Intervención del Diputado General en el Foro Liderazgo Euskadi

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INTERVENCIÓN DEL DIPUTADO GENERAL DE BIZKAIA.
Foro Liderazgo-Euskadi. Bilbao 10 de Febrero de 2011.
Autoridades, señoras y señores. Buenos días a todos y gracias, de manera
especial a Deusto Business School, Accenture y al diario El Correo, por
brindarme esta magnífica atalaya para presentarles mis inquietudes en esta
conferencia que he titulado genéricamente “Los valores de Bizkaia para un
nuevo liderazgo”.
Objetivamente, nuestro país, Euskadi, y Bizkaia en nuestro caso, se ha
caracterizado a lo largo de la historia por ser un territorio sin grandes reservas
de materias primas. Más allá de las reservas de hierro, cuya explotación trajo
en primera instancia la deforestación de nuestro entorno y, en segundo turno la
configuración del sector siderúrgico, la masificación poblacional,
las
acumulaciones de capital, la irrupción del comercio y de la banca, más allá de
todo eso, Bizkaia no ha dispuesto en su dilatada historia de recursos naturales
suficientes sobre los que asentar un desarrollo económico de garantías y
progreso.
Pero esta carencia no ha sido óbice para que, en cada momento, esta
sociedad no haya sabido aprovechar sus oportunidades y ganar, día a día su
cita con el porvenir.
En todo este tiempo, el capital humano ha sido la materia prima básica de
desarrollo de Bizkaia. Capital humano formado en valores firmes, forjados en
la impronta del trabajo, la cualificación, el sacrificio, el emprendizaje, la
búsqueda de oportunidades, el ahorro y la solidaridad.
De ahí que tras la deforestación provocada por las ferrerías llegaran nuevos
cultivos arbóreos de crecimiento y explotación que cubrieran nuevamente la
geografía vizcaina. Llegó la revolución industrial, la explotación a destajo en las
minas, la transformación en los altos hornos, el florecimiento de la construcción
naval, el comercio, los bancos… Y tras los años de apogeo también vino el
declive, la caída de nuestros sectores estratégicos arrastrados por la
economía mundial. Hemos visto en un siglo de vida luces y sombras. Desiertos
industriales y renovadas factorías donde varios centenares de operarios,
gracias a la tecnología y a la innovación, son capaces hoy de producir lo
mismo que antaño millares.
Hemos protagonizado épocas de florecimiento y de crisis en ciclos repetidos
en los que la máxima de “renovarse o morir” nos ha llevado a reinventarnos
periódicamente, saliendo siempre indemnes de los desafíos que ante nosotros
se han planteado.
Hoy como ayer somos testigos de esta tensión de cambio. Las sucesivas crisis
económicas que sobre nuestro tejido productivo han golpeado como las olas
de un mar cambiante frente al espigón de un puerto, nos hacían pensar que,
superadas las galernas pasadas, cualquier otra que llegara a nuestras costas
económicas también sería vencida.
Y es cierto que tras tantos avatares, nuestras empresas, han afianzado sus
defensas y enraizado aún más sus proyectos para, con músculo suficiente,
hacer frente con solvencia a cualquier amenaza nueva que se cierna sobre
ellas.
Sin embargo, la globalización del mercado,
la velocidad de los
acontecimientos y un cierto sobredimensionamiento de nuestra realidad, ha
hecho que esta nueva crisis de carácter mundial que vivimos haya pasado por
encima de nuestras defensas, poniendo en apuros al conjunto de la sociedad.
Ha sido como un gran tsunami devastador que, afortunadamente para
nosotros, ha pasado sin conseguir destruir el dique central de la economía
vizcaina y vasca.
Hoy estamos en el día después de esa gran catástrofe mundial. Para algunos,
sus efectos tardarán tiempo en mitigarse. Para nosotros, con el espíritu que
secularmente hemos demostrado, la recuperación estará próxima. Siempre y
cuando acertemos a reconocer, en primer lugar, que nuestro terreno de juego
se enmarca en la economía real, no en el suflé, y que, salir de la crisis nos
supondrá un enorme sacrificio a todos. Renovarse o morir, innovarse o morir.
He citado anteriormente al capital humano como principal factor de desarrollo
de Bizkaia y de Euskadi. Es así, es nuestro elemento de distinción y nuestra
apuesta por conseguir ventaja competitiva como sociedad.
Para hacerlo posible, mi convicción me indica que debemos profundizar en los
valores que antes apuntaba.
El trabajo. El trabajo como valor de superación. Sólo si todos aportamos
nuestra capacidad de producción, física o intelectual, seremos capaces de
mejorar en el rendimiento colectivo. Las empresas necesitan cartera de
pedidos y necesitan empleos que los materialicen. Productividad y riqueza
deben ir de la mano en un férreo pacto sellado por el bienestar común de las
partes afectadas. Los alemanes nos han dado un ejemplo palmario en este
tiempo. No hay crecimiento sin empleo y no hay empleo sin actividad.
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Necesitamos, y más en un momento de oportunidad como el actual, en el que
el fin de la violencia se atisba como una circunstancia inmejorable para
proyectar a futuro todo nuestro potencial socioeconómico, un gran acuerdo de
estabilidad en el empleo que nos garantice un crecimiento sostenido y
compartido.
Sé que no se dan, hoy por hoy, las condiciones objetivas para que ese acuerdo
prospere. Acabamos de superar el trance de una nueva huelga general y la
dinámica sindical de confrontación no hace albergar esperanzas de que una
propuesta así tenga futuro. Sin embargo creo firmemente que, pese a todo, un
gran pacto social, apoyado en una nueva situación de paz en Euskadi, nos
situaría en las mejores condiciones para dar un salto cualitativo como
sociedad y como país.
El segundo valor apuntado es el de la cualificación. A lo largo de nuestra dilata
historia, Bizkaia y con ella el País Vasco, ha mantenido como seña de
identidad en el mercado laboral la especialización de sus recursos humanos.
Era y es un reto personal. El tornero debía ser especialista, el mejor en su
máquina. Igual que el fresador, el gruista, el chapista o el cirujano.
Hoy tenemos el mayor número de licenciados universitarios que jamás
hubiéramos pensado. Pero, pese a esa realidad, si hoy hiciéramos una
encuesta entre ellos en relación a su apetencia laboral, observaríamos con
sorpresa que, pese a su cualificación, una gran mayoría se inclinaría por
garantizarse un futuro de carácter funcionarial.
Son múltiples los factores que llevan a esta respuesta y su diagnóstico debe
conducirnos a buscar estímulos que modifiquen esta tendencia. Empresa y
Universidad, Empresa y Centros de Formación profesional tienen que hablar
más, tienen que coincidir más, que colaborar más. Tienen que
complementarse y ayudarse mutuamente.
Entre todos debemos ser capaces de seguir manteniendo una cantera
fructífera de profesionales multidisciplinares, capaces de competir con
cualquiera y con dominio de multilingüístico –euskera, castellano, francés,
inglés y, por qué no chino-. Avanzar en conocimientos es abrirse las puertas al
futuro, como el atleta capaz de saltar obstáculos y alcanzar la meta con mayor
velocidad.
Eso supone sacrificio. En mi generación y, con más razón en las anteriores,
aprendimos que toda mejora personal implicaba un grado de sacrificio. La
dedicación, la prestancia, la tenacidad, normalmente acompañaban a la
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recompensa. Así, el éxito siempre se ha valorado mejor cuando alcanzarlo te
ha costado lo suyo.
Las pretensiones del “gratis total”, la ampliación de los “derechos subjetivos”, la
permanente invocación a las instituciones como “solución” a todos los males,
nos alerta de que hoy son otros los conceptos dominantes en el imaginario
colectivo.
De tal forma, los peajes deben desaparecer de nuestras autopistas, si bien
todo el mundo reclama mejoras en la red de comunicaciones Si una cornisa
cae poniendo en riesgo la seguridad de los transeúntes o, desgraciado el caso,
causando una desdicha víctima, deberá ser el ayuntamiento de turno y no los
propietarios del inmueble quien vigile y reponga el desperfecto. O, por poner
otro caso, el Metro deberá circular toda la noche en Nochebuena, pese a su
elevado coste que, no lo olvidemos, pagamos todos, para que menos de ocho
mil personas disfruten del ocio sin complicaciones ni ataduras.
Resulta políticamente incorrecto decirlo, pero en ocasiones tengo la percepción
de que el alto nivel de calidad de vida alcanzado en nuestra sociedad ha
generado actitudes un tanto egoístas, que buscan más el beneficio propio del
sistema que su participación activa en el mismo. Vamos, que entre nosotros
siguen siendo mayoritarias las hormigas, pero que de un tiempo a esta parte se
hacen notar más las cigarras.
Emprender, innovar, buscar nuevas oportunidades, arriesgar, siempre han
estado presentes en la huella genética de los vascos. Sin iniciativa, este país
no hubiera sido nada. Emprender y empresa tienen, además de una misma
raíz, una misión; abrir nuevas rutas para el comercio, para el desarrollo, para la
generación de riqueza. Bizkaia en su conjunto debe ser una incubadora de
proyectos, un gran laboratorio en el que las ideas cuenten con levadura
suficiente para hacerlas germinar en proyectos que busquen nuevas
oportunidades.
Hasta ahora, el consumo interno, el mercado español y las exportaciones, han
nutrido, prácticamente a tercios, nuestra capacidad productiva de carácter
industrial. La crisis ha lastrado seriamente el mercado español y su
recuperación será mucho más lenta de que lo deseáramos. Y lo deseamos
porque sabemos que cuando a España le va bien, también nuestro crecimiento
es óptimo. Pero ante esa realidad innegable de ausencia de expectativas en el
mercado estatal, es nuestra obligación mirar más fuera que dentro. Fijarnos en
las potencias europeas y en las economías emergentes – China, India, Brasilen las que nuestras exportaciones van a tener una mayor receptividad.
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Emprender aquí para llegar a alianzas estratégicas internacionales,
encontrar partenariado en el mercado globalizado.
para
Siempre hemos tenido puesta nuestra mirada en el exterior. En los puertos
británicos con la exportación de hierro. En el Consulado de Bilbao y la casa de
contratación en Brujas. Hoy en Bruselas, en Singapur, en Shangai o en Río.
Los dos últimos valores que enunciaba al inicio de esta conferencia son los
correspondientes al ahorro y la solidaridad.
La fortaleza y cohesión de nuestra sociedad ha sido posible, en buena parte,
por la tradición protectora de las familias respecto a sus individuos. Han sido
los núcleos convivenciales los que en primera instancia han cuidado de su
estabilidad. Las situaciones de necesidad, de riesgo de exclusión siempre han
tenido en el entorno familiar un primer baluarte en el que refugiarse. A ello hay
que unir la templanza en el gasto familiar, comedido mayoritariamente, que
reservaba parte de sus ingresos bien como reserva ante la incertidumbre o a
la espera de oportunidades venideras para su inversión.
Ese doble ámbito también se ha visto quebrado últimamente, si bien no de
forma generalizada, con comportamientos mucho más materialistas. “Vivir al
día” se ha convertido en una arriesgada conducta en la que se consume lo
que se puede, y en algún caso, hasta lo que el presupuesto individual o familiar
no permite. Y esto unido a la creciente demanda de que sean los poderes
públicos los que se hagan cargo de la atención a colectivos necesitados de
cuidados específicos por razón de edad, de falta de conciliación de la vida
familiar y laboral, etc.
No cabe duda que el cambio social que protagonizamos navega a velocidad
de crucero. Que la esperanza de vida se incrementa hasta niveles
inimaginables decenios atrás, y que la pirámide demográfica nos enfrenta a un
panorama en el que, sin natalicios nuevos, en la Euskadi de mañana, seremos
las mismas personas las que viviremos más tiempo. Más años de vida, nuevas
preocupaciones. Y en ellas, la sostenibilidad del sistema de prestación social
comienza a quitarnos el sueño. Porque la solidaridad intergeneracional no sólo
debe afectar a lo público, sino que la intervención institucional debe ser el
complemento, y solo el complemento, de la acción comunitaria.
Debe ser la garantía mancomunada de todos para con la dignidad de las
personas. Garantía mancomunada avalada por el esfuerzo económico de
todos, pero también de los propios individuos. Las instituciones no son
simplemente unas proveedoras de servicios que actúan ante la demanda de
los “clientes”. La Diputación, permítanme la transgresión, no puede, no debe
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ser como el “Corte Inglés” donde cada cliente selecciona en la respectiva
estantería qué servicio le viene bien o cual se acomoda mejor a su necesidad.
No, ese no es nuestro rol.
Hasta aquí he hablado de “valores”, de intangibles básicos para una
convivencia que nos permita remontar la crisis y sus efectos. Se trata de una
reflexión. De mi reflexión. ¿Qué les toca hacer en consecuencia a las
instituciones públicas?. ¿Dónde deberemos centrar nuestra actuación
inmediata y futura?.
Yo siempre suelo decir que gestionar, que gobernar, es un ejercicio continuado
de establecer prioridades. Es, salvando las distancias, como lo que hacemos
cada uno de nosotros en el ámbito interno de nuestros hogares o en las
empresas; determinar cuanto dinero, cuantos ingresos tenemos y, a partir de
ahí, establecer en qué necesidades lo vamos a gastar, dónde invertirlo.
Por eso, todo lo que hasta ahora hemos puesto en marcha lo hemos llevado
adelante con una memoria económica como anexo, esto es con la garantía de
la sostenibilidad del servicio o la inversión en medio plazo. No hemos sido
cortoplacistas. No hemos mirado solamente en el hoy, sino que hemos
pensado en el mañana y en el pasado mañana.
Con esa perspectiva delante de nuestros ojos puedo afirmar que los grandes
retos de la próxima Diputación, como de la mayoría de las instituciones
públicas, se concentran en dos: Recaudar bien, garantizar una solvencia de
ingresos suficiente y, posteriormente, gastar mejor, ser eficientes y eficaces en
las políticas públicas. Es lo que gráficamente suelo señalar como sembrar para
recoger y crear riqueza para poder repartirla.
Mejorar la gestión de los recursos públicos. Recaudar más.
Tener mayor solvencia económica debe ser uno de los objetivos básicos de
las instituciones públicas. ¿Cómo están hoy los ingresos en la Comunidad
Autónoma Vasca?. Daré unos pocos datos a modo de pinceladas para conocer
la situación general.
Los ingresos por tributos (impuestos y tasas) representan un 85% del total de
ingresos de la administración pública en el año 2011. El endeudamiento
supone un 10% y los ingresos propios un 5%. Como referencia, el total de
ingresos previstos para el año 2011 en Euskadi asciende a 15.680 millones de
euros, de los que 12.500 sería la recaudación prevista por impuestos.
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Dentro de los ingresos por tributos (85% de los ingresos), aproximadamente la
mitad se recaudan a través de los impuestos especiales (12%) o el IVA (40%),
mientras que el impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF) supone
el 34%, el impuesto de sociedades un 8% y el 6% restante serían otros
tributos.
La previsión es que la capacidad de recurso al endeudamiento sea decreciente
en los próximos años. Así se desprende al menos de las recomendaciones
generales realizadas para el espacio europeo de cara al año 2012 y
posteriores.
¿Cómo mejorar el rendimiento de la capacidad recaudatoria?
No olvidemos que el marco tributario, además de herramienta de
abastecimiento económico es, a la vez, el principal instrumento de política
económica que tiene un gobierno. Gráficamente se podría decir que ordeñar
bien a la vaca es un objetivo fundamental del baserritarra. Pero si la vaca no se
alimenta adecuadamente, por mucho que establezcamos sistemas modernos
de ordeñado, la vaca no dará leche, que es lo que queremos. Y lo peor de todo
es que si no cuidamos la vaca ésta tenga la tentación de pastar en los prados
del vecino quedándonos nosotros sin leche y sin vaca.
Por eso, cualquier modificación del ámbito tributario deberá ser; meditada,
para conocer sus consecuencias; consensuada, para evitar la incertidumbre y
la alarma entre los agentes sociales y, en tercer término, coordinada en el
conjunto de los territorios forales, para evitar situaciones no deseadas.
El incremento de resultados en la obtención de recursos públicos deberá, por
lo tanto, cimentarse en una mejora de los mecanismos de gestión y de control.
Deberemos seguir siendo implacables en la lucha contra el fraude fiscal. No
sólo en la vía de inspección, sino, básicamente, en la gestión diaria de los
expedientes, garantizando que cada contribuyente aporte a la Hacienda la
parte que le corresponda. Ni euro más, ni uno menos.
Con ese objetivo prefijado llevamos trabajando los últimos años. Así, en el
último lustro, la bolsa de fraude aflorada en Bizkaia supera los 920 millones de
euros, una cantidad similar a la invertida por la Diputación Foral de Bizkaia en
la construcción de la Variante Sur Metropolitana.
Convertir en “líquido” lo gaseoso, hacer transparente lo opaco debe seguir
siendo nuestro reto.
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A este respecto, no debemos olvidar que el reto de sostener los ingresos
públicos pasa más por ampliar la base, es decir, la actividad económica, que
por hacer experimentos con subidas impositivas. Tiempo habrá para hablar de
ello, pero nosotros no vamos a caer en la tentación del globo sonda o el titular
sensacionalista en la prensa. Últimamente parece que quienes más hablan de
ello son los que no tienen la responsabilidad institucional de llevarlo a cabo.
Deberemos, igualmente, si pretendemos asegurar a futuro el mantenimiento de
servicios básicos para la ciudadanía, hacer copartícipe a ésta se su
funcionamiento y manutención, bien a través de fórmulas de copago o
adelgazando deducciones de un lado que estabilicen el peso y el crecimiento
en otro.
La eficacia en el gasto.
En este segundo ámbito juega también un rol fundamental la eficacia en el
gasto. Habrá que hacerse, también en el futuro próximo, una profunda
reflexión de la acción institucional. Priorizar dónde invertir, qué fomentar o
promover, aparcando lo aleatorio o prescindible.
Deberemos ser conscientes de que el territorio, el medio físico, difícilmente
soporta nuevas infraestructuras de costosísimas inversiones. No quiere esto
decir que renunciemos a nuevos equipamientos o construcciones.
Simplemente que el espacio geográfico que disfrutamos no da más de sí en su
trenzado de viales y de obras de todo tipo que lo han colonizado.
Tenemos un nivel de modernización de nuestras infraestructuras de
comunicación terrestre difícil de mejorar. Además, hay proyectos en marcha,
ferroviarios, de autovías, de regeneración urbana, etc, en cuyos trabajos
seguiremos ocupados un tiempo. Debemos estructurar y planificar el uso que
a futuro vayamos a hacer de nuestro suelo, entendiendo suelo como territorio.
Estructurar y planificar preservando, protegiendo el medio ambiente en su
acepción más genérica. Es decir, nuestro espacio vital, el espacio en el que
desarrollamos todas las actividades humanas.
Habrá, igualmente que hacer un seguimiento a los caudales públicos, sus
destinatarios y a su correcta utilización. Hoy, en época de crisis, se ha puesto
en boga la idea de que existe una bolsa de fraude social importante. Y, en este
caso, realidad y percepción social no van de la mano. Es mucho más la
sensación de abuso de las ayudas sociales que el fraude real cometido.
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No obstante lo dicho, será también necesaria la aplicación de medidas de
control, y la mano dura a quien se exceda, porque quien hace trampas en esta
materia está poniendo el riesgo que las ayudas lleguen a quienes
verdaderamente lo necesitan. Y hoy por hoy hay mucha gente que encuentra
en estas ayudas públicas su tabla de salvación personal y familiar.
Por lo tanto, mano dura contra el tramposo y
necesita.
apoyo decidido al que lo
Por cierto, ¿saben ustedes cual es perfil tipo de perceptor de renta de garantía
mínima en Bizkaia?. El perfil medio de quien disfruta de estas ayudas es el de
una mujer, autóctona, entre 25 y 54 años, que vive sola , seguida, en un
segundo plano – supone el 25% de los casos- de las viudas que
complementan sus ridículos ingresos con esta prestación.
Según los técnicos que trabajan directamente en este campo, el fraude en las
ayudas sociales pude suponer un 5% de las ayudas totales. En colectivos
específicos como los jóvenes, la idea del engaño está arraigada hasta niveles
del 70% y es entre ellos donde menos escrúpulos se dan a la hora de utilizar
artimañas defraudadoras.
Volvemos aquí al discurso inicial de los valores y al riesgo de la sociedad
subsidiada.
Gastar mejor, sí, pero ¿dónde invertir?.
Sin duda alguna en el Conocimiento, la Tecnología, la Ciencia y la Innovación.
Siguiendo el modelo del Centro de Inteligencia de la Automoción, cuya
experiencia ha resultado reveladora para asentar el futuro del sector,
deberemos identificar iniciativas emergentes en el ámbito de la creatividad y el
diseño, en el terreno energético, la biomedicina, las nuevas tecnologías de la
información, siguiendo los pasos de Biscaytik; en la gestión de la biodiversidad
y el ocio. Programas de apoyo al autoempleo, el mallado de una red
internacional de talentos.
Invertir en el Campus Tecnológico de la UPV en San Mamés, la Estación
Marina de Plentzia, el Parque Científico empresarial de Leioa.
¿Dónde más invertir?, en la búsqueda de suelos de oportunidad que permitan
la implantación de empresas e iniciativas productivas. Invertir en la promoción
exterior con una alianza estratégica que aúne las marcas de Bilbao y de
Bizkaia de manera que conjuntamente nos presentemos como polo de
atracción económica, turística, cultural y de regeneración urbana.
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Una alianza público-privada que, con la experiencia del efecto Guggenheim,
haga de Bilbao, de Bizkaia y de Euskadi una referencia mundial que nos siga
acercando a millones de visitantes, que nos traiga eventos de todo tipo, que
multiplique la actividad comercial. Hemos estado juntos en Shangai, en Fitur.
Nos conocen por el Museo, pero no es suficiente. Hay que seguir, con la
ampliación de Euskalduna, con San Mamés barria para el fútbol, con el
mundial de basquet y la NBA, con conciertos como el BBK live, con nuestra
renovada gastronomía, con el ciclismo en la Vuelta y por qué no el Tour, con
nuestros parques naturales, la reserva de la biosfera, el centro internacional de
avistamiento de aves de próxima apertura. Todo eso y más debe ser BilbaoBizkaia como marca de referencia internacional.
¿Dónde más gestionar bien?, en prestar a la ciudadanía de Bizkaia servicios
públicos de calidad. En que el Metro siga siendo referencia de movilidad. O
que el Bizkaibus acceda a todos los municipios. En hacer que las ayudas de
inserción sean, de verdad, un acompañamiento transitorio hacia el mundo
laboral, en prestigiar el esfuerzo.
Son muchas las materias en las que pudiera centrarme. Pero me estoy yendo
de tiempo y tampoco deseo que nadie interprete mis palabras como un acto de
propaganda de cara a las próximas elecciones.
Si alguien esperaba grandes titulares en mi intervención, lamento fallar a sus
expectativas. La intención que me ha traído hasta aquí ha sido la de reflexionar
en voz alta sobre la sociedad de hoy y de mañana.
Puede decirse que el liderazgo es el conjunto de capacidades que un
individuo tiene para influir en un colectivo de personas, haciendo que este
colectivo trabaje con entusiasmo en el logro de objetivos comunes. Se entiende
como la capacidad de tomar la iniciativa, gestionar, convocar, promover,
incentivar, motivar y evaluar a un grupo o equipo.
Necesitamos ese liderazgo, Bizkaia lo necesita. Valores al servicio de una
sociedad que pretende reinventarse para, una vez salida de la crisis, afianzar
su posición en Europa y en el mundo. Si conquistamos la tan ansiada paz, todo
será más sencillo. Depende, simplemente, de nuestra voluntad y de nuestra
capacidad de trabajo. Creo sinceramente, que es el momento de dar lo mejor
de nosotros mismos.
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El liderazgo no lo dan los galones. Pido excusas por el símil, pero un general
que ordena a sus tropas que avancen, protegido en el puesto de mando no
lidera, da órdenes. El general que dice a sus tropas “ seguidme”, da órdenes y
lidera.
Muchas gracias y quedo a su disposición para cuantas preguntas deseen
plantearme.
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