Más de ocho mil ejecutados en la Sevilla de Queipo

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Más de ocho mil ejecutados en la Sevilla de
Queipo
http://buscameenelciclodelavida.blogspot.com.es/2012/11/mas-de-ocho-mil-ejecutados-en-la.html
5 de noviembre de 2012
Españoles leales a la Segunda República fueron ejecutados en la provincia por orden del
general Gonzalo Queipo de Llano, a quien se le otorgó un marquesado que ahora acaba
de
renovar
Gallardón.
JUAN JOSÉ TÉLLEZ - 12/10/2012
Más de ocho mil españoles leales a la Segunda República fueron ejecutados en la
provincia de Sevilla por orden del general Gonzalo Queipo de Llano, a quien se le
otorgó un marquesado que ahora acaba de renovar Alberto Ruiz Gallardón, como ministro
de Justicia, y Juan Carlos I como Rey de España. Otra paradoja de su posteridad: sus
restos mortales siguen enterrados en la capital hispalense, en la capilla de La Macarena,
el barrio que él contribuyó a reprimir a sangre y fuego junto con el de Triana o San
Julián. Y el Ayuntamiento de Sevilla, a partir de la victoria del PP en mayo de 2011,
sustituyó el nombre de Pilar Bardem sobre una céntrica avenida de la ciudad por el de
Nuestra Señora de las Mercedes, una advocación que guarda relación directa con
Genoveva, la esposa del general que no sólo inundaba las calles de muertos sino de
soflamas radiofónicas.
La lista de bajas que Público da a conocer ahora viene a confirmar los datos
espeluznantes de la sublevación fascista en Sevilla, sobrevenida en las primeras horas del
Alzamiento a partir de un golpe de efecto del propio Queipo, que según celebran sus
hagiografos redujo por sí mismo y sin disparar un solo tiro a los oficiales que estaban
presentes en la Comandancia General. Luego, los dispararía todos. O los mandaría
disparar, mientras se oía su voz tenebrosa por los micrófonos de Unión Radio Sevilla EAJ5, amenazando a todos los alrededores: "Y ahora tomaremos Utrera, así que vayan
sacando las mujeres sus mantones de luto".
Las mujeres tendrían que sacar mucho más, como las 17 rosas de Guillena, vejadas antes
de ser asesinadas y enterradas en una fosa similar a otras 130 que se reparten por la
provincia sevillana, a la cabeza del ránking andaluz en el número de necrópolis
republicanas. Para consolidar su supremacía en Sevilla, Queipo contó con la Legión, al
mando de Antonio Castejón Espinosa, y con los Regulares de Marruecos llegados desde
Cádiz, utilizando la artillería contra los barrios que le presentaron resistencia: ya no más
habría de escucharse la vieja copla de "qué bonita está Triana, cuando cuelgan en el
puente las banderitas gitanas". Al día siguiente de la toma del Altozano, sobre los
balcones colgaban sabanas blancas en señal de rendición.
Las crónicas de Arturo Barea, las aproximaciones más o menos narrativas de Manuel
Barrios -"El último virrey" y de Antonio Burgos -"Las cabañuelas de agosto" y "Las lágrimas
de San Pedro"-- , la pulcra investigación histórica de Francisco Espinosa Maestre, José
María García Márquez o Juan OrtízVillalba, entre otros muchos, así como el trabajo de las
asociaciones memorialistas ha ido reconstruyendo el retrato robot de aquel militar
africanista que no reparó en medios para someter a la República que juró defender a una
dictadura tan sangrienta como anacrónica: Jorge Fernández-Coppel, en su libro "Queipo
de Llano, memorias de la guerra civil", prefiere quedarse con la imagen de Queipo
enfrentándose a Franco. Quizá lo hiciera, pero antes se enfrentó a su pueblo,
masacrándolo o esclavizándolo en los batallones de forzados que hicieron posible la
construcción del canal que rodea la ciudad.
Entre sus víctimas, figuran nombres ilustres como los de Blas Infante, el notario de Coria
que había abanderado el proyecto andalucista, el diputado José González y Fernández de
la Bandera o el alcalde sevillano Horacio Hermoso. Claro que también exportó la muerte
a otras provincias, como detalla Francisco espinosa en su libro "1936-1945, la justicia de
Queipo", en una espiral represiva que se extendió a todos la II División, que englobaba a
las provincias de Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba, Málaga y Badajoz, con cómplices tan
renombrados como el general Erquicia en Extremadura o Carlos Arias Navarro, que fuera
efímero presidente del Gobierno tras la muerte de Francisco Franco pero a quien se
conoció popularmente como "carnicerito de Málaga".
Sin embargo, en aquella Sevilla sin apenas guerra civil, se cuentan hasta 3028 muertes
sumarísimas desde mediados de julio de 1936 hasta enero de 1937. Ejecuciones sin juicio
previo, como la del profesor Joaquín León, abuelo de los actores Paco y María León. En
aquel entonces, como reseña el fiscal jurídico militar Felipe Acedo Colunga, que
consideraba a Queipo como" la única autoridad legítima ante la tradición de la Patria y su
historia futura", la pena capital no era una excepción sino "un preventivo general" y la
represión estaba "dotada de cifras con gran riqueza numérica".
Entre sus cómplices, figuran el comandante José Cuesta Monereo, el capitán de la Legión
Manuel Díaz Criado, responsable de Orden Público, el auditor Francisco Bohórquez Vecina
quien con Acedo Colunga planificó la represión al pairo de la ley marcial dictada por el
Bando de Guerra y firmada por Queipo quien nombró inmediatamente como gobernador
civil a su amigo Pedro Parias, "algo cacique", en palabras del propio general golpista. La
derecha local era dirigida por Manuel Giménez al frente de la CEDA. Queipo daría pronto
responsabilidades a personajes como Gregorio Haro Lumbreras, también conocido como
el héroe de La Pañoleta, un comandante de la Guardia Civil que llegó a gobernador de
Huelva, pero al que los historiadores han demostrado una formidable afición a las alhajas
que las señoras de orden regalaron para el sostén de la causa nacional y que se quedaron
en sus bolsillos.
A Queipo, en realidad, como él mismo dijo, le habían "largado el mochuelo" de Sevilla,
porque sus compañeros de conspiración desconfiaban en el fondo de sus simpatías
tricolores, que le llevó a firmar el parte de guerra con un pintoresco "viva la República".
A él le hubiera gustado sublevarse en casa, en Valladolid, pero levantó una casa nueva
sobre cimientos rojos. Por la sangre y por la ideología de sus víctimas en una operación
de riguroso exterminio.
En la capital andaluza contaba, en principio, con el respaldo de un célebre torero
llamado José García Carranza El Algabeño, agregado a su cuartel general, que en
principio le había ofrecido mil quinientos falangistas que se vieron, sin embargo,
reducidos a quince a los que se sumaron otros setenta, tras ser liberados de la cárcel. Ese
fue el núcleo de un grupo de pistoleros que aterrorizó inicialmente a la ciudad y que
luego sembró el miedo en los campos, una "policía montada", que llegó a utilizar
garrochas para reducir a los campesinos fugitivos, en una sórdida atmósfera donde
abundaban piquetes falangistas o requetés, sin descuidar a los paramilitares. Emulando
sus tardes de gloria taurina, hay algún testimonio que asegura que El Algabeñollegó a
torear a algunos presos utilizando su fusil como muleta. Autor de numerosos crímenes de
guerra, el diestro de La Algaba murió como consecuencia de las heridas sufridas en la
batalla de Lopera contra las Brigadas Internacionales. Eso sí, en virtud de sus méritos,
Franco le nombró a título póstumo teniente honorario de Caballería.
La represión de Queipo no acabó en los paredones y en las cárceles que muy pronto se
multiplicaron. También en las prohibiciones. Prohibido el luto. Prohibido inscribir a los
muertos. Prohibido hacer fotografías en todo el territorio sublevado.
Utilizó los medios de comunicación de su época -el micrófono, el teléfono o el telégrafopara imponer su ley al grito de "dadles café", el acrónimo de camaradas arriba Falange
Española. La represión sumarísima de los primeros meses de su virreinato acabó
sorpresivamente un 28 de febrero de 1937 cuando telegrafió a los gobernadores militares
de las provincias de su demarcación, las siguientes palabras: "Ordene a todas las
autoridades dependientes de su jurisdicción se abstengan de ordenar aplicación mis
bandos en que se imponga última pena, debiendo seguirse procedimiento judicial que
indique el auditor". Las ejecuciones siguieron pero ya no fueron clandestinas.
Entre sus cómplices, figuran el comandante José Cuesta Monereo, el capitán de la Legión
Manuel Díaz Criado, responsable de Orden Público, el auditor Francisco Bohórquez Vecina
quien con Acedo Colunga planificó la represión al pairo de la ley marcial dictada por el
Bando de Guerra y firmada por Queipo quien nombró inmediatamente como gobernador
civil a su amigo Pedro Parias, "algo cacique", en palabras del propio general golpista.
«¡Canalla marxista! Canalla marxista, repito, cuando os cojamos sabremos cómo
trataros»,
seguía
retumbando
su
voz
sobre
las
ondas
hertzianas.
http://www.publico.es/espana/443787/mas-de-ocho-mil-ejecutados-en-la-sevilla-dequeipo
Publicado por María Torres en lunes, noviembre 05, 2012
Publicat per Jordi Grau a 18:21
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