Formación y evolución de lo aymara en el espacio y el tiempo

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Formación y evolución de lo aymara
en el espacio y el tiempo(*)
Xavier Albó
Este breve ensayo es sólo un intento de interpretación de los procesos por medio de
los cuales se ha llegado a lo que actualmente podríamos llamar la identidad aymara. Sin
ser etnohistoriador, sólo puedo partir de datos ajenos, necesariamente esporádicos, y de
interpretaciones en gran parte hipotéticas. Los datos asequibles por el momento nos plan.
tean más preguntas que respuestas, sobre todo para las épocas más remotas. La pregunta
central es: écórno se ha ido llegando a formar una identidad ay mara en el espacio y en el
tiempo?
1.
PRECOLONIA
El punto de partida para nuestros propósitos es la existencia de un espacio en el que
se interdigitan numerosos grupos étnicos. A partir de datos como los recopilados porTeresa Bouysse-Cassagne, podríamos concluir que la distribución espacial de estos numerosos
grupos se asemejaría a un tejido policromático, más que a un mosaico. No se trata de juris(*)
Por tratarse de un simple ensayo, fuera de las referencias por citas directas. se ha evitado un pesado aparato documental y bibliográfico.
Pero quiero dejar constancia de
lo que mi interpretación.
principalmente
en lo que concierne a las épocas más alejadas, debe a los trabajos y a conversaciones
con los colegas y amigos Teresa BouysseCassagne, John Murra, Tristan Platt, Thierry Saignes, Alfredo Torero y Nathan
Wachtel. Para épocas más cercanas, las lecturas y los contactos más vivencia les a lo
largo y ancho del mundo aymara son demasiados para ser listados.
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dicciones distintas yuxtapuestas
como las piedritas que forman el mosaico. Más bien en
un mismo lugar pueden coincidir varios grupos, y cada uno de ellos reaparece en forma
salpicada en otros varios lugares, dentro del conocido esquema del archipiélago o control
vertical de varias ecologías, tan divulgado desde Murra. Cada etnia sería como el hilo que
aparece, desaparece y reaparece en un tejido. Así, por ejemplo, en la región lupaqa, en la
orilla SO. del lago Titicaca, incluso hasta la época de Bertonio, en los años 1580, había
todavía hablantes de aymara, de quechua, los uru y un grupo de las alturas llamado larilari. Y a su vez los lupaqa aparecían en varias otras regiones. Hasta hoy en la ciudad de La
Paz hay un barrio llamado Kupi (= derecha) l.upaqa ... El mapa 1,elaborado
por Gilles
Riviére, nos muestra el caso menos conocido de la etnia karanka coexistiendo
con otras.
Según Tristan Platt, la línea organizativa
fundamental
del espacio en todo este período sería la transversal, que va de los valles a la puna y tal vez también a los valles del
lado contrario.
Sin embargo, persisten las dudas de si el control simultáneo
de la doble
vertiente -hacia el mar y hacia la selva- ocurrió ya en tiempos muy alejados o sólo en
tiempos cercanos, si no simultáneos,
con el Tawantinsuyu.
Aparte de esta organización
espacial-ecológica
básica, queda por averiguar cómo sobre ella se fue montando
la organización
social y política propiamente
dicha: cómo del
pequeño ay/fu o jatha (nombre preferido por Bertonio en la región Lupaqa) -con sus características
de dispersión
geográfica,
salpicando
un espacio relativamente
ampliose
constituye
la marka, o quizás un determinado
señorío con sus mitades, y de ahí agrupaciones de nivel superior, como las que Platt llama federaciones y confederaciones.
Así, siguiendo siempre el ejemplo de Platt, una merke, señorío o etnia como Macha, compuesta
a su vez de varios ayllus agrupados en "arriba" y "abajo", llega a formar parte de la federación Qharaqhara, y ésta a su vez forma pareja con otra federación, Charka.
Dentro de esta temática hay dos aspectos que resultan específicamente
enigmáticos.
El primero es el nivel jerárquico y jurisdiccional
en que funciona la duplicidad entre arriba
y abajo, que en aymara se llama alasaya/miisaya
(o variantes) yen quechua anansaya/urinsaya (o variantes). Platt ha propuesto
que tal dualidad está incluso por encima del nivel
del señorío étnico. En realidad, ésta sería la explicación de por qué no aparece un "señor"
absoluto o único en esos señoríos, sino siempre la dualidad de un señor de arriba y otro de
abajo (entendido en sentido de jerarquía social más que de espacio geográfico), resultando
a su vez que el señor de una mitad puede llegar a tener poder sobre otros señoríos, aunque
siempre en forma restringida a su propia mitad.
El segundo es cómo este dualismo se integra con otro, enfatizado sobre todo por
Bouysse-Cassagne:
urqusuyu/umasuyu.
Una primera lectura de estos dos conceptos es ecológica: el lado árido, agreste, más apto para rebaños vs. el lado acuoso, fértil, apto para la
agricultura.
Otra lectura es simbólica: el lado masculino vs. el lado femenino. Nos prequntamos cuál será la lectura socio-espacial.
Ciertamente
ha habido la tendencia, sobre todo
cerca del lago Titicaca, a que cada señorío tenga acceso a ambos lados. Pero seguimos preguntándonos
cuál es la diferencia inicial entre -saya (arriba/abajo)
y -suyu (urqu/uma)
y
cuáles eran sus niveles y expresiones
de autoridad.
En la figura 1 reproducimos
lo que en
opinión de Platt (en prensa) sería la lectura más adecuada a la concepción precolonial.
La máxima expresión de este esquema orqanuauvo
hacia espacrns y grupos SOCiales
cada vez más amplios habría llegado con :a expansión inka y su conformación
del Tawantinsuvu, literalmente
los 4 suyu unidos. En realidad, se trata de 2 x 2 suyu. Más aún, quizás es más correcto hablar de los dos in ka, hasta formar un total de seis parejas cronológi30
31
caso La novedad del Tawantinsuyu
sería el macro-nivel en el que el esquema previo había
llegado a desarrollarse,
así corno la solidez organizativa que, dentro de él, desplegó el grupo in ka dominante.
Sigue el esquema de archipiélago,
pero éste sirve también para crear
colonias estatales en las que confluyen muchas etnias, como el Valle Central de Cachabamba o quizás Sonqo; o centros ceremoniales corno Copacabana; o trasplantes para fines
políticos y militares.
Dentro de nuestro tema central adquiere especial importancia
el espacio llamado
Oullasuyu, que, dentro de la policromía étnica subyacente, viene a formar una unidad en
cierto modo precursora de lo que después -en forma mucho más reducidaserá el "mundo aymara". Con su proyección
desde el Cusca -el "ombligo"hacia el SE., y a lo largo
del eje acuático formado por el río Azángaro-Iago
Titicaca-río
Desaguadero (Chaka Jawira?)-Iago
Poopó-Salares,
el Oullasuyu trasciende el anterior eje transversal, integrándolo. El eje organizativo
es ahora de NO. a SE., insertando en él -como en un gran "anticucho" andinoa una serie de etnias o señoríos que mantienen, cada uno de ellos, el esquema de organización
transversal.
Es posible que el anterior esquema urna/urqusuyu,
y
quizás incluso las mitades ala/rnasava ya fueran un preludio de este nuevo eje norte-sur
Antes de cerrar esta época, recordemos lo difícil que resulta hablar para ella de algo
así como cultura aymara, como contrapuesta
a otras. ¿Era éste el criterio identificatorio
de los grupos y sociedades que poblaban el actual espacio aymara? iNi siquiera sabemos
quiénes construyeron
Tiwanaku! Es evidente que este complejo ceremonial es una especie
de centro -taypi qels, la piedra central- en pleno eje acuático. Pero un centro, ¿de quiénes? Menos sabemos qué idioma se habló en Tiwanaku, ni en qué lugares se hablaba aymara (o mejor, jaqi aru, la lengua humana), ni en qué momentos. Sí sabemos que el mosaico
lingü Istico, como el étnico, era mucho más complejo y entreverado que en la actualidad.
Bouysse-Cassagne
(1980) nos ha reconstruido
esta complicación
tal como persistía aún en
1580, en plena época desestructuradora
del virrey Toledo, cincuen ta años después del
desembarco
en Tumbes. Lo reproducimos
en el mapa 2, limitado a la región de Charcas
(audiencia).
El aymara aparecería
aún por el norte no sólo hasta las puertas del Cusca,
sino incluso -en forma salpicadahacia lo que hasta hoy se llama provincia de Aimaraes
(Apurímac)
y las alturas de Lima, donde sigue hablándose el jaqaru.
2.
LA COLONIA
Con la llegada de los invasores españoles, con sus nuevos esquemas de dominio y de
explotación
de gentes y recursos. el espacio social anterior sufrió serias transformaciones.
Toledo, organizador
del nuevo esquema y espacio coloniales, fue el gran desorganizador
del esquema andino precedente.
En primer lugar, las conveniencias
de tributación, en gente, especies o dinero y otras
conveniencias
paralelas de evangelización
llevaron a la creciente concentración
de los grupos humanos en jurisdicciones
claramente circunscritas
a espacios específicos.
Así se fue
pasando del ayllu andino al "ailln" o comunidad colonial, de las etnias a los simples pueblos-reducciones
con su jurisdicción de comunidades
(y más o menos haciendas) separadas
tal vez en dos "parcialidades",
pero cada vez más cristatizadas en un lugar concreto del
mapa. La gente ya no se identificaba por "filiación", sino por "residencia"
(Saignes 1978)
En segundo lugar, cabe mencionar que el centro económico de los nuevos intereses
españoles era la mina de Potosí y que el centro político y comercial era el puerto de Lima.
32
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Así, en torno a ese eje Lima-Poms¡ se reorganizaron
y ampliaron los espacios sociales, pelíticos y económicos,
con prolongaciones
que llegaban hasta Tucumán en la actual Arqentina. Los comunarios
se encontraban
juntos, desde el Cusca a Potosí, como mitayos que
cumplían su turno (mit's} en la gran mina-ciudad colonial. Las haciendas, obiaies y ciuda.
des salpicaban la misma ruta o los valles adyacentes.
En tercer lugar, como consecuencia
de todo lo anterior, se fue perdiendo el sentido
de pertenencia
a grupos étnicos distintos. Para empezar, todos se encontraban
en ese gran
"chavru" llamado Potosí. Allí eran ante todo mitayos, por mucho que procuraran seguir
agrupándose según grupos y Jugares de' origen. Pero, además, en cualquier luqar y circuns.
tancia frente a los dominadores
recibían otras etiquetas comunes, como naturales, cornunarios, indios o incluso el colectivo "indiada".
Cada vez más se iba pasando de la multipli.
cidad étnica al concepto masificado de casta india. Los yanakuna, transformados
en pea.
nes de haciendas y obrajes o sirvientes urbanos, perdían incluso su identidad comunal.
Todo este proceso tuvo sus variantes locales. Muchos kuraka o señores étnicos se acopla.
ron, por ejemplo, al nuevo sistema colonial, aunque otros mantuvieron
viva su identidad
hasta la gran rebelión de 1780. En el corazón de la actual región avrnara, los españoles
descabezaron
a los grupos étnicos de sus señores, con lo que se intentó acelerar el proceso
de masificación; en cambio, más al sur, los charka, al entrar rápidamente
en un acuerdo
con el nuevo conquistador,
pudieron mantener mejor sus señores y sus identidades particulares, discernibles hasta el día de hoy (Saiqnes, comunicación
personal).
A todo lo anterior se añadió la fijación lingüística. Esta ya venía facilitada por la fi.
jación de la gente en un lugar preciso de residencia, incluyendo su "reducción"
a deterrninadas pueblos, su masificación
como casta "india" e incluso el encuentro
de todos ellos
en Potosí y, en menor grado, en otras ciudades. Pero, además, en este punto concreto las
necesidades
de evangelización
jugaron un papel unificador
muy importante.
Desde un
principio los concilios de Lima y la práctica de los eclesiásticos privilegiaron tres lenguas
"generales" o francas para llevar a cabo la intensa labor de predicación:
el runa simi (pr onto llamado quichua o quechua), su homónimo
semántico jaqi aru (que a su vez se llamará
avrnara), y el pukina, asociado de una manera aún poco entendida con los uru. Esta última pronto pierde importancia,
probablemente
por tener un status inferior aún al de la len.
gua de los demás "indios", que ahora habían pasado al nivel social bajo.
Al combinarse los diversos factores descritos hasta aquí, cada vez más fueron identificándose ciertas regiones geográficas con determinados
territorios y se fue perdiendo el
antiguo esquema con muchos idiomas en cada lugar. Junto con el pukina se fueron pero
diendo también muchos de los idiomas sólo locales. Además, el aymara fue cediendo te.
rreno frente al quechua, probablemente
por razones socioeconómicas
como las que enseguida explicaremos.
De esta forma, recién en la época colonial podemos hablar con rigor de algo así
como un "mundo avrnara", circunscrito
a un determinado
espacio geográfico, con cierta
homogeneidad
lingüística, y reconocido social y espacialmente
como tal. Aunque evidentemente arraigada en una profunda historia nrecolonial,
la identidad aymara, en su sen tido más rígidamente
"avrnara" actual, viene a ser una creación o consecuencia
de los nuevos ordenamientos
coloniales. Más evidente aún es el origen colonial de la llamada "cuttura quechua" en el actual espacio boliviano. Ni arqueológica
ni lingüísticamente
lo "que.
chua" tiene profundidad
histórica en nuestro país: los inkas estuvieron en zonas actual.
mente quechuas, como los valles de Cochabamba
o Chuquisaca, menos de un siglo, tal
34
JS
vez ni siquiera medio siglo. Su lengua actual se debe quizás menos a la época precolonial
inka y más a los procesos de fijación y evangelización
que siguieron a la conquista y dominación española.
iNuestra sociedad tiene este tipo de paradojas!
3.
NUEVOS ESPACIOS"ANDINOS" HACIA 1780
Hacia fines de la época colonial, la gran sublevación
de 1780 nos ofrece un buen
corte cronológico
para ver hasta dónde habían llegado procesos como los descritos hasta
aqu í. La gran riqueza de material acumulado
en torno a la rebelión no ha sido aún muy
explotada
para fines como el que nos ocupa. Pero se perciben ya pistas significativas.
Pese a sus limitaciones,
el estudio y mapas de Golte (1980) son por el momento una
de las mejores aproximaciones
de conjunto a la dimensión espacial de este gran movirniento insurreccional.
Para empezar, llama la atención una correlación
suficientemente
suqerente entre el área sublevada, el antiguo üullasuvu
(del Cusca hacia el sur) y el área de la
rnit'a de Potosí (comparar Mapas 13 y 27 de dicho estudio). La entonces reciente frontera
administrativa
de La Raya, entre los virreinatos de Lima y Buenos Aires, significaba aún
muy poco. Pero dentro de esta tendencia global aparecen nuevos detalles de interés.
Es razonable pensar que hubo cierta correlación
entre áreas de liderazgo y una mayor identidad del grupo nuclear que estaba bajo un mismo líder. Ahora bien, los grandes
liderazgos parten de tres focos geográficos claramente
distintos y tienen áreas de expansión propias, con sólo ciertas zonas de interferencia.
Estos tres focos son, en orden cronológico de aparición, Charcas (norte de Potosí), Cusca (Canas y Canchis) y La Paz (antiguo
Pakasa).
Cronológicamente,
la primera región sublevada es el corazón de Charcas, en el norte
de Potosí, antiguo centro de la federación precolonial
de los qharaqhara
y charka. El liderazgo lo tienen los hermanos
Katari de un ayllu de Macha (antigua capital üharaqhara).
Este foco se fue expandiendo,
por una parte, por la región de valles, primero en el mismo
norte de Potosí y de ah í hacia Chuquisaca y Cochabamba;
por el otro lado, hacia las punas
de Potosí y Oruro, donde prevalecían los ayllus, varios de ellos con tierras de valle a pesar
de las reducciones
toledanas.
Desde ah í se expandió posteriormente
hacia el norte de
Argentina,
hacia las alturas de Arica y Tarapacá (hoy Chile) y hacia La Paz, donde dio origen al nuevo foco liderado por Tupaq Katari.
En este primer foco sigue habiendo una fuerte articulación
entre puna y valle, como
en épocas precoloniales.
No llegan a formarse polarizaciones
por causas de idioma. El
aymara era ya la lengua predorninunts
(y casi exclusiva) en áreas de puna. Era hablado
todavía por los hermanos Katari, líderes del movimiento,
oriundos de la región de Macha,
donde ahora se habla ya quechua; se hablaba aún en regiones como Yura y Lípez, que
actualmente
se han pasado totalmente
al quechua. Pero el quechua era ya la lengua de los
valles, y también de áreas mineras, como Aullagas, junto a Macha. Sin embargo, no se detectan conflictos
que tengan que ver con esa distribución
lingüística o con sus correlatos
espaciales.
El fin local de la rebelión fue facilitado por rencillas entre los ayllus (o etnias)
Pukwata y Macha, pero ambos en aquel momento eran de habla aymara y tenían acceso
tanto a puna como a valle.
El segundo gran foco, y el más conocido, es el de los varios Arnaru. a partir de su
centro en las provincias (y antiguas etnias posiblemente
emparejadas)
de Canas y Canchis.
Se expande por el norte hasta más allá del antiguo Qullasuyu, cubriendo
la mayor parte
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del área de influencia directa del Cusca (incluyendo
la zona de la mit'a a Cailloma); por el
sur, llega hasta el lago Titicaca, logrando penetrar hasta los valles de Larecaja y por allí
hasta La Paz. Pero en estas últimas regiones surgirán ciertos conflictos de poder con los
Tupaq Katari, líderes del tercer gran foco.
También en este segundo frente hay articulación
entre puna y valles de la vertiente
amazónica.
Pero, significativamente,
la rebelión no se logra extender hasta la costa, que ha
sido notablemente
transformada
en su estructura económica y cultural. Lingüísticamente,
la mayor parte de esta segunda región sublevaría es ya en ese entonces exclusivamente
quechua. Sólo en su expansión por elsur hacia el Altiplano (ya en territorio de Charcas y
del virreinato de Buenos Aires) llega a penetrar en área ay mara . Pero en esta región la relación ya no es tan armónica como había ocurrido en el primer foco. La región Quechua
(antiguo señorío Quila) y la región Aymara (antiguo señorío Lupaqa) tienen cada una su
propio liderazgo, y aunque llegan a coincidir para determinadas
acciones, como los cercos
de Puno, cada grupo mantiene su propia organización
y los españoles sitiados procuran
aprovechar
desavenencias
ancestrales entre ellos. Finalmente,
los Amaru penetran por el
norte del lago hacia la región de Umasuyu, que antiguamente
había sido lugar de mucha
confluencia
étnica tanto en los valles como en las orillas del lago. En el Altiplano de dicha
región y~ se había fijado el avrnara: en los valles prevalecía el aymara en las partes altas y
el quechua en las bajas. Estas diferencias no parecen haber creado tensiones y, en general,
toda la población parece haber participado
en el levantamiento.
Entre tanto se había estado formando
el tercer y último gran foco. Inicialmente
se
habia rebelado a partir de la expansión
del foco de Charcas hacia Oruro. Pero pronto adquirió sus propias características
gracias al liderazgo de Julián Apasa (Tupaq Katari) y su
gente. Movilizó sobre todo a gente del antiguo Pakasa, toda ella de habla aymara, tanto en
regiones de puna como de valles y yungas, nuevamente
con una fácil articulación
interecológica. Se expandió tanto hacia Lupaqa por el sur del lago, como hacia Umasuyu por el
norte. Pero en ambos lugares la expansión chocó con cierta resistencia de los líderes y movimientos locales, que compartían
la misma causa, pero defendían
su propia hegemonía.
En el territorio
Lupaqa, esta hegemonía
era local; en la región de Umasuyu la situación
era más compleja por la presencia de los Arnaru, quechuas del área cusqueña y Quila, más
la de diversos líderes locales que se fueron acoplando
a los Tupaq Amaru o a los Tupaq
Katari, según el caso.
Tanto en el cerco de Sorata (valles de Larecaja) como en el más importante
de La
Paz, Amarus (quechua) y Kataris (ay mara) colaboraron.
Pero -como antes en el caso de
Punocada grupo mantenía
su identidad
organizativa
y espacial. En Sor ata. el líder
Andrés Tupaq Amaru llegó a casarse con la hermana de Tupaq Katari, pese a que en un
momento este último había sido hecho prisionero por instigación del primero. Pero la fusión no fue plena. Y en los momentos
de la der rota, los Amaru estuvieron más prestos a
pactar, mientras que Katari siguió desconfiando
de ellos. Allí sí habia surgido una diferencia en que la identidad lingüística, junto con su correlato espacial, jugaba un papel importante. Pero recordemos
que en otras partes y circunstancias
esto no había ocurrido y que
además hab ía otros factores de tipo social (Amarus kurakas, con poder económico,
aculturados, vs. Kataris del común, en todos los sentidos) que aquí no podemos desarrollar.
En resumen, pues, a fines de la Colonia, después de dos siglos y medio en que estuvieron funcionando
factores como los arriba señalados, se habrían ido formando,
ciertamente, nuevas identidades,
pero no puede decirse ni que hubieran quedado ya totalmente
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borradas viejas identidades
étnicas como charka, lupaqa o quila, ni tampoco que el factor
idioma fuera la base fundamental
para la formación de las nuevas identidades.
Con todo,
es precisamente
en el tercer foco donde está surgiendo con mayor claridad un grupo cuyo
núcleo central está cohesionado
en torno a una unidad precisamente
aymara.
4.
LA EPOCA ACTUAL
Han transcurrido
doscientos años desde los eventos que acabamos de citar. En el
ínterin han nacido dos países y Estados independientes:
Perú, con la parte central del
antiguo virreinato del mismo nombre, y Bolivia, que -con las desmembraciones
de todos
conocidasabarca aquella región que había pertenecido
al mismo virreinato primero y
después al de Buenos Aires, pero quiso desprenderse
de ambos siguiendo su propia persa.
nalidad charqueña. Al descender el límite septentrional
hasta la línea del río Desaguadero,
el mundo de habla aymara, que en 1780 quedaba casi totalmente en territorio de Charcas,
ha quedado ahora partido entre dos Estados. La línea del Desaguadero separa exactarnente al viejo reino Lupaqa para el lado peruano y al de Pakasa para Bolivia. La vieja y múltipie región de Umasuyu queda partida en dos, con la parte de Huancané para el Perú y el
resto para Bolivia.
A esos cambios geográficos se sumaron los sociales. Si la sociedad colonial se basaba
en gran parte en el indio tributario y mitayo, sólo parcialmente
transformado
en vanakuna, la nueva sociedad republicana
una vez consolidada
intentó deshacer también este es.
quema. Para los nuevos amos liberales (pese a sus etiquetas de "conservadores"),
la comunidad y el ayllu eran una traba para el progreso y la modernización.
Lanzaron la excusa
del derecho de todos a la propiedad privada y así fueron ellos quienes privatizaron las antiguas comunidades
para convertirlas
en fundos ganaderos en el Perú o agrícolas en Bolivia.
El feudalismo
rural se consolidó así bajo la máscara de liberalismo modernizan te. El indio
de tasa pasó a ser pongo de hacienda. Posteriormente,
las nuevas reformas agrarias a mitad
de este siglo introdujeron
nuevas modificaciones
sociales. En Bolivia intentaron
borrar las
últimas huellas de las comunidades
ya no a favor de las haciendas, sino de las pequeñas
parcelas familiares, para de ahí liberar la fuerza de trabajo para la deseada modernización
e industrialización
del país. En el Perú, este mismo objetivo de liberación de fuerza de trabajo rural debía pasar por las grandes empresas agrícolas de tipo cooperativo
o colectivo.
En uno y otro caso el proyecto parecía pasar por la modernización
y, con el tiempo, por
la desaparición,
de una identidad étnica y cultural distinta de la nacional. El indio, el que.
chua, el aymara ya sólo serían campesinos y, con el tiempo, migran tes anónimos en las
ciudades.
Estos nuevos enfoques dejaron indudablemente
su impacto. En Id mayor parte de
los casos han desaparecido
ya las antiguas identidades
étnicas, dejando paso, a lo más,
sólo a los parroquialismos
o pequeñas identificaciones
localistas en torno al lugar o pueblo
de origen. Sólo en áreas periféricas hacia el sur de Bolivia, las viejas etnias o avllus rnantienen aún cierta vigencia como identificadoras
del grupo. A un nivel global, la identificación
social como "campesino"
se ha ido abriendo también un campo importante.
Pero no ha
logrado desplazar totalmente
aquella vieja clasificación de "indio", en que se mezcla el
sentido colonial de casta y el sentido republicano
de "raza". Este a su vez ha ido dando
paso a una identificación
más cultural, expresada sohre todo a partir del idioma del qrupo: "avrnar a" y, con menor fuerza, "quechua".
A su vez, el proceso de migración a las
38
39
ciudades u otros centros industriales ha sido intenso, sobre todo en el Perú, donde la costa con su gran centro de Lima, ya tiene más población que la sierra. Esta urbanización
implica un alto ritmo de castellanización,
sobre todo en el Perú; pero se deja sentir también en Bol ivia, donde además hay otro proceso complementario
de traslado a tierras bajas, donde va surgiendo un nuevo tipo de campesino más propenso a minimizar su identidad cultural.
El mapa 3 muestra la actual distribución
de la lengua aymara. En él se observarán
notables contrastes con el anterior mapa 2, de principios de la época colonial. Aparte de
la consolidación
de dos áreas, una quechua y la otra aymara, tanto espacial como lingüís.
ticamente,
nos será ÍJtil analizar las zonas en que un idioma ha avanzado a costa del otro.
En casi todas ellas, el aymara ha sido el perdedor frente a la avalancha del quechua. Así
ocurre en Puno al norte, en el este desde Cochabamba
hasta más allá de la ciudad de
Oruro y por el sur, de modo que este avance ha logrado aislar diversos enclaves de habla
aymara. Sólo en el norte de La Paz es el ay mara el que avanza a expensas del quechua,
que allí forma un bolsón casi aislado del resto. La zona de avance quechua por el sector
de Puno viene de la época colonial y se vincula probablemente
a la antigua ruta comer.
cial de la costa a Potosí. Ha afectado fundamentalmente
al viejo señorío Quila. La doble
cuña del quechua por el sur y el este está también claramente vinculada a nuevos flujos
de comunicación,
aunque allí su impacto parece ser más moderno. La presencia quechua
empezó por la región de los valles y allí pronto se consolidó, probablemente
junto con el
avance de la hacienda colonial y la pérdida de contactos de la nueva población (yanakuna) con los ayllus de origen. Lo mismo ocurrió con la población yanakuna o "vaga" establecida en minas, incluso en Potosí. Pero este último proceso quedó definitivamente
consolidado con la minería moderna, ya en la era republicana, con los fuertes flujos de mano
de obra y comercio preponderantemente
cochabambino.
Es clarísima la correlación entre
las áreas de avance quechua y la existencia de minas con los correspondientes
ferrocarriles
y la expansión comercial. De esta forma se impone el idioma (y con el tiempo la identidad) ligado a las actividades de mayor prestigio. Algo parecido ocurre en el norte de La
Paz, pero allí el idioma que acompaña al prestigio (en este caso, comercial) es el aymara.
A la luz de esta evolución lingüística adquiere mayor coherencia el hecho ya señalado de que en el sureste (lingüísticamente
menos estable) pese más la identidad por ayllu,
mientras que el centro de los actuales movimientos
de identidad aymara esté por La Paz
hacia el lago, donde no hay tal inestabilidad
y donde, al mismo tiempo, es más fácil que
algunos aymaras lleguen a posiciones de cierto prestigio relativo.
En el último siglo ha habido un nuevo cambio dentro de Bolivia en cuanto al eje
organizador
del espacio socioeconómico.
Hasta principios del siglo XX incluso dentro del
nuevo Estado boliviano se había mantenido el eje norte-sur, La Paz-Potosí, incluyendo las
principales minas de plata, primero, y de estaño, después (ya en el siglo XX). Pero con la
revolución del MNR en 1952 reapareció el viejo eje transversal. Fue política de aquel gobierno expandu el país real hacia las tierras bajas del cuente, y así ha surgido el nuevo eje
La Paz-Cochabamba-Santa
Cruz. Esta orientación
facilitó que en los años 50, por primera
vez en la historia, el liderazgo de las movilizaciones
campesinas no lo ejercieran ya los
campesinos más libres de las comunidades
de puna, sino más bien los de los valles y haciendas cochabambinas
Asimismo, a nivel nacional ha surgido el fuerte movimiento regionalista liderado por la nueva burguesía de Santa Cruz.
Sin embargo, desde los años 70, en forma menos previsible, ha surgido a nivel carn-
pesino otro cambio. Los aymara de La Paz, y en menor medida de Druro, han vuelto a
tomar las riendas del movimiento campesino nacional, liderando lo que ya se conoce como
movimiento
katarista, por evocar la memoria del revolucionario
Tupaq Katari de 1780.
Pese a sus posteriores expansiones,
es un movimiento conscientemente
ay mara. Sin entrar
aquí en mayores análisis de los factores que han llevado a este cambio, nos fijaremos sólo
en uno: la continuidad
ternpcret-espactal,
En efecto, el foco principal de este movimiento
katarista se halla en lo que hoy se llama provincia Aroma, entre La Paz y Druro, y que
antiguamente
había sido pleno territorio Pakasa. Esta región está junto al viejo Taypi o
Eje Acuático Aymara, dentro del señorío Pakasa, que, según Bertonio, era el corazón de
la "nación" aymara y una de las pocas regiones que, como muestra el mapa 2, ten ía ya
unidad lingüística. Por allí pasaba posteriormente
todo el eje articulatorio
de la sociedad
colonial (Cusca-Potosí),
facilitando
que fuera precisamente
allí donde surgiera el líder
indio y ay mara Tupaq Katari. No perdió esta centralidad tampoco con el advenimiento
de
la República. Cabalmente allí se libraron los combates principales cuando, sin que se modificara el eje, el centro de gravedad del país pasó del sur (Sucre] al norte (La Paz) duran.
te la guerra federal de 1899. No es tampoco casual que en esa ocasión desempeñaran
un
papel tan importante
las comunidades
de la región, bajo el liderazgo de Zárate Willka. Fi.
nalmente, con el cambio al eje La Paz-Cochabamba-Santa
Cruz, es precisamente
la provincia Aroma la que no queda desplazada, siguiendo en una posición central, sobre el camino
carretero y la línea férrea que siguen articulando
las ciudades centrales del nuevo eje. Y
ahí cabalmente surge, una vez más, el katarismo, cuando el modelo clientista del MN R va
quedando obsoleto. ¿Será casualidad tanta coincidencia?
5.
CONCLUS/DN
Este rapidísimo
recorrido, más lleno de hipótesis que de conclusiones
suficientemente probadas, nos lleva a subrayar los siguientes aspectos como pistas centrales para
una futura reflexión:
a)
Si consideramos
el problema desde una dimensión histórica, la identidad profunda
es más "andina" que aymara. En cierta manera, el apelativo "colla", de uso tan corriente en el lenguaje boliviano contemporáneo,
sigue reflejando esta constatación.
b)
Dentro de esta identidad ancestral andina siguen articulándose
diversas identidades
locales, ahora geográficamente
circunscritas.
En áreas menos transformadas
por la
sociedad dominante,
estas identificaciones
mantienen aún ciertas características
de
ayllu-etnia ancestral.
el
Al mismo tiempo, tanto la identidad profunda andina como sus variadas expresiones locales se encuentran radicalmente
marcadas por las posiciones que estos grupos
tienen dentro de la sociedad global. Los grupos andinos son también desde hace si.
glos los grupos explotados.
En sus movilizaciones
sociales operan ambos elementos
con fuerza. De esta forma confluye actualmente
en ellos su identidad ancestral, étnica y de clase, sin que pueda excluirse ni operativa ni vivencialmente
ninguna de
ellas. El reciente surgimiento
de un fuerte movimiento
katarista muestra que los
esfuerzos del MN R para reducir el problema a una simple dimensión "moderna"
(clase campesina) no tuvieron éxito. Asimismo, el débil arraigo de corrientes puramente indianistas, más urbanas y elitistas que movilizadoras,
muestra que tampoco
es viable hacer la simplificación
por la otra vertiente.
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Basar la identidad social y cultural en el hecho de ser "avmara" es un proceso cuyas
raíces son hondas en el pasado, pero cuya expresión "avrnara" es reciente. Se inició
probablemente
antes de la dominación
inka con los intentos de agrupar ayllus en
señoríos y éstos en confederaciones
hacia el complejo quizás nunca logrado del
urqu/umasuyu.
Pasó después por la nueva identidad Qullasuyu dentro del Estado
inka. Pero lo "ay mara" sólo llegó como tal a un primer plano (a partir sobre todo
del componente
lingü{stico) con las fijaciones coloniales y republicanas. Tal identificación hasta el momento ha adquirido solidez, sobre todo en el área nuclear centrada en la ciudad de La Paz, con expansiones hacia Puno y Oruro. Pero es débil aún
en otras áreas periféricas y lingüísticamente
menos estables.
Los puntos anteriores nos recuerdan que la identidad social, histórica y cultural percibida por un determinado
grupo en un determinado
lugar y tiempo no suele surgir
de la asimilación conciencial de una clase magistral de historia, ni de etnohistoria,
ni
siquiera de sociología o economía política. Es un proceso que va rehaciéndose constantemente
con sus importantes
dimensiones e innovaciones subjetivas. La identidad grupal en parte viene dada por la historia y la sociedad y en parte se va creando
y modificando
gracias a la dinámica y liderazgo del grupo. Estos cambios, claro está,
están íntimamente
vinculados con las nuevas formas con que los miembros del grupo se van sintiendo interpelados frente al resto de la sociedad. Pero estos nuevos desafíos llevan, a su vez, a la conformación
de ideologías que pueden incluir ficciones
movilizadoras
aunque no siempre coincidentes
con la realidad histórica y social.
Esta constatación
no debe sorprendernos.
Siempre ha sucedido así, tanto en las historias oficiales corno en las contra-historias
de los nuevos grupos emergentes.
i Ya
ocurría así en las diversas versiones bíblicas de un mismo hecho o mito!
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