WITTGENSTEIN Contextualización histórica

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WITTGENSTEIN
Contextualización histórica
Wittgenstein nació en Viena en 1889 y muere en Cambridge en 1951. Fue
testigo de las dos Guerras Mundiales, de la Revolución Rusa, del auge de los fascismos
de Hitler de Mussolini y de la guerra civil española. Conocerá el auge social de las
clases media y de cómo irán influyendo en el ámbito político. A partir del siglo XX se
observará con mucha prevención las aportaciones de la ciencia y de la técnica, sobre
todo por las consecuencias catastróficas de su uso inadecuado y por sus aplicaciones
bélicas. Personalidades renombradas de esta época están Freud , Klimt, Mahler entre
otros. Filosóficamente hablando podemos hablar del historicismo de Dilthey, el
vitalismo de Nietzsche y el raciovitalismo de Ortega y Gasset, la fenomenología de
Husserl, el existencialismo de Heidegger y Sartre, la Escuela de Frankfurt y los
desarrollo lógicos de Frege y Russell.
El análisis del lenguaje formal. El primer Wittgensgtein. El Tractatus
El propósito de Wittgenstein es establecer los límites del lenguaje con el fin de
mostrar que hay aspectos de la realidad a los cuales no podemos acceder
convenientemente por medio del lenguaje lógico o científico. El lenguaje es el límite de
nuestro mundo, porque solamente puede expresar hechos, y lo que no son hechos como
sentimientos, Dios, Ética, etc. Constituyen el sinsentido del lenguaje. El pensamiento
de este filósofo se divide en dos apartados diferentes que permiten hablar de un primer y
segundo Wittgenstein.
Wittgenstein se interesa por el lenguaje en cuanto que constituye un camino
seguro hacia un saber que, como tal, no puede ser expresado: el metafísico. Como esta
terea requiere explicar la naturaleza de la proposición, se traslada a Cambridge a
estudiar con Russell y Moore que trabajan sobre ello.
Durante la primera Guerra Mundial, Wittgenstein redacta el Tractatus LógicoPhilosophicus. En esta obra y partiendo del isomorfismo entre el pensamiento, el
lenguaje y la realidad, analiza el lenguaje bajo dos supuestos fundamentales:
1. Que la estructural del lenguaje es revelada por la lógica de acuerdo con la teoría
de la función de verdad.
2. Que la función esencial del lenguaje es representar el mundo, según la teoría
figurativa del lenguaje.
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Wittgenstein afirma que la filosofía consta de lógica y metafísica. En lógica, las
proposiciones son tautológicas y, por tanto, vacías. En sí mismas son siempre
verdaderas y nada de cuanto acontece en el mundo puede refutarlas porque nada dicen
acerca de él. La lógica es pudo cálculo a priori que determina si ciertas combinaciones
de símbolos son válidas o no. La lógica no describe el mundo. Sin embargo, dada su
trascendencia, es condición necesaria para describirlo, porque sus principios, que son
los más normativos y necesarios, nos dicen cómo pensamos, cómo se nos presenta el
mundo. La lógica constituye así la base de la epistemología, y se puede aplicar a
cualquier sistema lingüístico que pretenda describir la realidad.
De acuerdo con esto, si reflexionamos sobre los fundamentos de la lógica, podremos
desentrañar los rasgos generales con los que se nos presenta la realidad, ya que las
proposiciones por sí mismas muestran su sentido y podemos determinar si son
verdaderas o falsas de acuerdo con el estado de cosas que representan. Podemos aplicar
la lógica a nuestras proposiciones, contrastándolas con los acontecimientos del mundo:
los límites de mi lenguaje significan los límites del mundo. Conectamos, pues, con el
mundo por medio del sentido que tienen nuestras proposiciones, por medio de la
estructura lógica del lenguaje. Nuestro lenguaje conecta con el mundo porque los
nombres tienen referencia: están en lugar de los objetos, se refieren a ellos. La
proposición figura, es decir, representa la realidad. Por tanto, la relación figurativa
consiste en la coordinación de los elementos del signo proposicional, esto es, los
nombres, con los elementos del posible estado de cosas que se describe, es decir, los
objetos. Cuando pensamos, lo que hacemos es proyectar unos signos proposicionales
sobre un posible estado de cosas, es decir, establecemos una relación biunívoca:
PENSAMIENTO -------------------------------- REALIDAD
Proposiciones
--------------------------------
Hechos o estado de cosas
El pensamiento es intencional, se refiere a algo distinto de sí mismo, a la
realidad como conjunto de hechos que acontecen. Como el pensamiento se expresa por
medio de signos o palabras que constituyen proposiciones, se deduce que la
proposición (signo) es un modelo de la realidad tal como la pensamos que representa
un estado de cosas determinadas, esto es, un hecho. Si este estado de cosas es real,
decimos que la proposición es verdadera; en caso contrario, es falsa. Tanto una como
otra tienen sentido, por cuanto describen hechos. Las proposiciones que no describen
hechos carecen de sentido, no describen ninguna relación entre objetos. Es el caso de las
proposiciones lógicas en tanto que vacías de contenido y que, sin embargo, constituyen
la forma de nuestro lenguaje, y de las proposiciones filosóficas como las de la
metafísica, ética, estética, etc., que tratan en vano de ir más allá de los hechos, de
franquear los límites del mundo, o lo que es lo mismo, del lenguaje, lo cual es del todo
imposible.
Tradicionalmente, la Filosofía se venía considerando como una teoría que servía de
fundamento para los demás conocimientos. Dentro de esta concepción de la filosofía, la
lógica tenía un carácter meramente instrumental. Wittgenstein aporta a la Filosofía un
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cambio de perspectiva. Para él, la Filosofía ya no es una teoría, sino que es una
actividad lógica que muestra qué proposiciones son verdaderas o falsas y qué
proposiciones carecen de sentido. Las primeras constituyen la ciencia natural, mientras
que las segundas son las que tradicionalmente se han venido aplicando a la Filosofía. A
la Filosofía le corresponde determinar lo
que se puede decir.
De aquí que cuando sus proposiciones van más allá de los límites del lenguaje,
traspasan el campo de la lógica y carecen de significado, son proposiciones sinsentido.
Wittgenstein, al establecer las relaciones lenguaje-realidad, nos sitúa en el ámbito de
lo que tan sólo puede ser mostrado, único ámbito capaz de proporcionarnos los valores
que deben orientar nuestra conducta. Por esto, Wittgenstein abandona la especulación
filosófica para tratar de vivir conforme a los dictámenes de su conciencia. En el
Tractatus todas las proposiciones tienen igual valor, sin que el sentido del mundo se
revele en ninguna. Así, si fuera posible la respuesta a todas las cuestiones científicas,
seguiría pendiente el problema del sentido del mundo. Este sentido no está en el mundo,
sino fuera de él. Ese es el territorio de la ética, de la estética y de la religión. Sus
proposiciones expresan valoraciones que no aluden a ningún hecho; de ahí que no
puedan ser expresadas proposiciones con sentido. L ética, como la lógica, es
trascendental, es una condición del mundo: sin valores morales no hay mundo. De cómo
es el mundo nos habla la ciencia, pero lo importante no es cómo sea el mundo, sino que
sea. Dicho de otra forma, la ética no cambia los hechos, pero sí los límites del mundo
hasta hacerlo distinto según seamos felices o infelices. El sentido de la vida, el territorio
de la ética y de la religión, lo místico y trascendente, es sentir el mundo como un todo
limitado, pero eso no puede decirse, sólo puede ser mostrado. Por eso, la filosofía, una
vez cumplida su función esclarecedora se revela como un sinsentido al no poder mostrar
el sentido de sus proposiciones. Esto, paradójicamente, ocurre cuando se ha
comprendido el mensaje. En las Investigaciones filosóficas varía la función de la
filosofía, no se busca un lenguaje ideal, sino establecer los usos cotidianos para poder
aclarar los que estén confusos.
Investigaciones filosóficas. El análisis del lenguaje ordinario. El
segundo Wittgenstein
Tras escribir el Tractatus, Wittgenstein se dedicó a ser maestro de escuela,
jardinero e incluso arquitecto. En 1929 vuelve a Cambrigde, donde se abre una nueva
etapa, la del segundo Wittgenstein, que es como se la conoce habitualmente.
En esta nueva etapa, Wittgenstein sigue reflexionando sobre la determinación del
sentido de nuestras proposiciones lingüísticas. No obstante, ahora está convencido de la
imposibilidad de determinar el sentido de las proposiciones mediante la lógica y, por
tanto, que tampoco las convenciones básicas de nuestro lenguaje estén justificadas por
algunos rasgos del mundo. Wittgenstein analiza ahora el lenguaje ordinario y, en su
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segunda obra, Investigaciones filosóficas, tras criticar la lógica como único lenguaje con
sentido, expone sus nuevas teorías que tienen como ejes centrales la Teoría de los
juegos del lenguaje y la Teoría de la determinación del sentido por el uso.
En general, el significado de las palabras depende de lo que nosotros hacemos con
ellas, del contexto o de las situaciones que queremos describir. En definitiva, las
palabras tienen el significado que alguien les da, de acuerdo con un aprendizaje y con
un ejercicio. El lenguaje es una actividad que se lleva a cabo siguiendo unas reglas. El
lenguaje es, así, como un juego y, entonces, habrá tantos lenguajes como juegos
lingüísticos seamos capaces de recrear. Por tanto, si queremos elaborar una teoría del
significado, tenemos que analizar lo que hacemos con las palabras. Así pues, en toda
práctica lingüística aparecen determinadas expresiones entrelazadas con una serie de
actuaciones. Wittgenstein llama juego de lenguaje al todo formado por el lenguaje y
las acciones con las que está entretejido.
Las palabras presentan multitud de funciones que se diferencian sólo, por lo que
hacemos con ellas: son como las herramientas de una caja. En apariencia, todas son
uniformes, pero cuando las utilizamos nunca se nos presentan con tanta claridad.
En una caja de herramientas hay herramientas con una función específica, pero cada
herramienta puede servir para otra función distinta de la suya. De igual forma, una
palabra puede tener diversos usos o funciones comunicativas. Decir que las palabras
describen el mundo es atender a uno solo de sus usos. Ahora se defiende una pluralidad
de propósitos en el uso de la lengua. El significado de una palabra o expresión sólo
puede determinarse teniendo en cuenta el uso que se hace de ella: son los juegos del
lenguaje. Una palabra es como una pieza de ajedrez y para entender qué es una pieza de
ajedrez hay que entender el juego en su conjunto. El significado de una palabra no es
otra cosa que el lugar que ocupa en un juego del lenguaje = conjunto de actividades
definidas por unas reglas determinadas que gobiernan los diversos usos de las palabras
en nuestro lenguaje. El significado de una palabra viene determinada por su uso en el
lenguaje cotidiano.
Con el lenguaje no solamente nombramos objetos, sin que también damos
órdenes, describimos formas, fabricamos objetos de acuerdo con dibujos, relatamos
sucesos, hacemos conjeturas, formulamos y comprobamos hipótesis, presentamos lo
experimentos mediante tablas y diagramas, historias , contamos chistes, traducimos de
un lenguaje a otro, suplicamos, agradecemos, maldecimos, saludamos, etc. Así, con el
lenguaje hacemos las cosas más diversas sin que podamos determinar ni un lenguaje
único, ni una definición que los englobe a todos, porque continuamente lo estamos
recreando. Lo único que tienen todos los posibles lenguajes en común es cierto parecido
de familia que nos permite relacionarlos entre sí. Wittgenstein sostiene que el lenguaje
no solamente es algo necesario para poder vivir, para comunicarnos con los otros o para
describir la forma que representa el mundo, sino que antes de todo eso, el lenguaje es un
modo de hacer, de concebir el mundo, es una forma de vida: la expresión juego de
lenguaje debe poner de relieve que hablar el lenguaje forma parte de una actividad o
de una forma de vida.
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Si el lenguaje, al igual que el juego, constituye una actividad, no puede afirmarse sin
más, como hacía el primer Wittgenstein, la existencia de un único modelo de lenguaje
como era el formal y referencial. Tampoco cabe que haya un único juego de lenguaje
con significado, como serían el lógico y el científico. Hay muchos lenguajes con
significado, tantos como enfrentamientos tenemos con las cosas. Toda actividad
lingüística, como todo juego, exige el seguimiento de unas reglas, más o menos
convencionales, que lo hacen posible. Estas reglas no son fijas, sino que dependen de
la situación a la que tratamos de responder. Es el uso el que determina el significado en
función de las jugadas. Las reglas de uso muestran la dirección que ha de seguirse, pero,
a la vez, deberán ir acompañadas de un esquema que determine su aplicación.
Seguir una regla es análogo a obedecer una orden. Las reglas explicitan la relación
interna existente entre el significado de las palabras y el hecho de que debemos
utilizarlas de cierta manera en determinadas circunstancias. La práctica del lenguaje es
una habilidad que se adquiere con el aprendizaje y se desarrolla con el uso,
respondiendo a las diversas situaciones que a diario nos presenta la vida.
En conclusión, si queremos determinar el significado de las palabras, debemos
atender, en primer lugar, a cómo las usan de hecho los hablantes del lenguaje: ¡No
preguntes por el significado, pregunta por el uso! Para realizar esta tarea Wittgenstein
propone, como objetivo de la actividad filosófica, el análisis del uso correcto del
lenguaje con el fin de curar sus enfermedades. El lenguaje es un juego en el que
tomamos parte, juego que genera expectativas recíprocas de las personas. Los juegos
del lenguaje remiten a la comprensión de la forma de vida en la que están
inmersos. Dichos juegos implican una serie de reglas gramaticales, las cuales son
producto de una práctica en el contexto de la vida cotidiana. No siempre están claras ni
deben cubrir todos los huecos. En este sentido Wittgenstein diferencia entre:


Gramática superficial: Analiza la función sintáctica. Distingue dos
generalizaciones empíricas en las proposiciones: todas las rosas tienen espinas
(puedo imaginar una rosa sin espinas), pero todos los listones tienen longitud (no
podemos imaginar listones sin longitud). La primera es proposición experimental,
la segunda es conceptual.
Gramática profunda: Contiene el sentido de las proposiciones.
La filosofía como terapia del lenguaje
Para determinar el sentido de las proposiciones, Wittgenstein propone analizar los
criterios de los diversos usos o juegos del lenguaje, examinando asimismo las reglas que
determinan su funcionamiento. Ya no existe un criterio único y preciso de significado.
Tampoco podemos identificar previamente las proposiciones que tienen sentido frente a
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las que no las tienen. Tendremos que determinar las proposiciones con sentido de
acuerdo con las reglas seguidas para su constitución.
Si analizamos el lenguaje de este modo, constatamos que los problemas filosóficos
surgen como consecuencia de una mala interpretación de los usos del lenguaje y que
se resuelven cuando descubrimos el hechizo que nuestra inteligencia padece por causa
de la fuerza arrolladora de las imágenes que constituyen el lenguaje.
La investigación filosófica es una investigación gramatical. Si usamos mal las
palabras, surgen malentendidos porque jugamos con ellas un juego que no les
corresponde. Esto ocurre cuando usamos palabras como ser, objeto, conocimiento, yo…,
para tratar de captar la esencia de las cosas. En tales casos, la filosofía reconduce esas
palabras a su empleo cotidiano. Por tanto, cuando hablamos, tenemos que recurrir al
lenguaje de cada día. Por su parte, la filosofía debe describir el uso eficiente del
lenguaje, puesto que todo lo que deseamos decir puede ser dicho con el lenguaje
ordinario. Desde este punto de vista, un problema filosófico tiene la forma: no sé salir
del atolladero. En esta situación, el objetivo de la filosofía es mostrar a la mosca la
salida de la botella cazamoscas.
Los problemas lingüísticos, los sinsentido, adquieren ahora la categoría de síntomas
de una enfermedad que la filosofía debe diagnosticar y curar, hacerlos desaparecer por
completo, comprendiendo que se ha ido más allá de los límites del lenguaje. La
filosofía se convierte así en una terapia del lenguaje y asume una función terapéutica
que desvela el mal uso o incorrección que ha ocasionado el problema filosófico y lo
disuelve. Se trata de remediar la perplejidad y angustia causadas por el uso incorrecto
del lenguaje, de comprobar si el uso que se hace de las palabras está fuera del lenguaje
al que pertenece, de analizar nuestras formas de expresión y corregir el mal uso del
lenguaje adaptándolo en cada momento, revisar las palabras que expresan los
conceptos filosóficos, evitar los posibles malentendidos del lenguaje, analizar las
formas de expresión en el lenguaje ordinario, evitar que el lenguaje marche en el
vacío, entender el lenguaje como una caja de herramientas y comprender que los
problemas del lenguaje no son empíricos, sino lingüísticos. La labor del filósofo es
resolver los problemas del lenguaje corrigiendo el mal uso que de él se hace.
En resumen, en cuanto hablantes, tenemos una identidad que se ve siempre
afectada por el uso del lenguaje. La acción fija cómo comprendemos y qué es lo
queremos decir. De ahí que Wittgenstein insista en la necesidad de trabajar el
lenguaje.
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