Título: Nuevas ciudadanías para la reconciliación y la construcción de culturas de paz Coordinador/a: Claudia Camacho, Julián Loaiza de la Pava [email protected] Claudia Camacho: Licenciada en Educación, y actualmente es Oficial de Educación de Unicef. Con experiencia en formulación y ejecución de políticas de educación, énfasis en educación en derechos humanos y ciudadanía Julián Loaiza de la Pava: Magister en educación y desarrollo humano, del CINDE y la Universidad de Manizales, docente investigador, ha trabajado en la línea de socialización política y en la Línea de Investigación para la Construcción de las Paces desde una perspectiva de la subjetividad política. Comentarista: Mario Hernán López Becerra; Olga Isaza Mario Hernán López Becerra: Doctor en Paz, conflictos y democracia de la universidad de Granada (España) docente universitario, ha trabajado articulando temas de desarrollo, políticas públicas y paz. Olga Isaza: Psicóloga de la Pontificia Universidad Javeriana, Magister en Políticas Públicas de la Universidad de los Andes. Experiencia en formulación, ejecución y seguimiento de políticas públicas, programas y proyectos sociales, especialmente infancia y la familia. Actualmente especialista en políticas públicas de Unicef. Pertinencia Justificación: La orientación violentológica que ha ocupado buena parte de la producción en las ciencias humanas y sociales, ha asumido la paz como un acontecimiento posterior a la superación de las violencias; en esta ruta, las distintas formas de violencia son asumidas como una condición previa para alcanzar un estadio que podría llamarse pacífico o noviolento. En tiempos recientes, las investigaciones y proyectos entorno a la paz la vinculan a la transformación positiva y sustentable de los conflictos (asumidos como una cualidad de los seres humanos y de las sociedades); de esta manera, la paz se hace posible en múltiples ámbitos y circunstancias. Hacer visible las múltiples experiencias de paz en medio de los conflictos y las violencias es una de las tareas centrales de la investigación en ciencias sociales y una función social que pueden cumplir eventos académicos como la Bienal Latinoamericana de Infancias y Juventudes. Por otro lado, Colombia vive un momento excepcional, por primera vez en muchas décadas, el país ve una posibilidad real de llegar a un acuerdo para construir la paz. Construcción que no está solo en manos de los negociadores del Gobierno Colombiano y las FARC, está en manos de cada una de las Colombianas y Colombianos dispuestos a hacer algo diferente en su vida cotidiana, desde el lugar que ocupan en la sociedad, para contribuir decididamente a que nuestro país cambie. Estas ciudadanas y ciudadanos colombianos, con sus historias de guerra y también de paz, tendrán que construir opciones para creer en la reconciliación, tendrán que generar oportunidades para la reintegración y el desarrollo, tendrán que continuar protegiendo integralmente a las víctimas de este largo y doloroso conflicto. Sin embargo, es necesario que el Estado, la cooperación internacional, las fuerzas vivas y organizadas de la sociedad civil, concurramos para construir entre todos unos “qué” y unos “cómo” claros, realizables y útiles para todos los colombianos, especialmente para aquellos cuya historia de violencia, pobreza y exclusión, les impone los mayores retos. En ese sentido, el desafío de la formación ciudadana para la participación en el desarrollo de una cultura paz, se centra en construir escenarios en los que se incentive el diálogo y la acción conjunta entre los diversos actores presentes en un territorio. Además de comprender que estos encuentros y la participación de estos actores son un mecanismo eficaz para reconstruir el tejido social y las relaciones sociales comunitarias en nuestro país, en aras de fortalecer la democracia, el interés general, los bienes públicos, la participación y, como eje fundamental de nuestro futuro, la paz. La Mesa Democracia, Paz y Reconciliación se propone como un espacio para intercambiar experiencias de construcción de paz en escenarios de conflictos y violencias en los cuales los niños, niñas y jóvenes hayan jugado un papel en la generación de culturas de paz. En un segundo sentido, la Mesa se propone como escenario de discusión acerca del diseño, formulación ejecución y evaluación de políticas públicas de y para la paz. El tercer contenido central de la Mesa está dirigido a presentar y discutir reflexiones y perspectivas teóricas en torno a la paz. Las temáticas de la mesa son las siguientes: Experiencias de construcción de paz Políticas públicas de y para la paz Reflexiones conceptuales, teóricas y metodológicas sobre paz, democracia y reconciliación. Contexto Teórico La Propuesta: A continuación se presentan tres de las corrientes teóricas que han centrado la investigación de y para la paz a partir de la segunda posguerra. Como se puede advertir en el texto, hasta años recientes las investigaciones ligaron la paz a las violencias, sin embargo hoy se han dados giros epistemológicos que ligan las investigaciones a los conflictos, dando paso a múltiples trabajos que abordan la paz desde la paz. El triángulo de las violencias y la paz positiva El politólogo Noruego, Johan Galtung , se ha convertido en uno de los puntos de referencia por antonomasia de los estudios para la paz. Es importante señalar la heterogeneidad que constituye su propuesta, puesto que conjuga un planteamiento estructurado junto a un conjunto de ideas no estructurado que integran metafísica, cosmología, cristianismo, budismo y taoísmo (Galtung, 2003). La base epistemológica del proyecto de la paz con medios pacíficos “está centrada fundamentalmente en el esfuerzo de hacer inteligible una idea antropológica de paz transformándola en un concepto teórico de paz” (Calderón, 2009, p. 65). A partir de la propuesta conceptual de Galtung, el enfoque de contraposición a la paz ya no será la guerra, sino la violencia; en este sentido, si la ausencia de guerra podemos denominarla como paz negativa, la ausencia de violencia equivaldría a paz positiva. Sin embargo, es preciso aclarar que no se está haciendo referencia a una única violencia ni a una sola paz. Para comprender mucho mejor este cambio de paradigma es necesario presentar el triángulo de las violencias planteado por Galtung; desde el cual se plantea como la violencia puede ser directa, estructural o cultural, siendo la última la que legitima a las otras dos como buenas y correctas. Conflicto y paz: el conflicto una condición inherente a las relaciones humanas Podemos afirmar que el conflicto es “consustancial al ser humano” y es “un proceso originado en las necesidades” (Cascón); por ello, debe ser comprendido como un proceso natural, un reto, una oportunidad y un regalo (Lederach, 2009). Estar preparado para asumir el conflicto como dinamizador fundante del cambio y la transformación social exige que cada ser humano anteponga a cualquiera de sus manifestaciones de oposición, el respeto a la dignidad y el reconocimiento a la esencia humana del otro o la otra. Reconocer el conflicto implica, entonces, comprender a cabalidad el carácter de exigencia del respeto en medio del desacuerdo y, por supuesto, la íntima relación de éste con los afectos, las creencias y las prácticas sociales en las que cada sujeto es educado: entrar en desacuerdo no sólo descoloca el pensamiento; de hecho, es una tensión que moviliza al ser integral como realidad vital (espiritual, afectivo, físico y mental). Las Paces imperfectas Con distintos pensadores de la paz (Muñoz, 2001; López, 2001; Jiménez, 2004) emerge la categoría analítica de la paz imperfecta, una nueva perspectiva que, en palabra de Muñoz (2001), hace alusión a “todas estas experiencias y estancias en la que los conflictos se han regulado pacíficamente, es decir en las que los individuos y/o grupos humanos han optado por facilitar la satisfacción de las necesidades de los otros, sin que ninguna causa ajena a sus voluntades lo haya impedido”(p.14). En este sentido, Muñoz (2001) considera mucho más pertinente hablar de paces imperfectas, en tanto existe una pluralidad de espacios donde se generan regulaciones pacíficas de los conflictos, y por ende, infinidad de individuos y de grupos sociales que cotidianamente hacen su aporte a la construcción de la paz. Estas acciones de paz pueden encontrarse en contextos calificados como pacíficos y en aquellos calificados como “violentos” (Muñoz, 2001); y por consiguiente, no se encuentran condicionadas necesariamente por la presencia o ausencia de las violencia. Por otra parte, la paz imperfecta se caracteriza por ser un proceso inacabado, un camino continuo que se construye en la medida en que se recorre paso a paso. De modo que, “la paz no puede ser vista como estática, como un fin que se consigue a la vez y para todos, sino que es un proceso dinámico y permanente que requiere de continuos esfuerzos” (López, 2001, p.7). Cuando se habla de paz, necesariamente uno se refiere a una construcción cultural; y por ende, a procesos de enseñanza y aprendizaje de seres con capacidad para comportarse pacífica o violentamente (López, 2001, p.8).