compartirás tu pan con el hambriento

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CONFERENCIA EPISCOPAL DE COSTA RICA
CARTA PASTORAL
CUARESMA 2014
“COMPARTIRÁS TU PAN
CON EL HAMBRIENTO”
Compartirás tu pan con el hambriento, los pobres sin techo entrarán a tu casa, vestirás al
que veas desnudo y no volverás la espalda a tu
hermano (Isaías 58,7).
Introducción
En el contexto del tiempo de Cuaresma, ofrecemos esta
carta pastoral como un instrumento para que en las comunidades se fortalezca el trabajo que, con esfuerzo y empeño, se hace en favor de los más necesitados, pues como
dice el papa Francisco, “si esta dimensión no está debidamente explicitada, siempre se corre el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral que tiene la misión
evangelizadora” (Evangelii Gaudium 176).
Las palabras del profeta Isaías, que encabezan esta Carta
Pastoral, resuenan en nuestra vida y nos urgen, en el contexto cuaresmal, a no olvidar que si bien nuestras privaciones voluntarias tienden a disponernos espiritualmente,
ellas constituyen un camino para que con el fruto de la
abstinencia y el ayuno cuaresmal seamos capaces de impulsar una auténtica solidaridad que debe vivirse “no
como un sentimiento superficial y vago por los males que
Conferencia Episcopal de Costa Rica
sufren las personas cercanas y lejanas. Al contrario, es la
determinación firme y perseverante de trabajar por el
bien común, es decir, por el bien de todos y cada uno,
porque todos somos de verdad responsables de todos"
(Sollicitudo Rei Socialis 38).
Esta solidaridad debe dirigirse a todos los hombres y mujeres con quienes convivimos y encuentra su raíz más profunda en el actuar del Señor entre nosotros, pues, como
señala el papa Francisco en su mensaje de Cuaresma para
este año: “Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza:
«Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el
Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se
hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a
cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en
todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué
gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo
esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el
amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor
nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y
las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros” (Mensaje
de Cuaresma 2014).
En primer lugar, daremos una mirada pastoral a la realidad
de la pobreza y del hambre que viven muchos y muchas
habitantes de Costa Rica.
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“Compartirás tu pan con el hambriento”
En Costa Rica hay personas que sufren hambre
Según los datos estadísticos, alrededor del 20% de los
hogares del país están en situación de pobreza desde mediados de la década de los años noventa del siglo XX, y
aunque parece que la cifra se mantiene, la realidad es que
año con año el número de personas que viven en situación
de pobreza y de pobreza extrema está creciendo. Según el
Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) para el
año 2013, un 20,7% de los hogares viven en situación de
pobreza –esto es 285.467 hogares-, con un 6,4% de los
hogares en pobreza extrema (cfr. INEC, estadísticas sociales). Viendo las cifras, ya no de hogares, sino de personas,
tenemos que en el país viven un total de 1.096.512 personas en esta situación, de las cuales 339.772 son víctimas
de pobreza extrema, esto es, que sus ingresos promedios
mensuales no les alcanzan ni siquiera para comer lo necesario para una nutrición adecuada o para el buen funcionamiento cotidiano.
Sin embargo, cuando consideramos la realidad de la pobreza y su impacto en las distintas regiones del país, la
situación es mucho más dramática, pues solamente en la
Región Central encontramos un porcentaje inferior al
promedio nacional con un 16.1% de los hogares (esto es
147.126 hogares, con 552.260 personas); y las regiones
con mayor incidencia de la pobreza son la Brunca, en la
que un 35.3% de los hogares viven en situación de pobreza (29.644 hogares, con 111.947 personas), Chorotega con
un 34.1% de los hogares (30.287 hogares, con 119.199
personas), Pacífico Central un 30.6% (21.792 hogares, con
80.610 personas), Huetar Atlántica un 27.1% (37.888 ho-
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Conferencia Episcopal de Costa Rica
gares, con 157.656 personas) y Huetar Norte 24.7%
(18.730 hogares, con 74.840 personas).
Una de las carencias fundamentales que viven muchas
personas en el país es la de una vivienda digna. Especialmente clama al cielo que 296.149 personas vivan en 418
asentamientos informales, en situación de precario y tugurios (ver FUPROVI. Aportes para un Programa de Vivienda. Agosto 2013, p. 12).
Ligado a la situación de pobreza conviene abordar el tema
del hambre que muchas y muchos viven en Costa Rica,
pues según estimaciones de las Naciones Unidas a través
de la FAO, en el país un 8.2% de sus habitantes sufren
hambre y viven en estado de subalimentación (ver el Estado de Inseguridad Alimentaria en el mundo, 2013, p.
43); el número de personas en situación de hambre es de
388.938, cifra similar a la de de personas que viven en
extrema pobreza, de modo que pobreza y hambre van de
la mano y hacen que la vida de las personas en estas situaciones no pueda alcanzar el anhelado desarrollo humano
integral y solidario.
Las causas del hambre y la pobreza
“Nos escandaliza el hecho de saber que existe
alimento suficiente para todos y que el hambre se
debe a la mala distribución de los bienes y de la
renta. El problema se agrava con la práctica generalizada del desperdicio” (Obispos de Brasil, citados por el papa Francisco en El gozo del Evangelio, 198).
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“Compartirás tu pan con el hambriento”
Entre las causas de las dolorosas situaciones de nuestra
realidad podemos señalar un sistema social y económico
que como ha dicho el papa Francisco, genera exclusión e
inequidad: “Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir « no a una economía de la
exclusión y la inequidad ». Esa economía mata. No puede
ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en
situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos
en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar
más
que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre.
Eso es inequidad” (Evangelii Gaudium 53).
En nuestro país sigue creciendo la desigualdad por ingresos, al punto de que “en el contexto latinoamericano, Costa Rica es uno de los pocos países que muestra un incremento en la desigualdad por ingresos” (ver Estado de la
Nación, 2013, p. 79), en un marco de indiferencia y muchas veces de derroche en lujos inútiles de quienes más
tienen. Además, las personas se ven excluidas de servicios
básicos como la salud y la educación y se repiten círculos
viciosos que generan mayor inequidad y pobreza, pues el
modelo de desarrollo y el estilo del mismo se han olvidado que “la persona es y debe ser, el centro de todas las
instituciones sociales” (GS 25).
También hay que considerar que hay, en la base de las
desigualdades por ingreso, una situación estructural de
injusticia que hace que cada vez más pocos tengan mucho
y muchos tengan muy poco, cuando los bienes de la creación son para que todos los disfrutemos como nos dice el
papa Francisco: “Sabemos que Dios quiere la felicidad de
sus hijos también en esta tierra, aunque estén llamados a
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Conferencia Episcopal de Costa Rica
la plenitud eterna, porque Él creó todas las cosas «para
que las disfrutemos» (1 Tm 6,17), para que todos puedan
disfrutarlas” (Evangelii Gaudium 182).
A la inequidad, se suman otros factores que contribuyen a
acentuar la pobreza y el hambre, tales como el descuido y,
hasta el abandono, de algunas de las zonas más pobres del
país, especialmente en cuanto se refiere a la producción
agrícola y a la vida de nuestros agricultores; la pérdida de
tierras por campesinos que pertenecieron al sector reformado, por falta de una política de protección de estas; una
manera de entender la economía de mercado que beneficia
desmesuradamente a algunos sectores y a cierto tipo de
inversión extranjera, con pocos beneficios para el país y
sus habitantes; el irrespeto de la justicia y el derecho salarial, así como la insuficiencia de los mínimos salarios para
arrostrar las necesidades fundamentales de las familias; la
carencia de una justicia tributaria.
El pecado de omisión aparece como cómplice de las causas que provocan el hambre. Particularmente el de quienes
nos profesamos cristianos, y olvidamos que “El misterio
de la Eucaristía nos capacita e impulsa a un trabajo audaz en las estructuras de este mundo para llevarles aquel
tipo de relaciones nuevas, que tiene su fuente inagotable
en el don de Dios. La oración que repetimos en cada santa Misa: ‘Danos hoy nuestro pan de cada día’, nos obliga
a hacer todo lo posible, en colaboración con las instituciones internacionales, estatales o privadas, para que
cese o al menos disminuya en el mundo el escándalo del
hambre y de la desnutrición que sufren tantos millones de
personas, especialmente en los países en vías de desarrollo” (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis 89).
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“Compartirás tu pan con el hambriento”
Los números tienen nombres y apellidos
Queremos resaltar que detrás de las cifras estadísticas de
la situación de pobreza, desigualdad y hambre que hemos
reseñado estamos viendo, ante todo, rostros sufrientes de
hombres, mujeres, jóvenes y niños que cotidianamente
tienen que agenciárselas para, literalmente sobrevivir; por
lo que ante estas situaciones la voz del profeta Isaías vuelve a adquirir vigencia: “Parte tu pan con el hambriento” es
ya no una invitación, sino un imperativo que las comunidades cristianas necesitamos asumir con la intención real
tanto de socorrer a los más necesitados, como de hacer
comunidad con ellos, de modo que la Iglesia, en sus parroquias, pueda ser “casa para los pobres sin techo”.
“Ser casa” es hacer presente los valores y los principios
para la construcción del Reino en medio de nuestra sociedad; implica necesariamente dejar de ver al otro como un
extraño y considerarlo un hermano, parte de la familia de
los hijos de Dios, llamado a la vida en cuanto que persona,
pero en un entramado de relaciones sociales en medio de
las cuales se van tejiendo y entretejiendo vínculos que
pueden hacer más humana nuestra peregrinación por esta
tierra.
Ver en el otro a un hermano y asumirlo en las actitudes
cotidianas requiere que podamos hacer vida aquello que el
Apóstol nos indicaba “Si un miembro sufre, todos sufren
con él; y si un miembro recibe honores, todos se alegran
con él” (1Co 12:26). Para ello requerimos que en nuestras
comunidades, pastores y laicos, primero experimentemos
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Conferencia Episcopal de Costa Rica
la misericordia y compasión del Señor con nosotros, para
ser capaces de ejercer misericordia y compasión con los
hermanos, de modo tal que podamos “no volver la espalda
al hermano”, como señala el profeta Isaías.
Se trata entonces de desarrollar la capacidad de “escuchar”
el grito de sufrimiento de los pobres, pues la Iglesia es el
instrumento de Dios en medio del mundo para ir realizando el Reino de Dios en la vida cotidiana, como bien lo ha
indicado recientemente el papa Francisco: “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres,
de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo. Basta recorrer las
Escrituras para descubrir cómo el Padre bueno quiere
escuchar el clamor de los pobres: «He visto la aflicción
de mi pueblo en Egipto, he escuchado su clamor ante sus
opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para
librarlo […] Ahora, pues, ve, yo te envío…» (Ex 3,7-8.10)
(Evangelii Gaudium187)”.
Esta escucha requiere necesariamente no solo del sentido
del oído, sino del desarrollo de la actitud de la compasión,
esa capacidad de sentir como propias las necesidades de
los más necesitados, de sentirlas en la propia piel, que
conmueve todo nuestro ser y nos impulsa a socorrer a los
que más está sufriendo, poniendo en obra no solo la virtud
de la caridad sino el empeño por la justicia, en el más amplio sentido de la palabra para que se busquen revertir las
tendencias crecientes de desigualdad y exclusión que se
vienen dando en Costa Rica y se promueva, con empeño,
la inclusión social de los y las que viven en situación de
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“Compartirás tu pan con el hambriento”
pobreza, teniendo en cuenta que “Nuestro compromiso no
consiste exclusivamente en acciones o en programas de
promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es
un desborde activista, sino ante todo una atención puesta
en el otro «considerándolo como uno consigo». Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación
por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad
propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo
de vivir la fe. El verdadero amor siempre es contemplativo, nos permite servir al otro no por necesidad o por vanidad, sino porque él es bello, más allá de su apariencia:
«Del amor por el cual a uno le es grata la otra persona
depende que le dé algo gratis». El pobre, cuando es amado, «es estimado como de alto valor», y esto diferencia la
auténtica opción por los pobres de cualquier ideología, de
cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de
intereses personales o políticos. Sólo desde esta cercanía
real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en
su camino de liberación. Únicamente esto hará posible
que «los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan
como en su casa. ¿No sería este estilo la más grande y
eficaz presentación de la Buena Nueva del Reino?». Sin la
opción preferencial por los más pobres, «el anuncio del
Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo
de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos
somete cada día» (Evangelii Gaudium 199).
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Conferencia Episcopal de Costa Rica
Campaña contra el Hambre
en el mundo y en Costa Rica
Es en esta línea que hemos querido unirnos este año a la
campaña contra el hambre en el mundo: “Una sola familia,
alimentos para todos”, atendiendo la iniciativa del papa
Francisco, e impulsar la colecta de la solidaridad cuaresmal para que se vayan convirtiendo en gestos concretos
que plasman, a través de las comunidades eclesiales, la
tarea que nos diera el Señor: “En verdad les digo que,
cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de
estos mis hermanos, me lo hicieron a mí” (Mt 25,40).
Ambas iniciativas quieren ser una expresión de “la absoluta prioridad de la «salida de sí hacia el hermano» como
uno de los dos mandamientos principales que fundan toda
norma moral y como el signo más claro para discernir
acerca del camino de crecimiento espiritual en respuesta a
la donación absolutamente gratuita de Dios” (Evangelii
Gaudium 179).
Reconocemos el esfuerzo que, mes a mes, los fieles y las
comunidades parroquiales hacen para socorrer a aquellos
que viven en situación de pobreza a través de las iniciativas de asistencia solidaria, y sabemos que lo hacen movidos por un impulso de auténtica caridad cristiana que se
ocupa de aquel mandato del Señor: “Denles ustedes de
comer” (Mc 6, 37). Es desde este marco de ejercicio de la
caridad que deseamos realizar la campaña contra el hambre en nuestro país con la finalidad de ir proponiendo,
desde la asistencia solidaria que se brinda en las parroquias, procesos que vayan transformando la vida de las
personas en situación de pobreza y de sus comunidades,
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“Compartirás tu pan con el hambriento”
haciendo de ellos y ellas protagonistas en la búsqueda y
consecución del auténtico desarrollo humano integral y
solidario que hace “pasar de condiciones menos humanas
a condiciones más humanas” (Popolorum Progressio 21)
a las personas, las comunidades y la sociedad.
La asistencia solidaria es, desde nuestro punto de vista,
una condición necesaria para socorrer a los y las que viven
en condición de subalimentación y a quienes sufren por
estar inmersos en una situación de pobreza; es como un
punto de partida, en el que “nos preocupamos de compartir en la caridad, las angustias y las tristezas, las alegrías y
esperanzas de los hombres” (Cfr. Misal Romano, Edición
Española, Plegaría Eucarística Vc); sin embargo es urgente que, haciendo un ejercicio comunitario de discernimiento evangélico de las realidades sociales y de creatividad
pastoral, configuremos el servicio de la caridad, enraizado
en una espiritualidad cristiana, para que “promueva a todos los hombres y a todo el hombre” (PP 14).
La colecta de la solidaridad cuaresmal, es ya entre nosotros, toda una tradición, el cuarto domingo de Cuaresma.
En nuestras comunidades se realiza esta colecta como expresión de nuestro esfuerzo por disponernos para que el
amor de Dios se traduzca en obras concretas de caridad
que le muestren a los hombres y mujeres, aquello que
tantas veces cantamos en la liturgia de la Iglesia “la señal
de los cristianos es amarse como hermanos”.
Sabemos bien que el tiempo de la Cuaresma nos llama a
privarnos de ciertos bienes –con el ayuno y la abstinenciapara disponernos física y espiritualmente para la Pascua,
pues esas privaciones que voluntariamente muchos reali-
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Conferencia Episcopal de Costa Rica
zamos deben traducirse en frutos concretos. Por ello
deseamos invitar a todos y todas para que el fruto material
de las privaciones cuaresmales lo podamos convertir en
una ofrenda generosa que sea entregada en la parroquia
que se asiste a la celebración del Domingo, de modo tal
que se vaya constituyendo, en solidaridad y responsabilidad con los otros y con la Iglesia una gran colecta anual de
la caridad, que como fruto de la Cuaresma, reavive en
nosotros no solo el deseo de dar, sino de darnos por entero
buscando hacer más humanas nuestras vidas, así nos lo ha
recordado el papa Francisco: “La Cuaresma es un tiempo
adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos
de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a
otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera
pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y
no duele” (Mensaje para la Cuaresma 2014).
Conclusión
El momento cuaresmal de nuestra Campaña contra el
Hambre nos impulsa a un trabajo permanente por mejorar
la red de solidaridad de todas las parroquias costarricenses. Deseamos que se fortalezca la cantidad y la calidad de
las ayudas que reciben las personas en situación de pobreza y de extrema pobreza en el país, mientras trabajamos
día a día por una sociedad en la que ya nadie tenga hambre.
También deseamos que esta Cuaresma nos impulse a evitar el desperdicio de alimentos, que en nuestro país llega a
un 40% y nuestros hábitos de consumo, que no se pueden
regir por una lógica de superficialidad y derroche.
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“Compartirás tu pan con el hambriento”
Instamos al próximo Gobierno a que, en su Plan Nacional
de Desarrollo, priorice la Seguridad Alimentaria y Nutricional de nuestro pueblo; el apoyo a los agricultores y
agricultoras y, en general, a la agricultura familiar; el acceso de los sectores populares a la Banca de Desarrollo; el
apoyo a las micro, pequeñas y medianas empresas; el respeto de los derechos laborales, comenzando por el salario
mínimo, y la reversión de lo regímenes salariales escandalosos en el sector público; la justicia tributaria y, por ende,
excluyente de toda regresividad en las políticas fiscales; el
redireccionamiento de nuestro modelo de crecimiento,
hacia un modelo de desarrollo que revierta la desigualdad
y que refuerce la institucionalidad pública movida por
criterios de solidaridad social. Si las fuerzas políticas y
sociales convergen en estos propósitos, se puede lograr
que las políticas públicas sean realmente de largo plazo y,
por ende, tener continuidad entre los distintos gobiernos,
condición indispensable para acabar con el hambre en
nuestro país.
Que Nuestra Señora de los Ángeles siga acompañando a
este querido país, de forma especial a los más pobres, para
que todos sus hijos disfrutemos de una vida digna como la
quiere Dios nuestro Padre.
Dado en San José, el 25 de marzo de 2014.
Con nuestra bendición de Pastores,
Óscar Fernández Guillén
Obispo de Puntarenas
Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica
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Conferencia Episcopal de Costa Rica
Guillermo Loría Garita
Obispo emérito de San Isidro
Vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica
Ángel San Casimiro Fernández
Obispo de Alajuela
Secretario de la Conferencia Episcopal de Costa Rica
José Rafael Quirós Quirós
Arzobispo Metropolitano de San José
Tesorero de la Conferencia Episcopal de Costa Rica
Vittorino Girardi Stellin
Obispo de Tilarán-Liberia
Gabriel Enrique Montero
Obispo de San Isidro
José Francisco Ulloa Rojas
Obispo de Cartago
Pbro. Albán Arroyo Vega
Administrador Diocesano Ciudad Quesada
Pbro. Eduardo Ramírez Ruiz
Administrador Diocesano de Limón
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