BIOGRAFÍA

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(TRES PLIKH03)
BIOGRAFÍA
DBL GKENEBAIi
GONDB DE REUS Y M A R Q U É S DE LOS CASTILLEJOS
MADEID
Despacho: Sucesores de Hernando, Arenal, 11.'
BIOGRAFÍA
m
PRIMERA/ ÉPOCA,
Nacimiento delteniente general don Juan Prim.—Su
entrada en ta
ra de las armas y sus principales hechos militares durante la
civil.
'y .
'carreguerra
Lös altos hechos y distinguidas acciones deben ser conocidos de todos
los ciudadanos que formen la sociedad á que pertenecen los eminentes varones que las hayan ejecutado, ya para que les sirva de estímulo y ejemplo para las altas empresas, ya para que respeten y ensalcen á los afortunados, cuyos relevantes méritos y servicios a la patria merecen ocupar un
lugar en el templo do la fama al lado de los héroes: la historia concienzuda,
que desmenuza los hechos de los ilustres personajes á quien deben los p u e blos su tranquilidad y bienestar, su ilustración y libertades, no puede estar al alcance detodos los individuos de la sociedad, porque no todos se
hallan qn disposición de comprar una obra, por barata que sea, ni todos
pueden apreciar debidamente los beneficios o daños que causan á las naciones la conducta y los hechos de los hombres que, durante su vida, son
llamados á figurar en primera línea al frente de la sociedad á que pertenecen, En este concepto, y para que se. halle al alcance de las personas
mas humildes, se escribe esta biografía, dejando á los filósofos é historiadores la científica tarea d e esplanar con detención y hacer ¡as oportunas
reflexiones,-acerca de la vida política y militar del excelentísimo señor t!on
loan Prím, cuyos distinguidos méritos" v servicios nos proponemos estampar en estas sucintas páginas.
— 'i —
I ) 42 de Diciembre de 1814 nació en Reus, provincia de Tarragona,
«A entendido y esforzado militar don Juan P r i m , hijo legítimo del teniente
coronel d e infantería don Pablo Prim, y doña Teresa Prats, quienes se esmeraron en proporcionarle una finísima educación, que unida á sus relevantes cualidades, forman de él un conjunto que le nace reunir á un mis
roo tiempo las ventajosas condiciones del esforzado guerrero, del entendido
político y del eminente patricio.
A la muerte de don Fernando "VII estalló en España la, guerra civil,
dilucidándose en ella por espacio de siete años dos trascendentales cuestiones: la cuestión dinástica y la cuestión de principios. El infante don
Carlos disputaba el trono á su sobrina doña Isabel I I , personificando el
aborrecido régimen del absolutismo, á cuya bandera se agruparon apresuradamente los que estaban conformes con sufrir gustosos el ignominioso
y a g o del esclavo, al paso que la parte mas ilustrada de la nación se adhirió unánimamente á doña Isabel II, que ya desde la cuna personificaba
el principio d e libertad, que es la vida de los pueblos, y que so va d e s arrollando en grande escala por todos los ámbitos de la tierra, formando
y a en Europa un gran núcleo, del que participarán hasta las mas apartadas
regiones.
En 21 de F e b r e r o de 4 834 ingresó oon Juan P r i n , en calidad de volun
tario, en el batallón franco de tiradores de Isabel H, hasta el 17 de Abril
que tomó los cordones de cadete. Se halló cou su batallón en las acciones
siguientes: el 7 de Agosto delmismo año, contra el cabecilla Trinxet;
en 4 dé Enero de 4 8 8 3 , en la"casa Bancelís, en la que, luchando cuerpo á
cuerpo con un enemigo, logró darle muerte; en 44 de Marzo, en la de San
Quirce, en la que fué recomendado; el 12 d e Abril, en la de Goll de
Guasp, donde salió herido, por cuya razón fué ascendido á subteniente;
en 2 de Agosto, en la de Viladrau, en la que ascendió á teniente; el 8 de
Setiembre, en la de Junquet; el 42 de Octubre, en la de Margalt; el 44 d e
Noviembre, en el ataque y defensa de San Celoni; el 9 de Diciembre, en la
acción de Arbucias.
El 24 de Febrero de 4836, fué recomendado nuevamente, porque,
puesto á la cabeza de su compañía con un» bandera en la mano, desalojó
al enemigo de nna ventajosa posición, daudo muerte á uno cuerpo á c u e r Í'O; el 26 de Marzo penetró, con parte de su compañía, en Vilamajor del
Valles, sorprendiendo al enemigo que la ocupaba, en cuyo encuentro r e cibió un balazo en el muslo derecho; el 2 de Noviembre combatió cuerpo á
cuerpo con un lancero faccioso, dándole muerte y cogiendo su caballo y
«roías.
,
&v 3 de Enero de f 837, se halló en la acción del pueblo de Jorza; el
2.*-» del mismo hizo prisionero, por sí mismo, á un aduanero carlista; el 6
da Febrero concurrió á la acción de A m a l l a contra el cabecilla Alamina,
y «I 9 de Marzo en otra acción en el mismo panto; en 45 y 48 de Julio
cambatió en las acciones de San Feliu de Saserras y San Miguel de Serratkli, por las que fué agraciado con la cruz de San Fernando de primera
ebtse: el 29 dei mismo mes se halló en la acción de Cansacosla. el 29 d»>
— 5 —
Noviembre en la de Gerri y levantamiento del sitio de Puigcerdá, recibiendo sobre el campo de batalla, en premio de su distinguido mérito» ei
grado de capitán y la .cruz de Isabel la Católica.
Etí 4 838, infatigable el bizarro Prim, no contento con los laureles ya
adquiridos, el 16 de Marzo del mismo se halló en la toma de Itipoll, y el S
y 16 de Abril en las acciones do San Quirce, siendo herido en la última y
promovido al empleo de capitán. Desde el 24 al 29 de Julio concurrió COK
su compañía al sitio de Solsona, y fué el primero que escaló al tambor de!
hospital, que defendía la guarnición carlista, cuyo denodado arrojó lo eos
lo s e r herido en el brazo izquierdo; mas no obstante, penetró en la ciudad
obligando al enemigo á refugiarse al palacio episcopal: este hecho de a r mas le fué recompensado con ei grado de comandante y la cruz de distinción concedida por aquel memorable asalto. El 5 de Noviembre volvió á ser
herido, y muerto también su caballo, atacando y derrotando cuadruplicadas fuerzas que las que él llevaba, de las que perdió en el combate un*
tercera parte.
E l U de Febrero de \ 839 concurrió al sitio y toma d é l a Villa do Ager,
y e H 2 , habiéndole elegido para que con tres compañías de su batallón
asaltase un reduelo, lo verificó con tal arrojo y maestría á la vista de todo
el ejército, que fué recompensado sobro el mismo campo con el empleo de
mayor comandante. En esla época era ya reputado Prim, á pesar de su
corta edad, como un militar valiente y,entendido, mereciendo J a s mayores
deferencias de los generales á cuyas órdenes marchaba, y el aprecio y
simpatías de todos sus compañeros de armas. El 42 de Abril del referido
año de 1S39, tuvo el honor el joven comandante de quo so le confiase la
vanguardia del ejército que marchaba en dirección de Biosca; pero antes
de l l e g a r á dicho punto, fue atacado por considerables fuerzas que ape«a?
hubiera podido resistir ni volver la espalda, si, sediento do un glorioso
renombre, no hubiera hecho un esfuerzo desesperado y heroico, que, corno
otras veces, causó la admiración de todo el ejército; vuelve con faz serena
la vista b H a la pequeña fuerza de caballería que llevaba, les arenga con
entusiasmó / hace que la sangro, ardiendo, de aquellos valientes no mire
ni el número ni la ventajosa posición del enemigo & quien carga, á la cabeza d e los mas bravos, acuchillándole hasta en las trincheras naturales
que formaban sus posiciones, y haciéndole huir vergonzosamente. Por tan
heroico hecho, se hizo-de él, por el genérale» jefe, mención honorífica: á
los cuatro dias de esta memorable j o m a d a , con la misma vanguardia, compuesta d e cinco compañías de infantería y una mitad d e caballería, cargó
á triplicadas fuerzas facciosas, derrotándolas completamente, quedando el
campo sembrado de cadáveres, por cuya denodada acción se le promovió
al empleo de primer comandante. El día i i de Noviembre, mandando t a m bién la vanguardia, rompió la línea de Peracamps; comisionado después
para sostener la retirada el mismo dia, lo verificó con tanta bizarría y pericia, que causó al enemigo una considerable pérdida, deteniéndole constantemente en sus reiterados ataques y cargas, no sil. itóber sido herido
por sexta vez en la paletilla izquierda, que le atravesó ana h*h de fusil,
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peto sin obligarle este desgraciado incidente á abandonar el combate hasta
BU conclusión: á pesar de esta herida, el comandante Prim, volvió al siguiente dia á cubrir la retaguardia del ejército, conteniendo al enemigo
en sus ataques, y siendo herido por sétima vez de otra bala de fusil: por
eMas dos acciones se le dio el grado de coronel y la segunda cruz 4«» San
Fernando de primera clase.
El dia \ : ° y el 4 de F e b r e r o de 1840 volvió á atacar el ejército en los
campos de Peracamps, y nuestro joven Prim, á quien justamente se le consideraba como uno de los jefes mas bizarros y entendidos, se le confiaron
lo ¡puntos mas peligrosos y difíciles, que sostuvo con el denuedo y pericia
que tan acreditados tenia; pero "desgraciadamente también fué herido, y
muerto su caballo, en la última jornada, siendo recompensado por esta
acción con el empleo d e teniente coronel mayor. Por esta sucinta relación
se ve que don Juan Prim, al concluir la campaña de los siete años, tenia
veinticinco de edad y se hallaba de teniente coronel mayor graduado de
corone], cuyos ascensos le habían costado cien combates y derramar su
sangre ocho veces, por cuya razón no se podrá atribuir á favoritismo los
ascensos que alcanzó el bizarro catalán á precio de cien hechos distinguidos y ocho gloriosas h e r i d a s recibidas en los campos de batalla.
Asi concluyó nuestro héroe la guerra civil, fecundísimo principio de
nuevas glorias para nuestro valiente, y .sangriento ensayo que inaguraba
su porvenir hasta encumbrarle á los primeros puestos del Estado en justa
Tecompensa de sus altos hechos y de sus reconocidos conocimientos. Com«luida la guerra civil, que por espacio de siete años había cubierto de luto
á la infortunada España, dio principio otra guerra que aunejue no de tanta sangre, ha mantenido y mantiene en una continua agitación á esta d e s graciada cuanto magnánima nación, digna por muchos títulos de mejor
suerte: esta guerra, q u e aún continúa,.es la de los partidos que, llamándose constitucionales, luchan y luchan por escalar el poder, sin omitir
medio alguno para alcanzarlo. De esta constante pugna, que se iba sosteniendo aun durante la guerra civilj surgió el pronunciamiento de 4 8 4 0 ,
siendo causa de este sucesd la ley de ayuntamientos y diputaciones que
acababa de sancionar S. M. la reina madre, á disgusto del duque de la
Victoria y de parte del ejército, como se desprendo del manifiesto dado
¡'tor aquel en el Mas d e las Matas: la mayor parte d e los pueblos se alzaron
contra aquella ley, y por consecuencia contra el gobierno que ia hahiu
iniciado y promulgado; pero no contra la reina m a d r e , que, según el texto
constitucional, era irresponsable.
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SEGUNDA
ÉPOCA.
Acontecimientos de los años 4840 y 4 8 4 3 , "y la parte que en ellos tomé el
general Prim.—Su conduela en el tiempo que fué diputado á Cortes.
El 4 d e Setiembre de 4840, se pronunció la corte, cuyo grito se trasmitió eléctricamente á la nación entera, dando por resultado el q u e la reina
m a d r e abandonara la regencia que, durante la menor edad de doña Isabel I I , venia ejerciendo desde la muerte de su esposo don F e r n a n d o VI!. Se
convocaron nuevas Cortes, y el coronel graduado don Juan Prim, elegido
por la provincia de Tarragona, vino á tomar asiento en los escaños del
Congreso, en los que siempre sostuvo con entereza y liberalismo los principios que habia sustentado tan bizarramente con la espada en los gloriosos
campos de batalla. La marcha del gobierno del regente D. Baldomero E s p a r t e r o , que había sustituido á la de la reina doña María Cristina, no p a r e ció acertada á la mayor parte del partido liberal, y por consecuencia, nuestro héroe, que constantemente militó en sus filas, fué uno de los d i putados de la oposición, en la que desplegó su proverbial energía y
reconocido talento. En 4843 marchó á llcus, pronunciada en contra del
gobierno del regente, nombrándole su presidente la junta d e gobierno que
se estableció en la misma. El 4 4 de Junio mandó la defensa de aquella plaza, que con solo los nacionales resistió heroicamente á diez batallones del
ejército, 300 caballos y la correspondiente artillería.
Desde Reus pasó á Barcelona, en cuya capital fué recibido con el m a yor entusiasmo, y nombrado por su junta superior gubernativa coronel
brigadier, dándole el mando d e las fuerzas militares existentes en dicho
punto: salió en seguida para el Bruch, donde estableció su campamento,
compuesto de algunos batallones del ejército, cuerpos francos y nacionales,
á cuyas fuerzas se las denominó división de vanguardia. Pronunciada la
nación entera en contra del gobierno del regente, subió al poder el ministerio López, aclamado por el país unánimente; dicho ministerio aprobó
los empleos dados por las juntas, otorgando ademas al brigadier Prim el
título de Castilla con la denominación d e conde de Reus, vizconde del
Bruch (real orden d e l . de Enero de 1850). En 43 de Junio d e 4 8 4 3 fué
nombrado gobernador de Madrid, y en 10 d e Agosto del mismo año d e
Barcelona, encargándole además la comandancia general. El ministerio
progresista que sustituyó al del regenté cayó á los pocos dias, reemplazándole el formado por el general don Ramón María Narvaez, á quien el d e s embarque en Valencia, y aparente acción de Ardoz, le habían valido el título do duque y el empleo de capitán general. El brigadier don Juan Prim
no pudo menos de hallarse en abierta oposicioK con el gobierne del duqu«
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de Vaiencia, oposición que demostró no admitiendo el cargo de comandante general de Ceuta que aquel le había conferido.
En 27 de Octubre fué preso y encausado por conspirador, y sentenciado por el consejo d e guerra á seis meses de castillo en las islas Marianas.
Luego recorrió, por evadir persecuciones, una gran parte de Europa, en
cuya peregrinación forzosa adquirió esquisitos conocimientos, perfeccionándose con el estudio en sus viajes las elevadas ideas que le eran características. • ,
En 20 de Octubre d e 4847, fué nombrado capitán general de PuertoRico, de cuyo cargo tomó posesión el 8 de'Diciembre del mismo año: insurreccionados los esclavos de Santa Cruz, el gobernador de ella suplicó
á Prim le diese auxilio para contener la sublevación de aquella colonia
danesa, súplica á que accedió el general Prim, enviando fuerzas para que
restableciesen el orden, por cuya causa fué condecorado por el rey d e
Dinamarca con la gran cruz de Dannobourg, que el gobierno español le
autorizó para usar por real orden de 47 de Julio d e 1 8 4 9 . Permaneció al
frente de la isla hasta el 12 de Setiembre de 1848, que fué relevado, y
regresó á la Península.
En el año 4850 volvió á ser elegido diputado, en cuya legislatura
no solo dio á conocer sus relevantes caalidades como orador, sino que
añadió mas pruebas, á las que ya tenia dadas, de su acentrado p a t r i o tismo y amor á las libertades públicas. En 4 853 fué nombrado para m a r char á estudiar las operaciones de los ejércitos en la g u e r r a de Oriente, y
á primeros de Setiembre se incorporó al ejército otomano á las órdenes d e
Omer-Bajá: asi d e este general como de todos los demás que componían
el ejército aliado, recibió continuadas pruebas de deferencia, teniendo el
alto honor de recibir, de manos del mismo sultán, un sable de honor y la
condecoración turca d e ¡Medjidie.
Se hallaba en París el general Prim, con intención de pasar á Crimea,
cuando ocurrió en España el alzamiento de 4854 contra el gobierno que
presidia don Luis Sartorios, conde de San Luis*. P r i m se trasladó al m o mento á España, y fué elegido por ¡a capital delf Principado diputado d e
las Cortes Constituyentes. Posteriormente se le. nombró capitán general de
Granada, y por real orden de 31 de Enero d e 1856 fué promovido al empleo de teniente general de los ejércitos nacionales.
Por decreto d e 14 de Julio de 1858 fué nombrado nuestro héroe s e n a dor del Reino, en cuya alta Cámara juró y tomó asiento, demostrando en
ella, como lo había hecho en la de diputados, su provcrviál instrucción y
firmeza en sostener las libertades que la nación había conquistado, Sentado en la Cámara vitalicia, y puesto á la cabeza del gobierno el Excelentísimo señor conde de Lucena, no podía presumir el general Prim que nuevos
laureles militares debían ornar su frente, y a bastante' engalanada con los
q u e h a b i a adquirido en su carrera. Alejado del poder el general Narvaez
y sus amigos, á quien la nación miraba con cierta prevención y aborrecimiento, y sustituido aquel por el general O-Dooncll, no era de esperar
si una .guerra en el exterior, con cuyas potencias estaba España en Sa m e -
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jor armonía, ni nuevas calamidades y trastornos en el interior, respecto á
que el gobierno presidido por 0-Donnell, había inaugurado una nueva era,
en la que resplandecía la moralidad, la tolerancia y el orden, dones p r e ciosos de que habia carecido el país por espacio de muchos años bajo el
poder de la mayor parle de sus antecesores.
TERCERA
ÉPOCA,
Guerra con el emperadot de Marruecos. -—El conde de Reus es nombrad®
comandante general del ejército de reserva. —Reseña de todas las batallas y acciones en que se halló en la campaña de África, hasta su conclusión.
Por largo tiempo habia sufrido la España los insultos que casi d i a r i a mente se la hacia por los moros del lliff á la plaza de Melilla, y á pesar d s
las reiteradas gestiones que se practicaban cerca del emperador de Marruecos para contener los desmanes de sus subditos, jamás se pudo alcanzar
tan justo objeto, si bien es cierto que todos los gobiernos, desde e l e u i p e dor Garlos I, no habían obrado en este negocio con la energía que reclamaba la honra de una nación poderosa á quien se ofende. El conde de Lacena, menos sufrido que sus anlecedores mas celoso del honor nacional y
correspondiendo dignamente á la confianza que en él habia depositado el
país y su reina, proyectó escarmentar á los audaces riffeños, haciendo ver
á la Europa entera que, levantada España de la postración á que la habian
conducido las discordias civiles, aun era tan grande y poderosa q u e podía
elevar sus pendones desde el principio del Estrecho hasta los confines da
África: firme en tan noble propósito, declaró solemnemente la guerra al
emperador d e Marruecos, declaración que fué acogida con entusiasmo,
primero en los Cuerpos colegisladores y después en la Nación entera, que,
á porfía lo demostró en los cuantiosos donativos que ha hecho, hasta q u i
grado llega su amor á la gloria y de cuánto se puede esperar do ella bajo fa
egida un gobierno que d e s e a ' e n a l t e c e r l a . Declarada la guerra con el
benaplácito de la Nación, en brevísimos dias se vio, con asombro, en
las costas del Mediterráneo el ejército con lodo el material d e g u e r r a capaz y suficiente para empezar la campaña. Solo el genio militar del c o n de do Lucena hubiera podido, en tan corto tiempo, allanar las muchísimas dificultades que se ofrecían para proveer al ejército d e cuanto era
preciso é indispensable para abrir una campaña en un país eslraño é inculto, y en que era preciso llevar de España hasta la paja que debia servir
de pasto á la caballería y bagajes.
Entre los jefes superiores nombrados para mandar los cuerpos de ejército que iban á entrar en operaciones, lo fué el teniente general conde d«
Reus, á quien so lo confirió el mando de la reserva. Embarcados unos e s
pos de otros, dieron principio las acciones de guerra, sieufe las primeras
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tes dañas por el general Echagite, en el Serrallo; en cnyo punió cayó herido- En las del 2% 2 4 , 2.S y 30 de Noviembre d é 4859, que fueron reñidas y ensangrentadas, tomó una parto la división Prim, y muy influyente
en la del 9 do Diciembre. El. 12 de dicho mps^salió con su división del
campamento del Serrallo con objeto de protejer los í r a b a j o s ' d e l éamino¡
que en direcion á Tetuan se estaba construyendo á fin de dar paso á la
artillería: atacada te, jivision por numerosas fuerzas, se trabó una s a n grienta lucha, el general Prim ordenó estratégicamente una falsa retirada,
dejando emboscada una parto de sus fuerzas: engañados los marroquíes
con esta medida, se abalanzan hacia la división; en este estado, carga
Prim con la caballería, haciéndoles huir en todas direcciones, dejando el
campo sembrado d e cadáveres: al lado del bizarro general murió el coronel de artillería Möllns, y fueron herido su ayudante y otro oficial que
iba á sus inmediatas órdenes. El general en jefe dijo, 'al recomendarlo por
e-ta jornada: «Si su bizarría y serenidad no fuesen lan conocidas en el
ejército, este hecho bastaría para darle el título de vaüeiite y entendido.»
Él 18 del mismo mes, se renovó el combate. El 4 7, protegiendo también
los trabajos del camino de Tetuan, sostuvo otra acción en que rechazó á
ia morisma, causándole gran pérdida
'•
l a simpática figura del general P r i m , su demasiada amabilidad,su
candorosa franqueza, su escesivo valor y su reconocida pericia, 16 ¡iabian
captado el aprecio de todo el ejército de África, cuyos soldados sé creían
invencibles si eran conducidos al combate por el general conde dé Reils.
El furioso temporal de lluvia y viento; las • enfermedades que diezma*
bau nuestros batallones, aun mas que el plomo y el hierro del enemigo, y
la falta de caminos,; y aun de veredas transitables, obligaron á nuestro
ejército á estar hasta esta época á \s defensiva, no sin haber escarmentado
en cien combates la tenacidad salvaje 4e la morisma, cuyo valor personal
s o s e la puede negar en justicia.
•
El A,° de Enero de 1880 empendió del ejército la ofensiva, tomando el
general don Juan Prim el mando de la vanguardia: los triunfos en ¡-ste dia
dieron un eterno renombre al bravo catalán, é hicieron conocer á! feroz
mahometano que las huestes españolas en el reinado de la segunda Isabel,
igualabau en esfuerzo y superaban en pericia á las que acaudillaba Isabel
la primera; no faltando en ellas generales como ios Gonzalos de Córdoba,
se probó que, si bien los ejércitos de Isabel la Católica arrojaron de España ala morisma, los de Isabel II llevaban trazas do arrojarla de todo
»1 suelo africano, puesto con sus victorias eran contadas por los (lias de
combates que sustentaban. Puesto en marcha el ejército en dirección de
Tetuau, la división Prim se adelantó hacia los Castillejos, mortificada
siempre por el nutrido fuego del enemigo, que, ocupando las gargantas y
eminencias del flanco derecho, disputaba con tenacidad al paso do nuestras tropas; el general Prim los fué arrojando de posición en posición haste tomar la casa de Marabut, donde se parapetaron considerables fuerzas,
«fue fueron desalojadas por nuestros valientes, protegidos por los certeros
auparos de nuestra artillería: reconcentradas todas las fuerzas árabes en
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las mas formidables posiciones, le fué preciso al conde de lieos redobla? r .
ataque para,arrojarlas de ellas; por tres veces la división del b r a v o coiídd
dominó las mas encumbradas posiciones que tenia el enemigo, y otras tantas tuvo que retroceder y volver á avanzar para recobrarlas: lo sangriento
de la lucha aumenta, y las muchas horas que llevaban de combate obligaron al general Prim, á disponer que el regimiento de Córdoba dejase las
mochilas en un cerro, para-que con mas desahogo pudiera Continuar la penosa cuanto arriesgada tarea d e s u b i r á las cumbres mas elevadas por m e dio de una nube de,fuego y plomo; la morisma se aumentaba á cada momento, como si las breñas donde tenia lugar el sangriento d r a m a abortaseis
en aquel dia á los hijos del profeta: el general Prim, cargado por numerogas fuerzas, tuvo que apelar á uno de esos recursos que solo saben aplicar
los esforzados corazones en las circunstancias mas difíciles y a p u r a d a s : la»
muchas bajas: que lonian sus diezmados batallones, el cansancio de los (gua
aun no habían sucumbido,y las considerablesfuerzasdclenamigoyle haciaa
temor perderlas posiciones conquistadas, y aun las mochilas del regimien-
to de Córdoba, cercanas á sei piesa de ¡a monsma, en tan ciítico- nw
mentos, coge la batidera del espresado regimiento, y . « ^ v i é n d o s e a él, i«¡
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treoga con estas sucintas, pero expresivas frases: «Soldados db Córdoba: en esas mochilas está vuestro honor; venid á recobrarlo; si no,
yo v o y á morir entre los moros y á dejar en su poder vuestra bandera.»
t a s elocuentes palabras del general hirieron el'"esforzado corazón del
soldado, que se lanza, como un rayo al enemigo: la bayoneta y la gumía
eran las únicas armas que se oian ci'ugir en aquel desesperado combate, en
el que, acribillada á balazos la bandera que llevaba en la mano el conde
de Reus, y muerto sa caballo, fué bastante á dejar que el triunfo mas
completo coronase nuestras armas, que se posesionaron, para no volver á
perder en las posiciones que por tres veces habian sido disputadas por
uno y otro campo. Esta memorable jornada hizo concebir al ejército la
aventurada idea de que el general Prim era invencible; y en esta persuasión, que los hechos no han desmentido, han estado siempre los valientes
del ejército de África. Este continuó avanzando con dirección á Tetuan,
venciendo los insuperables obstáculos que so le ofrecían á cada momento,
y sin dejar un solo dia de ser hostilizados, aunque débilmente, por el
enemigo.
El 3 de Eaero practicó un reconocimiento, ocupando el 5 las alturas de
la Condesa, y el 6 pasó á campar á las faldas do ftíontenegron, adelalándose el 7 hasta el rio Capitanes: el 14 del mismo mes, el general Prim, con
su cuerpo de ejército, decidió la batalla alcanzada en los montes de CaboNegro, arrojando al enemigo de todas sus posiciones con pérdida considerable. El general en jefe decia, en el parte que d a b a al gobierno, lo s i guiente: «El general conde d e Reus, con esa bravura qne le hace siempre
notable, se colocó al frente de sus tropas, y, dirigiéndolas, marchóal enemigo resueltamente.» Y al hacer en e l referido parte las recomendaciones
que creyó oportunas, anadia: «No obstante, la justicia exije que nombre
y coloque en primer lugar al teniente general conde de Reus, que desplegó dorante todo el día tanta inteligencia en dirigir los ataques, como
en llevarlos a c a b o . » El 23 y 24 d e Enero se halló en las acciones que se
dieron á las márgenes del rio Guad-Eigeíá ei> las que demostró, como
siempre, su pericia y singular b r a v u r a .
El dia 3 de Febrero desembarcó el ti en de batir, y al amanecer el 4 ,
dispuso el general en jefe dar la,batalla ó formalizar el sitio de Tetuan:
esta población se hallaba defendida por 78 piezas de artillería, que se h a llaban colocadas en los muros y en la Alcazaba, castillo que la domina, teniendo además en su auxilio el ejército marroquí, que, atrincherado y
distribuido en cinco campamentos, se hallaba á los inmediaciones de la
plaza. Dada la órdea de ataque, el general conde d e lleus, con su ejército, fué el primero que rompió la línea enemiga, penetrando en el campamento del príncipe Muley-Abbas, que resistió cuanto pudo el empuje de
nuestras invencibles falanjes; mas á pesar de su tenaz resistencia, tuvo que
abandonar el campo, dejando en poder de nuestros valientes ocho cañones, 800 tiendas de campaña, el bagaje y otros efectos y pertrechos: esta
completa derrota hizo que una comisión de Tetuan suplicááe al general en
jefe tomara posesión de la plaza, en la que ocurrían bastantes desórdenes
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perpetrados por ios mismos que aun q u e d a n defenderla. El general ateo
dio á esta demanda, haciendo su entrada en Teluan sin oposición alguna.
Posesionada de ella la división del general Ríos, acampó el ejercito en ¡a»
afueras, sin que ocurriese cosa notable hasta la sangrienta acción de GuadRás, que puso fin á esta gloriosa campa ña, en que, escarmentado el indómito africano, no es fácil torne á inferir insultos al pabellón español, que
siempre se hizo respetar aun de las naciones mas fuertes.
Después de la batalla de Guad-Rás, Muley-Abbas, gran califa del
imperio y general en jefe de su ejército, se apresuró á pedir la paz, poniendo como bases de ella lo siguiente: primero, dar cuatrocientos millones á España por gastos do guerra; segundo, parle de la Sierra de Bullones, con el Serrallo; dar igualmente el terreno suficiente para seguridad
d e la plaza d e Melilla; garantizar la seguridad de no cometer nuovos insultos
á nuestro pabellón; darnos un puerto en sus costas, casi al frente de las
Canarias, y abrir á nuestro comercio las puertas como á la nación mas
amiga: estos preliminares fueron firmados por los enviados del emperador
y el general en jefe; y este, con parte dol ejército, regresó á la Península,
dejando la oportuna guarnición on Totuan hasta que se llevaran á eíeóto
los tratados.
El conde de Reus, que ya tenia la justísima nota de entendido y esforzado, pues que las dos cualidades las tenia probadas en el Parlamento
y en los campos de batalla, aumentó considerablemente su nombradla con
los grandes hechos de armas con que se distinguió en ia guerra de África:
el general don Leopoldo Q-Donnell, que mandaba-ol ejército en jefe, y era
además ministro de la Guerra y presidente del gabinete, observo muy de
cerca el indomable valor y gran pericia del general don Juan P r i m , comprendiendo lo mucho que valia y lo mucho que de él podia esperarse, por
cuyas relevantes cualidades y distinguidísimos méritos fué nombrado, en
49 de Marzo de 4860, grande de España de primera clase con el título d e
marqués de los Castillejos, nombre que se dá al sitio donde ocurrió aquella memorable batalla, en la que tantos prodigios de valor hiciera.
El encarnizamiento de los partidos políticos de nuestra España, y loa
ardientes y aun exagerados deseos de alcanzar el triunfo, han sido causa
de que, por alguno3> se conceptúe al general Prim como vacilante on sus
opiniones; y este injustísimo concepto, aunque de una minoría insignificante, es preciso desvanecer con los hechos, que hablan mas alto que todas las teorías, que dicen mas que todos los artículos, que esplican con
mas claridad que los discursos mas floridos y pomposos: los partidos,
anhelosos de escalar el poder, han deseado alcanzarlo á toda costa, sia
esquivar, á falta de los medios legales y pacíficos, el trance de las armas;
y para ello unos y otros han deseado tener de su parte un corazón esforzado que ciñese una espada acreditada en el ejército: la del conde de Reus
era, y es sin duda, la mas á propósito para ponerse á la cabeza d e las
falanges que se obligaren á combatir por el honor y la libertad de la patria; pero si esto honor y libertad han sido ultrajados algunas veces, ya
en el esleri«r Dor alguna" potencia enemiga de nuestras glorias, ya por la
— 14 —
opresión y desatentado proceder de alguno de nuestros gobiernos, al genera!
Prim no le ha sido posible hacer otra cosa que sufrir, con indignación la
punible indiferencia con que se han mirado los insultos hechos á nuestro
pabellón y combatir oon .energía desde los bancos, del Congreso los desmanes, desaciertos é inmoralidad de muchos de nuestros anteriores gobiernos. ¿¥ qué tenia que hacer un general ilustrado y de reconocido crédito? ¿Encender una guerra civil por el triunfo d e este ó del otro partido?
Eso hubiera; sido una raostruosidad imperdonable; el general conde de
Reus sabe perfectamente que, así c o m o á la causa d é l a libertad no puedo
matarla un moliu, así tampoco pueden concluir con ella las ambiciosas
miras de una pandilla erigida algunos veces en un pigmeo tiranuelo; esas
épocas de degradación y de ignominia que la Nación ha alrevesado con
mas 6 menos amargura, y desaparecen per si solas, y no merecen los honores del hierro y. la pólvora para hacerlas desaparecer, se aplastan y desploman á impulsos del descrédito, de la impopularidad délas mismasideas
que las han creado; por eso el general Prím estaba seguró de que la España no. puede consentir jamás por mucho tiempo la opresión en q u e q u i e ran sumirla unos pocos aventureros políticos; este tiempo ha pasado para
no volver á reaparecer, y paulatinamente se irán cicatrizando las profundas
heridas que el Estado ha recibido de las torpes manos de muchos de sus
anteriores gobernantes.
Por lo demás, nos es dispensado el patentizarlas convicciones política*
Jet general Prím: sus discursos en el Congreso y Sonado nos las dan á
conocer mas que suficientemente, y sus altos hechos, como militar, nos
enseñan que las citadas ideas, arraigadas en el corazón de los españoles
con caracteres de fuego, no pueden borrarse j a m á s , ni aun en la tumba.
CUARTA ÉPOCA.
Desembarco del general Prim en Alicante devuelta de la guerra de África:
—Su recibimiento. — Nombramiento de ingeniero general. — Elitiada
' triunfal en Madrid con el ejército victorioso.—Es
nombrado
comandante
general de las tropas espedicionarias de Méjico.
Terminada la guerra con el imperio d e Marruecos, desembarcó al
conde de Reus en Alicante, en cuyo puerto se detuvo pocas horas: en el
corto tiempo que permaneció en aquella plaza, fué el objeto principal da
todos los obsequios, d é todas las conversaciones, d e todo el regocijo, pues
desde las clases m a s elevadas de la sociedad hasta las" mas humildes, cor-
.~ 15.—
rieron al puerto ansiosos de ver y .contemplar al héroe qno tantas gíwia»
habié dado á la Patria en el sucio africano.
v¡
^
d e s e m b a r c ó , por fin, el deseado general, y cien mil voces á un íriísm»
tiempo )e saludaron con vivas aclamaciones, repitiendo suglqrioso nombró
desde el embarcadero hasta la llegada á su alojamiento: las hermosas alicantinas repetían los vivas agitando los ¡pañuelos, y tiernas •lágrimas surcaban por las; sonrosadas mejillas de las bellas contemplando la arrugada
faz y tostada frente del esforzado guerrero que tanto había enaltecido ¡ante
la Europa á la madre Patrias á cuyo .servicio habia consagrado la vida
desde muy niño.
;
A las pocas horas, el deher imperioso del soldado obligó al general
Prim á abandonar á Alicante para trasladarse á Aranjuez, donde residía
,1a corte.
A los pocos dias llegó á ella también el duque dé Tetuan, g e n e r a l en
jefe del ejército de África y presidente del Consejo de ministros, quien
en uno de sus primeros actos nombró al E x c m o . Sr. conde d e Reus ingeniero general, ó sea director general de este cuerpo y plazas fortificadas. .
' '
No es extraño que el nombre del general don Juan Prim se halle en
boca de todas las clases de la sociedad, sin distinción da condición, sexo
ni edades: lo mas extraño es que, el mismo concepto, idéntica nombradla
y simpatías iguales haya alcanzado en el campo enemigo: los marroquíes,
correspondiendo en esta parte á'sus traducciones como guerreros, alaban al
caudillo que sembró entre ellos el espanto, lo respetan y aun bendicen, y
el.mismo Muley-Abbas y los emisarios que venían á parlamento s u p l i c a ban á Prim se quitase las placas, pues que podían servir de blanco á la
certera puntería de una espingarda; y al despedirse los mismos ¡del general en jefe, le recomendaron con eficacia al general conde de Ileuf, que
es el mas alto honor que se puede hacer á un enemigo tan formiflablo como lo ha sido el soberbio catalán d e las huestes africanas.
Bosde Aranjuez, después de haberse presentado á S. M., so trasladó
Prim á Madrid, con el objeto de abrazar á su familia.
" ) T a n luego como el pueblo madrileño tuvo nolieb de que el general
llegaba, se agolpó al embarcadero del ferro-carril con objeto d e saludarle
y darle inequívocas pruebas de so aprecio, distinción justamente merecida
oa á los ajtos hechos que acababa d e practicar en el suelo africano^ combatiendo á un enemigo feroz, temerario, valiente y fanatizado, mas por su
religión,.que amante-do su libertad ó independencia. Los vítores mas entusiastas y espansivos fueron la señal d e que el bravo conde se hallaba á
las puertas de Madrid: cien carruajes, y millares de personas que gritahan ¡Viva! ¡¡Vivalí era la comitiva del esforzado caudillo, que se iba a u mentando á cada instante considerablemente en el tránsito desde el ferro-carril á su casa. Llegado á esta, en medio de la muchedumbre entusiasmada, tuvo que salir á uno d e los balcones para complacer á los que
aun no le habían podido ver: dirigió á todos la palabra con esa amabilidad
que le hacia tan simpático, aun á sus enemigos, y las ••vivas-aclamacicneo
f
;
!
—. 16 —
continuaron por muchas horas, no siendo interrumpidas sino por las or
questas, que, con el mismo objeto que el público, festejaban al recien
venido con himnos y piezas guerreras. Los numerosos amigos del conde, y
se puede asegurar que todo Madrid, apenas le dejaban tiempo para consagrarse á su familia, pues su casa era un verdadero jubileo.
Estos obsequios, hijos del corazón de los leales madrileños, se repetían
á todas horas, pues no se notaha el cansancio á pesar de que el general
Prim hacia ya algunos dias que se hallaba en la corte.
S . M. la reina manifestó ardientes deseos d e ver acampadas á las vic*
toriosas falanjes que regresaban de África, queriendo á la vez que el p u e blo madrileño disfrutase de ese grandioso espectáculo antes de que las
tropas hiciesen su entrada en la capital, para cuyo objeto el general en
jefe tenia acantonados en los pueblos circunvecinos la mayor parte d e los
batallones venidos de Marruecos.
El 10 de Marzo acampó el ejército en la dehesa de Amaniel, á una l e gua de Madrid, el general en jefe duque de Teman, el conde do Reus y los
demás generales que hicieron la campaña en África, acamparon también
al frente de sus respectivas divisiones: la población entera se agolpó ai
campamento con ansia de abrazar á sus valientes hermanos.
Al dia siguiente revistaron S S . M M . el g u e r r e r o campo, y á su p r e sencia se batieron tiendas y so dispuso el ejercito á entrar en Madrid.
Desde los mas soberbios palacios, hasta las mas humildes casas, se
bailaban engalanados con elegantes colgaduras y multitud de banderas*
como si cada dueño disputara al vecino el gusto y la suntuosidad en este
festejo. Desde la puerta de Alocha, por la que debían entrar los cuerpos,
hasta el real palacio, en que debia ejecutarse el desfile, jse hallaba ocupado lodo por la inmensa población que esperaba ansiosa la entrada de las
tropas.
A la una poco mas ó menos, se hallaba el ejército entrando por el arco
triunfal erigido en la citada puerta. A su cabeza venia el Excmo. señor
duque de Teluan, con su estado mayor, á quien durante todo el tránsito
se victoreó con entusiasmo; seguía á. este cuerpo el del general Echagiie,
y después el del general Prim. Al desfilar este cuerpo, h cuyo cabeza v e nia el héroe de esta historia, se redobló el entusiasmo, llegando á tal e s tremo el frenesí d e las gentes, que pretendieron conducirle én brazos á él
y su caballo hasta las mismas puertas del real alcázar: los vivas y aclamaciones eran continuados, y cien mil bellas, agitando sus blancos pañuelos,
saludaban al vencedor de los Castillejos y sus valientes tropas, arrojando
por todos los balcones vistosísimas coronas, flores, palomas, tórtolas y
pujaros hasta un estremo fabuloso.
Sesíiló, por fin, el ejército por medio de la muchedumbre entusiasmada, y después de este lento desfile, que le fatigó demasiado, marchó á sus
cuarteles.
Durante dos noches estuvo la corte iluminada oon profusión, s u n t u o sidad y esquisito gusto, no siendo fácil describir ni aun lo mas notable,
norser imposible haber visto todo lo que de notable había: la Casa de la
?
Villa, Plaza Mayor, ministerio de la Guerra, Banco de España, Crédi;»
Moviliario. y el Casino, eran ипоз de los edificios que mas se distinguían,
compitiendo con ellos las casas de algunos banqueros y las de la g r a n d e z a
todas las demás rivalizaban eii gusto y elegancia.
. El 42 se dio una corrida de toros al ejército, que nada, nada le quedó
qa'o desear respecto á la capital de ta monarquía, q : " le recibió ?
obsequió con un cariño que rayaba en locura.
En 48B4 se hallaba, como casi siempre, la República de Méjico en el
mas completo desorden, á consecuencia de que una porción de personajes
anhelaban escalar á la presidencia de aquel Estado, cuya deplorable si­
tuación arrastró al gobierno de 'dicha República á inferir por sí, p e r m i ­
tiendo lo hicieran otros, diferentes agravios_y no pocos insultos y atrope­
llos á l o s subditos ingleses, franceses y españoles que residían en aquellos
Estados; cuya desordenada conducta dio margen á que las tres potencias
agraviadas se decidieran á pedir una satisfacción y la indemnización de
los daños ocasionados á los individuos de dichas tres naciones; y no sién­
doles posible alcanzar ni una ni otra cosa por medios diplomáticos, se vie­
ron en la dolorosa necesidad de mandar un ejército compuesto d e tropas
de las citadas potencias. Para mandar el nuestro, se п о т з г о al E x c e l e n ­
tísimo señor marqués de los Castillejos, reuniendo al mando militar el d e
ministro plenipotenciario, cuvos nombramientos tuvieron lugar el 4 3 d e
Noviembre de 4 8 6 1 .
Embarcado el general Prim con una pequeña parto de las tropas qm
debían componer el ejército expedicionario, se dirigió á Veracruz, en c u ­
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yo punto ya habian desembarcado la mayor parle de las fuerzas q u e , á las лР
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ord ones del general Gaset, habían salido de la Habana con el indicado
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objeto. A los pocos dias salió con ellas el marqués d e los Castillejos, Ш п - ^ - . ' л '.
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giéndose á Ornaba, punto menos enfermizo que Veracruz, pues que eiEÍ^..
¿lia habian sido diezmados 1оз soldados de las tres naciones. Instalados y P
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en Orizaba el ejército anglo­fraoco­español, conoció el general P r i m q u p
el francés, no solamente quería el desagravio ó indemnización que habiaad. ­­,.
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acordado las tres potencias, sino que iba decidido á variar la forma й.еф<^^ ' >.;>¿
gobierno, despojando á Méjico del que tenia y sustituyéndole con un i tu­ v£y
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perio,cuyo jefe debia nombrar Napoleón III.
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Tales intenciones no pudieron menos de bcr.r el amor propio del g e ­
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neral don Juan Prim, pues que coa ollas se queria hacor un desprecio á
España é Inglaterra, que estaban muy distantes de haber ido á aquellas
regiones con las solapadas miras que llevaba F rancia, las que por d i g n i ­
dad y justicia no debían secundar ni España ni Inglaterra, como así lo h i ­
cieron. El marqués de los Castillejos, con la noble franqueza de un soMi
do, y do un soldado español, hizo presente al general francés, q u e un i m ­
perioso deber de equidad y justicia le obligaba á rechazar los planes de
ta F rancia, toda vez que los ejércitos no habian pisado el territorio meji­
cano como conquistadores ni para plantear ninguna forma de gobierno­
para lo que no les asistía el menor derecho: le patentizó además las
insuperables dificultados que existían para llevar á cabo el plan trázalo
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por el emperador! de los franceses, y estas mismas observaciones i se Has
|feo al mismo emperador en una carta que le dirigió al efecto; poro ni
Napoleón ni su Ministerio sedignaron reflexionar sobro las incontradeeibles verdades que les dirigía^el'..general P r i m , decidiéndose á l l e v a r á
efecto, aunque m e r a por sí solos; el desacertado plan d o c o n v e r t i r en un
Imperio á la República mejicana. Esta obcecación del? Gabinete de las
fullerías, obligó al general Prim: á r e e m b a r c a r s e con sus" tropas para la
Habana, y lo mismo hicieron las inglesas con dirección á su pal*
Tan acertada medida no hubiera;sido tomada tal vez por otro genera!,
por la dificultad do no ser común el reunir un mismo hombre el valor, la
fuerza-do .voluntad y el :masesquisilolacto;é inteligencia para los asuntos
diplomáticos: afortunadamente, el marqués de los Castillejos loreimia todo,
y los hechos vinieron á confirmar poco mas tarde la v e r a c i d a d . d e sus
presagios, que dieron por resultado la muerto del malogrado principe
Maximiliano y la total independencia ¿dCi Méjico.
:
Napoleón III debió a p r e c i a r e n el mas alto grado las francas y léale»
manifestaciones "del bizarro y entendido general español; • pero desgraciadamente no lo ha: hecho así; antes por el contrario, le ha tratado en diferentes ocasiones como pudiera haberlo hecho al mayor enemigo de la
Francia y de su dinastía; pero la Europa, el universo entero, mas alto que
la Francia y todas sus pretensiones, le hizo justicia consagrándole su r e s peto y admiración.
QUINTA
ÉPOCA,
Svcm$ de la noche del i 0 de Abril de \ 8f>5.—Sublevaciones del 2 de Enero
y Ti de Junio de 1866, t/ alzamiento en el mes de Agosto del siguiente
año, en majos acontecimientos tomó parle el general Prim.—Su
triunfo
en la gloriosa revolución de Setiembre del año 4 868.—Festejos que se
hicieron en Madrid.—Intentonas
sucesivas de carlistas y republicanos:
—¿La nueva monarquía:-—Prim trae d España al Duque
de'Aosta.—Elección del monarca.-—Apertura
de las Cortes el Í 5 de
Diciembre.—Anuncios lúgubres.—Asesinato
del general.—Su muerto
Habiendo termiaado de la manera que vá dicha la expedición á Méjico, el marqués de los Castillejos regresó á España, después de haber
visitado el campamento del ejército norte-americano, que so hallaba en
guerra con los Estados del Sur, que se oponían á la abolición de la esclavitud decretada por la Asamblea.
Como senador del Reino ocupó su puesto en la Cámara vitalicia, nc
•desmintiendo jamás su credo político, que era el progresista, cuya firmeza
N
— 19 —
<le principios la babia ya sustentado en la Cámara popular cuantas véf№
se sentó en ella como uno de sus representantes;' por consecuencia, es i n ­
necesario el manifestar' que pertenecía á la oposición que lo hacia al Go­
bierno la minoría progresista, oposición que se aumentó con la subida »1
poder del partido moderado, que relevó al genera! O­Donncll: este p a r ­
tí "io de violencia, inmoralidad y desconcierto, obligó al progresista y d e ­
mócrata á retirarse de las urnas electorales, protestando que abrazaba»;
'Aquella medida por el falseamiento que venia ejerciéndose en c u a n t a s
alecciones se verificaban para diputados á Cortes.
El general Prini se retrajo de volver al Senado, como todos sus c o r r e ­
ligionarios lo habían hecho en uno y otro Cuerpo colegislador: poco des­
pués de adoptar el retraimiento fue desterrado á Austria, de cuyo punto
volvió á Madrid, levantado que le fué el destierro.
.
El 40 de Abril do 4865, siendo ministro el duque de Valencia, Gon­
zález Biabo, Arrazola, Oroblo, Alcalá Galiano, Seijas Lozano y señor
Benavides, hicieron los tólutliantcsuuü pacífica demostración q u e indicaha
él disgusto profundo con que habían recibido la separación del rector d e
lá Universidad, Sr. Montalban, y la de algunos beneméritos catedráticos:
esta manifestación fué suficiente para que el general Narvaezysu, i n s e p a ­
rable amigo González Brabo, •dispusiera que la guardia veterana se d o r ­
famara por todas las calles de Madrid, sable en mano, y atrepellara, b i ­
•­iera y matara á todo el que cnconlr&se á su paso; cuya b á r b a r a y
oaudálica orden fué ejecutada al pié de la letra por dicha Guardia,; que
causó infinidad de víctimas y muchísimos heridos.
Al siguiente día de este escandaloso acontecimiento se presentó el
general Prim e n c l Senado, demandando e l ' castigo correspondioute para
los perpetradores de aqael gran crimen, que no tiene ejemplo en la h i s ­
toria d é l o s pueblos mas salvajes y crueles de lodo el universo: su enérgica
acusaciou y la de otros sefiorcs fué desatendida por el Senado, y Prim
volvió á su retraimiento, consecuente con lo determinado por su partido;
este, unido al demócrata, determinaron concluir do una v ez con la tiránica
dominación que venia oprimiendo y aniquilando ai país desde el natalicio
de doña Isabel de Borbon, con sohi la interrupción de tres ó cuatro años;
esta'decisión­ de los dos partidos debia llevarla k término el ilustre y bi­
zarro general don Juan Prim, en quien la nación entera teuia depositada
ra confianza, segura de que correspondería dignamente á ella.
Efectivamente, el 2 de Enero de 1866 el marqué* de los Castillejos, á
la cabeza de los regimientos de caballería Bailen y Calalrava, salió d e
Aranjuez, pronunciándose contra el gobierno que regia en aquella época,
^ u e era el presidido por el general dou Leopoldo O­Donncll; pero las
muchas fuerzas que estaban comprometidas ea aquel patriótico movi­
miento, faltaron á sus palabras y compromisos, dejándole solo, por cuya
causa se vio obligado á guarecerse en Portugal con los expresados cuerpos,
do los que no perdió ni un solo hombre, á pesar de ser perseguido m
descanso por mas de ocho columnas: esta marcha por sí sola es suficiento'
á probar su indisputable pericia, valor y serenidad; cualidades que, rewf­
floridas por los moderados y neos, el «olo nombro de don Juan Prim te>
aterraba y llenaba d e espanto hasta un estremo que raya en fabuloso; tante
<ps asi, que en el momento tle que Prim llegó á Lisboa, el gobierno ñu
Madrid pidió su extrañamiento de aquel reino, que al fin pudo alcanzar
riespucs de algunos acalorados debates eu la Cámara portuguesa. En vista
do esta decisión, se embarcó pai'a Francia, en cuyo territorio tampoco se
le permitió estar, pues el gobierno de Napoleón III recordaba con envidia
las predicciones (leí general Prim respecto al imperio que se quiso fundat
en la República mejicana; predicciones que so realizaron, enalteciendo ai
marqués de los Castillejos y humillando á Jos concejeros del emperador de
los franceses, por cuya causa le arrojaban do su. suelo, negándole la hospitalidad que suelen dar aun á los mas criminales. Desde Francia pasó í
Bélgica, y también de allí fué expulsado, pues e l G a b i n e t e de Madrid Ifc
tftiia miedo aun en los puntos mas lejanos á sus fronteras y costas.
El general Prim querían por lo visto parodiase al judío errante, pues
que en ninguna parte se le dejaba parar; pero no por eso enervaban su
valor y patriotismo, pues arriesgado cuanto puede arriesgar el hombre,
penetró en España, preparando elmoviraieuto quo estalló en Madrid el 22
íle Junio de! citado año de 1S66, á cuya cabeza so puso el bizarro general
don Blas Pierrad, nopudiendo llegar Prim por haberse adelantado el m o vimiento algunos dias, causa por la que so derramó tanta sangre, no sin
^uo hubiera otra y otras quo contribuyeran al desastroso fin que tuvo
xflnéi alzamiento.
En el raes de Agosto del siguiente año¿ ó sea el de 1807, tornaron á
«nirar en España los emigrados bajo las órdenes del los generales Prim,
Conireras, Pierrad y La Torre, dirigiéndose el primero á. Valencia, en cuya
capital no les fué posible entrar, porque los comprometidos q u e ' e n ella
había, y con los. que contaba, fallaron también, viéndose por consecuencia precisado á situarse á la falda del Pirineo; desdo este punto dio las
oportunas órdenes para concentrar las fuerzas que operaban en Aragón y
Cataluña ó las órdenes de los generales Pierrad, Contreras, y de los c o r o neles Baklrich y Moriones, cuyo movimiento no pudieron practicar por las
«Duchísimas columnas del gobierno quo imposibilitaban esta operación.
El marqués de los Castillejos había observado con profundo sentimiento
quo los movimientos verificados el 2 de Enero.y 2 2 de Junio del año 66
m habían sido secundados por ninguno da los que en ellos se habían c o m prometido, razón por la que las demás provincias habian permanecido en
si mayor quietismo esperando los resultados de dicho movimiento, que no
podían ser otros que los da ser desbaratados, en consideración al aislamiento en que fe les dejaba, ocasionando por él el que todas las fuerzas
del ejércilo cargasen sobro el punto sublevado ahogándolo en breves días-:
*Ma fatalidad ha presidido siempre en cuantos alzamientos se han hecho en
8?rftido liberal, pues do haberse verificado simultáneamente, hace algunos
aíios que se hubiera arrojado del suelo español á los miserable tiranuelos
quo lo han oprimido y aniquilado.
" El general Prim, á la vista de la quietud que observaban las demás
— 21 —
provincias, dio orden para que las fuerzas sublevadas en Aragón y Cataluña
pasasen el Pirineo, cuyo movimiento practicaron por medio de innúmera bles peligros, fatigas y privaciones, retirándose el general Prim á Inglaterra, desde cuyo punto ideaba poder realizar sus planes y d e s e e s .
El Ministerio presidido por el duque de Valencia, y á su muerte sustituido-por don Luis González Brabo, se había echado abiertamente en brazos
de los neos y absolutistas, y en la mas perfecta unión marchaban de a c u e r do para restablecer en toda su fuerza y vigor el sistema que habia seguido
Fernando Vil y su primer ministro don Judas Tadeo de Calomarde: conocido .este descabellado pensamiento por todos los liberales, y recordando
los desastrosos reinados de la casa de Boibon, á quien habia "dejado muy
atrás doña Isabel II, acordaron unirse estrechamente para concluir de una
fez con su cetro de hierro y con su dinastía.
El general don Juan Prim se presentó en la bahía de Cádiz ei 17 de
Setiembre de 4868, y de acuerdo con el valiente y enlendidojefe de escuadra S r , Topeto, intimaron al general gobernador de la plaza su rendición,
l a q u e se verificó, pues la población entera con la guarnición se pronunciaron en favor de la causa popular, victoreando al general Prim, al señor
Topete y ala Soberanía de la Nación. Dos dias después llegaron de Cañerías
los generales don Francisco Serrano y Domínguez, Caballero de Rodas,
Serrano Bedoya y d o n Domingo Dulce. Sevilla, con el general Izquierdo á
l a cabeza, secundó instantáneamente el .alzamiento do Cádiz, y toda la
marina y cuerpos del ejército que guarnecían aquel distrito se unieron con
entusiasmo al glorioso alzamiento nacional. El infatigable general Prim se
dirigió á Ceuta, que se pronunció al momento de divisarle sobre la cubierta
del buque que le conducía; lo mismo hicieron Málaga, Cartagena y Alic a n t e , en cuyos puntos se presentó igualmente, dirigiéndose después á
Barcelona, Lérida y Zaragoza, cuyas capitales con Jas tropas que en ellas
habia so habían igualmentepronunciado; debiendo caberle la satisfacción
al marqués de los Castillejos do haber hecho en «na semana más do lo que
otro cualquiera pudiera haber practicado en muchos meses. ¡Tal era su gran
prestigio! [Tal su Lien merecida nombradla!
Mientras el general Prim en continuado triunfo recorría con rapidez
las mas importantes poblaciones de la Nación, el capitán general duque de
la Torro organizaba con la misma rapidez un pequeño ejército, fuerte do
siete mil hombres de todas armas, con cuyas fuerzas se adelantó hasta
Córdoba, con objeto de corlar el paso al marqués de Novalichcs, que con
diez mil hombres se dirigía á batirle, hallándose ya en el Carpió-, elduque
de la Torre lo esperó en el puente de Alcolea, situado entre el Carpió y
Córdoba, y en aquel mismo sitio se dio la gran batalla que (lió por resultado el glorioso triunfo de la revolución y la caida do los Borbones y -de
los titulados moderados.
Al traslucir Madrid la victoria alcanzada por el duque de la l o r r o , se
alzó como un solo hombre proclamando la Soberanía Nacional y la desti»
tucion de los Borbones: el capitán general, don Manuel de !a Concha, no
se opuso á esta demostración, disponiendo retirar las tropas á les cuarteles
• • - 23 —
coa objeto de que el pueblo obrase con toda libertad; este formó su Junta,
nombrada por sufragio universal, la que dispuso se abriera él parque para
que se proveyesen de armas y municiones los muchos patriotas que lo
solicitaban, cuyo numero no bajaba de cuarenta mil hombres.
La población se colgó é iluminó con el mayor gusto y profusión, pero
lau rápida.^espontáneamente, que.se duda si aún retumbaba el eco del
canoa en Alcolea, cuando ya Madrid, embriagado do j ú b i l o , engalanaba
sus balcones con lujosas colgaduras y bellísimas banderas. El nombre do
Prim resonaba en todas partes; por do quiera se dejaban oir entusiasmados
vivas al héroe de los Castillejos, y no habia calle que en sus arcos triunfales no se dejara ver una inscripción con el nombre del gran caudillo á
quien todos esperaban con ansia.
iEI dia 7 de Octubre llegó á Madrid el genera! Prim, á quien salieron á
recbir unas veinte mil almas, hallándose además atestadas las calles, plazas, balcones» y aun azoteas, de los puntos por donde debía p a s a r . ' E l
describir el entusiasmo con que fué recibido, seria obra de ocupar un
grueso volumen; por tanto solo diremos que fué recibido con el. entusiasmo
mayor que el que puede haber ocasionado: el mas glorioso conquistador ó
el héroe de mas fortuna.
V Las funciones que se hicieron á sullegada fueron las mas suntuosas que
ha presenciado la España, y él gran cariño y respeto q u e se le tenía no io
ha merocido jamás ninguu soberano del mundo. •
Los continuados desaciertos do la ex-reitia, y la ominosa dominación
de les mod arados, contribuyeron acaso mas que los •eminentes servicios
de! general á q u e se le hiciera un recibimiento como jamás presenció España a! recibir á sus muchos héroes después do las continuadas victorias
y fabulosas conquistas con que en diferentes épocas asombraron al u n i verso.:
•:•
'
:.;':
• -Y.
'
'
El reinado de doña Isabel de Borbon con la pandilla moderada, había
sido una penosísima y no interrumpida serie de desastres: sangre, inmoralidad, despilfarro y todo linaje de crímenes.
España, atónita, coniempiaba con horror aquel trono que ansiaba ver
desaparecer para que desapareciera a l a vez la mas cruel de las tiranías,
para que,. al ser arrojado de él Ja ingrata doña Isabel de Borbon, recobra
ra el país su dignidad mancillada üná y mil veces por aquella señora y
sus traidores consejeros.
El general don Juan Prim, despreciando su brillante posición social, y
arriesgando su cabeza, había dado el grito santo de libertad que tanto
ansiaba la Nación, y después de correr innumerables peligros y practicar
todo género de sacrificios, habia alcanzado al fin el triunfa de la mas iusta
do las causas.
¿Qué extraño es, pues, el entusiasmado recibimiento que s e ' l e hizo
como á libertador de una calamidad quo pesaba sobre la Patria como una
losa de plomo?
Nada, nada de extraño tienen las altas distinciones con que se consideraba al Marqués de los Castillejos, pues contribuyó como el que mas
1
;
;
k hacer de una Nación empobrecida y tiranizada, y esclava, un pueblp g r a n ­ ,
de; libre ^ generoso como siempre, á quien: la Europa contempla con áspnv
b r ¿ ó inierés.
­
-rui ,
.
Ü
';.•;>•' ''. ;•
' En medio de la general alegría se nombró el; gobierno, Provisional, que
lo compusieron don F rancisco Serrano y Domínguez, don Juan Prim,, don,
Práxedes Maleo Sagasta, don Juan BauüslaTopcte, don Laureano F igue­
rola, don Juan. Alvarez de Lorenzana.don Antonio Romero Grtiz, don Ma­
nuel Rui z Zorrilla y don Adelardo López de Áyaja>;.
.
Reunidas las Cortes Constituyenles, nombraron regente (leí Reino al
y
capitán general don F rancisco Serrano .y .Domínguez, quedando el m i s m ^ P
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Ministerio, que sufrió algunas modificaciones, pero siempre bajo la h j & j
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de Prim como presidente del Gabinete con la cartera do Guerra.
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tidas de carlistas, y poco mas tarde de,republicanos federales. '
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A unos y otros supo vencer .el general l'rim en un 'cortísimo pofwSo, •
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sin apenas derramar sangro, y con pocos xli^pendios.
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'Pero no bastaba ei triunfo sobre los otros partidos en armas para
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solidar la obra de la revolución^ Después del movimiento republicano mL
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6 9 , el general Prim pensó poner término á la interinidad por, medio de *^g^g2p
elección de un monarca. En efecto, en Setiembre del 69 dijo Prim que la
cuestión de candidatura del trono era lo principal. ]
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Por esta época y mientras se buscaba en el extranjero |m príncipe; de
dotes elevadas queYuese digno de sentarse en el trono español, se habló
con insistencia do que se había atentado á la vida del general en una esta­
ción de ferro­carril extranjera. Pero en el ánimo esforzado de este caudillo,
esto no era más que un incidente sin importancia, y siguió su obra do procla­
mar una monarquía democrático en contra do las mas xtnSas oposiciones.
Venciólas á todas con estremada habilidad el general Prim, y habiendo
encontrado en el hijo segundo del rey Víctor Manuel, el d u q u e de Aosta,
la persona mas digna para llevar á cubo sus pensamientos, mandó al mar­
qués do Monlemará F lorencia y preparó la votación del monarca, la cual
tuvo lugar ei 4 6 d e Noviembre 'de 4870«; ,
Salió elegido 0 . Amadeo I de Saboya por 494 votos, y los partidos con­
trarios á esta candidatura, so dispusieron á luchar contra ella y contra el
general Prim que babia.levantado el trono de la moderna E s p a ñ a .
Como aviso do los futuros acontecimientos, el periódico La
Federación
Española, deciael 13 do Diciembre de 4870, «que circulaban rumores
alarmantes do nuevos y más grandes atentados, por cierta agnipaciov
de
hombres de lodos conocida.»
Pero si el gobierno fijóla atención en esto .fué dándole poca importancia.
Mientras tanto habia salido una comisión de las Cortes Constituyentes para
Ofrecer la corona de España á Don Amadeo y traerlo á nuestro país. Las
Cortes reanudaron sus tareas el 15 do Diciembre, y desde el primer m o ­
mento se v io que las oposiciones, ciegas y despechadas • coa el desenlace
político de la nueva monarquía, intentaban oponer obstáculos á la próxima
l i r a d a del nuevo rey. Pero el general Prim triunfó de aquella r u d a oposi­
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clon, la cual puede juzgarse por lo que docia El Combate al grito de viva
la república federal, el 25 de Diciembre, bajo la diroccion do D. José Paul
y Ángulo, y bajo la redacción d e los Sres. Ramon Gala, José Guisasola.
Francisco Córdoba Lopez, Francisco Rispa y Pérpiñá, y Federico • Garlo?
BeUran.
Hó aqui cómo se expresaba dicho periódico:
«Una mayoría constituyente facciosa, prostituida y encenagada hasta la
hediondez mas repugnante, votó en la madrugada d e a y e r su deshonra y
la de la nación española, maniatandotraidoramenlesu soberanía ala espuela del dictador Don Juan Prim. E l golpe de Estado es ya un hecho; es la
declaración de guerra proclamada parlamentariamente por un gobierno
usurpador, que cinica é impúdicamente conculcala ley, pisotea el derecho,
arrastra la libertad y barrena la Constitución. »
«Ciudadanos españoles: la patria está en peligro. Cuando el tirano extranjero coloque su inmunda planta en tierra española, que esta afrenta sea
para todos la señal de exclamar con ol coraje do los pueblos ultrajados:
j Al combatel
jAbajo lo existente!
1 Vi va el ejército español honrado!
¡Viva la soberanía nacional!
¡Viva la revolución!»
Esto se publicaba el 25 de Diciembre y el 2 7 , en la tarde tuvo lugar esté
terrible y sangriento d r a m a :
Al retirarse el general Prim del Congreso al terminar la sesión de aquella tarde fué asaltado su coche en la calle del Turco por varios asesinos
que estaban, según se d i c e , ocultos en dos berlinas de plaza situadas en
la misma calle, en opuesta dirección y casi juntas como para impedir el
paso al coche que conducía al general.
Los asesinos dispararon ocho tiros apuntando á quemaropa al general
Prim y su ayudante Sr. Nandin. El general Prim fué herido de dos balazos
en el antebrazo izquierdo y en la mano derecha, d é l a cual hubo necesidad
de amputarle un dedo.
Etilos primeros momentos se dijo que la herida era leve; pero pronto
se supo por todo Madrid la catástrofe, y que no habia remedio para ei
ilustre general Prim. En efecio, después do dos dias de mortal ansiedad, el
caudillo de los Castillejos, dominado por una congestión irresistible, sucumbió á las cinco y cuarenta y cinco minutos de la tarde del 30 de Diciembre,
víctima de los partidos, y fundador de una dinastía nueva que pasó como un
relámpago.
Prim fué depositado en la basílica de Atocha, y a'.lí le visitó el nuevo
monarca que con tan tristes y siniestros auspicios entraba en España.
Hoy la obra del general Prim no existe. Queda solo su ilustre cadáver
como un recuerdo de sus hechos esclarecidosMN.
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