El individualismo liberal, típico de nuestra cultura

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• El individualismo liberal, típico de
nuestra cultura occidental: reconoce,
sin duda, la in-disponibilidad de todo
ser humano, y la defiende a ultranza (o,
al menos, eso afirma); pero no defiende
igualmente la “cuestionabilidad”: cada
quien “tiene derecho a hacer su vida”,
esto es, a hacer de ella lo que quiera, con
tal que no dañe a los demás. “Mi cuerpo
es mío, y hago con él lo que quiero”. No
puede sernos indiferente el hermano o la
hermana que están destruyendo su vida,
aunque lo hagan “libremente”; si bien
tampoco podemos ir contra su libertad,
o eliminar ésta, para evitar que se dañen
a sí mismos o a los demás. Esta dialéctica conduce a discernimientos sociales
y pastorales en ocasiones nada fáciles de
realizar.
• El colectivismo, que en cierta manera
sería el contrario del anterior, en el cual
el individuo está en función del grupo, y
si no “responde” eficazmente, viene eliminado, como una parte inútil o dañina.
Otro gran teólogo, Jürgen Moltmann,
considera que éste es el peligro presente
en el socialismo, sobre todo comunista,
en el que no viene respetado el individuo
en cuanto persona.
En la encíclica antes mencionada (EV 9),
Juan Pablo II recuerda “la señal de Caín”
que Dios pone en la frente del fratricida
para evitar que el asesinato inicie una cadena de venganzas o de “ajusticiamientos” (es significativa la etimología de esta
palabra...) Recordemos lo antes dicho:
nadie puede perder el derecho a la vida,
porque nadie lo tiene...
A este respecto, en la literatura universal
nadie ha tratado con mayor abundancia
y, sobre todo, con mayor profundidad
el tema como el genio ruso Fiodor M.
Dostoyevski. En su última y más grande
novela, Los Hermanos Karamázov, el menor de ellos, Aliosha, le pregunta a Iván,
(aludiendo indirectamente al padre de
ambos, Teodoro Karamázov): “Hermano,
permíteme aún preguntarte otra cosa: ¿es
posible que todo hombre tenga derecho
a decidir, mirando a los demás, cuál de
ellos es digno de vivir y cuál de ellos ya no
lo es?” En cierta manera, toda la obra de
Dostoyevski es una afirmación del valor
absoluto de toda persona humana.
• A los dos peligros anteriores, me atrevo a añadir un tercero (esperando no ser
malentendido): un cierto “moralismo”,
que extrapolando criterios morales, lleva
a una valoración del ser humano que, en
casos extremos, puede cuestionar la validez de su existencia. Me refiero, concretamente, a la discusión sobre la pena de
muerte: no sólo porque se ha demostrado que en ocasiones ha sido fruto de un
juicio plagado de errores, involuntarios o
incluso intencionales; sino aun en el caso
de una evidencia total de culpabilidad.
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CENTRO SALESIANO REGIONAL DE FORMACIÓN PERMANENTE
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