El príncipe inca

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Felipe Cusicanqui
El príncipe inca
La nobleza occidental es una tradición de mayorazgo que se
transmite por sangre. Y la incaica no es la excepción. En Chile, vive
un descendiente directo de Túpac Yupanqui, soberano inca conocido
como “el resplandeciente”, una especie de Napoleón indígena que
durante el siglo XV expandió el imperio desde Quito al Maule, construyó
palacios y realizó el primer censo en esos territorios. Su heredero es
el artista Felipe Cusicanqui (36), quien prepara un viaje en el que por
primera vez visitará las tierras de sus antepasados en Calacoto, Bolivia.
Registrado por el lente de la documentalista Ana María Hurtado, ahí
espera completar el capítulo de una historia que comenzó cuando él era
niño y su abuelo le aseguraba que era un monarca.
Por José Echeverría
Fotografías: Sabino Aguad
Ilustración de portada: Pilar Ortloff
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F
elipe, ¿cómo partió esta historia de la realeza inca?
Con mi abuelo. Él nació en Oruro, después vivió en
La Paz y luego su padre lo mandó a estudiar a Chile
porque aquí había buenas universidades. Él hizo
su familia acá y nunca más volvió a Bolivia, pero
siempre contaba esta historia maravillosa de que teníamos
ancestros indígenas.
¿Y qué decía exactamente?
Mi abuelo hablaba poco, pero contaba este cuento que
éramos descendientes de la realeza inca. Mi papá hablaba
románticamente del tema, pero nunca se lo creyó mucho. Cuando
chico yo contaba que era un príncipe inca y en el colegio me
molestaban porque nadie me creía. Pero a mí nunca me importó.
Siempre supe que si me lo decía mi abuelo, era cierto.
Hace cinco años el abuelo de Felipe, Manuel Hernán Cusicanqui,
murió y el padre de Felipe heredó, entre otras cosas, unos
documentos guardados por siglos de generación en generación,
que supuestamente constataban el linaje. El artista pidió verlos y
se sorprendió al encontrar una cédula real firmada por Carlos V
el año 1545. “Como estaban en castellano antiguo no sabía si eran
documentos legales o papeles sin importancia”, cuenta.
El apellido Cusicanqui y el nombre de Calacoto se repetían
frecuentemente en las más de 150 páginas escritas a mano:
“... el mencionado Cusicanqui, a si de su Govierno como de los
Titulos y Instrumentos que autorisan su legitima decendencia
y derecho a esta no menos combenida por la citada
Informacion”, se lee en una de las primeras páginas.
Después de leer estas invaluables actas, el pintor –
que nunca ha puesto un pie en Bolivia– sintió la urgente
necesidad de viajar a Calacoto, un pequeño pueblo al suroeste
de La Paz, en la provincia de Pacajes, de donde provenía la
familia de su abuelo. Pero ese viaje tendría que esperar.
Tierras en calacoto
En 2009 la documentalista Ana María Hurtado (40) estaba
dirigiendo una cinta sobre un panadero palestino refugiado en
La Calera tras la caída de Saddam Hussein, cuando llegó a sus
manos un catálogo de la galería Patricia Ready. Ahí aparecía el
nombre de joven un pintor chileno de un particular apellido,
proveniente de la tradición inca. Ese detalle llamó su atención.
Y Hurtado, quien había dirigido documentales independientes
sobre la identidad y la tradición desde 2002: Imágenes
Paganas (2005), exhibido en los festivales de Albacete y
Roma, y Palestina al sur (2011), ganador del Festival de Cine de
Al Jazeera, decidió contactarlo.
“Le pedí una entrevista a Felipe en su taller y ahí vi sus
lienzos, hechos de arpillera, con intervenciones de colas
de caballos, crin y paja mezclados con colores encendidos.
Esas pinturas me golpearon porque lo que él hace es
recoger basura y transformarla en algo épico, monumental.
El arte que me conmueve es el que transforma las cosas”,
dice Hurtado. El vínculo del pintor con sus antepasados
le pareció una posible historia para un futuro proyecto
audiovisual. Ana María le propuso a Cusicanqui aplazar
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“Ser descendiente
de los indígenas en
este momento de
terrorismo ecológico, de
recuperación de raíces
versus la globalización,
es un tema de identidad
que golpea fuerte,
pero tampoco me
quiero aprovechar de
eso”, asegura Felipe
Cusicanqui.
el viaje que tenía pensado hacer a Bolivia e ir juntos para
documentarlo.
Juntos también le llevaron las actas reales a la arquitecto
y experta en cultura precolombina Marcela Hurtado, para
que los examinara. Eran tres partidas: la primera del siglo
XVII y la última del siglo XIX. El estudio concluyó que eran
las actas de un juicio que transcurrió por doscientos años, en
el que la corona española certificaba que los Cusicanqui eran
descendientes directos de Túpac Inca Yupanqui. Lo certificaba
como dueños ancestrales de las tierras de Calacoto y dignos
de títulos de nobleza.
¿Crees que tendrás una conexión especial con las tierras de
tus ancestros?
Por supuesto. Aunque después de la reforma agraria
boliviana de 1953 no creo que tenga derecho a reclamar nada,
si tuviera plata me compraría una tierra allá y construiría
una choza. Yo pinto, pero también subo cerros corriendo,
donde levanto piedras y busco culebras, lagartijas y hago
experimentos. La tierra para mí es todo.
¿Por qué aceptaste la idea de ser protagonista de un
documental?
¿Del reality? (se ríe). Me daba un poco de susto, pero
hemos hecho una amistad con la directora y me da confianza.
Vi su documental sobre el refugiado palestino y me gustó
porque encontré que tenía humor.
¿Sabes que la directora del Consejo de Política Nacional de
la Casa Blanca, Cecilia Muñoz, también es descendiente de
Yupanqui?
Ah sí, pero ella es de tercer grado. También es de mi rama,
pero mucho más lejana.
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Viaje al origen
El documental La encomienda del abuelo obtuvo el año
2013 un fondo Ibermedia y un Fondo de Fomento Audiovisual
del gobierno de Chile. “Tenemos 68 millones asignados, lo
cual representa casi un 80% de lo que faltaba para financiar
la película. Rodaremos durante este año para tenerla lista a
mediados de 2015”, cuenta la documentalista.
En octubre de 2013 la directora realizó un primer viaje
de reconocimiento a Calacoto. Fue sola con un camarógrafo.
Hasta que realicen el documental, Hurtado le tiene prohibido
al príncipe inca poner un pie en Bolivia. “No quiero que Felipe
se haga ninguna idea porque quiero documentar su reacción
cuando vea lo que yo vi”, explica.
En su visita a Calacoto, Hurtado asistió a una fiesta en el
pueblo, donde conoció a los jefes indígenas. “Andaban con sus
trajes tradicionales, con sus ponchos rojos. Les conté de Felipe
y ellos me dijeron que conocían la familia, me mostraron la
casa abandonada, y me contaron que ya no queda nadie ahí de
los Cusicanqui”, es lo que escasamente puede contar.
“Este documental tiene que ver con reconstruir lo que se está
desvaneciendo: el vínculo con el origen. Me interesa rescatar la
relación entre la apariencia y la realidad, que es el mismo juego
que Felipe hace con sus pinturas. Quiero que la película sea un
espejo de ese proceso creativo”, dice Ana María Hurtado.
A veces Cusicanqui no puede aguantarse y pasea por las
imágenes satelitales de Google Maps, sobrevolando el pueblo
de sus ancestros. Es tanta su curiosidad, que muchas veces se
acerca con la lupa de la aplicación hasta convertir la tierra en
pixeles. Aunque este año se ha subido a más de 20 aviones, que lo
han llevado a exponer su obra alrededor del mundo, mantiene su
palabra. No pondrá un pie en Bolivia si no es acompañado por la
cámara de Ana María Hurtado.
A tres meses de viajar a Bolivia, ¿tienes alguna fantasía?
Además del viaje personal y artístico, confieso también
que estoy obsesionado con probar por primera vez en mi vida
las salteñas, que son una especie de empanada boliviana. Me
gustaría encontrar a la mujer que se las hacía especialmente a
mi abuelo, aunque creo que también está muerta.
Tú no estás al tanto del itinerario del viaje.
No, para nada. Sólo sé que vamos a aterrizar en La Paz. La
documentalista tiene todo planificado y me quiere sorprender.
No quiero tener una hipótesis, ni expectativas muy claras,
quiero ir totalmente libre y abierto a lo que me pase. Quiero
ir al altiplano, hablar con los indígenas, que se sienten muy
orgullosos porque son parte de la élite en Bolivia. También me
interesa hablar con una historiadora que es de mi familia y
experta en los Cusicanqui, Laura Escobari de Querejazu. Ser
descendiente de los indígenas en este momento de terrorismo
ecológico, de recuperación de raíces versus la globalización,
es un tema de identidad que golpea fuerte, pero tampoco me
quiero aprovechar de eso.
¿De dónde nace la necesidad entonces?
Creo que es un viaje para entender de donde vengo. Pero
también tengo un proyecto personal, artístico, de hacer una
exposición de todo esto. Mi trabajo responde quién soy y dónde
estoy. Y hay preguntas sobre mi identidad que este viaje ha
despertado. Mi obra cuestiona qué es lo bonito, lo feo, lo pobre,
lo rico. ¿Qué es lo noble, qué es lo rasca? Metafóricamente la
nobleza junta las dos cosas. Pero la verdad es que cada vez
estoy más perdido. Cada vez tengo más preguntas. v
Felipe Cusicanqui Montes es artista visual.
En 2008 ganó el III Concurso de Arte Joven del MAVI y en 2009 obtuvo un
premio Altazor. Su obra mezcla la pintura con intervenciones hechas con
plantas que recolecta en los cerros de su parcela en Pirque, donde vive junto
a su señora, sus tres hijos y dos perros. En 2012 realizó una muestra individual
en la Galerie Born, de Berlín, institución que al igual que la galería Patricia
Ready en Chile, lo tiene incluido en su catálogo de artistas. Su trabajo, además,
se encuentra en colecciones privadas de todo el mundo.
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