariño que él había sabido granjearse, estuvo el hecho de que unos
policías se convirtieron en “correo” entre Savinski y sus compañeros. Gra­
cias a ellos el “emigrante” pudo trasmitir durante los tres días que le dieron
de gracia sus recomendaciones personales, entre ellas, la decisión de donar
su tintorería de la calle 19 a sus compañeros socialistas y que ésta fuera
administrada por Patrocinio Rey. También por ellos Savinski conoció el
contenido de los carteles que el Segundo Congreso hizo colocar en las calles
de Bogotá respaldándolo; ponían su nombre como ejemplo y protestaban
a la vez por la medida. Era evidente: a él, como después a Vicente Adamo,
les castigaron sus ideas. A la hora final de su salida Savinski pudo ver en la
calle a la gente agolpada, despidiéndolo con gestos amistosos. Los asistentes
al Congreso estaban allí...
Pero estos socialistas ignoraron, aunque lo presentían, que cada uno
de los pasos de su actuación pública considerados por ellos como legales,
eran reportados al Departamento de Estado de Washington, que a su vez,
recomendaba lo que debía hacerse o dejarse de hacer con los anarquistas o
socialistas o comunistas colombianos. La expulsión de Savinski, por ejemplo,
fue reportada al Secretario de Estado.
La votación para elegir la directiva del congreso, inicialmente de siete
miembros, se hizo nombre por nombre y fue la siguiente:26 Quintín Lame,
Tomás Uribe Márquez, Torres Giraldo, Salvador Murcia y Francisco De
Heredia, socialistas; además, Moisés Prieto y Luis David Forero, liberales
que irían a ingresar al PSR el día de su fundación.
Según la detallada memoria de los socialistas, la afirmación de que
el Segundo Congreso fue preparado por la tendencia anarco-sindicalista no
fue exacta. Es verdad que asistieron algunos y aportaron; la Unión Sindical,
Medina, Medófilo. op. cit., págs. 90 y 91. 2. El Espectador, ¡ulio 25 de 1925.
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organismo dirigido por Luis A. Rozo estuvo presente en el congreso pero la
organización del evento fue tarea íntegra de los socialistas. Posiblemente
esa versión pudo tener asidero en un hecho que Carlos Cuéllar y otros
veteranos explicaban así: después de la instalación, el primer discurso fue
el de Rozo. Por entonces El Espectador sacaba la sección "Vida Obrera", en
ella colaboraban algunos de sus amigos y publicaron íntegramente sus
palabras, a tiempo que omitieron otras intervenciones y aspectos de fondo
que se dieron allí.
Empezando por el final, el Congreso dejó sentada una protesta contra
la expansión del gobierno de los EE.UU. en territorios latinoamericanos: en
Panamá se producía una intervención norteamericana contra las manifesta­
ciones populares; en Nicaragua se completaban 13 años de ocupación militar:
en Honduras había guerra civil y los marines intervenían abiertamente; en
Venezuela los trabajadores del petróleo denunciaban el robo de esa riqueza por
parte de las compañías norteamericanas y se lanzaban a una huelga similar a
la de Barrancabermeja. La protesta terminaba diciendo: "... sin darnos cuenta,
vamos a ser otra colonia a l estilo de Panamá".
Presentaron un saludo a la revolución mexicana: en muchos países se
llevaban a cabo simultáneamente actos de apoyo a su pueblo, a los que se
sumaban intelectuales destacados de entonces: Miguel de Unamuno, José
Ortega y Gasset, José Vasconcelos, Miguel Angel Asturias, José Ingenieros
entre otros, acababan de asistir a un acto en París de respaldo a la revolu­
ción mexicana. El otro saludo fue para el proceso soviético (La URSS era
un signo esperanzador, las noticias sobre su desarrollo estaban a 70 años
de ser una perversión).
En lo nacional consignaron una protesta por la decisión del gobierno
de traer ingenieros hidráulicos para labores de dragado en el río Magdalena.
Un respaldo a la Asociación de Barranquilla que había hecho pública su
inconformidad: “aquí hay gente capaz -decían los trabajadores-, hombres
que llevan 20 y 30 años navegando por el río Magdalena y sus afluentes,
ellos pueden desempeñar esos cargos”.
Frente a las FF.AA. el Segundo Congreso tam bién se m anifestó:
"no teniendo Colombia peligro de guerras internacionales, esas fuerzas están
destinadas a acallar la rebeldía y la altivez de las fuerzas libres y conscientes”.
Como denuncia, la más destacada de los sectores obreros se basó en
los informes de los trabajadores de Honda, Mariquita, La Dorada y sitios
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Los AÑOS
] [ Segundo congreso obrero
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E.E.U.U. sobre la expulsión de
Savinsky de Colom bia, 1925
cercanos. El portador de la correspondencia fue Francisco De Heredia: "la
oficina del trabajo -denunció De Heredia- nada ha hecho para cumplir las
obligaciones contraídas con los obreros”.
Para el estudio de un problema que creyeron vital como el indígena,
se creó una comisión especial. Quintín Lame elaboró un proyecto cuyo
cuerpo de ideas giraba en torno al colectivismo. Luego solicitó al Congreso
que interviniera ante los poderes públicos porque las herramientas para las
labores de la tierra les habían sido nuevamente arrebatadas a los indígenas;
pedía, o más bien exigía, su inmediata devolución.
En cuanto a los problemas agrarios, Tomás presentó una ponencia en
donde destacaba la importancia de la historia mostrando una tradición viva
y una relación con el pasado que no era sólo venerar a los muertos, más que
eso, la defensa de una cultura vital y la lucha por la defensa de la tierra en
forma organizada. En esa perspectiva se esforzó por informarse lo mejor
posible del mundo campesino colombiano: la cotidianidad de los colonos
pobres, las relaciones sociales en las haciendas cafeteras, las condiciones
de vida en cada región con su historia local, la producción agraria de cada
departamento, la tradición de los campesinos, su religiosidad. Leía todo lo
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referente al agro, lo que escribía la gente y las informaciones oficiales, pasaba
horas escuchando y preguntando a los comisionados que venían del campo,
apuntándolo todo, reflexionando con ellos y visitando las regiones. Esa in­
formación oral, directa -decía- era su mejor estudio. Y concluía: "Colombia
entregada a la estrecha tutela del capitalismo, es una colonia económica de los
imperialismos yanqui e inglés; su más profundo problema es el agrario, dentro
de la necesidad urgente de abolir la servidumbre que pesa sobre los trabajadores
del campo, con salarios de 5 centavos por 10 o más horas de trabajo". Tomás
tenía fe en la fuerza y organización propia: "No esperar bienestar alguno que
proceda de la oligarquía del país, porque la actual organización social de castas
se perpetuará en sus privilegios históricos si no se opone a ello la acción conjunta
de los desposeídos p ara imponer el derecho a las tierras’’. (Ver anexo 2).
Precisamente en ese año y por primera vez cientos de campesinos,
desde el Valle hasta Antioquia, despojados en masa, quemados sus ranchos,
iniciaron el éxodo por distintos caminos sin poder volver porque el ejército
no se lo permitía; presentaron resistencia colectiva y enviaron un memorial
a la Cámara de Representantes sobre la necesidad de la Reforma Agraria.
Los dos proyectos presentados en el Segundo Congreso, el indígena y
el agrario, quedaron unificados y en manos de una comisión para su estudio
bajo la responsabilidad de Tomás, con Cecilia y Pablo E. Mancera que habían
colaborado intensamente en la ponencia, así como Ocampo Vásquez y otros
dirigentes agrarios, no todos presentes en el Congreso. Este estudio fue
concluido y aprobado por el PSR en el primer semestre del año 27.
Existieron dos razones para que aquel Congreso se caracterizara por
una visión optimista: sentían el momento como una suma de los años de
lucha y de esa experiencia y allí mismo nacía la Confederación Obrera
Nacional (CON). No obstante, en pelea tan desigual con el poder del Estado,
la cárcel era una realidad creciente, lo que les obligó a ponerle atención a la
comisión creada en el anterior Congreso de apoyo y asistencia a los Presos
Sociales. Recordemos que el número de presos crecía en la medida en que
las huelgas aumentaban, es decir, que de cada conflicto en cualquier parte
del país quedaba un saldo de trabajadores presos, por lo general, aquellos
que más se destacaban en la organización y orientación de las huelgas o
quienes conformaban los Comités organizadores que representaban a los
sindicatos. De los obreros de Barranca de la huelga del año anterior, aún
estaban presos muchos de ellos. Al frente de esta comisión quedó María
Cano, quien debía visitar ministros y autoridades para abogar por los pre­
sos; en la parte jurídica Jorge Uribe Márquez y Juan C. Dávila, quizá los
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Los
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] [ Segundo congreso obrero
primeros abogados que se dedicaron a defender presos sociales (políticos).
La solidaridad era el otro elemento. En esta comisión junto a María Cano
y complementando su trabajo estuvieron Fanny Moreno, María de los
Ángeles Niño, Leonilde Riaño, Sofía López, María Rico, Cecilia Cuéllar,
Judit Restrepo y otras jóvenes y no solo en lo que tuviera que ver con los
presos sino en lo relacionado con otras situaciones; Elvira Medina, como en
un apostolado enseñaba a poner inyecciones y daba nociones de primeros
auxilios entre grupos de mujeres de toda condición.
Como quiera que se avecinaban las elecciones presidenciales, este tema
afloró con otra ponencia presentada por el “Negro” Guerrero con la propo­
sición de abstención: "... porque no vamos a disentir ni a decidir sino a votar
incondicionalmente". No era nada nuevo para los 27 delegados que venían de
discutir en sus regiones el asunto. En Bogotá también le habían dedicado
tiempo al debate y algún periódico registró la posición del congreso presen­
tada por Tomás: "mientras que los obreros no sean una fuerza completamente
organizada deben abstenerse de ir a los comicios p ara cualquier elección".27 Es
decir, los socialistas no cerraban las puertas a una posterior participación
electoral. Pero en esos momentos ni el liberalismo tenía chance porque la
Hegemonía siempre obtenía kilométrica ventaja por el fraude. Tres meses
después los liberales lanzaron listas para elecciones municipales y tomaron
irrespetuosamente el nombre de Tomás, lo que provocó su reacción, pero
El Espectador no publicó la enérgica rectificación exigida.28
Además de los anteriores, los puntos fuertes fueron el acuerdo de la
realización del III Congreso Obrero y como objetivo central la creación de
la CON, lo que veremos después de consignar esta otra vivencia de Miguel
Angel, que habla de la letra menuda de aquel evento:
En la Casa del Pueblo fue donde se reunió el Congreso —recordaba el
veterano— estaba adornada con palmas y en el zaguán pu sieron let reros,
uno de ellos decía: "nunca es libre el hombre que no piensa”. Había otro... "el
ideal de virtudes del hombre obrero ", ahí se leían cosas contra el alcoholismo,
el respeto a las mujeres, los niños y los ancianos.
El primer día hubo banda, tocaron la Marsellesa y los pelafustanes can­
tamos en italiano un himno que nos habían enseñado para el Congreso
y que dice así:
'Avanti popolo, /alla ricossa /bandiera rossa, bandiera rossa. /Avanti po­
polo /allá ricossa /bandiera rossa, trionferà. /Bandiera rossa la trionferà /
El Espectador, julio 25 de 1925
El Espectador, octubre 3 de 1925, pág. 1.
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bandiera rossa la trionferà /bandiera rossa la trionferà. /E viva il socialismo
e la libertad.”
El Congreso lo abrió Maria Cano con un discurso muy elocuente, la
gente entusiasmada aplaudía a los delegados, sólo que el ambiente esta­
ba saturado por la preocupante situación del proyecto de pena capital
presentado en el parlamento. La sorpresa fue grande, pero los socialistas
nada gallinas, ahí mismo empezaron a convocar manifestaciones y a crear
comités contra eso, y la gente acudió. Ellos decían: vamos a jugárnosla
con reveses y suertes, y como había muchos liberales de peso que estaban
contra el cadalso y mucha gente del pueblo pues... no era difícil derrotar
al gobierno. ¡Y lo derrotaron!
El fatídico proyecto había sido presentado el 20 de julio, día de
nuestra independencia, por Guillermo Valencia. Los socialistas sabían que
significaba para ellos maldición sobre sus cabezas, los demócratas verdade­
ros lo repudiaban y el periodismo, convertido para entonces en una actitud
renovadora, desplegaba en su contra otra batalla; el torrente de oposición
fue incontenible. Por otro lado, eran los últimos meses de Pedro Nel Ospina y bien se sabe que en sus estertores cada gobierno quiere limpiar su
imagen, suficiente tenía aquél con haber encarcelado y amedrentado sin
parar y con el fatídico proyecto no había salido bien librado. María Cano, ya
descollante figura socialista, había empezado a llenar las plazas perorando
contra la pena de muerte. En Medellín hablaron ella y Carlos E. Restrepo,
hombre adelantado para el momento quien dijo: “Al paso que vamos no es
extraño que dentro de poco nos matáramos, discutiendo la inquisición y
la esclavitud”. El Espectador editorializó sin descanso contra esa medida y
los intelectuales que estaban preparando una convención radical-socialista
de la juventud y el obrerismo, convocada por el joven Jorge Eliécer Gaitán.
enfilaron sus baterías contra el patíbulo conjuntamente con los socialistasrevolucionarios. En síntesis, hubo un engarce de liberales, socialistas y no
pocos conservadores para derrotar el fatídico proyecto que fue archivado,
lo que estimuló la organización popular.
C re a ció n de l a
CON
M om ento estelar del Congreso fue la fundación de la Confederación
Obrera Nacional (CON), cuya primera labor fue su propio fortalecimiento
y la incorporación de nuevos sectores. No creo que haya respuesta cate­
górica si se trata de considerar aquella como la primera Central Obrera
Nacional. El hecho real es que la CON superó una simple confederación
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Los AÑOS
ESCONDIDOS
] [ Segundo congreso obrero
sindical por sus características pues allí estaban representados los obre­
ros, los artesanos, las mujeres, el movimiento campesino, los indígenas,
el sindicalismo y los sectores populares que en ese tiempo constituían
una sola fuerza. Además, la CON fue el espacio por excelencia que hizo
posible el proyecto socialista-revolucionario, aunque entre la creación de
la primera y la fundación del partido transcurrió un año largo, proceso
que Tomás explicaba así:
“Los socialistas no podíamos dar los dos pasos al tiempo: para la CON
había ya circunstancias maduras mientras que el partido debía darse
como resultado de un paciente proceso porque se precisaba calibrar,
tener prudencia y esperar el momento propicio para que su nacimiento
y vida fueran firmes”.
En la CON tuvieron igual importancia los sectores considerados como
sujetos de una revolución de la que ya se hablaba en voz alta, aunque no
en términos de categorías o análisis profundos. La revolución era un sen­
timiento, una imaginación y un descubrimiento y ser revolucionario era
sinónimo de pasión, saberse rebelde frente a tanta injusticia y desterrar el
individualismo. La CON fue clara en cuanto a su acción autónoma frente
al Estado y a la empresa y sencilla en el contenido de sus luchas que inició
contra la pena de muerte, para enfrentarse luego a la especulación, el acapa­
ramiento y la inflación, auténticos azotes del pueblo. Convocó varias veces
boicoteos contra los acaparadores, ejerció presión sobre el gobierno para que
controlara los precios e impulsó las cooperativas de consumo. Otro de sus
pasos fue el de afiliarse a la Internacional Sindical Roja. Su lucha principal
fue la jornada por las ocho horas de trabajo, conquista que vino a darse por
lo menos en el papel once años después, al igual que el descanso dominical
remunerado que se consiguió parcialmente en 1926. Esos y otros avances
hay que contemplarlos en un proceso que se hizo día a día y no estuvo
definido ni garantizado más que por el respaldo popular.
La
d if u s ió n d e l a s i d e a s s o c i a l i s t a s , un d e l it o
El panorama se ensombrecía gradualmente en el segundo semestre de
1925. El proyecto de la pena de muerte fue aprobado para delitos políticos y
delincuencia común en primera, segunda y tercera instancia, quedando listo
para pasar a la aprobación del Senado. En el último debate de la Cámara,
además de un nutrido aplauso para los promotores, terminaron con esto:
Viva el clero católico! ¡Vivan Dios y el Papa!
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Con cada debate una considerable carga de arbitrariedad se acentuaba:
en Bogotá las casas del pueblo fueron registradas, los allanamientos a los
hogares de los trabajadores se multiplicaron, la Unión Local y la Federación
tuvieron que sesionar por lo general con la policía presente. En octubre
de ese año, durante una de las discusiones del proyecto de Ley y como
respuesta a las m anifestaciones de rechazo en las ciudades, el ejército y la
policía arremetieron contra los manifestantes en Bogotá, Cali, Medellín,
Barranquilla y abalearon la movilización de Calamar, dejando un saldo de
cinco muertos y muchos heridos.
Esto dio lugar a que los socialistas buscaran formas de defenderse;
se reunían a veces en casas distantes, sabaneras, a la orilla del río Bogotá y
decidieron como táctica dedicar gran parte de sus energías a conocer cómo
vivía la tropa (policía y ejército) para penetrar en los cuarteles con su propa­
ganda. Además, se extendió como pólvora entre los trabajadores que se iban
a las huelgas el acuerdo o tarea de hablar personalmente, en lo posible, con
los uniformados. Lo mismo se hacía en las calles, es decir, los socialistas iban
provistos de hojas escritas para entregarlas a los policías y según la actitud
pasaban a un corto diálogo. Así empezó esta labor dirigida a los soldados,
que vino a ser componente de importancia en la estrategia de ese partido.
Y como quiera que las circunstancias de rebeldía interna aumentaban en
los cuarteles, cierta aceptación entre la tropa fue tomando cuerpo, no era
raro que soldados y huelguistas fraternizaran en algunos casos. El gobierno
puso el grito en el cielo por encontrar en los cuarteles propaganda y pasó
a convertir en delito la difusión de las ideas socialistas.
Se arreciaron de ahí en adelante las persecuciones selectivas a los
socialistas y a quienes se llamaron anarquistas. Después del Segundo Con­
greso los arrestos de dos días a dos meses por cuenta de los hombres-púas
o del Juez de Prensa y Orden público se multiplicaron. Puede decirse que
ahí empezó el viacrucis carcelario para muchas personas y se acentuaría
aún más con el gobierno de Abadía Méndez. Años más tarde los veteranos
contaban sus entradas o salidas, o las de otros, por docenas y no había
exageración alguna. El campeonato se lo llevó Q uintín Lame: de los 128
encarcelamientos que resistió durante su vida, una buena parte fueron en ese
decenio, de ahí para abajo se perdió la cuenta. Líderes de la Zona Bananera.
Girardot y otros sitios eran llevados a la cárcel tres, cuatro o más veces por
año; Julio Buriticá, por ejemplo, pasaba tantos días encerrado que — decían—
no sacaba el colchón ni los elementos de aseo para no cargarlos. Mahecha
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L o s a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Segundo congreso obrero
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conoció más de tres penitenciarías, otras tantas cárceles y un número no
establecido de estaciones de policía; a Salvador Murcia lo llevaban con los
desempleados sin más explicación que la de por si acaso. Torres Giraldo es­
tuvo siete meses preso, Tomás fue arrestado en cuatro ocasiones; el “M ono”
Dávila fue retenido varias veces estando en el ejercicio de su profesión como
defensor de presos sociales. Los arrestos de Patrocinio Rey, Mancera, Unda,
D ’Achiardi y muchos otros coincidían a veces, entonces aprovechaban el
tiempo para planear sus siguientes actividades políticas. El “Negro” Guerrero
solía decir, recordando ese pasado, que le fastidiaba encontrarse con Juan
de Dios Romero en los patios porque no podían evitar lanzarse sentencias
doctrinarias. Juan de Dios estuvo ocho veces en la cárcel durante los últimos
seis años del decenio y el director del antro terminó suscribién dose a El
Socialista. Todas estas gentes fueron detenidas una u otra vez por el delito
de difusión de las ideas socialistas, eran presos políticos. En todo caso, para
no perder la práctica el ministro Rengifo (del gobierno Abadía) ordenaba
el encarcelamiento general antes de cada primero de Mayo.
El período de 1925 al 30 puede arrojar a cualquier investigador la
cifra proporcionalmente más alta de retenciones y arrestos políticos cono­
cidos en nuestra historia. Y aparte del anecdotario hay que pensar en que
tanto abuso de poder de aquellos gobernantes tuvo entre sus objetivos el
de castigar a los indoblegables para aniquilarles su resistencia física. Los
días iniciales a pan y agua, el cemento por cama, los cepos, la humedad,
el desaseo, las enfermedades que allí campeaban y el trato cruel permiten
imaginar los resultados.
Además de las cárceles se dieron las agresiones físicas igualmente
selectivas; el primer caso le sucedió a Francisco De Heredia y por las cir­
cunstancias de esa doble vida que él llevó parecería un tanto novelesco. Fue
la víspera del segundo congreso, cuando venía cargado de denuncias de los
trabajadores que lo habían nombrado su vocero. Por ser 20 de julio en el
“Jockey ” se celebraba la fiesta patria, acto al que estaba invitado. Desde el
tren notó que lo seguían y reconoció a un sujeto que había visto atisbando
a los trabajadores en La Dorada; al apearse lo atacaron y apuñalaron de
consideración, aunque por la oportuna intervención de los fogoneros que
vieron el lance, no fue de muerte. Herido llegó a su casa, se hizo la curación
que creyó del caso, se cambió y lo increíble es que asistió a la fiesta; creía su
deber estar al tanto de lo que allí se hablaba y evidentemente, esa noche al
entrar presenció los brindis por el proyecto de pena de muerte que al otro
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Los AÑOS
e s c o n d id o s
] [ Segundo congreso obrero
día sería presentado. De Heredia resistió unos minutos antes de desmayar­
se, por fortuna fue atendido por un pariente suyo de confianza. Enfermo
asistió al Segundo Congreso y tuvo alientos para exponer las denuncias de
los trabajadores que creyeron en él.
E
l p r o y e c t o f e m e n i n o y e l m u n d il l o d e l a
AGUJA
No he mencionado el proyecto de organización femenina en Bogotá
encomendado por el Segundo Congreso a Enriqueta, Elvira y sus compañe­
ras. Se trataba de un tipo de organización que no se refería únicamente a la
cuestión sindical sino más bien a otros aspectos: organizarse en grupos de
acuerdo al sitio de vivienda o al tipo de trabajo, hacer llegar la propaganda
a los cuarteles o entregarla en forma directa y a la mano, formar parte de
los comités barriales contra el cadalso y repartir más atención a los presos
de quienes Enriqueta decía: "no podíam os dejarlos abandonados porque se
desanimaban, se perdían, para nosotros era obligatorio... como curar heridos en
una batalla".
Precisamente en el año 25 Enriqueta y Elvira iniciaron su correspon­
dencia y su gran amistad con María Cano. En las cartas recibían trozos de
sus discursos que luego leían y repartían entre quienes ya participaban o
se iniciaban en las luchas sociales.
“Amigas, compañeras... romped las ligaduras de la indolencia, la morda­
za del escepticismo... sois fuerza latente, hacedla útil. Que se rompan
cadenas de prejuicios, de errores, de ignorancia. Por esto mi afán es
organizaras, para que seáis poderoso elemento, necesario para el avance
de la civilización”.29
Todas ellas encontraron en María un símbolo y en el proyecto feme­
nino un espacio para conocerse, intercambiar ideas y soltarle las riendas a su
rebeldía. Aquellas mujeres que se enfrentaron a su tiempo tuvieron osadía
porque si bien los hombres eran perseguidos por su actuación política, a
ellas se les señalaba no solo por eso sino por su condición femenina.
Para ese tiempo empezaron a aparecer en Bogotá más y más mujeres
del mundillo de la aguja que se incorporaron en masa a la organización
Magazin Dom inical No. 89, El Espectador.
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iniciada por las socialistas, a quienes es preciso dedicar unas líneas en esta
historia.
Niveladas en la pobreza y en la opresión, estas obreras constituye­
ron otra franja en el gran relato de la explotación, que no suele tenerse en
cuenta quizá por no representar un sector considerado como importante en
el conjunto de la industria de ese tiempo. En realidad las costureras vivían
en una especie de mundo invisible y oculto pero de ellas quedaron relatos
que oímos a Enriqueta, quien pertenecía al gremio como bordadora, a Judit
Restrepo y a otras mujeres de familias diferentes.
En su primera fase este trabajo de la costura o del bordado fue de
base artesanal pero luego surgieron los talleres, en ellos se vigilaba a las
trabajadoras con ojos no precisamente comprensivos, como puede dedu­
cirse del aviso colocado en los periódicos y en las puertas de los talleres de
invariable texto: “Se necesita exmilitar para supervisar labores femeninas
de costura”.
•
No había muchas alternativas, infinidad de mujeres se metían de
aprendices aunque no recibían pago sino hasta muchos meses después.
Muchas niñas iban a instituciones de monjas, que tenían redes de docenas
y docenas de muchachas como aprendices y como tales produciendo pero
gratuitamente.
En un artículo escrito por Tomás que tituló “La tragedia de la costu­
rera”, explicaba que en los talleres el salario estaba entre 1.50 y 2.00 pesos
semanales y en la casa la docena de vestiditos la pagaban a 20 centavos y
la de camisas a 15. Si el promedio de horas trabajado en el taller era de 12.
en la casa debían aumentarlas considerablemente para elaborar siquiera 10
docenas de vestidos en una semana y así nivelarse. Entonces tenían que
acudir a los familiares como ayudantes pero nunca llegaron a cuantificarse
las horas trabajadas por las hijas, hermanas o madres que junto a la mujer
identificada como trabajadora cosían, planchaban o confeccionaban parte de
esa ropa. El artículo de marras -firm ado con el seudónimo de “Tom Henry”terminaba diciendo: “...costureras de grandes almacenes y tiendas de ropa: si
queréis defenderos de las garras inmisericordes, formad vuestra sindical de
clase. Para hacer respetar y pagar vuestro trabajo, tened en cuenta que una
sola de vosotras es un cero, pero sí a ese cero se anteponen muchas otras
cifras, cantará otro gallo a los succionadores de vuestro esfuerzo”.
Ese vocabulario era el usual porque no era fácil distinguir la línea divi­
soria entre las dos actitudes que expresaban simultáneamente las costureras:
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Los a ñ o s
e s c o n d id o s
] [ Segundo congreso obrero
por una parte, la idea de organizarse o demandar mejor pago era ajena en
su trayectoria de sumisión, supersticiones y sacrificios. Por otra, entendían
los cambios que estaban ocurriendo, surgía entre ellas la conciencia de su
propia explotación y deseaban cambiar lo injusto de sus vidas. Las afecciones
comunes en las costureras eran las deformaciones en la columna vertebral
o los accidentes, cuando se les encajaban las agujas en los dedos. Los ojos
también sufrían, no era extraño que en la noche cosieran o bordaran a la luz
de un quinqué; también era frecuente para las planchadoras, consideradas
como ayudantes de costura, la artritis y el reumatismo.
En la medida en que sus problemas se generalizaron las costureras
sintieron la necesidad de comunicarse y lo hicieron a través de la organiza­
ción de mujeres socialistas, allí sus luchas tuvieron más una identidad de
clase que de sexo, por eso sus actividades tomaron una dirección de apoyo
a otros sectores. Y es que en ese mundo donde las mujeres fueron tantas
veces las protagonistas vinieron a ocurrir cambios solo hasta muchas déca­
das después, quizá esto haya sido otro factor para el olvido de las primeras
épocas. Sin embargo, al incrementarse las actividades colectivas los grupos
en comunicación renovaron sus valores y pusieron en alto el coraje, el
sacrificio, la solidaridad y el honor.
A
c t u a n d o p ú b l ic a y l e g a l m e n t e
Llegamos al final del año 25 cuando Tomás y sus contemporáneos
tomaron la decisión de actuar pública y legalmente. Pues, aunque el gobierno
aspiraba a imponer su completa hegemonía política, económica, militar,
jurídica y moral sobre sus gobernados el socialismo aparecía como una
necesidad histórica y en Colombia tenía ya poder de convocatoria. Era una
fuerza que podría llegar lejos en la medida en que fuera capaz de elaborar
una alternativa y un programa para las mayorías marginadas por siglos y
eso lo entendían los socialistas criollos. De ahí que en estas preliminares
del Tercer Congreso aumentaron organización y comunicación allí donde
existían bases materiales para formar y formarse en un movimiento abierto,
de importancia.
La relación con la Hegemonía era de clara confrontación, sin embargo,
aún no se había desatado con tanta fuerza el rosario se supuestos “complots”
que llegó con el siguiente gobierno. Es cierto que el destierro y la cárcel
estaban a flor de piel -e n la huelga de tranviarios de diciembre de ese año
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encarcelaron a 41 huelguistas- pero también es cierto que los socialistas
propagaban sus ideas, respondían vehementemente a la política de intole­
rancia y actuaban irreverentemente. El episodio personificado por María
Cano en el Cabildo de Ibagué durante su segunda gira y presenciado por
varios compañeros suyos fue una muestra. No les acompañaba, entonces,
la idea de conspirar contra la Hegemonía, esta surgió después, acosados,
como defensa y mediante un proceso (“El espíritu conspirativo estaba en las
m asas” diría María Cano en una de sus trascendentales cartas). Ese proceso
se dio en la medida en que el régimen arreció su brutalidad, se agudizaron
las secuelas del desempleo, la caída de los ingresos familiares, la crisis de los
servicios públicos, las alzas en los víveres y por supuesto, las huelgas.
Tomás nunca descartó la dimensión violenta de cualquier revolución;
lo había sentido en M éxico y lo había vivido en Venezuela. Para Colombia,
pensaba, era tarea de largo aliento y sobre todo de organización, camino que
empezaba apenas y del cual se preguntaba con singular optimismo si una
perspectiva de diez años sería suficiente para llegar al poder. Por el momento
la situación era aún soportable: escribía y de hecho, si quería, firmaba con
nombre propio -igual que sus com pañeros- artículos, llamamientos, hojas
volantes, cartas abiertas y otros documentos; daba conferencias en las sedes
obreras de distintas ciudades; hacía como el que más reuniones políticas
en su casa; se movía de un lado a otro sin sentirse vigilado. Es decir, ni él
ni sus compañeros tenían en mente en ese año ninguna actividad de tipo
clandestino; la prensa obrera y los periodistas amigos, incluido El Especta­
dor, reseñaban sus pasos. O tra cosa era la prudencia: si queremos cambiar
las cosas debem os saber cómo hacerlo, repetía con expresiva mirada que sus
compañeros com partían porque a nadie le faltaba malicia indígena y como
en un acuerdo tácito, muchas de sus actividades las movían discretamente
así no estuvieran todavía aplastados por el acoso policial.
Era el tiem po del primer año de vida de la CON, ahora los dirigentes
ya no actuaban de manera aislada en sus regiones, lo hacían públicamente
porque en buena medida tenían como garantía el respaldo de la Confede­
ración. Teniendo en cuenta la inexperiencia organizativa de sus dirigentes
y las dificultades de comunicación, ésta se apersonaba en la medida de sus
posibilidades de los conflictos sociales en su conjunto: tomas de tierra de
los indígenas, organización campesina, reclamos barriales, concentraciones
de protesta, huelgas en varios puntos del país. En ese primer año de vida
la CON realizó encuentros regionales ágiles y representativos en varios
departamentos, y conformó, antes de la trascendental reunión de Venadillo.
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Los a ñ o s
e s c o n d id o s
] [ Segundo congreso obrero
una dirección con el resonante nombre de Estado Mayor, que alcanzó en
1927 su nómina completa con más de 40 nombres; esto afirmaban Juan C.
Dávila, C. Cuéllar, Elvira Medina y otros veteranos. Para ese Estado Mayor
fueron elegidos algo más de 20 dirigentes.
A la cabeza de la Dirección de la CON continuaron los siete miem­
bros elegidos inicialmente en el Segundo Congreso Obrero: Quintín Lame,
Tomás, Torres Giraldo, Mahecha, De Heredia, Salvador Murcia, etc.
Todos ellos estructuraron y materializaron el partido año y medio
después. Por eso el PSR no nació como una organización política aparte
de los trabajadores sino al revés: estos le dieron vida. Por lo general, los
dirigentes de la CON tam bién lo fueron del PSR, no existió una división
tajante entre partido y Confederación Obrera y así, el auge del movimien­
to sindical de los V einte y el crecim iento del socialismo-revolucionario
corrieron entrelazados, circunstancia que evitó que la CON viviera a
remolque del PSR.
El P
lan d e
V
e n a d il l o
El desarrollo del plan de Venadillo hay que buscarlo en la casa de
una calle medio empinada del barrio de las Cruces, a la que los socialistas
le pusieron por nombre “la Casa del Angelito”, porque en el primer patio
tenía una pequeña pila de agua con una réplica del símbolo de Bruselas.
La había alquilado Tomás para Enriqueta, sus hijos y él mismo, después de
la decisión que los llevó a dar el paso de conformar una nueva familia. En
esa decisión habían coincidido los sentim ientos y las reflexiones no solo
de los muchachos y ellos dos sino de sus compañeros más cercanos, que
celebraron con alegría la inauguración del nuevo hogar.
Tenía esa casa en su fachada dos ventanas con barritas “arrodilla­
das” y al entrar al zaguán se sentía el aroma de las canangas o enredaderas
del patio; varias alcobas para la familia y dos más para los visitantes. Allí
dormían María Cano cuando venía a Bogotá, al igual que Mahecha. Torres
Ciraldo y otros compañeros. Entre las 6 y las 9 de la noche llegaba a la casa
un buen número de personas a dejar o discutir docenas de informes, cartas
o artículos. Se encontraban a veces despreocupadamente y en otras ocasio­
nes parecían un verdadero m otor ejecutivo resolviendo problemas. Era un
ambiente amable donde se tom aba café en torno a una mesa y de vez en
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cuando se hacían tertulias con tiple, añoradas hasta muchos años después.
El “M ono” Dávila recordaba la inevitable pregunta de Elvirita al entrar:
¿Cómo estam os hoy de presos¿ y añadía que al verla se sentía atravesado
como corazón de cupido. Ella a su vez contaba que a esas tertulias se lle­
gaba sin afán y el humor permanecía al acecho. Disfrutaban de una buena
conversación, repasaban o jugaban con las palabras ejercitando acertijos
mentales: acrósticos, charadas y otros retruécanos de tradición santafereña.
Luego venía lo inevitable: terminaban precisando ideas y dándole vueltas
a los problemas del país.
Como quiera que el trabajo político se elaboraba en la propia vida,
entre una y otra huelga, uno y otro conflicto, de las reuniones de la CON
surgió el proyecto de que la asamblea Interdepartam ental de Venadillo
sirviera com o plataform a para la fundación del partido. El trabajo de
preparación quedó en cabeza de Tomás, por eso “la Casa del Angelito” fue
en buena medida escenario de preparación de los tres temas centrales: el
acuerdo de la abstención electoral; esbozo de un programa para el nuevo
partido y algunos puntos doctrinarios para la organización sindical. Se­
m ejante tarea para ayudar a delinear el futuro era de dimensión nacional
y suponía conform ar muchos grupos distintos para elaborar los puntos
en un tiem po menor a un año. Pero no partían de cero. Sobre esto venían
debatiendo de tiempo atrás, eran temas políticos estim ulantes; ahora se
trataba de enriquecer los contenidos dándoles más consistencia y precisión,
de acuerdo a los aportes recogidos de manera directa y en alguna medida a
los avances teóricos. No en vano pensaban y vivían cada libro, cada material
que llegaba y el estudio que hacían de Colombia les permitía profundizar,
pero sobre todo interpretar su historia.
Los resultados de esa reunión debían constituir solamente propuestas
para llevar al Tercer Congreso Obrero, fijado por la CON para finales del
año 26; sería allí donde surgirían los ajustes y ampliaciones a los temas
centrales; lo que evidenciaba un método flexible, contrario al caudillismo.
Esto se ceñía, como atrás he señalado, a la etapa preparatoria que se habían
trazado desde 1924 y en la que venían trabajando intensamente.
Sim ultáneam ente con la tarea encomendada a Tomás, la CON desig­
nó a María Cano para otro trabajo de dimensión: una nueva gira política
que abarcara tres departamentos pero fundamentalmente el Tolima, para
difundir las ideas y dinamizar las movilizaciones soldando a la vez la or­
ganización. Ella salió de Medellín hacía Puerto Berrío, luego a La Dorada,
168
Los
AÑOS ESCO ND ID OS
] [ Segundo congreso obrero
Honda, Mariquita e Ibagué; de ahí a Piedras, Doima, Coello y Venadillo,
continuó a Girardot y la región del Tequendama para finalizar en Bogotá.
En todo este trayecto iría acompañada de Ignacio y a ellos se sumarían por
tramos muchos otros compañeros. Como puede verse se trataba de dos
trabajos distintos pero complementarios en tanto respondían a un mismo
proyecto, pero por el camino los unieron haciendo coincidir geográficamente
conferencia y gira en Venadillo.
En la búsqueda del qué hacer y cómo hacerlo se encontraron docenas
de socialistas durante varios meses en “la casa del Angelito” para gestar
el primer esbozo del programa, que no separó en mucho lo sindical de lo
político; se dieron cita allí delegados de varias regiones para sentar las bases
de la organización sindical y consolidar la política de la huelga electoral con
un nuevo argumento: la seguridad de que por ese medio le restarían fuerzas
a los partidos tradicionales para sumarla al sentimiento de rebeldía.
R
e d d e a p o y o e c o n ó m ic o
En Bogotá entró en acción un equipo de trabajo donde se destacaron
varias personas, de manera especial el “Negro” Guerrero, excelente colabo­
rador de Tomás, de viva chispa política, cuya mejor contribución fue pro­
yectarse en la vida de sus compañeros comunicando nuevos pensamientos
y coordinando su trabajo. Luego se sumaron espontánea mente otros y se
creció el número de quienes buscaban apoyo económico (tarea que no suele
aparecer en los análisis políticos pero que es clave en el desenvolvimiento de
cada episodio). A este frente dedicaron especial atención inicialmente Fran­
cisco De Heredia, Dávila, Felipe Lleras y en alguna medida Tomás, porque
veían insuficiente las contribuciones sindicales y los aportes individuales
o grupales que administraba celosamente Vela Solórzano, depositario y
responsable del dinero.
Recurrieron entonces a su propia capacidad de convicción y la sen­
sibilidad de los amigos, muchos ya declarados socialistas y con deseos de
ingresar en una empresa que consideraban realista e inmediata otros que
solo estaban en el plan de la curiosidad y la expectativa, o los que deseaban
apoyar pero sin aparecer. En este último grupo que llamaron “de los radica­
les” tenían amigos ricos, políticos metidos en el duro oficio de la oposición
y algunos generales de la República (retirados) de los de corte antiguo,
liberales y beligerantes, a quienes apodaron “los Panchos”.
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A través de cartas, llamadas, visitas y pequeñas reuniones form a­
ron una red de apoyo económ ico que se m ultiplicó, a ella contribuyeron
algunos intelectuales solventes, librerías castigadas por vender libros
que la hegemonía consideraba subversivos, incluidos Anatole France y
Bernard Shaw; periodistas del Diario Nacional y colum nistas de "El Es­
p ectador", entre otros. Conseguir dinero o donarlo voluntariam ente fue
com prom iso no solo de los más convencidos sino de quienes optaban
por la política: “José M a r” donaba los honorarios de sus traducciones;
Rafael Azula Barrera y otros intelectuales del grupo de “Los Bachués” de
tendencia nacionalista e indigenista, ponían sus casas y oficinas a dis­
posición; el “M ico” Heredia entregó sus haberes, Jorge Uribe M árquez
donó su propia vivienda del barrio la candelaria, Abel Botero se convirtió
en m ecenas, M oisés Prieto daba mensualidades considerables. La lista
fue larga y en ella tam bién estaba la familia de titiriteros, nuevos ricos
a raíz del encuentro de la guaca, con altas donaciones. Esfuerzo y satis­
facción probablem ente iban de la mano porque como era de esperarse,
la perspectiva de edificar sobre bases más sólidas un proyecto político
que nacía de la CON prendió com o bola de nieve; se trataba de auspiciar
una empresa de la que se había carecido hasta ahora y por ella no pocos
estaban ansiosos.
Una
h uelg a en la n och e d e p a z
Al term inar el año 25 el sindicato de “cronistas” se lució con una
proposición novedosa y atrevida: el descanso dominical remunerado.
M ientras tanto los tipógrafos convocaban a otra exitosa manifesta­
ción en protesta por las detenciones. La primera había sido en julio, cuando
M ahecha aún estaba en la cárcel de Barranca y Angel María Cano había
sido llevado al panóptico de Neiva. El nuevo preso era ahora Patrocinio
Rey, dirigente de los tranviarios. Estos habían decretado una huelga diurna
por la destitución fulminante de más de 80 de sus compañeros. Cuando
iniciaron la protesta, el gerente de los tranvías, un general activo, tuvo la
brillante idea de cortar por lo sano declarando cesantes a todos los trabaja­
dores, 600 en total. Quiso así paralizar la organización sindical que, entre
otras cosas, acababa de decretar su independencia de los dos partidos y
elaboraba encuestas entre los trabajadores para saber quiénes optaban por
la abstención, quienes no y por qué.
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] [ Segundo congreso obrero
No contento con esto, el gerente resolvió llevar como esquiroles a
los propios policías bajo su mando y ahí fue la d eb a c k porque los unifor­
mados ignoraban el manejo de los carros: chocaron los tranvías entre sí,
los incendiaron, dejaron inservibles algunos, descarrilaron otros. Docenas
de accidentes diarios llevaron a la ciudadanía a pedir garantías y de paso,
en un memorial, a solidarizarse con los trabajadores.
El 23 de diciembre en la casa de Patrocinio Rey se llevó a cabo la re­
unión de la cual salió la decisión de no mover ni un solo carro en la noche
del 24.
En el atardecer de esa nochebuena los obreros se pararon en hilera para
obstaculizar la entrada de los esquiroles que llegarían a intentar movilizar los
coches. Pero cuál no sería su sorpresa cuando al empezar la “noche de paz”
se acercaron a hurtadillas dos policías para alertarlos: el general había dado
la orden de dispararles, orden que debía cumplirse a media noche.
Confundidos, los tranviarios no acertaban a dar una salida al peli­
gro; optaron finalm ente por quedarse como estaban, pero no bien habían
regresado a sus puestos vieron venir cientos de lucecitas que en principio
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creyeron pólvora de nochebuena. Era una muchedumbre, mujeres y hom ­
bres que llegaban a rodearlos y a pasar la noche con ellos. La masacre no se
consumó por la solidaridad de la población.
El único atropello que la policía cometió esa noche fue a un hombre,
lejos de allí, a quien agredieron a culatazos por haber gritado ¡Viva la huelga!
Era uno de los 500 zapateros que había quedado sin trabajo después de que
el gobierno, como en 1919, pidió al extranjero 12.000 pares de calzado para
el ejército; el herido, señor Forero, padre de Eufrosina, era un viejo, viejo
en la sabiduría de sus palabras más que en sus años.
El último episodio de ese año referente a los trabajadores fue el regalo
de Año Nuevo que la “Andian Corporation” dio a sus obreros: aumentó su
jornada de trabajo a nueve horas y media, no así su jornal.
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