FRAGMENTOS Sin edición COLOMBIA ORÍGENES Aún siento la cálida concavidad-placenta de la arcilla cocida, acunando los sueños en el vientre fecundo de urdimbres ancestrales. Resuena en la memoria el tiple dominguero, el chucho, la esterilla, el rajaleña, oídos en compases, desde el vientre sagrado. En vasija de barro, terrígena y humana, durante nueve lunas fuimos amamantados, en la entraña fecunda, de sangre, sabia y magia. Y desde entonces somos, copleros y cantores, mestizos por la sangre, indígenas de entraña, quijotes por herencia, romanceros por data, Timancos por la lucha, Gaitanos por la rabia; Que no hubiéramos sido, sobre la tierra nada, sin tener el coraje de una raza sitiada, a la que solo queda la resistencia amarga. ----------------------------------------------------------------------------Mis brazos de yalcones y bravos andaquíes, de pijaos laboriosos con piel barrosa y ocre, no entienden la orfandad, maldicen la miseria que habita en estas tierras, fecundas y asoladas. No entienden el clamor ni el rugir lamentoso, del triste Magdalena, que perdió a sus mohanes, que ya no escucha cantos de tiples y cienpatas, de chuchos y alfandoques, de esterillas pintadas, de caránganos hechos de milenaria guadua, aun con la humedad y el musgo de la savia. Mis pies como mis manos, tan mestizos, tan ágiles, ya fueron bendecidos para hender el arado, para echar la semilla y ver vibrar los surcos, con ideal y utopía puestos como legado que sin discurso alguno los viejos nos dejaron; hoy ya nada atesoran, estas huesudas manos, solo arena y nostalgia, en destierros amargos, sin bambuco y pasillo; ya todo está olvidado, sin guabina, ni copla; solo sombras y espanto; ahora ya nada queda, solo moho en los ranchos. Solo este triste exilio… Solo desolaciones. -----------------------------------------------------------------------Mi memoria tan frágil, se colgó en el pasado, se quedó entre las selvas con su embrujo y su canto, entre el grito altanero de maiceros y pájaros, de tucanes y loros, guacamayas y patos. Acarician tus selvas mi recuerdo de ingrato, el ordeño, el maizal, el pelo ensortijado de mi pequeño hijo libre sobre los campos. Estar en el corral, a mi madre abrazado, bautizando al becerro que recién ha alumbrado, sin saber que se acercan buitres de oscuras manos a hacer de los labriegos una fuga de espantos. Después, sólo la pólvora, el éxodo y el miedo Testigos de la infamia, el dolor y el quebranto. Desoladas las tierras, asolados los campos… Más, de nuevo he soñado que voy por los riachuelos; huelen las alicóneas a su dulce embrujado, cantan, vuelven los trinos, renacen los rebaños, y esta angustia del pecho se deshace en las manos, mientras la lluvia cae besando a los ancianos que ven volver al hijo, sin torturas ni llanto, a besar sus mejillas y a tomar el arado.