FAMILIA. RANUNCULÁCEAS. la frente, ojos vidriosos, la

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FAMILIA. RANUNCULÁCEAS.
la frente, ojos vidriosos, la inteligencia y la
palabra libres, algunas veces delirio, labios
violados, últimamente la muerte por parálisis. (Storck, Hahneman, Albano, Orfila, Giacomini, etc). Los mismos accidentes sobrevienen cuando se pone en contacto de la
membrana interna del recto, el tejido celular, y si se inyectan las venas con el zumo ó
estrado. Las esperiencias hechas por Wepfer, Courton, Sprocgel, etc., con diversos
animales han dado idénticos resultados.
La acción del acónito es esencialmente
asténica; sin razón se ha considerado aquella idéntica á la del opio, siendo tan diferentes que la una puede destruir la otra: la del
primero es antiflogística, mientras que la del
segundo es estimulante del sistema sanguíneo. Así que el mejor antídoto del envenenamiento por el acónito fué indicado por Lémery; este gran observador dijo que el acónito mata produciendo efectos análogos á
los de la vívora, y en su consecuencia, propuso medicamentos opiados y amoniacales,
tales como la triaca y la sal volátil de cuerno de ciervo; tanto Macrobio como Celso y
Plinio preconizaron el vino para corregir sus
efectos, y los Italianos no se alejan de este
precepto, prescribiendo los éteres, el alcohol y el opio, después de conocida la virtud
contra estimulante de él; cítanse en las
obras y revistas de terapéutica casos prácticos en comprobación de esta doctrina.
Mr. Tessier, que se ha dedicado al estudio
de los efectos de esta planta con toda detención, los caracteriza principalmente por
su acción sobre la piel; tiene, dice, una
propiedad eliminatriz particular sobre esta
membrana, que le hace útil como medicación especial, ó como simple elemento medicinal en todas las enfermedades, en las
que la perturbación de la actividad cutánea
juega un gran papel; no siendo un medicamento francamente antiflojístico, solamente en un gran número de dolencias, disminuye la frecuencia del pulso, calmando los
dolores que produce la fiebre, ó bien favorece la eliminación del principio mórbido
que la sostiene.
Fundándose pues en esta virtud perfectamente comprobada, está basado su uso en
algunas enfermedades inflamatorias, habiendo conseguido efectos muy satisfactorios
contra la disenteria, para cuyo tratamiento
lo empleó el Dr. Marbot; asimismo Mr. Cazin dice haber conseguido igual resultado en
Boulogñe-sur-mer, en cuya población apareció después del cólera, de manera que el
estado moral depresivo de sus habitantes, los
desarreglos nerviosos ocasionados por las
circunstancias en que se encontraban, no
permitían hacer uso de la sangria; pero añade, que en los sugetos atacados de aquella,
débiles, linfáticos, debilitados por afecciones
anteriores, no le produjo buen efecto, y sí el
opio. Mr. Roy ha conseguido idéntico resultado contra la misma en los casos en que
sospechaba un eretismo sanguíneo en el intestino recto; tanto este como Tessier convienen en que el acónito produce muy buenos efectos en el primer período de las fie bres eruptivas, y según el último es un remedio ventajoso en la erisipela de la cara,
las anginas, el catarro pulmonal agudo, la
gripe, el coqueluche, el reumatismo articular
y muscular, la gota, etc.
Si la propiedad antiflogística del acónito
está demasiadamente probada por la esperimentacion fisiológica y según los hechos terapéuticos observados, no puede ser sustituido ele una manera absoluta á las emisiones sanguíneas, reconocidas desde tiempo
inmemorial como el medio mejor para combatir las inflamaciones de marcha aguda y
franca, sobre todo en sujetos bien constituidos y vigorosos; en este caso, la acción terapéutica es directa, la de aquel indirecta,
siendo algún tanto difícil calcular su efecto
mas ó menos lento é irregular, y sujeto á la
idiosincrasia de los pacientes. Si esta consideración es muy de tener en cuenta, dícenos
á la par que es una temeridad en los homeópatas emplearla en todos los casos de inflamaciones agudas y congestiones sanguíneas,
en sustitución de la sangría. La razón y la
dignidad profesional, dice Mr. Cazin, han
hecho justicia á la terapéutica liliputiense
de Hahneman, que el crédulo amor á lo maravilloso acoje aun, y que el charlatanismo
sabe también esplotar.
A pesar de lo que dejamos consignado de su acción como antiflojístico, no todos
los prácticos convienen en ella en absoluto,
y le consideran con MM. Trouseau y Pidoux
como un estupaciente, por lo cual calma los
dolores en las neuralgias y reumatismos,
propiedad, según ellos, menor que la que
producen otros medicamentos cuyo uso es
trivial. Sin duda, añaden, puede determinar el sudor y modificación en estas secreciones, pero esto nada le distingue de la ci-
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