Adolescentes desafiantes y rebeldes

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Russell A. Barkley
y Arthur L. Robin
con Christine M. Benton
Adolescentes desafiantes
y rebeldes
10 pasos para solucionar los conflictos
y mejorar la convivencia
PAIDÓS
Barcelona
Buenos Aires
México
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A mi hermano gemelo, Ronald F. Barkley (1949-2006),
a quien tanto añoro.
R. A. B.
A Susan, mi esposa,
cuyo amor y amistad me inspiran a diario.
A. L. R.
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Agradecimientos
Quisiera agradecer las importantes contribuciones de los coautores de
este libro, Art Robin y Chris Benton, sin cuya ayuda este trabajo conjunto
hubiera sido imposible. También quiero dar las gracias a la «familia»
Guilford Press por prestarme, una vez más, el apoyo editorial del que he
disfrutado durante los últimos veintiséis años. Mi especial agradecimiento a Philip Holthaus y Anna Brackett, quienes han conducido con éxito el
proceso de maquetación y producción. Como siempre, quiero dar las gracias a mi esposa, Pat, y a mis hijos, Steve y Ken, por apoyar mis actividades profesionales.
Rusell A. Barkley
Quiero expresar mi agradecimiento a unas personas especiales sin
cuyo apoyo y ayuda no se hubiera escrito este libro: a mis coautores, Russell Barkley y Chris Benton, que hicieron de su redacción una experiencia
satisfactoria y divertida, al doctor Manuel Tancer, jefe del Departamento
de Psiquiatría y Neurociencias del Comportamiento de la Universidad
Estatal de Wayne, y al doctor David Rosenberg, jefe del Departamento de
Psiquiatría y Psicología Infantil del Hospital Pediátrico de Michigan,
cuyo apoyo me permitió disponer del tiempo necesario para escribir estas
páginas; a nuestros editores de The Guilford Press, a todas las familias
con las que he trabajado y de las que aprendo constantemente nuevas
cosas sobre la conducta rebelde, y a mi esposa, Susan, quien me ha prestado su apoyo y amor incondicionales.
Arthur L. Robin
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Muchas gracias a Russ Barkley y Art Robin por su conocimiento,
perspicacia, paciencia y humor infinitos. A todos los de Guilford por su
apoyo y dedicación editorial: Bob Matloff, Seymour Weingarten, Kitty
Moore, Marian Robinson, Anne Patota, Arthur Fournier, Judith Grauman
y Anna Brackett.
Christine M. Benton
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Introducción
Pam.
Éste es el sonido de la rebeldía adolescente.
Quizá lo oigas habitualmente cuando tu hijo abandona furioso la habitación después de otra interminable pelea en la que ambos habéis intentado imponer vuestra voluntad. O quizá lo imagines a diario mientras esperas temeroso a que tu hija decida romper ese muro de hostil silencio
que os está distanciando. Sea cual sea la situación, resulta un ruido estremecedor. Es bastante duro vivir en un hogar convertido en un campo de
batalla. La preocupación constante por lo que le pueda pasar a un hijo o
hija al que ya no podemos controlar puede quitarnos el sueño y rompernos el corazón.
Este libro trata sobre cómo convertirnos en una influencia positiva
para nuestros adolescentes y no simplemente en una pieza más de la habitación de la que deciden salir dando un portazo. Trata sobre cómo podemos conseguir que nuestros adolescentes acepten las reglas innegociables
en una familia civilizada y sobre cómo podemos aprender a negociar con
ellos el resto de asuntos que sí lo son. Trata sobre cómo despojarnos de
las afianzadas etiquetas que nos hemos puesto el uno al otro —«¡Me está
provocando intencionadamente!», «nunca dejas que haga nada con mis
amigos, ¡como si tuviera diez años!»— y que suelen acabar como el rosario de la aurora. Trata sobre cómo hacer que los adolescentes adquieran
las capacidades necesarias que les ayudarán a llegar con éxito a la edad
adulta y que los guiarán durante toda la vida; sobre la llegada de ese momento en el que escucharemos: «Vale, ¿cómo podemos arreglar esto», en
lugar de «¡me voy de aquí!».
Si has elegido este libro, tienes que saber desde ahora que si cualquier
interacción con tu adolescente desemboca en una pelea, algo está fallando.
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Seguramente ya no te consolará seguir pensando que tu adolescente sólo
está atravesando una etapa de rebeldía. Si alguna de las situaciones que
describimos a continuación son similares a las que se producen en tu familia, es hora de que te pongas manos a la obra para cambiar unas pautas
que ya temes no poder cambiar.
Kevin tiene quince años. Los vecinos, preocupados por lo que pudiera estar pasando en la puerta de al lado, contaron a sus padres que su hijo
llevaba un par de días volviendo a casa con su novia a la hora del almuerzo y sin regresar de nuevo al instituto. La música alta, los ruidos y las risas que provenían de la ventana de la habitación de Kevin les hacían
pensar que estaban bebiendo y practicando sexo. Sus notas eran aceptables y los resultados en las pruebas estandarizadas, para evaluar sus progresos y logros, más que buenos, así que sus padres desearon que sólo
estuviera atravesando una etapa. Pero cuando encontraron latas de cerveza vacías y condones usados en la basura se dieron cuenta de que tenían
que haber dejado a un lado sus miedos y, finalmente, se enfrentaron a su
hijo. Se desató una terrible discusión durante la cual Kevin soltó todo tipo
de improperios a sus padres.
La madre de Lauren, de catorce años, dice que su hija ha «cambiado
totalmente» desde que acabó primaria y se pregunta con nostalgia dónde
está su dulce niña. Últimamente, Lauren apenas le dirige la palabra, salvo
para hacerle algún comentario sarcástico sobre su ropa o para gritarle,
después de que su madre le haya dado una orden firme tras un fracasado
intento de convencerla con zalamerías. Hace poco, cuando la madre de
Lauren se levantó a media noche para ir al lavabo, entró en la habitación
de su hija, como solía hacer cuando era pequeña, y se la encontró chateando con un desconocido de otro estado. Cuando le dijo a Lauren que apagara el ordenador de inmediato, se desató una terrible discusión llena de
acusaciones y palabrotas. El padre de Lauren zanjó la discusión prohibiéndole usar el ordenador durante tres meses.
Aunque Gina sólo tiene trece años, suspende tres de las cinco asignaturas de octavo curso. Cuando su madre le pregunta si tiene deberes,
dice que ya los ha hecho en el colegio y que ha olvidado traerlos a casa.
Su profesora no dice lo mismo, así que la madre la ha castigado sin
salir los fines de semana, confinándola en su habitación y obligándola
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a hacer las tareas atrasadas o a estudiar para los exámenes. En lugar de
hacer los deberes, Gina entra a escondidas en Internet y manda mensajes a sus amigos; su madre se llevó el ordenador provocando sus gritos
e improperios. Ahora Gina se pasa el fin de semana soñando despierta
y apenas estudia. Madre e hija discuten a diario sobre el instituto y sus
estudios.
Mark, de diecisiete años, se salta las clases, los fines de semana llega
borracho a casa y no intenta disimular el olor a marihuana que por las
noches emana de su habitación. Cuando sus padres le reprochan su modo
de romper las normas, suele insultarlos, amenaza con pegarles y despotrica, acusándolos de «maltrato infantil». Su absentismo escolar está comenzando a menguar sus posibilidades de graduarse en el instituto. Su
madre dice que no puede obligarle a ir al instituto llevándole ella misma
en coche porque nada más decirle que suba al vehículo sale corriendo. El
padre dice que por las mañanas no puede involucrarse en el tema porque
llegará tarde al trabajo.
Estos niños no sólo están sufriendo los problemas propios del desarrollo y sus padres no son «fanáticos del control» proclives a la exageración. Los padres de Mark siempre supieron que tenían un hijo testarudo.
Cuando, todavía en octavo curso, comenzó a saltarse a la torera la hora
de regreso a casa y a utilizar un lenguaje muy descarado, intentaron darle un poco de manga ancha porque no querían «quebrantar su espíritu»
del mismo modo en que su padre sentía que sus progenitores habían hecho con él. Cuando echan la vista atrás recordando los últimos años, se
dan cuenta de que las infracciones fueron aumentando en frecuencia y
gravedad, pero no tienen ni idea de en qué momento este bravucón comenzó a mofarse de ellos y de sus normas. La madre de Lauren dice que
su hija empezó a mostrarse esquiva con ella y a hacer casi todo lo que le
daba la gana hace unos meses atrás, cuando comenzó el instituto. Los
padres de Kevin probaron todo lo que se les ocurría para controlar a su
inteligente hijo: le quitaron algunos de los privilegios de los que disfrutaba, le adelantaron la hora de llegada a casa, le castigaron. Pero ya ha
encontrado el modo de saltarse esas restricciones, y los exigentes trabajos de sus padres les dejan demasiado exhaustos para pelear cuando eso
ocurre. Gina padece un trastorno por déficit de atención con hiperactivi-
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dad (TDAH) y sus padres la mantuvieron en el buen camino imponiendo
tiempos de descanso, sistemas de puntos y medicación desde que la diagnosticaron a los nueve años. Pero ahora se niega a tomar la medicación
y parece no preocuparle perder la hora de televisión o ganar puntos para
celebrar una pizza party. En sus ratos muertos está sentada silenciosamente y sonríe.
Los adolescentes pueden volverse rebeldes por varias razones. Tenemos que investigar qué puede estar pasando si nuestro hijo ha experimentado una repentina transformación y su conducta no puede seguir así durante más tiempo. En el capítulo 1 te ayudaremos a descifrar si la rebeldía
es consecuencia de factores físicos o de otros no desvelados. Pero, independientemente del motivo, el programa de este libro puede convertirse
en la solución que estabas buscando. Los psicólogos consideran que un
adolescente necesita ayuda cuando se dan una o más de estas tres condiciones:
a) La conducta del adolescente es mucho peor que la de la mayoría
de los niños de su edad. ¿Cómo es el adolescente que te preocupa comparado con otros adolescentes que has criado o con otros adolescentes de tu
familia o del vecindario? ¿Qué informaciones recibes de otros padres,
profesores y demás adultos que estén en condiciones de supervisar a tu
hijo o hija? En el capítulo 1 te proporcionaremos algunos cuestionarios y
listas de comprobación con los que podrás evaluar a tu hijo.
b) La conducta del adolescente entorpece su rendimiento en todos
los niveles. Al igual que Kevin, quizá tu adolescente sea bastante inteligente, pero incapaz de seguir sacando buenas notas, de mantener amistades positivas o buenas relaciones familiares. Tal vez no sea capaz de cuidarse a sí mismo o de seguir las normas marcadas sin la constante
supervisión de un adulto.
c) La conducta del adolescente está provocando mucho sufrimiento
emocional o dolor. Tanto el adolescente como tú podéis estar padeciendo
este sufrimiento. La cuestión es que si tú y/o tu adolescente rebelde estáis
padeciendo mucha ansiedad, depresión o tristeza crónica como consecuencia de su comportamiento, hay que tomar cartas en el asunto.
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Estos tres factores pueden sumarse a una situación como la siguiente: tu adolescente discute todo lo que dices, rompe las normas constantemente o miente para eludir su cumplimiento. Puede que habitualmente te
sorprendas levantándote por la noche, alternando estados de miedo y
rabia porque, una vez más, tu hijo no ha llegado a casa a la hora acordada. Quizás observes que las calificaciones de tu hija están bajando, pero
no consigues llegar a ninguna parte cuando, de nuevo, le preguntas por
qué dice que no tiene deberes. Quizá te estés dando cuenta de que tu hijo
rompe las normas en casa y en el instituto y comiences a preguntarte si
también está empezando a saltarse la ley. O simplemente estés cansado
de las peleas diarias sobre su modo de vestir, su forma de dirigirse a ti,
las tareas que no hace o sobre las amistades con las que pasa el tiempo.
Tengas un problema mayor o menor, constante o periódico, este libro te
servirá de ayuda: no importa si la rebeldía está comenzando a asomar o
ya es una rebeldía afianzada; tampoco si tu adolescente ya es mayor o si
tienes un preadolescente y lo que quieres es saber cómo evitar problemas
posteriores.
El programa que encontrarás en este libro está compuesto de diez
pasos que pueden restablecer una relación positiva entre tu adolescente y
tú, y minimizar el conflicto que domina tu vida familiar. Puede mejorar el
comportamiento académico de tu adolescente cambiando el modo de
controlar los deberes y los temas escolares en el hogar. No podemos prometer que vayas a erradicar todos los signos de rebeldía de tu adolescente,
ni tampoco que vaya a funcionar con todos los adolescentes. Pero si los
sigues, da por hecho que la relación con tu adolescente avanzará de forma
más positiva desde el primer momento.
Si tu adolescente fue un niño rebelde y pusiste en práctica los ocho
pasos de Your Defiant Child* (Hijos desafiantes y rebeldes), una parte
del método te resultará familiar. Algunos de los principios son los mismos, desde la importancia de prestar una atención positiva a tu hijo o hija,
hasta la utilidad de los sistemas de recompensa. Pero, naturalmente, también existen diferencias. Después de todo, tu hijo ha dejado de ser un
niño y ya no puedes esperar que responda como si lo fuera, ni debe ser
* Barcelona, Ediciones Paidós, 2007. (N. de la t.)
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tratado como tal. Este programa no conseguirá que recuperes el control
que tenías sobre tu hijo cuando contaba con siete u ocho años. Te enseñará a retomar la autoridad adecuada sobre el adolescente y a reconocer
el desarrollo y la madurez que busca y experimenta. Eso significa más
negociación y menos «dar órdenes». Eso significa añadir al repertorio
utilizado en vuestras interacciones la comunicación y la habilidad para
resolver problemas. El resultado ideal de este método es que el adolescente deje de ser un tirano que controla el entorno familiar, pero, al mismo tiempo, irá adquiriendo valiosas cualidades que llevará consigo hasta
la edad adulta.
Sabemos que esta propuesta ha funcionado en muchas familias. Dos
de nosotros (el doctor Barkley y el doctor Robin) somos psicólogos
clínicos que hemos dedicado nuestras carreras al tratamiento médico de
niños y adolescentes con conductas rebeldes y TDAH. Dos de nosotros
somos también investigadores muy experimentados. Hemos dirigido
numerosos estudios sobre estos dos problemas y testado la efectividad
de varios tratamientos a la hora de gestionar los problemas individuales
y familiares que pueden surgir fruto de estos desórdenes. (Para más información sobre el doctor Barkley, consultar su página web: rusellbarkley.org.)
Uno de nosotros (el doctor Barkley) ayudó concretamente a desarrollar los métodos aquí expuestos sobre la gestión de la conducta de niños
y adolescentes, haciendo especial hincapié en las capacidades de atención positiva de los padres, en el uso y disfrute de los privilegios, en los
sistemas de puntos y otras técnicas de incentivación destinadas a favorecer la conducta social adecuada, y en la incorporación de métodos amables de disciplina con los que enfrentarse al comportamiento desafiante.
Estos métodos se basan en los anteriormente desarrollados por la doctora Constance Hanf y los fue aprendiendo mientras se formaba con ella en
la Health Sciences University de Oregón, en Portland. Posteriormente,
este trabajo se fusionó con el del doctor Robin sobre la resolución de
problemas y la práctica comunicativa para estudiar su efectividad como
tratamiento conjunto, subvencionado por el Estado, que ayudara a los
adolescentes y a sus familias. Entre todos contamos con más de sesenta
años de experiencia clínica y de investigación reconduciendo los proble-
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mas de las familias con niños y adolescentes rebeldes. Esperamos, sinceramente, que tu adolescente y tú podáis beneficiaros de todo lo que hemos aprendido.
Cómo utilizar este libro
Este libro se divide en dos partes. La primera te enseñará a tener una
visión más clara de la rebeldía de tu adolescente: qué está pasando realmente y qué factores han contribuido a crear los conflictos que estás viviendo. Sólo la comprensión de estos hechos te ayudará a introducir cambios que disminuirán la rebeldía y, como mínimo, conseguirán que
aumente tu empatía hacia el adolescente, quien se había convertido en
una espina clavada en tu corazón; también te ayudarán a creer que las
cosas pueden mejorar en casa.
Todo lo que aprendas sobre tu adolescente, sobre ti mismo y sobre las
difíciles situaciones a las que debes enfrentarte y que son origen de conflicto entre ambos, te será de gran ayuda cuando comiences con el método
desarrollado en la segunda parte. En ella encontrarás diez pasos que te
permitirán llevar a cabo lo que ahora mismo te parece una misión imposible: retomar el control de la conducta de tu adolescente de un modo que
le permitirá madurar y obtener de forma gradual la independencia por la
que deben luchar todos los adolescentes.
Te recomendamos encarecidamente que antes de comenzar con el
método leas la primera parte, ya que los conocimientos que adquieras con
su lectura constituirán un trabajo previo que aumentará las posibilidades
de que lleves a cabo con éxito el programa. Además, en ella se describen
las situaciones de muchas familias como la tuya, lo cual te recordará que
no estás solo en esta lucha y que existen formas creativas de aplicar los
conocimientos adquiridos con nuestro trabajo.
Si decides seguir el método de la segunda parte, deberás llevarlo a
cabo durante un período de cuatro a seis meses. Cuando trabajamos con
los padres, normalmente dedicamos dos semanas a cada paso, de forma
que las enseñanzas y técnicas de cada uno de ellos queden fuertemente
arraigadas antes de pasar al siguiente. Quizá puedas aplicarlo de forma
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más rápida; quizá te sientas muy cómodo aplicando las nuevas capacidades y cambios en el contexto general de interacciones que se producen en
el hogar. Sea cual sea el tiempo que inviertas en ello, recuerda cuál es tu
objetivo: no sólo estás consiguiendo una mejor relación con tu adolescente, estás convirtiendo a tu hijo en un adulto que podrá enfrentarse al mundo llenándote de confianza y orgullo.
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primera parte
Tu adolescente rebelde y tú
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1
Qué es la rebeldía y cómo enfrentarte a ella
Durante los fines de semana, Mark, de diecisiete años (del que hemos
hablado en la introducción), no suele aparecer por casa, si es que lo hace,
hasta la hora de cenar. Así que, cuando un viernes hizo una extraña aparición a las tres de la tarde, su madre, Sandy, le miró con recelo al entrar en
la cocina, miró su reloj deliberadamente y dijo de forma sarcástica:
—¿A qué debo este honor?
Mark se limitó a poner una mueca de desdén y abrió el frigorífico.
Sandy se ponía cada vez más nerviosa al observar cómo manoseaba
la comida de los estantes. No quería empezar una pelea. Ya había tenido
una semana muy larga. Pero no pudo guardar silencio.
—Mark, ¿de verdad has ido hoy al instituto? ¿No termina a las tres de
la tarde la última clase?
—Relájate, mamá. Se ha suspendido. Además, ¿de qué demonios te
preocupas ahora? Llevas sin preguntarme por el instituto desde Navidad.
—Mira a tu madre, jovencito —dijo bruscamente Sandy—. ¡Si pierdes más clases ni siquiera conseguirás graduarte!
—Oh, sí, como si eso importara. —Mark cogió varios ingredientes de
la nevera, los dejó caer sobre la mesa de la cocina y comenzó a prepararse tres sándwiches enormes.
—¿Para qué necesitas toda esta comida? —preguntó su madre—. Todas las semanas te doy dinero para el almuerzo.
—Eh... Sí, lo gasté en cigarrillos —soltó Mark, luego se reclinó en la
silla y dedicó una insolente sonrisa a su madre—. Además, voy a salir un
rato; me lo llevo.
Sandy se volvió desde el fregadero:
—No vas a ir a ninguna parte hasta que no cortes el césped; te lo pedí
el sábado pasado; y el anterior; y el anterior al anterior.
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—Es viernes y voy a salir. Si quieres el césped cortado, hazlo tú. Lo
único que haces es estar sentada.
—¡No me hables así! ¡Y ni se te ocurra salir de aquí sin haber cortado
el césped!
—Vale, de acuerdo —susurró Mark. Entonces se levantó, volvió al
frigorífico, cogió un pack de seis cervezas y salió por la puerta principal
tan rápidamente que no pudo oír gritar a su madre.
—¡Vuelve aquí, Mark! ¡No creas que podrás volver a casa tan fresco
cuando te dé la gana! ¡Sabes que aquí todos tenemos que arrimar el hombro!
Mark estaba pensando en sus planes para el fin de semana y ya había
dejado de escuchar a su madre.
Esta escena o una muy parecida se había repetido montones de veces
durante el último año en este hogar. Cuando Mark comenzó a actuar como
si las reglas de sus padres no tuvieran valor alguno y como si sus peticiones fueran opcionales, sus padres lo dejaron pasar esperando que fuera
una etapa pasajera. Como esto no sucedió, comenzaron las amenazas y
castigos. Mark se reía de ellos. Ahora entra y sale a su antojo y cada vez
los trata con mayor desdén. De vez en cuando los maldice y amenaza.
Sinceramente, sus padres le tienen un poco de miedo.
Cómo definimos la rebeldía
Reflexionemos sobre esta escena y tendremos todos los elementos
con los que definimos la rebeldía:
a) Incapacidad de llevar a cabo la orden de un adulto en un período
razonable de tiempo. Aunque parezca mentira, se considera que un simple minuto constituye un tiempo razonable para cumplir la orden o petición de un adulto. Es aproximadamente el mismo período en el que esperaríamos que un adulto hiciera algo que le hemos pedido y es razonable
esperar que un adolescente haga lo mismo. Mark no sólo no cortó el césped cuando su madre se lo pidió, sino que ignoró totalmente su petición
durante tres semanas.
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b) Incapacidad para seguir haciendo la tarea encomendada hasta
finalizarla. Quizá pueda parecer que es algo que se sobreentiende. Pero
son muchos los adolescentes que empiezan a hacer lo que se les ha pedido
y no lo terminan. Se limitan a decir que sí, pero en realidad sólo cumplen
con la mitad del trabajo y luego pasan a hacer lo que quieren: realizan la
labor de forma chapucera o la alargan tanto que no la finalizan en el tiempo requerido. Evidentemente, Mark ni siquiera la inició. Está claro que,
en determinadas circunstancias, no esperamos que accedan a cumplir la
norma o la petición del adulto de inmediato. Pero en estos casos depende
de nosotros plantear de modo explícito cuándo debe iniciarse ese cumplimiento.
c) Incapacidad para seguir unas normas de conducta previamente
establecidas. Mark obtuvo una puntuación bastante alta en este apartado:
sus padres esperaban que acudiese al instituto, que les hiciera saber dónde
estaba, que llegara a casa a la hora acordada, que los hablara con respeto
y los escuchara con atención, que gastara el dinero que le daban de la
forma adecuada y no en cerveza y cigarrillos. Se rebela en todos los aspectos.
Aunque a lo largo de este libro utilizaremos el término rebeldía, es
importante subrayar que con él queremos abarcar tanto el incumplimiento
(no hacer lo que se le pide o se espera que haga mostrando pasividad)
como la más activa resistencia física o verbal, que englobaría las amenazas, los desafíos y el lenguaje grosero de Mark. Es muy probable que sea
dicha resistencia la que te haya llevado hasta este libro. Sin embargo, la
madre de Lauren, de catorce años (mencionada en la introducción), se vio
obligada a buscar ayuda porque su hija incumplía las normas sin apenas
hacer ruido y, normalmente, se esfumaba.
Por qué necesitas saber más sobre la rebeldía de tu adolescente
Si tu adolescente se parece a Mark, a Lauren o a los otros dos adolescentes descritos en la introducción, ya tienes motivos suficientes para intentar llevar a cabo los sencillos pasos de la segunda parte. No obstante,
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es posible que no tengas los suficientes conocimientos para sacar todo su
jugo al programa. En primer lugar, tendrás que saber si este método de
autoayuda es lo que realmente necesitas y si es todo lo que necesitas.
¿Es la rebeldía de tu adolescente una conducta
o un rasgo de su carácter?
Si te pidiéramos que nos dieras el significado de rebeldía, seguramente ofrecerías una rápida respuesta, definiéndola como resistencia, oposición y desobediencia; la ignorancia total del adolescente a tus peticiones,
exigencias o instrucciones. Incluso es posible que la comparases con la
frase de Groucho Marx en la película Plumas de caballo: «¡Sea lo que
sea, me opongo!».
Evidentemente, sólo podrás verlo de esta manera cuando tengas un
buen día y le pongas algo de humor al tema. La mayoría de los días, la
rebeldía de tu adolescente no es cosa de risa. Enfrentarse a alguien que
siempre parece dispuesto a resistirse o a pelear, a alguien que constantemente muestra desprecio o aversión, resulta agobiante y agotador. Quieres
que tu hijo «vuelva al redil» y que vuestras vidas retomen la normalidad.
El problema es que puede que vuestras vidas nunca vuelvan a ser las
de antes si interpretas que el problema es una característica de tu adolescente y no algo que él o ella hace. Si observas nuestra definición de rebeldía verás que la valoramos mediante determinadas acciones. Sin embargo, cuando estas acciones parecen provocarnos un dolor infinito, la
rebeldía del adolescente puede comenzar a parecer un rasgo de la personalidad y no una conducta. Los rasgos de la personalidad no se pueden
cambiar, pero la conducta sí. Si consideras que tu adolescente es desafiante, ¿verdad que te sientes atrapado por la situación? Esta forma de ver las
cosas te lleva a los interminables «tú siempre...» y «¿por qué nunca puedes...?». Te sitúa en los desacuerdos y te mantiene ahí.
No obstante, si observas detenidamente el modo de actuar de tu adolescente, es probable que percibas que no «siempre» es tan rebelde como
crees; puede que no sea rebelde en todas partes, con todo el mundo, todo
el tiempo y del mismo modo. Algunos niños son tan rebeldes en casa que
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sus padres no pueden creer que no se comporten del mismo modo en el
instituto y, sin embargo, no lo hacen. Otros son mucho más rebeldes con
determinadas personas que con otras, o cuando se enfrentan a determinadas exigencias. La rebeldía suele mostrarse en diferentes grados. Sin embargo, cuando los padres la presuponen se convierte en algo incontrolable,
en una gran revolución, independientemente de cuál sea su alcance. Cuando adquirimos conciencia de estos matices, obtenemos información sobre
lo que va bien y lo que va mal y, en consecuencia, sabemos qué debemos
intentar solucionar primero y cómo sacar provecho de lo positivo.
Recuerda que la conducta se puede cambiar. La atenta observación de
la rebeldía de tu adolescente te dejará ver dónde falla su conducta y saber
cuándo puedes actuar para cambiar las cosas.
¿Es simplemente una conducta propia de la adolescencia
o existen problemas más serios?
Puede que vuestras vidas nunca retomen la normalidad si pones el
acento en el «pasado». Observar con mayor detenimiento la historia de la
rebeldía de tu hijo y mirar con lupa su conducta actual te ayudará a darte
cuenta de lo fácil que es confundir la lucha por la autonomía propia del
adolescente con la rebelión incontrolable. Profundizaremos más en el
tema en los próximos capítulos; por el momento, intenta recordar que
existe esa frontera. Lo único que sucede es que la lucha de intereses lleva
a la confusión y todos necesitamos nuestro tiempo para adaptarnos a estas
nuevas criaturas que tanto ansían librarse de nuestra supervisión y cuidados. Si eres capaz de comenzar a distinguir entre las reafirmaciones «normales», propias de la creciente independencia —el modo en que los niños
suelen comportarse cuando alcanzan los diez años— y lo que nosotros
denominamos «rebeldía» que se sale del molde, no cometerás el error de
intentar «corregir» una conducta que es correcta (con lo duro que eso
puede ser).
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Recuerda todo lo que tienes que ganar
Cuando tu paciencia ha sobrepasado tanto sus límites que ya no recuerdas cómo era la tranquilidad, resulta muy difícil no pensar que la
rebeldía es un callejón sin salida. Tu adolescente te desafía (la causa) y
estalla el conflicto (el efecto). Sin embargo, si le echas un vistazo con
mayor detenimiento, recordarás que la rebeldía no sólo es una acción, es
una reacción hacia la persona a la que se desafía o hacia una situación
que se considera intolerable. Técnicamente es una interacción. Tu hijo no
puede rebelarse contra tus órdenes si no se las has dado, ni puede romper
una norma si no la has establecido previamente y tú no siempre reaccionas con rabia o frustración ante todas sus acciones. La rebeldía no aflora
sin motivo, ni cuando una persona está sola. Como suele decirse, «dos no
se pelean si uno no quiere». Puede resultar difícil creer que los adolescentes acostumbran a expresar su rebeldía a través de su ausencia. Ordenas a tu hijo de quince años que lave los platos y luego hinque los codos
y, en lugar de hacer eso, pone pies en polvorosa y se marcha corriendo.
Entre semana, tu hija debe llegar a casa a las diez y, sin embargo, responde a tu norma llegando a medianoche. Independientemente de que el adolescente esté presente o no, cada acto de rebeldía es una respuesta a algo
que tú o alguna otra figura de autoridad habéis dicho. La rebeldía convierte la interacción en un conflicto. Os enfrenta a tu adolescente y a ti y,
con el tiempo, os va separando cada vez más. Cuando observes con detenimiento la rebeldía de tu adolescente, verás que está haciendo mucho
daño a la relación padres-hijo. Esperamos que esta toma de conciencia te
motive lo suficiente para llevar a cabo el programa, incluso en los momentos más difíciles. Tienes mucho que ganar. Y esperamos que recuerdes que si formas parte de las interacciones fruto de la rebeldía, eso significa que tienes mucho poder para cambiar la situación. Unos cambios
bastante sencillos en tu conducta pueden provocar grandes cambios en la
de tu adolescente.
En la introducción dijimos que si respondes afirmativamente a alguna
de estas preguntas, probablemente tendrás que reconducir la rebeldía de
tu adolescente.
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a) ¿Es la rebelde conducta de tu adolescente mucho peor que la de la
mayoría de adolescentes?
b) ¿Está entorpeciendo su rendimiento la conducta desafiante de tu
adolescente?
c) ¿Está provocando mucho sufrimiento emocional o dolor la conducta de tu adolescente?
El resto de este capítulo te ayudará a examinar el tipo de conducta desafiante de tu adolescente para que puedas saber cómo responder a estas cuestiones. En el «Formulario sobre la toma de decisiones» de la página 35 po­
drás anotar toda la información que has reunido; eso te permitirá determinar
si necesitas ayuda y, si es así, si la autoayuda será suficiente o necesitarás
recurrir a un especialista.
¿Cómo es la rebeldía de tu adolescente?
La rebeldía en los adolescentes se presenta en todas sus formas. En la
página siguiente hemos enumerado una lista de conductas. Con el objetivo de tener una visión general de aquello a lo que te estás enfrentando,
marca con una X aquellas actitudes que hayas detectado en los últimos
tiempos.
Observa las cuatro categorías de la conducta rebelde o desafiante: la
verbal (V), la física (F), la agresiva (A) y el incumplimiento pasivo (IP).
¿Cuántas conductas has marcado en cada categoría? Tenlo presente a medida que vayamos avanzando en el libro. Iremos sugiriendo diferentes técnicas con las que afrontar las distintas categorías de conducta rebelde. En
el capítulo 15 aprenderás a usar las habilidades comunicativas para hacer
frente a la rebeldía verbal. En los capítulos 10, 1l y 12 aprenderás a utilizar
contratos, sistemas de puntos y castigos para afrontar la rebeldía física y
agresiva. En el capítulo 14, a emplear la resolución de problemas para dominar la rebeldía pasiva y también algunos elementos de otros tipos de rebeldía. Si marcas alguno de los cinco últimos síntomas de la categoría de
la agresividad, no olvides leer la sección «¿Necesitas ayuda profesional?»
que encontrarás más adelante, en este capítulo.
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Verbal
± Grita
± Gime
± Se queja
± Chilla
± Insulta
± Dice palabrotas
± Miente
± Discute
± Humilla/fastidia
± Se burla
± Llora
± Es impertinente o respondón
Agresiva
± Se resiste físicamente a las peticiones o instrucciones
± Lanza objetos
± Destruye la propiedad intencionadamente
± Pelea físicamente con los demás
± Lleva o usa armas
± Entra a robar en las casas o negocios de los demás
± Es cruel con los demás
± Es cruel con los animales
± Carece de sentimiento de culpa o
remordimientos o parece no tener
conciencia
Física
Incumplimiento pasivo
± Desobedece
± Ignora las peticiones
± Tiene rabietas
± No termina los quehaceres cotidia± Perturba las actividades de los denos
más
± No termina los deberes
± Roba
± Ignora su cuidado personal
± Se va corriendo
Otros: _______________
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¿Es la rebeldía de tu adolescente mucho peor que la de los demás?
¿Es la conducta rebelde de tu hijo mucho peor que la de la mayoría de
los adolescentes? Para responder a esta pregunta, necesitamos una conducta estándar adolescente con la que comparar. Te ofrecemos dos modelos: los síntomas del trastorno negativista desafiante, procedentes del
Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-IV-TR),*
* Manual diagnóstico y estadístico de desórdenes mentales (MDE-IV-TR). (N. de la t.)
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de la American Psychiatric Association [Asociación Estadounidense de
Psiquiatría] y el cuestionario para padres sobre conducta conflictiva desarrollado por el doctor Robin. A continuación te ofrecemos el MDE-IV-TR.
Encontrarás el cuestionario para padres sobre conducta conflictiva al final de este capítulo.
Formulario sobre la frecuencia de los síntomas
Pierde el control
Nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
Discute con los adultos
Nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
Se rebela o rechaza activamente
cumplir las peticiones o normas
de los adultos
Nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
Molesta deliberadamente a los
demás
Nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
Echa la culpa a los demás de sus
errores o conductas
Nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
Es susceptible o se molesta
fácilmente con los demás
Nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
Se enfada y es rencoroso
Nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
Es malicioso y vengativo
Nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
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Examina la lista de las ocho conductas negativas desafiantes enumeradas en el cuadro de arriba. Piensa de qué modo ha demostrado tu hijo o
hija estos síntomas durante los últimos seis meses. Rodea las palabras
nunca, a veces, a menudo o muy a menudo para determinar la frecuencia
con que se ha producido cada síntoma.
Cuenta el número de síntomas que has calificado con un a menudo
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o muy a menudo. Si has marcado un mínimo de cuatro, tu hijo está demostrando una conducta más rebelde que la mayoría de los adolescentes. Si han sido dos o tres los síntomas marcados de este modo, tu hijo
está demostrando una conducta un poco más rebelde que la de la mayoría de adolescentes. Si han sido menos de dos los síntomas marcados, la
conducta rebelde de tu adolescente se mantiene, por lo general, en un
ámbito normal. Retén esta información porque la utilizarás en el «Formulario sobre la toma de decisiones» que encontrarás más adelante en
este capítulo. Si crees que te sentirás mejor contando con más evidencias que te ayuden a ratificar la conclusión a la que acabas de llegar,
rellena el cuestionario para padres sobre conducta conflictiva, que encontrarás al final de este capítulo, y comprueba si los resultados son
similares.
¿Está resultando perjudicial la conducta de tu adolescente?
¿Está interfiriendo su conducta rebelde en su comportamiento en
casa, en el instituto o en la comunidad, impidiéndole ofrecer los resultados esperados? Para ayudarte a responder esta pregunta, hemos enu­
merado los principales escenarios en los que la conducta rebelde puede
resultar un problema. Examina todas las conductas negativas que calificaste con un a veces, a menudo o muy a menudo de la lista anterior. Teniendo en cuenta todas estas conductas, rodea con un círculo los valores
que representan el modo en que interfieren en la capacidad del adolescente para rendir en todas las actividades diarias.
Aunque sólo hayas marcado a menudo o muy a menudo en una ocasión,
la conducta rebelde de tu adolescente está interfiriendo en su capacidad para
funcionar en una importante actividad de la vida. Al igual que con el «Formulario sobre la frecuencia de los síntomas», ten los resultados a mano para
utilizarlos en el «Formulario sobre la toma de decisiones».
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Formulario sobre los efectos colaterales
En la vida familiar del hogar
Casi nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
En las interacciones sociales
con los compañeros
Casi nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
En el instituto
Casi nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
En las actividades de la
comunidad
Casi nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
En los deportes, juegos y
actividades de equipo
Casi nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
En actividades que implican
cuidar de sí mismo/a
Casi nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
En los juegos, el ocio y otras
actividades de tiempo libre
Casi nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
En el ejercicio de la tareas
diarias y otras
responsabilidades
Casi nunca
A veces
A menudo
Muy a
menudo
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¿Está provocando mucho malestar emocional
la conducta de tu adolescente?
El malestar emocional puede producirse de muy diferentes maneras.
Quizá la conducta rebelde de tu adolescente hace que tú u otros miembros
de tu familia os sintáis enfadados, frustrados, preocupados, deprimidos
y/o desesperanzados. Es algo que resulta difícil de valorar, ya que cada
persona experimenta el malestar emocional de forma diferente. Por ello,
es probable que las clasificaciones que encontrarás a continuación sean
algo inexactas, lo cual es normal. Céntrate en valorar el grado general de
malestar emocional que los miembros de tu familia experimentáis durante un día normal en el que tu adolescente manifiesta las conductas rebeldes que has anotado en los anteriores formularios evaluativos.
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Si uno o más miembros de tu familia estáis experimentando grados
moderados de malestar emocional provocados por la conducta negativa
del adolescente, deberás plantearte seriamente la puesta en práctica del
programa descrito en este libro o la visita a un terapeuta.
Plantear unas líneas de actuación
Ahora cuentas con algunos datos que te permitirán determinar en qué
momento te has visto desbordado por la conducta rebelde de tu hijo. Utilízalos para rellenar el siguiente formulario que te ayudará a pensar cómo
resolver el problema. Nuestras recomendaciones son directrices generales
basadas en nuestra experiencia clínica, no en los datos de una investigación.
Formulario sobre el malestar emocional
a) Mi malestar
emocional
Ninguno
Muy
poco
Moderado Mucho Muchísimo
b) Malestar emocional
de mi cónyuge
Ninguno
Muy
poco
Moderado Mucho Muchísimo
c) Malestar emocional
de mis otros hijos
Ninguno
Muy
poco
Moderado Mucho Muchísimo
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¿Necesitas ayuda profesional?
El «Formulario sobre la toma de decisiones» de la página siguiente te
ofrece una idea aproximada sobre si necesitas ayuda profesional o te resulta suficiente la autoayuda. Si tienes dudas, lee este libro e intenta, en primer lugar, poner en práctica nuestras sugerencias. Si tras haberte esforzado
bastante, ves que no llegan los resultados esperados, acude a un profesional de la salud mental. Encontrarás más información sobre este tema en la
«Bibliografía», al final de este libro.
Puede que la rebeldía de tu adolescente no sea excesivamente severa,
pero necesite la intervención de un profesional porque se está prolongando demasiado en el tiempo y te sientes incapaz de encontrar una salida.
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Formulario sobre la toma de decisiones
a) ¿Cuántos síntomas has valorado con un a menudo o muy a menudo en
el «Formulario sobre la frecuencia de los síntomas» (pág. 31)? ___ (0-8)
b) En el «Formulario sobre los efectos colaterales» (pág. 33), ¿has escogido
un a menudo o muy a menudo en uno o más escenarios? ___ Sí ___ No.
c) ¿Has calificado al menos uno de los tres puntos del «Formulario sobre el
ma­lestar emocional» (pág. 34) con un mucho o un muchísimo? ___ Sí
___ No.
Así debes interpretar tus respuestas:
a) 4 o más.
b) Sí.
c) Sí.
Sopesa la idea de utilizar este libro de autoayuda y consultar a un profesional de la salud mental para que te ayude a afrontar la conducta rebelde
de tu adolescente.
a) 1-3.
b) Sí.
c) Sí.
Puede que este libro sea suficiente como ayuda a la hora de afrontar la
conducta negativa de tu adolescente.
a) 1-8.
b) No.
c) No.
Probablemente este libro será suficiente para ayudarte a afrontar la
conducta rebelde de tu adolescente.
a) 2-3.
b) y c) No, a cualquiera de ellas.
Probablemente tengas bastante con este libro.
a) 0-1.
b) y c) No a cualquiera de ellas o a ambas.
Es probable que la conducta rebelde de tu hijo esté dentro del abanico
de la normalidad. Puede que encuentres consejo en este libro, pero seguramente no necesites la ayuda de un profesional.
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Si es algo más reciente, pero os está ocasionando a ambos (a ti o a tu hijo)
graves problemas (por ejemplo, se niega a ir al instituto, ha abandonado
por completo las actividades o comidas familiares, padece de constante
tristeza o depresión, tiene bruscos cambios de personalidad) que perturban por completo el desarrollo de la vida escolar y familiar, quizá también
necesites la intervención de un profesional, al menos para que te oriente
correctamente.
Además, puedes mirar con mayor detenimiento la conducta específica de tu adolescente: ¿ha iniciado peleas físicas o utilizado armas durante
el último año? ¿Ha intimidado a los demás, demostrado crueldad física
(hacia personas o animales) o cometido delitos como asaltos o robos? ¿Se
ha escapado de casa y ha hecho novillos? Si respondes afirmativamente a
alguna de estas preguntas (que corresponde aproximadamente a los cinco
últimos síntomas de la categoría de la agresividad de la primera lista de
comprobación, página 30), te estás enfrentando a un problema que no
podrás controlar sin la ayuda de un experto; busca la valoración de un
profesional. Puede que tu adolescente tenga un trastorno de la conducta,
del que hablaremos en el capítulo 4. Si ves que tienes algunas dudas sobre
la gravedad de los problemas de tu hijo, habla con aquellas personas que
hayan tenido la oportunidad de observarle e interactuar con él: profesores, entrenadores, padres de sus amigos.
¿Hay algo más en esta historia?
No es inhabitual que los padres que completan los formularios de
evaluación de este capítulo acaben pensando que puede que las cosas no
sean tan terribles como las imaginaban. Si tomas cierta distancia y observas la conducta de tu adolescente de forma objetiva, quizá llegues a la
conclusión de que las acciones o actitudes de esa hija que te vuelve loco
no la están llevando por el mal camino. Ello significará que tendrás que
indagar si está sucediendo algo más que hace que ella se comporte de esta
manera. O tal vez descubras que ese hijo que está provocando tantos momentos de tensión entre vosotros realmente no ha seguido la estela de la
delincuencia, posibilidad que realmente te aterraba. Julie, la hija de Mar-
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sha, había comenzado a estudiar en un nuevo instituto, ya que se habían
mudado de casa hacía seis meses. Pero nadie se dio cuenta de que no se
estaba adaptando bien hasta que comenzó a exteriorizarlo en casa. La rebeldía que exhibía el hijo de trece años de Darrell, Jake, era bastante ino­
fen­si­va: dejaba «intencionadamente» su ropa por toda la casa o había que
recordarle tres veces que cortara el césped o que sacara a pasear el perro.
Sin embargo, Darrell no puede entender que actualmente las necesidades
propias de la edad de su hijo son distintas a las de hace algunos meses y
espera que su hijo actúe de la misma forma aquiescente en que lo hacía
antes de la pubertad.
Marsha puede sacar algo de provecho del método de este libro a pesar
de que su hija esté atravesando una difícil transición en su vida. Como
mínimo, aprenderá a prestar más atención positiva a su hija —en lugar de
centrarse siempre en su malhumor— y a ofrecerle el apoyo que algunos
niños necesitan como armadura para enfrentarse al duro mundo. La incentivará para que sus interacciones con la familia y con los demás en
general sean más corteses y le mostrará su respeto, intentando solucionar
los problemas como lo harían dos adultos; de este modo contribuirá a que
su hija desarrolle la confianza necesaria para enfrentarse a los cambios
que se produzcan en su vida. Por otra parte, Marsha puede observar si su
hija está padeciendo los síntomas de una depresión y consultarlo con su
médico o acudir a un profesional de la salud mental.
Darrell podría utilizar la primera parte de este libro para examinar las
expectativas que tiene de su hijo e intentar adaptarlas a los cambios provocados por de su desarrollo. Las técnicas de gestión de la conducta que
se encuentran al principio de nuestro programa le ayudarán a responder
(y preguntar) a su hijo de forma sensata y razonable. Una vez descubra que
puede imponer unas normas no negociables en el hogar, él y Jake aprenderán a comunicarse mejor y comenzarán a negociar las que, por supuesto, son negociables. Un derecho del que todos los niños que están madurando deberían disfrutar, siempre que demuestren ser capaces de asumir
la responsabilidad que supone la libertad adicional. Mientras tanto, la primera parte de este libro ayudará a Marsha y a Darrell a reflexionar profundamente sobre los cambios de conducta de sus hijos y así sabrán cómo
sacar el mejor partido a la segunda parte del programa.
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¿Estás listo para la acción?
Hay algo muy claro: los cambios son duros y los que son a largo plazo todavía son más difíciles de realizar. Tienes que estar totalmente seguro de querer disfrutar de los beneficios del cambio en la conducta de tu
adolescente. Sin embargo, puede que te resulte bastante complicado conseguirlo y es fácil desanimarse cuando el camino no es precisamente de
rosas. De hecho, todos necesitamos atravesar una serie de etapas para
introducir cualquier cambio significativo en nuestras vidas. Los problemas no son cosa del momento, siempre se gestan durante un tiempo, aunque muchas veces no somos capaces de reconocerlo. Quizás hayas estado
varios meses, o incluso más, peleándote con tu adolescente antes de llegar
al momento en el que te has dado cuenta de que no podía tratarse de una
simple fase y realmente quieres buscar una solución al conflicto en el que
está inmersa tu familia. Es probable que sea justo en este momento cuando hayas comprado este libro. Leer estas palabras te ayudará a prepararte
para afrontar los cambios que tenéis que llevar a cabo tu adolescente y tú.
La lectura del resto de la primera parte de este libro constituye un buen y
necesario comienzo. Pero, una vez que te sumerjas en el programa, es
importante que comprendas que debes esforzarte al máximo para ceñirte
a sus pautas. Como aprenderás al comienzo de la segunda parte, la constancia es uno de los principios básicos que se esconden tras los cambios
de conducta exitosos. Tus posibilidades de perseverar aumentarán si eres
consciente de que, en ocasiones, puedes dar un paso hacia delante y dos
pasos atrás; y de que muchas veces marcharás de lado. El camino hacia la
disminución de los problemas entre tu hijo y tú será zigzagueante y no en
línea recta. No te desanimes en los momentos en los que vayas dando
bandazos; mantente firme y sigue adelante.
i
Manos a la obra
• Observa el comportamiento actual de tu hijo y piensa con detenimiento en su conducta en el pasado reciente; luego rellena el «Formulario
de evaluación» de este capítulo. Rellena también el cuestionario para
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padres sobre conducta conflictiva, que sigue a continuación, para compararlo con el «Formulario de evaluación» pero, sobre todo, para ver
que los padres pueden tener diferentes puntos de vista sobre los problemas con su hijo.
• Basándote en tus respuestas, decide si tu hijo es realmente rebelde y si
este libro puede ayudarte.
• Determina si, además del libro, necesitarás la ayuda de un profesional.
Si es así, busca a un especialista cualificado que pueda realizar una
evaluación del problema y llevar a cabo un posible tratamiento.
• Piensa en qué punto de las «etapas de cambio» te encuentras:
a) ¿Sientes que la rebeldía constituye un problema para tu adolescente,
para tu familia y para ti? Si no es así, deja a un lado este libro durante
una temporada, pero sigue observando la conducta de tu hijo y vuestras interacciones. Si dentro de pocas semanas el problema no se ha
resuelto por sí solo, retoma este capítulo y completa las listas de nuevo. Si el problema sigue siendo el mismo o ha empeorado, lee el resto
del libro.
b) Si crees que la rebeldía es un problema, tienes que tratarlo. Termina de
leer el libro antes de decidir si llevas a cabo el programa tú solo o si
vas a hacerlo con la ayuda de un profesional.
c) Si estás listo para empezar, lee con mucha atención la primera parte; te
encuentras en plena etapa de «preparación».
Tu próximo paso será la «acción»: trabajar los diez pasos del método. Una vez que hayas aprendido todas las técnicas y habilidades, pasarás a la fase de «mantenimiento», en la que pondrás en práctica todo
lo aprendido. Puede que, ocasionalmente, sufras alguna «recaída», algo
totalmente normal y reversible. Retoma la segunda parte y busca qué
capítulo debes repasar. En cada etapa te ofrecemos muchos consejos
sobre la localización y resolución de problemas que te ayudarán a superar estos resbalones y que te situarán de nuevo en el buen camino.
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Cuestionario para padres sobre conducta conflictiva
A continuación te presentamos otra forma de calibrar la rebeldía de tu adolescente. Si lo deseas, rellena este cuestionario y compara los resultados
obtenidos con los de los formularios de evaluación que cumplimentaste
anteriormente en este capítulo. Los resultados que concuerden reforzarán
la decisión tomada sobre el modo de actuación elegido.
Este formulario es también una excelente manera de descubrir si tu adolescente se comporta de forma más rebelde contigo o con el otro progenitor
o cuidador (como un abuelo que desempeña el papel de padre). Como verás más adelante, cuando la conducta del adolescente (o la percepción de
su conducta) es muy distinta según se trate del padre o la madre, puede que
tengas que adoptar medidas extraordinarias para esquivar una estrategia basada en el «divide y vencerás» y para conseguir que ambos llevéis el mismo
ritmo de trabajo en el programa.
Si son varios los adultos que desempeñan un papel significativo en la
vida del adolescente, todos ellos deberán completar este formulario.
Soy ___ la madre ___ el padre del niño (elegir una opción)
Piensa en los dos últimos meses en el hogar. Las frases que presentamos a continuación tienen que ver con tu adolescente y contigo. Léelas
detenidamente y rodea verdadero o falso para dar respuesta a cada una de
ellas. Contesta tú solo, sin consultar con nadie.
1. Es fácil llevarse bien con mi adolescente.
Verdadero
Falso
2. Cuando discutimos se comporta bien.
Verdadero
Falso
3. Se muestra receptivo a las críticas.
Verdadero
Falso
4. Casi siempre le gusta hablar conmigo.
Verdadero
Falso
5. Casi nunca estamos de acuerdo.
Verdadero
Falso
6. Normalmente escucha lo que le digo.
Verdadero
Falso
7. Nos enfadamos al menos tres veces a la semana. Verdadero
Falso
8. Dice que no tengo en cuenta sus sentimientos.
Verdadero
Falso
9. Llegamos a un acuerdo durante las discusiones.
Verdadero
Falso
10. No suele hacer lo que le pido.
Verdadero
Falso
11. Nuestras conversaciones resultan frustrantes.
Verdadero
Falso
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Cuestionario para padres sobre conducta conflictiva (cont.)
12. A menudo parece estar enfadado conmigo.
Verdadero
Falso
13. Cuando hablo parece impaciente.
Verdadero
Falso
14. En general, no pienso que nos llevemos muy bien. Verdadero
Falso
15. Casi nunca comprende mi parte de la discusión. Verdadero
Falso
16. Tenemos grandes peleas por cosas pequeñas.
Verdadero
Falso
17. Cuando le hablo, está a la defensiva.
Verdadero
Falso
18. Cree que mis opiniones no cuentan.
Verdadero
Falso
19. Discutimos mucho por las normas.
Verdadero
Falso
20. Me dice que cree que soy injusto.
Verdadero
Falso
Comprueba la puntuación obtenida e interpreta los resultados
a) Suma un punto por cada verdadero con el que hayas respondido a las
cuestiones 5, 7, 8, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19 y 20.
b) Suma un punto por cada falso con el que hayas respondido a las cuestiones 1, 2, 3, 4, 6 y 9.
c) Suma todos los puntos.
Hay dos maneras de interpretar los resultados del cuestionario para padres
sobre conducta conflictiva.
a) Compara tu puntuación con la puntuación media que obtuvimos en
nuestra investigación con familias con y sin conflictos. Observa cuál de
ellas se aproxima más a la que tú has obtenido:
Madres. Puntuación media para las familias con conflictos = 12,4 (desviación estándar = 5,0).
Puntuación media para las familias sin conflictos excesivos = 2,4
(desviación estándar = 2,8).
Padres. Puntuación media para las familias con conflictos = 10,5 (desviación estándar = 5,0).
Puntuación media para las familias sin conflictos excesivos = 3,2
(desviación estándar = 3,0).
b) Utiliza los siguientes topes para las puntuaciones altas:
Madres. Cualquier puntuación por encima de 8 se encuentra en el rango
problemático.
Padres. Cualquier puntuación por encima de 10 se encuentra en el rango
problemático.
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Adolescentes desafiantes y rebeldes
Russell A. Barkley y Arthur L. Robin con Christine M. Benton
No se permite la reproducción total o parcial de este libro,
ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión
en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico,
mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos,
sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción
de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito
contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes
del Código Penal)
Título original: Your Defiant Teen
Publicado en inglés por The Guilford Press, a division of Guilford Publications, Inc.
© del diseño de la portada, M.ª José del Rey, 2011
© The Guilford Press, a division of Guilford Publications, Inc., 2008
All rights reserved
© de la traducción, Paula García, 2011
© de todas las ediciones en castellano: Espasa Libros, S. L. U., 2011
Paidós es un sello editorial de Espasa Libros, S. L. U.
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Primera edición en libro electrónico (PDF): julio de 2011
ISBN: 978-84-493-2616-5 (PDF)
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