Maternidad al desnudo

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Maternidad al desnudo
miles de mujeres se enamoran de sus libros, biblias de la
maternidad contemporanea. ella es Laura Gutman, una
escritora inquieta, clara y con el don de la empatia.
foto Javier Picerno TEXTO N. I.
pequeña y delgada, Laura Gutman se ex-
presa con una voz suave y un hablar pausado. Parece mentira que sea ella la hacedora de libros tan poderosos, con cuyas
reflexiones y sentimientos se han sentido
identificadas, representadas y contenidas
las madres de al menos toda una generación. De La maternidad y el encuentro con
la propia sombra al más reciente El poder
del discurso materno (en las librerías desde
este mes), sus siete libros se venden en
toda América latina y España, el primero,
además, traducido al inglés, portugués e
italiano. En todos, pareciera, que la maternidad guarda algo de universal. Una lógica
propia que nos une y hermana a todas las
mujeres, y que está muy lejos de las publicidades ideales y perfectas.
A la hora de definirse a ella misma, Laura
opta por “una mujer que trabaja”. La misma
que se dedica a responder un cuestionario
con mucho para descubrir y aprender.
¿Cuándo nació en vos el deseo de
dedicarte al tema de la maternidad?
Fue una suma de circunstancias. Siempre
me importó la conducta humana, y el universo femenino me interesó desde siempre. Me exilié en París a los 18 años. Allí
descubrí el feminismo y la lógica de los
nuevos pensamientos de mujeres. Incluso
antes de que naciera mi primer hijo, yo intentaba acercar a las feministas europeas,
mis pensamientos respecto a la interacción entre libertad y maternidad. Fui madre a los 22, en condiciones adversas, ya
que el exilio es una realidad compleja. Y a
partir de allí, supe que la verdadera prevención sobre las situaciones de violencia,
xenofobia e incomprensión entre seres
humanos, había que trabajarlas desde el
primer vínculo, entre una madre y su hijo.
Tuve una certeza absoluta.
¿Por qué las mujeres sienten tanta
empatía con tus textos?
Con los más antiguos, porque describen
realidades emocionales compartidas. Son
textos de identificación. Luego, mis libros
más recientes, intentan teorizar sobre las
conductas humanas, y con ellos, sienten
empatía hombres y mujeres. Además, están escritos de modo sencillo y llano.
¿Hay claves para ser buena madre?
No sé qué es una ‘buena madre’.
¿Y existe una situación ideal para
ser madres o padres?
Hablar de ‘ideal’ es una estupidez, sobre
cualquier tema. Tener hijos pertenece al
misterio del diseño humano. Tenemos
hijos porque tenemos contacto sexual.
No sabemos por qué los tenemos en un
momento y no en otro. Lo curioso es que
luego intentamos interpretarlo según opiniones discutibles.
¿Por qué nos atormenta la culpa?
Esa historia de la culpa no la entiendo.
Cuando decimos “siento culpa porque debería estar haciendo tal cosa, pero en verdad
hago otra”, es una decisión tomada que no
asumimos que hemos tomado. Por eso, en
lugar de hablar de ‘culpa’, me parece más
interesante abordar a cada individuo (en
este caso, a una madre) y revisar qué decisiones toma, por qué, desde qué lugar,
bajo qué creencias, en beneficio de quién.
Luego, esa mujer, con mayor conciencia,
o con las cartas sobre la mesa, decidirá si
continúa eligiendo lo mismo o si decide
cambiar. Pero no me interesa hablar sobre
la culpa, no nos conduce a ningún lugar.
¿Existen cosas que hacemos como
madres que son incorregibles?
El término ‘incorregible’ es muy determinante. Todo se puede corregir en el tiempo. Todo puede cambiar. Depende del
‘contacto’ que seamos capaces de tener
con los pedidos o necesidades genuinas
de nuestros hijos. Y de la intención que
tengamos de revisar nuestras capacidades o limitaciones, para responder favorablemente a lo que el niño demanda.
En nuestra sociedad capitalista y
acelerada, ¿cómo hacemos para conectarnos con el instinto?
El instinto es innato, no es cultural ni
aprendido. El engranaje entre lo ‘natural’ y
lo ‘aprendido’ ha sido un desafío a lo largo
de toda la historia de la humanidad. Cada
vez que un acontecimiento nos retrotrae a
la memoria innata de la especie (como en
el parto y las relaciones sexuales) podemos sentir la ‘distancia’ que hay entre ‘lo
que pensamos’ y ‘lo que somos’.
¿El feminismo hizo estragos en
nuestra condición de madres?
Todo lo contrario. Nos dio la posibilidad
de pensarnos con mayor libertad. Que
nuestras madres o abuelas no hayan trabajado y hayan estado sometidas económicamente, sexualmente y afectivamente
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a los hombres, no las convirtió en mejores
madres. Generalmente, ha sido al revés.
¿Qué podemos hacer como madres
para que ellos sean padres?
¿Cómo podemos ser exitosas como
profesionales y como madres?
Lo mejor es nutrir nuestro vínculo de pareja con acuerdos, conversaciones, corazones abiertos, generosidad y escucha. Lo
demás vendrá por añadidura.
Esta pregunta siempre me resulta extraña. ¿Acaso alguien pregunta, cómo se
puede ser buena profesional y tener pareja? O, ¿cómo es posible trabajar y además practicar un deporte? Las personas
podemos cumplir múltiples funciones.
Es verdad que algunas no requieren casi
conexión emocional, y otras la requieren
en profundidad. Vincularse con los hijos
requiere una intensa conexión emocional, es verdad. Pero entonces, si “eso”
nos duele, porque nos remite a historias
del pasado que han sido dolorosas, el
problema es la conciencia que tengamos
sobre nuestras experiencias del pasado,
el problema no es el trabajo. Trabajar
no contradice, ni complica, ni perturba
la relación con los hijos. En cambio, la
superficialidad con la que pretendemos
vivir la vida, o la distancia que deseamos
mantener respecto a nuestras historias
afectivas, eso sí que perturba mucho la
función materna.
¿Qué deberíamos pedirles a nuestros
compañeros en su rol de padres?
Depende de qué acuerdos hemos organizado. Las mujeres nos ponemos muy
‘pedigüeñas’ porque no damos abasto,
porque estamos limitadas, cansadas, desmoronadas y porque no habíamos imaginado el nivel de entrega, disponibilidad
emocional, dedicación, altruismo y generosidad que requiere la función maternante. Lamentablemente, en muchos casos,
no tenemos organizada una pareja donde
hayamos intercambiado ayuda o disponibilidad de uno hacia el otro; y en épocas
de crisis -como la crianza de un niño pequeño- las grietas por falta de diálogo y
acuerdos, quedan en evidencia. Por eso,
no pensemos qué es lo que deberíamos
pedirles, sino qué hemos construido hasta
ahora en ese vínculo y qué es lo que estamos dispuestas a cambiar a partir de hoy,
que dependa de nosotras.
¿Cuál es la lección más valiosa que
venimos a aprender en este mundo
en cuanto madres?
Creo que la capacidad de dar. En particular, la capacidad de dar prioridad a las necesidades del otro, por sobre las nuestras.
La generosidad. Y también, la imperiosa
necesidad de vivir una vida más profunda.
¿Qué logramos sobreprotegiendo a
nuestros hijos?
Dudo que alguien esté sobreprotegiendo a los hijos. Nunca he visto algo así. Es
una opinión discutible. ¿Qué significa que
alguien le da ‘demasiado’ a otro? ¿Demasiado con respecto a qué?
¿Cómo podemos criar a hijos de
nuestros maridos?
Depende de nuestra generosidad y de los
acuerdos de pareja que hagamos. Del deseo de esos niños de entrar en un vínculo
cariñoso con nosotras, y de su edad. Los
niños son niños, y si somos capaces de
amar, podremos amar a quienes son hijos
biológicos y a quienes son hijos por el deseo que tenemos unos y otros de tener un
vínculo de amor y solidaridad.
¿Cuál debe ser el rol de los abuelos?
El ‘debe’ es hipotético. Prefiero que abordemos las realidades tal cual son, es decir,
quiénes son esos individuos que, ahora,
se han convertido en abuelos de nuestros
hijos. Observemos qué vínculos hemos
sostenido a lo largo del tiempo. Porque
ellos se van a constituir en los abuelos de
acuerdo a las personas que son: infantiles,
generosas, abiertas, reprimidas, exigentes, autoritarias o amorosas. No podemos
pedir algo que nunca existió. A lo sumo,
podremos profundizar nuestros vínculos
con ellos, generar más conversaciones o
mayor apertura, si nos importa que nues-
tros hijos tengan una relación fluida, saludable y nutritiva con sus abuelos.
¿Y las niñeras?
Si nosotras somos madres atentas, conectadas con las necesidades de nuestros
hijos, si somos capaces de permanecer un
rato con ellos en armonía y detectando
todo aquello que precisan, seguramente,
sabremos dar buenas indicaciones a la niñera o cuidadora de nuestros hijos, porque
nosotras estaremos en sintonía con ellos.
¿Puede el deseo de ser madres no
aparecer nunca?
Claro. El ‘deseo’ teórico de ser madre es
relativamente cultural. En cambio, el deseo de proteger, nutrir y amparar a la cría,
aparece una vez que el niño ha nacido, raramente aparece antes.
¿Cuál es el desafío de las madres de
hoy?
Supongo que algo bastante inédito, si observamos los últimos cinco mil años de
patriarcado: integrar la libertad, la autonomía y la individuación femenina por un
lado, con la capacidad de entregarse durante un corto período a las necesidades
de la cría que nace totalmente dependiente de los cuidados maternos, por el otro.
Como mamás, ¿escuchamos más a
nuestras madres, nuestras amigas o
nuestros médicos? ¿Por qué?
No lo sé. Supongo que escuchamos demasiado a todo el mundo. Tanto nuestras
madres, amigas o médicos pueden ser
grandes depredadores de la díada madrebebe y de la libertad para atravesar honestamente la experiencia de la maternidad.
Habría que ver si somos capaces de cotejar ‘eso’ que alguien nos dice, con lo que
sentimos en nuestro interior.
¿Madre se hace o se nace?
Se hace. Es el niño quien nos convierte en
madres. Es el niño con su especificidad, su
originalidad, sus necesidades, su vitalidad,
su potencia y su camino, quien nos conduce por el camino de la maternidad.
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