Three Women de Robert Altman

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Una historia de frustración y filiación social
Three Women
de Robert Altman
Escrito por Gerson Vanegas Rengifo
Quizá uno de los elementos más importantes que permitan entender el cine hecho
por Robert Bernard Altman (1925-2006) s
humor, un humor bastante negro y profundo, reflexivo pero juguetón, que logra cautivar tanto a espectadores como críticos por
igual, sin caer en el facilismo, la indiferencia o el rápido olvido que pueden provocar
las situaciones y temas abordados en sus
películas. Su filmografía comprende varias
películas, que van desde la sátira a la
guerra de Corea (1950-1953) con M.A.S.H.
(Ibídem, 1970, de la que luego se crearía
una exitosa serie de televisión en los Estados Unidos que duraría más de diez años al
aire) hasta trabajos con una visión crítica
sobre aspectos de la vida norteamericana
reciente (el consumismo, la soledad, la
fama, entre otros) como son Three Women (Tres mujeres, 1977), Short Cuts (Vidas Cruzadas, 1993, la más
reconocida y laureada por el público y la crítica) y Prêt-tà-porter (1994) quizá la menos apreciada de todas las
cintas que dirigió.
Sin embargo, Altman también se interesó por otros
asuntos, mucho más convencionales entre los realizadores de cine norteamericanos como la relación entre la
sociedad y el crimen en The Long Goodbye (El largo
adiós, 1973, basada en la novela homónima del escritor
Raymond Chandler), The Player (El Juego de Hollywood,
1992) y Gosford Park (Crimen de Medianoche, 2001), los
curiosos acercamientos al mundo de la música country y
del western con Nashville (1975) y Buffalo Bill and the
Indians (Buffalo Bill y los Indios, 1976) e incluso el bioepic, un sub-género del cine que vuelve a tener popularidad dentro de Hollywood en estos días, con The James
Dean Story (1957) uno de los primeros proyectos cinematográficos de Altman, la miniserie de televisión Vincent and Theo (1990) sobre el conflictivo vinculo de los
hermanos Van Gogh y el filme Kansas City (Ibídem,
1996) en donde músicos de jazz actuales interpretan la
obra y algún momento de las vidas de sus ídolos musicales del pasado.
Confieso que vi Three Women hace mucho tiempo y
no entendí mucho en qué consistía. Sólo recordaba
unas cuantas escenas, pero sin sentido alguno para mí.
Tenía catorce años de edad entonces. Quince años después he vuelto a verla y ha sido una experiencia totalmente distinta a la de la primera vez. Hay un elemento
en esta película que se me había pasado por alto en
esa ocasión y que ahora considero de importancia
mencionar para al menos intentar comprenderla, dada
la no menos extraña singularidad de sus personajes y
de la trama: el agua.
La presencia del agua en una obra artística, como sugieren los diccionarios sobre símbolos, no sólo se relaciona con la capacidad de desear, de ensoñación presente en su imagen, sino con el poder de crear y quitar la
vida, situación que la asocia con la figura femenina,
además de la condición purificadora y regeneradora clásica de este elemento en la naturaleza. El agua será entonces un aspecto a tener en cuenta pues Altman volverá sobre ese tópico quince años después, en Short Cuts,
gracias al sitio que ocupa en uno de los relatos de Raymond Carver (1938-1988) en el que se basa el guión de
ese filme.
Justamente Three Women se inicia en una piscina de
un aislado Centro de rehabilitación geriátrica llamado
Desert Springs, que está ubicado en el desierto californiano, lo que subraya aún más la aridez y superficialidad
tanto de las relaciones que se dan entre los empleados y
los ancianos del establecimiento como de la búsqueda
de una identidad emprendida por Pinky Rose (Sissy
Spacek) al intentar imitar en casi todo a Mildred "Millie"
Lammoreaux (Shelley Duvall), su compañera de trabajo
en el Centro. Incluso en los nombres de los dos personajes hay una connotación claramente despectiva, pues
Pinky Rose (literalmente “Rosado Rosa”, pues es el color
del vestido que lleva puesto durante casi toda la pelícu
la) suena menos serio y refinado que Mildred Lammoreaux. Además de ellas, en el Centro trabaja una pareja
de gemelas que Pinky confunde todo el tiempo y otras
dos mujeres que se empiezan a parecer poco a poco,
pues lucen el cabello muy corto, caminan juntas y
hablan de la misma manera por los pasillos del lugar.
Tanto la presencia de ancianos y de enfermeras casi
adolescentes a su cuidado permite contrastar también
dos fases de la vida humana que a pesar de su cercanía
diaria dentro de la institución geriátrica no se comunican realmente: la vejez y la juventud. Entre ellos se ha
instalado un trato que acentúa la confusión, la rutina, la
melancolía y la indolencia que se traduce en una visión
estereotipada de las personas -como ocurre con los médicos y la enfermera jefe al dirigirse a sus subordinadas-,
y por ende, en una desconfianza cada vez mayor en
cuanto a su capacidad laboral.
Pero ambos, viejos y muchachas, comparten a través
de la metáfora del agua cierta forma de muerte en tanto
amenaza de ruina física total para el caso de los ancianos
como de una vida intrascendente para las jóvenes. Esta
última característica es la que une a las dos protagonistas principales, a Millie y a Pinky, y es por eso que se
aferran, la primera, a sueños sin sentido o base real,
como tener propiedades y amantes, ser famosa y verse
atractiva siempre, la segunda, a querer ser y vivir como
su nueva y “agradable” amiga.
Luego de irse Pinky a vivir al apartamento de Millie,
ambas mujeres conocen a Willie (Janice Rule), quien está
casada con Edgar Hart (Robert Fortier), un actor retirado, que a pesar de su ocupación nunca fue importante o
exitoso. Willie, además de dirigir y atender el bar al que
llegan Millie y Pinky, llamado Dodge City, se dedica a
pintar en sus ratos libres (parece que es en la escena ini
cial de la película donde tiene su primera aparición,
pintando las figuras del interior de una piscina, que
resultará ser la del edificio donde viven Millie y Pinky. Al
conocer a Edgar, Millie se interesa por él, lo invita una
noche a su casa, obligando a Pinky a dormir en una
cama plegable (tiempo más tarde, ante la reconciliación
de ellas pasará lo contrario, Millie le cede su cama a
Pinky, lo que confirma la suplantación de la identidad de
su amiga) y a que ésta intente suicidarse lanzándose
piso en el que vive Millie, lo que al saberse, no sólo
provoca sentimientos de culpa en ella sino la ira de Willie
quien abandonará a su esposo para formar una quimérica familia con Millie y Pinky como “hija” y “nieta” respectivamente.
Como vemos, Millie quiere ser exitosa o sobresaliente
en todo lo que hace pero su miedo tanto a entablar una
conversación con alguien al que le importe escucharla de
verdad como al cambio de sus ideales sociales y culturales caducos (todo, desde las paredes de su apartamento,
el color de su carro y hasta sus vestidos son amarillos)
hacen que su vida no sea diferente a las de sus vecinos,
colegas y conocidos, y por supuesto, a las de Pinky y
Willie.
Las falsas expectativas sociales, las nulas habilidades
como ama de casa, su inexperiencia afectiva con todo
hombre que ve a su alrededor, no son más que rasgos
del problema o del conflicto que tiene Millie para distinguir la fantasía de la realidad. Además de proponer una
visión sombría pero poética sobre la vida de un grupo de
mujeres, Three Women destaca entre las producciones
de su época por su crítica a los prejuicios morales y a la
manipulación mediática de que son objeto las personas,
al menos en Norteamérica, ideas que el mismo director
mantuvo en el proceso de creación de Three Women al
construir con ayuda de los actores y de su equipo
artístico el guión de su película.
Shelley Duvall (1949), a quien muchos recordarán por
su papel de Wendy Torrance en The Shining (El resplandor, Stanley Kubrick, 1980) obtuvo por su interpretación
en Three Women el Premio a Mejor Actriz en el Festival
de Cine de Cannes (1977). En la década de los setentas,
Duvall fue considerada la actriz favorita de Altman, al
participar en siete de los filmes que el director norteamericano (Nashville, Buffalo Bill, Three Women,
Popeye, entre otros) realizó en esos años. A pesar de la
calidad y variedad de su filmografía, Altman, que fue
varias veces candidato al Óscar de la Academia como
Mejor Director, sólo recibió la estatuilla dorada de
manera honorífica meses antes de morir en Los Ángeles
en noviembre de 2006.
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