Las Películas del Corazón Matías Riccardi Mi nombre es Matías Riccardi. Doy Introducción al Discurso Audiovisual y focalizo la materia en el Cine, que es lo que conozco y aspiro a enseñar y transmitir a modo introductorio en apenas un cuatrimestre. Obviamente, para entender el Cine o aproximarnos a él, hay que ver películas. Y tengo en la cursada una lista de 15 o 16 películas obligatorias (que les parece mucho y me miran mal, pero sabemos que son pocas entonces me convenzo que soy generoso) Más allá de los fragmentos pasados en clase, considero que las mismas deben ser analizadas y disfrutadas en su totalidad. Cada inicio de curso me encuentro con el mismo dilema: ¿Les doy a los alumnos aquellas que son “hitos” en la historia del cine, esas que en cualquier libro están y que abarcan un resumen de más de 100 años de historia cinematográfica ? ¿O les doy las que me gustan, que por otro lado las conozco bien, me emocionan y puedo transmitir esa pasión y su razonamiento? (aunque algunas sean obras maestras y otras no figurarían ni en un ranking 500) Hago una mezcla ? Hay alumnos que son de otras carreras, por lo tanto también debo pensar que hacerles ver “El nacimiento de una nación” (1915) de tres horas de duración, “El acorazado Potemkim”(1925),“Nosferatu”(1922) o “Lo que el viento se llevó” (1939) con sus cuatro horas, puede ocasionar no sólo que abandonen la materia sino que me esperen en la esquina. Tampoco puedo darles las últimas de Jennifer Aniston (aunque es hermosa), las remakes de series ochentosas o las de directores caratulados de genios con un solo film en su haber que luego desaparecen. Termino optando por la mezcla pero más tirando a lo que me gusta (aclaro que el primer día les digo a los estudiantes que se olviden en la cursada del “me gusta” o “no me gusta”, pero me voy a tomar una licencia) Entonces, al hacer la lista, están, obvio “El padrino” (1972), “El padrino II” (1974),“Citizen Kane” (1941), “Psicosis” (1960), “Vértigo” (1958), “Pacto de sangre” (1948), la maravilla argentina para que me digan que “No parece argentina (sic)” de “Rosaura a las 10” (1958), etc. Todas mezcladas con “ET” (1982), “Tiburón”(1975), “Volver al futuro” (1985), “La tregua” (1974) o las más recientes “Amores perros” (2000) o “Un lugar en el mundo” (1992). Todas tienen lo suyo. Algunas, hitos del cine. Me sirven para intentar enseñar y transmitir una idea, así sea artística o emotiva, o las dos cosas. Soy un convencido que las películas se completan con el espectador. Buñuel decía que el cine es un arte para llenar butacas, Hitchcock pensaba las escenas como trozos de pasteles y para Truffaut, toda película debía tener una concepción del cine, pero también una de la vida. Hay tantos espectadores como personas. Y a cada uno le pasan distintas sensaciones. Por supuesto, la idea es estar uno o más escalones del público común. Estudiamos carreras de Diseño Audiovisual. La intención al analizar parte de una porción de la historia del cine en algunas películas y conceptos es dejar de ser “espectadores inocentes”. Un alumno una vez me dijo: “Pero ahora en vez de ir al cine a divertirse hay que ir a analizar?”. Le contesté: “Ninguna de las dos. Hay que ir a disfrutar”. Como somos estudiantes, la idea es no olvidar los mecanismos de producción de sentido, pero tampoco que somos espectadores. Volviendo a la elección y el gusto. No me gusta Godart, pero lo debo nombrar. Me aburre Tarkovski pero fue un genio. Los Films de terror, animación y ciencia ficción no me atrapan, prefiero los melodramas, las comedias o los subgéneros de mafias, guerras, juicios o cárceles. Hay cines que se ponen de moda como el iraní y el oriental que después nos damos cuenta que hay cosas tan buenas y tan malas como en el resto del mundo. Fundamentalmente lo que me gusta es que me cuenten una historia. Y, luego, obvio, el famoso “cómo” o las diferencias entre historia y relato. El cine debe llegar al alma. Tuve profesores que hablaban maravillas de directores porque quedaba bien nombrarlos. Pero a una isla desierta se llevaban “Cantando bajo la lluvia”(1955) (yo también), “La novicia rebelde” (1965) o “Casablanca” (1942). A mi me gustan Ettore Scola y José Luis Garci y quizás no sean de los más grandes ni mucho menos. Lloro cuando veo “Nos habíamos amado tanto” (1974), “Solos en la madrugada” (1978), “Boquitas pintadas” (1974) o “Cinema Paradiso” (1989) que no están en los libros de cine, pero me permiten disfrutar y meterme en el alma de los personajes y de los directores. En mi listado está “Enamorándose” (1984) que es una película más de amor que si bien me sirve para hablar de estructura narrativa clásica en época contemporánea, género, conflicto, star system, fuerzas que se oponen, etc, etc, son las actuaciones que más me maravillan de Robert De Niro y Meryl Streep. Dos enormes actores, quizás los mejores de su generación. Tal vez en De Niro nos queda el recuerdo y composición del Vito Corleone joven (El Padrino 2, 1974) o el Jake LaMotta (Toro salvaje, 1980), papel por el que engordó treinta kilos o el trastornado taxista Travis (Taxi Driver, 1976) o el maniático sexual Max Cady (Cabo de miedo, 1991). La Meryl Streep de “La decisión de Sophie”(1982) o “Africa mía”(1985) parecen insuperables. En “Enamorándose” hacen de dos personas comunes, profesionales, clase alta, casados pero infelices en sus matrimonios, que luego de encontrarse casualmente en el tren que tomas casi a diario, se conocen y se enamoran. Casi un cuento. O algo visto mil veces y común. La caracterización de ambos actores, con sus dudas, sus silencios, sus nerviosismos, sus acciones, sus decisiones y mucho más, justifican mi categórica definición que hice de sus performances. Ahí está la emoción del espectador (en este caso, con las actuaciones, como otro lo hará con la música, los rubros técnicos, el argumento, etc). Y depende también de los momentos y experiencias de vida de cada uno. ¿Cuántas películas que antes nos fascinaron ahora no nos satisfacen? O al revés. Así como mutamos como personas también cambiamos como espectadores. Y con ello, las vivencias o los recuerdos que nos trae tal escena o film (amén de la circunstancias, compañías o lugares donde la hayamos visto) Yo cuando vi esa película tenía 14 años y no entendía nada del universo de los casados, el trabajo, los oficios, las crisis, la insatisfacción, la infidelidad. Ni siquiera del amor. Ahora, a los cuarenta, con otro currículum en varios temas del film transitados es otra historia. Pero como el cine no es la realidad sino una representación de la misma, gracias a Dios existen monstruos sagrados de la actuación como Robert De Niro y Meryl Streep. Y un film que además, me permite tirar conceptos en clase a alumnos que recién empiezan en esta cuestión. Por más que siga día a día aprendiendo, revisando, redescubriendo, reflexionado y disfrutando de las grandes películas y que pueda tener la suerte de transmitirla a mis alumnos, el espectador es quien decide y completa los recorridos. Y yo, como uno más, seguiré gozando con Vito Corleone cuando se entera de la muerte de su hijo Santino y todos componentes del film “El Padrino”. También del plano de Norman Bates esperando que se hunda el auto con la desafortunada Marion (y todo lo demás de “Psicosis”), de la persecución por las calles de San Francisco del inocente Scottie vigilando a Madeleine (“Vértigo”). Ni hablar del plano detalle del “Rosebud” y todas sus técnicas de avanzadas de “Citizen Kane”, incomprendidas en su época. ¿Cómo olvidar la mirada del hijo al padre en “Ladri di Bicicleta” (1948) o por qué no volver a sentir la emoción del Totó adulto en el microcine de “Cinema Paradiso” cuando ve los besos montados que le dejó Alfredo. ¿Quién no hubiera querido tener un amigo, un hermano o un marido como el Antonio de Nino Manfredi en “Nos habíamos amado tanto”? O tener un compinche de aventuras como Fellini, Marcello (no hace falta decir el apellido. No? ) o fumarse un habano con Hitchcock, tomar un café con Billy Wilder con John Ford o pasear por Manhattan con Woody Allen. Y si logramos meternos en la pantalla como en “La Rosa Púrpura de El Cairo” (1985), porqué no subirnos a un auto para ir al pasado pero “Volver al futuro” o subir a esa bicicleta con “ET”, aunque nos perderíamos como espectadores esa música inolvidable y esos ojazos azules que se cierran para salir a volar. Como se llamaba el envidiado programa de la Televisión española que conducía J:L Garci: “¡Que grande es el cine!” y que maravilla también, poder transmitir e intentar enseñarlo. Matías Riccardi