EL SUPERFICIAL DEBATE DE LA MODERNIDAD EN SEVILLA

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EL
SUPERFICIAL
DEBATE
DE
LA
MODERNIDAD
EN
SEVILLA.
Asociación Velázquez por
Sevilla.
1. Deslumbrados por la arquitectura espectáculo, ¿vamos
contracorriente? ¿Dónde está el límite?
En una reciente entrevista concedida al diario El País, el conocido
arquitecto japonés Toyo Ito decía de los llamados edificios emblemáticos:
"…nos están llevando a la ruina, son una auténtica barbaridad. Es justo hacia
allí donde no hay que ir. La arquitectura tiene que fundirse con el entorno, no
ser un elemento diferenciador".
Francesco Dal Co, en una editorial aparecida en la revista Casabella en
2008, en los albores de esta inmensa crisis económica, reclamaba “una
arquitectura normal para un país normal”.
Bellísimas formas del Chrysler Building.
Hemos asistido a lustros en los que las grandes firmas de la arquitectura
se han comportado como vedettes, ansiosas por reclamar la atención. Y ese
afán de notoriedad se extiende al poder político, al económico y al propio
ciudadano. Todos queremos para nuestras ciudades proyectos emblemáticos,
nuevos iconos que identifiquen la aportación que nuestra generación hace a la
imagen de nuestra ciudad en el mundo y en la historia. Sería estúpido criticar
este afán de superación, esta ambición de la que en otros siglos nacieron las
grandes catedrales del mundo, pero cualquier tendencia puede incurrir en el
exceso.
Se ha diseñado para ser visto y llamar la atención, más que para ser
vivido. Se ha llegado a un extremo en que la apariencia es la verdadera
sustancia de la arquitectura, lo que la convierte en un producto singular para
ser exhibido dentro del escaparate en el que se han transformado las grandes
urbes del mundo. De ahí que en muchas de ellas podamos ver edificios o
lugares con soluciones formales audaces y novedosas, que en ocasiones hasta
parecen extraídas de una película de ciencia ficción. El problema es que se ha
llegado a despersonalizar la arquitectura, llegando a lo que Josep Maria
Montaner denomina como los “no lugares”, en los que el hombre pasa lo más
rápido posible.
Se incurre en la desmesura cuando no se tienen en cuenta las
repercusiones ambientales de un proyecto, su diálogo con el paisaje urbano, su
sostenibilidad financiera… El Empire State de Nueva York fue una ruina
económica en la década de los cuarenta del siglo XX, hasta el punto de que era
popularmente llamado el “Empty State Building”, en alusión a sus oficinas
vacías, suerte que compartió con el precioso Chrysler Building. El puente que
Santiago Calatrava proyectó para Venecia “rompe” deliberadamente el lugar, y
está concebido esencialmente para ser visto, para distinguirse de su entorno,
sin importar si armoniza o no, si dialoga con el paisaje o no. También rompió el
presupuesto: de 4,7 millones de euros a 20 millones de euros.
El lector podrá pensar que el autor de estas líneas es un aguafiestas o
un agorero, y piensa condenar la arquitectura contemporánea a una vestimenta
anodina de babi gris, que mimetice formas historicistas a base de pastiches.
Aquí comenzamos justamente nuestra diatriba.
¿Se es retrógrado, “carca” o antiguo porque a uno no le gusten los
proyectos de la torre Pelli, el Metropol Parasol o la reurbanización de la
Alameda de Hércules? ¿No cabe la posibilidad de que, siendo uno amante de
la arquitectura de vanguardia, considere esos proyectos desafortunados por
diversos motivos? En definitiva, ¿no cabe un debate mucho más rico que el
generado entre los extremos de los conservacionistas radicales y los adalides a
ultranza de la modernidad en Sevilla?
Podemos poner ejemplos de edificios que, siendo en su momento pura
vanguardia, respetaron plenamente el entorno, no sólo eso, sino que lo
enriquecieron:
-La casa de la cascada, en Pensilvania, de Wright.
-El auditorio universitario, en Helsinki, de Alvar Aalto.
-La ópera de Sydney, en plena bahía, del danés Joern Utzon, un “clásico
popular” ya, conocido por cualquier persona de cultura media.
El propio Gaudí, espectacular como pocos, está considerado uno de los
máximos exponentes de la arquitectura orgánica u organicismo, movimiento
caracterizado por su preocupación por la vida del hombre, donde el diseño
busca la integración del proyecto con el sitio, los edificios, los mobiliarios, y los
alrededores para que se conviertan en parte de una composición unificada.
Casa de la cascada, de Wright.
Auditorio universitario, en Helsinki, de Alvar Aalto.
Y en la misma Sevilla podemos mencionar excelentes muestras de
arquitectura o ingeniería de vanguardia respetuosa con la ciudad y sus gentes,
como el edificio que Moneo diseñó para Previsión Española, justo detrás de la
Torre del Oro, que debería servir de faro y guía para muchos, como ejemplo de
cómo se puede hacer arquitectura radicalmente nueva a partir del respeto al
patrimonio histórico, o el puente del Alamillo, de Santiago Calatrava, cuyo
pureza de líneas embellece los cielos del norte de Sevilla.
Ambos ejemplos respondieron a unas necesidades de nuestra ciudad,
contaron con unos presupuestos y rinden un servicio adecuado. Hubo una
perfecta proporción entre medios y fines.
Detalle de la fachada del edificio de Previsión.
Actualmente se ejecuta un proyecto importante en Palmas Altas,
diseñado para Abengoa por el premio Pritzer Richard Rogers, donde se
potencia por una vez de verdad el tan manido valor de la sostenibilidad
ambiental. Y recientemente se ha adjudicado la ejecución del proyecto de
Cruz y Ortiz para consejerías de la Junta de Andalucía, que apunta a ser un
magnífico edificio, plenamente integrado en el entorno de la calle Pablo
Picasso.
Recreación virtual de Palmas Altas, de Rogers.
Proyecto de edificio para consejerías de Cruz y Ortiz.
¿Puede decirse lo mismo, por ejemplo, del Metropol Parasol?
Indudablemente se trata de una creación valiente y original, ¿pero rinde ese
diseño apropiadamente en el contexto de la plaza de la Encarnación? La
primera duda que asiste a cualquiera que trata de imaginarlo terminado es la
de la proporción. La segunda es la de su respeto al ambiente, pues estamos
ante una construcción, la cual pese que no “para el sol” acogota a los edificios
vecinos. Eso se verá muy claramente cuando el Metropol se contemple, una
vez terminado, desde la Giralda. Sin duda, será la segunda agresión al
conjunto histórico junto al edificio del Corte Inglés, los dos mazacotes que
destruirán la continuidad de nuestro paisaje histórico. A partir de ahí, otras
dudas del proyecto se van confirmando a medida que pasa el tiempo: la
dificultad en su construcción, el cumplimiento de plazos, las desviaciones
presupuestarias.
En esta encrucijada, la pregunta que cabe hacerse es si no era posible
otro proyecto en la Encarnación, todo lo vanguardista que se hubiese querido,
pero que respetase más el entorno y el paisaje urbano del conjunto histórico, y
fuese más proporcionado, más pensado para el ciudadano y menos por la
megalomanía.
.
2. La historia de los rascacielos y la torre Pelli de Sevilla.
Los primeros rascacielos fueron hijos de una civilización industrial,
emergente a principios del siglo XX, esa a la que cantó Gershwin con su
famosa “Rhapsody in blue” o que pintó Fernand Léger. Eran símbolos utópicos
de una nueva era industrial, plena de optimismo y con su propia estética.
Como se ha escrito, el rascacielos es uno más de los artefactos de
progreso nacidos del desarrollo tecnológico que se dispara a partir de 1890.
Nacieron en Chicago por la conveniencia de concentrar el funcionamiento de la
ciudad en el centro. El acero como material constructivo y la invención del
ascensor por Elisha Otis en 1853 permitieron cristalizar esta nueva concepción
arquitectónica, que permitía el planteamiento de una innovadora solución para
la planificación urbana para la metrópolis estadounidense en aquellos tiempos.
Respondían a un criterio arquitectónico que entendía que una ciudad se
embellece a través de sus edificios. Los rascacielos retenían desde su
concepción los argumentos clásicos, reflejaban el conocimiento por sus autores
de la historia de la arquitectura. El Flatiron Building, de Nueva York, ilustra con
su utilización de elementos de la Antigüedad lo que venimos diciendo.
Detalles decorativos en fachada del Flatiron Building.
El orgullo de aquellos rascacielos levantados con la energía del espíritu
de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX radicaba en su verticalidad,
una verticalidad que se fundaba en la redefinición del esquema de basamento,
fuste y capitel de la columna clásica: «Debe ser alto, hasta la última pulgada
debe ser alto. La fuerza y el poder de la altura deben existir en él...una unidad
sin una sola línea disidente», escribió Louis Sullivan, uno de los artífices de
aquellas estructuras que se alzaban al cielo. La Escuela de Chicago, de la que
Burnham fue uno de sus protagonistas, fue la que interpretó simbólicamente la
altura del rascacielos como expresión metafórica del poderío de su tiempo y
como su fundamento esencial de belleza.
Un siglo después, estamos planteando en Sevilla la construcción de un
rascacielos como aportación de nuestra ciudad a la arquitectura de vanguardia
mundial. Todos queremos una Sevilla cosmopolita y pionera. ¿Nos aporta ese
sello de dinamismo este rascacielos de 300 millones de euros?
Parece difícil negar que la intención del proyecto es erigir un nuevo icono
en la ciudad, para lo cual se le reserva posiblemente el espacio más
privilegiado que Sevilla podría confiar a un rascacielos: un recodo del
Guadalquivir, situado entre el Aljarafe y el casco antiguo, con una perspectiva
impagable para cualquier arquitecto. Si ahora desde el puente de Isabel II nos
aborda la mole de Torre Triana, de Sáinz de Oiza, dentro de unos años nos
abrumará la altura de la Torre Pelli.
¿Era necesario construir un rascacielos por la demanda de oficinas
actualmente en la ciudad? No. ¿Era necesario un rascacielos ante la carencia
de suelo para ese uso? No. ¿Se sopesaron las ventajas e inconvenientes
urbanísticos y patrimoniales de situarlo en su emplazamiento en Puerto Triana?
Posiblemente no. Ergo, ¿para qué un rascacielos? Posiblemente por su
representatividad, a falta de otra razón.
Sin embargo, si se perseguía crear un icono diferenciador, la realidad es
que estamos ante un proyecto “del montón”, que para convertirse en icono de
una ciudad como Sevilla carece de originalidad alguna. Puestos a tener un
rascacielos espectacular, podríamos habernos mirado en un proyecto de la
entidad del Tourning Torso, de Calatrava, que aunque tuviera penosas
consecuencias presupuestarias, es indiscutible que sitúa a la ciudad sueca de
Malmoe en el mapa de la arquitectura internacional. Sin salir de España,
Madrid nos acaba de ofrecer cuatro rascacielos de mayor altura y cuyo diseño
nada le envidia a nuestra torre Pelli, cuya mayor virtud es la sobriedad.
Malmoe, con el Turning Torso a la derecha.
Es más, posiblemente la Torre Pelli fuera uno de los proyectos más
anodinos de los que participaron en el concurso. Si se quería algo innovador,
no parece que Sevilla lo haya conseguido. Puestos a ser osados y valientes,
deberíamos haberlo sido en Sevilla mucho más. Muchos preferían el proyecto
de Arquitectónica o el rompedor de Isozaki. Con la Torre Pelli se tiene la
sensación del “quiero y no puedo”, con la pena de la irreversibilidad, pues se
quedará en ese sitio para siempre.
Es Pelli uno de los grandes arquitectos de nuestro tiempo. Sin embargo,
nadie nos quita la impresión de que el proyecto de la torre sevillana era en su
origen un proyecto estandarizado, que habría valido para Sevilla, Buenos Aires
o Bombay, y sólo una vez elegido, ha sido relativamente “personalizado” a
Sevilla. Pero sólo relativamente. Ocurrirá en Sevilla algo parecido a ese edificio
con forma de supositorio de Barcelona, que tiene algún clónico por ahí.
Recreación de la torre Pelli y su entorno.
Torres Business Area, Madrid.
Recreación de vista de la torre Pelli.
Y falta un aspecto importantísimo por tocar: su impacto paisajístico y
ambiental. Causa verdadera pena ver cómo son tratadas las voces críticas en
este aspecto con el proyecto en algunos foros de Internet. Al parecer, quien
piensa que la torre hubiera estado mejor en otra ubicación de la ciudad
directamente es un retrógrado, sin posibilidad de matices. ¿No habría sido una
buena ubicación la proximidad del puente del Alamillo, cerca del estadio
olímpico, del edificio CREA de Sevilla Global, el monumento a Colón y el
parque empresarial de Torneo? Eso habría desplazado el desarrollo de la
ciudad al norte, descongestionando una zona que parece imposible que
absorba el incremento de tráfico en torno a Torre Triana y la torre Pelli sin
graves consecuencias.
Y además habrían mantenido los cielos limpios en la proximidad de
nuestro conjunto histórico, que no va a ganar nada con la silueta de un
rascacielos mediocre emergiendo inopinadamente. Se habría apostado
sobre seguro desplazando la localización de la torre hacia el norte de la
ciudad.
Proyecto de Isozaki para torre en Puerto Triana.
En resumen:
-El proyecto parece responder a la necesidad de erigir un nuevo icono
en Sevilla, representativo de nuestro tiempo.
-Múltiples aspectos del proyecto parecen precipitados o incluso
improvisados.
-No se ha demostrado públicamente que exista un estudio serio de
impacto sobre el paisaje urbano del rascacielos.
-Para desempeñar la función de icono que proyecte la imagen moderna
de Sevilla en el mundo, el proyecto parece pobre.
Viendo rascacielos como el edificio Aqua, del estudio Gang (en la
siguiente página), que se construye actualmente en Chicago, puede apreciarse
lo que es proyectar gigantes hoy en día con capacidad de sorprender. Puestos
a competir en la arquitectura espectáculo, nuestra torre de Pelli es bastante
modesta. No sorprende porque repite fórmulas.
Otra vista virtual del edificio Aqua, en Chicago.
Nos tememos que, de momento, la Catedral seguirá siendo el edificio
más importante de Sevilla durante mucho tiempo, a bastante distancia del
siguiente.
Eso sí, el entorno de la torre Pelli, salpicado de zonas verdes,
comerciales, equipamientos y gran auditorio, es de gran belleza y puede
convertirse en el gran polo de actividad de la ciudad de Sevilla, contribuyendo a
un cierto desplazamiento del centro comercial en dirección oeste. Justo es
reconocerlo.
3. La crisis económica mundial: ¿influye en la arquitectura?
Las crisis no son sólo económicas. De hecho, tienen su origen en
modelos de comportamiento humano que se demuestran agotados y sirven
para poner de manifiesto la necesidad de un cambio de valores. La arquitectura
no podía ser una excepción. Es significativo que nombres como Calatrava,
Foster o Nouvel hayan visto cancelados sus proyectos de grandes rascacielos
para Chicago, Moscú y Nueva York. Evidentemente existe un problema de
financiación como causa principal, pero no descartamos que como
consecuencia de la crisis económica tenga lugar un replanteamiento de
valores.
Proyecto de J. Nouvel: Verre Tower, 381. m, junto a Central Park.
La explosión especulativa bautizada como burbuja inmobiliaria, que
aunque muy acentuada en España no es un patrimonio exclusivo de nuestro
país, ha generado el mal hábito de edificios megalomanos que generaban
rápidas plusvalías… hasta que el negocio se desinfló. Edificios planteados
como emblemas para empresas multinacionales, para aparentar más que para
justificarse por su funcionalidad, sostenibilidad ambiental y economía.
Sin embargo, parece haber llegado la hora del replanteamiento. La
arquitectura, como cualquier otra actividad humana, incluyendo la producción
científica y artística, es una actividad económica.
Otro proyecto aplazado: Costanera Center, en Santiago de Chile, de César
Pelli. El que iba a ser el edificio más alto de Sudamérica.
Visto desde este punto de vista y si en Sevilla se coincide que en este
momento no existe déficit de metros cuadrados de oficina, ¿tiene sentido
emplear tantos recursos económicos y esfuerzo en la construcción de este
rascacielos? Es obvio que su construcción generará empleo y actividad. Ahora
bien, no es esa una respuesta válida, pues la pregunta que los gestores
económicos y políticos de la ciudad deberían formularse es si la torre Pelli es el
mejor destino en este momento para invertir esos 300 millones de euros que
cuesta.
Otro aspecto que entendemos que no se ha considerado lo suficiente en
la valoración del proyecto es el de la atracción turística. Si Sevilla “sacrifica” un
enclave privilegiado de su suelo urbano y de sus cielos, cual es el de Puerto
Triana, a un rascacielos, hubiera sido interesante un proyecto que hubiese
diferenciado a Sevilla, como lo hacen las restantes “cimas” de la ciudad:
Giralda, Plaza de España, Puente del Alamillo. La torre Pelli no resultará
atractiva al visitante de Sevilla porque carece de originalidad. En este trabajo
ya hemos visto varios proyectos que sí constituyen iconos atractivos para el
visitante.
4. La nueva piel (in)sensible de Sevilla y la Alameda de
Hércules.
Con la urbanización ocurre algo parecido al edificio espectáculo: la
puñetera manía de las “plazas duras” o dícese del arquitecto que se empeña
en corregir nuestros hábitos para decirnos cómo una ciudad tiene que entender
su calle. Una plaza dura podría definirse como algo que queda muy bien
dibujado a carboncillo sobre el papel, y que resulta “invivible” con el calor, con
el viento, con la lluvia o con el frío.
En los últimos años hemos asistido en Sevilla a un proceso preocupante,
donde al socaire de ideas positivas como la renovación o el respeto al medio
ambiente, se ha violado la imagen de espacios históricos, se han cometido
arboricidios protestados por la ciudadanía, se ha utilizado un mobiliario urbano
fuera de contexto –en ocasiones, de pésimo gusto-, se han acometido obras
totalmente redundantes e inútiles o bien el proyectista se ha empeñado en
utilizar materiales para la reurbanización totalmente inapropiado para las
características de Sevilla.
Dentro del desaguisado, posiblemente la Alameda de Hércules se haya
llevado la peor parte, pese a que no se han escatimado esfuerzos. Muy pocos
logros tiene el nuevo proyecto a los ojos de cualquier persona normal:
-Empleo de una losa porosa, para colmo de un color que imita el albero,
que está sufriendo un vertiginoso (pero previsible) proceso de degradación.
-Farolas de un pésimo gusto, que agraden al paisaje urbano de la
Alameda. Entiéndasenos, no abogamos por un maniático uso de la farola
fernandina, pero entre ésta y la acatetada farola que se ha instalado en la
Alameda, existen miles de posibilidades. Las nuevas farolas tienen todo menos
diseño. La “agresión farolera” alcanza el paroxismo en el tramo inicial de la
calle Santa Ana, donde esa farola de báculo “kitch” color crema se superpone
literalmente al alumbrado tradicional de brazo en las fachadas de las casas.
-Construcciones en el centro de la Alameda que son completamente
innecesarias, destrozan la continuidad del espacio, se solapan a los antiguos
puestos, recuperados con fortuna, y para colmo constituyen pequeños
habitáculos completamente inútiles.
-Marmolillos de nula esbeltez con un desproporcionado impacto visual
en la Alameda.
-Ondulaciones del terreno frívolas.
-Fuentes de complejo mantenimiento.
En suma, cabe apostar porque esta reurbanización tardará poco en pedir
auxilio. En lugar de mejorar en durabilidad y la sostenibilidad, caminamos al
revés.
En cuanto al proyecto Piel Sensible para las plazas de la Pescadería, del
Pan y su entorno, cabe preguntarse por qué motivo se permite a un proyectista
utilizar materiales como el aluminio que con toda probabilidad no podría utilizar
un particular en una fachada de algún edificio protegido de esos mismos
espacios. La plaza del Pan ha perdido gran parte de su romanticismo con su
nuevo enlosado y su impactante mobiliario de rígido diseño.
Alameda de Hércules: farolas y marmolillos.
Alguien podría decir legítimamente que la plaza del Pan le gusta tal
como ha quedado. El problema radica en que se ha alterado una imagen
antigua a favor de otra concepción mucho menos diferenciadora, mucho más
estandarizada. Dicho en términos coloquiales, el tipo de urbanización de la
plaza del Pan podríamos encontrarlo en otros muchos lugares, de suerte que
con el nuevo y premiado proyecto este antiguo lugar ha perdido una parte de
su carácter.
Cuando se reurbaniza en un casco antiguo se debe tener en cuenta el
contexto y la historia. No tener en cuenta esos aspectos es proyectar con
frivolidad.
Los políticos locales del primer Ayuntamiento de Sevilla de la etapa
democrática se emocionaron cuando reaparecieron los adoquines de la plaza
de San Francisco. Veníamos entonces de unos años de dolorosa destrucción
de nuestros edificios y nuestro legado urbanístico. Hoy parece haberse perdido
el valor referencial que el legado recibido debe tener para cualquier nuevo
proyecto de reurbanización.
5. Modernidad a cualquier precio: adalides de la modernidad en
Sevilla.
Partimos de la base de que toda opinión es valiosísima, pues vivifica a
una ciudad y una región que necesitan ese protagonismo del ciudadano. Cada
vez que una persona se toma la molestia de dar su opinión en un foro sobre
cualquiera de estos temas, está conformando la opinión cívica, que es el
resultado de una suma de visiones. En otras palabras, cualquier opinión
constructiva es per se positiva, con independencia de su sentido.
Partiendo de la necesidad de fomentar el debate ciudadano sin ataduras,
sería deseable caer en la cuenta de que así como el conservacionista a
ultranza puede pecar de refractario, el amante de Sevilla que desea para su
ciudad proyectos de envergadura que la mantengan en la vanguardia puede
incurrir, conducido por un exceso de buena fe, en aceptar como santificados
proyectos que en realidad son mediocres.
Es esto lo que hemos pretendido en este artículo: fomentar el espíritu
crítico. No se renuncia a la vanguardia porque no nos guste determinado
proyecto, no se puede querer ser vanguardista a cualquier precio.
En primer lugar, lo más vanguardista es conservar el patrimonio histórico
que nos ha sido legado. Así, por supuesto, no nos equivocaremos. Esto exige
respetar la imagen de la ciudad.
Pero en segundo lugar, la conservación del patrimonio no puede
convertirse en un corsé asfixiante que impida el desarrollo futuro de Sevilla.
Es fácil comprender que ambas aspiraciones son conciliables a menos
que se trabaje con la planificación adecuada y con una visión estratégica para
la ciudad de Sevilla, posiblemente lo que le esté faltando a esta ciudad.
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