Fue solo un instante, pero justo para desaparecer

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SÓLO UN INSTANTE
F
ue solo u n in stan te, pero ju sto para desaparecer an te mi vista, in merso en
uno de esos viaj es qu e u no h ace a n in gu n a parte, cu an do la men te de
repen te se evade de la realidad, no se si por u n lapsu s n eu ronal o
simplemente por las gan as de viaj ar (o qu izá sólo por n o soñ ar n ada).
Eran unos oj os n egros in ten sos, qu e destacaban de su rostro porqu e era lo
único que dej aba en trever de su person a y su person alidad. Perfectam ente
enfocados, esos oj os fu eron capaces en u n instan te de con tarme tan tas cosas que
me quedé estu pefacto. Fu e un paso tan fu gaz qu e bu scarla ya era u n a misión del
todo imposible. Como qu erer atrapar u n rayo de luz con la man o.
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Era una muj er qu e radiaba felicidad, satisfacción , segu ridad, características
como ya sabemos de propiedad tran sitiva, cada u n a refu erza a la otra: de esas
personalidades an ón imas qu e precisamen te por an ón imas son más importan tes, y nos
impactan con más fu erza cu an do las en con tramos en n uestro camin o. En ese
momento te sien tes como u n ser in ferior an te u n a person alidad tan abru madora, un
átomo en el u niverso. Como ya dij o en n umerosas ocasion es el Algu ien , filósofo sin
estudios ni titu lación algu n a, esta es u na de esas ocasion es en qu e en un a décima de
segundo surge algo qu e nos h ace en trar en reseteo y volver prácticamen te a la nada,
lo que es mu y san o, segú n su s propias palabras h asta ah ora n o escritas, para esa
cura de humildad tan n ecesaria en n u estro camin o por la vida.
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Pero lo qu e no podré olvidar n un ca fu e la plasticidad de esa mirada, digna de
plasmar en u n a fotografía para la posteridad. De esta man era creo qu e hu biera
podido compartir con el resto del mu n do ese instan te, y si la foto era lo
suficientemen te bu en a, gu ardarla para el resto de mis días (o meses). Fu e ju sto en
ese momento cu an do recordé lo qu e el gran fotógrafo Algu n o dij o cu an do le
preguntaron qu e de todas las fotos qu e h abía plasmado en su carrera, bastan te corta
e incierta, por cierto, cu ál pen saba qu e era la mej or, a lo qu e respon dió, ahora
entiendo que con gran sabidu ría, qu e la mej or fu e u na qu e vio en un in stan te y que
no pudo captu rar porqu e no ten ía la batería cargada en su cámara en ese preciso
momento, pero qu e cu riosamen te aún no pu ede compartir con el pú blico en general
porque la cien cia aú n no h a logrado plasmar fotográficam en te los pen samien tos. Y
que incluso así, si a la vez n o plasmara las sensacion es, tampoco sería fiel reflejo de
lo que vio, porqu e le faltarían los matices más importan tes.
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Por su atu en do cu alqu iera podría pen sar lo con trario. Si tan segu ra está de sí
misma y tan in depen dien te pu ede parecer, a ten or de lo dich o: ¿por qu é en ton ces no
viste de otra man era? ¿Acaso las sen sacion es qu e tu ve eran sólo fru to de un sueño,
aunque despierto, de man era qu e pu eda alterar la realidad a mi an toj o? Si además es
un día de calor, está claro qu e la imagin ación con spira in stin tivamen te para cambiar
nuestro concepto de la realidad. Precisamen te estará acostu mbrada, escu dán dose en
el anonimato qu e su ropaj e le proporcion a, a ocu ltar su verdadera person alidad.
Ahora podemos asegu rar qu e los oj os realmen te n o son el espej o del alma.
Pero, ¿si es cierto lo qu e dicen y n u estra primera impresión n o n os en gaña?
¿Por qué hay qu e dej arse arrastrar por esa fea man era de prej uzgar a los otros que
nos imponen los hilos in visibles qu e nos con du cen en cada in stan te de n u estras
vidas, que unos llaman sociedad, otros "los demás" y otros no saben cómo llamarlo
porque ni siqu iera saben de su existen cia?
Puede ser eso…
Si lo an alizamos de un a man era obj etiva, la verdad es qu e pu diera parecer que
no es la mejor man era de ir vestida un día de calor como el de h oy, con este siroco
impresionante.
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Siento qu e llegu e mi parada y me ten ga qu e baj ar, porqu e con el aire
acondicionado en la gu agu a se está mu y bien , y el maltrato a man era de bofetón de
calor que me espera cu an do el ch ófer abra la pu erta para baj ar creo qu e no me lo
merezco. Ella segu ro apen as lo h abrá sen tido… Me alegro por ella. Segu ro que no
tiene la piel castigada por el sol. Ni n ecesita cremas para protegerse. Es curioso
cómo nos pu eden ver a nosotros: u na sociedad su perficial y derroch adora en la que
dedicamos tan to esfu erzo al cu idado person al.
Por ese vicio de prej u zgar a los demás, se su ele apoderar de nosotros un
sentimiento de compasión en el primer in stan te en qu e nos en con tramos a alguien
ataviado de tal man era, pero realmen te… lo qu e yo me pregun to es, más qu e por
curiosidad, filosóficamen te, ¿qu é visión ten drá del mun do? ¿Cómo nos verá a
nosotros? ¿Se sen tirá margin ada, más qu e por los qu e le rodean , por sí misma?
Pero lo más importan te de todo, al men os para mí: ¿ten drá algún sen tido toda
esta preocupación por mi parte?
Cuando baj o de la gu agu a, en vu elto en mis cu estion amien tos, recibo la in mensa
bofetada, que n o por esperada es men os dolorosa, de esos cu aren ta grados de calor.
Estoicamente me recompon go como si n ada h ubiera pasado, dej an do el pabellón de
la dignidad bien alto y qu e nin gu n o de los ju bilados a la pesca de historias para
contar desde su s asien tos don de observan a los tran seún tes pu diera percibir el
tremendo golpetazo recibido.
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Una seman a despu és, camin aba a n in gu n a parte cu an do, un os metros más allá,
veo a Susana. Despu és de tan tos añ os, bastó qu e ayer me en con trara con Perico el
chico y la men cion áramos, recordan do an écdotas vividas en el in stitu to, qu e como las
de la mili, no se olvidan nu n ca pase el tiempo qu e pase.
De ella podíamos decir, sin complej o algu n o, qu e no era la person a más
centrada del mun do. Recu erdo cómo algun os nos reíamos de su s excen tricidades y
sus despistes, qu e a veces, eran verdaderas au sen cias. Su s despistes la despistaban
incluso a ella misma como cu an do, en ocasion es, al h acerle u n a pregu n ta, se
quedaba miran do al h orizon te y segu ía camin an do como si tal cosa.
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Cualquier ten den cia qu e le h iciera parecer diferen te al resto, y llamar la
atención, la h acía su ya in mediatamen te. Un a vez, en el institu to, le dio por n o comer
derivados de h arin a, porqu e decía qu e cu an do la h arin a la ten ías demasiado tiempo
almacenada, le salían gorgoj os, y por tan to, si comía produ ctos h ech os a base de
harina, y como el in testin o tardaba mu ch o tiempo en procesarla, siempre qu edaría
algún reducto y, con el tiempo, tarde o tempran o le saldrían gorgoj os en el
estómago. Tras con ocer a un n apolitan o gon dolero qu e le can taba arias de Puccini
cuando estuvo de viaj e por Ven ecia, se hizo adicta a la comida italian a y dej ó de leer
aquellas revistas natu ristas, según Perico, qu e en ocasion es se la en cu en tra y
conversan.
Según él h ace un os añ os qu e en
San Mateo n atal y se h ospeda en
compañero de clase también , qu e no
en alguna de las alu mn as con las qu e
su s vacacion es Su san a viaj a al Sáh ara desde su
u n a j aima de la familia de Hakim, an tiguo
termin ó sus estu dios, pero qu e dej ó su huella
trató.
Mientras decido si acercarme a salu darla, se en vu elve la cabeza con u n pañuelo
negro y recon ozco rápidamen te en ella a aqu ella mu j er, con el mismo atu en do de la
semana pasada. Al pasar a mi lado, la mirada pen etran te de la seman a an terior.
Igual no me recordaba despu és de tan tos añ os. O qu izá por recordarme con tinuó su
camino con in diferen cia otra vez pasean do su s oj os n egros misteriosos y men tirosos.
Paco Cruz Delgado.-
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