SEMINARIO DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLA

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SEMINARIO DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLA. 4º ESO Colegio El Carmelo
JUAN MANUEL DE PRADA
Invisibles
Unos científicos financiados por el Pentágono han logrado desarrollar por nanoingeniería –que no
sabemos exactamente lo que es, pero que suena a ingeniería liliputiense, como la de esos atletas de la paciencia
que levantan rascacielos con cerillas— un material que no absorbe ni refleja la luz. Cualquier objeto recubierto
por él se torna invisible, o crea en quien lo contempla la ilusión óptica de haberse desvanecido. Los inventores
del prodigio se han apresurado a aclarar que su experimento no tendrá aplicaciones bélicas; así que hemos de
suponer que el Pentágono ha patrocinado la investigación para que los gordos puedan pasearse sin complejos
en bañador, después de aplicarse una capita del material de marras en los michelines, como quien se aplica una
crema bronceadora. Seguramente, la técnica desarrollada por estos científicos aún requiera muchos años de
perfeccionamiento, pero entretanto la revista Science la ha divulgado a bombo y platillo, en una expresión más
de esa tendencia sensacionalista que difumina las fronteras entre ciencia y especulación fantasiosa. Recuerdo
que, hace algunos años, otra revista presuntamente científica nos informó que unos investigadores habían
logrado teletransportar materia; pero todavía estamos esperando el día en que podamos desplazarnos al
trabajo en un nanosegundo, evitando los atascos.
¿Quién no ha soñado en alguna ocasión con tornarse invisible? Enseguida nuestra imaginación
calenturienta nos propone unas cuantas aplicaciones escabrosas o meramente lúdicas al invento: podríamos
espiar los secretos de alcoba mejor custodiados, podríamos entrometernos en reuniones donde se discute el
porvenir humano... o siquiera, más modestamente, en esas reuniones de amigos en las que sospechamos que se
aprovecha nuestra ausencia para ponernos como chupa de dómine. También podríamos colarnos sin pagar en el
cine, mangar en el supermercado sin temor a ser registrados por una cámara de seguridad, evitar encuentros
indeseados, pasearnos desnudos entre la multitud... La aspiración de la invisibilidad aparece siempre asociada a
nuestros pensamientos más turbios, o siquiera a una vocación gamberra o transgresora; también a un anhelo
inconfesable de perdición: tarde o temprano, utilizaríamos la invisibilidad para delinquir, para conocer secretos
que nos han sido vedados, para imponer nuestro dominio.
Claro que, mientras aguardamos que estos científicos nos tornen invisibles, podemos seguir fingiendo
que los demás lo son, sin necesidad de embadurnarlos de materiales diseñados por nanoingeniería. Una de las
cosas que más me sorprendió cuando me vine de mi ciudad levítica a la gran capital es la habilidad desarrollada
por la gente para mirar sin ver; habilidad que, en el tiempo transcurrido, se ha extendido también a provincias.
Consiste en hacer como que la realidad circundante no nos inmuta; o, más exactamente, en hacer como que
nada ocurre ante nuestros ojos. Hace algún tiempo, se divulgó con gran escándalo farisaico un vídeo en el que
una muchacha era vapuleada en el metro por un orate mientras otro pasajero permanecía impertérrito; en
realidad, aquel pasajero no se comportaba de modo distinto a como lo habríamos hecho la mayoría de nosotros,
pero durante unas semanas se convirtió en el chivo expiatorio de un pecado colectivo. Las sociedades enfermas
desarrollan mecanismos hipócritas de protección que les alivian la conciencia; y aquella especie de ordalía que
se montó contra el pasajero pasivo, que no hizo sino poner a prueba una habilidad adquirida, fue una expresión
altisonante de tales mecanismos. Pero existen otras menos paroxísticas, más –digámoslo así— sosegadas y
benevolentes, con ese grado de sosiego y benevolencia que requiere el cinismo: una de las más cultivadas en
nuestra época es la que podríamos llamar «caridad de lejanías», que a veces propicia auténticas orgías
solidarias, consistente en apiadarse de las calamidades que suceden extramuros del atlas, allá donde siempre
hay un tsunami o hambruna que estimule nuestra piedad profiláctica, mientras fingimos no enterarnos de la
calamidad que aflige a nuestro prójimo más próximo, convertido por arte de birlibirloque en invisible.
Definitivamente, no hacen falta avances científicos para lograr la invisibilidad del mundo circundante.
Basta con reprimir la piedad, o en dirigirla por elevación hacia la estratosfera; habilidad que nuestra época ha
logrado sin patrocinios del Pentágono.
XL SEMANAL, 24 de agosto de 2008
CUESTIONES AL TEXTO PERIODÍSTICO Invisibles
1 Escribe el significado de estas palabras y añade, si es necesario, alguna otra.
liliputiense:
levítico:
tornarse:
circundante.
desvanecido:
inmutar:
prodigio:
farisaico:
bélico:
vapuleado:
de marras:
orate:
sensacionalista:
impertérrito:
difuminar:
ordalía:
calenturiento:
altisonante.
escabroso:
paroxístico:
lúdico:
sosiego:
alcoba:
benevolencia:
custodiado:
orgía:
entremeterse:
apiadarse:
turbio:
calamidad:
transgresor:
hambruna:
delinquir:
estimular:
vedado:
profiláctico:
embadurnar:
patrocinio:
2 Explica el significado de las siguientes expresiones o frases que aparecen en el texto de J. Manuel de Prada.
a bombo y platillo:
ponernos como chupa de dómine:
se convirtió en el chivo expiatorio de un pecado colectivo:
por arte de birlibirloque:
que suceden extramuros del atlas:
3 Reconoce en el texto las marcas lingüísticas de subjetividad y señala, clasificándolos, todos los ejemplos que
encuentres.
4
Existe en castellano una formación de palabras cuyo origen está en la relación de significado que se
establece entre un determinado personaje (real o ficticio) y la nueva palabra surgida de él. Es el caso de algunos
términos del texto como liliputiense, michelín, levítico, farisaico, cinismo, atlas. Explica de qué personas o
personajes derivan cada uno de estos nombres. Escribe también algunos otros que se te ocurran y no estén en
el texto de J. Manuel de Prada.
5
Escribe la tesis del texto.
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