LOS CUATRO PILARES He. 10:22­25 INTRODUCCIÓN: El Sumo Sacerdote para poder entrar hasta el Lugar Santísimo debía pasar por el Atrio, donde se encontraba el Altar de Bronce (figura del sacrificio de Jesucristo), el Lavacro (figura del Bautismo en Agua), luego llegaba a la entrada del Lugar Santo en donde se encontraban cinco bases (figura de los cinco ministerios primarios); el Lugar Santísimo estaba separado del Lugar Santo por el Velo, y este estaba sosteniendo por cuatro pilares (figura de los cuatro Evangelios, y de las diferentes facetas del Señor, como Siervo, Rey, Hombre y Dios ). Era necesario que el Sumo Sacerdote para llegar al Lugar Santísimo pasara por el Velo y a la vez por los pilares; de esto entendemos que para poder llegar hasta el Trono de Dios debemos pasar por el Velo figura de nuestro Señor Jesucristo y también por los pilares. DESARROLLO: Los cuatro Pilares son figura de los cuatro extremos de la cruz (que representan los cuatro puntos cardinales) sobre la que fue crucificado Jesucristo, estos pilares estaban cubiertos de plata que es figura de redención, porque Jesucristo con su muerte nos redimió de la muerte y del pecado. Cada una de estos pilares representa diferentes requisitos que ahora nosotros debemos cumplir para llegar hasta la presencia de Dios. 1. CORAZÓN SINCERO, (Lit. Corazón Liberado) He. 10:22: La palabra Sinceridad se traduce de las palabras griegas Elkinia que significa pureza o algo inalterable, y Gnesios que significa veraz, genuino y sin fingimiento, lo que nos enseña que debemos acercarnos a Dios con un corazón sin fingimiento porque El ama la verdad en lo intimo y escudriña los corazones. Lo primero que debemos buscar para acercarnos a Dios, es la liberación de nuestro corazón; liberación de amargura (1 S. 1:8), rencor, envidia (Pr. 23:17), idolatría (1 Ry. 11:4), orgullo, altivez (2 Cr. 26:16; Pr. 16:5; 21:4), legalismo, fornicación, adulterio, engaño (Pr. 12:20), maldad (He. 3:12), celos ( Stg. 3:14), etc.; esta libertad la vamos alcanzando conforme nos entregamos a Jesucristo, porque El vino a liberarnos (Jn. 8: 36); en Lucas 4:18 podemos ver que el Señor vino a publicar libertad a los cautivos y a poner en libertad a los oprimidos, también Gálatas 5:13 nos enseña que a libertad fuimos llamados, y es el Espíritu Santo quien hará que alcancemos esta libertad porque Dios lo derramó en nuestros corazones (Gá. 4:6). 2. CORAZÓN PURIFICADO O ROCIADO, 1P. 1:22: Después que Dios ha liberado nuestro corazón, es necesario que sea rociado con la sangre de Jesucristo. El señor Jesucristo derramó su sangre para que por medio de ella fuéramos salvos, la primera vez que fue derramada sobre nosotros se hizo cuando lo recibimos en nuestro corazón, para perdón del pecado, pero de la misma forma como El Señor le dijo a Pedro que debía lavarle los pies porque por el caminar se ensuciaban, de esa misma forma el pecado puede alcanzarnos, y es necesario que ahora sea rociada esa sangre bendita sobre nosotros para perdón de pecados; en el A.T. el Sumo Sacerdote rociaba siete veces la sangre en el Atrio, siete veces en el Lugar Santo y siete veces en el Lugar Santísimo, tipificando nuestro ser integral (Espíritu, Alma y Cuerpo). En Ezequiel 36:25 leemos que el Señor rociará con agua limpia (palabra, He. 4:12) y quitará el corazón de piedra y nos pondrá uno de carne que sea sensible a su voz y su presencia. Debemos purificar nuestro corazones de todo pecado, de doble animo (Stg. 4:8), etc., para que el amor hacia nuestros hermanos sea limpio (1 Ti. 1:5), para poder invocar al Señor (2 Ti. 2:22),y porque son los de corazón limpio quienes verán al Señor (Mt. 5:8). 3. CUERPO LAVADO CON AGUA PURA, Ef. 5:26: Sabemos que únicamente se lava aquello que está sucio (Ap. 22:11). El lavamiento del cuerpo se inicia en el Bautismo en Agua (Col. 2:12); en Juan 13:10­12 leemos que el Señor les dice a los discípulos: “Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he dado...” lo que nos enseña que la palabra (Rhema) purifica nuestro ser integral (Espíritu, Alma y Cuerpo), porque leemos en Hebreos 4:12: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y de los tuétanos (el cuerpo)...”; en el A.T. rociaban a los sacerdotes con el agua purificadora para poder ser consagrados y presentados delante del Señor, luego de esto ellos podían entrar en el tabernáculo para poder servir delante de Dios; de esa misma forma nosotros ahora debemos ser purificados con la palabra para que podamos servir y ministrar delante de Dios. En los Salmos 31:10 y 32:3 leemos que a causa del pecado viene enfermedad al cuerpo, por eso es necesario que confesemos nuestros pecado delante de algún ministro delegado, y así como el Señor lavó los pies de sus discípulos con agua, nosotros podamos llegar a confesar nuestras faltas y dejar que un maduro lave nuestros pies con el agua de la palabra. 4. NO DEJANDO DE CONGREGARNOS, He. 10:25: Congregarse se traduce de la palabra griega Episinagogue que significa reunión en torno a, esta palabra aparece solamente dos veces en la Biblia, en Hebreos 10:25 y en 2 Tesalonicenses 2:1, en Hebreos nos habla que es necesario congregarnos en torno a Jesucristo con su cuerpo místico (la Iglesia) mientras estemos en la tierra, enseñándonos que Jesucristo debe ser el motivo de nuestras reuniones para que se cumpla Mateo 18:20 donde dice: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”, porque de esta manera no seremos llevados por cualquier viento de doctrina y de la misma forma como el pastor cuida, alimenta, pastorea y pelea por las ovejas, así también nosotros tendremos la seguridad de que Dios ha puesto un ministro sobre nosotros para que nos cuide, nos alimente, nos pastoree, etc. Es de gran importancia congregarse (tener Episinagogue) con los hermanos (el cuerpo místico del Señor), para que cuando el Señor Jesucristo regrese en secreto por su amada en la parousia, podamos congregarnos (Episinagogue) con El en las nubes. CONCLUSIÓN: Es necesario que cada uno de nosotros pasemos constantemente en este proceso de consagración, para que podamos acercarnos confiadamente delante de nuestro Dios, teniendo en cuenta que El no desprecia al que se le acerca con un corazón contrito y humilde, sino que se deleita en hacer misericordia y porque sus pensamientos son de continuo hacernos el bien.