Nacido en Ivrea a mediados de junio de 1848, siendo todavía un

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“El novio”, misionero y fundador
Nacido en Ivrea a mediados de junio de 1848, Ángel Escipión Pedro Piccono
Carlino, siendo todavía un niño, se mudó con la familia a Turín, donde su padre
ejercía como médico cirujano. Cuando este falleció, el muchacho ingresó al
seminario de su ciudad natal; pero advirtiendo que su lugar no estaba ahí, volvió a
Turín, donde buscó trabajo. Así, se empleó como prefecto de estudios en un colegio
privado y como escribiente de la comisaría que cubría la zona de Valdocco. Estaban
tan cerca –por ocupación y distancias- que Ángel conoció a Don Bosco y lo
“adoptó” como su confesor.
Tenía 27 años cuando Ángel decidió casarse con Cristina Mª Luisa Vana, una chica
estupenda de Turín, y le pidió a Don Bosco que bendijera la boda.
Lamentablemente para los novios, Don Bosco ya tenía comprometida la fecha, y
quien presidió la celebración fue otro cura. De cualquier manera, Don Bosco se
hizo presente por medio de una carta, la única que escribió a una pareja de
recién casados: “Querido José Piccono. Gracias por la invitación que tú y tu novia
me han hecho. Como te dije, ya tenía agendados otros asuntos y no puedo
acompañarlos. Sin embargo, no dejaré de rezar por Uds. a la Santísima Virgen,
para que los cuide y los mantenga en una vida santa y feliz. Esfuércense ambos por
vivir como verdaderos cristianos, y serán felices para siempre. Dios los bendiga.
Reza por mí que siempre seré tu amigo en Jesucristo. Afectísimo, Don Bosco”.
La boda se celebró, de acuerdo a los deseos de la pareja, el 1 de setiembre de
1875, y con todo el entusiasmo del momento, el joven se anotó en la universidad
para estudiar abogacía. La alegría duró poco: el 17 de febrero de 1877, Cristina
falleció por un parto difícil... Sin pensar en volver a casarse, Ángel siguió
visitando a Don Bosco, para confesarse y algo más. Siete meses más tarde,
ya estaba de novicio en Valsalice, profesando a fines de mayo del año
siguiente. Algo a tener en cuenta: el Archivo Salesiano agrega el nombre “José” a
sus nombres de pila; que también se lee en el acta de fallecimiento de su esposa.
Quemando todas las etapas, en solo 6 meses, Ángel es ordenado sacerdote por
Mons. Gastaldi, que aceptó a regañadientes celebrar la ordenación.
Después de varios años como prefecto y profesor del colegio de Valsalice y sin
haber abandonado los cursos en la universidad, a los 33 años, Don Piccono
encabezó la 6ª expedición misionera a América, estableciéndose en Villa
Colón el 3 de enero de 1881. Subdirector del Pío, director y párroco en Las
Piedras, Catequista en Paysandú. Cruce a Buenos Aires para dirigir la edición
americana del Boletín Salesiano; después subdirector y más tarde director y
párroco en Carmen de Patagones. En 1892, llamado a Turín: director del Boletín
Salesiano. Alguno pensó que ahí se quedaría quieto.
Diez años después, Don Rua lo hace director del grupo fundador de la obra
en México. En poco tiempo convirtió al colegio Santa Julia en uno de los más
importantes, mientras fundaba un internado masculino y otro femenino en Puebla.
Delegado por Don Rua exploró las posibilidades de fundar en San Francisco
(California) y en El Salvador. Pero surgieron dificultades, tanto ad intra como ad
extra de la obra salesiana, y antes de comenzar el siglo XX ya estaba de vuelta en
Turín, colaborando en el BS. Predicador brillante y apreciado conferencista, tomó
nuevamente sus valijas para fundar dos casas en Nápoles. Murió en Caserta el
primer día de 1913.
Solo algunos salesianos tenían noticias del matrimonio de Don Piccono.
Décadas después, el responsable del archivo de la casa de Caserta, reordenando
“papeles viejos”, encontró la fotografía de dos recién casados. Advirtiendo el
parecido entre el marido y Don Ángel, y con alguna noticia sobre un tal José
Piccono, interpretó que sería un hermano, el cual, de hecho, nunca existió. Así que
el de esa foto, feliz y elegante, no es otro que el gran misionero de México, ¡Don
Ángel Piccono!
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