HUMBERTO ALVAREZ HACES, f. 16-07-1996, París, Francia Humberto Higinio Alvarez Haces nació en la Ciudad de México el 22 de diciembre de 1931, regalo anticipado de Navidad para sus padres Tomás y Marina. Muy niño inició su educación formal en el Colegio México de Sadi Carnot 121, bajo la atinada dirección del Maestro Hermano Jesús Gil Salceda. En la fotografía de ese grupo, que el Maestro Gil guardó con cariño, el Güero Humberto aparece ya dominador entre sus compañeros, con su traje de marinerito. (Ver Bio. III, 302) Congregante Mariano desde los ocho años, se iba con el grupo a San Bartolo, entonces un pueblito, a enseñar el catecismo. Para eso, se aprendía muy bien todo lo que los Hermanos le enseñaban en el Colegio México. Al terminar la enseñanza primaria ingresó al Juniorado de Querétaro, el 15 de diciembre de 1944. Aquí se distinguió entre sus compañeros por su memoria e inteligencia, que más de una vez puso en aprietos a alguno de sus profesores. En 1947 pasó al noviciado de Tlalpan y allí revistió el Hábito Marista como HERMANO HUMBERTO RAFAEL, el 8 de diciembre del año siguiente. En igual día de la Inmaculada Concepción en 1949, pronunció sus primeros votos religiosos que coronó con la Profesión Perpetua en el Centenario de la Proclamación de tan singular privilegio mariano, el 8 de diciembre de 1954. Su primer campo de apostolado fue la Escuela Roberto Garza Sada para obreros de la Empresa Vidriera de Monterrey, por dos años. El primero de estos, el carácter primario y fuerte del Güero fue puesto a prueba por su Director, algún tanto autoritario. El Hermano Jesús M. Rodríguez, Visitador y Consejero Provincial, salvó la situación volviendo al Güero nuevamente al Colegio Franco Mexicano. Aquí reinició un largo período que habría de prolongarse por trece años en la Ciudad de Monterrey, los seis últimos en el CUM (Centro Universitario Monterrey). Para toda su vida, desde entonces, la industriosa Ciudad entró en su corazón. En este último establecimiento realizó sus estudios como Ingeniero Químico, aprovechando los espacios libres que le dejaban sus clases y las actividades del Grupo de Acción Católica, que con otros cohermanos atendía. En 1964 se le confió un cargo de mayor responsabilidad, como Director del Instituto Navarrete en la Ciudad de Guaymas, Sonora. Por dos años se desprendió de la Ciudad de Monterrey, entregándose de lleno a esta obra escolar, soportando calores y privaciones en casa y colegio no adaptados para la vida comunitaria y el trabajo escolar. En 1966 se le ofreció participar en cursos de Formación Teológica por tres años en el Instituto Jesus Magister, en Roma. Declinó tal oportunidad por no apartarse de la línea de Ciencias Químicas que previamente había elegido. Solamente aceptó un año de Formación Ascética Marista, también en Roma. Así revitalizado como religioso y apóstol, volvió al CUM de Monterrey, esta vez solamente por dos años, pues en 1969 fue llamado a la Casa Provincial de Loma Bonita en Guadalajara, como Consejero Provincial, y organizador del Equipo de Pastoral. Recorrió con este cargo las diversas y alejadas comunidades de la Provincia, tratando de comunicarles su propio espíritu apostólico. Para eso, utilizó las mejores armas de su personalidad fuerte, con pasión, con gran vitalidad y con un espíritu de servicio impregnado en abnegación y generosidad. En este período, como Consejero y Vicario Provincial, trabajó con gran empeño y tesón en el proyecto y realización de una bella Obra de Iglesia, la Universidad de Monterrey (UDEM). Originalmente fue ésta, obra conjunta de cuatro Congregaciones Religiosas: los Hermanos Lasallistas, los Hermanos Maristas, las Religiosas Guadalupanas y las Damas del Sagrado Corazón. Desgraciadamente, con el tiempo, tan bello proyecto eclesial se fue reduciendo a la sola presencia de los Hermanos Maristas como animadores de la UDEM. En 1978 el Güero Alvarez Haces regresó a Monterrey como Superior de la nueva Comunidad de Castelar, que se formó con los Hermanos que trabajaban en el Instituto y en el Colegio Franco Mexicano. Para poder estar presente el mayor tiempo posible con sus Hermanos, renunció al cargo de Vicario Provincial. Durante un año estuvo prestando sus servicios como maestro en la Unidad Gonzalitos de la UDEM, atendida por nuestros Hermanos. Al año siguiente fue nombrado Director de la División de Bachilleres y en 1980 al volver el escolasticado a Monterrey, nuestro Hermano fue destinado a la comunidad del CUM. En 1982 pasó a ser Vicerrector de Educación Media Superior en la UDEM, encargándose al mismo tiempo de las actividades deportivas, artísticas y de servicio social en la misma Universidad, puesto que desempeñó hasta junio de 1996. De este largo y fructífero período de 18 años, el Doctor Francisco Azcúnaga Guerra, Rector de la Universidad de Monterrey dio la siguiente visión personal de esta actuación. La transcribimos por entero: “Recibí un apoyo muy entusiasta por parte del Ingeniero Alvarez cuando llegué a la Dirección de Planeación de la Universidad hace 15 años. A partir de ese momento tuve una relación muy estrecha con él, misma que se incrementó cuando ocupé el puesto de Vicerrector, pues semanalmente convivíamos en las Juntas de Rectoría. Aunado a esto, cada determinado tiempo comíamos juntos en un plan de amistad y la mayoría de las veces lo hacíamos en mi casa. Les tenía mucho afecto a mis hijos”. “De entre las muchas características que poseía, cinco de ellas deben quedar como un compromiso a realizar por todo el personal de la Universidad: Una de ellas era su sencillez que se reflejaba en la manera como vestía, hasta el trato que mantenía con la gente; la segunda, consistía en que confiaba en los demás, pues las personas que trabajaban con él recordarán que cuando veía a alguien desanimado le decía que tenía que seguir adelante usando sus cualidades; otra era el gusto por estar cerca de la gente. Creo que no hay un ejemplo más vivo del deseo de la Universidad por la atención personal y humana, que su continua convivencia con los muchachos. Por último, la alegría, pero no la alegría explosiva de la carcajada, sino la que tenía que ver con el dinamismo y trabajo positivo.” “Creo que este es el mayor legado que el ingeniero nos deja en la Universidad misma, ya que fue uno de los fundadores que tuvo mayor impacto en su formación. Muchas de sus ideas, valores e inquietudes por elaborar una comunidad universitaria donde se exalte el deporte, lo artístico y en donde la gente tenga un trato personal, seguirán presentes entre nosotros”. Larga la cita, pero muy significativa y real. Este testimonio de la Primera Autoridad de la UDEM lo corroboraron y lo ampliaron quienes fueron sus colaboradores en su papel de Vicerrector. Del periódico interno estudiantil “Nuevo Oro” de agosto de 1996, entresacamos algunos testimonios: “El trato que tenía con los alumnos era magnífico: Se les acercaba en los pasillos a la hora de la comida y después de las misas, con la intención de saber cómo estaban y para que sintieran que había una persona que se interesaba por ellos. Creo que no ha habido en la Universidad quien procurara tanto acercamiento con los muchachos”. Otro: “Era muy positivo y trabajador. Además, muy deportista: se levantaba diariamente a las tres de la mañana para salir a correr... Le gustaba convivir con los muchachos y tomarlos en cuenta...” Uno más: “A todo mundo saludaba. Concreto en sus expresiones, gustaba de las cosas precisas, resumiendo el asunto y quitándole las palabras que no servían.” Y finalmente: “El ingeniero era una persona sumamente franca y honesta. Partía del principio que toda la gente es buena y por eso daba confianza a los demás... Le interesaba que todos participaran en su propia formación integral, que hicieran deporte, que realizaran actividades artísticas y cívicas. Se preocupaba por entender qué pensaban y hacia dónde pretendían ir”. Con ligeras variantes, otros insisten en su carácter ordenado y lo sintético de sus intervenciones como Vicerrector, pero sobre todo en la sencillez con que trataba a todos, especialmente a los estudiantes. Completamos estos testimonios con el del P. Rodolfo Escobedo, Director de Bachilleres y muy cercano a los Hermanos: “Humberto era un hombre recto, transparente, nada malicioso, de una palabra, sencillo y cordial... Fue un religioso a quien los jóvenes de su misma Congregación de los Hermanos Maristas admiraban por la congruencia de su vida... HUMBERTO TUVO DOS GRANDES AMORES: SU CONGREGACIÓN RELIGIOSA Y LA UNIVERSIDAD DE MONTERREY. La razón de su vida eran esas dos realidades.” Dentro del contenido de este último testimonio, en ocasión del Centenario de la primera idea expresada en la carta del Sr. Obispo de Linares en 1895, solicitando Hermanos Maristas para la ciudad de Monterrey, el H. Humberto publicó un folleto, citando la cronología de la realización de tal proyecto, conforme a su propio estilo sucinto y preciso, con una hermosa letanía final de agradecimientos. Tan bella y eficiente labor merecía un descanso para recuperar su salud ya resentida y afinar su vida intelectual, espiritual y apostólica para el nuevo milenio. El H. Provincial Antonio Cavazos le concedió un Año Sabático con este objetivo. Siempre preciso y ordenado, el H. Humberto programó detalladamente su itinerario en ese año: viajes, estudios, consultas y peregrinaciones de realimentación cristiana y marista. Sus Hermanos, sus colaboradores y alumnos le tributaron emotiva despedida, muy sincera. En la portada de la revista VERBUM, de la misma Universidad, lo presentaron a todo color y en ropa de excursión por las hermosas montañas que circundan Monterrey, con un grupo de universitarios a quienes transmite su mensaje. ¡Muy significativo! En el avión de partida el 11 de julio, siempre acucioso, observador y comunicativo, fue anotando en un cuaderno sus observaciones y reflexiones. Llegó a París y fue recibido por los Hermanos mexicanos estudiantes en esa Ciudad Luz. Se mostraba contento y comunicativo. Alojado en la residencia marista, ofreció a sus Hermanos algunos presentes, brindó con ellos un tequila especial y ... se fue a descansar. Asistió alegre y observador al Desfile del 14 de Julio, día de Fiesta Nacional en Francia. El día siguiente15 se aseaba muy temprano para asistir a la oración matutina con su nueva comunidad, cuando tuvo un inesperado desvanecimiento y cayó al suelo. Mientras era atendido por sus Hermanos, el P. Capellán le administró el Sacramento de los enfermos. Rápidamente el Güero perdía conciencia. Cuando llegaron las asistencias médicas, tuvo que ser reanimado con choques eléctricos y se le trasladó a la unidad de terapia intensiva en un hospital. Aquí se diagnosticó un derrame cerebral. El daño era letal. El cerebro no daba señales de vida. Los médicos informaron que no había nada que hacer. Su vida se mantenía artificialmente por aparatos. Su cuerpo resistió algunas horas. Con prisa por encontrarse con su Padre amado, el H. Humberto Alvarez Haces falleció el 16 de julio de 1996, fiesta de Nuestra Señora del Carmen, a las 18 horas 45 minutos. Ella lo condujo -seguramente trotando- a su destino final. Tenía 65 años de edad y 47 de una intensa y fructífera vida marista. La comunidad de París celebró una misa de cuerpo presente y posteriormente, sus restos fueron cremados y remitidos a Guadalajara, en donde a su vez, fueron velados y honrados con una misa comunitaria, estando presente casi toda la Provincia, el 20 de diciembre de 1996. Descansa actualmente en la Capilla de la Fidelidad de la Casa Provincial en Loma Bonita. A petición expresa de la Universidad de Monterrey, una parte de sus cenizas fue trasladada a la Capilla Champagnat de esa Institución que tan querida y bien servida fue en vida por el Ingeniero Humberto Alvarez Haces. De él nos queda con sus restos, el recuerdo de su amistad, alegría y vitalidad. Sirvió a su Provincia y a la UDEM con las mejores armas de su personalidad, con pasión, con gran vitalidad y con un espíritu de servicio impregnado de alegría y generosidad.