CRÓNICA DE UN SIGLO EL SOL DE MARTES 4 de noviembre del 2003, Mexicali B.C. 5|D M E X ICA L I COSTUMBRES FUNERARIAS de los indígenas californios Por Yolanda Sánchez Ogás* L os indígenas de Baja California acostumbraban cremar a sus muertos y sus cenizas eran arrojadas al aire. En el norte, cuando ya elaboraban vasijas de barro, las colocaban dentro. Don Benito Peralta, pai pai de Santa Catarina quien falleció en el año 2000, decía: “Nosotros vivimos aquí porque aquí están los restos de nuestros antepasados, como las cenizas se tiraban al viento o las vasijas en que las guardaban se dejaban entre las piedras o entre ramas, por eso queremos seguir aquí” Luis Sales misionero dominico, en su crónica “Provincia de las Californias” menciona las costumbres funerarias de los indígenas de Baja California, como una de las ceremonias más importantes que practicaban. Dirigida por el WAMA o CUSIAY, casi siempre cremaban a sus difuntos. “Pasados algunos días de la muerte del indio, se juntan todos del mismo modo que para la fiesta, para lo cual los convoca el viejo y dice que el difunto quiere resucitar y comer con ellos... En un brazo guarda la capa de cabelleras y en la otra exhibe la cabellera del difunto. Se pone la capa y dice que ya viene el difunto y muestra la cabellera, diciendo que allí está, habla con él preguntando como se encuentra en el lugar del norte a donde fue. Después habla de las hazañas del difunto. Dos mujeres se colocan sobre piedras y lloran, con fuertes alaridos. Cuando el cusiay desea, dice que el difunto quiere irse, pero antes quiere observar sus habilidades y para alegrar al difunto todos bailan. Concluido el baile, el hechicero dice que ya se va el difunto, pero antes necesita frutas y semillas para el viaje. El hechicero toma lo que le ofrecen y se retira a su choza diciendo que se va junto con el difunto”. Costumbres funerarias de los cucapá Según sus tradiciones, como lo dice el mito de creación, los cucapá creían que las costumbres funerarias les habían sido enseñadas por su dios Sipa. “Cuando Sipa murió cantó una canción, y dijo a la gente que cuando hubiera muerto no pusieran su cara hacia el Este en la pira funeraria, sino que la volviesen hacia el Norte, para evitar enfermedades. Cuando por fin murió, mandaron a Coyote hasta el Sol a traer fuego. Así lo hicieron porque sabían que Coyote quería comerse el cadáver de Sipa. Cuando Coyote se perdió de vista, dieron principio a la cremación. Antes de extinguirse lentamente el cuerpo de Sipa, salió de él una serie de canciones, a las que su esposa, llorando y puesta de pie cerca de la escena les puso nombre”. Si atendemos que los mitos son una narración de hechos reales o imaginarios cuya función es explicar la realidad en que vive el ser humano, entenderemos que el origen de los ritos fúnebres expresaba una realidad del medio ambiente en que se desarrollaron los yumano. Debido a su vida nómada, los yumano no crearon panteones en el sentido que los conocemos ahora. Por su continua movilidad y el temor de que los animales salvajes se los comieran (Coyote quería comerse a Sipa), quizá generó la costumbre de la cremación, para protección del cadáver. Antiguamente el ceremonial consistía en colocar al difunto sobre una plataforma, luego varios oradores hablaban sobre el finado, de la amistad de los asistentes. Las mujeres lloraban mientras los hombres cantaban y bailaban. Después se pasaba al finado sobre una tarima, se colocaban sobre él sus pertenencias y se Beatriz Limón BAJO SECCIÓN D Pascuala Sainz, la más anciana de los indígenas cucapás, recuerda como su madre le narraba las ceremonias cuando cremaban a los muertos. iniciaba la cremación. Todavía a principios del siglo XX llegó a la región cucapá, en el valle de Mexicali, el naturalista Carl Lumholtz y observó que los cucapá incineraban a sus muertos. Pascuala Sáinz Domínguez, de 86 años de la comunidad cucapá, recuerda que su madre le platicaba sobre las cremaciones que presenció a principios de siglo: “Mi mamá me platicaba que ponían al muerto sobre unos troncos y lo cubrían con varitas delgadas y después ponían leña gruesa, hasta que formaban un cerrito, luego varios hombres al mismo tiempo le prendían lumbre, para que los leños ardieran parejo, todos tenían que estar allí viendo” Esta costumbre desapareció porque las autoridades mestizas prohibieron se realización. En cambio, los cucapá de Poza de Arvizu, a 18 kilómetros de San Luis, Sonora, siguen practicando esta costum- UNA HISTORIA ENTERRADA EN TUMBAS Un panteón de Pioneros Por Beatriz Limón blimon@lacronica En el Panteón de los Pioneros de Mexicali, antes Panteón Número 1, se encuentran enterradas gran cantidad de personajes, ente ellos el Coronel Esteban Cantú, quien fue trasladado del cementerio Jardín de Descanso al “Panteón de los Pionero de Mexicali”. En el cementerio hay lapidas que sobresalen por su diseños. Una de ella es la lapida en forma de roca con letras japonesas, donde esta enterrado un secretario de la Asociación Japonesa, quien en vida llevó el nombre de Saburo Masiko y murió en 1926. En una tumba, donde se levanta un gran pilar, con la figura de un niño esculpida en mármol, es la tumba del hermano de Eduardo “El Negro” Martínez Palomera. En el pilar se lee: “Eduardito”. Se encuentran enterrados los exalcaldes Francisco Bórquez y Juan Loera. Antonio Banuet Barragán, fundador del Sindicato de Burócratas y tesorero del III Ayuntamiento, se encuentra sepultado a un lado de Esteban Cantú. También el sacerdote Gabino García; el músico Ramón Valdés; el licenciado Francisco Terrazas, quien fuera funcionario cuando Baja California era territorio. Deportistas destacados descansan en ese cementerio, como los beisbolistas, Manuel Tilillo Estrada y Amador “El Bule” Guzmán, de la liga vieja de Los Águilas de Mexicali. Hay tumbas de 1919, como la bóveda de Armida Montijo. Ense- Un atardecer en el Panteón de los Pioneros de Mexicali. guida descansa Manuel Larrañaga, quien fuera dueño de la Hielera Mexicali. Alberto García, comandante de la policía, se dice que fue uno de los que intervino en al ataque a Columbus de las tropas villistas, esta sepultado en el panteón de los Pioneros. Personalidades como Lugarda Angulo conocida en Mexicali y San Felipe; Alejandro Agramont, conocido en Pueblo Nuevo y el medio musical. Los profesores Ángel Abrego, Antonio Magaña y Carlota Appel. También descansa ahí Esperanza Flores, quien murió a los 17 años, víctima de pulmonía cuando salió a jugar con la nieve, la primera vez que nevó en Mexicali en 1932. Hay héroes enterrados en el “Panteón de los Pioneros de Mexicali”. Se encuentran ahí sepultados los doce ferrocarrileros que murieron cuando construían la vía que conectaría a Baja California con el Así lució el Panteón de los Pioneros de Mexicali, el pasado 2 de noviembre. centro de la República. Sus muertes son recordadas en Mexicali como una masacre en pleno desierto. Los cadáveres duraron varios días al aire libre. Los descubrieron cuando vieron gran cantidad de aves de rapiña volando sobre ellos. El accidente se suscitó cuando se descarrilo el armon de los rieles. Sesenta eran el número de cadáveres que existían en el panteón antes de iniciar con el libro de registros. Pero el primer muerto registrado fue con fecha de 1918. Así que en el documento se lee: “Desde el día 15 de noviembre a la fecha, con este número (60) queda marcada la existencia total de cadáveres inhumados en este cementerio. El primer registro aparece con el número 61 y es del americano Johon Chasey. En el documento quedó asentado lo siguiente: “Johon Chasey murió en el establecimiento de “El Tecolote”. Se sepultó en la fosa número uno de la segunda manzana. Los presidió en el duelo el número 17 de los policías de a pie. El fallecimiento se debió a insuficiencia mitral. Se ignoran sus generales”. “El Panteón los Pioneros de Mexicali”, antes abarcaba lo que ahora es el centro deportivo que se construyó durante la administración del alcalde Armando Gallego Moreno en 1974. En ese lugar, estaba ubicada la sección para asiáticos. De la barda actual, en adelante, el terreno estaba destinado para los cachanillas. bre. Cuando murió Juan García Aldama, en atención a la categoría del difunto, se realizó este ritual en Poza de Arvizu. “Estuvimos allí a las cinco de la mañana, antes de que saliera el Sol. Se colocó el cuerpo sobre una tarima formada por gruesos troncos y sobre ella una tabla de triplay. Los asistentes, de Mexicali, Somerton, Arizona, Poza de Arvizu habían llevado diversos regalos que fueron colocados sobre el cuerpo. Sábanas cobijas, ropa, cigarros, zapatos, dólares, todo se colocó cuidadosamente. Después se cubrió con leña delgada y luego más gruesa y se le prendió fuego, mientras las mujeres lloraban. Esto era al amanecer y ardió durante todo el día, después se recogieron las cenizas y se sepultaron en el panteón de Poza de Arvizu”. Ceremonia Del lloro Un año después de la muerte de una persona, los indígenas acostumbran realizar la ceremonia del lloro. Josefina Uchurte, de la comunidad pai pai de Santa Catarina describe un lloro al que asistió: “La viuda, Antonia Fernández, invitó a gente de todas las comunidades al lloro en San Antonio Necua, el 2 de febrero, en su casa. El finado cumplía un año de muerto. Fue desde las cuatro de la tarde. La casa tenía muchas flores y en una mesa había doce veladoras, una por cada mes del año. Las flores estaban junto a una foto del finado, arriba de la mesa. Las telas de las paredes eran nuevas y de todos colores. En la pared había ropas como las que usaba el finado. La viuda, los hijos y otros parientes lloraban. La mayoría de la gente estaba afuera tomando y platicando. Se hizo comida para toda la gente, era barbacoa y café. Esto duró hasta las doce de la noche, después de esa hora se quemó la ropa y el sombrero que se había comprado para “el lloro”. Después de eso se empezó a comer, a tomar y a bailar el “kuri kuri”, acompañados de música que tocaba un grupo de jóvenes kumiai de El Cajón, California. Eso duró hasta la ocho de la mañana, a esa hora fuimos al panteón a llevar las flores. Allí se cantó y se bailó kuri kuri por la viuda, luego a los amigos se les regalaron las telas y cada quien regresó a su casa. A los parientes no se les dan telas porque si alguno recibe algo que fue del finado, va a sufrir el “Estrellazo” o sea que él o un pariente le va a pasar algo malo, como una enfermedad o morirse” Esta ceremonia del lloro se sigue realizando en todas las comunidades indígenas de Baja California, cuando las condiciones económicas de la familia lo permiten, pero cada vez es menos frecuente por el costo que implica la compra de telas, ropa, comida, flores y veladoras. *Cronista del Valle de Mexicali.