CORRE, LOLA, CORRE

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“CORRE, LOLA, CORRE”
Eje Temático: La Contratransferencia en la Clínica
Descriptores: Edipo Femenino – Complejo de Masculinidad – Duelo – Contratransferencia
Resumen
Lola es una paciente de 45 años que consulta por su angustia y malestar frente a
constantes discusiones con su madre y dificultades para sostener alguna relación de pareja.
Durante el proceso analítico se trabajaron aspectos referidos a un duelo no procesado en su
adolescencia y las dificultades en la elaboración de su posición edípica.
La utilización de la contratransferencia entendida como la respuesta interna total del
analista y la interpretación devenida del material de la paciente y las ocurrencias de la
analista facilitaron el desarrollo del proceso analítico.
Desarrollo del Trabajo
Cuando yo sea grande, no me voy a casar.
Así no tengo que andar peleándome y que después me duela la barriga.
Lástima que yo quiero casarme…
…A lo mejor me caso…
…Cuando sea grande, me voy a casar con mi papá”
[“Secretos de Familia” (1995) Graciela B. Cabal]
Lo intrapsíquico es recuperable no solo como recuerdo sino como potencial actual en la
transferencia (“agieren”). En lo inconsciente existe una necesidad de transferencia (CESIO:
1966; MARUCCO: 2005) que permite emerger como acto o somatización aquello arcaico no
representado en palabras o aquello traumático que quedó escindido. El uso de la
contratransferencia como instrumento permite vehiculizar e integrar aquello que para el
paciente había quedado enajenado.
Lola consultó a los 45 años, enfundada en un traje sastre, cabello corto y cierto tono
directivo en su voz. Está angustiada y con gran malestar por las continuas discusiones con
su madre, cuyas palabras que la calificaban como ingrata y despreocupada, la dejaban
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embargada por sentimientos de ira, culpa y dolor. También le afligía su dificultad para
sostener alguna relación de pareja.
Su padre murió por un infarto masivo cuando ella era púber y actualmente su familia se
compone de un hermano 3 años menor, casado y con hijos y su madre viuda, que eligió
“sacrificar” su vida en pos del cuidado y la educación de sus hijos.
Tuvo varias parejas pero sigue soltera. Nada la satisface tanto como sus logros
profesionales, aunque el trato con sus compañeros de trabajo es frustrante.
Durante su primer noviazgo, a los 18 años, quedó embarazada. Sin otra salida, recurrió a
su madre, quien la abofeteó y al grito de: “¡sos una puta!” “¡pensás con el culo!” le impuso
realizarse un aborto. Era inadmisible ser madre soltera.
Sus posteriores relaciones de pareja resultaron uniformemente fallidas. Un hombre casado,
otro jugador, y alguien que acabó por irse al extranjero. Parecía desestimar los candidatos
plausibles. Relataba que una amiga suya le comentaba: “vos buscas, pero parece que le
pidieras a Dios que no encuentres”.
Para Freud (1925; 1933) la mujer representa un enigma, el continente oscuro. Llegó incluso
a preguntarse qué es lo que ésta desea.
Freud (1924d; 1931) considera que la fuerza con que el padre introduce la prohibición del
incesto parece ser menor en la mujer. La fantasía predominante en la niña es la de hallarse
castrada. No existe por lo tanto una amenaza, convirtiéndose así la disolución del complejo
de Edipo en un proceso lento y a menudo incompleto, que dificulta la internalización del
superyó y obstaculiza una adecuada relación con su objeto amoroso.
La intensa ligazón madre preedípica es necesaria como etapa de preparación y pasaje. La
aceptación de no tener falo por parte de la niña le permite recibirlo simbólicamente del
padre. Debe encontrar un modo diferente de la modalidad preedípica de ser el falo. El amor
del padre es un reaseguro decisivo que limita esta identificación al fallo, orientando a la niña
hacia otra manera de serlo. La falla en este proceso deja a la niña capturada en el complejo
de masculinidad, posición renegatoria que sostiene insignias de virilidad que implican el
fantasma de poseer el pene.
Por su parte, Klein (1937) plantea que la hostilidad, la impaciencia y la incapacidad de la
madre para identificarse, llevan a la niña a un circuito de angustia, culpabilidad y pérdida de
la confianza. Por el contrario, la comprobación de ser sostenida en un clima afectuoso le
posibilita creer que -después de todo- su entorno no es tan malo y atroz, adquiere confianza
en la capacidad de amor y perdón por parte de sus padres, y de su propia capacidad de
reparación e integración.
En el tratamiento:
Desde las primeras sesiones Lola llegaba retrasada y casi jadeante. Su eritrofobia hizo
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pensar a la analista que se hallaba ante una niña que se disculpaba ante una madre mala y
censuradora. Instalar una transferencia positiva requeriría cierta función de holding o
anidamiento, por lo que intentó ubicarse en el rol de una madre “suficientemente buena”
(Winnicott, 1979).
Lola se desplomaba en el diván y cerraba sus ojos como intentando desconectarse de
alguna imagen dolorosa. Eran frecuentes sus silencios, especialmente tras la separación del
fin de semana. El dilema transferencial consistía en que si la analista intentaba acercarse,
sería vivenciada como una madre intrusiva, pero si la “dejaba correr” en su silencio, sería
vivida como abandónica.
La analista expone esta situación, y Lola asocia:
“Mamá se metía en todo. Me preguntaba si había ido al baño, me perseguía con enemas,
quería limpiarme hasta los 10 años, aunque yo le gritaba que me deje en paz. No tenía
consideración. Después que murió papá quiso que durmiera con ella. Eso sí: no podía
contarle nada de mis problemas. No quería ni escuchar.
Más avanzado el tratamiento, sus silencios fueron cediendo, pero el clima analítico se hacía
opresivo y letárgico. Lola yacía en el diván con sus ojos cerrados y sus manos cruzadas
sobre el pecho. Su discurso, interrumpido por sus bostezos, se refería a su fin de semana
encerrada viendo TV en la cama. La analista, sufriendo cierta somnolencia, fue de pronto
sorprendida por la aparición de la imagen mental de Lola en un féretro.
P.: “a veces me siento como muerta, sin ganas… cansada de que lo único en mi vida sea
correr sin saber adónde… no sé por qué no puedo parar de correr…”
Mientras Lola continúa con asociaciones en este sentido, la analista recuerda una chacarera:
"Fue mucho mi penar andando lejos del pago, tanto correr pa´ llegar a ningún lado, si
estaba donde nací lo que buscaba por ahí”.
A.: Lola, me parece que sentís que si parás de correr te morís.
Se produjo un silencio y Lola rompió a llorar. Nunca había hablado de cómo se produjo la
muerte de su padre. Cuando se repuso relató
P.: “la noche que murió Papá, habíamos terminado de cenar. Se levantó, iba al baño y cayó
como una piedra. Mamá comenzó a gritarme que fuera a la farmacia a buscar coramina.
Corrí como loca por la calle, a oscuras, llegué a la farmacia, y volví corriendo. Papá ya
estaba muerto. No llegué a tiempo”.
Algunas reflexiones:
Las condiciones del setting y la escucha inducen un movimiento regresivo que invoca
inscripciones previas. La secuencia desde la imagen (lo más regresivo) pasando por la
música como intermediario y la letra de la chacarera como vehículo de una sensación
contratransferencial, constituye un entrelazamiento de representaciones sensoriales que se
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integran elaborando una imagen creativa. Sería un bucle que abre el inconsciente del
analista, permitiendo aflorar un nuevo sentido e inscribiendo en el campo representacional
una nueva experiencia emocional.
Según Racker (1958) la contratransferencia es la respuesta interna total del analista. Esto
incluye todo cuanto le ocurre en la sesión, sus asociaciones, representaciones visuales,
auditivas y su respuesta afectiva. La interpretación de la contratransferencia, basada en la
convicción de que las imágenes o asociaciones devenidas durante el trabajo analítico se
encuentran plenas de un sentido que debe ser interpretado, permite “acercar” a la paciente
un recuerdo antes sepultado.
Este recuerdo resignifica las continuas tardanzas y el letargo que ubicaban a la analista en
el lugar del muerto. Cesio (2005) enuncia que esta representación alude a contenidos
vinculados a demandas del yo ideal, imposibles de satisfacer y por ello persecutorias. El
letargo constituye un aspecto defensivo.
El padre muerto de Lola es su perseguidor, el convidado de piedra que pretende arrastrar su
víctima al mundo de los muertos. Al intentar sobreponerse al “agon”, a la sensación
contratransferencial de somnolencia y cansancio psíquico, la analista se ofrece como un
padre vivo que puede operar como interdictor o “padre partero” (Abadi, 1960) que le
permite separarse de la madre.
En la transferencia, además, se observó que la empatía de la analista ocasionaba una
respuesta paradójica de cierta conflictividad o rechazo. Esto fue interpretado como
resistencia hacia el impulso amoroso que la atrae a una madre seductora, intrusiva y anal
retentiva. En otro estrato, su conflictividad se vinculó a su necesidad de que la analista
comprenda (identificación mediante) lo que Lola siente frente a una madre poco empática.
Otra escena que retorna en la transferencia, a través de su tardanza y agitación es la de la
muerte del padre, quedando la analista en el papel del muerto. Su correr desmesurado e
inexplicado, es manifestación de su culpa por la muerte del padre, que complejizó su
moratoria Edípica adolescente y su pertinaz dependencia hacia su madre.
Su culpa se manifiesta como búsqueda inconsciente de castigo (Freud: 1916d, 1923b,
1924, 1930[1929]), como parece evidenciarse en las sucesivas desventuras amorosas, que
la dejan “para vestir santos” y ser el marido de mamá. Puede pensarse que no pudo
comprometerse en las relaciones, porque su único amado fue su padre (Como si dijera:
“Tanto lo amé que lo maté”).
La analista “encarnó” una madre suficientemente buena y un padre interdictor que
atempera la hiperpresencia materna, intentando integrar lo “otro”, aquello vivenciado como
ajeno o externo a su vida psíquica, comenzando a abrirse así su duelo enquistado y un
espacio para pensar pensamientos nuevos.
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Tal como plantea Racker, el analista tiene una función doble, siendo intérprete y a la vez
objeto de los impulsos del analizado. Los afectos, los personajes y el momento del vínculo
que son transferidos merecen ser muy cuidadosamente interpretados (King, 1981), así
como la repercusión afectiva que producen en el analista. La responsabilidad es superlativa,
por la situación de asimetría y la obligatoria capacidad de auto observación esperada en el
analista. La abstinencia es imperiosa, aún sabiendo que no existe neutralidad posible, ya
que la misma profesión analítica nos coloca activa y decididamente del lado de la palabra,
de la ligadura, de Eros.
Bibliografía
ABADI, M.: (1960) Renacimiento de Edipo: la vida del hombre en la dialéctica del adentro y
del afuera. Edit. Nova - A.P.A.
CABAL, G.: (1995) “Secretos de Familia” Colección
Debolsillo - Narrativa. Bajo licencia
Editorial Sudamericana.
CESIO, F.: (1966) “La transferencia en el sueño y en el tratamiento psicoanalítico” Un
estudio del hombre que padece Paidós 1975 2º ed.
CESIO, F.: (2005) “El muerto: yo ideal y letargo” en: La Peste de Tebas Nº 33 agosto 2005
edit. La Peste. Buenos Aires
FREUD, S.: (1916d) “Algunos tipos de carácter dilucidados en el trabajo analítico: Los que
fracasan al triunfar” - Tomo XIV O. C. Amorrortu Bs. As. 1988
FREUD, S.: (1923b) “El yo y el ello” - Tomo XIX - O. C. Amorrortu Bs. As. 1988
FREUD, S.: (1924c) “El problema económico del masoquismo” - Tomo XIX - O. C.
Amorrortu, Bs. As. 1988
FREUD, S.: (1924d) “El sepultamiento del Complejo de Edipo” - Tomo XIX - O. C. Freud,
Amorrortu, Bs. As. 1988
FREUD, S.: (1925) “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los
sexos” - Tomo XIX - O. C. Amorrortu, Bs. As. 1988
FREUD, S.: (1930a [1929]) “El Malestar en la Cultura” - Tomo XXI - O. C. Amorrortu, Bs.
As. 1988
FREUD, S.: (1931) “Sobre la sexualidad femenina” - Tomo XXI - O. C., Amorrortu, Bs. As.
1988
FREUD, S.: (1933[1932]) “Nuevas Conferencias de Introducción al Psicoanálisis: Conf. 33
La femineidad” - Tomo XXII - O. C., Amorrortu, Bs. As. 1988
KING, P.: (1981) “La reacción afectiva del analista frente a las comunicaciones del
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paciente”. Revista de psicoanálisis Vol. III Nº 1 Bs. As. 1981
KLEIN, M.: (1937) “Amor, culpa y reparación” pág. 310 a 345 en: O. C. Melanie Klein, T. 1,
Paidós, Bs. As. 1990
MARUCCO, N.: (2005) “Contratransferencia, subjetividad y deseo del analista: vigencia y
perspectivas actuales. La función y la persona del analista”. Participación en Panel XLIII
Simposium APA, Noviembre 2005
RACKER, H. :(1958) “Estudios sobre técnica Psicoanalítica” Paidós, México 1990
WINNICOTT, D.: (1947) “El odio en la contratransferencia” en: Revista de Psicoanálisis, Vol.
28: Nro. 2 (1971) Asociación Psicoanalítica Argentina
WINNICOTT, D.: (1979) El proceso de maduración en el niño: estudios para una teoría del
desarrollo emocional. 2º edición edit. Laia Barcelona
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