LA POBLACIÓN ESPAÑOLA • Las fuentes demográficas y la distribución de la población. La geografía de la población estudia las relaciones entre la población y el espacio. Las fuentes demográficas permiten analizar la distribución de la población y sus desequilibrios espaciales. 1.1 Las fuentes demográficas. La demografía analiza la población cuantitativamente, a partir de los datos proporcionados por las fuentes demográficas: • El censo es el recuento individualizado de la población del país en un momento determinado. Recoge datos demográficos, económicos y sociales de la población: sexo, edad, estado civil, lugar de nacimiento, nacionalidad, lengua hablada, nivel de instrucción, características económicas. El censo se realiza en España cada diez años. ( Desde 1981, en los años acabados en 1 ). • El padrón municipal es el registro de los vecinos de los términos municipales; es un documento dinámico y debe actualizarse permanentemente. Recoge también datos demográficos, económicos de la población. Estos datos se actualizan el 1 de enero de cada año. • El registro civil anota nacimientos, matrimonios y defunciones. Sus datos pasa al INF, que elabora con ellos libros de movimientos natural de la población. 1.2 La distribución de la población. Los desequilibrios espaciales. Los habitantes que posee España están distribuidos irregularmente. Para expresar esta distribución irregular se utiliza el término densidad de población. La densidad de población española ha ido aumentando a lo largo de los años. Esto produce unos desequilibrios fuertes espaciales entre áreas de concentración y áreas de despoblamiento. Las grandes áreas de poblaciones se localizan en Madrid, en la periferia peninsular y en ambos archipiélagos. Las grandes área de vacío se sitúan en el interior de la península y en el interior de Galicia y de las comunidades del Cantábrico. El origen del desequilibrio de la población se remonta a la Edad Moderna, las densidades más altas estaban en el centro−norte peninsular. La crisis económica y demográfica del siglo XVIII la situación se había invertido y eran regiones costeras e insulares las de más altas y las interiores las de menos densidades. En el siglo XIX se consolidó el desequilibrio: aumentaron su peso Madrid y las regiones periféricas, en unos casos por su alto crecimiento natural y en otros por la instalación de industrias que atrajeron población del interior. En el siglo XX se agudizaron los contrastes, especialmente en la década de 1960, durante la cual crecieron las regiones industriales y las áreas turísticas mediterráneas e insulares, gracias a las migraciones hacia ellas desde las zonas interiores. Desde 1975 se redujeron las diferencias, a causa de la desindustrialización y el paro provocados por la crisis económica. Las áreas industrializadas receptoras de inmigración perdieron su capacidad de atracción y crecieron por debajo de la media o ligeramente por encima, mientras que en las zonas emigratorias disminuyeron las salidas e incluso se recibieron emigrantes retornados. Las tendencias actuales, marcadas por la primacía de los servicios, la difusión espacial de la industria, la agricultura tecnificada y el desarrollo endógeno, a la consolidación demográfica de Madrid, del eje 1 mediterráneo que se prolonga hasta Andalucía y del valle del Ebro. La crisis industrial y minera ha provocado fuertes descensos en la cornisa cantábrica. • El movimiento natural de la población. El movimiento natural de la población es el crecimiento o decrecimiento de la población de un lugar por causas naturales, es decir, por balance entre la natalidad y la mortalidad. El crecimiento natural o vegetativo es la diferencia entre la natalidad y la mortalidad. 2.1 Los regímenes demográficos. En la evolución del movimiento natural de la población española se distinguen diversas etapas o regímenes demográficos a lo largo de los cuales la natalidad, la mortalidad y el crecimiento natural presentan características homogéneas. Dichas etapas son el régimen demográfico antiguo, la transición demográfica y el régimen demográfico moderno. El paso de unas a otras se ha producido con retraso respecto a otros países europeos. 2 El régimen demográfico antiguo: hasta principios del siglo XX Se caracteriza por las altas tasas de natalidad y de mortalidad y en un crecimiento natural bajo: • La natalidad presentaba valores elevados a principios del siglo XX, aunque experimentó un descenso a partir del último tercio del siglo XIX. La alta natalidad se debía al predonimio de una economía y una sociedad rurales. Tampoco existían sistemas eficaces de control de natalidad. La natalidad podía hundirse en momentos de hambre guerra. • La mortalidad general era alta y oscilante, aunque desde la década de 1870 experimentó también un ligero descenso. Sus causas eran el bajo nivel de vida y las precarias condiciones médicas y sanitarias. La dieta alimenticia era escasa y desequilibrada. Como consecuencia, la mayoría de la población esta mal nutrida. Las enfermedades infecciosas transmitidas a través del aire o del agua, el atraso de la medicina, el desconocimiento de las vías de transmisión de enfermedades y la falta de higiene privada y pública. Había momentos de mortalidad catastrófica, causada por epidemias, guerras y malas cosechas, que provocaban la subida del precio del grano y el hambre y la muerte. • Como resultado de las altas tasas de natalidad y de mortalidad, el crecimiento natural era bajo debido a las crisis sobre mortalidad. La transición demográfica: 1900−1975. 3 El paso del régimen demográfico antiguo al actual se llama transición demográfica. Se inició más tarde que en otros países de Europa occidental, pero tuvo mayor intensidad. Esta etapa se caracteriza por una disminución de la natalidad, un brusco descenso de la mortalidad y , en consecuencia, un elevado crecimiento natural. A ) La natalidad descendió de forma suave y discontinua en relación con los acontecimientos históricos principales. Los principales descensos de la natalidad coincidieron con estos momentos: • La crisis económica de 1929 y la inestabilidad política de la Segunda República. • La Guerra civil y la posguerra. • Los años finales del desarrollismo. B ) La mortalidad general descendió notablemente y de forma constante durante la transición demográfica. La causa fue la reducción de la incidencia de los principales factores de riesgo de perder la salud, gracias a los avances médicos y sanitarios y la elevación del nivel de vida, educativo y cultural. C ) Como consecuencia, el crecimiento natural de la transición fue alto; la mortalidad descendió y la natalidad pasó por dos máximos separados por la Guerra civil. Desde 1970, el crecimiento se recortó porque la mortalidad decrecía suavemente mientras que la natalidad disminuía deprisa. El régimen demográfico actual : a partir de 1975. Se caracteriza por bajas tasas de natalidad y de mortalidad y por un escaso crecimiento natural. A ) El hundimiento de la natalidad se inició en 1975 y ha sido más tardío y brusco que en el resto de los países de Europa occidental. La tasa actual de natalidad es muy baja, reflejando un comportamiento maltusiano cuyas causas han sido la situación económica desde 1975, el cambio de mentalidad en la sociedad española a partirá de la transición a la democracia y la elevación del nivel de vida, educativo y cultural: • La situación económica que siguió a la crisis hizo reducir los nacimientos a las parejas ya existentes y retraso la edad del matrimonio ante la dificultad de encontrar trabajo. La precarización de los contratos laborales y el alto precio de compra y alquiler de viviendas ha impedido a los jóvenes emanciparse. • El cambio de mentalidad se dio a partir de 1975 con la disminución de la influencia religiosa, la despenalización y difusión de los anticonceptivos, la despenalización del aborto, el nuevo papel social 4 de las mujeres, la preponderancia de las relaciones de pareja sobre las reproductoras y de cuidado de los hijos, y el desarrollo de formas familiares distintas al matrimonio. • El aumento de nivel de vida ha supuesto un progreso en la protección social y en el nivel cultural. La aspiración a mejoras materiales compite con los gastos y la dedicación que requieren los hijos. B ) La mortalidad se mantiene en cifras bajas. Las causas de la mortalidad general han cambiado. Disminuye la importancia de las enfermedades infecciosas y aumentan las llamadas tres C ( enfermedades cardiovasculares, cáncer y accidentes de carretera ). La mortalidad infantil es también baja. C ) El crecimiento natural actual es muy pequeño como consecuencia de las bajas tasas de natalidad y mortalidad. 2.2 Los desequilibrios territoriales Actualmente las tasas de crecimiento natural, natalidad y mortalidad son bajas, pero hay destacados contrates regionales debido a las migraciones de las provincias interiores a las periféricas y Madrid durante los años sesenta. En lo que respecta a tasas de natalidad cabe distinguir: • Comunidades con tasas de natalidad claramente superiores a la media: El sur peninsular, Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla. • Comunidades con tasas de natalidad ligeramente superiores a la media: Extremadura y Castilla−La Mancha. • Comunidades con tasas de natalidad muy por debajo de la media: Galicia, Aragón, País Vasco, Asturias, Cantabria, En cuanto a la mortalidad: • Comunidades con tasas de mortalidad claramente superiores a la media: las envejecidas por el éxodo rural o las crisis industriales, como Galicia, Asturias, Cantabria y el interior peninsular. • Comunidades con tasas de mortalidad inferiores a la media: Andalucía, Murcia, Ceuta y Melilla (tradicionalmente fatalistas) y Madrid (fuertemente inmigratoria). En relación con el crecimiento natural: • Comunidades con crecimiento natural muy superior a la media: sur peninsular, Baleares, Canarias, Ceuta, Melilla y Madrid. • Comunidades con crecimiento natural claramente inferior a la media: Galicia, Castilla y León, Aragón, Asturias, Cantabria. 3. Los movimientos migratorios Migraciones son los movimientos de población en el espacio. Podemos distinguir entre emigración (salida de población desde su lugar de origen) e inmigración (llegada de población a un destino). 5 3.1 Las migraciones interiores Son los movimientos dentro de las fronteras del país y podemos diferenciar las tradicionales (hasta 1975) y las actuales. Migraciones interiores tradicionales Se desarrollaron entre el último tercio del siglo XIX y la crisis económica de 1975. Los protagonistas fueron los campesinos que se desplazaron a las grandes ciudades industrializadas por motivos de trabajo. Cabe distinguir entre dos tipos de migraciones tradicionales: las estacionales y temporales y el llamado éxodo rural. • Migraciones estacionales y temporales: Se dieron en el último tercio del siglo XIX y en la década de los sesenta. Consistían en desplazamientos a otras áreas rurales para realizar labores agrarias o desplazamientos a las ciudades en la época en la que el campo no daba tanto trabajo. • El éxodo rural: Tuvo lugar entre 1900 y 1975 y consistió en el desplazamiento, definitivo o de larga duración, de los campesinos a las zonas más industrializadas en busca de mejores condiciones (trabajo, salarios, sanidad, ingresos más altos, mayor libertad,). Se pueden distinguir cuatro etapas: ♦ En el primer tercio del siglo XX: Estuvo motivado por el exceso de brazos en el campo y el inicio de la mecanización agrícola, además se vio favorecido por la gran oferta de trabajo de las zonas industriales. ♦ Durante la Guerra Civil y la posguerra: En la Guerra hubo grandes problemas de abastecimiento en las grandes ciudades y la industria sufrió destrucciones. Durante el franquismo se fomentó la permanencia de la población en el campo. Además, el aislamiento y estancamiento económico provocaron una masiva reducción de puestos de trabajo en la industria. ♦ Entre los años 1950 y 1975: El éxodo rural alcanzó su mayor volumen gracias al crecimiento demográfico y a la crisis de la agricultura. El desarrollo de la industria volvió a dar lugar a nuevos puestos de trabajo y el boom turístico ofertó también múltiples puestos en el litoral mediterráneo. ♦ Desde 1975: El éxodo rural decayó. La crisis de la industria provocó la vuelta al campo de muchísimas personas, ya que la vida en el campo es la más barata. ♦ Actualmente: los mayores saldos migratorios corresponden a Baleares, Canarias y regiones del litoral mediterráneo, sobre todo gracias al turismo. Es posible que se produzca un nuevo éxodo rural como consecuencia de la modernización del sector agrario. Migraciones interiores actuales Desde la crisis de 1975, la inmigración clásica pasó a tener características muy distintas: el origen de los inmigrantes ya no era mayoritariamente rural, sino que procedían de los municipios urbanos y buscaban las ciudades medias o pequeñas y no las grandes ciudades. Tanto los motivos de migración como el perfil de los inmigrantes son diversos, por lo que podemos enunciar diferentes corrientes migratorias: • Migraciones residenciales: Son principalmente intraurbanas (entre las ciudades centrales y sus cinturones periféricos). Afectan a parejas recientes y jóvenes que buscan viviendas baratas y con mejores condiciones medioambientales. • Migraciones laborales: Responden a motivaciones de trabajo, suelen ser interurbanas y las direcciones el arco mediterráneo y el valle del Ebro. Afecta a adultos jóvenes poco cualificados o a trabajadores cualificados en el sector servicios. • Migraciones de retorno rural: Supone un regreso de la población a los municipios rurales. Están protagonizadas por antiguos emigrantes de la época del éxodo rural que han alcanzado la edad de jubilación, por tanto se observa un envejecimiento de la población. • Movimientos habituales de la población: Desplazamientos más o menos habituales que hace la 6 población por motivos de trabajo y ocio. El trabajo ocasiona movimientos pendulares de casa al lugar de trabajo. Los movimientos de fin de semana y turismo son motivados son provocados por la necesidad de buscar ocio fuera de la rutina. Consecuencias de las migraciones interiores • En el plano demográfico, son las responsables de los desequilibrios en la población: vaciamiento del interior y grandes densidades en la periferia. Influyen también en la estructura por sexo y edad de la población: elevan la tasa de masculinidad de las áreas, dificultando la formación de familias y causan el envejecimiento de las zonas rurales, rejuveneciendo la población urbana. • En el plano económico, en las áreas rurales, las emigraciones permitieron aumentar en un primer momento los recursos de la población, pero más tarde se genero una deseconomía de subpoblacion, ya que, descendió la productividad y el rendimiento. En las ciudades, la emigración provocó deseconomías de congestión: problemas de suelo urbano, de vivienda... • En el plano social se produjeron problemas de asimilación, al pasar, los emigrantes de u comunidad rural con valores tradicionales, a la sociedad urbana y competitiva. • En el aspecto medioambiental, en las zonas de procedencia de los emigrantes, quedaron abandonados ecosistemas tradicionales lo que supuso el deterioro medioambiental. En las grandes ciudades, el crecimiento acelerado de la población creó problemas de contaminación atmosférica, ruido... 3.2 Las migraciones exteriores Son los movimientos de población fuera de las fronteras del propio pais. Podemos diferenciar dos tipos: transoceánicas y la realizada a Europa. La emigración transoceánica Se dirigió principalmente a América Latina y secundariamente a los Estados Unidos, Canadá y Australia. Se pueden distinguir dos etapas de auge y dos de crisis: • La primera etapa de auge comprende desde mediados del siglo XIX hasta la I Guerra Mundial: la emigración hacia América, se había reducido bastante debido a la política populacionista de los Borbones, que puso trabas a la emigración. La mayor parte de la emigración era de procedencia gallega, asturiana y canaria y estuvo causada por la estructura agraria del lugar de origen que impedía trabajar y obtener ingresos suficientes. • La emigración decayó entre las dos guerras mundiales: las causas fueron la inseguridad creada por la I Guerra Mundial, tras la cual la emigración se reanudo durante los años 20; la crisis del 29; la Guerra Civil española y la posguerra...también fueron causas de este declive. • Entre 1950 y 1960, la corriente ultramarina se recupero. La procedencia de los emigrantes seguía siendo gallego sobretodo seguida de la canaria y el destino prioritario era Venezuela, Argentina o Brasil. • Desde 4960, la emigración ultramarina entro en competencia con la emigración a Europa y descendió. Actualmente se mantiene en cifras muy bajas y predominan los retornos. La emigración a Europa Tuvo tres etapas muy diferenciadas: 7 • Hasta mediados del s. XX se dirigió principalmente a Francia, estaba integrada por agricultores estacionales, obreros de la construcción y muchachas de servicio domestico. La II Guerra Mundial puso fin a esta etapa. • Los años comprendidos entre la década de 1950 y 1973: época de auge de la emigración a Europa: • Por parte europea: la reconstrucción económica favoreció una amplia oferta de empleo que no podía cubrirse con los trabajadores propios, escasos por el débil crecimiento de la población europea durante los años treinta y cuarenta y por las muertes de la guerra. • Por parte española: se vio favorecida por el fuerte crecimiento de la población, el excedente de la población agraria a causa de la mecanización del campo. La emigración permanente estaba integrada por adultos varones, poco cualificados que desempeñaban los trabajos rechazados por los trabajadores autóctonos. ♦ A partir de 1973, la emigración a Europa decayó. La crisis energética provocó paro por lo que muchos emigrantes regresaron. Desde entonces, la emigración española a Europa se mantiene en cifras bajas. Actualmente, es una emigración de temporada y temporal. Consecuencias de las migraciones exteriores ♦ Demográficas: disminución de los efectivos de población y en la distribución de estos efectivos. ♦ Económicas: por una parte fueron positivas porque aliviaron el fuerte crecimiento natural y el paro. Pero también hubo consecuencias negativas, muchos ahorros no de invirtieron en bienes productivos, o no favorecieron a las áreas de partida de los emigrantes. ♦ Sociales: desarraigo y las penosas condiciones de vida y trabajo. Además los emigrantes fueron los primeros afectados por las crisis y regresaron sin haber mejorado su calificación profesional, pero esto provoca nuevos problemas como encontrar trabajo, vivienda y volver a adaptarse a las condiciones de vida del país. La emigración exterior en la actualidad España ha dejado de ser un país emigrante. Las principales causas o razones han sido el mayor grado de formación de la mano de obra, el aumento del nivel de vida y la competencia de los inmigrantes procedentes de países menos desarrollados en los trabajos peor remunerados y de trabajadores nacionales del lugar de destino en los mejor pagados. 3.3 Los inmigrantes extranjeros en España España esta recibiendo un importante volumen de inmigrantes. Proceden de Europa Occidental, Europa del Este, de Latinoamérica, de África.... y su destino principal es Cataluña, Madrid, Andalucía, la Comunidad Valencia y Canarias. Se pueden clasificar en tres grupos: ♦ Los que alcanzan la nacionalización tras varios años de permanencia y pasan a ser españoles de pleno derecho. ♦ Los inmigrantes legales, que obtienen un permiso de residencia y mantienen su nacionalidad de origen. ♦ Los extranjeros ilegales, mas difíciles de contabilizar. Las causas de la inmigración son políticas o económicas. Los inmigrantes, sobre todo los ilegales, desempeñan los trabajos de baja cualificación en la construcción, minería, pesca y servicio domestico. Viven en situaciones de una enorme inestabilidad laboral y marginalidad. La Ley de Extranjería, regula los aspectos relacionados con la inmigración en España: 8 ♦ Regula la entrada y las modalidades de presencia en España: modalidades de presencia en España son dos, estancia y residencia. Para regularizar la situación de los ilegales, la nueva ley prevé un procedimiento que exige acreditar una permanencia continuada en España de al menos dos años. ♦ Precisa los derechos y libertades de los extranjeros legales y de los ilegales. A todos se les concede el derecho a pedir a los tribunales, pero solo los que estén en España, dispondrán de asistencia y solo los legales sin recursos la tendrán en los demás casos. ♦ Regula el trabajo del extranjero. Para la concesión del permiso de trabajo se tienen cuenta el paro o escasez de mano de obra española. ♦ Permite la expulsión en 48 horas de los inmigrantes ilegales que carezcan de permiso de trabajo, lo tengan caducado o trabajen sin autorización. Siempre y cuando el inmigrante presente un certificado o una solicitud de asilo, el procedimiento de expulsión se paralizará. 3.4 El fin de la emigración y la inmigración actual La corriente migratoria es menor a partir de 1967, ya que en Europa se exige una mayor cualificación a los inmigrantes, y se detiene a partir de la crisis de 1973. No sólo detiene la corriente migratoria, sino que provoca un proceso de retorno. Pero España también entra en crisis y el paro aumenta, aunque no de manera decisiva. En la actualidad España es un receptor de emigrantes. Son personas jóvenes que no pueden sobre vivir en sus países de origen y están dispuestos a trabajar en condiciones y en trabajos que muchos españoles no aceptaríamos nunca. Se emplean normalmente en la agricultura (Almería, Murcia, Lérida, Barcelona), en la construcción (Madrid, Barcelona, País Vasco, Galicia) y en la minería (Asturias, León, Palencia). Los países de origen de los inmigrantes son los países americanos (Ecuador, Colombia, Argentina, Brasil, Venezuela, México, Perú), los países africanos (Marruecos, Argelia, Cabo Verde y los países subsaharianos en general), los países del este de Europa (Rusia, Hungría, Polonia, Yugoslavia) y los países del lejano oriente (China sobre todo). También debemos contar aquí a los inmigrantes portugueses que vienen a trabajar. La política de restricción a la inmigración que hay en Europa provoca que muchos de estos inmigrantes no puedan entrar legalmente, y se jueguen la vida para conseguir llegar a España. Desde ese momento se ven obligados a vivir en condiciones marginales y a aceptar trabajos que están fuera de la legalidad. No debemos olvidar otra inmigración totalmente nueva. No son trabajadores de los países menos desarrollados sino jubilados de los países ricos de Europa (Alemania, Francia, Gran Bretaña, Suecia). Estos inmigrantes se establecen en la costa mediterránea, Baleares y Canarias. Son personas con altos ingresos, para el nivel de vida español, que demandan gran cantidad de servicios turísticos y sanitarios. De estos países llegan, también, trabajadores jóvenes, pero son una minoría. 9 3.5 El crecimiento real de la población Se obtiene sumando el crecimiento natural y el migratorio: CR= CN(nacimientos − defunciones) + SM(inmigrantes − emigrantes) Tres etapas: ♦ Desde mediados del XIX a principios del XX, el crecimiento fue bajo, debido a un crecimiento natural escaso, con altas tasas de natalidad y de mortalidad, y a la emigración a ultramar. ♦ El periodo entre 1900 y 1975 se caracterizo por un alto crecimiento demográfico, la década de 1960, debido al elevado crecimiento natural característico de la transición demográfica, limitado por factores como la persistencia parcial de la mortalidad catastrófica por epidemias, guerras... ♦ Desde 1975, el crecimiento de la población es bajo y se debe al escaso crecimiento natural determinado por el hundimiento de la natalidad y las bajas tasas de mortalidad. 4.La estructura de la población española 4.1 La estructura de biológica por sexo y edad a) La estructura por sexo. La relación entre el número de hombres y mujeres se expresa a través de la tasa de masculinidad o sex ratio, que se obtiene multiplicando el número total de hombres por 100 y dividiéndolo por el número total de mujeres. Cuanto más se aleje el índice de 100, mayor será el desequilibrio entre sexos. Siempre nacen más varones que mujeres, pero al cabo de unos años los efectivos de ambos sexos se igualan, para después volver a desequilibrarse a favor de las mujeres, de modo que al final hay más ancianas que ancianos. Las causas son la mayor mortalidad masculina y, en tiempos pasados, la mayor migración de los varones al exterior. La excepción está en algunas zonas rurales, donde la emigración afectó más a las mujeres y hay mayor número de hombres en las edades adultas y ancianas. b) La estructura por edad. Uno de los indicadores más utilizados para medir la composición por edades es el índice de envejecimiento, que se obtiene multiplicando el número de personas de 65 y más años por 1000 y dividiéndolo por el total de la población. Cuando el índice supera el 12%, se considera que la población está envejecida. España tiene una estructura por edades envejecida: 10 ♦ Los jóvenes (0−14) han reducido su porcentaje debido al descenso de la natalidad. LA mayor proporción de este sector se encuentra en las zonas de natalidad más alta y esperanza de vida más baja de la mitad sur peninsular y de los archipiélagos, o en las zonas rejuvenecidas por la inmigración. ♦ Los adultos (15−64) han aumentado y su porcentaje varía poco de unas comunidades a otras. ♦ Los ancianos (65−?) han aumentado. La mayor proporción de ancianos se encuentra en el interior y norte peninsulares. Además a ayudado al sobreenvejecimiento de la población el retorno de antiguos emigrantes. Las causas de envejecimiento de la población son: el descenso de la natalidad, que se reduce el número de jóvenes y el aumento de la esperanza de vida. Las consecuencias del envejecimiento afectan al futuro de las pensiones, la salud y la integración social. 4.2 La estructura económica de la población. La población activa Es el conjunto de personas de 16 y más años que suministran mano de obra para la producción de bienes y servicios o que están disponibles y hacen gestiones para incorporarse a dicha producción. Comprende tanto a la población que trabaja como a la que está buscando trabajo. La población inactiva es la que no tiene trabajo remunerado e incluye pensionistas, rentistas, estudiantes y personas dedicadas a las labores del hogar. Índices para medir la actividad de una población: ♦ La tasa de actividad. Porcentaje de activos de una población. El INE la calcula de tres maneras: relacionando los activos con la población total, con la población en edad activa (16−?) y con la población en edad de trabajar (16−64). ♦ La tasa de paro. Porcentaje de población activa desocupada respecto al total de la población activa. ♦ La tasa de dependencia es mayor cuanto mayor es el peso que recae sobre la población trabajadora. Se calcula multiplicando la población de pendiente (0−15 y 65−?) por cien y dividiéndolo por la población en edad de trabajar • En la evolución de la tasa de actividad pueden distinguirse dos momentos: • Descenso hasta las fechas recientes, causado por la emigración y el aumento de la tasa de dependencia • Desde 1987 se aprecia un aumento de la población activa, que se debe en parte al nuevo sistema de elaboración de Encuesta de Población Activa, que disminuye la población inactiva. El factor definitivo es la creciente incorporación de la mujer al trabajo fuera del hogar • La tasa de actividad presenta variaciones: • En función del sexo. • En función de la edad • En función del territorio • La evolución de la tasa del paro: • Hasta 1973 no fue un problema grave, pues la presión demográfica sobre el mercado de trabajo se resolvía mediante la emigración al exterior y la escasa incorporación de la mujer al trabajo. • Entre 1973 y 1985 el paro experimentó un gran aumento en relación con la crisis económica, la reconversión industrial, el retorno de los emigrantes españoles, la creciente incorporación de la mujer al mundo laboral y la demanda de empleo de una población joven numerosa (baby boom). • Entre 1985 y 1990 el paro retrocedió ligeramente por la mejora de la situación económica, para volver a crecer desde 1990 con la crisis de principios de la década, que frenó la oferta del empleo, incluso provocó la destrucción de puestos de trabajo. • Desde 1995 el paro empieza a descender. Las cifras de paro se deben hoy al desequilibrio entre la demanda y la oferta de trabajo. El paro experimenta variaciones en función de diversos aspectos: 11 edad, sexo, nivel de instrucción, época del año y la comunidad autónoma. Los sectores económicos La población activa se distribuye en tres sectores: • El sector primario: actividades orientadas a la obtención de materias primas. • En el primer tercio de siglo su descenso estuvo relacionado con el éxodo rural. • Durante la guerra y la posguerra se recuperó, ante las dificultades económicas, de empleo y de alimentación • Entre 1950 y 1975 prosiguió la reducción del sector primario al acelerarse el éxodo rural con la mecanización del campo. • Desde 1975, el descenso se desacelera por la detención del éxodo rural a raíz de la crisis y porque ya se encuentra en niveles bajos. • El sector secundario: comprende las actividades destinadas a la trasformación de las materias primas. • Durante el primer tercio del siglo XX creció con el impulso dado a la industria y a las obras públicas por la dictadura de Primo de Rivera. • La Guerra Civil y la posguerra abrieron un paréntesis en ese crecimiento debido a las destrucciones de industrias, al mantenimiento o retorno de la población al campo y a los problemas que la política autárquica acarreó a la industria. • En la década de 1960 auge de este sector debido a los planes de desarrollo y al aumento de la construcción. • Desde 1975 se está produciendo un descenso de la población de este sector por el transvase al sector terciario, entre otras razones por el desarrollo tecnológico. • El sector terciario: incluye las actividades que proporcionan servicios. Creció a lo largo de todo el siglo XX, exceptuando el periodo de la Guerra Civil. • El aumento del nivel económico y del nivel de la vida permiten un mayor consumo de servicios • Los cambios operados en la industria favorecen la terciarización. • El incremento de los servicios públicos por la creación de la administración autonómica y el desarrollo del estado del bienestar exige el crecimiento de sectores como la sanidad, la educación, etc. • La estructura de la población por el nivel de instrucción El analfabetismo se ha reducido en España a lo largo del siglo XX. Está más extendido entre las mujeres, entre la población e edad más avanzada y en los pequeños núcleos de población. Por comunidades los mayores porcentajes corresponden a Extremadura, Andalucía y Castilla−La Mancha, y los menores a Cantabria, Navarra, La Rioja y el País Vasco. Los porcentajes de población sin estudios o con estudios primarios se han reducido a favor del incremento de los estudios secundarios y universitarios. Estos últimos son más elevados en Madrid y menores en Castilla−La Mancha y Extremadura. 5. El sistema urbano español. Las ciudades constituyen un sistema, la red urbana, que cumple un des-tacado papel en la organización del espacio. El sistema de ciudades está formado por unos elementos (las ciudades) y por las relaciones que se establecen entre ellos. Las ciudades tienen unas características (tamaño y funciones), a partir de las cuales ejercen su influencia sobre un área más o menos amplia (local, regional, nacional o mundial) y ocupan una posición jerárquica dentro del sistema urbano. El tamaño de las ciudades. 12 El tamaño demográfico de las ciudades es una de las bases de la jerar-quía urbana. Se establece de acuerdo con la regla rango−tamaño, que re-laciona la población de una ciudad y su rango (número de orden) en el sistema urbano. En España, el mayor tamaño demográfico corresponde a siete áreas me-tropolitanas, que superan el medio millón ele habitantes. De ellas, Ma-drid es la que cuenta con mayor población y ocupa el rango número 1 en el sistema. Barcelona tiene un tamaño mucho mayor del que suele corresponder a la segunda ciudad de un sistema nacional, de modo que se produce un brusco salto entre ella y la tercera aglomeración del siste-ma, Valencia. A esta le siguen en tamaño Sevilla, Bilbao, Málaga y Za-ragoza. Tras ellas, existe un elevado número de ciudades con población entre 300 000 y 400 000. Ello se debe al crecimiento que han experimen-tado en los últimos años las ciudades entre 200 000 y 300 000 habitantes por la descentralización hacia ellas de las tareas productivas. La distribución espacial de las aglomeraciones urbanas por su tamaño demográfico se caracteriza por dos rasgos principales: • En la Península, las grandes ciudades se disponen de forma se-mianular en la periferia, rodeando un espacio interior poco urbaniza-do en cuyo centro está la mayor aglomeración urbana del país: Madrid, rodeada de pequeñas ciudades. El crecimiento de estas áreas metropolitanas ha contribuido a configurar ejes territoriales, surgidos como líneas de contacto entre ellas, en los que se concentra la población y la actividad económica. Al localizarse las ma-yores ciudades en la periferia, salvo Madrid, estos ejes son principalmen-te periféricos: el septentrional, el mediterráneo y el andaluz. El del valle del Ebro funciona como corredor entre los dos primeros. − El eje septentrional es discontinuo y presenta dificultades de articula-ción por la ausencia o carácter incipiente de sus áreas metropolitanas. Es-tá integrado por el eje atlántico de Galicia y las ciudades interiores que dependen de él (Ourense y Lugo), y por el eje cantábrico, comprendido entre el triángulo asturiano (Oviedo−Gijón−Avilés), el País Vasco y Pamplo-na, también con ramificaciones hacia el interior (León, Burgos y Logroño). − El eje mediterráneo comprende desde Girona a Cartagena, y es el más dinámico. − La red urbana andaluza se dispone a lo largo de un doble eje: el va-lle del Guadalquivir (desde la costa atlántica a Jaén) y el eje litoral (des-de Almería a Huelva). − El eje del valle del Ebro funciona como corredor de comunicaciones entre el Cantábrico y el Mediterráneo y tiene como ciudad principal Za-ragoza. MUNICIPIOS ESPAÑOLES MÁS POBLADOS EN EL 2000 Madrid 2882860 Valladolid 319129 Badalona Barcelona 1496266 Córdoba 313643 Oviedo Valencia 739014 Vigo 285526 Móstoles Sevilla 700716 Alicante 276886 Elche 208944 200411 196289 195791 Zaragoza 604631 Málaga 531565 Las Palmas 358518 de G.C. Gijón 267426 Santander 184264 Granada L´Hospitalet de Llob. 244486 Sabadell Jerez de la Frontera 183727 Fuenlabrada Leganés Terrasa Almería Alcalá de Henares Burgos 182666 Salamanca 241782 173788 172049 171794 168945 166397 163358 158556 13 Murcia 357166 A Coruña 241769 Bilbao 354271 Vitoria 217358 Palma de Mallorca 333925 Snta Cruz de 215132 Tenerife Pamplona San Sebastian Cartagena 180277 Albacete 149667 179939 Getafe 146310 175348 Alcorcón 144636 b) Las grandes metrópolis se concentran en el nordeste, donde se localizan cinco de las siete aglomeraciones con más de 500000 habitan-tes: los cuatro grandes polos de actividad económica (Madrid, Barcelo-na, Bilbao y Valencia) y Zaragoza, que ocupa una posición estratégica como lugar de encrucijada. 6. El futuro de la población española. Simulación en tres escenarios. 1. Introducción Las proyecciones de población constituyen un requisito previo en numerosos análisis económicos o sociales cuya finalidad es detectar y cuantificar los cambios futuros que las tendencias actuales anuncian. La población es en casi todos los casos una variable esencial tanto por su volumen, el número de habitantes, como por su estructura, el peso relativo de los diferentes grupos de edad. Cuando se realizan a un plazo corto o medio, entre cinco y quince años,(14) lo importante se centra en su capacidad previsora. El comportamiento futuro de los parámetros de la dinámica poblacional debe anticiparse mediante el análisis de las tendencias más recientes, tanto en la dirección del cambio observado como en su ritmo. A muy corto plazo, uno o dos años, la previsión es generalmente fiable, salvo que se produzca una inversión de la tendencia o un brusco quiebro del ritmo de evolución, lo 14 que ni se puede ni se pretende predecir. La proyección cuantifica, para este plazo, la evolución más probable, basada en la evolución más reciente. Las aplicaciones de este tipo de proyección de población son muy numerosas, especialmente como instrumento de planificación de los recursos en campos como el sistema educativo, el sistema sanitario, etc. En el otro extremo del abanico temporal se sitúan las proyecciones a muy largo plazo, del orden de los cincuenta años. Su objetivo es, sobre todo, apoyar la cuantificación de los efectos más extremos de ciertos cambios que desarrollan la plenitud de sus efectos a muy largo plazo, como son los sistemas de pensiones cuya finalidad es precisamente instrumentar la gestión colectiva de los tiempos vitales de los individuos. Lo que importa en este supuesto es destacar la gran inercia de los cambios demográficos y la amplitud temporal de sus ritmos. Piénsese que la mitad de la población española que vivirá en España en una fecha que puede parecer tan lejana como 2050, ha nacido ya. En las proyecciones a largo plazo, los escenarios futuros podrán ser elaborados con un mayor grado de libertad, aunque deben en todo caso ser coherentes con la evolución observada más inmediata. Así, la historia reciente interviene doblemente, por la huella que deja de forma duradera en la pirámide de población y por lo que condiciona la evolución en el futuro próximo, si se descarta, como es aconsejable, la proyección de cambios bruscos que nada hace presagiar. En España, los cambios demográficos que se han producido en estos últimos años, muy parecidos a los que conocen otros países próximos a nosotros, van a marcar muy profundamente nuestro futuro. No se trata, en lo esencial, de cambios coyunturales, producto de modas pasajeras o de comportamientos anómalos de nuestra sociedad. La evolución demográfica es ante todo un reflejo, y a la vez un condicionante, de los tremendos cambios económicos, sociales y culturales que estamos viviendo. Lo más característico de esta evolución es la importante disminución del número de nacimientos, cuyo número anual ha pasado de 669.378 en 1975 a 368.361 en 1998, a pesar de que ha aumentado en ese período la proporción de mujeres en edad de tener hijos. Las defunciones, por el contrario, han ido aumentando, de 298.192 en 1975 a 354.305 en 1998, a pesar de que ha seguido aumentando la esperanza de vida, debido al mayor envejecimiento de nuestra población, en la que existe ahora una proporción más elevada de personas que, por su edad, sufren mayor riesgo de mortalidad. Finalmente, el saldo migratorio ha crecido en términos absolutos y en términos relativos, llegando a representar una parte sustancial del crecimiento demográfico total. La década de los ochenta y el inicio de los noventa han sido, en el ámbito de lo demográfico y posiblemente en muchos otros también, un período de transformaciones que culminan procesos anteriores y anuncian nuevos tiempos y nuevos problemas cuyas consecuencias se apreciarán durante numerosas décadas. Se han calificado aquí estas proyecciones de simulación porque desarrollan tres escenarios a largo plazo, basados en hipótesis plausibles de evolución futura de los dos principales parámetros, la mortalidad y la fecundidad, coherentes con la observación reciente, pero a las que no se atribuye una probabilidad de ocurrencia concreta. Esto queda todavía más patente en el tratamiento de la inmigración, de imposible previsión a un plazo tan dilatado. La proyección de la población española aquí presentada se ha realizado utilizando el método de los 15 componentes, es decir, proyectando por separado cada componente de la variación de la población de un año a otro: las defunciones (salidas), los nacimientos (entradas) y los flujos migratorios (entradas o salidas netas, según su signo). A continuación se presentan, con brevedad, las características más importantes de los escenarios desarrollados y las hipótesis sobre la evolución de los parámetros de la dinámica demográfica. También se presentan y analizan brevemente los resultados obtenidos. • Una cuestión previa: la población de partida Para elaborar unas proyecciones de población es necesario disponer de una población tomada como base, la más reciente posible, desagregada por sexo y edad, si es una población a 1 de enero, o por sexo y año de nacimiento si se toma a cualquier otra fecha. La primera operación, en este último caso, es estimar la distribución de la población por edades al primero de enero anterior, una operación sencilla y fiable si se dispone, como es el caso en España, de datos del movimiento de la población, nacimientos y defunciones en particular, detallados por meses. Para esta proyección disponíamos de los resultados detallados de la explotación estadística del Padrón de 1996, publicados por el INE y de los resultados de la explotación estadística derivada de la gestión del Padrón continuo a 1 de enero de 1998, nueva modalidad recientemente inaugurada por el INE. La cifra total de población, para España y comunidades autónomas, tiene hoy carácter oficial tras su difusión por el INE en cumplimiento de las obligaciones que le impone la nueva modalidad de gestión del Padrón. Lo aconsejable era tomar la población del Padrón de 1998, por ser la más reciente con carácter oficial. Sin embargo, el análisis de la estructura por edades de la población derivada del Padrón de 1998 ha puesto de manifiesto importantes inconsistencias con los resultados del Padrón de 1996, que se añaden a las de este último con el Censo de 1991. Resultaba imposible reconstituir las poblaciones intercensales (para los años 1992 a 1995 y para 1997), sobre todo en el caso de los niños de corta edad, cuyos efectivos aparecían en total contradicción con las cifras correspondientes de nacimientos derivadas del Movimiento Natural de Población (MNP), también publicado por el INE. Tras algunas dudas, la decisión ha sido adoptar como base la cifra de población oficial por sexo a 1 de enero de 1998, derivada del Padrón continuo, y de reconstituir la distribución por edades partiendo de los datos del Censo de 1991 y de las estadísticas de defunciones y de nacimientos. La reconstitución por este método de la población de 1998 arroja una cifra inferior a la difundida por el INE. La diferencia a cada edad se ha distribuido a lo largo del período, como si se tratara de inmigración, salvo en el caso de los menores nacidos entre 1991 y 1997, cuyo efectivo se ha ajustado previamente a los datos de nacimientos del MNP para esos años. Ello ha obligado a rectificar los datos de estructura difundidos por el INE. La utilización de estos datos, que suponen un crecimiento importante de la población española por inmigración, para estimar las poblaciones entre 1992 y 1997, afectan a las estimaciones de los indicadores de fecundidad y de mortalidad y pueden provocar pequeñas discrepancias con los indicadores ya publicados. 3. Escenarios de evolución futura de la fecundidad. España, 1998−2050 Aplicando a la población media de cada año de la proyección el calendario de ese año se obtiene la llamada «generación media» (Calot, 1981), media ponderada de los efectivos de mujeres en edad fértil por el peso de su contribución a la fecundidad de ese año. Los nacimientos de cada año se obtienen como producto del número medio de hijos por mujer proyectado por el efectivo de la 16 generación media proyectada para cada año. 4.Evolución y proyección de la mortalidad Del mismo modo que en la totalidad de las poblaciones de los países desarrollados, la población española ha participado de la drástica reducción de mortalidad observada a lo largo del siglo XX: en el año 1900, la esperanza de vida al nacer era de 34,8 años, y, actualmente, España se cuenta entre los países con menor nivel de mortalidad del mundo. A partir del inicio del presente siglo se advierte una creciente aproximación de la mortalidad española hacia la media europea. El ritmo de mejora de la esperanza de vida, tanto en los hombres como en las mujeres, es significativamente mayor que el de otros países, como Italia, Francia o Suecia, por ejemplo, a pesar del efecto de las dos grandes alteraciones que supusieron la epidemia de gripe de 1918 y la Guerra Civil. La lucha contra la mortalidad infantil fue la principal responsable de este rápido descenso de los indicadores de mortalidad general durante la primera mitad de siglo. Se puede considerar que hacia 1960 la mortalidad española había enjugado ya la mayor parte de la diferencia que la separaba de los países de su entorno. En particular se habían atenuado notablemente las pérdidas en las edades posteriores de la niñez, aunque la mortalidad infantil admitía todavía un importante margen de mejora. Desde entonces, la mortalidad infantil ha disminuido considerablemente y las causas de muerte que afectan sobre todo a la población adulta y anciana, han aumentado, sin alcanzar los niveles de otros países desarrollados. Los últimos datos conocidos indican que, a pesar de situarse ya en un nivel muy alto, la esperanza de vida ha seguido creciendo a buen ritmo. Durante la década de los ochenta y principio de los noventa, la de los hombres ha pasado de 72,5 en 1980 a 73,4 años en 1990 y a 74,7 años en 1996, y la de las mujeres de 78,6 a 80,5 años y a 81,9 años, en las mismas fechas (INE, 2000). Las ganancias más recientes reflejan sobre todo la disminución de las tasas de mortalidad en las edades más elevadas. Hay que resaltar que, con los niveles de mortalidad que existían cuando nacieron las personas que ahora se jubilan (en torno a 1930), menos de la mitad de las mujeres y sólo el 40% de los hombres podían llegar a los 65 años, quedando una media de 11 años de vida a las mujeres y 10 a los hombres; mientras que en las condiciones de mortalidad reflejadas en la última tabla de mortalidad de 1994−95,(17) más del 90% de las mujeres y casi el 80% de los hombres alcanzan esa edad, con 20 años de esperanza de vida por delante las mujeres y 16 años los hombres. La progresión ha sido todavía más acusada en el caso de los más ancianos: con la mortalidad de 1930, el 5% de las mujeres y el 3% de los hombres sobreviven a los 85 años, mientras que en 1994−95, las proporciones son respectivamente del 46% y del 25%. Los datos anteriores explican el impacto considerable que la disminución de la mortalidad tiene, y va a seguir teniendo, sobre el envejecimiento de la población. La reducción de la mortalidad por enfermedades infecciosas al mismo nivel que los otros países desarrollados y una menor incidencia de la mortalidad por tumores y enfermedades del aparato circulatorio, constituyen una combinación ventajosa de causas que explica en buena medida la privilegiada posición de la mortalidad española en el actual contexto internacional. Según las estadísticas más recientes de la Oficina de Estadística de la Unión Europea (Eurostat, 1999), la esperanza de vida en España es superior a la media de los quince países que componen ahora la Unión Europea, sobre todo la de mujeres, sólo superada en torno a 0,5 años por Suecia y Francia. En cuanto a la esperanza de vida de los hombres, España se ve superada por Grecia, Holanda y Suecia. Puede pensarse que la situación actual es meramente coyuntural, y que se tiende a una homogeneización de la estructura por causas de muerte en el conjunto de países desarrollados. Esto no quiere necesariamente decir que se vaya a entrar en un período de empeoramiento de la mortalidad 17 general, puesto que España también puede beneficiarse de aquellos cambios que tienden a reducir los niveles de mortalidad por esas causas. Es probable, sin embargo, que las mejoras exigirán en el futuro un esfuerzo económico mucho más cuantioso y una implicación mayor de los individuos en la conservación de su propia salud, mediante cambios en los hábitos de vida. Por otra parte, la población española se encuentra ya, a tenor de la estructura de su mortalidad por edades y según causas de muerte, en la denominada «fase de retraso (de la edad) de las enfermedades degenerativas y de las muertes provocadas por el hombre» (Olshansky y Ault, 1985), que otros países más desarrollados han alcanzado antes que nosotros. Ello significa que las defunciones tienden a concentrarse en edades cada vez más altas. Al depender el aumento futuro de la esperanza de vida sobre todo de la reducción de la incidencia de la mortalidad en edades más elevadas, el resultado esperable será un menor ritmo de mejora de la vida media. La hipótesis adoptada para la evolución futura de la mortalidad es común a los tres escenarios que se han desarrollado y supone la continuación de la disminución de la mortalidad a ritmo moderado, hasta alcanzar un nivel estable. Esta hipótesis implica una mejora notable, pero progresivamente frenada, de la mortalidad, compatible con lo observado hasta ahora. La esperanza de vida tiende, en el límite, a los 85 años en la población femenina y a los 78,5 años entre los hombres. En el período proyectado, la mejora de la mortalidad se produce de manera desacelerada −más fuerte en los primeros años, más suave en los últimos−, y en todas las edades, aunque no en la misma proporción en todas ellas −en términos relativos, más entre los niños y los adultos; en términos absolutos, sobre todo entre los mayores−. La esperanza de vida de las mujeres crece al principio a un ritmo algo menor que en los dos quinquenios anteriores, y sigue creciendo a un ritmo cada vez menor hasta el final del período. En el caso de los hombres, el ritmo de crecimiento inicial es algo superior al observado entre 1986 y 1990, pero compatible con la evolución global de la década de los ochenta. En el 2020, la vida media de los hombres alcanzará, según esta hipótesis, los 77,2 años y en el 2050 los 78,5 años. En el cuadro 2 y en el gráfico 2 se presentan los valores de la esperanza de vida al nacer de hombres y de mujeres proyectados entre 1998 y 2050. El número de defunciones se calcula aplicando a la población media de cada año de la proyección la tasa de mortalidad por sexo y edad, correspondiente a la esperanza de vida al nacer de cada sexo para ese año. Para ello es necesario proyectar el nivel y la estructura de la mortalidad para cada año comprendido entre 1999 y 2050, lo que se ha realizado partiendo de la última tabla de mortalidad publicada por el Instituto Nacional de Estadística, relativa a 1994−95 (INE, 1999). 5. Evolución y proyección de los movimientos migratorios con el exterior. Otro de los rasgos importantes de la evolución demográfica reciente de España que se ha producido en los años ochenta es el cambio en la composición de nuestro saldo migratorio con el exterior. El saldo se había tornado ya positivo en la década anterior, reflejo sobre todo de la importancia de los retornos de emigrantes españoles, especialmente a partir de 1975, expulsados por la crisis del petróleo y atraídos por la instauración de la democracia en España. La emigración de españoles hacia otros países es hoy inexistente y, desde finales de los ochenta, el flujo de retornos está prácticamente agotado. La novedad es que España es ahora un país de inmigración, como lo son otros países de su entorno europeo. El saldo migratorio positivo con el exterior refleja la llegada de inmigrantes 18 extranjeros, entre los cuales los trabajadores de países del Tercer Mundo, especialmente marroquíes e iberoamericanos, representan una proporción creciente. El flujo de inmigrantes ha venido aumentando desde el principio de los ochenta y, según una estimación fiable, alcanzó en el período 1992−94 un saldo neto anual de 50.000 personas (López de Lera, 1995). Mucho se ha especulado sobre la inmigración ilegal, con estimaciones muy variadas, de difícil comprobación. Los únicos datos ciertos provienen de las operaciones de regularización de extranjeros organizadas por el Ministerio del Interior, que han permitido conceder la residencia a algo menos de 200.000 personas hasta ahora. La inmigración extranjera es hoy un componente importante del crecimiento de la población en toda la Unión Europea, debido a la drástica disminución del crecimiento natural, como consecuencia de la caída de los nacimientos y del aumento de las defunciones que provoca el envejecimiento de la población. En España ha supuesto el 23% de todo el crecimiento entre 1990 y 1994 (Eurostat, 1999, p.4). Según esta misma fuente, en 1997, prácticamente todo el crecimiento de la población española se debió a la entrada de inmigrantes (unas 47.000 personas). El aumento reciente del número de inmigrantes no es, en principio, extrapolable al futuro porque existe una política de inmigración explícita, basada principalmente en el control de los flujos de entrada. Sin embargo, la evolución económica y política de algunos países mediterráneos vecinos, de fuerte crecimiento demográfico, y la sectorización de nuestro mercado de trabajo, que permite la coexistencia de paro y de ofertas de empleo no cubiertas, pueden crear una presión creciente a la entrada de trabajadores inmigrantes. La población extranjera afincada en España representa todavía un porcentaje muy pequeño, en torno al 2% según las estimaciones más fiables (López de Lera, 1995), comparado con Francia o con Alemania, por ejemplo, donde había respectivamente un 6,4% y un 9,6% de extranjeros en 1996 (Eurostat, 1999), lo que supone, objetivamente considerado, un amplio margen para el posible incremento de la inmigración en España. La perspectiva es por tanto que España seguirá recibiendo inmigrantes, pero son muchas las incógnitas que impiden elaborar una previsión razonada. De todos los componentes del crecimiento demográfico, las migraciones son las más sujetas a cambios rápidos y las que más directamente dependen de la evolución económica y de las decisiones políticas. La propia evolución demográfica puede tener una influencia importante, en la medida en que se promueva la entrada de inmigrantes como paliativo de ciertos desequilibrios futuros. Ese es el punto de vista que se ha intentado desarrollar en el tratamiento dado a la inmigración en este trabajo. La inmigración se incluye en estas proyecciones mediante dos supuestos muy contrastados. En el primero se mantiene indefinidamente un cupo anual fijo. En el segundo supuesto se considera la inmigración como una variable de ajuste de ciertos desequilibrios provocados por la evolución demográfica. El cupo anual de entradas de inmigrantes viene siendo la política oficial desde hace varios años, aunque las entradas reales no guardan una relación estrecha con los objetivos fijados. En las tres variantes contempladas se incluye la entrada de 30.000 inmigrantes(18) cada año, a lo largo de todo el período de proyección. Con ello se quiere marcar la nueva realidad española que, en cualquier hipótesis, seguirá acogiendo inmigrantes. Para desarrollar el segundo supuesto se han incluido, en la variante de proyección correspondiente al nivel de fecundidad más bajo y por tanto la de menor crecimiento, entradas adicionales de inmigrantes que dependen de un objetivo demográfico considerado cada año. Se ha optado, como ejemplo, por plantear como objetivo de política migratoria que, cuando al final de un año se observe que ha 19 disminuido la población potencialmente activa(19) se permita la entrada, durante el año siguiente, de un número adicional de inmigrantes suficiente para contrarrestar la disminución observada. La regla anterior constituye una versión muy simplificada de lo que podría ser una política de inmigración tendente a corregir desequilibrios básicos del mercado de trabajo, y sólo pretende ofrecer una cuantificación aproximada de una de las consecuencias posibles de las tendencias recientes y de hipótesis de futuro plausibles: el aumento de la inmigración. Concretamente, el modelo utilizado proyecta, a 1 de enero de cada año, la cifra de población de 16−64 años y la compara con la del año anterior a la misma fecha. Las diferencias negativas se compensan con entradas de inmigrantes, con un mínimo de 30.000, correspondiente al cupo anual. Para esta simulación se ha tenido en cuenta la composición por edades de los inmigrantes, diferente de la de la población española en el año inicial. Entre los inmigrantes, la proporción de jóvenes es algo menor y es significativamente inferior a de mayores de 65 años. Por el contrario, la proporción en edad de trabajar es netamente superior a la de la población española. El modelo implica que los inmigrantes en edad de trabajar vienen acompañados de jóvenes y mayores y por tanto que el número total de admitidos es superior al desequilibrio que se trata de solucionar. La formulación del objetivo introduce un retardo de un año entre la aparición del desequilibrio y la adopción de la medida correctiva, lo que explica que no evite que la población potencialmente activa disminuya con el tiempo. Puede, por lo tanto, considerarse que las cifras proyectadas de inmigrantes representan una estimación mínima, que admite igualmente una compensación por aumento de las tasas de actividad. El supuesto de mantenimiento de la población en edad de trabajar en el nivel de 1998 implicaría mayores entradas de inmigrantes, alcanzando un máximo superior a 450.000 por año en torno a 2040. En el gráfico 3 y el cuadro 3 se presentan las entradas anuales derivadas del objetivo de no decrecimiento de la población potencialmente activa, en el supuesto de una mortalidad declinante, a un ritmo comparable al observado en los años recientes y progresivamente frenado, y de una fecundidad en aumento pero que se estabiliza en un nivel reducido (1,52 hijos por mujer), lejos del conocido nivel de reemplazo de las generaciones (ligeramente por encima de 2 hijos por mujer). La evolución futura de la población está muy condicionada por la estructura por edades actual, a su vez reflejo de la accidentada historia demográfica que ha vivido España. Ello explica la irregularidad de las entradas necesarias que refleja el gráfico 3. Se ilustra de esta manera también uno de los aspectos menos valorados de los desequilibrios demográficos: las irregularidades entre efectivos de generaciones próximas que provocan desequilibrios inducidos en las diferentes etapas que recorren los individuos (escolarización, entradas o salidas del mercado de trabajo, etc.). Por muy elemental que pueda parecer la simulación realizada, los resultados permiten apreciar la importancia de los flujos migratorios necesarios, en el caso de ser considerados como solución de los desequilibrios demográficos de un país dado. Las entradas necesarias superan sólo esporádicamente el cupo mínimo hasta el año 2010, pero a partir de ese momento la evolución es creciente, con irregularidades importantes como ya se ha comentado, hasta un máximo de 202.000 en el año 2042. En los tres escenarios contemplados, se ha considerado que la emigración de españoles hacia el extranjero es nula, de acuerdo con la realidad reciente. 6. Resultados de la proyección Las hipótesis sobre los componentes de la dinámica demográfica se han combinado para formar tres escenarios. El primero combina la variante de baja fecundidad (1,5 hijos por mujer hacia 2021) y el mantenimiento de un saldo migratorio reducido, equivalente al cupo actual (30.000 anuales). Los 20 otros dos escenarios se han formado con la variante de fecundidad más elevada (1,7 hijos por mujer hacia 2021), en un caso con un saldo migratorio reducido equivalente al cupo actual (30.000 anuales) y en el otro con flujos de entradas más importantes, determinados por una política migratoria destinada a compensar desequilibrios demográficos. No se ha considerado ningún supuesto de disminución de la fecundidad por debajo de los niveles actuales porque, por una parte , se considera menos probable y por otra, la persistencia a largo plazo de una fecundidad declinante plantearía a nuestra sociedad problemas de tal magnitud que harían poco realista proyectar en el futuro el mantenimiento de los sistemas actuales de protección social, por ejemplo. El objetivo de estas proyecciones es contribuir al análisis a largo plazo. Por esa razón se ha optado por la simulación de escenarios posibles y por mantener, en el corto plazo, una única hipótesis de evolución de la variable más importante que es la fecundidad. En el cuadro 4 y en el gráfico 4 se presenta la evolución de la población total en los tres escenarios considerados. En los tres, la población total aumenta en los primeros años pero acaba disminuyendo, alcanzando en 2050 cifras muy distintas en cada caso. En el caso más desfavorable al crecimiento demográfico, baja fecundidad y saldo migratorio reducido (Variante B sin ajuste por inmigración), la población aumenta hasta 2012 y disminuye después. En 2050 apenas supera los 34 millones, casi 5 millones menos que en 1998. La población es inferior a la actual a partir de 2030. En el escenario con inmigración mínima y una fecundidad algo mayor que en el anterior (Variante A sin ajuste por inmigración) el aumento inicial de la población dura hasta 2014 y se termina con una población de 36 millones, 2 millones por encima del anterior (atribuibles por tanto a la diferencia de fecundidad) y casi tres millones por debajo del nivel actual. La población es inferior a la actual a partir de 2036. En el escenario con mayor fecundidad y flujos de inmigración importantes, la población aumenta hasta 2017 y disminuye ininterrumpidamente hasta el final, un millón menos que en 1998, siendo inferior a la actual a partir de 2045. De acuerdo con las hipótesis planteadas, los escenarios difieren sobre todo en el largo plazo, cuando la evolución de la fecundidad domina. Con ello se quiere llamar la atención sobre los cambios en la estructura de la población, en buena parte condicionados por la estructura de la población, en el corto plazo, y por el nivel de la fecundidad, en el más largo plazo. El envejecimiento de la población es creciente en todos los supuestos de proyección. En el corto y medio plazo está fundamentalmente determinado por la estructura de edades actual. En el más largo plazo, aparecen diferencias, pero en todos se mantiene la tendencia al aumento de la proporción de personas mayores y al deterioro del ratio de dependencia (razón entre la población en edad de jubilación y la población en edad de trabajar). De acuerdo con las hipótesis barajadas, la proporción de personas de 65 o más años, estimada en un 16% en 1998, superaría en todos los casos el 30% en 2050, siendo del 33% en el caso de baja fecundidad y escasa inmigración (ver cuadro 5 y gráfico 5a). La horquilla entre los escenarios no es muy abierta y la inmigración, que habrá alcanzado a lo largo del período de proyección niveles muy superiores a los actuales, no tiene un impacto muy grande sobre la proporción final de personas mayores. En el caso de una inmigración limitada al cupo entrarían en total entre 1998 y 2050, 1,6 millones de inmigrantes y la proporción de personas mayores sería del 33,2%. En el escenario con una inmigración muy superior, entradas totales de 5,8 millones en el período 1998−2050, la proporción 21 sería del 30,8%. El ratio de dependencia sigue una evolución paralela a la anterior, pasando del 23,6% en 1998 a entre 54,8% y 61,5% en 2050. Pirámide de población mundial en 1998 Pirámide de población mundial estimada para 2050 Datos de las Naciones Unidas, División de Población, Departamento de Asuntos Económicos y Sociales http://www.popin.org/pop1998/9.htm OPINIÓN EDITORIAL Alarma demográfica En la última proyección de población realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) para analizar el comportamiento demográfico de las comunidades autónomas hasta 2017, Asturias aparece como la región que va a tener un saldo más negativo, al preverse una pérdida de 44.000 a 58.000 habitantes con respecto al padrón del año 2002. En la hipótesis más benigna que maneja el INE, nuestra región contará con 1.017.778 residentes dentro de doce años, y en el cálculo más severo tendrá sólo 1.003.860 habitantes en dicha fecha. Para el conjunto nacional la proyección arroja un incremento de población que oscila entre el 16,6% y el 11,8%; dentro del crecimiento global destaca el aumento poblacional del 35,8% en Baleares, el 30,3% de la Comunidad Valenciana y el 30,1% de Murcia. Todas las comunidades autónomas crecen, y la mayoría de una forma significativa. En ese contexto destacan los excepcionales retrocesos demográficos de Galicia, −0,4%, y Castilla y León, −1,3%, aunque ambas pérdidas palidecen ante la magnitud del retroceso asturiano, que oscila entre un decremento porcentual del 4,2% y el 5,5% de su población. Asturias pierde población desde 1985 al producirse más defunciones que nacimientos cada año. En este retroceso ha tenido una especial importancia la caída de la tasa de fecundidad, que ha llegado a colocarse por debajo del 1% en los años 90, cuando para mantener el reemplazo generacional hace falta una tasa del 2,1%. En los años del 'baby boom', Asturias llegó a rozar los 18.000 nacimientos al año, cifra que se redujo a finales de siglo pasado hasta los 6.500. La débil mejoría experimentada a partir de 2002, con la llegada de inmigrantes, tiene un carácter coyuntural, tal como muestra la prospección del INE. Si la pérdida de habitantes es preocupante en cualquier contexto, resulta mucho más ahora cuando la población en España crece de una forma desconocida en las últimas décadas. La mejoría de la economía nacional y la especial situación geográfica que ocupa nuestro país hace que uno de cada tres inmigrantes de la UE se ubique en España. Desde 1995 hasta el 31 de diciembre de 2004, la población residente española creció un 9,63%, tendencia general de la que quedaron descolgadas dos 22 comunidades autónomas, Castilla y León, con una pérdida poblacional del 0,9%, y Asturias que perdió el 1,7% de sus habitantes. Las perspectivas para los próximos años, según el INE, pasan por ahondar en esta tendencia. Frente a la idea superficial de imaginar a nuestra región como un territorio especialmente apacible con menos habitantes se alza la realidad del empobrecimiento colectivo al que nos veremos abocados si el curso poblacional sigue divergiendo del resto de España. Hay una correlación directa entre crecimiento demográfico y riqueza. Desde 1995, el mapa de los territorios en los que más creció el PIB (Murcia, Baleares, Canarias, Comunidad Valenciana, Cataluña, Navarra, La Rioja, Madrid) se superpone con las regiones que tuvieron un mayor aumento de la población. En ambas estadísticas Asturias ocupa el último lugar, con una subida del PIB acumulado en los últimos nueve años del 22,23%, lejos del crecimiento económico español, que fue del 38,3%. Somos la comunidad autónoma que pierde más población y crea menos valor añadido. Seremos menos y más viejos, como dice el propio INE, al cifrar en un 25% la población residente asturiana que tendrá en 2017 más de 65 años. Se estima que entonces más de 87.000 asturianos serán octogenarios. A partir de estos datos los interrogantes brotan solos. ¿Cómo se van a financiar la sanidad y la educación con una población que se reduce en más de un tercio entre los 20 y los 35 años y crece a partir de la frontera de los 50 años? ¿Cuál será el saldo de la Seguridad Social en Asturias, entre las pensiones y prestaciones que se paguen y las cuotas que se ingresen? ¿A qué argumentos apelarán nuestros representantes para exigir al Estado la construcción de vías de comunicación que tendrán la ratio de inversión por habitante más desfavorable de España? No puede prestar el Gobierno central el mismo volumen de recursos a Asturias, al inicio de la democracia, cuando representábamos el 3,03% de la población española, que en el 2017, cuando seamos el 2,1% del conjunto nacional. Ante esta situación llama la atención la escasa atención que presta el Principado a la evolución de la natalidad. Habría que ensayar un sistema activo de ayudas a las familias (fiscales, laborales, asistenciales) para favorecer el aumento de la población. También toca interrogarse sobre la tendencia a dirigir las negociaciones sindicales hacia el tránsito de la población activa a la condición de clases pasivas y a comprometer inversiones en las comarcas más improductivas, por despobladas. Pero sobre todo hay que reformular el discurso regional, y abandonar cualquier vestigio de triunfalismo, para asumir una problemática compleja que debe llevar a reorientar todos los recursos. Si el mercado regional va a disminuir, deberemos compensar estas pérdidas con una mayor venta de productos fuera de nuestras fronteras y una oferta de servicios que convierta en estable el flujo de visitantes para aumentar el consumo regional. Esta última función sólo se logrará a través de una revalorización medioambiental y cultural del territorio. Asturias pierde población, pero gana en concentración urbana, con un área central que está entre las seis grandes conurbaciones españolas. La fachada costera de nuestra región, abierta al arco atlántico, y el potencial del área central son dos bazas poco utilizadas para invertir el declive demográfico y económico. 23