Política de España hacia Iberoamérica (1976-1992)

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_INDICE_
1.− Introducción: La política exterior y transición democrática
de España. pág. 2
2.− La nueva política iberoamericana de España. pág. 5
3.− Una política de Estado: el protagonismo de la Corona. pág. 7
4.− Los gobiernos centristas e Iberoamérica pág. 9
5.− Los gobiernos socialistas e Iberoamérica. pág. 13
6.− Las políticas iberoamericanas: pág. 17
• Proyecto de Comunidad Iberoamericana de Naciones
− El Quinto Centenario
7.− Bibliografía. pág. 25
INTRODUCCIÓN: LA POLÍTICA EXTERIOR Y TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA DE ESPAÑA.
España desde 1936 ( Guerra Civil) hasta 1975 ( transición a la democracia) ha tenido una política exterior
llena de contradicciones, de lagunas y de carencias debido a las características ideológicas y políticas del
Régimen franquista. El fin esencial de la acción exterior durante todo este periodo fue mantener el Régimen,
el hacerse aceptar por la Comunidad Internacional.
El franquismo consiguió sobrevivir, pero fue a costa de una política interior y exterior ajenas a los intereses
reales de España.
Al terminar el Régimen franquista era urgente y necesario universalizar las relaciones internacionales y
normalizar la política exterior, tanto a nivel bilateral como a nivel multilateral.
Existían una serie de problemas que requerían una respuesta adecuada, como la cuestión de Gibraltar, la difícil
posición en el Magreb,, pero el objetivo más urgente era la consecución del respaldo internacional de las
potencias occidentales al proceso democrático. Dicho proceso de transición democrático llevaba consigo un
paralelo proceso de transición en materia de política exterior, aunque éste era más lento.
En 1976 se produjo un profundo cambio y una ampliación del margen de autonomía en relación con la política
exterior del franquismo.
El establecimiento de un régimen democrático en España ha sido fruto de un proceso de reforma, no de una
ruptura. Lo que ha cambiado ha sido, por un lado, la filosofía inspiradora y el diseño de la acción exterior, y
por otro lado, ha cambiado la forma, el modo, el cómo se hace la política exterior, haciéndola más eficaz y
realista.
En este proceso de cambio se pueden distinguir varias etapas y periodos con alcances y significados muy
distintos.
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Una primera etapa puede denominarse de transición en materia de política exterior que va desde 1976 hasta
1988, cuando se concretan y materializan las últimas grandes opciones de la acción exterior, quedando
establecido el modelo de política exterior española. En ésta primera etapa pueden distinguirse varios periodos:
• un primer periodo que abarca desde 1976 hasta 1980 y que puede dominarse de consenso. Se
caracteriza por el consenso tácito, no expreso, existente entre las diferentes fuerzas políticas
parlamentarias en materia de las grandes cuestiones internacionales que afectan a España. La práctica
del consenso impide, salvo en la dimensión europea y en alguna medida la iberoamericana, que se
definan con precisión y claridad algunas de las más importantes directrices de la política exterior.
• Un segundo periodo se inicia en 1980, cuando se produce ruptura del consenso al plantearse
abiertamente por el Gobierno centrista la incorporación de España a la Alianza Atlántica, y termina en
1986 con la celebración del referéndum sobre la permanencia en la misma. Periodo que se puede
llamar constituyente en materia de política exterior.
• Un tercer periodo va desde 1986 hasta finales de 1988, cuando con el ingreso como observador
activo, en la Unión Europea, de las directrices generales para la contribución militar española, con la
firma del Convenio con Estados Unidos y con la aprobación por el Comité de Planes de Defensa de la
OTAN.
Finalmente a finales de 1988 se abre una segunda etapa que llega hasta nuestros días. Es la etapa en la que
España queda definida y concretada en sus líneas maestras la política exterior, normalizada su presencia
acción internacional, insertada plenamente en su entorno occidental y europeo, está en condiciones de
desarrollar una política exterior coherente y realista.
LA NUEVA POLÍTICA IBEROAMERICANA DE ESPAÑA.
El cambio que experimenta España desde 1976 va a tener como una de sus características una notable
renovación y ampliación del papel que tradicionalmente había tenido Iberoamérica en la vida española.
Los Gobiernos centristas y luego los socialistas desarrollaran una nueva política iberoamericana, y con
ella un nuevo proyecto de Comunidad Iberoamericana de Naciones, diferentes a la política y la hispanidad
del franquismo. Los Gobiernos democráticos afirmarán reiteradamente la dimensión americana, como una
de las coordenadas claves que definen a España en el mundo y su política exterior.
La democracia y los derechos humanos tendrán un papel destacado y activo en la política exterior
iberoamericana, por lo que no serán un simple elemento ornamental en la proyección española en
Iberoamérica, sino un aspecto sustancial de esa acción. La transición democrática española será un
referente para los procesos de transición iberoamericanos.
La política iberoamericana se replantea y redefine basándose en una filosofía, unos postulados y unos
objetivos nuevos. Hay una depuración no sólo conceptual y terminológica de la política iberoamericana,
sino también una depuración ideológica y política, que se manifiesta en todos los ámbitos de esa política.
Lo que no varía sustancialmente respecto del pasado son la base, los pilares, los nexos históricos,
culturales y lingüísticos sobre los que se asientan la nueva política iberoamericana y el proyecto de
Comunidad Iberoamericana de Naciones.
La política iberoamericana se desarrollará en una doble dimensión: una multilateral y global que se refiere
al conjunto de países iberoamericanos, fundamentada en la idea y realidad de la Comunidad
Iberoamericana de Naciones, que discurre en principio por encima de las diversidades políticas y
económicas;
y otra bilateral o subrregional, que se mueve a nivel de relaciones de Estado a Estado o de Estado a
subrregión, donde necesariamente se tiene en cuenta la heterogeneidad de situaciones que caracteriza a los
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países iberoamericanos, adaptando la política a cada situación específica.
UNA POLÍTICA DE ESTADO:
EL PROTAGONISMO DE LA CORONA.
Un papel destacado a la hora de reformular e impulsar la política iberoamericana de España le
corresponde al Rey de España, Juan Carlos I. Es un protagonismo relevante, y en ocasiones decisivo, del
Rey, que no se ha limitado a la política iberoamericana, sino que se ha manifestado también en otros
ámbitos de la política exterior. En este sentido Marcelino Oreja manifestó que muchos de los logros
conseguidos en aquella época, como la aceleración de determinadas decisiones o la atención de nuestros
interlocutores a determinados temas, se debieron en gran medida a actuaciones de nuestros soberanos.
Desde el punto de partida, la primera característica de la política iberoamericana de España y del proyecto
de Comunidad Iberoamericana de Naciones es que se concibe como una política de Estado, característica
que se ratifica plenamente con el hecho de que sea precisamente la Corona, que está por encima de los
cambios gubernamentales y representa el elemento de continuidad, la principal valedora e impulsora de la
política iberoamericana desde 1976.
Por otro lado, la Constitución española reconoce dicho papel en su artículo 56.1 cuando establece: El Rey
es el Jefe del Estado, símbolo de unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las
instituciones, asume la más alta representación del Estado español en sus relaciones internacionales,
especialmente con las naciones de comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen
expresamente la Constitución y las leyes.
En las relaciones con Iberoamérica se pueden establecer unos principios básicos ratificados por la Corona
a partir de 1976 y desarrolladas por los distintos Gobiernos, que caracterizan una política de Estado.
En un primer mensaje como titular de la Corona, el Rey expresó la idea de la Comunidad Iberoamericana
de Naciones, apuntando dos hechos, comunidad de intereses y cooperación mutua, que marcarán el
desarrollo posterior de la política iberoamericana.
Posteriormente, a lo largo de los discursos y declaraciones, el Rey insistirá en esa idea, desarrollando los
principios inspiradores de la misma y de la política Iberoamericana de España. En suma, sobre la base de
la existencia de tres raíces comunes, historia, lengua y cultura, de la afirmación de los ideales de libertad,
justicia y paz y de la apología de la democracia y la defensa de los derechos humanos, el Rey irá esbozando
toda una concepción del orden internacional, en la que inserta la política iberoamericana y el proyecto de
la Comunidad Iberoamericana de Naciones.
Por último los principios sobre los que se edifica todo el proyecto de Comunidad Iberoamericana de
naciones son el principio de interdependencia, el principio de credibilidad, el principio de continuidad, el
principio de indiscriminación y el principio de comunidad.
LOS GOBIERNOS CENTRISTAS E IBEROAMÉRICA.
Iberoamérica se convertirá para los Gobiernos de Adolfo Suárez, desde el primer momento de la transición
democrática, en un objetivo clave de la política exterior, que se presentará como complementario de la
orientación europea. Europa, por un lado, e Iberoamérica, por otro, serán las áreas de política exterior
sobre las que centrarán su mayor atención y dedicación tanto Adolfo Suárez como Marcelino Oreja.
El proyecto de política iberoamericana que diseña Marcelino Oreja, y que tanto el Presidente como el
Ministro de Asuntos Exteriores tratarán de llevar a la práctica, tenía como objetivo reformular las
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tradicionales relaciones con Iberoamérica en el sentido, por un lado, de eliminar la retórica y la imagen del
pasado y de avanzar por vías reales de cooperación, y por otro, de redefinir esa política en función de los
nuevos presupuestos democráticos, estableciendo un nuevo modelo de Comunidad Iberoamericana de
Naciones.
Adolfo Suárez y Marcelino Oreja desarrollaron a nivel teórico un modelo de actuación fundamentado en
cinco principios rectores, que giraban en torno a tres ejes conceptuales.
Los principios rectores, ratificados por la Corona como política de Estado, son los siguientes: principio de
indivisibilidad, principio de continuidad, principio de credibilidad, principio de indiscriminación y
principio de comunidad. A su vez los tres ejes conceptuales de éste modelo teórico son: vínculo, que hace
referencia a los vínculos existentes entre los pueblos de raíz hispánica; puente, que traduce la pretensión
de jugar un papel relevante entre las relaciones entre Iberoamérica y Europa; integración, que significa
que se apoyarán las iniciativas de integración iberoamericanas, procurando una mayor participación de
España en las mismas.
Este modelo teórico, sin embargo, fue más un deseo que una realidad, ya que aunque las relaciones
alcanzaron un alto perfil político y se incrementaron en todos los planos, estuvieron marcadas por la
ambigüedad, la deficiente información y la falta de unidad y continuidad en la acción.
La política iberoamericana desarrollada por los Gobiernos de Adolfo Suárez tiene unas características que
se derivan, por un lado, de la situación y peculiaridades del propio partido político que la sustenta,
caracterizado por su heterogeneidad política e ideológica, su falta de cohesión interna, su necesidad de
legitimación democrática y su ausencia de un modelo global y definido de política exterior, y por otro lado,
de la situación de la transición política en que inicialmente se plantea, lo que explica sus limitaciones y sus
contradicciones.
Puede decirse que la política iberoamericana de los Gobiernos de Adolfo Suárez, sin desconocer su
indudable éxito en el incremento del papel y la presencia de España en Iberoamérica, en el establecimiento
de un nuevo clima en las relaciones con los países iberoamericanos y en el inicio del cambio en relación a
la política del franquismo, fue una política de múltiples usos, tanto a nivel de percepción de los intereses
nacionales como a nivel de intereses partidistas, con todo lo contradictoria que puede ser en ocasiones una
política de esa naturaleza. Los Gobiernos centristas lograron recuperar el protagonismo activo de España y
normalizar sus relaciones internacionales, pero no se pudo otorgar a esa política por lo difícil de la
situación interna la coherencia y continuidad que exige una eficaz acción exterior. Lo interno, tanto a
nivel político como partidista, como es lógico, más que el exterior, fue lo que dominó el hacer
gubernamental y condicionó fuertemente la política exterior.
De esta forma, la política iberoamericana se usó en ocasiones como una política de sustitución, que tendía
a llenar el eventual vacío que se podía producir en la afirmación de la dimensión europea de España. Otras
veces se utilizó como una política de presión, dirigida a reforzar la posición negociadora de España frente
a la Comunidad Europea y Estados Unidos: Finalmente se utilizó como política de legitimación de la
propia Unión de Centro Democrático a nivel interno, intentando así lavar la herencia franquista que
caracterizaba a una parte significativa de los miembros.
A nivel concreto, la política iberoamericana de los Gobiernos centristas se orientó principalmente, por un
lado y prioritariamente, hacia la intensificación de las relaciones políticas y económicas con los países
democráticos, sobre todo con México y países del Pacto Andino, y por otro lado, hacia los países sometidos
a dictaduras militares, regímenes autoritarios o en proceso de transición democrática con el fin de hacer
valer el ejemplo español y defender la democracia y los derechos humanos. Las políticas en ambos casos
fueron diferentes y tuvieron un alcance muy distinto.
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Por otro lado, la política iberoamericana de los Gobiernos de Adolfo Suárez permitió un importante
desarrollo de la presencia de España en las organizaciones regionales iberoamericanas. Hay que destacar
las relaciones que se establecieron con el Pacto Andino, con cuyos miembros se firmaron varias
declaraciones multilaterales en defensa de los valores democráticos, pasando además España a convertirse
en agosto de 1979 en el único país extrarregional admitido como observador en el Consejo Andino;
también hay que destacar la participación en el Banco Interamericano de Desarrollo (1976), la
incorporación como miembro de pleno derecho a la CEPAL (1979),
Por otra parte, los Gobiernos de Adolfo Suárez tienen el mérito de haber dado los primeros pasos
contundentes al desarrollo de una política de cooperación para el desarrollo.
En resumen, sin desconocer las lagunas y las contradicciones que existieron, hay que reconocer lo
avanzado de la política iberoamericana durante los Gobiernos de Adolfo Suárez y el cambio que se produce
en la misma con relación al franquismo.
Por último, en cuanto al Gobierno de Calvo−Sotelo, podemos decir que las relaciones con Iberoamérica
tuvieron algunas plasmaciones significativas, provenientes casi todas ellas de iniciativas surgidas con los
Gobiernos de Adolfo Suárez. En concreto hay que destacar que se abre una nueva dinámica en las
relaciones entre España e Iberoamérica con frutos que llegan hasta nuestros días, como la creación en
1981 de la Comisión Nacional para la Conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento de
América, o la proclamación en 1981 del día 12 de octubre como Día Nacional de España y Día de la
Hispanidad,
LOS GOBIERNOS SOCIALISTAS E IBEROAMÉRICA.
En el proyecto de política exterior del Gobierno socialista, junto con Europa y la adhesión de España a la
Comunidad Europea, Iberoamérica se presentaban como prioridades y dimensiones claves de la acción
exterior.
La principal novedad respecto del periodo anterior es que la vocación americanista de la política exterior
española se va a sustentar sobre compromisos más solidarios y firmes desde el punto de vista de la
democracia, los derechos humanos y el desarrollo, nacidos de la propia ideología socialista y de las
experiencias y vivencias de la política exterior española.
Los socialistas no sólo no estaban prisioneros del pasado franquista como algunos de sus predecesores,
sino que tenían unas credenciales de lucha por la democracia y de solidaridad activa que revalidaban las
iniciativas que pudieran adoptar, y además tenían clara conciencia de que para el éxito de la política
iberoamericana era necesario aplicar con el máximo rigor el principio de la unidad de acción exterior, que
no siempre había sido una realidad en los gobiernos centristas.
El proyecto de Comunidad Iberoamericana de Naciones, diseñado en sus principios rectores por los
Gobiernos centristas, recibirá un nuevo impulso, transformándose en el horizonte de 1992 en uno de los
objetivos claves de la política iberoamericana de los Gobiernos socialistas. La idea de Hispanidad, el
hispanismo como filosofía justificadora de la idea de Comunidad Iberoamericana de Naciones
desaparecen totalmente en la nueva política iberoamericana del Gobierno socialista y en su formulación de
su idea de Comunidad Iberoamericana de Naciones.
La política iberoamericana tratará de compaginar, en un difícil equilibrio, la actuación autónoma de
España, en función de los intereses nacionales, del propio proyecto de política exterior y de su
interpretación de la problemática iberoamericana, con los intereses norteamericanos en la región, sin
dejar, sin embargo, que estos se impongan. El Gobierno socialista dejó clara desde un primer momento que
su política hacia Iberoamérica tenía como límite no entrar en un enfrentamiento directo con Estados
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Unidos, por lo que era necesario tomar en consideración los intereses norteamericanos en la región, lo que
no suponía un plegamiento a los mismos.
En los dos primeros años de la legislatura socialista la política iberoamericana, sobre todo en
Centroamérica, chocará en ocasiones frontalmente con la estrategia norteamericana en la zona, pero sin
que en ningún momento se llegue a romper el equilibrio señalado, posteriormente, una vez definida con
claridad la posición internacional de España, iniciada la presencia activa de la Comunidad Europea, los
Gobiernos socialistas podrán mantener sin excesivas tensiones ese equilibrio.
El análisis de la política de los Gobiernos socialistas demuestra claramente que, incluso en los momentos
iniciales, en los que en el conflicto centroamericano se apuesta decididamente por el régimen sandinista y
por el movimiento guerrillero de El Salvador, siempre se tuvieron presentes los intereses norteamericanos
en la zona, manteniéndose una relación fluida, aunque no exenta de tensiones, con Estados Unidos. Lo
que sucede es que el Gobierno español rechazará la interpretación que Estados Unidos hace de los
conflictos latinoamericanos en términos de confrontación Este− Oeste, afirmando por el contrario, que los
mismos responden fundamentalmente a las precarias e injustas condiciones socioeconómicas y políticas en
que vive una parte importante de la población de América Latina.
La política iberoamericana de los Gobiernos socialistas, y con ella, el proyecto de Comunidad
Iberoamericana de naciones, se articulará basándose en los principios de democracia y desarrollo,
considerados como inseparables y como fundamento del progreso y de la paz, animados por el principio de
solidaridad.
Estos principios, que serán los que marquen con fuerza el perfil de la política, se traducirán en las
siguientes líneas de acción concretas: 1) Intensificación de las relaciones con los países iberoamericanos;
2) Apoyo pleno a los procesos de democratización y desarrollo de los derechos humanos; 3) Intensificación
de la cooperación política, económica, cultural,; 4) Apoyo a los procesos de integración iberoamericanos.
Por otra parte, el ingreso de España en la Comunidad Europea va a constituir un elemento impulsador y
clarificador de la política iberoamericana que tradicio− nalmente se ha venido afirmando, además de
ampliar sustancialmente las dimensiones y posibilidades de la propia proyección iberoamericana de
España. España va a ver incrementada su presencia y su peso en el continente americano, ya que no sólo
tiene su política, sino también las políticas comunitarias hacia la misma.
Por último, podemos decir que desde esta perspectiva general, el modelo de política iberoamericana que los
Gobiernos socialistas ponen en marcha a partir de 1982 se ha articulado y desarrollado en base a los
siguientes puntos y objetivos:
• La base de partida es un compromiso de presencia y actuación solidaria en
Iberoamérica en razón de los especiales vínculos de todo tipo existentes entre España y esa región y del
entramado de intereses que existen entre ellas.
• Las relaciones con los países iberoamericanos se regirán por el principio de
indiscriminación.
• Desarrollo de una política de apoyo a los derechos humanos.
• Apoyo a los procesos de democratización.
• Apoyo a los procesos de integración iberoamericanos.
• Rechazo claro de cualquier pretensión de actuar como puente entre
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Iberoamérica y Europa, y afirmación paralela de la existencia de una doble dimensión, europea e
iberoamericana, en la política exterior española, que se interpreta como complementaria.
• Voluntad española de actuar desde dentro de la Comunidad Europea a favor
de los intereses iberoamericanos y de una intensificación de las relaciones entre ambas regiones.
• No a la retórica y sí a la acción.
• La cooperación en todos los terrenos: político, económico, cultural,
10)La conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América.
11) Una meta final: La Comunidad Iberoamericana de Naciones.
LAS POLÍTICAS IBEROAMERICANAS.
Existe una historia común desde 1492 hasta la independencia de las Repúblicas hispanoamericanas
basado en un intercambio continuo y poderoso entre los dos lados del Atlántico, que abarcó todas las
formas de vida, desde la lengua y la cultura hasta las formas políticas y jurídicas, las costumbres y modos
de vida. Como señaló Arturo Uslar Pietri, la relación entre España y América . Fue un dilatado y rico
proceso de creación de una nueva situación humana
Por otro lado, la lengua común constituye, sin lugar a dudas, una de las señas de identidad, de las
realidades comunes, más importantes sobre la que se sustenta la idea y el hecho de la Comunidad
Iberoamericana de Naciones. También está la cultura, basada en gran medida en esa lengua común, que
implica todo un sistema de creencias y valores compartidos y que se levanta y convive con la enorme
diversidad cultural que caracteriza a España y a Iberoamérica, a través de un proceso de mestizaje
cultural, que mediante el trasvase de ideas se prolonga en el tiempo hasta llegar a nuestros días.
Por lo tanto, la historia, la lengua y la cultura, junto con el trasvase de ideas y hombres, son las principales
realidades comunes sobre las que se sustenta la idea y la realidad de la existencia de la Comunidad
Iberoamericana de Naciones.
A partir de 1976 la idea de Comunidad Iberoamericana de naciones se replan− tea basándose en unos
postulados y unos objetivos nuevos y muy diferentes a los que habían inspirado el proyecto de Hispanidad
del franquismo.
La Comunidad Iberoamericana de Naciones, desde la perspectiva de la política española es una realidad
concreta que tiene unas raíces históricas, un contenido sociológico, unas señas de identidad propias, a las
que hay que dar dimensión práctica y efectiva desde perspectivas democráticas.
Dado que el proyecto implica no sólo a España, sino también a los países iberoamericanos, los Gobiernos
españoles han procedido con gran prudencia en la formulación y definición del mismo y de la política que
lo sustenta, procurando que los pasos concretos que se han dado en ese sentido contara con el consenso de
dichos países.
La primera característica del proyecto de Comunidad Iberoamericana de Naciones es que se concibe como
una política de Estado, es decir como una política que está por encima de los cambios de Gobierno y de las
ideologías que los inspiran para insertarse en las líneas maestras de acción exterior del Estado.
Su segunda característica es que se plantea como una política de pueblos, que significa una política hecha
con la mirada puesta en los pueblos iberoamericano y español, que atienda sus necesidades y solucione sus
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problemas políticos, econó− micos y culturales.
El carácter de política de Estado y de pueblos ha sido desarrollado, como hemos dicho anteriormente, en
sus principios inspiradores por el Rey. Dichos principios inspiradores son, como ya hemos explicado:
principio de interdependencia, principio de credibilidad, principio de continuidad, principio de
indiscriminación y principio de continuidad, a los que hay que añadir el principio de unidad en la
diversidad, que está implícito en los anteriores.
A la vista de éstos principios está claro cuál es le punto de partida del proyecto, la filosofía que inspira el
proyecto y los principios que lo animan y lo guían, el camino y la dinámica a seguir, sin embargo hasta que
empieza a perfilarse la puesta en marcha de la Cumbres Iberoamericanas de los años noventa, no habrá
por parte española propuestas concretas a nivel organizativo.
La Comunidad Iberoamericana de Naciones tiene como proyecto, en conso− nancia con la política
iberoamericana de España, unos valores y objetivos, que son la libertad, el respeto de los derechos
humanos, la paz, el desarrollo, la cooperación y la solidaridad. Los ideales democráticos son un elemento
sustancial en el proyecto de Comunidad como lo son en la propia política iberoamericana de España.
El proyecto de Comunidad Iberoamericana de Naciones se concibe como una función transformadora de
la realidad interna de los países que la forman y de la realidad internacional. Se presenta como
objetivamente necesario y beneficioso para todos, especialmente para los pueblos iberoamericano y
español. Su punto de partida y su motor es la solidaridad.
Para hacer efectiva la Comunidad es necesario ir desarrollando políticas y medidas concretas, a través de
las que se extienda y se afirme el sentido de comunidad y se avance en la solución de los problemas.
Ello pasa, en primer lugar, por el acrecentamiento del conocimiento mutuo, de forma que se superen las
imágenes distorsionadas que tenemos de nuestras
Historias y los prejuicios nacidos del pasado y que se proyectan sobre el presente.
En segundo lugar, el proyecto de Comunidad Iberoamericana de Naciones, si quiere avanzar hacia su
realización, debe basarse en la puesta en común de las realidades, problemas y retos a los que hay que
hacer frente, dando una respuesta conjunta a través de la cooperación y la concertación.
En tercer lugar, el proyecto se concibe como una empresa global, en la que participan no sólo los
Gobiernos, sino igualmente el resto de la sociedad: los intelectuales, los educadores, en suma, tanto la
iniciativa pública como la privada.
Finalmente, el proyecto de Comunidad se concibe como plenamente compa− tible con los distintos
procesos de integración, en el que los distintos Estados, a las dos orillas del Atlántico, están inmersos.
Por parte española, desde 1976, se ha formulado y desarrollado un proyecto de Comunidad
Iberoamericana de Naciones, estableciendo sus principios, perfilando sus características y poniendo en
marcha dinámicas que permitan su progresiva afirmación. Sin embargo, no se ha propuesto un diseño
concreto y específico de articulación jurídico−formal de dicho proyecto, lo que no significa que se descarte
su institucionalización, si así voluntariamente lo quieren sus participantes.
Precisamente las Cumbres Iberoamericanas celebradas en Guadalajara (México), en 1991, en Madrid en
1992, en Salvador (Brasil) en 1993, y en Cartagena de Indias en 1994, han dado ya los primeros pasos en
la institucionalización de la Comunidad Iberoamericana de Naciones mediante la creación de una
Conferencia Iberoamericana de jefes de Estado y de los Gobiernos.
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La política iberoamericana de España, y con ella, el proyecto de Comunidad Iberoamericana de Naciones
han encontrado en 1992, en la conmemoración del Quinto Centenario del descubrimiento de
América−Encuentro de Dos Mundos, un punto de referencia clave y un reto decisivo en orden a su
desarrollo y progresiva materialización.
El año 1992 ha actuado como un importante elemento dinamizador y movilizador de la política
iberoamericana.
El Quinto Centenario ha proporcionado la ocasión para la puesta en marcha de un plan de acciones,
actividades y programas, a través de los cuales se ha avanzado en el camino de la Comunidad
Iberoamericana de Naciones.
Lo que se conmemoraba en 1992 eran los 500 años de una fecha histórica no sólo para España, principal
protagonista, sino sobre todo par América y para toda la humanidad, que a partir de ese momento
experimentó una revolución espacial y humana, tanto en el plano de la realidad como en el de las ideas.
Ante dicho acontecimiento, España optó por una conmemoración que aunase al mismo tiempo el pasado y
el futuro, estableciendo vínculos permanentes para el futuro, especialmente con Iberoamérica, en base a
los principios de desarrollo, democracia y solidaridad. Se optó por una conmemoración en al que se
asumiera la historia, se reafirmase el presente y se contribuyera a un futuro más solidario.
En este sentido, el Quinto Centenario, con su impulso y modernización de las relaciones de España con los
países iberoamericanos, la puesta en marcha de la Comunidad Iberoamericana de naciones, el desarrollo
de la cooperación internacio− nal y el reforzamiento del papel internacional de España, ha contribuido
decisiva− mente a definir el modelo de acción exterior de España y a ubicar adecuadamente a España en el
escenario internacional.
El Quinto Centenario se inserta, por lo tanto, en la política exterior española y ha respondido desde el
principio a una política de Estado, en la que han participado no sólo la Administración central, sino
también distintas Administraciones autonómicas, municipios, empresas públicas y privadas, ONGs, dando
lugar a una importante movilización de la población española.
Desde el primer momento en que por los Gobiernos centristas se planteó la necesidad de conmemorar el
Quinto Centenario, y después con los Gobiernos socialistas, se fue consciente de que el reto exigía la
puesta en marcha de nuevos organismos encargados expresamente de llevar adelante el proyecto.
Por un lado, dado el protagonismo especial de España, era indispensable poner en pie en España una
organización que sirviese de soporte y de impulso para el Quinto Centenario. Así se constituirá el Alto
Patronato para la Conmemoración del Quinto Centenario, creado en 1985, y de la Sociedad Estatal para la
Conmemoración del Quinto Centenario, creada en 1981, sobre los que ha recaído el principal peso de
organizar y llevar a buen puerto la celebración y que se disolvieron en 1992.
Por otro lado, era necesario atender la dimensión internacional mediante la creación de organismos que
impulsasen la conmemoración y que coordinasen la acción internacional en orden al cumplimiento de sus
objetivos. Se constituirán las Comisiones Nacionales para la Conmemoración del Quinto Centenario en
todos los países iberoamericanos.
Basándose en éste entramado institucional se constituyó la Conferencia Iberoamericana de Comisiones
Nacionales para la Conmemoración del Quinto Centenario, que ha reunido desde 1983 a todas las
Comisiones Nacionales de Iberoamérica, Portugal y España anualmente, actuando como lugar de
encuentro, trabajo y puesta en marcha de una parte muy significativa de los programas del Quinto
Centenario. Al lado de la misma, para dar respuesta al interés de otros países no iberoamericanos de
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participar en la conmemoración, se constituirá a partir de 1989 la Conferencia Internacional de
Comisiones Oficiales Quinto Centenario, con el fin de dar cabida a aquellos países que querían participar.
La culminación de este proceso ha culminado con la celebración de las Cumbres Iberoamericanas de
Guadalajara en 1991, y de Madrid en 1992.
Los dos grandes objetivos que perseguía el Quinto Centenario como proyecto global de Estado han sido los
siguientes:
1.− El refuerzo del protagonismo de España en el escenario internacional, con ello se ha pretendido
erradicar definitivamente la imagen de una España atrasada, autoritaria, tradicional y folclórica, tan
arraigada en el extranjero y dar a conocer la España real de nuestros días: moderna, pluralista, tolerante,
creativa, avanzada, competitiva, integrada en Europa y solidaria con los países en vías de desarrollo, sobre
todo con Iberoamérica, y comprometida con la democracia, el desarrollo y la paz en el mundo.
2.− Contribuir a la construcción de la Comunidad Iberoamericana de Naciones, promocionando al mismo
tiempo lo iberoamericano en el mundo.
Lo que se ha perseguido ha sido poner en valor lo iberoamericano en todas sus manifestaciones y
dimensiones, y con ello lo español, en un mundo en el que el peso de la cultura anglosajona es dominante.
Podemos decir que en 1992 lo iberoamericano es una realidad y una seña de identidad que empieza a ser
asumida por los países americanos y por España y presente en el escenario mundial.
Los resultados han sido positivos. Hoy, la Comunidad Iberoamericana de Naciones, más allá de su
existencia como una comunidad espontánea, es una realidad.
Las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno han sido los puntos culminantes de un
proceso en el que sin lugar a dudas ha jugado un significativo papel el Quinto Centenario.
BIBLIOGRAFÍA.
−Del Arenal, Celestino, La política exterior de España hacia Iberoamérica, Editorial Complutense, 1994.
− Armero, José Mario, Política exterior de España en democracia,
Editorial Espasa Calpe, 1989
− Del Arenal, Celestino, Cambio y autonomía en la política Iberoamericana de España, Alianza Editorial,
1992
− Ulsar Pietri, Arturo, Iberoamérica, una comunidad,
Editorial Cultura Hispánica, 1989
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